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Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de
Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado. Hebreos 4:14-15.
¿A qué se refiere el texto cuando declara que Jesús fue sin pecado?
“Para esto fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos
ejemplo para que sigáis sus pisadas. Él no cometió pecado ni se halló engaño en su
boca” (1 Pedro 2:21-22, RVR 2005).
Jesús se interesa en cada uno como si no hubiese otra persona en toda la tierra. Como
Dios, ejerce gran poder en nuestro favor, mientras que como Hermano mayor nuestro,
siente todas nuestras desgracias. La Majestad del cielo no se mantuvo alejada de la
humanidad degradada y pecaminosa. No tenemos Sumo Sacerdote tan ensalzado y
encumbrado, que no pueda fijarse en nosotros o simpatizar con nosotros, sino que fue
tentado en todas las cosas como nosotros, aunque sin pecar. Testimonios para la
Iglesia Tomo 5, página 325.
“Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los
pecadores, y hecho más sublime que los cielos” (Hebreos 7:26).
“Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda
vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1
Pedro 1:15-16).
Los creyentes tienen naturaleza caída, pero si guardan los mandamientos y tienen la fe de
Jesús, también son catalogados como santos:
“Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de
Jesús” Apocalipsis 14:12.
Según Satanás ¿que hombre no puede guardar la Ley, el hombre antes del pecado o el
hombre después del pecado? ¿El hombre con una naturaleza no caída o el hombre con
una naturaleza caída?
El Redentor del mundo pasó por el mismo terreno donde Adán cayó por haber
desobedecido la ley expresa de Jehová; y el unigénito Hijo de Dios vino a nuestro
mundo como un hombre, para revelar al mundo que los seres humanos podían guardar
la ley de Dios. Satanás, el ángel caído, había declarado que ningún hombre podía
guardar la ley de Dios después de la desobediencia de Adán. Y él afirmaba que toda
la raza humana estaba bajo su dominio. {3MS 153.3}.
“Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de
Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Corintios 15:50).
Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está
en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero,
eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. (Romanos
7:18-21).
“Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan
a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden
agradar a Dios”. (Romanos 8:7-8).
“Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley
obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte” (Romanos 7:5).
Las pasiones inferiores tienen su sede en el cuerpo y obran por su medio. Las palabras
“carne”, “carnal”, o “concupiscencias carnales” abarcan la naturaleza inferior y
corrupta; por sí misma la carne no puede obrar contra la voluntad de Dios. Se nos
ordena que crucifiquemos la carne, con los afectos y concupiscencias. ¿Cómo lo
haremos? ¿Infligiremos dolor al cuerpo? No, pero daremos muerte a la tentación a
pecar. Debe expulsarse el pensamiento corrompido. Todo intento debe someterse al
cautiverio de Jesucristo. Todas las propensiones animales deben sujetarse a las
facultades superiores del alma. El amor de Dios debe reinar supremo; Cristo debe
ocupar un trono indiviso. Nuestros cuerpos deben ser considerados como su posesión
adquirida. Los miembros del cuerpo han de llegar a ser los instrumentos de la justicia.1
{CPI 244.3}
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de
lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto
es, al diablo” Hebreos 2:14.
El contexto inmediato posterior de este párrafo demuestra que Jesús sí tomó nuestra
naturaleza caída y que la expresión: “no había mancha de pecado” se refiere a que no
cometió pecado:
La naturaleza divina unida a la humana hacían que fuese capaz de rendirse a las
tentaciones de Satanás. Aquí la prueba de Cristo fue más grande que la de Adán y Eva,
pues Cristo tomó nuestra naturaleza, caída pero no corrupta, y no habría de
corromperse a menos que aceptara las palabras de Satanás en lugar de las palabras
de Dios. (Manuscrito 57, 1890, párrafo 11).
En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha
venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido
en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis
oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. (1 Juan 4:2-3)
“Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo
ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo” (2 Juan 1:7).
La gran obra de la redención sólo podría llevarla a cabo el Redentor tomando el lugar
del Adán caído. Con los pecados del mundo sobre él, iría al suelo donde Adán
tropezó. Soportaría la prueba que Adán no pudo soportar, y que sería casi infinitamente
más severa que la que soportó Adán. Él vencería por cuenta del hombre y conquistaría
al tentador, para que por su obediencia, su pureza de carácter y su firme integridad, su
justicia pudiera ser imputada al hombre, para que por su nombre el hombre pudiera
vencer al enemigo por su propia cuenta. RH 24 de febrero de 1874, párr. 24.
Satanás había señalado el pecado de Adán como prueba de que la ley de Dios era
injusta, y que no podía ser acatada. En nuestra humanidad, Cristo había de resarcir
el fracaso de Adán. Pero cuando Adán fué asaltado por el tentador, no pesaba sobre él
ninguno de los efectos del pecado. Gozaba de una plenitud de fuerza y virilidad, así
como del perfecto vigor de la mente y el cuerpo. Estaba rodeado por las glorias del
Edén, y se hallaba en comunión diaria con los seres celestiales. No sucedía lo mismo
con Jesús cuando entró en el desierto para luchar con Satanás. Durante cuatro mil
años, la familia humana había estado perdiendo fuerza física y mental, así como valor
moral; y Cristo tomó sobre sí las flaquezas de la humanidad degenerada.
Únicamente así podía rescatar al hombre de las profundidades de su degradación.
{DTG 91.3}
Cristo es la escalera que Jacob vió, cuya base descansaba en la tierra y cuya cima
llegaba a la puerta del cielo, hasta el mismo umbral de la gloria. Si esa escalera no
hubiese llegado a la tierra, y le hubiese faltado un solo peldaño, habríamos estado
perdidos. Pero Cristo nos alcanza donde estamos. Tomó nuestra naturaleza y
venció, a fin de que nosotros, tomando su naturaleza, pudiésemos vencer. Hecho “en
semejanza de carne de pecado” (Romanos 8:3), vivió una vida sin pecado. Ahora,
por su divinidad, echa mano del trono del cielo, mientras que por su humanidad llega
hasta nosotros. Él nos invita a obtener por la fe en él la gloria del carácter de Dios. Por
lo tanto, hemos de ser perfectos, como nuestro “Padre que está en los cielos es
perfecto.” DTG 278.3
Cristo hizo un sacrificio infinito. Dio su propia vida por nosotros. Tomó sobre su alma
divina el resultado de la transgresión de la ley de Dios. Puso a un lado su corona real,
y accedió a descender escalón tras escalón hasta el nivel de la humanidad caída.
{Mensajes Selectos, Tomo 3, página 144.3}
La gran obra de la redención sólo podía ser llevada a cabo por el Redentor tomando
el lugar del Adán caído. Con los pecados del mundo puestos sobre él, él pasaría por el
suelo donde Adán tropezó. Soportaría una prueba infinitamente más severa que la que
Adán no soportó. Él vencería por causa del hombre y conquistaría al tentador, para que,
a través de su obediencia, su pureza de carácter y firme integridad, su justicia pudiera
ser imputada al hombre, para que, a través de su nombre, el hombre pudiera vencer al
enemigo por su propia cuenta. (The Review and Herald February 24, 1874, par. 24).
Muchos sostienen que era imposible para Cristo ser vencido por la tentación. En tal
caso, no podría haberse hallado en la posición de Adán; no podría haber obtenido la
victoria que Adán dejó de ganar. Si en algún sentido tuviésemos que soportar
nosotros un conflicto más duro que el que Cristo tuvo que soportar, él no podría
socorrernos. Pero nuestro Salvador tomó la humanidad con todo su pasivo. Se
vistió de la naturaleza humana, con la posibilidad de ceder a la tentación. No tenemos
que soportar nada que él no haya soportado. {DTG 92.1}
Cristo venció como hombre las tentaciones. Cada hombre puede vencer como Cristo
venció. El se humilló a sí mismo por nosotros. Fue tentado en todo punto, así como
nosotros. Redimió el desgraciado fracaso de la caída de Adán, y fue vencedor,
testificando así ante todos los mundos no caídos y ante la humanidad caída, que el
hombre podía guardar los mandamientos de Dios por medio del poder divino que
el cielo le concedía. Jesús, el Hijo de Dios, se humilló por nosotros, soportó la tentación
por nosotros, y venció en nuestro favor para mostrarnos cómo podemos vencer. Así
vinculó sus intereses divinos con la humanidad, con los lazos más estrechos; y ha dado
la positiva seguridad de que no seremos tentados más de lo que podemos soportar,
sino que con la tentación dará una vía de escape. (Mensajes Selectos, Tomo 3, página
154).
El Hijo de Dios se colocó en lugar del pecador, y caminó por el mismo terreno en
donde Adán pecó; y soportó la tentación en el desierto, que era cien veces más fuerte
de lo que alguna vez tendría que soportar la raza humana. Jesús resistió las tentaciones
de Satanás de la misma manera en que cualquier alma tentada puede resistir,
remitiéndolo al registro inspirado, y diciendo: “Escrito está”. {3MS 154.1}
Cristo fue tentado en forma cien veces más cruel que Adán, y en circunstancias mucho
peores en todo sentido. El engañador se presentó como un ángel de luz, pero Cristo
resistió sus tentaciones. Redimió la vergonzosa caída de Adán y salvó al mundo... Vivió
la ley de Dios y la honró en este mundo de transgresiones, revelando al universo
celestial, a Satanás y a los perdidos hijos de Adán, que por medio de su gracia la
humanidad puede guardar la ley de Dios. —Meditaciones Matinales, 333. {MGD
42.5}
Siempre debemos estar agradecidos a Jesús porque nos ha demostrado por hechos
reales, que el hombre puede guardar los mandamientos de Dios, contradiciendo la
falsedad de Satanás de que el hombre no puede guardarlos. El gran Maestro vino a
nuestro mundo para estar a la cabeza de la humanidad, para elevar y santificar de esta
manera a la humanidad por su obediencia santa a todos los requisitos de Dios,
mostrando que es posible obedecer todos los mandamientos del Señor. El ha
demostrado que es posible una obediencia de por vida. Así él da al mundo hombres
representativos y escogidos, como el Padre dio al Hijo, para ejemplificar en la vida de
ellos la vida de Cristo Jesús. 3MS 157.2.
“Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente
para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses” Santiago
5:17.
Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser
misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados
del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para
socorrer a los que son tentados. Hebreos 2:17-18.
Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios,
enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al
pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no
andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Romanos 8:3-4.
Satanás declaró que era imposible para los hijos e hijas de Adán guardar la ley de Dios,
y por lo tanto acusó a Dios de falta de sabiduría y amor. Si no podían guardar la ley,
entonces había falta en el Legislador. Los hombres que están bajo el control de
Satanás repiten estas acusaciones contra Dios, al afirmar que los hombres no
pueden guardar la ley de Dios. Jesús se humilló a sí mismo, vistiendo su divinidad con
humanidad, para poder ser el jefe y representante de la familia humana, y tanto por
precepto como por ejemplo condenar el pecado en la carne y desmentir las acusaciones
de Satanás. Fue sometido a las más feroces tentaciones que la naturaleza humana puede
conocer, pero no pecó; porque el pecado es transgresión de la ley. Por la fe, se aferró
a la divinidad, así como la humanidad puede aferrarse al poder infinito a través de él.
Aunque fue tentado en todos los puntos como los hombres son tentados, no pecó. No
entregó su lealtad a Dios, como lo hizo Adán. (Signs of the Times, january 16, 1896,
parrafo 2).
“Cristo vino al mundo a contrarrestar la falsedad de Satanás de que Dios había hecho
una ley que los hombres no podían cumplir. Tomando la humanidad sobre sí, vino al
mundo, y mediante una vida de obediencia mostró que Dios no había hecho una ley
que los hombres no podían cumplir. Demostró que era perfectamente posible que
los hombres obedezcan la ley. Los que aceptan a Cristo como su Salvador,
participando de su naturaleza divina, pueden seguir su ejemplo, viviendo en
obediencia a cada precepto de la ley. Mediante los méritos de Cristo, el hombre debe
mostrar por su obediencia que será digno de confianza cuando esté en el cielo, que no se
rebelará. Cristo poseyó la misma naturaleza del hombre. Fue tentado en todo tal
como los hombres. El mismo poder que le ayudó a obedecer está a las órdenes del
hombre”. —Manuscrito 48, 1893. A Fin de Conocerle, página 291.2.
Habría sido una humillación casi infinita para el Hijo de Dios revestirse de la naturaleza
humana, aun cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero Jesús aceptó la
humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado.
Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la
historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él
vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el
ejemplo de una vida sin pecado. {DTG 32.3}.
Al tratar con los demás, si véis u oís algo que necesite ser corregido, buscad en primer
lugar al Señor para obtener sabiduría y gracia, para que al tratar de ser rectos no seáis
duros. Pedidle que os dé la bondad de Cristo; entonces seréis fieles a vuestro deber,
fieles a vuestro puesto de confianza y fieles a Dios; fieles mayordomos que vencen las
tendencias al mal, naturales y adquiridas. (Testimonios para los Ministros, página
264).
La naturaleza divina unida a la humana hacían que fuese capaz de rendirse a las
tentaciones de Satanás. Aquí la prueba de Cristo fue más grande que la de Adán y Eva,
pues Cristo tomó nuestra naturaleza, caída pero no corrupta, y no habría de
corromperse a menos que aceptara las palabras de Satanás en lugar de las palabras
de Dios. (Manuscrito 57, 1890, párrafo 11).
Nuestro Salvador se identifica con nuestras necesidades y debilidades, porque elevó sus
súplicas nocturnas para pedir al Padre nuevas reservas de fuerza, a fin de salir
vigorizado y refrigerado, fortalecido para arrostrar el deber y la prueba. El es nuestro
ejemplo en todo. Se hermana con nuestras flaquezas, pero no alimenta pasiones
semejantes a las nuestras. Como no pecó, su naturaleza rehuía el mal. Soportó
luchas y torturas del alma en un mundo de pecado. Dado su carácter humano, la oración
era para él una necesidad y un privilegio. Requería el más poderoso apoyo y consuelo
divino que su Padre estuviera dispuesto a impartirle a él que, para beneficio del hombre,
había dejado los goces del cielo y elegido por morada un mundo frío e ingrato. Cristo
halló consuelo y gozo en la comunión con su Padre. Allí podía descargar su corazón de
los pesares que lo abrumaban. Era Varón de dolores y experimentado en quebranto.
Joyas de los Testimonios Tomo 1, página 218.
En el don del Espíritu, Jesús le dió al hombre el mayor bien que el cielo podía derramar.
... Es el Espíritu el que hace efectivo lo que ha sido hecho por el Redentor del mundo. El
corazón es hecho puro mediante el Espíritu. Mediante el Espíritu el creyente llega a ser
participante de la naturaleza divina. Cristo ha dado su Espíritu como un poder divino,
para vencer toda tendencia al mal, heredada o cultivada, y para imprimir su propio
carácter sobre la iglesia. ... Es el privilegio de cada hijo e hija de Dios tener en ellos la
morada del Espíritu. —The Review and Herald, 19 de mayo de 1904 NEV 152.3
……….
No había sido mancillado por la corrupción, ni tocado por el pecado; sin embargo
oraba, y a menudo lo hacía con profundo llanto y lágrimas. Oraba por sus discípulos y
por sí mismo, identificándose así con nuestras necesidades, nuestras debilidades y
nuestros fracasos, que son tan característicos de nuestra condición humana. Pedía con
poder, sin poseer las pasiones de nuestra naturaleza humana caída, pero provisto de
debilidades similares, tentado en todo según nuestra semejanza. Jesús sufrió una agonía
que requería ayuda y apoyo de su Padre. Testimonios para la Iglesia, Tomo 2, página
451.
Explicación
La eternidad es sin fin. Nuestra vida aquí es un breve período cuando más, ¿y por qué y
por quién estamos viviendo y trabajando? Cuál será el resultado de todo? Necesitamos
diariamente la religión de Cristo... Aunque él sentía toda la fuerza de la pasión de la
humanidad, nunca cedió a la tentación de hacer un solo acto que no fuera puro,
elevador y ennoblecedor.—Carta 27, 1892.
Cristo dice, mis ovejas oyen mi voz, y se apartan de las sendas del pecado. Como Cristo
trabajó, debe hacerlo usted: con ternura y amor trate de guiar a los que yerran a la senda
correcta. Esto requerirá gran paciencia y tolerancia, como también una manifestación
constante del amor perdonador de Cristo. Debe revelarse diariamente la compasión del
Salvador. Debe seguirse el ejemplo que él dejó. Él tomó sobre su naturaleza sin
pecado nuestra naturaleza pecaminosa, para saber cómo socorrer a los que son
tentados. {El Ministerio Médico 237.3}
La siguiente cita confirma que la naturaleza sin deslealtad pecaminosa de Cristo era su
naturaleza divina y sobre esta naturaleza Jesús tomó nuestra naturaleza pecaminosa:
El Señor Jesús asumió la forma del hombre pecador, y revistió su divinidad con
humanidad. Pero era santo, tal como Dios es santo. Si no hubiera sido sin mancha de
pecado, no podría haber sido el Salvador de la humanidad. Era el Portador del pecado;
no necesitaba expiación. Puesto que era uno con Dios en pureza y santidad de
carácter, podía presentarse como propiciación por los pecados de todo el mundo.
{Cada Día con Dios 355.2}
Cristo hizo un sacrificio infinito. Dio su propia vida por nosotros. Tomó sobre su alma
divina el resultado de la transgresión de la ley de Dios. Puso a un lado su corona real,
y accedió a descender escalón tras escalón hasta el nivel de la humanidad caída.
{Mensajes Selectos, Tomo 3, página 144.3}
Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no
puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando
de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia,
después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a
luz la muerte. Santiago 1:13-15.
Hay pensamientos y sentimientos sugeridos y fomentados por Satanás que molestan aun
a los mejores hombres; pero si no se los alberga, si se los rechaza por odiosos, el alma
no se contamina con la culpa y nadie recibe la mancha de su influencia. ¡Oh, si cada
uno de nosotros fuera un sabor de vida para vida para los que nos rodean! —The
Review and Herald, 27 de marzo de 1888.
Afirmar que solo por heredar la naturaleza caída, el ser humano ya se encuentra en
pecado, implica que nunca va a poder apartarse del pecado, porque debido a su
naturaleza pecaminosa automáticamente se halla en una condición de pecado y por ello
nunca va a poder vivir sin pecado, sin embargo, esta idea es errónea, porque Jesús
demostró que los hombres y las mujeres sí pueden “vivir sin pecado”:
Jesús tomó la naturaleza humana y soportó el odio del mundo para demostrar a los
hombres y las mujeres que pueden vivir sin pecado, para que sus palabras, sus actos y
su actitud pudieran ser santificados por Dios. Podemos ser perfectos cristianos si
manifestamos este poder en nuestras vidas. Cuando la luz del cielo repose sobre
nosotros continuamente, representaremos a Cristo. La luz de la justicia revelada en su
vida, distinguió a Jesús del mundo, y suscitó su odio.—Manuscrito 97, 1909. {2MCP89
547.1}
“El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre
llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será
sobre él” (Ezequiel 18:20).
“Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su
pecado” (Deuteronomio 24:16).
Somos hijos de ira cuando vivimos satisfaciendo las pasiones y los deseos de la carne:
“Entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de
nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por
naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (Efesios 2:3 La Biblia de las
Américas).
El Salvador llevó sobre sí los achaques de la humanidad y vivió una vida sin pecado,
para que los hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza humana les
impida vencer. Cristo vino para hacernos “participantes de la naturaleza divina,” y su
vida es una afirmación de que la humanidad, en combinación con la divinidad, no
peca. El Salvador venció para enseñar al hombre cómo puede él también vencer. El
Ministerio de Curación, página 136:1-2.
Explicación:
La eternidad es sin fin. Nuestra vida aquí es un breve período cuando más, ¿y por qué y
por quién estamos viviendo y trabajando? Cuál será el resultado de todo? Necesitamos
diariamente la religión de Cristo... Aunque él sentía toda la fuerza de la pasión de la
humanidad, nunca cedió a la tentación de hacer un solo acto que no fuera puro,
elevador y ennoblecedor.—Carta 27, 1892. {En Lugares Celestiales página 157.4}
“Los ángeles se prosternaron ante él. Ofrecieron sus vidas. Jesús les dijo que con su
muerte salvaría a muchos, pero que la vida de un ángel no podría pagar la deuda. Sólo
su vida podía aceptar el Padre por rescate del hombre. También les dijo que ellos
tendrían una parte que cumplir: estar con él, y fortalecerlo en varias ocasiones; que
tomaría la naturaleza caída del hombre, y su fortaleza no equivaldría siquiera a la de
ellos; que presenciarían su humillación y sus acerbos sufrimientos; y que cuando vieran
sus padecimientos y el odio de los hombres hacia él se estremecerían con profundísimas
emociones, y que por lo mucho que le amaban iban a querer rescatarlo y librarlo de sus
verdugos; pero que de ningún modo deberían intervenir entonces para evitar nada de lo
que presenciasen; que desempeñarían una parte en su resurrección; que el plan de
salvación estaba ya trazado y que su Padre lo había aprobado”. {PE 150.1
https://m.egwwritings.org/en/book/469.4335#4344
Ante nosotros se expone la vida de los creyentes, con todos sus defectos e insensateces,
que están destinados a ser una lección para todas las generaciones que los habían de
seguir. Si hubiesen sido perfectos, habrían sido sobrehumanos, y nuestra naturaleza
pecaminosa nos haría desesperar de llegar jamás a tal punto de excelencia. Pero al ver
cómo lucharon y cayeron, cómo cobraron nuevamente ánimo y vencieron por la gracia
de Dios, cobramos aliento para avanzar contra los obstáculos que la naturaleza
degenerada coloca en nuestro camino. {1JT 439.1}.
Este carácter fue revelado en la vida de Cristo. A fin de que El pudiera por su propio
ejemplo condenar al pecado en su carne, tomó sobre sí la semejanza de la carne
pecaminosa. Constantemente contemplaba el carácter de Dios; constantemente revelaba
este carácter al mundo. {Reflejemos a Jesús 206.5}