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LA NATURALEZA HUMANA DE CRISTO

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de
Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado. Hebreos 4:14-15.

¿A qué se refiere el texto cuando declara que Jesús fue sin pecado?

“Para esto fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos
ejemplo para que sigáis sus pisadas. Él no cometió pecado ni se halló engaño en su
boca” (1 Pedro 2:21-22, RVR 2005).

Vestido con las vestiduras de la humanidad, el Hijo de Dios descendió al nivel de


aquellos a quienes deseaba salvar. En él no había engaño ni pecado; fue siempre
puro y sin mancha; sin embargo, tomó sobre sí nuestra naturaleza pecaminosa.
Vistiendo su divinidad con la humanidad, para poder asociarse con la humanidad
caída, buscó recuperar para el hombre lo que, por desobediencia, Adán había perdido
para sí mismo y para el mundo… (The Review and Herald 15 de diciembre de 1896,
párrafo 7).

Jesús se interesa en cada uno como si no hubiese otra persona en toda la tierra. Como
Dios, ejerce gran poder en nuestro favor, mientras que como Hermano mayor nuestro,
siente todas nuestras desgracias. La Majestad del cielo no se mantuvo alejada de la
humanidad degradada y pecaminosa. No tenemos Sumo Sacerdote tan ensalzado y
encumbrado, que no pueda fijarse en nosotros o simpatizar con nosotros, sino que fue
tentado en todas las cosas como nosotros, aunque sin pecar. Testimonios para la
Iglesia Tomo 5, página 325.

Al tomar sobre sí la naturaleza del hombre en su condición caída, Cristo no


participó de su pecado en lo más mínimo. Estuvo sujeto a las flaquezas y debilidades
que rodean al hombre, “para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando
dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias”. Mateo 8:17.
Fue conmovido por el sentimiento de nuestras debilidades y fue en todo tentado a
nuestra semejanza. Y, sin embargo, no conoció pecado. Fue el Cordero “sin mancha y
sin contaminación”. 1 Pedro 1:19. Si Satanás hubiera logrado con su tentación que
Cristo pecara en lo mínimo, habría herido la cabeza del Salvador. Tal como sucedieron
las cosas, sólo le pudo herir el talón. Si hubiera sido tocada la cabeza de Cristo, habría
perecido la esperanza de la raza humana. La ira divina habría descendido sobre Cristo
así como descendió sobre Adán. Hubieran quedado sin esperanza Cristo y la iglesia.
{Mensajes Selectos, Tomo 1, página 299.3}

“Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los
pecadores, y hecho más sublime que los cielos” (Hebreos 7:26).
“Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda
vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1
Pedro 1:15-16).

“Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a los


santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz sean a vosotros,
de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Colosenses 1:1-2).

Los creyentes tienen naturaleza caída, pero si guardan los mandamientos y tienen la fe de
Jesús, también son catalogados como santos:

“Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de
Jesús” Apocalipsis 14:12.

Según Satanás ¿que hombre no puede guardar la Ley, el hombre antes del pecado o el
hombre después del pecado? ¿El hombre con una naturaleza no caída o el hombre con
una naturaleza caída?

El Redentor del mundo pasó por el mismo terreno donde Adán cayó por haber
desobedecido la ley expresa de Jehová; y el unigénito Hijo de Dios vino a nuestro
mundo como un hombre, para revelar al mundo que los seres humanos podían guardar
la ley de Dios. Satanás, el ángel caído, había declarado que ningún hombre podía
guardar la ley de Dios después de la desobediencia de Adán. Y él afirmaba que toda
la raza humana estaba bajo su dominio. {3MS 153.3}.

“Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de
Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Corintios 15:50).

Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está
en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero,
eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. (Romanos
7:18-21).

“Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan
a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden
agradar a Dios”. (Romanos 8:7-8).

“Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley
obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte” (Romanos 7:5).

Las pasiones inferiores tienen su sede en el cuerpo y obran por su medio. Las palabras
“carne”, “carnal”, o “concupiscencias carnales” abarcan la naturaleza inferior y
corrupta; por sí misma la carne no puede obrar contra la voluntad de Dios. Se nos
ordena que crucifiquemos la carne, con los afectos y concupiscencias. ¿Cómo lo
haremos? ¿Infligiremos dolor al cuerpo? No, pero daremos muerte a la tentación a
pecar. Debe expulsarse el pensamiento corrompido. Todo intento debe someterse al
cautiverio de Jesucristo. Todas las propensiones animales deben sujetarse a las
facultades superiores del alma. El amor de Dios debe reinar supremo; Cristo debe
ocupar un trono indiviso. Nuestros cuerpos deben ser considerados como su posesión
adquirida. Los miembros del cuerpo han de llegar a ser los instrumentos de la justicia.1
{CPI 244.3}

“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de
lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto
es, al diablo” Hebreos 2:14.

La perfecta humanidad de Cristo es la misma que podemos tener por medio de


nuestra relación con Cristo. Al igual que Dios, Cristo no pudo ser inducido a pecar, así
como tampoco se había podido quebrantar su lealtad en el cielo. Pero al humillarse y
adoptar nuestra naturaleza, podía ser tentado. No había tomado la naturaleza de los
ángeles, sino la humana, perfectamente idéntica a nuestra propia naturaleza,
excepto que en él no había mancha de pecado... (Manuscrito 57, 1890, párrafo 8).

El contexto inmediato posterior de este párrafo demuestra que Jesús sí tomó nuestra
naturaleza caída y que la expresión: “no había mancha de pecado” se refiere a que no
cometió pecado:

La naturaleza divina unida a la humana hacían que fuese capaz de rendirse a las
tentaciones de Satanás. Aquí la prueba de Cristo fue más grande que la de Adán y Eva,
pues Cristo tomó nuestra naturaleza, caída pero no corrupta, y no habría de
corromperse a menos que aceptara las palabras de Satanás en lugar de las palabras
de Dios. (Manuscrito 57, 1890, párrafo 11).

En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha
venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido
en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis
oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. (1 Juan 4:2-3)

“Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo
ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo” (2 Juan 1:7).

EL PLAN DE SALVACIÓN ERA POSIBLE SOLO SI JESUS TOMABA LA


MISMA NATURALEZA CAIDA DEL HOMBRE

La gran obra de la redención sólo podría llevarla a cabo el Redentor tomando el lugar
del Adán caído. Con los pecados del mundo sobre él, iría al suelo donde Adán
tropezó. Soportaría la prueba que Adán no pudo soportar, y que sería casi infinitamente
más severa que la que soportó Adán. Él vencería por cuenta del hombre y conquistaría
al tentador, para que por su obediencia, su pureza de carácter y su firme integridad, su
justicia pudiera ser imputada al hombre, para que por su nombre el hombre pudiera
vencer al enemigo por su propia cuenta. RH 24 de febrero de 1874, párr. 24.

¡Qué amor! ¡Qué asombrosa condescendencia! ¡El Rey de gloria se propuso humillarse


ante la humanidad caída! Colocaría sus pies en los pasos de Adan. Tomaría la
naturaleza caída del hombre y se ocuparía de enfrentarse al fuerte enemigo que triunfó
sobre Adán. Vencería a Satanás y, al hacerlo, abriría el camino para la redención de
aquellos que creyeran en él de la desgracia del fracaso y la caída de Adán. RH 24 de
febrero de 1874, párr. 25.

Tened en cuenta que la victoria y la obediencia de Cristo es la de un verdadero ser


humano. En nuestras conclusiones cometemos muchos errores debido a nuestras
opiniones equivocadas acerca de la naturaleza humana de nuestro Señor. Cuando
nosotros le damos a su naturaleza humana un poder que es imposible que el
hombre tenga en sus conflictos con Satanás, destruimos el carácter completo de su
humanidad. El da a todos los que lo reciben por la fe, su gracia y su poder que les
atribuye. La obediencia de Cristo a su Padre era [y es] la misma obediencia que se
requería del hombre. {3MS 158.1}.

Satanás había señalado el pecado de Adán como prueba de que la ley de Dios era
injusta, y que no podía ser acatada. En nuestra humanidad, Cristo había de resarcir
el fracaso de Adán. Pero cuando Adán fué asaltado por el tentador, no pesaba sobre él
ninguno de los efectos del pecado. Gozaba de una plenitud de fuerza y virilidad, así
como del perfecto vigor de la mente y el cuerpo. Estaba rodeado por las glorias del
Edén, y se hallaba en comunión diaria con los seres celestiales. No sucedía lo mismo
con Jesús cuando entró en el desierto para luchar con Satanás. Durante cuatro mil
años, la familia humana había estado perdiendo fuerza física y mental, así como valor
moral; y Cristo tomó sobre sí las flaquezas de la humanidad degenerada.
Únicamente así podía rescatar al hombre de las profundidades de su degradación.
{DTG 91.3}

Cristo es la escalera que Jacob vió, cuya base descansaba en la tierra y cuya cima
llegaba a la puerta del cielo, hasta el mismo umbral de la gloria. Si esa escalera no
hubiese llegado a la tierra, y le hubiese faltado un solo peldaño, habríamos estado
perdidos. Pero Cristo nos alcanza donde estamos. Tomó nuestra naturaleza y
venció, a fin de que nosotros, tomando su naturaleza, pudiésemos vencer. Hecho “en
semejanza de carne de pecado” (Romanos 8:3), vivió una vida sin pecado. Ahora,
por su divinidad, echa mano del trono del cielo, mientras que por su humanidad llega
hasta nosotros. Él nos invita a obtener por la fe en él la gloria del carácter de Dios. Por
lo tanto, hemos de ser perfectos, como nuestro “Padre que está en los cielos es
perfecto.” DTG 278.3

El último peldaño o escalón es la naturaleza caída:

Cristo hizo un sacrificio infinito. Dio su propia vida por nosotros. Tomó sobre su alma
divina el resultado de la transgresión de la ley de Dios. Puso a un lado su corona real,
y accedió a descender escalón tras escalón hasta el nivel de la humanidad caída.
{Mensajes Selectos, Tomo 3, página 144.3}

No necesitamos colocar la obediencia de Cristo en una categoría especial, como si


fuera algo a lo cual él estuviera peculiarmente adaptado por su naturaleza divina
particular, porque él se presentó delante de Dios como representante del hombre y fue
tentado como el sustituto y la garantía del ser humano. Si Cristo hubiera tenido poder
especial que el hombre no tiene el privilegio de poseer, Satanás se hubiera valido
de este argumento. La obra de Cristo refutaría las afirmaciones de Satanás de que él
dominaba al hombre, y el Señor podía hacer esto solamente de la manera en que lo hizo:
como hombre, tentado como hombre, prestando la obediencia de un hombre... {3MS
157.3}

La gran obra de la redención sólo podía ser llevada a cabo por el Redentor tomando
el lugar del Adán caído. Con los pecados del mundo puestos sobre él, él pasaría por el
suelo donde Adán tropezó. Soportaría una prueba infinitamente más severa que la que
Adán no soportó. Él vencería por causa del hombre y conquistaría al tentador, para que,
a través de su obediencia, su pureza de carácter y firme integridad, su justicia pudiera
ser imputada al hombre, para que, a través de su nombre, el hombre pudiera vencer al
enemigo por su propia cuenta. (The Review and Herald February 24, 1874, par. 24).

¡Qué amor! ¡Qué asombrosa condescendencia! ¡El Rey de gloria se propuso


humillarse ante la humanidad caída! Pondría sus pies en los pasos de Adán. Tomaría
la naturaleza caída del hombre y se comprometería a hacer frente al fuerte enemigo
que triunfó sobre Adán. Él vencería a Satanás, y al hacerlo abriría el camino para la
redención de la desgracia del fracaso y la caída de Adán, de todos aquellos que creyeran
en él. (The Review and Herald February 24, 1874, par. 25).

Muchos sostienen que era imposible para Cristo ser vencido por la tentación. En tal
caso, no podría haberse hallado en la posición de Adán; no podría haber obtenido la
victoria que Adán dejó de ganar. Si en algún sentido tuviésemos que soportar
nosotros un conflicto más duro que el que Cristo tuvo que soportar, él no podría
socorrernos. Pero nuestro Salvador tomó la humanidad con todo su pasivo. Se
vistió de la naturaleza humana, con la posibilidad de ceder a la tentación. No tenemos
que soportar nada que él no haya soportado. {DTG 92.1}

PODEMOS VENCER COMO CRISTO VENCIÓ

Cristo venció como hombre las tentaciones. Cada hombre puede vencer como Cristo
venció. El se humilló a sí mismo por nosotros. Fue tentado en todo punto, así como
nosotros. Redimió el desgraciado fracaso de la caída de Adán, y fue vencedor,
testificando así ante todos los mundos no caídos y ante la humanidad caída, que el
hombre podía guardar los mandamientos de Dios por medio del poder divino que
el cielo le concedía. Jesús, el Hijo de Dios, se humilló por nosotros, soportó la tentación
por nosotros, y venció en nuestro favor para mostrarnos cómo podemos vencer. Así
vinculó sus intereses divinos con la humanidad, con los lazos más estrechos; y ha dado
la positiva seguridad de que no seremos tentados más de lo que podemos soportar,
sino que con la tentación dará una vía de escape. (Mensajes Selectos, Tomo 3, página
154).

El Hijo de Dios se colocó en lugar del pecador, y caminó por el mismo terreno en
donde Adán pecó; y soportó la tentación en el desierto, que era cien veces más fuerte
de lo que alguna vez tendría que soportar la raza humana. Jesús resistió las tentaciones
de Satanás de la misma manera en que cualquier alma tentada puede resistir,
remitiéndolo al registro inspirado, y diciendo: “Escrito está”. {3MS 154.1}
Cristo fue tentado en forma cien veces más cruel que Adán, y en circunstancias mucho
peores en todo sentido. El engañador se presentó como un ángel de luz, pero Cristo
resistió sus tentaciones. Redimió la vergonzosa caída de Adán y salvó al mundo... Vivió
la ley de Dios y la honró en este mundo de transgresiones, revelando al universo
celestial, a Satanás y a los perdidos hijos de Adán, que por medio de su gracia la
humanidad puede guardar la ley de Dios. —Meditaciones Matinales, 333. {MGD
42.5}

Siempre debemos estar agradecidos a Jesús porque nos ha demostrado por hechos
reales, que el hombre puede guardar los mandamientos de Dios, contradiciendo la
falsedad de Satanás de que el hombre no puede guardarlos. El gran Maestro vino a
nuestro mundo para estar a la cabeza de la humanidad, para elevar y santificar de esta
manera a la humanidad por su obediencia santa a todos los requisitos de Dios,
mostrando que es posible obedecer todos los mandamientos del Señor. El ha
demostrado que es posible una obediencia de por vida. Así él da al mundo hombres
representativos y escogidos, como el Padre dio al Hijo, para ejemplificar en la vida de
ellos la vida de Cristo Jesús. 3MS 157.2.

Cristo tomó sobre sí la humanidad por nosotros. Revistió su divinidad, y la divinidad y


la humanidad se combinaron. Mostró que la ley que Satanás declaró que no podía
guardarse, sí podía guardarse. Cristo tomó la humanidad para estar aquí en nuestro
mundo, a fin de mostrar que Satanás había mentido. Tomó la humanidad sobre sí para
demostrar que con la divinidad y la humanidad combinadas, el hombre podía guardar
la ley de Jehová. Si separan la humanidad de la divinidad, ustedes pueden tratar de
labrar su propia justicia desde ahora hasta que Cristo venga, y no lograrán otra cosa que
un fracaso. {FO 71.3}

“Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente
para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses” Santiago
5:17.

Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser
misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados
del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para
socorrer a los que son tentados. Hebreos 2:17-18.

Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios,
enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al
pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no
andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Romanos 8:3-4.

Satanás declaró que era imposible para los hijos e hijas de Adán guardar la ley de Dios,
y por lo tanto acusó a Dios de falta de sabiduría y amor. Si no podían guardar la ley,
entonces había falta en el Legislador. Los hombres que están bajo el control de
Satanás repiten estas acusaciones contra Dios, al afirmar que los hombres no
pueden guardar la ley de Dios. Jesús se humilló a sí mismo, vistiendo su divinidad con
humanidad, para poder ser el jefe y representante de la familia humana, y tanto por
precepto como por ejemplo condenar el pecado en la carne y desmentir las acusaciones
de Satanás. Fue sometido a las más feroces tentaciones que la naturaleza humana puede
conocer, pero no pecó; porque el pecado es transgresión de la ley. Por la fe, se aferró
a la divinidad, así como la humanidad puede aferrarse al poder infinito a través de él.
Aunque fue tentado en todos los puntos como los hombres son tentados, no pecó. No
entregó su lealtad a Dios, como lo hizo Adán. (Signs of the Times, january 16, 1896,
parrafo 2).

“Cristo vino al mundo a contrarrestar la falsedad de Satanás de que Dios había hecho
una ley que los hombres no podían cumplir. Tomando la humanidad sobre sí, vino al
mundo, y mediante una vida de obediencia mostró que Dios no había hecho una ley
que los hombres no podían cumplir. Demostró que era perfectamente posible que
los hombres obedezcan la ley. Los que aceptan a Cristo como su Salvador,
participando de su naturaleza divina, pueden seguir su ejemplo, viviendo en
obediencia a cada precepto de la ley. Mediante los méritos de Cristo, el hombre debe
mostrar por su obediencia que será digno de confianza cuando esté en el cielo, que no se
rebelará. Cristo poseyó la misma naturaleza del hombre. Fue tentado en todo tal
como los hombres. El mismo poder que le ayudó a obedecer está a las órdenes del
hombre”. —Manuscrito 48, 1893. A Fin de Conocerle, página 291.2.

Habría sido una humillación casi infinita para el Hijo de Dios revestirse de la naturaleza
humana, aun cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero Jesús aceptó la
humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado.
Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la
historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él
vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el
ejemplo de una vida sin pecado. {DTG 32.3}.

CITAS PARA ACLARAR

“Sed cuidadosos, sumamente cuidadosos en la forma en que os ocupáis de la naturaleza


de Cristo. No lo presentéis ante la gente como un hombre con tendencias al pecado.
Él es el segundo Adán. El primer Adán fue creado como un ser puro y sin pecado, sin
mancha de pecado sobre él’, era la imagen de Dios. Podía caer, y cayó por la
transgresión. Por causa del pecado su posteridad nació con tendencias inherentes a la
desobediencia. Pero Jesucristo era el unigénito Hijo de Dios. Tomó sobre sí la
naturaleza humana, y fue tentado en todo sentido como es tentada la naturaleza humana.
Podría haber pecado, podría haber caído, pero en ningún momento hubo en él
tendencia alguna al mal. Fue asediado por las tentaciones en el desierto, como lo fue
Adán por las tentaciones en el Edén”. (Carta 8,1895).
… Hay tendencias al mal, hereditarias y cultivadas, que deben ser vencidas. El apetito
y la pasión han de ser puestos bajo el dominio del Espíritu Santo. No tiene término la
lucha de este lado de la eternidad. Pero, aunque hay que sostener batallas constantes,
también hay preciosas victorias que ganar; y el triunfo sobre el yo y el pecado es de
más valor de lo que la mente puede estimar. (Consejos para los Maestros, página 21).

Al tratar con los demás, si véis u oís algo que necesite ser corregido, buscad en primer
lugar al Señor para obtener sabiduría y gracia, para que al tratar de ser rectos no seáis
duros. Pedidle que os dé la bondad de Cristo; entonces seréis fieles a vuestro deber,
fieles a vuestro puesto de confianza y fieles a Dios; fieles mayordomos que vencen las
tendencias al mal, naturales y adquiridas. (Testimonios para los Ministros, página
264).

La naturaleza divina unida a la humana hacían que fuese capaz de rendirse a las
tentaciones de Satanás. Aquí la prueba de Cristo fue más grande que la de Adán y Eva,
pues Cristo tomó nuestra naturaleza, caída pero no corrupta, y no habría de
corromperse a menos que aceptara las palabras de Satanás en lugar de las palabras
de Dios. (Manuscrito 57, 1890, párrafo 11).

Nuestro Salvador se identifica con nuestras necesidades y debilidades, porque elevó sus
súplicas nocturnas para pedir al Padre nuevas reservas de fuerza, a fin de salir
vigorizado y refrigerado, fortalecido para arrostrar el deber y la prueba. El es nuestro
ejemplo en todo. Se hermana con nuestras flaquezas, pero no alimenta pasiones
semejantes a las nuestras. Como no pecó, su naturaleza rehuía el mal. Soportó
luchas y torturas del alma en un mundo de pecado. Dado su carácter humano, la oración
era para él una necesidad y un privilegio. Requería el más poderoso apoyo y consuelo
divino que su Padre estuviera dispuesto a impartirle a él que, para beneficio del hombre,
había dejado los goces del cielo y elegido por morada un mundo frío e ingrato. Cristo
halló consuelo y gozo en la comunión con su Padre. Allí podía descargar su corazón de
los pesares que lo abrumaban. Era Varón de dolores y experimentado en quebranto.
Joyas de los Testimonios Tomo 1, página 218.

En el don del Espíritu, Jesús le dió al hombre el mayor bien que el cielo podía derramar.
... Es el Espíritu el que hace efectivo lo que ha sido hecho por el Redentor del mundo. El
corazón es hecho puro mediante el Espíritu. Mediante el Espíritu el creyente llega a ser
participante de la naturaleza divina. Cristo ha dado su Espíritu como un poder divino,
para vencer toda tendencia al mal, heredada o cultivada, y para imprimir su propio
carácter sobre la iglesia. ... Es el privilegio de cada hijo e hija de Dios tener en ellos la
morada del Espíritu. —The Review and Herald, 19 de mayo de 1904 NEV 152.3

……….
No había sido mancillado por la corrupción, ni tocado por el pecado; sin embargo
oraba, y a menudo lo hacía con profundo llanto y lágrimas. Oraba por sus discípulos y
por sí mismo, identificándose así con nuestras necesidades, nuestras debilidades y
nuestros fracasos, que son tan característicos de nuestra condición humana. Pedía con
poder, sin poseer las pasiones de nuestra naturaleza humana caída, pero provisto de
debilidades similares, tentado en todo según nuestra semejanza. Jesús sufrió una agonía
que requería ayuda y apoyo de su Padre. Testimonios para la Iglesia, Tomo 2, página
451.

Explicación

La eternidad es sin fin. Nuestra vida aquí es un breve período cuando más, ¿y por qué y
por quién estamos viviendo y trabajando? Cuál será el resultado de todo? Necesitamos
diariamente la religión de Cristo... Aunque él sentía toda la fuerza de la pasión de la
humanidad, nunca cedió a la tentación de hacer un solo acto que no fuera puro,
elevador y ennoblecedor.—Carta 27, 1892.

Cita para explicar


Elegía la quietud de la noche, cuando no habría interrupción. Jesús podía sanar al
enfermo y resucitar al muerto. El mismo era una fuente de bendición y fortaleza.
Mandaba incluso a las tormentas y éstas le obedecían. Se mantuvo libre de
corrupción, extraño al pecado; no obstante lo cual oraba, y a menudo con grandes
clamores y lágrimas. Oraba por sus discípulos y por sí mismo, identificándose así con
nuestras necesidades, nuestras debilidades, nuestras flaquezas tan comunes para la
humanidad. Era un poderoso peticionario, que no poseía las pasiones de nuestra
naturaleza humana caída, pero estaba asediado por flaquezas semejantes, tentado en
todo sentido como nosotros. Jesús soportó una agonía tal que requería la ayuda y el
apoyo de su Padre. {La Maravillosa Gracia de Dios 167.3}

Explicación de esta cita


La naturaleza divina de Jesús es la que no poseía las pasiones de nuestra naturaleza
humana caída, esto lo confirma la siguiente cita, la cual explica que cuando Jesús tomó
la naturaleza humana, su divinidad no se hizo humana ni viceversa y al no haberse dado
esta transformación, su naturaleza divina no adoptó ni poseyó la misma deslealtad
pecaminosa que la humanidad caída si posee:

Si llegamos a ser participantes de la naturaleza divina podemos ser puros, santos e


inmaculados. La Deidad no se hizo humana, ni lo humano se hizo divino por la
unión de estas dos naturalezas. Cristo no poseía la misma deslealtad pecaminosa,
corrupta y caída que nosotros poseemos, pues entonces él no podría haber sido una
ofrenda perfecta. —Manuscrito 94, 1893

Cristo dice, mis ovejas oyen mi voz, y se apartan de las sendas del pecado. Como Cristo
trabajó, debe hacerlo usted: con ternura y amor trate de guiar a los que yerran a la senda
correcta. Esto requerirá gran paciencia y tolerancia, como también una manifestación
constante del amor perdonador de Cristo. Debe revelarse diariamente la compasión del
Salvador. Debe seguirse el ejemplo que él dejó. Él tomó sobre su naturaleza sin
pecado nuestra naturaleza pecaminosa, para saber cómo socorrer a los que son
tentados. {El Ministerio Médico 237.3}
La siguiente cita confirma que la naturaleza sin deslealtad pecaminosa de Cristo era su
naturaleza divina y sobre esta naturaleza Jesús tomó nuestra naturaleza pecaminosa:

Aunque no tenía ninguna mancha de pecado en su carácter, condescendió en


relacionar nuestra naturaleza humana caída con su divinidad. Al tomar sobre sí
mismo la humanidad, honró a la humanidad. Al tomar nuestra naturaleza caída,
mostró lo que ésta podría llegar a ser si aceptaba la amplia provisión que él había hecho
para ello y llegaba a ser participante de la naturaleza divina.—Carta 83, 1896. {3MS
151.2}

La Divinidad de Cristo es un factor indispensable para que pudiera presentarse como


propiciación de los pecados de todo el mundo:

El Señor Jesús asumió la forma del hombre pecador, y revistió su divinidad con
humanidad. Pero era santo, tal como Dios es santo. Si no hubiera sido sin mancha de
pecado, no podría haber sido el Salvador de la humanidad. Era el Portador del pecado;
no necesitaba expiación. Puesto que era uno con Dios en pureza y santidad de
carácter, podía presentarse como propiciación por los pecados de todo el mundo.
{Cada Día con Dios 355.2}

Si llegamos a ser participantes de la naturaleza divina podemos ser puros, santos e


inmaculados. La Deidad no se hizo humana, ni lo humano se hizo divino por la
unión de estas dos naturalezas. Cristo no poseía la misma deslealtad pecaminosa,
corrupta y caída que nosotros poseemos, pues entonces él no podría haber sido una
ofrenda perfecta. —Manuscrito 94, 1893

Cristo hizo un sacrificio infinito. Dio su propia vida por nosotros. Tomó sobre su alma
divina el resultado de la transgresión de la ley de Dios. Puso a un lado su corona real,
y accedió a descender escalón tras escalón hasta el nivel de la humanidad caída.
{Mensajes Selectos, Tomo 3, página 144.3}

¿Es pecado tener la naturaleza pecaminosa?

El impulso o la atracción hacia el pecado que la naturaleza concupiscente siente, forma


parte de la tentación y solo cuando se cede a esta atracción se da a luz al pecado:

Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no
puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando
de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia,
después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a
luz la muerte. Santiago 1:13-15.

Si no se accede al proceso de concepción o aceptación, no se da a luz el pecado.

“La tentación no es pecado; el pecado consiste en ceder a la tentación. Para el alma


que confía en Jesús la tentación significa victoria y una mayor fortaleza” El Cristo
Triunfante 220.6.

Recuerden que la tentación no es pecado. No importa cuán angustiosa sea la


circunstancia en la cual esté colocado, nada puede realmente debilitar su alma mientras
no ceda a la tentación y mantenga su propia integridad. Los intereses más vitales para
usted individualmente, están bajo su propio cuidado. Nadie puede dañarlo sin su
consentimiento. Todas las legiones satánicas no pueden hacerle daño, a menos que abra
su alma a las artes y dardos de Satanás. Su ruina nunca puede ocurrir a menos que usted
lo consienta. Si no hay contaminación de su mente, toda la contaminación que lo
rodea no puede mancharlo .—Nuestra Elavada Vocacion, 96 (1885). {2MCP 443.1}

En nuestra propia fortaleza, nos es imposible negarnos a los clamores de nuestra


naturaleza caída. Por su medio, Satanás nos presentará tentaciones. Cristo sabía que
el enemigo se acercaría a todo ser humano para aprovecharse de las debilidades
hereditarias y entrampar, mediante sus falsas insinuaciones, a todos aquellos que no
confían en Dios. Y recorriendo el terreno que el hombre debe recorrer, nuestro
Señor ha preparado el camino para que venzamos. No es su voluntad que seamos
puestos en desventaja en el conflicto con Satanás. No quiere que nos intimiden ni
desalienten los asaltos de la serpiente. “Tened buen ánimo—dice;—yo he vencido al
mundo” Juan 16:33 (VM). (El Deseado de Todas las Gentes, página 98).

Hay pensamientos y sentimientos sugeridos y fomentados por Satanás que molestan aun
a los mejores hombres; pero si no se los alberga, si se los rechaza por odiosos, el alma
no se contamina con la culpa y nadie recibe la mancha de su influencia. ¡Oh, si cada
uno de nosotros fuera un sabor de vida para vida para los que nos rodean! —The
Review and Herald, 27 de marzo de 1888.

Afirmar que solo por heredar la naturaleza caída, el ser humano ya se encuentra en
pecado, implica que nunca va a poder apartarse del pecado, porque debido a su
naturaleza pecaminosa automáticamente se halla en una condición de pecado y por ello
nunca va a poder vivir sin pecado, sin embargo, esta idea es errónea, porque Jesús
demostró que los hombres y las mujeres sí pueden “vivir sin pecado”:

Jesús tomó la naturaleza humana y soportó el odio del mundo para demostrar a los
hombres y las mujeres que pueden vivir sin pecado, para que sus palabras, sus actos y
su actitud pudieran ser santificados por Dios. Podemos ser perfectos cristianos si
manifestamos este poder en nuestras vidas. Cuando la luz del cielo repose sobre
nosotros continuamente, representaremos a Cristo. La luz de la justicia revelada en su
vida, distinguió a Jesús del mundo, y suscitó su odio.—Manuscrito 97, 1909. {2MCP89
547.1}

“El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre
llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será
sobre él” (Ezequiel 18:20).

“Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su
pecado” (Deuteronomio 24:16).

Somos hijos de ira cuando vivimos satisfaciendo las pasiones y los deseos de la carne:

“Entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de
nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por
naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás” (Efesios 2:3 La Biblia de las
Américas).

En el desierto de la tentación, Cristo estuvo en el lugar de Adán para soportar la prueba


que éste no había podido resistir. Aquí venció Cristo en lugar del pecador, cuatro mil
años después de que Adán dio la espalda a la luz de su hogar. Separada de la presencia
de Dios, la familia humana se había apartado cada vez más, en cada generación
sucesiva, de la pureza, la sabiduría y los conocimientos originales que Adán poseyera en
el Edén. Cristo llevó los pecados y las debilidades de la raza humana tal como existían
cuando vino a la tierra para ayudar al hombre. Con las debilidades del hombre caído
sobre él, en favor de la raza humana había de soportar las tentaciones de Satanás en
todos los puntos en los que pudiera ser atacado el hombre. {1MS 313.3}

El Salvador llevó sobre sí los achaques de la humanidad y vivió una vida sin pecado,
para que los hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza humana les
impida vencer. Cristo vino para hacernos “participantes de la naturaleza divina,” y su
vida es una afirmación de que la humanidad, en combinación con la divinidad, no
peca. El Salvador venció para enseñar al hombre cómo puede él también vencer. El
Ministerio de Curación, página 136:1-2.

Tened en cuenta que la victoria y la obediencia de Cristo es la de un verdadero ser


humano. En nuestras conclusiones cometemos muchos errores debido a nuestras
opiniones equivocadas acerca de la naturaleza humana de nuestro Señor. Cuando
nosotros le damos a su naturaleza humana un poder que es imposible que el
hombre tenga en sus conflictos con Satanás, destruimos el carácter completo de su
humanidad. El da a todos los que lo reciben por la fe, su gracia y su poder que les
atribuye. La obediencia de Cristo a su Padre era [y es] la misma obediencia que se
requería del hombre. {3MS 158.1}
Otra cita a explicar
La naturaleza divina unida a la humana hacían que fuese capaz de rendirse a las
tentaciones de Satanás. Aquí la prueba de Cristo fue más grande que la de Adán y Eva,
pues Cristo tomó nuestra naturaleza, caída pero no corrupta1, y no habría de
corromperse a menos que aceptara las palabras de Satanás en lugar de las palabras de
Dios.—Manuscrito 57, 1890. {CT 210.7}

Explicación:

Deberíamos mantener la más estricta castidad en pensamiento, palabra y conducta.


Recordemos que Dios despliega nuestros pecados secretos a la luz de su rostro. Hay
pensamientos y sentimientos sugeridos y fomentados por Satanás que molestan aun a
los mejores hombres; pero si no se los alberga, si se los rechaza por odiosos, el alma
no se contamina con la culpa y nadie recibe la mancha de su influencia. ¡Oh, si cada
uno de nosotros fuera un sabor de vida para vida para los que nos rodean!—The Review
and Herald, 27 de marzo de 1888. {Mente Carácter y Personalidad, página 447.2}

La eternidad es sin fin. Nuestra vida aquí es un breve período cuando más, ¿y por qué y
por quién estamos viviendo y trabajando? Cuál será el resultado de todo? Necesitamos
diariamente la religión de Cristo... Aunque él sentía toda la fuerza de la pasión de la
humanidad, nunca cedió a la tentación de hacer un solo acto que no fuera puro,
elevador y ennoblecedor.—Carta 27, 1892. {En Lugares Celestiales página 157.4}

“Los ángeles se prosternaron ante él. Ofrecieron sus vidas. Jesús les dijo que con su
muerte salvaría a muchos, pero que la vida de un ángel no podría pagar la deuda. Sólo
su vida podía aceptar el Padre por rescate del hombre. También les dijo que ellos
tendrían una parte que cumplir: estar con él, y fortalecerlo en varias ocasiones; que
tomaría la naturaleza caída del hombre, y su fortaleza no equivaldría siquiera a la de
ellos; que presenciarían su humillación y sus acerbos sufrimientos; y que cuando vieran
sus padecimientos y el odio de los hombres hacia él se estremecerían con profundísimas
emociones, y que por lo mucho que le amaban iban a querer rescatarlo y librarlo de sus
verdugos; pero que de ningún modo deberían intervenir entonces para evitar nada de lo
que presenciasen; que desempeñarían una parte en su resurrección; que el plan de
salvación estaba ya trazado y que su Padre lo había aprobado”. {PE 150.1

Al tomar sobre sí la naturaleza del hombre en su condición caída, Cristo no


participó de su pecado en lo más mínimo. Estuvo sujeto a las flaquezas y debilidades
que rodean al hombre, “para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando
dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias”. Mateo 8:17.
Fue conmovido por el sentimiento de nuestras debilidades y fue en todo tentado a
nuestra semejanza. Y, sin embargo, no conoció pecado. Fue el Cordero “sin mancha y
sin contaminación”. 1 Pedro 1:19. Si Satanás hubiera logrado con su tentación que
Cristo pecara en lo mínimo, habría herido la cabeza del Salvador. Tal como sucedieron
las cosas, sólo le pudo herir el talón. Si hubiera sido tocada la cabeza de Cristo, habría
perecido la esperanza de la raza humana. La ira divina habría descendido sobre Cristo
1
Corrupta en el sentido de dejarse pervertir, implica ceder al mal.
así como descendió sobre Adán. Hubieran quedado sin esperanza Cristo y la iglesia.
{1MS 299.3}

Pensad en la humillación de Cristo. Tomó sobre sí la naturaleza caída y doliente del


hombre, degradada y contaminada por el pecado. Tomó nuestros dolores, llevó
nuestro pesar y nuestra vergüenza. Soportó todas las tentaciones con las que es acosado
el hombre. Unió la humanidad con la divinidad; un espíritu divino moraba el un templo
de carne. Se unió a sí mismo con el templo. "Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó
entre nosotros", porque al hacer eso podía relacionarse con los pecaminosos y dolientes
hijos e hijas de Adán. (The Youth’s Instructor, December 20, 1900, párrafo 7).
(CBA, explicación del Capítulo 53 de Isaías).

https://m.egwwritings.org/en/book/469.4335#4344

Ante nosotros se expone la vida de los creyentes, con todos sus defectos e insensateces,
que están destinados a ser una lección para todas las generaciones que los habían de
seguir. Si hubiesen sido perfectos, habrían sido sobrehumanos, y nuestra naturaleza
pecaminosa nos haría desesperar de llegar jamás a tal punto de excelencia. Pero al ver
cómo lucharon y cayeron, cómo cobraron nuevamente ánimo y vencieron por la gracia
de Dios, cobramos aliento para avanzar contra los obstáculos que la naturaleza
degenerada coloca en nuestro camino. {1JT 439.1}.

Este carácter fue revelado en la vida de Cristo. A fin de que El pudiera por su propio
ejemplo condenar al pecado en su carne, tomó sobre sí la semejanza de la carne
pecaminosa. Constantemente contemplaba el carácter de Dios; constantemente revelaba
este carácter al mundo. {Reflejemos a Jesús 206.5}

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