Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Varias circunstancias se juntan para escribir esta reseña. Una larga amistad que me une
al autor desde los jóvenes días en que vendía libros en los pasillos de La Universidad del
Zulia, la vecindad de 20 años y el compartir asuntos de con- dominio, la frecuencia
arrítmica en los criterios políticos compartidos, la llegada a mis manos de este ejemplar
tras sortear íntimos vericuetos pues está dedicado a un sobrino que estudia con mi hijo, la
puntualidad del tema como si su transversalidad copiara la del país, su pertinencia en esta
Hora crítica cuando más necesitamos pensar y comprender sin apremios la realidad que
nos rodea y atraviesa, profusa, profundamente.
Todos sabemos que el multilateralismo es esencial en nuestra visión del mundo, pero
también que está atravesando momentos difíciles. Sin embargo, con el nuevo Gobierno
estadounidense, tenemos una oportunidad real de trabajar para su reactivación, aunque
no sea una tarea fácil. En primer lugar, porque existen diferencias en todo el mundo sobre
cómo reconstruir el multilateralismo; en segundo lugar, porque, en un mundo multipolar y
fragmentado, la base geopolítica del multilateralismo está cambiando y, en tercer lugar,
porque Europa, al igual que otros actores globales, tendrá que trabajar de una manera
más enérgica para promover sus intereses en un mundo más transaccional.
Con esto queremos decir que, si queremos hacer avanzar algunos principios clave en la
escena mundial, tenemos que recurrir a todo nuestro peso político a la hora de
defenderlos y no limitarnos a confiar en su valor moral.
El mundo actual es cada vez más multipolar y menos multilateral. El reto para Europa es
conciliar ambas dimensiones, adaptándose a la nueva distribución de los centros de
poder, y trabajando, al mismo tiempo, para reducir la división política del mundo en polos
competidores.
En las tres últimas décadas hemos asistido a una rápida transformación en la distribución
del poder en todo el mundo. Pasamos de una configuración bipolar entre 1945 y 1989 a
una configuración unipolar entre 1989 y 2008, antes de entrar en lo que podríamos
denominar la «multipolaridad compleja». Desde el punto de vista económico, por ejemplo,
tenemos tres polos dominantes: Estados Unidos, China y la Unión Europea; sin embargo,
desde el punto de vista político, el asunto es más complejo: en primer lugar, porque el
sistema mundial se estructura, cada vez más, sobre una bipolaridad sino-americana
emergente; en segundo lugar, porque hay importantes potencias políticas y militares que
no son necesariamente potencias económicas al mismo nivel (como Rusia o, a escala
regional, Turquía); en tercer lugar, porque hay actores que se encuentran en medio del
escenario, como la UE, que tienen un fuerte peso económico pero son aún polos políticos
en vías de consolidación. La ambición de lo que denominamos Europa geopolítica se
basa, precisamente, en reducir la separación entre nuestro poder económico y nuestra
influencia geopolítica.