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26/02/24

Capítulo II.- Ruta del comercio o formación de la economía mercantil


Por Fuch

La ruta del comercio nos permite reflexionar y comprender la separación de la


economía mercantil de la totalidad social, tanto desde el punto de vista histórico y lógico.
En el plano histórico, ante la generalización del comercio, la Ley romana, además de algunos
fracasados intentos por prohibirlo, admite una limitada tolerancia y finalmente se impone
una abierta práctica de la usura, la que más tarde causó la destrucción de Roma. Como la
práctica de la usura estaba prohibida a los cristianos y a los musulmanes, muy pronto se
convirtió esta en dominio exclusivo de los mercaderes y de los gobernantes.
Entonces podemos llegar a una primera constatación; la separación de la economía
con respecto a la sociedad total y también señalar que el comercio y el mercader son los
grandes destructores de los imperios; es la afirmación de libertad por el mercader que
liquida las estructuras que se oponen a la lógica de la acumulación del capital mercantil.
Influenciado por el pensamiento griego, los pensadores romanos, como Séneca, o
Cicerón, comparan a la usura como el asesinato en la sociedad. Los primeros padres de la
iglesia cristiana: Gregorio Nysseno (335- 394); Juan Crisóstomo (347-407); San Agustín (354-
430); Tomás de Aquino (1225-1274), comparaban al usurero con alguien que trata de
vender el vino y su uso separadamente; o Duns Escoto (1266-1308). Esta condena al
comercio dura hasta el año 1830 (durante los concilios celebrados), año en el que la oficina
vaticana empieza a autorizar el cobro de pequeñas cantidades de beneficio fijo en el
préstamo de dinero.
El proceso de separación o la formación de la economía mercantil, el desarrollo del
comercio, obliga a artistas, literatos a pronunciarse sobre la usura como algo separado del
comercio, pero se debe precisar que la usura es la forma que adopta el comercio en su
desarrollo. Así los pensadores modernos como: Goethe (1749-1832), se burlaban del timo
del recién nacido papel-moneda; el gran músico Richard Wagner (1813-1883), combatió a
riesgo de su vida contra el Estado y la usura; el libertario J.P. Proudhon (1809-1865)
considera la usura como la primera causa de paralización comercial e industrial; o Ezra
Pound (1885-1972) quien, por condenar la usura, se vio acusado de traidor por su propio
país.
Werner Sombart (1863-1941) en su libro Los judíos y la vida económica señala, que
los judíos reinterpretan la historia y los textos sagrados para adaptarse al desarrollo del
comercio. Así, los judíos, sostienen que el talmud les daba y da licencia para prestar con
usura a los no judíos como medio para alcanzar poder. A medida que se asiste a la
generalización del comercio, las prohibiciones de la usura dan paso en el desarrollo
económico a la constitución de otra visión del mundo y la existencia. Así, en su Tratado de
Economía Política (1615), Antonio Montchrestien afirma que el hombre vive para ser rico.
Hablar del comercio, del dinero nos lleva obligadamente a hacer referencia a la evolución
del concepto de valor a lo largo de la historia del comercio.

Sección I. Del Mercader al mercantilismo antes de 1850


Desde el siglo XI hasta el XV, Venecia, centro del comercio mediterráneo, con un
desproporcionado número de mercaderes, se convirtió en la más importante ciudad
comercial y usurera de Europa, donde se establecieron los primeros negocios de depósito y
crédito bancarios, que sirvieron de escuela a los futuros banqueros europeos. El
cristianismo prohibió la usura, pero no el comercio, o al menos la mantuvo mientras estuvo
regido por la ley canónica. Los reformistas cristianos, tanto Martín Lutero (1483-1546) como
Ulrico Zuinglio (1484-1531), reafirmaron la condena a la usura, pero el reformista Juan
Calvino (1509-1564) fue el primero en levantar la voz en favor de la usura; un siglo más
tarde un discípulo suyo Claude Saumaire argumentará en su libro "Sobre la usura" (1638)
que cargar interés es necesario para la salvación.
El Renacimiento supondrá un cambio fundamental en la visión cristiana del mundo
que pasará del teocentrismo cristiano a un paulatino humanismo que culmina en la
Ilustración. La interpretación cartesiana del hombre como sujeto o medida del mundo
afectó entre otras muchas cosas a la concepción tradicional de valor. La visión cartesiana
daba licencia para concebir el valor, no como una vivencia existencial, sino como una figura
idealizada, racionalista dentro del esquema de sujeto/objeto. En este clima de profundo
cambio los usureros obtuvieron su más importante victoria. La gran victoria de la usura, con
claros precedentes en Inglaterra, Estados Unidos y la revolución francesa.
Los procesos políticos están marcados por la dinámica del comercio, así vale la pena
citar dos acontecimientos cruciales en el año de la revolución, el signo del triunfo del
comercio. La circulación oficial en Europa del papel-moneda estatal, los assignats y la
derogación de la prohibición del interés en el préstamo, (Cf. en la historia de Francia, el
Decreto del 2 y 3 de octubre de 1789).
El Abate Barruel escribió en su libro Memorias acerca de la revolución francesa: “Tres
grupos diseñaron la revolución: ateos, enciclopedistas y economistas”. Asimismo, Edmund
Burke diría en su On French Revolution: "La edad de la caballerosidad se ha ido… Una
(revolución) de sofistas, economistas y calculadores ha triunfado; y la gloria de Europa se
ha extinguido para siempre". ¿Pero quiénes eran estos economistas?
Entre esos hombres está el autor de la Monetta, al Abate Ferdinand Galiani, quien fue
el primero en sostener que la única medida del valor es el hombre, para él el valor es una
idea en la mente del individuo. Turgot en su texto Valeurs et Monnaies (1768) fue el primer
escritor en afirmar que: “... en un cambio cada parte valora lo que recibe en más de lo que
da”; posición exactamente opuesta y cuestiona al realismo aristotélico. Esta idea alcanzaría
con Jeremy Bentham (Introducción a los principios de moral y legislación, 1789) y dará
origen a la escuela utilitarista. Como se puede observar la concepción sobre el valor, se va
formando en el proceso mismo de la constitución de la economía mercantil.
Bentham llamó a este concepto subjetivista de valor "utilidad", como esa propiedad
de un objeto, que tiende a producir beneficio, ventaja, placer, bien o felicidad. En 1787
escribió el libro explícitamente titulado Defensa de la usura. El subjetivismo utilitarista
permitía jugar con el valor. Para los utilitaristas, valor es una idea en la mente del individuo,
por tanto, la usura no es más que una idea en un mundo de ideas. Consecuentemente, las
teorías utilitaristas, hasta llegar a las modernas teorías de consumo, han aceptado el delito
de la usura como principio, o bien han ignorado el tema hasta llevarlo al olvido.
El economista J. S. Mill en su libro Principios de Economía Política (1848) proclama
que la teoría del sujeto está completa. Siguiendo esta línea, ya en pleno siglo XX, el Nobel
(1970) Paul Samuelson presentó en su “Una nota sobre pura teoría del comportamiento de
los consumidores” (1938) una significativa contribución a la tesis subjetivista con una teoría
de la elección basada en los datos observables. Daba licencia así a calcular "objetivamente"
la valoración de la gente por medio de datos estadísticos, que se desentiende de la
diferencia entre ambas formas de valoración: El tratamiento del acto de valorar como una
cosa medible que hace del hombre algo cosificado y el “valorar, en cada caso mío” que
caracteriza el modo de valorar del hombre libre.

Sección II Comercio y la usura en los economistas

Gracias al desarrollo del comercio, asistimos en el siglo XVIII a la generalización del


comercio y la usura, podemos también señalar que la máquina económica, a diferencia de
la era clásica, funciona con plena autonomía; es esta que exige la constitución de una
ciencia que se conoce como economía política. Término inventado por Antonio
Montchrestien y una ciencia construida por los fisiócratas y clásicos. Ahí está la escuela
clásica seguida por Adam Smith, David Ricardo y Carlos Marx.
Estos últimos autores sostenían que en la transacción no hay incremento y la
contribución de Smith a la "teoría" del valor fue, la de considerar que el trabajo (sustancia)
es la fuente del valor, pero esta afirmación resulta contradictoria cuando bien sabemos que
Adam Smith considerado en el pensamiento económico padre de la Economía política, era
calvinista, por tanto, doctrinalmente usurero. Ricardo, por su lado, va a admitir que el
individuo no produce el valor, ya que sería tanto como negar la realidad de que el precio lo
establece el mercado, aunque consideraba que el valor provenía del trabajo (sustancia)
incorporado.
Con Marx, el teórico más importante del capitalismo, el valor de una mercancía se
transforma en la forma objetiva del trabajo (sustancia) social gastado en su producción y la
cantidad de valor contenida en ella equivale a la cantidad de trabajo contenida en la
mercancía. A diferencia de Smith, Marx reconoce que el trabajo (real o concreto, según su
vocabulario) no puede ser utilizado como unidad elemental con la cual el valor de todas las
mercancías pueda ser medida, ya que cada trabajo tiene distinto valor real.
Con el desarrollo de una economía basada en el comercio y dominada por este, los
economistas ya no se interesan al comercio bajo consideraciones éticas, morales o políticas,
sino que se centran en el análisis del contenido de una mercancía, en este el valor. Por esta
razón, Marx tuvo que formar la idea de dos tipos de naturaleza del trabajo contenido en las
mercancías: una “concreta” y otra “abstracta”, y apunta que la sustancia del valor es el
trabajo abstracto.
Pero aquí podríamos decir que existe una falacia: en primer lugar hemos de admitir
que el valor procede de un trabajo abstracto sin ninguna realidad, por tanto, "acientífico"
e "idealista"; en segundo lugar, para que todos los trabajos tengan el mismo valor
habremos de tener una total indiferencia en la elección de uno u otro, afirmación que
también carece de realidad, pero que en la práctica resulta terriblemente peligrosa, ya que
legitima la posibilidad de que esta indiferencia no-natural sea establecida impositivamente
a la gente a través de un selecto grupo de políticos planificadores.
Un examen detallado de las teorías de Marx revela que la teoría de la plusvalía no es
nada más que una ocultación de la usura: primero, desvía el problema del injusto infla-
salario, que los obreros se ven forzados a aceptar bajo la coacción del desempleo; cuyo
origen debe únicamente a la práctica de la usura y no a la introducción de nuevas máquinas
como pretendía David Ricardo, a un aparente, pero no causal, conflicto entre empresarios
y empleados; en segundo lugar, ignora toda crítica de la usura al considerar a los banqueros
como otros empresarios más, que actúan en un negocio más.
Por eso no parece extraño el rumor de que el gran banquero Rothschild financiara su
obra El Capital, ya que en ella aparece la más abierta defensa del dinero fantástico (papel-
moneda), con el que se habían enriquecido todas las casas bancarias de Europa: “... en un
proceso que lo hace cambiar constantemente de mano, basta con que el dinero exista
simbólicamente".
La existencia funcional absorbe, por así decirlo, su existencia material. No es más que
un reflejo objetivo de los precios de las mercancías, reflejo llamado a desaparecer
funcionando, solamente como función, como signo de sí mismo, es natural que pueda ser
sustituido por otros signos.
Ciertamente, sería una labor muy fatigosa recorrer por todas las obras de los
economistas, pero optamos en señalar a algunos que tienen una relevancia importante
para comprender el comercio y la usura en la constitución de la economía política.
El premio Nobel (1976) Milton Friedman, considerado padre del monetarismo
moderno, no tuvo más que continuar esta visión funcional que reemplaza la visión
existencial de la moneda que Marx había trazado. Por esta razón podemos afirmar que el
monetarismo no es más que una fórmula reformada de marxismo; otra prueba que revela
la falsa oposición de la dialéctica izquierda/derecha.
La teoría económica bajo esas consideraciones es un típico producto de la metafísica
subjetivista (metafísica cartesiana y kantiana). La teoría económica se fundamenta en una
visión del hombre estrecha y funcional, independientemente de la realidad. El lema “si
funciona bien, es bueno”, convertido en moral económica, ha servido como argumento
para constreñir la libertad del individuo.
Esta moral considera apropiado que los políticos estimen que es lo que la gente quiere
y administren la riqueza de otras personas, incluso sin su consentimiento. Para hacer
posible esta justificación, el acto libre y vivido de valorar se ha "convertido" en cifras o algo
medible al antojo de los economistas y políticos y el derecho de propiedad ha sido también
tergiversado. La teoría económica ha dado ya abundantes signos de haber perecido, de no
ser capaz de entender ni al hombre, ni al mundo; al tiempo que conduce a ambos a una
destrucción que nadie desea.
Este pequeño giro era necesario, pues la economía política se constituye en la medida
en que el comercio y la usura se generalizan, logrando (hasta el siglo XVIII), que el capital
mercantil penetre en el proceso de producción y es el momento de la constitución real del
capitalismo, es en ese momento que asistimos a la formación de la máquina económica
capitalista o el modo de producción capitalista.
A partir de ese momento los economistas estarán frente a una máquina y dentro de
ella para hacer ciencia; explicar y comprender la lógica de esta máquina. La historia del
pensamiento económico es seguir las huellas de la constitución del discurso económico,
capaz de enfocar con cierta precisión la lógica de la máquina y su funcionamiento. Ahora
bien, nuestra pregunta en el recorrido de la producción del discurso de la economía política
es, ¿en qué momento se constituye y se construye la ciencia de la economía política? Una
respuesta que debe tomar en cuenta el orden lógico como histórico. ¿Cómo entender el
mercantilismo? ¿Es una teoría o solo panfletos?
La expresión systeme mercantile ha sido inventado en siglo XVIII. En efecto, en una
nota de la Philosophie rurale ou économie générale et politique de l'agriculture (1763)
Mirabeau utiliza la expresión “systeme mercantile” criticando la idea según la cual una
nación pueda enriquecerse por la importación de monedas.
En la Riqueza de las Naciones, A. Smith hablará en cuanto a él de mercantile system,
y comercial system. Remarcar igualmente que Francesco Mingotti inventa en Italia la
expresión de Colbertismo (el Colbertismo ossia della liberta comerciale del prodotti della
terra. Florencia, 1791) designando con este a la vez el sistema de la balanza de pagos del
comercio y la reglamentación de la industria.
En cuanto al vocablo “mercantilismo”, es más tarde, pues nace en Alemania en la
segunda mitad del siglo XIX. En los manuales de historia del pensamiento la palabra
mercantilismo sirve a su vez para designar prácticas en tal o cual país en una época
determinada, reglas de política económica destinado a servir a los hombres de Estado y en
fin a algunas primeras reflexiones teóricas muy diseminados análisis parciales y hasta
contradictorias. Los escritos de los mercantilistas son panfletos, memorias, informes
tratados redactados por consejeros del príncipe (A. Montchrestien) ministros de (Colbert),
mercaderes, financistas (Law), dirigentes de grandes compañías de comercio (Mun, Child)
magistrados.
El mercantilismo es un fenómeno europeo, que se desarrolla sobre tres siglos (groso
modo 1450–1750). Se puede decir que se precisa en el siglo XVI, conoce su apogeo en el
siglo XVII. En efecto, muchos autores se encuentran ordenados bajo esta apelación. Más
precisamente, ¿en qué contexto económico vemos surgir el mercantilismo? Se puede
mencionar tres categorías de hechos importantes.
Primero tenemos que hacer referencia a la descomposición del orden feudal y al
nacimiento del capitalismo bajo la forma mercantil (desarrollo de la propiedad inmobiliaria)
a partir del siglo XVI. Las expresiones de systeme mercantile y de mercantilisme son
totalmente engañosas. Se designaba comúnmente por mercader todos aquellos que
ejercían una actividad en las ciudades, los manufactureros, los comerciantes. Los
mercaderes, los manufactureros y los financistas están ligados al Príncipe, al Estado y
recíprocamente: los mercaderes quieren obtener ventajas y privilegios y el Estado quiere
aumentar sus ingresos fiscales. Además, las actividades hacia el extranjero se multiplican
con el nacimiento de grandes compañías de comercio.
Luego, a partir del siglo XVI, se constituyen los grandes Estados modernos,
centralizados, que aspiran a la independencia económica total. Es en ese contexto que
Maquiavelo escribe el Príncipe (1532) que se convierte en catecismo de los Reyes. Es así
que se toma conciencia de los intereses económicos nacionales: los vocablos de “systeme
mercantile” y de mercantilismo; dan también la impresión que este pensamiento y esas
prácticas serían dominados por una visión propiamente económica. Pues si lo económico
mercantilista es sin duda autónomo frente a la moral y de la religión, pero no es
independiente con respecto de la política y de lo social. Estamos frente a una separación o
autonomía de la máquina económica.
En fin, los grandes descubrimientos marítimos al final del siglo XV y durante la mitad
del siglo XVI van a traducirse por una afluencia considerable de metales preciosos en
Europa. Además de estos hechos importantes, es necesario mencionar en el plan intelectual
el movimiento de emancipación que se produce con respecto a la iglesia y a las
concepciones de la edad media, la ruptura con el pensamiento aristotélico y escolástico. La
acumulación de la riqueza deja de ser condenable. Dos episodios son decisivos en este
tema, el Renacimiento y la reforma.
Con el renacimiento se descubre la naturaleza y la vida. Se asiste a un proceso de
laicización de las actividades del espíritu y al mismo tiempo se asiste a un desarrollo
científico y técnico (invención de la imprenta). Max Weber ha insistido sobre la importancia
de la reforma para comprender la génesis del capitalismo, la formación del “espíritu
capitalista”.
En la historia del pensamiento económico, de manera esquemática, se puede decir
que existen dos grandes enfoques en la consideración del mercantilismo. La primera
descubre, en este, un sistema coherente de teoría y de política económica. La segunda
rechaza la idea de sistema, pero habla más bien de un conjunto de ideas variadas, de
creencias, de preceptos, de política económica y de prácticas.
La primera posición es defendida, por ejemplo, por Ely F. Heckscher (mercantilisme
1931), quien ve en el mercantilismo a la vez un sistema de poder, un sistema de protección
y también un sistema monetario, con la teoría de la balanza comercial; y también se trata
de una concepción de la sociedad. La segunda posición es defendida, por ejemplo, por
Joseph Schumpeter. En Esquisse d’une histoire de la science économique des origines au
debut du XX siecle, editado en 1914, Schumpeter rechaza el vocablo de «mercantilismo»;
según él, ha sido forjado por los economistas hostiles y los autores designados como tales
nunca han utilizado este término.
Además, no se trataría de una “teoría científica”. Sin embargo, (cuarenta años más
tarde) en History of Economic Analysis (1954) Schumpeter atenúa un poco esta posición
inicial. Rechaza hablar de un sistema mercantilista, pero reconoce la existencia de una
pluralidad de teorías y prácticas. Según él, sería mejor utilizar la palabra “mercantilismo”
en plural. Ahora bien, muchos manuales incluso antiguos defienden la segunda posición.
Finalmente, conviene desconfiar de la interpretación que proponen con secuencias a
la vez cronológicas y lógica del tipo bullionista (mercantilismo español), industrialismo
(mercantilismo francés), comercialismo (mercantilismo Inglés). Así no se pueda encontrar
un verdadero “sistema económico mercantilista”, es posible despejar un fondo común de
ideas, un cierto número de grandes temas, que vuelven más o menos de manera recurrente
en estos atores. Entre el siglo XVI y el siglo XVIII. Podemos reagrupar esos temas en cinco
ejes: Primacía de la riqueza monetaria, búsqueda de balanza comercial favorable,
reglamentación de la industria, reglamentación del comercio exterior y el nacionalismo
económico.

1.- Primacía de la riqueza monetaria

El mercantilismo se basa sobre la creencia de la preeminencia de la riqueza monetaria.


La abundancia de metal precioso sirve la potencia del Estado, es decir, del príncipe o de la
nación. La riqueza relativa, comparativa entre los Estados, se expresa ante todo en oro y
plata. Si un país no posee minas o colonias ricas en minas, debe procurarse esta riqueza por
todos los medios y también impedir la salida de esta. A este propósito se utiliza los términos
de “Chryso-hedonismo” y de bullionismo para definir la posición mercantilista. En muchos
países, las ordenanzas y ciertos edictos apuntan a impedir la salida de los metales preciosos.
En el sentido estrecho, el chrysohedonismo designa la creencia según la cual la riqueza
consiste en los metales preciosos, monetizados y moneyables. En el sentido extenso
corresponde a la creencia de la preeminencia de la riqueza monetaria o de metales
preciosos. El bullionismo (de bullion, lingote), a veces llamado metalismo, corresponde a
recomendaciones de política económica o prácticas, que pueden detectarse desde varios
puntos:
a.- prohibición de exportar lingotes de oro y plata. Los desplazamientos para esta
interdicción son de una parte las licencias reales acordadas a los militares, a la aristocracia,
y, de otra parte, el contrabando
b.- la interdicción de exportar la moneda nacional (y a veces de exportar la moneda
extranjera circulando en el país)
Se encuentra otros tipos de medidas bullionistas: la reglamentación autoritaria de los
tipos de cambio y la sobre valuación de monedas extranjeras, para hacer entrar en el país
y el debilitamiento de los títulos de la moneda nacional para evitar la salida del país.
Es conocido el consejero real Luis Ortiz (memorial del Rey para que no salga dinero
del reino, 1558). Varios especialistas (E. J. Hamilton, J. Larraz, P. Vilar) se han dedicado a
separar Ortiz de esta etiqueta de “bullionista” que se lo hace hasta ahora. En realidad, Ortiz
y todos los arbitristas (autores de memoriales dirigidos al rey de España hasta 1640) no son
bullionistas. Ellos critican la 'política económica de la monarquía. Más bien son agraristas o
industrialistas y en general ellos presentan un enfoque en términos de balanza comercial.
Los fisiócratas y los economistas clásicos van a acusar los mercantilistas de haber
identificado pura y simplemente en sus escritos la riqueza con el metal precioso y de
concebir ese metal como un tesoro a acumular en el país, por ejemplo, al nivel del Estado,
en tanto que “nervio de la guerra”. ¿Qué podemos pensar de esta acusación? La
interpretación en términos de tesorización es muy discutible. El mercantilismo no
corresponde a una política de avaricia nacional a pesar del vocablo de tesoro a menudo
utilizado. Cierto, algunos mercantilistas han podido promover la formación o el crecimiento
de un tesoro de guerra por el príncipe o el Estado (Cf. Por ejemplo Luis Ortiz, John Hales,
Escipión de Grammont). Pero los autores a ese propósito son prudentes; por ejemplo,
Thomas Mun no desea la formación de un tesoro real importante, Charles Ravena es muy
opuesto. Tres ideas fundamentales sobre la moneda parecen despejarse de la literatura
mercantilista.
Primera idea: la moneda es un medio de compra, lo que hoy podemos llamar “poder
de compra”. La moneda es un instrumento, un equivalente universal que permite
procurarse todas las riquezas. Segunda idea: la moneda permite la producción y la
circulación de la riqueza. Tenemos aquí la vieja analogía con la circulación de la sangre, que
aparece ya desde los escritos franceses del siglo XV (Estados generales, 1484). Podemos
tener a Bernardo Davanzati (lezione delle monete 1588 como uno de los autores para
servirse de esta analogía. Después del descubrimiento de la circulación de la sangre por
William Harvey, en 1628, se encuentra el uso de la analogía en muchos autores. Thomas
Hobbes va a llevar muy lejos en el Leviatán. Se encontrará otra analogía. Así, William Petit
habla de la moneda como “la grasa del cuerpo político, que lubrica el movimiento de los
músculos” que no debe ser no muy abundante ni insuficiente.
Es circulando que el oro y la plata que devienen moneda; en tanto que simple
cantidad de metal, la moneda no tiene sus características. Pero aquí debemos decir que la
moneda es un signo del Estado. Se fija los límites de la Cité imponiendo la “cara” del Príncipe
sobre la moneda. Este aspecto ha sido visto por muchos autores, por ejemplo B. Davanzati
(1588) o Scipion de Grammont (le Denier Royal 1620). Este último afirma: “la moneda no se
presta su valor de la materia de la que está compuesta, pero sí de la forma que es la imagen
o la maraca del Príncipe.
Tercera idea: La moneda como capital, en particular como capital circulante, a
disposición de los mercaderes y de los industriales, John Locke es un autor interesante a
este propósito, en efecto en Some considerations of de consequences of the lowering of
Interest; 1691 dice: “en la moneda hay un doble valor (…). Primero, la moneda reporta un
ingreso anual, el interés; a ese título, ella posee la misma naturaleza que la tierra, de la que
el ingreso es la renta, pero con una diferencia, a saber, que la tierra tiene fertilidades
diferentes, mientras que la moneda queda idéntica en todo el país. Luego, “la moneda tiene
un valor, en la medida en que ella es capaz de por el intercambio de procurarnos los bienes
necesarios y las comodidades de la vida, y ella tiene aquí la naturaleza de una mercancía”
(Several Papers...1896, reprint A. M. Kelley, 1989 pág. 49-52. John Locke ve aquí la moneda,
de una parte, como factor de producción análogo a la tierra y de otra parte como medio de
intercambio.
En Francia, Jean Bodin (1530-1596) interviene en una célebre disputa. Malestroit en
1556 había afirmado en sus Paradoxes sur le fait de monnaies que la inflación en Francia
provenía de las mutaciones monetarias. Los reyes proceden a sobrevaluaciones (alza del
valor de la moneda en circulación en moneda de cuenta) que corresponde en los hechos a
una devaluación. Además, reducen el título o el peso de las monedas en circulación. Bodin
critica esas explicaciones en 1568 en una Reponse aux paradoxes de Mr. de Malestroit.
Bodin estima que no encuentra allí un análisis completa del fenómeno de la inflación.
En cuanto a él, ve cuatro causas suplementarias: existencia de monopolios, la penuria
de bienes del hecho de la salida del reino, los gastos de los príncipes y de Señores que
provocan el alza de los precios. Sin embargo, la causa principal reside en la afluencia de oro
y plata del Nuevo mundo que hace subir los precios en España. Tomando en cuenta el déficit
comercial de ese país, el metal precioso se expande en los otros países europeos y genera
inflación. Así, Bodin pone las bases de lo que se conocerá más tarde como la teoría
cuantitativa del dinero.
Los mercantilistas se oponen a los escolásticos sobre la cuestión del interés. En efecto,
los mercantilistas son favorables a la práctica del préstamo remunerado, el interés
constituye una justa remuneración del servicio prestado y el riesgo corrido... En Inglaterra,
Thomas Mun piensa que las tasas de interés debían ser altas. Mientras, otros mercantilistas
ingleses consideraban que la prosperidad económica holandesa se explica por la existencia
de bajas tasas de interés. Así, Thomas Culpeper en Tract against the high rate of usury
(1621) milita en ese sentido y la tasas máximo de interés será bajado en Inglaterra de 10 a
8%, más tarde a 6% y en 1668 a 4%, Josiah Child defenderá esta posición.
Eli Heckscher remarca que los mercantilistas no han confundido la riqueza con un
instrumento de medida (1935, T. II, pág. 186-191). Desde 1914, Joseph Schumpeter
declaraba que los mercantilistas nunca han pensado realmente que la adquisición del oro y
de la plata podía ser “el objetivo final de la actividad económica” (1972, Pág. 52). En la
Historia of Economic Analysis afirma, a propósito de la identificación riqueza =metal
precioso, que esta “cuestión es completamente sin interés”, pues no constituye la posición
teórica de los autores llamados “mercantilistas”, así exista a veces en los escritos de los
siglos XV y XVI (en Italia Inglaterra, y no así en Francia) “tournures de phrases”, analogías
que van en ese sentido (1983. T.I. Pág. 496-497). ¿Entonces cuál es la posición de los
mercantilistas a propósito de la riqueza? Para Bodin la verdadera riqueza es la población
(“no hay riqueza y fuerza más que los hombres), esta idea se encuentra también J. Child.
Para A. Montchrestien la verdadera riqueza consiste en las cosas necesarias a la vida
y propios a la vestimenta “pero y sobre todo reside en el trabajo de los hombres. (Cf. Infra).
Vauban en su Dime royale 1707 dirá al principio de su libro: No son la gran cantidad de oro
y plata que hacen las grandes y verdaderas riquezas de un Estado. La verdadera riqueza de
un reino consiste en la abundancia de provisiones de los cuales el uso es tan necesario al
mantenimiento de la vida de los hombres…” Para Thomas Mun en Un Discurso of trade,
1621, la riqueza es la posesión de cosas necesarias a la vida civil”; ella tiene dos fuentes,
una natural (territorial) y otra artificial (industria de los habitantes)

2.- la búsqueda de una balanza comercial favorable

Los mercantilistas piensan que es necesario favorecer la entrada de metales preciosos


en el país gracias al comercio exterior. A este efecto, se sirven del concepto de “balanza
comercial”. Este concepto emerge en la década 1614- 1623 con Antonio Serra en Italia.
Francis Bacón y E. Misselden en Inglaterra, bien que la idea ya estaba en el aire desde los
siglos XIV y XVI. ¿Cuáles son los puestos en juego en la balanza comercial? Los mercantilistas
toman en cuenta las exportaciones y las importaciones de mercancías, pero también tratan
los puestos asimilados, lo que da a su análisis una cierta modernidad. Los principales
“teóricos “ingleses en el siglo XVII son Thomas Mun (1511-1641) autor de A Discourse of
trade (1621) y England’s Treasure by forraign Trade (1628, pero publicado en 1664) y J. Child
(1630-1699) autor de A Discourse about Trade (1690), los dos autores dirigentes de East
India Company, critican las prácticas bullionistas nefastas para la actividad de los
comerciantes.
Los teóricos mercantilistas ingleses estudian la balanza comercial de su país a la ayuda
de cálculos bastante precisos. El precio de las exportaciones corresponde al costo de
producción interna, al cual se agrega el beneficio comercial, el transporte y la prima del
seguro; del mismo modo el precio de las importaciones es obtenido, restando al precio de
venta en Inglaterra los derechos de aduana y el costo de transporte si el viaje se ha
efectuado bajo pabellón inglés. Pero los autores no se limitan en general en sus trabajos a
la estricta balanza comercial. Se interesan también a los servicios y transferencias
unilaterales, para formar una “balanza de cuentas”. A título de ejemplo, Thomas Mun en
England’s Treasure by forraign Trade, indica:

Activo Pasivo
Gastos viajeros extranjeros en Inglaterra Gastos Viajeros Ingleses en el extranjero
Gasto Embajadores extranjeros en GB Gastos embajadores inglesas en el extranjero
Gasto de Espionaje Gastos militares en el extranjero

Los movimientos de capitales no están graficados, El objetivo es obtener la


desigualdad siguiente: Exportaciones y puestos asimilados deben ser superiores a las
importaciones asimilados. Josiah Child, en cuanto a él es bastante desconfiado de
estadísticas de mercancías disponibles (import/export) piensa que las estadísticas de las
aduanas inglesas son poco fiables y que se debe tomar en cuenta las modificaciones del
curso del cambio de monedas. Están a la búsqueda de un criterio más seguro para verificar
si la balanza comercial es favorable o no a Inglaterra. ¿Cómo entonces alcanzar el objetivo
de una balanza comercial favorable? Los autores ingleses proponen en general copiar las
prácticas holandesas.
Pone acento sobre el comercio sobre la compra para revender con beneficio. Sería
buena una verdadera industria de reexportación. Se importa productos brutos de la india,
se los transforma en Inglaterra y se lo revende con beneficio. Thomas Mun explica que el
metal exportado de Inglaterra en India para comprar materias primas termina dando cinco
veces su valor con las exportaciones de productos terminados (A Discourse of trade).
La obtención de una balanza comercial favorable, es decir, excedentaria, se va a
traducir por una entrada neta de metal precioso en el país. Y tendrá efectos positivos sobre
la producción en comercio y el empleo. ¿Cómo entonces llegar a una balanza comercial
favorable? Los mercantilistas han entrado en varios procedimientos para alcanzar sus
propósitos; la reglamentación de la industria y la reglamentación del comercio exterior.

3.- Reglamentación de la industria

Los mercantilistas aconsejan poner de todo para producir mucho, no solo para el
mercado nacional sino también para los mercados extranjeros. Los mercantilistas franceses
son favorables y defienden. Con Colbert se definirá una política industrial, estableciendo
los reglamentos de industria que codifican y normalizan la producción. Se instalará
manufacturas del Estado, además hay que disponer de una mano de obra abundante. Por
eso se dice que son poblacionistas. El crecimiento de la población no es un peligro, a
condición de que se les pueda emplear en las actividades económicas.
Se busca obtener altos niveles de empleo persiguiendo a los vagabundos, que serán
instalados en las casas de trabajo. Colbert hará trabajar niños desde los seis años en las
manufacturas. Por otro lado, conviene mantener los salarios a un nivel bajo y la abundancia
de la mano de obra es un medio para alcanzar este objetivo. La actividad agrícola es un poco
descuidada en los mercantilistas, lo que será criticado duramente por los autores del siglo
XVIII. Para los mercantilistas la industria y el comercio son actividades mucho más
favorables que la agricultura, además es el sector que puede fácilmente conocer la
innovación técnica.

4.- Reglamentación del comercio exterior

Los mercantilistas no son favorables a la plena libertad del comercio exterior, al libre
intercambio. Preconizan medidas para impedir las importaciones de productos
manufacturados extranjeros y para estimular las exportaciones de productos
manufacturados nacionales; pero las recomendaciones en Inglaterra y Francia no son
idénticas. ¿Cuál es la posición de los mercantilistas ingleses sobre el comercio exterior?
Sobre las importaciones para los productos manufacturados se debe importar lo mínimum
necesario para el consumo nacional, recurriendo sea a débiles derechos de aduana, o sea
imponiendo tasas al consumo de productos extranjeros; en principio no se preconiza las
prohibiciones.
Para las materias primas y los productos semifinales necesarias a la industria de
reexportación no se impone derechos de aduana. Para las exportaciones, los productos
manufacturados, deben ser exportados lo más posible y a precios altos, es esa la consigna:
“comprar barato y vender caro”. Se puede incluso estimular ese movimiento con primas.
Para las materias primas solo se debe exportar los excedentes con respecto al consumo
nacional. ¿Cuál es la posición de los mercantilistas franceses sobre el comercio exterior? La
política de Colbert apunta a reducir las barreras interiores entre las provincias, pero se debe
erigir barreras contra la competencia extranjera.
Para las importaciones: no imponer aranceles a las materias primas extranjeras, pues
ellas sirven a las manufacturas e imponer aranceles a los productos manufacturados
extranjeros (bienes de lujo). Para exportaciones: dar primas para los productos
manufacturados franceses (lujo) e impedir las exportaciones de materias primas.
Pero el proteccionismo de Colbert tiene la figura de ser temporal. Pues apunta a
desarrollar y reforzar las manufacturas nacionales. Además, los mercantilistas son
favorables al desarrollo de compañías de comercio más o menos controlado por el Estado.
El colonialismo encuentra su lugar en el programa mercantilista (búsqueda de salidas para
los productos y nuevas fuentes de materia prima). El comercio colonial es severamente
guardado, cada país se reserva el monopolio de comercio con sus propias colonias.
El mercantilista inglés (T. Mun y J. Child) toman la defensa de las Actas de navegación
(aquellos de 16510 y 1660) para asegurar la potencia económica de Inglaterra. Se debe
remarcar que A. Smith, a pesar de criticar al mercantilismo en la RDN, acepta esas Actas
como una medida de salud pública. Así, él afirma, en efecto: como la seguridad del Estado
es de una importancia más grande que su riqueza, el Acta de navegación es tal vez la más
sabia de todos los reglamentos de comercio de Inglaterra”.

5.- el nacionalismo económico

En la óptica mercantilista, el comercio exterior es “un juego a suma nula”.


Participando en los intercambios, existe siempre un perdedor y un ganador, Uno no se
convierte rico con el comercio exterior. El mercantilismo proclama el antagonismo, la
oposición de intereses nacionales entre ellos. Se puede evocar aquí la máxima de jean Bodin
(los seis libros de la república): no hay alguien que gane sin que el otro pierda. El
nacionalismo económico va a desembocar en el siglo XVII en los conflictos armados Países
bajos- Inglaterra y Francia –Inglaterra). En la literatura mercantilista se encuentra a veces
discursos muy hostiles hacia los comerciantes extranjeros que vienen a vender sus
productos en el país. Antonio Montchrestien decía a este propósito: “lo que es extranjero
nos corrompe.

El teórico del mercantilismo: Antonio Montchrestien (1576-1621).

Es uno de los principales representantes del mercantilismo en Francia. En 1615


publica un Traité de l’éoconomie Politique, destinado a Marie de Medicis y al joven Rey Luis
XIII con el fin de aclarar la política económica a seguir. Para poder entender la concepción
que tiene Montchrestien es necesario recordar a Jean Bodin, quien decía en sus Seis libros
de la República (Libro I Capítulo 2) que la familia era el elemento fundador de toda
comunidad política, es en su seno que la actividad económica es capaz de hacer coexistir la
esfera del interés político con aquella del interés privado.
Bodin criticaba a Aristóteles y Jenofonte que “sin ocasión (sin razón) a mi parecer han
dividido lo económico de la política: lo que no se puede hacer sin desmembrar la parte
principal del total”. En efecto, la ciencia de adquirir bienes no concierne solamente las
familias; ella es común a los cuerpos y colegios, como también a las Repúblicas (Tomo I.
Pág. 39).
En el Traicté de la oeconomia política, sin citar a Bodin, Montchrestien retoma esta
crítica dirigida a Aristóteles y a Jenofonte. Según, él, “no se puede dividir la oeconomia de
la política sin desmembrar la parte principal del todo”. Los pensadores griegos han olvidado
la “mensagerie publique”, es decir, la “economía política”. La economía política entonces
es la “ciencia de adquirirlos bienes” al nivel del Estado (gobierno y comercio).
Se puede ver aquí que “ciencia” no envía al “arte”. En Montchrestien la economía
política no es lo económico de Aristóteles ni de Santo Thomas. Pero ella no constituye una
disciplina autónoma. Cierto, ella se encuentra separado de la ética, de la teología, pero no
de la política. La economía política queda al interior de la política, en el Estado. El Estado se
digna sobre todo la sociedad civil y el gobierno sin voluntad de separarlos.
En Montchrestien se descompone la estructura de la totalidad en varios grupos
sociales. El Estado se compone de tres miembros principales: Eclesiástico, el noble y el
popular, los tres unidos por la justicia. Pero el autor se interesa particularmente al tercer
miembro, lo popular o lo grueso del Estado, o tiers ordre, Este se compone a su vez de tres
categorías: los labradores o mano de obra que trabajan la tierra y que forman los pies del
Estado; los artesanos o la gente de oficios y los mercaderes. Estas tres categorías practican
las “artes mecánicas” o la industria, que da forma a las cosas. Montchrestien invita al rey a
cuidar esta parte “popular” del Estado.
Según nuestro autor, Francia posee grandes riquezas, verdaderas “minas de oro”
(trigo, vino, sal, tela, lanas, hierro, aceite) lo que es mejor que todos los Perú del mundo.
En efecto, la riqueza no reside en la abundancia del oro, de la plata, sino en la comodidad
de las cosas necesarias a la vida y propios a la vestimenta”. Montchrestien insiste que
practicando “toda variedad de manufacturas” se puede atraer el oro y la plata para el país.
Pero la riqueza, la más grande, es sin contestación la “inagotable abundancia de hombres;
el trabajo humano. Pero el hombre es una riqueza a condición de que se lo eduque, que se
lo forme a las “artes”.
Montchrestien considera que la actividad agrícola es absolutamente esencial, pues
permite alimentar la sociedad. El autor pregona incluso un retorno a la tierra, pues las
tierras están abandonadas en esa época. Pero él concentra su reflexión sobre las
manufacturas y sobre el comercio. Según él, tres medios principales existen para acrecentar
la riqueza del pueblo: reglamentación y aumento de los artificios y manufacturas;
mantenimiento de la navegación y restablecimiento del comercio, que se deterioraba en
Francia.
Así, Francia debe desarrollar actividades de mano de obra tales como el herrero, la
ferretería, en lugar de comprar productos al extranjero. Lo mismo pasa con la fábrica de
lana o de tela. Montchrestien no es hostil a la producción de bienes de lujo. Se puede
eventualmente aplicar las invenciones. El autor no olvida de decir que el tráfico y la labor
de los sujetos sirven para proveer a los gastos de la corona. Es necesario formar mano de
obra para las artes. El autor lamenta que se pueda ejercer oficios sin aprendizaje previo, sin
realizar el “chef d’oeuvre.
Montchrestien defiende el sistema de corporaciones. Aprueba las prácticas
consistentes, en los centros urbanos, a prohibir el empleo de extranjeros en desventaja de
la mano de obra local. Él pregona la “competencia de industria”. En efecto, la emulación es
de todas maneras un gran eje para hacer bien las cosas. Por la competencia, los hombres
pueden montar a la perfección en todos los artes. Maneja el término competencia en un
sentido diferente a aquel de la “libre competencia” y entiende como sistema corporativo.
El comercio identificado al tráfico, es una actividad indispensable para el Estado. Los
mercaderes son necesarios, lo que Aristóteles reconoció. Pero Montchrestien está
consciente que el interés de los comerciantes no coincide con los intereses del Estado En
materia de comercio, introduce una distinción capital: “todo comerciante es de adentro o
de afuera, es decir, se hace en el país entre naturales ciudadanos y a veces con extranjeros,
que vienen para aportar o sacar mercancías. O con otras naciones. El primero es más seguro,
más común, más constante y universalmente más rápido. El segundo es más grande, más
famoso, más azaroso y también a pérdida y ganancias. Los dos son buenos cuando son
regulados y conducidos como se debe. El primero se hace de particular a particular; el otro
en sociedad y para la sociedad. Montchrestien insiste sobre las diferencias existentes entre
el comercio interior y el comercio exterior.
El comercio interior es más natural. Aquí hay que distinguir radicalmente el comercio
de ciudadano a ciudadano y el comercio entre ciudadano y los extranjeros. Para el comercio
entre ciudadano a ciudadano las pérdidas y ganancias se anulan. Se trata de un
transvasamiento de un recipiente a otro. No es el caso para el comercio entre ciudadanos
y extranjero instalados en el país. Montchrestien multiplica sus ataques violentos contra
los mercaderes extranjeros presentes sobre el suelo francés. Él considera que los
extranjeros son verdaderas bombas que aspiran fuera de Francia, la verdadera sustancia
del pueblo. Son zancudos, pulgas que recogen oro, plata de Francia que despachan a Sevilla,
a Lisboa, a Londres, a Ámsterdam.
Los comerciantes extranjeros hacen comercio por mayor y al detalle en los puertos y
en las grandes ciudades de Francia; ellos venden más barato que los comerciantes locales.
Además, la presencia de extranjeros constituye un peligro, Los extranjeros son como
“avispones” en las vendimias, espías y buitres. Finalmente, para redondear ese cuadro
siniestro, Montchrestien agrega que los extranjeros “nos meten moneda falsa por buena”,
en resumen, lo que es extranjero nos corrompe.
Si en materia de comercio interior es necesario defenderse, en el comercio exterior
hay que pasar la ofensiva. El comercio exterior designa el gran comercio en sociedad que
permite obtener ganancias en el plano global. Montchrestien sabe que Francia no puede
pasarse del comercio exterior, el autor no preconiza la autarquía. Un país tiene necesidad
de vender productos al extranjero y comprar materias primas.
Para terminar, Montchrestien preconiza medidas muy severas: interdicción de
importación para productos manufacturados. Interdicción de exportación de materias
primas y productos agrícolas Pero el proteccionismo no es permanente, solamente
temporal. Montchrestien es favorable a la creación de compañías de comercio y es defensor
de las conquistas coloniales.
Con Montchrestien, el inventor del término economía política, se observa una
primera estructura del pensamiento económico. La finalidad de la vida en la sociedad es
hacer riqueza. Se trabaja para ser rico. A su vez está expuesta una estructura de clases e
identificada la clase que produce la riqueza de la nación. La concepción de riqueza es
nítidamente diferente a la concepción tradicional de metales preciosos, igual riqueza.

Bibliografía

Ely Heckscher; Mercantilismo T1 T2


J. Schumpeter; Historia del análisis económico

Pensadores filósofos

Budín (1530-1596) *Montaigne (1533-1592)* Lipsio(1547-1606) Suarez (1548-1617)


*Giordano Bruno (1548-1600)* Bacon (1561-1626) Campanella (1568-1639) Grocio (1583-
1645)**** Gassendi (1592-1655)

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De 1450 a 1700 Periodo muy rico en ideas

Renacimiento, separación iglesia-Estado. Separación de la economía de la moral y la


religión, pero no de la política. ¿Aparición de la noción de riqueza, metales preciosos o la
población y la comodidad? Aparición o formación del Estado- nación, dinero, teoría
cuantitativa del dinero, Idea de nacionalismo, de la balanza de pagos. Periodo sin teoría,
pero se observa prácticas económicas o políticas económicas.
Mirabeau, Sisteme mercantil
Smith, System mercantil
Lecturas en el pensamiento económico desde el siglo 20
Heckscher Ely ¿sistema teórico? ¿o con Schumpeter, solo panfletos?

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