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Ese otro con el que el sujeto se identifica es, asimismo, otro sujeto que impone al proceso
determinaciones de su propio mundo pulsional, sus relaciones de objeto y su narcisismo.
Kaes desarrolla al respecto la noción de doble apoyo: lo que se apoya está en condiciones
de servir de apoyo a aquello que lo sostiene. Esta cualidad depende del espacio psíquico
intermediario de apoyo, este es el del contrato de apoyatura: reciprocidad en el placer y beneficio
del doble apoyo.
Esta problemática remite a la consideración de:
-Intersubjetividad: transcripción subjetiva de lo que se intercambia entre sujetos. Supone
un espacio de transformación, brecha y barrera.
-Transubjetividad: apertura máxima de subjetividades parcialmente abolidas por la
ausencia de un espacio de transcripción y diferenciación. Los sujetos están atravesados por lo
indiferenciado, lo que supone el borramiento de los límites del sí mismo y la abolición del objeto.
-Subjetividad: estado de la realidad psíquica para un sujeto, en tanto arreglo singular de la
pulsión, fantasía, relación de objeto y discurso.
Las organizaciones internas surgen del contacto con el mundo externo lo que se evidencia
en la similitud y complementariedad entre ellas y aquellas de sus otros significativos, y con la
organización que en su experiencia han adquirido los vínculos con esos otros. Las instancias
psíquicas son descriptas como organizaciones. El yo como organización es desarrollado: las
pulsiones autoeróticas primordiales necesitan de una nueva acción psíquica para constituir el
narcisismo. Esta es la reorganización de los elementos que involucran el autoerotismo
acoplándolos de forma tal que su relación es más relevante que su dispersión. El resultado de
esta transformación es el armado de un objeto, que pasará a ser el Yo para el ello. Para ello, el
psiquismo se apuntala en la percepción de otras unidades-organizaciones como el cuerpo, el
grupo.
La identificación es un proceso y resultante que permite y visibiliza la interiorización de una
matriz vincular del sujeto: de una red de relaciones en la que está presente el sujeto mismo y que
incluye al otro, al otro del otro y a los objetos inanimados significativos. Esta determinan las
características grupales y sus propiedades grupalizantes.
Estos ya han sido mencionados por Freud: la absorción de alimentos proporciona un modelo
canibálico ofreciendo el apoyo en una función orgánica; la imagen padre en la prehistoria del C. de
Edipo opera como un ideal, un modelo. Respecto a la transcripción, sobre el sueño, menciona: la
identificación no se limita a una simple imitación (copia o reflejo) sino a una apropiación (mediante
la cual algo que no es propio se hace, transformación mediante, propio).
Es posible realizar una diferenciación relevante para la trasmisión psíquica:
-Procesos de identificación, en los que tiene lugar una metabolización-transcripción de la
que surge una representación psíquica del elemento transformado.
- En otros, la transformación no existe y en consecuencia tampoco la representación del
elemento. Son procesos de incorporación propios de las identificaciones fusionales en las que lo
tomado del exterior permanece como cuerpo extraño sin metabolizar.
En los que si ocurre la transcripción, se realiza una recreación del objeto (sistema de
relaciones de objeto que incluye al sujeto) en el mundo interno. Es la construcción interior de una
metáfora respecto a aquello tomado del exterior. Allí opera lo individual, la capacidad de
producción original propia de cada psiquismo. Así, mediante la creación de representaciones, el
psiquismo se crea y confirma a sí mismo. Además, es necesario que sean confirmados,
convalidados, o al menos no desmentidos, en el contacto con el medio externo. Esto nos permite
pensar el valor de lo intersubjetivo para la identificación: la relación entre lo mismo y lo otro, sujeto
desde y para siempre a las relaciones con los otros. Una sujeción que se reedita una y cada vez.
- Identificación primaria: la forma más originaria de ligazón afectiva con un objeto. Forma
directa, inmediata (no mediada) y más temprana de cualquier investidura de objeto. En un
comienzo (fase oral) es imposible distinguir entre investidura de objeto e identificación.
Supone una paradoja ya que es una forma de ligazón afectiva con un objeto, el objeto
existe, anterior a cualquier investidura de objeto, el objeto no existe. Si bien existe el objeto
material, como parte de su realidad psíquica es un logro posterior. Cuando éste se alcance es
posible distinguir entre dos modalidades de elección de objeto: la elección se realiza en función
de cierta diferencia (elección objetal acaclítica o por apuntalamiento) o en base a una
identidad con el sujeto (elección objetal narcisista). Esta, que supone una indiferenciación
sujeto-objeto o interno-externo, permite que comience a hacerse posible la diferenciación y
sobre esta, la identificación secundaria.
La identificación con el padre y la toma de su madre como objeto libidinal manifiesta el
problema de explicar la aparición de un lo mismo y lo otro en el interior del psiquismo, que se
apuntala en un lo mismo y lo otro en el exterior. Existe una relación entre mismidad y una
diferenciación que simultáneamente actúan desde afuera y se representan en el adentro. La
mayor actividad del niño entra en conflicto con la madre, ante lo cual el niño debe regresar a
una posición más pasiva o bien oponerse identificándose al agresor. La diferencia es
introducida entonces como una posición activa. El polo presencia-ausencia toma sentido en su
conjunto, en cuanto la madre esta y su presencia no anule la presencia simultánea del bebe.
Respecto a su ausencia, no supone una mutilación sino la representación del no-yo. Lo que es
contemporánea a la representación del yo y es antecedente del objeto como separado del yo.
De su instauración se derivan la constitución del yo ideal.
-Polo discriminado: hay un reconocimiento de la máxima diferencia entre sujetos, por lo que
predomina la relación intersubjetiva en la que un espacio intermediario de transformación
permite la transcripción de intercambios. La pertenencia aparece como discreta, y en él se
actualizan y producen identificaciones secundarias.
El grupo es capaz de tolerar las tensiones individuantes y de estar solo en grupo. Actúa aquí
la marca de la castración que permite aceptar la existencia del tercero y la triangularidad que
posibilita pero impone límites y prohibiciones. Existe un nosotros, pero formado por la
particularidad de cada cual unidos en una tarea común. Cuya realización es posible por el
funcionamiento del ideal del yo que marca la distancia con la meta.
Se juegan las identificaciones secundarias, postedípicas; por lo que se ponen en juego las
historias personales lo que supone considerar el tiempo y la construcción de una historia grupal
con pasado, presente y futuro.
Predominan las fantasías secundarias y la inserción en la estructura de roles está dada por
la resonancia fantasmática.
El movimiento entre ambos puede darse como desarrollo evolutivo en un grupo. Pero ambos
pueden operar simultáneamente y predominar en distintos momentos, dando lugar a
formaciones psíquicas diferenciadas.
La secuencia supone:
-Caldeamiento inespecífico
1) Primer relato de experiencia personal
2) Dramatización del relato coordinada por un psicodramatista, adjudicación de roles entre
integrantes y desempeño de roles sobre la escena original.
3) Insight dramático sobre la escena, y otro al escribir sobre lo revivido.
Este escribir parte del estado creativo grupal, donde se incorporan las mediatizaciones de las
subjetivaciones de los integrantes. Supone la consideración de procesos de subjetivación social
múltiples, no hay uno. Singularización posible, dentro de procesos de subjetivación múltiples
(producción molecular)
4) Hay juegos posibles que, inspirados en la escena dramatizada, permiten desbloquear mitos
familiares.
Rostridad: aquello que captura toda la energía circulante y no la expande o expresión. Los
coordinadores grupales pueden capturar en sí mismos la energía transferencial almacenándola
en sus depósitos narcisísticos. La escena no se expande, se retrae, no se desarrolla, se
repliega. La capacidad de expandir supone la multiplicación de imágenes o la posibilidad de
disparando imaginación.
Abrir el juego del mito fundador es una tarea terapéutica multiplicadora. El grupo opera
como máquina de producción de sentidos y el autor, escribe, no desde su ser sujeto individual,
sino como sujeto de enunciación colectiva.
El agenciamiento no es sin deseo: no hay producción sin deseo ni deseo sin producción. Es
la apropiación deseante. Los componentes de un agenciamiento son heterogéneos y de
diferentes órdenes (sociales, químicos, imaginarios). Es una apropiación de determinadas
nociones que uno pone en su propia máquina y desde allí poner a pensar. Es ordenado, no
asociación libre. La multiplicación dramática es un fenómeno de apropiación deseante: lo que
los integrantes de un grupo hacen es agenciarse de una parte de la escena original y acoplarla
a una sensación-imagen o idea mediante una forma dramática.
La multiplicación necesita de la subjetividad proyectiva del integrante, Sin proyección no hay
multiplicación. Lo mismo ocurre con el agenciamiento: no hay posibilidad de entendimiento y
pensamiento si no nos afectamos con aquello con lo cual entramos en contacto.
Las nociones puestas en juego se van oponiendo unas a otras. Hay bloqueos que son
cristalizaciones de intensidades. Intensidades que atraviesan y componen el devenir de la
subjetividad. Cristalizaciones que atraviesan fases psicogenéticas que actúan mediante
mundos perceptivos. Lo que se busca es que estas se desbloqueen, lo que remine a la noción
de bloque. Deleuze y Guatarri dicen que el psicoanálisis señala que el deseo es capturado en
determinados órdenes representativos. El deseo hay que verlo a través de la noción de flujos,
de economía de flujos. El deseo es flujo de intensidades. Al cortarse, hay bloques o
cristalización de intensidades. Lo que supone un cambio de intensidades, que debieran
traducirse en haceres y prácticas diferentes. Esto se debería trabajar en todos los órdenes. Las
máquinas deseantes se caracterizan por corte y flujo. El cuerpo como máquina.
Deleuze y Guattari sustituyeron la noción de máquina por la de inconsciente
esquizoanalítico distinto al freudiano que estaría atrapado en la noción de representación. La
máquina que proponen es la deseante; es una acopladora, engendramiento de unas a otras.
Hay que pensarla como producción, considerados en su desarrollo histórico. Entendida como
proceso, encierra la idea de continuación, líneas de desarrollo y rizoma. Es romper con la
lógica de totalidad y centralización. Una multiplicación de una escena original da lugar a una
multiplicación de otra multiplicación que permite otras multiplicaciones que crecen de ellas
mismas y no de la escena original. Arbolizaciones que no crecen de una escena central, que da
un tallo y además un follaje.
La noción de rizoma no se reduce a atravesamientos por inscripciones sino que genera
cuestionamiento. Enfrenta a uno con lo que acontece. Lo múltiple se ubica en la raíz: su
creatividad se genera sobre las raíces dramáticas de otra multiplicación y no sobre la original.
El grupo produce sentidos. La interpretación opera como corte de flujo.
Lo que transforma es tener conciencia de su nivel de afectación y resonancia con los
integrantes del grupo.
Las multiplicaciones no son sólo metáforas sino producción maquínica de sentido: remiten a
otro tipo de significantes, imágenes puestas en movimiento mediante la multiplicación
dramática como retornos de sentido en forma de escenas de imágenes. La escena original no
se puede reducir a interpretaciones edípicas.
La producción deseante cae bajo la represión general. Esta supone una doble operación
original: una mediante la cual la formación social represiva delega su poder a una instancia
reprimente; otra por la que el deseo reprimido se recubre por la imagen desplazada que suscita
la represión. El agente delegado a la represión es la familia, mientras que la imagen
desfigurada son las pulsiones incestuosas. El C. de Edipo es fruto de esta doble operación, en
un mismo movimiento la producción social represiva se hace reemplazar por la familia
reprimente y esta da a la producción deseante una imagen desplazada que representa lo
reprimido como pulsiones familiares incestuosas. La forma de jugar o elaborar situaciones
traumáticas no está determinada por la situación edípica.
En la multiplicación de escenas se crea en el grupo un estado creativo facilitador,
espontáneo y creativo. No se debe interferir para que ocurra sino que sólo debe suceder. Es el
estado que permite al grupo jugar escenas espontáneamente. Cada multiplicación revela las
posibilidades inscriptas en las escenas iniciales del protagonista, se producen siempre sobre un
estado creativo grupal y facilita la creatividad individual, eso es lo terapéutico.
El grupo como máquina deseante se apropia del sujeto, quien se siente robado, mal
interpretado por la multiplicación con que el grupo trata su “escena prestada”. La producción
teórica parte del sentir principalmente, tal como lo expresa Riviére en su concepto de praxis y
espiral dialéctica, teoría que se encarna en la práctica quién simultáneamente la reformula.
Esta es la producción teórica dramática.
Siguiendo a Baudrillard, quererlo verlo todo es obsceno ya que mediante los medios masivos
de comunicación todo está dispuesto para ser visto sin ser contemplado y que toda escena
política involucra las dimensiones estética, mítica y lúdica.
Añade que se puede ser inmoral y profundamente ético. En este sentido, agrega que la
multiplicación dramática involucra cierto grado de inmoralidad ya que está en contra de ciertos
usos y costumbres, o una moral, propia de las corrientes psicoanalíticas ortodoxas que
defienden la abstinencia del terapeuta para cuidar del paciente. Esta violencia amorosa supone
defender ciertos valores, o ética, que se diferencia de la hostilidad sádica del terapeuta al
suponer cierta agresividad necesaria para favorecer la acción creativa del trabajo de parto de la
gestación grupal. Busca romper con los narcisismos individuales y grupales estereotipados;
cuidar –o curar- exponiendo al sujeto al caos o confusiones de pasaje que desestructuren
represiones que obturan las potencias creativas y lo llevan a creer más en la autoridad ue en si
mismos. Se busca que cada uno se proyecte todo lo posible; ya que de esta proyección, de
esta subjetividad se constituye la matriz del trabajo. Se trata de una psicología objetiva ya que
parte de las múltiples subjetividades proyectivas manifestadas por cada integrante sin intentar
reducirlas –cerrarlas- a interpretaciones sino favorecer las condiciones escénicas para su
multiplicación. Se pretende que los adultos se dispongan a la trasgresión lúdica.
Cuando un participante trae una escena se busca consonar y resonar con él, y no, tal como
lo disponen los medios masivos de comunicación, transformar al que ve en un mirón sino más
bien en un observador crítico que contempla y medita activamente. En este sentido, prefieren
trabajar con lo personal (intimo socializado) de cada integrante y evitar detenerse a indagar lo
anecdótico, íntimo ya que resulta resistencial para el desarrollo del trabajo. No es que lo
privado esté proscripto, sino que se busca evitar seguir con más de lo mismo y sobre lo mismo
y por el contrario proponer un cambio de mirada (de la exposición para interpretar a la
multiplicación). Esto es lo que entienden por multiplicación dramática. Lo que habría que
evitar se vincula más con la multiplicidad. En la multiplicación, se trata de dar lugar a la
interdisciplina: epistemología convergente para tratar con un mismo esquema conceptual la
misma cosa de diferentes maneras.
Multiplicar es un acto que no es sino que está siendo, un conjunto de cosas varias veces
mayor. Es involucrarse. Se trata no de reducir sino de hacer crecer. Se trata de tomar cada
trozo de la escena de forma tal que en vez de reducirlas a las relaciones prehistóricas se
multiplique, se enriquece con la mirada, el oído, los sentimientos, las reacciones y palabras de
los otros.
En la escena original se inscriben las posibilidades de hallar otras escenas, contiene en su
estructura las futuras escenas improvisadas y las escenas multiplicadas contienen la
singularidad de lo original pero organizada de otro modo, visto desde otros ángulos, miradas
desde otro punto de vista.
Esto es inconcebible en el tiempo-espacio ordinario. Por el contrario, proponen un mundo
cuatridimensional, desarrollado en el tiempo-espacio escénico.
La leyenda tiene como función transmitir encubridoramente los designios del destino del
mito de origen. Parece que no está aparentemente presente en la escena primera, que
permanece oculta. La cual podría amplificarse, en el camino de retorno hacia las raíces, hacia
el mito, en una hipótesis curativa que a través de la amplificación –o goce- estético permite
desandar la leyenda hasta encontrarse con el mito. Esta es la desmitificación, camino de
desilusión de la novela personal del terapeuta, es la definición de la cura. La escena oculta se
transforma así en la huella que permite rastrear la historia secreta de cada sujeto. Es, al mismo
tiempo, la huella donde transitó una parte (leyenda de nuestra historia secreta) íntima y secreta
y que mediante la multiplicación se revela que es secreta también para el protagonista. Lo
íntimo no se debela indagando cada vez más al otro dentro del otro sino subjetiva y
proyectivamente consonando y resonando con el otro, en los otros y cuyas intimidades
resonantes son trozos que completan como un rompecabezas la propia intimidad y viceversa.
De esta forma, lo oculto incluso hacia sí mismo, se revela con el agregado de los otros. Esta es
la transindividualidad: donde lo íntimo del otro revela lo íntimo de cada uno.
Relatar la escena, jugarla con otros, con nosotros, recordarla para ser leída por otros son
eslabones del proceso de la multiplicación dramática. En el acto de dramatizar, recordar y
luego reflexionar sobre lo olvidado hay un juego de ocultar-se y también de no olvidar-se jamás.
La multiplicación es a la pérdida de los recuerdos, lo que el juego del Ford-da es a la pérdida
de la madre. La cuerda o hilo es la multiplicación dramática que nos permite en el como si
lúdico y oniroide de la multiplicación aprender a jugar con el amor, la muerte y la locura.
En la consonancia, las distintas versiones son la base dinámica del juego y de la
multiplicación que intenta dividir la visión única monocular y narcisística del protagonista que
cuenta su novela. Aveces, más que multiplicación hay multiplicidad de más de lo mismo, una
forma de resistencia dada cuando la escena propuesta tiene cierto contenido emocional con el
que los integrantes entran en intensa transferencia.
En el caso de la conducción, se opera con rostriad; lo que desencadena fuertes sentimientos
transferenciales y en consecuencia resistenciales; por lo cual hay que considerarla e
intrumentarla operativamente. Es la grieta que introduce la acción creativa; emergente apto
para resolver las resistencias al cambio y que constituye uno de los pilares del psicodrama
operativo. No se trata de distraerse sino de divertirse de forma de ver otra cosa en la misma
cosa y transformándola en otra. Es enfrentar y resolver el abismo.
Se trata de jugar para saltear los bloqueos en vez de interpretar sus motivaciones. Cada uno
de nosotros es la síntesis, el síntoma de los mitos de las dos familias. La tarea es jugar con los
mitos escénicos y es el camino estético-creativo que proponemos para enfrentar la
desesperación estéril o resignación impotente, para transitar un camino en el arte de curar.
La autora busca interrogar las coincidencias entre las lógicas colectivas que propone con las
lógicas del incc y la intersubjetividad propuesta por Kaes.
Inicialmente propone que ambos coinciden en pensar en el límite de lo que no saben,
buscando de esto una producción metodológica. Además, encuentra una segunda coincidencia
epistemológica de que el dispositivo en el que se trabaja permite demarcar lo visible y las
conceptualizaciones producidas.
Sin embargos, ambos conservan una diferencia de posicionamiento. Kaes, en tanto
psicoanalista, trabaja con los individuos en situación de grupo. Por su parte, la autora no se
posiciona según los términos contractuales psicoanalíticos aunque su formación y bagaje
conceptual del psicoanálisis opera en ella todo el tiempo. Por lo cual debe desnaturalizar las
genealogías de aquellos conceptos psicoanalíticos necesarios para abordar las dimensiones
subjetivas de las acciones colectivas a pensar.
Ambas coexisten en tensión. Hay momentos donde una logra predominar y se hace visible,
pero la otra sigue operando en latencia.
Se trata de colectivos en acción, que hacen en la urgencia. De cuerpos que se afectan
unos a otros.
Sus aportes surgen tanto de un dispositivo de multiplicación dramática, como de
experiencias con fábricas recuperadas. Se trata de pensar problemas conceptuales
elucidando experiencias.
Política y subjetividad
En las primeras, en las cuales se mantiene una trama argumental, se produce una situación
de rostridad por lo que la trama inicial no se desarticula. Esto puede producirse por un
coordinador carismático que capture el flujo de energía limitando su circulación pero también
un tipo de relato que narre algo ocurrido al participante que atasca los agenciamientos
posibles. Es decir, que el obstáculo para descomponer la escena original es el modo en que
esa primera escena es elegida, por el relato o libreto externo a escenificar. Por el contrario,
cuando la escena es menos concreta, abstracta o se compone en el entre la propuesta no
posee propietarios, lo que favorece no quedar adheridos a un relato unificador y las
posibilidades de des-componer se multiplican. Cuando opera la rostridad, algo captura y
limita el flujo de agenciamientos posibles. Pero también puede ocurrir en niveles más
amplios, donde el estado puede obstaculizar la potencia creativa de un colectivo; en este
sentido hablamos de la dimensión política de la producción de subjetividad.
Las máquinas colectivas en acción. A. M. Fernández
Kesselman y Pavlovsky, al respecto de la multiplicación dramática, proponen que allí se
producen dos formas diferentes de multiplicar independientes de lo sugerido desde la
coordinación:
1) Metafóricas o Mutantes: talleres creativos con ocurrencias incluso disparatadas, humor
en los que la secuencia multiplicadora se despliega en un ritmo entusiasta. La conexión
entre las escenas parece desconocida, y no hay explicación del órden entre ellas.
2) Metonímicas o Reiterantes: relato argumental formado a partir de una primera trama,
donde las escenas que le suceden forman una secuencia a modo de historia.
Dimensión de los cuerpos, los silencios y las afectaciones: los cuerpos operan en tres
modalidades:
o Cuerpos-enteros, que funcionan como unidad. Personas que representan
personajes.
o Cuerpos-autónomos de sus dueños, que deslizan como significantes. Cuerpos que
dicen.
o Cuerpos-masa, que hacen peso, cuerpos que afectan y se afectan sin distinguir
individualidades y que operan desde el júbilo o la angustia. Experiencian
intensidades. El silencio puede operar de tal modo. Si el sentido se desliza
redundan en aumentos progresivos de afectaciones afectando sin decir instalando
intensidades sin forma donde el agenciamiento máquinico se produce en el entre de
los cuerpos en contactos. Se produce subjetividad sin sentido.
Máquinas
El dispositivo como máquina produce una imagen-momento que soporta una operación
de significación, y que al mismo tiempo la desborda. Supone articular ciertas estrategias de
reflexión, exploración y elucidación en un intento de apertura del diálogo, diseñado a partir
de las especificidades del interlocutor y las condiciones de posibilidad necesarias para el
mismo buscando una producción discursiva con mínimo control, máxima concentración de
contenido y expresividad, y participación activa y reconocida de los sujetos de investigación.
Estos espacios de diálogo se encuentran en relación con los problemas del investigador.
Pero además su abordaje supone dialogar con otros colegas, por lo que el dispositivo es
sólo uno de los equipamientos necesarios.
Pero además, lo desborda ya que no puede abarcar la totalidad de lo que se produce ni
prever lo que sucederá ya que al reconocer al otro se obliga a un intercambio recípoco y a
una posición de escucha colocándose en una reflexividad deliberante. Se da por tanto una
afectación recíproca entre ambos.
Se trata de una producción local, en ciertas condiciones específicas. Estas no pueden
formalizarse ni repetirse.
Da lugar a una memoria, aprendizaje, ideas y formas de relación que constituyen su
singularidad. Da lugar a ciertas experiencias e instaura los modos de reflexión sobre estas.
Invención de la máquina
Involucra instrumentos metodológicos clásicos cualitativos; pero estos son tan variados
como la disposición de involucrarse de sus participantes y de replantarlas en variaciones
posibles.
Implica un cuidado respecto de las acciones estratégicas a implementar, sus
implicaciones éticas-políticas, formas de poder involucradas, de una apertura a lo imprevisto
e introducción de elementos insólitos en la máquina.
Se trata de una forma de producción de saber emergente de la interración para con los
sujetos y entre los sujetos en el dispositivo; quienes producen un saber sobre ellos mismos
que permite hacer-ver ciertos aspectos de la realidad. Es político ya que introduce la
reflexión en los actores con los que trabaja. No extrae, sino que introduce al investigación en
una reflexión compartida.
Supone una construcción permanente del mismo durante la intervención, lo que requiere
la capacidad de improvisación. Lo que supone una reflexión cuidadosa que permita sostener
la estrategia política y el posicionamiento ético.