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La niña Cerillera

Escena I

Sale al escenario el narrador o narradora, parece que lee un libro o un periódico y está entusiasmado con la
lectura. Muestra un rostro lleno de felicidad. De repente, levanta la cabeza y mostrando una cierta sorpresa, se
encuentra con el público. Le ilumina solamente un foco o cañón de luz; el resto del escenario debe permanecer
en penumbra. En esa penumbra estarán los personajes que ambientan le primera escena, sin moverse, como
paralizados.

Narrador: Hombre, ¿Están ustedes aquí? Pues me alegro mucho, Ante todo, ¡FELICES NAVIDADES!. Venía
observando, en este periódico, los anuncios navideños, y me alegro mucho por haberles encontrado, pues nadie
mejor que ustedes, para comentarlos.

Pasado mañana (Se contarán los días que faltan) se celebra en el Mundo, primero la Nochebuena y después la
Navidad. Pero, según lo que observamos, cabría preguntarse: - ¿qué es la Navidad?- Es la celebración del
nacimiento del niño Jesús, me dirán ustedes. Algo así como su cumpleaños. Sí claro, pero ¿y qué más? -
Hombre, pues la alegría de que Jesús ha nacido. Bueno, eso viene a ser lo mismo. En definitiva, la gente habla
del espíritu navideño en estas fechas ¡Qué bien nos queda esa palabra! ¿Y eso qué significa? Me pregunto yo. A
lo mejor ustedes tienen la respuesta.

¿Tal vez amor, paz, fraternidad? ¿Es eso … Pero yo sigo viendo a mi alrededor: guerras, hambre, miseria,
enfermedades, catástrofes, sufrimiento, rencores, envidias, crímenes…¿Dónde está entonces el espíritu de la
Navidad?

Y además, aunque ese día fuéramos muy felices. ¿Ustedes creen, que en el supuesto caso de que Jesús hubiese
venido al Mundo a traernos la felicidad, se conformaría con traérnosla, solamente para un día? ¿El veinticuatro
de Diciembre? No, yo creo que no. Algo falla aquí, y yo quiero que todos vosotros reflexionéis conmigo sobre
este asunto tan serio. ¡No!, no os preocupéis, no os voy a preguntar por vuestras conclusiones; esas quedan para
vosotros.

Mirad, en el siglo XIX, un gran escritor de cuentos: Hans Cristian Andersen que nació en la ciudad de Odense,
en Dinamarca, un 2 de abril de 1805 , ya tuvo una visión, bastante realista de lo que era al principio la Navidad
y en lo que se había convertido en sus días. Su profunda reflexión, le llevó a escribir un hermoso cuento que
muchos conoceréis: “La vendedora de cerillas”, también conocida posteriormente como: La cerillera”. Pero
podía haberse llamado:”El mendigo que nunca conocí” o “Mi vecino es muy pobre” o “El país de los
necesitados”, por ejemplo.

En este cuento, se analiza en profundidad “El espíritu de la Navidad” y el “Egoísmo humano”. Así que, mis
queridos amigos, niños y niñas, padres, madres, abuelitas o abuelitos, profesoras y profesores y cualquier
persona que esté ahora mismo sentada aquí y contemple el cuento, va a presenciar uno de las más hermosas
historias que jamás se hayan escrito, pero además, debéis saber, que este cuento, nunca se escribió con la
intención de distraernos, divertirnos o hacernos pasar un buen rato, no, se escribió para, hacernos pensar. La
conclusión que saquéis cada uno de vosotros, será sólo vuestra. Y también será solo vuestra, la reacción que
provoque en vuestros corazones.

(Se oscurece el escenario y desaparece el narrador. Música de fondo)

(Se enciende el escenario de nuevo, y los personajes cobran vida. Se debe oír un villancico de fondo. Los
personajes deben ir cargados de regalos y deambular de un lado del escenario a otro. En medio una niña con
aspecto harapiento, está intentando vender cajas de fósforos o bengalas)

Señora con niña: ¿Qué te ha dicho Papá Noel? ¡Bah! Lo que me dice todos los años. Qué si he sido buena, que
si he sacado buenas notas, Qué que me he pedido. Ya me lo sé de memoria, no entiendo como me sigues
trayendo aquí todas las Navidades, “mamuchi”.

La Cerillera (Tiritando de frío) ¡Señora, señorita! Cómprenme un fósforo de la suerte, para adornar la alegría de
la Navidad, por favor.

Niña: ¡Qué sucia y harapienta vas! No sé como sales así a la calle en un día como hoy. ¡Afeas la Navidad!

La Cerillera: Lo siento señorita, pero es que no tengo nada mejor que ponerme. Para colmo, he perdido las
zapatillas que me dio mi papá, porque me venían muy grandes.

Señora: Lo siento niña, ya hemos gastado mucho en regalos y no vamos a gastar más en… ¡bengalitas!

La Cerillera: Pero si sólo cuesta un penique.

Señora: No, niña, ya te he dicho que no, no seas pesada. (Madre e hija siguen caminando y desaparecen del
escenario)

Un caballero: Feliz Navidad, señor, tengo unos fósforos que proporcionan la felicidad a quien los enciende y se
ven cumplidos sus deseos. ¿Quiere comprarme alguno, señor?

Un caballero: ¡Bah! Paparruchas, nunca creas esas tonterías, niña, ni se las hagas creer a los demás. Eso son
cuentos de hadas.

La Cerillera: ¡Es verdad, Señor, estas cerillas son diferentes; pruébelas y lo comprobará. Me las dio mi abuela,
hace tres años, poco antes de morir. Yo no las quería vender, pero mi padre me ha obligado. Somos muy pobres.

Un caballero: Lo siento criatura, pero yo no voy a comprar algo inservible; en la vida hay que ir a lo práctico.
Yo sólo compro lo que necesito. No vivo de ilusiones vanas. (Agachándose y poniéndose a su altura). - ¿Sabes
lo que sería muy práctico para ti en el día de hoy, querida? Recoger tus cerillas y regresar a tu casa; allí al
menos estarás calentita.

La Cerillera: Pero yo no puedo hacer eso, señor, mi padre me pegaría, me ha dicho que no regrese hasta que no
las venda todas y sin faltarme un solo penique, Señor.

Un caballero: En tal caso, lo siento, pequeña, debo irme, a mí sí me espera en casa, mi familia con una suculenta
cena en la mesa. No tengo tiempo que perder. Lo siento.

(Un grupo de mozalbetes, rodean a la cerillera, y entre empujones y risas la tiran al suelo y le cantan esta
canción)

A esta calle hemos llegado

Todos juntos y en tranvía,

Y nos hemos encontrado

A esta niña sucia y fría.

Ande, ande, ande,...

La Cerillera: (Se levanta como puede, pero sin llorar) - ¡Niños!, ¡niños! – Les llama -¿Me compráis un fósforo
de la felicidad? Por favor… (Corre detrás de ellos, pero, los niños, ya no la escuchan)

Mendigo: (Se acerca a la niña) - ¿Qué vendes?

La Cerillera: Vendo cerillas de la felicidad, pero nadie me compra y no puedo regresar a casa hasta que no las
venda todas.

Mendigo: ¡Pobre niña! Yo hoy he recaudado 8 chelines, no está nada mal para desafinar tanto, con mi vieja
guitarra. Pero con lo que he sacado, ya tengo suficiente: Me he comprado un pan relleno de bonito y dos peras
de agua. Me sobran aún… (Metiéndose las manos en el bolsillo y sacando unas monedas), 6 peniques, así que
puedo comprarte 6 cerillas de la suerte. ¡Venga, aquí tienes a tu primer cliente! Y ahora, te vas a casa con tus 6
peniques, y le dices a tu padre que no has podido vender más o que se te ha perdido el resto y si no, que venga
él.

La Cerillera: Muchas gracias, tienes un corazón de oro, pero yo no puedo aceptar eso de ti. Tú eres tan pobre
como yo, y también lo necesitas.

Mendigo: ¡Qué va! Eso son los ricos, que por mucho que tengan, siempre necesitan más. Si tienen un coche,
necesitan uno mejor y si ya tienen uno mejor, desean otro mucho mejor y como no tienen límite, nunca son
felices. Viven de las apariencias, pero nosotros no, pequeña. Nosotros somos felices con vivir un día más y
somos felices con lo necesario: un plato de comida y una casa que nos cobije, ¡ese es nuestro tesoro! Así que
toma los seis peniques, que a mí me sobran, pero me tienes que dar seis cerillas, un trato es un trato.

La Cerillera: (Con lágrimas en los ojos, le da las gracias y le besa la mano) Adiós, feliz navidad, siempre me
acordaré de ti. Eres el alma más generosa que he encontrado jamás. Tú eres el verdadero espíritu de la Navidad

Mendigo: Y tú también, querida, y tú también. Por favor vete para casa, ya casi no hay nadie por la calle y te
vas a congelar. Hazme caso. Tu padre lo comprenderá.

La Cerillera: Gracias, muchas gracias, pero voy a aguantar un poquito todavía, a ver si tengo suerte. Me cobijaré
en aquel soportal y esperaré a algún transeúnte que pase por aquí; todavía no es tarde.

Mendigo: Bueno, como quieras, ya no te insistiré más. Feliz Navidad, pequeña.

La Cerillera: ¡Feliz Navidad, Señor!

Narrador: (Voz en off) La cerillera, se fue quedando sola, sola por completo, le ofrecía sus cerillas a algunos de
los pocos transeúntes que pasaban, pero ellos rechazaban una y otra vez la oferta, hasta que ya dejó de pasar
gente por la calle. Fue entonces cuando la chiquilla, se recostó sobre el quicio de un portal, sentada en una
escalinata y se intentó cubrir con su raída toquilla para resguardarse del intenso frío.

(Se va apagando el escenario poco a poco, hasta quedar a oscuras. Se echan cortinas)

Como sugerencia, se podrían representar las escenas siguientes, proyectándolas con diapositivas, mientras la
cerillera ocupa un rincón del escenario, bien con una bengala o con una linterna de tubo.

Si no tenemos proyector se tiene preparada una mesa con platos, un árbol navideño y un fondo con papel
continuo blanco. Cada cosa para una escena. La estufa, se puede hacer con una caja grande pintada imitando
ladrillos y dentro papel celofán rojo y amarillo.

Escena II
(Se abren cortinas y se enciende un foco que alumbra a la cerillera)

La Cerillera: (Tiritando y frotándose las manos) Si pudiese abrigarme con algo. – Debo encender un fósforo, al
menos me calentará un poquito mis ateridas manos. « ¡Ritch!». ¡Qué calorcito! ¿Y qué es lo que veo? Una
mesa, repleta de manjares: pavo, cordero, pescado de varias clases y confituras, todo tipo de confituras y
pasteles; se me hace la boca agua.

El padre: Queridos, feliz Navidad. Ya podemos comenzar. ¡Águeda, comience a servir ya la cena! Todo tiene
muy buena pinta, ¿verdad niños?

Niño: (Poniendo voz de niño mimado) A mi no me gusta el pavo, ni el cordero, ni el pescado, ya lo sabes. Yo
sólo quiero pasteles, turrón, y polvorones.

El Padre: Ernesto, tienes que comer de todo. No únicamente los dulces.

Niño: (Comenzando una pataleta) No, no y no, he dicho que no quiero.

Niña: Pues yo tampoco; todo eso engorda mucho y luego mis amigas me dicen que estoy hecha una vaca.

Niño: (Se ríe de su hermana, mientras ésta le echa una mirada furibunda)

Madre: ¡Cuantos niños, en el Mundo, no tienen nada que comer y vosotros despreciáis la comida que nos otorga
nuestro Señor.

Niña: ¡Que pesada mami! Siempre estás con eso: ¡Que si otros niños no tienen nada! ¡Que si no comen! Pues
que coman. ¡A mí que me cuentas! (Se levanta bruscamente, tirando la silla y desoyendo, las recomendaciones
de sus padres.)

El Padre: Estamos educando muy mal a estos niños; son muy caprichosos.

La madre: Yo ya no sé que hacer con Elizabet, tiene unos dieciséis años inaguantables.

(Se apaga la cerilla)

La Cerillera: ¡Qué pena me dan! No saben valorar lo que tienen! Yo sería feliz con el trozo de pan que se le ha
caído a la niña al levantarse, o con el hueso que se está comiendo el perrito. ¡Qué rico debe estar!

Debo encender una nueva cerilla, el frío es muy intenso. (Dicho y hecho, la niña enciende una nueva cerilla)
¡Qué maravilla! Qué chimenea, cuantos leños ardiendo al mismo tiempo. ¡Que calentito se debe estar ahí! -
(Dentro se debe observar a la misma familia anterior) - Voy a arrimar mis manitas a la ventana, a lo mejor me
llega algo de calor.

(Al intentar arrimar las manitas, se le cae el fósforo y se le apaga quedándose a oscuras, encontrándose de
nuevo ante la fría e inhóspita calle.)

(Temblándole la voz) - Tengo que encender un nuevo fósforo y ver si me puedo calentar en esa maravillosa
estufa. «¡Ritch!» (Se ilumina una nueva estancia)

¡Oh! Qué árbol de Navidad! Es como los que aparecen en los escaparates de los grandes almacenes. ¡Cuantas
luces! Todo lleno de colgantes brillantes, estrellas, figuras navideñas y bajo él… ¡Cuántos regalos! (La misma
familia)

La madre: Comencemos a abrir los regalos, niños.

Niño: Yo primero, que para eso he llegado antes.

Niña: ¡De eso nada, yo primera, que soy la mayor!

Niño: ¡de eso nada, lista! Tú siempre quieres ser la primera en todo. ¡Egoísta!

Niña; ¡Egoísta tú. Niño mimado, que eres el mimado de la familia.

Niño: ¡Papa! ¡Mamá! Mi hermana me está insultando.

El Padre: ¡Bueno, ya está bien! Un día como hoy y ¿también os vais a pelear? No tenéis arreglo. Ahora los
vamos a abrir primero, tu madre y yo.

La madre: Bueno, déjalos, querido, que ya se van a portar bien. ¡Venga Ernestito, coge tu primer regalo.

Niña: ¡Claro! Él, el primero como siempre. El niño, es el niño.

Niño: Y la” repipi” de mi hermana, la segunda, ¡fastídiate!

Madre: ¡Ya está bien! ¡A qué cerramos la habitación y aquí no coge sus regalos nadie! ¡Pues vaya unos niños
más desobedientes! (Siguen discutiendo mímicamente)

La Cerillera: No entiendo nada: Tienen unos padres maravillosos, les dan de todo, una hermosa casa, no les
falta nada de comer, tienen unos regalos increíbles, y no son felices, porque no lo son, de lo contrario, no se
pelearían continuamente.

¡No lo entiendo! ¡De veras que no lo entiendo! - (Entre lágrimas) - Sólo el cariño de esos padres, me harían
sentirme enormemente feliz, aunque no tuviese regalos. ¡Oh! Otra vez, se me apaga la cerilla. Cada vez duran
menos. - (La cerillera se echa a llorar)

Voz en off del narrador: La cerillera se encontró de nuevo en la calle y como único techo, el cielo estrellado

La Cerillera: - (Mirando al cielo) - ¡Oh que maravilla! Una estrella fugaz. Mi abuelita me contaba que una
estrella fugaz, representa a una persona que acaba de morir en este momento, y su alma va al encuentro del
Señor. ¡Ojala fuera yo! - (La cerillera se dio cuenta entonces, que había gastado casi toda la caja de fósforos; tan
solo le quedaba uno)

Encenderé el que queda o me congelaré. « ¡Ritch!»., - La cerilla ardió en todo su esplendor, y al hacerlo se
iluminó una preciosa estancia blanca con las paredes cubiertas de tules del mismo color.)

¡Qué espectáculo tan precioso! Esto parece el Cielo, que luz más intensa, qué paz y serenidad. Aquí me siento
muy feliz. ¡Dios mío, déjame en este lugar. Aquí no se pasa frío; ya no me quedan más cerillas para calentarme
y no puedo volver a casa sin ellas. ¡Pero qué veo! Es mi abuelita, mi abuelita querida. ¡Cuánto te he echado de
menos, abuelita! ¡Qué sola me quedé cuando me dejaste! ¿Por qué me dejaste, abuelita?

La Abuela: Te dejé mi querida nieta, para preparar un lugar en este sitio para las dos, querida. Aquí ya no
pasaremos más frío, ni hambre, ni soledad. Ya nada nos separará. Estaremos juntas y felices para siempre. Aquí
sólo encontrarás almas caritativas, almas gemelas a ti, cariño, almas que no ambicionaron nunca nada en la
vida, que no envidiaron nada de nadie, que fueron felices en lo poco, que eran ricas en generosidad con los
demás, como tú querida, por eso son ángeles, igual que tú. (La abuelita se va acercando poco a poco a la
cerillera mientras pronuncia las anteriores palabras, hasta agacharse y ponerse a la altura de la niña)

La Cerillera: ¡Qué buena eres abuelita. Yo sé que estás prolongando mi sueño y mi felicidad antes de volver a la
frialdad de la noche, pero yo sé muy bien, mi querida abuelita, que, por desgracia, en cuanto se apague mi
último fósforo, volveré a la realidad: al frío, al hambre, al desprecio de los demás. (Aquí debe hacer una pausa,
como si reflexionara consigo misma) Aunque, es muy curioso, abuelita, no siento ningún rencor hacia nadie, yo
los perdono a todos, porque sus pobres corazones están cerrados, están ciegos. No son felices con nada. Me dan
mucha pena.

La abuela: No, nietecita, ya no volverás más a ese mundo, ese mundo ya no te pertenece. Tú, residirás para
siempre junto a mí en este lugar, y serás muy feliz, ya lo verás. Me guiarás en lo sucesivo, porque tú eres un
Ángel, un Ángel muy grande.

La Cerillera: Pero, ¿y papá y mamá? Debo volver y explicarles lo que me ha ocurrido, aunque sé que papá se va
a enfadar mucho conmigo, lo sé.

La abuela: No, cariño, tú ya no volverás allí. Ellos sabrán arreglárselas perfectamente sin ti. Tú ya les has
servido bastante, ahora que se busquen a otra. Pero si podrás ayudarles desde aquí, haciéndoles comprender la
sinrazón del egoísmo humano

La Cerillera: ¡Qué buena eres abuelita! Pero mi fósforo está a punto de apa…

La abuela: (Interrumpiéndola) - Mira tus manos, ¿qué ves?

La cerillera: No tengo ningún fósforo en ellas, abuelita, y no ha desaparecido mi sueño y…Pero qué es esto?
( Se apagan las luces del escenario o se echan cortinas) Que maravilloso vestido blanco. ¿De donde ha salido?
Esto no puede estar ocurriendo, seguro que sigue siendo un sueño. Pero si parezco un ángel. (Se dará un tiempo
con las luces apagadas, para que la niña pueda ponerse encima un vestido blanco)

La abuela: Eres un ángel. Te lo has merecido, tu bondad te ha elevado a la categoría de Ángel. Sólo los seres
como tú lo son. Por eso todos están en el Cielo, en la Tierra, no hay ninguno. Recuerda, Jesús dijo: Mi Reino no
es de este Mundo, y ese Mundo del que hablaba Jesús, era la Tierra, de la que tú vienes.

La Cerillera: Entonces, abuelita, ¿esto es el Cielo?

La abuela: Si querida, esto es el cielo. Aquí no hay hambre, ni dolor, ni frío, ni muerte, Aquí sólo existe la
felicidad. ¡Anda ven conmigo que yo te enseñaré todas estas maravillas!

Narrador (Voz en off) La abuelita cogió de la mano a la cerillera, a su nietecita querida, y se la llevó a conocer
la felicidad, después de las penurias pasadas.

Escena III

(Aparece la misma calle concurrida de la primera escena)

Dos señoras: Aquella niña parece dormida, se va a congelar. Vamos a despertarla para que se vaya a su casa.

Una señoras: ¡Dios mío, está fría como el hielo! ¡Está muerta! ¡Esta niña está muerta! ¡Socorro! ¡Socorro! Qué
alguien nos ampare. Llamad a un médico.
La otra señora: No, no es necesario, está muerta. Hay que llamar a la policía para que localice a su familia.

(Poco a poco la gente se va arremolinando)

Un señor: Juraría que esta niña, era la que anoche nos vendía cerillas, y yo la aconsejé que se fuera a su casa.

Señora con niña: (Tapándole los ojos a su hija). Sí, esta niña estaba anoche por aquí. ¡Qué padres más
desaprensivos!

Otra señora: ¡Qué barbaridad! Dejad a una niña sola en mitad de una noche como ésta.

Otro señor: ¡Mirad! Pobre chiquilla, ha consumido todos sus fósforos para poderse calentar. ¡Qué ingenuidad!
Esta noche, han dicho que hemos estado a doce grados bajo cero, ¡querer calentarse con unos pocos fósforos!

Mendigo: ¡Vergüenza! ¿No les da vergüenza? Anoche, esta niña estaba junto a ustedes. Sí, ahí mismo, donde
está usted. La podían tocar con las manos y ni siquiera la vieron. Algunos de ustedes no notaron su presencia,
pero lejos de arrepentirse, culpan a otros para descargar sus conciencias. Les vendía unos pocos fósforos, unas
cerillas, por un simple penique. ¿Qué es para usted un penique, señor? - (El señor agacha su cabeza sin
contestar) - ¿Y para usted? ¿Cuánto ha gastado en regalos superfluos estas navidades señora?- (Nadie contesta)
- Ella sólo pedía un penique, un simple penique, y no para regalos, ni para juegos, como lo malgastan ustedes en
caprichos innecesarios, sino para poder regresar a su casa y poder comer una sopa caliente con su familia.

(Todos guardan silencio avergonzados y bajan la cabeza; todos menos uno)

Joven: Más culpa tendrán sus padres. ¿No?

Mendigo: No, joven, más culpa no, la misma. Ellos por explotar a una niña en su propio beneficio, y todos
nosotros por ignorarla y no ayudarla. ¿Han pensado cuántas personas necesitadas como ella, pasan por nuestro
lado, o nos piden una pequeña limosna y las ignoramos? Todo esto debe caer sobre nuestras conciencias y
hacernos reflexionar. La Cerillera ya no puede vivir, pero desde el Cielo, se lo agradecerá. Háganlo por ella.

- (A continuación el Mendigo, se va lentamente del escenario, siendo observado por todos los demás a quien ha
dejado con la boca abierta)

(Mientras tanto, dos enfermeros vestidos de blanco, cubren con una sábana el cuerpo yacente de la pobre niña.
Después, lo levantan entre varios y lo retiran. A la vez se va apagando el escenario, que va quedándose con
luces rojas o azules y todos los transeúntes, vuelven a quedar paralizados en la escena)

Fin
Los Fantasmas de Scrooge
Personajes:
Narrador
Ebenezer Scrooge
Robert “Bob” Cratchit
Sobrino de Scrooge
Espíritu de Marley
Espíritu de la Navidad Pasada
Espíritu de la Navidad Presente
Espíritu de la Navidad Futura
Mujer
Sra. Cratchit
Esposa del Sobrino
Invitado
Hombre1
Hombre2
Niño1
Niño2

GUION
– Narrador: Era la época de Navidad en Londres. Vivía allí un hombre llamado Ebenezer Scrooge. Era un hombre muy
trabajador, pero al mismo tiempo era una persona malvada, codiciosa, cruel y tacaña, que no sabía qué significaba la
generosidad. Un día antes de Navidad, Scrooge y su empleado, Roberto “Bob” Cratchit, se encontraban trabajando en su
oficina. Como de costumbre, Scrooge estaba contando su dinero, mientras Bob contaba los minutos para regresar a su
hogar con su familia.

– Bob Cratchit: (pensando) Tengo mucho frío en esta oficina, pero el Sr. Scrooge no quiere que encienda la estufa, dice
que es un desperdicio de dinero.
– Narrador: De pronto se abrió la puerta, y entró el sobrino del Sr. Scrooge.
– Sobrino de Scrooge: ¡Feliz Navidad, Tío!
– Scrooge: ¿Navidad? ¡Tonterias! La Navidad es sólo una mentira.
– Sobrino de Scrooge: No lo dices en serio, tío.
– Scrooge: Claro que lo digo en serio. La Navidad es sólo una excusa para no trabajar. Además, ¿Qué motivos tienes tú
para ser feliz? ¡Eres tan pobre!
– Sobrino de Scrooge: ¡Vamos, tío! Y, ¿Qué motivos tienes tú para estar triste? ¡Eres tan rico!
– Scrooge: ¡Bah!
– Sobrino de Scrooge: No te enojes, tío.
– Scrooge: ¿Por qué no habría de enojarme? Vivo en un mundo loco rodeado de tontos. ¡Feliz Navidad! ¿Qué es la
Navidad? Es sólo una época para pagar cuentas con dinero que no tienes. Donde te ves a ti mismo un año más viejo, y
no un minuto más rico. Una época en la que se compran regalos que no se pueden pagar.
– Sobrino de Scrooge: ¡Pero tío!
– Scrooge: ¡Sobrino! Véte a celebrar la Navidad a tu manera, y déjame a mi celebrar a mi manera.
– Sobrino de Scrooge: Pero tío, sé que hay algunas cosas que no hice bien, algunas cosas que no supe aprovechar, y una
de esas cosas es la Navidad. La Navidad, es el único dia en que la gente parece llevarse bien. Es un momento para
perdonar, amar y ser caritativos. Es un tiempo donde la gente abre sus corazones. Tal vez, tio, la Navidad no me ha dado
una moneda de oro o de plata, pero me hace bien, por eso digo: ¡Bendita sea la Navidad!
– Scrooge: ¡Ohh! ¡Fue un discurso maravilloso! ¿Me pregunto por qué no trabajas para el gobierno?
– Sobrino de Scrooge: No te enojes tío y ven a casa mañana. Mi esposa y yo estamos preparando una cena deliciosa, tú
serás nuestro invitado especial.
– Scrooge: Gracias, pero ¡no!
– Sobrino de Scrooge: Pero… ¿por qué, tío?
– Scrooge: ¿Por qué tuviste que casarte?
– Sobrino de Scrooge: Porque me enamoré.
– Scrooge: ¿Porque te enamoraste? ¡Qué tengas un buen día!
– Sobrino de Scrooge: Pero, tío, nunca has venido a mi casa, y estás utilizando mi matrimonio como una excusa. Eso no
es justo.
– Scrooge: ¡Qué tengas un buen día!
– Sobrino de Scrooge: No necesito nada de ti. Nada te pido. ¿Por qué no podemos ser amigos?
– Scrooge: ¡Qué tengas un buen día!
– Sobrino de Scrooge: Tío, siento que hayas tomado esa decisión, pero insisto en celebrar la Navidad, así que, !Feliz
Navidad, tío!
– Scrooge: Qué tengas un buen día, un Feliz Año Nuevo, y adiós.
– Sobrino de Scrooge: Como quieras, tío. Y… Bob, que pases una Feliz Navidad.
– Bob Cratchit: Le deseo lo mismo para usted, adiós.
– Narrador: Entonces el sobrino del Sr. Scrooge se retiró de la oficina.
– Scrooge: ¿Qué te parece? Un empleado que gana el salario mínimo, con esposa e hijos, hablando de una Feliz Navidad.
¡Debe estar loco!
– Bob Cratchit: Señor, he terminado de hacer todas las cartas y de archivar las copias. También traje mas leña y barrí las
cenizas. Y, bueno, es hora de cerrar, Sr, Scrooge.
– Scrooge: Bien, si ya terminaste tu trabajo, puedes irte ahora.
– Bob Cratchit: ¿Sr. Scrooge? Mañana es Navidad, un día para pasarlo con la familia.
– Scrooge: ¿Supongo que quieres el día libre?
– Bob Cratchit: Bueno, si, Sr. Scrooge, al fin y al cabo es Navidad.
– Scrooge: ¿Navidad? Está bien. Tómate libre el día de mañana, pero llega temprano al día siguiente.
– Bob Cratchit: Sí, señor. Feliz Navidad, Sr. Scrooge.
– Scrooge: Estupideces.
– Narrador: Scrooge abrió la puerta y Bob Cratchit se fue a su casa. Entonces Scrooge regresó a su escritorio para
terminar sus cuentas. Al cabo de unas horas, cerró sus libros de contabilidad y cerró la oficina. Cuando llegó a su casa
subió las escaleras para ir a su dormitorio, se sentó en una silla al lado del fuego y comenzó a cenar. De golpe escuchó el
sonido de unas viejas campanas, y un ruido fuerte y extraño que provenía del exterior.
– Scrooge: ¡Quién está haciendo ese ruido! ¡Me habré quedado dormido!
– Narrador: Pero el extraño ruido continuó, hasta que vio que un espíritu atravesaba la puerta del dormitorio.
– Scrooge: ¡Creo que estoy soñando!
– Espíritu de Marley: ¡No, esto no es un sueño!
– Scrooge: ¡Te conozco! Eres mi socio, Marley. ¿Qué quieres de mí?
– Espíritu de Marley: ¡Quiero mucho de ti! ¿Ves estas cadenas? Estoy encadenado a mis pecados.
– Scrooge: ¿De qué pecados hablas? Fuiste muy trabajador y un buen negociador.
– Espíritu de Marley: ¿Negociador? ¡Me aproveché de la gente! Mientras estuve vivo, nunca aprendí el valor del amor y
de la caridad. Ahora tengo que vagar por la tierra, incapaz de encontrar la paz. ¡Escúchame, Scrooge! ¡Estoy aquí esta
noche para advertirte! Aún tienes la oportunidad de cambiar, y si no lo haces, tendrás la misma suerte que yo.
Escúchame bien, Scrooge, te visitarán tres espíritus. El primero llegará mañana cuando el reloj marque la una. El
segundo llegará al día siguiente a la misma hora. Y el tercero en la noche siguiente cuando el reloj dé la ultima
campanada de las doce.
– Narrador: Entonces el espíritu salió de la habitación flotando a través de la ventana. Scrooge cerró la ventana y se fue a
la cama temblando, y se durmió. Al siguiente día cuando el reloj marcó la una, Scrooge vio una extraña criatura al
costado de su cama.
– Scrooge: ¿Quién eres?
– Espíritu de la Navidad Pasada: Soy el Espíritu de la Navidad Pasada. Sal de la cama y acompáñame.
– Narrador: El espíritu llevó a Scrooge a través del tiempo hasta un pequeño pueblo que Scrooge empezó a recordar.
Recordó las casas, la iglesia, el rio, el puente, y la gente.
– Espíritu de la Navidad Pasada: Ellos no pueden vernos ni oírnos. Sólo son sombras del pasado.
– Scrooge: Mira, la escuela no está vacía. Hay un niño pequeño, solo, olvidado por sus amigos. Lo conozco, pobre niño.
– Espíritu de la Navidad Pasada: Ahora vamos a ver otra Navidad.
– Narrador: Entonces llegaron a una casa.
– Scrooge: Esta casa me resulta conocida. Oh, esta es mi casa, donde me crie.
– Espíritu de la Navidad Pasada: Si lo es. ¿Y reconoces a ese niño pequeño sentado allí leyendo solo?
– Scrooge: Soy yo, de niño. Pero… ¿por qué estoy… por qué está solo?
– Espíritu de la Navidad Pasada: Tú debes saber la respuesta.
– Scrooge: Porque mis padres estaban trabajando, por eso siempre estaba solo. Por eso mis Navidades eran tan tristes y
solitarias.
– Espíritu de la Navidad Pasada: Ven, toma mi mano, no tenemos mucho tiempo.
– Scrooge: ¡No, ya he visto suficiente, vete! !No me tortures!
– Espíritu de la Navidad Pasada: No me eches la culpa. Te dije que eran sombras de las cosas que fueron.
– Scrooge: ¡Llévame de regreso!
– Espíritu de la Navidad Pasada: Sólo nos queda una última parada, nuestro tiempo se acaba.
– Narrador: Y aparecieron en un jardín. Scrooge era ahora un hombre joven, sentado en un jardín al lado de una
hermosa dama. La mujer estaba llorando.
– Mujer: No puedo casarme contigo, Ebenezer. Hay algo que tú amas mas que a mí.
– Scrooge: Tonterias, no amo a ninguna otra mujer.
– Mujer: Es cierto. Amas el dinero. Lo amas más que a nada en el mundo.
– Scrooge: No hay nada de malo en amar el dinero.
– Mujer: Cuando nos comprometimos éramos pobres y luego fuimos felices siendo pobres. Espero que seas feliz con la
vida que has escogido.
– Narrador: Y la mujer se alejó corriendo del jardín. El anciano Scrooge y el espíritu la siguieron. Cuando se detuvieron,
Scrooge pudo ver que ella ya era algunos años mayor. Había niños riendo y jugando con la mujer. Una niña pequeña la
abrazó y le dio un beso.
– Niña Pequeña: Ayúdame a abrocharme el sombrero, mamá.
– Scrooge: ¿Son sus hijos?
– Espíritu de la Navidad Pasada: Así es, pero pudieron haber sido los tuyos.
– Narrador: Entonces se abrió la puerta y entró un hombre que llevaba muchos regalos.
– Niños: ¡Papá!
– Narrador: Los niños corrieron y lo abrazaron. El hombre sonrió y les dio los regalos. Después abrazó y besó a su esposa.
– Scrooge: ¡Basta! ¡Llévame a casa!
– Narrador: Y Scrooge apareció en su dormitorio.
– Scrooge: Gracias a Dios, todo fue un sueño.
– Narrador: Entonces sonó la campanada del reloj.
– Espíritu de la Navidad Presente: No, Ebenezer. No fue un sueño.
– Scrooge: Supongo que eres el Espíritu de la Navidad Presente.
– Espíritu de la Navidad Presente: Así es. Soy el Espíritu de la Navidad Presente. Tengo mucho que mostrarte. Tómate de
mi bata. ¡Apúrate! No podemos llegar tarde.
– Narrador: Scrooge tocó el ruedo de la bata del espíritu y el dormitorio desapareció. Scrooge se encontró en una calle
de mucho movimiento y llena de nieve. Había mucha gente comprando los regalos de último momento, las tiendas
permanecían abiertas, la gente cocinaba sus mejores platos, y las campanas de la iglesia sonaban. Todos asistían a la
iglesia con sus mejores ropas. Todos estaban felices.
– Scrooge: Todos parecen tan felices.
– Espíritu de la Navidad Presente: Lo están. Es Navidad. ¿Qué esperabas?
– Scrooge: ¿Quieres decir que estén felices sólo porque es 25 de Diciembre?
– Espíritu de la Navidad Presente: Si. Hoy pueden dejar de lado sus problemas y sólo disfrutar estar con sus familias. Se
dedican sólo a disfrutar de la comida en sus mesas y de todas las bendiciones que reciben.
– Narrador: Entonces el Espíritu llevó a Scrooge a la casa de Bob Cratchit. Y estando alli parados frente a la puerta, el
Espíritu bendijo la humilde casa. Después Scrooge vio a Bob Cratchit jugando con sus hijos, tres niños y dos niñas.
– Scrooge: ¿Es aquí dónde vive?
– Espíritu de la Navidad Presente: Claro, con su salario, esto es todo lo que él puede pagar.
– Narrador: Entonces la Sra. Cratchit entró al comedor llevando un pequeño pavo en una bandeja.
– Scrooge: ¡Parecen tan pobres! Sus ropas son tan viejas.
– Espíritu de la Navidad Presente: Amor es lo que puedes sentir aquí.
– Narrador: Bob Cratchit levantó al niño más pequeño de una silla que estaba en un rincón y lo llevó hasta la mesa. El
niño era pálido y delgado y llevaba una muleta.
– Scrooge: ¿Qué le sucede? ¿Por qué no camina?
– Espíritu de la Navidad Presente: Está muy enfermo. Su nombre es Tiny Tim, y sus padres no tienen dinero para pagar
un doctor, asi que tal vez muera.
– Scrooge: ¿Muera? Pero debe haber algo que pueda hacerse. Por favor, dime que no morirá.
– Espíritu de la Navidad Presente: Veo una silla vacía en aquella esquina. Si el futuro no cambia, con seguridad morirá.
– Scrooge: ¡No! ¡No!
– Espíritu de la Navidad Presente: De todos modos ¿Qué te importa? Eso hará que disminuya la población mundial.
– Narrador: En ese momento Scrooge se dio cuenta de que esas eran sus propias palabras y sintió lastima por si mismo.
Entonces escuchó su nombre.
– Bob Cratchit: ¡Sr. Scrooge! Gracias al Sr. Scrooge tenemos esta cena,
– Sra. Cratchit: Ojalá pudiera verlo para agradecerle personalmente.
– Bob Cratchit: Querida… niños… ¡Es Navidad!
– Sra. Cratchit: Lo sé, querido. Espero que él tenga una Feliz Navidad y un Próspero Año Nuevo!
– Bob Cratchit: Vamos a brindar por nuestra Navidad y por el Sr, Scrooge. Feliz Navidad, y que Dios nos bendiga a todos.
– Narrador: Mientras tanto se hacía tarde. El Espíritu llevó a Scrooge hacia diferentes lugares para que pudiera ver cómo
la gente celebraba la Navidad. La gente, aunque pobre, como decía Scrooge, eran felices y disfrutaban estar en familia y
con amigos. De golpe, sin previo aviso, aparecieron de pie en una habitación.
– Scrooge: Reconozco esa voz. Es mi sobrino. Está en una fiesta.
– Sobrino de Scrooge: Ja, ja, ja, ja, ja… dijo que la Navidad era sólo una mentira.
– Esposa del Sobrino: Debería sentirse avergonzado.
– Sobrino de Scrooge: Es muy divertido, pero no es una persona agradable.
– Esposa del Sobrino: Me dijiste que es muy rico.
– Sobrino de Scrooge: ¿Y con eso qué, querida? No le sirve de nada su riqueza. No hace nada con su dinero.
– Invitado: No vino a cenar con nosotros esta noche porque está muy ocupado contando su dinero. Ja, ja, ja, ja…
– Sobrino de Scrooge: Prefirió enojarse con nosotros que venir a divertirse.
– Scrooge: No les agrado.
– Espíritu de la Navidad Presente: No, a menos que el futuro cambie.
– Scrooge: ¿Y cómo puedo cambiar el futuro?
– Narrador: La habitación desapareció y continuaron su viaje. Visitaron muchos piases, viajaron hacia tierras lejanas.
Visitaron a los enfermos que se sentían felices, a la gente pobre que se sentía rica, los refugios donde la gente sentía
esperanza. Fue una noche muy larga. Y todo sucedió en tan sólo una noche. Entonces, el Espíritu de la Navidad Presente
desapareció.
– Scrooge: Oh, nuevamente estoy en mi cama.
– Narrador: Pero al incorporarse, otro espíritu flotaba en su cuarto. Estaba vestido de negro y una capucha oscura
ocultaba su rostro.
– Scrooge: ¿Quién eres? Primero me visitó el Espíritu de la Navidad Pasada, luego el Espíritu de la Navidad Presente. Tú
debes ser el Espíritu de la Navidad Futura. ¿Estás aquí para mostrarme el futuro y cómo puedo cambiarlo?
– Narrador: El Espíritu no respondió, sólo se dirigió hacia la puerta. Scrooge lo siguió hacia la calle frente a su oficina.
Tres hombres estaban parados enfrente, hablando y moviendo la cabeza.
– Scrooge: Los conozco. Hago negocios con ellos. Somos amigos. Les caigo bien aunque no ocurra lo mismo con mi
sobrino. Pero… ¿qué están diciendo de mí?
– Hombre1: Pobre viejo Scrooge.
– Hombre2: Lo sé, me da mucha pena.
– Hombre1: Me dijeron que está muy enfermo.
– Hombre2: ¿Quién lo cuida?
– Hombre1: Nadie. Ya sabes que siempre quiso vivir solo.
– Hombre2: Tampoco tiene amigos.
– Narrador: El Espíritu empezó a avanzar y Scrooge lo siguió por la calle. Luego llegaron a una pequeña casa.
– Scrooge: Ya hemos estado aquí antes. Esta es la casa de Cratchit.
– Narrador: El Espíritu condujo a Scrooge hacia el dormitorio. Allí se encontraba el Sr. Bob Cratchit sentado al costado de
la cama de su hijo. El niño estaba muy enfermo.
– Scrooge: ¿Por que está llorando? La ultima vez que estuve aquí estaban tan felices.
– Narrador: El niño se encontraba dormido, pero estaba más delgado y muy pálido. La Sra. Cratchit entró a a la
habitación.
– Sra. Cratchit: Querido, ¿Qué vamos a hacer? ¿Le pediste ayuda al Sr. Scrooge?
– Bob Cratchit: Sí, pero no puede ayudarnos. Pero su sobrino nos ayudará.
– Sra. Cratchit: Espero que no sea demasiado tarde. ¿Qué haremos sin nuestro hijo?
– Scrooge: ¿Por qué? Dime qué le sucede al pequeño. ¿Acaso, va a morir? ¿Qué puedo hacer para ayudarlo? Por favor,
¡dime!
– Narrador: El Espíritu no respondió. Después todo se tornó oscuro y Scrooge apareció en un lugar frio y neblinoso.
– Scrooge: ¿Dónde estamos? ¡Esto es un cementerio! ¿Por que me trajiste a este lugar?
– Narrador: El Espíritu le mostró a Scrooge una tumba.
– Scrooge: Antes de que me acerque a esa tumba, dime algo… ¿es la imagen de lo que será? ¿o solamente la imagen de
lo que puede ser?
– Narrador: El Espíritu no respondió. Entonces Scrooge se acercó a observar la tumba. Y allí grabado, estaba el nombre:
Ebenezer Scrooge. Entonces Scrooge cayó de rodillas.
– Scrooge: ¡No! ¡No! Espíritu, escúchame! He cambiado! ¿Por qué me muestras todo esto si ya he perdido toda
esperanza? Por favor, dime que puedo cambiar todo lo que me has mostrado. Honraré la Navidad en mi corazón. Viviré
en el pasado, en el presente, y en el futuro. No olvidaré las lecciones que todos los espíritus me han enseñado. Oh, por
favor, dime que puedo borrar mi nombre de esa tumba.
– Narrador: Angustiado, tomó la mano del Espíritu, pero éste la rechazó y Scrooge despertó en su cama.
– Scrooge: Oh, gracias! Me han concedido otra oportunidad. No sé qué día es hoy, o cuánto tiempo he estado con los
Espíritus. Me siento como un niño, pero no me importa. ¡Quiero ser de nuevo un niño!.
– Narrador: Entonces escuchó que sonaban las campanas de la iglesia. Luego vio a un niño en la calle y gritó.
– Scrooge: ¡Oh, qué maravilloso! ¡Oye tú! ¡A ti! ¿Qué día es hoy?
– Niño1: Es Navidad, señor. La mañana de Navidad.
– Scrooge: ¡Oh, qué maravilloso! ¡Oye tú! ¡A ti! ¿Qué día es hoy?
– Niño1: Es Navidad, señor. La mañana de Navidad.
– Scrooge: ¡Muy bien! No la he perdido.
– Narrador: Entonces sacó una bolsa de dinero, y llenó de monedas la mano del niño.
– Scrooge: Hay un pavo grande y jugoso en la carnicería que está al final de la calle. Cómpralo y llévalo a la casa de Bob
Cratchit.
– Niño1: Pero, señor, esto es mucho dinero.
– Scrooge: Quédate con el vuelto. Apúrate. Los Cratchit tienen hambre.
– Niño1: ¡Si, señor!
– Scrooge: ¡Oh! ¡Niño!
– Niño1: ¿Dígame, señor?
– Scrooge: ¡Qué tengas una feliz Navidad!
– Niño1: Gracias, señor. Que usted también tenga una feliz Navidad.
– Narrador: Scrooge ahora vestido con su mejor ropa, se dirigió hacia la casa de su sobrino. Se sentía realmente feliz y
emocionado. Saludaba a todos en la calle y los trataba con amabilidad.
– Scrooge: Niño, toma este dinero y ve a comprarte dulces de Navidad.
– Niño2: Gracias, señor.
– Scrooge: Feliz Navidad.
– Narrador: Cuando Scrooge llegó a la casa de su sobrino, éste se sorprendió al verlo.
– Sobrino de Scrooge: ¡Tío estoy feliz de verte! Me alegra que hayas cambiado de opinión acerca de la cena de Navidad.
Ven a celebrar con nosotros.
– Scrooge: Sí, gracias por aceptarme.
– Narrador: La esposa de su sobrino colocó un plato extra en la mesa.
– Esposa del Sobrino: Estamos felices de tenerlo aquí. Ha llegado justo a tiempo para el pavo.
– Narrador: Después de la cena, Scrooge dijo algunas palabras.
– Scrooge: Gracias. Nunca había comido una cena tan deliciosa. Pero ahora tengo que irme, tengo otras cosas que hacer,
y gente que visitar.
– Narrador: Y Scrooge enfiló hacia la casa de Bob Cratchit. La Sra. Cratchit abrió la puerta, no podía creer lo que veía: el
Sr. Scrooge parado frente a ella.

– Sra. Cratchit: ¡Oh, Sr. Scrooge! ¡Qué sorpresa! Quiero agradecerle por el maravilloso pavo que nos envió.

– Scrooge: Fue un placer para mí.

– Bob Cratchit: Mr. Scrooge, entre por favor.

– Scrooge: Cratchit, has trabajado largas horas por muchos años sin quejarte. Te subiré el sueldo y también te ayudaré a
sostener a tu familia.

– Bob Cratchit: Oh gracias, Sr. Scrooge. Usted es tan generoso.

– Scrooge: ¡Feliz Navidad!

– Narrador: Scrooge hizo más de lo que dijo que haría. Cuidó a Tiny Tim como si fuera su segundo padre. Algunos se
reían al ver cómo había cambiado, pero no le importaba. Scrooge nunca volvió a ver a los Espíritus, pero tenía muchos
amigos y estaba muy cerca de su familia. Y cada vez que comía con sus amigos y con su familia, decía…

– Scrooge: Que Dios nos bendiga. Que Dios bendiga a cada uno de nosotros.

FIN

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