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EL ZAPATERO Y LOS DUENDES

Narrador:
Había una vez un zapatero que no tenía suerte con su negocio y ya no sabía qué hacer para salir de pobre.
Una noche desesperado le dijo a su esposa:

Zapatero:
Querida, ya no me queda más que un poco de cuero para fabricar un par de zapatos.
Mañana me pondré a trabajar e intentaré venderlo a ver si con lo que nos den podemos comprar algo de comida.

Esposa:
Está bien, cariño, tranquilo, no llores… ¡Yo confío en ti!

Narrador:
Colocó el trocito de cuero sobre la mesa de trabajo y cansado, decidió acostarse.
Al día siguiente, se levantó muy temprano, antes del amanecer, para ponerse a trabajar, pero cuando entró en el taller se
llevó una gran sorpresa. Alguien, durante la noche, había fabricado los zapatos que dejo sobre la mesa.
Asombrado, los levanto y los observó detenidamente. Estaban muy bien terminados, la suela era increíblemente flexible
y el cuero tenía un lustre que daba gusto verlo ¡Sin duda eran unos zapatos perfectos, dignos de un ministro o algún otro
caballero importante!

Zapatero:
Pero... ¿Quién habrá hecho esta maravilla?…
¡Son los mejores zapatos que he visto en mi vida!
Voy a ponerlos afuera del taller a ver si alguien los compra.

Narrador:
Afortunadamente, en cuanto los puso a la vista de todos, un caballero muy distinguido pasó por delante del taller y le
encantaron los zapatos que decidió comprarlos inmediatamente.

Caballero:
Que lindos zapatos, me los llevaré, le pagare más de lo que valen, como recompensa por tan buen trabajo.

Narrador:
¡El zapatero no cabía en sí de gozo!
Con ese dinero pudo comprar alimentos y cuero para fabricar no uno, sino dos pares de zapatos.
Esa noche, el zapatero hizo exactamente lo mismo que la noche anterior. Entró al taller y dejó el cuero preparado junto a
las tijeras, las agujas y los hilos, para nada más levantarse a la mañana siguiente, ponerse a trabajar.

Al despertar y muchas ganas de trabajar, nuevamente se llevó una sorpresa, sobre la mesa, encontró dos pares de zapatos
que alguien había fabricado mientras él dormía.

Zapatero:
¿Acaso es alguna clase de magia? ¡Estoy más que agradecido!

Narrador:
Sin perder ni un minuto más, los puso a la venta.
Estaban tan bien rematados y lucían tan bonitos que los compraron nada más los puso sobre el mostrador.

Señor y señora:
¡Pero que bonitos zapatos, me los llevo, tenga!
Narrador:
Con lo que ganó compró piel para fabricar más pares de zapatos y como cada noche, dejaba el cuero sobre la mesa del
taller. Una vez más, por la mañana, aparecían terminado.
Y así día tras día, noche tras noche, hasta el momento en que el zapatero comenzó a salir de la pobreza y a ganar mucho
dinero. Las y sus esposas ya no pasaban hambre, comenzaron sentir que la suerte estaba de su parte ¡Por fin la vida les
había dado una oportunidad!

Llegó la Navidad. Ahora disfrutaban de la deliciosa y abundante cena de Nochebuena cuando su esposa, le dijo al zapatero:

Esposa:
Querido ¡mira todo lo que tenemos ahora! Hemos pasado de ser muy pobres a vivir cómodamente sin que nos falte nada,
pero todavía no sabemos quién nos ayuda en las noches ¿Qué te parece si hoy nos quedamos espiando para descubrirlo?

Zapatero:
¡Tienes razón! Yo también estoy muy intrigado y, sobre todo, agradecido. Esta noche nos esconderemos y veremos que
sucede en el taller.

Narrador:
Así lo hicieron. Esperaron durante un largo rato, escondidos, dejando la puerta un poco entreabierta. Cuando dieron las
doce en el reloj, vieron llegar muchos pequeños duendes vestidos de verde, dando saltitos, cantando y bailando.
En un instante se repartieron las tareas y comenzaron a cortar y cocer sin parar. Cuando terminaron los zapatos, untaron
un trapo con grasa y los frotaron con brío hasta que quedaron bien relucientes.
Los zapateros estaban sorprendidos.

Esposa:
¡Qué cositas tan bondadosas! Gracias a su esfuerzo, trabajo y dedicación hemos levantado nuestro negocio y vivimos
cómodamente. Creo que tenemos que recompensarles de alguna manera y más hoy siendo Navidad.

Zapatero:
Estoy de acuerdo, pero… ¿cómo podemos hacerlo?

Esposa:
Esta nevando y esas ropitas no les cubren del todo ¡Seguro que los pobrecitos pasan mucho frío! Podríamos hacerles unas
bufandas y unos gorritos para que se abriguen bien ¡Somos buenos costureros!

Zapatero:
¡Qué buena idea! Seguro que les encantará, vuelvan mañana a media noche y les tendremos una sorpresa.

Narrador:
Los zapateros se pasaron la mañana siguiente cortando pequeños pedazos de tela de colores, hasta que terminó la última
prenda. El resultado fue fantástico: bufandas y gorritos para que los pequeños duendes pasaran el invierno calientitos.
Al llegar la noche dejaron sobre la mesa del taller, bien planchaditas, las bufandas y los gorritos y nuevamente se
escondieron. ¡Esta vez querían ver sus caritas de los duendes al descubrir el regalo!

Los duendes llegaron puntuales, como siempre a las doce de la noche. Dieron unos brincos por el taller y ¡qué felices se
pusieron cuando vieron las bufandas y los gorritos tan bonitos y coloridos! Se los pusieron en un instante y se miraron en
un espejo frente a la pared, ¡Se encontraron tan guapos que comenzaron a bailar y a abrazarse locos de felicidad!
Los duendes, viendo que esa noche no había cuero sobre la mesa y que por tanto ya no había zapatos que fabricar, salieron
del taller para no regresar jamás.
El zapatero y su mujer fueron muy felices el resto de su vida, pero jamás olvidaron que todo se lo debían a los duendecillos
fisgones que un día decidieron colarse en su taller para fabricar un par de hermosos zapatos.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
EL NIÑO QUE LO QUIERE TODO.

Narrador:
Había una vez un niño muy emocionado ya que pronto sería navidad. El niño se pasó el día escribiendo la carta a Santa
Claus, pero en su carta pidió más de veinte cosas, 25 exactamente.
Entonces su madre al leer su carta le dijo:

Mamá:
Hijo, tienes que saber que Santa Claus tiene un trineo, no camiones, además, no caben tanto juguete en tu habitación, y
mira otros niños… ¿tú piensa en los otros niños?, y no te enojes tan solo porque tienes que pedir menos juguetes.
El niño se enojó y se fue a su habitación.

Papá:
¡Ay!, se quiere pedir casi una tienda de juguetes completa, y su habitación ya está llena de juguetes.

Narrador: Mientras tanto en su habitación:

Niño:
No es verdad lo que ha dicho mi mamá, no son muchos juguetes, si los acomodo debajo de la cama aun tendré espacio
para pedir más juguetes.

Narrador:
Al siguiente día llegó la hora de ir a la escuela, el pequeño agarro su mochila se despidió de sus papás y se fue caminando.
Ya sentado en el salón de clases, la maestra preguntó:

Maestra:
- Díganme niños, ¿Cuántos juguetes han pedido para navidad?.

Niños 2: he pedido 1 Niño 3: He pedido 2 Niños 3: He pedido 3

Niño: He pedido 25

Maestra:
No tienes que pedir tanto. mira otros niños… ¿tú piensa en los otros niños?
Hay niños muy pobres que esta navidad no recibirán juguetes.

Narrador:
Cuando el pequeño regreso a su casa y le contó a su mamá y a su papá lo que su maestra le dijo:

Niño:
Mamá, papá mi maestra me ha dicho lo mismo, que 25 juguetes son demasiados y que piense en los niños pobres que
esta navidad no recibirán juguetes, ¿Por qué Santa Claus no les traerá juguetes?

Papá:
Porque algunos niños, no tienen una casa donde vivir, ni un árbol de navidad que decorar.

Mamá:
Y otros niños no tienen donde escribir sus cartas ni papás que les ayuden a enviarlas a Santa Claus.
Narrador:
El pequeño se sentó a pensar y después de pensar y pensar, se le ocurrió una gran idea.
Tomo un papel, una pluma y escribió:

Niño:
Querido Santa:
He sido un niño muy bueno, he ayudado a mis padres con los deberes, tengo buenas calificaciones y respeto mucho a
todos y cada uno de mis compañeros de la escuela, quiero pedirte que me traigas 25 juguetes.

Narrador:
En pequeño se acostó a dormir y cuando por fin llegó el día tan esperado, se levantó y fue a ver los regalos que le habían
traído, se llevó una gran sorpresa. Le habían traído los veinticinco juguetes de la lista.
Enseguida llamó a sus padres y les dijo que quería repartir sus juguetes con los niños más pobres.
Salió a la calle y repartió los juguetes con los niños que más lo necesitaban.
Sus padres estaban orgullosos de él.
Al terminar, los niños que recibieron los juguetes fueron invitados a su casa, para jugar.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
LOS JUGUETES OLVIDADOS:

Narrador:
Una mañana antes de la navidad, teddy el oso de peluche, despertó en una caja de cartón fuera de la casa en la que
alguna vez vivía lejos del frío y la soledad.

Teddy:
¡Hey! ¿Qué hago aquí? ¿Por qué estoy afuera? Oigan, no es divertido, abran la puerta, si me dejan aquí afuera me
congelaré. ¿Me están escuchando? Por favor, habrá la puerta.

Muñeca:
Oye, no hagas mucho ruido, intento dormir, no insistas, esos niños ya no te quieren, ahora eres uno de tantos juguetes
olvidados, como yo y como muchos otros.

Teddy:
Eso no es verdad, ellos me aman, solo están jugando, en cualquier momento vendrán a buscarme.

Muñeca:
Cuando me abandonaron aquí, también pensé lo mismo, pronto te acostumbraras.

Teddy:
¿Por qué harían eso? Soy bonito, calientito, suave y adorable. ¿Por qué me abandonarían?

Muñeca:
Ven conmigo te mostrare, por cierto, me llamo Wendy.

Teddy y la pequeña muñeca, caminaron unas calles hasta una tienda de juguetes,
donde pudieron ver juguetes nuevos, con baterías, luces, sonidos y muchos accesorios.

Muñeca:
Mira, esos son juguetes nuevos, los niños los quieren a ellos, nosotros somos juguetes viejos.

Teddy:
No, no puedo aceptarlo, debemos cambiar, hay que buscar baterías,
accesorios, luces y así los niños nos volverán a querer.

Muñeca:
Teddy, somos lo que somos, no podemos cambiar.

Narrador:
De repente se escuchó un chillido de llantas y un lastimero aullido, algo malo había pasado.
Un auto golpeo a un pequeño cachorro, que lastimado se detuvo cerca de los juguetes.
Los juguetes se acercaron, levantaron al pequeño cachorro y lo ayudaron a sanar.
Perrito Max:
Muchas gracias pequeños juguetes, me llamo Max como agradecimiento, les traeré un poco de comida.

Teddy:
Nosotros somos juguetes, no podemos comer, lo que queremos es un poco de cariño, niños que nos cuiden y nos
quieran.

Perrito Max:
Sé dónde pueden ir, a la escuela, ahí hay muchos niños y seguramente estarán felices de jugar con ustedes.
Les traeré un poco de comida y los llevaré a la escuela.

Muñeca:
Espera Max, nosotros no queremos comida…

Teddy:
Vamos busquemos la escuela, no puedo esperar a conocer a esos niños.

Muñeca:
Debemos esperar a Max ¿Teddy? Espera…

Narrador:
Cuando Max regreso, no encontró a los juguetes y nuevamente se sintió triste y solo, decidió que debía encontrarlos,
ellos lo ayudaron a sanar y el los ayudaría a encontrar una nueva familia.
Los juguetes caminaron hasta que llegaron a un basurero y de pronto se vieron rodeados y atrapados por peligrosos
ratones, enormes y con dientes enormes.

Teddy:
Wendy, quiero decirte que lamento ser tan necio, ha sido un gusto conocerte y quiero que sepas, que eres mi mejor
amiga.

Muñeca:
Teddy, ¿Me has llamado por mi nombre? Eres un gran osito de peluche, lamento que te hayan olvidado.

Narrador:
Cuando los ratones estaban por atacar a los juguetes. El pequeño Max salto y lucho contra los ratones.
Teddy y Wendy abrazaron a Max y le agradecieron por haberlos salvado.
Max los llevo hasta la escuela y los dejo frente a la puerta. Se despidió de ellos y se ocultó tras unos arbustos.

(Los niños salen y 2 de ellos se quedan a mirar a los juguetes, los toman de las manos y se van, teddy y Wendy se
despiden y toman caminos opuestos, se queda solo max a mitad del patio).

Niño:
Hola amigo, Qué lindo eres, ¿Estas solo? ven conmigo, tendrás comida y un hogar donde vivir.

Y Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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