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La respuesta que el Estado da a la delincuencia juvenil no puede nunca pensarse desde una mirada
que apunta únicamente a responsabilizar a niños, niñas y adolescentes por aquello que el Estado y
el mundo adulto no ha podido resolver y que soslaya la responsabilidad de cuidado a esta
población a cargo del Estado, las familias y la sociedad en su conjunto.
En este punto no puede dejarse de lado que un informe de UNICEF del año 2018 indica que el 48%
de los/as niños/as argentinos/as se encuentran en situación de pobreza, tomando una perspectiva
multidimensional no monetaria, la cual incluye la privación de alguno de los derechos enunciados
en la Convención sobre los Derechos del Niño: educación, protección social, vivienda adecuada,
saneamiento básico, acceso al agua segura y un hábitat seguro. La UCA, por su parte, señaló que
seis de cada diez chicos/as en Argentina sufren algún tipo de privación de derechos. Estos datos
alarmantes revelan un fenómeno conocido: la pobreza en la niñez es más elevada que la pobreza
en adultos, aspecto que no puede escindirse de las falencias en las políticas públicas destinadas a
la infancia.
Un Estado presente desde la primera infancia, donde deberían verse fortalecidos los sistemas de
protección integral para garantizar a niñas, niños, adolescentes, sus familias y sus comunidades
derechos humanos fundamentales: una buena calidad de vida, el respeto a su identidad, el acceso
a la atención integral de su salud en igualdad de oportunidades, el acceso a la educación pública y
gratuita atendiendo a su desarrollo integral y orientada a la construcción de la ciudadanía, el
derecho a la recreación y el deporte, el derecho a la dignidad y la integridad personal y a no sufrir
ningún tipo de discriminación ni violencia.
¿Cómo se espera que las personas penalizadas se reintegren a la sociedad cuando se las excluye en
todo ámbito?
Para ello es preciso crear una “malla de contención” , en la cual no solo la escuela sea la
contención del chico que se incorpora y de aquel que se reincorpora. Sino que la escuela, familia,
clubes, etc, trabajen en conjunto y fortalezcan esa malla para que aquel chico que cometió el delito
no sienta la necesidad de volver a hacerlo y aquel que no cometió el delito aún, no lo haga nunca.
Para eso es necesario preocuparse por la equidad y poner en el centro y arriba de todo la infancia y
adolescencia.