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BILOGÍA DESEO II
Lorena Fuentes
Lorena Fuentes
Corazón Oscuro
Primera edición: julio 2023
Código: 2307044764645 SafeCreative © ALL RIGHT RESERVED ©
ISBN: 9798851046667
Diseño de cubierta e interior: Lorena Fuentes
Imágenes de la portada:Todos los derechos a AdobeStock
Revisión Ortográfica: Isaura Tapia
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro, ni su
tratamiento informático, ni la trasmisión de ninguna forma o por cualquier
medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros
métodos, sin el permiso previo del autor.
Tabla de contenido
Coraline- Måneskin
Another Day- Michael Morrone
Atlantis- Seafret
Torna a Casa-Måneskin
Sparks-Coldplay
The Scientist- Coldplay
Since I Don’t Have You- Guns N’Rose
Cryin’- Aerosmith
I Wanna Be Your Slave- Måneskin
Darkside-Neoni
Watch Me Burn- Michael Morrone
Drink Me- Michael Morrone
Dark Room-Michael Morrone
Hard For Me- Michael Morrone
Villain- ARCANA, Zack Merci
Villain- Bella Poarch
Hole in my Soul- Aerosmith
Drivers License- Lewis Capaldi
Villain- K/DA
Killer- Valerie Broussard
Dark in My Imagination- Verona
Mine- Kelly Clarkson
Come Back Home- Sofia Carson
Be My Queen- Seafret
How Villans Are Made- Madalen Duke
Always Hate Me- James Blunt
Victim- Hañffñives
Blood On A Rose- Everybody Loves an Outlaw
Fix You- ColdPlay
I Hate u, I love u- Gnash ft Olivia O’brien
Ti amo Umberto Rossi
The Lonelist- Måneskin
Las Cuatro Estaciones-Vivaldi
Carmina Burana: O Fortuna- Carl Orff
Prólogo
GIACOMO
*****
GIACOMO
*****
PIA
M uerta.
Estuve muerta y regresé. No deseo seguir viviendo, aquella tarde lo
supe, estaba embarazada, esa maldita obsesión de Giacomo se había
materializado, esperaba el producto de las noches de desmesurada pasión.
Sabía que en el fondo de su corazón blindaba su amor por mí, porque el
daño era demasiado, lo había jodido al punto en que el rencor había cavado
una tumba para sus sentimientos. Estaba procesando en mi mente todo lo
que venía, cuando me anunciaron la visita de Mina, me causó suspicacia ya
que sabía que tenía algo que ver con mi esposo, lo sospechaba, pero en el
fondo sabía que era así. Al saludarla me di cuenta de que no la conocía, que
viví años ciega creyendo en su amistad.
Estaba ahí, frente a mi muerte, la chica que siempre estuvo a mi lado, la
que creía que era mi amiga, realmente era mi enemigo, no pensé nunca que
su obsesión por Giacomo la llevaría tan lejos. Cierro los ojos recordando el
momento en que mi vida cambió para siempre, convirtiendo mi amor en un
odio profundo hacia mi esposo.
—Tengo que contarte algo —anunció asegurándose de que estuviéramos
solas—. ¿Ningún pali entrará?
Su pregunta debió encender todas mis alarmas. Sabía que no había
venido a verme con buenas intenciones, pero no podía ponerme a dudar de
todos a mi alrededor, sabía que en la mafia nadie era amigo de nadie, que
la traición venía de las personas que menos esperabas, por eso trataba de
creer que Mina Di Lauro no podría hacerme daño. Tomó mi mano y se me
erizó la piel, se la quité inmediatamente.
—No, pedí que nos dejaran a solas.
Asintió nerviosa, todas las señales estaban frente a mí, pero estuve ciega
y no las quise ver.
—Verás, siempre te dije que estaba enamorada de alguien de la
organización y no podía decirte su nombre, que, llegado el momento, te lo
confiaría, es algo que tuvimos que esconder, porque debía vengarse de otra
persona y le daba miedo que pudieran llegar a mí.
Sonreí.
—A veces creo que tienes una aventura con alguien casado, pero lo que
me cuentas tiene más sentido.
Soltó una carcajada, pero no era la risa de mi amiga. Su comportamiento
era extraño, estaba nerviosa, miraba a otras partes menos a mí, me quedé
observándola esperando a que me contara, sin embargo, en el fondo de mi
corazón lo sabía, estaba segura de que era mi esposo.
—Lo está, no lo estaba cuando inició nuestra relación, a veces nos toca
hacer sacrificios. —En mi pecho se instaló un desosiego cuando agarró mi
mano con fuerza para agregar—: Hemos sido educadas a entregar todo por
la organización, tanto, que nos olvidamos de que somos humanos, que no
todo es ser camorrista.
—Mina, lo siento —dije nerviosa soltándome de ella—. A veces apesta
todo lo que nos toca vivir.
—Deberías, crecí a tu sombra, según todos, eres la mujer más hermosa
de la organización, la que todos desean, la intocable. ¿Y qué era yo? La
segunda opción para todos, la amiga estúpida que debía resignarse a las
sobras que dejabas.
Me levanté y le di la espalda, aquel fue el peor error de mi vida.
Entendía lo que ella podía sentir, pero no podía creer que guardara dentro
de su corazón tanto rencor. Habíamos sido criadas como hermanas.
—Daría todo por ser normal, Mina, no sabes lo infeliz que soy, no tienes
idea de lo caro que es ser yo, pago un precio muy alto. —Me reí nerviosa—.
Mi matrimonio no es lo que piensan, no tengo nada de lo que siempre soñé,
pero nunca te dejé sobras, siempre pensé que eras mi igual. —Negué—.
Perdí a mis padres, estoy casada con un hombre que no me ama, soy
miserable, no tienes nada que envidiar.
—Espero que así sea —afirmó y volvió a reírse—. Mereces ser infeliz,
miserable, que nadie te ame, te mereces lo peor de este mundo, porque
nunca has tenido piedad con nadie, porque fuiste miserable con todos,
nadie era suficiente para Pia Zeno, cuando claramente eres una puta, pero
todo acabará pronto —finalizó en un tono que evidenciaba rabia y
desesperación.
Me di vuelta para enfrentarla y me paralicé al ver que me apuntaba con
una nueve milímetros. Entonces caí en cuenta de que la chica que pensé
que era mi mejor amiga, no lo era, realmente me odiaba y siempre estuvo a
mi lado por conveniencia.
—Es Giacomo —afirmé
—Lo amo, lo vi cuando tú lo odiabas, pero como siempre te prefirió a ti,
la princesa de la Camorra.
—Mina…
Se rio fuera de sí, le di la espalda para acercarme al escritorio donde
estaba mi móvil. Marqué el número de Giacomo, rogando a Dios que
contestara. Soltó una carcajada.
—Vamos, llámalo, así sabrá que debió escogerme y no a ti. Me ha
follado, le he dado todo lo que tú no. Mientras estás aquí, me folla como
nunca lo hará contigo. —Aquella confesión me rompió el corazón—. Soy la
amante, pero hoy me convertiré en la oficial.
Conocía a Giacomo mejor que nadie en el corto tiempo que estábamos
juntos, sabía que había follado con muchas mujeres, pero tenía la
seguridad de que era incapaz de engañarme, ella estaba segura de que
creería sus mentiras, lo amaba tanto que pensaba que al confesarme que
era infiel iba a joderme. Solté una carcajada, estaba arriesgándome, bajé
la mirada al móvil y me giré al darme cuenta de que Giacomo había
colgado.
«Ven, no me decepciones, ven por nosotros», le rogué a mi esposo en mi
mente.
—Te puedes quedar con él, no necesitas matarme, ayúdame a escapar —
mentí y si accedía sería el boleto hacia mi libertad.
Abrió los ojos sorprendida por mis palabras, no se esperaba eso de mí,
sin embargo, necesitaba ser más inteligente que ella.
—Te buscaría, lo sé, tampoco soy idiota, su necesidad de vengarse por
intentar matarlo es mayor que lo que siente por mí.
—Podría irme a Suramérica, pasar desapercibida, mi tío Adriano vive en
Argentina, nadie lo sabe, podría irme con él, desaparecer; te convertirás en
lo que tanto quieres y yo tendré la libertad que tanto anhelo, prometo que no
volveré, tendrás mi palabra, me conoces, Mina.
—¿Qué ganaría? —inquirió.
—A él, no estoy interesada en el hombre que mató a mi amante y a mi
padre. Sabes que lo odio desde niños, sabes que mató a mi papá, ¡no lo
amo!
—No te creo —reviró—. Te vi en el sepelio de sus madres, buscabas su
apoyo para no llorar. —Quise morirme—. Parecía que él no podía mantener
las manos alejadas y tú no podías estar en pie sin su apoyo.
—Estás errática y ciega por los celos, además de que estaba destrozada,
acababa de enterrar a mi padre y en ese momento me encontraba sepultando
a mi madre. ¿Cómo voy a amar al gordo? —me burlé tratando de
convencerla—. Nunca te lo conté, pero traté de matarlo.
—¡Maldita! —exclamó y me apuntó.
Puse los ojos en blanco.
—Qué triste que creas que puedo amar a la basura de la Camorra, pero no
puedo esperar nada bueno de ti, mírate, eres tú la que recoges mis sobras.
—Él me ama —aseguró con dolor.
Solté una carcajada, la verdad verla así me daba lástima, nunca pelearía
por un hombre que no me quiere, por Cristo, el mejor acto de amor que
puedes tener contigo misma es dejar ir lo que no es para ti.
—Te usó para llegar a mí, te creí más inteligente —me burlé—. Claro
que me ama, pero no voy a pelear contigo, no me interesa, la verdad es que
nada de lo que envidias, lo deseo.
La puerta se abrió y Giacomo entró, pude ver el miedo en su mirada, pero
el dolor de la traición era demasiado intenso.
—Mina —la llamó.
—Qué bueno que llegaste, amore mio —aseveró Mina mirándome—, así
ves cómo ella muere.
—Mina, por favor —suplicó.
—Déjala —le pedí con una sonrisa—, la muerte es mejor que seguir a tu
lado.
Era cierto, si quedaba una mínima oportunidad de salvar lo nuestro, ya
no podía intentarlo más. Sin embargo, pensé en mi bebé, llevé la mano a mi
vientre y le rogué en silencio a Giacomo que me salvara.
Mina soltó una carcajada, estaba realmente fuera de sí.
—Lo amas, pero no te pertenece, así que voy a hacerte un favor al
matarte, debí hacerlo antes —declaró sin la más mínima duda de lo que
pensaba.
—Hazlo, igual no voy a caer en este juego, ¡dispara de una maldita vez!
—ordené—, soy demasiado mujer para caer en una pelea por un hombre.
Mina asintió.
—¡No! —gritó Giacomo.
Escuché el disparo y sentí cómo quemó, él trató de llegar, sin embargo,
era tarde. Miré la mancha de sangre que explotó en mi camisa blanca.
Tambaleándome sobre mis pies sentí cómo caía, pero él me atrapó. Sonreí,
no podía creerlo.
—Gioia mia —susurró.
—Te amo —musité.
—Pia, Pia…
Escuché su voz y no supe más de mí.
Me levanto de la cama atormentada por el recuerdo del día en que dejé
ser la Pia enamorada, puede que esté muerta en vida, pero hay vendettas por
cobrar y estoy dispuesta a recuperarme. He acabado de esconderme en una
habitación oscura, no soy una cobarde, no puedo quedarme encerrada como
una estúpida, es hora de que la sangre que corre por mis venas hierva. Voy
al cuarto de baño y me doy una ducha larga, al salir me quedo desnuda
frente al espejo.
Llevo cicatrices internas, las que no se ven, las que duelen y a veces no
se recuperan, pero voy hasta la cicatriz que mató a la Pia que fui. Toco mi
hombro mirándome fijamente, si alguna vez pensé que podía ser feliz, no
imaginé que amar podía lastimar, que se siente como si te arrancaran el
corazón del pecho, porque hay situaciones que no pueden ser arregladas.
Giacomo se sintió como una fiebre que encendió mi cuerpo y corazón, di
vueltas alrededor de él por mucho tiempo, sabiendo que cuando acabara los
dos íbamos a resultar destruidos. Me ha quitado mucho para dejar que se
salga con la suya, la verdad fui demasiado tonta, pensé que con veintidós
años y todo lo que había vivido durante toda mi vida, iba a ser más
inteligente, sin embargo, él obnubiló mis pensamientos con el deseo y
pasión que ardían entre los dos. ¿Realmente lo amo? No lo conozco, no
obstante, estoy dispuesta a arrancarle su oscuro corazón y después irme
lejos, porque no tengo razones para quedarme en este lugar.
Abro la llave y dejo que el agua se lleve parte de mi dolor, que con ella el
rastro de las lágrimas se borre, ahora entiendo eso que dicen de que el agua
salada cura todo, el mar te calma, el sudor te purifica y las lágrimas te
sanan. Supuestamente soy la princesa de la mafia, solo soy una chica a la
que le arrebataron todo, nunca quise esta vida, pero ahora la abrazo como
mía. Suelto un suspiro y voy a vestirme, escojo un vaquero desgastado con
una camisa de seda de color negro y busco unos botines. Dejo mi cabello
suelto para que se seque con el aire, me maquillo para esconder los meses
que llevo sin dormir. Satisfecha con mi aspecto, busco entre mis joyas el
colgante de obsidiana negra y me lo coloco. Salgo de la habitación
deambulando por el piso hasta escuchar sus voces en el comedor.
Tanto Giacomo como Luca se callan al verme. Mi esposo trata de
adivinar cuál es mi propósito al salir de mi guarida, mientras su primo solo
me observa con preocupación. Él se ha convertido en algo, no quiero
definirlo, pero ha intentado consolarme cuando simplemente ya no deseo ni
vivir. Tomo mi puesto y me sirvo el desayuno ante su escrutinio.
—¿Podrían volver a lo suyo?, no soy un mono para que me observen —
comento.
—¿Has vuelto? —averigua Luca.
Sonrío.
—Aquí estoy, esperando el momento justo para irme —contesto.
Giacomo pega un golpe en la mesa, salto del susto y me regaño
mentalmente por reaccionar. Lo observo y puedo ver la tensión de su
cuerpo.
—Nunca dejaré que te vayas —sisea con voz amenazante—. Nunca. —
Toma mi muñeca.
—Giacomo —lo llama Luca.
Sonrío.
—¿Lo entiendes? —pregunta mi marido haciéndome daño.
—No —rebato zafándome de su agarre.
—Esa palabra…
Dejo de mirarlo tomando una manzana, sonrío hacia Luca. Sé que
debería ser más delicada ante ellos, sin embargo, si me convierto en la Pia
que todos odian voy a destruirlos.
—Espero que los maten —añado con una sonrisa—, me caes bien, Luca,
pero no olvidemos que tienes una deuda conmigo.
Suelta una carcajada.
—Es bueno ver que has vuelto —se burla—, una preocupación menos.
—¡Cállate! —le ordena Giacomo sin dejar de mirarme, siento el calor de
su mirada sobre mí—. No sé qué planeas, Pia, sabes muy bien que no
puedes jugar conmigo.
Levanto mi mirada para enfrentarlo.
—Me da risa que creas que te tengo miedo, me hiciste amarte para luego
odiarte, pero si crees que esto no es lo que deseaba, estás equivocado,
cuando supe que iba a casarme contigo, tenía claro que iba a ser infeliz, no
me importa si crees que no puedo jugar contigo, porque no voy a jugar.
—Pia —me llama Luca en advertencia.
—Te dije que cada golpe que me dieras iba a hacerme más fuerte, me
mataste, pero volví, así que aquí estoy.
—No me das miedo, Pia, tus amenazas son vacías, siempre terminas
abriéndote de piernas.
Tomo mi cuchillo para clavarlo en su mano. Luca se levanta mientras
Giacomo me observa con los ojos desorbitados. Me quedo mirando su piel
morena llena de tatuajes y el rojo carmesí de la sangre emanando de ahí.
Hasta yo me sorprendo de mi reacción, jamás creí convertirme en eso que
tanto he odiado, pero el dolor siempre te hace reaccionar de las peores
formas posibles. Mi esposo toma el mango del cubierto para sacarlo.
—Al fin —murmura—, pensé que nunca volverías.
Tomo el tenedor y pincho mi fruta, ni siquiera lo miro cuando se levanta
para irse. Luca se queda mirándome y niega.
—No conviertas esto en una guerra, no lo entiendo, tal vez porque yo no
estoy enamorado, pero Giacomo te ama, dale la oportunidad de redimirse o
tal vez termines muerta.
—No le daré nada y el muerto será él.
Niega levantándose y deja la servilleta sobre la mesa.
—Ojalá puedas entenderlo, me da igual que se maten los dos, pero piensa
que, si tu vida es miserable, no es por Giacomo, sino por tu padre.
—Cállate, me importa una mierda lo que puedas opinar, no fui yo quien
no fue capaz de salvarme, de salvarnos.
Niega.
—Ese fue su error, Pia, pero todos los cometemos, recuerda que no eres
tan inocente como quieres hacerte ver.
Se va dejándome con mis pensamientos.
«Destruir a Giacomo Gambardella».
Un vistazo de nosotros
GIACOMO
P ia jugó con el dolor y el peso de mi culpa para ponerla delante mis ojos
y hacerme sentir peor de lo que ya me siento. Observo la sangre
mientras me lavo, nunca se había atrevido a tanto, me dio rabia y orgullo al
mismo tiempo. Aborrezco esa parte de ella que es capaz de hacerme daño,
pero estoy realmente orgulloso porque ha sido capaz de salir de la oscuridad
para poder lograr sanar.
—Giacomo —me llama Luca.
—En el baño —contesto.
Cuando mi primo entra nos observamos a través del espejo, nos
quedamos en silencio, pero diciéndonos todo. Sé que piensa que Pia
necesita ayuda psicológica, sin embargo, todos en este maldito mundo lo
necesitamos.
—¿Fue profundo? —me pregunta.
—No tanto, ¿puedes suturarme?
Asiente y me acompaña hasta la habitación, busca entre mis cosas la caja
de primeros auxilios. Nos sentamos en la mesa que tengo para leer, se queda
mirando la mano y sé que tiene ganas de hablar, de reclamarme porque
estoy aquí, sin hacer nada.
—Sácalo, Luca, di lo que piensas.
Respira hondo.
—Giacomo, hemos actuado impulsivamente, todo iba bien hasta la
muerte de Stefano, pero los errores que cometimos, pensar que los palis
iban a ser capaces de protegerla, no confiamos en nadie para dejarla
protegida, perdona que lo diga, sin embargo, debiste calmar a Mina mucho
antes, pudiste evitar esto, pudiste dejar que Aiden la vigilara. —Todos me
culpan por mi examante, mas intenté detenerla—. Además, tu mujer te
ciega, desde que ella está no piensas claramente.
—¿Crees qué no hice nada con Mina? —gruño molesto. Salto cuando
comienza suturarme—. Sé que he cometido errores, pensé que estaba
preparado para asumir el control, pero soy un niñato que cree que el poder
hará que la única mujer que ama lo mire.
Luca niega.
—Te dije que te detuvieras, la mujer que te clavó el cuchillo allá afuera,
no es la chica con la que te casaste, destruiste a Pia, le hiciste daño, tu
madre y yo te pedimos que pararas tu venganza, sé que es parte de tu
atentado, pero si ella estaba dispuesta a perdonarte la muerte de su padre,
pudiste haberla perdonado también.
Suelto una carcajada.
—¿Te gusta? —inquiero molesto—. ¿Quieres follarla?
—¡¿Qué?! —exclama ofendido—. Me conoces bien, nunca haría nada
para joderte, Giacomo, así dudes de mí, así no termines de confiar en mí,
pero los dos conocemos nuestra oscuridad, tú me salvaste cuando mi padre
me violaba, mientras mi tío lo permitía; nunca voy a traicionarte, sin
embargo, me preocupa qué es capaz de hacer ella, entiende que no es
normal, la hace actuar el dolor y puede ser peligroso.
—Ella es eso, Luca, entiende que Pia nunca ha sido la princesa indefensa,
no, tienen que darse cuenta de que siempre ha sido la villana, la que fue por
la vida destruyendo vidas, humillando; Stefano mataba familias porque ella
se lo pedía, así que, si deseaba cosechar felicidad, después de sembrar
tempestad, no iba a lograrlo.
—Perdió a tu hijo —murmura—, creo que en el fondo eso la ha
destruido.
—Lo sé, me destruyó a mí, estoy consciente de que fue un error dejarla al
cuidado de los palis que debí ser más inteligente, que no puedo seguir
actuando por impulsos. —Cierro los ojos—. Tengo que contarle la verdad
sobre el motivo por el que asesiné a Stefano y la guerra con los Di Marzo,
tal vez así se calme un poco.
—¿Estás dispuesto a dejar que se vaya? —averigua Luca.
Niego.
—No lo entenderías, pero amaré a Pia hasta que dé mi último aliento, he
pensado mucho en estos tres meses, tengo que mostrarle al verdadero
Giacomo, soy el hombre que no se arrepiente de ser un criminal, sin
embargo, no soy el hombre que deseaba destruirla, realmente amo a Pia.
Se ríe.
—Gracias a Dios no estoy enamorado, porque es un poco patético
escucharte.
Suelto una carcajada.
—Llegará la mujer que te haga perder la cabeza —afirmo.
—Sé que la amas, Giacomo, pero ten cuidado, Pia no va a perdonarte tan
fácil que la hirieras de esa manera. —Se levanta—. Vamos, sé que estás
cansado, pero es momento de que movamos el culo para ganar esta guerra.
Asiento.
Salgo de la habitación con la mano vendada, encuentro a mi esposa
sentada mirando las teclas del piano. Me quedo ahí y ella comienza a tocar
una melodía triste, una que no reconozco, sabía que Pia tocaba el piano por
su padre, pensé que era presunción por parte él, cuando hablaba de su hija,
nunca le dije que yo toco desde que tengo memoria, mi madre se preocupó
para que recibiera una educación, porque por parte de su familia venimos de
una de las más adineradas de la Campiña.
Me quedo ahí, observando a mi esposa tocar en silencio, su dolor se
puede palpar a través de la música, es triste y sombría, sé que parte de Pia
murió con ella la noche en que la trajeron de vuelta. Gira su rostro como si
ya hubiera percibido mi presencia, al verme deja de tocar y me quedo
mirándola, sus ojos negros me observan llenos de dolor. En ellos puedo
notar un vistazo de nosotros, de lo que podemos ser, todavía intento
rescatarla, mas aún no puedo caminar a ese desierto en el que se ha
desterrado por el sufrimiento, tal vez está en un lugar de mi corazón donde
el sol siempre está apagado, donde a veces la pierdo, pero si quiero la
encuentro para amarla. Estamos parados en un tiempo incierto, aún creo que
podemos amarnos. Pia y yo somos los monstruos y los príncipes de nuestra
historia de amor, porque podemos rescatarnos. Debería hablarle para decirle
las cosas que siento, sin embargo, he acabado las excusas y no tengo más
defensas, porque la amo, la amo.
—¡Giacomo! —grita mi nombre y vuelvo a realidad.
—Alístate, vamos a salir —le ordeno.
—No iré a ninguna parte.
Niego.
—Necesito que vengas —le pido bajando mis barreras—. No discutas,
una vez me pediste que te diera la oportunidad de ser mi igual, esta es tu
oportunidad, comienza a asumir el papel que quieres, sin gritos, sin hacer
niñadas, compórtate como la mujer que sé que eres, no como la que pensaba
tu padre que eras.
Pia me observa como si me hubiera salido otra cabeza, sé que no confía
en mí, los dos nos hemos jodido lo suficiente.
—¿A dónde vamos? —inquiere.
—Iremos primero a un lugar —respondo—. Mañana en la noche irás
conmigo a la reunión que organiza Alfredo Paccini.
—¿Por qué quieres que vaya? —averigua.
—Porque voy a cederte el control del clan Zeno, porque ya no absorberé
al clan de tu padre, te lo daré a ti, seremos dos clanes contra veinte, muchos
dudarán de lo que hago, pero todo tiene una razón de ser, no tengo miedo a
que me destruyas, te estoy dando el poder de hacerlo, sin embargo, piensa y
analiza, no seas la niña mimada que todos creen que eres, demuestra que
eres una mujer inteligente que es capaz de arrasar con quien se interponga
en nuestro camino.
—No entiendo —musita—. Hace meses casi me matas por pedirlo, ahora
me lo das.
—¿Qué no entiendes? Te necesito para acabar al maldito que asesinó a tu
madre y a la mía, te necesito, porque no puedo solo. —Sonríe con
suficiencia—. Pia, sé que estás herida, que crees que todo lo que hago es
para joderte.
—¿Hasta matar a mi padre? —me ataca cruzándose de brazos.
—Te contaré la verdad, te lo prometo, puedes seguir odiándome después
de eso. Te daré un vistazo de lo que es la Camorra, no lo que crees conocer,
lo que somos realmente. —Pia asiente—. Tu padre me pidió un préstamo,
uno grande para hacerse con droga, se lo di bajo condiciones de pago, el
primer pago eras tú, el segundo debía depositarlo el día de nuestra boda,
porque te deseaba, pero no soy idiota para perder tanto dinero.
—Me vendió —murmura.
—Te entregó, igual tu escape te había manchado, iba a pedir tu mano,
pero a lo largo de los años, aprendí que es mejor tener algo con qué
negociar, tu padre en reiteradas oportunidades se regodeó diciendo que mi
madre era una puta, comentarios que hacían que crearan historias como que
somos hermanos. —Se tambalea—. No somos hermanos —le aseguro—,
soy hijo de Domenico Gambardella, sin embargo, Stefano jugaba sucio, el
día de nuestra boda me amenazó, llevaba tiempo pensando en matarlo, no
obstante, aquella amenaza me hizo tomar la decisión.
—¿Con qué te amenazó? —pregunta.
—Contigo. —Abre los ojos sorprendida por mi respuesta—. Tu padre
tenía otra familia esperando por él en Caserta, todos lo sabíamos, hasta la
misma Savina sabía de su existencia, se hizo la ciega, sorda y muda; pero él
tuvo dos bastardos, tus hermanos eran los herederos, siempre lo supimos,
llevaban el apellido Zeno, así que no podíamos negarnos, me amenazó con
matarte si hacía algo para recuperar el dinero que le di en préstamo.
—No te creo.
—No te he mentido nunca —asevero abriendo y cerrando mis puños,
estoy por perder la paciencia.
—Me mentiste sobre Mina —revira—. Mentir por omisión duele de la
misma manera.
—Te oculté que tuve una relación con tu mejor amiga, pero no te mentí,
tengo un pasado antes de ti, tú igual.
—¿Por qué debo creerte? —pregunta.
—Porque asesinamos a tus hermanos y a su madre, porque no hay nada
que te impida ser lo que siempre deseaste en secreto.
—Nunca quise esta vida.
Sonrío, porque sé que se miente, que siempre la ha deseado, siempre
quiso esta vida, pensaba que era la única manera en que encontraría la
aceptación de su padre.
—No te mientas, siempre quisiste que tu padre te mirara como la mujer
capaz de asumir el papel de matriarca, deseabas ser mi igual, sé que lo
hacías por joderme, pero siempre has deseado que te veamos como la mujer
que eres y no por ser la hija mimada de Stefano.
—¿Los asesinaste a todos? —averigua—. ¿No saldrá otro bastardo?
—Puedo matar a todos los bastardos de tu padre si lo deseas, solo Dios
sabe cuántos hijos dejó el maldito, pero los que representaban un peligro
están muertos, Luca puso una bomba en su automóvil.
—Ni siquiera los conocí…
—No podías esperar amor fraternal, los cuentos de hadas en nuestro
mundo no existen, iban a quitarte del medio.
Se ríe y camina de un lado a otro, sé que estoy diciéndole muchas
verdades, que le estoy pidiendo una locura, de hecho, sé que el cederle el
control de su clan podría ser un arma de doble filo, pero necesito que confíe
en mí.
—Podría traicionarte, sabes que muero por matarte —afirma—, me estás
entregando el poder de destruirte. ¿Luca está de acuerdo con esto?
—Mi segundo al mando no puede opinar sobre esto, también sé que te
estoy entregando el puñal para que lo claves en mi corazón, pero me cansé
de pelear, esa noche que casi mueres y perdí a nuestro hijo, supe que no
podía seguir luchando; no soy un santo, crecí aquí, me criaron para asesinar,
mi corazón se niega a dejarte de amar, no importa si tenemos una guerra
interna, sin embargo, unidos podemos acabar con Federico, entiende una
cosa, los Di Marzo te odian por llevar la sangre de tu padre.
—¿Por qué Ciro odia tanto a mi padre?
—Porque amaba a Savina, porque tu padre violó a tu madre y fue la
manera de conseguirla. —Abre los ojos—. No voy a pedirte perdón por
decirte la verdad, pero te dije que Stefano no era nada de lo que pensabas,
tu padre se casó con tu madre, porque tu abuelo lo obligó a hacerlo, estaba
embarazada de ti, le dio lo que quiso, poder, y Ciro nunca pudo olvidar a la
mujer que amó.
—No, no —solloza—, nunca la amó…
—Nunca, yo no me diferencio mucho de él, me casé contigo para
vengarme…
—Me amabas, fui tu verdugo.
—Te amo, nunca ha muerto mi amor por ti, por eso deseo que conozcas
la verdad, todavía puedo ver en tus ojos el anhelo de lo que podemos ser,
tengo la esperanza de que me des una oportunidad de volver a empezar.
—No puedo, Giacomo, tampoco sé si no voy a traicionarte, no hasta que
matemos a Ciro y a Federico —asevera con voz triste.
Asiento.
—Mina me traicionó, ella le contó muchas cosas a Federico, así que no
sé qué puedan saber, qué puedan contarles a los clanes y ellos son los que
deciden. Lo que te propongo puede cambiar, todo depende de ellos.
—Vale, voy a prepararme.
—Pia… —la llamo cuando se da vuelta para irse.
—Todavía puedo percibir en tus ojos un vistazo de lo que podemos ser
nosotros.
No me contesta, sale del salón. Masajeo mi sien, todavía falta contarle
tantas cosas. Stefano tejió una red de mentiras a su alrededor mientras Ciro
trataba de recuperar lo que siempre fue de él, al amor de su vida.
Perdóname
PIA
GIACOMO
PIA
*****
GIACOMO
*****
Pia ha decidido que esta noche no soy digno de su presencia, pero una idea
ronda en mi cabeza después de escuchar la canción del grupo favorito de
ella. Hay dos cosas que he aprendido, a mi esposa le excita mi perversión,
para recuperarla necesito volver a ser el hombre que despertaba sus más
oscuros sentimientos. Tomo el brandy directo de la botella y voy hasta su
habitación, abro la puerta sin tocar. Ella se está colocando crema hidratante
en sus piernas, alza su rostro mientras la recorro con la mirada, lleva un
batín de seda que muestra las curvas de su cuerpo perfecto, ella es mi
pecado, mi lujuria y mi todo.
—¡Sal de aquí! —grita.
Cierro la puerta detrás de mí.
—Dos.
Suelta una carcajada.
—Eso no va a funcionar…
—Tres; sabes que disfruto cazarte y luego follarte, Gioa mia, y han
pasado tres meses desde que no me entierro en tu dulce coño, necesito
sentir la humedad mientras mi polla entra y sale. —Observo el cambio de
su respiración—. Sentir cómo clavas tus uñas en mi espalda mientras estoy
profundamente dentro de ti.
—Eso no va a suceder más… —afirma.
—No me mientas, Pia, sabes que llevo meses pensando y soñando con
follarte de nuevo, como tú…
—No, yo no…
—Cuatro. —Me abro la camisa, ella no deja de mirarme—. Quiero verte
explotar por mí, escuchar tu respiración entrecortada, sentir cómo tu cuerpo
se rinde por su dueño. —Me quito la camisa, abro mi cinturón bajo su
mirada oscura—. Quiero follarte, Gioa mia…
—Vete —musita nerviosa mientras camino doblando mi cinturón—. Ni
se te ocurra tocarme.
—Tus pezones dicen otra cosa, quiero sentir cómo se siente follar tus
tetas de nuevo.
—Giacomo, no…
—Cinco.
—¡Maldito!
Se levanta tratando de escapar, corro y la atrapo entre mis brazos. Sus
labios se abren por la sorpresa. Me muero por sentirlos en mi polla, la beso
y se resiste, muerde mi labio inferior y gimo de placer, la pego a mí
mientras restriego mi erección en su vientre. Se le escapa un sonido gutural
de la garganta, me alejo y sonrío cuando me doy cuenta de que está
decepcionada. La arrastro conmigo hasta la cama, me siento para tirar de
ella, la doblo sobre mis piernas, grita asustada. Subo con mis manos el bajo
de su batín de seda y me encuentro con que no tiene nada de ropa interior.
—Cuenta, Gioa mía —le ordeno con la voz apenas conteniendo la
lujuria.
Le doy la primera nalgada, gime de placer y creo que voy a explotar, mi
polla está dura contra mis pantalones.
—Uno —susurra con voz ronca.
Sonrío porque está sucumbiendo al placer, los dos necesitamos esto.
Puede que estemos demasiado jodidos, dañados, y nadie pueda comprender
qué es lo que sucede entre nosotros, pero somos esto: dolor, placer y sangre.
Pia necesita del castigo para expiar su dolor y pecados, estoy dispuesto a
darle todo lo que necesita.
—No te escuché —le digo con dureza—, por eso comenzaremos de
nuevo. —Mi mano cae un poco más fuerte.
—¡Uno! —grita.
Nalgueo, acaricio unas cuantas veces hasta que le doy treinta azotes. Paso
mis dedos por los labios de su coño y los dos gemimos. Está empapada para
mí y por mí.
—Quiero beber de tus jugos, Gioa mia, estás empapada.
—¡Fóllame duro, Giacomo! —pide con voz ronca.
—Tu castigo aún no termina.
Dejo caer mi mano, grita de placer y cuenta, necesito follarla con fuerza
como me ha pedido. Lo he soñado por meses, mi deseo no se apaga, pensé
que podría sacarla de mi sistema luego de follarla, pero cada vez es más
fuerte. Pia será mi muerte y con gusto moriré enterrado en su coño. Con mi
última nalgada, acaricio su piel y al escuchar su gemido, la tomo por su
brazo para levantarla. Se resbala y cae de rodillas a mi lado, los dos nos
miramos por unos segundos.
Sus ojos están borrachos de placer, sin embargo, verla así ante mí es más
de lo que nunca pude imaginar, es un accidente, pero uno que me causa el
mayor de los éxtasis.
—Quiero probar tu polla —gime con voz ronca y creo que voy a
explotar.
Fóllame, Ámame y Rómpeme
PIA
GIACOMO
*****
Me despierto antes de que ella lo haga, hubiera deseado pasar el día metidos
en la cama, gozando de nuestra reconciliación, pero afuera de ese remanso
de paz todavía nos defendemos de los enemigos, habíamos ganado una
batalla. Me siento como Napoleón tratando de conquistar Europa; en toda
guerra había derrotas que nos hacían aprender, pero las que se ganaban se
disfrutaban por el avance sobre el enemigo.
Entro en el despacho, Luca está junto Aiden, mi hacker, un ingeniero
informático que trabajó para la CIA. Además, los dos compartimos algo
más, algo que aún no estoy dispuesto a revelar. Los dos no se soportan, pero
tratan de mantenerse fieles a mí. Además, el valor de ambos para mí no
tiene precio, respeto a mi hombre, respeto que los dos guardemos nuestro
secreto y espero que algún día pueda compartirlo con Pia,
—Federico trató de vengarse anoche, entró a un garito que pertenecía
Stefano y… —Luca para de hablar.
—¿Y qué? —pregunto sentándome frente a mi escritorio.
—Mató a todos, pero se llevó algo que podemos necesitar.
Me quedo mirando a Aiden, quien no levanta su rostro de la computadora
mientras mi primo me marea con su miedo a contarme todo.
—Sabes que mi paciencia es corta, así que habla de una maldita vez —
ordeno.
—Que tal vez deberías hablar con Rodríguez, porque se llevó el
cargamento de cocaína y heroína, además, se rumorea que tu socio nos está
traicionando.
Doy un golpe en la mesa, ninguno de los dos se inmuta.
—¡Me cago en su puta madre! —vocifero molesto levantándome, me doy
vuelta y camino hasta ventana, mirar el mar me calma—. ¿Cuánto es el
estimado?
—Quince millones de euros —contesta Aiden—, sumado a que, de ser
ciertos los rumores, estás perdiendo a tu principal proveedor.
Alguien se aclara la garganta y no tengo que girarme para saber quién es,
sin embargo, me doy vuelta y me encuentro a Pia, está vestida con un
vaquero y una camisa de color blanco, lleva unos mocasines de color negro,
su cabello está suelto y no lleva nada de maquillaje.
—¿Pasa algo? —pregunta.
—Ve al comedor, Gioa mia —le pido.
—Ayer hiciste que la organización me nombrara tu jefa, si sucede algo
quiero estar al tanto —contesta con voz pausada.
Por el rabillo del ojo veo a mi primo esbozar una sonrisa burlona. Sé que
mi esposa tiene razón y que este momento es mi superior. Pongo los ojos en
blanco mientras chasqueo la lengua contra el paladar, le señalo el puesto
donde está Luca quien se levanta, se acercan dándose un abrazo, quiero
matarlo, pero en el fondo me da gusto que puedan llevarse bien. Mi esposa
toma asiento, observa a Aiden sentado en el mueble y levanta una ceja.
—¿Nunca habla? —inquiere.
—No si no es necesario—contesta Aiden en perfecto italiano—, pero
estoy a su servicio.
Pia sonríe.
—Espero que así sea —murmura y luego me observa—. A ver, soy toda
oídos.
Respiro cansado, porque esta idea era muy buena cuando se me ocurrió,
pero no sé si estoy tan seguro de querer a Pia empapada de todo.
—Federico atacó un garito donde tu padre almacenaba droga,
normalmente de ahí partía la distribución, con esto…
—Nos dice que no está de acuerdo —me interrumpe con una sonrisa—.
¿Quién es Rodríguez?
—El capo del cártel mexicano —contesto.
—¿Es amigo o enemigo? —inquiere.
—En este mundo no hay amigos, Pia, solo es cuestión del mejor postor.
—Ajá, es decir que Federico nos ataca, se lleva la mercancía que no solo
es mía, también es de la organización, y al distribuidor le parece buena idea
hacer negocios con él, porque seguro piensa que una mujer no puede estar a
la cabeza —concluye mi esposa.
Por primera vez observo a Aiden dejar lo que hace para prestarle
atención, me humedezco los labios.
—Es probable que así sea —respondo.
Pia se ríe de la respuesta, sé muy bien que le da rabia que la
menosprecien por ser mujer. Luca me observa como si mi a esposa le
hubiera salido otra cabeza; Aiden niega y vuelve a lo que hace.
—Quiero una reunión con el tal Rodríguez, así que arregla todo para que
pase —me ordena.
—Pia, no… —respondo y me fulmina con la mirada.
—A ver, Giacomo, no soy una esposa florero y tampoco quise serlo,
puede que no quisiera casarme contigo y menos enamorarme de ti, pero
aquí estamos, soy tu esposa y, además, la jefa de la organización, nada sale
como esperamos, sin embargo, es lo que hay, quizá no sea letal, no obstante,
para eso te tengo a ti, querías que me convirtiera en la reina de la Camorra,
aquí estoy, ahora te toca convertirte en mi general; no voy a permitir que
Federico joda lo que mi padre construyó, tampoco darle razones a la
organización para pensar que se equivocaron.
—Es peligroso —confieso.
—Espero que me protejas… —Se da vuelta y camina hasta la puerta—.
Te espero para comer, también a Aiden y a Luca.
Sale dejándonos sin palabra, mi primo se sienta de nuevo y saca de su
pantalón una cajetilla de cigarros.
—Estás creando un monstruo —se burla mientras se enciende un pitillo,
da una calada y suelta el humo para decirme—: Tal vez tenga razón; Pia es
inteligente, no subestimes a tu mujer, además, te tiene a ti y tú me tienes a
mí, así que nunca va a estar desprotegida, deja que haga las cosas a su
manera, prueba ceder; el miedo y las ansias de ganar nos ha hecho cometer
errores.
—Si le pasa otra cosa… —musito.
—No le pasará nada, esa vez ella confió en su amiga, pero esta ocasión
sabe que a lo que se enfrentará es peligro, deja que llame a Juan Andrés,
puede que nos cuente qué es lo que piensa su padre, agotemos todo antes de
lanzarla a los lobos.
Asiento aceptando que tiene razón.
—¿Vienes? —pregunto.
—Claro, vamos, Aiden, vas a morirte de la risa con la prima, capaz
somos los espectadores del envenenamiento de Giacomo —comenta Luca
levantándose.
Pongo los ojos en blanco, salimos del despacho, encuentro a Pia tomando
un té con una laptop abierta, reconozco lo que está mirando, es la bolsa, la
está analizando. La cierra sonriendo al vernos, desayunamos mientras Luca
la pincha para sacarla de sus casillas, Aiden mal come sin dejar de hacer lo
que es importante para mí. Mi primo y mi esposa pasan el rato bromeando
como si fueran mejores amigos, me quedo mirándola tratando de buscar
algo que me haga pensar que estoy alucinando, que es un sueño, pero frente
a mí tengo lo que por años anhelé.
Pia me toma de la mano cuando Luca le cuenta de nuestras aventuras en
Roma, lo fulmino con la mirada mientras disfruta de cada anécdota que él
pueda relatarle de nosotros; el primero en levantarse es Aiden, luego mi
primo, dejándonos a solas. Llevo su mano hasta mis labios y dejo un beso,
sonríe y quisiera ver ese gesto en su rostro siempre, es preciosa, se le
forman dos hoyuelos en sus mejillas. Tan irreal, pero al mismo tiempo es
real, esto es lo que siempre he querido y me da miedo que sea parte de una
jugada. Se aclara la garganta, observo cómo lentamente dibuja una sonrisa
tímida.
—Gracias por aceptar contarme —comenta.
—Tengo que aceptar lo que propuse…
—¿Por qué lo hiciste? —inquiere.
—Porque, lo creas o no, sé que puedes con todo, me da miedo que te
lastimen, claro que sí, casi te pierdo por pensar que estabas segura, que
nada podría alcanzarte.
—¿Lo de anoche fue real? —musita.
—Mi corazón analfabeta aprendió una nueva palabra: amor. Eres amada,
Pia, tal vez no como en los cuentos de hadas, no como lo hacen las personas
normales, pero te amo.
—Te amo…
Se levanta y me sorprende sentándose sobre mis piernas, me envuelve en
sus brazos y me besa. Y por un momento creo que estoy muerto, que esto es
el cielo y nada es real.
Él y yo
PIA
A veces creo que mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, que nada
es lo mismo desde que me casé con Giacomo, sin embargo, en otras
ocasiones pienso que fue uno de trescientos sesenta grados y que sigo en el
mismo lugar, somos parte de la Camorra, somos dos personas que luchan
por sobrevivir en un mundo en el que, si no eres lo suficientemente
inteligente, pueden destruirte. La noche anterior todo fue sublime, salí de la
casa de Paccini con la convicción de iniciar una guerra; de matarlo por
engañarme, por llevarme con una mentira y hacerme asumir algo que puede
quedarme grande, no por ser mujer, sino por la poca experiencia que poseo.
Solo que anoche, mi esposo me mostró una manera de amarme, puede
que no sea como en las lecturas de los libros, donde las parejas hacen el
amor; nosotros follamos a lo bestia y eso nos une, pero son esos pequeños
detalles los que me hacen sentir que todo puede ir bien, que, por más que
intente buscar una razón para que él y yo no funcionemos, no la encontraré.
Giacomo me daría todo para que me quedara, hasta su analfabeta corazón
que conmigo está aprendiendo a amar. Escuchar su tono de barítono
cantándome una hermosa canción me hizo sentir que estaba en mi propia
historia. Una donde nuestros oscuros corazones están dejando entrar la luz
del amor, estoy enamorada, estoy convencida de que no puedo seguir
resistiéndome a lo que hay, que solo me toca luchar contra los demás, con
aquellos que desean hacernos daño.
Tampoco puedo pasar la vida tratando de remediar el daño que le hice,
podría poner cien mil excusas para justificar mi comportamiento, pero en
realidad fui la maldita villana porque lo quise; hasta cuando mis
sentimientos estaban cambiando, preferí esconderme detrás del escudo de la
maldad. Y no está mal, porque puede que al final esa mujer sea una que
destruya a los que realmente tratan de joderla.
Giacomo está en el despacho mientras reviso la bolsa de valores o eso
creo, sé que mi padre exigía los pagos en Bitcoins, ya que creía que la
criptomoneda era la mejor manera de resguardar el dinero de forma segura.
Observo el flujo, las líneas, pero no puedo seguir, cierro la pantalla
pensando en mi esposo, en lo hermoso que fue anoche, los días en el yate,
tal vez sea la única persona que ha visto estos rasgos; mientras él solo ha
visto a la perra fría que hay en mí derrumbarse y llorar.
Mina trató de hacernos daño, sin pensar en que los dos tuvimos pasado,
me dolió, claro que lo hizo, no tanto por Giacomo, lo hizo por ella, porque
imaginaba que realmente éramos amigas, aunque no puedo esperar lealtad
en este mundo que se mueve por los intereses carnales y de poder. La
traición, esa es la moneda de cambio, lo que puedes esperar hasta de la
persona que menos imaginas, triste, pero es cierto, sucede en todas partes
hasta en aquellos que viven una vida normal. No porque seamos criminales
nos la vivimos traicionando; cuídate de aquellos que son mansos, de las
falsas sonrisas, porque el mar más calmo puede traer un maremoto que te
destruirá. Eso fue Mina, el mar donde creí encontrar la calma, mientras en
sus profundidades se agitaba hasta que alzó sus olas para destruirme.
Recuerdo la carta de mi tío Adriano y voy hasta la habitación, busco
entre mis cosas y maldigo en voz alta cuando no la encuentro.
—¡Giacomo! —grito su nombre, molesta.
Salgo y lo busco en el despacho, está hablando señalando algo en el
escritorio a Luca, ya no hay rastros de Aiden. Alza su mirada y sonríe, lo
que provoca que desee cortarle las pelotas e izarlas en una asta como la
bandera de mi castillo.
—¡Sal, Luca! —ordeno.
Luca se gira y me observa como si estuviera loca, puede que lo esté, todo
lo estamos, sin embargo, es su adorado primo el que es capaz sacarme de mi
vida cuadriculada, llevarme a estos extremos donde dejo de ser fría y
calculadora para convertirme en una persona voluble.
—¿Te picó un bicho? —se burla.
—Sí, uno llamado Giacomo —contesto.
Mi esposo sonríe mientras su primo suelta una carcajada, pongo los ojos
en blanco mientras señalo la puerta.
—Vete, necesito hablar con mi esposo —reitero.
Resopla fastidiado, recoge todo lo que está frente a ellos, son papeles de
la organización, ya tendré tiempo de ponerme al día. Cuando pasa a mi
lado, se gira para decirme algo y lo observo con cara de pocos amigos, lo
piensa mejor y sale.
—¡Dámela! —exijo poniendo mi mano frente a mí—. Dame la carta de
mi tío.
—Habías tardado en pedirla —responde buscando entre sus cosas en el
cajón superior del escritorio—. Tenía que leerla.
—¿No podías esperar a que yo te mostrara? —inquiero caminando hacia
él para arrancársela de la mano—. Debes aprender otra palabra, se llama
confianza y va de la mano con el amor.
Suelta una carcajada.
—¿Confías en mí? —averigua, me quedo callada y es que entre los dos
hay una gran brecha—. Lo supuse.
—Lo siento, Giacomo, todo esto es nuevo, tú y yo, nuestro amor, los
sentimientos, quiero confiar en ti, pero…
—Nos he hecho daño, por lo que ahora tenemos que trabajar en eso.
Se acerca para tomarme de la cintura, me pega a su cuerpo y con sus
dedos sube delicadamente mi rostro.
—Nadie te ama como te ama este loco, lo sé, me comporté como el
hombre que desconfía, pero Adriano…
—Mi tío me quiere —lo interrumpo—, además, siempre me dijo que el
día que alguno de ellos faltara, te buscara.
—¿Por qué? —averigua.
—Mi tío veía lo que otros no, supongo que notó algo en ti que yo no
veía. —Se la doy—. Léela.
Giacomo se aleja tomando mi mano para llevarnos al sofá, nos sentamos
y me acomoda de modo que mi cuerpo descanse sobre el suyo, cuando está
satisfecho me da un beso en el cabello. Saca la carta del sobre y se aclara la
garganta.
Amada sobrina
Ha pasado mucho tiempo, pero sé que te has convertido en una hermosa
mujer, una chica que esconde sus sueños y sentimientos para no ser
destruida; la mejor decisión que tomó tu padre fue a unirte a Giacomo,
porque desde niño su amor por ti lo convirtió en un hombre sin piedad que
será capaz de cuidarte.
Mi Pia, mi dulce Pia, no sabes lo mucho que extraño estar en casa, no
obstante, a veces estar lejos te permite tener otras perspectivas, sé que la
guerra con los Di Marzo al fin ha explotado como debía y que asesinaron a
mi hermano y cuñada, te toca encontrar su punto débil para destruirlos, sin
embargo, voy a confiarte el punto débil de Ciro Di Marzo: tú, siempre has
sido tú. En su mente retorcida él cree que eres una Di Marzo, quizás no lo
sepas, pero la rivalidad entre mi hermano Stefano y él inició el mismo día
en que se robó el amor de tu madre.
El arte de engañar es la manera de ganar las guerras, hazle creer que lo
sabes todo, que no eres una Zeno, conviértete en nuestro Caballo de Troya,
destrúyelo. Supongo que a estas alturas sabes que tienes hermanos
bastardos, que Stefano era un maldito.
Te amo como una hija, por eso siempre estuve para ti, por eso te protegía
como un halcón, por eso le hice creer a Ciro que eras suya, tienes las
armas para destruirlos, eres mi amada hija, la que nunca pude tener.
Pronto volveré te buscaré y te explicaré, pero, mientras, usa esto a tu
favor, engáñalo haciéndole creer que eres su pequeña; ahora que perdió a
dos de sus hijos, su corazón es débil…, nunca dejes que vean que amas,
porque con aquello que es dueño de tus afectos te destruirán.
Espérame, piccola, prometo que volveré…
Adriano.
P.D.: Si lees esto, Giacomo, tienes a la joya más valiosa de la familia
Zeno.
—Ciro es mi padre, ¿crees que mi madre no era virgen? —musito.
—No sé si sea cierto, Gioa mia —asevera—, no sé si es tu padre, lo
único cierto es la historia entre Di Marzo y tu madre.
—¿Tuvieron algo de verdad? —averiguo.
—Voy a contarte todo lo que sé, creo que es el momento que de conozcas
la verdad de lo que vives.
Giacomo me cuenta la historia entre mi madre y Ciro, también cómo mi
padre hizo hasta lo imposible para robársela hasta acabar con ella; terminó
violándola y obligándola a casarse con él. Siempre pensé que él no la
amaba por la manera en que la trataba, como una basura, como si fuera una
molestia que debía mantener cerca. Las peleas, los golpes, las veces que
escuché a mi madre rogándole que parara porque iba a matarla, los llantos
ahogados, las noches en que mi tío entraba a abrazarme para protegerme de
la ira de papá.
—Papá desterró a mi tío para protegerlo —declaro.
—Creo que la verdad es que lo quitó del medio, no fue protección —
explica ante mi comentario. Logrando que me ponga tensa—. No puedes
permitir que vuelva, la familia también traiciona…
—Es mi tío —reviro, molesta.
—No pienses en nada de lo que te dice esa carta, no confío en él, no
rumees la idea de que eres hija de Ciro.
—Mi vida es una locura, Giacomo…
Me gira de manera que estoy sobre él, puedo ver su rostro y no puedo
esconder el mío, así que puede ver mi miedo.
—Mi familia era un desastre, maté a mi padre porque abusaba de mí a
escondidas de mi madre, me violaba, entraba de noche y hacía toda clase de
mierdas conmigo; lo maté porque, así como él no me amaba, yo no lo amé,
abusaba de mí porque era lo que no esperaban, porque así iba a aprender a
ser hombre.
Pongo una mano en su rostro con ganas de llorar.
—Giacomo…
—Por ti he dejado todo, no miro en mi pasado porque ya me ha marcado
lo suficiente, nuestros padres son los monstruos que señalan en los cuentos.
—Sufrías y yo te hice más daño…
Se ríe.
—A veces hacemos daño a los que amamos, siempre supe que me
amabas, Gioa mia, no dejes que nada de lo que dice esa carta te cambie.
¿Qué más da si eres hija de Stefano o de Ciro? Eres una mujer inteligente,
no importa qué sangre corra por tus venas, ahora eres una Gambardella.
—Soy tu esposa.
—No me importa de dónde procedas, somos tú y yo, no vas a acercarte a
Ciro, no le harás creer nada, no necesitas eso, juntos encontraremos la
manera de vencer, ya hemos ganado la primera batalla.
—Soy la cabeza de la Camorra.
—Y vas a demostrar que eres capaz, y yo estaré a tu lado.
Me acurruco en su pecho y dejo un beso en él.
—Pensé que la carta decía algo como que debía matarte; Adriano
siempre me protegió, cuidaba de mí, me salvaba de la ira de mi padre, pero
pensé...
—No sigas, puede que sea una mentira escrita con la intención de
desestabilizar todo, no lo sabemos, no podemos confiar en nadie, Pia, ni
siquiera en la familia, no puedes confiar ni en mí.
—¿Por qué no puedo confiar en ti? —averiguo asustada.
—Porque mi corazón lucha, por un lado, te ama y por otro te odia por
joderme por tanto tiempo.
—Deja de luchar y permite que tu amor por mí gane.
Suspira y no me dice nada más, nos quedamos así abrazados un buen
rato. Mi mente trata de descifrar la verdad. Sé que Franco Paccini es el
único que puede contármela y quizá encuentre un momento para visitarlo.
Mentiras
GIACOMO
*****
Luca entra con cara de pocos amigos a la casa, sé que cuando está así ha
sucedido algo que no logra controlar y que estamos en un punto sin retorno.
—Rodríguez no quiere ver a tu mujer, así que nos ha enviado a Juan —
me informa—. Estará presente Federico.
—No lo quiero cerca de Pia —asevero.
—Conocemos a Juan desde hace años, ¿qué probabilidades hay de que
nos traicione? —inquiere acercándose al minibar para servirse un trago.
—Muchas, todo es dinero y lo sabes.
Asiente mientras se toma un shot de tequila, el mismo que trajo Juan
Rodríguez la última vez que nos visitó.
—Tampoco me gustaría exponer a Pia, así que tengo una idea que va a
joderte.
Cierro los ojos sopesando cualquier posibilidad, no tengo idea qué puede
joderme más que ver el maldito de Federico Di Marzo cerca de mi mujer,
después de insinuar que la folló.
—Dime.
—Paccini, ahora quiere ser el familiar del año, tuve una reunión con él
hace menos de una hora y puso a sus hombres a disposición.
—Alfredo Paccini no ofrece nada gratis.
—Lo sé, es lo que me preocupa, que su hijo esté aquí no es casualidad,
además de lo que me contaste, algo se anda gestando, lo huelo a kilómetros,
sin embargo, no voy a rechazar la ayuda.
Niego con mi cabeza.
—Paccini me odia, quiere sacarme del camino desde hace mucho, me
convertí en el segundo al mando después de que Adriano se largara, algo
que pudo asumir Franco, pero Stefano no confiaba en ellos, así que no me
fío.
—Vas a tener que fiarte, porque también me está ofreciendo apoyo con
sus hombres —revira.
—¿Hemos perdido muchos hombres? —pregunto.
—Tenemos los suficientes para una emboscada, pero con Pia… —Duda
al seguir y comparte una mirada, sé que le ha tomado cariño, porque de
alguna manera los dos somos lo que necesitamos—. No me fío de nadie, si
pierdes a tu mujer.
—Si me pierde ¿qué? —inquiere Pia entrando—. ¿Qué sucede?
Mi primo y yo compartimos una mirada que lo dice todo, no podemos
exponer nuestros miedos. Sé que mi esposa está abrazando su lado oscuro,
haciéndose uno con él, no obstante, seamos sinceros, puede ser una
serpiente con lengua viperina que envenena a todos con sus palabras, pero
esto, lo que está a punto de suceder es más grande que ella y que todos
nosotros.
—Estamos organizando lo que ordenaste —contesta Luca—, pero hay
ciertas cosas en las que no me fío.
—Cuéntame —pide. Luca me observa y yo niego, Pia se mete en el
medio de los dos. Le chasquea los dedos—. Por ahora la que tiene el mando
soy yo, te estoy pidiendo que me cuentes, no te lo estoy ordenando, ten la
decencia de responder.
—Pia —siseo su nombre en señal de advertencia. Se gira y me desafía
con la mirada—. No te metas en esto.
—Sabes que soy del tipo que arriesga su vida sin miedo, la que te hace
llorar, la que pone precio a las cabezas y que cumplo lo que digo.
—No me has matado —le recuerdo.
—No me tientes a hacerlo —ataca—, ahora tienen miedo, pero les
recuerdo que esto es su brillante idea, así que asuman su maldito error.
Luca suelta una carcajada.
—Lo siento —me dice cuando lo fulmino con la mirada—, te dije que
era mala idea, que estabas poniendo a tu mujer en el punto de mira.
—¿No tienes miedo? —le pregunto a mi esposa.
—Mi mayor miedo es perderte, como el tuyo es perderme a mí, así que
asumamos esto como lo que es, estoy al mando y sé que me tratas de
proteger, pero no soy la frágil rosa que creías, mis espinas están llenas de
veneno y si…
—Federico va a estar presente en la reunión, exigencias de Rodríguez.
Pia palidece ante mis ojos y se recompone de manera rápida, hay algo
que no me ha contado, mi desconfianza siempre me hace sospechar. ¿Por
qué le tiene tanto miedo? ¿Qué esconde?
—¿Le temes a Federico?
Se queda mirándome, por un momento puedo ver el destello del odio que
tanto siente por mí. Sin embargo, lo esconde y vuelve a verme con ojos de
amor.
—Federico es el culpable de la muerte de mi hijo, puede que todo lo de
Mina sea tu culpa, pero quien la ayudó fue él, sé muy bien que su padre
nunca le dio un arma.
—¿Entonces? —insisto.
—Que, si ha sido capaz de llegar indirectamente a mí, es normal que le
tenga miedo.
Dudo por un segundo, sé que miente, porque su respiración se vuelve
irregular. Nos quedamos mirándonos, asiento aceptando lo que me dice, sin
embargo, no confío, hay algo más y pretendo saber qué es en algún
momento. Luca le cuenta todo lo que sabemos para este encuentro, si en
algo estamos de acuerdo mi esposa y yo es en que Alfredo Paccini no da
nada gratis, que desea algo a cambio por protegerla.
Mi primo termina poco convencido de la decisión de aceptar su ayuda,
poniendo una condición que parece lo más sensato de todo, que es
simplemente estar al lado de mi esposa todo el tiempo.
—Vas a llevar un chaleco antibalas, así que ve buscando algo que te
quede holgado —le advierte—. Si pudiera ponerte un casco lo haría.
Pia se ríe.
—Voy a terminar creyendo que te importo, Luca —se burla.
—Me importa Giacomo y sé muy bien si te pasa algo no va a soportarlo,
así que me toca cuidarte.
Mi esposa alza sus hombros y sale de la habitación dejándonos a solas de
nuevo, espera que esté lo suficientemente lejos y me dice:
—Si ella cree estar lista, déjala ir, no cometamos el mismo error que su
padre, sé que tienes miedo de que algo pueda sucederle, pero Pia… —
titubea—, ella no es una damisela en peligro, lo que dijo es cierto, es la que
pone precio sobre las cabezas y estoy seguro de que algunos hombres le
entregarán esas cabezas en bandejas de plata como a Salomé.
—Mi mujer oculta algo —confieso.
—También lo pienso, hay algo que no nos dice sobre Federico, pero es
algo malo, porque le teme, realmente le teme.
—¿Crees que sea eso? —inquiero con duda.
—Lo es, no des tres pasos atrás, estás en el punto que siempre soñaste;
Pia puede ser desafiante, pero te ama, te ha demostrado más lealtad que
cualquiera de tus hombres, no armes una película de su reacción.
—Miente, es lo que creo, al final nuestra vida es una serie de mentiras
desafortunadas —asevero.
—No diré nada más, iré con Paccini e intentaré saber su precio, pero no
prometo nada.
Asiento, sale y lo acompaño; desde el incidente trato de no dejar sola a
mi mujer. La busco por el piso y la encuentro en la habitación sentada
mirando una prueba de embarazo. Me quedo sin palabras.
—Cuando lo supe tuve miedo de que nuestro mundo alcanzara a nuestro
bebé, le tengo miedo a Federico porque me quitó a mi madre y la
posibilidad de ser madre.
—Podremos tener más hijos —afirmo.
Niega con su cabeza y suelta un sollozo, cuando se gira para mirarme
puedo ver lo que me oculta y se me hace un nudo en la garganta.
—Te amo, Giacomo, te amo como nunca pensé amar a la persona que
siempre quise arrancarle el corazón, sin embargo, no tendré un hijo para que
viva en este mundo, porque después de esta guerra, vendrá otra y otra,
puedes jurarme amor eterno, pero nunca podrás prometerme paz.
—Pia…
—Federico… —Duda por un momento y respira hondo—: Él cree que
soy el eslabón débil por ser mujer, se acercó a mí en la universidad por
medio de Mariano y luego él mismo, no sé cómo llegó a romper el esquema
de seguridad, pero lo hizo, me ha tratado de joder, creo que es tiempo de
que le demuestre que no soy lo que piensa.
—Pia… —musito—. Teníamos traidores, pero no dejaré que te alcance
de nuevo —le prometo—. No tienes que demostrarle nada a nadie.
Niega con su cabeza y asevera:
—Federico es el diablo y pienso desterrarlo al inframundo de nuevo. —
Se levanta—. Cree que soy la princesa de la mafia, cuando seré su maldita
villana.
Mi oscuridad
PIA
*****
GIACOMO
*****
Pia está extraña desde que regresamos, trato de darle su espacio, pues
hemos estado bajo mucha presión. Me toca entender que ya no es la misma,
ya no es la chica que protegían pues consideraban que no sabía defenderse.
Esta noche demostró lo contrario y todos sabemos que está en el punto de
mira de Federico, tiene que demostrarle a toda a la organización que es
fuerte y no tiene miedo a las consecuencias de sus actos, a la primera
debilidad que demuestre va a ser destruida y por supuesto que no voy a
permitirlo. La busco por el piso, no la encuentro en las habitaciones o en el
salón. Camino hasta el despacho y escucho voces ahogadas. Reconozco la
voz de Luca y me quedo de piedra al escuchar.
—Se lo ha creído todo, va a hacer lo que pidas —asevera Luca—. Solo
tienes que esperar el momento perfecto para asesinarlo.
—Lo quiero vivo, necesito que esté vivo antes de asesinarlo y que me
cuente la verdad.
—No todos estamos preparados para la verdad —apunta mi primo—. Ni
tú y ninguno de nosotros.
—Giacomo… —titubea Pia—, no puede enterarse de esto, Luca, lo
mataría y no quiero ningún error.
Luca suelta una carcajada.
—La bella se enamoró finalmente de la bestia —se burla—, pensé que
solo sucedía en los cuentos de hadas.
Cierro los ojos, aliviado de saber que no están traicionándome, sin
embargo, me molesta que no pueda contarme lo que está sucediendo.
—Mi matrimonio no es tu problema —asevera Pia entre dientes—. Te
estoy dando una orden como la jefe de la organización.
Luca se ríe.
—Lo que quieras, pero me alegra que finalmente estén juntos y que lo
protejas, porque Giacomo lo hace y desde hace mucho tiempo. Lo que
ordenes lo haré, primita, menos matar a tu esposo, ese día sabes que sacaré
mi arma y te dispararé.
—Es bueno ver que eres leal a los que amas.
—Lo soy, Pia, y soy leal a ti, así que no hagas que mi lealtad cambie.
Toco la puerta, solo hay silencio y la abro sin reparo. Mi esposa sonríe al
verme y mi primo ni se mueve de su asiento.
—Te estaba buscando —le informo a Pia—, es hora de descansar.
Asiente levantándose, coloco la mano en el hombro de mi primo y lo
aprieto. Sube la mirada y sus ojos verdes me observan divertido. Si alguna
vez dudé de él, esta noche me he dado cuenta de que siempre ha sido la
única persona que realmente me ha querido, que somos hermanos.
—Te quiero aquí junto a Aiden a primera hora —ordeno a Luca.
Se aclara la garganta y sonríe.
—Lo siento, pero no puedo estar, enviaré a Aiden —me informa.
—¿Qué? —inquiero entre dientes.
—Tengo un asunto, ya te contaré —afirma mientras se levanta de la silla,
Pia llega a mi lado justo en ese momento—. Feliz noche, primos.
Sale dejándome con mi esposa a solas, me doy vuelta, la tomo por la
cintura y la pego a mi cuerpo.
—¿De qué hablaban? —averiguo.
—De nada importante —contesta mirándome a los ojos.
Poco a poco recuperan el brillo que habían perdido por mi maltrato y por
mis errores, mi mano sube por su espalda hasta atrapar su cabello. La tomo
con firmeza, lanzando su cabeza hacia atrás.
—No me ocultes nada, Pia —le pido con voz ronca.
—No te oculto nada —asegura.
—Gioa mia… —Tenso más mi agarre.
—Confía en mí —me pide.
No contesto y me adueño de sus labios; como cada vez que la beso el
mundo desaparece y solo existimos los dos. Atrapo su labio inferior y clavo
mis dientes hasta hacerla sangrar, gime y es todo lo que anhelo, ella es la
yesca que necesito para avivar el fuego que fulge en mi interior. Paladeo el
sabor metálico de su sangre, desde que regresamos deseo follar, me puso
como una moto verla como la Pia que humillaba a todos, en el fondo sé que
soy un masoquista que se rinde ante la maldad de su villana.
La puerta se abre interrumpiendo el momento, me giro para encontrar a
Luca que nos observa completamente lívido.
—Asesinaron a Juan —me informa.
—¡¿Qué?! —grita Pia.
—Federico Di Marzo —aseguro y mi primo asiente.
—Esta guerra no ha terminado, solo está comenzando, y Rodríguez hará
lo imposible para destruirnos tras la amenaza de Pia —declara Luca—. Hay
que llevarla a la casa de seguridad.
—No iré a ninguna parte —berrea como una niña pequeña.
Me giro para mirarla, sé que Luca piensa lo mismo que yo, que el único
objetivo de Federico Di Marzo siempre ha sido mi mujer, estar en Nápoles
solo la pone en peligro, pero enviarla sola a nuestra casa de seguridad
también sería una mala decisión, ya cometí el error de confiarle su
seguridad a los palis y casi termina muerta, ahora no puedo volver a
hacerlo. La tomo por sus hombros para que pueda mirarme, puedo ver el
terror reflejado en su rostro, no voy a permitir que le suceda nada.
—Gioa mia, mírame —le pido—, no voy a permitir que llegue hasta a ti,
seguirás a la cabeza, pero no aquí, no en el lugar donde sabemos que puede
intentar hacerte algo.
—No voy a dejarte, no voy a esconderme —declara—, no quiero darle la
razón al gusano de Federico, quiere guerra, eso tendrá.
—Pia, no estamos pidiendo que te escondas, solo te estamos protegiendo
—asegura Luca—. Vienen noches en las que tendremos que dejarte sola, no
podemos hacerlo aquí, no donde hay ojos que pueden jodernos.
—Pero…
—Confía en nosotros —le pido—, no seas terca, prometo que no vas a
esconderte, solo estaremos en una casa segura.
Suspira cansada y asiente con su cabeza.
—Está bien —acepta resignada.
*****
PIA
M i padre batalló con muchas guerras entre clanes, tuve temporadas que
no podía salir de casa ya que significaba un peligro, otras donde ni
estando bajo su cuidado mi madre y yo nos sentíamos seguras, la verdad es
que dentro de la Camorra la rivalidad entre clanes es el pan nuestro de cada
día. Sin embargo, Federico está empecinado en destruirme, lo dejé en
ridículo delante de los hombres más poderosos de la organización.
Aceptar estar en una casa de seguridad no fue fácil, no cuando deseo
proteger a Giacomo, mi corazón tiene un mal presentimiento desde la
llamada que recibí por parte de mi tío Adriano al regresar, temo que haga
algo contra mi esposo. Hoy, estoy nerviosa y con un desconcierto debido a
que no logro descifrar qué es lo que sucede, son tantos frentes con los que
tenemos que luchar. Sabemos que Rodríguez pide explicaciones por su hijo,
mientras afuera se corren muchas historias, pero todas apuntan a que
Federico lo asesinó. Además del mensaje que me ha dejado prometiendo
que voy a terminar siendo su mujer quiera o no.
¿Qué le hice? ¿Por qué yo? Sé que las vendettas se pasan de generación
en generación, sin embargo, para él parece algo personal. Le temo, porque a
la hora de cumplir lo que desea no tiene escrúpulos y sé que va a llegar el
momento en que lo tenga que enfrentar a solas, sé que su guerra no es con
Giacomo, es conmigo, más allá de todo lo que diga, desea hacerme daño,
solo por el hecho de ser yo.
Luca entra al salón después de bajar nuestras maletas, se queda
mirándome y creo que puede adivinar lo que pasa por mi mente. Todo esto
no es más que un juego mental, quiere cansarnos.
—Repíteme, ¿por qué tenemos que irnos? —insisto.
Niega con su cabeza poniendo los ojos en blanco, saca una cajetilla de
cigarrillos y enciende uno para darle una calada profunda. El primo de mi
esposo tiene algo, un halo de oscuridad, sé que es letal tanto como
Giacomo, tal vez hasta más. Un soldado obediente y que sabe que la lealtad
es todo.
—Porque tenemos que ponerte a salvo —contesta, aburrido—, vamos,
Pia, solo será por un tiempo, hasta adivinar qué es lo que pasa por su
cabeza.
—Que quiere matarme, que desea joderme, que no ve la hora de quitarme
del medio para que esté lejos de él y de todos.
—No te ofendas, pero Di Marzo quiere eso con todos.
—Ciro, tal vez, pero Federico tiene una obsesión conmigo; analiza los
hechos, fue tras de mí en la universidad, primero Mariano y luego él, esto
no es una simple venganza familiar, es personal.
Luca le da una última calada a su pitillo mientras piensa, sé que está
analizando lo que le digo, tal vez estoy equivocada y son ideas mías al decir
que esto es personal, pero en el fondo hay algo que me lo indica.
—Llámalo —me ordena—. Giacomo nos espera en la casa de seguridad,
no va a escuchar, esto es un secreto entre tú y yo, si es personal, va a tomar
la llamada.
—¿No le dirás nada a Giacomo? —averiguo con desconfianza.
—Hasta ahora no he contestado a sus preguntas, sabe que le ocultamos
algo, tienes que contarle la amenaza que te hizo tu tío. —Cierro los ojos—.
No te sientas mal, la familia es la primera en traicionarte.
—Va a matar a Giacomo si no accedo —susurro con miedo.
Sonríe, Luca me regala una hermosa sonrisa y no sé qué significa.
—Primero lo matamos a él, pero tienes que contarle eso tú a tu esposo.
—Señala el móvil que está en mis manos—. Llámalo y ponlo en altavoz.
Hago lo que me ordena, suena varias veces hasta caer a la contestadora.
Nos miramos decepcionados pensando que estamos en lo cierto.
—Creo que estamos errados —afirmo.
Mi móvil comienza a sonar y cuando lo giro para ver quién es, me doy
cuenta de que es Federico. Se lo enseño a Luca que sonríe, pone su dedo en
sus labios y asiente con su cabeza. Contesto.
—Pia, Pia, Pia —repite mi nombre de manera burlona—. No puedes
deshacerte tan fácil de mí, primero voy a derramar tu maldita sangre antes
de que la mía corra como tanto te has vanagloriado.
—Ya se derramó, supongo que debes estar lamiendo tus heridas —
respondo con el mismo tono.
Suelta una carcajada.
—Esa pequeña marca te la haré pagar cuando te tenga en mi cama,
supongo que como eres una puta, no te importará que te folle antes de cortar
tu garganta. —Observo cómo Luca cierra y abre sus manos.
—Solo son amenazas, hablas y hablas, solo eso —contesto—, sin
embargo, te llamo porque tengo curiosidad, esto es personal, ¿qué hice para
que me odies? Que yo recuerde nunca traté con la basura de los Di Marzo.
Se ríe, parece estar divertido, me remuevo incómoda en el sofá, siento
que estoy traicionando a mi esposo. Cierro los ojos esperando la respuesta.
—Algún día te contaré un secreto, Pia, ese día cortaré tu garganta y
sabrás la razón por la cual estoy obsesionado con destruirte, me importa una
mierda la venganza de mi padre y su falsa creencia de que eres su hija, una
puta como tú no puede llevar la sangre Di Marzo.
—Lo sabes…
—Claro que lo sé, mi padre… —Se calla—. Cuídate las espaldas, jefa,
porque cuando te coja voy a desaparecerte.
Esta vez la que se ríe soy yo.
—Federico, no voy a amenazarte, voy a demostrarte con hechos que no
te tengo miedo y después, quien cortará tu garganta, seré yo; cuando caigas,
haré que tu muerte sea recordada.
—Quiero someterte, mirarte sufrir mientras marco tu piel, follarte a
cuatro patas como la perra que eres al mismo tiempo que me regocijo con
tus gritos y después matarte, me divertiré cuando te disuelva en ácido y tu
esposo no pueda encontrarte.
Cuelgo la llamada, respiro hondo y me quedo observando al primo de mi
esposo que está rojo de coraje. Su mirada iracunda está llena de palabras no
dichas. Me levanto, sé que estoy a punto de comenzar una guerra con las
dos personas que me protegen, pero no voy a esconderme.
—No iré a la casa de seguridad, no me importa lo que piensen, lo voy a
esperar aquí, busca hombres y ofréceles dinero, no sé qué tendrás qué hacer,
pero encuentra la maldita forma de mantenerme a salvo.
—Pia…
—No quiero hablar más, avísale a Giacomo mi decisión.
Paso por su lado sin esperar su respuesta, lo que menos deseo en este
momento es que me detenga, la verdad necesito estar a solas, gritar o llorar.
Escucho sus pasos detrás de mí y me molesto un poco más, ¿no entiende
que necesito estar sola? Entro a mi habitación, camino hasta la cómoda y en
un arrebato de ira lanzo todo al suelo.
—Hablé con mi tío… —confieso.
—No debiste llamarlo de nuevo.
—Me amenazó con asesinar a Giacomo, tengo que aceptar o perderé al
hombre que amo.
Sonríe.
—No puedo creer lo que estoy escuchando, solo te diré que debes
contarle todo a mi primo, enfrenten los problemas juntos, no te cierres,
porque puedes desatar una guerra que tal vez no puedas ganar.
*****
GIACOMO
S algo del despacho con el corazón hecho pedazos, Pia es lo que tanto he
amado y al mismo tiempo odiado. Escuchar sus palabras me ha
destrozado y sería capaz de entregarla a los lobos, no lo hago porque en el
fondo sé que no podré vivir sin ella.
Soy débil.
Mi debilidad es la mujer que ha pisado mi corazón tantas veces, que no
entiendo cómo puedo definir mis sentimientos como amor, lo sé, sé que una
persona no consideraría sana una relación como la nuestra, pero esto es lo
que somos. La he amado a la distancia, la amo a mi lado y lo que más odio
de mí, es eso, que nunca la he podido dejar de amar a pesar de que sé que es
una maldita mentirosa y manipuladora. Le entregué el poder para
destruirme, a pesar de que sabía que podía hacerlo, confié en que lo que
sentía por mí era verdadero y realmente no lo fue, por lo que estoy seguro
estará riéndose de mí.
Cuando estoy en la cochera, busco mi moto y escucho la voz de Luca
llamándome, lo ignoro.
—¡Giacomo! —grita
Lo ignoro porque voy a partirle la cara si se acerca, siento que pone su
mano en mi codo y me reacción es sacar mi Glock para apuntarle en la
frente. Luca sonríe desafiándome a dispararle.
—¿Te estás follando a mi mujer? —inquiero entre dientes.
Suelta una carcajada burlándose de mí, él mejor que nadie sabe lo mucho
que amo a mi esposa y que me traicione de esa manera sería su muerte.
—Si estuviera haciéndolo, no te lo diría —contesta, divertido—, ¿puedes
estar más ciego? ¿Acaso no lo ves?
Luca me conoce demasiado, sabe lo que me calma y lo que me hace
explotar. Somos hermanos, hemos estado en lo bueno y en lo malo. En el
fondo sabemos que ninguno de los dos nos traicionaríamos.
—Quiero matarla —confieso—. Quisiera ahorcarla hasta arrebatarle la
vida, me hace pedazos, sabía que nunca sería sencillo, ¿pero esto?
—Sabías que era así desde antes de casarte, tienes lo que deseaste —me
recuerda con desdén.
—Pia me hace pedazos, sigo aguantando porque la amo, pero si lo que
quiere es una guerra con nosotros, voy a ganarle.
Sonríe, mi primo me muestra una sonrisa que a pocos les da. Los dos
tenemos demasiado equipaje para ser felices. En esta vida tan hija de puta,
donde hemos visto más sangre que cualquier otra cosa, tener a alguien
como él es reconfortante.
—Ven conmigo, tal vez puedas drenar toda la frustración que te provoca
tu mujer.
—¿Qué tienes? —inquiero.
—Algo que va a divertirte, ¿confías en mí?
No contesto y le señalo la moto, subo a la mía y él a la suya. Nos
colocamos los cascos para salir. Luca sale primero y lo sigo por las calles de
Nápoles hasta llegar a Scampia, uno de los barrios más peligrosos de la
ciudad, el cual es controlado por nosotros, el clan Gambardella. Nos
estacionamos en una de las casas de uno de los asociados y nos bajamos. Sé
lo que hay aquí, hace tanto tiempo que no venía, ya que no tenía necesidad
de buscar el consuelo de nadie. Los camellos y palis que nos reconocen, nos
saludan con un gesto casi imperceptible de sus cabezas. Vincenzo Serra sale
a recibirnos.
—Giacomo, tanto tiempo. —Me da la bienvenida con una sonrisa.
—Pensé en venir a ver cómo andaban los negocios… —contesto.
—Tengo mercancía de calidad, solo pregúntale a Luca que ha visto la
carne fresca que he traído.
Asiento, este es un prostíbulo para mis hombres y algunos políticos que
vienen a desahogar sus más bajos instintos. Las mujeres que están aquí son
parte de la organización, son putas, pero bien pagadas y más cuando
consiguen la información que deseamos de las personas que visitan el lugar.
Aquí hombres poderosos de la Campiña encuentran la satisfacción a lo que
no encuentran en casa. Ingresamos y la música es decadente, mujeres en
lencería se pasean por las mesas, mientras nuestros hombres disfrutan de
ellas. Seguimos a Serra hasta uno de los cubículos privados, hay alrededor
de diez como este, están decorados con muebles de cuero, un tubo para
verlas bailar, ambientado con luz roja de poca intensidad. Me siento y mi
primo lo hace a mi lado.
La música cambia y sale una morena de cabello tan largo como Pia, su
piel es un poco más oscura, sus labios están pintados de un rojo intenso y la
lencería que tiene permite ver sus pezones. Se contonea al ritmo de la
música, me quedo hipnotizado mirándola bailar, por un momento mi polla
cobra vida. Era de esta manera en la que olvidaba los desplantes de la mujer
que he amado toda mi maldita vida, pero no es así como quiero vivir. Me
levanto molesto y salgo del lugar con Luca siguiéndome los pasos, no va a
dejarme, no en este momento en que mi cabeza se debate entre ir a matar a
cualquiera que tenga una deuda conmigo o volver a casa para follarla hasta
que no pueda más.
—Pensé que esto te distraería —asegura mi primo detrás de mí.
Me giro para mirarlo, Luca niega mientras me observa, sabe que estoy en
un punto ciego en mi vida, que no estoy pensando bien las cosas.
—Hace meses puede que me hubiera quedado, pero no ahora que es mía,
no ahora que sé lo que se siente follarla hasta que grite mi nombre.
—¡Estás jodido! —se burla, aunque tiene un poco de tensión en el rostro
—. Pia te ha hecho un maldito idiota enamorado, puedes ser letal, pero
cuando se trata de ella, no piensas.
—Llévame a golpear, llévame a matar, vamos a divertirnos con algún Di
Marzo.
Luca lentamente esboza una sonrisa, los dos sabemos dónde y cómo
encontrarlos, entiende que lo que estoy proponiéndole es diversión de
calidad.
—Tengo la idea perfecta.
*****
PIA
GIACOMO
*****
Abro la puerta del piso y me quedo mirando a Pia dormida sobre el sofá,
lleva la misma ropa que anoche, supongo que me ha estado esperando para
increparme lo que ha pasado. Apago la música en mi móvil mientras me
acerco hasta donde yace cual princesa de cuentos de hadas, duerme
apaciblemente, algunos mechones de su cabello tapan su rostro, su
respiración es tranquila. Me acuclillo y mi mano pica por acariciarla, por
venerarla como se merece. «Te miente, te miente, ella no te ama», ese
pensamiento me golpea y mi mano sale disparada a su cuello, lo aprieto,
ella abre los ojos asustada y su mano se afianza sobre mi muñeca, siento sus
uñas clavarse en mi piel.
—Te voy a follar la boca, te pondrás de rodillas como la puta que eres y
vas a aceptar lo que voy a darte.
—¡Maldito! —susurra ahogada—. ¡Suéltame!
—¿Entendiste? —inquiero entre dientes—. Fuera de estas pareces puedes
ser la jefa de la Camorra, pero aquí. —Acaricio sus labios con mi pulgar y
me quedo embobado con su belleza—. Aquí eres mi puta y vas a
comportarte como tal.
La suelto y tose, me levanto mientras se recompone, me saco la camisa y
la abro. Su mirada se vuelve más oscura de puro deseo, abro mi pantalón y
saco mi polla ya dura por el deseo de follar tan fuerte que pierda el
conocimiento.
—No soy tu puta, soy tu esposa.
Sonrío y me acerco masturbándome, se relame los labios y puedo palpar
su anhelo, desde que se puso de rodillas para mí, no puedo olvidar ese
momento, cómo sentía follar su boca, era como si un guante de terciopelo
tomara mi falo hasta que mis huevos no pudieron aguantar y tuve que
enterrarme en ella para depositar mi semen. Me acerco y la cojo con fuerza
del cabello para alzar su rostro, me desafía con su mirada de color negro, es
obvio que desea tanto esto como yo.
—Abre la maldita boca y cállate, Pia —le advierto—. Hoy serás mi puta,
te voy a follar tantas veces que no podrás sentarte en una semana, hoy te
voy a poseer, hoy serás la perra que me abra las piernas, te apuesto que si
meto mis dedos en tu coño lo voy a encontrar húmedo por mí.
—¡Eres un animal!
—Y te encanta que lo sea porque puedes odiarme, pero me deseas tanto
como yo a ti.
No la dejo responder, meto mi polla en su boca provocándole una arcada,
sujetándola del cabello comienzo a marcar el ritmo, ella se recompone y me
chupa como deseo, sus manos comienzan a trabajar junto a su boca. Cierra
los ojos y empujo profundo, se ahoga y los abre llenos de lágrimas.
—Mírame, Pia, mírame mientras poseo cada rincón de tu cuerpo.
Salgo de su boca y ella respira, sonrío con malicia, porque puede que sea
un maldito hijo de puta en este momento, pero sé que lo está disfrutando.
—Abre la boca —ordeno acariciando sus labios con mi capullo, lo hace y
lo introduzco de nuevo. Jalo su cabello deteniéndola cuando piensa bajar—.
Chúpame como si fuera una piruleta, no sabes las veces que imaginé eso
cuando te encontraba chupando como puta una piruleta en el colegio.
Sus ojos se abren sorprendidos, pero hace lo que he ordenado y jadeo de
placer, porque es lo mejor que me ha pasado, su lengua acaricia mi glande,
contraigo mi abdomen de placer, sin darle tiempo a reaccionar la tomo por
el cabello con las dos manos y le follo la boca con fuerza, escucho que gime
de placer mientras entro y salgo de su cavidad, sus labios acarician mi falo
mientras sus dientes lo rasguñan; dolor y placer, sus manos aprietan mis
testículos y es todo lo que necesito, mi mente se nubla, esa necesidad
primitiva de llegar al orgasmo me azota con un corrientazo en mi columna
vertebral. Doy una estocada final y me derramo en su boca, Pia se toma
todo lo que le doy, sin chistar, al terminar salgo y le ordeno:
—Muéstrame tu lengua.
Hace lo que pido, saca su lengua y me pongo duro de nuevo. La levanto
para abrir su camisa, rompo los botones que salen volando y suenan al caer,
su pecho está cubierto por un bustier de encaje y seda, bajo hasta su
pantalón y la giro con violencia para bajar el cierre. Muerdo su cuello hasta
dejarle un chupetón, gime de placer, lamo ese pedacito de su piel olivácea
mientras mi mano baja por el valle de sus senos y tomo uno entre mis
manos, se retuerce de placer, restriega su culo en mi miembro.
—Es una lástima que tengas esto, porque lo voy a romper… —amenazo
tocando su tanga.
—¡Giacomo! —grita.
Cuando mis manos toman la fina tela para desgarrarla, se la quito y la
bajo junto a sus pantalones, la doblo sobre sí misma y su reacción es tomar
el respaldo del sofá, no lo pienso y la penetro con fuerza, me recibe la
humedad de su coño y pierdo la cabeza, cuando escucho:
—¡Más!, ¡por favor, más!
Su voz es un ruego y salgo de ella, para volver entrar con la misma
fuerza, gime, hago lo mismo unas cuantas veces más. Se retuerce de placer,
tomo sus pezones y los pellizco con saña, no hay otra mujer que me haga
perder la cabeza como ella, solo Pia, solo la maldita que me desgarra el
corazón, sus malditas palabras son dagas que se clavan en mi alma.
—Mía, Pia, quieras aceptarlo o no, eres mía…
—¡Fóllame, Giacomo! —me pide—. Fóllame hasta que no pueda más.
Y no puedo contenerme, hago lo que me pide, la follo, mis embestidas
son duras y fuertes, sus gemidos esa cacofonía que siempre deseo escuchar.
Muerdo su hombro, jadea de placer, lo muerdo hasta que siento el sabor
metálico de su sangre, sus caderas corresponden a cada empuje de las mías.
Bebo de su herida hasta estar satisfecho, la marco como mía.
Con mi mano libre abro sus nalgas y escupo en su ano, se tensa y con la
otra mano acaricio su clítoris mientras me entierro en su coño.
—¡Córrete para mí! —ordeno—. Vamos, Gioa mia.
Acaricio su abultado botón de placer, sus jugos mojan mi pantalón
mientras mi polla entra y sale del único lugar donde pertenece.
—Eres mía —susurro con voz ronca en su oído—, eres mi puta, mi
mujer, vamos córrete.
—Joder —gime.
—Cuando te corras voy a enterrarme en tu culo y ya no habrá lugar de tu
cuerpo que no será poseído por mí.
Le doy un pequeño pellizco a su clítoris y se corre gimiendo mi nombre,
salgo aprovechando el subidón de adrenalina en su cuerpo, paso mis dedos
llevando la humedad de su coño a su ano, meto mis dedos, grita, la penetro
con ellos hasta que sus esfínteres se relajan, los saco y gira su rostro, tomo
sus nalgas, las abro y escupo en ese lugar donde muero por enterrarme, sin
darle tiempo la penetro de una estocada. Siento cómo trata de alejarme.
—Relájate, Gioa mia —pronuncio en su oído—. Recíbeme, amore mio…
Mi mano se pierde entre nuestros cuerpos, acaricio su clítoris, siento
cómo me deja entrar y embisto con fuerza hasta el final, los dos jadeamos,
esto es el cielo, he muerto, si su coño me enloquecía, su culo es la
perdición.
—Tan prieto, tan hembra… —le digo—, eres mi perra, mi puta,
entrégate, vamos, siente cómo te poseo.
Embisto con fuerza, Pia no habla, solo escucho sus gemidos, jadeos y
gritos de placer y dolor mientras me entrega otra primera vez, resaltando
que me pertenece, mi cuerpo reacciona con violencia y la follo duro contra
el sofá, siento cómo su cuerpo convulsiona en un orgasmo, grita de placer y
la sigo, me derramo dentro de su agujero depositando mi semilla por
segunda vez esta mañana dentro de ella. Salgo y abro sus nalgas, puedo ver
mi semen gotear por su culo mezclándose con sus fluidos, la tomo por el
cabello, la beso y me muerde el labio hasta hacerme sangrar excitándome
de nuevo. Rompo la conexión y pego mi frente contra la suya.
—Es imposible no amarte…
Fuego de noche, nieve de día
PIA
*****
GIACOMO
Y sésiempre,
que algo anda mal entre Adriano y mi mujer, la conozco desde
sé interpretar cada gesto de Pia desde que somos jóvenes. Su
rostro al ver a su tío no mostró la misma alegría de cuando Franco volvió.
Algo sucede y comienzo a creer que esto tiene que ver con el cambio
repentino de mi esposa, que todo está conectado.
Tomo a Luca y lo alejo de los Paccini, él se deja llevar pues debe intuir
que comienzo a descubrir todo. ¿En qué momento cambió su lealtad? «No
desconfíes, Giacomo, es tu familia, es tu hermano», me repito en mi mente,
no quiero imaginar que me estén traicionando. En este mundo, confiar
puede ser peligroso, porque quien menos piensas es el que te clava un
cuchillo por la espalda y mueres por las manos de quien creíste era tu
amigo. Mi madre me recordaba que hay tres verdades, las cuales el ser
humano no está dispuesto a aceptar:
La primera, que el amor es un sentimiento que puede destruirte, porque al
amar nos olvidamos de amarnos a nosotros mismo y en el camino
entregamos más de lo que muchas veces recibimos.
La segunda, es que duele la traición de un amigo, porque confías en una
persona más que cualquier otra, cuando sucede el acto de deslealtad
comienzas una etapa de duelo, porque vas desde la rabia a la tristeza, hasta
que aceptas que esa persona no era realmente tu amigo.
La tercera y, no menos importante, que en la mafia no hay sentimientos
puros, porque todos pueden ser envenenados por los intereses propios; la
familia, la pareja y la amistad son espejismos que vivimos a lo largo de los
años.
Un criminal no tiene principios, difiero cuando me dicen que hay
personas que cometen actos delictivos y alegan tener principios morales
altos. No hay honor entre criminales, no hay amistad, no hay lealtad y
mucho menos existe un amor puro.
Cuando estamos lo suficientemente alejados, pero a una distancia
prudencial de socorrer a mi mujer, lo encaro.
—¿Qué estás ocultándome? —inquiero entre dientes.
—No te oculto nada —contesta, pero puedo leer en sus ojos verdes que
no es cierto.
—Vamos, los dos nos conocemos mejor que nadie, sabemos cuándo
estamos mintiendo, cuando lo que hay alrededor es mierda, sé que Pia y tú
me ocultan algo. —Chasqueo mi lengua contra el paladar en forma de
fastidio—. Los escuché la otra noche, después todo cambió, así que es
mejor que me lo digas o terminaré por pensar que algo pasa entre mi mujer
y tú.
—Nunca haría nada que te lastime —asegura y en el fondo sé que es
cierto—, eres mi hermano.
—Adriano fue el hermano de Stefano y sabemos que algo hizo para que
lo desterraran, así que es mejor que hables ahora, porque voy a volcar mi
furia contra ti y sabes muy bien que no soy benevolente.
Luca sonríe.
—El amor vuelve locas a las personas que lo sienten, por eso he jurado
nunca amar —asegura de manera burlona.
—¡Habla, maldita sea!
—No puedo decirte nada, además, estamos rodeados. —Alza sus
hombros—. Te dije que perdiste la cabeza por ella.
—A veces suenas como si estuvieras celoso.
Resopla mientras niega con su cabeza.
—Esto que le diste a ella, era nuestro, cuando salga pregúntale y resuelve
tus dudas.
Niego cerrando los ojos, escuchar esas palabras abre una pequeña
esperanza en mi corazón, porque sé que ella cambió de repente y que hay
razones para que lo hiciera.
—No lo sé —confieso—, ella es todo, mi vida entera, vería todo arder
por su amor y la destruiría si no me amara.
Luca pone su mano en mi hombro y abro los ojos, puedo ver lo que trata
de decirme con palabras silenciosas.
—Tenemos que protegerla, porque Federico no es nada con el peligro que
la acecha.
Se abre la puerta y observo salir a mi esposa, me busca con la mirada, me
alejo de mi primo para acercarme. Camino decidido a demostrarle que
detrás de esta alma que se tiñe de oscuridad, hay un poco de luz, que solo
puede romper las tinieblas por su amor. Al estar a su lado, es Pia quien
busca el contacto entrelazando nuestras manos, la observo y puedo ver las
verdades no dichas en sus ojos.
—Tenemos que informar algo —anuncia Adriano.
—No aceptaré ninguna decisión que fue tomada sin estar yo presente —
advierto a todos.
—¿Quién te crees que eres? —me pregunta Adriano de forma burlona—.
Fuiste el niño al que su padre violaba y mostraba las fotos a sus amigos
íntimos.
Pia aprieta mi mano y me contengo cuando siento la mano de Luca en mi
hombro en manera de apoyo.
—No juegues con tu suerte, Adriano Zeno, porque puede que seas el tío
de mi mujer, pero eso no me detendrá para pegarte un tiro.
—¡Asesinarás a la familia!, ¿qué podemos esperar de un parricida? —se
burla.
—Giacomo. —Pia susurra mi nombre de manera nerviosa.
—¿Crees que me importan las palabras de un traidor? —inquiero—.
Puede que Alfredo esté amenazado por ustedes, pero deja de joder a mi
mujer aquí y ahora, me importa una mierda qué pudiste decirle para
amenazarla. —Siento cómo ella clava sus uñas en mis manos—.
¿Realmente creíste que iba a permitir tu regreso para que te hicieras con la
organización?, Stefano siempre desconfió de ti, pero me he encargado de
investigar, la Camorra tiene memoria y hay clanes que aún recuerdan el tipo
de basura que eres.
Se ríe.
—¡Por favor, basta! —musita Pia.
Me giro y la observo, puedo ver el terror reflejado en sus fanales oscuros.
Nos quedamos mirándonos por unos segundos y asiento con una sonrisa.
«Confía en mí, Gioa mia».
—Adriano, sal de mi casa —le pido entre dientes.
—¿Vas a permitir que me haga esto? Pia —pregunta a mi esposa.
Me interpongo entre ellos, dejo que solo me mire a mí, tiembla del miedo
dándome la respuesta que necesito.
—Confía en mí —entono solo para ella.
—Vete, por favor —le ordena mi mujer con voz temblorosa.
—Es una lástima que hayas escogido mal, atente a las consecuencias,
piccola.
Escucho los pasos alejarse y la puerta cerrarse, Pia se suelta de mi agarre
y se queda mirándome.
—No sabes lo que acabas de provocar.
—¿Qué? —cuestiono molesto—. Dime la maldita verdad, porque tengo
dos días creyendo que eres una maldita mentirosa cuando en realidad tratas
de salvarme, así que habla.
Niega con su cabeza.
—No lo entiendes.
—¿Qué no entiendo? —inquiero perdiendo los papeles, la tomo por el
cuello y la pego contra la pared—. Me aferro a la maldita idea de que eres
fiel a mí, que serías incapaz de traicionarme, espero que seas así, porque de
lo contrario te mataría.
—Giacomo, para —me ordena Luca.
Pia aprieta mi mano y por primera vez en el tiempo que llevamos
casados, veo sus lágrimas resbalarse mientras la ahorco, no lucha.
—¡Dime la maldita verdad! —exijo.
—No estás preparado para la verdad —atina a decir haciendo un esfuerzo
para que la oiga.
La suelto y automáticamente comienza a toser mientras se agarra el
cuello. Me observa con ojos llenos de terror.
—No quiero ser tu villano, te amo, maldita sea, eres mi maldito castigo;
porque amar destruye, por amarte he cometido errores, afuera hay gente que
pagaría por destruirnos, pero necesito que entiendas que no voy a permitir
que me jodan lo único que de verdad he necesitado.
—¿Acaso estás tan ciego que no lo ves? —grita exasperada—. Ve a
través de los muros, por primera vez en tu vida.
—Me dijiste que no me amabas, que estabas decidida a hacerme pagar lo
que sucedió, ¿crees que no lo pago? Verte llena de sangre, escucharte
susurrar que me amabas y enterarme de que íbamos a ser padres me
destruyó, siempre pensé que vengarme de ti iba a traerme alguna
satisfacción y solo me trajo dolor, uno que trato de superar, porque te amo.
—Respiro hondo y la enfrento—. ¿Qué me ocultas?
Nos miramos y ella niega mientras las lágrimas silenciosas corren por su
rostro, muy pocas veces permite que la mire de esa manera.
—No sé qué hacer —admite—. Me quedó grande ser la jefa, me quedó
grande creer que podría enfrentarme a todo, porque tengo miedo, porque si
te pierdo… —Se le rompe la voz, doy un paso para tomarla entre mis
brazos—. No, no te acerques, te amo tanto que lastima, porque esto es
enfermizo, porque no comprendo cómo no ves lo que verdad siento cuando
afirmas conocerme. —Me tenso—. Mi karma es amar al hombre que
siempre desprecié.
—Pia… —murmuro.
Mira a nuestro alrededor y me doy cuenta de que Luca se ha ido, nos ha
dejado a solas, porque sabe necesitamos resolver nuestros problemas,
nuestros conflictos internos.
—No es un maldito juego, no es Di Marzo, no es otro, es mi propia
sangre que desea hacerme daño, quitarme todo… —musita llena de dolor
—. Mi tío ha mentido, la carta, todo es una manipulación y yo…
—¿Tú qué? —inquiero.
—Solo deseo que estés a salvo…
Sin pensarlo dos veces acorto la distancia que hay entre nosotros, la tomo
en mis brazos y ella se aferra a mí. Mi joya más hermosa, la mujer que
significa todo en mi vida ha bajado todas sus barreras y me ha confirmado
mis sospechas. Tomo su rostro en mis manos, la obligo a mirarme.
—Viste lo que soy capaz de hacer, quitarle la piel a Renzo Di Marzo
mientras vivía, no es nada en comparación a lo que he hecho, no pienso
permitir que nada o nadie me separe de ti, porque regresaría de la muerte
solo para estar a tu lado.
—Giacomo… —murmura—, perdóname, tengo miedo. —Acaricia mi
rostro con sus manos temblorosas—. Me dijo que te violaría frente a mis
ojos y que te mataría. —Me tenso—. No imagino qué pudiste sentir
mientras tu propio padre abusaba de ti, si asesinaste a ese maldito, espero
que lo hayas hecho pagar todo lo que te hizo.
—Gioa mia…
La beso con pasión desmedida porque sus palabras me han llegado al
alma, si alguna vez tuve dudas de su amor, hoy han caído todos los velos.
No importa lo que pueda suceder, siempre y cuando tenga su amor, cuando
ella me corresponde nace en mí algo que nunca sentí. Creo que estoy
tocando el cielo con las manos, luego de emerger del infierno como el
pecador que soy.
Solo me bastó mirar más allá de mi dolor, de leerla como siempre lo he
hecho para que la venda que me cegó cayera. Rompo el contacto dándole
pequeños picos, derrotado pego mi frente a la de ella y acaricio su cuello.
—¿Es todo? —inquiero—. Solo te amenazó con hacerme daño y
asesinarme.
Niega con su cabeza y puedo ver el dolor reflejado en sus ojos.
—Me lastima que creas que no me dolería que te suceda algo, te amo, te
amo tanto que estoy dispuesta a perderte con tal de protegerte, si tu padre
estuviera vivo, lo mataría yo misma. —Sonrío porque sus palabras me
alegran el alma—. Imaginar que puedas revivir lo que sucedió en tu
infancia me mata, no quiero, no voy a permitirlo.
—Unidos podemos contra todos, cuando suceda algo así no me alejes,
cuéntamelo todo, no puedo prometerte que tendremos amigos, que nadie se
atreverá a jodernos, pero mientras viva nunca me alejes.
—Perdóname, pensé que alejándote podrías…
—No voy a dejarte, así me insultes, así me odies, eres mía, mía, Gioa
mia, eres lo único por lo que despierto en las mañanas desde que comprendí
que me pertenecías.
—¿Qué haremos? —inquiere.
Sonrío.
—Veremos el mundo arder, te prometo que esta misma noche les
recordaré que con el clan Gambardella nadie se mete.
Asiente y me abraza, cierro los ojos mientras en mi mente imagino todo
lo que puedo hacer para demostrar de lo que soy capaz. Ante los escenarios
que puedo imaginar me regodeo, si Adriano cree que puede tomar lo que no
le pertenece, lo que es mío, está muy equivocado, no en vano maté a
Stefano para hacerme con ello, lo que no pudo hacer él, lo hice yo. Dejo un
beso en la coronilla de mi esposa mientras ella se aferra con fuerza a mi
cuerpo.
—Te amo, Giacomo…
—Te amo, Pia —contesto con voz ronca—. No vuelvas a alejarme, no
vuelvas a herirme, porque no quiero volverme a debatir entre el amarte y
asesinarte.
No responde, se queda callada mientras sopesa mis palabras, puede que
la ame con todo mi ser, pero eso no me detendrá a la hora de matarla si
llega a traicionarme.
Dies Irae
PIA
*****
GIACOMO
*****
PIA
*****
PIA
*****
Tengo una hora esperando noticias de cualquiera, con la esperanza y la fe
puesta en que Giacomo volverá cuando menos lo espere, que tendremos un
mal recuerdo de este momento, pero que pasará, porque todo pasa a pesar
de que no tengamos esperanza.
Mi móvil suena y me doy cuenta de que el número desconocido, solo
pueden ser dos personas y, aunque no me apetece comenzar una discusión,
contesto.
—Principessa… —La voz ronca de Federico se escucha a través del
altavoz.
—No soy tu princesa, Federico, te recuerdo que soy la maldita reina sin
corazón de este territorio.
Suelta una carcajada.
—¿Te cuento algo? —pregunta con voz burlona.
Tengo miedo de lo que pueda contarme, me da terror que me diga que
Giacomo está muerto, que no hay vuelta atrás y que esta guerra la han
ganado.
—No tengo tiempo para perderlo, si pudieras ir al grano, sería
maravilloso.
—Siempre con prisas. —Se ríe—. Cuando esto acabe, tomaremos unas
vacaciones en el Caribe y te haré el amor como nunca nadie te lo ha hecho.
—Sigue soñando, Federico, cuando esto acabe tendrás un tiro en la frente
y yo sostendré tu corazón en mi mano.
Chasquea la lengua contra el paladar fastidiado con mi respuesta; solo vi
muy pocas veces en la universidad a este hombre, me buscaba conversación
y nunca supe cómo es que fue capaz de burlar la seguridad que mi padre y
Giacomo me tenían.
—No entiendo las razones por las cuales me odias, si lo pones en una
balanza, tu marido también mató a uno de tus padres —se burla—, pero a
mí me odias con una intensidad que no sé explicar, amas al hombre que
mató a tu padre y sigues casada con él.
—¿Quién te dijo que lo amo? —inquiero—. Mi matrimonio no es tu
problema, pero te recuerdo que lo quiero de vuelta, si quieres que tu muerte
sea rápida espero que esta llamada sea para decirme que vas a negociar un
trato, que me vas a entregar a Giacomo.
—Ese discurso ya no lo cree nadie, estás quemando Nápoles por
encontrarlo, pero no lo has hecho, y te llamo para decirte que no lo harás,
cuando sumerja su cuerpo en ácido te enviaré las fotos.
—¿Qué quieres para detener esto?
—A ti, principessa —contesta con seguridad—, todos tenemos
obsesiones y tú eres la mía, te iba a hacer feliz, te iba a colmar de riqueza y
te dejaría ser normal, pero no tuve tiempo. Verás, tu rechazo cuando te robé
aquel beso, me partió el corazón.
—Qué idiota eres, si crees que un beso y tratar de consolarme cambiaría
todo —lo ataco—. Das pena, pero no te preocupes, después de que
encuentre a mi marido, me encargaré de ti.
No lo dejo continuar, fastidiada de todo este despliegue de inmadurez.
Razón tenía mi padre al decir que la nueva generación camorrista era joven
e inmadura, que no estábamos preparados para asumir el mando, porque
simplemente creíamos que el mundo giraba a nuestro alrededor. No se
equivocaba, a pesar de ser un hombre que apenas aprendió a escribir,
conocía de negocios, era un desalmado, pero la Camorra era su vida y se
dedicaba a ella en cuerpo y alma.
Ahora entiendo lo que decía, tanto Giacomo como Federico poseen tanta
sed de poder que a lo largo de este tiempo han cometido errores. Mi esposo
ha confiado ciegamente en las personas erróneas, mientras que Federico se
ha dejado llevar por sus deseos, perdiendo todo eso que codicia.
Cierro los ojos por un segundo, casi puedo verlo llegar al banco donde
me sentaba cada mañana a esperar a Mariano, el cual, aquel día estaba
tardando más de lo normal y me encontraba impaciente, creyendo que nos
habían descubierto.
—¿Puedo sentarme? —preguntó
Me quedé mirándolo, me pareció guapo, estaba vestido con un pantalón
de sastre de color negro y unas rayas diplomáticas casi imperceptibles, una
camisa en tono gris claro y las mangas recogidas.
—Es libre de sentarse donde quiera —contesté bajando la mirada a mi
móvil esperando por un mensaje de Mariano.
—Esperar desespera —comentó y me sentí incómoda—, nunca haría
esperar a una mujer como tú.
Puse los ojos en blanco, ser bella era una maldición para mí, si hubiese
nacido fea, quizás mi vida hubiera sido otra, ya que nadie se fijaría en la
hija fea del jefe de la organización, ninguno de los hombres me iba a
codiciar de la manera en que lo hacían. Me quedé en silencio desesperada
por tener noticias de mi novio, tecleé un mensaje de texto rápido y me fijé
en la hora, ya se acercaba el momento en el que me vendrían a buscar.
—¿Cómo te llamas? —me preguntó y me ofreció su mano—. Federico. —
Soltó una carcajada ante mi silencio—. Sé que no eres muda, porque te he
visto hablando con tus amigas.
Aquello debió asustarme, pero no le presté atención, estaba tan metida
en mi mundo que lo ignoré.
—No, no lo soy, pero no tengo deseos de hablar con nadie —contesté.
—Tienes una voz hermosa.
—¿En serio eso te funciona con las mujeres? —inquirí con desdén—. No
estoy interesada en hablar contigo.
Federico soltó una carcajada, se me pusieron los pelos de punta, pero
era porque creí ver a Giacomo cerca.
—Me gustas, otra mujer se reiría y no diría nada más, pero tú vas por
todas y pones un freno. —Volvió a ofrecerme su mano—. Espero conocerte,
chica sin nombre.
—Dudo que te conozca —respondí—, no estoy interesada, así que
pierdes tu tiempo conmigo.
En ese momento vi a Mariano y salté del asiento, lo abracé y besé, se
excusó diciéndome que no tenía batería, le creí, porque no tenía razones
para dudar de él. Aquella tarde había conocido al diablo en persona y no
lo sabía.
Abro los ojos comprendiendo que nada de lo que pasó en aquel momento
fue casualidad, que mi vida estaba llena de hechos que a veces no podía
comprender, pero que eran parte de lo que sucedía a mi alrededor.
La muerte viste de Prada
PIA
*****
Nunca me he vestido para matar, pero esta noche escogí un pantalón de
color negro y una camisa blanca, sé que voy a perderla, son de mi marca
favorita, me he colocado el colgante de obsidiana negra y me he recogido el
cabello. Espero que sea el atuendo adecuado, bajo del automóvil seguida de
los palis, hace menos de una hora los paranzes han irrumpido en el piso que
pertenece a Ciro Di Marzo arrebatándole su bien más preciado.
Entro al lugar donde descubrí que las leyendas que corren sobre mi
esposo eran ciertas, ahora es momento de que comiencen a escucharse las
mías. Estoy dispuesta a convertirme en una asesina con tal de vengarme, me
han quitado lo único que he deseado mi vida entera. Al entrar me encuentro
con Paola Di Lorenzo y Bianca Palazzo, Aiden se atraviesa en mi campo de
visión.
—¿Estás segura de esto? —inquiere.
Cuando recibí su llamada informándome que la tenía, pedí una serie de
instrumentos que utilizarán esta noche. Me quedo mirándolo, ¿está dudando
de mí? Parece obtener su respuesta porque se quita. Lo primero que hago es
deshacerme de la cazadora de cuero y tomar un látigo con puntas de metal,
me quedo mirándolo fascinada por la belleza de este instrumento que
causará dolor. La chica al verme tiembla imaginando lo que está por venir.
—No, no estoy segura de nada, Aiden, pero si puedo quitarle algo, lo
haré —afirmo.
Me acerco a Bianca y ella se queda mirándome con expectación. Mi
madre me contó que Bianca era despiadada, una mujer a la que no le
temblaba la mano a la hora de castigar, necesito que me demuestre su
lealtad.
—Gracias por venir —les digo—, sé que me han ofrecido a sus hombres,
pero hay maneras de demostrar su amistad —comento con una sonrisa.
—¿Qué manera? —anticipa Paola.
—Quiero ver si las leyendas que se corren sobre Bianca son ciertas; esta
chica es el bien más preciado de Ciro Di Marzo, aquí hay todo lo que se
puede necesitar, pero quiero que ella sepa que la estamos torturando por él.
—Tengo años que no torturo, pero puedo hacerlo.
Asiento con una sonrisa, a veces no necesariamente tienes que mancharte
las manos de sangre para asesinar, otros lo hacen por ti. Las dos nos
movemos y comienzo a caminar hacia ella.
—¿Alguna vez imaginaste que el hombre que te da todo lo que siempre
deseaste, tendría una conexión directa con la Camorra? —digo en voz alta,
la chica no puede responderme porque tiene una cinta adhesiva tapando su
boca—. No sé si te quito la cinta para escucharte llorar o mirar tus gritos
silenciosos.
Me aparto mientras Bianca se acerca con un látigo que ha tomado de la
mesa y da el primer golpe, la chica grita de dolor, sin embargo, no
escuchamos nada porque son ahogados por la cinta, me regodeo al ver las
lágrimas y su maquillaje corrido. Puedo palpar en el ambiente la excitación
en Bianca, ese brillo en la mirada, el poder que emana al levantar el
látigo… La golpea de nuevo, esta vez puedo ver cómo se orina. Dolor,
dulce dolor, quizás nunca tenga de regreso a Giacomo, pero antes de
asesinarlos. Mi madre tenía razón, ver a una mujer terminando la era de los
cuarenta años, golpeando con un látigo a una chica es como un espectáculo
digno. La pobre infeliz se desmaya.
—¡Despiértenla! —ordeno desesperada por verla sufrir.
Hacen lo que digo y me quedo mirando a la chica que me observa
aterrorizada, me acerco para arrancarle lo que la enmudece.
—No sé nada —solloza asustada—, no sé nada.
Sonrío complacida.
—Es que no te estoy pidiendo que hables —le respondo—. Estás aquí
porque le importas a Ciro, ¿no te da asquito que te folle alguien que puede
ser tu padre? —Gira su rostro—. Te da asco, te avergüenza.
—¡Pia! —me llama Paola.
La ignoro y me acerco, la tomo por el cabello y me quedo mirando cada
una de sus facciones, sí tiene un aire a mi madre, inclusive a mí. No puedo
creer que esta guerra que lleva años fraguándose entre los dos territorios sea
por una mujer, mi madre.
—Te pareces tanto a ella —murmuro.
—No me hagas daño —me ruega.
—No tienes idea lo que hay en mi mente en este momento —susurro
cerca de oído—, te veo marcada por cada azote que te darán, desfigurarán
tu hermoso rostro, mañana solo quedará un despojo de lo que fuiste.
—No he hecho nada —lloriquea—. ¡Yo no he hecho nada! —Esto último
lo grita con fuerza y la ignoro.
Me alejo y voy en busca de algo con qué golpearla. Aiden se acerca y me
toma la mano. Me zafo mientras lo fulmino con la mirada.
—No la mates —me pide—. No pueden matarla.
—No me toques —siseo.
—Pia, no hay retorno después esto.
—La muerte no tiene retorno… —contesto—, me quitaron a mi esposo y
le estoy quitando lo que quiere.
—Es inocente —musita Paola acercándose.
—¿Desde cuándo nos importa eso? —averiguo—. No me importa que
sea una víctima, no me importa si Ciro es su perpetrador, no estoy
averiguando nada, ella es lo que desea y voy a quitárselo.
Paola niega.
—¿Qué crees que ganarás? —pregunta.
—Respeto, todavía todos creen que juego, no estoy jugando, mañana
cuando la reunión se dé, quiero que unos paranzes ataquen a Ciro, ustedes
sean ingeniosas, vamos a destronar a un rey que siempre quiso a las mujeres
fuera.
—¿Estás segura de lo que pides? —inquiere Bianca con recelo—. Puedes
desatar otra guerra.
Me río.
—¿Crees que tengo miedo? —Niego con mi cabeza—. Ya no soy la Pia
con miedo, estoy dispuesta a todo por encontrar a mi esposo, si tengo que
matar con mis propias manos, lo haré.
Tomo el bisturí, no tengo idea cómo usarlo, sé que tengo que aprender a
usar mis manos para matar, pero esto lo quiero hacer yo, me acerco a la
chica. Bianca sigue azotándola y solo quiero hacer un corte, uno que duela.
—Sujétenla —ordeno.
Bianca suelta el látigo y camina hasta ella, la toma por cabello y el
mentón. La chica grita. Mi socia me sonríe cuando ve el brillo de la hojilla.
—Tómalo como un lápiz —me explica—. Ejerce presión, mientras más
fuerte presiones, más profundo será el corte.
—No, no, no. ¡por favor! —suplica mi pequeña víctima.
Hago lo que Bianca me ha explicado, no quiero que muera desangrada,
paso presionando débilmente, la hojilla corta y observo cómo se derrama su
sangre, por primera vez en años hago algo como esto y mientras realizo
algunos cortes se desmaya. Está marcada, aprovecho el momento de su
inconciencia.
—Quiero que la marques con una G —le pido a Bianca.
Asiente complacida y lo hace, cuando termina no queda nada de la chica
y me siento complacida. Al finalizar tira el escalpelo y las dos caminamos
hacia Paola que nos mira con una sonrisa en su rostro.
—La muerte viste de Prada —murmura Paola.
—La muerte viste de muchas maneras, solo que no sabemos quién es,
eres tú, es cualquiera de esos hombres, soy yo… —contesto.
—Nunca imaginé verte así —asevera Paola—. Siempre pensé que eras
una niña consentida.
—Todos piensan que soy la princesa de la organización, que no tengo
voz, lo triste es que ustedes siendo mujeres me subestimaron. Puede que no
tenga su experiencia, pero estoy dispuesta a aprender de ambas.
—Tienes razón…
Salgo del lugar seguida de mis hombres, subo al todoterreno custodiada
por ellos. Me quedo mirando las calles de la ciudad en la que crecí, en la
que por años me creí la reina, la oscuridad de la noche se cierne sobre
nosotros, muchos duermen mientras en el inframundo apenas estamos
comenzando el día. Me observo las manos llenas de la sangre de una
inocente y no siento nada, no estoy arrepentida por haberle hecho todo lo
que hice, ni de haber orquestado su sufrimiento, ni siquiera asco.
Soy una asesina, quería matarla por el simple hecho que le importaba a
mi enemigo, deseaba ver cómo la luz de sus ojos se extinguía solo porque
Ciro Di Marzo la ama.
Mi móvil suena, veo desplegarse el nombre del primo de mi esposo en la
pantalla. Contesto con la esperanza de que tenga noticias sobre él.
—Luca.
—¿Se puede saber dónde estás? —grita.
—No eres mi marido, Luca —le recuerdo—. Si para eso llamas, puedes
colgar; si llamas para darme noticias, puedes hacerlo ya.
—No tengo noticias —contesta abatido—, parece que se lo ha tragado la
tierra.
Niego con mi cabeza.
—¡Búscalo hasta en el mismo centro de la tierra! —exijo—. No quiero
verte en el piso si no tienes noticias.
—Pia, tal vez deberías darlo por muerto.
—Entonces tráeme su cuerpo.
Cuelgo temblando, si Luca es el traidor va a pagar tan caro engañarnos,
que no tendrá oportunidad de ir al infierno a arder sus pecados, porque le
haré sufrir cada uno de ellos.
Llego a la casa y pido que revisen, cuando sé que todo está despejado
entro, les pido que no me molesten. Arribo a mi habitación y cierro todo,
tomo como todas las noches la última camisa que usó mi esposo, que aún
conserva su olor y lloro, porque lo necesito, porque lo extraño y porque hoy
he perdido parte de mi alma.
*****
Esta noche he de reunirme con los jefes de los clanes con el respaldo de
Bianca y Paola. Luca se ha negado a venir alegando que está buscando a
Giacomo, pero después de su reacción hace dos noches, no confío en él. Al
llegar me reciben las mujeres, cada una me abraza como si fuéramos viejas
amigas.
—Di Marzo está aquí —susurra en mi oído Bianca.
—El pez mordió el anzuelo.
Ciro Di Marzo está sentado en la mesa como jefe de su clan, mis
hombres me escoltan hasta mi puesto y me quedo mirando cada una de las
caras que esta noche me acompañan, sé que muchos fueron fieles a mi
padre, ¿pero a mí? ¿Qué hecho para merecer su fidelidad?
—Buenas noches —digo y escucho el eco de las voces.
Ciro Di Marzo me observa estudiando cada uno de mis movimientos, por
un segundo puedo ver brillar sus ojos, muchos decían que me parecía a mi
madre, supongo que es lo que ve en mí.
—Siento mucho hacer salir a todos mientras arde Nápoles y Caserta —
hablo mirando a todos—. Saben que estoy tomando las acciones pertinentes
para tener a mi esposo de vuelta a mi lado, no me importa nada, solo que
esté vivo. —Hurgo en mi bolso para colocar una bolsa con los dos dedos
que me han enviado y dirijo mi mirada a Di Marzo—. Esta guerra se te
escapó de las manos, te sugiero que pares antes de que pierdas todo, porque
estoy dispuesta a verte tres metros bajo tierra.
Suelta una carcajada.
—Acepto que eres muy valiente o tal vez estúpida saliendo de tu
fortaleza con lo que está sucediendo en Nápoles —contesta, divertido—.
No tenemos a tu esposo.
—No lo tienes tú, pero sé de muy buena fuente que tu hijo y Adriano
Zeno están detrás todo.
—En la Camorra no actuamos por chismes —se burla.
Y vuelve a reírse, nadie lo acompaña. Todos tenemos secretos, deseos
oscuros que escondemos en la parte atrás de los clósets para que ni nosotros
mismos podamos verlos. Chasqueo los dedos y aparecen mis hombres
arrastrando a la joven de cabello y ojos de color negro, piel olivácea
manchada por la sangre de sus heridas, su ropa hecha girones. Dejo la silla
y me acerco a ella, tiene la cabeza echada hacia abajo, al sentir mis pasos se
estremece, cada corte en su preciosa piel fue realizado por mí. Tomo su
cabello y muestro su rostro golpeado. Ciro se levanta desesperado, trata de
acercarse, pero los hombres de Bianca y Paola le cierran el paso.
—Imaginé que esa sería tu reacción —comento con una sonrisa, tomo el
mentón de la chica entre mis dedos y lo alzo—. Cuando supe que tenías una
copia barata de mi madre, comprendí que tu guerra era por amor, qué
lástima que amar te va a destruir.
—¡Ella no tiene la culpa! —dice con desespero mientras trata de zafarse
de los palis.
—Las guerras están llenas de las muertes de inocentes. —Sonrío—. Tú y
tu hijo me han quitado casi todo, así que pienso quitarte todo, sé que
Federico no te importa. —Muevo la cara de la chica, quien chilla a través
de la cinta que apaga su voz—. Ella sí, ¿verdad que sí?
—Dime qué quieres, te daré todo lo que pidas —asegura impávido,
definitivamente es cierto eso de que el miedo puede llevarte a los lugares
menos pensados.
—¿Dónde está mi esposo?
—No lo sé, no tengo nada qué ver con su secuestro —contesta.
—¡Qué lástima! —me burlo—. ¡Mátala!
La suelto, la chica chilla mientras mis hombres la arrodillan en el piso,
uno de ellos pone en su cuello un cuchillo.
—Juro que no lo sé, pero puedo averiguar, por favor, por favor… —me
ruega—, no, no la mates.
Me río burlándome de sus ruegos, los hombres cortan el cuello de la
chica y Ciro grita lleno de dolor mientras ve cómo se escapa la vida de la
persona que ama. Y con la mejor de las estrategias los palis que lo sostienen
comienzan a acuchillarlo delante de todos. Los traidores mueren así: ojo
por ojo, diente por diente, vida por vida. Dos de los jefes de clan se
levantan en desacuerdo con lo que acaba de suceder.
—Creyeron que estaba manipulada por Giacomo, pero ahora quiero que
quede claro que no es así, estoy dispuesta a realizar alianzas en pro de la
organización, siempre y cuando me regresen a mi marido con vida.
Se escucha el murmullo de las voces, puede que esté viviendo mi propia
tragedia, pero estoy dispuesta a demostrarle al mundo que no soy débil, que
soy la misma Pia que humillaba a todos siendo la hija del jefe de la
Camorra. Bianca y Paola se posicionan a mi lado, pasamos a un lado del
cadáver de Ciro Di Marzo, el carmesí de su sangre mancha las baldosas y
sonrío.
—Por cada pedazo de mi esposo que me envíen, pintaré las paredes de
cada hogar de las personas que estén involucrados.
Y esa amenaza lanzada a la nada, es el comienzo de mi reinado lleno de
sangre.
Dolor
GIACOMO
*****
PIA
PIA
Si alguna vez alguien me hubiera dicho que iba a estar presente en una
operación de rescate, me hubiera reído a carcajadas en la cara de la persona.
Tengo veintidós años y en pocos días cumpliré veintitrés, debería haberme
licenciado, pero todo se detuvo cuando Giacomo me reclamó como suya.
Cambié al punto en que ardo en llamas por su amor, porque eso somos él
y yo; destrucción, fuego, pasión y veneno, eso nos define. Así que hace un
año me consideraba una Zeno, para mí era importante el apellido, pero al
mismo tiempo escaparme de la organización; no me arrepiento de nada, tal
vez mi historia no está llena de rosas, es un camino minado en el cual cada
paso que doy debe ser debidamente estudiado, la verdad es que nunca
atravesaré un centímetro del mismo sin poseer la angustia de que puedo
pisar una mina que terminará acabando con todo.
Aiden ha organizado todo para ir por mi marido, me ha explicado el
despliegue de hombres y cómo piensan entrar para rescatarlo. Me quedo
mirándolo tratando de entender algo, pero mientras más habla, más
ansiedad siento. Me levanto y corro al baño donde vomito todo lo que tengo
en el estómago, me levanto del piso tambaleándome hasta el lavabo para
enjuagarme la boca, me quedo mirándome en el espejo.
Tengo bolsas debajo de los ojos, las cuales denotan el cansancio y lo
poco que he dormido en estas semanas de angustia, nada de lo que sucede a
mi alrededor es lo que pensé que sería. Nunca imaginé que Luca sería el
traidor, podría esperarlo de cualquier persona a mi alrededor. Salgo para
regresar al despacho y encuentro a Aiden mirando su computadora, a veces
creo que van a entrar mi esposo y su primo riendo mientras doy órdenes que
ellos por supuesto no van a cumplir, si lo hacen lo harán a su manera.
—¿Estás bien? —pregunta sin levantar su rostro.
—¿Por qué me ayudas? —insisto—. Sería más fácil lavarte las manos,
dejar que Giacomo muera y seguir bajo mis órdenes.
—Todos te han hecho una villana, los héroes son fáciles de corromper
cuando les ofreces la recompensa correcta. —Sus palabras me dejan
desconcertada—. No eres mala persona, tampoco Giacomo, hasta el mismo
Luca tiene algo de bondad, pero a ustedes los mueve la sangre, por más que
deseen paz, siempre tendrán un enemigo; te di mis razones para ayudarte,
no soy bueno, puede que algún día te traicione, que tengas que matarme, no
obstante, ese día no ha llegado, señora Gambardella.
—Cualquiera esperaría de mí que deje morir a Giacomo, pero no puedo,
no ahora.
—Porque todo villano tiene un corazón y el tuyo le pertenece —afirma.
Me río, la verdad a veces me causa gracia haberme enamorado de él, las
ocasiones en que lo humillé, las veces en que simplemente prefería
cualquier otra cosa antes de estar junto a él.
—Esta es la versión bizarra de La Bella y la Bestia, esta vez la damisela
es tan mala como el príncipe que le quitó la libertad —apostillo—. Espero
que no sea tarde, que cuando lleguemos todavía estén ahí.
—Estarán —afirma—. Federico está siendo asediado, hay muchos
paranzes que lo buscan, tus socias han puesto un precio a su cabeza, si
comete un solo error, estará muerto.
—Luca…
—No me sorprende que sea el traidor, Luca es un ser ruin. Siempre lo
imaginé, porque cada vez que repetía que debías prepararte para lo peor, me
afirmaba que era él. ¿Por qué rendirnos? ¿Cuál era la razón? —Niego y él
sonríe—. Hasta en la vida que alguna vez deseaste, hay personas que van a
clavarte un cuchillo por la espalda, Pia. En el mundo real, existe la traición
y hay personas que son capaces de todo, hay gente que es movida por la
envidia, otros por ambición y otros simplemente porque no conocen el
significado de la palabra lealtad.
Sonrío triste, porque siempre idealicé que al tener una vida normal podría
ser feliz, la verdad es que los seres humanos podemos serlo con poco, solo
tenemos que apreciar lo que poseemos. No respondo más, me levanto y
acaricio con la punta del dedo el escritorio de Giacomo hasta quedar frente
a la silla, tomo mi collar de obsidiana negra y sonrío, camino hasta mirar
por la ventana. El mar me transporta a un lugar hermoso, a esas tardes que
pasamos en nuestra luna de miel, en nuestra burbuja.
Giacomo leía un libro mientras estaba tomando el sol en una tumbona,
esta era otra pequeña isla que se encontraba desierta, la tripulación había
organizado todo para que pudiéramos pasar un rato a solas. Salí del mar y
caminé hacia mi marido, mi cuerpo y mi mente se habían rendido
finalmente al placer que sentían cada vez que me follaba de esa manera tan
particular. Me senté sobre sus piernas, me restregué sobre su miembro
descaradamente.
—Pia —murmuró con voz ronca.
—Fóllame —le pedí sin resquicios de timidez.
Bajó el libro, estaba leyendo Cujo de Stephen King y lo cerró de golpe,
pude ver flamear el deseo en sus ojos, sentí lo dura que se le había puesto
la polla.
—Estoy creando a un monstruo —dijo con una sonrisa.
Me relamí, sentí cómo me ponía húmeda por la expectación de sentir su
polla dentro de mí.
—¿Lo harás? —pregunté ansiosa.
—Te follaré, pero no aquí…
Me tomó de la nuca para llevarme hasta su rostro, nos quedamos
mirándonos de una manera que sentía que podía desnudarme, aquella
tarde me di cuenta de que Giacomo era capaz de ver lo que nadie.
—Bésame —rogué y me moví, gruñó y su otra mano tomó uno de mis
senos para apretarlo—. Chúpalo.
—Me encanta cuando me ruegas, me provoca grabarte, esto somos
nosotros, Pia, puede que al regresar lo olvides, pero siempre volverás a este
punto, somos más que follar, somos fuego.
Sonrió y no me dejó responderle, se estampó contra mis labios y me besó
con hambre, su lengua y la mía se enzarzaron en una batalla, sus manos
tomaron mi cuello y sonreí triunfante contra su boca, porque podía
dominarme, pero en el fondo tenía el control porque era yo la que le
entregaba todo lo que deseaba. Nos mordíamos, era nuestra manera de
marcarnos; rompió el contacto de manera violenta, sus manos apretando
mi cuello, mis uñas clavándose en su pecho.
—Eres mía, Gioa mia, eres lo que siempre deseé.
Los dos sonreímos, aquella sincronización me aceleró el corazón y una
voz susurró: «es amor, te estás enamorando».
—Y tú lo que nunca pensé que podría desear, pero siempre quise —
confesé.
Giacomo se calló, lo dejé sin palabras, sé que al bajar mis barreras lo
desconcertaba, en aquel momento pensaba que solo me odiaba por el daño
que le hice de niño, nunca imaginé que teníamos un equipaje amplio que
dañaría lo que apenas comenzaba a nacer.
—¿Qué quieres decir? —inquirió con voz ronca.
—Que… —Cerré los ojos y me callé, traté de zafarme de su agarre, no
podía bajar las barreras de aquella manera, porque estaría entregándole
todo lo que nunca quise darle.
Su reacción fue apretarme con mayor fuerza, asustada tomé sus manos y
su rostro se transformó.
—Te resistes a esto, pero cada vez das un paso más para caer en el vacío
que se siente cuando el lado oscuro te atrapa, no te resistas, Pia, entrégate
a esto, sé mía, conquistemos el mundo, pondré todo lo que desees a tus
pies, arrasaré con cualquier persona por ti, solo tienes que amarme —
declaró con rabia—. Cruza esa pequeña línea, vamos, Gioa mia…
Volvió a besarme y esta vez todo se convirtió en pasión, porque cada vez
que me besaba sentía que me encendía, que su mirada me hacía arder en
pasión mientras sus manos me tocaban y me penetraba con violencia. No lo
decía, pero sabía que le pertenecía.
—Estamos listos —anuncia Aiden trayéndome de vuelta a la realidad.
Me giro para verlo, está dejando todo frente a mí, es entonces que me
percato de que hay un sobre que no había visto.
—Lo traeré de nuevo, pero si llego a fallar —me dice y me quedo
mirándolo—. En ese sobre tienes la oportunidad de comenzar de nuevo,
lejos de la Camorra.
Niego.
—Si fallas estaré esperando mi muerte —sentencio.
—No seas estúpida. —Abro los ojos y él sonríe—. Disculpa, pero me
recuerdas a mi hermana, te estoy dando la oportunidad de escapar, pero no
creo que lo necesites, Federico morirá esta noche en manos de Giacomo.
Y no me deja decir nada más, sale del despacho, tomo el sobre y me
quedo mirando el pasaporte que tiene mi foto y otro nombre, cierro los ojos
pensando que puede ser una oportunidad, pero no la quiero, no la necesito,
porque mi esposo volverá esta noche.
Desesperanza
GIACOMO
L uca tiene horas sin aparecer, sin dar la cara, en cambio ha enviado a
Federico Di Marzo a ser mi verdugo, sabía que iba a morir, lo sabía
desde el mismo momento en que me di cuenta de que había sido traicionado
por la persona a la que le confié toda mi vida. Creía que era un ser supremo,
que había nacido para gobernar, pero el poder nos puede cegar después de
probarlo. No soy del tipo de hombre que cree en los milagros, aquí en el
mundo de la mafia no existen, nos hemos acostumbrado a lo peor.
Suspendido del techo, me encuentro golpeado, me han roto más costillas
de las que pensé tener, no le ruego que me asesine rápido porque eso solo
lograría lo contrario, pero en el fondo de mi corazón sí lo hago, pido una
muerte rápida. Pienso en el dolor de dejar a Pia, mas mi lado egoísta, ese
que todos tenemos, desea descansar de la miseria de este mundo.
—¡El gran Giacomo Gambardella antes de morir! —se mofa Federico y
me toma una foto—. Mi padre siempre me aseguró que debía ser tan letal
como tú, pero no eres tan peligroso como pensaba.
Suelto una carcajada que me hace toser por el esfuerzo, me quedo
mirando al hijo de perra.
—No estamos en igualdad de condiciones, porque si fuera de otra manera
quien te estuviera tomando la foto sería yo. Si yo no me encontrara así, tú,
Federico, estarías tras los pantalones de tu padre, como siempre,
lloriqueando porque nunca has podido ser como yo. No vengas a dártelas de
poderoso, todos sabemos que jamás llegarás a ser ni la mitad del hombre
que tanto proclamas ser. Dime, ¿te place poder vencerme solo cuando estoy
atado y golpeado? ¿Solo así puedes conmigo?
—Siempre tan seguro, siempre tan confiado. ¿Qué se siente haber sido
traicionado? —pregunta divertido—. Llevas años confiando en tu verdugo.
—Esperaba la traición de donde viniera, en este mundo hay personas
como nosotros, somos basura, Federico, no eres mejor que yo.
Eso parece mosquearlo, se acerca y me golpea en el estómago, trago el
grito de dolor, a veces creo que me ha golpeado tratando de escuchar mi
sufrimiento, pero prefiero callar antes de darle el gusto a mi enemigo de
verme completamente derrotado.
—¿Sabes?, en serio no tenía nada en tu contra, no me importa tu poder o
tu nombre, ni esa leyenda que crees que has creado a tu alrededor,
realmente me da igual que fueras la mano derecha de Stefano —comenta—.
La conocí, la idea era que mi hombre la jodiera y luego cayera en mis redes,
debí ser yo quien la reclamara para hacerla infeliz.
—Entonces haces esto por una mujer —me burlo—. ¿No es que la habías
follado?
—Lo hice —afirma mintiendo.
—Qué buen mentiroso eres, porque era virgen cuando la hice mi mujer,
su coño sangraba mientras repetía que era su Dios, ella nunca iba a ser tuya,
Federico, porque estaba destinada a ser mía —digo con orgullo—. Te
matará, te matará y luego te veré en el infierno, mátame lento si quieres,
pero nunca tendrás lo que deseas; al igual que a tu padre, otra mujer de la
familia Paccini ha rechazado a un Di Marzo.
Saca un cuchillo y sonrío, he conseguido lo que deseaba, llevarlo a donde
quería. Salta sobre mí y me clava el cuchillo en el abdomen, me retuerzo
cuando reabre la herida que los palis de Luca habían suturado, ojalá todo
hubiera sido diferente, pero si así es como voy a morir, no haré nada.
—Te veré en el infierno, pero mientras estás allá, disfruta cómo hago mía
a tu mujer —susurra en mi oído retorciendo la hoja del arma dentro de mí.
Cuando la saca no pienso en nada más que en los momentos en los que
estuve con mi mujer, no la hice feliz y ese fue mi peor error. No tuve la
oportunidad de verla realmente satisfecha a mi lado. Federico comienza a
reírse y cuando me fijo tiene las manos manchadas con mi sangre, parece
estar fuera de sí. La desesperanza me abraza completamente, no hay vuelta
atrás en este camino pedregoso.
Toso y siento el sabor metálico de mi sangre subir por mi esófago. Cierro
los ojos, entonces la imagino en el yate con su vestido rojo, mientras el
viento hace que su cabello se mueva, sonriendo mientras bailamos una
canción romántica, su risa, sus manos acariciando mi pecho, su voz
diciéndome que quiere quedarse en esa pequeña burbuja. Otro recuerdo, los
dos en la bañera mientras le canto una canción en napolitano, esos pequeños
momentos que me dieron una razón de vida.
Efímera, así es la vida, nos preocupamos por tratar de vivirla como
pensamos que debemos, pero no la vivimos como deseamos y al morir nos
arrepentimos de lo que no llegamos a obtener. Ya no hay marcha atrás
mientras me desangro, el maldito que me ha dado la muerte se ríe fuera de
sí.
—Lo gracioso de todo es que vine a resguardarme, tu mujer ha puesto
precio a mi cabeza y me persiguen, no pensé que te encontraría vivo, Luca
afirmaba que estabas muerto, así que vaya sorpresa la que me llevé al
encontrarte.
—Luca tenía otros planes para mí —me burlo—. Seguro otros para ti.
—Tenía planes para él también, no hay suficiente espacio para todos,
pues para nadie es un secreto que deseamos lo mismo, el poder. —Se acerca
para introducir los dedos en mi herida y los retuerce causándome mayor
dolor, cuando los saca, me sorprendo al ver qué está hipnotizado mirando la
sangre y sonriendo, la cara de un asesino extasiado—. Se suponía que debía
ser la cara limpia de mi familia, llegar a la política, hacer lo que se tenía
pensado, pero después de que pruebas tener el poder de acabar con una
vida, se te despierta una sed de sangre que a veces no puedes parar.
—Termina con esto —le ordeno.
—No estás en posición de ordenar, me gusta verte desangrándote —
contesta—, podría cortar algún otro lugar para que sea un poco más rápido,
pero si te toqué el bazo, estoy seguro de que debes estar sufriendo una
hemorragia interna, así que tu muerte será lenta, te apuesto a que comienzas
a sentir escalofríos, tu respiración cada vez es más trabajosa, estás a punto
de un shock.
Es cierto, sé que estoy muriendo, pues la infección anterior todavía no se
ha curado y he perdido mucha sangre.
—Te veré en el infierno, Di Marzo.
Se escucha una explosión y disparos, Federico maldice y me observa
fuera de sí, pensaba que yo era un psicópata, pero me equivocaba, estoy
frente a uno. Toma el cuchillo del piso y se acerca a mí. Me quedo
mirándolo con una sonrisa de suficiencia.
—Mi mujer puede ser cualquier cosa, pero va a matarte —me burlo—.
Espero que sea tan maldita buena quitándote la vida, así como has jodida la
suya.
Todos dicen que ven su vida pasar delante sus ojos cuando están a punto
de morir, pero no he vivido nada bueno, así que, mientras Federico me
acuchilla, lo único que puedo ver es a Pia.
La puedo ver de todas las maneras en que le he amado, la niña, la joven y
la mujer, todas mías, todas hermosas, todas van pasando como recuerdos
rápidos y efímeros mientras el dolor me atraviesa. Su risa, sus jadeos, sus
gritos, todo lo bueno y lo malo.
No me arrepiento de nada, porque he vivido la vida que me tocaba e hice
lo mejor para sobrevivir en este puto mundo. Dejo de sentirlo, abro los ojos
y unos hombres lo han atrapado y otros están tratando de bajarme.
—Pia —murmuro.
Uno de ellos se quita el pasamontañas y puedo ver que es Aiden,
circunspecto se acerca para ayudarlos.
—¡No puedes morirte, ella te está esperando! —clama, desesperado.
Y no puedo ni hablar, siento que la vida se escapa de mis manos como la
arena del mar. Si tengo un solo arrepentimiento es el haberme convertido en
un hijo de puta para mi esposa, cuando pude haberla hecho completamente
feliz. La bestia, como una vez me llamó, está muriendo para liberarla.
Mi hermano me toma en sus brazos y me saca de ahí, cierro los ojos,
escucho las voces ahogadas, inentendibles. Me dejo arropar por la paz, una
que solo he sentido una vez, una luz cegadora me conduce a un lugar,
camino y puedo verla, ahí está Pia sonriéndome.
—Pia —murmuro—. Gioa mia.
Todo lo que necesito es caminar hacia ella, para encontrarme de nuevo,
porque Pia es la paz en la guerra, es la calma en la tempestad.
Dicen que el amor es suficiente
PIA
*****
Dentro de mi mente hay una voz que susurra venganza, una palabra tan
simple, pero que abarca miles de sentimientos, sin embargo, el
predominante es el odio que sientes por esas otras personas. El dolor puede
gestionarse de dos maneras, la primera es dejarse ahogar por la pena; la otra
es encontrar la compensación, matar y asesinar para lograr sacarte ese dolor
que llevas dentro, arrancarlo de tu alma y que nada pueda pararte.
Eso es lo que haré, quiero verlos sufrir, que paguen por cada herida que
recibió mi marido, alrededor de setenta en todo su cuerpo, quiero cortarle
los dedos a Luca, hacer que vivan el mismo infierno que hicieron pasar a
Giacomo.
Camino hasta la habitación donde tienen a mi esposo, Aiden se ha
encargado de que estemos en un lugar alejado y en el que no vamos a ser
molestados. Esto no es lo ideal, estar fuera de casa exponiéndonos, todos
saben que mi esposo es un criminal, de hecho, nuestra familia es la primera
sospechosa en pertenecer a la Camorra; como siempre he dicho, la mafia es
un secreto a voces, todos saben quiénes somos, sin embargo, no intentan
detenernos.
Abro la puerta y entro, lo único que deseo es estar cerca de mi esposo,
ahogo un sollozo cuando lo observo conectado a las máquinas. ¿Habrá
sentido lo mismo él al verme así? Esta incertidumbre de no saber si estará
bien, si todo por fin saldrá de la manera en que pensamos. Busco una silla y
ubico una junto a la puerta del baño y la atraigo cerca de la cama, tomo
asiento mirando a Giacomo; no tengo cómo tocarlo, porque las mangueras
que dejan que recupere la sangre que perdió y los medicamentos están en
una de sus manos y en la otra están los monitores. Acaricio su cabello
mientras me acerco para dejar un beso en su coronilla, sorbo las lágrimas, el
dolor es exasperante, porque no tengo la certeza de si va a salvarse, ni en las
condiciones en que quedará, tengo que estar preparada para cualquier
escenario.
Respiro hondo y me siento en la silla, me quedo ahí sin saber qué decirle.
Pensando que de verdad nos enamoramos de maneras muy misteriosas.
Tengo miedo a lo que voy a decirle, pero quizás es la única forma de que
vuelva a mí, que envejezcamos juntos, que tengamos la oportunidad de ser
felices. Pongo las manos en mi vientre y sonrío.
—Sé que hemos cometido errores, que desde niños hemos ido y venido,
que nos odiábamos, pero necesito que luches por nosotros, porque tienes
razones para quedarte, para ser feliz, porque podemos hacerlo, il mio tesoro,
porque podemos lograrlo, porque confío en ti, siempre he pensado que
podemos ser felices, solo tenemos que crear esa burbuja que nos protege. —
Me rompo y lloro—. Este loco y ciego corazón te ama, te anhela y me está
matando que estés ahí, que estemos de esta manera, no puedo perderte,
Giacomo, no puedo perderte, estoy embarazada —confieso rogando que me
escuche—. Estamos esperando un bebé, sé que somos la relación más
tóxica que existe, dependemos el uno del otro, somos adictos a lo tóxico y
felices en la miseria, nos han faltado razones y sobraron los motivos para no
estar juntos, así nos matemos, así nos odiemos…
Las lágrimas y dolor me impiden respirar, porque no puedo, Giacomo es
mi mundo, solo con él puedo llorar y reír, a pesar de las heridas y el dolor es
el único hombre al que le he entregado mi corazón.
—No somos perfectos, no somos tan diferentes, pero eso es lo que nos
hace ser nosotros, por favor, il mio tesoro, por favor, vive por nosotros;
dicen que el amor es suficiente, que el amor basta, por favor vive, sé que
me odias y me quieres, que por más que desee alejarme, siempre encuentras
la manera de que vuelva a ti, ahora te toca a ti, por favor, por favor. —Me
seco las lágrimas—. Odio llorar maldita sea, juré que nunca más lloraría por
ti, por eso vuelve, maldita sea, vuelve…
La puerta se abre y alzo mi rostro, Aiden me observa impactado, sé que
estoy hecha un cuadro, pero esto es lo que soy, no voy a negarlo.
—Es hora, Pia, tienes que decidir qué harás, puedes esperar a Giacomo,
pero te recomiendo que los mates antes de que alguien te traicione.
Asiento con mi cabeza y me levanto, me acerco a Giacomo para besar su
cabeza y cierro los ojos por un segundo.
—Volveré pronto, il mio tesoro, ti amo…
Me reincorporo y por inercia toco el colgante de obsidiana negra, respiro
hondo y salgo decidida a terminar con todo lo que me ha atormentado desde
que tengo memoria. Aiden me escolta, pero me detengo.
—¿Esos hombres son de fiar? —inquiero.
—Lo son, Pia, no son camorristas, son mis hombres —me contesta.
Me quedo mirándolo sorprendida y él sonríe.
—No desconfíes, Giacomo lo sabe, ya hablaremos tú y yo.
Asiento y me quedo mirándolo por unos segundos, comienzo a caminar y
algo en mi interior me hace confiar en este hombre.
Metanoia
PIA
GIACOMO
«V uelve, il mio tesoro, tengo la culpa de que estés ahí, por favor, vuelve
porque yo solo quiero que me ames como lo hago yo».
Quiero abrir los ojos, pero no puedo, y escuchar la voz desesperada de
Pia me vuelve loco.
«Por nosotros, por nuestro bebé, por favor vuelve, por favor,
Giacomo…».
Lucho contra la pesadez y la sensación de paz que se siente donde estoy.
Escucho el llanto desesperado de mi mujer, ¿un bebé? Estamos esperando
un hijo, no puedo creerlo, cada vez que la escucho llorar, quiero luchar con
esto, quiero despertar, quiero amarla como ella lo desea, ser felices.
*****
«Ha pasado una semana, no puedo creer que no despierte, sus órganos
están reaccionando, todo está bien. Necesito que reaccione, vuelve,
Giacomo, maldita sea, vuelve o iré a buscarte hasta el mismo infierno;
necesitamos otro día, tenemos una vida, siempre fui tuya, te odié mucho
tiempo, pero te amaba en el fondo sin saberlo».
Pia solloza, escucho a Aiden calmarla, me llama hermano, quiero
despertar para volver con ella, lo necesito, no puede venir aquí, tenemos
que tener otra oportunidad, no podemos perdernos, no podemos perder la
oportunidad de ser felices, tiene razón. Lucho contra la pesadez en mis
párpados. Escucho su llanto y quisiera poder calmarla, lo necesito, pero de
nuevo soy arrastrado hacia la oscuridad, no puedo volver, se siente tan bien
aquí.
*****
«Regresa, por favor, tengo miedo, estoy aterrorizada contemplando la idea
de que puedo perderte, maldita sea, dame una esperanza, vuelve conmigo».
Siento el calor de su mano en la mía, la aprieta y hago el esfuerzo de
apretarla de vuelta.
«Aiden, Aiden, llama al médico».
Escucho voces ahogadas, ¿esto es real? Es parte de mi mente, Pia, mi
amada Pia, escucho cómo le grita a alguien reclamándole, quisiera verla,
está peleando por mí, lo está haciendo por mí, los dos podemos tener una
oportunidad, ¿por qué no puedo regresar? Necesito volver a casa con ella,
necesito que todo esto acabe.
«Regresa, no quiero creerles, no puedes dejarme, quiero que este miedo
que me está ahogando desaparezca, necesito dejar de probar lo salado de
mis lágrimas, no quiero que te conviertas en la parte más triste de mi vida,
eres el oxígeno que respiro, por favor, regresa, no te atrevas a dejarme, eres
todo lo que necesito, Giacomo».
Se le quiebra la voz y quiero regresar, la verdad necesito regresar para
estar con la mujer que amo. Lucho por los dos, siento lo húmedo de sus
lágrimas mojar mi mano, lucho con todas mis fuerzas, porque al final todo
lo que siempre me ha importado, la única mujer a la que he amado, está
llorando por mí. Peleo una batalla contra algo que no entiendo, hasta que
por fin veo la luz, abro los ojos.
—Pia… —Escucho a Aiden.
Aprieto la mano de mi mujer y ella levanta la cabeza, cuando nuestras
miradas se cruzan, puedo ver el amor contenido en su mirada.
—¡Dios mío! —solloza mientras se levanta, se acerca para besarme en la
frente—. Volviste.
Carraspeo y siento lo húmedo de sus lágrimas cuando me abraza, como
puedo correspondo al abrazo. Aiden entra con un hombre vestido con
uniforme hospitalario.
—Es bueno tenerte de vuelta —asegura.
—Pia… —murmuro con voz ronca.
Mi mujer me toma la mano y sonríe a pesar de que su rostro está bañado
de lágrimas.
—Estoy aquí y no me iré nunca, te lo prometo, il mio tesoro.
Y nunca me había llamado así, lo escuché mientras estaba inconciente o
eso creo, el doctor me hace unas preguntas, me hace mirarle el dedo
mientras pasa una pequeña linterna, aunque me siento un poco
desorientado, me explica que estuve quince días bajo un coma inducido. Al
terminar, Pia me ofrece agua en un vaso con una pajilla, doy algunos
sorbos.
—¿Luca? —inquiero.
El rostro de Pia cambia de la felicidad al odio intenso, lo reconozco, por
años fue la cara que ponía cada vez que me veía.
—Está esperando a que lo mates, no quise ser yo… —responde.
—Aiden —llamo al hombre que me salvó.
Mi hermano aparece, no puedo vivir ocultando una verdad, no cuando
estoy realmente agradecido. Sonríe y le correspondo, siento a mi mujer
pendiente del intercambio entre nosotros.
—Aquí estoy —dice.
—Gracias —musito.
—No tienes nada que agradecer, estoy seguro de que harías eso por mí —
afirma.
—Dar la vida por mi hermano, sangre de mi sangre, lo haría… —musito.
Pia solloza y se abraza a mi cuerpo, no tengo que decir nada más, ahora
sé que ella tiene conocimiento de lo que sucede entre los dos. Siento de
nuevo una pesadez, siento los labios de mi esposa en mi cuello.
—Pronto nos iremos a casa, amor… —asegura y coloca mi mano en su
vientre—. Somos tres.
—Te escuché, Pia, me trajiste de vuelta, te escuché y volví para amarte
como quieres que te ame.
*****
Volver a casa ha sido algo pesado, Pia no deja que me mueva de la cama,
pero necesito resolver tantas cosas, así que aprovecho la oportunidad de que
ha ido a una reunión para hablar con Aiden. Lo encuentro como siempre
sentado en el sofá detrás de la pantalla de su computadora portátil.
—¿No deberías estar descansando? —pregunta sin levantar su rostro.
—Quería hablar contigo antes de que vuelva —respondo mientras me
siento a su lado.
—Un minuto —pide mientras hace algo, suelta un sí y cierra su pantalla
—. Acabo de hackear el banco donde Luca tenía el dinero, ahora es tuyo.
Respiro hondo y sonrío.
—Gracias… —Una simple palabra que abarca tanto entre nosotros dos
—. Si no hubiera sido por ti, no estaría aquí… —Asiente en mi dirección—.
Sé que no he sido el mejor hermano, te quedaste a pesar de las atrocidades
que cometí contigo cuando no sabía quién eras.
—No te odio, pero no podría gritar que eras mi familia y dejar a tu madre
expuesta.
—Lo sé, me has salvado de muchas maneras, tantas, que nunca tendré la
manera de pagarte.
—No quiero que me pagues —revira—, solo quiero…
—Ser mi hermano mayor —lo interrumpo—, yo no conozco nada acerca
de ser una familia, sabes lo que soy, aceptaste quedarte por mi madre, pensé
que te irías, pero te quedaste, si quieres volver a tu vida…
—Quiero quedarme, Giacomo, quiero traer a mi hermana, sé lo que eras,
sé lo que era mi madre, pero no tienen la culpa; ni ella por darme en
adopción, ni tú por quedarte a su lado, nunca guardé rencor hacia ti.
—Luca…
—A él sí —acepta—. Por cada cicatriz que tengo en mi cuerpo, pudo
parar mi tortura antes, siempre lo supo, sabía que era tu hermano. —Niega
—. Además, confirmé rumores que violaba a palis jóvenes y luego los
manipulaba, estaba reuniendo las pruebas para demostrarlo.
—Hizo lo mismo conmigo, después de eso comenzó a cuidar de mí… —
confieso.
—Creciste en este maldito mundo, Giacomo, no dejes que las acciones de
tu padre y familia te definan, tú eres diferente a ellos —asegura.
—No lo sé, soy un asesino, ¿y si le hago daño a mi hijo?
Sonríe y coloca una mano en mi hombro.
—Sé que no le harás nada, quizás amarlo hasta que des tu último aliento,
pero no le harás daño, no dejes que eso te detenga, creciste bajo el poder del
odio, ahora envejece bajo el poder del amor.
—Gracias, Aiden…
—Para eso soy tu hermano mayor…
Hablamos un poco más hasta que Pia vuelve y me obliga a acostarme de
nuevo, sabe que estoy cansado con tan solo verme, cuando me levanto mi
hermano me sorprende dándome un abrazo. Lo recibo y esta es nueva
oportunidad para ser feliz, lo sé, esta vez no contemplo vivir regodeándome
en el odio, no puedo cambiar lo que soy, pero puedo intentar en ser un
mejor esposo y hermano.
Pia me ayuda a acostarme y lo hace a mi lado después de que se asegura
de que estoy cómodo. Se abraza a mi cuerpo y coloca, con cuidado de no
lastimarme, su cabeza en mi pecho, acaricio su cabello; últimamente nos
quedamos largos periodos en silencio así de esta manera, como si los dos
estuviéramos atesorando lo que tenemos.
—Te escuchaba cuando estaba en esa oscuridad que me envolvió
mientras estuve en coma —comento rompiendo el silencio, se acomoda en
su sitio y se queda mirándome, pero no puedo verla mientras abro mi
corazón—. Caminé por una luz, pensé que eras tú, la muerte quiso
engañarme, lo sé, pero te escuchaba rogarme que volviera.
—Porque te necesito —musita avergonzada.
Giro mi rostro, mi cuerpo aún resiente cada golpe, cada herida que le fue
infligida.
—Esto es una nueva oportunidad, Pia, sé que no nos merecemos, pero
aun así nos amamos, por favor, permíteme comenzar de nuevo, amarte
como te mereces. —Coloco mi mano en su vientre—. Quiero ser un buen
padre. —Coloca su mano encima de la mía y sonríe—. Quiero ser un mejor
esposo.
—Giacomo… —musita emocionada.
—No puedo cambiar el hecho de que soy un asesino, pero puedo ser
mejor persona para ti, quemaré el mundo por ti, así como lo hiciste para mí,
la villana se convirtió en la heroína de esta historia.
Suelta una carcajada, toma mi rostro entre sus manos, me da un beso que
me emociona.
—Quiero que me ames en la oscuridad de tu corazón, quiero que me
adores en la luz de tu amor, no te cambiaría por nada en este mundo,
Giacomo, me resistí muchos años a este amor, es hora de que nos dejemos
de estupideces. —Se le escapa un sollozo—. Debí contarte lo que sucedía,
aunque Luca me decía que te contara, ahora me doy cuenta de que estaba
manipulándome.
Coloco un dedo en su boca.
—Ya pagará, no quiero escuchar nada más —afirmo—. Este momento es
nuestro, Pia, seamos felices, no sé cómo ser bueno, pero enséñame a amarte
como te mereces.
Toma mi dedo y lo besa.
—Ámame en la oscuridad, hazme tuya, y cuando veas que entro en
razón, fóllame como siempre lo haces.
Me besa con ternura y me siento feliz, estoy decidido a vivir una vida
plena y a olvidar todo, amarla como desea, aprender que existe más que la
muerte y el odio. Cuando se abraza a mi cuerpo comienza a hablarme de
nuestro bebé, me habla de que quiere una habitación hermosa para él. Me
cuenta sus deseos y uno de ellos es terminar de estudiar después de tener a
nuestro hijo, me habla de cómo Bianca y Paola la han apoyado, me siento
feliz de que las amigas de nuestras madres hayan acudido a ella cuando
pudieron.
Le confieso mis anhelos, Pia es lo único que necesito para ser feliz y
conversamos por horas. Entre risas y besos, me doy cuenta de que siempre
tuvimos esta complicidad sin darnos cuenta, nos apoyamos en nuestros
momentos más oscuros. La alejo un poco y sonríe, me observa con los ojos
brillantes de amor, parecen un manto estrellado.
—Ti amo, Gioa mia…
—Ti amo, il mio tesoro…
—Repítelo —le pido.
—Ti amo, il mio tesoro.
Tomo su rostro entre mis manos y la beso, lo único que quiero es el sabor
de sus labios en los míos, ella me entrega su amor en este pequeño contacto,
porque había estado perdido y ahora he encontrado el momento para
regresar a la única persona que he amado.
*****
PIA
GIACOMO
Fin…
1 Eres mi muerte.
Agradecimientos
Agradecer es un acto que debe ser diario, ya que dar las gracias nos
apertura a nuevas oportunidades, por eso dedico estas palabras a:
Gracias a la Virgen del Valle y Santa Teresita del Niño Jesús por siempre
sostener mi mano, por llevarme por el camino correcto.
Gracias a mi madre, mi pilar fundamental, mi vida entera y la mujer más
importante de mi vida.
Gracias a Lisbeth, perolita de mi vida, sé que pronto volveremos a reirnos
con alegría, juntas mientras comenos oreos.
Gracias a Celina por quererme tanto, por no dejarme y tomar mi manos en
estos momentos en que a veces dudo de mí-
Gracias a Isaura, a veces sé que te quieres meter por la pantalla y
golpearme, pero estaré eternamente agradecida por todo lo que aprendo de
ti, no solo a nivel profesional, sino también personal. Contigo editar se
volvió el momento más esperado de mi proceso creativo.
Gracias a Masiel, chama gracias por tu apoyo, eres especial. Que sigamos
cosechando éxitos.
Gracias a mi corazón de condomio Lupe, eres una persona especial que se
merece el cielo entero, gracias por tanto.
Tóxica, este año hemos peleado, pero como una vez te dije eres como la
hermana pequeña que no tengo, gracias por tanto, te quiero muchísimo.
Yensi, mi amor gracias por tu apoyo como escritora y por convertirte en
alguien especial junto a Clau.
Gracias Claudia por tu apoyo, por estar ahí siempre, mi mafiosa favorita.
A Génesis por ser mi lectora beta en los primeros capítulos, mi amor te
amo.
Hay un grupo de chicas que se han convertido en mucho más que que
bookstagrammer, nos convertimos en una familia que da consejos, que se
ríe junta, que se preocupa por todas y cada una, espero seguir contando con
ustedes, las amo, son las que me hacen reír, hasta llorar. Por muchos años
más juntas. Mis víctimas de Cruella: Pau de Perséfone Books, Ceci de
Coffee2019books, Nico de Rayitodeluz, Génesis de Manicomio de los
libros, Nalle de Lee libros con Naii, Sabrina de Una loca lectora, Glorialys
de Perdida entre páginas, Mi Leidys We.are.bibliophiles, Fontcalda de
Lionela y Lupe de Amante Literaria por siempre apoyarme cuando más lo
necesito. Mis Víctimas, las amo, son mías, solo mías.
Siempre voy agradecer a las cuentas de Instagram, creo que sin su trabajo
yo como autora no podría dar a conocerme, gracias por todo su apoyo. En
especial a: Pérdida entre páginas, We.are.bibliophiles Leer es Increíble,
Locas por la lectura, Libros que dejan huella, , Manicomio de Libros, Lee
Libros Con Naii, Perséfone Books, Yenssi y Lucy_Amante_de_la_lectura,
BookbyClau, Lurggibooks, Librodemama, J.T.Mary, clubamantesalalectura,
salseo_de_libros, suspiro_libros, alciolovesbooks, kx_boulewatt,
aquí.leemos.romantica, davidleelibros, Libros y Palomitas y Con_un_vino
por todo lo que hacen por mí, por compartir mis post y leerme.
Quiero darle las gracias en especial a Ceci y a Lucy por organizar las
lecturas conjuntas, gracias por leerme y apurarme siempre para publicar. A
todas las chicas que se unen deseando leer mis historias. Tambien a Yenelys
de la Caja de Libros
Gracias a ti por leerme, por estar conmigo desde el primer día o desde
cualquiera de mis libros.
¡Mil veces gracias!
Sobre la autora
Serendipia 01/05/2016
La Noche Más Linda 11/07/2017
Y Lo Conocí en: 27/11/2018
Desencuentros 15/03/2019
Óbelo: ٣٠/٠٧/٢٠١٩
No Fue Mi Intención Amarte: 01/08/2021
90 días 28/11/2021
Ramé 04/07/2022
Una Segunda Oportunidad 16/10/2022
El Bufón y la Reina 23/01/2023
SERIE LEY DEL SILENCIO:
Omertà 19/03/2020
Amore e Vendetta 26/10/2020
Inferno e Paradiso 15/05/2021
Uomo D’onore 21/10/2021
L’Ultimo Capo 14/10/2022
BIOLOGÍA ATRÉVETE A AMAR
Filofobia: 01/05/2018
Resilio 01/08/2018
BILOGÍA EN LLAMAS: