Está en la página 1de 222

Corazón Oscuro

HUBO UN TIEMPO EN QUE ELLA SINTIÓ AMOR Y ODIO, PERO


ERA SUYA.

BILOGÍA DESEO II
Lorena Fuentes
Lorena Fuentes
Corazón Oscuro
Primera edición: julio 2023
Código: 2307044764645 SafeCreative © ALL RIGHT RESERVED ©
ISBN: 9798851046667
Diseño de cubierta e interior: Lorena Fuentes
Imágenes de la portada:Todos los derechos a AdobeStock
Revisión Ortográfica: Isaura Tapia
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro, ni su
tratamiento informático, ni la trasmisión de ninguna forma o por cualquier
medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros
métodos, sin el permiso previo del autor.
Tabla de contenido

La Playlist de Giacomo y Pia


Prólogo
Secretos y Disculpas
Amarlo en la oscuridad
Un vistazo de nosotros
Perdóname
Esperanza
Cediendo
Jaque Mate
Fóllame, Ámame y Rómpeme
Este corazón analfabeta
Él y yo
Mentiras
Mi oscuridad
Federico Di Marzo
Guerra
La amo y la odio
El Asesino letal
Imposible no amarla
Fuego de noche, nieve de día
Sospecha
Dies Irae
Golpe al corazón
La Caída
Tragedia
La muerte viste de Prada
Dolor
La Cara del traidor
El diablo
Desesperanza
Dicen que el amor es suficiente
Metanoia
Quiero que me ames
Vendetta, morte e pace
Epílogo
Agradecimientos
Sobre la autora
Libros:
El amor se acaba cuando la traición inicia”
Lord Voldermort - J. K. Rowling
Nota de la autora: Romance oscuro contemporáneo. Contiene situaciones
sexuales, violencia, temas sensibles, lenguaje ofensivo y temas maduros.
Recomendado para mayores de 18 años y no apto para personas sensibles.
La Playlist de Giacomo y Pia

Coraline- Måneskin
Another Day- Michael Morrone
Atlantis- Seafret
Torna a Casa-Måneskin
Sparks-Coldplay
The Scientist- Coldplay
Since I Don’t Have You- Guns N’Rose
Cryin’- Aerosmith
I Wanna Be Your Slave- Måneskin
Darkside-Neoni
Watch Me Burn- Michael Morrone
Drink Me- Michael Morrone
Dark Room-Michael Morrone
Hard For Me- Michael Morrone
Villain- ARCANA, Zack Merci
Villain- Bella Poarch
Hole in my Soul- Aerosmith
Drivers License- Lewis Capaldi
Villain- K/DA
Killer- Valerie Broussard
Dark in My Imagination- Verona
Mine- Kelly Clarkson
Come Back Home- Sofia Carson
Be My Queen- Seafret
How Villans Are Made- Madalen Duke
Always Hate Me- James Blunt
Victim- Hañffñives
Blood On A Rose- Everybody Loves an Outlaw
Fix You- ColdPlay
I Hate u, I love u- Gnash ft Olivia O’brien
Ti amo Umberto Rossi
The Lonelist- Måneskin
Las Cuatro Estaciones-Vivaldi
Carmina Burana: O Fortuna- Carl Orff
Prólogo

GIACOMO

L a oscuridad se vuelca sobre mí, no como un deseo, sino como un dolor


lacerante que me ahoga, rompiéndome el corazón; no ella, no la única
mujer que he amado toda mi vida.
Pia no reacciona, por más que la llamo, una sombra se cierne sobre
nosotros como un manto de mal augurio, la mano de mi primo trata de
tocarla, pero la aparto molesto tratando de que vuelva a la vida.
—Giacomo, déjame revisarla, déjame tocarla —pide Luca con voz
calmada—. Vamos, primo…
Alzo mi rostro y su mirada verde se encuentra con la mía, el miedo
aparece, nunca había sentido miedo, ni siquiera aquella noche en que casi
me arrebatan la vida; asiento con mi cabeza incapaz de hablar, tengo la
garganta cerrada por las emociones. Su mano va hasta su cuello, no
abandona mi mirada mientras busca su pulso.
—Perdóname, Gioa mia, perdóname —susurro bajando mi mirada, mi
mano está manchada por el escarlata de su sangre.
—Está viva, vamos, Giacomo, no podemos perder tiempo…
Y me ayuda a levantarme con ella en mis brazos, paso al lado del cadáver
de Mina, debajo de su cabeza hay un charco de sangre, bajamos las
escaleras hasta la cochera, entramos al todoterreno y mi primo arranca a
toda velocidad. Mi error más grande fue creer que soy invencible, que nada
y nadie podría llegar a nosotros, con ella en mis brazos debatiéndose entre
la vida y la muerte, me doy cuenta de que solo soy un crío tratando de ser
un rey.
—Mamma… —murmulla Pia.
—No te atrevas a dejarme, carajo, no te atrevas porque iré al mismo
infierno para traerte de vuelta, mi Perséfone.
Mi primo derrapa el todoterreno y baja gritando por ayuda. En la radio se
escucha Another day de Michael Morrone. Abre la puerta junto a unos
enfermeros, quienes me ayudan con Pia. La suben a una camilla, corren en
tanto ella está batiéndose un duelo con la muerte, me quedo paralizado
mirando mientras se alejan, unas gotas caen del cielo, como si de alguna
manera, alguien ahí estuviera al tanto de mi dolor, son las lágrimas que no
puedo derramar. Subo la mirada, la oscuridad de esta fría noche se cierne
sobre mí como el castigo a los errores que cometí con mi rosa llena de
espinas.
Si tuviera otra oportunidad de hacer las cosas bien, la haría la mujer más
feliz de este mundo; cierro los ojos tratando de calmarme.
—Vamos… —me pide Luca—, Giacomo, vamos…
—No, no puedo…
Siento las manos de mi primo en mis hombros, me zarandea y vuelvo a
abrir los ojos, me observa con preocupación.
—Ella es fuerte…
—Pero…
—Vamos, Giacomo, no es hora de ser un cobarde, si amas a Pia, ponte
los pantalones y enfrenta la consecuencia de nuestros errores.
Le hago caso, todos nos observan con miedo. Cuando bajo la mirada, mi
camisa de color blanco está manchado con el carmesí de la sangre de mi
esposa. Buscamos dónde la tienen, pero nos informan que está en cirugía,
no puedo creer que una sola bala pueda arrebatármela cuando he recibido
cientos de ellas toda mi vida.
Me siento en la sala de espera; pensé que la tendría toda la vida, que
nunca me faltaría, nunca la dejaría ir, mas no puedo porque es el amor de mi
vida. Muevo mis piernas ansioso y me paso las manos por el cabello, me
levanto y me aproximo a la pared más cercana para darle un golpe, el dolor
explota en mis nudillos, pero no es tan punzante como el que invade mi
alma.
—¡Giacomo! —Desesperado me llama mi primo.
Lo veo y me señala a los cirujanos que vienen hacia nosotros. Se levanta
y percibo su presencia a mi lado. Me quedo mirándolos y esperando la
noticia de que la he perdido, que logré lo que todos me advirtieron y tanto
presumí desear en su momento, quise tanto tener mi venganza, que ahora
que finalmente la tengo, estoy destruido.
—¿Ella está bien? —pregunta Luca por mí.
—La bala perforó la arteria subclavia, tuvo una pérdida de sangre
importante, mientras tratábamos de detener la hemorragia sufrió un paro
cardíaco. —Cierro los ojos y me tambaleo—. Pudimos traerla de vuelta,
pero lamentamos informarle que perdió al bebé que esperaba. —Vuelvo a
abrirlos—. Ella estará en cuidados intensivos, le informaremos cuándo
podrá verla.
—Gracias… —murmura Luca.
Me doy vuelta mientras mi primo me llama, salgo con una sola idea:
exterminar a todos, demostrar que mi corazón es oscuro, que no hay luz en
él, que nada podrá detenerme, que por Pia y por lo que amo, haré arder el
mundo entero.

*****

Cien de mis mejores hombres están a mi lado, Luca no ha parado de llamar


por mi móvil, sabe que estoy decidido a matar a todo aquel que apoyara a
Federico Di Marzo, mi mujer estuvo muerta y el hijo que siempre deseé ya
no se encuentra entre nosotros; no, esto es más que una venganza para mí,
hijo por hijos, Cosimo Di Lauro me lo debe. Toco el timbre, son las tres de
la mañana, los palis de este clan me observan con cautela. Espero
impaciente, estoy a punto de tirar la puerta de un golpe. Cuando la abre
puedo ver a Andrea y a su padre.
—Giacomo —murmura Cosimo.
—Vengo a traerte algo que te pertenece. —Me giro mientras uno de mis
hombres baja del todoterreno el cuerpo de Mina sin vida—. Y a ajustar
cuentas, ya que la familia Di Lauro ha cometido traición.
—Mataste a mi hermana…
—Y ella mató a mi esposa e hijo —contesto y mi voz sale de manera
sombría—, así que vengo por sus vidas.
—Giacomo, no… —ruega Di Lauro.
—¿No? —inquiero molesto—. Tu maldita hija entró a mi casa y asesinó
a mi familia, es justo que me abras la puerta y te asesine.
—¡Mancillaste a mi hermana y ahora vienes clamando venganza! —
espeta Andrea—. No eres un hombre de honor.
Suelto una carcajada levanto mi arma y sin mirar atrás le disparo, un
grito de mujer resuena.
—Si nos exterminas, Paccini irá en tu contra.
—Estoy esperándolo —afirmo—, pero cuando le cuente que mi mujer
está muerta y mi hijo no nacido también, creo que me darán la razón, ojo
por ojo, diente por diente, tu hija me ha quitado todo, ahora vengo a quitarte
todo a ti.
Uno de mis palis tira el cuerpo inerte de Mina, Cosimo se tambalea y se
sostiene en el marco de la puerta, nunca imaginé que mataría a la familia Di
Lauro.
—Tu familia y la mía —aboga al lazo.
—¡Cállate! —ordeno—. No quiero escucharte, Cosimo, porque todos
sabemos que si te dejo vivo buscarás la manera de vengarte, no soy tonto,
no lo soy, así que… —Levanto mi arma hacia él—. Seré rápido.
—Vas a arrepentirte…
—¿Arrepentirme? —inquiero molesto—. Tu hija ha asesinado a mi
familia, no voy arrepentirme de nada, porque estoy seguro de que tú has
enviado a Mina al matadero —contesto.
Y disparo, primero en su abdomen, se estremece tocando su barriga;
luego le disparo en el hombro, me observa como si no pudiera creerlo,
como si estuviera cometiendo el peor error de mi vida. Sin pensarlo más
vacío el arma sobre él, su cuerpo se bambolea sobre sus pies hasta que cae
de rodillas frente a mí, la vida se ha escapado de sus fanales oscuros, la
sangre sale por su boca a borbotones, mientras cae lentamente. Un grito,
solo un grito me recuerda que no estábamos solo él y yo.
—¡Te maldigo, Giacomo Gambardella! —me maldice Ana Di Lauro—.
Nunca serás feliz, nunca alcanzarás la felicidad.
Me río burlándome de sus palabras.
—¿Acaso alguien es feliz en este mundo infectado de muerte? —
pregunto—. Hagan lo que quieran con ella y luego todo lo que encuentren
de valor es de ustedes.
Y no tengo esperanzas ni sueños, no tengo nada, ya que no la tengo a
ella. Pia es mía en papel, en cuerpo, pero su alma se ha resistido, aunque me
ha confesado que me ama, se resiste a sentir, que esa oscuridad que trata de
alejar la tome. No tuve buenos deseos para mi mujer por mucho tiempo,
¿qué me trajo? No tengo horas felices desde que regresamos de nuestra luna
de miel, ahora ella está en una cama, mientras se debate entre la vida y la
muerte.
¡Estamos jodidos!
No, no tengo nada, porque si no tengo a Pia, ¿de qué sirve estar vivo? En
este momento, siento que se ha ido de mi vida, que la poca felicidad que
sentí al poseerla se ha esfumado y supongo que nunca la volveré a sentir. Si
ella me abandonara, estoy seguro de que volveré a esa vieja miseria, a ese
momento cuando no tenía amor por nada, porque es así, perdí mi alma y
todo lo que alguna vez fui.
No la tengo a ella.
Subo al todoterreno deseando que esto sea una pesadilla, que nada de lo
que está sucediendo sea cierto, que no puedo tener una maldición, nunca he
sido supersticioso, pero tengo miedo de que las palabras de Ana Di Lauro
se cumplan y que nunca pueda ser feliz.
Necesito que mi oscuro y maldito corazón tenga una oportunidad de
hacer las cosas de la manera correcta esta vez, porque si Pia mirara
directamente a mis ojos tendría un vistazo de cuánto la amo, de que no está
todo perdido, que tenemos siempre otro día para amarnos, porque la quiero
en mi paraíso, la necesito a mi lado, la amo porque ella es mi único amor, la
única capaz de hacerme sufrir.
Los dos sabemos que somos pecadores, que hemos cometido varios de
los pecados capitales, porque por mucho que la vida trate de separarnos,
todo se entrelaza para que vuelva a su lado, para que los dos pequemos
juntos.
Secretos y Disculpas

GIACOMO

Tres meses después

E ntro al piso, ensangrentado de pies a cabeza, Pia sale y se queda


mirándome con odio, no me ha perdonado el que le ocultara que tuve
una relación con su mejor amiga antes de casarnos. Pasa la mayor parte del
tiempo encerrada en su habitación, no me dirige la palabra, sin embargo, la
he atrapado hablando con mi primo Luca, los celos me atormentan, no
confío ni siquiera en él. La persigo como el peor de los acosadores, porque
no desea ver que me pertenece, por eso cada movimiento que da, cada
respiro y cada paso, la vigilo como un halcón.
Parte de ella murió aquella noche, la conozco tan bien, no me deja ni
siquiera acercarme cuando me da los pequeños placeres de verla, muchas
veces sale de manera inesperada de la habitación en la que se ha confinado,
pero al verme a veces tiene un comentario doloroso, el veneno que ya he
conocido es lo que escupe su boca.
—¡Pia! —la llamo cuando se da vuelta para regresar de nuevo a su
refugio.
Le he dado tiempo para que pueda pasar la página, ni siquiera me atreví a
contarle que perdimos a nuestro hijo. Me da terror cómo pueda reaccionar,
la he tratado con mano de seda, pero comienzo a cansarme de esta ley del
hielo o lo poco que me da cuando prefiere insultarme. Creo que soy
masoquista, porque necesito que me insulte, a que pelee conmigo, que me
diga que me odia, a que me ignore día y noche. Vivo de esos pequeños
instantes, ya que nunca imaginé que su indiferencia me mataría.
No contesta, la sigo hasta su habitación, cierra la puerta y escucho cómo
pasa el pestillo. Golpeo la puerta y pego mi rostro en ella.
—Pia, han pasado tres meses, te he dado tiempo, te he dejado en paz,
pero ya me estoy cansando. —Silencio—. Déjame contarte la verdad, por
favor, no sé qué hacer, no quiero seguir viviendo en la oscuridad, sé que me
amas, no me apartes.
El silencio puede ser doloroso, hay silencios que dicen mil palabras y
algunos que no dicen nada. Este al que me está sometiendo Pia está lleno de
reclamos, dolor y rencor. Toco de nuevo la puerta, tengo la llave, puedo
abrirla e invadir su espacio, sin embargo, no lo hago, mi mente vuela a
aquel momento en que supe que tenía que darle un espacio o la perdería.
La enfermera me acompañó para que me cambiara por un uniforme
verde, me lavé la sangre de Pia y la de mis enemigos. Me quedé mirando
hipnotizado cómo el lavamanos de color blanco se manchaba de rojo, como
si de alguna manera pudiera borrar el rastro de lo que era, pero no podía,
nunca me había arrepentido de ser un monstruo, hasta esta noche que
escuché que perdí a mi hijo, por impulsivo, por confiado, por creer que mis
errores no iban a perseguirme.
Respiré profundo y con el corazón destrozado, me lavé el rostro para
verla, me puse lo que me habían dado y salí de aquel lugar. Siempre
necesitaba verla, no obstante, en aquel momento necesitaba saber que ella
estaba bien y que no iba a morir por un error tan idiota como no saber
controlar a mi examante. Una mujer de cincuenta años con rostro molesto
me acompañó hasta cuidados intensivos, nos detuvimos frente a una puerta,
me paré ahí con miedo a lo que podía encontrarme.
—Solo quince minutos… —me informó y quise decirle que no era nadie
para decirme qué debía hacer.
Asentí aceptando que no podía discutir, además de que no tenía fuerza
para hacerlo, tomaría el poco tiempo conformándome con mirarla.
Murmuró algo mientras agarraba el pomo metálico y frío, lo giré con
cuidado abriendo lentamente la puerta que me dejaría ver a Pia. Cuando lo
hice, sentí que me ahogaba, no sé si era por el olor penetrante a antiséptico
o por verla así; se me cortaba la respiración mientras mi corazón se sentía
culpable.
Mi conciencia sabía que lo era, que solo yo tenía la culpa de que Pia
estuviera en ese estado, yo mismo había resultado herido con disparos,
corriendo con la suerte de que estos nunca tocaron órganos vitales, sin
embargo, ella tuvo la mala suerte de que una sola trastornara todo y casi la
pierdo. Me encontraba asustado y nunca lo había estado, ya que mi mujer
estaba conectada a cables que iban a monitores, medicamentos y bolsas de
sangre, de su boca salía un tubo que le permitía respirar, ese sonido era
tormentoso, estaba pagando caro el desear hacerla mía sin importar las
consecuencias. Me acerqué tambaleándome sobre mis pies, hasta caer en el
piso a su lado, quise tomar su mano, pero no me atreví por miedo a mover
algo y complicar todo.
El cirujano nos había informado que su estado era crítico por la pérdida
de sangre y el infarto. Que estuvo clínicamente muerta, sin embargo,
regresó para quedarse a mi lado. Me sostuve a eso para asesinar a los Di
Lauro.
—Gioia mia, perdóname, no imaginé de lo que ella podía ser capaz,
siempre fuiste tú, solo tú. Nunca he amado a nadie más, Pia, soy un idiota,
no vi lo que me dijo mi madre, que podría perderte, pero ahora lo entiendo.
Tomé su mano y con cuidado dejé un beso, observé su rostro y me asusté,
la muerte estaba ahí, su piel cetrina daba un aspecto terrorífico.
—Nos hemos mentido a lo largo de los años, tú ocultando tu verdadero
ser, y yo tratando de esconder lo que siento por ti, pero si te detuvieras a
ver en mis ojos, te hubieras dado cuenta de que te amo; no puedo perderte,
te prometo que te daré tiempo, todo el que necesites, que estaré ahí para ti,
Pia, lucha, lucha por mí.
Abrieron la puerta y tuve que salir, me senté al lado de Luca, quien no se
fue, ni siquiera el tiempo que estuve lejos.
No abre la puerta, abro los ojos y me giro, pego mi espalda contra la
puerta dejándome caer en el suelo. Me quedo mirando la pared, sin saber
qué hacer, siempre he tomado lo que me pertenece y ahora no entiendo
cómo es que voy a recuperarla.
—Hay situaciones de las que no puedes escapar, aquí estoy tratando de
hacer las cosas bien, cumpliendo mi promesa de traerte a los asesinos de
nuestras madres; mientras tanto, tú, estás empeñada en no darme una
oportunidad, cuando rogaste por una.
Silencio, ya no soporto, me levanto y voy hasta la habitación de
huéspedes. Entro directo al cuarto de baño para lavarme, ya que mientras
intento recuperar a mi esposa, afuera hay una guerra que intento ganar.

*****

Despierto asustado y buscando a Pia, la noche se cierne sobre nosotros. Me


levanto y busco en la mesa de noche la llave para abrir la puerta de la
habitación de mi esposa, necesito abrazarla, así en la mañana desee
matarme al despertar. Salgo de mi habitación y me detengo en la puerta de
la nuestra, cierro los ojos, se escucha la canción Coraline de Måneskin, en
ocasiones pienso que ella sabe que hemos perdido a nuestro bebé, porque a
veces escucha la canción en repetición. Meto la llave y desbloqueo la
puerta, abro con cuidado y me quedo paralizado.
Pia está sentada en el medio de la habitación mirando hacia la ventana
mientras las luces se cuelan haciéndola ver como una mujer perdida.
Camino despacio y escucho el sonido de sus sollozos ahogados, me
detengo arrepentido por todo el daño que le he causado, pero las ganas de
tenerla entre mis brazos son mayores, me acerco y me agacho a su lado
hasta sentarme, su cabello cae tapando su rostro.
—Pia, déjame abrazarte… —le pido poniendo una mano en su hombro y
percibo cómo se tensa ante mi toque.
—¡Vete! —sisea entre dientes.
—Gioia mia, todavía podemos intentarlo, déjame estar aquí contigo.
—En el fondo de mi mente te maté. —Se ríe y siento que voy a morirme
—. Y ni siquiera me arrepiento. —Gira su rostro y se quita el cabello,
puedo ver el dolor en sus fanales oscuros—. Te odio.
—Pia, no voy a pedirte perdón por vengarme de ti.
Se ríe.
—Te convertiste en mi debilidad, pero ahora todo eso terminó, todo
terminó.
—No ha terminado —asevero.
—Perdí a mi bebé —musita y se ríe—. ¿Creías que no lo sabía? —
pregunta cuando quito la mano como si tocarla me quemara.
—Le pediste que te matara —susurro.
—Pensé que ibas a salvarme, por eso te llamé, apelé a ese amor que creí
que sentías.
—Pia…
—Ni siquiera me dolió que la hubieras follado, me duele que creas que
puedes engañarme, por tus venas corre tu sangre fría y por eso tu crueldad
es capaz de dañarme, ya no puedes mentirme, ya conozco al diablo. —
Sonríe—. Mataste a lo único que podía unirnos.
—Perdóname —le ruego tratando de tomar su mano.
La quita y se levanta, lleva un jogger y suéter, la imito tratando de
acercarme.
—Te prometí que te mataría, lo he imaginado tantas veces, a veces sueño
con arrancarte el corazón y pisarlo, acuchillarlo hasta convertirlo en
pedazos, mientras tus ojos sin vida me miran.
—¡Hazlo! —le pido—. Mátame, Pia, porque no quiero vivir sin ti.
—Nunca me tuviste —afirma.
Cierro los ojos un segundo y vuelvo a abrirlos. Los dos fuimos una bola
de demolición para nuestras vidas, nos destruirnos de tal modo que no hay
camino de retorno.
—Siempre te quise a mi lado, te amo, Pia, quizás creas que no puedes
perdonarme, quise salvarte y nunca imaginé que una bala podía causar tanto
daño, ni siquiera sabía que estabas esperando a mi hijo. —Se me quiebra la
voz—. Perdóname, perdóname por no evitar que Mina se acercara.
—¿Por qué ella? —inquiere.
—Era mi manera de saber todo sobre ti, ella estuvo dispuesta a todo
mientras la utilizaba.
—Me traicionó, ¿fue ella la que les avisó que me fui con Mariano? —
averigua.
—Sí…
Esa noche, Mina se burló en mi cara y salí de su cama decidido a
reclamar lo que me pertenecía, sin saber que en realidad estaba salvando a
Pia.
—No puedo creer que aún sigues sosteniéndote a esa mentira del maldito
que enviaron para hacerte daño —reclamo—. ¡No te aferres a esa mierda!
¡Fueron los Di Marzo!
—Ya pagarán los Di Marzo, me da igual, porque de alguna manera todos
quieren hacerme pagar por los pecados de mi padre.
—Yo te hice pagar por los tuyos, maté a tu padre para que pagara los
suyos.
Se ríe.
—Sal y déjame sola, no puedo estar contigo y tu corazón de piedra un
segundo más.
Se seca las lágrimas, doy un paso hacia ella.
—Escapemos de nosotros dos, que tenemos demasiada sed de venganza.
—Me vengaré, puede que no ahora, quiero recoger los pedazos de mí
misma mientras me recupero, pero me vengaré, te arrancaré tu oscuro
corazón.
—Pia, vuelve a casa, vuelve a mis brazos —le pido.
—Ojalá pudiera ser distinto entre nosotros, llegué a contemplar la idea de
perdonarte la muerte de mi padre, pero nunca podré perdonarte la muerte de
nuestro hijo.
—¿Crees que no lo sé? —pregunto molesto—. No me lo perdono ni yo,
cometí un error al creer que no te haría nada.
Suelta un sollozo y aprovecho la oportunidad para abrazarla, me golpea
fuerte contra el pecho.
—Odio que me veas llorar, porque siempre creí que era fuerte, hasta
ahora, hasta que me enamoré de ti.
Beso su coronilla.
—Te he dejado ver las partes de mí que no son hermosas, déjame
mostrarte las que sí lo son.
Se aleja y niega.
—Los dos estamos demasiado rotos y hundidos, lo roto corta y lo
hundido ahoga. —Se ríe amargamente—. Esto no tiene salvación.
—Buscaré la forma de encontrar el camino hacia tu amor, Pia, porque
pienso que podemos aprender a amarnos de nuevo.
—Vete, por favor…
Me acerco, beso sus labios castamente y salgo de la habitación, dándole
el espacio que necesita, pero la escucho derrumbarse y entro de nuevo, la
abrazo con fuerza. Dejo que llore entre mis brazos hasta que se duerme, la
llevo a la cama para acostarla, me quedo mirándola y quito el cabello de su
rostro, me acerco para besar su coronilla.
—Perdón por amarte desde mi oscuridad, perdón por no dejarte ir, pero
no puedo perderte; quédate, te necesito, te necesito, Gioia mia.
Amarlo en la oscuridad

PIA

M uerta.
Estuve muerta y regresé. No deseo seguir viviendo, aquella tarde lo
supe, estaba embarazada, esa maldita obsesión de Giacomo se había
materializado, esperaba el producto de las noches de desmesurada pasión.
Sabía que en el fondo de su corazón blindaba su amor por mí, porque el
daño era demasiado, lo había jodido al punto en que el rencor había cavado
una tumba para sus sentimientos. Estaba procesando en mi mente todo lo
que venía, cuando me anunciaron la visita de Mina, me causó suspicacia ya
que sabía que tenía algo que ver con mi esposo, lo sospechaba, pero en el
fondo sabía que era así. Al saludarla me di cuenta de que no la conocía, que
viví años ciega creyendo en su amistad.
Estaba ahí, frente a mi muerte, la chica que siempre estuvo a mi lado, la
que creía que era mi amiga, realmente era mi enemigo, no pensé nunca que
su obsesión por Giacomo la llevaría tan lejos. Cierro los ojos recordando el
momento en que mi vida cambió para siempre, convirtiendo mi amor en un
odio profundo hacia mi esposo.
—Tengo que contarte algo —anunció asegurándose de que estuviéramos
solas—. ¿Ningún pali entrará?
Su pregunta debió encender todas mis alarmas. Sabía que no había
venido a verme con buenas intenciones, pero no podía ponerme a dudar de
todos a mi alrededor, sabía que en la mafia nadie era amigo de nadie, que
la traición venía de las personas que menos esperabas, por eso trataba de
creer que Mina Di Lauro no podría hacerme daño. Tomó mi mano y se me
erizó la piel, se la quité inmediatamente.
—No, pedí que nos dejaran a solas.
Asintió nerviosa, todas las señales estaban frente a mí, pero estuve ciega
y no las quise ver.
—Verás, siempre te dije que estaba enamorada de alguien de la
organización y no podía decirte su nombre, que, llegado el momento, te lo
confiaría, es algo que tuvimos que esconder, porque debía vengarse de otra
persona y le daba miedo que pudieran llegar a mí.
Sonreí.
—A veces creo que tienes una aventura con alguien casado, pero lo que
me cuentas tiene más sentido.
Soltó una carcajada, pero no era la risa de mi amiga. Su comportamiento
era extraño, estaba nerviosa, miraba a otras partes menos a mí, me quedé
observándola esperando a que me contara, sin embargo, en el fondo de mi
corazón lo sabía, estaba segura de que era mi esposo.
—Lo está, no lo estaba cuando inició nuestra relación, a veces nos toca
hacer sacrificios. —En mi pecho se instaló un desosiego cuando agarró mi
mano con fuerza para agregar—: Hemos sido educadas a entregar todo por
la organización, tanto, que nos olvidamos de que somos humanos, que no
todo es ser camorrista.
—Mina, lo siento —dije nerviosa soltándome de ella—. A veces apesta
todo lo que nos toca vivir.
—Deberías, crecí a tu sombra, según todos, eres la mujer más hermosa
de la organización, la que todos desean, la intocable. ¿Y qué era yo? La
segunda opción para todos, la amiga estúpida que debía resignarse a las
sobras que dejabas.
Me levanté y le di la espalda, aquel fue el peor error de mi vida.
Entendía lo que ella podía sentir, pero no podía creer que guardara dentro
de su corazón tanto rencor. Habíamos sido criadas como hermanas.
—Daría todo por ser normal, Mina, no sabes lo infeliz que soy, no tienes
idea de lo caro que es ser yo, pago un precio muy alto. —Me reí nerviosa—.
Mi matrimonio no es lo que piensan, no tengo nada de lo que siempre soñé,
pero nunca te dejé sobras, siempre pensé que eras mi igual. —Negué—.
Perdí a mis padres, estoy casada con un hombre que no me ama, soy
miserable, no tienes nada que envidiar.
—Espero que así sea —afirmó y volvió a reírse—. Mereces ser infeliz,
miserable, que nadie te ame, te mereces lo peor de este mundo, porque
nunca has tenido piedad con nadie, porque fuiste miserable con todos,
nadie era suficiente para Pia Zeno, cuando claramente eres una puta, pero
todo acabará pronto —finalizó en un tono que evidenciaba rabia y
desesperación.
Me di vuelta para enfrentarla y me paralicé al ver que me apuntaba con
una nueve milímetros. Entonces caí en cuenta de que la chica que pensé
que era mi mejor amiga, no lo era, realmente me odiaba y siempre estuvo a
mi lado por conveniencia.
—Es Giacomo —afirmé
—Lo amo, lo vi cuando tú lo odiabas, pero como siempre te prefirió a ti,
la princesa de la Camorra.
—Mina…
Se rio fuera de sí, le di la espalda para acercarme al escritorio donde
estaba mi móvil. Marqué el número de Giacomo, rogando a Dios que
contestara. Soltó una carcajada.
—Vamos, llámalo, así sabrá que debió escogerme y no a ti. Me ha
follado, le he dado todo lo que tú no. Mientras estás aquí, me folla como
nunca lo hará contigo. —Aquella confesión me rompió el corazón—. Soy la
amante, pero hoy me convertiré en la oficial.
Conocía a Giacomo mejor que nadie en el corto tiempo que estábamos
juntos, sabía que había follado con muchas mujeres, pero tenía la
seguridad de que era incapaz de engañarme, ella estaba segura de que
creería sus mentiras, lo amaba tanto que pensaba que al confesarme que
era infiel iba a joderme. Solté una carcajada, estaba arriesgándome, bajé
la mirada al móvil y me giré al darme cuenta de que Giacomo había
colgado.
«Ven, no me decepciones, ven por nosotros», le rogué a mi esposo en mi
mente.
—Te puedes quedar con él, no necesitas matarme, ayúdame a escapar —
mentí y si accedía sería el boleto hacia mi libertad.
Abrió los ojos sorprendida por mis palabras, no se esperaba eso de mí,
sin embargo, necesitaba ser más inteligente que ella.
—Te buscaría, lo sé, tampoco soy idiota, su necesidad de vengarse por
intentar matarlo es mayor que lo que siente por mí.
—Podría irme a Suramérica, pasar desapercibida, mi tío Adriano vive en
Argentina, nadie lo sabe, podría irme con él, desaparecer; te convertirás en
lo que tanto quieres y yo tendré la libertad que tanto anhelo, prometo que no
volveré, tendrás mi palabra, me conoces, Mina.
—¿Qué ganaría? —inquirió.
—A él, no estoy interesada en el hombre que mató a mi amante y a mi
padre. Sabes que lo odio desde niños, sabes que mató a mi papá, ¡no lo
amo!
—No te creo —reviró—. Te vi en el sepelio de sus madres, buscabas su
apoyo para no llorar. —Quise morirme—. Parecía que él no podía mantener
las manos alejadas y tú no podías estar en pie sin su apoyo.
—Estás errática y ciega por los celos, además de que estaba destrozada,
acababa de enterrar a mi padre y en ese momento me encontraba sepultando
a mi madre. ¿Cómo voy a amar al gordo? —me burlé tratando de
convencerla—. Nunca te lo conté, pero traté de matarlo.
—¡Maldita! —exclamó y me apuntó.
Puse los ojos en blanco.
—Qué triste que creas que puedo amar a la basura de la Camorra, pero no
puedo esperar nada bueno de ti, mírate, eres tú la que recoges mis sobras.
—Él me ama —aseguró con dolor.
Solté una carcajada, la verdad verla así me daba lástima, nunca pelearía
por un hombre que no me quiere, por Cristo, el mejor acto de amor que
puedes tener contigo misma es dejar ir lo que no es para ti.
—Te usó para llegar a mí, te creí más inteligente —me burlé—. Claro
que me ama, pero no voy a pelear contigo, no me interesa, la verdad es que
nada de lo que envidias, lo deseo.
La puerta se abrió y Giacomo entró, pude ver el miedo en su mirada, pero
el dolor de la traición era demasiado intenso.
—Mina —la llamó.
—Qué bueno que llegaste, amore mio —aseveró Mina mirándome—, así
ves cómo ella muere.
—Mina, por favor —suplicó.
—Déjala —le pedí con una sonrisa—, la muerte es mejor que seguir a tu
lado.
Era cierto, si quedaba una mínima oportunidad de salvar lo nuestro, ya
no podía intentarlo más. Sin embargo, pensé en mi bebé, llevé la mano a mi
vientre y le rogué en silencio a Giacomo que me salvara.
Mina soltó una carcajada, estaba realmente fuera de sí.
—Lo amas, pero no te pertenece, así que voy a hacerte un favor al
matarte, debí hacerlo antes —declaró sin la más mínima duda de lo que
pensaba.
—Hazlo, igual no voy a caer en este juego, ¡dispara de una maldita vez!
—ordené—, soy demasiado mujer para caer en una pelea por un hombre.
Mina asintió.
—¡No! —gritó Giacomo.
Escuché el disparo y sentí cómo quemó, él trató de llegar, sin embargo,
era tarde. Miré la mancha de sangre que explotó en mi camisa blanca.
Tambaleándome sobre mis pies sentí cómo caía, pero él me atrapó. Sonreí,
no podía creerlo.
—Gioia mia —susurró.
—Te amo —musité.
—Pia, Pia…
Escuché su voz y no supe más de mí.
Me levanto de la cama atormentada por el recuerdo del día en que dejé
ser la Pia enamorada, puede que esté muerta en vida, pero hay vendettas por
cobrar y estoy dispuesta a recuperarme. He acabado de esconderme en una
habitación oscura, no soy una cobarde, no puedo quedarme encerrada como
una estúpida, es hora de que la sangre que corre por mis venas hierva. Voy
al cuarto de baño y me doy una ducha larga, al salir me quedo desnuda
frente al espejo.
Llevo cicatrices internas, las que no se ven, las que duelen y a veces no
se recuperan, pero voy hasta la cicatriz que mató a la Pia que fui. Toco mi
hombro mirándome fijamente, si alguna vez pensé que podía ser feliz, no
imaginé que amar podía lastimar, que se siente como si te arrancaran el
corazón del pecho, porque hay situaciones que no pueden ser arregladas.
Giacomo se sintió como una fiebre que encendió mi cuerpo y corazón, di
vueltas alrededor de él por mucho tiempo, sabiendo que cuando acabara los
dos íbamos a resultar destruidos. Me ha quitado mucho para dejar que se
salga con la suya, la verdad fui demasiado tonta, pensé que con veintidós
años y todo lo que había vivido durante toda mi vida, iba a ser más
inteligente, sin embargo, él obnubiló mis pensamientos con el deseo y
pasión que ardían entre los dos. ¿Realmente lo amo? No lo conozco, no
obstante, estoy dispuesta a arrancarle su oscuro corazón y después irme
lejos, porque no tengo razones para quedarme en este lugar.
Abro la llave y dejo que el agua se lleve parte de mi dolor, que con ella el
rastro de las lágrimas se borre, ahora entiendo eso que dicen de que el agua
salada cura todo, el mar te calma, el sudor te purifica y las lágrimas te
sanan. Supuestamente soy la princesa de la mafia, solo soy una chica a la
que le arrebataron todo, nunca quise esta vida, pero ahora la abrazo como
mía. Suelto un suspiro y voy a vestirme, escojo un vaquero desgastado con
una camisa de seda de color negro y busco unos botines. Dejo mi cabello
suelto para que se seque con el aire, me maquillo para esconder los meses
que llevo sin dormir. Satisfecha con mi aspecto, busco entre mis joyas el
colgante de obsidiana negra y me lo coloco. Salgo de la habitación
deambulando por el piso hasta escuchar sus voces en el comedor.
Tanto Giacomo como Luca se callan al verme. Mi esposo trata de
adivinar cuál es mi propósito al salir de mi guarida, mientras su primo solo
me observa con preocupación. Él se ha convertido en algo, no quiero
definirlo, pero ha intentado consolarme cuando simplemente ya no deseo ni
vivir. Tomo mi puesto y me sirvo el desayuno ante su escrutinio.
—¿Podrían volver a lo suyo?, no soy un mono para que me observen —
comento.
—¿Has vuelto? —averigua Luca.
Sonrío.
—Aquí estoy, esperando el momento justo para irme —contesto.
Giacomo pega un golpe en la mesa, salto del susto y me regaño
mentalmente por reaccionar. Lo observo y puedo ver la tensión de su
cuerpo.
—Nunca dejaré que te vayas —sisea con voz amenazante—. Nunca. —
Toma mi muñeca.
—Giacomo —lo llama Luca.
Sonrío.
—¿Lo entiendes? —pregunta mi marido haciéndome daño.
—No —rebato zafándome de su agarre.
—Esa palabra…
Dejo de mirarlo tomando una manzana, sonrío hacia Luca. Sé que
debería ser más delicada ante ellos, sin embargo, si me convierto en la Pia
que todos odian voy a destruirlos.
—Espero que los maten —añado con una sonrisa—, me caes bien, Luca,
pero no olvidemos que tienes una deuda conmigo.
Suelta una carcajada.
—Es bueno ver que has vuelto —se burla—, una preocupación menos.
—¡Cállate! —le ordena Giacomo sin dejar de mirarme, siento el calor de
su mirada sobre mí—. No sé qué planeas, Pia, sabes muy bien que no
puedes jugar conmigo.
Levanto mi mirada para enfrentarlo.
—Me da risa que creas que te tengo miedo, me hiciste amarte para luego
odiarte, pero si crees que esto no es lo que deseaba, estás equivocado,
cuando supe que iba a casarme contigo, tenía claro que iba a ser infeliz, no
me importa si crees que no puedo jugar contigo, porque no voy a jugar.
—Pia —me llama Luca en advertencia.
—Te dije que cada golpe que me dieras iba a hacerme más fuerte, me
mataste, pero volví, así que aquí estoy.
—No me das miedo, Pia, tus amenazas son vacías, siempre terminas
abriéndote de piernas.
Tomo mi cuchillo para clavarlo en su mano. Luca se levanta mientras
Giacomo me observa con los ojos desorbitados. Me quedo mirando su piel
morena llena de tatuajes y el rojo carmesí de la sangre emanando de ahí.
Hasta yo me sorprendo de mi reacción, jamás creí convertirme en eso que
tanto he odiado, pero el dolor siempre te hace reaccionar de las peores
formas posibles. Mi esposo toma el mango del cubierto para sacarlo.
—Al fin —murmura—, pensé que nunca volverías.
Tomo el tenedor y pincho mi fruta, ni siquiera lo miro cuando se levanta
para irse. Luca se queda mirándome y niega.
—No conviertas esto en una guerra, no lo entiendo, tal vez porque yo no
estoy enamorado, pero Giacomo te ama, dale la oportunidad de redimirse o
tal vez termines muerta.
—No le daré nada y el muerto será él.
Niega levantándose y deja la servilleta sobre la mesa.
—Ojalá puedas entenderlo, me da igual que se maten los dos, pero piensa
que, si tu vida es miserable, no es por Giacomo, sino por tu padre.
—Cállate, me importa una mierda lo que puedas opinar, no fui yo quien
no fue capaz de salvarme, de salvarnos.
Niega.
—Ese fue su error, Pia, pero todos los cometemos, recuerda que no eres
tan inocente como quieres hacerte ver.
Se va dejándome con mis pensamientos.
«Destruir a Giacomo Gambardella».
Un vistazo de nosotros

GIACOMO

P ia jugó con el dolor y el peso de mi culpa para ponerla delante mis ojos
y hacerme sentir peor de lo que ya me siento. Observo la sangre
mientras me lavo, nunca se había atrevido a tanto, me dio rabia y orgullo al
mismo tiempo. Aborrezco esa parte de ella que es capaz de hacerme daño,
pero estoy realmente orgulloso porque ha sido capaz de salir de la oscuridad
para poder lograr sanar.
—Giacomo —me llama Luca.
—En el baño —contesto.
Cuando mi primo entra nos observamos a través del espejo, nos
quedamos en silencio, pero diciéndonos todo. Sé que piensa que Pia
necesita ayuda psicológica, sin embargo, todos en este maldito mundo lo
necesitamos.
—¿Fue profundo? —me pregunta.
—No tanto, ¿puedes suturarme?
Asiente y me acompaña hasta la habitación, busca entre mis cosas la caja
de primeros auxilios. Nos sentamos en la mesa que tengo para leer, se queda
mirando la mano y sé que tiene ganas de hablar, de reclamarme porque
estoy aquí, sin hacer nada.
—Sácalo, Luca, di lo que piensas.
Respira hondo.
—Giacomo, hemos actuado impulsivamente, todo iba bien hasta la
muerte de Stefano, pero los errores que cometimos, pensar que los palis
iban a ser capaces de protegerla, no confiamos en nadie para dejarla
protegida, perdona que lo diga, sin embargo, debiste calmar a Mina mucho
antes, pudiste evitar esto, pudiste dejar que Aiden la vigilara. —Todos me
culpan por mi examante, mas intenté detenerla—. Además, tu mujer te
ciega, desde que ella está no piensas claramente.
—¿Crees qué no hice nada con Mina? —gruño molesto. Salto cuando
comienza suturarme—. Sé que he cometido errores, pensé que estaba
preparado para asumir el control, pero soy un niñato que cree que el poder
hará que la única mujer que ama lo mire.
Luca niega.
—Te dije que te detuvieras, la mujer que te clavó el cuchillo allá afuera,
no es la chica con la que te casaste, destruiste a Pia, le hiciste daño, tu
madre y yo te pedimos que pararas tu venganza, sé que es parte de tu
atentado, pero si ella estaba dispuesta a perdonarte la muerte de su padre,
pudiste haberla perdonado también.
Suelto una carcajada.
—¿Te gusta? —inquiero molesto—. ¿Quieres follarla?
—¡¿Qué?! —exclama ofendido—. Me conoces bien, nunca haría nada
para joderte, Giacomo, así dudes de mí, así no termines de confiar en mí,
pero los dos conocemos nuestra oscuridad, tú me salvaste cuando mi padre
me violaba, mientras mi tío lo permitía; nunca voy a traicionarte, sin
embargo, me preocupa qué es capaz de hacer ella, entiende que no es
normal, la hace actuar el dolor y puede ser peligroso.
—Ella es eso, Luca, entiende que Pia nunca ha sido la princesa indefensa,
no, tienen que darse cuenta de que siempre ha sido la villana, la que fue por
la vida destruyendo vidas, humillando; Stefano mataba familias porque ella
se lo pedía, así que, si deseaba cosechar felicidad, después de sembrar
tempestad, no iba a lograrlo.
—Perdió a tu hijo —murmura—, creo que en el fondo eso la ha
destruido.
—Lo sé, me destruyó a mí, estoy consciente de que fue un error dejarla al
cuidado de los palis que debí ser más inteligente, que no puedo seguir
actuando por impulsos. —Cierro los ojos—. Tengo que contarle la verdad
sobre el motivo por el que asesiné a Stefano y la guerra con los Di Marzo,
tal vez así se calme un poco.
—¿Estás dispuesto a dejar que se vaya? —averigua Luca.
Niego.
—No lo entenderías, pero amaré a Pia hasta que dé mi último aliento, he
pensado mucho en estos tres meses, tengo que mostrarle al verdadero
Giacomo, soy el hombre que no se arrepiente de ser un criminal, sin
embargo, no soy el hombre que deseaba destruirla, realmente amo a Pia.
Se ríe.
—Gracias a Dios no estoy enamorado, porque es un poco patético
escucharte.
Suelto una carcajada.
—Llegará la mujer que te haga perder la cabeza —afirmo.
—Sé que la amas, Giacomo, pero ten cuidado, Pia no va a perdonarte tan
fácil que la hirieras de esa manera. —Se levanta—. Vamos, sé que estás
cansado, pero es momento de que movamos el culo para ganar esta guerra.
Asiento.
Salgo de la habitación con la mano vendada, encuentro a mi esposa
sentada mirando las teclas del piano. Me quedo ahí y ella comienza a tocar
una melodía triste, una que no reconozco, sabía que Pia tocaba el piano por
su padre, pensé que era presunción por parte él, cuando hablaba de su hija,
nunca le dije que yo toco desde que tengo memoria, mi madre se preocupó
para que recibiera una educación, porque por parte de su familia venimos de
una de las más adineradas de la Campiña.
Me quedo ahí, observando a mi esposa tocar en silencio, su dolor se
puede palpar a través de la música, es triste y sombría, sé que parte de Pia
murió con ella la noche en que la trajeron de vuelta. Gira su rostro como si
ya hubiera percibido mi presencia, al verme deja de tocar y me quedo
mirándola, sus ojos negros me observan llenos de dolor. En ellos puedo
notar un vistazo de nosotros, de lo que podemos ser, todavía intento
rescatarla, mas aún no puedo caminar a ese desierto en el que se ha
desterrado por el sufrimiento, tal vez está en un lugar de mi corazón donde
el sol siempre está apagado, donde a veces la pierdo, pero si quiero la
encuentro para amarla. Estamos parados en un tiempo incierto, aún creo que
podemos amarnos. Pia y yo somos los monstruos y los príncipes de nuestra
historia de amor, porque podemos rescatarnos. Debería hablarle para decirle
las cosas que siento, sin embargo, he acabado las excusas y no tengo más
defensas, porque la amo, la amo.
—¡Giacomo! —grita mi nombre y vuelvo a realidad.
—Alístate, vamos a salir —le ordeno.
—No iré a ninguna parte.
Niego.
—Necesito que vengas —le pido bajando mis barreras—. No discutas,
una vez me pediste que te diera la oportunidad de ser mi igual, esta es tu
oportunidad, comienza a asumir el papel que quieres, sin gritos, sin hacer
niñadas, compórtate como la mujer que sé que eres, no como la que pensaba
tu padre que eras.
Pia me observa como si me hubiera salido otra cabeza, sé que no confía
en mí, los dos nos hemos jodido lo suficiente.
—¿A dónde vamos? —inquiere.
—Iremos primero a un lugar —respondo—. Mañana en la noche irás
conmigo a la reunión que organiza Alfredo Paccini.
—¿Por qué quieres que vaya? —averigua.
—Porque voy a cederte el control del clan Zeno, porque ya no absorberé
al clan de tu padre, te lo daré a ti, seremos dos clanes contra veinte, muchos
dudarán de lo que hago, pero todo tiene una razón de ser, no tengo miedo a
que me destruyas, te estoy dando el poder de hacerlo, sin embargo, piensa y
analiza, no seas la niña mimada que todos creen que eres, demuestra que
eres una mujer inteligente que es capaz de arrasar con quien se interponga
en nuestro camino.
—No entiendo —musita—. Hace meses casi me matas por pedirlo, ahora
me lo das.
—¿Qué no entiendes? Te necesito para acabar al maldito que asesinó a tu
madre y a la mía, te necesito, porque no puedo solo. —Sonríe con
suficiencia—. Pia, sé que estás herida, que crees que todo lo que hago es
para joderte.
—¿Hasta matar a mi padre? —me ataca cruzándose de brazos.
—Te contaré la verdad, te lo prometo, puedes seguir odiándome después
de eso. Te daré un vistazo de lo que es la Camorra, no lo que crees conocer,
lo que somos realmente. —Pia asiente—. Tu padre me pidió un préstamo,
uno grande para hacerse con droga, se lo di bajo condiciones de pago, el
primer pago eras tú, el segundo debía depositarlo el día de nuestra boda,
porque te deseaba, pero no soy idiota para perder tanto dinero.
—Me vendió —murmura.
—Te entregó, igual tu escape te había manchado, iba a pedir tu mano,
pero a lo largo de los años, aprendí que es mejor tener algo con qué
negociar, tu padre en reiteradas oportunidades se regodeó diciendo que mi
madre era una puta, comentarios que hacían que crearan historias como que
somos hermanos. —Se tambalea—. No somos hermanos —le aseguro—,
soy hijo de Domenico Gambardella, sin embargo, Stefano jugaba sucio, el
día de nuestra boda me amenazó, llevaba tiempo pensando en matarlo, no
obstante, aquella amenaza me hizo tomar la decisión.
—¿Con qué te amenazó? —pregunta.
—Contigo. —Abre los ojos sorprendida por mi respuesta—. Tu padre
tenía otra familia esperando por él en Caserta, todos lo sabíamos, hasta la
misma Savina sabía de su existencia, se hizo la ciega, sorda y muda; pero él
tuvo dos bastardos, tus hermanos eran los herederos, siempre lo supimos,
llevaban el apellido Zeno, así que no podíamos negarnos, me amenazó con
matarte si hacía algo para recuperar el dinero que le di en préstamo.
—No te creo.
—No te he mentido nunca —asevero abriendo y cerrando mis puños,
estoy por perder la paciencia.
—Me mentiste sobre Mina —revira—. Mentir por omisión duele de la
misma manera.
—Te oculté que tuve una relación con tu mejor amiga, pero no te mentí,
tengo un pasado antes de ti, tú igual.
—¿Por qué debo creerte? —pregunta.
—Porque asesinamos a tus hermanos y a su madre, porque no hay nada
que te impida ser lo que siempre deseaste en secreto.
—Nunca quise esta vida.
Sonrío, porque sé que se miente, que siempre la ha deseado, siempre
quiso esta vida, pensaba que era la única manera en que encontraría la
aceptación de su padre.
—No te mientas, siempre quisiste que tu padre te mirara como la mujer
capaz de asumir el papel de matriarca, deseabas ser mi igual, sé que lo
hacías por joderme, pero siempre has deseado que te veamos como la mujer
que eres y no por ser la hija mimada de Stefano.
—¿Los asesinaste a todos? —averigua—. ¿No saldrá otro bastardo?
—Puedo matar a todos los bastardos de tu padre si lo deseas, solo Dios
sabe cuántos hijos dejó el maldito, pero los que representaban un peligro
están muertos, Luca puso una bomba en su automóvil.
—Ni siquiera los conocí…
—No podías esperar amor fraternal, los cuentos de hadas en nuestro
mundo no existen, iban a quitarte del medio.
Se ríe y camina de un lado a otro, sé que estoy diciéndole muchas
verdades, que le estoy pidiendo una locura, de hecho, sé que el cederle el
control de su clan podría ser un arma de doble filo, pero necesito que confíe
en mí.
—Podría traicionarte, sabes que muero por matarte —afirma—, me estás
entregando el poder de destruirte. ¿Luca está de acuerdo con esto?
—Mi segundo al mando no puede opinar sobre esto, también sé que te
estoy entregando el puñal para que lo claves en mi corazón, pero me cansé
de pelear, esa noche que casi mueres y perdí a nuestro hijo, supe que no
podía seguir luchando; no soy un santo, crecí aquí, me criaron para asesinar,
mi corazón se niega a dejarte de amar, no importa si tenemos una guerra
interna, sin embargo, unidos podemos acabar con Federico, entiende una
cosa, los Di Marzo te odian por llevar la sangre de tu padre.
—¿Por qué Ciro odia tanto a mi padre?
—Porque amaba a Savina, porque tu padre violó a tu madre y fue la
manera de conseguirla. —Abre los ojos—. No voy a pedirte perdón por
decirte la verdad, pero te dije que Stefano no era nada de lo que pensabas,
tu padre se casó con tu madre, porque tu abuelo lo obligó a hacerlo, estaba
embarazada de ti, le dio lo que quiso, poder, y Ciro nunca pudo olvidar a la
mujer que amó.
—No, no —solloza—, nunca la amó…
—Nunca, yo no me diferencio mucho de él, me casé contigo para
vengarme…
—Me amabas, fui tu verdugo.
—Te amo, nunca ha muerto mi amor por ti, por eso deseo que conozcas
la verdad, todavía puedo ver en tus ojos el anhelo de lo que podemos ser,
tengo la esperanza de que me des una oportunidad de volver a empezar.
—No puedo, Giacomo, tampoco sé si no voy a traicionarte, no hasta que
matemos a Ciro y a Federico —asevera con voz triste.
Asiento.
—Mina me traicionó, ella le contó muchas cosas a Federico, así que no
sé qué puedan saber, qué puedan contarles a los clanes y ellos son los que
deciden. Lo que te propongo puede cambiar, todo depende de ellos.
—Vale, voy a prepararme.
—Pia… —la llamo cuando se da vuelta para irse.
—Todavía puedo percibir en tus ojos un vistazo de lo que podemos ser
nosotros.
No me contesta, sale del salón. Masajeo mi sien, todavía falta contarle
tantas cosas. Stefano tejió una red de mentiras a su alrededor mientras Ciro
trataba de recuperar lo que siempre fue de él, al amor de su vida.
Perdóname

PIA

M e cambio como me lo pidió, me observo en el espejo y parece que


comienzo a ser yo de nuevo, supongo que de alguna manera nos
recuperamos de las heridas invisibles. Una camisa blanca, unos vaqueros
con mocasines, solo eso llevo junto al colgante de obsidiana. Cuando salgo
lo encuentro mirando su mano vendada, sé que estoy perdiendo los nervios,
pero mi corazón comienza a estar ciego y a veces me cuesta aceptarlo.
—¿Lista? —pregunta.
—Sí, ¿a dónde vamos?
—Quiero demostrarte lo que soy capaz de hacer por ti —afirma.
Me ofrece su mano y no la tomo, niega con su cabeza ya que aún no
puedo ceder, no confío en él, nerviosa lo sigo, bajamos en silencio hasta el
garaje, subimos a uno de sus autos deportivos, lo arranca y me fijo cuando
cambia las velocidades con su mano, resaltan mi nombre tatuado en ella y
su anillo de matrimonio. Veo las calles de Nápoles pasar a toda velocidad,
es la primera vez que salgo después de regresar a casa, aquella noche en que
me enseñó a odiarlo, las lágrimas queman tratando de derramarse, me las
seco con rabia.
—Pia —me llama.
—Acaba con esto, Giacomo, no quiero estar cerca de ti.
—Gioa mia… —Percibo el calor de su mano cuando toma la mía,
quisiera luchar y hacerlo perder el control, volcarnos y matarnos—. Sé que
me odias…
—La verdad, te amo, pero no puedo perdonarte y eso es peor.
—Espero que esto sea el principio del camino para que me perdones.
—No creo que tengas derecho a pedirme a perdón, déjame ir, deja que
pueda reparar lo que rompiste —le pido.
No habla, no contesta y sé que nunca dejará que me vaya, así que nunca
mis tormentas estarán en calma, mi vida siempre estará desordenada por
amar al hombre que deseó destruirme en las sombras de su amor.
Reconozco el lugar cuando entramos y mi corazón comienza a latir
apresurado, no sé por qué razón me trae al cementerio. Se estaciona cerca
del mausoleo de la familia Gambardella. Se baja del automóvil mientras me
hago pequeña en el asiento, lo observo dar la vuelta y abrir mi puerta. Me
ofrece su mano y me quedo mirándola.
—No te pido que confíes, pero necesito que vengas ya que no voy a
hacerte daño.
—No te creo… —contesto.
—Hazlo, sé que es difícil confiar, cuando veas esto entenderás —me pide
—, ven.
Vuelve a ofrecerme su mano y la tomo con miedo, salgo del automóvil y
se agacha dentro para tomar algo, cuando sale me doy cuenta de que son
rosas rojas, casi de color negro. Tranca la puerta y se acerca para entrelazar
nuestras manos, nos quedamos mirando la unión, me insta a seguirlo hasta
el lugar donde yace su familia y quiero regresar a casa, encerrarme y
echarme a llorar. Nos acercamos hasta la cancela y la abre, siempre he
odiado los cementerios, lo fríos que son y es como si, de alguna manera,
estuvieras frente a frente con la muerte. Entramos y puedo ver las tumbas
de sus padres, me quedo mirando todo hasta una que tiene grababa un
angelito. Lo suelto y me acerco como si estuviera hipnotizada, veo el
grabado, es un bebé y también leo lo que dice.
Bebé Gambardella,
No sabíamos que venías al mundo,
pero perderte ha sido el dolor más grande,
te amamos,
Papá y Mamá.
Acaricio la inscripción mientras las lágrimas salen solas, no puedo
creerlo, esto es mucho para procesar, esto es demasiado dolor.
—Me acostumbré a morir por ti, me convertí en tu enemigo y ahora vivo
la pesadilla de un matrimonio hecho pedazos. Me volví adicto del dolor que
causas en mí, pero te amo, Pia, y no puedo dejarte ir, quiero dejarte ir, sin
embargo, es una obsesión que ha construido mi propia prisión, soy
prisionero de tu amor.
—¿Por qué hiciste esto? —pregunto.
—Porque era nuestro hijo, porque ese día no solo te perdí a ti, también lo
perdí a él o a ella. —Se ríe—. Es asombroso querer a alguien que no sabías
que existía, pero que era parte tuya y mía, un pedacito de nosotros, puede
que no seamos perfectos, Gioa mia, sin embargo, en el corto tiempo que
llevamos juntos aprendimos a estar el uno para el otro.
Seco mis lágrimas que caen mientras el vacío del dolor llena el espacio
entre nosotros, quisiera irme lejos y vivir un exilio lleno de mi tormento,
entendí que para amar a Giacomo faltan vidas y sobran las muertes de esas,
porque amarlo es como estar en una habitación invadida de gas tóxico.
—No me duele que la follaras, la verdad es que eso no me hizo daño —
musito—, me dolió darme cuenta de que ella nunca fue mi amiga, cuando
pensé que sí lo era, esta no es la vida que quiero, pero es la que me tocó,
nunca te odié —confieso.
—¿Nunca? —inquiere sorprendido.
—Pensé que te odiaba, pero en el fondo tenía miedo de amarte, de
quererte como te quiero, me enseñaste a odiarte quitándome todo,
arrebatándome lo que amaba y creo que de alguna forma fue una bomba de
tiempo porque era la manera de hacerme pagar todos mis pecados.
—Soy un maldito, lo acepté hace mucho, corrí detrás de ti, te amo, sabes
que no te miento, pero esa noche decidiste dejarme y tuve miedo de
perderte.
—¡No te iba a dejar! —grito y el eco repite lo que digo para afianzar mi
afirmación, me giro para enfrentarlo—. Confiaba en que ibas a salvarme,
que podías salvarme de lo que iba a pasar, pero ya habías condenado lo
nuestro, Giacomo, lo condenaste el día que preferiste hacerme pagar por
tratar de protegerme del mundo en el cual nacimos.
—Puede que no sea el hombre de tus sueños, Pia, sin embargo, te voy a
amar hasta que exhale mi último aliento, puede que hasta en la eternidad,
estaba ciego, tuve que perderte para verlo, lo siento… —Da un paso hacia a
mí y quiero matarlo—. Fui confiado al pensar en que estabas a salvo en mi
casa, nunca volverá a pasar, pero…
—¿Me estás pidiendo perdón? —inquiero.
—No sé decirlo, si pudiera regresar el tiempo, no escondería mi amor por
ti. —Da un paso hacia a mí—. Sé que te hice daño, que te alejé y te fallé,
pero me daba miedo que pudieras hacerme daño, que jugaras con mis
sentimientos, que los pisotearas como antes.
—¡Me enamoré de ti! —aseguro con voz temblorosa—. Me enamoré del
hombre cruel, pero también de la versión del hombre que me conquistó con
una salida a comer en nuestra luna de miel, me enamoré de la persona que
solo deseaba destruirme.
—Me enamoré de mi verdugo…, he esperado estos meses, sé que no
quieres escucharme, sin embargo, tienes que hacerlo. —Se acerca y deja las
flores en el piso, me giro y lo veo acariciar las letras en el mármol—. Me
has hecho daño a través de los años, a veces el dolor en el alma permanece
más que el físico, hemos peleado una guerra por años, pero no quiero seguir
luchando, esa noche que volviste, supe que te quedarías a mi lado, me
sumiste en el infierno de tu silencio, los dos tenemos que enfrentarnos a los
demonios que viven dentro de nosotros.
—¿Cómo? —pregunto—. ¿Cómo puedo enfrentarme a esos demonios?
—No lo sé, pero podemos hacerlo juntos.
Se gira y me ofrece su mano.
—No puedo —confieso con miedo.
—Este es nuestro reino, Pia, nuestros demonios convergen creando esto,
lo que somos, deja que la oscuridad te abrace, que los susurros te digan qué
es lo que realmente anhelas, deja que ellos hagan las paces conmigo, sabes
que hubiese hecho cualquier cosa por salvarlos, eras tú, era nuestro bebé, sé
que duele. —Toca su corazón—. También lo perdí, por más que te niegues
sabes que tu amor es mío y lo voy a tomar, convertiré tus lágrimas en rosas.
—¿Por qué yo? —pregunto.
—Porque soy el único que puede sostenerte cuando la oscuridad nos
arrope; piénsalo, aquí en la tumba vacía de nuestro bebé, te aseguro que
nunca estarás sola, porque no me iré de nuevo, porque no seguiré huyendo
de lo nuestro.
Toda mi vida se desbarató de una manera tan violenta, que me cuesta
creer que mis padres no estén, que hasta perdí un hijo. Apenas conocía la
noticia, sin embargo, ese instinto, algo me dijo que sería el ser que
protegería con mi propia vida, imaginé que podría ser la tregua que mi
esposo y yo necesitábamos para ser felices, pero qué equivocada estaba, la
verdad, no teníamos oportunidad para nada de eso, porque realmente no
estamos destinados a serlo.
Por años he blindado la debilidad, mis sentimientos, mi verdadero ser, me
he convertido en tan buena actriz que por un momento pienso que soy lo
que represento. He destruido vidas desde mi nacimiento, pero cuando era
consciente de que podía hacer daño con mis palabras, fue el arma que usé
para alejarme de una vida que no quería, porque nadie escoge dónde nacer,
es el destino el que te pone en ese lugar.
Llevo la mano al colgante que me regaló Giacomo justo al volver
después de pasar un año en Roma con su tío –el padre de Luca–, pensé que
era hermoso, que no se parecía al chico que humillaba por solo ser gordo,
me puse nerviosa al verlo, en aquel entonces mi cuerpo y mi corazón sabían
que en algún momento le pertenecería; al abrir el estuche lo supe, me
reclamaba como suya y me dio terror, jugué a ser cruel, lo jodí de tantas
maneras que ahora entiendo que me merezco todo lo que me ha hecho para
volverme miserable. Lo amo con la misma intensidad en que lo odio, su
amor es una dulce miseria a la que estoy destinada a vivir.
«Te está entregando el poder de destruirlo», susurra una voz maliciosa en
mi mente. «No puedes destruirlo, te destruirías», contesta otra voz en mi
interior. Trago el nudo de emociones que se ha formado por culpa de mis
pensamientos.
—Perdóname…
Niego con la cabeza, da un paso hacia mí con miedo y se queda
mirándome dubitativo por unos segundos para acercarse. Resopla y cruza la
distancia para tomarme por la mejilla obligándome a mirarlo, sus pulgares
acarician mis labios y cierro los ojos disfrutando de esta caricia, soy una
yonqui de Giacomo Gambardella, ¿quién lo iba a decir?
—Mírame, Gioa mia. —Obedezco y cuando percibo el brillo en sus ojos
castaños, creo que siento paz, una paz que nunca había experimentado—.
Te amo, cuando salgamos de aquí, vas a demostrarle al mundo que naciste
para esto, eres una Zeno, es tu derecho, sé que tu padre pensaba arrebatarte
todo, pero no pienso cometer ese mismo error, ya he cometido muchos
contigo.
—Giacomo… —musito su nombre, sorprendida por sus palabras.
—No dejes que te intimiden, son hombres como cualquiera, solo que
están movidos por el deseo de poder, no dejes que te hagan menos, estaré a
tu lado, solo tienes que confiar en mí, tú y yo juntos, unidos como uno solo
reinaremos toda la Campiña.
—¿Él estará ahí? —averiguo refiriéndome a Federico Di Marzo.
—Estará, al unirnos y demostrar que somos un frente que será difícil de
romper, eso es lo que nos dará la victoria. —Cierra sus ojos y pega su frente
a la mía—. Después de que ganemos, te dejaré ir, porque tienes razón,
estamos rotos y hundidos, mi amor viene con la destrucción y no lo
mereces.
Sus labios rozan los míos y deseo rogarle que no me deje, que se quede a
mi lado, que nunca me abandone, porque en el fondo sé que mi vida no será
la misma sin él. Simplemente me enamoré de la bestia, pero no soy la bella
damisela que necesita ser rescatada, en realidad soy la verdadera bestia que
hizo daño a todos, tal vez mi muerte me convirtió en otra persona, en una
Pia que tiene miedo a perder a la única persona que ama y la única que
verdaderamente me ha amado.
Se aleja y me siento vacía, los dos nos quedamos mirándonos y me
ofrece su mano.
—Por esta única vez, te ruego que confíes en mí —me pide.
Me quedo mirando su mano, respiro hondo y la tomo sabiendo que no
hay vuelta atrás, que desde hoy me convierto en la matriarca del clan Zeno,
pero no solo para luchar contra el hombre que asesinó a mi madre, sino que
también para ganar e irme, para no destruirnos. Creo que Mina ganó aquella
noche, porque lo perdimos todo, porque nunca nada volverá a ser igual,
porque en el fondo los dos sabemos que por más que nos amemos, juntos
nos hacemos daño.
Es como si los dos sufriéramos de un extraño caso de síndrome de
Estocolmo, porque ambos estamos enamorados de nuestros captores.
¿Cómo terminará lo nuestro?
Esperanza

GIACOMO

D esde que conocí el desprecio en manos de Pia, creí que tenía un


agujero en el alma, porque de alguna manera mi corazón nunca quiso
renunciar a la idea de nosotros, a lo que podemos ser juntos, por eso anoche
después de volver del cementerio la dejé sola para que pudiera procesar que
la sigo amando, que la necesito para seguir en esta miserable vida donde el
amor no existe, porque amar te hace débil y permite que seas destruido. Me
senté en el piso con la esperanza de que saliera a buscarme, sin embargo, lo
único que escuché fue su llanto.
Lo complejo de la vida, ¿cómo amar a alguien que no sabías que existía?
¿Cómo amar a alguien sin conocerlo? Siempre me pareció ridículo, cuando
hay personas a las que deberían prohibirles ser padres, como nosotros,
porque para ser sincero este mundo donde coexistimos es una basura llena
de violencia, maldad y traición, ¿qué podía esperar un niño de dos padres
que se aman y se odian? Mientras la escuché llorar, me permití empatizar
con su dolor, con la pérdida de una ilusión, de una familia, la imaginé
embarazada mientras yo leía algún clásico de la literatura, seguro se
escucharía algún grupo que ella ama, tal vez le pondría música clásica,
tocaría el piano, me arrodillaría para besar su vientre abultado. Todo eso
pasó por mi mente mientras estaba sentado aguardando por la mujer que
amo, esperando que volviera a mi lado, sin embargo, la vida no es perfecta,
nosotros no somos perfectos, somos dos personas llenas de miedos que
emergen en forma de odio, rabia y dolor; soy un asesino, un hombre capaz
de arrebatar una vida sin remordimiento, ¿qué puedo darle a mi hijo? Lo
amo, aunque no pude sostenerlo, pese a que ni siquiera escuché sus latidos
o sentí sus movimientos en el vientre de Pia, pero supe que lo amaba y el
alma se me resquebrajó al escuchar que no pudieron salvarlo.
Salgo de mi habitación para ir a al despacho, mientras trato de solucionar
mi vida, afuera hay una guerra que debo terminar. Mi impulsividad me ha
costado mucho, al punto que estoy por perder lo único que deseo. Paso por
su habitación, me detengo frente a la puerta pensando en tocar, respiro
hondo y sigo, tengo que aprender a darle el espacio que necesita, por
encima de mis propios deseos y necesidades, preciso que ella entienda que
la amo sobre todas las cosas. Entro a mi lugar de trabajo, está vacío,
imagino que Luca debe estar organizando todo para esta noche; Aiden debe
estar en la oficina tratando de hackear la información que necesito.
Camino hasta el ventanal y me quedo mirando el mar, mi mente viaja a
los recuerdos de la luna de miel, ella creía que jugaba conmigo cuando en
realidad su corazón se estaba dando cuenta de que me pertenecía. Exhalo el
aire que contuve mientras me sumía en la desgracia de mi vida, me giro
para sentarme frente al escritorio para tomar los documentos, apenas los leo
por pocos minutos cuando la puerta se abre, observo a Luca entrar mientras
le da un mordisco a una manzana.
—Buenos días —saluda sentándose frente a mí—. Por tu cara supongo
que no te fue nada bien anoche.
—Luca —advierto.
Divertido chasquea su lengua contra el paladar, ha pasado de la
preocupación a la burla, a veces no sé si es de fiar, porque se ha acercado a
ella de una manera que me hace desconfiar de él. Aiden tiene miles de
razones para desconfiar de mi primo y a veces me recuerda que es un ser
miserable, pero es que en este mundo todos los somos.
—Dale tiempo, Giacomo, no creo que todo lo que ha pasado sea fácil, su
mundo ya no es su mundo, ahora convive con el hombre que creía odiar.
—Lo sé —acepto—, sé que he cometidos errores, que no soy el hombre
perfecto, pero es lo que soy.
—Ella también sabe que no vas a cambiar, en fin, hablando de otro tema
porque esto me parece de maricas, vengo a comentarte dos cosas de las que
pienso que debes tener conocimiento.
—¿Qué pasa?
—Franco Paccini ha vuelto, no sabemos si es porque su padre lo ha
llamado, pero normalmente su presencia no trae nada bueno —me informa
—, tienes que tener cuidado con cualquier alianza que hagas con Alfredo,
sabes que ese viejo zorro quiere siempre algo a cambio. Y lo otro es que
creo que debes alejar a Aiden de Pia
—¿Por qué? —inquiero sorprendido.
—Puede contarle tu secreto, no puedes permitir que lo haga.
—Si te soy sincero es lo que menos me importa.
—Piénsalo —me pide.
Asiento y me aclaro la garganta, mi primo termina su manzana mientras
organizo mis ideas.
—He decidido algo que necesito que sepas para que no te tome por
sorpresa —anuncio.
—A ver… —Se acomoda en el sillón.
—Voy a proponer que Pia sea la sucesora de su padre en todo, incluyendo
ser jefa de la organización.
Suelta una carcajada.
—El coño de Pia debe ser de oro —se burla y lo fulmino con la mirada,
levanta sus manos.
—Cuida tus palabras —advierto con voz letal.
—¿Te has vuelto loco? —pregunta—. Si aceptan, se la comerán viva,
porque puede que creamos en el matriarcado, pero sigue siendo una mujer.
Recuerda que el liderazgo en los clanes no es siempre hereditario sino
electivo y en este caso los jefes suelen ser escogidos por su fiereza, Pia no
ha mostrado nada eso.
Pongo los ojos en blanco y me levanto para darle la espalda, veo que el
mar está calmo como si aguardara una tempestad.
—Una mujer a la que le falta nada para culminar estudios en finanzas,
que es inteligente y, aunque fue marginada por su padre, no es lo que todos
piensan, por años ha hecho que todos le teman, creo que es perfecta.
—Habla tu polla —revira—. Nunca ha movido un dedo para asesinar ni a
una cucaracha —apunta con desprecio
Me doy vuelta, lo alcanzo para darle un puñetazo, no se lo espera y cae
sobre el espaldar. Se toca los labios para limpiar el hilo de sangre que cae,
lo tomo por las solapas de su camisa y lo levanto. Sonríe, porque no me
tiene miedo, creo que es la única persona que sabe cuáles son todas mis
debilidades y no me ha destruido.
—No vuelvas a decir algo así —le advierto—, o me olvidaré de que eres
sangre de mi sangre.
Estalla en risas y se zafa de mi agarre, me quedo mirándolo porque sabe
que estoy a punto de necesitarlo.
—Pensé que la amabas, vas a lanzarla a los leones y sin aviso, porque
hasta ayer solo sería la jefa del clan Zeno, ahora quieres que sea la jefa de la
organización, no sé si sabes que la pones en el punto de mira de cualquiera.
—Lo sé, pero daría mi vida por Pia —afirmo—, la continuidad es lo
único que parece funcionar, queramos aceptarlo o no, Stefano era respetado
y odiado por muchos, gobernó con mano de hierro, nos hizo facturar
millones en un día, lo creas o no, ella puede hacerlo, solo nos necesita a
nosotros para que pueda.
Niega mientras saca un pañuelo de su vaquero, se limpia la sangre y me
la muestra, sé que me hará pagar por eso.
—Ya es una decisión, ni aunque te ponga todos los contras sobre la mesa
vas a desistir, así que te recordaré dos cosas que tal vez has olvidado.
—Dime… —pido molesto.
—Pia te odia, puede usar esto para sacarnos de la ecuación y hablo en
plural, porque, aunque su padre fue un maldito, lo matamos. —Asiento
sabiendo que tiene razón—. En caso de que te perdone, está Di Marzo, no
Ciro, sino su hijo que tiene una obsesión por hacerse con todo lo que te
pertenece, por lo cual creo que ponerla en el punto de mira no es lo
correcto; cuando dejaste ver que te importaba, terminó por enviar a tu
amante…
Respiro hondo, paso mis manos por mi cabello y quisiera creer que todo
saldrá bien, pero estoy seguro de que es la decisión correcta, que Pia debe
estar a la cabeza, estaría a su lado para cualquier cosa y sé que, a pesar de
su resistencia, Luca no la dejará sola.
—Lo sé, pero es una manera de ganarle una batalla a los Di Marzo,
aliarme con Paccini y que los fieles a Zeno estén de nuestro lado, es una
estrategia.
—Entonces creo que lo tienes resuelto, Paccini te apoyará porque para
nadie es un secreto que Franco tiene un amorío con Adriano Zeno.
Niego con mi cabeza, el tío de Pia podría ser un grano en el culo, pero
llegado el momento me encargaría de eso.
—No creo que Pia permita que su tío vuelva, pesa sobre él una
recompensa por la Dirección de Investigación Antimafia, pone un pie en
Nápoles y es su sentencia de muerte.
—Adriano no se fue por eso —afirma Luca—. Se fue porque Stefano no
soportaba tener un marica dentro de su familia, lo vendió, todos somos
investigados, es cuestión de pagar a las personas correctas y sabes que no
pasaría, puede que creas que voy a traicionarte, pero hice mis tareas antes
de que te casaras con Pia.
—Sé que no me traicionarías, Luca, pero…
—Estamos demasiado jodidos, primo, con dos padres hijos de puta, en
una vida como la nuestra, pero no voy a traicionarte, te cuestiono porque te
volverías loco si le pasara algo a Pia, solo tenemos que recordar cómo
eliminaste a los Di Lauro.
—Luca…
—Haz lo que pienses mejor, igual te apoyaré, ten cautela con Paccini y su
hijo, porque no me fío.
—Usaré la carta de Savina… —le informo.
—Que la madre de tu mujer sea su sobrina no debería significar nada,
nunca hizo nada para acercarse a Pia, de hecho, le llama señora
Gambardella.
—Protegía a Savina, no de manera pública, pero lo hacía —afirmo—.
¿Por qué crees que no habló por los Di Lauro?
—Ni idea, porque con Alfredo Paccini nunca sé qué esperar.
—Hablé con él después de matar a Di Lauro, le expliqué mis razones y le
recordé que Pia es sangre de su sangre, que no podía olvidar que tenía un
deber moral con ella.
—Está bien, pero sé precavido y si será así, tendremos que protegerla,
resguardar su seguridad.
Asiento.
—¿Qué tal va reclutamiento? —averiguo.
—Va bien, tenemos al menos unos doscientos parenzas, cien más entre
sicarios y camellos.
—Necesitamos más.
—Trabajaré en ello —asegura—. Voy a una reunión en casa de Paccini,
pediré permiso para que los más fieles entren, incluyendo a Aiden; trataré
de poner el localizador en el automóvil de Federico, pero tengo que
moverme muy bien.
—Confío en ti.
Luca no responde y sale del despacho, pienso en Pia y en todo lo que soy
capaz de sacrificar por ella. Salgo para buscarla, desde que decidió emerger
de su encierro ha resuelto darle uso al piano que tengo en casa, lo compré
pensando que lo podía usar al casarnos. Se escucha Claro de Luna, voy
hasta el salón y me quedo mirándola. Su padre presumía de su talento,
muchas veces quise partirle la cara cuando afirmaba: “Pia es hermosa,
talentosa, pero lamentablemente no es inteligente por ser mujer”. En
realidad, nunca pude descifrar si lo hacía para alejar a todos de ella o
simplemente porque creía lo que con tanta vehemencia aseguraba estando
borracho.
Al terminar la melodía, mi mujer se gira para mirarme. Sonrío y ella
corresponde el gesto tímidamente.
—¿Debemos irnos? —pregunta.
—La reunión está pautada para las siete de la noche.
—Vale, estaré lista.
—Pia, una cosa —le pido y asiente—. ¿Sabes que Paccini es tu tío
abuelo?
Respira hondo y veo cómo sus hombros suben y bajan, Savina fue
desterrada por su familia materna luego de ser violada.
—Lo sé, solo tengo contacto con Franco, aunque para ellos siempre fui la
señorita Zeno y ahora señora Gambardella, para mí solo compartimos un
poco de ADN, pero nada más.
—Recuerda eso, que eres una Paccini, Zeno y Gambardella, que eres una
de las mujeres más poderosas de la Camorra.
—Giacomo… —pronuncia mi nombre, asombrada.
—Tendrás que fingir que somos un frente unido, que estamos juntos en
esto, recuerda a la Pia que todos temían, pero, sobre todo, hazle saber a
todos que contigo no se juega, que eres hija de Stefano Zeno, la nieta de
Luciano Paccini y la esposa de Giacomo Gambardella.
—Lo haré…
—Te buscaré en tu habitación en un rato…
Asiente y se levanta, pero la detengo tomándola del brazo cuando pasa
por mi lado. Evade mi mirada y quiero obligarla a que sea mía, tal vez de
esa manera pueda entender que la necesito, quisiera poder decir esa palabra,
sin embargo, cada vez que lo hago siento que son cuchillos que rasgan mi
garganta.
—Lo sé, Giacomo, lo entiendo… —Sonríe—. Esto es una bandera
blanca, ya veremos qué sucede.
Se suelta y me deja sin palabras, sorprendido y con ganas de seguirla,
pero a veces tienes que ser más paciente para conseguir lo que quieres.
Cediendo

PIA

P aso el día dentro de la habitación imaginando todos los escenarios que


puedan presentarse durante la reunión. Por los altavoces de mi
habitación se escucha a Lewis Capaldi cantar su versión de Drivers License.
Me termino de acomodar la camisa de color de rojo, mi pantalón de sastre y
unos zapatos de salón en tono negro, la obsidiana resalta en mi pecho,
recojo mi cabello en una coleta alta y me maquillo. Al terminar me quedo
impresionada, en el espejo está la Pia que todos odian, la que muchos creen
que soy, la que debo mostrar ante el mundo.
Respiro hondo y voy hasta la ventana, me quedo mirando el mar, este ha
sido mi refugio estos meses en que me rompí, me creía fuerte, incapaz de
que alguien pasara mis muros de titanio, cuando en realidad eran de cartón
porque Giacomo los derrumbó todos, entró arrasando, quitándome y
dejándome sin nada. A veces lo culpo por todo, es más fácil encontrar
culpables, cuando todo fueron las consecuencias de mis actos y lo que le
hice. Me creí inalcanzable, invencible y una reina, pero ahora no soy nada,
soy una mujer vacía.
Tocan la puerta y tengo que respirar profundamente, no sé si estoy
preparada para esto, si quiero volver a ver a todos. Durante tres meses me
he refugiado aquí, si no está mi esposo, Luca cuida de mí o Aiden el
taciturno hacker, aunque nunca estaré segura, en este lugar donde Mina
logró matar una parte de mí.
—Adelante —pronuncio girándome.
Observo cómo se abre la puerta, Giacomo entra y contengo la
respiración, porque lleva un vaquero y una camisa de color negro, sus
mangas van perfectamente dobladas dejando ver sus tatuajes, está abierta
hasta el tercer botón permitiendo ver su pecho y las líneas intrínsecas que se
esconden debajo de ella.
—Estás preciosa —dice a modo de saludo.
Suelto el aire y él esboza una sonrisa, parecemos dos extraños. En
ocasiones contemplo la idea de vivir una vida normal, lejos de mi esposo,
no obstante, me niego a no tenerlo cerca, lo amo, aunque sea tóxico, aunque
no sea lo mejor, pero sus imperfecciones y las mías son perfectas.
—Gracias —musito—. Espero que lo que llevo sea apropiado, como
imaginarás, no tengo idea de cómo es todo.
—Solo es una reunión, puede que pasen muchas cosas, puede que traten
de sacarnos de nuestras casillas, no vamos a caer, sabes que tenemos que
parecer un frente unido.
—Lo entiendo —afirmo, Giacomo da un paso hacia a mí y me quedo sin
palabras.
—Sé que estás nerviosa, pero si no estuviera seguro de que estás
preparada para esto, no te lo pediría, eres más fuerte de lo que crees.
—No sé si pueda hacerlo.
—Sé que no confías en mí, pero no voy a exponerte como un acto de
locura, esto es una declaración de que no vamos a ceder ante nadie, que los
Gambardella somos un matrimonio unido.
—Pero dentro de casa nos odiamos —expongo con tristeza.
—Pia...
—Lo sé, un frente unido, estaré contigo, por ahora no voy a clavarte el
cuchillo por la espalda, prefiero hacerlo de frente.
Suelta una carcajada mientras me ofrece su mano, me quedo mirándola,
sé que si la tomo estoy aceptando lo que viene. No estoy preparada, pero
tampoco lo estaba para casarme, para enamorarme, para que mi mundo se
destruyera, sin embargo, creo que de la mano de Giacomo podría ganar las
batallas que están por venir.

*****

Bajamos del automóvil en casa de Alfredo Paccini, alrededor hay hombres


armados, de unos todoterrenos se bajan soldados del clan Gambardella y del
clan Zeno, sé que todo es para demostrar quién tiene más poder, más dinero,
más hombres y, sobre todo, quién va a gobernar la Campiña, han pasado
casi cinco meses desde la muerte de mi padre, sabemos que todos desean el
puesto que le pertenecía en la compañía; la Camorra no desea nada más que
dinero, no importa quién esté a la cabeza, al final todos ganamos grandes
sumas de dinero a diario con las diversas actividades que realizamos.
Giacomo coloca su mano en la parte baja de mi espalda, la luz del sol
casi se extingue en el horizonte, los dos llevamos lentes oscuros que
esconden nuestras miradas. Dibuja una pequeña sonrisa.
—¿Estás lista? —averigua.
Respiro hondo mientras asiento con mi cabeza. «Contigo a mi lado, estoy
lista para todo», pienso.
—Lo estoy —contesto—, pero…
—No hay peros, Gioa mia, estoy aquí, no voy a dejarte.
—Tengo miedo —confieso.
Se acerca a mi oído, respira tan cerca que siento el calor de su aliento, su
aroma a sándalo y especias; sangre, peligro y letalidad inundan mis fosas
nasales, para mí ese olor es como sentirme en mi hogar.
—Tú puedes con esto, Gioa mia. —Deja un beso en mi mejilla y se aleja.
Me empuja instándome a caminar, subimos las escaleras, arriba está
Franco Paccini –el hijo mayor de Alfredo, primo lejano y un gran amigo de
mi tío Adriano–, al verme esboza una sonrisa en su rostro. Tengo alrededor
de ocho años que no veo al hermano de mi padre, que fue más que un tío,
fue un papá que cuidó de mí.
—Es un gusto verte, piccola —me saluda con cariño.
Me acerco para darle dos besos y me alejo, me quito los lentes y sonrío.
—Franco… —Tomo sus manos—. Has vuelto.
—Vengo a atender asuntos de la compañía, tengo algo para ti y te lo daré
al culminar la reunión —me informa.
—¿De mi tío? —pregunto con ilusión.
—Sí, piccola, Adriano te ha enviado una carta.
—Gracias, Franco.
—Paccini —lo saluda Giacomo.
—Gambardella —responde Franco sin mirarlo—, mi padre los espera. —
Me toma del brazo—. Piccola, no te vayas sin que antes te entregue lo que
me ha pedido tu tío.
Asiento con mi cabeza y entramos, Giacomo se acerca y me susurra:
—Quiero leer esa carta.
—La leerás después de que yo lo haga —contesto entre dientes.
Seguimos el sonido de las voces hasta el comedor, están alrededor de
unos quince clanes de los principales de la Camorra. Al verme los hombres
se levantan, están Bianca Palazzo y Paola Di Lorenzo, las dos son las jefes
de sus respectivos clanes. Mi esposo me abre la silla para que me siente, lo
hago mientras toma el lugar a mi lado. Nos agarramos de la mano,
demostrando que somos un frente unido.
El alboroto de las voces se hace más fuerte, estamos justo a la cabecera,
frente a nosotros hay dos sillas vacías, así que asumo que serán para los Di
Marzo, quienes en ese momento hacen su entrada. Federico se sienta frente
a mí y me envía un beso. Aprieto la mano de mi esposo para que no caiga
en las provocaciones del hombre.
Alfredo hace acto de presencia junto a Franco y su hijo menor Claudio,
todos nos quedamos en silencio hasta que se sienta. Alfredo debe tener
alrededor de unos ochenta años, es uno de los dones más longevos de la
organización y, además, es respetado, puede que Giacomo tenga sus
diferencias con el hombre, pero sé que lo admira, la mayoría de los
miembros de la organización lo hacen, así que es muy normal que esta
reunión para encontrar la paz entre los clanes sea organizada por él. Lo que
me sorprende es que el mejor amigo de mi tío esté aquí.
—Los he reunido, porque es cierto que es normal esta revalidad entre
clanes, pero lo cierto es que no puede seguir, estamos destruyendo a la
organización, desde la muerte de Stefano, la compañía sigue funcionando
bajo el mando del clan Gambardella, sin embargo… —Paccini se detiene.
—Pero los Di Marzo pedimos ser los jefes de la Camorra, tenemos el
dinero y el poder —interrumpe Ciro.
Se escuchan risas entre los presentes, el clan de los Di Marzo no es
respetado en Nápoles y comienza a perder el respeto de los asociados de
Caserta. A pesar de todo, algunos realmente creen que ellos están detrás de
la muerte de mi padre. Sonrío y me aclaro la garganta, todos los ojos de la
sala se centran en mí.
—Alfredo, disculpa que te interrumpa. —Giacomo aprieta mi mano
dándome valor.
—Adelante, señora Gambardella. —Me cede la palabra Paccini.
Me levanto dirigiendo toda mi atención a los Di Marzo, padre e hijo me
observan con desprecio, puede que esta guerra les quede como anillo al
dedo, pero estoy cansada de todo esto.
—Gracias, sé que muchos están sorprendidos de verme aquí, sin
embargo, luego de una larga conversación con mi esposo, hemos llegado a
la conclusión de que, como heredera legítima del clan Zeno, voy asumirme
como jefa del mismo; junto al clan Gambardella hemos llevado la
organización a la cúspide luego del declive en la distribución de cocaína en
el país; sabemos que los calabreses extienden sus tentáculos y nuestros
principales proveedores están haciendo tratos con ellos, aquí la rivalidad
entre los Di Marzo y los Zeno es una vendetta unilateral, que debería ser
aparte de los negocios.
Se escucha el murmullo de las voces de todos a nuestro alrededor, sé que
es una locura, pero tocaré una tecla.
—Por mis venas corre la sangre de dos grandes clanes, Paccini y Zeno,
estoy casada con un Gambardella, no tengo miedo a lo que se avecina, creo
que nuestros enemigos deberían hacerlo.
—¿Está tratando de pedirme algo? —averigua Alfredo y dirijo toda mi
atención a él, Franco sonríe satisfecho.
—Para nadie es un secreto que Ciro Di Marzo está detrás de la muerte de
mi padre, lo que desencadenó en la muerte del menor de sus hijos y las
muertes consecutivas. —Respiro hondo tomando valor y prosigo—: En esta
guerra los Di Lauro nos traicionaron, hiriéndome de gravedad, no pido paz,
porque aún quiero sus cabezas por la muerte de mis padres e hijo, pero creo
que los Zeno, hemos demostrado querer lo mejor para la Camorra.
—¿Qué deseas, sobrina? —pregunta Alfredo.
Y tengo que esconder mis emociones, se escuchan los murmullos, nunca
en toda mi vida Alfredo se había dirigido a mí de esa manera, para los
Paccini mi madre dejó ser parte de ellos, a pesar de que estaba casada con el
jefe.
—Le cedo el control de la Camorra a mi esposo, pero el clan Zeno
quedará a mi mando, aunque ahora lleve el apellido Gambardella.
Federico suelta una carcajada, no puede creer lo que estoy haciendo.
—¡Todos los presentes saben que fue él quien mató a tu padre —espeta
con desprecio este!
—Tu maldita mentira ha acabado, todos creyeron los rumores de que
traté de escaparme con un hombre, pero realmente era un paranza de los Di
Marzo que me había secuestrado —miento, cuando ya lo haces se vuelve
cada vez más fácil. Se escuchan los murmullos de sorpresa—. Mi esposo
solo ha sido lo mejor que me ha pasado, es fácil sembrar la duda para
despistar, sin embargo, para nadie es un secreto que esta lucha tiene años.
Murmullos, más murmullos de duda. Ciro palidece cuando se escucha
que los Di Marzo no son de fiar. Giacomo se levanta a mi lado, observa a
Luca y este asiente como si tuvieran una conversación silenciosa y anuncia:
—Cedo el control entero a Pia…
Jaque Mate

GIACOMO

P ia gira su rostro para verme, sorprendida, no era lo que habíamos


acordado, sin embargo, Luca y yo llegamos a la conclusión de que los
jefes de clanes fieles a Stefano Zeno estarán de acuerdo. Aprovecho las
palabras de mi esposa para dar la estocada final a Ciro y Federico Di
Marzo.
—Mi esposa ha sido víctima del clan Di Marzo desde niña, aquí tengo la
confesión de Federico aceptando que secuestraba a Pia. —Saco mi móvil y
coloco la grabación manipulada por Aiden, escuchan con atención y al
terminar prosigo—: Nos hacen ver como culpables, cuando toda esta guerra
fue propiciada por ellos mismos.
—¡Maldito mentiroso! —grita iracundo Federico.
Alabo en silencio la decisión de Paccini de desarmarnos al entrar, porque
si pudiera me asesinaría.
—Todo está aquí. —Señalo mi móvil—. Tu confesión, cómo le pagaste a
Mina Di Lauro para que asesinara a Pia, cómo trataste de secuestrar a mi
mujer mientras me tendías una trampa, cómo acechaste a mi esposa dentro
de la universidad, así que no cabe la duda de que el clan Di Marzo debe ser
expulsado de Caserta y darles muerte por traición.
Federico pierde los papeles y se echa sobre mí, mi esposa se sobresalta
cuando la empujo, veo a Ciro intentar cogerlo, caemos en el suelo mientras
él me golpea, respondo a cada golpe mientras los hombres nos tratan de
separar. Sin embargo, me sorprende algo que no veo venir cuando distingo
el destello de un objeto metálico por el rabillo del ojo. Alguien lo detiene
antes de que me hiera. Veo el rostro de Franco Paccini asomarse y respiro,
Luca me ayuda a levantarme. Me paso la mano por la comisura izquierda de
mis labios para limpiar la sangre. Pia se abre paso entre ellos y me observa
con preocupación, mientras las voces y gritos de los asociados aclaman
sangre con ferocidad.
Cuando toma mi mano creo que su preocupación es real, mientras el
hueco en mi alma se hace más hondo, porque sé que ella realmente me odia,
porque logré lo que tanto deseaba, sin embargo, no hay nada más que el
dolor que se convierte en una avenida de un solo sentido, porque cuando
todo esto acabe, sé que quedaré sumido en ese agujero oscuro en el que he
vivido de por vida.
—¡Silencio! —grita Alfredo perdiendo los papeles—. Di Marzo, aprende
a controlar a tu hijo, estoy cansado de esto, necesito saber si ustedes están
de acuerdo con lo que sugiere Giacomo Gambardella, porque sé de muy
buena fuente que la señora Gambardella estudia negocios y sería interesante
que por primera vez nos dirija alguien que sepa, porque de lo sucio
podemos encargarnos nosotros.
Se escuchan murmullos a nuestro alrededor, Pia se acerca y me susurra al
oído:
—Vas a pagar por traerme engañada.
Sonrío, sabía muy bien que ella no se quedaría tranquila. Le dije
mentiras, todo tiene una razón, no soy estúpido, sé que estoy entregándole
en bandeja de plata las armas para destruirme, sin embargo, apelo a sus
sentimientos; Pia es la Eva de mi Edén que me hace caer en la tentación de
pecar, cometería cualquier pecado por esta mujer.
—Lo sé.
—Estoy de acuerdo —dice en voz alta Bianca Palazzo.
—Y yo —concuerda Paola Di Lorenzo.
Comienza el efecto dominó, veo todas las fichas caer ante mis ojos
mientras aceptan a Pia para que lleve los negocios de la Camorra. Alfredo
Paccini me echa un vistazo y sonríe. Asiento en su dirección haciéndole
saber que estoy complacido por todo.
—Está decidido, Pia Gambardella será la jefa de los negocios, pero
haremos las cosas diferente en este punto —proclama Alfredo.
—¿Y nosotros qué? —inquiere irritado Ciro Di Marzo.
—Pueden seguir su absurda guerra, es divertido verlos masacrarse los
uno a los otros, solo te advierto que al menor movimiento en contra de Pia,
nosotros te haremos pagar las consecuencias —le advierte Alfredo.
Más murmullos, salgo de la habitación junto a mi esposa. Luca nos sigue
de cerca. Me siento satisfecho porque ya he conseguido lo que deseo.
—¡Gambardella! —me llama con un grito Federico Di Marzo.
Me detengo, ella entrelaza su mano con la mía y me da un fuerte apretón,
creo que de alguna manera los dos tenemos un poco de respeto y lealtad
hacia nosotros. Sin mirarla me suelto y me giro para enfrentarlo.
—Puede que hayas ganado una batalla, pero no la guerra —me dice en
tono guasón—. Disfrutaré cuando te mate y me entierre en el coño de la
puta de Pia. —Ella se gira para discutir con él, mas la tomo de la muñeca—.
Tu mujer fue mía en la universidad —miente—. Eso es lo malo de aceptar
mercancía dañada.
Se tensa a mi lado y suelto una carcajada.
—Imaginé que eras más hombre que esto, Di Marzo, puede que tenga
mercancía dañada como afirmas, pero es mía y no tuya, nos vemos pronto.
Me giro tirando de mi mujer cuando salimos y subimos al automóvil. Pia
va a decirme algo, pero me echo sobre ella y la beso, famélico de sus labios
y de ella, la devoro con una necesidad primitiva. Se le escapa un gemido
que me hace saber que está disfrutando, su lengua sale a corresponder a la
mía mientras mis manos recorren su cuerpo. Ella me acaricia tan
hambrienta como yo. Tres toques en el vidrio de la ventana y nos
separamos, pego la frente contra la suya, cierro los ojos.
—Pia, por favor —la llama Franco con impaciencia.
Me alejo maldiciendo, bajo las ventanas. Franco Paccini abre la puerta de
mi esposa y ella sale. Eso me molesta y hago lo mismo, observo con
atención cuando le entrega un sobre. Conocí a Adriano cuando era joven,
sin embargo, tuvo que escapar luego de atentar contra un juez que estaba
metiendo la nariz dentro de los negocios, aquello fue una trampa de Alfredo
que lo puso en la mira y la única manera que encontró para alejarlo. Yo
tenía diecisiete años y Pia catorce, su tío apenas tenía veinticinco años
cuando se fue a Argentina.
—Gracias —murmura mi esposa.
—Piccola, no dudes en buscarme si necesitas algo —le pide.
—Sube, Pia —le ordeno a mi esposa.
Gira su rostro y me fulmina con la mirada, no me gusta para nada esto.
No tengo idea de lo que desea Franco, pero nunca me he fiado por completo
de la familia Paccini. Franco suelta una carcajada y le da un beso en la
coronilla, aprieto el puño lleno de celos.
—Gambardella, tu esposa es como una hija para mí —se burla.
—Quita tus manos de encima de ella —le exijo—. Puede que sea como
una hija, pero no lo es.
—¡Giacomo! —exclama Pia.
—S.u.b.e —recalco cada letra.
—¡No! —contesta.
—Uno —digo y abre los ojos sorprendida.
—¡Jódete! —contesta y luego observa a Franco—. ¿Me llevarías a casa?
—Súbete, Pia —siseo perdiendo los papeles.
Franco suelta una carcajada como si le divirtiera la situación.
—Piccola, sube al auto, no quiero que mi querido amigo pierda los
papeles por los celos, prometo visitarte.
Pia me fulmina con la mirada y sube, cuando hago lo mismo, me ignora y
pongo los ojos en blanco. Enciendo el automóvil, suena I Wanna Be Your
Slave de Måneskin y sonrío con una sola idea que llevaré acabo esta noche.

*****

Pia ha decidido que esta noche no soy digno de su presencia, pero una idea
ronda en mi cabeza después de escuchar la canción del grupo favorito de
ella. Hay dos cosas que he aprendido, a mi esposa le excita mi perversión,
para recuperarla necesito volver a ser el hombre que despertaba sus más
oscuros sentimientos. Tomo el brandy directo de la botella y voy hasta su
habitación, abro la puerta sin tocar. Ella se está colocando crema hidratante
en sus piernas, alza su rostro mientras la recorro con la mirada, lleva un
batín de seda que muestra las curvas de su cuerpo perfecto, ella es mi
pecado, mi lujuria y mi todo.
—¡Sal de aquí! —grita.
Cierro la puerta detrás de mí.
—Dos.
Suelta una carcajada.
—Eso no va a funcionar…
—Tres; sabes que disfruto cazarte y luego follarte, Gioa mia, y han
pasado tres meses desde que no me entierro en tu dulce coño, necesito
sentir la humedad mientras mi polla entra y sale. —Observo el cambio de
su respiración—. Sentir cómo clavas tus uñas en mi espalda mientras estoy
profundamente dentro de ti.
—Eso no va a suceder más… —afirma.
—No me mientas, Pia, sabes que llevo meses pensando y soñando con
follarte de nuevo, como tú…
—No, yo no…
—Cuatro. —Me abro la camisa, ella no deja de mirarme—. Quiero verte
explotar por mí, escuchar tu respiración entrecortada, sentir cómo tu cuerpo
se rinde por su dueño. —Me quito la camisa, abro mi cinturón bajo su
mirada oscura—. Quiero follarte, Gioa mia…
—Vete —musita nerviosa mientras camino doblando mi cinturón—. Ni
se te ocurra tocarme.
—Tus pezones dicen otra cosa, quiero sentir cómo se siente follar tus
tetas de nuevo.
—Giacomo, no…
—Cinco.
—¡Maldito!
Se levanta tratando de escapar, corro y la atrapo entre mis brazos. Sus
labios se abren por la sorpresa. Me muero por sentirlos en mi polla, la beso
y se resiste, muerde mi labio inferior y gimo de placer, la pego a mí
mientras restriego mi erección en su vientre. Se le escapa un sonido gutural
de la garganta, me alejo y sonrío cuando me doy cuenta de que está
decepcionada. La arrastro conmigo hasta la cama, me siento para tirar de
ella, la doblo sobre mis piernas, grita asustada. Subo con mis manos el bajo
de su batín de seda y me encuentro con que no tiene nada de ropa interior.
—Cuenta, Gioa mía —le ordeno con la voz apenas conteniendo la
lujuria.
Le doy la primera nalgada, gime de placer y creo que voy a explotar, mi
polla está dura contra mis pantalones.
—Uno —susurra con voz ronca.
Sonrío porque está sucumbiendo al placer, los dos necesitamos esto.
Puede que estemos demasiado jodidos, dañados, y nadie pueda comprender
qué es lo que sucede entre nosotros, pero somos esto: dolor, placer y sangre.
Pia necesita del castigo para expiar su dolor y pecados, estoy dispuesto a
darle todo lo que necesita.
—No te escuché —le digo con dureza—, por eso comenzaremos de
nuevo. —Mi mano cae un poco más fuerte.
—¡Uno! —grita.
Nalgueo, acaricio unas cuantas veces hasta que le doy treinta azotes. Paso
mis dedos por los labios de su coño y los dos gemimos. Está empapada para
mí y por mí.
—Quiero beber de tus jugos, Gioa mia, estás empapada.
—¡Fóllame duro, Giacomo! —pide con voz ronca.
—Tu castigo aún no termina.
Dejo caer mi mano, grita de placer y cuenta, necesito follarla con fuerza
como me ha pedido. Lo he soñado por meses, mi deseo no se apaga, pensé
que podría sacarla de mi sistema luego de follarla, pero cada vez es más
fuerte. Pia será mi muerte y con gusto moriré enterrado en su coño. Con mi
última nalgada, acaricio su piel y al escuchar su gemido, la tomo por su
brazo para levantarla. Se resbala y cae de rodillas a mi lado, los dos nos
miramos por unos segundos.
Sus ojos están borrachos de placer, sin embargo, verla así ante mí es más
de lo que nunca pude imaginar, es un accidente, pero uno que me causa el
mayor de los éxtasis.
—Quiero probar tu polla —gime con voz ronca y creo que voy a
explotar.
Fóllame, Ámame y Rómpeme

PIA

Y debo haber perdido la cabeza, pero me arrodillo ante él y tomo su


pantalón, lo abro liberando su polla. La sujeto entre mis manos y gime,
eso me empodera, nunca imaginé que sentiría tanta atracción por Giacomo
Gambardella, puede que muchas veces desee matarlo, aunque en realidad
no veo mi vida sin él. Subo y bajo mi mano por su falo, sisea de placer. Me
acerco hasta que está muy cerca de mi boca, subo mi mirada y sus fanales
marrones me alientan.
Lo pruebo y siento el sabor salado de su excitación, gime de placer, sus
abdominales se contraen, todo él es perfección. Bajo y subo por el falo
deteniéndome en su capullo, sus manos van hasta mi cabello, lo recoge y
me toma con fuerza, gimo, nunca pensé que el dolor sería algo que me
llenaría, que me gustaría al punto de sentir placer. Cuando vuelvo a hacer el
recorrido y llego casi a su pelvis, me da una estocada, me mantiene ahí,
siento que voy a vomitar, las lágrimas escuecen mis ojos.
—Respira, Pia —me pide—. Joder, esto es la muerte, Gioa mia…
Me sube y tengo que sacarlo, mi saliva moja mi boca y su polla, su mano
libre se acerca, su pulgar acaricia mis labios tocando la humedad de mi
saliva, gime de placer y lo mete en mis fauces, las cuales cierro
instintivamente para chuparlo.
—Voy a follarte la boca, Gioa mia, y luego voy a follarme tu coño, si
tengo suerte terminaré enterrado en tu culo.
Saca su dedo y toma su polla, la lleva a mi boca, sus palabras me han
hecho mojarme y cuando la tengo de nuevo en mis fauces, realmente me
folla con fuerza, sale varias veces para que pueda respirar, su mano dirige
mi boca de arriba abajo deteniéndose por segundos cuando prácticamente
toca la campanilla de mi garganta, gime y dice palabras malsonantes, mis
manos bajan a mi coño y cuelo uno de mis dedos hasta mi clítoris, lo
acaricio en círculos, pero cuando se da cuenta de lo que hago, saca su
miembro de mi boca, me toma por debajo de mis axilas y me levanta, tengo
que sostenerme a él para no perder el equilibrio. Nos miramos y me toma
del cuello, me entrego completamente a su dominación.
—¡Fóllame! —le ordeno.
Sonríe y se muerde el labio inferior, Giacomo es hermoso de una manera
que duele, su rostro tiene un aire a chico malo. Me suelta y rompe mi batín
de seda liberándome de la ropa, gimo por la urgencia de sentirlo y que me
folle fuerte hasta olvidar mi nombre. Me gira y me tira sobre la cama sin ser
delicado, se despoja de sus pantalones, abro mis piernas y llevo mis manos
hasta el vértice de estas, me acaricio frente a él hasta llegar a los labios de
mi coño, toma su polla entre sus manos, me masturbo para él, gime de
placer.
—Quiero que te entierres en mi coño, que me folles hasta que sienta que
vas a partirme en dos.
Gruñe y se sube a la cama, quita mi mano y se la lleva a su boca, limpia
mis dedos de mi humedad. Cuando se siente satisfecho, nuestras miradas se
cruzan mientras se posiciona entre mis piernas y las sube hasta sus
hombros, me penetra y tengo que agarrar las sábanas, para sostenerme de
algo, grito de placer.
—Deseabas esto —pronuncia con voz ronca, casi bestial—, lo tienes.
Giacomo comienza a moverse dentro de mí, la habitación huele a sexo y
a sándalo, se escucha la cacofonía de mis jadeos y gemidos, que componen
una melodía llena de placer. Me penetra con fuerza, su pelvis choca contra
mí provocando sonidos, aprieto las sábanas mientras mi espalda se arquea
con cada arremetida, sus manos aprietan mis pechos sin delicadeza
causando dolor.
—Dios, así, así… —gimo.
—No es Dios, Pia, soy yo, el demonio que te ama y desea con locura —
contesta con voz gutural.
—¡Me corro! —grito.
—¡Dámelo! —exige.
Y me corro convulsionando en la cama mientras de mi garganta se escapa
un grito, estoy ida, completamente satisfecha, pero Giacomo no; lo sé
cuando sale y me abre para bajar su rostro hasta mi coño, con el primer
azote de su lengua revive mi orgasmo que iba menguando. Jadeo y me
levanto sobre mis codos para mirarlo, sus ojos me observan con atención,
muevo mi cadera para recibir más de su boca a la par que siento cómo sus
labios muerden mi clítoris, nunca imaginé que estaba necesitada de él; cada
vez que me entrego a mi esposo de esta manera cuando me folla, creo que
no solo derrumba mis barreras y esquemas, es que me rompe en cuerpo y en
alma, porque aquí en la cama, solo somos nosotros, no existe el pasado, el
dolor, el odio y la Camorra.
—Me corro, Giacomo, sí, sí…
Se levanta frustrándome, sonríe con malicia, cuando me gira como si
fuera una muñeca, abre mis nalgas y siento cómo su capullo sube y baja
desde la entrada de mi coño hasta mi ano. Cierro los ojos cuando sus dedos
me penetran para luego sacarlos y meterlos en mi ano sin aviso.
—Relájate, Gioa mia —me pide con voz ronca, baja hasta que su torso y
mi pecho se unen, siento el calor de su respiración, gimo y me susurra—:
Voy a prepararte para recibirme, no hoy, pero lo harás, no sabes las veces
que imaginé que me enterraba en cada uno de tus agujeros, eres mía, lo
sabes. —Muerde mi hombro y grito del dolor—. Mía —gruñe.
Saca sus dedos y penetra mi coño con fuerza.
—¡Joder! —grito.
Se queda ahí, besa mi oreja y la lame bajando hasta mi cuello, deja un
reguero de besos de ahí hasta que poco a poco no siento su peso, pero sí sus
labios dejando una dulce caricia, levanta mi cadera y sale, creo que voy a
morirme, cuando de nuevo entra en mí con fuerza. Repite lo mismo varias
veces; entra y sale, gimo, grito y jadeo con cada una, hasta que comienza a
arremeter a un ritmo constante.
Abre de nuevo mis nalgas, escupe en mi ano y mete dos de sus dedos, me
duele, siento cómo se resisten mis esfínteres.
—Déjame entrar, Gioa mia —me ordena con voz ronca.
—Joder, duele —gimoteo.
—¿Cuándo el dolor no ha sido placentero? —pregunta.
Y esa pregunta hace que mi cuerpo se relaje, sus dedos entran y salen de
mi ano al mismo tiempo que su polla abandona mi coño. Todo es intenso, la
excitación de mi cuerpo se convierte en ese volcán a punto de erupcionar, es
que me hace arder, me convierto en fuego cada vez que me entrego.
—¡Córrete, Pia! —me ordena—. Tócate para sentir cómo tu coño prieto
exprime mi polla.
Sus palabras son burdas, carnales y obedezco, porque necesito correrme.
Acaricio con mis dedos mi clítoris, mientras me invade y el orgasmo llega a
mí, me corro.
—¡Giacomo, joder! —grito mientras caigo en una espiral de éxtasis
mientras sostengo las sábanas.
Gruñe saliendo de mí, saca sus dedos y siento el calor de su semen entre
mis nalgas, giro mi rostro para verlo, está admirando lo que ha hecho de mí.
Su mirada me recorre hasta llegar a mis ojos, esbozo una sonrisa y él me
corresponde. Se levanta de la cama alejándose, preferiría que se quedara a
mi lado, abrazándome y dormirme en sus brazos, había olvidado que el
placer puede dejarte exhausta. Escucho el agua correr y sus pasos de
regreso, me toma entre sus brazos y me acurruco en ellos, cuando deja un
beso en mi cabello creo que voy a morirme.
¿Cuánto tiempo he secuestrado mis sentimientos?
Desde que soy su esposa he luchado por no sentir amor por este hombre,
cuando estoy completamente enamorada de él.
—Gioa mia —murmura—. Necesito que te sostengas mientras nos
acomodo en la bañera.
—Vale —acepto.
Me baja fuera de la bañera y me quedo mirándolo, es un adonis, el propio
Hades subido desde el inframundo a la tierra, cierra las llaves y se mete en
la bañera, se sienta y me ofrece su mano, la tomo y entro, me acomoda y
luego me hace bajar; el agua tibia se siente relajante cuando toca mi piel,
nos acomoda de manera que estoy acostada sobre él, lo miro y con mi mano
acaricio su rostro, cierra los ojos.
—Tu sei la mia morte1 —me dice acariciando mi espalda.
—Giacomo —lo llamo.
Y me sorprende cuando comienza a cantarme:
Stu core analfabeta
Te lor purtato a scuola
E se mparato a scrivere
E se mparato a leggere
Sultanto ‘na parola
Ammore e niente cchiù
Ammore,
Ammore mio si tu,
Femmena amata.
Passione, passione ca sta vita daie calore.
Quanno te vaso a vocca avvullutata,
Chistu velluto m’accarezza
‘O core, stu core, ca tu pa’mano lle purtato a scola
E se mparato a scrivere
E se mparato a leggere…
Ammore e niente più
—Giacomo —musito su nombre, emocionada.
Sonríe y toma mi mano para dejar un beso en ella, sus brazos me rodean
y siento que de alguna manera esta canción es una confesión de su amor. Su
tono barítono es hermoso cuando respira y vuelve a entonar.
Stu core anafalbeta
Ora soffre e se ne more
Penzanno ca si femmana
E te putesse perderé
E perderé ll’ammore
Ca lle mparato tu.
Ammore, ammore mio si tu,
Femmena amata.
Passione, passione ca sta vita daie calore.
Quanno te vaso a vocca avvullutata
Chistu velluto m’accarezza.
O’core, stu o’core,
Ca tu pa’ mano lle purtato a scola,
E se mparato a Scrivere,
E se mparato a leggere
Ammore mio e niente cchiù.
Las lágrimas salen solas, mientras me abraza y besa mi cabello, nunca
imaginé que Giacomo Gambardella haría algo así por mí.
—Mi corazón era un analfabeta del amor, pero tú lo has enseñado a
escribir y decir solo una palabra, amor, Pia. —Toma mi mentón y me obliga
a mirarlo—. Mi corazón solo conoce la oscuridad, sé que te he hecho daño
y quizás nunca me perdones, pero te amo, eres amada, por este corazón
analfabeta.
—Te amo, Giacomo —murmuro—. Todavía te odio, creo que nunca
podré renunciar a ese sentimiento, pero siempre he sido tuya,
completamente tuya.
—Te necesito —confiesa—, para respirar, para vivir, para ganar todas las
guerras que vienen…
—Quisiera una vida normal a tu lado —susurro.
—No somos normales, Gioa mia —afirma—, deja que la oscuridad que
vive dentro de ti, te abrace, seamos los villanos de la historia, los héroes
pueden ser corrompidos, pero nosotros, nosotros ya conocemos la
perversión del mundo en el que nacimos, mírame, mírame y echa un vistazo
de lo que somos, fuimos y seremos.
—Solo tú podrías follarme, amarme y romperme de esta manera.
—Eres mi para siempre, ya no tienes que pagar un precio por mi amor, te
doy todo lo que soy, Pia, solo tienes que dejarme entrar.
Cierro los ojos mientras la felicidad inunda mi corazón, nunca imaginé
que estos tres meses solo necesitaba esto, estar entre sus brazos y sentir su
amor.
—Te amo… —contesto.
No necesita nada más, me besa apasionadamente. Hay mucho por
recorrer en el camino que llamamos vida, pero si seguimos haciéndonos
daño terminaremos muertos. Mi esposo rompe el contacto de nuestros
labios, me lava con delicadeza y hago lo mismo, salimos de la bañera y nos
secamos mutuamente, mis manos recorren su cuerpo esculpido, acaricio su
cicatriz y me detengo.
—Perdóname —murmuro.
—No, Pia, deja eso atrás, porque cada vez que recordamos el pasado
retrocedemos dos pasos.
—Lo sé…
Me lleva hasta la cama y me abraza, creo que mi corazón de piedra se va
desquebrajando mientras me entrego, mañana es otro día, ya me dirá las
razones por las cuales me quiere a la cabeza de la Camorra. Mientras tanto,
me permito este pequeño momento en donde no solo desnudamos nuestros
cuerpos, sino que también hemos desnudado nuestras almas.
Mi amor rompe los barrotes de las celdas donde lo había encarcelado a la
corta edad de catorce años, cuando lo vi realmente por lo que era y lo que
me hacía sentir.
Este corazón analfabeta

GIACOMO

P ia duerme a mi lado, a lo largo de los años me ha costado conciliar el


sueño, pues mantenerme alerta es parte de mi naturaleza. Sin embargo,
creo que bajar mis barreras para mostrarle al hombre enamorado, me tiene
pensando si he hecho lo mejor. Creemos que sabemos amar, pero los seres
humanos somos analfabetas en el amor, porque, aunque sé que lo nuestro no
es normal, tiene muchos tintes, aristas, y si lo ves con detenimiento puede
ser tóxico, al modo que hace daño, que destruye cuando sales de ahí.
Nuestro amor es como una bomba nuclear con una onda de destrucción
masiva que irá a muchos radios, nada bueno saldría de una ruptura, hemos
pasado la vida odiándonos o eso creemos.
La mujer que se abraza a mi cuerpo y yo, hemos sido ignorantes de cómo
es un amor normal, si es como en los libros que la pareja se idealiza, se
aman con un flechazo que hace que vean fuegos artificiales; si es como en
la época victoriana que el amor se cocía a fuego lento, si de alguna manera
la costumbre se convertía en un modo de querer. Mi vida no es el cuento
perfecto, mi madre me amó mientras mi padre era un maldito que merecía
la muerte; quizá al crecer rodeado de la miseria del mundo, mi corazón fue
creando capas por no saber utilizarlo, no conocía el abecedario, dominaba
una palabra o tal vez dos, odio y venganza; por eso desde que sintió algo
diferente se fue aferrando a eso, a ella, a su manera de calcinar a todos con
su mirada y sus palabras.
Los dos hemos mostrado las partes de nosotros que no son hermosas,
esas que darían miedo a las personas normales, esas que creen que tienen
vidas perfectas, ordenadas y que nada de lo que sucede a su alrededor es
real. Eso que tanto anhela ella, la normalidad de no tener que vivir mirando
por encima del hombro, donde los “amigos” te hacen reír, que te levantas
por la mañana y sales a una oficina a trabajar por un sueldo mediocre o tal
vez ajustado a tus conocimientos; esa normalidad donde te vas a tomar una
copa y regresas a casa solo, tal vez haya alguien que te espere para recibirte
con una sonrisa o quizás una pelea. Ella necesita la calma de la normalidad,
pero si todo eso bastara, la gente no sufriera de depresión y la ansiedad de
ser aceptado en una sociedad donde todos están dañados. En cambio,
nosotros aceptamos lo bueno y lo malo desde que nacemos, asumimos que
existen varias realidades en la sociedad, que, en el fondo, todos tenemos ese
lado oscuro que nos cuesta aceptar, no obstante, hasta los corazones más
infames se enamoran, se vuelven locos por otro y cometen actos de amor.
¿Amar en un mundo de sangre?
Amo a Pia a mi manera, a lo bestia, a lo analfabeta, a lo que soy, un
hombre que no conoce de nada. Siempre he tenido la percepción de que soy
demasiado inmaduro debido a mi edad, que me ha tocado asumir posiciones
a mis cortos años, pero cuando somos jóvenes nos asustamos, amamos de
manera desmesurada y aquí no hay oportunidades de envejecer, aquí pueden
meterte una bala en la frente en cualquier momento, así que amas y actúas
en maneras que a las personas que llamamos normales, les parecen
extrañas. Ojalá se diera cuenta de que la he amado tal y como es, con su
maldad y oscuridad, con sus sonrisas escondidas, cuando se derrumba en la
habitación, con la oscuridad que trata de esconder, mas es inevitable,
porque sale de ella como si fuera luz.
—Giacomo… —pronuncia mi nombre entre sueños.
Dejo un beso en su cabello, cierro los ojos y me dejo llevar por los
pensamientos, imaginándonos fuera de la organización, seríamos novios o
quizás viviéramos juntos en un pequeño piso con ambiente abierto, ella
cocinaría y nos sentaríamos en el mesón a tomar café mientras
desayunamos, que los fines de semana podríamos recibir amigos o quedar
con ellos para pasar el rato. Distinguiría su risa entre las voces, mientras
tomo una pinta con mis amigos. Haríamos el amor con calma, sin dolor de
por medio, sin lastimarnos. Le entregaría miles de razones para que se
quedara a mi lado, pero es un sueño, uno que terminará en cuanto abra los
ojos, porque cuando el sol despunte y se cuele en la habitación, seguiremos
siendo nosotros, ella y yo, Pia y Giacomo con mucho pasado, dolor y en un
mundo muy diferente al que ella anhela.

*****
Me despierto antes de que ella lo haga, hubiera deseado pasar el día metidos
en la cama, gozando de nuestra reconciliación, pero afuera de ese remanso
de paz todavía nos defendemos de los enemigos, habíamos ganado una
batalla. Me siento como Napoleón tratando de conquistar Europa; en toda
guerra había derrotas que nos hacían aprender, pero las que se ganaban se
disfrutaban por el avance sobre el enemigo.
Entro en el despacho, Luca está junto Aiden, mi hacker, un ingeniero
informático que trabajó para la CIA. Además, los dos compartimos algo
más, algo que aún no estoy dispuesto a revelar. Los dos no se soportan, pero
tratan de mantenerse fieles a mí. Además, el valor de ambos para mí no
tiene precio, respeto a mi hombre, respeto que los dos guardemos nuestro
secreto y espero que algún día pueda compartirlo con Pia,
—Federico trató de vengarse anoche, entró a un garito que pertenecía
Stefano y… —Luca para de hablar.
—¿Y qué? —pregunto sentándome frente a mi escritorio.
—Mató a todos, pero se llevó algo que podemos necesitar.
Me quedo mirando a Aiden, quien no levanta su rostro de la computadora
mientras mi primo me marea con su miedo a contarme todo.
—Sabes que mi paciencia es corta, así que habla de una maldita vez —
ordeno.
—Que tal vez deberías hablar con Rodríguez, porque se llevó el
cargamento de cocaína y heroína, además, se rumorea que tu socio nos está
traicionando.
Doy un golpe en la mesa, ninguno de los dos se inmuta.
—¡Me cago en su puta madre! —vocifero molesto levantándome, me doy
vuelta y camino hasta ventana, mirar el mar me calma—. ¿Cuánto es el
estimado?
—Quince millones de euros —contesta Aiden—, sumado a que, de ser
ciertos los rumores, estás perdiendo a tu principal proveedor.
Alguien se aclara la garganta y no tengo que girarme para saber quién es,
sin embargo, me doy vuelta y me encuentro a Pia, está vestida con un
vaquero y una camisa de color blanco, lleva unos mocasines de color negro,
su cabello está suelto y no lleva nada de maquillaje.
—¿Pasa algo? —pregunta.
—Ve al comedor, Gioa mia —le pido.
—Ayer hiciste que la organización me nombrara tu jefa, si sucede algo
quiero estar al tanto —contesta con voz pausada.
Por el rabillo del ojo veo a mi primo esbozar una sonrisa burlona. Sé que
mi esposa tiene razón y que este momento es mi superior. Pongo los ojos en
blanco mientras chasqueo la lengua contra el paladar, le señalo el puesto
donde está Luca quien se levanta, se acercan dándose un abrazo, quiero
matarlo, pero en el fondo me da gusto que puedan llevarse bien. Mi esposa
toma asiento, observa a Aiden sentado en el mueble y levanta una ceja.
—¿Nunca habla? —inquiere.
—No si no es necesario—contesta Aiden en perfecto italiano—, pero
estoy a su servicio.
Pia sonríe.
—Espero que así sea —murmura y luego me observa—. A ver, soy toda
oídos.
Respiro cansado, porque esta idea era muy buena cuando se me ocurrió,
pero no sé si estoy tan seguro de querer a Pia empapada de todo.
—Federico atacó un garito donde tu padre almacenaba droga,
normalmente de ahí partía la distribución, con esto…
—Nos dice que no está de acuerdo —me interrumpe con una sonrisa—.
¿Quién es Rodríguez?
—El capo del cártel mexicano —contesto.
—¿Es amigo o enemigo? —inquiere.
—En este mundo no hay amigos, Pia, solo es cuestión del mejor postor.
—Ajá, es decir que Federico nos ataca, se lleva la mercancía que no solo
es mía, también es de la organización, y al distribuidor le parece buena idea
hacer negocios con él, porque seguro piensa que una mujer no puede estar a
la cabeza —concluye mi esposa.
Por primera vez observo a Aiden dejar lo que hace para prestarle
atención, me humedezco los labios.
—Es probable que así sea —respondo.
Pia se ríe de la respuesta, sé muy bien que le da rabia que la
menosprecien por ser mujer. Luca me observa como si mi a esposa le
hubiera salido otra cabeza; Aiden niega y vuelve a lo que hace.
—Quiero una reunión con el tal Rodríguez, así que arregla todo para que
pase —me ordena.
—Pia, no… —respondo y me fulmina con la mirada.
—A ver, Giacomo, no soy una esposa florero y tampoco quise serlo,
puede que no quisiera casarme contigo y menos enamorarme de ti, pero
aquí estamos, soy tu esposa y, además, la jefa de la organización, nada sale
como esperamos, sin embargo, es lo que hay, quizá no sea letal, no obstante,
para eso te tengo a ti, querías que me convirtiera en la reina de la Camorra,
aquí estoy, ahora te toca convertirte en mi general; no voy a permitir que
Federico joda lo que mi padre construyó, tampoco darle razones a la
organización para pensar que se equivocaron.
—Es peligroso —confieso.
—Espero que me protejas… —Se da vuelta y camina hasta la puerta—.
Te espero para comer, también a Aiden y a Luca.
Sale dejándonos sin palabra, mi primo se sienta de nuevo y saca de su
pantalón una cajetilla de cigarros.
—Estás creando un monstruo —se burla mientras se enciende un pitillo,
da una calada y suelta el humo para decirme—: Tal vez tenga razón; Pia es
inteligente, no subestimes a tu mujer, además, te tiene a ti y tú me tienes a
mí, así que nunca va a estar desprotegida, deja que haga las cosas a su
manera, prueba ceder; el miedo y las ansias de ganar nos ha hecho cometer
errores.
—Si le pasa otra cosa… —musito.
—No le pasará nada, esa vez ella confió en su amiga, pero esta ocasión
sabe que a lo que se enfrentará es peligro, deja que llame a Juan Andrés,
puede que nos cuente qué es lo que piensa su padre, agotemos todo antes de
lanzarla a los lobos.
Asiento aceptando que tiene razón.
—¿Vienes? —pregunto.
—Claro, vamos, Aiden, vas a morirte de la risa con la prima, capaz
somos los espectadores del envenenamiento de Giacomo —comenta Luca
levantándose.
Pongo los ojos en blanco, salimos del despacho, encuentro a Pia tomando
un té con una laptop abierta, reconozco lo que está mirando, es la bolsa, la
está analizando. La cierra sonriendo al vernos, desayunamos mientras Luca
la pincha para sacarla de sus casillas, Aiden mal come sin dejar de hacer lo
que es importante para mí. Mi primo y mi esposa pasan el rato bromeando
como si fueran mejores amigos, me quedo mirándola tratando de buscar
algo que me haga pensar que estoy alucinando, que es un sueño, pero frente
a mí tengo lo que por años anhelé.
Pia me toma de la mano cuando Luca le cuenta de nuestras aventuras en
Roma, lo fulmino con la mirada mientras disfruta de cada anécdota que él
pueda relatarle de nosotros; el primero en levantarse es Aiden, luego mi
primo, dejándonos a solas. Llevo su mano hasta mis labios y dejo un beso,
sonríe y quisiera ver ese gesto en su rostro siempre, es preciosa, se le
forman dos hoyuelos en sus mejillas. Tan irreal, pero al mismo tiempo es
real, esto es lo que siempre he querido y me da miedo que sea parte de una
jugada. Se aclara la garganta, observo cómo lentamente dibuja una sonrisa
tímida.
—Gracias por aceptar contarme —comenta.
—Tengo que aceptar lo que propuse…
—¿Por qué lo hiciste? —inquiere.
—Porque, lo creas o no, sé que puedes con todo, me da miedo que te
lastimen, claro que sí, casi te pierdo por pensar que estabas segura, que
nada podría alcanzarte.
—¿Lo de anoche fue real? —musita.
—Mi corazón analfabeta aprendió una nueva palabra: amor. Eres amada,
Pia, tal vez no como en los cuentos de hadas, no como lo hacen las personas
normales, pero te amo.
—Te amo…
Se levanta y me sorprende sentándose sobre mis piernas, me envuelve en
sus brazos y me besa. Y por un momento creo que estoy muerto, que esto es
el cielo y nada es real.
Él y yo

PIA

A veces creo que mi vida dio un giro de ciento ochenta grados, que nada
es lo mismo desde que me casé con Giacomo, sin embargo, en otras
ocasiones pienso que fue uno de trescientos sesenta grados y que sigo en el
mismo lugar, somos parte de la Camorra, somos dos personas que luchan
por sobrevivir en un mundo en el que, si no eres lo suficientemente
inteligente, pueden destruirte. La noche anterior todo fue sublime, salí de la
casa de Paccini con la convicción de iniciar una guerra; de matarlo por
engañarme, por llevarme con una mentira y hacerme asumir algo que puede
quedarme grande, no por ser mujer, sino por la poca experiencia que poseo.
Solo que anoche, mi esposo me mostró una manera de amarme, puede
que no sea como en las lecturas de los libros, donde las parejas hacen el
amor; nosotros follamos a lo bestia y eso nos une, pero son esos pequeños
detalles los que me hacen sentir que todo puede ir bien, que, por más que
intente buscar una razón para que él y yo no funcionemos, no la encontraré.
Giacomo me daría todo para que me quedara, hasta su analfabeta corazón
que conmigo está aprendiendo a amar. Escuchar su tono de barítono
cantándome una hermosa canción me hizo sentir que estaba en mi propia
historia. Una donde nuestros oscuros corazones están dejando entrar la luz
del amor, estoy enamorada, estoy convencida de que no puedo seguir
resistiéndome a lo que hay, que solo me toca luchar contra los demás, con
aquellos que desean hacernos daño.
Tampoco puedo pasar la vida tratando de remediar el daño que le hice,
podría poner cien mil excusas para justificar mi comportamiento, pero en
realidad fui la maldita villana porque lo quise; hasta cuando mis
sentimientos estaban cambiando, preferí esconderme detrás del escudo de la
maldad. Y no está mal, porque puede que al final esa mujer sea una que
destruya a los que realmente tratan de joderla.
Giacomo está en el despacho mientras reviso la bolsa de valores o eso
creo, sé que mi padre exigía los pagos en Bitcoins, ya que creía que la
criptomoneda era la mejor manera de resguardar el dinero de forma segura.
Observo el flujo, las líneas, pero no puedo seguir, cierro la pantalla
pensando en mi esposo, en lo hermoso que fue anoche, los días en el yate,
tal vez sea la única persona que ha visto estos rasgos; mientras él solo ha
visto a la perra fría que hay en mí derrumbarse y llorar.
Mina trató de hacernos daño, sin pensar en que los dos tuvimos pasado,
me dolió, claro que lo hizo, no tanto por Giacomo, lo hizo por ella, porque
imaginaba que realmente éramos amigas, aunque no puedo esperar lealtad
en este mundo que se mueve por los intereses carnales y de poder. La
traición, esa es la moneda de cambio, lo que puedes esperar hasta de la
persona que menos imaginas, triste, pero es cierto, sucede en todas partes
hasta en aquellos que viven una vida normal. No porque seamos criminales
nos la vivimos traicionando; cuídate de aquellos que son mansos, de las
falsas sonrisas, porque el mar más calmo puede traer un maremoto que te
destruirá. Eso fue Mina, el mar donde creí encontrar la calma, mientras en
sus profundidades se agitaba hasta que alzó sus olas para destruirme.
Recuerdo la carta de mi tío Adriano y voy hasta la habitación, busco
entre mis cosas y maldigo en voz alta cuando no la encuentro.
—¡Giacomo! —grito su nombre, molesta.
Salgo y lo busco en el despacho, está hablando señalando algo en el
escritorio a Luca, ya no hay rastros de Aiden. Alza su mirada y sonríe, lo
que provoca que desee cortarle las pelotas e izarlas en una asta como la
bandera de mi castillo.
—¡Sal, Luca! —ordeno.
Luca se gira y me observa como si estuviera loca, puede que lo esté, todo
lo estamos, sin embargo, es su adorado primo el que es capaz sacarme de mi
vida cuadriculada, llevarme a estos extremos donde dejo de ser fría y
calculadora para convertirme en una persona voluble.
—¿Te picó un bicho? —se burla.
—Sí, uno llamado Giacomo —contesto.
Mi esposo sonríe mientras su primo suelta una carcajada, pongo los ojos
en blanco mientras señalo la puerta.
—Vete, necesito hablar con mi esposo —reitero.
Resopla fastidiado, recoge todo lo que está frente a ellos, son papeles de
la organización, ya tendré tiempo de ponerme al día. Cuando pasa a mi
lado, se gira para decirme algo y lo observo con cara de pocos amigos, lo
piensa mejor y sale.
—¡Dámela! —exijo poniendo mi mano frente a mí—. Dame la carta de
mi tío.
—Habías tardado en pedirla —responde buscando entre sus cosas en el
cajón superior del escritorio—. Tenía que leerla.
—¿No podías esperar a que yo te mostrara? —inquiero caminando hacia
él para arrancársela de la mano—. Debes aprender otra palabra, se llama
confianza y va de la mano con el amor.
Suelta una carcajada.
—¿Confías en mí? —averigua, me quedo callada y es que entre los dos
hay una gran brecha—. Lo supuse.
—Lo siento, Giacomo, todo esto es nuevo, tú y yo, nuestro amor, los
sentimientos, quiero confiar en ti, pero…
—Nos he hecho daño, por lo que ahora tenemos que trabajar en eso.
Se acerca para tomarme de la cintura, me pega a su cuerpo y con sus
dedos sube delicadamente mi rostro.
—Nadie te ama como te ama este loco, lo sé, me comporté como el
hombre que desconfía, pero Adriano…
—Mi tío me quiere —lo interrumpo—, además, siempre me dijo que el
día que alguno de ellos faltara, te buscara.
—¿Por qué? —averigua.
—Mi tío veía lo que otros no, supongo que notó algo en ti que yo no
veía. —Se la doy—. Léela.
Giacomo se aleja tomando mi mano para llevarnos al sofá, nos sentamos
y me acomoda de modo que mi cuerpo descanse sobre el suyo, cuando está
satisfecho me da un beso en el cabello. Saca la carta del sobre y se aclara la
garganta.
Amada sobrina
Ha pasado mucho tiempo, pero sé que te has convertido en una hermosa
mujer, una chica que esconde sus sueños y sentimientos para no ser
destruida; la mejor decisión que tomó tu padre fue a unirte a Giacomo,
porque desde niño su amor por ti lo convirtió en un hombre sin piedad que
será capaz de cuidarte.
Mi Pia, mi dulce Pia, no sabes lo mucho que extraño estar en casa, no
obstante, a veces estar lejos te permite tener otras perspectivas, sé que la
guerra con los Di Marzo al fin ha explotado como debía y que asesinaron a
mi hermano y cuñada, te toca encontrar su punto débil para destruirlos, sin
embargo, voy a confiarte el punto débil de Ciro Di Marzo: tú, siempre has
sido tú. En su mente retorcida él cree que eres una Di Marzo, quizás no lo
sepas, pero la rivalidad entre mi hermano Stefano y él inició el mismo día
en que se robó el amor de tu madre.
El arte de engañar es la manera de ganar las guerras, hazle creer que lo
sabes todo, que no eres una Zeno, conviértete en nuestro Caballo de Troya,
destrúyelo. Supongo que a estas alturas sabes que tienes hermanos
bastardos, que Stefano era un maldito.
Te amo como una hija, por eso siempre estuve para ti, por eso te protegía
como un halcón, por eso le hice creer a Ciro que eras suya, tienes las
armas para destruirlos, eres mi amada hija, la que nunca pude tener.
Pronto volveré te buscaré y te explicaré, pero, mientras, usa esto a tu
favor, engáñalo haciéndole creer que eres su pequeña; ahora que perdió a
dos de sus hijos, su corazón es débil…, nunca dejes que vean que amas,
porque con aquello que es dueño de tus afectos te destruirán.
Espérame, piccola, prometo que volveré…
Adriano.
P.D.: Si lees esto, Giacomo, tienes a la joya más valiosa de la familia
Zeno.
—Ciro es mi padre, ¿crees que mi madre no era virgen? —musito.
—No sé si sea cierto, Gioa mia —asevera—, no sé si es tu padre, lo
único cierto es la historia entre Di Marzo y tu madre.
—¿Tuvieron algo de verdad? —averiguo.
—Voy a contarte todo lo que sé, creo que es el momento que de conozcas
la verdad de lo que vives.
Giacomo me cuenta la historia entre mi madre y Ciro, también cómo mi
padre hizo hasta lo imposible para robársela hasta acabar con ella; terminó
violándola y obligándola a casarse con él. Siempre pensé que él no la
amaba por la manera en que la trataba, como una basura, como si fuera una
molestia que debía mantener cerca. Las peleas, los golpes, las veces que
escuché a mi madre rogándole que parara porque iba a matarla, los llantos
ahogados, las noches en que mi tío entraba a abrazarme para protegerme de
la ira de papá.
—Papá desterró a mi tío para protegerlo —declaro.
—Creo que la verdad es que lo quitó del medio, no fue protección —
explica ante mi comentario. Logrando que me ponga tensa—. No puedes
permitir que vuelva, la familia también traiciona…
—Es mi tío —reviro, molesta.
—No pienses en nada de lo que te dice esa carta, no confío en él, no
rumees la idea de que eres hija de Ciro.
—Mi vida es una locura, Giacomo…
Me gira de manera que estoy sobre él, puedo ver su rostro y no puedo
esconder el mío, así que puede ver mi miedo.
—Mi familia era un desastre, maté a mi padre porque abusaba de mí a
escondidas de mi madre, me violaba, entraba de noche y hacía toda clase de
mierdas conmigo; lo maté porque, así como él no me amaba, yo no lo amé,
abusaba de mí porque era lo que no esperaban, porque así iba a aprender a
ser hombre.
Pongo una mano en su rostro con ganas de llorar.
—Giacomo…
—Por ti he dejado todo, no miro en mi pasado porque ya me ha marcado
lo suficiente, nuestros padres son los monstruos que señalan en los cuentos.
—Sufrías y yo te hice más daño…
Se ríe.
—A veces hacemos daño a los que amamos, siempre supe que me
amabas, Gioa mia, no dejes que nada de lo que dice esa carta te cambie.
¿Qué más da si eres hija de Stefano o de Ciro? Eres una mujer inteligente,
no importa qué sangre corra por tus venas, ahora eres una Gambardella.
—Soy tu esposa.
—No me importa de dónde procedas, somos tú y yo, no vas a acercarte a
Ciro, no le harás creer nada, no necesitas eso, juntos encontraremos la
manera de vencer, ya hemos ganado la primera batalla.
—Soy la cabeza de la Camorra.
—Y vas a demostrar que eres capaz, y yo estaré a tu lado.
Me acurruco en su pecho y dejo un beso en él.
—Pensé que la carta decía algo como que debía matarte; Adriano
siempre me protegió, cuidaba de mí, me salvaba de la ira de mi padre, pero
pensé...
—No sigas, puede que sea una mentira escrita con la intención de
desestabilizar todo, no lo sabemos, no podemos confiar en nadie, Pia, ni
siquiera en la familia, no puedes confiar ni en mí.
—¿Por qué no puedo confiar en ti? —averiguo asustada.
—Porque mi corazón lucha, por un lado, te ama y por otro te odia por
joderme por tanto tiempo.
—Deja de luchar y permite que tu amor por mí gane.
Suspira y no me dice nada más, nos quedamos así abrazados un buen
rato. Mi mente trata de descifrar la verdad. Sé que Franco Paccini es el
único que puede contármela y quizá encuentre un momento para visitarlo.
Mentiras

GIACOMO

S i creyera en todas las mentiras que me han dicho para desestabilizarme,


estaría loco, desde Stefano diciendo que era mi padre; mi progenitor
afirmándome que violarme me haría un hombre despiadado. Todas las
mentiras se han hecho para hundir, en el mundo fuera de la mafia, los
políticos mienten mientras los incautos creen que son la solución a sus
problemas; el clero miente para mantenerlos bajo su mando; las religiones
interpretan a su conveniencia los discursos, todos mentimos por omisión
por el simple hecho de tratar de ocultar algo.
Adriano miente, lo sé, algo me dice que tengo que andarme con cuidado
en cuanto a él y su amante Franco Paccini, la familia es la primera en
traicionarte cuando hay poder de por medio, lo supe hace mucho tiempo y
creo que el tío de mi esposa tiene razones para mentir. Venganza, odiaba a
su hermano después de desterrarlo por un error, todos decían que era para
salvar su pellejo, pero conocía a Stefano mejor que a nadie, aprendí estando
cerca que si le importabas era capaz de quemar todo Nápoles por esa
persona, sin embargo, si era de manera diferente, sin lugar a duda dejaba
que te hundieras.
No iba a matar a su hermano, no obstante, desterrarlo era la manera de
castigarlo. No lo quería cerca de los negocios, porque estaba cansado de
enmendar cada desastre que cometía. Me parezco a Adriano de cierta
manera, ya que ser impulsivo solo me ha provocado problemas.
Fui comedido por mucho tiempo, fingiendo que nada me importaba, que
todo me era indiferente, menos Pia, porque con ella nunca pude guardar mis
sentimientos. En la organización nunca me comporté de manera impulsiva,
por más que quise asesinar a tiros a Gianmarco o Stefano, me contuve por
tanto tiempo y me doy cuenta de que la única vez que he cometido errores
es cuando creo que pueden causarle daño a la única persona que amo de
verdad.
Federico mintió, creyó que diciendo aquello iba a herirme y por lo que
veo su parenza también le ocultaba información, pues nunca le confesó que
Pia era virgen. Supongo que en el fondo el maldito quedó prendado de mi
mujer.
Mentiras.
El mundo está lleno de ellas y las creemos, no obstante, los seres
humanos nos ofendemos con ellas, suponemos que estamos listos para las
verdades, cuando en realidad no es así. Si estuviéramos preparados para
personas sinceras, no nos dolería tanto enterarnos de la realidad.
Pia se remueve a mi lado y sonrío, hemos pasado por tanto para llegar
hasta aquí, vivimos nuestras propias mentiras para aceptar que estamos
hechos el uno para el otro. Muero por abrirle mi corazón, aunque nunca le
he ocultado lo que soy, es la persona que mejor me conoce, después de
Luca. Bajo mi rostro para observar lo apacible que duerme en mis brazos,
sus piernas están enredadas con las mías, su mano derecha está sobre mi
pecho, su rostro está escondido entre el hueco de mi cuello y hombro, siento
su respiración acompasada, sigue dormida y por un instante creo que estoy
viviendo un sueño, que esto es mentira, porque mi enemiga, la villana de mi
historia, me ama, me ama de una manera que nunca creeré.
¿Desconfianza?
Puede ser, nunca voy a terminar de fiarme de ella, nunca sabré si ella dice
la verdad en cuanto a mi atentado, hasta el amor más puro puede ser
quebrantado, siempre lucharemos el uno contra el otro, porque está en
nuestra naturaleza, lo nuestro no es un cuento de hadas. Tomo su mano y la
llevo a mis labios, beso sus anillos y ella se remueve, las primeras luces del
amanecer comienzan a colarse por las cortinas anunciando que el nuevo día
empieza.
—Giacomo… —musita adormilada.
Mi corazón se paraliza; Pia suelta un suspiro mientras se pega a mi
cuerpo buscando mi calor. Cierro los ojos disfrutando este instante, uno que
pensé que nunca llegaría. Mentiría si dijera que esto no es perfecto, que no
lo imaginé, que por años no estuve anhelando algo así, pero ahora que lo
tengo no lo dejaré ir.
Ya no somos dos bolas de demolición tratando de destruirnos, somos dos
personas que están intentando no destruirse en el camino pedregoso del
amor.
—Duerme, Gioa mia, que estoy aquí para protegerte hasta cuando estés
soñando.

*****

Luca entra con cara de pocos amigos a la casa, sé que cuando está así ha
sucedido algo que no logra controlar y que estamos en un punto sin retorno.
—Rodríguez no quiere ver a tu mujer, así que nos ha enviado a Juan —
me informa—. Estará presente Federico.
—No lo quiero cerca de Pia —asevero.
—Conocemos a Juan desde hace años, ¿qué probabilidades hay de que
nos traicione? —inquiere acercándose al minibar para servirse un trago.
—Muchas, todo es dinero y lo sabes.
Asiente mientras se toma un shot de tequila, el mismo que trajo Juan
Rodríguez la última vez que nos visitó.
—Tampoco me gustaría exponer a Pia, así que tengo una idea que va a
joderte.
Cierro los ojos sopesando cualquier posibilidad, no tengo idea qué puede
joderme más que ver el maldito de Federico Di Marzo cerca de mi mujer,
después de insinuar que la folló.
—Dime.
—Paccini, ahora quiere ser el familiar del año, tuve una reunión con él
hace menos de una hora y puso a sus hombres a disposición.
—Alfredo Paccini no ofrece nada gratis.
—Lo sé, es lo que me preocupa, que su hijo esté aquí no es casualidad,
además de lo que me contaste, algo se anda gestando, lo huelo a kilómetros,
sin embargo, no voy a rechazar la ayuda.
Niego con mi cabeza.
—Paccini me odia, quiere sacarme del camino desde hace mucho, me
convertí en el segundo al mando después de que Adriano se largara, algo
que pudo asumir Franco, pero Stefano no confiaba en ellos, así que no me
fío.
—Vas a tener que fiarte, porque también me está ofreciendo apoyo con
sus hombres —revira.
—¿Hemos perdido muchos hombres? —pregunto.
—Tenemos los suficientes para una emboscada, pero con Pia… —Duda
al seguir y comparte una mirada, sé que le ha tomado cariño, porque de
alguna manera los dos somos lo que necesitamos—. No me fío de nadie, si
pierdes a tu mujer.
—Si me pierde ¿qué? —inquiere Pia entrando—. ¿Qué sucede?
Mi primo y yo compartimos una mirada que lo dice todo, no podemos
exponer nuestros miedos. Sé que mi esposa está abrazando su lado oscuro,
haciéndose uno con él, no obstante, seamos sinceros, puede ser una
serpiente con lengua viperina que envenena a todos con sus palabras, pero
esto, lo que está a punto de suceder es más grande que ella y que todos
nosotros.
—Estamos organizando lo que ordenaste —contesta Luca—, pero hay
ciertas cosas en las que no me fío.
—Cuéntame —pide. Luca me observa y yo niego, Pia se mete en el
medio de los dos. Le chasquea los dedos—. Por ahora la que tiene el mando
soy yo, te estoy pidiendo que me cuentes, no te lo estoy ordenando, ten la
decencia de responder.
—Pia —siseo su nombre en señal de advertencia. Se gira y me desafía
con la mirada—. No te metas en esto.
—Sabes que soy del tipo que arriesga su vida sin miedo, la que te hace
llorar, la que pone precio a las cabezas y que cumplo lo que digo.
—No me has matado —le recuerdo.
—No me tientes a hacerlo —ataca—, ahora tienen miedo, pero les
recuerdo que esto es su brillante idea, así que asuman su maldito error.
Luca suelta una carcajada.
—Lo siento —me dice cuando lo fulmino con la mirada—, te dije que
era mala idea, que estabas poniendo a tu mujer en el punto de mira.
—¿No tienes miedo? —le pregunto a mi esposa.
—Mi mayor miedo es perderte, como el tuyo es perderme a mí, así que
asumamos esto como lo que es, estoy al mando y sé que me tratas de
proteger, pero no soy la frágil rosa que creías, mis espinas están llenas de
veneno y si…
—Federico va a estar presente en la reunión, exigencias de Rodríguez.
Pia palidece ante mis ojos y se recompone de manera rápida, hay algo
que no me ha contado, mi desconfianza siempre me hace sospechar. ¿Por
qué le tiene tanto miedo? ¿Qué esconde?
—¿Le temes a Federico?
Se queda mirándome, por un momento puedo ver el destello del odio que
tanto siente por mí. Sin embargo, lo esconde y vuelve a verme con ojos de
amor.
—Federico es el culpable de la muerte de mi hijo, puede que todo lo de
Mina sea tu culpa, pero quien la ayudó fue él, sé muy bien que su padre
nunca le dio un arma.
—¿Entonces? —insisto.
—Que, si ha sido capaz de llegar indirectamente a mí, es normal que le
tenga miedo.
Dudo por un segundo, sé que miente, porque su respiración se vuelve
irregular. Nos quedamos mirándonos, asiento aceptando lo que me dice, sin
embargo, no confío, hay algo más y pretendo saber qué es en algún
momento. Luca le cuenta todo lo que sabemos para este encuentro, si en
algo estamos de acuerdo mi esposa y yo es en que Alfredo Paccini no da
nada gratis, que desea algo a cambio por protegerla.
Mi primo termina poco convencido de la decisión de aceptar su ayuda,
poniendo una condición que parece lo más sensato de todo, que es
simplemente estar al lado de mi esposa todo el tiempo.
—Vas a llevar un chaleco antibalas, así que ve buscando algo que te
quede holgado —le advierte—. Si pudiera ponerte un casco lo haría.
Pia se ríe.
—Voy a terminar creyendo que te importo, Luca —se burla.
—Me importa Giacomo y sé muy bien si te pasa algo no va a soportarlo,
así que me toca cuidarte.
Mi esposa alza sus hombros y sale de la habitación dejándonos a solas de
nuevo, espera que esté lo suficientemente lejos y me dice:
—Si ella cree estar lista, déjala ir, no cometamos el mismo error que su
padre, sé que tienes miedo de que algo pueda sucederle, pero Pia… —
titubea—, ella no es una damisela en peligro, lo que dijo es cierto, es la que
pone precio sobre las cabezas y estoy seguro de que algunos hombres le
entregarán esas cabezas en bandejas de plata como a Salomé.
—Mi mujer oculta algo —confieso.
—También lo pienso, hay algo que no nos dice sobre Federico, pero es
algo malo, porque le teme, realmente le teme.
—¿Crees que sea eso? —inquiero con duda.
—Lo es, no des tres pasos atrás, estás en el punto que siempre soñaste;
Pia puede ser desafiante, pero te ama, te ha demostrado más lealtad que
cualquiera de tus hombres, no armes una película de su reacción.
—Miente, es lo que creo, al final nuestra vida es una serie de mentiras
desafortunadas —asevero.
—No diré nada más, iré con Paccini e intentaré saber su precio, pero no
prometo nada.
Asiento, sale y lo acompaño; desde el incidente trato de no dejar sola a
mi mujer. La busco por el piso y la encuentro en la habitación sentada
mirando una prueba de embarazo. Me quedo sin palabras.
—Cuando lo supe tuve miedo de que nuestro mundo alcanzara a nuestro
bebé, le tengo miedo a Federico porque me quitó a mi madre y la
posibilidad de ser madre.
—Podremos tener más hijos —afirmo.
Niega con su cabeza y suelta un sollozo, cuando se gira para mirarme
puedo ver lo que me oculta y se me hace un nudo en la garganta.
—Te amo, Giacomo, te amo como nunca pensé amar a la persona que
siempre quise arrancarle el corazón, sin embargo, no tendré un hijo para que
viva en este mundo, porque después de esta guerra, vendrá otra y otra,
puedes jurarme amor eterno, pero nunca podrás prometerme paz.
—Pia…
—Federico… —Duda por un momento y respira hondo—: Él cree que
soy el eslabón débil por ser mujer, se acercó a mí en la universidad por
medio de Mariano y luego él mismo, no sé cómo llegó a romper el esquema
de seguridad, pero lo hizo, me ha tratado de joder, creo que es tiempo de
que le demuestre que no soy lo que piensa.
—Pia… —musito—. Teníamos traidores, pero no dejaré que te alcance
de nuevo —le prometo—. No tienes que demostrarle nada a nadie.
Niega con su cabeza y asevera:
—Federico es el diablo y pienso desterrarlo al inframundo de nuevo. —
Se levanta—. Cree que soy la princesa de la mafia, cuando seré su maldita
villana.
Mi oscuridad

PIA

M e creen la mala, la sin corazón, la mujer de hierro, la princesa de la


Camorra; me han subestimado toda la vida por ser la hija del jefe de
la organización, me han creído débil y por eso por años me he hecho de una
coraza, para poder demostrar que no soy nada de lo que piensan. Me
construí una imagen que debo mantener y ahora que tengo un papel dentro
de la compañía, puedo demostrar lo que soy, que no estoy hecha solo de
amenazas.
Federico cree que puede hacerme afectarme, que al tratar de perjudicar
mi imagen haciéndome ver como mercancía dañada voy a dejar de ser Pia
Gambardella, mi padre puede haber sido el peor monstruo, sin embargo, fue
la cabeza de lo que hoy somos, por años gobernó con mano de hierro, pero
dándole las ganancias a todos, hasta a los Di Marzo les entregó justamente
lo que les pertenecía. No voy a permitir que nada cambie, puede que crean
que soy manipulada por mi esposo, pero lo que ellos no saben es que soy
una mujer inteligente, por años humillé y alejé a los hombres que creían que
podrían conseguir ser la mano derecha de Stefano Zeno, solo por casarse
con su hija.
Me coloco el collar de obsidiana negra, desde que acepté mi destino y el
amor que siento por Giacomo, no me lo quito, es como si de alguna manera
se hubiera convertido en un amuleto de buena suerte que me recuerda que la
oscuridad está siempre presente en nuestros corazones, que, aunque
deseemos ocultarla, en algún momento va abriéndose paso como si de la luz
misma se tratara.
Salgo de la habitación para tomar el desayuno, anoche me dormí en los
brazos de Giacomo, me sentí protegida, aunque al mismo tiempo me da
miedo, no puedo negar que amarlo tiene un precio muy alto, uno que me
hace poseer pavor, porque no puedo parar de pensar en que nuestra relación
sea un juego macabro y cruel para él. En ocasiones creo que no soy lo
suficientemente buena para él, en otras simplemente me siento mucho más,
que no me merece. He llegado a la conclusión de que simplemente somos
dos personas que nos hemos hecho mucho daño, que nos convertimos en la
obsesión el uno y del otro, que del odio al amor solo hay un paso y
viceversa, incluso así tóxicos, sabiendo que no podemos estar juntos,
intentamos hacer una vida, aunque lo cierto es que con el tiempo he
descubierto algo, que me amo más a mí que otras personas, no me importa
si en este camino demostrándolo me llevo a la tumba a mi esposo; es frío,
pero en la oscuridad es donde he guardado todo este tiempo mi corazón.
Todos los que me conocen saben que ataco sin aviso y que los tomo con
la guardia baja, esta reunión puede ser el inicio del fin de esta guerra, una
que terminará con la muerte de alguno de nosotros, solo espero que sea la
de Federico.
Me encuentro con mi esposo que está mirando su móvil y al sentir mi
presencia lo deja sobre la mesa con una sonrisa, me acerco para darle un
beso casto en los labios, sin embargo, me atrapa por la cintura sentándome
en sus piernas. Sonríe y quiero corresponderle, solo que en este momento
mi mente está puesta en lo que puede suceder en la reunión. Acaricia mi
rostro, sus dedos atrapan un mechón suelto de mi cabello y juega con él
entre sus dedos.
—Estás sobreanalizando lo que puede suceder esta noche —me dice con
voz preocupada leyendo mis pensamientos.
—Quiero saber de tu amigo —le pido, pero con cierto tono de orden.
Sonríe, sabe que puedo ser insistente. No voy a irme a ciegas a una
reunión con el futuro jefe de uno de los cárteles más importantes de
México.
—Juan no es mi amigo, lo conozco desde hace años, no tengo amigos,
Pia, lo sabes, pero él no es su padre, tengo mis reservas y necesito saber las
razones para esta alianza con Di Marzo.
—Dinero —contesto—. En nuestro mundo hay dos monedas de cambio,
sangre y dinero, Rodríguez no va a derramar nuestra sangre, pero va a
jodernos con dinero, no necesitas ser muy inteligente para adivinarlo, ahora
bien, lo que deseo saber es qué mueve a Juan Rodríguez, qué necesita para
entregarme de nuevo lo que es mío.
—La ambición —responde sin titubeo—. Desea lo que todos, que su
padre muera para ser el jefe; puede que se mantenga en un bajo perfil
estando aquí, pero quiere lo mismo que todos nosotros, ser el que manda.
Asiento y me levanto, me toma por la muñeca y me quedo mirándolo.
Necesito tomar todo el valor para decirle lo que está pasando por mi mente.
—Te amo… —Abre los ojos y va abrir su boca para decirme algo, pero
coloco mis dedos en sus labios para callarlo—. Por años creíste que no
tengo corazón, esta noche seré la Pia que odias, la que juega con la mente
de las personas para meterse hondo y saber cómo destruirlos, tendré el
control de la situación.
—No voy a permitir que te pongas en riesgo.
—Me cuidaré de eso, pero no voy a esconderme detrás de tus hombres,
de los hombres de Paccini o de los míos, necesito que me respeten como
jefa de la organización, no quiero que piensen que estoy aquí por ti, por mi
padre o porque Alfredo ha sufrido un ataque de enajenación.
—Gioa mia, no puedo, no me pidas que no te proteja.
Toma mi mano para dejar un beso casto, puedo ver en sus ojos castaños
la desesperación y el miedo que le causa todo esto. Sin embargo, necesito
que confíe en mí.
—Por años me cuidé sola, sin ti, sin la ayuda de mi padre, necesito que
confíes en mí, Giacomo, entiende que no soy la mujer frágil, me rompí,
pero aquí estoy, he vuelto más fuerte que nunca.
—Esto no es vapulear a los hombres, esto es otra cosa —afirma—, no
vas a ponerte en peligro.
—Debiste pensarlo antes de lanzarme a los leones.
Cierra los ojos y me siento a su lado, no le hablo más sobre el tema. No
quiero y tampoco necesito un recordatorio de lo que me espera esta noche.
Hablamos de otros temas, nos encontramos en un punto en que los dos
estamos intentando salvar esto, que no deseamos que termine mal, pero en
el fondo a veces pienso que estoy jugando con él, que estoy esperando el
momento para vengarme. Tengo miedo, no de Giacomo, sino de mí misma.

*****

Estoy en la habitación y recibo una llamada, me da miedo contestar cuando


observo que no conozco el número.
—Pia… —La voz de mi tío me emociona.
—¡Tío! —exclamo ilusionada—. Estoy feliz de saber de ti.
—Piccola, necesitaba hablar contigo, ¿leíste mi carta? —pregunta.
—No entiendo, ¿no soy tu sobrina? —averiguo asustada.
—Eres mi sobrina, mi todo, piccola…
—Entonces, no entiendo nada —confieso.
—Sé que no puedes entender, pero te llamo para otra cosa, amada Pia. —
Su voz cambia y algo se forma en mi estómago—. A veces el amor nos
ciega, ¿amas a Giacomo?
Su pregunta me pilla por sorpresa, sé que lo amo, pero apenas estamos
tratando de mejorar las cosas.
—Lo amo…
—¡Buena chica!, solo te diré que tienes que hacer todo para proteger al
hombre que amas, porque sería muy triste que terminaras viuda.
—¿Me estás amenazando? —inquiero entre dientes.
—No soy de amenazas, piccola, te lo diré así, quiero todo lo que tu padre
me quitó, quiero ser el jefe de la Camorra, quiero el dinero y el poder que tú
ostentas, lo quiero todo y, sí no cumples, te prometo que vas a arrepentirte,
le recordaré a Giacomo qué se siente ser violado, lo asesinaré y haré creer a
todos que fuiste tú.
—Pero somos familia…
—Eso debió pensarlo tu padre antes de desterrarme, para mí, tú eres el
medio para conseguir lo que tanto deseé.
—¡Hijo de puta! —exclamo.
Adriano suelta una carcajada y quiero meterme en el teléfono para
golpearlo.
—Lo soy, Pia, deberías aprender a no confiar en nadie, creíste que te
amaba, que te quería, estás tan necesitada de cariño que das risa, no sabes
que estuve a punto de matarte aquella vez en el colegio.
El recuerdo de aquel ataque se hace presente, cómo los hombres de mi
padre murieron por defenderme cuando trataron de secuestrarme.
—Fuiste tú…
—Y todos pensaron en Di Marzo, así que es mejor que hagas lo que te
ordeno.
Cuelga el móvil, me quedo mirando la pantalla y quiero llorar, tengo que
buscar la manera de contarle a Giacomo o tal vez no, quizás si confío esto a
Luca pueda ayudarme a proteger al hombre que amo.
*****

Bajamos del SUV, alrededor hay hombres custodiándome. Me he arreglado


para ser una más de ellos, llevo un vaquero, una camisa de seda de color
verde esmeralda, botines de tacón de aguja, el cabello recogido en una
coleta alta y un maquillaje casi imperceptible, excepto mis labios, los cuales
están pintados de rojo. Giacomo al verme me besó con pasión y premura,
una cosa llevó a la otra, nos demoramos porque follamos como dos
animales, me bajó los pantalones y me puso frente al espejo de la cómoda,
fue lo más erótico que vi en toda mi vida. Vernos mientras me penetraba
con fuerza tomándome del cabello, sus caderas me embestían con furia, con
rabia, en el fondo sé que con un poco de miedo.
Mi esposo está a mi lado, su mano atrás en mi espalda me da cierta paz;
entramos al restaurante que ha cerrado solo porque tenemos esta reunión,
creo que el ambiente se caldea, los hombres me observan con recelo. Puede
que en el fondo no les guste que una mujer sin experiencia sea la jefa, sin
embargo, no lo dicen y saben que deben callar.
Alfredo Paccini y su hijo se levantan para recibirme, esa es una de las
mayores incógnitas que tengo, ¿cómo fue que dejé de ser invisible para el
primero?
—Piccola —me saluda Franco con cariño.
—Franco. —Me acerco para darle dos besos, me alejo y me quedo
mirando a Alfredo—. Señor Paccini.
Paccini sonríe y se me revuelve el estómago, nunca me ha caído bien.
Siempre pensé que era un idiota por ignorar a mi madre.
—Puedes llamarme abuelo o tío, somos familia después de todo —
asegura.
Lo observo, Giacomo me toma de la mano esperando alguna reacción de
mi parte y lentamente voy curvando mis labios hasta dibujar una sonrisa.
—Lo siento, pero comprenderá que puede que lleve su sangre, sin
embargo, nunca me ha considerado familia y yo tampoco, prefiero seguir
siendo la señora Gambardella y usted, el señor Paccini.
Franco muerde sus labios para no soltar una carcajada mientras Giacomo
se mantiene en un segundo plano, lo cual agradezco, caminamos hasta una
mesa, tomo asiento y a mi lado se sienta él.
—Recuérdame esta noche follarte esa boca —susurra en voz baja
colocando mi mano en su polla y puedo sentir su erección—. ¡Joder, cómo
me pone la Pia que es una perra!
—¡Calla! —le pido aguantando la risa.
Poco a poco el lugar se va llenando, si Alfredo Paccini cree que voy a ser
la sobrina nieta abnegada, está equivocado y debió pensarlo mejor cuando
me dio todo el poder a mí. Me han subestimado, me creen idiota, inmadura
y hasta una muñeca que pueden manipular. Cuando Federico entra seguido
de un hombre moreno, cabello oscuro y guapo, Giacomo se acerca y me
susurra:
—Ese es Juan.
Al percatarse de mi presencia, los labios de mi invitado se curvan en una
sonrisa burlona que estoy dispuesta a borrar.
—Veo que has logrado lo que deseabas —afirma Juan Rodríguez en
modo de saludo—, finalmente te has casado con ella.
—Juan —saluda entre dientes Giacomo.
Lo escaneo, vaqueros de color negro, un polo de color granate, el cabello
patinado, no parece un hombre de un cártel, sino más bien un chico pijo de
cualquier país que está de paseo por Nápoles.
—Mi matrimonio no es de su incumbencia —intervengo con voz fuerte y
mirándolo a los ojos—. Señor Rodríguez. —Le ofrezco mi mano y este la
toma.
—Señora Gambardella —sisea seductoramente besando mi mano.
Se la arrebato y tomo la servilleta de la mesa, sin pensarlo dos veces me
limpio con asco. Todos me observan con sonrisas mientras se sientan, no
espero ni dos segundos para hablar.
—Federico, te recuerdo que estás vivo porque soy benevolente, a la
próxima que insinúes que me he acostado contigo. —Silencio—. Seré yo la
que pondrá una bala entre tus ojos. —Prosigo mirando a Juan Rodríguez—:
Señor Rodríguez, con suma preocupación veo que ha decidido traicionar a
la organización, me imagino que le da miedo hacer negocios con mujeres.
Se ríe.
—Las mujeres solo sirven para ser folladas —contesta él en tono burlón.
Giacomo me toma de la pierna, pero le quito la mano y me levanto,
coloco mis manos en la mesa y enfrento a todos.
—Por tener un pene no son más inteligente que nosotras, señor
Rodríguez, le puedo decir que una mujer espera el momento perfecto para
dar su golpe maestro, pero no vengo a enseñarle si somos mejores que
ustedes, vengo a darle un mensaje claro y se lo diré en español para que
pueda entenderlo mejor. —Abre los ojos y le hablo en su idioma—: Tiene
dos opciones, romper su sociedad con la compañía y regresar a México en
una bolsa negra. O cumplir con el contrato que tiene con la Camorra y
ganar dinero, soy una mujer, sin embargo, con gusto enviaré a mis hombres
a que lo asesinen, que corten cada parte de su cuerpo y de premio me
entreguen su polla. Seguramente habrá un platillo mexicano que podrán
prepararme con ese trocito de carne.
Se remueve incómodo, pues bien, si creía que iba a tenerle miedo estaba
equivocado, lo cierto es que nunca me sentí más segura que nunca. Abre la
boca y la cierra, no sabe qué responderme. Federico se acerca para
murmurarle algo y él pone una mano para que ni le hable.
—¿Cuál es el precio para congraciarme? —pregunta en su idioma.
Sé muy bien que Giacomo y Luca son los únicos que entienden lo que
estamos hablando.
—La sangre del enemigo —contesto con seguridad.
Federico Di Marzo

GIACOMO

P ia le pide en español la sangre de Federico a Juan, este esboza una


sonrisa ante mi mujer, creo que en el fondo él sabe que no es nada de lo
que pensaba y está complacido. Detallo el momento justo cuando nuestro
enemigo se remueve incómodo ante la conversación en la que no puede
participar. Si bien mi esposa me ha sorprendido hablando en perfecto
español, nunca imaginé que iba a amenazar a nuestro invitado sin ningún
tipo de resquemor, esta es la perra que le hizo la vida miserable a muchos.
—Ya veo que tienes al diablo vestido de Prada, interesante, querido
amigo —afirma en español Juan en mi dirección.
—¡Exijo saber de qué hablan! —ordena Federico.
—No tienes derecho a exigir nada, Di Marzo —contesta Pia—. Por si lo
has olvidado, has jodido a la organización, porque estás empecinado en
seguir una guerra que era entre nuestros padres, pero crees que me has
hecho daño, no me lo hiciste a mí, el cargamento que nos robaste reportó al
menos veinte millones de euros en pérdidas, tienes a más jefes de clanes en
tu contra, que aliados, estoy tratando de que salgas ileso, aunque con gusto
te tiraría a los lobos y dejaría que te coman.
—No voy a tratar los asuntos de negocios con una perra —sisea molesto.
Luca se levanta y lo apunta, igualmente lo hace Franco Paccini. Todos se
quedan callados mientras Pia camina en dirección hacia él. No me muevo
de mi lugar, sabía que ella podía con esto y más. Quita a Franco y me
levanto cuando saca el revólver que le dio su padre para protegerse.
Silencio, nadie es capaz de hablar, Federico esboza una sonrisa, pues cree
que ella está jugando y hay algo en la manera en que lo mira que me dice
que es capaz de derramar sus sesos en la mesa.
—Vamos a dejar una cosa en claro, Federico, primero me llamabas
principessa, ahora soy una perra, pero para ti soy Pia Gambardella, los
asuntos de la compañía los tratarás conmigo o podemos solucionarlo en este
momento.
Federico suelta una carcajada.
—¿Vas a matarme aquí? —inquiere divertido.
—No me tientes a dejar tus sesos esparcidos en la mesa. —Sonrío al
darme cuenta de que la conozco muy bien y está por hacer algo más—. Pero
esa no es la manera en la que te haré pagar tu deuda de sangre conmigo,
llegado el momento voy a cazarte, voy a encontrarte y te mataré, pero antes
de que exhales tu último aliento, veré cómo te torturan, solo después de que
pidas piedad, voy a matarte.
Mi mujer aleja su revólver para regresar a mi lado, Federico vuelve a
burlarse de ella riéndose y agregando:
—Es como su marido, solo amenazas y nada de actos.
Me levanto para dispararle, pero me doy cuenta de que Pia se ha
regresado sin que se percate, apuntando y finalmente disparando hacia él.
Di Marzo se estremece y pega un alarido de dolor, todos los hombres se
levantan de la mesa. Se escuchan las armas cargarse, Luca se acerca a mi
esposa para protegerla. Sin embargo, me doy cuenta de que en realidad
apuntan a Federico.
—¡Maldita! —grita colérico Di Marzo tocándose el hombro—. Me has
disparado.
—Quería dejar en claro que no amenazo en vano, te metiste con la mujer
equivocada. Estás haciéndoles creer a todos que tienes esta guerra ganada,
pero te recuerdo, Federico Di Marzo, que a mí me has arrebatado algo que
pone un precio muy alto a tu cabeza, así que no vuelvas a tentarme, el
próximo tiro lo pondré en ella —amenaza Pia con una tranquilidad que
hasta a mí me hace temblar—. Ahora deja de lloriquear y hacer el ridículo,
aprende de lo que es capaz de hacer esta perra.
Juan suelta una carcajada y observa con desdén a Federico, niega
mientras se levanta de la mesa.
—Señora Gambardella, la subestimé, sin embargo, espero que pueda
perdonarme y dejarme enmendar mi error —concluye Juan—. No tengo
tiempo para quedarme para enfrentamientos internos, volveré a concertar
una reunión con usted. —Saluda con su cabeza en mi dirección—.
Giacomo…
Sin más que decir, abandona el lugar dejándonos a todos; Federico
maldice mientras sale del restaurante. Pia se acerca a Luca y murmura algo
en su oído, este asiente y sale dejándome con la incógnita de lo que le ha
ordenado.
—Voy a dejar en claro una cosa: la próxima vez que alguno de ustedes
me falte al respeto, su sangre pintará las paredes del sitio donde nos
reunamos; no soy el títere de nadie si eso creen, soy una Zeno y Paccini de
sangre y una Gambardella por unión matrimonial, así que este es mi maldito
lugar, si lo ponían en duda, espero hoy haberles dado un vistazo de que no
voy a tolerar que se me falte al respeto.
Silencio, todos guardamos silencio y es lo mejor que podemos hacer, me
acerco a mi esposa. Ella al verme dibuja una media sonrisa, la tomo de la
mano y la saco de lugar sin dar tiempo a que nadie la aborde. Su cuerpo
tiembla imperceptiblemente, si alguna vez pensé que estaría orgulloso de
Pia, nunca imaginé que sería en este momento. La hago subir al SUV y lo
enciendo sin mirarla, sé que está saboreando su momento, que necesita
asimilar que le ha disparado por primera vez a un hombre.
—Le disparé —musita.
—Fue lo más sensual que he visto en mi vida —asevero y tomo su mano
para ponerla encima de mi polla dura—. Eres única, Gioa mia.
—Esto va a traer problemas —murmura.
—¿Qué le pediste a Luca? —averiguo.
—Vigilar a Federico, me temo que con esto va a tratar de vengarse y no
sé qué puede hacer.
—No tengas miedo, daré mi vida entera para protegerte si es necesario.
Se remueve en el asiento, tomo su mano para llevarla a mis labios, dejo
un beso y entrelazo nuestros dedos para darle seguridad.
—El problema es que no quiero que des tu vida, necesito que estés a mi
lado hasta el día en que tenga que dejar este mundo, te amo, Giacomo.
Me quedo sin palabras, no tengo idea cómo contestarle, sin embargo, los
dos sabemos que daría mi vida por ella, lo que acaban de pronunciar sus
labios, me demuestra el amor que aguarda en su corazón. Ella es mía,
simplemente mía.

*****

Pia está extraña desde que regresamos, trato de darle su espacio, pues
hemos estado bajo mucha presión. Me toca entender que ya no es la misma,
ya no es la chica que protegían pues consideraban que no sabía defenderse.
Esta noche demostró lo contrario y todos sabemos que está en el punto de
mira de Federico, tiene que demostrarle a toda a la organización que es
fuerte y no tiene miedo a las consecuencias de sus actos, a la primera
debilidad que demuestre va a ser destruida y por supuesto que no voy a
permitirlo. La busco por el piso, no la encuentro en las habitaciones o en el
salón. Camino hasta el despacho y escucho voces ahogadas. Reconozco la
voz de Luca y me quedo de piedra al escuchar.
—Se lo ha creído todo, va a hacer lo que pidas —asevera Luca—. Solo
tienes que esperar el momento perfecto para asesinarlo.
—Lo quiero vivo, necesito que esté vivo antes de asesinarlo y que me
cuente la verdad.
—No todos estamos preparados para la verdad —apunta mi primo—. Ni
tú y ninguno de nosotros.
—Giacomo… —titubea Pia—, no puede enterarse de esto, Luca, lo
mataría y no quiero ningún error.
Luca suelta una carcajada.
—La bella se enamoró finalmente de la bestia —se burla—, pensé que
solo sucedía en los cuentos de hadas.
Cierro los ojos, aliviado de saber que no están traicionándome, sin
embargo, me molesta que no pueda contarme lo que está sucediendo.
—Mi matrimonio no es tu problema —asevera Pia entre dientes—. Te
estoy dando una orden como la jefe de la organización.
Luca se ríe.
—Lo que quieras, pero me alegra que finalmente estén juntos y que lo
protejas, porque Giacomo lo hace y desde hace mucho tiempo. Lo que
ordenes lo haré, primita, menos matar a tu esposo, ese día sabes que sacaré
mi arma y te dispararé.
—Es bueno ver que eres leal a los que amas.
—Lo soy, Pia, y soy leal a ti, así que no hagas que mi lealtad cambie.
Toco la puerta, solo hay silencio y la abro sin reparo. Mi esposa sonríe al
verme y mi primo ni se mueve de su asiento.
—Te estaba buscando —le informo a Pia—, es hora de descansar.
Asiente levantándose, coloco la mano en el hombro de mi primo y lo
aprieto. Sube la mirada y sus ojos verdes me observan divertido. Si alguna
vez dudé de él, esta noche me he dado cuenta de que siempre ha sido la
única persona que realmente me ha querido, que somos hermanos.
—Te quiero aquí junto a Aiden a primera hora —ordeno a Luca.
Se aclara la garganta y sonríe.
—Lo siento, pero no puedo estar, enviaré a Aiden —me informa.
—¿Qué? —inquiero entre dientes.
—Tengo un asunto, ya te contaré —afirma mientras se levanta de la silla,
Pia llega a mi lado justo en ese momento—. Feliz noche, primos.
Sale dejándome con mi esposa a solas, me doy vuelta, la tomo por la
cintura y la pego a mi cuerpo.
—¿De qué hablaban? —averiguo.
—De nada importante —contesta mirándome a los ojos.
Poco a poco recuperan el brillo que habían perdido por mi maltrato y por
mis errores, mi mano sube por su espalda hasta atrapar su cabello. La tomo
con firmeza, lanzando su cabeza hacia atrás.
—No me ocultes nada, Pia —le pido con voz ronca.
—No te oculto nada —asegura.
—Gioa mia… —Tenso más mi agarre.
—Confía en mí —me pide.
No contesto y me adueño de sus labios; como cada vez que la beso el
mundo desaparece y solo existimos los dos. Atrapo su labio inferior y clavo
mis dientes hasta hacerla sangrar, gime y es todo lo que anhelo, ella es la
yesca que necesito para avivar el fuego que fulge en mi interior. Paladeo el
sabor metálico de su sangre, desde que regresamos deseo follar, me puso
como una moto verla como la Pia que humillaba a todos, en el fondo sé que
soy un masoquista que se rinde ante la maldad de su villana.
La puerta se abre interrumpiendo el momento, me giro para encontrar a
Luca que nos observa completamente lívido.
—Asesinaron a Juan —me informa.
—¡¿Qué?! —grita Pia.
—Federico Di Marzo —aseguro y mi primo asiente.
—Esta guerra no ha terminado, solo está comenzando, y Rodríguez hará
lo imposible para destruirnos tras la amenaza de Pia —declara Luca—. Hay
que llevarla a la casa de seguridad.
—No iré a ninguna parte —berrea como una niña pequeña.
Me giro para mirarla, sé que Luca piensa lo mismo que yo, que el único
objetivo de Federico Di Marzo siempre ha sido mi mujer, estar en Nápoles
solo la pone en peligro, pero enviarla sola a nuestra casa de seguridad
también sería una mala decisión, ya cometí el error de confiarle su
seguridad a los palis y casi termina muerta, ahora no puedo volver a
hacerlo. La tomo por sus hombros para que pueda mirarme, puedo ver el
terror reflejado en su rostro, no voy a permitir que le suceda nada.
—Gioa mia, mírame —le pido—, no voy a permitir que llegue hasta a ti,
seguirás a la cabeza, pero no aquí, no en el lugar donde sabemos que puede
intentar hacerte algo.
—No voy a dejarte, no voy a esconderme —declara—, no quiero darle la
razón al gusano de Federico, quiere guerra, eso tendrá.
—Pia, no estamos pidiendo que te escondas, solo te estamos protegiendo
—asegura Luca—. Vienen noches en las que tendremos que dejarte sola, no
podemos hacerlo aquí, no donde hay ojos que pueden jodernos.
—Pero…
—Confía en nosotros —le pido—, no seas terca, prometo que no vas a
esconderte, solo estaremos en una casa segura.
Suspira cansada y asiente con su cabeza.
—Está bien —acepta resignada.

*****

Estoy preparando todo para llevarme a la casa de seguridad donde debí


llevarla desde el primer momento cuando comenzó esta guerra que propicié
por estar sediento de poder. Estoy a punto de subirme a la motocicleta
cuando Aiden entra al garaje, se acerca a mí y me quedo esperando lo que
tenga que decir.
—¿Dónde está lo qué te he pedido? —inquiero.
—Te acabo de enviar un archivo encriptado a tu correo —contesta y se
fija que nadie esté cerca—. ¿Cuándo vas a confiar en mí? ¿Cuándo vas
entender que no vine a hacerte daño?
—Nunca —siseo molesto—. No estoy dispuesto a que sepa la verdad.
—Soy tu…
—No eres nada —interrumpo y él niega con su cabeza decepcionado—.
Aiden, estás aquí por ella, pero no confundas piedad con algún tipo de
vínculo.
—Estás confiando en las personas equivocadas, espero estar en un error,
pero tengo la seguridad de que…
—Luca es de mi entera confianza, es mi maldito primo, tú en cambio no
eres nadie.
Me subo ignorando su cara de dolor, me coloco el casco y maldigo el día
en que me enteré de todo, la manera en que tuve que salvar una vida que
hubiese preferido asesinar. Un secreto que me avergüenza, que nunca le
contaré a mi esposa y hasta ahora compartimos solamente Aiden, Luca y
yo.
Guerra

PIA

M i padre batalló con muchas guerras entre clanes, tuve temporadas que
no podía salir de casa ya que significaba un peligro, otras donde ni
estando bajo su cuidado mi madre y yo nos sentíamos seguras, la verdad es
que dentro de la Camorra la rivalidad entre clanes es el pan nuestro de cada
día. Sin embargo, Federico está empecinado en destruirme, lo dejé en
ridículo delante de los hombres más poderosos de la organización.
Aceptar estar en una casa de seguridad no fue fácil, no cuando deseo
proteger a Giacomo, mi corazón tiene un mal presentimiento desde la
llamada que recibí por parte de mi tío Adriano al regresar, temo que haga
algo contra mi esposo. Hoy, estoy nerviosa y con un desconcierto debido a
que no logro descifrar qué es lo que sucede, son tantos frentes con los que
tenemos que luchar. Sabemos que Rodríguez pide explicaciones por su hijo,
mientras afuera se corren muchas historias, pero todas apuntan a que
Federico lo asesinó. Además del mensaje que me ha dejado prometiendo
que voy a terminar siendo su mujer quiera o no.
¿Qué le hice? ¿Por qué yo? Sé que las vendettas se pasan de generación
en generación, sin embargo, para él parece algo personal. Le temo, porque a
la hora de cumplir lo que desea no tiene escrúpulos y sé que va a llegar el
momento en que lo tenga que enfrentar a solas, sé que su guerra no es con
Giacomo, es conmigo, más allá de todo lo que diga, desea hacerme daño,
solo por el hecho de ser yo.
Luca entra al salón después de bajar nuestras maletas, se queda
mirándome y creo que puede adivinar lo que pasa por mi mente. Todo esto
no es más que un juego mental, quiere cansarnos.
—Repíteme, ¿por qué tenemos que irnos? —insisto.
Niega con su cabeza poniendo los ojos en blanco, saca una cajetilla de
cigarrillos y enciende uno para darle una calada profunda. El primo de mi
esposo tiene algo, un halo de oscuridad, sé que es letal tanto como
Giacomo, tal vez hasta más. Un soldado obediente y que sabe que la lealtad
es todo.
—Porque tenemos que ponerte a salvo —contesta, aburrido—, vamos,
Pia, solo será por un tiempo, hasta adivinar qué es lo que pasa por su
cabeza.
—Que quiere matarme, que desea joderme, que no ve la hora de quitarme
del medio para que esté lejos de él y de todos.
—No te ofendas, pero Di Marzo quiere eso con todos.
—Ciro, tal vez, pero Federico tiene una obsesión conmigo; analiza los
hechos, fue tras de mí en la universidad, primero Mariano y luego él, esto
no es una simple venganza familiar, es personal.
Luca le da una última calada a su pitillo mientras piensa, sé que está
analizando lo que le digo, tal vez estoy equivocada y son ideas mías al decir
que esto es personal, pero en el fondo hay algo que me lo indica.
—Llámalo —me ordena—. Giacomo nos espera en la casa de seguridad,
no va a escuchar, esto es un secreto entre tú y yo, si es personal, va a tomar
la llamada.
—¿No le dirás nada a Giacomo? —averiguo con desconfianza.
—Hasta ahora no he contestado a sus preguntas, sabe que le ocultamos
algo, tienes que contarle la amenaza que te hizo tu tío. —Cierro los ojos—.
No te sientas mal, la familia es la primera en traicionarte.
—Va a matar a Giacomo si no accedo —susurro con miedo.
Sonríe, Luca me regala una hermosa sonrisa y no sé qué significa.
—Primero lo matamos a él, pero tienes que contarle eso tú a tu esposo.
—Señala el móvil que está en mis manos—. Llámalo y ponlo en altavoz.
Hago lo que me ordena, suena varias veces hasta caer a la contestadora.
Nos miramos decepcionados pensando que estamos en lo cierto.
—Creo que estamos errados —afirmo.
Mi móvil comienza a sonar y cuando lo giro para ver quién es, me doy
cuenta de que es Federico. Se lo enseño a Luca que sonríe, pone su dedo en
sus labios y asiente con su cabeza. Contesto.
—Pia, Pia, Pia —repite mi nombre de manera burlona—. No puedes
deshacerte tan fácil de mí, primero voy a derramar tu maldita sangre antes
de que la mía corra como tanto te has vanagloriado.
—Ya se derramó, supongo que debes estar lamiendo tus heridas —
respondo con el mismo tono.
Suelta una carcajada.
—Esa pequeña marca te la haré pagar cuando te tenga en mi cama,
supongo que como eres una puta, no te importará que te folle antes de cortar
tu garganta. —Observo cómo Luca cierra y abre sus manos.
—Solo son amenazas, hablas y hablas, solo eso —contesto—, sin
embargo, te llamo porque tengo curiosidad, esto es personal, ¿qué hice para
que me odies? Que yo recuerde nunca traté con la basura de los Di Marzo.
Se ríe, parece estar divertido, me remuevo incómoda en el sofá, siento
que estoy traicionando a mi esposo. Cierro los ojos esperando la respuesta.
—Algún día te contaré un secreto, Pia, ese día cortaré tu garganta y
sabrás la razón por la cual estoy obsesionado con destruirte, me importa una
mierda la venganza de mi padre y su falsa creencia de que eres su hija, una
puta como tú no puede llevar la sangre Di Marzo.
—Lo sabes…
—Claro que lo sé, mi padre… —Se calla—. Cuídate las espaldas, jefa,
porque cuando te coja voy a desaparecerte.
Esta vez la que se ríe soy yo.
—Federico, no voy a amenazarte, voy a demostrarte con hechos que no
te tengo miedo y después, quien cortará tu garganta, seré yo; cuando caigas,
haré que tu muerte sea recordada.
—Quiero someterte, mirarte sufrir mientras marco tu piel, follarte a
cuatro patas como la perra que eres al mismo tiempo que me regocijo con
tus gritos y después matarte, me divertiré cuando te disuelva en ácido y tu
esposo no pueda encontrarte.
Cuelgo la llamada, respiro hondo y me quedo observando al primo de mi
esposo que está rojo de coraje. Su mirada iracunda está llena de palabras no
dichas. Me levanto, sé que estoy a punto de comenzar una guerra con las
dos personas que me protegen, pero no voy a esconderme.
—No iré a la casa de seguridad, no me importa lo que piensen, lo voy a
esperar aquí, busca hombres y ofréceles dinero, no sé qué tendrás qué hacer,
pero encuentra la maldita forma de mantenerme a salvo.
—Pia…
—No quiero hablar más, avísale a Giacomo mi decisión.
Paso por su lado sin esperar su respuesta, lo que menos deseo en este
momento es que me detenga, la verdad necesito estar a solas, gritar o llorar.
Escucho sus pasos detrás de mí y me molesto un poco más, ¿no entiende
que necesito estar sola? Entro a mi habitación, camino hasta la cómoda y en
un arrebato de ira lanzo todo al suelo.
—Hablé con mi tío… —confieso.
—No debiste llamarlo de nuevo.
—Me amenazó con asesinar a Giacomo, tengo que aceptar o perderé al
hombre que amo.
Sonríe.
—No puedo creer lo que estoy escuchando, solo te diré que debes
contarle todo a mi primo, enfrenten los problemas juntos, no te cierres,
porque puedes desatar una guerra que tal vez no puedas ganar.

*****

Estoy mirando un informe que me ha dejado Luca cuando la puerta del


despacho de Giacomo se abre y este entra lleno de ira. Levanto la mirada de
los papeles y los dejo sobre el escritorio.
—Mueve tu culo ahora mismo —me ordena—, ¿crees que puedes
ponerte en peligro?
—No haré nada que me ordenes —contesto, segura.
—Esa maldita palabra está prohibida.
—¿No? —pregunto altiva—. Acostúmbrate, sabías cuando te casaste
conmigo que no cedería a ti.
—¡Maldita sea, Pia! —grita—. Esto no es un juego, no te estoy llevando
de vacaciones, te estoy protegiendo.
—No voy a esconderme —discuto, después de colgar la llamada me di
cuenta de que toda mi vida había sido una mentira, que mi padre me ocultó
tantas cosas, que ahora las verdades me abofetean derrumbando mi
seguridad—. No voy a esconderme, sé que tienes miedo, pero no voy a
darle el placer a Federico de que se dé cuenta de que tenemos miedo.
—Esto no es un maldito juego, asesinó a un socio, ahora no solo estás en
la mira de Di Marzo, sino también de Rodríguez. —Desesperado pasa sus
manos por el cabello—. Es una guerra.
—Ya hablé con Rodríguez, le dejé en claro que su nuevo socio era el
responsable de la muerte de su hijo —le informo.
—Que tú ¿qué? —inquiere.
—Lo que oíste, Giacomo, soy la cabeza de la Camorra, no tengo por qué
informarte mis decisiones, así que te pido que me trates como tal, somos
marido y mujer, pero te recuerdo que soy la jefa. —Me observa como si de
repente hubiera perdido la cabeza—. Te pondré en tu lugar cuando sienta
que no lo haces.
Suelta una carcajada.
—Eres una niña malcriada. —Señala hacia la puerta—. Afuera hay una
guerra, Federico Di Marzo te quiere a ti, no voy a permitir que se te
acerque, así tenga que sacarte a rastras, vas a ir a la casa de seguridad.
—Inténtalo.
Giacomo atraviesa la distancia que nos separa y me toma por el cabello
con fuerza, me duele, pero le desafío con la mirada.
—Eres un tonto, realmente lo eres —me burlo y puedo ver la confusión
pintada en su rostro—. ¿De verdad creíste todo?
—¿De qué hablas? —inquiere.
—Nunca voy a perdonarte, nunca voy a amarte, fuiste un idiota que cayó
de nuevo en mis mentiras. —Sonrío mientras por dentro ruego que pueda
darse cuenta de que le estoy mintiendo—. El gordo que nadie amó, el
hombre odiado, el maldito que destruyó todo lo que pudo tener, te atrapé,
caíste en tu juego. No sabes lo mucho que he disfrutado verte caer en mis
redes. Y ahora lo entiendo, ni tu papito te quiso, ¡te encanta que te
maltraten! Necesitas el desprecio para vivir, y aquí me tienes.
Me hala con mayor fuerza, sus dedos se clavan en mí y por dentro mi
corazón llora por lastimarlo, ¿cuándo cambió todo? Realmente lo amo, lo
amo tanto que verlo así me destruye.
—Pia, no juegues conmigo porque sabes que voy a destruirte.
—¡Me destruiste! —vocifero con rabia y la puerta se abre—. Encontraría
la manera de joderte, lo sabes.
—Pia —me llama Luca.
—¡Sal de aquí! —le grita encolerizado Giacomo.
Esbozo una sonrisa y puedo ver el dolor reflejado en sus ojos marrones,
le estoy rompiendo el corazón una vez más.
—¿De verdad creíste que podía amarte? —inquiero—. ¿Recuerdas
aquella vez en la playa que te dije que esperaba que te mataran?, todavía
espero cada vez que sales que alguien te pegue un tiro y acabe con tu
desagradable existencia.
—¿Por qué? —pregunta con voz rota—. ¿Por qué haces esto?
—Porque nunca te amé, nunca pude amarte y me quitaste lo único que
podía amar que viniera de ti.
Me suelta y se tambalea como si realmente lo hubiera herido, mi corazón
llora por su dolor, pero no puedo ganar una guerra contra Federico Di
Marzo y mi tío con un punto débil.
—Quiero el divorcio —exijo.
—Nunca te dejaré ir, pero si quieres iniciar una guerra contra mí, atente a
las consecuencias.
Me río.
—¿Vas a llevarme con Federico? ¿Vas a permitir que me viole y me
mate? —inquiero rogando que su respuesta sea no, se da vuelta y no me
observa. Me quedo mirando a Luca que niega—. Sabía que no podrías
hacerlo.
—¡Eres una maldita perra!
—Eso lo sabías cuando te casaste conmigo —contesto.
Sale dejándome con Luca, me tambaleo hasta la silla y me siento. Deseo
llorar y una lágrima traicionera rueda por mi rostro.
—Acabas de firmar tu sentencia de muerte —declara Luca.
—No me importa morir, si él está a salvo.
—Entonces en este cuento es la bella quien va a morir para salvar a la
bestia.
—Cállate, Luca, y síguelo, no permitas que haga algo de lo que podamos
arrepentirnos.
—Estoy seguro de que nada de esto traerá nada bueno, así que asume las
consecuencias.
—Solo síguelo, yo asumiré todo lo que tenga que pasar.
Sale en busca de mi esposo, con el corazón destrozado caigo sobre el
mueble y derramo las lágrimas que no puedo delante de él, sé que puedo
dañar todo, pero las amenazas de Federico y mi tío comienzan a pesar, no
tengo más que hacer que intentar protegerlo a pesar de tener una guerra
mientras lucho por él.
La amo y la odio

GIACOMO

S algo del despacho con el corazón hecho pedazos, Pia es lo que tanto he
amado y al mismo tiempo odiado. Escuchar sus palabras me ha
destrozado y sería capaz de entregarla a los lobos, no lo hago porque en el
fondo sé que no podré vivir sin ella.
Soy débil.
Mi debilidad es la mujer que ha pisado mi corazón tantas veces, que no
entiendo cómo puedo definir mis sentimientos como amor, lo sé, sé que una
persona no consideraría sana una relación como la nuestra, pero esto es lo
que somos. La he amado a la distancia, la amo a mi lado y lo que más odio
de mí, es eso, que nunca la he podido dejar de amar a pesar de que sé que es
una maldita mentirosa y manipuladora. Le entregué el poder para
destruirme, a pesar de que sabía que podía hacerlo, confié en que lo que
sentía por mí era verdadero y realmente no lo fue, por lo que estoy seguro
estará riéndose de mí.
Cuando estoy en la cochera, busco mi moto y escucho la voz de Luca
llamándome, lo ignoro.
—¡Giacomo! —grita
Lo ignoro porque voy a partirle la cara si se acerca, siento que pone su
mano en mi codo y me reacción es sacar mi Glock para apuntarle en la
frente. Luca sonríe desafiándome a dispararle.
—¿Te estás follando a mi mujer? —inquiero entre dientes.
Suelta una carcajada burlándose de mí, él mejor que nadie sabe lo mucho
que amo a mi esposa y que me traicione de esa manera sería su muerte.
—Si estuviera haciéndolo, no te lo diría —contesta, divertido—, ¿puedes
estar más ciego? ¿Acaso no lo ves?
Luca me conoce demasiado, sabe lo que me calma y lo que me hace
explotar. Somos hermanos, hemos estado en lo bueno y en lo malo. En el
fondo sabemos que ninguno de los dos nos traicionaríamos.
—Quiero matarla —confieso—. Quisiera ahorcarla hasta arrebatarle la
vida, me hace pedazos, sabía que nunca sería sencillo, ¿pero esto?
—Sabías que era así desde antes de casarte, tienes lo que deseaste —me
recuerda con desdén.
—Pia me hace pedazos, sigo aguantando porque la amo, pero si lo que
quiere es una guerra con nosotros, voy a ganarle.
Sonríe, mi primo me muestra una sonrisa que a pocos les da. Los dos
tenemos demasiado equipaje para ser felices. En esta vida tan hija de puta,
donde hemos visto más sangre que cualquier otra cosa, tener a alguien
como él es reconfortante.
—Ven conmigo, tal vez puedas drenar toda la frustración que te provoca
tu mujer.
—¿Qué tienes? —inquiero.
—Algo que va a divertirte, ¿confías en mí?
No contesto y le señalo la moto, subo a la mía y él a la suya. Nos
colocamos los cascos para salir. Luca sale primero y lo sigo por las calles de
Nápoles hasta llegar a Scampia, uno de los barrios más peligrosos de la
ciudad, el cual es controlado por nosotros, el clan Gambardella. Nos
estacionamos en una de las casas de uno de los asociados y nos bajamos. Sé
lo que hay aquí, hace tanto tiempo que no venía, ya que no tenía necesidad
de buscar el consuelo de nadie. Los camellos y palis que nos reconocen, nos
saludan con un gesto casi imperceptible de sus cabezas. Vincenzo Serra sale
a recibirnos.
—Giacomo, tanto tiempo. —Me da la bienvenida con una sonrisa.
—Pensé en venir a ver cómo andaban los negocios… —contesto.
—Tengo mercancía de calidad, solo pregúntale a Luca que ha visto la
carne fresca que he traído.
Asiento, este es un prostíbulo para mis hombres y algunos políticos que
vienen a desahogar sus más bajos instintos. Las mujeres que están aquí son
parte de la organización, son putas, pero bien pagadas y más cuando
consiguen la información que deseamos de las personas que visitan el lugar.
Aquí hombres poderosos de la Campiña encuentran la satisfacción a lo que
no encuentran en casa. Ingresamos y la música es decadente, mujeres en
lencería se pasean por las mesas, mientras nuestros hombres disfrutan de
ellas. Seguimos a Serra hasta uno de los cubículos privados, hay alrededor
de diez como este, están decorados con muebles de cuero, un tubo para
verlas bailar, ambientado con luz roja de poca intensidad. Me siento y mi
primo lo hace a mi lado.
La música cambia y sale una morena de cabello tan largo como Pia, su
piel es un poco más oscura, sus labios están pintados de un rojo intenso y la
lencería que tiene permite ver sus pezones. Se contonea al ritmo de la
música, me quedo hipnotizado mirándola bailar, por un momento mi polla
cobra vida. Era de esta manera en la que olvidaba los desplantes de la mujer
que he amado toda mi maldita vida, pero no es así como quiero vivir. Me
levanto molesto y salgo del lugar con Luca siguiéndome los pasos, no va a
dejarme, no en este momento en que mi cabeza se debate entre ir a matar a
cualquiera que tenga una deuda conmigo o volver a casa para follarla hasta
que no pueda más.
—Pensé que esto te distraería —asegura mi primo detrás de mí.
Me giro para mirarlo, Luca niega mientras me observa, sabe que estoy en
un punto ciego en mi vida, que no estoy pensando bien las cosas.
—Hace meses puede que me hubiera quedado, pero no ahora que es mía,
no ahora que sé lo que se siente follarla hasta que grite mi nombre.
—¡Estás jodido! —se burla, aunque tiene un poco de tensión en el rostro
—. Pia te ha hecho un maldito idiota enamorado, puedes ser letal, pero
cuando se trata de ella, no piensas.
—Llévame a golpear, llévame a matar, vamos a divertirnos con algún Di
Marzo.
Luca lentamente esboza una sonrisa, los dos sabemos dónde y cómo
encontrarlos, entiende que lo que estoy proponiéndole es diversión de
calidad.
—Tengo la idea perfecta.

*****

Estacionamos a unas cuantas cuadras del burdel de Renzo Di Marzo, el


primo de Federico. Tenemos a pocos hombres, sin embargo, menos es más
y son los más letales. Esta noche tengo deseos de golpear, de cortar y de
mirarme los nudillos llenos de sangre mientras mi víctima lloriquea a mis
pies.
Los Di Marzo ha sido el clan que desea gobernar Nápoles, pero no han
podido, razón por la cual han tratado de invadir los territorios ajenos
intentando mostrar la superioridad que no poseen. Por eso están aquí, muy
cerca de mi territorio, y tenía tiempo rumiando la idea de joderlos. Cerca
hay personas que nos informarán cuándo quedará solo el lugar e
interceptarán a Renzo, lo primordial es destruir todo hasta llevarnos la vida
del primo del hombre que creyó que podía engañarnos.
A Aiden le pareció mala idea esto cuando le pedí que me ayudara a
hackear el sistema de seguridad de Renzo, trató de darme un sermón como
siempre desde que descubrimos la verdad de lo que somos él y yo, me
informó que estaba con Pia, cuidando de ella, que no permitirá que le pasara
algo. A veces quisiera hacerle caso, pero soy caos y así es como vivo, lleno
de la impulsividad que me hace vibrar.
—¡Lo tienen! —exclama Luca con emoción.
Saco la cajetilla de cigarrillos junto al mechero, tomo uno para
encenderlo, dar la primera calada se siente como antes; me quedo mirando a
Luca que se nota que está excitado por la oportunidad de joderlos. Federico
asesinó a Juan, lo que ha hecho que sus demonios internos se alteraran.
Dentro de cada uno de nosotros hay tempestades que no se calman,
recuerdos que solo hacen que nos volvamos más letales, memorias oscuras
que nos transforman en las personas que todos le temen.
Nos llaman criminales, asesinos, ladrones, psicópatas y se escudan en
una moral que esconde sus verdaderas personalidades; por las calles
vestidos de traje junto a todos caminan psicópatas con pensamientos que no
dejarían dormir a cualquier persona. Sin embargo, todavía hay personas que
creen que son los que caminan por las calles los que están mentalmente
sanos, los que no esconden nada. Es la verdad de todas las sociedades,
todos estamos podridos por dentro, nadie es santo, nadie está
completamente libre de pecado, hasta la persona más pura ha hecho algo
que ante los ojos de Dios no es bien visto.
—Ya sabes a dónde llevarlo —le recuerdo a Luca.
—¿Qué harás? —inquiere.
—Recordarles que soy el rey y señor de Nápoles, siempre me ha
divertido atacar sin planear, sin aviso, a veces me llaman impulsivo, yo lo
llamo sorpresa.
—¿Qué haremos con Renzo? —averigua.
—Todo lo que puedas imaginar, pero quiero que busques a Pia, que la
obligues a ir a donde estaremos, necesito que vea de lo que soy capaz.
Luca niega.
—No estás pensando, no hagas algo así.
Me río antes de darle una última calada a mi pitillo y tirarlo en el suelo,
lo piso con la bota y me subo en la moto.
—Me importa una mierda si ahora eres su mejor amiga, si se maquillan
juntos y sincronizan su menstruación, ¡llévala!, es una orden, quiero que
vea con sus propios ojos, lo que todos le contaban. Mi mujer necesita saber
a qué se enfrenta, lo que es capaz de hacer un gordo.
Le hago señas a los paranzes que están conmigo y nos siguen, arranco la
moto y con una sonrisa. Sé que todavía hay palis, camellos y algunos
paranzes dentro del burdel junto a algunas mujeres que trabajan en él. Si
Federico Di Marzo creía que me había olvidado de nuestra guerra personal,
estaba equivocado, además, las ganas de matar a Pia en vez de a mis
enemigos me ciega, porque no lo haré, porque en el fondo mi primo tiene
razón al decirme que soy un débil cuando se trata de ella, sin embargo,
mientras viva le demostraré que no soy el tonto que está perdidamente
enamorado, que en el fondo cada vez que la observo puedo ver rojo, su
sangre derramándose después de ejecutarla en mi mente, porque algún día
la voy a llevar a cabo, así me duela.
Pasamos con las motos a toda velocidad, mis hombres sacan las granadas
y las lanzan al lugar, aceleramos y escuchamos la explosión, todo vibra a
nuestro alrededor por la onda expansiva. Derrapo a una cuadra, se escuchan
los gritos, las llamas naranjas del fuego me hacen sonreír. Esto no fue una
advertencia, esto es un claro mensaje de que no voy a permitir que estén
dentro de mi territorio.
—Vamos, nos espera una larga jornada —ordeno.
Arrancamos a toda velocidad al sitio a donde han llevado a Renzo Di
Marzo, un pequeño edificio que usamos de vez en cuando para nuestra
diversión. Estoy decidido a demostrarles a todos que no me escudo detrás
de nadie, por algo me convertí en el segundo al mando y que mi mujer sea
en este momento la jefa fue planificado, no fue un momento de enajenación
por amor, la verdad es que quiero demostrarles a todos que Giacomo
Gambardella es más que una leyenda que se corre por los barrios más
violentos de Nápoles.
Al llegar, estacionamos detrás del edificio y todos se bajan eufóricos,
cualquiera pensaría que es algo planificado, pero lo cierto es que mis
mejores golpes los he dado de manera espontánea. Nos adentramos y Pia se
atraviesa en mi camino.
—¿Qué es esto? —pregunta molesta.
Sonrío y la ignoro, Luca niega ante mi comportamiento, sé que estoy
actuando desde el dolor de sus palabras, no obstante, no puedo evitar sentir,
mi corazón ya no tiene una coraza que lo protege, en realidad perdí todo
después de verla casi sin vida en mis brazos.
¿La amo? Lo hago; ¿la odio? También la detesto; nuestro amor tiene más
vetas grises que un color sólido, mientras ella dice blanco, yo digo negro, y
siempre supe que nunca estaríamos de acuerdo, sin embargo, después de
bajar las barreras de mi corazón pensé que había entendido que la amaba
más que cualquier cosa material.
Me quito la cazadora de cuero y la camisa, muevo mis hombros y subo
mis brazos delante de Renzo que está maniatado de pies y manos mientras
su boca está sellada por cinta. Me trueno los dedos y me quedo mirándolo,
tiembla solo al verme, parece un maldito gusano mientras se retuerce en el
piso.
—Estoy pensando qué es lo que haré contigo, si cortarte a pedazos o
quemarte vivo frente a la casa de tu primo. —Me rasco lo cabeza pensando
—. No tengo ganas de desaparecerte, necesito que sepa que fui yo, que soy
el único que va a joder a toda su familia, llegará el momento en que todos
los Di Marzo desaparezcan de la faz de la tierra.
Sin preámbulos le doy una patada en el estómago, gime de dolor mientras
la bestia, el monstruo que hay en mí, emerge delante de la mujer que ama.
«Me estoy convirtiendo en el monstruo que crees que soy, Gioa mia»,
pienso en mi mente mientras inicio el show.
El Asesino letal

PIA

U na vez pensé que Giacomo se había convertido de patito feo a un


hermoso cisne, pero ahora que lo veo de esta manera, creo que es un
cisne negro peligroso y letal que está a punto de atacar a una persona que lo
ha molestado. Me quedo paralizada cuando patea a Renzo Di Marzo y este
gime mientras se retuerce en el piso.
Luca se detiene a mi lado mientras mantengo una máscara de
tranquilidad, mi esposo toma a su víctima por el cabello y lo arrastra por el
piso. Aquí solo estamos apenas unas pocas personas, imagino que son de
confianza para ellos dos.
—Nos iremos cuando lo ordenes —susurra con empatía Luca.
—No —contesto—, esto es por mí, lo provoqué yo, necesita
demostrarme que quiere destruirme.
—Cuéntale todo, Pia —me pide—. Giacomo es capaz de destruirte o
autodestruirse, así que es mejor que le digas la verdad, solo mira lo que
estás provocando.
—¡No!
—Haz lo que quieras, si te mata, siempre me tendrá a mí.
—Lo que digas…
Si tengo que morir para salvarlo, lo haré, si tengo que callar y hacerle
creer que lo he engañado todo este tiempo y así protegerlo, seguiré
mintiendo. Aceptaré las consecuencias de todo, espero poder acabar con
nuestros enemigos antes de que nos suceda algo a los dos. Cierro los ojos
cuando Giacomo toma a Renzo y lo tira sobre una silla que tiene clavos, el
grito ahogado me hace temblar. Le arranca la cinta de embalaje que ahoga
su voz, acto seguido se escucha el alarido de dolor en todo el lugar.
—¿Qué se siente estar del otro lado? —se burla mi esposo y le atesta un
golpe en el pecho.
Nuestro enemigo tose, mi marido está fuera de sí, tal vez esta sea su
verdadera naturaleza, siempre escuché que mi padre se divertía cuando su
underboss torturaba, muy pocas veces sucedía, pero son como leyendas que
todavía se escuchan entre los hombres de la Camorra.
—Vengarán mi muerte, te arrancarán todo lo que amas —sentencia
Renzo con soberbia y señala hacia a mí—. Seguro disfrutará estar con mi
primo y no contigo, se dice en los burdeles que eres un mal polvo.
Me tenso, pero me quedo callada, no me muevo. Luca se aleja al ver mi
resistencia, aunque me siento culpable por esto, no voy a quebrarme, no voy
a llorar.
Giacomo responde con un golpe en su mandíbula, la sangre salpica y el
cuerpo de Renzo se mueve, cuando se aparta y puedo ver, le ha desencajado
el hueso mandibular inferior, la sangre cae por las comisuras de sus labios.
Mi esposo lo coge del cabello para que me observe y me señala.
—Debes aprender a respetar a tus superiores, igual me divierte que no lo
hagas. —Suelta su cabello para tomarlo por los hombros, se afinca sobre él
y el grito que suelta me hace desear salir corriendo—. Muero por ver cómo
es tu querido primo bajo mis manos, que trate de tocarle un solo cabello a
mi mujer y voy a divertirme mientras lo torturo. Ahora volviendo a ti, ¿qué
hago contigo? —Giacomo parece sopesar sus opciones, normalmente las
muertes son rápidas en la Camorra, esto es una demostración de lo que es
capaz, suelta una carcajada y le dice—: Ya sé que haré contigo y va
encantarte.
Un elemento que caracteriza a la Camorra es su violencia brutal, alocada
y excesiva, mi esposo ama esto . Decapitaciones, torturas, disparos entre
la gente en mitad de la calle. Las víctimas mortales normalmente son
personas inocentes que se cuentan por decenas o por cientos. Muchas veces
son jóvenes que se paseaban antes de iniciarse un tiroteo, eran parientes o
amigos de miembros de un clan, viajaban en un coche similar al de un
“objetivo” o se habían detenido cerca de la casa de un camorrista. La
violencia se convierte en una herramienta de promoción para nuestra
organización, caos y muerte, sinónimos de miedo y respeto. Desde los
inicios se exigía cometer un crimen para ingresar o para ascender a
camorrista de pleno derecho.
Trago el nudo de emociones que se me ha formado, tengo deseos de
vomitar. Giacomo suelta a su prisionero y se va hasta Luca que está de
espaldas a mí, le susurra algo y quisiera saber de qué están hablando, pero
me mantengo al margen. El primo de mi esposo asiente de manera
obediente y se gira hacia una pequeña mesa, mientras mi marido impaciente
espera su regreso, cuando vuelve le entrega algo y puedo ver el filo del
cuchillo. Mi esposo hace señas con su mano derecha ordenando que
levanten a Renzo y lo cuelguen del techo. Hacen lo que les ordenan, se
escuchan los gritos de resistencia y las burlas de los paranzes.
Giacomo le dice algo a Luca y los dos me observan, este último asiente y
se aleja de ahí para venir hacia donde estoy de pie. Me toma por el codo y
siseo entre dientes:
—¡Suéltame!
—Me ha ordenado que te vayas, tengo que sacarte de aquí —me informa.
—¡Qué lo jodan!, me voy a quedar.
—No lo recomiendo, Pia, no estás preparada ver esto.
—Mírame cómo lo hago.
No le hago caso, permanezco en el mismo lugar y él se queda a mi lado.
Desnudan a Renzo y me sonrojo, porque al único hombre que he visto así es
a mi esposo, pero me recompongo.
—Pensé en quemar tu cuerpo, pero no es divertido, pensé en diluirte en
ácido, pero no creerían que fui yo. —Pasa un bisturí por el lado interno de
su pierna derecha, me tambaleo—. Me parece más divertido desollarte vivo
y luego enviar tu piel a tu familia.
Y sin más preámbulos, observo cómo mi esposo se convierte en un
monstruo, mientras Renzo grita y poco a poco va despegando la piel de sus
músculos. Giacomo está lleno de sangre, el piso es solo un charco de
líquido carmín, los hombres suben y bajan el cuerpo desmayado o muerto,
porque ha dejado de gritar desde hace rato. Siento náuseas y estoy mareada,
vuelvo a tambalearme y Luca me toma por el codo.
—Te dije que debíamos irnos —me recrimina.
—Necesito verlo.
Ese hombre que está ahí fue el mismo que asesinó a aquel chico que
pensé que amaba, y fue quien me lo contó mientras se masturbaba.
—Estás que te desmayas.
—No me importa…
El golpe del cuerpo desplomándose contra el suelo me saca de la
conversación, solo se ven los músculos, nunca imaginé que experimentaría
algo así. Está arrancándole la piel del cuello y rostro, cuando termina la
levanta y lanza hacia a mí en una clara advertencia.
—Esto es lo que les sucede a los traidores —me dice divertido.
Niego con mi cabeza y suspiro cansada, si antes pensé que le tenía miedo
a Giacomo, ahora es terror, espero que en el fondo de su oscuro corazón
pueda ver lo que en realidad pasa, que solo estoy protegiendo.
—¡Haz lo que tengas que hacer! —ordeno—. Deshazte del cuerpo y
entrégale la piel a Di Marzo.
Me doy vuelta y salgo del lugar, siento los pasos de alguien, no tengo que
adivinar quién es, Giacomo me toma por la cintura y siento la humedad que
se pega a mi ropa. El aroma a sangre, sándalo y especias se cuela por mis
fosas nasales, recordándome que estoy casada con un asesino hermoso y
mortal. Siento el calor de su aliento en mi oreja y restriega su erección en
mi trasero.
—Te voy a follar, ahora, me voy a enterrar en tu culo y quiero que grites,
sé mi puta, si no quieres amarme, conviértete en la perra que me satisface.
Me tenso porque sus palabras me lastiman.
—¡Suéltame! —le ordeno.
—Esto es lo que soy, Pia, me excita matar, me pone hacer sufrir a la
gente, verte aguantar mientras lo desollaba vivo, me volvió loco.
—No soy la puta de nadie, nunca lo seré…
—Todo o nada, Gioa mia, eres mi esposa y mujer, o eres la puta que me
satisface.
Me zafo de su agarre y me giro, su rostro está lleno de sangre y su sonrisa
es cruel, este es el hombre que me hacía rabiar antes de casarnos. Sin
pensarlo dos veces le doy una bofetada, lo tomo por sorpresa así que logro
pegarle. Me toma de la muñeca cuando la quito y observo la palma de mi
mano llena de la sangre de Renzo Di Marzo.
—Soy tu esposa —afirmo altiva—. Una cosa es que no te ame y otra que
me faltes al respeto.
Se ríe.
—Eres una perra sin corazón, una maldita a la que le haré pagar cada una
de sus humillaciones, te di la oportunidad de reinar a mi lado, pero prefieres
engañarme, usarme y joderme, ahora atente a las consecuencias, ni siquiera
me conoces.
Hace más fuerte su agarre lastimándome, hago una mueca de dolor y él
me observa con regocijo, sabe que estoy sufriendo.
—¡Suéltala, Giacomo! —le ordena Luca al encontrarnos.
—No te metas en mis asuntos —le advierte—, o me olvidaré de que eres
mi familia.
Su primo chasquea la lengua contra su paladar, es un sonido que me
parece horrible, se nota que está fastidiado.
—Los dos son idiotas, se aman y prefieren estar como perros y gatos; me
importa una mierda si se matan, pero afuera hay una guerra real.
Me zafo de su agarre y me masajeo la muñeca en un acto de debilidad,
levanto mis ojos y los suyos están oscuros, llenos de dolor e ira, por primera
vez temo que pueda tocarme.
—Llévame a casa, Luca —ordeno.
—Te irás conmigo —me contradice Giacomo.
—Dile la verdad —me pide Luca en voz alta—, o terminará todo mal.
—¡Cállate! —rebato.
—¿Qué verdad? —Giacomo nos observa a los dos, me quedo mirando a
Luca con rabia por haber abierto la boca.
—No te interesa —contesto.
Me doy vuelta y camino alejándome de ellos, con mi corazón en las
manos de Giacomo, ver en sus ojos todo el dolor y la ira hacia a mí, no solo
me parte el mío, me destruye. Quisiera volver al tiempo en que lo odiaba,
mientras mi corazón le pertenecía. Escucho los pasos de alguien, mas no
paro porque no quiero saber nada. Me detengo en la puerta y Luca me
alcanza.
—Tienes que contarle lo que sucede —me ordena.
—No te metas en mis asuntos, tomé la decisión de protegerlo, así en el
camino me maten.
—Te van a matar, cuéntale a mi primo.
—No.
—Entonces te matará él —afirma.
Salimos y subimos al todoterreno, me quedo en silencio. Los malos
hábitos son los más difíciles de ocultar, a medida que creces y blindas tu
corazón, a medida que creas máscaras que te ayudan ocultar lo que
realmente eres. Mi tío, sangre de mi sangre, después de mentirme, después
de intentar manipularme, ahora me amenaza con matar a Giacomo si no
cedo ante las exigencias de Franco Paccini, al cual debo aceptar como el
jefe del clan Paccini. Estoy segura de que pronto le darán un golpe al viejo,
no me importa la vida de otros, solo me importa la de mi esposo.
No sé ni cómo decirle que mi tío está en Italia y que pronto llegará a la
Campiña para quitarme todo por lo que él ha luchado, no puedo darle más
problemas cuando tenemos una guerra con los Di Marzo, cuando hay clanes
en nuestra en contra, cuando no sabemos qué es lo que podrá suceder.
Si supiera cuánto lo amo, lo que estoy dispuesta a sacrificar por amor, si
pudiera ver más allá del dolor que le causan mis palabras, si entendiera que
como él soy capaz de todo por protegerlo. Sin embargo, a Giacomo lo
mueve más el odio que el amor, por eso prefiere aferrarse a ese sentimiento
tan arraigado, sé que fui la peor persona del mundo mientras crecíamos,
pero creo que le he demostrado que en realidad lo amo y no quiero perderlo.
El camino de regreso a casa se hace largo, a pesar de que nos
encontramos cerca del lugar donde está el edificio que pertenece a
Giacomo, de mi casa solo queda el caparazón, no quiero volver nunca más a
ese lugar, porque ya no está mi madre, porque no está mi padre y
simplemente porque no hay nada bonito que pueda atarme a ese sitio.
Cuando estacionamos y bajo en la seguridad de la cochera, el primo de mi
esposo me observa con sus ojos de color verde cargados de reproches,
suspiro mientras niego, tuve que contarle la verdad a él, para alejar a mi
marido del peligro.
—Esta noche fuimos a un burdel. —Me tenso—. Era nuestra rutina,
pensé que después de todo lo que dijiste sería más fácil para Giacomo, sin
embargo, se levantó y se fue, me dijo que no iba a dejarte, porque siempre
fuiste lo que quiso. —Voy a hablar y niega—. Conozco al Giacomo que
viste hoy, al hombre sádico que le gusta hacer ese tipo de cosas, hasta a mí
me gusta, pero contigo parece que tuviera alma y es feliz, no permitas que
el maldito de tu tío gane.
Se aparta y me deja pasar, me quedo callada hasta que sale del piso luego
de revisarlo, ya en la oscuridad de mi habitación me permito vomitar, al
terminar me lavo las manos con desesperación sacándome la sangre y me
doy cuenta de los pequeños hematomas que ha provocado el agarre del
Giacomo. Una lágrima solitaria cae por mi mejilla, la seco mientras trato de
imaginar mi muerte.
Imposible no amarla

GIACOMO

T odos me advirtieron que tomar a Pia como mi futura esposa sería el


error más grande de mi vida, mi madre siempre pensó que mi amor por
la hija del jefe de la Camorra era una obsesión que se aferraba por el odio
que sentía por su maltrato. A pesar de todas las advertencias luché para
hacerla mía y estos días junto a ella después de la tormenta de perder a
nuestro hijo, fueron maravillosos.
Sin embargo, con Pia todo ha sido imposible, porque parece que estamos
destinados a matarnos en vez de amarnos. Desenamorarse es más difícil que
a amar a alguien, pero caer por una traición es peor, porque el dolor se
convierte en rabia y, en mi caso, la rabia va a la ira, de ahí a la destrucción.
Mi vida entera es ella, la maldita que me ha hecho daño desde que somos
niños.
Esta noche le mostré lo que soy, lo que puedo hacer, quise que viera con
sus propios ojos que era capaz de destruir a aquellos que intentan joderme,
que ese puede ser su destino, si algún día el amor que siento por ella se
acaba. Renzo Di Marzo fue un medio para joder a mis enemigos, pero
también para dejarle en claro a mi esposa que conmigo no se juega.
Al salir los primeros rayos del sol, me recuerdan que tengo otro día de
miseria. Busco mi móvil y trasteo en la pantalla hasta que encuentro lo que
quiero escuchar, me coloco los Airpods y las primeras notas de Invierno de
Antonio Vivaldi comienzan a sonar, muy pocas personas saben que me
gusta la música clásica, que la uso para calmar mis bajos instintos, porque
en realidad, soy un psicópata que sueña con sangre, con los gritos y con ver
a alguien sufrir las más atroces torturas en mis manos, por eso, lo que
sucedió anoche fue lo mejor en mucho tiempo. Casarme adormeció ese lado
que tanta falta me hacía, no imaginé que vivo para esto y ahora que lo he
vuelto a probar lo necesito, es mi droga, el éxtasis que me hace sentir
felicidad.
Subo a la moto y arranco a toda velocidad, las calles de mi reino me
reciben, disfruto de cada una de ellas, una manera de distraerme, de olvidar
que la maldita de mi mujer una vez más me ha engañado, que caí ciego de
amor en sus mentiras, pero lo que ella no sabe es que sigue siendo mi
esposa, me seguiré enterrando en su coño hasta el día en que dé mi último
suspiro, porque en mi mente dañada hasta imagino follarla después de
muerta, porque no puedo vivir sin ella, no me veo sin poseerla, porque es
mía, la joya más hermosa que puedo poseer.
Estaciono en una explanada donde veo el mar Mediterráneo, el sol nace
justo en el este y los yates anclados me transportan a mi luna de miel, los
momentos felices, la mentira que estuve dispuesto a sostener por convertirla
en mía.
Pia es mi principio y mi final, mi alfa y mi omega, nací para amarla y
moriré amándola, aunque el odio que intenta abrirse paso ante ese
sentimiento tan puro, siga flameando tratando de quemar con el amor.

*****

Abro la puerta del piso y me quedo mirando a Pia dormida sobre el sofá,
lleva la misma ropa que anoche, supongo que me ha estado esperando para
increparme lo que ha pasado. Apago la música en mi móvil mientras me
acerco hasta donde yace cual princesa de cuentos de hadas, duerme
apaciblemente, algunos mechones de su cabello tapan su rostro, su
respiración es tranquila. Me acuclillo y mi mano pica por acariciarla, por
venerarla como se merece. «Te miente, te miente, ella no te ama», ese
pensamiento me golpea y mi mano sale disparada a su cuello, lo aprieto,
ella abre los ojos asustada y su mano se afianza sobre mi muñeca, siento sus
uñas clavarse en mi piel.
—Te voy a follar la boca, te pondrás de rodillas como la puta que eres y
vas a aceptar lo que voy a darte.
—¡Maldito! —susurra ahogada—. ¡Suéltame!
—¿Entendiste? —inquiero entre dientes—. Fuera de estas pareces puedes
ser la jefa de la Camorra, pero aquí. —Acaricio sus labios con mi pulgar y
me quedo embobado con su belleza—. Aquí eres mi puta y vas a
comportarte como tal.
La suelto y tose, me levanto mientras se recompone, me saco la camisa y
la abro. Su mirada se vuelve más oscura de puro deseo, abro mi pantalón y
saco mi polla ya dura por el deseo de follar tan fuerte que pierda el
conocimiento.
—No soy tu puta, soy tu esposa.
Sonrío y me acerco masturbándome, se relame los labios y puedo palpar
su anhelo, desde que se puso de rodillas para mí, no puedo olvidar ese
momento, cómo sentía follar su boca, era como si un guante de terciopelo
tomara mi falo hasta que mis huevos no pudieron aguantar y tuve que
enterrarme en ella para depositar mi semen. Me acerco y la cojo con fuerza
del cabello para alzar su rostro, me desafía con su mirada de color negro, es
obvio que desea tanto esto como yo.
—Abre la maldita boca y cállate, Pia —le advierto—. Hoy serás mi puta,
te voy a follar tantas veces que no podrás sentarte en una semana, hoy te
voy a poseer, hoy serás la perra que me abra las piernas, te apuesto que si
meto mis dedos en tu coño lo voy a encontrar húmedo por mí.
—¡Eres un animal!
—Y te encanta que lo sea porque puedes odiarme, pero me deseas tanto
como yo a ti.
No la dejo responder, meto mi polla en su boca provocándole una arcada,
sujetándola del cabello comienzo a marcar el ritmo, ella se recompone y me
chupa como deseo, sus manos comienzan a trabajar junto a su boca. Cierra
los ojos y empujo profundo, se ahoga y los abre llenos de lágrimas.
—Mírame, Pia, mírame mientras poseo cada rincón de tu cuerpo.
Salgo de su boca y ella respira, sonrío con malicia, porque puede que sea
un maldito hijo de puta en este momento, pero sé que lo está disfrutando.
—Abre la boca —ordeno acariciando sus labios con mi capullo, lo hace y
lo introduzco de nuevo. Jalo su cabello deteniéndola cuando piensa bajar—.
Chúpame como si fuera una piruleta, no sabes las veces que imaginé eso
cuando te encontraba chupando como puta una piruleta en el colegio.
Sus ojos se abren sorprendidos, pero hace lo que he ordenado y jadeo de
placer, porque es lo mejor que me ha pasado, su lengua acaricia mi glande,
contraigo mi abdomen de placer, sin darle tiempo a reaccionar la tomo por
el cabello con las dos manos y le follo la boca con fuerza, escucho que gime
de placer mientras entro y salgo de su cavidad, sus labios acarician mi falo
mientras sus dientes lo rasguñan; dolor y placer, sus manos aprietan mis
testículos y es todo lo que necesito, mi mente se nubla, esa necesidad
primitiva de llegar al orgasmo me azota con un corrientazo en mi columna
vertebral. Doy una estocada final y me derramo en su boca, Pia se toma
todo lo que le doy, sin chistar, al terminar salgo y le ordeno:
—Muéstrame tu lengua.
Hace lo que pido, saca su lengua y me pongo duro de nuevo. La levanto
para abrir su camisa, rompo los botones que salen volando y suenan al caer,
su pecho está cubierto por un bustier de encaje y seda, bajo hasta su
pantalón y la giro con violencia para bajar el cierre. Muerdo su cuello hasta
dejarle un chupetón, gime de placer, lamo ese pedacito de su piel olivácea
mientras mi mano baja por el valle de sus senos y tomo uno entre mis
manos, se retuerce de placer, restriega su culo en mi miembro.
—Es una lástima que tengas esto, porque lo voy a romper… —amenazo
tocando su tanga.
—¡Giacomo! —grita.
Cuando mis manos toman la fina tela para desgarrarla, se la quito y la
bajo junto a sus pantalones, la doblo sobre sí misma y su reacción es tomar
el respaldo del sofá, no lo pienso y la penetro con fuerza, me recibe la
humedad de su coño y pierdo la cabeza, cuando escucho:
—¡Más!, ¡por favor, más!
Su voz es un ruego y salgo de ella, para volver entrar con la misma
fuerza, gime, hago lo mismo unas cuantas veces más. Se retuerce de placer,
tomo sus pezones y los pellizco con saña, no hay otra mujer que me haga
perder la cabeza como ella, solo Pia, solo la maldita que me desgarra el
corazón, sus malditas palabras son dagas que se clavan en mi alma.
—Mía, Pia, quieras aceptarlo o no, eres mía…
—¡Fóllame, Giacomo! —me pide—. Fóllame hasta que no pueda más.
Y no puedo contenerme, hago lo que me pide, la follo, mis embestidas
son duras y fuertes, sus gemidos esa cacofonía que siempre deseo escuchar.
Muerdo su hombro, jadea de placer, lo muerdo hasta que siento el sabor
metálico de su sangre, sus caderas corresponden a cada empuje de las mías.
Bebo de su herida hasta estar satisfecho, la marco como mía.
Con mi mano libre abro sus nalgas y escupo en su ano, se tensa y con la
otra mano acaricio su clítoris mientras me entierro en su coño.
—¡Córrete para mí! —ordeno—. Vamos, Gioa mia.
Acaricio su abultado botón de placer, sus jugos mojan mi pantalón
mientras mi polla entra y sale del único lugar donde pertenece.
—Eres mía —susurro con voz ronca en su oído—, eres mi puta, mi
mujer, vamos córrete.
—Joder —gime.
—Cuando te corras voy a enterrarme en tu culo y ya no habrá lugar de tu
cuerpo que no será poseído por mí.
Le doy un pequeño pellizco a su clítoris y se corre gimiendo mi nombre,
salgo aprovechando el subidón de adrenalina en su cuerpo, paso mis dedos
llevando la humedad de su coño a su ano, meto mis dedos, grita, la penetro
con ellos hasta que sus esfínteres se relajan, los saco y gira su rostro, tomo
sus nalgas, las abro y escupo en ese lugar donde muero por enterrarme, sin
darle tiempo la penetro de una estocada. Siento cómo trata de alejarme.
—Relájate, Gioa mia —pronuncio en su oído—. Recíbeme, amore mio…
Mi mano se pierde entre nuestros cuerpos, acaricio su clítoris, siento
cómo me deja entrar y embisto con fuerza hasta el final, los dos jadeamos,
esto es el cielo, he muerto, si su coño me enloquecía, su culo es la
perdición.
—Tan prieto, tan hembra… —le digo—, eres mi perra, mi puta,
entrégate, vamos, siente cómo te poseo.
Embisto con fuerza, Pia no habla, solo escucho sus gemidos, jadeos y
gritos de placer y dolor mientras me entrega otra primera vez, resaltando
que me pertenece, mi cuerpo reacciona con violencia y la follo duro contra
el sofá, siento cómo su cuerpo convulsiona en un orgasmo, grita de placer y
la sigo, me derramo dentro de su agujero depositando mi semilla por
segunda vez esta mañana dentro de ella. Salgo y abro sus nalgas, puedo ver
mi semen gotear por su culo mezclándose con sus fluidos, la tomo por el
cabello, la beso y me muerde el labio hasta hacerme sangrar excitándome
de nuevo. Rompo la conexión y pego mi frente contra la suya.
—Es imposible no amarte…
Fuego de noche, nieve de día

PIA

D espierto en mi cama con el sonido de Invierno de Vivaldi, siempre me


han parecido de lo más tétricas las estaciones de este gran compositor.
Percibo que no estoy sola y me giro, en el sillón a mi lado está sentado
Giacomo, está desnudo mientras me observa con el odio flameando en sus
ojos de color marrón. Mi pecho se aprieta de dolor al ver el suyo reflejado
en sus fanales apagados, me duele tanto ser la causante de su sufrimiento.
Cuando llegó esta mañana me folló duro, me recordó a nuestros primeros
encuentros, llenos de deseos primitivos, donde me entregaba dando rienda
suelta al placer más extenuante que nunca imaginé sentir.
—Giacomo… —murmuro con voz ronca.
—¿Por qué? —inquiere.
Niego con mi cabeza sin entenderlo, al terminar creo que me desmayé,
pues no supe más nada de mí hasta ahora.
—No entiendo, por qué, ¿qué?
—Por qué eres una maldita bruja que solo me hechiza para tragarse mi
corazón, te he dado oportunidades de no destruirte, pero te empeñas en
hacerme daño; no estoy para juegos, si esto es por algo, habla ahora porque
si callas, voy a acabar contigo.
Me quedo en silencio, me toma unos segundos procesar sus palabras. Si
le cuento la verdad, perderá todo por lo que he luchado y encontrará la
muerte en manos de un psicópata o de otro. Tanto Federico como Adriano
quieren su muerte.
—Habla —me ordena.
Me río, por dentro estoy muriendo, pero tengo que hacerle creer una vez
más que estoy en mi papel, que soy la perra fría que siempre ha amado.
—Esta es nuestra vida habitual, puede ser que te desee, pero no te amo,
Giacomo, ¿cómo puedo amarte? —Sonrío y mi mente grita «Mentirosa»—.
Somos esto, nada más.
—Tu sonrisa fría y fingida no me convence, sé que hay algo, porque
cuando te follo eres fuego, eres mía, no puedo creer que toda esa pasión se
apague y se convierta en el más duro invierno.
—No importa lo que pienses, no puedo negar que ardo cuando me tocas,
sacas… —Me quedo buscando la palabra y termino diciendo—: La puta
que hay en mí. —Sonríe por mi admisión—. Mas no te amo, Giacomo,
sabíamos que iba a pasar, mataste lo que empezaba a nacer, me destruiste,
solo espero que esta guerra acabe para decidir qué es lo que haré contigo.
—Mientes tan bien, que te crees cada una de tus palabras, lo único cierto
que dijiste es que eres mi puta, pero también eres mi mujer. —Se levanta y
tengo que contener la respiración, mi esposo dejó de ser el gordo al que
humillé, realmente es un adonis con un eight pack perfecto, esa uve que
dibuja el camino hacia su pelvis, sus vellos perfectamente recortados—.
¿Quieres que te folle?
—Vete… —digo con voz ronca y trago fuerte.
—Me comes con la mirada, tu respiración ha cambiado, apuesto que
estás mojada para mí. —Sube una de sus piernas y su mano aprieta mi
cuello, se acerca pegando su frente a la mía—. Dime la verdad, Pia…
—Te la he dicho —declaro.
Aprieta con más fuerza, mi reacción es tomarlo por el cuello y hacer lo
mismo. Sonríe, porque le excita esta lucha entre los dos. Sé que algo que
ama de mí, es que no me he doblegado, ese juego de darle lo que desea a
cuentagotas.
—Esto entre nosotros es más, Gioa mia, es puro y natural, no importa lo
que estás escondiendo, porque te juro que voy a averiguarlo, si es cierto que
no me amas, te voy a matar, cortaré tu cuello y mientras te desangras voy a
follarte. —Me tenso—. Te voy a amar por última vez mientras me quedo
sin ti, sin embargo, si es mentira todo lo que has dicho, te voy a castigar por
no dejarme dormir atormentado por tu loca manía de hacerme daño.
No me deja de hablar porque se estampa contra mis labios, nuestro amor
es como un huracán que va devastando todo a su paso, hasta nosotros
mismos. Esto no es un amor como el que soñé, pero su amor oscuro y
visceral siempre me ha hechizado. Me entrego a su contacto, gime cuando
suelto su cuello y acaricio su espalda, me acuesta en la cama mientras mis
manos recorren su piel. Me dejo llevar por mis instintos de mujer
entregándome una vez más.
Su oscuridad, su dolor y su amor son míos, así como los míos le
pertenecen. Se aleja rompiendo el contacto y cierro los ojos para que no
pueda leerme.
—Abre los ojos, Gioa mia, mírame, vamos, mírame. —Su voz está
cargada de anhelo y obedezco.
Me toma de una de mis muñecas y lleva mi mano a su pecho, suspira y
tengo que contener las ganas de llorar.
—Lo que no mata, fuerza te da —afirma—, cada uno de tus rechazos me
hace más fuerte, te amo, maldita sea, te amo y sé que me amas, nadie puede
entenderlo, porque esto no es normal, porque amas lo que soy y yo amo tus
demonios; tu oscuridad y la mía fueron hechas para unirse, no sigas el
camino que va a destruirnos, porque no quiero ser yo quien termine por
apagar la luz de tus ojos.
Tocan la puerta y los dos nos quedamos en silencio, porque nos
interrumpen.
—¡Sé que están follando, pero necesito que salgan, hay una situación y
creo que hemos hecho salir a la liebre! —grita Luca.
Giacomo me libera y me da la espalda al sentarse, suelto un suspiro. No
respondemos, al escucharme se levanta y yo me quedo en la cama cuando
entra al cuarto de ducha. Me seco las lágrimas que no sabía que derramaba,
lo admito, esto es muy difícil y me duele no poder entregarle mi amor
constante. Los dos estamos en una encrucijada:
Amarnos o destruirnos.
«Y algo me dice que terminaremos destruyéndonos».

*****

Al salir busco a mi esposo y a su primo, los encuentro en el despacho junto


a Alfredo y Franco Paccini, sin embargo, no son ellos los que llaman mi
atención, sino quien se levanta para sonreírme y abrirme los brazos. Me
detengo de golpe al ver a mi tío Adriano en mi casa, sobre todo después de
amenazarme con destruirme.
—Piccola —me llama con una sonrisa falsa en sus labios.
Giacomo me observa con atención, lentamente esbozo una sonrisa
metiéndome en el papel que debo representar y corro al abrazo que no
deseo recibir. Mi tío me aprieta con fuerza mientras hago lo mismo
buscando la manera de zafarme. Me separo y me toma por las mejillas.
—Tan hermosa como tu madre… —afirma—. Tal letal como tu padre.
Se aclaran la garganta, se aleja de mí y se gira para mirar a mi marido
que nos observa con recelo.
—Supongo que ahora dirás que es tu hija, que una noche de borrachera,
Savina te engañó y se metió a tu cama —se burla Giacomo—, cuando todos
sabemos que has venido con tu marido a visitarnos.
El rostro de Alfredo se descompone, puede que el mundo comience a
aceptar que amar es amar no importe el sexo, pero este, donde la sangre es
la moneda de cambio, donde el machismo reina, que dos hombres se amen
es un insulto para la organización y objeto de burlas entre los clanes.
—Deberías tenerme más respeto, te recuerdo que todo lo que tienes es
gracias al clan Zeno —contesta Adriano.
Mi esposo suelta una carcajada, realmente le divierte toda esta situación
mientras me muero de miedo, que mi tío esté aquí solo significa una cosa, y
a Giacomo no le va a gustar.
—No me das miedo, Adriano, ¿acaso debo recordarte que tu propio
hermano te desterró? Estás en Nápoles bajo tu propio riesgo, porque ni el
clan Zeno y mucho menos el Gambardella va a protegerte de tus enemigos,
robaste a tu organización, fuiste desleal a tu hermano y demostraste ser una
vergüenza.
—¡Basta, Giacomo! —le pido al ver que mi tío busca detrás de su
cazadora.
—No voy a callarme, sé que no te comes el cuento de que es tu padre,
porque no lo es y lo sabemos, porque para nadie es un secreto que Franco es
su hombre, porque hasta eso sé, que eres la mujer en la relación. Tampoco
creo que te ame, este quiere algo y está manipulándote para conseguirlo.
«Lo sabe, sabe que lo que pasa es por él», pienso en mi mente.
—¡Maldito! —vocifera mi tío sacando su arma.
Luca hace lo mismo y apunta a mi tío, Franco lo intenta hacer, pero es
Paccini quien se lo impide.
—Permitamos que la familia hable, dejemos a solas a Adriano a Pia —
intercede tratando de evitar una tragedia.
—No dejaré a mi mujer sola con esta basura —asevera Giacomo.
Me interpongo entre ellos mientras busco las palabras correctas para
evitar que algo suceda. Observo a mi esposo y asiento en su dirección.
—Déjame hablar con él, mientras más pronto lo haga, más rápido
terminará esta mentira —le pido.
—Me quedo —dice cruzándose de brazos.
—No, Giacomo, esto es algo que solo me interesa a mí, eres mi esposo,
pero esta es mi verdad y necesito saberlo.
Coloco mi mano en el brazo de Adriano y lo obligo a bajarlo, cuando lo
hace observo a Luca acercarse y susurrarle algo a su primo. Espero unos
segundos antes de que este finalmente ceda y salga, lo siguen los demás, al
escuchar la puerta cerrarse me giro y me encuentro con la mirada diabólica
de mi tío y una sonrisa que me causa escalofríos.
—Vengo a escuchar tu respuesta, te daré la misma oportunidad que me
dio tu padre, vivirás desterrada de todo.
—Con él… —afirmo.
Acentúa su sonrisa maliciosa, sabe que me tiene entre sus manos, que
estoy mostrando mi debilidad.
—Vaya, recuerdo que no lo soportabas, era un gordo asqueroso, pero
también me doy cuenta de que se convirtió en todo lo que podemos desear,
no creo que tu esposo ceda, pues ha luchado desde niño para demostrar lo
que es. —Toma un mechón suelto de mi cabello y lo coloca en mi oreja—.
Siempre pensé que terminaría siendo como yo, pues su padre era un
bastardo que lo follaba siendo un niño, me lo contaba por las noches cuando
se enterraba en mí. —Me alejo de él y me callo—. Tan hombrecito y fue
sodomizado, me pregunto si aún le gusta.
—¡Cállate! —siseo entre dientes—. No he aceptado nada, todavía estoy a
tiempo de decidir si pegarte un tiro en la frente y seguir en guerra, o darte lo
que pides y vivir una paz, ¿cuánto puede durar esa paz? Un mes, dos, un
año, no lo sé, porque siempre vendrá alguien que quiera destruirme.
Se ríe.
—Llevas la sangre Zeno corriendo en tus venas, al menos algo hice bien
—admite con una sonrisa—. Hija.
—NO. SOY TU. HI.JA. —afirmo recalcando cada sílaba de la frase con
vehemencia—. Esto es una venganza, nunca me quisiste, solo deseabas lo
que tenía mi padre, por eso te desterró. ¿Qué tienes de Alfredo? —inquiero
—. Seguro algo turbio para que aceptara esta locura, pero no aceptaré a
menos que sea bajo mis condiciones.
—A ver dímelas.
—Matarás a Federico Di Marzo, luego entonces me iré con Giacomo a
donde quiera, no me alcanzarás, porque si algo llegara a pasar, volveré y
verás a Nápoles arder como el mismo Nerón vio a Roma.
—La princesa de la Camorra ha sacado las garras —se burla.
—Ya es momento de que dejen de verme como la princesa, soy la
maldita jefa de esta organización y me he ganado mi lugar, te la entregaré
porque me importa más la vida de mi esposo, que todo el poder que pueda
ostentar.
—Me alegra escucharlo, porque sería una lástima que mires mientras
Franco se entierra en el culo de Giacomo recordándole lo que se siente ser
violado y, después, cuando lo mate, te dejaré viva para que conozcas lo que
es la miseria y el dolor de que todo lo que amas te lo arrebaten, como una
vez Stefano lo hizo conmigo.
Y si pensé que podría dejar de fingir, que la tormenta de nieve que vivo
en el día se calmaría con el fuego de las noches, estaba equivocada, pero
mantener a salvo a Giacomo es lo único que me importa.
Sospecha

GIACOMO

Y sésiempre,
que algo anda mal entre Adriano y mi mujer, la conozco desde
sé interpretar cada gesto de Pia desde que somos jóvenes. Su
rostro al ver a su tío no mostró la misma alegría de cuando Franco volvió.
Algo sucede y comienzo a creer que esto tiene que ver con el cambio
repentino de mi esposa, que todo está conectado.
Tomo a Luca y lo alejo de los Paccini, él se deja llevar pues debe intuir
que comienzo a descubrir todo. ¿En qué momento cambió su lealtad? «No
desconfíes, Giacomo, es tu familia, es tu hermano», me repito en mi mente,
no quiero imaginar que me estén traicionando. En este mundo, confiar
puede ser peligroso, porque quien menos piensas es el que te clava un
cuchillo por la espalda y mueres por las manos de quien creíste era tu
amigo. Mi madre me recordaba que hay tres verdades, las cuales el ser
humano no está dispuesto a aceptar:
La primera, que el amor es un sentimiento que puede destruirte, porque al
amar nos olvidamos de amarnos a nosotros mismo y en el camino
entregamos más de lo que muchas veces recibimos.
La segunda, es que duele la traición de un amigo, porque confías en una
persona más que cualquier otra, cuando sucede el acto de deslealtad
comienzas una etapa de duelo, porque vas desde la rabia a la tristeza, hasta
que aceptas que esa persona no era realmente tu amigo.
La tercera y, no menos importante, que en la mafia no hay sentimientos
puros, porque todos pueden ser envenenados por los intereses propios; la
familia, la pareja y la amistad son espejismos que vivimos a lo largo de los
años.
Un criminal no tiene principios, difiero cuando me dicen que hay
personas que cometen actos delictivos y alegan tener principios morales
altos. No hay honor entre criminales, no hay amistad, no hay lealtad y
mucho menos existe un amor puro.
Cuando estamos lo suficientemente alejados, pero a una distancia
prudencial de socorrer a mi mujer, lo encaro.
—¿Qué estás ocultándome? —inquiero entre dientes.
—No te oculto nada —contesta, pero puedo leer en sus ojos verdes que
no es cierto.
—Vamos, los dos nos conocemos mejor que nadie, sabemos cuándo
estamos mintiendo, cuando lo que hay alrededor es mierda, sé que Pia y tú
me ocultan algo. —Chasqueo mi lengua contra el paladar en forma de
fastidio—. Los escuché la otra noche, después todo cambió, así que es
mejor que me lo digas o terminaré por pensar que algo pasa entre mi mujer
y tú.
—Nunca haría nada que te lastime —asegura y en el fondo sé que es
cierto—, eres mi hermano.
—Adriano fue el hermano de Stefano y sabemos que algo hizo para que
lo desterraran, así que es mejor que hables ahora, porque voy a volcar mi
furia contra ti y sabes muy bien que no soy benevolente.
Luca sonríe.
—El amor vuelve locas a las personas que lo sienten, por eso he jurado
nunca amar —asegura de manera burlona.
—¡Habla, maldita sea!
—No puedo decirte nada, además, estamos rodeados. —Alza sus
hombros—. Te dije que perdiste la cabeza por ella.
—A veces suenas como si estuvieras celoso.
Resopla mientras niega con su cabeza.
—Esto que le diste a ella, era nuestro, cuando salga pregúntale y resuelve
tus dudas.
Niego cerrando los ojos, escuchar esas palabras abre una pequeña
esperanza en mi corazón, porque sé que ella cambió de repente y que hay
razones para que lo hiciera.
—No lo sé —confieso—, ella es todo, mi vida entera, vería todo arder
por su amor y la destruiría si no me amara.
Luca pone su mano en mi hombro y abro los ojos, puedo ver lo que trata
de decirme con palabras silenciosas.
—Tenemos que protegerla, porque Federico no es nada con el peligro que
la acecha.
Se abre la puerta y observo salir a mi esposa, me busca con la mirada, me
alejo de mi primo para acercarme. Camino decidido a demostrarle que
detrás de esta alma que se tiñe de oscuridad, hay un poco de luz, que solo
puede romper las tinieblas por su amor. Al estar a su lado, es Pia quien
busca el contacto entrelazando nuestras manos, la observo y puedo ver las
verdades no dichas en sus ojos.
—Tenemos que informar algo —anuncia Adriano.
—No aceptaré ninguna decisión que fue tomada sin estar yo presente —
advierto a todos.
—¿Quién te crees que eres? —me pregunta Adriano de forma burlona—.
Fuiste el niño al que su padre violaba y mostraba las fotos a sus amigos
íntimos.
Pia aprieta mi mano y me contengo cuando siento la mano de Luca en mi
hombro en manera de apoyo.
—No juegues con tu suerte, Adriano Zeno, porque puede que seas el tío
de mi mujer, pero eso no me detendrá para pegarte un tiro.
—¡Asesinarás a la familia!, ¿qué podemos esperar de un parricida? —se
burla.
—Giacomo. —Pia susurra mi nombre de manera nerviosa.
—¿Crees que me importan las palabras de un traidor? —inquiero—.
Puede que Alfredo esté amenazado por ustedes, pero deja de joder a mi
mujer aquí y ahora, me importa una mierda qué pudiste decirle para
amenazarla. —Siento cómo ella clava sus uñas en mis manos—.
¿Realmente creíste que iba a permitir tu regreso para que te hicieras con la
organización?, Stefano siempre desconfió de ti, pero me he encargado de
investigar, la Camorra tiene memoria y hay clanes que aún recuerdan el tipo
de basura que eres.
Se ríe.
—¡Por favor, basta! —musita Pia.
Me giro y la observo, puedo ver el terror reflejado en sus fanales oscuros.
Nos quedamos mirándonos por unos segundos y asiento con una sonrisa.
«Confía en mí, Gioa mia».
—Adriano, sal de mi casa —le pido entre dientes.
—¿Vas a permitir que me haga esto? Pia —pregunta a mi esposa.
Me interpongo entre ellos, dejo que solo me mire a mí, tiembla del miedo
dándome la respuesta que necesito.
—Confía en mí —entono solo para ella.
—Vete, por favor —le ordena mi mujer con voz temblorosa.
—Es una lástima que hayas escogido mal, atente a las consecuencias,
piccola.
Escucho los pasos alejarse y la puerta cerrarse, Pia se suelta de mi agarre
y se queda mirándome.
—No sabes lo que acabas de provocar.
—¿Qué? —cuestiono molesto—. Dime la maldita verdad, porque tengo
dos días creyendo que eres una maldita mentirosa cuando en realidad tratas
de salvarme, así que habla.
Niega con su cabeza.
—No lo entiendes.
—¿Qué no entiendo? —inquiero perdiendo los papeles, la tomo por el
cuello y la pego contra la pared—. Me aferro a la maldita idea de que eres
fiel a mí, que serías incapaz de traicionarme, espero que seas así, porque de
lo contrario te mataría.
—Giacomo, para —me ordena Luca.
Pia aprieta mi mano y por primera vez en el tiempo que llevamos
casados, veo sus lágrimas resbalarse mientras la ahorco, no lucha.
—¡Dime la maldita verdad! —exijo.
—No estás preparado para la verdad —atina a decir haciendo un esfuerzo
para que la oiga.
La suelto y automáticamente comienza a toser mientras se agarra el
cuello. Me observa con ojos llenos de terror.
—No quiero ser tu villano, te amo, maldita sea, eres mi maldito castigo;
porque amar destruye, por amarte he cometido errores, afuera hay gente que
pagaría por destruirnos, pero necesito que entiendas que no voy a permitir
que me jodan lo único que de verdad he necesitado.
—¿Acaso estás tan ciego que no lo ves? —grita exasperada—. Ve a
través de los muros, por primera vez en tu vida.
—Me dijiste que no me amabas, que estabas decidida a hacerme pagar lo
que sucedió, ¿crees que no lo pago? Verte llena de sangre, escucharte
susurrar que me amabas y enterarme de que íbamos a ser padres me
destruyó, siempre pensé que vengarme de ti iba a traerme alguna
satisfacción y solo me trajo dolor, uno que trato de superar, porque te amo.
—Respiro hondo y la enfrento—. ¿Qué me ocultas?
Nos miramos y ella niega mientras las lágrimas silenciosas corren por su
rostro, muy pocas veces permite que la mire de esa manera.
—No sé qué hacer —admite—. Me quedó grande ser la jefa, me quedó
grande creer que podría enfrentarme a todo, porque tengo miedo, porque si
te pierdo… —Se le rompe la voz, doy un paso para tomarla entre mis
brazos—. No, no te acerques, te amo tanto que lastima, porque esto es
enfermizo, porque no comprendo cómo no ves lo que verdad siento cuando
afirmas conocerme. —Me tenso—. Mi karma es amar al hombre que
siempre desprecié.
—Pia… —murmuro.
Mira a nuestro alrededor y me doy cuenta de que Luca se ha ido, nos ha
dejado a solas, porque sabe necesitamos resolver nuestros problemas,
nuestros conflictos internos.
—No es un maldito juego, no es Di Marzo, no es otro, es mi propia
sangre que desea hacerme daño, quitarme todo… —musita llena de dolor
—. Mi tío ha mentido, la carta, todo es una manipulación y yo…
—¿Tú qué? —inquiero.
—Solo deseo que estés a salvo…
Sin pensarlo dos veces acorto la distancia que hay entre nosotros, la tomo
en mis brazos y ella se aferra a mí. Mi joya más hermosa, la mujer que
significa todo en mi vida ha bajado todas sus barreras y me ha confirmado
mis sospechas. Tomo su rostro en mis manos, la obligo a mirarme.
—Viste lo que soy capaz de hacer, quitarle la piel a Renzo Di Marzo
mientras vivía, no es nada en comparación a lo que he hecho, no pienso
permitir que nada o nadie me separe de ti, porque regresaría de la muerte
solo para estar a tu lado.
—Giacomo… —murmura—, perdóname, tengo miedo. —Acaricia mi
rostro con sus manos temblorosas—. Me dijo que te violaría frente a mis
ojos y que te mataría. —Me tenso—. No imagino qué pudiste sentir
mientras tu propio padre abusaba de ti, si asesinaste a ese maldito, espero
que lo hayas hecho pagar todo lo que te hizo.
—Gioa mia…
La beso con pasión desmedida porque sus palabras me han llegado al
alma, si alguna vez tuve dudas de su amor, hoy han caído todos los velos.
No importa lo que pueda suceder, siempre y cuando tenga su amor, cuando
ella me corresponde nace en mí algo que nunca sentí. Creo que estoy
tocando el cielo con las manos, luego de emerger del infierno como el
pecador que soy.
Solo me bastó mirar más allá de mi dolor, de leerla como siempre lo he
hecho para que la venda que me cegó cayera. Rompo el contacto dándole
pequeños picos, derrotado pego mi frente a la de ella y acaricio su cuello.
—¿Es todo? —inquiero—. Solo te amenazó con hacerme daño y
asesinarme.
Niega con su cabeza y puedo ver el dolor reflejado en sus ojos.
—Me lastima que creas que no me dolería que te suceda algo, te amo, te
amo tanto que estoy dispuesta a perderte con tal de protegerte, si tu padre
estuviera vivo, lo mataría yo misma. —Sonrío porque sus palabras me
alegran el alma—. Imaginar que puedas revivir lo que sucedió en tu
infancia me mata, no quiero, no voy a permitirlo.
—Unidos podemos contra todos, cuando suceda algo así no me alejes,
cuéntamelo todo, no puedo prometerte que tendremos amigos, que nadie se
atreverá a jodernos, pero mientras viva nunca me alejes.
—Perdóname, pensé que alejándote podrías…
—No voy a dejarte, así me insultes, así me odies, eres mía, mía, Gioa
mia, eres lo único por lo que despierto en las mañanas desde que comprendí
que me pertenecías.
—¿Qué haremos? —inquiere.
Sonrío.
—Veremos el mundo arder, te prometo que esta misma noche les
recordaré que con el clan Gambardella nadie se mete.
Asiente y me abraza, cierro los ojos mientras en mi mente imagino todo
lo que puedo hacer para demostrar de lo que soy capaz. Ante los escenarios
que puedo imaginar me regodeo, si Adriano cree que puede tomar lo que no
le pertenece, lo que es mío, está muy equivocado, no en vano maté a
Stefano para hacerme con ello, lo que no pudo hacer él, lo hice yo. Dejo un
beso en la coronilla de mi esposa mientras ella se aferra con fuerza a mi
cuerpo.
—Te amo, Giacomo…
—Te amo, Pia —contesto con voz ronca—. No vuelvas a alejarme, no
vuelvas a herirme, porque no quiero volverme a debatir entre el amarte y
asesinarte.
No responde, se queda callada mientras sopesa mis palabras, puede que
la ame con todo mi ser, pero eso no me detendrá a la hora de matarla si
llega a traicionarme.
Dies Irae

PIA

Y no se hace esperar la ira de Federico Di Marzo y mi tío Adriano, ya


todos en la organización saben que no solo lucho una guerra contra el
enemigo de mi padre, sino que también con la sangre de mi sangre –el
hermano de mi padre–, quien ha decidido traicionarnos, regresar desde su
destierro para anunciar que por derecho él es el heredero de todo el poder.
Sin embargo, no tengo ningún tipo de sentimiento de dolor o tristeza por
esta traición, muy a pesar de que de niña fui unida a Adriano. Comprendí a
una edad muy temprana, que la traición puede venir de quien menos esperas
y muchas veces puedes sorprenderte cuando es la misma familia, la que está
preparada para clavarte el cuchillo por la espalda. En nuestro mundo no
existen grises, es blanco o negro, es todo o nada y así vivimos, vamos
devastando el mundo de los inocentes manchándolo de sangre y un polvo
blanco que es capaz de matar, no solo a quien lo consume, sino también a
una familia entera.
Por eso siempre me resistí a esta vida. Por eso siempre quise ser normal y
no la reina de la Camorra.
Por eso por tanto tiempo odié al hombre que se convirtió en mi esposo.
Fui orillada a convertirme en lo que realmente siempre fui, soy la villana
de la historia y ya no estoy esperando mi muerte; mientras de fondo se
escucha el Réquiem de Mozart, ahora respondo de la misma manera, y si
ellos pintan mis paredes de sangre, yo baño las calles de Nápoles con el
carmesí que corre por sus venas.
Ojo por ojo, diente por diente, ese dicho que solo grita: Vendetta. Si tú
me quitas yo te quitaré el doble, es por eso que ahora esta guerra no es nada
más de Giacomo Gambardella, ahora es tan mía como de él.
A medida que vas creciendo y dándote cuenta de que el mundo no es de
color de rosa y que los cuentos de hadas son una invención para hacerte
desconectar, así como los libros; que no viene un príncipe azul a rescatarte,
que si quieres salir de esa prisión donde el villano te tiene atrapada, solo tú
puedes rescatarte, solo tú puedes escaparte de esas barreras inexistentes,
porque a veces nuestras prisiones tienen barrotes que solo nosotros
podemos ver, nada dura para siempre y en ocasiones debemos convertirnos
en nuestros propios héroes. Hastiada de vivir en el papel de víctima cuando
siempre fui la victimaria, asumo lo que soy, que tengo que aprender a ser
inteligente y hacer alianzas para luego romperlas, buscar el punto débil de
mi enemigo y destruirlo, quitarle lo que más ama para que nunca vuelva a
ser el mismo.
Adriano conoce mi debilidad y sabe que, aunque finjo que no amo a mi
esposo, este se ha convertido en mi mundo entero. No obstante, conozco la
suya también y voy a atacar ahí, arrancarle el corazón de su pecho, para
después comérmelo como cena.
Alfredo Paccini escogió el lado ganador traicionando a su propio hijo, mi
tío no tiene ni los recursos ni tampoco los hombres para una guerra contra
mí y la organización que lo considera un traidor.
Días de ira son los que vivo en este momento cuando en las noches
Giacomo llega a casa sediento de sangre y la toma de mi cuello mientras me
folla con fuerza. El odio nos alimenta y nos hace letales.
Hace falta romperte y volver a armar cada pedazo para darte cuenta de lo
que realmente estás hecho. Después de una tempestad siempre hay una
calma y yo pienso vivirla tras ganar esta maldita guerra sin sentido.

*****

Mi esposo ha convertido el edificio en donde vivimos en una fortaleza, solo


entran aquellos que sean autorizados por él. Ya que me he negado a ir la
casa de seguridad para resguardarme, él ha convertido nuestro hogar en un
sitio seguro en el que nadie puede tocarme.
Todavía tengo obligaciones como jefa de la organización, así que me toca
recibir a los jefes de los clanes que pidan una entrevista conmigo. Cuando
Luca me informó que Bianca Palazzo deseaba una reunión no pude
negarme.
Bianca es una de las mujeres más influyentes dentro de la Camorra,
después de la muerte de su padre y el asesinato de su esposo, tomó las
riendas del clan Palazzo, convirtiéndola en una de las jefas más despiadadas
que tiene todo Nápoles, debo admitir que en el fondo siempre he admirado
su entereza y el modo en que se hace respetar.
Estoy tocando en el piano una pequeña pieza de Mozart, cuando el primo
de mi esposo entra a la estancia para anunciarme que ella está subiendo y
pronto comenzará nuestra entrevista.
—No le demuestres miedo —me ordena Luca.
—¿Y Giacomo? —averiguo.
Este sonríe, sabe que me pone nerviosa que no esté cerca.
—Va camino a la reunión con Rodríguez, tener al cártel de nuestro lado
es bueno. Alfredo se está recuperando del atentado, tu tío y su marido
quieren matarlo como dé lugar, nadie del clan lo aceptará. —Asiento con mi
cabeza—. Rodríguez sabe que éramos amigos de su hijo, aquí es muy rara
la lealtad, nosotros fuimos leales a Juan a pesar de que este intentó
traicionarnos y creo que no tendremos problemas.
—¿Lleva hombres consigo? —pregunto y no puedo fingir que no me
preocupa.
—Los lleva, no te preocupes por él, preocúpate por esta alianza.
Asiento y me quito las pelusas inexistentes en mi pantalón. Escogí un
vaquero desgastado y una camisa sin manga de color blanco, con unos
mocasines planos y mi cabello completamente suelto, un maquillaje natural,
algo que usaría si alguna de mis imaginarias amigas viniera a verme a casa.
Uno de los palis abre la puerta y Luca se apresura para recibir a Bianca
Palazzo. Una mujer imponente de unos cuarenta años, cabello de color
negro y unos ojos verdes impactantes, los cuales parecen leerte con tan solo
una mirada.
Ella sonríe al verme y yo correspondo con el mismo gesto.
—Qué gusto verte, Pia, me recuerdas tanto a mi querida Savina —me
dice en forma de saludo.
—El gusto siempre será mío… —aseguro.
Señalo el mueble y ella toma asiento mientras que yo lo hago en un sillón
que está a su lado. Lleva con elegancia un hermoso maxivestido de color
blanco con un estampado de flores en el bajo y en sus mangas, impone
respeto con su mirada y actitud.
—Estaré cerca —me informa Luca y asiento con mi cabeza.
Espero pacientemente a estar a solas con ella para iniciar nuestra
conversación. Sé que esta visita tiene un propósito y que tal vez sea la
alianza perfecta para terminar de una maldita vez esta guerra.
—Te preguntarás qué hago aquí y cuál es el motivo para venirte a ver —
comenta adelantándose.
—Te imaginas bien —contesto.
—Te conozco desde que eras la princesa de tus padres. Sabes muy bien
que fui amiga de tu difunta madre y que lamento mucho la manera en la que
murió.
—Lo sé, pero eso no responde a mis inquietudes, tengo mucha curiosidad
por saber las razones por las cuales me apoyaste para convertirme en la jefa
de la organización. —La observo y ella sonríe—. Tú y yo sabemos que
nada es gratis en este mundo, que, si das algo, esperas recibir algo a cambio
y esta visita no es porque sea la hija de tu amiga, esto es el precio que tengo
que pagar para recibir tu apoyo.
Suelta una carcajada con tal elegancia, que en el fondo envidio la
seguridad que posee y sé que son los años de experiencia la que la han
convertido en una de las jefas más temibles de la organización.
—Pequeña, tienes toda la razón, en el mundo en el que el vivimos todo
tiene un precio, pero hoy no vengo a que pagues lo que me debes, estoy
preocupada por ti y por el destino de la organización.
—No tienes razones para preocuparte —aseguro.
—Las tengo, Pia, conozco a tu tío, no por algo debía casarme con él. —
Sonríe ante mi sorpresa—. Fui de las pocas de mi generación que se casó
por amor, amaba a Luigi, su muerte fue un dolor muy grande y me tocó
asumir el clan por sus hijos, porque no iba a permitir que nadie les quitara
lo que les pertenecía.
—¿Qué tiene que ver esto conmigo? —inquiero.
—Todo, Pia, todo; porque Adriano siempre quiso todo, porque por ser
como es nadie lo aceptaba, pues en nuestro mundo eso es debilidad.
—La orientación sexual no es debilidad y sé que eres una mujer
inteligente para saberlo, me sorprende que me digas algo así, que mi tío
quiera el poder tiene que ver con otra cosa.
—Es por ser gay, pues Stefano no aceptaba que su hermano, quien debía
ser su mano derecha, retozara por las noches con un hombre, porque el
machismo está escondido detrás de todo, ¿crees que respetan que una mujer
les dé órdenes?
—Deberían…
—No lo hacen, tienes que hacerte respetar, demostrar que no eres débil,
tu esposo te hace débil al tomar decisiones por ti; tienes que hacerlo por ti
misma, demuestra quién eres.
—No sabes lo que dices, Giacomo no toma decisiones por mí.
—¿Tú dices? —pregunta sembrando la duda.
—No sé a qué viene todo esto, dices ser amiga de mi madre, pero no
recuerdo verte visitarla a menudo.
Una chispa de culpa, arrepentimiento o algo más, cruza por su rostro.
—Tienes razón, tu padre aisló a Savina, la llevó lejos de todos, no podía
tener esto. —Nos señala—. A menos que fueras del círculo cerrado de
Zeno, nunca lo fui por ser mujer, sé muy bien que intentó asesinarme.
—¿Qué haces aquí? —insisto—. No das consejos gratis, sé que me
apoyaste, pero no somos amigas.
—Tienes razón, pero en Paola y en mí tienes unas aliadas, vine porque
Adriano fue quien asesinó a Luigi, porque quiero vengarme, todos tenemos
un lugar reservado en el infierno, no me arrepiento de que por mis órdenes
mueran personas.
—¿Quieres ayudarme? —averiguo incómoda.
—Digamos que pondré la basura en su lugar, Adriano no solo robó a
Stefano, sino que también mató a mi esposo.
—¿Por qué lo mató? —inquiero.
—Te contaré parte de la historia de mi familia y la tuya.
Bianca me cuenta cómo su padre y el mío comprometieron a Adriano con
ella, cómo se negó a casarse con mi tío cuando ya se corrían los rumores de
su homosexualidad, también la forma en que conoció a Luigi Palazzo y
surgió el amor.
Me relató el escándalo de la ruptura del compromiso, la pequeña guerra y
posterior tregua por dinero. Incluyó detalles como que Adriano fue dejando
que lo vieran con Franco Paccini, la manera en que en una reunión con la
mafia francesa robó a mi padre y luego descuartizó a Luigi para enviarlo a
su casa en una bolsa negra.
—Tu padre no desterró a Adriano —asegura—, tu tío escapó de Italia, no
caigas en la manipulación de nadie, Pia.
Y me viene un recuerdo, las palabras de Giacomo.
—¿Es verdad que soy producto de una violación?
Bianca evade mi mirada y no tiene que decirme nada, lo soy.
—Stefano llevó a cabo todo lo que estuvo en sus manos para hacerse con
el poder, tu madre era una Paccini, sangre pura de una estirpe que ha
gobernado Nápoles.
Niego y alejo las lágrimas, las reemplazo con odio, con el mayor de los
odios. Mi padre me usó para lograr todo.
—No puedo negarte tu venganza, porque Adriano te quitó a quien amas,
no le tengo miedo a nada, la verdad cuento las horas para terminar esto con
la muerte de todos. —Respiro hondo—. Mi matrimonio no es inconveniente
para la organización, las órdenes las doy yo, no me importa que lo que
puedan pensar.
—Pia…
Levanto mi mano y la hago callar, porque estoy harta de que me
subestimen.
—Todos me creyeron débil, siempre fui el eslabón frágil de los Zeno,
confiaron en lo que les mostraba, cuando en realidad veían lo que deseaba
mostrarles. —Me levanto—. Mientras estoy aquí, por instrucciones mías y
no de Giacomo se corren ríos de sangre. El coche bomba al juez Nappi, fue
mi orden y de nadie más.
Se remueve incómoda en el mueble.
—No te creo frágil.
—Vienes a mi casa jugando la carta de que eras amiga de mi madre, me
crees débil cuando no lo soy. Bianca, podemos ser aliadas, esto es una
muestra de lo que soy, si estás conmigo tomarás de las mieles de la
abundancia y si no, sufrirán las consecuencias.
—¿Me estás amenazando? —pregunta.
—No, te estoy dando a escoger, ¿quieres asesinar a Adriano? ¡Hazlo y
gánate mi respeto para toda la vida!, traicióname y tu sangre junto a la de
los tuyos pintará las paredes de tu hogar.
Bianca se levanta y me ofrece su mano.
—Aliadas seremos.
Y sin más qué decir sale de la casa, me quedo allí pensando que en nada
los días de ira acabarán para poder vivir en tranquilidad hasta que otro
quiera gobernar.
Golpe al corazón

GIACOMO

L lego a la reunión con Rodríguez, hace muchísimos años que perdí


cualquier contacto con él, ya que Juan fue la cara visible del cártel con
nosotros.
Siempre bromeé con este que era un italiano con aspecto mexicano, pues
llevaba tantos años viviendo en Roma que parecía tener más costumbres
nuestras que de su propio país. Los dos hicimos una amistad, sabíamos que
llegado el momento podíamos traicionarnos, pero…, nunca imaginé que su
muerte me traería tantos dolores de cabeza.
Tanto Ciro como Federico Di Marzo intentan darnos golpes para
desestabilizarnos, convirtiendo una guerra personal a una de escalas
mayores. Imaginaba que el primogénito sería un adversario con
inteligencia, si algo tenemos en común es que actuamos por los impulsos
del momento.
Mis hombres están aquí para protegerme, cuidar mis espaldas y hay más
de lo que desearía, pero a lo largo de los años he aprendido que cualquier
momento es propicio para una emboscada, sé que Pia está a salvo con Luca,
sin embargo, desde que dejé nuestro hogar siento un desasosiego que me
carcome, mi deseo de salir corriendo a casa es mayor al de estar en esta
maldita reunión.
Alfredo Paccini está a mi lado, el hombre está recuperándose del intento
de asesinato por parte de su hijo y de Adriano, la vida puede ser muy perra,
más cuando aquello de lo que más renegaste puede ser lo único que
continúe el legado. El clan Paccini por años les negó a Savina y a Pia todo,
su fortuna, su apellido y ser parte de la familia, fueron marginadas porque
Stefano mancilló el apellido. Puede que hubiera sido perdonado, pero los
clanes nunca olvidaron que un don nadie jodió a uno de los clanes más
longevos dentro de la organización.
—¿Todo listo? —le pregunto a Angelo, uno de mis hombres de
confianza.
—Listo, solo estamos esperando a que llegue —contesta este.
Me renuevo incómodo, realmente nunca me he sentido tan intranquilo
como esta noche. Alfredo se aclara la garganta y le presto atención.
—Gambardella, yo… —Alfredo se remueve incómodo a mi lado.
—Sé que no eres tu hijo, llevas años demostrándolo.
—Tampoco soy lo que piensas; repudiar a Savina fue idea de su propio
padre, mi difunto hermano, Octavio, prefería la muerte que aceptar que
Stefano profanó su hogar.
Niego poniendo los ojos en blanco, a veces me pregunto si es cierto eso
de que mi difunta suegra fue violada en la casa de su padre y nadie se dio
cuenta, Stefano no era tan temerario como nos hacía creer a todos. En el
fondo era una gallina que se escudaba en los hombres más fuertes que tenía.
—El pasado de la familia de mi mujer no importa, me importa el hoy,
porque mañana es incierto y lo que sucedió ya no puede enmendarse. —
Respiro hondo y prosigo—. Desde ya te pido perdón porque mataré a tu
hijo.
Lo observo cuando sus párpados se cierran, sabe muy bien que no me iré
por las ramas, que todo aquel que me traicione solo encontrará la muerte.
—Lo acepto, debí hacerlo en el mismo momento en que amenazó con
matarme, pero soy un pobre viejo que cree...
Suelto una carcajada mientras observo mi reloj. «Se está retrasando,
¿qué sucede?», me pregunto en mi mente.
—Ni eres viejo, ni eres idiota; sé que le hiciste creer que estabas de su
lado solo para conocer sus planes, vamos, Alfredo, que ni tú y mucho
menos yo, tenemos un pelo de tontos, quien nos sorprenda con una traición,
tiene que usar muy bien sus dotes de engaño.
Coloca su mano en mi hombro y me tenso, no me gusta que me toquen,
no es de mi agrado.
—Fui un hombre, así como tú, confiado de mí mismo, pero los años me
enseñaron que a veces no vemos cuando tenemos la verdad delante de
nuestros ojos —me dice con pesar—. Si no puedo seguir el clan con mi
hijo, espero que Pia y tú puedan llevarlo, después de todo, es tan Paccini
como Franco.
Niego con mi cabeza, no puedo creer que después de años de no
soportarnos, me salga con esto.
—Pia es una Gambardella, dejó sus orígenes parar ser de mi clan, me
importaría una mierda que no tuviera el pedigrí camorrista, esto de las
dinastías en los clanes es una soberana estupidez —afirmo y señalo a mis
hombres—. Son ellos la verdadera organización, los que dejan su sangre
por un gramo de cocaína, los que nos sirven de escudo, los que van y
accionan sus armas para matar. —Lo señalo a él y luego a mí—. Llegará el
momento en que no importará la sangre que corra por tus venas, porque si
nos descuidamos, vamos a extinguirnos.
—Siempre pensé que serías la extinción de la Camorra —asegura.
Suelto una carcajada.
—Yo soy la Camorra, soy el caos; tengo aptitudes y la actitud de un
camorrista, tu élite parece sacada de la misma Cosa Nostra, aquí es matar o
salvarse. —Resoplo—. Por años no ha importado de cuál clan vengas, sino
cómo puedas matar o conseguir dinero, no me importa el clan, me importa
el poder, por eso es que mi mujer es lo que siempre quise.
—¿Y qué quieres tú? —averigua con interés.
—Ya lo tengo, mientras los demás la marcaron como mercancía dañada,
yo la reclamé como mía.
Me enfrento a él, parece que mi respuesta es satisfactoria y no
conversamos más. Me incomoda el retraso y busco mi móvil para escribirle
a Pia.
De Giacomo para Pia:
Espero que tu reunión con Bianca vaya mejor que la mía. Te amo,
Gioa mia.
Guardo mi teléfono y no lo escucho, pero sí lo veo, una bala es dirigida a
Alfredo, su cuerpo se estremece a mi lado cuando impacta en su frente. Sus
ojos vacíos miran a la nada y es cuando me doy cuenta de que esto es una
emboscada.
Juan Rodríguez entra junto con Federico y Adriano, el mismo Juan que
pensé muerto. Y mi mundo se viene abajo, entiendo quién, cómo y cuándo
fui traicionado.
—¿Sorprendido? —se burla Juan
«Luca». Pienso en mi primo.
—Las ratas se buscan entre ellas, no estoy sorprendido —contesto con
altivez.
—Tu mujer debió pensarlo antes de escogerte —me dice Adriano.
Me levanto y saco mi arma, le disparo a Adriano y por primera vez no
atino al corazón, porque la bala atraviesa su hombro, se tambalea. «Maldito
seas, Luca Gambardella», maldigo en mi mente. El pecho me arde con el
dolor de la traición, los que creí mis hombres me someten en la mesa
mientras lucho para zafarme. Necesitan a varios para someterme, peleo
contra ellos a la par que mis adversarios miran con satisfacción mis intentos
por escapar. Sin embargo, todo se vuelve negro cuando un dolor lacerante
se produce en mi nuca a causa de un golpe.
«Pia, Pia».

*****

Despierto y reconozco el lugar donde me tienen, no tienen que decirme,


estoy en uno de los galpones que usaba Stefano para sus reuniones, estoy
solo, pero atado en el piso, siento la humedad de mi sangre en mi cabeza y
un dolor lacerante que me hace estremecerme.
Fui traicionado.
Sangre de mi sangre.
Mi hermano.
Porque para todos eso era Luca para mí, el hermano que nunca tuve, la
persona que conocía mis demonios y los compartía. Cuando la decepción
llega, es más allá de dolor físico. El alma, algo etéreo, puede lastimar de
una manera inexplicable; pienso en Pia y en si está a salvo.
«Voy a morir», pienso en mi mente, «voy a morir y no la hice feliz».
Es cierto aquello de que la traición duele de quien venga, que muchas
veces somos ciegos por amor. Sigo sosteniendo que el amor destruye, sé lo
que está por pasar y no tengo miedo de morir, tengo miedo por lo que le
pueda suceder a la mujer que amo. Pia, mi maldito y oscuro deseo, mi
presente y pasado. Por mi mente pasa Aiden, espero que sea lo
suficientemente inteligente para descubrir todo; el hijo bastardo de mi
madre, mi más grande secreto, sabe que tiene que cuidar de su cuñada.
—¡Den la cara, malditos! —grito y se escucha el eco de mi voz—. No les
tengo miedo, vengan a matarme, si es que pueden.
Nada, solo se devuelve el eco de mi voz mientras grito provocándolos, sé
que no estoy solo, que no serían tan idiotas para dejarme. Trato de
deshacerme de las cuerdas, comienzo a mover mis manos, mientras la soga
se clava en mis muñecas, siento cómo me quema y la piel se va desgarrando
y cuando escucho la risa de alguien, me quedo de piedra al verlo.
Sus fanales verdes me observan con diversión mientras atraviesa la
distancia que nos separa. Vestido de color negro de pies a cabeza, miro
cómo mi verdugo es la persona a la que le he confiado mi vida entera.
—Primo —me dice en forma de saludo.
Escupo hacia a sus pies y alzo mi rostro, aunque duele no estoy dispuesto
a demostrarle nada.
—¡Vete a la mierda, maldito hijo de puta!, no eres mi familia si eres un
traidor.
Suelta una carcajada.
—Qué mal que no pones en práctica tus palabras, hasta la familia puede
traicionarte —se burla—, sabías que podía hacerlo, desconfiabas de mí.
—Eres sangre de mi sangre —admito—, pero eres un maldito hijo de
perra.
—Tu mujer debe comenzar a preguntarse en dónde estarás —comenta y
saca un cuchillo y me lo muestra—, pero estaré a su lado y cuando
comience a enviarle pedazo por pedazo, secaré sus lágrimas.
Suelto una carcajada.
—¿Crees que se quedará tranquila? —pregunto—. Si tomas por tonta a
Pia, déjame decirte que no la conoces.
—Me importa una mierda, nadie pensará mal cuando la tome por esposa,
o la mejor se la doy a Federico.
—¡Hijo de puta! —grito moviéndome hacia él.
La rabia me hace levantarme, mi primo aprovecha la oportunidad para
patearme en el estómago, no digo nada, no profiero ni un grito, lo hace
tantas veces, me toma por el cabello y me quedo mirándolo con el odio
ardiendo dentro de mí.
—Te odio, eres un maldito que cree que el mundo gira alrededor de ti y
tu maldita perra, pero déjame decirte que no es así.
—¡Soy tu familia!
—Si matamos a nuestros padres, ¿qué puedes esperar? —inquiere
divertido—. Voy a cortarte el dedo.
No puedo verlo, mas siento el filo del cuchillo cortándome el dedo
anular, donde llevo el anillo de casado y la letra P de Pia. Muerdo mis
labios hasta que siento el sabor metálico de la sangre, aguantando el dolor
que me atraviesa mientras me lo corta. Al terminar me deja tirado, se aleja
un poco y me lo enseña.
—Es un toque muy del clan Gambardella enviar un pedazo de la víctima.
—Chasqueo—. No creo que mi esposa te crea.
—Sé actuar muy bien, seguro me creerá —me desafía—, la verdad es
divertido verte de esta manera, esperé años para darte mi golpe, tu sed de
poder y lo ciego que estás por tu mujer no te permitían ver las señales, te las
di, te brindé la oportunidad de darte cuenta de que eras un estorbo para mis
planes.
—Estarías junto a mí, nunca iba a dejarte de lado… —admito mi dolor
—, eres mi única familia.
—Nunca me viste como tal, le diste lo que por tanto luchamos a la
mujercita que tienes.
—Sabes cuáles son mis razones.
Luca reacciona dándome nuevas patadas, siento que un dolor atraviesa
mi costado derecho, el cual me hace gritar y este se regodea golpeándome
de la peor manera. Todo es negro en este momento. Me golpea con furia
desmedida, «no le creas, Pia, sé más inteligente que yo», murmuro en mi
mente, mientras sus botas chocan con fuerza en cada parte de mi cuerpo.
—Morirás —afirma—. Morirás como un perro y la reina de tu tablero
será derribada por el peón que nunca imaginaste que se te voltearía.
No le respondo, no tengo fuerza para hacerlo, todo lo que está
sucediendo me tiene sorprendido. No creo en Dios, no tengo derecho ni de
pronunciar su nombre, pero si verdaderamente existe, espero que pueda
proteger a mi mujer.
La Caída

PIA

H an transcurrido veinticuatro horas desde la última vez que Giacomo se


comunicó conmigo por un mensaje, nadie lo ha visto, los hombres
fueron encontrados ejecutados en el lugar en donde se encontraría con
Rodríguez. Dentro de mi pecho se ha formado una presión que casi no me
permite respirar mientras espero que Luca me traiga alguna respuesta.
Aiden el hacker está intentando a acceder a su móvil y rastrearlo, mientras
el primo de mi esposo tiene más de seis horas fuera de casa.
Me siento insegura.
Tengo miedo.
¿Qué haré si le sucede algo?
Tantas veces imaginé su muerte, sin embargo, ahora que existe esa
posibilidad, quisiera estar en su lugar. El informe preliminar de la situación
nos confirmó la muerte de Alfredo Paccini, algo me dice que mi tío está
detrás de la desaparición de mi marido.
—¿Encontraste algo? —le pregunto al hombre que se esconde detrás de
su laptop.
—Nada, parece que se lo ha tragado la tierra —contesta mirándome.
Me levanto del sillón y tomo el dije de obsidiana negra, me giro para que
no pueda darse cuenta de lo afectada que estoy. «Giacomo, vamos,
Giacomo, ¿dónde estás?», cavilo en mi mente mientras observo el océano.
—¿Luca? —inquiero.
—Todavía no se comunica con nosotros —contesta.
—Tienen que estar juntos, estoy segura de que no le ha pasado nada a
Giacomo —digo tratando de convencerme.
—Lo que encontramos dice lo contrario —me replica Aiden.
Quisiera partirle el rostro, pero imagino que desea darme entender que
debo prepararme para lo peor. Que lamentablemente existe la posibilidad de
que nunca vuelva a ver a mi marido con vida. Cierro los ojos y me tambaleo
sintiéndome mareada ante la situación. Alguien coloca su mano en mi
hombro y cuando vuelvo abrirlos para echar un vistazo por el rabillo del
ojo, me doy cuenta de que es el hacker de mi marido.
—Volverá, Giacomo volverá —me asegura.
Fuerzo una sonrisa, sin embargo, estoy segura de que ha salido una
mueca porque no tengo deseos de hacerlo, la desesperanza es algo que
debemos abrazar para vivir en este mundo.
—Gracias.
—Giacomo me encontró cuando creí que no tenía esperanzas de vivir —
me confiesa—, Stefano había descubierto que era de la CIA y estaba a
punto de matarme, cuando tu suegra y tu marido me concedieron un poco
más de tiempo en este mundo —me cuenta con una sonrisa—. Si alguien
puede resistir a ellos, es él, no pierdas las esperanzas.
Aiden me observa con una sonrisa, casi no interactuamos, pero he
logrado darme cuenta de que siente admiración por Giacomo, que sin que
mi marido le pida algo, este lo hace adelantándose a sus deseos.
—Gracias.
—Encontraré a Giacomo así sea lo último que haga —jura y me quedo
mirándolo.
—¿Por qué? —inquiero con desconfianza.
—Algún día puede que lo entiendas.
Me suelta y vuelve al sofá para sentarse detrás de su computadora
portátil, este es un hombre de pocas palabras, sin embargo, se nota
visiblemente afectado por el destino de mi marido. Saco mi móvil y lo
llamo con la esperanza de que me conteste, pero salta inmediatamente a la
contestadora automática de la línea telefónica. Cierro los ojos de nuevo,
sintiéndome una basura, porque los últimos días en vez de disfrutar de
nuestro amor, lo hice sufrir por mi estupidez y deseos de protegerlo. Aprieto
el aparato entre mis manos sintiéndome agobiada por lo que sucede, no
puedo, no quiero aceptar que a Giacomo pueda sucederle algo.

*****

Estoy escuchando música clásica mientras estoy sentada en el sofá del


salón, mis nervios y preocupaciones comienzan aumentar a medida que las
agujas del reloj avanzan y no tengo noticias sobre el paradero de Giacomo.
Ni siquiera hemos podido localizar a su primo, algo que comienza a
desesperarme. Sin noticias, sin saber de ellos, sin comprender quién es el
responsable de su desaparición. Cierro los ojos mientras el crescendo de la
canción comienza a sonar y mi mundo empieza a despedazarse nuevamente.
«¿Nunca tendré un momento de paz? ¿Es que por los crímenes de otros
tengo que pagar este precio? Dios, siempre creí en ti, soy pecadora, sin
embargo, no hay pecado que se resista a tu presencia, sé que no tengo
derecho a pedirte nada, pero si escuchas, que regrese a mí, porque no sé
vivir sin él».
—Regresa a mí —murmuro.
La espera puede ser un tormento, el no saber qué es lo que está pasando,
si está bien, si va a regresar, si se terminará convirtiendo en la parte más
triste de mi vida, porque ya no volverá.
Y no puedo ser positiva, no cuando sé lo que significa una desaparición y
un ataque como el que sufrimos, estoy perdiendo la guerra, siento que estoy
esperando que en algún momento se abra la puerta de golpe y me asesinen.
Uno de los palis de confianza de Giacomo se acerca, creo que se llama
Ezio.
—Tiene visitas, las señoras Palazzo y Di Lorenzo están aquí —me
informa—. ¿Va a recibirlas?
Observo mi atuendo, no estoy tan presentable, tengo un vaquero
desgastado y una camiseta blanca, llevo unas flats y el cabello recogido,
pero no esperaba visitas. Asiento tratando de hacer algo con mi cabello.
—Hazlas pasar —ordeno.
Sale acatando mi orden, abre la puerta del piso para dejarlas entrar. Las
observo mientras se acercan, estoy sentada erguida y de repente me golpea
el pensamiento: «¿No vas a llorarlo? ¿Seguirás demostrando que eres una
perra sin corazón?».
—Pia —me saludan.
—¿Qué las trae por aquí? —inquiero, no es una calurosa bienvenida, lo
cierto es que no tengo tiempo para esto.
—Sabemos lo que está sucediendo, venimos a mostrarte nuestro apoyo
—contesta Bianca—. ¿Estás bien?
Trago el nudo de emociones que tengo desde que no hay noticias de
Giacomo, porque nadie puede darse cuenta de que es mi talón de Aquiles,
que estoy completamente desesperada por saber su paradero.
—Lo estoy, sé que volverá con vida y los dos haremos pagar al maldito
que se atrevió a tanto —contesto.
Señalo los sillones y toman asiento, esto no es una visita para consolar a
una amiga, esto es para consolidar una alianza y por mi marido estoy
dispuesta a vender el alma al mismísimo demonio.
—Sé que no debe ser fácil, aguarda la esperanza de que volverá con vida
—agrega Paola.
—Sé que esto no es una visita para saber si necesito algo, sé qué desean
algo y estoy dispuesta a escuchar —asevero.
Las dos se miran como si hubiera dado en el clavo, se escucha de fondo
el dramatismo del Invierno de Vivaldi, «la canción favorita de Giacomo»,
pienso y me ahoga el dolor.
—Tienes razón, no venimos a hacerte una visita normal, pero eso lo
sabías desde el mismo momento que entramos —acepta Bianca—. Vengo a
ofrecerte una alianza, ahora más que nunca necesitarás de algunas, los
clanes Palazzo y Di Lorenzo estamos dispuestos a apoyarte en todo.
—¿A cambio de qué? —averiguo—. Nada es gratis, lo sé mejor que
nadie, que, si ustedes vienen a ofrecerme una alianza, tiene un precio.
—Sabemos quién lo tiene —anuncia Paola.
Paola Di Lorenzo es una mujer joven entrada en los treinta, su padre
confió en su única hija el clan antes de morir. De cierta manera siempre le
tuve envidia, porque en el fondo de mi ser solo deseaba ser aceptada por mi
padre y que este me enseñara todo sobre la organización como lo hizo Paolo
con ella.
—¿Cuál es el precio? —exijo.
—Deseamos tener mayor participación y mayores ganancias, con
nuestros hombres de tu lado, vas a demostrar que una mujer puede ser la
cabeza de una organización —responde Bianca—. Solo deseamos lo mismo
que todos, dinero y poder.
Asiento con mi cabeza, sabía que nada sería gratis y que esto tendría un
precio, pero no es tan alto como pensaba.
—¿Seguiré a la cabeza? —pregunto.
—Seguirás a la cabeza de la organización; aunque no lo creas, confiamos
en que llevarás a la Camorra a otro nivel, las mujeres somos más
inteligentes, así que lo deseamos, es lo único que te estamos pidiendo —
habla esta vez Paola—. Muy pocas veces vi comportarse a Giacomo como
lo hacía contigo, sé que en el fondo de las máscaras que ustedes nos
muestran, se aman. —Sonríe con suficiencia y quiero que se vayan—. Tu
tío lo tiene, lo ha hecho público mientras reclama ser la cabeza del clan
Zeno y de la organización.
Me levanto y maldigo en voz alta, el amor te hiere y más cuando es la
familia la que está dispuesta a traicionarte. Me quedo mirando mi anillo por
unos segundos y tomo el dije de obsidiana, no me importa aliarme si eso
trae a Giacomo de vuelta.
—Tendrán lo que están pidiendo ahora, pero no puedo darles más —
acepto—, les daré lo que piden siempre y cuando mi marido regrese con
vida.
—Volverá con vida, eso puedo asegurártelo —promete Bianca.
Me giro y me quedo mirando a las dos mujeres que han venido no por
una amistad, sino por intereses propios. Esto es la Camorra, dar a cambio de
algo, así fui criada por mis padres, siempre me sentí superior, porque lo que
entregaba de corazón, era sin esperar algo en forma de pago, sin embargo,
ahora he aprendido que, si doy, debo recibir.
—¿En dónde lo tienen? —indago.
—No estoy segura, pero apostaría la vida a que es un lugar conocido, le
harán lo que ha hecho —contesta Bianca.
La puerta se abre con fuerza, dirijo mi mirada hacia ella, aguardando la
esperanza de que sea Giacomo quien entre, pero es su primo el que llega
bañado en sangre y golpeado, no tengo idea de qué ha pasado. Me quedo en
silencio sin mostrar reacción alguna, esperando a que sea él quien me
informe lo que sucede. Saca una caja y me la entrega, es pequeña y blanca,
la abro y tengo que contenerme para no gritar, es el dedo anular de mi
esposo con su anillo de casado y la letra inicial de mi nombre.
—¿De dónde lo has sacado? —pregunto con voz ronca.
—Lo han dejado ahora —contesta, se acerca y coloca su mano en mi
mentón para que lo mire, giro mi rostro—. Pia…
—Quiero a Adriano y Federico frente a mí, no importa lo que tengas que
hacer, pero deseo que los malditos que tienen a mi esposo paguen —ordeno.
—No sé dónde están, he buscado en los sitios posibles sin encontrarlo.
Me quedo mirando a Luca, percibo las miradas de Paola y Bianca. No
voy a perder lo único que me queda, no estoy dispuesta a eso.
—Tráelos —repito—, los quiero aquí frente a mí, no importa lo que
tengas que hacer, pero haz lo que estoy ordenando.
Niega como si estuviera loca y tal vez lo estoy, seguro he perdido el
juicio al ver el dedo de mi marido. Le pego la caja contra el pecho a Luca.
—No voy a exponerte —afirma.
—¿Crees que me importa lo que tengas que decir? —inquiero y él coloca
su mano sobre la mía, la quito dejando caer la caja con el pedazo de mi
esposo—. Si Giacomo no vuelve, veré arder Nápoles, quiero que quemes
sus casas, quiero que quemes cada propiedad de Di Marzo y de mi tío,
creen que por ser mujer no puedo responder, pues no saben quién es Pia
Gambardella.
—Vas a provocarlos —me advierte.
Sonrío.
—Ellos quieren guerra y eso les daré —aseguro—. No les tengo miedo,
si voy a morir será dando la batalla y es mejor que obedezcas a cada una de
mis órdenes, no tengo que recordarte tu lugar.
Luca niega y sale del piso, me agacho para tomar el dedo, la sangre
mancha mi mano mientras tomo el anillo de mi esposo.
—¿Estás bien? —indaga Paola acercándose.
—No, pero lo estaré cuando les corte cada uno de sus dedos antes de
asesinarlos —contesto y alzo mi mirada—. Si me traen a cualquiera de
ellos, estaré en deuda toda la vida.
Y los primeros acordes de Carmina Burana: O Fortuna comienzan en los
altavoces, tanto Paola como Bianca asienten en mi dirección. Se despiden
con la promesa de regresar con lo que he pedido, caigo de rodillas y las
lágrimas que no he derramado comienzan a rodar por mi rostro.
Sangre.
Líquido carmesí que corre por nuestro cuerpo, observo mis manos
manchadas por la de mi marido, si creen que van a destruirme solo me están
haciendo más fuerte.
—Voy a acabar con cada uno de ellos, les quitaré la vida y luego me
tomaré su sangre —murmuro.
No me verán destruida.
Alguien me levanta y cuando alzo mi rostro, me encuentro con Aiden.
—Lo traeremos de vuelta —me promete—. Lo traeré de vuelta.
Tragedia

PIA

L os días pasan mientras Nápoles se sume en fuego, todas las propiedades


de Adriano y Federico han sido quemadas, hay atentados de carros
bomba a los garitos que poseen, el infierno arde mientras arraso con la
ciudad en busca de Giacomo. Hace menos de ocho horas enviaron otro
dedo, el del medio con la letra I, lo que hizo que mi rabia y dolor tomara
aún más fuerza. Una vez mi esposo me prometió quemar la ciudad por mí,
pero soy yo quien lo hace por él. Todos los hombres están obedeciendo mis
órdenes, no hay nadie capaz de decir algo en mi contra, desean el poder,
pero no saben que ahora que he conocido su sabor no pienso dejar de
probarlo jamás.
Todos creían que cumplía un papel en favor a mi esposo, que había sido
puesta como tal ficha de un juego de mesa de ataque, estratégicamente para
dañar al enemigo, lo que nunca imaginaron fue que tenía pensamientos
propios y que haría cualquier cosa para mantenerme. Aiden está entrando al
sistema de seguridad de unas de las empresas legales de Franco Paccini
junto a Federico Di Marzo, imaginaron que nunca me enteraría de que eran
socios desde hace años. Entre cielo y tierra no hay nada oculto, menos
cuando tienes a unos de los cerebros más grandes del mundo y quien
desertó de la CIA en su momento.
—¡Lo logré! —exclama feliz.
—Traspasa todos los activos a mi cuenta en las Islas Caimán.
—Hecho —contesta.
Luca entra sin tocar y me quedo mirándolo con rabia, preferiría mil veces
que fuera él quien estuviera cautivo; siempre se excusa en que no lo ha
podido encontrar, sin embargo, terminaré por creer que no está haciendo su
trabajo tan bien como hubiera esperado Giacomo.
—¿Qué noticias tienes? —pregunto sin saludarlo.
—Tan bien es un gusto verte —contesta con sarcasmo—. Nada, parece
que se lo ha tragado la tierra.
Tomo la caja de madera y la lanzo a sus pies, no muestra ningún tipo de
reacción, no puedo entender cómo es que no está tan desesperado por
encontrarlo como yo.
—No puedo creer que no sepamos nada de Giacomo, no puede haber
desaparecido; Nápoles y Caserta arden, quiero sus cabezas, ¡maldita sea! —
grito la maldición desesperada y Aiden se queda mirándome.
—No podemos actuar irracionalmente —dice Luca con calma
Suelto una carcajada y lo desafío con la mirada, señalo la caja que está a
sus pies para que se dé cuenta de la situación que estamos atravesando.
—Pues mientras tú buscas con calma, a mí me están enviando a pedazos
a tu primo, así que no me pidas ser racional —increpo con rabia.
—Deberías prepararte por si pasa lo peor.
Sus palabras me encienden y acorto la distancia que hay entre los dos, le
doy una bofetada.
—Podría esperar esa mierda de cualquiera menos de ti, así que no, no
voy a esperar a que pase lo peor.
Luca me observa con rabia tocándose la mejilla y puedo ver en sus ojos
verdes fulgir la llama del odio, pero no importa, no voy a darme por
vencida.
—Nunca vuelvas a tocarme —advierte entre dientes.
Me río, sé que estoy fuera de mí, que la desesperación de encontrar a
Giacomo me está llevando al borde del abismo, sin él saltaría con gusto
hasta morir.
—Haz lo que te ordeno —siseo.
—No eres nadie para ordenarme —me dice rebelándose—. Haré lo que
esté en mis manos para encontrarlo, pero no perderé el tiempo si me doy
cuenta de que es una misión imposible.
Y sin decirme más sale del despacho, Aiden carraspea y giro mi rostro
para verlo. No sé qué intenta decirme con su silencio, tiemblo de la rabia y
quisiera golpear todo, me giro para tumbar todo lo que hay encima del
escritorio.
—Quiero que le pongas un rastreador —ordeno respirando
entrecortadamente mientras mis manos descansan en la madera para
sostenerme.
—Pensé que no te darías cuenta —contesta.
Giro mi rostro y me quedo mirándolo, se acomoda los anteojos y sonríe.
Mi pecho duele mientras el aire se me escapa, tengo muchísima rabia
acumulada y parece que estoy a punto de tener un ataque de pánico.
—¿Qué estás tratando de decir? —inquiero.
—Piensa mal y acertarás, a veces quien menos pensamos es el traidor.
—Es su primo…
—Y Caín mató a Abel por envidia, ellos mismos asesinaron a sus padres
por poder, no tienen respeto por el vínculo de sangre.
Niego.
—Pues busca la manera de saber qué es lo que sucede.
—Está hecho, ahora eres dueña de todos los activos y he hackeado la
empresa, no podrán darse cuenta de lo que ha sucedido hasta que lo
resuelvan. —Se calla por un segundo—. Revisaré todo y te daré noticias.
—Excelente. —Vuelve su vista a su computadora portátil—. Y, ¿Aiden?
—Me mira—. Si es un traidor, tenemos que hacerlo venir antes de actuar.
Asiente en silencio, no necesito sus palabras para saber que está
trabajando en ello, que pronto tendré noticias sobre lo que espero. Cuando
llego a mi habitación me siento en el sillón pensando en todo lo que ha
sucedido en la última semana, no puedo creer que esté comportándome
como un capo. Cierro los ojos, no tengo nada, podré ser groseramente rica,
pero sin Giacomo no me queda nada, haría pagar a todos por su muerte,
pero tras eso buscaría la mía.
Algunas historias de amor están destinadas a la tragedia, nosotros somos
la definición perfecta de ello. Desde el comienzo estuvimos encaminados
hacia la muerte, nuestro amor era casi imposible, pero nuestros corazones se
enamoraron de nuestra oscuridad y demonios; por medio de la pasión se dio
rienda suelta a esto que sentimos.
Me quedo mirando el techo mientras en mi mente se reproducen
imágenes con nosotros en la playa desierta besándonos y follando, cuando
solo éramos nosotros, Giacomo y Pia, las veces que leíamos juntos mientras
estábamos en el yate.
No quiero que se convierta en mi tragedia, no quiero que este sea el final,
no sé si todavía deseo tener un hijo, si quiero compartir mi vida entera a su
lado, pero necesito que se salve, porque no puedo vivir sin él.

*****
Tengo una hora esperando noticias de cualquiera, con la esperanza y la fe
puesta en que Giacomo volverá cuando menos lo espere, que tendremos un
mal recuerdo de este momento, pero que pasará, porque todo pasa a pesar
de que no tengamos esperanza.
Mi móvil suena y me doy cuenta de que el número desconocido, solo
pueden ser dos personas y, aunque no me apetece comenzar una discusión,
contesto.
—Principessa… —La voz ronca de Federico se escucha a través del
altavoz.
—No soy tu princesa, Federico, te recuerdo que soy la maldita reina sin
corazón de este territorio.
Suelta una carcajada.
—¿Te cuento algo? —pregunta con voz burlona.
Tengo miedo de lo que pueda contarme, me da terror que me diga que
Giacomo está muerto, que no hay vuelta atrás y que esta guerra la han
ganado.
—No tengo tiempo para perderlo, si pudieras ir al grano, sería
maravilloso.
—Siempre con prisas. —Se ríe—. Cuando esto acabe, tomaremos unas
vacaciones en el Caribe y te haré el amor como nunca nadie te lo ha hecho.
—Sigue soñando, Federico, cuando esto acabe tendrás un tiro en la frente
y yo sostendré tu corazón en mi mano.
Chasquea la lengua contra el paladar fastidiado con mi respuesta; solo vi
muy pocas veces en la universidad a este hombre, me buscaba conversación
y nunca supe cómo es que fue capaz de burlar la seguridad que mi padre y
Giacomo me tenían.
—No entiendo las razones por las cuales me odias, si lo pones en una
balanza, tu marido también mató a uno de tus padres —se burla—, pero a
mí me odias con una intensidad que no sé explicar, amas al hombre que
mató a tu padre y sigues casada con él.
—¿Quién te dijo que lo amo? —inquiero—. Mi matrimonio no es tu
problema, pero te recuerdo que lo quiero de vuelta, si quieres que tu muerte
sea rápida espero que esta llamada sea para decirme que vas a negociar un
trato, que me vas a entregar a Giacomo.
—Ese discurso ya no lo cree nadie, estás quemando Nápoles por
encontrarlo, pero no lo has hecho, y te llamo para decirte que no lo harás,
cuando sumerja su cuerpo en ácido te enviaré las fotos.
—¿Qué quieres para detener esto?
—A ti, principessa —contesta con seguridad—, todos tenemos
obsesiones y tú eres la mía, te iba a hacer feliz, te iba a colmar de riqueza y
te dejaría ser normal, pero no tuve tiempo. Verás, tu rechazo cuando te robé
aquel beso, me partió el corazón.
—Qué idiota eres, si crees que un beso y tratar de consolarme cambiaría
todo —lo ataco—. Das pena, pero no te preocupes, después de que
encuentre a mi marido, me encargaré de ti.
No lo dejo continuar, fastidiada de todo este despliegue de inmadurez.
Razón tenía mi padre al decir que la nueva generación camorrista era joven
e inmadura, que no estábamos preparados para asumir el mando, porque
simplemente creíamos que el mundo giraba a nuestro alrededor. No se
equivocaba, a pesar de ser un hombre que apenas aprendió a escribir,
conocía de negocios, era un desalmado, pero la Camorra era su vida y se
dedicaba a ella en cuerpo y alma.
Ahora entiendo lo que decía, tanto Giacomo como Federico poseen tanta
sed de poder que a lo largo de este tiempo han cometido errores. Mi esposo
ha confiado ciegamente en las personas erróneas, mientras que Federico se
ha dejado llevar por sus deseos, perdiendo todo eso que codicia.
Cierro los ojos por un segundo, casi puedo verlo llegar al banco donde
me sentaba cada mañana a esperar a Mariano, el cual, aquel día estaba
tardando más de lo normal y me encontraba impaciente, creyendo que nos
habían descubierto.
—¿Puedo sentarme? —preguntó
Me quedé mirándolo, me pareció guapo, estaba vestido con un pantalón
de sastre de color negro y unas rayas diplomáticas casi imperceptibles, una
camisa en tono gris claro y las mangas recogidas.
—Es libre de sentarse donde quiera —contesté bajando la mirada a mi
móvil esperando por un mensaje de Mariano.
—Esperar desespera —comentó y me sentí incómoda—, nunca haría
esperar a una mujer como tú.
Puse los ojos en blanco, ser bella era una maldición para mí, si hubiese
nacido fea, quizás mi vida hubiera sido otra, ya que nadie se fijaría en la
hija fea del jefe de la organización, ninguno de los hombres me iba a
codiciar de la manera en que lo hacían. Me quedé en silencio desesperada
por tener noticias de mi novio, tecleé un mensaje de texto rápido y me fijé
en la hora, ya se acercaba el momento en el que me vendrían a buscar.
—¿Cómo te llamas? —me preguntó y me ofreció su mano—. Federico. —
Soltó una carcajada ante mi silencio—. Sé que no eres muda, porque te he
visto hablando con tus amigas.
Aquello debió asustarme, pero no le presté atención, estaba tan metida
en mi mundo que lo ignoré.
—No, no lo soy, pero no tengo deseos de hablar con nadie —contesté.
—Tienes una voz hermosa.
—¿En serio eso te funciona con las mujeres? —inquirí con desdén—. No
estoy interesada en hablar contigo.
Federico soltó una carcajada, se me pusieron los pelos de punta, pero
era porque creí ver a Giacomo cerca.
—Me gustas, otra mujer se reiría y no diría nada más, pero tú vas por
todas y pones un freno. —Volvió a ofrecerme su mano—. Espero conocerte,
chica sin nombre.
—Dudo que te conozca —respondí—, no estoy interesada, así que
pierdes tu tiempo conmigo.
En ese momento vi a Mariano y salté del asiento, lo abracé y besé, se
excusó diciéndome que no tenía batería, le creí, porque no tenía razones
para dudar de él. Aquella tarde había conocido al diablo en persona y no
lo sabía.
Abro los ojos comprendiendo que nada de lo que pasó en aquel momento
fue casualidad, que mi vida estaba llena de hechos que a veces no podía
comprender, pero que eran parte de lo que sucedía a mi alrededor.
La muerte viste de Prada

PIA

D escubrir los secretos de tus enemigos es lo más gratificante de todo,


saber que tienen algo por lo que ser débiles; todos tenemos un talón de
Aquiles, alguien por quien daríamos la vida y estaríamos dispuestos a
matar, se supone que amar nos hace débiles, por el contrario, en estas
semanas he descubierto que amar a Giacomo Gambardella me ha hecho
más fuerte, por él estoy dispuesta a todo.
Mi corazón está en agonía, pero he aprendido que en esta vida que me
tocó, nunca tendré tranquilidad, que viviré un eterno desasosiego, porque
ahora lucho una guerra, pero tal vez en unos cuantos años estaré luchando
otra. Antes me sentía desafortunada por haber nacido en el seno de una
organización criminal, sin embargo, ahora que estoy probando las mieles
del poder, tengo la seguridad de que podré con esto y más, que después de
que encuentre a mi marido, tendré un poco de paz.
Ya está entrada a la tarde cuando vuelvo al despacho, Aiden está de pie
junto al escritorio, siempre pensé que era un simple informático que había
traicionado a la CIA, ahora entiendo que no fue así. Mi padre descubrió que
estaba infiltrado buscando información y lo torturó casi hasta la muerte,
pero Giacomo le brindó la oportunidad y engañó a mi padre haciéndose con
el informante y lo que buscaba. Mi papá estaba ciego por el poder, no se
daba cuenta de que mi futuro esposo aprovechaba cada punto de su
debilidad para ir abriéndose camino dentro de la organización.
Aiden Davies se convirtió en el más fiel de los hombres de Giacomo
después de que este le perdonara la vida.
—Cuéntame —le pido.
Se gira y asiente en mi dirección, me mandó a llamar después de
descubrir algo importante para nuestra organización.
—Encontré el punto débil de Ciro. —Extiende su mano con una carpeta y
la tomo—. Por años ha estado obsesionado con tu madre y encontró a una
sustituta perfecta para ella.
—Una amante —aseguro.
—Es más que eso, la cuida como su bien más preciado, la tiene
escondida en un piso aquí en Nápoles, resguardada por sus hombres.
—¿Cómo diste con ella? —averiguo.
Levanto mi mirada de las fotos y este sonríe de una manera que me hiela
la sangre, creo que, en el fondo, todos tenemos algo de demonios dentro de
nuestro interior, ese monstruo solo aguarda el momento perfecto para
romper la piel y salir a la superficie.
—Sobornos, rompiendo su sistema de seguridad, si le quitas a esta chica
podrás atraerlo, te recomiendo una reunión con todos, demuéstrales que no
eres la marioneta de Giacomo.
—¿Por qué me ayudas? —inquiero.
—Porque si no estoy equivocado y muy poco lo estoy, esto no solo tiene
el sello de los Di Marzo, tiene el sello de Luca Gambardella.
—Estás acusando a mi familia —le recuerdo.
—Tú misma dudas de Luca, no lo niegues, no ha hecho nada para traer
de vuelta a tu marido, te ha insistido en que lo des por muerto.
—¿Por qué tengo que confiar en ti?
—Por una sencilla razón, me pagas por mi trabajo, no estoy sediento de
poder, puede que ahora tenga más dinero que vida, y Giacomo necesita
contarte qué es lo que nos une.
Secretos, más secretos.
—Podrías ser un traidor, dejaste a la CIA por nosotros.
—Dejé una organización que dice luchar por el bien del mundo, cuando
en realidad tiene más lazos con las organizaciones criminales que los
propios mafiosos; este mundo está podrido, señora Gambardella, aquí no
hay buenos o malos, todos buscan una sola cosa: dinero y quién pague más
por sus servicios.
Niego con mi cabeza, en este momento me doy cuenta de que Giacomo
podía confiar en mí, sin embargo, no estoy preparada para este puesto.
Siempre supe que podría perder a las personas que amo de una manera
violenta, pero no estoy segura que pueda soportarlo.
—Lo siento, todo esto me hace desconfiar de mi sombra —me disculpo
—, has sido más útil que Luca, dudo de él porque no puedo creer que no le
preocupe su primo.
—Le entiendo, sin embargo, no puedo traicionar a Giacomo.
—¿Por qué? —pregunto.
—No puedo decirle, no puedo revelarte un secreto, aunque también es
parte de mi historia, no soy yo quien debe contarte.
—Por favor, dime Pia, si estás buscando a mi marido, al menos debería
permitirte tutearme. Voy a confiar en ti, necesito confiar en alguien.
—Ni vas a arrepentirte, quiero de vuelta a Giacomo —asegura.
—Lleva a la chica al mismo lugar en donde mataron a Renzo —ordeno.
—Hecho —acepta.
Camina y pasa por mi lado, sé que es el momento en que les demuestre a
todos de lo que estoy hecha, no voy a parar hasta que los hombres de la
organización vean a través de la ropa costosa que uso.
—Que nadie la toque hasta que llegue —pido—, solo yo puedo tocarla,
no quiero errores, no deseo que Ciro se dé cuenta de que la tenemos.
—No voy a traicionarte —asegura.
Me giro y sonrío, no puedo confiar en nadie así me prometa lo que sea,
no estoy segura de nada en este punto.
—Haz tu trabajo y demuéstralo —apunto con voz ronca.
Aiden sale del despacho, tomo el móvil y le marco a Bianca Palazzo,
atiende enseguida.
—Pia…
—Quiero una reunión con todos mañana por la noche, incluyendo a Ciro
Di Marzo —le informo—. Alista todo.
—¿Estás segura? —averigua.
—Sí, lo estoy —contesto—, te estaré enviando una ubicación más tarde,
acude junto a Paola apenas la recibas.
—Vale, estaré esperando y organizando.
Cuelgo y me siento, hace menos de un año solo esperaba licenciarme,
salir de Nápoles, escapar de la Camorra y de mi padre, ahora solo estoy
planeando cómo hacer pagar a mis enemigos cada golpe que he recibido
desde que me convertí en una Gambardella. Cierro los ojos y solo puedo
ver rojo, todos creen que solo soy un títere, una vasija para tener bebés,
pero esta noche voy a demostrarles quién soy en realidad.

*****
Nunca me he vestido para matar, pero esta noche escogí un pantalón de
color negro y una camisa blanca, sé que voy a perderla, son de mi marca
favorita, me he colocado el colgante de obsidiana negra y me he recogido el
cabello. Espero que sea el atuendo adecuado, bajo del automóvil seguida de
los palis, hace menos de una hora los paranzes han irrumpido en el piso que
pertenece a Ciro Di Marzo arrebatándole su bien más preciado.
Entro al lugar donde descubrí que las leyendas que corren sobre mi
esposo eran ciertas, ahora es momento de que comiencen a escucharse las
mías. Estoy dispuesta a convertirme en una asesina con tal de vengarme, me
han quitado lo único que he deseado mi vida entera. Al entrar me encuentro
con Paola Di Lorenzo y Bianca Palazzo, Aiden se atraviesa en mi campo de
visión.
—¿Estás segura de esto? —inquiere.
Cuando recibí su llamada informándome que la tenía, pedí una serie de
instrumentos que utilizarán esta noche. Me quedo mirándolo, ¿está dudando
de mí? Parece obtener su respuesta porque se quita. Lo primero que hago es
deshacerme de la cazadora de cuero y tomar un látigo con puntas de metal,
me quedo mirándolo fascinada por la belleza de este instrumento que
causará dolor. La chica al verme tiembla imaginando lo que está por venir.
—No, no estoy segura de nada, Aiden, pero si puedo quitarle algo, lo
haré —afirmo.
Me acerco a Bianca y ella se queda mirándome con expectación. Mi
madre me contó que Bianca era despiadada, una mujer a la que no le
temblaba la mano a la hora de castigar, necesito que me demuestre su
lealtad.
—Gracias por venir —les digo—, sé que me han ofrecido a sus hombres,
pero hay maneras de demostrar su amistad —comento con una sonrisa.
—¿Qué manera? —anticipa Paola.
—Quiero ver si las leyendas que se corren sobre Bianca son ciertas; esta
chica es el bien más preciado de Ciro Di Marzo, aquí hay todo lo que se
puede necesitar, pero quiero que ella sepa que la estamos torturando por él.
—Tengo años que no torturo, pero puedo hacerlo.
Asiento con una sonrisa, a veces no necesariamente tienes que mancharte
las manos de sangre para asesinar, otros lo hacen por ti. Las dos nos
movemos y comienzo a caminar hacia ella.
—¿Alguna vez imaginaste que el hombre que te da todo lo que siempre
deseaste, tendría una conexión directa con la Camorra? —digo en voz alta,
la chica no puede responderme porque tiene una cinta adhesiva tapando su
boca—. No sé si te quito la cinta para escucharte llorar o mirar tus gritos
silenciosos.
Me aparto mientras Bianca se acerca con un látigo que ha tomado de la
mesa y da el primer golpe, la chica grita de dolor, sin embargo, no
escuchamos nada porque son ahogados por la cinta, me regodeo al ver las
lágrimas y su maquillaje corrido. Puedo palpar en el ambiente la excitación
en Bianca, ese brillo en la mirada, el poder que emana al levantar el
látigo… La golpea de nuevo, esta vez puedo ver cómo se orina. Dolor,
dulce dolor, quizás nunca tenga de regreso a Giacomo, pero antes de
asesinarlos. Mi madre tenía razón, ver a una mujer terminando la era de los
cuarenta años, golpeando con un látigo a una chica es como un espectáculo
digno. La pobre infeliz se desmaya.
—¡Despiértenla! —ordeno desesperada por verla sufrir.
Hacen lo que digo y me quedo mirando a la chica que me observa
aterrorizada, me acerco para arrancarle lo que la enmudece.
—No sé nada —solloza asustada—, no sé nada.
Sonrío complacida.
—Es que no te estoy pidiendo que hables —le respondo—. Estás aquí
porque le importas a Ciro, ¿no te da asquito que te folle alguien que puede
ser tu padre? —Gira su rostro—. Te da asco, te avergüenza.
—¡Pia! —me llama Paola.
La ignoro y me acerco, la tomo por el cabello y me quedo mirando cada
una de sus facciones, sí tiene un aire a mi madre, inclusive a mí. No puedo
creer que esta guerra que lleva años fraguándose entre los dos territorios sea
por una mujer, mi madre.
—Te pareces tanto a ella —murmuro.
—No me hagas daño —me ruega.
—No tienes idea lo que hay en mi mente en este momento —susurro
cerca de oído—, te veo marcada por cada azote que te darán, desfigurarán
tu hermoso rostro, mañana solo quedará un despojo de lo que fuiste.
—No he hecho nada —lloriquea—. ¡Yo no he hecho nada! —Esto último
lo grita con fuerza y la ignoro.
Me alejo y voy en busca de algo con qué golpearla. Aiden se acerca y me
toma la mano. Me zafo mientras lo fulmino con la mirada.
—No la mates —me pide—. No pueden matarla.
—No me toques —siseo.
—Pia, no hay retorno después esto.
—La muerte no tiene retorno… —contesto—, me quitaron a mi esposo y
le estoy quitando lo que quiere.
—Es inocente —musita Paola acercándose.
—¿Desde cuándo nos importa eso? —averiguo—. No me importa que
sea una víctima, no me importa si Ciro es su perpetrador, no estoy
averiguando nada, ella es lo que desea y voy a quitárselo.
Paola niega.
—¿Qué crees que ganarás? —pregunta.
—Respeto, todavía todos creen que juego, no estoy jugando, mañana
cuando la reunión se dé, quiero que unos paranzes ataquen a Ciro, ustedes
sean ingeniosas, vamos a destronar a un rey que siempre quiso a las mujeres
fuera.
—¿Estás segura de lo que pides? —inquiere Bianca con recelo—. Puedes
desatar otra guerra.
Me río.
—¿Crees que tengo miedo? —Niego con mi cabeza—. Ya no soy la Pia
con miedo, estoy dispuesta a todo por encontrar a mi esposo, si tengo que
matar con mis propias manos, lo haré.
Tomo el bisturí, no tengo idea cómo usarlo, sé que tengo que aprender a
usar mis manos para matar, pero esto lo quiero hacer yo, me acerco a la
chica. Bianca sigue azotándola y solo quiero hacer un corte, uno que duela.
—Sujétenla —ordeno.
Bianca suelta el látigo y camina hasta ella, la toma por cabello y el
mentón. La chica grita. Mi socia me sonríe cuando ve el brillo de la hojilla.
—Tómalo como un lápiz —me explica—. Ejerce presión, mientras más
fuerte presiones, más profundo será el corte.
—No, no, no. ¡por favor! —suplica mi pequeña víctima.
Hago lo que Bianca me ha explicado, no quiero que muera desangrada,
paso presionando débilmente, la hojilla corta y observo cómo se derrama su
sangre, por primera vez en años hago algo como esto y mientras realizo
algunos cortes se desmaya. Está marcada, aprovecho el momento de su
inconciencia.
—Quiero que la marques con una G —le pido a Bianca.
Asiente complacida y lo hace, cuando termina no queda nada de la chica
y me siento complacida. Al finalizar tira el escalpelo y las dos caminamos
hacia Paola que nos mira con una sonrisa en su rostro.
—La muerte viste de Prada —murmura Paola.
—La muerte viste de muchas maneras, solo que no sabemos quién es,
eres tú, es cualquiera de esos hombres, soy yo… —contesto.
—Nunca imaginé verte así —asevera Paola—. Siempre pensé que eras
una niña consentida.
—Todos piensan que soy la princesa de la organización, que no tengo
voz, lo triste es que ustedes siendo mujeres me subestimaron. Puede que no
tenga su experiencia, pero estoy dispuesta a aprender de ambas.
—Tienes razón…
Salgo del lugar seguida de mis hombres, subo al todoterreno custodiada
por ellos. Me quedo mirando las calles de la ciudad en la que crecí, en la
que por años me creí la reina, la oscuridad de la noche se cierne sobre
nosotros, muchos duermen mientras en el inframundo apenas estamos
comenzando el día. Me observo las manos llenas de la sangre de una
inocente y no siento nada, no estoy arrepentida por haberle hecho todo lo
que hice, ni de haber orquestado su sufrimiento, ni siquiera asco.
Soy una asesina, quería matarla por el simple hecho que le importaba a
mi enemigo, deseaba ver cómo la luz de sus ojos se extinguía solo porque
Ciro Di Marzo la ama.
Mi móvil suena, veo desplegarse el nombre del primo de mi esposo en la
pantalla. Contesto con la esperanza de que tenga noticias sobre él.
—Luca.
—¿Se puede saber dónde estás? —grita.
—No eres mi marido, Luca —le recuerdo—. Si para eso llamas, puedes
colgar; si llamas para darme noticias, puedes hacerlo ya.
—No tengo noticias —contesta abatido—, parece que se lo ha tragado la
tierra.
Niego con mi cabeza.
—¡Búscalo hasta en el mismo centro de la tierra! —exijo—. No quiero
verte en el piso si no tienes noticias.
—Pia, tal vez deberías darlo por muerto.
—Entonces tráeme su cuerpo.
Cuelgo temblando, si Luca es el traidor va a pagar tan caro engañarnos,
que no tendrá oportunidad de ir al infierno a arder sus pecados, porque le
haré sufrir cada uno de ellos.
Llego a la casa y pido que revisen, cuando sé que todo está despejado
entro, les pido que no me molesten. Arribo a mi habitación y cierro todo,
tomo como todas las noches la última camisa que usó mi esposo, que aún
conserva su olor y lloro, porque lo necesito, porque lo extraño y porque hoy
he perdido parte de mi alma.

*****

Esta noche he de reunirme con los jefes de los clanes con el respaldo de
Bianca y Paola. Luca se ha negado a venir alegando que está buscando a
Giacomo, pero después de su reacción hace dos noches, no confío en él. Al
llegar me reciben las mujeres, cada una me abraza como si fuéramos viejas
amigas.
—Di Marzo está aquí —susurra en mi oído Bianca.
—El pez mordió el anzuelo.
Ciro Di Marzo está sentado en la mesa como jefe de su clan, mis
hombres me escoltan hasta mi puesto y me quedo mirando cada una de las
caras que esta noche me acompañan, sé que muchos fueron fieles a mi
padre, ¿pero a mí? ¿Qué hecho para merecer su fidelidad?
—Buenas noches —digo y escucho el eco de las voces.
Ciro Di Marzo me observa estudiando cada uno de mis movimientos, por
un segundo puedo ver brillar sus ojos, muchos decían que me parecía a mi
madre, supongo que es lo que ve en mí.
—Siento mucho hacer salir a todos mientras arde Nápoles y Caserta —
hablo mirando a todos—. Saben que estoy tomando las acciones pertinentes
para tener a mi esposo de vuelta a mi lado, no me importa nada, solo que
esté vivo. —Hurgo en mi bolso para colocar una bolsa con los dos dedos
que me han enviado y dirijo mi mirada a Di Marzo—. Esta guerra se te
escapó de las manos, te sugiero que pares antes de que pierdas todo, porque
estoy dispuesta a verte tres metros bajo tierra.
Suelta una carcajada.
—Acepto que eres muy valiente o tal vez estúpida saliendo de tu
fortaleza con lo que está sucediendo en Nápoles —contesta, divertido—.
No tenemos a tu esposo.
—No lo tienes tú, pero sé de muy buena fuente que tu hijo y Adriano
Zeno están detrás todo.
—En la Camorra no actuamos por chismes —se burla.
Y vuelve a reírse, nadie lo acompaña. Todos tenemos secretos, deseos
oscuros que escondemos en la parte atrás de los clósets para que ni nosotros
mismos podamos verlos. Chasqueo los dedos y aparecen mis hombres
arrastrando a la joven de cabello y ojos de color negro, piel olivácea
manchada por la sangre de sus heridas, su ropa hecha girones. Dejo la silla
y me acerco a ella, tiene la cabeza echada hacia abajo, al sentir mis pasos se
estremece, cada corte en su preciosa piel fue realizado por mí. Tomo su
cabello y muestro su rostro golpeado. Ciro se levanta desesperado, trata de
acercarse, pero los hombres de Bianca y Paola le cierran el paso.
—Imaginé que esa sería tu reacción —comento con una sonrisa, tomo el
mentón de la chica entre mis dedos y lo alzo—. Cuando supe que tenías una
copia barata de mi madre, comprendí que tu guerra era por amor, qué
lástima que amar te va a destruir.
—¡Ella no tiene la culpa! —dice con desespero mientras trata de zafarse
de los palis.
—Las guerras están llenas de las muertes de inocentes. —Sonrío—. Tú y
tu hijo me han quitado casi todo, así que pienso quitarte todo, sé que
Federico no te importa. —Muevo la cara de la chica, quien chilla a través
de la cinta que apaga su voz—. Ella sí, ¿verdad que sí?
—Dime qué quieres, te daré todo lo que pidas —asegura impávido,
definitivamente es cierto eso de que el miedo puede llevarte a los lugares
menos pensados.
—¿Dónde está mi esposo?
—No lo sé, no tengo nada qué ver con su secuestro —contesta.
—¡Qué lástima! —me burlo—. ¡Mátala!
La suelto, la chica chilla mientras mis hombres la arrodillan en el piso,
uno de ellos pone en su cuello un cuchillo.
—Juro que no lo sé, pero puedo averiguar, por favor, por favor… —me
ruega—, no, no la mates.
Me río burlándome de sus ruegos, los hombres cortan el cuello de la
chica y Ciro grita lleno de dolor mientras ve cómo se escapa la vida de la
persona que ama. Y con la mejor de las estrategias los palis que lo sostienen
comienzan a acuchillarlo delante de todos. Los traidores mueren así: ojo
por ojo, diente por diente, vida por vida. Dos de los jefes de clan se
levantan en desacuerdo con lo que acaba de suceder.
—Creyeron que estaba manipulada por Giacomo, pero ahora quiero que
quede claro que no es así, estoy dispuesta a realizar alianzas en pro de la
organización, siempre y cuando me regresen a mi marido con vida.
Se escucha el murmullo de las voces, puede que esté viviendo mi propia
tragedia, pero estoy dispuesta a demostrarle al mundo que no soy débil, que
soy la misma Pia que humillaba a todos siendo la hija del jefe de la
Camorra. Bianca y Paola se posicionan a mi lado, pasamos a un lado del
cadáver de Ciro Di Marzo, el carmesí de su sangre mancha las baldosas y
sonrío.
—Por cada pedazo de mi esposo que me envíen, pintaré las paredes de
cada hogar de las personas que estén involucrados.
Y esa amenaza lanzada a la nada, es el comienzo de mi reinado lleno de
sangre.
Dolor

GIACOMO

N unca he sentido tanto dolor físico, pero es el dolor de la traición el que


de verdad me desespera al punto de desear morir. Cada vez que Luca
entra para torturarme, es como si mil cuchillos se clavaran en mi alma, no le
demuestro lo mal que estoy, lo mucho que me afecta que la única persona
en la que confié mi vida entera sea la que se convirtió en mi verdugo.
El amor ciega, el amor nos hace débiles, tengo miedo por Pia que debe
estar desesperada buscándome mientras el maldito de mi primo le envía
pedazos de mí, en este momento debo tener una infección debido a los
cortes y heridas, la temperatura de mi cuerpo ha subido y siento escalofríos.
La muerte está cerca, rondándome como una vieja amiga, como si su visita
fuera esperada, la verdad quiero desafiarla, pelear contra a ella para seguir
viviendo la vida que soñé junto a la mujer que amo.
En los días que llevo aquí no he visto ni a Federico, Adriano o Juan,
ninguno de ellos se ha presentado. Solo él, con su sonrisa, con su andar
decidido, los dos nos criamos bajo la tutela de monstruos peores que
nosotros; aquí en este lugar donde yo mismo llevé a cabo tantas muertes, he
de perecer en manos de quien creí mi hermano, cuando he tratado con
indiferencia al que sí lo es, Aiden.
Tirado en el suelo de cemento, el frío cala en mis huesos mientras ruego
al mismo demonio que no me lleve de este mundo, no ahora, no ahora que
necesito volver para proteger a mi rosa negra llena de espinas.
Cierro los ojos por un momento, me dejo llevar por la fantasía de que
estamos en alguna playa, ella y yo besándonos mientras las olas del mar nos
golpean sublimemente, sus piernas entrelazadas con las mías, sus uñas
acariciando mi espalda, sus dientes clavándose en mis labios.
Pia, mi joya más hermosa.
Mi ángel y demonio.
Mi droga; mi oscuro corazón solo puede ver la luz cuando late por ella,
solo por su amor. Mi dolor a la hora de morir será perderla, no poder
tocarla, no poder besarla, no poder enterrarme en su interior y no sentir el
calor de su humedad. Ese será mi tormento en el infierno, porque toqué el
cielo con las manos antes de bajar de nuevo a las profundidades del
inframundo.
Un golpe, dos, tres, me niego a abrir los ojos para volver a la realidad,
otro, seguido de varios más. Toso y abro los ojos cuando siento ganas de
vomitar, el sabor metálico de la sangre se une junto a mis jugos gástricos,
abro los ojos mientras escucho la risa de Luca, está de pie en mi periferia.
«Estoy muriendo, estoy muriendo y no podré cuidar de Pia», pienso en mi
mente.
—Tu mujer está mostrando ser la perra que siempre fue —se burla—,
mató a Ciro Di Marzo a cuchilladas, una manera bastante magistral y
dramática, supongo que tuvo las pelotas que nunca tuvo su padre para matar
a su enemigo.
—Prepárate —advierto divertido y orgulloso—. Tu muerte será peor.
Suelta una carcajada.
—Todavía no sé qué terminaré haciendo con ella, si matarla o tal vez
tomarla a la fuerza para que sea mi mujer, a diferencia de ti, no le daré
poder, le quitaré todo y será el florero perfecto para mi casa.
Toso cuando trato de reírme, me incorporo, estoy atado de pies y manos,
pero puedo sentarme sobre mis piernas en el suelo.
—Desde el infierno veré cómo es que vas a morir —sentencio—, puede
que muera hoy o mañana, pero te recibiré allá después de que mi mujer te
mate.
—Me conmueve la fe que tienes en la mujer que te humilló —apostilla
—. Todavía no puedo creer que dañaras nuestros planes por esa maldita
mujer, se suponía que era nuestro momento, que estábamos haciendo esto
por nosotros y vienes entregarle todo a ella.
—Por eso me traicionaste —afirmo.
—¿Perdón? —inquiere—. Me traicionaste tú, solo me estoy vengando de
ti.
—Todavía estás a tiempo de enmendar esto, Luca —aseguro con voz
tranquila—, soy capaz de perdonarte, siempre y cuando matemos juntos a
los involucrados, te daré Caserta, te daré la distribución de cocaína y armas.
Suelta una carcajada.
—¿Crees que estás en posición de ofrecer? —pregunta con una sonrisa
—. Estás muriendo, apuesto a que tienes una infección.
—Si paras esto, puedo salvarme —sugiero—, nosotros crecimos juntos,
somos más que primos.
Luca se acerca y me jala por el cabello, me resisto y él me obliga a
mirarlo.
—Somos más que primos —repite—, si te cuento algo que solo conocen
personas que están muertas, si te digo lo que pienso desde hace tanto
tiempo, si te cuento cuál es mi más oscuro deseo.
—Dímelo…
—Tú —contesta y me tenso—, tú, Giacomo, mi primo, el niño al que
violaban junto a mí, el joven que creció letal y hermoso, el hombre que me
la pone dura. —Niego con mi cabeza cuando me suelta—. ¿Pensabas que
esto era una traición solo por tu mujer?, esto para es hacerte pagar el deseo
que siento todas las noches, las veces que me masturbo pensando en ti, las
veces que he follado a hombres y mujeres cerrando los ojos e imaginando
que eres tú, prefiero que mueras a que sigas con ella, te quiero muerto, te
necesito muerto porque no puedo vivir sin ti.
—Luca…
Suelta una carcajada.
—Soy lo que tanto odias, un marica, ¿recuerdas? Me lo dijiste aquella
noche borracho, que odiabas a los homosexuales, que ibas a limpiar la
Camorra de nosotros, fingí por años que me gustaban las mujeres, las follé
pensando que eras tú, las veces que follamos juntos, te veía e imaginaba que
era yo a quien le dabas duro, esto no es una traición, esto son los años de
esconder el amor que nunca sería correspondido.
Y se me rompe el alma, el dolor se transforma cuando se lanza sobre mí,
me rompe la ropa para hacer lo mismo que el maldito de mi padre. Luca ha
matado una parte de mí, ahora espero que termine de asesinarme.

*****

Nada se compara a lo que vivo, Luca me confinó a un nuevo lugar, tengo


una cama y estoy limpio, he comido y estoy tomando medicamentos que
han detenido la infección. Aquella noche fue horrible, pero parece que de
cierta manera calmó su errática forma de tratarme.
Mi madre nunca lo quiso, siempre pensó que debía deshacerme de él y
gobernar solo, pero compartíamos un mismo dolor, sin embargo, los dos lo
afrontamos de maneras muy distintas. Estoy sentado esperando, no tengo
idea qué hora es o en qué día estamos, ya perdí la noción del tiempo. Pienso
en Pia, en lo que puede estar sintiendo, cómo puede estar, si me estará
buscando, si en realidad me ama, comienzo a dudar, pensé que al cabo de
los días daría conmigo. Estoy orgulloso, una vez más me ha demostrado que
puede sola y que no necesita de mí para sobrevivir en este mundo que ha
sido nuestro hogar desde que nacimos.
Si esta será mi muerte, espero que sea rápida, que ella comprenda que no
la estoy dejando en este plano porque quiero, porque después de muerto sí
puedo regresar, mi alma no descansaría hasta que ella finalmente esté a mi
lado.
La puerta se abre y me tenso, Luca entra con Adriano todo golpeado, su
rostro está desfigurado y llora como si fuera una niña pequeña. Me quedo
mirando la escena, me recuerda a aquella noche en que maté a papá.
—Te tengo un regalo —anuncia tirándolo a mis pies.
—Ya veo que no eres leal a nadie —comento observando la escena y me
fulmina con la mirada.
—Soy leal a ti, tal vez no puedas entenderlo, aquí quien olvidó su lealtad
fuiste tú. —Chasquea su lengua contra el paladar con fastidio mientras pone
los ojos en blanco, está fuera de sí y ha cometido un error—. A ver, sé que
estamos en un momento tenso, pero espero que sepas aprovechar esta nueva
oportunidad que te brindo.
—¿Cuál oportunidad? —pregunto.
—Te he sacado de ese lugar, te traigo a Adriano, lo encontré follando con
Franco, el pobre quiso ser el escudo de su amante. —Se ríe—. Lo asesinaré
frente a tu esposa que está dudando de mí y luego…
—¿Qué? —averiguo.
—Le diré que estás muerto —responde con una sonrisa—. Supongo que
no necesitas tu otro dedo, dos dedos son mejor que uno —comenta mientras
Adriano se arrastra hasta a mí.
—Ayúdame, ayúdame —me ruega.
Lo pateo y Luca suelta una carcajada, mi mente solo está puesta en el
hecho de que ha dejado la puerta abierta, pero reconozco las paredes del
exterior, estamos en su piso e imagino que debe estar lleno de hombres que
me matarían.
—Nadie va a ayudarte, eres un traidor y quedaré como un héroe cuando
te mate delante de tu sobrina —contesta sacando una navaja—. Pones tu
mano o tengo que obligarte.
Estoy débil para una lucha cuerpo a cuerpo, tengo que ser más inteligente
que él, siempre lo fui. Si de alguna manera pudiera convencerlo de que
valgo más fuera de estas cuatro paredes.
—Si matas a Adriano y me rescatas, Pia va a confiar plenamente en ti,
pero si regresas, además, conmigo, te dará lo que deseas.
Suelta una carcajada.
—A mí no me ciega el amor, Giacomo —me interrumpe—. En el
momento en que te deje salir tu esposa debería estar muerta.
—Si le tocas un pelo…
—¿Qué? —me desafía—. ¿Qué me harás?
—Te voy a matar, te voy a cortar en pedazos, espero el momento cuando
te mate y le dé de comer a los perros, seré rápido, pero veré cómo tu alma
abandonará tu cuerpo y sabrás que fui yo.
—Qué lindo es escuchar tus amenazas vacías, me encanta que estés
recuperando fuerzas, porque voy a asesinarte.
—¡Hazlo ya! —grito—. Nadie te va a respetar si me dejas vivir, mientras
juegas a que cambie de opinión, estoy seguro de que tus palis están
burlándose de ti, de que eres demasiado débil para asesinarme.
Luca se echa sobre mí y clava el cuchillo en el mismo lugar donde lo
hizo el hombre que envió Pia y Gianmarco, y se acerca a mi oído.
—Por años pensaste que fue Pia, cuando fui yo junto a Gianmarco, no
sabes las veces que tuve que follarlo para convencerlo de que lo hiciera. Esa
conversación que escuchaste fue mera casualidad, nunca fue dirigida hacia
ti, pero me divertí alimentando tu tortura ante la traición de tu amada —
susurra en mi oído—. Fue la coartada perfecta, pero eres tan idiota que tu
amor por la maldita zorra te hizo perdonarla.
—Eres un hijo de puta…
Saca el cuchillo, observo la camisa blanca que se mancha con sangre
mientras sale a borbotones. Toma a Adriano por la cabeza y lo arrastra, mi
visión se vuelve borrosa, por años culpé a Pia y siempre fue él, solo él quien
estaba detrás de todo, quien era capaz de actuar a mi espalda. Me levanto
porque la puerta aún está abierta, esto parece una déjà vu me tambaleo hasta
la misma.
«Gioa mia, perdóname, mi corazón analfabeta no lo sospechó»,
murmuro en mi mente.
Alguien me agarra, me arrastran por los hombros, reconozco el lugar, sí
es el piso de Luca. Escucho voces ahogadas que conversan y distingo
cuando pronuncian su nombre.
—¡Ayuda, les daré lo que pidan! —balbuceo.
Dolor es lo único que he sentido desde que tengo memoria, primero mi
padre que no soportaba mi debilidad, las veces que me golpeó, las veces
que entraba colocado para violarme porque según él eso me haría hombre.
Las veces en que Pia me rechazó, las balas no dolían, sin embargo, sus
palabras me rasgaban el alma. Aquella noche que creí que ella era capaz de
matarme, por años sufrí creyendo aquella mentira, refugiado en las palabras
y compañía del único capaz de hacerme padecer, mi primo.
Ya no hay nada que hacer, me acuestan en algún lugar, creo que voy a
morir, que estoy a punto de dejar este mundo, pero lucho por regresar con
mi joya.
La Cara del traidor

PIA

L uca irrumpe en el piso con Adriano ensangrentado, casi inconsciente


por los golpes que ha recibido. Me quedo mirando a mi tío y al primo
de mi esposo. Desde hace una semana no me fío de Luca, de la manera en
que ha tomado la desaparición de Giacomo mientras trato de buscarlo hasta
por debajo de las piedras. Los palis que me cuidan lo apuntan con la misma
desconfianza que poseo.
—¿Qué es esto? —inquiero.
—Te traje al culpable de la desaparición de tu esposo, va por los bares
burlándose de nosotros, lo encontré en un hotel mientras Franco lo follaba,
estarás feliz porque ya ha muerto —contesta.
Sonrío y me acerco al cuerpo moribundo de Adriano Zeno, lo observo
por unos segundos y saco el arma que tengo detrás de la pernera de mi
pantalón. Luca retrocede sorprendido.
—Quítale la cinta, quiero escuchar dónde lo tienen —ordeno.
—No te dirá nada, te traeré a Federico con vida, tuve que calmar a tu tío
de una mala manera, pues se comportó fuera de sí después de la muerte de
su amante —me dice desobedeciéndome.
—Para qué lo traes vivo, si no sirve de nada —comento con suspicacia
—. Haz lo que te ordeno, ¡maldita sea!
Luca suelta una carcajada.
—No soy un niño al que puedes vapulear, no soy Giacomo, así que deja
de jugar con fuego cuando no sabes cómo se siente entrar a las brasas.
Dibujo lentamente una sonrisa, porque estoy dentro del fuego desde el
mismo día en que desapareció Giacomo.
—No te estoy vapuleando, te estoy dando una maldita orden, pero si no
lo haces tú. —Me acuclillo, escucho el sonido de un disparo y me caigo
hacia atrás, cuando alzo el rostro puedo ver a Luca disparando al cuerpo de
Adriano, cuando el cartucho se le termina, sus ojos verdes no brillan, pero
puedo ver la rabia y el odio acumulado. «Me odia, es él», murmuro en mi
mente y grito—: Pero ¿qué has hecho?
—Te estoy dando lo que pides, ¡pero se nota que no confías en mí! —
brama.
—¿Cómo confiar en alguien que está comportándose como un loco? —
inquiero mientras me ayudan a levantarme.
—Estoy haciendo todo lo posible para traer a mi primo de vuelta, pero no
era Adriano, no era Franco, tampoco Ciro, tu problema es que no hablas y
nos cuentas la razón por la cual Federico está obsesionado contigo —me
reclama.
—Estás loco, Luca, no estoy ocultando nada, por tu parte parece que
ocultas muchas cosas, así que habla ahora o te vas a arrepentir —amenazo.
Suelta una carcajada.
—La principessa della Camorra —se burla—, no soy Giacomo y
tampoco voy a poner rodilla en tierra por ti.
—Por si se te olvida, soy la jefa de la organización —siseo molesta,
trueno mis dedos—, quiten ese cuerpo de ahí, que está manchando el piso
con su asquerosa sangre. —Luca me observa impávido—. Me importa una
mierda que lleves la sangre de mi esposo, comienzas a ser una piedra en el
zapato, Luca, y no me importará matarte.
Sonríe.
—¿Para vivir tu romance en paz con Federico? —inquiere con sorna.
—¿Te has vuelto loco? —pregunto—. Estoy desesperada por encontrar a
tu primo, no oculto nada, algo que no puedo decir de ti; toda esa lealtad,
todo lo que decías profesar por Giacomo parece que se acabó desde que lo
secuestraron, me han estado enviando partes de él.
—Puedes darlo por muerto —declara.
—¡Nunca! —grito—. No voy a darme por vencida, no voy a bajar la
guardia, no le daré el gusto al maldito de Federico de verme derrotada, voy
a luchar con mi propia vida si es necesario, hasta encontrar a Giacomo.
Luca se acerca y me toma con la guardia baja al sujetarme por el cuello.
Clavo mis uñas en su muñeca. Los hombres sacan sus armas y apuntan
hacia él, no puedo ni hablar, siento que me se me está yendo la vida.
—Crees que todo es fácil, no conoces nada de la organización, eres la
jefa porque Giacomo no tuvo las pelotas de asumir lo que era para él, eres
una puta, siempre lo fuiste desde que eras una niña, una maldita perra que
creía que tenía el mundo a sus pies por ser la hija de Stefano Zeno. —
Aprieta más fuerte su mano en mi garganta, se escucha mi gorgoreo por
buscar un poco de aire—. No eres nadie, Pia, no eres nada sin Giacomo a tu
lado.
—¡Suéltala! —ordena Aiden colocando una pistola en su cabeza.
—El héroe ha llegado —se burla.
El primo de mi esposo acentúa su sonrisa, me empuja con fuerzas hacia
atrás y caigo en el suelo buscando la manera de respirar. Los hombres se
acercan para ayudarme, pero los alejo. Aiden lo observa con odio, si
pensaba que el hacker de mi esposo era un simple informático, ahora puedo
ver la frialdad en su mirada, la manera en que observa a Luca es como si
hubiera esperado este momento.
—¿Vas a matarme? —apostilla divertido Luca—. No tienes las bolas para
hacerlo.
—¿Estás seguro? —pregunta Aiden apretando el gatillo.
—Aiden, baja el arma —ordeno con voz calmada acercándome.
—¿La vas obedecer? —inquiere Luca provocándolo—. ¿Vas a matarme?,
tienes ganas desde aquella noche, lo disfruté tanto.
—Aiden, escúchame —le pido—. Mírame, Aiden.
—Nadie te hace caso, zorra —se burla Luca—. Mientras estamos
discutiendo, seguro Giacomo está muerto.
—¡Cállate! —escupo presa del odio.
Aiden me sorprende cuando se lanza sobre él, los dos comienzan a
golpearse, doy órdenes a los palis, me observando dudando porque, aunque
me cueste reconocerlo, Luca es el hombre más letal. El hacker de mi
marido saca todo su entrenamiento, me quedo mirando mientras trata de
someter al maldito que me ha engañado. Más hombres llegan, jóvenes
dispuestos a ganarse un puesto y otros que nunca he visto.
Me sorprendo cuando Luca les parte el cuello a varios mientras trata de
acercarse a Aiden.
—¡Eres un bastardo! —grita Luca—. Nunca serás nada o nadie.
Aiden no le presta atención y se lanza sobre él de nuevo junto con varios
hombres hasta que finalmente logran someterlo. El hacker saca su arma y la
coloca en la frente de Luca, puedo ver el odio en su mirada.
—¿Qué vas a hacerme? —cuestiona con diversión—. Si Giacomo vive,
nunca te perdonará esto.
Me acerco a Aiden y le arrebato el arma de las manos, voy hasta donde
mis hombres tienen al primo de mi marido, con la cacha de la pistola le doy
un golpe. Gime de dolor, le doy en la cabeza, la sangre comienza a emanar
de su frente. La toco con mis dedos y grita encolerizado, observo mis dedos
llenos del líquido rojo y viscoso, algo despierta dentro de mí. Lo tomo por
el cabello y lo obligo a mirarme.
—La traición es algo que puedo oler a kilómetros de distancia y tú hueles
a traidor, sé que estás involucrado en todo —declaro convencida, el odio
tiñe mi voz.
—No tienes pruebas —contrataca—. Si mi primo se entera de esto, nunca
te lo perdonará.
—No le tengo miedo a tu primo, ¿dónde está Federico? —inquiero—.
Dímelo y puede que crea el circo que estás tratando de montar.
Sonríe.
—Pensé que preguntarías por Giacomo, no por tu amante —contesta de
manera burlona.
Lo suelto, pero cierro mi puño y le doy un golpe, suelta una carcajada, sé
que no le ha dolido. Siento el dolor en mis nudillos, pero no importa, esto es
algo importante para mí, en mi interior ha nacido otra Pia, una más letal,
una que no le tiene miedo a nada o nadie.
—Sé que no me dirás dónde está Giacomo —asevero—, te vendiste
como una rata, te voy a torturar hasta que tu primo esté de regreso, después
veré cómo él te mata con sus propias manos por ser un traidor.
Suelta una carcajada.
—Giacomo no me matará —asegura—, no creo que puedas decir lo
mismo.
Los monstruos que están atrapados dentro de mi cuerpo comienzan a
desgarrar mi piel, saliendo y dejando ver lo que soy, necesito sangre,
necesito venganza por los días de sufrimiento.
—Te doy una última oportunidad —digo en modo de ofrenda—. Dime
dónde está tu primo y te daré una muerte rápida, sigue este maldito juego y
me encargaré de arrancarte el corazón con mis propias manos.
—Tú y tus malditas amenazas no me dan miedo, hazlo, mátame —me
desafía.
—Cuchillo —pido extendiendo mi mano.
Uno de los palis se apresura y observo cómo sube la bota de uno de sus
pantalones para sacar uno. Me lo entrega y me quedo mirando la hoja, el
murmullo del silencio es lo único que se escucha; observo el filo, paso mi
dedo y corta, arde y sale sangre. Sonrío satisfecha, me acerco a Luca quien
me observa como si no pudiera creer lo que está pasando, supongo que
siempre me subestimó.
—Sujétenlo con fuerza —ordeno a los hombres, quienes me obedecen—.
Desde que nací todos creían que era una vasija para que el próximo jefe de
la organización luciera, no tenía voz, tuve que hacerme escuchar, tuve que
demostrar qué no era lo que pensaban.
—¿Qué vas a hacerme? —se burla—. Todo lo que hagas no traerá a
Giacomo de vuelta, tienes que buscar a tu amante.
—Es mejor que hables, Luca —advierto—, pero solo te informo que lo
hagas o no, vas a morir.
—No le tengo miedo a la muerte, ha sido mi amiga desde que nací, he
jugueteado con ella, la he visto de cerca —asegura—. En tu mundo color de
rosa jamás imaginarías lo que es volverte su amante, desearla con locura,
tocarla con los dedos para verla burlarse de ti y abandonarte. No me asustas
al amenazarme con morir, reina sin corazón, para alguien como yo, vivir es
un mayor tormento.
—Qué bueno que no le tengas miedo a la muerte, espero que tampoco al
dolor —digo extendiendo el cuchillo hacia Aiden, lo toma de mi mano y lo
coloca en el cuello de Luca—. Si ejerce la presión correcta, te matará.
—¡Hazlo! —brama fuera de sí.
En un rápido movimiento Aiden le corta la oreja, eso parece encolerizar a
Luca. Brama como un toro furioso. Maldice a todos los que estamos aquí,
parece que el dolor le ha dado más fuerza y trata de zafarse. Diez hombres
se lanzan sobre él y lo amarran, tirado en el piso como un maldito gusano se
remueve y me grita:
—Voy a vivir para ver tu muerte, Pia Zeno. —Se ríe fuera de sí—. Te
veré morir.
—Golpéenlo —ordeno.
Observo cómo lo golpean, Aiden toma protagonismo en este momento y
puedo ver el odio contenido, pero Luca parece que no se rinde, se burla de
todos a pesar de que ha sido sometido. Si no lo odiara tanto, lo admiraría, es
la representación de lo que queremos en nuestros soldados: hombres sin
piedad, fuertes, duros, salvajes. Pero para mí, no es más que un traidor,
alguien que, pese a su inteligencia, ha decidido caer en lo más bajo; porque
pisar para subir, no da valor, no es de admirar, da tristeza y decepción.
—¿Tienes a Giacomo? —pregunto cuando Aiden para.
—Mátame, estúpida, no estás preparada para la verdad.
—Maldito traidor.
—Mejor te digo la verdad —dice burlándose—, siempre fuiste la piedra
de mi maldito zapato, tenía que sacarte del camino —confiesa su odio por
mí—, todo lo que hecho fue para que abriera los ojos. —Se ríe—. Siempre
fui yo, te he jodido desde siempre, maldita perra.
Aiden lo patea y se ríe.
—Golpéame, pero estoy ganando después de perder, estoy ganando. —Se
ríe fuera de sí—. El atentado que Giacomo cree que fue orquestado por ti,
lo hice yo, tuve que follar a tu amiguito para convencerlo, también a ayudé
a Federico, siempre he sido yo, es bueno por fin dejar la máscara. —Estoy a
punto de matarlo—. Solo que tienes la habilidad de volver a todos locos,
menos a mí, no debías ser la jefa, eras el medio para un fin, pero tu marido
siempre pensó en protegerte.
—¡Es tu maldita familia! —grito—. ¡Lo traicionaste!
—Me traicionó primero cuando te puso antes que a nuestro trato, este era
nuestro reinado, no el tuyo.
—¿Dónde está? —pregunto—. ¡Aiden, haz que salgan todos! —ordeno.
Todos salen y el hombre que siempre imaginé inservible, regresa a mi
lado.
—Quiero que lo mates… —ordeno.
—No puedo matarlo, necesitamos encontrar a Giacomo, recuérdalo —me
cuestiona.
—Entonces haz que hable —ordeno.
No tengo que pedirle dos veces que ataque a Luca, se echa de nuevo
sobre él, lo golpea de una manera brutal, observo mientras lo hace, a la par
que mi corazón se resquebraja por Giacomo, ¿cómo se sentirá después de
descubrir quién es el traidor? Su primo se ríe, pero sé que debe estar a punto
de hablar, tiene que decirme dónde está mi marido. Aiden comienza a
patearlo y vuelvo a preguntarle:
—¿Dónde está?
—¡Mátame, perra! —grita riéndose.
—No te mataré yo, lo hará Giacomo… —amenazo.
—Si es que lo encuentras —revira—. Conoces las amenazas de tu tío de
violarlo. —Me tenso—. He amado a Giacomo, lo he cuidado, lo he
protegido, he estado para él, ¿en verdad creen que podría olvidar que te
prefirió a ti? Lo violé, lo hice mío, le recordé que los dos estamos unidos.
—¡Malnacido! —bramo.
La moqueta del salón del piso está llena de la sangre de Adriano y Luca,
si todo esto termina, nunca más volveré a vivir aquí, necesitaría comenzar
de nuevo en otro lugar.
—¡Mátalo! —ordeno.
Luca se ríe porque al fin he aceptado su maldito juego.
—No puedes matarlo —me recuerda Aiden—. Tiene que decirnos
primero dónde está.
—Si creen que estoy solo en esto, están equivocados, mientras están
perdiendo el tiempo, Federico tiene a Giacomo y tiene la orden de matarlo.
—¿Cómo pudiste? —inquiero—. Giacomo hubiera matado por ti.
—Porque nunca me vio de la forma que quise, fui leal hasta que te
consiguió, pensé que te mataría, que se vengaría, que te haría pagar, pero su
amor es más grande que su maldito odio.
—Eres un desgraciado. —Se ríe fuera de sí—. ¡Sácalo de aquí!
Aiden ordena a los hombres a entrar de nuevo, me fijo cómo lo arrastran
para llevarlo a una sala de tortura en el mismo edificio.
—Encuentra a Federico —le pido.
—Estoy en ello, primero tengo que llevarlo a la sala de tortura aquí y
cerciorarme de que lo cuiden hombres de mi confianza, porque si nos ha
traicionado, tendremos a varios que estarán con él.
—La orden es que todos mueran.
Asiente y se va siguiendo a los palis. Fijo mi mirada en el piso, aún está
el cuerpo de Adriano y la oreja de Luca. Comienzo a temblar, observo mis
manos llenas de sangre del traidor y me quedo estupefacta, esto es lo que
soy, ahora soy todo aquello que odiaba, pero ahora me doy cuenta de que el
poder es una droga estimulante, no importa dañar siempre que me sienta
superior.
«Voy a encontrarte», prometo en mi mente, mientras trato de calmarme,
creo que en el fondo siempre me ha encendido la violencia, porque me
gusta jugar con fuego, porque me gusta la adrenalina que se dispara en tu
torrente sanguíneo cuando eres superior a esa persona.
Me quedo mirando la sangre de mis manos, la sangre del traidor, la
sangre de la persona que menos esperé que fuera, pero es la que debía
manchar mis manos para vengarme.
El diablo

PIA

M i móvil suena y al ver en la pantalla que la llamada es de un número


desconocido, no tengo que adivinar quién es para responder. Aiden
está a conmigo y le muestro.
—Contesta —pide—, voy a tratar de localizarlo, alarga la llamada lo más
que puedas.
Pongo el altavoz y me estremezco cuando escucho:
—Principessa …
—Federico, ¿qué quieres? —pregunto tratando de sonar aburrida, más
que desesperada.
Aiden está a mi lado intentando localizar dónde está, tal vez si doy con el
paradero de Federico, terminaré encontrando a Giacomo y espero que sea
así, porque ahora que he estado frente a frente con el traidor, no creo que
pueda saber que hemos descubierto a Luca.
—Excelente movimiento el de robarme —se burla—, ¿matar a mi
padre?, me ahorraste un asesinato. ¿Qué se siente convertirte en lo que
odiabas?
Su pregunta me pilla por sorpresa, porque llevo días debatiéndome entre
lo que creía correcto y cruzar la línea, después de cruzarla no siento ningún
tipo de arrepentimiento, la verdad es que no me importa nada, siempre y
cuando pueda tener a Giacomo de vuelta.
—¡Cállate! —espeto molesta—. Estas llamadas comienzan a aburrirme;
apareces, me dices inmadureces y crees que voy a caer arrodillada ante ti.
—Cómo deseo verte arrodillada con mi polla en tu boca —contesta y
quiero matarlo, si tuviera esa oportunidad, mas no le contesto—. ¿Te
comieron la lengua los ratones o te imaginas el momento?, porque no sabes
las fantasías que tengo contigo todos los días.
Aiden me pide un poco más de tiempo a pesar de que estoy asqueada,
tengo que mantenerme serena.
—Sigue soñando, ¿qué quieres? —insisto—. No creo que me llames para
felicitarme ya que estoy quitándote todo lo que posees, porque te quitaré
todo y después voy a asesinarte.
—Te estoy esperando, pero tienes razón, te estoy llamando para algo, tal
vez no lo recuerdes, pero aquella vez que te besé, te dije algo.
Cierro los ojos, claro que lo sé, ahora esas palabras se repiten en modo de
una pesadilla.
Serás mía, principessa, tarde o temprano serás mía y entenderás más
adelante la razón.
—Todavía no entiendo la razón —murmuro.
—Tú, siempre fuiste tú, la verdad me burlaba de mi padre y lo odié por
siempre amar a tu madre, porque de alguna manera menospreciaba a la mía;
sabes que nosotros no creemos en los cuentos de hadas, creo que somos
más de aquí te pillo y aquí te follo.
—No me estás diciendo nada —expongo.
—Que así me robes, así mates a mi familia entera, terminaremos juntos.
¿Sabes por qué? —pregunta.
—No.
—Habla —ordena.
Cierro los ojos y quiero morirme, «no, que no sea Giacomo, Dios, no»,
ruego en mi mente.
—Pia… —susurra mi nombre y quisiera gritarle que no se preocupe, que
voy a ir por él—. Deja que me mate.
—Nos veremos pronto —prometo, Aiden toma mi mano y subo la
mirada, asiente y sonríe—. Nos veremos pronto —repito.
Cuelgo la llamada con manos temblorosas, ha aceptado la derrota, el
hombre que amo, el que no le teme a nada abrazó la muerte y está dispuesto
a dar su vida para salvarme.
—Lo tengo y no vas a creer en dónde lo tienen —comenta.
—¿Dónde están? —inquiero desesperada.
—En la casa de Luca —contesta y esa es la confirmación que necesitaba,
aunque sé que todo esto es parte de su plan, todavía tenía la esperanza de
que no era el traidor, que era una pesadilla—. ¿Qué piensas hacer?
—Aquí no —respondo y señalo al chofer.
Ha llegado el momento de que el hombre que amo vuelva a mí, no tiene
que dar la vida por nadie, ni siquiera por mí.
*****

Si alguna vez alguien me hubiera dicho que iba a estar presente en una
operación de rescate, me hubiera reído a carcajadas en la cara de la persona.
Tengo veintidós años y en pocos días cumpliré veintitrés, debería haberme
licenciado, pero todo se detuvo cuando Giacomo me reclamó como suya.
Cambié al punto en que ardo en llamas por su amor, porque eso somos él
y yo; destrucción, fuego, pasión y veneno, eso nos define. Así que hace un
año me consideraba una Zeno, para mí era importante el apellido, pero al
mismo tiempo escaparme de la organización; no me arrepiento de nada, tal
vez mi historia no está llena de rosas, es un camino minado en el cual cada
paso que doy debe ser debidamente estudiado, la verdad es que nunca
atravesaré un centímetro del mismo sin poseer la angustia de que puedo
pisar una mina que terminará acabando con todo.
Aiden ha organizado todo para ir por mi marido, me ha explicado el
despliegue de hombres y cómo piensan entrar para rescatarlo. Me quedo
mirándolo tratando de entender algo, pero mientras más habla, más
ansiedad siento. Me levanto y corro al baño donde vomito todo lo que tengo
en el estómago, me levanto del piso tambaleándome hasta el lavabo para
enjuagarme la boca, me quedo mirándome en el espejo.
Tengo bolsas debajo de los ojos, las cuales denotan el cansancio y lo
poco que he dormido en estas semanas de angustia, nada de lo que sucede a
mi alrededor es lo que pensé que sería. Nunca imaginé que Luca sería el
traidor, podría esperarlo de cualquier persona a mi alrededor. Salgo para
regresar al despacho y encuentro a Aiden mirando su computadora, a veces
creo que van a entrar mi esposo y su primo riendo mientras doy órdenes que
ellos por supuesto no van a cumplir, si lo hacen lo harán a su manera.
—¿Estás bien? —pregunta sin levantar su rostro.
—¿Por qué me ayudas? —insisto—. Sería más fácil lavarte las manos,
dejar que Giacomo muera y seguir bajo mis órdenes.
—Todos te han hecho una villana, los héroes son fáciles de corromper
cuando les ofreces la recompensa correcta. —Sus palabras me dejan
desconcertada—. No eres mala persona, tampoco Giacomo, hasta el mismo
Luca tiene algo de bondad, pero a ustedes los mueve la sangre, por más que
deseen paz, siempre tendrán un enemigo; te di mis razones para ayudarte,
no soy bueno, puede que algún día te traicione, que tengas que matarme, no
obstante, ese día no ha llegado, señora Gambardella.
—Cualquiera esperaría de mí que deje morir a Giacomo, pero no puedo,
no ahora.
—Porque todo villano tiene un corazón y el tuyo le pertenece —afirma.
Me río, la verdad a veces me causa gracia haberme enamorado de él, las
ocasiones en que lo humillé, las veces en que simplemente prefería
cualquier otra cosa antes de estar junto a él.
—Esta es la versión bizarra de La Bella y la Bestia, esta vez la damisela
es tan mala como el príncipe que le quitó la libertad —apostillo—. Espero
que no sea tarde, que cuando lleguemos todavía estén ahí.
—Estarán —afirma—. Federico está siendo asediado, hay muchos
paranzes que lo buscan, tus socias han puesto un precio a su cabeza, si
comete un solo error, estará muerto.
—Luca…
—No me sorprende que sea el traidor, Luca es un ser ruin. Siempre lo
imaginé, porque cada vez que repetía que debías prepararte para lo peor, me
afirmaba que era él. ¿Por qué rendirnos? ¿Cuál era la razón? —Niego y él
sonríe—. Hasta en la vida que alguna vez deseaste, hay personas que van a
clavarte un cuchillo por la espalda, Pia. En el mundo real, existe la traición
y hay personas que son capaces de todo, hay gente que es movida por la
envidia, otros por ambición y otros simplemente porque no conocen el
significado de la palabra lealtad.
Sonrío triste, porque siempre idealicé que al tener una vida normal podría
ser feliz, la verdad es que los seres humanos podemos serlo con poco, solo
tenemos que apreciar lo que poseemos. No respondo más, me levanto y
acaricio con la punta del dedo el escritorio de Giacomo hasta quedar frente
a la silla, tomo mi collar de obsidiana negra y sonrío, camino hasta mirar
por la ventana. El mar me transporta a un lugar hermoso, a esas tardes que
pasamos en nuestra luna de miel, en nuestra burbuja.
Giacomo leía un libro mientras estaba tomando el sol en una tumbona,
esta era otra pequeña isla que se encontraba desierta, la tripulación había
organizado todo para que pudiéramos pasar un rato a solas. Salí del mar y
caminé hacia mi marido, mi cuerpo y mi mente se habían rendido
finalmente al placer que sentían cada vez que me follaba de esa manera tan
particular. Me senté sobre sus piernas, me restregué sobre su miembro
descaradamente.
—Pia —murmuró con voz ronca.
—Fóllame —le pedí sin resquicios de timidez.
Bajó el libro, estaba leyendo Cujo de Stephen King y lo cerró de golpe,
pude ver flamear el deseo en sus ojos, sentí lo dura que se le había puesto
la polla.
—Estoy creando a un monstruo —dijo con una sonrisa.
Me relamí, sentí cómo me ponía húmeda por la expectación de sentir su
polla dentro de mí.
—¿Lo harás? —pregunté ansiosa.
—Te follaré, pero no aquí…
Me tomó de la nuca para llevarme hasta su rostro, nos quedamos
mirándonos de una manera que sentía que podía desnudarme, aquella
tarde me di cuenta de que Giacomo era capaz de ver lo que nadie.
—Bésame —rogué y me moví, gruñó y su otra mano tomó uno de mis
senos para apretarlo—. Chúpalo.
—Me encanta cuando me ruegas, me provoca grabarte, esto somos
nosotros, Pia, puede que al regresar lo olvides, pero siempre volverás a este
punto, somos más que follar, somos fuego.
Sonrió y no me dejó responderle, se estampó contra mis labios y me besó
con hambre, su lengua y la mía se enzarzaron en una batalla, sus manos
tomaron mi cuello y sonreí triunfante contra su boca, porque podía
dominarme, pero en el fondo tenía el control porque era yo la que le
entregaba todo lo que deseaba. Nos mordíamos, era nuestra manera de
marcarnos; rompió el contacto de manera violenta, sus manos apretando
mi cuello, mis uñas clavándose en su pecho.
—Eres mía, Gioa mia, eres lo que siempre deseé.
Los dos sonreímos, aquella sincronización me aceleró el corazón y una
voz susurró: «es amor, te estás enamorando».
—Y tú lo que nunca pensé que podría desear, pero siempre quise —
confesé.
Giacomo se calló, lo dejé sin palabras, sé que al bajar mis barreras lo
desconcertaba, en aquel momento pensaba que solo me odiaba por el daño
que le hice de niño, nunca imaginé que teníamos un equipaje amplio que
dañaría lo que apenas comenzaba a nacer.
—¿Qué quieres decir? —inquirió con voz ronca.
—Que… —Cerré los ojos y me callé, traté de zafarme de su agarre, no
podía bajar las barreras de aquella manera, porque estaría entregándole
todo lo que nunca quise darle.
Su reacción fue apretarme con mayor fuerza, asustada tomé sus manos y
su rostro se transformó.
—Te resistes a esto, pero cada vez das un paso más para caer en el vacío
que se siente cuando el lado oscuro te atrapa, no te resistas, Pia, entrégate
a esto, sé mía, conquistemos el mundo, pondré todo lo que desees a tus
pies, arrasaré con cualquier persona por ti, solo tienes que amarme —
declaró con rabia—. Cruza esa pequeña línea, vamos, Gioa mia…
Volvió a besarme y esta vez todo se convirtió en pasión, porque cada vez
que me besaba sentía que me encendía, que su mirada me hacía arder en
pasión mientras sus manos me tocaban y me penetraba con violencia. No lo
decía, pero sabía que le pertenecía.
—Estamos listos —anuncia Aiden trayéndome de vuelta a la realidad.
Me giro para verlo, está dejando todo frente a mí, es entonces que me
percato de que hay un sobre que no había visto.
—Lo traeré de nuevo, pero si llego a fallar —me dice y me quedo
mirándolo—. En ese sobre tienes la oportunidad de comenzar de nuevo,
lejos de la Camorra.
Niego.
—Si fallas estaré esperando mi muerte —sentencio.
—No seas estúpida. —Abro los ojos y él sonríe—. Disculpa, pero me
recuerdas a mi hermana, te estoy dando la oportunidad de escapar, pero no
creo que lo necesites, Federico morirá esta noche en manos de Giacomo.
Y no me deja decir nada más, sale del despacho, tomo el sobre y me
quedo mirando el pasaporte que tiene mi foto y otro nombre, cierro los ojos
pensando que puede ser una oportunidad, pero no la quiero, no la necesito,
porque mi esposo volverá esta noche.
Desesperanza

GIACOMO

L uca tiene horas sin aparecer, sin dar la cara, en cambio ha enviado a
Federico Di Marzo a ser mi verdugo, sabía que iba a morir, lo sabía
desde el mismo momento en que me di cuenta de que había sido traicionado
por la persona a la que le confié toda mi vida. Creía que era un ser supremo,
que había nacido para gobernar, pero el poder nos puede cegar después de
probarlo. No soy del tipo de hombre que cree en los milagros, aquí en el
mundo de la mafia no existen, nos hemos acostumbrado a lo peor.
Suspendido del techo, me encuentro golpeado, me han roto más costillas
de las que pensé tener, no le ruego que me asesine rápido porque eso solo
lograría lo contrario, pero en el fondo de mi corazón sí lo hago, pido una
muerte rápida. Pienso en el dolor de dejar a Pia, mas mi lado egoísta, ese
que todos tenemos, desea descansar de la miseria de este mundo.
—¡El gran Giacomo Gambardella antes de morir! —se mofa Federico y
me toma una foto—. Mi padre siempre me aseguró que debía ser tan letal
como tú, pero no eres tan peligroso como pensaba.
Suelto una carcajada que me hace toser por el esfuerzo, me quedo
mirando al hijo de perra.
—No estamos en igualdad de condiciones, porque si fuera de otra manera
quien te estuviera tomando la foto sería yo. Si yo no me encontrara así, tú,
Federico, estarías tras los pantalones de tu padre, como siempre,
lloriqueando porque nunca has podido ser como yo. No vengas a dártelas de
poderoso, todos sabemos que jamás llegarás a ser ni la mitad del hombre
que tanto proclamas ser. Dime, ¿te place poder vencerme solo cuando estoy
atado y golpeado? ¿Solo así puedes conmigo?
—Siempre tan seguro, siempre tan confiado. ¿Qué se siente haber sido
traicionado? —pregunta divertido—. Llevas años confiando en tu verdugo.
—Esperaba la traición de donde viniera, en este mundo hay personas
como nosotros, somos basura, Federico, no eres mejor que yo.
Eso parece mosquearlo, se acerca y me golpea en el estómago, trago el
grito de dolor, a veces creo que me ha golpeado tratando de escuchar mi
sufrimiento, pero prefiero callar antes de darle el gusto a mi enemigo de
verme completamente derrotado.
—¿Sabes?, en serio no tenía nada en tu contra, no me importa tu poder o
tu nombre, ni esa leyenda que crees que has creado a tu alrededor,
realmente me da igual que fueras la mano derecha de Stefano —comenta—.
La conocí, la idea era que mi hombre la jodiera y luego cayera en mis redes,
debí ser yo quien la reclamara para hacerla infeliz.
—Entonces haces esto por una mujer —me burlo—. ¿No es que la habías
follado?
—Lo hice —afirma mintiendo.
—Qué buen mentiroso eres, porque era virgen cuando la hice mi mujer,
su coño sangraba mientras repetía que era su Dios, ella nunca iba a ser tuya,
Federico, porque estaba destinada a ser mía —digo con orgullo—. Te
matará, te matará y luego te veré en el infierno, mátame lento si quieres,
pero nunca tendrás lo que deseas; al igual que a tu padre, otra mujer de la
familia Paccini ha rechazado a un Di Marzo.
Saca un cuchillo y sonrío, he conseguido lo que deseaba, llevarlo a donde
quería. Salta sobre mí y me clava el cuchillo en el abdomen, me retuerzo
cuando reabre la herida que los palis de Luca habían suturado, ojalá todo
hubiera sido diferente, pero si así es como voy a morir, no haré nada.
—Te veré en el infierno, pero mientras estás allá, disfruta cómo hago mía
a tu mujer —susurra en mi oído retorciendo la hoja del arma dentro de mí.
Cuando la saca no pienso en nada más que en los momentos en los que
estuve con mi mujer, no la hice feliz y ese fue mi peor error. No tuve la
oportunidad de verla realmente satisfecha a mi lado. Federico comienza a
reírse y cuando me fijo tiene las manos manchadas con mi sangre, parece
estar fuera de sí. La desesperanza me abraza completamente, no hay vuelta
atrás en este camino pedregoso.
Toso y siento el sabor metálico de mi sangre subir por mi esófago. Cierro
los ojos, entonces la imagino en el yate con su vestido rojo, mientras el
viento hace que su cabello se mueva, sonriendo mientras bailamos una
canción romántica, su risa, sus manos acariciando mi pecho, su voz
diciéndome que quiere quedarse en esa pequeña burbuja. Otro recuerdo, los
dos en la bañera mientras le canto una canción en napolitano, esos pequeños
momentos que me dieron una razón de vida.
Efímera, así es la vida, nos preocupamos por tratar de vivirla como
pensamos que debemos, pero no la vivimos como deseamos y al morir nos
arrepentimos de lo que no llegamos a obtener. Ya no hay marcha atrás
mientras me desangro, el maldito que me ha dado la muerte se ríe fuera de
sí.
—Lo gracioso de todo es que vine a resguardarme, tu mujer ha puesto
precio a mi cabeza y me persiguen, no pensé que te encontraría vivo, Luca
afirmaba que estabas muerto, así que vaya sorpresa la que me llevé al
encontrarte.
—Luca tenía otros planes para mí —me burlo—. Seguro otros para ti.
—Tenía planes para él también, no hay suficiente espacio para todos,
pues para nadie es un secreto que deseamos lo mismo, el poder. —Se acerca
para introducir los dedos en mi herida y los retuerce causándome mayor
dolor, cuando los saca, me sorprendo al ver qué está hipnotizado mirando la
sangre y sonriendo, la cara de un asesino extasiado—. Se suponía que debía
ser la cara limpia de mi familia, llegar a la política, hacer lo que se tenía
pensado, pero después de que pruebas tener el poder de acabar con una
vida, se te despierta una sed de sangre que a veces no puedes parar.
—Termina con esto —le ordeno.
—No estás en posición de ordenar, me gusta verte desangrándote —
contesta—, podría cortar algún otro lugar para que sea un poco más rápido,
pero si te toqué el bazo, estoy seguro de que debes estar sufriendo una
hemorragia interna, así que tu muerte será lenta, te apuesto a que comienzas
a sentir escalofríos, tu respiración cada vez es más trabajosa, estás a punto
de un shock.
Es cierto, sé que estoy muriendo, pues la infección anterior todavía no se
ha curado y he perdido mucha sangre.
—Te veré en el infierno, Di Marzo.
Se escucha una explosión y disparos, Federico maldice y me observa
fuera de sí, pensaba que yo era un psicópata, pero me equivocaba, estoy
frente a uno. Toma el cuchillo del piso y se acerca a mí. Me quedo
mirándolo con una sonrisa de suficiencia.
—Mi mujer puede ser cualquier cosa, pero va a matarte —me burlo—.
Espero que sea tan maldita buena quitándote la vida, así como has jodida la
suya.
Todos dicen que ven su vida pasar delante sus ojos cuando están a punto
de morir, pero no he vivido nada bueno, así que, mientras Federico me
acuchilla, lo único que puedo ver es a Pia.
La puedo ver de todas las maneras en que le he amado, la niña, la joven y
la mujer, todas mías, todas hermosas, todas van pasando como recuerdos
rápidos y efímeros mientras el dolor me atraviesa. Su risa, sus jadeos, sus
gritos, todo lo bueno y lo malo.
No me arrepiento de nada, porque he vivido la vida que me tocaba e hice
lo mejor para sobrevivir en este puto mundo. Dejo de sentirlo, abro los ojos
y unos hombres lo han atrapado y otros están tratando de bajarme.
—Pia —murmuro.
Uno de ellos se quita el pasamontañas y puedo ver que es Aiden,
circunspecto se acerca para ayudarlos.
—¡No puedes morirte, ella te está esperando! —clama, desesperado.
Y no puedo ni hablar, siento que la vida se escapa de mis manos como la
arena del mar. Si tengo un solo arrepentimiento es el haberme convertido en
un hijo de puta para mi esposa, cuando pude haberla hecho completamente
feliz. La bestia, como una vez me llamó, está muriendo para liberarla.
Mi hermano me toma en sus brazos y me saca de ahí, cierro los ojos,
escucho las voces ahogadas, inentendibles. Me dejo arropar por la paz, una
que solo he sentido una vez, una luz cegadora me conduce a un lugar,
camino y puedo verla, ahí está Pia sonriéndome.
—Pia —murmuro—. Gioa mia.
Todo lo que necesito es caminar hacia ella, para encontrarme de nuevo,
porque Pia es la paz en la guerra, es la calma en la tempestad.
Dicen que el amor es suficiente

PIA

—L o tengo, pero debo que llevarlo a un hospital —me informa


Aiden vía telefónica.
—¿Dónde? —inquiero.
—Te enviaré la ubicación por mensaje.
Cuelga y corro a buscar unas zapatillas deportivas, me calzo con la
angustia llenando mi interior, hospital, claro que iban a intentar matarlo. Mi
móvil vibra y observo la dirección, tomo la pistola y me la coloco en la
parte de atrás de mi pantalón. Salgo de la habitación, los hombres que me
custodian me observan con curiosidad, los ignoro y abro la puerta.
—Señora… —me llama uno.
—Ni te atrevas a decirme que no puedo salir —advierto—, muevan su
culo para seguirme, pero no pienso quedarme aquí.
No hablan y hacen lo que les he ordenado, bajan conmigo y al verme
titubear ante los coches de mi marido, uno se sube a uno de los todoterrenos
que tiene Giacomo aparcado. Sin dudarlo me subo en el lado del copiloto,
saco mi arma y la pongo sobre mi pierna, el pali sonríe al ver que no voy a
confiar en ninguno de ellos. Tras darle indicaciones salimos del edificio a
toda velocidad, se me hace eterno el viaje a pesar de que son pocos los
kilómetros que tenemos que recorrer.
Bajo con rapidez cuando aparca y corro hasta el hospital, todo es
confuso, ni siquiera sé si tengo que decir el nombre de Giacomo, hasta que
observo a Aiden hablando con un doctor, me apresuro y escucho:
—Sufrió un shock hipovolémico por causa de la pérdida de sangre, la
infección y las heridas, están tratando de hacer todo lo posible para salvarlo.
Me tambaleo, Aiden se da cuenta de que estoy a su lado y me sostiene
evitando que caiga.
—Le pagaré mucho dinero si mi esposo sobrevive —digo al borde las
lágrimas.
—No es cuestión de dinero, es cuestión de que el paciente responda —
contesta tratando de tranquilizarme—. Si son creyentes, oren; les estaremos
informando cuando salga de la cirugía.
Sin decirme nada más me deja ahí, respiro entrecortadamente mientras
las lágrimas amenazan con salir. No puedo llorar, no puedo llorar en
público, la opresión en el pecho se hace fuerte, asfixiante, mi visión se
nubla.
—Respira, Pia, respira —me pide Aiden—. Respira, vamos, inhala por la
nariz y bota por la boca. —Obedezco y hago lo que me pide—. Estará bien,
estará bien, porque sé que quiere estar aquí contigo.
—No puedo perderlo —murmuro.
—No vas a perderlo, pero tienes que calmarte, hay asuntos que tendrás
que resolver al saber que está bien.
Respiro unas cuantas veces más, parece todo más calmado, comienzo a
ver todo a mi alrededor nuevamente. Aiden me lleva a hasta unas sillas,
ordena que me traigan una botella de agua.
—Debes tener la cabeza fría, la desesperación no es buena, puede que
Giacomo muera, puede que se salve, no sabemos, existen probabilidades
casi iguales para las dos opciones; pero después de que alguna suceda,
tienes que ser la mujer de hierro, esa que no derramó ni una maldita lágrima
con la muerte sus padres, en un lugar te esperan Luca y Federico, tienes que
matarlos.
Niego.
—Si Giacomo muere, voy a morir con él —afirmo.
Me toma por los hombros y me zarandea, abro los ojos sorprendida,
nadie se había atrevido a tocarme como lo hace él.
—Si eso sucede, tienes que sacar lo que eres, sé que estás desesperada,
que crees que todo está perdido, pero no puedes desfallecer. Alguna vez oí
que te proclamaste la reina sin corazón, esta es tu oportunidad de mostrarla.
Reúne todo el dolor que te han causado y enfréntalos, hazlos sufrir.
Le entregan la botella, me la ofrece y la abro con manos temblorosas, me
tomo un primer sorbo. Nos quedamos en silencio esperando, pero todos mis
pensamientos pertenecen a mi esposo.
«No he sido la mejor creyendo en ti, crecí en un mundo donde vamos por
la vida asumiendo que tendremos el perdón comprándolo. Casi nunca te
pido nada, sin embargo, si es que existes, no dejes que muera, sé que es
malo, sé que es un asesino, pero lo amo, Dios mío, lo amo, no puedo vivir
sin él». Ruego en mi mente.
Los segundos se convierten en minutos, los minutos en horas, me levanto
y camino tantas veces que pierdo la noción del tiempo. Todo esto es
imposible de soportar, siento que voy a perder la calma, que estoy
perdiéndome, que no podré encontrar la paz después de la tormenta.
Observo salir al doctor y me quedo de pie, no puedo ni moverme, no hay
ningún tipo de emoción, no hay nada que me muestre que puede estar bien.
Aiden se para a mi lado, no tengo a nadie que pueda sostenerme si no es lo
que deseo escuchar. El galeno se detiene frente a nosotros y se quita el
gorro.
—El paciente se ha salvado milagrosamente —informa y ahogo un
sollozo.
Nos informa que lo han inducido a un coma para que su cuerpo pueda
sanar completamente. Habla sobre la cirugía y todas las heridas, todo lo que
le ocasionaron a Giacomo y lo único que sé es que la venganza es dulce y
placentera.

*****

Dentro de mi mente hay una voz que susurra venganza, una palabra tan
simple, pero que abarca miles de sentimientos, sin embargo, el
predominante es el odio que sientes por esas otras personas. El dolor puede
gestionarse de dos maneras, la primera es dejarse ahogar por la pena; la otra
es encontrar la compensación, matar y asesinar para lograr sacarte ese dolor
que llevas dentro, arrancarlo de tu alma y que nada pueda pararte.
Eso es lo que haré, quiero verlos sufrir, que paguen por cada herida que
recibió mi marido, alrededor de setenta en todo su cuerpo, quiero cortarle
los dedos a Luca, hacer que vivan el mismo infierno que hicieron pasar a
Giacomo.
Camino hasta la habitación donde tienen a mi esposo, Aiden se ha
encargado de que estemos en un lugar alejado y en el que no vamos a ser
molestados. Esto no es lo ideal, estar fuera de casa exponiéndonos, todos
saben que mi esposo es un criminal, de hecho, nuestra familia es la primera
sospechosa en pertenecer a la Camorra; como siempre he dicho, la mafia es
un secreto a voces, todos saben quiénes somos, sin embargo, no intentan
detenernos.
Abro la puerta y entro, lo único que deseo es estar cerca de mi esposo,
ahogo un sollozo cuando lo observo conectado a las máquinas. ¿Habrá
sentido lo mismo él al verme así? Esta incertidumbre de no saber si estará
bien, si todo por fin saldrá de la manera en que pensamos. Busco una silla y
ubico una junto a la puerta del baño y la atraigo cerca de la cama, tomo
asiento mirando a Giacomo; no tengo cómo tocarlo, porque las mangueras
que dejan que recupere la sangre que perdió y los medicamentos están en
una de sus manos y en la otra están los monitores. Acaricio su cabello
mientras me acerco para dejar un beso en su coronilla, sorbo las lágrimas, el
dolor es exasperante, porque no tengo la certeza de si va a salvarse, ni en las
condiciones en que quedará, tengo que estar preparada para cualquier
escenario.
Respiro hondo y me siento en la silla, me quedo ahí sin saber qué decirle.
Pensando que de verdad nos enamoramos de maneras muy misteriosas.
Tengo miedo a lo que voy a decirle, pero quizás es la única forma de que
vuelva a mí, que envejezcamos juntos, que tengamos la oportunidad de ser
felices. Pongo las manos en mi vientre y sonrío.
—Sé que hemos cometido errores, que desde niños hemos ido y venido,
que nos odiábamos, pero necesito que luches por nosotros, porque tienes
razones para quedarte, para ser feliz, porque podemos hacerlo, il mio tesoro,
porque podemos lograrlo, porque confío en ti, siempre he pensado que
podemos ser felices, solo tenemos que crear esa burbuja que nos protege. —
Me rompo y lloro—. Este loco y ciego corazón te ama, te anhela y me está
matando que estés ahí, que estemos de esta manera, no puedo perderte,
Giacomo, no puedo perderte, estoy embarazada —confieso rogando que me
escuche—. Estamos esperando un bebé, sé que somos la relación más
tóxica que existe, dependemos el uno del otro, somos adictos a lo tóxico y
felices en la miseria, nos han faltado razones y sobraron los motivos para no
estar juntos, así nos matemos, así nos odiemos…
Las lágrimas y dolor me impiden respirar, porque no puedo, Giacomo es
mi mundo, solo con él puedo llorar y reír, a pesar de las heridas y el dolor es
el único hombre al que le he entregado mi corazón.
—No somos perfectos, no somos tan diferentes, pero eso es lo que nos
hace ser nosotros, por favor, il mio tesoro, por favor, vive por nosotros;
dicen que el amor es suficiente, que el amor basta, por favor vive, sé que
me odias y me quieres, que por más que desee alejarme, siempre encuentras
la manera de que vuelva a ti, ahora te toca a ti, por favor, por favor. —Me
seco las lágrimas—. Odio llorar maldita sea, juré que nunca más lloraría por
ti, por eso vuelve, maldita sea, vuelve…
La puerta se abre y alzo mi rostro, Aiden me observa impactado, sé que
estoy hecha un cuadro, pero esto es lo que soy, no voy a negarlo.
—Es hora, Pia, tienes que decidir qué harás, puedes esperar a Giacomo,
pero te recomiendo que los mates antes de que alguien te traicione.
Asiento con mi cabeza y me levanto, me acerco a Giacomo para besar su
cabeza y cierro los ojos por un segundo.
—Volveré pronto, il mio tesoro, ti amo…
Me reincorporo y por inercia toco el colgante de obsidiana negra, respiro
hondo y salgo decidida a terminar con todo lo que me ha atormentado desde
que tengo memoria. Aiden me escolta, pero me detengo.
—¿Esos hombres son de fiar? —inquiero.
—Lo son, Pia, no son camorristas, son mis hombres —me contesta.
Me quedo mirándolo sorprendida y él sonríe.
—No desconfíes, Giacomo lo sabe, ya hablaremos tú y yo.
Asiento y me quedo mirándolo por unos segundos, comienzo a caminar y
algo en mi interior me hace confiar en este hombre.
Metanoia

PIA

L a metanoia es el proceso de transformación que cambia la forma de


pensar, sentir, de ser o de vivir de alguien, es una palabra de origen
griego, normalmente se le da un sentido positivo a que una persona pase por
esta experiencia, pero desde mi punto de vista, no lo sé, estoy pasando por
eso, he emergido en una metamorfosis total, soy una mariposa letal que no
le tiene miedo a matar, algunos dirían que siempre lo fui, quizás nunca lo
comprendí.
Educada para ser una mujer de casa, me resistí de tal manera y ahora
estoy aquí frente a una de las personas que más daño me ha hecho. Federico
Di Marzo está golpeado por mis hombres, amarrado a una columna y
completamente desnudo. Nos encontramos solamente los hombres de Aiden
y algunos palis realmente fieles a nosotros. Uno de ellos le está dando una
paliza con sus puños, los gritos de dolor me hacen sonreír, es un maldito
cobarde que ruega que lo maten.
—Detente —ordeno y el hombre lo hace, se queda mirándome mientras
jadea a causa del esfuerzo físico, emerjo del rincón oscuro donde estaba
observando y le hago frente al cobarde que me aterrorizó por meses—.
Federico Di Marzo —lo llamo con voz cantarina—. Es un gusto tenerte
aquí, supongo que no es la manera en que pensabas verme después de darte
un tiro y demostrarte que no debías subestimarme.
—¿Vas a matarme? —pregunta divertido—. No le tengo miedo a la
muerte.
Suelto una carcajada sonora, porque sé que la mayoría de los camorristas
abrazamos a la muerte como una vieja amiga.
—Sabes la respuesta a esa pregunta, la venganza es dulce, pues la verdad
no lo sé, lo único que pasa por mi mente son las veces en que me
amenazaste con violarme cuando todo esto acabara, las veces que dijiste
que me harías miserable, pero te recuerdo que por culpa de tu maldita
familia nunca tuve una vida normal, que me tocó tener escoltas para ir a la
universidad, que fuiste un maldito que intentó joderme, que enviaste a un
hombre para que me hiciera daño.
—Fuiste una tonta, una chiquilla creyendo que podía salir de este mundo
—responde con rabia—. Estamos destinados a morir por la organización o
por una venganza, no te queda nada, Pia Zeno, te quité todo.
—Y yo voy a quitarte todo a ti —aseguro dándome vuelta y vuelvo sobre
mis pasos, encuentro una estaca de madera puntiaguda, la tomo, me quedo
mirándolo por unos segundos, cierro los ojos porque estoy dando un paso
hacia la dirección que terminará de convertirme y no podré volver atrás—.
¡Sujétenlo con fuerza! —ordeno y me giro, cuando me ve palidece, no tiene
idea de lo que pienso hacer, se resiste mientras varios hombres lo cogen
para que se quede quieto contra la pared—. No sé si lo decías de la boca
para afuera, pero quiero que sufras en carne propia lo que es una violación.
—Pia, no —me ruega—, no sé qué estás pensando, pero no lo hagas.
—Leí mucho mientras tenían a mi marido en cautiverio, no creo que las
muertes deban ser rápidas, porque ajá, sí, matamos a ese enemigo, pero algo
tienen los sicilianos que se regodean con hacer sufrir a sus víctimas, así que
en ese tiempo leí las maneras de hacerte pagar, una de ellas fue el
empalamiento.
—¡No, no, Pia, ten piedad! —me ruega.
—¿Ibas a tener piedad de mí o de Giacomo? —inquiero frente a él.
—Esto no se resuelve así, no debió pasar así, no sé por qué Luca lo
mantuvo vivo, se suponía que estaba muerto.
—Me importan una mierda tus excusas —contesto.
—¡Pia! —grita.
Le entrego al hombre la estaca y me quedo mirándolo, asiente aceptando
mi orden silenciosa. La adrenalina hace que mi cuerpo tiemble cuando lo
sueltan de la pared, lo mueven mientras se resiste gritando que tenga
piedad, que no lo haga, que le dispare, pero que no haga lo que estoy
pensando, que no somos la Cosa Nostra. Sonrío cuando los hombres lo
golpean en el abdomen, lo que hace que caiga de rodillas en el suelo. Lo
ponen a gatas, grita y llora con desespero, el hombre no cuenta o advierte,
nada, solo hay un silencio atronador. Cuando lo penetra se escucha el grito
de dolor, la punta va a atravesando el cuerpo de Federico hasta que sale por
su boca, la sangre baña el piso del espacio donde tiran el cadáver del hijo de
puta que me ha robado la paz.
—Limpien ese desastre —ordeno.
—Pia —me llama Aiden.
Lo ignoro hasta alejarme del lugar y vomito en el primer rincón que
encuentro del galpón. Aiden me agarra el cabello y vacío mi estómago, me
doblo varias veces hasta que creo que ya no queda nada.
—¿Estás bien? —insiste.
—Estaré bien cuando todo esto acabe y Luca esté muerto —contesto.
—Empalaste a un hombre que te persiguió por años, la verdad, no creo
que nadie dude de ti a partir de esto.
—Pero…
—Pia, sé que tienes veintidós años, pero tienes que aprender a parar
cuando debes, nadie puede criticarte por detenerte, ya asesinaste al peor de
todos, si esperas a que Giacomo esté bien para asesinar a Luca, está bien.
—No, no sabemos quién puede traicionarnos —contesto y me viene una
nueva arcada.
Aiden me saca del galpón y me sube al todoterreno en el asiento de
copiloto, me quedo mirando la ventana. Empalaron a un hombre por mis
órdenes, a veces no puedo creer en lo que me estoy convirtiendo, soy una
asesina, soy como mi padre y no me arrepiento. Deseo que me reconozcan
como Pia Gambardella, la jefa de la Camorra, no como la mujer de
Giacomo.
—Ahora me vas a decir cómo es que tienes un ejército de hombres y no
lo sabía —averiguo con un tono bastante severo.
Respira hondo como si tuviera que tomar valor para confesar todo.
—Tu padre me descubrió por manipulación de Luca, no es mentira,
conoces la historia, pero…
—¿Qué? —inquiero—, pero ¿qué?
—Luca sabía quién era, me vendió a tu padre, fue quién me golpeó la
mayor parte del tiempo susurrándome que iba a sacarme del camino, hace
poco me amenazó con mi hermana, puede que aquel momento no podía
defenderme, pero ahora es diferente. —Niega—. El primo de Giacomo
siempre lo traicionó, a veces hasta con tu mismo padre, no tenía pruebas y
la veces que tuve pruebas, Giacomo no me creyó.
Arranca el motor y me tenso, me giro para verlo, esto no me gusta, pero
hay algo en Aiden que me hace confiar en él, creer en él, sé que no es un
traidor.
—Vas a matarme —deduzco.
Suelta una carcajada.
—No, Pia, no puedo matar a mi cuñada —asegura con voz tranquila.
—¿Cuñada?
—Todas las familias tienen secretos, soy adoptado, Pia, mi madre es
italiana y fue una mujer muy importante dentro de la Camorra.
—¿Rosaria? —inquiero sin saber qué decir.
—Sí, todos cometen errores y yo fui el error de Rosaria, lo descubrieron
porque tengo una marca, una pequeña marca que solo compartía yo con ella
y al parecer Giacomo la reconoció antes de matarme.
—¿Y cómo coño llegaste a ser de la CIA? Disculpa, pero esto es
inverosímil, no te creo nada, además, Giacomo no te ocultaría, te cuidaría,
eres su maldito hermano.
—¿Por qué crees que estoy vivo?
—¿Cómo lo supieron? —insisto.
—No me infiltré en la Camorra para investigarlos, me infiltré para
conocer a mi familia.
—No entiendo nada —susurro—, ¿no vas a matarme?
Suelta una carcajada.
—No, Pia, para nada voy a matarte y para explicarte esto tendría que
hablarte de tantas cosas, sé que tienes miedo, pero yo no soy camorrista,
solo quiero proteger a mi familia.
—Pero me dijiste que tienes una hermana…
—Adoptiva, tiene tu edad y es un grano en el culo cuando desea serlo,
vive en Chicago.
—Pero…
—Rosaria tuvo un hijo antes de casarse con el padre de Giacomo, pero
una mujer de sociedad, una mujer destinada a ser casada por conveniencia,
no podía tener un hijo bastardo.
—¿Giacomo te aceptó así sin más?
—Su madre, la noche que iban a ejecutarme, estaba en el sitio, me
reconoció porque me parezco a mi padre, pasó por encima de todos,
incluyendo a su propio hijo, convenció a todos de que era un activo,
Giacomo al ver que su madre tenía un plan y no me mató, convenció a
Stefano y aquí estoy, les mostré la marca y ella lo supo, supo que era su
hijo.
—Después ¿qué? —inquiero.
—A veces parece mentira, pero Rosaria cuidó de mis heridas, yo sabía
quién era ella y cuando estuve bien, le conté la verdad, es simple; me
adoptaron dos personas maravillosas y me convertí en policía, luego hice
las pruebas para entrar al FBI, de ahí comencé a trabajar encubierto, hasta
que fui fichado en la CIA, puse mi ADN en la base de datos y coincidió con
el de Rosaria, creo que en el fondo pensó que la buscaría y lo hice.
—Necesito ver a mi marido —le digo.
—Vamos a eso, pero, Pia, no miento, por eso fui vehemente en rastrear a
Luca, nunca confié y estaba seguro de que era él.
Asiento con mi cabeza sin decirle nada más y bajamos en la clínica
privada. Hay hombres alrededor que no reconozco, pero sé que están
custodiando el lugar para que mi esposo esté a salvo. Paso directo a su
habitación, tomo asiento en la silla que he dejado hace más de tres horas,
me quedo mirando a Giacomo y quiero tirarme a llorar, parece mentira todo
esto que estoy descubriendo.
—Creo que no te conozco, pero no importa lo que descubra en el camino,
te amo, porque eres un ser maravilloso debajo de esas capas de maldad y
psicopatía, sin saberlo le salvaste la vida a tu hermano y ahora te salva él.
—Respiro hondo—. No todo está perdido, Giacomo, por favor escucha mi
voz y vuelve a mí. —Suelto una pequeña risa—. No sé si estarías orgulloso,
pero extinguimos a los Di Marzo, no queda nada de ellos, vi cómo los
hombres de Aiden cumplían mis órdenes, cómo lo empalaban, muy
siciliano, lo sé, pero merecía sufrir… —Cierro los ojos y niego—. Cambié,
Giacomo, ya no soy la Pia que solo amenazaba, soy la mujer a la que no le
importa matar, no me avergüenza ver mis manos manchadas de sangre, no
importa nada, solo necesito que vuelvas.
Parpadeo hasta abrirlos de nuevo y mirarlo así me hace arrepentirme por
las cosas que hice; ocultarle que estaba siendo amenazada, porque sin
saberlo Luca me estaba manipulando para separarnos; lloro porque no
importa romperme delante de él, porque solo necesito que vuelva, que
regrese a mi lado. Quisiera cerrar los ojos y olvidar todo, comenzar de cero,
pero el pasado nadie lo puede borrar, las heridas ya están abiertas y no hay
marcha atrás.
¿Cómo pudo haber tanta destrucción entre nosotros?
—Vuelve, ya, por favor —sollozo.
No hay respuesta, no hay nada mientras mi corazón se parte en dos,
mientras la vida se detiene porque la única persona que amo está en cama,
porque no sé si va a volver. La puerta se abre, Aiden entra con una silla
junto a su laptop para sentarse frente a Giacomo.
—Vamos, hermano, tienes la oportunidad de que tu oscuro corazón sea
feliz —le dice.
Sonríe hacia a mí, me quedo mirándolo y asiente en mi dirección para
meterse de lleno en la pantalla. Me atrevo a tomar la mano de mi esposo, la
aprieto llenándome de esa sensación de paz porque su calor me calma. Y
nos quedamos allí, haciéndole compañía mientras le ruego a Dios que me
regrese a mi marido.
Quiero que me ames

GIACOMO

«V uelve, il mio tesoro, tengo la culpa de que estés ahí, por favor, vuelve
porque yo solo quiero que me ames como lo hago yo».
Quiero abrir los ojos, pero no puedo, y escuchar la voz desesperada de
Pia me vuelve loco.
«Por nosotros, por nuestro bebé, por favor vuelve, por favor,
Giacomo…».
Lucho contra la pesadez y la sensación de paz que se siente donde estoy.
Escucho el llanto desesperado de mi mujer, ¿un bebé? Estamos esperando
un hijo, no puedo creerlo, cada vez que la escucho llorar, quiero luchar con
esto, quiero despertar, quiero amarla como ella lo desea, ser felices.

*****

«Ha pasado una semana, no puedo creer que no despierte, sus órganos
están reaccionando, todo está bien. Necesito que reaccione, vuelve,
Giacomo, maldita sea, vuelve o iré a buscarte hasta el mismo infierno;
necesitamos otro día, tenemos una vida, siempre fui tuya, te odié mucho
tiempo, pero te amaba en el fondo sin saberlo».
Pia solloza, escucho a Aiden calmarla, me llama hermano, quiero
despertar para volver con ella, lo necesito, no puede venir aquí, tenemos
que tener otra oportunidad, no podemos perdernos, no podemos perder la
oportunidad de ser felices, tiene razón. Lucho contra la pesadez en mis
párpados. Escucho su llanto y quisiera poder calmarla, lo necesito, pero de
nuevo soy arrastrado hacia la oscuridad, no puedo volver, se siente tan bien
aquí.

*****
«Regresa, por favor, tengo miedo, estoy aterrorizada contemplando la idea
de que puedo perderte, maldita sea, dame una esperanza, vuelve conmigo».
Siento el calor de su mano en la mía, la aprieta y hago el esfuerzo de
apretarla de vuelta.
«Aiden, Aiden, llama al médico».
Escucho voces ahogadas, ¿esto es real? Es parte de mi mente, Pia, mi
amada Pia, escucho cómo le grita a alguien reclamándole, quisiera verla,
está peleando por mí, lo está haciendo por mí, los dos podemos tener una
oportunidad, ¿por qué no puedo regresar? Necesito volver a casa con ella,
necesito que todo esto acabe.
«Regresa, no quiero creerles, no puedes dejarme, quiero que este miedo
que me está ahogando desaparezca, necesito dejar de probar lo salado de
mis lágrimas, no quiero que te conviertas en la parte más triste de mi vida,
eres el oxígeno que respiro, por favor, regresa, no te atrevas a dejarme, eres
todo lo que necesito, Giacomo».
Se le quiebra la voz y quiero regresar, la verdad necesito regresar para
estar con la mujer que amo. Lucho por los dos, siento lo húmedo de sus
lágrimas mojar mi mano, lucho con todas mis fuerzas, porque al final todo
lo que siempre me ha importado, la única mujer a la que he amado, está
llorando por mí. Peleo una batalla contra algo que no entiendo, hasta que
por fin veo la luz, abro los ojos.
—Pia… —Escucho a Aiden.
Aprieto la mano de mi mujer y ella levanta la cabeza, cuando nuestras
miradas se cruzan, puedo ver el amor contenido en su mirada.
—¡Dios mío! —solloza mientras se levanta, se acerca para besarme en la
frente—. Volviste.
Carraspeo y siento lo húmedo de sus lágrimas cuando me abraza, como
puedo correspondo al abrazo. Aiden entra con un hombre vestido con
uniforme hospitalario.
—Es bueno tenerte de vuelta —asegura.
—Pia… —murmuro con voz ronca.
Mi mujer me toma la mano y sonríe a pesar de que su rostro está bañado
de lágrimas.
—Estoy aquí y no me iré nunca, te lo prometo, il mio tesoro.
Y nunca me había llamado así, lo escuché mientras estaba inconciente o
eso creo, el doctor me hace unas preguntas, me hace mirarle el dedo
mientras pasa una pequeña linterna, aunque me siento un poco
desorientado, me explica que estuve quince días bajo un coma inducido. Al
terminar, Pia me ofrece agua en un vaso con una pajilla, doy algunos
sorbos.
—¿Luca? —inquiero.
El rostro de Pia cambia de la felicidad al odio intenso, lo reconozco, por
años fue la cara que ponía cada vez que me veía.
—Está esperando a que lo mates, no quise ser yo… —responde.
—Aiden —llamo al hombre que me salvó.
Mi hermano aparece, no puedo vivir ocultando una verdad, no cuando
estoy realmente agradecido. Sonríe y le correspondo, siento a mi mujer
pendiente del intercambio entre nosotros.
—Aquí estoy —dice.
—Gracias —musito.
—No tienes nada que agradecer, estoy seguro de que harías eso por mí —
afirma.
—Dar la vida por mi hermano, sangre de mi sangre, lo haría… —musito.
Pia solloza y se abraza a mi cuerpo, no tengo que decir nada más, ahora
sé que ella tiene conocimiento de lo que sucede entre los dos. Siento de
nuevo una pesadez, siento los labios de mi esposa en mi cuello.
—Pronto nos iremos a casa, amor… —asegura y coloca mi mano en su
vientre—. Somos tres.
—Te escuché, Pia, me trajiste de vuelta, te escuché y volví para amarte
como quieres que te ame.

*****

Volver a casa ha sido algo pesado, Pia no deja que me mueva de la cama,
pero necesito resolver tantas cosas, así que aprovecho la oportunidad de que
ha ido a una reunión para hablar con Aiden. Lo encuentro como siempre
sentado en el sofá detrás de la pantalla de su computadora portátil.
—¿No deberías estar descansando? —pregunta sin levantar su rostro.
—Quería hablar contigo antes de que vuelva —respondo mientras me
siento a su lado.
—Un minuto —pide mientras hace algo, suelta un sí y cierra su pantalla
—. Acabo de hackear el banco donde Luca tenía el dinero, ahora es tuyo.
Respiro hondo y sonrío.
—Gracias… —Una simple palabra que abarca tanto entre nosotros dos
—. Si no hubiera sido por ti, no estaría aquí… —Asiente en mi dirección—.
Sé que no he sido el mejor hermano, te quedaste a pesar de las atrocidades
que cometí contigo cuando no sabía quién eras.
—No te odio, pero no podría gritar que eras mi familia y dejar a tu madre
expuesta.
—Lo sé, me has salvado de muchas maneras, tantas, que nunca tendré la
manera de pagarte.
—No quiero que me pagues —revira—, solo quiero…
—Ser mi hermano mayor —lo interrumpo—, yo no conozco nada acerca
de ser una familia, sabes lo que soy, aceptaste quedarte por mi madre, pensé
que te irías, pero te quedaste, si quieres volver a tu vida…
—Quiero quedarme, Giacomo, quiero traer a mi hermana, sé lo que eras,
sé lo que era mi madre, pero no tienen la culpa; ni ella por darme en
adopción, ni tú por quedarte a su lado, nunca guardé rencor hacia ti.
—Luca…
—A él sí —acepta—. Por cada cicatriz que tengo en mi cuerpo, pudo
parar mi tortura antes, siempre lo supo, sabía que era tu hermano. —Niega
—. Además, confirmé rumores que violaba a palis jóvenes y luego los
manipulaba, estaba reuniendo las pruebas para demostrarlo.
—Hizo lo mismo conmigo, después de eso comenzó a cuidar de mí… —
confieso.
—Creciste en este maldito mundo, Giacomo, no dejes que las acciones de
tu padre y familia te definan, tú eres diferente a ellos —asegura.
—No lo sé, soy un asesino, ¿y si le hago daño a mi hijo?
Sonríe y coloca una mano en mi hombro.
—Sé que no le harás nada, quizás amarlo hasta que des tu último aliento,
pero no le harás daño, no dejes que eso te detenga, creciste bajo el poder del
odio, ahora envejece bajo el poder del amor.
—Gracias, Aiden…
—Para eso soy tu hermano mayor…
Hablamos un poco más hasta que Pia vuelve y me obliga a acostarme de
nuevo, sabe que estoy cansado con tan solo verme, cuando me levanto mi
hermano me sorprende dándome un abrazo. Lo recibo y esta es nueva
oportunidad para ser feliz, lo sé, esta vez no contemplo vivir regodeándome
en el odio, no puedo cambiar lo que soy, pero puedo intentar en ser un
mejor esposo y hermano.
Pia me ayuda a acostarme y lo hace a mi lado después de que se asegura
de que estoy cómodo. Se abraza a mi cuerpo y coloca, con cuidado de no
lastimarme, su cabeza en mi pecho, acaricio su cabello; últimamente nos
quedamos largos periodos en silencio así de esta manera, como si los dos
estuviéramos atesorando lo que tenemos.
—Te escuchaba cuando estaba en esa oscuridad que me envolvió
mientras estuve en coma —comento rompiendo el silencio, se acomoda en
su sitio y se queda mirándome, pero no puedo verla mientras abro mi
corazón—. Caminé por una luz, pensé que eras tú, la muerte quiso
engañarme, lo sé, pero te escuchaba rogarme que volviera.
—Porque te necesito —musita avergonzada.
Giro mi rostro, mi cuerpo aún resiente cada golpe, cada herida que le fue
infligida.
—Esto es una nueva oportunidad, Pia, sé que no nos merecemos, pero
aun así nos amamos, por favor, permíteme comenzar de nuevo, amarte
como te mereces. —Coloco mi mano en su vientre—. Quiero ser un buen
padre. —Coloca su mano encima de la mía y sonríe—. Quiero ser un mejor
esposo.
—Giacomo… —musita emocionada.
—No puedo cambiar el hecho de que soy un asesino, pero puedo ser
mejor persona para ti, quemaré el mundo por ti, así como lo hiciste para mí,
la villana se convirtió en la heroína de esta historia.
Suelta una carcajada, toma mi rostro entre sus manos, me da un beso que
me emociona.
—Quiero que me ames en la oscuridad de tu corazón, quiero que me
adores en la luz de tu amor, no te cambiaría por nada en este mundo,
Giacomo, me resistí muchos años a este amor, es hora de que nos dejemos
de estupideces. —Se le escapa un sollozo—. Debí contarte lo que sucedía,
aunque Luca me decía que te contara, ahora me doy cuenta de que estaba
manipulándome.
Coloco un dedo en su boca.
—Ya pagará, no quiero escuchar nada más —afirmo—. Este momento es
nuestro, Pia, seamos felices, no sé cómo ser bueno, pero enséñame a amarte
como te mereces.
Toma mi dedo y lo besa.
—Ámame en la oscuridad, hazme tuya, y cuando veas que entro en
razón, fóllame como siempre lo haces.
Me besa con ternura y me siento feliz, estoy decidido a vivir una vida
plena y a olvidar todo, amarla como desea, aprender que existe más que la
muerte y el odio. Cuando se abraza a mi cuerpo comienza a hablarme de
nuestro bebé, me habla de que quiere una habitación hermosa para él. Me
cuenta sus deseos y uno de ellos es terminar de estudiar después de tener a
nuestro hijo, me habla de cómo Bianca y Paola la han apoyado, me siento
feliz de que las amigas de nuestras madres hayan acudido a ella cuando
pudieron.
Le confieso mis anhelos, Pia es lo único que necesito para ser feliz y
conversamos por horas. Entre risas y besos, me doy cuenta de que siempre
tuvimos esta complicidad sin darnos cuenta, nos apoyamos en nuestros
momentos más oscuros. La alejo un poco y sonríe, me observa con los ojos
brillantes de amor, parecen un manto estrellado.
—Ti amo, Gioa mia…
—Ti amo, il mio tesoro…
—Repítelo —le pido.
—Ti amo, il mio tesoro.
Tomo su rostro entre mis manos y la beso, lo único que quiero es el sabor
de sus labios en los míos, ella me entrega su amor en este pequeño contacto,
porque había estado perdido y ahora he encontrado el momento para
regresar a la única persona que he amado.

*****

Aiden me ayuda a escaparme del encierro al que Pia me ha sometido para


recuperar las heridas. Está mirándome mientras bajamos en el ascensor al
piso donde tenemos recluido a Luca.
—Gracias —farfullo.
Mi hermano sonríe, nunca imaginé que Aiden sería capaz de salvarme la
vida, siempre me pidió confiar en él, pero todo el tiempo tuve miedo de
hacerlo.
—Somos hermanos —afirma mientras se abren las puertas.
Salimos, trata de ayudarme a caminar, pero niego, necesito entrar ahí y
que Luca sepa que estoy vivo, que seré yo quien va a quitarle la vida. Los
palis que están alrededor de nosotros me observan con interés, mi hermano
abre la puerta y entramos al salón del piso, encienden las luces y puedo
verlo, está suspendido del techo. Alza su rostro y sus ojos brillan al verme.
—Viniste a perdonarme —afirma con un entusiasmo desquiciante.
Aiden toma un bate y asiento, mi hermano le pega en las piernas, Luca
grita de dolor, sé que han estado torturándolo mientras he estado ausente.
Mi hermano se ha encargado de conseguir lo que por tanto tiempo le negué.
—Estoy aquí para recordarte que me sigues dando asco, pero no por ser
homosexual, sino por ser un maldito traidor.
—Lo hice para que abrieras los ojos…
—Me traicionaste, me entregaste como un cordero al matadero, sin
embargo, mi verdugo eras tú, siempre fuiste tú, debí ver las pistas que me
diste, pero el amor ciega, el amor que te tenía, pero que mataste.
—Giacomo… —Luca se estremece ante mis palabras.
—¿Sabes cuál es tu castigo?, sé que no es que te mate, eso para ti será un
descanso, tu castigo es que te desprecio y ahora confío en la única persona
que siempre despreciaste.
—No, no, Giacomo, somos familia…, por favor, no, no lo haga, yo te
amo… —solloza Luca.
Me tengo que contener para no golpearlo, Aiden toma el control y
comienza a golpearlo. El llanto de dolor de Luca hace que me estremezca y
recuerde las noches en las que nuestros padres enfermos nos violaban para
convertirnos en hombres letales. Mi hermano descarga su furia en contra de
mi primo. Nunca superaré esto, me doy media vuelta para irme, porque si
Pia descubre que me he ido, se volverá loca. Camino hacia la puerta.
—¡Giacomo, Giacomo! —grita Luca mi nombre con desesperación.
No hay marcha atrás, al recuperarme lo mataré y acabaré con la persona
que por años, pensé que era mi única familia.
Vendetta, morte e pace

PIA

Dos semanas después…

L as semanas pasaron volando en casa, Giacomo luchó para recuperarse,


decía que lo motivaba mi amor, sin embargo, en el fondo sé que lo que
realmente lo motiva es la sed de venganza y muerte, pero si de esa manera
encontrará la paz que necesita, estoy dispuesta a complacerlo en todo.
La Camorra sigue bajo mi mando, Aiden tenía razón al decirme que
después de matar a Federico de la manera en que lo hice, nadie se metería
conmigo, entiendo lo que quería decirme, la verdad mi miedo de no ser
respetada era el temor de aceptar lo que soy, una mujer dispuesta a todo por
el bienestar de su familia. Por primera vez en muchos años, ejecutarán a un
traidor de una manera lenta y delante de todos los clanes.
Mi esposo ha dado por hecho que puede matar a Luca delante de todos,
tengo miedo de que su cuerpo que aún está recuperándose de las heridas, se
resienta a causa del esfuerzo físico. Se escucha Blood On A Rose de
Everybody Loves an Outlaw en los altavoces, está manejando uno de sus
automóviles y toma mi mano, me quedo mirando que le faltan los dedos
que el maldito de Luca le cortó.
—No me mires así —murmura—. Soy perfectamente capaz de matarlo,
tengo dos manos y para cortarlo puedo hacerlo con la izquierda, gracias a
Dios soy zurdo.
—Giacomo…
—No dejaré que se salga con la suya, quiero que todos se den cuenta de
que nada de lo que hagan va a detenerme —asevera con voz siniestra—. No
me importan los golpes, Pia, lo que importa realmente es que algún día te
toquen.
—No creo que se atrevan… —musito.
—Quemaste Nápoles por mí —apostilla divertido—. No tengo miedo de
dejarte sola, porque estoy seguro de que vas a sobrevivir a todo.
—No lo haré —confieso con miedo—, quemaría el mundo por
encontrarte y traerte miles de veces de regreso, pero no, no vuelvas a
permitir que te atrapen.
—No puedo prometerte eso…
Comienza a sonar Fix You de Coldplay, nos quedamos en silencio y sé
que tiene razón, en este mundo no puede prometerme que volverá a mí si
está en peligro, noto que comienza a tararear y mi corazón vibra cuando lo
escucho canturrear que las luces lo guiarán a casa.
—Il mio tesoro —musito.
—Siempre que esté lejos volveré a ti, porque las luces me guiarán a casa,
pensé que iba morir, mi mayor miedo era dejarte sola, pero ahora no tengo
miedo.
Toma mi mano y la lleva hasta sus labios, deja un beso casto. Sonrío
mientras canta, muy pocas veces me ha mostrado esto, pero cada minuto
que me regala estos instantes soy muy feliz, porque los dos sabemos que
estamos a punto de vivir los mejores momentos de nuestras vidas.
Estaciona en un galpón vacío, aquí se llevan a cabo la mayoría de las
reuniones de la Camorra, vivimos en la clandestinidad, aunque todos nos
conocen, saben quiénes somos, disfrutamos de estos momentos en los que
podemos escondernos para seguir reinando en la ciudad de Nápoles.
Giacomo se baja y da la vuelta para ayudarme a descender, está vestido con
un vaquero de color negro y camiseta del mismo tono, lleva una cazadora
de cuero, con botas de motero, parece un chico malo sacado de una foto de
Pinterest, por mi parte llevo prácticamente el mismo atuendo, pero mi
camiseta es de color blanco, llevo el colgante de rosa de diamantes que me
regaló en nuestra luna de miel. Me ofrece su mano izquierda para entrar.
Afuera hay camellos, paranzes y palis, la mayoría están para ver lo que
sucederá con una de las personas que tuvo poder por mucho tiempo, si bien
Giacomo fue la mano derecha de mi padre por años, todos sabía que Luca
fue lo mismo para mi marido. Este es un asunto de la organización, porque
no solo la desestabilizó, sino que también nos trajo problemas con los
cárteles mexicanos, por lo que tuvimos que realizar una alianza con cárteles
colombianos y venezolanos.
Al llegar, la mayoría de los jefes de los clanes han venido, tanto Paola
como Bianca se acercan para saludarme. Giacomo me da un beso y lo
observo irse con Aiden, desde que sé que son hermanos y tras el regreso a
la vida de mi marido, los dos han tratado de mejorar su relación
fortaleciendo los lazos de fraternidad, en unos meses vendrá la hermana
adoptiva de mi cuñado, así que nuestra pequeña familia quizás tendrá una
nueva integrante.
Uno de los sicarios de Giacomo arrastra a Luca, su ropa está hecha
girones, ha perdido peso y su cuerpo está maltrecho por las palizas que
ordeno que le den, porque a pesar de que esperaba impaciente para
asesinarlo, sabía que mi marido iba a desear hacerlo con sus propias manos.
Me quedo ahí callada mientras lo colocan en el medio del círculo que poco
a poco se va cerrando con los jefes de los clanes. Este comienza a reírse
fuera de sí, el hombre lo golpea y otros se acercan para hincarlo a la fuerza
en el piso. Lo hacen y su mirada se clava en mí.
—La perra de la Camorra viene a matarme —se burla.
—¡Esta perra es tu reina! —lo corrijo—, pero no seré yo —afirmo—,
aunque sí tu primo.
Luca palidece cuando Giacomo emerge de donde estaba oculto, mi
marido me confesó que había bajado a verlo, pero que estaba esperando el
momento para asesinarlo.
—Pensé… —murmura.
—Que iba a mandar a mi mujer —interrumpe Giacomo—, pero aquí me
tienes, soy yo quien va a arrancarte el corazón.
—Giacomo… —La voz de Luca se rompe y puedo ver el dolor reflejado
en su rostro.
A Luca de alguna manera en su retorcida mente, le duele que sea mi
marido quien vaya a acabar con su vida, lo cierto es que ni en mis pesadillas
más profundas, pensé que sería él quien nos traicionaría, fui ilusa, una vez
más entiendo a mi esposo cuando repite la frase de que el amor te ciega.
Giacomo se quita la cazadora, me quedo mirándolo porque sé que no está
tan bien, que el esfuerzo físico al que piensa someterse puede traernos
problemas, se acerca y observo que saca un cuchillo, contengo la
respiración cuando se abalanza sobre Luca quien ahoga un grito, el brazo
izquierdo de mi marido se levanta muchas veces con el cuchillo mientras lo
clava en diferentes partes del cuerpo de su primo. La sangre salpica
alrededor, todos miramos con rostros estoicos mientras toma por sus
propias manos la venganza que merece.
Cuando termina, el cuerpo de Luca Gambardella cae contra el piso y me
quedo mirando cómo la luz de sus ojos se ha escapado, sus gemas verdes ya
no brillan mientras nos mira. Mi marido respira entrecortadamente, doy un
paso, pero alguien me toma por la muñeca derecha, giro mi rostro y observo
a Aiden que mueve su cabeza negando, no sé qué hacer, quisiera
asegurarme de que está bien, me quedo ahí con miedo a que pueda pasarle
algo. Vuelvo mi rostro y está arrodillado sobre el cuerpo, está haciendo algo
y no entiendo, me quedo ahí expectante, porque no tengo idea de lo que
puede pasar.
Se levanta y me quedo muda al ver que sostiene el corazón de su primo
en sus manos, camina hacia a mí y me lo entrega, observo el músculo que
latía en el pecho del hombre que nos traicionó, subo la mirada y me quedo
admirando los fanales marrones de mi marido. Los dos compartimos una
sonrisa, su rostro está salpicado de sangre, sus brazos, su camisa está
húmeda y no puedo negar que encuentro cierta belleza en ello.
—¿Confías en mí? —pregunta.
Asiento con mi cabeza con una sonrisa.
—Con mi vida —contesto.
Me hala llevándome al centro del círculo, no despega su mirada de la
mía, sonríe cuando nos detenemos. Bajo la mirada y quedo observando las
mismas llenas de sangre, el esmalte de color negro de mis uñas tiene
pequeñas gotas y, sin pensarlo, levanto mi mano sosteniendo el corazón.
Todos me observan con atención:
—¡Este es el corazón de un traidor! No permitiré que se rompa la paz que
hoy vamos a firmar, la guerra entre clanes debe acabar —digo en voz alta
—. Necesitamos estar unidos para enfrentar los embates que ha dejado esta
guerra sin sentido, aquí cada uno ha sufrido una pérdida por el ego grande
de dos hombres que creyeron que por ser mujer no era capaz, miren lo que
pasa con los traidores y no repitan los mismos errores.
—Quienes estén en nuestra contra, vean cómo pagaremos la traición,
puede que haya sido golpeado, pero encontré la manera de burlar a la
muerte y regresar para vengarme —agrega Giacomo subiendo su mano para
tomar mi muñeca.
Se escuchan los murmullos, esto es una amenaza tácita, pero bastante
gráfica de lo que estamos dispuestos a hacer para recuperar el poder. Bajo la
mano y tiro el corazón al lado del cuerpo sin vida de Luca. Escucho que mi
marido manda a desaparecer el cuerpo, sin lavarnos vamos a una pequeña
mesa, escuchamos atentamente los requerimientos de los clanes,
informamos sobre las alianzas en las que estuvimos trabajando. Le damos el
papel que les corresponde a los clanes Palazzo y Di Lorenzo luego de su
alianza con nosotros; le entrego el control de Caserta a Bianca Palazzo;
mientras que Paola y yo estaremos aliadas en Nápoles.
Al terminar, salimos de ahí y subo al automóvil, Aiden nos sigue de
cerca. Nos detenemos.
—Todo está listo —le informa Aiden a Giacomo.
—¿Qué está listo? —inquiero.
—Nada —contesta Giacomo con una sonrisa.
Frunzo el ceño cuando me abre la puerta del automóvil, Aiden sonríe y se
despide con un gesto en su cabeza. Subo y espero que mi marido y mi
cuñado hablen sin que escuche nada, se despide y sube ignorándome.
Enciende el motor y lo primero que se escucha son los acordes de Sparks de
Coldplay. Maneja en silencio mientras lo observo, esboza una sonrisa que
es contagiosa.
—¿Qué está listo? —insisto.
—En breve vas a verlo…
—Quiero saberlo —exijo.
Suelta una carcajada.
—Esa es la Pia que amo, espero que puedas estar de rodillas, porque
deseo tu boca en mi polla. —Me sonrojo y me remuevo incómoda.
—No —pronuncio esa palabra provocándolo.
—Uno…
Y me siento la mujer más dichosa del mundo, ser polos opuestos nos
hace felices, que él diga blanco y yo diga negro, ese pequeño tira y encoje
que logra que nuestra relación funcione. Cuando observo hacia al frente me
doy cuenta de que estamos entrando a la marina, sonrío emocionada y sabe
que estoy feliz. Estaciona frente al Gioa mia y emocionada me bajo sin
esperar a que me ayude.
—¿Vamos a navegar? —pregunto entusiasmada.
—Solo este fin de semana…
Grito de felicidad y corro para besarlo, me recibe con los brazos abiertos,
me importa poco que esté lleno de sangre, lo beso en los labios. Estos días
han sido horribles, me ha confesado todas las atrocidades que sufrió durante
su secuestro y lo que pasó en su infancia, se ha abierto de una manera que
nunca imaginé. Al romper el contacto de nuestros labios subimos al yate, la
tripulación prepara todo para zarpar, los dos nos acercamos a la proa.
—Gracias —musito, porque necesitaba este pequeño respiro.
—Nuestra burbuja, solo por estos días…
—Ya no necesitamos una burbuja —afirmo—. Porque ahora tenemos
todo, Giacomo, te tengo a ti, tengo lo único que necesito para ser feliz.
—¿Segura, Gioa mia?
—Segura, gocemos de esta paz, ya están muertos, no podemos darle
poder a personas que solo quisieron dañarnos, ya no pueden hacerlo, así que
solo tenemos que ser felices.
—Eres tú, siempre fuiste todo lo que quise, no tenía ni sueños ni
esperanzas, te he amado desde que sé el significado de esa palabra. —Se
acerca y me atrapa por la cintura—. No puedo prometerte una vida normal,
pero prometo hacerte feliz.
—Ya no quiero una vida normal, no importa si somos criminales, amo tu
corazón con su oscuridad, con sus grises, te amo, Giacomo.
Sonríe y me besa, ya no soy la Pia que luchaba contra el deseo y el odio,
ya no soy la chica que anhelaba algo que no existe, me convertí en lo que
estaba destinada a ser y no me arrepiento. Mi camino hasta aquí no ha sido
para nada fácil, pero no importa nada porque al final está el hombre que me
ama de una manera especial. No todas las historias de amor suceden como
cuentos de hadas, no todos son princesas y príncipes azules, los villanos
también se enamoran y experimentan un sentimiento que va rompiendo las
tinieblas.
Epílogo

GIACOMO

Dieciséis años después

E n el jardín de nuestra casa suenan los acordes de una tarantela


napolitana, salgo de la casa y observo a mi mujer, casi puedo recordar
el día del cumpleaños de su padre cuando la reclamé como mía. Mi mujer
sigue siendo hermosa a sus treinta y ocho años, como cabeza de la Camorra
ha logrado largos periodos de paz, pero a mi lado construyó lo que nunca
pensé tener, una familia.
Estamos celebrando los quince años de nuestra primogénita, Alessia
llegó a nuestras vidas después de un largo periodo de inseguridad, pero
iluminó como un sol cada día desde su llegada, mi princesa a la que
encantado encerraría en una torre. Mi hija y mi mujer están en la mesa
esperándome junto a nuestros otros dos hijos, Mattia —dos años menor que
Alessia—, y Gennaro. Me imagino que están discutiendo algo sobre Azurra,
nuestra bebé de nueve meses que llegó para alegrarnos un poco más la vida.
Me acerco y puedo ver a Pia sonreírme, porque creo que está recordando
lo mismo que yo, aquel cumpleaños que inició todo este camino. Me acerco
a la mesa y le ofrezco mi mano.
—¿Bailamos? —pregunto.
Sonríe y toma mi mano, bajamos para bailar una tarantela. Todos nos
observan y aplauden, la felicidad reflejada en su rostro es lo que me hace
feliz, puede que no seamos perfectos, pero lo intentamos. Aiden sigue a mi
lado, es la cara fresca ante mis negocios limpios, la empresa de seguridad
que fundé ahora es administrada por él. Ha pasado tanto, no ha sido nada
fácil nuestro camino, justo un año después de aquella pesadilla,
encontramos a Juan Rodríguez; una noche mi hermano y yo entramos para
asesinarlo sin que nadie supiera que éramos nosotros, pues estábamos de
nuevo haciendo alianzas con su padre, hasta ahora puedo asegurar que sabe
que fui yo quien ejecutó a su hijo, pero nunca ha tomado represalias. La
Camorra siempre tendrá altas y bajas, la guerra entre clanes es inevitable,
seguimos siendo la organización más sangrienta de Italia.
Han pasado dieciséis años, entre alegrías, lágrimas y peleas.
Termina la canción y tomo a mi mujer por la cintura para besarla,
comienza a sonar Ti amo de Umberto Tozzi. La misma canción que hice
sonar el día de nuestra boda y ella me observa con sus fanales negros
brillantes.
—Esa canción —musita.
—¿La recuerdas?
—Sí, también te dije que no era un matrimonio real… —Suspira—. Sin
embargo, ahora siento que somos más que un matrimonio.
Nos movemos por la pista y sonrío.
—¿Qué somos? —pregunto.
—Somos amigos, esposos y amantes, somos más y no puedo estar más
feliz porque me reclamaste como tuya.
—Mía…
—Tuya…
Bailamos hasta que la canción termina, Alessia nos pide que nos
comportemos como los padres de sus amigas, alegando que no somos
precisamente jóvenes, no sabía que estar en los cuarenta era la tercera edad,
bromeo con mi hija. La felicidad plena es lo que vivo, sigo siendo el mismo
hombre letal que asesina sin ningún tipo de piedad, pero me convertí en un
esposo fiel y un padre amoroso; el amor rompió las penumbras de mi
oscuro corazón convirtiéndome en un Giacomo diferente.
Pia sigue siendo mi principio y mi final, mi vida no puede ser mejor,
porque la bella y la bestia encontraron la manera de ser felices en el mundo
lleno de oscuridad que les tocó vivir.
Me aleja de todos riendo, me besa como si tuviera ganas de desnudarme
y la sola idea de poseerla me pone la polla dura. Nos besamos como dos
jóvenes enamorados, cuando rompo el contacto por unos segundos la
escucho:
—Ti amo, il mio tesoro…
Y no puedo pedir más, porque mi rosa llena de espinas me ama como
siempre lo deseé.

Fin…
1 Eres mi muerte.
Agradecimientos

Agradecer es un acto que debe ser diario, ya que dar las gracias nos
apertura a nuevas oportunidades, por eso dedico estas palabras a:
Gracias a la Virgen del Valle y Santa Teresita del Niño Jesús por siempre
sostener mi mano, por llevarme por el camino correcto.
Gracias a mi madre, mi pilar fundamental, mi vida entera y la mujer más
importante de mi vida.
Gracias a Lisbeth, perolita de mi vida, sé que pronto volveremos a reirnos
con alegría, juntas mientras comenos oreos.
Gracias a Celina por quererme tanto, por no dejarme y tomar mi manos en
estos momentos en que a veces dudo de mí-
Gracias a Isaura, a veces sé que te quieres meter por la pantalla y
golpearme, pero estaré eternamente agradecida por todo lo que aprendo de
ti, no solo a nivel profesional, sino también personal. Contigo editar se
volvió el momento más esperado de mi proceso creativo.
Gracias a Masiel, chama gracias por tu apoyo, eres especial. Que sigamos
cosechando éxitos.
Gracias a mi corazón de condomio Lupe, eres una persona especial que se
merece el cielo entero, gracias por tanto.
Tóxica, este año hemos peleado, pero como una vez te dije eres como la
hermana pequeña que no tengo, gracias por tanto, te quiero muchísimo.
Yensi, mi amor gracias por tu apoyo como escritora y por convertirte en
alguien especial junto a Clau.
Gracias Claudia por tu apoyo, por estar ahí siempre, mi mafiosa favorita.
A Génesis por ser mi lectora beta en los primeros capítulos, mi amor te
amo.
Hay un grupo de chicas que se han convertido en mucho más que que
bookstagrammer, nos convertimos en una familia que da consejos, que se
ríe junta, que se preocupa por todas y cada una, espero seguir contando con
ustedes, las amo, son las que me hacen reír, hasta llorar. Por muchos años
más juntas. Mis víctimas de Cruella: Pau de Perséfone Books, Ceci de
Coffee2019books, Nico de Rayitodeluz, Génesis de Manicomio de los
libros, Nalle de Lee libros con Naii, Sabrina de Una loca lectora, Glorialys
de Perdida entre páginas, Mi Leidys We.are.bibliophiles, Fontcalda de
Lionela y Lupe de Amante Literaria por siempre apoyarme cuando más lo
necesito. Mis Víctimas, las amo, son mías, solo mías.
Siempre voy agradecer a las cuentas de Instagram, creo que sin su trabajo
yo como autora no podría dar a conocerme, gracias por todo su apoyo. En
especial a: Pérdida entre páginas, We.are.bibliophiles Leer es Increíble,
Locas por la lectura, Libros que dejan huella, , Manicomio de Libros, Lee
Libros Con Naii, Perséfone Books, Yenssi y Lucy_Amante_de_la_lectura,
BookbyClau, Lurggibooks, Librodemama, J.T.Mary, clubamantesalalectura,
salseo_de_libros, suspiro_libros, alciolovesbooks, kx_boulewatt,
aquí.leemos.romantica, davidleelibros, Libros y Palomitas y Con_un_vino
por todo lo que hacen por mí, por compartir mis post y leerme.
Quiero darle las gracias en especial a Ceci y a Lucy por organizar las
lecturas conjuntas, gracias por leerme y apurarme siempre para publicar. A
todas las chicas que se unen deseando leer mis historias. Tambien a Yenelys
de la Caja de Libros
Gracias a ti por leerme, por estar conmigo desde el primer día o desde
cualquiera de mis libros.
¡Mil veces gracias!
Sobre la autora

LORENA DEL VALLE FUENTES P.

Venezolana de nacimiento y de corazón, enamorada de su país y de todo lo


bueno que siempre ha tenido; Lorena Fuentes desde pequeña ha tenido
fascinación por la lectura y las letras. Su primer libro fue Platero y yo, pero
la historia del niño que enseña a los adultos: El Principito, fue la que la
enamoró.
Es amante de las artes en todas sus expresiones. En 2015, con Soy Tuya
incursiona por primera vez en ese mundo de la literatura que tanto le
deleita, manteniéndose en los primeros lugares de venta por más de seis
meses seguidos. Tras haber realizado varias publicaciones, octubre de 2016
trae a su vida su primer Best-Seller: Amor en llamas, llegando al primer
lugar de ventas en novelas de ficción de Amazon.
Fuentes, pensando siempre en su público, se dio a la tarea presentar sus
obras en otros idiomas, trayendo así en marzo de 2019 Amore in fiamme, y
aventurándose al inglés, presenta en julio de ese mismo año The Most
Beautiful Night; para octubre de 2021, trae en portugués su más grande
éxito Amor em chamas.
En el año 2020 nace para ella su mayor reto, así como una de sus más
grandes satisfacciones, el Dark Romance, género que trae consigo La Ley
del Silencio, serie llena de controversia por su contenido, Omertà ve la luz
en julio; su gran secuela, Amore e Vendetta en octubre; 2021 trae la historia
del menor de los Lombardo, Inferno e Paradiso; Uomo D’onore es la
penúltima novela de la serie, publicada en octubre de ese mismo año,
L’ultimo Capo, último libro que dio fin a la serie en febrero 2022.
Para la escritora colaborar con sus compañeras, creando lazos y
consintiendo a sus lectores, es algo fundamental, por ese motivo incursionó
en las antologías multiautor Romances Que Dejan Huella en febrero de
2020, y Día de los Enamorados, en el mismo mes, pero de 2021. Sin dejar
pasar la oportunidad de celebrar las fiestas decembrinas, Un regalo para ti
trae una colección de relatos de su autoría, acordes a la fecha, que te harán
pasar un grato momento.
No hay amor más grande que el de Lorena por sus lectores, así que no
dudes en comunicarte con ella para comentar sus obras o compartir un grato
momento hablando de libros.
Redes Sociales:
Facebook: https://www.facebook.com/lorenafuentesescritora/
Instagram: @lorenafuentes2
Twitter: @lore2811
Libros:

SERIE NOS PERTENECEMOS:

Soy Tuya 27/03/2015


Todo de Ti 27/11/2015
Lo Mejor de ti 02/03/2017
Nos Pertenecemos 13/08/2020
Girasoles para Lu 21/11/2019
Relatos de la serie:
Todo Cambió: 26/04/2015
Algo Sobre de Diciembre: 21/12/2015
UNITARIOS:

Serendipia 01/05/2016
La Noche Más Linda 11/07/2017
Y Lo Conocí en: 27/11/2018
Desencuentros 15/03/2019
Óbelo: ٣٠/٠٧/٢٠١٩
No Fue Mi Intención Amarte: 01/08/2021
90 días 28/11/2021
Ramé 04/07/2022
Una Segunda Oportunidad 16/10/2022
El Bufón y la Reina 23/01/2023
SERIE LEY DEL SILENCIO:

Omertà 19/03/2020
Amore e Vendetta 26/10/2020
Inferno e Paradiso 15/05/2021
Uomo D’onore 21/10/2021
L’Ultimo Capo 14/10/2022
BIOLOGÍA ATRÉVETE A AMAR
Filofobia: 01/05/2018
Resilio 01/08/2018
BILOGÍA EN LLAMAS:

Amor en llamas 15/10/2016


Corazones en llamas 03/12/2017
SERIE ESTACIÓN 44

Fuego Amistoso 01/02/2021


BILOGÍA DESEO

Oscuro Deseo 08/05/2023


Corazón Oscuro 20/07/2023
ANTOLOGÍAS:

Romances que dejan huellas 14/02/2020


Un regalo para ti 09/12/2020
Antología de Relatos: “Día de los enamorados” 14/02/2021
Darkness “Reinas de La Oscuridad” 29/10/2021
Un Regalo que Deja Huella 30/12/2022
TRADUCCIONES:

Amore in fiamme 29/03/2019


The Most Beautiful Night 26/07/2019
Amor em chamas 15/10/2021
La notte più bella 01/02/2022
Este libro fue editado por:
Isaura Tapia 2023

También podría gustarte