Alberto Saladino García, Dos científicos de la Ilustración hispanoamericana:
J.A. Alzate y F.J. Caldas, 2ª ed., México, CIALC-UNAM, 2010, 318 págs.
Para comprender la historia de la ciencia, en particular a José Antonio Alzate
y Ramírez, novohispano, y Francisco José de Caldas y Tenorio, neogranadino, Alberto Saladino García realizó una concienzuda e interesante investigación que después de veinte años requirió una segunda edición, la que nos congratula reseñar. El autor profundiza en los dos personajes señalados, considerados como los máximos exponentes del pensamiento ilustrado y del quehacer cientí- fico en sus virreinatos; ambos críticos de lo tradicional y propugnadores de la ciencia moderna; hombres con eminente vocación por las ciencias exactas y naturales, como lo advierte su disciplina de estudio. Alzate incursionó en la botánica, zoología, medicina, astronomía, filosofía, física, historia natural etc., en tanto que Caldas cultivó la astronomía, la geografía, la navegación, la física, las matemáticas, la botánica y la historia natural en general. Alberto Saladino apunta que el cometido fundamental de su investigación consistió en revisar y analizar la obra de los dos ilustrados del Nuevo Mundo para determinar su concepción de ciencia, entendida como un conjunto de co- nocimientos aplicados a la solución de problemas cotidianos. Dado que ambos ilustrados consagran su mayor tiempo al cultivo de las ciencias naturales, la concepción de ciencia que se desarrolla es la de la naturaleza, por lo que se destacan dos fases en la formulación del conocimiento científico; la primera consiste en pensar a la ciencia como proceso de cuestionamiento de la realidad natural haciendo uso de instrumentos, fuentes científicas, técnicas y del método experimental; es decir, corresponde a la fase de la investigación científica. La segunda es la de resultados, que formula los nuevos conocimientos en términos de teorías, principios, leyes y axiomas por ser válidos, ciertos y susceptibles de verificación o demostración y es lo que se conoce propiamente como ciencia. Tal metodología, aplicada por Alzate y Caldas y divisada por Alberto Saladino, le permite cumplir con su objetivo. Para ello penetra en el mundo prolífico de los sabios criollos del siglo XVIII y principios del XIX, quienes son ejemplo de inte- lectuales con profundo compromiso social. Ellos, como hombres letrados y eruditos, sintieron el deber de propugnar la renovación cultural en sus respectivos territorios, sentando las bases de la independencia intelectual y política, dado que la tradición escolástica fue la causa del escaso avance de la ciencia virreinal. Para determinar la idea de ciencia en sus dos personajes, Alberto Saladino no los estudia de manera aislada, sino en sus respectivos contextos. Señala que a pesar de las múltiples lecturas realizadas tanto por Alzate como por Caldas, cuyas miradas se dirigían a Europa, particularmente a Francia, la vía más impor- tante para sumarse al dinamismo cultural fue la correspondencia y el arribo constante a Nueva España y a Nueva Granada de pensadores y científicos provenientes de Europa. Por ejemplo, Alzate entabló una fructífera correspon- dencia con el naturalista Buffon, en tanto que Caldas conoció a tres europeos de avanzada: José Celestino Mutis, médico y titular de la expedición botánica a Nueva Granada, y a los naturalistas Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland. De igual manera, el libro que nos ocupa apunta las instituciones en que se apoyaron ambos ilustrados así como las publicaciones a las que tuvieron acce- so. Asimismo, el autor nos introduce en las condiciones sociopolíticas, las pecu- liaridades de la Ilustración europea y la americana, razón por la que el libro se integra por seis capítulos: 1) “La Ilustración europea”; 2) “La Ilustración novohispana y neogranadina”; 3) “Formación y obra de José Antonio Alzate y Ramírez”; 4) “Significado de ciencia en la obra de Alzate”; 5) “Formación y obra de Francisco José de Caldas y Tenorio”; 6) “Significado de ciencia en la obra de Caldas”. El autor del libro en cuestión señala que si se conceptúa la ciencia como un conjunto de signos con los cuales se interroga la realidad y se plantean solucio- nes, esta concepción se ve muy clara a partir de la Ilustración, movimiento cultural del setecientos que permitía ver y enfrentar la realidad de manera novedosa, ya que sus representantes tenían como rasgos característicos la erudición, el deseo de interpretar y revalorar el pasado histórico y científico, su permanente búsqueda de documentos, la crítica y la ordenación de los mismos, su curiosidad científica, la aplicación de procedimientos empíricos y experimen- tales y la orientación de sus investigaciones hacia rubros determinados por las condiciones imperantes. Queda señalado que la Ilustración virreinal tuvo los mismos rasgos que la europea: el racionalismo, la lucha contra la tradición escolástica, la idea de pro- greso, la utilidad de la ciencia, el enciclopedismo de sus propugnadores, el eclecticismo, el empleo de procedimientos experimentales en la investigación de la naturaleza y, en general, la adscripción a lo moderno. El resultado de todo esto fue la creación de instituciones culturales y educativas que coadyuvaron a la formación de los ilustrados hispanoamericanos. El ambiente científico vino a ser reforzado con la integración de expedicio- nes españolas ultramarinas con el objetivo de conocer mejor los dominios ame- ricanos mediante el levantamiento de información botánica y zoológica, de ma- nera que la creciente comunidad científica difundió el resultado de sus trabajos y exploraciones a través de instituciones y por medio de publicaciones, funda- mentalmente periódicas. Las gacetas, semanarios y diarios se suman a la lista de fuentes primarias en que Alberto Saladino basa su investigación; de ellas hace una minuciosa y crítica revisión a fin de introducirse en el pensamiento de sus protagonistas, Alzate y Caldas. De hecho, éste es uno de los aspectos que otorgan gran valor al libro en cuestión. Los periódicos que publicó Alzate llevan por título Diario literario de México; Asuntos varios sobre ciencias y artes; Observaciones sobre física, historia natural y artes útiles y Gaceta de Litera- tura de México; Caldas, que tuvo una vida más breve que Alzate, fue autor del Semanario del Nuevo Reino de Granada. Todos estos periódicos difunden los resultados de sus investigaciones, de ahí que sean de lectura obligada para el historiador del pensamiento ilustrado.
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El objetivo de esas publicaciones, según relata Alzate, consistió en actuali- zar a los literatos, registrar los hechos memorables, ayudar a los estudiosos, servir a los individuos y a la sociedad, proporcionar un espacio para la discu- sión, resolver la necesidad de comunicación, contribuir a la consolidación de la cultura virreinal, nutrida de lo universal, de las producciones académicas y de las manifestaciones populares; por su parte, Caldas apuntó que todo era nece- sario oírlo, meditarlo, escribirlo, pero siempre suspendiendo el juicio hasta que un competente número de observaciones y experimentos acreditaran la verdad o falsedad de semejantes relaciones. En fin, ambos ilustrados tuvieron plena con- ciencia de la importancia de conservar y recordar conocimientos generados en su momento y en su pasado. A esto hay que agregar que una publicación perió- dica era más barata que un libro, más accesible a toda la población, por lo que los periódicos vinieron a ser la expresión natural de ese dinámico proceso. Por otra parte, Alberto Saladino destaca el compromiso social de sus prota- gonistas. A través de sus escritos, Alzate y Caldas externaron que como hom- bres letrados que eran, su deber consistía en ser útiles a la sociedad en que vivían; sintieron que les correspondía actuar y proponer soluciones a proble- mas detectados en sus respectivos virreinatos. Alzate —quien afirmaba que “no hemos nacido para pensar sólo en nuestra utilidad; es menester pensar también en la de la patria; la de los amigos”— entabló estrecha comunicación con el segundo conde de Revillagigedo, virrey de Nueva España de 1789 a 1794, a fin de proponerle ideas para el aseo de la Ciudad de México, sobre los carros de basura, el alumbrado y el empedrado; en el área tecnológica diseñó ventiladores para hospitales, tan necesitados de un aire puro, entre muchas otras cosas. Caldas sintió la responsabilidad de educar a la juventud con el propósito de lograr el crecimiento del país y vinculó sus actividades geográficas a la botánica. Estudió intensamente esta ciencia y clasificó un sinnúmero de plantas de todo el territorio neogranadino para darles una aplicación útil, entre ellas el enriqueci- miento de la terapéutica. En fin, Alzate y Caldas difunden información para solucionar problemas sanitarios, alimenticios, técnicos, económicos, educati- vos, administrativos y culturales, entre otros, de ahí que Alberto Saladino subra- ye la presencia del practicismo en las investigaciones científicas del siglo XVIII. El autor del libro que se reseña asienta como principal aporte de los dos ilustrados hispanoamericanos el que hayan puesto en práctica la nueva ciencia, otorgando dinamismo al saber científico. La contribución de Alberto Saladino consiste en rescatar esos documentos, los escritos de sus personajes muy afi- nes entre sí, no sólo para testimoniar el desarrollo y práctica de la ciencia en el devenir histórico sino también para contribuir a la discusión de las cuestiones teórico-metodológicas; para mostrar el proceder científico de Alzate y Caldas, por qué investigaron, cómo lo hicieron, con qué herramientas contaron, qué pretendían y a quiénes quisieron llegar. Todo eso es interpretado, saboreado y plasmado en el libro que se reseña, el cual es de lectura obligada para el interesa- do en la historia novohispana y neogranadina, en la historia de la ciencia, en la de las publicaciones periódicas y en el género de biografías.
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Sin lugar a dudas, el libro que ha escrito Alberto Saladino García representa un gran esfuerzo y dedicación a la vez que denota conocimiento, entusiasmo y apasionamiento por el tema; apasionamiento que nos transmite a través de sus escritos caracterizados por su profundidad analítica y fluida redacción.
Martha Eugenia Rodríguez Pérez
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