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HISTORIA DE LA MINERIA EN MÉXICO

Jezi Zuri
[Company name]
[Date]
ESCUELA SECUNDARIA TÉCNICA INDUSTRIAL N° 134

TEMA

HISTORIA DE LA MINERIA EN MÉXICO

ASIGNATURA

HISTORIA

DOCENTE

PROFESOR JAFET IZASHA ARROYO MÉNDEZ

INTEGRANTES DE EQUIPO

MARTINEZ HERNANDEZ TAMARA GUADALUPE

MORA CRUZ ALEXIA LILIAM

YAÑEZ SEGOVIA ZURISADAI

COL. EL NARANJITO, COSOLEACAQUE, VER. A 09 DE FEBRERO DE 2024

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INDICE

INTRODUCCIÓN ……………………….............. 3
OBJETIVO GENERAL ……………………….............. 5
HISTORIA DE LA MINERÍA EN MÉXICO ……………………….............. 6
ÉPOCA PREHISPÁNICA ……………………….............. 6
ÉPOCA COLONIAL ……………………….............. 8
SIGLO XVI ……………………….............. 8
SIGLO XVII ……………………….............. 11
SIGLO XVIII ……………………….............. 12
SIGLO XIX ……………………….............. 14
MÉXICO INDEPENDIENTE ……………………….............. 16
PORFIRIATO (1876-1880) (1884-1911) ……………………….............. 18
SIGLO XX ……………………….............. 20
SIGLO XXI ……………………….............. 24
CONCLUSIONES ……………………….............. 30
BIBLIOGRAFIA ……………………….............. 31

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INTRODUCCIÓN

La economía se beneficia principalmente por diversas actividades primarias, secundarias y


terciarias. Sin embargo, esto no es algo de tiempos recientes, por el contrario, a lo largo de la historia se
tiene registro de algunas que ya se empleaban, tales como la agricultura, la ganadería o la minería. En
México, desde la época prehispánica los pueblos realizaban labores para la extracción y
comercialización de minerales como oro o plata.

Se tiene noticia que hace 900 años, la población precolombina de México explotaba recursos
naturales, en especial oro. Es legendaria la riqueza en oro del Imperio Azteca. Para muchos mexicanos,
la historia de la minería es la historia de México. Para los españoles, las riquezas minerales fueron el
motor de la conquista de Nueva España. Al consumarse la conquista española, el territorio mexicano se
convirtió en uno de los proveedores principales de minerales para la Corona, pues al contar con
yacimientos ricos en metales, la explotación de éstos coadyuvó en la propia economía novohispana con
la extracción y exportación de los metales, creando rutas comerciales importantes para el dominio
novohispano.

Las ciudades de Durango, Chihuahua, Guanajuato, Monterrey, Pachuca, San Luís Potosí y
Zacatecas, capitales de siete estados de la República Mexicana, fueron fundadas y construidas gracias a
su riqueza y actividad minera y metalúrgica. De 1534 a 1553, en tan sólo 19 años, los españoles
descubrieron y desarrollaron cinco grandes centros mineros: Guanajuato, Real del Monte Pachuca,
Taxco, Santa Bárbara y Fresnillo. Sumadas las distancias por vía terrestre a que se encuentran estas
ciudades del Distrito Federal, los españoles recorrieron a pie o a caballo, más de 2,600 Km. Para 1775,
Guanajuato era la tercera ciudad en importancia en el Nuevo Mundo; Ciudad de México la primera y
Lima, Perú, la segunda. En México, se estima que Guanajuato produjo dos tercios de la producción
mundial de plata y buena cantidad de oro.

El México independiente también tuvo auge como resultado de la minería, ya que los recursos
económicos obtenidos se invirtieron en otros rubros para el desarrollo del país.

Por la guerra de Independencia (1810-1821) y por la inestabilidad política del siglo XIX, la
producción minera decayó. Para finales del siglo XIX, principalmente intereses americanos, alemanes,
belgas, ingleses y franceses, poseían la casi totalidad de la minería mexicana.

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En 1910 se desata la devastadora revolución mexicana. El crecimiento y desarrollo de México
se detiene y con ello el de la minería.

Consolidada la revolución de 1910, cuando sube al poder el presidente Lázaro Cárdenas, se


inicia un periodo estatizante de la economía y de expulsión de la inversión extranjera. A la minería se le
hostiga, promoviendo principalmente conflictos laborales, utilizando al sector obrero; se pierde riqueza,
se pierden empleos. Como consecuencia, no se invierte en minería y se cierran operaciones mineras. La
minería entró en una época de franca decadencia.

Si bien esta industria ha contribuido en gran medida a la prosperidad de la nación, también fue
aprovechada por empresas extranjeras y capitales privados, lo cual significó un desplazamiento en la
atención por parte del Estado mexicano, que no favoreció a éste.

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OBJETIVO GENERAL

El presente trabajo tiene como objetivo principal conocer lo importante que fue y es el sector
minero a lo largo de la historia de nuestro país, por cuanto provee a gran parte de los otros sectores de
materias primas y recursos económicos, por ser uno de los de mayores exportaciones, de aportes de
regalías, generación de empleo e inversión; por estas razones es de primordial interés el que como
estudiantes de nivel secundaria tengamos un panorama general del desarrollo de la minería.

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HISTORIA DE LA MINERÍA EN MÉXICO

ÉPOCA PREHISPÁNICA

Desde el periodo prehispánico se tenía conocimiento del uso de la minería-metalurgia. Por


ejemplo, en el códice mendocino y en la matrícula de tributos del emperador Moctezuma se señalan 18
provincias tributarias de productos minerales, los cuales eran aprovechados para obtener metales
preciosos.

De las técnicas que se usaban, se han encontrado restos de los


trabajos mineros que los indígenas realizaron empleando el
método de torrefacción, es decir, calentando la pared rocosa y
fracturándola por medio del enfriamiento súbito con agua.

En cuanto al modo de labrar y beneficiar la plata, recurrieron a la


fundición, cuyo proceso es derretir la masa de metal al fuego, que
aparta la plata del plomo, del estaño, del cobre y de las demás
mezclas que contiene.

En su intento por alejar a los extranjeros, el tlatoani Moctezuma le


entregó oro, plata y ricas piedras a los emisarios de Hernán Cortés.
Por ejemplo, les otorgó un presente de oro que fueron cuatro diademas y unas lagartijas, dos como
perrillos y orejeras y cinco ánades, y dos figuras de caras de indios, y dos suelas de oro como de sus
cotaras.

Ante los regalos ofrecidos a Cortés, al conquistador le interesó saber la calidad de los yacimientos y de
los ríos donde se encontraban los minerales, por lo que envío exploradores. De acuerdo con Bernal
Díaz del Castillo, el primero que volvió con la información requerida fue el piloto español Gonzalo de
Umbría; él y sus compañeros…

Posiblemente, el oro procedía sustancialmente de los actuales


estados de Guerrero y Oaxaca.

Además del uso de productos minerales para utensilios de caza


y guerra, se utilizaban para fabricar cuchillos, navajas, puntas de

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flecha, así como herramientas para la construcción. Mayormente, destacaba la destreza de los orfebres,
quienes empleaban el oro con diferentes técnicas: martillado, repujado, filigrana, chapeado y moldeado
por medio de la cera perdida (conocida ahora también como fundición).

Derivado de que los mensajeros de Cortés continuaban recibiendo presentes en oro, éste demandó a
Moctezuma que todos los caciques enviaran tributos, por lo que el tlatoani azteca ordenó que fueran de
ese material. Grandes eran las cantidades reunidas de regalos, destacando tejuelos, granos y planchas,
entre otros.

En la carta de la justicia y regimiento de la rica Villa de la Veracruz a la reina doña Juana y el


emperador Carlos V, su hijo, con fecha 10 de julio de 1519, Cortés reseñó a los reyes de España las
riquezas de oro, plata y piedras preciosas que existían en las tierras americanas, y de las que les envió
una cantidad considerable.

ÉPOCA COLONIAL

SIGLO XVI

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Con el transcurso de los años y concluida la resistencia indígena, los españoles enfocaron gran
parte de sus planes al fomento de la minería. De acuerdo con el historiador tabasqueño Agustín Cué
Cánovas, Se sabe que en 1532 se descubrieron las primeras minas, según informe de oficiales reales.
Pronto surgió el primer gran distrito minero: Taxco, Zacualpan, Sultepec, Zumpango del Río, Espíritu
Santo y Tlalpujahua.

Después de explotar el oro (a cargo de los nativos de las arenas auríferas), se fueron encontrando
grandes minas de plata, principalmente en la zona que comprende los actuales estados de Zacatecas,
Guanajuato y San Luis Potosí.

Zacatecas destacó porque para 1548 tenía ya unas 50 minas en explotación, y se convirtió en la segunda
ciudad más importante de Nueva España, poblada de mineros y comerciantes. El proceso de
modernización de los recursos técnicos traídos a territorio novohispano, probablemente coadyuvó en el
auge de la industria minera.

La posibilidad de la mano de obra indígena para las


excavaciones; la introducción del sistema de beneficio de
patio en 1552, para extraer la plata del mineral sacado a
cuestas por los indios desde los profundos socavones de las
minas, utilizando sal, pirita de hierro o cobre y azogue,
redujo el tiempo y el costo de la producción de la plata.

Paralelamente, la tracción animal fue la fuerza utilizada en


las grandes minas novohispanas, pues la escasez de corrientes
de agua en las áreas de mayor auge hizo imposible el empleo
de molinos hidráulicos como los que se usaban en Europa y
Perú.

La minería tuvo diversa y gran influencia en la época


colonial, con la distribución de la población como en la agricultura y ganadería, el comercio y los
transportes, en las rentas de la Corona, en el desarrollo de la
economía y aun en la propaganda religiosa Donde no hay plata no
entra el Evangelio decían los franciscanos.

En relación con los asentamientos poblacionales, algunos se


establecieron en los alrededores de las minas; sin embargo, éste fue

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uno de los factores que contribuyó a la disminución de la sociedad indígena, principalmente por los
extenuantes trabajos en el interior de los yacimientos y por los efectos a la salud que provocaba el
mercurio (empleado en el sistema llamado beneficio de patio). Asimismo, eran comunidades flotantes,
pues cuando terminaba la bonanza de los minerales se desplazaban a otro lugar.

Con el transcurso de los años se crearon las haciendas ganaderas y agrícolas, así como los ranchos, que
aportaban recursos económicos para la explotación de las minas, y que crecieron de manera
independiente de la capital, en virtud de su autosuficiencia (comúnmente sustentada por esta actividad
primaria).

La plata proveniente de las minas se gravaba en la Casa de Moneda establecida en 1535 en la Ciudad
de México, en donde las monedas se acuñaban manualmente a golpe de martillo.

A mediados del siglo XVI, el desarrollo en gran escala de la minería se inicia en 1550 con la
explotación de minas en el norte: Zacatecas, Real del Monte, Pachuca y Guanajuato. Estos
descubrimientos impulsaron la transformación acelerada del norte de Nueva España, ya que poseían
grandes cantidades de minerales.

La geografía de los yacimientos mineros se


expandió, localizándose de manera más importante
sobre una línea que conecta Pachuca a Sonora, en
el área conocida como la Mesa del Norte (ubicada
en los actuales estados de Durango, Zacatecas, San
Luis Potosí, Chihuahua y Coahuila).

La producción en gran escala se inició en el


decenio de 1550 a 1560, después del
descubrimiento de minas en Zacatecas (1546), Real
del Monte (1552), Pachuca (1552), Guanajuato
(1550) y una serie de vetas menores en el norte.

Para efectos de administración y fiscalización, las


regiones que abarcaban varias minas fueron organizadas en distritos. A mediados del siglo XVI estaba
ya en explotación activa el segundo gran distrito minero constituido por los reales del Monte, de
Pachuca y de Atotonilco. La explotación del tercer gran distrito minero se inició en Zacatecas (1547) y
en Guanajuato (1554).

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Durante el reinado de Felipe II se realizó una expedición al tornaviaje; la ruta marina que permitiera
regresar de las Islas Molucas a las costas de la Nueva España a través del Mar del Sur o Gran Golfo,
como entonces se llamaba al Océano Pacífico. La encomienda fue dada al vizcaíno Miguel López de
Legazpi y al fraile agustino Andrés de Urdaneta. Esta excursión terminó incorporando las Islas
Filipinas (nombradas así en honor del rey)25 a los dominios de la Corona española.

Durante este contexto, la minería fue de las actividades más importantes para la Corona, ya que sus
ingresos procedían de los diezmos y derechos que se le imponían a tal labor. Por tal motivo, las
autoridades se empeñaron en favorecer a este sector otorgando prerrogativas a la explotación.

SIGLO XVII

Entre los problemas que enfrentó la actividad minera en el siglo XVII destaca la escasez de la
mano de obra indígena (al principio fue la más barata), la cual comenzó a disminuir en gran medida por
las epidemias que se presentaron en el territorio, así como debido a las condiciones laborales arduas y
extenuantes que padecía la población nativa.

Con el propósito de atender esta problemática,


las autoridades permitieron para las minas un
repartimiento de varones indígenas mayores de
dieciocho años y de personas afrodescendientes
en situación de esclavitud; incluso se intentó
atraer trabajadores asalariados con una
retribución mayor que la otorgada a los agrícolas
A este monopolio también se añadió el irregular
movimiento del transporte marino (debido a los

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trámites burocráticos que detenían el cruce del Atlántico) y la búsqueda de rutas poco frecuentadas, con
el fin de evitar a los piratas y corsarios, con gran auge en el siglo XVII, provocando la suspensión de
las flotas.

A lo largo de la época colonial, la explotación minera tuvo periodos en que aumentó o decreció,
esencialmente por los asuntos políticos que se suscitaban en la monarquía. Por ejemplo, cuando las
guerras de España contra reinos europeos hacían peligrosa la comunicación con el virreinato, la Nueva
España apoyaba el fomento de las minas de mercurio, relegando progresivamente la de los demás
minerales.

Por ello en 1609 se ordenó propiciar los descubrimientos y explotación de ellas; en 1665 fue aprobada
la iniciativa del virrey [Juan de Mendoza y Luna] sobre su búsqueda y extracción. Pero, pasado el
peligro, las autorizaciones eran canceladas y volvía a imperar el exclusivismo. Estas situaciones
coadyuvaron a las problemáticas que enfrentó la actividad minera durante ese periodo.

A mediados de aquel siglo la producción de plata se redujo a tal grado


que la economía de la Nueva España sólo se centró en su territorio, pues
se decidió cerrar el tráfico marítimo. Este fenómeno se explica no solo
por la contracción de la actividad minera, sino que la inevitable
necesidad de dedicar la producción metálica al sostén de la
administración del virreinato destinados en principio a gastos militares
(construcción de puntos de defensa y pago de guarniciones), conllevaron
a la disminución de los envíos a la península.

Ante tal situación, los mineros se vieron forzados a requerir préstamos


de los llamados mercaderes de la plata (el negocio consistía en el préstamo de dinero a cambio de que
les vendieran con descuento parte de la producción de plata; así se constituía la ganancia del trato).

SIGLO XVIII

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El siglo XVIII inició con una baja considerable en la producción, pues durante este periodo, la
Nueva España dejó de ser el principal mercado minero de la Corona. No obstante, esta crisis no era
exclusiva del territorio novohispano, ya que la monarquía comenzó a perder el control de la economía
en otras colonias, lo que reforzó la necesidad de
buscar nuevas formas para cubrir las exigencias
internas, destacando la reducción en la
exportación de plata.

Desde España llegaron las reformas


borbónicas y algunas de ellas trataron de
fortalecer al gremio minero. Para alcanzar ese
objetivo, se analizaron las principales causas
que influyeron en la disminución de la
producción, entre las que enfatizaron la técnica
deficiente, los altos costos de producción y la
falta de capital.

Además, en la obra Comentarios a las


Ordenanzas de Minas de Francisco Javier de Gamboa, abogado y geólogo especialista en derecho
minero, que fue designado por el virrey Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla y Horcasitas para
atender la situación que se suscitaba— se agregaron otros factores para la transformación de esta
actividad, destacando los siguientes: la implementación de excepciones de impuestos para industrias
que suponían grandes riesgos; la reducción del
precio del azogue; la formación de una gran
compañía o banco que resolviera la crisis
financiera, y la creación de una segunda casa de
amonedación en Guadalajara.

José de Gálvez y Gallardo, visitador general del


virreinato de la Nueva España, promovió las
reformas necesarias para la atención de la
problemática. Como resultado de estas reformas,
surgió una legislación en la materia, bajo el
nombre de Reales Ordenanzas para la dirección,

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régimen y gobierno del cuerpo de la Minería, comprehendidas en Real Cédula dada en Aranjuez a 22
de mayo de 1783, decretada por el rey Carlos III. Esta disposición otorgaba a la Corona española el
principio de dominio eminente.

En cuanto al comercio exterior, se presentó una balanza comercial deficitaria por la exportación de
materias primas, así como la importación de manufacturas. Sin embargo, el producto que pretendía
enmendar esta situación fue la plata amonedada pues con su exportación le funcionaba a España y sus
colonias para atender el déficit con Europa, además de cubrir los gastos administrativos y de defensa.

Desde la conquista, tanto la Nueva España como el virreinato peruano habían sido los principales
productores de plata. Sin embargo, durante el siglo XVIII el territorio novohispano fue el primer
productor americano de ese metal. Aunado a esto un gremio de mineros se convirtió en un grupo
económico importante, derivado de sus grandes ganancias y de la creación de bancos y fondos
privados, los cuales invertían únicamente en esta actividad.

En tal contexto, la minería tenía gran auge pues, con la ayuda de una clase trabajadora con experiencia
en la materia y el descubrimiento de nuevos filones en minas abandonadas (que se hallaban dispersadas
en algunos territorios como Álamos, Parral, Bolaños, Catorce, la Valenciana, Real del Monte y
Zacatecas), las inversiones para seguir la explotación de minerales no se redujeron, al contrario,
aumentaron.

De acuerdo con Isabel Gil Sánchez y Enrique Florescano, la Nueva España logró convertirse en el
mayor productor de plata en el mundo (hacia 1800 aportaba el 66 por ciento de la producción mundial),
[sin embargo] no debe olvidarse que la mayor parte de ella iba a España.

Según cálculos del Consulado de Comerciantes de México, entre 1784 y 1805 se acuñaron cerca de 477
millones de pesos en la Casa de Moneda.

Pero durante esos años salieron del país, por concepto de exportaciones anuales regulares, envíos a la
Corona no manifestados y contrabando, 342 174 051 pesos. Así que en 1805 sólo quedaban 134 637
966 pesos, de los cuales 30 millones y medio eran del rey y de fundaciones piadosas, 25 del comercio y
sólo 79 millones pertenecían a los habitantes del virreinato.

SIGLO XIX
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A inicios del siglo XIX, la Nueva España se hallaba dividida territorialmente en doce
intendencias (Guanajuato, Zacatecas, San Luis Potosí, México, Guadalajara, Durango, Sonora,
Valladolid, Oaxaca, Puebla, Veracruz y Antigua California), y cada una contaba con sus propios
yacimientos minerales, los cuales eran explotados económicamente.

Las principales minas se encontraban en Guanajuato, Catorce (San Luis Potosí), Zacatecas, Real del
Monte (México), Bolaños (Guadalajara), Guarisamey (Durango), Sombrerete (Zacatecas), Taxco
(México), Batopilas (Durango), Zimapán (México), Fresnillo (Zacatecas), Ramos (San Luis Potosí),
Parral (Durango), entre otras ubicaciones.

A manera de ejemplo, la intendencia de Zacatecas contaba con cuatro diputaciones: Zacatecas,


Sombrerete, Fresnillo y Pinos Altos, en las cuales se encontraban 14 reales o minas, resaltando algunas
como La Blanca, La Sauceda, Mazapil o Guadalupe de Veta Grande.

Por aquel entonces arribó al territorio novohispano el barón y científico alemán Alexander von
Humboldt, quien realizó un amplio estudio sobre la minería, por lo que se convirtió en un referente
para los trabajos dedicados a este ámbito. En sus investigaciones, Humboldt describe que los pueblos
aztecas sacaban antes de la conquista el plomo y el estaño de las vetas de Tasco al norte de
Chilpancingo é Izmiquilpan, así como hierro, níquel y cobre.

Los distritos de minas más importantes en esos años eran los de Guanajuato, Catorce y Zacatecas, ya
que brindaban por sí solos mas de la mitad de toda la plata de Nueva-España, y que casi la cuarta parte
se obtenía de la sola veta de Guanajuato. La mina de la Valenciana había dado algunas veces ella sola,
en un año, tanta plata como todo el reino del Perú.

En vísperas de la Independencia de México, en 1808, la monarquía


española sufrió un momento de crisis ante la invasión napoleónica,
por lo que en el virreinato de la Nueva España surgió inestabilidad
política, así como diferencias entre autoridades y comerciantes,
esencialmente por la incertidumbre que persistía en relación con su
conservación de privilegios. Sin embargo, pronto comenzaron las
campañas a fin de reunir fondos para remitirlos a España con el
propósito de defender a las fuerzas patriotas en su lucha contra
Napoleón. Entre las primeras corporaciones que se apresuraron a
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manifestar su lealtad se contaba el Tribunal de Minería, cuyos miembros ofrecieron costear 100
cañones que se fundirían en México para luego ser enviados a la península. Además, prometieron pagar
a ocho batallones de ochenta soldados, con sus correspondientes suboficiales, seleccionando y
entrenando a estos últimos entre los estudiantes del famoso Colegio de Minería de la ciudad de México.

Las considerables sumas que llegaron a la Corona entre octubre de 1808 y febrero de 1811 alcanzaron
casi 30 000 000 de pesos plata, de los cuales 24 000 000 de pesos, provinieron de Nueva España. Estas
campañas se extendieron a lo largo del territorio. En Guanajuato, la Diputación de Minería ofreció un
donativo sobre cada quintal de azogue que consumían las labores de las minas de plata, por el tiempo
que durara la Guerra.

La situación política en España comenzó a tener consecuencias en las colonias americanas, en vista de
que el transporte marítimo se detuvo, causando acumulación de oro y plata en los puertos; además, los
trabajos en las minas pararon a raíz de la falta de acero, hierro y mercurio.

Iniciado el movimiento insurgente, la actividad minera sufrió un estancamiento, debido a la lucha


constante por la Independencia de México. Al concluir ésta, la extracción de minerales comenzó a
retomarse gradualmente en el, ahora, territorio emancipado de la Corona.

MÉXICO INDEPENDIENTE

Durante las primeras décadas del México


independiente, la producción de oro y plata disminuyó,
aunque no en forma progresiva. A inicios del siglo XIX lo
recaudado, era de 14 millones de pesos. En 1810, llegó a 19
millones; en 1811 desciende a 10 y la siguiente anualidad, a
4 millones. En los años ‘18, ´19 y ´20 fue de 11, 12 y 10
millones respectivamente: en 1821, decrece a 6 millones.
Cambiando la bonanza minera que se tenía antes del
movimiento insurgente.

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Por lo que se refiere a las organizaciones, el 20 de mayo de 1826, el Tribunal General de Minería
perdió su vigencia en cuanto a la administración de justicia que ejerciera hasta entonces. Cabe decir lo
mismo de sus atribuciones gubernativas, económicas y directivas.

Para 1842, durante la administración de Antonio López de Santa Anna, se declaró un lapso de diez años
libre de impuestos en la explotación del hierro. Además, se publicó el reglamento que constituyó la
Junta de Fomento y Administración el Cuerpo de Minería.

Al siguiente año se aprobaron los ordenamientos que favorecieron la producción de las minas de
mercurio. A mediados del siglo, el capital nacional no se reflejó del todo en este rubro, en
consecuencia, la apertura a recursos económicos extranjeros para esta actividad comenzó a llegar. El
capital inglés fue de los primeros en ser invertidos en la explotación de los minerales; además, el
avance tecnológico empezaba a tener resultados en la extracción.

Con el propósito de fomentar los conocimientos y técnicas en minería, el presidente Santa Anna decretó
el 20 de julio de 1853 lo siguiente: Se establece una escuela práctica de minas y metalurgia, que por
ahora se situará en el mineral de Fresnillo, bajo la inmediata dirección del Colegio del mismo ramo de
la capital.

Un año más tarde, presentó la ley para el arreglo de lo judicial, legislativo y administrativo de los
negocios de minería, a fin de reorganizar las diputaciones territoriales para su reubicación (o
supresión), de acuerdo con los gobernadores de los respectivos departamentos y jefes políticos de los
territorios.

Tiempo después, en el país se suscitaron enfrentamientos entre las principales facciones políticas que
pretendían derrocar a Santa Anna, y aquellas que
deseaban que continuara gobernando. La disputa
finalizó con la llegada de Benito Juárez a la Presidencia
de la República.

Probablemente, la necesidad de proveer las arcas


públicas (que se encontraban vacías), no le dejó al
presidente Juárez otro camino que declarar el 22 de
enero de 1863 un aumento del diez por ciento en lugar
del tres que se retribuía en ese momento a los derechos
del quinto que pagaban las platas.

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Sin embargo, este incremento no duró mucho pues, a decir del propio presidente, para conciliar los
intereses de los particulares con los de la actual situación de la República. Se reducen al seis por ciento
los derechos de quinto y ensaye sobre las platas que por decreto de 22 del próximo pasado enero se
mandaron aumentar al diez en lugar del tres que estaban pagando.

Ante el fallecimiento del presidente Juárez, surgió la incertidumbre de la producción minera, ya que la
titularidad del Ejecutivo federal fue ejercida por Sebastián Lerdo de Tejada. No obstante, durante la
administración de éste, la actividad se continuó realizando. Al final de su interinato, Lerdo intentó
mantenerse para el siguiente periodo, pero fue Porfirio Díaz quien, el 23 de noviembre de 1876, asumió
el cargo de presidente de la República.

PORFIRIATO (1876-1880) (1884-1911)

Durante los tres siglos del periodo colonial, así como en los gobiernos del México
independiente, la propiedad inmueble se limitó a la superficie, reteniendo así el dominio del subsuelo,
desligándolo de la propiedad privada. Los
individuos deseosos de explotar minerales, podían
hacerlo, si previamente lograban la concesión
correspondiente otorgada por el estado. Para
remediar esto, el presidente Díaz inició la
enajenación del subsuelo, otorgándola
principalmente a inversores del exterior.

El 22 de noviembre de 1884, una semana antes del


término del periodo presidencial de Manuel
González, se expidió el Código de Minas, cuyo
artículo 4 decretaba que la propiedad se otorgaría
a particulares, por tiempo ilimitado, con la
condición de que las minas fuesen explotadas, así
como que se garantizara la seguridad de éstas y de las personas que allí trabajaban.

En el artículo 128 se estableció su vigencia en toda la República, a partir del 1 de enero de 1885, por lo
que desde entonces quedaron derogadas las Ordenanzas de Minería de 22 de mayo de 1783, así como

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las demás leyes, decretos y disposiciones de la época colonial, de la Federación de los Estados, sobre el
ramo de minería, aún en la parte en que no fuesen contrarias.

Días después se expidió el Reglamento para la Organización de las Diputaciones de Minería y Arancel
para el Cobro de Derechos y Honorarios. En su artículo primero señala que se consideran mineros en
cada localidad a quienes supieran leer y escribir, por lo cual, tenían la prerrogativa de votar en la
elección de los diputados de ese sector.

En ese mismo año, Porfirio Díaz retomó la presidencia de la República, y así como durante sus
posteriores periodos ininterrumpidos en el cargo, otorgó beneficios, concesiones, permisos y derechos a
la actividad minera.

En este tenor, aunque el secretario de Fomento, Colonización e Industria, Carlos Pacheco Villalobos,
reconocía a la minería como uno de los sectores de la riqueza nacional, afirmó: en general, el ramo de
Minería [sic] en la República se halla abatido, y las causas eficientes de este abatimiento reconocen por
origen la falta de capital para una basta [sic] explotación, la falta de brazos para el trabajo, y en muchos
casos los abrumadores gravámenes que reporta.

También consideraba que el atraso de las minas se debía a que comúnmente eran descubiertas por gente
de recursos insuficientes, quienes debían invertir sus pequeñas fortunas o acceder a créditos, pero que
no de manera infrecuente terminaban optando por venderlas o solicitar avío.

Por ello, el secretario Carlos Pacheco, en abril de


1886, solicitó al Congreso no duplicar las cuotas
fijadas en la Ley del Timbre de 1880 (disposición
que establecía los impuestos a los metales
preciosos y otros productos) para el año fiscal del
1 de julio de 1886 a junio de 1887, con el
objetivo de que la industria minera tuviera apoyo
en inversiones y títulos de adjudicaciones.

En 1892 se expidió una nueva Ley Minera. En el


Senado se aprobó el 31 de mayo, para entrar en
vigor el 1 de julio siguiente. Mediante esta
disposición se derogó el Código de Minería de
1884, y se aceptó de pleno derecho la propiedad

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de extranjeros. Además, especificaba los minerales que requerían de concesión para su explotación,
tales como oro, platino, plata, mercurio, hierro , plomo, cobre, estaño , zinc, antimonio, níquel, cobalto,
manganeso, bismuto y arsénico67, así como la gema, el azufre, la sal y los combustibles minerales.

Mientras tanto, los aceites y aguas minerales no necesitaban de permisos. Adicionalmente, el artículo 5
estableció que: La propiedad minera legalmente adquirida, y la que en lo sucesivo se adquiera con
arreglo á esta ley será irrevocable y perpetua.

En relación con las compañías metalúrgicas estadounidenses que fueron de las primeras que se
establecieron en México, se encuentra la de los Guggenheim, la cual percibía grandes beneficios,
especialmente en la disminución de impuestos y por las nuevas disposiciones de la Ley Minera.

La Oro Mining comenzó a operar en 1898 y a lo largo de la dictadura obtuvo anualmente un


rendimiento de un millón de dólares, con un capital de 5,750,000.00; La Esperanza, cuyo nombre se
contraponía a los reales y cuantiosos beneficios
reportados año con año, consistentes en 1,230,000
dólares con un capital de 2,270,000. En menos de
dos años recuperó su inversión habiendo
distribuido en dividendos, para 1909, diez
millones de dólares.

El siglo XIX finalizó con un control de


monopolios extranjeros, así como la introducción
de la electrificación de las minas y la utilización de
máquinas y equipos que solucionaban de manera
más rápida y eficaz la explotación mineral. A estos
avances, también se agregaron las vías férreas, que
se expandieron por gran parte del país

SIGLO XX

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En 1904, con dos décadas ininterrumpidas en la Presidencia de la República, Porfirio Díaz
continuó promoviendo una legislación minera dirigida principalmente a la protección y el fomento del
capital extranjero, al igual que a la expansión de las vías de comunicación y los adelantos tecnológicos.
Este panorama se debía a la normatividad de la Ley Minera de 1892, además de las facilidades
administrativas para la tramitación de solicitudes de fondos mineros.

El levantamiento armado conocido como Revolución mexicana terminó con el prolongado periodo
presidencial de Porfirio Díaz. Años después de iniciado el movimiento y debido a la necesidad de
estabilizar la economía de la nación, así como la apertura paulatina de la industria minera, el primer
jefe del Ejército Constitucionalista, Venustiano Carranza, el 8 de diciembre de 1916 decretó lo
siguiente: Desde el día 10 de diciembre de 1916 hasta el 31 del mismo mes del año de 1917, quedará en
suspenso la aplicación de las cuotas de impuestos a los metales de exportación. En su lugar, propuso
cuotas que debían pagar las industrias de acuerdo con el valor de los minerales, principalmente oro,
plata y cobre.

A finales de 1916, el gobierno constitucionalista enfrentó la problemática del lucro en los metales que
se presentaba por los cambios en el valor de la plata, además del saqueo en las exportaciones
clandestinas de aquéllos. Por esta razón, se ordenó que las oficinas y aduanas marítimas y fronterizas
decomisaran los metales cuya procedencia no fuera demostrada.

El 5 de febrero de 1917 se promulgó la nueva (y vigente) Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos. Con respecto al sector de la minería, el artículo 27 menciona lo siguiente: Corresponde a la
Nación el dominio directo de todos los minerales o substancias que en vetas, mantos, masas o
yacimientos, constituyan depósitos cuya naturaleza sea distinta de los componentes de los terrenos tales
como los minerales de los que se extraigan metales y metaloides utilizados en la industria; los
yacimientos de piedras preciosas, de sal de gema y las salinas formadas directamente por las aguas
marinas.

En las décadas de los veinte y los treinta se acentuó un carácter más nacionalista de la propiedad,
teniendo como consecuencia la disminución del capital extranjero. No obstante, la explotación de las
minas continuaba produciendo grandes cantidades de metal.

El 3 de mayo de 1926 se publicó la Ley de Industrias Minerales, en cuyo artículo 1 se reiteró la


propiedad nacional del subsuelo. La disposición señalaba lo siguiente: Corresponde a la Nación el
dominio directo de todas las substancias minerales naturales que constituyen el suelo y subsuelo o que

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estén contenidas en ellas…. Exceptuándose, entre otros, las tierras para explotación agrícola o forestal;
corrientes de aguas subterráneas (con excepción de las que aparecieran en el laborío de las minas);
todas las rocas, y los materiales usados en la construcción.

Posteriormente, el 7 de agosto de 1930, se promulgó la Ley Minera de los Estados Unidos Mexicanos,
que blindó (en parte) los minerales. De acuerdo con el artículo 6: Sólo los mexicanos y las sociedades
mexicanas tienen derecho a obtener concesiones de cateo y de explotación. Puede concederse a los
extranjeros el mismo derecho, siempre que cumplan previamente con lo prescrito por el artículo 27 de
la Constitución General de la República y en sus leyes reglamentarias. Las sociedades, Gobiernos y
Soberanos extranjeros, por ningún motivo pueden obtener éstas concesiones.

Para el 21 de diciembre de 1932, el presidente Abelardo L. Rodríguez envió al Congreso de la Unión


una iniciativa de reforma al artículo 123 de la Ley Minera para la formación de una reserva de oro
suficiente a estabilizar el valor internacional de [las] divisas [nacionales] y garantizar su independencia.

Asimismo, el titular del Ejecutivo federal solicitó


facultades para reformar las leyes del petróleo de
1925, y la minera de 1930, a fin de evitar que las
empresas extranjeras sigan acaparando los
yacimientos mineros existentes, facilitar la acción
de los mineros nacionales, procurar eliminar la
exportación de minerales concentrados para que se
queden en el país los beneficios que se derivan de
la industria metalúrgica, entre otros aspectos.

Con la llegada de Lázaro Cárdenas a la


Presidencia de la República, la política
nacionalista se vio reflejada en medidas como la
expropiación petrolera y el reparto agrario; sin
embargo, destacó de igual manera el apoyo al
sector minero. En 1940, la economía mexicana se hallaba desequilibrada. A los problemas internos de
inflación y laborales, se sumaban la caída del precio de la plata y otros minerales y la pérdida de los
mercados. En este orden de cosas, [el presidente] Ávila Camacho inició su gobierno modificando las
políticas cardenistas, liberalizó las reservas nacionales y suavizó los decretos anteriores.

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A partir del final de la Segunda Guerra Mundial, cambia radicalmente el papel de la minería dentro de
la economía nacional.

Las políticas gubernamentales tendieron hacia la diversificación económica, y se dio prioridad a la


industrialización del país mediante la política de sustitución de importaciones y se impulsó la
agricultura. De la minería, tan sólo el plomo y el zinc conservaron un mercado importante debido a su
importancia en la industria del automóvil.

Un nuevo impulso a la minería se suscitó durante el gobierno del presidente Adolfo López Mateos, ya
que, si bien se promovió la inversión extranjera, se fomentó la industria nacional mediante reformas
legales.

Por ejemplo, el 6 de febrero de 1961 se publicó la Ley Reglamentaria del Artículo 27 constitucional, en
materia de explotación y aprovechamiento de recursos minerales, la cual establecía que cualquier
concesión debía ser otorgada por el Ejecutivo federal. Además, blindó la participación nacional, pues
limitaba la contribución de sociedades mexicanas que tuvieran más del 49 por ciento de participación
extranjera en su capital social.

La Ley Reglamentaria del artículo 27 constitucional en materia minera, que entró en vigor en 1976 [y
sustituyó a la anterior que regulaba este sector], provocó un nuevo cambio en la actividad.

Esta regla no sólo reforzó las tendencias


nacionalistas, sino que fortaleció el papel del
Estado dentro del juego económico del país, ya
que estableció, entre otras normas, las siguientes:
el Estado participaría en la industria minera a
través de la Comisión de Fomento Minero,
organismo encargado de prestar ayuda financiera
y técnica a las pequeñas y medianas empresas
mineras; asimismo, explotaría unidades propias e
intervendría en la promoción de nuevas empresas.

En 1978, debido al convenio del Estado mexicano


con el sector privado para incrementar las
inversiones en el sector minero, se otorgó una

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reducción del 75 por ciento a los impuestos de importación de maquinaria y equipo, además de
suspenderse temporalmente los de exportación.

En la última década del siglo XX la minería registró cuatro transformaciones fundamentales


estrechamente vinculadas entre sí: la privatización; la apertura al capital extranjero , los nuevos de
concentración y centralización del capital y, finalmente, la modernización tecnológica que ha reducido
muchísimo la mano de obra (25%) y capitalizado cualitativamente la actividad (nueva maquinaria y
equipo, control computarizado en la exploración, la explotación y la administración), lo cual conlleva
profundos cambios en el proceso del trabajo.

Para el 26 de junio de 1992 se promulgó de nueva cuenta otra Ley Minera reglamentaria al artículo 27
constitucional. En esa ocasión, la normativa cedía la mayor parte de la producción del sector a las
grandes compañías extranjeras y nacionales, relegando a las pequeñas y medianas empresas. De esta
manera, se modificó la participación estatal en este sector.

La industria minera dejó de pertenecer en gran medida a los factores que contribuían a la riqueza del
país, en virtud de que su participación en la generación del producto interno bruto representó en 1950 el
10% del total; en el año 2000 apenas llegó al 1.1%.

SIGLO XXI

A inicios del siglo XXI, la riqueza de los recursos


mineros del país permitió que, a pesar de las dificultades
económicas en la plata, México continuó siendo el primer
país productor de este material en el ámbito mundial; en
cuanto al bismuto, [se logró] colocar como principal
productor mundial, seguido muy de cerca por Perú.
México, también se [mantuvo] en el primer lugar en la
producción de celestita, [logrando] un segundo lugar en la
producción de fluorita, cuarto lugar en la producción de
cadmio, molibdeno, arsénico y grafito; quinto en zinc y
diatomita, sexto en plomo y yeso; séptimo en sal; octavo

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en manganeso, antimonio, feldespato y barita; noveno en la producción de oro, decimoprimer lugar en
cobre y decimotercer lugar en hierro, fosforita y azufre.

En ese lapso, las entidades que más contribuyeron a la producción minera nacional fueron Sonora,
Coahuila, Chihuahua y Zacatecas; en menor medida, pero de gran importancia, también se encontraban
San Luis Potosí, Durango y Michoacán. En cuanto a la inversión extranjera directa entre enero de 1994
y junio de 2001 se registraron 723 millones de dólares de IED [Inversión Extranjera Directa] en la
minería, de los cuales Canadá había realizado 52.7% (381 millones), Reino Unido 14.6% (106
millones), la India poco menos de 100 millones (13.8%) y Estados Unidos apenas 7% (50.5 millones de
dólares).

Para ese entonces, la industria minera se encontraba mayormente controlada por grupos privados junto con
otros consorcios y las empresas de capital extranjero. Estos grandes consorcios [eran] Peñoles, Grupo México,
Corporación Industrial San Luis, Carso, Grupo Acereros del Norte e Hylsa.85 A finales del año 2000 había 504
empresas registradas con inversión extranjera directa en minería, de las cuales 42.2% eran canadienses y 39.5%
estadounidenses.

Al igual que ocurrió durante la presidencia de Porfirio Díaz, las exportaciones mexicanas de minerales
se seguían dirigiendo al mercado norteamericano.

Cabe destacar que los pequeños mineros no lograban cubrir gastos altos para este rubro, por lo que se
dedicaban principalmente a explotar los metales que requerían menos tecnologías, en tanto que las
grandes corporaciones continuaban con la extracción de oro y plata, además de manganeso, fosforita,
cadmio, cobre, carbón, zinc, plomo, hierro, entre otros.

En el Senado de la República, a partir de las legislaturas LVIII-LIX (2000-2006), las propuestas


relativas a la situación minera en el país se enfocaron esencialmente a las condiciones de trabajo
dignas, recurriendo a los convenios suscritos por México ante la Organización Internacional del
Trabajo, así como a solicitar que las autoridades competentes investigaran el empleo de menores de
edad en las minas de carbón. Asimismo, en la prohibición del uso de materiales tóxicos para la
protección del medio ambiente y social en los lugares donde se ubicaran los yacimientos.

El 17 de agosto de 2011, mediante el punto de acuerdo que exhortaba a diversas instancias a


proporcionar informes de la situación minera, se expuso que en ese momento existían 286 empresas
con capital extranjero operando en México, las cuales [manejaban] un portafolio de 757 proyectos en
total. En 25 estados de la República Mexicana [había] presencia de empresas con capital extranjero

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realizando trabajos de minería, concentrándose el mayor número de proyectos en Sonora con 180,
Chihuahua con 112, Durango con 82, Sinaloa con 80, Zacatecas con 62, Jalisco 46, Oaxaca 32,
Guerrero con 21, Baja California con 16, Nayarit con 16, Guanajuato 12, Michoacán 15, San Luis
Potosí con 12, Chiapas y Coahuila con 9, Baja California Sur tiene 7 y Colima cuenta con 9; el Estado
de México, Puebla y Querétaro, con 7, Nuevo León con 5, Veracruz con 5 y finalmente con 2 proyectos
para cada uno de los estados de Hidalgo, Morelos, Tamaulipas.

Del total de empresas con capital extranjero operando en nuestro país, el 73% (210) [tenían] sus
oficinas centrales en Canadá, 44 en Estados Unidos (15%),

-8 empresas de Australia (3%), el Reino Unido 6 (Inglaterra) representando el 2%, Japón con el 2% que
corresponde a 4 empresas, la República Popular China con 3 empresas, Corea del Sur e India con 2
empresas al igual que Perú con poco más del 1%; y Luxemburgo, Chile, Italia, Bélgica y Holanda
[poseían] una empresa cada uno, sumando menos del 1% del total.

En el año 2020 la balanza comercial minero-


metalúrgica registró un saldo positivo. De
acuerdo con datos oficiales México se encuentra
entre los diez principales países productores de
15 minerales a nivel mundial; es líder mundial en
la producción de plata, ocupa el prestigioso
segundo lugar en la producción de fluorita,
celestita y wollastonita; tercer sitio en la
producción de plomo; cuarto en la producción de
zinc; quinto

sitio en la producción mundial de molibdeno,


barita y diatomita; sexto en la producción de
cadmio, oro y selenio; séptimo en la producción
de yeso; octavo en la producción sal; noveno en
la producción de cobre. Aunque también es
importante señalar que destaca por ocupar el
duodécimo lugar en la producción mundial de
fierro, manganeso, caolín y feldespato; decimocuarto en la producción de grafito; así como vigésimo
segundo en la producción de azufre y fosforita.
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Por otro lado, en años recientes el litio ha sido motivo de estudio, exploración, e incluso de explotación
(en los países que lo poseen), pues se utiliza en diversas industrias, como en la aeronáutica,
aeroespacial y automotriz, entre otras. En México, por ejemplo, la zona norte es considerada rica en
yacimientos de este mineral.

Derivado de los beneficios que puede representar el litio para una nación y su desarrollo, el 20 de abril
del presente año se publicó el Decreto por el que se reforman y adicionan diversas disposiciones de la
Ley Minera. En el artículo 5 Bis se establece lo siguiente: …se reconoce que el litio es patrimonio de la
Nación y su exploración, explotación, beneficio y aprovechamiento se reserva en favor del pueblo de
México.

Mientras tanto, el artículo 10 menciona que la exploración, explotación, beneficio y aprovechamiento


del litio quedan exclusivamente a cargo del Estado, y se llevarán a cabo por el organismo público
descentralizado que determine el Ejecutivo Federal en términos de las disposiciones aplicables.

Finalmente, el Senado de la República, consciente de la importancia que representa este mineral y su


necesaria legislación, realizó el 15 de junio del presente año el foro El litio: beneficios para México,
cuyo objetivo fue conocer los puntos de vista de especialistas sobre las necesidades de investigación y
desarrollo tecnológico para la extracción, procesamiento y usos comerciales de dicho mineral.
Asimismo, el foro se realizó en el marco de la aprobación de la Reforma [sic] a la Ley Minera y su
importancia para la transición energética en el mundo hacia las energías limpias, donde se reconoció al
litio como patrimonio de la nación, y se espera que junto con el petróleo, se convierta en un actor muy
importante en el mercado energético mundial.

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CONCLUSIONES

Con la elaboración del siguiente trabajo pudimos aprender que desde la época prehispánica, el
descubrimiento de yacimientos se reflejó en la obtención de minerales que funcionaron para la creación
de intercambios entre pueblos. Tiempo después, en la conquista española en territorio nacional, la
minería se convirtió en una de las principales actividades durante la colonia, generando grandes
riquezas para la Corona y la propia Nueva España.

Después de la consumación de la independencia de México se consolidó como país, la explotación


minera se posicionó otra vez como relevante para la obtención de recursos económicos y la apertura a
un nuevo modelo de comercialización, en el cual la exportación de metales era fundamental.

El periodo posrevolucionario también dependió de la industria minera; sin embargo, otras actividades
primarias comenzaron a posicionarse como esenciales para el crecimiento económico.

En la actualidad, el sector minero tuvo una inversión de 4 mil 246 millones de dólares en 2021, lo que
significó un aumento del 16.8% en comparación con lo invertido en 2020; el sector continúa
manteniéndose como una de las ramas productivas que atrae mayor inversión al país. Apenas en el año
2023 se estima que hubo una inversión en el sector de 5 mil 210 millones 600 mil dólares.

No se debe dejar de lado la relación entre la industria minera y el medio ambiente en el país, este sector
debe cumplir con la normativa vigente que garantice una relación armónica para el aprovechamiento y
cuidado de los recursos naturales. Las personas, las empresas y los gobiernos deben trabajar sin pausa
para que esas leyes y normas se cumplan, cambien y se perfeccionen con el tiempo en beneficio de
todas y todos.

Como hemos constatado la minería actual sigue siendo un motor económico importante para el
desarrollo de nuestro país que si es bien aprovechado puede mejorar las condiciones de vida de todos
los mexicanos.

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BIBLIOGRAFIA

A. Brading, David, Mineros y comerciantes en el México borbónico (1763-1810). Fondo de Cultura Económica,
México, 6.a reimpresión, 1997.

https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/581439/
Miner_a_en_M_xico__Despojo_contaminaci_n_conflictos_y_movilizaci_n.pdf

https://www.casadelibrosabiertos.uam.mx/contenido/contenido/Libroelectronico/
mineria_en_al.pdf

https://fundar.org.mx/wp-content/uploads/2023/04/Resumen-estadistico-de-la-mineria-en-
Mexico.pdf

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