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El CONCUBINATO:

En el Derecho Romano existía una unión estable del hombre y la mujer sin tener intención
recíproca de estar unidos en matrimonio. Se distinguían de las Justas nupcias tanto por la
posición social que la mujer ocupaba como por la condición jurídica de los hijos, que ocupaban
por la unión.

La mujer no contaba con el Honor Matrimonii y los hijos no entraban bajo la potestad del
padre ni en la familia del padre ya que seguían la condición personal de la madre, eran los
denominados hijos naturales.

El concubinato fue la única forma posible de unión con libertos y mujeres sancionados con la
tacha de infamia sin violar las disposiciones de la Lex Iulia de Adulteriis en la época de Augusto.

Con la llegada del cristianismo se opera una reacción contra esta clase de unión y Constantino
declaró nula las donaciones y legados efectuados a la concubina y sus hijos, con el fin de
estimular a las parejas de concubinos que se unieran en legitimas nupsias. Este emperador
creo la legitimación por subsiguiente matrimonio, medio por el cual el hijo alcanzaba la calidad
de legítimo y se sometía a la potestad paterna ingresando en la familia de su padre.

Justiniano siguió otro procedimiento para suprimir en el concubinato aquello que lo hacía ver
poco moral, lo asemejó al matrimonio, considerándolo una especie de él, aunque de rango
inferior.

Dispuso que el concubinato no fuera admitido con mujeres respetables, prohibiendo, además,
que, un hombre soltero tuviese varias concubinas. La mujer debía tener una edad mínima de
12 años para contraer matrimonio y la concubina de un hombre no podía ser de su hijo ni de
su nieto, reputándose su infidelidad como adulterio igual que en la mujer casada.

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