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Ha señalado la Sala que la decisión que profiera el juez penal en contra de los
servidores estatales no enerva la acción de repetición o el llamamiento en garantía
que se formule en contra de los mismos, a menos que se hubiera dictado a su
favor sentencia absolutoria, con fundamento en una de las causales previstas en
el artículo 57 del Código de Procedimiento Penal vigente al momento de los
hechos (Decreto 2700 de 1991), esto es, que el hecho no existió, el sindicado no
lo cometió, obró en cumplimiento de un deber legal o en legítima defensa.
Además, se ha considerado que, cuando en la sentencia penal se condene a los
servidores estatales al cubrimiento de una indemnización, el juez administrativo
podrá establecer que éstos deban reintegrar a la entidad estatal a la que ellos
prestaban sus servicios una suma superior, pero podrán descontar de esa suma lo
que hubieran pagado, en acatamiento de la sentencia penal, a quienes figuren
como demandantes en el proceso de reparación.
En lo que tiene que ver con la conducta de los agentes, es menester señalar que
corresponde al llamante en garantía probar que incurrieron en culpa grave o dolo,
dando lugar a la condena; al tenor del artículo 177 del C. de P.C. norma que,
siguiendo el principio generalmente aceptado en materia probatoria, dispone que
incumbe a cada una de las partes probar los supuestos de hecho que alega. La
culpa grave o el dolo exigen una manifestación de reproche sobre la conducta del
sujeto y excluyen la corrección sobre los deberes de conducta impuestos por el
ordenamiento, en tanto implican un comportamiento de tal negligencia que se
asemejan a la intención de causar daño, pues las acciones y omisiones son de tal
gravedad que excluyen toda justificación. Se trata, entonces, de adelantar un juicio
que más que descuido, conlleve negligencia de aquella que no admite
comparación ni siquiera con la que emplean las personas de poca prudencia en
los asuntos propios. Se concluye entonces que no cualquier conducta, así fuere
errada, compromete la responsabilidad de los servidores públicos.
Considera la Sala que el médico José Vicente León Carrero actuó con culpa
grave, porque no hizo seguimiento estricto a la señora Magnolia Garzón
Rodríguez en el postoperatorio, a pesar de haberle practicado cesárea, por
estrechez pélvica e histerectomía por atonía uterina y de la evolución desfavorable
en el postoperatorio, dado que, no obstante haber presentado fiebre indicativa de
infección y vómito, en algunas ocasiones con sangre, ordenó su salida sin haberle
suministrado un cuadro de antibióticos, como era de esperarse y tampoco ordenó
la práctica de exámenes para determinar la causa de la coagulopatía
sobreañadida, de la cual se hizo diagnóstico presuntivo y que finalmente se
confirmó en la necropsia. También considera la Sala que la médica Mireya
Mahecha Mahecha incurrió en culpa grave, en tanto tuvo bajo su responsabilidad
a la señora Magnolia Garzón Rodríguez durante la segunda oportunidad en la que
permaneció en el hospital María Inmaculada de Florencia y, sin perjuicio de haber
diagnosticado en razón de la valoración por reingreso “infección puerperal
quirúrgica, falla renal”, se abstuvo de adelantar la intervención que el estado de la
paciente requería para erradicar el foco infeccioso, a pesar de que este era el
indicado, para limitare a tratar con antibióticos, siendo un cuadro que se fue
agravando día a día, omitió revaluar el tratamiento, cuando lo pertinente tenía que
ver con remitirla en forma oportuna a una unidad de cuidados intensivos, siendo
ello necesario para salvar la vida de la señora Garzón Rodríguez y con la cual no
se contaba en el hospital demandado. En síntesis, considera la Sala, de acuerdo
con la historia clínica, el dictamen pericial y el testimonio del médico internista
Jorge Enrique Cubillos Mariño, quien, conjuntamente con la llamada en garantía
diagnosticó a la paciente, que la negligencia de la médica varias veces nombrada,
superó todo límite, al punto de que no quede sino considerarla grave, esto es
cercana al dolo. Esto es así porque diagnosticada la gravedad de la paciente y
conocido el procedimiento, la gineco-obstetra Mahecha Mahecha se abstuvo de
practicar la intervención, sin que aparezca documentado las razones que pudieron
asistirle para su omisión.
Aunque en principio no cabe hacer más gravosa la situación del apelante único,
conforme al principio de la no reformatio in pejus, dicho límite se fisura frente al
deber estatal de reparar en integridad la afectación significativa de un derecho
fundamental, con proyección objetiva, caso en el que resulta posible decretar de
oficio medidas de justicia restaurativa, restringidas a la garantía de no repetición,
dado, además, que las partes conciliaron sus diferencias en materia de
reparación, lo que conlleva la integralidad de la misma. Lo anterior porque en el
presente asunto se vulneró gravemente el derecho fundamental a la salud de una
mujer gestante, que tenía derecho a ser tratada a acorde con su situación y se
hace necesario que lo acontecido no se repita. Cabe advertir que la jurisprudencia
ha señalado que es posible decretar de oficio medidas de justicia restaurativa, al
margen de los principios de congruencia y de no reformatio in pejus, posibilidad
que en este caso cobra mayor fuerza si se considera que se trata de emitir un
llamado de atención respecto de la situación que afrontan las niñas adolescentes
y, en general, las mujeres que requieren atención médica apropiada a su estado y
condiciones.(…) Es que ante la grave vulneración de los derechos humanos, que
compromete a un grupo significativo de la población, no cabe anteponer una
conciliación y así mismo soslayar las medidas de no repetición, pues ha de
señalar la Sala que el derecho de las mujeres, niñas y adolescentes de Colombia,
a recibir la atención médica que merecen, no admite disposición. En el caso
concreto, la Sala observa que la inexcusable negligencia de la entidad pública
demandada y de los profesionales de la medicina que estuvieron a cargo de la
atención de la señora Magnolia Garzón Rodríguez, evidencia la persistencia de
una actitud de menosprecio a los problemas propios de la sexualidad femenina y
la maternidad y, por tanto, de un modelo patriarcal y de discriminación por causa
del sexo.
CONSEJO DE ESTADO
SECCION TERCERA
SUBSECCION B
1
La entidad pública demandada –Hospital Departamental María Inmaculada de Florencia-
también impugnó la decisión empero no sustentó en oportunidad, razón por la cual el
recurso se declaró desierto (fls. 444, 483-484 cuaderno principal).
morales causados a Gonzalo Garzón Medina (padre), Orlando Forero
Urbano (compañero permanente), Santiago Forero Garzón (representado
por su padre Orlando Forero Urbano), Diana Yamile Garzón Céspedes
(representada por sus progenitores Gonzalo Garzón Medina y Liria
Céspedes Prada), Diomart, Fredy, Ana Isabel, Estella, Joffrey y Ninfa
Garzón Rodríguez, en hechos ocurridos entre el 23 al 26 de junio de 1993 y
el 29 de junio al 6 de julio de 1993 en Bogotá, dentro de las circunstancias
de tiempo, modo y lugar que se dejaron analizadas en los considerandos de
este fallo descritos en esta providencia.
La parte actora sostiene que a las 7:00 a.m. del 23 de junio de 1993, la señora
Magnolia Garzón Rodríguez ingresó al mencionado centro asistencial por trabajo
de parto; que ese mismo día, a las 10:00 a.m. le practicaron una cesárea y nació
su hijo Santiago Forero Garzón; que diez minutos más tarde se requirió a la familia
para que donara sangre para la paciente y una hora después se les informó que
era necesario practicarle histerectomía, para salvarle la vida, por haber presentado
atonía uterina; el día 26 siguiente le dieron salida, a pesar de que presentaba
fiebre, hinchazón en el cuerpo y pérdida de la visión; que su estado de salud siguió
desmejorando, razón por la cual reingresó el día 29 del mismo mes; que a pesar
de que la paciente no presentaba ninguna mejoría, los médicos León y Mahecha
sólo ordenaron su remisión al hospital Materno Infantil de Bogotá hasta el 6 de
julio, con diagnóstico de sepsis abdominal, bridas intestinales, taquicardia,
taquipnea, aleteo nasal y signos de falla cardíaca, falla renal aguda y petequias;
que en dicha institución se intervino de inmediato a la paciente, quien falleció
horas más tarde.
En la demanda se imputa la muerte de la señora Magnolia Garzón Gutiérrez al
hospital María Inmaculada de Florencia, como consecuencia de una serie de
irregularidades administrativas, hospitalarias y médicas que consistieron en i) el
extravío de gran parte de la historia clínica, la que, además, no consigna toda la
información y la que trae no es completa; ii) que a la paciente no se le practicaron
los exámenes diagnósticos indicados, ni recibió tratamiento de antibióticos, al
menos durante 10 días; iii) no fue valorada por gineco-obstetra en el
postoperatorio; pues la única valoración de especialista, según la historia clínica,
fue una opinión telefónica; iv) los médicos internos no supervisaron el tratamiento;
v) que la señora Garzón Rodríguez no fue intervenida, a pesar de que su estado
de salud así lo indicaba, y vi) no haber remitido oportunamente a la paciente a
una unidad de cuidados intensivos (fls. 12-26 c-1).
1. PRIMERA INSTANCIA
1.1 La demanda
1.1.1 Pretensiones
Con base en los anteriores hechos, la parte actora impetra las siguientes
declaraciones y condenas:
Y, el médico José Vicente León Carrero, por su parte, también se opuso a las
pretensiones de la demanda. Adujo que i) se autorizó la salida, porque la paciente
se hallaba en condiciones óptimas; ii) se llevó una historia pormenorizada de la
atención brindada y iii) los exámenes paraclínicos practicados estuvieron acordes
con el manejo médico y con la capacidad tecnológica con que se contaba en la
entidad. Puso de presente que, si bien se se contaba con un aspirado de médula
ósea, su lectura correspondía a un patólogo o hematólogo, recurso humano con el
que no contaba el hospital y que el suministro de antibióticos que se echa de
menos no resulta indicado cuando no se cuenta con signos de infección. Agregó
que los médicos pueden dar indicaciones por teléfono, sin que ello implique
desidia o falta de atención y que son los médicos internos quienes diligencian la
historia clínica, bajo la supervisión de los especialistas, al tiempo que sostuvo que
no todo cuadro de abdomen agudo es indicativo de cirugía (fls. 82-86 c-1).
Sobre los perjuicios, el Tribunal reconoció setenta y tres salarios mínimos legales
mensuales vigentes, a título de daño moral, para cada uno de los señores Gonzalo
Garzón Medina, Orlando Forero Urbano y Santiago Forero Garzón, padre,
compañero permanente e hijo de la víctima. Así mismo, a los señores Diomart,
Freddy, Ana Isabel, Estella, Joffrey y Ninfa Garzón Rodríguez y Diana Yamile
Garzón Céspedes –hermanos-, la cantidad de treinta y seis salarios mínimos
legales mensuales vigentes, para cada uno de ellos. Al tiempo, los negó para los
señores Liria Céspedes Prada –esposa de su padre-, Orlando Forero Mora y
Blanca Lidia Urbano Hoyos –suegros-, “porque no aparecen dentro de las
diligencias la prueba que lleve al convencimiento sobre la ayuda y la convivencia
pacífica de la occisa con ellos”.
2. SEGUNDA INSTANCIA
Los recurrentes ponen de presente que la leucemia padecida por la occisa sólo
fue diagnosticada en la diligencia de necropsia y que ésta no sólo influyó en la
evolución de su enfermedad, sino que no le permitió responder al tratamiento de
manera adecuada, comoquiera que fue determinante, al punto que aún siendo el
parto vaginal, la hemorragia y la infección se habrían producido, pues en una
paciente con leucemia la sola extracción de una pieza dentaria puede generar
complicaciones mortales. Sostienen que no es posible esclarecer científicamente
en qué momento se inició la infección que determinó su deceso, porque en un
paciente leucémico las infecciones son frecuentes y pueden generar una evolución
desafortunada, así medie un excelente tratamiento.
Los llamados concluyen que “(..) el resultado fatal de la evolución de este caso
tiene relación con la deficiencia inmunológica de la paciente para luchar contra la
infección” y que dadas las evidencias postmorten, su responsabilidad sólo podría
resolverse en el terreno de las probabilidades y no de las certezas (fls. 457-467 c-
1).
2.2 Acuerdo conciliatorio
2.1 Competencia
Esta Corporación es competente para conocer del presente asunto, en razón del
recurso de apelación interpuesto por los llamados en garantía, en contra de la
sentencia que accedió a las pretensiones, dado que la cuantía de la demanda
alcanza la exigida en vigencia del Decreto 597 de 1988 2, para que ésta Sala
conozca de la acción de reparación directa en segunda instancia.
Ha señalado la Sala que la decisión que profiera el juez penal en contra de los
servidores estatales no enerva la acción de repetición o el llamamiento en garantía
que se formule en contra de los mismos, a menos que se hubiera dictado a su
favor sentencia absolutoria, con fundamento en una de las causales previstas en
el artículo 57 del Código de Procedimiento Penal vigente al momento de los
hechos (Decreto 2700 de 1991), esto es, que el hecho no existió, el sindicado no
lo cometió, obró en cumplimiento de un deber legal o en legítima defensa.
Serán tenidos en cuenta los documentos aportados por la parte actora en las
oportunidades legales, los remitidos por la entidad pública demandada, las
respuestas de diversas autoridades a los requerimientos del tribunal y los
testimonios recibidos en el curso del presente asunto, pues se trata de pruebas
decretadas y practicadas dentro de las oportunidades procesales.
3
Ver, sentencia de 13 de agosto de 2008, exp. 16533, C.P. Ruth Stella Correa
Palacio.
4
Sentencia de 5 de diciembre de 2006, exp. 15046, C.P. Ruth Stella Correa Palacio. En el
mismo sentido, sentencia de 13 de mayo de 2009, exp. 17038, de la misma ponente.
No podrán valorarse las declaraciones que rindieron los médicos en este proceso
(fls. 374-380 y 397-403 y 414-418 c-7), precisamente, porque solo se resuelve el
llamamiento, de ahí que no les está permitido declarar, salvo para provocar la
confesión, a solicitud de la parte contraria, lo que no sucedió en el presente
asunto.
-23-06-93, 19:00 horas: edema en párpados; a las 24:00: vómito color verde.
-02-07-93, 7:00: paciente en mejor estado. Fue valorada por la ginecóloga y por
el internista. A las 13:00: se vio más animada, se le aplicó tratamiento indicado,
no presentó cambios especiales; a las 19:00 horas se observó muy decaída; en la
noche presentó vómito, durmió muy poco.
Ese mismo día, a las 20:30 horas fue intervenida quirúrgicamente. Le practicaron
extracción del cuello residual y exploración con resección de infundíbulos
pélvicos. Se confirmó el diagnóstico inicial y además, el de miometritis de cuello
uterino. En el postoperatorio se dejó a la paciente con ventilación mecánica; se
adicionó al tratamiento: dopamina, adrenalina, penicilina cristalina, cloranfenicol;
se solicitó cama en unidad de cuidados intensivos; evolución tórpida, en shock,
oliguria y sangrado por boca y nariz.
En el proceso penal declaró el señor Hernán Gómez Hermida, quien prestaba sus
servicios como especialista en gineco-obstetricia en el hospital demandado y
ayudó al médico León Carrero a practicar la histerectomía a la señora Magnolia
Garzón. Según el criterio del testigo, en razón de las intervenciones practicadas a
la paciente, debía considerarse como crítico su estado de salud y, por lo tanto, se
le debió prestar atención en una unidad de cuidados intensivos y a falta de ésta,
disponer un seguimiento médico muy estricto. Al respecto, se destaca:
(..)
El mismo criterio fue compartido por el médico Santiago Emilio Campbell Silva,
internista del hospital, quien aseguró que, a su juicio, la actuación del médico
León fue correcta, porque practicó las cirugías para preservar la vida de la madre
y de la criatura (fls. 381-382 c-7).
Según el concepto rendido en el proceso penal por el perito del Cuerpo Técnico
de Investigación de la Fiscalía, “considerando el tipo de cirugía y el que la
paciente presentara las membranas rotas, sí estaba indicado iniciar
antibioticoterapia. Lo normal en los tratamientos en antibióticos es una
administración continua durante un mínimo de diez días”. E interrogado por “en
este caso cuantos días se realizó la antibioterapia”, respondió “durante dos días”.
El perito anotó, además, que en la historia clínica no figuran “valoraciones del Dr.
León ni de ningún otro ginecobstetra. Solo se hace mención a una opinión
telefónica, la cual no se puede considerar como valoración”.
El perito del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses, por su parte, señaló
que, en su criterio, ante el diagnóstico presuntivo de coagulopatía sobreañadida
no era necesario practicar aspirado de médula ósea, ni de frotis de sangre
periférica, porque la mayoría de los sangrados ocurridos en esos casos se deben
a problemas mecánicos por trabajo de parto o expulsivo prolongados; que a la
paciente se le practicó examen de “tiempo parcial de tromboplastia, tiempo de
protrombina y el recuento de plaquetas”; pero que en cambio, el hallazgo de
linfocitos atípicos sí ameritaba estudio hematológico apropiado para la
confirmación o descarte de “cualquier entidad mieloproliferativa”.
Sobre este aspecto, se advierte que los peritos del Instituto de Medicina Legal y
Ciencias Forenses, con apoyo en la historia clínica, señalaron, en consideración a
su estado en el segundo ingreso, que como la paciente presentaba abdomen
agudo con foco infeccioso, el tratamiento ha debido ser quirúrgico:
En relación con una posible atención en una unidad de cuidados intensivos, los
peritos del Instituto de Medicina Legal, manifestaron:
-72 horas más tarde, la paciente regresa al Hospital María Inmaculada, con
cuadro de infección peritoneal, el cual requería manejo en unidad de
cuidado intensivo y más especializado, razón por la cual la remisión que se
hizo se encuentra dentro de los términos de la prudencia.
-Del análisis de todas las pruebas no surge ningún indicio que permita
concluir con carácter de certeza que existió imprudencia, negligencia, o
impericia sancionables a la luz de la ética médica, o de la Ley 23 de 1981
(fls. 543-549 c-7).
(..) esta judicatura concluye y determina en cabeza del Dr. LEÓN CARRERO
responsabilidad por el hecho punible, de HOMICIDIO CULPOSO, a título de
culpabilidad culposa, puesto que obró imprudentemente al darle la salida a la
paciente MAGNOLIA GARZÓN prematuramente, fue apresurada tal
determinación, amén de no haber hecho un estudio de evolución
postquirúrgico adecuado, máxime cuando la paciente presentó estados
febriles que no fueron anotados oportunamente en la historia clínica y más
aún cuando sus familiares así lo hacían ver.
d).- La sentencia fue confirmada por el Tribunal Superior del Caquetá-Sala Penal,
el 7 de octubre de 1996. Los fundamentos de esa decisión fueron los siguientes:
Esto es así, porque los registros civiles que reposan en el plenario demuestran
que la señora Magnolia fue hija del señor Gonzalo Garzón Medina, así como lo
son Stella, Joffrey, Ninfa, Ana Isabel, Fredy y Diomart Garzón Rodríguez y
también Diana Yamile Garzón Céspedes, hija del mencionado con la señora Liria
Céspedes Prada (fls. 6-10 cuaderno 1 y 332-334 cuaderno 7). De igual forma, el
menor –para la fecha de presentación de la demanda- Santiago Forero Garzón
acreditó su condición de hijo de la víctima con el señor Orlando Forero Urbano (fl.
11 cuaderno 1).
5
M.P. Vladimiro Naranjo Mesa. En esta oportunidad, la Corte Constitucional declaró
inexequible el inciso segundo del artículo 71 del proyecto de ley número 58/94 Senado y
264/95 Cámara, “Estatutaria de la Administración de Justicia”, cuyo texto disponía que “lo
pagado por una entidad pública como resultado de una conciliación equivaldrá a
condena”.
6
La norma es del siguiente tenor:
(..)
(..)
7
M.P. Clara Inés Vargas Hernández. En esta oportunidad, la Corte conoció de la
demanda de inconstitucionalidad contra las expresiones "conciliación u otra forma de
terminación de un conflicto", "conciliación o cualquier otra forma de solución de un
conflicto permitida por la ley" y "hubieren conciliado por una actuación administrativa
originada en culpa grave o dolo de un servidor o ex servidor público que no estuvo
vinculado al proceso respectivo", contenidas en los artículos 2 y 8 de la Ley 678 de 2001 y
31 inciso 2, parcial, de la Ley 446 de 1998, por considerar que desconocen los artículos 4-
1, 29 y 90-2 de la Constitución. Previo análisis del asunto, la Corte declaró exequibles las
normas acusadas.
solucionar conflictos, lo es más aún el entendimiento directo con el presunto
contrincante, pues esta modalidad puede llevar a la convicción de que de la
confrontación de puntos de vista opuestos se puede seguir una solución de
compromiso, sin necesidad de que un tercero decida lo que las partes
mismas pueden convenir8.
8
Corte Constitucional. Sentencia C-165 de 1993.
9
Corte Constitucional. Sentencia C-484 de 2002.
órganos a cargo de personas que son agentes, funcionarios o autoridades
públicas, cuyos actos, en relación con el servicio, resultan imputables
directamente al ente público.
10
Sentencia C-832 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil.
11
Sentencia C-484 de 2002. M.P. Alfredo Beltrán Sierra.
historia clínica, como la falta de anotaciones respecto de las valoraciones
realizadas por el personal médico, obligados por la ley a hacerlo, dada de alta
cuando la paciente ameritaba atención hospitalaria, así como la ausencia de
práctica de los exámenes que requería el estado de salud de la paciente, la
omisión de practicar una intervención necesaria y la remisión tardía a un centro
asistencial de mayor nivel, que contara con unidad de cuidados intensivos, vital
para el tratamiento y recuperación de la señora Magnolia Garzón Rodríguez.
Ahora, en lo que tiene que ver con la conducta de los agentes, es menester
señalar que corresponde al llamante en garantía probar que incurrieron en culpa
grave o dolo, dando lugar a la condena; al tenor del artículo 177 del C. de P.C.
norma que, siguiendo el principio generalmente aceptado en materia probatoria,
dispone que incumbe a cada una de las partes probar los supuestos de hecho que
alega.
12
Diccionario de Medicina, Espasa, Siglo XXI, pág. 1097.
13
Diccionario de Medicina, Espasa, Siglo XXI, pág. 958-1097.
La culpa grave o el dolo exigen una manifestación de reproche sobre la conducta
del sujeto y excluyen la corrección sobre los deberes de conducta impuestos por el
ordenamiento, en tanto implican un comportamiento de tal negligencia que se
asemejan a la intención de causar daño, pues las acciones y omisiones son de tal
gravedad que excluyen toda justificación. Se trata, entonces, de adelantar un juicio
que más que descuido, conlleve negligencia de aquella que no admite
comparación ni siquiera con la que emplean las personas de poca prudencia en
los asuntos propios. Se concluye entonces que no cualquier conducta, así fuere
errada, compromete la responsabilidad de los servidores públicos.
14
Enrique Barros Bourie. Tratado de Responsabilidad Extracontractual. Editorial Jurídica
de Chile 2009.
no tiene otro camino que discernir como se habría comportado una persona
prudente en las mismas circunstancias.
(..)
(..)
15
Carbonnier 2000.
16
Carbonnier 2000.
17
Bydlinski 1996.
descuidado y que consiste en no poner el cuidado en los negocios ajenos
que este tipo de personas ponen en los suyos, y que en el régimen civil se
asimila al dolo.
Así pues, dentro de los aspectos integrantes del dolo, nuestra doctrina ha
mencionado que “deben estar presentes dos aspectos fundamentales, uno
de carácter intelectivo o cognoscitivo y otro de naturaleza volitiva; o en
palabras más elementales, para que una persona se le pueda imputar un
hecho a título de dolo es necesario que sepa algo y quiera algo; que es lo
que debe saber y que debe querer…”19, de donde los dos aspectos resultan
fundamentales, pues el volitivo es el querer la conducta dañina y
cognoscitivo le entrega al autor aquellos elementos necesarios para
desarrollar la conducta de manera tal que logre u obtenga el fin dañino
deseado.
(..)
18
[11] Cfr. Sentencia de 25 de julio de 1994, Exp. 8493, C.P. Carlos Betancur Jaramillo. La
jurisprudencia de la Sección antes de la expedición de la Ley 678 de 2001 se apoyó en
esta doctrina para precisar el alcance de la culpa grave.
19
[12] Alfonso Reyes Echandía, Culpabilidad, Tercera Edición, Editorial Temis, 1998, pág
43.
20
[13] Alessandri R., Arturo; Somarriva U, Manuel; y Vodamic H., Antonio, Tratado de la
Obligaciones Volumen II, Segunda Edición, Ed. Jurídica de Chile, 2004, pág. 265.
ENECCERUS “Es el querer un resultado contrario a derecho con la
conciencia de infringirse un derecho o un deber”21.
21
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencias de 5 de diciembre de 2006, exp.
23953, C.P. Ruth Stella Correa, y de 7 de abril de 2011, exp. 19.801, C.P. Ruth Stella
Correa.
22
El artículo 83 Constitucional reza: “Las actuaciones de los particulares y de las
autoridades públicas deberán ceñirse a los postulados de la buena fe, la cual se
presumirá en todas las gestiones que aquellos adelanten ante estas”.
23
Sección Tercera, sentencia de agosto 25 de 2011, exp. 20117, C.P. Mauricio Fajardo
Gómez.
24
Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencias de 27 de abril de 2011, exp. 19.192,
C.P. Mauricio Fajardo Gómez, y 22 de julio de 2007, exp. 16038, C.P. Myriam Guerrero
de Escobar.
legalidad o ilegalidad de la actuación, se habrá de determinar si la conducta de los
servidores se sujetó a los estándares de corrección 25 o los desbordó hasta
descender a niveles que no se esperarían ni siquiera del manejo que las personas
negligentes emplean en sus propios negocios; de manera que lo acontecido no
encuentre justificación26.
25
JOSÉ LUIS DE LOS MOZOS. El principio de la Buena Fe. Bosch, Casa Editorial
Barcelona.965 Pg. 57 “Por eso la hemos calificado en contraposición a la buena fue
objetiva, de buena fe sub-legítimamente. Refiriéndose a la conducta del sujeto, en
relación con la propia situación, o con la ajena, de la que se deriva su derecho, según los
casos. En el primer supuesto, consiste en la creencia o ignorancia de no dañar un interés
ajeno tutelado por el derecho, lo que se manifiesta en las relaciones no solo de los
derechos reales, sino también en las más diversas (..)”.
26
Sentencia de 28 de febrero de 2013, exp. 23670, con ponencia de quien proyecta el
presente fallo.
ajustó a los requerimientos, conforme al desarrollo de la ciencia y de la técnica de
ese momento y a los recursos con que debiera disponerse en la entidad
hospitalaria, ni que existieran opciones menos gravosas para la misma.
De ello dio cuenta el dictamen rendido en el proceso penal por el perito del
Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía (fls. 176-177 c-6), en el que se
advirtieron serias omisiones, como la ausencia de historia clínica de ingreso de la
paciente a piso, la falta de notas de especialista y de la realización de análisis de
los laboratorios solicitados. Si bien la historia clínica se registra una anotación de
consulta telefónica al doctor León, ella no fue presencial. El CIT evidenció datos
de un postoperatorio tórpido, “dado por fiebre cuantificada, vómito verdoso y
vómito de sangre”, no obstante se dispuso la salida de la paciente el 26 de junio
de 1993, después de un día de fiebre.
Cabe señalar que en relación con esta omisión, el perito del Instituto de Medicina
Legal que rindió dictamen en este proceso señaló que el hecho de que no
existiera anotación de visita alguna en la historia clínica no significaba
necesariamente que ésta no se hubiera realizado; que esa omisión podía
corresponder también a deficiencias relacionadas con la elaboración de la historia
misma. El perito destacó, además, que en la historia clínica obraba constancia de
que al médico León Carrero se le consultó telefónicamente sobre el
procedimiento a seguir con la paciente y que éste dio instrucción, situación que
en su criterio, no significa necesariamente que hubiera omisión o falta de interés,
aunque destacó que, en todo caso, “la valoración médica a cualquier paciente
debe ser preferiblemente de manera personal y directa”.
Considera la Sala que basta que en la historia clínica no figure la valoración, para
concluir que la misma no se realizó, es decir que el médico León Carrero no
actuó con la diligencia exigible, si se tiene en cuenta que fue él mismo quien
intervino a la señora Magnolia Garzón en dos oportunidades el 23 de junio y, por
lo tanto, tenía conocimiento del riesgo que la misma corría, sumado a que
presentó fiebre y vómito. En consecuencia, el especialista, antes de ordenar la
salida de la paciente debió prever que ésta se hallara en óptimas condiciones.
Considera la Sala que la mejoría que presentó la paciente el día 26 debió ser
objeto de verificación por parte del médico tratante, quien no sólo conocía la
relevancia médica de las intervenciones que se le habían realizado, sino también
su evolución desfavorable en los días subsiguientes. Manejo este a todas luces
negligente, pues no se explica cómo ordenar la salida del hospital de una
paciente que el día anterior presentaba las condiciones médicas a las que se
hace referencia.
Las notas de la historia clínica y el criterio de los peritos permite a la Sala concluir
que la antibioticoterapia prescrita a la paciente no fue adecuada, si se considera
el riesgo conocido de las intervenciones practicadas.
Considera la Sala, de acuerdo con los criterios científicos señalados, que si bien
podía prestarse a discusión el tipo de exámenes que debieron ser practicados
para confirmar el diagnóstico presuntivo de “coagulopatía sobreañadida”, hay
acuerdo en que las pruebas de sangre mostró un problema de base relevante,
que finalmente se confirmó en la necropsia, pero al que el médico responsable de
la paciente, llamado aquí en garantía, no prestó importancia alguna, por lo que se
considera que su omisión por este aspecto también fue constitutiva de culpa
grave.
En resumen, considera la Sala que el médico José Vicente León Carrero actuó
con culpa grave, porque no hizo seguimiento estricto a la señora Magnolia
Garzón Rodríguez en el postoperatorio, a pesar de haberle practicado cesárea,
por estrechez pélvica e histerectomía por atonía uterina y de la evolución
desfavorable en el postoperatorio, dado que, no obstante haber presentado fiebre
indicativa de infección y vómito, en algunas ocasiones con sangre, ordenó su
salida sin haberle suministrado un cuadro de antibióticos, como era de esperarse
y tampoco ordenó la práctica de exámenes para determinar la causa de la
coagulopatía sobreañadida, de la cual se hizo diagnóstico presuntivo y que
finalmente se confirmó en la necropsia.
También considera la Sala que la médica Mireya Mahecha Mahecha incurrió en
culpa grave, en tanto tuvo bajo su responsabilidad a la señora Magnolia Garzón
Rodríguez durante la segunda oportunidad en la que permaneció en el hospital
María Inmaculada de Florencia y, sin perjuicio de haber diagnosticado en razón
de la valoración por reingreso “infección puerperal quirúrgica, falla renal”, se
abstuvo de adelantar la intervención que el estado de la paciente requería para
erradicar el foco infeccioso, a pesar de que este era el indicado, para limitare a
tratar con antibióticos, siendo un cuadro que se fue agravando día a día, omitió
revaluar el tratamiento, cuando lo pertinente tenía que ver con remitirla en forma
oportuna a una unidad de cuidados intensivos, siendo ello necesario para salvar
la vida de la señora Garzón Rodríguez y con la cual no se contaba en el hospital
demandado.
En relación con las ventajas que hubiera representado para la paciente el hecho
de haber sido atendida en una unidad de cuidados intensivos, los peritos del
Instituto de Medicina Legal aseguraron que el control y manejo de todo paciente
con shock hipovolémico e insuficiencia renal, de origen prerrenal se consideran
de mejor pronóstico en una unidad especializada para su manejo. Así mismo,
determinaron que la vigilancia de una paciente en sepsis, con compromiso de
diferentes órganos –como era el caso de la señora Magnolia Garzón Rodríguez-
requería de una unidad especializada. Anotaron, además, que la remisión
oportuna de la paciente “hubiera asegurado el manejo de esta paciente en una
unidad adecuada al tipo de complicaciones médico- quirúrgicas que presentaba”.
Lo anterior, significa que cada uno de los llamados responderá por la suma de
TREINTA MILLONES DOSCIENTOS CINCUENTA Y UN MIL DOSCIENTOS
PESOS MCTE ($30 251 200).
Así mismo, la Sala dispondrá que se descuente de la suma que deban reintegrar los
llamados en garantía a la entidad pública demandada, el valor de lo que hubieran
pagado a los demandantes, en cumplimiento de la sentencia penal proferida por
el Tribunal Superior del Caquetá-Sala Penal, el 4 de octubre de 1996.
Aunque en principio no cabe hacer más gravosa la situación del apelante único,
conforme al principio de la no reformatio in pejus, dicho límite se fisura frente al
deber estatal de reparar en integridad la afectación significativa de un derecho
fundamental, con proyección objetiva, caso en el que resulta posible decretar de
oficio medidas de justicia restaurativa, restringidas a la garantía de no repetición,
dado, además, que las partes conciliaron sus diferencias en materia de
reparación, lo que conlleva la integralidad de la misma.
27
Lo aquí expuesto es reiteración de lo decidido en un asunto similar frente a un
procedimiento de extracción de los órganos sexuales femeninos: Consejo de Estado,
Sección Tercera, Subsección C, sentencia del 25 de abril de 2012, M.P. Enrique Gil
Botero.
La Sala ha tenido la oportunidad de pronunciase sobre la mortalidad materna 28 y,
para el efecto, ha traído a colación la publicación que sobre el tema ha realizado
la Comisión Nacional de Género de la Rama Judicial “Mortalidad materna: otra
cara de la violencia contra las mujeres. Un análisis desde la perspectiva jurídica”,
trabajo que incluye la ponencia “La Responsabilidad del Estado por Muerte en el
Parto”, del cual se destacan las siguientes conclusiones:
FALLA
DÉCIMO.- Dese cumplimiento a lo dispuesto en los artículos 176, 177 y 178 del
C.C.A. y 115 del C.P.C. Para el cumplimiento de esta sentencia expídanse copias
con destino a las partes, con las precisiones del artículo 115 del Código de
Procedimiento Civil y con observancia de lo preceptuado en el artículo 37 del
Decreto 359 de 22 de febrero de 1995. Las copias destinadas a la parte actora
serán entregadas al apoderado judicial que ha venido actuando.