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UAEM- Facultad de Humanidades

Lic. en Letras Latinoamericanas


Literatura Latinoamericana de 1940 a 1970
Liliana López Valentín Grupo 31

La violencia de la animalidad humana como una pasión viva en el Apando de


José Revueltas

La literatura de Revueltas es un una literatura que aboga por el hombre, por


su derecho y su libertad a caminar por la tierra. El escritor hizo de su experiencia
la esencia de su obra, una exaltación de la realidad cruda y en constante
caducidad humana. Procesado y enclaustrado cuando todavía no cumplía quince
años, la injusticia hizo de su mundo un lugar cerrado, entre reformatorios y
cárceles buscó exponer rigurosamente esas condiciones que se habían integrado
a su ambiente cotidiano.

El apando, novela corta que escribió cuando permanecía encarcelado en la prisión


de Lecumberri, es un reflejo de las míseras situaciones en las cuales el gobierno
había reducido la vida de muchos hombres que abogaban por una justicia social.
El apando, lugar donde el ser humano es privado de su libertad y por tanto, de su
humanidad, sujetado a un espacio que ya no es el suyo, sino un lugar ajeno a toda
actividad que le permita el devenir con su tiempo y su época. En esta obra, los
personajes lejos de sentirse parte de, han quedado anulados para la sociedad de
fuera, anulados de las actividades racionales, destinados a convivir con su cuerpo
y las pasiones que puedan generarse entre el pequeño espacio donde puedan
salir a flote. Pasiones que naturalmente afloran en un estado de alta violencia y
que los llevan a convivir de una forma más primitiva de la que ellos puedan
percibir.

La animalidad humana, rasgo natural en el hombre y suprimida en tanto hace uso


de la razón, se expresa de una manera vivificante en la ira y el odio de Polonio y

1
Albino, mientras que El carajo es el receptor de toda esa violencia que es capaz
de secretar el hombre tras saberse en la completa ignorancia de lo que sucede
allá afuera, tras saberse en la nada. Por una parte, el instinto animal acapara
muchas de las acciones en los personajes, por otra, dicho instinto se torna más
humano al verse relacionado con los móviles y objetivos que provocan dichas
actitudes. De igual manera, los celadores, aunque libres de culpa, no son libres de
alienarse a la animalidad que ofrece la prisión, el espacio todo lo absorbe y con
ello, las pasiones de un encierro.

El instinto animal, aplicado a la conducta estímulo-respuesta que opera en una


especie menor a la humana, es decir, a los animales salvajes que viven como
“animales”, aparece como un signo denotativo de las verdaderas causas por las
que la vida en el Apando resulta tan violentas. En 1918, el etólogo Craig notó que
los animales buscaban el estímulo desencadenador, como por un afán interior de
hacerlo. A este comportamiento inicial lo llamó aperitivo, porque supuso que era
determinado por un apetito interno del estímulo requerido. 1 A decir de esto, los
animales actúan de acuerdo a fuerzas externas e internas, siempre hay algo que
los mueve, en este caso, el ambiente converge con sus necesidades para la
satisfacción propia.

En el texto, este estímulo-respuesta que lleva como objetivo la satisfacción


natural de la especie se encuentra relacionado con las actividades sexuales que
buscan ser saciadas por ser inherentes a la naturaleza humana. En los vigías,
hombres que se ven nombrados explícitamente como monos, aparece la imagen
de un animal y sus acciones instintivas: “dentro de su ir y venir sin
amaestramiento, natural, sin embargo fijo, que no acertaba a dar el paso que
pudiera hacerlos salir de la interespecie donde se movían, caminaban, copulaban,
crueles y sin memoria…”2 Estas últimas actividades como el desplazamiento y la
reproducción no serían tan bestiales si no se adjuntara a ellas la palabra

1
Ver. Peter H. Klopfer. Introducción al comportamiento animal. Un siglo de etología, México: FCE, 1976, p.
74.
2
José Revueltas. El apando, México: Era, 1978, P. 11

2
“memoria”. Los animales no tiene memoria, o al menos no se ha demostrado aún
que la posean; los “monos” se mueven sin la menor conciencia de sus actos,
movidos sólo por el instinto estímulo-respuesta, que además incluye su ya
adherido trabajo de vigilar, acto que pareciera más una necesidad suya, como un
bestia salvaje que vigila a su presa para obtener el alimento y antes de capturarla
ya la contempla dentro de sus dominios, que una obligación: “Se sabían hechos
para vigilar, espiar y mirar en su derredor, con el fin de que nadie pudiera salir de
sus manos…”3

Ahora bien, los animales actúan de acuerdo a un instinto primario que posibilita su
tranquilidad y es usada la mayoría de las veces para ello. Los móviles que lo
llevan a actuar de tal o cual manera han sido determinados por muchos estudios
etológicos y han concluido que:

“La organización de las sociedades animales pueden atribuirse a cuatro


clases principales de pautas de comportamiento, que consisten en el
comportamiento asociado a la territorialidad (como espacio de protección) y
al mantenimiento de la distancia individual, asociado a las relaciones de
dominio, a la jefatura y guía, al cuidado materno y la estimulación mutua.”4

Estas cuatro pautas se encuentran presentes en la vida animal para salvaguardar


su supervivencia. Por otro lado, esta distinción nos lleva a la conclusión de que en
los animales las acciones y sus fines son tan reducidos en comparación con las
del ser humano, siempre y cuando se encuentre en el medio adecuado para
realizarlas. El encierro, valga la redundancia, encarcela esta posibilidad, con lo
cual también se ven minimizadas las capacidades del hombre para desarrollar su
libre albedrío. Entonces, dentro del apando, la conducta humana relacionada con
estas características dista mucho de la búsqueda de tal tranquilidad animal que se
sacia con mínimas acciones y reacciones, principalmente en el aspecto del
dominio y la territorialidad. Albino siente amenazada la tranquilidad de su espacio
a causa de la presencia de El Carajo; tal descontento además de provocar una
lucha por el dominio y demás actitudes salvajes, desencadena en el personaje una
3
Ibídem, p. 13.
4
Peter H. Klopfer. op. cit. p. 245.

3
especie de acecho a su propio espacio, ya no físico, sino mental, pero este
aspecto se verá desarrollado más delante ya que está lejos de amoldarse en la
actividad animal.

El Carajo también actúa de acuerdo a uno de los tópicos anteriores, no tanto en la


territorialidad, sino en la búsqueda del cuidado materno: “él también otro mono,
dando vueltas sobre sí mismo a patadas, sin poder levantar del piso, al igual que
un pájaro que le falta un ala, con un solo ojo, sin poder salir del vientre de su
madre, apandado ahí dentro de su madre”5 La seguridad no es territorial, sino
viene dada de la protección materna. Al igual que Albino, su encierro también
incluye una pérdida mental, la cual desencadena en él los actos salvajes que
buscan la exterminación.

Los personajes de Revueltas si bien caben dentro de categorías animales al ser


explícitamente descritos como tales, no buscan una exaltación de dicho parecido,
por el contrario, exponen aún más las pasiones humanas que hacen del hombre
una especie digna. En un principio se nos ofrece la imagen de los celadores y por
tanto prisioneros como una imagen equiparable a un animal, el mono: “Estaban
presos ahí los monos, nada menos que ellos, mona y mono; […] atrapados por la
escala zoológica como si alguien, los demás, la humanidad impiadosamente ya no
quisiera ocuparse de su asunto, de ese asunto de ser monos…” 6 El mono es el
símbolo de la conciencia disipada,7 y por tanto causante de esa imagen bestial
que desemboca en los personajes, además de ser el causante de la exclusión
social: ya no pertenecen más a un orden social, viven fuera de, y por tanto, existen
como animales. Esa conciencia invisible es que expone la miseria dentro del
Apando, esa falta de razón es la que lleva a El Carajo, Albino, y Polonio a
desarrollarse como bestias salvajes.

5
José Revueltas. op. cit, p. 20.
6
Ibídem, p. 11
7
Cfr. Jean Chevalier. Diccionario de símbolos, España: Herder, 2003.

4
El mono, y en general la violencia, lejos de significar el carácter animal, significan
la empobrecida imagen de los encarcelados, “una tendencia a salir de sí mismos,
a desprenderse de todo, a abandonar lo que los habita, como si de alguna manera
quisieran resumir en el proceso de sus vidas el proceso de pauperización a que
está sometida la sociedad en su conjunto.” 8 La imagen del hombre como animal
está lejos de igualarse en un nivel instintivo, más bien refiere a un aspecto de
abyección hacia un lugar donde las acciones se reducen a una simple animalidad
que permite la supervivencia. Entonces, la obra se convierte no en una animalidad
bestial, sino en una animalidad humana, un estado que grita la necesidad de una
libertad en todo sentido.

Existe una clara distinción entre los modos de actuar del hombre y los de la bestia,
la principal es que el primero se ve envuelto en las pasiones, que según Descartes
son sentimientos o emociones del alma, causadas, sostenidas y fortificadas por
algún movimiento de los espíritus.9 Si bien, dentro de este marco, el hombre actúa
sin razón, no actúa sin emociones, las pasiones serán los rasgos que definan y
defiendan su naturaleza. Los espacios abiertos permiten una salida gradual de
tales excitaciones, pero el encierro las encapsula y las deja salir de golpe, he aquí
la causa de los altos grados de violencia que el apando encierra y deja salir:

Los hombres reprimen a menudo una pasión violenta, en consideración a


sus intereses y planes distantes […]. Lo que llamamos fortaleza de ánimo
implica el predominio de las pasiones apacibles sobre las violentas, aunque
podemos observar fácilmente que no hay persona alguna poseedora tan
permanentemente de esta virtud, como para no haberse sometido nunca, y
en ninguna ocasión, a las solicitaciones de las pasiones y deseos
violentos.10

La fortaleza de ánimo desaparece en el espacio ficticio, porque no existe una


esperanza o anhelo de salir y volver a la cotidianidad social, de hecho, la única
aspiración de los apandados es la de llegar a obtener la droga, que sin embargo,
no les ofrece ánimo, sino olvido de su situación. El encierro suscita excitaciones
8
Evodio Escalante. José Revueltas. Una literatura del “lado moridor”, México: Era, 1979, p. 37.
9
Ver. René Descartes. Las pasiones del alma, trad. Consuelo Berges, 4ª ed., Argentina: Aguilar, 1981, p. 61.
10
David Hume. Disertación sobre las pasiones y otros ensayos morales. España: Anthropos, 1990, p. 141-

5
que no son necesarias reprimir y ni si quiera podrían hacerlo. Estos ardores salen
en forma de deseo sexual, de búsqueda de poder y principalmente, en forma de
descargas violentas e ira desbordada.

Habría que recalcar la diferencia entre las actitudes bestiales y las humanas,
ahora en un nivel de conducta negativa, ya que aunque no varía mucho la furia
gestual entre una y otra especie, sí son muy diversas las causas de tales
actitudes. Los animales emplean la agresión como una técnica para controlar los
bienes, generalmente alimento o abrigo, que son escasos o que probablemente lo
sean en algún momento, mientras que la conducta particular que mostrarán los
seres humanos depende de lo que ellos experimenten dentro de su propia cultura,
pero el conjunto total de posibilidades humanas, como el conjunto de los monos o
el conjunto de los termes, se hereda.”11He aquí una abismal diferencia, ya que
mientras las bestias pelean para cubrir una necesidad biológica, el hombre lo hace
para sacar a flote una necesidad ontológica. Este último aspecto omitiría en gran
medida la parte animal del hombre, abogando a un aspecto de la razón más que
del instinto, cosa que había sido anulada líneas antes, sin embargo, en este caso
dentro del apando, conviven dentro de la pasión viva como lo es la violencia.

En el apando la razón no queda borrada sino escindida mediante las acciones


instintivamente violentas con que se mueven ahí dentro. Albino es quien muestra
en mayor medida este aspecto desbordante de la ira siempre que se percata de la
presencia miserable de El Carajo: “Una cólera ciega que desataba desde el fondo
del corazón los más vivos deseos de que sufriera a extremos increíbles y se le
infringiera algún dolor más real, más auténtico, capaz de hacerlo pedazos.”12
El Carajo es el personaje que representa la miseria humana y que para mayor
desgracia, ha sido encarcelada y privada de una posible conducta racional, “El
Carajo, ya que valía un reverendo carajo para todo, no servía para un carajo, con

11
Edward O. Wilson. Sobre la naturaleza humana, México: FCE, 1980, p. 155-146.
12
José Revueltas. op. cit., p. 32.

6
su ojo tuerto, la pierna tullida y los temblores con que se arrastraba de aquí para
allá sin dignidad…”13

Este personaje es el más castigado por la vida, sus defectos físicos se extienden a
los psicológicos puesto que a cada momento siente una imperiosa necesidad de
verse muerto, aunque nunca lo consigue. Su animalidad y su pasión humana se
fusionan dentro de él; en primer lugar, es incapaz de de mostrar otra actitud que la
adoptada, el encierro obliga a la búsqueda primordial de la supervivencia, tal como
en la especie animal, ha sido obligado a expresar tal bestialidad dentro de ese
reducido espacio, puesto que como expresa el doctor Mausdley, después de
referir diversos actos que acercan el idiota al bruto, se pregunta si no se ha de ver
en ellos la vuelta de instintos primitivos, ‘un eco debilitado de un pasado lejano,
que atestigua un parentesco del cual el hombre se ha libertado enteramente.’” 14
Esta liberación ha sido conseguida con el devenir del tiempo, pero el hombre ha
encontrado en la prisión la manera de sacarla a flote. Visto que las jaulas
encapsulan los instintos del hombre, éstas siempre buscan salir de alguna manera
u otra.

Por otro lado, está su intento de morir, sentimiento netamente pasional,


trasladando el concepto de su actuar ahora a un plano más humano, mas
relacionado con su ser. Este deseo de eliminar las barreras que lo convierten en
un animal-bestia, exalta la recriminación de Revueltas hacia la sociedad
responsable de dicho atropello en contra de los individuos. La muerte de la
degradación social es un deseo implícito que permanece oculto bajo la máscara
de la bestia. El siguiente fragmento da cuenta de estos dos aspectos convergentes
el personaje desgraciado: “El Carajo, replegado entre los barrotes, encogido en un
intento feroz por reducir al máximo el volumen de su cuerpo, aullaba largamente,
no hacía otra cosa que aullar.”15

13
Ibídem, p. 15.
14
Charles Darwin. La expresión de las emociones en el hombre y en los animales, Tomo II, trad. Eusebio
Heras, España: F. Sempere y Ca. Editores, 1852, p. 69.
15
José Revueltas. op.cit., p. 54.

7
Los otros dos personajes, específicamente a Albino son el medio para expresar
esa pasión viva llevada al extremo. “La ira es una especie de odio o de aversión
que sentimos contra los que hacen algún mal, o han tratado de perjudicar, no
indiferentemente a cualquiera, sino particularmente a nosotros.”16 Albino es la cara
de la desgracia en que se hunden las pasiones humanas llevadas a su máxima
expresión, al grado de confundirse con actitudes bestialmente salvajes.

La descarga de energía resguardada y sacada a fuerza de condición logra salir


con la mirada al otro, a la condición igualitaria en que se encuentran todos y en la
cual es necesario sentir un mínimo de identidad. El otro es precisamente el Carajo,
en él, Albino se percata de la mísera condición en que son obligados
artificialmente a sobrevivir:

Se había puesto a gemir sin detenerse, desde que Polonio le propinara el


puñetazo y el puntapié, en una forma irritante, repetida, monótona,
artificiosa, con la que expresaba sin embozo alguno, con todos los detalles,
la monstruosa condición de su alma perversa, ruin, infame, abyecta.17

Los antecedentes no son relevantes para el apando, ahí están obligados a


reiniciar su vida, a guardar o sacar sus emociones, a quedar reducidos a simples
humanos animalizados que buscan obtener un reducido papel que no los trague
completamente en la nada. Las acciones y sentimientos de Albino, no obstante
hayan sido parecidas a las que realizaba fuera de la prisión, son naturales dentro
de ella, de alguna o otra forma es necesaria la salida de las pulsiones. Al final de
la novela, se da un enfrentamiento como cumbre de esas pasiones que habitan
herméticamente por un tiempo dentro de ellos, y luego los transforma en bestias:
“Polonio y Albino estaban convertidos en dos antiguos gladiadores, homicidas
hasta la raíz de los cabellos. La pelea era callada, acechante, precisa, sin un grito,
sin una queja.”18 Finalmente, el apando es un lugar donde Albino y los otros sacan
esa ira contra sus verdaderos verdugos, contra la manera en pierden la condición
de pertenecer a un lugar y espacio utópico que se encuentra fuera de sus rejas.
16
René Descartes. op.cit., p. 168.
17
José Revueltas. op.cit., p. 32.
18
José Revueltas. op.cit., p. 53.

8
Revueltas, mediante la exposición de personajes altamente conflictivos hasta el
grado de llegar a una especie de bestialidad, logra reflejar una estado que lo único
que logra es demostrar el empobrecimeinto de una sociedad organizada
humanamente. El hombre apandado, más que bestia, es un señuelo que nos lleva
al profundo conocimiento de la degradación humana.

Bibliografía

Chevalier, Jean. Diccionario de símbolos, España: Herder, 2003.

Darwin, Charles. La expresión de las emociones en el hombre y en los animales,


Tomo II, trad. Eusebio Heras, España: F. Sempere y Ca. Editores, 1852.

Descartes, René. Las pasiones del alma, trad. Consuelo Berges, 4ª ed., Argentina:
Aguilar, 1981.

Escalante, Evodio. José Revueltas. Una literatura del “lado moridor”, México: Era,
1979.

H. Klopfer, Peter . Introducción al comportamiento animal. Un siglo de etología,


México: FCE, 1976.

Hume, David. Disertación sobre las pasiones y otros ensayos morales. España:
Anthropos, 1990.

Revueltas., José. El apando, México: Era, 1978.

Wilson, Edward O. Sobre la naturaleza humana, México: FCE, 1980.

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