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Portada
Créditos
Acerca de El golpe de todos
Quién es Álvaro Alfonso
Índice
Agradecimientos
Prefacio de los sucesos
Capítulo I
La Tercera Guerra Mundial de los otros
De Richard a Richard…
La devolución soviética
El entrenamiento de la “guerra fría”
Sin secretos con trabajo ajeno
Confesión a la uruguaya
Testimonio privilegiado
Periplo guerrillero
El conductismo guerrillero
El hombre del fósforo
Escalera a la Tercera Guerra Mundial
Los dos demonios
Capítulo II
Montevideo: la Sierra Maestra de los Tupamaros
Entre espías
Mitrione de gobierno a gobierno
El pirata Drake
Pacheco no negocia
Capítulo III
Todos sabían que pasaría…
Con las valijas listas para llegar a Uruguay
Cuando las cosas no se entienden, busca el dinero
Interrogatorio con historia
Los centros universitarios, sedes subversivas
El programa de gobierno y la fantasía de la socialización
¿Qué Uruguay tendríamos 50 años después?
Las fuerzas armadas al combate
Seregni es espejo de Pacheco Areco
Rendición por corrupción
Marenales lo confirma
El asombro puede asaltar al lector/a
La vendetta de Alvarez
Capítulo IV
Febrero sin Bordaberry
¡Vamos a sacar a Bordaberry!
Tienes que asumir tú…
Primero los votos
“La democracia no le importa a nadie”…
¡Con el presidente sin el pueblo!
La nueva residencia de Bordaberry
Preparate para la elección
Reunión con Zorrilla
Mea culpa
Amigos son los amigos
La izquierda se saluda con la derecha
Los comunicados más famosos de la historia reciente
Comunicado número 4 - 9 de Febrero de 1973
Comunicado número 7 - 10 de febrero de 1973
Capítulo 5
Epitafio de la democracia
Otra editorial de PCU
Fuerzas armadas reivindican información del movimiento Tupamaros
Plan contragolpe
Las torturas
El pensamiento del coronel Trabal
Aviso de los generales
Los otros políticos
Las últimas cien horas antes del golpe
Pasajes del discurso de Ferreira Aldunate a horas del golpe
Sobre el futuro del país
Sobre los tupamaros
Sobre el partido Comunista y la Central de Trabajadores
Sobre el Frente Amplio
Sobre las Fuerzas Armadas
Golpe de Estado
La democracia para Bordaberry
Bordaberry y los tupamaros
Sin democracia
Epílogo
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Álvaro Alfonso
El golpe de todos
Uruguay 1973
Alfonso, Álvaro
El golpe de todos / Álvaro Alfonso - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Vi-Da Tec, 2023.
Libro digital, EPUB
1973 fue un año convulsionado para América Latina. Mientras en Argentina se vivía el
esperado y caótico retorno de Juan Domingo Perón y en Chile caía el gobierno socialista de
Salvador Allende, en Uruguay se llevaba a cabo un golpe cívico militar del que se cumplen
50 años, que mantuvo en el poder al hasta entonces presidente democrático, Juan María
Bordaberry. El periodista uruguayo Álvaro Alfonso acaba de escribir El golpe de todos, una
crónica minuciosa y documentada que puede descargarse gratis de Bajalibros.
La obra se basa en los testimonios de los principales actores de la época y en numerosa
documentación inédita. Alfonso detalla aquí cómo la disputa a nivel mundial entre los
Estados Unidos y la Unión Soviética, embarcados en la llamada Guerra Fría, tuvo un
impacto directo tanto en la gestación del régimen que gobernó al Uruguay entre 1973 y
1985, como en el respaldo al surgimiento en los años previos del Movimiento de Liberación
Nacional Tupamaros (MLN-T) que se proponían tomar el poder a través de las armas.
Un informe de la Junta Interamericana de Defensa (JID), reclamando a las fuerzas
armadas de la región que evitaran la penetración del comunismo, y la contraofensiva
soviética, teniendo como brazo continental a Cuba, gobernada por Fidel Castro, son algunos
de los puntos que desarrolla el libro. También la aventura de los Tupamaros, que
pretendían convertir a Montevideo en la “Sierra Maestra” local, y la advertencia de los
militares que ya en 1965 aseguraban que estaba en ciernes la aparición de una guerrilla.
Álvaro Alfonso retrata el enfrentamiento ente los dirigentes de los partidos
fundacionales del Uruguay (Colorado y Nacional), y cómo algunas acciones de la guerrilla
(el asesinato del policía estadounidense Dan Mitrione y el secuestro del embajador
británico Geoffrey Jackson), provocaron la directa intervención en la política uruguaya de
poderes internacionales. Finalmente, El golpe de todos aborda la disputa entre en
presidente Bordaberry, la oposición y el poder militar, y la caída del sistema democrático
que inició un largo período de casi 12 años de dictadura.
Quién es Álvaro Alfonso
Cubierta
Portada
Créditos
Acerca de El golpe de todos
Quién es Álvaro Alfonso
Agradecimientos
Prefacio de los sucesos
Capítulo I
La Tercera Guerra Mundial de los otros
De Richard a Richard…
La devolución soviética
El entrenamiento de la “guerra fría”
Sin secretos con trabajo ajeno
Confesión a la uruguaya
Testimonio privilegiado
Periplo guerrillero
El conductismo guerrillero
El hombre del fósforo
Escalera a la Tercera Guerra Mundial
Los dos demonios
Capítulo II
Montevideo: la Sierra Maestra de los Tupamaros
Entre espías
Mitrione de gobierno a gobierno
El pirata Drake
Pacheco no negocia
Capítulo III
Todos sabían que pasaría…
Con las valijas listas para llegar a Uruguay
Cuando las cosas no se entienden, busca el dinero
Interrogatorio con historia
Los centros universitarios, sedes subversivas
El programa de gobierno y la fantasía de la socialización
¿Qué Uruguay tendríamos 50 años después?
Las fuerzas armadas al combate
Seregni y es espejo de Pacheco Areco
Rendición por corrupción
Marenales lo confirma
El asombro puede asaltar al lector/a
La vendetta de Alvarez
Capítulo IV
Febrero sin Bordaberry
¡Vamos a sacar a Bordaberry!
Tienes que asumir tú…
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“La democracia no le importa a nadie”…
¡Con el presidente sin el pueblo!
La nueva residencia de Bordaberry
Preparate para la elección
Reunión con Zorrilla
Mea culpa
Amigos son los amigos
La izquierda se saluda con la derecha
Los comunicados más famosos de la historia reciente
Comunicado número 4 - 9 de Febrero de 1973
Comunicado número 7 - 10 de febrero de 1973
Capítulo 5
Epitafio de la democracia
Otra editorial de PCU
Fuerzas armadas reivindican información del movimiento Tupamaros
Plan contragolpe
Las torturas
El pensamiento del coronel Trabal
Aviso de los generales
Los otros políticos
Las últimas cien horas antes del golpe
Pasajes del discurso de Ferreira Aldunate a horas del golpe
Sobre el futuro del país
Sobre los tupamaros
Sobre el partido Comunista y la Central de Trabajadores
Sobre el Frente Amplio
Sobre las Fuerzas Armadas
Golpe de Estado
La democracia para Bordaberry
Bordaberry y los tupamaros
Sin democracia
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Agradecimientos
Dicen que “todos los días tenemos algo para aprender, algo para olvidar y mucho para
agradecer”. El mucho para agradecer es para Juan Bautista “Tata” Yofre, José D´ Angelo,
Carlos Julio Castillos y todos los que siempre están, nunca se van; me alientan a toda hora
para continuar con la tarea de desentrañar la historia reciente y presente.
Este trabajo se basa en varios libros de mi autoría publicados en Uruguay: El revés de
la trama. La historia secreta de la salida de la dictadura; Jugando a las escondidas.
Conversaciones secretas entre Tupamaros y Militares; Los dos demonios; Cuando los
civiles también juegan; Operación verdad. Este libro muestra lo que ocurrió hace más de
cinco décadas. Los episodios siguen en la agenda diaria en la mayoría de los gobiernos del
Cono Sur, con excepción de Brasil. Los ´70 nunca se fueron. Lo invito a descifrar este
croquis de la historia del Uruguay.
Prefacio de los sucesos
De Richard a Richard…
“No pretendo decir que mienten con respecto a la información de Inteligencia o que la
distorsionan, pero quiero que sean ustedes muy cuidadosos a la hora de separar los hechos de
las opiniones” le dijo Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos, Richard Helms, director
de la CIA, en una reunión del Consejo de Seguridad Nacional celebrada el 18 de junio de 1969.
“El hecho es que las proyecciones de Inteligencia para 1965, 1966, 1967 y 1968 -y las
hemos visto todas- se han equivocado en un 50 por ciento con respecto a lo que iban a
hacer los rusos. Y lo han hecho a la baja –decía Nixon-. Tenemos que partir del hecho, de
todos los hechos y llegar a conclusiones sobre la base de hechos incuestionables. ¿Se
entiende esto?”. 2
El 19 de marzo de 1966, en un documento rotulado como “secreto”, la Junta
Interamericana de Defensa (JID) -entidad que responde a la Organización de Estados
Americanos (OEA)- advirtió que “el logro de la adhesión de un gobierno americano al
‘bloque comunista’ sería de un valor estratégico y psicológico extraordinario para el
mismo. Ello favorecería y aceleraría notoriamente al desarrollo de la Guerra Revolucionaria
–así tildaba Estados Unidos a la Guerra Fría- a la vez que modificaría la situación
estratégico-militar del continente”.
LA JID observó que “el bloque comunista ha incorporado o pretendido incorporar en
algunos casos a su esfera de acción, mediante la citada guerra, a numerosos países. En la
actualidad, pese a la coexistencia pacífica, sigue en ejecución. Fácil es comprender, dentro
de la posición ideológica establecida en el orden mundial, la importancia que para ambos
grupos de naciones (Mundo Occidental y Bloque “Comunista”) representa América (…) es el
único Continente de real importancia que se mantiene, prácticamente en su totalidad, en el
Mundo Occidental”.
En ese documento “secreto”, de 138 páginas, al cual tuvo acceso el autor, el Consejo de
Delegados de la JID incluyó el estudio de las guerrillas en seis países: Colombia, Venezuela,
Guatemala, Nicaragua, Perú y Bolivia. En cinco de ellos, con excepción de Venezuela, la JID
sostuvo que tenían influencia de Fidel Castro y el comunismo. A pesar que no figura
Uruguay en el estudio, hay conceptos y argumentos sólidos esbozados por la JID que
coinciden con los fundamentos del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN-
T) para promover la guerrilla en el Uruguay.
La sentencia de la JID fue la siguiente: “La situación económica y social de ciertas
regiones del continente, ofrece condiciones aceptables para la ejecución de las guerrillas
(…) la intensa acción subversiva desatada desde Cuba y las posibilidades que ofrece la
situación de este país para el apoyo de los elementos revolucionarios (…) existen claros
ejemplos de propaganda de Castro, que los hechos acompañan a las palabras”.
La JID pareció orientar a las Fuerzas Armadas de la región por dónde debían
incursionar cuando el conflicto estuviera a pleno. Argumentó que los Ejércitos de la región
tendrían “una fina posición ideológica –porque- comprenden cabalmente la importancia del
peligro comunista”. La oficina dependiente de la OEA también pasó un aviso a los gobiernos
democráticos que seguían los lineamientos económicos del capitalismo. Se escribió en el
documento aprobado por los delegados militares de la JID lo siguiente: “La experiencia
indica que aún hoy, después de muchos años de desarrollo de la citada guerra (casi dos
décadas en ese entonces), no ha sido comprendida por el Mundo Occidental”.
La devolución soviética
La contraparte de la URSS a las razones esgrimidas por la JID, pese a las divergencias que
arrastraban los soviéticos hacía décadas con China Comunista, tuvo su punto de partida en
el verano de 1966, en la reunión de la Organización Latinoamericana de Solidaridad
(OLAS).
Al encuentro celebrado en La Habana, Cuba, asistieron delegados de todos los grupos de
izquierda de la región. Cuando se dirigió a los asistentes, Fidel Castro arengó a generar las
condiciones para la lucha armada y la guerrilla en el continente latinoamericano. “Y aún allí
donde todavía la burguesía y el imperialismo ejerzan su dominio de clase por medios
constitucionales, como es el caso de Uruguay. Allí se manifiesta de manera más palmaria la
fuerza del movimiento de masas y el espíritu revolucionario del pueblo. Y nosotros
debemos decir las grandes simpatías de nuestro país hacia Uruguay, porque aquel es un
país pequeñito, no tiene montañas, rodeado de dos colosos reaccionarios”, refirió Castro.
El 31 de enero de 1966, la agencia de noticias estadounidense United Press
International (UPI) difundió un cable, fechado en Caracas, poniendo en conocimiento un
documento secreto procedente de La Habana durante las reuniones de OLAS.
“OLAS tendrá su sede y trabajará en el Uruguay a través del Instituto Cultural Uruguayo
Soviético (ICUS). El primer objetivo de la revolución popular en el continente es la toma del
poder mediante la destrucción del aparato burocrático y militar del Estado (a través de) la
lucha armada, que será feroz y sin cuartel”, sostuvo el escrito.
El slogan del Congreso celebrado en La Habana había sido “el deber de todo
revolucionario es hacer la revolución”, además de desplegar la “política foquista”: o sea,
formar grupos de resistencia armada, aún sin contar con el apoyo de la población.
Confesión a la uruguaya
En el año 2008, Otero dejó muy claro la participación de la CIA (Agencia Central de
Inteligencia de los Estados Unidos), el FBI (Buró Federal de Investigaciones) y la AID
(Agencia para el Desarrollo Internacional) en los asuntos internos del Uruguay y las
oficinas policiales del país.
“Los norteamericanos aparecieron aquí como asesores de Seguridad Pública, una
división de la AID, a la que las autoridades uruguayas de la época le otorgaron oficinas
dentro de la propia Jefatura de Policía de Montevideo. Conocí a varios estadounidenses con
los que tuve que tratar por órdenes superiores en el correr de la década de los ´60 (…) Por
orden de mis jerarcas en la Policía debíamos entregarle a los yanquis copia de todos
nuestros informes referentes a las investigaciones que realizábamos (…). Adolph Sáenz era
el jefe de la misión de Asistencia Técnica de la AID y Frank Steward era el director general
de esa Agencia”, señaló.
El Departamento de Seguridad Pública de la AID “estaba conformado por funcionarios
policiales estadounidenses, ex agentes del FBI y oficiales de la CIA (…). Recuerdo un hecho
que involucraba a uno de los jefes de la AID, Adolph Sáenz, quien vivía obsesionado con la
posibilidad de sufrir un atentado en la oficina de la calle Paysandú (fachada legal que
mostraba Estados Unidos de sus agentes en el Uruguay). Diariamente le ordenaba a su
secretaria que, previo a su llegada al despacho personal, se sentara en la silla de su jefe y en
el escritorio redactara la agenda del día y las novedades. Luego de entrar en su despacho
Sáenz le ordenaba que continuara sentada mientras le leía la agenda y le diera las
novedades del día. Esto lo hacía, según pude saber de muy buena fuente, para comprobar
que no había ningún elemento extraño o bomba colocada en el lugar para atentar contra él.
Tiempo después, Sáenz dejó su cargo y llegó a sustituirlo Dan Anthony Mitrione”, aseguró. 4
El inspector Otero que, como ya se señaló, tuvo activa participación contra la guerrilla
en la primera etapa como jefe de Inteligencia de la Policía, agregó más elementos a la
actuación del sistema político. En una conversación que mantuvo con el autor, en el mes de
septiembre de 2003, afirmó que en el año 1966 “estaba el señor (Alberto) Heber de
presidente (del Consejo Nacional de Gobierno) y yo empecé a suministrar información
sobre los Tupamaros. Entonces empezó la pelea entre los blancos y los colorados. Que se
quería crear un fantasma porque venían las elecciones (…). Acá todo el mundo sabía lo que
iba a pasar y pasó”.
Testimonio privilegiado
El inspector principal Uruguay Mérica, que participó directamente en el servicio de
Inteligencia cuando ya estaba en pleno funcionamiento, reveló al autor que “lo más
novedoso –de las enseñanzas impartidas a los policías uruguayos en Estados Unidos-
consistía en que se trabajaría en forma compartimentada, en los Departamentos e
individualmente, o sea, que cada uno de sus integrantes respondería solamente ante el
oficial responsable o jefe del Departamento, sin estar obligado a informar a nadie más. Cada
agente reclutaría y tendría a su cargo varios informantes aficionados, los que se
desempeñarían cada uno en sus vidas habituales y en cuántos más distintos ambientes
mejor. Los informantes eran nombrados con seudónimos y su identidad real era solamente
conocida por quien lo atendía y por el jefe del Departamento. Cada agente debía elaborar
un informe escrito por cada entrevista que mantenía a sus informantes, pero sin revelar ni
su propio nombre y muchos menos el de su informante. Cada informe constaba de dos
cuerpos. La primera hoja se caratulaba ‘Datos operativos’. Debía contener en qué forma se
había obtenido el informe, lugar y procedencia. En la segunda hoja y siguientes, se
identificaba como `Datos positivos`. Se debía responder las preguntas: ¿Cómo? ¿Dónde?
¿Cuándo? ¿Qué? ¿Por qué?. Y el agente debía calificar su informe mediante una tabla que
evaluaba la confiabilidad y credibilidad de la fuente”.
Paralelamente, los inspectores de las Fuerzas Armadas, que en esa época tenían rango
equivalente al actual comandante en jefe de las distintas armas, ordenaron incrementar la
eficiencia de los órganos de Inteligencia militar en su participación en la seguridad
nacional. En un documento reservado al que accedió el autor, de fecha 10 de junio de 1969,
el director del Servicio de Información de Defensa (SID) coronel Ulises Pica (que 10 años
antes había hecho un curso en los Estados Unidos) y los superiores de Inteligencia de las
respectivas armas, recomendaron la conformación de una “Junta Coordinadora de
Inteligencia”.
En 1972 se creó el Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas -OCOA- que
actuó inicialmente en el combate a la guerrilla, en el marco de un organigrama estatal.
Luego continuó con operaciones represivas durante la dictadura y se planteó la necesidad
de “integrar la información militar a la económica, política y social (…) para lograr los
resultados globales”. Los responsables reclamaron rubros para el funcionamiento, entre
ellos, “gastos reservados y confidenciales”, con los que se pagaría a los informantes. La
cantidad solicitada fue 1 millón de pesos anuales de la época.
El 17 de julio de 1970, en un nuevo memorando secreto en pleno apogeo de la guerrilla,
el Servicio de Información de Defensa (SID) se quejó de que “la información existente, y la a
obtener, depende exclusivamente de lo que se recibe de la Jefatura de Policía de
Montevideo, la que proporciona en forma voluntaria, amistosa y accidental, pues el SID
dispone de oficiales como para mantener en forma permanente a uno de ellos en la Jefatura
para ese enlace”.
La policía llegó a tener varios metros cúbicos de papeles con información sobre la
guerrilla, otras organizaciones violentistas como el PCU y la OPR 33 (Organización Popular
Revolucionaria-33 Orientales). En ese marco había un poder paralelo que combatía en
todos los campos a los sectores con ideales marxistas-leninistas y de izquierda. Eran
organizaciones (paramilitares y parapoliciales), de tendencia a la extrema derecha que, en
forma solapada, eran abastecidas de armamento por el Ejército y la Policía con el aval de
los mandos, según confiaron al autor fuentes militares y policiales.
Periplo guerrillero
Jorge Manera Lluveras, de profesión ingeniero, uno de los fundadores del MLN-T, fue
detenido por última vez en 1972, a menos de un año que se produjera el Golpe de Estado.
Cuando fue interrogado por los militares, según el acta de la Justicia Militar a la que accedió
el autor, Manera Lluveras (que nació en 1929 y en noviembre de 2023 cumplirá 93 años)
narró el periplo que realizó en 1968, representando al MLN-T, para recibir cursos militares
en Cuba.
El jefe guerrillero testimonió: “Me voy a la Argentina, con documentos falsos, vía
Colonia por ONDA (una emblemática empresa de transporte carretero que operó en
Uruguay entre 1935 y 1991) (…). Los documentos son a nombre de Alejandro Stavinachis.
(…). De Argentina me voy a París, de allí en ferrocarril hasta Praga (entonces
Checoslovaquia) y desde allí por avión a Cuba. En Praga me presento en la embajada de
Cuba con mi verdadero nombre manifestando a qué Movimiento pertenezco y pido avisen
mi llegada a Cuba (…). La finalidad del viaje era la realización de algunos cursos y trabar
conocimiento con el proceso revolucionario de Cuba. Llego al aeropuerto de La Habana y
allí me está esperando un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba
quien me aloja en un apartamento de La Habana en el barrio Vedado (…).
“Los cursos que recibí - agregó- fueron sobre fabricación de explosivos, voladuras,
construcción de granadas caseras y tiro. Recibí también folletos y materiales escritos sobre
estos temas. Con ese representante cubano, de apellido Sánchez, tratamos temas políticos,
situación actual del país y la organización. Le planteo nuestro esquema de lucha urbana y
que la guerrilla puede subsistir en Uruguay, explicándole cómo se estaba dando el
fenómeno del crecimiento (…). Este representante ofrece la posibilidad de entrenar grupos
del MLN-Tupamaros, cosa que es tenida en cuenta por mí. Todos los cursos se me dieron en
el mismo lugar a cargo de diferentes instructores, de acuerdo a la materia a tratar. En mi
grupo había unos 10 compañeros de otros países, en su mayoría argentinos. Había un
paraguayo y yo, el único uruguayo. Todos los instructores andaban vestidos con uniformes
de miliciano. Acompañado por Sánchez hago algunas excursiones a lugares de la isla. Con
mi viaje queda establecido un vínculo de relaciones entre la organización del MLN-T y el
gobierno de Cuba. Regreso al país por la misma vía usada en el viaje de ida. Entro por
Colonia y de allí por ONDA a Montevideo”. 5
Jorge Manera Lluveras, fundador del Movimiento Tupamaros. El primer jefe de esa organización
que realizó un curso militar en Cuba.
El conductismo guerrillero
El conductismo es una teoría psicológica que, básicamente, establece que nuestra conducta
puede cambiar en función de los estímulos. En muchas ocasiones, las personas, queremos
cambiar nuestro modo de actuar y por ello requerimos de un esfuerzo interior que puede
ser aprendido a través de la Psicología.
La URSS, a través del PCUS, utilizó el conductismo como corriente dominante para sus
diferentes estrategias. Se basó en la ciencia y la predicción con el fin de responder a las
necesidades de la burocracia y las condiciones políticas aplicadas por el movimiento
comunista internacional.
Bajo el dominio del PCUS no podía haber homosexuales o hippies. Tampoco en la
“Madre Rusia” había asesinatos o robos. El discurso oficial aseguraba que, de hecho, esos
sinsabores sólo pertenecían al “capitalismo”.
Para combatir al enemigo, que para ellos era Estados Unidos, los soviéticos sabían que
la red de seguridad muchas veces era inviolable, pero el agente debía buscar las pequeñas
aberturas y pasarlas para alcanzar el objetivo. Sin duda, en América del Sur, el Partido
Comunista en el Uruguay fue el mejor alumno, y el abanderado singular de la teoría
impulsada por el PCUS fue el dirigente Rodney Arismendi (1913-1989).
No era por gusto que Arismendi participaba en las reuniones de la cúpula comunista
soviética. Hasta se identificaba usando los gorros de astracán. ¿Cómo se comportaban los
agentes soviéticos en el Uruguay? ¿Tenían nombre y apellido? Vamos a otear uno de los
ejemplos más destacados en Uruguay durante la Guerra Fría.
Imagen de la carátula del informe del Instituto Militar de Estudios Superiores. Los militares
advirtieron en 1965 que estaba en ciernes la aparición de la guerrilla.
Uruguay es un país que se caracteriza por no prevenir y pocas veces diseña una política de
Estado sobre asuntos claves de una nación. Esta es una prueba más. Políticos, civiles
vinculados a la dictadura y los propios militares aseguraron al autor que el documento que
tuvo el rótulo de “secreto” fue conocido en forma reservada en el ámbito parlamentario,
pero no se tomó en cuenta.
El general Víctor Licandro, los coroneles Pedro Aguerre y Pedro Montañez, instructores
en ese entonces en el IMES, se opusieron a la teoría de Ramagli. Los citados oficiales
razonaban que debía ser la Policía y no el Ejército quien debía combatir a los supuestos
tupamaros.
El 5 de febrero de 1971, estos tres oficiales superiores, leales el general Líber Seregni,
apoyaron la fundación del Frente Amplio y durante la dictadura estuvieron presos al igual
que su referente político.
Los Jefes del Ejército, contrarios al pensamiento de Licandro, Aguerre y Montañez, los
identificaban irónicamente en la corporación como “los muchachos de la FEUU -Federación
de Estudiantes Universitarios del Uruguay”- en alusión al poderoso gremio estudiantil que
respondía directamente al Partido Comunista en el Uruguay.
Si algo le faltaba a aquel documento, elaborado en 1965, fue que incluía una advertencia
lapidaria: los militares, en el futuro, podrían convertirse en conductores del gobierno
nacional. Trazó futuras líneas de acción de las fuerzas armadas, su intención de decidir en
el desarrollo nacional y reclamó la constitución de organismos asesores en materia de
seguridad y relaciones públicas. El 23 de febrero de 1973, tras el pacto de Boiso Lanza
entre los militares y el presidente Bordaberry, se creó un órgano asesor del Poder Ejecutivo
denominado Consejo de Seguridad Nacional del Uruguay (COSENA), en el cual los jefes
militares tuvieron preponderancia sobre los asuntos de Estado. Dicho Consejo fue dado de
baja recién cuando el Uruguay volvió a la democracia, el 1° de marzo de 1985.
Entre espías
El 8 de octubre de 1969 los tupamaros, en una operación militar sin precedentes en el
Uruguay, ocuparon la ciudad de Pando, ubicada en el departamento de Canelones, vecino a
Montevideo y a 32 kilómetros de la capital. Tomaron por asalto la comisaría, el cuartel de
bomberos, la central telefónica y tres bancos.
Murieron tres miembros del MLN-T, un civil y un policía, además de heridos de ambas
partes. Luego de estos hechos, la CIA y la KGB decidieron infiltrar a la organización. Más
tarde, tres días antes que el MLN-T ejecutara al policía estadounidense Dan A. Mitrione, el 7
de agosto de 1970, cayó la casi totalidad de la dirección tupamara en una finca del barrio
Malvín de Montevideo.
Tal vez los miembros de la organización nunca supieron que un agente del servicio
secreto alemán le dio la información a la Policía del encuentro de los cabecillas tupamaros,
que tenía como finalidad decidir el futuro de Mitrione.
La caída de la cúpula guerrillera, comandada por su fundador Raúl Sendic, provocó un
terremoto interno en el MLN-T siendo uno de los principales golpes del gobierno de
Pacheco Areco contra los guerrilleros.
Más tarde, la KGB audazmente operó para que se produjera el secuestro del embajador
británico, Geoffrey Jackson. A partir de este episodio, el gobierno de Estados Unidos, con el
buque insignia de la CIA y con el objetivo de detener la penetración del comunismo, dio luz
verde y preparó la alfombra para que las fuerzas armadas uruguayas fueran llamadas por
el gobierno de Pacheco Areco a combatir a la subversión. Veamos ahora cómo fueron los
operativos del MLN-T que provocaron la penetración de poderes internacionales en la
“guerra interna”.
Casi un año después que el presidente Pacheco Areco -el 13 de junio de 1968- aplicara
las Medidas Prontas de Seguridad, la revista estadounidense Time volvió a publicar una
nota sobre Uruguay, esta vez para exaltar las acciones de los tupamaros. El viernes 16 de
mayo de 1969, la publicación tituló: “Los Robin Hood de la guerrilla”, crónica cargada con
trazos poéticos y tintes de ironía, desacreditando directamente al gobierno uruguayo.
Time destacó: “Sus osadas y bien planeadas acciones, su habilidad en las relaciones
públicas, su sentido del humor y su estilo, les confieren la imagen de modernos Robin
Hood, robando al rico para dar lugar al pobre, exponiendo los errores, la corrupción y
riéndose del gobierno en las narices”.
El 10 de agosto de 1970, los tupamaros derrumbaron su credibilidad ante aquellos que
creían que la organización con sus acciones buscaba terminar con las diferencias sociales.
Cuando el policía estadounidense Dan Antonhy Mitrione sintió el frío cañón del arma
empuñada por el guerrillero de nacionalidad española Antonio Mas Mas que lo ejecutó, el
MLN-T no se percató que generaría un terremoto político, no sólo en Uruguay, sino en
varias naciones, entre ellas Estados Unidos. El calor popular que acompañaba a los
tupamaros se desvaneció abruptamente en horas. Inmediatamente un sector de la opinión
pública se sumó a la sólida publicidad oficial para desacreditar a la organización,
tildándolos de “simples asesinos”.
El MLN-T censuraba a los organismos de Inteligencia estadounidenses, aduciendo que
Mitrione había llegado al Uruguay a dictar cursos de tortura a oficiales de la Policía local.
Para los Tupamaros la consigna era: “Para parar la tortura, debemos matar al torturador”.
El 13 de abril de 1970, siguiendo esa consigna, los tupamaros asesinaron al entonces
jefe policial, Héctor Morán Charquero.
Sin embargo Manera Lluveras, uno de los fundadores de la organización guerrillera,
echó por tierra los ríos de tinta que se habían escrito sobre las supuestas clases de tortura
de Mitrione. Cuando fue detenido admitió cuál era la intención de la organización cuando se
abocaron a secuestrar funcionarios extranjeros. Arguyó que el fin era presionar al gobierno
de Pacheco Areco para obtener un canje por los presos: “El gobierno niega el canje y la
organización ejecuta a Mitrione, ya que sus actividades en el país eran consideradas como
una intervención extranjera”.
Paralelamente, la embajada del Uruguay en Estados Unidos transmitió a la Cancillería el
sentir de los congresistas estadounidenses. Por ejemplo, aquí un párrafo de los profusos
documentos diplomáticos a los cuales accedió el autor: “En su indiscriminado ataque a los
funcionarios encargados de guardar la ley, hace ya largo tiempo que los tupamaros han
traicionado la imagen ‘traviesa’ de Robin Hood que tanto se esforzaron de cultivar al
principio de sus secuestros, robo de bancos y hurto de armas. Con este asesinato han
revelado ser matones sádicos de corte fascista, de la misma envergadura de aquellos que
empujaron a Hitler en el poder. Ellos sabían ciertamente que bajo el derecho uruguayo, el
presidente Pacheco no tenía poder para trastocar la administración judicial, liberando 150
prisioneros, el rescate por el cual se liberaría al señor Mitrione”.
En la siguiente frase queda muy claro en la mente de los congresistas norteamericanos
la relación con la Guerra Fría: “El sentimiento se destaca sobre el espanto y horror causado
por el asesinato del señor Mitrione por los terroristas tupamaros en el Uruguay: la falta
total de sentido de este asesinato. Solamente mentes enfermas podrían ver en el asesinato
de este padre de nueve hijos, de Indiana, el debilitamiento del sistema capitalista o el
progreso de la revolución social”.
“La mayoría de esos prisioneros habían sido condenados por delitos cometidos aún
antes de la imposición de las Medidas Prontas de Seguridad y por lo tanto no le cabe bajo
ninguna definición racional, la denominación de presos políticos”, concluyó el informe.
Reloj de Mitrione que se utilizaba para grabar conversaciones personales delicadas o con los
informantes. Efectivos policiales uruguayos contaron con esa tecnología en los años 70.
El pirata Drake
La decisión del MLN-T en el marco del “Plan Satán” era secuestrar a tres embajadores:
Argentina, Francia y Gran Bretaña. Finalmente, pudieron llevar adelante la operación
contra el embajador británico.
Geoffrey Jackson había nacido el 4 de marzo de 1915. Ingresó al servicio exterior en el
año 1937. En el año 1969 presentó sus cartas credenciales ante el gobierno de Jorge
Pacheco Areco para dirigir la Embajada de Gran Bretaña en Uruguay, cuando los tupamaros
estaban en la cresta de la ola.
Seguro de que Jackson nunca pensó que una fotografía publicada en un diario de
Montevideo, 55 años después de su primer retrato cuando era niño, sentado sobre una
alfombra, se convertiría, como el diplomático lo calificó al comienzo de su libro
Secuestrado por el Pueblo, en una “epopeya, desgracia o melodrama”. En octubre de 1970,
la columna militar del MLN-T recibió la orden de la dirección de la organización de estudiar
el objetivo y tener pronto el secuestro de Jackson. Los responsables recibieron información
mínima. Una foto recortada de un diario de Montevideo del diplomático y la dirección de la
embajada de Gran Bretaña, ubicada en el Parque Batlle (también conocido como Parque de
los Aliados), en la calle Canning, próximo al estadio Centenario, escenario donde se jugó la
primera final de un Mundial de Fútbol entre Uruguay y Argentina. Uruguay ganó por 4-2 y
se convirtió en el primer Campeón Mundial de la FIFA.
Los tupamaros, tras un trabajo de inteligencia de casi tres meses, advirtieron que
Jackson se sentía vigilado. El propio embajador lo dejó estampado en su libro, ya
mencionado. “La sensación de ser espiado se hizo más intensa y se convirtió finalmente en
una evidencia regularmente identificable. A veces tenía la sensación de que mis vigilantes,
perseguidores o escudriñadores, habían perdido todo sentido de clandestinidad, incluso de
discreción. Para mí y para aquellos miembros de mi personal que se veían envueltos en la
situación, reconocer la misma moto, con el mismo número de matrícula y a veces un
cambio de tripulación que merodeaba por los alrededores de la residencia y volvía a
aparecer más tarde, mientras mi coche oficial aparcaba juntos a las oficinas de la Embajada,
se convirtió en algo totalmente normal”.
Los encargados del secuestro realizaron largas vigilancias durante unos veinte días,
iban diariamente y se apostaban frente a la sede de la Embajada. Jackson no se equivocó.
Los tupamaros coleccionaron una serie de informaciones. Por ejemplo: el diplomático salía
a la hora 09:15 de la legación con rumbo desconocido, en un auto negro grande (marca
Daimler, un vehículo de lujo en Inglaterra), acompañado por una camioneta con dos
hombres. Además, retornaba por el Bulevar Artigas alrededor de la hora 14:00, siendo esta
hora más variada que la de la mañana. Los tupamaros demoraron un mes en saber la ruta y
su destino. La Cancillería, en aquella época, tenía la sede en la Ciudad Vieja, en la calle
Cerrito casi Zabala, en el casco antiguo de Montevideo.
El objetivo de trazar la ruta se logró después de seguirlo reiteradamente.
Los guerrilleros se percataron que contadas veces la comitiva del embajador hacía una
variación del recorrido. A medida que pasaban los días continuaba el trabajo de inteligencia
que dio como resultado que Jackson tenía la misma forma de subir al auto, se sentaba del
lado derecho y se prendía con su mano derecha de la manija de cuero o similar. La posición
se conservaba todo el viaje, la cabeza erguida sin mirar para el costado. Al llegar a la
Cancillería, primero bajaba el chofer, que abría la puerta del lado derecho. Enseguida el
embajador, acompañado por sus custodios, ingresaba al edificio del Ministerio de
Relaciones Exteriores.
Algo clave, midieron el tiempo desde la salida de la Embajada hasta la Ciudad Vieja.
Entre 10 y 15 minutos. El cabecilla Henry Engler (alias Octavio) era el supervisor de la
operación, por ser el responsable de la columna militar identificada con el número 15. Los
tupamaros encararon el secuestro como si estuvieran en un quirófano, a punto de realizar
una delicada intervención quirúrgica. No dejaron ningún detalle al azar. Jackson lo admite
en su libro. Las reuniones guerrilleras, a los que se sumaba Pereira Mena, responsable de
varios delitos de sangre, se realizaban en la calle Caramurú, casi Grito de Gloria. Los dueños
de casa eran María y José, que luego participarán en el secuestro como apoyo.
Tras el trabajo de inteligencia se empezaron a tirar planos generales para cada punto
donde podía llevarse adelante el secuestro. Más tarde se anotaron en una pizarra “los pro y
los contra”, para luego ir descartando. Se desechó la sede de la Embajada. Era el sitio donde
el embajador y su custodia estaban más atentos. Los jefes tupamaros estimaron que era
muy difícil la aproximación a la víctima, poco movimiento de gente, además de un guardia
con fusil. Y un aspecto muy importante, había una guardia permanente enfrente, en la
Embajada de los Estados Unidos. Además constataron que, a unos 300 metros, en el estadio
Centenario, en la unidad policial había siempre un furgón policial, conocido popularmente
en Uruguay como “chanchita”, que se utilizaba para transportar detenidos.
También desestimaron el secuestro frente al Museo de Bellas Artes, actualmente Museo
Nacional de Artes Visuales, entonces ubicado en la esquina de las calles Alzáibar y
Reconquista, la Plaza Zabala y la Cancillería, en la Ciudad Vieja. Finalmente, los cabecillas
tupamaros concluyeron que el secuestro de Jackson debía ser en Alzáibar y Buenos Aires,
en la Ciudad Vieja, aunque sería en la “garganta del enemigo”, según ironizaban los
secuestradores. Los tupamaros encontraron las siguientes ventajas: movimiento de gente
dando posibilidad de espera, gente concentrada, salida directa a la costanera, el vehículo
del diplomático que debía aminorar obligatoriamente y la entrada con una sola fila de
autos.
Toma actual de donde estuvo en cautiverio durante 14 meses el presidente de la Empresa Estatal
de Energía, Ulises Pereira Reverbel. Allí también estuvieron recluidos diplomáticos, entre otros el
embajador británico Geoffrey Jackson.
El Ministro Carlos Frick Davies preso en la “Cárcel del pueblo”, acusado por el MLN-T de ser uno
de los principales especuladores financieros.
La parodia para el secuestro incluyó una camioneta con un chofer y otro conductor vestido
de mecánico con una gorra hasta los ojos, que charlaban mirando hasta que apareciera el
auto del embajador. Un tupamaro de apoyo, disfrazado de pastelero, con una canasta con
un paño blanco, que debía cuidar si venían las fuerzas de seguridad del Puerto de
Montevideo. Debajo del paño tenía una metralleta MP 40. El pastelero debía avisarle a otro
miembro de la organización que disimulaba, manejando papeles y recibos. Mientras
escribía, dirigía su mirada a la costanera, sentado en otro vehículo.
En la esquina opuesta, otro miembro del MLN-T, recostado en la pared, leyendo el
diario, haciendo que aguardaba impaciente a su novia, y otros dos que charlaban frente a
una verdulería. Uno de ellos tenía un bolso del cual asomaba un atado de acelgas, unos
puerros y una lechuga. Debajo había una metralleta casera, de fabricación argentina, fuera
de lo común. Tenía el cargador para el costado, es decir, paralelo al piso, lo que dificultaba
el camuflaje. Los dos debían responder preguntas a señoras distraídas que venían al
mercadito, con sus bolsos, y los confundían con los empleados. Los cajones estaban
recostados en la pared. En la vereda de enfrente otros dos tupamaros simulaban charlar de
negocios. Uno mostraba medias de mujer y chucherías, pero debajo de las prendas tenía
una metralleta PAM.
El 15 de diciembre de 1970 se dio la orden de realizar el secuestro. Los tupamaros
recibieron información que Jackson abandonaría el país para pasar las fiestas en su país. A
los secuestradores se les comunicaron dos razones políticas para llevar adelante la
operación: el cierre del mercado inglés para las carnes uruguayas (el MLN-T cuestionaba
las razones esgrimidas públicamente), y presionar al gobierno de Pacheco Areco, debido a
que miembros de su administración tenían supuestos intereses personales.
Antes del 6 de enero se montó el operativo en dos oportunidades, pero Jackson y su
comitiva no aparecieron. El embajador había decidido permanecer en Uruguay. En ambos
casos habían robado autos de calidad que llamaron la atención de la Policía. Las fuerzas de
seguridad se pusieron en alerta, sospechaban que estaban en ciernes otra acción de
envergadura de los guerrilleros. La parodia de los nueve integrantes del secuestro tenía
otra dificultad. En uno de los dos intentos fallidos, uno de los secuestradores fue con un
carrito de feria y en el fondo llevaba una metralleta. Uno de los empleados del mercado se
puso a conversar y le tocó la lechuga al tiempo que decía “qué linda”. Estuvo a un
centímetro de rozar el arma. Al tupamaro le temblaron las rodillas, pero intentó sonreír
para expresar su satisfacción por el comentario.
¿Qué pasaría con el chofer y los custodios del embajador?. Los guerrilleros discutieron
qué hacer con ellos. Los jefes de la operación insistieron en que fueran ejecutados. La
negativa de los que participarían directamente terminó con una resolución salomónica:
decidieron golpearlos en la cabeza. Irónicamente observaron que había que cuidar la vida
del embajador, los “indios” le querían dar una lección a los “civilizados ingleses”, decían los
tupamaros, mientras preparaban el secuestro.
Habían hecho varios simulacros, especialmente en cómo abordar a los acompañantes de
Jackson. La operación fue planeada minuto a minuto, hasta la velocidad que había que
darles a los vehículos. Solo hubo un inconveniente: cuando el auto de Jackson fue chocado,
el guardabarros tuvo un desperfecto y fue rozando la goma hasta el primer trasbordo. Una
de las primeras frases en castellano de Jackson tras ser secuestrado y cuando huían
raudamente por la costanera fue: “¿Por qué hacen esto muchachos…no ven que Pacheco no
va a negociar?”. En la calle Cebollatí, a unas 20 cuadras del secuestro, donde se puede
divisar claramente el Río de la Plata, se hizo el primer trasbordo. En avenida Agraciada,
artería de tránsito que conduce desde centro de Montevideo al Palacio Legislativo, subió al
auto un médico, con una contraseña, y le dio una inyección al diplomático para dormirlo.
Luego descendió del vehículo.
En el secuestro, los tupamaros utilizaron una bolsa de lona grande, con alambre de
cobre y unas esposas caseras que había fabricado el grupo de los servicios de la
organización. Además, en una camioneta, había granadas que habían hurtado a la Marina y
que se llevaban a todas las operaciones.
Jackson permaneció en cautiverio. Con el paso de los días el embajador empezó a tener
una barba poblada. Uno de los carceleros lo bautizó como el “Pirata Drake”, porque se
parecía a Francis Drake, corsario, explorador y vicealmirante inglés.
Pacheco no negocia
“Mire… el presidente Pacheco no negocia. He decidido que usted, en atención a que ocupa
las cátedras de Derecho Diplomático y Derecho Internacional Privado de la Facultad, asuma
la responsabilidad de redactar la contestación a la nota recibida del Cuerpo Diplomático”, le
dijo en su despacho Antonio Mora Otero al doctor Edison González Lapeyre. Mora Otero era
el canciller de la República, cargo que ocupó entre el 1° de abril de 1971 y el 31 de octubre
de 1972. González Lapeyre era catedrático en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de
la estatal Universidad de la República. Asimismo, tuvo una participación directa en las
negociaciones del Tratado de Límites del Río de la Plata con Argentina, en la época de
Perón, entre otros asuntos de Estado.
El presidente Constitucional Jorge Pacheco Areco con el fondo del monumento del Prócer de la
Patria, general José Artigas.
El pedido del ministro Mora Otero se hizo en uno de los momentos más convulsionados de
la historia del Uruguay. Los tupamaros mantenían secuestrados al embajador de Gran
Bretaña, Jackson, y al cónsul de Brasil, Días Gomide. El cuerpo diplomático acreditado ante
el gobierno uruguayo había presentado una nota a la Cancillería solicitando que el gobierno
accediera a las exigencias de los secuestradores a fin de obtener la liberación de los citados
diplomáticos. Se temía que los tupamaros tomaran la misma represalia que con Mitrione y
ejecutaran a Jackson y Días Gomide.
La nota era muy pesada. Venía acompañada por un dictamen de uno de los más grandes
internacionalistas del Siglo XX, el profesor Phillippe Cahier, director del Instituto de Altos
Estudios Internacionales de Ginebra y máxima autoridad en el campo de Derecho
Diplomático. En su dictamen, el profesor Cahier, según relata a González Lapeyre, en su
libro El Terrorismo en el siglo XXI, establecía que el gobierno uruguayo “estaba obligado
a hacer todo lo necesario para liberar a los funcionarios diplomáticos secuestrados,
conforme a la Convención de Viena de 1961 en materia de Relaciones e Inmunidades
Diplomáticas, que había sido ratificada un tiempo antes por el país, lo que incluía acceder a
las exigencias de los secuestradores para obtener ese resultado.
En efecto, la Convención de Viena de 1961 consagra “la inviolabilidad del agente
diplomático que implica, por un lado, la inmunidad de coerción, es decir que el mismo no
puede ser arrestado ni sometido a ningún tipo de coerción ni privación de libertad y, por el
otro, la obligación del Estado receptor, de brindarle una protección especial a esos efectos”.
Luego de leer la nota y el dictamen del profesor Cahier, González Lapeyre comentó: “Me
sentí abrumado por la responsabilidad, en particular, por la admiración que sentía y siento
por la obra de ese distinguido internacionalista cuyo Tratado de Derecho Diplomático
Contemporáneo constituía, para mí, un libro de consulta diario (…). Me aboqué con
entusiasmo a la tarea y redacté un proyecto de nota de respuesta que fue aprobado por ese
excepcional canciller que fue, sin duda alguna, el doctor Mora Otero”.
La respuesta del gobierno de Pacheco Areco al cuerpo diplomático establecía:
a. En la República Oriental del Uruguay, el Poder Ejecutivo no tenía la potestad de
indultar o amnistiar a procesados por la justicia ordinaria.
b. Si el presidente de la República procedía conforme a lo solicitado por el cuerpo
diplomático y accedía a la exigencia de los secuestradores, se quebraba la base
misma del sistema constitucional que nos regía. Se violaba no solo la Constitución
de la República, sino el principio de separación de Poderes del Estado, que
constituye la base misma de la infraestructura jurídica del país
c. El derecho internacional tiene una barrera infranqueable en cuanto a las
obligaciones que impone y es la preservación del Estado de Derecho, y el sistema
democrático que el mismo ampara.
d. Posteriormente, el cuerpo diplomático insistió y el profesor Cahier envió
directamente a González Lapeyre un nuevo dictamen, ampliando los
argumentos. González Lapeyre expuso un punto práctico que podía suceder. El
ejemplo puso a Cahier en aprietos.“¿Qué habría pasado en Francia si el grupo
separatista corso hubiera secuestrado al embajador británico acreditado ante
ese país y para su liberación hubiera exigido la renuncia del (entonces)
presidente (Georges) Pompidou?”, preguntó González Lapeyre.
Finalmente, los dos diplomáticos secuestrados fueron liberados por el MLN-T. El cónsul
brasileño en el mes de agosto y Jackson el 8 de septiembre de 1971, al día siguiente de la
fuga de 106 tupamaros y cinco presos comunes del Penal de Punta de las Carretas.
El 27 de mayo de 1972, las Fuerzas Conjuntas (militares y policiales) descubrieron la
llamada “Cárcel del Pueblo”, donde Tupamaros mantuvo en cautiverio, en condiciones
infrahumanas, a miembros del gobierno y diplomáticos, en algunos casos más de un año.
Para el MLN-T el escondite era inexpugnable. Cuando cayó el sitio secreto que mantenía la
organización, los tupamaros perdieron su mística. La moral de los tupamaros quedó por el
piso. Ese hecho fue el detonante de la derrota militar definitiva del MLN-T.
Al mediodía de ese 27 de junio, el presidente Bordaberrry convocó a la sede del Poder
Ejecutivo a la cúpula de generales. Los felicitó y hubo un brindis con champagne.
Paralelamente, el mandatario sugirió a los militares que entregaran el local para que se
hicieran edificios. Su preocupación era que en el futuro la “Cárcel del Pueblo” se convirtiera
en un lugar de peregrinaje de los adherentes al MLN-T.
7 Embajador de su Majestad Británica, Sir Geoffrey Jackson en su libro “Secuestrado por el Pueblo”- Página 33 –
Editorial Pomaire.
CAPÍTULO III
Raúl Sendic, fundador de los Tupamaros, tras ser detenido por las fuerzas conjuntas.
Esta es la versión inédita del interrogatorio al que fue sometido Pereyra Reverbel
durante su cautiverio, y a la cual tuvo acceso el autor.
(Tupamaro): Por lo que usted recuerda hubo una comida con Peirano, Pacheco y
funcionarios norteamericanos. ¿El embajador?.
(Pereira Reverbel): “No recuerdo, pero era alguien muy arriba”.
(T): En esa comida se presionó a Pacheco para que abriera la posibilidad de concesiones…
PR: Bueno, presionar no…
(T): Es un problema de palabras, lo que usted quiera… pero los yanquis se interesaron en el
asunto… querían el petróleo (uruguayo), presionaron aunque a usted no le guste.
PR: No se puede llamar presión. Además, la licitación no fue adjudicada.
(T): Pero, el decreto está ahí, no ha sido derogado, es obra de Pacheco, el capital extranjero
puede apropiarse del petróleo uruguayo.
PR: Es discutible.
(T): No se ponga nervioso… estamos conversando… nadie le achaca nada… pero usted
apoyó esa política represiva y entreguista y ahora se vendió…
PR: ¿Cómo que me vendí?
(T) Seguro, habló de San Benito, fue usted, no nosotros. No quiere cargar con las
responsabilidades de Pacheco y (Jorge) Peirano*, que son muy serias y antinacionales… En
eso lo comprendemos… Pero usted se comió una buena tajada de torta…
PR: Eso no es cierto, soy muy honrado. 9
(T) No, no, no se trata de eso… no es que haya metido la mano, eso lo veremos. Es que usted
participó en la política entreguista…
PR: Ustedes están muy engrupidos, se sobreestiman.
(T): Somos la única fuerza política que puede dar vuelta al país cuando quiera.
PR: Están equivocados. Cometen muchos errores. No se dan cuenta cómo Pacheco los usa y
engorda gracias a ustedes. Creen que Pacheco es incapaz, lo pintan como un boxeador bruto y
les da lecciones de política.
(T) Bueno, no eche a perder el diálogo. Vamos derecho al grano. En los últimos días hemos
hablado mejor, usted nos ha contado, sobre las presiones norteamericanas sobre el
gobierno de Pacheco y de cómo este amoldó su política a esas presiones.
PR: Pare, pare… No es tan así. El presidente no es un vendido, yo jamás he dicho eso. Es verdad
que sufrió presiones del norte, es verdad que tuvo que ajustarse a algunas, pero también les he
contado por qué lo hizo y cómo se negó a aceptar otras.
(T) Sí, señor, es así. Bueno, lo que le queremos pedir es que usted resuma para la grabación
los principales de esos episodios. Sin diálogo. Como una especie de charla suya…
PR: Bueno, muy bien. Lo primero es comprender que Pacheco, con cuya amistad me honro, es
un colorado y no un marxista-leninista, un izquierdista. Cosas que a ustedes les parecen mal, a
él le parece bien. Y a mí también, acoto de paso. No queremos un Uruguay socialista, sino un
Uruguay como ha sido siempre, como lo hicieron los dos partidos tradicionales. En segundo
lugar, hay que ver el país, cómo lo recibió Pacheco. Empezando por el Ministerio de (Amílcar)
Vasconcellos 10 que nos dejó en ruinas. Una inflación de más del 130 por ciento y una deuda
con los extranjeros que nos acogotaba… Y lo peor no sería eso, sino el caos político, el lío
social. Todo el mundo desacatado. Nadie mandaba. Los sindicatos se querían hacer dueños del
país. Los estudiantes cometiendo atropellos en las calles. Algunos “peces gordos” especulando
como locos. Y además ustedes no se olviden que Pacheco se nutrió de ustedes.
El primer convenio con el Fondo Monetario lo hizo (Oscar) Gestido (presidente entre
marzo y diciembre de 1967) y no Pacheco. Pacheco recibió el convenio y había que
cumplirlo, porque si no, no había arreglo para la deuda exterior. Nos tenían bien
agarrados… ustedes saben de dónde… Por eso es que congeló los salarios y los precios.
¿Ustedes qué creen? ¿Que se pueden firmar acuerdos con el Fondo y no cumplirlos? Se le
cierran todas las puertas. Fue lo que hicieron los blancos. ¡Ustedes saben cómo estaba el
nombre de Uruguay en el extranjero, en Estados Unidos, en Europa!. Por el suelo, nadie nos
creía nada. La caída del (Banco) Transatlántico nos hizo un mal terrible y los desórdenes
gremiales y estudiantiles, no les digo nada. Y todavía los “blancos” (se refiere al Partido
Nacional) no cumplieron la refinanciación de la deuda que les habían concedido.
Bueno, a mediados de 1968, en junio creo, sí, en junio, las cosas se pusieron muy feas. Se
estaba preparando el congelamiento de salarios y precios y había como cien huelgas y
paros y los estudiantes se hicieron dueños de 18 (18 de Julio es la principal avenida de
Montevideo) dos o tres noches. Quemaron autos, hicieron cualquier desbarajuste… No
había autoridad. Ustedes saben cómo es la prensa de “pamentera”. Las noticias que se
publicaban en el extranjero mostraban el caos, el desastre.
En ese momento negociábamos otra refinanciación en Estados Unidos. Estábamos en el
peor momento. Un día llamó nuestro embajador allá, Felipe Iriart, un hombre serio, de
carrera, que no exagera, que sabe lo que hace y le dijo a Pacheco: “o pone orden o decreta
medidas de seguridad o no hay refinanciación de la deuda”. No era la opinión personal de
él, era lo que le decían los “gringos”, era lo que exigían los banqueros para arreglar. ¿Cómo
iban a refinanciar con un país que iba a la catástrofe?. Hay que entenderlos. Ellos cuidan su
plata y hacen bien. ¿Y qué iba a hacer Pacheco?. ¿Se iba a hacer el valiente?. ¿Para qué nos
acogotaran y no pudiéramos importar nada?. Tuvo que aceptar y decretó las Medidas de
Seguridad. Yo no crítico, yo hubiera hecho lo mismo. El país se tranquilizó y vino la
refinanciación. Tuvimos un respiro y, con el congelamiento, la inflación bajó a la mitad. El
país salió ganando.
El otro episodio parecido fue cuando se produjo la visita de Nelson Rockefeller. Un
caballero inteligente y que conoce bien América Latina. No es lo que dicen los diarios de
izquierda. Fue el primero que alertó sobre los militares. Bueno, había hecho una gira llena
de problemas. En algunos países no lo recibieron. En otros, no pudo bajar del avión. En
Uruguay necesitábamos que se llevara una buena impresión. ¿Y qué pasó? Estuvo dos días
y creo que hubo más de trescientos atentados, bombas, incendios. Y eso que se
suspendieron las clases porque había gripe, si no, quién sabe lo que hacen los estudiantes.
Se lo llevó a Punta del Este ¿pero ustedes creen que no se dio cuenta de lo que pasaba?.
Un hombre sagaz, político avezado y muy informado por un ejército de hombres que lo
acompañaban. Le dijo a Pacheco: o pone orden en este país, o sujeta a los izquierdistas, o lo
va a pasar mal. Las inversionistas no van a venir, los préstamos no van a venir. No habrá
más prórroga para los vencimientos. Reconoció sí, que la política del presidente daba
resultado. Que la imagen del Uruguay ya era otra. La inflación, nomás, se había reducido
una barbaridad. Pero insistió en la estabilidad política, en la paz social. “Usted ganó fama de
ponerse los pantalones” dijo Rockefeller. “No sea que crean que ahora se los sacaron”. Era
medio chistoso. Pacheco se agarró flor de rabia. Todos aquellos líos, atentados, gritería
contra Rockefeller, eran una estupidez, cosa de niños malcriados, perjuicio para el país. Les
digo que así las izquierdas no van a avanzar nunca. Y otra vez también estaban ustedes, que
ese año 1969 estuvieron bravos.
Apenas se fue Rockefeller, Pacheco aplicó las Medidas de Seguridad y las aplicó en serio.
Se metieron presos a muchos, se cerraron diarios, se puso serio el Poder Ejecutivo. A los
pocos días había calma chicha. Bueno, pero voy a decir algo de cuando Pacheco resistió los
consejos, o presiones, como las llaman ustedes, de Norteamérica. Una de esas veces fue
cuando lo del decreto de las doscientas millas. No hay que olvidarse de eso para juzgar a
Pacheco. El embajador lo visitó dos o tres veces. Le envió una carta. Querían parar el
decreto de cualquier manera. Pero salió.
Y otra fue cuando los acreedores del Banco Transatlántico (que había quebrado) lo
quisieron reflotar. Vino un señor, un tal Mr. Drat o Drot, que los representaba, y convenció
a los del Banco Central para formar una sociedad que se haría cargo, otra vez, del Banco y
sus colaterales. Si Pacheco no interviene, el asunto sale y se arma flor de lío. Pero fue
drástico. Dijo no y no fue. Les paró los pies. Imagínese lo que hubiera sido reflotar a un
banco especulador y desprestigiado. La opinión pública hubiera creído que nos coimearon
a todos. Bueno, deben saber que la embajada yanqui también se movió para que el
problema se arreglara. Pero no hubo caso. Para juzgar a Pacheco hay que tener en cuenta
todo. Cuando dijo que sí, pero también cuando dijo que no”.
¿Qué opina del decreto que atribuye a las fuerzas armadas el comando de las
operaciones antisubversivas en el país?
-Creo que es un paso altamente positivo. Las Fuerzas Armadas tienen ahora a su cargo el
resguardo del acto electoral. Y en la composición actual de las Fuerzas Armadas y de sus
comandos prevalece, por sobre las consideraciones de tipo político, el cumplimiento de una
función y un orden doctrinario que está muy metido en nosotros y sobre todo muy metido
en el Ejército: la salvaguardia de la voluntad popular. En ese sentido es positivo.
-De modo que, tácitamente, al quitarle a la policía el Comando…
-Vamos a llamar a las cosas por su nombre. Yo no creo en un golpe de Estado. A esta
altura, ya las elecciones de noviembre son un compromiso irreversible. El proceso electoral
ha alcanzado una proyección y una amplitud tales que, aunque quieran, no lo van a poder
cortar. El Frente Amplio ha creado, desde marzo, el clima electoral y ha arrastrado tras eso
a las otras fuerzas. Lo decimos con orgullo y con profunda seguridad: ha sido el accionar
del Frente Amplio el que ha creado el clima electoral en el país.
¿Usted definiría a los tupamaros como terroristas? Hay quienes creen que con eso
alcanza para definirlos.
-Los tupamaros son un movimiento revolucionario que acude a diversas formas de lucha,
que incluyen las formas terroristas. Pero la palabra terrorismo no basta en modo alguno
para definirlos. Hace ya tres años, cuando yo era jefe de la Región Militar N° 1, sosteníamos
que los tupamaros eran la expresión de un fenómeno social. Había que buscar sus raíces
profundas; no se los podía combatir como a simples delincuentes. Es el problema de la
“jirafa”: “Esse bicho nao existe”, como dicen los brasileños. Después el gobierno quiso
suprimir el problema borrando del vocabulario las siete palabras mágicas, con lo cual
contribuyó a que se creara toda una mística. Y se situó el comando de las operaciones en
manos policiales. La policía está acostumbrada a la lucha de los bajos fondos; no tiene
formación intelectual ni profesional como para encarar un problema que la supera
largamente. Y la fuga espectacular del otro día ha puesto de manifiesto, por último, la
podredumbre total del régimen. La fuga cayó, incluso en muchos medios militares, como la
demostración cabal de la ineficiencia y la incapacidad de este estado represivo.
Más adelante, Galeano preguntó directamente:
Marenales lo confirma
El 11 de agosto de 2015, Julio Marenales, otrora jefe guerrillero, hizo referencia ante la
Justicia, a los sucesos en el Batallón Florida. Fue en el marco del caso “Amodio Pérez,
Héctor”- iniciado con ficha 89/583-150/2015. Marenales observó: “No estuve muchos
meses, dos o tres (en la citada Unidad). Hubo una especie de movimiento de oficiales de
baja graduación que empezaron a trabajar contra la corrupción, un tema que tienen
siempre los militares. Nosotros nos enteramos de esto porque desde Mayor (grado militar)
para abajo, se había formado una comisión de ilícitos económicos. Nos preguntaron si
podíamos trabajar investigando y nosotros lo hicimos”.
Recordó que “dentro del Batallón, en una pieza, estaban (Eleuterio) Fernández Huidobro,
el abogado Artucio, un contador que no recuerdo el nombre, Arturo Dubra… era la escuela
del cuartel. Empezamos a recibir información de afuera porque habían soltado a presos,
eran bancarios, y les permitían entrar para darnos información”. Marenales adujo:
“Nosotros hicimos varias investigaciones. Yo trabajé en la compra de parte de UTE –
empresa estatal de electricidad-. Estaba (al frente de esa empresa (Ulises) Pereira
Reverbel, que había comprado generadores térmicos de Checoslovaquia, que en aquel
entonces era un país socialista. Se vendieron de gobierno a gobierno, se compraron por
intermedio de una empresa española. Salieron el doble de lo que el gobierno checoslovaco
los vendía al gobierno uruguayo. Le montaron a Pereira Reverbel un taller de piedras en
Artigas, que fue como una coima. Yo trabajé en eso. Recabamos información del ingeniero
(Vladimir) Turiansky”… que era funcionario de UTE y fue miembro del Partido Comunista
(PCU). Fue despedido del organismo en el año 1968. En 1971 fue elegido diputado por la
lista 1001 del PCU.
Marenales continuó: “El beneficio que teníamos era trabajar políticamente la cabeza de
los oficiales. Lo único que se paró fue la tortura. Al estar allí, en Investigaciones, no se
torturaba a nadie. La condición era que se parara la tortura a todos los presos del cuartel.
Este fue el beneficio y lo otro era la intención política nuestra de que vieran. Nosotros
pudimos averiguar que no se importaba oro en Uruguay… se averiguaban las coimas y las
prebendas. Esta información nos la daban los bancarios que entraban al cuartel… Los
propios compañeros que venían de afuera nos decían que teníamos que investigar. Ellos
nos orientaban en el trabajo para hacer. Llegó un momento que eso se hacía en otros
cuarteles, pero todo, de capitanes para abajo…Tenientes y eso”.
La vendetta de Alvarez
El 16 de junio de 1984, tras el retorno del caudillo nacionalista Wilson Ferreira Aldunate a
Uruguay, después de once años de exilio, nuevamente el tema de la corrupción y los
encuentros entre militares y guerrilleros volvió al tapete. Cinco días después, el 21 de junio
de ese año, el entonces presidente de facto teniente general Gregorio Álvarez se refirió a los
sucesos en el Batallón Florida y el Grupo de Artillería 1, pegando con la fusta a lo que
denominó “las roscas económicas”. Destacó las pruebas en poder de los tupamaros, pese a
ser un acérrimo enemigo de los guerrilleros.
El 25 de julio de 1972, el MLN-T había asesinado a sangre fría a su hermano, el coronel
Artigas Álvarez. Durante una conferencia de prensa celebrada en la casa de gobierno,
Álvarez irónicamente recordó: “Surgen evidencias o pruebas que tenían los movimientos
subversivos del país, de una enorme cantidad de ilícitos económicos que se estaban
produciendo en el país, de diversa índole, de diversa procedencia, de diversa forma de
manejarse las financieras. Ustedes recuerdan el caso de las financieras, de las que llamaban
´roscas económicas´, que existían en el país y aún sorprende, y se llena de información de
una cantidad de préstamos y dineros que los sectores parlamentarios y políticos habían
recibido de la banca oficial y no se habían pagado las deudas. Ustedes recuerdan que allá
por el año 1972, principios del 73, en el Estado Mayor Conjunto (ESMACO) se tapa una
mesa más grande que ésta, con una cantidad de vales impagos por los sectores políticos y
parlamentarios… no todos. Había excelentes y honrosas excepciones. Surge entonces, a
través de esta lucha contra los ilícitos económicos, aquella famosa guerra de los
comunicados. Y surge también que las fuerzas armadas empiezan a capturar, no solo a
civiles que estaban vinculados a la subversión, sino a militares, generales, coroneles, de
todas las jerarquías, parientes de militares y todos son sometidos a la Justicia Militar. No
solamente los civiles, sino los militares, los familiares de los militares que estaban
vinculados a la sedición”.
En el próximo capítulo entraremos a los hechos de febrero de 1973 que, en criterio del
autor, fue efectivamente cuando se produjo el Golpe de Estado y no en junio de ese año,
como lo fijan algunos historiadores. En los primeros días de ese mes de febrero, la cúpula
militar choca con Bordaberry, que designó a un general legalista, Antonio Francese, para
conducir el Ministerio de Defensa Nacional. Los jefes castrenses “se llevaron puesto” a
Francese, al entonces comandante en jefe del Ejército, general Martínez, que perdió el
apoyo en la interna, y al propio presidente Bordaberry. Empero, la casi totalidad del
sistema político tenía una idea fija; consideraba que la solución pasaba por la renuncia del
entonces presidente constitucional, que carecía de apoyo político, partidario y navegaba
solo en medio de la peor tormenta. Se lo contamos en las páginas que siguen.
8 Diálogo de Fidel Castro con los estudiantes en la Universidad de Concepción (Chile), el 17 de noviembre de 1971.
9 (*Jorge Peirano Facio fue ministro de Industria y Comercio 1968-1969 y de Relaciones Exteriores 1970-71. Su familia
fue acusada de por los delitos de lavado de activos y fraude durante la crisis financiera que padeció el Uruguay en el año
2002 durante el gobierno de Jorge Batlle. Varios de sus hijos fueron procesados y permanecieron presos más de 5 años
por los hechos. En este 2023 uno de los Peirano fue extraditado a Paraguay donde aguarda un juicio por delitos similares).
10 Vasconcellos fue dos veces ministro de Hacienda a mediados del Siglo XX.
11 Reproducida en el Tomo I – Colección Líber Seregni Taurus-.
CAPÍTULO IV
Esta es una parte del discurso del general Oscar Gestido al asumir ante la Asamblea
General la Presidencia de la República, el 1° de marzo de 1967. Gestido falleció ejerciendo
la primera magistratura de un ataque cardíaco, el 6 de diciembre de 1967. Asumió la
primera magistratura, Jorge Pacheco Areco. 12
Las Fuerzas Conjuntas (FFCC) -integradas por fuerzas militares y policiales- habían
derrotado militarmente a los tupamaros. Los cabecillas del grupo guerrillero estaban
presos. Los que escaparon se replegaron al exterior: residían en Argentina, Chile, Cuba,
algunos países de Europa y los más variados lugares del planeta. En el mes de febrero de
1973 los militares ya no tenían la carabina colgada a la espalda, no eran los ilusos que se
mudarían otra vez a los cuarteles. Entre sus filas había generales con singular apetencia
política, como Gregorio Álvarez, y más tarde Hugo Chiappe Pose. Álvarez se entrenaba
desde la Escuela Militar para verse algún día con la banda presidencial.
El 9 de septiembre de 1971, cuando el sistema político ordenó a las fuerzas armadas -
solamente fuerzas militares- que combatieran la subversión, los uniformados se fijaron tres
objetivos. Un año y medio después, en febrero de 1973, habían alcanzado dos de esos
objetivos: restablecimiento del orden interno y destrucción del “aparato político-militar
subversivo que operaba en el país”. El tercer escalón era “tomar a cargo los planes de
desarrollo del gobierno”. El sistema político ni se percató. Solo, y casi solo, el principista
senador “batllista” Amílcar Vasconcellos advirtió que se venían “los Latorritos”. “Latorritos”
era un término peyorativo para calificar a los futuros golpistas. Y hacía alusión al coronel
Lorenzo Latorre, presidente provisorio del Uruguay entre el 10 de marzo de 1876 y el 1° de
marzo 1879 y Presidente Constitucional desde el 1° de marzo de 1879 al 15 de marzo de
1880. Renunció al cargo y se fue a vivir a Buenos Aires donde murió el 18 de enero de
1916, aduciendo que “los orientales eran ingobernables”).
El 1° de febrero de 1973, Vasconcellos difundió una carta donde afirmó que los militares
tenían el propósito de avasallar a las instituciones. Al día siguiente Bordaberry desautorizó
el pronunciamiento del legislador. El 7 de febrero los Comandos del Ejército y la Fuerza
Aérea -la Armada era reticente a sumarse al movimiento de las mencionadas fuerzas- hizo
precisiones sobre los dichos de Vasconcellos. Sin embargo, posteriormente los mandos
militares, con excepción de la Marina, censuran los dichos del citado senador, no conformes
con la respuesta del presidente Bordaberry.
En la primera quincena de febrero, no fue convocada la Comisión Permanente del Poder
Legislativo, que tradicionalmente funciona durante el receso de las dos Cámaras
legislativas. Se trató del gran debe de las estructuras partidarias. Pareció que el sistema
político se había tomado vacaciones. El entonces comandante en jefe de la Armada,
contralmirante Juan José Zorrilla, contó al autor que lo dicho por Vasconcellos “fue un golpe
para los militares que ya venían preparando algo. Bordaberry contestó muy bien (a
Vasconcellos) pero hubo una frase del presidente que no le gustó (a los militares). A mí me
acompañaban los generales (Florencio) Gravina, (Hugo) Chiappe Pose y (José) Pérez Caldas
(entonces comandante en jefe de la Fuerza Aérea). Mi idea era que no teníamos que
contestarle a Vasconcellos porque lo había hecho el comandante en jefe de las fuerzas
armadas que era el presidente. Yo siempre estaba en franca minoría”. Los dichos de
Vasconcellos quedaron como prueba irrefutable en su libro Febrero Amargo.
Los episodios de febrero de 1973 se han contado con medias tintas y siempre apuntando
a un solo responsable: Juan María Bordaberry. Los testimonios y documentos obtenidos
muestran claramente que el entonces presidente caminó sin titubear al golpe de Estado,
pero también es cierto que la mayoría de los actores políticos se lo permitió. Pocos meses
antes de instaurarse la dictadura cívico-militar (que duró hasta 1985), los principales
dirigentes del Partido Colorado, el Partido Nacional (PN) y Frente Amplio (FA), en
combinación con un grupo de generales de las Fuerzas Armadas, habían patrocinado la
caída de Bordaberry.
Las bases del acuerdo político incluían la renuncia de Bordaberry, la asunción del
vicepresidente Jorge Sapelli, la convocatoria a elecciones a los ciento ochenta días y una
segunda vuelta electoral, conocida como balotaje. Sapelli -que era el vicepresidente- no
aceptó. Pretendía ejercer la primera magistratura todo el período, hasta el 1° de marzo de
1976. También se manejó la conformación de un Triunvirato con dos civiles y un militar.
El 8 de febrero se derrumbó la puesta en práctica de la idea, luego de que el entonces
comandante del Ejército, general César Martínez, no encontró apoyo entre los generales, en
una reunión celebrada en una Unidad Militar de Camino Maldonado (periferia de
Montevideo). Poco después, pero en la sede de la División de Ejército I (principal
guarnición militar, ubicada en la capital del país), los mismos generales, presionados por
varios coroneles, decidieron seguir adelante con otros propósitos.
El entonces presidente constitucional, Juan María Bordaberry, pasó de víctima a villano de la
democracia.
Mea culpa
Sin embargo, fue Ferreira Aldunate uno de los pocos dirigentes políticos que asumió su
responsabilidad por los sucesos de febrero de 1973: “Todos cometimos errores en aquel
momento. Todo el sistema político uruguayo que no advirtió, con suficiente antelación, lo
que se venía encima. Y cuando lo advirtió no lo enfrentó con coherencia. Y a esto hay que
añadir la irresponsabilidad de aquellos que hicieron foquismo destructivo, saliendo a
asesinar soldados de dieciocho años. Y la responsabilidad de aquellas Asambleas Generales,
en que se ponía exclusivamente el acento en los excesos estatales, pero no se decía ni una
palabra de lo otro. Los errores fueron muchos y de todos lados. Y si no fuera así, no se
habría producido el golpe. Esa responsabilidad es de todos, no solo de los que lo llevaron a
cabo. Porque se vivía ya un régimen de subversión contra la Constitución, lo cual le daba los
argumentos al Ejecutivo para mantener el Estado de Excepción, porque no contaba con
otros instrumentos legales.
El chantaje funcionó por ese lado: “o votan ustedes la ley de Seguridad del Estado o
continúa el Estado de Guerra Interno y las Medidas Prontas de Seguridad. A muchos les
pareció que había que pagar ese duro precio. Máxime cuando la ley podía ser aprobada por
el Poder Ejecutivo con su sola fuerza. Pareció el precio para el Estado de Excepción”,
declaró Ferreira Aldunate, en un reportaje concedido a la periodista María Esther Giglio.
Ferreira Aldunate no le perdonó a Bordaberry que pusiera su firma para bajar el telón por
más de una década de una de las democracias más preciadas y puras del continente y del
mundo.
El 26 de junio de 1973, a horas de producirse el golpe, la caída del Parlamento, en un acto
de una coordinadora del Movimiento Blanco Por la Patria (PLP), Ferreira Aldunate
descargó su ira contra el ex presidente Bordaberry y, como si tuviera la bola de cristal, le
auguró su final.
Ferreira Aldunate fue tajante: “Aquí va a surgir una columna, quiera Dios que no sea
necesario, que lo hará arrepentirse a Bordaberry de haber nacido, de haber nacido
(aplausos por varios segundos y gritos de ‘Wilson, Wilson’). ¿O acaso cree que va a burlar lo
que consideramos esencial para la preservación del alma nacional, que va a destruir el país,
que va a poner al servicio, no digo de esa idea, porque él no puede tener ninguna, sino de su
interés, que no es el interés legítimo ni nacional?. ¿Acaso cree que va a poner a su servicio
todo y llegar a destruir cosas, sin correr riesgos?. ¿Acaso cree que puede cambiar al Partido
Nacional, agrediéndolo, no a él, sino al país que representa y defiende?. Y seguir confiando
que va a morir necesariamente de viejo y que la familia y su gente tendrán la seguridad
para siempre… (¡No!, se escuchó un grito del público). ¿Acaso ignora que se condena al
miedo permanente? Que se condena a no morir en la frontera de su patria, que se condena
a soportar mientras viva, y no sé si será por mucho tiempo, el odio, el legítimo odio del
pueblo oriental”. Hubo aplausos por varios segundos y gritos de “Wilson, Wilson”.
El 17 de julio de 2011 Bordaberry murió bajo el régimen de prisión domiciliaria a los 83
años de edad. El velatorio no fue abierto al público por decisión de su familia, tampoco se le
brindaron honores de Estado pese a que fue presidente constitucional más de un año. La
cadena internacional de noticias estadounidense CNN, en el resumen de la temporada,
colocó la figura de Bordaberry como una de las personalidades mundiales fallecidas ese
año.
En una maratónica sesión del Senado, el 15 y 16 de mayo del año 1973, Wilson Ferreira
Aldunate sostuvo que, la fórmula para que se concretara la renuncia de Bordaberry y el
posterior llamado a elecciones nacionales, fue transmitida por el entonces ministro de
Ganadería y Agricultura Benito Medero, que había sido diputado blanco y amigo personal
del mandatario.
Ferreira explicó que asistió a una reunión con militares en la que dijo que “ninguna
salida que no fuera constitucional valía; que si el apartamiento de la Constitución ocurría,
nosotros lucharíamos contra él y que no veía otra salida que fortalecer el poder político por
el único camino, que era la consulta popular”. Pese a la postura de Wilson Ferreira la
consulta popular había sido el último domingo de noviembre de 1971 y la ciudadanía había
ungido presidente a Bordaberry. Las elecciones fueron protestadas y siempre quedará la
sospecha de si hubo anomalías o no.
La próxima consulta debía ser en noviembre de 1976 y no en octubre de 1973. Ferreira
Aldunate adujo que la fórmula de salida, que le había sido transmitida por Medero,
“reposaba sobre la sanción de una ley constitucional que, votada por dos tercios de votos
de ambas ramas del Parlamento, establecería el adelanto de la consulta popular (…).
Comprendía estos puntos y partía del supuesto (…) de que el presidente Bordaberry
presentaría su renuncia. Que en el mensaje que dirigiría a la Asamblea General, en su
dimisión al cargo, propondría la reforma constitucional de que se hablaba, a efectos de
darle desde el comienzo, a todo el procedimiento, el aval total del sistema político nacional,
y que la convocatoria a elecciones la haría el vicepresidente de la República, señor Sapelli,
que asumiría el cargo máximo”. Ferreira Aldunate relató al Senado que Medero y Gutierrez
Ruiz fueron a la Casa de Gobierno y hablaron con el Secretario de la Presidencia Luis
Barrios Tassano, quien “luego de algunas consultas, comunicó (…) la negativa categórica
del presidente de la República. Eso hizo desaparecer la viabilidad de la fórmula”.
El general Seregni, como presidente del Frente Amplio, reclamó la renuncia de Bordaberry.
El entonces senador Zelmar Michelini también tomó partido a favor de los militares, sin
titubear. El 2 de febrero de 1973 escribió un artículo en el semanario Marcha fijando su
postura anti-Bordaberry y anti-Pacheco Areco.
Empero, Quijano, director de la publicación, marcó una posición contraria a Michelini y al
militarismo. “Damos este artículo de nuestro compañero, el senador Zelmar Michelini, a
pesar de que no compartimos el enfoque general del tema ni el título de la nota “Política y
fuerzas armadas”, escribió Quijano. Michelini sostuvo que “hasta el presente, la tesis de los
presidentes Pacheco Areco– Bordaberry, así como los grupos políticos que los apoyan, era
de que un grupo de resentidos, monstruos, renegados, mal nacidos, malos patriotas,
degenerados (…) pretendían destruir un Uruguay justo y feliz. Contra esa teoría escapista,
desconocedora de la realidad nacional, se levantó otra, la real, que sostenía las causas
crecientes de la guerrilla –causas socio-económico-políticas– y la respuesta –violencia– de
un grupo de hombres y mujeres a la violencia que el propio régimen disponía. El
comunicado de las fuerzas armadas define el problema al expresar que la explotación de
ese nuevo elemento –había otros antes– por la subversión, permite la captación de nuevos
adeptos o la incentivación de los existentes. ¡Vaya atrevimiento de la Junta de
Comandantes!. Destruir en un párrafo lo que ha sido el caballito de batalla de muchos
meses del señor presidente!. Dijimos en más de una oportunidad que las propias fuerzas
armadas, conscientes de que la guerrilla tenía orígenes distintos de los que se mostraban
desde el Poder Ejecutivo, hasta por una razón de egoísmo – exagerando, por supuesto, la
argumentación– estarían dispuestas a librar una dura lucha contra los privilegios, la
injusticia, la dependencia internacional, la desocupación, la mala y absurda distribución de
la riqueza (…) como única manera de que efectivamente el país se salvase y no tuviesen que
verse sometidas, de nuevo, a una tarea de repercusiones tan dramáticas. La corrupción
administrativa, los negociados, el mal uso de las finanzas públicas, el nepotismo en los
nombramientos, la burocracia política, el acomodo, la falta de controles, son para las
fuerzas armadas, para nosotros, para todos los que quieren un Uruguay distinto y por
distinto mejor, factor de desmoralización de la población y descreimiento de los
organismos públicos”.
En uno de los cuadernos Los Desafíos de la Izquierda Legal, el histórico dirigente del
Partido Demócrata Cristiano (PDC) Juan Pablo Terra recordó: “Mi opinión fue siempre
adversa. Creo que entre los cuatro coroneles del comunicado de febrero –hace referencia a
los comunicados 4 y 7 de las fuerzas armadas, propalados en febrero de 1973– había uno
que tenía una cierta orientación populista peruanista: Trabal, que venía del Servicio de
Inteligencia. ¡Vaya uno a adivinar el pensamiento de un Jefe de un Servicio de Inteligencia!.
Entre los otros había por lo menos dos que eran prácticamente nazis (…) la idea de que ahí
iba a surgir un peruanismo a mí me pareció siempre de una irrealidad absoluta. Aunque
debo reconocer que en el PDC hubo algunos individuos que tuvieron un cierto optimismo
en relación con esto. Fue Vivían Trias, del Partido Socialista (PSU), y algunos otros grupos,
quienes más sintieron la tentación militar”. Trías fue secretario general del Partido
Socialista, legislador, pero en octubre de 2017 se comprobó que había sido agente de
inteligencia del régimen comunista de Checoslovaquia. Por esa nación, pasaban los
comunistas uruguayos cuando iban a realizar cursos militares a la Unión Soviética.
El dirigente de izquierda y también sindicalista Héctor Rodríguez señaló: “El PCU confió
en ciertos militares hasta 1974. Creo que el MLN-T tuvo ilusiones respecto a posibles
acuerdos con las fuerzas armadas cuando negoció en 1972. Felizmente rompió bien la
negociación. Las ilusiones de 1973 a ese respecto fueron del PCU; apoyó a los comunicados
4 y 7 que duraron hasta 1974, cuando se produjo el asesinato de Trabal en París, por
alguien que actuó para impedir su vuelta al país, no deseada por los mandos militares.
Estos son aspectos de lo que llamo dispersión táctica. Todavía en 1975 los militantes del
PCU escribían en las paredes: ‘Gobierno popular como en Portugal’. Los comunistas eran
tan incrédulos que hasta que las fuerzas armadas arremetieron contra ellos, en el año 1975,
aseguraban que vivíamos en una “dictablanda”. Es sumamente conocido el editorial del
vocero oficial del PCU, El Popular, apoyando los comunicados 4 y 7 de los militares, en
febrero de 1973. El 11 de ese mes la postura oficial de los comunistas quedó registrada de
esta manera: “El problema no es el dilema entre poder civil y poder militar; que la divisoria
es entre oligarquía y pueblo (…) dentro de éste caben indudablemente todos los militares
patriotas que están con la causa del pueblo, para terminar con el dominio de la rosca
oligárquica. Las fuerzas armadas deben reflexionar sobre este hecho: los marxistas-
leninistas, los comunistas, integrantes de la gran corriente del Frente Amplio, estamos de
acuerdo en lo esencial con las medidas expuestas por las fuerzas armadas como salidas
inmediatas para la situación que vive la República y, por cierto, no incompatibles con la
ideología de la clase obrera y sin perjuicio de nuestros ideales finales de establecimiento de
una sociedad socialista. Hoy, como siempre, creemos que para esta obra de auténtica
recuperación nacional se necesita el esfuerzo de todos los orientales honestos, sin
distinción de civiles y militares, con la única determinación de ser patriotas y de creer en el
pueblo”.
Pero no quedó en la editorial. Rodney Arismendi, durante una reunión del Comité
Central del PCU, se lamentó que el Pacto de Boiso Lanza, entre Bordaberry y los militares,
había sido “el triunfo de los sectores fascistas” de las fuerzas armadas “contra la línea
‘peruanista’ de los Comunicados 4 y 7”. Qué hubiera pasado en febrero de 1973 si el PCU y
la CNT hubieran levantado la bandera uruguaya y no la ‘peruanista’. ¿Hubiera habido golpe
de Estado?. Las palabras de Ferreira Aldunate el 26 de junio de 1973, en un acto partidario,
se refirieron en ese sentido: “Al fin de cuentas ustedes saben bien que estamos al borde del
Golpe de Estado, a horas, a minutos de la instauración de una dictadura militar y que, si no
quisieran el Partido Comunista y la CNT, aquí no habría dictadura militar”.
El PCU y la izquierda en general nunca hicieron su mea culpa, nunca agacharon la cabeza
y admitieron su complacencia con los militares en los sucesos de febrero de 1973. Mujica
dijo al autor que los tupamaros quisieron hacer una autocrítica y se llegó a un callejón sin
salida.
4º) Los integrantes de las Fuerzas Armadas, a todos los niveles, tomaron
conciencia plena de la problemática que afecta al país, a través de su especial
participación en el quehacer nacional, ocurrida en el último año, y han valorado la
gravedad de la situación, la que exige una reacción firme, con la participación
honesta de todos los sectores del pueblo uruguayo, porque en su defecto
irremediablemente se llegará el caos total.
l) Realizar los mayores esfuerzos a fin de canalizar la mayor cantidad posible del
ingreso nacional fortaleciendo la capacidad productiva de toda la población y
aumentando simultáneamente el ahorro. En ese sentido, conscientes que la
distribución del ingreso es de las cuestiones que más estrechamente se
encuentran asociadas a la distribución de poder, asegurar paralelamente al
aumento del ingreso nacional que se obtenga en cada periodo, un aumento en la
participación de los grupos menos favorecidos, tanto en términos absolutos como
relativos.
o) Vigilar que todos los ciudadanos compartan en forma justa y de acuerdo a sus
reales posibilidades económicas, la carga común representada por los gastos del
Estado, fiscalizando se recauden sin evasiones tributarias, especialmente los
derivados de capitales improductivos.
3º) Existen objetivos básicos permanentes, de gran alcance, que son igualmente
deseados por todos los uruguayos y que sólo admiten pequeñas variantes en la
estrategia a seguir para alcanzar su plena satisfacción por lo que aun, a pesar de
ser de importancia fundamental, se creyó innecesario provisoriamente incluirlos
en el documento.
6º) Por último, se considera imprescindible establecer que las Fuerzas Armadas,
ni se adhieren, ni ajustan sus esquemas mentales a ninguna filosofía político
partidaria determinada, sino que pretenden adecuar su pensamiento y orientar
sus acciones según la concepción propia y original de un Uruguay ideal, meta
inalcanzable pero intensamente deseada ya que ofrecería el mayor bienestar y
felicidad para todos sus hijos.
Este concepto se complementa con la aspiración de crear y consolidar en la totalidad de los
uruguayos la “mística de la orientalidad”, que consiste en la recuperación de los grandes
valores morales de aquellos que forjaron nuestra nacionalidad y cuyas facetas son: el
patriotismo, la austeridad, el desinterés, la generosidad, la honradez, la abnegación y la
firmeza de carácter. Ello facilitaría que fuera realidad el reencuentro de los orientales
permitiendo que la República se proyecte hacia la consecución de sus más elevados
destinos.
Resumiendo, en base a las exposiciones efectuadas sobre la mentalidad y posición
adoptada por las Fuerzas Armadas, se declara que constituyen la resultante del esfuerzo
inteligente de muchos hombres, que aún en posiciones ideológicas partidarias muy
variables, propias de nuestra compleja realidad nacional, poseen en común dos elementos:
anteponer el interés general al personal y ser integrantes de las Fuerzas Armadas.
Formados en sus duras disciplinas, no es de hoy el compromiso contraído con el pueblo
al que pertenecen. Sus conciudadanos pueden tener pues la seguridad de que no
improvisarán y que se encuentran profundamente convencidos de que no existen fórmulas
milagrosas que puedan aplicarse por receta, sino que, sólo interpretando, con el menor
margen de error posible, los sentimientos y deseos generales del pueblo y conciliando con
justicia los intereses opuestos podrán en cada caso particular, recomendar la adopción de
las soluciones más adecuadas.
12 Libro Camino al 73 - Editorial Artemisa Editores- Autores los coroneles Roberto Velasco y Alfredo Bravo – Páginas
11 y 12.
13 Miguel Campodónico, Editorial Linardi y Risso, página 80.
CAPÍTULO 5
Epitafio de la democracia
Diario El Día – (Partido Colorado) - 27 de junio de 1973
“Ubicar el punto de partida de los sucesos que dieron cauce a la crisis de febrero será, sin
duda, tarea para el historiador. Antecedentes hay muchos y cada uno de los episodios está
ligado a hechos que, en su momento, alcanzaron gran notoriedad, aunque muchas veces no
surgieron explicaciones amplias de lo ocurrido”.
Editorial del diario El Popular, órgano oficial del Partido Comunista en el Uruguay. El PCU aparece
muy pegado a los militares.
Plan contragolpe
En 1971 los militares leales al general Seregni, más comunistas y tupamaros, exploraron la
posibilidad real de enfrentar a los supuestos golpistas con las armas, en caso que se
desconociera un triunfo electoral de la izquierda.
El jefe del Ejército, teniente general Hugo Medina, que después fue clave para la salida
democrática, declaró al semanario Búsqueda, el 7 de marzo de 1991, de que, en caso que el
Frente Amplio hubiera triunfado en las elecciones generales de 1971, “no se le entregaba el
poder” porque “no era coherente con el pensamiento de las fuerzas armadas”.
La preparación del operativo, que se llamó “Plan Contragolpe”, fue precedido por un
encuentro entre Seregni, el líder comunista Rodney Arismendi y el jefe tupamaro Mauricio
Ronsencof, quien años antes había sido fundador de la Unión de Juventudes Comunistas
(UJC). Los objetivos contrarios que animaban a las fuerzas participantes llevaron a que,
semanas después, se dejara sin efecto ese plan. Los militares “seregnistas” determinaron
que los civiles no debían participar en una acción de guerra hasta que no hubiera una
definición en las fuerzas armadas; los tupamaros estuvieron reticentes a aceptar. Los
comunistas coincidían con los militares y se comprometieron a llevar adelante la huelga
general en las zonas más proletarias de Montevideo: los barrios de Paso Molino, La Teja,
Cerro, Nuevo París, Belvedere y Capurro, al oeste de la capital. Los comunistas tenían otra
idea debajo de la manga.
El dirigente comunista Jaime Pérez, que llegó a ser secretario general del PCU, declaró
ante la Justicia Militar que el plan “era el pretexto para sujetar al MLN-T en la campaña
electoral y mantener la tranquilidad durante ese período evitando que, por alguna acción”
de la guerrilla, “se llegara a la inhabilitación de las elecciones”. Más de tres décadas
después, el mismo Jaime Pérez en su libro El Ocaso y la Esperanza amplió la postura de los
comunistas. “La posición del Partido (comunista) era de lo más incómoda. Por un lado,
criticaba el discurso y el proyecto del gobierno (de Pacheco Areco), y por el otro lado
estaba en desacuerdo con la lucha armada (…) no podía atacar directamente al MLN-T ni
defender directamente al gobierno. Se puede salir a decir públicamente que el MLN-T está
abriendo la puerta al desastre y con eso quedar como apoyando al gobierno. Y a la vez
luchando políticamente contra el gobierno y sus propias políticas”. Por el hecho de tener
nuestra propia estructura militar y haberla difundido entre la militancia joven, logramos
evitar que en ese período miles de jóvenes se incorporaran al MLN-T”. Jaime Pérez remató:
“Si no hubiéramos hecho eso podría haberse transformado en una organización de miles y
miles de jóvenes y haberse generado una auténtica tragedia nacional (…) el hecho de haber
creado ese aparato militar (…) le dio escape a una cantidad de jóvenes comunistas para no
trasladarse al MLN-T”.
Luego de conocidas las afirmaciones de Jaime Pérez, el autor consultó a uno de los jefes
tupamaros. Jorge Zabalza acusó a los comunistas de “mentir y engañar. (Ellos) partían de la
base de que había un error en andar con los fierros. Cualquier partido político que se basa
en la mentira, que engaña a sus militantes, es un partido que termina”, como el PCUS
(soviético) que “era un castillo de naipes. No hay quien pueda basar su estructura política
en la mentira (…) si la opción era la lucha armada dejemos que se vayan y tengamos un
Partido Comunista que esté volcado a lo electoral como ellos entendían en aquel momento”.
Pese a las diferencias, comunistas y tupamaros intentaron coordinar acciones en el plano
político, de cara a las elecciones generales del 28 de noviembre de 1971. Jaime Pérez (PCU)
propuso al MLN-T que recomendara una persona para integrar una lista común del FIDEL
(Frente Izquierda de Liberación Nacional), unión del PCU con dirigentes de los partidos
(Colorado, Nacional e Independientes de Izquierda), pero la organización guerrillera no
aceptó.
Las torturas
¿Quién puede negar las torturas de los efectivos de las Fuerzas de Seguridad contra los
guerrilleros durante el combate a la subversión?. Con el desarrollo de la “guerra interna”,
tras ser detenidos los miembros del MLN-T, los oficiales militares y policiales reprochaban
el camino que habían elegido los guerrilleros para llegar el poder. Palabra más, palabra
menos, le trasmitían el siguiente mensaje: “¡Mira hermano! … Te tocó perder, te
capturamos, tenés dos posibilidades: o cooperas o te haces amasijar. ¡Pensalo bien! O
resistís o decís todo lo que sabes”.
Julio Marenales, uno de los fundadores del MLN-T, opinó que la derrota de la guerrilla fue
consecuencia del “crecimiento enorme que tuvimos. Ese auge no nos dio tiempo para un
trabajo paulatino de formación de la gente para un aparato clandestino. Y tampoco nos dio
el tiempo para tejer lo que nosotros decimos en el documento interno N° 4, tejer la telaraña
MLN-T y el pueblo. Es decir, desarrollar las ideas y que se difundieran entre la gente”.
Reconoció que los militares golpearon fuerte y bien, actuaron inteligentemente, hicieron
que lo que tenían que hacer, por supuesto no justifico la tortura, pero golpear fuerte sí. A
partir de Pando (La toma de esa ciudad, vecina a Montevideo, el 8 de octubre de 1969),
tuvimos un crecimiento que no fuimos capaces de asimilar”.
“Las normas de seguridad de un aparato clandestino se relajaron y eso permitió que,
aunque no hablaron muchos, los que hablaron fue suficiente para desmantelarnos. Ese
crecimiento vertiginoso que tuvimos, que no sabíamos dónde meterlo. Por eso creamos una
columna política que se llamaba: la 70. Cantidad de gente entró en las bases nuestras
clandestinas. Después, cuando cantaron, cayó todo. Ellos no lo encontraron, fueron
cantados por la tortura seguramente. La tortura, uno tiene que descontarla cuando
enfrenta este tipo de situaciones, hay que descontarla. La inteligencia de los aparatos de
Inteligencia es el garrote”.
Consultado Marenales si el MLN-T laudó este asunto cuando tuvieron conocimiento que
unos hablaron mucho y otros menos, dijo: “Más o menos sabemos quiénes son los que
hablaron, tenemos conocimiento (…) porque en la cárcel los compañeros los identificaron”.
Añadió que “hay varios niveles de las personas que hablaron, hay compañeros que no
aguantaron la tortura, se autoculparon, digamos así, y no culparon a nadie. O sea, no
aguantaron la tortura, pero no perjudicaron a nadie, se perjudicaron ellos. De esos hay
unos cuántos. Después están los que se pasaron al enemigo, que fueron poquititos, entre
ellos, Amodio Pérez el principal, o Piriz Budes. Después están los que no aguantaron y no
solamente se arruinaron ellos, sino también acusaron a sus compañeros. Hay toda una
gama entre los que no soportaron la tortura, porque nadie lo sabe cuando llega el límite”.
Marenales reflexionó que “a veces hay un factor psicológico. Hay mucha gente que
ingresó (a la organización), que no estaba preparada. Los que estábamos teníamos años y,
cuando llegó la hora de la verdad, uno se encuentra solo frente al enemigo con todo su
poder. Entonces ¿vale la pena que yo entregue la piel o la vida por ésto?. Es la convicción
profunda. Hay mucho ‘snobismo’. Nosotros estábamos en la cresta de la ola, tuvimos
colaboradores que ahora son personajes del régimen, por ejemplo, (Samuel) Lichtensztejn,
que fue ministro (de Educación y Cultura 1995-2000) del dos veces presidente Julio María
Sanguinetti (Partido Colorado)”. Finalmente Marenales remató: “Gente con convicción
profunda ahhh,… esa siempre es poca, hasta en las iglesias. Los curas, los cristianos y los
musulmanes, que son verdaderos creyentes, siempre son pocos. Los demás quedaron en el
formalismo, nada más”.
El ex comandante en jefe del Ejército teniente general Daniel García coincide en muchos
aspectos con el jefe tupamaro. En una entrevista con el autor, en el año 1999, dijo: “Los
primeros tupamaros eran de hierro. Después cuando reclutaron más hombres, los que
ingresaban eran de lata. Los últimos fueron de manteca. No podían hacer la revolución. Les
gustaba tomar mate y el fútbol, como a todos los uruguayos. Así no se hace ninguna
revolución”.
Sobre los interrogatorios a los que fueron sometidos los guerrilleros, detenidos en el
apogeo de la guerrilla, el coronel Ramón Trabal, jefe del SID (Servicio de Información de
Defensa) dijo ante el Tribunal Especial de Honor del coronel Luis Lazo, el 21 de marzo de
1973: “No es cierto que haya algunos sediciosos que hayan colaborado por razones
específicas, sino que estimo que aproximadamente sólo el uno por ciento de los detenidos
mantuvieron un cerrado silencio, mientras que la mayoría restante efectuó amplias
declaraciones, lo que fue uno de los principales factores determinantes de los éxitos
alcanzados por las fuerzas armadas”.
“Aun conociendo ese riesgo, pienso que no hay más remedio que arriesgar el no ser bien interpretado y decir la verdad
de cada uno, en este caso la mía, porque la hora que vive nuestro país, estimo, es crítica por muchas razones y nadie tiene
derecho a sustraerse cobardemente, a procurar se encuentren los mejores caminos para salir del atolladero. No voy a
repetir los puntos en que coincidimos, ya que si no lo interpreto mal, y creo que por el contrario lo interpreto bien, su
análisis y reflexiones son también mías y en su conjunto, generan un panorama muy poco alentador para el futuro, desde
que el presente constituye una realidad de crisis, mantenida en casi todos los sectores por falta de aplicación de soluciones,
tal vez difíciles, pero posibles, si se cambia un 100 por ciento la mentalidad y se logra el apoyo imprescindible de todo el
pueblo que una vez se nos dio y torpemente se despreció. Con rabia veo cómo, por ejemplo, Portugal… el pueblo se
congrega multitudinario en la plaza de Lisboa y corea ‘soldado amigo, el pueblo está contigo’, algo que escuchamos en otro
destinatario en el país, pero que pudo haberse cambiado por este estribillo y debió hacerse y habrá que hacerlo”.
“También veo como otros cumplen cosas que una vez pensábamos lograr en apoyo de nuestras fuerzas armadas sin
éxito, porque a nadie parecía gustarle la idea. Me refiero al Día del Trabajo, cumplido por todo Portugal, el domingo 5, para
señalar su apoyo a la revolución del ‘movimiento de las fuerzas armadas’. Eso mismo propuse en abril de 1973, unos 40 días
después de los acontecimientos de febrero, y cuando advertí que los acontecimientos se desviaban de su cauce inicial y en
procura de re-ganar el apoyo que se nos iba de las manos. En fin, no pienso hablarle de frustraciones. No nos lleva a ningún
lado y lo pasado, pasado está, debiendo mirarse el futuro”
“Antes que nada, una aclaración. Cuando le señalo los hechos de Portugal, no significa una aprobación a todo el proceso,
como tampoco mi reconocida simpatía por la forma en que los militares peruanos han conducido su proceso particular,
partiendo de una situación de guerra a la guerrilla, similar a la nuestra; quiere decir que crea que hay que copiarles la receta.
Ni la de unos ni la de otros, pero sí, la gran enseñanza: ‘Procurar que el pueblo apoye a las fuerzas armadas y cierre filas con
ellos’. Lo acaban de hacer los militares en Etiopía (…). Si no lo logramos hacer nosotros, y no lo hemos hecho, estamos
condenados a combatir una guerra que no podemos ganar. Porque este tipo de guerra, lo sabe todo el mundo, se gana, no
con dominio territorial, ni físico, sino con el dominio de las mentes. Y las mentes no se ganan durablemente llenándoles los
bolsillos de dinero (solo puede lograr en todo caso que se perviertan los sentimientos y se hagan insensibles a los impulsos
más nobles). Ese es el grave error. Todos quieren (y tampoco lo logran por desgracia) resolver el problema económico de
producir más, de tener más dinero en el país, como el gran objetivo. Yo creo lo contrario; que ello solo va a ser posible
cuando primero convenzamos a los uruguayos de que estamos, las fuerzas armadas, construyendo un país para todos ellos,
en clima de justicia y respeto mutuo”.
Golpe de Estado
Tras el acto político referido, el caudillo blanco volvió a la sede del Congreso y se reunió
con Carlos Vidal (del estudio Vidal), que había conseguido un velero, en el cual se pensó
que Wilson podría viajar a Buenos Aires. Se llegó a la sesión de despedida. Era inminente la
llegada de los militares al edificio. La orden del golpe de Estado ya se había dado. El Senado
nunca tuvo el quórum requerido para sesionar. La presidencia la ejerció el senador
Eduardo Paz Aguirre (Partido Colorado) porque el presidente del cuerpo, Jorge Sapelli,
había ido a visitar a Bordaberry, jugando una última carta para que desistiera del
quebranto institucional.
Era tal la tensión y el nerviosismo del momento que, por ejemplo, al senador Carminillo
Mederos (Partido Nacional) se lo llevó al Congreso de pijama, apenas con un saco arriba.
Wilson Ferreira Aldunate le envió una esquela a Paz Aguirre informándole que tenía que
irse para ocultarse, porque consideraba que lo estaban buscando. A la salida del Congreso,
Enrique Cadenas y Juan Raúl Ferreira se fueron en el automóvil blanco, propiedad del
caudillo nacionalista. Wilson, discretamente, se subió al vehículo de Ignacio de Posadas y
abandonaron el lugar. 16
Tras el Golpe de Estado, Juan Raúl Ferreira permaneció algunos días en la casa del doctor
Juan Carlos Payssé, que en aquella época secretario personal del caudillo nacionalista y
luego Intendente Municipal de Montevideo, al final de la dictadura. Al recibir confirmación
que sus padres estaban en Buenos Aires, en el hotel Carlson, Ferreira viajó en auto a Chuy,
en la frontera con Brasil, tomó un bus a Porto Alegre y desde ahí abordó un avión a Buenos
Aires.
Sin democracia
Contenido del decreto de Bordaberry que instauró una Dictadura en Uruguay.
“Visto:
Resultando:
II) Que, por otra parte, las organizaciones sindicales, la enseñanza en general y
aun los propios Poderes del Estado padecen esa penetración y sufren esa
conspiración que, por diferentes medios, pretende desconocer la voluntad de las
mayorías expresadas libremente en las elecciones nacionales y sustituir los
órganos naturales de Gobierno, ejerciendo desde las propias instituciones, un
poder ilegítimo que incide en las decisiones administrativas y gubernativas.
Considerando:
2°. Créase un Consejo de Estado, integrado por los miembros que oportunamente
se designarán, con las siguientes atribuciones:
4°. Facúltase a las Fuerzas Armadas y Policiales a adoptar las medidas necesarias
para asegurar la prestación ininterrumpida de los servicios públicos esenciales”.
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