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Table of Contents

Portada
Créditos
Acerca de El golpe de todos
Quién es Álvaro Alfonso
Índice
Agradecimientos
Prefacio de los sucesos
Capítulo I
La Tercera Guerra Mundial de los otros
De Richard a Richard…
La devolución soviética
El entrenamiento de la “guerra fría”
Sin secretos con trabajo ajeno
Confesión a la uruguaya
Testimonio privilegiado
Periplo guerrillero
El conductismo guerrillero
El hombre del fósforo
Escalera a la Tercera Guerra Mundial
Los dos demonios
Capítulo II
Montevideo: la Sierra Maestra de los Tupamaros
Entre espías
Mitrione de gobierno a gobierno
El pirata Drake
Pacheco no negocia
Capítulo III
Todos sabían que pasaría…
Con las valijas listas para llegar a Uruguay
Cuando las cosas no se entienden, busca el dinero
Interrogatorio con historia
Los centros universitarios, sedes subversivas
El programa de gobierno y la fantasía de la socialización
¿Qué Uruguay tendríamos 50 años después?
Las fuerzas armadas al combate
Seregni es espejo de Pacheco Areco
Rendición por corrupción
Marenales lo confirma
El asombro puede asaltar al lector/a
La vendetta de Alvarez
Capítulo IV
Febrero sin Bordaberry
¡Vamos a sacar a Bordaberry!
Tienes que asumir tú…
Primero los votos
“La democracia no le importa a nadie”…
¡Con el presidente sin el pueblo!
La nueva residencia de Bordaberry
Preparate para la elección
Reunión con Zorrilla
Mea culpa
Amigos son los amigos
La izquierda se saluda con la derecha
Los comunicados más famosos de la historia reciente
Comunicado número 4 - 9 de Febrero de 1973
Comunicado número 7 - 10 de febrero de 1973
Capítulo 5
Epitafio de la democracia
Otra editorial de PCU
Fuerzas armadas reivindican información del movimiento Tupamaros
Plan contragolpe
Las torturas
El pensamiento del coronel Trabal
Aviso de los generales
Los otros políticos
Las últimas cien horas antes del golpe
Pasajes del discurso de Ferreira Aldunate a horas del golpe
Sobre el futuro del país
Sobre los tupamaros
Sobre el partido Comunista y la Central de Trabajadores
Sobre el Frente Amplio
Sobre las Fuerzas Armadas
Golpe de Estado
La democracia para Bordaberry
Bordaberry y los tupamaros
Sin democracia
Epílogo
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Álvaro Alfonso

El golpe de todos
Uruguay 1973
Alfonso, Álvaro
El golpe de todos / Álvaro Alfonso - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Vi-Da Tec, 2023.
Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online


ISBN 978-987-799-372-1

1. Ensayo Histórico. I. Título.


CDD 989.5066
© Álvaro Alfonso, 2023
© Leamos, 2023
Foto de cubierta: Cortesía diario El País (Uruguay)

Conversión a formato digital: Numerikes


Acerca de El golpe de todos

1973 fue un año convulsionado para América Latina. Mientras en Argentina se vivía el
esperado y caótico retorno de Juan Domingo Perón y en Chile caía el gobierno socialista de
Salvador Allende, en Uruguay se llevaba a cabo un golpe cívico militar del que se cumplen
50 años, que mantuvo en el poder al hasta entonces presidente democrático, Juan María
Bordaberry. El periodista uruguayo Álvaro Alfonso acaba de escribir El golpe de todos, una
crónica minuciosa y documentada que puede descargarse gratis de Bajalibros.
La obra se basa en los testimonios de los principales actores de la época y en numerosa
documentación inédita. Alfonso detalla aquí cómo la disputa a nivel mundial entre los
Estados Unidos y la Unión Soviética, embarcados en la llamada Guerra Fría, tuvo un
impacto directo tanto en la gestación del régimen que gobernó al Uruguay entre 1973 y
1985, como en el respaldo al surgimiento en los años previos del Movimiento de Liberación
Nacional Tupamaros (MLN-T) que se proponían tomar el poder a través de las armas.
Un informe de la Junta Interamericana de Defensa (JID), reclamando a las fuerzas
armadas de la región que evitaran la penetración del comunismo, y la contraofensiva
soviética, teniendo como brazo continental a Cuba, gobernada por Fidel Castro, son algunos
de los puntos que desarrolla el libro. También la aventura de los Tupamaros, que
pretendían convertir a Montevideo en la “Sierra Maestra” local, y la advertencia de los
militares que ya en 1965 aseguraban que estaba en ciernes la aparición de una guerrilla.
Álvaro Alfonso retrata el enfrentamiento ente los dirigentes de los partidos
fundacionales del Uruguay (Colorado y Nacional), y cómo algunas acciones de la guerrilla
(el asesinato del policía estadounidense Dan Mitrione y el secuestro del embajador
británico Geoffrey Jackson), provocaron la directa intervención en la política uruguaya de
poderes internacionales. Finalmente, El golpe de todos aborda la disputa entre en
presidente Bordaberry, la oposición y el poder militar, y la caída del sistema democrático
que inició un largo período de casi 12 años de dictadura.
Quién es Álvaro Alfonso

Álvaro Alfonso es periodista, escritor, locutor profesional, relator de fútbol, maestro de


ceremonias de eventos públicos y privados, entre otras profesiones vinculadas a la
comunicación.
Ha trabajado en varios medios en Uruguay: radios El Espectador y Radio Sport, los diarios
El Observador, La República y Últimas Noticias, los semanarios Crónicas y Tiempos del
Mundo, y en la televisión, en Canal 4 y VTV.
Condujo programas políticos y deportivos. Actualmente, integra el staff de la emisión de
carácter político El Cernidor que se emite por CX 30 Radio Nacional y por canales de
Youtube. Cubrió en Europa y América, mundiales de fútbol y elecciones generales.
Durante dos períodos de gobierno (2010 al 2020) fue alcalde del municipio de Aguas
Corrientes, de donde es oriundo.
En 2008 recibió el premio José Enrique Rodó en la categoría “Investigación Histórica”,
por el libro Secretos del PCU. Asimismo, obtuvo junto al equipo periodístico de la radio FM
GENTE de Maldonado el premio “Gaucho” en más de una oportunidad.
Ha publicado varios libros sobre la historia reciente del Uruguay, cuyas publicaciones
tienen variadas connotaciones con lo ocurrido en los países del Cono Sur, entre ellos,
Argentina.
Se destacan: El Revés de la Trama-La historia secreta de la salida de la Dictadura-; El
Vino de la Muerte, vinculado con el asesinato de la madre del actual ministro del
Interior de Uruguay, Luis Alberto Heber; Jugando a las Escondidas -conversaciones
secretas entre tupamaros y militares-; Buscando a los Desaparecidos; Encontrando a
los Desaparecidos; Presos a la Uruguaya; Secretos del PCU; Juicio al PCU; La Vida de
Nosotros: escuchas telefónicas durante la dictadura y Los Dos Demonios; Cuando los
Civiles también juegan y Operación Verdad, entre otros.
El golpe de todos, es el libro número 16 de su autoría.
Índice

Cubierta
Portada
Créditos
Acerca de El golpe de todos
Quién es Álvaro Alfonso
Agradecimientos
Prefacio de los sucesos
Capítulo I
La Tercera Guerra Mundial de los otros
De Richard a Richard…
La devolución soviética
El entrenamiento de la “guerra fría”
Sin secretos con trabajo ajeno
Confesión a la uruguaya
Testimonio privilegiado
Periplo guerrillero
El conductismo guerrillero
El hombre del fósforo
Escalera a la Tercera Guerra Mundial
Los dos demonios
Capítulo II
Montevideo: la Sierra Maestra de los Tupamaros
Entre espías
Mitrione de gobierno a gobierno
El pirata Drake
Pacheco no negocia
Capítulo III
Todos sabían que pasaría…
Con las valijas listas para llegar a Uruguay
Cuando las cosas no se entienden, busca el dinero
Interrogatorio con historia
Los centros universitarios, sedes subversivas
El programa de gobierno y la fantasía de la socialización
¿Qué Uruguay tendríamos 50 años después?
Las fuerzas armadas al combate
Seregni y es espejo de Pacheco Areco
Rendición por corrupción
Marenales lo confirma
El asombro puede asaltar al lector/a
La vendetta de Alvarez
Capítulo IV
Febrero sin Bordaberry
¡Vamos a sacar a Bordaberry!
Tienes que asumir tú…
Primero los votos
“La democracia no le importa a nadie”…
¡Con el presidente sin el pueblo!
La nueva residencia de Bordaberry
Preparate para la elección
Reunión con Zorrilla
Mea culpa
Amigos son los amigos
La izquierda se saluda con la derecha
Los comunicados más famosos de la historia reciente
Comunicado número 4 - 9 de Febrero de 1973
Comunicado número 7 - 10 de febrero de 1973
Capítulo 5
Epitafio de la democracia
Otra editorial de PCU
Fuerzas armadas reivindican información del movimiento Tupamaros
Plan contragolpe
Las torturas
El pensamiento del coronel Trabal
Aviso de los generales
Los otros políticos
Las últimas cien horas antes del golpe
Pasajes del discurso de Ferreira Aldunate a horas del golpe
Sobre el futuro del país
Sobre los tupamaros
Sobre el partido Comunista y la Central de Trabajadores
Sobre el Frente Amplio
Sobre las Fuerzas Armadas
Golpe de Estado
La democracia para Bordaberry
Bordaberry y los tupamaros
Sin democracia
Epílogo
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Agradecimientos

Dicen que “todos los días tenemos algo para aprender, algo para olvidar y mucho para
agradecer”. El mucho para agradecer es para Juan Bautista “Tata” Yofre, José D´ Angelo,
Carlos Julio Castillos y todos los que siempre están, nunca se van; me alientan a toda hora
para continuar con la tarea de desentrañar la historia reciente y presente.
Este trabajo se basa en varios libros de mi autoría publicados en Uruguay: El revés de
la trama. La historia secreta de la salida de la dictadura; Jugando a las escondidas.
Conversaciones secretas entre Tupamaros y Militares; Los dos demonios; Cuando los
civiles también juegan; Operación verdad. Este libro muestra lo que ocurrió hace más de
cinco décadas. Los episodios siguen en la agenda diaria en la mayoría de los gobiernos del
Cono Sur, con excepción de Brasil. Los ´70 nunca se fueron. Lo invito a descifrar este
croquis de la historia del Uruguay.
Prefacio de los sucesos

Este trabajo recopila el epitafio de la democracia en la llamada “Suiza de América”: el


Uruguay. Se basa en los testimonios de los principales actores de la época, la mayoría
entrevistados por el autor, documentación inédita y hasta desconocida. No existen los
supuestos y los rumores, tampoco los cuentos. Los hechos relatados hablan por sí solos.
Después de transcurridos 50 años del padecimiento de una “Dictadura Cívico-Militar”, la
sociedad se detiene en los efectos, pero no repara en las causas. Nunca se tomó en cuenta la
injerencia de la Guerra Fría que fue desvaneciendo la institucionalidad.
La contienda mundial entre los Estados Unidos (EE.UU). y la Unión Soviética (URSS), sin
agredirse en una guerra convencional, tiene muchas máscaras. Por ejemplo, eran
inevitables las dictaduras en el Cono Sur que podrían tener dos características singulares:
de tendencia a la derecha, como la que manejó los hilos del Uruguay durante casi doce años
(1973-1985) o de tendencia a la izquierda, si el Movimiento de Liberación Nacional
Tupamaros (MLN-T) hubiera tomado el poder a través de las armas.
El Capítulo I marca la disputa de Estados Unidos y la Unión Soviética a través de sus
Servicios de Inteligencia, y las relaciones con los partidos y las fuerzas de seguridad.
Contiene documentos históricos. Por ejemplo, un informe de la Junta Interamericana de
Defensa (JID) reclamando a las fuerzas armadas de la región que evitaran la penetración
del comunismo en el continente americano y la contraofensiva soviética, teniendo como
oficina continental a Cuba, gobernada por Fidel Castro.
El Capítulo II narra la aventura de los Tupamaros, convirtiendo la ciudad de
Montevideo (capital de Uruguay) en la “Sierra Maestra” local. Usted se sorprenderá: los
militares alertaron en el año 1965 que estaba en ciernes la aparición de una guerrilla. Los
dirigentes de los partidos fundacionales del Uruguay (Colorado y Nacional) se enfrentaron
en la alcoba política para encajonar el informe y que no influyera ese “fantasma” en la
contienda electoral del mes de noviembre del año 1966. Encontrará, además, cómo las
acciones militares de los guerrilleros (el asesinato del policía estadounidense Dan Mitrione
y el secuestro del embajador de Gran Bretaña Geoffrey Jackson), provocaron la directa
intervención en la política uruguaya de poderes internacionales. Responderemos las
siguientes preguntas: ¿Los Tupamaros fueron la única causa de la llegada de la Dictadura?
¿Hubo otros componentes?
Ingresaremos con el avance de este trabajo en el Capítulo III, cuando el entonces
presidente constitucional Jorge Pacheco Areco (del conservador Partido Colorado) se
convierte en la principal espada para combatir al MLN-T. El mandatario fue presionado y
amenazado por los poderes económicos de los Estados Unidos de que, en caso que no
sujetara a los “izquierdistas”, su país no contaría con créditos de los organismos
internacionales.
En el Capítulo IV veremos la peor performance en la historia del sistema político
durante los sucesos de febrero de 1973; la cúpula de generales desautorizó directamente
una decisión del presidente Juan María Bordabery (Partido Colorado). Entre bambalinas,
además de pronunciamientos públicos, los líderes políticos reclamaban la renuncia del
primer mandatario, como si ello llevara a la salvación de la democracia. Hoy se sigue
jugando a la batalla cultural, con rectos, justos, moralistas y honestos, contra malos,
perversos e injustos. Con supuestos defensores de la democracia que jamás la defendieron.
Finalmente, en el Capítulo V, penetramos en el túnel de la caída de la democracia. La
estadística muestra que fue el 27 de junio de 1973. Pero, muchos años antes, la propia
sociedad, en todos los centros de poder, había matado la institucionalidad con errores sin
parangón. En Uruguay hoy se sigue viviendo los años ‘70. ¡Nunca se fueron!. Por lo
expuesto, muchas veces nada es lo que parece.
Capítulo I

La Tercera Guerra Mundial de los otros


“La revolución cubana era el emblema que le daba sueños y romanticismo a la lucha
radical. Quienes todavía creían en la revolución marxista-socialista encontraban allí su
modelo. La imagen romántica del Che Guevara con su boina y más tarde con su muerte, fue
el símbolo. Todo ese espíritu se enriquecía en una hoguera romántica pensando que por
esa vía se iba a construir un mundo nuevo, una sociedad nueva.
Aparte de eso, estaba la intervención foránea directa. No hay que olvidar que se estaba
en tiempos de la llamada Guerra Fría entre las potencias de entonces: Estados Unidos y la
Unión Soviética. Y esa es una historia que está por escribirse. Aquella “guerra” fue fría entre
las dos grandes potencias, pero no fue fría en América Latina, donde se vivió una situación
de conflicto militar no convencional. Pero sin ninguna duda, una guerra. América Central
con decenas de miles de muertos y países sudamericanos, incluido Uruguay, sin tanta
mortandad cuantitativa pero también con conflictividad bélica. No hay duda que los países
del Este estaban detrás de estos movimientos guerrilleros aportando armamentos e
instrucción otras veces, como tampoco la hay duda de que la CIA, el Pentágono y algunas
instituciones de Estados Unidos estuvieron detrás de los golpes de Estado”. 1
Sin intentar ser persuasivos, dejando de lado por completo la teoría literaria, podemos
afirmar que la Guerra Fría, en la década de los años ‘70 fue la ‘alfombra´ de las dictaduras
en el Cono Sur. Para las estadísticas, el conflicto entre los Estados Unidos y la entonces
URSS se extendió directamente entre los años 1947 y 1991. Dos de las potencias
triunfadoras de la Segunda Guerra Mundial pulsearon en el planeta por imponer el
capitalismo o el socialismo. Empero, curiosamente, y contrario a toda lógica, no se
enfrentaron militarmente. Sin hesitar trasladaron su disputa al resto del mundo.
El continente americano, especialmente el Cono Sur, desde los años ‘50 era considerado
“estratégico” por Estados Unidos y la URSS, máxime después que los soviéticos habían
instalado un puente de desembarco para avanzar con el socialismo en la región a través de
Cuba, liderada por Fidel Castro. En esta región los actores principales fueron las fuerzas de
seguridad y los grupos guerrilleros inspirados en la ideología marxista-leninista y el
nacionalismo de tendencia a la izquierda. Mientras Estados Unidos y la URSS se disputaban
los territorios, las guerras civiles internas en América Latina, África, Asia y Oceanía,
provocaron 25 millones de muertos, con una relación de siete civiles y un militar.
El combate ideológico claramente tenía un objetivo de fondo: disciplinar las sociedades
y elegir los países aliados que intentarían defender una u otra filosofía. Occidente, tras la
Segunda Guerra Mundial, pareció demorar en percatarse que el conflicto de la Guerra Fría
se trasladaría a todos los ámbitos de la vida de los habitantes en todo el mundo: político,
militar, social, ideológico, económico, propagandístico, cinematográfico, deportivo, cultural.

De Richard a Richard…
“No pretendo decir que mienten con respecto a la información de Inteligencia o que la
distorsionan, pero quiero que sean ustedes muy cuidadosos a la hora de separar los hechos de
las opiniones” le dijo Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos, Richard Helms, director
de la CIA, en una reunión del Consejo de Seguridad Nacional celebrada el 18 de junio de 1969.
“El hecho es que las proyecciones de Inteligencia para 1965, 1966, 1967 y 1968 -y las
hemos visto todas- se han equivocado en un 50 por ciento con respecto a lo que iban a
hacer los rusos. Y lo han hecho a la baja –decía Nixon-. Tenemos que partir del hecho, de
todos los hechos y llegar a conclusiones sobre la base de hechos incuestionables. ¿Se
entiende esto?”. 2
El 19 de marzo de 1966, en un documento rotulado como “secreto”, la Junta
Interamericana de Defensa (JID) -entidad que responde a la Organización de Estados
Americanos (OEA)- advirtió que “el logro de la adhesión de un gobierno americano al
‘bloque comunista’ sería de un valor estratégico y psicológico extraordinario para el
mismo. Ello favorecería y aceleraría notoriamente al desarrollo de la Guerra Revolucionaria
–así tildaba Estados Unidos a la Guerra Fría- a la vez que modificaría la situación
estratégico-militar del continente”.
LA JID observó que “el bloque comunista ha incorporado o pretendido incorporar en
algunos casos a su esfera de acción, mediante la citada guerra, a numerosos países. En la
actualidad, pese a la coexistencia pacífica, sigue en ejecución. Fácil es comprender, dentro
de la posición ideológica establecida en el orden mundial, la importancia que para ambos
grupos de naciones (Mundo Occidental y Bloque “Comunista”) representa América (…) es el
único Continente de real importancia que se mantiene, prácticamente en su totalidad, en el
Mundo Occidental”.
En ese documento “secreto”, de 138 páginas, al cual tuvo acceso el autor, el Consejo de
Delegados de la JID incluyó el estudio de las guerrillas en seis países: Colombia, Venezuela,
Guatemala, Nicaragua, Perú y Bolivia. En cinco de ellos, con excepción de Venezuela, la JID
sostuvo que tenían influencia de Fidel Castro y el comunismo. A pesar que no figura
Uruguay en el estudio, hay conceptos y argumentos sólidos esbozados por la JID que
coinciden con los fundamentos del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN-
T) para promover la guerrilla en el Uruguay.
La sentencia de la JID fue la siguiente: “La situación económica y social de ciertas
regiones del continente, ofrece condiciones aceptables para la ejecución de las guerrillas
(…) la intensa acción subversiva desatada desde Cuba y las posibilidades que ofrece la
situación de este país para el apoyo de los elementos revolucionarios (…) existen claros
ejemplos de propaganda de Castro, que los hechos acompañan a las palabras”.
La JID pareció orientar a las Fuerzas Armadas de la región por dónde debían
incursionar cuando el conflicto estuviera a pleno. Argumentó que los Ejércitos de la región
tendrían “una fina posición ideológica –porque- comprenden cabalmente la importancia del
peligro comunista”. La oficina dependiente de la OEA también pasó un aviso a los gobiernos
democráticos que seguían los lineamientos económicos del capitalismo. Se escribió en el
documento aprobado por los delegados militares de la JID lo siguiente: “La experiencia
indica que aún hoy, después de muchos años de desarrollo de la citada guerra (casi dos
décadas en ese entonces), no ha sido comprendida por el Mundo Occidental”.

La devolución soviética
La contraparte de la URSS a las razones esgrimidas por la JID, pese a las divergencias que
arrastraban los soviéticos hacía décadas con China Comunista, tuvo su punto de partida en
el verano de 1966, en la reunión de la Organización Latinoamericana de Solidaridad
(OLAS).
Al encuentro celebrado en La Habana, Cuba, asistieron delegados de todos los grupos de
izquierda de la región. Cuando se dirigió a los asistentes, Fidel Castro arengó a generar las
condiciones para la lucha armada y la guerrilla en el continente latinoamericano. “Y aún allí
donde todavía la burguesía y el imperialismo ejerzan su dominio de clase por medios
constitucionales, como es el caso de Uruguay. Allí se manifiesta de manera más palmaria la
fuerza del movimiento de masas y el espíritu revolucionario del pueblo. Y nosotros
debemos decir las grandes simpatías de nuestro país hacia Uruguay, porque aquel es un
país pequeñito, no tiene montañas, rodeado de dos colosos reaccionarios”, refirió Castro.
El 31 de enero de 1966, la agencia de noticias estadounidense United Press
International (UPI) difundió un cable, fechado en Caracas, poniendo en conocimiento un
documento secreto procedente de La Habana durante las reuniones de OLAS.
“OLAS tendrá su sede y trabajará en el Uruguay a través del Instituto Cultural Uruguayo
Soviético (ICUS). El primer objetivo de la revolución popular en el continente es la toma del
poder mediante la destrucción del aparato burocrático y militar del Estado (a través de) la
lucha armada, que será feroz y sin cuartel”, sostuvo el escrito.
El slogan del Congreso celebrado en La Habana había sido “el deber de todo
revolucionario es hacer la revolución”, además de desplegar la “política foquista”: o sea,
formar grupos de resistencia armada, aún sin contar con el apoyo de la población.

El entrenamiento de la “guerra fría”


El entrenamiento para la guerra interna, en la mayoría de los países de la región, y para las
fuerzas enfrentadas, tuvo los puntos más variados del planeta, pero básicamente se
desarrolló en Cuba, la URSS y Estados Unidos.
En este último país, las Fuerzas de Seguridad de Uruguay recibieron entrenamiento desde
el año 1950. Y hasta 1966 hicieron cursos 729 efectivos, más 420 en otras naciones, según
datos aportados por el Departamento de Defensa a los cuales tuvo acceso el autor.
Los alumnos efectuaron los cursos en la llamada Escuela de las Américas Fort Gulik, en
la zona del Canal de Panamá, cursos de Estado Mayor de 40 semanas y de cadetes de 18
semanas. En la Escuela Interamericana de Defensa, Fort Lesley, en Washington, cursos de
Defensa Nacional en aspectos sociales, económicos, políticos, militares para altos
funcionarios civiles y tenientes coroneles de nueve meses de duración.
En la otra vereda, tupamaros, comunistas y miembros de organizaciones de izquierda
de Uruguay se entrenaron en Cuba y la URSS, aunque se mantiene en secreto el número y la
lista de participantes. En la URSS integrantes del Partido Comunista del Uruguay (PCU), en
algunos casos, estuvieron dos años recibiendo instrucciones.
El “modus operandi” de los soviéticos era el siguiente: cuando los comunistas de
nacionalidad uruguaya llegaban a Moscú, a la entrada su pasaporte no era sellado, sino
retenido por migraciones. Tras el o los cursos impartidos, al abandonar la URSS se le
devolvía el documento uruguayo –que en algunos casos era falso- y contaba con sellos
oficiales de ingresos y salida de varios países europeos. Era indiferente, podían ser
naciones de occidente o de Europa del Este.
El Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) los entrenaba, pero al mismo tiempo
se eximía de responsabilidad, utilizando como prueba los pasaportes individuales. Quedaba
muy claro. Los dirigentes comunistas que hicieron variados cursos, oficialmente nunca
habían pasado por la URSS, aunque durante dos años no habían salido de su territorio. Los
nombres de los comunistas que hacían cursos militares figuraban en carpetas con el rótulo
de “Ultra Secreto”, que eran manejadas directamente por el Secretario General del Partido
Comunista de la Unión Soviética (PCUS), Yuri Andropov, por Dimitri Pavlov (miembro del
Comité Central) y coordinado por el general Semion Tsvigun, Número 2 de la KGB (el
Comité para la Seguridad del Estado ó más conocido como Servicio Secreto soviético).
El líder histórico del PCU, Rodney Arismendi, era quien recomendaba a los uruguayos
que viajaban a los entrenamientos en la URSS. Fue detenido por la dictadura el 8 de mayo
de 1974 y expulsado del Uruguay el 4 de enero de 1975 tras una negociación liderada, en
aquella época, por el entonces presidente de facto, Juan María Bordaberry, pero con la
desaprobación de los mandos militares. A propuesta de Arismendi, el PCU creó un aparato
armado en 1964. Más de una década después, en el año 1975, fue detenido por las Fuerzas
Conjuntas (Militares y policiales de Uruguay), el jefe del citado aparato militar, Ramón
Aurelio Pérez González. El dirigente comunista confesó que hacía una década que era el
responsable de dicho aparato, además citó que había efectuado cursos militares en la URSS.
Han pasado casi 60 años e institucionalmente el PCU nunca reconoció haber creado
dicho aparato, que contaba con un armamento, en la época, superior a Unidades del
Ejército y del MLN-T. Ese aparato nunca fue utilizado. El armamento ingresaba de
contrabando por el río Uruguay desde Argentina, entre otras rutas utilizadas por esa
colectividad política.
El 31 de octubre de 2008, en el juicio de que fue objeto el autor (debido a una palabra –
”colaboró”- del libro Secretos del PCU) el militante comunista Elizardo Iglesias, uno de los
dirigentes que en el año 1978 dejó de pertenecer a la organización, declaró ante la Justicia:
“En 1972 se me da la tarea, se me propone, comprar armas para el Aparato Armado del
Partido Comunista a cuyo frente, por lo menos el contacto que yo tenía, estaba un gran
compañero, hoy desaparecido y aún no encontrado, Julio Correa (…). Con un hermano
traíamos desde Argentina, de contrabando, fusiles calibre 22 con culata rebatible, de
nombre Batan Súper 54, y eran entregadas a los equipos que las levantaban en los lugares
preacordados”. 3

Sin secretos con trabajo ajeno


Para mantener la coherencia del texto debemos explicar el contexto del secretismo de la
Guerra Fría, en el marco de las maniobras de inteligencia puestas en práctica por los
Estados Unidos y la URSS en Uruguay. Los estadounidenses directamente estaban sentados
en oficinas estatales pertenecientes a la Policía. Sin movilizarse, recibían en mano los
informes del trabajo de los efectivos uruguayos. Los rusos, sobre la base de la labor de los
comunistas que trabajaban para la KGB, utilizaban su propio plan de batalla.
Las dos potencias habían infiltrado las fuerzas de seguridad: Estados Unidos con la
aquiescencia del gobierno de Pacheco Areco y la URSS con la imaginación del Partido
Comunista en el Uruguay (PCU).
La KGB recibía los mismos documentos clasificados que los agentes de inteligencia
norteamericanos, pero no en mano: eran depositados en la cajuela de una motocicleta
especialmente acondicionada. El correo era un policía infiltrado en las Fuerzas de
Seguridad. El vehículo era propiedad de un destacado dirigente del PCU.
En el gobierno colegiado del Partido Nacional (1963-1967) nació el proyecto de la
Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII) que era supervisada por el jefe de
Policía de Montevideo. Se plasmó en la siguiente administración del Partido Colorado
(1967-1971). El embrión de la DNII fue el Departamento de Inteligencia y Enlace que había
funcionado en la Dirección de Investigaciones.
El presidente Jorge Pacheco Areco, a principios de 1968, se encontró con una dura
realidad. El personal superior no estaba actualizado en las modernas técnicas de
inteligencia, básicamente por un tema ideológico.
El entonces mandatario planteó directamente al gobierno estadounidense de la época la
posibilidad de que instructores especializados asesoraran a los policías locales. Tras
aprobarse la decisión de alto nivel, el coronel Santiago Acuña, entonces jefe de Estado
Mayor de la Policía, realizó coordinaciones y la puesta en marcha de la iniciativa. Los
funcionarios estadounidenses pasaron directamente a tener oficinas en la sede central de la
Policía.
Alejandro Otero, conocido inspector de la Policía uruguaya que combatió inicialmente a
los Tupamaros, confesó qué, en los años ´60 y ´70, tenían la orden de entregar “a los
yanquis, copia de nuestros informes referentes a las investigaciones que realizábamos”.
Otero era muy particular, con una fisonomía al estilo del humorista y actor argentino
Carlos Balá, por lo que era muy conocido por su flequillo (cabello recortado y caído sobre la
frente). Había asestado duros golpes a los guerrilleros y contaba con un método de
interrogatorio sobre la base de plantear varias interrogantes sobre un mismo hecho, lo que
irremediablemente, más tarde o más temprano, hacía entrar en contradicción a los
guerrilleros.
En julio de 1998 Otero fue entrevistado por la publicación Mate Amargo, perteneciente
al MLN-T y cuya cabeza visible era el senador y después ministro de Defensa Nacional,
Eleuterio Fernández Huidobro. En la charla, Otero y Fernández Huidobro intercambiaron
figuritas; ambos coincidieron que pudieron ser víctimas del enfrentamiento entre las
Fuerzas de Seguridad y los Tupamaros. El policía calificó particularmente a los tupamaros
como “adversarios”. Otero nunca chantajeó a los jefes o integrantes de la organización,
amenazándolos con encarcelar a sus familiares. Esto le valió el respeto de quienes, en los
años ´60 y ´70, tenían como objetivo tomar el poder por las armas.
El inspector Otero también era árbitro internacional de fútbol. Fue muy conocido en
Argentina, no precisamente por sus funciones policiales. El 17 de marzo de 1971 ingresó a
la historia de la Copa Libertadores de América nada menos que en el estadio La
Bombonera, en un partido entre Boca Juniors y Sporting Cristal de Perú.
En el segundo tiempo, cuando el encuentro estaba 2 a 2, se produjo una gresca
generalizada entre los futbolistas. Otero expulsó a 19 jugadores. Solo tres se salvaron: los
dos goleros, Ruben Omar Sánchez (Boca) y Luis Rubiños (Sporting Cristal) y el zaguero
internacional peruano Luis Meléndez que jugaba en el equipo argentino.
Durante el lío que se extendió por varios minutos, los árbitros de línea se refugiaron en
el vestuario, no así Otero que permaneció en la cancha.
Lo insólito de esta historia es que Otero terminó preso en una comisaría de Buenos Aires.
La razón: no haber cobrado un supuesto penal, contra el zaguero de Boca Roberto Rogel.

Confesión a la uruguaya
En el año 2008, Otero dejó muy claro la participación de la CIA (Agencia Central de
Inteligencia de los Estados Unidos), el FBI (Buró Federal de Investigaciones) y la AID
(Agencia para el Desarrollo Internacional) en los asuntos internos del Uruguay y las
oficinas policiales del país.
“Los norteamericanos aparecieron aquí como asesores de Seguridad Pública, una
división de la AID, a la que las autoridades uruguayas de la época le otorgaron oficinas
dentro de la propia Jefatura de Policía de Montevideo. Conocí a varios estadounidenses con
los que tuve que tratar por órdenes superiores en el correr de la década de los ´60 (…) Por
orden de mis jerarcas en la Policía debíamos entregarle a los yanquis copia de todos
nuestros informes referentes a las investigaciones que realizábamos (…). Adolph Sáenz era
el jefe de la misión de Asistencia Técnica de la AID y Frank Steward era el director general
de esa Agencia”, señaló.
El Departamento de Seguridad Pública de la AID “estaba conformado por funcionarios
policiales estadounidenses, ex agentes del FBI y oficiales de la CIA (…). Recuerdo un hecho
que involucraba a uno de los jefes de la AID, Adolph Sáenz, quien vivía obsesionado con la
posibilidad de sufrir un atentado en la oficina de la calle Paysandú (fachada legal que
mostraba Estados Unidos de sus agentes en el Uruguay). Diariamente le ordenaba a su
secretaria que, previo a su llegada al despacho personal, se sentara en la silla de su jefe y en
el escritorio redactara la agenda del día y las novedades. Luego de entrar en su despacho
Sáenz le ordenaba que continuara sentada mientras le leía la agenda y le diera las
novedades del día. Esto lo hacía, según pude saber de muy buena fuente, para comprobar
que no había ningún elemento extraño o bomba colocada en el lugar para atentar contra él.
Tiempo después, Sáenz dejó su cargo y llegó a sustituirlo Dan Anthony Mitrione”, aseguró. 4
El inspector Otero que, como ya se señaló, tuvo activa participación contra la guerrilla
en la primera etapa como jefe de Inteligencia de la Policía, agregó más elementos a la
actuación del sistema político. En una conversación que mantuvo con el autor, en el mes de
septiembre de 2003, afirmó que en el año 1966 “estaba el señor (Alberto) Heber de
presidente (del Consejo Nacional de Gobierno) y yo empecé a suministrar información
sobre los Tupamaros. Entonces empezó la pelea entre los blancos y los colorados. Que se
quería crear un fantasma porque venían las elecciones (…). Acá todo el mundo sabía lo que
iba a pasar y pasó”.

Testimonio privilegiado
El inspector principal Uruguay Mérica, que participó directamente en el servicio de
Inteligencia cuando ya estaba en pleno funcionamiento, reveló al autor que “lo más
novedoso –de las enseñanzas impartidas a los policías uruguayos en Estados Unidos-
consistía en que se trabajaría en forma compartimentada, en los Departamentos e
individualmente, o sea, que cada uno de sus integrantes respondería solamente ante el
oficial responsable o jefe del Departamento, sin estar obligado a informar a nadie más. Cada
agente reclutaría y tendría a su cargo varios informantes aficionados, los que se
desempeñarían cada uno en sus vidas habituales y en cuántos más distintos ambientes
mejor. Los informantes eran nombrados con seudónimos y su identidad real era solamente
conocida por quien lo atendía y por el jefe del Departamento. Cada agente debía elaborar
un informe escrito por cada entrevista que mantenía a sus informantes, pero sin revelar ni
su propio nombre y muchos menos el de su informante. Cada informe constaba de dos
cuerpos. La primera hoja se caratulaba ‘Datos operativos’. Debía contener en qué forma se
había obtenido el informe, lugar y procedencia. En la segunda hoja y siguientes, se
identificaba como `Datos positivos`. Se debía responder las preguntas: ¿Cómo? ¿Dónde?
¿Cuándo? ¿Qué? ¿Por qué?. Y el agente debía calificar su informe mediante una tabla que
evaluaba la confiabilidad y credibilidad de la fuente”.
Paralelamente, los inspectores de las Fuerzas Armadas, que en esa época tenían rango
equivalente al actual comandante en jefe de las distintas armas, ordenaron incrementar la
eficiencia de los órganos de Inteligencia militar en su participación en la seguridad
nacional. En un documento reservado al que accedió el autor, de fecha 10 de junio de 1969,
el director del Servicio de Información de Defensa (SID) coronel Ulises Pica (que 10 años
antes había hecho un curso en los Estados Unidos) y los superiores de Inteligencia de las
respectivas armas, recomendaron la conformación de una “Junta Coordinadora de
Inteligencia”.
En 1972 se creó el Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas -OCOA- que
actuó inicialmente en el combate a la guerrilla, en el marco de un organigrama estatal.
Luego continuó con operaciones represivas durante la dictadura y se planteó la necesidad
de “integrar la información militar a la económica, política y social (…) para lograr los
resultados globales”. Los responsables reclamaron rubros para el funcionamiento, entre
ellos, “gastos reservados y confidenciales”, con los que se pagaría a los informantes. La
cantidad solicitada fue 1 millón de pesos anuales de la época.
El 17 de julio de 1970, en un nuevo memorando secreto en pleno apogeo de la guerrilla,
el Servicio de Información de Defensa (SID) se quejó de que “la información existente, y la a
obtener, depende exclusivamente de lo que se recibe de la Jefatura de Policía de
Montevideo, la que proporciona en forma voluntaria, amistosa y accidental, pues el SID
dispone de oficiales como para mantener en forma permanente a uno de ellos en la Jefatura
para ese enlace”.
La policía llegó a tener varios metros cúbicos de papeles con información sobre la
guerrilla, otras organizaciones violentistas como el PCU y la OPR 33 (Organización Popular
Revolucionaria-33 Orientales). En ese marco había un poder paralelo que combatía en
todos los campos a los sectores con ideales marxistas-leninistas y de izquierda. Eran
organizaciones (paramilitares y parapoliciales), de tendencia a la extrema derecha que, en
forma solapada, eran abastecidas de armamento por el Ejército y la Policía con el aval de
los mandos, según confiaron al autor fuentes militares y policiales.

Periplo guerrillero
Jorge Manera Lluveras, de profesión ingeniero, uno de los fundadores del MLN-T, fue
detenido por última vez en 1972, a menos de un año que se produjera el Golpe de Estado.
Cuando fue interrogado por los militares, según el acta de la Justicia Militar a la que accedió
el autor, Manera Lluveras (que nació en 1929 y en noviembre de 2023 cumplirá 93 años)
narró el periplo que realizó en 1968, representando al MLN-T, para recibir cursos militares
en Cuba.
El jefe guerrillero testimonió: “Me voy a la Argentina, con documentos falsos, vía
Colonia por ONDA (una emblemática empresa de transporte carretero que operó en
Uruguay entre 1935 y 1991) (…). Los documentos son a nombre de Alejandro Stavinachis.
(…). De Argentina me voy a París, de allí en ferrocarril hasta Praga (entonces
Checoslovaquia) y desde allí por avión a Cuba. En Praga me presento en la embajada de
Cuba con mi verdadero nombre manifestando a qué Movimiento pertenezco y pido avisen
mi llegada a Cuba (…). La finalidad del viaje era la realización de algunos cursos y trabar
conocimiento con el proceso revolucionario de Cuba. Llego al aeropuerto de La Habana y
allí me está esperando un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba
quien me aloja en un apartamento de La Habana en el barrio Vedado (…).
“Los cursos que recibí - agregó- fueron sobre fabricación de explosivos, voladuras,
construcción de granadas caseras y tiro. Recibí también folletos y materiales escritos sobre
estos temas. Con ese representante cubano, de apellido Sánchez, tratamos temas políticos,
situación actual del país y la organización. Le planteo nuestro esquema de lucha urbana y
que la guerrilla puede subsistir en Uruguay, explicándole cómo se estaba dando el
fenómeno del crecimiento (…). Este representante ofrece la posibilidad de entrenar grupos
del MLN-Tupamaros, cosa que es tenida en cuenta por mí. Todos los cursos se me dieron en
el mismo lugar a cargo de diferentes instructores, de acuerdo a la materia a tratar. En mi
grupo había unos 10 compañeros de otros países, en su mayoría argentinos. Había un
paraguayo y yo, el único uruguayo. Todos los instructores andaban vestidos con uniformes
de miliciano. Acompañado por Sánchez hago algunas excursiones a lugares de la isla. Con
mi viaje queda establecido un vínculo de relaciones entre la organización del MLN-T y el
gobierno de Cuba. Regreso al país por la misma vía usada en el viaje de ida. Entro por
Colonia y de allí por ONDA a Montevideo”. 5
Jorge Manera Lluveras, fundador del Movimiento Tupamaros. El primer jefe de esa organización
que realizó un curso militar en Cuba.

El conductismo guerrillero
El conductismo es una teoría psicológica que, básicamente, establece que nuestra conducta
puede cambiar en función de los estímulos. En muchas ocasiones, las personas, queremos
cambiar nuestro modo de actuar y por ello requerimos de un esfuerzo interior que puede
ser aprendido a través de la Psicología.
La URSS, a través del PCUS, utilizó el conductismo como corriente dominante para sus
diferentes estrategias. Se basó en la ciencia y la predicción con el fin de responder a las
necesidades de la burocracia y las condiciones políticas aplicadas por el movimiento
comunista internacional.
Bajo el dominio del PCUS no podía haber homosexuales o hippies. Tampoco en la
“Madre Rusia” había asesinatos o robos. El discurso oficial aseguraba que, de hecho, esos
sinsabores sólo pertenecían al “capitalismo”.
Para combatir al enemigo, que para ellos era Estados Unidos, los soviéticos sabían que
la red de seguridad muchas veces era inviolable, pero el agente debía buscar las pequeñas
aberturas y pasarlas para alcanzar el objetivo. Sin duda, en América del Sur, el Partido
Comunista en el Uruguay fue el mejor alumno, y el abanderado singular de la teoría
impulsada por el PCUS fue el dirigente Rodney Arismendi (1913-1989).
No era por gusto que Arismendi participaba en las reuniones de la cúpula comunista
soviética. Hasta se identificaba usando los gorros de astracán. ¿Cómo se comportaban los
agentes soviéticos en el Uruguay? ¿Tenían nombre y apellido? Vamos a otear uno de los
ejemplos más destacados en Uruguay durante la Guerra Fría.

El coronel soviético Vladimir Tijmeniev, el líder comunista uruguayo Rodney Arismendi, y su


esposa, Alcira Legaspi (de der. a izq.)

El hombre del fósforo


Por lo menos tenemos la seguridad que el coronel soviético Vladimir Tijmeniev llegó a
Uruguay el 6 de octubre de 1970. Si hubo traslados anteriores desde Moscú a Montevideo,
nunca se supo. Integró una delegación del PCUS cuya fachada fue la participación en la
celebración del 50 aniversario de la fundación del PCU.
En ese encuentro se elaboró la estrategia y la táctica a seguir por el “El Partido” (así se
le conoce en Uruguay al Partido Comunista) y su apéndice, la Unión de Jóvenes Comunistas
-UJC- en el proceso hacia la formación del Frente Amplio (FA), lo que ocurriría casi cinco
meses después. Una idea en la que Arismendi venía haciendo punta desde el año 1955, en
un intento por unir a fuerzas de izquierda y progresistas de la época.
¿Cuál era el papel de Tijmeniev?. Recién se pudo saber en 1975 a través de la
intervención diplomática de los representantes uruguayos en Moscú. El entonces
embajador Luis De Posadas Montero reveló con claridad la labor que desarrollaba
Tijemeniev y que, cinco años atrás, no había viajado a Uruguay de paseo.
El 26 de mayo de 1975, en nota 12/75, dirigida al entonces canciller de la dictadura
Juan Carlos Blanco, el embajador De Posadas Montero escribió que Tijmeniev apareció ese
mes en la televisión estatal soviética junto al exiliado secretario general del PCU, Rodney
Arismendi y su esposa Alcira Legaspi. “Tijmeniev es el funcionario del Partido Comunista
de la URSS que habitualmente se ocupa de los dirigentes comunistas de nuestro país que se
encuentran residiendo o que están de paso por esta capital”, señaló.
Pasó mucho tiempo y en el año 2007 Esteban Valenti, que fue otro destacado dirigente
comunista y mimado de Arismendi, lo idealizó en su novela Las Viudas Rojas, pero lo
encubrió. Lo llamó Tujmeniev, en lugar de su verdadero apellido, Tijmeniev. Valenti, que
vivió en Argentina y en Italia, dijo al autor que el soviético “era un personaje”. “En realidad,
murió loco en un manicomio. Fue un hombre que ayudó muchísimo a los uruguayos, no
solo a los comunistas, pero en particular a los comunistas uruguayos. Yo viví en la
Argentina desde 1974 a 1978. Le debo la vida a Tijmeniev. Una parte importante fue por
cosas que hice en la Unión Soviética. Y un papel determinante tuvo Tijmeniev”.
Una de las características de la personalidad del coronel soviético era portar entre sus
dientes un fósforo que tenía la finalidad de contener su impaciencia. Durante su estadía en
Uruguay, en vez del famoso fósforo, Tijmeniev utilizó un mondadientes, contaron al autor
participantes del encuentro. El soviético pregonaba que el enemigo tenía “una red de
seguridad tal que contaba con pocos orificios, pero el conspirador debía tener la habilidad
de encontrar esas aberturas y pasarlas”. Sus reuniones en Uruguay incluyeron a dirigentes
de diversos niveles del Partido Comunista porque la intención era que la militancia lo
conociera directamente. Los dirigentes del PCU empezar a llegar a la URSS (la casa matriz)
en 1963. Inicialmente asistían a la escuela política. Posteriormente un grupo era
seleccionado y continuaba la instrucción.
Las clases eran impartidas por miembros del Ejército soviético y la KGB. Consistían en
tareas conspirativas, seguimiento, contraseguimiento, vigilancia, descripción del aparato
represivo del Estado, cómo luchar contra él, cómo evitarlo y cómo hallar caminos para
llevar adelante el trabajo conspirativo. Los cursos abarcaban conocimientos de armas, uso
y colocación de explosivos, topografía y movimiento en el terreno. Algunos comunistas
uruguayos se especializaron en las “luchas en ciudades”. Los soviéticos volcaban la
experiencia de la Segunda Guerra Mundial donde habían peleado contra los nazis, casa por
casa. En los años ‘60 y principios de los ‘70, Arismendi compartía la información reservada
con la embajada soviética y algunos dirigentes trabajaban para la KGB.
Un documento para Arismendi, una copia para los soviéticos. A través de la embajada
soviética llegaba de la URSS dinero e instrucciones, además de efectuar transacciones
comerciales encubiertas. La pequeña valija de una motocicleta y un departamento
alquilado en el último piso del Palacio Salvo, frente a la céntrica Plaza Independencia de
Montevideo, eran las vías de comunicación que tenía el PCU con el policía Miguel Ángel
Benítez Segovia, conocido con el alias de “Mencho”. Benítez recibía un sueldo de la
dirección comunista, a cambio de jugosos informes y datos de personas vinculadas a la
guerrilla.
La motocicleta que utilizaba Eduardo Sanseviero, uno de los principales dirigentes
comunistas, era el escondite donde Benítez depositaba la información para el PCU. El
vehículo era estacionado en lugares predeterminados. El policía tenía la llave, introducía
los informes, retiraba el dinero y recibía nuevas instrucciones. Esporádicamente pactaban
una reunión en el último piso del Palacio Salvo donde estaba el departamento alquilado por
el PCU y la KGB. Benítez aportó datos muy calificados, entregó listas de informantes de
diversas organizaciones, que tenía Inteligencia Policial. Benítez también entregó
información clave de los operativos que preparaba la Dirección Nacional de Información e
Inteligencia (DNII) contra el MLN-T en pleno apogeo de la guerrilla.
Arismendi, al igual que el PCUS, era contrario a las acciones violentas de los tupamaros
y manejaba los documentos a su antojo. Si convenía políticamente a los intereses del PCU
alertaba al MLN-T. Otras veces no avisó, dejó actuar a la policía contra la organización
guerrillera.
El inspector Uruguay Mérica narró al autor un episodio singular ocurrido en
dependencias de la DNII. “En varias oportunidades ‘Mencho’ dibujó en un pizarrón en el
que se anotaban novedades y órdenes, una estrella con la clásica “T” (Tupamaros) y
escribió a continuación: ‘Ya estamos aquí´ lo que era tomado por nosotros como una broma
que festejábamos con buen humor”.
Funcionarios policiales de la época aseguran que “Mencho” fue siempre marxista-
leninista, y se afilió al PCU siendo oficial de la policía uruguaya. El carné se lo entregó
personalmente el líder comunista Rodney Arismendi.
El PCU, para cuidar la identidad de policías y militares integrantes de la UJC o el
“Partido”, eliminaba directamente los nombres de las listas oficiales, aunque igual se les
entregaba, simbólicamente, el carné de afiliado.

Escalera a la Tercera Guerra Mundial


“Dos cosas debe ser entendidas con respecto al Cono Sur: La primera es que los tres países
(Argentina, Chile y Uruguay) han estado peleando esencialmente la batalla de la Tercera
Guerra Mundial”. El 3 de mayo de 1977, Brian Crozier, historiador, analista político,
periodista y escritor británico (nacido en Australia), emitió este juicio en un artículo escrito
en el matutino The Daily Telegraph de Gran Bretaña. Añadió que las dictaduras militares de
los citados países, en los años ´70, constituyeron el teatro de operaciones de la Tercera
Guerra Mundial. Crozier insistió con su prédica: “Es alentador y estimulante visitar
Argentina y otros países del Conosur de Sudamérica, como Uruguay y Chile. Esto puede ser
sorprendente para aquellos con una idea prefabricada de indignación con respecto a los
derechos humanos y los crímenes monstruosos que le son atribuidos a estos tres
regímenes militares”.
“El hecho manifiesto es que estos tres países reunidos han constituido el teatro de
operaciones de la Tercera Guerra Mundial, de (Aleksandr) Solzhenitsyn 6, y en cada uno las
Fuerzas Armadas salvaron al pueblo del destino infinitamente peor a todo lo que está
pasando ahora. “Gracias’ debiera haber sido la respuesta más apropiada por parte de
occidente en lugar de ostracismo y desprecio”.
Crozier sostuvo que “en los tres países, la intervención militar fue el efecto no la causa.
En Uruguay, durante cinco años, una pandilla de jóvenes intelectuales autodenominados
tupamaros (nombre proveniente del caudillo inca Tupac Amaru y generalizado a la
rebeldía indoamericana, por parte del imperio español) operaron aparentemente a
voluntad propia, raptando funcionarios, asesinando, asaltando bancos y huyendo cuando
eran atrapados. Yo no recuerdo ninguna protesta masiva reclamando derechos humanos
por Sir Geoffrey Jackson (embajador británico secuestrado por los tupamaros) que fuera
detenido durante meses en una celda húmeda y estrecha o para otras víctimas allí o en
cualquier lugar del Cono Sur”.
“Es verdad que las fuerzas armadas uruguayas usaron métodos rigurosos. El hecho es
que los tupamaros fueron neutralizados o expulsados en cuatro o cinco meses (pensando
que algunos de los 3.000 están aún en prisión) y los uruguayos están ahora libres de su
depredación”, reflexionó el británico. Afirmó que “dos cosas deben ser entendidas con
respecto al Cono Sur: la primera es que los tres países han estado peleando esencialmente
la batalla de la Tercera Guerra Mundial. En Chile la guerra tomó la forma de terrorismo,
anarquía revolucionaria y un plan comunista preciso durante el régimen de Allende. En
Uruguay hubo una violenta subversión. Los uruguayos han ganado la batalla, como han
hecho los chilenos, y los argentinos empezaron tarde pero ahora se están acercando a la
victoria. El inicial ERP trotskista ha sido derrotado. Los Montoneros, teóricamente
peronistas, siguen, están muy bien, pero ahora en retroceso”.
“¿Qué más?”, se preguntó el británico quién estuvo en Argentina un año antes de este
artículo. “Los tres regímenes se saben transitorios, de todas formas, ellos están
determinados a preservar sus pueblos de la vuelta a la situación de que fueron liberados.
Los partidos políticos, con su demagogia, venalidad y su irresponsabilidad, están ahora
completamente desacreditados. ¿Y con respecto a los derechos humanos?. La respuesta
automática es que, en una guerra, los derechos humanos están propensos a sufrir, como los
derechos humanos de aquellos que fueron incinerados en Dresde o Hiroshima,
cuidadosamente considerados por lo que decidieron la incineración”.
Al final de su artículo sentenció: “Sería interesante ver si los tres países ganan la paz
después de haber ganado la guerra”. Sobre la situación de Argentina, Crozier sostuvo que es
“uno de los países que está al tope en el nivel de vida en el mundo, que sigue dando una
imagen de opulencia. Tres cosas destruyeron ese país tan generoso: el peronismo, los
gremios y el socialismo capital (…). Nosotros en Gran Bretaña no hemos tenido un Perón,
pero los otros dos problemas que hunden nuestra economía son los mismos que los de
Argentina: poder excesivo de los gremios y un sector estatal muy desarrollado”.

Los dos demonios


Para algunos, una “teoría”, para otros una “doctrina”. ¿La caída de la democracia en
Uruguay se debió solo a la injerencia del MLN-T y las FFAA en la vida nacional? De hecho,
debemos otear los sucesos históricos sobre este mentado debate.
En Uruguay, la versión uruguaya de la “Teoría de los Dos Demonios” data de 1985, con el
restablecimiento democrático. La mencionada doctrina nació en Argentina post-gobierno
militar (en 1983), en un contexto de revisionismo histórico asociado directamente al tema
de la violación de los derechos humanos (DDHH). Mediante dicha teoría se pretendía
simplificar el complejo proceso que había conducido al Golpe de Estado de 24 de marzo
1976, en ese país, atribuyendo responsabilidades a “Dos Demonios” enemigos: el
guerrillero y el militar.
Entre sus detractores, algunos sostenían que esta visión constituía el sustento
argumental de sendas leyes de amnistía que beneficiarían a los mencionados bandos. Otros
opinaban que, sugestivamente, eximía de responsabilidad a grupos políticos de poder,
financieros, sociales, sin cuyo apoyo resulta imposible ejecutar un Golpe de Estado y menos
sostener un gobierno militar.
Si bien la versión uruguaya básicamente exhibía los mismos principios en cuanto a su
enfoque simplista de esa trágica etapa histórica, su adaptación a la realidad nacional debió
respetar características singulares que diferenciaban ambas experiencias. En primer
término, los “Dos Demonios” orientales (uruguayos) pueden identificarse con nombre y
apellido: MLN-T (Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros) por un lado y los
militares por el otro; los soldados que combatieron a la guerrilla, encabezados por el
reducido grupo de oficiales que impulsó el Golpe de Estado el 27 de junio de 1973.
Precisamente, lo que asegura la “Teoría de los Dos Demonios” es acotar la responsabilidad
de estos dos actores, como expresara el ex guerrillero y fallecido ministro de Defensa
Nacional del Frente Amplio (FA), Eleuterio Fernández Huidobro, en su columna semanal,
en el diario La República, el 31 de julio de 2008.
“En Uruguay (y en el resto de la región) se había construido, respecto al pasado, una
portentosa realidad virtual: la culpa de todo la tenían por un lado un puñado de
guerrilleros locos y por el otro un puñado de militares más locos todavía. Ello quedó
transformado en Doctrina: la Doctrina de Los Dos Demonios. Mediante esa mentira
quedaban exentos de culpas y responsabilidad todos los demás, pero en especial los
principales”.
Fernández Huidobro sabe bien a qué y a quiénes se refería. Él fue especial protagonista
de ámbitos de encuentro y negociación en pleno “Estado de Guerra Interna”, en donde los
“Dos Demonios” no solo intercambiaban información sobre presunta corrupción política,
financiera y económica, sino que ejecutaban operaciones conjuntas. Nos referimos a las
conversaciones en una Unidad militar: el Batallón Florida, como se verá más adelante. El
autor, a fines de los años ´90, le propuso a Fernández Huidobro llevar adelante una mesa
con todos los responsables o “demonios” del Golpe de Estado. Fernández Huidobro
pretendía que “todos contaran sus penas”.
En ese marco, consultamos en primera instancia a una de las patas de la mesa que no
podía faltar: el ex presidente de la dictadura (entre 1981 y 1985) teniente general Gregorio
Álvarez. El “Goyo” -así se le conocía públicamente al militar- en su domicilio del Parque
Batlle, próximo al estadio Centenario, respondió: “De ninguna manera me voy a sentar con
ningún terrorista a hablar del pasado”. La denominada mesa de “mea culpa” fracasó antes
que el resto de los comensales decidieran participar.
Volviendo al tema de “Los Demonios” el paso de la historia fue muy singular; uno de los
integrantes de uno de los “demonios”, el ex guerrillero José Mujica, fue legitimado como
presidente de la República por una votación democrática. El otro demonio, las Fuerzas
Armadas, tras ganar la guerra interna, se encuentran cada vez más aisladas y prácticamente
sin respaldo político. ¿Estaremos ante la inminente extinción de la teoría de los “Dos
Demonios”? ¿O ante la mutación a una nueva doctrina?.
Mientras se siga abrazado al pasado aceptando la llamada teoría se continuará
soslayando la verdad de nuestro pasado reciente, en lo que tiene que ver nada menos que
con las responsabilidades que le correspondieron a cada actor, tanto en el desarrollo como
en el desenlace de esos cruentos años que atomizaron y atomizan a la sociedad uruguaya y
al Cono Sur, y la condicionaron hasta estos días.
1 Julio María Sanguinetti (Partido Colorado), dos veces ex presidente de la República en Uruguay (1985-1990 y 1995-
2000). Declaraciones al autor, para el libro “El Revés de la Trama-la historia secreta de la salida de la Dictadura” Editorial
Fin de Siglo, año 2001, páginas 355 a 367.
2 Legado de las Cenizas – La historia de la CIA – Tim Wainer – Debate – Página 310 – Año 2008.
3 Confesión de Iglesias, extractado del Libro “Juicio al PCU” del autor, Editorial Cesare –julio 2009- Páginas 165 y 169.
4 (Libro ¡Llamen al Comisario Otero! Páginas 43 y 44, autor Raúl Vallarino – Editorial Planeta, setiembre de 2008.
5 Libro “Operación Verdad” - Álvaro Alfonso-Editorial Planeta, julio de 2022 – Páginas 230 a 232.
6 1918-2008 / escritor e historiador ruso, Premio Nobel de Literatura en 1970, sumamente crítico del socialismo
soviético)
CAPÍTULO II

Montevideo: la Sierra Maestra de los Tupamaros


“Aparentemente un embajador británico no se hallaba más expuesto que ninguno de los
otros y bastante menos que algunos de ellos, uno de los cuales, de un país vecino (se refiere
al argentino), permaneció en efecto encerrado en su casa después de uno o dos incidentes
desagradables y dirigía su embajada desde su residencia fuertemente custodiada. Dada su
significación política y geográfica, representaba en Uruguay un objetivo primordial para un
ataque de la guerrilla urbana. La opinión local tradicional era que un embajador británico,
con efecto de todo el Uruguay detrás suyo, nunca sería tocado, ni mucho menos maltratado
por un insurrecto uruguayo. El papel de Inglaterra en la independencia del país
(sudamericano), que se había sublevado dos siglos atrás, permanece vivo en la mente de su
pueblo; pero no podía dejar de preguntarme si la filosofía y la ideología de los tupamaros
los autorizaba a compartir esta interpretación consagrada”, señaló en su libro el embajador
británico Sir Geoffrey Jackson. .7
Los tupamaros pasaron por varias etapas tras irrumpir en el escenario político nacional.
Entre 1962 y 1967 se desarrolló la fase formativa; entre 1968 y 1971 desplegaron las
operaciones militares y de propaganda que pusieron en jaque al país, al mismo tiempo,
depositaron a la organización en la cresta de la ola a nivel nacional e internacional, al crear
la guerrilla urbana. En 1972, el MLN-T, en medio de su peor crisis interna desde su
nacimiento, apuntó al hostigamiento y declaró directamente la guerra a las fuerzas
armadas. En menos de cinco meses, la alcaldada de los tupamaros provocó su derrota
militar a manos de las Fuerzas de Seguridad.
Empero, la antorcha política nunca se apagó. A partir de 1973 comienza la
reorganización. Se repliegan a Buenos Aires, mientras los principales cabecillas estaban y
estarían presos por más de una década. Los integrantes de la columna denominada “La
Guacha”, que operaba desde 1971 en Chile con el aval del presidente socialista Salvador
Allende, después del golpe militar del general Augusto Pinochet huyeron a la capital
argentina, mientras que otros fueron evacuados a Cuba. Durante la dictadura, los
tupamaros operaron básicamente en Europa.
En el año 1965, el Instituto Militar de Estudios Superiores (IMES), había elaborado un
trabajo académico, con el rótulo de “secreto”, que fue entregado a miembros del sistema
político. La documentación, a la cual tuvo acceso el autor, tiene 169 páginas y fue firmada
por el general del Ejército José Luis Ramagli. El escrito militar advirtió que estaba en
ciernes la aparición de lo que, con el paso del tiempo, sería el MLN-T.
Destacó que los políticos llamarían a las fuerzas armadas para combatirlos, que
operaría como una guerrilla urbana debido a que “la Sierra Maestra” (en alusión al sitio
donde Fidel Castro preparó la revolución cubana) en Uruguay es el “Gran Montevideo”. El
documento militar refirió que la guerrilla tendría “ramificaciones en el interior” del país y
citó dos sitios: las sierras de Minas (capital del departamento de Lavalleja, a 115 kilómetros
de Montevideo) y el departamento de Paysandú (390 kilómetros de la capital uruguaya).
Ambos lugares serían utilizados más tarde por los tupamaros. Pronosticó que el Partido
Comunista (PCU) cooperaría con el MLN-T con locales y enterraderos –ocurrió en el año
1967 cuando los comunistas los escondieron en diversas fincas de sus militantes en
Montevideo-; también emitió severos juicios a diferentes ámbitos de la sociedad, políticos,
docentes, sindicalistas y figuras eclesiásticas, considerando que en algunos casos
ambientaban el crecimiento del comunismo.

Imagen de la carátula del informe del Instituto Militar de Estudios Superiores. Los militares
advirtieron en 1965 que estaba en ciernes la aparición de la guerrilla.
Uruguay es un país que se caracteriza por no prevenir y pocas veces diseña una política de
Estado sobre asuntos claves de una nación. Esta es una prueba más. Políticos, civiles
vinculados a la dictadura y los propios militares aseguraron al autor que el documento que
tuvo el rótulo de “secreto” fue conocido en forma reservada en el ámbito parlamentario,
pero no se tomó en cuenta.
El general Víctor Licandro, los coroneles Pedro Aguerre y Pedro Montañez, instructores
en ese entonces en el IMES, se opusieron a la teoría de Ramagli. Los citados oficiales
razonaban que debía ser la Policía y no el Ejército quien debía combatir a los supuestos
tupamaros.
El 5 de febrero de 1971, estos tres oficiales superiores, leales el general Líber Seregni,
apoyaron la fundación del Frente Amplio y durante la dictadura estuvieron presos al igual
que su referente político.
Los Jefes del Ejército, contrarios al pensamiento de Licandro, Aguerre y Montañez, los
identificaban irónicamente en la corporación como “los muchachos de la FEUU -Federación
de Estudiantes Universitarios del Uruguay”- en alusión al poderoso gremio estudiantil que
respondía directamente al Partido Comunista en el Uruguay.
Si algo le faltaba a aquel documento, elaborado en 1965, fue que incluía una advertencia
lapidaria: los militares, en el futuro, podrían convertirse en conductores del gobierno
nacional. Trazó futuras líneas de acción de las fuerzas armadas, su intención de decidir en
el desarrollo nacional y reclamó la constitución de organismos asesores en materia de
seguridad y relaciones públicas. El 23 de febrero de 1973, tras el pacto de Boiso Lanza
entre los militares y el presidente Bordaberry, se creó un órgano asesor del Poder Ejecutivo
denominado Consejo de Seguridad Nacional del Uruguay (COSENA), en el cual los jefes
militares tuvieron preponderancia sobre los asuntos de Estado. Dicho Consejo fue dado de
baja recién cuando el Uruguay volvió a la democracia, el 1° de marzo de 1985.

Entre espías
El 8 de octubre de 1969 los tupamaros, en una operación militar sin precedentes en el
Uruguay, ocuparon la ciudad de Pando, ubicada en el departamento de Canelones, vecino a
Montevideo y a 32 kilómetros de la capital. Tomaron por asalto la comisaría, el cuartel de
bomberos, la central telefónica y tres bancos.
Murieron tres miembros del MLN-T, un civil y un policía, además de heridos de ambas
partes. Luego de estos hechos, la CIA y la KGB decidieron infiltrar a la organización. Más
tarde, tres días antes que el MLN-T ejecutara al policía estadounidense Dan A. Mitrione, el 7
de agosto de 1970, cayó la casi totalidad de la dirección tupamara en una finca del barrio
Malvín de Montevideo.
Tal vez los miembros de la organización nunca supieron que un agente del servicio
secreto alemán le dio la información a la Policía del encuentro de los cabecillas tupamaros,
que tenía como finalidad decidir el futuro de Mitrione.
La caída de la cúpula guerrillera, comandada por su fundador Raúl Sendic, provocó un
terremoto interno en el MLN-T siendo uno de los principales golpes del gobierno de
Pacheco Areco contra los guerrilleros.
Más tarde, la KGB audazmente operó para que se produjera el secuestro del embajador
británico, Geoffrey Jackson. A partir de este episodio, el gobierno de Estados Unidos, con el
buque insignia de la CIA y con el objetivo de detener la penetración del comunismo, dio luz
verde y preparó la alfombra para que las fuerzas armadas uruguayas fueran llamadas por
el gobierno de Pacheco Areco a combatir a la subversión. Veamos ahora cómo fueron los
operativos del MLN-T que provocaron la penetración de poderes internacionales en la
“guerra interna”.
Casi un año después que el presidente Pacheco Areco -el 13 de junio de 1968- aplicara
las Medidas Prontas de Seguridad, la revista estadounidense Time volvió a publicar una
nota sobre Uruguay, esta vez para exaltar las acciones de los tupamaros. El viernes 16 de
mayo de 1969, la publicación tituló: “Los Robin Hood de la guerrilla”, crónica cargada con
trazos poéticos y tintes de ironía, desacreditando directamente al gobierno uruguayo.
Time destacó: “Sus osadas y bien planeadas acciones, su habilidad en las relaciones
públicas, su sentido del humor y su estilo, les confieren la imagen de modernos Robin
Hood, robando al rico para dar lugar al pobre, exponiendo los errores, la corrupción y
riéndose del gobierno en las narices”.
El 10 de agosto de 1970, los tupamaros derrumbaron su credibilidad ante aquellos que
creían que la organización con sus acciones buscaba terminar con las diferencias sociales.
Cuando el policía estadounidense Dan Antonhy Mitrione sintió el frío cañón del arma
empuñada por el guerrillero de nacionalidad española Antonio Mas Mas que lo ejecutó, el
MLN-T no se percató que generaría un terremoto político, no sólo en Uruguay, sino en
varias naciones, entre ellas Estados Unidos. El calor popular que acompañaba a los
tupamaros se desvaneció abruptamente en horas. Inmediatamente un sector de la opinión
pública se sumó a la sólida publicidad oficial para desacreditar a la organización,
tildándolos de “simples asesinos”.
El MLN-T censuraba a los organismos de Inteligencia estadounidenses, aduciendo que
Mitrione había llegado al Uruguay a dictar cursos de tortura a oficiales de la Policía local.
Para los Tupamaros la consigna era: “Para parar la tortura, debemos matar al torturador”.
El 13 de abril de 1970, siguiendo esa consigna, los tupamaros asesinaron al entonces
jefe policial, Héctor Morán Charquero.
Sin embargo Manera Lluveras, uno de los fundadores de la organización guerrillera,
echó por tierra los ríos de tinta que se habían escrito sobre las supuestas clases de tortura
de Mitrione. Cuando fue detenido admitió cuál era la intención de la organización cuando se
abocaron a secuestrar funcionarios extranjeros. Arguyó que el fin era presionar al gobierno
de Pacheco Areco para obtener un canje por los presos: “El gobierno niega el canje y la
organización ejecuta a Mitrione, ya que sus actividades en el país eran consideradas como
una intervención extranjera”.
Paralelamente, la embajada del Uruguay en Estados Unidos transmitió a la Cancillería el
sentir de los congresistas estadounidenses. Por ejemplo, aquí un párrafo de los profusos
documentos diplomáticos a los cuales accedió el autor: “En su indiscriminado ataque a los
funcionarios encargados de guardar la ley, hace ya largo tiempo que los tupamaros han
traicionado la imagen ‘traviesa’ de Robin Hood que tanto se esforzaron de cultivar al
principio de sus secuestros, robo de bancos y hurto de armas. Con este asesinato han
revelado ser matones sádicos de corte fascista, de la misma envergadura de aquellos que
empujaron a Hitler en el poder. Ellos sabían ciertamente que bajo el derecho uruguayo, el
presidente Pacheco no tenía poder para trastocar la administración judicial, liberando 150
prisioneros, el rescate por el cual se liberaría al señor Mitrione”.
En la siguiente frase queda muy claro en la mente de los congresistas norteamericanos
la relación con la Guerra Fría: “El sentimiento se destaca sobre el espanto y horror causado
por el asesinato del señor Mitrione por los terroristas tupamaros en el Uruguay: la falta
total de sentido de este asesinato. Solamente mentes enfermas podrían ver en el asesinato
de este padre de nueve hijos, de Indiana, el debilitamiento del sistema capitalista o el
progreso de la revolución social”.
“La mayoría de esos prisioneros habían sido condenados por delitos cometidos aún
antes de la imposición de las Medidas Prontas de Seguridad y por lo tanto no le cabe bajo
ninguna definición racional, la denominación de presos políticos”, concluyó el informe.

Reloj de Mitrione que se utilizaba para grabar conversaciones personales delicadas o con los
informantes. Efectivos policiales uruguayos contaron con esa tecnología en los años 70.

Mitrione de gobierno a gobierno


Casi tres años después, el 14 de julio de 1973, el gobierno uruguayo entregó a su par de los
Estados Unidos un informe detallado sobre el secuestro y asesinato del policía Dan
Mitrione. A través del Memorando N° 149 el Servicio de Información de Defensa (SID)
preparó la documentación que elevó al Ministerio de Defensa Nacional para que siguiera
los canales correspondientes.
La celosa información oficial, de acuerdo a los testimonios de los asesinos, relata en
primera instancia los antecedentes. Señala que “el día 31 de julio de 1970, mediante un
choque intencional, cuatro integrantes del MLN-T detienen el vehículo en el que viajaba el
Encargado de la Oficina de Asistencia Técnica de la Embajada de los Estados Unidos, Dan
Anthony Mitrione y, tras dominar al conductor, secuestran a aquél”. Más adelante el
informe elabora un detallado cuestionario con 37 preguntas y sus respectivas respuestas.
He aquí un resumen de las mismas.
¿Cuándo se decidió el secuestro?
De acuerdo a las declaraciones de los sediciosos detenidos, la aplicación del “Plan Satán”,
que se concreta con la realización de secuestros, dio comienzo el 28 de julio de 1970. Una
serie de inconvenientes hizo que algunos objetivos seleccionados por el MLN-T no se
montaran a tiempo, porque debían hacerse coordinados entre sí. Es así que, a fin de no
despertar sospechas, se realiza el secuestro del señor Juez de Instrucción doctor Pereira
Manelli, ya que no era relacionado con los probables secuestros a señores diplomáticos.
¿Quiénes integraban el Comité Ejecutivo del MLN-T?
Menciona la lista de integrantes del Ejecutivo encabezada por el fundador de la
organización, Raúl Sendic.
¿Implica esta nueva modalidad cambios tácticos del MLN-T?
Con la concreción de los secuestros el MLN-T inicia un cambio en su forma de actuar ya
que, hasta ese momento, únicamente se había limitado a rematar sus acciones con actos de
propaganda, pero desde estos, pasa a exigir, a cambio de la liberación o de la vida de los
secuestrados, la libertad de integrantes del Movimiento ya procesados y que cumplen
condenas en los Establecimientos Penitenciarios; en síntesis este es un nuevo plan de
hostigamiento al gobierno de la época.
¿Por qué fue elegido Dan Mitrione?
El MLN-T hace público un comunicado, el 5 de agosto de 1970, en el que entre otras cosas
hace saber: “El señor Dan Mitrione es un espía norteamericano infiltrado por el Gobierno
en los Organismos de Seguridad del Estado uruguayo (…) esperamos hasta la hora 24 del
próximo viernes 7 para que las autoridades se pronuncien definitivamente sobre la libertad
de nuestros compañeros presos. En caso de no haber pronunciamiento positivo, damos por
concluido el caso y haremos justicia. Si el pronunciamiento es favorable esperamos hasta la
hora 24 del martes 11 para que se haga efectiva en las condiciones anunciadas en los
comunicados anteriores”. Cabe acotar que, al considerársele un elemento asesor de las
torturas a presos en la Jefatura de Policía de Montevideo, consideraban que cualquier
medida que se aplicara contra el mismo, no iba a causar en la opinión pública un efecto
negativo.
¿Dan Mitrione qué constituía?
Era el objetivo principal.
¿Qué funcionarios fueron secuestrados por el MLN-T?
Dan Mitrione -asesor de la AID de nuestra policía- norteamericano; Michael Gordon Jonez -
segundo secretario de la embajada de los EEUU-; Aloysio Díaz Gomide -brasileño, Cónsul
general de Brasil; doctor Claude Fly -norteamericano, asesor del Ministerio de Ganadería y
Agricultura; Nathan Rosenfeld -agregado cultural de la embajada de EEUU-. De este no se
puede precisar si era como objetivo del MLN-T, ya que acompañaba a Michael Gordon en el
momento del fallido secuestro del segundo secretario de la embajada de EEUU.
¿Qué objetivo buscaba el MLN-T con estos secuestros?
Debido a que eran objetivos estratégicos importantes, dado los puestos que ocupaban, de
acuerdo al numeral anterior, y a los países de los cuales eran representantes. El canje de
Mitrione y Gomide, por ejemplo, por la totalidad de los presos, permitía suponer, para el
MLN-T, que las presiones diplomáticas que podían ejercer Estados Unidos y Brasil serían
suficientemente fuertes para que nuestro gobierno adoptara una actitud favorable a la
organización subversiva.
¿Cuándo decidió el MLN-T asesinar a Mitrione?
Luego de la locución del presidente de la República Pacheco Areco, efectuada el 7 de agosto
de 1970, anunciado a la opinión pública su resolución de no aceptar el canje del Ejecutivo
del MLN-T, previsto por esa circunstancia. Al día siguiente, el MLN-T emite el comunicado
N° 9 cuyo texto es el siguiente: “El gobierno del señor Pacheco Areco, vencido el plazo
otorgado por nuestra organización, no dio respuesta a la propuesta de canje. En
consecuencia, en virtud de que no se concreta el canje, el MLN-T ha decidido ejecutar al
señor Mitrione. Le ejecución tendrá lugar a la hora 12 del día 9 del corriente”.
¿Quiénes decidieron asesinar a Mitrione?
El Ejecutivo, creado luego de la caída de (la casa de la calle) Almería N° 4630. Estaba
integrado por Lucas Mansilla, Samuel Blixen y Manuel Menéndez.
¿Por qué fue herido en el momento del secuestro Dan Mitrione?
Porque intentó resistirse al secuestro.
¿Adónde fue conducido?
Fue conducido posiblemente a un hospital de campaña a los efectos de curarle la herida
sufrida y luego transportado a la Avenida Centenario N° 4115 (Montevideo).
¿Dónde se presume que fue herido Dan Mitrione?
En la camioneta matrícula 455.198 de color celeste. Uno de los testigos sintió cuándo le
dispararon. Los hechos posteriores lo comprobaron.
¿Quiénes trasmitieron la orden de asesinato de Dan Mitrione?
Armando Blanco Kratas y Henry Engler Golovchenko.
¿Qué día fue asesinado Dan Mitrione?
El 10 de agosto de 1970. La orden la recibieron Antonio Mas Mas y Esteban Pereira Mena.
Estos se dirigieron al encuentro de Aurelio Fernández, que los esperó en un vehículo. Se
dirigieron a un lugar determinado donde les fue entregada la víctima atada y amordazada,
desde otro vehículo que llegó al sitio de trasbordo. De acuerdo a declaraciones de Mas Mas,
le efectuó disparos en el trayecto.
¿Cómo se encontraba físicamente Mitrione al ser asesinado?
Estaba herido, pero recuperado físicamente, según declaraciones de Mas Mas, “estaba
despierto, pero no habló nada”.
¿Qué lugar del coche ocupaba Mitrione al ser asesinado?
En el asiento trasero. Coche Buik modelo 1948, coupé, descapotable, color verde claro con
capota blanca, matrícula 241.697, conducido por Aurelio Fernández. El vehículo había sido
robado en la noche anterior a un ciudadano con tres personas jóvenes.
¿Qué otro vehículo apoyó al grupo que llevó a cabo el asesinato?
Se sabe que apoyaba la operación otro vehículo pero no se puede precisar su característica.
¿A qué hora fue asesinado?
En horas de la noche a las 21 y 30.
¿Cuántas personas y los nombres de los que componían el grupo asesino?
Tres personas. Antonio Mas Mas, Esteban Pereira Mena y Aurelio Fernández Peña.
¿Qué ropas vestía Mitrione al ser asesinado y donde se encontraba?
Vestía un pilot de plástico color gris, bajo el cual llevaba una camisilla y un pantalón. Se
encontraba en la parte trasera del vehículo y allí fue muerto. Estaba en posición tendido,
con piernas flexionadas en la parte trasera del vehículo.
¿Quién fue el autor del asesinato y cuántos impactos presentaba Mitrione?
Mas Mas. Presentaba cuatro balazos: uno en la cien, uno en la espalda, uno en el oído y uno
en el tórax.
¿Dónde se encuentran los asesinos de Mitrione?
Están detenidos en el Establecimiento de Reclusión N° 1 -conocido como Penal de Libertad-
(a 50 kilómetros al oeste de Montevideo, en la ciudad de Libertad, Departamento de San
José).
¿Qué armas fueron usadas por los asesinos?
Colt calibre 38 y subametralladora; fueron entregadas por Engler.
¿Cómo se retiraron y donde fueron los integrantes del grupo asesino?
Se retiraron haciendo uso de una motoneta y un vehículo de apoyo. Se reintegraron a sus
escondrijos, ya que eran requeridos, salvo Aurelio Fernández. Las armas fueron entregadas
al responsable que los depositó en un berretín correspondiente a la columna 15.
¿Dónde se encuentran las armas usadas en el asesinato?
Probablemente en poder de las Fuerzas Conjuntas (FFCC).
¿Quién encontró el cuerpo sin vida de Mitrione?
El cabo Armando López del patrullero 5 afectado al recorrido de dicha zona.

El pirata Drake
La decisión del MLN-T en el marco del “Plan Satán” era secuestrar a tres embajadores:
Argentina, Francia y Gran Bretaña. Finalmente, pudieron llevar adelante la operación
contra el embajador británico.
Geoffrey Jackson había nacido el 4 de marzo de 1915. Ingresó al servicio exterior en el
año 1937. En el año 1969 presentó sus cartas credenciales ante el gobierno de Jorge
Pacheco Areco para dirigir la Embajada de Gran Bretaña en Uruguay, cuando los tupamaros
estaban en la cresta de la ola.
Seguro de que Jackson nunca pensó que una fotografía publicada en un diario de
Montevideo, 55 años después de su primer retrato cuando era niño, sentado sobre una
alfombra, se convertiría, como el diplomático lo calificó al comienzo de su libro
Secuestrado por el Pueblo, en una “epopeya, desgracia o melodrama”. En octubre de 1970,
la columna militar del MLN-T recibió la orden de la dirección de la organización de estudiar
el objetivo y tener pronto el secuestro de Jackson. Los responsables recibieron información
mínima. Una foto recortada de un diario de Montevideo del diplomático y la dirección de la
embajada de Gran Bretaña, ubicada en el Parque Batlle (también conocido como Parque de
los Aliados), en la calle Canning, próximo al estadio Centenario, escenario donde se jugó la
primera final de un Mundial de Fútbol entre Uruguay y Argentina. Uruguay ganó por 4-2 y
se convirtió en el primer Campeón Mundial de la FIFA.
Los tupamaros, tras un trabajo de inteligencia de casi tres meses, advirtieron que
Jackson se sentía vigilado. El propio embajador lo dejó estampado en su libro, ya
mencionado. “La sensación de ser espiado se hizo más intensa y se convirtió finalmente en
una evidencia regularmente identificable. A veces tenía la sensación de que mis vigilantes,
perseguidores o escudriñadores, habían perdido todo sentido de clandestinidad, incluso de
discreción. Para mí y para aquellos miembros de mi personal que se veían envueltos en la
situación, reconocer la misma moto, con el mismo número de matrícula y a veces un
cambio de tripulación que merodeaba por los alrededores de la residencia y volvía a
aparecer más tarde, mientras mi coche oficial aparcaba juntos a las oficinas de la Embajada,
se convirtió en algo totalmente normal”.
Los encargados del secuestro realizaron largas vigilancias durante unos veinte días,
iban diariamente y se apostaban frente a la sede de la Embajada. Jackson no se equivocó.
Los tupamaros coleccionaron una serie de informaciones. Por ejemplo: el diplomático salía
a la hora 09:15 de la legación con rumbo desconocido, en un auto negro grande (marca
Daimler, un vehículo de lujo en Inglaterra), acompañado por una camioneta con dos
hombres. Además, retornaba por el Bulevar Artigas alrededor de la hora 14:00, siendo esta
hora más variada que la de la mañana. Los tupamaros demoraron un mes en saber la ruta y
su destino. La Cancillería, en aquella época, tenía la sede en la Ciudad Vieja, en la calle
Cerrito casi Zabala, en el casco antiguo de Montevideo.
El objetivo de trazar la ruta se logró después de seguirlo reiteradamente.
Los guerrilleros se percataron que contadas veces la comitiva del embajador hacía una
variación del recorrido. A medida que pasaban los días continuaba el trabajo de inteligencia
que dio como resultado que Jackson tenía la misma forma de subir al auto, se sentaba del
lado derecho y se prendía con su mano derecha de la manija de cuero o similar. La posición
se conservaba todo el viaje, la cabeza erguida sin mirar para el costado. Al llegar a la
Cancillería, primero bajaba el chofer, que abría la puerta del lado derecho. Enseguida el
embajador, acompañado por sus custodios, ingresaba al edificio del Ministerio de
Relaciones Exteriores.
Algo clave, midieron el tiempo desde la salida de la Embajada hasta la Ciudad Vieja.
Entre 10 y 15 minutos. El cabecilla Henry Engler (alias Octavio) era el supervisor de la
operación, por ser el responsable de la columna militar identificada con el número 15. Los
tupamaros encararon el secuestro como si estuvieran en un quirófano, a punto de realizar
una delicada intervención quirúrgica. No dejaron ningún detalle al azar. Jackson lo admite
en su libro. Las reuniones guerrilleras, a los que se sumaba Pereira Mena, responsable de
varios delitos de sangre, se realizaban en la calle Caramurú, casi Grito de Gloria. Los dueños
de casa eran María y José, que luego participarán en el secuestro como apoyo.
Tras el trabajo de inteligencia se empezaron a tirar planos generales para cada punto
donde podía llevarse adelante el secuestro. Más tarde se anotaron en una pizarra “los pro y
los contra”, para luego ir descartando. Se desechó la sede de la Embajada. Era el sitio donde
el embajador y su custodia estaban más atentos. Los jefes tupamaros estimaron que era
muy difícil la aproximación a la víctima, poco movimiento de gente, además de un guardia
con fusil. Y un aspecto muy importante, había una guardia permanente enfrente, en la
Embajada de los Estados Unidos. Además constataron que, a unos 300 metros, en el estadio
Centenario, en la unidad policial había siempre un furgón policial, conocido popularmente
en Uruguay como “chanchita”, que se utilizaba para transportar detenidos.
También desestimaron el secuestro frente al Museo de Bellas Artes, actualmente Museo
Nacional de Artes Visuales, entonces ubicado en la esquina de las calles Alzáibar y
Reconquista, la Plaza Zabala y la Cancillería, en la Ciudad Vieja. Finalmente, los cabecillas
tupamaros concluyeron que el secuestro de Jackson debía ser en Alzáibar y Buenos Aires,
en la Ciudad Vieja, aunque sería en la “garganta del enemigo”, según ironizaban los
secuestradores. Los tupamaros encontraron las siguientes ventajas: movimiento de gente
dando posibilidad de espera, gente concentrada, salida directa a la costanera, el vehículo
del diplomático que debía aminorar obligatoriamente y la entrada con una sola fila de
autos.
Toma actual de donde estuvo en cautiverio durante 14 meses el presidente de la Empresa Estatal
de Energía, Ulises Pereira Reverbel. Allí también estuvieron recluidos diplomáticos, entre otros el
embajador británico Geoffrey Jackson.
El Ministro Carlos Frick Davies preso en la “Cárcel del pueblo”, acusado por el MLN-T de ser uno
de los principales especuladores financieros.
La parodia para el secuestro incluyó una camioneta con un chofer y otro conductor vestido
de mecánico con una gorra hasta los ojos, que charlaban mirando hasta que apareciera el
auto del embajador. Un tupamaro de apoyo, disfrazado de pastelero, con una canasta con
un paño blanco, que debía cuidar si venían las fuerzas de seguridad del Puerto de
Montevideo. Debajo del paño tenía una metralleta MP 40. El pastelero debía avisarle a otro
miembro de la organización que disimulaba, manejando papeles y recibos. Mientras
escribía, dirigía su mirada a la costanera, sentado en otro vehículo.
En la esquina opuesta, otro miembro del MLN-T, recostado en la pared, leyendo el
diario, haciendo que aguardaba impaciente a su novia, y otros dos que charlaban frente a
una verdulería. Uno de ellos tenía un bolso del cual asomaba un atado de acelgas, unos
puerros y una lechuga. Debajo había una metralleta casera, de fabricación argentina, fuera
de lo común. Tenía el cargador para el costado, es decir, paralelo al piso, lo que dificultaba
el camuflaje. Los dos debían responder preguntas a señoras distraídas que venían al
mercadito, con sus bolsos, y los confundían con los empleados. Los cajones estaban
recostados en la pared. En la vereda de enfrente otros dos tupamaros simulaban charlar de
negocios. Uno mostraba medias de mujer y chucherías, pero debajo de las prendas tenía
una metralleta PAM.
El 15 de diciembre de 1970 se dio la orden de realizar el secuestro. Los tupamaros
recibieron información que Jackson abandonaría el país para pasar las fiestas en su país. A
los secuestradores se les comunicaron dos razones políticas para llevar adelante la
operación: el cierre del mercado inglés para las carnes uruguayas (el MLN-T cuestionaba
las razones esgrimidas públicamente), y presionar al gobierno de Pacheco Areco, debido a
que miembros de su administración tenían supuestos intereses personales.
Antes del 6 de enero se montó el operativo en dos oportunidades, pero Jackson y su
comitiva no aparecieron. El embajador había decidido permanecer en Uruguay. En ambos
casos habían robado autos de calidad que llamaron la atención de la Policía. Las fuerzas de
seguridad se pusieron en alerta, sospechaban que estaban en ciernes otra acción de
envergadura de los guerrilleros. La parodia de los nueve integrantes del secuestro tenía
otra dificultad. En uno de los dos intentos fallidos, uno de los secuestradores fue con un
carrito de feria y en el fondo llevaba una metralleta. Uno de los empleados del mercado se
puso a conversar y le tocó la lechuga al tiempo que decía “qué linda”. Estuvo a un
centímetro de rozar el arma. Al tupamaro le temblaron las rodillas, pero intentó sonreír
para expresar su satisfacción por el comentario.
¿Qué pasaría con el chofer y los custodios del embajador?. Los guerrilleros discutieron
qué hacer con ellos. Los jefes de la operación insistieron en que fueran ejecutados. La
negativa de los que participarían directamente terminó con una resolución salomónica:
decidieron golpearlos en la cabeza. Irónicamente observaron que había que cuidar la vida
del embajador, los “indios” le querían dar una lección a los “civilizados ingleses”, decían los
tupamaros, mientras preparaban el secuestro.
Habían hecho varios simulacros, especialmente en cómo abordar a los acompañantes de
Jackson. La operación fue planeada minuto a minuto, hasta la velocidad que había que
darles a los vehículos. Solo hubo un inconveniente: cuando el auto de Jackson fue chocado,
el guardabarros tuvo un desperfecto y fue rozando la goma hasta el primer trasbordo. Una
de las primeras frases en castellano de Jackson tras ser secuestrado y cuando huían
raudamente por la costanera fue: “¿Por qué hacen esto muchachos…no ven que Pacheco no
va a negociar?”. En la calle Cebollatí, a unas 20 cuadras del secuestro, donde se puede
divisar claramente el Río de la Plata, se hizo el primer trasbordo. En avenida Agraciada,
artería de tránsito que conduce desde centro de Montevideo al Palacio Legislativo, subió al
auto un médico, con una contraseña, y le dio una inyección al diplomático para dormirlo.
Luego descendió del vehículo.
En el secuestro, los tupamaros utilizaron una bolsa de lona grande, con alambre de
cobre y unas esposas caseras que había fabricado el grupo de los servicios de la
organización. Además, en una camioneta, había granadas que habían hurtado a la Marina y
que se llevaban a todas las operaciones.
Jackson permaneció en cautiverio. Con el paso de los días el embajador empezó a tener
una barba poblada. Uno de los carceleros lo bautizó como el “Pirata Drake”, porque se
parecía a Francis Drake, corsario, explorador y vicealmirante inglés.

Pacheco no negocia
“Mire… el presidente Pacheco no negocia. He decidido que usted, en atención a que ocupa
las cátedras de Derecho Diplomático y Derecho Internacional Privado de la Facultad, asuma
la responsabilidad de redactar la contestación a la nota recibida del Cuerpo Diplomático”, le
dijo en su despacho Antonio Mora Otero al doctor Edison González Lapeyre. Mora Otero era
el canciller de la República, cargo que ocupó entre el 1° de abril de 1971 y el 31 de octubre
de 1972. González Lapeyre era catedrático en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de
la estatal Universidad de la República. Asimismo, tuvo una participación directa en las
negociaciones del Tratado de Límites del Río de la Plata con Argentina, en la época de
Perón, entre otros asuntos de Estado.

El presidente Constitucional Jorge Pacheco Areco con el fondo del monumento del Prócer de la
Patria, general José Artigas.
El pedido del ministro Mora Otero se hizo en uno de los momentos más convulsionados de
la historia del Uruguay. Los tupamaros mantenían secuestrados al embajador de Gran
Bretaña, Jackson, y al cónsul de Brasil, Días Gomide. El cuerpo diplomático acreditado ante
el gobierno uruguayo había presentado una nota a la Cancillería solicitando que el gobierno
accediera a las exigencias de los secuestradores a fin de obtener la liberación de los citados
diplomáticos. Se temía que los tupamaros tomaran la misma represalia que con Mitrione y
ejecutaran a Jackson y Días Gomide.
La nota era muy pesada. Venía acompañada por un dictamen de uno de los más grandes
internacionalistas del Siglo XX, el profesor Phillippe Cahier, director del Instituto de Altos
Estudios Internacionales de Ginebra y máxima autoridad en el campo de Derecho
Diplomático. En su dictamen, el profesor Cahier, según relata a González Lapeyre, en su
libro El Terrorismo en el siglo XXI, establecía que el gobierno uruguayo “estaba obligado
a hacer todo lo necesario para liberar a los funcionarios diplomáticos secuestrados,
conforme a la Convención de Viena de 1961 en materia de Relaciones e Inmunidades
Diplomáticas, que había sido ratificada un tiempo antes por el país, lo que incluía acceder a
las exigencias de los secuestradores para obtener ese resultado.
En efecto, la Convención de Viena de 1961 consagra “la inviolabilidad del agente
diplomático que implica, por un lado, la inmunidad de coerción, es decir que el mismo no
puede ser arrestado ni sometido a ningún tipo de coerción ni privación de libertad y, por el
otro, la obligación del Estado receptor, de brindarle una protección especial a esos efectos”.
Luego de leer la nota y el dictamen del profesor Cahier, González Lapeyre comentó: “Me
sentí abrumado por la responsabilidad, en particular, por la admiración que sentía y siento
por la obra de ese distinguido internacionalista cuyo Tratado de Derecho Diplomático
Contemporáneo constituía, para mí, un libro de consulta diario (…). Me aboqué con
entusiasmo a la tarea y redacté un proyecto de nota de respuesta que fue aprobado por ese
excepcional canciller que fue, sin duda alguna, el doctor Mora Otero”.
La respuesta del gobierno de Pacheco Areco al cuerpo diplomático establecía:
a. En la República Oriental del Uruguay, el Poder Ejecutivo no tenía la potestad de
indultar o amnistiar a procesados por la justicia ordinaria.
b. Si el presidente de la República procedía conforme a lo solicitado por el cuerpo
diplomático y accedía a la exigencia de los secuestradores, se quebraba la base
misma del sistema constitucional que nos regía. Se violaba no solo la Constitución
de la República, sino el principio de separación de Poderes del Estado, que
constituye la base misma de la infraestructura jurídica del país
c. El derecho internacional tiene una barrera infranqueable en cuanto a las
obligaciones que impone y es la preservación del Estado de Derecho, y el sistema
democrático que el mismo ampara.
d. Posteriormente, el cuerpo diplomático insistió y el profesor Cahier envió
directamente a González Lapeyre un nuevo dictamen, ampliando los
argumentos. González Lapeyre expuso un punto práctico que podía suceder. El
ejemplo puso a Cahier en aprietos.“¿Qué habría pasado en Francia si el grupo
separatista corso hubiera secuestrado al embajador británico acreditado ante
ese país y para su liberación hubiera exigido la renuncia del (entonces)
presidente (Georges) Pompidou?”, preguntó González Lapeyre.

Finalmente, los dos diplomáticos secuestrados fueron liberados por el MLN-T. El cónsul
brasileño en el mes de agosto y Jackson el 8 de septiembre de 1971, al día siguiente de la
fuga de 106 tupamaros y cinco presos comunes del Penal de Punta de las Carretas.
El 27 de mayo de 1972, las Fuerzas Conjuntas (militares y policiales) descubrieron la
llamada “Cárcel del Pueblo”, donde Tupamaros mantuvo en cautiverio, en condiciones
infrahumanas, a miembros del gobierno y diplomáticos, en algunos casos más de un año.
Para el MLN-T el escondite era inexpugnable. Cuando cayó el sitio secreto que mantenía la
organización, los tupamaros perdieron su mística. La moral de los tupamaros quedó por el
piso. Ese hecho fue el detonante de la derrota militar definitiva del MLN-T.
Al mediodía de ese 27 de junio, el presidente Bordaberrry convocó a la sede del Poder
Ejecutivo a la cúpula de generales. Los felicitó y hubo un brindis con champagne.
Paralelamente, el mandatario sugirió a los militares que entregaran el local para que se
hicieran edificios. Su preocupación era que en el futuro la “Cárcel del Pueblo” se convirtiera
en un lugar de peregrinaje de los adherentes al MLN-T.
7 Embajador de su Majestad Británica, Sir Geoffrey Jackson en su libro “Secuestrado por el Pueblo”- Página 33 –
Editorial Pomaire.
CAPÍTULO III

Todos sabían que pasaría…


Remigio Castro: “Comandante, el Movimiento Universitario de Izquierda de esta
Universidad, que ha sido un puntal en la lucha revolucionaria del movimiento estudiantil,
quiere consultarle su parecer, un breve análisis general acerca de la situación de la lucha
por la liberación en América Latina, y en qué medida la tesis del Comandante Che Guevara
de la vietnamización de América Latina, el crear uno, dos, tres, muchos Vietnam, sigue
vigente aún”.
Fidel Castro: “En realidad, los factores subjetivos han estado subdesarrollados con
relación a los factores objetivos. Pero es de tal manera crítica la situación económica y
social de América Latina, son tan graves las contradicciones de nuestros pueblos con el
imperialismo, que las posibilidades y las variantes en que se están expresando esas
contradicciones son tantas, que podemos decir que hoy día tenemos una situación
diferente a la que teníamos en el año 1959, 1960 y 1961, cuando se hicieron los primeros
pronunciamientos sobre la lucha revolucionaria armada. Las condiciones de orden objetivo
no han cambiado, sino que se han agravado.
En el orden subjetivo nuevas fuerzas y nuevos factores entran en escena. Y nosotros
poníamos un ejemplo en el caso del movimiento cristiano. Pero nosotros podemos poner
otro ejemplo: el caso del gobierno militar peruano. No pretendemos que todos comprendan
y entiendan este problema, pero nosotros lo consideramos, desde nuestro punto de vista
político, una manifestación de esas contradicciones objetivas que existen entre nuestros
pueblos y el imperialismo, y que han determinado acontecimientos como los que están
ocurriendo en el Perú (refiere al Golpe de Estado en Perú por el general Juan Francisco
Velasco Alvarado, el 3 de octubre de 1968).
Es decir que el imperialismo está en crisis, sufre un deterioro cada vez mayor y las
variables de lucha pues, aumentan. No ha cambiado absolutamente nada en sentido
negativo, en cuanto a las posibilidades revolucionarias de este continente, sino que se han
producido fenómenos de carácter positivo. Nosotros estamos de visita en este país, y
considerando y respetando las características especiales de este país y la política exterior
de este país, hemos evitado por todos los medios hacer manifestaciones en concreto en lo
que se refiere a la lucha armada revolucionaria. Ese tipo de manifestación, en cualquier
circunstancia, con relación al movimiento revolucionario, la haremos en nuestro país. Y eso
se comprende perfectamente bien.
Pero sí digo que no ha habido ningún cambio en sentido negativo y que sí han tenido
lugar en el ámbito de América Latina cambios en sentido positivo. Ahora mismo está
presente el Frente Amplio en el Uruguay, que tiene las elecciones el 28 de noviembre de
este mes. Frente Amplio que está librando una batalla electoral y en el que está
participando toda la izquierda: todas las fuerzas de izquierda están participando en ese
Frente Amplio. Son situaciones, posibilidades, que van surgiendo.
En ocasiones han tratado de presentar a Cuba, o a la Revolución Cubana, o a las tesis que
se han expuesto por la Revolución Cubana en un momento determinado, en contradicción
con los fenómenos que han estado ocurriendo en algunos países como Chile, como
Uruguay. Y nosotros recomendamos, a fin de que se vean cuáles eran las posiciones desde
siempre, que se lean la Primera y Segunda declaraciones de La Habana. Ahí están las
posiciones de la Revolución”. 8

Con las valijas listas para llegar a Uruguay


El 10 de noviembre de 1971, cuando el primer reactor de pasajeros de largo alcance
producido por la desaparecida URSS (el ILYUSHIN II-62) carreteaba por el aeropuerto de
Pudahuel de Santiago de Chile, muy pocos uruguayos conocían las intenciones del principal
tripulante de ese vuelo: Fidel Castro. El presidente cubano, además de efectuar una visita
pendiente a esa nación prometida a su colega Salvador Allende, tenía otros planes: volar a
Uruguay para celebrar una eventual victoria del Frente Amplio, en su primera incursión
electoral. Las elecciones generales se celebrarían el 28 de noviembre. Castro inicialmente
iba a permanecer en Chile hasta el 4 de diciembre de 1971. La delegación cubana estaba
compuesta por 45 pasajeros; entre ellos había un grupo de “choque” de efectivos de
Inteligencia, camuflados como periodistas.
Durante su estancia, Castro recorrió ciudades chilenas en todos los puntos cardinales,
participó en concentraciones, visitó minas de cobre, centros universitarios y se despidió
públicamente en un acto conjunto con Allende en el Estadio Nacional de Santiago. La
agenda pública todos la conocían. Sin embargo, hubo algo que nadie sospechaba y nadie
supo. Fidel Castro citó a uno de los jefes tupamaros de Uruguay, a la sede de la embajada
cubana en Santiago. ¿Cuáles fueron los asuntos abordados?
El enfrentamiento de la “guerra interna” uruguaya, entre los dos grupos de la sociedad
que se observaron a través de la mira de un arma, durante por lo menos un lustro, no fue
un conflicto convencional. Por las características del combate, las partes en pugna optaron
por la imaginación, la improvisación y la evolución diaria de las acciones que terminó con
más de 200 “orientales” muertos.
Antes de ser convocadas a combatir a la subversión, el 9 de setiembre de 1971, las
fuerzas armadas sólo habían participado junto a la Policía en operativos para localizar al
embajador Jackson, secuestrado por el MLN-T, o en el control o bloqueo de carreteras para
localizar las armas hurtadas por los tupamaros en el cuartel de instrucción de la Marina, el
29 de mayo de 1970.
En noviembre de 1971, cuando los tupamaros estaban en la cresta de la ola, Adolfo
Wasen Alaniz, uno de los jefes de la organización, convertido después en “rehén” de la
dictadura, mantuvo un encuentro con el premier cubano Fidel Castro. En declaraciones a la
Justicia Militar, Wassen Alaniz declaró: “Tuve una entrevista con Fidel Castro, que me
invitó, y a la cual concurrí. Yo solo del MLN-T y se realizó en la embajada de Cuba en
Santiago. Los tres temas fundamentales sobre los que versó la entrevista con Fidel fueron:
el Frente Amplio y las elecciones, la estabilidad institucional en el Uruguay y la hipótesis de
que la derecha ganara las elecciones. Yo lo puse en conocimiento de que era muy difícil que
el Frente Amplio ganara las elecciones en Uruguay. Entonces él se interesó por saber cuál
sería nuestra política para el caso que la derecha ganara la elección, cuidándose muy bien
de no decirnos lo que teníamos que hacer, pero sí dándonos su punto de vista acerca de lo
que estimaba podría ser peligroso hacer”, contó el guerrillero uruguayo.
Según Wassen Alanis, Fidel Castro hizo una advertencia que no fue menor: “Nos dijo
que él creía que no era conveniente atacar al Ejército, ya que este tenía características muy
particulares, con una gran tradición civilista, con una tradición de lucha con los países
vecinos y con embriones nacionalistas en su seno, haciendo comparaciones con sus
similares de Perú, Ecuador y Panamá”.
Por decisión del fundador de la organización, Raúl Sendic, los tupamaros desoyeron los
consejos de Fidel Castro y declararon la guerra a las fuerzas armadas al año siguiente, en
1972. En solo cinco meses el MLN-T fue derrotado militarmente. En el resumen de las
declaraciones, Wassen reveló, en mayo de 1972, que “se hicieron algunas reuniones para
organizar algo. El “Bebe” (apodo con el que se conocía a Sendic) llega en esos momentos y
se nos planteó que estudiáramos una respuesta al Ejército con las acciones del 18 de mayo.
Se estudiaron tres acciones, una al general (José) Verocay, otra era la guardia que había en
la casa de los Batlle y la tercera era la guardia del general (Florencio) Gravina, compuesta
por cuatro soldados rasos”. Agregó que la acción contra los cuatro soldados –que fueron
asesinados- fue realizada por el grupo especial del “Negro Alejandro” (alias de Esteban
Pereira Mena), que también ocupó la parte delantera del vehículo cuando fue ejecutado el
policía estadounidense Dan Mitrione.
Wassen dio más detalles de la reunión con Fidel Castro. “Me dijo, refiriéndose a las
relaciones” del Partido Comunista del Uruguay “con el MLN-T, que no había que acercarse a
él, pero sí que había que tratar de no alejarse del mismo pues, si no, al final, íbamos a
terminar peleando entre nosotros y el Partido”. Wasen Alanis murió el 17 de noviembre de
1984, en el Hospital Central de las fuerzas armadas, debido a una enfermedad terminal.
Habían pasado casi cinco meses de una huelga de hambre que inició el 30 de junio de 1984
y que mantuvo durante más de un mes. El dirigente “tupamaro” reclamaba la libertad para
todos sus compañeros presos y el retorno de todos los exiliados.
El 14 de abril de 1972 se convirtió en uno de los días más sangrientos de la historia del
Uruguay. Los tupamaros asesinaron al capitán de la Marina Ernesto Motto, al miembro del
Consejo Interventor de la Enseñanza Secundaria profesor Armando Acosta y Lara, al
Subcomisario de la policía Oscar Delega, y al agente Carlos Leites.
Además, fracasó un atentado contra el empresario de la comunicación, Miguel Sofía.
Según el MLN-T todos los nombrados, con excepción de Leites, eran integrantes del
llamado “Escuadrón de la Muerte” o “Comando Caza Tupamaros”. Eran supuestos grupos
formados por civiles y militares a los que se les atribuyeron algunos asesinatos de
activistas, como el caso de Abel Ayala, Héctor Castagnetto, Manuel Ramos Filippini e Ibero
Gutiérrez.
Ese 14 de abril de 1972, las fuerzas armadas reaccionaron rápidamente. En el caso de
Sofía murieron en combate los guerrilleros Nicolás Gropp y Norma Carmen Pagliono. Más
tarde, el Ejército atacó dos locales de la organización que venían siendo vigilados desde
varias semanas atrás. Uno en la calle Pérez Gomar 4392, donde fueron abatidos los
tupamaros Alberto Candán Grajales, Armando Hugo Blanco Katras, Gabriel Schroeder y
Carlos Rovira. Y el otro era la “figurita sellada” para las fuerzas militares: la casa de la calle
Amazonas 1440 donde los tupamaros tenían carpetas con información calificada. Allí
murieron Luis Nelson Martinena e Ivette Giménez Morales. En el mismo lugar, tras ser
herido, fue detenido Eleuterio Fernández Huidobro, otro de los fundadores del MLN-T
quien años después, durante los gobiernos democráticos, llegó a ser Senador de la
República y ministro de Defensa Nacional.

Raúl Sendic, fundador de los Tupamaros, tras ser detenido por las fuerzas conjuntas.

Cuando las cosas no se entienden, busca el dinero


Ulyses Pereira Reverbel (1917-2001) fue secuestrado en dos oportunidades por los
tupamaros. La primera, el 7 de agosto 1968, estuvo recluido por pocos días. En la segunda
oportunidad permaneció en cautiverio en condiciones infrahumanas, desde el 30 de marzo
1971 hasta el 27 de mayo de 1972, cuando cayó la “Cárcel del Pueblo”, tras un operativo
militar. Pereira Reverbel fue diputado del Partido Colorado entre 1955 y 1959. De 1967 a
1972 presidió la UTE, empresa estatal que entonces brindaba servicios de energía y
telefonía en el país. El alto funcionario utilizó “mano dura” cuando el sindicato realizó
huelgas y no dudó en convocar a las fuerzas de seguridad para reprimir a los trabajadores.
Pereira Reverbel era considerado la “mano derecha” del presidente Pacheco Areco.
Ulyses Pereira Reverbel, presidente de la Empresa Estatal de Energía, secuestrado dos veces por
los Tupamaros y preso en la Cárcel del Pueblo”.
Pacheco fue la principal espada política que combatió a los tupamaros, aunque algunos de
sus ministros, como Carlos Fleitas, de Educación y Cultura, negociaron con los cabecillas de
la organización durante los momentos más dramáticos de los secuestros a diplomáticos
extranjeros, en agosto del año 1970. Fleitas tenía amistad con Raúl Sendic, el jefe
guerrillero y fundador del MLN-T. El secuestro al presidente de UTE fue un golpe directo a
Pacheco Areco. Pereira Reverbel, un hombre con carácter fuerte, polemizó reiteradamente
con el o los tupamaros que lo interrogaron cuando permaneció secuestrado en la “Cárcel
del Pueblo”. Desnudó secretos de Estado con el fin de defender a su amigo Pacheco Areco.
“Los utiliza para engordar” políticamente y “es mucho más vivo” que ustedes, respondió el
fallecido ex presidente de UTE.
Pereira Reverbel contó a los tupamaros que Pacheco Areco aplicó las Medidas Prontas
de Seguridad durante su administración (1967-1972) por presiones del gobierno de los
Estados Unidos y del conocido banquero Nelson Rockefeller, quien le pidió que “sujetara a
los izquierdistas”. Estados Unidos advirtió a Pacheco que si no ponía “orden” Uruguay no
recibiría créditos, no podría importar y la deuda externa no sería refinanciada.
El ex presidente de UTE y su interrogador chocaron varias veces e intentaron dar por
ciertos sus puntos de vista. El entonces jerarca estatal no se amilanó, pese a las condiciones
en las que estaba en cautiverio: una celda de dos metros por dos, de tejido de alambre. El
propio Pereira Reverbel defendió al ex mandatario aduciendo que no era “un vendido”
porque bloqueó la reapertura del Banco Transatlántico y el intento de Estados Unidos de
que Uruguay no ampliara su territorio marítimo. En ambos casos existieron presiones
norteamericanas que fueron rechazadas por el ex presidente.
¿Por qué los guerrilleros interrogaban a los secuestrados como si tuvieran una justicia
paralela? Hacían directamente de jueces y fiscales. El MLN-T decidió aplicar, en el marco de
su política guerrillera, lo que denominó “Justicia Revolucionaria”.
El jefe tupamaro Jorge Manera Lluveras, de acuerdo a las actas de la Justicia Militar a la
cual tuvo acceso el autor, detalló su significado tras ser detenido en 1972. “Hubo una etapa
previa en que se hacía la denuncia pública de los delitos contra el pueblo,
desenmascarando a los autores. En tal sentido, se procesan acciones tales como el primer
secuestro de Pereira Reverbel, (los asaltos a) la financiera Monty y el Banco Francés e
Italiano, centros de especulación a gran nivel. Se da amplia publicidad a las pruebas que se
conseguían sobre esos delitos, pero ninguno se aclaró, ni tampoco se hizo el menor
esfuerzo para atacar tan graves problemas. Luego se tomó una línea más directa de justicia
revolucionaria, cuya expresión más neta fueron los secuestros, entre ellos de (Gaetano)
Pellegrini Giampietro, que se valía el derecho de ser propietario (del diario matutino La
Mañana), para lanzar por él una prédica calumniosa contra determinados sectores sociales.
Por tal causa fue objeto de un secuestro, por espacio de cierto tiempo, exigiéndose para su
liberación una donación con fines benéficos (los tupamaros la catalogaban donación, pero
era un pago por el secuestro)”, señaló.
“Dentro de la misma línea caben los secuestros de Pereira Reverbel, la segunda vez, y de
Frick Davies (abogado, político, escritor). Este último era una de las cabezas máximas de
todos los problemas de divisas y otras de orden especulativo que eran denunciados. Dentro
de la línea de “justicia revolucionaria” estaban también los allanamientos que se hacían a
residencias de oligarcas. Esto era una respuesta a los allanamientos indiscriminados que se
hacían al pueblo en esa época por parte de la Policía y con otras formas de violencia.
Conviene aclarar que, con esas líneas, la acción del MLN-T no pretendía querer (para sí) la
tarea de administración de justicia en el país. Se trataba de señalar, en realidad, un camino
al pueblo y, a la vez, de denunciar en forma estridente la existencia de situaciones injustas.
Otro tipo de operaciones comprendidas en esas líneas eran comandos con expropiación
(robo) de combustibles, ropas u otros artículos y su reparto en las barriadas más
miserables”, agregó.

Interrogatorio con historia


En el Tomo I de la publicación Los Desafíos de la izquierda legal, Fernández Huidobro
sostuvo: “El día que nosotros secuestramos a Pereira Reverbel –el primer secuestro político en
el Uruguay y creo que uno de los primeros en América Latina también– lo metemos en la
“Cárcel del Pueblo”. Esta acción se festejaba en los ‘boliches’ porque era el tipo más odiado de
Montevideo. Ese tipo, como presidente de UTE, había sacado fuera de la Planta Eléctrica a los
trabajadores y los había puesto a todos de rodillas en el muelle y los había hecho besar el
suelo y cosas por el estilo”.

Esta es la versión inédita del interrogatorio al que fue sometido Pereyra Reverbel
durante su cautiverio, y a la cual tuvo acceso el autor.

(Tupamaro): Por lo que usted recuerda hubo una comida con Peirano, Pacheco y
funcionarios norteamericanos. ¿El embajador?.
(Pereira Reverbel): “No recuerdo, pero era alguien muy arriba”.

(T): En esa comida se presionó a Pacheco para que abriera la posibilidad de concesiones…
PR: Bueno, presionar no…

(T): Es un problema de palabras, lo que usted quiera… pero los yanquis se interesaron en el
asunto… querían el petróleo (uruguayo), presionaron aunque a usted no le guste.
PR: No se puede llamar presión. Además, la licitación no fue adjudicada.

(T): Pero, el decreto está ahí, no ha sido derogado, es obra de Pacheco, el capital extranjero
puede apropiarse del petróleo uruguayo.
PR: Es discutible.

(T): Vamos a los hechos probados… Compañías yanquis se presentan pretendiendo el


petróleo uruguayo, prospección, la posible explotación… Una comisión especializada
demuestra que no puede hacerse tal concesión sin violar nuestras leyes… En algún
momento hay una comida a la que asisten Pacheco, Peirano, el embajador estadounidense o
altos funcionaros y allí presionan para que se hagan concesiones, para que se abra
posibilidad legal de entregar el petróleo uruguayo al trust… usted dice que el gobierno no
podía estar mal con los norteamericanos, que los necesitaba. Lo cierto es que accedió. Ahí
está el decreto, nadie puede negar eso… ¿Es cierto lo que decimos? ¿Son exactos o no los
hechos?
PR: Exactos son los hechos, nadie los niega, pero lo que discuto es la interpretación de
ustedes… Y por otra parte… ¿qué me vienen a mí con eso? ¿Es que me van a cargar cualquier
San Benito? ¿Hasta los Peirano? ¿Qué se proponen?

(T): No se ponga nervioso… estamos conversando… nadie le achaca nada… pero usted
apoyó esa política represiva y entreguista y ahora se vendió…
PR: ¿Cómo que me vendí?

(T) Seguro, habló de San Benito, fue usted, no nosotros. No quiere cargar con las
responsabilidades de Pacheco y (Jorge) Peirano*, que son muy serias y antinacionales… En
eso lo comprendemos… Pero usted se comió una buena tajada de torta…
PR: Eso no es cierto, soy muy honrado. 9

(T) No, no, no se trata de eso… no es que haya metido la mano, eso lo veremos. Es que usted
participó en la política entreguista…
PR: Ustedes están muy engrupidos, se sobreestiman.

(T): Somos la única fuerza política que puede dar vuelta al país cuando quiera.
PR: Están equivocados. Cometen muchos errores. No se dan cuenta cómo Pacheco los usa y
engorda gracias a ustedes. Creen que Pacheco es incapaz, lo pintan como un boxeador bruto y
les da lecciones de política.

(T) ¿Qué quiere decir?


PR: Cuantos más disparates cometen ustedes, más miedo tiene la gente y más se agranda la
figura de Pacheco como defensor de las instituciones y del Uruguay tradicional.

(T) Pero así no le da de comer a la gente…


PR: Otro error… Aquí no hay la miseria que ustedes dicen… Además, Pacheco los usa para
fundar las Medidas de Seguridad y controlar a los obreros. Ustedes son mucho menos
poderosos que los sindicatos y también sirven para combatir al Frente Amplio. La gente no
distingue entre tupas y comunistas y democratacristianos y socialistas. Para la gente todo es
lo mismo y todo eso que ustedes explican es griego para el hombre de la calle… Pacheco ha
comprendido esto… Es mucho más vivo que ustedes.

(T) Bueno, no eche a perder el diálogo. Vamos derecho al grano. En los últimos días hemos
hablado mejor, usted nos ha contado, sobre las presiones norteamericanas sobre el
gobierno de Pacheco y de cómo este amoldó su política a esas presiones.
PR: Pare, pare… No es tan así. El presidente no es un vendido, yo jamás he dicho eso. Es verdad
que sufrió presiones del norte, es verdad que tuvo que ajustarse a algunas, pero también les he
contado por qué lo hizo y cómo se negó a aceptar otras.

(T) Sí, señor, es así. Bueno, lo que le queremos pedir es que usted resuma para la grabación
los principales de esos episodios. Sin diálogo. Como una especie de charla suya…
PR: Bueno, muy bien. Lo primero es comprender que Pacheco, con cuya amistad me honro, es
un colorado y no un marxista-leninista, un izquierdista. Cosas que a ustedes les parecen mal, a
él le parece bien. Y a mí también, acoto de paso. No queremos un Uruguay socialista, sino un
Uruguay como ha sido siempre, como lo hicieron los dos partidos tradicionales. En segundo
lugar, hay que ver el país, cómo lo recibió Pacheco. Empezando por el Ministerio de (Amílcar)
Vasconcellos 10 que nos dejó en ruinas. Una inflación de más del 130 por ciento y una deuda
con los extranjeros que nos acogotaba… Y lo peor no sería eso, sino el caos político, el lío
social. Todo el mundo desacatado. Nadie mandaba. Los sindicatos se querían hacer dueños del
país. Los estudiantes cometiendo atropellos en las calles. Algunos “peces gordos” especulando
como locos. Y además ustedes no se olviden que Pacheco se nutrió de ustedes.

El primer convenio con el Fondo Monetario lo hizo (Oscar) Gestido (presidente entre
marzo y diciembre de 1967) y no Pacheco. Pacheco recibió el convenio y había que
cumplirlo, porque si no, no había arreglo para la deuda exterior. Nos tenían bien
agarrados… ustedes saben de dónde… Por eso es que congeló los salarios y los precios.
¿Ustedes qué creen? ¿Que se pueden firmar acuerdos con el Fondo y no cumplirlos? Se le
cierran todas las puertas. Fue lo que hicieron los blancos. ¡Ustedes saben cómo estaba el
nombre de Uruguay en el extranjero, en Estados Unidos, en Europa!. Por el suelo, nadie nos
creía nada. La caída del (Banco) Transatlántico nos hizo un mal terrible y los desórdenes
gremiales y estudiantiles, no les digo nada. Y todavía los “blancos” (se refiere al Partido
Nacional) no cumplieron la refinanciación de la deuda que les habían concedido.
Bueno, a mediados de 1968, en junio creo, sí, en junio, las cosas se pusieron muy feas. Se
estaba preparando el congelamiento de salarios y precios y había como cien huelgas y
paros y los estudiantes se hicieron dueños de 18 (18 de Julio es la principal avenida de
Montevideo) dos o tres noches. Quemaron autos, hicieron cualquier desbarajuste… No
había autoridad. Ustedes saben cómo es la prensa de “pamentera”. Las noticias que se
publicaban en el extranjero mostraban el caos, el desastre.
En ese momento negociábamos otra refinanciación en Estados Unidos. Estábamos en el
peor momento. Un día llamó nuestro embajador allá, Felipe Iriart, un hombre serio, de
carrera, que no exagera, que sabe lo que hace y le dijo a Pacheco: “o pone orden o decreta
medidas de seguridad o no hay refinanciación de la deuda”. No era la opinión personal de
él, era lo que le decían los “gringos”, era lo que exigían los banqueros para arreglar. ¿Cómo
iban a refinanciar con un país que iba a la catástrofe?. Hay que entenderlos. Ellos cuidan su
plata y hacen bien. ¿Y qué iba a hacer Pacheco?. ¿Se iba a hacer el valiente?. ¿Para qué nos
acogotaran y no pudiéramos importar nada?. Tuvo que aceptar y decretó las Medidas de
Seguridad. Yo no crítico, yo hubiera hecho lo mismo. El país se tranquilizó y vino la
refinanciación. Tuvimos un respiro y, con el congelamiento, la inflación bajó a la mitad. El
país salió ganando.
El otro episodio parecido fue cuando se produjo la visita de Nelson Rockefeller. Un
caballero inteligente y que conoce bien América Latina. No es lo que dicen los diarios de
izquierda. Fue el primero que alertó sobre los militares. Bueno, había hecho una gira llena
de problemas. En algunos países no lo recibieron. En otros, no pudo bajar del avión. En
Uruguay necesitábamos que se llevara una buena impresión. ¿Y qué pasó? Estuvo dos días
y creo que hubo más de trescientos atentados, bombas, incendios. Y eso que se
suspendieron las clases porque había gripe, si no, quién sabe lo que hacen los estudiantes.
Se lo llevó a Punta del Este ¿pero ustedes creen que no se dio cuenta de lo que pasaba?.
Un hombre sagaz, político avezado y muy informado por un ejército de hombres que lo
acompañaban. Le dijo a Pacheco: o pone orden en este país, o sujeta a los izquierdistas, o lo
va a pasar mal. Las inversionistas no van a venir, los préstamos no van a venir. No habrá
más prórroga para los vencimientos. Reconoció sí, que la política del presidente daba
resultado. Que la imagen del Uruguay ya era otra. La inflación, nomás, se había reducido
una barbaridad. Pero insistió en la estabilidad política, en la paz social. “Usted ganó fama de
ponerse los pantalones” dijo Rockefeller. “No sea que crean que ahora se los sacaron”. Era
medio chistoso. Pacheco se agarró flor de rabia. Todos aquellos líos, atentados, gritería
contra Rockefeller, eran una estupidez, cosa de niños malcriados, perjuicio para el país. Les
digo que así las izquierdas no van a avanzar nunca. Y otra vez también estaban ustedes, que
ese año 1969 estuvieron bravos.
Apenas se fue Rockefeller, Pacheco aplicó las Medidas de Seguridad y las aplicó en serio.
Se metieron presos a muchos, se cerraron diarios, se puso serio el Poder Ejecutivo. A los
pocos días había calma chicha. Bueno, pero voy a decir algo de cuando Pacheco resistió los
consejos, o presiones, como las llaman ustedes, de Norteamérica. Una de esas veces fue
cuando lo del decreto de las doscientas millas. No hay que olvidarse de eso para juzgar a
Pacheco. El embajador lo visitó dos o tres veces. Le envió una carta. Querían parar el
decreto de cualquier manera. Pero salió.
Y otra fue cuando los acreedores del Banco Transatlántico (que había quebrado) lo
quisieron reflotar. Vino un señor, un tal Mr. Drat o Drot, que los representaba, y convenció
a los del Banco Central para formar una sociedad que se haría cargo, otra vez, del Banco y
sus colaterales. Si Pacheco no interviene, el asunto sale y se arma flor de lío. Pero fue
drástico. Dijo no y no fue. Les paró los pies. Imagínese lo que hubiera sido reflotar a un
banco especulador y desprestigiado. La opinión pública hubiera creído que nos coimearon
a todos. Bueno, deben saber que la embajada yanqui también se movió para que el
problema se arreglara. Pero no hubo caso. Para juzgar a Pacheco hay que tener en cuenta
todo. Cuando dijo que sí, pero también cuando dijo que no”.

Los centros universitarios, sedes subversivas


Cuando Pereira Reverbel, durante el interrogatorio al que fue sometido por los tupamaros,
sostuvo que los estudiantes se habían adueñado en 1968 de la principal avenida de
Montevideo (18 de Julio) quemando autos y haciendo “desbarajustes”, tenía un documento
que lo avalaba. Ese registro llevó la firma del general Seregni –presidente histórico del
izquierdista Frente Amplio- en nombre del Ejército Nacional, y de los entonces
comandantes de la Fuerza Aérea, Brigadier Danilo Sena, y de la Armada, Francisco De
Castro.
Aquel documento revela que, tras una investigación interna en la Universidad de la
República, en el marco de las Medidas Prontas de Seguridad, aplicadas por el entonces
presidente Pacheco Areco, según las “Actas de Constatación” y con “la amplia colaboración
de las autoridades universitarias”… “prueba fehacientemente que las organizaciones
estudiantiles utilizan el local (…) para actividades subversivas, materiales e ideológicas,
ajenas y contrarias a la finalidad de la Universidad, y que algunos centros docentes fueron
utilizados como base de partidos para actos de agresión o de perturbación del orden
público”.
En el informe oficial presentado por la Junta de Comandantes de Armas al Ministerio de
Defensa Nacional, con motivo a la presunta participación y/o complicidad de la
Universidad en los disturbios callejeros provocados por los estudiantes en 1968, llega a las
siguientes conclusiones: “Los locales destinados a los centros estudiantiles de las distintas
facultades constituyen sede de núcleos que, al no ser controlados por la autoridad docente,
realizan actividad subversiva. Algunos centros universitarios han sido utilizados como
focos de agresión y como lugares de refugio para los responsables de ilícitos, constituyendo
depósitos de materiales apropiados para alterar el orden (construcción de barricadas
callejeras, encendidos de fogatas, etc). Las viviendas de los estudiantes, en las Facultades de
Veterinaria y Agronomía, son utilizadas sin un control adecuado. La autoridad docente
expresa que no apoya ni estimula los desmanes estudiantiles que perturban el orden
público, pero resulta probado que no se tomaron las previsiones adecuadas, ejerciendo la
autoridad para que en los locales universitarios no se realicen los actos preparatorios de
los ilícitos de pública notoriedad”… Firmaron este documento el general de Ejército, Líber
Seregni, el brigadier de la Fuerza Aérea, Danilo Sena, y el comandante de la Marina,
Francisco De Castro.
General Líber Seregni, luego presidente histórico del Frente Amplio, apoyó en 1971 la
intervención de las fuerzas armadas en la lucha contra la subversión.
Aquellos episodios universitarios del año 1968, tiempo después generaron un fuerte
debate en el Poder Legislativo, el 16 de octubre de 1972, en una sesión de la Comisión de
Instrucción Pública. ¿Qué razón ameritaba discutir un asunto laudado cuatro años atrás?. El
entonces subsecretario del Ministerio del Interior, coronel del Ejército y doctor Néstor
Bolentini mantuvo un altercado con el senador Enrique Erro (Frente Amplio) cuando el
militar mencionó la participación del general Seregni en la huelga universitaria en 1968 en
acciones de represión en la Alta Casa de Estudios. Erro calificó de “infeliz” y “lamentable” el
comentario de Bolentini, pero el militar subió la apuesta valorando positivamente el Estado
de Guerra interno, decretado con el aval del Parlamento.
El senador Zelmar Michelini (Frente Amplio) tampoco fue ajeno al debate. La comisión
senatorial discutía los “procedimientos efectuados en el local de la Universidad de la
República el 30 de setiembre de 1972”. Bolentini espetó: “En setiembre de 1968 el Poder
Ejecutivo dispuso que se realizara una inspección de todos los locales dependientes de la
Universidad. En ese momento recibí la orden del general Seregni, a quien preocupaba
hondamente el estado de la Universidad y, en cumplimiento de esa orden, como militar,
acompañado de la escribana del Ministerio de Educación y Cultura, la señora Clavijo, del
señor rector, del doctor Pérez Pérez y de otros prestigiosos catedráticos de todas las
facultades, concurrimos a efectuar una visita de inspección”.
“Pero no tiene nada que ver”, interrumpió imprevistamente el senador Erro. Bolentini
replicó: “Tiene que ver, porque para mí hay una concatenación en los hechos. El señor
senador no lo entenderá, pero no podrá negarme que es la verdad. Yo recibí esa orden, que
fue para mí una muy pesada carga funcional, porque no es fácil constituirse en el lugar
donde uno cursó los estudios para hacer una investigación, cuando existe la presunción de
irregularidades. Y para aclarar más los hechos voy a relatar cuál fue el diálogo que mantuve
con el general Seregni. Recibí una orden militar difícil y delicada y, como era consciente de
la responsabilidad que tenía, pedí directivas al general, como me autorizaban los
reglamentos. Yo deseaba saber bien el alcance de la orden para ajustarme a la misma y
cumplirla fielmente. El señor general me contestó con estas palabras: ‘Usted es
universitario y yo no. ¿Quién mejor que usted sabe cómo debe cumplirla?’. Acepté eso, lo
entendí y lo agradecí, porque significaba que el general asumía en blanco la
responsabilidad por todo lo que yo hiciera, bien o mal. No lo estoy criticando, estoy
diciendo la verdad de los hechos. En esa oportunidad también levantamos actas y también
sacamos fotos en todos los locales dependientes de la Universidad, con una diferencia, que
quiero dejar bien sentada: esas actas y esas fotos fueron firmadas por todos los presentes,
autoridades universitarias y dependientes del Poder Ejecutivo. En honor a la verdad no
hubo una discrepancia en la redacción de un acta, fueron totalmente objetivas. Lo que se
vio, bueno o malo, normal o anormal, quedó en las actas y está en las carpetas
correspondientes a disposición de los senadores en los Ministerios de Defensa Nacional y
Educación y Cultura”.
Sin embargo, el motivo de la comparecencia de Bolentini a la Comisión de Instrucción
Pública se debió a otro episodio: la ocupación de la Universidad de la República. En el
operativo, ocurrido el 30 de setiembre de 1972, participaron los jueces de la órbita civil y
militar, el Rector universitario y Bolentini. Este último adujo que se encontró una caja con
dinero, pero “luego se hizo la revisación de las bolsas y aparecieron las armas. Sí, señores
senadores; estaban las armas, que el señor Rector mencionó, como también había, en un
local dedicado a los estudiantes, esas granadas (…) y una serie de inscripciones de todo
tipo”.
El militar sostuvo además: “No podrá negarme nadie que en las dependencias de la
Facultad de Derecho había dos pupitres para utilizar como camillas y un aparato de hierro
donde se coloca el suero para darle a los heridos y además, material de enfermería. No
estoy justificando la violencia, que no tiene justificación, ni el apartamiento de los caminos
que la legalidad establece para combatir estas situaciones, pero no podemos silenciarlo,
porque sí lo hiciéramos, estaríamos diciendo la mitad de la verdad y estamos
acostumbrados a decirla toda”. El coronel Bolentini había cursado los estudios
universitarios entre los años 1945 y 1950.

El programa de gobierno y la fantasía de la socialización


En 1971, al mismo tiempo que incentivaban a las masas a votar por el recientemente
creado Frente Amplio (FA), los tupamaros lanzaban a la palestra pública un plan de
gobierno propio. Se desarrollaba entonces la campaña electoral que llevó al gobierno a la
fórmula colorada integrada por Juan María Bordaberry y Jorge Sapelli. Los ideales del plan
de gobierno de los tupamaros recorrieron miles de manos y exacerbaron las mentes:
contenían proyectos revolucionarios, de moda en esa época, como la reforma agraria, la
nacionalización de la banca, la socialización de las fábricas privadas, pensando que eso
sería posible algún día. Aquellas ideas del MLN-T circularon en una hoja mimeografiada a la
cual tuvo acceso el autor:

El MLN-T “ha resumido los principales puntos de un programa revolucionario que


no puede ser cumplido más que por un gobierno revolucionario inspirado en esta
ideología. El levantamiento de este programa no quiere decir que dejemos de
apoyar cualquier otro programa de transición que tienda a los mismos fines, como
los que ha levantado la CNT y otras fuerzas populares.

El MLN-T ha levantado una pequeña plataforma de seis puntos, que hubieran


podido llevar al país a una normalización, pero que fue rechazada por el gobierno.
Incluía la restitución de las libertades, descongelación de salarios, reposición de
los destituidos por las medidas de seguridad, liberación de los presos políticos,
etc. Nuestros principales puntos para la etapa de reconstrucción del país por un
gobierno revolucionario son:

Reforma Agraria: los grandes establecimientos ganaderos, las grandes


plantaciones y los grandes tambos serán expropiados y su explotación será
administrada por los trabajadores. En el entendido de que la riqueza principal del
país surge del campo, se capitalizará y mecanizará su explotación para multiplicar
su producción rápidamente. La pequeña empresa rural será respetada a los que la
trabajan. Los trabajadores rurales que hoy tienen derechos precarios sobre la
tierra, como los arrendatarios, trabajadores y medianeros, se les dará un derecho
efectivo sobre ella: ´La tierra para quien la trabaja´. Habrá la mejor asistencia
técnica para todos los productores rurales, así como de fertilizantes, semillas y
alambres y demás instrumentos para una mejor explotación.

Industria: Las grandes fábricas serán socializadas y pasarán a ser administradas


por los trabajadores. Se protegerá y fomentará la industria nacional,
especialmente aquella que utiliza materia prima nacional, carne, lana, cueros,
oleaginosos, etc. Pero también toda aquella que tenga perspectivas seguras en el
mercado interno o en el exterior.

Comercio: Las exportaciones e importaciones del comercio en general pasarán a


ser administrados directamente por el gobierno. El comercio mayorista, los
grandes supermercados, almacenes, tiendas y mercados de carne, etc. serán
socializados y administrados por sus trabajadores. El crédito tanto el ahorro
como los préstamos serán centralizados por el Estado, que orientará las
inversiones hacia los sectores productivos o hacia construcciones y servicios que
interesan a la sociedad.

Reforma urbana: Los grandes propietarios de viviendas serán expropiados de


las que exceden las necesidades habitacionales de su familia, asegurándoles el
techo a los que carecen de vivienda. También serán expropiadas las mansiones de
lujo, que serán afectadas a fines culturales u otros fines de utilidad pública.
Tendrán prioridad en la planificación económica, la construcción de vivienda
higiénica para las familias que carecen de ella. La planificación, tanto la
producción para el comercio, el crédito y la economía en general, será planificada
minuciosamente de manera de habilitar la producción, de eliminar la competencia
y de eliminar completamente la intermediación superflua y la especulación.

Capital extranjero: Las grandes industrias, comercios y bancos, en poder total o


parcial del capital extranjero, serán expropiados sin indemnización. Retribución
del trabajo. Se aumentará el nivel de vida de todos los trabajadores en base a la
distribución equitativa de la riqueza del país y el aumento de la producción
nacional. En la medida en que lo permita el aumento de la producción se instalará
la norma distributiva: ´A cada cual según sus necesidades´.

Enseñanza: El Estado asegurará la total gratuidad de la enseñanza, manteniendo


y proporcionando materiales a los estudiantes, hasta la culminación de sus
estudios. La enseñanza se orientará hacía aquellas especializaciones que tienen
que ver con la producción altamente tecnificada. Como en otros campos de la
actividad nacional se buscará la administración de la enseñanza por los propios
interesados.

Salud Pública: Se pondrán los mejores medios técnicos de atención al enfermo, al


servicio de todo el pueblo, sin distinciones. Por ejemplo, se expropiarán los
sanatorios particulares y los grandes laboratorios de productos farmacéuticos.
Vejez e invalidez Toda persona imposibilitada para el trabajo será mantenida en
todas sus necesidades.

Justicia: Los códigos actuales, concebidos para la vigencia de la propiedad


privada y el régimen capitalista en general serán sustituidos por otros que tengan
en cuenta los valores humanos esenciales. Se procurará la recuperación de los
delincuentes por medio de la educación y el trabajo, antes y después de su
liberación. Las sentencias penales dictadas por la justicia burguesa sobre
personas que hayan incurrido en los llamados delitos comunes, serán revisadas
en su totalidad; asimismo lo serán las absoluciones de delitos que han sido
cometidos por algunos personajes del régimen. Todas las personas que colaboren
en la contrarrevolución, como por ejemplo, los que hayan cometido asesinatos y
otros delitos al servicio del actual régimen o los que, valiéndose de los medios de
prensa, hayan incurrido en calumnias y mentiras contra la causa del pueblo, serán
penados con cárcel de acuerdo a la gravedad del delito.
Defensa armada: Tanto el ascenso al poder como el cumplimiento hasta el fin de
los objetivos de la revolución sólo se garantizará armando al pueblo para su
defensa. Montevideo, marzo de 1971. Movimiento de Liberación Nacional
Tupamaros. ´Libertad o Muerte´.

¿Qué Uruguay tendríamos 50 años después?


No existirían Botnia ni Montes del Plata, la empresa Buquebus no sería propiedad del
empresario Juan Carlos López Mena, la cadena de supermercados Disco la podría manejar
la cajera o el carnicero, no existirían en el Uruguay el Banco Santander y el resto de las
instituciones financieras extranjeras, tampoco las sociedades anónimas, no se podría
cotizar en bolsa, las carreteras estarían llenas de pozos al no poder el Estado recurrir al
capital privado, los jerarcas de la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM) circularían
en bicicleta o a pie, y no en los lujosos autos en los que andan hoy con chofer. Juan Castillo,
con la batuta del Partido Comunista en el Uruguay (PCU), sería el súper gerente de todas las
fábricas manejadas por algún iluminado operario, el expresidente Mujica no hubiera
podido disertar en el Hotel Conrad de Punta del Este, allí habría una casa cultural, a la cual,
vaya a saber qué privilegiados asistirían, si es que existiera el edificio. Los estancieros, que
durante las campañas electorales de 2009 y 2014 tenían la bandera del Movimiento de
Participación Popular (MPP –grupo político que integra Mujica-) flameando en la tranquera
de su establecimiento, deberían entregarle al Estado su predio. Los juicios al ex
vicepresidente de la República Raúl Sendic, al ex ministro de Economía Fernando Lorenzo y
a los ex ministros Mariano Arana y María Julia Muñoz, entre otros dirigentes del Frente
Amplio, serían revisados por la nueva Justicia, solo porque son personajes del régimen. El
Estado no intervendría, sino que alentaría a ocupar predios rurales en Bella Unión (650
kilómetros al norte de Montevideo), porque “la tierra es para quien la trabaja”. No
existirían las universidades privadas, tampoco las mutualistas ni las clínicas de médicos-
empresarios de la salud, entre ellos, el ex presidente de la República, Tabaré Vázquez.
Ningún ciudadano sería propietario de su casa o inmueble. Y es muy posible que los
conductores de los noticieros de los canales privados fueran penados y algunos terminarán
en la cárcel. Algo semejante le ocurriría a aquel periodista que osara escribir alguna crítica
contra el gobierno revolucionario. ¡No existiría el progreso!. Esta fantasía, imposible de
cumplir, no fue aplicada por Mujica cuando asumió el gobierno el 1º de marzo de 2010. En
cambio, el veterano ex guerrillero admitió, en algún momento, que “la política es el arte de
lo posible”.

Las fuerzas armadas al combate


Para hacer frente a las situaciones de excepcionalidad, desde el 13 de junio de 1968 fue
creado un marco legal, severamente cuestionado por los sectores de izquierda y la central
sindical CNT, cuyos principales dirigentes operaban para el Partido Comunista del Uruguay
(PCU).
Durante la campaña electoral para las elecciones generales de noviembre de 1971, el
conservador Partido Colorado (P.Col.) ordenó a las Fuerzas Armadas combatir la
subversión. La resolución fue tomada dos días después de la fuga de 106 tupamaros y cinco
presos comunes del Penal de Punta de las Carretas, un centro de reclusión ubicado en el
barrio de Punta Carretas, a unos 10 minutos del centro de Montevideo, después convertido
en un centro comercial. Los guerrilleros llamaron a esa acción “Operación El Abuso”.
El 9 de setiembre de 1971 se firmó el Decreto 566/971. El entonces presidente de la
República Jorge Pacheco Areco (Partido Colorado) dispuso que los mandos militares del
Ministerio de Defensa Nacional asumieran la conducción de la lucha antisubversiva.
Faltaban menos de tres meses para las elecciones nacionales previstas para el 28 de
noviembre de ese año. Los argumentos centrales del gobierno fueron “los hechos de
notoriedad, atentados criminales, secuestros, depredaciones y otras grandes formas
delictivas contra personas, bienes y organizaciones políticas”.
Jorge Pacheco Areco, de Presidente a Embajador en España. Espectador en el exterior de los
sucesos de febrero de 1973.
La intervención de los militares en la lucha contra la guerrilla era una medida deseada por
un sector de la sociedad, también por algunos sectores políticos de derecha y
centroderecha, pero al mismo tiempo había temor por lo que podía deparar el ingreso de
los militares, con carta libre, a la ya consolidada “guerra interna”.
El proceso se estructuró de la siguiente manera: Aplicación de las Medidas Prontas de
Seguridad; declaración del Estado de excepción; asignación a las Fuerzas Armadas de la
misión de la lucha contra la subversión; declaración de Estado de Guerra Interno;
promulgación de la Ley de Seguridad del Estado (N° 14.068) y la creación de un Tribunal
para la persecución de los ilícitos económicos.
Seis días después del decreto gubernamental la Junta de Comandantes en Jefe de las
Fuerzas Armadas (JCJ) diseñó el primer plan para combatir al MLN-T, pero al final del
documento dejaron estampada su intención estratégica de no solo dar seguridad, sino
también incidir en el desarrollo nacional.

El plan de la JCJ de las FFAA fue el siguiente:


I: Objetivo
Consolidar y mantener la adhesión activa de la población a los ideales democráticos
republicanos.
II: Misión
Restablecer el orden interno y brindar seguridad al desarrollo nacional.
III: Idea general de la maniobra estratégica
A: Primera parte
1. Obtener y mantener el control de la situación subversiva a los efectos de: a)
Asegurar el normal proceso eleccionario a culminar el 28 de noviembre de 1971
b) Asegurar la asunción del gobierno elegido, el 1° de marzo de 1972.
2. En función de la aptitud adquirida de los medios propios y progresos en el
campo táctico, pasar lo antes posible y aun fragmentariamente a la segunda
etapa.
B: Segunda etapa
1. Completar la destrucción del aparato político-militar subversivo que opera en el
país, manteniéndose en condiciones de pasar lo antes posible a la etapa
definitiva.
C: Etapa definitiva
1. Proporcionar seguridad al desarrollo nacional.
2. Desarrollar el factor militar en función del anterior.
3. Apoyar planes de desarrollo nacional.
4. Tomar a su cargo planes de desarrollo parciales.
IV: Actitud estratégica.
A. Primera etapa. Ofensiva-Defensiva
B. Segunda etapa. Ofensiva.
C. Tercera etapa. Defensiva-Ofensiva
V. Concepto de la JCJ para iniciación de operaciones
Primera prioridad del esfuerzo: Poner en condiciones de combate antisubversivo a los
medios de las Fuerzas Armadas.

Seregni es espejo de Pacheco Areco


Ahora, veamos la postura del primer dirigente político que reunió a la izquierda en aquellos
años de plomo. El general de Ejército Líber Seregni apoyó el decreto presidencial Decreto
566/71 de fecha 9 de septiembre de 1971. El presidente del Frente Amplio concedió un
reportaje al semanario Marcha, que ha adquirido un valor histórico por los
pronunciamientos y los conceptos esgrimidos sobre los sucesos del momento. La entrevista
fue realizada por el escritor Eduardo Galeano y publicada el 17 de septiembre de 1971 11.
Pese a avalar el decreto, Seregni disparó que, en Uruguay, se vivía en una “dictadura” y
adujo que el MLN-T era un movimiento revolucionario que incluía formas “terroristas”.

Algunos pasajes de la entrevista del semanario Marcha:

¿Qué opina del decreto que atribuye a las fuerzas armadas el comando de las
operaciones antisubversivas en el país?
-Creo que es un paso altamente positivo. Las Fuerzas Armadas tienen ahora a su cargo el
resguardo del acto electoral. Y en la composición actual de las Fuerzas Armadas y de sus
comandos prevalece, por sobre las consideraciones de tipo político, el cumplimiento de una
función y un orden doctrinario que está muy metido en nosotros y sobre todo muy metido
en el Ejército: la salvaguardia de la voluntad popular. En ese sentido es positivo.
-De modo que, tácitamente, al quitarle a la policía el Comando…
-Vamos a llamar a las cosas por su nombre. Yo no creo en un golpe de Estado. A esta
altura, ya las elecciones de noviembre son un compromiso irreversible. El proceso electoral
ha alcanzado una proyección y una amplitud tales que, aunque quieran, no lo van a poder
cortar. El Frente Amplio ha creado, desde marzo, el clima electoral y ha arrastrado tras eso
a las otras fuerzas. Lo decimos con orgullo y con profunda seguridad: ha sido el accionar
del Frente Amplio el que ha creado el clima electoral en el país.
¿Usted definiría a los tupamaros como terroristas? Hay quienes creen que con eso
alcanza para definirlos.
-Los tupamaros son un movimiento revolucionario que acude a diversas formas de lucha,
que incluyen las formas terroristas. Pero la palabra terrorismo no basta en modo alguno
para definirlos. Hace ya tres años, cuando yo era jefe de la Región Militar N° 1, sosteníamos
que los tupamaros eran la expresión de un fenómeno social. Había que buscar sus raíces
profundas; no se los podía combatir como a simples delincuentes. Es el problema de la
“jirafa”: “Esse bicho nao existe”, como dicen los brasileños. Después el gobierno quiso
suprimir el problema borrando del vocabulario las siete palabras mágicas, con lo cual
contribuyó a que se creara toda una mística. Y se situó el comando de las operaciones en
manos policiales. La policía está acostumbrada a la lucha de los bajos fondos; no tiene
formación intelectual ni profesional como para encarar un problema que la supera
largamente. Y la fuga espectacular del otro día ha puesto de manifiesto, por último, la
podredumbre total del régimen. La fuga cayó, incluso en muchos medios militares, como la
demostración cabal de la ineficiencia y la incapacidad de este estado represivo.
Más adelante, Galeano preguntó directamente:

¿El gobierno de Pacheco Areco es una dictadura?


-Sin lugar a dudas. Hasta la revista Visión lo califica de dictadura desembozada. Y nadie
podría hacer caudal del “izquierdismo” de la revista Visión.

Rendición por corrupción


Lo que sigue es una historia irracional que imaginaron oficiales medios de las fuerzas
armadas, básicamente capitanes del Ejército, y jefes y miembros del MLN-T presos en
unidades castrenses. La ubicamos en el tiempo, invierno de 1972.
El coronel del Ejército Luis Agosto, uno de los militares que estuvo en la primera línea de
combate contra el MLN-T, confió al autor que “cuando íbamos a interrogar a los detenidos
nos decían: “muchachos ¿por qué no atacan las causas por las cuales surgimos?”. Según el
militar “en parte tenían razón, hoy seguimos purgando con las consecuencias. ¿Por qué
surgieron los Mujica, los iluminados?”. Agosto admitió: “Estuve de acuerdo. Fui uno de los
impulsores de investigar ilícitos económicos que llevaron a este país a la crisis social,
política y económica pese a la normalidad de la democracia”. Buena parte de la información
que tenían militares y tupamaros fue a través de funcionarios bancarios, según admitió el
jefe tupamaro Julio Marenales ante la Justicia Civil en el año 2015.
A principios de los años 70 aún no regía la Ley de Intermediación Financiera que fue
aprobada por el Consejo de Estado de la dictadura, en septiembre de 1982. Se emprendió
entonces un paciente trabajo de investigación, que inicialmente contó con el visto bueno
del mando militar y el desconocimiento del presidente Bordaberry, a quién se le ocultaron
las negociaciones. El plan concluyó con una operación abortada, en el último segundo,
como en las películas. De haber prosperado, hubiera causado un revuelo histórico en el
país, con consecuencias impredecibles.
La misión había sido diseñada por los jefes del entonces capitán Agosto, los coroneles
Washington Scala y Enrique Rubio. Se había mantenido en el más estricto secreto. El
objetivo central, de común acuerdo con los tupamaros, era abrir los cofres fort del sistema
financiero y retirar la documentación. Eso ocurrió en una noche de invierno de 1972
cuando los camiones militares fueron encendidos en la Plaza de Armas común para el
Agrupamiento Antiaéreo N° 1 y el Grupo de Artillería N° 1, guarnición de La Paloma. Los
soldados habían abordado los vehículos a la espera de los oficiales que integraban el
equipo para cumplir la citada misión.
¿Por qué se abortó?. Mientras tupamaros y oficiales del Ejército hacían las mencionadas
tareas, al mismo tiempo, se negociaba la rendición incondicional de la organización
guerrillera. Todo se desvaneció cuando los entonces generales Esteban Cristi (Jefe de la
División de Ejército I) y Gregorio Álvarez (titular del Estado Mayor Conjunto) mantuvieron
una reunión con el presidente Bordaberry.
“Presidente, hemos llegado a un acuerdo con el Directorio tupamaro (para) una
rendición incondicional con plazos de prisión establecidos y entrega de las armas”, espetó
Cristi. Sorprendido Bordaberry preguntó: “¿Cómo que llegaron a un acuerdo?”. Los jefes
militares asintieron con un gesto. “Acá no hay ningún arreglo. Que entreguen las armas y
que estén presos el tiempo que tengan que estar de acuerdo a la resolución de la Justicia”,
sostuvo, molesto, el primer mandatario. Cristi y Álvarez se retiraron inmediatamente de la
reunión muy molestos. Y anotaron un nuevo debe en la libreta contra Bordaberry, donde
las desavenencias eran constantes entre la cúpula militar y, en ese entonces, el presidente
constitucional.

Marenales lo confirma
El 11 de agosto de 2015, Julio Marenales, otrora jefe guerrillero, hizo referencia ante la
Justicia, a los sucesos en el Batallón Florida. Fue en el marco del caso “Amodio Pérez,
Héctor”- iniciado con ficha 89/583-150/2015. Marenales observó: “No estuve muchos
meses, dos o tres (en la citada Unidad). Hubo una especie de movimiento de oficiales de
baja graduación que empezaron a trabajar contra la corrupción, un tema que tienen
siempre los militares. Nosotros nos enteramos de esto porque desde Mayor (grado militar)
para abajo, se había formado una comisión de ilícitos económicos. Nos preguntaron si
podíamos trabajar investigando y nosotros lo hicimos”.
Recordó que “dentro del Batallón, en una pieza, estaban (Eleuterio) Fernández Huidobro,
el abogado Artucio, un contador que no recuerdo el nombre, Arturo Dubra… era la escuela
del cuartel. Empezamos a recibir información de afuera porque habían soltado a presos,
eran bancarios, y les permitían entrar para darnos información”. Marenales adujo:
“Nosotros hicimos varias investigaciones. Yo trabajé en la compra de parte de UTE –
empresa estatal de electricidad-. Estaba (al frente de esa empresa (Ulises) Pereira
Reverbel, que había comprado generadores térmicos de Checoslovaquia, que en aquel
entonces era un país socialista. Se vendieron de gobierno a gobierno, se compraron por
intermedio de una empresa española. Salieron el doble de lo que el gobierno checoslovaco
los vendía al gobierno uruguayo. Le montaron a Pereira Reverbel un taller de piedras en
Artigas, que fue como una coima. Yo trabajé en eso. Recabamos información del ingeniero
(Vladimir) Turiansky”… que era funcionario de UTE y fue miembro del Partido Comunista
(PCU). Fue despedido del organismo en el año 1968. En 1971 fue elegido diputado por la
lista 1001 del PCU.
Marenales continuó: “El beneficio que teníamos era trabajar políticamente la cabeza de
los oficiales. Lo único que se paró fue la tortura. Al estar allí, en Investigaciones, no se
torturaba a nadie. La condición era que se parara la tortura a todos los presos del cuartel.
Este fue el beneficio y lo otro era la intención política nuestra de que vieran. Nosotros
pudimos averiguar que no se importaba oro en Uruguay… se averiguaban las coimas y las
prebendas. Esta información nos la daban los bancarios que entraban al cuartel… Los
propios compañeros que venían de afuera nos decían que teníamos que investigar. Ellos
nos orientaban en el trabajo para hacer. Llegó un momento que eso se hacía en otros
cuarteles, pero todo, de capitanes para abajo…Tenientes y eso”.

El asombro puede asaltar al lector/a


El fundador del MLN-T Raúl, Sendic, entraba al Batallón Florida donde, en una sala que era
la “escuela” del cuartel, se investigaba para ser informado por los tupamaros y militares.
Sendic entraba armado a la sede militar, para permanecer en el lugar durante varias horas.
En muchos casos, aquellos encuentros terminaban en “beberaje”. Se iba por la puerta de
ingreso lo más campante o era trasladado en un vehículo militar a una esquina de
Montevideo. Allí se bajaba. “En dos horas adversarios o enemigos Bebe” era el mensaje de
los militares.
Eleuterio Fernández Huidobro, otro de los jefes tupamaro, salió del cuartel acompañado
por el entonces capitán, después coronel, Carlos Calcagno. Se dirigieron hasta la Jefatura de
Policía, ubicada en el centro de Montevideo, en la esquina de las calles San José y Yi, con el
fin de recoger las carpetas de investigación preparadas por los tupamaros. La
documentación contenía las investigaciones realizadas por el MLN-T sobre actos de
corrupción e ilícitos económicos que genéricamente se atribuía a “la burguesía”. Esa
documentación había caído en poder de la Policía el 14 de abril de 1972, en la calle
Amazonas, donde después fue detenido Fernández Huidobro. Como si fueran cadetes, luego
de recibir los profusos registros, todos volvieron al Batallón Florida, para continuar con las
investigaciones.

La vendetta de Alvarez
El 16 de junio de 1984, tras el retorno del caudillo nacionalista Wilson Ferreira Aldunate a
Uruguay, después de once años de exilio, nuevamente el tema de la corrupción y los
encuentros entre militares y guerrilleros volvió al tapete. Cinco días después, el 21 de junio
de ese año, el entonces presidente de facto teniente general Gregorio Álvarez se refirió a los
sucesos en el Batallón Florida y el Grupo de Artillería 1, pegando con la fusta a lo que
denominó “las roscas económicas”. Destacó las pruebas en poder de los tupamaros, pese a
ser un acérrimo enemigo de los guerrilleros.
El 25 de julio de 1972, el MLN-T había asesinado a sangre fría a su hermano, el coronel
Artigas Álvarez. Durante una conferencia de prensa celebrada en la casa de gobierno,
Álvarez irónicamente recordó: “Surgen evidencias o pruebas que tenían los movimientos
subversivos del país, de una enorme cantidad de ilícitos económicos que se estaban
produciendo en el país, de diversa índole, de diversa procedencia, de diversa forma de
manejarse las financieras. Ustedes recuerdan el caso de las financieras, de las que llamaban
´roscas económicas´, que existían en el país y aún sorprende, y se llena de información de
una cantidad de préstamos y dineros que los sectores parlamentarios y políticos habían
recibido de la banca oficial y no se habían pagado las deudas. Ustedes recuerdan que allá
por el año 1972, principios del 73, en el Estado Mayor Conjunto (ESMACO) se tapa una
mesa más grande que ésta, con una cantidad de vales impagos por los sectores políticos y
parlamentarios… no todos. Había excelentes y honrosas excepciones. Surge entonces, a
través de esta lucha contra los ilícitos económicos, aquella famosa guerra de los
comunicados. Y surge también que las fuerzas armadas empiezan a capturar, no solo a
civiles que estaban vinculados a la subversión, sino a militares, generales, coroneles, de
todas las jerarquías, parientes de militares y todos son sometidos a la Justicia Militar. No
solamente los civiles, sino los militares, los familiares de los militares que estaban
vinculados a la sedición”.
En el próximo capítulo entraremos a los hechos de febrero de 1973 que, en criterio del
autor, fue efectivamente cuando se produjo el Golpe de Estado y no en junio de ese año,
como lo fijan algunos historiadores. En los primeros días de ese mes de febrero, la cúpula
militar choca con Bordaberry, que designó a un general legalista, Antonio Francese, para
conducir el Ministerio de Defensa Nacional. Los jefes castrenses “se llevaron puesto” a
Francese, al entonces comandante en jefe del Ejército, general Martínez, que perdió el
apoyo en la interna, y al propio presidente Bordaberry. Empero, la casi totalidad del
sistema político tenía una idea fija; consideraba que la solución pasaba por la renuncia del
entonces presidente constitucional, que carecía de apoyo político, partidario y navegaba
solo en medio de la peor tormenta. Se lo contamos en las páginas que siguen.
8 Diálogo de Fidel Castro con los estudiantes en la Universidad de Concepción (Chile), el 17 de noviembre de 1971.
9 (*Jorge Peirano Facio fue ministro de Industria y Comercio 1968-1969 y de Relaciones Exteriores 1970-71. Su familia
fue acusada de por los delitos de lavado de activos y fraude durante la crisis financiera que padeció el Uruguay en el año
2002 durante el gobierno de Jorge Batlle. Varios de sus hijos fueron procesados y permanecieron presos más de 5 años
por los hechos. En este 2023 uno de los Peirano fue extraditado a Paraguay donde aguarda un juicio por delitos similares).
10 Vasconcellos fue dos veces ministro de Hacienda a mediados del Siglo XX.
11 Reproducida en el Tomo I – Colección Líber Seregni Taurus-.
CAPÍTULO IV

Febrero sin Bordaberry


“No hay situación económica que no pueda ser superada por un pueblo dispuesto a hacer
sacrificios. No hay crisis política que no pueda ser superada por un pueblo dispuesto a hacer
sacrificios. No hay crisis política que no pueda ser superada si los líderes políticos anteponen
el interés del país a las transitorias exigencias electorales, pero no hay situación social que
pueda superarse si el pueblo no quiere salvarse. Pero hay algo que la historia demuestra, más
allá de toda duda, y es que hay sociedades condenadas a la desaparición porque están
minadas en su mentalidad, porque por su manera de pensar y su manera de reaccionar están
más allá de toda posible recuperación. Sociedades donde los intereses de cada grupo se
anteponen al interés nacional no pueden sobrevivir, aunque tengan un gobierno de dioses. El
Uruguay tiene, tan solo tendrá, un gobierno de hombres”.

Esta es una parte del discurso del general Oscar Gestido al asumir ante la Asamblea
General la Presidencia de la República, el 1° de marzo de 1967. Gestido falleció ejerciendo
la primera magistratura de un ataque cardíaco, el 6 de diciembre de 1967. Asumió la
primera magistratura, Jorge Pacheco Areco. 12
Las Fuerzas Conjuntas (FFCC) -integradas por fuerzas militares y policiales- habían
derrotado militarmente a los tupamaros. Los cabecillas del grupo guerrillero estaban
presos. Los que escaparon se replegaron al exterior: residían en Argentina, Chile, Cuba,
algunos países de Europa y los más variados lugares del planeta. En el mes de febrero de
1973 los militares ya no tenían la carabina colgada a la espalda, no eran los ilusos que se
mudarían otra vez a los cuarteles. Entre sus filas había generales con singular apetencia
política, como Gregorio Álvarez, y más tarde Hugo Chiappe Pose. Álvarez se entrenaba
desde la Escuela Militar para verse algún día con la banda presidencial.
El 9 de septiembre de 1971, cuando el sistema político ordenó a las fuerzas armadas -
solamente fuerzas militares- que combatieran la subversión, los uniformados se fijaron tres
objetivos. Un año y medio después, en febrero de 1973, habían alcanzado dos de esos
objetivos: restablecimiento del orden interno y destrucción del “aparato político-militar
subversivo que operaba en el país”. El tercer escalón era “tomar a cargo los planes de
desarrollo del gobierno”. El sistema político ni se percató. Solo, y casi solo, el principista
senador “batllista” Amílcar Vasconcellos advirtió que se venían “los Latorritos”. “Latorritos”
era un término peyorativo para calificar a los futuros golpistas. Y hacía alusión al coronel
Lorenzo Latorre, presidente provisorio del Uruguay entre el 10 de marzo de 1876 y el 1° de
marzo 1879 y Presidente Constitucional desde el 1° de marzo de 1879 al 15 de marzo de
1880. Renunció al cargo y se fue a vivir a Buenos Aires donde murió el 18 de enero de
1916, aduciendo que “los orientales eran ingobernables”).
El 1° de febrero de 1973, Vasconcellos difundió una carta donde afirmó que los militares
tenían el propósito de avasallar a las instituciones. Al día siguiente Bordaberry desautorizó
el pronunciamiento del legislador. El 7 de febrero los Comandos del Ejército y la Fuerza
Aérea -la Armada era reticente a sumarse al movimiento de las mencionadas fuerzas- hizo
precisiones sobre los dichos de Vasconcellos. Sin embargo, posteriormente los mandos
militares, con excepción de la Marina, censuran los dichos del citado senador, no conformes
con la respuesta del presidente Bordaberry.
En la primera quincena de febrero, no fue convocada la Comisión Permanente del Poder
Legislativo, que tradicionalmente funciona durante el receso de las dos Cámaras
legislativas. Se trató del gran debe de las estructuras partidarias. Pareció que el sistema
político se había tomado vacaciones. El entonces comandante en jefe de la Armada,
contralmirante Juan José Zorrilla, contó al autor que lo dicho por Vasconcellos “fue un golpe
para los militares que ya venían preparando algo. Bordaberry contestó muy bien (a
Vasconcellos) pero hubo una frase del presidente que no le gustó (a los militares). A mí me
acompañaban los generales (Florencio) Gravina, (Hugo) Chiappe Pose y (José) Pérez Caldas
(entonces comandante en jefe de la Fuerza Aérea). Mi idea era que no teníamos que
contestarle a Vasconcellos porque lo había hecho el comandante en jefe de las fuerzas
armadas que era el presidente. Yo siempre estaba en franca minoría”. Los dichos de
Vasconcellos quedaron como prueba irrefutable en su libro Febrero Amargo.
Los episodios de febrero de 1973 se han contado con medias tintas y siempre apuntando
a un solo responsable: Juan María Bordaberry. Los testimonios y documentos obtenidos
muestran claramente que el entonces presidente caminó sin titubear al golpe de Estado,
pero también es cierto que la mayoría de los actores políticos se lo permitió. Pocos meses
antes de instaurarse la dictadura cívico-militar (que duró hasta 1985), los principales
dirigentes del Partido Colorado, el Partido Nacional (PN) y Frente Amplio (FA), en
combinación con un grupo de generales de las Fuerzas Armadas, habían patrocinado la
caída de Bordaberry.
Las bases del acuerdo político incluían la renuncia de Bordaberry, la asunción del
vicepresidente Jorge Sapelli, la convocatoria a elecciones a los ciento ochenta días y una
segunda vuelta electoral, conocida como balotaje. Sapelli -que era el vicepresidente- no
aceptó. Pretendía ejercer la primera magistratura todo el período, hasta el 1° de marzo de
1976. También se manejó la conformación de un Triunvirato con dos civiles y un militar.
El 8 de febrero se derrumbó la puesta en práctica de la idea, luego de que el entonces
comandante del Ejército, general César Martínez, no encontró apoyo entre los generales, en
una reunión celebrada en una Unidad Militar de Camino Maldonado (periferia de
Montevideo). Poco después, pero en la sede de la División de Ejército I (principal
guarnición militar, ubicada en la capital del país), los mismos generales, presionados por
varios coroneles, decidieron seguir adelante con otros propósitos.
El entonces presidente constitucional, Juan María Bordaberry, pasó de víctima a villano de la
democracia.

¡Vamos a sacar a Bordaberry!


Conforme menguaba el poder de Bordaberry aumentaban los planes del golpe de Estado. El
viento soplaba en esa dirección. La mayoría de los dirigentes colorados, alineados en la
Unión Nacional Reeleccionista (UNR) y que habían apoyado la fracasada reelección del ex
presidente constitucional Jorge Pacheco Areco, también pretendían la renuncia de
Bordaberry.
En la noche del 8 de febrero de 1973, los “pachequistas” –así se identificaba al grupo de
dirigentes que seguían a Pacheco Areco- creían que vivían en el centro del universo. Se
congregaron en la sede del sector, en la calle Buenos Aires, en plena Ciudad Vieja (casco
antiguo de Montevideo), a pocos metros de la Casa de Gobierno. Cuando se manejaban
diversas hipótesis para convencer a Bordaberry de que abandonara la Presidencia de la
República apareció en escena, imprevistamente, el senador colorado Carlos Cigliutti. El
respetado dirigente –oriundo del departamento de Canelones– exclamó a viva voz,
mientras movía elocuentemente sus brazos: “¡Qué esperan para ir a la Casa de Gobierno a
apoyar la institución presidencial!”.
¡Cigluitti no habló de Bordaberry!. El mensaje era muy claro: apoyar la institución
presidencial, no a quien, en esos momentos, ejercía la primera magistratura. Después de
escuchar a Cigluitti se produjo un pesado silencio. La reunión se dio por terminada. Los
integrantes de la mayoría colorada salieron sin titubear en dirección al Palacio Estévez
(sede del Poder Ejecutivo), con la gran ilusión: la esperada renuncia de Bordaberry. En filas
de la mayoría colorada era algo que se planeaba hacía días. El entonces diputado Wilson
Craviotto (también colorado) detalló al autor una serie de reuniones que iban en ese
sentido.

Tienes que asumir tú…


El primer diputado por el departamento de Montevideo de la Unión Nacional Releccionista
Carlos Fleitas -ministro de Pacheco Areco y, a la vez, amigo personal del líder guerrillero y
fundador del MLN-T, Raúl Sendic- avanzó decidido, cuando puso la palma de su mano sobre
la rodilla del entonces vicepresidente Sapelli y le dio casi una orden: “¡Vamos a sacar a
Bordaberry; tienes que asumir tú!”. La reunión se celebraba en la sala de la Presidencia del
Senado. En Uruguay, el vicepresidente de la República es a la vez presidente del Senado y
de la Asamblea General integrada por las dos Cámaras legislativas.
Participaban algunos diputados “pachequistas”, entre quienes estaba también Craviotto.
Sapelli ensayó una tibia negativa pero no fue tajante, ni mucho menos. Los participantes
notaron que se venía lo peor. Craviotto abandonó la oficina de Sapelli y en el ambulatorio
del Senado se cruzó con el entonces presidente de la Cámara de Representantes, Héctor
Gutiérrez Ruiz (Partido Nacional/PN - asesinado junto al senador Zelmar Michelini en
Buenos Aires el 20 de mayo de 1976). Craviotto relató al autor que Gutiérrez Ruiz le
preguntó si en la Presidencia del Senado estaba Fleitas. “Lo tengo que ver, tengo que hablar
con él”, dijo. La aventura estaba en marcha. Más adelante veremos la participación de
Gutiérrez Ruiz en el episodio.
En otro encuentro ampliado en el Congreso, donde participaron casi todos los
legisladores que habían apoyado la reelección de Pacheco Areco, Bordaberry tenía menos
fuerza que el director técnico de un equipo de fútbol, condenado al descenso. Nadie quería
que siguiera. El diputado colorado Nassim Ache -político y recordado dirigente del Club
Nacional de Fútbol que integró la directiva cuando el equipo se coronó campeón de la Copa
Libertadores/1971 y posteriormente consiguió la primera Copa Intercontinental- luego de
escuchar diversas ponencias afirmó: “Está bien, hay que poner a Sapelli”. Pero algo no
cerraba. ¿El antecesor de Bordaberry en la presidencia de Uruguay, (Jorge) Pacheco Areco,
estaba detrás del movimiento para provocar la renuncia del mandatario?.
Craviotto se animó a preguntar si se había consultado al líder. Nadie respondió. “Si esta
pregunta no tiene contestación esta reunión para mí no existe más”, disparó Craviotto. Más
tarde, mediante una conversación telefónica que mantuvo con Pacheco Areco, entonces
embajador ante el Reino de España, Craviotto comprobó que no se le había pedido consejo.
El argumento que manejaba el entonces senador “pachequista” Raumar Jude era lapidario:
“Dejémoslo tranquilo a Pacheco, para qué lo vamos a molestar por esto”. Pacheco Areco,
antes de asumir como embajador en España, le pidió a su dirigencia que apoyara a
Bordaberry. Y estuvo a su lado en aquellos sucesos de febrero de 1973. Bordaberry era un
seguro de vida.
Pacheco pretendía volver por la puerta grande y convertirse nuevamente en jefe de
Estado a partir del 1° de marzo de 1977. Para eso había colocado a Bordaberry contra
viento y marea, ganándose las críticas de la mayoría de los dirigentes de su sector, la Unión
Colorada y Batllista (UCB).
Craviotto difundió los fundamentos de la decisión de Pacheco Areco en su libro: La
verdadera historia jamás contada. Allí escribió: “Había algo que molestaba a muchos
dirigentes. Esa candidatura ruralista había sido divulgada al salir de una reunión en la Casa
Presidencial, con Pacheco, por parte de Segovia y Gary, personas que eran también muy
resistidas por la cúpula del movimiento “pachequista”. Con gran serenidad, el presidente
Pacheco me dijo: ‘Te fijaste que, antes de esa candidatura, yo di a conocer la fórmula por la
reelección Pacheco-Bordaberry’. Yo asentí con un movimiento de cabeza. En ese momento
nadie objetó a Bordaberry (…) nadie me dijo que no sirviera, ni que fuera incapaz, ni que
fuera blanco. Pero cuando veinticuatro horas después se publicó la fórmula por la
Constitución vigente, la que según me dicen los amigos reeleccionistas no puede salir, la
fórmula Bordaberry-Sapelli, entonces sí me vinieron en tropel a decir que Bordaberry era
blanco, que era esto y lo de más allá´. Y mientras yo iba comprendiendo el razonamiento,
agregó: ´Eso quiere decir que no tienen fe en mi reelección y que la fórmula real es la
segunda (…) y por eso no les gusta el candidato. (…). A Bordaberry le tengo confianza, es
honesto y creo que es el hombre adecuado, pues no tiene ambiciones. Para que nos cuide el
sillón presidencial por cinco años, de modo que al regreso pueda yo volver a ser
presidente´”.
En conocimiento del ambiente interno en el sector mayoritario del partido Colorado, que
lo había sentado en el sillón presidencial, Bordaberry llamó a Pacheco Areco el 10 de
febrero de 1973, para conocer de primera mano si el entonces embajador era el ideólogo de
su salida. Pacheco Areco fue categórico: no apoyaba la salida de Bordaberry. Así se lo refirió
más tarde al entonces diputado Wilson Craviotto en una carta inédita, de fecha 11 de marzo
de 1973, a la cual accedió el autor.

“Madrid, 11 de marzo de 1973.


Señor Representante Nacional
Wilson Craviotto
Montevideo
Querido amigo:
Recibí tu carta de fecha 15 de febrero, que mucho te agradezco.
La información es amplia y muy útil. No me sorprenden los pormenores. Casi todo lo he previsto desde aquí. Cuando el
presidente me llamó por teléfono el 10 de ese mes, cuarenta y ocho horas después del acuerdo de ‘Boiso Lanza’
(llamémosle así), evidentemente tenía ya noticia de la defección de la mayoría de los dirigentes releccionistas, (cosa que tú
confirmas) y sintió la necesidad de comprobar si ellos tenían esa actitud con mi respaldo o no.
A mí no me informaron absolutamente nada. Yo venía siguiendo desde aquí el proceso por algún diario de Montevideo y
alguna información que recogían las agencias internacionales. Pero como no en balde hace veinticinco años que sigo la
política nacional, y lo que es más importante, cuatro años de mi reciente Presidencia, me pude ubicar fácilmente frente a
los acontecimientos. Y cuando tú me consultaste por teléfono, yo, ya sin vacilar, le había reiterado por la misma vía mi
apoyo a Bordaberry.
Es lamentable que las cosas ocurran así. Pero muchos de ellos son evidentemente escépticos con respecto al proceso
que se viene desarrollando en el Uruguay y piensan que difícilmente podrán seguir actuando partidos y hombres públicos,
con el estilo tradicional. Y en cuanto a mi posibilidad de volver a tener vigencia en el país como candidato, la ven
problemática. De modo que prefieren tener una actitud oscilante para ir salvando sus posiciones y lograr alguna ventaja
para sus grupos, que tomar los riesgos de continuar sometidos a la estrategia de un líder que está a trece mil kilómetros,
que ahora –como era de esperar– comienza a ser hostigado, y cuyos enfoques hoy no les satisfacen. Porque, insisto, no ven
con claridad el panorama. Y cuando quieren liberarse de esa tutela, que para sus planes o concepción de la coyuntura les
resulta ya pesada, prefieren crear alteraciones de hecho; es decir, decidir por sí solos sin consultarme, descontando que mis
indicaciones no serán las más convenientes.
Cuando eso ocurre es porque empieza a flaquear la confianza en un líder, en su imaginación y en sus posibilidades. La
gente que así actúa no muestra disposición para actuar con coherencia y disciplina en ningún movimiento, grande o chico.
Porque en el líder se cree o no se cree –no hay términos medios–. No sirve la gente que acompaña al dirigente cuando todo
marcha bien, en pleno éxito. Y se desentienden de él o empiezan a ‘hinchar el lomo’, cuando aparecen las dificultades.
Todos los hombres públicos importantes serán siempre inexorablemente atacados por sus opositores Y más duros e
injustos serán los ataques cuando mayores sean las posibilidades de ese hombre público. Tiene que ocurrir así, fatalmente,
en aquellas sociedades en donde al poder se accede por consenso. Cuando es necesario evitar o disminuir el apoyo del
pueblo a un competidor, se comienza por ignorarle, por disimular los valores positivos y se termina por agredirle e
injuriarle, procurando el deterioro de su imagen. Y tampoco debe sorprender que, en la mayoría de los casos, los ataques
sean profundamente injustos y mentirosos. Porque si el adversario fuera siempre correcto, respetuoso, veraz, objetivo y
leal, los políticos honrados, por esa sola virtud, serían eternamente imbatibles, ya que nadie podría herirle ante el pueblo
con el presunto defecto que la gente no tolera: la inmoralidad.
Frente a esto, en tales condiciones, si los propios correligionarios no son persistentes y valerosos en la defensa de la
imagen del líder, ¿quién se va a preocupar de sostenerla?. ¿Todavía no se dan cuenta que (aunque parezca paradójico) en
esta lucha de ustedes, la dificultad para esa tarea ha crecido en función del apoyo de público que logré, luego de comicios
irreprochables y de una gestión por demás controvertida, que prácticamente dividió en dos campos la opinión nacional?.
¿No reparan en la alarma que mis 545.000 votos tiene que haber producido en la oposición, con respecto a los futuros
enfrentamientos electorales?. ¿No sabían que bastaba con que esa oposición supiera que mi determinación es volver a
competir por la conquista del gobierno, para que se lanzara con todo contra mí? ¿Qué gobernante, pregunto yo, ha podido
mantenerse libre de acusaciones y de críticas, no ya por sus propias decisiones –falibles por supuesto– sino por la conducta
de la gente que pudo estar próxima?.
Un modo (y corto para no ser muy extensa) que precisamente en estos tiempos, en que lo que vale es la política de
masas, y dentro de ella el carisma de los hombres, lo que tenemos que hacer con más obstinación que nunca, es la
afirmación del hombre que circunstancialmente ha llevado las multitudes detrás de él. Esto es primario y básico. Lo demás
viene después.
Por momentos se conserva (el apoyo) público en torno a mi persona; mientras pueda haber gente para la cual el balance
indica que, sin participación (solo o como sea) en la conducción del país, es necesario, siempre seremos una gran fuerza
político-electoral para cualquier situación que pueda plantearse. Lo importante es que sepan que no me considero un
exiliado. No soy tampoco un prescindente que esté aquí procurando solo tranquilidad. Estoy aquí y, si de mí depende,
seguiré hasta que la coyuntura política me diga a mí que así conviene, cumpliendo una estrategia, dura y sacrificada
estrategia, porque hay que tener mucha paciencia, mucha serenidad y nervios de acero para aguantarse sin ceder a las
provocaciones del adversario, que trata de sacarle a uno de juicio para llevarlo al terreno de su conveniencia. Mientras
tanto, ustedes tienen que hacer más ‘pachequismo’ que nunca. Esto por ahora. ¡A no desfallecer y para adelante!
Un afectuoso abrazo”.

Primero los votos


Muchos de los dirigentes de la UNR (Unión Nacional Reeleccionista), que ocupaban los
cargos de diputados y senadores, entendían que Bordaberry no tenía una actitud de
respeto hacia ellos y hacia el propio Pacheco Areco. Consideraban que Pacheco no se hacía
respetar y tampoco hacía nada para que Bordaberry respetara a quienes habían juntado los
votos para que fuera Presidente de la República. Pacheco Areco sabía que ya había
dirigentes de su sector con proyecto propio, por eso su consabida frase en la carta: “En el
líder se cree o no se cree”. En las organizaciones humanas es difícil guardar secretos,
siempre hay interesados en que se sepan determinadas noticias.
Vía telefónica le soplaban al oído a Pacheco, líder de la UCB (Unión Colorada y Batllista)
los pronunciamientos contrarios a su liderazgo. Una década después Pacheco Areco pareció
dar la explicación a la carta del 11 de marzo de 1973.
En el invierno de 1983, al final de la dictadura, en una reunión ampliada del Comité
Ejecutivo Nacional de la UCB, con convencionales de Montevideo y algunos de Canelones, se
evaluó el momento de la agrupación. En esa época había dirigentes que abandonaban la
UCB y se iban con la mayoría del Partido
Colorado, el Batllismo Unido. El ex senador y caudillo “canario” (regional del
departamento de Canelones) Eugenio Pío Capeche afirmó que él era “una fruta madura en
un naranjo, por más que me sacudan no me voy a desprender”, y aseguró el apoyo de la
lista 614 de Canelones a su líder.
Pacheco Areco tomó la palabra y comunicó que había aprendido de política “en el
laboratorio del diario El Día –la mayor academia del Uruguay–” y de esa forma conducía a
la UCB. “Las puertas son sin cerradura y sin vaivén, se mueven para entrar y para salir. Al
que se va no le pido explicaciones y a los que regresan, tampoco”. Y había ejemplos muy
fuertes. El ex senador (Raumar) Jude no votó con Pacheco Areco en las internas de 1982 –lo
hizo junto a Amílcar Vasconcellos– y en 1983 volvió a la UCB. Tras la vuelta a la democracia
fue el primer senador del movimiento “pachequista”. La frase: “En el líder se cree o no se
cree” la explica con su actitud de “las puertas sin cerradura”. En aquel momento, en febrero
de 1973, no llamó a nadie para reclamarle nada por la actitud divisionista que se generaba
en el gobierno a pesar de que se molestó. “Las cosas lamentablemente son así”, dijo. Pero
no pidió explicaciones.

“La democracia no le importa a nadie”…


En los primeros meses de 1971, mientras mantenía una puja con los generales del Ejército
para mantenerse en el poder, el presidente Juan María Bordaberry decidió dar el manotón
de ahogado. Designó como ministro de Defensa Nacional a un general legalista Antonio
Francese. El ex presidente confió al autor que la medida apuntó a medir el poder de
(Gregorio) Álvarez en el Ejército, ya qué era él quien generaba, según su criterio, todos los
problemas. ¡Una golondrina no hace verano!. Francese pasó sin pena ni gloria, pese a su
esfuerzo de bloquear a los generales que ya tenían mente golpista. (Juan José) Zorrilla (Jefe
de la Marina) informó al autor que Francese habló por separado con los comandantes y
repitió acaloradamente un argumento: “Las Fuerzas Conjuntas (FFCC) ya derrotaron la
subversión. Hay que volver a los cuarteles, no hay razón para hacer lo que están haciendo”.
El Ejército y la Fuerza Aérea se pusieron de “lomo duro”, el aviador Pérez Caldas se sumó
a los generales del Ejército y comunicó a los brigadieres que no renunciaría. El que debía
irse era Francese y arrastró también al Jefe del Ejército, general (César) Martínez. En la
noche del 8 de febrero, acompañado por algunos amigos personales del ruralismo,
Bordaberry apareció en el balcón del entonces edificio presidencial, hoy convertido en
museo. El primer mandatario se mantuvo serio e irritado. Para colmo, algunos de los
concurrentes al llamado a defender la democracia, que no eran más de 50, le gritaban:
“Andate antes que vengan los milicos a buscarte”. Bordaberry fijó su mirada en el
monumento al general José Artigas, enclavado enfrente, en la céntrica Plaza Independencia
e imprevistamente giró ciento ochenta grados y allí constató que estaba perdido. El
panorama era desolador.
La mayoría de los dirigentes colorados presentes solo esperaban que anunciara su
renuncia a la Presidencia de la República. “La democracia no le importa a nadie” refunfuñó
por lo bajo, sin que nadie lo escuchara. Bordaberry narró al autor que, en ese instante,
decidió negociar con los militares y dejar al sistema político “colgado del pincel”.
Zorrilla corroboró el hecho. “La noche del 8 (de febrero) Bordaberry me llama y me dice
que el único subordinado que le quedaba era yo. Si no podía pedirle a los generales que
quería tener una reunión con ellos. Fui solo al Esmaco (Estado Mayor Conjunto) y me
dijeron que esa noche responderían. Luego de la reunión me entero que Bordaberry se
había arreglado con los generales. Pedí el relevo porque no tenía nada que hacer. En ese
lapso intenté contactos con algunos políticos, pero ninguno apareció”. ¿Qué pasó con el
Parlamento?. ¿Estaban en la playa?. ¿En campaña?. Yo estaba de más. Bordaberry, a través
de su secretario, me mandó a decir que no renunciara, que me precisaba. ¿Para qué me
precisaba si se había arreglado con los generales?
El 9 de febrero se hizo un acto del Frente Amplio donde habló (el general Líber) Seregni
y se pronunció a favor de las fuerzas armadas”, recordó Zorrilla.

¡Con el presidente sin el pueblo!


El jefe de la Inteligencia Militar coronel Ramón Trabal –asesinado en París el 20 de
diciembre de 1974- tenía un sentimiento similar al de Zorrilla. Cuando reunió a oficiales
para informarles de los recientes acontecimientos, con rabia e indignación, resumió la
posición que habían asumido las fuerzas armadas: “¡Con el presidente y sin el pueblo!”. El
general (Gregorio ‘Goyo’) Álvarez debía ser uno de los militares encargados de presionar a
Bordaberry para que renunciara.
En las elecciones de 1971, Álvarez había apoyado con su voto al caudillo del Partido
Nacional Wilson Ferreira Aldunate, considerado para la época de centro izquierda, que
también pregonaba la caída de Bordaberry. En la reunión con los generales, previo a la
firma del llamado ´Pacto de Boiso Lanza´ celebrado el 13 de febrero en la sede de la Fuerza
Aérea, Bordaberry ‘le tendió la mesa’ a Álvarez cuando sostuvo que había que “barrer” a los
partidos políticos. Álvarez discrepaba, decía que lo que había que descabezar era a los
políticos, eventualmente, sus futuros rivales. No hay que olvidar que, en tiempos de la
Escuela Militar, Álvarez, cuando apenas tenía catorce años, repetía: “Algún día seré
presidente”. Con el paso de los años fue el principal impulsor de las proscripciones de los
políticos.
Bordaberry insistía con la eliminación de los partidos y al mismo tiempo con generar
corrientes de opinión. “Lo que echa a perder la gente es el sistema; eso es lo que se debe
modificar”, arguyó Bordaberry. “Hay que descabezar a todos los políticos. ¡Qué venga gente
nueva!”, sostuvo Álvarez. “¿Usted cree que sacando a los que están, los que vienen abajo le
van a ser leales?”, preguntó Bordaberry cuando se abordó el tema de las proscripciones.
Estaba muy cerca el relevo del presidente, decisión que dispuso la Junta de Oficiales
Generales de las FFAA, el 12 de junio de 1976.
En el libro Antes del Silencio, de Miguel Campodónico13, Bordaberry aseguró que el
golpe de Estado fue en febrero y no el 27 de junio como lo marca la historia. “En febrero de
1973 me sentí solo. Cuando las Fuerzas Armadas desacataron el nombramiento del nuevo
ministro de Defensa, yo hablé por cadena de radio y televisión. Convoqué (…) al pueblo y a
los partidos políticos. Pero a la Plaza Independencia no fueron más de cincuenta personas.
Es que el sistema político estaba muy desprestigiado. Mientras que, por el contrario, las
Fuerzas Armadas habían aumentado su prestigio debido a la derrota que le habían
infringido a los tupamaros. La gente se cruzaba en la calle con un soldado, aun de menor
rango, desconocido, y lo aplaudía. Hay que decir que la ciudadanía fue indiferente a lo que
estaba pasando. Si es que alguien sabe exactamente lo que es el golpe de Estado, hay que
afirmar que se produjo el 9 de febrero ante la indiferencia general”, afirmó.
Pero las declaraciones que hizo Bordaberry al autor reflejan claramente su pensamiento
sobre el sistema político uruguayo. Afirmó: “Me sentía más cómodo con las fuerzas
armadas que con los políticos. Si tuviera que ir al Senado a sacar el Tratado de Límites con
Argentina esté tranquilo que no lo sacaba. Con Wilson (Ferreira Aldunate) en el Senado,
menos. Y si teníamos que llevar un programa económico como el de (Alejandro) Vegh
Villegas (ministro de Economía en dos oportunidades durante la dictadura) que liberaba
todo ¿quién puede con los demagogos que no quieren que le suba el costo de vida al
pueblo? Cosa que dijeron los militares. Vegh le demostró que no subía y no subió. Usted
está en una reunión con los militares y cuando termina le dicen que está bien, que tiene
razón. Los políticos nunca le dicen eso. Jamás le van a dar la razón. Me sentía mucho más
cómodo con los militares, aunque a veces me daban alguna bronca”.
El dos veces presidente de la República Julio María Sanguinetti (1985-1990 y 1995-
2000) reveló la postura de la Lista 15 (Sector entonces influyente del Partido Colorado) en
los sucesos de febrero de 1973. En declaraciones al autor, Sanguinetti sostuvo que “el
nuestro fue de inequívoco apoyo al presidente”. “Fuimos a la Casa de Gobierno, (Julio
César) Grauert y yo, como autoridades formales de la Lista 15. Habíamos salido del
Gabinete (de ministros, donde ejerció en Industria y Comercio -1969/1972, durante el
gobierno de Jorge Pacheco Areco y Educación y Cultura 1972/1973- en la administración
de Juan María Bordaberry) luego de la prisión de Jorge Batlle, pero en la institucionalidad
estuvimos siempre sin fisuras. Estuvimos radicalmente en contra de toda alteración
constitucional.
Efectivamente hubo una propuesta, pero no de un triunvirato militar, sino a (Jorge)
Sapelli, (entonces vicepresidente) quien asumiría la Presidencia, convocando luego a
elecciones, y al Comandante de la Armada, Zorrilla, que la rechazó clara e inequívocamente.
Él mismo le dijo a algunos dirigentes “wilsonistas”: “Yo cumplo la Constitución. Si el
Presidente se va, vendrá el Vice, y si éste se va, vendrá el primer Senador y punto. Nada de
elecciones o cosas distintas a las que dice la Constitución. En todo momento sostuvimos el
orden constitucional. Pensábamos que cualquier alteración nos llevaba directamente al
Golpe de Estado”, subrayó Sanguinetti. Zorrilla falleció el 5 de enero de 2012. El 8 del
mismo mes, ex presidente Sanguinetti destacó la actitud cívica del marino en los sucesos de
febrero de 1973, en un artículo escrito en el diario El País. Esa noche, en la prisión de
Domingo Arena, (sitio donde fueron recluidos algunos militares y policías acusados por
violaciones a los derechos humanos durante la dictadura), mientras comían pizza, el “Goyo”
Álvarez expresó su molestia por los comentarios de Sanguinetti. Adujo que el marino había
sido “un traidor”. Uno de los comensales también preso le espetó: “Si le hubieran hecho
caso a Zorrilla no estaríamos presos acá”.
La nueva residencia de Bordaberry
El 9 de febrero de 1973, la Armada y la Policía acondicionaron un apartamento en la Ciudad
Vieja con la intención de que allí residiera Bordaberry y su familia, en medio del conflicto
político desatado. El contralmirante Zorrilla había ordenado acordonar el barrio. El
brigadier Danilo Sena y el inspector policial Víctor Castiglioni ingresaron armados al
Palacio Estévez, sede del Poder Ejecutivo, y le ofrecieron cobertura y protección. Le
comunicaron a Bordaberry que lo iban a proteger, caminando los cien metros desde la
entonces sede presidencial hasta la calle Juncal, donde empezaba el cordón dispuesto por la
Marina. A pocas cuadras, en pleno centro de Montevideo, aguardaba un auto, con un chofer
leal a Castiglioni. Solo esperaba la orden superior para ir a buscar a la familia del entonces
primer mandatario y trasladarlos hasta el mencionado apartamento en la Ciudad Vieja.
Bordaberry se negó a dar el paso. Ya tenía la decisión tomada de negociar con los
militares pero no confesada a quienes lo habían sentado en el sillón presidencial. ¿Por qué
había fracasado la convocatoria de Bordaberry a defender la democracia el día anterior, el
8 de febrero?. Primero, porque la hizo en su nombre. El reclamo estaba “pinchado”.
Bordaberry no era un hombre de Partido (ni blanco –había sido senador en representación
del ruralismo– ni colorado). No recurrió a las estructuras partidarias. Se había peleado con
ellas al comienzo de su gestión.
En marzo de 1972 Bordaberry protagonizó un desencuentro con el entonces senador
(Raumar) Jude (UNR) en una reunión en el Palacio Estévez. Jude reclamó los cargos para la
estructura partidaria, Bordaberry se los negó. La violenta discusión terminó con insultos y
golpes de puño en el escritorio por parte de Jude, quien no ahorró malas palabras para
cuestionar la actitud del entonces primer mandatario. Bordaberry rechazaba que los
dirigentes políticos ocuparan cargos públicos.Era algo visceral contra los llamados
trabajadores profesionales de la política, los junta-votos. Desconocía la estructura orgánica
que lo había llevado al gobierno, no tenía diálogo, se había peleado con Jude, el primer
senador. No tenía diálogo con la Lista 15, se había peleado con los blancos porque había
abandonado ese partido donde ocupó un cargo de senador (entre 1963 y 1965). Wilson
Ferreira Aldunate lo despreciaba. El “ruralismo”, que podía ser su único soporte, estaba
muy debilitado, casi no existía, no tenía parlamentarios y su ministro Benito Medero y el
dirigente José Gary eran el soporte intelectual, pero no había cáscara.
¿Qué estructura política tenía?. Bordaberry había rechazado hasta la propia estructura.
Incluso casi había desterrado a Pacheco Areco. Le pidió que esperara el resultado de la
votación del Parlamento para ser acreditado como embajador en España o en Portugal.
Solo, Bordaberry acudió a los militares, que lo esperaban con los brazos abiertos. Por estas
razones fracasó su llamado a defender la democracia. Nadie lo quería y solo pretendían su
renuncia. El resultado final fue la pérdida de la institucionalidad pocos meses después… o
el mismo 9 de febrero.

Preparate para la elección


Esa emblemática noche del 8 de febrero de 1973 había un ambiente de jolgorio en el
domicilio del líder del Partido Nacional Wilson Ferreira Aldunate. Empero, algunos de los
participantes de la reunión no entendían lo que realmente pasaba. Walter Santoro,
integrante del “Herrerismo”, una de las corrientes más antiguas del Partido Nacional y
durante varios períodos legislativos diputado, senador y por algunos días presidente de la
República durante el gobierno de Lacalle Herrera, confió al autor que “esos días en el
Parlamento había un ambiente extraño. Se visualizaba que algo trascendente iba a ocurrir y
se veía con claridad que la posibilidad de mantener la normalidad constitucional, y por
tanto la vida del Parlamento, era muy difícil”.
Añadió, en su domicilio de la ciudad de Santa Lucía, Canelones, que “a esa altura de
febrero los diputados nacionalistas estaban preocupados por las versiones. Wilson les
aseguró que no pasaría absolutamente nada y que las cosas se iban a superar”.
En la mañana del 8 de febrero, el entonces Presidente de la Cámara de Representantes, el
nacionalista Héctor Gutiérrez Ruiz, se comunicó por teléfono con Santoro. Los dirigentes
blancos tenían una muy buena relación; Gutiérrez Ruiz lo trataba con mucha deferencia. El
dirigente de Tacuarembó Pedro Chiesa le había pedido a Santoro que “apadrinara” a
Gutiérrez Ruiz cuando el novel legislador llegó a desarrollar su vida política desde
Tacuarembó, su lugar de origen, a 390 kilómetros al norte de Montevideo. “Santoro tiene
que ir a la casa de Wilson porque esta noche van a ocurrir acontecimientos muy
importantes; yo quiero que participe en ellos o esté presente”, pidió Gutiérrez Ruiz.
Santoro nunca había ido al apartamento del caudillo nacionalista. Entonces contó: “Fui y
encontré un ambiente de fiesta. No entendía el clima que había afuera con el clima que
había adentro. La diferencia era muy grande”. En el domicilio de Ferreira Aldunate estaban
el dueño de casa, su esposa Susana Sienra, los entonces senadores Alembert Vaz y Dardo
Ortiz y el diputado Gutiérrez Ruiz, entre otros. Ortiz que “era un hombre muy particular,
que hablaba muy poco y observaba”, se retiró al poco rato. Cuando los dirigentes blancos
conversaban apareció el doctor Claudio Williman, amigo personal de Ferreira Aldunate y
que, en el gobierno de Jorge Batlle (2000-2005), integró la Comisión para la Paz que indagó
la búsqueda de los uruguayos desaparecidos durante la dictadura. Con un timbre de voz
especial, casi de ópera, exclamó asombrado: “Vengo impresionado por el episodio que viví.
Estaba en casa de mi pariente, el general (César) Martínez, cuando vino y entregó la
insignia de mando a su ayudante y manifestó que había renunciado a la Comandancia del
Ejército”.
También había caído el designado ministro de Defensa Nacional, general Francese. Tras
escuchar a Williman, Gutiérrez Ruíz salió raudamente. Vaz tomó el teléfono y desde el
apartamento de Ferreira Aldunate llamó directamente a Esteban Cristi, Jefe de la División
de Ejército I. “¿General, no está pasando algo?”, preguntó nervioso. “Acá está todo tranquilo,
doctor, me voy a dormir”, respondió lacónicamente Cristi. Los planes habían cambiado, los
generales tenían otros propósitos. La víctima ya no era Bordaberry sino la democracia. Casi
al unísono Wilson exclamó: “Mirá Santoro, va a ver elecciones en octubre, así que andá
preparándote”. Santoro, sorprendido por la afirmación del líder blanco, bromeó: “En
octubre todavía llueve, cámbialas un poco”. Yo de ahí intuía que algún arreglo había con la
gente que estaba en la Casa de Gobierno. Yo percibí que había una renuncia de Bordaberry
por un gobierno constitucional provisorio. Salvo eso de Wilson nadie me informó. Yo
“pescaba” (cosas).
Cigliutti, diputado y senador del Partido Colorado, que estaba en la Casa de Gobierno, me
da la misma versión años después. Se patrocinaba un arreglo con la renuncia de
Bordaberry, la constitución de un gobierno provisorio y llamado a elecciones. Eso me lo
dijo directamente Wilson. Bordaberry salió a la plaza, vio que no tenía apoyo, y de la forma
que había llegado a la Presidencia y su postura hacia los partidos políticos, agarró, se fue
para Boiso Lanza y ahí se entregó. Entre irse, que parece que es lo que se había acordado, y
quedarse como presidente, optó por quedarse como presidente con el apoyo de las fuerzas
armadas. Esa es la historia verdadera del episodio.
Da la impresión de que Wilson dejó que las cosas funcionaran a ver si se hacían, a ver si
se lograba eso. El hacedor de esto, Gutiérrez Ruiz, era un tipo fenomenal, capaz de
convencer a usted que era rey de Francia. Era una cosa espectacular, de una movilidad, de
una capacidad de diálogo, de amistades. Y se ve que le aseguró a Wilson que Bordaberry se
iba. Y el que rompió todo fue Bordaberry… y se terminó la historia. Lo llamativo del caso es
que después de ese episodio ¿Qué pasó?. Nadie hizo nada. Ahí hay un gran silencio, un gran
signo de interrogación…se dejó venir la cosa. Wilson, que era un tipo sumamente
inteligente, de una inteligencia superior, tenía también cierta condición de sentirse capaz
de que con él no podía cualquiera. Wilson nunca admitió el golpe, nunca creyó que los
militares dieran el golpe. Él subestimaba totalmente a Bordaberry; lo consideraba una
persona intrascendente desde el punto de vista político y consideró que las fuerzas
armadas no estaban dispuestas al golpe”, opinó Santoro.

Wilson Ferreira Aldunate. El caudillo blanco pregonaba la caída de Bordaberry y elecciones


generales a los seis meses, con balotaje.

Reunión con Zorrilla


Días antes del 8 de febrero de 1973, el mismo Ferreira Aldunate había tratado de
convencer al Comandante de la Armada Juan José Zorrilla de que apoyara la caída de
Bordaberry. En una reunión celebrada en un estudio jurídico de la Ciudad Vieja, sobre la
calle Treinta y Tres, Wilson, acompañado por el senador Vaz, ofreció a un grupo de oficiales
de la Armada la remoción del presidente. “Se comprometía a impulsar una ley
constitucional con elecciones a los seis meses con doble vuelta, balotaje”, recordó el marino
al autor. Zorrilla rememoró lo que fue su respuesta; “No hay necesidad de eso, para qué lo
vamos a sacar”. Wilson trató de convencerme, con el argumento de que Bordaberry no
tenía apoyo político, apoyo del pueblo, no tenía apoyo de nadie”. En esos movidos días de
febrero, Zorrilla fue testigo de otro encuentro donde se trató el mismo asunto (la caída de
Bordaberry), pero solamente entre jefes de las fuerzas armadas, en una sala de la División
de Ejército I.
Gregorio Álvarez, escurridizo, imprevistamente se paró en medio de una reunión, extrajo
de su bolsillo un papel escrito a mano y exclamó: “Nosotros no queremos el gobierno, el
poder, nos ofrecen un triunvirato y elecciones con balotaje a los seis meses”. Álvarez estaba
sentado frente a Zorrilla. ¿Era la misma propuesta de Wilson?. No podemos saber.
Álvarez se negó terminantemente a hablar con el autor de este tema. Y menos, mostrar
un supuesto papel con la letra del caudillo blanco. Sin embargo, catorce años después de los
sucesos de febrero de 1973, Álvarez amenazó públicamente a Ferreira Aldunate. Ya en
democracia, el entonces senador Alberto Zumarán (Partido Nacional), presentó denuncia
penal contra Álvarez por su participación, cuando ejercía la Presidencia de la República, en
el llamado “Operativo Conserva” (un negocio realizado con Argentina, que consistió en
exportar ganado en pie e importar corned beef -carne en conserva-). El 13 de noviembre de
1987, desde las páginas del semanario “wilsonista” La Democracia, el negocio fue calificado
de “ilegal, inconveniente e inmoral”. Siete días después Álvarez hizo memoria. Localizó un
hecho en el pasado en el que, supuestamente, habían sido participantes, y lo plasmó en el
papel.
Ferreira Aldunate ya padecía la enfermedad terminal que provocó su fallecimiento el 15
de marzo de 1988. “Ya es hora de que nuestro pueblo humilde, trabajador y sano, los que
aún pueden creer en usted, o los que ya lo conocen, refresquen la memoria ¿O nos
olvidamos ya cuando usted en febrero de 1973 incitó a las fuerzas armadas a derrocar al
presidente (constitucional) de la República (…) y su promesa de retirarse en silencio a su
estancia de Rocha, siempre y cuando se llamara a elecciones presidenciales a doble vuelta,
su preferido sistema de balotaje?”, preguntó Álvarez. El semanario La Democracia no
levantó la acusación. Se publicó una nota firmada por el secretario personal de Wilson,
Diego Achard, solo haciendo hincapié en el “Operativo Conserva”. Y una caricatura con la
figura del militar con una leyenda que decía: “¡Mami, el Goyo está nervioso!”.

Mea culpa
Sin embargo, fue Ferreira Aldunate uno de los pocos dirigentes políticos que asumió su
responsabilidad por los sucesos de febrero de 1973: “Todos cometimos errores en aquel
momento. Todo el sistema político uruguayo que no advirtió, con suficiente antelación, lo
que se venía encima. Y cuando lo advirtió no lo enfrentó con coherencia. Y a esto hay que
añadir la irresponsabilidad de aquellos que hicieron foquismo destructivo, saliendo a
asesinar soldados de dieciocho años. Y la responsabilidad de aquellas Asambleas Generales,
en que se ponía exclusivamente el acento en los excesos estatales, pero no se decía ni una
palabra de lo otro. Los errores fueron muchos y de todos lados. Y si no fuera así, no se
habría producido el golpe. Esa responsabilidad es de todos, no solo de los que lo llevaron a
cabo. Porque se vivía ya un régimen de subversión contra la Constitución, lo cual le daba los
argumentos al Ejecutivo para mantener el Estado de Excepción, porque no contaba con
otros instrumentos legales.
El chantaje funcionó por ese lado: “o votan ustedes la ley de Seguridad del Estado o
continúa el Estado de Guerra Interno y las Medidas Prontas de Seguridad. A muchos les
pareció que había que pagar ese duro precio. Máxime cuando la ley podía ser aprobada por
el Poder Ejecutivo con su sola fuerza. Pareció el precio para el Estado de Excepción”,
declaró Ferreira Aldunate, en un reportaje concedido a la periodista María Esther Giglio.
Ferreira Aldunate no le perdonó a Bordaberry que pusiera su firma para bajar el telón por
más de una década de una de las democracias más preciadas y puras del continente y del
mundo.
El 26 de junio de 1973, a horas de producirse el golpe, la caída del Parlamento, en un acto
de una coordinadora del Movimiento Blanco Por la Patria (PLP), Ferreira Aldunate
descargó su ira contra el ex presidente Bordaberry y, como si tuviera la bola de cristal, le
auguró su final.
Ferreira Aldunate fue tajante: “Aquí va a surgir una columna, quiera Dios que no sea
necesario, que lo hará arrepentirse a Bordaberry de haber nacido, de haber nacido
(aplausos por varios segundos y gritos de ‘Wilson, Wilson’). ¿O acaso cree que va a burlar lo
que consideramos esencial para la preservación del alma nacional, que va a destruir el país,
que va a poner al servicio, no digo de esa idea, porque él no puede tener ninguna, sino de su
interés, que no es el interés legítimo ni nacional?. ¿Acaso cree que va a poner a su servicio
todo y llegar a destruir cosas, sin correr riesgos?. ¿Acaso cree que puede cambiar al Partido
Nacional, agrediéndolo, no a él, sino al país que representa y defiende?. Y seguir confiando
que va a morir necesariamente de viejo y que la familia y su gente tendrán la seguridad
para siempre… (¡No!, se escuchó un grito del público). ¿Acaso ignora que se condena al
miedo permanente? Que se condena a no morir en la frontera de su patria, que se condena
a soportar mientras viva, y no sé si será por mucho tiempo, el odio, el legítimo odio del
pueblo oriental”. Hubo aplausos por varios segundos y gritos de “Wilson, Wilson”.
El 17 de julio de 2011 Bordaberry murió bajo el régimen de prisión domiciliaria a los 83
años de edad. El velatorio no fue abierto al público por decisión de su familia, tampoco se le
brindaron honores de Estado pese a que fue presidente constitucional más de un año. La
cadena internacional de noticias estadounidense CNN, en el resumen de la temporada,
colocó la figura de Bordaberry como una de las personalidades mundiales fallecidas ese
año.
En una maratónica sesión del Senado, el 15 y 16 de mayo del año 1973, Wilson Ferreira
Aldunate sostuvo que, la fórmula para que se concretara la renuncia de Bordaberry y el
posterior llamado a elecciones nacionales, fue transmitida por el entonces ministro de
Ganadería y Agricultura Benito Medero, que había sido diputado blanco y amigo personal
del mandatario.
Ferreira explicó que asistió a una reunión con militares en la que dijo que “ninguna
salida que no fuera constitucional valía; que si el apartamiento de la Constitución ocurría,
nosotros lucharíamos contra él y que no veía otra salida que fortalecer el poder político por
el único camino, que era la consulta popular”. Pese a la postura de Wilson Ferreira la
consulta popular había sido el último domingo de noviembre de 1971 y la ciudadanía había
ungido presidente a Bordaberry. Las elecciones fueron protestadas y siempre quedará la
sospecha de si hubo anomalías o no.
La próxima consulta debía ser en noviembre de 1976 y no en octubre de 1973. Ferreira
Aldunate adujo que la fórmula de salida, que le había sido transmitida por Medero,
“reposaba sobre la sanción de una ley constitucional que, votada por dos tercios de votos
de ambas ramas del Parlamento, establecería el adelanto de la consulta popular (…).
Comprendía estos puntos y partía del supuesto (…) de que el presidente Bordaberry
presentaría su renuncia. Que en el mensaje que dirigiría a la Asamblea General, en su
dimisión al cargo, propondría la reforma constitucional de que se hablaba, a efectos de
darle desde el comienzo, a todo el procedimiento, el aval total del sistema político nacional,
y que la convocatoria a elecciones la haría el vicepresidente de la República, señor Sapelli,
que asumiría el cargo máximo”. Ferreira Aldunate relató al Senado que Medero y Gutierrez
Ruiz fueron a la Casa de Gobierno y hablaron con el Secretario de la Presidencia Luis
Barrios Tassano, quien “luego de algunas consultas, comunicó (…) la negativa categórica
del presidente de la República. Eso hizo desaparecer la viabilidad de la fórmula”.

Amigos son los amigos


No cierra. Uno de los amigos de Bordaberry presentó la idea de renuncia del entonces
presidente constitucional, pero el involucrado no estaba de acuerdo. Por lo menos tres
libros de la historia reciente hablan del episodio. Dos desechando la acusación contra
Wilson Ferreira Aldunate, que partió de los mandos militares de la época, y que procuraba
una salida por fuera de la Constitución de la República. Uno de esos libros se titula Se
llamaba Wilson, escrito por Diego Achard, y el otro Biografia de Wilson. Una comunidad
espiritual, firmado por Carlos Luppi. El otro libro, del ex presidente Julio María Sanguinetti,
se llama La agonía de la democracia y sigue la línea de las declaraciones del ex senador
blanco Walter Santoro y del contralmirante Zorrilla.
Ferreira Aldunate, obnubilado, ofuscado por el resultado electoral desfavorable en las
elecciones de 1971, las cuales siempre aseguró que había ganado, arremetió contra
Bordaberry, a quien despreciaba, sin medir que podía poner en peligro la democracia.
Hubo una estrategia política para derribar a un presidente constitucional electo por el
pueblo. Y Wilson, por las razones que fueran, participó en reuniones que iban en ese
sentido.
El Wilson que volvió al país, meses antes del retorno a la democracia, era otro. Detenido
por el régimen, permaneció preso en una Unidad Militar en la ciudad de Flores, desde el 16
de junio hasta el 30 de noviembre de 1984. Cuatro días después de las elecciones
nacionales y tras once años de dictadura, todos pensaron que incendiaría el país. Sin
embargo intentó pacificarlo. Lanzó una consigna definitivamente incorporada al
nomenclátor y la práctica política de aquellos años: “la gobernabilidad”. Y cuando tuvo que
sacar las castañas del fuego al gobierno de Sanguinetti, lo hizo.
La Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, conocida como ley de
impunidad que amnistió a militares y policiales por algunos crímenes cometidos, fue el
gran ejemplo, sin medir los costos políticos, tampoco las consecuencias sobre su salud y la
comprensión histórica de su Partido Nacional. Lo mejor para él y su legado es que se
conozca la verdad. Y reconocer que Wilson fue un hombre de carne y hueso.
En 1996, a los veintitrés años de los sucesos de febrero de 1973, el diputado y senador
del Partido Nacional Walter Santoro envió una carta a los lectores del diario El País
insinuando algunas pistas de lo que ocurrió aquella noche del 8 de febrero. El 14 de abril de
1996, el doctor Washington Beltrán, escribió un editorial en el diario local El País, que
tituló: “Una bomba en la historia”. Beltrán planteó dos inteligentes interrogantes: “¿Así que
se convirtió a los ciudadanos en meros e irracionales trabajos de un ajedrez que jugaron en
la clandestinidad personalidades democráticas? ¿Quién los autorizó para internarse en el
aventurismo cívico?”. La aventura cívica de dirigentes de todos los partidos políticos,
quienes pensaron que en su casa nada pasaría si era desalojado un inquilino que no quería
habitar ese edificio, ocasionó males a la República en las últimas cinco décadas, males que
todavía hoy se siguen padeciendo.

La izquierda se saluda con la derecha


El periodista Carlos Quijano, director del semanario Marcha, y el entonces senador Enrique
Erro fueron de los pocos dirigentes de la izquierda uruguaya que se mantuvieron en la
montura y rechazaron la llegada del militarismo. En febrero de 1973 los tupamaros no
tenían voz ni voto, por la sencilla razón de que la mayoría de sus jefes estaban presos en el
Penal de Libertad.
La mayoría de los sectores del Frente Amplio, “se comieron la pastilla” (según un dicho
popular uruguayo). Sin miramientos, sus dirigentes, enamorados del golpe militar del
general (Juan) Velasco Alvarado, en Perú, aplaudieron a los supuestos militares
compatriotas tildados de “peruanistas”.
Los más embalados eran los comunistas, quienes siguieron hasta el año 1980 –siete años
del avance de la dictadura- creyendo en esa fantasía. La simpatía del Partido Comunista
(PCU) por los militares golpistas peruanos quedó establecida en las actas de la Asamblea
General, el 22 de marzo de 1972, durante el debate para permitir la salida al extranjero del
ex presidente Pacheco Areco.
El entonces diputado Jaime Pérez –después secretario general del PCU– sostuvo en
aquella sesión: “Hace muchos años, en un artículo muy conocido, nuestro compañero
(Rodney) Arismendi decía que las patrias latinoamericanas no se dividen en castristas y
castrenses. Poco después, el Ejército Peruano, que por cierto no es comunista, y que
muchos de sus cuadros habían sido educados en las escuelas de los Estados Unidos, toma
conciencia del sufrimiento del pueblo y decide asumir la dirección del Estado. Lo primero
que hace es adoptar medidas contra los monopolios imperialistas, nacionalizar la banca, el
comercio exterior y la reforma agraria, apoyándose en el pueblo y en los campesinos”. “Y
sin presos políticos”, apuntó Zelmar Michelini, que avaló a los militares golpistas peruanos.
Los dirigentes sindicales de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT, central
sindical única de Uruguay manejada por los comunistas) mantenían una fluida relación con
los jefes militares. Incluso acudían a reuniones en la sede de Inteligencia Militar, dirigida
por el coronel (Ramón) Trabal, uno de los supuestos jefes “peruanistas”.
El 9 de febrero de 1973 el general (Líber) Seregni –en un acto de masas– tomó posición a
favor de las fuerzas armadas y en nombre del FA. En la reunión previa al mitin, Erro
mantuvo una acalorada discusión con Michelini y le manifestó que si se tomaba esa
posición se desvincularía del Frente Amplio. En la misma postura de Erro estuvieron Hugo
Cores, Gerardo Gatti (desaparecido en Argentina en 1976), Héctor Rodríguez y Miguel
Sassano, un emblemático y reconocido activista de izquierda.
En el acto político, realizado en la intersección de la avenida 8 de Octubre y la calle
Comercio, en pleno barrio de la Unión en Montevideo, Seregni pidió la renuncia de
Bordaberry. “Nunca el ciudadano ha presenciado una corrupción generalizada como la que
implantó el gobierno pachequista. El señor Presidente (Bordaberry) debería renunciar. Y
entendemos que esta decisión que le sugerimos va más allá del simple acto político. Es un
imprescindible gesto patriótico, idóneo, necesario, para insinuar un camino que conduzca a
la reunificación de todos los orientales honestos. La presencia del señor Bordaberry
entorpece las posibilidades de diálogo. La renuncia del señor Bordaberry abriría una
perspectiva de diálogo”.
Ocho días después, el 17 de febrero de 1973, Seregni fue más explícito en su apoyo a las
fuerzas armadas, en un discurso ante las Mesas Departamentales de la coalición de
izquierda. “Lo que aparece a simple vista es un hecho insólito: la intervención de las fuerzas
armadas en conflicto con el poder político más reaccionario que ha conocido el país. Y este
es un hecho que tiene que ser evaluado con serenidad, con realismo. Sin lanzarse a
imaginerías apresuradas pero tampoco, de ninguna manera, defendiendo a los peores
enemigos del pueblo. Porque la oposición poder político-poder militar debe ser juzgada y
entendida a la luz de su intersección con la oposición política fundamental: la de la
oligarquía y el pueblo. (…) que la oligarquía se lance a la conquista y seducción de las
fuerzas armadas, tratando de que ellas se conviertan en su última carta. A la oligarquía le
desespera la nueva preocupación política de las fuerzas armadas contra la subversión. Pero
está intacta y tiene muchos más recursos de victoria”.

El general Seregni, como presidente del Frente Amplio, reclamó la renuncia de Bordaberry.
El entonces senador Zelmar Michelini también tomó partido a favor de los militares, sin
titubear. El 2 de febrero de 1973 escribió un artículo en el semanario Marcha fijando su
postura anti-Bordaberry y anti-Pacheco Areco.
Empero, Quijano, director de la publicación, marcó una posición contraria a Michelini y al
militarismo. “Damos este artículo de nuestro compañero, el senador Zelmar Michelini, a
pesar de que no compartimos el enfoque general del tema ni el título de la nota “Política y
fuerzas armadas”, escribió Quijano. Michelini sostuvo que “hasta el presente, la tesis de los
presidentes Pacheco Areco– Bordaberry, así como los grupos políticos que los apoyan, era
de que un grupo de resentidos, monstruos, renegados, mal nacidos, malos patriotas,
degenerados (…) pretendían destruir un Uruguay justo y feliz. Contra esa teoría escapista,
desconocedora de la realidad nacional, se levantó otra, la real, que sostenía las causas
crecientes de la guerrilla –causas socio-económico-políticas– y la respuesta –violencia– de
un grupo de hombres y mujeres a la violencia que el propio régimen disponía. El
comunicado de las fuerzas armadas define el problema al expresar que la explotación de
ese nuevo elemento –había otros antes– por la subversión, permite la captación de nuevos
adeptos o la incentivación de los existentes. ¡Vaya atrevimiento de la Junta de
Comandantes!. Destruir en un párrafo lo que ha sido el caballito de batalla de muchos
meses del señor presidente!. Dijimos en más de una oportunidad que las propias fuerzas
armadas, conscientes de que la guerrilla tenía orígenes distintos de los que se mostraban
desde el Poder Ejecutivo, hasta por una razón de egoísmo – exagerando, por supuesto, la
argumentación– estarían dispuestas a librar una dura lucha contra los privilegios, la
injusticia, la dependencia internacional, la desocupación, la mala y absurda distribución de
la riqueza (…) como única manera de que efectivamente el país se salvase y no tuviesen que
verse sometidas, de nuevo, a una tarea de repercusiones tan dramáticas. La corrupción
administrativa, los negociados, el mal uso de las finanzas públicas, el nepotismo en los
nombramientos, la burocracia política, el acomodo, la falta de controles, son para las
fuerzas armadas, para nosotros, para todos los que quieren un Uruguay distinto y por
distinto mejor, factor de desmoralización de la población y descreimiento de los
organismos públicos”.
En uno de los cuadernos Los Desafíos de la Izquierda Legal, el histórico dirigente del
Partido Demócrata Cristiano (PDC) Juan Pablo Terra recordó: “Mi opinión fue siempre
adversa. Creo que entre los cuatro coroneles del comunicado de febrero –hace referencia a
los comunicados 4 y 7 de las fuerzas armadas, propalados en febrero de 1973– había uno
que tenía una cierta orientación populista peruanista: Trabal, que venía del Servicio de
Inteligencia. ¡Vaya uno a adivinar el pensamiento de un Jefe de un Servicio de Inteligencia!.
Entre los otros había por lo menos dos que eran prácticamente nazis (…) la idea de que ahí
iba a surgir un peruanismo a mí me pareció siempre de una irrealidad absoluta. Aunque
debo reconocer que en el PDC hubo algunos individuos que tuvieron un cierto optimismo
en relación con esto. Fue Vivían Trias, del Partido Socialista (PSU), y algunos otros grupos,
quienes más sintieron la tentación militar”. Trías fue secretario general del Partido
Socialista, legislador, pero en octubre de 2017 se comprobó que había sido agente de
inteligencia del régimen comunista de Checoslovaquia. Por esa nación, pasaban los
comunistas uruguayos cuando iban a realizar cursos militares a la Unión Soviética.
El dirigente de izquierda y también sindicalista Héctor Rodríguez señaló: “El PCU confió
en ciertos militares hasta 1974. Creo que el MLN-T tuvo ilusiones respecto a posibles
acuerdos con las fuerzas armadas cuando negoció en 1972. Felizmente rompió bien la
negociación. Las ilusiones de 1973 a ese respecto fueron del PCU; apoyó a los comunicados
4 y 7 que duraron hasta 1974, cuando se produjo el asesinato de Trabal en París, por
alguien que actuó para impedir su vuelta al país, no deseada por los mandos militares.
Estos son aspectos de lo que llamo dispersión táctica. Todavía en 1975 los militantes del
PCU escribían en las paredes: ‘Gobierno popular como en Portugal’. Los comunistas eran
tan incrédulos que hasta que las fuerzas armadas arremetieron contra ellos, en el año 1975,
aseguraban que vivíamos en una “dictablanda”. Es sumamente conocido el editorial del
vocero oficial del PCU, El Popular, apoyando los comunicados 4 y 7 de los militares, en
febrero de 1973. El 11 de ese mes la postura oficial de los comunistas quedó registrada de
esta manera: “El problema no es el dilema entre poder civil y poder militar; que la divisoria
es entre oligarquía y pueblo (…) dentro de éste caben indudablemente todos los militares
patriotas que están con la causa del pueblo, para terminar con el dominio de la rosca
oligárquica. Las fuerzas armadas deben reflexionar sobre este hecho: los marxistas-
leninistas, los comunistas, integrantes de la gran corriente del Frente Amplio, estamos de
acuerdo en lo esencial con las medidas expuestas por las fuerzas armadas como salidas
inmediatas para la situación que vive la República y, por cierto, no incompatibles con la
ideología de la clase obrera y sin perjuicio de nuestros ideales finales de establecimiento de
una sociedad socialista. Hoy, como siempre, creemos que para esta obra de auténtica
recuperación nacional se necesita el esfuerzo de todos los orientales honestos, sin
distinción de civiles y militares, con la única determinación de ser patriotas y de creer en el
pueblo”.
Pero no quedó en la editorial. Rodney Arismendi, durante una reunión del Comité
Central del PCU, se lamentó que el Pacto de Boiso Lanza, entre Bordaberry y los militares,
había sido “el triunfo de los sectores fascistas” de las fuerzas armadas “contra la línea
‘peruanista’ de los Comunicados 4 y 7”. Qué hubiera pasado en febrero de 1973 si el PCU y
la CNT hubieran levantado la bandera uruguaya y no la ‘peruanista’. ¿Hubiera habido golpe
de Estado?. Las palabras de Ferreira Aldunate el 26 de junio de 1973, en un acto partidario,
se refirieron en ese sentido: “Al fin de cuentas ustedes saben bien que estamos al borde del
Golpe de Estado, a horas, a minutos de la instauración de una dictadura militar y que, si no
quisieran el Partido Comunista y la CNT, aquí no habría dictadura militar”.
El PCU y la izquierda en general nunca hicieron su mea culpa, nunca agacharon la cabeza
y admitieron su complacencia con los militares en los sucesos de febrero de 1973. Mujica
dijo al autor que los tupamaros quisieron hacer una autocrítica y se llegó a un callejón sin
salida.

Los comunicados más famosos de la historia reciente


Los “famosos” comunicados 4 y 7, difundidos por las Fuerzas Armadas en febrero de 1973,
son lo más parecido a un programa de gobierno de un partido político. Los mismos
recogieron reclamos públicos de sectores de tendencia a la izquierda y de la propia
guerrilla tupamara. Algunos políticos, grupos y partidos locales interpretaron que era la
continuación de la política del Ejército peruano. Por eso surgió en Uruguay la calificación
de “militares peruanistas”, entre quienes se citaba al después dictador Gregorio “Goyo”
Álvarez y al jefe de Inteligencia coronel Ramón Trabal. Trabal fue asesinado en París el 20
de diciembre de 1974, cuando cumplía funciones como agregado militar ante los gobiernos
de Francia y de Gran Bretaña.
El teniente general Gregorio “Goyo” Alvarez, según Bordaberry era el causante de todos los
problemas. Alvarez fue comandante en jefe del Ejército durante la dictadura y presidente de facto
(1981-85).

Comunicado número 4 - 9 de Febrero de 1973


Los Mandos Militares Conjuntos del Ejército y la Fuerza Aérea, ante la crisis que
afecta al país, y a los efectos de despejar hasta la última duda que pueda existir en
el espíritu de todos los uruguayos sobre las causas que la han ocasionado, sienten
el deber moral de informar lo siguiente:

1º) Si bien se ha manifestado la solicitud al Sr. Presidente de la República de que


disponga el relevo y se ha declarado la decisión de desconocer la autoridad del Sr.
Ministro de Defensa Nacional, se expresa con la más absoluta lealtad hacia el
pueblo y sus autoridades nacionales que dicha posición no obedece a que se
cuestione la persona misma del mencionado jerarca, sino a lo que él representa y
las graves consecuencias que derivarían del ejercicio de su cargo.

2º) Inmediatamente de asumido su cargo, el actual Ministro puso de manifiesto


encontrarse empeñado en cumplir la tarea de impedir, mediante la
desarticulación de los Mandos, que las Fuerzas Armadas cumplieran con la misión
de alcanzar los objetivos que se han impuesto para restablecer el orden interno y
brindar seguridad en el desarrollo nacional, en procura del bienestar general
dentro del tradicional sistema democrático republicano, de acuerdo a la filosofía
actual de las Fuerzas Armadas.

3º) En consecuencia, es preciso establecer inequívocamente cuáles son los


objetivos propuestos y qué metas se aspiran a alcanzar, para determinar
enseguida, con diáfana claridad, las intenciones y propósitos que guiaron en los
últimos tiempos, los procedimientos a que se ajustó la conducta de las Fuerzas
Armadas y que son, sin duda, la causa principal motivo de la designación
cuestionada, adoptada según se entiende, en un claro pero imposible intento de
cerrar para siempre los nuevos caminos emprendidos, los que señalan una nueva
mentalidad que fuera avalada por el Sr. Presidente en múltiples ocasiones a través
de la aceptación de exposiciones verbales y documentos que le presentara,
oportunamente, la Junta de Comandantes en jefe.

4º) Los integrantes de las Fuerzas Armadas, a todos los niveles, tomaron
conciencia plena de la problemática que afecta al país, a través de su especial
participación en el quehacer nacional, ocurrida en el último año, y han valorado la
gravedad de la situación, la que exige una reacción firme, con la participación
honesta de todos los sectores del pueblo uruguayo, porque en su defecto
irremediablemente se llegará el caos total.

5º) Se han planteado entonces, procurar alcanzar o impulsar la obtención de los


siguientes objetivos:
a) Establecer normas que incentiven la exportación, estimulando a los
productores cuya eficiencia y nivel de calidad permita colocar la mercadería en
plazas del exterior a precios competitivos.

b) Reorganización del servicio exterior, adjudicando los hombres más capaces a


aquellos destinos diplomáticos en los que una gestión inteligente, dinámica y
audaz, permita al país obtener beneficios económicos crecientes, dando prioridad
en su gestión al intercambio comercial exportador. Velar porque sólo sean
designados, en representación de la república, a todos los niveles, personas que
procedan no sólo con entusiasmo y dedicación, sino que ostenten una moral
acrisolada, indispensable para actuar con dignidad en su nombre.

c) Eliminar la deuda externa opresiva mediante la contención de todos aquellos


gastos de carácter superfluo, comenzando por la reducción de todos los viajes al
exterior de funcionarios públicos de cualquier índole, salvo que aquellos sean
absolutamente indispensables y la concertación de créditos sólo para su
utilización en inversiones que aseguren un aceptable reembolso posterior.

e) Atacar con la mayor decisión y energía los ilícitos de carácter económico y la


corrupción donde se encuentre, procurando que la moral privada y pública,
nuevamente constituya un elemento principal en la personalidad del hombre
uruguayo creando, a los efectos, tribunales especiales para tratar en la materia y
dando participación decisiva a los Comandos Militares en el esclarecimiento de
los hechos, dada su grave incidencia en los problemas de seguridad interna.

f) Reorganización y racionalización de la administración pública y el sistema


impositivo de modo de transformarlos en verdaderos instrumentos de desarrollo
con el mínimo de esfuerzo para el erario público.

g) Redistribución de la tierra buscando la máxima producción por hectárea,


mediante regímenes impositivos justos y técnicos, y una tendencia más racional,
de manera de asegurar el acceso a la propiedad a quien la trabaje.

h) Creación, fomento y defensa de nuevas fuentes de trabajo y el desarrollo de la


industria en base a las reales posibilidades y necesidades nacionales.

i) Extirpar todas las formas de subversión que actualmente padece el País,


mediante el establecimiento de adecuada legislación para su control y sanción.

j) Designar en los Entes Autónomos y Servicios descentralizados a los hombres


más capaces y con mejores aptitudes para el desempeño de la función que se
considere, sin tener en cuenta para ello un criterio de cuotas por partidos o
sectores, sino el elevado propósito de asegurar el mejor y más eficiente
funcionamiento del servicio público.
k) Asegurar la intervención o la representación de las Fuerzas Armadas en todo
organismo o actividad que tenga relación con aspectos concernientes a la
seguridad y soberanía nacional.

l) Realizar los mayores esfuerzos a fin de canalizar la mayor cantidad posible del
ingreso nacional fortaleciendo la capacidad productiva de toda la población y
aumentando simultáneamente el ahorro. En ese sentido, conscientes que la
distribución del ingreso es de las cuestiones que más estrechamente se
encuentran asociadas a la distribución de poder, asegurar paralelamente al
aumento del ingreso nacional que se obtenga en cada periodo, un aumento en la
participación de los grupos menos favorecidos, tanto en términos absolutos como
relativos.

m) Establecer disposiciones que permitan combatir eficazmente, como sea


posible, los monopolios, instrumentando medidas que posibiliten la mayor
dispersión de la propiedad y un mayor control público de los medios de
producción. Asegurar el interés obrero por impulsar y mejorar la producción,
arbitrando soluciones que estimulen la participación de los mismos en la
dirección de las empresas, tanto en el sector público como en el privado.

n) Apoyar, a través de una política crediticia adecuada, a aquellos sectores de la


economía que se estiman prioritarios, dando preferencia a los medianos y
pequeños empresarios y a las cooperativas de producción, que deberán gozar de
especiales beneficios conferidos por Ley para su expansión en todo el País.

o) Vigilar que todos los ciudadanos compartan en forma justa y de acuerdo a sus
reales posibilidades económicas, la carga común representada por los gastos del
Estado, fiscalizando se recauden sin evasiones tributarias, especialmente los
derivados de capitales improductivos.

p) Aceptar una inflación medianamente controlada, en tanto se estudian los


cambios que permitan elaborar una táctica acorde con una concepción racional a
largo plazo, capaz de superar las causas estructurales y profundas, adoptando por
ahora medidas de corto plazo que eviten descontentos excesivos y aseguren
mantener por lo menos la posición relativa de los distintos grupos en la
distribución del ingreso.

6º) Colaborar en alcanzar lo señalado precedentemente mediante el desarrollo de


una política de acción conjunta de las Fuerzas Armadas que se ajuste a los
siguientes preceptos.

a) manteniendo permanentemente total cohesión en las Fuerzas Armadas, vigilar


la conducción nacional en procura de los Objetivos fijados gravitando en las
decisiones que afectan el desarrollo y la seguridad, mediante el mantenimiento de
un estrecho contacto con el Poder Ejecutivo y la presentación oportuna a través
del planteamiento de la posición que las Fuerzas Armadas adopten en cada caso.
b) manteniendo a las Fuerzas Armadas al margen de los problemas sindicales y
estudiantiles salvo que lleguen por su intensidad a poner en peligro la seguridad.
Previa anuencia del poder Ejecutivo iniciar una política de realizaciones eficaces y
concretas, apoyando o tomando a su cargo planes de desarrollo de interés
nacional, aprovechando sus capacidades técnico profesionales.

c) Proceder en todo momento de manera tal de consolidar los ideales


Democráticos Republicanos en el seno de toda la Población, como forma de evitar
la infiltración y captación de adeptos a las doctrinas y filosofías marxistas
leninistas incompatibles con nuestro tradicional estilo de vida.

7º) En consecuencia quien ocupe la cartera de Defensa Nacional en el futuro,


deberá compartir los principios enunciados, entender que las Fuerzas Armadas,
no constituyen una simple Fuerza de Represión o vigilancia, sino que, integrando
la sociedad, deben intervenir en la problemática nacional, dentro de la ley y
comprometerse a trabajar, conjuntamente con los mandos, con toda decisión,
lealtad y empeño, a fin de poder iniciar la recuperación moral y material del país.

El Comandante Jefe de la Fuerza Aérea. - Brigadier José Pérez Caldas

El Comandante del Ejército en Operaciones - General Hugo Chiappe Posse.

Comunicado número 7 - 10 de febrero de 1973


“Los Mandos Militares Conjuntos del Ejército y la Fuerza Aérea; dieron en el día
de ayer a conocimiento del pueblo de la República, el comunicado Nº 4/73 que
sintetiza, en un primer documento, lo que constituye hasta el momento el
pensamiento claro y la posición concreta adoptada por las Fuerzas Armadas ante
diversos problemas que afectan a la realidad actual y particular del Uruguay. A
dicha posición se ha llegado luego de meditados estudios y análisis
pormenorizados de cada uno de los temas considerados oportunamente, a nivel
de los órganos militares de asesoramiento y planificación.

Entienden conveniente ahora efectuar las siguientes precisiones.

1ª) Aunque resulte obvio señalarlo, los diferentes campos de la problemática


nacional en que se advierten situaciones conflictivas de gravedad variable,
abarcan problemas, en algunos casos, más amplios y diversos que los diecinueve
objetivos ya considerados en el mencionado comunicado. Estos también exigen
adoptar, de acuerdo a un orden prioritario de urgencia, las soluciones más
adecuadas a la situación actual del país.

2º) Puede entonces pensarse que el documento considerado ha sido insuficiente,


por lo parcial e inadecuado, por lo limitado de los objetivos allí establecidos. Tal
pensamiento, básicamente, debe ser compartido por todos los ciudadanos por ser
estrictamente cierto. Indudablemente ello tiene una explicación clara y lógica que
se desea precisar para que sea totalmente comprendida.

3º) Existen objetivos básicos permanentes, de gran alcance, que son igualmente
deseados por todos los uruguayos y que sólo admiten pequeñas variantes en la
estrategia a seguir para alcanzar su plena satisfacción por lo que aun, a pesar de
ser de importancia fundamental, se creyó innecesario provisoriamente incluirlos
en el documento.

4º) Tal el caso, por ejemplo, de la preservación de la soberanía y la seguridad del


Estado que, a su indiscutible y singular vigencia permanente, une la condición de
ser unánimemente procurada y deseada por todos los orientales. Quede, sin
embargo, perfectamente establecido que este punto, para las Fuerzas Armadas,
invariablemente ha sido y será, con el mayor fervor determinación y empeño,
motivo esencial de su existencia y causa de sus mayores desvelos. Para ello, hasta
sus últimas consecuencias, habrán de exigir de todos los orientales, en la medida
de la responsabilidad individual de cada uno, no sólo la defensa territorial de la
patria, sino también y muy especialmente, la de su más absoluta libertad de
decisión. Esta deberá ejercerse tanto en los asuntos internos del Estado, como en
los variados problemas de las relaciones internacionales, sin otra limitación que
las libremente aceptadas en convenios suscritos por propia voluntad.

5º) No han pasado tampoco inadvertidos, ni fue descartada su consideración,


ninguno de los problemas esenciales de la actual coyuntura nacional porque,
como es lógico, quienes se encuentran profundamente preocupados por el futuro
del país, no pueden descuidar, entre otros, algunos objetivos básicos de evolución
tales como: a) Desarrollo energético. b) Desarrollo de vías de comunicación y
transporte. c) Modernización, tecnificación y adecuación de la enseñanza a las
reales necesidades que exige el desarrollo nacional. d) Establecer una política de
precios y salarios que asegure el mantenimiento del poder adquisitivo a todos los
niveles sin afectar la producción. e) Garantizar a todos los habitantes del país la
más alta calidad de asistencia médica, cualesquiera sea su capacidad económica. f)
Fomento de la descentralización, procurando radicar en el interior la mayor
cantidad posible de empresas y servicios. Estos objetivos no fueron incluidos en el
documento, sin embargo, por encontrarse aún en etapas de estudio y análisis que
habrán de exigir, todavía, un proceso de elaboración antes de que se llegue a
adoptar una posición definitiva.

6º) Por último, se considera imprescindible establecer que las Fuerzas Armadas,
ni se adhieren, ni ajustan sus esquemas mentales a ninguna filosofía político
partidaria determinada, sino que pretenden adecuar su pensamiento y orientar
sus acciones según la concepción propia y original de un Uruguay ideal, meta
inalcanzable pero intensamente deseada ya que ofrecería el mayor bienestar y
felicidad para todos sus hijos.
Este concepto se complementa con la aspiración de crear y consolidar en la totalidad de los
uruguayos la “mística de la orientalidad”, que consiste en la recuperación de los grandes
valores morales de aquellos que forjaron nuestra nacionalidad y cuyas facetas son: el
patriotismo, la austeridad, el desinterés, la generosidad, la honradez, la abnegación y la
firmeza de carácter. Ello facilitaría que fuera realidad el reencuentro de los orientales
permitiendo que la República se proyecte hacia la consecución de sus más elevados
destinos.
Resumiendo, en base a las exposiciones efectuadas sobre la mentalidad y posición
adoptada por las Fuerzas Armadas, se declara que constituyen la resultante del esfuerzo
inteligente de muchos hombres, que aún en posiciones ideológicas partidarias muy
variables, propias de nuestra compleja realidad nacional, poseen en común dos elementos:
anteponer el interés general al personal y ser integrantes de las Fuerzas Armadas.
Formados en sus duras disciplinas, no es de hoy el compromiso contraído con el pueblo
al que pertenecen. Sus conciudadanos pueden tener pues la seguridad de que no
improvisarán y que se encuentran profundamente convencidos de que no existen fórmulas
milagrosas que puedan aplicarse por receta, sino que, sólo interpretando, con el menor
margen de error posible, los sentimientos y deseos generales del pueblo y conciliando con
justicia los intereses opuestos podrán en cada caso particular, recomendar la adopción de
las soluciones más adecuadas.
12 Libro Camino al 73 - Editorial Artemisa Editores- Autores los coroneles Roberto Velasco y Alfredo Bravo – Páginas
11 y 12.
13 Miguel Campodónico, Editorial Linardi y Risso, página 80.
CAPÍTULO 5

Epitafio de la democracia
Diario El Día – (Partido Colorado) - 27 de junio de 1973
“Ubicar el punto de partida de los sucesos que dieron cauce a la crisis de febrero será, sin
duda, tarea para el historiador. Antecedentes hay muchos y cada uno de los episodios está
ligado a hechos que, en su momento, alcanzaron gran notoriedad, aunque muchas veces no
surgieron explicaciones amplias de lo ocurrido”.

El Popular - (Partido Comunista en el Uruguay) - 27 de junio de 1973


“Nadie quiere negar que la mayoría del pueblo quiere cambios que son los inscriptos en el
programa de la CNT, del Frente Amplio y que otras fuerzas políticas han manifestado su
coincidencia en varios puntos. En febrero las propias Fuerzas Armadas expusieron un
programa esencialmente positivo. Pero éste no fue llevado a la práctica”.

Diario El País - (P. Nacional) - En las primeras horas de la dictadura


“Los orientales son los únicos responsables de su destino. En sus manos está la posibilidad
de felicidad o desgracia. Los partidos políticos que nacieron y crecieron en este bendito
Uruguay, que escribieron las páginas más gloriosas de su historia, pueden ser los motores
que impulsen esta tarea de recuperación, porque los obliga al pasado, lo requiere el
presente y lo reclama el futuro. Y esta no es tarea sólo para sus autoridades: todos están
comprometidos en ella y todos deben llevarla a cabo”.

Semanario Marcha - De tendencia a la izquierda - 30 de junio de 1973


“Nadie puede sorprenderse. Está ominosa caída del 27 de junio es el resultado de un
proceso que se inició hace tiempo y que se cumplió, paso a paso, a la luz del día”.
Portadas de los principales diarios del Uruguay: El Día, El Popular, El País y el semanario Marcha.
El 27 de junio de 1973, el mismo día que el presidente Juan María Bordaberry y la cúpula
de las fuerzas armadas decidieron pisotear la Constitución de la República, en medio del
deterioro político y social del Uruguay, los medios de comunicación admitieron, en sus
editoriales o notas de opinión, que el epitafio de la democracia era inevitable.
Por las restricciones impuestas por los golpistas, en las primeras horas, los medios de
comunicación no publicaron críticas hacia las fuerzas armadas. Pero sí que el nuevo
proceso debía ser sobre la base de la democracia. Por ejemplo, el diario El País reivindicó a
los partidos políticos. El único que volvió a exaltar la participación en los sucesos de
febrero y junio de 1973, luego del desalojo de senadores y diputados electos por sufragio
popular en las elecciones libres de 1971, fue nuevamente el Partido Comunista.
El diario partidario El Popular, en sus páginas de opinión, nuevamente puso en el tapete
un destaque de las posturas golpistas y de exaltación de dictaduras, a pocas horas que el
Uruguay se quedó sin su democracia “pura”. Había muerto para siempre la llamada “Suiza
de América”, como repetían con orgullo muchos uruguayos. Uno de los editoriales de El
Popular argumentó:
“Dos caminos se abren ante la República: Uno es el de ‘una salida a la brasilera’, camino
acariciado por la rosca y el señor Bordaberry. Este camino –aunque puede estar
acompañado de una medida demagógica- sólo puede augurar las peores horas para la
República, ya que transita por el mismo trillo iniciado por Pacheco en 1968, continuado por
el señor Bordaberry, pero ahora de una manera completamente discrecional. El otro
camino es el auténtico del pueblo, el de la coincidencia patriótica por un programa de
bienestar, libertad y transformaciones, para lo cual el general Seregni llamó a la unión de
todos los orientales honestos, civiles y militares, lo que coincide, en esencia, con lo
planteado por los comunicados 4 y 7, con lo aseverado por Ferreira Aldunate, cuando dijo
que estaba dispuesto a negociar, a lograr acuerdos con hombres y mujeres de todos los
partidos, con todas las organizaciones que quieran honradamente las causas de la
República; a lo que acaba de expresar el general Martínez (ex comandante del Ejército que
cesó en febrero de 1973): “un gran encuentro nacional de todos los orientales de buena fe”.
“Es, reiteramos, el camino de la unidad del pueblo, unidad que se expresó objetivamente
cuando los sucesos de febrero, en una coincidencia no concertada con las fuerzas armadas
que, enfrentándose a Bordaberry, expusieron un programa positivo. La única salida es
enfrentar a la oligarquía, a esa rosca que continúa enriqueciéndose a costa del país y que
sigue en el poder. Y eso no se consigue con Bordaberry, Gary y otros políticos
desprestigiados. De lo que se trata es de llevar adelante un programa que es el que ha sido
enarbolado por las organizaciones populares, por la CNT, por el Frente Amplio, y que en
muchos aspectos también es postulado por otros sectores y estaba contenido en los
comunicados 4 y 7. Lo que se trata es de dar soluciones a los problemas reales de la
República, los que son inseparables del ejercicio pleno de las libertades democráticas.
Porque así no habrá una auténtica libertad si no hay cambios en el país. Éstos no se pueden
concebir con el cercenamiento de las libertades y con la persecución a las fuerzas
populares”.
“La hora actual de América Latina es aleccionadora. Ahí están junto a Cuba y Chile, las
transformaciones que se están desarrollando en el Perú, con militares patriotas que se
enfrentaron con el imperialismo y el latifundio y acudieron al apoyo del pueblo, o en otros
países en que las fuerzas militares se colocaron en una actitud de defensa de la soberanía. Y
al lado de ellos, el camino de Brasil con las fuerzas armadas, actuando contra el pueblo y
conduciendo a su país por un camino de dependencia y de sujeción al imperialismo, lo que
fatalmente las conducirá a la derrota o al mismo camino que Argentina donde las fuerzas
armadas se desacreditaron y han sufrido un serio revés. El camino, decimos, es otro: nada
se puede lograr contra el pueblo y aún sin el pueblo. En esta grave encrucijada que vive el
país, una vez más, la decisión de la clase obrera y las masas populares puede salvar a la
República, empujando al logro de la coincidencia patriótica de civiles y militares que dará
una salida efectiva a nuestra Patria”.
Otra editorial de PCU
Pocas horas después del Golpe de Estado, el PCU se volvió a pronunciar sobre la caída de la
democracia. “Nuestra opinión- Las Causas de las crisis y sus salidas” se tituló la nueva
declaración. “Hace años que el pueblo uruguayo viene luchando por cambios, por un
programa de transformaciones económicas y sociales, que saquen a nuestra Patria de la
crisis. Esos cambios suponen el reforzamiento y la ampliación de la democracia y la
participación popular. Constituyen la respuesta a una crisis muy profunda que comenzó a
madurar a mediados de 1955. Pero la oligarquía, los sectores de la gran burguesía
monopolista, en alianza con el latifundio y el imperialismo, impusieron otra respuesta a la
crisis. Así surgió el gobierno de Pacheco y las medidas por él adoptadas en junio de 1968.
La “rosca” copó al gobierno de una forma franca y desembozada. Pacheco llenó las cárceles
de presos, gobernó con medidas de seguridad, persiguió a las fuerzas populares, militarizó
gremios enteros, instaurando la violencia como política social. Pero la República no salió de
la crisis, sino que ésta se agravó aún más y, naturalmente, se hizo más tajante la antinomia
entre una cúpula privilegiada que usó y abusó del país, que desnacionalizó los entes del
Estado y los llevó al desastre, que instauró la corrupción por doquier”.
“Sería muy suave decir que proliferaron los ilícitos económicos; en verdad todo el
sistema económico a través de la banca, los monopolistas de los frigoríficos, de los grandes
terratenientes, se transformó en un gran fraude a la Nación, mediante la sustracción de
divisas y su evasión, la utilización de créditos privilegiados, el contrabando, etc. Pero
Pacheco no pudo aplastar al pueblo. La clase obrera, el pueblo y nuestro Partido, otros
sectores populares, lucharon con denuedo lo que cambió la conciencia de grandes masas…
los partidos dominantes vieron agudizar su crisis, nació el Frente Amplio (…) nadie quiere
negar que la mayoría del pueblo quiere cambios, que son los inscriptos en el programa de
la CNT, del Frente Amplio y que otras fuerzas políticas han manifestado su coincidencia en
varios puntos. En febrero las propias Fuerzas Armadas expusieron un programa
esencialmente positivo. Pero éste no fue llevado a la práctica (…). Va de suyo que aquellos
cambios imprescindibles tienen que ir acompañados del pleno ejercicio de las libertades
democráticas y de una participación del pueblo en la función pública, cada vez mayor”.
“Es cierto que el discurso del ministro (Néstor) Bolentini a los representantes de la
prensa, donde se le comunicó sus limitaciones que rigen para los medios de expresión, se
insistió en la aplicación de los comunicados 4 y 7, pero al respecto, llama la atención que en
el discurso del señor Bordaberry se haya omitido todas referencias a los mismos (…) lo
único que surge es que se ha disuelto el Parlamento y las Juntas Departamentales, medida
con la que indudablemente discrepamos. Si bien es cierto que nosotros nunca hemos
idealizado el Parlamento en un régimen burgués y hemos criticado acerbamente a los
sectores políticos y sus hombres que tanto desde el Parlamento como desde el Poder
Ejecutivo se han opuesto a las aspiraciones populares (…) en tren de un análisis riguroso,
no creemos que sea el Parlamento el que tuvo la mayor responsabilidad en lo que sucede
en el República. Es cierto que en América Latina hay procesos de cambios fundamentales
sin funcionamiento del Parlamento. Tenemos el caso de Perú, por ejemplo. Pero allí se han
realizado cambios revolucionarios y no es fácil muchas veces, la institucionalización de la
nueva situación creada. Sin embargo, allí hubo un cambio total del gobierno, no fue
simplemente el Parlamento (…) nosotros seguimos creciendo, en la necesidad de una
conciencia de todas las fuerzas patrióticas civiles y militares que realmente quieren
cambios profundos, en un marco de plenas libertades democráticas”.

Editorial del diario El Popular, órgano oficial del Partido Comunista en el Uruguay. El PCU aparece
muy pegado a los militares.

Fuerzas armadas reivindican información del movimiento Tupamaros


¡Difícil de comprender!. Las fuerzas armadas, que combatieron al MLN-T por decisión
política, reivindicaban las advertencias de la guerrilla sobre los casos de corrupción y, con
el paso de las semanas, acumulaban supuestas pruebas para acorralar al sistema político y
tener la “luz verde” para incidir directamente en el gobierno.
En el segundo semestre del año 1972 las fuerzas armadas habían logrado dominar al
MLN-T. Los jefes guerrilleros estaban presos en el Centro de Reclusión N° 1 (Penal de
Libertad ubicado a 50 kilómetros al oeste de Montevideo) y los militares profundizaron, sin
titubear, un nuevo objetivo: incidir en el desarrollo nacional. Con habilidad utilizaban
hechos y acciones perseguidas por los tupamaros, tras las frecuentes reuniones en el
Batallón Florida y el Grupo de Artillería N° 1, donde los dos grupos en pugna buscaron
pruebas sobre hechos de corrupción de los grupos económicos y del sistema político. Las
fuerzas armadas ya tenían en el cernidor, con pelos y señales, la vinculación del senador
Enrique Erro (Frente Amplio) con el MLN-T, además de los contactos con la organización,
del también senador del FA Zelmar Michelini y el presidente de la Cámara de
Representantes, Héctor Gutiérrez Ruiz (Partido Nacional).
Faltaba el golpe final para la caída de la democracia; el desalojo del sistema político del
Parlamento. En enero de 1973 se puso en marcha la “Operación Ceibo 302”. Fueron
llevados los jefes tupamaros detenidos a una chacra que pertenecía al MLN-T, próxima a la
ciudad de Tacuarembó (390 kilómetros al norte de Montevideo). El predio había sido
“tomado” por las fuerzas armadas en una operación que estuvo al mando del entonces
mayor José Nino Gavazzo, quien luego tuvo activa participación en la represión a
opositores, principalmente en Buenos Aires, aunque también en su país.
La cúpula tupamara fue interrogada sobre la base de tres puntos centrales que pondrían
al sistema político en la palestra pública:
1) Contactos del MLN-T con los políticos.
2) Las relaciones internacionales de la organización, que implicaban su relación con
grupos guerrilleros extranjeros, el entrenamiento en Cuba, los contactos con Fidel Castro y
el presidente de Chile Salvador Allende
3) Identificar a los equipos de la organización que habían cometido los principales
delitos de sangre y aún no habían sido confesados por la organización.
Atrás de las manifestaciones de los jefes tupamaros venía el pedido de desafuero de
quienes, los militares, tildaban como “legisladores integrantes del MLN-T”. La lista fue
encabezada por Enrique Erro, Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz. Las fuerzas
armadas ya pensaban en la instalación de una democracia fuerte, con un singular respaldo
popular. Pero con una decisión muy clara: había que desterrar el comunismo.
El razonamiento que hacían los militares, desde finales de los años ’60, fue plasmado por
escrito en febrero de 1976, cuando fueron publicados internamente para la oficialidad, los
Tribunales de Honor que se instrumentaron contra el general Líber Seregni y los oficiales
que lo apoyaban. Los mismos oficiales superiores, una treintena, habían pasado
información secreta y reservada a jefes tupamaros desde la década de los años ‘60. Aquel
documento fue redactado por el ex comandante del Ejército teniente general Julio Cesar
Vadora y establecía que “el comunismo es negación de la democracia; un militar uruguayo
por sus reglamentos, por su juramento, no puede ser comunista. Una condición está reñida
con la otra”. Añadió Vadora que “la ideología marxismo-leninismo constituye un aparato
agresor. Parte de una serie de bases falsas como la mentira, el envilecimiento, la anulación
del individuo, el encandilamiento con presuntos emblemas reivindicatorios. Y para sus
logros requiere el clima propicio de la crisis y el desorden. Por eso el comunismo es
subversión y por eso la sedición es su brazo armado (…) este enemigo no cesa en buscar
puertas; algunas se le cierran. Y así prosigue el esfuerzo de infiltración que, aunque
lamentablemente fuerza es decirlo, no ha excluido el ámbito militar”.

Plan contragolpe
En 1971 los militares leales al general Seregni, más comunistas y tupamaros, exploraron la
posibilidad real de enfrentar a los supuestos golpistas con las armas, en caso que se
desconociera un triunfo electoral de la izquierda.
El jefe del Ejército, teniente general Hugo Medina, que después fue clave para la salida
democrática, declaró al semanario Búsqueda, el 7 de marzo de 1991, de que, en caso que el
Frente Amplio hubiera triunfado en las elecciones generales de 1971, “no se le entregaba el
poder” porque “no era coherente con el pensamiento de las fuerzas armadas”.
La preparación del operativo, que se llamó “Plan Contragolpe”, fue precedido por un
encuentro entre Seregni, el líder comunista Rodney Arismendi y el jefe tupamaro Mauricio
Ronsencof, quien años antes había sido fundador de la Unión de Juventudes Comunistas
(UJC). Los objetivos contrarios que animaban a las fuerzas participantes llevaron a que,
semanas después, se dejara sin efecto ese plan. Los militares “seregnistas” determinaron
que los civiles no debían participar en una acción de guerra hasta que no hubiera una
definición en las fuerzas armadas; los tupamaros estuvieron reticentes a aceptar. Los
comunistas coincidían con los militares y se comprometieron a llevar adelante la huelga
general en las zonas más proletarias de Montevideo: los barrios de Paso Molino, La Teja,
Cerro, Nuevo París, Belvedere y Capurro, al oeste de la capital. Los comunistas tenían otra
idea debajo de la manga.
El dirigente comunista Jaime Pérez, que llegó a ser secretario general del PCU, declaró
ante la Justicia Militar que el plan “era el pretexto para sujetar al MLN-T en la campaña
electoral y mantener la tranquilidad durante ese período evitando que, por alguna acción”
de la guerrilla, “se llegara a la inhabilitación de las elecciones”. Más de tres décadas
después, el mismo Jaime Pérez en su libro El Ocaso y la Esperanza amplió la postura de los
comunistas. “La posición del Partido (comunista) era de lo más incómoda. Por un lado,
criticaba el discurso y el proyecto del gobierno (de Pacheco Areco), y por el otro lado
estaba en desacuerdo con la lucha armada (…) no podía atacar directamente al MLN-T ni
defender directamente al gobierno. Se puede salir a decir públicamente que el MLN-T está
abriendo la puerta al desastre y con eso quedar como apoyando al gobierno. Y a la vez
luchando políticamente contra el gobierno y sus propias políticas”. Por el hecho de tener
nuestra propia estructura militar y haberla difundido entre la militancia joven, logramos
evitar que en ese período miles de jóvenes se incorporaran al MLN-T”. Jaime Pérez remató:
“Si no hubiéramos hecho eso podría haberse transformado en una organización de miles y
miles de jóvenes y haberse generado una auténtica tragedia nacional (…) el hecho de haber
creado ese aparato militar (…) le dio escape a una cantidad de jóvenes comunistas para no
trasladarse al MLN-T”.
Luego de conocidas las afirmaciones de Jaime Pérez, el autor consultó a uno de los jefes
tupamaros. Jorge Zabalza acusó a los comunistas de “mentir y engañar. (Ellos) partían de la
base de que había un error en andar con los fierros. Cualquier partido político que se basa
en la mentira, que engaña a sus militantes, es un partido que termina”, como el PCUS
(soviético) que “era un castillo de naipes. No hay quien pueda basar su estructura política
en la mentira (…) si la opción era la lucha armada dejemos que se vayan y tengamos un
Partido Comunista que esté volcado a lo electoral como ellos entendían en aquel momento”.
Pese a las diferencias, comunistas y tupamaros intentaron coordinar acciones en el plano
político, de cara a las elecciones generales del 28 de noviembre de 1971. Jaime Pérez (PCU)
propuso al MLN-T que recomendara una persona para integrar una lista común del FIDEL
(Frente Izquierda de Liberación Nacional), unión del PCU con dirigentes de los partidos
(Colorado, Nacional e Independientes de Izquierda), pero la organización guerrillera no
aceptó.

Las torturas
¿Quién puede negar las torturas de los efectivos de las Fuerzas de Seguridad contra los
guerrilleros durante el combate a la subversión?. Con el desarrollo de la “guerra interna”,
tras ser detenidos los miembros del MLN-T, los oficiales militares y policiales reprochaban
el camino que habían elegido los guerrilleros para llegar el poder. Palabra más, palabra
menos, le trasmitían el siguiente mensaje: “¡Mira hermano! … Te tocó perder, te
capturamos, tenés dos posibilidades: o cooperas o te haces amasijar. ¡Pensalo bien! O
resistís o decís todo lo que sabes”.
Julio Marenales, uno de los fundadores del MLN-T, opinó que la derrota de la guerrilla fue
consecuencia del “crecimiento enorme que tuvimos. Ese auge no nos dio tiempo para un
trabajo paulatino de formación de la gente para un aparato clandestino. Y tampoco nos dio
el tiempo para tejer lo que nosotros decimos en el documento interno N° 4, tejer la telaraña
MLN-T y el pueblo. Es decir, desarrollar las ideas y que se difundieran entre la gente”.
Reconoció que los militares golpearon fuerte y bien, actuaron inteligentemente, hicieron
que lo que tenían que hacer, por supuesto no justifico la tortura, pero golpear fuerte sí. A
partir de Pando (La toma de esa ciudad, vecina a Montevideo, el 8 de octubre de 1969),
tuvimos un crecimiento que no fuimos capaces de asimilar”.
“Las normas de seguridad de un aparato clandestino se relajaron y eso permitió que,
aunque no hablaron muchos, los que hablaron fue suficiente para desmantelarnos. Ese
crecimiento vertiginoso que tuvimos, que no sabíamos dónde meterlo. Por eso creamos una
columna política que se llamaba: la 70. Cantidad de gente entró en las bases nuestras
clandestinas. Después, cuando cantaron, cayó todo. Ellos no lo encontraron, fueron
cantados por la tortura seguramente. La tortura, uno tiene que descontarla cuando
enfrenta este tipo de situaciones, hay que descontarla. La inteligencia de los aparatos de
Inteligencia es el garrote”.
Consultado Marenales si el MLN-T laudó este asunto cuando tuvieron conocimiento que
unos hablaron mucho y otros menos, dijo: “Más o menos sabemos quiénes son los que
hablaron, tenemos conocimiento (…) porque en la cárcel los compañeros los identificaron”.
Añadió que “hay varios niveles de las personas que hablaron, hay compañeros que no
aguantaron la tortura, se autoculparon, digamos así, y no culparon a nadie. O sea, no
aguantaron la tortura, pero no perjudicaron a nadie, se perjudicaron ellos. De esos hay
unos cuántos. Después están los que se pasaron al enemigo, que fueron poquititos, entre
ellos, Amodio Pérez el principal, o Piriz Budes. Después están los que no aguantaron y no
solamente se arruinaron ellos, sino también acusaron a sus compañeros. Hay toda una
gama entre los que no soportaron la tortura, porque nadie lo sabe cuando llega el límite”.
Marenales reflexionó que “a veces hay un factor psicológico. Hay mucha gente que
ingresó (a la organización), que no estaba preparada. Los que estábamos teníamos años y,
cuando llegó la hora de la verdad, uno se encuentra solo frente al enemigo con todo su
poder. Entonces ¿vale la pena que yo entregue la piel o la vida por ésto?. Es la convicción
profunda. Hay mucho ‘snobismo’. Nosotros estábamos en la cresta de la ola, tuvimos
colaboradores que ahora son personajes del régimen, por ejemplo, (Samuel) Lichtensztejn,
que fue ministro (de Educación y Cultura 1995-2000) del dos veces presidente Julio María
Sanguinetti (Partido Colorado)”. Finalmente Marenales remató: “Gente con convicción
profunda ahhh,… esa siempre es poca, hasta en las iglesias. Los curas, los cristianos y los
musulmanes, que son verdaderos creyentes, siempre son pocos. Los demás quedaron en el
formalismo, nada más”.
El ex comandante en jefe del Ejército teniente general Daniel García coincide en muchos
aspectos con el jefe tupamaro. En una entrevista con el autor, en el año 1999, dijo: “Los
primeros tupamaros eran de hierro. Después cuando reclutaron más hombres, los que
ingresaban eran de lata. Los últimos fueron de manteca. No podían hacer la revolución. Les
gustaba tomar mate y el fútbol, como a todos los uruguayos. Así no se hace ninguna
revolución”.
Sobre los interrogatorios a los que fueron sometidos los guerrilleros, detenidos en el
apogeo de la guerrilla, el coronel Ramón Trabal, jefe del SID (Servicio de Información de
Defensa) dijo ante el Tribunal Especial de Honor del coronel Luis Lazo, el 21 de marzo de
1973: “No es cierto que haya algunos sediciosos que hayan colaborado por razones
específicas, sino que estimo que aproximadamente sólo el uno por ciento de los detenidos
mantuvieron un cerrado silencio, mientras que la mayoría restante efectuó amplias
declaraciones, lo que fue uno de los principales factores determinantes de los éxitos
alcanzados por las fuerzas armadas”.

El pensamiento del coronel Trabal


Dos meses y medio antes que lo asesinaran en París (hecho ocurrido el 20 de diciembre de
1974), Ramón Trabal discrepó con el camino que seguía el proceso de reorganización
nacional establecido a partir del 27 de junio de 1973. En una carta inédita enviada al
capitán Ricardo Arab, recordó que propuso, en abril de 1973, unos 40 días después de los
sucesos de febrero de ese año, provocar una manifestación en favor de las fuerzas armadas
“cuando advertí que los acontecimientos se desviaban de su cauce inicial”. El histórico
documento, al que tuvo acceso el autor, muestra la simpatía de Trabal con el proceso que
llevaron adelante las fuerzas armadas en Portugal y en Perú. Y estimó que lo que seguía
para el futuro era “la conquista de las mentes”.
El Jefe de Inteligencia de la lucha contra la subversión, Coronel Ramón Trabal, simpatizante de los
llamados “militares peruanistas”.
A continuación, la parte sustancial de la carta escrita por el coronel Trabal el 8 de octubre
de 1974, en la ciudad británica de Salisbury.

“Aun conociendo ese riesgo, pienso que no hay más remedio que arriesgar el no ser bien interpretado y decir la verdad
de cada uno, en este caso la mía, porque la hora que vive nuestro país, estimo, es crítica por muchas razones y nadie tiene
derecho a sustraerse cobardemente, a procurar se encuentren los mejores caminos para salir del atolladero. No voy a
repetir los puntos en que coincidimos, ya que si no lo interpreto mal, y creo que por el contrario lo interpreto bien, su
análisis y reflexiones son también mías y en su conjunto, generan un panorama muy poco alentador para el futuro, desde
que el presente constituye una realidad de crisis, mantenida en casi todos los sectores por falta de aplicación de soluciones,
tal vez difíciles, pero posibles, si se cambia un 100 por ciento la mentalidad y se logra el apoyo imprescindible de todo el
pueblo que una vez se nos dio y torpemente se despreció. Con rabia veo cómo, por ejemplo, Portugal… el pueblo se
congrega multitudinario en la plaza de Lisboa y corea ‘soldado amigo, el pueblo está contigo’, algo que escuchamos en otro
destinatario en el país, pero que pudo haberse cambiado por este estribillo y debió hacerse y habrá que hacerlo”.
“También veo como otros cumplen cosas que una vez pensábamos lograr en apoyo de nuestras fuerzas armadas sin
éxito, porque a nadie parecía gustarle la idea. Me refiero al Día del Trabajo, cumplido por todo Portugal, el domingo 5, para
señalar su apoyo a la revolución del ‘movimiento de las fuerzas armadas’. Eso mismo propuse en abril de 1973, unos 40 días
después de los acontecimientos de febrero, y cuando advertí que los acontecimientos se desviaban de su cauce inicial y en
procura de re-ganar el apoyo que se nos iba de las manos. En fin, no pienso hablarle de frustraciones. No nos lleva a ningún
lado y lo pasado, pasado está, debiendo mirarse el futuro”
“Antes que nada, una aclaración. Cuando le señalo los hechos de Portugal, no significa una aprobación a todo el proceso,
como tampoco mi reconocida simpatía por la forma en que los militares peruanos han conducido su proceso particular,
partiendo de una situación de guerra a la guerrilla, similar a la nuestra; quiere decir que crea que hay que copiarles la receta.
Ni la de unos ni la de otros, pero sí, la gran enseñanza: ‘Procurar que el pueblo apoye a las fuerzas armadas y cierre filas con
ellos’. Lo acaban de hacer los militares en Etiopía (…). Si no lo logramos hacer nosotros, y no lo hemos hecho, estamos
condenados a combatir una guerra que no podemos ganar. Porque este tipo de guerra, lo sabe todo el mundo, se gana, no
con dominio territorial, ni físico, sino con el dominio de las mentes. Y las mentes no se ganan durablemente llenándoles los
bolsillos de dinero (solo puede lograr en todo caso que se perviertan los sentimientos y se hagan insensibles a los impulsos
más nobles). Ese es el grave error. Todos quieren (y tampoco lo logran por desgracia) resolver el problema económico de
producir más, de tener más dinero en el país, como el gran objetivo. Yo creo lo contrario; que ello solo va a ser posible
cuando primero convenzamos a los uruguayos de que estamos, las fuerzas armadas, construyendo un país para todos ellos,
en clima de justicia y respeto mutuo”.

Aviso de los generales


Si alguna prueba más hace falta para determinar el avance del ´militarismo´ en Uruguay, en
la década de los años 70, tomemos las declaraciones que realizó al autor el ex presidente
Juan María Bordaberry. Confesó que “después de asumir el cargo, en marzo de 1972,
participó en una exposición de los militares sobre su programa de cumplimiento del
cometido asignado en el decreto de septiembre del año anterior (9 de septiembre de 1971).
Allí exponen un plan de cuatro etapas, de las cuales la primera consistió en dar cobertura el
acto electoral, etapa terminada. La segunda consistía en un período de estudio y
conocimiento del enemigo, en el cual nos encontrábamos en una larga espera. La tercera
comprendía el enfrentamiento militar propiamente dicho y la última revelaba ya la
intención de intervenir en forma más activa y duradera en la vida pública; dar seguridad al
desarrollo del país y tomar a cargo planes concretos de desarrollo”.
En el mes de enero de 1973, cientos de hojas escritas en una vieja máquina de escribir,
marca Remington, provenientes de Tacuarembó (390 kilómetros al norte de Montevideo),
comenzaron a llegar al SID (Servicio de Información de Defensa), donde constaban las actas
de interrogatorios de la Operación “Ceibo 302”. Con los citados documentos, el gobierno de
Bordaberry fundamentó con más fuerza el pedido de desafuero del senador del Frente
Amplio Enrique Erro, que terminó siendo uno de los puntos críticos del enfrentamiento
entre el Congreso y los militares.
Uno de los elementos que llamó la atención, entre las confesiones de los jefes tupamaros,
fue un supuesto mensaje del entonces líder de la Lista 15 Jorge Batlle (Partido Colorado,
que fue presidente de la República entre el 2000-2005) a la organización guerrillera, a
través de un emisario, pidiendo que no se metieran con su familia. Tenía temor de que
secuestraran a sus hijos. De acuerdo a la versión de los guerrilleros, el primer contacto
indirecto con Batlle, se produjo tras el atentado a la ex radio Ariel, una emisora de AM, que
ya no existe con ese nombre. Los tupamaros pusieron una bomba que destrozó ese medio
de comunicación, que en ese entonces era propiedad de Jorge Batlle.
Años antes, el 1° de julio de 1968, durante un operativo guerrillero, habían sido robados
aparatos para transmisiones en el exterior, otros de onda corta, aptos para interferir
llamadas telefónicas y emisiones radiales. El 25 de octubre de 1972, Batlle, en una
alocución por radio y televisión, sostuvo que había una campaña de rumores “para ir
desprestigiando a todos los dirigentes políticos, al sistema y las instituciones”.
El 5 de octubre de 1972 el senador Amílcar Vasconcellos (Partido Colorado) había
denunciado hechos similares en la Cámara Alta. Tras el pedido de captura de Batlle, el líder
de la Lista 15 transmitió a Bordaberry, a través de Sanguinetti, que no se dejaría tomar
preso y que estaba armado. Finalmente, el líder colorado se entregó voluntariamente en las
oficinas del diario Acción, del cual era el propietario. Batlle estuvo casi tres semanas
detenido en la División de Ejército I, con sede en Montevideo. A raíz de este episodio, el
entonces diputado Julio María Sanguinetti, después dos veces presidente de la República,
interpeló al ministro de Defensa Nacional Armando Malet.
Tras la comparecencia de Malet en el Congreso, Sanguinetti mantuvo una reunión con el
general César Martínez (inspector general del Ejército). El jefe militar advirtió que ‘la
máquina militar’ caminaba a pasos agigantados y que si él se ponía delante ‘le pasaba por
arriba’.
Según un documento desclasificado por el gobierno de Estados Unidos en 2003, en el año
1972 Jorge Batlle expresó, a funcionarios de la embajada estadounidense en Montevideo, la
idea de crear un grupo “secreto” para combatir al MLN-T. 14 Batlle, en el Partido Colorado, y
Carlos Julio Pereyra, en el Partido Nacional, fueron los referentes de la resistencia a la
dictadura a nivel local. Lo prueba la abundante gama de escuchas telefónicas efectuadas a
ambos dirigentes políticos. Carlos Julio Pereira había sido candidato a la vicepresidencia de
Uruguay en las elecciones nacionales de 1971, integrando la fórmula con Wilson Ferreira
Aldunate, que iba como candidato a la presidencia.

Los otros políticos


Otro líder político que estaba en la mira era el caudillo del Partido Nacional Wilson Ferreira
Aldunate. Horas antes del golpe de Estado, en un acto partidario, irónicamente, el dirigente
blanco disparó ante sus correligionarios: “Conozco todo lo que han logrado contra mí;
ustedes saben que este hombre del Partido Nacional se reunía todos los días con los
tupamaros, todos los días, con Rosencof, Marenales, Manera Lluveras, con todos ellos, y
organizaba el derrumbe de las instituciones”.
Pero, en abril del año 1972, Ferreira Aldunate había tenido una reunión con dos
guerrilleros, Marenales y Rosencof. La reunión la organizó el presidente de Diputados,
Héctor Gutiérrez Ruiz. Según los jefes tupamaros el dirigente blanco fue “respetuoso” con la
organización. Wilson preguntó directamente a qué “aspiraban para deponer esa actitud
clandestina y guerrillera”. “Estamos en lucha por un programa y mientras no esté en
marcha nos tendrá a nosotros en una actitud vigilante y beligerante”, respondieron los jefes
tupamaros. “Con amnistía y legalidad no es suficiente…”, intercedió Wilson. “Sí, pero el
programa es capital”, fue la devolución.
Los tupamaros le pidieron a Wilson que hiciera una denuncia sobre el llamado
“Escuadrón de la Muerte”; pero el dirigente blanco se negó, debido a que la información no
era muy creíble. En relación a Zelmar Michelini los jefes tupamaros contaron a los militares
que el primer contacto con el entonces senador del Frente Amplio (FA) fue luego que se
constituyera la coalición de izquierdas y sectores progresistas del país. En su casa,
Michelini recibió a Rosencoff y a Donato Marrero, para una reunión de conocimiento,
debido a que no había un temario fijo. Los miembros de la organización explicaron algunas
acciones militares y políticas que el MLN-T llevaba adelante.
En un segundo encuentro se trataron problemas relativos al frente de masas, se
acentuaron las coincidencias de tipo político y se discutió cómo influir en el movimiento
gremial. Según el testimonio de los guerrilleros, Michelini reveló que “mis hijos me
convencieron” de la buena actitud que inspiraba el MLN-T. La tercera reunión fue después
de las elecciones generales de 1971. Comenzó un nuevo tipo de charlas, en virtud de la
actitud consecuente de Michelini con la organización. Se hizo un balance del resultado
electoral y hablaron algo fundamental para los guerrilleros: la libertad de los presos
calificados por la organización como “presos políticos”. Lo mismo que le pidieron a Ferreira
Aldunate se lo solicitaron a Michelini: impulsar en el ámbito parlamentario una
investigación sobre el “Escuadrón de la Muerte”.
Las reuniones entre los integrantes del MLN-T y Michelini continuaron en Buenos Aires,
tras el Golpe de Estado del 27 de junio de 1973. Andrés Cultelli, uno de los tupamaros
históricos, fallecido en 2003, relató que cayó preso en la capital argentina. “Ya estaba
fichado por los servicios. Me embolsaron, caí en un lugar donde cayeron veinticinco.
Habíamos programado una reunión, e incluso Michelini no cayó allí de casualidad, porque
no fue, aunque siempre iba, al igual que algunos otros como Erro”, dijo. Sobre Gutiérrez
Ruiz, los jefes tupamaros adujeron que les cambiaba “las libras de Mailhos” (dinero robado
por el MLN-T a la familia de Luis Eduardo Mailhos, el 5 de abril de 1970), y que también
fraguó su secuestro, para supuestamente interrogar al policía Nelson Bardesio, secuestrado
por el MLN-T y acusado por éstos de integrar el llamado “Escuadrón de la Muerte”.
Además, Cultelli relató minuciosamente las reuniones y el temario abordado entre
políticos y guerrilleros. Los tupamaros declararon también que, a través del senador Glauco
Segovia (P. Colorado), el presidente Pacheco Areco intentó un contacto con el líder
guerrillero Raúl Sendic. Paralelamente los cabecillas de la organización mantuvieron un
encuentro con el entonces vicepresidente de la República Jorge Sapelli (1972-1973), en un
local religioso de la zona de Aguada. Esta reunión fue clave para que los militares vetaran a
Sapelli; tras la crisis de febrero de 1973 se manejó la posibilidad que Sapelli ocupara el
sillón presidencial en lugar de Bordaberry.
Durante la “Operación Ceibo 302”, llevada a cabo por las fuerzas militares, los jefes del
MLN-T que fueron detenidos, mencionaron a dirigentes colorados, aduciendo que habían
pedido contactos con la organización después de las elecciones generales de 1971. Se
trataba de Manuel Flores Mora, Amílcar Vasconcellos y Luis Hierro Gambardella. Sin
embargo, había otra línea en el Partido Colorado sustentada, entre otros, por el después
dos veces presidente de la República, Julio María Sanguinetti. A Sanguinetti le animaba el
siguiente razonamiento: “Si se bajaba de la institucionalidad a dialogar con quienes estaban
atentando contra la democracia con las armas, la democracia estaba perdida”. Los
tupamaros tenían identificado a Sanguinetti como un dirigente “sumamente intransigente”
hacia la organización.
El 22 de junio de 1972 la Justicia Militar comenzó a reunir información para solicitar el
pedido de desafuero del entonces senador Enrique Erro (FA). Al principio pudo ser una
“alcaldada” de los militares. Pero, al ampliar los interrogatorios a los jefes tupamaros, se
comprobó la directa vinculación del político del FA con la organización. El 10 de julio de
1972, con la sanción de la Ley de Seguridad del Estado, la Justicia Militar asumió la
competencia en los procesos contra los miembros de la guerrilla. El abanderado de la
Justicia Militar fue el juez de Instrucción de Tercer Turno coronel Federico Silva Ledesma.
El magistrado castrense sostenía que los tupamaros eran un “problema” para el país.
El 20 de octubre de 1972, el presidente del Supremo Tribunal Militar general Hugo
Tiribocchi, elevó el pedido de desafuero de Erro, al entonces ministro de Defensa Nacional
Benito Medero, para que promoviera la remisión del mensaje del Poder Ejecutivo al
Congreso. Seis días después, el 26 de octubre, tras consultar con el presidente de la
República Juan María Bordaberry, Medero devolvió el expediente al general Tiribocchi.
Medero escribió: “Sin entrar a analizar el petitorio concreto del señor juez militar de Tercer
Turno, con el asesoramiento del fiscal militar de Primer Turno, este Ministerio considera su
deber elemental someter dichos antecedentes a la reconsideración de ese Supremo
Tribunal y el propio juzgado interviniente, a efectos de que se amplíe la presentación de la
instrucción sumarial, con la finalidad de que, en el momento de ser sometido a la
consideración del Senado de la República, los mismos constituyan fundamento suficiente a
fin de que dicho cuerpo lo considere sin objeciones fundamentales al fondo y forma del
asunto”.
Estaban claras las diferencias de Bordaberry con las fuerzas armadas; éstas ya
empujaban y de a poco iban acorralando al sistema político. El desafuero de Erro fue
rechazado por el Senado uruguayo y el legislador viajó después a Argentina, donde lo
sorprendió la agudización de la crisis a partir de febrero de 1973 y el Golpe de Estado.
Enrique Erro fue dirigente del Partido Nacional y uno de sus secretarios y allegados fue el
después presidente de la República José Mujica (2010-2015).
La noche del 26 de junio de 1973, cuando ya estaba decretado el Golpe de Estado por el
gobierno de Bordaberry, el líder “blanco” Ferreira Aldunate hizo mención al desafuero de
Erro. Pese a los momentos que se vivían en esas horas, el caudillo blanco no escatimó
reproches en contra de Erro. “Si el señor Bordaberry es presidente de la República, y si este
país pasa los duros momentos que está atravesando, es porque la deserción del señor Erro
privó de la victoria al Partido Nacional”. Sin embargo, Wilson arguyó que “en el momento
que a un “blanco” lo ponen de juez, como juez actúa. Y aquí, aunque se venga el mundo
abajo, si no aportan las pruebas de las afirmaciones, no hay desafuero, ni de Erro, ni de
nadie. Parece que están empeñados en que el mundo se venga abajo (…) qué error
cometería el que aislare el episodio de Erro de su contexto total. El desafuero de Erro no es
nada más que una pieza que encaja en esta operación, deliberadamente emprendida por un
sector de malos soldados y malos uruguayos, destinados a destruirle al país su propio
sistema constitucional y político. Empezando por sus partidos, que son los únicos
instrumentos válidos de la soberanía popular”, sentenció el caudillo del Partido Nacional.
El senador del Frente Amplio, Enrique Erro, fue la gota que colmó el vaso en el conflicto entre los
militares y el sistema político.

Las últimas cien horas antes del golpe


Se trata básicamente de la actuación del caudillo “blanco” Wilson Ferreira Aldunate, pero
en la cual figuran el presidente histórico del Frente Amplio, general Líber Seregni, el
senador Zelmar Michelini y el entonces presidente de los Diputados Héctor Gutiérrez Ruiz,
entre otros. Los episodios fueron reconstruidos por el autor, a partir de apuntes de Juan
Raúl Ferreira, hijo del líder nacionalista quien, tras la vuelta a la democracia, fue senador,
diputado y embajador en Argentina. Ferreira (hijo) terminó integrándose al Movimiento de
Participación Popular (MPP), liderado por José “Pepe” Mujica, el ex guerrillero, que también
fue senador y presidente de Uruguay.
Sábado 23 de junio de 1973
Gira por el Departamento de Maldonado. El organizador de esa gira, el diputado Miguel
Ángel Galán, que era además oficial retirado de la Fuerza Aérea, tenía gran fe en el
acatamiento de la Constitución por parte de la autoridad militar. Galán pocas horas después
del Golpe de Estado, junto a los entonces legisladores Luis Alberto Lacalle Herrera, después
presidente de la República (1990-1995), Walter Santoro y Oscar López Balestra, fueron
detenidos por las fuerzas de seguridad y estuvieron presos durante varios días. La
delegación se aloja en el Hotel Iberia, propiedad de Evaristo Salazar, hermano del dirigente
del Partido Nacional conocido como Francisco “Pancho” Salazar. En el lobby del hotel se
realizaron varias reuniones. Wilson manifestó a las personas allegadas su preocupación
por la inminencia de un golpe de Estado y la eventualidad que el senador Enrique Erro
fuera detenido a su regreso de Buenos Aires. Erro estaba de visita en la capital argentina,
invitado por la Juventud Peronista; en Uruguay, pocas horas antes, el Congreso se había
pronunciado contra el pedido de desafuero solicitado por el gobierno de Juan María
Bordaberry.
Esa misma noche del 23 de junio de 1973 hubo un acto en la plaza céntrica de
Maldonado, y Ferreira Aldunate fue el principal orador. Se había montado un riguroso
operativo policial en torno a la sede de Jefatura local, ubicada frente a la plaza. Desde la
vereda de enfrente, donde estaba había un conocido bar de la época, Carlitos, una decena
de manifestantes de la Juventud Uruguaya de Pie (JUP) –organización de tendencia a la
extrema derecha- comenzó a insultar y mojar con una manguera a los asistentes. Juan Raúl
Ferreira pidió al comisario que protegiera a los presentes en el mitin político. Tras la
solicitud fue detenido por dos policías de uniforme, en el momento que Wilson se dirigía a
los presentes. Ferreira Aldunate interrumpió el discurso y pasó el aviso: “Se llevan preso a
mi hijo, pero déjenlo… el acto se va a seguir desarrollando normalmente. Y él (Juan Raúl)
más vale que se vaya acostumbrando”.
Juan Raúl apuntó después, al autor, que “en buen romance papá anunciaba lo que se
venía”. Después del acto en Maldonado se efectuó una cena en el balneario Piriápolis (30
kilómetros de Maldonado y a 100 kilómetros al este de Montevideo). Una persona no
conocida para la mayoría de los presentes fue muy elocuente en cuanto a la necesidad de
organizarse para enfrentar la ruptura institucional. Al final del ágape se percataron de que
era el jefe de la Base Naval de la Marina, ubicada en Laguna del Sauce, a unos 25 kilómetros
de allí. Juan Raúl reflexionó lo siguiente: “Todo esto contribuía a confundirnos. Nos daba la
sensación que había, en los mandos militares constitucionalistas, una firme convicción de
que no se produjera la ruptura institucional”.
Domingo 24 de junio de 1973
Juan Raúl Ferreira relató al autor que “a la noche, cuando preparamos los bolsos para
regresar a Montevideo, papá me anuncia que se va con mamá (Susana Sienra) al campo
nuestro, en Cerro Negro, a descansar, lunes y martes. Me dijo: ‘Quiero meditar un poco’”. El
hijo del caudillo nacionalista regresó a Montevideo con Horacio Polla (ex senador y
reconocido dirigente). Polla expresó su preocupación por la eventual ruptura institucional.
“Llegué a casa y encontré un mensaje del capitán de navío Bernardo Piñeyrúa, que estaba
en actividad. Este militar había estado preso, pero al retorno de la democracia, ya retirado,
fue ascendido al grado de contralmirante, por una ley reparatoria. Piñeyrúa “me pide que lo
visite en su casa, en la Avenida Bulevar España (en la zona del Barrio Pocitos de
Montevideo), a dos cuadras del inmueble de la familia Ferreira, a las 06:30 horas (09:30
GMT) del lunes 25”.
Lunes 25 de junio de 1973
El capitán Piñeyrúa le trasmite a Juan Raúl que “la decisión del Golpe de Estado ya está
tomada”. Y agrega que “la Armada va a resistir la intentona golpista en la Ciudad Vieja de
Montevideo”. Los marinos leales al caudillo nacionalista solicitaron una reunión con
Ferreira Aldunate en el mismo lugar donde se habían encontrado en los sucesos de febrero
de 1973. Se coordinó para el jueves 28 a las 11:30 horas (14:30 GMT), en el escritorio del
capitán Mancebo, también ascendido a contralmirante años después, tras la vuelta a la
democracia. Juan Raúl comentó para este trabajo que “aún la gente mejor informada dentro
de las fuerzas armadas, que dice se viene el golpe, arregla una reunión para el jueves. La
reunión no se hizo. Todos teníamos un reflejo de que iba a pasar, pero decíamos no va a
pasar. A media mañana vuelvo a casa. Enseguida llegaron papá y mamá, que estaba
previsto que vinieran martes o miércoles. Constaté que una noche de reflexión le alcanzó
para decir a Wilson: ‘No puedo estar lejos de Montevideo porque esto se viene’. Le
comunicó la reunión con los marinos, me dice que no hay tiempo, que el jueves no puede
ser. Avísale a Piñeyrúa que tenemos que hacer la reunión antes del jueves, Nunca pude
avisarle”.
Al mediodía Wilson mandó a llamar al senador Zelmar Michelini, que estaba reunido con
el presidente del Frente Amplio, general Líber Seregni. Después de las 13:00, Michelini
llegó al domicilio de Ferreira Aldunate. Wilson relató lo que estaba pasando y la inminencia
del Golpe de Estado. Le hizo un pedido a Michelini: “Es muy importante, aunque sea para
ganar tiempo, que viajes a Buenos Aires y pares a Erro. Porque si esto es aguantable, por lo
menos ganamos un tiempo, con evitar la detención de un legislador que tiene inmunidad
parlamentaria”.
Desde el domicilio del caudillo blanco, Michelini, nervioso, tomó el teléfono y, sin
titubear, consultó a Seregni. Seregni tampoco dudó y avaló de inmediato la gestión del
senador de su fuerza política. Michelini viajó horas después a la capital argentina para
evitar que Erro retornara al Uruguay. En Buenos Aires, Michelini convenció a Erro para que
no retornara. A los dos senadores del Frente Amplio el Golpe de Estado los agarró en la
capital argentina donde, primariamente, no habían ido a exiliarse. Minutos después que se
fue Michelini del domicilio de Ferreira Aldunate arribó el general del Ejército Ventura
Rodríguez. Tenía una posición antigolpista, pero en tono diferente al capitán Piñeyrúa.
Ventura Rodríguez era anti Bordaberry. Michelini, desde Buenos Aires, se comunicó más de
una vez durante la noche con Ferreira Aldunate en forma telefónica.
Martes 26 de junio de 1973
“Por la mañana, papá me pide que coordine con mi cuñado (León Morelli, esposo de su
hermana Silvia Ferreira) y que le junte unos pesos, por si tiene que abandonar el territorio
nacional. Tratamos de hablar en clave, pero, mi cuñado no comprendía”, recordó Juan Raúl
Ferreira al autor. El 26 se empezaron a manejar diferentes alternativas de cómo Wilson
saldría del país, si los hechos se produjeran rápidamente. Instalado en su despacho del
Congreso en horas de la tarde, Wilson le pidió a su hijo Juan Raúl que visitara al presidente
de la Cámara de Representantes Héctor Gutiérrez Ruiz y le pidiera que se fuera del país, al
igual que Michelini.

Presidente de la Cámara de Diputados, Héctor Gutiérrez Ruiz (Partido Nacional) y Zelmar


Michelini (Frente Amplio) vivieron en Argentina tras el golpe del ‘73. Fueron asesinados en
Buenos Aires en mayo de 1976.
Juan Raúl narró que fue a ver a Gutiérrez Ruiz a la Presidencia de la Cámara de Diputados.
“Me escucha y me dice: ´Esto no es así, yo estuve hablando con mucha gente´. Delante de mí
llama al comandante en jefe de la Fuerza Aérea brigadier general Pérez Caldas (uno de los
militares golpistas) y le preguntó: ¿Brigadier, va a haber un golpe o no?. Pérez Caldas
respondió: ‘No, no’. El “Toba” (apodo con el que se le conocía a Gutiérrez Ruiz) me dice:
‘¿Viste?... no hay golpe”. “Cruzo al Senado y le digo a Wilson: ‘el Toba no se va, dice que no
hay golpe’…”, narró Juan Raúl.
Wilson se catapultó de su asiento y rápidamente cruzó el edificio hasta el despacho de
Gutiérrez Ruiz. Cuando quedaron frente a frente Ferreira Aldunate espetó: “Toba…mira
esto es así. El Golpe de Estado es inminente. Te tomas el primer avión y te vas a Buenos
Aires”. Ahora, ante el caudillo nacionalista, Gutiérrez Ruiz, insistió que no se produciría el
quiebre institucional. Wilson no ocultó su molestia y volvió a repetir, dando una orden: “Te
tomas el primer avión y te vas a Buenos Aires”. Gutiérrez Ruiz hizo caso omiso a la
recomendación de su líder político; se retiró del Congreso, convencido que no se produciría
el quiebre institucional. Se trasladó a un balneario de Canelones donde se ocultó y allí lo
agarró el golpe de Estado.
Juan Raúl señaló al autor que Ruiz “terminó yéndose después que Wilson, en el vapor de
la Carrera, camuflado por una persona que nos ayudó muchísimo, Alfredo Arocena, gerente
general, en Montevideo, de (la empresa naviera) Dodero, que era la empresa que
administraba el vapor de la Carrera”. Añadió que “Alfredo Arocena es una de las personas
(de quien) se ha hablado poco y tuvo un coraje cívico impresionante. Nos ayudó a traer
mimeógrafos clandestinos, sacar al ‘Toba’ y traerme a mí”. Más tarde, Ferreira Aldunate fue
el único orador en un acto de una regional del Movimiento Por la Patria, sector del Partido
Nacional, del que era su líder.
El caudillo del Partido Nacional, Wilson Ferreira Aldunate. Foto de requerimiento de parte de las
Fuerzas Armadas.
Pasajes del discurso de Ferreira Aldunate a horas del golpe
“Esto es una revancha histórica del Partido Colorado contra el Partido Nacional (…) se
están cobrando su derrota de noviembre pasado. Aunque hayan asumido el poder saben
que fueron derrotados, saben que son menos y que están condenados a seguir siendo cada
vez menos. Saben que ya no existen como columna cívica porque ya no hay Partido
Colorado. El batllismo era la negación, la ruptura de las auténticas raíces nacionales. Pero
era, por lo menos, una visión urbana centralista de la vida nacional (…) pero al fin de
cuentas era una columna coherente, no querían lo que nosotros entendíamos era
indispensable querer para preservar el estilo nacional, pero querían más o menos todo lo
mismo. ¿Qué queda del batllismo?. A veces tengo la impresión que queda un batllista solo,
Amilcar Vasconcellos, que cumple el triste papel de terminar proporcionado sus votos, con
la vieja invocación a los ideales de Batlle, para quienes representan la negación de todo lo
que Batlle significó en la vida del país. Invocando a Batlle, ponen a Bordaberry y Pacheco”.
15
El entonces senador y después presidente de la República (2000-2005), Jorge Batlle.

Sobre el futuro del país


“El Uruguay necesariamente va a tener que elegir entre una (columna) integrada por
fuerzas totalitarias, que es el Frente Amplio, y una columna dispuesta únicamente a
soluciones democráticas, de cambio, que es el Partido Nacional”.

Sobre los tupamaros


“El ‘tupa’, cualquiera que fuera la intención que animaba en el fondo de su alma, era un
hombre convencido de que todos los caminos de esperanza estaban cerrados y que la única
forma de conseguir las cosas era encarcelando, secuestrando, matando o empujando. Era
un Pacheco –refiere al ex presidente de la República- que luchaba en otras filas, pero era
igual. El “tupa” significa una explosión de esta auténtica falta de fe”.

Sobre el partido Comunista y la Central de Trabajadores


“Ustedes saben bien que estamos al borde del golpe de Estado, a horas, a minutos de la
instauración de una dictadura militar y que, si no quisieran el partido Comunista y la CNT,
aquí no habría dictadura militar. Cuando las instituciones flaquean es simplemente porque
hay un sector de presuntos reformadores revolucionarios empeñados en mantener, por
encima de cualquier otro objetivo, la posibilidad de seguir revistando burocráticamente
como ejecutivos cómodos de organizaciones gremiales o como propietarios, propietarios,
porque es el único partido Comunista Revolucionario del mundo que cada vez compra más
inmuebles; propietarios que quieran gozar de su derecho de propiedad sobre sedes lujosas
y mantener la condición de la legalidad, que en este caso dejaría de ser legalidad, para
transformarse simplemente en autorizadas por el gobierno que han gozado más de medio
siglo”.

Sobre el Frente Amplio


“Me preguntaron si, en caso de triunfar el Partido Nacional, haríamos un gobierno que
incluyera también al Frente Amplio. Nosotros vamos a hacer un gobierno de buenos
‘blancos’, pero no un gobierno de ‘blancos’. Nosotros vamos a pedir que nos ayuden en la
tarea hombres de todos los partidos. Concretamente, si nosotros gobernáramos
conjuntamente con el Frente Amplio, trataríamos desesperadamente de lograr la
colaboración de todos los sectores no totalitarios del Frente Amplio (…) el gran objetivo es
restaurar la República y para restaurarla no sirven los enemigos. ¡Con totalitarios! ¡Nada,
nada, nada!”.

Sobre las Fuerzas Armadas


“Hay que admitir esta mentira, que hacía aparecer a determinados integrantes de sectores
de las fuerzas armadas como los grandes moralizadores del país. Tan moralizadores que
cifraban su ideal de lograr un Uruguay donde estuviera preso el Directorio del Partido
Nacional y donde anduviera suelto Ulises Pereira Reverbel”, el ex presidente de la estatal
empresa UTE, que fue secuestrado dos veces por los tupamaros y fue amigo personal del ex
mandatario Jorge Pacheco Areco.

Golpe de Estado
Tras el acto político referido, el caudillo blanco volvió a la sede del Congreso y se reunió
con Carlos Vidal (del estudio Vidal), que había conseguido un velero, en el cual se pensó
que Wilson podría viajar a Buenos Aires. Se llegó a la sesión de despedida. Era inminente la
llegada de los militares al edificio. La orden del golpe de Estado ya se había dado. El Senado
nunca tuvo el quórum requerido para sesionar. La presidencia la ejerció el senador
Eduardo Paz Aguirre (Partido Colorado) porque el presidente del cuerpo, Jorge Sapelli,
había ido a visitar a Bordaberry, jugando una última carta para que desistiera del
quebranto institucional.
Era tal la tensión y el nerviosismo del momento que, por ejemplo, al senador Carminillo
Mederos (Partido Nacional) se lo llevó al Congreso de pijama, apenas con un saco arriba.
Wilson Ferreira Aldunate le envió una esquela a Paz Aguirre informándole que tenía que
irse para ocultarse, porque consideraba que lo estaban buscando. A la salida del Congreso,
Enrique Cadenas y Juan Raúl Ferreira se fueron en el automóvil blanco, propiedad del
caudillo nacionalista. Wilson, discretamente, se subió al vehículo de Ignacio de Posadas y
abandonaron el lugar. 16
Tras el Golpe de Estado, Juan Raúl Ferreira permaneció algunos días en la casa del doctor
Juan Carlos Payssé, que en aquella época secretario personal del caudillo nacionalista y
luego Intendente Municipal de Montevideo, al final de la dictadura. Al recibir confirmación
que sus padres estaban en Buenos Aires, en el hotel Carlson, Ferreira viajó en auto a Chuy,
en la frontera con Brasil, tomó un bus a Porto Alegre y desde ahí abordó un avión a Buenos
Aires.

La democracia para Bordaberry


Juan María Bordaberry fracasó en su intento de generar corrientes de opinión en el país, en
lugar de partidos políticos. Su impronta, que planteó a las fuerzas armadas en el año 1975,
era dejar de lado las organizaciones políticas debido a que la democracia, en su criterio, no
defiende la familia, la moral que la sustenta, la seguridad, el honor a la vida. Opinó que las
virtudes citadas no son de la democracia, “son del derecho natural”. ¿Qué dijo Bordaberry
al autor, en 1999, en alusión al sistema democrático? “A esta altura es útil precisar qué se
entiende por democracia. Alguien puede preguntarse por qué puedo estar en contra de este
sistema político. O más aún, preguntarse qué puedo proponer yo en cambio. O peor aún,
contraponer la democracia con la dictadura, siguiendo el maniqueísmo dominante y
señalarme como defensor de un gobierno dictatorial. Por eso es muy importante, no para
convencer a nadie según temen los senadores, sino para que mi pensamiento y la razón de
mis dichos sean cabalmente conocidos, antes de juzgarme con la severidad con que ellos lo
hacen, ponernos de acuerdo en lo que entendemos por democracia. Hay un error de creer
que lo opuesto a un sistema democrático es un régimen donde exista la arbitrariedad”.
“Todos queremos vivir en una sociedad donde haya paz -agregó- donde podamos
ejercitar nuestros derechos sin coacciones, donde podamos educar a nuestros hijos como
queremos, donde estén a salvo nuestra familia, nuestro honor, nuestra propiedad, nuestras
vidas. En eso coincidimos todos sin duda. Pero eso no es democracia: eso debe existir en
cualquier sistema político en el que se defienda la justicia y se busque el bien común,
cualquiera sea la forma política que se adopte. La democracia moderna, dominante hoy en
el mundo, se ha apropiado de estas virtudes de todo buen gobierno y ha difundido
exitosamente la idea de que ellas sólo existen bajo un sistema político. Esto no es cierto:
basta ver las sociedades de hoy para preguntarse si está defendida la familia, la moral que
la sustenta, la seguridad, el honor y hasta la vida. Estas virtudes no son de la democracia:
son de derecho natural, porque está en la naturaleza de los hombres el deseo de paz, de
orden, de formar y educar una familia, de vivir con honra y sin agresiones. Si yo digo que
estoy en contra de la democracia, es precisamente, porque no defiende esos valores. Digo
más, no los defiende porque no puede defenderlos, porque el fundamento filosófico de la
democracia liberal –puesto que no hay otra- le impide limitar la libertad del hombre para
forjar una sociedad ordenada, porque toda limitación sería una contradicción con sus
principios”.

Bordaberry y los tupamaros


“Los tupamaros han triunfado: perdieron en el campo militar, pero ganaron en el político”,
sentenció Bordaberry al ampliar las declaraciones al autor. El hombre que dio el Golpe de
Estado junto a los militares el 27 de junio de 1973, se explayó al respecto. “Cuando se trató
de combatir la rebelión tupamara, el sistema político partitocrático liberal (que yo mismo
integraba) dio al gobierno todo su apoyo. Pero cuando se trató de establecer la nueva
institucionalidad, que impidiera la reincidencia, tuve a ese sistema en contra. Es que el
comunismo y el liberalismo tienen la misma raíz, pertenecen al mismo tronco y aunque el
primero sea un gajo del tronco, aún indeseado, sigue perteneciendo a él. Cuando aparece un
intento de modificar la base filosófica de las instituciones, es decir de tocar tronco y raíz,
vuelven a unirse contra el agresor”.
Los Tupamaros tenían un servicio de inteligencia. No faltó la ficha del presidente constitucional y
de facto, Juan María Bordaberry.
Y agregó: “Los hechos posteriores afirman esta interpretación. Cuando llega, en 1985, la
democracia, uno de sus primeros actos es la amnistía de todos los tupamaros que estaban
cumpliendo condenas. Se organizaron como un movimiento político y hoy tenemos dos
tupamaros electos senadores (refiere a José Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro,
después presidente de la República uno y ministro de Defensa Nacional, el otro) y varios
diputados. Ese era el objetivo: volver a traer al redil a los hermanos ‘descarriados’ e
integrarlos al sistema político. Al poco tiempo de instalado ese gobierno democrático se
llevó a cabo simbólicamente, en el viejo edificio de la Plaza Independencia que había sido
sede del Poder Ejecutivo, una, para mí, estremecedora ceremonia en la que los mandos
militares comparecieron ante un especie de tribunal de figuras del gobierno (del Partido
Colorado) y otras simplemente partidarias (asistieron representando al Partido Nacional,
Wilson Ferreira Aldunate y Carlos Julio Pereyra), como el general Seregni, líder entonces
del grupo político de izquierda que en las elecciones de 1971 había dicho que su partido
era el ‘brazo legal’ de los Tupamaros. Allí leyeron un humillante ‘Confiteor’ (una especie de
confesión), declarando que, en el período anterior, habían perdido ‘los puntos de
referencia’ y, desde luego, comprometiéndose a defender en adelante, la intocable
democracia”. 17
Finalmente, Bordaberry remató: “Los tupamaros han triunfado: perdieron en el campo
militar, pero ganaron en el político. El Uruguay ha olvidado sus crímenes en tanto condena
los excesos que se atribuyen por los mismos Tupamaros a las fuerzas armadas. Están
integrados al sistema que los recibe como hijos pródigos, en tanto no vuelvan a tomar las
armas. Pero no han renunciado a ello: nadie les reprocha haber dicho, al día siguiente de la
amnistía, que no renuncian a la lucha armada, sino que la suspenden en tanto las cosas se
desarrollan como ellos quieren”.

Sin democracia
Contenido del decreto de Bordaberry que instauró una Dictadura en Uruguay.

“Visto:

la actual situación institucional de la República;

Resultando:

I) Que la realidad político institucional del país demuestra un paulatino, aunque


cierto y grave, descaecimiento de las normas constitucionales y legales que
consagran derechos y confieren competencias a las autoridades estatales. Este
proceso, iniciado tiempo atrás, adquiere hoy caracteres extremos por la parálisis
que crea, en la dinámica de las Instituciones públicas y en la propia vida del país.
Es que la acción delictiva de la conspiración contra la Patria, coaligada con la
complacencia de grupos políticos sin sentido nacional, se halla inserta en las
propias instituciones y adherida muchas veces a ellas, para así presentarse
encubierta como una actividad formalmente legal [...]

II) Que, por otra parte, las organizaciones sindicales, la enseñanza en general y
aun los propios Poderes del Estado padecen esa penetración y sufren esa
conspiración que, por diferentes medios, pretende desconocer la voluntad de las
mayorías expresadas libremente en las elecciones nacionales y sustituir los
órganos naturales de Gobierno, ejerciendo desde las propias instituciones, un
poder ilegítimo que incide en las decisiones administrativas y gubernativas.

III) Que la no consideración por la Cámara de Senadores de la solicitud de


desafuero de un senador, efectuado por la Justicia Militar competente por la
comisión de delitos de lesa Nación, y la resolución de la Cámara de
Representantes no haciendo lugar a la acusación ante el Senado por violación de
la Constitución del citado legislador, constituyen grave desconocimiento de
fundamentales principios de la Constitución [...]

Considerando:

I) Que la República asiste, por tanto, a un acentuado proceso de


desconstitucionalización o, como se le denomina en la doctrina del Derecho
Público, de falseamiento constitucional, originado por la aplicación de usos
contrarios o el desuso de normas básicas de la Carta o el empleo de las facultades
legales con desviación de sus fines propios, todo ello apoyado en interpretaciones
deformadoras y por obra de una acción subversiva que paradojalmente pretende,
explotando nuestra natural preocupación por la legalidad, escudarse ahora en esa
legalidad cuya destrucción persiguió y persigue. [...]

II) Que ante la referida situación, el Poder Ejecutivo, custodio, en definitiva, de la


unidad y continuidad del Estado, se halla en un estado de necesidad que le
impone adoptar medidas extraordinarias conducentes a procurar la vigencia
plena de los grandes fines de la Constitución para revitalizar la Nación y sus
instituciones democrático republicanas [...]

Atento: a lo expuesto precedentemente, el presidente de la República decreta:

1°. Decláranse disueltas la Cámara de Senadores y la Cámara de Representantes.

2°. Créase un Consejo de Estado, integrado por los miembros que oportunamente
se designarán, con las siguientes atribuciones:

a) Desempeñar independientemente las funciones específicas de la Asamblea


General;

b) Controlar la gestión del Poder Ejecutivo relacionada con el respeto de los


derechos individuales de la persona humana y con la sumisión de dicho Poder a
las normas constitucionales y legales;

c) Elaborar un anteproyecto de Reforma Constitucional que reafirme los


fundamentales principios democráticos y representativos, a ser oportunamente
plebiscitado por el Cuerpo Electoral.
3°. Prohíbese la divulgación por la prensa oral, escrita o televisada de todo tipo de
información, comentario o grabación que, directa o indirectamente, mencione o se
refiera a lo dispuesto por el presente Decreto atribuyendo propósitos
dictatoriales al Poder Ejecutivo pueda perturbar la tranquilidad y el orden
públicos.

4°. Facúltase a las Fuerzas Armadas y Policiales a adoptar las medidas necesarias
para asegurar la prestación ininterrumpida de los servicios públicos esenciales”.

Juan María Bordaberry; presidente; Walter Ravenna, ministro de Defensa y


Néstor Bolentini, ministro del Interior.
14 Por más detalles ver semanario “Búsqueda” del 17 de julio de 2003, página 12.
15 José Batlle y Ordoñez (1856-1929) fue Presidente de Uruguay en dos períodos: 1903-1907 y 1911-1915. La historia
lo considera uno de los “padres” del Uruguay moderno, por las obras y leyes impulsadas durante su gestión. Casi cien años
después de su muerte se le sigue invocando por corrientes políticas diversas que gustan hablar de “batllismo”.
16 De Posadas fue senador y ministro de Economía durante la Administración Lacalle /1990-1995/, mientras que
Cadenas fue senador.
17 Bordaberry hace alusión a una reunión celebrada el 2 de diciembre de 1986, presidida por el entonces primer
mandatario Julio María Sanguinetti (Partido Colorado). El encuentro se celebró 20 días antes de que se aprobara la Ley de
Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado que perdonó a militares y policías que habían violado los derechos
humanos durante la Dictadura (1973-85).
Epílogo

Nadie puede sorprenderse. Está ominosa caída del 27 de junio es el resultado de un


proceso que se inició hace tiempo y que se cumplió, paso a paso, a la luz del día. El 30 de
junio de 1973 Uruguay había entrado en dictadura. El semanario Marcha, de tendencia a la
izquierda, fue el más descriptivo respecto de los acontecimientos. El croquis de la pérdida
de la institucionalidad en Uruguay, se empezó a dibujar en los años 50, integrando el
círculo vicioso de la Guerra Fría. La intervención directa en el mundo occidental y socialista
de los Estados Unidos y la Unión Soviética trajo aparejado la aparición en Uruguay del
Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLNT).
En el documento N° 1 de la organización, elaborado en junio de 1967, para llevar
adelante la aventura guerrillera sentenciaron: “La única vía para la revolución socialista
será la lucha armada”. El Congreso y el sistema político, en general, recibieron varias
alertas desde el año 1965, de militares y policías, de que estaba en ciernes la aparición de la
guerrilla. Empero, hicieron caso omiso, no lo registraron, ni siquiera cuando murió el
primer tupamaro (Carlos Flores) en un tiroteo con la Policía, el 22 de diciembre de 1966.
Pese a que las fuerzas armadas, en esa época eran legalistas, con el paso de los años, la
apetencia política de algunos generales hizo mella y en medio de un río revuelto, donde
sobraban supuestas denuncias de corrupción e ilícitos económicos sobre las llamadas
“roscas financieras” decidieron directamente incursionar en la política.
Tupamaros y militares habían elaborado varias carpetas sobre la “corruptela” en
Unidades del Ejército, en el año 1972. Con ello y el testimonio de los jefes guerrilleros sobre
la relación de la organización con dirigentes políticos, la “máquina militar” caminó sin
pausa y con un objetivo: un gobierno fuerte, donde no existiera el comunismo. Así llegamos
al 9 de febrero de 1973, cuando los militares desobedecieron al presidente Bordaberry y
desconocieron a su ministro de Defensa. Al unísono, la mayoría del sistema político
pregonaba entonces la renuncia del primer mandatario, electo por voto popular el 28 de
noviembre de 1971.
El epitafio de la democracia se plasmó el 27 de junio de 1973. Desde febrero a junio de
1973 la sociedad dejó venir la dictadura. Los responsables de mantener la institucionalidad
la dejaron pasar. El relato de la historia del Uruguay hoy es una máscara cargada de
ideología, juega a la mosqueta con la realidad. La narración tiene una cinta con un relato
engañoso, embustero y falso. El sistema educativo y los políticos liberales no ponen freno a
los abundantes predicadores que se presentan como lo que nunca fueron, víctimas. Con un
discurso de defensa de la democracia que nunca defendieron y menos creyeron.
¡Enamorados de dictaduras, sin importar el signo!. ¡Ellos, con gran habilidad, deciden qué
va y qué se desecha para contar las causas y no los efectos de la historia!. Tienen el tupé
(desfachatez) de decidir, en algunos casos, con la impronta de la justicia, cuáles son los
iluminados que pueden leer los archivos de la historia y cuáles son los mortales que no
pueden. Los años 70 siguen, lamentablemente, tan vigentes como en esa época. ¡Nunca se
fueron!. Todo sigue como, señaló el semanario Marcha: “paso a paso, a la luz del día”.
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