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Gobierno de Horacio Vásquez

El día 4 de mayo de 1916 el ejército invasor de Estados Unidos ocupó a República


Dominicana creando el gobierno de infantería de Marina que duró hasta el 5 de
noviembre de 1924, el argumento que se utilizó “garantizar el cobro de la deuda”
que tenía el país con acreedores estadounidenses y para proteger a
estadounidenses residentes en la nación dominicana ante la inestabilidad política
existente atizada por las acciones de rebeldía del general Desiderio Arias contra el
presidente a Juan Isidro Jiménez en su segundo mandato 1914-1916. Estados
Unidos tenía interés en el explotar el territorio dominicana para tomarlo como punto
estratégico en el caribe en el marco de su plan geopolítico y también porque le
interesaba explotar sus recursos económicos. La débil resistencia que ofreció el
ejército dominicano fue silenciada rápidamente. Esta funesta ocupación mancilló la
soberanía nacional por 8 años afectando a la población dominicana en todos los
órdenes con mayor agresividad en los aspectos políticos, económicos y de derechos
humanos.
El gobierno de infantería de Marina es sustituido por el gobierno de Horacio
Vásquez con el cual se inicia la 3ra República siendo los hechos una prolongación
desde la ocupación estadounidense, todos los programas iniciado por dicho
gobierno fueron continuados y concluidos.
A finales de 1924 le hacía falta dinero para seguir con los proyectos en marcha,
Horacio Vásquez se encuentra en aprietos y recurre a pedir un préstamo de 25
millones de dólares a Estados Unidos para consolidar y pagar deudas dejadas por
los gobiernos anteriores.
En 1924 y 1925 el gobierno pasa trabajando con fondos de rentas internas y las
entradas aduaneras, por lo que los programas de construcciones se llevaron a cabo
sin avance extraordinarios, para 1924 se negoció una nueva convención dominico
americana que modificó ligeramente el préstamo de 1907. En estas negociaciones
Estados Unidos se quedaba con las aduanas y se prolonga por 18 años más la
intervención de Estados Unidos en la vida financiera dominicana y se introducen
reajustes a medidas tomadas por el gobierno de ocupación militar.
Esa convención fue atacada fuertemente por los partidos progresistas dirigidos por
Federico Velásquez que era entonces el vice presidente de la República, pero con
todas esas protestas la convención fue firmada el 27 de diciembre de 1924 y
ratificada a finales de abril de 1925.
Por esta razón el poder de Vásquez se deterioró fuertemente los ataques tenían su
origen en la incapacidad que quedaron Velásquez sus amigos para influencias en
las decisiones del gobierno.
Vásquez pide un nuevo préstamo en el año de 1926, en el congreso le aprueban 2,
con estos préstamos se construye el acueducto de Santo Domingo y comienza la
transformación de la capital y la modernización que había iniciado con la
intervención militar estadounidense.
Para el año 1929 comienza la campaña reeleccionista, Vásquez tenía muchos
rivales entre ellos Rafael Leónidas Trujillo, entre los problemas el gobierno
continuaba con su programa de obras públicas y política de colonización y
desarrollo agrícola. El dinero abundaba pero siempre con rumores de altos niveles
de corrupción desde el funcionariado público. Los periódicos atacaban y defendían
libremente al gobierno, existían el listín diario que era gobiernista y otro como la
opinión y la información que eran de oposición y provenían de Santiago de los
caballeros.
Horacio Vásquez fue el primero de la historia dominicana que mantuvo el orden y
las libertades ciudadanas al mismo tiempo, marca el hecho de mayor evidencia al
recodar los viejos tiempos de las dictaduras militares de la ocupación yankee con su
censura, con sus cortes militares de justicia, sus patrullas de caminos, sus
procedimientos violentos de requisamiento y sus torturas a los sospechosos o
acusados de oponerse a la ocupación. El mismo presidente ponía especial empeño
en preservar las libertades públicas y las pocas veces que hubo políticos de la
oposición detenidos los hizo liberar, aunque hubieran incitado al asesinato del
presidente. La campaña por la reelección y la división del partido nacional
terminaron debilitando al gobierno, pues tanto de las quistas como coalicionistas
que ocupaban cargos en la administración pública estaban inmersos en ese
proceso.
Vásquez se encontraba en reelección, pero además estaba enfermo y al final de
1929 el presidente calló postrado en cama y fue trasladado a Baltimore y sometido a
una operación quirúrgica con el propósito de extirparle un cálculo renal que terminó
con uno de sus riñones.
Al regresar al país Trujillo ya estaba avanzando en la carrera militar desde su
ingreso a la policía nacional dominicana en tiempos de la ocupación militar yankee,
también tenía una riqueza conocida procedente del robo formado al presume hasta
del ejército dominicano. Trujillo fue ganado poder y conspiraba contra el gobierno
hasta que se dio el golpe de estado el 23 de febrero de 1930. Vásquez se retira de
la presidencia y Trujillo asume el poder.
Era del jefe
Trujillo gobernó de 1930 hasta su ajusticiamiento en el 1961, ejerció la presidencia
de la República Dominicana entre los periodos 1930-1938 y 1942-1952 y gobernó
de forma indirecta durante los periodos 1938-1942 y 1952-1961 valiéndose de
presidentes títeres. La tiranía de Trujillo considerada una de las más sangrientas del
siglo xx estuvo caracterizada por el anticomunismo y la reprensión de toda oposición
y por el culto a la personalidad, sus defensores destacan como aspectos positivos
del régimen la restauración del orden público y El Progreso económico del país.
Trujillo decidió el genocidio de miles de haitianos que vivían en la zona fronteriza y
luego acordó con el presidente haitiano stenio Vincent indemnizarlo por cada
haitiano asesinado, más de 30.000 personas perdieron la vida y otros tanto se
exiliaron durante su gestión en la que fueron asesinadas las hermanas Mirabal, en
nombre de ellas y de su lucha contra la tiranía el 25 de noviembre se recuerda a
nivel mundial como el día de la no violencia contra la mujer, en esa fecha fueron
vilmente asesinadas patria, María Teresa y minerva Mirabal.
Durante 31 años todos los estamentos del estado funcionaban sin ninguna
“violación”. Toda tortura era borrada, negada una muerte era encubierta en un
accidente o sus supuestos autores encarcelados. Trujillo prestó especial atención a
mejor las fuerzas armadas, el personal militar recibió generosas pagas y beneficios
para su gobierno y amplió sus filas, así como los inventarios de equipo. Trujillo
mantuvo el control sobre el cuerpo de oficiales a través del miedo, el clientelismo y
frecuente rotación de tareas que inhibió el desarrollo de sus seguidores. El
establecimiento del monopolio del estado sobre las empresas importantes en el país
trajo riquezas a través de la manipulación de los precios y la malversación de fondos
por parte de Trujillo.
Los efectos de la crisis mundial (las coyunturas económicas)
Desde los primeros días de la tiranía trujillista la República Dominicana ya estaba
recibiendo los embates de la cris mundial iniciada en los Estados Unidos de América
en otoño de 1929 detonada con la caída de los valores de will Street. La primera y
más importante implicación de la crisis en la economía dominicana fue la reducción
en los precios de los 4 productos de exportación tradicionales; azúcar, café, cacao y
tabaco, con lo que la capacidad de compra del país al exterior se redujo
abruptamente y la dinámica general de funcionamiento de la economía dominicana
resultó agudamente alterada. Los intensos reflejos de la crisis mundial se producían
en función de que todos los sectores económicos de la formación social estaban
interconectados a través de la dependencia fundamental resultante de los
excedentes generados en el sector exportador.
El consumo de todos los sectores sociales disminuyó bruscamente y se incrementó
el desempleo bajaron los precios de los productos locales (en proporción inferior
también de las importaciones) como consecuencia del estancamiento y se
registraron movimientos de sustitución de importaciones y aumento de la producción
agraria de autoconsumo (conuquismo). Igualmente se redujo fuertemente el
circulante monetario (dólar) como consecuencia de la paralización de los
intercambios y de la depresión económica generalizada teniendo esto, a su vez
efectos profundizadores de la crisis.
Los efectos de la crisis mundial tendieron a agudizarse en el país hasta 1933. El
indicador económico más global para la medición de las coyunturas de la época (el
agregado comercial) registró una disminución desde 55.5 millones en 1928, a 33.8
millones en 1930 y 18.8 millones en 1933. Una lenta y breve recuperación se inició
en 1934, cuando se registró un agregado de 23.5 millones, saliendo el país en lo
adelante de la situación caótica, puesto que aunque los precios de los productos de
exportación siguieron siendo muy bajos y el monto del agregado comercial no
aumentó significativamente tras 1934 en relación al nivel previo a 1929 (el agregado
llegó a 30.2 millones en 1939), se estaban produciendo importante readecuaciones
en el funcionamiento global e la economía con efectos básicos de carácter anticrisis.
Esencialmente el proceso consistió en la activación del mercado interior, dándose
lugar a una nueva dinámica de económica en que se introducían nexos más
complejos que los anteriores en razón de la importancia crecientes de los renglones
internos.
El estado asumió en este sentido un papel capital, disponiendo controles estrictos
en diversas materias, como importaciones o gastos del gobierno, tomando medidas
para la sustitución de importaciones, imponiendo por la violencia las
reglamentaciones necesarias acorde con las nuevas situaciones y garantizando por
el terror político la aceptación de la caída de los niveles de ingresos. De manera que
la forma en que la crisis opera y en que es parcialmente resuelta hasta la Segunda
Guerra Mundial, dependió en gran medida de la capacidad política del estado, del
establecimiento de una dominación férrea, sintetizada en él y en beneficio de los
sectores dominantes, pero donde se tenían que lesionar determinados intereses y
hegemonizarse otros. La implantación de la tiranía con sus características
sanguinarias mantuvo indiscutible vinculación con esta necesidad de orden político
determinado por la profundidad de la crisis en la formación social dominicana.
Primero problema agudísimo que toco al estado despótico enfrentar fue la crisis de
la balanza comercial y de pagos, los términos de intercambio se deterioraron grave
en prejuicio del país como parte de la periferia del sistema capitalista internacional.
Por ello los valores importados se redujeron proporcionalmente en mayor magnitud
que las exportaciones, al tiempo que no se habían tomado en los primeros años de
la dictadura las medidas necesarias para prescindir de muchas importaciones
prescindibles pero susceptibles de ser producidas en el país sin ninguna dificultad
tecnológica. Por eso la política de régimen tuvo en los años de crisis como uno de
sus mayores rasgos el afán por disminuir el monto de las importaciones,
coadyuvando a la abolición de determinados renglones de consumo, reduciéndolos
al máximo posible en otros casos y alternativamente promoviendo la producción
local.
Hasta 1929 existía un margen apreciable, de alrededor del 10% de las
exportaciones, como superávit de la balanza comercial. Esta diferencia se dedicaba
al pago de las remesas de dividendos de las compañías azucareras y otras
inversiones estadounidenses, al pago de fletes y seguros y a los pagos que de
capital e intereses se hacían sobre la deuda externa que dactaba de fines del siglo
XIX. Era imprescindible mantener ese superávit como norma general, puesto que de
otra manera las importaciones sólo podrían haber sido pagadas con la salida del
circulante local en dólares (como parcialmente a veces sucedía) o mediante el
endeudamiento externo o interno, lo cual estaba prohibido en virtud de las
convenciones de 1907 y 1924.
La posibilidad de obtener dicho superávit de la balanza comercial se recortó
vertiginosamente a partir de 1929 planteándose una aguda crisis a la balanza de
pagos, sobre todo porque habían necesidad de nuevos recursos para el pago de
capital de la deuda, a partir de inicios de 1930; a pesar de atenuación de presiones,
las nuevas circunstancias determinaron que en 1933 incluso se registrará un virtual
déficit en la balanza comercial, lo que colocaba a la economía dominicana en una
situación desesperada. Cierto que las importaciones bajaron con mayor rapidez que
la exportaciones, pero esto no implicó la resolución de la crisis de la balanza de
pagos.
Uno de los efectos de la incapacidad de pagos externos por parte del país consistió
en el escape de monedas circulantes, lo que constituía un aspecto profundizador de
la crisis, pues contribuiría a impresor la dinamización del mercado interno.
Las importaciones no sólo disminuyen por las políticas implementadas por el estado
sino también respondiendo a los mecanismos que regían sus fluctuaciones Antes de
1930; estos eran globalmente la medición espontánea de la capacidad de compras
que realizaban los comerciantes importadores tomando en cuenta el resultado de la
balanza comercial del año anterior (expresado en el dinamismo del circulante) y las
perspectivas plausibles para año siguiente. Dichas previsiones debían estar en
consonancia con las que por su parte realizaba la banca extranjera primordialmente
national city bank y Al decidir la cuantía de los créditos que abriría a los
comerciantes importadores en letras de cambio, por lo menos para una porción
importante del total de importaciones. Si un año resultaban las exportaciones por
debajo de la predicción hecha por los importadores y la banca, parte de la deuda se
pagaba mediante el recurso del circulante interno y al año siguiente se recortaban
las importaciones de acuerdo a un margen de cálculo. Pero si la diferencia era muy
grande el stock de mercancías importadas resultaba ser mayor que la capacidad de
consumo de los diversos sectores sociales que distribuía la renta nacional y
fundamentalmente, los excedentes provenientes del sector exportador, entonces se
producía una suerte de crisis comercial, situación claramente expuesta en las
coyunturas desde fines de 1920 hasta 1922. De acuerdo a ello, desde 1929 se
operó una gran baja espontánea de los pedidos de los comerciantes y una
restricción sería de los créditos por parte de la banca instalada en el país; esta
disminución provocó que las importaciones descendiesen ya entre 1929 y 1930 en
cerca de 8 millones de dólares (33%).
Estos mecanismos de ajuste hicieron que la crisis de 1929, a pesar de ser más
grave que la de 1920, tuviese efectos menos chocantes sobre la estabilidad del
comercio. Por un lado, la baja de precios de las importaciones fue menor pues, si
bien los precios anteriores al 29 eran buenos no alcanzaban los niveles de los años
XIX y XX. Por otro lado y en parte debido a lo anterior, los stocks de Mercancías
exportadas no eran muy grandes en 1929.
Pero aún con estos paliativos, las quiebras de comerciantes importadores y
exportadores no dejaban de ser importantes, puesto que habían comprometido
importaciones en un momento de fuerte disminución de la demanda y tendencia a la
baja entre precios.
En consecuencia de la reducción de los cobros por exportaciones los márgenes
para pagar las importaciones y los otros rubros de la balanza de pagos se hicieron
cada vez más estrechos. En valor de los fletes no bajó mucho lo que estaba
relacionado con el hecho de que los factores externos tuvieron en general una
tendencia a la baja menor que los generados en el interior de nuestra formación
social, a ello se agrega que el volumen de las exportaciones se mantuvo incambiado
y hasta aumentó algo. La memoria de agricultura de 1930 calcula los fletes en el 7%
de las importaciones. En el mismo cálculo se agregan las remesas de las
compañías azucareras que, aunque considerándose paralizada las ganancias ya
en 1930, se sitúan en un pago de intereses a razón de 6% anual sobre los 60
millones de inversión. A esas sumas se agregó el pago de la deuda externa por 2.4
millones. Aun aceptando como no muy válido el cálculo para el caso de la remesa
de utilidades de las compañías azucareras, es obvio que se estaba en presencia de
una aguda situación deficitaria en la balanza de pagos, que cesar Tolentino
( secretario de industria y comercio) calcula en 3.5 millones y que pudo haber sido
más de no ser porque el superávit de la balanza comercial fue de 3.2 millones; en
1931 se produciría un déficit en la balanza comercial de algo menos de 100,000
dólares, lo que ponía la situación en estado catastrófico y explica que a mediados
de dicho año se promulgará la ley de emergencia que cancelaba el pago de
capitales de la deuda externa.
Siguiendo el razonamiento de M.A.brugal, se entiende que, en un país que no
pondría emitir moneda, ni bonos, ni establecer empréstitos externos, la única
solución era la desmonetalización de la moneda. El mismo Trujillo informa que entre
1929 y 1933 había salido del país una suma en moneda de por lo menos 2 millones
de dólares. Este mecanismo se evidencia también en la aparición de un nuevo
sector en las exportaciones dominicanas: el oro de joyas y de aluvión producto con
cierta equivalencia monetaria.
Un segundo problema crítico a resolver desde 1930, como parte de la situación
caótica de toda la economía, era la necesidad de limitar el inevitable déficit
presupuestario, surgido a consecuencia del estimado de ingresos realizados en
1929, ascendente a 14.3 millones de dólares. El presupuesto dominicano
funcionaba en una relación excesivamente estrecha con las fluctuaciones del sector
externo, puesto que la principal fuente de entradas fiscales del estado dominicano el
pago de impuestos aduaneros, expresión a su vez que la estructura económica
global.
Desde la ocupación militar de estados unidos se había producido un incremento de
gasto público acorde con la expansión de la economía agroexportadora, puesto que
el estado disponía de mayores recursos para asegurar una serie de servicios
necesarios en ordenamiento institucional y la reproducción del propio proceso
económico. Estos eran fundamentalmente, una burocracia bastante amplia y estable
para las comisiones de la época y un ejército profesional garante de la estabilidad
del orden dependiente, innovaciones que acarrearon una elevación sustancial de los
gastos corrientes especialmente en materia de sueldos. Las nuevas funciones
estatales concebidas por los marines requerían también un importante gasto estatal
en inversiones de infraestructura. Estas inversiones se financiaban con empréstitos
por dos razones: técnicamente, requerían un volumen importante de dinero y sobre
todo ampliaban el endeudamiento del país.
El imperialismo tenía fuerte interés en aumentar el endeudamiento externo del país,
a tono con la expansión de la economía exportadora, pues era la razón para
justificar la validez de las conversiones neocoloniales. Esta era una forma además
de hacer un uso racional de los excedentes locales que beneficiaba tanto a las altas
finanzas del imperio como a los intereses monopólicos establecidos en el país que
requerían un cierto grado de modernización.
Es por ello que a fines del régimen de Vásquez había una pesada deuda externa de
la cual sólo se pagaban los intereses y cuyo capital se comenzaría a pagar en 1930
a una tasa acelerada para ser amortizado entre 1940 y 1942. Durante el gobierno de
Vásquez, independientemente de las inversiones masivas que se hacían en obras
públicas con recursos de préstamos, la cartera de gastos de la secretaría de
fomentos y obras públicas se mantuvo siempre muy alta, debido a la continuación
del plan de integración vial de todo el país (iniciado por los marines) y algunas otras
obras públicas de consideración como el acueducto de Santo Domingo.
Desde el primer momento desde que Trujillo asumió el poder procedió a paralizar el
plan de obras públicas, con los que se logró una economía considerable; se
estableció una ley de presupuesto por 11 millones de dólares que planteaba una
reducción de más de 3 millones sobre el total previsto originalmente. En el primer
semestre de 1930 se hicieron economías por 1.7 millones de dólares concordantes
con el nivel de reducción previsto en el presupuesto, pero como los ingresos del
estado bajaban todavía más de lo que se estimó al asumir Trujillo el poder, la
medida siguiente a fin de lograr mayores economías fue el despido de parte de la
burocracia, la baja de sueldos a un promedio de casi 50%, la supresión de servicios
y la negativa a balances de apropiaciones no asignadas; con estas medidas se
ahorró adicionalmente una suma cercana al 1 millón de dólares y aún con
economías adicionales por unos 600,000 dólares, el secretario de hacienda cálculo
a fines de 1930 un déficit de 800,000 dólares.
En realidad los distintos conceptos elevaron el déficit fiscal a 2.3 millones sobre
ingresos totales por 9.9 millones, lo que tomando en cuento las enormes
reducciones de gastos ya apuntadas, significaba la existencia de una situación en
extremo crítica de la economía y particularmente en la finanzas públicas, teniendo
en cuenta la importancia de esta en el desenvolvimiento de la formación social de
entonces y ese déficit fue menor porque ya se habían tomado las primeras medidas
para disminuir la dependencia de las finanzas estatales de las fluctuaciones del
comercio exterior; en 1930 los ingresos referidos se descomponían en 3.5 millones
por impuestos aduanales y 6.4 por diversos rubros de rentas internas. Hay que tener
en cuenta que una reducción del presupuesto de 14.3 a 10.8 millones, es decir de
alrededor de la tercera parte, tenía necesariamente efectos depresores sobre la
coyuntura económica en general, máxime en una formación social como la
dominicana. Así la caída de gastos estatales pasó de ser una consecuencia de la
crisis a ser una causa profundizadora de la misma.
Como se señaló la causa sustantiva de la crisis fue la reducción de los precios de
los productos de exportación y consecuentemente el empeoramiento de los
términos de intercambio con el exterior. Las disparidades fueron muy importantes en
relación a los 4 productos tanto en la caída de precios como en relación a los
momentos en que se produjeron.
Inicialmente el precio del azúcar no bajó demasiado, pero luego la reducción fue
bastante consistente. El cacao y el tabaco fueron los productos que sufrieron la
caída más intensa y prolongada a lo largo de los años 30; ambos productos llegaron
a pagarse en frecuentes ocasiones por debajo del coste de producción. Así dejaba
de justificarse que los campesinos cultivasen dichos productos o que se
preocupasen por llevarlos a los mercados. Por supuesto los precios no se
mantenían constantemente deprimidos por debajo del costo de producción, siendo
lo más normal que se produjesen fluctuaciones temporales relativamente bruscas
aprovechadas por el capital comercial usurario para resarcirse de la disminución de
beneficios. Estas mejoras temporales en los precios también mantenían las
esperanzas del campesinado para conservar sus producciones.
Hay que tener en cuenta además que la readecuación de los esquemas de
integración del campesinado a la economía de mercado puede tardar años en
producirse. Pero aun así y a pesar de que junto al deterioro de los precios agrícolas
hubo una reducción y un deterioro de los precios industriales, fue un fenómeno
mental que muchos campesinos abandonaran parcial o totalmente sobre todo los
primeros, los cultivos tradicionales de exportación Para dedicar tierra y tiempo al
cultivo de alimentos como el maíz y poder llevar por sí mismo sus requerimientos
alimenticios.
En el caso del cacao la reacción del campesinado y de personas de la clase
dominante fue la más radical y permanente, en Salcedo y San Francisco de Macorís
durante los años 30 se talaron muchos cacaotales, teniendo el gobierno que
perseguir a quienes lo hacían. Otra forma de reacción fue la baja de la
productividad, porque la necesidad de disminuir al máximo los costos de producción
limitaba la eficacia productiva por factores diversos como la falta de desyerbo o
poda, acondicionamiento de sombra, la renovación de los árboles nuevos. Este
deterioro se contraponía las restricciones de calidad impuesta en los Estados
Unidos (mercado casi exclusivo de dicho producto) y la subsiguiente campaña del
régimen para no permitir exportaciones del producto mohoso o dañado. El sistema
de comercialización del producto tuvo alteraciones muy importantes quebrando las
principales casas exportadoras de la Vega y Sánchez.
En cuanto al tabaco el caos fue tan general a consecuencia de los precios ruinosos,
que el gobierno por medio de la ley 712 estableció un monopolio estatal de compras
del producto, medidas similar a la optada por los marines en la crisis de 1920 y
1922. En 1933 antes del establecimiento del monopolio, los campesinos cesaron de
vender el producto esperando cotizaciones más altas. Los resultados del monopolio
no fueron brillantes en lo que respecta a la elevación del precio, aunque evitaron
deterioros mayores y reorganización el mecanismo de funcionamiento de mercado.
En el caso particular de este producto la caída de los precios fue mayor por la
combinación de los comerciantes holandeses que controlaban las exportaciones,
quienes intentaron especular con la baja demanda; igualmente fue clave la
prohibición de Alemania de importar tabaco que respondía a las reacciones
proteccionistas de los países imperialistas ante la crisis.
Fue precisamente entorno al tabaco que se reanimó el comercio a fines del 1934
superándose la situación más aguda de la crisis al pasar los precios de 1.5 dólares
por quintal base F a 2.58 dólares por quintal, ya para entonces el estado dominicano
había tenido que renunciar al monopolio porque los comerciantes extranjeros hacían
importantes remesas de capital para la compra de la cosecha y el intento de ventas
directas a cambio de mercancías alemanas o al estado español no tuvo resultado.
Por razones diferentes la producción de azúcar subió algo en la primera mitad de los
años 30 y en lo adelante se estacaría hasta la postguerra. Por una parte los precios
habían disminuido de manera gradual y existía una capacidad instalada que
resultaba racional poner a producir. Sin embargo la crisis originó la paralización de
la dinámica de la industria azucarera, elemento que, de lejos, fue el de mayor
significado en la depresión del sector exportador por la importancia que tenía la
plantación azucarera en el funcionamiento de toda la formación social.
Coyunturas dadas por la política del gobierno brasileño explica que el café se
mantuviese en general con niveles de precios rentables, aun cuando
estacionalmente también se produjese el mismo fenómeno en el cacao y el tabaco
(precio inferior a costo), pero con una dimensión menor que en términos relativos
venía hacerle mucha importancia. Ello explica que, aún durante los años de la crisis
más aguda (1930-33), la producción tendiera a incrementarse o se prepararán las
bases para incrementos futuros. Tanto comerciantes como cultivadores se
mantenían en el Consenso de que el producto daba márgenes de beneficios
comparativamente favorables; a ello se agregaban que el café se podía fomentar en
tierras montañosas, por lo que pudo ser más aprovechada su expiación en los
programas fomentaristas del régimen desde mediados de los años 30.
Sin embargo la distinción relativamente favorable de este producto lo tuvo grandes
consecuencias sobre la vinculación del país con el exterior porque el margen de
rentabilidad era finalmente escaso y dicho producto todavía tenía una incidencia
bastante baja en el total de las exportaciones, dándose en lo ándelas te ya la
tendencia a un incremento de su participación relativa.
Un acontecimiento al cual hay que referirse al margen comercial de las crisis
comercial y financiera y que coayugo a la crisis general de la economía fue el ciclón
de san Zenón. De acuerdo a cálculos de la época el ciclón causó pérdidas
superiores a los 29 millones de dólares entre edificaciones destruidas o semi
destruidas, instalaciones de servicios arruinadas, stocks de mercaría desaparecidas
o dañadas, etc.; esto sin contar con que causó varios miles de víctimas entre
muertos y heridos creando una situación de caos y de miedo.
Los créditos al comercio por parte de la banca así como la demanda del público se
restringieron más aun haciendo reinar la miseria pública. Al igual que en la crisis
comercial Trujillo utilizó la temática del ciclón para justificar la necesidad de medidas
despóticas, la supuesta ruina de la ciudad capital para erigir la justificación historia a
su cambio de nombre en 1936, hecho indicador de que desde los primeros
momentos de la dictadora Trujillo dispuso de un poder sin precedentes en la historia
del país, el ciclón fue también motivo de negocios en la Ávila acumulación de dinero
que desde años atrás llevaba a cabo el déspota, sobre la base de que las urgencias
del caos justificaron la necesidad de préstamos forzosos y exacciones a toda la
población incluyendo a sectores de la clase dominante, los donativos
internacionales en alimentos y medicinas también fueron objetos de importantes
transacciones financieras del dictador. Un estilo de violencia implacable rodeó la
resolución de los problemas surgidos a raíz del ciclón lo que fue un motivo de
importancia para sentar las bases justificadoras de un sistema de centralización de
poder con todas sus implicaciones.
DERIVACIONES DE LAS CRISIS: NUEVAS TENDENCIAS ECONÓMICAS.
Este proceso de crisis tuvo implicaciones complejas porque, por un lado contribuía a
activar renglones de producción interna que hasta entonces carecían de sentido,
dado que las mercancías extranjeras eran relativamente baratas ( en función del
alto nivel de productividad) y la producción agro-exportadora se cotizaban
normalmente bien. Desde ese punto de vista la crisis indiscutiblemente constituyo
un factor estimulante para el fomento de nuevo renglones agrícolas y artesanales.
Pero paralelamente la forme en que insidia por la peculiar conformación de la base
económica interna, condicionada que tuviese amplios efectos depresivos sobre el
funcionamiento de la economía en su conjunto.
De esta manera el resultado fomentalista de la crisis tenía límites tajantes,
independientemente de las medidas estatales que se adoptaran, porque la
reducción de la capacidad de consumo de la generalidad de la población y el refugio
en la producción de auto-consumo entre el campesinado provocaban que el
mercado tuviese límites y por ende toda la política fomentalista interna. La formación
social dominicana no tenía en el momento de la crisis mundial de 1929 un mercado
interior desarrollado; casi todo el funcionamiento de la economía de mercado estaba
mediado por la relación exportación - importación y paralelamente todavía era muy
importante la producción campesina de auto-consumo; el nivel de vida de las
grandes masas era muy grande en general y no existía un sector industrial
propiamente dicho, que constituyera la base fundamental de un verdadero mercado
interior.
La inexistencia virtual de un sector industrial tuvo la mayor importancia de la forma
de reaccionar de la economía ante la crisis. La sustitución de importaciones, desde
que requería una determinada inversión en capital fijo, sobre todo en maquinarias
no podía llevarse a cabo o bien se hacía con grandes limitaciones y costos en
términos de diferencias de valores comparativos, y porque el tiempo socialmente
necesario para la producción local de los artículos era muy alto y la capacidad del
país de importar maquinarias era prácticamente nula hasta mediados de la década y
seguirá siendo muy reducida hasta terminada la segunda guerra mundial, es decir,
hasta 1945.
Las limitaciones apuntadas hacen ver que dentro de las discontinuidades que
provocaron la combinación de la crisis y de la emergencia de Trujillo al poder,
siguieron dándose continuidades fundamentales. Estas tenían relación en lo
esencial con el hecho de que la débil sustitución de importaciones que se llevó a
cabo en los años 30 no tuvo repercusiones de redefinición cualitativa global en el
funcionamiento de la formación social dominicana. El funcionamiento del mercado
interior, aunque dinamizado en una nueva tendencia siguió dependiendo de los
efectos inducidos del sector externo. Entre dichos efectos inducidos cabe mencionar
lo que las fluctuaciones de precios tenían sobre el ingreso, el incentivo a la inversión
o a la producción, etc... Por ello el sector externo siguió siendo la punta de lanza del
dinamismo y el conjunto de la economía siguió funcionando primordialmente de
acuerdo a los condicionamientos externos.
Esta parcial no ruptura cualitativa se vinculaba a los condicionamientos históricos
previos, que accionaban sobre la capacidad de reacción de la formación social ante
los embates de la crisis. Primero, un esquema de relaciones con el exterior que
requerían el constante envío de excedentes delimitando las exiguas posibilidades
interna de acumulación de capitales, por lo que eran solo las corporaciones
azucareras estadounidenses las que acumulaban capital productivo de acuerdo al
esquema capitalista de reproducción ampliada. Se hacía muy difícil entonces que en
un momento de depresión general de la economía se produjesen ajustes
estructurales de tan importante implicaciones; los ajustes que se produjeron lo
hicieron de manera lenta y parcial.
Fue el propio Rafael Leónidas Trujillo quién encarnó en una proporción
importantísima la acumulación interna, tan necesaria en las condiciones de crisis
como respuesta para la supervivencia del orden social establecido.
Los bajos niveles de ingreso de la población, la débil integración de la mayoría
campesina al mercado de productos locales, la inexistencia de un sector industrial,
el carácter hasta cierto punto embrionario de las vinculaciones comerciales entorno
al centro establecido en Santo Domingo, etc. Eran varios de los sectores adicionales
que, originados por la primacía del sector agro-exportador y condicionados por una
existencia histórica particular, se constituían en elementos específicos. Por la
agudeza con que se definían, profundizaban la absoluta primacía de dicho sector,
impedían la comercialización de los nexos económicos internos y por ende
coayugaban a erigirse en obstáculos adicionales de mucha importancia para el
enfrentamiento de la crisis.
Hasta mediados de 1931 el régimen trujillista tuvo la políticas de pagar las fuertes
mensualidades, capital e intereses de la deuda externa sobre el supuesto de que la
crisis comercial desaparecería rápidamente como ocurrió con la de 1920 y de que
de tal forma dicho crédito permitiría aprovechar favorablemente las nuevas
coyunturas en el plano de las relaciones con las bancas estadounidenses y con la
administración aduanera del imperialismo. Dicho pagos se hicieron a costa de un
enorme sacrificio de las finanzas estatales.
Pero la profundización constante de la crisis como consecuencia de la reducción
progresiva del precio de la azúcar y otros productos así como la disminución
vertiginosa de los valores importados ( que como se sabe eran los que permitían el
pago de la deuda y en una proporción decisiva del funcionamiento de las finanzas
estatales volvían de los impuestos aduanales de exportación) plantearon a Trujillo la
necesidad de cambiar de política y unilateralmente aplazar por medio de la ley de
emergencia por medio del capital de la deuda externa.
Periodo 50-58
Las características generales de este periodo se remontan a etapas históricas
anteriores de las cuales se derivan algunas líneas de políticas del dictador Rafael
Leónidas Trujillo y su grupo gobernante.
Por ejemplo el manejo financiero de los gobiernos nacionales fue generalmente
desastroso tanto en sus procedimientos como en el nivel de endeudamiento interno
y externo, además de las condiciones muchas leoninas en que se concertaban los
empréstitos. Resultante de la caótica posición financiera del país fue la oprobiosa
intervención militar de Estados Unidos de 1916, que estableció rígido control sobre
el aparato financiero del estado.
Como natural consecuencia se desarrolló un sentimiento contrario al endeudamiento
externo indiscriminado que el dictador explota hábilmente al cancelar en 1947 el
remanente de la deuda externa, luego de que en 1940 mediante el tratado Trujillo-
Hull el control y administración de la receptoría de aduana pasara recién a manos
dominicanas.
Casi simultáneamente la reforma monetaria y cambiaria del año 1947 marca otro
hito nacionalista. La creación del peso dominicano, la extensión de la deuda externa
y la paridad monetaria con el dólar estadounidense son factores psicológicos
hábilmente explotados. Claro que la creación del peso y de nuestro propio sistema
monetario, (si bien dejando muy atado el medio circulante a las reservas netas
internacionales como factor de confianza en el nuevo signo monetario) permite una
mayor flexibilidad del sistema financiero interno. Esta flexibilidad en la expansión
crediticia será aprovechada por el grupo gobernante a favor de sus intereses
personales.
Otra manifestación de este sentimiento nacionalista fue la adquisición de algunos
ingenios azucareros y de la compañía de electricidad, además de ser bastante bajas
en este periodo, las inversiones de capital extranjero y prácticamente nulo el
endeudamiento externo.
El endeudamiento indiscriminado que tantos males ocasionarán al país, tenía como
causa básica el desequilibrio permanece del presupuesto fiscal. La organización
financiera introducida durante la intervención militar de Estados Unidos de 1916 a
1924 es bien utilizada en la consolidación de otro elemento de política: el
presupuesto relativamente balanceado de ingresos y gastos públicos.
En el orden interno también existía una mentalidad empresarial para dirigir la
economía con un extraño sentido “nacionalista”. En vez de aprovechar el comercio
de exportación- importación como vía de enriquecimiento típico de una economía
que crece hacia afuera, se inicia un proceso de sustitución de importaciones que
hoy constituye la base de la industria nacional.
La extraordinaria concentración del poder político y económico permiten una
expansión económica significativa, que además se ve respaldada por:
1. Crecimiento sostenido de las exportaciones.
2. Balanza comercial favorable, al lograr mantener relativamente comprimido el nivel
de las importaciones.
3. Ganancia de intercambio favorable, dada las buenas tendencias de los precios
internaciones de nuestros productos tradicionales.
4. Alta tasa de inversión y ahorro interno bruto.
El comportamiento de las variables externas mencionadas permite que una minoría
obtenga altos ingresos lo cual le facilitó el alcanzar y mantener una alta tasa de
inversión. Por otra parte, un promedio de 74% de la población total es rural con
niveles de ingresos muy reducidos, pero asegurando mano de obra barata y
abundante. En el sector urbano se mantuvieron niveles de salarios notablemente
estables y que incluso habrían perdido valor adquisitivo, frente al alza del costo de la
vida en la ciudad de Santo Domingo.
Las características señaladas respecto a la presumible distribución regresiva del
ingreso condiciona un mercado interno bastante limitado; lo cual contribuye a
explicar un crecimiento moderado de las importaciones. Esto unido a la tranquilidad
social impuesta por el régimen permite crear un medio empresarial monopólico,
protegido con altos márgenes de beneficios y dentro de un clima de confianza en la
continuidad de las condiciones esperantes.
Con toda seguridad la protección industrial fue lo suficientemente alta como para
que se descuidara la eficiencia técnica y organizativa de las diversas empresas. Sin
embargo, el marco descrito permitía invertir y acumular beneficios dentro de los
límites y orientaciones que el grupo gobernante decidiese.
La inversión pública se concentra en obra de infraestructura que facilitan tanto la
actividad exportadora como la industria nacional mediante la interacción de las
diversas zonas del país. Una parte considerable de ello se orienta con sentido
político y en general en obras de prestigio nacional.
En cuanto a las inversiones sociales puede decirse que se mantiene
deliberadamente bajas, esto es especialmente claro en el caso de la educación se
observa un analfabetismo elevado y se le da escasa atención a los centros de
enseñanzas superior y técnica. Además se mantuvo un deliberado aislamiento con
el exterior, no solo en términos de controlar e impedir los viajes personales al
extranjero, sino también al evitar el libre acceso a la literatura científica y técnica.
Podría afirmarse que el ciudadano medio dominicano desconocía completamente el
mundo exterior; con ello el régimen lograba que no tuviese puntos de referencia
para hacer comparaciones y por lo tanto pudiese aceptar más fácilmente el
esquema sociopolítico económico que le era impuesto
Subperiodo 1950-1954
Dentro del esquema general antes descrito este sub periodo es el que mejor se
ajusta al modelo llamado de crecimiento hacia afuera.
Las exportaciones se expanden a un 8.3% acumulativo anual, lo que sumado al alto
nivel de inversión tanto privada como pública, determinan un crecimiento del 6% del
producto interno bruto y del 3% del ingreso nacional percápita. La gran ganancia de
intercambio que se obtiene permite mejorar la situación de las reservas
internacionales sin recurrir al ahorro externo.
La economía logra un crecimiento sostenido autofinanciado, gracias a una
expansión moderada del consumo privado 5.9% y al consumo público cuyo
comportamiento es negativo en términos percápita.
El favorable estímulo proveniente del comercio exterior y el comportamiento
autónomo y nacionalista de la inversión bruta interna, se ven acompañados
simultáneamente en estos 4 años, de los crecimientos de los crecimientos
sectoriales que se registran en los 20 años anteriores.
Sectores básicos, como la agricultura y la industria azucarera crecen a razón de
5.4% y 8.6% respectivamente. La industria manufacturera lo hace a un 7%, tasa
satisfactoria si se tiene que las nuevas industrias de sustitución de importaciones
enfrentan un bajo crecimiento del mercado interno, debido a la mala y regresiva
distribución del ingreso, como también a una gran masa campesina no incorporada
al mercado de consumo.
La construcción se expande a un 14% siendo una gran fuente de empleo urbano y
elemento de demanda dinámica en la concreción del crecimiento de la industria que
la baste e de insumos.
En consecuencia, el “dirigismo” económico aplicado durante el trujillano rendía pleno
frutos. Pero con toda seguridad (al adentrarse la regresividad en la distribución del
ingreso y el centralismo político rayado en un egolátrica o casi sin límites), se
comenzaban a gestar los elementos sociopolíticos que a la postre acarearían el
derrumbamiento del régimen.
SUB-PERIODO 1954-1958
Los elementos dinámicos que determinan el comportamiento de las variables
macroeconómicas cambian significativamente en relación al subperiodo anterior.
Si bien entre 1954-1958 se mantiene el elevado crecimiento antes observado,
(expandiéndose el PIB a 7.2% y manteniéndose la tasa del ingreso percapita en 3%
acumulativo anual), desaparecen los efectos multiplicadores que generan las
exportaciones y las ganancias e intercambios. Las exportaciones pierden todo
dinamismo al crecer sólo un 2%, siendo los provenientes del sector agrícola, tales
como: cafe, cacao y tabaco las que experimentan mayores dificultades en términos
de volumen físico y precio internacional, también las exportaciones azucareras
confrontan similares problemas, en promedio su volumen aumenta 3.5% anual, pero
su valor lo hace en 1.6%. Aun así cuando el crecimiento de las importaciones se
mantiene a una elasticidad producto inferior a la del período anterior, la balanza
comercial experimenta por primera vez saldos deficitarios en 1956-1958.
La inversión bruta decae ligeramente pero en todo caso se mantiene creciendo a
una tasa bastante considerable de 12.1%. El consumo privado continúa
expandiéndose al igual que en el subperiodo anterior de un 6%.
En consecuencia el gran sostenedor del nivel del producto interno bruto resultó ser
el sector 1. En efecto, si bien su inversión solo mantiene el ritmo de expansión que
mostró en el subperiodo anterior 10.6%, el consumo de gobierno crece a razón de
16.2% por motivo anual entre 1954-1958. Ese espectacular crecimiento de
remuneraciones y compras de bienes y servicios marca un gran contraste con la
política de gasto público seguida en el su periodo precedente.
El gobierno general adsorbe una cantidad tan grande de personal que lo transforma
en el principal sostenedor de la ocupación urbana. En 1958 llegó a utilizar 3.8 veces
más personal que toda la industria manufacturera y 1.2 veces más que el sector
azucarero, estando este último considerado como la principal fuente de empleo.
Entre 1954-1958 en gobierno general crea 31,634 nuevas plazas de empleo, un
aumento del 68.3% distribuida de la siguiente forma: (Foto)
Si bien esto permite mantener el ritmo de expansión de la demanda efectiva,
demuestra que existe un alto nivel de desocupación y ocupación disfrazada urbana
que el sistema económico es incapaz de adsorber, dado los elementos
condicionante de su desenvolvimiento.
Desde el punto de vista sectorial, la agricultura sufre el impacto del estancamiento
de la demanda externa disminuyendo su tasa de expansión de 5.4% a 4.6%. Igual
problema confronta el sector azucarero lo que se traduce en un freno en su
dinámico aporte al PIB.
Solo el sector gobierno y la construcción, permiten que la industria manufacturera
cuente con la demanda efectiva necesaria como para alcanzar su mayor tasa de
expansión en los últimos 20 años, 8.5%.
Consecuencia de los diversos deterioros que sufre el modelo de crecimiento,
sumado al gasto compensatorio que efectúa el estado, es la fuerte caída que
experimenta el ahorro bruto interno, pero sin que sea necesario recurrir al ahorro
externo. Este podría ser el elemento que indica más dudas sobre el futuro
desenvolvimiento del régimen dictatorial, de haber prevalecido las mismas
tendencias. Sin embargo, cabe reconocer que ninguno de los indicadores
analizados justifica o insinúa que a partir de 1959 se vivirá una rápida y violenta
descomposición del todo el sistema imperante.
Más bien son razones de índole sociopolítica las que socavan las bases del
régimen, provocando entre 1959 y 1961 un verdadero pánico económico del cual
tampoco logra sustraerse el propio grupo gobernante.
Dichas razones escapan a la especialidad de este análisis, pero dado el enorme
impacto y trastorno que provocan en el aparato económico se enumeran aquellas
que más inciden en las actitudes implícitas detrás de las variables económicas.
En primer lugar las finanzas públicas no eran manejadas tan ortodoxamente como lo
pretendía el dictador. En 1953 la deuda pública interna ascendía a 31.3 millones de
pesos dominicanos, habiendo aumentado en 6.7 millones de pesos desde 1950 y en
11.9 millones si se considera el I el de la misma en el año 1947.
Al anunciarse oficialmente en 1953 la liquidación de la deuda pública interna, se
operó un complejo movimiento de operaciones de compra y venta de títulos entre
las instituciones financieras del estado. Al final del proceso el hirvieron quedó libre
de deudas, pero estas fueron convertidas en acciones preferidas que absorbieron
las instituciones bancarias del estado.
Posteriormente todo este conjunto de acciones redimibles emitidas por los bancos
del estado pasó a la cartera del banco central a un permanece.
Una operación tan complejo y de fuertes implicaciones financieras, sólo puede
haberse ejecutado en favor del grupo gobernante, pero sin embargo debe haber
provocado muchas suspicacias en los diversos círculos en ellas involucrados.
A pesar de que el crecimiento económico en 1954 y 1958 es el más alto jamás
registrado (el producto bruto crece 7.2% y el ingreso percapita 3.2%), la realización
de la feria de la paz fue otro menoscabo al prestigio del régimen, la megalomanía y
el derroche que se hizo ostentación en dicho evento tiene que haber provocado
desconfianza sobre el futuro del sistema, especialmente en dos importantes grupos
económicos sociales: los inversionistas y los importadores.
La enorme cantidad de empleos que fomenta el gobierno entre 1954 y 1958 es
utilizada para ahondar extraordinariamente el ya fuerte poder de dominio en las
diferentes esferas sociales. El empleo fiscal es considerado una prebenda y sólo
otorgado en función de obtener la total lealtad y sumisión a los agraciados.
También el hecho de que la remuneración percapita (dentro de los sectores
azucareros, manufactureros y gobierno central), crezca solo 0.6% entre 1950 y
1958, en circunstancias que el índice costo de vida 1941=100 lo hizo en 1.2% pudo
provocar alguna sensación de que la renta real no reflejaba en absoluto los logros
que se atribuía el gobierno.
Por otra parte, (aun cuando siempre hubo una pugna entre el grupo gobernante y la
aristocracia) el proceso de sustitución de importaciones, el verdadero monopolio de
las iniciativas de inversión, la técnica de presión y despojo eran todos factores que
amenazaban seriamente el poder económico futuro de la oligarquía importadora
agrícola e industrial.
Un ejemplo de la forma en que el dictador manejaba las instituciones nacionales y
su patrimonio en beneficio propio, lo constituye el préstamo del banco de nueva
escocía de Canadá, por el cual el banco de reservas recibió 30 millones de dólares,
con la garantía de las reservas del banco central. Los recursos así obtenidos se
destinaron a una operación crediticia con el central rio Haina que era propiedad del
dictador. En el transcurso de 1960 se canceló el saldo de la deuda (18 millones de
dólares), con cargo a la reserva del banco central con una simple orden de Trujillo.
Manejo de esta naturaleza tienen que haber sido seriamente reprobados por los
demás grupos económicos del país.
Ya en 1958 se observan los primeros síntomas de una seria oposición interna que
organizará en fuerza anti trujillista después de la invasión de 1959. La violenta
represión de ata manifestación sumada a la sanción impuesta por la sexta reunión
de consulta de cancilleres americanos celebrada en el agosto de 1960 en San José
de Costa Rica (como castigo al régimen por su participación en el intento de
asesinado del presidente de Venezuela Rómulo Betancourt) marcan el total repudio
externo o como interno a un régimen en total descomposición.

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