Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Refiriéndose a los conflictos acaecidos en la segunda mitad del siglo XIX, Juan P.
Ramos escribe:
“La hora de la polémica ha pasado, lo deleznable se ha deshecho por sí mismo.
Respetemos y seamos justos con lo que queda de la obra de ambas escuelas de
Derecho Penal y de Ciencia Criminal”.
Por otro lado, Cuevas Del Cid, al final de su obra, señala:
“La Escuela Clásica como se ha dicho con una expresión feliz, enseñó a los
hombres el conocimiento de la justicia, en tanto que la Escuela Positiva enseñó a
la justicia el conocimiento de los hombres”.
Después de aquella etapa crítica por la que atravesó el derecho penal,
aparecieron nuevas corrientes que, con el fin de conciliar los postulados de las dos
grandes escuelas, fueron tomando partido, situándose en puntos equidistantes
entre las corrientes en pugna, por tal razón se les ha denominado “Escuelas
intermedias del Derecho Penal”. Este sería el caso de la “Terza Scuola Italiana”,
representada por Manuel Carnevale y Bernardino Alimena; la “Escuela de la
Política Criminal”, que más tarde se convirtió en la “Escuela Sociológica Alemana”
representada por representada por Franz Von Liszt; y la “Escuela Sociológica
Francesa”, representada por Alejandro Lacassagne y Gabriel Tarde.
Podemos citar aquí también a la “Escuela Correccionista” que no se incluye entre
las intermedias, pero que aparece al lado de ellas representada por los alemanes
Krause y Roeder, quienes la crearon, pero, sus postulados adquieren precisión a
través del profesor de Salamanca, Pedro Dorado Montero, quien en su obra “El
Derecho Protector de los Criminales”, asienta que el delito es una concepción
“artificial” que responde a los intereses perseguidos por el ordenador del Derecho.
Consideró que lo injusto son creaciones humanas, y que no existe ningún hecho
que sea en sí mismo conveniente o inconveniente, lícito o ilícito, moral o inmoral;
no hay delito, como tampoco hay derecho, sino porque los hombres lo hacen.Entre
las Líneas En síntesis, Dorado Montero concibe el Derecho Penal como un
derecho protector de los delincuentes, desprovisto de sentido represivo y doloroso,
animado tan solo de una finalidad tutelar y protectora.
Las llamadas Escuelas Intermedias plantearon sus más importantes postulados en
forma ecléctica, retomando principios fundamentales, tanto de la escuela Clásica
como de la Escuela Positiva del Derecho Penal, iniciando así una nueva etapa en
el estudio de nuestra ciencia que podrían catalogarse como antecedentes del
Derecho Penal contemporáneo, que principia a perfilarse en los primeros años del
siglo XX.
Dice Cerezo Mir (en su Curso de Derecho Penal Español, parte general, p.99) que
a pesar de existir diferencias entre la tercera Escuela Italiana y la Sociológica o
Político Criminal de V. Liszt existen una serie de coincidencias básicas. Ambas
afirman, frente a la escuela positiva, la autonomía de la Ciencia del Derecho
Penal, como ciencia jurídica y de la Criminología, como ciencia empírica del delito
y del delincuente. Parten de una concepción determinista del hombre, pero
rechazan la teoría de la responsabilidad legal o social.