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Es una virtud que suele ser considerada como uno de los principios humanos más
significativos, que puede encontrarse prácticamente en cualquier ámbito, ya sea
familiar, político, jurídico, entre otros.
El valor de la responsabilidad
La responsabilidad es considerada un valor del ser humano. A través de ella, los
individuos toman decisiones de manera consciente y se hacen cargo de las
consecuencias que puedan derivar de ellas.
Tipos de responsabilidades
La responsabilidad se puede manifestar en diversos campos en los que actúa el
individuo, algunos tipos de responsabilidades son:
Responsabilidad social. Compromiso que tiene todo individuo hacia los otros y hacia
la sociedad en su conjunto.
Responsabilidad civil. Responsabilidad que tiene un individuo de resarcir a otra
persona por el daño causado de manera accidental o intencional.
Responsabilidad ambiental. Compromiso de todo individuo hacia el medio
ambiente que lo rodea y la naturaleza.
Responsabilidad moral. Compromiso de un individuo a responder frente a los actos
personales y asumir los castigos, penas o reconocimientos que traigan.
Responsabilidad laboral. Compromiso que asume todo empleador de garantizar
condiciones laborales óptimas a los trabajadores a cargo.
Responsabilidad penal. Responsabilidad que debe asumir un individuo frente a un
accionar penado por ley.
Responsabilidad y libertad
El valor de la responsabilidad está muy emparentado con el concepto de
libertad, porque actuar con libertad implica necesariamente asumir con
responsabilidad las consecuencias de los actos. El individuo debe
conocer y tener en cuenta el impacto que los actos personales tienen sobre
sí mismo y sobre su entorno.
¿Qué es la autonomía?
Se entiende por autonomía a la capacidad de decidir de manera propia,
independiente, sin la coerción o la influencia de terceros. Este término se
aplica dentro del pensamiento filosófico (ética), psicológico (psicología evolutiva) e
incluso legal y político (soberanía), pero siempre con significados semejantes,
vinculados con la capacidad de autogestión y la independencia, cuando no la
libertad.
Los individuos adultos, así, poseen una capacidad de autonomía que los convierte
en sujetos de derecho, o sea, en personas capaces de tomar sus propias
decisiones sin consultar antes a nadie (aunque puedan elegir hacerlo). En este
sentido es lo contrario de la heteronomía o la dependencia. Desde luego, con
la autonomía, como con la libertad, también se adquieren obligaciones y
responsabilidades. En ese sentido es un rasgo de madurez o adultez.
Autonomía moral
En la autonomía convergen, desde un punto de vista filosófico, tanto la visión del
individuo ante los demás, como ante sí mismo. Algo vinculado a la noción
psicoanalítica del superyo o superego: el conjunto de normas a las que el
individuo decide ceñirse más o menos conscientemente. Esto se hace
particularmente cierto en asuntos morales, en los que el individuo responde a
una tradición cultural que ha recibido de sus progenitores y su entorno.
Autonomía de la voluntad
La autonomía de la voluntad es un principio básico y primordial del derecho
contractual y de las relaciones entre particulares: el deseo expreso, manifiesto, sin
presencia alguna de coacción u obligación, de decidir por la propia persona o los
propios bienes, y para suscribir los contratos que se deseen, o de negociar sus
contenidos y efectos.
Su fundamento proviene de las legislaciones liberales nacidas de la Revolución
Francesa (1789), que planteaban la libertad e igualdad entre los seres
humanos, bajo ciertos límites impuestos por la mutua consideración. Dichas
limitaciones suelen ser:
Autonomía y heteronomía
La heteronomía es lo contrario de la autonomía: la necesidad de que los preceptos
y las determinaciones de un individuo, sociedad u organización provengan de otro.
Visto así, se trata de una forma de dependencia, cuando no de sumisión, ya
que los criterios de otro son los que resultan valederos, en ausencia (o en lugar
de) los propios.
Dichos criterios, además, se asumen sin reflexión, tal y como ocurre con
los valores que se nos inculcan cuando somos niños: provienen de afuera, de
nuestros padres, y sólo en la medida en que nos volvemos autónomos podemos
escoger abrazarlos o reemplazarlos por un código propio.
Dichos criterios, además, se asumen sin reflexión, tal y como ocurre con
los valores que se nos inculcan cuando somos niños: provienen de afuera, de
nuestros padres, y sólo en la medida en que nos volvemos autónomos podemos
escoger abrazarlos o reemplazarlos por un código propio.
Por ello, en el lenguaje común, la ética también puede ser entendida como el
sistema de valores que guía y orienta el comportamiento humano hacia el bien.
¿Qué es tolerancia?
Para entender correctamente las diferencias entre tolerancia y respeto,
veamos antes de nada qué es la tolerancia; esta hace referencia al
hecho de soportar alguna situación, a pesar de que resulte adversa para
nosotros.
Por ejemplo, cuando acepto que las personas me griten o me traten mal
de cualquier otra manera, y sin razón aparente, estoy mostrando una
actitud de tolerancia, ya que estoy dispuesto a soportar los malos tratos
de los demás sin oponer resistencia alguna.
¿Qué es el respeto?
El respeto, por otro lado, hace referencia a un proceso de
entendimiento más complejo que el que puede darse cuando somos
únicamente tolerantes. Es decir, cuando respetamos lo hacemos
porque hemos analizado y entiendo que las demás personas tienen
motivos válidos para pensar de una manera diferente.
La actitud de respeto se basa en el valor que tienen las personas por las
opiniones y pensamientos de los demás; es por ello que el respeto en sí
mismo viene a ser un valor fundamental de los seres humanos. Para que
exista respeto debe haber empatía, hace falta ponerse un poco en el
lugar de la otra persona.
1. El nivel de empatía
Esto es una de las principales diferencias entre tolerar y
respetar; cuando respetamos lo hacemos porque nos importan las
opiniones de los demás, incluyendo las razones que alguien tiene para
pensar como piensa. Por otro lado, cuando toleramos, únicamente
estamos siendo sumisos, sin tomar en cuenta nada más.
2. La autoestima
Los sujetos que únicamente toleran, sin hacerse respetar, por lo general
presentan algún conflicto con su autoestima. En otras palabras, a
mejor autoestima mayor grado de respeto propio y por los demás;
mientras que aquellas personas con una autoestima mal establecida,
serán solamente tolerantes, porque creen que su posición no merece la
pena ser defendida.
3. Capacidad de análisis
Para respetar una opinión diferente a la nuestra hace falta tener la
capacidad de analizar los distintos factores que rodean esa opinión por
parte de la otra persona. En cambio, si únicamente toleramos las
opiniones que no nos gustan, en realidad no estamos entendiendo los
motivos, solo estamos actuando por la inercia de tolerar y por la
presión social.
4. Autosuficiencia
Puede ocurrir que las personas toleren ciertas conductas de los demás
únicamente por el hecho de que no son capaces de valerse por sí
mismas; en cambio, cuando el sujeto es autosuficiente es capaz de
respetarse más a sí mismo y dejar de tolerar situaciones
incómodas.
5. La necesidad de aprobación
Otra de las diferencias clave entre la tolerancia y el respeto es la
necesidad de aprobación que presentan las personas, aquellas con
mayor nivel de tolerancia ciega por lo general andan en busca de
que las acepten a toda cosa en un grupo social.
6. La influencia cultural
Aquellas personas con un pensamiento cerrado, donde la influencia
cultural es irrefutable, presentan mayor grado de tolerancia ante las ideas
propias de las distintas culturas que existen. Por otro lado, los sujetos
con un pensamiento libre son capaces de respetar las creencias de
los demás por distintas que sean.
7. Habilidades sociales
Las habilidades sociales se ven en mayor medida en quienes tienen un
mejor manejo de sus impulsos, y por ende más capacidad de respetar
los pensamientos ajenos a pesar de no coincidir con ellos.