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y Chicas Malas
Compilación y Traducción
César Tisocco y Alberto beto Canseco
Porno, Blues y Chicas Malas
Selección de textos de los inicios del feminismo prosexo
Compilación y Traducción
César Tisocco y Alberto beto Canseco
Porno Blues y Chicas Malas : selección de textos de los inicios del femi-
nismo prosexo © 2023 by Alberto Canseco Cesar Tisocco bajo licencia
CC BY-SA 4.0
Porno Blues y Chicas Malas : selección de textos de los inicios del femi-
nismo prosexo / Amber Hollibaugh ... [et al.] ; compilación de Alberto
Canseco ; Cesar Tisocco ; editado por Victoria Dahbar ; Noelia Perrote.
- 1a ed compendiada. - Córdoba : Ed. Asentamiento Fernseh, 2023.
152p. ; 22 x 14 cm. - (Traiciones / Cesar Tisocco, ; 4) Traducción de:
Cesar Tisocco ; Alberto Canseco. ISBN 978-631-00-1276-6
1. Sexualidad. 2. Feminismo. 3. Política. I. Hollibaugh, Amber. II. Can-
seco, Alberto, comp. III. Tisocco, Cesar, comp. IV. Dahbar, Victoria, ed.
V. Perrote, Noelia, ed.
CDD 305.4201
Contenido
Hablando de sexo
Una conversación sobre
sexualidad y feminismo
Deirdre English, Amber Hollibaugh y Gayle Rubin
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Carta de invitación a la
Conferencia de Barnard
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Intersticios
Un pequeño drama de palabras
Hortense J. Spillers
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Feminismo y sadomasoquismo
Patrick Califia
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La gordura y la fantasía de la perfección
Carol Munter
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Nota de traducción
C
uando las lenguas se tocan suceden cosas.
Puede ser un beso apasionado: un gesto sexual.
Sobre él recaen miradas, juicios, condenas o felici-
taciones. Cuestionamientos varios: ¿Cuántas lenguas son
las que se encuentran en el beso?, ¿a quiénes pertenecen
esas lenguas?, ¿cuál es el vínculo que une a quienes se be-
san?, ¿quién besa a quién?, ¿cómo sabremos si el beso es
consentido?, ¿hay placer en ese beso?, ¿qué peligros rodean
al beso?, ¿qué fantasías circulan en el beso?, ¿por qué so-
mos testigos del beso?, ¿cómo llegamos a serlo?, ¿es un beso
pornográfico?, ¿qué lo hace pornográfico?, ¿es un beso mas-
culino?, ¿es un beso femenino?, ¿los besos tienen género?,
¿es un beso feminista?
Los gestos sexuales son un problema para el feminismo.
Siempre lo han sido. No siempre hemos logrado consenso
en torno a cómo habremos de abordarlos, qué podremos
decir sobre ellos y, aunque ciertamente las disputas son
saludables para cualquier movimiento político, hubo mo-
mentos de disenso muy dramáticos. Los textos aquí reuni-
dos pertenecen, de hecho, a una de esas situaciones, aque-
lla que se vivió en Estados Unidos a finales de la década de
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Porno, Blues y Chicas Malas
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Cuando las lenguas se tocan
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Cuando las lenguas se tocan
Hablando de sexo
Una conversación sobre
sexualidad y feminismo1
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Lesbianismo y heterosexualidad
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¿Qué es la pornografía?
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La política de la pornografía
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DR: Sí.
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Chicas malas y políticas “buenas”1
Lisa Orlando
M
e desconcierta admitir que la pornografía me
ayudó en mi adolescencia en la búsqueda de
validación, placer y autonomía sexual. Como
feminista, soy totalmente consciente de que el género por-
nográfico no es un modelo de iluminación. Pero lo que la
pornografía me dio hace años fueron modelos opuestos a
los que me ofrecían la Iglesia Católica, la ficción romántica
y mi madre. A las “chicas malas” que me mostraba les gus-
taba el sexo, incluso con mujeres. Intrépidas y sensuales,
se burlaban del honor y a menudo eran tan independientes
y agresivas como los hombres. Estas imágenes no solo re-
afirmaban mi deseo incipiente, sino que también me ofre-
cían un vistazo de la libertad.
Que muchas otras chicas no vieran nada más que ver-
güenza y degradación en estas imágenes no significa que
ellas o yo las interpretemos incorrectamente. La imagen
pornográfica es en sí misma contradictoria. Debido a que
la imagen de mujeres en rebelión contra la moralidad pa-
triarcal es producto de la misma sociedad que ensalza esa
moralidad, parece inevitable que surja la ambigüedad. Las
chicas malas tradicionalmente se han llevado la peor parte
de la mayoría de los aspectos públicos de la misoginia. Han
tenido que soportar el desprecio característico de las acti-
tudes masculinas sobre el deseo femenino y han tenido que
servir, sin querer, como ejemplo para las chicas buenas de
lo que pasa cuando las mujeres se descontrolan2.
Las feministas se pueden identificar, aunque con algo
de incomodidad, con la rebeldía representada en la porno-
1 Publicado originalmente como “Bad Girls and Good Politics” en Voice Literary
Supplement, diciembre de 1982, p. 1.
2 Cf. Ellen Willis. Beginning to See the Light: Pieces of a Decade. New York:
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Chicas malas y políticas “buenas”
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Bibliografía
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Carta de invitación a la
Conferencia de Barnard1
2 de septiembre de 1981
Queridas colegas:
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Atentamente,
Carole S. Vance
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Intersticios
Un pequeño drama de palabras1
Hortense J. Spillers
Sentadas en Nedicks
las mujeres se juntan antes de marchar
hablan sobre las chicas problemáticas
que contratan para ser libres.
Un empleado casi blanco ignora
a un hermano que espera para atenderlas primero
y las damas no se dan cuenta ni rechazan
los pequeños placeres de su esclavitud.
Pero yo que estoy limitada por mi espejo
como por mi cama
veo la causa en el color
como también en el sexo.
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I4
Sex and Racism in America de Hernton propone exa-
minar la constitución psicológica del gran cuarteto sexual
estadounidense, la negra, el negro, la blanca, el blanco, y
los contextos históricos en que funcionan estas compleji-
dades superpuestas. Cada uno de sus capítulos provee un
estudio de aspectos colectivos de la psiquis mientras Hern-
ton busca entender la estructura profunda de las fantasías
sexuales que opera en el nivel subterráneo del ser. El capí-
tulo sobre la mujer negra intercala testimonios personales
anónimos con el estudio histórico del autor de la situación
social y política de la mujer negra en Estados Unidos. Po-
demos llamar al texto de Hernton un análisis dialéctico/
discursivo de la cuestión y compararlo con palabras de la
tradición oral.
Como un ejemplo de una avalancha de discursos que
representan a la mujer negra como una realidad sexual,
observemos el mundo de los “toasts”5 o la exposición de la
elaborada y extendida oratoria masculina bajo la artimaña
de la métrica común. Esta forma de narrativa oral proyec-
ta una figura femenina la mayoría de las veces en una re-
lación sexual hostil, habitualmente poco favorecedora, con
un hombre6. Estas largas narrativas orales, que los hom-
bres negros suelen aprender y memorizar en su juventud,
que cambian de lugar en lugar y a lo largo del tiempo, des-
4 NdT: El texto original no está dividido en secciones. Decidimos hacer esta división para
facilitar la lectura.
5 NdT: Poemas narrativos de la tradición oral de la comunidad negra estadou-
nidense.
6 Wepman, Dennis; Newman, Ronald B. y Binderman, Murray B. (eds). The Life:
The Lore and Folk Poetry of the Black Hustler. Philadelphia: University of Pen-
nsylvania Press, 1976, pp. 20-150. El texto de Wepman provee mayormente una
colección de narrativas tradicionales. Una perspectiva más completa y útil sobre
los significados y transformaciones de este tipo de narrativa oral la proporciona
Roger D. Abrahams en su importante estudio Deep Down in the Jungle: Ne-
gro Narrative Folklore from the Streets of Philadelphia, Hatboro, Pennsylvania:
Folklore Associates, 1964.
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II
Sostendríamos que la sexualidad como término de po-
der pertenece a quienes tienen el poder. El pensamiento
feminista a menudo se apropia del término en su voluntad
misma de poder discursivo en un amplio gesto simbólico
patriarcal que reduce el universo humano de las mujeres a
su propia imagen. El proceso podría entenderse como una
clase de picardía metonímica infalible, una parte del uni-
verso de las mujeres habla por el todo. La estructura de
valores, el espectáculo de símbolos bajo el que vivimos y
somos actualmente –en resumen, el tema de la domina-
ción y subordinación– se practica, incluso se persigue, en
muchos de los documentos feministas más importantes de
la academia durante la última década. Podemos, entonces,
afiliar sexualidad –ese término que coquetea con ocultar
la actividad sexual mediante una exquisita danza de prio-
ridades y sucesiones textuales, revisiones y correcciones–
con el proyecto y destino del poder.
A través de la institucionalización de la referencia se-
xual en la academia, en ciertos foros públicos, en las am-
plias reacciones a Freud y Lacan; en las elocuentes dis-
continuidades textuales con el Marqués de Sade y D.H.
Lawrence, el significado sexual en el universo feminista
del discurso académico amenaza con perder su forma de
vida y conexión palpable con el entrenamiento de senti-
mientos y convertirse, en su lugar, en un modo de teatro
para las mitologías dominantes. El discurso de la sexuali-
dad, en sus prácticas actuales, parece otra manera en que
el mundo se divide contundentemente entre quienes tie-
nen y quienes no, entre quienes pueden hablar y quienes
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III
La mujer negra como puta forma una ecuación icono-
gráfica con la mujer negra sin vagina, pero en otra ropa,
digamos. Desde el punto de vista de la mitología dominan-
te, parece que la experiencia sexual entre las personas
negras (o sexo entre negr*s y cualquier otr*s) se imagina
tan ilimitadamente que pierde significado y se vuelve, sim-
plemente, un medio a través del cual el individuo se sus-
pende. Desde este ángulo, el acto sexual no tiene ningún
momento ocasional de inauguración, transición y termina-
ción; no pertenece al proceso humano, insertado en el tiem-
po, prometido al tiempo y a nociones de mortalidad. Es, al
contrario, un estado de entrelazamiento vicioso, rutiniza-
do, cuyas pasiones son puras, directas y sin trabas pues-
tas por la conciencia. Bajo esta condición de ver, perdemos
toda sutileza, los sujetos son despojados de sus nombres,
y, aunque parezca mentira, la mujer tiene tanto potencial
sexual que no tiene ninguno, algo que nadie está list* para
reconocer en el nivel de cultura. Por lo tanto, la mujer ne-
gra desexualizada y la mujer negra supersexualizada per-
sonifican el mismo vicio, crean el mismo clima sombrío, en
vista de que ambas son una exageración, en un extremo u
otro, de los usos posibles del sexo.
Michel Foucault sostiene que la puta en la historia eu-
ropea fue una demarcación del destierro, un punto perso-
nificado en el que la Europa institucional del siglo XVIII
fijó sus variadas perversiones, que reingresarán a la cul-
tura dominante bajo el reino de la medicina psiquiátrica31.
Según él, la cultura burguesa europea y la trayectoria de
la sexualidad están coincidentemente vinculadas como
estrategia para asegurarse su dominación. Aquell*s fue-
ra del círculo de la cultura, a saber, la puta, el fiolo, eran
despojad*s de su sexualidad legítima y, en ese sentido, de-
finieron el punto de pasaje entre lo interior y lo exterior;
el burdel, por ejemplo, pasó a ser una isla de la realidad,
31 Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. Tomo I La voluntad de saber.
México D.F.: Siglo XX Editores, 1998.
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IV
No es inútil quizás repetir una observación que hicimos
anteriormente en otros términos: el discurso feminista ha
logrado en la última década una dimensión logológica, o
palabras que hablan de otras palabras36, en respuesta a
textos previos –tanto de autores como de autoras. La Dia-
léctica del Sexo y La Sirena y el Minotauro de Dorothy Din-
nerstein, por ejemplo, son tanto una lectura de Freud y/o
Marx como un intento de poner a las mujeres en el centro
del hacer teórico. El texto de Firestone está de hecho ha-
bilitado por actos simbólicos previos para que su libro y
El origen de la familia, la propiedad privada y el Esta-
do de Engels, como un antecedente específico, ahora per-
tenezcan a una categoría de alineamiento que establece
una perspectiva entre enunciados anteriores y enunciados
sucesivos y contrarios37. Que la escritora feminista desa-
fíe ciertas formaciones simbólicas del pasado al corregir-
las y revisarlas no destruye la autoridad previa, sino que
extiende sus posibilidades. Al abrir las fronteras de una
clausura anterior, las escritoras feministas definen una
nueva posición de ataque al mismo tiempo que reclaman
un lugar imperativo ancestral. ¿Se vuelven fútiles, enton-
ces, los actos revisionistas feministas? De ninguna manera
se puede responder “sí” a esta pregunta que me hizo una
36 Burke, Kenneth. Retórica de la religión. México D.F.: Fondo de Cultura Eco-
nómica, 2014. Burke propone que de los cuatro reinos a los que las palabras se
pueden referir, el tercer reino –palabras sobre palabras– es el reino de dicciona-
rios, gramática, etimología, filología, crítica literaria, retórica, poética, dialéctica.
37 Foucault, Michel. La arqueología del saber. México D.F.: Siglo XX editores,
1979. La discusión de Foucault de los campos del discurso, o del “campo enuncia-
tivo” es muy útil para explicar continuidades y discontinuidades entre conceptos
que comparten una identidad familiar común: conceptos dentro de un “campo
enunciativo” se pueden relacionar de tres formas: (1) a través de un “campo de
presencia”, (2) un “campo de concomitancia”, y (3) un “campo de memoria”. (pp.
94-95).
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V
Volver en la conclusión a la gramática de motivos de
Kenneth Burke y su esquema pentiádico de términos re-
focaliza intencionalmente el carácter dramático de la se-
xualidad como potencial humano y posibilidad discursiva.
Para proveer las palabras faltantes en el discurso de la
sexualidad, intentaríamos encontrar agente, agencia, acto,
escena y propósito de maneras que el modo dominante pro-
híbe. Su división de los reinos de mujeres en diversas lí-
neas de tensión es el talismán superior que ha funcionado
a través de los siglos. Dispersar su energía requiere que
la crítica/historiadora feminista imagine activamente a las
mujeres en su confrontación pluralista con la experiencia
(al menos cómo lo cuentan) y quizás la mejor garantía de
ese compromiso es la autoconciencia agudizada con respec-
to a las herramientas conceptuales con las que operamos.
El modo simbólico dominante procede a través de una
secuencia de actos violentos que atenúan las particula-
ridades históricas, mientras que los agentes en cuestión
se convierten en artículos del negocio de significantes mí-
ticos. A la imagen de la “puta” y de la “mujer castrada”,
por ejemplo, se la ha infundido con valores semiológicos
e ideológicos cuyos orígenes se ocultan en la misma ima-
gen. La segunda adquiere atribuciones místicas haciendo
horas extras, despojada de referencias específicas y disper-
sa a través del tiempo y espacio en una ciega indiferencia
por agentes particulares y escenas en las que aterriza. La
imagen reificada se puede imponer en cualquier momento
en cualquier “yo” individual. Este tipo de producción de
símbolos es análogo a un asalto que agarre al agente no
solo con la guardia baja sino, más efectivamente, en la os-
curidad. Una crítica feminista en la instancia específica
de la sexualidad alentaría, entonces, un contragolpe, algo
así como un golpe de karate, en la implacable búsqueda
de procedencia y trayectoria de las estructuras de palabra
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Bibliografía
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Feminismo y sadomasoquismo
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La gordura y la fantasía de la perfección
Carol Munter
No me gusta
mi panza gorda
o mi trasero gordo
flacidez, brazos, piernas
muslos, abdomen (redondo)
caderas
piel grasosa
caderas grandes
dedos gruesos, gordos
panza prominente, como una vasija
mi peso
mis várices
ser juzgada por mi peso y mi edad
mi pelo (a veces)
mis caderas (en este momento)
culo fofo
la papada debajo del mentón
mi estómago
mi apetito
mi pecho plano
mi culo gordo
mi nariz
la grasa alrededor de la cintura
muslos gruesos
arrugas en el cuello
señales de la edad alrededor de la boca y los ojos
pies angostos que parecen esquís
ser muy pálida
dedos del pies largos
peluda
mis muslos
1 Publicado originalmente como “Fat and the Fantasy of Perfection” en Vance,
Carole (ed). Pleasure and Danger: exploring female sexuality. Boston, Londres,
Melbourne y Henley: Routledge y Kegan Paul, 1985, p. 225-231.
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mi cadera
que mi cuerpo me haga sentir un error en general
muslos
panza
cicatrices de la mastectomía
culo gordo
tetas grandes
mis manos
mis muslos
mis pechos
mi cintura
mi entrepierna2
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4 Roberta Galler y Carol Munter, “The Myth of the Perfect Body: Weight, Ag-
ing, and Disability” [El mito del cuerpo perfecto: peso, edad, y discapacidad]. El
texto de Galler para el taller tiene traducción al español: “El mito del cuerpo
perfecto”. En: Fem. Publicación feminista bimestral. 8, 41, agosto-septiembre,
1985, pp. 17-20.
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Hacia una revolución sexual feminista
Ellen Willis
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4 Estoy en deuda por esta lúcida distinción con Echols, Alice. “The New Femi-
nism of Yin and Yang”, en Snitow, Ann; Stansell, Christine y Thompson, Sharon
(eds.) Powers of Desire: The Politics of Sexuality. New York: Monthly Review
Press, 1983.
5 Las exponentes más conocidas de estas posturas son Ti-Grace Atkinson de
The Feminists y Dana Densmore de Cell 16.
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y maldad.
L*s liberales sexuales han intentado desestimar esta
asociación como un remanente inculto de nuestro pasado
puritano. Pero como el inconsciente cultural no puede bo-
rrarse por decreto, lo que más han logrado es dañar su
credibilidad. En algún sentido, el liberalismo sexual crea
la reacción negativa en su contra. Los hombres se burlan
de la idea de la buena mujer y encuentran que le tienen
terror al espectro de la mala mujer, tenaz, exigente, qui-
zás insaciable. Las mujeres intentan ser libres y terminan
castigadas. Ambos sexos equiparan la libertad sexual con
una licencia para portarse mal, y se sienten culpables. El
desbalance de poder entre los sexos continúa. Como resul-
tado, la simbiosis entre sexismo y represión sexual conti-
nua recreando un complejo de emociones patriarcales que
entran cada vez más en conflicto con nuestras ideas racio-
nales, nuestras aspiraciones y con las condiciones reales
de nuestras vidas. De hecho la inestabilidad social y las
tensiones psicológicas producidas por este conflicto que
hacen a las personas tan receptivas a la ideología “pro-fa-
milia”. La derecha propone resolver el conflicto cambiando
la realidad social para que se ajuste a nuestras emociones
más conservadoras. La política feminista, por el contrario,
a menudo parece encarnar el conflicto en lugar de ofrecer
una solución alternativa. Esto no es ninguna sorpresa, si
la solución debe incluir una transformación fundamen-
tal de la psicología sexual de las personas. Sin embargo,
aunque sea apabullante y aterrador, es precisamente este
tema que debemos de alguna forma comenzar a abordar.
El primer paso, creo, es simplemente afirmar la validez,
en principio, de la liberación sexual como una meta femi-
nista. Esto en sí mismo clarificará muchas confusiones y
contradicciones en el pensamiento feminista actual e indi-
cará direcciones políticas prácticas. Por ejemplo, mi análi-
sis sugiere que hacer campaña en contra de la pornografía
como símbolo de la violencia masculina obstaculizará al
feminismo más que potenciarlo; que enfocarse principal-
mente en cuestiones de la seguridad de las mujeres (como
la violación) puede ser más problemático y menos efectivo
que enfocarse en cuestiones de la libertad sexual de las
mujeres (como el derecho al aborto); que es importante
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Agradecimientos
Me gustaría agradecer a las mujeres que participaron
en mi taller por su inteligencia y honestidad al discutir
este tema y decirles, aunque atrasado, lo mucho que apre-
cié lo que tenían para decir. Además, me gustaría agra-
decer a Carole Vance, Robert Roth y Pat Califia por sus
comentarios editoriales.
Notas
Partes de este artículo fueron previamente publicadas
en “Going all the Way… to Pleasure”. Ms. Magazine, vol.
XI, nros. 1 y 2, “The Anniversary Issue”, pp. 260-3.
difícil que es el cambio personal, la ansiedad que sentimos con cualquier cambio,
y lo cargado que ha estado y puede seguir estando el campo de la sexualidad,
vamos a poder aplaudir incluso nuestros diminutos pasos de bebé, sabiendo que
el placer es posible.
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Bibliografía
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A mi madre le gustaba coger1
Joan Nestle
Dedicado a Amber,
quien le habla a lo mejor de nosotras.
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A mi madre le gustaba coger
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