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Legales
Prólogo. Derribar los mitos, conocer nuestra historia y nuestros
cuerpos
Introducción. Un libro para desestandarizar el placer
Capítulo 1. El placer que nos negaron
Capítulo 2. Anatomía: el conocimiento prohibido
Capítulo 3. Orgasmos y placer: ¿acabar, terminar, llegar?
Capítulo 4. La sexualidad individual: la paja es sexo
Capítulo 5. Autoestima y autocuidado: cuerpos seteados para no
disfrutar
Capítulo 6. Porno: mandatos 2.0
Capítulo 7. La sexualidad compartida: diálogo, consenso y cuidados
Capítulo 8. Sexoafectividad. la importancia de hablar
Epílogo. Coger en tiempos feministas
Bibliografía selecta
Agradecimientos
Español, Tati
Todo sobre tu vulva / Tati Español. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Planeta, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-950-49-7476-5
1. Sexualidad. I. Título.
CDD 611.67
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”,
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra
por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
En este libro, Tati Español hace lo que sabe hacer bien: enseñarnos,
rescatarnos de la inseguridad, el dolor, las dudas y el silencio.
Conocerla transformó mi vínculo con el goce, con el disfrute.
Empecé a ponerle nombre a lo que sentía y a por qué lo sentía.
Aunque parezca un slogan de venta, no dudaría en decir que mi
vida sexual cambió para muy bien después de escuchar y trabajar
con ella.
Con El placer que nos negaron, Tati Español se inscribe en la
genealogía de mujeres que desde hace tres siglos nos ayudan a
reconocer primero y cortar después nuestras cadenas. Esas que
más nos encadenan: las de la vida interior, doméstica, diaria, las de
la cama, las que nos inhiben y van construyendo identidades
cosificadas y devaluadas.
Este es un libro de esos que amplían el espacio entre pecho y
espalda. Mientras lo vamos leyendo, el aire empieza a entrar y llena
el pecho y sale en forma de suspiro que alivia. Y se suma a la lista
de los libros que nos hacen asentir con la cabeza mientras leemos,
que nos hacen subrayar con furia, llorar, compartirlos con madres,
amigas, abuelas, desconocidas y ponerle nombre y a veces también
apellido a partes de nuestras historias.
Tati Español nos lleva primero al recorrido ineludible: historizar para
entender la dimensión política de nuestra sexualidad y la forma en
que se han configurado las lógicas que construyeron una sexualidad
objetificada, que nos roban la posibilidad de indagar en nuestro
propio deseo, y de entender las implicancias sobre nuestros cuerpos
y sentires de esa cosificación y silencio ¿Cómo se ha construido ese
discurso? ¿Quiénes fueron sus artífices? ¿Qué consecuencias tiene
hoy en la construcción de nuestras identidades? ¿Qué historias
escribe esa historia en las nuestras? ¿Cómo lo desarmamos?
El placer que nos negaron responde sobre todo a esa pregunta,
porque, además de explicarnos por qué estamos como estamos,
nos invita a conocer nuestros cuerpos para derribar todos los mitos
sobre lo que nos hace gozar. Y con los pies en este territorio físico y
simbólico, desde la contemporaneidad para la contemporaneidad,
nos acompaña en el proceso de entender que no estamos mal, que
no somos raras, que no está mal nuestro deseo ni su ausencia, que
no están mal nuestras vulvas por no ser como las del porno, que no
estamos mal nosotras por no querer tales cosas y sí querer tales
otras, que necesitamos tiempo y espacio para sentir, que es
imprescindible recuperar el poder que nos ha sido expropiado al
silenciar y ocultar nuestra sexualidad, que nada es lo que nos
mostraron en el cine y las series, que nuestra sexualidad se
construye a fuerza de diálogo, de reconocer nuestros límites,
nuestro deseo y nuestras fragilidades, que es necesario hablar de lo
que nos pasa, decir y pedir porque somos nuestros cuerpos.
Seremos muchas y muches quienes le deberemos a la incansable
curiosidad y compromiso de Tati Español, a su valentía para decir y
poner el cuerpo, a su profunda sensibilidad, vidas sexuales a
nuestra medida y en nuestro nombre.
“
Tati Español nos lleva primero al
recorrido ineludible: historizar
para entender la dimensión
política de nuestra sexualidad y
la forma en que se han
configurado las lógicas que
construyeron una sexualidad
objetificada, que nos roban la
posibilidad de indagar en nuestro
propio deseo, y de entender las
implicancias sobre nuestros
cuerpos y sentires de esa
cosificación y silencio.
- INTRODUCCIÓN -
UN LIBRO PARA
DESESTANDARIZAR EL PLACER
“¿Por qué nadie nos explicaba que la mayor parte de
nosotres no orgasmea con penetración? ¿Por qué no había
palabras para describir nuestros actos sexuales? ¿Por qué
nunca veía en el porno a nadie orgasmeando como
orgasmeo yo, o masturbándose de maneras similares a las
mías? ¿Por qué la sexualidad de las personas con vulva
estaba llena de mitos? ¿Por qué éramos educades en una
especie de agujero negro del placer?”
Para dar la bienvenida a este libro a todas las personas con vulva —
o mejor dicho, a todas las personas interesadas en el placer de las
personas con vulva— quisiera empezar por presentarme, tal como
hago en cada uno de mis seminarios: soy Tati Español, mujer
cisgénero, pansexual, mi pronombre de preferencia es “ella”.
También soy una persona tremendamente curiosa e interesada en lo
que la sexualidad y el placer significan en nuestras vidas. Estudié
cine y siempre trabajé en áreas relacionadas al diseño, pero la
sexualidad es algo que me interpela y me atraviesa desde muy
chica. Ese interés fue evolucionando con el tiempo hacia un estudio
en profundidad de muchísimo material relacionado a la sexualidad
de las personas que —como yo misma— tienen vulva, y cómo la
cultura y la sociedad patriarcal fueron formateando nuestros deseos
y silencios, nuestras maneras de vivirla y de reprimirla, de ocultarla y
también de rebelarnos.
Cuando era chica, leía la revista Cosmopolitan y compartía mucha
de esa “información” con mis amigas. Hoy miro hacia atrás y veo
claramente que la propuesta siempre era una sexualidad
heteronormativa y totalmente hegemónica, repleta de tips “para
volverlo loco a él” y de reglas inútiles para “tener el mejor orgasmo
de tu vida”, pero también me doy cuenta de la poca información
accesible sobre sexualidad que teníamos. Como mucho, para hablar
del placer existía esa revista y alguna sexóloga en televisión, no
mucho más.
Y yo empecé a investigar por mi cuenta. Siempre fui buena para
eso, y así accedí de a poco a libros, papers e investigaciones que,
por separado, me iban dando pequeñas pistas acerca de cómo
funciona la sexualidad de las personas con vulva. Y, además,
contradecían mucha de la escasa información que recibíamos, sea
en nuestra casa, en la escuela (con la famosa charla “solo para
chicas” que un fabricante de toallitas femeninas solía ofrecer cuando
era chica a quienes estábamos por finalizar la primaria) o en los
medios de comunicación. La información sobre sexualidad siempre
estaba encarada desde lo reproductivo, y no desde el disfrute o la
diversión; y, por sobre todo, desde la penetración como único acto
que determinaba haber tenido sexo o no.
Siempre fui de esas personas a las que la gente le habla de su vida
sexual, y siempre me sentí con derecho a hablar de la mía, a
compartir, a comentar, a darle voz. Nunca entendí por qué es tan
habitual hablar de cualquier cosa, y no de sexo. Con el tiempo
empecé a ver que la poca información que había encontrado
inicialmente no estaba al alcance de las mujeres que me rodeaban:
mis amigas y conocidas me miraban como si yo estuviese hablando
en otro idioma.
También empecé a notar la diferencia entre lo que estaba escrito por
varones cisgénero (la norma) —explicándonos a las personas con
vulva qué tenemos, cómo tenemos, cómo sentimos y cómo está
formada nuestra anatomía—, y lo que estaba escrito efectivamente
por personas con vulva, sobre todo lo que venía desde una
perspectiva feminista. Pero eran libros muy difíciles de conseguir o
diez veces más caros que otros libros sobre el tema, o no estaban
traducidos al español: entendí que de alguna manera esa
información que no circulaba —mientras sí circulaban otros
discursos: el sexo con la reproducción o el placer masculino como
únicos fines—, se nos estaba negando. Y que era, y no debía ser,
un privilegio.
“
Y yo empecé a investigar por mi
cuenta (...) La información sobre
sexualidad siempre estaba
encarada desde lo reproductivo,
y no desde el disfrute o la
diversión; y, por sobre todo,
desde la penetración como único
acto que determinaba haber
tenido sexo o no.
Y ahí se me abrió un espiral de preguntas infinitas que aún no
puedo responder: ¿por qué nadie nos explicaba que la mayor parte
de nosotres no orgasmea con penetración? ¿Por qué no había
palabras para describir nuestros actos sexuales? ¿Por qué nadie
nos hablaba de placer? ¿Por qué no veía nunca en ningún lado
representado ese placer? ¿Por qué nunca veía a ninguna mujer
masturbándose en una película, o si lo veía, era ridiculizada? ¿Por
qué nunca veía en el porno a nadie orgasmeando como orgasmeo
yo, o masturbándose de maneras similares a las mías? Cuanto más
leía, más me enmarañaba en citas, bibliografía, mitos, negligencias,
mentiras… y más me costaba llegar a algunos libros. ¿Por qué era
tan complicado acceder a esta información? ¿Por qué la sexualidad
de las personas con vulva estaba llena de mitos? ¿A quién le
molestaba que contemos con verdadera información, que gocemos,
que la pasemos bien, que entendamos nuestro sexo y nuestras
sexualidades, que hablemos del tema? ¿Por qué éramos educades
en una especie de agujero negro del placer? De a poco fui
entendiendo que la respuesta era una sola: porque le conviene al
patriarcado, al capitalismo y a ciertas religiones, como vamos a ver
en las páginas que siguen.
De golpe, me di cuenta de que tenía mucha información en mis
manos. Y sola en casa, cruzada de brazos, quejándome, no iba a
cambiar nada. Así surgió la necesidad de compartir lo que yo estaba
estudiando y aprendiendo. Venimos de generaciones bastante
corrompidas respecto a su sexualidad, especialmente respecto a la
sexualidad de las personas sociabilizadas como mujeres. No nos
incentivaron a hablar ni a ser dueñes de nuestra propia sexualidad.
Y desde hace unos años, feminismo mediante, estamos en un
momento clave en el que depende de nosotres que empecemos a
contar, a naturalizar, a hablar con hijes, amigues, sobrines (y
depende de las personas que gozaron/mos de muchos privilegios
escuchar, interiorizarse y hablar con otres). Poder decir “clítoris” y
que a nadie se le pongan los pelos de punta, hablar de
masturbación como lo que es: una práctica habitual, necesaria,
aceptable y común para todes. Darnos cuenta de que las personas
con vulva y las mujeres en particular hemos sido históricamente
vistas como la respuesta al goce y el placer masculino y no como
seres con derecho a gozar de nuestra propia sexualidad. Que
vivimos rodeades de mitos y cargades de culpas sobre cómo tiene o
no tiene que ser nuestra vulva, nuestro orgasmo o nuestra
respuesta sexual. Y, sobre todo, aún hoy, en medio de mucho
silencio respecto a estos temas, y en medio de la formación de
nuevos mitos y mandatos.
Fue así que en 2018 tomé coraje y decidí reunir esa información que
venía investigando para empezar a compartirla y hacer circular otros
discursos sobre nuestra sexualidad. Porque las patologías son muy
pocas, y deben tratarse con une profesional, pero la desinformación
es mucha y para tomar las riendas de la propia sexualidad primero
tenemos que permitirnos explorar, cuestionar, ¡hablar! Así fue que
dejé mi emprendimiento como diseñadora gráfica y en el
departamento de mi amiga Jose, incentivada por ella y otras amigas,
di el primer “taller teórico sobre sexualidad femenina” que, con el
tiempo —cuando tomé noción de que la opresión sexual no solo
afectaba a mujeres sino a todo tipo de disidencias—, se transformó
en Todo sobre tu vulva. La respuesta fue hermosa: a partir de ahí,
no dejé nunca de dictar el taller todas las semanas. Pronto el
departamento quedó chico y empecé a circular por centros
culturales y otros espacios, y, luego, —pandemia de Covid 19
mediante— también empecé a dictar el taller online. Para difundir
este taller, abrí una cuenta de Instagram (@tatiespanol) y empecé a
publicar mis ideas ahí.
Asimismo, empecé a formar parte de SESI (Salud y Educación
Sexual Integral), un equipo interdisciplinario de trabajo con
profesionales de la salud mental y sexual, estudioses, divulgadores,
interesades en la terapéutica, el aprendizaje y la difusión de
conocimientos sobre las sexualidades y las diversidades. Nos
autoconvocamos para disentir con la hegemonía profesional que
trabaja con sexualidades y vínculos, ante la necesidad de un
espacio inclusivo para todas las identidades, corporalidades, marcos
teóricos, militancias, deseos que se han visto desestimados, cuando
no expulsados, de la hegemonía profesional de la salud.
Con el tiempo empecé también a trabajar con personas
individualmente y con vínculos, acompañándoles, escuchándoles y
brindando información en lo que yo llamo mis “acompañamientos”.
Tanto Instagram como las sesiones individuales me ayudaron a
poder seguir viendo la inmensa diversidad de nuestros gustos y
experiencias sexuales. Mucho de lo aprendido allí está en este libro.
Lo que pasa en cada encuentro es mágico: desde una señora de 76
años que tuvo su primer orgasmo hasta mujeres de 30 y pico que
empezaron a masturbarse por primera vez. Personas con vulva que
empiezan a poder hablar de sus complejos y sus dudas, que lloran
cuando se dan cuenta de que no son “tan freaks” como creían, que
su manera de orgasmear no es rara, que su vulva no es fea, no está
fallada, no está rota, no es incorrecta, que empiezan a aceptar su
cuerpo y su manera, siempre única y personal, de vivir la
sexualidad. Porque yo no creo en la normalidad, pero entendí que
en materia de sexualidades, muches necesitan sentirse “normales”,
pero el abanico de “normalidades” es infinito, y hay que dejar de
generalizar para poder vivir la sexualidad de manera un poco más
libre y gozosa. Si bien en los últimos años ha cambiado mucho la
perspectiva, siempre subyace el pensamiento de que las personas
con vulva disfrutamos de una sola manera. Y ese pensamiento es
muy dañino, es una mochila muy pesada de cargar, porque hay
tantas sexualidades como personas en este mundo.
Quiero ser un factor que colabore con desestandarizar el placer. Y
ese es el motivo y el motor de este libro. La información es poder, la
vida es demasiado corta y merecés gozar de tu sexualidad de tu
única y particular manera.
“
El modelo de un solo sexo sigue
activo en la concepción del
“amor Disney”. Y nos pone del
lado de la pasividad: no
activamos ese beso, o ese
encuentro sexual porque
tradicionalmente el activo es el
varón.
“
La virginidad no es un concepto
médico ni científico. No existe en
sí misma: es una construcción
social que data de los inicios de
la monogamia, el matrimonio, la
propiedad privada, el capitalismo
y la herencia.
LA VIOLACIÓN
A lo largo de los siglos, muchas prácticas moldearon y adoctrinaron
las bases para la sexualidad tal como la conocemos hoy, la violación
es una de ellas.
Por dar un ejemplo: en el siglo XIV, en Venecia y en gran parte de
Francia, la violación de mujeres proletarias no tenía mayores
consecuencias para los hombres. Era aceptada socialmente, sobre
todo en épocas de crisis económica, como un descargo que el varón
tenía derecho a hacer (quizás el “desahogo sexual” de aquella
época). Las jóvenes violadas cargaban con un estigma social tan
alto que se les hacía muy difícil la reinserción en la sociedad y en lo
laboral después. Estas violaciones muchísimas veces se realizaban
en grupo, grupos de varones metiéndose en las casas, raptando
mujeres, sin ningún tipo de tapujo. (20) En nuestro país, aún hoy
día, sigue vigente la práctica del “chineo”: la violación de niñas
originarias por hombres adultos, terratenientes, con poder político y
económico; que se remonta a la conquista española. (21)
Los inicios del matrimonio también tienen que ver con la violación de
las mujeres. En los inicios del siglo XV, (22) las capturas de las
futuras esposas eran una forma aceptable de contraer matrimonio.
El hombre tomaba posesión de la mujer, y reclamaba su cuerpo a
través de un acto de violencia. Se adueñaban de su virginidad, y con
eso ya las hacían suyas. Naomi Wolf, en Vagina, cuenta cómo la
violación no solo se trata de las relaciones de poder entre hombre y
mujeres, sino que también es utilizada como arma política, como
dispositivo adoctrinante y moldeador de la cultura. Toma como
ejemplo los casos de violaciones masivas en pueblos en guerra,
contando cómo los soldados, además de matar, se dedicaban a
violar de las maneras más nefastas debilitando así al pueblo de su
enemigo, una práctica que sigue sucediendo en la guerra moderna.
En otro capítulo, de una manera un poco más mística, Wolf también
cuenta como el silenciamiento y violación de nuestros genitales a lo
largo de la historia va de la mano del silenciamiento y violación de
nuestra voz. Las violaciones sistematizadas en el pasado fueron una
forma de reprogramación de los cuerpos femeninos. En Argentina
podemos verlo así en las violaciones de los colonos, y en los
desgarradores testimonios de las sistemáticas violaciones vividas
por mujeres en la dictadura cívico-militar entre 1976-1983.
La realidad del varón que se siente dueño y patrón de nuestro
cuerpo sigue presente en un montón de esferas, en cada uno de los
femicidios que suceden día tras día: todos los días, en todo el
mundo, mueren y son violadas mujeres en manos de un varón. Pero
también la violación sucede en lo más íntimo del hogar. Y no como
nos la imaginamos, o como nos la contaron: sin uso de fuerza, sin
un arma, sin nada más (ni nada menos) que el miedo. Hace un
tiempo, en mis stories en Instagram, pregunté si alguna vez habían
usado el sexo como una herramienta para obtener algo más que
placer, motivada por tratar de entender este lugar común de que las
mujeres utilizamos el sexo como una herramienta. Pero me encontré
con otra realidad: en cuestión de un par de horas, el celular me
había explotado de mensajes de personas con vulva contándome
cómo habían accedido a tener sexo solo para que su pareja las
dejara en paz. Estos son solo algunos de los fuertísimos testimonios
que llegaron esos días:
“Si yo no lo atendía bien se iba a fijar en otra”.
“Me pasaba de no querer, pero seguir por miedo”.
“Decía que sí solo para que mi pareja no se enoje, para no escuchar
sus reproches”.
“Salí con un golpeador, y si no cogíamos todos los días me decía
que lo engañaba y se ponía violento”.
“Si no tenía sexo, al otro día no me hablaba”.
“Me resultaba más fácil acceder que negarme, además no podía
dormir porque me penetraba”.
“Una vez me garchó mientras yo lloraba, lo dejé porque necesitaba
que se durmiera”.
Sentir que tenemos que tener sexo porque “no podemos dejarlos
calientes”, decir que no y tener que aguantar mala cara, insultos o
amenazas; mujeres que se despertaban con el marido
penetrándolas dormidas, acusaciones de frigidez, forcejeos durante
el puerperio… recibí cientos de testimonios de violaciones dentro de
la pareja, violaciones no reconocidas, y basadas en los estereotipos
de género.
Si sos socializade como varón, te enseñan que “necesitás” tener
sexo, que no tenés control sobre tu libido, te enseñan que sos el
dueño del cuerpo de tu compañera sexual, que es tuya, y ella tiene
que responder a tus necesidades sexuales, si no es así estás en tu
derecho de hacer todo tipo de pataletas, difamaciones y planteos. Si
sos socializade como mujer, tenés que tener ganas siempre que tu
pareja quiera, porque sos de él, porque para eso están casados,
porque no hay nada más importante en este mundo para vos que
tener un marido y retenerlo, porque nos enseñaron a empatizar por
completo con las necesidades de le otre y no con las propias,
porque tener un varón al lado es constitutivo de tu ser mujer y de
cómo tu entorno te va a mirar. Accedimos durante mucho tiempo a
estas prácticas por miedo y también porque nos enseñaron que
sexo equivale a amor.
Entre los siglos XII y XV se instala la idea de lo que se llama el
“amor burgués”, que plantea que en la pareja debe haber amor.
Antes de esta época, no se pretendía ni se esperaba amor en los
matrimonios, simplemente la mujer le debía obediencia al esposo, y
el esposo protección a la mujer, en el marco de arreglos familiares
por propiedades, tierras, alianzas entre pueblos. El amor solía
dejarse a las relaciones que tenían los varones fuera del
matrimonio. Pero a partir de esos siglos, se instala la idea de que la
pareja debe llevarse bien, corresponderse amor, y, por lo tanto,
sexo. Y el sexo se convierte en parte de esa obediencia que la
mujer le debía al varón.
EL ÚTERO FLOTANTE
Volviendo a la Edad Media, desde los primeros siglos hasta el año
1500 aproximadamente, se sostuvo la idea de que la frustración
sexual en las mujeres era causa de enfermedades físicas y
mentales. Ya en el siglo V, los médicos o las parteras usaban
masajes genitales para tratar estos “malestares”. Esta práctica se
extendió hasta principios del siglo XX.
Los griegos y los romanos mantuvieron la idea de Galeno del “útero
flotante”: creían que el útero era un órgano móvil, que viajaba por
todo el cuerpo de la mujer y se inflamaba. Establecieron así la idea
de que “el carácter nervioso” de las mujeres y otras enfermedades
eran causadas por los movimientos del útero. Incluso, se decía que
este órgano emanaba gases tóxicos, que iban hacia nuestro cerebro
causándonos una enfermedad tan popular como ficticia que
llamaron “histeria”. El origen de la palabra histeria es hyster, y
significa útero.
Los síntomas de la histeria —según los médicos de esa época,
obviamente todos varones— eran: ansiedad, agitamiento,
repentinos exabruptos de emociones, somnolencia, irritabilidad,
fantasías eróticas, sensación de peso en el abdomen, inflamación
de la pelvis y lubricación vaginal. (31) Casualmente estos síntomas
representan dos cosas: la mínima queja que podíamos expresar en
la sociedad patriarcal en la que vivíamos (las primeras sufragistas
fueron acusadas de histéricas) y la excitación sexual.
En el siglo XVIII se intensificó muy fuertemente la cantidad de
“casos” y tratamientos, “casualmente” después de una oleada de
reclamos feministas que abogaba por la superación de los
obstáculos legales a la igualdad (sufragio femenino, derechos de
propiedad, etc.). El tratamiento consistía en “engañar” al útero de
diversas maneras, para que este volviera a su lugar en la pelvis y
liberara los fluidos necesarios.
Si la mujer era soltera, viuda, en un matrimonio no consumado o
una monja, el tratamiento consistía en hacer movimientos similares
a los de equitación, pero vigorosamente, meciendo la pelvis, en
alguna silla mecedora o carruaje (enseguida se empezaron a
comercializar aparatos para hacer estos ejercicios en casa). En
pocas palabras: frotar el clítoris contra objetos. Otro tratamiento que
se popularizó muy rápidamente fue masajear la vulva hasta el
orgasmo. Este masaje era realizado por un médico o partera, una
práctica médica corriente hasta los años veinte del siglo pasado.
Solo que el orgasmo no era reconocido como tal, se llamaba
“paroxismo histérico” y se lo describía como un síncope: “la
aparente pérdida de conciencia del sujeto era asociada con
enrojecimiento de la piel, ‘sensaciones voluptuosas’, vergüenza y
confusión, luego de la recuperación de un pequeño momento de
pérdida de control que duraba aproximadamente menos que un
minuto”. (32)
Ya instalado el modelo sexual de pene-en-vagina, que dejaba a la
inmensa mayoría de las mujeres insatisfechas, y con la
masturbación vista como impúdica e insalubre; con la mujer vista
como casta y absolutamente falta de pasión y deseos sexuales y las
putas no entendidas como mujeres valiosas; el clítoris desaparecido
de cualquier libro de anatomía o medicina; la caza de bruja y sus
lecciones sobre sexualidad; con el miedo, pudor, vergüenza y culpa
al placer totalmente instalados, y con el capitalismo ya asentándose,
se termina de instalar un nuevo dispositivo de disciplinamiento de la
sexualidad femenina.
En un principio la mentira de la histeria no mencionaba el placer ni la
gratificación sexual de la mujer: solo unos pocos médicos admitieron
que ese paroxismo histérico era un orgasmo, la inmensa mayoría lo
negaba. Por otro lado, después de 1900 aparecen las
interpretaciones de Sigmund Freud, que dice que la histeria no
estaba causada ya por la frustración sexual, sino por experiencias
de la infancia y podía manifestarse en la propensión a masturbarse,
y en la frigidez en la penetración. Sus ideas —que veremos un poco
más adelante en este capítulo— sobre que el clítoris no tiene nada
que ver con el placer de “la mujer real” siguieron haciendo el trabajo
de quitarle el carácter sexual al tratamiento de la histeria. Como no
había penetración y se creía que solo el pene adentro de la vagina
era lo que le daba satisfacción sexual a la mujer, ningún tratamiento
para la histeria era reconocido en su carácter sexual o placentero.
Las mujeres diagnosticadas como histéricas y sus tratamientos se
convierten en un amplio y lucrativo mercado. Lo que empieza siendo
un masaje genital, con el tiempo se mecaniza a través de una
amplia gama de dispositivos que “facilitan” la tarea del médico (que
se quejaban porque había mujeres que podían tardar más de una
hora). Se inicia con chorros de agua direccionados a la vulva o
clítoris y de a poco se van inventando aparatos mecánicos y
electromecánicos para tratar una enfermedad ficticia, incluso para
que la “paciente” pudiera hacer el tratamiento en su casa.
Finalmente, en 1870 se inventa el primer vibrador eléctrico. Eran
aparatos tan grandes y complejos que en un principio solo los
médicos los tenían en sus consultorios. Para 1900, una amplia
variante de aparatos de todo tipo eran vendidos a profesionales de
Europa y Estados Unidos, como máquinas a pedal, aparatos para
las manos, dispositivos que tiraban chorros de agua hacia arriba
(una especie de bidets), piezas enormes y complejas que se
colgaban del techo, dispositivos de presión de aire, turbinas de
agua, motores a gas, a batería, etc. Rápidamente se fueron
inventando dispositivos cada vez más portables y pequeños, que
pasaron a ser aparatos de cuidado personal. Durante unas cuantas
décadas, nada tuvieron que ver con lo sexual, luego pasó a ser un
poco confuso y entremezclado todo, a medida que se iban
descubriendo paralelamente hechos de la sexualidad femenina.
Las publicidades en revistas femeninas y de público general,
promocionaban estos aparatos como “masajeadores” para “curar”
no solo la histeria, sino también la neuralgia, dolores de cabeza,
obesidad, gota, problemas de hígado y ¡arrugas! “La vibración es
vida”, decía un anuncio en The American Magazine en 1913.
“Ahuyenta los años como magia. Cada nervio, cada fibra de tu
cuerpo entero se estremecerá con la fuerza de tus propios poderes
despertándose. Todos los agudos sabores, los placeres de la
juventud, palpitarán contigo. Rica sangre roja moverá su curso por
tus venas y te darás cuenta a través de la dicha de vivir. Incluso tu
autorrespeto se verá incrementado al máximo”. (33) Incluso, en
1918 sale a la venta un motor con distintos cabezales: podía ser un
vibrador, una batidora, una mezcladora, un ventilador y varias cosas
más. “El electrodoméstico que toda mujer aprecia”, decía el anuncio.
A partir de 1930, los vibradores no se promocionaron más, pero no
dejaron de ser comercializados. Un halo de culpa y vergüenza
empieza a rodear al producto, que vuelve a aparecer entre las
décadas de los sesenta y setenta, ya no como un instrumento
médico, sino como un elemento de placer. Todavía hoy, en muchos
contextos el vibrador es un producto que genera mucha vergüenza y
pudor. Quedó supeditado a los espacios de venta oscuros,
escondidos y vergonzantes que eran los sex shops de esa época.
Nunca más apareció publicitado en revistas de interés general.
La histeria fue una de las enfermedades más diagnosticadas de la
historia, y recién en 1952 fue eliminada del listado de enfermedades
mentales.
EL MODELO DE LA MEDICINA Y LA
VIOLENCIA SOBRE NUESTRO CUERPO
Es importante recordar que eran épocas en las que se decía
públicamente que la mujer tenía menos sentimientos sexuales que
el varón. En 1882, por ejemplo, los médicos sostenían que como
regla la mujer tenía prácticamente poco o nada de pasión sexual, y
al menos tres cuartas partes de las mujeres casadas no obtenían
placer en el acto sexual. Las tasas de frigidez iban del 66 al 75% en
mujeres civilizadas. (34)
Reitero esto porque, retomando el tema de la histeria, los
tratamientos para tratarla podían ser mucho más agresivos y
terminar en la muerte. Cuando el tratamiento estándar no servía,
cuando los síntomas continuaban, cuando la rebelión ante la
autoridad masculina persistía, cuando queríamos votar, cuando
éramos descubiertas utilizando prácticas anticonceptivas y
abortivas, cuando demandábamos derechos en salones, reuniones,
o protestas… las consecuencias podían ser las internaciones en
asilos, o las cirugías genitales: histerectomías, ovariotomías,
ablación de clítoris, costura de labios internos. La medicina
moldeaba con violencia la disciplina en nuestros cuerpos.
En relación con esto, si bien el glande del clítoris se menciona en
textos desde el siglo II, no eran textos de amplia llegada. Cerca de
1556 vuelve a ser mencionado, se dan discusiones entre los
anatomistas italianos Mateo Renaldo Colón y Gabriel Falopio sobre
quién lo descubre (redescubre). Y en 1600, el médico holandés
Reinier de Graaf incluso habla de que el clítoris podría tener una
estructura interna. Pero ninguno de estos aspectos del clítoris
pasaron al conocimiento común, quedaron por tres siglos totalmente
olvidados.
¿Por qué? La época de De Graaf fue uno de los pocos momentos
de los últimos 2500 años donde el placer femenino era
mínimamente tenido en cuenta. Se consideraba importante para la
concepción, claro que solo se entendía dentro del matrimonio
heterosexual y con el fin de concebir. Pero después de 1600,
empieza todo un proceso de borramiento del placer. Si hasta acá
creíste que la historia era espantosa… agarrate, mi amor, porque
nos faltan los peores dos siglos.
“
Después de 1600, empieza todo
un proceso de borramiento de
nuestro placer.
¿Y LATINOAMÉRICA?
Habrás notado que, ya llegando al final de este capítulo, me
centré en hechos de la cultura occidental europea y
estadounidense. Esto es así porque lo que rige y moldea
nuestra cultura sexual es la historia europea y anglosajona:
somos una sociedad colonizada, y esa colonización, que
destruyó el 95% de la población originaria con el fin de tomar
nuevos esclavos que le diesen a la clase dominante europea
una cantidad inmensa de mano de obra (59), arrasó con una
inmensa parte de la mirada precolombina de la sexualidad.
La realidad en Latinoamérica previa a la colonización era
otra. Muchas culturas originarias eran polígamas, castigaban
la violación, el incesto y la pedofilia, y valoraban la
homosexualidad, incluso muchos personajes sagrados eran
homosexuales.
Son muchas culturas distintas a lo largo de las Américas,
pero por ejemplo se sabe que en el Imperio inca las
relaciónes sexuales entre personas con la misma genitalidad
era aceptada socialmente y hasta tenía un grado de
orientación sagrada, al igual que en los imperios maya y
azteca. En la cultura aymara, el encuentro sexual no solo se
trataba de reproducción, también de placer, incluso se
preparaban brebajes para mejorar la satisfacción de las
relaciones sexuales.
Sin embargo, habiéndose establecido unas horrendas bases
con la caza de brujas en Europa, los colonizadores obtenían
mano de obra violando de maneras nefastas a mujeres
originarias, embarazándolas para luego quedarse con los
bebés para esclavizar, bajo la misma excusa de la
Inquisición: “las mujeres indígenas tenían relaciones con el
diablo”.
La antropóloga argentina Rita Segato sostiene que, con la
llegada de los conquistadores, «se pasó de un patriarcado de
baja intensidad a uno de alta», (60) a medida que se fue
instalando la idea del macho violento y viril construida con la
imagen del colonizador. Una dominación que se arrastra
hasta hoy. «La violación colonial perpetrada por los señores
blancos a mujeres indígenas y negras, y la mezcla resultante,
está en el origen de todas las construcciones sobre nuestra
identidad nacional», asegura la filósofa afrobrasileña Sueli
Carneiro. (61)
“
La realidad en Latinoamérica
previa a la colonización era
otra. Muchas culturas
originarias eran polígamas,
castigaban la violación, el
incesto y la pedofilia, y
valoraban la homosexualidad,
incluso muchos personajes
sagrados eran homosexuales.
ANATOMÍA: EL CONOCIMIENTO
PROHIBIDO
Como vimos, en la Antigüedad se creía en el modelo de un
solo sexo, donde hombres y mujeres eran en principio
equivalentes, pero el celo y la pasión masculina causaba el
perfeccionamiento de sus genitales. Hoy en día no estamos
tan alejades de eso.
Por supuesto, nadie es una versión perfeccionada de nadie, pero sí
es cierto que, aunque organizado de distintas maneras, (67) ambos
aparatos sexuales son muy parecidos, seamos del sexo que
seamos. Se distribuyen de una determinada manera si se nace con
pene, y de otra si se nace con vulva, pero nuestros genitales están
compuestos por los mismos elementos, se erectan de la misma
manera y les suceden muchas cosas parecidas.
UN MISMO ORIGEN, VARIOS GENITALES
POSIBLES
Los griegos y romanos creían que el equivalente al pene eran el
útero y la vagina. Tal como muches investigadores han probado —
Emily Nagoski, Catherine Blackledge o Rebeca Chalker, entre otres
—, hoy día sabemos que el homólogo al pene es el clítoris.
¿Por qué quedan distribuidos de distintas maneras ambos
genitales? Porque una de las funciones de la sexualidad es la
reproducción, y las personas con vulva somos las que tenemos la
capacidad de gestar. Para eso, nos atraviesan una vagina y un
útero, entonces nuestro clítoris queda dividido en dos, montado
sobre el canal de la vagina. Así, una gran parte de nuestros
genitales quedan dentro del cuerpo, ocultos a la vista no por el
“pudor” que le causa a la mujer mostrarlos, como sostenía
Aristóteles, sino porque simplemente no necesitamos transportar
nuestro ADN hacia el útero de nadie: son los espermatozoides los
que tienen que llegar al útero. Por eso mismo el pene sale hacia
afuera, para poder hacer llegar su información genética hacia el
interior de una vagina a la hora de la reproducción. (68)
Todes tenemos genitales con un glande sensible (pene/clítoris),
recubierto por una porción de piel (prepucio), que se extiende hasta
adentro del cuerpo en forma de tejidos eréctiles. El clítoris, después
de su glande, y hacia adentro, tiene los bulbos de cuerpos
cavernosos y los dos brazos o crura del clítoris, que terminan en la
raíz. Y el glande del pene tiene un bulbo de cuerpos cavernosos y
dos brazos que terminan en raíz. Las pieles que recubren estos
cuerpos también son homólogas: el escroto es homólogo a la piel de
los labios externos. Así como las gónadas, las glándulas que se
encargan de generar las células sexuales (ovarios/testículos).
1. Clítoris: el clítoris en estado de erección. La mayor
parte del clítoris es interna. La única parte que vemos por
fuera es el glande.
Para comprender mejor esto, tenemos que ver cómo son los
genitales de un feto. Hasta la semana 8 de gestación, los genitales
del embrión son todos iguales: parecen vulvas. Aunque
cromosómicamente seamos diferentes, nuestros genitales se ven
iguales, tengamos lo que tengamos al nacer, vulvas y penes tienen
las mismas células base, desde las cuales se van a formar los
genitales diferenciados.
2. El tubérculo genital. El cuerpo de tejidos que va a dar
lugar al pene o al clítoris es igual para ambos sexos, sea lo
que sea que ese embrión vaya a desarrollar luego.
Después de la semana 8, una tanda de testosterona empieza a
efectuar cambios sobre ese tubérculo genital. El embrión que tiene
la carga genética para desarrollar una vulva (cromosomas XX) no
responde a este estímulo hormonal y continúa desarrollando sus
genitales en base a los que ya estaban, dando lugar a los labios
internos y externos, el clítoris, la vagina, los ovarios. Se van
abriendo los labios de la vulva, y el tubérculo se convierte en glande
del clítoris. El feto con cromosomas XY sí responde a esta
testosterona y empieza a formar el pene, el escroto y los testículos.
La división que daba lugar a los labios de la vulva empieza a unirse
y a fusionarse para dar lugar a toda la piel del tronco del pene.
Si mirás de cerca un escroto (la piel que contiene los testículos) y el
perineo, podes ver una línea vertical que lo recorre (“rafe escrotal”):
ahí es donde estaba la división en el feto, que se terminó fusionando
al desarrollar un pene y se hubiese abierto si se hubiera
desarrollado una vulva, dando lugar a los labios externos. El rafe
escrotal es la sutura fisiológica, la muestra de que tenemos los
mismos genitales, pero organizados de distintas maneras.
Por eso es que se puede afirmar que cada parte de toda nuestra
genitalidad es homóloga (homólogos son tejidos con el mismo
origen embrionario, pero que pueden tener diferentes funciones y/o
ubicaciones una vez desarrollados) pero distribuidas de distintas
maneras, con la excepción de la vagina y el útero de las personas
gestantes.
Las tetas, por ejemplo, también son signo de lo homólogo: todes las
tenemos desde que somos fetos. En quienes pueden llegar a
amamantar, el proceso hormonal de la pubertad hace que se
desarrollen; en quienes no tendrán esa capacidad, permanecen sin
desarrollar. ¿Por qué? Porque, básicamente, al momento del
desarrollo embrionario, requiere menos energía suprimirlas en la
persona con pene que dejarlas. (69)
EL SISTEMA CLITORIAL
En algunos libros y papers científicos, algunas mujeres proponen
estudiar el placer y/o nuestros genitales viéndonos como un todo:
vagina, útero, clítoris, uretra, próstata, ano. Para entender un poco
nuestra respuesta sexual, verlo como un todo nos permite
entendernos mejor. Algunos papers hablan del complejo
vulvourovaginal. Rebecca Chalker (miembro de la FFWHC,
Federation of Feminist Women’s Health Centers) y autora de La
verdad clitorial: un mundo secreto en la punta de tus dedos, le llama
“sistema clitorial”. Es un concepto que me parece muy acertado y lo
usaré en este libro.
El sistema clitorial está formado por nuestros genitales internos (la
mayor parte del clítoris más la vagina, el útero y la próstata, que
tocan al ano y vejiga) y nuestros genitales externos (toda la vulva y
la pequeña porción externa del clítoris y perineo). En este sentido, el
clítoris es el único de estos órganos que es interno y externo y
además abraza y está en contacto con todas las demás partes. Me
gusta verlo como todo un sistema que usamos para placerear, de
distintas formas, con distintas intensidades y tiempos.
“
El sistema clitorial está formado
por nuestros genitales internos
(la mayor parte del clítoris más la
vagina, el útero y la próstata, que
tocan al ano y vejiga) y nuestros
genitales externos (toda la vulva
y la pequeña porción externa del
clítoris y perineo que están
pegados al ano).
3. El complejo vulvourovaginal o sistema clitorial.
“
Llamar “vagina” a todos tus
genitales —vulva, vagina, clítoris,
suelo pélvico— es como decirle
“garganta” a toda tu cara. (...)
Esta “cirugía” lingüística
invisibilizó muchísimas zonas de
placer y limitó nuestra sexualidad
a la penetración.
Aquí una ilustración para que nos quede clara la parte externa del
sistema clitorial:
4. La vulva, parte externa del sistema clitorial. La vulva
es todo lo visible entre tus piernas, desde el Monte de
Venus hasta el perineo, inclusive el glande del clítoris.
LA VULVA
La vulva está formada por:
Monte de Venus. Es la parte mullida, peluda y acolchonadita que
se ve con las piernas cerradas. Está compuesta por tejido graso
debajo de la piel, que funciona como una almohadilla para
proteger nuestros huesos púbicos. Está nombrado de esta
manera por Venus, la diosa romana del amor, belleza, deseo,
sexo, fertilidad, prosperidad y victoria.
El Monte de Venus está cubierto de pelos, que cumplen dos
funciones: por un lado, protegen la vulva de organismos
microscópicos que pueden llegar a entrar en el aparato genital, y,
por otro, mantienen su humedad (la piel de la vulva tiene un gran
contenido de humedad). Parece una obviedad mencionar que la
vulva tiene pelos, pero no. He escuchado a gente hablar de que
la otra persona no quería chupársela porque tenía pelos, o que
les da asco, o que no les gusta, o que es antihigiénico; y he visto
publicidades de depilación humillantes. No existen casi
representaciones de nuestro cuerpo en las que se vean pelos en
la vulva. Si googleás “Monte de Venus”, en las imágenes que
aparecen en Wikipedia, por ejemplo, los pelos no existen. En las
publicidades tampoco, así sea de bikinis, de perfumes, o de
toallitas, o incluso de depilación: ¡no se ve un pelo jamás! (Ni
púbico ni de muchas otras partes de nuestro cuerpo). En los
libros de biología, en el porno, en los medios… nunca vemos
pelos. Jamás.
Y, sin embargo, nuestro Monte de Venus puede ser una zona muy
interesante de estimular, incluso muchas personas encuentran
placentera la tracción en los pelos del pubis. O puede ser muy
interesante presionarlo, mimarlo, soplarlo, rozarlo. O no, siempre
recordá que no a todes nos gusta lo mismo. Que sea mullidito
también suma mucho a la hora de frotar entre dos vulvas.
Labios Externos. Los labios externos son los peludos, los que
están por afuera. Si bien no tienen demasiadas terminales
nerviosas en su exterior, por debajo de ellos y de algunas capas
de tejido y grasa, pasa una parte del clítoris, así que nos puede
gustar acariciarlos, presionarlos o estimularlos. Aunque —con
sistema clitorial o no— cualquier parte de nuestra piel y cuerpo
puede llegar a ser estimulable y estimulante. También tienen
pelos, que funcionan para protegernos, no dejando pasar
bacterias, ni salir a la humedad. Habrás notado que tu vulva es
húmeda por dentro, así necesita ser para funcionar
correctamente.
Los labios externos son acolchonados, pueden ser bien gordos o
flaquitos. Cada vello del pubis está conectado a terminales
nerviosas, por eso los pelos pueden llegar a desarrollar algún tipo
de papel en la estimulación sexual. Dentro de cada folículo de
pelo hay una glándula que produce sebo, una sustancia oleosa
que mantiene la piel suave.
Cada folículo tiene glándulas de transpiración (glándulas
apocrinas) que liberan una transpiración oleosa que contiene
trazos de hormonas y feromonas, que al entrar en contacto con la
piel se convierten en sustancias con olor. No se sabe a ciencia
cierta aún qué función tienen este olor, es probable que hayan
tenido o aún tengan algún rol en la atracción sexual. (71)
Además de los pelos, los labios externos también soportan una
carga en cuanto a su forma: si son muy gordos son motivo de
burla cuando somos pequeñas, si se les nota la línea del medio
muy dividida, también; aunque, en realidad, es un pequeño
porcentaje el de las vulvas que los tienen flaquitos (un 8%), el
60% los tiene medianamente grandes, y el 32% los tiene muy
abultados y gruesos. (72)
Nuestros labios externos se desarrollan desde el mismo tejido
fetal que el escroto. Si bien no tienen las mismas funciones, son
homólogos, como ya vimos. Que alguien nos sugiera que nos los
depilemos (medios, publicidades, compañeres sexuales), sería lo
mismo que pedirle a alguien con pene que se depile el escroto.
(73)
Labios internos. Los labios internos no tienen grasa adentro, en
cambio, están cargados de terminales nerviosas y de tejidos
eréctiles, lo que los hace bastante sensitivos a la estimulación
sexual. Están conectados con el glande y el prepucio del clítoris,
y son la característica más prominente de nuestra vulva. Pueden
llegar a duplicar o triplicar su tamaño y cambian su coloración
porque se llenan de sangre. En su superficie hay montones de
mínimas glándulas cuyo trabajo es lubricar la zona, y que, junto
con sustancias grasosas que genera la misma piel, forman una
capa llamada “manto ácido” que nos protege contra factores
externos. Al igual que los labios externos, los internos sirven para
protegernos de infecciones.
Esta parte de nuestra genitalidad cambia mucho en la pubertad,
puede llegar a cambiar su coloración y su tamaño. Los labios
pueden crecer y/o oscurecerse con los años y los partos, pero
también pueden llegar a reducirse, desinflarse y secarse durante
la perimenopausia o menopausia. El hecho de que no veamos
jamas otras vulvas reales, que no nos cuenten esto en las clases
de educación sexual y que no se nos incentive a hablar con nadie
de nuestros genitales puede llegar a hacernos creer que somos
les uniques a les que les cambian, y sentirnos mal con nosotres
mismes (y el sistema capitalista tiene una solución siempre a
mano a estas inseguridades…).
“
No existen casi representaciones
de nuestro cuerpo en las que se
vean pelos en la vulva. No
existen ni en las publicidades, así
sea de bikinis, de perfumes, o de
toallitas, o incluso de depilación:
¡no se ve un pelo jamás! (Ni
púbico ni de muchas otras partes
de nuestro cuerpo). En los libros
de biología, en el porno, en los
medios… nunca vemos pelos.
Jamás.
CIRUGÍAS INNECESARIAS
Un 50% de las vulvas tienen labios internos más largos que
los externos, pero así y todo, un 75% de elles creen que eso
es anormal. (74)
En Argentina el procedimiento estético más común de los
genitales femeninos es la reducción de los labios menores
(labioplastia). (75) Cada vez son más las personas con vulva
que empiezan a creer que la estética de sus labios es
incorrecta.
Hoy en día, como explica la ginecóloga canadiense Jen
Gunter, autora del libro La biblia de la vagina: “Existe un
mercado en continuo crecimiento, de procedimientos
estéticos, y ‘mejoras’ para la vulva. Muchos de estos
productos e intervenciones están muy poco testeados, o no
testeados en absoluto, algunos son publicitados desde un
marketing depredador con increíbles promesas que
capitalizan en el genital vergüenza y miedo a envejecer,
inferidos en las mujeres por el patriarcado”.
En las redes sociales no paran de crecer la cantidad de
personas que ofrecen estos servicios. Y en los diarios y
principales medios las notas que cuentan sobre los
“beneficios” de estas operaciones ocupan cada vez más
lugar, alzando la bandera de la calidad de vida, el
empoderamiento y la libertad sexual.
Si no estás experimentando dolor o molestias en tus
genitales, entonces tus genitales están perfectamente así
como son (76) y no necesitan ningún tratamiento, operación,
ni nada que los modifique. (77) Obviamente, si vos querés
operarlos, es tu elección y no es juzgable, el tema es solo
que lo hagas con la información correcta, sabiendo que es
porque querés y no porque nunca viste cómo es otra vulva.
EXTERNOS/INTERNOS VS.
MAYORES/MENORES
Es bastante probable que hayas aprendido en la escuela (o
en la vida) que nuestros labios externos se llaman labios
mayores (o labia majora) y los internos, labios menores (labia
minora). Esta definición empieza a cambiar en los libros más
nuevos, por suerte. Porque es muy dañina, además de
incorrecta, ya que corresponde a algunas vulvas nada más.
Como vimos, no todas las vulvas tienen labios de adentro
chiquitos: muchísimas los tienen largos, para afuera y mucho
mas “mayores” que los externos. La idea de que los de
adentro tienen que ser cortos es una definición que puede ser
el principio de las dudas sobre cómo nuestros labios tienen
que ser.
Uno de los temas que más aparecen en mi taller y en
Instagram tiene que ver con esto: personas que se pasaron la
vida entera creyendo que su vulva estaba mal, o era deforme,
o era incorrecta, o no era normal por tener los labios internos
mucho más largos que los externos, o porque no eran para
nada simétricos entre sí.
Es urgente y necesaria una mayor representación de la forma
de nuestras conchas en consultorios de ginecologues, en
buscadores de internet, en libros de biología, en el porno, en
todas partes. Porque el mercado, que se aprovecha
impunemente de las inseguridades que espolea una única
forma de representar las vulvas, avanza estrepitosamente
sobre nosotres.
“
Es importante que sepamos que
todos los glandes —así como
todas las vulvas, así como todos
los clítoris— son diferentes.
Ninguno siente más o menos que
el otro. La sensibilidad está
siempre —en distintos grados—
sin importar la forma o lo
identificable que sea.
LA VAGINA
Hacia adentro del orificio vaginal tenemos la corona o el himen (lo
que marca el paso de vulva a vagina, como ya vimos), y luego la
vagina en sí misma, que va hacia el útero.
10. Vagina, útero y ovarios. La parte con capacidades
reproductivas de nuestros genitales internos.
Es el lugar por el que menstruamos, gestamos y parimos (si
elegimos tener hijes).
La primera capa de la vagina es una capa de piel llamada mucosa,
que tiene la forma y característica de un fuelle/acordeón. Estos
pliegues —a veces se los llama “arrugas” o “pliegues” vaginales—
tienen la función de estirarse y darle más capacidad a la vagina
durante la penetración o durante el parto vaginal.
Debajo de la mucosa hay una capa de músculos blandos (un tipo de
músculos del que no tenemos control nosotres mismes) de los
cuales no se conocen muy bien sus funciones (obviamente porque
no están del todo estudiadas…), pero se cree que ayudan a llevar el
flujo vaginal y/o menstrual hacia la salida de la vagina.
Las células que recubren la vagina tienen mucha menos queratina
que las células de la vulva, lo que hace que la superficie de la
vagina sea un poco más permeable que esta, permitiendo que un
poco de fluido pase desde el torrente sanguíneo para volverse parte
del flujo vaginal y también que algunas sustancias puedan ser
absorbidas desde nuestra vagina, por eso es algo propensa a las
infecciones. Como ya vimos, para su protección tenemos los pelos
del Monte de Venus y de los labios internos y externos.
Se suele decir que la vagina es un lugar insensible. Puede que en sí
misma sea un espacio de poca o nula sensibilidad, pero eso no
quiere decir que nos se sienta nada en esa zona, porque la vagina
tiene un montón de superficies de placer adyacentes a ella, que le
transfieren y confieren placer y sensaciones. Una de ellas es el
clítoris, montado en el primer tercio del canal vaginal. Y otras las
veremos más adelante.
“
Se suele decir que la vagina es
un lugar insensible. (...) Pero
tiene un montón de superficies
de placer adyacentes a ella, que
le transfieren y confieren placer y
sensaciones.
EL ÚTERO
Es un músculo hueco, su tamaño varía según la persona, cambia de
posición, tamaño y textura durante todo el ciclo menstrual de las
personas menstruantes. Ni el útero, ni la vagina están estudiados
científicamente por fuera de sus funciones reproductivas, así que no
hay mucho que sepamos sobre su relación con el placer, solo
sabemos que existen ligamentos que salen del clítoris y conectan
con el útero y ovarios, por lo que puede llegar a tener una gran
relación con el placer.
Endometrio. Es una de las tres capas que forman las paredes
del útero, la más interna. El endometrio se va engrosando y
cambiando a lo largo de nuestro ciclo menstrual. Su función es
acoger al cigoto en caso de embarazo. Cuando no hay
fecundación, el organismo se desprende de esta capa, dejando ir
sangre, hormonas, secreciones y nutrientes en forma de sangre
menstrual.
Trompas uterinas (o de Falopio). Son dos conductos
musculares que unen los ovarios con el útero. Es donde se da la
fecundación del ovocito: si esto no sucede, el ovocito continúa su
camino hasta el útero, para bajar junto con la sangre menstrual.
Ovarios. Son dos pequeñas glándulas, debajo de las Trompas de
Falopio, encargadas de producir óvulos y hormonas sexuales.
Esta parte de nuestra genitalidad tiene homólogo en las personas
con pene: los testículos.
Ovocitos. Son las células sexuales de las personas con vulva,
están en los ovarios. Durante el periodo fértil, generalmente un
ovocito madura y es absorbido por una trompa uterina. Si el
ovocito es fecundado por un espermatozoide, pasa a llamarse
óvulo. Si la fecundación no ocurre, el ovocito continúa su camino
por las tropas hasta el útero, al endometrio, y es expulsado
durante la menstruación. Si el ovocito es fecundado y no querés
gestar une hije, y decidís abortar, este se va en lo que liberes
durante el proceso abortivo que elijas. Si tomás a tiempo la
llamada “pastilla del día después”, podés impedir que el ovocito
sea fertilizado retrasando o previniendo la ovulación.
“
El cuello de tu útero puede ser
una zona muy placentera de ser
estimulada.
EL ECOSISTEMA VAGINAL Y LA
CICLICIDAD
Dentro de nuestra vagina (y vulva) vive todo un ecosistema
que tiene que estar ahí para protegerla.
El flujo vaginal es un conjunto diverso: secreciones del cérvix,
de las glándulas vestibulares y parauretrales, células de piel
de la vagina que se renuevan y una pequeña cantidad de
líquido que se llama trasudado (que se traspasa desde el
torrente sanguíneo y lleva varias sustancias hechas de
bacterias sanas). Estas sustancias que conforman nuestro
flujo protegen nuestra vagina: producen ácidos que la
mantienen con un pH ácido, y, junto con las proteínas que
estas bacterias también producen, dificultan así que otras
bacterias y virus se desarrollen.
La influencia del porno, más la cantidad de productos que se
comercializan para la “higiene vaginal” —como si nuestra
vagina fuera antihigiénica— generan que mucha gente
piense que el flujo vaginal es signo de que algo está mal por
dentro. Nada más alejado de la realidad. Nuestro flujo es
nuestro, no está mal, no necesitamos eliminarlo y (a menos
que tenga mal olor o color) no es señal de nada malo. Si
menstruás, el flujo cambia durante tu ciclo menstrual: en los
días previos a la ovulación y durante ella se vuelve más
abundante y su consistencia es más mucosa, parecida a la
de la clara del huevo. En este momento del ciclo ayuda a los
espermatozoides a subir por el Os hacia las trompas uterinas.
Luego de la ovulación, se vuelve menos abundante y su pH
se torna más ácido y espeso, lo que dificulta el camino a los
espermatozoides.
Es necesario conocer nuestro flujo, familiarizarnos con él,
conocer su ciclo, sus cambios, para poder estar alertas a las
etapas y así saber cuándo algo no está bien. Por supuesto,
esto no reemplaza la visita anual o semestral a le
ginecólogue, pero sí nos da una idea, un conocimiento sobre
nuestro propio cuerpo.
Además, conocer nuestro flujo nos da una indicación de en
qué etapa del ciclo estamos. Y nuestra ciclicidad (otra vez:
solo si menstruás) está absolutamente ligada a nuestra
sexualidad y a nuestros gustos sexuales.
En general, vivimos desconectades de nuestro ciclo
menstrual, sea por el uso de anticonceptivos hormonales, la
falta de educación al respecto, por el poco registro que se le
da en nuestra cultura y porque comprender nuestro cuerpo
no es productivo para este sistema. Pero cuando empezamos
a conectar con él, y a conocer conocer algo que nos sucede
durante tres o cuatro décadas, a prestarle atención, a saber
en qué etapa estamos y a comprender todo el cambio
hormonal que sucede en nuestro cuerpo, podemos darnos
cuenta de que muchos de esos cambios acompañan nuestro
estado de ánimo, nuestra sexualidad, nuestra apariencia.
Comprender nuestra menstruación no es solo para saber si
podemos concebir o evitar esa concepción: es entender que
nos pasan millones de cosas complejísimas que reinan
nuestros días.
Si lo pensás un rato, ¿no te pasó nunca que algo que un día
te calentó muchísimo, otro día te molesta, te duele o ni lo
sentís? Eso tiene que ver con la mayor o menor irrigación
sanguínea en ciertos días y con todo lo que las hormonas
generan, los cambios que producen en nuestra vagina,
cérvix, vulva, tetas, piel, sensibilidad, etc.
En muchos textos sobre sexualidad se asegura que la libido
aumenta los días cercanos a la ovulación. Es lógico porque
somos mamíferos, y la función principal de todo nuestro
sistema reproductivo es reproducirnos, valga la redundancia.
Pero me parece que ya estamos lejos de ese instinto tan
animal: puede que estemos hinchades o incómodes esos
días y puede haber quien se sienta más caliente, pero
también están quienes no tienen ningún interés en tener
hijes, al contrario, eso les aterra, y los días de ovulación
sienten que hay un mayor riesgo —estoy hablando de un
encuentro sexual entre alguien con pene y alguien con vulva
— y eso quizás les reduzca la libido, y/o la capacidad de
relajarse y pasarla bien.
Nuestra ciclicidad también nos muestra cuán imposible es
esperar que la otra persona adivine qué queremos ese día. Y
empezar a entender por qué muches (no todes) tenemos
tantas fluctuaciones en nuestro estado de ánimo y en nuestro
cuerpo.
Cada une va a tener sus propios cambios en el deseo y en
sus preferencias sexuales, y cuando empezamos a
comprender nuestro ciclo, empezamos a identificar en qué
momento preferimos cada cosa. Eso ya es una ventaja
enorme, porque podemos encontrar nuestro patrón sexual, y
tener una idea de lo que preferimos en cada momento.
Ojo, esto no quiere decir que vaya a ser así para siempre, el
sexo y el placer son algo vivo, que va cambiando y fluyendo.
Pero conectar con lo que nos pasa adentro para entender
nuestro exterior, y así respetarnos, escucharnos y
entendernos me parece hermoso.
Te recomiendo investigar sobre este tema, buscar activistas
menstruales en redes sociales y usar apps para trackear tu
ciclo menstrual.
“
En general, vivimos
desconectades de nuestro
ciclo menstrual, por el poco
registro que se le da en
nuestra cultura y porque
comprender nuestro cuerpo
no es productivo para este
sistema. Pero cuando
empezamos a prestarle
atención, podemos darnos
cuenta de que muchos de
esos cambios acompañan
nuestro estado de ánimo,
nuestra sexualidad, nuestra
apariencia.
LA PRÓSTATA
¡Hemos llegado al lugar más oculto y complejo de este capítulo!
Este es un tema polémico, lleno de opiniones encontradas,
presiones, mandatos, mitos, confusiones y demases. ¿Sabías que
nosotres también tenemos próstata? Si la respuesta es sí, es
probable que sea porque tu curiosidad te llevó a investigar sobre el
tema, porque nadie nos enseña acerca de nuestra próstata y
nuestra eyaculación como otra función de nuestro cuerpo.
La próstata de las personas con vulva tiene dos funciones:
• hincharse alrededor de la uretra, lo que hace que sea imposible
hacer pis cuando nuestro sistema clitorial está erecto.
• producir nuestra eyaculación.
La próstata de las personas con pene tiene dos funciones:
• hincharse alrededor de la uretra, lo que hace que sea imposible
para el pene hacer pis mientras está erecto.
• producir una de las dos partes del fluido en el que el esperma
viaja.
Vamos por partes, porque es un tema complicado y con muchas
contradicciones:
ESPONJA DE LA URETRA
La totalidad de la uretra (que es el conducto que va desde nuestra
vejiga hasta el exterior) está envuelta por un tejido esponjoso, que
está formado por tejidos eréctiles, glándulas y conductos
prostáticos. Esta esponja es muy similar en personas con pene y
personas con vulva, y tiene el mismo origen embrionario. En los
años setenta (la próstata es conocida desde Galeno, pero en los
siglos XVIII y XIX desapareció de los textos), la próstata se empezó
a mencionar como tal de la mano de la definición de sistema clitorial
de la FFWHS, quienes le dieron nombre. Carol Drawner (miembro
de la FFWHS) dice en el libro A New View of a Woman’s Body:
“Aunque es claramente análoga al tejido esponjoso que rodea la
uretra en los hombres, no ha sido considerada parte del sistema
clitorial por muchos cientos de años, así que como no tenía nombre
en mujeres, hemos decidido nombrarla esponja de la uretra”.
Esta esponja está formada por tejidos eréctiles: cuando nos
excitamos sexualmente se llena de sangre y se erecta, igual que el
resto del clítoris, así (junto con el músculo pubococcígeo, que es
parte de nuestro suelo pélvico) aplasta la uretra, como cuando se
aplasta una manguera y el agua no puede pasar. Eso cierra el
esfínter de nuestra uretra impidiendo que hagamos pis. Esta es la
razón por la que si alguna vez sentiste ganas de hacer pis mientras
tenías sexo con alguien o te masturbabas, cuando paraste y fuiste al
baño no pudiste hacer enseguida, porque tu cuerpo tuvo que
esperar que la sangre que estaba erectando la esponja se vaya un
poquito, para que esta deshinche y el pis pueda salir. Lo mismo les
pasa a las personas con pene, en general.
Este tejido es una parte súper importante de todo el sistema clitorial.
Incrustadas en la esponja hay aproximadamente 30 pequeñísimas
glándulas prostáticas, que producen un fluido muy similar en su
constitución y componentes a los que produce la glándula prostática
en las personas con pene. También contiene a las dos glándulas
parauretrales, que tienen su salida hacia afuera en la vulva.
11. La próstata. Acercamiento a las glándulas y conductos
prostáticos.
Todas estas glándulas tienen la capacidad de producir PSA (siglas
en inglés de antígeno prostático específico), una sustancia proteica
sintetizada por células de la próstata. Es una sustancia que va junto
al líquido plasmático que acompaña a los espermatozoides a la hora
de la eyaculación de un pene. Y la confirmación de su presencia en
el líquido plasmático que nosotres eyaculamos es la prueba de que
nuestras glándulas también son prostáticas.
La esponja de la uretra es muy sensible a la estimulación sexual
para muchas personas con vulva, para otras estimularla puede ser
irritante. Si metés uno o dos dedos en tu vagina y presionás hacia la
pared frontal de esta (o sea, hacia tu Monte de Venus) podés sentir
sensaciones placenteras (¡o no!).
Existen estudios científicos que demuestran que cuando la pared
anterior de la vagina es estimulada, esa presión se transmite hacia
la uretra y sus tejidos eréctiles, incluidos también los bulbos
clitoriales que abrazan la uretra y la vagina, (96) y el nervio principal
del clítoris, que está interconectado con la esponja. Haciendo ese
movimiento, estamos estimulando todo junto: pared frontal de la
vagina, bulbos clitoriales, uretra y esponja de la uretra.
Toda la estructura secretora de la esponja de la uretra, sumada a la
porción de músculo liso que le corresponde, forman la llamada
próstata “femenina”.
Hoy en día, varies autores han comprobado que nuestra próstata es
homóloga a la próstata de las personas con pene. (97) Sin embargo,
la comunidad médica en general, es bastante reticente a
reconocerla como tal en personas con vulva.
La historia de la próstata y de la eyaculación en vulvas es muy
parecida a la del clítoris. Aunque se encuentran registros históricos
de mujeres eyaculando desde hace más de dos mil años, (98) es un
tema que aún sigue siendo controversial, de hecho, y del que casi ni
se habla. Incluso, hace muy poco, alguien a quien respetaba mucho
me dijo públicamente que, a veces, “las mujeres lo hacen porque
quieren equiparar su respuesta sexual a la del varón”. Nadie quiere
equiparar nada, claramente. El problema es que “eyaculación” y
“próstata” (así como “erección”) son palabras que se asocian a los
varones cis en nuestra cultura occidental. (En la cultura oriental hay
antiquísimos registros de menciones a nuestra próstata y
eyaculación).
Por ejemplo, ¿por qué si decimos “próstata” nos referimos a la
masculina, y para hablar de la nuestra hay que aclarar “próstata
femenina”, si todes tenemos próstata? ¿Acaso hablamos de nuestro
“hígado femenino” o nuestro “corazón femenino”? Con la
eyaculación es lo mismo: la eyaculación a secas es masculina. Y si
hablamos de la nuestra, hay que aclararlo.
Debido a años de patriarcado y opresión sobre nuestra sexualidad
como herramienta de dominación, son palabras que quedaron
“apropiadas” por los varones cis, pero es hora de adueñarnos de
ellas, porque también son nuestras, y adueñarnos con todo el
sentido de la palabra. “Se me paró”, “Eyaculé”, “Tengo próstata” y
punto… no hay por qué hacer la aclaración del femenino.
Ambas próstatas están formadas por glándulas, conductos y
músculo liso, lo que las diferencia es la distribución de los mismos:
la próstata de alguien con vulva tiene menos glándulas que la de un
pene, pero tiene más conductos, repartidos a lo largo de la uretra;
las de los penes se concentran más en una misma zona y se
entremezclan con el músculo liso produciendo una gran fuerza
expulsiva en la eyaculación. (99)
En penes, la próstata es una estructura pequeña y precisa,
localizada en un punto, que expulsa su contenido en un solo lugar.
En cambio, la nuestra forma una red más difusa de glándulas y
conductos, atraviesa y se mete en tejidos eréctiles y sensibles, se
abre a la uretra en diferentes puntos, y hacia afuera del vestíbulo.
Como mencioné, se puede estimular y sentir metiendo uno o dos
dedos en la entrada de la vagina y presionando hacia la pared
frontal, hacia arriba, hacia el abdomen, en muchos casos (en otros
no). ¿Y qué nos enseñaron que hay ahí, haciendo ese movimiento?
Sí, lo que te estás imaginando, el famoso y confuso “punto G”. Los
manuales y libros que hablan del “punto G” nos dicen que ese es el
lugar donde tenemos que encontrar una textura diferente, rugosa,
como de esponja o de nuez. Metiendo uno o dos dedos en la
vagina, y presionando hacia arriba, como haciendo gesto de “vení
para acá”.
Ese “punto G” es nuestra próstata, y llamarlo como “punto”, en lugar
de reconocer que es todo un órgano relativo al placer y a la
sexualidad, lo convierte en una zona misteriosa y perdida en una
incógnita. Y lo más confuso del punto G es que hay un montón de
personas con vulva que se vuelven locas buscándolo y jamás lo
encuentran, ya veremos por qué.
Después de mucho leer al respecto, comprendí que la invención del
punto G en los años ochenta fue una manera de reducir nuestro
placer, de cerrarlo y, por sobre todas las cosas, de seguir insistiendo
en la penetración como la práctica sexual más importante y
placentera. También una manera de confundirnos, porque en la
penetración no es muy frecuente que se pueda estimular el dichoso
punto, hay que buscarle la vuelta, depende mucho de la forma de lo
que penetre y la posición adoptada.
El nombre “punto G” es por Ernst Gräfenberg (1881-1957), quien lo
descubrió. Por sobre todas las cosas, este médico e investigador
alemán dio voz y palabra a mucho de nuestra genitalidad, y dio una
mirada revolucionaria sobre la uretra y la eyaculación en las
mujeres. En 1950 publicó un artículo en el que decía que “la uretra
femenina, análoga a la masculina, también parece estar rodeada de
tejidos eréctiles. Durante el curso de la estimulación sexual, la uretra
femenina empieza a aumentar de grosor y puede sentirse fácilmente
al tacto”. (100)
Su estudio fue revolucionario porque iba en contra de quienes
decían que la vagina era insensible. Esta idea de que la vagina no
tiene sensibilidad viene de la mano de textos muy misóginos de los
siglos XIX y XX, que presentan a las personas con vulva como seres
desprovistos de placer sexual. Así como también se
malinterpretaron textos feministas que hablaban de la importancia
del clítoris, tergiversando sus palabras para concluir que la vagina
no tenía sensaciones de placer.
Pero volviendo al “punto G”… ¡Gräfenberg en ningún momento
habló de un punto! Quienes le dieron nombre de punto fueron Alice
Kahn Ladas, Beverly Whipple y John D. Perry, quienes en 1982, en
su famosísimo libro The G spot and other discoveries about human
sexuality (El punto G y otros descubrimientos acerca de la
sexualidad humana), en vez de llamar a nuestra próstata como
corresponde le pusieron el nombre de “punto G”, al usar la
investigación de Grafenberg como base.
A partir de ese libro surgieron más libros, nuevos imaginarios y
mitos colectivos, y se estableció la creencia de que las personas con
vulva tienen un punto adentro que las hace orgasmear. De ahí en
adelante salieron muchísimos manuales (muchos dirigidos a
varones cis) sobre “cómo estimularle a tu mujer el punto G”.
Catherine Blackledge, en La historia de la vagina describe cómo y
dónde está ubicada nuestra próstata y cuenta cómo fue aceptada
por miles de años, y solo ahora, pleno siglo XXI, su existencia es
cuestionada. De la próstata ya habían hablado Aristóteles en el siglo
IV a. e. c., o el anatomista Galeno en el siglo II, por ejemplo. Y no
fue hasta 1880, cuando el ginecólogo británico Alexander Skene
cambió la opinión pública sobre nuestra próstata, limitando su
investigación solo a las dos glándulas más grandes de todo el
conjunto —que es mucho más extenso— y bautizándolas con su
nombre. Ahí la idea de la próstata “femenina” cayó en el silencio
absoluto, mientras que se empezó a establecer la idea de que la
esponja de la uretra era un tejido degradado o atrofiado del varón.
Hoy en día, salvo excepciones, se sigue creyendo eso. Si googleás
“próstata femenina” te vas a encontrar con todo tipo de negaciones,
confusiones y mitos.
Cada década tiene su mandato a modo de emblema en lo que
refiere a nuestra sexualidad: en los años ochenta fue el punto G; en
los noventa, los multiorgasmos; en los dos mil, la eyaculación o
“squirt”, que es la expulsión de líquido desde la vulva durante la
excitación sexual (lo veremos más adelante). Son estereotipos que
se imponen, se nos muestran en todas partes, indicándonos que
somos todes iguales y que eso tiene que pasarnos a todes, y
cuando no pasa —porque no todes encontramos el “punto G”, o
eyaculamos o tenemos cinco orgasmos seguidos— nos frustramos,
nos sentimos mal con nosotres mismes: ¿por qué yo no puedo?
¿Estaré fallade? ¿Qué me pasa? Cuando, como vimos repetidas
veces, cada persona tiene su única y propia distribución del mismo
aparato sexual y formas de placerear y eso hace que no todes
experimentemos las mismas cosas.
Un estudio publicado en La historia de la vagina demuestra que
algunas personas tienen mayor concentración de glándulas y
conductos prostáticos en diferentes lugares, y eso hace que todes
sintamos distintos grados y zonas de placer. Algunas personas
tienen concentradas esas glándulas y conductos en el cuello de la
vejiga urinaria, o sea, bien hacia atrás: esas personas pueden
experimentar placer con la presión o estimulación bien al fondo,
contra la pared frontal de la vagina, pero pasando el “punto G”, ya
llegando al final de la uretra. Otras, los tienen distribuidos
uniformemente a lo largo de todo el tracto de la uretra: estas
personas encontrarán placer distribuido más uniformemente a lo
largo de toda la zona de contacto entre vagina y uretra. Y a otras se
les concentran más intensamente en la entrada de la uretra, o sea,
al principio de esta, pegados a la salida hacia afuera. Estas van a
ser las que encuentren más placer en la zona del famoso punto G.
Existe un pequeño porcentaje que directamente no tiene este tejido,
otro que lo tiene bien tirado al frente de la vulva y entonces
experimenta placer con el tacto o presión por fuera, alrededor de la
salida de la vejiga, etc., etc.
Asimismo, en vez de placer, podemos llegar a sentir dolor o irritación
en la zona al estimularla: a veces la sensibilidad es mucha y se
vuelve abrumador, a veces el estímulo es preferido en cierto
momento del encuentro sexual, pero en otros es insoportable. Por
esto, si bien muchas personas sienten un gran placer metiendo los
dedos y presionando para arriba, otras muchas sienten mucho
placer en la estimulación externa alrededor de la uretra (y a muchas
esto no les genera nada, o hasta les duele).
¿ENTONCES EYACULAMOS?
En la próstata es en donde se origina nuestra eyaculación. Para que
esto suceda, tenemos que estimularla de alguna manera en los
lugares que fui nombrando arriba, probando qué es lo que más te
gusta a vos.
La estimulación puede ser frotando, presionando o usando un
vibrador, o lo que sea que a vos te estimule; y si eso no sucede, si
no encontrás placer en esos lugares, ¡está bien también! No todes
tenemos por qué encontrar nuestra próstata, o por qué sentir placer
en ella.
En mi comunidad de Instagram obtuve algunas respuestas
interesantes al respecto: de 2200 personas, un 41% dijo haber
squirteado/eyaculado alguna vez en su vida, y un 59% dijo no haber
eyaculado/squirteado jamás.
También pregunté si les sucedía habitualmente. De 1900 personas,
un 16% dijo que sí, y un 84% dijo que no. Muches relataron que fue
cosa de una sola vez, con una persona en particular. A las personas
con vulva que sí eyaculan/squirtean les pregunté si encontraban un
placer orgásmico en ello: un 56% dijo que sí, un 44% dijo que no.
Y por último, pregunté si encontraban algo de placer (sin importar si
conducía o no al orgasmo) squirteando/eyaculando: un 67% dijo que
sí, un 33% dijo que no.
Estos resultados son bastante confusos, por eso creo que hay tanta
negación y desinformación aún en esta área: no se quiere estudiar
un tema que implica que no todas las mujeres funcionamos igual. Y
digo mujeres a propósito, porque los estudios científicos hablan de
mujeres. La ciencia es binaria y patriarcal aún, y necesita
entendernos como a un solo tipo de individuo idéntico. ¿Cuántas
veces escuchaste “a las mujeres les gusta de tal manera” o “las
mujeres son así o asá” o “las mujeres necesitan X tiempo para
calentarse” o escuchaste hablar de “fórmulas mágicas” para
squirtear, chupar concha, orgasmear? ¿Cuántas veces nos
escuchaste tratades a todes por igual?
La eyaculación, así como el orgasmo, así como la erección, así
como todo en nuestra sexualidad, es una experiencia única y
distinta para cada persona, no nos va a pasar nunca exactamente lo
mismo que a le otre.
De la gente que eyacula/squirtea, hay quienes liberan solo un
poquito de líquido, o una sola vez por encuentro sexual, hay quienes
mojan una cama entera y liberan mucho, muchísimo líquido en cada
encuentro. Hay quienes tienen control sobre su eyaculación, y
pueden frenarla y avanzarla a su gusto, hay quienes no tienen
ningún tipo de control. Hay quienes lo disfrutan mucho, hay quienes
están hartes de que pase. Hay quienes saben hacer lo necesario
soles, con sus manos, o con juguetes, hay quienes solo les pasa si
otra persona les toca.
Hay quienes pueden seguir las recetas para squirtear (que hoy
proliferan por todas partes, como si fuésemos electrodomésticos
que funcionáramos tocando dos o tres botones de cierta forma…),
hay a quienes les pasa haciendo cosas totalmente distintas a las
recetas. Hay quienes aman el líquido que sale, hay quienes lo odian.
Hay a quienes les encanta avisar por adelantado, hay quienes
prefieren no decir nada y sorprender. ¡Y podría seguir por páginas
dando ejemplos!
Pero ¿qué es la eyaculación en las vulvas? Es un líquido de color
blancuzco. Tiene varios componentes que también tiene la
eyaculación de los penes, como PSAP (fosfatasa ácida prostática
específica, por sus siglas en inglés) y otras enzimas más, junto con
un poco de urea y creatinina, y hasta tiene el mismo tipo de azúcar
que contienen las vesículas seminales de los penes: fructosa.
Y, ¿de dónde sale nuestra eyaculación? Sale de nuestra próstata, se
genera en ella y se expulsa para afuera de dos maneras distintas,
que hacen a la diferencia entre eyaculación y squirt.
EYACULACION VS. SQUIRT
La eyaculación es la que se genera en las glándulas parauretrales y
sale directo de ellas. Suele salir con algo de impulso, despedida
hacia afuera, y suele ser una pequeña cantidad de fluído (una
cucharada aproximadamente) y es en esta ocasión cuando el líquido
eyaculado es muy parecido al líquido que eyaculan los penes: su
composición química es prácticamente idéntica a ese porcentaje de
líquido que viene de su próstata. Generalmente tiene un color
blancuzco, no tiene olor y el sabor es un tanto dulzón. Puede ser
liquida como el agua o un poquito más espesa.
En cambio, el squirt sale directamente por la uretra. Básicamente es
lo mismo que la eyaculación, pero en vez de generarse en las
glándulas parauretrales, lo generan las otras glándulas prostáticas
que están insertas en la esponja de la uretra y al expulsarse se
diluye con líquidos de la vejiga (no todos los que conforman el pis
pero sí algunos). Suele ser más transparente, o tener algún muy
leve tono amarillento, un sabor un poco más variable de persona en
persona y puede llegar a tener algo de olor, o no. Puede repetirse
varias veces por encuentro o no, puede llegar a salir en forma de
chorros con impulso (como se ve en el porno) o puede llegar a salir
sin ningún impulso, chorreándose por las piernas, la cola, la cama,
el piso, etc.
Yo suelo llamar “eyaculación” a ambas cosas. Algunos libros y
estudios (101) demuestran que en realidad todas las personas
podemos eyacular si se nos estimula la próstata, pero que algunas
eyaculan hacia afuera (y esas personas lo notan) y otras eyaculan
retrógradamente, o sea, hacia adentro (esas personas no lo notan,
porque el líquido se va hacia la vejiga y sale después, junto al pis).
Muchas personas con vulva experimentan con la estimulación de la
próstata un placer muy intenso, y la sensación de ganas de hacer
pis, pero no expulsan ningún líquido. También podría ser el motivo
por el que muchas veces después de la estimulación en esta área
nos encontramos con la vejiga llena. No se sabe bien por qué
algunas personas eyaculan hacia afuera y otras retrógradamente,
podría llegar a deberse a una debilidad en el suelo pélvico, o en la
forma de la esponja de la uretra o próstata, o a que no todes tienen
las glándulas parauretrales desarrolladas, entre otros motivos.
¿Y por qué la sensación de ganas de hacer pis? Porque la
sensación de estar por eyacular es muy similar a tener ganas de
hacer pis. Por eso, justamente, muchas personas en ese momento
previo a la eyaculación frenan y van a baño. La sensación es muy
parecida, porque la próstata está enraizada en la uretra.
Muchas veces (¡no siempre!) la clave es simplemente dejarse ir. Y
comprobar que lo que sale no es pis. De todas maneras, es
importante tener claro que no siempre pasa. Desde hace algunos
años, la eyaculación empezó a verse reflejada en el porno, “squirt”
es toda una categoría. Y existe tal nivel de confusión que una de las
preguntas que más recibo es: “Yo no logro eyacular, ¿qué me pasa?
¿No tengo orgasmos si no eyaculo?”.
No todo el mundo eyacula, y que no te haya pasado no quiere decir
nada malo. Y, de hecho, no siempre el hecho de expulsar este
líquido está ligado al placer: eyaculación y orgasmo son asuntos
separados. La eyaculación de las personas con vulva no coincide en
todos los casos con el orgasmo: algunas personas eyaculan antes
del orgasmo, otras durante y otras después.
Algunes encuentran la eyaculación súper placentera, y otres
(¡muches!) ni se dan cuenta cuando sucede, simplemente sucede
en algún momento del encuentro sexual y no les produce un placer
específico. Puede pasar que si te genera placer, este sea suficiente
como para alguna vez juntarse con el orgasmo. Pero la eyaculación
es un acto que hasta podría ser mecánico, puede llegar a pasar
cuando ni siquiera estás excitade (es muy raro, ¡pero pasa!). El
orgasmo no: si no estás caliente, si tu cerebro no quiere, no hay
orgasmo. ¡Si se juntan, es casualidad!
Esta confusión con la eyaculación en vulvas como algo siempre
orgásmico, viene del porno y de medir y aprender todo lo
relacionado con el sexo en términos de penes. Como vivimos en
una sociedad que valora lo visual por sobre lo sensorial, el cine
porno se fue acomodando a representar de manera visual el
orgasmo de las personas con vulva. Sin nuestra eyaculación, solo
tenían los tristes y ridículos gemidos que nos asignaron.
Por último, quisiera insistir en que la eyaculación y/o el squirt no son
una meta más en nuestra sexualidad. La estimulación en la próstata,
esponja de la uretra, punto G, o como quieras llamarle, puede
darnos un placer súper intenso (o no, depende de cada une) pero la
eyaculación no es un objetivo más a cumplir, no es algo que
TENEMOS que lograr.
La cultura en que vivimos no puede parar de imponernos mandatos
sexuales (y de todos los demás tipos también, claro): cuanto más
confundides, presionades y frustrades estemos, mejor, porque si nos
frustramos pasamos a ser totalmente funcionales al sistema de
consumo. La deuda de nuestra sexualidad no es liberar un chorro,
es la información, la deuda es el placer que nos negaron por siglos.
Por supuesto, si querés probar cómo hacerlo, hacelo, hay mil
tutoriales en internet sobre el tema, seguramente algo divertido en el
camino vas a encontrar; pero no te pongas la eyaculación como
objetivo, y que no termine en frustración si no sucede. No pasa nada
si no eyaculás. No te estás perdiendo de nada. Cada persona tiene
su propia y única experiencia sexual, organizada a su propia y única
manera, nunca nos funciona todo de la misma manera que a le otre.
INTERSEXUALIDAD Y MUTILACIÓN
Al principio del capítulo explicamos que clítoris y pene son
homólogos, como resultado del mismo origen del embrión. Pero
muchos embriones (los XXY), mientras se desarrollan, responden
distinto a la tanda de hormonas de la que hablamos al principio. No
se definen para un lado o para el otro: son intersexuales. Y le bebé
que nace a partir de uno de estos embriones lo hace con una
configuración en sus genitales diferente a la norma binaria
establecida por la ciencia, que nos mostró solo dos (bastantes
limitadas) opciones de genitales, que en realidad son los dos
extremos de un espectro mucho más grande. (Las variaciones
pueden ser en los genitales externos, o en los órganos sexuales
internos).
Intersex es un término que se utiliza para llamar a las personas que
nacen con configuraciones de su aparato sexual distintas a las que
nos muestran los libros (en los genitales, en las gónadas, en los
niveles hormonales, o en los patrones cromosómicos). Así como
pasa con el género, nos enseñaron que hay una manera de ser
mujer y una sola manera ser varón y que esto tiene que ver con lo
que tenemos entre las piernas. En la escuela, en internet, en los
videos hoy en día se nos muestra una única forma posible de vulva
y de pene, pero dentro de las infinitas posibilidades existe la
posibilidad de los genitales intersex. (102)
Hay muchas formas de ser intersex, muchas posibilidades de
organizaciones diferentes de los genitales, y ninguna es
determinante del género ni de la orientación sexual de esa persona.
Que los genitales se parezcan más a una vulva que a un pene no
significa que esa persona sea “mujer” ni que le tengan que gustar
los varones. Lo único que importa es cómo se identifica y cómo se
siente esa persona, quizás tiene genitales más parecidos a un pene,
pero se reconoce como mujer, o se reconoce varón, o se
autopercibe no binarie. La decisión de la vivencia sexual (su
identidad, su expresión y percepción de género) siempre está en la
persona, no en la apariencia de los genitales, ni debería ser una
decisión de les mediques.
“
Intersex es un término que se
utiliza para llamar a las personas
que nacen con configuraciones
de su aparato sexual distintas a
las que nos muestran los libros
(en los genitales, en las gónadas,
en los niveles hormonales, o en
los patrones cromosómicos).
67. Emily Nagoski (2015). Come as You Are: The Surprising New Science that Will
Transform Your Sex Life. Simon & Schuster. Nueva York.
68. Emily Nagoski (2015). Come as You Are: The Surprising New Science that Will
Transform Your Sex Life. Simon & Schuster. Nueva York.
69. Emily Nagoski (2015). Come as You Are: The Surprising New Science that Will
Transform Your Sex Life. Simon & Schuster. Nueva York.
70. Pabla Pérez San Martín (2015). Manual introductorio a la ginecología natural.
Ginecosofía Ediciones. Valparaíso.
71. Jen Gunter (2019). The Vagina Bible: The Vulva and the Vagina – Separating the
Myth from the Medicine. Kensington. Nueva York.
72. Classification of anatomical variation in female external genitalia, Gynodiversity.
http://gynodiversity.com/
73. ¿Te imaginás? ¡Te sentás en la butaca del cine y aparece una publicidad de un
varón bailando por campos de flores y corriendo en playas feliz porque tiene el escroto
depilado!
74. Jen Gunter (2019). The Vagina Bible: The Vulva and the Vagina – Separating the
Myth from the Medicine. Kensington. Nueva York.
75. Iwanky, P. et alt. (2014). “Dismorfia de genitales externos en la población
pediátrica”, en Revista Argentina de Cirugía Plástica, Publicación de la Sociedad
Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora, 20(1) 22-26. (Obviamente la
revista dice mujeres).
76. Jen Gunter (2019). The Vagina Bible: The Vulva and the Vagina – Separating the
Myth from the Medicine. Kensington. Nueva York.
77. Emily Nagoski (2015). Come as You Are: The Surprising New Science that Will
Transform Your Sex Life. Simon & Schuster. Nueva York.
78. Todos estos porcentajes y muchos más los podés encontrar en el paper de
Gynodiversity.com. No dejes de leerlo, es súper interesante. Y en la página, tienen
millones de imágenes de vulvas de verdad.
79. Puppo, V. (2013). “Anatomy and physiology of the clitoris, vestibular bulbs, and labia
minora with a review of the female orgasm and the prevention of female sexual
dysfunction”, en Clinical Anatomy, 26 (1) 134-152.
80. Ellis, H. (2006). Clinical Anatomy: a revision and applied anatomy for clinical
students. Oxford Blackwell Publising Ltd. 159(1), 31-35.
81. Jen Gunter (2019). The Vagina Bible. Jen Gunter (2019). The Vagina Bible: The
Vulva and the Vagina – Separating the Myth from the Medicine. Kensington. Nueva
York.
82. Jen Gunter (2019). The Vagina Bible: The Vulva and the Vagina – Separating the
Myth from the Medicine. Kensington. Nueva York.
83. Hegazy, A. A., & Al-Rukban, M. O. (2012). “Hymen: facts and conceptions”, en The
Health 3 (4), 109-115.
84. Emily Nagoski (2015). Come as You Are: The Surprising New Science that Will
Transform Your Sex Life. Simon & Schuster. Nueva York.
85. En realidad, desde 1964, el Comité Internacional Federativo de Terminología
Anatómica dictaminó que no deben usarse epónimos ni nombres propios. Y se siguió
insistiendo en ello con el correr de los años en cada encuentro. Sin embargo (salvo
entre la gente que habla de sexualidad con una perspectiva feminista y con un interés
en la sexualidad), a hoy, 2021, se siguen nombrando “de Skene” y “de Bartolino”. Otro
ejemplo es nuestra próstata: a pesar de haber sido mencionada, aceptada y reconocida
como tal desde las épocas de Galeno y de que De Graaf, en 1672, haya diseccionado
una próstata de un cuerpo femenino, el ginecólogo estadounidense Alexander Skene
en 1880 pasó por alto este descubrimiento y decidió centrar su investigación solo en las
glándulas frontales de este conjunto bautizándolas con su apellido. Claramente,
necesitamos que se actualicen los contenidos.
86. Mitz Laurie (2017). Becoming Cliterate: Why Orgasm Equality Matters. And How to
Get It. HarperOne. Nueva York
87. Emily Nagoski (2015). Come as You Are: The Surprising New Science that Will
Transform Your Sex Life. Simon & Schuster. Nueva York.
88. O'Connell H.E. et alt. (2008). “The Anatomy of the Distal Vagina: Towards Unity”, en
The Journal of Sexual Medicine, 5, (8), 1883-1891.
89. Rebecca Chalker (2000). The Clitorial Truth: The Secret World at Your Fingertips.
Seven Stories Press, Nueva York.
90. Pendergrass P., et. alt. (2003). “Surface Area of the Human Vagina as Measured
from Vinyl Polysiloxane Casts”, en Gynecol Obstet Invest, 55 (2), 110-113.
91. https://www.lastwordonnothing.com/2016/07/28/the-failed-vagina-story/
92. Pabla Pérez San Martín (2015). Manual introductorio a la ginecología natural.
Ginecosofía Ediciones. Valparaíso.
93. Puppo V. y Puppo G. (2014). “Anatomy of sex: Revision of the new anatomical
terms used for the clitoris and the female orgasm by sexologists”, en Clinical Anatomy.
28(3); 293-304.
94. Puppo, Vincenzo (2013). Anatomy and physiology of the clitoris, vestibular bulbs,
and labia minora with a review of the female orgasm and the prevention of female
sexual; Puppo, V. (2011). “Embryology and anatomy of the vulva: the female orgasm
and women’s sexual health”, en Eur J Obstet Gynecol Reprod Biol. Enero. 154 (1):3. E-
pub 15/09/2010.
95. Ethel Sloane (2002). Biology of Women. Delmar Cengage Learning. Nueva York.
96. Jannini, E. A. et alt. (2014). “Beyond the G-spot: clitourethrovaginal complex
anatomy in female orgasm”, en Nature Reviews Urology, 11(9), 531-538.
97. Milan Zaviačič y et. alt. (1998). “The Female Prostate”, en Journal of the National
Cancer Institute, 90(9), 713; Kurman J. (1994). Blaustein’s pathology of the female
genital tract. Springer, Boston.
98. Rubio Casillas A. et alt. (2011). “New insights from on case of female ejaculation”,
en The Journal of Sexual Medication 8(12), 3500.
99. Catherine Blackledge (2005). Historia de la Vagina: Un territorio Virgen al
descubierto. Península. Barcelona.
100. Grafenberg, E. (1950) “The role of urethra in female orgasm”, en The International
Journal of Sexology 3(3), 145-148.
101. Diana J. Torres (2015). Coño Potens: manual sobre su poder, su próstata y sus
fluidos. Txalaparta. Navarra.
102. Las nuevas (muy nuevas) generaciones de niñeces, de ciertos ámbitos sociales
están empezando a recibir información al respecto, gracias a les docentes que se
comprometen con la ley de Educación Sexual Integral.
103. Sax L. (2002). “How common is lntersex? A response to Anne Fausto-Sterling”, en
The Journal of Sex Research, 39(3) 174-178.
104. Y te doy este ejemplo, porque creo que grafica muy bien la confusión que tenemos
con la penetración.
- CAPÍTULO -
ORGASMOS Y PLACER:
¿ACABAR, TERMINAR, LLEGAR?
Si googleamos la palabra “orgasmo”, el primer resultado, sin
siquiera abrir la página, dice: “El orgasmo es la culminación
de una relación sexual, un clímax que produce una
sensación de liberación repentina y placentera de la tensión
acumulada desde el momento en que se inicia la fase de
excitación”.
Ante la falta de educación sexual que tenemos, es probable que
Google sea la fuente más consultada en estos temas. Parece
inocente, y seguro estás pensando: “Tati, qué pesada, es solo
Google”, pero no, no es solo Google, es el lugar adonde una
inmensa mayoría de personas va a buscar respuestas sobre el
placer, sobre todo adolescentes, porque no las tenemos en ningún
otro lugar. En ese sentido, leer que el orgasmo es la “culminación”
de algo es ya crecer con una parte de la sexualidad truncada,
además de una confusión inmensa.
Una definición sobre el orgasmo que me gusta muchísimo es la del
médico y psicoanalista alemán Wilhelm Reich (1897-1957), que
definió al orgasmo como “la capacidad de rendirse ante la energía
sexual sin ninguna inhibición, la capacidad de descargar toda la
excitación sexual a través de movimientos involuntarios y
placenteros de todo el cuerpo”. (105) Me gusta esta definición por
varios motivos.
La falta de inhibición me parece clave: cuanto más soltamos los
mandatos y nos desinhibimos, más disfrutamos. Reich no nos está
diciendo cómo sucede ese orgasmo, lo único que dice es que son
movimientos involuntarios y placenteros. Y eso me parece
importante porque estamos muy acostumbrades a que nos digan
que el orgasmo es un momento increíble, tremendo, súper intenso,
una locura, la “pequeña muerte”. Toda la vida lo vimos representado
con gritos, tirones de sábanas, mordidas de labios, placer
intensísimo. Pero no siempre es así. Porque el orgasmo es una
experiencia única, personal de cada une… y otra vez: porque somos
todes distintes.
Existen orgasmos megaintensos, sí. Pero también hay orgasmos
casi confundibles con un estornudo. Orgasmos que generan risas
incontrolables, orgasmos que liberan llantos indómitos, orgasmos
súper genitales, orgasmos de todo el cuerpo y orgasmos que
apenas se sienten, orgasmos que nos hacen gritar y orgasmos
silenciosos, para adentro: nada tiene que ver la intensidad del
orgasmo con qué tan expresives seamos. Y a veces no hay
orgasmos.
Reich en su definición tampoco determina en qué momento del
encuentro sexual se da el orgasmo, es decir, no nos está marcando
que el orgasmo es el final, la culminación del encuentro sexual.
Pensar que tener un orgasmo es “teminar”, “llegar”, “acabar” nos
llena de ansiedad. Por un lado nos hace sentir que es el final de
algo, que llegamos al objetivo, al final de la carrera. Quizás sí, un
orgasmo puede ser el final de un encuentro sexual, pero
perfectamente puede no serlo, podemos seguir si tenemos ganas,
podemos tener otros orgasmos más, o podemos seguir sin intentar
tener otro. Podemos no orgasmear en ese encuentro. O podemos
no haber orgasmeado jamás.
EL MODELO COITOCENTRISTA
Un recordatorio: el coitocentrismo es la tendencia que nuestra
sociedad tuvo por siglos a creer que el sexo en sí mismo es la
secuencia:
besitos - pene adentro de vagina - orgasmo del pene - fin.
Este modelo, obviamente heterosexual, es toda la educación sexual
que tuvimos (¡con suerte!) por generaciones. En esta secuencia, el
final del encuentro sexual es el momento del orgasmo de la persona
con pene. Por eso (y por muchas más cuestiones que venimos
viendo a lo largo de libro) muchas veces (no siempre) los
encuentros sexuales entre dos personas con vulva se vuelven más
placenteros, porque nada marca el final más que el cansancio de
una o las dos partes (que también puede ser una pausa).
La educación sexual que tuvimos (si creciste entre los años ochenta
y los dos mil como yo) nos marcó muy claramente que el orgasmo
del varón era lo que terminaba con la relación sexual, que no había
otra opción en este mundo más que ser cisgénero, heterosexual,
monógame y que era imprescindible encajar en los estándares de
belleza.
Si fuiste socializade como mujer, además te enseñaron que tu deber
es complacer al varón que tiene un apetito sexual más alto que el
tuyo, que él te desea siempre, porque es el pasional del vínculo, y
que vos debes responder a su deseo, sea como sea. De paso te
enseñaron a contar la cantidad de veces que cogiste según cuántos
orgasmos masculinos presenciaste.
Todo está centrado en el coito, en la eyaculación/orgasmo del varón
cis, porque es la reproducción. ¡Pensá que es la única práctica
sexual para la que tenemos métodos de profilaxis!
Con el orgasmo de alguien con pene lo único que —generalmente—
acaba es la posibilidad de seguir penetrando. Sigo
leyendo/escuchando en redes, memes, libros y revistas que hablan
de sexualidad decir que el varón tiene un periodo refractario más
largo que la mujer, o que las mujeres no tienen periodo refractario y
que, por lo tanto, todas somos multiorgásmicas. O que un clítoris
puede tener 25 orgasmos seguidos. Sí, siempre dicho en binario, y
en hétero.
El período refractario es el tiempo desde el orgasmo hasta que
vuelve la excitación. Esto lo establecieron Masters y Johnson en la
década de 1960 cuando, como vimos en el capítulo 1, decidieron
que todes teníamos una respuesta sexual más o menos parecida. Si
pensamos en nuestras sexualidades antes de 1966, es bastante
lógico pensarnos de esa forma. Pero de 1966 hasta acá pasaron
cosas. Salieron a la luz tantas identidades y maneras en las que nos
relacionamos sexualmente que no podemos seguir expresando todo
en términos de heterosexualidad, ni de manera tan generalizada.
Tenemos que dejar de asumir la sexualidad de le otre (y la propia),
sus gustos, preferencias y tiempos según el género al que
pertenezcan. Quizás alguien con pene después de su orgasmo
“terminó”, quizás no; quizás alguien con vulva quiera seguir después
de tener un orgasmo, quizás necesite frenar… Cuando asumimos
algo sobre nuestra sexualidad o sobre la ajena, lo único que
hacemos es limitarnos/les.
La sexualidad es un espectro, sus tiempos, modos, formas y
placeres van variando. Existen personas con pene sin periodo
refractario o con periodos muy cortitos, así como existen personas
con vulva que después de un orgasmo no pueden seguir de ninguna
manera porque quedan sin energía, o les pasa con algunos
orgasmos y con otros no. Cada persona tiene su propia y única
respuesta sexual, sus propias fases, sus propios tiempos, y la vida
va haciendo, además, que esto varíe, que funcione distinto según
las etapas de la vida, la cotidianeidad, la alimentación, el sueño.
Que no exista erección no quiere decir que no haya excitación, y
que se acabe la erección lo único que quiere decir es que se acaba
la capacidad de reproducirse en una relación sexual entre una
persona con pene y una con vulva. Pero claro que este modelo es la
coartada perfecta para el egoísmo sexual de los varones cis. Con
esa excusa, se autodejaron eximidos de encontrar el modo de que
le otre placeree después de que ellos orgasmean. Y se pierden las
sensaciones postorgásmicas, que pueden ser súper estimulantes y
excitantes.
Por supuesto que un orgasmo puede dejarnos agotades, tanto a
personas con vulva como con pene, y sin ganas de seguir. En las
personas con pene, además, se da un proceso hormonal que puede
dejarlos en un estado de cansancio y somnolencia después del
orgasmo, pero no siempre y no a todas las personas les pasa. Al
patriarcado le vino bien esta excusa para generalizarlo de esta
forma, y enquistarle al varón cis la idea de que después de su
eyaculación no hay nada más que hacer.
Los roces entre los cuerpos post orgasmo, por ejemplo, también
forman parte del sexo, y pueden ser el estímulo para continuar con
la excitación, o no. De todas maneras, aunque todo terminase
después de la eyaculación… ¿la sexualidad se acaba después del
orgasmo? Los besos, los mimos, las risas, las caricias, las
mordidas, el vaso de agua, la respiración agitada, las miradas… ¿no
son parte del sexo en sí mismo? ¿Parte de nuestra sexualidad?
¿Vamos a seguir centrando todo en nuestros genitales?
ORGASMOS Y MULTIORGASMOS
Una de las mayores presiones para las personas con vulva es la
famosa multiorgasmia. Algunas personas después de un orgasmo
pueden seguir y con la misma estimulación tener otro, también hay
personas que uno o dos minutitos después de su primer orgasmo,
dándole a sus genitales un pequeño descanso, pueden (si quieren)
retomar con la estimulación genital. Y hay otras personas que no
pueden. Y nada de eso está mal o bien per se. Lo único que
tenemos que hacer es dejar de asumir que tenemos que funcionar
de una manera determinada, o ser igual a lo que nos contó nuestra
amiga, una revista o una cuenta de Instagram.
Hoy en día circula muchísima información sobre distintos tipos de
orgasmos “femeninos”. En su momento, la discusión fue si el
orgasmo era clitorial o vaginal, como vimos en el capítulo 1.
Después de un muy largo pasado en el que se nos indicaba que el
único tipo de orgasmo posible era el vaginal, o que no teníamos
sentimientos sexuales en absoluto, vamos abandonando ese
mandato, pero lastimosamente, también al mismo tiempo vamos
renovándolo inventando un montón de tipos de orgasmos nuevos
que todes deberíamos vivenciar.
¿Entonces? ¿Los orgasmos son clitoriales? ¿Vaginales?
¿Prostáticos? ¿Cerebrales? Que confusión, ¿no? Montones de
glándulas, órganos, nervios, músculos, ligamentos, cuerpos
eréctiles, tejidos, y, al final, ¿qué es lo que nos da placer? Una
respuesta posible es que todo eso, y nada de eso a la vez.
En el capítulo sobre anatomía vimos que, excepto por el canal
vaginal y el útero, todas las personas tenemos órganos sexuales
que tienen casi los mismos componentes, excepto que quedan
distribuidos de una manera en vulvas y de otra manera en penes. La
gran diferencia —además de la vagina y útero— es que las
personas con pene hacen pis, sienten placer, tienen orgasmos y
eyaculan con su pene, en algo que entendemos como todo un
órgano. En cambio, en las personas con vulva, por diferentes
motivos, todo aparece segmentado en el imaginario social, cuando
en realidad es todo parte de un mismo sistema que se encarga de
nuestro placer, de la reproducción, de orinar y de los orgasmos.
En esta división del placer es donde une piensa que se está
perdiendo de algo, que un estímulo le falta, que siempre hay un
orgasmo mejor que alcanzar, un lugar donde le otre siente placer,
pero une no. ¡Y HAY que llegar!
La oposición vagina/clítoris es el puntapié de muchos mitos muy
instalados. Nos han enseñado a pensar el placer desde conceptos y
estereotipos basados en el género: “a las mujeres les gusta que las
miren a los ojos”, “a los varones que les hablen sucio al oído”; “una
mujer tarda X minutos en calentarse”, “la mujer es más sentimental,
necesita tantos minutos de previa”, “el varón es más visual que la
mujer”. Son todos estereotipos de género, generalizaciones. La
manera en que vos encontrás tus orgasmos, lo que te excita, lo que
te calienta, los tiempos y estímulos que necesitás y las maneras en
que percibís tus orgasmos son diferentes a los de cualquier otra
persona. Por eso muchas veces la bajada de línea de cómo tiene
que ser el sexo es muy contraproducente, porque puede haber a
quien eso le sirva, pero siempre hay alguien a quien deja
confundide. Un ejemplo de esta confusión es la clasificación de los
orgasmos como vaginales versus clitoriales, que veremos más
adelante.
LA BRECHA ORGÁSMICA
En este apartado voy a hablar de manera binaria y cissexista,
porque así está comunicado el estudio de los Archivos de
Comportamiento Sexual de Estados Unidos —las publicaciones
oficiales de la Academia Internacional de Investigación Sexual—
que quiero mencionar sobre el tema orgasmos. (107)
Sobre 52.588 personas de variados intereses sexuales, (108) este
estudio realizado en Estados Unidos en 2017 arroja los siguientes
resultados sobre quiénes orgasmean usualmente cuando tienen
encuentros sexuales con otre:
El 95% de los varones heterosexuales.
El 89% de los varones homosexuales.
Un 86% de las mujeres homosexuales.
Un 65% de las mujeres heterosexuales.
Este estudio contó con muchísima exclusividad heterosexual, la
cantidad de personas homosexuales entrevistadas es bajísima al
lado de las hetero y habla únicamente de personas en vínculos
estables, monógamos y de entre 18 y 65 años. (Me encantaría
mostrarte uno donde también se incluyan personas transgénero,
viejas, solteras, no monógamas, pero no existe).
La cuestión es: ¿por qué sucede esta brecha en los orgasmos?
¿Por qué tan marcada diferencia entre las mujeres lesbianas y
heterosexuales? ¿Por qué un 35% de las mujeres hetero no
orgasmean en los encuentros sexuales con sus parejas y en cambio
solo un 14% de las lesbianas pasa por esa situación? ¿Cómo puede
ser que tantas mujeres no encuentren sus orgasmos y los varones
casi no tengan problema en esa área?
Esto se debe a muchos factores: nuestra sexualidad,
históricamente, nunca fue estudiada. Estuvo (y está aún) llena de
mitos, desinformación, negligencia, mentiras y represión y a
nosotres, quienes fuimos socializades como mujeres, nos educó
alguna mujer, y a esa mujer, otra; y a esa, otra; y cuantas más
generaciones para atrás vamos, más represión sexual sobre
nosotres hubo.
La poca importancia que se le dio por siglos al clítoris también tiene
mucho que ver. Los condicionamientos sociales y culturales que nos
moldean como objetos dadores de placer, pero nunca como sujetos
con derecho al goce influyen, claramente, muchísimo en nuestra
sexualidad. Los estereotipos de género en las prácticas sexuales,
los estándares de belleza, las violencias sexuales, etc…
Pero más allá de la historia, creo que también hay otros motivos.
Creo que las claves para encontrar los mejores orgasmos/placer
está en conocerse, quererse, mirarse, observarse sexualmente,
masturbarse y saber comunicarse. Claro que ninguna de estas
cosas nos fue permitida nunca. No solo no se nos incentivó a ello:
se nos indicó, se nos mostró, que la persona con vulva deseosa,
convencida de lo que quiere, es una loca. Pensá en todas las
películas con las que crecimos. Siempre la sexy, audaz y
determinada es la mala, o la psicópata, o la loca, o la ridícula, o
tiene algún problema…
Estoy convencida de que si no sabemos ni qué tenemos entre las
piernas, qué capacidades tiene y cómo estimularnos, no podemos
compartirnos con otra persona tan felizmente como quisiéramos
(puede que sí, pero sería una cuestión muy azarosa). La
masturbación es la clave para eso, ya lo veremos en el próximo
capítulo en detalle. Porque como cada persona tiene el placer
organizado de manera propia, no hay nadie más que une misme
para saber lo que se quiere en la cama, para pedirlo, y así poder
sentirlo.
Las personas socializadas como varones suelen llegar a su primer
encuentro sexual con muchas ventajas: por un lado, tienen
habilitado el conocerse, tocarse sus genitales, mirarlos, observarlos;
y, por otro, tienen permitida (no en todos los casos, pero sí en
mucha más proporción que nosotres) la autoexploración.
En nosotres la masturbación no es algo visible. Y menos cuando
éramos niñes: no se habla de la masturbación de las personas con
vulva, no se menciona. Por eso muchas llegan a no masturbarse (o
solo empiezan a hacerlo cuando arrancan su vida sexual con otras
personas) o si lo hacen, lo hacen con culpa, o miedo.
Todo esto nos lleva a encontrarnos siempre con un mayor nivel de
conflicto en nuestra sexualidad, a no entenderla, a no saber qué
tiempos, qué estímulos, y que movimientos necesitamos. Y a
esperar que lo sepa la otra persona. Si bien la bajada de línea fue
siempre esa, que es el varón hétero cis el que sabe lo que te gusta
a vos, nunca vos misme, somos nosotres les reponsables de
nuestros orgasmos.
Y ¿por qué la brecha entre “mujeres hetero” y lesbianas? Esto tiene
varios motivos: el sexo entre dos personas con vulva no es
representado en casi ningún lado (al menos no correctamente), por
ende no hay un “guion” que establezca un orden, o las prácticas
aceptables. Esto hace que sea más sencillo correrse de la norma y
disfrutar. Aunque existen, por supuesto, excepciones, porque todes
fuimos socializades como heterosexuales, y a veces la heteronorma
queda impuesta también en otros modos de relacionarse
sexoafectivamente.
Por otro lado, el sexo entre dos personas con vulva entiende de
turnos, entiende que un rato le toca a une, y otro rato a le otre (o
quizás un día le toca a une y otro día le toque a le otre) y esto es
algo que a la heterosexualidad le cuesta incorporar. Es lógico:
crecimos mirando en la tele a gente que tenía orgasmos
simultáneos siempre, encuentros en los que ambos mueren de
placer ante una penetración rápida y sencilla de cinco minutos.
También en el sexo entre dos personas con vulva hay menos miedo
y eso nos lleva a soltarnos más: las violaciones, abusos y acosos
suelen venir de la mano de varones.
Necesitamos empezar a coger con más libertades, con más
entregas, con menos miedos, con menos vergüenzas, con el cuerpo
entero. Y, por sobre todas las cosas, disfrutar y valorar las
sensaciones previas al orgasmo.
ORGASMEAR/NO ORGASMEAR
Entonces, si aproximadamente un 30% de nosotres no tiene
orgasmos, ¿qué onda? Hay personas que no tienen orgasmos, y
eso no quiere decir que no disfruten de la sexualidad. Hay algunas
que solo los tienen cuando se masturban —eso no quiere decir que
no disfruten de coger con otres—, y hay otras que solo orgasmean
con otras personas, eso no quiere decir que no disfruten de
masturbarse. Tenemos encuentros sexuales y nos masturbamos
para placerear, no para orgasmear: cuanto más te corras de la idea
del orgasmo como un fin, mejor la vas a pasar. Estar pensando en
un orgasmo es lo que más complica que suceda: es como tratar de
recordar una canción que no nos sale, cuanto más la pensás, más
difícil es recordarla. Y de golpe, cuando te olvidás y estás pensando
en otra cosa… ¡Boom! Ahí viene.
A medida que fui ampliando mis prácticas sexuales, descubrí que a
veces no orgasmear puede ser de lo más interesante, siempre que
podamos conectar con el placer. No quiero de ninguna forma
menospreciar el malestar o hasta angustia que puede llegar a sentir
alguien que no orgasmea. Y, además, ¿cómo saber si
experimentamos un orgasmo o no? Si la única referencia está en los
medios, el porno, el cine... Pero los orgasmos de muchísimas
personas no se parecen a eso, o no siempre: a veces son suaves,
confusos, tranquilos, prolongados.
Las consecuencias de la cantidad de siglos de menosprecio de
nuestro placer son devastadoras. Nos trataron de frígides, de
anorgasmiques, de anormales, de ninfómanas, de personas sin
sentimientos ni sensaciones sexuales.
La gran mayoría de nuestros problemas sexuales podrían resolverse
con información (¡y con la caída del patriarcado!), porque el
problema no es personal, es social. De todas maneras, no en todos
los casos, porque las cosas que nos formatean desde la niñez a
veces están demasiado arraigadas, pero sí estoy segura de que en
muchísimos casos se puede. Lo veo en cada uno de mis
acompañamientos.
Recuerdo muy especialmente acompañar en el camino hacia su
primer orgasmo a una mujer de 72 años. Su marido le había
devastado la autoestima, y al fallecer él, decidió trabajar en
reencontrarse con ella misma. Trabajamos por meses, hablamos,
nos sacamos tabúes (ella a mí, yo a ella), nos mostramos las vulvas,
nos olvidamos de la idea de que el orgasmo y el placer tenían que
venir de une otre… y un día me llamó desarmada en llanto:
masturbándose había tenido su primer orgasmo. Me habló del
tiempo perdido, y yo le hablé del tiempo ganado.
También a parejas/vínculos de todo tipo, en donde se habían
establecido muy tácitamente formas y modos que no favorecían a
ningune, pero se seguían repitiendo porque era lo aprendido, porque
“así funciona el sexo” y porque “de eso no se habla”. Sentades
conmigo, empezaron a hablar, a vomitar las lógicas impuestas, y a
crear una nueva manera de sentir placer.
Y personas que sentían vergüenza de reconocer que cierta práctica
sexual era la que les llevaba al orgasmo, entonces nunca
orgasmeaban, porque “esa forma jamás la vi, es rara, no es normal”.
“
La gran mayoría de nuestros
problemas sexuales podrían
resolverse con información (¡y
con la caída del patriarcado!),
porque el problema no es
personal, es social.
Queda clarísimamente demostrado cuán funcional es todo esto al
sistema. Leonore Tiefer, en A New View of Woman’s Sexual
problems, cuenta que con la invención del Viagra masculino, se
pusieron en la mira los “problemas sexuales” de las mujeres,
entrando en una competición por el Viagra femenino…, pero los
problemas sexuales de las mujeres difieren de los de los varones en
puntos básicos, que no están siendo estudiados y mencionados. A
saber:
Una falsa noción de equivalencia de la respuesta sexual entre
hombres y mujeres, basada en un patrón originalmente descrito
por Master y Johnson en 1966/1970, donde se concluyó que los
desórdenes sexuales deben ser similares. Tiefer y la psiquiatra
Rosemary Bason lo discuten demostrando claramente que las
mujeres no encajan del todo en la respuesta sexual descrita por
esos investigadores. El énfasis en las similitudes genitales y
psicológicas entre varones y mujeres ignora las implicancias de
las inequidades de género, clase social, etnia y orientación
sexual; y que las condiciones sociales, políticas y económicas —
que incluyen la violencia sexual— limitan el acceso de las
mujeres a la salud, el placer y la satisfacción sexual.
El borramiento del contexto relacional o vincular de la sexualidad.
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
(DSM por sus siglas en inglés) se saltea los aspectos relacionales
de la sexualidad de las mujeres, que suelen ser una de las raíces
de los problemas de insatisfacción sexual (querer complacer,
miedo a ofender, perder o enojar, la constante presión por gustar,
etc.). El DSM usa una mirada exclusivamente individual del sexo
y asume que si todas las partes funcionan, no debería haber
problemas. Es imposible tratar o medir los problemas sexuales
sin tener en cuenta la relación en la que el sexo sucede.
La nivelación de las diferencias entre mujeres: no todas las
mujeres somos iguales, ni tenemos el mismo nivel de
necesidades sexuales. Cada mujer tiene sus diferentes valores,
miradas de la sexualidad, y trasfondos sociales y culturales, y
estas diferencias no pueden ser reducidas a una sola noción de
disfunción y tratamiento.
En vez de indagar en estas categorías, la ciencia está
“obsesionada” con encontrar una cura única, física, que “arregle”
los genitales. Que obviamente nos van a vender en la farmacia…
Pero no hay una pastilla mágica que arregle los problemas
socioculturales, políticos, psicológicos y sociales de las personas
socializadas como mujeres.
EL MODELO HETEROSEXUAL
Uno de los temas con los que más me encuentro en los
acompañamientos (y en las redes sociales) tiene que ver con una
problemática estrictamente heterosexual que ya vimos: persona con
pene orgasmea y se acaba el sexo.
Así nos lo enseñaron, pero no tiene por qué ser así. De hecho, que
sea así colabora un montón con nuestra falta de orgasmos. El sexo
pene-en-vagina nos hace sentir que una vez que el pene eyaculó ya
no hay posibilidades de continuar con el encuentro. Sin embargo
todas las demás prácticas son posibles: si la persona con pene
eyacula primero, igual tiene manos para tocar, boca para chupar u
ojos para mirar (si quien no orgasmeó quiere mostrarse), o quizás
pueda usar algún juguete si es lo que la otra persona quiere.
Cuando establecemos esto, se aflojan muchos mandatos que hacen
que las cosas no fluyan. Si yo sé que con la eyaculación peneana se
acaba todo, probablemente esté pensando en orgasmear más o
menos rápido para no perderme la posibilidad. Si la eyaculación no
es el fin, la persona con pene puede relajarse mucho más: no tiene
que aguantarse de orgasmear o pensar en si la otra persona
orgasmeó o no, y después de hacerlo puede continuar (si su
compañere sexual así lo desea) en la búsqueda del placer ajeno,
que quizá hasta pueda desencadenar una nueva excitación. Y la
persona con vulva puede relajarse también, sin estar pensando en
orgasmear rápido para no quedarse sin orgasmo.
Es importante aclarar que el orgasmo en simultáneo es bastante
difícil que suceda, siempre digo que es como un eclipse: para que
pase se tienen que alinear un montón de cuestiones.
Para concluir: el propio placer solo puede descifrarlo une misme, en
base a sus sensaciones y sentimientos. No se puede medir,
comparar ni contabilizar, y, por sobre todas las cosas, no se puede
cerrar a todas las personas con vulva a una sola manera de gozar,
porque todas estamos configuradas de diferentes maneras, físicas,
mentales, fluctuantes y cíclicas.
Crecimos bajo un modelo coito y heteronormado, con miedo, con
culpa, con asco, con abusos, con violaciones sobre nuestro sexo, y
eso llevó a altos porcentajes de personas insatisfechas con su
sexualidad, sin orgasmos, sin placer. Nadie puede decirnos cómo
gozar, es hora de que derribemos esa construcción impuesta sobre
el placer y armemos nuestro propio y único modelo de sexualidad,
de encontrarnos sexoafectivamente y de desear.
“
No se puede medir, comparar ni
contabilizar, y, por sobre todas
las cosas, no se puede cerrar a
todas las personas con vulva a
una sola manera de gozar,
porque todas estamos
configuradas de diferentes
maneras, físicas, mentales,
fluctuantes y cíclicas.
105. Wilhelm, R. (1973). The function of the orgasm: Sex-economic problems of
biological energy. Farrar, Straus and Giroux. Nueva York.
106. Debby Herbenick et alt. (2019). “Feeling scared during sex”, en Journal of Sex &
Marital Therapy, 45 (5), 424-439.
107. David A. Frederick et alt. (2017). “Differences in Orgasm Frequency Among Gay,
Lesbian, Bisexual, and Heterosexual Men and Women in a U.S. National Sample”, en
Archives of Sexual Behaviour, 47(1), 273-288
108. 52.588 hombres y mujeres de EE. UU., que cumplían con los criterios: 18-65 años;
que hubieron completado la encuesta completa en NBC News; que indicaron estar:
casades, re-casades, en concubinato, saliendo/viendo a una persona; que aseguraron
haber mantenido intimidad en el último mes. Edad promedio: 37,2 años para mujeres;
42,4 años para hombres. Hombres: 27.034 Mujeres: 25.554. Hombres heterosexuales
(N= 26.032), hombres gay (N= 452), hombres bisexuales (N= 550), mujeres lesbianas
(N= 340), mujeres bisexuales (N= 1112), mujeres heterosexuales (N=24.102) y No
recolectaron datos del género de sus parejas sexuales.
- CAPÍTULO -
LA SEXUALIDAD INDIVIDUAL: LA
PAJA ES SEXO
La mayor parte de los diccionarios definen a la masturbación
como “la estimulación de los genitales propios o ajenos, con
manos, objetos o juguetes”, y al sexo como un conjunto de
actividades y comportamientos relacionados con el placer
sexual, que socialmente suele estar ligado directamente al
coito. Entonces, ¿la paja es sexo?
Esa pauta, precisamente, es la que nos separa y nos hace entrar en
conflicto. Creo firmemente que hay que redefinir las prácticas y las
palabras que envuelven nuestra sexualidad, para dejar de arrastrar
conceptos viejísimos, patriarcales, heteronormados, coitocentrados
y machistas que ya nada tienen que ver con nosotres ni con lo que
queremos, que es básicamente vivir una sexualidad plena y propia.
La paja, la masturbación, es la exploración de nuestro placer en
solitario. Es cualquier tipo de actividad sexual con une misme que
nos dé placer, y que puede llevar o no al orgasmo. Y el sexo es la
exploración de nuestro placer, a través y en conjunto con el placer
de otra persona.
La pregunta sobre qué es lo que diferencia el sexo de la paja es un
lugar muy común en las consultas que recibo. Si tenemos un
encuentro sexual con alguien y le tocamos los genitales con las
manos decimos que “le masturbamos”. ¿Estamos cogiendo o nos
estamos haciendo la paja? ¿Acaso la práctica utilizada hace a la
división entre coger y masturbar?
La paja trae adjunta la idea de que es algo que hacemos cuando no
podemos coger, un tipo de consuelo (de ahí la palabra “consolador”
para llamar a los vibradores o dildos). Parece algo antiguo, pero
hasta hoy existen memes sobre esto. Y comentarios del tipo:
“Hicimos de todo menos coger”, “No cogimos, solo me hizo la paja”,
“Me tuve que tocar delante de él porque no me gustaba como me
cogía” (estos son algunos mensajes que recibí en Instagram). Pero
tocarnos, que nos toquen o tocar a alguien mientras cogemos es
parte de coger, es parte de la sexualidad misma, no es algo que
queda segmentado, y mucho menos es algo menos placentero o
menos importante que el encuentro genital/genital.
La sexualidad es con todo el cuerpo, con las partes del cuerpo que
queramos usar. Necesitamos dejar de pensar y de trasmitir la idea
de que el sexo es solo sexo cuando se juntan dos genitales. Si no
cambiamos estas definiciones, estamos separando un modo muy
válido de tener sexo (con las manos o juguetes, por ejemplo) de la
sexualidad conjunta, y eso no tiene mucho sentido. ¿Por qué tiene
que ser diferente el sexo si se hace con manos, pies, otras vulvas,
otros penes, juguetes, boca, tetas? Muchas personas solo
encuentran sus orgasmos a través del estímulo con las manos o con
juguetes, ¿por qué descartaríamos esa opción como un encuentro
sexual, haciéndole sentir a esa persona que no está cogiendo, sino
que está “masturbándose con otra persona”? Ese reduccionismo
daña y confunde.
Si queremos, de todas maneras, trazar una línea y para que quede
claro el concepto: la masturbación es hacia y con une misme; el
sexo, el acto sexual, el encuentro sexual es con otre/s. Todes
tenemos una sexualidad individual y una sexualidad compartida, y
ambas sexualidades se nutren y alimentan entre sí. Y no hay una
mejor o peor que la otra, algunas personas eligen no explorar
alguna de estas dos sexualidades y eso está bien.
Puede que la sexualidad individual no sea lo tuyo, que solo
encuentres placer relacionándote sexualmente con otres, o puede
que solo quieras masturbarte y no relacionarte sexualmente con
otres. Puede que tu sexualidad individual te dé más placer que la
compartida, y eso no quiere decir que no disfrutes de coger con
otres. O puede ser al revés: quizás te da más placer coger con otres
que con vos misme en soledad. Y eso tampoco está mal, y no
significa que no disfrutes de coger con vos.
“
Necesitamos dejar de pensar y de
trasmitir la idea de que el sexo es
solo sexo cuando se juntan dos
genitales.
“
La masturbación alimenta
nuestra autoestima.
“
Puede ser liberador saber que
nuestro placer es algo de lo que
nos podemos hacer cargo
nosotres mismes, más que
perfectamente, sin la necesidad
de nadie más. (...) No hay nadie
que pueda saber más sobre tus
gustos y modos sexuales que
vos misme. La masturbación
colabora para poder ver eso más
claramente.
109. Rebecca Chalker (2000). The Clitorial Truth: The Secret World at Your Fingertips.
- CAPÍTULO -
AUTOESTIMA Y AUTOCUIDADO:
CUERPOS SETEADOS PARA NO
DISFRUTAR
¿Por qué para muches de nosotres es tan difícil disfrutar a la
hora de relacionarnos sexualmente? En principio, porque el
odio que muchas veces nos tenemos o nos tuvimos a
nosotres mismes es parte de lo que no nos permite
relajarnos para disfrutar.
¿Te acordás de la definición de orgasmo de Reich?: “la capacidad
de rendirse ante la energía sexual sin ninguna inhibición”. Pero,
¿cómo hacemos para rendirnos sin inhibiciones, con la cantidad de
cosas negativas que cargamos respecto a nosotres y nuestros
cuerpos?
Poder entregarnos al momento incluye dejar de pensar en cosas
que nos pesen. Ya la vida diaria, el trabajo, el estudio, las
relaciones, las emociones son difíciles de dejar afuera. Cuanto más
podamos poner esos pensamientos en remojo, más podremos
conectarnos con las sensaciones y los sentimientos, con el gusto, el
olor, las texturas, las formas de la sexualidad. Para poder disfrutar
de un encuentro sexual, necesitamos relajarnos y sacarnos un ratito
(al menos) la mochila de las responsabilidades, los miedos, los
mandatos y las inseguridades. Esta es la parte en la que las
personas socializadas como mujeres somos bien distintas a las
socializadas como varones.
Si nacés con pene, se te lee como varón heterosexual y se te
enseña que todo en tu vida es “ponerla”, que cuanto más cojas
mejor sos, que las ITS no son un problema tuyo, y que la posibilidad
de embarazo es algo de lo que se ocupa la mujer. Se te permite
masturbarte (generalmente) y tocarte los genitales, a todes les
parece natural y divertido que lo hagas. Tenés permitido —y exigido
— vivir medio caliente, te muestran que vos “tenés que saber”, se te
tiene que parar rápido y tiene que durar en ese estado todo el
encuentro sexual. El mundo entero es un estímulo para tu
sexualidad: desde los programas de tele, las publicidades, las
personas en la calle. Se te incentiva a expresar tu deseo sexual, tu
libido y tus ganas. Y te muestran que el placer está en coger duro,
rápido y fuerte. Se te explica cómo son tus genitales, tu eyaculación,
tu orgasmo y tu erección en el colegio y/o en casa. Y se te incentiva
a debutar sexualmente y a amar a tu pija.
No digo que las personas socializadas como varones no tengan
mambos sexuales: todes llevamos una mochila que tenemos que
sacarnos a la hora de relacionarnos sexualmente y las personas
socializadas como varones tienen varios mandatos metidos en ella,
pero no podemos comparar con los que nos vienen a las mujeres
por añadidura solo por ser socializades como tales.
Si nacés con vulva, no solo no se habla de tu masturbación,
eyaculación, orgasmos y erección, sino que se te incentiva a no
coger, se te dice que si cogés mucho sos una puta, se te niega
información y formas correctas de llamar a tu genitalidad. Se asume
que te gustan los varones, se te enseña a complacerlos, a ser un
estímulo para ellos, a “mantener prendido el fuego”, se te enseña a
tener asco de tus genitales y que el placer está en la penetración
vaginal, se asume que vas a querer maternar, se te presiona a que
lo hagas, y, cuando lo hacés, ¡guarda con perder de vista la
sexualidad de tu pareja!
Y entre todos esos pesos, culpas y responsabilidades, existen tres
cuestiones muy pesadas para la autoestima y la sexualidad:
LOS ESTÁNDARES DE BELLEZA
En la sociedad en la que vivimos, solo sos deseable si sos lo más
parecido posible a un prototipo de mujer que el capitalismo inventó,
un estándar imposible de alcanzar donde, en el intento de llegar ahí,
se te incentiva a dejar un montón de tiempo, dinero y placer en el
camino.
Es muy difícil conectar con la sexualidad, el placer y el goce cuando
estamos pendientes de la forma, la “prolijidad” o lo que se ve de
nuestro cuerpo mientras cogemos. Para pasarla bien, para disfrutar,
suele ser necesario desconectar de estas cosas.
LA SEXUALIDAD COMO UN ESPACIO NO SEGURO
Claramente, si pasamos por situaciones de acoso, abuso o violación
se puede complicar mucho la conexión con el placer. Las
situaciones de violencia generan miedo de lo que pueda hacer le
otre, miedo a perder el control, miedo a entregarse, miedo a que se
repitan las situaciones vividas, miedo a la vulnerabilidad, y el miedo
generalmente no es compatible con el placer.
Prácticamente todas las personas con vulva hemos pasado por
alguna situación de acoso callejero, o estuvimos con alguien que se
sacó el preservativo mientras cogía sin avisar (es una forma de
violación) o violentaron física o verbalmente nuestra identidad
sexual, o nos violaron, o abusaron de nosotres, o nos tocaron el culo
cuando no queríamos, o estuvimos en vínculos violentos, o nuestra
familia (o la sociedad) nos hizo sentir mal con nuestra orientación
sexoafectiva y/o expresión de género, etc.
Y aunque no hayamos vivido ninguna de estas situaciones, de igual
forma, prender la televisión y ver que todos los días muere una
mujer en manos de un varón por ser mujer, también hace que sea
bastante difícil relajarnos. No es necesario haber vivido esas
violencias para temer por ellas.
Estas situaciones incluyen los abusos y violaciones dentro del
marco de la pareja. Hace un tiempo en Instagram pregunté si alguna
vez habían sentido que “tenían” que coger, porque si no habría
consecuencias. Fue muy abrumadora la cantidad de respuestas, y
cómo muchísimes no lograban identificar eso como una violación o
violencia.
“
Nos educamos dentro de un
mandato muy pesado: somos las
que tienen que calentar y gustar,
pero al mismo tiempo nos
indican que quienes saben de
nuestro placer son los varones.
Acceder a coger por miedo a decir que no, coger por no aguantar
las consecuencias, coger porque si no tenés que soportar a alguien
peleándote toda la noche, coger porque sabes que así mañana te
trata mejor, o trata mejor a tus hijes, no es coger. Si pensamos la
sexualidad desde el placer, entonces ninguno de estos escenarios
representa un acto sexual, porque no hay placer. Hay miedo, y
poder ejercido sobre nuestros cuerpos y voluntades. Eso es
violencia sexual.
LA ENSEÑANZA DE QUE NUESTRA FUNCIÓN
SEXUAL ES LA DE CALENTAR AL VARÓN SIEMPRE, EN
TODO MOMENTO Y QUE CALENTARLO ES ESTAR
SIEMPRE DIOSA-BOMBA-SEXY
Esto también es un mandato que pesa muy fuerte. En todos los
acompañamientos heterosexuales que hice, siempre pasa lo mismo:
cae el deseo sexual en el vínculo, y quien sale a buscar la solución y
busca nuevas formas de erotismo (disfraces, lencería, arneses,
ropa, juegos, nuevas prácticas y modos sexuales) es la mujer.
Siempre cargamos con el peso y la culpa, como si fuésemos les
uniques responsables de subir la calentura en la pareja. Es muy
habitual también echarle la culpa a nuestro cuerpo cuando cambia,
cuando muta, cuando no lo sentimos lo suficientemente erótico.
Quienes somos socializades como mujeres, nos educamos dentro
de un mandato muy pesado: por un lado somos las dadoras de
placer, las que tienen que calentar y gustar, pero al mismo tiempo
nos indican que quienes saben de nuestro placer son los varones:
“Ya va a llegar la persona que sepa, el indicado”.
Todo esto pesa en nuestra mochila y, por supuesto, dinamita nuestra
autoestima.
OJOS DE AMIGUE
¿Qué pasa cuando te mirás al espejo? ¿Qué es lo primero,
primerísimo que ves? Por supuesto, hay excepciones, pero siempre
que pregunto esto a personas con vulva en mis talleres, la respuesta
es casi siempre la misma: “los defectos”. Es lo que el mercado
quiere que miremos: rasgos, formas, patrones, texturas, colores a
corregir por una suma de dinero. Si esto no te pasa hoy, es probable
que te haya pasado en algún otro momento de la vida y si no te
pasó jamás, sentite muy privilegiade. Como ya señalé, en lo más
profundo de nuestro inconsciente —o quizá no tanto— está
instalada la idea de que nos debemos belleza: a le otre, a nosotres
mismes, al mundo, que nuestro cuerpo tiene fallas y que siempre
existe una forma de cambiarlo.
Nuestro cuerpo aparece como un espacio fallado, y como nuestro
peor enemigo, como algo ajeno a nosotres que tenemos que luchar
para modificar sea como sea, a costa de todo, incluso de nuestro
propio placer.
En mi pubertad/adolescencia fui una persona con algo de
sobrepeso. Estaba en esa zona gris y confusa de: “No sos gorda,
sos gordita, rellenita”. Recuerdo sentir profundo miedo a la palabra
“gorda”. Nadie se animaba a decírmelo bien, como un rasgo habitual
que une escucha. “Es una pena, sos tan linda, si solo fueses más
flaquita…”.
Escuché a los varones en la escuela decírmelo cada vez que les
molestaba algo de mí, escuché a varones decírmelo por la calle,
escuche a toda mi familia decirme (decirse) que ser gorde era algo
malo. La sociedad entera me indicaba que era casi la peor
desgracia que podía tocarle a un ser humano. Y después llegó la
tele y la hora de encontrar mi identidad, mi atuendo, mi
personalidad. Y eso fue imposible. Las marcas de chicas no tenían
talles para mí. Entraba a TODOS los negocios y pedía el talle más
grande de todos (eso, si tenía la suerte de pasar por el juicio de la
vendedora…), moría de angustia en el probador, metiendo panza,
llorando, mirándome en el espejo y odiándome como jamás odié a
nadie en esta vida, queriendo romper todo, y me iba con la cabeza
baja y la angustia en el pecho a los locales de ropa de señora
mayor.
Cerca de mis 21, mi familia me dio un pase a una clínica de un
famoso médico, que me dejó flaquísima, y con mucho miedo a
comer más que la mitad de lo indicado. Y ahí el mundo cambió. El
“gorda, aflojá los postres” cambió por miradas de aprobación y
coqueteos, era bienvenida en todas partes, me dejaban subir a los
colectivos primero, me trataban amablemente. Podía chapar/coger
con quien yo quería, y no con le que me daba bola. Yo estaba bien,
finalmente era correcta. Todo el proceso de la pérdida de peso fue el
adoctrinamiento más grande de mi vida: ahora estás bien, antes
estabas mal. De todas maneras, como siempre sucede —incluso en
los cuerpos más hegemónicos y “perfectos”— estar bien no es
nunca estar tan bien: ahora tenía que encargarme de celulitis,
estrías, blandezas de mi cuerpo.
No comí con placer por muchos años después de eso. Comí con
culpa, cada una de las comidas de mi vida de ahí en adelante, todos
los días de mi vida. No había un día en que no pensara en no
aumentar un gramo más, un día que no sintiera el terror de volver a
ser la gorda que era antes.
Eventualmente volví a serlo. Adelgacé y engordé tantas veces y mi
cuerpo pasó por tantos procesos, que lo confuso dejó de ser
confuso. Era claro: la gente me quería más cuando adelgazaba, me
decía todo el tiempo lo linda que era, me buscaba, me llamaba, me
trataba bien. Cuando estaba más gorda, los halagos frenaban
abruptamente, y las posibilidades de vincularme sexoafectivamente
solían reducirse o cambiar. Flacura era igual a amor. Y, obviamente,
como mujer, no había nada más importante que el amor.
Pasé gran parte de mi vida sintiendo vergüenza de mí misma,
escondiéndome en ropas largas, abrigada en verano (aun cuando
estaba flaca) y muerta de calor. No metiéndome en piletas,
pensando que “pobre”, mi novio tenía que llevar una novia tan fea a
los asados. Y por sobre todas las cosas, queriendo cambiar: todos
los días me miraba al espejo y quería cambiar pedazos de mí, me
convencía de que así sería más feliz. Comía y me sentía mal
automáticamente, si no comía me sentía bien, si me enfermaba y
adelgazaba sentía alivio. Hice dietas que me dejaron flaquísima por
un tiempo, se me caía el pelo de a mechones, pero eso no
importaba: era linda, era deseable, era querible. Y tenía que trabajar
duro para mantenerme así.
Porque la disconformidad con nosotres mismes implica que cuanto
más disconformes, más consumimos, y cuanto más consumimos,
más manipulables somos y más seguimos consumiendo.
Obviamente, vivimos inmerses en esta sociedad y, al menos yo
personalmente, encuentro imposible escaparle por completo. Pero
hoy trato de que los mandatos se cuelen en la menor cantidad de
espacios posible, para así ir rearmando la autoestima que no pude
tener jamás. Como dice la socióloga estadounidense Gail Dines: “Si
mañana las mujeres se despertasen y decidieran realmente gustar
de sus propios cuerpos, piensa en la cantidad de industrias que
saldrían del mercado”.
La autoaceptación no es algo mágico, que va a suceder de un día
para el otro, es un camino que termine quizás el último día de
nuestros días. Algo que puede ayudarnos es pensar por qué no
podemos mirarnos a nosotres mismes como vemos a nuestres
amigues. A ese amigue, amiga, amigo que adorás, estoy segura de
que le ves hermose, perfecte, bellísime, divine. ¿Por qué? Por qué
no pretendemos cambios, porque no esperamos que nada sea
distinto en elles, porque les amamos así como son.
El camino podría ser tratar día a día, de a poquito, de mirarnos con
esos mismos ojos con que vemos a nuestres amigues, con esos
ojos que no pretenden cambios.
Por otro lado hoy, también, quererse a une misme es una
imposición, un nuevo mandato en un mundo que nos bombardea
con imágenes inalcanzables. Y si no te “aceptás”, si no te
“empoderaste”, fracasaste como mujer, como feminista. El plan sería
tratar de balancear la ecuación lo más posible, empezar de a
poquito a mirarnos con ojos amigues, dejar de ser nuestro propio y
primer bully, porque hablamos mucho del bullying, pero, a veces,
¿quién nos dice las cosas más horrendas? Muchas veces somos
nosotres mismes. Pero entender que esto es un camino, un
recorrido, y que las olas van a ir y venir varias veces.
“
Podés sentirte sexy de cualquier
manera habida y por haber, no
debería haber una norma o algo
preestablecido sobre qué es sexy
o no.
HAY QUE REDEFINIR TODO LO QUE
SIGNIFICA SER SEXY
Cuando hablo de estos temas, siempre encuentro una confusión en
muchos términos. Sexy es uno de ellos. ¿Qué es ser sexy? Lo que
se entiende comúnmente de este término es de lo más determinante
a la hora de armar nuestra autoestima.
Quien es sexy, según los diccionarios, es alguien que ejerce o tiene
atractivo físico y sexual. Yo creo que todo el mundo tiene el
potencial de ser sexy, atractive, deseable, y que todes tenemos
miradas MUY distintas sobre lo que nos atrae.
A mí alguien puede parecerme súper sexy (su look, sus modos, su
manera de moverse, la forma en que me hace sentir, su cerebro, su
cuerpo) pero a vos puede parecerte poco o nada atractiva esa
persona, o al menos no tan sexy como a mí, y esa percepción
puede ir variando a lo largo de la vida.
Podés sentirte sexy de cualquier manera habida y por haber, no
debería haber una norma o algo preestablecido sobre qué es sexy o
no. Cada une tiene su propias y únicas maneras de sentirse sexy,
nadie puede decidirlo por vos. El problema (como siempre) es la
única representación, el estándar. El modelo. No dejemos que las
redes y medios nos definan qué es lo sexy y qué no.
Si lo pensás un poco, casi todo lo que nos enseñaron que es sexy,
es lo que la gran mayoría no tenemos, o al menos nadie reúne
varias de esas características juntas. La belleza o lo sexy es una
construcción de nuestra sociedad capitalista y patriarcal, es una
manera más de oprimirnos, de tenernos a su servicio. En este
contexto, responder a lo que se considera atractivo, o relacionarnos
con gente considerada atractiva, nos da cierta estabilidad, cierto
estatus. Cuanto más cerca del canon de la belleza estemos, más
merecedores seremos de una persona que esté en las mismas
circunstancias (no más y no menos).
Por dar un ejemplo, una vez pregunté en Instagram si alguna vez
habían sentido que no podían relacionarse con alguien por algún
motivo vinculado a lo físico. La respuesta, una vez más, fue
abrumadora. Muches directamente no salieron con alguien muy
linde que les tiraba onda porque se sentían menos lindes; algunas
chicas no se animaron a avanzar con un pibe más petiso o flaco o
menor que ellas; otras personas se sentían en falta en su vínculo
porque la otra persona era “más linde” que elles mismes, etc., etc.,
etc. Directamente la barrera la ponemos nosotres. Esa escala de
ligas que nos enseñan las películas hollywoodenses y replica la
cultura de nuestro país, el mandato de que “la belleza” debe ser par
en el vínculo. Dicho así parece una pavada, pero regula TANTO en
nuestras vidas.
Las sexoafectividad está rankeada según cuánto nos acerquemos a
los ideales de belleza, sí. Pero está en nuestras manos empezar a
ver qué es lo que encontramos sexy y atractivo que se sale de la
norma y ahondar en ese deseo. De la misma forma, podemos
trabajar en encontrar la manera de entender que les demás nos
pueden ver atractives como somos, por lo que somos. Tu cuerpo,
tus poses, tus miradas, tus formas, tus risas, tu personalidad, las
actitudes que te enseñaron que no son atractivas, pueden ser
atractivas para otra persona. O quizá no. Quizás tu atractivo, lo sexy
en vos esté en tu manera de encarar, en el humor, en tu
conocimiento cultural e ideas. Pero es importante trabajar en no
condicionarnos.
UN POCO DE HISTORIA
El porno tal como lo conocemos es casi tan viejo como el cine
mismo. A medida que el cine empieza a instalarse, a partir de 1885,
empieza a haber registro de pequeños clips de personas caminando
desnudas y haciendo cosas cotidianas. Ya para 1920, la gente
empieza a filmarse desnuda cogiendo, dando origen a los primeros
films pornográficos, que fueron mudos. Pero el porno nace en la
clandestinidad: las películas eran producidas por amateurs,
reveladas y distribuidas en secreto, a muy baja escala, porque
proyectarlas, mostrarlas y mirarlas era un crimen que equivalía a
años de prisión.
En general se exhibían de manera privada en burdeles. Estas
películas son mucho más osadas de lo que muches creerían: se
pueden ver juegos de rol, tijereteo, mucho sexo oral, lesbianismo,
homosexualidad, sexo grupal, tríos, fisting y coito, claro (aunque
nada de sexo anal). Estos videos eran rarezas, no llegaban al
grueso de la gente. Un ejemplo es The Free Ride, uno de los
clásicos ocultos del porno antiguo. El film fue dirigido, filmado y
actuado bajo el anonimato (en los títulos figuran juegos de nombres
como “A nice Guy”, o “Will B. Hard”) y allí puede verse cómo se
despliega claramente la cultura de la insistencia y la violación. Dos
mujeres caminan por un sendero, pasa un hombre en auto que
frena, las invita a subir, ellas se niegan, él insiste, y ellas terminan
entrando al auto gustosas (OBVIO). Enseguida las manosea
mientras se acomodan, ellas se niegan primero, pero enseguida
ceden (OBVIO). Y un cartel nos indica claramente de quién es el
sexo: “Cuando la juventud conoce la juventud, una fiesta se
enciende”. Hay escenas donde las protagonistas hacen pis mientras
les otres les observan excitades (urolagnia), luego al aire libre hay
un poco de sexo oral (de ellas hacia él, OBVIO), un breve manoseo,
voyeurismo, una observa a la otra ser penetrada por el señor, besos
y partes clásicas de tríos: varias poses de penetración distintas y fin:
vuelven al auto, se van y un cartel indica: “Repetimos, ‘los hombres
son hombres’ en espacios abiertos”. Ese ejemplo muestra que el
porno fue básicamente siempre como lo conocemos: la insistencia,
la coerción y la violación como actos comunes no condenables del
comportamiento de los varones.
En Estados Unidos, la censura en el cine en general fue rotunda
desde 1930 a 1968. Luego de unos escándalos hollywoodenses
(léase asesinatos y violaciones de estrellas), se estableció el Código
Hays para levantar la imagen venida a menos de la industria
cinematográfica. Un sacerdote jesuita y un editor católico elaboraron
una serie de normas cinematográficas de autocensura de la
industria, que establecían qué era correcto y qué no en el cine.
Algunas de estas normas referían a que no se podían ver en el cine
actos lascivos, se debía eliminar todo tipo de sexualidad, los besos
no podían durar más de tres segundos, el matrimonio debía ser
protegido. Los hombres no podían mostrar el pelo del torso y las
mujeres no podían usar ningún tipo de trasparencias ni mostrar el
ombligo. Además de otras regulaciones sobre violencia, lenguaje y
exhibición de crímenes.
Durante estas épocas de tanta censura, donde en cualquier película
los directores hacían malabares para mostrar la mas mínima
expresión de deseo, se siguieron distribuyendo y rodando distintos
films porno, pero siempre clandestinamente y en espacios de
varones. Cuando se abolió este código y se pasó al sistema de
calificación actual por edades, se dio lugar a las grandes
producciones y se empezó a generar contenido más explícito para el
público general. Así nace el porno tal como lo conocemos.
Para 1970 ya había cientos de cines para adultos en las distintas
ciudades estadounidenses. Existían grandes cadenas por todo el
país, Times Square en Nueva York, por ejemplo, estaba atestado de
teatros para adultos y peep shows. La década de 1970 fue la época
dorada de las proyecciones porno. Las violaciones y vejaciones a la
mujer ya eran una parte corriente de la industria. Garganta profunda
(1972) fue una de las películas porno más populares, influyentes y
recaudadoras de la época y de la historia. Su éxito fue tal que se
exhibió hasta en cines comunes (no XXX); incluso las mujeres iban
a verla. Era la primera película porno que contaba con un
argumento: una joven e inocente chica que no tiene orgasmos,
hasta que se da cuenta de que tiene el clítoris… en la garganta. El
personaje interpretado por la actriz Linda Boreman (en ese
momento Linda Lovelace), se volvió un ícono del porno y la
liberación sexual. Pero diez años después, Linda dijo: “Cuando
ustedes ven la película Garganta profunda, están viendo cómo soy
violada. Es un crimen que se siga mostrando”. Ella pudo también
denunciar a su exmarido por obligarla a prostituirse y a hacer
películas porno (incluso con animales). De hecho, él fue quien cobró
los 1.200 dólares que le pagaron a Boreman por su protagónico (la
película recaudó alrededor de 600 millones de dólares). De ahí en
adelante, la actriz se dedicó a desenmascarar la industria del porno
a través de movimientos feministas y a hacer visibles las
condiciones laborales y los manejos de las productoras. Linda nunca
ganó la lucha de ser llamada Boreman como ella deseaba: era
reconocida, mencionada y recordada constantemente como
Lovelace, lo que solo la llevaba a revivir violaciones intolerables.
Aún hoy, en Wikipedia y hasta en su autobiografía figura como
Lovelace.
Ya llegando a las décadas de 1980 y 1990, con la industria del VHS
y video cable, el porno pasó a consumirse mayormente en la esfera
de lo privado, y fue lentamente convirtiéndose, con el espaldarazo
de la llegada de internet, en lo que conocemos hoy.
ANTES…
Antes de decir lo que sea sobre el porno, y entrar en la discusión de
si es un estímulo más o si es la mismísima representación de la
cultura de la violación, pensemos esta situación:
• En términos generales, hoy, año 2021, en Argentina, no contamos
—salvo casos muy puntuales— con una educación sexual
orientada hacia el placer para niñeces y adolescencias, en la que
se enseñe (según la edad que corresponda) las zonas de placer,
la individualidad y particularidad de cada persona. (112)
• Las sexualidades, el placer y los orgasmos son totalmente
silenciados y estigmatizados por nuestra cultura, por eso poca
gente hace preguntas relacionadas al placer. El aprendizaje sobre
este tema suele abordarse durante la pubertad o adolescencia en
solitario, con vergüenza y miedo, en casa. (113)
• Hasta hace unas pocas décadas no teníamos NADA de
información, pero sí muchos mitos, así que les adultes que nos
educan/educaron a nosotres, ya tienen poca info, sesgada y
mitificante.
• Hoy, cuando no sabemos cómo se hace algo, lo buscamos en
internet.
El resultado de estos factores es una montaña de inseguridades y
ansiedades, modos de coger permitidos y otros silenciados. ¡Pura
dinamita para la diversidad en la sexualidad y el placer!
Te propongo que entres a los principales sitios de porno mainstream
y trates de pensar qué sentirías, como niñe o adolescente, viendo
las tendencias, lo primero que te muestra cada página. Imaginate
qué entendimiento podrías tener de lo que ves, si aún no tuviste
relaciones sexuales, si aún quizás no te hiciste la paja o recién estás
empezando, y si en la escuela y en casa te explicaron poco y nada
sobre el placer y aún no tenés experiencia. ¿Qué entenderías?
Que el consenso y los métodos de prevención de embarazos
e infecciones de transmisión sexual no existen. Es
prácticamente imposible ver porno donde usen preservativo, y
directamente imposible ver porno donde usen un campo de látex.
Si nuestro primer acercamiento a la sexualidad es el porno,
podemos creer que ni los métodos de protección ni el consenso
son necesarios. No vemos jamás a nadie frenando para buscar
un preservativo o cortar un campo de látex, no vemos nunca a
dos pibas preocupadas porque no saben cómo protegerse
tijereteando, nadie nunca tiene por qué preguntarle a le otre si
quiere ser penetrade, si quiere que se la chupen, si le gusta lo
que le están haciendo o si pueden meterle algo en el culo o
vagina. La indicación que nos deja el porno dominante es que
siempre todo tiene que suceder mágicamente, en silencio, sin
hablar, sin preguntar.
Que el cuerpo feminizado tiene un único destino estético.
Que a todo el mundo le gustan las conchas chicas, las tetas
redondas y paradas, y los cuerpos flacos, blancos y rubios. Que
ser blanque, de piel lisa, pareja, sin marcas, manchas, pelos,
texturas, cicatrices o cambios a lo largo de la vida te hace más
cogible. Es decir, ser un objeto que no cambia, en el cual nada se
mueve de su lugar ni pierde la prolijidad. Este arquetipo de mujer
deseada, codiciada y valiosa sexualmente puede tener mínimas
variaciones, pero apunta a un cuerpo único, y deja muy plantada
la idea de que todas las personas que portamos un cuerpo
feminizado somos así. ¿Podés pensar qué sentiría une
adolescente que se identifica con el género femenino viendo
siempre el mismo cuerpo, vestuario y gestos? ¿Y qué podría
sentir une adolescente que está dudando de su género? ¿Y qué
pasaría con alguien que coge con personas que se identifican
con la femineidad? ¿No es lógico que piensen que todes tenemos
que ser más o menos así? ¿Que cualquier cosa que se corra de
los límites está mal? De esta forma, la industria imprime las
etiquetas de lo correcto, lo estético, lo que está bien, lo que está
mal y qué cuerpos son consumibles y eróticos.
Y también abre las puertas a los mecanismos más violentos de
corrección de los cuerpos. Los que activamos nosotres mismes
porque nunca vimos otra cosa y los que activan les demás:
novies, exes, familia y amigues que nos dicen/dijeron (bien o mal)
cómo tiene que ser nuestro cuerpo y nuestra manera de gozar
porque nunca vieron otra cosa. O porque les enseñaron que la
felicidad viene de la mano de ese cuerpo.
Todo lo que no se alinea a esa única representación queda
fetichizado y tiene una categoría aparte en esos sitios. Si querés
ver cuerpos gordos, tetas-orgasmos-placeres reales, erotismo o
cualquier cosa que salga de la heteronormatividad y los ideales
de belleza de una Barbie, tenés que ir a buscarlo aparte, en las
secciones de morbos corridos de la norma. Es decir, corridos de
la normalidad.
Que lo atractivo es lo infantil, que todas las mujeres tienen
concha y que esas conchas son como las de las niñas: rosas,
sin labios, con glandes minis y sin pelos. Todas iguales. El porno
dominante es uno de los principales agentes de erotización de los
rasgos infantiles. No solo genitales. Vemos infantilización por
todas partes: palabras y frases como “teen/adolescente”, “mi
primera vez”, “colegialas”, “estudiante”, “joven”, están en la
inmensa mayoría de títulos, categorías y búsquedas. La mitad de
las veces se nos representa inocentes, sin conocimientos (no
estamos tan lejos del capítulo donde repasamos la historia de
nuestra sexualidad, ¿no?), modelos bobas, inocentes y
coaccionadas por un señor que no muestra más que la pija.
Es decir, lo erótico pasa a ser la ignorancia sexual (como
siempre). Somos medio boludas y no sabemos bien lo que
queremos, estamos confundidas, pero siempre hay un varón que
puede convencernos de que en realidad sí queríamos pija… La
otra mitad de las veces, cuando no nos representa la inocencia,
nos representa la perversión: si el personaje femenino no es
aniñado, es una señora, una MILF, (114) una madrasta pervertida
que le va a enseñar al hijastro a chupar concha. Los argumentos
no zafan, no hay uno que no nos ponga en un rol espantoso.
Que somos un objeto. Hay un destino más para la mujer y
cualquier cuerpo feminizado: sea en el rol de inocente o de
perversa ninfómana, nunca jamás dejamos de ser un objeto. Los
objetos no sienten, se los mueve y se los maniobra de un lado al
otro sin pensar, sin preguntar, sin medir. Los objetos no tienen
voluntad propia. No se mueven con une, los movemos, los
manipulamos. Cuando se deja de usarlos, se los descarta, se los
tira, se los rompe. Un objeto no tiene deseo ni voz propia. Está
para ser penetrado, perforado, (115) roto. No tenemos
sentimientos, ni sensibilidad (nada nos duele), ni emocionalidad
posible más que gemir de manera sobreactuada alabando a
alguna figura masculina. Se nos quita todo componente humano,
y quedamos subordinadas y a disposición de una única forma de
satisfacción generalizada a todos los varones cis.
Que la sexualidad es prácticamente una performance de
algunos minutos de sexo oral y tocadas furiosas para lograr
45 minutos de bombeo vaginal o anal en seco. El porno
mainstream es uno de los principales puntos de apoyo que tiene
el coitocentrismo. La cantidad de formas en las que vemos la
penetración es increíble, es lo único para lo que aplica la
diversidad y variedad. En el porno existen mil formas, maneras,
poses y escenarios posibles para el sexo pito/dildo en
vagina/ano.
Así como en los siglos anteriores a este se imponía una
sexualidad reproductiva y centrada en el placer permitido al varón
a través de panfletos, revistas, libros, cuadros, sermones y
educación; hoy lo que nos muestra el coito como el mejor modelo
de relación sexual es el porno. El coito está siempre en el centro
de la escena, siempre sin forro (SIEMPRE) y con la fascinación
por el semen. Ese es el final del guión en casi todas las
oportunidades, todo apunta a la eyaculación, que es el clímax del
video.
El porno nos deja muy clarita la idea de que a las figuras
feminizadas nos encanta el semen, lo queremos todo, siempre, y
queremos más, de muchas pijas, en la cara, en todo el cuerpo, en
un vaso. (116) Las pijas nunca se bajan, nunca no se paran,
duran paradas un montón de tiempo; las conchas siempre están
disponibles, depiladas, listas y tersas. Y a les adultes el porno
también nos afecta. Muchas personas socializadas como mujeres
creen que su único destino sexual es el de encontrar una pija
bien grande y bien dura, y un sugar daddy que las mantenga. Así
como muchas personas socializadas como varones reproducen
las lógicas sexuales basadas en el coito, su pene, su orgasmo y
su propia y única satisfacción.
Que una gran parte del placer está en el engaño y
convencimiento. Los títulos de los videos porno rondan
prácticamente siempre entre la infidelidad y el incesto: marido o
esposa rompiendo el pacto de la monogamia, el pilar fundamental
de esta, que es la fidelidad. Hermanes, hermanastres, primes,
hijes, hijes adoptades. Es decir, la sociedad nos enseña que la
monogamia es la única manera de relacionarnos
sexoafectivamente, pero nos muestra que lo divertido aparece
cuando se rompe, cuando no se usa forro, cuando es insegura e
inestable, cuando se rompen los límites del incesto, de lo
prohibido. Esta idea, por supuesto, no es solo del porno. La
aventura, lo divertido siempre se nos enseñó como la/el amante.
La pareja siempre representa lo aburrido, lo rutinario (el viejo
adagio de la diversión con la puta y el sexo reproductivo con la
mujer en casa). El problema es que cada vez se va corriendo un
poco más al límite de lo prohibido: el porno ya no nos muestra
como prohibida la violación ni el abuso ni el acoso ni la pedofilia,
al contrario, naturaliza estos crímenes.
Que los primeros encuentros sexuales siempre salen bien,
pueden ser violatorios y son espontáneos Y NO ES
NECESARIO USAR METODOS DE PREVENCION DE ITS. En
los principales sitios de porno, existe toda una sección que es
“Primeras citas de Tinder”: “Ups, primera cita en Tinder deja el
condón adentro”, “Primer anal con cita de Tinder DUELE”. ¿Qué
siente une adolescente que se relaciona por ese medio, y une
adulte al ver eso? Son videos amateurs o caseros, y en muchos a
las personas con vulva nos están violando. Y no usando forro.
Que la cara y los gestos de dolor se ven demasiado
parecidos al placer. El porno nos enseña que la cara de
sufrimiento absoluto es siempre sinónimo de placer. Vemos pibas
atragantándose bestialmente con penes. Primeros planos de
caras de dolor durante la penetración mezclada con unos
gemidos falsos, que nos llevan a la confusión absoluta. De hecho,
también se ven muchas peleas, personas (sobre todo mujeres)
que mientras cogen van peleando, forzándose, separándose,
juntándose, discutiendo. Es extremadamente confuso.
Que nuestro deseo sexual es espontáneo, infinito,
automático e inagotable. Que los cuerpos feminizados
SIEMPRE, siempre quieren coger, siempre están dispuestos, en
todas partes, en todo momento, sea quien sea, como sea,
cuando sea. Basta con que un varón nos mire en la calle:
nosotras ya tenemos que estar dispuestas a corrernos la tanga y
dejar que nos penetre. Incluso una mujer dormida siendo violada
con un pito en la boca es de lo más normal, y se despierta
contentísima. Todos los personajes feminizados siempre tienen
ganas de coger, de todas formas, en todas partes, ante la más
mínima mirada, siempre están disponibles, nunca dicen que no,
nunca no están calientes. Nunca no estamos calientes.
Esta es quizá la mentira más grande y perversa del porno. En
una sociedad hiperproductiva, donde se valora el multitasking,
donde la pobreza tiene cara de mujer y de persona trans, donde
matan a una mujer por el solo hecho de ser mujer cada 32 horas
(117) y donde la orientación sexual, la identidad o expresión de
género de las personas puede ser motivo de discriminación y
violencia, con un asesinato o ataque cada 77 horas a miembres
de la comunidad LGBTTTIQ+, (118) donde escuchamos los
audios en 2X y tenemos que trabajar mil horas para vivir; donde
si tenemos hijes seguro que contamos con más
responsabilidades físicas y mentales que le otre, si trabajamos
tenemos que trabajar más siempre, los estándares de belleza nos
destruyen la autoestima… pero así y todo no podemos olvidarnos
de estar siempre excitades, siempre dispuestes. Siempre: cuando
está todo bien y cuando está todo mal. Incluso cuando nos
sentimos incómodes con alguna etapa de nuestro ciclo menstrual,
cuando estamos atravesando etapas de duelo y confusión, o
transiciones, cuando en pleno puerperio tenemos pánico de cómo
quedaron nuestros genitales y nos sangran las tetas.
Y cuando salimos al mundo y nos encontramos con que el deseo
sexual va y viene, resulta que casualmente cada vez que se va,
sentimos que necesitamos activarlo, porque otres nos dicen que
no podemos pasar por momentos de no querer coger. Porque no
tener ganas de coger está MAL, se te señala que te estás
perdiendo de algo, que te falta algo.
Una cosa es tener el deseo sexual bajo y tener ganas de
activarlo, porque nos motiva; y otra muy distinta es implantarte
cosas en el cuerpo —como los “chips” sexuales que muchas
celebrities dicen haberse implantado— que modifiquen tu estado
para cumplir con las expectativas sexuales de las demás
personas.
Que TODAS las personas con vulva orgasmean, squirtean y
entran en un éxtasis de placer absoluto solo con que un pito
esté dentro de su vagina. Y, sobre todas las cosas, el porno
naturaliza la violencia. El porno dominante es un pilar
fundamental de la naturalización de la violencia a las mujeres y
diversidades, y esto sin meternos en un tema que da para un libro
entero, que es la explotación de menores. Las principales
páginas de porno, las de más llegada, también refuerzan el
estereotipo de la “feminista fea”. Basta agregar la palabra
“feminista” a cualquier búsqueda, que nos vamos a topar con
“feministas feas”, que quieren “arruinar todo”… pero el macho las
convence de que necesitan su pija, les enseña su “lección” y las
penetra con saña.
“
Cuando salimos al mundo y nos
encontramos con que el deseo
sexual va y viene, resulta que
casualmente cada vez que se va,
sentimos que necesitamos
activarlo, porque otres nos dicen
que no podemos pasar por
momentos de no querer coger.
Porque no tener ganas de coger
está MAL, se te señala que te
estás perdiendo de algo, que te
falta algo.
“
La mayor parte del porno nos
muestra un recorte de las partes
más mecanizadas y genitales del
sexo. El porno nos recorta lo que
hace a la riqueza de la
sexualidad: la búsqueda del
placer, que puede ser tan
placentera como el clímax
mismo. Momentos que crecemos
creyendo que no pasan, que
están mal, que ni siquiera son
necesarios.
112. A mis espacios de trabajo se acercan muchas veces docentes que intentan educar
en el marco de la ESI y la escuela o la comunidad de mapadres de sus alumnes no se
lo permiten.
113. Distintos estudios entre España, Canadá y Australia (bastante difíciles de
conseguir) dicen que la edad promedio en que les niñes acceden al porno es a los 13
años. No sé si podemos afirmar a qué edad realmente les niñes acceden al porno por
primera vez, pero conozco casos de edades tan tempranas como los 8 años, y no
siempre es buscado: la mayor parte de las veces ese acercamiento no es consentido
por le niñe.
114. Refiere al acrónimo de Mother I’d Like to Fuck (Madre a la cual me gustaría coger).
115. La palabra “drilled” (perforada, taladrada) aparece en muchísimos títulos y líneas
de diálogo.
116. Estas son categorías muy populares en el porno que marcan la obsesión con el
semen, como el bukake (donde varones se turnan para eyacular sobre una mujer), el
gokkun (hombres eyaculando en la boca de una mujer, o en un contenedor desde
donde el semen es bebido) y el felching (lamer o tomar el semen del ano del
compañere sexual).
117. Registro Nacinal de Femicidios elaborado a partir de medios gráficos y digitales,
Observatorio de Mumala, https://www.mumala.ar/observatorio/
118. https://agenciapresentes.org/2018/12/26/2018-1-ataque-o-asesinato-cada-3-dias-
a-personas-lgbt-en-argentina/
119. https://www.thedailybeast.com/how-much-money-do-porn-stars-actually-make?
ref=scroll
120. Todo esto lo cuenta ella misma en su cuenta de Twitter y en una nota que dio a la
BBC: https://www.youtube.com/watch?v=RwTAgom_VX8&ab_channel=BBCNews
121. https://www.americaeconomia.com/economia-mercados/finanzas/conozca-las-
industrias-que-mas-dinero-mueven-nivel-global;
https://www.forbes.com/2001/05/25/0524porn.html?sh=2e699c487984;
https://fightthenewdrug.org/how-free-porn-industry-growing-in-fast-paced-digitized/
122. http://paroledequeer.blogspot.com/2014/01/entrevista-con-beatriz-preciado.html
- CAPÍTULO -
LA SEXUALIDAD COMPARTIDA:
DIÁLOGO, CONSENSO Y
CUIDADOS
Como vimos en el capítulo anterior, el porno muestra
guiones y estereotipos de las prácticas sexuales, pero esto
no es algo aislado: la cultura y la sociedad refuerzan esos
mismos guiones y estereotipos, pero desde otro lugar.
El cine, las series, las redes, la tele, la cultura entera, imprime una
mirada sobre cómo tiene que manejarse nuestra sexoafectividad:
qué cosas sí se pueden y se deben hacer, qué cosas no, y en qué
momento hacerlas. El coitocentrismo se sostiene a través de estas
ideas, instaladísimas en la cultura. Ideas de fórmulas, recetas,
técnicas que nos indican los tiempos, el principio, el final, las
funciones, los pasos y el éxito de un encuentro sexual.
El sexo, para nuestra cultura, es siempre heterosexual, y se trata de
una secuencia de pasos básica: la “previa”, la penetración y el
orgasmo masculino. Veamos esta secuencia en detalle.
SIEMPRE HETEROSEXUAL
Hoy, aunque la bandera del orgullo gay la usan hasta los bancos
para vender una tarjeta de crédito, la cotidianeidad no deja de
mostrarnos una heteronormatividad a seguir. ¿Cuándo tuviste tus
primeros acercamientos a pensar cómo eran las relaciones
sexuales, así sea en la escuela, tele, conversación con xadres,
charlas con amigues, etc.? ¿Cómo te presentaron la sexualidad?
¿Varón y mujer? ¿Entra un pito en una vagina o alguna variante
más poética donde la semillita del papá entraba en la panza de la
mamá para hacer un bebé? En la medida en que fuiste sintiendo
sensaciones de placer en los genitales, ¿qué empezaste a imaginar
que se hacía con esas partes de tu cuerpo?
Cuando somos niñes, el placer que sentimos con nuestro cuerpo es
algo habitual, pero enseguida la cultura y la educación empiezan a
regir nuestro instinto de placerear. Si naciste con vulva, es muy
probable que el placer lo hayas imaginado con un varón, porque es
lo que viste, porque el tío te pregunta por el novio, la tele te muestra
besos de varones y mujeres, tus amiguitas juegan a las mamás, las
muñecas tienen novios, los personajes de los dibujitos son todos
heterosexuales.
En mi adolescencia, cuando todavía era una Tati heterosexual con
algunas dudas lésbicas, entré al club cultural Casa Brandon y vi una
hojita en una pared que decía:
“¿Cuándo te diste cuenta de que eras heterosexual?”.
Quizás hoy ya sea sencillo ver una pregunta así, ojalá. A aquella Tati
le despertó todo tipo de sensaciones: recuerdos, imágenes de
deseos, personas, la sensación de no haber querido estar en un
lugar sin entender por qué, actrices, cantantes, amigas, la necesidad
de querer estar cerca de alguna persona sin tampoco entender por
qué. En mis espacios de trabajo veo muchas, muchísimas dudas
sobre la heterosexualidad aún, por eso quiero dejar esa simple
pregunta que una vez leí para que te la hagas, y pienses en lo que
tu mundo te habilitó y lo que pudiste hacer con ello.
¿Pensaste alguna vez qué parte de tu cultura y tu educación te
habilitó la posibilidad de ser homosexual? ¿Y qué parte de la cultura
te habilitó ser hetero? Hoy estamos bastante cargades de
información al respecto, pero necesitamos lecturas más sinceras y
cambios reales en lo cotidiano, por ejemplo, que no se asuma la
cisheterosexualidad de entrada en TODO ámbito de nuestra vida.
Porque son pequeños actos sumados los que nos van marcando la
heterosexualidad obligatoria.
Necesitamos imponer fuerte los cambios más pequeños, para que al
menos las nuevas generaciones no tengan que crecer como
nosotres: desaprendiendo todo lo aprendido respecto a la
sexualidad, para poder armar nuestra propia y única sexualidad con
los cimientos.
Para que el futuro sea un espacio mejor en estos temas,
necesitamos dejar de asumir heterosexualidad (y géneros). Xadres,
tíes, hermanes, amigues, terapeutas, profesionales de la salud,
Estado… todes necesitamos dejar de asumir el género de la otra
persona, de asignar pronombres sin preguntar, de no respetar los
pronombres ajenos, de asumir que todas las demás personas entran
dentro de las normas. Porque puede que no lo estén, quizás tu
paciente no es monógame, quizás tu amiga no es heterosexual,
quizás esa persona de trabajo a la que le querés hablar se identifica
como elle, quizás tu hija no quiere tener hijes (¡las personas con
útero necesitamos dejar de escuchar la frase “Cuando tengas
hijos”!).
Aún es difícil salir de los clósets, de la cisheterosexualidad, de la
monogamia obligatoria, del deseo de maternar, de la
alonormatividad. (123) Aún hay consecuencias por salirse de la
norma: crímenes de odio, castigos, lazos rotos, trabajos y
oportunidades perdidos, espacios que no son posibles,
razonamientos que no encuadran. Nos queda muchísimo trabajo
que hacer. Pero mientras tanto, permitite dudar.
En los acompañamientos individuales he visto a pibas odiarse por
ser lesbianas, no entenderse por sentirse atraídas por mujeres, no
pudiendo establecer vínculos o llevarlos más allá de lo privado. Y
muchas (MUCHAS) mujeres heterosexuales dudando, probando,
enamorándose o descubriendo su sexualidad o ambas cosas. O
probando y volviendo a la heterosexualidad porque era lo que les
gustaba, o porque es un terreno más seguro.
La heterosexualidad se vuelve una norma porque es lo único que se
te ofrece, es el único lenguaje en el que te hablan desde que nacés,
así como la alosexualidad se vuelve alonormatividad y la
monogamia se vuelve mononorma. Estas tres normas establecen
con quién tenemos que coger, con qué intensidad y cuánto tenemos
que coger, basadas en un único pacto sexual. Un pacto que es
tácito, del cual no hablamos, con pautas de qué significa cada cosa,
pero sin explicitarlas:
“Si se queda a dormir significa que le gustás”.
“Si se queda a almorzar ya es un montón”.
“Si te presenta a sus amigues es porque va en serio”.
“Si no te presenta a la familia es porque no le gustás mucho”.
“Si convivimos es porque vamos a coger”.
Y este mismo tipo de pautas silenciosas las llevamos al encuentro
sexual con otres:
“Si chaparon significa que quiere coger”.
“Si te invita a la casa significa que quiere coger”.
“Si va a tu casa significa que quiere coger”.
“Si te manda un emoticón de fueguito significa que quiere
coger”.
“Si te likea la foto significa que quiere coger”.
“Si te invita a tomar algo significa que quiere coger”.
“Si te da seguir en Instagram y te empieza a hablar quiere
coger”.
“Si viven juntos y se acerca a darte un beso quiere coger”.
Pero nada significa que quieran coger con vos, salvo que te lo digan
explícitamente, y aun así, dudaría. También hay “pautas” de que NO
quiere coger con vos, como que tarde en responder, que te clave el
visto, que se vaya a dormir con tal pijama, que no te bese durante el
día…
Este sistema de lógicas ficticias nos tiene totalmente atrapades y no
nos permite conectar con lo real. Necesitamos empezar a hablar,
que los sentimientos, las emociones y los significados sean
sinceros: si queremos coger con alguien y queremos expresarlo, en
el contexto correcto y desde el respeto tenemos que poder decirlo,
así sea un nuevo vínculo o une compañere de años. Lo mismo si
queremos solo chapar, si queremos sexo sin penetración, si no
queremos que nos la chupen, si no nos gusta algo. Y también
tenemos que poder manejar la respuesta: no siempre del otro lado
van a querer lo mismo que nosotres.
La hetero, alo y mononorma funcionan para que no tengamos que
hablar en la medida en que establecemos sexoafectividades. Nos
enseñan que hay escalones y etapas para todo. Que el sexo y la
posibilidad de la pareja a largo plazo van de la mano. Nada se
verbaliza, todo se asume. Incluso la sexualidad.
Cuando nos vinculamos por fuera de alguna de estas normas, los
pactos tácitos se acaban: es imprescindible hablar de las formas, los
tiempos, los modos en que un vínculo va a funcionar. Porque
saliendo del terreno donde todo está implícito, no hay libreto. Nada
te está indicando con quién tenés que coger, cuánto sexo por
semana es recomendable tener o con cuánta gente podés coger. No
sabemos qué “se hace”.
Hablar, preguntar, escuchar, establecer acuerdos es hermoso, y es
pura ganancia en nuestra vida, y es válido tanto dentro de la
heterosexualidad, como de la monogamia y la alosexualidad. Quizás
en tu heterosexualidad podes estar súper cómode, pero necesitas
aflojar el peso de las fantasías lésbicas; quizás en tu monogamia
sos súper feliz y con solo pensar algunos acuerdos estás bárbaro;
quizás sos heterosexual, pero replanteándote tu expresión de
género, quizás sos torta feliz así como sos, quizás sos torta paki
atrapada en un mundo heterosexual. No hay necesidad de que
todes rompamos todas estas normas juntas: tal vez no todes
necesitamos ser bisexuales o poliamoroses. Lo importante es dejar
espacio para preguntar y preguntarte.
EL GUION SEXUAL
Crecimos viendo películas en las que la norma era una pareja
heterosexual, en las que el varón se gana a la mujer a prueba de
insistencia. Nos enseñaron que el amor y el sexo funcionan así, que
nosotras lo tenemos que estar buscando, que ese amor/sexo debe
llegar, y va ser maravilloso, aunque en la búsqueda quizás nos
confundamos un par de temporadas (porque somos medio taradas).
Pero nunca dejamos de buscarlo. En cambio, los varones saben
siempre quién es la elegida. Ellos saben.
Nos enseñaron que siempre tenemos que estar enamorándonos o
buscando de quién enamorarnos. Nos enseñan (hoy más que
nunca) que no podemos no estar buscando alguien con quien coger.
Que no pasamos por periodos de bajo interés sexual en la vida (o
que podemos estar dentro del espectro de la asexualidad). Nos
enseñaron que para retener a ese hombre hay que convencer,
seducir, engatusar y/o embarazarnos. Y estar bien buenas, claro: el
amor y el sexo se ganan a fuerza de insistencia (ellos) y belleza
hegemónica (ellas), esta última como única característica importante
para seducir y enamorar al varón. Nos enseñan que todo lo que
podamos hacer cogiendo para complacer a le otre, hará que se
quede con nosotras.
Retomando el guion sexual con el que educó y educa la cultura de
masas: una vez convencida ella, de solo mirarse se tensa el aire,
con unos besos desenfrenados ya están totalmente calientes, entran
a la casa en un éxtasis de pasión incontrolable, chocándose con
cosas, y se desvisten rápido y alborotadamente, porque así es la
pasión, pura coordinación y calentura. Nunca nadie tiene dudas,
confusión, pensamientos, inseguridades, miedos, risas, nervios,
preguntas, dudas sobre profilaxis. Nada. Y en un par de embestidas
ambos tienen un orgasmo al mismo tiempo (con suerte; si no, el
orgasmo es solo del varón). Nunca tienen que hablar, nunca tienen
que frenar, ni preguntar, ni conversar, ni poner preservativos, nunca
están insegures, confundides. Nunca se chocan las cabezas ni los
dientes, no se caen de la cama ni se enriendan, nunca le preguntan
al otro si está bien, si le gusta, si quiere otra cosa, si puede entrar, si
puede meter un dedo más, si le chupa la concha, nunca se pierden
erecciones, nunca se busca lubricante. Y a la mañana siguiente se
despiertan enamorades, porque, obvio, buen sexo equivale a amor
absoluto.
Este modelo sexual de pasión coordinada, espontánea y silenciosa
nos quita años de posible placer. Es uno de los mayores
generadores de ansiedades, frustraciones, disfunciones y violencias.
Todes les que trabajamos con sexualidad lo vemos.
Las sexualidades no tratan de un modelo, tratan de su diversidad.
La sexualidad es torpe, amorfa, descoordinada por momentos,
desprolija, sucia a veces, ruidosa, olorosa, sabrosa, silenciosa,
interrumpida, confusa, etc. Pero a veces los guiones y estructuras
juegan tan fuerte que creemos que hay maneras correctas de hacer
las cosas y que alguien nos lo puede explicar.
La sexualidad, como ya venimos viendo a lo largo de este libro, no
es un acto continuo e ininterrumpido, organizado y diagramado, ni
necesariamente espontáneo. Frenamos, tomamos agua, nos
cansamos, nos secamos la transpiración, buscamos cosas como
lubricantes, juguetes, sogas o elementos, a veces nos enredamos,
cambiamos de espacio, de ambiente, de música, prendemos y
apagamos luces, dormimos un ratito, vemos una peli, nos
acalambramos, nos divertimos, nos agitamos, conversamos,
preguntamos, nos reímos, lloramos, nos sentimos perfectamente
cómodes, nos sentimos perfectamente incómodes, nos
preguntamos qué estamos haciendo, nos cuestionamos cómo
seguir, frenamos a preguntar si la otra persona quiere hacer lo
mismo que une, establecemos reglas sobre lo que ese día
queremos o no queremos.
Y, sobre todo, preguntamos. Escuchamos, pedimos, hablamos,
orgasmeamos o no. Hay tantas posibilidades como personas en
este mundo, como encuentros en este mundo. Puede que no te
pase ninguna de esas cosas, pueden pasarte otras o ninguna, pero
cuando no nos vemos funcionar como el guion nos lo muestra, como
no tenemos con quién hablar ni consultar sobre estos temas,
empezamos a pensar que el problema es nuestro.
Correrte del guion puede generar desconcierto: no saber por dónde
empezar, cuándo cortar, cómo calentar. Pero tenés un mundo entero
de opciones para probar.
El sexo no es una performance ni una coreografía, sino un espacio
generado por dos o más personas, un espacio de expresión de
nuestras libertades, placeres y deseos. La sexualidad compartida es
mucho más sencilla de lo que nos enseñan. El problema comienza
cuando tratamos de entrar en el molde. Para encontrarnos con
nuestras propias formas de vivir la sexualidad, tenemos que dejar el
molde en el que estamos esforzándonos por encajar, ablandarnos,
dejarnos llevar por las sensaciones y los sentires.
Todo lo que necesitamos para relajarnos y pasarla bien nos lo
vendieron como negativo o imposible: el preservativo, el diálogo, la
autoestima, conocernos y tener confianza en nosotres mismes,
erotizarnos con los demás cuerpos. Veamos:
EROTIZAME EL PRESERVATIVO, BB
La bajada de línea de que el preservativo es algo que molesta y
entorpece el encuentro sexual está incrustada en el imaginario
colectivo. Puede que haya algún que otro guiñito por ahí, y la
educación sexual que tenemos suele encargarse de reforzar la
necesidad del preservativo, pero la cantidad de mensajes negativos
es mucho más alta. Si nos resultan eróticos los corpiños, poner
medias, sacar zapatos, los guantes, la lencería, los arneses, el
vinilo, ¿por qué el forro tiene que parecernos poco atractivo? Si lo
miramos con ganas, hasta queda lindo.
El preservativo nos ayuda a relajar: si sabemos que está en su
lugar, nuestra cabeza puede soltarse un poco más, y nos será más
fácil conectar con el placer. Además del riesgo de un embarazo no
deseado, las infecciones de transmisión sexual (ITS) existen, son
graves, y tampoco está tan bueno coger sin preservativo como para
bancarse tener HPV por el resto de tu vida, por ejemplo. El forro no
debería molestar, y para eso hay que encontrarle la vuelta: los dos
genitales que lo van a usar tienen sus particularidades, medidas,
texturas, necesidades de lubricación diferente, así que probá,
alguno te tiene que quedar cómodo, mandale lubricante, o no, probá
qué esta bueno para vos, para ustedes.
Cuando la penetración es el centro de todo el encuentro sexual, el
preservativo puede volverse demasiado protagónico: si intercalamos
con momentos donde el preservativo no haga falta, vamos a ir
sumando momentos para olvidarnos del tema.
Como ya dije anteriormente, la mirada de la sexualidad es tan
limitada que la única forma de coger para la cual existe profilaxis es
para la penetración. No contamos hoy en Argentina con un buen
método de barrera para relaciones sexuales de frote vulvar. (124)
Esto puede generar que en el momento del frote, nos fantasmeen
las inseguridades. Y no sepamos bien qué hacer.
El hecho de que no exista un preservativo para cuidar a la vulva, es
la representación más inmensa de cómo el patriarcado nos indica
cómo coger. Nos hablan de prevenir enfermedades de trasmisión
sexual, pero no hay método más que para el coito. Les docentes
que trabajan con la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), tienen
que explicar que el único método que hay para cuidarse entre dos
vulvas es cortar un preservativo… con una tijera. (125) Que,
además, con suerte sirve para el sexo oral, porque para el
tribadismo (la práctica de sexo genitogenital entre dos personas con
vulva) no sirve.
No es posible que no tengamos, hoy, un modo de cuidarnos y
prevenir infecciones de trasmisión sexual, cuando existen
dispositivos tan sofisticados como el DIU o pruebas de embarazo
que te dicen exactamente la cantidad de semanas de embarazo.
Les heterosexuales cis están en general muy por fuera de esta
lucha por un preservativo para proteger la vulva, cuando debería ser
una lucha de todes: que esté protegida la vulva, además de la
vagina, nos da la posibilidad de muchísimas prácticas de frotación
en relaciones vulva-pene también.
NATURALIZAME LA PAJA EN EL SEXO, BB
Ya hice toda mi oda a la masturbación en el capítulo cuatro, pero
quiero agregar que es de lo más interesante valorar la paja durante
los encuentros sexuales con otres: podemos pensar qué presiones,
tactos y sensaciones nos gustan cuando estamos soles, y ver si
podemos recrearlas en el encuentro con le otre. A la vez,
masturbarnos frente a une compañere sexual, mientras vemos cómo
se masturba (o no) puede ser muy placentero (o no).
Algunas personas lo que necesitan para orgasmear es tocarse ellas
mismas (quizás no siempre, quizás siempre). O tocarse mientras le
otre está mirando o tocándose a su vez, o tocarse mientras le otre
suma otro estímulo. A veces orgasmear con otres resulta una tarea
imposible o difícil, entonces, si naturalizamos el tocarnos nosotres
mismes frente a le otre, nos va a ser mucho más sencillo verlo como
parte de la sexualidad. Y dejemos a un lado la idea de que si nos
tocamos es “porque le otre no sabe”: esa idea de que las personas
saben o no saben tocar, cogen bien o cogen mal, y “ya va a llegar el
indicado”, el que sepa cómo tocarte, el que te de un orgasmo, atrasa
como un siglo. Si te tocás mientras cogés con otres, es porque es
rico o porque te gusta, porque es estimulante, porque te dieron
ganas, porque es lo que necesitás para orgasmear o placerear,
porque le otre todavía no sabe bien cómo estimularte, porque están
conociéndose, porque está aprendiendo, o por que tus gustos
cambiaron y ya no sirve lo que antes sí. Y montones de otras
razones más son viables también.
NATURALIZAME NO SABER, BB
No tiene NADA de malo no saber cómo tocar/coger con une otre. No
saber qué hacer o qué le gusta a la otra persona es muy habitual,
incluso con alguien con quien nos relacionamos sexualmente hace
mucho tiempo, incluso aunque nos consideremos expertes en la
cama.
Tenemos siempre muy inculcada la idea de que TENEMOS que
saber lo que le gusta a la otra persona, tenemos que saber coger.
Pero todos los cuerpos, tiempos, placeres, gustos, zonas erógenas,
mapas y estímulos placenteros son distintos. Deberíamos ver a
cada compañere sexual como una página en blanco, sin pensar qué
hacíamos con les anteriores, porque seguro lo que le guste a
nuestre nueve compañere sea distinto. Y si no sabemos lo que le
gusta a la otra persona, y la otra persona no sabe lo que nos gusta a
nosotres porque aún no nos conocemos, no hay otro camino más
que el diálogo. Algo que nunca deja de ser necesario, porque la
sexualidad en los vínculos largos también va mutando.
EROTIZAME EL DIÁLOGO Y EL CONSENSO, BB
Otra cosa que nos enseñaron que es aburrido, y que no vemos en
ninguna escena de sexo en los medios, es el consenso y la palabra,
las preguntas, las afirmaciones, las negaciones. La sexualidad es un
diálogo entre dos (o más) cuerpos, pero si entendemos que todes
tenemos distintos gustos, sensaciones, momentos, organizaciones y
preferencias sexuales, es bastante difícil esperar a que le otre
adivine, “lea” nuestro cuerpo, y sepa qué hacer si no se lo decimos.
Incluso aunque nos conozca mucho, es dificilísimo esperar que sepa
qué queremos hacer hoy, en este momento.
La práctica de consensuar, plantear lo que queremos por anticipado,
avisar qué nos gustaría ese día, saber qué tenemos ganas de hacer,
tener presente el estado de nuestro cuerpo, genitales y mente, es
muy importante para un encuentro placentero. A veces estamos
muy para una cosa y otras veces muy para otras, escucharte y
expresarlo puede sumar mucho.
Siempre preguntar: nunca está de más, y siempre hay maneras
erotizantes, interesantes y estimulantes de hacerlo. Expresate,
contá lo que querés. Podés querer tipos de estímulos en una zona,
pero otros estímulos no. Por ejemplo, puede encantarte que te
chupen el ano sin que entren; o la baba, pero no que te escupan; o
la penetración pero suave, o durante un rato cortito; o la penetración
durísima. ¡Avísalo!
A veces pasan cosas que no queremos que pasen, y nos cuesta
darnos cuenta de que no las estamos queriendo. Sabé que siempre
lo más importante es expresarte. Si tenés dudas, frená y pensá si
querés seguir. Nadie debería ofenderse, y, si se ofende, buena señal
para irse de ahí.
El consenso puede cambiar en el acto, por más que hayan acordado
una práctica, nunca está de más repreguntar y reconsensuar.
No existe “saber coger”, “saber chuparla”, “saber tocar bien”. Lo
único que hace a un buen vínculo sexual es la capacidad de
escucha de le otre, y la capacidad de comunicación.
CONSENSO NO ES CONSENTIMIENTO
Habrás notado que en todo este capítulo usé mucho la palabra
“consenso”. Y no usé la palabra “consentimiento”, que últimamente
escuchamos en todas partes. Las personas que hablamos de
sexualidad desde la perspectiva del placer, siempre preferimos el
consenso por sobre el consentimiento. Consentir es aceptar las
normas, modos o formas que otra persona propone. Quien
consiente es pasive en su elección: en el consentimiento no hay un
ida y vuelta. Podés consentir una práctica médica o una propuesta
de alguien (sexual o no sexual).
Consentir también es “dar el gusto”, algo que no está bueno para
vos, pero lo hacés por el placer ajeno. Consensuar, en cambio, es
tomarse el tiempo con la otra persona y negociar y hablar sobre las
prácticas que van a usar. En el consenso todas las personas que
van a participar del encuentro exponen sus preferencias, buscan las
que no entren en contradicción con las de les demás, y todes se
amoldan a lo que coincide, dejando algunas cosas de lado, y solo se
practica aquello en lo que coincidan todes de antemano, lo
consensuado. Nadie sale ganando, nadie sale perdiendo.
Si bien muchas veces el consentimiento puede ser una fiesta y ser
elegido, o la pasividad puede ser muy estimulante y deseada, no
puede ser la norma. Muchas otras veces el consentimiento puede
ser coaccionado por otres, y si el consentimiento es coercitivo
estamos hablando de violación.
Por eso prefiero la palabra consenso, porque sobre todo en esta
sociedad donde la violencia y el abuso de poder patriarcal es tan
fuerte, hablar de consentimiento es muy peligroso, sobre todo para
quienes fuimos socializades como mujeres.
LA “QUÍMICA”
Todas las cosas hermosas que hacen que disfrutemos más de la
sexualidad, nos enseñan a callarlas y silenciarlas en nombre de “la
química”, “la piel” y la espontaneidad. La espontaneidad que nos
vendieron tiene mucho más de “callate y acomodate a lo que le
gusta a le otre” que de otra cosa; la “piel” y la “química” en realidad
ocultan más bien el silenciamiento.
“Quedate con el que te haga sentir mariposas en el clítoris”, dice un
meme que circula por las redes sociales. Creo que es preferible
quedarse con lo que te haga sentir vos misme, libre, cómode: las
mariposas las puede aprender a hacer sentir cualquiera que tenga
ganas.
Se supone que si no hablamos y nos adivinamos, hubo “química”.
En realidad, eso solo significa que no tuviste que hablar y expresar
lo que querías. Puede haber cierto grado de atracción sexual mayor
o menor, por supuesto, y puede darse que justo se junten dos o más
cuerpos que funcionan muy bien en conjunto. Hay combinaciones
que funcionan bien de entrada, en otras hay que ir viendo cómo
encajan las piecitas, aprender y estudiar un poco.
Que los encuentros sexuales en un vínculo se den de manera
espontánea, con pocas palabras y mucha pasión puede pasar, pero
no significa que eso sea amor. Dejemos esos conceptos que
apuntan a la magia instantánea de cuento de hadas para otros
lugares (o para ninguno), en la sexualidad no nos ayuda en nada.
EL EROTISMO EN LA HETEROSEXUALIDAD
Quiero hacer un apartado para la cisheterosexualidad. En este caso,
insisto mucho en que se olviden de los genitales por un buen rato,
se entreguen a la experiencia sensorial y que tengan paciencia,
porque, como vimos, los tiempos sexuales pueden variar mucho de
una persona a otra.
Y, sobre todo, que busquen formas de conectar con lo erótico entre
ustedes. Un problema muy complicado en la heterosexualidad cis es
lo difícil que resulta para la mujer el estímulo cotidiano. Las mujeres
también necesitamos que el varón nos caliente, nos estimule, nos
erotice, que se pongan la tanga, los arneses, las remeras rotas, las
camperas de cuero, la lencería, las calzas, el traje, las cremas, los
aceites, lo que sea que nos estimule. Porque no podemos
calentarnos de la nada. Ese rol tan de geisha que nosotras sabemos
cumplir a la perfección no está mal, lo que está mal es que sea
siempre así, y siempre de manera unidireccional.
“
Un problema muy complicado en
la heterosexualidad cis es lo
difícil que resulta para la mujer el
estímulo cotidiano. Las mujeres
también necesitamos que el
varón nos caliente. Porque no
podemos calentarnos de la nada.
123. La alosexualidad es la norma que instaura la idea de que todes sentimos atracción
sexual hacia otres, y que lo hacemos dentro de ciertos márgenes de intensidad y
frecuencia. Esta norma es tácita pero fuerte. Y como se asume que es la única manera
de relacionarnos sexoafectivamente, se vuelve normativa, por eso se convierte en
alonormatividad.
124. Les compañeres del Proyecto Preservativo Vulvas militan esta deuda increíble de
la Salud.
125. Cabe aclarar que la explicación de cómo cuidarse entre dos personas con vulva
queda supeditada a la voluntad y el conocimiento de le docente. La ley no obliga a
hablar de ello.
- CAPÍTULO -
SEXOAFECTIVIDAD. LA
IMPORTANCIA DE HABLAR
Hoy sabemos por qué los matrimonios duran menos y por
qué la gente se casa cada vez menos. Ante ese lugar común
de que “los matrimonios de otras épocas duraban más” y “la
familia se mantenía más unida”, se puede pensar que si eso
no sucede hoy es porque cada vez hablamos más, porque
hemos empezado a contar las violencias, los acosos, las
incomodidades sexuales que hemos sufrido históricamente
en silencio.
Y la pequeña revolución que esto arma en el entorno de quien
empieza a hablar genera que otres escuchen.
Necesitamos seguir contando lo que nos pasa, las macro y las micro
violencias. Cuando son puestos en palabras, los micromachismos
pierden algo de fuerza, mueren un poquito. Otre lo escucha, lo
cuenta, pasa a otros oídos, y quizás, algún día, una persona de
esas está en una situación similar y puede reaccionar antes.
Entre el 2020 y 2021, pandemia mediante, me encontré con la
enorme potencialidad que resulta de trabajarnos colectivamente. En
conversatorios que armé sobre temas puntuales, en talleres junto a
la comunidad Mujeres que no Fueron Tapa, en grupos que llevamos
adelante con la sexóloga Carolina Meloni. Trabajamos grupalmente
lo personal, la vivencia sexoafectiva de cada une.
En este capítulo, vas a encontrar varios relatos de situaciones que
se repiten mucho en mis espacios de trabajo. (126) Quizá te sientas
reflejade en alguno y puedas, a partir de ahí, reflexionar sobre tu
propia sexoafectividad.
“Trabajar de manera grupal mi sexualidad fue como despertar
después de un sueño largo, de 30 años (que coincide con mi
edad). Estaba apagada, aislada, la perversidad del sistema me
enseñó que con otras mujeres SE COMPITE. Una
competencia de ver quién llega más alto, quién es más linda y
completa, quién se “gana el corazón” de ese hombre y
permanece en ese lugar, quién falla menos, quién es mejor en
la cama, más joven, vital, sexy y sonriente. Pero un día
empecé a mirarme y a escucharlas, a descubrir que en sus
relatos me podía encontrar. Y no era cualquier encuentro. Fue
un encontrarme desnuda delante del espejo y por primera vez
en mi vida, sin criticarme y sin odiarme. Fue darme cuenta de
que NO ESTOY ROTA y de que en esta tribu de mujeres está
la potencia, esa fuerza que te empuja a imponerte ante todo
aquel que te cuestione o pretenda hacerte sentir menos. La
buena noticia es que no hay vuelta atrás”.
Rena
A veces la sexualidad se nos atora en el cuerpo, nos trabamos, nos
quedamos estatiques en un lugar, no podemos salir o avanzar hacia
donde queremos. A veces el cuerpo nos avisa, a veces no. No es
fácil: ¿a quién le vamos a preguntar? ¿Con quién vamos a hablar?
¿Con familiares? ¿Con amigues, quizás? ¿Con tu psicólogue?
Muches se sienten juzgades o avergonzades de compartir sus
dudas o inseguridades. La culpa y la vergüenza que estos 2500
años imprimieron en nuestra sexualidad nos deja muchas veces
incapacitades para hablar de estos temas. Los abusos, la violencia,
los acosos, las violaciones (dentro y fuera de la pareja o de la
familia), las conductas horribles hacia nosotres, el patriarcado…
funcionan porque hasta ahora estuvimos callades.
Una de las cosas que más leo en las devoluciones post talleres,
encuentros y acompañamientos es que es un alivio el solo hecho de
hablar, de poner en palabras lo que se siente, claro, firme y literal. Si
nos expresamos, tenemos otras perspectivas y podemos
entendernos mejor.
“
La culpa y la vergüenza que
estos 2500 años imprimieron en
nuestra sexualidad nos deja
muchas veces incapacitades para
hablar de estos temas.
Por eso confío mucho en los espacios de trabajo grupales. Donde
con ciertas pautas y materiales de lectura (o no), grupos de mujeres,
lesbianas y disidencias, hablan, cuentan, escuchan las experiencias
ajenas, se cuestionan, se preguntan todo en un espacio seguro.
Estos espacios que generamos muchas personas, en un principio
(al menos en mi caso), tuvieron mucho que ver con lo sexual
solamente. Cuando empecé a trabajar individual y grupalmente, creí
que yo estaba ahí para acompañar lo que esas personas quisieran
entender, cambiar o reformular de sus relaciones sexuales. Bastó un
encuentro para darme cuenta de que sexo es inseparable de
afectividad.
¿Cómo puedo acompañar a alguien a quien le duele la vagina
mientras la penetran, sin pensar en el vínculo que mantiene con esa
persona que tiene al lado? Como Melina, que llegó a mi taller luego
de arrastrar tres años de dolor en la penetración con un compañero
al que no quería más, y con el que sostenía una relación porque era
el padre de su hije. Melina solo había hablado con su ginecóloga, y
la médica le había dado un gel con algo de anestesia. La había
mandado a tomarse un vino y a relajarse. Lo cual, claro, dejó a
Melina más confundida que antes.
¿Cómo iba a acompañar a Agostina a “tener más ganas de coger”,
como me había pedido, sin saber que tuvo más hijes que orgasmos
en su vida, y sin pensar en que estaba hace 15 años con una
persona que la menospreciaba y le decía que era fea? Agostina
había visto en la tele que les personajes mediáticos se ponen un
chip, que “es como un granito de arroz, y va liberando testosterona,
elles lo hacen por la salud, para mantenerse jóvenes, pero te da
vigor sexual”. También había escuchado que hay “unas pastillas”.
No sabía dónde se conseguían, ni cómo se llamaban, pero quería
saber. Quería saber cómo aumentar su libido. ¿Por qué? ¿Para
qué? ¿Para quién? Porque su marido estaba “muy afectado porque
yo no llego al orgasmo”. ¿Cómo podemos pensar que la sexualidad
se puede arreglar con una pastilla, sin pensar en lo afectivo y
vincular?
Sexo y afectividad —que no es el “vivieron felices y comieron
perdices” de los cuentos y las pelis que nos lo contaron así— van de
la mano. Y antes de querer “arreglarnos” con geles, chips, pastillas o
lo que sea, hay que ver qué nos sucede, cuáles son nuestras
inseguridades, miedos, penas, vergüenzas. Y para eso hay que
poder hablar. No hay otro camino.
PERSONAS DESEANTES
En el recorrido que hace este libro vimos que no queremos ser más
objetos de deseo como fuimos siempre (lo cual no significa para
nada no ser deseades), sino que queremos que se nos lea en clave
de sujetos deseantes. Que los medios, el cine, el porno, la industria
de la música y nuestros entornos puedan leernos en clave de
sujetos deseantes, como personas que desean. El deseo no es solo
de los varones cis.
Para que te lean como sujeto deseante tenés que serlo. Pero no nos
han educado para eso. Y lo sos, todes lo somos, pero tenés que
reconocerte como tal. Dale importancia a tu deseo sexual (si lo
tenés), escuchate, tus necesidades, gustos y expresiones sexuales
son importantísimos. Para transformarnos en sujetos deseantes
necesitamos, como primer paso, reconocer la importancia de
nuestro placer y deseo.
Clara venía de 18 años de vida sexual con variadas personas,
incluso varios noviazgos largos. En todos le sucedía lo mismo: al
principio le parecía casi una tortura relacionarse sexualmente, no
entendía qué pasaba, no le gustaba, pero sentía que lo tenía que
hacer. Por muchos años ni se lo cuestionó: el placer no era de ella,
era de le otre. Con el correr de las semanas, se iba enamorando, se
aflojaba, y empezaba a disfrutar mucho de coger.
Cada vez que cortaba con une novie, le dolía mucho lo que le había
costado ese bienestar sexual. Con el tiempo, Clara empezó a ver
que había algo que se llamaba demisexualidad, y que se sentía muy
cómoda usando esa etiqueta. Que ella, como les demás
demisexuales, necesita generar cierta conexión emocional, necesita
formar un vínculo afectivo romántico antes para sentir atracción
sexual por la otra persona. Ahora, Clara suele enamorarse de
personas que antes son sus amigas. O presenta su orientación
sexual al empezar a conocer a alguien, y eso ya le da una
sensación de comodidad, le quita el peso que ella sola se ponía de
tener que relacionarse sexualmente desde el principio cuando no
sentía atracción sexual.
Romina era una persona en pleno puerperio, que se miraba al
espejo y no se reconocía. Seis meses después de nacide su hije, se
miraba y no entendía quién era su culo, sus tetas, su panza y todo lo
que siempre le había dado seguridad y confort ya no eran lo que
habían sido. Necesitaba sentir que no era el monstruo que veía ella
sola. Pero no había nadie al lado para decírselo: su compañero no
aportaba nada de contención, no se daba ni cuenta de lo que estaba
atravesando Romina. Y como no se sentía deseada, empezó a
taparse cada vez más sabía perfectamente cuán “mal” estaba verse
así, estar así.
Esto es algo muy común. Las revistas, la tele, los diarios, nos
muestran todo el tiempo lo flaca y espectacular que hay que quedar
después del parto. Si no, una está “descuidada”. El puerperio es una
etapa muy especial: hay cansancio extremo, tetas que no dan más,
poco sueño y descanso, compañeres que pasan todo el día en el
trabajo mientras une lidia con su/s hije/s. Y para Romina, el mejor
plan era tener quince minutos para ver una serie y comer algo
sustancioso.
Quizás solo necesitaba abrazos de verdad, mimos, hacer cucharita
para dormir, que la tapen y la cuiden, quizás sentir que su
compañero gustaba de ella con todos los cambios, quizás
necesitaba que se abracen desnudes y sentir las pieles juntas, sin
coger. Pero Romina no podía ni procesar ni decir esas cosas: su
obstetra deslizó que si no “atendía” al marido, se iba a ir con otra. A
ella le importaba muy poco si su marido cogía con otra, solo quería
que la abrace, la quiera y la mime. Y esperar a la siguiente etapa.
Pero no podía decirle eso al marido. Así que llegó a un
conversatorio para ver qué le pasaba con su sexualidad. Ahí se
encontró con diez personas más en la misma situación que ella. Ahí
entendió, ahí supo. No le debía sexo a su compañero: entendió que
hay etapas en las que nuestra sexualidad o intimidad pasa por otras
áreas. Y que en ese momento la calentaban otras cosas: que su
marido se ocupara de la casa, por ejemplo, o tuviera otras actitudes
consideradas hacia ella.
Belén estaba muy frustrada porque su novia, Abigail, ya casi no
quería relacionarse sexualmente. Hacia tres años que convivían, y
siempre había sido al revés: Belén tenía más ganas que Abi.
Empezar a hablarlo con otres le hizo ver a Belén que en épocas de
incertidumbre mundial, aislamiento y pandemias, no podía exigirle a
nadie que estuviera caliente y con ganas de coger. Antes de hablar
con otres pensaba que la falta de deseo se debía simplemente a
que “las cosas se estaban acabando” entre ellas.
Este es el poder de la palabra puesta en conjunto: verse reflejade en
otres, saber que no se está sole.
HABLANDO AL VACÍO
Una pregunta/queja que recibo mucho es sobre explicaciones,
avisos, pedidos de ciertas prácticas o tiempos sexuales a
compañeres sexuales que no se dan por aludides. “Le dije que me
gusta que me toquen las tetas despacio, pero me las pellizca y me
duele”, “Le explico y le explico que no me toque primero el clítoris,
pero va y lo toca primero”, “Necesito tocarme (o usar un juguete)
para tener un orgasmo, pero me dice que me tiene que alcanzar con
lo que me da él”.
Si expresaste tus necesidades y gustos sexuales y la otra persona
no las escucha, la verdad es que no hay muchas alternativas. ¿Por
qué habrías de estar con alguien a quien no le importa que la pases
bien mientras cogen? ¿Vos cogerías con alguien solo por tu placer?
¿Sin preocuparte en lo más mínimo por el placer ajeno?
Por ahí no es. Siempre pensá en qué le dirías a una amiga que te
cuenta la situación que vos estás viviendo. Y decitelo a vos misma.
“
Todes tenemos en nuestras
manos la oportunidad de ir
cambiando de a poco las
cosas. Este libro está lleno de
información: esparcila,
contala, regalala, mandale
frases a tus amigues,
discutime (con amor), cambiá
todo lo que sea necesario,
cuantas veces quieras.
126. Los nombres fueron cambiados para proteger la intimidad de las personas que
aquí aparecen.
- EPÍLOGO -
(Nina Simone)
Coger en tiempos feministas es… difícil. Bastante difícil.
Son tiempos de cambios, las normas de antes ya no aplican, pero
siguen presentes en el imaginario colectivo. En estos años aprendí
que en todo lo que respecta al sexo, las personas generalmente
quieren saber si tal o cual cosa es “normal”. Que alguien se los diga,
ver que a otre le pasa lo mismo que a elles. ¿Y qué es la
normalidad? ¿Cuál es la normalidad en el sexo? Lo normal es lo que
se ajusta a la norma, nada más. La normalidad no existe. La
normalidad es que todes somos distintes. En el sexo, en la
sexualidad, en lo vincular, en lo sexoafectivo, no hay normalidad. No
hay norma.
¿Y ahora qué hacemos con esto? ¿Qué hacemos con esta
sexualidad que estamos reencontrando? ¡Ahora gozamos bb, ahora
gozamos!
Ahora nos cobramos las horas, los minutos enteros de placer que
nos perdimos metiendo la panza.
Ahora volvemos a tener esos orgasmos que se fueron tratando de
no expresarnos, de no mostrar el placer.
Ahora bailamos, y disfrutamos nuestro cuerpo, como sea, nos
miramos al espejo, nos gozamos.
Ahora nos cobramos las horas de masturbación que nos robaron,
que eran nuestras, que perdimos creyendo que eso era “algo de
varones”, ahora nos frotamos como queremos, y nos cobramos
todos esos orgasmos que fingimos.
Ahora nos curamos las heridas entre nosotres, con amigues, con
vínculos, con quien queramos. Nos escuchamos. Nos
acompañamos.
Ahora nos damos cuenta más rápido cuando nos están boludeando,
les reconocemos enseguida, y les sacamos de nuestra vida.
Crecimos educades por personas con trastornos alimenticios no
diagnosticados y/o muy mala o nula educación sexual y/o ideas muy
confusas sobre lo que es el amor, la normalidad, el placer. Es casi
un milagro que estemos cogiendo. Basta con escuchar una canción
infantil, o mirar un programa, o escuchar las letras de canciones
para adolescentes de los años ochenta, noventa o dos mil, para
darnos cuenta de por qué es tan difícil.
Estamos acá, replanteándonos TODO, dudando, recordando y
procesando cosas que antes se nos quedaban atoradas. Tratado de
ver cómo es esto de coger en tiempos feministas, viendo cuál es la
forma. Porque coger en tiempos feministas significa algo distinto
para cada une.
Para algunes, puede ser no coger más para la mirada masculina
hegemónica, no buscar esa aprobación que nos enseñaron a buscar
en todo. Empezar a coger para nosotres, por nosotres, que nuestra
búsqueda de placer sea compartida con la ajena.
Para otres, puede ser una búsqueda de su propio placer y/o
orgasmos, puede ser entregarse a la sexualidad individual por un
tiempo largo hasta que se desee compartir. O puede ser entrar en
etapas exploratorias con otres. O puede ser sernos sinceres con
nuestras elecciones sexuales.
Para otres tantes, puede ser no reprimirse, no guardarse un “te
quiero”, un “te quiero ver”, un “te extraño”, “te tengo ganas”, “te
deseo”, “estás más buena que el pan con manteca”. Y ver qué
hacemos con la respuesta, no temerle. Puede no ser lo que
esperábamos, MEJOR, así tenemos las cosas claras, y no
perdemos nuestro tiempo maquinando.
Coger en tiempos feministas puede ser permitirnos atravesar los
cambios y modos de nuestros cuerpos, y entender que nuestra
sexualidad está ligada a él. Si querés transicionar, si querés
empezar a hormonizarte, si vas a usar un método anticonceptivo o
implante hormonal, o si querés adoptar una pose o un look que no
se amolda al género que te asignaron al nacer, si querés gestar,
maternar o paternar, si no querés ni maternar ni paternar ni gestar,
cómo querés ciclar, cómo vas a encontrarte con tu menopausia,
todo está atravesado por tu sexualidad.
Saber que no hay etiquetas, ni formas correctas de placerear u
orgasmear. Que cada persona tiene sus tiempos, sus ritmos, sus
cadencias. Que eso puede cambiar. Saber que coger no es como en
el cine, que los fuegos artificiales pueden darse o no, que va a haber
encuentros hermosos y otros más tranquilos.
Coger en tiempos feministas es coger con el cuerpo, sin juzgar a le
otre. Los cuerpos no importan, lo que importa es cómo se sienten: si
nos invitan a acercarnos a ellos o si nos repelen.
Si nuestra corporalidad nos llama a ir hacia ahí, o si, al contrario,
nos llama a replegarnos en nosotres o a alejarnos.
Coger en tiempos feministas puede ser pelearnos internamente, a
veces es un constante debatir de nuestras costumbres y gustos, y
sus orígenes. Quizás es poner límites en un vínculo que nunca lo
había tenido, quizás es alejarnos de alguien que nos dimos cuenta
que nos manipulaba.
Coger en tiempos feministas quizás es saber que vamos a vivir
momentos súper sexuales, pero otros que nos alejen del deseo
sexual. O quizás es asumir que no tenemos casi deseo sexual. Y
saber que siempre podemos decir que NO, y eso es recuperar la
soberanía de nuestro propio cuerpo y sexualidad.
Coger en tiempos feministas puede ser la búsqueda de
relacionarnos sexualmente con gente que guste de nosotres y lo
pueda expresar, y no amoldar nuestro cuerpo y apariencia a los
gustos de le otre.
Coger en tiempos feministas puede ser también entender los
procesos de nuestro cuerpo. Si tu cuerpo tiene la capacidad de
gestar, es quizá no presionarse con los tiempos ni el famoso “reloj
biológico” como única medida de ese deseo.
Coger en tiempos feministas puede ser pensar y reforzar la idea de
que no le debés sexo a nadie: A NADIE, ni a una piba con la que
sexteaste furiosamente, ni a un pibe con quien chapaste dos horas,
ni a tu marido.
Coger en tiempos feministas puede ser replantearnos todo, pero,
sobre todo, replantearnos con quién nos relacionamos
sexoafectivamente, y para qué lo hacemos.
“
Sin consenso, no es sexo.
“
Estoy segura de que esta lista
que inicié es infinita y
mutante, como las
sexualidades.
Me gustaría reunir frases,
oraciones, minirrelatos de las
formas en que ustedes
encuentran el placer sexual
más zarpado de su vida.
Prometo hacer algo hermoso
con esas respuestas. Podés
mandar POR ESCRITO, con el
nivel de detalle que quieras, el
relato de la forma en que
orgasmeás o placereás a:
tuplacer@tatiespanol.com
BIBLIOGRAFÍA SELECTA
Catherine Blackledge (2005). Historia de la vagina: un territorio
virgen al descubierto. Península. Barcelona.
Rebecca Chalker (2000). The Clitorial Truth: The Secret World at
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Naomi Wolf (2002). The beauty myth: how images of beauty are
used against women. Harper. Nueva York.
AGRADECIMIENTOS
Gracias a Carolina Meloni: tenés el corazón más cálido y el enojo
más hermoso que vi en la vida.
#agarrameloshuevosyllevatelosparatucasa
Y a Victoria, que quizás mañana no se llame más Victoria, pero sí
felina, ninja y mutante. Gracias siempre por convencerme de que
este era mi trabajo, por verme y bancarme desde Cemento.
Ustedes son la pluma mágica de Dumbo para mí, las amo.
A vos, Rusa, en donde estés. No sé qué haría sin vos, en serio. A
Leti y Sofi, gracias por los empujones y el amor, siempre. A Jose,
que con su dulzura y amorosidad, sin juzgarme, me dio el espacio
necesario, en su casa y su corazón.
Nada me enorgullece más de mí misma que ser amiga de ustedes.
Las amo.
Gracias inmensas, Lu, por ilustrar con tanto amor y paciencia lo que
flotaba en mi cabeza.
A mi familia, amichas y equipo de trabajo por ayudarme en medio de
la caca. A mis xadres, tías, primas, amigas, amores, novies,
amigues, pero, sobre todo, a mis hermanas, Malena y Carla. Las
amo. Gracias por tanto, perdón por tan poco.
¡Seguinos!