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Tati Español

Todo sobre tu vulva


Tati Español
Todo sobre tu vulva
Apuntes sobre el placer
Índice de contenido

Portadilla
Legales
Prólogo. Derribar los mitos, conocer nuestra historia y nuestros
cuerpos
Introducción. Un libro para desestandarizar el placer
Capítulo 1. El placer que nos negaron
Capítulo 2. Anatomía: el conocimiento prohibido
Capítulo 3. Orgasmos y placer: ¿acabar, terminar, llegar?
Capítulo 4. La sexualidad individual: la paja es sexo
Capítulo 5. Autoestima y autocuidado: cuerpos seteados para no
disfrutar
Capítulo 6. Porno: mandatos 2.0
Capítulo 7. La sexualidad compartida: diálogo, consenso y cuidados
Capítulo 8. Sexoafectividad. la importancia de hablar
Epílogo. Coger en tiempos feministas
Bibliografía selecta
Agradecimientos
Español, Tati
Todo sobre tu vulva / Tati Español. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires :
Planeta, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga
ISBN 978-950-49-7476-5
1. Sexualidad. I. Título.
CDD 611.67

© 2021, Tatiana Español

Ilustración de tapa y aperturas de capítulos: Luisina Herzog


Imágenes anatomía: Rocío Méndez
Diseño de interior y tapa: Diego Martin / Guillermo Miguens
Edición: Ana Wajszczuk
Corrección: Eugenia Blanco

Todos los derechos reservados

© 2021, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.


Publicado bajo su sello Planeta®
Av. Independencia 1682, C1100ABQ, C.A.B.A.
www.editorialplaneta.com.ar

Primera edición en formato digital: septiembre de 2021


Digitalización: Proyecto451

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bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra
por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

Inscripción ley 11.723 en trámite


ISBN edición digital (ePub): 978-950-49-7476-5
Para Emma y Vini.
Ojalá siempre encuentren el espacio, el modo y el tiempo de
expresarse con libertad.
Ojalá los mandatos pesen un poco menos para ustedes.

Y para todas las personas que alguna vez se preguntaron si sus


gustos o prácticas sexuales eran normales. La normalidad está
sobrevalorada.
- PRÓLOGO-

DERRIBAR LOS MITOS,


CONOCER NUESTRA HISTORIA Y
NUESTROS CUERPOS
POR LALA PASQUINELLI*
*Lala Pasquinelli es abogada, activista feminista, artista
visual y poeta. Es la fundadora de la comunidad Mujeres
Que No Fueron Tapa (@mujeresquenofuerontapa), que
intenta hackear los estereotipos que reproduce la cultura de
masas.

En este libro, Tati Español hace lo que sabe hacer bien: enseñarnos,
rescatarnos de la inseguridad, el dolor, las dudas y el silencio.
Conocerla transformó mi vínculo con el goce, con el disfrute.
Empecé a ponerle nombre a lo que sentía y a por qué lo sentía.
Aunque parezca un slogan de venta, no dudaría en decir que mi
vida sexual cambió para muy bien después de escuchar y trabajar
con ella.
Con El placer que nos negaron, Tati Español se inscribe en la
genealogía de mujeres que desde hace tres siglos nos ayudan a
reconocer primero y cortar después nuestras cadenas. Esas que
más nos encadenan: las de la vida interior, doméstica, diaria, las de
la cama, las que nos inhiben y van construyendo identidades
cosificadas y devaluadas.
Este es un libro de esos que amplían el espacio entre pecho y
espalda. Mientras lo vamos leyendo, el aire empieza a entrar y llena
el pecho y sale en forma de suspiro que alivia. Y se suma a la lista
de los libros que nos hacen asentir con la cabeza mientras leemos,
que nos hacen subrayar con furia, llorar, compartirlos con madres,
amigas, abuelas, desconocidas y ponerle nombre y a veces también
apellido a partes de nuestras historias.
Tati Español nos lleva primero al recorrido ineludible: historizar para
entender la dimensión política de nuestra sexualidad y la forma en
que se han configurado las lógicas que construyeron una sexualidad
objetificada, que nos roban la posibilidad de indagar en nuestro
propio deseo, y de entender las implicancias sobre nuestros cuerpos
y sentires de esa cosificación y silencio ¿Cómo se ha construido ese
discurso? ¿Quiénes fueron sus artífices? ¿Qué consecuencias tiene
hoy en la construcción de nuestras identidades? ¿Qué historias
escribe esa historia en las nuestras? ¿Cómo lo desarmamos?
El placer que nos negaron responde sobre todo a esa pregunta,
porque, además de explicarnos por qué estamos como estamos,
nos invita a conocer nuestros cuerpos para derribar todos los mitos
sobre lo que nos hace gozar. Y con los pies en este territorio físico y
simbólico, desde la contemporaneidad para la contemporaneidad,
nos acompaña en el proceso de entender que no estamos mal, que
no somos raras, que no está mal nuestro deseo ni su ausencia, que
no están mal nuestras vulvas por no ser como las del porno, que no
estamos mal nosotras por no querer tales cosas y sí querer tales
otras, que necesitamos tiempo y espacio para sentir, que es
imprescindible recuperar el poder que nos ha sido expropiado al
silenciar y ocultar nuestra sexualidad, que nada es lo que nos
mostraron en el cine y las series, que nuestra sexualidad se
construye a fuerza de diálogo, de reconocer nuestros límites,
nuestro deseo y nuestras fragilidades, que es necesario hablar de lo
que nos pasa, decir y pedir porque somos nuestros cuerpos.
Seremos muchas y muches quienes le deberemos a la incansable
curiosidad y compromiso de Tati Español, a su valentía para decir y
poner el cuerpo, a su profunda sensibilidad, vidas sexuales a
nuestra medida y en nuestro nombre.


Tati Español nos lleva primero al
recorrido ineludible: historizar
para entender la dimensión
política de nuestra sexualidad y
la forma en que se han
configurado las lógicas que
construyeron una sexualidad
objetificada, que nos roban la
posibilidad de indagar en nuestro
propio deseo, y de entender las
implicancias sobre nuestros
cuerpos y sentires de esa
cosificación y silencio.
- INTRODUCCIÓN -

UN LIBRO PARA
DESESTANDARIZAR EL PLACER
“¿Por qué nadie nos explicaba que la mayor parte de
nosotres no orgasmea con penetración? ¿Por qué no había
palabras para describir nuestros actos sexuales? ¿Por qué
nunca veía en el porno a nadie orgasmeando como
orgasmeo yo, o masturbándose de maneras similares a las
mías? ¿Por qué la sexualidad de las personas con vulva
estaba llena de mitos? ¿Por qué éramos educades en una
especie de agujero negro del placer?”
Para dar la bienvenida a este libro a todas las personas con vulva —
o mejor dicho, a todas las personas interesadas en el placer de las
personas con vulva— quisiera empezar por presentarme, tal como
hago en cada uno de mis seminarios: soy Tati Español, mujer
cisgénero, pansexual, mi pronombre de preferencia es “ella”.
También soy una persona tremendamente curiosa e interesada en lo
que la sexualidad y el placer significan en nuestras vidas. Estudié
cine y siempre trabajé en áreas relacionadas al diseño, pero la
sexualidad es algo que me interpela y me atraviesa desde muy
chica. Ese interés fue evolucionando con el tiempo hacia un estudio
en profundidad de muchísimo material relacionado a la sexualidad
de las personas que —como yo misma— tienen vulva, y cómo la
cultura y la sociedad patriarcal fueron formateando nuestros deseos
y silencios, nuestras maneras de vivirla y de reprimirla, de ocultarla y
también de rebelarnos.
Cuando era chica, leía la revista Cosmopolitan y compartía mucha
de esa “información” con mis amigas. Hoy miro hacia atrás y veo
claramente que la propuesta siempre era una sexualidad
heteronormativa y totalmente hegemónica, repleta de tips “para
volverlo loco a él” y de reglas inútiles para “tener el mejor orgasmo
de tu vida”, pero también me doy cuenta de la poca información
accesible sobre sexualidad que teníamos. Como mucho, para hablar
del placer existía esa revista y alguna sexóloga en televisión, no
mucho más.
Y yo empecé a investigar por mi cuenta. Siempre fui buena para
eso, y así accedí de a poco a libros, papers e investigaciones que,
por separado, me iban dando pequeñas pistas acerca de cómo
funciona la sexualidad de las personas con vulva. Y, además,
contradecían mucha de la escasa información que recibíamos, sea
en nuestra casa, en la escuela (con la famosa charla “solo para
chicas” que un fabricante de toallitas femeninas solía ofrecer cuando
era chica a quienes estábamos por finalizar la primaria) o en los
medios de comunicación. La información sobre sexualidad siempre
estaba encarada desde lo reproductivo, y no desde el disfrute o la
diversión; y, por sobre todo, desde la penetración como único acto
que determinaba haber tenido sexo o no.
Siempre fui de esas personas a las que la gente le habla de su vida
sexual, y siempre me sentí con derecho a hablar de la mía, a
compartir, a comentar, a darle voz. Nunca entendí por qué es tan
habitual hablar de cualquier cosa, y no de sexo. Con el tiempo
empecé a ver que la poca información que había encontrado
inicialmente no estaba al alcance de las mujeres que me rodeaban:
mis amigas y conocidas me miraban como si yo estuviese hablando
en otro idioma.
También empecé a notar la diferencia entre lo que estaba escrito por
varones cisgénero (la norma) —explicándonos a las personas con
vulva qué tenemos, cómo tenemos, cómo sentimos y cómo está
formada nuestra anatomía—, y lo que estaba escrito efectivamente
por personas con vulva, sobre todo lo que venía desde una
perspectiva feminista. Pero eran libros muy difíciles de conseguir o
diez veces más caros que otros libros sobre el tema, o no estaban
traducidos al español: entendí que de alguna manera esa
información que no circulaba —mientras sí circulaban otros
discursos: el sexo con la reproducción o el placer masculino como
únicos fines—, se nos estaba negando. Y que era, y no debía ser,
un privilegio.


Y yo empecé a investigar por mi
cuenta (...) La información sobre
sexualidad siempre estaba
encarada desde lo reproductivo,
y no desde el disfrute o la
diversión; y, por sobre todo,
desde la penetración como único
acto que determinaba haber
tenido sexo o no.
Y ahí se me abrió un espiral de preguntas infinitas que aún no
puedo responder: ¿por qué nadie nos explicaba que la mayor parte
de nosotres no orgasmea con penetración? ¿Por qué no había
palabras para describir nuestros actos sexuales? ¿Por qué nadie
nos hablaba de placer? ¿Por qué no veía nunca en ningún lado
representado ese placer? ¿Por qué nunca veía a ninguna mujer
masturbándose en una película, o si lo veía, era ridiculizada? ¿Por
qué nunca veía en el porno a nadie orgasmeando como orgasmeo
yo, o masturbándose de maneras similares a las mías? Cuanto más
leía, más me enmarañaba en citas, bibliografía, mitos, negligencias,
mentiras… y más me costaba llegar a algunos libros. ¿Por qué era
tan complicado acceder a esta información? ¿Por qué la sexualidad
de las personas con vulva estaba llena de mitos? ¿A quién le
molestaba que contemos con verdadera información, que gocemos,
que la pasemos bien, que entendamos nuestro sexo y nuestras
sexualidades, que hablemos del tema? ¿Por qué éramos educades
en una especie de agujero negro del placer? De a poco fui
entendiendo que la respuesta era una sola: porque le conviene al
patriarcado, al capitalismo y a ciertas religiones, como vamos a ver
en las páginas que siguen.
De golpe, me di cuenta de que tenía mucha información en mis
manos. Y sola en casa, cruzada de brazos, quejándome, no iba a
cambiar nada. Así surgió la necesidad de compartir lo que yo estaba
estudiando y aprendiendo. Venimos de generaciones bastante
corrompidas respecto a su sexualidad, especialmente respecto a la
sexualidad de las personas sociabilizadas como mujeres. No nos
incentivaron a hablar ni a ser dueñes de nuestra propia sexualidad.
Y desde hace unos años, feminismo mediante, estamos en un
momento clave en el que depende de nosotres que empecemos a
contar, a naturalizar, a hablar con hijes, amigues, sobrines (y
depende de las personas que gozaron/mos de muchos privilegios
escuchar, interiorizarse y hablar con otres). Poder decir “clítoris” y
que a nadie se le pongan los pelos de punta, hablar de
masturbación como lo que es: una práctica habitual, necesaria,
aceptable y común para todes. Darnos cuenta de que las personas
con vulva y las mujeres en particular hemos sido históricamente
vistas como la respuesta al goce y el placer masculino y no como
seres con derecho a gozar de nuestra propia sexualidad. Que
vivimos rodeades de mitos y cargades de culpas sobre cómo tiene o
no tiene que ser nuestra vulva, nuestro orgasmo o nuestra
respuesta sexual. Y, sobre todo, aún hoy, en medio de mucho
silencio respecto a estos temas, y en medio de la formación de
nuevos mitos y mandatos.
Fue así que en 2018 tomé coraje y decidí reunir esa información que
venía investigando para empezar a compartirla y hacer circular otros
discursos sobre nuestra sexualidad. Porque las patologías son muy
pocas, y deben tratarse con une profesional, pero la desinformación
es mucha y para tomar las riendas de la propia sexualidad primero
tenemos que permitirnos explorar, cuestionar, ¡hablar! Así fue que
dejé mi emprendimiento como diseñadora gráfica y en el
departamento de mi amiga Jose, incentivada por ella y otras amigas,
di el primer “taller teórico sobre sexualidad femenina” que, con el
tiempo —cuando tomé noción de que la opresión sexual no solo
afectaba a mujeres sino a todo tipo de disidencias—, se transformó
en Todo sobre tu vulva. La respuesta fue hermosa: a partir de ahí,
no dejé nunca de dictar el taller todas las semanas. Pronto el
departamento quedó chico y empecé a circular por centros
culturales y otros espacios, y, luego, —pandemia de Covid 19
mediante— también empecé a dictar el taller online. Para difundir
este taller, abrí una cuenta de Instagram (@tatiespanol) y empecé a
publicar mis ideas ahí.
Asimismo, empecé a formar parte de SESI (Salud y Educación
Sexual Integral), un equipo interdisciplinario de trabajo con
profesionales de la salud mental y sexual, estudioses, divulgadores,
interesades en la terapéutica, el aprendizaje y la difusión de
conocimientos sobre las sexualidades y las diversidades. Nos
autoconvocamos para disentir con la hegemonía profesional que
trabaja con sexualidades y vínculos, ante la necesidad de un
espacio inclusivo para todas las identidades, corporalidades, marcos
teóricos, militancias, deseos que se han visto desestimados, cuando
no expulsados, de la hegemonía profesional de la salud.
Con el tiempo empecé también a trabajar con personas
individualmente y con vínculos, acompañándoles, escuchándoles y
brindando información en lo que yo llamo mis “acompañamientos”.
Tanto Instagram como las sesiones individuales me ayudaron a
poder seguir viendo la inmensa diversidad de nuestros gustos y
experiencias sexuales. Mucho de lo aprendido allí está en este libro.
Lo que pasa en cada encuentro es mágico: desde una señora de 76
años que tuvo su primer orgasmo hasta mujeres de 30 y pico que
empezaron a masturbarse por primera vez. Personas con vulva que
empiezan a poder hablar de sus complejos y sus dudas, que lloran
cuando se dan cuenta de que no son “tan freaks” como creían, que
su manera de orgasmear no es rara, que su vulva no es fea, no está
fallada, no está rota, no es incorrecta, que empiezan a aceptar su
cuerpo y su manera, siempre única y personal, de vivir la
sexualidad. Porque yo no creo en la normalidad, pero entendí que
en materia de sexualidades, muches necesitan sentirse “normales”,
pero el abanico de “normalidades” es infinito, y hay que dejar de
generalizar para poder vivir la sexualidad de manera un poco más
libre y gozosa. Si bien en los últimos años ha cambiado mucho la
perspectiva, siempre subyace el pensamiento de que las personas
con vulva disfrutamos de una sola manera. Y ese pensamiento es
muy dañino, es una mochila muy pesada de cargar, porque hay
tantas sexualidades como personas en este mundo.
Quiero ser un factor que colabore con desestandarizar el placer. Y
ese es el motivo y el motor de este libro. La información es poder, la
vida es demasiado corta y merecés gozar de tu sexualidad de tu
única y particular manera.

ANTES DE EMPEZAR, ALGUNAS


ACLARACIONES PREVIAS
Quisiera aclarar dos cosas muy importantes antes de que empieces
a leer este libro. Como ya habrás visto, escribo en lo que se suele
llamar lenguaje inclusivo. (1) Aunque creo que mi lenguaje va más
allá de la E, la A o la O. Es un lenguaje no binario. ¿Por qué?
Porque no diferencio entre géneros, sino entre características
anatómicas: alguien que tiene vulva y alguien que tiene pene,
porque quiero que esta información llegue a todas las personas que
tengan vulva, sea cual sea su identidad de género. No me importa
con qué género se identifica esa persona, o si no se identifica con
ninguno. El género puede fluir y cambiar, y quizá no siempre vas a
sentirte de un determinado género.
Es una decisión que tomé para que puedan leerme y sentirse
cómodes personas transgénero. Por ejemplo, a mi taller y
acompañamientos, vienen a veces varones trans. Tienen vulva, pero
no se identifican como mujeres. A veces esto resulta medio confuso
para algunas personas, porque en nuestra sociedad la figura del
varón trans es mucho más invisibilizada que la de la mujer trans.
Esto me lleva a la segunda aclaración: ¿cuál es la diferencia entre
género, sexo, identidad de género y orientación sexual?
El género es una construcción social y cultural. Son todos los
rituales y creencias, que nos hacen creer que corresponden a la
genitalidad con la que nacimos. ¿Nacés con vulva? Te perforan las
orejas, te visten de rosa, te regalan muñecas, te preguntan por
novios, te anotan a clases de danza, te enseñan a ser delicada,
cuidada, a no gritar mucho, a no embarrarte demasiado. A medida
que vas creciendo, te van marcando las pautas de lo que es
femenino: juegos de maquillaje, de electrodomésticos, ropa ajustada
al cuerpo, cumpleaños que simulan spas y tratamientos de belleza.
Se te dice que no te toques “allá abajo”, que seas correcta,
educada, que uses vestidos y ropa delicada en lugar de cómoda.
Creo que muches entendimos con seriedad estos temas, pero
muchas otras personas siguen pensando que estas cosas son
detalles menores, como la perforación de orejas, que no es ni más
ni menos que penetrar un cuerpo sin su consentimiento. Este es el
primer ritual de iniciación en “lo femenino”: ya desde el día cero nos
enseñan que no somos dueñes de nuestro cuerpo, que no tenemos
ni voz ni voto en lo que se haga con él. (¡Y después nos
preguntamos por qué caemos en los distintos tipos de violencias!).
En cambio, si nacés con pene, te llaman varón, te visten de celeste,
los padres se enorgullecen del tamaño de tus huevos, te regalan
herramientas, autos, juegos que parecen dedicados a un futuro
ingeniero, te anotan en un deporte, te compran un instrumento y se
te permite correr, potrear, tocarte el pito, estirártelo, mirarlo y
masturbarte.
También nos enseñan cómo debe ser nuestro comportamiento hacia
el género opuesto, tenemos establecidas tácita y no tan tácitamente
todo tipo de normas y reglas sobre cómo estos géneros deben
relacionarse. Esto se llama binarismo, y da lugar a todo tipo de
violencias, discriminaciones, roles y conductas establecidas.
En cambio, el sexo es lo que se nos asigna médicamente y de
manera biologicista al nacer y solo tiene que ver con los
cromosomas y las hormonas que dan lugar a cierta genitalidad.
Históricamente, sexo y género estuvieron ligados. Según la filósofa
feminista Judith Butler, el género se construye culturalmente: por
esa razón, el género no es el resultado causal de nuestra
genitalidad ni tampoco es tan rígido como podría ser el sexo. En
Argentina, en 2012, se sancionó la Ley de Identidad de Género (N°
26.743) que utiliza la distinción sexo/género propuesta por Butler.
También quisiera hacer algunas otras aclaraciones importantes para
entender este libro:
• Una persona cisgénero es alguien cuyo género asignado al nacer
coincide con su identidad de género. Ej.: naciste con vulva, te
asignaron género femenino y te identificás con ese género,
entonces sos una mujer cisgénero.
• Una persona transgénero es alguien cuyo género asignado al
nacer no coincide con su identidad de género. Ej.: naciste con
vulva y te asignaron género femenino, pero te identificás con el
género masculino, entonces sos un varón transgénero.
• Una persona no binaria es alguien que no se autopercibe ni se
identifica con ninguno de los dos géneros.
Y por otro lado:
• La identidad de género es tu propia identificación, es cómo vos te
autopercibís, tu propia y única vivencia del género que elijas.
Nunca jamás es lo que alguien te asigna.
• La expresión de género es cómo vos te expresás frente al
mundo: cómo te vestís, cómo hablas, cómo te comportás, el
nombre que usás, etc.
• La orientación sexual puede tener que ver con a quién amamos,
pero sobre todo tiene que ver con a quién deseas, o con quién
queres tener sexo.
Por ejemplo, podés haber nacido con vulva, por lo cual te asignaron
el género femenino, pero no te identificás con lo establecido como
femenino, sino con lo masculino. Tu expresión de género es
masculina, y te atrae el mismo género que expresas, por lo tanto
sos un varón trans gay.
Toda expresión, identidad y orientación fluye y puede ir variando a lo
largo de nuestra vida, puede ser siempre lo mismo o puede ir y venir
infinitamente. Todo esto puede parecer un revuelto de etiquetas y
casilleros para quien no esta familiarizade con estos términos (y solo
mencioné lo básico). Pero hubo tantos siglos de opresión sobre
nuestra expresión, nuestros deseos, nuestras ganas, nuestros
genitales, nuestra sexualidad, que hoy en día estas etiquetas son
necesarias.
A veces, en Instagram, me cuestionan el uso de las etiquetas, bajo
el discurso de “seamos libres, expresémonos como queramos,
cojamos con quien queramos sin encasillarnos”. Estoy de acuerdo y
espero que en un futuro eso sea así. Pero mientras tanto, las
etiquetas son necesarias, porque son parte de nuestra identidad, de
lo que nos construye para poder luego corrernos de todo lo
impuesto. Si no conozco a nadie trans (o gay, lesbiana, bisexual,
etc.), nadie me cuenta que es una opción, no lo veo en los medios,
va a ser súper difícil poder reconocerme como tal, me voy a sentir
sole, y es bastante probable que no entienda algunos de mis
sentires.
Yo no pude entenderme por fuera de la heterosexualidad hasta que
no empecé a conocer lesbianas, y a la vez, en ese momento, sentí
que debía optar: o era lesbiana o era heterosexual. Hasta que
conocí gente bisexual y pansexual, y leí sobre estas orientaciones
sexuales. Así entendí que nunca, jamás, nuestra orientación sexual
define o limita nuestras prácticas sexuales.
Siento que todes, todas y todos debemos conectar con lo
establecido como femenino y masculino sexoafectivamente. Al
género femenino se le asigna la ternura, el erotismo, las ganas de
calentar, la necesidad de tiempos sexuales más largos, la pelvis
pasiva, etc. Al varón se le deja la masturbación, la pelvis activa, lo
dominante, la no necesidad de calentar a le otre, el conocimiento
sexual, la toma de iniciativa, etc. Y no creo que estas características
sean exclusivas de un género: a quienes somos socializades como
mujeres nos viene fenomenal conectar con lo masculino y a quienes
son socializades como varones les viene súper conectar con lo
femenino. Acaso, ¿quién no quiere, al menos a veces, que una
persona con vulva tome la iniciativa, o que alguien con pene erotice
a su compañere sexual con lencería, arneses o bailes?
Por último, quiero dejarte dos consejos sobre estos temas, aunque
ya veremos más en detalle a lo largo del libro: nunca asumas el
género o identidad de tu interlocutor. Jamás. Nunca sabés con lo
que le otre está luchando. Si tenés dudas, preguntá siempre. Y
nunca, por favor, opines nada sobre el cuerpo ajeno. El respeto
siempre es lo primero.

Al género femenino se le
asigna la ternura, el erotismo,
las ganas de calentar, la
necesidad de tiempos
sexuales más largos, la pelvis
pasiva, etc. Al varón se le deja
la masturbación, la pelvis
activa, lo dominante, la no
necesidad de calentar a le
otre, el conocimiento sexual,
la toma de iniciativa, etc. Y no
creo que estas características
sean exclusivas de un género:
a quienes somos socializades
como mujeres nos viene
fenomenal conectar con lo
masculino y a quienes son
socializades como varones
les viene súper conectar con
lo femenino.
1. Siempre que me exprese con la palabra “mujer” a lo largo de todo el libro, es por que
hablo por terceres que utilizan este vocablo.
- CAPÍTULO -

EL PLACER QUE NOS NEGARON


Historia no oficial de la sexualidad de las personas
socializadas como mujeres.
Quizás parezca raro empezar un libro sobre sexualidades y placer
hablando de historia, pero la sexualidad de las personas que
tenemos vulva es un manojo de mitos, mentiras y desidias. Esta
área de nuestra vida es parte de nuestra salud integral, y saber de
dónde provienen esas tergiversaciones nos ayuda a ver con más
claridad dónde estamos hoy y cómo salir de las “verdades” talladas
en piedra que nos impiden vivir plenamente nuestra sexualidad.
Creo que es extremadamente necesario que entendamos de dónde
vienen esos mitos, dónde nacieron, cómo llegaron a nosotres, para
entender cómo un concepto logra instalarse y ser operativo. Solo así
vamos a lograr desterrarlo de verdad en lugar de emparcharlo.
Cuando empecé a pensar en la posibilidad de trabajar con
sexualidades, comencé a encontrar información clave —que voy a ir
desarrollando a lo largo de todo el libro— sobre la importancia y el
funcionamiento del clítoris, la vulva, el cuerpo, el sexo. Me enredé
en un mar de libros, papers, citas al pie, notas y videos. Cuanto
más, menos entendía. Me di cuenta de que todo lo que leía sobre el
funcionamiento de nuestro cuerpo, nuestra sexualidad, nuestro
placer, era información que circulaba muy poco. Y también caí en la
cuenta de que nuestro deseo, nuestro cuerpo y nuestro placer no
tienen nada que ver con lo que nos han enseñado.
El porqué del odio estructural a las personas socializadas como
mujeres y la falta de información sobre la sexualidad de las
personas con vulva solo lo pude encontrar en la historia. La historia
nos explica, nos abre las puertas a la raíz de cada mito, nos lo
expone. Y voy a centrarme en la historia occidental, porque es la
que nos colonizó, la que nos adoctrinó a nosotres. En este capítulo
voy a escribir binariamente, sobre hombres y mujeres, porque la
historia es binaria y porque los estereotipos de género se van
formando en la historia; de la misma manera, voy a usar el binario
varón-mujer cada vez que cite a otras personas que escribieron de
esta forma.
Lo que sigue entonces es un recorrido personal, a modo de
introducción, por los hechos que más marcaron nuestra sexualidad,
y, sobre todo, nuestra genitalidad, que históricamente fue algo
oculto, velado. No es una narración histórica, ni cronológica, sino mi
versión de algunos hechos que nos han constituido como personas
socializadas como mujeres. Porque la historia de nuestra genitalidad
es la historia del silenciamiento de nuestros cuerpos, de nuestro
placer y de nuestra voz. Como ejemplo, les cito una frase de la
periodista y escritora estadounidense Naomi Wolf, de su libro
Vagina: una nueva biografía de la sexualidad: “Los continuos errores
y ‘olvidos’ respecto a la ubicación, el rol o la función del clítoris no
tienen paralelo con ningún otro órgano del cuerpo humano en toda
la historia cultural de la anatomía occidental”.

EL MODELO DE UN SOLO SEXO


Te voy a pedir que googlees “Esculturas Antigua Grecia”. ¿Qué ves?
¿Ves penes? Sí. Varios, seguro. ¿Ves vulvas? No. Ninguna: están
tapadas por posiciones, telas, manos. Y si algo se puede llegar a
captar, vas a ver que no tienen pelos: hasta el siglo XVIII se
consideró una aberración mostrar el pelo de un genital femenino. La
primera vez que se vio fue en el cuadro La maja desnuda, de
Francisco Goya (1797 e. c.), (2) y a pesar de que solo se le ven tres
pelos, fue todo un revuelo.
Pero si vamos más atrás en el tiempo, muchas de las figuras
prehistóricas, paleolíticas, eran de mujeres con la vulva a plena
vista, incluso con vulvas súper presentes y resaltadas (podés
buscar, por ejemplo, imágenes de Baubo, Venus de Willendorf,
Inanna, Sheela-Na-Gig o Ana-suromai). (3)
La vulva es un elemento sagrado en los primeros registros históricos
(4) del arte. Y desde los inicios de nuestra historia, hasta la
aparición del dios patriarcal hebreo, en toda cultura donde empieza
a haber registro, hay una diosa con su vulva, visible y muchas veces
adorada. Pero a medida que la religión hebrea se fue instalando,
esto se fue perdiendo.
No se ha indagado ni estudiado mucho cómo sucedió, pero lo cierto
es que a medida que se inician las primeras ciudades-estado en
Grecia, se va perdiendo esta simbología y el estatus de la vulva. En
un proceso paulatino, se fue asociando con lo obsceno y lo
pornográfico. La vulva empieza a censurarse: las diosas de la
fertilidad que la mostraban quedaron reservadas solo para los
espacios exclusivamente femeninos. Y así, el falo se fue
convirtiendo en el único símbolo de poder, protección y fuente de
vida, dejando atrás la igualdad con la vulva que habían compartido
en la Antigüedad. Los genitales femeninos pasan a convertirse en
recibidores de vida, en la incubadora de la semilla.
Cerca del año 400 a. e. c., en la cultura greco romana se
consideraba que las relaciones sexuales debían ser entre un
hombre y un niño. Aristóteles (300 a. e. c.) sostenía que las mujeres
no tenían que excitarse para poder concebir, el placer era solo para
las cortesanas, mientras que el resto de las mujeres tenían solo una
función reproductiva.
Galeno (200 a. e. c. aprox.), considerado uno de los investigadores
médicos más competentes de la Antigüedad, que influenció en el
desarrollo de varias disciplinas médicas, filosóficas y lógicas, creía
que la vagina era un pene al revés: “Volved hacia fuera los órganos
genitales de la mujer, doblad y replegad hacia adentro, por así
decirlo, los del hombre, y los encontraréis semejantes en todos los
aspectos”. (5) Dicho sea de paso, Galeno nunca examinó cadáveres
femeninos, como sí hizo con cadáveres de hombres: solo examinó
los genitales de monas, cerdas y cabras, ya que recién en el siglo
XVI se autorizó la disección de cadáveres femeninos para su
estudio. (6)
Con esto se instala el modelo de un solo sexo, que dominó el
pensamiento sobre la diferencia sexual desde la Antigüedad hasta
finales del siglo XVII y dio origen al principal estereotipo de género,
el padre de todos los estereotipos: la dualidad varón/mujer y todo lo
que cada rol conlleva en cada contexto sociocultural. En este
modelo, el útero era el escroto invertido, los ovarios eran los
testículos, la vulva era el prepucio, y la vagina, el pene. Para los
anatomistas, incluso, no había necesidad de desarrollar un
vocabulario preciso de la anatomía genital femenina, porque al ser
el cuerpo femenino una versión atrofiada del masculino, entonces
las diferencias no eran importantes. (7) El cuerpo femenino era
menos caliente, menos perfecto: lo que hacía que los genitales de
los varones se perfeccionasen y saliesen hacia afuera era su celo y
pasión sexual. “Las mujeres carecen del calor suficiente para que se
desarrolle el falo, por eso les queda para adentro, y el hombre pasa
a ser la medida de todas las cosas, entre ellas, la mujer”: para
Aristóteles, la mujer era un hombre mutilado.
Esta teoría del calor le dio la jerarquía absoluta al varón por sobre la
mujer, y dejó por muchos siglos a la vagina representada como un
pene invertido, incluso ya entrado el siglo XVI los libros de anatomía
que dibujaban a la perfección el cuerpo humano, seguían dibujando
la vagina con forma de pene hacia adentro (sin clítoris,
¡obviamente!).
Estas ideas sobre la mujer, ¿no te suenan? La idea del varón como
más pasional que la mujer, de la reproducción como único fin de
nuestros genitales, son ideas que siguen súper implantadas en la
sociedad, quizás de formas más sutiles, o disimuladas, pero siguen.
La sola idea de que las mujeres no podamos caminar en la playa en
tetas (como cualquier varón hace sin dudar un segundo de su
seguridad e integridad física) parte de esta “pasividad sexual”
impuesta. ¿Por qué nosotras no podemos estar en tetas? ¿Por qué
el varón no puede frenar su impulso sexual? ¿Y por qué elles sí
pueden estar en tetas libremente? La idea subyacente es que
nosotras tenemos tan poco impulso o deseo que ver a un varón sin
remera no debería excitarnos (si nos gustan los varones) y, de paso,
este mensaje nos deja bien claro que, si tenés pija, no podés
controlar tu impulso sexual y no sos responsable de lo que hagas,
las responsables son las que tienen tetas por no taparlas.
El modelo de un solo sexo sigue activo en la concepción del “amor
Disney”. (8) Y nos pone del lado de la pasividad: no activamos ese
beso, o ese encuentro sexual porque tradicionalmente el activo es el
varón. El que sabe es él. Crecemos con esta indicación
absolutamente marcada. Además, claro, la idea de que solo puede
gustarnos un varón, ya que en general todes fuimos socializades
como heterosexuales.
Desde ese beso que no te animaste a dar a los 14 años, hasta lo
problemático de la legalización del aborto en tantos países, si
naciste y fuiste socializade como mujer, lo último que debes
escuchar es tu deseo. Ambas cosas tienen que ver con 2.500 años
de control sobre nuestros cuerpos, nuestros úteros y nuestra
capacidad reproductiva: la historia del control de nuestra sexualidad
es la historia del control de la natalidad que podemos generar, y del
uso del útero como herramienta del varón.


El modelo de un solo sexo sigue
activo en la concepción del
“amor Disney”. Y nos pone del
lado de la pasividad: no
activamos ese beso, o ese
encuentro sexual porque
tradicionalmente el activo es el
varón.

LOS INICIOS DE LA MONOGAMIA, O SOBRE


CÓMO SE INSTALA EL MODELO
ANDROCÉNTRICO, HETERONORMADO Y DE
EXCLUSIVIDAD SEXUAL
Se suele decir que los orígenes de la agricultura son el punto de giro
más grande de la historia humana. Ciertamente fue un momento de
profundo cambio. El arqueólogo inglés Timothy Taylor, en su libro
Prehistoria del sexo, explica cómo los cazadores-recolectores
llevaban una vida compartida y complementaria; existió incluso un
estadio primitivo en el que, en el seno de la tribu, imperaba la
promiscuidad (9) sexual.
Pero a medida que nos fuimos volviendo sedentaries, y se iba
instalando la religión judeo-cristiana, la sexualidad pasa a ser cada
vez más represiva, homofóbica y orientada a la reproducción. El ser
humano necesita establecerse en un lugar para cultivar su tierra,
entonces empieza a delimitar márgenes, a construir vallas, muros, y
empieza a necesitar ejércitos para defender sus terrenos, sus
cultivos y sus animales. Como consecuencia de ello, nace la
propiedad privada, y la paternidad se convierte en una
preocupación: se instala la necesidad de que los hijos fuesen
propios. Hijos varones que trabajan la tierra, que cuidan al ganado,
que heredan las propiedades, que las defienden, y que pelean en
cualquier confrontación por defender su círculo, es decir, su familia;
e hijas mujeres, que sirven para establecer nuevas alianzas.
La abolición del derecho materno fue la gran derrota histórica de las
mujeres. Cuando se estableció la filiación paterna, la mujer quedó
degradada, convertida en servidora, es un simple instrumento
reproductivo. Esta categorización de la mujer como una ciudadana
de segunda, como un recipiente vacío que recibe la semilla, se
manifiesta fuertemente entre los antiguos griegos, y aún más en la
época clásica. (10)
Todo esto va sucediendo a través de un largo proceso de varios
siglos, en los que la sociedad occidental va mutando de las antiguas
religiones paganas al cristianismo. San Agustín (354-430 a. e. c.)
planteaba que la vida cristiana ideal era la del celibato. La
explicación es que el conocimiento del sexo fue lo que constituyó el
pecado original que determinó la expulsión del Jardín del Edén, que
se transmite de padres a hijos a través del sexo y que solo a través
del bautismo puede ser borrado. De todos modos, admitió, de mala
gana, que Dios había aprobado el matrimonio, pero dejando en claro
que la única finalidad del sexo en el mismo era la procreación.
Todas las otras actividades sexuales eran pecaminosas. La única
posición adecuada en las relaciones sexuales era con la mujer
abajo, y el único acto adecuado era aquel en el que el pene
penetraba la vagina. Condenó totalmente el uso de cualquier órgano
sin fines reproductivos (como la masturbación) y de cualquier otro
orificio. La teología agustiniana fue la que dominó el discurso público
hasta el siglo XX.
A medida que el capitalismo y colonialismo se instalan en Europa,
entre los siglos XV y XVIII e. c., empiezan a castigarse todos los
modos de relacionarse sexualmente que no sean reproductivos (con
personas del mismo sexo, prácticas no penetrativas, las orgías, las
bacanales, etc.). La lujuria, que antes era parte de la celebración, de
lo divino, pasa a convertirse en un pecado capital. “El sexo grupal
estaba presente en las celebraciones populares del campesinado,
en las que se comía, se bebía, y se mantenían relaciones sexuales,
como parte de la construcción comunitaria. Sexo recreativo, por lo
tanto sin función reproductora, y como elemento cohesionador del
grupo”, cuenta la escritora española Brigitte Vasallo en Pensamiento
monógamo, terror poliamoroso.
Las prácticas de sexo grupal, y entre personas sea cual sea su
género, convivieron durante un buen tiempo con el cristianismo.
Hasta que en el siglo XII, la iglesia, ya bien impuesta en la cultura,
pasa a considerar el matrimonio un signo material de la presencia
de Dios entre los hombres, y a legislarlo. En este mismo periodo de
tiempo empiezan a crecer los ataques contra las relaciones
sexuales no reproductivas. Así se da origen a la monogamia y a la
heteronormatividad, ambos sistemas de dominación para tener
control sobre la reproducción, la sexoafectividad y la filiación, y así
poder llevar adelante el sistema capitalista, que se estaba
empezando a instalar.
En un inicio, la monogamia eran uniones reproductoras que solo
tenían importancia en las clases más altas, para controlar, pactar,
transmitir, heredar títulos, tierras, alianzas, pactos y capital. (11)
Dentro del contrato matrimonial, el varón empezó a demandar la
seguridad de que los hijos que su mujer le diese fuesen propios, y
que no estuviera ya embarazada de otro varón. Así se instala un
nuevo mito (sí, el patriarcado vive de instalar mitos): es el origen de
la sexualización de los rasgos infantiles en la mujer.
Claramente en esas épocas no había pruebas de ADN, y empezó a
gestarse la idea de que los varones puedan asegurarse la
paternidad a través de la conservación del himen de la mujer. Este
pedacito de piel, este tejido mucoso —que vamos a ver más
adelante en el capítulo sobre anatomía—, se convirtió en un rasgo
valorado y en signo de moral. La palabra “himen” deriva de la cultura
grecorromana, del dios griego Himeneo, encargado de velar las
ceremonias de matrimonio. Se decía que debía asistir a todos los
casamientos para traer buena a fortuna a los novios. Creo que no
hace falta explicar la carga que este nombre tiene: relaciona el
primer encuentro sexual con el matrimonio, la idea de la virginidad
asociada a la buena suerte de la pareja y a su estabilidad.
Pero no solo se fetichizó el himen, sino el cuerpo infantil entero. Los
hombres se casaban con niñas, lo que les aseguraba la “propiedad”
sobre ese cuerpo, no tocado aún por ningún otro varón.
Cuanto menos desarrolladas estuviésemos, mas valor teníamos. La
veneración de la “virginidad” femenina de la religión judeo-cristiana
dio lugar a todo un mercado nuevo. Entre el siglo XV y XVI, si la
mujer no sangraba en su primera relación sexual (con penetración)
en su noche de bodas, podía tener muchos problemas: podía ser
castigada con la lapidación, o llevar absoluta vergüenza (y por ende
rechazo y expulsión) a su familia. (12) En el Trotula, (13) un tratado
medieval sobre enfermedades de la mujer, se detallaban recetas
que fueron muy utilizadas para recuperar el estado virginal o para
simular la virginidad, como hierbas que secaban y tensaban la
vagina o la colocación de sanguijuelas dentro de la vagina misma
para generar un coágulo de sangre, por ejemplo. El sangrado en la
noche de bodas era signo de virginidad y pureza.
En algunas culturas se fue instalando la práctica de que la familia de
la novia o el novio observe su vulva, vagina e himen la noche
anterior al casamiento para comprobar que no hubiera sido
penetrada antes. En otras, que el primer encuentro sexual
postmatrimonio sea con la familia alrededor para luego mirar la
sabana y comprobar que la mujer sangrase.
Aún hoy, pleno siglo XXI, en algunas culturas hay “pruebas de
virginidad” que consisten en la observación del himen o la sábana
donde se mantuvieron relaciones sexuales. En algunas, las mujeres
o niñas (porque muchas veces son niñas las que son casadas con
señores) son forzadas a hacer estas pruebas si hay dudas de su
virginidad, (14) e incluso a veces a algunas mujeres que denuncian
casos de violación, se les dice que no pueden haber sido violadas
por conservar su himen intacto. (15)
Dentro de las costumbres árabes más ortodoxas, por ejemplo, las
mujeres que no demuestran ser “vírgenes” en su noche de bodas,
pueden incluso llegar a ser asesinadas por sus hermanos, tíos, o su
padre, para limpiar el honor de su familia. Incluso el marido puede
llegar a matar a su esposa si no sangra en su primer encuentro
sexual con penetración. En muchos lugares del mundo existe la
himenoplastía o reconstrucción del himen, que se recomienda en
algunas culturas para proteger a la mujer de las violentas
represalias que puede llegar a tener por no contar con un himen
intacto en su noche de bodas. (16)
Pero, como veremos en el capítulo sobre anatomía, un himen
intacto no significa nada de nada, ni siquiera que no haya tenido un
primer encuentro con penetración. La virginidad, por lo tanto, no es
un concepto médico ni científico. No existe en sí misma: es una
construcción social que data de los inicios de la monogamia, el
matrimonio, la propiedad privada, el capitalismo y la herencia.
En nuestra cultura, todavía la virginidad tiene un peso inmenso, se
nos incentiva a conservarla el mayor tiempo posible, a “guardarla”
para “alguien especial”. En Argentina no es tan popular la
reconstrucción del himen (¡aún!), pero, por ejemplo, existen geles
lubricantes con efecto tensor, un efecto “Like a Virgin”: esa idea de
que una vez que ya fuimos penetrades estamos todes flojes y
necesitamos que la vagina vuelva ser valorada ajustándola,
achicándola. El “rejuvenecimiento vaginal”, cada vez más popular en
las clínicas de estética, se trata de eso también.
El concepto de virginidad nos limita, nos hace sentir que no hay
práctica más importante que la penetración misma y es uno de los
pilares del coitocentrismo, establece mandatos y estereotipos: la
idea de que una vez que ya fuimos penetrades por otre perdemos
una especie de valor, continúa siendo operativa, así sea
inconscientemente.


La virginidad no es un concepto
médico ni científico. No existe en
sí misma: es una construcción
social que data de los inicios de
la monogamia, el matrimonio, la
propiedad privada, el capitalismo
y la herencia.

¿DE DÓNDE VIENE LA PALABRA


VIRGEN?
La palabra “virginidad”, en su origen tenía un significado muy
distinto al que le asignamos hoy. Vírgenes se las llamaba a
las antiguas sacerdotisas. En las culturas paganas, las
vírgenes eran las mujeres no casadas, “que no pertenecían a
ningún varón”, mujeres que eran “una en sí misma”. De
hecho, la palabra deriva del latín y significa “fuerza, habilidad,
fortaleza”. Con el paso del tiempo se empezó a usar en
varones, bajo su sinónimo masculino: viril.
Muchas diosas de distintas culturas asiáticas, griegas y
romanas como Ishtar, Dianam Astrate e Isis (diosas del amor,
el placer, la luna, la fertilidad y el sexo, o amor sexual) eran
llamadas vírgenes, y esto no hacía referencia a la castidad,
sino a la independencia sexual. Y muchos (si no todos) los
héroes de las culturas del pasado, míticos o históricos, eran
nacidos de madres vírgenes: Marduk, Gilgamesh, Buddha,
Osiris, Dionisio, Genghis Khan, Jesús...
Cuando los hebreos comenzaron a usar el término,
significaba doncella o joven mujer, sin connotaciones de
castidad. Pero, después, los traductores cristianos no
pudieron concebir la idea de la Virgen María como una mujer
independiente sexualmente, y distorsionaron su significado,
convirtiéndolo en pureza sexual, castidad, o “nunca tocada”.
(17)

La virginidad es producto de la mercantilización de nuestros


cuerpos, y de la doble moral que atraviesa toda nuestra sexualidad.
Las personas socializadas como mujeres tenemos miedo de
“rompernos” en nuestra primera penetración, miedo de que duela,
miedo de que sea horrible. Tenemos la certeza de que no va a estar
bueno. ¿Cómo podemos pasar de eso a entender que la sexualidad
es un acto de placer? Nos cuesta un montón, y seguro habrá
quienes no puedan superarlo. No puedo ni contar la cantidad de
veces que en los acompañamientos les pregunto a las personas con
vulva si la pasan bien en sus encuentros sexuales, y me dicen “al
menos no me duele”, como si con eso fuera suficiente.
En el tiempo que llevo dando mi seminario, he hablado con
personas con todo tipo de ideas limitantes respecto a la virginidad:
personas que tuvieron sexo anal antes de sexo vaginal, creyendo
que de esa manera conservaban su virginidad; personas que
tuvieron un primer encuentro sexual con una amiga, y no lo
consideraron sexo por no haber penetración. Incluso víctimas de
violación o abuso, que creían que ese abuso, (en el que hubo
penetración) había sido su primer encuentro sexual, donde habían
perdido su virginidad. Fue muy importante recalcar que un abuso o
violación de ninguna manera es un “encuentro sexual”: no hay
placer, no hay goce, solo hay penetración. ¿Te das cuenta de lo
dañino que es creer que un pene es lo que nos saca la cualidad de
vírgenes?
“La virginidad fetichiza a las mujeres, pero sobre todo a niñas,
porque son puras e inocentes, invisibiliza el sexo de las personas no
heterosexuales y también limita y coarta la libertad de las mujeres”,
dice la sexóloga Carolina Meloni (18), sexóloga transfeminista y no
binaria, de mi equipo de trabajo SESI. “Mientras siga existiendo el
concepto de virginidad, las mujeres seguiremos siendo unas putas si
tenemos mucho sexo, seguiremos siendo juzgadas cuando
“perdamos” la virginidad, siempre será demasiado pronto o
demasiado tarde. Los hombres seguirán poseyéndonos como si
fuéramos juguetes, seguiremos siendo trofeos; los hombres
seguirán haciéndonos “suyas” y nunca seremos completamente
nuestras”.

MANUALES PARA COGER


Durante los primeros diez a quince siglos de la era común, en toda
Europa, dependiendo del lugar y el momento, se van instalando los
valores de la Iglesia. Y entre idas y venidas, esta va avanzando y
metiéndose en los hogares. De las antiguas culturas paganas solo
van quedando vestigios de sus modos, costumbres e ideas. La
activista y escritora italoamericana Silvia Federici, en su libro
Calibán y la bruja, cuenta que “desde épocas muy tempranas
(desde que la Iglesia se convirtió en la religión estatal en el siglo IV),
el clero reconoció el poder que el deseo sexual confería a las
mujeres sobre los hombres y trató persistentemente de exorcizarlo
identificando lo sagrado con la práctica de evitar a las mujeres y el
sexo. Expulsar a las mujeres de cualquier momento de la liturgia y
de la administración de los sacramentos; tratar de usurpar la mágica
capacidad de dar vida a las mujeres al adoptar un atuendo
femenino; hacer de la sexualidad un objeto de vergüenza… Tales
fueron los medios a través de los cuales una casta patriarcal intentó
quebrar el poder de las mujeres y de su atracción erótica”.
Michel Foucault, en Historia de la sexualidad, también cuenta cómo
a partir del siglo XVII se empiezan a repartir manuales con guías
prácticas de cómo relacionarse sexualmente, construyendo así el
relato de qué posiciones, días y personas estaban avaladas para
mantener relaciones sexuales. La homosexualidad y las prácticas
sexuales no reproductivas (“sodomía”) fueron perseguidas y
castigadas.
Estos manuales, además, indicaban cuándo no se podía coger: los
tres periodos de cuaresma (cuarenta días en Pascua y
Pentecostés), otros cuarenta en Navidad, los domingos, los días
festivos, durante los días que la mujer menstruaba, el embarazo, la
lactancia, etc… (19) Es decir, un gran porcentaje del año. A la vez,
toda forma de anticoncepción u aborto que las mujeres usasen era
entendida como sacrilegio, o maleficio. Y así las mujeres pasaron a
ser las principales figuras de la herejía. Es el principio de la
imposición de la heteronormatividad.
Todas estas cuestiones, de modos muchísimo más sutiles, siguen
sucediendo hoy y ahora. No solo abundan por todas las redes
sociales manuales y tips que, aun teniendo la intención de la
visualización de la sexualidad de las personas con vulva, no dejan
de estandarizar el placer y mostrar una sola cara, una sola forma
válida. También tenemos al porno industrial que —ya lo veremos en
el capítulo correspondiente— nos muestra una única manera, nada
distinta a la medieval: mujer como objeto del placer masculino, pene
en vagina, bombeo, violación y erotización de los rasgos infantiles o
adolescentes.
No estamos nunca tan lejos de la Antigüedad. Las notas en los
diarios y revistas que nos dicen cuánto debe durar un acto sexual,
cuánto sexo debe tener una pareja por mes o semana, cuánto
deseo sexual es demasiado poco, cuánto es mucho, son los
manuales del pasado.

LA VIOLACIÓN
A lo largo de los siglos, muchas prácticas moldearon y adoctrinaron
las bases para la sexualidad tal como la conocemos hoy, la violación
es una de ellas.
Por dar un ejemplo: en el siglo XIV, en Venecia y en gran parte de
Francia, la violación de mujeres proletarias no tenía mayores
consecuencias para los hombres. Era aceptada socialmente, sobre
todo en épocas de crisis económica, como un descargo que el varón
tenía derecho a hacer (quizás el “desahogo sexual” de aquella
época). Las jóvenes violadas cargaban con un estigma social tan
alto que se les hacía muy difícil la reinserción en la sociedad y en lo
laboral después. Estas violaciones muchísimas veces se realizaban
en grupo, grupos de varones metiéndose en las casas, raptando
mujeres, sin ningún tipo de tapujo. (20) En nuestro país, aún hoy
día, sigue vigente la práctica del “chineo”: la violación de niñas
originarias por hombres adultos, terratenientes, con poder político y
económico; que se remonta a la conquista española. (21)
Los inicios del matrimonio también tienen que ver con la violación de
las mujeres. En los inicios del siglo XV, (22) las capturas de las
futuras esposas eran una forma aceptable de contraer matrimonio.
El hombre tomaba posesión de la mujer, y reclamaba su cuerpo a
través de un acto de violencia. Se adueñaban de su virginidad, y con
eso ya las hacían suyas. Naomi Wolf, en Vagina, cuenta cómo la
violación no solo se trata de las relaciones de poder entre hombre y
mujeres, sino que también es utilizada como arma política, como
dispositivo adoctrinante y moldeador de la cultura. Toma como
ejemplo los casos de violaciones masivas en pueblos en guerra,
contando cómo los soldados, además de matar, se dedicaban a
violar de las maneras más nefastas debilitando así al pueblo de su
enemigo, una práctica que sigue sucediendo en la guerra moderna.
En otro capítulo, de una manera un poco más mística, Wolf también
cuenta como el silenciamiento y violación de nuestros genitales a lo
largo de la historia va de la mano del silenciamiento y violación de
nuestra voz. Las violaciones sistematizadas en el pasado fueron una
forma de reprogramación de los cuerpos femeninos. En Argentina
podemos verlo así en las violaciones de los colonos, y en los
desgarradores testimonios de las sistemáticas violaciones vividas
por mujeres en la dictadura cívico-militar entre 1976-1983.
La realidad del varón que se siente dueño y patrón de nuestro
cuerpo sigue presente en un montón de esferas, en cada uno de los
femicidios que suceden día tras día: todos los días, en todo el
mundo, mueren y son violadas mujeres en manos de un varón. Pero
también la violación sucede en lo más íntimo del hogar. Y no como
nos la imaginamos, o como nos la contaron: sin uso de fuerza, sin
un arma, sin nada más (ni nada menos) que el miedo. Hace un
tiempo, en mis stories en Instagram, pregunté si alguna vez habían
usado el sexo como una herramienta para obtener algo más que
placer, motivada por tratar de entender este lugar común de que las
mujeres utilizamos el sexo como una herramienta. Pero me encontré
con otra realidad: en cuestión de un par de horas, el celular me
había explotado de mensajes de personas con vulva contándome
cómo habían accedido a tener sexo solo para que su pareja las
dejara en paz. Estos son solo algunos de los fuertísimos testimonios
que llegaron esos días:
“Si yo no lo atendía bien se iba a fijar en otra”.
“Me pasaba de no querer, pero seguir por miedo”.
“Decía que sí solo para que mi pareja no se enoje, para no escuchar
sus reproches”.
“Salí con un golpeador, y si no cogíamos todos los días me decía
que lo engañaba y se ponía violento”.
“Si no tenía sexo, al otro día no me hablaba”.
“Me resultaba más fácil acceder que negarme, además no podía
dormir porque me penetraba”.
“Una vez me garchó mientras yo lloraba, lo dejé porque necesitaba
que se durmiera”.
Sentir que tenemos que tener sexo porque “no podemos dejarlos
calientes”, decir que no y tener que aguantar mala cara, insultos o
amenazas; mujeres que se despertaban con el marido
penetrándolas dormidas, acusaciones de frigidez, forcejeos durante
el puerperio… recibí cientos de testimonios de violaciones dentro de
la pareja, violaciones no reconocidas, y basadas en los estereotipos
de género.
Si sos socializade como varón, te enseñan que “necesitás” tener
sexo, que no tenés control sobre tu libido, te enseñan que sos el
dueño del cuerpo de tu compañera sexual, que es tuya, y ella tiene
que responder a tus necesidades sexuales, si no es así estás en tu
derecho de hacer todo tipo de pataletas, difamaciones y planteos. Si
sos socializade como mujer, tenés que tener ganas siempre que tu
pareja quiera, porque sos de él, porque para eso están casados,
porque no hay nada más importante en este mundo para vos que
tener un marido y retenerlo, porque nos enseñaron a empatizar por
completo con las necesidades de le otre y no con las propias,
porque tener un varón al lado es constitutivo de tu ser mujer y de
cómo tu entorno te va a mirar. Accedimos durante mucho tiempo a
estas prácticas por miedo y también porque nos enseñaron que
sexo equivale a amor.
Entre los siglos XII y XV se instala la idea de lo que se llama el
“amor burgués”, que plantea que en la pareja debe haber amor.
Antes de esta época, no se pretendía ni se esperaba amor en los
matrimonios, simplemente la mujer le debía obediencia al esposo, y
el esposo protección a la mujer, en el marco de arreglos familiares
por propiedades, tierras, alianzas entre pueblos. El amor solía
dejarse a las relaciones que tenían los varones fuera del
matrimonio. Pero a partir de esos siglos, se instala la idea de que la
pareja debe llevarse bien, corresponderse amor, y, por lo tanto,
sexo. Y el sexo se convierte en parte de esa obediencia que la
mujer le debía al varón.

SOMOS LAS NIETAS DE LAS BRUJAS QUE


NO PUDISTE QUEMAR
Una serie de mecanismos implantados a lo largo de 2500 años de
historia patriarcal fueron moldeando el estereotipo de mujer-objeto
que hoy estamos tratando tan fervientemente de sacarnos de
encima. Pero cuesta un montón, porque aún está muy enraizado en
nosotres. Y esas raíces son profundas. El antagonismo Virgen María
(no penetrada, entregada, virginal y pura) versus María Magdalena
(puta, deseante) sigue instalado en nuestro cerebro, aunque no lo
pensemos.
En los últimos siglos de la Edad Media empiezan a abundar en
Europa un tipo de manuales llamados literatura de los secretos,
mezcla de recetarios y tratados, que prometían revelar ciertos
secretos de la naturaleza. Estos textos, que siguieron circulando aún
hasta principios del siglo XX, (23) eran de amplia difusión y
muchísima llegada y credibilidad entre el público en general. Uno de
ellos, escrito a finales del siglo XIII o principios del XIV es el Secretis
Mulierum (Los secretos de las mujeres). Esta serie de tratados
médicos fue un perverso método para clasificar, controlar y gestar el
género femenino desde la ciencia. (24) Un ejemplo: “Cuanto más
practican el coito las mujeres, más se fortalecen, porque el
movimiento que realizan los hombres durante el sexo les aporta
calor. Además, el esperma masculino es caliente porque es de la
misma naturaleza que el aire, y cuando la mujer lo recibe, todo su
cuerpo se calienta, y este calor refuerza su cuerpo, por otro lado, los
hombres que tienen frecuentes relaciones sexuales se debilitan
porque se van secando”.
También muestra una obsesión casi increíble con la menstruación y
la maldad de la mujer: “[…] las mujeres están tan llenas de veneno
en el tiempo de su menstruación que ellas envenenan a los
animales con su mirada; infectan a los niños en su cuna; rompen
hasta el espejo más limpio; y cuando un hombre tiene relaciones
sexuales con ellas se convierte en leproso y a veces en canceroso
(…). Cuando las mujeres tienen sus períodos menstruales […] como
venganza y maldición, ellas desean dañar al pene masculino que
tiene relaciones sexuales con ellas. Desde que hay sangre
menstrual en la vagina, esta entra en la abertura del pene
infectándolo con este veneno […] que se dispersa rápido a través de
todo el cuerpo”. (25)
El desprecio a la sangre menstrual que se inicia en esa época es
una forma más de pedofilia: que aún no menstruaran era un valor en
las niñas que eran forzadas a casarse. “Los signos de la castidad
son los que siguen: vergüenza, modestia, miedo, un modo de hablar
y de andar impecable, ojos castos que miran hacia abajo ante el
hombre y sus actos”, sigue el Secretis Mulierum.
Esos tratados, que nacieron en el siglo XIV, fueron mutando hasta
convertirse en las indicaciones de nuestras abuelas de lo que no
podíamos hacer mientras menstruábamos, en publicidades de
toallitas con sangre azul y la “discreción” frente a los métodos de
gestión menstrual.
Otro dispositivo usado con muchísima eficacia para nuestro
disciplinamiento sexual (aunque no solo sexual) fue la caza de
brujas. Sin embargo, es una historia que rara vez es contada.
Buscando bibliografía para este capítulo me encontré con que los
principales libros de historia de la sexualidad no mencionan esta
nefasta y determinante etapa que dejó muchísimas consecuencias,
muy impresas en nuestros modos de relacionarnos, en nuestro sexo
y en nuestro cuerpo.
La caza de brujas en manos de la Inquisición, que se llevo adelante
entre los siglos XIV y el XVII fue el mayor genocidio de género o
femicidio masivo de la historia. No se sabe cuántas mujeres fueron
ejecutadas en estas épocas: hay quienes dicen 60.000 y quienes
dicen que entre dos y tres millones. ¿Es importante el número? Sí,
pero también es importante entender los alcances que tuvo esta
etapa histórica. Porque el solo hecho de ser acusada de brujería
hacía que la mujer en cuestión quedase apartada de la sociedad.
Aunque no se la ejecutara, la reinserción posterior a la acusación
era casi imposible, incluso muchas veces la misma familia la
despreciaba.
¿Quiénes eran las brujas? Mujeres. Solo eso. Mayormente
campesinas. Si eran viejas siempre había más posibilidades de ser
vistas como tales. Si eran lujuriosas o ambiciosas, más aún. Si
desarrollaban algún tipo de práctica de control de natalidad y/o
abortiva, muchísimo más. En medio de una Europa con mucha
agitación social, de mucha insurrección campesina popular, con el
desplazamiento del feudalismo y el nacimiento del capitalismo a
través de campañas organizadas, iniciadas, financiadas y
ejecutadas por la Iglesia y el Estado, los inquisidores —tanto
católicos como protestantes— hicieron estragos.
El solo hecho de ser mujer era suficiente para ser acusada de
brujería. Luego de ser acusadas, eran arrestadas, rasuradas y
entregadas a una figura que se llamaba el “picador”, que recorría
todo su cuerpo detalladamente en búsqueda de “la marca del
diablo”. Cualquier mancha, cicatriz, o irregularidad podía servir como
prueba (esto dejaba más expuestas a las mujeres mayores). (26) Y
una de estas marcas del diablo podía ser el clítoris. Las mujeres con
clítoris llamativos, o medianamente grandes, quedaban identificadas
como brujas, y por ende eran mandadas a la hoguera. Así el clítoris
pasó a llamarse la teta del diablo, porque por ahí el diablo
“succionaba su alma” al igual que por cualquier verruga o tercera
tetilla. (27)
Se decía que las brujas untaban el palo de escoba —o directamente
la vulva— con ungüentos alucinógenos, muy ligados al erotismo y al
placer, y lo montaban para llegar a lugares. En una gran parte de la
literatura y manuales de esa época, se leen historias de mujeres que
se untan o se frotan con sustancias alucinógenas, y las encuentran
con los genitales descubiertos, desmayadas, entregadas, según
ellos, al diablo, según nosotres, al placer.
Esto es quizá lo más fuerte de la caza de brujas: como pasa en casi
todos los tópicos que toco en este capítulo, no tenemos voces
femeninas. No hay testimonios de las mismísimas brujas, esta
historia está escrita por sus asesinos.
¿De qué se las acusaba? Básicamente, de tener poderes mágicos
sobre la salud (expulsar a la mujer de la medicina fue de las
movidas patriarcales más estratégicas), de estar organizadas, y de
tener una sexualidad. Se decía que las brujas habían experimentado
por primera vez el placer con el demonio. (28) Esto queda muy claro
en el tratado llamado Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas),
un libro muy popular que daba pautas a los inquisidores sobre si una
mujer podía o no ser una bruja. Una suerte de manual que los
inquisidores llevaban bajo el brazo, y que está enteramente
atravesado por la sexualidad en todas sus aristas: las brujas eran
las que producían abortos, entregaban bebés al demonio, copulaban
con él en horribles coitos engendrando más brujas, dañaban el pene
—lo separaban del cuerpo del varón, lo hacían desaparecer o lo
convertían a formas de animales— seducían al hombre, lo
debilitaban…
El Malleus establece muchísimos de los estereotipos de género que
nos moldean aún hoy. Entre ellos, afirma que hay tres vicios
generales que tienen dominio sobre las “malas mujeres”: la
infidelidad, la ambición y la lujuria, con predominio de esta última,
porque la mujer era insaciable. También marca que resultan más
afectadas las mujeres que tienen un “temperamento más ardoroso
para satisfacer sus repugnantes apetitos, y esas son las adúlteras,
las fornicadoras y las concubinas del Grande”. Las parteras y
curanderas —inicialmente las conocedoras de muchos saberes
ancestrales médicos— eran especialmente asociadas a las
brujerías, en un mundo en el que los médicos eran los hombres, y la
mujer era una versión incompleta del varón.
El Malleus marca claramente esta división patriarcal entre la mala y
la buena mujer: la buena obedece, la mala es lujuriosa. No hay
grises, no hay punto medio: la virgen o la puta. Dice Silvia Federici
en Calibán y la bruja: “La caza de brujas condenó la sexualidad
femenina como la fuente de todo mal, pero también fue el principal
vehículo para llevar a cabo una amplia reestructuración de la vida
sexual que, ajustada a la nueva disciplina capitalista del trabajo,
criminaliza cualquier actividad sexual que amenazara la procreación,
la transmisión de la propiedad dentro de la familia o restara tiempo y
energías al trabajo”. (29)
Así empieza a instalarse más fuertemente aún el rechazo a toda
sexualidad no reproductiva (y, por ende, no productiva), siendo su
figura principal la vieja bruja (no reproductiva) que volaba en su
escoba (una proyección del pene, simbolizando la lujuria
desenfrenada), negando así a las mujeres que ya no eran fértiles el
derecho a una vida sexual: la gerontofobia, tan vigente en el siglo
XXI, también tiene sus raíces hace siglos.
Con juicios, torturas, quemas y persecución de brujas, se alecciona
a la sociedad en los modos válidos para relacionarse sexualmente:
quedan prohibidas las relaciones sexuales entre personas del
mismo sexo, entre jóvenes y viejes, entre clases diferentes, el sexo
anal, el cuerpo desnudo y las danzas. La persecución a los
homosexuales va tan de la mano de la caza de brujas, que era muy
común usar personas gays para prender los fuegos de las hogueras
(de ahí viene la palabra faggot , una forma muy despectiva de decir
“hombre gay” , y significa “manojo de ramas”, lo que se usa para
prender una hoguera).
La idea de la mujer mala, vieja, conectada con su erotismo, no
queda solo en esos siglos, sigue muy presente. Crecimos con mil
ejemplos, entre ellos, las brujas o las malas de los dibujos animados
y películas infantiles: sexys, atrevidas, lujuriosas, coquetas,
ambiciosas, determinadas. Y casi todas tienen algún componente de
“roba maridos”, como Cruella de Vil o Maléfica, la reina malvada de
Blancanieves. En cambio, las protagonistas son dulces, tiernas, sin
mucha determinación, humildes y abnegadas doncellas esperando
ser rescatadas por un príncipe que tenemos que rezar no caiga en
las manos de la bruja. Modelo que se replica en las miles de novelas
que gobernaron las pantallas en los noventa, y en todas las
películas para adultos de los años ochenta y noventa, que
mostraban a la mujer deseante como una loca, una psicótica que
pone al hombre en peligro. (30)

Con juicios, torturas, quemas y
persecución de brujas, se
alecciona a la sociedad en los
modos válidos para relacionarse
sexualmente.

EL ÚTERO FLOTANTE
Volviendo a la Edad Media, desde los primeros siglos hasta el año
1500 aproximadamente, se sostuvo la idea de que la frustración
sexual en las mujeres era causa de enfermedades físicas y
mentales. Ya en el siglo V, los médicos o las parteras usaban
masajes genitales para tratar estos “malestares”. Esta práctica se
extendió hasta principios del siglo XX.
Los griegos y los romanos mantuvieron la idea de Galeno del “útero
flotante”: creían que el útero era un órgano móvil, que viajaba por
todo el cuerpo de la mujer y se inflamaba. Establecieron así la idea
de que “el carácter nervioso” de las mujeres y otras enfermedades
eran causadas por los movimientos del útero. Incluso, se decía que
este órgano emanaba gases tóxicos, que iban hacia nuestro cerebro
causándonos una enfermedad tan popular como ficticia que
llamaron “histeria”. El origen de la palabra histeria es hyster, y
significa útero.
Los síntomas de la histeria —según los médicos de esa época,
obviamente todos varones— eran: ansiedad, agitamiento,
repentinos exabruptos de emociones, somnolencia, irritabilidad,
fantasías eróticas, sensación de peso en el abdomen, inflamación
de la pelvis y lubricación vaginal. (31) Casualmente estos síntomas
representan dos cosas: la mínima queja que podíamos expresar en
la sociedad patriarcal en la que vivíamos (las primeras sufragistas
fueron acusadas de histéricas) y la excitación sexual.
En el siglo XVIII se intensificó muy fuertemente la cantidad de
“casos” y tratamientos, “casualmente” después de una oleada de
reclamos feministas que abogaba por la superación de los
obstáculos legales a la igualdad (sufragio femenino, derechos de
propiedad, etc.). El tratamiento consistía en “engañar” al útero de
diversas maneras, para que este volviera a su lugar en la pelvis y
liberara los fluidos necesarios.
Si la mujer era soltera, viuda, en un matrimonio no consumado o
una monja, el tratamiento consistía en hacer movimientos similares
a los de equitación, pero vigorosamente, meciendo la pelvis, en
alguna silla mecedora o carruaje (enseguida se empezaron a
comercializar aparatos para hacer estos ejercicios en casa). En
pocas palabras: frotar el clítoris contra objetos. Otro tratamiento que
se popularizó muy rápidamente fue masajear la vulva hasta el
orgasmo. Este masaje era realizado por un médico o partera, una
práctica médica corriente hasta los años veinte del siglo pasado.
Solo que el orgasmo no era reconocido como tal, se llamaba
“paroxismo histérico” y se lo describía como un síncope: “la
aparente pérdida de conciencia del sujeto era asociada con
enrojecimiento de la piel, ‘sensaciones voluptuosas’, vergüenza y
confusión, luego de la recuperación de un pequeño momento de
pérdida de control que duraba aproximadamente menos que un
minuto”. (32)
Ya instalado el modelo sexual de pene-en-vagina, que dejaba a la
inmensa mayoría de las mujeres insatisfechas, y con la
masturbación vista como impúdica e insalubre; con la mujer vista
como casta y absolutamente falta de pasión y deseos sexuales y las
putas no entendidas como mujeres valiosas; el clítoris desaparecido
de cualquier libro de anatomía o medicina; la caza de bruja y sus
lecciones sobre sexualidad; con el miedo, pudor, vergüenza y culpa
al placer totalmente instalados, y con el capitalismo ya asentándose,
se termina de instalar un nuevo dispositivo de disciplinamiento de la
sexualidad femenina.
En un principio la mentira de la histeria no mencionaba el placer ni la
gratificación sexual de la mujer: solo unos pocos médicos admitieron
que ese paroxismo histérico era un orgasmo, la inmensa mayoría lo
negaba. Por otro lado, después de 1900 aparecen las
interpretaciones de Sigmund Freud, que dice que la histeria no
estaba causada ya por la frustración sexual, sino por experiencias
de la infancia y podía manifestarse en la propensión a masturbarse,
y en la frigidez en la penetración. Sus ideas —que veremos un poco
más adelante en este capítulo— sobre que el clítoris no tiene nada
que ver con el placer de “la mujer real” siguieron haciendo el trabajo
de quitarle el carácter sexual al tratamiento de la histeria. Como no
había penetración y se creía que solo el pene adentro de la vagina
era lo que le daba satisfacción sexual a la mujer, ningún tratamiento
para la histeria era reconocido en su carácter sexual o placentero.
Las mujeres diagnosticadas como histéricas y sus tratamientos se
convierten en un amplio y lucrativo mercado. Lo que empieza siendo
un masaje genital, con el tiempo se mecaniza a través de una
amplia gama de dispositivos que “facilitan” la tarea del médico (que
se quejaban porque había mujeres que podían tardar más de una
hora). Se inicia con chorros de agua direccionados a la vulva o
clítoris y de a poco se van inventando aparatos mecánicos y
electromecánicos para tratar una enfermedad ficticia, incluso para
que la “paciente” pudiera hacer el tratamiento en su casa.
Finalmente, en 1870 se inventa el primer vibrador eléctrico. Eran
aparatos tan grandes y complejos que en un principio solo los
médicos los tenían en sus consultorios. Para 1900, una amplia
variante de aparatos de todo tipo eran vendidos a profesionales de
Europa y Estados Unidos, como máquinas a pedal, aparatos para
las manos, dispositivos que tiraban chorros de agua hacia arriba
(una especie de bidets), piezas enormes y complejas que se
colgaban del techo, dispositivos de presión de aire, turbinas de
agua, motores a gas, a batería, etc. Rápidamente se fueron
inventando dispositivos cada vez más portables y pequeños, que
pasaron a ser aparatos de cuidado personal. Durante unas cuantas
décadas, nada tuvieron que ver con lo sexual, luego pasó a ser un
poco confuso y entremezclado todo, a medida que se iban
descubriendo paralelamente hechos de la sexualidad femenina.
Las publicidades en revistas femeninas y de público general,
promocionaban estos aparatos como “masajeadores” para “curar”
no solo la histeria, sino también la neuralgia, dolores de cabeza,
obesidad, gota, problemas de hígado y ¡arrugas! “La vibración es
vida”, decía un anuncio en The American Magazine en 1913.
“Ahuyenta los años como magia. Cada nervio, cada fibra de tu
cuerpo entero se estremecerá con la fuerza de tus propios poderes
despertándose. Todos los agudos sabores, los placeres de la
juventud, palpitarán contigo. Rica sangre roja moverá su curso por
tus venas y te darás cuenta a través de la dicha de vivir. Incluso tu
autorrespeto se verá incrementado al máximo”. (33) Incluso, en
1918 sale a la venta un motor con distintos cabezales: podía ser un
vibrador, una batidora, una mezcladora, un ventilador y varias cosas
más. “El electrodoméstico que toda mujer aprecia”, decía el anuncio.
A partir de 1930, los vibradores no se promocionaron más, pero no
dejaron de ser comercializados. Un halo de culpa y vergüenza
empieza a rodear al producto, que vuelve a aparecer entre las
décadas de los sesenta y setenta, ya no como un instrumento
médico, sino como un elemento de placer. Todavía hoy, en muchos
contextos el vibrador es un producto que genera mucha vergüenza y
pudor. Quedó supeditado a los espacios de venta oscuros,
escondidos y vergonzantes que eran los sex shops de esa época.
Nunca más apareció publicitado en revistas de interés general.
La histeria fue una de las enfermedades más diagnosticadas de la
historia, y recién en 1952 fue eliminada del listado de enfermedades
mentales.

EL MODELO DE LA MEDICINA Y LA
VIOLENCIA SOBRE NUESTRO CUERPO
Es importante recordar que eran épocas en las que se decía
públicamente que la mujer tenía menos sentimientos sexuales que
el varón. En 1882, por ejemplo, los médicos sostenían que como
regla la mujer tenía prácticamente poco o nada de pasión sexual, y
al menos tres cuartas partes de las mujeres casadas no obtenían
placer en el acto sexual. Las tasas de frigidez iban del 66 al 75% en
mujeres civilizadas. (34)
Reitero esto porque, retomando el tema de la histeria, los
tratamientos para tratarla podían ser mucho más agresivos y
terminar en la muerte. Cuando el tratamiento estándar no servía,
cuando los síntomas continuaban, cuando la rebelión ante la
autoridad masculina persistía, cuando queríamos votar, cuando
éramos descubiertas utilizando prácticas anticonceptivas y
abortivas, cuando demandábamos derechos en salones, reuniones,
o protestas… las consecuencias podían ser las internaciones en
asilos, o las cirugías genitales: histerectomías, ovariotomías,
ablación de clítoris, costura de labios internos. La medicina
moldeaba con violencia la disciplina en nuestros cuerpos.
En relación con esto, si bien el glande del clítoris se menciona en
textos desde el siglo II, no eran textos de amplia llegada. Cerca de
1556 vuelve a ser mencionado, se dan discusiones entre los
anatomistas italianos Mateo Renaldo Colón y Gabriel Falopio sobre
quién lo descubre (redescubre). Y en 1600, el médico holandés
Reinier de Graaf incluso habla de que el clítoris podría tener una
estructura interna. Pero ninguno de estos aspectos del clítoris
pasaron al conocimiento común, quedaron por tres siglos totalmente
olvidados.
¿Por qué? La época de De Graaf fue uno de los pocos momentos
de los últimos 2500 años donde el placer femenino era
mínimamente tenido en cuenta. Se consideraba importante para la
concepción, claro que solo se entendía dentro del matrimonio
heterosexual y con el fin de concebir. Pero después de 1600,
empieza todo un proceso de borramiento del placer. Si hasta acá
creíste que la historia era espantosa… agarrate, mi amor, porque
nos faltan los peores dos siglos.

Después de 1600, empieza todo
un proceso de borramiento de
nuestro placer.

EL PERÍODO MÁS OSCURO (SIGLOS XVIII


AL XIX)
Según Thomas Laqueur, escritor, historiador, y sexólogo
norteamericano, el modelo de un solo sexo que vimos al principio de
este capítulo llegó a su fin a principios del siglo XVIII, cuando “el
sexo como lo conocemos fue inventado”. (35) Esto coincide con la
época en que pequeños movimientos feministas en medio de la
Revolución Francesa empiezan a reclamar derechos sociales y
económicos. Los varones —los únicos autorizados para ser médicos
y anatomistas— comienzan a marcar exacerbadas diferencias entre
el cuerpo humano masculino y el femenino. A la vez, menstruación y
embarazo pasaron a definirse como enfermedades, que impedían a
la mujer desarrollar un completo y activo rol en la sociedad. (36) Se
nos infantiliza en todo lo que respecta al embarazo, parto y
lactancia, (37) quitándonos el conocimiento que nos es propio e
instintivo y marcándonos constantemente que el médico es el que
sabe: así se instala el modelo médico hegemónico masculino.
La pasión en las mujeres pasa a ser algo débil y anormal, y el rol del
placer sexual (incluso en el contexto del matrimonio, donde antes
era habilitado) pasa a ser objeto de dudas y debates. Poco a poco,
el clítoris se fue diluyendo de cualquier libro, texto o manual, (38)
pasa a ser un órgano completamente despreciado e incomprendido.
Al no ser reproductivo, es considerado no sexual, y se convierte en
el órgano culpable de todos los pecados femeninos: un órgano que
había que eliminar. (39)
La idea negativa sobre el clítoris y la sexualidad femenina se
esparce por toda Europa y Estados Unidos. A mediados del siglo
XIX, por ejemplo, el cirujano británico Isaac Baker Brown dirige la
Clínica londinense para damas y mujeres respetables con trastornos
curables mediante cirugía, en la que realizaba clitoridectomías
(ablaciones de clítoris). Para la ciencia en esa época, eliminar el
clítoris podía ayudar a sanar todo tipo de condiciones: incontinencia
urinaria, hemorragias uterinas, histeria, ciertos tipos de locura,
epilepsia, la “manía masturbatoria”. Fue tal la importancia de este
médico —autor de varios tratados a favor de la ablación de clítoris—
que en 1865 fue elegido presidente del Colegio de Médicos de
Londres.
La ovariotomía (la ablación de ovarios sanos) hizo su aparición a
comienzos de la década de 1870 y alcanzó un éxito inmediato en la
“curación” de un amplia variedad de "patologías de la conducta":
histeria, deseo sexual excesivo, la “tendencia al erotismo”, el
carácter conflictivo, la terquedad, la propensión a comer demasiado
y otros males. (40) La tasa de mortalidad de esta operación era de
un 50%.
En esta época, estas aberraciones conviven con otras: es el auge
de las lobotomías y terapias de electroshock, tratamientos muy
recetados para mujeres con “propensión al lesbianismo”. “El
resultado fue una ciencia arrogante, alimentada por el desprecio a lo
femenino, que se asociaba con lo irracional, lo sentimental, la
histeria, la naturaleza que se trataba de dominar...”, escribe la
periodista e investigadora Mona Chollet en su libro Brujas. ¿Estigma
o la fuerza invencible de las mujeres? “La medicina moderna, en
particular, se construyó sobre ese modelo y en relación directa con
las cazas de brujas, que permitieron a los médicos oficiales de la
época eliminar la competencia de las sanadoras, en general mucho
más diestras que ellos. Heredó una relación estructuralmente
agresiva con el paciente, y más aún con la paciente...”. (41)
En Estados Unidos la última ablación de clítoris se llevó a cabo en
1948, en una niña de cinco años, para “curar” la masturbación.
Como vemos, el pasado no está tan lejos del presente. Hoy en día
la cirugía estética genital es cada vez más popular: labioplastías,
blanqueamientos genitales, “rejuvenecimientos” vaginales (¡el
desprecio a la vejez en su máxima expresión!), cesáreas y
episiotomías en casos en los que no son necesarias son
abrumadoramente comunes, asimismo los partos en posiciones que
solo con cómodas para el médico o el llamado “punto del marido”
(husband´s stitch), que consiste en agregar un punto al proceso de
episiotomía de manera que la entrada de la vagina quede más
cerrada, en pos de otorgarle mayor placer sexual al hombre al
momento del coito, muchas veces generando dolor en la mujer. Lo
más increíble es que nos han convencido de que todas estas
cirugías las hacemos por nosotres, por nuestra calidad de vida, por
nuestra felicidad.
Mientras tanto, por otro lado, la mutilación genital femenina (MGF)
no ha dejado de existir en muchos países. La MGF es la practica
mediante la cual se alteran o lesionan los genitales de bebés, niñas
y adolescentes (extirpación, ablación o recorte del glande del clítoris
y/o de los labios internos y externos así como también cortes en la
entrada de la vagina), por motivos considerados no médicos. Es
reconocida como una violación grave de los derechos humanos y de
abuso infantil y deja secuelas en la salud a corto y a largo plazo,
infecciones regulares, sangrados, depresión, riesgo de VIH,
ansiedad, dolor crónico, complicaciones en el embarazo y parto.
Incluso puede llegar a causar la muerte, (42) ya que se hace de
maneras absolutamente antihigiénicas.
Alrededor de doscientos millones de mujeres y niñas han sido
sometidas a la mutilación genital femenina, y cuatro millones más de
niñas están en riesgo de sufrirla en todo el mundo. (43) Los motivos
más frecuentes por los que se realiza son la aceptación social,
malas enseñanzas sobre higiene y la religión. En algunas culturas
realizarla significa la preservación de la virginidad de la niña, lo cual
le da más posibilidades de casarse. En otras culturas, se considera
el paso a la adultez y un requisito para casarse. Claro que no hay
ninguna ventaja de higiene en la MGF, sin embargo, las
comunidades que la practican creen que las vulvas de las mujeres
deben ser cortadas, y las mujeres que no pasaron por esta práctica
son sucias y no tienen valor. Suele creerse que se realiza solo en
tribus africanas, pero en realidad se practica en al menos 30 países.
(44)
Otra forma de mutilación genital que abunda es la episiotomía, una
incisión que se hace en el perineo, durante el parto vaginal. Esta
operación, que muchas veces es realizada sin necesidad, solo por
“prevención” para “evitar desgarros”, se instala en su uso rutinario y
“preventivo” más fuertemente a partir de los trabajos publicados por
dos médicos entre 1918 y 1920, (45) en los que enumeraban sus
supuestas ventajas, entre ellas salvar a la mujer de un trabajo de
parto largo y sufrido, preservar el suelo pélvico y el introito vaginal,
salvar el cerebro del niño, prevenir el prolapso y desgarros. Sin
datos ni estudios realizados, estos médicos dieron inicio al uso
indiscriminado de la episiotomía, que se convirtió rápidamente en
uno de los procedimientos quirúrgicos más utilizados. Llegando a los
años noventa, en Argentina la tasa de episiotomía en mujeres que
parieron vaginalmente llegó a ser de un 95%. (46)
En las últimas décadas, algunos investigadores fueron demostrando
con evidencia científica que el uso rutinario de esta cirugía no
reduce las posibilidades de desgarro —al contrario , hay un mayor
riesgo de desgarros severos— ni tampoco evita el dolor (47).
Además genera dolores prologados por semanas o meses, causa
desgarros más grandes y más difíciles de cicatrizar, y puede generar
complicaciones como fístulas, infecciones, incontinencia, daño
permanente del suelo pélvico, etc. (48)
Actualmente, en Argentina, la episiotomía se sigue realizando sin
información a les pacientes y muchas veces sin su consentimiento,
a pesar de que ya en 1996 la Organización Mundial de la Salud
(OMS) sugirió un umbral del 10% como el porcentaje de partos que
podría requerir una episiotomía. (49) Y es considerada un tipo de
Mutilación Genital Femenina, por varies autores, entre elles, Wagner
Marsden, ex Director del área de Salud Materna e Infantil de la
OMS. (50)
Y ni hablar de los cuerpos intersex, las personas que nacen con los
genitales no alineados a la norma varón-mujer, que son mutilados,
operados y degradados para que encajen dentro del binarismo de
pene=varón y vagina=mujer. Esto es otra forma de mutilación
genital, difícilmente entendida por el grueso de la sociedad como tal,
porque tiene y tuvo aval médico. Hablaremos también de esto en el
capítulo que sigue.

LA GINECOLOGÍA MODERNA NACE DE LA


ESCLAVITUD
El médico estadounidense James Marion Sims tenía, en 1840, un
hospital clandestino en el fondo de su casa, en los campos de
algodón de Alabama, donde experimentaba con mujeres que eran
esclavizadas en estos terrenos. Con traumáticas y constantes
operaciones sobre los cuerpos de estas mujeres, buscó el método
para tratar las fístulas vaginales posparto (tejido que se desgarra en
la vagina y produce el derrame de orina, o materia fecal). Sims,
además, entre muchos otros instrumentos médicos, también inventó
el primer espéculo, el mismo que se usa hoy en cualquier control
ginecológico.
Fundó una clínica de mujeres en Nueva York, donde siguió su
investigación utilizando como conejillo de Indias a campesinas y
mujeres pobres afroamericanas, torturándolas, operándolas de
maneras extremadamente dolorosas, abusivas e inescrupulosas.
Sus amos (sí, estamos hablando de la época de la esclavitud en
Estados Unidos) las habían llevado a la clínica de Sims para ser
tratadas y que volvieran a ser funcionales. Sims operaba a estas
mujeres en posiciones horribles, sin anestesia y muchas veces no
esperaba la recuperación de los tejidos, ni la baja de la inflamación
para volver a operar. (51)
De las aproximadamente quince mujeres que Sims abusó, solo
sabemos los nombres de tres de ellas: Anarcha, Lucy y Betsey, los
únicos que él menciona en su autobiografía, donde habla del
“heroísmo” con el que Anarcha aguantó el dolor extremo, por
ejemplo. Todo lo cuenta sin ningún tapujo, porque en ese contexto
sociocultural tampoco era tan anormal torturar a las clases bajas en
pos de un beneficio para las altas.
Hoy día están vigentes varios proyectos de reivindicación de las
esclavas de Sims, llevados a cabo por otras mujeres. Estos
movimientos, por ejemplo, lograron que se retire su estatua del
Central Park de Estados Unidos en 2018.
Sims es aún hoy considerado por la medicina como “el padre de la
ginecología moderna”, esa ginecología que nos sigue dejando
muchas veces en un lugar totalmente infantilizado y de completo
desconocimiento de nuestro propio cuerpo, enseñándonos que
siempre les profesionales de la salud saben mucho más de nuestro
cuerpo que nosotres mismes; que nos pone en posiciones
incómodas, pero funcionales para elles; que no se encarga de
investigar ni nuestros genitales, ni nuestra sexualidad, ni
enfermedades que solo tienen que ver con nuestro dolor (como la
endometriosis), ni métodos de prevención de infecciones de
transmisión sexual (ITS) para cuidarse en prácticas que no sean el
coito, que no nos escucha, que no nos acompaña.
Creo que toda persona que vaya o haya ido a le ginecologue/u
obstetra sabe de lo que estoy hablando: aunque, por supuesto, hay
excepciones y cada vez existen más profesionales de la salud con
perspectiva de género, casi todes contamos con alguna mala
experiencia al respecto: falta de escucha, falta de tacto, machismo,
falta de perspectiva de género, desacreditación de nuestro propio
conocimiento o de nuestras prácticas sexuales.

Y EN MEDIO DE TODO ESTO… LA


MASTURBACIÓN
La masturbación fue una práctica cancelada moralmente durante
tres siglos, y aún nos falta un montón de trabajo por hacer al
respecto. Thomas Laqueur en su libro Sexo en solitario, cuenta que
en algún momento a principios del siglo XVIII, un autor anónimo en
un breve relato dio origen a una nueva enfermedad, un nuevo modo
de generar culpa, vergüenza y angustia. El título de este panfleto
era un poco largo: Onania; o el atroz pecado de la autopolución y
sus terribles consecuencias, indagado en ambos sexos, con
consejos espirituales y físicos para aquellos que se han dañado con
esta abominable práctica. Y una provechosa admonición a Ia
juventud de la nación de ambos sexos. (52)
Fue un bestseller de su época en Europa y en Estados Unidos. Para
1730 el texto ya iba por su quinceava edición, y se calcula que había
vendido cerca 50.000 copias, y lo que inicialmente había sido un
panfleto de 17 páginas, con el correr de las ediciones se fue
convirtiendo en un texto larguísimo (más de 200 páginas) que
incluía el texto original y preguntas al autor junto con una serie de
testimonios que condenaban la masturbación en terrenos morales y
teológicos, advirtiéndoles a les masturbadores que no encontrarían
las puertas del reino de Dios abiertas para elles.
Este texto (y muchos que lo usaron como base), decía que muchas
enfermedades como la gonorrea y otros tipos de enfermedades
venéreas se generaban por la debilitación de las fibras de los
órganos genitales, por la excesiva relajación de los poros y de los
orificios de las glándulas que genera la masturbación. Les
masturbadores destruían la flor de su vida, atormentándose a elles
mismes y a otres. Esto podía causar epilepsia y desmayos y en las
mujeres generaba una demacrada apariencia y ¡por supuesto!,
histeria. El autor del texto cuenta en el mismo panfleto cómo este
pecado lo llevó a un médico —también anónimo— que le
recomendó tinturas, polvos y tratamientos para tratar el onanismo.
Tanto el panfleto como los productos para evitar la masturbación
(polvos, ungüentos, tónicos) empezaron a ser masivamente
populares.
Y así damos inicio a casi 300 años de difamación moralista de la
masturbación, que viene de la mano de todo lo que ya venía
sucediendo (caza de brujas, histeria, mutilación genital femenina,
etc.). Durante los siglos XVIII y XIX, se decía que las mecánicas de
la masturbación causaban todo tipo de síntomas serios: ojeras,
debilidad, palidez, y espasmos que podían causar, incluso, la muerte
por orgasmo. (53) El médico suizo Samuel Tissot (1728-1797) llegó
a asegurar que la masturbación de las mujeres era la causante de la
formación de costras en el clítoris y de otros problemas femeninos
como los sofocos, la histeria, la ictericia crónica, y el furor uterino
que “privándole de su modestia y raciocinio, las degrada al nivel del
más lascivo de los animales”. (54)
Por otro lado, a finales del siglo XIX, H. J. Kellogg, médico y
nutricionista (sí, el del famoso Tigre Tony y los copos de cereal)
afirmaba que “ni la plaga, ni la guerra, ni la viruela, ni ninguna
enfermedad similar ha producido resultados tan desastrosos como
el onanismo”. Según Kellogg, la masturbación podía causar cáncer
de útero, enfermedades urinarias, emisiones nocturnas, impotencia,
epilepsia, locura y debilidad física y mental, cuando no la muerte.
Recomendaba, para evitar la masturbación infantil, que les niñes
durmieran en camas de madera para suprimir los llamados al placer
a través de la incomodad, o con las manos atadas, o cubriendo los
genitales (con jaulas patentadas y vendidas), entre otras prácticas:
coser el prepucio, electroshock, circuncisión sin anestesia, o el
derrame de ácido carbólico puro sobre el clítoris.
A su vez, publicó un listado con 39 señales para detectar si niñes o
adolescentes se masturbaban, muchas de ellas signos clásicos de
la pubertad como enrojecimiento de la cara, postura encorvada,
uñas comidas, acné, etc. Por supuesto, Kellogg aseguraba que una
dieta rica en cereales podría ayudar a evitar la manía masturbatoria,
y sostenía que se dedicaba a crear y vender comida anafrodisíaca.
Si bien la masturbación era castigada para ambos sexos, para las
mujeres era todo mucho peor: podía causar ninfomanía, y este
deseo exacerbado se podía desatar con cualquier cosa, como las
maquinas de coser o los asientos de la bicicleta (por eso y para
conservar nuestra virginidad, las mujeres andábamos a caballo de
costado). También era considerada el origen de los problemas en el
embarazo: prácticamente todos los desórdenes femeninos podían
asociarse a la masturbación. Todo esto se mezcla con la histeria: la
mujer no puede masturbarse, pero sí puede pagar para que un
médico lo haga por ella, cambiándole el nombre a la masturbación
por “masaje pélvico” y al placer y orgasmo por “paroxismo histérico”.
Recién en 1920 la masturbación dejó de considerarse una
enfermedad, y tuvo que pasar mucho tiempo para que fuera
reconocida, a partir de los años ochenta, como una actividad sexual
habitual, por supuesto para el género masculino primordialmente.
Betty Dodson, feminista, autora de libros y creadora de talleres de
masturbación femenina desde los años setenta en Estados Unidos,
dio voz a la masturbación, al autoplacer y al goce de las mujeres
con su manifiesto Liberando la masturbación, pero claro que en
entornos feministas autogestivos estadounidenses.
De todas maneras, el autoplacer sigue siendo una actividad
extremadamente juzgada, medida, moralizada y castigada,
desprestigiada, vista incluso hoy día como el consuelo a la falta de
una sexualidad con otres.

FREUD, ORGASMO Y CONFUSIÓN


Y llegamos a Sigmund Freud, en Austria, fines del siglo XIX. Padre
del psicoanálisis y todo lo que ya sabemos, hizo grandes aportes al
placer y a la sexualidad de les niñes. No voy a meterme con su
teoría, y todo lo que para él gira en torno al falo. Freud habrá hecho
aportes muy significativos a la psicología, pero en lo que respecta a
nuestro clítoris, le dio un golpe del que fue (y sigue siendo)
sumamente difícil recuperarse.
En su conferencia Feminidad, (55) Sigmund dice que “... en la fase
fálica de la niña el clítoris es la zona erógena rectora. Pero no está
destinada a seguir siéndolo; con la vuelta hacia la feminidad el
clítoris debe ceder en todo o en parte a la vagina su sensibilidad y
con ella su valor, y esta sería una de las dos tareas que el desarrollo
de la mujer tiene que solucionar”. En esto se basa su escrito Tres
ensayos sobre teoría sexual (1905), donde dice que el placer sexual
en la infancia está en el clítoris, pero en la pubertad entra en un
estado de anestesia para luego pasar al placer sexual vaginal: algo
claramente funcional al varón, el pene, el coito, la reproducción y el
patriarcado.
Para Freud, el proceso de transferencia del placer es el proceso por
el cual nos volvemos mujeres, abandonando la fase clitorial (fálica)
de la infancia. También afirmaba que cuando la transferencia del
placer del clítoris a la vagina no se daba correctamente, la mujer
tendía a todo tipo de neurosis, particularmente… a la histeria.
Con Freud entramos en una etapa muy cercana al día de hoy en la
que los “problemas sexuales femeninos” se empiezan a debatir,
escribir y también inventar. Él dejó establecidas las bases que sus
sucesores tomaron, interpretaron y con las cuales armaron sus
nuevas ideas, llevando el tema del placer vaginal versus clitorial
mucho más allá que él mismo.
Por ejemplo, William S. Kroger (médico estadounidense, pionero de
la hipnosis y fundador de sociedades y academias médicas) y
Edmund Belgler (psicoanalista estadounidense, uno de los teóricos
de la homosexualidad más importantes de su época, que afirmaba
que la homosexualidad era una enfermedad curable) fueron quienes
en 1936 catalogaron la incapacidad de llegar al orgasmo a través de
la penetración vaginal como frigidez. (56) El orgasmo vaginal queda
así fuertemente marcado como el único modo de placer, tanto que
cuando el biólogo inglés Alfred Kinsey —que revolucionó la
sexualidad con sus estudios e ideas liberales— se atreve a
argumentar que un 90% de las mujeres no llegaba al orgasmo a
través de la penetración, muchos de sus colegas reaccionan con
horror e indignación. Ellos responden con total soltura… ¡que no hay
ninguna dificultad científica en que el 80 a 90% de las mujeres sean
anormales!, (57) defendiendo la teoría de que la “mujer real” es
satisfecha solo por la penetración. Cambiar la norma no era una
opción: había que hacer que todas las mujeres cambien.
Y peor aún, las mujeres que disfrutaban de la estimulación clitorial
se definían como mujeres que se comportan como hombres, y
negaban sus obligaciones maternales, o era signo de lesbianismo.
El nivel de heterónoma y coitocentrismo de estas teorías, que son
parte de la educación que las personas que nos educaron recibieron
(incluso quizás nuestres mismísimes psicólogues), nos muestra de
dónde vienen una inmensa parte de los mitos y falta de
entendimiento de nuestra sexualidad.
A partir de estas épocas, la plenitud sexual se vuelve vital para un
matrimonio feliz, sin embargo la “sexualidad femenina” ya está
envuelta en una nube de mitos muy difíciles de desmontar: las
mujeres somos constantemente guiadas y educadas para satisfacer
al varón y nuestro placer es enmarcado dentro de sus tiempos,
modos y gustos.
Así, en pleno siglo XX, la discusión de los problemas de la
sexualidad femenina toma matices que aún hoy estamos pagando.
(58)

¿Y LATINOAMÉRICA?
Habrás notado que, ya llegando al final de este capítulo, me
centré en hechos de la cultura occidental europea y
estadounidense. Esto es así porque lo que rige y moldea
nuestra cultura sexual es la historia europea y anglosajona:
somos una sociedad colonizada, y esa colonización, que
destruyó el 95% de la población originaria con el fin de tomar
nuevos esclavos que le diesen a la clase dominante europea
una cantidad inmensa de mano de obra (59), arrasó con una
inmensa parte de la mirada precolombina de la sexualidad.
La realidad en Latinoamérica previa a la colonización era
otra. Muchas culturas originarias eran polígamas, castigaban
la violación, el incesto y la pedofilia, y valoraban la
homosexualidad, incluso muchos personajes sagrados eran
homosexuales.
Son muchas culturas distintas a lo largo de las Américas,
pero por ejemplo se sabe que en el Imperio inca las
relaciónes sexuales entre personas con la misma genitalidad
era aceptada socialmente y hasta tenía un grado de
orientación sagrada, al igual que en los imperios maya y
azteca. En la cultura aymara, el encuentro sexual no solo se
trataba de reproducción, también de placer, incluso se
preparaban brebajes para mejorar la satisfacción de las
relaciones sexuales.
Sin embargo, habiéndose establecido unas horrendas bases
con la caza de brujas en Europa, los colonizadores obtenían
mano de obra violando de maneras nefastas a mujeres
originarias, embarazándolas para luego quedarse con los
bebés para esclavizar, bajo la misma excusa de la
Inquisición: “las mujeres indígenas tenían relaciones con el
diablo”.
La antropóloga argentina Rita Segato sostiene que, con la
llegada de los conquistadores, «se pasó de un patriarcado de
baja intensidad a uno de alta», (60) a medida que se fue
instalando la idea del macho violento y viril construida con la
imagen del colonizador. Una dominación que se arrastra
hasta hoy. «La violación colonial perpetrada por los señores
blancos a mujeres indígenas y negras, y la mezcla resultante,
está en el origen de todas las construcciones sobre nuestra
identidad nacional», asegura la filósofa afrobrasileña Sueli
Carneiro. (61)

La realidad en Latinoamérica
previa a la colonización era
otra. Muchas culturas
originarias eran polígamas,
castigaban la violación, el
incesto y la pedofilia, y
valoraban la homosexualidad,
incluso muchos personajes
sagrados eran homosexuales.

UN POCO DE LUZ EN EL CAMINO


A partir del final de la década de 1960, todo empieza a cambiar. Con
el hippismo y la liberación sexual (que “liberó” la sexualidad de
muchos varones, y de muy pocas mujeres), la invención de la
píldora anticonceptiva y los movimientos feministas en distintos
lugares de Estados Unidos, Europa y Latinoamérica, se da inicio a
nuevas formas de ver las sexualidades, bajo nuevos paradigmas
sociales y culturales. En esa década empieza una serie de avances
y retrocesos que nos llevan a vivir la sexualidad tal como la vivimos
hoy, cargando aún con muchísimos de los mitos del pasado.
En 1966, el médico estadounidense William H. Masters y la
sexóloga Virginia E. Johnson, publican el libro Respuesta sexual
humana. Fueron pioneros en el estudio de la sexualidad mediante
experimentación: estudiaron la fisiología de los cuerpos, la
excitación sexual y el orgasmo por primera vez en personas vivas
en condiciones de laboratorio. Y por primera vez se describió el acto
sexual de forma sistemática. También en base a sus investigaciones
desarrollaron métodos para tratar ciertas dolencias sexuales.
Masters y Johnson son la base de la sexología clínica de hoy en día.
En sus libros, establecen un modelo de respuesta sexual con etapas
que aún sigue en uso por les sexologues de todo el mundo. Por
suerte, aquí empiezan a cambiar las cosas: en Respuesta sexual
humana le dedican un capítulo entero al clítoris (solo el glande) y lo
nombran como un órgano, y también como un receptor y
transformador del estímulo sexual. Masters y Johnson hablaron de
una “plataforma orgásmica” en el primer tercio de la vagina. Hoy
sabemos que son parte de las estructuras internas del clítoris; en
ese momento, esa “plataforma” seguía en concordancia con el
paradigma imperante: que el destino sexual de la mujer era la
vagina. Pero reconocían la importancia de la única parte visible de
nuestro clítoris.
Masters y Johnson gozaron de una gran importancia y renombre,
llegaron de manera masiva al público en general, y era aceptado —
por supuesto, para una pareja casada, y heterosexual— leerles y
tener su libro en la biblioteca. Lo cual, para el contexto sociocultural
en el que investigaron es mucho, además de que abrieron las
puertas a que nuevos investigadores continuaran su trabajo.
Claro que su investigación está limitada a los sesgos de la época:
Masters y Johnson plantean un único modelo sexual con cuatro
etapas (excitación, meseta, orgasmo, resolución). Este modelo es
sumamente útil y práctico hoy en día para explicar y esclarecer
algunos aspectos del encuentro sexual y para estudiarlo, pero no
deja de ser un único modelo para todo el mundo, para personas con
vulva y personas con pene, con todas las diferencias que dentro de
una misma genitalidad nos caracterizan. Y este modelo no buscó
variantes en la personas. Elles mismes, en pequeñas notas al pie o
frases sueltas, escritas muy al pasar, cuentan que los sujetos de
estudio tenían como requisito, por ejemplo, el contar con un historial
sexual positivo y una experiencia orgásmica por masturbación y
coito. Descartaron también a las personas incapaces de responder
sexualmente y llegar al orgasmo. Las mujeres seleccionadas eran
mayormente casadas, y otro gran sesgo fue de clase: ellos mismos
escriben que “la muestra fue a propósito ponderada en beneficio de
niveles de inteligencia y de procedencia socioeconómica superiores
al promedio. Se impuso una selectividad ulterior en relación con la
voluntad de participar, la facilidad de la respuesta sexual y la
capacidad de comunicar detalles concretos de la reacción sexual”,
(62) cuando ya estaba comprobado por Alfred Kinsey —que inició
una serie de entrevistas a diez mil personas para estudiar la
sexología y recabar datos, y elaboró dos grandes informes— que los
distintos contextos socioculturales hacen a diferencias
inmensamente amplias en la forma en que desarrollamos la
sexualidad. A propósito de esto, Leonore Tiefer en El sexo no es un
acto natural afirma: “El ‘descubrimiento’ del ciclo de la respuesta
sexual humana fue una profecía de obligado cumplimiento,
seleccionando los sujetos de tal manera que se prescindía de la
diversidad. El ciclo de la respuesta sexual humana no puede ser
universalizado a la población en general”. (63) Así y todo, estos dos
investigadores cambiaron mucho de la visión que se tenía de la
sexualidad en su momento.
Un tiempo atrás, Juliana Reves Szemere, física y militante feminista,
miembro de la agrupación Cientificxs Feministas, me mandó una
nota que escribió empujada por Todo sobre tu vulva, donde dice
algo que me quedó muy grabado: “¿Cómo puede ser que la ciencia
moderna haya entendido cómo son los átomos en 1926, haya
logrado desentrañar la mecánica de la Relatividad General en 1915,
pero haya esperado hasta 1998 para mirar de cerca un clítoris?
¿Será que el clítoris estaba muy escondido? ¿Por qué fue necesario
que el clítoris sea descubierto, acaso no lo llevamos en nuestras
vulvas desde que existimos como especie? ¿Les que tenemos vulva
no supimos siempre que tuvimos un clítoris y para qué “sirve”?
¿Nadie nos preguntó?”. (64)
Sentí que pudo poner en palabras algo que yo tenía en la cabeza
hacía un montón: ¿cómo puede ser? La ciencia está tan atravesada
por el patriarcado como todas las cosas que creamos, igual que el
arte, el cine, la cultura, la familia, la educación y cada canción
infantil que cantamos de niñes. Y esto es tan fuerte, y operó tan
claro, que llegada la década de 1970, aún teníamos que
conformarnos con que con suerte se mencionara el glande del
clítoris y que no fuese signo de lo demoniaco, lo inmaduro, el pudor,
o la vergüenza.
En medio de una segunda ola de feminismo en esta década —una
época en la que los anticonceptivos estaban aún prohibidos, incluso
la información sobre ellos— que reivindicó con su lucha la
sexualidad, la familia, el trabajo y el derecho al aborto y la salud
sexual, se puso sobre la mesa la idea de que la penetración vaginal
no tenía por qué ser la única práctica sexual, que la vagina no tenía
por qué ser el órgano sexual por excelencia y se empezó a dar el
valor que se le había negado al placer sexual clitorial. Se
empezaron a cuestionar los estereotipos de género, denunciando la
violencia machista y el control que el varón ejerce sobre la
sexualidad femenina.
Este feminismo, que se esparce en pequeños grupos por Estados
Unidos, parte de Europa y de Latinoamérica, llegando a los años
ochenta empezó también a hablar de que las relaciones sexuales no
tenían por qué ser heterosexuales. Los colectivos feministas de
lesbianas empiezan a proyectar la idea de otras formas de
relaciones sexoafectivas y se critica la heteronormatividad del
sistema. Y así, solo a través de las personas con vulva, se pudo
empezar a esbozar la idea de un clítoris completo.

MINI HISTORIA DEL CLÍTORIS


El clítoris fue descubierto, “olvidado”, escondido, mutilado, negado y
redescubierto a lo largo de la historia varias veces:
Hipócrates, médico de la Antigua Grecia, lo descubrió y lo llamó
columella (pequeño pilar).
Galeno, a quien ya nombramos en este capítulo, negó su
existencia: para él la genitalidad femenina era la inversa de la
masculina, y al pene le correspondía el útero.
En 1486 el tratado Malleus Maleficarum lo definió como “la tetilla
del diablo”.
En 1559, Mateo Realdo Colón dijo haber descubierto el clítoris y
decía que al estimularlo se convertía en un pequeño pene.
Falopio, más o menos en la misma época, dice haberlo
descubierto. Se disputaron el descubrimiento con Colón, hasta
que intervino otro anatomista, Caspar Bartolino, para decir que al
clítoris ya se lo conocía desde el siglo II. Vessalius, un famoso
cirujano de Padua, desacuerda y dice que el clítoris no existe en
mujeres sanas, y que solo podía encontrarse en “hermafroditas”.
Reineer De Graaf, en 1672, esboza una teoría en la que el clítoris
tiene una parte externa e interna, y por primera vez estudia su
función. De Graaf propone que la función del clítoris es “despertar
el sentimiento sexual adormecido” y también le da una función
reproductiva, diciendo que si no tuviésemos esta exquisita
sensibilidad y placer no estaríamos dispuestas “a atravesar el
proceso de gestación y parto, ni la carga de alimentar y educar
hijos”. (65)
Georg Ludwig Kobelt, anatomista alemán, escribió en 1844 que el
clítoris es mucho más de lo que se ve a simple vista: decía que
era una estructura con forma de hueso de pollo con un largo de
aproximadamente diez centímetros, que eran tejidos eréctiles e
ilustró eso asegurando que por estas partes ocultas el clítoris
podía responder al estímulo en la vagina, labios, y ano. Pero así y
todo el clítoris siguió siendo negado durante mucho tiempo y sus
investigaciones no pasaron a mayores.
En 1901, la edición del Gray’s Anatomy (el manual inglés de
anatomía más influyente y usado por docentes y estudiantes, que
se edita y publica desde 1858) incluía el dibujo de la anatomía
genital de la mujer con una pequeña protuberancia marcada
como clítoris. Dejaba por fuera una inmensa parte de lo que
Koblet había descubierto, ¡pero al menos estaba! Porque en la
edición de 1948 hay una ilustración similar, solo que el clítoris fue
borrado por completo. Así, este círculo se repite varias veces en
la historia de nuestro preciado órgano: el clítoris aparece y
desaparece, a disposición del patriarcado.
Alfred Kinsey, en 1953, lo reconoció en sus libros como un
componente fundamental del placer.
En 1973, Mary Jane Sherfey, psiquiatra norteamericana y autora
de La naturaleza y evolucion de la sexualidad femenina (¡1973 y
es la primera mujer que te menciono!) plantea la idea de que el
clítoris es mucho más que el glande. Ella comparó la anatomía
del pene y del clítoris punto por punto, tomando como punto de
partida la descripción del pene, y demostró que eran muy
similares.
Entre 1960 y 1970 las feministas empezaron a remarcar su
importancia. Y se publicaron versiones nuevas de nuestros
genitales incluyendo al clítoris. En 1971, el Boston Women’s
Health Book Collective publica Our Bodies, Ourselves (Nuestros
cuerpos, Nuestras vidas) un libro escrito por y para mujeres, con
información sobre muchos aspectos de la salud y la sexualidad
de las mujeres, que denunciaba la falta de conocimiento sobre
nuestros cuerpos. A su vez, la FFWHC (Federation of Feminist
Women’s Health Centers), una asociación de más de una docena
de clínicas feministas que creció en esa época en Estados
Unidos, promovía el concepto del autoempoderamiento y el
autoconocimiento a través del uso personal del espéculo y los
autoexámenes mamarios. En sus clínicas se proveía información
sobre anticoncepcion y salud sexual, también sobre menopausia,
y cuando se legalizó el aborto, en algunos estados pudieron
sumar procedimientos seguros y espacios contenedores.
En 1975, publicaron Una nueva mirada sobre el cuerpo femenino,
libro bisagra para nuestra sexualidad. Primero, las miembras de
la federacion hicieron sesiones grupales de autoconocimiento,
compartiendo sus experiencias sexuales y diseccionando sus
respuestas sexuales detalladamente, comparando sus genitales,
analizando ilustraciones clásicas de libros de anatomía. Se
tomaron fotos y se filmaron masturbándose, se observaron y así
pudieron analizar las estructuras visibles del clítoris durante la
respuesta sexual. Usando descripciones anatómicas modernas e
históricas del clítoris, tomaron la definición de Mary Jane Sherfey
(66) y la ampliaron, creando una nueva definición de clítoris que
abarca todas las estructuras a las que les suceden cambios
durante la excitación sexual, contribuyendo al orgasmo de una
manera significativa o demarcando los límites. Hoy es la
definición más vigente de clítoris, y en la que se basa este libro
que tenés en tus manos.
Toda esta información era absolutamente nueva, revolucionaria y
liberadora, pero no parte de la ciencia: su investigación no llegó a
impactar mucho por fuera del feminismo y de ciertos ámbitos o
espacios muy puntuales, y la ciencia no le dio importancia alguna.
Eran mujeres publicando sus descubrimientos en base a su
propia experiencia, conversación y experimentación entre ellas,
¡imaginate! Incluso vivieron redadas y juicios.
En 1976 también se publica el Hite Report, de la mano de la
escritora y sexóloga Shere Hite. Fue el primer reporte oficial que
toca el tópico de la sexualidad femenina desde el punto de vista
de una mujer. El trabajo de Hite revela cómo la sociedad coarta y
limita la sexualidad femenina encasillando roles. Para Hite, las
mujeres educadas para complacer y servir las necesidades
sexuales del varón son esclavas sexuales de las que siempre se
espera que se pongan en segundo plano y cita la dependencia
económica como una fuerza muy potente que deja a mujer en un
lugar de sirviente.
Recién en 1998, Helen O'Connell, una uróloga australiana, detalla
en un paper científico al complejo clitorial como todo un conjunto,
y en 2009 se confirma con resonancias magnéticas que el clítoris
tiene al menos 18 partes funcionales. Todo lo que la FFWHS ya
había escrito, recién en los últimos años del siglo XX pasó a ser
parte de la ciencia.
Aún necesitamos muchos años para que esta información circule
con libertad. Nos faltan ganas de la ciencia, la medicina y todas las
demás disciplinas que se solapan con la sexología para investigar
con sinceridad el funcionamiento de nuestra genitalidad.
Creo que es importante entender que estos hechos que intenté
explicar en estas páginas no son solo el hecho en sí mismo. La caza
de brujas no es solo la cantidad de mujeres que fueron asesinadas,
sino también es todo el aparato represivo que se gestó alrededor, la
cantidad de personas que crecieron con terror, con miedo a su
sexualidad. La violencia naturalizada no se trata solo de la persona
que fue violentada, sino de toda la estela de miedo que deja, y cómo
eso contribuye a un modo de adoctrinamiento y modelaje de la
sociedad. Un mensaje clarísimo a las personas con vulva o
personas socializadas como mujeres.
Aún tenemos miedo, pero ya no estamos soles, nos tenemos. El
cambio está en camino, pasito a paso, purgando lo que nos dañó
por años, contando lo que nunca pudimos contar, reconociendo lo
que nunca pudimos reconocer hasta ahora, poniendo sobre la mesa
nuestra sexualidad con todo lo que conlleva, vomitando los abusos
vividos, pudiendo ver que le compañere de al lado también lo pasó,
identificándonos con otros modos, tiempos, formas y políticas
sexoafectivas, empezando a naturalizar modos de amar más
sinceros, reconociendo nuestros gustos… en fin, demostrándonos
mutuamente la potencialidad de nuestra voz, de nuestras palabras,
de nuestro sexo y de nuestro placer: el placer que nos robaron, el
placer que nos negaron, el placer que nos debemos , el placer que
buscamos, merecemos y perseguimos. Aprendiendo poco a poco a
que el placer nos guíe.

Aún necesitamos muchos años
para que esta información circule
con libertad. Nos faltan ganas de
la ciencia, la medicina y todas las
demás disciplinas que se solapan
con la sexología para investigar
con sinceridad el funcionamiento
de nuestra genitalidad.
2. Los nombres “era común” (e. c.) y “antes de la era común” (a. e. c.) son
designaciones alternativas al empleo de las expresiones “después de Cristo” (d. C.) y
“antes de Cristo” (a. C.), respectivamente.
3. Riane Eisler (1988). The Chalice and the Blade, Our History, Our Future. Harpers
Collins, Nueva York; Catherine Blackledge (2005). Historia de la Vagina: Un territorio
Virgen al descubierto. Península. Barcelona; Sanyal Mithu M. (2012). Vulva. Anagrama.
Barcelona.
4. Rosalind Miles (1989). The Women’s History of the World. Harpers Collins, Londres.
5. Thomas Laqueur (1994). La construcción del sexo: cuerpo y género, desde los
griegos a Freud. Ediciones Cátedra, Barcelona.
6. Catherine Blackledge (2005). Historia de la vagina: un territorio virgen al descubierto.
Península. Barcelona.
7. Thomas Laqueur (1994). La construcción del sexo: cuerpo y género, desde los
griegos a Freud. Ediciones Cátedra, Barcelona.
8. Adopto el concepto de “amor Disney” de Brigitte Vasallo (en lugar de amor
romántico). En Amores. Redes afectivas y revoluciones, Vasallo hace este cambio
explicando que no es lo romántico lo que queremos combatir, sino el estereotipo de
amor princesa rescatada por príncipe y todo lo que esos moldes conllevan.
9. Uso la palabra promiscuidad sin ningún tipo de negatividad, ni juicio de valor sobre
ella. Si la buscamos, su definición es: conducta o comportamiento de la persona que
cambia con frecuencia de pareja sexual buscando únicamente el placer. Y no veo nada
malo en ello, mientras que seamos claras, claros, y clares con nuestras intenciones.
10. Friedrich Engels (2006). El origen de la familia, la propiedad privada y el estado.
Fundación Federico Engels. Madrid.
11. Brigitte Vasallo (2021). El desafío poliamoroso: por una nueva política de los
afectos. Paidos, Buenos Aires.
12. Catherine Blackledge (2005). Historia de la vagina: un territorio virgen al
descubierto. Península. Barcelona.
13. Mona Chollet (2018). Sorcières. La puissance invaincue des femmes. Éditions
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14. Wells DL. (2006) “Sexual assault practice: myths and mistakes”, en J Clin Forensic
Med. 13(4):189-93.
15. Emily Nagoski (2015). Come as you are: The Surprising New Science that will
transform your sex life. Simon & Schuster. Nueva York.
16. Usta, I. (2000). “Hymenorrhaphy: What happens behind the gynaecologist's closed
door?”, en Journal of medical ethics. 26. 217-8.
17. Monica Sjöö (1987). The Great Cosmic Mother: Rediscovering the Religion of the
Earth. Harpers Collins, Nueva York.
18. Lo pueden encontrar dentro de los esclarecedores posteos de @meloni.sexologa
en Instagram. Recomiendo leerlos TODOS, cual libro.
19. James A. Brundage (1987). Law, Sex, and Christian Society in Medieval Europe.
The University of Chicago Press. Londres.
20. Silvia Federicci (2015). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva.
Tinta Limón. Buenos Aires.
21. María Eugenia Contreras. “El chineo, un abuso de poder disfrazado de práctica
ancestral”, en Feminacida.
22. Brownmiller, S. (1975). “Against Our Will: Men, Women and Rape”, en R. K. Bergen
et alt. Violence against women: Classic papers, (pp. 5–8). Pearson Education. New
Zealand.
23. Martín Ferreira, A. I. (2013). José Pablo Barragán Nieto, “El ‘De secretis mulierum’
atribuido a Alberto Magno. Estudio, edición crítica y traducción”. Cuadernos De Filología
Clásica. Estudios Latinos, 32(2), 374-376.
24. Verónica Roldós. Los secretos femeninos del cuerpo controlado, análisis del ‘De
Secretis Mulierum’ de Pseudo Alberto Magno. Ponencia en el marco de las XIII
Jornadas Interescuelas del Departamento de Historia de la Universidad de Catamarca,
agosto de 2011.
25. Helen Rodnite Lemay (1992). A translation of Pseudo Alberto Magnus ‘De Secretis
Mulierum’ with commentaries. Suny Press. Nueva York.
26. Mona Chollet (2018). Sorcières. La puissance invaincue des femmes. Éditions
Zones. París.
27. Hurwitz, I. (2012). The Devil's Teat and Other Essays. University of the
Witwatersrand, Faculty of Humanities, Creative writing.
28. Barbara Ehrenreich et alt (1981). Brujas, parteras y enfermeras. Editorial La Sal.
Barcelona.
29. Silvia Federicci (2015). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva.
Tinta Limón. Buenos Aires.
30. Te recomiendo hacer un recorrido por las pelis que nos educaron a nosotres (y/o a
nuestros educadores) en las décadas de 1980 y 1990, como Disclosure, Atraccion fatal,
Bajos instintos, etc., mirándolas desde esta perspectiva, y teniendo presente el lugar
que se le da a la mujer deseante.
31. Rachel Maines (1999). The Technology of Orgasm, Hysteria, the vibrator, and
women´s sexual satisfaction. The Johns Hopkins University Press. Baltimore.
32. Taylor Rattray (1954). Sex in history. Ballatine Books. Nueva York.
33. Rachel Maines (1999). The Technology of Orgasm, Hysteria, the vibrator, and
women´s sexual satisfaction. The Johns Hopkins University Press. Baltimore.
34. Rachel Maines (1999). The Technology of Orgasm, Hysteria, the vibrator, and
women´s sexual satisfaction. The Johns Hopkins University Press. Baltimore.
35. Thomas Laqueur (1994). La construcción del sexo: cuerpo y género, desde los
griegos a Freud. Ediciones Cátedra, Barcelona.
36. Rebecca Chalker (2000). The Clitorial Truth: The Secret World at Your Fingertips.
Seven Stories Press, Nueva York.
37. Suellen Miller y Andre Lalonde (octubre 2015). “The global epidemic of abuse and
disrespect during childbirth: History, evidence, interventions, and FIGO's mother-baby
friendly birthing facilities initiative”, en Int J Gynaecol Obstet. 131 Suppl 1:S49-52.
38. Rebecca Chalker (2000). The Clitorial Truth: The Secret World at Your Fingertips.
Seven Stories Press, Nueva York.
39. Catherine Blackledge (2005). Historia de la vagina: un territorio virgen al
descubierto. Península. Barcelona.
40. Thomas Laqueur (1994). La construcción del sexo: cuerpo y género, desde los
griegos a Freud. Ediciones Cátedra, Barcelona.
41. Mona Chollet (2018). Sorcières. La puissance invaincue des femmes. Éditions
Zones. París.
42. Fuente: Organización Mundial de la Salud: https://www.who.int/es/news-room/fact-
sheets/detail/female-genital-mutilation
43. Fuente: Amnistía Internacional: es.amnesty.org/en-que-
estamos/blog/historia/articulo/mutilacion-genital-femenina-a-golpe-de- dolor-sangre-y-
gritos/
44. Johansen, R.E.B,. et alt. (2018). “Health sector involvement in the management of
female genital mutilation/cutting in 30 countries”, en BMC Health Serv Res 18, (1), 240-
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45. Los trabajos son: Pomeroy RH. (1918). “Shall we cut and reconstruct the perineum
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48. Ina May Gaskin (20016). Guía del nacimiento. Capitán Swing. España; Penny
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de parto y el nacimiento. Editorial Trillas. Ciudad de Mexico.
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50. Wagner M. (1999). “Episiotomy: a form of genital mutilation”, en The Lancet, 353
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51. Pabla Pérez San Martín (2015). Manual introductorio a la ginecología natural.
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52. Stolberg M. (2000). “Self-Pollution, Moral Reform, and the Venereal Trade: Notes on
the Sources and Historical Context of Onania” (1716), en Journal of the history of
sexuality. 9, 37-61.
53. Rachel Maines (1999). The Technology of Orgasm, Hysteria, the vibrator, and
women’s sexual satisfaction. The Johns Hopkins University Press. Baltimore.
54. Catherine Blackledge (2005). Historia de la vagina: un territorio virgen al
descubierto. Península. Barcelona.
55. Sigmund Freud (1976). Obras completas Sigmund Freud, Ordenamiento,
comentarios y notas de James Strachey con la colaboración de Anna Freud, asistidos
por Alix Strachey y Alan Tyson, Volumen 22 (1932-36) Nuevas conferencias de
introducción al psicoanálisis y otras obras. Amorrortu Editores. Buenos Aires.
56. Hitschmann, E. et alt. (1937). “Frigidity in Women”, en The Journal of Nervous and
Mental Disease, 86(6), 740-741.
57. Rachel Maines (1999). The Technology of Orgasm, Hysteria, the vibrator, and
women´s sexual satisfaction. The Johns Hopkins University Press. Baltimore.
58. Lunbeck, E. (2010) “The Psychiatric Persuasion: Knowledge, Gender, and Power in
Modern America”, en History: Reviews of New Books, 23:4, 155.
59. Silvia Federicci (2015). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva.
Tinta Limón. Buenos Aires.
60. Segato, Rita Laura (2018). Contra-pedagogías de la crueldad. Prometeo. Buenos
Aires.
61. Gargallo, F. (2007). “Feminismo Latinoamericano”, en Revista Venezolana de
Estudios de la Mujer, 12 (28), 17-34.
62. Virginia E. Johnson y William H. Masters (1967). Respuesta Sexual Humana.
Intermedica. Buenos Aires.
63. Leonore Tiefer (1997). El sexo no es un acto natural y otros ensayos. Talasa
Ediciones. Madrid.
64. https://www.mujeresciencia.com.ar/notas/la-historia-del-cl%C3%ADtoris
65. Catherine Blackledge (2005). Historia de la vagina: un territorio virgen al
descubierto. Península. Barcelona.
66. Mary Jane Sherfey (1973). The nature and evolution of female sexuality. Vintage
Books. Nueva York.
- CAPÍTULO -

ANATOMÍA: EL CONOCIMIENTO
PROHIBIDO
Como vimos, en la Antigüedad se creía en el modelo de un
solo sexo, donde hombres y mujeres eran en principio
equivalentes, pero el celo y la pasión masculina causaba el
perfeccionamiento de sus genitales. Hoy en día no estamos
tan alejades de eso.
Por supuesto, nadie es una versión perfeccionada de nadie, pero sí
es cierto que, aunque organizado de distintas maneras, (67) ambos
aparatos sexuales son muy parecidos, seamos del sexo que
seamos. Se distribuyen de una determinada manera si se nace con
pene, y de otra si se nace con vulva, pero nuestros genitales están
compuestos por los mismos elementos, se erectan de la misma
manera y les suceden muchas cosas parecidas.
UN MISMO ORIGEN, VARIOS GENITALES
POSIBLES
Los griegos y romanos creían que el equivalente al pene eran el
útero y la vagina. Tal como muches investigadores han probado —
Emily Nagoski, Catherine Blackledge o Rebeca Chalker, entre otres
—, hoy día sabemos que el homólogo al pene es el clítoris.
¿Por qué quedan distribuidos de distintas maneras ambos
genitales? Porque una de las funciones de la sexualidad es la
reproducción, y las personas con vulva somos las que tenemos la
capacidad de gestar. Para eso, nos atraviesan una vagina y un
útero, entonces nuestro clítoris queda dividido en dos, montado
sobre el canal de la vagina. Así, una gran parte de nuestros
genitales quedan dentro del cuerpo, ocultos a la vista no por el
“pudor” que le causa a la mujer mostrarlos, como sostenía
Aristóteles, sino porque simplemente no necesitamos transportar
nuestro ADN hacia el útero de nadie: son los espermatozoides los
que tienen que llegar al útero. Por eso mismo el pene sale hacia
afuera, para poder hacer llegar su información genética hacia el
interior de una vagina a la hora de la reproducción. (68)
Todes tenemos genitales con un glande sensible (pene/clítoris),
recubierto por una porción de piel (prepucio), que se extiende hasta
adentro del cuerpo en forma de tejidos eréctiles. El clítoris, después
de su glande, y hacia adentro, tiene los bulbos de cuerpos
cavernosos y los dos brazos o crura del clítoris, que terminan en la
raíz. Y el glande del pene tiene un bulbo de cuerpos cavernosos y
dos brazos que terminan en raíz. Las pieles que recubren estos
cuerpos también son homólogas: el escroto es homólogo a la piel de
los labios externos. Así como las gónadas, las glándulas que se
encargan de generar las células sexuales (ovarios/testículos).
1. Clítoris: el clítoris en estado de erección. La mayor
parte del clítoris es interna. La única parte que vemos por
fuera es el glande.
Para comprender mejor esto, tenemos que ver cómo son los
genitales de un feto. Hasta la semana 8 de gestación, los genitales
del embrión son todos iguales: parecen vulvas. Aunque
cromosómicamente seamos diferentes, nuestros genitales se ven
iguales, tengamos lo que tengamos al nacer, vulvas y penes tienen
las mismas células base, desde las cuales se van a formar los
genitales diferenciados.
2. El tubérculo genital. El cuerpo de tejidos que va a dar
lugar al pene o al clítoris es igual para ambos sexos, sea lo
que sea que ese embrión vaya a desarrollar luego.
Después de la semana 8, una tanda de testosterona empieza a
efectuar cambios sobre ese tubérculo genital. El embrión que tiene
la carga genética para desarrollar una vulva (cromosomas XX) no
responde a este estímulo hormonal y continúa desarrollando sus
genitales en base a los que ya estaban, dando lugar a los labios
internos y externos, el clítoris, la vagina, los ovarios. Se van
abriendo los labios de la vulva, y el tubérculo se convierte en glande
del clítoris. El feto con cromosomas XY sí responde a esta
testosterona y empieza a formar el pene, el escroto y los testículos.
La división que daba lugar a los labios de la vulva empieza a unirse
y a fusionarse para dar lugar a toda la piel del tronco del pene.
Si mirás de cerca un escroto (la piel que contiene los testículos) y el
perineo, podes ver una línea vertical que lo recorre (“rafe escrotal”):
ahí es donde estaba la división en el feto, que se terminó fusionando
al desarrollar un pene y se hubiese abierto si se hubiera
desarrollado una vulva, dando lugar a los labios externos. El rafe
escrotal es la sutura fisiológica, la muestra de que tenemos los
mismos genitales, pero organizados de distintas maneras.
Por eso es que se puede afirmar que cada parte de toda nuestra
genitalidad es homóloga (homólogos son tejidos con el mismo
origen embrionario, pero que pueden tener diferentes funciones y/o
ubicaciones una vez desarrollados) pero distribuidas de distintas
maneras, con la excepción de la vagina y el útero de las personas
gestantes.
Las tetas, por ejemplo, también son signo de lo homólogo: todes las
tenemos desde que somos fetos. En quienes pueden llegar a
amamantar, el proceso hormonal de la pubertad hace que se
desarrollen; en quienes no tendrán esa capacidad, permanecen sin
desarrollar. ¿Por qué? Porque, básicamente, al momento del
desarrollo embrionario, requiere menos energía suprimirlas en la
persona con pene que dejarlas. (69)

EL SISTEMA CLITORIAL
En algunos libros y papers científicos, algunas mujeres proponen
estudiar el placer y/o nuestros genitales viéndonos como un todo:
vagina, útero, clítoris, uretra, próstata, ano. Para entender un poco
nuestra respuesta sexual, verlo como un todo nos permite
entendernos mejor. Algunos papers hablan del complejo
vulvourovaginal. Rebecca Chalker (miembro de la FFWHC,
Federation of Feminist Women’s Health Centers) y autora de La
verdad clitorial: un mundo secreto en la punta de tus dedos, le llama
“sistema clitorial”. Es un concepto que me parece muy acertado y lo
usaré en este libro.
El sistema clitorial está formado por nuestros genitales internos (la
mayor parte del clítoris más la vagina, el útero y la próstata, que
tocan al ano y vejiga) y nuestros genitales externos (toda la vulva y
la pequeña porción externa del clítoris y perineo). En este sentido, el
clítoris es el único de estos órganos que es interno y externo y
además abraza y está en contacto con todas las demás partes. Me
gusta verlo como todo un sistema que usamos para placerear, de
distintas formas, con distintas intensidades y tiempos.


El sistema clitorial está formado
por nuestros genitales internos
(la mayor parte del clítoris más la
vagina, el útero y la próstata, que
tocan al ano y vejiga) y nuestros
genitales externos (toda la vulva
y la pequeña porción externa del
clítoris y perineo que están
pegados al ano).
3. El complejo vulvourovaginal o sistema clitorial.

UNA ACLARACIÓN: ¿QUÉ ES LA VAGINA?


Si te enseñaron un nombre correcto para nombrar a tu concha
cuando eras chique —sin mencionar todos los eufemismos que aún
hoy se siguen utilizando— probablemente era “vagina”. Pero lo que
ves entre tus piernas es tu vulva. Vamos a hablar específicamente
de ella más adelante en este capítulo, pero para resumirlo en pocas
palabras, vulva es todo lo que toca tu ropa interior: son tus genitales
externos; mientras que vagina es solo el canal que conecta el útero
con el exterior, es decir, el orificio por el que sale la sangre
menstrual (si menstrúas) y les bebés (si elegís tener hijes y parir
vaginalmente), entran dedos, pitos, dildos y vibradores. Llamar
“vagina” a todos tus genitales —vulva, vagina, clítoris, suelo pélvico
— es como decirle “garganta” a toda tu cara.
Pero no es casual este recorte lingüístico. No hay ninguna parte de
nuestro cuerpo en la que hagamos esta reducción, pero la vagina
tiene que ver con la penetración y la reproducción, lo único que le
sirve de nuestra genitalidad al patriarcado: el espacio reproductivo.
Esta “cirugía” lingüística fue muy útil durante mucho tiempo y lo
sigue siendo aún hoy: invisibilizó muchísimas zonas de placer y
limitó nuestra sexualidad a la penetración.
La palabra vagina ya de por sí tiene una carga muy fuerte: la usa
Realdo Colón en 1559, definiéndola como “la parte en la que se
introduce la méntula (pene)”. Según el autor, la vagina enfundaba al
pene del mismo modo que el estuche de una espada. Por eso la
bautiza vagina, que en latín significa “vaina”. (70) ¡Nuestra
genitalidad entera definida por la función que le asignaron sobre el
pene!


Llamar “vagina” a todos tus
genitales —vulva, vagina, clítoris,
suelo pélvico— es como decirle
“garganta” a toda tu cara. (...)
Esta “cirugía” lingüística
invisibilizó muchísimas zonas de
placer y limitó nuestra sexualidad
a la penetración.
Aquí una ilustración para que nos quede clara la parte externa del
sistema clitorial:
4. La vulva, parte externa del sistema clitorial. La vulva
es todo lo visible entre tus piernas, desde el Monte de
Venus hasta el perineo, inclusive el glande del clítoris.

LA VULVA
La vulva está formada por:
Monte de Venus. Es la parte mullida, peluda y acolchonadita que
se ve con las piernas cerradas. Está compuesta por tejido graso
debajo de la piel, que funciona como una almohadilla para
proteger nuestros huesos púbicos. Está nombrado de esta
manera por Venus, la diosa romana del amor, belleza, deseo,
sexo, fertilidad, prosperidad y victoria.
El Monte de Venus está cubierto de pelos, que cumplen dos
funciones: por un lado, protegen la vulva de organismos
microscópicos que pueden llegar a entrar en el aparato genital, y,
por otro, mantienen su humedad (la piel de la vulva tiene un gran
contenido de humedad). Parece una obviedad mencionar que la
vulva tiene pelos, pero no. He escuchado a gente hablar de que
la otra persona no quería chupársela porque tenía pelos, o que
les da asco, o que no les gusta, o que es antihigiénico; y he visto
publicidades de depilación humillantes. No existen casi
representaciones de nuestro cuerpo en las que se vean pelos en
la vulva. Si googleás “Monte de Venus”, en las imágenes que
aparecen en Wikipedia, por ejemplo, los pelos no existen. En las
publicidades tampoco, así sea de bikinis, de perfumes, o de
toallitas, o incluso de depilación: ¡no se ve un pelo jamás! (Ni
púbico ni de muchas otras partes de nuestro cuerpo). En los
libros de biología, en el porno, en los medios… nunca vemos
pelos. Jamás.
Y, sin embargo, nuestro Monte de Venus puede ser una zona muy
interesante de estimular, incluso muchas personas encuentran
placentera la tracción en los pelos del pubis. O puede ser muy
interesante presionarlo, mimarlo, soplarlo, rozarlo. O no, siempre
recordá que no a todes nos gusta lo mismo. Que sea mullidito
también suma mucho a la hora de frotar entre dos vulvas.
Labios Externos. Los labios externos son los peludos, los que
están por afuera. Si bien no tienen demasiadas terminales
nerviosas en su exterior, por debajo de ellos y de algunas capas
de tejido y grasa, pasa una parte del clítoris, así que nos puede
gustar acariciarlos, presionarlos o estimularlos. Aunque —con
sistema clitorial o no— cualquier parte de nuestra piel y cuerpo
puede llegar a ser estimulable y estimulante. También tienen
pelos, que funcionan para protegernos, no dejando pasar
bacterias, ni salir a la humedad. Habrás notado que tu vulva es
húmeda por dentro, así necesita ser para funcionar
correctamente.
Los labios externos son acolchonados, pueden ser bien gordos o
flaquitos. Cada vello del pubis está conectado a terminales
nerviosas, por eso los pelos pueden llegar a desarrollar algún tipo
de papel en la estimulación sexual. Dentro de cada folículo de
pelo hay una glándula que produce sebo, una sustancia oleosa
que mantiene la piel suave.
Cada folículo tiene glándulas de transpiración (glándulas
apocrinas) que liberan una transpiración oleosa que contiene
trazos de hormonas y feromonas, que al entrar en contacto con la
piel se convierten en sustancias con olor. No se sabe a ciencia
cierta aún qué función tienen este olor, es probable que hayan
tenido o aún tengan algún rol en la atracción sexual. (71)
Además de los pelos, los labios externos también soportan una
carga en cuanto a su forma: si son muy gordos son motivo de
burla cuando somos pequeñas, si se les nota la línea del medio
muy dividida, también; aunque, en realidad, es un pequeño
porcentaje el de las vulvas que los tienen flaquitos (un 8%), el
60% los tiene medianamente grandes, y el 32% los tiene muy
abultados y gruesos. (72)
Nuestros labios externos se desarrollan desde el mismo tejido
fetal que el escroto. Si bien no tienen las mismas funciones, son
homólogos, como ya vimos. Que alguien nos sugiera que nos los
depilemos (medios, publicidades, compañeres sexuales), sería lo
mismo que pedirle a alguien con pene que se depile el escroto.
(73)
Labios internos. Los labios internos no tienen grasa adentro, en
cambio, están cargados de terminales nerviosas y de tejidos
eréctiles, lo que los hace bastante sensitivos a la estimulación
sexual. Están conectados con el glande y el prepucio del clítoris,
y son la característica más prominente de nuestra vulva. Pueden
llegar a duplicar o triplicar su tamaño y cambian su coloración
porque se llenan de sangre. En su superficie hay montones de
mínimas glándulas cuyo trabajo es lubricar la zona, y que, junto
con sustancias grasosas que genera la misma piel, forman una
capa llamada “manto ácido” que nos protege contra factores
externos. Al igual que los labios externos, los internos sirven para
protegernos de infecciones.
Esta parte de nuestra genitalidad cambia mucho en la pubertad,
puede llegar a cambiar su coloración y su tamaño. Los labios
pueden crecer y/o oscurecerse con los años y los partos, pero
también pueden llegar a reducirse, desinflarse y secarse durante
la perimenopausia o menopausia. El hecho de que no veamos
jamas otras vulvas reales, que no nos cuenten esto en las clases
de educación sexual y que no se nos incentive a hablar con nadie
de nuestros genitales puede llegar a hacernos creer que somos
les uniques a les que les cambian, y sentirnos mal con nosotres
mismes (y el sistema capitalista tiene una solución siempre a
mano a estas inseguridades…).


No existen casi representaciones
de nuestro cuerpo en las que se
vean pelos en la vulva. No
existen ni en las publicidades, así
sea de bikinis, de perfumes, o de
toallitas, o incluso de depilación:
¡no se ve un pelo jamás! (Ni
púbico ni de muchas otras partes
de nuestro cuerpo). En los libros
de biología, en el porno, en los
medios… nunca vemos pelos.
Jamás.

CIRUGÍAS INNECESARIAS
Un 50% de las vulvas tienen labios internos más largos que
los externos, pero así y todo, un 75% de elles creen que eso
es anormal. (74)
En Argentina el procedimiento estético más común de los
genitales femeninos es la reducción de los labios menores
(labioplastia). (75) Cada vez son más las personas con vulva
que empiezan a creer que la estética de sus labios es
incorrecta.
Hoy en día, como explica la ginecóloga canadiense Jen
Gunter, autora del libro La biblia de la vagina: “Existe un
mercado en continuo crecimiento, de procedimientos
estéticos, y ‘mejoras’ para la vulva. Muchos de estos
productos e intervenciones están muy poco testeados, o no
testeados en absoluto, algunos son publicitados desde un
marketing depredador con increíbles promesas que
capitalizan en el genital vergüenza y miedo a envejecer,
inferidos en las mujeres por el patriarcado”.
En las redes sociales no paran de crecer la cantidad de
personas que ofrecen estos servicios. Y en los diarios y
principales medios las notas que cuentan sobre los
“beneficios” de estas operaciones ocupan cada vez más
lugar, alzando la bandera de la calidad de vida, el
empoderamiento y la libertad sexual.
Si no estás experimentando dolor o molestias en tus
genitales, entonces tus genitales están perfectamente así
como son (76) y no necesitan ningún tratamiento, operación,
ni nada que los modifique. (77) Obviamente, si vos querés
operarlos, es tu elección y no es juzgable, el tema es solo
que lo hagas con la información correcta, sabiendo que es
porque querés y no porque nunca viste cómo es otra vulva.

Los labios internos de una vulva no siempre son cortos,


pequeños y rosas como aparecen en el porno. Pueden tener
diversas formas y también colores y tonos: rosa, bordó, marrón,
violeta, gris, pálido, oscuro, clarito, beige… pueden ser de un
color parejo y homogéneo, o pueden ir oscureciéndose en
degradé hacia afuera, pueden llegar a ser cortitos, pero
muchísimas veces son largos, y flamean hacia afuera de los
labios externos. Varían tanto de persona en persona como varían
los labios de nuestra cara.
Pueden ser lisos y homogéneos, o pueden tener diferentes
texturas, como porosas o estriadas. De hecho, que tengan textura
es mucho más probable: solo un 7% de los labios internos son
lisos y parejos, un 19% tiene una suave textura, un 49% tiene una
textura moderada, y un 25% tiene una textura muy marcada. (78)
El punto en la base del Monte de Venus, donde se unen los labios
internos en su extremo superior, se llama comisura frontal, ahí
comienza el sistema clitorial y en su extremo inferior se vuelven a
unir en el fourchette u horquilla, una membrana que queda justo
debajo de la salida de la cavidad vaginal.
Frenillo. Si corremos el prepucio del clítoris y miramos bien al
glande, vamos a ver que abajo tiene un frenillo, un pliegue de piel
con la forma de una V, pero boca abajo. Es la demarcación entre
la piel de los labios y la del glande del clítoris, que son dos pieles
con grados de sensibilidad muy distintas. Su homólogo en el
pene es su propio frenillo, que tiene la misma forma, y que es la
división entre el tronco y el glande.
En mis talleres, muchísimas veces veo caras de sorpresa cuando
se dan cuenta de que nosotres también tenemos un frenillo. Es
un ejemplo más de partes o funciones de nuestro cuerpo que
tenemos, pero solo conocemos la del varón cis...

EXTERNOS/INTERNOS VS.
MAYORES/MENORES
Es bastante probable que hayas aprendido en la escuela (o
en la vida) que nuestros labios externos se llaman labios
mayores (o labia majora) y los internos, labios menores (labia
minora). Esta definición empieza a cambiar en los libros más
nuevos, por suerte. Porque es muy dañina, además de
incorrecta, ya que corresponde a algunas vulvas nada más.
Como vimos, no todas las vulvas tienen labios de adentro
chiquitos: muchísimas los tienen largos, para afuera y mucho
mas “mayores” que los externos. La idea de que los de
adentro tienen que ser cortos es una definición que puede ser
el principio de las dudas sobre cómo nuestros labios tienen
que ser.
Uno de los temas que más aparecen en mi taller y en
Instagram tiene que ver con esto: personas que se pasaron la
vida entera creyendo que su vulva estaba mal, o era deforme,
o era incorrecta, o no era normal por tener los labios internos
mucho más largos que los externos, o porque no eran para
nada simétricos entre sí.
Es urgente y necesaria una mayor representación de la forma
de nuestras conchas en consultorios de ginecologues, en
buscadores de internet, en libros de biología, en el porno, en
todas partes. Porque el mercado, que se aprovecha
impunemente de las inseguridades que espolea una única
forma de representar las vulvas, avanza estrepitosamente
sobre nosotres.

Vestíbulo. Si abrimos los labios internos y miramos hacia


adentro, nos vamos a encontrar con un frente interno de la vulva,
que tiene los agujeritos que van hacia adentro (apertura de la
uretra, introito vaginal y glándulas). Empieza debajo del glande
del clítoris, y termina en la comisura de abajo de los labios
externos (fourchette). Su piel es similar a la de adentro de la
vagina: mucosa, sin pelos ni sebo, así que el tejido está
principalmente protegido por los labios internos.
Prepucio. Su función es la de proteger y cubrir al glande del
clítoris, tan sensible que de no tener algo que lo cubra podría ser
bastante molesto. Al igual que todas las partes de nuestra vulva,
el prepucio varía muchísimo de persona en persona. Algunas
vulvas incluso tienen glandes súper sensitivos que solo pueden
estimularse a través del mismo prepucio o presionando contra
algo boca abajo con los labios externos bien cerrados. En
general, cuando empezamos a calentarnos este pedacito de piel
se retrae y deja más expuesto al glande, pero también hay
muchos más grandes que no llegan a retraerse. Existen infinitas
posibilidades de formas, colores y tamaños de prepucios, así
como también varía muchísimo la forma en que se une a los
labios y al glande clitorial. Las personas con pene también tienen
un prepucio que tiene la misma función, proteger a su glande.
Glande del clítoris. La palabra glande viene del griego antiguo,
significa “bellota” y probablemente se haya elegido porque la
punta de un pene con el prepucio corrido para atrás se ve similar
a una. Nuestro clítoris tiene un glande también, y es donde
generalmente están la mayor cantidad de terminaciones
nerviosas. Es la única parte externa de todo el clítoris (que tiene
una estructura interna mucho más grande).
El glande es lo que generalmente es conocido como clítoris
(aunque me he encontrado con mucha gente que no conocía ni
este fragmento de su clítoris…). El tamaño del glande varía
muchísimo. Y su magnitud, forma o color no tiene nada que ver
con su capacidad de respuesta, su cantidad de terminales
nerviosas, así como tampoco el peso, la altura o la contextura de
cada persona. (79)
En la mayoría de las imágenes que circulan, se muestra al glande
del clítoris como un botoncito (solemos verlo en dibujos,
muñecos, tejidos o de peluche, que no nos dan un pantallazo
muy real). Pero es importante que sepamos que todos los
glandes —así como todas las vulvas, así como todos los clítoris—
son diferentes. Hay glandes medianos, que se ven y se
identifican si une mira con un poco de ganas, hay glandes
enormes que sobresalen y son muy fáciles de encontrar, y hay
glandes ínfimos, casi imposibles de ver. Ninguno siente más o
menos que el otro. La sensibilidad está siempre —en distintos
grados— sin importar la forma o lo identificable que sea.
Existen personas que tienen extrema sensibilidad y no pueden
resistir tocarlo directamente, por eso se estimula en los
alrededores del glande, o a través de la ropa o del prepucio. Y
hay gente que necesita un contacto duro, de mucha presión para
lograr algo con el glande. El problema es que se nos exige ser
todes iguales, sentir igual, gozar igual, orgasmear igual, placerear
igual...


Es importante que sepamos que
todos los glandes —así como
todas las vulvas, así como todos
los clítoris— son diferentes.
Ninguno siente más o menos que
el otro. La sensibilidad está
siempre —en distintos grados—
sin importar la forma o lo
identificable que sea.

¿EL INICIO DE UN NUEVO MITO?


Es bastante probable que hayas escuchado o leído en algún
lado que el glande del clítoris tiene 8 mil terminales
nerviosas, el doble que el pene.
Bueno, eso está por verse. Estoy esperando que alguien
venga a mostrarme el estudio que diga eso, porque yo recorrí
de arriba a abajo internet buscando de dónde salió esa
información, y solo llegué a un estudio hecho en vacas y
ovejas publicado en el libro The Clitoris, de Thomas Lowry.
No encontré estudios hechos en humanos (y ¡sí!, ¡los
animales tienen clítoris!). Ahora, la pregunta es: ¿importa?
¿Importa cuántas terminales nerviosas, sensibilidad, si es el
doble, si es la mitad?
A mí personalmente no me importa nada, números y
cantidades me parecen totalmente secundarios siempre.
¡Dejemos de querer medir, cuantificar y sobre todo competir
entre genitalidades, porque no suma nada, nunca!

Meato urinario. Es el agujerito que está entre el glande del


clítoris y el orificio vaginal, por donde sale el pis: la conexión de
nuestra vejiga con el exterior. El meato urinario es la salida de
nuestra uretra.
Cuando nos excitamos, la válvula que abre y cierra la conexión
entre vejiga y uretra se cierra, además unos tejidos eréctiles —
que vamos a ver más adelante— aprietan la uretra, no dejando
que pase el pis.
Orificio vaginal. Es la salida de nuestra vagina, el canal que
conecta el exterior con el útero. Esta cavidad fibromuscular
interna comienza en el cuello del útero, bajando hasta el vestíbulo
en el frente de la vulva (solo la entrada de la vagina es parte de la
vulva). Tu vagina es el canal que conecta la vulva con el cérvix.
Es un espacio virtual, porque en realidad las paredes vaginales
están pegadas, achatadas, aplastadas por los órganos que las
rodean. Tenemos la idea de que la vagina es un tubo dilatado,
suele ser dibujado así, ¡pero no!
Corona (o himen). Lo que conocemos como himen es una
membrana fibrosa elástica que recubre parcialmente la entrada
de la vagina, uno o dos centímetros para adentro de ella. Igual
que todas las partes de nuestra vulva, su color, forma y
características varían de genital en genital.

Tu vagina es un espacio virtual,
porque en realidad las paredes
vaginales están pegadas,
achatadas, aplastadas por los
órganos que las rodean.
Tenemos la idea de que la vagina
es un tubo dilatado, suele ser
dibujado así, ¡pero no!
5. Algunos tipos de coronas o hímenes.

El único himen que desaparece por completo es el de una


persona que parió vaginalmente, a la que solo le quedan las
carúnculas himeneales. (80) Solo un 0,1% de las personas con
vulva tiene el himen no perforado, y esto se detecta o en el
nacimiento, o a veces durante la niñez o, más comúnmente,
durante la adolescencia.
El himen es la parte de nuestra vulva que más carga ideológica,
religiosa, social, cultural e histórica tiene. Es absolutamente falso
que “se rompe” en un primer encuentro sexual con penetración: sí
puede romperse, modificarse, rasgarse o estirarse, pero también
puede suceder lo mismo haciendo deportes, diferentes
movimientos, masturbándose, etc. Y también puede llegar a
estirarse sin romperse durante una penetración. Un 50% de les
adolescentes con vulva que reportan actividad sexual siguen
teniendo el himen intacto, (81) por lo que tener un himen o no, no
significa absolutamente nada.
Lo que sí es seguro es que de alguna manera u otra, nuestro
himen se modifica y se abre durante la pubertad y/o
adolescencia. En algunas personas las hormonas de la pubertad
lo debilitan, (82) haciendo mucho más posible que se desgarre.
En cambio, a algunas otras vulvas se les vuelve más elástico (o
ya lo era desde antes), por lo que puede no desgarrarse con
actividad física ni sexual. (83) Incluso, según estudios científicos,
las hormonas de la adolescencia pueden volver más grueso al
himen. Y se reportan casos de personas que no parieron
vaginalmente y lo tienen tan elástico que llegan a la menopausia
con la corona. (84)
Si durante un primer encuentro sexual con penetración
sangramos, esa sangre generalmente nada tiene que ver con el
himen, porque es un tejido con ínfima o nula vascularización.
No todas las personas con vulva sangran. Y lo que puede pasar
es que en una primera penetración, por falta de lubricación, de
excitación, las paredes de la vagina que no habían sido
estimuladas aún por otre, se desgarren un poquito y sangren.
Esos desgarros y sangrados vaginales que pueden llegar a
suceder en la primera penetración, también pueden ocurrir en
cualquier otro momento de la vida, con cualquier penetración
tensa, seca, o sin calentura.
Otra cosa muy distinta es si la persona penetrada es pre-púber,
porque es el estrógeno y algunos cambios de la pubertad lo que
le dan la cualidad de elasticidad y la posibilidad de lubricación a
la vulva y vagina, también lo que la hace estirarse para poder
recibir un pene o lo que sea cuando nos excitamos. Por lo que si
la persona penetrada es une niñe que no está preparade para
ese encuentro sexual, es mucho más probable que la piel de la
vagina se desgarre (por eso tantas sábanas sangrantes en la
Antigüedad, en la que las niñas eran casadas. Además de no
estar preparadas, imagínate el nivel de confusión con el que
llegaban a la noche de bodas).
La carga que el himen lleva nos acompaña desde el
establecimiento de la monogamia, en las primeras culturas
patriarcales, cuando mujeres y niñas eran consideradas
propiedades y la mujer era vendida, o negociada como esposa
antes de los 15 años.
Hasta este momento, los científicos y científicas no han logrado
identificar qué función tiene el himen. Pero la médica canadiense
Jennifer Gunter en su libro La biblia de la vagina tiene una teoría
que me resulta muy interesante: hasta la pubertad, no se
desarrolla el estrógeno, ni las acumulaciones de tejido graso en el
Monte de Venus, ni los labios internos, ni el vello púbico.
Básicamente, todo lo que protege a la vagina no existe antes de
la pubertad, por eso su idea es que el himen sirve para proteger
la vagina y por eso, generalmente, desaparece a medida que lo
demás empieza a desarrollarse. Para otros autores, en cambio,
es un resto embrionario.
Glándulas parauretrales (también conocidas como de Skene).
Están a los costados y abajo de la uretra, en el vestíbulo. Estas
glándulas tienen la función de aumentar la irrigación sanguínea
durante la excitación sexual, son parte de nuestra próstata, y en
ellas se genera nuestra eyaculación.
Glándulas vestibulares (también conocidas como de
Bartolino). Son dos glándulas, una a cada lado de la salida de la
vagina, que liberan un poquito de lubricación durante la excitación
sexual en la entrada de la vagina, ya que la mayor parte de
nuestra lubricación viene de adentro, desde sus paredes. Las
podés descubrir masturbándote o teniendo relaciones sexuales
sin penetración, mientras menstruás con la copita puesta: toda la
lubricación queda dentro de la copa, y la pequeña parte que
queda fuera es la que sale de las glándulas.
Su homólogo en el pene son las glándula de Cowper, justo
debajo de la próstata, que liberan el líquido preseminal cuya
función también es lubricar la zona para que el pene esté mojado
y su contacto con otras pieles sean más fluidos... Entonces, si lo
pensamos un poco: ¡todes nos mojamos y todes nos erectamos!
De estos dos pares de glándulas lo que vemos en la vulva es la
salida, por dentro esta la glándula entera. (85)

OTRAS PARTES DEL SISTEMA CLITORIAL


Perineo. Es el área que se encuentra entre el orificio vaginal y la
entrada del ano. La piel en esa área es suave y sensible, y voy a
extenderme más adelante sobre este tema, porque por debajo de
la piel está la esponja del perineo.
Ano. Es una parte más que se involucra a la hora de nuestra
sexualidad, y me parece importante mencionar que tiene
abundantes terminales nerviosas en las personas con vulva y con
pene. Que se involucre no quiere decir que sea penetrado sí o sí,
pero el ano está pegado a nuestra vagina y vulva, y en muchas
poses y modos es estimulable incluso a través de ella (no en
todas).
Esta área de nuestro cuerpo fetichizada a más no poder, y
enseñada como el nuevo “premio” que une se guarda para la
intimidad, es testigo de los peores tratos en nuestro cuerpo. El
porno, la falta de educación, la cultura de la violación, de la
insistencia y del patriarcado, nos llevaron a situaciones muy
forzadas en esta área. Es importante remarcar que no tiene
lubricación propia y que sin lubricación se lastiman las mucosas.
Que puede haber mucho placer, que puede depender mucho del
día, el estado de ánimo, el goce y la relajación de la persona. Y,
por sobre todo, ¡que prácticamente a nadie le gusta que se lo
penetren como en el porno, de manera brusca, seca y sin
consenso! El sexo anal (interno o externo, con penetración o sin
penetración, con un dedo, un pene o con un juguete) puede
gustar un montón, puede ser placentero y/u orgásmico para
algunes, pero también puede perfectamente ser algo que no nos
guste y no deseamos. Nunca asumas lo que a la otra persona le
gusta. Por fi.

El ano es un área de nuestro
cuerpo fetichizada a más no
poder, es testigo de los peores
tratos en nuestro cuerpo. (…) Es
importante remarcar que no tiene
lubricación propia y que sin
lubricación se lastiman las
mucosas.

LA PARTE INTERNA DEL SISTEMA


CLITORIAL: CLÍTORIS, VAGINA, ÚTERO,
PRÓSTATA
6. La parte interna del sistema clitorial.
Si pudiésemos sacar la primera capa de piel y todas las estructuras
visibles del sistema clitorial que acabamos de mencionar, nos
encontraríamos con todo lo que corre por debajo, las partes no
visibles. Estas estructuras incluyen tejidos eréctiles, glándulas,
músculos, vasos sanguíneos, ligamentos y nervios.
Tanto el clítoris como el pene están formados por dos tipos de
tejidos eréctiles: cuerpos cavernosos y cuerpos esponjosos. Ambos
se llenan de sangre durante la respuesta sexual, causando la
erección de nuestros tejidos.
Los tejidos eréctiles del clítoris tienen capilares con una función
bastante particular: cuando tu vulva no está excitada, la sangre
corre libremente, entra y sale; cuando se empieza a excitar
sexualmente, estos capilares dejan entrar la sangre pero no la dejan
salir mediante la compresión de la vena dorsal del clítoris por los
músculos isquiocavernoso y bulbocavernoso, que son parte de
nuestro suelo pélvico.
Toda esta sangre atrapada empieza a generar nuestra erección: los
cuerpos del clítoris empiezan a crecer, a engordar, creando tensión,
que crece y crece hasta un punto en donde puede darse el
orgasmo, o no (dicho así, pareciera que el orgasmo es algo
puramente físico, pero el orgasmo es un estado físico y emocional,
ya lo veremos en el capítulo correspondiente).
A través de unas contracciones poderosas y rítmicas (que pueden
sentirse o no) de los músculos del suelo pélvico, se libera la sangre
acumulada. Cuando las contracciones cesan, la sangre vuelve a
correr hacia adentro y hacia afuera de los capilares. (86)
El clítoris completo es una estructura, un órgano entero, que queda
montado sobre nuestra uretra y canal vaginal, transmitiendo
sensaciones placenteras por doquier, sensibilizando a otras partes
de nuestra genitalidad, como por ejemplo a la vagina y el frente de
la vulva.

Tanto el clítoris como el pene
están formados por dos tipos de
tejidos eréctiles: cuerpos
cavernosos y cuerpos
esponjosos.
7. Clítoris erecto y no erecto. El clítoris puede crecer de
un 50 a un 300% entre el estado de reposo y el estado de
excitación.
Tenemos la misma cantidad de tejidos eréctiles, y vulvas y penes
funcionan —se erectan— de la misma manera.
Probablemente hayas aprendido en algún momento de la vida cómo
funciona la erección de un pene, ¿no? ¿Cómo puede ser que no
sepamos desde jóvenes el funcionamiento de nuestras erecciones?
Veamos. Las diferencias entre la erección de un clítoris/vulva y un
pene son:
• Una erección suele requerir más tiempo que la otra, porque
requiere más sangre. (Un clítoris necesita entre 450 y 500 cc de
sangre para erectarse, y un pene entre 70 y 90 cc).
• La erección del pene sucede a plena vista, la otra sucede
mayormente debajo de varias capas de piel, tejidos y grasa,
aunque hay partes externas que se erectan como los labios, pero
nunca es tan llamativa a la vista como la de un pene.
• Pasado el orgasmo, la sangre se retira del sistema clitorial de
diferente manera que del pene.
• Una erección nos la enseñaron, la otra no. Una está relacionada
con la reproducción y es necesaria para la penetración, la otra
no...
EL CLÍTORIS INTERNO
Tu clítoris forma parte de tu vulva, y —que sepamos hasta ahora—
no tiene ninguna otra función más que la de darte placer. Su gran
habilidad para sentir todo tipo de sensaciones o estímulos suele ser
superior a la de cualquier otra parte del cuerpo.
Muchas partes del clítoris tienen sensaciones sexuales y son
eréctiles, eso significa que engordan y crecen ante la respuesta
sexual igual que un pene, es decir, se erectan. La diferencia es que
a las personas que tenemos vulva solo se nos ve el glande, todo lo
demás corre por dentro y no lo vemos.
Clítoris y pene tienen, como homólogos, dos maneras diferentes de
funcionar pero un mismo origen embrionario. (87)

8. El clítoris como homólogo del pene. Los mismos


tejidos, distribuidos de distintas maneras.
Igual que el pene, el clítoris está compuesto por tres cámaras, un
par de cuerpos cavernosos y un cuerpo esponjoso, que se
extienden hacia ambos lados de la uretra y siguen hacia ambos
lados de la vagina
9. Una representación de la vulva y sistema clitorial
externo en estado de reposo y de excitación.

Cuerpo o tallo del clítoris. Es la parte que conecta lo externo


con lo interno, la continuación del glande, ya por debajo de la piel.
Es un segmento del clítoris redondo y fibroso, de tejido esponjoso
eréctil, que tiene una gran parte de la sensibilidad clitorial: si
presionás la piel que está justo arriba del glande del clítoris, te
vas a encontrar con este tallo y puede resultar bastante
placentero (o no).
Crura (o “piernas” o “brazos”) del clítoris. El tallo clitorial se
bifurca en dos y da lugar a estos dos brazos del clítoris, que
quedan debajo de la piel, algunas capas de grasa y de tejidos, a
la altura de los labios externos. También están formados por
tejido esponjoso eréctil. Su inclinación puede variar y a partir de
esto puede variar la manera en la que cada une siente el placer,
pueden quedar apuntando para atrás o más adelantados.
Bulbos del clítoris. Debajo de los labios internos y en la entrada
de la vagina, pero debajo de la piel, tenemos dos bulbos, con
forma como de gota de agua, mellizos entre sí. Estos bulbos
abrazan el canal vaginal y la uretra y le dan la sensibilidad y
placer al primer tercio de la vagina. Son unos de los responsables
de los orgasmos que se dan a través de la estimulación vaginal.
El final de los brazos, es decir las puntas, se llaman raíces.
También están formados por tejido cavernoso eréctil. Y durante tu
respuesta sexual, se llenan de sangre, erectándose y entrando
más en contacto con las paredes de la vagina al crecer.
Esponja del perineo. Solemos llamar perineo a esa piel suave y
sensible que está entre la entrada de la vagina y el ano. Por
debajo de la piel a esa altura está la esponja del perineo, que es
un red de vasos sanguíneos súper densa, que durante la
excitación sexual se llena de sangre y se erecta, igual que las
otras partes del clítoris, volviéndose bastante sensitivo a la
estimulación sexual (tacto, presión o vibración). Esta esponja es
otro ejemplo de partes de nuestro sistema clitorial que son
iguales en penes y vulvas, pero que no habían sido mencionados
para quienes tenemos vulva hasta que lo hizo la FFWHS.
Ligamento suspensorio y ligamento circular. Es el ligamento
que une el glande del clítoris con los huesos púbicos: sale desde
el glande del clítoris, se divide en dos y se anexa a cada ovario.
Su función es sostener y restringir movimientos del cuerpo del
clítoris, que puede moverse hacia adelante durante su erección
pero no puede moverse pendularmente, o colocarse en posición
recta. (88) Cuando estamos muy calientes generalmente este
ligamento, que es como una bandita elástica, se tensa y mete el
glande del clítoris hacia adentro un poquito. Por este motivo
muchas veces el glande del clítoris se vuelve más difícil de
encontrar o ver cuanto más excitades estamos.
El ligamento circular tiene un extremo unido al tejido que está
debajo de los labios internos, y el otro firmemente anexado al
útero, es por esto que el útero y todas sus partes están
involucradas en nuestra respuesta sexual y placer. (89)

Tu clítoris forma parte de tu
vulva, y —que sepamos hasta
ahora— no tiene ninguna otra
función más que la de darte
placer. Su gran habilidad para
sentir todo tipo de sensaciones o
estímulos suele ser superior a la
de cualquier otra parte del
cuerpo. Muchas partes del
clítoris tienen sensaciones
sexuales y son eréctiles, eso
significa que engordan y crecen
ante la respuesta sexual igual
que un pene.

LA VAGINA
Hacia adentro del orificio vaginal tenemos la corona o el himen (lo
que marca el paso de vulva a vagina, como ya vimos), y luego la
vagina en sí misma, que va hacia el útero.
10. Vagina, útero y ovarios. La parte con capacidades
reproductivas de nuestros genitales internos.
Es el lugar por el que menstruamos, gestamos y parimos (si
elegimos tener hijes).
La primera capa de la vagina es una capa de piel llamada mucosa,
que tiene la forma y característica de un fuelle/acordeón. Estos
pliegues —a veces se los llama “arrugas” o “pliegues” vaginales—
tienen la función de estirarse y darle más capacidad a la vagina
durante la penetración o durante el parto vaginal.
Debajo de la mucosa hay una capa de músculos blandos (un tipo de
músculos del que no tenemos control nosotres mismes) de los
cuales no se conocen muy bien sus funciones (obviamente porque
no están del todo estudiadas…), pero se cree que ayudan a llevar el
flujo vaginal y/o menstrual hacia la salida de la vagina.
Las células que recubren la vagina tienen mucha menos queratina
que las células de la vulva, lo que hace que la superficie de la
vagina sea un poco más permeable que esta, permitiendo que un
poco de fluido pase desde el torrente sanguíneo para volverse parte
del flujo vaginal y también que algunas sustancias puedan ser
absorbidas desde nuestra vagina, por eso es algo propensa a las
infecciones. Como ya vimos, para su protección tenemos los pelos
del Monte de Venus y de los labios internos y externos.
Se suele decir que la vagina es un lugar insensible. Puede que en sí
misma sea un espacio de poca o nula sensibilidad, pero eso no
quiere decir que nos se sienta nada en esa zona, porque la vagina
tiene un montón de superficies de placer adyacentes a ella, que le
transfieren y confieren placer y sensaciones. Una de ellas es el
clítoris, montado en el primer tercio del canal vaginal. Y otras las
veremos más adelante.


Se suele decir que la vagina es
un lugar insensible. (...) Pero
tiene un montón de superficies
de placer adyacentes a ella, que
le transfieren y confieren placer y
sensaciones.

VAGINAS Y PENES, LA OBSESIÓN POR


EL TAMAÑO
La obsesión por el tamaño del pene es tan ubicua que creo
que no hace falta que lo cuente. Pero me parece destacable
que nunca se hable sobre el tamaño y lo mucho que una
vagina puede crecer. Sabemos medidas exactas de penes,
en el colegio escuchamos a amigues contarlo, medirse,
decirlo… ¿Y nosotres? La vagina se estira y expande de
maneras increíbles, para alojar un pene —o dildo— durante
la excitación sexual y se expande muchísimo más aún
durante el parto vaginal, para expulsar al bebé.
La vagina es mucho más popular que nuestro clítoris: la
conocemos mucho más porque es lo reproductivo y lo
placentero para el pene. Sin embargo, existe muy poca
información e investigación sobre cuánto se estira o cuánto
puede llegar a medir. Paula Pendergrass, investigadora
estadounidense que escribió varios papers basándose en sus
descubrimientos, llegó a la conclusión de que hay varias
formas diferentes de vaginas, no esa única forma que
solemos ver en los libros, por ejemplo. (90) Estas diferentes
formas pueden llegar a hacer que algunas posiciones durante
el sexo (que involucre la vagina) sean más o menos
cómodas, y, según algunas teorías en desarrollo en el curso
de sus investigaciones, podían llegar a cambiar la forma en
que algunos anticonceptivos funcionan. Pero sus
investigaciones no continuaron (tal como ella cuenta en una
entrevista que le hicieron (91)) porque no hay mercado para
esta información. Yo me pregunto: ¿y habría mercado si une
investigadore descubriera cinco tipos diferentes de penes con
diversas consecuencias para cada uno? Creo que todes
podemos adivinar la respuesta.

Cérvix (cuello del útero). Es la puerta de entrada al útero.


Parece una pelota con un pequeñísimo orificio (que se llama Os),
por eso por la vagina no se puede ir nada de nada hacia adentro
(un miedo muy recurrente entre las personas que se ponen la
copa menstrual por primera vez). El Os solo se abre para la
bajada de la sangre menstrual, el ingreso de espermatozoides y
la salida de los bebés al momento del parto (después retoma el
tamaño habitual, cambia su forma, pero queda del mismo
tamaño). (92) Al cérvix lo podemos tocar con nuestros dedos si
los metemos en la vagina y buscamos el fondo: es el tope o
protuberancia que encontramos al final. Es interesante tocarlo,
rodearlo y sentir las diferencias de altura y firmeza a lo largo de tu
ciclo menstrual (si menstruás), puede ser muy placentero (y hasta
orgásmico para un pequeño porcentaje de personas) o puede no
sentirse nada, o puede ser doloroso. Y estas sensaciones pueden
ser siempre las mismas o variar según el momento del ciclo
menstrual en el que estemos.
El cuello de tu útero puede ser una zona muy placentera de ser
estimulada, tocarlo, moverlo, roderarlo con uno o dos dedos,
presionarlo con dedos, dildos o penes, puede llegar a
desencadenar orgasmos o picos de placer muy intensos (¡o no!
Hay gente a la que le duele y hay gente que lo disfruta).

EL ÚTERO
Es un músculo hueco, su tamaño varía según la persona, cambia de
posición, tamaño y textura durante todo el ciclo menstrual de las
personas menstruantes. Ni el útero, ni la vagina están estudiados
científicamente por fuera de sus funciones reproductivas, así que no
hay mucho que sepamos sobre su relación con el placer, solo
sabemos que existen ligamentos que salen del clítoris y conectan
con el útero y ovarios, por lo que puede llegar a tener una gran
relación con el placer.
Endometrio. Es una de las tres capas que forman las paredes
del útero, la más interna. El endometrio se va engrosando y
cambiando a lo largo de nuestro ciclo menstrual. Su función es
acoger al cigoto en caso de embarazo. Cuando no hay
fecundación, el organismo se desprende de esta capa, dejando ir
sangre, hormonas, secreciones y nutrientes en forma de sangre
menstrual.
Trompas uterinas (o de Falopio). Son dos conductos
musculares que unen los ovarios con el útero. Es donde se da la
fecundación del ovocito: si esto no sucede, el ovocito continúa su
camino hasta el útero, para bajar junto con la sangre menstrual.
Ovarios. Son dos pequeñas glándulas, debajo de las Trompas de
Falopio, encargadas de producir óvulos y hormonas sexuales.
Esta parte de nuestra genitalidad tiene homólogo en las personas
con pene: los testículos.
Ovocitos. Son las células sexuales de las personas con vulva,
están en los ovarios. Durante el periodo fértil, generalmente un
ovocito madura y es absorbido por una trompa uterina. Si el
ovocito es fecundado por un espermatozoide, pasa a llamarse
óvulo. Si la fecundación no ocurre, el ovocito continúa su camino
por las tropas hasta el útero, al endometrio, y es expulsado
durante la menstruación. Si el ovocito es fecundado y no querés
gestar une hije, y decidís abortar, este se va en lo que liberes
durante el proceso abortivo que elijas. Si tomás a tiempo la
llamada “pastilla del día después”, podés impedir que el ovocito
sea fertilizado retrasando o previniendo la ovulación.


El cuello de tu útero puede ser
una zona muy placentera de ser
estimulada.

EL ECOSISTEMA VAGINAL Y LA
CICLICIDAD
Dentro de nuestra vagina (y vulva) vive todo un ecosistema
que tiene que estar ahí para protegerla.
El flujo vaginal es un conjunto diverso: secreciones del cérvix,
de las glándulas vestibulares y parauretrales, células de piel
de la vagina que se renuevan y una pequeña cantidad de
líquido que se llama trasudado (que se traspasa desde el
torrente sanguíneo y lleva varias sustancias hechas de
bacterias sanas). Estas sustancias que conforman nuestro
flujo protegen nuestra vagina: producen ácidos que la
mantienen con un pH ácido, y, junto con las proteínas que
estas bacterias también producen, dificultan así que otras
bacterias y virus se desarrollen.
La influencia del porno, más la cantidad de productos que se
comercializan para la “higiene vaginal” —como si nuestra
vagina fuera antihigiénica— generan que mucha gente
piense que el flujo vaginal es signo de que algo está mal por
dentro. Nada más alejado de la realidad. Nuestro flujo es
nuestro, no está mal, no necesitamos eliminarlo y (a menos
que tenga mal olor o color) no es señal de nada malo. Si
menstruás, el flujo cambia durante tu ciclo menstrual: en los
días previos a la ovulación y durante ella se vuelve más
abundante y su consistencia es más mucosa, parecida a la
de la clara del huevo. En este momento del ciclo ayuda a los
espermatozoides a subir por el Os hacia las trompas uterinas.
Luego de la ovulación, se vuelve menos abundante y su pH
se torna más ácido y espeso, lo que dificulta el camino a los
espermatozoides.
Es necesario conocer nuestro flujo, familiarizarnos con él,
conocer su ciclo, sus cambios, para poder estar alertas a las
etapas y así saber cuándo algo no está bien. Por supuesto,
esto no reemplaza la visita anual o semestral a le
ginecólogue, pero sí nos da una idea, un conocimiento sobre
nuestro propio cuerpo.
Además, conocer nuestro flujo nos da una indicación de en
qué etapa del ciclo estamos. Y nuestra ciclicidad (otra vez:
solo si menstruás) está absolutamente ligada a nuestra
sexualidad y a nuestros gustos sexuales.
En general, vivimos desconectades de nuestro ciclo
menstrual, sea por el uso de anticonceptivos hormonales, la
falta de educación al respecto, por el poco registro que se le
da en nuestra cultura y porque comprender nuestro cuerpo
no es productivo para este sistema. Pero cuando empezamos
a conectar con él, y a conocer conocer algo que nos sucede
durante tres o cuatro décadas, a prestarle atención, a saber
en qué etapa estamos y a comprender todo el cambio
hormonal que sucede en nuestro cuerpo, podemos darnos
cuenta de que muchos de esos cambios acompañan nuestro
estado de ánimo, nuestra sexualidad, nuestra apariencia.
Comprender nuestra menstruación no es solo para saber si
podemos concebir o evitar esa concepción: es entender que
nos pasan millones de cosas complejísimas que reinan
nuestros días.
Si lo pensás un rato, ¿no te pasó nunca que algo que un día
te calentó muchísimo, otro día te molesta, te duele o ni lo
sentís? Eso tiene que ver con la mayor o menor irrigación
sanguínea en ciertos días y con todo lo que las hormonas
generan, los cambios que producen en nuestra vagina,
cérvix, vulva, tetas, piel, sensibilidad, etc.
En muchos textos sobre sexualidad se asegura que la libido
aumenta los días cercanos a la ovulación. Es lógico porque
somos mamíferos, y la función principal de todo nuestro
sistema reproductivo es reproducirnos, valga la redundancia.
Pero me parece que ya estamos lejos de ese instinto tan
animal: puede que estemos hinchades o incómodes esos
días y puede haber quien se sienta más caliente, pero
también están quienes no tienen ningún interés en tener
hijes, al contrario, eso les aterra, y los días de ovulación
sienten que hay un mayor riesgo —estoy hablando de un
encuentro sexual entre alguien con pene y alguien con vulva
— y eso quizás les reduzca la libido, y/o la capacidad de
relajarse y pasarla bien.
Nuestra ciclicidad también nos muestra cuán imposible es
esperar que la otra persona adivine qué queremos ese día. Y
empezar a entender por qué muches (no todes) tenemos
tantas fluctuaciones en nuestro estado de ánimo y en nuestro
cuerpo.
Cada une va a tener sus propios cambios en el deseo y en
sus preferencias sexuales, y cuando empezamos a
comprender nuestro ciclo, empezamos a identificar en qué
momento preferimos cada cosa. Eso ya es una ventaja
enorme, porque podemos encontrar nuestro patrón sexual, y
tener una idea de lo que preferimos en cada momento.
Ojo, esto no quiere decir que vaya a ser así para siempre, el
sexo y el placer son algo vivo, que va cambiando y fluyendo.
Pero conectar con lo que nos pasa adentro para entender
nuestro exterior, y así respetarnos, escucharnos y
entendernos me parece hermoso.
Te recomiendo investigar sobre este tema, buscar activistas
menstruales en redes sociales y usar apps para trackear tu
ciclo menstrual.

En general, vivimos
desconectades de nuestro
ciclo menstrual, por el poco
registro que se le da en
nuestra cultura y porque
comprender nuestro cuerpo
no es productivo para este
sistema. Pero cuando
empezamos a prestarle
atención, podemos darnos
cuenta de que muchos de
esos cambios acompañan
nuestro estado de ánimo,
nuestra sexualidad, nuestra
apariencia.

MÁS SOBRE EL SISTEMA CLITORIAL


Nuestro clítoris manda mensajes al cerebro a través de la médula
espinal, por medio del nervio pudendo (le quedó ese nombre de un
momento en el que se le decía pudendum a la vulva completa, que
significa en latín “lo que es digno de causar pudor o vergüenza”.
Ojala algún día le cambien el nombre al nervio. Porque, posta, ¿el
nervio que se encarga de mandar nuestros mensajes de placer se
tiene que llamar “pudor”? ¿Es necesario?).
La escritora Naomi Wolf en su libro Vagina cuenta que la conexión
nerviosa que viaja desde nuestro clítoris hacia nuestro cerebro es
única, particular e irrepetible en cada persona. Esta es una de las
razones que hace que no a todes nos caliente lo mismo, y que cada
une tenga su propia y única manera de llegar al orgasmo.
Vasos sanguíneos. Son los encargados de llenar todo nuestro
sistema clitorial de sangre para que se erecte, creando el
escenario necesario para encontrar los orgasmos o los picos más
altos de placer. En este punto sí hay diferencias entre cómo
sucede esto en penes y en vulvas. Según les investigadores
italianos Vincenzo Puppo y Giulia Puppo, la diferencia es que la
sangre se va del órgano sexual después del orgasmo de distintas
maneras: en el pene, post orgasmo, habitualmente la sangre se
retira rápido, se libera, por los espasmos que el mismo orgasmo
produce, a través una densa red de vasos sanguíneos (plexo
venoso).
Aparentemente, las vulvas no tienen la necesidad de un impulso
tan fuerte hacia el plexo venoso, entonces la sangre se retira del
clítoris con menor velocidad. (93) Se dice que, por esto mismo,
nosotres podemos llegar a tener más de un orgasmo —no
siempre, no todas las personas, no todos los cuerpos pueden— y
los penes (en general) no —también: no siempre, no todos—.
Al no necesitar de esa fuerza explosiva y veloz que drene
rápidamente la sangre de los tejidos eréctiles, las vulvas se
pueden rellenar rápidamente de nuevo post orgasmo. (94) Eso,
también sumado al proceso hormonal que atraviesa la persona
con pene durante y después de eyacular (que no tiene por qué sí
o sí ser en el mismo momento que el orgasmo), puede llegar a
dejarle en estado de letargo un buen tiempo. En el caso de las
personas con vulva esto puede suceder o no. Todo depende de
muchos factores: el día, el momento del ciclo menstrual, la
intensidad del orgasmo, la duración del encuentro sexual, el
cansancio y el ánimo que tengamos, la cantidad de irrigación
sanguínea...
Músculos del suelo pélvico. Esta definición de “sistema clitorial”
que uso considera los músculos del suelo pélvico como parte del
sistema, porque tienen muchísimo que ver en todo su
funcionamiento, y están muy vinculados con nuestro placer.
El suelo pélvico está formado por tres capas de varios músculos:
el bulbocavernoso pasa entre los labios internos y los bulbos del
clítoris, y se entreteje debajo con el músculo del esfínter anal. En
conjunto, estos dos músculos forman un ocho (por el medio de
uno de los agujeros pasan la vagina y la uretra, y por el otro, el
ano).
¡Que el músculo que rodea al clítoris esté unido al que rodea el
ano, nos explica un montón! Es uno de los motivos por los que
algunas personas con vulva sienten muchísimo placer e incluso
orgasmos con la estimulación anal. Todo está conectado, y todo
es parte de una gran respuesta sexual, que pasa por muchísimos
lugares.
El ano en sí mismo tiene muchas terminales nerviosas, pero no
las suficientes como para darnos un orgasmo solo a través de la
estimulación anal. Si tenés los bulbos del clítoris configurados de
manera que entre en contacto con el canal del ano y sus
músculos, puede que sientas orgasmos de esa manera. No te
olvides que somos todes distintes, hay personas que encuentran
muchísimo placer con el sexo anal, y otras a las cuales les
parece doloroso, otres no sienten nada (y eso también puede
variar a lo largo de la vida).
Otro músculo del suelo pélvico muy importante para nuestra
respuesta sexual es el isquiocavernoso, que se inserta en los
cuerpos cavernosos, en conjunto con el bulbocavernoso. A
medida que nos vamos excitando, estos músculos van
comprimiendo la vena dorsal del clítoris, la única vena por la que
la sangre del clítoris drena hacia afuera del mismo. Esto genera
la erección. (95)
Ambos músculos tienen las mismas funciones en penes,
organizados de distintas maneras.

LA PRÓSTATA
¡Hemos llegado al lugar más oculto y complejo de este capítulo!
Este es un tema polémico, lleno de opiniones encontradas,
presiones, mandatos, mitos, confusiones y demases. ¿Sabías que
nosotres también tenemos próstata? Si la respuesta es sí, es
probable que sea porque tu curiosidad te llevó a investigar sobre el
tema, porque nadie nos enseña acerca de nuestra próstata y
nuestra eyaculación como otra función de nuestro cuerpo.
La próstata de las personas con vulva tiene dos funciones:
• hincharse alrededor de la uretra, lo que hace que sea imposible
hacer pis cuando nuestro sistema clitorial está erecto.
• producir nuestra eyaculación.
La próstata de las personas con pene tiene dos funciones:
• hincharse alrededor de la uretra, lo que hace que sea imposible
para el pene hacer pis mientras está erecto.
• producir una de las dos partes del fluido en el que el esperma
viaja.
Vamos por partes, porque es un tema complicado y con muchas
contradicciones:
ESPONJA DE LA URETRA
La totalidad de la uretra (que es el conducto que va desde nuestra
vejiga hasta el exterior) está envuelta por un tejido esponjoso, que
está formado por tejidos eréctiles, glándulas y conductos
prostáticos. Esta esponja es muy similar en personas con pene y
personas con vulva, y tiene el mismo origen embrionario. En los
años setenta (la próstata es conocida desde Galeno, pero en los
siglos XVIII y XIX desapareció de los textos), la próstata se empezó
a mencionar como tal de la mano de la definición de sistema clitorial
de la FFWHS, quienes le dieron nombre. Carol Drawner (miembro
de la FFWHS) dice en el libro A New View of a Woman’s Body:
“Aunque es claramente análoga al tejido esponjoso que rodea la
uretra en los hombres, no ha sido considerada parte del sistema
clitorial por muchos cientos de años, así que como no tenía nombre
en mujeres, hemos decidido nombrarla esponja de la uretra”.
Esta esponja está formada por tejidos eréctiles: cuando nos
excitamos sexualmente se llena de sangre y se erecta, igual que el
resto del clítoris, así (junto con el músculo pubococcígeo, que es
parte de nuestro suelo pélvico) aplasta la uretra, como cuando se
aplasta una manguera y el agua no puede pasar. Eso cierra el
esfínter de nuestra uretra impidiendo que hagamos pis. Esta es la
razón por la que si alguna vez sentiste ganas de hacer pis mientras
tenías sexo con alguien o te masturbabas, cuando paraste y fuiste al
baño no pudiste hacer enseguida, porque tu cuerpo tuvo que
esperar que la sangre que estaba erectando la esponja se vaya un
poquito, para que esta deshinche y el pis pueda salir. Lo mismo les
pasa a las personas con pene, en general.
Este tejido es una parte súper importante de todo el sistema clitorial.
Incrustadas en la esponja hay aproximadamente 30 pequeñísimas
glándulas prostáticas, que producen un fluido muy similar en su
constitución y componentes a los que produce la glándula prostática
en las personas con pene. También contiene a las dos glándulas
parauretrales, que tienen su salida hacia afuera en la vulva.
11. La próstata. Acercamiento a las glándulas y conductos
prostáticos.
Todas estas glándulas tienen la capacidad de producir PSA (siglas
en inglés de antígeno prostático específico), una sustancia proteica
sintetizada por células de la próstata. Es una sustancia que va junto
al líquido plasmático que acompaña a los espermatozoides a la hora
de la eyaculación de un pene. Y la confirmación de su presencia en
el líquido plasmático que nosotres eyaculamos es la prueba de que
nuestras glándulas también son prostáticas.
La esponja de la uretra es muy sensible a la estimulación sexual
para muchas personas con vulva, para otras estimularla puede ser
irritante. Si metés uno o dos dedos en tu vagina y presionás hacia la
pared frontal de esta (o sea, hacia tu Monte de Venus) podés sentir
sensaciones placenteras (¡o no!).
Existen estudios científicos que demuestran que cuando la pared
anterior de la vagina es estimulada, esa presión se transmite hacia
la uretra y sus tejidos eréctiles, incluidos también los bulbos
clitoriales que abrazan la uretra y la vagina, (96) y el nervio principal
del clítoris, que está interconectado con la esponja. Haciendo ese
movimiento, estamos estimulando todo junto: pared frontal de la
vagina, bulbos clitoriales, uretra y esponja de la uretra.
Toda la estructura secretora de la esponja de la uretra, sumada a la
porción de músculo liso que le corresponde, forman la llamada
próstata “femenina”.
Hoy en día, varies autores han comprobado que nuestra próstata es
homóloga a la próstata de las personas con pene. (97) Sin embargo,
la comunidad médica en general, es bastante reticente a
reconocerla como tal en personas con vulva.
La historia de la próstata y de la eyaculación en vulvas es muy
parecida a la del clítoris. Aunque se encuentran registros históricos
de mujeres eyaculando desde hace más de dos mil años, (98) es un
tema que aún sigue siendo controversial, de hecho, y del que casi ni
se habla. Incluso, hace muy poco, alguien a quien respetaba mucho
me dijo públicamente que, a veces, “las mujeres lo hacen porque
quieren equiparar su respuesta sexual a la del varón”. Nadie quiere
equiparar nada, claramente. El problema es que “eyaculación” y
“próstata” (así como “erección”) son palabras que se asocian a los
varones cis en nuestra cultura occidental. (En la cultura oriental hay
antiquísimos registros de menciones a nuestra próstata y
eyaculación).
Por ejemplo, ¿por qué si decimos “próstata” nos referimos a la
masculina, y para hablar de la nuestra hay que aclarar “próstata
femenina”, si todes tenemos próstata? ¿Acaso hablamos de nuestro
“hígado femenino” o nuestro “corazón femenino”? Con la
eyaculación es lo mismo: la eyaculación a secas es masculina. Y si
hablamos de la nuestra, hay que aclararlo.
Debido a años de patriarcado y opresión sobre nuestra sexualidad
como herramienta de dominación, son palabras que quedaron
“apropiadas” por los varones cis, pero es hora de adueñarnos de
ellas, porque también son nuestras, y adueñarnos con todo el
sentido de la palabra. “Se me paró”, “Eyaculé”, “Tengo próstata” y
punto… no hay por qué hacer la aclaración del femenino.
Ambas próstatas están formadas por glándulas, conductos y
músculo liso, lo que las diferencia es la distribución de los mismos:
la próstata de alguien con vulva tiene menos glándulas que la de un
pene, pero tiene más conductos, repartidos a lo largo de la uretra;
las de los penes se concentran más en una misma zona y se
entremezclan con el músculo liso produciendo una gran fuerza
expulsiva en la eyaculación. (99)
En penes, la próstata es una estructura pequeña y precisa,
localizada en un punto, que expulsa su contenido en un solo lugar.
En cambio, la nuestra forma una red más difusa de glándulas y
conductos, atraviesa y se mete en tejidos eréctiles y sensibles, se
abre a la uretra en diferentes puntos, y hacia afuera del vestíbulo.
Como mencioné, se puede estimular y sentir metiendo uno o dos
dedos en la entrada de la vagina y presionando hacia la pared
frontal, hacia arriba, hacia el abdomen, en muchos casos (en otros
no). ¿Y qué nos enseñaron que hay ahí, haciendo ese movimiento?
Sí, lo que te estás imaginando, el famoso y confuso “punto G”. Los
manuales y libros que hablan del “punto G” nos dicen que ese es el
lugar donde tenemos que encontrar una textura diferente, rugosa,
como de esponja o de nuez. Metiendo uno o dos dedos en la
vagina, y presionando hacia arriba, como haciendo gesto de “vení
para acá”.
Ese “punto G” es nuestra próstata, y llamarlo como “punto”, en lugar
de reconocer que es todo un órgano relativo al placer y a la
sexualidad, lo convierte en una zona misteriosa y perdida en una
incógnita. Y lo más confuso del punto G es que hay un montón de
personas con vulva que se vuelven locas buscándolo y jamás lo
encuentran, ya veremos por qué.
Después de mucho leer al respecto, comprendí que la invención del
punto G en los años ochenta fue una manera de reducir nuestro
placer, de cerrarlo y, por sobre todas las cosas, de seguir insistiendo
en la penetración como la práctica sexual más importante y
placentera. También una manera de confundirnos, porque en la
penetración no es muy frecuente que se pueda estimular el dichoso
punto, hay que buscarle la vuelta, depende mucho de la forma de lo
que penetre y la posición adoptada.
El nombre “punto G” es por Ernst Gräfenberg (1881-1957), quien lo
descubrió. Por sobre todas las cosas, este médico e investigador
alemán dio voz y palabra a mucho de nuestra genitalidad, y dio una
mirada revolucionaria sobre la uretra y la eyaculación en las
mujeres. En 1950 publicó un artículo en el que decía que “la uretra
femenina, análoga a la masculina, también parece estar rodeada de
tejidos eréctiles. Durante el curso de la estimulación sexual, la uretra
femenina empieza a aumentar de grosor y puede sentirse fácilmente
al tacto”. (100)
Su estudio fue revolucionario porque iba en contra de quienes
decían que la vagina era insensible. Esta idea de que la vagina no
tiene sensibilidad viene de la mano de textos muy misóginos de los
siglos XIX y XX, que presentan a las personas con vulva como seres
desprovistos de placer sexual. Así como también se
malinterpretaron textos feministas que hablaban de la importancia
del clítoris, tergiversando sus palabras para concluir que la vagina
no tenía sensaciones de placer.
Pero volviendo al “punto G”… ¡Gräfenberg en ningún momento
habló de un punto! Quienes le dieron nombre de punto fueron Alice
Kahn Ladas, Beverly Whipple y John D. Perry, quienes en 1982, en
su famosísimo libro The G spot and other discoveries about human
sexuality (El punto G y otros descubrimientos acerca de la
sexualidad humana), en vez de llamar a nuestra próstata como
corresponde le pusieron el nombre de “punto G”, al usar la
investigación de Grafenberg como base.
A partir de ese libro surgieron más libros, nuevos imaginarios y
mitos colectivos, y se estableció la creencia de que las personas con
vulva tienen un punto adentro que las hace orgasmear. De ahí en
adelante salieron muchísimos manuales (muchos dirigidos a
varones cis) sobre “cómo estimularle a tu mujer el punto G”.
Catherine Blackledge, en La historia de la vagina describe cómo y
dónde está ubicada nuestra próstata y cuenta cómo fue aceptada
por miles de años, y solo ahora, pleno siglo XXI, su existencia es
cuestionada. De la próstata ya habían hablado Aristóteles en el siglo
IV a. e. c., o el anatomista Galeno en el siglo II, por ejemplo. Y no
fue hasta 1880, cuando el ginecólogo británico Alexander Skene
cambió la opinión pública sobre nuestra próstata, limitando su
investigación solo a las dos glándulas más grandes de todo el
conjunto —que es mucho más extenso— y bautizándolas con su
nombre. Ahí la idea de la próstata “femenina” cayó en el silencio
absoluto, mientras que se empezó a establecer la idea de que la
esponja de la uretra era un tejido degradado o atrofiado del varón.
Hoy en día, salvo excepciones, se sigue creyendo eso. Si googleás
“próstata femenina” te vas a encontrar con todo tipo de negaciones,
confusiones y mitos.
Cada década tiene su mandato a modo de emblema en lo que
refiere a nuestra sexualidad: en los años ochenta fue el punto G; en
los noventa, los multiorgasmos; en los dos mil, la eyaculación o
“squirt”, que es la expulsión de líquido desde la vulva durante la
excitación sexual (lo veremos más adelante). Son estereotipos que
se imponen, se nos muestran en todas partes, indicándonos que
somos todes iguales y que eso tiene que pasarnos a todes, y
cuando no pasa —porque no todes encontramos el “punto G”, o
eyaculamos o tenemos cinco orgasmos seguidos— nos frustramos,
nos sentimos mal con nosotres mismes: ¿por qué yo no puedo?
¿Estaré fallade? ¿Qué me pasa? Cuando, como vimos repetidas
veces, cada persona tiene su única y propia distribución del mismo
aparato sexual y formas de placerear y eso hace que no todes
experimentemos las mismas cosas.
Un estudio publicado en La historia de la vagina demuestra que
algunas personas tienen mayor concentración de glándulas y
conductos prostáticos en diferentes lugares, y eso hace que todes
sintamos distintos grados y zonas de placer. Algunas personas
tienen concentradas esas glándulas y conductos en el cuello de la
vejiga urinaria, o sea, bien hacia atrás: esas personas pueden
experimentar placer con la presión o estimulación bien al fondo,
contra la pared frontal de la vagina, pero pasando el “punto G”, ya
llegando al final de la uretra. Otras, los tienen distribuidos
uniformemente a lo largo de todo el tracto de la uretra: estas
personas encontrarán placer distribuido más uniformemente a lo
largo de toda la zona de contacto entre vagina y uretra. Y a otras se
les concentran más intensamente en la entrada de la uretra, o sea,
al principio de esta, pegados a la salida hacia afuera. Estas van a
ser las que encuentren más placer en la zona del famoso punto G.
Existe un pequeño porcentaje que directamente no tiene este tejido,
otro que lo tiene bien tirado al frente de la vulva y entonces
experimenta placer con el tacto o presión por fuera, alrededor de la
salida de la vejiga, etc., etc.
Asimismo, en vez de placer, podemos llegar a sentir dolor o irritación
en la zona al estimularla: a veces la sensibilidad es mucha y se
vuelve abrumador, a veces el estímulo es preferido en cierto
momento del encuentro sexual, pero en otros es insoportable. Por
esto, si bien muchas personas sienten un gran placer metiendo los
dedos y presionando para arriba, otras muchas sienten mucho
placer en la estimulación externa alrededor de la uretra (y a muchas
esto no les genera nada, o hasta les duele).
¿ENTONCES EYACULAMOS?
En la próstata es en donde se origina nuestra eyaculación. Para que
esto suceda, tenemos que estimularla de alguna manera en los
lugares que fui nombrando arriba, probando qué es lo que más te
gusta a vos.
La estimulación puede ser frotando, presionando o usando un
vibrador, o lo que sea que a vos te estimule; y si eso no sucede, si
no encontrás placer en esos lugares, ¡está bien también! No todes
tenemos por qué encontrar nuestra próstata, o por qué sentir placer
en ella.
En mi comunidad de Instagram obtuve algunas respuestas
interesantes al respecto: de 2200 personas, un 41% dijo haber
squirteado/eyaculado alguna vez en su vida, y un 59% dijo no haber
eyaculado/squirteado jamás.
También pregunté si les sucedía habitualmente. De 1900 personas,
un 16% dijo que sí, y un 84% dijo que no. Muches relataron que fue
cosa de una sola vez, con una persona en particular. A las personas
con vulva que sí eyaculan/squirtean les pregunté si encontraban un
placer orgásmico en ello: un 56% dijo que sí, un 44% dijo que no.
Y por último, pregunté si encontraban algo de placer (sin importar si
conducía o no al orgasmo) squirteando/eyaculando: un 67% dijo que
sí, un 33% dijo que no.
Estos resultados son bastante confusos, por eso creo que hay tanta
negación y desinformación aún en esta área: no se quiere estudiar
un tema que implica que no todas las mujeres funcionamos igual. Y
digo mujeres a propósito, porque los estudios científicos hablan de
mujeres. La ciencia es binaria y patriarcal aún, y necesita
entendernos como a un solo tipo de individuo idéntico. ¿Cuántas
veces escuchaste “a las mujeres les gusta de tal manera” o “las
mujeres son así o asá” o “las mujeres necesitan X tiempo para
calentarse” o escuchaste hablar de “fórmulas mágicas” para
squirtear, chupar concha, orgasmear? ¿Cuántas veces nos
escuchaste tratades a todes por igual?
La eyaculación, así como el orgasmo, así como la erección, así
como todo en nuestra sexualidad, es una experiencia única y
distinta para cada persona, no nos va a pasar nunca exactamente lo
mismo que a le otre.
De la gente que eyacula/squirtea, hay quienes liberan solo un
poquito de líquido, o una sola vez por encuentro sexual, hay quienes
mojan una cama entera y liberan mucho, muchísimo líquido en cada
encuentro. Hay quienes tienen control sobre su eyaculación, y
pueden frenarla y avanzarla a su gusto, hay quienes no tienen
ningún tipo de control. Hay quienes lo disfrutan mucho, hay quienes
están hartes de que pase. Hay quienes saben hacer lo necesario
soles, con sus manos, o con juguetes, hay quienes solo les pasa si
otra persona les toca.
Hay quienes pueden seguir las recetas para squirtear (que hoy
proliferan por todas partes, como si fuésemos electrodomésticos
que funcionáramos tocando dos o tres botones de cierta forma…),
hay a quienes les pasa haciendo cosas totalmente distintas a las
recetas. Hay quienes aman el líquido que sale, hay quienes lo odian.
Hay a quienes les encanta avisar por adelantado, hay quienes
prefieren no decir nada y sorprender. ¡Y podría seguir por páginas
dando ejemplos!
Pero ¿qué es la eyaculación en las vulvas? Es un líquido de color
blancuzco. Tiene varios componentes que también tiene la
eyaculación de los penes, como PSAP (fosfatasa ácida prostática
específica, por sus siglas en inglés) y otras enzimas más, junto con
un poco de urea y creatinina, y hasta tiene el mismo tipo de azúcar
que contienen las vesículas seminales de los penes: fructosa.
Y, ¿de dónde sale nuestra eyaculación? Sale de nuestra próstata, se
genera en ella y se expulsa para afuera de dos maneras distintas,
que hacen a la diferencia entre eyaculación y squirt.
EYACULACION VS. SQUIRT
La eyaculación es la que se genera en las glándulas parauretrales y
sale directo de ellas. Suele salir con algo de impulso, despedida
hacia afuera, y suele ser una pequeña cantidad de fluído (una
cucharada aproximadamente) y es en esta ocasión cuando el líquido
eyaculado es muy parecido al líquido que eyaculan los penes: su
composición química es prácticamente idéntica a ese porcentaje de
líquido que viene de su próstata. Generalmente tiene un color
blancuzco, no tiene olor y el sabor es un tanto dulzón. Puede ser
liquida como el agua o un poquito más espesa.
En cambio, el squirt sale directamente por la uretra. Básicamente es
lo mismo que la eyaculación, pero en vez de generarse en las
glándulas parauretrales, lo generan las otras glándulas prostáticas
que están insertas en la esponja de la uretra y al expulsarse se
diluye con líquidos de la vejiga (no todos los que conforman el pis
pero sí algunos). Suele ser más transparente, o tener algún muy
leve tono amarillento, un sabor un poco más variable de persona en
persona y puede llegar a tener algo de olor, o no. Puede repetirse
varias veces por encuentro o no, puede llegar a salir en forma de
chorros con impulso (como se ve en el porno) o puede llegar a salir
sin ningún impulso, chorreándose por las piernas, la cola, la cama,
el piso, etc.
Yo suelo llamar “eyaculación” a ambas cosas. Algunos libros y
estudios (101) demuestran que en realidad todas las personas
podemos eyacular si se nos estimula la próstata, pero que algunas
eyaculan hacia afuera (y esas personas lo notan) y otras eyaculan
retrógradamente, o sea, hacia adentro (esas personas no lo notan,
porque el líquido se va hacia la vejiga y sale después, junto al pis).
Muchas personas con vulva experimentan con la estimulación de la
próstata un placer muy intenso, y la sensación de ganas de hacer
pis, pero no expulsan ningún líquido. También podría ser el motivo
por el que muchas veces después de la estimulación en esta área
nos encontramos con la vejiga llena. No se sabe bien por qué
algunas personas eyaculan hacia afuera y otras retrógradamente,
podría llegar a deberse a una debilidad en el suelo pélvico, o en la
forma de la esponja de la uretra o próstata, o a que no todes tienen
las glándulas parauretrales desarrolladas, entre otros motivos.
¿Y por qué la sensación de ganas de hacer pis? Porque la
sensación de estar por eyacular es muy similar a tener ganas de
hacer pis. Por eso, justamente, muchas personas en ese momento
previo a la eyaculación frenan y van a baño. La sensación es muy
parecida, porque la próstata está enraizada en la uretra.
Muchas veces (¡no siempre!) la clave es simplemente dejarse ir. Y
comprobar que lo que sale no es pis. De todas maneras, es
importante tener claro que no siempre pasa. Desde hace algunos
años, la eyaculación empezó a verse reflejada en el porno, “squirt”
es toda una categoría. Y existe tal nivel de confusión que una de las
preguntas que más recibo es: “Yo no logro eyacular, ¿qué me pasa?
¿No tengo orgasmos si no eyaculo?”.
No todo el mundo eyacula, y que no te haya pasado no quiere decir
nada malo. Y, de hecho, no siempre el hecho de expulsar este
líquido está ligado al placer: eyaculación y orgasmo son asuntos
separados. La eyaculación de las personas con vulva no coincide en
todos los casos con el orgasmo: algunas personas eyaculan antes
del orgasmo, otras durante y otras después.
Algunes encuentran la eyaculación súper placentera, y otres
(¡muches!) ni se dan cuenta cuando sucede, simplemente sucede
en algún momento del encuentro sexual y no les produce un placer
específico. Puede pasar que si te genera placer, este sea suficiente
como para alguna vez juntarse con el orgasmo. Pero la eyaculación
es un acto que hasta podría ser mecánico, puede llegar a pasar
cuando ni siquiera estás excitade (es muy raro, ¡pero pasa!). El
orgasmo no: si no estás caliente, si tu cerebro no quiere, no hay
orgasmo. ¡Si se juntan, es casualidad!
Esta confusión con la eyaculación en vulvas como algo siempre
orgásmico, viene del porno y de medir y aprender todo lo
relacionado con el sexo en términos de penes. Como vivimos en
una sociedad que valora lo visual por sobre lo sensorial, el cine
porno se fue acomodando a representar de manera visual el
orgasmo de las personas con vulva. Sin nuestra eyaculación, solo
tenían los tristes y ridículos gemidos que nos asignaron.
Por último, quisiera insistir en que la eyaculación y/o el squirt no son
una meta más en nuestra sexualidad. La estimulación en la próstata,
esponja de la uretra, punto G, o como quieras llamarle, puede
darnos un placer súper intenso (o no, depende de cada une) pero la
eyaculación no es un objetivo más a cumplir, no es algo que
TENEMOS que lograr.
La cultura en que vivimos no puede parar de imponernos mandatos
sexuales (y de todos los demás tipos también, claro): cuanto más
confundides, presionades y frustrades estemos, mejor, porque si nos
frustramos pasamos a ser totalmente funcionales al sistema de
consumo. La deuda de nuestra sexualidad no es liberar un chorro,
es la información, la deuda es el placer que nos negaron por siglos.
Por supuesto, si querés probar cómo hacerlo, hacelo, hay mil
tutoriales en internet sobre el tema, seguramente algo divertido en el
camino vas a encontrar; pero no te pongas la eyaculación como
objetivo, y que no termine en frustración si no sucede. No pasa nada
si no eyaculás. No te estás perdiendo de nada. Cada persona tiene
su propia y única experiencia sexual, organizada a su propia y única
manera, nunca nos funciona todo de la misma manera que a le otre.
INTERSEXUALIDAD Y MUTILACIÓN
Al principio del capítulo explicamos que clítoris y pene son
homólogos, como resultado del mismo origen del embrión. Pero
muchos embriones (los XXY), mientras se desarrollan, responden
distinto a la tanda de hormonas de la que hablamos al principio. No
se definen para un lado o para el otro: son intersexuales. Y le bebé
que nace a partir de uno de estos embriones lo hace con una
configuración en sus genitales diferente a la norma binaria
establecida por la ciencia, que nos mostró solo dos (bastantes
limitadas) opciones de genitales, que en realidad son los dos
extremos de un espectro mucho más grande. (Las variaciones
pueden ser en los genitales externos, o en los órganos sexuales
internos).
Intersex es un término que se utiliza para llamar a las personas que
nacen con configuraciones de su aparato sexual distintas a las que
nos muestran los libros (en los genitales, en las gónadas, en los
niveles hormonales, o en los patrones cromosómicos). Así como
pasa con el género, nos enseñaron que hay una manera de ser
mujer y una sola manera ser varón y que esto tiene que ver con lo
que tenemos entre las piernas. En la escuela, en internet, en los
videos hoy en día se nos muestra una única forma posible de vulva
y de pene, pero dentro de las infinitas posibilidades existe la
posibilidad de los genitales intersex. (102)
Hay muchas formas de ser intersex, muchas posibilidades de
organizaciones diferentes de los genitales, y ninguna es
determinante del género ni de la orientación sexual de esa persona.
Que los genitales se parezcan más a una vulva que a un pene no
significa que esa persona sea “mujer” ni que le tengan que gustar
los varones. Lo único que importa es cómo se identifica y cómo se
siente esa persona, quizás tiene genitales más parecidos a un pene,
pero se reconoce como mujer, o se reconoce varón, o se
autopercibe no binarie. La decisión de la vivencia sexual (su
identidad, su expresión y percepción de género) siempre está en la
persona, no en la apariencia de los genitales, ni debería ser una
decisión de les mediques.

Intersex es un término que se
utiliza para llamar a las personas
que nacen con configuraciones
de su aparato sexual distintas a
las que nos muestran los libros
(en los genitales, en las gónadas,
en los niveles hormonales, o en
los patrones cromosómicos).

12. Variantes de las formaciones de los genitales


externos. Existen muchas más variantes posibles de
genitales más que la clásica formación de vulva y pene tal
como la conocemos.
Tampoco ser intersex significa que hay que operar a esos bebés
apenas nacen, o en sus primeros años de vida solo para que los
genitales externos se vean visiblemente más parecidos a lo que la
medicina dice que tienen que ser. Ni hay por qué operarles en el
momento en que se llegan a identificar con un género en particular.
La única manera en la que la cirugía debería ser necesaria durante
la primera infancia es cuando hay un riesgo de salud, o, con el
correr del tiempo, cuando la misma persona lo solicite, sabiendo
perfectamente cuáles son las consecuencias y las ventajas de la
operación que se le ofrece.
Los cuerpos intersex (antes llamados “hermafroditas”) son cuerpos
patologizados por la ciencia, que intenta desde años alinearlos a la
norma a través de cirugías muchísimas veces innecesarias. Suelen
dejar marcas a nivel físico y a nivel psicológico y tienen que ver con
la apariencia de los genitales y la obsesión de este mundo por lo
que tenemos entre las piernas.
No todos los casos de intersexualidad se detectan al nacer, algunos
tipos de intersexualidad se detectan en la pubertad o adolescencia.
(103)
Hay muchas variantes de la intersexualidad: penes que quedan
demasiado chicos para que el sistema médico los considere como
tales, glandes del clítoris “demasiado grandes” (que pueden o no
quedar atravesados por la uretra), vulvas por fuera que adentro
tienen testículos, o no tienen útero… Todas las variantes han sido
tratadas por años de las maneras más espantosas. La enfermedad,
la patología, no es de las personas intersex, es de una cultura y una
sociedad que piensa que para ser parte necesitamos tener los
genitales todes de la misma manera.
Muchas veces a las personas se las opera reiteradas veces, desde
sus primeras infancias hasta la adolescencia, para construirles una
vagina o un pene funcional al sistema de la penetración, lo cual
puede ser extremadamente traumático y abusivo. Además, a esa
persona pueden haberle asignado los genitales con los que en su
adultez no se identifique, y hay muchísimos testimonios que hablan
de dolor, anorgasmia o dificultad para tener orgasmos,
insatisfacción, depresión, etc.
Muchas veces, cuando hablo de intersexualidad en mis espacios de
trabajo, me dicen: “¡Ah! Estás hablando de hermafroditas”, pero no.
La palabra “hermafrodita” es antigua y arrastra un significado
bastante penoso: hermafroditas son las plantas, que tienen ambos
sistemas sexuales, o los caracoles, por ejemplo, pero no las
personas. Su uso para referirse a seres humanos deriva de la
Antigüedad, cuando se creía que el carácter sexual de la persona
estaba determinado por las gónadas que tenía (testículos/ovarios).
Y si bien hay quienes tienen ambos tipos de tejidos dentro, ningún
ser humano tiene la capacidad de generar óvulos y
espermatozoides a la vez. El término hermafrodita es confuso y
mitificante, pero aún se sigue usando (así como en Wikipedia, por
ejemplo, aún se mencionan estas condiciones de nacimiento como
patologías). Todavía falta un montón de trabajo sobre este tema.
Dos aclaraciones: la intersexualidad está representada en la I de la
sigla LGBTIQTT+, pero no es una orientación sexual. Y, por último,
la intersexualidad no es un tercer género: se puede ser intersex
varón, intersex mujer, intersex trans, intersex no binarie, intersex
mujer lesbiana ¡se puede ser lo que cada quien desee!

EL SISTEMA CLITORIAL COMPLETO


Entonces, la mayor parte de las personas que nacemos con vulva,
tenemos todo lo que acabamos de ver: clítoris, vagina, útero,
próstata, etc. Entonces, ¿por qué todes sentimos diferente el placer,
u orgasmeamos de maneras distintas? Porque a pesar de que
tenemos el mismo sistema clitorial, tenemos pequeñas diferencias
geográficas y geométricas en cómo ese clítoris, vulva, vagina, útero
están diagramados en nuestro interior. Y eso hace que
experimentemos el placer de distintas formas.
Por un lado están las conexiones nerviosas, que son únicas e
irrepetibles. Podemos tener mayor concentración de terminales
nerviosas en la entrada de la vagina, en el glande del clítoris, a la
derecha, a la izquierda, arriba, abajo, podemos tener zonas con
nulas terminales, o zonas con demasiadas que nos den una
sensibilidad extrema en esa área. O zonas con la cantidad perfecta
para que el tacto, la presión o la vibración en ellas se sienta
increíblemente hermosa.
No hay nada que podamos asegurar que funciona para todes
quienes tenemos vulva. Así como tampoco podemos asegurar que
algo nos va a disgustar a todes por igual.
Por otro lado, las variantes anatómicas dentro del mismísimo
sistema clitorial también son infinitas. Me gusta la comparación que
hace Emily Nagosky, autora de Come as you are, con nuestra cara.
Todes tenemos cara, tenemos ojos, nariz, boca, frente, cachetes,
etc., pero todes tenemos pequeñas diferencias de tamaños y
ubicaciones que hacen a los rasgos particulares de cada une: ojos
más grandes, más chicos, nariz más larga o más corta, boca más
gorda o más finita.
Lo mismo pasa con todo el sistema clitorial: es distinto para cada
une. Podemos tomar como ejemplo la penetración o la estimulación
vaginal con dedos. (104) La manera en que la sientas tiene mucho
que ver con cómo tengas diagramados los bulbos del clítoris, la
esponja de tu uretra, etc. Tratá de imaginar todo lo que se puede
estimular intravaginalmente: con uno o varios dedos, o un pene o un
dildo; y con los movimientos, tactos, presiones o vibraciones se
pueden estimular los bulbos del clítoris, la esponja de la uretra, el
cérvix, etc.
Por ejemplo, puede ser que tengas los bulbos del clítoris bien
cortitos, o más separados del canal vaginal, o con pocas terminales
nerviosas o apuntando levemente hacia atrás. En cualquiera de
esos casos, puede que la estimulación vaginal no te genere nada,
absolutamente nada. Tu placer y/u orgasmos van a pasar por otros
estímulos. Puede que los bulbos los tengas más pegados al canal
vaginal, un poquito más largos o más gordos, o que algo en la
configuración de tu clítoris entre en contacto con tu vagina y sea
estimulado ante la penetración, pero que no tengas la cantidad de
terminales nerviosas necesarias para que ese estímulo genere
orgasmos, a pesar de que sientas placer. O puede simplemente
gustarte mucho ese estímulo por cualquier otro motivo y que eso te
haga orgasmear.
Y puede que tengas todo dado y configurado como para tener
orgasmos y placerear con la estimulación interna del clítoris a través
de la vagina. Incluso puede pasar que tengas los bulbos del clítoris
largos, grandes, o que en tu cuerpo todo esté diagramado bien
juntito, o que los nervios y músculos que pasan por alrededor de tu
ano también atraviesen al clítoris de tal forma que a través de la
penetración anal sean estimuladas partes de tu sistema clitorial que
te produzcan orgasmos.
¡Y solo estamos hablando de los bulbos! Pensá en todas las
variantes que puede haber en el glande, en la esponja de la uretra,
en el largo y ancho de la vagina, en el cérvix, de los dedos, de los
cuellos, hombros, panzas, etc.; más todas las variantes que tu ciclo
menstrual causa en tus gustos sexuales (si menstruás).
Justamente por eso, la mayoría de los tips que pueden aparecer en
las redes sociales, revistas o en libros de sexualidad de esos que
aseguran “lo que les gusta a las mujeres” resultan bastante inútiles
si los generalizamos para todes, y muchas veces llevan a que a
quien no le funciona el “tip” sienta que está rote o mal, o que algo le
falla. Quizás libera a un montón de personas que se identifican, pero
a la vez encarcela a otras. El único tip —si cabe llamarlo así— es
que cada persona tiene su propia y única sexualidad, sus propias
zonas erógenas, sus gustos, sus tiempos, sus ritmos, el orden en
que le gustan las prácticas y, si menstrúa, las variantes que el ciclo
menstrual le genere también son propias de cada persona.
Por eso no hay una única forma de explorar el cuerpo humano
sexualmente: hay tantas formas como cuerpos que habiten la tierra,
incluso más, porque cada cuerpo va cambiando y mutando sus
gustos sexuales a lo largo de su vida. No existen el o los tips para
satisfacer a alguien, sea cual sea su género e identidad sexual,
tenga vulva o pene, o cualquier otra cosa.
Siempre tenemos que tratar de entender a cada persona como un
individuo particular, una persona a la que descubrir sin usar
preconceptos o estereotipos, que además suelen estar basados en
el binarismo varón/mujer. Y ante todo: diálogo y comunicación.

67. Emily Nagoski (2015). Come as You Are: The Surprising New Science that Will
Transform Your Sex Life. Simon & Schuster. Nueva York.
68. Emily Nagoski (2015). Come as You Are: The Surprising New Science that Will
Transform Your Sex Life. Simon & Schuster. Nueva York.
69. Emily Nagoski (2015). Come as You Are: The Surprising New Science that Will
Transform Your Sex Life. Simon & Schuster. Nueva York.
70. Pabla Pérez San Martín (2015). Manual introductorio a la ginecología natural.
Ginecosofía Ediciones. Valparaíso.
71. Jen Gunter (2019). The Vagina Bible: The Vulva and the Vagina – Separating the
Myth from the Medicine. Kensington. Nueva York.
72. Classification of anatomical variation in female external genitalia, Gynodiversity.
http://gynodiversity.com/
73. ¿Te imaginás? ¡Te sentás en la butaca del cine y aparece una publicidad de un
varón bailando por campos de flores y corriendo en playas feliz porque tiene el escroto
depilado!
74. Jen Gunter (2019). The Vagina Bible: The Vulva and the Vagina – Separating the
Myth from the Medicine. Kensington. Nueva York.
75. Iwanky, P. et alt. (2014). “Dismorfia de genitales externos en la población
pediátrica”, en Revista Argentina de Cirugía Plástica, Publicación de la Sociedad
Argentina de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora, 20(1) 22-26. (Obviamente la
revista dice mujeres).
76. Jen Gunter (2019). The Vagina Bible: The Vulva and the Vagina – Separating the
Myth from the Medicine. Kensington. Nueva York.
77. Emily Nagoski (2015). Come as You Are: The Surprising New Science that Will
Transform Your Sex Life. Simon & Schuster. Nueva York.
78. Todos estos porcentajes y muchos más los podés encontrar en el paper de
Gynodiversity.com. No dejes de leerlo, es súper interesante. Y en la página, tienen
millones de imágenes de vulvas de verdad.
79. Puppo, V. (2013). “Anatomy and physiology of the clitoris, vestibular bulbs, and labia
minora with a review of the female orgasm and the prevention of female sexual
dysfunction”, en Clinical Anatomy, 26 (1) 134-152.
80. Ellis, H. (2006). Clinical Anatomy: a revision and applied anatomy for clinical
students. Oxford Blackwell Publising Ltd. 159(1), 31-35.
81. Jen Gunter (2019). The Vagina Bible. Jen Gunter (2019). The Vagina Bible: The
Vulva and the Vagina – Separating the Myth from the Medicine. Kensington. Nueva
York.
82. Jen Gunter (2019). The Vagina Bible: The Vulva and the Vagina – Separating the
Myth from the Medicine. Kensington. Nueva York.
83. Hegazy, A. A., & Al-Rukban, M. O. (2012). “Hymen: facts and conceptions”, en The
Health 3 (4), 109-115.
84. Emily Nagoski (2015). Come as You Are: The Surprising New Science that Will
Transform Your Sex Life. Simon & Schuster. Nueva York.
85. En realidad, desde 1964, el Comité Internacional Federativo de Terminología
Anatómica dictaminó que no deben usarse epónimos ni nombres propios. Y se siguió
insistiendo en ello con el correr de los años en cada encuentro. Sin embargo (salvo
entre la gente que habla de sexualidad con una perspectiva feminista y con un interés
en la sexualidad), a hoy, 2021, se siguen nombrando “de Skene” y “de Bartolino”. Otro
ejemplo es nuestra próstata: a pesar de haber sido mencionada, aceptada y reconocida
como tal desde las épocas de Galeno y de que De Graaf, en 1672, haya diseccionado
una próstata de un cuerpo femenino, el ginecólogo estadounidense Alexander Skene
en 1880 pasó por alto este descubrimiento y decidió centrar su investigación solo en las
glándulas frontales de este conjunto bautizándolas con su apellido. Claramente,
necesitamos que se actualicen los contenidos.
86. Mitz Laurie (2017). Becoming Cliterate: Why Orgasm Equality Matters. And How to
Get It. HarperOne. Nueva York
87. Emily Nagoski (2015). Come as You Are: The Surprising New Science that Will
Transform Your Sex Life. Simon & Schuster. Nueva York.
88. O'Connell H.E. et alt. (2008). “The Anatomy of the Distal Vagina: Towards Unity”, en
The Journal of Sexual Medicine, 5, (8), 1883-1891.
89. Rebecca Chalker (2000). The Clitorial Truth: The Secret World at Your Fingertips.
Seven Stories Press, Nueva York.
90. Pendergrass P., et. alt. (2003). “Surface Area of the Human Vagina as Measured
from Vinyl Polysiloxane Casts”, en Gynecol Obstet Invest, 55 (2), 110-113.
91. https://www.lastwordonnothing.com/2016/07/28/the-failed-vagina-story/
92. Pabla Pérez San Martín (2015). Manual introductorio a la ginecología natural.
Ginecosofía Ediciones. Valparaíso.
93. Puppo V. y Puppo G. (2014). “Anatomy of sex: Revision of the new anatomical
terms used for the clitoris and the female orgasm by sexologists”, en Clinical Anatomy.
28(3); 293-304.
94. Puppo, Vincenzo (2013). Anatomy and physiology of the clitoris, vestibular bulbs,
and labia minora with a review of the female orgasm and the prevention of female
sexual; Puppo, V. (2011). “Embryology and anatomy of the vulva: the female orgasm
and women’s sexual health”, en Eur J Obstet Gynecol Reprod Biol. Enero. 154 (1):3. E-
pub 15/09/2010.
95. Ethel Sloane (2002). Biology of Women. Delmar Cengage Learning. Nueva York.
96. Jannini, E. A. et alt. (2014). “Beyond the G-spot: clitourethrovaginal complex
anatomy in female orgasm”, en Nature Reviews Urology, 11(9), 531-538.
97. Milan Zaviačič y et. alt. (1998). “The Female Prostate”, en Journal of the National
Cancer Institute, 90(9), 713; Kurman J. (1994). Blaustein’s pathology of the female
genital tract. Springer, Boston.
98. Rubio Casillas A. et alt. (2011). “New insights from on case of female ejaculation”,
en The Journal of Sexual Medication 8(12), 3500.
99. Catherine Blackledge (2005). Historia de la Vagina: Un territorio Virgen al
descubierto. Península. Barcelona.
100. Grafenberg, E. (1950) “The role of urethra in female orgasm”, en The International
Journal of Sexology 3(3), 145-148.
101. Diana J. Torres (2015). Coño Potens: manual sobre su poder, su próstata y sus
fluidos. Txalaparta. Navarra.
102. Las nuevas (muy nuevas) generaciones de niñeces, de ciertos ámbitos sociales
están empezando a recibir información al respecto, gracias a les docentes que se
comprometen con la ley de Educación Sexual Integral.
103. Sax L. (2002). “How common is lntersex? A response to Anne Fausto-Sterling”, en
The Journal of Sex Research, 39(3) 174-178.
104. Y te doy este ejemplo, porque creo que grafica muy bien la confusión que tenemos
con la penetración.
- CAPÍTULO -

ORGASMOS Y PLACER:
¿ACABAR, TERMINAR, LLEGAR?
Si googleamos la palabra “orgasmo”, el primer resultado, sin
siquiera abrir la página, dice: “El orgasmo es la culminación
de una relación sexual, un clímax que produce una
sensación de liberación repentina y placentera de la tensión
acumulada desde el momento en que se inicia la fase de
excitación”.
Ante la falta de educación sexual que tenemos, es probable que
Google sea la fuente más consultada en estos temas. Parece
inocente, y seguro estás pensando: “Tati, qué pesada, es solo
Google”, pero no, no es solo Google, es el lugar adonde una
inmensa mayoría de personas va a buscar respuestas sobre el
placer, sobre todo adolescentes, porque no las tenemos en ningún
otro lugar. En ese sentido, leer que el orgasmo es la “culminación”
de algo es ya crecer con una parte de la sexualidad truncada,
además de una confusión inmensa.
Una definición sobre el orgasmo que me gusta muchísimo es la del
médico y psicoanalista alemán Wilhelm Reich (1897-1957), que
definió al orgasmo como “la capacidad de rendirse ante la energía
sexual sin ninguna inhibición, la capacidad de descargar toda la
excitación sexual a través de movimientos involuntarios y
placenteros de todo el cuerpo”. (105) Me gusta esta definición por
varios motivos.
La falta de inhibición me parece clave: cuanto más soltamos los
mandatos y nos desinhibimos, más disfrutamos. Reich no nos está
diciendo cómo sucede ese orgasmo, lo único que dice es que son
movimientos involuntarios y placenteros. Y eso me parece
importante porque estamos muy acostumbrades a que nos digan
que el orgasmo es un momento increíble, tremendo, súper intenso,
una locura, la “pequeña muerte”. Toda la vida lo vimos representado
con gritos, tirones de sábanas, mordidas de labios, placer
intensísimo. Pero no siempre es así. Porque el orgasmo es una
experiencia única, personal de cada une… y otra vez: porque somos
todes distintes.
Existen orgasmos megaintensos, sí. Pero también hay orgasmos
casi confundibles con un estornudo. Orgasmos que generan risas
incontrolables, orgasmos que liberan llantos indómitos, orgasmos
súper genitales, orgasmos de todo el cuerpo y orgasmos que
apenas se sienten, orgasmos que nos hacen gritar y orgasmos
silenciosos, para adentro: nada tiene que ver la intensidad del
orgasmo con qué tan expresives seamos. Y a veces no hay
orgasmos.
Reich en su definición tampoco determina en qué momento del
encuentro sexual se da el orgasmo, es decir, no nos está marcando
que el orgasmo es el final, la culminación del encuentro sexual.
Pensar que tener un orgasmo es “teminar”, “llegar”, “acabar” nos
llena de ansiedad. Por un lado nos hace sentir que es el final de
algo, que llegamos al objetivo, al final de la carrera. Quizás sí, un
orgasmo puede ser el final de un encuentro sexual, pero
perfectamente puede no serlo, podemos seguir si tenemos ganas,
podemos tener otros orgasmos más, o podemos seguir sin intentar
tener otro. Podemos no orgasmear en ese encuentro. O podemos
no haber orgasmeado jamás.

EL MODELO COITOCENTRISTA
Un recordatorio: el coitocentrismo es la tendencia que nuestra
sociedad tuvo por siglos a creer que el sexo en sí mismo es la
secuencia:
besitos - pene adentro de vagina - orgasmo del pene - fin.
Este modelo, obviamente heterosexual, es toda la educación sexual
que tuvimos (¡con suerte!) por generaciones. En esta secuencia, el
final del encuentro sexual es el momento del orgasmo de la persona
con pene. Por eso (y por muchas más cuestiones que venimos
viendo a lo largo de libro) muchas veces (no siempre) los
encuentros sexuales entre dos personas con vulva se vuelven más
placenteros, porque nada marca el final más que el cansancio de
una o las dos partes (que también puede ser una pausa).
La educación sexual que tuvimos (si creciste entre los años ochenta
y los dos mil como yo) nos marcó muy claramente que el orgasmo
del varón era lo que terminaba con la relación sexual, que no había
otra opción en este mundo más que ser cisgénero, heterosexual,
monógame y que era imprescindible encajar en los estándares de
belleza.
Si fuiste socializade como mujer, además te enseñaron que tu deber
es complacer al varón que tiene un apetito sexual más alto que el
tuyo, que él te desea siempre, porque es el pasional del vínculo, y
que vos debes responder a su deseo, sea como sea. De paso te
enseñaron a contar la cantidad de veces que cogiste según cuántos
orgasmos masculinos presenciaste.
Todo está centrado en el coito, en la eyaculación/orgasmo del varón
cis, porque es la reproducción. ¡Pensá que es la única práctica
sexual para la que tenemos métodos de profilaxis!
Con el orgasmo de alguien con pene lo único que —generalmente—
acaba es la posibilidad de seguir penetrando. Sigo
leyendo/escuchando en redes, memes, libros y revistas que hablan
de sexualidad decir que el varón tiene un periodo refractario más
largo que la mujer, o que las mujeres no tienen periodo refractario y
que, por lo tanto, todas somos multiorgásmicas. O que un clítoris
puede tener 25 orgasmos seguidos. Sí, siempre dicho en binario, y
en hétero.
El período refractario es el tiempo desde el orgasmo hasta que
vuelve la excitación. Esto lo establecieron Masters y Johnson en la
década de 1960 cuando, como vimos en el capítulo 1, decidieron
que todes teníamos una respuesta sexual más o menos parecida. Si
pensamos en nuestras sexualidades antes de 1966, es bastante
lógico pensarnos de esa forma. Pero de 1966 hasta acá pasaron
cosas. Salieron a la luz tantas identidades y maneras en las que nos
relacionamos sexualmente que no podemos seguir expresando todo
en términos de heterosexualidad, ni de manera tan generalizada.
Tenemos que dejar de asumir la sexualidad de le otre (y la propia),
sus gustos, preferencias y tiempos según el género al que
pertenezcan. Quizás alguien con pene después de su orgasmo
“terminó”, quizás no; quizás alguien con vulva quiera seguir después
de tener un orgasmo, quizás necesite frenar… Cuando asumimos
algo sobre nuestra sexualidad o sobre la ajena, lo único que
hacemos es limitarnos/les.
La sexualidad es un espectro, sus tiempos, modos, formas y
placeres van variando. Existen personas con pene sin periodo
refractario o con periodos muy cortitos, así como existen personas
con vulva que después de un orgasmo no pueden seguir de ninguna
manera porque quedan sin energía, o les pasa con algunos
orgasmos y con otros no. Cada persona tiene su propia y única
respuesta sexual, sus propias fases, sus propios tiempos, y la vida
va haciendo, además, que esto varíe, que funcione distinto según
las etapas de la vida, la cotidianeidad, la alimentación, el sueño.
Que no exista erección no quiere decir que no haya excitación, y
que se acabe la erección lo único que quiere decir es que se acaba
la capacidad de reproducirse en una relación sexual entre una
persona con pene y una con vulva. Pero claro que este modelo es la
coartada perfecta para el egoísmo sexual de los varones cis. Con
esa excusa, se autodejaron eximidos de encontrar el modo de que
le otre placeree después de que ellos orgasmean. Y se pierden las
sensaciones postorgásmicas, que pueden ser súper estimulantes y
excitantes.
Por supuesto que un orgasmo puede dejarnos agotades, tanto a
personas con vulva como con pene, y sin ganas de seguir. En las
personas con pene, además, se da un proceso hormonal que puede
dejarlos en un estado de cansancio y somnolencia después del
orgasmo, pero no siempre y no a todas las personas les pasa. Al
patriarcado le vino bien esta excusa para generalizarlo de esta
forma, y enquistarle al varón cis la idea de que después de su
eyaculación no hay nada más que hacer.
Los roces entre los cuerpos post orgasmo, por ejemplo, también
forman parte del sexo, y pueden ser el estímulo para continuar con
la excitación, o no. De todas maneras, aunque todo terminase
después de la eyaculación… ¿la sexualidad se acaba después del
orgasmo? Los besos, los mimos, las risas, las caricias, las
mordidas, el vaso de agua, la respiración agitada, las miradas… ¿no
son parte del sexo en sí mismo? ¿Parte de nuestra sexualidad?
¿Vamos a seguir centrando todo en nuestros genitales?

ORGASMOS Y MULTIORGASMOS
Una de las mayores presiones para las personas con vulva es la
famosa multiorgasmia. Algunas personas después de un orgasmo
pueden seguir y con la misma estimulación tener otro, también hay
personas que uno o dos minutitos después de su primer orgasmo,
dándole a sus genitales un pequeño descanso, pueden (si quieren)
retomar con la estimulación genital. Y hay otras personas que no
pueden. Y nada de eso está mal o bien per se. Lo único que
tenemos que hacer es dejar de asumir que tenemos que funcionar
de una manera determinada, o ser igual a lo que nos contó nuestra
amiga, una revista o una cuenta de Instagram.
Hoy en día circula muchísima información sobre distintos tipos de
orgasmos “femeninos”. En su momento, la discusión fue si el
orgasmo era clitorial o vaginal, como vimos en el capítulo 1.
Después de un muy largo pasado en el que se nos indicaba que el
único tipo de orgasmo posible era el vaginal, o que no teníamos
sentimientos sexuales en absoluto, vamos abandonando ese
mandato, pero lastimosamente, también al mismo tiempo vamos
renovándolo inventando un montón de tipos de orgasmos nuevos
que todes deberíamos vivenciar.
¿Entonces? ¿Los orgasmos son clitoriales? ¿Vaginales?
¿Prostáticos? ¿Cerebrales? Que confusión, ¿no? Montones de
glándulas, órganos, nervios, músculos, ligamentos, cuerpos
eréctiles, tejidos, y, al final, ¿qué es lo que nos da placer? Una
respuesta posible es que todo eso, y nada de eso a la vez.
En el capítulo sobre anatomía vimos que, excepto por el canal
vaginal y el útero, todas las personas tenemos órganos sexuales
que tienen casi los mismos componentes, excepto que quedan
distribuidos de una manera en vulvas y de otra manera en penes. La
gran diferencia —además de la vagina y útero— es que las
personas con pene hacen pis, sienten placer, tienen orgasmos y
eyaculan con su pene, en algo que entendemos como todo un
órgano. En cambio, en las personas con vulva, por diferentes
motivos, todo aparece segmentado en el imaginario social, cuando
en realidad es todo parte de un mismo sistema que se encarga de
nuestro placer, de la reproducción, de orinar y de los orgasmos.
En esta división del placer es donde une piensa que se está
perdiendo de algo, que un estímulo le falta, que siempre hay un
orgasmo mejor que alcanzar, un lugar donde le otre siente placer,
pero une no. ¡Y HAY que llegar!
La oposición vagina/clítoris es el puntapié de muchos mitos muy
instalados. Nos han enseñado a pensar el placer desde conceptos y
estereotipos basados en el género: “a las mujeres les gusta que las
miren a los ojos”, “a los varones que les hablen sucio al oído”; “una
mujer tarda X minutos en calentarse”, “la mujer es más sentimental,
necesita tantos minutos de previa”, “el varón es más visual que la
mujer”. Son todos estereotipos de género, generalizaciones. La
manera en que vos encontrás tus orgasmos, lo que te excita, lo que
te calienta, los tiempos y estímulos que necesitás y las maneras en
que percibís tus orgasmos son diferentes a los de cualquier otra
persona. Por eso muchas veces la bajada de línea de cómo tiene
que ser el sexo es muy contraproducente, porque puede haber a
quien eso le sirva, pero siempre hay alguien a quien deja
confundide. Un ejemplo de esta confusión es la clasificación de los
orgasmos como vaginales versus clitoriales, que veremos más
adelante.

LA PENETRACIÓN NO LO ES TODO. (¡Y A


VECES, ES MUY POCO!)
Si le preguntamos a las personas qué es coger, la gran mayoría van
a responder con palabras referidas al coito: la penetración, pene-en-
vagina (o ano). Y esta idea generalizada nos condena a la
confusión. Si nos queremos reproducir (alguien con pene y alguien
con vulva), sí, es lo que tiene que pasar. Pero la penetración es una
opción dentro de un infinito de maneras que tenemos para
relacionarnos sexualmente.
Según un estudio de la Universidad de Indiana de 2015, sobre 1.055
mujeres, (106) solo un 18% de ellas encuentra sus orgasmos con
penetración exclusiva, sin ningún tipo de estimulación en la parte
externa del clítoris. El restante 82% dice necesitar estimulación
externa para orgasmear, sí o sí. Puede ser combinada con la
penetración, o puede ser exclusivamente externa.
Yo quise extender un poco las opciones de ese restante 82%, así
que hice una encuesta en la red social Instagram, que es un medio
bastante limitado para encuestar, pero que nos puede dar una idea:
sobre 1.860 personas que respondieron la pregunta sobre qué las
lleva a orgasmear con más facilidad, 8% respondió que la
penetración exclusiva, el 14% respondió que lo que la lleva al
orgasmo es el sexo oral… y el 77% respondió que orgasmea con
mayor facilidad cuando frota su vulva contra otras partes del cuerpo
o diferentes objetos, lo que yo llamo “vulvanizar”. Después pregunté
de qué otras formas orgasmeaban y que la encuesta no expresaba.
Hubo respuestas sobre comida, muchas sobre estímulo en los
pezones, sexo anal, mordidas de cuello, dolor, lamidas de pies,
dándole placer a une otre, tensionando los músculos de las piernas,
etc.
La conclusión de esta encuesta es que la penetración lleva al
orgasmo a un muy pequeño porcentaje de personas con vulva. Por
supuesto, esto no quiere decir que no se disfrute de esa práctica,
pero tampoco que sea el único disfrute para todes como nos
enseñaron.
Entre las personas que orgasmean/placerean con penetración, un
pequeño porcentaje lo hará con la penetración muy profunda, otras
solo con la puntita, otras con una penetración fuerte, dura y rápida,
otras con una suave y lenta. Así como otras orgasmearán con el
contacto mano-clítoris, o lengua-clítoris, lengua-vulva completa, o
frontando su vulva contra otras partes del cuerpo, como tetas,
piernas, muslos, genitales. O sin tocarse los genitales, solo
tensando las piernas, presionando los pezones, presionando el
Monte de Venus contra algo, solo boca arriba, solo boca abajo, solo
con juguetes, solo con almohadones… Somos todes distintes.
Hay personas que aún no orgasmearon nunca. El problema
generalmente es el modelo sexo=pene-en-vagina, la falta de
educación sexual y los ambientes de negatividad sexual en los que
crecimos. Estos factores nos limitan, nos coartan, nos trauman. Lo
tenemos tan enraizado como sociedad que todo lo que salga del
coito lo vemos raro.
Un ejemplo personal: una vez un varón cis me vio orgasmear
frotándome contra su muslo y su cola, y me dijo que yo cogía así
“porque era lesbiana”. No tengo ningún problema con la etiqueta y a
veces de hecho me identifico así, pero es terrible la mirada, la
limitación, la idea de que nuestras prácticas sexuales determinan
nuestra orientación sexual. Como si coger con el cuerpo entero
fuese algo exclusivo de las relaciones sexuales entre dos personas
con vulva. Estamos tan confundides, tan encerrades en que la
penetración lo es todo, que no podemos ni ver que coger con el
cuerpo entero puede ser tan placentero como la combinación
genital-genital (¡o más!).
Tantos años de ver en películas orgasmos pasionales que vienen
desde la penetración, tantos siglos de ciencia y medicina patriarcal,
formaron el mito de que hay una única manera “correcta” o “mejor”
de tener sexo: una especie de fijación colectiva en lo genital que no
nos da lugar al juego, a la exploración, al erotismo, a la duda, a las
pruebas y errores. Cuando dejamos ir la idea de que existe una sola
forma de encontrar placer y/o orgasmos, se nos abren las puertas a
placeres infinitos, tengamos lo que tengamos entre las piernas,
tengamos sexo con quien lo tengamos.
Cuando nos concentramos en las sensaciones, en lo erótico, en lo
estimulante, y dejamos de pensar en lo mecánico y en el objetivo (la
erección, la posibilidad de penetración, el orgasmo y la
performance), la sexualidad se vuelve una fiesta y deja de ser la
coreografía que nos enseñaron.
En la encuesta que hice, quedó muy claro que un gran porcentaje
de nosotres orgasmeamos frotando nuestros genitales contra cosas.
Dentro de este 77%, hay mínimos porcentajes de todas las opciones
habidas y por haber. Frotar la vulva contra otra vulva, contra manos,
brazos, piernas, muslos, culos, penes, tetas, panzas, dildos de
vidrio, de piedra, de plástico, vibradores, almohadas, el colchón
mismo, rodillas, caras, cuerpos, etc. ¡Y no existe una sola palabra
en nuestro diccionario para llamar al acto que hace que la inmensa
mayoría de las personas con vulva orgasmee!
Sencillamente no existe. Yo le digo “vulvanizar” porque así surgió
una vez en un taller. Otras personas que trabajan con sexualidades
le dicen de otras maneras, pero no hay una palabra universal ni
oficial para describirlo. Y a esta altura ya sabemos que si no lo
mencionamos, si no lo vemos en el porno, si no lo vemos en el cine
o en las series, si no lo vemos representado en ningún lado, lo más
habitual es creer que eso no existe, que está mal, y sentir culpa o
vergüenza.
Muchas veces a estas prácticas se las llama “la previa”, “el juego
previo”, “los preliminares”. Nuestra sociedad nos las presenta como
una invitación al sexo, y no como el sexo en sí mismo. Y nos
enseñan que “la previa” es algo opcional, no es obligatoria, es algo
anterior al sexo que quizás hacemos, quizás no, y que muchas
veces en los vínculos deja de hacerse con el paso del tiempo, o
nunca se hace. Ese nombre también sitúa estas prácticas al inicio
del encuentro sexual, y quizás vos lo necesites en el medio, o al
final, o cuando sea. Todas las formas que tenemos de relacionarnos
sexualmente son válidas, no hay una mejor o más importante, o más
correcta, o más “natural”.
Repito una frase de Leonore Tiefer que es el título de su libro y ya
vimos antes, pero que a mí me conquista cada vez que la leo: “El
sexo no es un acto natural”. Tenemos enquistada en lo más
profundo de nuestra sociedad la idea de que las formas de tener
sexo que vemos en los medios hoy en día son la manera “natural”.
Pero la sexualidad, en realidad, es un constructo social, va mutando,
se va transformando, avanzando y retrocediendo según los
estándares del momento. En este libro —carísimo, mega polémico,
difícil de conseguir… ¿por qué será?— Tieffer nos pregunta: si el
sexo no es un acto natural, un hecho biológico, un universal
humano, entonces, ¿qué es?
Para esta investigadora, el sexo es un concepto, con definiciones
muy cambiantes y de raíces profundas. Compara la sexualidad con
la gelatina, diciendo que ambas carecen de forma sin un
contenedor. Y que una vez que el contenedor ya les dio su forma, es
bastante difícil volver a moldearlas. En el caso de la sexualidad, la
moldea un recipiente sociocultural, con una intención y una
regulación.
Yolanda Domínguez, una artista visual española experta en
comunicación y género, escribe en su libro Maldito estereotipo que
el origen del término “estereotipo” está en las técnicas de
reproducción tipográficas: el estereotipo era un molde de plomo que
se usaba en la imprenta para fabricar copias idénticas. También
demuestra que la preocupación y el miedo a ser juzgades
incrementa nuestro nerviosismo y dificulta que podamos pensar y
actuar con claridad, y puede hacer que terminemos cometiendo
justamente el error que tratamos de evitar. Ella no habla de
sexualidad puntualmente, pero creo que esto aplica perfecto al sexo:
la preocupación y el miedo a no encajar en el molde de la
sexualidad es lo que muchísimas veces nos lleva a perder el norte
del encuentro sexual (¡el placer!) y a solo preocuparnos por hacer lo
que es socialmente correcto y entrar en loops de ansiedades y
nerviosismos destructivos.

ORGASMO VAGINAL, ORGASMO


CLITORIAL… UNA DISCUSIÓN OBSOLETA
El orgasmo vaginal carga con una mochila histórica pesadísima. Ya
lo leíste en el primer capítulo: siglos de miedo, desinformación,
pudor, culpa, vergüenza. La importancia del orgasmo vaginal se
ancló tanto durante el siglo XX que la imposibilidad de alcanzar un
orgasmo a través de la penetración vaginal estuvo por muchos años
en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
(DSM por sus siglas en inglés), un manual de psiquiatría que se usa
mundialmente para reconocer y tratar enfermedades mentales, ¡y
recién se dejó de considerar un trastorno mental en 1954!
La discusión orgasmo vaginal/orgasmo clitorial en esos términos, no
tiene ningún sentido. Todos nuestros orgasmos son clitoriales, o
clitovulvourovaginales. Nuestro órgano sexual principal es el clítoris
completo, externo e interno. Podés tener un orgasmo mientras te
chupan los pezones, o te acarician los pies, pero lo fisiológico va a
estar sucediendo siempre en el sistema clitorial, que está adentro de
tu cuerpo, todo lo que vimos en el capítulo sobre anatomía: el clítoris
se erecta, acumula tensión, la libera a través del orgasmo, sea lo
que sea que esté pasando en tu cuerpo, y te estés/estén
estimulando el lugar que sea. Los orgasmos son del cuerpo, del
cerebro, del clítoris si querés. Si lo importante es el placer, ¿qué
importa qué lugar está siendo estimulado?
Todavía no está claro, como vimos en capítulos anteriores, cuán
sensible es la vagina en sí misma. No existen estudios recientes, y
sí hay muchas discusiones al respecto. Puede ser que tenga poca
sensibilidad, pero esto no quiere decir que sea una zona que no
siente, sino que la sensibilidad que puede llegar a tener (o no tener)
se la dan las partes adyacentes del sistema clitorial, las que están
en contacto con la vagina misma. Las personas que necesitan de la
penetración para orgasmear igualmente tienen orgasmos clitoriales,
porque durante la penetración se están estimulando los bulbos del
clítoris, la próstata y todas las distintas zonas que rodean la vagina.
Y sin embargo miramos desde un lente falocéntrico la sexualidad
por tanto tiempo, que todavía hoy, pleno siglo XXI, nos estamos
cuestionando por qué algunas personas no tienen orgasmos
vaginales. Existen aún muchas personas que no saben siquiera que
tienen un glande de clítoris y creen que su placer tiene que estar
localizado solo dentro de la vagina, lo veo constantemente en las
redes sociales y en mis acompañamientos y talleres. Y eso es muy
frustrante, porque muches no encuentran el placer ahí, y esa es la
puerta de entrada a sentirse anorgásmique o disfuncional al sexo, y
a empezar a sobrepensarlo y a no disfrutarlo.
Un gran porcentaje de las personas con vulva orgasmea con el
contacto con el glande del clítoris, la parte externa. Y el pequeño
porcentaje que orgasmea con la penetración es porque a través de
ella le son estimuladas partes internas del sistema clitorial. A través
del estímulo dentro de la vagina, se estimulan otras zonas. También,
al frotar la vulva contra objetos, u otro cuerpo, no estamos frotando
solo el glande del clítoris, estamos estimulando todo el sistema.
Muchas personas, para orgasmear, necesitan presión en la zona
pélvica, o presión en los genitales, y ahí se está estimulando el
sistema clitorial entero. La locura es que nos importe de dónde viene
el orgasmo. No veo a nadie preocupade por si el orgasmo de una
persona con pene es de su glande, de su tronco, del borde de la
uretra, o de lado izquierdo.
Desde que empecé a trabajar con sexualidades, hay una pregunta
que recibo constantemente. Nunca jamás respondí tantas veces a lo
mismo: “No llego al orgasmo durante el sexo (o no siento nada
durante el sexo), necesito masturbarme mientras tanto. ¿Qué me
pasa?”. ¡Hay tanto daño del patriarcado y machismo en esa sola
frase! Veamos:
”No llego”: al orgasmo no llegamos, no es la meta de la
sexualidad, es una etapa, que puede darse o no darse.
“Durante el sexo”: solo se entiende como sexo la penetración,
cuando todo lo que hagamos durante un encuentro sexual es
sexo.
“Necesito masturbarme”: seguimos arrastrando el concepto
antiquísimo de que el clítoris es masturbación y la vagina el sexo
en sí mismo. El clítoris es, junto con nuestro cerebro, nuestra
mayor fuente de placer y estímulo, encontrar la manera de
estimularlo durante el encuentro sexual con otre, no significa
estar masturbándonos. Las prácticas sexuales no determinan el
límite entre masturbarte y coger.
Hoy día, de a poquito, dentro de los feminismos ya está bastante
implantada la idea de lo clitorial sobre lo vaginal (aunque si nos
corremos de esta burbuja es muy difícil verlo de esta manera), pero
lamentablemente estamos inventando nuevos mandatos. El sistema,
el patriarcado, nos siguen necesitando infelices y desinformades y
nos siguen repitiendo que hay un funcionar correcto para orgasmear
y placerear. Pareciera ser, como un nuevo mandato, que con solo
apretar el botón mágico del clítoris el orgasmo tiene que darse.
Y ahí caemos de nuevo en las frustraciones: hay personas a
quienes que les toquen el glande del clítoris les resulta abrumador o
no le gusta; hay otras que necesitan presionar, por dar un ejemplo,
la pelvis, la panza, la vulva entera, la vagina; hay personas a las que
las enciende que les muerdan el cuello, tener una conversación
interesante, mirar a le otre haciendo algo, que les hablen, escuchar,
ver o pensar en algo para orgasmear, que les aten, que les den
órdenes, personas que solo pueden orgasmear con presión manual,
o lenguas, o vibradores, o almohadas, o sillas… La lista es infinita. Y
siempre volvemos a lo mismo: ¡lo que sea que necesites para
orgasmear está bien!

SALTANDO DE UN MITO AL OTRO


Pasamos de asumir que el orgasmo era vaginal para asumir que
ahora todo pasa por el clítoris… con mucho énfasis en el glande del
clítoris, además; es decir, en general, lo más visible. Para
muchísimas personas el glande del clítoris es el responsable del
orgasmo, pero también puede ser cualquier otra parte del cuerpo, e
incluso la vagina. Quizás lo que no funcione en la vagina sea el
bombeo constante de una penetración, pero la exploración vaginal
con dedos puede ser de lo más interesante: los dedos son mucho
más versátiles, podemos elegir su grosor, probar si metemos uno,
dos, tres… podemos elegir su curvatura y presionar contra las
distintas zonas, podemos darle libertad a la persona que está siendo
estimulada para que se acomode de distintas formas que nos
permitan explorar. ¡Podemos hacer de todo!
Muchos posteos y memes que veo sobre la importancia del clítoris,
a veces son también muy estereotipados. Tanta representación de
nuestra vulva en forma de peluche, tanto dibujito inocentón, tanto
grafiquito que muestra al glande del sistema clitorial como un
botoncito o un porotito, lleva a que algunas personas que tienen el
glande muy, muy chico no puedan identificarlo.
“Yo no tengo clítoris”, me han dicho muchas veces en el taller, y
entendí que el glande no es un punto tampoco: es un área, y
presionarla puede ser muy placentero. Por otro lado, no todo el
mundo va a encontrar placer o sus orgasmos ahí. Es cierto que una
gran mayoría de las personas con vulva disfruta de la estimulación
en el glande del clítoris, y tras tantos siglos de silencio al respecto
es lógico que queramos salir a gritarlo a los cuatro vientos, pero
tampoco caigamos en el mandato de que ahora es obligatorio para
todes sentir placer u orgasmear con ese estímulo.
En un acompañamiento, una vez une consultante me dijo que a elle
le dolía el estímulo en el glande, que prefería otras cosas (en su
caso, su estímulo favorito era vaginal-manual), entonces se me
ocurrió preguntar en Instagram: “¿En qué situación te duele el
glande del clítoris?”. De 1.541 personas, el 18% respondió que
nunca le duele, el 12% respondió que SIEMPRE le duele, el 44%
que le duele después del orgasmo, el 26% cuando todavía no están
excitades.
Ese 12% de personas a quienes siempre les duele estimular el
clítoris, que a veces les gusta el estímulo alrededor del glande,
arriba, abajo, a un costado, con la ropa interior o la ropa puesta o
que directamente no les gusta el contacto con toda el área clitorial,
son muchas personas. ¿Qué les pasa cuando se afirma que todo
nuestro placer pasa por ahí? Son les nueves frígides.
Otro ejemplo de cómo saltamos de un mito a otro es el tema del
punto G. Ya viste en el capítulo de anatomía que somos todes
distintes en esa zona (¡y en todas!) y que no a todes nos gusta en el
mismo lugar, ni con la misma presión, ni de la misma forma. Sin
embargo, constantemente veo a especialistas dando “consejos para
estimular el punto G”. El problema siempre es la estandarización del
placer, la receta, la única representación, la falta de conciencia de la
diversidad.
Otro tema es la cantidad de publicaciones que hablan de un mapa
de orgasmos posibles para todas, orgasmos del punto A, U, G,
clitorial, anal , vaginal, etc… Generalmente cuando se hace toda
esta división de “puntos”, no se tiene en cuenta que cada persona
con vulva tiene su propia diagramación, puede que lo que llaman
punto U (cerca de la uretra) a mí me encante y me haga orgasmear,
pero puede que a vos te funcione mejor otra zona, que no sea algo
tan puntual, sino algo más difuso, o más adelante del punto, o más
atrás, o que no te guste para nada.
Y ahí empiezan los problemas, porque esto no se aclara, al
contrario, se dice que todes quienes tenemos vulva somos capaces
de orgasmear de esas maneras. Nos cuentan tips, distancias,
formas, modos… Las preguntas que llegan a mi taller o a mis
acompañamientos al respecto son siempre las mismas: “¿Por qué
yo no tengo orgasmos en tal punto o de tal forma?”, “Ya hice todo lo
que explicó X, pero no me sale, seguro tengo algo mal yo”, “¿Por
qué no squirteo?”, “¿Por qué no puedo tener más de un orgasmo?”,
“¿Por qué no encuentro mi punto G?”, “¿Por qué no siento nada en
tal zona?”, “¿Por qué yo no tengo orgasmos?”.
El orgasmo es uno, no depende de qué lugar es estimulado, y no
todes lo encontramos de la misma manera. Pensamos demasiado
en el orgasmo, y le damos demasiada importancia: vivimos en una
sociedad tan concentrada en el fin, en el objetivo, en el éxito y en el
desempeño que muchas veces sentimos que si no tenemos un
orgasmo fallamos en el encuentro, o nos falta algo.
Pero el orgasmo es solo una instancia del encuentro sexual, que
puede darse o no, no es el objetivo. Cuando nos centramos tanto en
él, muchas veces nos olvidamos de disfrutar todas las sensaciones
previas y posteriores al orgasmo, todos los sabores, los olores, las
sensaciones físicas, las texturas, los sonidos, las sensaciones
visuales, las formas y las vueltas del encuentro sexual. Que a veces
pueden ser más placenteras que un único momento de éxtasis.
Ojo, no estoy diciendo que el orgasmo no importa, la sociedad nos
hizo sentir a quienes tenemos vulva, por siglos, que nuestro
orgasmo no era tan importante. Lo es, es importante: tan importante
como el de le otre, pero no siempre todo tiene por qué conducir a él.
Y no todos van a ser la explosión de fuegos artificiales que nos
enseñaron. Así como no todos los libros que leíste van a ser los
mejores, los que te rompieron la cabeza, ni todas las pelis, ni todos
los recitales, ni discos, ni salidas.
Creo que al orgasmo hay que olvidarlo, hay que sacarlo de nuestra
cabeza, tirarlo a la papelera de reciclaje y desnudarnos para
disfrutar de todo lo que la sexualidad puede proponernos, que es un
montón. Jugar, entregarnos a lo sensorial es de lo más importante,
poder soltarnos ante lo que nuestro cuerpo puede sentir,
reconocernos en ese goce, en ese placer, y no estar pensando en
llegar a ningún lado, disfrutar de nuestro placer y del ajeno, hacerlo
propio… ¡Disfrutar del placer ajeno puede desencadenar las
sensaciones más placenteras!
El orgasmo puede que suceda, y eso va a estar buenísimo, pero
también puede que no, y si nos concentramos en todo lo demás que
hace al encuentro, también va a estar buenísimo. Si pasamos a
pensar en coger como una experiencia sensorial, donde el foco es el
placer, el orgasmo no tiene por qué ser el final del encuentro sexual,
ni siquiera tiene por qué ser el punto de mayor placer en un
encuentro. A veces un orgasmo es el principio: algunas personas
prefieren orgasmear rapidísimo y después continuar más relajades,
a veces podemos orgasmear una vez y no querer seguir, a veces
podemos orgasmear y seguir y tener varios orgasmos más, u
orgasmear y seguir pero no tener ningún orgasmo más. Podemos
elegir llevarnos la calentura de un encuentro con otre para
orgasmear en casa. Podemos preferir llegar a momentos de placer
muy intenso y sostenido por un buen rato, que no nos permita
orgasmear. Podemos todo.
Hay personas que cuando orgasmean se ríen, o lloran, se quedan
quietas o se mueven sin parar, tienen espasmos, gritan, se quedan
en absoluto silencio. O personas a las que les pasan esas cosas en
alguna etapa de sus vidas. Así como no hay una forma de vulva,
una sexualidad “femenina”, creo que deberíamos dejar de creer que
hay un orgasmo. Cada persona los experimenta a su propia y única
manera.
¿Cuántas veces escuchaste que el orgasmo “femenino” es
complejo, difícil, un misterio? El orgasmo es una experiencia tan
subjetiva y tan personal que la sensación se vuelve indescriptible.
Eso no quiere decir que sea ni incomprensible ni complejo.

LA BRECHA ORGÁSMICA
En este apartado voy a hablar de manera binaria y cissexista,
porque así está comunicado el estudio de los Archivos de
Comportamiento Sexual de Estados Unidos —las publicaciones
oficiales de la Academia Internacional de Investigación Sexual—
que quiero mencionar sobre el tema orgasmos. (107)
Sobre 52.588 personas de variados intereses sexuales, (108) este
estudio realizado en Estados Unidos en 2017 arroja los siguientes
resultados sobre quiénes orgasmean usualmente cuando tienen
encuentros sexuales con otre:
El 95% de los varones heterosexuales.
El 89% de los varones homosexuales.
Un 86% de las mujeres homosexuales.
Un 65% de las mujeres heterosexuales.
Este estudio contó con muchísima exclusividad heterosexual, la
cantidad de personas homosexuales entrevistadas es bajísima al
lado de las hetero y habla únicamente de personas en vínculos
estables, monógamos y de entre 18 y 65 años. (Me encantaría
mostrarte uno donde también se incluyan personas transgénero,
viejas, solteras, no monógamas, pero no existe).
La cuestión es: ¿por qué sucede esta brecha en los orgasmos?
¿Por qué tan marcada diferencia entre las mujeres lesbianas y
heterosexuales? ¿Por qué un 35% de las mujeres hetero no
orgasmean en los encuentros sexuales con sus parejas y en cambio
solo un 14% de las lesbianas pasa por esa situación? ¿Cómo puede
ser que tantas mujeres no encuentren sus orgasmos y los varones
casi no tengan problema en esa área?
Esto se debe a muchos factores: nuestra sexualidad,
históricamente, nunca fue estudiada. Estuvo (y está aún) llena de
mitos, desinformación, negligencia, mentiras y represión y a
nosotres, quienes fuimos socializades como mujeres, nos educó
alguna mujer, y a esa mujer, otra; y a esa, otra; y cuantas más
generaciones para atrás vamos, más represión sexual sobre
nosotres hubo.
La poca importancia que se le dio por siglos al clítoris también tiene
mucho que ver. Los condicionamientos sociales y culturales que nos
moldean como objetos dadores de placer, pero nunca como sujetos
con derecho al goce influyen, claramente, muchísimo en nuestra
sexualidad. Los estereotipos de género en las prácticas sexuales,
los estándares de belleza, las violencias sexuales, etc…
Pero más allá de la historia, creo que también hay otros motivos.
Creo que las claves para encontrar los mejores orgasmos/placer
está en conocerse, quererse, mirarse, observarse sexualmente,
masturbarse y saber comunicarse. Claro que ninguna de estas
cosas nos fue permitida nunca. No solo no se nos incentivó a ello:
se nos indicó, se nos mostró, que la persona con vulva deseosa,
convencida de lo que quiere, es una loca. Pensá en todas las
películas con las que crecimos. Siempre la sexy, audaz y
determinada es la mala, o la psicópata, o la loca, o la ridícula, o
tiene algún problema…
Estoy convencida de que si no sabemos ni qué tenemos entre las
piernas, qué capacidades tiene y cómo estimularnos, no podemos
compartirnos con otra persona tan felizmente como quisiéramos
(puede que sí, pero sería una cuestión muy azarosa). La
masturbación es la clave para eso, ya lo veremos en el próximo
capítulo en detalle. Porque como cada persona tiene el placer
organizado de manera propia, no hay nadie más que une misme
para saber lo que se quiere en la cama, para pedirlo, y así poder
sentirlo.
Las personas socializadas como varones suelen llegar a su primer
encuentro sexual con muchas ventajas: por un lado, tienen
habilitado el conocerse, tocarse sus genitales, mirarlos, observarlos;
y, por otro, tienen permitida (no en todos los casos, pero sí en
mucha más proporción que nosotres) la autoexploración.
En nosotres la masturbación no es algo visible. Y menos cuando
éramos niñes: no se habla de la masturbación de las personas con
vulva, no se menciona. Por eso muchas llegan a no masturbarse (o
solo empiezan a hacerlo cuando arrancan su vida sexual con otras
personas) o si lo hacen, lo hacen con culpa, o miedo.
Todo esto nos lleva a encontrarnos siempre con un mayor nivel de
conflicto en nuestra sexualidad, a no entenderla, a no saber qué
tiempos, qué estímulos, y que movimientos necesitamos. Y a
esperar que lo sepa la otra persona. Si bien la bajada de línea fue
siempre esa, que es el varón hétero cis el que sabe lo que te gusta
a vos, nunca vos misme, somos nosotres les reponsables de
nuestros orgasmos.
Y ¿por qué la brecha entre “mujeres hetero” y lesbianas? Esto tiene
varios motivos: el sexo entre dos personas con vulva no es
representado en casi ningún lado (al menos no correctamente), por
ende no hay un “guion” que establezca un orden, o las prácticas
aceptables. Esto hace que sea más sencillo correrse de la norma y
disfrutar. Aunque existen, por supuesto, excepciones, porque todes
fuimos socializades como heterosexuales, y a veces la heteronorma
queda impuesta también en otros modos de relacionarse
sexoafectivamente.
Por otro lado, el sexo entre dos personas con vulva entiende de
turnos, entiende que un rato le toca a une, y otro rato a le otre (o
quizás un día le toca a une y otro día le toque a le otre) y esto es
algo que a la heterosexualidad le cuesta incorporar. Es lógico:
crecimos mirando en la tele a gente que tenía orgasmos
simultáneos siempre, encuentros en los que ambos mueren de
placer ante una penetración rápida y sencilla de cinco minutos.
También en el sexo entre dos personas con vulva hay menos miedo
y eso nos lleva a soltarnos más: las violaciones, abusos y acosos
suelen venir de la mano de varones.
Necesitamos empezar a coger con más libertades, con más
entregas, con menos miedos, con menos vergüenzas, con el cuerpo
entero. Y, por sobre todas las cosas, disfrutar y valorar las
sensaciones previas al orgasmo.

ORGASMEAR/NO ORGASMEAR
Entonces, si aproximadamente un 30% de nosotres no tiene
orgasmos, ¿qué onda? Hay personas que no tienen orgasmos, y
eso no quiere decir que no disfruten de la sexualidad. Hay algunas
que solo los tienen cuando se masturban —eso no quiere decir que
no disfruten de coger con otres—, y hay otras que solo orgasmean
con otras personas, eso no quiere decir que no disfruten de
masturbarse. Tenemos encuentros sexuales y nos masturbamos
para placerear, no para orgasmear: cuanto más te corras de la idea
del orgasmo como un fin, mejor la vas a pasar. Estar pensando en
un orgasmo es lo que más complica que suceda: es como tratar de
recordar una canción que no nos sale, cuanto más la pensás, más
difícil es recordarla. Y de golpe, cuando te olvidás y estás pensando
en otra cosa… ¡Boom! Ahí viene.
A medida que fui ampliando mis prácticas sexuales, descubrí que a
veces no orgasmear puede ser de lo más interesante, siempre que
podamos conectar con el placer. No quiero de ninguna forma
menospreciar el malestar o hasta angustia que puede llegar a sentir
alguien que no orgasmea. Y, además, ¿cómo saber si
experimentamos un orgasmo o no? Si la única referencia está en los
medios, el porno, el cine... Pero los orgasmos de muchísimas
personas no se parecen a eso, o no siempre: a veces son suaves,
confusos, tranquilos, prolongados.
Las consecuencias de la cantidad de siglos de menosprecio de
nuestro placer son devastadoras. Nos trataron de frígides, de
anorgasmiques, de anormales, de ninfómanas, de personas sin
sentimientos ni sensaciones sexuales.
La gran mayoría de nuestros problemas sexuales podrían resolverse
con información (¡y con la caída del patriarcado!), porque el
problema no es personal, es social. De todas maneras, no en todos
los casos, porque las cosas que nos formatean desde la niñez a
veces están demasiado arraigadas, pero sí estoy segura de que en
muchísimos casos se puede. Lo veo en cada uno de mis
acompañamientos.
Recuerdo muy especialmente acompañar en el camino hacia su
primer orgasmo a una mujer de 72 años. Su marido le había
devastado la autoestima, y al fallecer él, decidió trabajar en
reencontrarse con ella misma. Trabajamos por meses, hablamos,
nos sacamos tabúes (ella a mí, yo a ella), nos mostramos las vulvas,
nos olvidamos de la idea de que el orgasmo y el placer tenían que
venir de une otre… y un día me llamó desarmada en llanto:
masturbándose había tenido su primer orgasmo. Me habló del
tiempo perdido, y yo le hablé del tiempo ganado.
También a parejas/vínculos de todo tipo, en donde se habían
establecido muy tácitamente formas y modos que no favorecían a
ningune, pero se seguían repitiendo porque era lo aprendido, porque
“así funciona el sexo” y porque “de eso no se habla”. Sentades
conmigo, empezaron a hablar, a vomitar las lógicas impuestas, y a
crear una nueva manera de sentir placer.
Y personas que sentían vergüenza de reconocer que cierta práctica
sexual era la que les llevaba al orgasmo, entonces nunca
orgasmeaban, porque “esa forma jamás la vi, es rara, no es normal”.


La gran mayoría de nuestros
problemas sexuales podrían
resolverse con información (¡y
con la caída del patriarcado!),
porque el problema no es
personal, es social.
Queda clarísimamente demostrado cuán funcional es todo esto al
sistema. Leonore Tiefer, en A New View of Woman’s Sexual
problems, cuenta que con la invención del Viagra masculino, se
pusieron en la mira los “problemas sexuales” de las mujeres,
entrando en una competición por el Viagra femenino…, pero los
problemas sexuales de las mujeres difieren de los de los varones en
puntos básicos, que no están siendo estudiados y mencionados. A
saber:
Una falsa noción de equivalencia de la respuesta sexual entre
hombres y mujeres, basada en un patrón originalmente descrito
por Master y Johnson en 1966/1970, donde se concluyó que los
desórdenes sexuales deben ser similares. Tiefer y la psiquiatra
Rosemary Bason lo discuten demostrando claramente que las
mujeres no encajan del todo en la respuesta sexual descrita por
esos investigadores. El énfasis en las similitudes genitales y
psicológicas entre varones y mujeres ignora las implicancias de
las inequidades de género, clase social, etnia y orientación
sexual; y que las condiciones sociales, políticas y económicas —
que incluyen la violencia sexual— limitan el acceso de las
mujeres a la salud, el placer y la satisfacción sexual.
El borramiento del contexto relacional o vincular de la sexualidad.
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
(DSM por sus siglas en inglés) se saltea los aspectos relacionales
de la sexualidad de las mujeres, que suelen ser una de las raíces
de los problemas de insatisfacción sexual (querer complacer,
miedo a ofender, perder o enojar, la constante presión por gustar,
etc.). El DSM usa una mirada exclusivamente individual del sexo
y asume que si todas las partes funcionan, no debería haber
problemas. Es imposible tratar o medir los problemas sexuales
sin tener en cuenta la relación en la que el sexo sucede.
La nivelación de las diferencias entre mujeres: no todas las
mujeres somos iguales, ni tenemos el mismo nivel de
necesidades sexuales. Cada mujer tiene sus diferentes valores,
miradas de la sexualidad, y trasfondos sociales y culturales, y
estas diferencias no pueden ser reducidas a una sola noción de
disfunción y tratamiento.
En vez de indagar en estas categorías, la ciencia está
“obsesionada” con encontrar una cura única, física, que “arregle”
los genitales. Que obviamente nos van a vender en la farmacia…
Pero no hay una pastilla mágica que arregle los problemas
socioculturales, políticos, psicológicos y sociales de las personas
socializadas como mujeres.

EL MODELO HETEROSEXUAL
Uno de los temas con los que más me encuentro en los
acompañamientos (y en las redes sociales) tiene que ver con una
problemática estrictamente heterosexual que ya vimos: persona con
pene orgasmea y se acaba el sexo.
Así nos lo enseñaron, pero no tiene por qué ser así. De hecho, que
sea así colabora un montón con nuestra falta de orgasmos. El sexo
pene-en-vagina nos hace sentir que una vez que el pene eyaculó ya
no hay posibilidades de continuar con el encuentro. Sin embargo
todas las demás prácticas son posibles: si la persona con pene
eyacula primero, igual tiene manos para tocar, boca para chupar u
ojos para mirar (si quien no orgasmeó quiere mostrarse), o quizás
pueda usar algún juguete si es lo que la otra persona quiere.
Cuando establecemos esto, se aflojan muchos mandatos que hacen
que las cosas no fluyan. Si yo sé que con la eyaculación peneana se
acaba todo, probablemente esté pensando en orgasmear más o
menos rápido para no perderme la posibilidad. Si la eyaculación no
es el fin, la persona con pene puede relajarse mucho más: no tiene
que aguantarse de orgasmear o pensar en si la otra persona
orgasmeó o no, y después de hacerlo puede continuar (si su
compañere sexual así lo desea) en la búsqueda del placer ajeno,
que quizá hasta pueda desencadenar una nueva excitación. Y la
persona con vulva puede relajarse también, sin estar pensando en
orgasmear rápido para no quedarse sin orgasmo.
Es importante aclarar que el orgasmo en simultáneo es bastante
difícil que suceda, siempre digo que es como un eclipse: para que
pase se tienen que alinear un montón de cuestiones.
Para concluir: el propio placer solo puede descifrarlo une misme, en
base a sus sensaciones y sentimientos. No se puede medir,
comparar ni contabilizar, y, por sobre todas las cosas, no se puede
cerrar a todas las personas con vulva a una sola manera de gozar,
porque todas estamos configuradas de diferentes maneras, físicas,
mentales, fluctuantes y cíclicas.
Crecimos bajo un modelo coito y heteronormado, con miedo, con
culpa, con asco, con abusos, con violaciones sobre nuestro sexo, y
eso llevó a altos porcentajes de personas insatisfechas con su
sexualidad, sin orgasmos, sin placer. Nadie puede decirnos cómo
gozar, es hora de que derribemos esa construcción impuesta sobre
el placer y armemos nuestro propio y único modelo de sexualidad,
de encontrarnos sexoafectivamente y de desear.


No se puede medir, comparar ni
contabilizar, y, por sobre todas
las cosas, no se puede cerrar a
todas las personas con vulva a
una sola manera de gozar,
porque todas estamos
configuradas de diferentes
maneras, físicas, mentales,
fluctuantes y cíclicas.
105. Wilhelm, R. (1973). The function of the orgasm: Sex-economic problems of
biological energy. Farrar, Straus and Giroux. Nueva York.
106. Debby Herbenick et alt. (2019). “Feeling scared during sex”, en Journal of Sex &
Marital Therapy, 45 (5), 424-439.
107. David A. Frederick et alt. (2017). “Differences in Orgasm Frequency Among Gay,
Lesbian, Bisexual, and Heterosexual Men and Women in a U.S. National Sample”, en
Archives of Sexual Behaviour, 47(1), 273-288
108. 52.588 hombres y mujeres de EE. UU., que cumplían con los criterios: 18-65 años;
que hubieron completado la encuesta completa en NBC News; que indicaron estar:
casades, re-casades, en concubinato, saliendo/viendo a una persona; que aseguraron
haber mantenido intimidad en el último mes. Edad promedio: 37,2 años para mujeres;
42,4 años para hombres. Hombres: 27.034 Mujeres: 25.554. Hombres heterosexuales
(N= 26.032), hombres gay (N= 452), hombres bisexuales (N= 550), mujeres lesbianas
(N= 340), mujeres bisexuales (N= 1112), mujeres heterosexuales (N=24.102) y No
recolectaron datos del género de sus parejas sexuales.
- CAPÍTULO -

LA SEXUALIDAD INDIVIDUAL: LA
PAJA ES SEXO
La mayor parte de los diccionarios definen a la masturbación
como “la estimulación de los genitales propios o ajenos, con
manos, objetos o juguetes”, y al sexo como un conjunto de
actividades y comportamientos relacionados con el placer
sexual, que socialmente suele estar ligado directamente al
coito. Entonces, ¿la paja es sexo?
Esa pauta, precisamente, es la que nos separa y nos hace entrar en
conflicto. Creo firmemente que hay que redefinir las prácticas y las
palabras que envuelven nuestra sexualidad, para dejar de arrastrar
conceptos viejísimos, patriarcales, heteronormados, coitocentrados
y machistas que ya nada tienen que ver con nosotres ni con lo que
queremos, que es básicamente vivir una sexualidad plena y propia.
La paja, la masturbación, es la exploración de nuestro placer en
solitario. Es cualquier tipo de actividad sexual con une misme que
nos dé placer, y que puede llevar o no al orgasmo. Y el sexo es la
exploración de nuestro placer, a través y en conjunto con el placer
de otra persona.
La pregunta sobre qué es lo que diferencia el sexo de la paja es un
lugar muy común en las consultas que recibo. Si tenemos un
encuentro sexual con alguien y le tocamos los genitales con las
manos decimos que “le masturbamos”. ¿Estamos cogiendo o nos
estamos haciendo la paja? ¿Acaso la práctica utilizada hace a la
división entre coger y masturbar?
La paja trae adjunta la idea de que es algo que hacemos cuando no
podemos coger, un tipo de consuelo (de ahí la palabra “consolador”
para llamar a los vibradores o dildos). Parece algo antiguo, pero
hasta hoy existen memes sobre esto. Y comentarios del tipo:
“Hicimos de todo menos coger”, “No cogimos, solo me hizo la paja”,
“Me tuve que tocar delante de él porque no me gustaba como me
cogía” (estos son algunos mensajes que recibí en Instagram). Pero
tocarnos, que nos toquen o tocar a alguien mientras cogemos es
parte de coger, es parte de la sexualidad misma, no es algo que
queda segmentado, y mucho menos es algo menos placentero o
menos importante que el encuentro genital/genital.
La sexualidad es con todo el cuerpo, con las partes del cuerpo que
queramos usar. Necesitamos dejar de pensar y de trasmitir la idea
de que el sexo es solo sexo cuando se juntan dos genitales. Si no
cambiamos estas definiciones, estamos separando un modo muy
válido de tener sexo (con las manos o juguetes, por ejemplo) de la
sexualidad conjunta, y eso no tiene mucho sentido. ¿Por qué tiene
que ser diferente el sexo si se hace con manos, pies, otras vulvas,
otros penes, juguetes, boca, tetas? Muchas personas solo
encuentran sus orgasmos a través del estímulo con las manos o con
juguetes, ¿por qué descartaríamos esa opción como un encuentro
sexual, haciéndole sentir a esa persona que no está cogiendo, sino
que está “masturbándose con otra persona”? Ese reduccionismo
daña y confunde.
Si queremos, de todas maneras, trazar una línea y para que quede
claro el concepto: la masturbación es hacia y con une misme; el
sexo, el acto sexual, el encuentro sexual es con otre/s. Todes
tenemos una sexualidad individual y una sexualidad compartida, y
ambas sexualidades se nutren y alimentan entre sí. Y no hay una
mejor o peor que la otra, algunas personas eligen no explorar
alguna de estas dos sexualidades y eso está bien.
Puede que la sexualidad individual no sea lo tuyo, que solo
encuentres placer relacionándote sexualmente con otres, o puede
que solo quieras masturbarte y no relacionarte sexualmente con
otres. Puede que tu sexualidad individual te dé más placer que la
compartida, y eso no quiere decir que no disfrutes de coger con
otres. O puede ser al revés: quizás te da más placer coger con otres
que con vos misme en soledad. Y eso tampoco está mal, y no
significa que no disfrutes de coger con vos.


Necesitamos dejar de pensar y de
trasmitir la idea de que el sexo es
solo sexo cuando se juntan dos
genitales.

LA PAJA COMO TABÚ


La masturbación —autoestimulación, autoplacer, paja o como
quieras decirle— es el gran tabú de nuestra sexualidad.
Siempre existen excepciones, pero ¿hablaste con amigues con
vulva sobre masturbación cuando eras chique? ¿En tu
escuela/club/entorno se daba por descontando que las personas
con vulva se masturbaban? No, ¿no? ¿Pensaste cuántas veces
viste a una mujer masturbándose en una película o serie? Cuando
crecías, ¿leíste a alguien hablar de masturbación de personas con
vulva?
¿Y los varones cisgénero? De ellos sabemos todo: escuchábamos
sobre sus medidas, formas, distancias de eyaculación, incluso en
algunos casos se masturbaban en grupo, y todo era de público
conocimiento y aceptado. Pero de nuestras vulvas nadie hablaba.
Nadie contaba que también se masturbaban silenciosas, a veces
culposas, con dudas y miedos, contra la almohada, los ositos de
peluche, el borde de la cama, el apoyabrazos del sillón, con dedos,
con agua del bidet, con el chorro de la bañera, tensando los
músculos, etc., etc…
Dije “algunas” porque no todas las personas que tienen vulva se han
sentido en la libertad de masturbarse. A muchas los miedos, la culpa
de la religión judeocristiana y el desconocimiento les robaron la
masturbación. Aunque en estos últimos pocos años empieza a
mencionarse el tema con más libertad, la masturbación de las
personas con vulva sigue siendo el mayor tabú de la sexualidad.
¿Alguna vez le preguntaste a une amigue que hizo anoche y te
respondió que se hizo una re paja? Puede ser, pero es poco usual.
En cambio, salir con alguien, coger, emborracharse, dormir, estar
enferme… son todas situaciones o procesos de nuestro cuerpo que
sí contamos. La paja no es uno de ellos, y eso es un modo de
silenciamiento estructural.
La masturbación es nuestra forma primaria de expresión sexual, es
la práctica mediante la que conocemos nuestra sexualidad, nuestro
placer, nuestras necesidades y gustos sexuales y a nosotres
mismes.
Entonces, ¿por qué nuestra masturbación es tabú? Primero, porque
nuestra sexualidad aún lo es, y porque cualquier cosa que estimule
la autonomía de las personas con vulva amenaza el orden
patriarcal. Segundo, existen muchos motivos para el miedo y la
represión sobre nuestra masturbación. Uno es que, en general, nos
masturbamos clitorialmente. Y ya viste la triste historia del clítoris (y
de la masturbación): si el clítoris fue lo infantil, lo aniñado, lo que te
convertía en bruja, la marca del diablo, el miedo, el pudor, lo
innombrable e invisible, ¿qué le queda a la paja clitorial?
Esto lo he hablado con muchísimas personas que vienen a mi taller,
y que durante mucho tiempo sintieron que su manera de
masturbarse no era la correcta o estaba mal porque no tenía nada
que ver con “el sexo en sí mismo”. Una persona socializada como
varón, con su pene hace algo parecido a lo que después vemos en
todas partes que es el sexo (el coito). Un persona socializada como
mujer que se masturba tocándose el glande del clítoris, crece con la
dicotomía masturbación/sexo, como dos situaciones distintas, dos
estimulaciones distintas.
Una de ellas es Daniela, que me escribió esto:
“Cuando era chica empecé a investigar mi cuerpo, y me di
cuenta de que cuando me tocaba la vulva sentía algo. Y se lo
dije a mi mamá (obvio que no se hablaba de la vulva en mi
casa). Ella me dijo: ‘No te toques’. Esa frase me alcanzó para
dejar de tocarme. Estuve muchos años sin hacer nada, y ya
más grande, cuando entendí que la masturbación existía,
intentaba, pero no sentía nada. Porque siempre era
metiéndome los dedos, pensando que meterme cosas era lo
que me iba a dar placer. Era lo que veía en las películas, lo
que mis amigos varones me decían molestando: "¿Te colas los
dedos?". Y yo intentaba, pero no llegaba a nada. Entonces
pensé que la masturbación no era para mí. Jamás se me pasó
por la cabeza que el placer estaba en la vulva. Me había
olvidado completamente lo que había sentido cuando era
chica.
Un día una amiga me llevó al taller de Tati, que me voló la
cabeza.
Aprendí lo que era el clítoris. Me tuve que mirar con un espejo
para convencerme de que existía. No podía creer que nadie
me había explicado que ahí estaba el placer.
Y me cambió la vida. Ahí pude empezar a explorarme. Pude
tener orgasmos. ¡Ahora la masturbación es parte de mi vida, y
ojalá lo sea de la vida de todes algún día!”.
Este tipo de testimonios no es una excepción, los recibo
constantemente, de personas que jamás se masturbaron, y solo
través del taller empiezan a poder conectar con ese espacio tan
importante, el de nuestra sexualidad individual.
La masturbación alimenta nuestra autoestima, y cuando hacemos
eso, no queda mucho espacio para la dominación. Una autoestima
destruida nos vuelve maleables, más consumistas, más infelices,
más sumises, más funcionales al capitalismo y al patriarcado y al
varón. Una autoestima destruida tolera parejas sexuales a quienes
no les importa su placer, tolera violencias, tolera dolores, todo
porque le enseñaron que así como es nadie le va a querer, y que
amor y sexo están sumamente ligados.
He visto a personas apagadas, tristes, cambiar su postura corporal y
empezar a brillar, a conectar con elles, con su entorno, con quien
tienen al lado, con su placer… La masturbación es una parte
inmensa de nuestra autoestima, me arriesgaría a decir que es el
primer paso hacia nuestra autonomía.
Cada tanto pregunto en las redes sociales qué cosas negativas les
dijeron sobre la masturbación:
“Me masturbé desde los 6 años creyendo que era pecado”.
“Me daba mucho miedo”.
“Me dijeron que iba a perder la memoria si me masturbaba, así que
lo hacía tratando de memorizar cosas de la escuela”.
“En mis libros de catequesis, nombraban la masturbación como un
pecado importante”.
“No me tocaba jamás porque Dios estaba en todos lados mirando”.
Pero lo que más me llama la atención es que un montón de
personas con vulva, leyendo los testimonios de otres, se daban
cuenta de que nunca les dijeron nada negativo al respecto, pero que
igual se tocaban con culpa y miedo. El problema era que jamás les
habían mencionado la paja, y que eso hacía que sientan que
masturbarse estaba mal, y que solo elles lo hacían, y de ahí surgía
la culpa.
Yo soy de la generación que creció con American Pie, Loco por
Mary y una parva de películas más en donde está totalmente
blanqueada la masturbación masculina, y totalmente silenciada la
femenina.
Pero la masturbación es tan vieja como la vida misma. Les niñes se
masturban, les bebés tocan sus genitales siguiendo una sensación
placentera, e incluso ecografistas y mediques a veces ven a los
fetos en la panza tocándose el clítoris, también erecciones de penes
de fetos in utero. (109)


La masturbación alimenta
nuestra autoestima.

FAQs SOBRE LA PAJA


A continuación, voy a ir respondiendo algunas de las preguntas más
frecuentes que recibo sobre el tema:
¿QUÉ ES LA MASTURBACIÓN?
Parece innecesario describir qué es la masturbación, pero no. Si
buscamos en el diccionario de la Real Academia Española (RAE),
nos dice que masturbarse es: “Estimular los órganos genitales o las
zonas erógenas con la mano o por otro medio para proporcionar
goce sexual”. Esto deja por fuera muchísimas de las prácticas que a
quienes tenemos vulva nos llevan al orgasmo. Como ya vimos, una
gran mayoría de nosotres orgasmea o placerea en el acto de frotar
nuestra vulva contra lo que sea —manos incluídas—, y eso no
puede quedar por fuera de la sexualidad.
Una definición más acertada debería referirse a la exploración
propia y en solitario de nuestro placer, de nuestro cuerpo, de
nuestras sensaciones, físicas o mentales. De nuestra sexualidad
individual.
¿Podemos elegir mostrarle a alguien? ¡Sí, claro que sí! Pero
masturbación es lo que hagamos nosotres con nuestro cuerpo, así
como el sexo (coger, garchar) es la exploración de nuestro placer a
través y en conjunto con el cuerpo y la mente de otra persona.
Que los actos no nos limiten. Nada ni nadie debería decirnos qué
podemos hacer durante un encuentro sexual, qué es sexo, qué no,
qué es erótico o qué no lo es.
NUNCA ME MASTURBÉ, ¿QUÉ ME PASA?
¡No te pasa nada! A grandes rasgos, hay tres opciones: puede que
simplemente la masturbación no sea lo tuyo, no todo el mundo
disfruta de masturbarse y no todes encuentran placer en hacerlo.
Puede que no tengas ganas ahora, que no sea el momento
indicado, no todas las personas disfrutan de la masturbación a lo
largo de toda su vida, quizás lo disfrutes en la adultez, o lo
disfrutaste en la adolescencia, o esta simplemente sea una etapa en
que no te llame la atención la paja.
Puede también que la represión de tu entorno te haya hecho creer
algo negativo sobre el tema o que simplemente no se te haya
ocurrido. La masturbación es algo muy reprimido socialmente,
especialmente para las personas con vulva. Quizás nunca jamás
nadie te dijo algo malo directamente a vos, pero en algún momento
escuchaste algo negativo al respecto. Por ejemplo, escuchaste a
una amiga decir que era un asco. Y a nosotres nos enseñaron que
no podemos hacer cosas que no agradan, que tenemos que ser
limpias, lindas, prolijas, discretas, delicadas… y el hecho de que la
masturbación es sucia lo tenemos metido en el cerebro desde las
más pequeñas infancias. Las personas con pene tienen mucho más
permitido que nosotres hacer cosas que se consideran como
“asquerosas”: tirarse pedos, hablar de caca, eructar, masturbarse…
La enseñanza de que el sexo es el pene adentro de una vagina
versus nuestra forma de masturbarnos relacionada con la frotación,
nos confunde. Porque cuando le preguntamos a papá o mamá o
adulte a cargo qué era el sexo, nos dijeron que era meter un pene
en una vagina (con suerte) y no mencionaron el placer. Entonces, si
nos enseñan que el sexo es eso, es lógico que nos cueste entender
que “eso otro” que hacemos que nos genera placer está relacionado
con la sexualidad. Además de que en ciertos espacios se sigue
entendiendo la masturbación como algo terrorífico, sobre todo en
ámbitos religiosos.
Entonces, para poder masturbarse en paz, sin culpa, sin miedo, hay
que dejar una mochila de creencias tan pero tan pesada que a
veces se hace difícil.
¿LA MASTURBACIÓN GASTA MI DESEO SEXUAL?
Esta pregunta es un clásico, la recibo constantemente, y la
respuesta es rotunda: NO. Una persona que se masturba es una
persona que en líneas generales aumenta su deseo sexual, el
deseo sexual por quien tiene al lado (si es que hay alguien) y, por
sobre todas las cosas, el deseo sexual por une misme. Ese es el
deseo más trabado, más complejo, el que nos negaron siempre, y el
que nos merecemos escuchar.
Mirarnos al espejo y vernos sexuales, sin la necesidad de un otre,
es poderoso. Mirarnos con ganas, con calentura y despertar todo el
erotismo, la sexualidad y sensualidad que hay en nosotres puede
ser un paso emancipatorio muy grande. No importa si termina en
orgasmo o no, lo que importa es conectar (si lo deseamos) con
nuestra sexualidad y erotismo.
A quienes fuimos socializades como mujeres, nos han enseñado
que al placer hay que meterlo para adentro y callarlo. Pero es súper
interesante tener una sexualidad presente a lo largo del día,
sentirnos conectades con ella, y no esperar que en el momento
elegido se prenda sola.
Leer libros que nos estimulen el erotismo, mirar imágenes, seguir
cuentas en redes sociales que hagan fotos o ilustraciones
estimulantes, permitirnos pequeños momentos de automimos
durante el día, permitirnos disfrutar de pequeños instantes que nos
produzcan placer, como estar en contacto con los genitales
(asientos de bicicletas, costuras de pantalones, manos que
acarician) y también con áreas no genitales (pasarse las manos por
lugares que nos resulten eróticos: piernas, brazos, axilas, labios,
cuello, etc.). No quiero dar muchos ejemplos porque creo que es un
tema a explorar por cada une y encontrar lo que le estimule,
probando cada rincón de su cuerpo y trabajando desde ahí. La clave
no está en qué o en cómo, sino en darse el permiso para disfrutarlo,
para transitarlo con amor y erotismo. Porque ese permiso tan
negado ahora sabemos que es nuestro.
¿ESTÁ BIEN SI SIENTO MÁS PLACER CONMIGO
MISME QUE CON OTRES?
SÍ. Todo está bien mientras que no lastimemos ni molestemos a otra
persona. Es incluso lógico que durante la paja sientas más placer: si
usás tus manos, siente tu cuerpo y sienten las manos que están
tocándolo, manos que saben por dónde ir y por dónde no. No hay
distracciones y, por sobre todas las cosas, no existe esa mochila de
prejuicios y miradas ajenas sobre nuestro cuerpo y gustos sexuales
(o sí, porque quizás las peores cosas nos las decimos nosotres
mismes, pero, al menos, a veces es un poco más liviana cuando no
estamos pensando en el ojo ajeno).
Si lo vemos desde la perspectiva sexualidad individual/sexualidad
compartida, ambas son parte de nosotres, y generalmente se nutren
entre ellas. Ambas sexualidades pueden darte ideas, conocimientos,
fantasías, material audiovisual para utilizar luego. De la paja se
pueden sacar videos o fotos para después mirar junto a otra
persona o mandárselos. Nos puede dar ideas y momentos para
recordar, y al revés lo mismo. Obviamente, puedo elegir no explorar
alguna de esas sexualidades: puedo no querer masturbarme y
puedo no querer relacionarme sexualmente con otres. Pero ambas
sexualidades existen, más allá de lo que yo decida o quiera hacer
con ellas.

Una persona que se masturba es
una persona que en líneas
generales aumenta su deseo
sexual, el deseo sexual por quien
tiene al lado (si es que hay
alguien) y, por sobre todas las
cosas, el deseo sexual por une
misme.
¿POR QUÉ MASTURBARME?
Primero, quisiera aclarar que si no te dan ganas reales de hacerlo, si
de verdad no sentís ni el más mínimo interés por masturbarte, no lo
hagas, y no te sientas rare por eso. La paja no es un mandato más
con el que tenés que cumplir. No es tu obligación masturbarte, no
todes tenemos los mismos deseos sexuales ni estamos en el mismo
momento de la vida. Pasar por periodos largos o cortos de no tener
interés por lo sexual y/o masturbatorio es normal, y está más que
bien. Puede ser un duelo, el puerperio, un momento muy estresante
o simplemente puede no interesarte en este momento. Incluso
podés no tener nunca un interés por lo sexual. TODO ESO ESTÁ
BIEN.
A veces escucho la comparación de la actividad sexual con la
actividad física, como obligación, frases del tipo: “Quizás da fiaca
empezar, hay que forzarse un poquito y después cuando arrancás te
motivás”… Puede que funcione así para algunas personas, pero
tampoco forzarse a algo que no tenemos ganas. Sea cual sea tu
caso, en el apartado que sigue quiero contarte algunos motivos para
darle a la sexualidad individual el espacio que se merece en tu vida.
ALGUNOS MOTIVOS PARA PRESTARLE
ATENCIÓN A LA MASTURBACIÓN
Que libera tensión y estrés, que nos ayuda a dormir, a relajar, que
estimula los músculos del suelo pélvico y mejora el sueño… Estos
son los clásicos beneficios que suelen venir con la recomendación
de masturbarse, pero hay muchísimo más. Veamos:
Se siente bien. Es una actividad placentera, divertida,
estimulante. Hacemos muchas cosas porque se sienten bien:
vamos a recitales, a fiestas, al cine, al teatro, leemos un libro,
comemos algo, tomamos algo… porque se siente bien. Sin
embargo, la masturbación nos genera tanto o más placer que ver
una película sentades en el cine (por ejemplo), pero solemos
dedicarle mucho menos tiempo que a una película. ¿Por qué le
dedicamos mucho menos tiempo que a las redes sociales? ¿Por
qué estamos una hora en el teatro, pero nos masturbamos en 10
minutos? ¿Por qué tenemos tiempo para todas esas cosas y no
para una buena paja consciente y dedicada? ¿Por qué, incluso, le
dedicamos mucho más tiempo y atención al encuentro sexual con
un otre que el sexo con nosotres mismes? Puede que ya lo
tengas trabajado, pero si estas preguntas te representan, es
porque la masturbación es el mayor de los tabúes, y en el fondo
la culpa social que nos genera no dejó de irse.
La masturbación es de las pocas cosas que con seguridad te
va a enseñar qué te gusta y qué no. Si lo hacés
conscientemente, con atención, dedicación y calma, vas a poder
encontrarte con tus gustos y necesidades sexuales básicas y con
el medio para satisfacerlas. Cuando solo tenemos relaciones
sexuales con otras personas, es mucho más difícil comprender
nuestro placer, nuestros gustos, nuestros tiempos, porque
siempre están atravesados por le otre (por complacerle, por su
mirada, por sus propios gustos). En cambio, nuestra sexualidad
individual nos enseña qué nos calienta y qué no (y en qué
momento del ciclo menstrual nos gusta cada cosa, si
menstruamos). Toda esa información es poder.
A veces la sexualidad tiene cierto orden y lugares
determinados que varían mucho de persona en persona.
Algunos ejemplos:
“Me gusta que me toquen los pezones cuando ya estoy muy
caliente; si no, me molesta”.
“Amo que me pellizquen los pezones, re al principio”.
“Me gusta coger rápido, fuerte, duro, contra una pared, me
parece el éxtasis”.
“Amo cuando puedo dedicarnos mucho tiempo a coger lento y
observar lo que pasa”.
“No me gusta que me toquen el glande después del orgasmo” .
“Necesito que me sigan estimulando el clítoris un rato más
cuando acabo”.
“Yo amo la baba, mi amiga la odia, le da asco”.
Somos demasiado diferentes como para pretender que le otre
sepa qué queremos. La paja nos da las herramientas para
después explicar, pedir, mostrar lo que nos gusta. Es muy
frecuente que las personas con vulva no sepamos lo que nos
gusta, porque crecimos educades para no saber. Crecimos con la
idea de que pedir o decir lo que queremos es “cortamambo” y el
encuentro sexual tiene que darse sin hablar, sin cortar la magia,
tenemos que ser les mejores amantes en el primer encuentro
sexual adivinando a ciegas qué le gusta a la otra persona, como
si tuviésemos poderes telepáticos. ¡Es un montón! Y encima sin
una mirada positiva sobre autoexplorarnos y sobre el placer. Y
mientras, a nuestro alrededor se consume sexo todo el tiempo: el
sexo como herramienta de marketing, para vendernos un
programa, un producto, una película, un modelo de belleza, una
única manera de ser. Cuando en mis talleres o acompañamientos
aconsejo que pidan, que dialoguen, que cuenten… la respuesta
que suelo recibir es que no saben lo que quieren. Saber lo que
nos gusta es fundamental, y eso nos lo da la masturbación (o
algune compañere sexual muy dedicade): probando, intentando,
buscando, a prueba y error, aprendiendo con paciencia de
nosotres mismes y de cada rincón de nuestro cuerpo,
erotizándonos con nuestro cuerpo, reconociéndonos como un ser
sexual y autoerótico.

La paja nos da las herramientas
para después explicar, pedir,
mostrar lo que nos gusta. Es muy
frecuente que las personas con
vulva no sepamos lo que nos
gusta, porque crecimos
educades para no saber.
El erotismo que une misme pueda emanar o enseñar está muy
ligado a poder verse de manera erótica. Si no nos erotizamos
soles, va a ser difícil erotizar genuinamente a otra persona. Por
eso, el trabajo comienza por une misme. Y no por le otre, al
contrario de todas las enseñanzas que recibimos, y muy a pesar
de ellas, les dueñes de nuestro placer y de nuestra sexualidad y
goce somos nosotres, y somos quienes tenemos que tomar las
riendas de nuestra sexualidad para encontrarnos con nuestro
placer. No existe quien “coge bien” o “coge mal”, existe quien se
conoce, quien sabe lo que quiere, quien lo sabe expresar, pedir,
mostrar, contar, comunicar y quien sabe escuchar, preguntar, y
mirar acompañando el placer ajeno.
Si estas en una pareja monógama ayuda a equilibrar las
diferencias en las ganas de coger. El mandato siempre fue que
ambos miembros del vínculo tienen que tener ganas el mismo
día, al mismo tiempo. Suena divino, pero en la práctica es difícil
de llevar adelante. Son dos personas, con dos
trabajos/estudios/vidas, maneras de transitar las cosas, formas
de manejar el estrés, las presiones, los duelos de la vida diaria
diferentes. Sería bastante raro que el deseo sea siempre al
mismo tiempo de ambos lados. Sí, a veces une tiene ganas de
coger y se las genera a le otre, pero a veces no. Y ahí está la
masturbación para equilibrar eso. Si une tiene ganas y le otre no,
es cuestión de hablarlo, y darle a le otre el espacio y el tiempo
para que se encuentre en solitario con su sexualidad. Esto
también parece una pavada, pero los vínculos no están exentos
del tabú que pesa sobre la masturbación. Es necesario empezar
a blanquearlo: poder decir que une está caliente y tiene ganas de
coger o hacerse la paja, o pedir que se vaya un rato a otro
ambiente, o que salga a darle un buen paseo al perro (si es que
conviven), y siempre que avise cuando están por volver, así une
se puede relajar.
La masturbación es sexualidad en la que no hay que pensar
en prevención de enfermedades de trasmisión sexual y/o
anticoncepción. A quienes fuimos socializades como mujeres se
nos inculcó que toda responsabilidad sobre la anticoncepción y/o
profilaxis es nuestra, estamos saliendo de esa situación, pero
muy de a poco. Y, además, muches hemos pasado por
situaciones de violencia al respecto, varones que no quieren
ponerse un preservativo, o que se lo sacan sin avisar, o que no
avisan si llega a romperse. Además de HPV, hongos y demases
que no sabemos ni de dónde vienen, sumado a la falta de un
método de prevención de infecciones de trasmisión sexual (ITS)
para todas las formas de frotación habidas y por haber. Una
inmensa parte de nuestro estrés pasa por esto: que si se ponen
el preservativo, que si le pongo, si hay que insistir, si se lo sacan,
si se corrió, si el campo de látex se mueve, se corre… Son temas
que obviamente hay que tener en cuenta, cuanto más segures
estemos de estar prevenides de embarazos e ITS, más vamos a
poder entregarnos a la situación. Durante nuestra sexualidad
individual no nos invade la preocupación sobre este tema. Y así
es más fácil entrar en un estado de mayor relajación y poder
focalizar un poco más en lo sensorial (otra buena manera de
poder lograr esto es la sexualidad sin genitales, que puede ser
súper erotizante). Por eso también recomiendo mucho compartir
nuestra masturbación con otres, mostrarnos. Permitirnos que un
encuentro sexual sea tocarnos y mirarnos es de las cosas más
nutritivas que podés hacer por tu sexualidad, además de ser un
gran estímulo visual, mirar a otres y que te miren puede aumentar
tu calentura a niveles altísimos (o no).
La sexualidad compartida puede ser mucho más interesante
cuando nos masturbamos con frecuencia (la frecuencia que
vos desees). Masturbarnos nos puede hacer alcanzar nuevos
niveles: de placereo, de orgasmos, de movimientos, se pueden
destrabar situaciones, encontrar posiciones para replicar luego, o
formas de moverte o tocar, o estímulos que necesites. También
para muches puede ser hermoso dejar que la masturbación se
lleve esas experiencias traumáticas (a mayor o menor nivel, todes
las tenemos) y soltarse a la desinhibición, no ser lo que
“tenemos” que ser, no sentirse obligade a erotizar a otre. Muchas
veces, esto puede ayudarnos a lograr una mayor confianza en
nosotres y a relacionarnos desde un lugar de mayor confianza
con otre.
Cuanto más te masturbes, más fácil te va a ser encontrarte con
tus orgasmos y tu placer, con o sin compañía. Una persona que
se masturba con paciencia, con amor propio, con dedicación,
tiempo y espacio, se conoce, se sabe, se va aprendiendo y
respetando a sí misme. Entonces todo se vuelve un poco más
sencillo. La masturbación es una forma de mantener nuestro
deseo sexual latente, y no apagado esperando que se prenda de
manera mágica. Es una forma de reconocernos como seres
eróticos, autoeróticos.
Nuestra sexualidad individual es una forma más de
autocuidado y autopreservación. A veces tenemos ganas de
coger, pero no siempre tenemos con quién satisfacer esas ganas.
Y hay personas que, por calentura, accionan muy en contra de
sus sentimientos reales: quedamos con un match apresurado,
que no nos cierra, que nuestro instinto nos dice que por ahí no,
se prenden algunas señales de alarma… pero estamos calientes
y a veces no nos enseñaron que de esa calentura nos podemos
encargar en solitario, al contrario, la bajada de línea siempre es
que tenemos que salir corriendo a conseguir con quién, porque
nos hicieron creer que hacernos la paja es aburridísimo al lado de
coger con otre. Además, quienes fuimos socializades como
mujeres estamos entrenades para no escuchar nuestras propias
alarmas. Así es que muchas veces terminamos en la cama con
une ex, o relacionándonos sexualmente con gente que sabemos
que no nos va a hacer bien. La masturbación, cuando la
disfrutamos y no la pensamos como un consuelo, nos permite
hacer una búsqueda un poco más selectiva de con quién
compartimos nuestro cuerpo.
La paja nos enseña a separar el amor del sexo. ¡Algo muy
necesario para quienes hoy tenemos arriba de 30! Crecimos
viendo un único modelo sexual, en el que el sexo llevaba siempre
al amor e inevitablemente a la reproducción. Un camino en el que
todo funcionaba perfecto, y donde si era amor con mayúsculas
entonces el sexo eran fuegos artificiales de entrada. Dos extrañes
se conocían, se miraban, se sacaban chispas, todo era
coordinación, amor, orgasmos y al día siguiente se levantaban
enamorades. Cuando empezamos a disfrutar de la masturbación,
nos damos cuenta de que nuestros orgasmos no tienen nada que
ver con eso. Nos enseñaron que el placer es algo que va de a
dos, algo que le otre “nos da”. La paja nos libera de eso. Y puede
ser liberador saber que nuestro placer es algo de lo que nos
podemos hacer cargo nosotres mismes, más que perfectamente,
sin la necesidad de nadie más. La cultura de los años 1990 nos lo
dejó clarísimo: en cada película, serie, novela, libro o revista que
vi cuando crecía no había nada, nada más importante que el
amor —el amor heterosexual, claro— y era (¿es?) determinante
para nuestra autoestima. Y ese varón que teníamos que
conseguir, engatusar y retener (que era nuestro mayor trabajo)
tenía que serlo todo: saber tocarnos, saber cogernos, saber todos
nuestros gustos. Pero quienes tenemos que saber somos
nosotres, a quien tenemos que conocer primero es a nosotres.
No hay nadie que pueda saber más sobre tus gustos y modos
sexuales que vos misme. La masturbación colabora para poder
ver eso más claramente. Este mandato va aflojando en contextos
feministas, jóvenes. En otros contextos sociales sigue muy
presente.
Podes conectarte únicamente con tu propio placer, y no
tenés que estar pensando en el placer ajeno. Si solo
mantenemos relaciones sexuales con otras personas, no vamos
a terminar de entender nuestros gustos e intenciones sexuales,
porque siempre vamos a estar atravesades por el placer ajeno.
Algo que no está mal en sí, pero es importante tener momentos
de investigación, libre, lúdica y egoísta de nuestro placereo.
Es una forma de reafirmar ante une misme que la única
función de la sexualidad no es formar una familia (sea como
sea la familia, de dos, de tres o de diez, con hijes o con gates o
con perres, lesbiana o heterosexual). Por supuesto que hoy, siglo
XXI, no es que creamos que cada vez que tenemos sexo con otra
persona lo hacemos solo para reproducirnos, pero sí aún existe
una idea muy arraigada de que el sexo se da con ese objetivo a
futuro: formar una familia. El hecho de que sea un lugar común
creer que con amigues no se coge, que el sexo “arruina” todo,
tiene que ver con eso. La regla inculcada es que solo deberíamos
coger con la gente con la que hay una perspectiva a futuro. Nos
enseñaron que ya desde la primera cita tenemos que estar
pensando si la otra persona es un “buen partido” o no, y que todo
lo que hacemos lo hacemos con la esperanza de que en un futuro
eso se convierta en “algo más”. La masturbación ayuda un poco a
destruir esa idea, y a entender que nuestra sexualidad se activa
por placer, y no con un objetivo. La paja la hacemos solo por
nosotres mismes, y afirmárnoslo es una buena manera de
movernos con mayor comodidad dentro del deseo, y no de la
obligación.
Y, por último, lo más importante: ser capaces de darnos un
increíble orgasmo a nosotres mismes es la verdadera
independencia sexual. Es la emancipación del placer, que nos
enseñaron que siempre está supeditado a une otre. Saber lo que
queremos en la cama, conocernos, saber que no necesitamos de
otra persona para orgasmear o placerear es realmente
importante, y es una parte inmensa de nuestra autoestima sexual
y de nuestro amor propio. Es una manera de darnos poder:
nuestro propio poder, el que nos pertenece. Conocernos y saber
que nos satisfacemos plenamente es conocer nuestro cuerpo,
nuestro goce, nuestros mapas de placer. Y si nos conocemos,
vamos a tener más probabilidades de hacer una mejor elección
de con quién nos compartimos luego.


Puede ser liberador saber que
nuestro placer es algo de lo que
nos podemos hacer cargo
nosotres mismes, más que
perfectamente, sin la necesidad
de nadie más. (...) No hay nadie
que pueda saber más sobre tus
gustos y modos sexuales que
vos misme. La masturbación
colabora para poder ver eso más
claramente.

Y ENTONCES, ¿CÓMO ME MASTURBO?


En principio, hay una sola regla a cumplir: no lo hagas por obligación
o presión. Hacelo si tenés ganas. A continuación te voy a dejar una
“guía”, pero mi deseo es que sea un disparador para quienes les
cuesta conectar con una masturbación más consciente. No es un
tutorial para que lo tomes paso a paso y lo repitas cual receta de
torta de chocolate. La idea es que cada une tome lo que le sirva de
esta guía. Aprendí en los primeros Todo sobre tu vulva que
muchísima gente necesita una idea, porque es bastante raro ver una
escena real de una mujer cis haciéndose la paja en toda nuestra
cultura en general (salvo interpretaciones súper estereotipadas), y
prácticamente imposible ver a un varón trans con vulva pajearse.
Si sos una persona trans o no binaria o de género fluido, una marica
con concha autopercibida o una persona cis que le gusta jugar con
el género en lo privado y/o en lo público, esta “guía” es para vos
también: tocate el clítoris, si tenés clítoris; tocate la pija, si sos una
mujer trans; si te gusta tu pija, gozala; o si la sentís concha, tratala
como tal. Si tenés vulva pero te sentís cómode con la idea de tener
una pija, o te atrae, probá, ponete una cituronga, masturbala,
masturbate, gozala; si sos un varón trans (o una mujer cis) y toda la
vida sentiste que querías tener pene, ponete la pija de plástico y
tocate, pajeate, mirate, fotografíate.
A veces el placer, el orgasmo, liberan nuestras expresiones, y surge
una sensación fea, similar a la vergüenza, porque se pueden
escapar expresiones aprendidas del género que nos asignaron al
nacer, pero no del que expresamos, y nos cuesta mostrar, nos hace
sentir más vulnerables. Por eso es importante tener presente que
ningún movimiento, pose, cara, gesto, sonido debería ser indicador
de género. Puede ser de alguna ayuda en la difícil tarea que implica
en esta sociedad ser una persona trans o que trata de cuestionarse
el género.
El primer paso sería empezar (si no lo hacíamos antes) a
tener momentos de sexualidad a lo largo del día. Las
personas socializadas como varones crecen hipersexualizades:
no hay nada más importante que “ponerla”, su pene y tener su
primera relación sexual antes que el amigo. En cambio, las
personas socializadas como mujeres crecimos hiposexualizades,
con miedo a lo que nos gusta, con miedo a decirlo, con confusión
sobre la masturbación, con la contradicción de que nuestro mayor
deber es calentar al varón. Es muy difícil crecer en un mundo
donde nos enseñan que el placer está en la penetración y
nosotres le estamos dando durísimo al osito de peluche, al chorro
de la bañera, al borde de la cama, sin meternos nada adentro.
Crecemos muchas veces sin entender nuestro placer, nuestros
orgasmos, y muchas otras veces directamente con miedo y culpa.
El mandato para nosotres es que la sexualidad tiene que estar
apagada, y que a la noche tiene que prenderse mágicamente
para le otre. Y yo creo que es justamente al revés: la sexualidad,
el erotismo, tiene que estar presente a lo largo del día.
Permitirnos pequeños momentos de autoerotismo para llegar al
momento en que vayamos a desplegar nuestros encuentros
sexuales con otre/s un poco prendides fuego ya. Un roce, un jean
que aprieta el clítoris, un asiento de bici travieso, una apretada de
muslos, una miradita de algo medio porno, una buena
contestación a tu jefe, escuchar hablar a alguien, etc., etc. Un
beso, mimo, caricia, toqueteada con ganas si vivo con une
compañere sexual. Un personaje de una serie, cerrar los ojos y
pensar en aquella garchada fenomenal que te pegaste con
alguien, fantasear un ratito en el trabajo. Cada une tendrá sus
propios momentos y experiencias, que empiezan y terminan ahí,
sin orgasmo, sin pensar en seguir, solo erotizándose un poquito.
Quizás esto no nos gusta hacerlo todos los días, pero está bueno
alguna vez cada tanto estimularse durante el día pensando en la
paja que une se va a hacer a la noche (o cuando sea).
Necesitás estar tranquile. Si este es tu primer intento de
masturbación o de una masturbación más consciente y dedicada,
es necesario que busques la forma de estar en paz, de saber que
nadie te va a interrumpir, ni encontrar, ni sorprender, para así
poder relajarte de verdad. Si vivís con adultes, avisá que no te
molesten, poné música a tal volumen que te asegure que no te
van a escuchar, trabá la puerta. Si tenés hijes, es imprescindible
que trabes la puerta. Aunque estén dormides, une sabe
perfectamente que es difícil relajarse porque hay mil motivos por
los cuales se pueden despertar. Y, por sobre todas las cosas,
apagá tu celu o o ponelo en modo sin sonido. Estas cosas
parecen pavadas, pero realmente hay que generase el espacio,
tal como cuando cogemos con otres. No estamos chequeando el
celular en ese momento, ¿no? Lo mismo vale para masturbarse.
Salvo que vayas a sextear en el momento. En ese caso, ir
sacándote fotos, grabándote, mostrando, escuchando y mirando,
puede sumarte un montón al encuentro.
Generá el ambiente. Todo lo que nos enseñaron que se hace
para el encuentro sexual con une otre, también puede ser parte
de nuestro encuentro sexual con nosotres mismes. Preparar la
luz, la música, el olor, la bebida (o comida), la lencería o ropa o la
desnudez. Y para esto es importantísimo dejar ir la idea de lo que
nos enseñaron que es erótico: cada une tiene sus propios gustos,
que además pueden ir variando y cambiando. Puede que hoy te
gusten las velas, los perfumes, los pétalos de flores, pero también
puede gustarte la luz de sol en la cara o la oscuridad total, la
cama o el piso o el sillón, la música New Age o la más power del
mundo, puede gustarte la lencería de encaje o la desnudez, un
arnés, una calza, un corpiño deportivo o una remera de pijama
medio rota. Pensá realmente qué te gusta a vos, qué te erotiza a
vos, no pienses en lo que “tiene” que ser erótico. Cada persona
tiene su propia percepción del erotismo.
Estímulos, siempre. Como primer estímulo mental que podés
generarte, siempre tenés a la fantasía, que es un recurso
maravilloso e increíble. En la fantasía está la libertad que en la
vida no. Podés cerrar los ojos e imaginarte con quien quieras,
donde quieras, cuando quieras, haciendo lo que más te guste. No
hay límites mientras fantaseamos, pero a veces existen trabas y
miedos cuando nuestras fantasías no entran dentro de los
parámetros establecidos por el entorno que nos rodea. Esto es lo
que hay que derrumbar: la fantasía solo vive en nuestra cabeza,
no hay por qué temerle, ni siquiera hay por qué contarlas y
tampoco hay por qué llevarlas a la realidad. Están para ser
disfrutadas, no juzgadas. Que fantaseemos con algo no quiere
decir que lo deseemos ni que tengamos que salir corriendo a
hacer eso. Solo hay que escucharse y dejarse llevar por nuestras
fantasías, y las que no queramos contar o hacer, nos las
guardamos para nuestro momento con nosotres mismes. Las
fantasías machistas, por ejemplo, son una pregunta constante en
mi trabajo: “¿Qué me pasa, con la deconstrucción que tengo
encima, que todavía tengo fantasías machistas?”. No te pasa
nada: el deseo es también un constructo social, y por más trabajo
interno que hayamos hecho, la sexualidad es un lugar que hace
poco empezó a desarmarse. Es lógico tener fantasías machistas,
porque crecimos y nos educamos y aprendimos a desear en un
contexto machista. De a poco, con tiempo, iremos
deconstruyendo (destruyendo) eso (o no), pero en el medio no
nos prohibamos disfrutar lo que nos gusta en nuestra cabeza,
que no lastima a nadie. Como otros recursos, tenemos la
literatura erótica (la podes encontrar fácilmente googleando): leer
porno a veces es mucho más fácil que ver porno. Y, por supuesto,
también está el recurso del porno, hablaremos de esto en
capítulo correspondiente.
Masajes y mimos: poniendo primera. Entonces, ya seteado el
ambiente y el clima, y hecho todo lo que tenías ganas de hacer
antes, podés empezar con unos buenos bailes, mimos y masajes,
otras cuestiones que nos enseñaron que son solo para les otres,
pero que también pueden ser para nosotres mismes. Bailar soles
nos suelta el cuerpo y nos permite conectar con sentimientos.
Poné tu música favorita, esa que te hace temblar los calzones
(¡vos sabes cuál!), y que no te dé ningún tipo de vergüenza o
pudor: ¡estás sole, mirate en el espejo, mirá lo sexy que sos!
Acariciate, te recomiendo empezar de lo general hacia lo
particular, es decir, dirigirte desde los lugares más alejados al
lugar que te haga llegar a tu punto máximo de placer, pero con
calma, con paciencia, como todo lo que te propongo en esta guía.
Una manera de que un orgasmo sea increíble es construirlo con
tiempo, con calma, con juegos, con amagues, con idas y venidas
y con la exploración del cuerpo completo, no solo de nuestra
genitalidad.
Entonces, por un buen rato, olvidate de que tenés vulva y vagina
—o cualquier otro sitio de tu cuerpo a través del cual llegues a tu
máximo placer— y mimá a tu cuerpo por completo. Empezá con
las manos, con las yemas de los dedos, con plumas, con telas,
con cadenitas, con elásticos, arneses, ropa, sábanas, con lo que
quieras, despacito desde tus extremidades: tus pies, la piel entre
los dedos de los pies, los empeines, los tobillos, las manos, los
dedos, las muñecas, el pelo, el cuero cabelludo, la nuca… vas a
ir de a poquito, lento, suave, probando qué caricias se sienten
más placenteras y cuáles no, estando muy atente y muy
presente. ¡Te estás conociendo, para saber lo que te gusta y lo
que no, hay que probar cada partecita de tu cuerpo! Volvés luego
a los pies, a las manos, vas subiendo por las piernas, las rodillas,
el pliegue de atrás de la rodilla, los antebrazos, los codos, el
pliegue del codo, brazos, hombros, cuello, cintura, panza,
caderas, la parte de atrás a la que llegues...
Podes quedarte en mimos o podés pasar a masajes con algún
aceite de masajes o de coco o alguna crema humectante (la que
estés acostumbrade a usar). Lo mejor es usar algún gel de
masajes apto para uso interno, así después podés seguir
masajeando tu vulva cuando llegues ahí. Si no, cuando llegues a
tu vulva tenés que lavarte las manos. Mientras tanto, tratá de
conectar con tu respiración, concéntrate en ella, escuchala, si te
desconcentrás podés empezar a contar cada inhalación y cada
exhalación o a prestarles mucha atención, tratar de hacerlo
profundamente, si te sale. Conectar con nuestra respiración nos
lleva a sentir más placer y placer más prolongado, nos ayuda a
dejar de pensar básicamente.
Tené en cuenta que haber llegado a una zona que te da más
placer no significa olvidar las que ya pasaste, andá intercalando,
volvé, jugá, divertite. Podés probar chuparte los dedos (o un dildo
o juguete), para muches es un gran estímulo. Explorá tu cara, tu
forma, tu boca, tu lengua, podés jugar con tu saliva, viendo qué te
genera eso. Olé tu piel, mirate y concentrate en ese erotismo que
estás generando.
En algún momento vas a llegar a tu panza y tus tetas. ¡Qué
mundo el de las tetas! El tacto en los pezones puede llegar a ser
abrumador de entrada. Entonces es recomendable comenzar
desde los lugares más alejados al pezón, empezando con
círculos o líneas en áreas lejanas como axilas (¡las axilas!, un
lugar que puede ser muy excitante y suele estar bastante
olvidado), costillas, esternón, debajo de las tetas, con las manos
con aceite o crema, masajeando toda el área. De a poquito te vas
acercando, vas haciendo mimos, pasás la yema de tus dedos, la
mano entera, suave, podés rodearlas con círculos, o podés ir
haciendo líneas concéntricas. A medida que te vayas excitando,
te vas acercando a las areolas, contorneándolas con calma,
dibujando formas con tus dedos en tu piel. Podés intercalar con
otras zonas que ya hayas estimulado, por ejemplo podés volver a
la panza, a la nuca, chuparte los dedos, etc. Y cuando estés
súper caliente, ahí sí pasás a estimular tus pezones: primero
suave, después más fuerte si te gusta, intercalando intensidades,
amagando, pasando un dedo una vez por ahí y yéndote a otra
parte.
Llegando a la vulva. A esta altura ya acariciaste tu cuerpo entero
salvo tu entrepierna. Probablemente sientas que tu concha te
empieza a llamar: amagale, tentate a vos misme. Amagar puede
generarte anticipación, te hace pensar un poco más en lo que
estás sintiendo, intensifica tu deseo de ese mimo. Después de
varios amagues, empezás a explorar tu vulva entera. ¿Vas al
glande del clítoris directamente? Pues claro que no. Empezá por
los lugares más alejados a él: las ingles por ejemplo (una parte
muy sensible en muchas personas), la pelvis, el Monte de Venus,
los labios externos…, vas probando todo, podés ver qué sentís
traccionando los pelos o la piel. Seguí por tu perineo, esa piel
suave y sensible que está entre la entrada de la vagina y el ano; y
comenzá a explorar el vestíbulo de tu vulva, sin tocar el glande.
Recordá todos los lugares del clítoris que están por debajo de tu
piel, podés probar distintos tipos de presión. En algún momento
podés empezar por explorar tu vagina, con un dedo, con dos,
como quieras, pero de a poco y con calma, para ir viendo qué
sentís en tus paredes vaginales con distintos tipos de presión.
Entrás un poquito más y vas viendo qué sentís, haciendo círculos
explorando todo su contorno, entrando y saliendo y viendo qué
encontrás en la pared frontal, como si quisieses ir hacia tu
ombligo. Evaluá qué sentís en esas partes: podés tener un
montón de sensaciones, o podés no tener ninguna. Respetate y
escuchate: recordá que lo único válido es lo que vos disfrutes.
También tené en cuenta que puede haber momentos del mes,
según tu ciclo menstrual (si menstruás), en que tocarte en ciertas
partes del cuerpo sea doloroso o desagradable y momentos en
los que se desencadenen orgasmos.
También podés probar qué sentís bien al fondo de tu vagina,
presionando las paredes, presionando adelante, haciendo el
gestito de “vení para aca” o (mi favorita) deslizando tu dedo
desde la pared frontal de adentro de tu vagina hacia afuera,
presionando con ganas, saliendo y entrando suave y despacio.
Podes ir viendo qué sentís en esa zona, a veces la zona rugosa
que nos enseñan que es el punto G no tiene gran sensibilidad,
pero un poco más atrás sí. Si te incorporas y/o pones en cuclillas
o al borde de una cama o silla, podés quizás probar si llegás a
tocar tu cérvix, acariciarlo, presionarlo, hacer circulitos, darle
suave o duro con los dedos o algún juguete. A veces no hay nada
adentro de la vagina.
Haber llegado a la vagina no significa olvidarse de todo lo demás,
cada tanto intercalá con mimos en otros lugares que te hayan
gustado antes.
Y ahora sí, el clítoris. Ahora pasamos a la parte externa del
clítoris (porque la interna la estabas explorando al tocar la
entrada de tus paredes vaginales). Con calma, volvé a explorar
todo el vestíbulo y andá subiendo: primero los labios internos.
Probá qué sentís traccionando, mimando, acariciando,
presionándolos incluso estirándolos, y, de a poquito, empezá a
masajear todos los alrededores del glande. Podés hacer circulitos
o líneas, o contornear el glande, pero sin tocarlo, mientras que
con tu otra mano hacés cualquier otra cosa que tengas ganas de
hacer.
Y cuando ya hayas explorado todo tu cuerpo y el clítoris te esté
llamando a gritos, ahí sí vas. Y ahí… ¡ya lo dejo en tus manos,
descubrí lo que te pide! Puede ser un toque suave o fuerte, con
presión o tan suave que apenas puedas notarlo, golpecitos o
frotes fuertes o suaves. Probá pasar un dedo, probá pasar dos
por los costados apretando el glande como si fuera una tijerita,
probá tocarlo a través de cosas, a través de tus labios internos (si
te da el largo), del prepucio, de telas, de lo que quieras.
Muchas personas lo que necesitan para encontrar un orgasmo o
un pico máximo de placer es una presión más difusa y más
general en la zona del glande. Si sos de esas, podés presionar
con toda la palma de tu mano o —¡recomiendo!— ponerte boca
abajo y presionar con todo tu cuerpo el glande del clítoris y sus
extensiones. Muchísimas personas con vulva se masturban boca
abajo, porque muchas lo que necesitan es presión para
orgasmear/placerear, y cuando estamos boca abajo tenemos
todo el peso del cuerpo para ello. Podés abajo dejar tu mano o un
almohadón o un juguete. Esto es totalmente habitual, sin
embargo como no lo vemos representado en muchos lugares, no
creemos que otras personas se masturben así.
Podés aumentar o reducir presión, ritmo, movimiento; podés
incorporar un juguete en tu clítoris o en tu vagina, pubis o ano o
en tus pezones o en tu cuello o en cualquier parte del cuerpo que
te caliente. Podés darte vuelta y explorar tu ano de la misma
manera que exploraste tu clítoris —de afuera hacia adentro— con
calma y tranquilidad, con mucha lubricación. La única regla es
que con la mano que toques tu ano, después no toques tu
vulvagina hasta lavarla. Acá ya te dejo sole: ¡hacé lo que sientas,
lo que quieras!
Es posible que en este punto llegues al orgasmo. O no. Para
algunas personas, encontrar momentos de muchísimo placer
sostenido es más placentero que orgasmear. Recordá que para
placerear/orgasmear no hay reglas, ni formas que estén bien o
mal. Podés ser de aquelles que orgasmean con dedos adentro de
la vagina y estimulación en el glande, podés ser de las personas
que no soportan que les toquen el glande del clítoris, podés
orgasmear con tactos dentro de tu vagina al mismo tiempo que
los pezones, o podés ser de las personas que necesitan sí o sí de
penetración (con juguetes o con dedos). Algunes orgasmean
estimulando el glande del clítoris junto con la zona prostática (que
puede ser bien al fondo, o con la presión en tu bajo abdomen, o
con la presión en el frente de la uretra, o en la pared prostática).
Podés ser de quienes se frotan el colchón como si no hubiera
mañana y así orgasmean. O quizás con estirar las piernas y
apretar con ellas tu clítoris es suficiente para desencadenar un
orgasmo. O tal vez nada de TODO lo que dije te sirve, solo
necesitás cerrar los ojos y fantasear para orgasmear.
Y quizás sos de las personas que necesitan de une otre para
tener un orgasmo. No pasa nada, no te angusties, no es algo
“malo”, simplemente es así. Pero no dejes de tocarte y
estimularte sole si tenés ganas, porque el objetivo de la paja,
como ya vimos, no es únicamente orgasmear. ¡Sacale al orgasmo
el protagonismo de la sexualidad! Hoy disfrutaste de una sesión
única, exploratoria y revolucionaria de autoplacer, no de tener o
no un orgasmo.
La masturbación es placer, es el placer que nos fue negado
durante siglos (junto con otros tantos que nos prohibieron), es el
conocimiento sobre nuestros modos sexuales que nos enseñaron
que no teníamos, que estaba supeditado a un otre siempre. La
paja es la emancipación del placer. De un placer que nos
enseñaron que dependía de otra persona, de un varón heterocis
que siempre sabe más que nosotras. Y el placer es
revolucionario. En un mundo que vive y vivió de vernos
descontentes y desconociéndonos a nosotres mismes, el placer
viene a cambiarlo todo, porque es lo que nos enseñaron siempre
a no escuchar. No hacer lo que nos da placer y anteponer las
necesidades de les otres es parte de lo que nos constituye como
“mujeres”. Y no hablo solo del placer de la paja o de coger… el
de comer también, el de hacer lo que nos gusta y no lo que
debemos, el de escucharnos, etc.
El placer debería ser lo que nos guíe, nos alarme, nos muestre el
camino. Sin embargo, nunca nos cuentan que somos les que más
nos conocemos y más sabemos sobre nuestro cuerpo. La paja
nos libera, nos independiza: no necesitamos a otra persona para
orgasmear o disfrutar, para eso nos tenemos a nosotres, y si
queremos compartir eso con otra persona, lo hacemos por
elección, no por necesidad. La paja viene a darnos esa
herramienta, esa autonomía.

La masturbación es placer, es
el placer que nos fue negado
durante siglos (junto con
otros tantos que nos
prohibieron), es el
conocimiento sobre nuestros
modos sexuales que nos
enseñaron que no teníamos,
que estaba supeditado a un
otre siempre. La paja es la
emancipación del placer. De
un placer que nos enseñaron
que dependía de otra persona,
de un varón heterocis que
siempre sabe más que
nosotras. Y el placer es
revolucionario.

109. Rebecca Chalker (2000). The Clitorial Truth: The Secret World at Your Fingertips.
- CAPÍTULO -

AUTOESTIMA Y AUTOCUIDADO:
CUERPOS SETEADOS PARA NO
DISFRUTAR
¿Por qué para muches de nosotres es tan difícil disfrutar a la
hora de relacionarnos sexualmente? En principio, porque el
odio que muchas veces nos tenemos o nos tuvimos a
nosotres mismes es parte de lo que no nos permite
relajarnos para disfrutar.
¿Te acordás de la definición de orgasmo de Reich?: “la capacidad
de rendirse ante la energía sexual sin ninguna inhibición”. Pero,
¿cómo hacemos para rendirnos sin inhibiciones, con la cantidad de
cosas negativas que cargamos respecto a nosotres y nuestros
cuerpos?
Poder entregarnos al momento incluye dejar de pensar en cosas
que nos pesen. Ya la vida diaria, el trabajo, el estudio, las
relaciones, las emociones son difíciles de dejar afuera. Cuanto más
podamos poner esos pensamientos en remojo, más podremos
conectarnos con las sensaciones y los sentimientos, con el gusto, el
olor, las texturas, las formas de la sexualidad. Para poder disfrutar
de un encuentro sexual, necesitamos relajarnos y sacarnos un ratito
(al menos) la mochila de las responsabilidades, los miedos, los
mandatos y las inseguridades. Esta es la parte en la que las
personas socializadas como mujeres somos bien distintas a las
socializadas como varones.
Si nacés con pene, se te lee como varón heterosexual y se te
enseña que todo en tu vida es “ponerla”, que cuanto más cojas
mejor sos, que las ITS no son un problema tuyo, y que la posibilidad
de embarazo es algo de lo que se ocupa la mujer. Se te permite
masturbarte (generalmente) y tocarte los genitales, a todes les
parece natural y divertido que lo hagas. Tenés permitido —y exigido
— vivir medio caliente, te muestran que vos “tenés que saber”, se te
tiene que parar rápido y tiene que durar en ese estado todo el
encuentro sexual. El mundo entero es un estímulo para tu
sexualidad: desde los programas de tele, las publicidades, las
personas en la calle. Se te incentiva a expresar tu deseo sexual, tu
libido y tus ganas. Y te muestran que el placer está en coger duro,
rápido y fuerte. Se te explica cómo son tus genitales, tu eyaculación,
tu orgasmo y tu erección en el colegio y/o en casa. Y se te incentiva
a debutar sexualmente y a amar a tu pija.
No digo que las personas socializadas como varones no tengan
mambos sexuales: todes llevamos una mochila que tenemos que
sacarnos a la hora de relacionarnos sexualmente y las personas
socializadas como varones tienen varios mandatos metidos en ella,
pero no podemos comparar con los que nos vienen a las mujeres
por añadidura solo por ser socializades como tales.
Si nacés con vulva, no solo no se habla de tu masturbación,
eyaculación, orgasmos y erección, sino que se te incentiva a no
coger, se te dice que si cogés mucho sos una puta, se te niega
información y formas correctas de llamar a tu genitalidad. Se asume
que te gustan los varones, se te enseña a complacerlos, a ser un
estímulo para ellos, a “mantener prendido el fuego”, se te enseña a
tener asco de tus genitales y que el placer está en la penetración
vaginal, se asume que vas a querer maternar, se te presiona a que
lo hagas, y, cuando lo hacés, ¡guarda con perder de vista la
sexualidad de tu pareja!
Y entre todos esos pesos, culpas y responsabilidades, existen tres
cuestiones muy pesadas para la autoestima y la sexualidad:
LOS ESTÁNDARES DE BELLEZA
En la sociedad en la que vivimos, solo sos deseable si sos lo más
parecido posible a un prototipo de mujer que el capitalismo inventó,
un estándar imposible de alcanzar donde, en el intento de llegar ahí,
se te incentiva a dejar un montón de tiempo, dinero y placer en el
camino.
Es muy difícil conectar con la sexualidad, el placer y el goce cuando
estamos pendientes de la forma, la “prolijidad” o lo que se ve de
nuestro cuerpo mientras cogemos. Para pasarla bien, para disfrutar,
suele ser necesario desconectar de estas cosas.
LA SEXUALIDAD COMO UN ESPACIO NO SEGURO
Claramente, si pasamos por situaciones de acoso, abuso o violación
se puede complicar mucho la conexión con el placer. Las
situaciones de violencia generan miedo de lo que pueda hacer le
otre, miedo a perder el control, miedo a entregarse, miedo a que se
repitan las situaciones vividas, miedo a la vulnerabilidad, y el miedo
generalmente no es compatible con el placer.
Prácticamente todas las personas con vulva hemos pasado por
alguna situación de acoso callejero, o estuvimos con alguien que se
sacó el preservativo mientras cogía sin avisar (es una forma de
violación) o violentaron física o verbalmente nuestra identidad
sexual, o nos violaron, o abusaron de nosotres, o nos tocaron el culo
cuando no queríamos, o estuvimos en vínculos violentos, o nuestra
familia (o la sociedad) nos hizo sentir mal con nuestra orientación
sexoafectiva y/o expresión de género, etc.
Y aunque no hayamos vivido ninguna de estas situaciones, de igual
forma, prender la televisión y ver que todos los días muere una
mujer en manos de un varón por ser mujer, también hace que sea
bastante difícil relajarnos. No es necesario haber vivido esas
violencias para temer por ellas.
Estas situaciones incluyen los abusos y violaciones dentro del
marco de la pareja. Hace un tiempo en Instagram pregunté si alguna
vez habían sentido que “tenían” que coger, porque si no habría
consecuencias. Fue muy abrumadora la cantidad de respuestas, y
cómo muchísimes no lograban identificar eso como una violación o
violencia.


Nos educamos dentro de un
mandato muy pesado: somos las
que tienen que calentar y gustar,
pero al mismo tiempo nos
indican que quienes saben de
nuestro placer son los varones.
Acceder a coger por miedo a decir que no, coger por no aguantar
las consecuencias, coger porque si no tenés que soportar a alguien
peleándote toda la noche, coger porque sabes que así mañana te
trata mejor, o trata mejor a tus hijes, no es coger. Si pensamos la
sexualidad desde el placer, entonces ninguno de estos escenarios
representa un acto sexual, porque no hay placer. Hay miedo, y
poder ejercido sobre nuestros cuerpos y voluntades. Eso es
violencia sexual.
LA ENSEÑANZA DE QUE NUESTRA FUNCIÓN
SEXUAL ES LA DE CALENTAR AL VARÓN SIEMPRE, EN
TODO MOMENTO Y QUE CALENTARLO ES ESTAR
SIEMPRE DIOSA-BOMBA-SEXY
Esto también es un mandato que pesa muy fuerte. En todos los
acompañamientos heterosexuales que hice, siempre pasa lo mismo:
cae el deseo sexual en el vínculo, y quien sale a buscar la solución y
busca nuevas formas de erotismo (disfraces, lencería, arneses,
ropa, juegos, nuevas prácticas y modos sexuales) es la mujer.
Siempre cargamos con el peso y la culpa, como si fuésemos les
uniques responsables de subir la calentura en la pareja. Es muy
habitual también echarle la culpa a nuestro cuerpo cuando cambia,
cuando muta, cuando no lo sentimos lo suficientemente erótico.
Quienes somos socializades como mujeres, nos educamos dentro
de un mandato muy pesado: por un lado somos las dadoras de
placer, las que tienen que calentar y gustar, pero al mismo tiempo
nos indican que quienes saben de nuestro placer son los varones:
“Ya va a llegar la persona que sepa, el indicado”.
Todo esto pesa en nuestra mochila y, por supuesto, dinamita nuestra
autoestima.

¿DE DÓNDE VIENEN LOS MANDATOS QUE


MINAN NUESTRA AUTOESTIMA?
En El mito de la belleza, Naomi Wolf cuenta cómo el “ideal de
belleza” se nos impone como un tercer trabajo, como un espacio
más al que tenemos que dedicarnos, para gustar, para atraer a le
otre. Este trabajo consume nuestro dinero, nuestro placer y nuestro
tiempo bajo la promesa de que cumplirlo resultará en ser más
amades y felices.
Según Wolf, el mito de la belleza actual es una virulenta respuesta
al feminismo de los años setenta y la emancipación de la mujer, que
se fue gestando en las décadas previas. A medida que la mujer se
fue liberando del lugar que se le había asignado como madre, ama
de casa y principal consumidora, el patriarcado necesitó inventar
nuevas herramientas de sometimiento y de consumo. Entre la
Segunda Guerra Mundial, que dejó algunos puestos de trabajo
ocupados por mujeres, y la invención de la píldora anticonceptiva,
que le dio a la mujer la posibilidad de controlar su natalidad, el
sistema fue perdiendo parte del control que tenía sobre los cuerpos
feminizados.
En la medida en que lo fue perdiendo, empezó a tomar control sobre
otras áreas. La belleza es una de ellas. Y ahora esa es una de las
herramientas de dominación más férreas: una apariencia a la que
debemos aspirar y sobre todo una conducta que debemos adoptar
frente a este estándar. Ser flaques (pero no demasiado), tener cierta
piel, ciertos rasgos; tener tetas (pero no demasiado), culo (pero no
demasiado), maquillarnos todes igual (pero no pasarnos de rosca),
vestirnos de manera sexy (pero tampoco tanto). Además, debemos
demostrar preocupación por nuestro cuerpo (de otra manera, somos
“unes dejades”), debemos quejarnos de nosotres, competir con les
demás, estar constantemente en la búsqueda de nuevas formas de
“mejorar nuestra estética” y, claro está, no envejecer nunca. “Un
trabajo inagotable, aunque efímero, alrededor de la belleza
reemplazó el también inagotable y efímero trabajo doméstico”,
escribe Wolf. Y sigue: “Las neurosis actuales de la vida en relación
con el cuerpo femenino se han propagado de una mujer a otra en
proporciones epidémicas”.
Hoy las presiones de la “belleza” llegan hasta nuestra vulva, como
vimos en el capítulo sobre anatomía: las cirugías estéticas en
nuestros genitales son cada día más solicitadas, incluso por niñas y
adolescentes. Los desórdenes alimenticios crecen cada día más, así
como las demás operaciones estéticas y los tratamientos “no
invasivos”. Mientras tanto, nuestro deseo sexual es medido,
aplastado y digitado por la industria médica. La tecnología avanza
para someternos cada día un poquito más. Nunca a nuestro favor.
Por eso, trabajar en nuestra autoestima y autocuidado es un acto
político y un acto de libertad, de emancipación, porque va en contra
de las industrias más manipuladoras (y más ricas, claro): las de las
dietas, la estética (cirugías, tratamientos, depilación, complementos,
cosmética, indumentaria) y del porno. Estas industrias viven de que
luchemos contra lo que realmente somos. Y se retroalimentan entre
sí.
Hace un tiempo, cuando pregunté a mis seguidores de Instagram
qué cosas les habían dicho sobre su cuerpo mientras crecían, recibí
una catarata de mensajes. Las peores frases siempre venían de sus
madres o parejas. En el caso de la familia, esto tiene una razón
precisa de ser: la generación que nos educó fue a la que se le
implantó el ideal de belleza como lo conocemos. Modelos raquíticas,
rubias, de rasgos muy puntuales comenzaron a invadir los medios
de comunicación de masas. Fueron épocas en las que las revistas y
la televisión le decían descaradamente a la mujer cómo tenía que
ser (lo siguen haciendo, pero cada vez las escuchamos menos, por
suerte). Por darte un pequeño ejemplo, podés googlear cómo era la
Barbie slumber party de 1965: venía con una balanza fija en 50
kilos, un manual que decía “¿Cómo perder peso?” en la tapa y del
lado de atrás “¡NO COMAS!”. Recorrer anuncios publicitarios de esa
época puede ayudarnos a entender a quienes nos criaron.
Nadie nace sabiendo cómo relacionarse y/o cómo coger, nadie nos
explica. ¿Y dónde buscamos respuestas? En la tele, en los medios,
en alguien que nos diga cómo hacer las cosas que no sabemos
cómo se hacen. Hoy, en YouTube y en las redes sociales, pobladas
de consejos, tips, de qué hacer, de cómo ser, de cómo no ser, de
cómo coger, de cómo no coger, de cuánto coger y de cuánto hacerte
la paja, de cómo quererte, empoderarte, sanarte, desde lugares tan
banales como sintéticos… algo que no se distingue mucho de las
ficciones del pasado. Solo son, quizás, un poco más sutiles. Hoy no
nos ponen la publicidad directa, sino que el trabajo es más fino, las
inseguridades vienen más micro, pero en mayor cantidad.
Los mandatos de la sexualidad y la estética, pulsionados por las
redes sociales, los filtros, la publicidad y la industria de la estética
dinamitan nuestra autoestima. Pieles sin texturas, caras angulosas,
labios carnosos, pestañas imposibles, mejillas rosadas, narices
puntiagudas, ojos enormes, ¡cada día nos parecemos más a un
dibujito animado! Y nos ponemos esos filtros, pero de golpe está el
espejo, y te encontrás con los granos, la papada, las ojeras, los ojos
chiquitos, los labios más finos, los dientes menos blancos… Y el
miedo, el miedo a cómo te verá le otre, que solo te vio con filtros.
¿Qué va a pasar cuando te vea las canas? ¿El rollo que recortaste
en la foto? ¿Los granos, los poros? Cada une tiene su lugar, zona o
parte que le genera inseguridad, en mayor o menor medida.
No debería pasarle nada, porque le gustás vos. Esa persona que
coge con vos, coge porque quiere coger con vos y le gustás. No le
debés (no le debemos) “belleza” a nadie.
Pero el miedo a veces nos gana. Algunas inseguridades se cuelan,
la vergüenza y el miedo (y la culpa) nos paralizan muchas veces,
nos prohíben risas, formas, modos, poses, niveles de entrega, de
cuidado, de autocuidado y de auto-preservación. Nos olvidamos de
que le gustamos a la otra persona, y nos desconectamos. A veces
hasta nos dificulta o directamente nos imposibilita decir que NO a
algo que no estamos queriendo que pase.
Ese aluvión de imágenes de cuán perfecto es el resto del mundo y
cuánto más linde sos si tu piel es lisa (entre otras cosas) va
intercalado con publicidades de productos para ser como los filtros
te muestran: cirugías estéticas, maquillajes, todo tipo de
tratamientos. Y hacemos lo mejor que podemos. Hay muchas
personas que se sienten exentas de estos mandatos, y eso me
parece genial. Pero también somos un montón a les que aún nos
cuesta. Les que nos miramos al espejo y aún vemos (a veces) algo
de lo que deberíamos ser pero no somos genuinamente, como si
estuviéramos fallades (así sea por mandato estético, sexual o de
género). Cada une hace lo que puede con las presiones que su
entorno y cultura le inculcaron. Y es mucho mejor plan empezar a
bancarnos el aprendizaje entre nosotres que estar mirándonos las
credenciales de la deconstrucción.

PLACER SIN MIEDO


La autoestima tiene que ver con montones de áreas de nuestras
vidas, con cómo nos relacionamos laboral, grupal, afectiva y, claro,
sexualmente. Si el sistema, los medios y tu exnovie te socavaron la
autoestima, si las revistas y tu familia te quemaron la cabeza
diciéndote que estabas demasiado gorde, y que así nadie te iba a
querer… y sí, puede ser más difícil relacionarse sexo-afectivamente,
puede llegar a volverse un alto desafío.
Si a quienes fuimos socializades como mujeres se nos indica que no
hay nada más importante que ser atractive para le otre, que eso es
lo que más valor nos da, si cuanto más “lindes”, mayor éxito sexual,
es súper lógico que una parte de la relajación que necesitamos para
placerear se nos vaya pensando en cosas que nos enseñaron que
están mal de nosotres.
Correrse lo más posible de ahí es importante. Poder identificar de
dónde vienen esas voces, quiénes te fueron mostrando cómo,
cuándo y dónde tenías que ser y por qué lo escuchamos tanto.
Madre, padre, abueles, tíes, amigues, novies, exnovies, parejas
sexuales, influencers, medios, instagramers, tiktokers, tendencias,
revistas, personas, industrias… Ese es el pensamiento que hay que
intentar apagar, tocar ese interruptor. Reducir, cortar o frenar (o
dejarles llegar hasta cierto punto) esos lazos/redes el tiempo que
sea necesario, y refugiarse en nuevos vínculos y espacios que nos
permitan ser quienes somos. En resumidas cuentas, buscar gente
que nos haga sentir bien. A veces (casi siempre) este proceso es
doloroso e incómodo, pero, en realidad, estamos haciendo más
esfuerzo tratando de mantenernos en ese lugar.
No somos personas moldedas para el placer, estamos heches para
el sacrificio y la entrega, entrenades en los placeres ajenos, no en
los propios. El placer es la sensación que nos enseñan a dar, no a
recibir, por eso tenemos que trabajar para hacerlo propio. ¡No sea
cosa que demasiado placer nos haga mal, nos envicie, nos quite
tiempo de productividad! Aunque conectar con él y dejar ir el miedo
a la entrega es súper productivo... para nosotres.
El placer de comer sin culpa, de caminar sin miedo, el placer de
hacer lo que queremos (dentro de lo que podemos), de vernos libres
e independientes, el placer de mirarnos y gustarnos, de vernos en el
espejo, sensuales y sexuales a nuestro modo, de moverte como te
querés mover, de buscar lo que te dé satisfacción (sole o junto a
otres), de adoptar las poses que te hagan sentir sensaciones
placenteras y no las que hacen que no se te vea lo que no te gusta
de vos, o lo que te haga sentir de un género que no estás habitando
o que estás transicionado para dejar de habitar, de mirar a le otre y
sentirte capaz de calentarle, sin miedo, siendo como sos: el deseo
sexual por nosotres mismes es parte de lo que nos da la libertad de
ser quienes queremos ser en la cama.
Poder sentirnos bien con nuestro cuerpo y ser amoroses con él, ese
ideal también tiene que ver con la liberación del género. Con dejar
de pensar qué prácticas o poses o modos sexuales no son válidos
para un género o para el otro.

¿QUÉ HAY DETRÁS DE LOS TRATAMIENTOS


ESTÉTICOS?
No creo que modificar nuestro cuerpo esté mal, solo creo que, si es
por cuestiones estéticas, es importante saber de dónde viene el
mensaje de que así como sos estás mal. Una vez que lo sabemos,
si decidimos modificarlo, es importante poder evaluar las
consecuencias.
Si te vas a someter a algún tipo de tratamiento, desde una cirugía
estética o una cirugía de modificación genital, hasta un tratamiento
hormonal (incluyendo los anticonceptivos hormonales), es
importante que preguntes a les profesionales de la salud por tu
sexualidad, tu libido y tus sensaciones sexuales, y tener eso en
cuenta, porque las probabilidades de perder el placer o modificar el
placer existen. Queda en vos evaluar qué preferís: quizás lo elegís,
preferís ese cambio a tu placer, porque no te aporta tanto el placer
(sexual) a tu vida, ese cambio puede darte placer en otras áreas que
quizás son más importantes para vos. Pero quizás no, por eso,
evalualo, preguntalo y preguntate.
¿Qué cuerpo estamos intentando imitar, sin celulitis, estrías,
marcas, manchas, labios internos, pelos? ¿Qué rasgos, y por qué?
Si nos damos cuenta de que solo estamos imitando los rasgos de
los cuerpos reproductivos, fértiles (bordeando lo infantil) quizás se
nos aclaran un poco las cosas. Cualquier signo de que nos
acerquemos a la adultez —una arruga, o una marca— nos hace
“incogibles”. Parecería que nuestros procesos de envejecimiento
deberían frenarse a la edad en la que se supone que estamos “en la
cresta de la ola”, casualmente el momento en el que más fértiles
somos… ¿Quién dice eso? ¿Por qué esa edad debería ser mejor
que otra? ¿Por qué imitamos el cuerpo joven? Porque es lo
valorado. Lo que nos hará más deseables, el cuerpo que le
enseñaron al varón cis hétero que debe buscar, penetrar y
embarazar.
Salirse de ese molde (como de cualquiera) tiene sus consecuencias.
La gente te va a hacer sentir sistemáticamente MAL, y es muy difícil
evitarlo. Pero sí podemos tratar de que nos resbale un poco su
opinión.
Quienes trabajamos con estos temas siempre decimos que es
importante ser un poco más compasive con une misme. Pero qué
difícil, ¿no? Muches somos capaces de sentir compasión y empatía
por les demás, pero sentirlas por nosotres mismes no es tan fácil a
veces. ¿Por qué no estamos tan dispuestes a acompañarnos a
nosotres en un proceso doloroso, y tratar de aliviarnos o reducir ese
dolor? Porque nos enseñaron que no valemos nada, porque
estamos construides para otras personas desde que nacemos,
creemos que todo lo que tenemos para hacer es dar.
Todos los dispositivos de adoctrinamiento, desde el “modelo de un
solo sexo” —que vimos en el capítulo de Historia— hasta acá,
dejaron a las personas socializadas como mujeres con la enseñanza
de que son seres incompletos, seres hechos para otres, para dar,
para cuidar y no para sí mismes, con la culpa como la madre de
todos los sentimientos. Si te corrés de la norma, si cogés por placer,
si cogés con gente de tu mismo género, si comés con ganas, si te
dejás las canas, si no te depilás, si sos vieje, gorde, mostrás un
cuerpo no hegemónico… sos constantemente bombardeade para
que no te escuches, ni te valores. Los comentarios de tu entorno
(por muchos o por pocos) están ahí para orientarte siempre que
quieras correrte del camino indicado.
Correrse es difícil, pero recordá que vos estás haciendo lo que
podés con lo que tenés. Acompañate como puedas en los procesos,
permitite escuchar tu cuerpo, tus ganas, tu libido, tus penas, tus
necesidades en vez de las de les demás. Y si no las sentís, no pasa
nada. Es lógico pasar por periodos de baja libido sexual. A veces la
libido solo la tenemos puesta en sobrevivir o procesar traumas y
momentos. Y eso está bien. Tampoco quiere decir que no vaya a
volver nunca esa libido, ni que la energía sexual sea mejor que
cualquier otra energía. A veces nos enseñan que hay una vitalidad
casi inmediata en la sexualidad, pero cualquier otra cosa en donde
pongamos la libido puede estimularnos y darnos energía.
No nos presionemos por tener siempre ganas de coger y hacernos
la paja y tener la autoestima súper trabajada. A veces se puede, a
veces no. Que no sea un nuevo mandato esto tampoco.
No siempre la sexualidad es el contacto genital, y no siempre es
físico; a veces es virtual, a veces es intelectual. Y con la autoestima
pasa lo mismo. A veces sube, y nos queremos coger el mundo y a
nosotres mismes. A veces baja. Cuando cae, es buen momento
para recordarnos por qué cae y quiénes quieren que caiga. ¿A quién
le es productiva tu autoestima decaída? Solo saberlo, tenerlo
presente, no la arregla, pero sí nos devuelve algo de placer. El
erotismo y el autoerotismo son parte de ese placer robado, y eso es
una parte inmensa de nuestra autoestima. Yo sé que es difícil que
gustes de vos. La vara tan baja para les demás, tan alta para
nosotres mismes…

SALIR DEL CANON DE BELLEZA Y


AMIGARSE CON EL PROPIO CUERPO
Los cánones de belleza actuales, la concha hegemónica del porno,
sus prácticas, sus tetas, el cuerpo ¿qué imitan? Imitan más o menos
el cuerpo de la mujer centroeuropea fértil, en edad o contexto
reproductivo. De todas las demás etapas —embarazo, posparto,
menopausia— nos enseñan que no son sexualizables y
sexualizantes, cuando en realidad son etapas en las que no
dejamos de ser seres sexuales, aunque puede pasar (o no) que el
foco se corra a otros modos de relacionarnos sexualmente. Pero
como esto no lo vemos representado en ningún lado, todo lo que
nos corre de las etapas fértiles nos quita del lugar de persona
sexuada. Se nos enseña que la vejez o los periodos de embarazo y
puerperio son momentos desconectados de la sexualidad, cuando
en realidad pueden ser etapas súper sexuales, o etapas en las que
necesitamos otros tipos de sexualidad y contacto.
Cuando más nos acercamos a dejar de menstruar, más miedo: nos
enseñan que perder la capacidad reproductiva es un momento
espantoso, un destino fatal al que todes quienes tenemos útero
vamos a llegar. Y ahí perdemos valor, como si nuestro único valor
fuese la capacidad reproductiva. Cualquier rasgo de vejez es
entendido como falta de cuidado y de amor propio.
Nos mostraron que el sexo es de la gente rubia, joven, cis, flaca,
alta, con tetas redondas y parejas, y piernas largas. Pero el sexo es
nuestro también, de quienes no encajamos en los estándares. Todos
los cuerpos son sujetos de deseo, todos los cuerpos son deseables
y deseantes (si lo desean).
Entonces, mirate en el espejo, mirá tu cuerpo, tus manos, tus
hombros, tus curvas, tus rectas… Ese es el cuerpo que vas a
habitar el resto de tu vida, y tenés dos opciones: o te la pasas en
lucha constante contra él, no dejándolo ser y no disfrutándolo,
intentando constantemente que entre dentro de una norma
totalmente falsa, ideal y elitista, o tratás de llevarlo adelante como
es, y si tenés ganas de trabajar en modificar algo, lo vas haciendo
tranquile, sin apuros, con respeto por tu cuerpo, escuchándolo, que
es el que te da el placer, el que te lleva y te trae, el que te acompaña
a todas partes y te da señales de lo que está bien o mal. Esta
segunda opción es un laburazo, sí. Pero la primera también es un
laburazo: no es nada fácil vivir peleándole al propio cuerpo. Es
mucho más difícil y doloroso, pero es un dolor al que estamos tan
acostumbrades, que lo tenemos casi adormecido. Cuando lo
despertamos, empieza la revolución interna.
Tratar de llevar nuestro cuerpo adelante como es, como podemos,
modificándolo conscientemente es una opción un poco más genuina
y sincera. Cuesta, pero a la larga (y a la corta) nos hace la vida y la
sexualidad un poco más divertidas.

OJOS DE AMIGUE
¿Qué pasa cuando te mirás al espejo? ¿Qué es lo primero,
primerísimo que ves? Por supuesto, hay excepciones, pero siempre
que pregunto esto a personas con vulva en mis talleres, la respuesta
es casi siempre la misma: “los defectos”. Es lo que el mercado
quiere que miremos: rasgos, formas, patrones, texturas, colores a
corregir por una suma de dinero. Si esto no te pasa hoy, es probable
que te haya pasado en algún otro momento de la vida y si no te
pasó jamás, sentite muy privilegiade. Como ya señalé, en lo más
profundo de nuestro inconsciente —o quizá no tanto— está
instalada la idea de que nos debemos belleza: a le otre, a nosotres
mismes, al mundo, que nuestro cuerpo tiene fallas y que siempre
existe una forma de cambiarlo.
Nuestro cuerpo aparece como un espacio fallado, y como nuestro
peor enemigo, como algo ajeno a nosotres que tenemos que luchar
para modificar sea como sea, a costa de todo, incluso de nuestro
propio placer.
En mi pubertad/adolescencia fui una persona con algo de
sobrepeso. Estaba en esa zona gris y confusa de: “No sos gorda,
sos gordita, rellenita”. Recuerdo sentir profundo miedo a la palabra
“gorda”. Nadie se animaba a decírmelo bien, como un rasgo habitual
que une escucha. “Es una pena, sos tan linda, si solo fueses más
flaquita…”.
Escuché a los varones en la escuela decírmelo cada vez que les
molestaba algo de mí, escuché a varones decírmelo por la calle,
escuche a toda mi familia decirme (decirse) que ser gorde era algo
malo. La sociedad entera me indicaba que era casi la peor
desgracia que podía tocarle a un ser humano. Y después llegó la
tele y la hora de encontrar mi identidad, mi atuendo, mi
personalidad. Y eso fue imposible. Las marcas de chicas no tenían
talles para mí. Entraba a TODOS los negocios y pedía el talle más
grande de todos (eso, si tenía la suerte de pasar por el juicio de la
vendedora…), moría de angustia en el probador, metiendo panza,
llorando, mirándome en el espejo y odiándome como jamás odié a
nadie en esta vida, queriendo romper todo, y me iba con la cabeza
baja y la angustia en el pecho a los locales de ropa de señora
mayor.
Cerca de mis 21, mi familia me dio un pase a una clínica de un
famoso médico, que me dejó flaquísima, y con mucho miedo a
comer más que la mitad de lo indicado. Y ahí el mundo cambió. El
“gorda, aflojá los postres” cambió por miradas de aprobación y
coqueteos, era bienvenida en todas partes, me dejaban subir a los
colectivos primero, me trataban amablemente. Podía chapar/coger
con quien yo quería, y no con le que me daba bola. Yo estaba bien,
finalmente era correcta. Todo el proceso de la pérdida de peso fue el
adoctrinamiento más grande de mi vida: ahora estás bien, antes
estabas mal. De todas maneras, como siempre sucede —incluso en
los cuerpos más hegemónicos y “perfectos”— estar bien no es
nunca estar tan bien: ahora tenía que encargarme de celulitis,
estrías, blandezas de mi cuerpo.
No comí con placer por muchos años después de eso. Comí con
culpa, cada una de las comidas de mi vida de ahí en adelante, todos
los días de mi vida. No había un día en que no pensara en no
aumentar un gramo más, un día que no sintiera el terror de volver a
ser la gorda que era antes.
Eventualmente volví a serlo. Adelgacé y engordé tantas veces y mi
cuerpo pasó por tantos procesos, que lo confuso dejó de ser
confuso. Era claro: la gente me quería más cuando adelgazaba, me
decía todo el tiempo lo linda que era, me buscaba, me llamaba, me
trataba bien. Cuando estaba más gorda, los halagos frenaban
abruptamente, y las posibilidades de vincularme sexoafectivamente
solían reducirse o cambiar. Flacura era igual a amor. Y, obviamente,
como mujer, no había nada más importante que el amor.
Pasé gran parte de mi vida sintiendo vergüenza de mí misma,
escondiéndome en ropas largas, abrigada en verano (aun cuando
estaba flaca) y muerta de calor. No metiéndome en piletas,
pensando que “pobre”, mi novio tenía que llevar una novia tan fea a
los asados. Y por sobre todas las cosas, queriendo cambiar: todos
los días me miraba al espejo y quería cambiar pedazos de mí, me
convencía de que así sería más feliz. Comía y me sentía mal
automáticamente, si no comía me sentía bien, si me enfermaba y
adelgazaba sentía alivio. Hice dietas que me dejaron flaquísima por
un tiempo, se me caía el pelo de a mechones, pero eso no
importaba: era linda, era deseable, era querible. Y tenía que trabajar
duro para mantenerme así.
Porque la disconformidad con nosotres mismes implica que cuanto
más disconformes, más consumimos, y cuanto más consumimos,
más manipulables somos y más seguimos consumiendo.
Obviamente, vivimos inmerses en esta sociedad y, al menos yo
personalmente, encuentro imposible escaparle por completo. Pero
hoy trato de que los mandatos se cuelen en la menor cantidad de
espacios posible, para así ir rearmando la autoestima que no pude
tener jamás. Como dice la socióloga estadounidense Gail Dines: “Si
mañana las mujeres se despertasen y decidieran realmente gustar
de sus propios cuerpos, piensa en la cantidad de industrias que
saldrían del mercado”.
La autoaceptación no es algo mágico, que va a suceder de un día
para el otro, es un camino que termine quizás el último día de
nuestros días. Algo que puede ayudarnos es pensar por qué no
podemos mirarnos a nosotres mismes como vemos a nuestres
amigues. A ese amigue, amiga, amigo que adorás, estoy segura de
que le ves hermose, perfecte, bellísime, divine. ¿Por qué? Por qué
no pretendemos cambios, porque no esperamos que nada sea
distinto en elles, porque les amamos así como son.
El camino podría ser tratar día a día, de a poquito, de mirarnos con
esos mismos ojos con que vemos a nuestres amigues, con esos
ojos que no pretenden cambios.
Por otro lado hoy, también, quererse a une misme es una
imposición, un nuevo mandato en un mundo que nos bombardea
con imágenes inalcanzables. Y si no te “aceptás”, si no te
“empoderaste”, fracasaste como mujer, como feminista. El plan sería
tratar de balancear la ecuación lo más posible, empezar de a
poquito a mirarnos con ojos amigues, dejar de ser nuestro propio y
primer bully, porque hablamos mucho del bullying, pero, a veces,
¿quién nos dice las cosas más horrendas? Muchas veces somos
nosotres mismes. Pero entender que esto es un camino, un
recorrido, y que las olas van a ir y venir varias veces.

¿POR DÓNDE SE EMPIEZA?


Este recorrido es único y particular para cada persona. Para mí,
empezó prestando atención a mi entorno. El primer paso, quizás,
sea no sentir que es tu responsabilidad quererte. Cuando nos
venden ese speech, nos hacen sentir responsables a nosotres
mismes de batallar contra las imposiciones de la cultura, y eso no
siempre es posible.
No tenés la autoestima destruida porque sí, porque vos no sabés
quererte lo suficiente, porque sos débil, porque no sos una buena
feminista: tenés la autoestima por el piso porque vivís en un sistema
que te violenta, disminuye y quita conocimiento constantemente. No
sos vos que no podés, es el mundo en el que vivís que no quiere
que puedas. Como hermosamente lo explica la filósofa Esther Díaz
en La sexualidad y el poder: “El deseo en sí mismo no tiene objeto,
simplemente desea. Pero cuando se quiere ejercer dominio sobre
los cuerpos o la vida de las poblaciones, se codifica el deseo, se le
da una representación, se construyen objetos de deseo. Luego se
establece lo que es ‘normal’ en la búsqueda de satisfacción y se
sanciona a quien no se atiene en esa pretendida normalidad. La
sexualidad es una codificación del deseo, no es deseo en estado
puro”.
Para trabajar el amor propio, es necesario cuestionarnos todo (en la
medida en que vayamos pudiendo hacerlo): nuestros consumos,
nuestros vínculos y relaciones, nuestras necesidades, las palabras
que usamos, dejar de seguir en Instagram a esa cuenta que irrumpe
para decirte que así estás mal, que no “llegás al verano”, que
necesitás un tratamiento o un producto. El siguiente paso sería
empezar a vincularte con aquello que te haga bien: cuentas, textos,
medios sobre imagen corporal positiva (no abundan, lo sé, pero
existen y cada vez serán más), que retraten cuerpos reales, que
cuenten que hay muchas personas más como vos; hacer talleres,
leer, buscar información al respecto. Revisá y cuestionate todo, tus
películas favoritas, las revistas/libros/series que consumís, lo que
ves en la tele, la gente que te rodea.
Quienes nos rodean, muchas veces, incluso sin siquiera darse
cuenta, instalan un dolor en nosotres muy difícil de llevar, a veces
sin que ni nos demos cuenta del daño que nos hacen. Y alguna vez
hay que poner en pausa esas voces.

EL “DEFECTO” COMO HERRAMIENTA


Con el tiempo, aprendí que no era yo sola la que estaba entrenada
para creer que no era merecedora de amor y placer si no cumplía
con el canon de belleza del cuerpo hegemónico, sino que los
varones hetero cis estaban mucho más entrenados que yo. A mí me
enseñaron que mi existencia no era correcta, a ellos les enseñaron
que estaba mal gustar de “Tati, la gorda”. Y muchas veces vi cómo
en realidad había varones que gustaban de mí, pero los mandatos
les pegaban tan fuerte que ni siquiera podían expresarlo, e incluso
muchas veces se expresaban en forma de odio y/o violencia (sobre
todo cuando los rechazaba).
Muchas veces ese miedo se transformaba en buscarme pero
arrepentirse al día siguiente, o no querer decírselo a los amigos, o
simplemente en una puteada llena de odio. “Casualmente” esto con
mujeres no me pasó nunca, jamás sentí que no le gustara a alguien
con quien compartí mi intimidad.
Esto lo terminé de entender en la adultez, de adolescente no
lograba unir las señales y sufría muchísimo por las cosas horribles
que me pasaban con los varones. Cuando vi eso, aprendí a usarlo a
mi favor: entendí que una persona que no podía expresar lo que le
gustaba, que no podía conectar con lo que estimulaba su placer,
que tenía que esconder lo que le gustaba, o, peor aún, alguien que
me hiciera sentir que tenía que cambiar para que me quisiera y/o
desee, era alguien que yo necesitaba lejos de mi vida.
Hoy, gorda otra vez, comiendo (casi) sin culpa, y muy desde otro
lado, entiendo que este cuerpo, su gordura, sus estrías, su celulitis,
sus granos y su piel, es mi aliado, es quien funciona como filtro de
imbéciles. Aprendo de a poquito a escucharlo, a entender las
señales que me da, a escuchar por dónde va la cosa, por dónde me
voy a sentir cómode conmigo misme como para poder relajarme,
quién me hará sentir tan relajada (sexual y no sexualmente) como
para poder compartirme como soy, con mis miedos y mi
vulnerabilidad. Entendiendo que a veces también voy a equivocarme
en el camino, porque así se aprenden las cosas, prueba y error, y
tratando de no castigarme por ello.
Entonces, en la medida en que podamos tratar con un poco más de
amor a nuestro cuerpo, vamos a ir encontrando modos y estrategias
para cuidarlo. Para algunas personas puede ser lo que los medios
nos muestran: ir al gimnasio, depilarlo, untarlo en cremas como si no
hubiera un mañana. Pero el autocuidado tiene múltiples abordajes, y
puede ser cualquier otra cosa. Hacer yoga, salir a correr, bailar,
quedarte tirade en la cama un día entero mirando películas, dormir
mucho, dormir poco y salir a la mañana, sentir el viento en tus tetas,
darle un poquitito de sol a tu concha, comer comida súper sana,
comer comida de porquería que te encante, cocinarte, escuchar
música que amás, apagar tu celular un buen rato, ir a terapia, tener
una buena charla con amigues, bailar, sextear, hacerte la paja, leer,
estudiar algo que te guste, etc.
El autocuidado tiene muchísimas formas y combinaciones. Únicas y
diferentes en cada une, buscá las tuyas, y activá, date los mimos
que puedas y quieras darte. Nunca está mal, nunca no es necesario.
El autocuidado muchas veces genera culpa por anteponer nuestros
deseos y necesidades a los de nuestres hijes, amigues, vínculos,
parejas, trabajos. El autocuidado suele entenderse como “tiempo
perdido”. ¡Pero no lo es! Después de darnos un rato lo que
deseamos estamos más predispuestes a hacer mejor lo que sea
que tengamos que hacer. Responsabilidades, traumas, dolores,
angustias, cargas y miedos se enfrentan desde otro lugar cuando
nos dimos algo de espacio a nosotres mismes.
También en mi experiencia personal, encontré que es clave
reconocer cuando une tiene un mal día, y no pasársela luchando
con él, ser honeste con une misme es muy importante. La tristeza o
mal humor son entendidos como sentimientos negativos que hay
que tratar de ocultar y meter para adentro, pero es bueno tratar de
convivir con ellos, son cosas que pasan y que nos muestran o
cuentan un montón sobre nosotres. Serles sinceres a les demás
sobre nuestros sentimientos, es también una forma de autocuidado.
Permitítelo.


Podés sentirte sexy de cualquier
manera habida y por haber, no
debería haber una norma o algo
preestablecido sobre qué es sexy
o no.
HAY QUE REDEFINIR TODO LO QUE
SIGNIFICA SER SEXY
Cuando hablo de estos temas, siempre encuentro una confusión en
muchos términos. Sexy es uno de ellos. ¿Qué es ser sexy? Lo que
se entiende comúnmente de este término es de lo más determinante
a la hora de armar nuestra autoestima.
Quien es sexy, según los diccionarios, es alguien que ejerce o tiene
atractivo físico y sexual. Yo creo que todo el mundo tiene el
potencial de ser sexy, atractive, deseable, y que todes tenemos
miradas MUY distintas sobre lo que nos atrae.
A mí alguien puede parecerme súper sexy (su look, sus modos, su
manera de moverse, la forma en que me hace sentir, su cerebro, su
cuerpo) pero a vos puede parecerte poco o nada atractiva esa
persona, o al menos no tan sexy como a mí, y esa percepción
puede ir variando a lo largo de la vida.
Podés sentirte sexy de cualquier manera habida y por haber, no
debería haber una norma o algo preestablecido sobre qué es sexy o
no. Cada une tiene su propias y únicas maneras de sentirse sexy,
nadie puede decidirlo por vos. El problema (como siempre) es la
única representación, el estándar. El modelo. No dejemos que las
redes y medios nos definan qué es lo sexy y qué no.
Si lo pensás un poco, casi todo lo que nos enseñaron que es sexy,
es lo que la gran mayoría no tenemos, o al menos nadie reúne
varias de esas características juntas. La belleza o lo sexy es una
construcción de nuestra sociedad capitalista y patriarcal, es una
manera más de oprimirnos, de tenernos a su servicio. En este
contexto, responder a lo que se considera atractivo, o relacionarnos
con gente considerada atractiva, nos da cierta estabilidad, cierto
estatus. Cuanto más cerca del canon de la belleza estemos, más
merecedores seremos de una persona que esté en las mismas
circunstancias (no más y no menos).
Por dar un ejemplo, una vez pregunté en Instagram si alguna vez
habían sentido que no podían relacionarse con alguien por algún
motivo vinculado a lo físico. La respuesta, una vez más, fue
abrumadora. Muches directamente no salieron con alguien muy
linde que les tiraba onda porque se sentían menos lindes; algunas
chicas no se animaron a avanzar con un pibe más petiso o flaco o
menor que ellas; otras personas se sentían en falta en su vínculo
porque la otra persona era “más linde” que elles mismes, etc., etc.,
etc. Directamente la barrera la ponemos nosotres. Esa escala de
ligas que nos enseñan las películas hollywoodenses y replica la
cultura de nuestro país, el mandato de que “la belleza” debe ser par
en el vínculo. Dicho así parece una pavada, pero regula TANTO en
nuestras vidas.
Las sexoafectividad está rankeada según cuánto nos acerquemos a
los ideales de belleza, sí. Pero está en nuestras manos empezar a
ver qué es lo que encontramos sexy y atractivo que se sale de la
norma y ahondar en ese deseo. De la misma forma, podemos
trabajar en encontrar la manera de entender que les demás nos
pueden ver atractives como somos, por lo que somos. Tu cuerpo,
tus poses, tus miradas, tus formas, tus risas, tu personalidad, las
actitudes que te enseñaron que no son atractivas, pueden ser
atractivas para otra persona. O quizá no. Quizás tu atractivo, lo sexy
en vos esté en tu manera de encarar, en el humor, en tu
conocimiento cultural e ideas. Pero es importante trabajar en no
condicionarnos.

PEQUEÑOS GRANDES ACTOS DE CUIDADO


PERSONAL
MIRAR TU CONCHA
Conocela, acostumbrate a ver cómo es. Todas las vulvas son
diferentes y merecedoras de placer. Crecimos en ámbitos que le
tenían tanto miedo a nuestra sexualidad, que nos dejaron muy
marcada la idea de que nuestra vulva no es nuestra. En muchos,
muchísimos casos, la conoció une novie o ginecólogue antes que
nosotres mismes. Pero tu concha es tuya.
Explorá tu vulva, jugá con ella, tomate el tiempo y dedicate a
conocer los recovecos de tu vulva si no los conocés aún. Recorrela
en diferentes momentos del día, de la vida, de tus ciclos, de tu
calentura, observá sus cambios, su flujo, su textura, su erección, su
hinchazón y tené presentes las sensaciones que te genera y cómo
varían.
Esta no es solo una forma de trabajar en aceptarla, sino también de
detectar cualquier cambio abrupto que requiera consulta con une
profesional. Mirala, conocela, reconocela, prestale atención; así
como está, está perfecta. No la mires pensando por qué no será
más rosa, más oscura, más pelada, más peluda, como la de alguien
con quien cogiste o como la que viste en tal película. Mirala sin
juzgarla y sin pretender nada de ella (más que suficiente es ya todo
el placer que te puede dar).
FIJATE CÓMO LA NOMBRÁS
El único nombre que nos enseñaron como correcto para nuestra
genitalidad es “vagina”. Ya sabemos que vagina es solo una parte
de nuestros genitales. Pero no solo aprendimos a llamar al todo por
la parte, sino que aprendimos también nombres ridículos, raros,
silenciantes e infantiles para nuestra genitalidad. Nos enseñaron a
usar vías de escape para nombrar a nuestra vulva y a nuestra
vagina, porque evidentemente es demasiado difícil llamarla como
corresponde. Vagina quizás era el nombre correcto, en la escuela.
¿Pero en tu casa? ¿Cómo le decían a tus genitales?
Chuchi, chochi, la pepona, cachufla, popota, cuchara, cajeta,
pochita, piyonita, pochi, chacon, pavita, pichila, pampula, shusha,
pumpula, popona, palomita, cotorra, pochola, cachufleta, cachucha,
la casita, la colita de adelante, la chocha, puchi, la cola, totona,
cuquina, tili, pipicola, traste, pita, farfalla, pitina, chocho, sapo,
sapito, la nena, cosita, chuchula, chichi, pacharaca, chornia, polina,
toto, sardina, totonina, chochito, Susana… y sumale las increíbles
formas de nombrar no nombrando: “allá abajo”, “tus partes íntimas”,
“la quetejedi”… (110) ¡Estos años he escuchado cada nombre!
Es increíble que no podamos nombrarla colectiva ni correctamente.
Cada familia tiene un nombre distinto, lo cual es totalmente funcional
al sistema, porque silencia nuestro placer y porque contribuye a que
las violaciones intrafamiliares sean más difíciles de detectar.
Los nombres tímidos, infantiles y ridículos, nos restan incentivo para
ir a conocerla y jugar con ella. ¿Quién va a querer conocer su
concha, si no nos animamos ni a mencionarla? ¿Quién va a bajar a
conocer algo tan vergonzante que es innombrable?
En el esclarecedor libro Vulva, de la científica y escritora alemana
Mithu Sanyal, se lee que “la práctica generalizada de nombrar
equivocadamente a los genitales femeninos es casi tan
sorprendente en sus consecuencias como el silencio que rodea a
este hecho. Es cierto que en los Estados Unidos no se cortan y
extraen clítoris y los labios vaginales como se hace en otras culturas
a niñas y mujeres. Nosotros hacemos el trabajo, no con el cuchillo,
sino con el lenguaje: el resultado es, si se quiere, una mutilación
genital psíquica. El lenguaje puede ser tan afilado y veloz como un
bisturí quirúrgico, lo que no se nombra no existe”.
¿CÓMO TRATÁS A TU SANGRADO?
Si es que sos una persona menstruante, usar el método de gestión
menstrual que te resulte cómodo es importantísimo. Y, sobre todo,
poder expresar lo que sentís por tu ciclo menstrual. Si lo podés vivir
como algo hermoso, sagrado, cuidado y amoroso, me parece genial.
Si no podés, también. Para algunas personas, menstruar no es algo
divino, o al menos no en todo momento de la vida. A veces,
bajarnos la ropa interior y ver sangre representa algo con lo que no
nos identificamos, algo que no queremos que pase, algo incómodo,
o el aviso de que vienen días de dolor (físico o emocional) muy
fuerte. A veces es el alivio de no estar embarazade, y eso es
muchísima alegría. Pero puede ser la tristeza de no estarlo también,
o la rabia de menstruar y tener que ir a buscar productos de gestión
menstrual y sentir que no te hablan a vos por que el 99% (111) de
las marcas les hablan a las mujeres nada más. A veces lo vemos
como un proceso natural y hermoso del cuerpo, a veces es solo un
proceso fisiológico que sucede.
Menstruar es un acto político, pero no siempre es desde la felicidad.
La copita menstrual para muchas personas es el primer lugar de
conexión con su vagina, y vaya que es un buen lugar para empezar.
Pero para otras personas simplemente no es así, no pueden, no
quieren, no les funciona. En esos casos, hay otros métodos: toallitas
y tampones de tela, freebleeding, esponjas naturales, tampones o
toallitas descartables (sí, lo descartable no es la mejor opción, pero
no podemos presionar a nadie a usar el método de gestión
menstrual que nos gusta a nosotres).
Y SOBRE TODO, FIJATE CON QUIÉN COGÉS
Autoamor, por sobre todas las cosas, es no dejar entrar en nuestro
cuerpo y nuestra vida a ninguna persona que nos haga daño.
Dejemos de salir con gente que nos hace daño, dejemos de dar
oportunidades de cambio, querámonos más que al otre,
valorémonos, y veamos que no nos merecemos estar con una
persona que nos hace mal.
¿Y SI FUISTE ACOSADE, VIOLENTADE, ABUSADE?
A veces, las personas responden “relajate” a otras personas que
plantean sus problemáticas sexuales. Lo entiendo, realmente creo
firmemente que una gran condición para poder pasarla bien es la
relajación, pero ¿es fácil relajarse cuando fuiste violentade? ¿Es
posible relajarse cuando fuiste abusade? ¿Es imaginable el poder
entregarse a alguien si las personas en las que más confiaste
abusaron de vos? ¿Si tus referentes te acosaron? ¿Si cada vez que
tenés un encuentro sexual tenés que estar mirando que no se saque
el forro? ¿O insistiendo para que se lo ponga? ¿O rogando no
sentirte le unique que quiere usar un campo de látex? ¿Es posible
frotarte tranquile con otre si ni siquiera tenemos un método de
profilaxis que nos permita frotar dos genitales en paz?
¿Te parece posible relajarte si muchísimas veces antes sentiste
miedo de que le otre se pase de la raya? ¿Si te hicieron sentir que
elles saben más que vos de tu placer y tu sexo, que vos no sabes
nada, o peor aún, que lo que a vos te gusta es raro, eso que estás
pidiendo que deje de hacer “a todes les encanta”? ¿Te parece
posible la relajación en cuanto al cuerpo, si nos enseñaron que
nuestro rollo, nuestro cuerpo, nuestras estrías, nuestras celulitis,
tetas, pestañas, ojeras, pelo, ojos, concha y todo lo que no esté
alineado con la norma está mal?
Bajo estos parámetros, la relajación es muy difícil, y requiere de un
trabajo extra que las personas tenemos que hacer para placerear. El
abuso y el acoso es una realidad de nuestras vidas, las de
muchísimas personas con vulva, personas socializadas como
mujeres y personas trans. Y es necesario empezar a ponerlo en
palabras, saber que somos muches, que nos pasa a casi todes, que
eso influye en nuestra sexualidad; contarlo y hablarlo es parte de no
naturalizarlo, de darle entidad, de no callar más algo que es una
realidad.
Es la única manera que tenemos de que empiece a dejar de pasar,
no formar más parte del pacto del patriarcado que nos hace sentir
que si lo contamos somos loques, o culpables por la ropa que
teníamos, porque fuimos a la casa, por el lugar por donde
estábamos caminando, etc.
Hablarlo es clave: con padres, madres, cuidadores, amigues,
familia, novies, quien sea que te haga sentir cómode. A veces
creemos que lo que pasamos es una pavada, pero siempre es
importante si nos afecta. La violencia muchas veces tiene formas no
identificadas e invisibles para el imaginario colectivo. Y muchas
veces creemos que “no es tan terrible”, pero el miedo está ahí igual.
Hablarlo es uno de los primeros pasos para empezar a sacarnos
esa mochila de dolor que venimos arrastrando desde hace tanto.
Buscar une terapeuta con perspectiva de género que te haga sentir
cómode es muy importante. Y si querés, si podés, denunciá.
Si fuiste abusade o acosade, es importante que sepas por sobre
todas las cosas que no es tu culpa, nunca jamás: es culpa de la
cultura de la violación que nos rodea y educa desde que nacemos.
Si sufriste violencia en un vínculo tampoco es tu culpa, si no te fuiste
ante la primera señal de violencia (o la segunda o la tercera o la
décima), es porque resulta dificilísimo verlo desde adentro. Es un
trabajo que se hace casi a ciegas, porque creciste en este mundo,
que te enseñó desde tu más pequeña infancia a sentirte
responsable y a sentir que lo merecés por no encajar en la norma.
“Soy gorda, nadie me va a querer, agradezco que esta persona me
quiera, me banco todo lo que me tenga que bancar, porque desde
chica me dijeron que nadie me va a querer así como soy”. Este
mensaje lo leí mil veces, cambiando gorda por “demasiado flaca”,
por “fea”, por “morocha”, por “petisa”…
No es tu culpa siquiera si fingiste un orgasmo alguna vez, porque
creciste viéndote como un objeto de deseo de la otra persona,
entonces es lógico reproducir esos estereotipos. ¿Cómo va a ser tu
culpa?, si te enseñaron a complacer y poner el placer de la otra
persona por delante del tuyo siempre, si no te enseñaron cómo es tu
clítoris ni pudiste descubrir con tranquilidad cuáles son tus tiempos.
Si hubo dolor, si hubo forcejeo, si hubo presión, si hubo miedo, si
ejercieron algún tipo de poder sobre vos, si te avanzaron con
situaciones confusas, vergonzantes, no es sexo, es violación. Y son
dos cosas muy diferentes.
Si pasaste por alguna situación violenta, te dejo algunas ideas que
pueden llegar a ayudarte:
• Podés tratar de relacionarte sexualmente solo con personas que te
den confianza y seguridad. Necesitás sentirte a salvo para
relajarte. Podés explicar lo que te pasa o contar que necesitás
sentirte muy cuidade para pasarla bien sin necesidad de contar lo
que te pasó. Relacionate con gente que esté dispuesta a
cuidarte, aunque no hayas sido víctima de ningún abuso (medio
que debería ser una regla, pero no lo es).
• Si te sentís rare o mal durante un encuentro sexual, permitite
frenar. Que hayas iniciado o avanzado con algo no quiere decir
que tengas que terminarlo ni continuarlo (también es una regla
general). Y tomate tu tiempo para pensar si efectivamente tenés
genuinas ganas de seguir con ese encuentro o si necesitás parar
y tomar un tecito. Hagas lo que hagas, hacelo por vos, no para le
otre.
• Algunos movimientos, tactos o actos pueden despertarte
sentimientos duros o detonarte recuerdos. Permitite frenar,
respirar y ver que querés hacer con eso: quizás querés darle otra
oportunidad teniendo en cuenta que viene de alguien que te está
cuidando; quizás no, quizás querés dejar ese tacto o movimiento
de lado y no avanzar por ahí. Si es así, si podés, comunicáselo a
la persona con la que estás cogiendo.
• No hace falta que sea une novie, vínculo estable, pareja fija, ni
nada en especial para amar, atesorar y cuidar el cuerpo de otra
persona. No es necesario tener un vínculo profundo para poder
hacer estas cosas, para cuidarte y valorar y cuidar tu cuerpo en
ese momento, pero sí es importante que trates tu cuerpo con
amorosidad, con la que puedas de a poco, pedacito a pedacito.
• Por más que alguien te haya lastimado, por más que te hayan
hecho sentir las peores cosas, tu cuerpo ahora es tuyo y de nadie
más, sabelo merecedor de placer, porque como cualquier
persona de este mundo, lo merecés.
• Tomá el control del encuentro sexual vos, permitite por encuentros
o por momentos tener vos el control absoluto, eso te puede
liberar un poco el temor (o no).
• Si estás en un lugar muy oscuro, sabé que se sale de ahí, con
terapia, con ayuda, con gente que te cuide. No estás rote, no
estás fallade, no te falta nada, nada está mal en vos.

No hace falta que sea un novie,
vínculo estable, pareja fija, ni
nada en especial para amar,
atesorar y cuidar el cuerpo de
otra persona.

¿FALTA DE DESEO SEXUAL?


La falta de deseo sexual “femenino” hoy nos la venden como una
disfunción sexual medicable: desde la invención del Viagra hasta
hoy que la mira está puesta en encontrar un método farmacológico
que solucione la falta de deseo sexual en las mujeres. No dejan de
crecer las consultas por pastillas, medicaciones y tratamientos que
aumenten nuestra libido.
La pregunta es: ¿por qué tendríamos que aumentar nuestra libido o
nuestras ganas de coger? No está mal no tener ganas de coger, o
pasar por etapas sin deseo sexual o genital, ni ser asexual o
grisexual o fraysexual. Si revisamos las orientaciones sexuales,
afectivas, románticas que se van descubriendo con el tiempo,
logrando que mucha gente se identifique con una conducta que
antes solo se reconocía en el ámbito privado, podemos
encontrarnos con muchos modos vinculares que se corren de la
alosexualidad. Veamos: las personas alosexuales son las que
sienten atracción sexual con la frecuencia e intensidad que la
sociedad establece como normal. Y nuestra cultura se encarga
perfectamente de volverla norma, ese ritmo e intensidad se
convierten en la única manera en que nos venden la sexualidad.
Sin embargo, existen, por ejemplo, las personas asexuales (si sos
asexual, no experimentás atracción sexual por otres, lo cual no
quiere decir que no cojas, ni que no tengas libido, ni que no te
masturbes). También les demisexuales (si sos demisexual, solo
experimentás atracción sexual por la gente con la que generás una
fuerte conexión emocional). O les grisexuales (si sos grisexual,
estás entre la sexualidad y la asexualidad, o sea, normalmente no
experimentás atracción sexual, pero a veces sí, bajo muy
específicas circunstancias o en pequeños lapsos). Existen
muchísimas formas de sentir atracción sexual, así como romántica.
Y podés estar cómode en una etiqueta un tiempo y luego fluir a otra,
o podés estar siempre en el mismo lugar. En la medida en que
sigamos colectivizando nuestra experiencia sexual iremos
generando nuevos espacios identificatorios afectivos, sexuales, de
expresión, etc.
Todas estas sexualidades por fuera de la alonormativad son aún
muy poco comprendidas, discutidas y visualizadas, hay muchísima
gente que no sabe que este abanico de diversidades existe y
entonces se engancha en funcionamientos vinculares dañinos. Y
encontrarse dentro del espectro de la asexualidad puede ser fuerte,
podés haber pasado muy malos momentos en la vida, y te puede
haber costado mucho reconocer tu deseo. El no deseo sexual es
una expresión sexual, es una manera de decir cómo querés vivir tu
sexualidad. Las personas asexuales muchas veces son maltratadas
por los medios, la cultura, la familia, les terapeutas y los vínculos.
Cuando en el vínculo las ganas de coger son muy distintas entre las
personas, muchas veces se responsabiliza o se trata de incentivar a
cambiar a le que tiene menos deseo sexual. Es bastante difícil que
se revisen modos de vida, esfuerzos laborales, doble jornada
laboral, tareas de cuidado en nuestras manos, violencia económica,
puerperio, pandemia, duelos, depresiones, asexualidades. Siempre
se nos manda a aumentar el deseo sexual. Hoy ya tenemos todo un
mercado para eso.
A veces simplemente no hay ganas de tener deseo u atracción
sexual, y no hay por qué modificarlo si no queremos. Pero en caso
de que queramos aumentar nuestro deseo sexual, lo que
necesitamos para solucionar la falta de deseo sexual “femenino”…
¡es el fin del patriarcado! Si somos violentades, violades, entendides
como objeto de deseo, si cargamos con el mito de la belleza desde
que nacemos, si vemos pijas erectas siendo niñes, si le otre se saca
el forro, si no existe un método de prevención de ITS que no esté
hecho para la penetración, si coger para casi todo el mundo es
equivalente a penetración, si las prácticas que a muches nos llevan
al orgasmo están entendidas como “la previa”, si somos les uniques
responsables de les niñes y la casa (en caso de haber hijes)… ¿qué
placer podemos experimentar? ¡Si es casi un error de la Matrix que
algunes tengamos orgasmos!
Para encontrar el placer tenemos que batallar contra millones de
cosas, y no siempre es posible. Pero está bueno tener presente que
los intentos de encajar y llenar los moldes son muy estresantes
también, y se llevan una gran parte de nuestro placer y felicidad.

Siempre se nos manda a
aumentar el deseo sexual.
Hoy ya tenemos todo un
mercado para eso. A veces
simplemente no hay ganas de
tener deseo u atracción
sexual, y no hay por qué
modificarlo si no queremos.
Pero en caso de que
queramos aumentar nuestro
deseo sexual, lo que
necesitamos para solucionar
la falta de deseo sexual
“femenino”… ¡es el fin del
patriarcado!

110. Ejemplos recopilados en un box de preguntas en mi Instagram (podés verlos en


mis stories destacadas).
111. No tengo estadísticas reales de esto, al momento entre todas las marcas
industriales y/o de métodos de gestión menstrual y productos de embarazo y lactancia
que conozco solo están dirigidas a mujeres, excepto la Red de Circuladoras de Me
Luna.
- CAPÍTULO -

PORNO: MANDATOS 2.0


El porno hoy marca la forma en que cogemos. Somos las
primeras generaciones que crecen viendo qué caras tienen
que poner para expresar placer, ganas, excitación sexual.
Somos les primeres en consumir recreaciones cuadro a
cuadro de cómo cogen les demás, cuadros cuidadosamente
editados. Imágenes y sonidos que se imponen a cualquier
tipo de educación sexual que hayamos recibido.
No solo vemos estos gestos y poses en el porno: las vemos en la
tele, en los videoclips, en las coreografías, en los gimnasios, en el
cine. El porno deja marcada en toda nuestra cultura las caras y
movimientos que hacen a la concepción de lo atractivo y de lo sexy.
Consumamos o no porno mainstream, nos afecta, porque sí lo
consumen otras personas…, y la “bajada de línea” es desde les
consumidores a toda la sociedad.
Pero no siempre fue así. Se suele decir que porno en la cultura
occidental hay desde el Paleolítico hasta hoy. Sí, en la Antigüedad
existieron estatuillas, vasijas, murales, repeticiones de imágenes
fijas, cuadros y literatura que denotan desnudos y algunas posturas
y prácticas sexuales. Pero nada de todo eso llegó a lo explícito que
vemos hoy. Cuerpos desnudos, bailes, fotos eróticas, shows,
strippers hubo siempre; pero material gráfico que muestre
explícitamente las normas del coger con tan fácil acceso y en el
marco de la intimidad, no. Y menos una constante exposición a ello.
Porque no solo el cine es porno: ¡todo es porno! Las estrategias de
venta, desde viajes hasta perfumes y comida, la industria de la
música, del video, el entretenimiento, del maquillaje y estética en
general, la moda… Todo se vende bajo el estereotipo de una
muñeca tetona, de cadera quebrada y labios gordos. Basta poner
cualquier videoclip de algune artista que esté de moda para ver
cómo debería ser un ser sexual, y cómo se debe coger.

UN POCO DE HISTORIA
El porno tal como lo conocemos es casi tan viejo como el cine
mismo. A medida que el cine empieza a instalarse, a partir de 1885,
empieza a haber registro de pequeños clips de personas caminando
desnudas y haciendo cosas cotidianas. Ya para 1920, la gente
empieza a filmarse desnuda cogiendo, dando origen a los primeros
films pornográficos, que fueron mudos. Pero el porno nace en la
clandestinidad: las películas eran producidas por amateurs,
reveladas y distribuidas en secreto, a muy baja escala, porque
proyectarlas, mostrarlas y mirarlas era un crimen que equivalía a
años de prisión.
En general se exhibían de manera privada en burdeles. Estas
películas son mucho más osadas de lo que muches creerían: se
pueden ver juegos de rol, tijereteo, mucho sexo oral, lesbianismo,
homosexualidad, sexo grupal, tríos, fisting y coito, claro (aunque
nada de sexo anal). Estos videos eran rarezas, no llegaban al
grueso de la gente. Un ejemplo es The Free Ride, uno de los
clásicos ocultos del porno antiguo. El film fue dirigido, filmado y
actuado bajo el anonimato (en los títulos figuran juegos de nombres
como “A nice Guy”, o “Will B. Hard”) y allí puede verse cómo se
despliega claramente la cultura de la insistencia y la violación. Dos
mujeres caminan por un sendero, pasa un hombre en auto que
frena, las invita a subir, ellas se niegan, él insiste, y ellas terminan
entrando al auto gustosas (OBVIO). Enseguida las manosea
mientras se acomodan, ellas se niegan primero, pero enseguida
ceden (OBVIO). Y un cartel nos indica claramente de quién es el
sexo: “Cuando la juventud conoce la juventud, una fiesta se
enciende”. Hay escenas donde las protagonistas hacen pis mientras
les otres les observan excitades (urolagnia), luego al aire libre hay
un poco de sexo oral (de ellas hacia él, OBVIO), un breve manoseo,
voyeurismo, una observa a la otra ser penetrada por el señor, besos
y partes clásicas de tríos: varias poses de penetración distintas y fin:
vuelven al auto, se van y un cartel indica: “Repetimos, ‘los hombres
son hombres’ en espacios abiertos”. Ese ejemplo muestra que el
porno fue básicamente siempre como lo conocemos: la insistencia,
la coerción y la violación como actos comunes no condenables del
comportamiento de los varones.
En Estados Unidos, la censura en el cine en general fue rotunda
desde 1930 a 1968. Luego de unos escándalos hollywoodenses
(léase asesinatos y violaciones de estrellas), se estableció el Código
Hays para levantar la imagen venida a menos de la industria
cinematográfica. Un sacerdote jesuita y un editor católico elaboraron
una serie de normas cinematográficas de autocensura de la
industria, que establecían qué era correcto y qué no en el cine.
Algunas de estas normas referían a que no se podían ver en el cine
actos lascivos, se debía eliminar todo tipo de sexualidad, los besos
no podían durar más de tres segundos, el matrimonio debía ser
protegido. Los hombres no podían mostrar el pelo del torso y las
mujeres no podían usar ningún tipo de trasparencias ni mostrar el
ombligo. Además de otras regulaciones sobre violencia, lenguaje y
exhibición de crímenes.
Durante estas épocas de tanta censura, donde en cualquier película
los directores hacían malabares para mostrar la mas mínima
expresión de deseo, se siguieron distribuyendo y rodando distintos
films porno, pero siempre clandestinamente y en espacios de
varones. Cuando se abolió este código y se pasó al sistema de
calificación actual por edades, se dio lugar a las grandes
producciones y se empezó a generar contenido más explícito para el
público general. Así nace el porno tal como lo conocemos.
Para 1970 ya había cientos de cines para adultos en las distintas
ciudades estadounidenses. Existían grandes cadenas por todo el
país, Times Square en Nueva York, por ejemplo, estaba atestado de
teatros para adultos y peep shows. La década de 1970 fue la época
dorada de las proyecciones porno. Las violaciones y vejaciones a la
mujer ya eran una parte corriente de la industria. Garganta profunda
(1972) fue una de las películas porno más populares, influyentes y
recaudadoras de la época y de la historia. Su éxito fue tal que se
exhibió hasta en cines comunes (no XXX); incluso las mujeres iban
a verla. Era la primera película porno que contaba con un
argumento: una joven e inocente chica que no tiene orgasmos,
hasta que se da cuenta de que tiene el clítoris… en la garganta. El
personaje interpretado por la actriz Linda Boreman (en ese
momento Linda Lovelace), se volvió un ícono del porno y la
liberación sexual. Pero diez años después, Linda dijo: “Cuando
ustedes ven la película Garganta profunda, están viendo cómo soy
violada. Es un crimen que se siga mostrando”. Ella pudo también
denunciar a su exmarido por obligarla a prostituirse y a hacer
películas porno (incluso con animales). De hecho, él fue quien cobró
los 1.200 dólares que le pagaron a Boreman por su protagónico (la
película recaudó alrededor de 600 millones de dólares). De ahí en
adelante, la actriz se dedicó a desenmascarar la industria del porno
a través de movimientos feministas y a hacer visibles las
condiciones laborales y los manejos de las productoras. Linda nunca
ganó la lucha de ser llamada Boreman como ella deseaba: era
reconocida, mencionada y recordada constantemente como
Lovelace, lo que solo la llevaba a revivir violaciones intolerables.
Aún hoy, en Wikipedia y hasta en su autobiografía figura como
Lovelace.
Ya llegando a las décadas de 1980 y 1990, con la industria del VHS
y video cable, el porno pasó a consumirse mayormente en la esfera
de lo privado, y fue lentamente convirtiéndose, con el espaldarazo
de la llegada de internet, en lo que conocemos hoy.

ANTES…
Antes de decir lo que sea sobre el porno, y entrar en la discusión de
si es un estímulo más o si es la mismísima representación de la
cultura de la violación, pensemos esta situación:
• En términos generales, hoy, año 2021, en Argentina, no contamos
—salvo casos muy puntuales— con una educación sexual
orientada hacia el placer para niñeces y adolescencias, en la que
se enseñe (según la edad que corresponda) las zonas de placer,
la individualidad y particularidad de cada persona. (112)
• Las sexualidades, el placer y los orgasmos son totalmente
silenciados y estigmatizados por nuestra cultura, por eso poca
gente hace preguntas relacionadas al placer. El aprendizaje sobre
este tema suele abordarse durante la pubertad o adolescencia en
solitario, con vergüenza y miedo, en casa. (113)
• Hasta hace unas pocas décadas no teníamos NADA de
información, pero sí muchos mitos, así que les adultes que nos
educan/educaron a nosotres, ya tienen poca info, sesgada y
mitificante.
• Hoy, cuando no sabemos cómo se hace algo, lo buscamos en
internet.
El resultado de estos factores es una montaña de inseguridades y
ansiedades, modos de coger permitidos y otros silenciados. ¡Pura
dinamita para la diversidad en la sexualidad y el placer!
Te propongo que entres a los principales sitios de porno mainstream
y trates de pensar qué sentirías, como niñe o adolescente, viendo
las tendencias, lo primero que te muestra cada página. Imaginate
qué entendimiento podrías tener de lo que ves, si aún no tuviste
relaciones sexuales, si aún quizás no te hiciste la paja o recién estás
empezando, y si en la escuela y en casa te explicaron poco y nada
sobre el placer y aún no tenés experiencia. ¿Qué entenderías?
Que el consenso y los métodos de prevención de embarazos
e infecciones de transmisión sexual no existen. Es
prácticamente imposible ver porno donde usen preservativo, y
directamente imposible ver porno donde usen un campo de látex.
Si nuestro primer acercamiento a la sexualidad es el porno,
podemos creer que ni los métodos de protección ni el consenso
son necesarios. No vemos jamás a nadie frenando para buscar
un preservativo o cortar un campo de látex, no vemos nunca a
dos pibas preocupadas porque no saben cómo protegerse
tijereteando, nadie nunca tiene por qué preguntarle a le otre si
quiere ser penetrade, si quiere que se la chupen, si le gusta lo
que le están haciendo o si pueden meterle algo en el culo o
vagina. La indicación que nos deja el porno dominante es que
siempre todo tiene que suceder mágicamente, en silencio, sin
hablar, sin preguntar.
Que el cuerpo feminizado tiene un único destino estético.
Que a todo el mundo le gustan las conchas chicas, las tetas
redondas y paradas, y los cuerpos flacos, blancos y rubios. Que
ser blanque, de piel lisa, pareja, sin marcas, manchas, pelos,
texturas, cicatrices o cambios a lo largo de la vida te hace más
cogible. Es decir, ser un objeto que no cambia, en el cual nada se
mueve de su lugar ni pierde la prolijidad. Este arquetipo de mujer
deseada, codiciada y valiosa sexualmente puede tener mínimas
variaciones, pero apunta a un cuerpo único, y deja muy plantada
la idea de que todas las personas que portamos un cuerpo
feminizado somos así. ¿Podés pensar qué sentiría une
adolescente que se identifica con el género femenino viendo
siempre el mismo cuerpo, vestuario y gestos? ¿Y qué podría
sentir une adolescente que está dudando de su género? ¿Y qué
pasaría con alguien que coge con personas que se identifican
con la femineidad? ¿No es lógico que piensen que todes tenemos
que ser más o menos así? ¿Que cualquier cosa que se corra de
los límites está mal? De esta forma, la industria imprime las
etiquetas de lo correcto, lo estético, lo que está bien, lo que está
mal y qué cuerpos son consumibles y eróticos.
Y también abre las puertas a los mecanismos más violentos de
corrección de los cuerpos. Los que activamos nosotres mismes
porque nunca vimos otra cosa y los que activan les demás:
novies, exes, familia y amigues que nos dicen/dijeron (bien o mal)
cómo tiene que ser nuestro cuerpo y nuestra manera de gozar
porque nunca vieron otra cosa. O porque les enseñaron que la
felicidad viene de la mano de ese cuerpo.
Todo lo que no se alinea a esa única representación queda
fetichizado y tiene una categoría aparte en esos sitios. Si querés
ver cuerpos gordos, tetas-orgasmos-placeres reales, erotismo o
cualquier cosa que salga de la heteronormatividad y los ideales
de belleza de una Barbie, tenés que ir a buscarlo aparte, en las
secciones de morbos corridos de la norma. Es decir, corridos de
la normalidad.
Que lo atractivo es lo infantil, que todas las mujeres tienen
concha y que esas conchas son como las de las niñas: rosas,
sin labios, con glandes minis y sin pelos. Todas iguales. El porno
dominante es uno de los principales agentes de erotización de los
rasgos infantiles. No solo genitales. Vemos infantilización por
todas partes: palabras y frases como “teen/adolescente”, “mi
primera vez”, “colegialas”, “estudiante”, “joven”, están en la
inmensa mayoría de títulos, categorías y búsquedas. La mitad de
las veces se nos representa inocentes, sin conocimientos (no
estamos tan lejos del capítulo donde repasamos la historia de
nuestra sexualidad, ¿no?), modelos bobas, inocentes y
coaccionadas por un señor que no muestra más que la pija.
Es decir, lo erótico pasa a ser la ignorancia sexual (como
siempre). Somos medio boludas y no sabemos bien lo que
queremos, estamos confundidas, pero siempre hay un varón que
puede convencernos de que en realidad sí queríamos pija… La
otra mitad de las veces, cuando no nos representa la inocencia,
nos representa la perversión: si el personaje femenino no es
aniñado, es una señora, una MILF, (114) una madrasta pervertida
que le va a enseñar al hijastro a chupar concha. Los argumentos
no zafan, no hay uno que no nos ponga en un rol espantoso.
Que somos un objeto. Hay un destino más para la mujer y
cualquier cuerpo feminizado: sea en el rol de inocente o de
perversa ninfómana, nunca jamás dejamos de ser un objeto. Los
objetos no sienten, se los mueve y se los maniobra de un lado al
otro sin pensar, sin preguntar, sin medir. Los objetos no tienen
voluntad propia. No se mueven con une, los movemos, los
manipulamos. Cuando se deja de usarlos, se los descarta, se los
tira, se los rompe. Un objeto no tiene deseo ni voz propia. Está
para ser penetrado, perforado, (115) roto. No tenemos
sentimientos, ni sensibilidad (nada nos duele), ni emocionalidad
posible más que gemir de manera sobreactuada alabando a
alguna figura masculina. Se nos quita todo componente humano,
y quedamos subordinadas y a disposición de una única forma de
satisfacción generalizada a todos los varones cis.
Que la sexualidad es prácticamente una performance de
algunos minutos de sexo oral y tocadas furiosas para lograr
45 minutos de bombeo vaginal o anal en seco. El porno
mainstream es uno de los principales puntos de apoyo que tiene
el coitocentrismo. La cantidad de formas en las que vemos la
penetración es increíble, es lo único para lo que aplica la
diversidad y variedad. En el porno existen mil formas, maneras,
poses y escenarios posibles para el sexo pito/dildo en
vagina/ano.
Así como en los siglos anteriores a este se imponía una
sexualidad reproductiva y centrada en el placer permitido al varón
a través de panfletos, revistas, libros, cuadros, sermones y
educación; hoy lo que nos muestra el coito como el mejor modelo
de relación sexual es el porno. El coito está siempre en el centro
de la escena, siempre sin forro (SIEMPRE) y con la fascinación
por el semen. Ese es el final del guión en casi todas las
oportunidades, todo apunta a la eyaculación, que es el clímax del
video.
El porno nos deja muy clarita la idea de que a las figuras
feminizadas nos encanta el semen, lo queremos todo, siempre, y
queremos más, de muchas pijas, en la cara, en todo el cuerpo, en
un vaso. (116) Las pijas nunca se bajan, nunca no se paran,
duran paradas un montón de tiempo; las conchas siempre están
disponibles, depiladas, listas y tersas. Y a les adultes el porno
también nos afecta. Muchas personas socializadas como mujeres
creen que su único destino sexual es el de encontrar una pija
bien grande y bien dura, y un sugar daddy que las mantenga. Así
como muchas personas socializadas como varones reproducen
las lógicas sexuales basadas en el coito, su pene, su orgasmo y
su propia y única satisfacción.
Que una gran parte del placer está en el engaño y
convencimiento. Los títulos de los videos porno rondan
prácticamente siempre entre la infidelidad y el incesto: marido o
esposa rompiendo el pacto de la monogamia, el pilar fundamental
de esta, que es la fidelidad. Hermanes, hermanastres, primes,
hijes, hijes adoptades. Es decir, la sociedad nos enseña que la
monogamia es la única manera de relacionarnos
sexoafectivamente, pero nos muestra que lo divertido aparece
cuando se rompe, cuando no se usa forro, cuando es insegura e
inestable, cuando se rompen los límites del incesto, de lo
prohibido. Esta idea, por supuesto, no es solo del porno. La
aventura, lo divertido siempre se nos enseñó como la/el amante.
La pareja siempre representa lo aburrido, lo rutinario (el viejo
adagio de la diversión con la puta y el sexo reproductivo con la
mujer en casa). El problema es que cada vez se va corriendo un
poco más al límite de lo prohibido: el porno ya no nos muestra
como prohibida la violación ni el abuso ni el acoso ni la pedofilia,
al contrario, naturaliza estos crímenes.
Que los primeros encuentros sexuales siempre salen bien,
pueden ser violatorios y son espontáneos Y NO ES
NECESARIO USAR METODOS DE PREVENCION DE ITS. En
los principales sitios de porno, existe toda una sección que es
“Primeras citas de Tinder”: “Ups, primera cita en Tinder deja el
condón adentro”, “Primer anal con cita de Tinder DUELE”. ¿Qué
siente une adolescente que se relaciona por ese medio, y une
adulte al ver eso? Son videos amateurs o caseros, y en muchos a
las personas con vulva nos están violando. Y no usando forro.
Que la cara y los gestos de dolor se ven demasiado
parecidos al placer. El porno nos enseña que la cara de
sufrimiento absoluto es siempre sinónimo de placer. Vemos pibas
atragantándose bestialmente con penes. Primeros planos de
caras de dolor durante la penetración mezclada con unos
gemidos falsos, que nos llevan a la confusión absoluta. De hecho,
también se ven muchas peleas, personas (sobre todo mujeres)
que mientras cogen van peleando, forzándose, separándose,
juntándose, discutiendo. Es extremadamente confuso.
Que nuestro deseo sexual es espontáneo, infinito,
automático e inagotable. Que los cuerpos feminizados
SIEMPRE, siempre quieren coger, siempre están dispuestos, en
todas partes, en todo momento, sea quien sea, como sea,
cuando sea. Basta con que un varón nos mire en la calle:
nosotras ya tenemos que estar dispuestas a corrernos la tanga y
dejar que nos penetre. Incluso una mujer dormida siendo violada
con un pito en la boca es de lo más normal, y se despierta
contentísima. Todos los personajes feminizados siempre tienen
ganas de coger, de todas formas, en todas partes, ante la más
mínima mirada, siempre están disponibles, nunca dicen que no,
nunca no están calientes. Nunca no estamos calientes.
Esta es quizá la mentira más grande y perversa del porno. En
una sociedad hiperproductiva, donde se valora el multitasking,
donde la pobreza tiene cara de mujer y de persona trans, donde
matan a una mujer por el solo hecho de ser mujer cada 32 horas
(117) y donde la orientación sexual, la identidad o expresión de
género de las personas puede ser motivo de discriminación y
violencia, con un asesinato o ataque cada 77 horas a miembres
de la comunidad LGBTTTIQ+, (118) donde escuchamos los
audios en 2X y tenemos que trabajar mil horas para vivir; donde
si tenemos hijes seguro que contamos con más
responsabilidades físicas y mentales que le otre, si trabajamos
tenemos que trabajar más siempre, los estándares de belleza nos
destruyen la autoestima… pero así y todo no podemos olvidarnos
de estar siempre excitades, siempre dispuestes. Siempre: cuando
está todo bien y cuando está todo mal. Incluso cuando nos
sentimos incómodes con alguna etapa de nuestro ciclo menstrual,
cuando estamos atravesando etapas de duelo y confusión, o
transiciones, cuando en pleno puerperio tenemos pánico de cómo
quedaron nuestros genitales y nos sangran las tetas.
Y cuando salimos al mundo y nos encontramos con que el deseo
sexual va y viene, resulta que casualmente cada vez que se va,
sentimos que necesitamos activarlo, porque otres nos dicen que
no podemos pasar por momentos de no querer coger. Porque no
tener ganas de coger está MAL, se te señala que te estás
perdiendo de algo, que te falta algo.
Una cosa es tener el deseo sexual bajo y tener ganas de
activarlo, porque nos motiva; y otra muy distinta es implantarte
cosas en el cuerpo —como los “chips” sexuales que muchas
celebrities dicen haberse implantado— que modifiquen tu estado
para cumplir con las expectativas sexuales de las demás
personas.
Que TODAS las personas con vulva orgasmean, squirtean y
entran en un éxtasis de placer absoluto solo con que un pito
esté dentro de su vagina. Y, sobre todas las cosas, el porno
naturaliza la violencia. El porno dominante es un pilar
fundamental de la naturalización de la violencia a las mujeres y
diversidades, y esto sin meternos en un tema que da para un libro
entero, que es la explotación de menores. Las principales
páginas de porno, las de más llegada, también refuerzan el
estereotipo de la “feminista fea”. Basta agregar la palabra
“feminista” a cualquier búsqueda, que nos vamos a topar con
“feministas feas”, que quieren “arruinar todo”… pero el macho las
convence de que necesitan su pija, les enseña su “lección” y las
penetra con saña.

Cuando salimos al mundo y nos
encontramos con que el deseo
sexual va y viene, resulta que
casualmente cada vez que se va,
sentimos que necesitamos
activarlo, porque otres nos dicen
que no podemos pasar por
momentos de no querer coger.
Porque no tener ganas de coger
está MAL, se te señala que te
estás perdiendo de algo, que te
falta algo.

LA ROBOTIZACIÓN DEL PLACER


Otro de los problemas del porno es la automatización de la
genitalidad. Todo se reduce a pitos, conchas, tetas, movimientos
repetitivos que no dan lugar a la improvisación, mecanizados,
rápidos y con una función. El porno es una industria y su mecánica
es claramente industrial y efectiva: la mecanización del sexo.
Seguramente, la mayoría de les que están leyendo pueden recordar
ser adolescente: pensar en una futura relación sexual y tener miedo
de no saber qué hacer, miedo a hacerlo mal. Si fuiste socializade
como mujer, probablemente también cargás o cargaste con el peso
de complacer a le otre, y el miedo (a veces la seguridad) de que
duela, sangre o sea horrible. Esto podemos pensarlo en la adultez
también: estar expuestes a los estímulos del porno, aun habiendo
tenido experiencia sexual previa, puede llevarnos a ideas erradas y
complejas sobre la sexualidad. Y sobre todo a ansiedades: sobre
cómo nos desempeñamos, cuánto satisfascemos a le otre, cómo
tenemos y podemos tratar a le otre, cuál es nuestro rol.
Las personas socializadas como varones están especialmente
hechas para caer en estos roles: a elles le enseñan que coger solo
es satisfacerse a sí mismos, sin pensar en lo que se esté ejecutando
en otros cuerpos.
Entonces, existe una mirada de “el porno es porno, es ficción, igual
que todo lo que vemos en la tele”. Y estoy de acuerdo, totalmente.
Pero no es lo mismo que otras ficciones: la industria del porno está
montada en una sociedad que no tiene acceso a educación sobre el
placer, y nadie ni nada contrarresta su efecto.
Su mayor problema no son las prácticas que muestra, el problema
es el mismo que venimos viendo en capítulos anteriores: la
estandarización del placer y de las prácticas sexuales. El problema
es la única y robótica representación del placer. Las personas
cogiendo con genitales, no con el cuerpo: ese es el problema. La
búsqueda del placer siempre a través de la misma práctica, que se
vuelve así un dogma.

¿CÓMO MANEJAR LA CULPA SI MIRÁS


PORNO MAINSTREAM?
El deseo sexual es una construcción social. Y la culpa por
mirar porno mainstream es la misma que le sucede a muches
por tener “fantasías machistas”. Desde que somos jóvenes
nos enseñan que esto es erótico y estimulante, entonces es
importante conocer el trasfondo del porno como venimos
analizando en este capítulo, pero tampoco castigarnos por lo
que nos calienta. Es lo que nos inculcaron, lo que nos dijeron
que nos tenía que calentar: de a poco se puede ir
deconstruyendo y buscando otro tipo de estímulos. Dentro
del porno convencional recomiendo quizá buscar en las
categorías más amateur: personas que se filman entre ellas,
donde hay un poco más de diversidad. Y después, empezar a
mirar otro tipo de porno, alternativo, como el porno ético —
que analizo hacia el final de este capítulo— donde se ve el
placer más desde lo lúdico.
Eso que nos calienta por default no es necesariamente lo que
vamos a salir a buscar. Suelo escuchar mucho: “Veo porno
de lesbianas, pero soy heterosexual, ¿qué me pasa?”. ¡No te
pasa nada! Te pasa que el porno de lesbianas es más gentil,
es más parecido a lo que a vos te puede llegar a gustar, no
ves los cuerpos de varones que quizá te generan el efecto
contrario, no tenés que bancarte el título de “violación” o
“padrastro encuentra dormida a su hijastra virgen” (aunque
obvio que si dudás en serio de tu heterosexualidad, nunca
está de más incursionar en el lesbianismo).
Muches se enojan también si su pareja mira porno. Hay que
pensar por qué a une le molesta que le otre vea porno: ¿es
porque no lo ven juntes? ¿Es porque no tenemos nada que
ver con esa mujer hegemónica que aparece como lo más
sexy del mundo? A veces, simplemente, nos cuesta entender
que todes tenemos una sexualidad individual y una
compartida, y que ambas se alimentan. Cada vínculo tiene
sus acuerdos, y dialogar es siempre lo más importante.

Te puede gustar meterte un pene o un dildo hasta el fondo de la


garganta, puede excitarte que te dominen, controlen, humillen, te
traten como un objeto un ratito. Puede encantarte que te cojan duro,
fuerte y rápido, que te cacheteen la cola, que te agarren del pelo,
que te digan daddy o jugar a tener un daddy, tragar semen, las pijas
enormes, que te bombeen por 45 minutos o coger rápido en 5, la
mezcla entre el dolor y el placer, ver a alguien haciendo pis. Te
puede gustar lo que se ve en el porno, pero también puede no
gustarte. A todes nos gustan cosas distintas, y el porno solo muestra
algunas. Muy pocas.
El porno deja un abanico de actos, poses, formas, cuerpos e
identidades por fuera, se pierde de la riqueza de las pieles, de lo
diverso, de las voces y las formas de vernos por fuera de lo binario.
Salvo que lo busquemos muy específicamente (y aun así es difícil),
si buscamos porno no vemos nada distinto a eso, no vemos a quien
le gusta coger lento, despacio, suave, profundo, superficial, no
vemos los mimos, las frotadas, las respiraciones agitadas, los
orgasmos silenciosos, un encuentro sin orgasmos, los cambios de
poses, las situaciones que no funcionan, sexo sin penetración, sexo
despeinado, baboso, frenadas a tomar a agua, a hacer pis, a
moverse del lugar eyaculado, días menstruales. Los movimientos, la
torpeza que puede llegar a haber en un encuentro sexual, lo que
generan dos cuerpos cogiendo, la transpiración, la conversación, el
diálogo, el consenso. Nada de eso es parte del porno mainstream.
El porno lo que hace es moldear —junto con otro montón de
dispositivos de nuestra cultura, pero en un lugar preponderante— la
sexualidad robótica y efectiva: DURO, RÁPIDO y FUERTE. Y es la
naturalización de la violación. Está en nosotres empezar a
cuestionarnos nuestros consumos. Plantearnos por qué
consumimos lo que consumimos.
Por supuesto que hay excepciones, buceando y buceando en las
páginas de porno populares, podés encontrar cosas hermosas, pero
para llegar a algo interesante tenés que pasar por montones de
otros videos donde esas violaciones de las cuales venimos
hablando se naturalizan. Y mientras tanto le estás dando de comer a
una industria espantosa.

INDUSTRIA DEL MAL


Además de representar la violación y la coerción, el porno industrial
ya de por sí es una industria macabra. Concebida en la violación de
los derechos, las prerrogativas que tiene la industria sobre los
videos subidos son impresionantes. Existen casos de actrices —de
las más populares, de los sitios más populares— que, ya retiradas y
fuera de la profesión, no tienen acceso a dar de baja su material: los
sitios se quedan con la totalidad de su contenido sacando ganancias
para siempre, armando nuevas compilaciones, sacando escenas
nuevas reeditadas.
Los rodajes son largos, agotadores y, a veces, dolorosos; el riesgo y
la exposición son grandes. Sin embargo, los valores van entre 300 y
1.500 dólares por escena, (119) en Estados Unidos (donde está una
gran parte de la industria), y luego, si el video se populariza, les
actores y actrices no ven un peso. Además es relativamente fácil
subir videos a los sitios, no hace falta demostrar ser mayor de edad
ni le dueñe del video, por eso hoy en los sitios hay partes de
violaciones reales que ni las mismas víctimas lograron bajar.
La violencia en los rodajes porno es moneda corriente: internet está
lleno de relatos de actrices que cuentan que sus compañeros de
elenco les pegaban, que las mantenían borrachas, drogadas y
anestesiadas; que tuvieron que soportar dolores insoportables; que
hay acuerdos por fuera del set entre los hombres: adormecimiento,
falta de profilaxis y cuidados; abortos, embarazos, violencia
psíquica, mental y económica, violaciones. Muchísimas exactrices
porno se dedican hoy a tratar de mostrar cómo es el trato en la
industria.
Un caso es el de Mia Khalifa, conductora de deportes y figura
pública estadounidense de origen libanés, que en 2014 pasó 3
meses trabajando de actriz porno. Apareció en una decena de
videos, saltó enseguida a la fama y se arrepintió. Pero aún no logra
que una de las páginas más populares baje sus videos,
recopilaciones, escenas y recortes. Hoy es la segunda actriz porno
más vista de internet. Con esos únicos 11 videos, ella solo ganó 12
mil dólares hace unos años, mientras que los sitios de internet
ganan dinero constantemente con su imagen.
Como ella, muchas exactrices porno reclaman su material al
retirarse y la industria no lo respeta. Quizá lo más terrible del caso
de Mia es que recibió amenazas de muerte de parte del Estado
Islámico (en el video que la llevó inesperadamente al puesto uno del
sitio más popular usa un hijab) y aun así, ni la justicia logra hacer
que la empresa baje su contenido. Ni aun estando en riesgo su vida.
(120)
Al mismo tiempo, son muchas las actrices que al retirarse cuentan
las violaciones, maltratos y abusos vividos en los rodajes pero
también abuso económico por parte de los productores. Ciertas
tomas se pagan más caras: las más humillantes. Las actrices y los
actores porno ya de por sí ganan extremadamente poco por cada
video, en comparación con las ganancias que se llevan las
productoras vendiendo sus videos a los sitios, y los sitios que los
alojan. Los sitios venden los datos de los usuarios y viven de
publicidades engañosas con productos como pastillas mágicas que
te agrandan el pito (spoiler alert: no funcionan) o sitios que te dicen
que vas a poder coger con madres calientes desesperadas, pero
primero poné los datos de la tarjeta de crédito.
Es relativamente fácil pautar publicidad en los sitios porno: las
plataformas donde se arman los banners y pop ups de las páginas
de porno ofrecen una rápida y dirigida selección del público. Porque
tienen una cantidad enorme de datos nuestros: aun cuando estamos
en modo incógnito y/o borramos las cookies, es posible trackear
nuestros hábitos online. Mientras vemos porno (o hacemos
montones de otras cosas en línea), un montón de nuestros datos
son transferidos de nuestro navegador al sitio web, desde tus
búsquedas en cualquier página, hasta tu IP y nivel de batería,
sistema operativo y versiones de programas usadas. Estos datos
después son usados en las plataformas de publicidad: cuanto más
pague el anunciante, más puede dirigir y cercar su target y mejor
funcionará su aviso.
La industria del porno se enriquece sin parar: sus ganancias, como
las de muchas otras industrias, son incalculables. (121) La
pornografía es de las industrias que más dinero mueven en el
mundo y los sitios porno son más visitados en algunos países que
plataformas como Netflix y YouTube.
LA CUNA DEL STEALTHING
La mayor parte de las personas que nos relacionamos sexualmente
alguna vez con varones cis, pasamos por situaciones problemáticas
con el preservativo: que se rompa, que quede adentro y no avisen,
no estar segures de si se lo pusieron, que nos avisen después que
no usaron, que nos insistan con no usar, así como también algunes
de nosotres caen en la trampa de creer que “con forro no se siente”.
La práctica no consensuada de sacarse el preservativo en medio de
un encuentro sexual, sin avisar, es una forma más de violación. Y se
llama stealthing (que significa algo así como "con sigilo" o
"secretamente"). ¿Por qué es tan común? Porque en el porno es
casi una rareza encontrarse con un pene con un preservativo
puesto. Puede pasar, pero no es lo más común. En cambio, ¿que sí
encontramos? Personas cogiendo sin preservativo, sin tardar más
que segundos en poder meter la pija en el agujero elegido. Y
personas sacándose el forro. Con solo buscar condom, los
resultados que nos dan las páginas son todos: “Chica se saca el
condón”, “Preservativo se rompe y seguimos”, “Rubia teen hot
rompe el condón”, etc.
Desde 2012, las solicitudes de permisos de rodaje en Los Ángeles,
Estados Unidos (cuna del porno industrial) bajaron un 95% después
de que la ciudad ordenara que el uso de preservativos fuera un
requerimiento para filmar, para una mayor prevención de infecciones
de trasmisión sexual. Los rodajes de porno se mudaron
automáticamente a Las Vegas, donde esto no es necesario. Y así la
industria va escapando de hacer del porno la herramienta hermosa
que podría llegar a ser.
Aunque no es solo el porno el culpable de que no podamos
entender al preservativo como parte erótica del encuentro, lo
veremos en el próximo capítulo, sobre la sexualidad compartida.
La mayor parte del porno nos muestra un recorte de las partes más
mecanizadas y genitales del sexo. El porno nos recorta lo que hace
a la riqueza de la sexualidad: la búsqueda del placer, que puede ser
tan placentera como el clímax mismo, las caricias, los gestos, las
sensaciones en la piel, en la panza, en las tetas, en la concha, en la
cabeza... Momentos que crecemos creyendo que no pasan, que ni
siquiera son necesarios. El porno nos setea para la sexualidad como
un acto continuado con el pito parado de principio a fin.


La mayor parte del porno nos
muestra un recorte de las partes
más mecanizadas y genitales del
sexo. El porno nos recorta lo que
hace a la riqueza de la
sexualidad: la búsqueda del
placer, que puede ser tan
placentera como el clímax
mismo. Momentos que crecemos
creyendo que no pasan, que
están mal, que ni siquiera son
necesarios.

PORNO FEMINISTA, BANCAR NUESTROS


INTERESES
De a poco, por suerte, empiezan a surgir alternativas al porno
industrial, que apuntan a una búsqueda del placer desde otros
lugares, una mayor representación de las diversidades de cuerpos,
pieles, rasgos, orientaciones sexuales y expresiones de género.
El postporno por su lado, desde una dimensión más política que
masturbatoria, tiene un fin de denuncia de lo pacata que es la
sexualidad, de lo limitado y aburrido que es el porno industrial. El
postporno es una crítica al porno masivo, un diálogo con el
abolicionismo del porno, una invitación a reinventarlo, no a
eliminarlo, y nos ofrece performances sexuales para pensar,
cuestionar y replantear la sexualidad y sus mil aristas. Según el
escritor Paul Preciado, el potsporno “sirve para dar nombre a un
conjunto de iniciativas de crítica de la pornografía dominante que
lejos de renunciar a la representación de la sexualidad, apuestan
por la producción de representaciones disidentes”. (122) El post-
porno nace en los años noventa, entre los grupos queer,
lesbianos y maricas de la época. Entre elles estaba Annie
Sprinkle, quien trabajó en la industria masiva del porno, para
luego retirarse a crear su propio contenido. Su primer film
independiente, Deep inside Annie Sprinkle, dio origen a un
cambio de paradigma en ciertos pequeños sectores del porno:
con ella inicia el cambio de la mujer de objeto a sujeto activo en
las representaciones postporno, que resaltan el orgasmo
femenino. Entre sus videos, se la puede ver en encuentros
sexuales con personas con discapacidades y trans. En 1989,
Sprinkle publicó un “Manifiesto postporno” y dio inicio a un nuevo
porno, en el que podemos ver representación de cuerpos más
diversos, con diversidad funcional o gordos, además de prácticas
sexuales no convencionales como el BDSM, una perspectiva
transfeminista y una valoración por la intención de les actores y
actrices.
El porno feminista, creado por mujeres, se empieza a gestar en
los años ochenta y recién se está empezando a expandir por
ciertos territorios. Es porno producido por mujeres, de maneras
correctas y justas. Les actrices y actores cobran un salario
razonable, y son tratades con cuidado, consienten las prácticas,
se cuidan entre elles. Este tipo de porno, al igual que el
postporno, intenta desafiar las lógicas de la belleza, deseo y
poder a través de representaciones más reales de la sexualidad,
aunque las escenas no dejan de ser bastante estereotipadas,
recortadas, cis y heterosexuales. Los cuerpos, si bien hay
excepciones, suelen quedar bastante dentro de la hegemonía. Y
la representación del placer de las personas con vulva aún suele
ser estereotipada y centrada en el coito. Existen algunas páginas
que se autoproclaman como “porno feminista” pero de feminista
no tienen nada: es porno un poco más “lindo”, sin el factor de la
violación, con una página color rosa (¡claro!).
El porno feminista suele ser vendido como “porno para mujeres”,
reforzando la idea de que el porno justo y diverso es para mujeres, y
que los varones —que son unas bestias sexuales— se tienen que
quedar en las páginas mainstream. Pero con ese planteamiento de
las cosas no vamos a avanzar mucho. La invitación es a que todes
miremos un porno más enfocado en el placer que en la dominación.
Por eso, quizá una definición más ajustada sea porno ético (otra
categoría de porno que se solapa en casi toda su construcción con
el porno feminista, excepto que no incorpora la lavada de cara). Este
porno tiene como componente principal el consenso: hay
entendimiento entre les actores actrices y miembros del equipo,
valora las necesidades, límites y curiosidades de elles, mostrando
versiones más realistas del sexo con cuerpos más diversos y menos
binarismo. Los contratos éticos tienen pautas para controlar los
contagios de ITS y riesgos de embarazo y, por sobre todas las
cosas, no se está forzando a nadie a hacer nada que no quiera.
Este tipo de porno, en el que se les paga bien a los miembros del
equipo y donde no existe toda una plataforma de venta de
publicidad por detrás que lo sostenga económicamente, vive de
nuestro consumo. Es decir, es pago.
Muchas veces, cuando hablo de este tema en mis talleres y
acompañamientos, muches se enojan: ¿por qué el porno “de
varones” es gratis y el nuestro no? Primero: dejemos de hacer esa
separación de porno para varones/porno para mujeres. Segundo: si
vas a consumir un producto, de alguna manera tenés que pagarlo,
porque hay gente trabajando detrás. Sé que es un privilegio poder
pagar por porno, pero en caso de que puedas y quieras, no dejes de
hacerlo. Y si no, existen algunas páginas que te dejan ver previews
largas de los videos, que pueden ser súper interesantes.
Hay que encontrarle la vuelta al porno si tenés ganas: el porno ético
está escondido en recónditos lugares de internet, pero está. La idea
es que cada une pueda encontrar lo que le guste, y donde se vea
representade. Sería bueno que les adolescentes pudieran ver este
tipo de porno en vez de lo que ven, y que tuvieran una educación
sexual hacia el placer. Crecer con ideas positivas sobre la
sexualidad, incluso a través del porno, nos hubiese ahorrado
muchísimos males.

El porno feminista suele ser
vendido como “porno para
mujeres”, reforzando la idea
de que el porno justo y
diverso es para mujeres, y
que los varones —que son
unas bestias sexuales— se
tienen que quedar en las
páginas mainstream. Pero con
ese planteamiento de las
cosas no vamos a avanzar
mucho. La invitación es a que
todes miremos un porno más
enfocado en el placer que en
la dominación.

112. A mis espacios de trabajo se acercan muchas veces docentes que intentan educar
en el marco de la ESI y la escuela o la comunidad de mapadres de sus alumnes no se
lo permiten.
113. Distintos estudios entre España, Canadá y Australia (bastante difíciles de
conseguir) dicen que la edad promedio en que les niñes acceden al porno es a los 13
años. No sé si podemos afirmar a qué edad realmente les niñes acceden al porno por
primera vez, pero conozco casos de edades tan tempranas como los 8 años, y no
siempre es buscado: la mayor parte de las veces ese acercamiento no es consentido
por le niñe.
114. Refiere al acrónimo de Mother I’d Like to Fuck (Madre a la cual me gustaría coger).
115. La palabra “drilled” (perforada, taladrada) aparece en muchísimos títulos y líneas
de diálogo.
116. Estas son categorías muy populares en el porno que marcan la obsesión con el
semen, como el bukake (donde varones se turnan para eyacular sobre una mujer), el
gokkun (hombres eyaculando en la boca de una mujer, o en un contenedor desde
donde el semen es bebido) y el felching (lamer o tomar el semen del ano del
compañere sexual).
117. Registro Nacinal de Femicidios elaborado a partir de medios gráficos y digitales,
Observatorio de Mumala, https://www.mumala.ar/observatorio/
118. https://agenciapresentes.org/2018/12/26/2018-1-ataque-o-asesinato-cada-3-dias-
a-personas-lgbt-en-argentina/
119. https://www.thedailybeast.com/how-much-money-do-porn-stars-actually-make?
ref=scroll
120. Todo esto lo cuenta ella misma en su cuenta de Twitter y en una nota que dio a la
BBC: https://www.youtube.com/watch?v=RwTAgom_VX8&ab_channel=BBCNews
121. https://www.americaeconomia.com/economia-mercados/finanzas/conozca-las-
industrias-que-mas-dinero-mueven-nivel-global;
https://www.forbes.com/2001/05/25/0524porn.html?sh=2e699c487984;
https://fightthenewdrug.org/how-free-porn-industry-growing-in-fast-paced-digitized/
122. http://paroledequeer.blogspot.com/2014/01/entrevista-con-beatriz-preciado.html
- CAPÍTULO -

LA SEXUALIDAD COMPARTIDA:
DIÁLOGO, CONSENSO Y
CUIDADOS
Como vimos en el capítulo anterior, el porno muestra
guiones y estereotipos de las prácticas sexuales, pero esto
no es algo aislado: la cultura y la sociedad refuerzan esos
mismos guiones y estereotipos, pero desde otro lugar.
El cine, las series, las redes, la tele, la cultura entera, imprime una
mirada sobre cómo tiene que manejarse nuestra sexoafectividad:
qué cosas sí se pueden y se deben hacer, qué cosas no, y en qué
momento hacerlas. El coitocentrismo se sostiene a través de estas
ideas, instaladísimas en la cultura. Ideas de fórmulas, recetas,
técnicas que nos indican los tiempos, el principio, el final, las
funciones, los pasos y el éxito de un encuentro sexual.
El sexo, para nuestra cultura, es siempre heterosexual, y se trata de
una secuencia de pasos básica: la “previa”, la penetración y el
orgasmo masculino. Veamos esta secuencia en detalle.

SIEMPRE HETEROSEXUAL
Hoy, aunque la bandera del orgullo gay la usan hasta los bancos
para vender una tarjeta de crédito, la cotidianeidad no deja de
mostrarnos una heteronormatividad a seguir. ¿Cuándo tuviste tus
primeros acercamientos a pensar cómo eran las relaciones
sexuales, así sea en la escuela, tele, conversación con xadres,
charlas con amigues, etc.? ¿Cómo te presentaron la sexualidad?
¿Varón y mujer? ¿Entra un pito en una vagina o alguna variante
más poética donde la semillita del papá entraba en la panza de la
mamá para hacer un bebé? En la medida en que fuiste sintiendo
sensaciones de placer en los genitales, ¿qué empezaste a imaginar
que se hacía con esas partes de tu cuerpo?
Cuando somos niñes, el placer que sentimos con nuestro cuerpo es
algo habitual, pero enseguida la cultura y la educación empiezan a
regir nuestro instinto de placerear. Si naciste con vulva, es muy
probable que el placer lo hayas imaginado con un varón, porque es
lo que viste, porque el tío te pregunta por el novio, la tele te muestra
besos de varones y mujeres, tus amiguitas juegan a las mamás, las
muñecas tienen novios, los personajes de los dibujitos son todos
heterosexuales.
En mi adolescencia, cuando todavía era una Tati heterosexual con
algunas dudas lésbicas, entré al club cultural Casa Brandon y vi una
hojita en una pared que decía:
“¿Cuándo te diste cuenta de que eras heterosexual?”.
Quizás hoy ya sea sencillo ver una pregunta así, ojalá. A aquella Tati
le despertó todo tipo de sensaciones: recuerdos, imágenes de
deseos, personas, la sensación de no haber querido estar en un
lugar sin entender por qué, actrices, cantantes, amigas, la necesidad
de querer estar cerca de alguna persona sin tampoco entender por
qué. En mis espacios de trabajo veo muchas, muchísimas dudas
sobre la heterosexualidad aún, por eso quiero dejar esa simple
pregunta que una vez leí para que te la hagas, y pienses en lo que
tu mundo te habilitó y lo que pudiste hacer con ello.
¿Pensaste alguna vez qué parte de tu cultura y tu educación te
habilitó la posibilidad de ser homosexual? ¿Y qué parte de la cultura
te habilitó ser hetero? Hoy estamos bastante cargades de
información al respecto, pero necesitamos lecturas más sinceras y
cambios reales en lo cotidiano, por ejemplo, que no se asuma la
cisheterosexualidad de entrada en TODO ámbito de nuestra vida.
Porque son pequeños actos sumados los que nos van marcando la
heterosexualidad obligatoria.
Necesitamos imponer fuerte los cambios más pequeños, para que al
menos las nuevas generaciones no tengan que crecer como
nosotres: desaprendiendo todo lo aprendido respecto a la
sexualidad, para poder armar nuestra propia y única sexualidad con
los cimientos.
Para que el futuro sea un espacio mejor en estos temas,
necesitamos dejar de asumir heterosexualidad (y géneros). Xadres,
tíes, hermanes, amigues, terapeutas, profesionales de la salud,
Estado… todes necesitamos dejar de asumir el género de la otra
persona, de asignar pronombres sin preguntar, de no respetar los
pronombres ajenos, de asumir que todas las demás personas entran
dentro de las normas. Porque puede que no lo estén, quizás tu
paciente no es monógame, quizás tu amiga no es heterosexual,
quizás esa persona de trabajo a la que le querés hablar se identifica
como elle, quizás tu hija no quiere tener hijes (¡las personas con
útero necesitamos dejar de escuchar la frase “Cuando tengas
hijos”!).
Aún es difícil salir de los clósets, de la cisheterosexualidad, de la
monogamia obligatoria, del deseo de maternar, de la
alonormatividad. (123) Aún hay consecuencias por salirse de la
norma: crímenes de odio, castigos, lazos rotos, trabajos y
oportunidades perdidos, espacios que no son posibles,
razonamientos que no encuadran. Nos queda muchísimo trabajo
que hacer. Pero mientras tanto, permitite dudar.
En los acompañamientos individuales he visto a pibas odiarse por
ser lesbianas, no entenderse por sentirse atraídas por mujeres, no
pudiendo establecer vínculos o llevarlos más allá de lo privado. Y
muchas (MUCHAS) mujeres heterosexuales dudando, probando,
enamorándose o descubriendo su sexualidad o ambas cosas. O
probando y volviendo a la heterosexualidad porque era lo que les
gustaba, o porque es un terreno más seguro.
La heterosexualidad se vuelve una norma porque es lo único que se
te ofrece, es el único lenguaje en el que te hablan desde que nacés,
así como la alosexualidad se vuelve alonormatividad y la
monogamia se vuelve mononorma. Estas tres normas establecen
con quién tenemos que coger, con qué intensidad y cuánto tenemos
que coger, basadas en un único pacto sexual. Un pacto que es
tácito, del cual no hablamos, con pautas de qué significa cada cosa,
pero sin explicitarlas:
“Si se queda a dormir significa que le gustás”.
“Si se queda a almorzar ya es un montón”.
“Si te presenta a sus amigues es porque va en serio”.
“Si no te presenta a la familia es porque no le gustás mucho”.
“Si convivimos es porque vamos a coger”.
Y este mismo tipo de pautas silenciosas las llevamos al encuentro
sexual con otres:
“Si chaparon significa que quiere coger”.
“Si te invita a la casa significa que quiere coger”.
“Si va a tu casa significa que quiere coger”.
“Si te manda un emoticón de fueguito significa que quiere
coger”.
“Si te likea la foto significa que quiere coger”.
“Si te invita a tomar algo significa que quiere coger”.
“Si te da seguir en Instagram y te empieza a hablar quiere
coger”.
“Si viven juntos y se acerca a darte un beso quiere coger”.
Pero nada significa que quieran coger con vos, salvo que te lo digan
explícitamente, y aun así, dudaría. También hay “pautas” de que NO
quiere coger con vos, como que tarde en responder, que te clave el
visto, que se vaya a dormir con tal pijama, que no te bese durante el
día…
Este sistema de lógicas ficticias nos tiene totalmente atrapades y no
nos permite conectar con lo real. Necesitamos empezar a hablar,
que los sentimientos, las emociones y los significados sean
sinceros: si queremos coger con alguien y queremos expresarlo, en
el contexto correcto y desde el respeto tenemos que poder decirlo,
así sea un nuevo vínculo o une compañere de años. Lo mismo si
queremos solo chapar, si queremos sexo sin penetración, si no
queremos que nos la chupen, si no nos gusta algo. Y también
tenemos que poder manejar la respuesta: no siempre del otro lado
van a querer lo mismo que nosotres.
La hetero, alo y mononorma funcionan para que no tengamos que
hablar en la medida en que establecemos sexoafectividades. Nos
enseñan que hay escalones y etapas para todo. Que el sexo y la
posibilidad de la pareja a largo plazo van de la mano. Nada se
verbaliza, todo se asume. Incluso la sexualidad.
Cuando nos vinculamos por fuera de alguna de estas normas, los
pactos tácitos se acaban: es imprescindible hablar de las formas, los
tiempos, los modos en que un vínculo va a funcionar. Porque
saliendo del terreno donde todo está implícito, no hay libreto. Nada
te está indicando con quién tenés que coger, cuánto sexo por
semana es recomendable tener o con cuánta gente podés coger. No
sabemos qué “se hace”.
Hablar, preguntar, escuchar, establecer acuerdos es hermoso, y es
pura ganancia en nuestra vida, y es válido tanto dentro de la
heterosexualidad, como de la monogamia y la alosexualidad. Quizás
en tu heterosexualidad podes estar súper cómode, pero necesitas
aflojar el peso de las fantasías lésbicas; quizás en tu monogamia
sos súper feliz y con solo pensar algunos acuerdos estás bárbaro;
quizás sos heterosexual, pero replanteándote tu expresión de
género, quizás sos torta feliz así como sos, quizás sos torta paki
atrapada en un mundo heterosexual. No hay necesidad de que
todes rompamos todas estas normas juntas: tal vez no todes
necesitamos ser bisexuales o poliamoroses. Lo importante es dejar
espacio para preguntar y preguntarte.

LOS TRES PASOS DE LA SECUENCIA


BÁSICA
Nuestra sexualidad tiene un guion, vincular y sexual, dentro del cual
nos enseñaron a movernos. Los tres pasos básicos de esta
secuencia son “previa-penetración-orgasmo masculino”. Con mucha
suerte, antes de la previa puede haber besos, mimos y alguna que
otra cosa.
Esa previa suele difuminarse con el tiempo, sobre todo porque
según este guion, que se mide en términos del orgasmo del varón
cis y hétero, una relación sexual solo es una relación sexual si
sucedieron los últimos dos pasos: para las reglas actuales y tácitas
del coger, si no hay penetración y orgasmo masculino, eso no es
coger. Además, se pretende que la mujer cis orgasmee en la
penetración, no en la “previa”. En las relaciones no heterosexuales,
este guion también se cuela: si sos lesbiana, suele implicar que con
tu compañere solo se hacen mimos, que cogés suavecito, con
muchos mimos y besos.
Este guion es lo que da inicio a una gran parte de los problemas
sexuales. Hay que prenderlo fuego. AYER.
Ya viste en el capítulo tres que hay tantas formas de orgasmear y
placerear como personas en el mundo. Así que el sexo compartido
funciona realmente si rompemos ese guion, esa coreografía, y
salimos a explorar el cuerpo propio y ajeno. Así sea la primera vez
que cogés con una persona o la vez número mil.
¿Y cómo se sale del libreto? Es una pregunta que recibo todo el
tiempo y la respuesta es la misma que a tantas cosas: dialogando,
comunicando tus sensaciones, ganas, emociones, hablando.
Haciéndote cargo. Porque para relacionarnos sexualmente no hay
normas —más allá de las básicas que hacen a todo encuentro con
otro ser humano: no lastimar, violentar, ni molestar a alguien que no
quiere ser lastimade ni violentade)—, y es importante y liberador
saber que podemos coger con errores y aciertos, probando,
sabiendo que algunas veces resultará mejor y otras peor.
La sociedad nos enseña que sin reglas no sabemos coger. Pero si
no hay un modo indicado, la responsabilidad de cómo nos
relacionamos sexualmente es solo nuestra: hablamos, preguntamos,
probamos, averiguamos. Donde hay lugar para el juego, hay lugar
para la exploración, nos podemos conectar con una parte más
intuitiva y lúdica de nuestro placer, y así tratar de corrernos del
mandato instalado. Preguntarnos por qué, para qué y de dónde
viene la forma en que cogemos es el principio.
Y no es que todes tengamos que corrernos de la heterosexualidad,
la alosexualidad y la monogamia, ni siquiera del coito. Podemos vivir
perfectamente dentro de esos parámetros, pero si no sabemos que
existe un mundo fuera de ello, nos va a ser difícil elegir.

EL GUION SEXUAL
Crecimos viendo películas en las que la norma era una pareja
heterosexual, en las que el varón se gana a la mujer a prueba de
insistencia. Nos enseñaron que el amor y el sexo funcionan así, que
nosotras lo tenemos que estar buscando, que ese amor/sexo debe
llegar, y va ser maravilloso, aunque en la búsqueda quizás nos
confundamos un par de temporadas (porque somos medio taradas).
Pero nunca dejamos de buscarlo. En cambio, los varones saben
siempre quién es la elegida. Ellos saben.
Nos enseñaron que siempre tenemos que estar enamorándonos o
buscando de quién enamorarnos. Nos enseñan (hoy más que
nunca) que no podemos no estar buscando alguien con quien coger.
Que no pasamos por periodos de bajo interés sexual en la vida (o
que podemos estar dentro del espectro de la asexualidad). Nos
enseñaron que para retener a ese hombre hay que convencer,
seducir, engatusar y/o embarazarnos. Y estar bien buenas, claro: el
amor y el sexo se ganan a fuerza de insistencia (ellos) y belleza
hegemónica (ellas), esta última como única característica importante
para seducir y enamorar al varón. Nos enseñan que todo lo que
podamos hacer cogiendo para complacer a le otre, hará que se
quede con nosotras.
Retomando el guion sexual con el que educó y educa la cultura de
masas: una vez convencida ella, de solo mirarse se tensa el aire,
con unos besos desenfrenados ya están totalmente calientes, entran
a la casa en un éxtasis de pasión incontrolable, chocándose con
cosas, y se desvisten rápido y alborotadamente, porque así es la
pasión, pura coordinación y calentura. Nunca nadie tiene dudas,
confusión, pensamientos, inseguridades, miedos, risas, nervios,
preguntas, dudas sobre profilaxis. Nada. Y en un par de embestidas
ambos tienen un orgasmo al mismo tiempo (con suerte; si no, el
orgasmo es solo del varón). Nunca tienen que hablar, nunca tienen
que frenar, ni preguntar, ni conversar, ni poner preservativos, nunca
están insegures, confundides. Nunca se chocan las cabezas ni los
dientes, no se caen de la cama ni se enriendan, nunca le preguntan
al otro si está bien, si le gusta, si quiere otra cosa, si puede entrar, si
puede meter un dedo más, si le chupa la concha, nunca se pierden
erecciones, nunca se busca lubricante. Y a la mañana siguiente se
despiertan enamorades, porque, obvio, buen sexo equivale a amor
absoluto.
Este modelo sexual de pasión coordinada, espontánea y silenciosa
nos quita años de posible placer. Es uno de los mayores
generadores de ansiedades, frustraciones, disfunciones y violencias.
Todes les que trabajamos con sexualidad lo vemos.
Las sexualidades no tratan de un modelo, tratan de su diversidad.
La sexualidad es torpe, amorfa, descoordinada por momentos,
desprolija, sucia a veces, ruidosa, olorosa, sabrosa, silenciosa,
interrumpida, confusa, etc. Pero a veces los guiones y estructuras
juegan tan fuerte que creemos que hay maneras correctas de hacer
las cosas y que alguien nos lo puede explicar.
La sexualidad, como ya venimos viendo a lo largo de este libro, no
es un acto continuo e ininterrumpido, organizado y diagramado, ni
necesariamente espontáneo. Frenamos, tomamos agua, nos
cansamos, nos secamos la transpiración, buscamos cosas como
lubricantes, juguetes, sogas o elementos, a veces nos enredamos,
cambiamos de espacio, de ambiente, de música, prendemos y
apagamos luces, dormimos un ratito, vemos una peli, nos
acalambramos, nos divertimos, nos agitamos, conversamos,
preguntamos, nos reímos, lloramos, nos sentimos perfectamente
cómodes, nos sentimos perfectamente incómodes, nos
preguntamos qué estamos haciendo, nos cuestionamos cómo
seguir, frenamos a preguntar si la otra persona quiere hacer lo
mismo que une, establecemos reglas sobre lo que ese día
queremos o no queremos.
Y, sobre todo, preguntamos. Escuchamos, pedimos, hablamos,
orgasmeamos o no. Hay tantas posibilidades como personas en
este mundo, como encuentros en este mundo. Puede que no te
pase ninguna de esas cosas, pueden pasarte otras o ninguna, pero
cuando no nos vemos funcionar como el guion nos lo muestra, como
no tenemos con quién hablar ni consultar sobre estos temas,
empezamos a pensar que el problema es nuestro.
Correrte del guion puede generar desconcierto: no saber por dónde
empezar, cuándo cortar, cómo calentar. Pero tenés un mundo entero
de opciones para probar.
El sexo no es una performance ni una coreografía, sino un espacio
generado por dos o más personas, un espacio de expresión de
nuestras libertades, placeres y deseos. La sexualidad compartida es
mucho más sencilla de lo que nos enseñan. El problema comienza
cuando tratamos de entrar en el molde. Para encontrarnos con
nuestras propias formas de vivir la sexualidad, tenemos que dejar el
molde en el que estamos esforzándonos por encajar, ablandarnos,
dejarnos llevar por las sensaciones y los sentires.
Todo lo que necesitamos para relajarnos y pasarla bien nos lo
vendieron como negativo o imposible: el preservativo, el diálogo, la
autoestima, conocernos y tener confianza en nosotres mismes,
erotizarnos con los demás cuerpos. Veamos:
EROTIZAME EL PRESERVATIVO, BB
La bajada de línea de que el preservativo es algo que molesta y
entorpece el encuentro sexual está incrustada en el imaginario
colectivo. Puede que haya algún que otro guiñito por ahí, y la
educación sexual que tenemos suele encargarse de reforzar la
necesidad del preservativo, pero la cantidad de mensajes negativos
es mucho más alta. Si nos resultan eróticos los corpiños, poner
medias, sacar zapatos, los guantes, la lencería, los arneses, el
vinilo, ¿por qué el forro tiene que parecernos poco atractivo? Si lo
miramos con ganas, hasta queda lindo.
El preservativo nos ayuda a relajar: si sabemos que está en su
lugar, nuestra cabeza puede soltarse un poco más, y nos será más
fácil conectar con el placer. Además del riesgo de un embarazo no
deseado, las infecciones de transmisión sexual (ITS) existen, son
graves, y tampoco está tan bueno coger sin preservativo como para
bancarse tener HPV por el resto de tu vida, por ejemplo. El forro no
debería molestar, y para eso hay que encontrarle la vuelta: los dos
genitales que lo van a usar tienen sus particularidades, medidas,
texturas, necesidades de lubricación diferente, así que probá,
alguno te tiene que quedar cómodo, mandale lubricante, o no, probá
qué esta bueno para vos, para ustedes.
Cuando la penetración es el centro de todo el encuentro sexual, el
preservativo puede volverse demasiado protagónico: si intercalamos
con momentos donde el preservativo no haga falta, vamos a ir
sumando momentos para olvidarnos del tema.
Como ya dije anteriormente, la mirada de la sexualidad es tan
limitada que la única forma de coger para la cual existe profilaxis es
para la penetración. No contamos hoy en Argentina con un buen
método de barrera para relaciones sexuales de frote vulvar. (124)
Esto puede generar que en el momento del frote, nos fantasmeen
las inseguridades. Y no sepamos bien qué hacer.
El hecho de que no exista un preservativo para cuidar a la vulva, es
la representación más inmensa de cómo el patriarcado nos indica
cómo coger. Nos hablan de prevenir enfermedades de trasmisión
sexual, pero no hay método más que para el coito. Les docentes
que trabajan con la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), tienen
que explicar que el único método que hay para cuidarse entre dos
vulvas es cortar un preservativo… con una tijera. (125) Que,
además, con suerte sirve para el sexo oral, porque para el
tribadismo (la práctica de sexo genitogenital entre dos personas con
vulva) no sirve.
No es posible que no tengamos, hoy, un modo de cuidarnos y
prevenir infecciones de trasmisión sexual, cuando existen
dispositivos tan sofisticados como el DIU o pruebas de embarazo
que te dicen exactamente la cantidad de semanas de embarazo.
Les heterosexuales cis están en general muy por fuera de esta
lucha por un preservativo para proteger la vulva, cuando debería ser
una lucha de todes: que esté protegida la vulva, además de la
vagina, nos da la posibilidad de muchísimas prácticas de frotación
en relaciones vulva-pene también.
NATURALIZAME LA PAJA EN EL SEXO, BB
Ya hice toda mi oda a la masturbación en el capítulo cuatro, pero
quiero agregar que es de lo más interesante valorar la paja durante
los encuentros sexuales con otres: podemos pensar qué presiones,
tactos y sensaciones nos gustan cuando estamos soles, y ver si
podemos recrearlas en el encuentro con le otre. A la vez,
masturbarnos frente a une compañere sexual, mientras vemos cómo
se masturba (o no) puede ser muy placentero (o no).
Algunas personas lo que necesitan para orgasmear es tocarse ellas
mismas (quizás no siempre, quizás siempre). O tocarse mientras le
otre está mirando o tocándose a su vez, o tocarse mientras le otre
suma otro estímulo. A veces orgasmear con otres resulta una tarea
imposible o difícil, entonces, si naturalizamos el tocarnos nosotres
mismes frente a le otre, nos va a ser mucho más sencillo verlo como
parte de la sexualidad. Y dejemos a un lado la idea de que si nos
tocamos es “porque le otre no sabe”: esa idea de que las personas
saben o no saben tocar, cogen bien o cogen mal, y “ya va a llegar el
indicado”, el que sepa cómo tocarte, el que te de un orgasmo, atrasa
como un siglo. Si te tocás mientras cogés con otres, es porque es
rico o porque te gusta, porque es estimulante, porque te dieron
ganas, porque es lo que necesitás para orgasmear o placerear,
porque le otre todavía no sabe bien cómo estimularte, porque están
conociéndose, porque está aprendiendo, o por que tus gustos
cambiaron y ya no sirve lo que antes sí. Y montones de otras
razones más son viables también.
NATURALIZAME NO SABER, BB
No tiene NADA de malo no saber cómo tocar/coger con une otre. No
saber qué hacer o qué le gusta a la otra persona es muy habitual,
incluso con alguien con quien nos relacionamos sexualmente hace
mucho tiempo, incluso aunque nos consideremos expertes en la
cama.
Tenemos siempre muy inculcada la idea de que TENEMOS que
saber lo que le gusta a la otra persona, tenemos que saber coger.
Pero todos los cuerpos, tiempos, placeres, gustos, zonas erógenas,
mapas y estímulos placenteros son distintos. Deberíamos ver a
cada compañere sexual como una página en blanco, sin pensar qué
hacíamos con les anteriores, porque seguro lo que le guste a
nuestre nueve compañere sea distinto. Y si no sabemos lo que le
gusta a la otra persona, y la otra persona no sabe lo que nos gusta a
nosotres porque aún no nos conocemos, no hay otro camino más
que el diálogo. Algo que nunca deja de ser necesario, porque la
sexualidad en los vínculos largos también va mutando.
EROTIZAME EL DIÁLOGO Y EL CONSENSO, BB
Otra cosa que nos enseñaron que es aburrido, y que no vemos en
ninguna escena de sexo en los medios, es el consenso y la palabra,
las preguntas, las afirmaciones, las negaciones. La sexualidad es un
diálogo entre dos (o más) cuerpos, pero si entendemos que todes
tenemos distintos gustos, sensaciones, momentos, organizaciones y
preferencias sexuales, es bastante difícil esperar a que le otre
adivine, “lea” nuestro cuerpo, y sepa qué hacer si no se lo decimos.
Incluso aunque nos conozca mucho, es dificilísimo esperar que sepa
qué queremos hacer hoy, en este momento.
La práctica de consensuar, plantear lo que queremos por anticipado,
avisar qué nos gustaría ese día, saber qué tenemos ganas de hacer,
tener presente el estado de nuestro cuerpo, genitales y mente, es
muy importante para un encuentro placentero. A veces estamos
muy para una cosa y otras veces muy para otras, escucharte y
expresarlo puede sumar mucho.
Siempre preguntar: nunca está de más, y siempre hay maneras
erotizantes, interesantes y estimulantes de hacerlo. Expresate,
contá lo que querés. Podés querer tipos de estímulos en una zona,
pero otros estímulos no. Por ejemplo, puede encantarte que te
chupen el ano sin que entren; o la baba, pero no que te escupan; o
la penetración pero suave, o durante un rato cortito; o la penetración
durísima. ¡Avísalo!
A veces pasan cosas que no queremos que pasen, y nos cuesta
darnos cuenta de que no las estamos queriendo. Sabé que siempre
lo más importante es expresarte. Si tenés dudas, frená y pensá si
querés seguir. Nadie debería ofenderse, y, si se ofende, buena señal
para irse de ahí.
El consenso puede cambiar en el acto, por más que hayan acordado
una práctica, nunca está de más repreguntar y reconsensuar.
No existe “saber coger”, “saber chuparla”, “saber tocar bien”. Lo
único que hace a un buen vínculo sexual es la capacidad de
escucha de le otre, y la capacidad de comunicación.

CONSENSO NO ES CONSENTIMIENTO
Habrás notado que en todo este capítulo usé mucho la palabra
“consenso”. Y no usé la palabra “consentimiento”, que últimamente
escuchamos en todas partes. Las personas que hablamos de
sexualidad desde la perspectiva del placer, siempre preferimos el
consenso por sobre el consentimiento. Consentir es aceptar las
normas, modos o formas que otra persona propone. Quien
consiente es pasive en su elección: en el consentimiento no hay un
ida y vuelta. Podés consentir una práctica médica o una propuesta
de alguien (sexual o no sexual).
Consentir también es “dar el gusto”, algo que no está bueno para
vos, pero lo hacés por el placer ajeno. Consensuar, en cambio, es
tomarse el tiempo con la otra persona y negociar y hablar sobre las
prácticas que van a usar. En el consenso todas las personas que
van a participar del encuentro exponen sus preferencias, buscan las
que no entren en contradicción con las de les demás, y todes se
amoldan a lo que coincide, dejando algunas cosas de lado, y solo se
practica aquello en lo que coincidan todes de antemano, lo
consensuado. Nadie sale ganando, nadie sale perdiendo.
Si bien muchas veces el consentimiento puede ser una fiesta y ser
elegido, o la pasividad puede ser muy estimulante y deseada, no
puede ser la norma. Muchas otras veces el consentimiento puede
ser coaccionado por otres, y si el consentimiento es coercitivo
estamos hablando de violación.
Por eso prefiero la palabra consenso, porque sobre todo en esta
sociedad donde la violencia y el abuso de poder patriarcal es tan
fuerte, hablar de consentimiento es muy peligroso, sobre todo para
quienes fuimos socializades como mujeres.

LA “QUÍMICA”
Todas las cosas hermosas que hacen que disfrutemos más de la
sexualidad, nos enseñan a callarlas y silenciarlas en nombre de “la
química”, “la piel” y la espontaneidad. La espontaneidad que nos
vendieron tiene mucho más de “callate y acomodate a lo que le
gusta a le otre” que de otra cosa; la “piel” y la “química” en realidad
ocultan más bien el silenciamiento.
“Quedate con el que te haga sentir mariposas en el clítoris”, dice un
meme que circula por las redes sociales. Creo que es preferible
quedarse con lo que te haga sentir vos misme, libre, cómode: las
mariposas las puede aprender a hacer sentir cualquiera que tenga
ganas.
Se supone que si no hablamos y nos adivinamos, hubo “química”.
En realidad, eso solo significa que no tuviste que hablar y expresar
lo que querías. Puede haber cierto grado de atracción sexual mayor
o menor, por supuesto, y puede darse que justo se junten dos o más
cuerpos que funcionan muy bien en conjunto. Hay combinaciones
que funcionan bien de entrada, en otras hay que ir viendo cómo
encajan las piecitas, aprender y estudiar un poco.
Que los encuentros sexuales en un vínculo se den de manera
espontánea, con pocas palabras y mucha pasión puede pasar, pero
no significa que eso sea amor. Dejemos esos conceptos que
apuntan a la magia instantánea de cuento de hadas para otros
lugares (o para ninguno), en la sexualidad no nos ayuda en nada.

¡SI QUERÉS, USÁ JUGUETES!


Los juguetes y objetos sexuales pueden ser grandes complementos
de la sexualidad con otre y con nosotres mismes. Pueden generar
sensaciones muy distintas y estimulantes.
No existen límites de velocidades ni tiempos, usalos como quieras,
cuando quieras. ¡Nadie tiene por qué decirte a qué velocidad usar tu
vibrador! El miedo al placer nunca nos llevó a ningún lado.
Algo de data:
• El arnés con dildo no es una necesidad, pero puede ser muy
disfrutable que te la chupen, penetrar, que te toquen, te agarren.
• Los plugs anales (objetos con un tope especialmente diseñados
para ir en el ano) pueden generar sensaciones súper intensas. Y
visualmente pueden ser muy interesantes, algunos tienen diseño
con colas de animales, de unicornio o con pomponcitos.
• Los dildos de vidrio, de piedra, de cerámica, que se pueden enfriar
o calentar, los objetos, los juguetes que vibran, que pulsionan aire
o estimulan de cualquier otra forma, son todas herramientas
interesantes, que pueden sumar mucho a tu sexualidad (o no).
• Los elementos, como sogas, plumas, látigos, antifaces que no
permiten ver, etc., pueden cambiar todo el mood de un encuentro
sexual, volviéndolo súper excitante. Las sensaciones en la piel y
las restricciones pueden generar muchísima excitación sexual.
Hoy existe un mercado inmenso de juguetes a disposición, y puede
ser algo difícil elegir uno.
Yo recomiendo siempre empezar por la llamada bala vibradora, que
son unos vibradores pequeños, que no suelen servir para
penetración, pero como son chiquitos son bien versátiles y
poderosos. Son recomendables para iniciarse en el mundo de la
vibración, para ver cómo te vas sintiendo, y de ahí escalar a donde
quieras. Con la balita podés hacer cualquier cosa: dejarla en la
cama y presionarla boca abajo, ponerla entre dos clítoris, sostenerla
contra la ropa interior mientras chupás otro genital. Masajear todo tu
cuerpo, pasarla por los pies, por los pezones, por el cuello, la
espalda, la axila. Lo único que no podés hacer es meterla en el ano:
en el ano siempre van cosas con tope.
Si usás juguetes, podés usarlos en diferentes lugares del cuerpo, no
solo en el lugar en que se indica. A veces tenemos la idea de que
los juguetes tienen que ser algo que une apoya en el clítoris y
mágicamente te da un orgasmo: movelo, masajeate, probalo,
chupalo, lamelo, míralo, metelo o sacalo. Es un objeto con el que
estás interactuando para tu placer, no un dispenser de orgasmos.
Lo importante es no dejarse llevar por las promesas de orgasmos
rápidos y múltiples, no a todes nos funciona así. Y tener orgasmos
en poco tiempo no siempre es tan satisfactorio como quisiéramos.
Algunas personas y vínculos sexuales temen que el juguete pueda
reemplazar a un ser humano. No tiene mucho sentido: es un
aparato, no viene a reemplazar a nadie, viene a sumar.

El miedo al placer nunca nos
llevó a ningún lado.

SI ESTÁS EN UN VÍNCULO DESDE HACE


MUCHO TIEMPO
A veces, en los vínculos sexoafectivos, se crea una rutina sexual,
una serie de actos que sabemos que son efectivos (todes
orgasmeamos) pero después de un tiempo se vuelve algo aburrido
y/o mecánico.
Parece más fácil seguir haciendo lo de siempre, claro: es seguro,
cumple su función. Pero si nos entregamos a lo nuevo y a lo
desconocido, puede ser mucho, mucho más estimulante.
Las ideas son las mismas que para vínculos nuevos: hablar,
consensuar, generar un espacio cálido, probar todos los recovecos
del cuerpo, todo lo ya dicho. Pero si ya ese vínculo sexual no fue
concebido de esta manera, puede ser difícil reconfigurar todo.
Probablemente pierdan cosas en el camino, pero va a estar
buenísimo también. Si dejan ir el guion que se habían armado, se
van a divertir y van a descubrir un montón de cosas nuevas de la
persona que tienen al lado hace mucho.
Es importante dejar de lado también los egos personales, no
sentirse heride si le otre propone algo nuevo: no quiere decir que
estés haciendo las cosas mal, solo que quiere probar otra cosa. Si
hablan con amorosidad y cariño, y no se toman nada a modo
personal, puede salir muy bien. Buscar ideas, talleres, lecturas,
porno que ambos disfruten, también puede sumar.

Si nos entregamos a lo nuevo y a
lo desconocido, puede ser
mucho, mucho más estimulante.

EL EROTISMO EN LA HETEROSEXUALIDAD
Quiero hacer un apartado para la cisheterosexualidad. En este caso,
insisto mucho en que se olviden de los genitales por un buen rato,
se entreguen a la experiencia sensorial y que tengan paciencia,
porque, como vimos, los tiempos sexuales pueden variar mucho de
una persona a otra.
Y, sobre todo, que busquen formas de conectar con lo erótico entre
ustedes. Un problema muy complicado en la heterosexualidad cis es
lo difícil que resulta para la mujer el estímulo cotidiano. Las mujeres
también necesitamos que el varón nos caliente, nos estimule, nos
erotice, que se pongan la tanga, los arneses, las remeras rotas, las
camperas de cuero, la lencería, las calzas, el traje, las cremas, los
aceites, lo que sea que nos estimule. Porque no podemos
calentarnos de la nada. Ese rol tan de geisha que nosotras sabemos
cumplir a la perfección no está mal, lo que está mal es que sea
siempre así, y siempre de manera unidireccional.

Un problema muy complicado en
la heterosexualidad cis es lo
difícil que resulta para la mujer el
estímulo cotidiano. Las mujeres
también necesitamos que el
varón nos caliente. Porque no
podemos calentarnos de la nada.

ALGUNAS IDEAS QUE PUEDEN SERVIR EN


EL ENCUENTRO CON LE OTRE
Si bien, como venimos diciendo, en la sexoafectividad no existen
tips ni recetas, de todas maneras quisiera dejar algunas ideas que
pueden llegar a sumarte algo durante tus encuentros sexuales con
otras personas:
Consensuen todo. ¡Hablen! Puede ser en una situación ya
medio sexual o no, también pueden consensuar “en frío”. El
consenso puede ser sexy y divertido, puede ser organizado y
prolijo, puede ser como vos lo prefieras. Recordá también que lo
consensuado puede cambiar en el acto. El consenso siempre se
renueva.
Olvídense de la penetración, la erección y el orgasmo. Más
que en esas cuestiones, focalicen en explorarse cada une a sí
misme y mutuamente.
Expresen lo que les gusta. Pidan lo que necesitan con
amorosidad y respeto, con cuidado, abiertes a la posibilidad de
que la otra persona no quiera hacer eso. No intenten que le otre
adivine, sean clares con lo que quieren. De la misma forma,
pregunten lo que le/s gusta a le/s otre/s.
Si la otra persona no sabe, no quiere o no puede hacer lo que
les gusta, no se enojen ni exijan. No tiene por qué saber, no
pidan explicaciones.
No esperen respuestas estereotipadas o basadas en sus
experiencias y vínculos anteriores. Cada persona es única y
cada sexualidad es distinta. No comparen a le otre, ni a ustedes
mismes.
Traten de estar lo más presentes que puedan. Enfoquen en los
cuerpos, en las sensaciones, en la experiencia que están
viviendo. Desde donde sea: desde lo visual, desde lo
escatológico, desde la risa, desde la ternura, desde los
sentimientos, desde la fuerza, desde el amor, desde donde salga.
No siempre es posible, pero siempre es válido frenar si los
pensamientos se van para cualquier lado.
Conózcanse a ustedes mismes. Es necesario que sepas qué te
gusta, cuáles son tus límites, qué cosas no harías jamás y qué
cosas sí, en qué querés incursionar, qué partes de tu cuerpo te
gusta que te toquen y de qué modo. Aunque te guste tocarte algo
a vos misme, y lo hayas disfrutado con otres, no quiere decir que
lo vas a disfrutar con todes, así que las elecciones pueden variar
y renovarse.
Disfruten de afuera hacia adentro, empezando por lugares
lejanos a los más placenteros y avanzando de a poco (como
lo vimos en el capítulo sobre masturbación). Mímense, prueben
diferentes trazos e intensidades, formas de acariciarse,
sensaciones, lugares del cuerpo. Siempre existen zonas que,
acariciándolas despacio, producen sensaciones de mucho placer,
mezclado con algo de cosquillas quizás, y son áreas que suelen
ser ignoradas: el revés de los brazos, detrás de las rodillas, las
ingles, bajo el cachete del culo, las axilas, entre otras.
Olvídense de los genitales, disfruten con el cuerpo entero.
Frotate con lo que sea del cuerpo de le otre, dejá que le otre
presione tu cuerpo con partes de su propio cuerpo y fíjate qué
sentís.
Vayan lento, al menos a veces. La lentitud nos suma mucho a
todes, nos da más tiempo y espacio para conectar con lo que
estamos sintiendo, y, sobre todo, nos da más tiempo para
reaccionar. No es lo mismo alguien que de un beso pasa a
chuparte la concha sin escalas, que alguien que va de a poquito,
que te da tiempo a reaccionar o responder a lo que te están por
hacer. A algunas personas les gusta todo fuerte y rápido, pero, en
ese caso, si arrancamos lento, con explicar que se prefiere más
rápido ya está.
Permítanse parar si todo se vuelve demasiado intenso para
algune o si necesitan algo. Pero también permítanse parar
como juego: calentarse, frenar y volver a calentarse puede ser un
juego muy estimulante.
Abracen las distintas etapas de sus sexualidades. Quizás lo
que antes les gustaba hoy ya no, o quizás estén pasando por una
etapa en la que solo quieran mimos, o donde la sexualidad se
convierta en otra cosa: la intimidad también puede ser dormir
desnudes, o abrazarse o mimarse un rato, o sextear, etc.
Respetá a le otre y respetate a vos misme, la sexualidad es
respeto y libertad. No restrinjas, coartes o juzgues el placer
ajeno. De la misma forma, no te vincules sexualmente con
personas que no te hacen sentir cómode con tus modos
sexuales. Tratá de buscar compañeres sexuales con quienes te
sientas bien, con quienes puedas expresarte, ser genuine y
autentique, puedas ser vulnerable, dejarte llevar y acompañar la
energía sexual de le otre. Cuidá a le otre y hacete cuidar, respetá
y hacete respetar. Encargate de que se sienta cómode, de
sentirte cómode vos: si todas las partes de un encuentro sexual
se ponen esta camiseta, el resultado no puede ser otro más que
la hermosura, dentro y fuera de la sexoafectividad.

Cuidá a le otre y hacete
cuidar, respetá y hacete
respetar. Encargate de que se
sienta cómode, de sentirte
cómode vos: si todas las
partes de un encuentro sexual
se ponen esta camiseta, el
resultado no puede ser otro
más que la hermosura, dentro
y fuera de la sexoafectividad.

123. La alosexualidad es la norma que instaura la idea de que todes sentimos atracción
sexual hacia otres, y que lo hacemos dentro de ciertos márgenes de intensidad y
frecuencia. Esta norma es tácita pero fuerte. Y como se asume que es la única manera
de relacionarnos sexoafectivamente, se vuelve normativa, por eso se convierte en
alonormatividad.
124. Les compañeres del Proyecto Preservativo Vulvas militan esta deuda increíble de
la Salud.
125. Cabe aclarar que la explicación de cómo cuidarse entre dos personas con vulva
queda supeditada a la voluntad y el conocimiento de le docente. La ley no obliga a
hablar de ello.
- CAPÍTULO -

SEXOAFECTIVIDAD. LA
IMPORTANCIA DE HABLAR
Hoy sabemos por qué los matrimonios duran menos y por
qué la gente se casa cada vez menos. Ante ese lugar común
de que “los matrimonios de otras épocas duraban más” y “la
familia se mantenía más unida”, se puede pensar que si eso
no sucede hoy es porque cada vez hablamos más, porque
hemos empezado a contar las violencias, los acosos, las
incomodidades sexuales que hemos sufrido históricamente
en silencio.
Y la pequeña revolución que esto arma en el entorno de quien
empieza a hablar genera que otres escuchen.
Necesitamos seguir contando lo que nos pasa, las macro y las micro
violencias. Cuando son puestos en palabras, los micromachismos
pierden algo de fuerza, mueren un poquito. Otre lo escucha, lo
cuenta, pasa a otros oídos, y quizás, algún día, una persona de
esas está en una situación similar y puede reaccionar antes.
Entre el 2020 y 2021, pandemia mediante, me encontré con la
enorme potencialidad que resulta de trabajarnos colectivamente. En
conversatorios que armé sobre temas puntuales, en talleres junto a
la comunidad Mujeres que no Fueron Tapa, en grupos que llevamos
adelante con la sexóloga Carolina Meloni. Trabajamos grupalmente
lo personal, la vivencia sexoafectiva de cada une.
En este capítulo, vas a encontrar varios relatos de situaciones que
se repiten mucho en mis espacios de trabajo. (126) Quizá te sientas
reflejade en alguno y puedas, a partir de ahí, reflexionar sobre tu
propia sexoafectividad.
“Trabajar de manera grupal mi sexualidad fue como despertar
después de un sueño largo, de 30 años (que coincide con mi
edad). Estaba apagada, aislada, la perversidad del sistema me
enseñó que con otras mujeres SE COMPITE. Una
competencia de ver quién llega más alto, quién es más linda y
completa, quién se “gana el corazón” de ese hombre y
permanece en ese lugar, quién falla menos, quién es mejor en
la cama, más joven, vital, sexy y sonriente. Pero un día
empecé a mirarme y a escucharlas, a descubrir que en sus
relatos me podía encontrar. Y no era cualquier encuentro. Fue
un encontrarme desnuda delante del espejo y por primera vez
en mi vida, sin criticarme y sin odiarme. Fue darme cuenta de
que NO ESTOY ROTA y de que en esta tribu de mujeres está
la potencia, esa fuerza que te empuja a imponerte ante todo
aquel que te cuestione o pretenda hacerte sentir menos. La
buena noticia es que no hay vuelta atrás”.
Rena
A veces la sexualidad se nos atora en el cuerpo, nos trabamos, nos
quedamos estatiques en un lugar, no podemos salir o avanzar hacia
donde queremos. A veces el cuerpo nos avisa, a veces no. No es
fácil: ¿a quién le vamos a preguntar? ¿Con quién vamos a hablar?
¿Con familiares? ¿Con amigues, quizás? ¿Con tu psicólogue?
Muches se sienten juzgades o avergonzades de compartir sus
dudas o inseguridades. La culpa y la vergüenza que estos 2500
años imprimieron en nuestra sexualidad nos deja muchas veces
incapacitades para hablar de estos temas. Los abusos, la violencia,
los acosos, las violaciones (dentro y fuera de la pareja o de la
familia), las conductas horribles hacia nosotres, el patriarcado…
funcionan porque hasta ahora estuvimos callades.
Una de las cosas que más leo en las devoluciones post talleres,
encuentros y acompañamientos es que es un alivio el solo hecho de
hablar, de poner en palabras lo que se siente, claro, firme y literal. Si
nos expresamos, tenemos otras perspectivas y podemos
entendernos mejor.


La culpa y la vergüenza que
estos 2500 años imprimieron en
nuestra sexualidad nos deja
muchas veces incapacitades para
hablar de estos temas.
Por eso confío mucho en los espacios de trabajo grupales. Donde
con ciertas pautas y materiales de lectura (o no), grupos de mujeres,
lesbianas y disidencias, hablan, cuentan, escuchan las experiencias
ajenas, se cuestionan, se preguntan todo en un espacio seguro.
Estos espacios que generamos muchas personas, en un principio
(al menos en mi caso), tuvieron mucho que ver con lo sexual
solamente. Cuando empecé a trabajar individual y grupalmente, creí
que yo estaba ahí para acompañar lo que esas personas quisieran
entender, cambiar o reformular de sus relaciones sexuales. Bastó un
encuentro para darme cuenta de que sexo es inseparable de
afectividad.
¿Cómo puedo acompañar a alguien a quien le duele la vagina
mientras la penetran, sin pensar en el vínculo que mantiene con esa
persona que tiene al lado? Como Melina, que llegó a mi taller luego
de arrastrar tres años de dolor en la penetración con un compañero
al que no quería más, y con el que sostenía una relación porque era
el padre de su hije. Melina solo había hablado con su ginecóloga, y
la médica le había dado un gel con algo de anestesia. La había
mandado a tomarse un vino y a relajarse. Lo cual, claro, dejó a
Melina más confundida que antes.
¿Cómo iba a acompañar a Agostina a “tener más ganas de coger”,
como me había pedido, sin saber que tuvo más hijes que orgasmos
en su vida, y sin pensar en que estaba hace 15 años con una
persona que la menospreciaba y le decía que era fea? Agostina
había visto en la tele que les personajes mediáticos se ponen un
chip, que “es como un granito de arroz, y va liberando testosterona,
elles lo hacen por la salud, para mantenerse jóvenes, pero te da
vigor sexual”. También había escuchado que hay “unas pastillas”.
No sabía dónde se conseguían, ni cómo se llamaban, pero quería
saber. Quería saber cómo aumentar su libido. ¿Por qué? ¿Para
qué? ¿Para quién? Porque su marido estaba “muy afectado porque
yo no llego al orgasmo”. ¿Cómo podemos pensar que la sexualidad
se puede arreglar con una pastilla, sin pensar en lo afectivo y
vincular?
Sexo y afectividad —que no es el “vivieron felices y comieron
perdices” de los cuentos y las pelis que nos lo contaron así— van de
la mano. Y antes de querer “arreglarnos” con geles, chips, pastillas o
lo que sea, hay que ver qué nos sucede, cuáles son nuestras
inseguridades, miedos, penas, vergüenzas. Y para eso hay que
poder hablar. No hay otro camino.

EL TRABAJO DE SABER QUÉ NOS PASA


Claudia estaba en un vínculo monógamo heterosexual y llevaba una
convivencia de 25 años con Nicolás. Quería indagar qué pasaba con
su sexualidad, que estaba cambiando. La pareja siempre se había
querido mucho, se llevaban bien, tenían dos hijes y una vida sexual
que muches pibis de 22 años envidiarían. Claudia disfrutaba y tenía
orgasmos en varias posturas; Nicolás era feliz y la trataba con
mucho amor. Nunca habían hablado de cómo eran sus relaciones
sexuales: solo habían llegado a unos cuantos guiones bastante
satisfactorios para los dos sin hablar, algo no muy usual, pero que
puede pasar. Sin embargo, Claudia cada vez tenía menos ganas,
estaba cansada, angustiada. Y Nicolás no entendía qué pasaba. No
hablaban, entonces él empezó a pensar que Claudia no lo deseaba;
mientras que Claudia —que había visto que ya no respondía a los
estímulos de Nicolás como siempre— empezó a evadir cualquier
acercamiento a la sexualidad, porque sabía que no podía
“responder” como siempre. Con el correr de unos cuantos meses,
Claudia pensó que tenía que hacer algo. No por ella, sino por su
marido, su matrimonio y sus hijes.
Muchos meses, ejercicios escritos, búsquedas, conversaciones y,
sobre todo, frustraciones después, Claudia entendió que algo en ella
había cambiado, y a través de la masturbación con sus manos y un
dildo, aprendió algunas formas nuevas en las que podía orgasmear
y disfrutar. Descubrió que ahora su orgasmo requería de muchísimo
placer externo antes de la penetración que ella antes disfrutaba.
Nicolás entendió que ahora tenía que dedicarle más tiempo a
Claudia. MUCHO más tiempo. Pero —porque Nicolás también traía
su mochila— eso le hacía sentir que sus genitales no eran el centro,
y “era raro” porque su erección “duraba poco”. Y eso lo llenaba de
vergüenza. Él descubrió que el placer que su pene y cuerpo sentían
—sin siquiera tener una erección— mientras le hacía sexo oral a
Claudia era mucho. Y aprendió a escucharlo y disfrutarlo, en vez de
ir directo al pico de placer de lo que lo hacía orgasmear. Llegó a
darse cuenta de que le calentaba mucho más dar placer que
recibirlo. Y Claudia, chocha.
Natalia, por su parte, no había querido usar juguetes o dildos con su
novia: para ella, el placer se tenía que alcanzar solo con los
cuerpos. Natalia no se animaba a decirle a su compañera lo que
necesitaba. Bastaron un par de encuentros grupales para que
pudiera hablarlo en grupo. Y pensamos qué hacer: ella se acercaría
a los juguetes primero, sin su novia. Recién después de unas
cuantas semanas, cuando vio cuánto significaban para ella y su
placer, pudo expresar un poco mejor lo que necesitaba, pudo ver
cuán necesario era romper las barreras de lo que no se puede decir
en un vínculo.
A veces lo que queremos sexualmente puede alejarnos de la gente.
A veces lo que nos gusta nos da vergüenza. A veces nos da
vergüenza solo reconocer que algo nos gusta. Nos da vergüenza
nuestra reacción al estímulo: las caras, los gestos que nada tienen
que ver con los de las películas. Sobre todo, porque creemos que
eso solo nos pasa a nosotres. A veces nos da vergüenza nuestra
experiencia sexual, y este es un caso que se repite mucho. Euge,
por ejemplo, tenía 32 años y creía que era virgen, que nunca había
tenido relaciones sexuales. Cargaba con muchísimo miedo a que
une future compañere sexual notara su “virginidad” y ella tuviera que
dar explicaciones. También sentía mucha vergüenza de no saber
cómo complacer a otra persona.
Trabajó con tiempo en explorarse, en conocerse, en darse cuenta
de que coger había cogido: había chupado genitales y se había
masturbado junto a otras personas, solo que no había podido tener
relaciones sexuales con penetración. Se había colocado todos los
geles que sus amigas le habían recomendado, pero no funcionaba.
Recién cuando conoció su propia genitalidad, su vagina y su placer
pudo relacionarse sexualmente con alguien, sin sentir la presión de
la penetración. Y finalmente un día, sin darle tanta importancia, un
pene entró en su vagina… y se dio cuenta de que “tampoco era para
tanto”. Pero estaba contenta de poder relacionarse sexualmente sin
sentir esa restricción.
Y sobre el miedo a la inexperiencia: naturalicemos no saber, porque
como somos todes distintes, en realidad, NADIE SABE.

PERSONAS DESEANTES
En el recorrido que hace este libro vimos que no queremos ser más
objetos de deseo como fuimos siempre (lo cual no significa para
nada no ser deseades), sino que queremos que se nos lea en clave
de sujetos deseantes. Que los medios, el cine, el porno, la industria
de la música y nuestros entornos puedan leernos en clave de
sujetos deseantes, como personas que desean. El deseo no es solo
de los varones cis.
Para que te lean como sujeto deseante tenés que serlo. Pero no nos
han educado para eso. Y lo sos, todes lo somos, pero tenés que
reconocerte como tal. Dale importancia a tu deseo sexual (si lo
tenés), escuchate, tus necesidades, gustos y expresiones sexuales
son importantísimos. Para transformarnos en sujetos deseantes
necesitamos, como primer paso, reconocer la importancia de
nuestro placer y deseo.
Clara venía de 18 años de vida sexual con variadas personas,
incluso varios noviazgos largos. En todos le sucedía lo mismo: al
principio le parecía casi una tortura relacionarse sexualmente, no
entendía qué pasaba, no le gustaba, pero sentía que lo tenía que
hacer. Por muchos años ni se lo cuestionó: el placer no era de ella,
era de le otre. Con el correr de las semanas, se iba enamorando, se
aflojaba, y empezaba a disfrutar mucho de coger.
Cada vez que cortaba con une novie, le dolía mucho lo que le había
costado ese bienestar sexual. Con el tiempo, Clara empezó a ver
que había algo que se llamaba demisexualidad, y que se sentía muy
cómoda usando esa etiqueta. Que ella, como les demás
demisexuales, necesita generar cierta conexión emocional, necesita
formar un vínculo afectivo romántico antes para sentir atracción
sexual por la otra persona. Ahora, Clara suele enamorarse de
personas que antes son sus amigas. O presenta su orientación
sexual al empezar a conocer a alguien, y eso ya le da una
sensación de comodidad, le quita el peso que ella sola se ponía de
tener que relacionarse sexualmente desde el principio cuando no
sentía atracción sexual.
Romina era una persona en pleno puerperio, que se miraba al
espejo y no se reconocía. Seis meses después de nacide su hije, se
miraba y no entendía quién era su culo, sus tetas, su panza y todo lo
que siempre le había dado seguridad y confort ya no eran lo que
habían sido. Necesitaba sentir que no era el monstruo que veía ella
sola. Pero no había nadie al lado para decírselo: su compañero no
aportaba nada de contención, no se daba ni cuenta de lo que estaba
atravesando Romina. Y como no se sentía deseada, empezó a
taparse cada vez más sabía perfectamente cuán “mal” estaba verse
así, estar así.
Esto es algo muy común. Las revistas, la tele, los diarios, nos
muestran todo el tiempo lo flaca y espectacular que hay que quedar
después del parto. Si no, una está “descuidada”. El puerperio es una
etapa muy especial: hay cansancio extremo, tetas que no dan más,
poco sueño y descanso, compañeres que pasan todo el día en el
trabajo mientras une lidia con su/s hije/s. Y para Romina, el mejor
plan era tener quince minutos para ver una serie y comer algo
sustancioso.
Quizás solo necesitaba abrazos de verdad, mimos, hacer cucharita
para dormir, que la tapen y la cuiden, quizás sentir que su
compañero gustaba de ella con todos los cambios, quizás
necesitaba que se abracen desnudes y sentir las pieles juntas, sin
coger. Pero Romina no podía ni procesar ni decir esas cosas: su
obstetra deslizó que si no “atendía” al marido, se iba a ir con otra. A
ella le importaba muy poco si su marido cogía con otra, solo quería
que la abrace, la quiera y la mime. Y esperar a la siguiente etapa.
Pero no podía decirle eso al marido. Así que llegó a un
conversatorio para ver qué le pasaba con su sexualidad. Ahí se
encontró con diez personas más en la misma situación que ella. Ahí
entendió, ahí supo. No le debía sexo a su compañero: entendió que
hay etapas en las que nuestra sexualidad o intimidad pasa por otras
áreas. Y que en ese momento la calentaban otras cosas: que su
marido se ocupara de la casa, por ejemplo, o tuviera otras actitudes
consideradas hacia ella.
Belén estaba muy frustrada porque su novia, Abigail, ya casi no
quería relacionarse sexualmente. Hacia tres años que convivían, y
siempre había sido al revés: Belén tenía más ganas que Abi.
Empezar a hablarlo con otres le hizo ver a Belén que en épocas de
incertidumbre mundial, aislamiento y pandemias, no podía exigirle a
nadie que estuviera caliente y con ganas de coger. Antes de hablar
con otres pensaba que la falta de deseo se debía simplemente a
que “las cosas se estaban acabando” entre ellas.
Este es el poder de la palabra puesta en conjunto: verse reflejade en
otres, saber que no se está sole.

HABLANDO AL VACÍO
Una pregunta/queja que recibo mucho es sobre explicaciones,
avisos, pedidos de ciertas prácticas o tiempos sexuales a
compañeres sexuales que no se dan por aludides. “Le dije que me
gusta que me toquen las tetas despacio, pero me las pellizca y me
duele”, “Le explico y le explico que no me toque primero el clítoris,
pero va y lo toca primero”, “Necesito tocarme (o usar un juguete)
para tener un orgasmo, pero me dice que me tiene que alcanzar con
lo que me da él”.
Si expresaste tus necesidades y gustos sexuales y la otra persona
no las escucha, la verdad es que no hay muchas alternativas. ¿Por
qué habrías de estar con alguien a quien no le importa que la pases
bien mientras cogen? ¿Vos cogerías con alguien solo por tu placer?
¿Sin preocuparte en lo más mínimo por el placer ajeno?
Por ahí no es. Siempre pensá en qué le dirías a una amiga que te
cuenta la situación que vos estás viviendo. Y decitelo a vos misma.

¿DÓNDE ESTÁN LOS VARONES (CIS)?


Hablando de personas que no escuchan los deseos ajenos, ¿dónde
están esos aliados dispuestos a acompañarnos en nuestro cambio?
Mientras nosotres —mujeres, tortas, trans, intersex, no binaries,
gays, maricas, gordes— nos agrupamos en nuestros propios
espacios de charla, hablando, trabajando en espacios vinculantes,
pagos o afectivos, me pregunto: ¿dónde están los hetero cis
varones? ¿Qué están haciendo para colaborar con salir del pozo en
el que nos y se metieron? ¿Mucho tiempo más van a seguir en esa,
hablando de marcas de cervezas, autos y vinos, en lugar de frenar a
ese amigo que dijo la machirulada del siglo, o mandársela ellos
mismos? ¿Mucho más van a seguir cuestionándonos, diciéndonos
cómo tenemos que hacer las cosas?
Hay muy pocos varones cis dispuestos al cambio, a la búsqueda y la
exploración de otros márgenes. No digo que no existan, pero son
pocos, y para la heterosexualidad se hace difícil. ¿Donde están?
¿Dónde se trabajan a ellos mismos? ¿Dónde hacen el curso para
aprender a, por ejemplo, no socavarnos el autoestima a quienes no
encajamos en la norma? ¿Están aprendiendo a controlar su ira? ¿A
no violentar? ¿A no temer a la sexualidad de sus novias? Si no se
sientan a replantearse sus privilegios, no vamos a llegar a ningún
lado juntes.
Desde el primer taller que di, escucho lo mismo en algún momento:
“Estaría bueno que los varones sepan esto”, “¿Hacés este taller
para varones?”, “¡Por favor, hacelo para varones, explicale a mi
novio!”. Luego de muchas vueltas, un intento fallido de hacer un
Todo sobre tu vulva abierto a todo el mundo, y muchas dudas, en
2020, a unos meses de haber empezado la pandemia, hice por
primera vez una versión de mi seminario adaptada a varones cis. Al
cierre de este libro, lo repetí cuatro veces.
Cada vez que abro las inscripciones pasa lo mismo: las pibas se
vuelven locas, replican el flyer por todas partes, me escriben, se lo
quieren regalar al novio, al hermano, al marido, al víncule, al
chongo. Con los días se van cayendo: el novio no quiso, no se
animó, se enojó, le dijo que se calme. Son muy pocos los varones
que llegan al taller. El porcentaje es casi tan bajo como el de mis
estadísticas binarias de Instagram: un 8% de seguidores varones,
un 92% de mujeres. Y no dudo de que esto se replica en mayor o
menor escala en todos los espacios de este tipo.
No hay un acompañamiento o persona que hable en mis talleres
que no haya sido violentada de alguna forma por un varón cis. No
hay una persona que no haya tenido una experiencia sexual
espantosa con un varón cis. Aunque un pequeño porcentaje también
sufrió violencias por parte de mujeres. Siempre es mucho menor,
sobre todo en lo que respecta a lo sexual, pero muchas veces
cuando la violencia sexual es ejercida por una mujer nos cuesta
muchísimo más aún reconocerla y entenderla como tal y es más
difícil para la víctima y la sociedad entenderlo.
Hacen falta espacios de trabajo para todes. Nos hace falta hablar,
nos hace falta visibilización y educación. Necesitamos tender
nuevas redes, encontrarnos entre nosotres. Como ya dije, a veces
solo necesitamos contar lo que nos pasa o pasó sin que nos
juzguen, solo que nos acompañen, darle voz a nuestro deseo, para
podes escucharlo y reconocer qué cosas y personas lo potencian y
cuáles no.

¿CON QUIÉN HABLAR?


No hablamos por mucho tiempo porque creíamos que esto solo nos
pasa a nosotres. Cuando vemos que a otres les pasa lo mismo,
entendemos que no es individual nuestra dolencia. Cuando decimos
que lo personal es político y que la salida es colectiva, es por algo. Y
aplica a la sexualidad también. Lo sexual no solemos hacerlo
colectivo, porque nos enseñaron a tener vergüenza y culpa sobre
eso. Así funcionan el patriarcado y la violencia sexual, con pactos de
silencio.
Entonces, está en nuestras manos si podemos, si queremos,
empezar a buscarle la vuelta a nuestra sexualidad, empezar a
buscar, a armar redes, y si necesitamos alguien que nos ayude a
destrabarlo, confiar en los espacios grupales, en las amigas, en las
terapias y profesionales que sientas necesaries. El trabajo comienza
ahí, en empezar a reconocer que nuestra sexualidad merece el
tiempo, el espacio y el placer. Hacer cursos, talleres, leer, buscar
espacios de conversación, puede ser algo que te incentive.

Cuando decimos que lo personal
es político y que la salida es
colectiva, es por algo. Y aplica a
la sexualidad también. Lo sexual
no solemos hacerlo colectivo,
porque nos enseñaron a tener
vergüenza y culpa sobre eso. Así
funcionan el patriarcado y la
violencia sexual, con pactos de
silencio.
Siempre que lo sientas necesario podés buscar sexólogues que te
ayuden a trabajar lo que te moleste o dudes o necesites de tu
sexualidad. Siempre es recomendable arrancar la búsqueda,
cuando puedas, por supuesto, pero no dejar pasar mucho tiempo.
Veo constantemente que las dolencias en la sexualidad se
posponen, y creo que es porque sentimos que la sexualidad no es
tan importante como el resto de las áreas de nuestro cuerpo o
nuestra vida. Pero lo es, la sexualidad es parte de la salud integral.
Hoy tenemos la suerte de que muchísimes profesionales usan redes
sociales para difundir su trabajo, con lo que podemos ver el perfil de
la persona a la que vamos a consultar antes de pautar un encuentro.
Es muy importante, con tantes profesionales rancios, patriarcales,
que no comprenden las violencias ejercidas sobre nuestros cuerpos,
poder ver de antemano las ideas de le sexólogue que vas a elegir.
Prestá atención a las ideas que expresa, fijate de dónde viene. Si no
sos una persona cis, monógama, alo y heterosexual, es importante
que veas cuán respetuose es con todas las identidades, qué ideas
tiene sobre el género. Claro que no todes les sexologues tienen
redes sociales, y que quizás tenés que elegir le que esté en la
cartilla de tu obra social. Es importante que a medida que le vayas
conociendo veas qué tan cómode te sentís. Hoy muches sexologues
trabajan informándose y reformulando el contenido binario y sexista
que recibieron durante mucho tiempo.

LAS IDEAS SON UN PALIMPSESTO


Es imperioso que como sociedad nos preparemos para dar espacio
a la conversación sobre sexualidad desde un lugar sincero y seguro,
sin risas, sin juzgar. Amigues, mediques, terapeutas, padres,
madres, tíes. De la misma manera deberíamos empezar a cambiar
la manera en que juzgamos a la gente cuando nos hablan de
violencias vividas: necesitamos empezar a generar espacios de
comodidad donde entre pares podamos escucharnos, hablarnos de
verdad.
Todes tenemos en nuestras manos la oportunidad de ir cambiando
de a poco las cosas. Este libro está lleno de información: esparcila,
contala, regalala, mandale frases a tus amigues, discutime (con
amor), cambiá todo lo que sea necesario, cuantas veces quieras.
Escribiendo y reescribiendo estas páginas, me choqué muchas
veces con el concepto de palimpsesto: un manuscrito que tiene
debajo huellas de escrituras anteriores en ese mismo material y que
fueron borradas para poder reutilizar el soporte, algo que se hizo
muchas veces para ahorrar material de escritura de un solo uso (en
papiros sobre todo). Este término también se usa en arquitectura y/o
arqueología en construcciones hechas sobre capas de
construcciones más antiguas.
Este libro es el principio de mi palimpsesto, que a la vez suma
muchas voces de otras mujeres, que traen con ellas ideas de otras
más antiguas. Arriba de esta capa, iré sumando mis nuevas
versiones. Con nueva data, voces de otres, voces de ustedes,
borrando antiguas ideas, escribiendo las nuevas, enojándome con
mis versiones anteriores. Vos podés hacer lo mismo.


Todes tenemos en nuestras
manos la oportunidad de ir
cambiando de a poco las
cosas. Este libro está lleno de
información: esparcila,
contala, regalala, mandale
frases a tus amigues,
discutime (con amor), cambiá
todo lo que sea necesario,
cuantas veces quieras.

126. Los nombres fueron cambiados para proteger la intimidad de las personas que
aquí aparecen.
- EPÍLOGO -

COGER EN TIEMPOS FEMINISTAS


“Yo te digo lo que la libertad es, para mí: no temer. Y quiero
decir realmente no temer”.

(Nina Simone)
Coger en tiempos feministas es… difícil. Bastante difícil.
Son tiempos de cambios, las normas de antes ya no aplican, pero
siguen presentes en el imaginario colectivo. En estos años aprendí
que en todo lo que respecta al sexo, las personas generalmente
quieren saber si tal o cual cosa es “normal”. Que alguien se los diga,
ver que a otre le pasa lo mismo que a elles. ¿Y qué es la
normalidad? ¿Cuál es la normalidad en el sexo? Lo normal es lo que
se ajusta a la norma, nada más. La normalidad no existe. La
normalidad es que todes somos distintes. En el sexo, en la
sexualidad, en lo vincular, en lo sexoafectivo, no hay normalidad. No
hay norma.
¿Y ahora qué hacemos con esto? ¿Qué hacemos con esta
sexualidad que estamos reencontrando? ¡Ahora gozamos bb, ahora
gozamos!
Ahora nos cobramos las horas, los minutos enteros de placer que
nos perdimos metiendo la panza.
Ahora volvemos a tener esos orgasmos que se fueron tratando de
no expresarnos, de no mostrar el placer.
Ahora bailamos, y disfrutamos nuestro cuerpo, como sea, nos
miramos al espejo, nos gozamos.
Ahora nos cobramos las horas de masturbación que nos robaron,
que eran nuestras, que perdimos creyendo que eso era “algo de
varones”, ahora nos frotamos como queremos, y nos cobramos
todos esos orgasmos que fingimos.
Ahora nos curamos las heridas entre nosotres, con amigues, con
vínculos, con quien queramos. Nos escuchamos. Nos
acompañamos.
Ahora nos damos cuenta más rápido cuando nos están boludeando,
les reconocemos enseguida, y les sacamos de nuestra vida.
Crecimos educades por personas con trastornos alimenticios no
diagnosticados y/o muy mala o nula educación sexual y/o ideas muy
confusas sobre lo que es el amor, la normalidad, el placer. Es casi
un milagro que estemos cogiendo. Basta con escuchar una canción
infantil, o mirar un programa, o escuchar las letras de canciones
para adolescentes de los años ochenta, noventa o dos mil, para
darnos cuenta de por qué es tan difícil.
Estamos acá, replanteándonos TODO, dudando, recordando y
procesando cosas que antes se nos quedaban atoradas. Tratado de
ver cómo es esto de coger en tiempos feministas, viendo cuál es la
forma. Porque coger en tiempos feministas significa algo distinto
para cada une.
Para algunes, puede ser no coger más para la mirada masculina
hegemónica, no buscar esa aprobación que nos enseñaron a buscar
en todo. Empezar a coger para nosotres, por nosotres, que nuestra
búsqueda de placer sea compartida con la ajena.
Para otres, puede ser una búsqueda de su propio placer y/o
orgasmos, puede ser entregarse a la sexualidad individual por un
tiempo largo hasta que se desee compartir. O puede ser entrar en
etapas exploratorias con otres. O puede ser sernos sinceres con
nuestras elecciones sexuales.
Para otres tantes, puede ser no reprimirse, no guardarse un “te
quiero”, un “te quiero ver”, un “te extraño”, “te tengo ganas”, “te
deseo”, “estás más buena que el pan con manteca”. Y ver qué
hacemos con la respuesta, no temerle. Puede no ser lo que
esperábamos, MEJOR, así tenemos las cosas claras, y no
perdemos nuestro tiempo maquinando.
Coger en tiempos feministas puede ser permitirnos atravesar los
cambios y modos de nuestros cuerpos, y entender que nuestra
sexualidad está ligada a él. Si querés transicionar, si querés
empezar a hormonizarte, si vas a usar un método anticonceptivo o
implante hormonal, o si querés adoptar una pose o un look que no
se amolda al género que te asignaron al nacer, si querés gestar,
maternar o paternar, si no querés ni maternar ni paternar ni gestar,
cómo querés ciclar, cómo vas a encontrarte con tu menopausia,
todo está atravesado por tu sexualidad.
Saber que no hay etiquetas, ni formas correctas de placerear u
orgasmear. Que cada persona tiene sus tiempos, sus ritmos, sus
cadencias. Que eso puede cambiar. Saber que coger no es como en
el cine, que los fuegos artificiales pueden darse o no, que va a haber
encuentros hermosos y otros más tranquilos.
Coger en tiempos feministas es coger con el cuerpo, sin juzgar a le
otre. Los cuerpos no importan, lo que importa es cómo se sienten: si
nos invitan a acercarnos a ellos o si nos repelen.
Si nuestra corporalidad nos llama a ir hacia ahí, o si, al contrario,
nos llama a replegarnos en nosotres o a alejarnos.
Coger en tiempos feministas puede ser pelearnos internamente, a
veces es un constante debatir de nuestras costumbres y gustos, y
sus orígenes. Quizás es poner límites en un vínculo que nunca lo
había tenido, quizás es alejarnos de alguien que nos dimos cuenta
que nos manipulaba.
Coger en tiempos feministas quizás es saber que vamos a vivir
momentos súper sexuales, pero otros que nos alejen del deseo
sexual. O quizás es asumir que no tenemos casi deseo sexual. Y
saber que siempre podemos decir que NO, y eso es recuperar la
soberanía de nuestro propio cuerpo y sexualidad.
Coger en tiempos feministas puede ser la búsqueda de
relacionarnos sexualmente con gente que guste de nosotres y lo
pueda expresar, y no amoldar nuestro cuerpo y apariencia a los
gustos de le otre.
Coger en tiempos feministas puede ser también entender los
procesos de nuestro cuerpo. Si tu cuerpo tiene la capacidad de
gestar, es quizá no presionarse con los tiempos ni el famoso “reloj
biológico” como única medida de ese deseo.
Coger en tiempos feministas puede ser pensar y reforzar la idea de
que no le debés sexo a nadie: A NADIE, ni a una piba con la que
sexteaste furiosamente, ni a un pibe con quien chapaste dos horas,
ni a tu marido.
Coger en tiempos feministas puede ser replantearnos todo, pero,
sobre todo, replantearnos con quién nos relacionamos
sexoafectivamente, y para qué lo hacemos.

CON ESA GENTE NO SE COGE MÁS


Fuimos educades para que no nos importe el placer sexual
personal. Y muchas veces los machismos en la cama los dejamos
pasar mucho más fácilmente que a cualquier otra forma de
machismo.
Coger en tiempos feministas puede ser empezar a pensar con qué
gente no se coge más. Si tu placer no le importa, si no te hace sentir
cómode con tu cuerpo, si necesitás que te acompañe en cambios y
no está, si no quiere usar profilaxis y vos sí, si te dice que no le
calentás y no le pediste esa opinión, si te mete mucha presión para
orgasmear o coger y ya explicaste que no querés. Si te da miedo y
no te gusta: no es por ahí.
Y en realidad, por dónde es y por dónde no es, solo podés decidirlo
vos, pensarlo. Pensá cuáles son las cosas que no querés tolerar
más, y qué cosas sí querés en tus relaciones/vínculos sexoafectivos
de acá en adelante. Yo no cogería con nadie que me haga sentir
mal con mi cuerpo. Que no respete mis pautas sexuales. Que no me
haga sentir cómoda desnuda. Que me violente. Que no me guste.
Que no me estimule. A quien no le importe mi placer. Que piense
que el orgasmo es el centro. Que no me escuche. Entre otras cosas.
Vos podés armarte tu propio listado de gente con la que no cogés
más y gente con la que sí.

DEJAR IR EL GÉNERO EN EL SEXO (Y EN


DONDE QUIERAS)
Las prácticas sexuales no deberían llegarnos indicadas por nadie:
deberíamos ir descubriéndolas desde la experiencia y la
información. Pero nos llegan, recortadísimas, y, sobre todo, divididas
en dos géneros. Y esto es uno de los mayores enemigos del placer.
¿Cuántas veces escuchaste que el varón es el “activo” —porque
tiene pene, claro— y la mujer es más “pasiva”? Esto no es solo de la
heterosexualidad, sino que se traduce algunas veces a “lesbiana
femme pasiva / lesbiana butch activa”. O “varón gay activo pone el
pene / varón gay pasivo pone el culo”.
Hay prácticas, caras, gestos, fuerzas, modos, voluntades y formas
de estimularse que “corresponden” al ser mujer y al ser varón que
nuestra sociedad nos impone. Y algunas veces, no siempre, nos
cuesta un poco adentrarnos en las que no nos asignaron, pero
puede ser un viaje muy divertido. Por ejemplo, entregarse a lo que
nos enseñaron que es masculino, a agarrar, mover, entrar en
lugares, empujar con la pelvis, actuar como si tuvieses pene
mientras cogés.
Lo mismo pasa muchas veces con los varones (cis y trans) y
personas no binarias: hay miedo a las formas de la sexualidad que
“no nos corresponden”, o a las que no elegimos, que son difíciles de
soltar durante el encuentro sexual, sobre todo en los momentos de
mayor placer, donde se hace muy difícil contenerse.
Qué fácil, ¿no? Soltá, aflojá, hacé… parezco una gurú de la
autoayuda. No sé cómo se suelta el género mientras se coge, no
encontré mucho material al respecto, pero creo que una idea es
tratar de pensar qué cosas que hace el género opuesto —o el
género que abandonaste— te gustan, y, si te gustaría hacerlas,
tenelas presentes y sabé que merecés disfrutar de lo que te guste.
Si no pensás en términos de penetración, erección y orgasmos,
podés hacer lo que sea. No hace falta ninguna pija, ni siquiera un
dildo, para que te estimulen la vagina ni el cérvix o para coger en
cuatro doggy style. No hace falta una erección para que te chupen el
culo, no hace falta un orgasmo durante la estimulación anal. No
hace falta siquiera entrar para una estimulación anal si no querés.
No hace falta que te estimulen la zona de la próstata con un pene. Y
no necesitás una erección para chapar veinte minutos como si
tuvieras 17 años. No hace falta ni siquiera sacarte la calza para
tener un orgasmo.
Que nunca más nuestra genitalidad o género (asignado o elegido)
nos limiten las prácticas sexuales.

DAR PARA RECIBIR


“Si no te la chupan no chupes”, leí una vez en una marcha. Y no va
por ahí. La otra o las otras personas puede/n tener derecho a que
no les guste chuparla (así como a vos puede no gustarte también,
hacerlo o que te lo hagan). Lo que suena más sensato es evaluar si
para vos es algo necesario e importante para tu sexualidad. Coger
en tiempos feministas puede ser no buscar a alguien que te haga
sexo oral porque vos se lo hacés, sino expresar que te gusta el sexo
oral, por ejemplo, y ver cómo manejás la devolución de le otre.
Coger en tiempos feministas puede ser no sentarnos a esperar que
nos hagan lo que hacemos. La sexualidad no es un espejo. A todes
nos gustan cosas distintas, no chupamos genitales (o lo que sea)
para que nos “devuelvan el favor”. Si hacemos sexo oral es porque
nos gusta, porque lo disfrutamos, o porque disfrutamos ver a le otre
disfrutando. O porque queremos. O porque en ese momento
teníamos ganas.
COGER EN TIEMPOS FEMINISTAS SI SOS
HETEROSEXUAL
No te voy a mentir, es lo más difícil de todo. Las mujeres avanzamos
casilleros por mil, los varones no avanzan, van de a poco, de a
pocos. Pero es importante tener en cuenta que los varones que
reproducen prácticas machistas durante el encuentro sexual deben
ser frenados. Como podamos. A algunos los frenaremos, de otros
lugares nos iremos, con o sin miedo, otres denunciaremos, otres
lloraremos con amigues. Sea lo que sea que necesitemos lo vamos
a hacer, pero por favor, mantenete lejos de cualquier persona
violenta o abusiva. Mantenete lo más a salvo que puedas.
COGER EN TIEMPOS FEMINISTAS SI SOS LESBIANA,
BISEXUAL, PANSEXUAL
Quizá es un poco más fácil, más sencillo, más intuitivo muchas
veces. Pero otras representa las mismas lógicas patriarcales que en
un encuentro heteronormado, porque en principio todes fuimos
socializades dentro de la heteronormatividad. Está en nosotres
cuestionar esas prácticas y, cuando ya las vemos rancias, dejarlas
de lado. Cuando no sos parte de la norma es mucho más fácil darte
cuenta, pero es necesario para todes ver la norma, seamos parte de
ella o no.
Dentro de las relaciones sexuales entre dos personas con vulva
también puede haber violencia o abuso de poder. También hay que
estar atentes, y tratar de alejarnos de las personas que nos hacen
mal. Pero sin castigarnos cuando caemos, porque nos pasa a todes.
Estamos entrenades para caer en esas lógicas que de a poco
empezamos a romper.

A MODO DE RECORDATORIO FINAL


No le debés sexo a nadie, nunca, ni a tu compañere, ni a vos
misme.
No cojas por presión, podés frenar siempre que quieras.
Siempre: si empezaste vos, si le re calentaste, si creíste que
querías. Siempre puede haber algo que te haga frenar.
No le va a pasar nada malo a nadie por quedarse caliente.
NADA.
No siempre vas a poder expresarte en el momento. El sexo es
tan amorfo, tan complejo, tan sensorial, tan distinto para cada
cuerpo y cada experiencia y cada vida, que no siempre vas a
darte cuenta de lo que querés en el momento que lo querés. Si
no pudiste darte cuenta de que en realidad no querías coger esa
vez, que fue todo muy confuso, no te castigues, escuchate.
Estate atente, tu cuerpo sabe. Hacé redes desde la
vulnerabilidad con amigues, con vínculos, que sepas que te van a
abrazar y acompañar. Escuchate y escuchales. Fijate bien quién
dejás que te hable y escuche.
Ponete pilla, pillo, pille; buscá redes, terapias, porno, ropa,
alimento, lencería e ideales que no te vendan un feminismo rosa
de algodón de azúcar, donde el empoderamiento es mostrar que
tenés un pocito de celulitis o que la “diversidad” son dos
lesbianas totalmente sexualizadas para la mirada masculina.
Que no te vendan un feminismo donde te digan qué hacer
con tu sexualidad, o qué pueden hacer les demás con su
sexualidad. Que te haga sentir mal con tus elecciones y
preferencias, un feminismo que te venda como empoderamiento
una pastilla para responder a los tiempos de otre, o una cirugía
para “ganar calidad de vida y la confianza que no tenés”. El
patriarcado se renueva, deja de oprimirnos de un lado y nos
oprime por otro, más sutilmente pero más fuerte. Hay que estar
bien atentes para ver los indicadores, la sexualidad es una gran
área de nuestra vida para eso.
Y no te olvides nunca de que la heteronorma, los estándares
binarios, los estereotipos de género, el odio y la cultura de la
violación MATAN.

Que no te vendan un feminismo
donde te digan qué hacer con tu
sexualidad, o qué pueden hacer
les demás con su sexualidad.
Que te haga sentir mal con tus
elecciones y preferencias, un
feminismo que te venda como
empoderamiento una pastilla
para responder a los tiempos de
otre, o una cirugía para “ganar
calidad de vida y la confianza que
no tenés”. El patriarcado se
renueva, deja de oprimirnos de
un lado y nos oprime por otro,
más sutilmente pero más fuerte.

PARA PLACEREAR/ORGASMEAR HAY


PERSONAS QUE NECESITAN:
Chapar por horas.
Una conversación interesantísima.
Un coqueteo intenso.
Coger 5 horas.
Coger 5 minutos.
Que les muerdan.
Que le den palmadas en el culo.
Que les den palmadas en el culo mientas les apoyan la concha en
el culo.
Solo tocar a otre.
Frotarse la vulva con alguna parte del cuerpo propio o ajeno (cola,
talón, pierna, muslo, pelvis, lengua, etc.).
Estar boca arriba.
Estar boca abajo.
Moverse.
Quedarse bien quieta/e/o.
Chupar otros genitales.
Que les chupen sus propios genitales.
Varios estímulos en simultáneo.
Bailar.
Vibración.
Succión.
Escuchar.
Tocar.
Mirar.
Oler.
Recordar.
La oscuridad absoluta.
La luz plena.
Estar enamorades.
Sentirse contenides.
No estar enamorades.
Calor.
Frío.
Tener las medias puestas.
Tacto suave.
Tacto con presión.
Que les soplen.
Que les miren.
Que les aten.
Que les cuenten.
Que les hablen sucio.
Música.
Absoluto silencio.
Sextear.
Que les humillen (consensuadamente).
Someter a alguien (consensuadamente).
¡Y todo eso está bien! Aunque, si para sentir placer necesitás usar el
cuerpo de alguien y/o lastimarle física o emocionalmente o de
cualquier otra forma sin su explícito consentimiento: revisate,
hablalo con personas que sepan más que vos, no te silencies ni te
valides. Porque eso no está dentro del marco de la sexualidad.
Como ya vimos en el capítulo 7, sin consenso, NO ES SEXO.


Sin consenso, no es sexo.

Estoy segura de que esta lista
que inicié es infinita y
mutante, como las
sexualidades.
Me gustaría reunir frases,
oraciones, minirrelatos de las
formas en que ustedes
encuentran el placer sexual
más zarpado de su vida.
Prometo hacer algo hermoso
con esas respuestas. Podés
mandar POR ESCRITO, con el
nivel de detalle que quieras, el
relato de la forma en que
orgasmeás o placereás a:
tuplacer@tatiespanol.com
BIBLIOGRAFÍA SELECTA
Catherine Blackledge (2005). Historia de la vagina: un territorio
virgen al descubierto. Península. Barcelona.
Rebecca Chalker (2000). The Clitorial Truth: The Secret World at
Your Fingertips. Seven Stories Press. Nueva York.
Esther Díaz (2014). La sexualidad y el poder. Prometeo. Buenos
Aires.
Betty Dodson (1989). Sexo para uno. El placer del autoerotismo.
Temas de Hoy. Madrid.
Marta I. González García (2015). La medicalizacion del sexo: el
viagra femenino. Los libros de la catara. Madrid.
Catherine Hakim (2011). Erotic Capital: The power of attraction in
the boardroom and the bedroom. Basic Books. Nueva York.
Marcela Lagarde y de los Ríos (2001). Claves feministas para la
autoestima de las mujeres. Horas y horas. Madrid.
Rachel Maines (1999). The Technology of Orgasm, Hysteria, the
vibrator, and women’s sexual satisfaction. The Johns Hopkins
University Press. Baltimore.
Emily Nagoski (2015). Come as you are: The Surprising New
Science that will transform your sex life. Simon & Schuster. Nueva
York.
Mithu M. Sanyal (2012). Vulva. Anagrama. Barcelona.
Sonya Renee Taylor (2019). El cuerpo no es una disculpa: el poder
del autoamor radical. Melusina. Santa Cruz de Tenerife.
Leonore Tiefer (1997). El sexo no es un acto natural y otros
ensayos. Talasa Ediciones. Madrid.
Diana J. Torres (2015). Coño Potens: manual sobre su poder, su
próstata y sus fluidos. Txalaparta. Navarra.
Brigitte Vasallo (2021). El desafío poliamoroso: por una nueva
política de los afectos. Paidós, Buenos Aires.
Monique Wittig (1992). El pensamiento heterosexual y otros
ensayos. Egales. Madrid.
Naomi Wolf (2002). The beauty myth: how images of beauty are
used against women. Harper. Nueva York.
AGRADECIMIENTOS
Gracias a Carolina Meloni: tenés el corazón más cálido y el enojo
más hermoso que vi en la vida.
#agarrameloshuevosyllevatelosparatucasa
Y a Victoria, que quizás mañana no se llame más Victoria, pero sí
felina, ninja y mutante. Gracias siempre por convencerme de que
este era mi trabajo, por verme y bancarme desde Cemento.
Ustedes son la pluma mágica de Dumbo para mí, las amo.
A vos, Rusa, en donde estés. No sé qué haría sin vos, en serio. A
Leti y Sofi, gracias por los empujones y el amor, siempre. A Jose,
que con su dulzura y amorosidad, sin juzgarme, me dio el espacio
necesario, en su casa y su corazón.
Nada me enorgullece más de mí misma que ser amiga de ustedes.
Las amo.
Gracias inmensas, Lu, por ilustrar con tanto amor y paciencia lo que
flotaba en mi cabeza.
A mi familia, amichas y equipo de trabajo por ayudarme en medio de
la caca. A mis xadres, tías, primas, amigas, amores, novies,
amigues, pero, sobre todo, a mis hermanas, Malena y Carla. Las
amo. Gracias por tanto, perdón por tan poco.
¡Seguinos!

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