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El buen asesino (final para una peli de acción)

Estrelicia

Algarrobo Productora, Sala de Reuniones, martes, 11:06 AM.

—Llegamos a la escena de la terraza —dijo Rodo. Se calzó los lentes y le dio una ojeada a
la página—. Aparecen los cuatro, ¿okey? —Miró a los actores que, sentados a la mesa, habían
venido siguiendo la lectura del guion. Los cuatro asintieron—. Sergio la rodea del cuello a
Helena con un brazo. Así, ¿ven? Y ojo, que están los dos al borde de la cornisa. Con la mano
libre, Sergio le apunta al detective. —Formando un arma con los dedos, Rodo le apuntó a
Álex—. El detective, es decir Álex, está frente a ellos y apunta a su vez. Tensión. Drama. Álex
no se anima a disparar, por miedo a herir a Helena. Entonces se abre la puerta de servicio y
aparece Tony, que desenfunda la reglamentaria: “¡Quieto ahí!”, le grita a Sergio. Sergio gira
hacia él, y Helena aprovecha la distracción para darle un empujón y soltarse. En eso, Álex le
dispara a Sergio, que cae el vacío. “¡Bien hecho, jefe!”, le dice Tony a Álex. Helena corre a sus
brazos. Álex y Helena se besan mientras la imagen se va fundiendo a negro, y en letras blancas
se lee: El demoníaco asesino, y arrancan los créditos. ¿Se entendió?
Hubo un murmullo de aprobación en el grupo. Excepto por Sergio, que arrugaba la pera,
contrariado.
—Escuchame una cosita —le dijo a Rodo.
—Decime.
—Yo hago de villano.
—Sí.
—Y soy pelado.
—Sí.
—Y soy el más veterano de todos.
—Sí, ¿y qué?
—Y… ¿No te parece un estereotipo?
—Tal cual —saltó Álex—. El inconsciente del espectador lo va a asociar con un Voldemort,
o un Nosferatu.
—O un Walter White —dijo Helena. Pero Tony no estaba de acuerdo:
—Walter White es un genio.
Rodo levantó un índice:
—Bruce Willis es pelado también. Y es un pedazo de actor.
—Cambiemos —le propuso Tony a Sergio, antes de que él replicara—. Yo hago de villano.
—Los cambios no se deciden así, chicos. —Rodo se rascaba la cabeza—. A mí me
encargaron el guion, y quería que le diéramos una mirada antes del rodaje, pero…
—Quién dirige —le preguntó Helena.
—Cruz Figueroa.
—Yo lo conozco —dijo Tony, orgulloso—. Un maestro, superaccesible.
—Tranqui. —Álex le palmeó el brazo al guionista—. Vos hacé los arreglos, que después lo
charlamos con él.
—Dale —respondió Rodo.

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Algarrobo Productora, Sala de Reuniones, martes, 1:43 PM.

—… y terminamos en la terraza. —Rodo repasó la página. Tachó algunas palabras y anotó


otras—. Con los cambios, esta escena quedaría así: Tony la tiene a Helena de rehén al borde
del precipicio. Álex, el detective, apunta pero no tira. Entonces aparece el oficial (Sergio, vos)
y dice: “¡Quieto ahí!”. Cuando Tony se gira hacia él, Helena aprovecha y se zafa. Álex le
dispara a Tony. Tony cae al vacío. Sergio dice: “¡Bien hecho, jefe!”. Helena corre a los brazos
de Álex. Se besan, fundido a negro, El cruel asesino, y créditos.
—Me gusta.
—Me gusta.
—Me gusta.
Tony meneaba la cabeza. Había estado muy callado durante la lectura de las escenas
anteriores:
—Ojo, eh. Ojo que yo estoy medio excedido de peso.
—¿Medio? —largó Sergio, sarcástico.
—¿Y eso qué tiene que ver, Tony? —dijo Rodo.
—Que me has puesto como el villano de la peli. Decime: ¿vos qué tenés contra nuestra
elección ―al tiempo que hablaba se palpaba el pronunciado abdomen― de aceptar nuestros
cuerpos como ellos quieren ser aceptados? ¿Qué sos? ¿Obesofóbico?
Cuatro miradas de súbito reproche se clavaron en Rodo, que agarró la hoja y se puso a leer,
o hizo como si leyera.
—Yo no tengo nada contra los gord… —murmuró, y después de arrepentirse de la blasfemia
que estuvo a punto de lanzarle al equipo, recorrió con ojos nerviosos la hoja, y mandó la primera
excusa que se le ocurrió—: Puede ser que esté… ¿muy lineal?
—Muy lineal —lo remedó Tony—. Qué fácil la hacés, Rodo.
—Ustedes me pidieron un cambio y pensé que…
—De todas formas —lo cortó Álex—, lo bello no tiene por qué ir necesariamente ligado a
la sano. —Hablaba con ese tono pretencioso de los profesores de filosofía de la facultad, pero
a Tony (a juzgar por el modo en que lo miraba) no lo convencía. Por eso Álex apuró el corolario
de su razonamiento—: Es puro marketing, para que la gente haga crossfit.
—¡Fascista! —le espetó Helena.
—Y, viste cómo es —dijo Sergio—. Sobre gustos…
—No —dijo Helena, con un gesto tajante. Y miró a Rodo—. Eso tenés que cambiarlo.
Sergio chasqueó los dedos:
—Tengo una idea.
Y la expuso. Y Rodo, después de escucharlo con mucha atención, se encogió de hombros y
dijo:
—Dale.

Algarrobo Productora, Sala de Reuniones, martes, 4:58 PM.

—Tensión en la terraza —dijo Rodo, mordisqueando el extremo de su lápiz de guionista. Y


con el lápiz fue señalando a los actores, a medida que los iba nombrando—: Ahora Álex la tiene
de rehén a Helena. El detective, Tony, apunta. Pero no dispara. Aparece el oficial (vos, Sergio),
y pega el grito: “¡Quieto ahí!”. Álex se gira para encararlo. Helena se suelta. Tony le dispara

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(¡bang!) a Álex, que cae al vacío. Sergio dice: “¡Bien hecho, jefe!”. Tony la besa a Helena,
fundido a negro, El malvado asesino, y empiezan los créditos.
—Espectacular.
—Qué te dije, Rodo. —Sergio sonreía—. Ahora sí que tenés un villano bien diferente.
—Tiene esa cosa de seductor, ¿no?
—A lo Anakin Skywalker.
—A lo Hannibal Lecter.
—A lo Patrick Bateman.
—¿Quién es Patrick Bateman?
—Un psicópata, Tony. —Cruzada de brazos, Helena fruncía la trompa—. Un machirulo
violento como todos los machirulos.
—Y vos qué sugerís.
Helena golpeó la mesa con un desafiante puño.
—Poné a la chica de villana —dijo—. Poneme a mí. Atrevete. Empoderame, y listo.
—Pero es que… —Rodo roía el extremo del lápiz, que ya lucía todo lamido y desvirutado—
. Si te pongo a vos de villana, nos quedamos sin heroína.
—Y dónde carajo está escrito que la “heroína”, como la llamás vos, debe ser una chica sí o
sí.
Rodo se encogió de hombros:
—Qué sé yo, son... convenciones.
—Convenciones —remedó Helena—. Hace cuánto que no ves una película.
—Actualizate, Rodo. —Álex le palmeó el hombro.
—Pero me altera todo ese cambio —dijo él.
—Seguro tendrás que meter algún ajuste. —Tony se alzó de hombros, restándole
importancia a la tarea—. Retocale un par de líneas nomás. Igual es la misma historia.
—Y todavía más jugada, Rodo. —Álex le hizo un guiño. Y Rodo respondió:
—Y dale.

Algarrobo Productora, Sala de Reuniones, martes, 9:12 PM.

—¿Vamos con la terraza? —Rodo marcó una cruz en la esquina de su página, y abarcó con
la mirada al grupo: todos asintieron—. Helena lo tiene de rehén a Álex. Tony, que ahora sería
el detective, apunta. Por la puerta de servicio aparece Sergio, gritando: “¡Quieto ahí!”. Y,
cuando Helena se gire hacia él, Tony le va a enterrar una bala en la frente. —Hizo el gesto de
disparar un revólver—. Álex aprovecha y se suelta, y Helena cae al vacío. Sergio le dice que
muy bien hecho a Tony. Álex corre a los brazos de Tony. Álex y Tony se besan. FIN de La
insensible asesina.
—Muy bueno.
—Excelente.
—¡Genial!
Y todos celebraron con un aplauso.
—Che, me estoy cagando de hambre. —Rodo se desperezó—. ¿Pedimos unas empanadas?
—Y unas birras.
—¿Seis de caprese y seis de pollo? —Tony ya había marcado el número de la rotisería, y
ahora sostenía el celular entre el hombro y la oreja, esperando que lo atendieran.

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—Aguanten, che —dijo Sergio, alzando la mano—. Acá hay algo que me hace mucho ruido.
—Qué te hace ruido.
—Álex, no podés rajarle un tiro a Helena.
—¿Por?
—Queda remisógino.
—Uhhh, tiene razón. —Álex miró a Helena—. No me había dado cuenta. —Y, aunque
todavía no le había disparado (y en todo caso, si hubiera llegado a dispararle, hubiera sido
únicamente en un plano ficcional), le dijo—: Te pido mil disculpas.
—Está todo bien. —Ella hizo un ademán indulgente.
—Y ahora qué hacemos.
—Vos sos el creativo del grupo, Rodo.
—Necesitamos un buen final, Rodito.
Y Rodito, rascándose la cabeza en busca de ideas, dijo:
―Dale...

Algarrobo Productora, Sala de Reuniones, martes, 11:55 PM.

—Veamos… —Rodo tamborileó sobre la mesa. La lengua se le ahogaba en saliva al pensar


en aquellas empanadas que esperaban ahí, en el microondas, el final de la lectura del dichoso
guion—. Álex lo tiene de rehén a Sergio. Tony apunta, midiendo el disparo para no herirlo. En
eso aparece Helena, y dice “¡Quieto ahí”! Cuando Álex la mira, Sergio se suelta. Entonces Tony
le raja el tiro a Álex, y él cae por la cornisa. “Bien hecho, jefe”, dice Helena. Y, en el último
plano, Sergio se besa con Tony. El peligroso asesino. FIN.
—Impecable.
—Pasate las empanadas.
—Pará —dijo Sergio—, pará un segundo.
Rodo le blanqueó los ojos:
—Y ahora cuál es el problema.
—El disparo.
—Qué pasa con el disparo.
—¿Es realmente necesario dispararle al villano?
—¿Vos me estás jodiendo?
—Es muy violento rajarle un tiro —dijo Sergio.
—Sería mucho más educativo —apoyó Helena— que reflexione un largo tiempo en la
cárcel.
—Pero esto no es una peli educativa, es una peli de acción.
—El arte siempre es educativo —explicó Álex, con sus aires de sabihondo—. Incluso aunque
no lo quiera… —Rodo atinó a abrir la boca para responderle, pero el actor devenido filósofo
seguía—: Es la eterna discusión de si una obra puede o no puede ser inmoral. Ya Aristófanes
hablaba de eso.
—Como figuras públicas que somos —dijo Sergio—, tenemos que fomentar la lucha contra
la violencia.
—Y te digo más. —Tony agitó un índice en el aire—: Conviene que el malo se escape, y lo
guardas para algún spin-off. Al dire le va a encantar la idea. ¿No te parece, Rodo?
―Sí, sí… —dijo Rodo—. Dale.

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Algarrobo Productora, Sala de Reuniones, miércoles, 03:13 AM.

—Álex lo tiene de rehén a Sergio. Tony apunta. Entra Helena: “¡Quieto ahí!”. Álex la mira,
lo tira a Sergio al suelo, y salta por la cornisa. Helena le sale de atrás y se asoma al abismo, pero
lo pierde de vista a Álex. Ella vuelve y dice: “Ese maldito se ha escapado, jefe”. Tony responde:
“No será por mucho, ya lo cazaremos”. Entonces Sergio corre a sus brazos, y se besan. El
escurridizo asesino, créditos, FIN.
—Perfecto —dijo Helena, y fue hacia la cocina―. Nos merecemos las birras y las
empanadas.
—Quedó muy bien, che. —Sergio asentía admirativo, y Rodo respiraba aliviado.
Muy pronto Helena volvió con una bandeja desbordante de empanadas y porrones de
Corona:
—¡A comeeer!
Apenas dejó todo en el escritorio, cinco hambrientas manos despanzurraron las empanadas.
Los cuatro actores y el guionista destaparon las cervezas, y, muy satisfechos con el laburo que
acababan de mandarse, hicieron un brindis.
—¡Buenísima! ―dijo Tony.
Y Rodo preguntó, ilusionado:
―¿La peli?
―La birra. ¿Les jode si me como la última de jamón y queso? —Hacía rato que Tony le
había echado el ojo a aquella empanada. Y, antes de que alguien pudiera responderle, la agarró
y le encajó un mordisco.
—Che, y cuándo empieza el rodaje —preguntó Álex.
—Todavía no lo sé. —El guionista se sacó un carozo de aceituna de la boca y lo dejó en el
borde de la bandeja—. La semana que viene me junto con el director.
—Yo lo conofco al dire —dijo Tony, con la boca llena y salpicando trocitos de jamón y
queso—. ¿Lef conté?
—Ya nos lo contaste como diez veces.
—Fí, pogque nadie me da vola cuando havlo. Ta tóo vien, chico’, pero io no fé fi le fa a
parefer vien que la chica tenga un fefe.
—¡¿Que la chica tenga un quééé?! —Rodo achinaba los ojos, intentando descifrar lo que
Tony acababa de decir.
Tony tragó, se mandó un buen trago de cerveza, se mandó otro, y por fin aclaró:
—Un jefe. Digo que ella lo trata de jefe al detective, y eso al dire no le va a gustar.
Y cuatro inquisitivas miradas se clavaron en Rodo, acaso el Adalid de Todos los Guionistas
Fachos del Planeta.
Él no les respondió. O sí: se puso a darle una repasada a la última página del guion. Meneaba
la cabeza y movía los labios sin emitir sonido, pero articulando un inequívoco: quién-me-
mandó-a-meterme-en-esta-mierda.
—Lo cambiamos —dijo, ahora sí en voz alta—. Lo cambiamos, dale.

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Algarrobo Productora, Sala de Reuniones, miércoles, 04:28 AM.

—Álex lo tiene de rehén a Sergio. Helena apunta. Entra Tony: “¡Quieto ahí!”. Álex lo mira,
lo tira a Sergio al suelo, y salta por la cornisa. Tony le sale de atrás y se asoma al vacío, pero lo
pierde de vista. Vuelve y dice: “El maldito se ha escapado, jefa”. Helena dice: “No por mucho”.
Entonces Sergio corre a los brazos de Helena, se besan, y así termina El ágil asesino.
—Ahora sí —dijo Álex, y se levantó de la silla—. ¿Abrimos otra cerveza?
—Ahora nada —dijo Tony, haciéndole señas para que se sentase. Pero Álex no le dio bola,
y encaró hacia la cocina.
Rodo protestó abriendo los brazos:
—Pero si ahora la piba es la jefa, Tony.
—Sí, maestro —dijo él—, muy bonito lo de la piba. —Y señaló a Helena, que lo miró
frunciendo el ceño—. Pero..., ¿vos te pensás que no me doy cuenta de lo que me hacés?
—Qué te hago.
—Me ponés a perseguirlo al malo, y resulta que se me escapa. ¿Por qué?
—Porque soy muy ágil. —Álex, que había aparecido empinándose una Corona, hizo una
finta de básket y saltó con la cerveza en alto hacia un aro imaginario—. Es muy ágil el malo,
bah.
—No, Álex, no. Es porque él —Tony señaló a Rodo— es un obesofóbico. Por eso me pone
como el policía obeso que no es capaz de agarrar al villano.
—Es que al principio ese no era tu papel —protestó Rodo—. Tu papel era… —Revolvió las
hojas que tenía en la mesa—. ¡La verdad es que ya ni me acuerdo cuál mierda era tu papel!
—Bueno, bueno, bueno —dijo Sergio, al aire, pero mirándolo a Rodo de reojo—, a ver si
bajamos los decibeles, y nos vamos desmontando del caballito autoritario.
Y el otro no alcanzó a contestar, porque Álex propuso:
—Che, ¿y si Tony me alcanza y me atrapa?
Rodo suspiró. Se podía advertir en él un hastío que había ido in crescendo como el leitmotiv
de la marcha imperial de Star Wars. Y hubiera querido sacar su Darth Vader interior, y
desenvainar el sable láser. Pero él era un profesional, y un buen profesional no deja que sus
emociones interfieran en su trabajo, así que se contuvo y dijo:
—Y bueh… dale.

Algarrobo Productora, Sala de Reuniones, miércoles, 05:16 AM.

—Álex lo tiene de rehén a Sergio. Helena apunta. Entra Tony por la puerta de servicio
gritando: “¡Quieto ahí!”. Álex lo mira, lo tira a Sergio al piso, y corre hacia la cornisa. Tony le
sale de atrás, y, cuando Álex está a punto de saltar al vacío, lo caza de un brazo y lo trae. Lo
pone boca abajo y lo esposa. Helena se acerca abrazada a Sergio, y le dice a Tony: “Buen
trabajo, compañero”. Y le encaja un buen culatazo en la cabeza a Álex, que cae desmayado.
“Este maldito no va a volver a secuestrar gente”, dice ella, y le planta un beso a Sergio. Y
termina El cautivo asesino.
—¡Yo no le quiero dar un culatazo a Álex!
—Es mejor que pegarle un tiro, Helena —dijo Rodo.
—Quedamos en que no iba a haber concesiones a la violencia hollywoodense —siguió ella—
. Y darle un fierrazo en la cabeza, que yo sepa, es violencia.

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Álex, que a esa altura estaba bien metido en la piel de su personaje, salió diciendo:
—Rodo, dame una oportunidad para redimirme…
—Sabés qué, Álex —lo cortó Rodo con un gesto—. Sabés qué. ―Y de arriba de la mesa
manoteó el guion, y agarró la BIC, y se puso a tachar y anotar en la página―. Me convenciste:
te voy a dar una oportunidad, dale.

Algarrobo Productora, Sala de Reuniones, miércoles, 06:01 AM.

—Álex lo tiene de rehén a Sergio. Helena apunta. Aparece Tony por la puerta de servicio,
gritando: “¡Quieto ahí!”. Álex lo mira, lo tira a Sergio al piso, y corre hacia la cornisa. Tony le
sale de atrás, y, cuando Álex está a punto de saltar, lo caza de un brazo y lo trae. Lo pone boca
abajo y lo esposa. Helena se acerca abrazando a Sergio, y dice: “Buen trabajo, compañero”. Y
mirando a Álex a los ojos, le pregunta: “¿Prometés que no vas a secuestrar a nadie más?”. Él,
mirándola fijo también, responde solemne: “Lo prometo”. Helena mira a Tony, y asiente. Él le
saca las esposas a Álex, que se levanta y le dice a Sergio: “Perdoname”. Se abrazan fuerte los
dos. Y a ellos se unen Tony y Helena. El plano se va abriendo desde el abrazo de los cuatro, y,
mientras la cámara se aleja de la terraza a vuelo de pájaro, aparecen en pantalla las letras de El
buen asesino, y arrancan los créditos.
Rodo le dedicó al grupo una mirada nerviosa: Sergio, Tony, Helena y Álex, los cuatro lo
miraban en silencio. Y, cuando él ya estaba a punto de decir que si no les gustaba la propuesta
se podía modificar, que era un ensayo solamente, que siempre hay otras opciones, los actores,
imitando en vida al arte, se levantaron y lo rodearon en un sentido abrazo.

Un año después,
Ceremonia de premiación de la
Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas.

—And the Oscar for the best foreign movie goes to… —La presentadora abre el sobre y saca
la tarjeta. Cuidando de no mostrarla al público, la espía y la pone boca abajo en el atril. Después
mira fijo a la cámara, y alzando la tarjeta anuncia—: ¡¡¡El buen asesino!!!

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