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Periodo preparatorio.
NO amaestramiento para el análisis.
“Amaestramiento” para el análisis puesto que el niño no tiene
sufrimiento psíquico. Escisión del yo → obstáculo inútil.
- Ponerlo en oposición consigo mismo (escisión del yo). - El trabajo analítico: no se basa en un proyecto conciente, ni
sobre el yo (sede de las resistencias).
- Intimarlo, sugerirle que está enfermo, loco.
- Se respalda en el inconciente.
- La aceptación del tratamiento será obra de la instauración de la
transferencia positiva que el analista obtiene volviéndose - No hay que suscitar a cualquier precio de la transferencia
indispensable para el niño hasta lograr un estado de completa positiva.
dependencia.
- Analizar transferencia positiva y negativa.
- Firme promesa de curación.
Edipo situado en el plano de la realidad, se instala alrededor de Los objetos del Edipo son fantasmáticos. El Edipo ya es atravesado
los cinco años. a los tres años. Se instaura en el destete. No existe necesidad.
Estima que hay actividades psíquicas que son puramente Toda conducta o actividad psíquica son la puesta en acto o
racionales y que no deben nada a las fantasías, siempre que se expresión de fantasías. Todas las fantasías conscientes son
den determinadas condiciones favorables. Las fantasías son más derivados o variantes de las fantasías masturbatorias conscientes
un agente de desorganización que de organización de la o inconscientes, y estas son variantes o derivados de la escena
conducta. primaria real o fantaseada.
El Superyó no es bastante independiente en el niño para que El Superyó padece escasas modificaciones en el transcurso del
éste pueda controlar sus tendencias pulsionales. desarrollo, aun cuando puedan añadirse capas superficiales, su
núcleo permanece inalterado.
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Es independiente de:
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- influencias externas. \*
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- en su formación. FORMA
Fin diferente del psicoanálisis de adultos. Se apunta al Fin igual del psicoanálisis de adultos, levantamiento de las
reforzamiento yoico. De ser preciso a través de la angustia, represiones. Con la consiguiente libertad de la actividad
culminando en la producción de represión. fantaseadora la cura psicoanalítica es una reeducación de la
capacidad de fantasear. Se apoya en el inconsciente para el
levantamiento de la represión. Yo débil del niño favorece el
análisis.
Lacan se plantea en este punto si el término de “interpretación” conserva el mismo sentido. Para averiguar esto, se
debe estudiar el viraje que se da en la técnica a partir del año 1920.
Se sigue hablando del mismo material o “semántica psicoanalítica” sueños, actos fallidos, lapsus del discurso,
desórdenes de la rememoración, caprichos de la asociación mental, etc. Antes del viraje, es por el desciframiento de
ese material como el sujeto recobra la rememoración de su historia. Por lo que, claramente, la reducción de los
síntomas poseía el más alto valor técnico. Este hecho demuestra una dinámica en que el inconsciente se define como
un sujeto francamente constituyente, puesto que sostenía los síntomas en su sentido antes de que éste fuese revelado.
Si entonces, una vez que el analista ha dado al sujeto la clave de su síntoma, éste no deja por ello de persistir, es que el
sujeto resiste a reconocer su sentido: y se concluye que es esa resistencia la que hay que analizar, antes que nada.
Sin embargo, la noción de la resistencia no es para nada nueva; sino que aparece en 1895 en la obra de Freud. La
interpretación de la resistencia abre nuevamente una ambigüedad, por lo que surge el interrogante: ¿Quién resiste? El
Yo, responde la primera doctrina. Pero, lo que viene a instaurar esta nueva tópica es el hecho de que, la resistencia no
es privilegio del Yo, sino igualmente del Ello y del Superyó.
Sucede entonces que, el sujeto constituyente del síntoma es tratado como constituido, o sea, como dicen, en
material, mientras que el Yo, por muy constituido que esté en la resistencia, se convierte en el sujeto al que el analista
en lo sucesivo va a apelar como a la instancia constituyente. Págin
Si bien en la teoría psicoanalítica no se ha estudiado al Yo, Anna Freud intenta ponerlo nuevamente en la mira de aPAGE
todos. Debemos concebir importancia al hecho de que, no sabemos nada del sujeto sino lo que su Yo nos da a conocer. \*
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Otto Fenichel: “es al Yo a quien incumbe la tarea de comprender el sentido de las palabras”. FORMA
A partir de la noción de defensa enunciada por Freud, Anna Freud teoriza que el Yo es ciertamente el sujeto T 2
objetivado, cuyos mecanismos de defensa constituyen la resistencia.
⭢ El tratamiento se concebirá entonces como un ataque que pone como principio la existencia de una sucesión de
sistemas de defensa en el sujeto.
Si el discurso del sujeto (a pesar de sus intentos de engaños) puede llevar a la verdad en el análisis, es en cuanto a su
función de signo. Pero, a medida que se separa más del discurso en que se inscribe la autenticidad de la relación
analítica, lo que sigue llamándose su “interpretación” corresponde cada vez más exclusivamente al saber del analista.
Semejante análisis dibujaría solamente la relación de un Yo con un Yo. Es lo que se ve en la fórmula usual, que el
analista debe hacerse aliado de la parte sana del Yo del sujeto. Si se procede así a una serie de biparticiones del Yo del
sujeto llevándola ad infinitum, está claro que se reduce, en el límite, al Yo del analista.
Lacan pasa a plantearse entonces: ¿Qué debe ser el Yo del analista?
DEL YO EN EL ANÁLISIS Y DE SU FIN EN EL ANALISTA
En este apartado, Lacan comienza a teorizar acerca de la contratransferencia, es decir la transferencia del analista.
Plantea también que no se puede conocer el fin del análisis en lo que se refiere al Yo si siempre se ha desconocido su
función en la acción misma del psicoanálisis. Propone así un análisis del carácter; el cual se fundamenta a partir del
descubrimiento de que la personalidad del sujeto está estructurada como el síntoma que experimenta como extraño,
es decir que, al igual que él, oculta un sentido del conflicto reprimido. La salida de este material que revelaría el
conflicto, se obtiene en un segundo momento, en una fase preliminar del tratamiento; sobre la cual, W. Reich, en “El
análisis del carácter”, señala expresamente que el fin del análisis (según su concepción clásica) es hacer considerar al
sujeto esa personalidad como un síntoma.
Sin embargo, la teoría de Reich fue rechazada contundentemente.
Aclara que el psicoanálisis no ha ido tan lejos en la materia de revelar la naturaleza de los deseos del hombre, sino
siguiendo la estructura del deseo, es decir, el deseo de hacer reconocer su deseo. A partir de esto podemos concebir
como el deseo del hombre se aliena en el deseo del otro.
Continúa señalando la carencia de estudios y teorizaciones en cuanto a la instancia del yo dentro del psicoanálisis.
Afirma que es recién en 1921, con la publicación de “Psicología de las masas y análisis del Yo”, donde Freud terminará
de definir esta instancia en la segunda tópica.
→ Conviene entender primeramente el correcto funcionamiento de todas las instancias para así poder comprender
el funcionamiento de la contratransferencia y la incidencia que tiene el deseo del analista.
Debe concebirse y estudiarse a su vez la cuestión de la agresividad en la transferencia y la resistencia. “La noción de la
agresividad responde al desgarramiento del sujeto contra sí mismo, desgarramiento cuyo momento primordial conoció
al ver a la imagen del otro, captada en la totalidad de su Gestalt, anticiparse al sentimiento de su discordancia motriz, a
la que estructura retroactivamente en imágenes de fragmentación”. Esta experiencia da lugar a la reacción depresiva,
reconstruida por Melanie Klein en los orígenes del Yo, como el asumir jubiloso la imagen aparecida en el espejo, cuyo
fenómeno, característico del periodo de seis u ocho meses, el autor de estas líneas considera que manifiesta de manera
ejemplar, con la constitución del Urbild ideal del Yo, la naturaleza propiamente imaginaria de la función del Yo en el
sujeto.
Es pues en el seno de las experiencias de intimidación de los primeros años de su vida donde el individuo es
introducido a ese espejismo del dominio de sus funciones, donde su subjetividad permanecerá escindida, y cuya
formación imaginaria, antes bien la condición que la abre a la dialéctica alienante del Amo y del Esclavo. Estas son
experiencias que se darán en todos los seres vivos, como, por ej., la primordial es el impacto que recibe el recién nacido
al salir del vientre materno, hay un impacto de disconformidad y muerte.
Yo no es una vez más sino la mitad del sujeto; y aun así es la que él pierde al encontrarla. Se comprende
pues que se apegue a ella y que trate de retenerla en todo lo que parece reproducirla en sí mismo o en el
otro, y le ofrece, con su efigie, su semejanza. Págin
Lacan intenta desmitificar el sentido de lo que la teoría del psicoanálisis llama “identificaciones primarias”, afirma que aPAGE
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el sujeto impone siempre al otro, en la diversidad radical de modos de relación, que van desde la invocación de la MERGE
palabra hasta la simpatía más inmediata, una forma imaginaria, que lleva a él el sello, y aun los sellos sobreimpuestos, FORMA
de las experiencias de impotencia en que esa forma se modeló en el sujeto: y esa forma no es otra que el Yo. T 2
⭢ De esta manera demuestra que, es siempre desde lo imaginario donde se funda tanto el yo como el discurso.
❖ Es pues ciertamente aquí donde el análisis del Yo encuentra su término ideal, aquel en que el sujeto, habiendo
vuelto a encontrar los orígenes de su Yo en una regresión imaginaria, toca, por la progresión rememorante, su fin en
el análisis: o sea, la subjetivación de su muerte.
“Considerándose averiguado que el análisis no cambia nada en lo real, y que “lo cambia todo” para el
sujeto, mientras el analista no pueda decir en qué consiste su operación, el término “pensamiento
mágico” para designar la fe ingenua que el sujeto del que se ocupa concede a su poder no aparecerá
sino como la coartada de su propio desconocimiento”.
La diferencia del analista reside en que, éste, no es un hombre como los demás, el cual sabe a qué se refiere, pero
basado siempre un fundamento. Ahora bien, el analista se distingue en que hace de una función que es común a todos
los hombres un uso que no está al alcance de todo el mundo cuando porta la palabra. Otra cuestión importante del
trabajo del analista es el uso del “silencio del oyente”, este silencio permite la comprensión de la palabra y, a su vez, el
silencio del analista no solo implica que no hace ruido sino también que se calla en lugar de responder.
Intenta definir a su vez la palabra, elemento esencial en psicoanálisis. Ésta, no obstante, no puede ser definida por un
concepto, ya que su mismo concepto no da cuenta de su sentido.
⭢ “La palabra es entonces un acto y, como tal, supone un sujeto. Pero no basta decir que, en ese acto, el sujeto
supone otro sujeto, pues antes bien se funda en él como siendo el otro, pero en esa unidad paradójica del uno y
del otro, por su intermedio, el uno se remite al otro para hacerse idéntico a sí mismo”.
Puede decirse pues que la palabra se manifiesta como una comunicación en la que no sólo el sujeto, por esperar del
otro que haga verdadero su mensaje, va a proferirlo bajo una forma invertida, sino en la que ese mensaje lo transforma
anunciando que es el mismo.
La palabra manifiesta pues ser tanto más verdaderamente una palabra cuanto menos fundada está su verdad en lo
que llaman la adecuación a la cosa: la verdadera palabra se opone así paradójicamente al discurso verdadero; sus
verdades se distinguen por esto: que la primera constituye el reconocimiento por los sujetos de sus seres en cuanto que
están en ella interesados, mientras que la segunda está constituida por el conocimiento de lo real, en cuanto que es
apuntado por el sujeto en los objetos.
Así el discurso verdadero, de desbrozar en la palabra dada los datos de la promesa, la hace aparecer como mentirosa.
Pero la verdadera palabra, interrogando al discurso verdadero sobre lo que significa, encontrará en él que la
significación remite siempre a la significación, ya que ninguna cosa puede ser mostrada de otra manera que, por un
signo, y consiguientemente lo hará aparecer como abocado al error.
Los demás psicoanalistas emplearon bastante tiempo para comprender donde residía la importancia de la aportación T 2
freudiana al psicoanálisis de niños. Les parecía que el niño escapaba a una verdadera investigación analítica puesto que,
el análisis de adultos tenía como propósito la búsqueda de los recuerdos de la infancia. Por esta razón, los psicoanalistas
impulsados por Pfister se dedicaron a entender la realidad del niño a partir de perspectivas médico-pedagógicas.
Ahora bien, Freud verifica la importancia que residía en el efecto que producían las preguntas de Juanito en el
inconsciente de los adultos. El niño es el soporte de aquello que los padres no son capaces de afrontar: el problema
sexual. Pone en evidencia lo que se desea mantener oculto y de esa manera pone a la pareja parental en una situación
embarazosa (la sirvienta, que aparentemente tiene una vida sexual satisfactoria, se siente mucho menos molesta). Lo
notable del análisis de Juanito es el hecho de que, por su presencia, el niño pone en juego no tanto la relación de los
padres con él, sino sus propias problemáticas personales.
No obstante, la situación con la que se enfrenta el analista es ajena a toda relación interpersonal, éste se enfrenta
más bien con la relación del sujeto con el deseo. Relación que se vuelve particularmente compleja en el caso de
Juanito, ya que este debe atravesar primero el campo del deseo parental para poder tener acceso a la verdad de su
propio deseo; pero este acceso la madre se lo cierra al oponerle su deseo inconsciente: que él sea fálico para seguir
estando eternamente cautivo de su mirada de admiración hacia ella. Le niega su sexualidad de hombre.
❖ La autora afirma que el genio de Freud consiste en haber sabido discriminar que el problema fundamental no
era en realidad la confrontación de Juanito con lo real, sino su enfrentamiento con un orden de dificultades no
resueltas en ambos padres.
Una de las autoras que presidieron el análisis infantil es Melanie Klein. Se diferenciaba del campo predominante que
profería que el análisis infantil debe darse en conjunto a una situación educativa (promovido por autoras como Hug
Hellmuth y Anna Freud). La atención de esta autora se dirige a la manera en que el sujeto sitúa su propia persona y a su
familia dentro de un mundo de fantasmas, de un mundo interno.
Nos demuestra de qué modo el niño transforma su realidad de acuerdo a sus mecanismos de defensa, sus miedos y
ansiedades. Klein profundiza las nociones de instancias psíquicas desarrolladas por Freud y enfatiza aquello que tiene
lugar en el registro inconsciente. Profería un análisis temprano y profundo, sin variaciones de la técnica. También le
llamaba mucho la atención los efectos precoces producidos por la severidad del Superyó en el niño, de los cuales Freud
ya había teorizado (el Superyó desempeña un gran papel en la represión de las pulsiones incestuosas y parricidas del
Edipo).
Melanie Klein no se ocupa del comportamiento desde el punto de vista real, sino que rompe con los criterios de
adaptación y educabilidad que le servían de guía a Anna Freud. Introduce su problema estudiando el vínculo
fantasmático madre-niño dentro de una situación dual y pone de manifiesto la acuidad de la tensión destructiva que
acompaña a la pulsión de amor. Esta noción ya había sido introducida por Abraham (su maestro) y por Freud.
Insiste en la noción de ambivalencia, es decir en la presencia de la intención agresiva dentro de toda pulsión de amor.
Esta situación inconsciente, desconocida por el niño, es la que lo impulsa, en ciertos estados de crisis, a tratar de
reparar un daño imaginario que cree haberle infligido a su madre. Estas nociones permiten comprender lo que sucede
en ciertos estados psicóticos en que el sujeto se debate con ideas de persecución, es decir con intenciones mortíferas o
suicidas que lo llevan a defenderse de manera compulsiva contra su propia proyección agresiva. Para Klein, el niño
divide de este modo el mundo en objetos "buenos" y "malos". Les hace desempeñar alternativamente un papel
protector o de agresión contra un peligro que sitúa unas veces en sí mismo y otras fuera de sí mismo.
Por otro lado, Lacan trató de deslindar con precisión el alcance de las ideas kleinianas: la dialéctica de los objetos
buenos y malos se traduce, según él, en el lenguaje del deseo; la vincula con el doble discurso inconsciente del que
habla Freud. El objeto malo kleiniano se sitúa así, según él, en un puesto determinado dentro de lo imaginario, entre las
dos cadenas del discurso manifiesto y reprimido. De esta manera toda la obra kleiniana se beneficiaría si se la retomara
dentro del campo de la palabra; la mayoría de las veces, en cambio, se trató de orientar hacia el lado de una presunta
realidad de la experiencia vivida. El peso de la influencia conductista interfirió permanentemente en la escritura de
Melanie Klein. Págin
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* Laing parte de una actitud inaugurada por Binswanger. Éste había puesto de manifiesto el drama existencial del \*
enfermo mostrando que el síntoma se dirige a un otro, se desarrolla con y para otro. MERGE
FORMA
Numerosas investigaciones surgieron a partir de la muerte de Freud, creando confusión dentro del campo del
psicoanálisis, tanto para niños como para adultos. Estas investigaciones se conectan entonces con una línea analítica T 2
hacia la cual afluyen los esfuerzos de diferentes teóricos por volver a la fuente de la inspiración freudiana, que no es
sino un retorno al estudio del discurso inconsciente.
⭢ El psicoanálisis de niños se dejó atrapar regularmente por una ideología pedagógica, social o moral.
Este problema se vuelve a encontrar cada vez que nos ocupamos de niños: el analista se enfrenta entonces con su
propia representación de la infancia y el peso de sus motivaciones inconscientes habrá de gravitar en la orientación que
imprima a la cura; el niño y su familia interpelan al analista en lo más arcaico que hay en él, como los miedos, las
defensas y la angustia: continuamente se ve arrastrado a un terreno en el que se opera la confrontación de cada uno
con el problema del deseo, de la muerte y de la Ley.
La autora plantea superar la rivalidad entre la dualidad de un psicoanálisis propiamente dicho y uno con influencias
educativas, el cual acarrea también cuestiones provenientes del conductismo.
→ En 1908 Freud habló por primera vez del juego en el niño: lo compara con la creación poética. El niño (según Freud)
crea mediante el juego un mundo suyo o, más exactamente, reordena las cosas de ese mundo en relación a su idea.
→ En 1920 la atención de Freud es atraída por el problema planteado en las neurosis por el principio de repetición. Le
parece que las actividades lúdicas se encuentran sometidas al mismo principio. El niño intentaría dominar así por
medio del juego las experiencias desagradables, es decir, trataría de reproducir una situación que originariamente
significó para él una prueba.
La escuela americana retornó las intuiciones de Freud con el nombre de play therapy, pero, en cierto modo, el
sentido de la aportación freudiana fue traicionado. Para Anna Freud (1928), que no trabaja con el inconsciente del niño
sino con su yo, no puede haber expresión fantasmática en el análisis. Margaret Lowenfeld (1929) rechaza toda
dimensión analítica, su orientación es psicofisiológica: se niega a ver en el juego del niño otra cosa que no sean patterns
motrices. Por todas partes se crean en los Estados Unidos lugares de play therapy no directiva. Se invita a los niños a
jugar, destruir, romper, sin que nada de lo que hacen sea interpretado positivamente. Vienen a tales lugares para
"abreaccionar emociones".
Por otro lado, Melanie Klein introdujo a partir de 1919 el juego en el análisis de niños, sin dejar de respetar por ello
(en la dirección de la cura) el carácter riguroso del análisis de adultos. Utiliza una multitud de pequeños juguetes y
asigna a su elección cierta importancia. Algunos dicen que la interpretación que Melanie Klein da es una interpretación
de símbolos (aunque este sería el lado más débil de la teoría kleiniana).
Al volver a la explicación de Freud publicada en 1920 (Más allá del principio del placer) es necesario concebir que el
texto que nos entrega es un lenguaje; en esa sintaxis operan mecanismos de sobredeterminación cuyos efectos es
preciso llegar a comprender. Por cierto, la autora establece que el niño se presenta con gestos, con una motricidad, con
una actitud llena de significaciones. Pero nuestra atención de analista se fija sobre un discurso que sólo en parte es
verbal.
Para descifrar el texto tenemos que integrar en él nuestra resistencia y aquello que, en el niño, forma una pantalla
ante su palabra, pero también tenemos que comprender quién habla, porque el sujeto del discurso no es
necesariamente el niño. Siguiendo esta línea reencontramos el sentido del mensaje freudiano, de un mensaje
continuamente perdido y que continuamente debe ser retomado.
UNIDAD 2: LA CONSULTA
ABERASTURY – TEORÍA, CLÍNICA Y TÉCNICA DEL PSA DE NIÑOS
CAP V. “LA ENTREVISTA INICIAL CON LOS PADRES”
Cuando los padres deciden consultarnos sobre el problema o enfermedad de un hijo pido una entrevista,
advirtiéndoles que el hijo no debe estar presente, pero si informado de la consulta.
Aunque sugerimos la conveniencia de verlos a ambos, lo frecuente es que acuda la madre, excepcionalmente el padre
y muy pocas veces los dos. En algunos casos muy especiales un familiar, amigo o institutriz han venido en Págin
representación de los padres. Cualquiera de estas posibles situaciones es, en si misma, reveladora del funcionamiento aPAGE
del grupo familiar en relación con el hijo. \*
MERGE
El entendimiento de ambas partes debe servir para la mejor comprensión del problema y no para crear un nuevo FORMA
conflicto. Hay que tender a aliviarles la angustia y la culpa que la enfermedad o conflicto de un hijo despiertan y para
T 2
eso debemos asumir desde el primer momento el papel de terapeutas del hijo y hacernos cargo del problema o del
síntoma.
Los daros que nos dan los padres suelen ser inexactos, deformados o muy superficiales, pues no suelen tener un
conocimiento cabal de la situación y durante la entrevista olvidan parte de lo que sabían debido a la angustia que esta
les provoca. Suelen vivirla como un enjuiciamiento.
No consideramos conveniente finalizar la entrevista sin haber logrado los siguientes datos básicos que necesitamos
conocer antes de ver al niño: a) motivo de la consulta; b) historia del niño; c) como se desarrolla un día de su vida diaria,
un domingo o feriado y el día de su cumpleaños; d) como es la relación de los padres entre ellos con sus hijos y con el
medio familiar inmediato.
Es necesario que esta entrevista sea dirigida y limitada de acuerdo con un plan previo porque de no ser así los padres,
aunque conscientemente vienen a hablar del hijo, tienen la tendencia a escapar del tema mediante confidencias sobre
ellos mismos. La entrevista que hemos acordado es para que nos hablen del hijo y de su relación con él y no debemos
abandonar este criterio durante todo el curso del tratamiento. Como ya hemos dicho, necesitamos obtener los datos de
mayor interés en un tiempo limitado que fluctúa entre una y tres horas.
A. MOTIVO DE LA CONSULTA
Si he resuelto interrogar primero sobre el motivo de la consulta es porque el escollo inicial más difícil para los padres
es hablar de lo que no anda bien en y con el hijo. La resistencia de hacerlo no es consciente; esta ya la han vencido
cuando decidieron consultarnos. Para ayudarlos, hay que tratar de disminuir el monto de angustia inicial y es lo que se
logra al hacernos cargo de la enfermedad o conflicto y al enfrentarnos con este desde el primer momento, situándonos
como analistas del hijo.
Deben sentir que todo lo que recuerden sobre el motivo de la consulta es importante para nosotros y en lo posible
registraremos minuciosamente las fechas de iniciación, desarrollo, agravación o mejoría del síntoma para luego
confrontarlos con las que consignemos en el transcurso de la entrevista.
Al sentirse aliviados recuerdan más correctamente los acontecimientos sobre los cuales los interrogaremos en la
segunda parte. Sin embargo, debemos aceptar que con frecuencia ocurren olvidos totales o parciales de hechos
importantes, que meses después nos comunica el niño estando en tratamiento. También los padres podrán recordar las
circunstancias desencadenantes reprimidas en la entrevista inicial.
Los datos obtenidos ayudan a comprender la etiología de las neurosis infantiles.
La responsabilidad del analista en la cura es tema de la “elasticidad”, responsabilidad que se acrecienta, aunque esta T 2
expresión tal vez no sea muy feliz, en el caso del psicoanálisis de niños.
Lo más habitual es ubicar las resistencias del lado del paciente. Como paso siguiente, o a veces primero, se habla de
resistencias por parte de los padres del pequeño en análisis. Pero una orientación tal, que deja la exclusividad de las
resistencias a los padres, condujo a fomentar la idea de una culpabilidad de éstos, situación que en nada favoreció al
psicoanálisis y mucho menos al niño. Ferenczi pensó que parte de la responsabilidad debe ser buscada por el lado del
analista. Supo distinguir el yo del analista como obstáculo para el desempeño de sus funciones.
En este fragmento queda claro que el paciente y su analista se inscriben en el marco de una asimetría y con ello una
diferencia de posición y función en el proceso de la cura. Esta conceptualización implica distinguirse de los autores que
piensan a la contratransferencia como pura simetría o reciprocidad.
Resulta importante considerar, es decir reflexionar, sobre la carga psíquica que pesa sobre el analista. Hacer coincidir
la investigación con el tratamiento es un consejo a tener en cuenta cada vez que operamos como analistas. Pero la
descarga de los prejuicios no basta para liberarnos de una de las principales cargas que es la de ser sostén de las
múltiples transferencias que reviven en nosotros a su vez, los deseos infantiles y es esa reviviscencia, cuando es
desconocida, la que se erigirá en una de las mayores cargas para desempeñar nuestra tarea.
Cuando el párrafo mencionado, Ferenczi se refiere a la oscilación entre la identificación y el control, nos indica la
intención de una puesta entre paréntesis del componente personal del analista. Ponerlo entre paréntesis no equivale a
desmentirlo, mucho menos a declararlo inexistente. Equivale mas bien, a la instrumentación técnica de un borramiento
del yo como instancia narcisista, en tanto que el narcisismo lleva a comprimir o a reprimir más que a crear. A esta
puesta entre paréntesis del narcisismo la denomina reducción de la ecuación personal. Conocida es su preocupación
por saber en qué medida una cura depende de la llamada personalidad del analista. La reducción del narcisismo en la
dirección de la cura apunta a la revisión y elaboración del mundo infantil del analista, cuya disposición a ponerse en
juego juega mas fuerte, tal como lo he dicho, con un niño en el consultorio.
Otras líneas están dedicadas al delicado lugar del saber, el saber todo. “No hay nada más perjudicial para el análisis
que una actitud de maestro de escuela o de médico autoritario”, escribe en la “elasticidad”, para agregar poco después:
“... la modestia del analista no es una actitud aprendida, sino más bien la expresión de la aceptación de los límites de
nuestro saber”. Introduciendo la dimensión de la castración damos lugar a un deseo de escuchar en cada caso un nuevo
caso. El niño, con la curiosidad que lo caracteriza, puede incitar al analista a ocupar el lugar del amo de la verdad, de
lograrlo.
Entonces, ni un par, el analista no es un niño, ni un espejo del pequeño, ni tampoco un grande que aprovechándose
de la debilidad o indefensión intenta modelarlo a su imagen y semejanza. El dominio, la asimetría, que este debe
ejercer esta conceptualizada y sintetizada en la palabra elasticidad que alude a la existencia de una presión que tiende
siempre a su justo término: ni muy laxo, ni demasiado tenso.
Ferenczi también se refiere a la bondad. El analista de niños queda muchas veces presentado como el bueno o
reparador, frente a padres juzgados ligeramente como malos. En todo caso debe ser interrogada la noción de bondad,
extraerla de su raigambre sentimental para asentarla en la bondad del sostenimiento de una posición descifradora que
ayude al niño a correrse del lugar del puro objeto de narcisismo de los adultos. Todas estas indicaciones son una
explicitación del propósito central enunciado como la reducción o borramiento de las identificaciones sólidamente
instaladas o constituidas en el yo. En el analista es fundamental esta dimensión de renuncia y la instalación de un
adecuado “juicio de condenación” de sus propios anhelos, incluyendo el de querer curar, pues sino el niño quedará
capturado, encerrado por otro ideal que tendrá también que confirmar.
Ser psicoanalistas de niños no es analizar a solas lo que emerge en el fondo abismal de una actividad pulsional
demasiado fuerte o de un yo demasiado débil, sino develar sin misterios, interpretando, construyendo e investigando
los misterios de una historia que invistió al niño, una historia con puntos en común con la del propio analista. Entonces
y para concluir diré que “el mundo infantil” es el resultado de un entrecruzamiento. Un punto de cruce entre una
infancia considerada como clave para la tarea de analizar lo que aparece en los síntomas del llamado adulto con una Págin
infancia desplegada por los niños de hoy. Hijos por un lado o pequeños pacientes por otro ofrecen un escenario, un aPAGE
lugar de empiria para que los mitos familiares y psicoanalíticos encuentren su configuración y su cuestionamiento. \*
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FRIZZERA, O. – LOS PADRES: ENCUENTROS Y DESENCUENTROS EN EL FORMA
PSICOANÁLISIS DE NIÑOS T 2
DE LA CLÍNICA
La presentación de un fragmento de la clínica le permite al autor pensar sobre el trabajo psicoanalítico con los padres,
permite pensar el lugar que la historia de los padres y antepasados ocupa en los síntomas y padecimientos de los hijos,
como así los efectos que los síntomas y padecimientos de los hijos producen en los padres.
→ Abordar los encuentros y desencuentros y las distintas formas en que estos se presentan permiten pensar qué
hacer con ellos.
CASO (PÁG. 1 A 3) RESUMIDO: Un día recibe un llamado de una señora para pedirle una entrevista urgente. Su hija
púber se había encerrado en el baño desde hacía varias horas y amenazaba con matarse si querían abrir la puerta por la
fuerza. Se había llevado algunos alimentos, lloraba y gritaba que la dejen allí. Se encuentra con la madre y el padre. Se
los veía y escuchaba desbordados y desamparados, sin saber el porqué de lo ocurrido y aterrorizados por la idea que de
su hija se mate, o que se “muera por falta de aire o de alimento”. El analista busca historizar el suceso. Explican que no
entienden lo que pasa, que Miriam, tal es el nombre de la joven, es una chica a la que siempre le dieron todos los
gustos. Única hija, refieren que fue así para poder dedicarse más exclusivamente a ella. La vida de los dos había sido tan
difícil y dolorosa que querían para ella lo contrario. Siempre fue callada, pero la notaban más introvertida en los últimos
tiempos; también había engordado pero el médico les decía que estas cosas eran habituales en la pubertad. A partir de
una pregunta por el acento extranjero comenzaron a surgir algunos de los siguientes datos: ambos miembros de la
pareja eran inmigrantes de un país destruido por la guerra. Sobrevivientes de la misma tenían familiares muy cercanos
muertos en esas circunstancias. Luego la llegada de cada uno al país, el conocerse en una reunión de la colectividad,
una de las muy pocas a las que ella (la madre) concurriera, su casamiento, el éxito empresario, el nacimiento de la hija.
La pregunta sobre “por qué le pasa esto”, además del “¿qué hacemos?”, insistía una y otra vez ¿Cuál es la causa? ¿De
dónde le viene esto? “Justamente ella que tiene una vida tan distinta a la que tuvimos nosotros, ni siquiera le hemos
contado lo que nosotros pasamos”. Un desencuentro se les imponía. “Quiero insistir sobre algo que se produjo en el
encuentro conmigo y que fue el silencio que guardaron, bajo la forma de ni siquiera advertirlo, sobre el porqué de las
condiciones en que se hallaba el departamento (destruido). Un escenario, del que no se extrañaban, y que a la luz de lo
que contaban, traía otro escenario de ruinas y destrucción, del cual no parecían darse cuenta.
En ese escenario esta familia fue sacudida por el encierro de su hija y por las amenazas de muerte que esta profiriera.
El insistente ¿Por qué pasa?, es una pregunta por el origen de la situación. A través de la llegada del analista, surge una
pregunta: ¿cuál es la causa? Y esta es una pregunta que los analistas esperan, y hasta alientan a que se produzca en
tanto permitirá aunar lo que sucede a algo no sabido y del que piensan que alguien puede responder.
Una vez que el interrogante se instala no resultará siempre fácil que éste se sostenga o que sostengan el interés por
conocer posibles determinantes. Si de padres se trata o de varios integrantes de un grupo familiar no habremos de
esperar una posición simétrica o idéntica entre ellos. Habremos de contar con la posibilidad de distintas posiciones
mantenidas o con básculas (contrapesos) que hacen que la resistencia, a un posible trabajo, se ubique más de un lado o
de otro.
De allí que las primeras intervenciones de un analista resultan fundamentales para permitir la instalación de una
transferencia indispensable para cualquier trabajo posterior. “Dosificar la angustia” es un importante consejo (Freud y
Lacan).
ACLARACIONES ACERCA DEL INTERROGANTE DE LA CAUSA:
Un hecho que sucede nunca está ahí ya constituido, sino que deviene. Es fruto de composiciones, de combinaciones,
es fruto de una serie de ligaduras y desligaduras que a su manera insisten.
Un hecho puede quedar allí, como algo incomprendido pero que pasará, o como algo demasiado comprendido
porque vuelve siempre igual.
O puede transformarse en un acontecimiento en tanto abre otro campo en transferencia, que llama a una
recomposición, que pide por un nuevo sentido. En esta nueva franja se presenta el trabajo del análisis por el cual toda Págin
nueva situación recompone aquella que la precedía. aPAGE
\*
La orientación de la recomposición está referida a una constelación de situaciones a través de la historia. Los sucesos MERGE
que atraviesan la vida no pueden reducirse a situaciones cerradas y ubicarlas concretamente en fecha y lugar. Hay que FORMA
entender que han ocurrido una serie de hechos que abren temporalidades múltiples, muchas veces contradictorias y T 2
que se actualizan, se encuentran ante determinadas circunstancias.
→ Noción freudiana de desencadenante actual de las series complementarias: que, si se consideran los procesos de
transmisión entre generaciones, las historias de nuestros antepasados, como nos dice, los acontecimientos
psíquicos no sólo abarcan la vida de uno solo sino varias vidas. Hay historias que pueden “dormir” por mucho
tiempo y que luego por circunstancias puntuales surgen o irrumpen aún en otra generación.
¿QUÉ ES EL TIEMPO?
El tiempo en psicoanálisis como nos muestra nuestro trabajo no es nunca una flecha lineal: desde el momento en que
algo se actualiza, resignifica lo que antecedió para dar lugar a lo por venir.
De esta forma pienso que los psicoanalistas entendemos los cambios desterrando así la idea de los mismos como algo
a alcanzar dirigiéndose linealmente a una meta concebida como ideal.
El trabajo del análisis lleva a una apertura hecha por la vía de las preguntas hacia otras búsquedas, otros modos de
decir, de percibir y percibirse. Este movimiento es el que permite la recomposición de los tiempos y en mucho excede a
la de un orden lineal o cronológico.
A este respecto Lacan apunta “la historia no es el pasado. La historia es el pasado historizado en el presente,
historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado”.
→ La historia no puede ser confundida con el pasado, y tampoco con lo vivido.
El psicoanálisis de niños aportó y aporta mucho en ese sentido. Más que la cuestión de lo que ha vivido, el niño se
plantea la de su destino, que podríamos formular así: ¿Cuál es mi lugar en la historia, donde se me reconoce? El niño
mira más la reconstrucción de una autobiografía y al sentido de la historia que al inventario de lo que vivió.
Hay situaciones en la vida que, más que otras, convocan algunos rasgos de origen y sólo por el efecto que producen
podemos deducirlos. Cuando por medio del análisis se lo puede nombrar, el sujeto puede reconocer que hasta ese
momento se miraba parcialmente desde ese único lugar donde el tiempo quedaba estancado a la manera del tiempo
que no pasa.
→ De esta forma, la historia se irá recomponiendo o rescribiendo desajustando los centramientos únicos.
EL TIEMPO DETENIDO Y EL TIEMPO QUE TRANSCURRE
En el caso que narrado (que transcurrió hace tiempo pero que hoy se vuelve a componer a la luz de este escrito, del
tema y de los probables encuentros y desencuentros) se hizo patente el entrecruzamiento de tiempos, que resultaba
ignorado por los miembros de esta familia a la manera de la represión y principalmente al modo del rechazo o
desestimación y que por tal condición aparecía como un puro dolor incomprensible. “Me encontré con un tiempo
detenido”, un tiempo que no pasa, que no podía entrelazarse con el que pasa, con lo nuevo. Entrecruzamiento que
también Miriam traía con su cuerpo con su momento de cambios. Un tiempo de pubertad que se corresponde con el de
encuentro de un objeto exogámico, con un cuerpo sexuado, con un desasimiento de los padres.
ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES
El autor considera que “con esto había que hacer algo”. Entrevistar a los padres era la primera y la única posibilidad
en este caso.
Incluir entrevistas con los padres según el momento que así lo requiera el analista y/o a veces ellos, es una
herramienta de suma utilidad para todos. La finalidad es escuchar la angustia cuando es manifiesta o hacer que
aparezca cuando ésta es ignorada.
La finalidad es además enterarlos de fragmentos de la historia que el actuar de los hijos trae a veces sólo como
hilachas incomprensibles.
Al mismo tiempo es la posibilidad de instalar y acompañarlos en la aparición de preguntas que intenten mover los
tiempos coagulados. Queda así claro que la repetición en la cura no es simple reactualización del pasado en el
presente, sino encuentro en la transferencia de un tiempo que pasa y de un tiempo que no pasa.
En el acto mismo de este encuentro se actualiza un tiempo identificante, de suerte que unas huellas se identifican
mutuamente en unos “paréntesis de tiempo”. El analista, aquel por quien eso ocurre, es entonces un “eje de Págin
temporalización” (Perrier, F. 1981). Esto hace aparecer más de una versión sobre acontecimientos vividos, permitiendo aPAGE
“podar” las significaciones tanáticas que tantas veces recaen sobre los hijos. Significaciones tanáticas en tanto quedan \*
MERGE
como únicas y que en el caso que nos ocupa podrá ser: NUESTRA HIJA TIENE QUE TENER TODA LA FELICIDAD QUE NO FORMA
TUVIMOS NOSOTROS. Frase constituyente e imprescindible, pero que, aplicada a ultranza, para todo momento o
situación, dejará anclado a un hijo en un único lugar. Recortar ese sentido mortífero es iniciar un trabajo de duelo que T 2
resultará fundamental.
Las entrevistas son también la posibilidad de brindarles un espacio a los padres. Un espacio para tramitar el dolor,
incomprensible para ellos, de un tiempo de crecimiento de los hijos que reactualiza lo padecido por ellos. Son un
recurso, una herramienta, que resulta una pieza clave, pieza que también habremos de entender como la de quitar al
hijo un peso que a veces solo recae en él.
LACAN (1954) – INTRODUCCIÓN A LOS COMENTARIOS SOBRE LOS
ESCRITOS TÉCNICOS DE FREUD
SEMINARIO I – CLASE I
Lacan utiliza la designación de “escritos técnicos” (utilizados con anterioridad) ya que este nombre podrá alertar al
practicante inexperto, quien querría precipitarse al análisis, y a quien hay que evitarle ciertas confusiones respecto a la
práctica del método, y también respecto a su esencia.
El autor establece las cuestiones centrales de este campo: la noción de la represión y la resistencia, la función de la
transferencia y hasta en cierta medida, la utilidad de la neurosis de transferencia.
Designa la existencia de una etapa intermedia en la teoría psicoanalítica, tuvo lugar desde 1904 hasta 1909 y fue
denominada como “etapa germinal de Freud”. Ya para el año 1920 comienza a esbozarse una metapsicología freudiana.
Los escritos denominados técnicos, se escalonan entre estos dos desarrollos.
Si bien Freud se aboca, en gran parte de sus escritos, a desarrollar específicamente una técnica del psicoanálisis,
como en la Interpretación de los Sueños (1900); cabe destacar que el artículo “Análisis terminable e interminable”
(1934), es uno de los artículos más importantes en lo que a técnica se refiere.
Lacan admira la simplicidad y la franqueza del estilo de Freud en estos escritos, los cuales expresan con gran libertad,
la formalización de las reglas técnicas de la práctica.
Surge el cuestionamiento sobre ¿qué se hace cuando se hace análisis?, en relación a estos escritos, el autor responde
a este interrogante afirmando que se practica en relación a la técnica analítica.
Según el autor, no es exagerado afirmar que, gracias a los practicantes del análisis, se ha llegado a un punto de
confusión radical. No hay quizá ni un analista que, en el fondo, esté de acuerdo con sus contemporáneos o vecinos
respecto a lo que hacen, a lo que apuntan, a lo que obtienen, y a lo que está en juego en el análisis. Y es solo mediante
el lenguaje freudiano que estos practicantes siguen en contacto con el resto de sus colegas.
Lacan denomina a la relación entre analizado y analista como “relación inter-humana”. La inter-reacción entre ambos
es algo que se debe tener constantemente en cuenta, ya que no se basa en una mera relación entre individuos. La
experiencia analítica debe formularse, no en una relación de dos, sino de tres.
Lo que constituye la experiencia germinal de Freud es la noción de la reconstitución completa de la historia del
sujeto; este es el elemento esencial, constitutivo y estructural del progreso analítico. El progreso y descubrimiento de
Freud radica en su manera de estudiar un caso en su singularidad (no se hacen generalizaciones). ¿Qué quiere decir
estudiarlo en su singularidad? Para él, el interés, la esencia, el fundamento, la dimensión propia del análisis es la
reintegración por parte del sujeto de su historia, hasta sus últimos límites sensibles, es decir, hasta una dimensión que
supera ampliamente los límites individuales. Esta dimensión que designa Freud, debe conquistar ciertos puntos o
situaciones de la historia del sujeto. El camino de la restitución de la historia del sujeto adquiere la forma de una
búsqueda de la restitución del pasado; pero la historia no es el pasado, sino más bien, la historia es el pasado
historizado en el presente, historizado en el presente porque ha sido vivido en el pasado. De igual manera, que el sujeto
reviva, rememore los acontecimientos formadores de su existencia, no es en sí lo más importante; sino que lo que
cuenta es en realidad, lo que el sujeto reconstruye de estos. No se trata entonces, meramente en recordar, sino de
revivir la historia.
▪ Durante la experiencia analítica, no se da entre el analizado y el analista una relación fantasmática (imaginaria) sino
más bien, una real.
Numerosos practicantes plantean comunicarse exclusivamente con el yo; pero para Lacan, esta psicología del yo
Págin
puede resumirse en una oración: el yo está estructurado exactamente como un síntoma. Es el síntoma humano por
aPAGE
excelencia, es la enfermedad mental del hombre.
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Mito psicoanalítico: lectura que está orientada a medir la amplitud de la realidad con la que el psicoanálisis se MERGE
FORMA
enfrenta, y a la cual brinda una respuesta mítica.
UNIDAD 3 – FANTASMA Y TRANSFERENCIA T 2
FREUD, S. – FRAGMENTO DE ANÁLISIS DE UN CASO DE HISTERIA
IV. EPÍLOGO CASO DORA
Falta una serie de resultados del análisis, las razones de esto:
1. En el momento en que se interrumpió el trabajo analítico no se los había llegado a discernir con suficiente certeza
2. Estos requerían desarrollarse más para alcanzar valor general.
Sólo la técnica terapéutica es puramente psicológica; la teoría deja de apuntar a las bases orgánicas de la neurosis,
cabe esperar encontrarse con una alteración química, pero como ella no es todavía aprehensible, la teoría la sustituye
provisionalmente por la función orgánica. Existe el carácter de factor orgánico que presenta la función sexual, donde
veo el fundamento de la histeria.
Con esta publicación tan incompleta quise lograr dos cosas. En primer lugar, mostrar el modo en que este arte puede
aplicarse al descubrimiento de lo reprimido en el interior de la vida anímica. A raíz del análisis de los sueños
comunicados, se tomó en consideración la técnica de la interpretación de sueños, parecida a la técnica psicoanalítica.
En segundo lugar, despertar interés sobre el hecho de que nadie tuvo una conjetura certera acerca de la complicación
de los procesos psíquicos en el caso de la histeria, de la sucesión de las diversas mociones, del vínculo recíproco de los
opuestos, de las represiones y desplazamientos, etc.
Unas excitaciones cuyas representaciones son insusceptibles de conciencia repercutirán entre sí diversamente,
tendrán otros circuitos y llevarán a otras exteriorizaciones que las que llamamos “normales”, cuyo contenido nos
deviene consciente.
La sexualidad no interviene meramente como un deus ex machina que se presentaría de improviso, sino que presta la
fuerza impulsora para cada síntoma singular y para cada exteriorización singular de un síntoma. Los fenómenos
patológicos son la práctica sexual de los enfermos. La sexualidad constituye la clave para el problema de las
psiconeurosis, así como de las neurosis en general.
La brevedad del tratamiento y otro factor inherente al caso, impidió que la cura concluyese con la mejoría que en
otras ocasiones puede alcanzarse. Se alcanza ese resultado cuando los fenómenos patológicos son sustentados por el
conflicto interior entre las mociones tocantes a la sexualidad. Uno ve mejorar el estado en la medida en que, al traducir
el material patógeno en un material normal, se contribuye a solucionar sus problemas psíquicos. Los síntomas no
desaparecen mientras dura el trabajo, pero sí cuando se disuelven los vínculos con el médico. La mejoría sólo es
causada por el médico. En el curso de una cura psicoanalítica, la neoformación de síntoma se suspende; pero la
productividad de la neurosis no, en absoluto, sino que se afirma en la creación de un tipo particular de formaciones de
pensamiento, las “trasferencias”.
¿QUÉ SON LAS TRASFERENCIAS?
Son reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que, a medida que el análisis avanza, no pueden menos que
despertarse y hacerse concientes; pero lo característico es la sustitución de una persona anterior por la persona del
médico. Las vivencias psíquicas anteriores no son revividas como algo pasado, sino como vínculo actual con el médico.
Hay trasferencias que no se diferencian de sus modelos en cuanto al contenido, salvo en la sustitución. Son entonces
reimpresiones, reediciones sin cambios. Otras experimentaron una moderación de su contenido, una sublimación, y
hasta son capaces de devenir concientes apuntalándose en alguna particularidad real del médico o de las
circunstancias.
La transferencia es la parte del trabajo más difícil. Únicamente a la trasferencia es preciso colegirla casi por cuenta
propia, basándose en mínimos puntos de apoyo y evitando incurrir en arbitrariedades. No se la puede eludir; es usada
para producir todos los impedimentos que vuelven inasequible el material a la cura. Sólo después de resolverla se
puede, en el enfermo, obtener la sensación de convencimiento en cuanto a la corrección de los nexos construidos.
El trabajo del médico no es multiplicado por la trasferencia; puede resultarle indistinto. Ni tampoco la cura obliga al
enfermo, mediante la trasferencia, a una neoproducción que, de otra manera, no habría consumado. La cura
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psicoanalítica no crea la trasferencia; meramente la revela. En el psicoanálisis son despertadas todas las mociones, aun
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las hostiles; haciéndolas concientes se las aprovecha para el análisis, y así la transferencia es aniquilada una y otra vez. \*
La transferencia es destinada a ser el máximo escollo para el psicoanálisis; se convierte en su auxiliar más poderoso MERGE
cuando se logra colegirla en cada caso y traducírsela al enfermo. FORMA
En el caso, yo no logré dominar a tiempo la transferencia; a causa de la facilidad con que Dora ponía a mi disposición T 2
en la cura una parte del material patógeno, olvidé tomar la precaución de estar atento a los primeros signos de la
trasferencia que se preparaba con otra parte de ese mismo material, que yo todavía ignoraba.
Desde el comienzo fue claro que en su fantasía yo hacía de sustituto del padre. Cuando sobrevino el primer sueño, yo
tuve que tomar precauciones, diciéndole: “Ahora usted ha hecho una trasferencia desde el señor K. hacia mí. ¿Ha
notado usted algo que le haga inferir malos propósitos, parecidos a los del señor K? ¿Algo le ha llamado la atención en
mí que cautive su inclinación como antes le ocurrió con el señor K.?”. Entonces su atención se habría dirigido sobre
algún detalle de nuestro trato, tras lo cual se escondiera algo concerniente al señor K. y mediante la solución de esta
trasferencia habría obtenido el acceso a un nuevo material mnémico. Pero yo omití esta primera advertencia.
Así fui sorprendido por la trasferencia. Y a causa de la misma, por la cual yo le recordaba al señor K., ella se vengó de
mí como si se vengará de él, y me abandonó, tal como se había creído engañada y abandonada por él. Actuó un
fragmento esencial de sus recuerdos y fantasías, en lugar de reproducirlo en la cura.
Cuando en el análisis es posible replegar tempranamente las trasferencias, su curso se vuelve más oscuro y se
retarda, pero su subsistencia queda mejor asegurada frente a resistencias repentinas e insuperables.
En los casos en que mociones de crueldad y de venganza, que ya en la vida del enfermo se aplicaron a la sustentación
de sus síntomas, se trasfieren al médico en el curso de la cura, antes que él haya tenido tiempo de apartarlos de sí
reconduciéndolos a sus fuentes.
Hubieron de pasar 15 meses de la conclusión del tratamiento antes de que recibiera noticias del estado de mi
paciente y, con ellas, del desenlace de la cura. Un 1ro de abril, se me presentó para poner fin a su historia y pedirme
nuevo auxilio: pero la expresión de su rostro dio cuenta de que no tomaba en serio ese pedido. En mayo de ese año
murió un hijo del matrimonio K. Les hizo una visita de condolencias, ellos la recibieron como si nada hubiera ocurrido
en esos últimos tres años. En ese momento se reconcilió con ellos; se vengó y llevó su asunto a una conclusión
satisfactoria.
Dijo a la mujer: “Sé que tienes una relación con mi papá”, y ella no lo negó. Y movió al marido a confesar la escena
junto al lago. No reanudó el trato con esa familia. En octubre, le sobrevino otro ataque de afonía, de 6 semanas. Me
enteré de que el ataque había seguido a un fuerte susto, vio cómo el señor K. era arrollado por un carruaje. Todavía se
pica cuando oye hablar de las relaciones de su papá con la señora K., pero ya no se inmiscuye en ellas. Me dijo que
estaba consagrada a sus estudios y no pensaba en casarse. Demandaba mi ayuda por una neuralgia facial, del lado
derecho, que ahora la acosaba día y noche, hace 14 días. La pretendida neuralgia facial respondía a un autocastigo, al
arrepentimiento por el bofetón que propinó aquella vez al señor K. y por la trasferencia vengativa que hizo luego sobre
mí.
Hay que destacar en el plano de esta conjunción la relación de inclusión a condición de que sea reversible, con tal que
se enlace en la articulación lógica que se llama: "Si". $ es en este sentido, a saber: el punzón rombo siendo dividido por
la barra vertical, el sujeto en relación de Si y de a.
Existe por lo tanto un sujeto: he aquí lo que lógicamente estamos forzados a escribir del principio de una formula tal.
Algo se nos plantea que es la división de la existencia de hecho y de la existencia lógica. La existencia de hecho nos
relaciona al existir de: ser o no hablado. La existencia lógica es otra cosa, y como tal tiene otro estatuto a partir del
momento en el cual nosotros hacemos lógica en el cual vamos a manejar significantes.
En cuanto a la existencia de hecho: a saber, que algo resulta del sujeto en el nivel de los seres que hablan, es algo
que, como toda existencia de hecho, necesita que sea establecida una cierta articulación. Sin embargo, esta articulación Págin
no es tomada en forma directa o inmediata. aPAGE
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a resulta de una operación de estructura lógica efectuada no in vivo, es decir, no sobre lo viviente mismo, no en el MERGE
sentido que guarda el término cuerpo (no es necesariamente la libra de carne, aunque pueda serlo después de todo). FORMA
Pero, en fin, constata que, en esta entidad tan poco aprehendida del cuerpo, hay algo que se presta a esta operación de T 2
estructura lógica. Es el seno, el escíbalo, la mirada, la voz, estas piezas separables, sin embargo, profundamente
religadas al cuerpo, he aquí de lo que se trata en el objeto a; para hacer el a es necesario lo listo para proveerlo.
El abordaje del objeto a ya se ha efectuado a partir del cuarto año en que Lacan dictaba sus seminarios. Todo está
dicho en cuanto a la estructura de la relación de a al Otro, que es, justamente, del imaginario de la madre que va a
desprender la estructura subjetiva del niño. Lo que se trata de indicar aquí es que esta relación se articula en términos
lógicos, es decir, relevando la función del significante.
“No de situar en el campo del Otro, la función del a; en el estatuto del perverso es la función del falo; la teoría
sádica del coito no es nada de eso, sino que es a nivel de la madre que eso funciona.” (Lacan, 1966, p. 4)
¿Qué es lo que lleva el fantasma? Esto que lleva el fantasma tiene dos nombres que conciernen a una sola y misma
sustancia, posee una función de superficie. Esta superficie primordial que nos hace falta para hacer funcionar nuestra
articulación lógica. Son superficies cerradas, del orden del globo, estamos cerca de decir que ellas no son esféricas,
llamémosle globo. Lacan intenta averiguar qué amarra la existencia de los globos a lo real. Esta superficie que llama
globo tiene dos nombres: el deseo y la realidad.
Es totalmente inútil fatigarse en articular la realidad del deseo, porque primordialmente el deseo y la realidad son
una relación de textura sin corte, no tienen por lo tanto necesidad de costura, necesidad de ser recosidos. “No hay más
realidad del deseo que aquella de la que sea justo decir el anverso del derecho; hay una sola y misma estofa que tiene
un anverso y un derecho…”
De la tercera dimensión, la del Otro, es por relación al Otro, y en tanto que ahí hay esta otredad, que se puede tratar
de distinguir un derecho de un anverso; esto no es aún distinguir realidad y deseo. Lo que es derecho o anverso
primitivamente en el lugar del Otro, el discurso del Otro, que se juega a cara o seca, no concierne en nada al sujeto por
la razón de que no hay ahí, todavía nada de eso.
El sujeto comienza por el corte, el cross-cap, plano proyectivo; un corte, pero no importa cuál. A partir de estos trazos
imaginarios de la estructura que se está tratando, podemos elucidar que, todo corte que franquee esta línea imaginaria,
instaura un cambio total de la superficie, a saber, toda entera deviene lo que hemos aprendido a recortar en esta
superficie como objeto a, es decir, que toda entera, la superficie deviene un disco aplastable, con un derecho y un
anverso, del cual se debe decir que no se puede pasar de uno a otro salvo franqueando un borde. Este borde es
precisamente lo que vuelve a este franqueamiento impasable, del cual lo menos que podemos articular es su función in
initio, el globo por ese primer corte, rico de una implicación que no salta enseguida a la vista por este corte deviene un
objeto a. Este objeto a queda, porque esta relación la tiene desde el origen, ésta es, una relación fundamental con el
Otro. En efecto, el sujeto no ha aparecido en absoluto todavía con sólo el corte, por donde este globo que instaura el
significante en lo real deja caer de entrada este objeto extraño, que es el objeto _. Hace falta y es suficiente, en la
estructura indicada, darse cuenta del corte, para percatarse de que tiene la propiedad redoblándose simplemente, de
reencontrase.
“Se puede considerar la hiancia que hay entre las dos vueltas que no son más que una, como el equivalente
del primer corte. Pero si hago el tejido en el cual se trata de ejercer este corte un doble corte, desprendo de
eso, restituyo en eso, lo que ha sido percibido en el primer corte, a saber: una superficie de la cual el derecho
se continúa con el anverso. Restituyo la no separación primitiva de la realidad y del deseo.” (Lacan, 1966, p. 6)
Págin
La realidad, afirma el autor, es lo que está listo para llevar del fantasma; la realidad no es otra cosa que montaje de lo
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simbólico y lo imaginario. El deseo, en el centro de este aparato, de este cuadro que llamamos realidad, es también lo \*
que cubre lo que importa distinguir de la realidad humana y que es hablando propiamente lo real que no es más que MERGE
FORMA
entrepercibido, entrepercibido como la máscara fácil que es aquella del fantasma, “lo mismo que ha aprehendido
Spinoza, cuando ha dicho que el deseo es la esencia del hombre”. T 2
Pero esta relación al Otro, sin la cual nada puede ser vislumbrado del juego real de esta relación, es lo que Lacan ha
tratado de dibujar, recurriendo al viejo soporte de los círculos de Euler, relación fundamental que sirve para hacer
resurgir la relación del sujeto al A, se dibuja como un primer círculo que otro viene a recortar, el a es su intersección.
Es por ahí que siempre en esta relación de un vel originalmente estructurado, que es aquel donde Lacan ha tratado
de articular para nosotros hace en la alienación, el sujeto no sabría instituirse más que como una relación de falta al a
que es del Otro, al querer situarse en el Otro, al no haberlo más que amputado de este objeto a.
La relación del sujeto al objeto a comporta lo que la imagen de Euler toma como sentido cuando es llevada a nivel de
simple representación de dos operaciones lógicas:
1. Reunión: ligazón del sujeto al Otro.
2. Intersección: define al objeto a.
El conjunto de estas operaciones lógicas son las que Lacan ha instaurado como originarias, diciendo que el a es el
resultado efectuado de operaciones lógicas que deben ser dos. ¿Qué es decir esto? Que es esencial en la representación
de una falta en tanto que corta, que se instituye la estructura fundamental del globo que el autor ha llamado de
entrada: la estofa del deseo.
Aquí, en el plano de la relación imaginaria, se instaura una relación exactamente invertida de aquella que liga el yo a
la imagen del Otro. El yo es doblemente ilusorio, ilusorio en que está asumido a los avatares de la imagen, es decir,
librado a la función del falso semblante. También en esto: que instaura un orden lógico, pervertido, “del cual veremos
en la teoría psicoanalítica su fórmula, en tanto que ella franquea imprudentemente esta frontera lógica que, en un
momento cualquiera, y que se supone primordial de la estructura, esto que es rechazado puede llamarse no-Yo”.
▪ La primera escisión que se efectúa es entre el placer y el displacer.
En el origen no hay Dasein sino en el objeto a, es decir, que es bajo una forma alienada que permanece marcada
hasta en su término toda enunciación del Dasein. Es necesario recordar que no hay sujeto más que por un significante y
para otro significante.
La Urverdrängung o represión originaria, es esto: lo que un significante representa para otro significante, eso no
muerde nada, no constituye absolutamente nada, se acomoda a una ausencia absoluta de Dasein.
Es, por tanto, con respecto a este significante primero, que vamos a ver cuál es, que el S/ (sujeto barrado) que él
abolió. El sujeto barrado como tal es lo que representa para un significante este significante de donde ha surgido un
sentido. El objeto a que a este nivel cumple la función que Frege distingue del signo bajo el nombre de Bedeutung. En la
primera Bedeutung el objeto a, el primer referente la primera realidad, la Bedeutung que queda porque ella esta
después de todo lo que resta del pensamiento.
tiene una estructura simbólica, discursiva, significante que en la operatoria constitucional del sujeto va a ser central. T 2
El fantasma se define como un guion, es una pequeña historia muy detallada: hay escena, un decorado, con
personajes que efectivamente obran, hacen acciones.
El niño cuando nace está desnudo y toma ese “listo para vestir”, ese relato que lo está esperando, ese “pret a porter”
del fantasma para poder vestir-se, éste fantasma lleva entre sí el deseo del Otro en el cual se aliena. El niño cuando
nace es un cero y lo que le va a dar el ser es éste Otro Primordial; este fantasma parental lo significa.
La operación analítica tendrá que ver con la construcción del fantasma, se trata de realizar una travesía, un recorrido
del fantasma en el análisis y salir de identificaciones dementes. Uno no es sin el Otro, pero tampoco es solo producto
del deseo del Otro, existe una singularidad del sujeto, y a eso es lo que apunta la clínica.
Lacan dice que el niño es el prototipo del objeto “a” del fantasma…del fantasma parental. En el origen no hay ser-ahí
del niño sino como objeto (“a”) del fantasma del Otro. Y el otro significa al niño desde su fantasma. El ser no va a estar
dado por el significante, en tanto el significante va a estar en relación a otro significante, el ser va a estar dado en tanto
el objeto, el objeto del fantasma.
Hay una lógica del fantasma, es un axioma: que en lógica es un punto de partida que permite explicar lo más nimio y
lo más importante es la vida de un sujeto.
$<> a (Sujeto barrado losange objeto a).
El <> (rombo o losange) indica una relación de doble implicación (implicación recíproca) entre los términos que une,
es decir:
$ (Sujeto barrado) si y solamente si objeto a,
Y, recíprocamente: objeto a si y solamente si $ (Sujeto barrado).
Lacan designa con esta fórmula la relación del sujeto del inconsciente (sujeto barrado) con el objeto causa del deseo
(objeto a), indicando una relación estable del sujeto con aquello que lo causa en su deseo y, por ende, lo divide. El
fantasma es una respuesta al ser por la vía problemática de responder al deseo del Otro. Ante la pregunta ¿qué soy
para el deseo del Otro?
“El sujeto no puede ser enteramente definido por un significante que vendría a representarlo. Él se encuentra
reenviado sin cesar de un significante al otro, y si debe situarse en algún lado, es justamente en ese intervalo, en
este corte entre dos significantes. Es porque él está sin recursos en este lugar donde el significante falta, que se
define en el fantasma elidiendo un objeto que comporta él mismo esta dimensión del corte. Se puede pensar en
este punto en el objeto parcial freudiano, el seno, las heces. Este objeto Lacan lo llama "a" y define el fantasma
como la relación del sujeto a este objeto y demuestra que el deseo está cautivo en el fantasma”. (Alberro)
El fantasma es la respuesta que el sujeto construye al enigma del deseo del Otro. Solamente habiendo sido objeto
del deseo del otro se adviene a ser sujeto deseante.
manifiesta una sed de saber que alterna con una prohibición de recibir. T 2
▪ Describe una sucesión de comportamientos denominados patterns: en realidad, se trata de roles.
▪ Joy es sucesivamente su propio padre, su madre, el marido o el hijo de la analista, e incluso la analista misma.
→ Se traduce en su discurso: la niña adopta la manera de hablar del padre o la jerga de otro niño (otro paciente de
la analista del que está celosa). Con los niños menores asume el rol de la analista e incluso les da consejos a
madres de familia.
▪ Episodio del teléfono (aclara qué es lo que está en juego en un momento preciso de la situación transferencial) : Joy,
luego de haber traducido en la transferencia sus celos y sus reivindicaciones, expresa su deseo de ser la única. Como
sus padres se han ausentado (viajaron x duelo) la niña está descontenta; entonces le hace una confesión a la
analista: quisiera enfermarse para obligar a sus padres a interrumpir su viaje.
Poco después, Joy asiste irregularmente a las sesiones y se vuelve cada vez más exigente en sus demandas. La
analista tiene la impresión de que la niña trata de vengarse en ella del abandono en que la sume la partida de los
padres.
A la vuelta de una de las ausencias, la niña informa a la analista de su mal estado de salud. Joy está sola y no anda
bien. Se las arregla para inquietar a la analista y le hace prometer que la llamará en el fin de semana. Cuando la
llama, le dice que Joy había partido. La analista vuelve a llamar y Joy descuelga. Al otro día le comunica que estará
ausente a una serie de citas.
▪ El retorno al análisis se efectúa con culpa. Joy tiene la impresión de molestar la relación que su analista (soltera)
podría tener con un hombre. Está desesperada. Ya no puede hacer nada sola. Le demanda ideas a la analista. Las
demandas se van haciendo cada vez más insistentes, la niña telefonea cotidianamente “para recibir una
interpretación”, hasta el día en que la analista le verbaliza su deseo de tener un bebé.
→ Señala un giro en el análisis. La niña descubre que es más inteligente que su madre; pero el robo, que era uno de
los síntomas, subsiste.
▪ La ausencia de los padres en la realidad hizo surgir un daño imaginario que la niña trata de colmar formulando
demandas cada vez más insistentes.
▪ La interpretación del bebé revela el deseo icc, y tal como es operante, en el nivel sintomático: la niña ya no pide
nada. No obstante, la analista se ha prestado en la realidad al juego del teléfono, sin tratar de comprender qué es lo
que estaba en juego en la demanda de interpretación de Joy.
▪ Lo que la niña introduce por medio de su interrogación sobre el deseo de la analista por un hombre, es lo que les
falta a la analista y a ella misma para que pueda articularse un discurso fuera de toda relación dual: espera que el
Otro reanude sus quejas en otra parte.
▪ El deseo de recibir un niño del padre abre camino a una interrogación que debe reanudarse, y que aquí se malogra.
Joy se halla en búsqueda de lo que está en función en el Edipo; carece de puntos de referencia. Entonces vuelve la
mirada hacia lo que está en juego en el deseo de la analista.
▪ Joy coloca las interpretaciones recibidas en el plano de la fascinación imaginaria: la respuesta de la analista es un fin
gratificante, no reanuda ningún discurso, por lo demás, se concibe el objetivo del análisis como una identificación
con el superyó de la analista. No hay resolución del Edipo.
⮚ En este fragmento de neurosis de transferencia no se abordó en ningún momento la posición de la niña ante su
deseo y ante el de la analista. El énfasis está puesto sobre los sentimientos experimentados, sobre las imitaciones en
la conducta, pero lo que en todo ello está en juego sigue marginado. El elemento simbólico queda silenciado.
Caso Dottie: (7 años) tiene una fobia a los perros en la misma casa de su analista.
▪ El día en que Dottie abandona las perturbaciones del comportamiento que habían motivado su entrada en el
análisis, la madre hace una depresión. Dottie entonces desarrolla otros síntomas (tics primero y luego, miedo a los
perros).
▪ Un episodio fóbico agudo le impide a la niña dejar la casa de la analista para regresar a la de sus padres: este
episodio ocurre el día después en que la madre telefoneaba a la analista (después de la sesión) para comunicarle las
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fantasías de asesinato que alimentaba con respecto a su hija. La niña no tiene conocimiento de esta llamada.
aPAGE
\*
▪ A la analista esta llamada la descoloca. Se imagina que Dottie está en peligro, y por otra parte estima que la madre MERGE
debería haber hecho esta confesión a su propio analista. No advierte que la madre necesita llevar su angustia al FORMA
inhibiciones, que nos aparecen justamente como la fobia, esencia de esta enfermedad. T 2
Ya desde el verano pasado, puede suponerse en Hans la presencia de una excitación sexual acrecentada, cuyo objeto
es la madre y cuya intensidad se exterioriza en sus dos intentos de seducir a esta. Antes del estallido de angustia, ya en
Viena, Hans tiene un sueño en donde su madre había partido y ya no tendría más una madre, por lo que despierta del
sueño con remarcada angustia.
Los padres llegan a creer que la angustia es consecuencia de la masturbación, por lo que lo orientan a deshabituarlo
de ella.
Cuando el padre le comunica a Hans que las mujeres no tienen un hace pipi, éste responde a esto inmediatamente
con una fantasía: su madre le había mostrado su hace pipi. Hans estaba en este momento, con efecto retardado, bajo la
impresión de la amenaza de castración de la madre, ocurrida 1 año y medio antes.
Ante la fantasía (o temor): “El caballo entrará a mi pieza”, Freud discierne justamente que el niño sentía angustia ante
el padre a causa de sus deseos celosos y hostiles contra este. El padre debía ser el caballo al cual le tenía miedo.
Hans no solo siente miedo hacia los caballos, sino también ante los carruajes, carros mudanceros y diligencias, suyo
rasgo común, reside en su carga pesada.
⭢ Se vincula con el hecho de que Hans se angustia en un primero momento con el hecho de que los caballos se
tumben.
Vivencia que produjo el ocasionamiento de la enfermedad: iba de paseo con su madre y vio un caballo de diligencia
tumbarse y patalear. Esto lo asustó mucho, se aterrorizó ya que pensaba que el caballo estaba muerto.
El padre señala que a raíz del caballo caído no pudo menos que pensar en él, en el padre, y desear que se cayese y
estuviese muerto. Hans reacciona ante esta situación mordiendo al padre (identificándolo como un caballo) y desde
entonces se conduce hacia su padre sin trabas ni miedo; pero la angustia frente a los caballos persiste. Tanto el caballo
que muerde como el caballo que cae, son el padre que habrá de castigarlo por tener tan malos deseos hacia éste.
→ La angustia que Hans sentía ante el baño era simplemente una angustia a la retribución por el mal deseo de que su
hermanita se ahogue en la bañera.
Primer conflicto de sentimientos:
⭢ Hans se ve forzado a odiar a ese padre, competidor, a quien había amado desde siempre y seguía amando, éste era
su único modelo, su primer compañero de juegos y su cuidador. Dado el desarrollo de Hans, era fuerza que el amor
prevaleciera provisionalmente y sofocara al odio, pero Hans no pudo cancelar este sentimiento, dado que su amor
por su madre lo acrecentaba cada vez más.
El intento de solucionar el enigma de que había que hacer con la madre para que esta tuviera hijos se hundió en lo
inconsciente, y los impulsos activos de ambas clases, el hostil hacia el padre y el sádico-tierno hacia la madre,
permanecieron sin aplicarse: uno, debido al amor presente junto al odio (padre), y el otro, en virtud del desconcierto
resultante de las teorías sexuales infantiles.
Si bien la angustia se había demostrado anteriormente, la neurosis parece anudarse directamente con la vivencia
accidental de ver al caballo tumbarse en la calle, por lo que lo tomó como objeto de angustia.
Pero, a esta vivencia en sí, no le corresponde una “fuerza traumática”, solo gracias a la anterior significación del
caballo, y el interés y el anudamiento por la vivencia de Gmunden, más apta para el trauma, cuando Fritzl se tumbó en
el juego al caballo, y a su vez la ligera vía asociativa de Fritzl hasta el padre, dotaron de eficacia a ese accidente
presenciado por casualidad.
FOBIA
- Discusión en torno a la fobia respecto a si es o no una neurosis.
- Como se presenta el deseo en la neurosis.
- En la histeria se presenta como insatisfecho, es dejado en suspenso.
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- En la neurosis obsesiva se mantiene como imposible, se hace lo posible para que no se concrete.
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- En la fobia el deseo es prevenido, se aleja de aquello a lo que teme porque en el fondo lo desea. \*
Punto de fijación en la fobia: etapa fálica (todo lo que tiene que ver, lo que se pone en juego con el complejo de Edipo) MERGE
FORMA
Deseo sexual infantil incestuoso hacia la madre, y a la par aparece el miedo a la castración justamente por ese deseo.
T 2
El superyó censura este deseo y comienza el conflicto con el ello. Este deseo no se puede sentir, el superyó lo censura.
El yo bajo el retorno de lo reprimido convierte por desplazamiento ese deseo incestuoso en síntoma, en miedo.
El sujeto termina teniendo miedo a eso que desea. El miedo aparece entonces en un segundo momento.
Ese miedo al padre y a la castración hace que ese miedo se desplace hacia otro objeto o situación puntual.
LO QUE SE TEME ES LO QUE SE DESEA
AQUELLO A LO QUE SE TEME EN LO EXTERIOR SE DESEA EN EL INTERIOR
PREDOMINA EL DESEO PREVENIDO
MECANISMO DE DEFENSA CARACTERISTICO: DESPLAZAMIENTO
Muralla defensiva: el fóbico va armando la misma; ese objeto al que teme primeramente se va desplazando a otras
cosas que entran en asociación con ese objeto.
3 GRANDES REACCIONES:
▪ EVITACION: es una de las más comunes; busca evitar encontrarse con el objeto de fobia
▪ PARALISIS: no se evita, se paraliza ante el objeto de fobia
▪ HUIDA HACIA ADELANTE: lejos de evitar o paralizarse, el sujeto huye hacia adelante. Conducta confrontativa con el
objeto.
De personalidad más bien infantil. Muestran dependencia a otra persona u objeto (objeto contra fóbico, lo ayuda a
sentirse protegido).
Comenzando por lo que Freud descubre como constituyente del sujeto y que es la sexualidad infantil, el tema de la T 2
masturbación atraviesa todos los tiempos. Fuertemente anclada en el discurso médico, se fue transformando en
importante causa de enfermedad, y junto con ello surgió la atribución de una culpabilidad a los padres: falta de
vigilancia, negligencia y falta de interés por sus hijos, su cuerpo y su conducta.
→ Se pasó de considerarlos responsables de la crianza del niño a ser culpables, culpabilidad que permitió hacer del
espacio familiar un campo propicio para controlar y para cumplir la función asignada de vigilar.
→ Para ello, la medicina ofrecía sus servicios: remedios mecánicos y químicos pasan a ser recomendados o indicados a
la familia para que se los aplique bajo su control.
→ Para que la vigilancia pueda ser llevada a cabo, se acompaña de un temor: al hijo puede esperarle un destino
nefasto.
Fue surgiendo un paralelismo entre masturbación e impulsividad, entre el niño y el futuro delincuente, portador de
las huellas de un infantilismo. Así, la infancia se fue construyendo como objeto de la psiquiatría, la cual ya no sólo
tratará enfermedades sino conductas cuando estas tengan la marca de lo considerado inmaduro.
El saber científico y el saber médico comienzan a ocuparse de aquello que no es supuestamente normal en la
evolución.
→ Anormal.
→ La medicina se convierte así en una especie de control general de las conductas y el médico en juez titular de los
comportamientos en general.
→ Dejando de lado la enfermedad, se acentúan las desviaciones de un patrón establecido y surge una nueva nosología
con síndromes de anomalías que, de no ser tratadas, devendrán enfermedades.
A la sexualidad y a lo considerado como sus desviaciones como razón etiológica se la articula estrechamente con la
herencia biológica.
→ El cuerpo que está atrás del cuerpo normal del niño es el cuerpo de los padres, el cuerpo de los ancestros.
→ Papel de la herencia que la vuelve generalizada pero laxa a su vez: la enfermedad de algún antepasado puede ser
causa de otra distinta en la siguiente generación.
→ De esta noción de herencia surge un temor familiar y una entrega a la medicina o al médico del cuerpo del niño.
❖ El psiquiatra de Jero les asignó un importante lugar a los antecedentes hereditarios.
¿Qué entendemos por discurso parental? ¿Cómo piensa el PSA la constitución psíquica de un niño? Desde Freud en
adelante sabemos que el sujeto, que siempre está dividido entre lo que dice y lo que quiere decir, entre lo que dice y lo
que hace, se constituye precisamente a través del Otro, Otro que en primera instancia es su madre.
El autor acentúa que aquello que antecede pertenece al campo del lenguaje. Un campo que lo espera al niño en un
lugar asignado y lo ubica como hijo en relación a un padre, madre, hermanos, abuelos, tíos. Antes de que llegue al
mundo tiene un nombre y apellido, va a formar parte de un linaje y de él se van a esperar muchas cosas.
Ahora, ¿desde dónde el Otro significa al niño, a cada niño-hijo en singular? El PSA dirá que es desde el fantasma de la
madre, que, en el mejor de los casos y en la mayoría incluye al padre, desde donde se irá constituyendo la subjetividad
del niño.
→ Fantasma (Lacan): guion que antecede a la llegada del niño, es una pequeña historia detallada: hay una escena, un
decorado con personajes que efectivamente obran, que hacen acciones, donde el chico tiene destinado un papel.
❖ Jerónimo nace en el seno de una pareja sobre la que pesaba un conflicto, una predicción. La familia materna se
oponía y así lo habían advertido: “si el padre toma, tu hijo lo heredará o heredará esas consecuencias”. La madre, a
quien en aquel momento la animaba una fantasía de cambiar/salvar al marido, hoy siente que cumplió ese deber
parental. Ya sea como castigo o como nuevo objeto a cuidar, Jerónimo le da la ocasión para recorrer médicos y
profesionales con ciertas esperanzas, pero a la vez con una disimulada convicción de fracaso, de incurabilidad.
→ Ella misma está alienada en aquello que también la constituye. Ha heredado un decir de los padres.
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Autores que han escrito acerca del PSA de niños ubican una posición sobre aquello que el niño trae con sus síntomas,
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con el despliegue de acciones que vienen a mostrar un detenimiento que no será solo el del desarrollo normal, sino el \*
detenimiento en una escena de la constelación familiar, que lo precede y lo aprisiona, le pone demasiados límites a un MERGE
despliegue de su subjetividad en construcción. FORMA
Por eso, nuestra escucha (la de PSA niños) se propone rescatar la subjetividad, la singularidad de aquello que la T 2
produce.
En el caso de la joven homosexual, Lacan destaca cómo Freud insiste en ello, la conducta de la chica se exhibe ante T 2
los ojos de todos. Cuanto más escandalosa resulta tal publicidad, más se acentúa su conducta. Lo que se muestra, se
muestra esencialmente como distinto de lo que es. Lo que es, nadie lo sabe, pero que es distinto, nadie lo duda. Lo que
es, es que ella habría querido un hijo del padre; sin embargo, el hijo en cuestión no tiene nada que ver con una
necesidad maternal.
En lo que podemos captar al menos por su incidencia económica, hay en la relación normal de la madre con el niño
algo pleno, redondo, cerrado, algo tan completo como en la base de gestación, hasta tal punto que necesitamos
cuidados del todo especiales para hacerla entrar en nuestra concepción, y para ver cómo se aplica su incidencia a la
relación de corte entre i(a) y a. Este niño, ella quiso tenerlo ciertamente en tanto que otra cosa distinta, y por otra
parte esta cosa no se le escapa a Freud. Quería ese niño en tanto falo, como sustituto de algo que cae de lleno en
nuestra dialéctica del corte y de la falta, del (a) como caída, como faltante. Es lo que le permite, tras fracasar en la
realización de su deseo, realizarlo al mismo tiempo de otra y de la misma manera, como erastés. Se comporta respecto
a la Dama como un caballero que la sirve, como un hombre, como aquel que puede darle en sacrificio lo que tiene, su
falo. En otros términos, se exige en aquello que ella no tiene, el falo y para mostrar bien que lo tiene, lo da.
Entonces, Lacan propone combinar los dos términos, el de mostrar o demostrar, y el del deseo, para aislar un deseo
cuya esencia es mostrarse como otro. En el acting out diremos que el deseo, para afirmarse como verdad, se adentra
en una vía en la que sólo lo consigue de un modo que llamaríamos singular, si no supiéramos ya por nuestro trabajo
aquí que la verdad no es de la naturaleza del deseo.
El acting out es esencialmente la demostración, la mostración, sin duda velada, pero no velada en sí. Solo está velada
para nosotros, como sujetos del acting out, en la medida en que eso habla, en la medida en que eso podría hacer
verdad.
Entre el sujeto $, aquí Otrificado, por así decir, en su estructura de ficción, y el Otro, A/, no autentificable, nunca del
todo autentificable, lo que surge es este resto, a, es la libra carne. Lo cual significa que se pueden tomar todos los
préstamos que se quiera para tapar los agujeros del deseo. Este es el rasgo que siempre encuentran ustedes en lo que
es acting out.
El acting out es un síntoma. El síntoma se muestra como distinto de lo que es; lo demuestra el hecho de que debe ser
interpretado. Sin embargo, el síntoma no puede ser interpretado directamente, se necesita la transferencia, o sea, la
introducción del Otro. No llama a la interpretación como lo hace el acting out.
Hay que decir, por otra parte, que el acting out llama a la interpretación, pero la cuestión es, saber si esta es posible.
En su naturaleza, el síntoma no es como el acting out, que llama a la interpretación, puesto que lo que el análisis
descubre en el síntoma es que el síntoma no es llamada al Otro, no es lo que muestra al Otro. El síntoma, en su
naturaleza, es goce, goce revestido, no los necesita a ustedes como el acting out, se basta a sí mismo. Es del orden de lo
que se distingue del deseo como goce, es decir, que este último se dirige hacia la Cosa, una vez atravesada la barrera
del bien, o sea, del principio del placer y, por eso, dicho goce puede traducirse como un Unlust, como displacer.
A diferencia del síntoma, el acting out es el esbozo de la transferencia, es la transferencia salvaje. No hay necesidad
de análisis para que haya transferencia. La transferencia sin análisis, es el acting out. El acting out sin análisis es la
transferencia.
Sra. Lampl de Groot, la cual estuvo por su parte, escandida por diversos pasajes al acto, como saltos. La cuestión es
saber cómo actuar frente al acting out. El autor toma a Phyllis Greenacre para dar cuenta de que hay 3 posibilidades: se
lo puede interpretar, se lo puede prohibir, se puede reforzar el yo.
Interpretarlo, está condenado a tener pocos efectos, aunque solo fuese porque está hecho para eso, el acting out,
cuando examinen la cosa de cerca, la mayoría de las veces advertirán que el sujeto sabe perfectamente que lo que hace
en el acting out es para ofrecerse a la interpretación de ustedes. Sin embargo, no es el sentido, sea cual sea, de lo que
interpretan ustedes lo que cuenta, sino el resto. Entonces, al menos si no se añade algo, esto es un callejón sin salida.
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Prohibirlo, naturalmente, hace sonreír, hasta la propia autora, quien dice – de todas formas, se pueden hacer muchas aPAGE
cosas, pero decirle al sujeto, nada de acting out, he aquí algo bien difícil. Se observa a este respecto que siempre hay \*
prohibiciones perjudiciales en el análisis. Se hacen muchas cosas, evidentemente, para evitar los acting out en sesión. MERGE
FORMA
Además, también se les dice a los pacientes que no tomen decisiones esenciales para su existencia durante el análisis.
Es un hecho que, allí donde tenemos influencia, existe cierta relación con lo que se puede llamar peligro, ya sea para el T 2
sujeto, ya sea para el analista. Que se hable del acting out es, con todo, señal de que se impiden muchos de ellos.
Lacan quiere advertir en este punto cierto aspecto del análisis que no se suele ver, su aspecto de seguro de accidente,
seguro de enfermedad. Cuando ocurre el accidente, es atribuido muy regularmente al análisis tanto por el paciente
como por su entorno. Tiene razón, es un acting out, por lo tanto, se dirige al Otro, y si se está en análisis, se dirige al
analista. Tiene de todos modos la responsabilidad que corresponde al lugar que el aceptó ocupar.
Estas cuestiones son quizás para aclarar lo que Lacan quiere decir cuando habla del deseo del analista. Pero no se va a
preguntar qué hizo que se decantara hacia un reforzamiento del yo – tercera de las hipótesis – la cuestión de como
domesticamos la transferencia, puesto que no es cosa nada simple. Se trata de conducir al sujeto a la identificación. No
se trata de una identificación con la imagen como reflejo del yo ideal en el Otro, sino con el yo del analista, con el
resultado que señala Balint – la crisis verdaderamente maniaca que describió como la del fin de un análisis
caracterizado de este modo.
Esta crisis, Lacan se pregunta: ¿qué representa? La insurrección del a, que permanece absolutamente intocado.
DIFICULTAD
4.
Volviendo a Freud y a la observación del caso de la joven homosexual. Al mismo tiempo que dice que nada indica en
este caso que se produzca lo que se llama transferencia, señala que tampoco se trata de detenerse ni un instante en la
hipótesis de que no hay transferencia. Ahí se muestra no sé qué punta ciega en su posición, porque esto es claramente
desconocer lo que ocurre con la relación de transferencia, e incluso lo encontramos expresamente formulado en el
discurso del propio Freud sobre el caso.
Esta paciente le mentía en sueños; así es como Freud caracteriza el caso. En efecto, los sueños de esta paciente
indican cada día mayores progresos hacia el sexo al que ella está destinada, pero Freud no se lo cree. Ella misma le dice
que miente, y Freud no lo duda.
De ahí precisamente la apariencia de que está ausente cualquier relación de transferencia. Entonces a Freud se le
plantea lo siguiente: pero, entonces, este inconsciente que tenemos la costumbre de considerar como lo más profundo,
la verdad verdadera, puede engañarnos. Y todo su debate se centra en este Zutrauen, la confianza en el inconsciente.
El inconsciente siempre merece confianza, dice, y el discurso del sueño es otra cosa que el inconsciente, resulta de un
deseo que viene del inconsciente – pero admite al mismo tiempo que por lo tanto es el deseo lo que se expresa a través
de dichas mentiras.
Ella misma le dice que esos sueños son mentirosos. Freud tira la toalla; no se interesa por lo que los hace agarrotarse,
o sea, el desecho, el pequeño resto, lo que detiene todo y que, sin embargo, es lo que aquí surge como pregunta.
Sin saber qué es lo que le produce ese embarazo, Freud está conmovido, como él mismo lo pone de manifiesto, sin
duda, ante esta amenaza a la fidelidad del inconsciente. Y entonces, pasa al acto.
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Es el punto donde Freud se niega a ver en la verdad, que es su pasión, la estructura de ficción que está en su origen.
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El yo miento, es perfectamente admisible, en la medida en que aquello que miente es el deseo, en el momento en \*
MERGE
que, afirmándose como tal, entrega al sujeto a esa anulación lógica en la que se detiene el filósofo cuando ve la
FORMA
contradicción del yo miento. Pero, después de todo, lo que a Freud se le escapa es algo que falta en su discurso. Es lo
que siempre permaneció para él en estado de pregunta: ¿qué quiere una mujer? Ahí es donde el pensamiento de Freud T 2
tropieza con algo que podemos llamar, provisionalmente, la feminidad.
Aquí está el punto ciego, Freud quiere que ella se lo diga todo, la mujer. Pues bien, ella lo hizo – la talking cure y la
chimney – sweeping.
LA CLÍNICA – LA ANGUSTIA Y SUS MODOS DE EVITACIÓN
Tomaremos el Seminario X de Lacan que se llama “La Angustia” para recorrer modos de presentación del sufrimiento
subjetivo (en el niño y en los padres) y modos de presentación del Otro y del objeto “a”.
El contexto de aparición del Seminario X: es el año 1962. Este seminario va a dejar de lado la antropología que venía
trabajando anteriormente y va a hacer es un esquema práctico que va a seguir las coordenadas de la geometría
empiriana clásica…y va a hacer un cuadro cuya lógica va a ser una lógica relacional. Va a haber toda una serie de
conceptos que él va a poner en juego que van a tener una relación de similitud con los conceptos que están
inmediatamente al lado, pero conservando su inherencia específica Lacan se limitará a tomar a modo de cuerda el título
“Inhibición, síntoma y angustia" de Freud y lo primero que señalará respecto de los términos de esa tríada es que no
están en el mismo nivel, son "heteróclitos". Es decir, son irregulares, fuera de orden, pero en una relación. Ninguno de
ellos tiene "los mismos términos como contexto o entorno", motivo por el cual Lacan pasará a desmenuzar el contexto
y sentido de cada uno de ellos, conformando un cuadro que pondrá de manifiesto esas diferencias y la naturaleza de las
relaciones entre ellos.
El contexto de este seminario dentro del psicoanálisis es que aparece el libro de André Green, “Le discours vivant. La
conception psychanalytique de l’affect”; que en castellano está traducido como “El concepto psicoanalítico del afecto”,
donde todo el libro es una crítica a la posición de Lacan en relación a que la teorización lacaniana sería muy intelectual y
haría mucho hincapié en el intelecto y entonces dejaría de lado el discurso viviente, el discurso de los afectos. Lacan de
alguna manera contesta con este seminario, diciendo que se ocupa de los afectos y que se va a ocupar del afecto
prínceps del sujeto humano y el concepto prínceps que aparece en el psicoanálisis es la ANGUSTIA. Dentro del contexto
filosófico francés de aquel momento se encuentra Lacan con un concepto de Heidegger que es el “sorge”, que en
castellano se traduce como “preocupación”, como “cuidado”, pero que en el texto de Heidegger “El ser y el tiempo” se
traduce como “cura”, y para Lacan el psicoanálisis es una cura, no es un tratamiento, y justamente al nombrarlo “cura”
evita nombrarlo “tratamiento” porque esto nos haría pensar rápidamente en una cuestión médica. Entonces: ¿qué es la
cura? Ir hacia la angustia. La cura orientada a aliviar el malestar y el sufrimiento subjetivo expresado en angustia.
Evidencia esto una primera diferencia sustancial con otras teorías que abordan la subjetividad en tanto el
psicoanálisis no buscará callar la angustia sino la tomará como aquella que en sus expresiones y evitaciones en el
sufrimiento humano orientan para comprender la naturaleza del sufrimiento psíquico, como se está construyendo ese
padecimiento y no sólo como una expresión afectiva negativa que hay que callar rápidamente. La naturaleza humana
no es sin conflicto ni sin angustia, en la concepción psicoanalítica del sujeto lo que sucede son los modos de sufrimiento
que conlleva que deben desentramarse y abordar en el trabajo analítico.
A modo de definiciones:
Angustia: “Afecto de displacer más o menos intenso que se manifiesta en lugar de un sentimiento inconsciente en un
sujeto a la espera de algo que no puede nombrar” (R. Chemama – Dicc. De psicoanálisis)
“Afecto ciego si los hay, la angustia contiene, no obstante, un pensamiento, tan preciso como mudo. Y al angustiarse
por ese pensamiento sin rostro, el sujeto hace una de las experiencias centrales de displacer de su existencia” (Paul –
Laurent Assoun “Lecciones psas. Sobre la angustia” 2003)
Decíamos que en este seminario Lacan desarrolla un cuadro cuya lógica va a ser una lógica relacional. Va a haber toda
una serie de conceptos que él va a poner en juego que van a tener una relación de similitud con los conceptos que
están inmediatamente al lado, pero conservando su inherencia específica Este cuadro nos permitirá ir hacia la angustia
identificándola e identificando sus modos de evitación:
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DIFICULTAD aPAGE
\*
M Inhibición MERGE
O Impedimento Embarazo FORMA
V T 2
I Emoción Síntoma (Pasaje al acto)
M
I
Turbación (Acting out) Angustia
E
N
T
La inhibición punto de encuentro de los dos vectores porque va a ser el punto del menor movimiento y la menor
dificultad…y en diagonal va a poner los tres términos de Freud: inhibición, síntoma y angustia. Y van a quedar toda una
serie de lugares libres al principio, donde va a colocar unas “X” como incógnitas a despejar, y entonces va a ir
completando el cuadro despejando estas incógnitas.
LA INHIBICIÓN
Lacan la define como “el síntoma en el museo” ¿Y cómo están las piezas que se muestran en un museo?: tiesas,
inmóviles, conservadas estáticamente. Es el modo de que algo permanezca inalterado. Tal es la situación de que estos
pacientes que Movimiento padecen generalmente no consultan por demanda espontánea ya que están inmovilizados.
En la situación clínica de niños ésta consulta se ve facilitada ya que son Otros lo que consultan por el niño que en su
expresión ha detenido su movimiento. Ha detenido su movimiento que se muestra en la significativa distancia del
síntoma y más aún de la angustia, no hay interrogantes y, de haber expresiones verbales al respecto generalmente se
dan en términos de racionalizaciones “soy así” “me gusta” “no me gusta” sosteniendo un estatismo inalterable. Tal es el
caso de algunos mutismos selectivos en la infancia, como el caso de la niña que no hablaba más que con su madre en
murmuraciones monosilábicas y con el correr el tratamiento se hicieron ver traumas en la madre a raíz de situaciones
de violencia y abuso de las que la niña era sobreprotegidamente cuidada por esta madre y a cambio de ello casi casi no
desarrollaba sus funciones psíquicas y menos sus propios deseos.
La inhibición se va a hacer síntoma pasando por el impedimento (está en la misma columna que el síntoma) y otra
forma de salir de la inhibición es por medio del Acting out.
Respecto al impedimento ya hay algo más de implicación que en la inhibición, en el punto en que se quiere algo que
no se puede y éste no se puede, en el: “se está impedido” lo toma en una trampa al sujeto. El impedimento es una
trampa en la que el sujeto ha caído. La palabra impedire viene etimológicamente del vocablo del latín impedire: hacer
entrar en grilletes, hacer entrar en la trampa de los pies, trabar los pies con la esposa para inmovilizar (como a los
presos que arrastraban el grillete para inmovilizarlos). La trampa de que se trata aquí y la que el sujeto queda tomado
en el impedimento es una trampa narcisista: la de no poder equivocarse (estar en falta) y para no equivocarse a
cambio, no pasa nada. De ahí la impotencia, no poder. Muchos niños atraviesan situaciones en las que por ejemplo no
se animan a hablar o a jugar en grupo y no pueden hacerlo por temor a perder la relación, el prestigio o el lugar que
suponen tener y a cambio no pasa nada, se les dificulta incorporarse socialmente a sus grupos de pares. Ante el mínimo
de exposición la sensación de frustración es máxima y se retraen o entran en situaciones de llanto masivo (Emoción)
que son otras formas de que no pase nada.
Un paso más y nos encontramos con el embarazo que se representa en una dificultad para poder enfrentar y salir
airoso de una situación que barra al sujeto que lo enfrenta con su falta y es lo que no se tolera: el barramiento
subjetivo. Ese barramiento no se tendría que haber mostrado, en ese furcio se evidencia la parte fallida y no se tolera Págin
en el punto en el que se pierde el sostén yoico. Se habla de “situaciones embarazosas”. Por debajo de la inhibición
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avanzando en posibilidades de movimiento se encuentra la emoción que, aunque avanza en el nivel de movimiento hay \*
disminución de las aptitudes locomotrices, pérdida del dominio racional en la situación arrasado por la emoción el MERGE
FORMA
sujeto no puede hacer frente a la situación. Como aquel niño que estando inhibido no hacía (no juega, no participa por
miedo a equivocarse) y en un mínimo de movimiento es avasallado por la emoción y en crisis de llanto tampoco puede T 2
hacer nada. Es la expresión del deseo de no saber en tanto tampoco permite un movimiento de pregunta o
cuestionamiento, sólo llanto (por ejemplo) o sólo odio sin nada más. No deja avanzar, hablar, pensar. No hay pregunta.
Hay ineficacia volitiva. (Al final del seminario Lacan ubica aquí la resistencia en tanto deseo de no saber). También
solemos observarlo en los padres que consultan en tanto tomados por el motivo de consulta y en su preocupación no
pueden más que llorar y llorar en la consulta lo que tampoco les deja lugar a pensar y menos a cuestionar y
cuestionarse lo que pasa con su hijo.
Por debajo de la emoción hallamos la turbación que se representa en la agitación, descontrol, “estar turbado”, no se
sabe qué hacer, falta la acción y se acerca a la angustia. Aparece como en la turba de gente, es decir, como en el
conjunto de personas que en forma desordenada genera confusión y caos por falta del líder, del guía. En la
reformulación de este cuadro Lacan coloca “ideal del yo”, y otra de las características que va a dar de la turbación, es
que aparece cuando el otro desfallece en su función. Por ejemplo, cuando cae el líder cae se produce la turba. Si lo
llevamos a la clínica psicoanalítica: ¿Quién ocupa ese lugar del Otro que tiene la función de llevar adelante el análisis?:
El analista. Entonces, va a aparecer turbación si el analista desfallece en su función. ¿Por qué pone “ideal del yo” Lacan?
Porque una forma de que desfallezcan sus funciones (las del analista) es poner sus ideales en juego, su yo, y que esto
inmediatamente tenga que ver con una identificación a esos ideales, en el paciente. Como cuando analizábamos la
posición de A. Freud en su forma de posicionarse frente a la niña del demonio. Cuando el analista se queda en la
realidad y no apunta al deseo del paciente. Es ante el desfallecimiento del Otro. (Y con esto, atención a la proximidad
del Acting out y al desfallecimiento del analista que es otro para el paciente).
El síntoma se establece como una formación de compromiso entre el deseo y la defensa. Es una palabra de la
medicina, pero en medicina es entendida como signo, es decir, en relación a una referente (la enfermedad) que le
médico decodifica. En cambio, en psicoanálisis es concebido como un enigma a descifrar, en tanto es indicio y sustituto
descentrado de una satisfacción pulsional. El síntoma complejiza tortuosamente una función (por ej. en la enuresis
puede ser la micción). Para acceder a él se apela a otras formaciones del inconsciente como por ejemplo los lapsus, el
sueño, etc. El síntoma tiene un carácter compulsivo, tiene un sentido y es el resultado de un proceso represivo y anuda
la angustia. Tenemos también en este cuadro dos presentaciones clínicas que se muestran en el hacer y se caracterizan
también por ser mostraciones fuera de la cadena discursiva: el acting out y el pasaje al acto.
El pasaje al acto por debajo del embarazo en tanto el barramiento subjetivo no es soportado y el Otro se ha ido
engrandeciendo en su poderío e idealización y es el que puede y es y entonces que el sujeto queda como resto. Hay una
desintegración subjetiva (distinto del acting que no implica la destitución subjetiva) por eso se toma como parámetro
siempre al suicidio, pero hay muchos pasajes al acto que no son suicidio.
El acting out habíamos visto en las cercanías de la turbación ante el desfallecimiento del Otro. El acting out es una
escena burlesca, hasta burda y es mostrativa, demostrativa. Un acting out en análisis está dedicado al analista…es decir
que siempre viene con dedicatoria…se la dirige al Otro. ¿Y qué es lo que muestra? muestra un deseo y eso entra dentro
del proceso analítico, al tener dedicatoria, estar dirigido al Otro y mostrar un deseo, en análisis el acting está dirigido al
analista se lo dedica para que éste se introduzca en la transferencia y en el deseo. Por eso el acting out es transferencia
sin análisis. Lo que va a mostrar es el objeto causa de deseo, es decir que el acting out es un intento de causar el deseo
en el Otro a quien está dedicado, y lo hace de acuerdo al guion fantasmático…por eso Lacan dice que el acting out es un
intento de subirse a la escena del Otro, tener un lugar en el deseo del Otro; y lo va a contraponer al pasaje al acto, que
es una caída de la escena del Otro como resto.
Que un análisis que discurra sin acting out es sospechoso…es decir que en todo análisis va a haber acting out. El out
es fuera de sí mismo, no fuera de la sesión o del análisis.
Es una forma de recordar sin querer hacerlo. El acting se opone al recordar y es a su vez un modo de hacerlo, es una
forma de recordar en acto. Está al lado de la angustia viene de ella, pero intenta evitarla.
Lacan dispone distintas formas de intervención en el acting, pero el acting no es permeable a formas de intervención
del tipo interpretaciones porque es en acto y no contiene la construcción de la formación de compromiso. El Acto Págin
Analítico es el modo de intervención. El acto analítico es un decir del analista que se dice sin pensar que lleva al sujeto a aPAGE
mutar subjetivamente. El Acto analítico es dable para abordar el acting out y tiene esa connotación de reordenar el \*
MERGE
proceso hacia la palabra. La evaluación es a posteriori sobre si el acto analítico fue adecuado o no.
FORMA
Hay un trabajo en el que Lacan se va a apoyar para hacer toda la descripción del acting out, (en realidad son dos
mujeres que se abocaron a la teoría Winnicotiana las que toma para trabajar este tema) una de ella es Margaret Little
T 2
(el caso Frida) quien escribió un texto que se llama “La respuesta total del analista a las necesidades de su paciente”.
Lacan tomará este caso como crítica que no se trata de una clase de sujeto en donde se da transferencia delirante y
requieren de la respuesta total del analista sino de casos en donde prevalece el acting out. Destaca muchas
intervenciones de Little que no rozan la defensa de su paciente Frida y que la situación se transforma a partir de que el
duelo por la muerte de la amiga de los padres es abordado en el análisis y Little interviene diciendo “que sentía pena
con ella y por ella” refiriendo esto a su posición de estar totalmente dispuesta como analista a su paciente y Lacan
entiende de esto que con ésta introducción del duelo la analista incorporaba la angustia, lo cual implica introducir los
términos de la falta y el corte y soportarlo. Cosas que Frida nunca había podido vivir con los padres en su posición.
Lacan refiere “Sólo podemos estar de duelo por alguien de quien podemos decir. Yo fui era su falta”. Para Lacan la
angustia no es sin objeto, es su condición.
un pie. Es tal vez a causa de esta frase, dice Hans, que adquirió su tontería (tontería es el nombre de su fobia, dada en T 2
común acuerdo por su padre y por Freud).
Freud indica que el termino wegen (a causa de) abrió la vía (Weg) a la extensión de su fobia de los caballos a los
coches: Wägen o, agrega él, como Hans está acostumbrado a escucharlo y hablarlo: Wägen (que se pronuncia como
wegen).
⭢ Hay allí homeomorfismo entre la figura wegen dem Pferd y el caballo que tira el coche (Wägen-Pferd: el tirar está
reducido allí a su función mínima de letra: el trazo del guion).
He aquí lo que dice Lacan en su seminario “La relation d´ objet”:
"El caballo arrastra el coche de la misma manera que ese algo que arrastra tras de sí la palabra wegen.
No hay pues nada de abusivo en percatarnos de que es precisamente en el momento en que Hans está
apresado en algo que no es un porqué -pues más allá del punto donde las reglas del juego son respetadas
no hay allí más que trastorno, la falta de ser, la falta de porqué- que Hans, en este momento, hace de
alguna forma arrastrar su porqué que no responde a nada, por algo que es justamente este Ich ("je") puro
y simple que es el caballo. En otros términos, nos encontramos allí en el punto mismo donde surge la fobia
ante el proceso típico de la metonimia, es decir, el pasaje de peso del sentido (más exactamente de la
interrogación que implica el propósito), de un punto del texto al punto que sigue. Es porque el peso de este
wegen está enteramente velado, transferido a lo que justamente le sigue -dem Pferd- que el término toma
su valor articulatorio, y en este momento asume en él las esperanzas de solución. Toda la hiancia de la
situación de Hans en este momento se cierne alrededor de una transferencia de peso que es gramatical."
Si la neurosis de Hans está bajo los signos de los medios de transporte es porque su solución está en el transporte del
signo. El caballo es ese significante donde Hans podrá plantear sus preguntas, ¿quién lo representará frente a otros
significantes?, ¿quién cristalizará las reglas de juego, arrastrando este yo (je) restableciéndolo?
¿Por quién es traído Hans? ¿Con quién está atado? El caballo le permite plantear y plantearse estos interrogantes.
Cuando Hans tiene miedo de partir con el coche, de no poder saltar suficientemente rápido sobre la rampa de carga, no
es porque teme no volver a encontrar a su madre, por el contrario, tiene miedo de volver siempre a su punto de
partida, a ella, que no es para él un punto de apoyo muy sólido, un plano fijo como la rampa de carga a lo largo de la
cual se disponen los coches.
LOS CIRCUITOS DE HANS
Las representaciones espaciales tienen gran relevancia dentro de la clínica. Podemos decir con Lacan que el espacio
parece formar parte del inconsciente, en el sentido en que este espacio está estructurado por las formaciones del
inconsciente, que es el efecto de una combinatoria de sustitución y de desplazamiento, es porque el lugar de esta
combinatoria es igualmente interrogado. Las formaciones del inconsciente crean, implican, un lugar Otro.
Freud designa a las formaciones del Icc como “la otra escena”. Seguidamente, él inventa las tópicas, la primera:
inconsciente, preconsciente, consciente; y la segunda: yo, superyó, ello. No hay entonces para Freud un sólo lugar de
las formaciones del inconsciente, sino varios.
Estos lugares tienen sus propias leyes, su propia consistencia. Lacan prolongó esta tentativa de Freud partiendo del
hecho objetivo de que estos lugares son lugares-dichos. Es así como Lacan nombra tres dimensiones: lo real, lo
simbólico y lo imaginario. Tres dimensiones que, en pos de su consistencia particular, invitarán a Lacan a una
consistencia de nudo: aquella de la cadena borromea: ninguna de las consistencias se sostiene dos a dos con la otra,
pero las tres se sostienen en conjunto de manera tal que, si se corta alguna, las otras quedan libres. “Esta modalidad del
nudo borromeo no se puede normatizar por nuestro espacio cartesiano, no es reducible a otra cosa, define pues por sí
misma un espacio Otro.” (Porge, p.4)
Es desde el lugar de esta nodalidad borromea que los circuitos de Hans deben ser examinados. Las representaciones
espaciales que trazaremos no son representaciones de esta "otra escena" donde se juegan las formaciones del Págin
inconsciente, sino presentaciones de éste. La nodalidad como tal no es responsable sino presentable. aPAGE
\*
Si bien Lacan trata el caso de Juanito en 1957, es recién en diciembre de 1973 (año en que muere Herbert Graf) que MERGE
Lacan retoma esta cuestión en su seminario. FORMA
"¿Por qué la elección del caballo? El caballo es el representante de tres circuitos. La fobia de Hans es este nudo triple T 2
donde los tres aros se sostienen juntos. Es en esto que él es neurótico: corten uno y los otros dos se sostendrán."
El nudo de la fobia sería pues una cadena llamada olímpica:
UNIDAD 5 – LA SESIÓN CON EL NIÑO
FREUD, S – PERSONAJES PSICOPÁTICOS EN EL TEATRO
Si es la función del drama despertar la piedad y el temor, provocando así una catarsis de las emociones, bien
podemos describir esta misma finalidad expresando que se trata de procurarnos acceso a fuentes de placer y de goce
yacentes en nuestra vida afectiva, tal como el chiste y lo cómico lo hacen en la esfera del intelecto, cuya acción es
precisamente la que nos ha tornado inaccesibles múltiples fuentes de dicha especie.
El principal papel le corresponde a la liberación de los propios afectos del sujeto, y el goce consiguiente ha de
corresponder, por un lado, al alivio que despierta su libre descarga, y por el otro, a la estimulación sexual concomitante
que representa el subproducto ineludible de toda excitación emocional, inspirando en el sujeto ese estimado
sentimiento de exaltación de su nivel psíquico.
La contemplación apreciativa de una representación dramática cumple en el adulto la misma función que el juego
desempeña en el niño, al satisfacer su perpetua esperanza de poder hacer cuanto los adultos hacen. El espectador del
drama es un individuo sediento de experiencia: se siente como ese “Mísero, al que nada importante puede ocurrirle”.
Hace ya mucho tiempo que se encuentra obligado a moderar o a dirigir en otro sentido su ambición. Y aquí que el
autor y actores del drama le posibilitan esto al ofrecerle la oportunidad de identificarse con un protagonista. Pero de
este modo le evitan también cierta experiencia, pues el espectador bien sabe que si asumiera en su propia persona el
papel del protagonista debería incurrir en tales pesares, sufrimientos y espantosos terrores que le malograrían por
completo el placer implícito.
Sabe, además, que sólo tiene una vida que vivir, y que podría perecer en la primera de las múltiples batallas que el
protagonista debe enfrentar. De ahí que su goce dependa de una ilusión, pues presupone la atenuación de su
sufrimiento merced a la certeza de que, en primer término, es otro y no él quien actúa y sufre en la escena; y en
segundo lugar se trata sólo de una ficción que nunca podría llegar a amenazar su seguridad personal.
→ Es en tales circunstancias cuando puede permitirse el lujo de ser un héroe y protagonista cuando puede
abandonarse sin vergüenza a sus impulsos coartados.
Destaca el drama (frente a la poesía o la comedia) por la relación suya con el sufrimiento con la desgracia. Todas las
formas y variedades del sufrimiento pueden constituir temas del drama, que con ellas promete crear placer para el
espectador.
→ De aquí emana la condición primera de este género artístico: no causar sufrimiento alguno al espectador y hallar los
medios de compensar mediante las gratificaciones que posibilita la piedad que ha suscitado.
Dicho sufrimiento no tarda en quedar restringido a la angustia psíquica, pues nadie desea presenciar el sufrimiento
físico, teniendo presente la facilidad con que las sensaciones corporales así despertadas ponen fin a toda posibilidad de
goce psíquico.
→ Cuando el espectador se coloca en el lugar de quien sufre una afección física, nada encuentra en sí mismo que
pueda procurarle un goce o que le permita un trueque psicológico.
El sufrimiento psíquico se reconoce particularmente en relación con las circunstancias de las cuales se ha
desarrollado. De ahí que el drama requiera una acción de la que dicho sufrimiento emana, y de ahí que comience por
presentar esa acción al espectador.
Ahora bien: es fácil definir las condiciones que dicha acción debe reunir. Es preciso que exista en ella un juego de
fuerzas contendientes; la acción habrá de llevar implícito un anhelo de la voluntad y alguna oposición a éste.
Con todo, las posibilidades no se agotan, pues el drama psicológico se convierte en psicopatológico cuando la fuente
de ese sufrimiento, que hemos de compartir y del cual se espera que derivemos nuestro placer, no es ya un conflicto Págin
entre dos motivaciones icc casi por igual, sino entre motivaciones cc y reprimidas. aPAGE
\*
Aquí, la condición previa para que se dé el goce es que también el espectador sea neurótico. En efecto, solo a un MERGE
neurótico podrá depararle placer la liberación y, en cierta medida, también la aceptación cc de la motivación reprimida, FORMA
en vez de despertar su repulsión (como ocurriría en toda persona no neurótica).
T 2
En el neurótico, la represión siempre está a punto de fracasar: es inestable y requiere esfuerzos que podrían ser
evitados mediante el reconocimiento de lo reprimido. Sólo en el neurótico existe una puja de índole tal que pueda
convertirse en asunto dramático.
En términos generales, quizá se podría dejar establecido que la labilidad neurótica del público y el arte del
dramaturgo para aprovechar las resistencias y para suministrar un preplacer son los únicos elementos que fijan límites
a la utilización de personajes anormales en el teatro.
FRIZZERA Y HEUSER – ALGUNAS CONSIDERACIONES ACERCA DEL JUEGO
El artículo explora los comienzos del juego en el niño. Expresa su relación con la ilusión, con el trazado de la fantasía y
los comienzos de la simbolización. Cita las consideraciones de Freud y de Winnicott al respecto.
Muestra la actividad del jugar como forma, sustancia e instrumento con el que el niño se expresa. Destaca su
capacidad de simbolizar lo traumático, de repetir tanto lo placentero como lo displacentero y modificar aquello que
deviene insoportable. Esto es ejemplificado a través del juego de una niña pequeña.
Por último, ubica al juego como un discurso donde puede operar la interpretación psicoanalítica sin precisar un
sentido fijo si no favoreciendo el deslizamiento de significantes.
Cuando la madre acaricia con su mirar al niño, cuando despierta en él su mirada o en los momentos en los que incita
con su rostro la sonrisa del bebé, inicia al niño en el camino del encuentro y contacto con el otro. Ese camino es para
ambos, placentero y lúdico.
Es justamente este carácter lúdico que crea el medio, la forma en el que surgen y se desenvuelven la estructuración y
el crecimiento de un niño en todos sus aspectos.
Jugar es una parte fundamental del discurso infantil. El niño despliega en él diversos sentidos, lo hace a través del
contenido del juego y de la forma que utiliza para expresarlos. Ocupa la mayor parte del tiempo en la vida del niño y es
un instrumento que le permite un variado abanico de posibilidades.
→ Con su creación puede comunicarse, representar, simbolizar, expresarse.
→ El contenido del mismo descorre el velo de su deseo, del momento de crecimiento que transita, de sus miedos y sus
desvelos.
La palabra “jugar” proviene del latín iocare, el iocus era la chanza, la broma, el juego de palabras. “Ludus” indica el
juego de la acción, la actividad, el mismo hecho de jugar. La palabra ludus deriva de otra palabra que es iludo e ilusio
que significa ilusión. Esta responde a un modo de configuración de una cierta realidad empapada de esperanza,
ensoñación. Surge como alternativa posible a la impotencia infantil y comprende un futuro, un deseo y un anhelo. El
juego posee una estructura que es fascinante, atrayente y a la vez atrapadora.
Esto se asocia con la ilusión, pues esa es justamente la característica principal de su estructura. En el jugar hay una
representación que se despliega y ésta va configurándose con elementos creados en el sendero de la fantasía.
EL JUEGO EN SUS COMIENZOS
El camino de la representación comienza con la indefensión del niño: cuando nace, éste necesita
imprescindiblemente del otro. Freud destaca la idea de ese otro que se convierte en auxilio, protección, dándole cuerpo
y sostén, a la vez que lo marca y lo atraviesa con su propio psiquismo.
Ese otro que intenta comprender y asistir al niño le permite con su hacer adentrarlo en la indispensable experiencia
de la satisfacción y en el imprescindible acontecer del displacer. La vivencia de satisfacción constituye un hecho
temprano fundamental dentro de la trama psíquica que se va conformando. Esta misma posibilitará el poder soportar
una pérdida posterior, siempre que el ámbito en el que se dé, esté sostenido por el amor.
El modo en que el otro pueda querer y sostener al niño moldeará la forma en que éste podrá soportar o no la espera
de satisfacción o una momentánea separación.
Placer-displacer establecen el ritmo del pulsar vital.
El espacio que se genera entre uno y otro dará lugar a esa ilusión rudimentaria que es la primera alucinación. Punto Págin
cero de la representación. El suceder que se estable entre la espera dolorosa y la satisfacción posterior brinda, por un aPAGE
\*
lado, un alivio del displacer al mismo tiempo que establece las bases de la forma del objeto a investir. Da lugar a enlaces
MERGE
del entramado psíquico. FORMA
Cada movimiento de la madre sobrepasa, va más allá de sus necesidades vitales, lo excede. La madre, los padres, T 2
reciben al niño y lo introducen en un mundo pleno de significantes donde prácticamente todo lo excede. El niño queda
introducido al mundo significante que llega, en gran parte, a través del juego.
Cada respuesta del pequeño en un comienzo (sonrisa, 1° vocalización, etc.) es considerada como un intercambio
lúdico. Son motivo de regocijo y festejos.
El niño queda introducido en un mundo pleno de símbolos, universo del lenguaje a través del afecto y del juego. Este
es el medio fundamental en el que el niño se desplaza.
El ritmo que lo en vuelve se compone de momentos de satisfacción, displacer, alucinación, dolor, demanda,
nuevamente satisfacción. Un suceder que, con la intervención materna adecuada, permite que lo que comenzó en el
niño como una fuerza de la necesidad se convierta en pulsión, dé lugar al deseo.
→ Se trata del motor fundamental de toda fantasía. Este período se encuentra dominado por la presencia-ausencia
materna.
→ El juego con la madre, su actitud deseante, el hecho de brindarse al niño placenteramente, su forzoso alejamiento,
la distancia y el reencuentro van delineando el sendero que se abre a la simbolización.
A través del juego se puede simbolizar la ausencia materna. El niño sólo llegará a ese punto si la madre ha tenido una
presencia eficaz, es decir, si además de la presencia se produce una separación. Una presencia constante, absoluta,
colocaría al niño permanentemente en lugar de objeto respecto del otro.
→ Juego constituye un medio e instrumento para procesar, tramitar, encontrar un paliativo a la angustia de la
separación.
La actitud lúdica del adulto frente al niño, su posibilidad de transformar esta situación, traumática en sí misma, en un
juego permite que el niño adhiera de igual forma a tal posición. Desde el primer juego del “¿Dónde está? Aquí está” el
niño, guiado por sus padres, manipula de alguna manera su angustia y la transforma.
→ Esto se corona con el gozoso encuentro con el rostro familiar y amado.
Entonces, el juego de presencia-ausencia lleva impreso en sí el terror más intenso que pueda experimentar: el
desvalimiento, el desamparo. El caudal placentero del juego, la posibilidad de que el otro le dé un valor lúdico y lo
disfrute, la capacidad de simbolización y el espacio que allí se abre de recuperación de imágenes y recuerdos, permiten
realizar una transformación y hacer de ello el material de su juego predilecto.
→ En la búsqueda de ser deseado y sostenido por los padres se comienza a ansiar, alucinar, a querer recuperar, a
desear.
Freud: Fort-Da. Relación con el alejamiento materno y la recuperación por vía simbólica. Por intermedio de esa
momentánea pérdida del objeto, el niño asume la posición de sujeto. Comenzará a producir un mundo de fantasías
tendiente a paliar la ausencia, la frustración que se produce en diferentes momentos de la infancia. Freud considera la
fantasía como la alternativa que tiene el niño durante el doloroso pasaje del principio de placer al principio de realidad
La ilusión es imprescindible en los momentos de estructuración subjetiva del niño. Funciona como un reaseguro
narcisista y para resguardarse de situaciones que para el niño son insoportables.
LO QUE WINNICOTT NOS ENSEÑA
Junto a estos espacios de la realidad psíquica y externa menciona un tercer lugar llamado “espacio potencial”. Esta
parte sería para Winnicott “la condición de verdad del sujeto”. Abrió un camino al diferenciar el espacio de la ilusión.
Nos muestra cómo además de la división subjetivo-objetivo existe otro espacio, tercero/intermedio, pleno de
potencialidades, entre el niño y su madre; que será de vital importancia para la estructuración psíquica del bebé.
→ Es un espacio de ilusión y creatividad. Para Winnicott, la marca que imprime la madre (madre como entorno del
niño) será proteger al yo incipiente del niño de las angustias primitivas, ofreciéndole un espacio de protección en
el que exista lugar para crear una ilusión.
→ La constante repetición de esta experiencia dará lugar a que el niño pueda crear y jugar por sí mismo.
Págin
Señala que, si la adaptación de la madre a las necesidades del niño es suficientemente buena, le brindará la ilusión de aPAGE
una correspondencia entre la realidad exterior y la capacidad creadora del niño. A instancias de la madre se crea un \*
MERGE
espacio dentro-fuera, espacio de ilusión y juego, que dará lugar a un esbozo de simbolización.
FORMA
DE NIÑOS Y POETAS
“El niño que juega se comporta como un poeta” (Freud, 1908).
T 2
Por medio del juego encuentra cause a du deseo, toman cuerpo sus impulsos y sus demandas. Esto va dando lugar a
la organización subjetiva.
Freud sostiene que el pequeño crea mediante el juego un mundo suyo, o más exactamente, reordena las cosas de ese
mundo en relación con su idea. El juego permite transportarnos, aunque sólo sea por un momento, de la realidad hacia
el terreno de la ilusión.
En este hacer, siempre se juega una dimensión de futuro. En todo intento de transformación, se deja atrás una
determinada forma para adquirir otra proyectada en una dimensión temporal a advenir. Todo esto en un campo
ilusorio.
→ El juego se teje, fundamentalmente, en la dimensión de futuro. El niño echa a rodar un “como si” que se pone en
circulación. El “como si” tiene una consistencia particular, implica al niño que es y al que se le suma el del juego y
de la transformación. El movimiento permite un despliegue que lo exime por un momento de las reglas.
Ese “como si” no es el de la representación, sino el de la ilusión. Es el “como si” del deseo, que de esta manera puede
tomar forma.
Mediante el juego, el niño puede ejercer su capacidad de ser otro, de obrar una transformación, una transitoria
mutación. Por un rato, con aceptación del mundo, él puede ser otro. No como un engaño, sino a sabiendas de los que
juegan y los que miran. Es un montaje de escena lúdica, placentero para sí y para los ojos del otro.
De este modo, el niño puede recorrer el terreno del Otro, la alteridad, disponiendo la materia de la identificación.
LO REPETITIVO DEL JUEGO. LO PLACENTERO Y LO DISPLACENTERO
El niño al jugar repite una situación placentera. Este hecho no presenta ningún elemento particularmente llamativo, si
no fuera por la insistencia repetitiva que muestran en sus juegos. La repetición cobra tal valor, que la sola intención de
variar algún elemento de un juego o de un cuento lleva al niño al enojo.
Frecuentemente es él mismo quien señala la diferencia, como si fuese un error y trata de subsanarlo. Se percibe en
esto la ilusión de carácter narcisista, ilusión de lograr una permanencia, una igualdad en el tiempo que sostienen los
padres otorgándole al niño un marco de seguridad para crecer y desplegar sus juegos.
→ Son los mismos padres que otorgan seguridad, continuidad, esa necesaria repetición, una suerte de habilitación
fantasmática que da lugar a la tranquilidad necesaria para jugar, manipular la ausencia y poder crear el símbolo.
El niño imagina la presencia parental sin interrupciones, constante. Esta ilusión brinda un reaseguro para su
posibilidad de subjetivación. Por intermedio del juego resguarda, cuida esta ilusión de igualdad y continuidad.
Así se pone de manifiesto la intención del reencuentro, la no resignación a la pérdida. Allí nace su insistencia.
Pero, aunque la pulsión persista e insista, inevitablemente se abre una brecha entre una y otra vez que trae una
diferencia, poniendo al descubierto lo imposible de tal pretensión.
El juego también repite lo displacentero (Freud, 1920). En tales casos repite para ligar, trata de dominar lo traumático
y lo hace insistiendo o pasando a la actividad lo que sufrió pasivamente. La compulsión a la repetición en el juego repite
la escritura del fracaso aun cuando el intento sea de anular el displacer. También existe un profundo displacer en la
pérdida, en la ausencia, pero la posibilidad de la simbolización le otorga el placer de organizar, montar y disfrutar el
placer de la representación.
(CASO MARÍA – Pág. 8 PDF/ 129 texto)
EL TEATRO COMO HEREDERO DEL JUEGO
El relato puede ser utilizado para abrir algunas líneas interpretativas. El tema de la relación del juego con las
envolturas, con la función de los vestidos, los disfraces y las máscaras (del caso), sirven para cubrirse, vara velar la
desnudez. Son productos de curiosidad y de la posibilidad de cambiar de papeles. Serán instrumentos de juego.
En relación con el teatro: las máscaras. Una de las cosas que más puede interesarnos de éstas es su genealogía, por
un lado, el linaje, su vinculación con las figuras totémicas, por otro, su relación con la mirada, con el Otro que las mira.
Una mirada que en relación con las máscaras no ve todo, guarda un escotoma respecto de lo que está detrás de ella.
Es conocido que una máscara se puede sacar, separar de aquél que la porta.
Págin
→ Generalmente el terror, que muchas veces vemos aparecer en los niños cuando quedan frente a alguna de ellas, es
aPAGE
\*
que creen que lo que ellas representan es. Es decir, justamente, no han instalado la noción de representación, son MERGE
pura presentación, presencia. FORMA
Este fenómeno conocido por cualquier padre y educador tiene su correlato en las dificultades de algunos chicos para T 2
representar. Es decir, cuando ellos son portadores de una máscara que les ha sido asignada y no se la pueden sacar de
encima. Como si la máscara estuviese tallada en su cara, el chico no podrá jugar a cambiarla, a ser otro. Quedará preso
de un SER ASÍ.
→ Cuando la máscara coincide con la piel, no hay lugar para el actor (el sujeto) porque el actor es aquél que presenta
un papel y este papel es permutable.
Los efectos de juego, máscara y de teatro se hacen posible por la denegación. Es preciso que la cosa no sea verdad,
que sepamos que no es verdad, para que las imágenes del icc gocen de total libertad. En ese momento, el teatro
desempeña un rol propiamente simbólico. Se trata de la negación, que hace posible el retorno de lo reprimido, bajo su
forma negada. El teatro recibe la posta del juego y le cabe la misma función. La etimología de “personaje” significa
máscara teatral. En el teatro hay un guion que dirige al actor, del mismo modo, el fantasma se muestra en las actitudes
del sujeto.
RELACIÓN DE LAS MÁSCARAS CON LA IDENTIFICACIÓN
El juego le da la posibilidad al niño de articular la imagen corporal con una serie de predicados, es decir, articular la
imagen corporal con aquello que posibilita que haya imagen corporal.
→ Relación que tenemos con la lengua, la relación que tenemos con el OTRO.
→ Los lazos entre la máscara y la identificación, en tanto se desenvuelven en la problemática de todo lo imaginario.
Las identificaciones lúdicas son un medio de salida de otros tipos de identificaciones dementes, más molestas. Las
identificaciones lúdicas son cc y son una forma de escapar a las identificaciones icc.
Hay un elemento que se torna constituyente del sujeto, representándolo. Y este representante de la representación
luego sufrirá todas las metabolizaciones de cualquier representante de la representación: condensarse, desplazarse,
seguir la elaboración secundaria. Sin duda ese significante llevará la marca de una originalidad, entramará la historia de
sus antepasados con la incipiente historia de su sexualidad infantil. El juego es un dicho significante.
CONCLUSIÓN
Para que el accionar de un chico con cualquier objeto se convierta en juego, hace falta algo más. El juego, como el
chiste, ha de ser reconocido por el Otro. De otro modo el accionar del niño no llega a estatuto de juego.
Este espacio no registrado como juego deja al niño con una máscara pegada a la piel, o lo deja sin máscara, sin
pantalla, en relación con una mirada que porta un saber absoluto. De allí la importancia que el analista, en tanto Otro,
sancione el juego como tal.
imagen de palabra, cosa nada fácil, por cierto: los personajes no hablan por hablar. T 2
En su estudio de los sueños, nos advierte Freud que las palabras que, en ellos, aparecen como palabras, no son
imágenes de palabras sino la repetición textual de palabras realmente pronunciadas. Cuando lo leemos, daría la
sensación de que llego a tal resultado, mediante medios empíricos o estadísticos, aunque no parece ser muy probable:
es consecuencia de los conceptos teóricos relativos al rol del preconsciente.
“El papel dirige al actor un poco del mismo modo que el fantasma trasunta en las actitudes” (Mannoni, p.33)
Algo dijo la autora del teatro de marionetas, espectáculos destinados a una edad, o a un nivel de la personalidad,
donde el superyó no es instancia separada. El niño espectador aprende a librarse, a distanciarse de las figuras más o
menos persecutorias de su fantasía.
Otro espectáculo, el circo difiere del teatro porque la muerte siempre está presente en él. Al no correr riesgo de
muerte, los payasos, por su parte están allí para subrayar la gravedad del riesgo que se corre y, a la vez, hacer que se lo
olvide. En el circo, no hay estrellas, o se es gladiador o se es bicho raro.
En ese caso, la película es lo contrario del circo. El papel esta tan desprendido de la actriz a la manera de una película
desprendible, que no le queda otro remedio al espectador que buscar a la actriz más allá, en su cualidad de estrella,
pero no como estrella del espectáculo sino estrella en su vida de estrella. El efecto del rol no es lo mismo, difiere del
teatro y ello se ve porque, al espectador, si se identifica con el personaje, le tienta desempeñar el papel “de veras”, en
la vida real. Pareciera que, al estar ausente el actor en su realidad, tal ausencia tiene por efecto brindar a las imágenes
del yo la libertad de una mayor emancipación.
En un numero de strip – tease no hay ni rol ni identificación. La desnudez femenina se presenta entera, salvo por algo
que no se da nunca, que no puede ser dado, y de puro negarlo, tal vez permite pensar que podría serlo. La naturaleza
de ese algo que siempre falta lo convierte, por así decirlo, en lo opuesto del plichinela turco.
En las distintas épocas, los efectos de teatro pudieron apuntar, merced al espíritu de cada época, a distintas metas:
hacia los grandes mitos, hacia las religiones hacia el ideal del yo. Hoy vemos esbozarse formas nuevas, obras donde el
espectador queda burlado, donde espera y donde lo envían de vuelta a su vida que le parecía tan nimia, a su
aburrimiento. Mas bajo la forma que es todavía la más difundida, la autoría diría que lo ve como alegue: han quedado
relegadas las solicitudes de los ¿? (p.35) y las exigencias del superyó. Con el ideal yo, ya no la que da, al espectador,
para negociar sino su apariencia, el aspecto que luce en la sala de qué modo va vestido, que rango social ocupa, las
personas, más o menos brillantes, con las cuales se muestra. Una vez terminados esos preparativos, sucede que, en
lugar de sacarse uno de los anteojos, lo que se aparta es el ellos, el superyó y el ideal; el espectador inmóvil en su
butaca, queda por así decirlo estrictamente reducido a los únicos intereses del yo, es decir, en principio muy
exactamente, a merced del hastío. Hastío en estado puro, el hastío que se experimenta ante el telón de boca antes de
que se levante. Los espectadores jóvenes no lo pueden soportar.
No bien sube el telón, son las potencias imaginarias del yo las que quedan a la vez liberadas y organizadas por el
espectáculo. Es difícil decirlo pues; por metáfora, el vocablo escena se ha convertido en el término con el cual se
designa el lugar psíquico donde se pavonean las imágenes. Con lo cual bien podría decirse que la escena, o escenario
teatral deviene extensión del yo con todas las posibilidades que ello implica.
Seria quizá preciso agregar que, dentro de esta perspectiva clara y agradable, que es la del teatro tal como se muestra
ante nosotros, percibimos más oscuramente la presión del inconsciente bajo la forma de cierta peculiar inquietud, en la
fuente de nuestro interés, y también ese sentimiento de extraña novedad, que forma parte del efecto teatral que,
como se sabe, acompañan el retorno de lo reprimido. Mas todo esto está dosificado y se desata de a poco.
A esas dosis, calculadas y que vuelven el alma al cuerpo, con todas estas precauciones, tanto la suspensión
temporaria de las represiones es causa de placer, por razones económicas. Después de la función, en cierta manera,
despertamos.
El placer, explicado de este modo, por obra de condiciones económicas, guarda mucha relación con lo que se llama
placer funcional, término que asigna Freud a los placeres no tendenciosos. ¿La economía? Es la de los esfuerzos de
inhibición.
Quizá, podríamos arriesgarnos a suponer que el placer del teatro reconoce otras fuentes también. Si nos libera de
cierta forma fascinante de identificación, podría decirse que la teatralización de la identificación, la reestructura y, tal
vez, allí se oculte el desencadenante de una catarsis. Págin
Así las cosas, y a pesar de todo, el placer no sería enteramente de índole funcional; no se trataría tan solo de saborear aPAGE
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el placer de sentir como las distintas partes del yo, se mueven desinhibidas. Ese fácil movimiento llevaría, además, hacia
MERGE
un arreglo estructural satisfactorio por sí mismo, y, quizá, convendría encarar la posibilidad de que esa fuese otra FORMA
fuente de placer para el espectador.
T 2
MANNONI, OCTAVE - LA DESIDENTIFICACIÓN
La identificación propiamente dicha es puramente psíquica, es, en cierta medida, tomarse uno por alguien más,
inconscientemente. El autor afirma que es preciso ser uno mismo primero para identificarse con otro. Dado que la
identificación es inconsciente, es imposible volverla consciente, a no ser que uno de desidentifique.
Algo que cabe resaltar es que, a partir de este juego de identificación-desidentificación, tiene lugar la constitución y
desarrollo de la personalidad. Al ser inconsciente la identificación, es claro que la toma de consciencia desidentifica.
Las identificaciones pueden ser totales o por rasgos únicos. Freud habla del yo como si fuera una cebolla, con
numerosas capas sucesivas de identificaciones. Tales capas pertenecen al yo (moi) porque el yo las ha asimilado al
constituirse por desidentificaciones sucesivas.
Para Freud y sucesores, el proceso de formación de la personalidad es análogo a la asimilación que comanda el
crecimiento corporal, asimilando lo que podemos incorporar. De esta manera se forma el carácter, el yo y el superyó.
El autor afirma que la facilidad para identificarse podría ser señal de debilidad, mientras que la aptitud por
desidentificarse se encuentra en el origen de la fuerza del carácter.
Los procesos identificatorios que surgen en la adolescencia son mayormente definitorios para la conformación de la
personalidad. Se dan justamente por problemas de identificación en el nivel del yo (moi), pero el ideal del yo también
aporta lo suyo.
→ Los chicos con Síndrome de Down comienzan la escolaridad uno o dos años más tarde que la población de T 2
referencia. O sea: inician primer grado con 7 y 8 años cumplidos. Estadísticamente, es así.
→ Los niños con Síndrome de Down pueden ser inteligentes, pero se trata de una “inteligencia Down”. La afirmación
“es inteligente”, aplicada a un chico con Síndrome de Down, da por sobrentendido que no se trata de un “niño
inteligente”, sino “un niño Down inteligente”. Y, por lo tanto, no hay lugar para la pregunta de “¿Si es inteligente,
por qué no aprende?”, ya que la respuesta es obvia: no aprende porque tiene Síndrome de Down.
→ Los chicos con Síndrome de Down tienen, necesariamente, problemas en el aprendizaje (cuando no, “trastornos del
aprendizaje”) y, es “natural” que necesiten tratamiento psicopedagógico.
Podríamos realizar este mismo recorrido ubicando lo que dice el “pensamiento sindrómico” respecto de los niños con
cualquier otro síndrome genético o con parálisis cerebral o con disminución auditiva.
Las etiquetas que no vemos
La autora propone partir de una primera reflexión que tome como eje el interrogante: ¿Niños o Síndromes?, con la
intención de hacer visible el hecho de que cuestionar el etiquetamiento y la patologización de los niños con problemas
en el desarrollo no es una tarea usual.
1. Es mucho más frecuente la oposición a etiquetas del tipo ADD o TGD que a etiquetas del tipo “niño Down”, o “niño
epiléptico”; es más frecuente y extendida la argumentación en oposición a etiquetas tipo “Disléxico” o
“Hiperkinético”, que a etiquetas como “xfrágil”, “sordo” o “paralítico cerebral”.
¿Será quizás que estos nombres (Down, epiléptico, xfrágil, sordo, PC) ni siquiera llegan a ser considerados etiquetas?
Cuestionar el etiquetamiento y la patologización de los niños con problemas en el desarrollo no es una tarea sencilla
porque, en tanto la medicina y la tecnología han encontrado el modo de demostrar la presencia de cromosomas de más
o de menos, de ver y mostrar el funcionamiento de las descargas bioeléctricas o de medir los decibeles de audición,
entonces, el real biológico torna invisible la acción de etiquetamiento, permitiendo que el “pensamiento sindrómico” se
mueva sin obstáculos mostrando la documentación que supuestamente lo autoriza a desentenderse de toda pregunta.
Por ejemplo, de la pregunta acerca de ¿qué le pasa a Catalina? ¿Por qué una nena inteligente no aprende? ¿Por qué
una nena inteligente debería repetir preescolar?
La afirmación que dice que Cata no aprende porque tiene Síndrome de Down corresponde al “pensamiento
sindrómico”. Llama pensamiento sindrómico a aquel a partir del cual se produce esa operación de nombrar al otro de
manera de dejarlo captado en una imagen y una práctica social. A ese pensamiento que emerge del modelo relacional
en el que cada fenómeno tiene su causa (o su multiplicidad de causas) que lo explican.
Preguntarnos por qué Catalina, que tiene Síndrome de Down, no aprende el sistema de numeración es una manera
de cuestionar los etiquetamientos, es desafiar el cálculo, es pensar en términos de niños en lugar de hacerlo en
términos de síndromes, es dar lugar a esa medida imposible de lo incalculable, de lo imprevisible. Y para poder hacer
semejante cosa debemos comenzar por abandonar el pensamiento relacional para pensar en términos de complejidad.
Pensar en términos de complejidad
No es sencillo y tiene sus consecuencias. Se trata de una reorganización de todo el pensamiento que produce efectos
en la mirada, y, por lo tanto, en aquello que es mirado. Pensar en términos de Complejidad implica, entre muchas otras
cosas:
Primero: abandonar ese modelo de pensamiento en el que lo fenoménico se nos presenta a la manera de un dato
que puede ser clasificado y ordenado por su correspondencia con una causa: “no aprende matemática a causa de la
deficiencia cognitiva característica de los niños con Síndrome de Down”
Se trata de un pensamiento en el que la naturaleza biológica del déficit torna invisibles los procesos subjetivos y
socio-culturales que han intervenido en la vida de esos niños, de donde se confiere (por la aplicación del modelo de
causalidad lineal) al Síndrome de Down toda la responsabilidad por las dificultades que se encuentran en su desarrollo y
en su educación.
Segundo: pensar en términos de dimensiones: concebir nuestro recorte de la realidad, (aquel que será el destinatario
de la intervención clínica), a la manera de una unidad heterogénea, como un sistema compuesto por elementos que no
pueden pensarse independientemente unos de otros, que no pueden estudiarse en forma aislada. Pensar en términos
Págin
de Complejidad nos previene de considerar de modo independiente cada uno de los aspectos particulares de un aPAGE
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fenómeno. Esto es, ninguna de las dimensiones pensada de manera aislada puede ser ubicada en el lugar de causa. La MERGE
causa, en todo caso, se encuentra en el funcionamiento del sistema en su totalidad. FORMA
Y ahora entonces, el Síndrome de Down, ¿no alude acaso a un único aspecto -y por lo tanto parcial y aislado- del niño T 2
por el que nos consultan? Esos nombres, ¿no refieren exclusivamente al orden de la estructura biológica? Claro que
Catalina tiene Síndrome de Down, pero cuando ese nombre la explica, deviene etiqueta… Deviene etiqueta porque
tanto y tan bien la explica, tan profunda y acabadamente, que Catalina termina perdiéndose (nos) en un nombre que
sin ser el suyo la define desde el otro y para el otro, que en ese acto se arroga el saber/poder de una respuesta en el
lugar donde debería abrirse una pregunta.
Hay que saber escuchar, hay que saber mirar. Los prejuicios nos ensordecen la mirada y nos nublan la escucha.
La interdisciplina: un modelo para pensar la clínica
¿Cuál es el desafío de la Clínica Interdisciplinaria? El desafío que se nos plantea a los profesionales: consiste en hacer
posible que la Clínica Interdisciplinaria se constituya de manera efectiva y real (no declarativa y formal) en instrumento
necesario (no contingente) para escuchar al niño, escuchar a los padres, escuchar a las escuelas; renunciado a la
demanda de respuestas rápidas, eficaces, simples, eficientes, prolijas, ordenadas, clasificables.
Es un proceso. El trabajo interdisciplinario no deviene automáticamente de una declaración bienintencionada. La
interdisciplina es un proceso, está siempre en construcción. Los equipos interdisciplinarios no lo son de una vez y para
siempre.
La hipótesis que enuncia es: cualquier realidad concebida como compleja, exige de una Clínica Interdisciplinaria. La
Interdisciplina reclama el estudio de problemas concebidos como Sistemas Complejos. La relación entre: a) la
posibilidad de renunciar a pensar en términos de síndromes / etiquetas; b) el pasaje al pensamiento de la Complejidad
y c) la Clínica Interdisciplinaria, reviste carácter de necesidad.
Las consecuencias del modelo de pensamiento que sostiene a una intervención clínica las recibe el niño, las reciben
los padres, las reciben las escuelas.
¿Qué pasa con Catalina? – caso página 3.
Conclusión
La autora toma para esta presentación el eje de los síndromes / etiquetas que tienen un origen indiscutiblemente
biológico para alertar(nos) de no caer en la trampa de cuestionar el “pensamiento sindrómico” con el argumento de
que no existen datos ni estudios de laboratorio que corroboren la existencia de alguna causa biológica para el ADD, el
TOC, la Bipolaridad o el TGD, ya que podría suceder que tal causa biológica algún día se hiciera efectiva y concreta.
Pero, aun cuando se encontrase, por ejemplo, el gen de la dislexia, ello no bastaría para dar cuenta del singular modo
en que la subjetividad se haya implicada en el proceso de aprendizaje de la escritura. Ni nos autorizaría a explicar los
modos de producción de la lengua escrita como la consecuencia directa de la condición genética.
Sólo cuando reemplacemos el modelo interactivo (genoma / fenotipo) por el modelo de la complejidad, que ubica al
genotipo y a la experiencia (la historia, el acontecimiento) como dimensiones heterogéneas de un mismo nivel lógico,
es que estaremos en condiciones de salvar al niño de un destino prefabricado por ese nombre / síndrome que lo
nombra y al nombrarlo, lo constituye en el encierro.
Pensar la clínica a partir del modelo de la complejidad, exige de una Práctica Interdisciplinaria. Es por la práctica de
una Clínica Interdisciplinaria que los niños pueden dejar de ser meros “objetos de reconocimiento”, en tanto esa
práctica nos ubica, a los profesionales, en el lugar de un (des)encuentro que, abriendo un vacío en el saber disciplinario,
nos conmueve y nos fuerza a pensar.
aprendiente, partiendo de situar al aprendiente como alguien que "mira-conoce" y al enseñante- ·como alguien que T 2
"muestra-guarda" el conocimiento.
Enseñante y aprendiente en relación con un tercero: el conocimiento.
B) ABURRIMIENTO. Las palabras de Ricardo Rodulfo en su magnífico artículo publicado en Actualidad Psicológica
(septiembre de 1992), pueden encuadrar las ideas que quiero puntuar sobre el aburrimiento. Aquí sólo recortaré unos
párrafos.
El niño se aburre allí donde no se reconoce, donde no puede ver nada propio, nada de él, nada que le concierne, lo
cual supone un investimento negativo y no sólo una negación [...] el niño no se puede reconocer, no se encuentra, en
nada de lo que le enseñan [...] donde los demás chicos fácilmente se espejan, él no ve a nadie.
Ya en 1980, en un artículo publicado sobre "grupos de tratamiento psicopedagógico", señalaba al aburrimiento como
una de las características que más impactaban en el niño y el adolescente con problemas de aprendizaje.
Me preguntaba qué significaba ese aburrimiento y cómo resonaba en sus terapeutas, reproduciendo
transferencialmente un aburrimiento similar.
"¿Por qué venís a verme?", pregunta el psicopedagogo, y el niño contesta "No sé", sin poder decir "Vengo porque no
sé", lo cual ya organizaría un drama; además de indicar una demanda, mostraría a un sujeto original, que tiene una
historia y que abre como todo drama un espacio de pregunta, desde ¿qué es lo que no sabes?, hasta ¿cómo no sabes?
En cambio, el primer "no sé" cierra. Allí queda el psicopedagogo, sin poder construir ninguna pregunta y aparece la
necesidad de llenar el vacío con algunos pedidos de: "Por qué no haces... " y el niño responde haciendo cosas, dibujos,
"jugando a juegos", y rápidamente en el consultorio se reproduce la escena escolar, donde los maestros con atractivas
técnicas intentan "motivar" al alumno. Ahora el psicopedagogo inventa y provee juegos didácticos para un niño (y un
psicopedagogo) cada vez más aburrido, para no usar sus autorías, no autorizarse a ser autores de sus pensamientos.
Muy pocas veces el niño dice: "Estoy aburrido", si hay algo nombrado es "¡qué aburrido!". Como si lo aburrido fuese
un objeto de afuera que está allí y que no tiene relación con él. Pocas veces el niño dice "me aburro".
El aburrimiento no se nombra; se instala y acalla los pensamientos.
Voy a recurrir a la etimología de "aburrir". Significa horrorizar, molestar, incomodar, fastidiar, cansar.
Aquí, cuando el verbo está en infinitivo, queda más claro el sentido: donde hay un otro que agrede, que horroriza,
que molesta, que incomoda, que fastidia, o que me aborrece, que me abandona, que me odia.
Pero, ¿qué sucede cuando esta expresión vuelve sobre el sujeto y ya no es aburrir, sino "aburrirse"?; ¿podría
horrorizarse, fastidiarse, odiarse?
Jugando con nuestro idioma, se me abre otro sentido (que puede interactuar con los restantes): encuentro dentro del
aburrirse al "burro", el hacerse el burro. "¿Te haces el burro?", le dije una vez a un púber, ante su "¡Qué aburrido!".
Abrimos desde allí un espacio de pregunta que permitió comenzar a deconstruir la evitación a pensar que caracterizaba
su modalidad de aprendizaje.
Cito ahora un párrafo de mi libro La sexualidad atrapada de la señorita maestra: Aburrimiento tiene que ver con
apatía, indiferencia, pero es peor que ellas. La indiferencia implica bajar la cortina, cerrarse ante algo que no interesa,
pero el aburrimiento es el cerrarse para nuestra propia máquina deseante. Es ignorar la posibilidad de "estar a solas" y
de comenzar a imaginar y a pensar desde allí. Aburrirse es "hacerse burro". Aborrecer, despreciarse, cansarse de sí
mismo. Apagar la máquina desean-te-pensante.
La imaginación es subversiva, ¿podría aburrirse quien tiene encendida la imaginación y cuida que ningún viento la
apague?
Establezco una relación entre el lugar de la queja – lamento en el enseñante y el lugar del aburrimiento en el
aprendiente...
¿Cuál es el efecto sobre la autoría de pensamiento en ese sujeto como pensante? El aburrimiento: ocupa el lugar del
deseo de conocer. La queja: ocupa el lugar de un pensamiento.
¿Cómo desactivar esa queja – lamento y ese aburrimiento? Hay dos caminos:
1. Abrir la capacidad de pregunta.
2. Abrir un espacio para el permiso y el despliegue de la agresividad (componente de toda pulsión, y principalmente de Págin
la pulsión del saber). aPAGE
\*
1. La pregunta abre el conocimiento a quien pregunta y a quien responde. Conecta a quien pregunta y a quien
MERGE
responde con lo que cada uno conoce y con el deseo de conocer de ambos. FORMA
Desde mi experiencia como psicopedagoga sostengo que para dar lugar al llamado juicio crítico hay que abrir el
espacio de la pregunta. Hasta en las ciencias llamadas duras ya se está saliendo del engaño de la certeza y valorando el
T 2
lugar de la pregunta en la construcción del conocimiento, ¡cuánto más debemos valorar ese espacio desde el ángulo del
aprendizaje!
¿Cómo se abre el espacio desde donde surgen las preguntas? Digo que ese trabajo sólo puede hacerse
simultáneamente con otro, que consiste en aprender y valorar el delicioso y peligroso gusto de la duda, corriendo el
riesgo de salir de la certeza y sabiéndonos poseedores de la máquina deseante-pensante que también nos permite
seleccionar y elegir.
Aquí estoy hablando del enseñante y del terapeuta.
Los maestros, al intentar que sus alumnos no se aburran, buscan motivar, entretenerlos con algún elemento técnico y
omiten la pregunta de cómo hacer para no aburrirse cuando enseña él mismo (el maestro).
El montaje de esos espectáculos, artimañas, nada tiene que ver con la enseñanza, que supone poder despertar la
capacidad de asombro, herrumbrada por el aburrimiento e interdicta por la queja. Cuando el niño termina esta tarea
montada para que no se aburra, volverá a una sensación de vacío y a quejarse de que se aburre y a aburrirse de
quejarse.
Podemos preguntarnos en qué medida esta escena escolar no se reproduce en el consultorio entre paciente y
terapeuta.
Los terapeutas no intentamos motivar, ni montar espectáculos para desaburrir a los pacientes, pero... ¿nos
permitimos el asombro?, ¿la pregunta que rompa las certezas teóricas establecidas?
Ya que el aburrimiento surge de la falsa certeza de poseer el conocimiento. Actualmente estamos viviendo un
momento de "emburrecimiento" "aburrircimiento" "aburrecimiento" "aburrimiento" de la población, a través de la
acción de los medios de comunicación y los sectores de poder.
El exceso, la fragmentación, la exhibición de la información, tapa, evita, anula, la posibilidad de conocer. Ocupan el
lugar de la transmisión de conocimientos las informaciones "oraculísticas". Entonces leo en el diario enunciados
dirigidos de forma tal que bloquean el acceso a los acontecimientos.
Desde la TV, como en un zapping controlado por otro, me invadieron imágenes de ese tema. ¿Puedo asombrarme?,
¿puedo preguntarme?, ¿puedo desear conocer?, ¿puedo atreverme a preguntarle a otro, que me explique lo que está
pasando... o me invade la vergüenza?, ¿cómo no sé de esto que se ha mostrado tanto? O la culpa por no saber, o la
descalificación de mi ser pensante. Entonces olvido, me invade el desinterés, evito pensar:
Me aburro.
Me aborrezco, me odio.
La violencia recibida se vuelve contra mí mismo. El aburrimiento tiene el efecto de una autoagresión,
principalmente a la autoría de pensamiento.
Aquí nos conectamos con el segundo camino para desactivar el aburrimiento y la queja:
Permiso para cada pulsión, y despliegue de la agresividad inherente a ella.
Es necesario diferenciar agresividad de agresión.
Siguiendo a Freud, que nos enseña que forma parte de toda pulsión (ya sea de vida o de muerte), considero a la
agresividad un posibilitador del aprendizaje y un indicador de salud. Cuando no encuentra un terreno para
desarrollarse, la agresividad puede transformarse en agresión o en hostilidad, ambos indicadores de riesgo en el
aprendizaje y, a veces, señales de patologías.
La agresividad necesita un material que le oponga resistencia pero que se presente ante ella tal como se presenta la
dura piedra al escultor, desafiando su capacidad creativa, para poder representar, con ese frío, rígido e informe
material, la angustia del dolor en un rostro de suave y fina piel. Como dice Sara Pain, La Piedad no tendría ningún
sentido si, para representar las lágrimas y la piel, se hubiese usado un material cálido y tenue en lugar de mármol.
El conocimiento, al encontrarse "guardado" o hasta oculto, también opone un desafío al sujeto aprendiente y le exige
usar su agresividad para "tomarlo" y reconstruirlo en aprendizaje desde su saber y desde el contacto con la ignorancia.
El trabajo de apropiación del objeto de conocimiento, como todo trabajo creativo, requiere, pues, un cierto grado de
agresividad, así como la alimentación necesita de la masticación. Págin
La agresividad, el deseo hostil, que tiene un papel de separador y diferenciador, es también motor del juicio crítico. El aPAGE
llamado deseo hostil correspondería al deseo de aprender, es decir al deseo de poseer el conocimiento que porta el \*
MERGE
otro (el enseñante), pero pudiendo discriminarse de él. Este movimiento necesario para toda situación de enseñanza-
FORMA
aprendizaje puede darse cuando entre el aprendiente y el enseñante se abre un espacio lúdico, que permite que "los
deseos hostiles" de ambos trabajen con fuerzas creadoras. T 2
Cuando la agresividad no puede desplegarse en un espacio interno-externo, entonces da lugar a la agresión o a la
hostilidad.
La hostilidad puede tener un movimiento hacia afuera como agresión, actos agresivos o de dominación de un otro, o
un movimiento hacia adentro -de vuelta contra sí mismo- como el que se da en la frustración, la queja o la depresión.
Este movimiento contra sí mismo es el que explica, en los sujetos que sufren un problema de aprendizaje, la
dependencia del sujeto aprendiente de aquel que se coloca como enseñante. Y asimismo puede explicar el sentimiento
de aburrimiento característico del sujeto que tiene problemas de aprendizaje.
La pubertad como momento más aceptado del despertar sexual, no es el primero. En la primera infancia se atraviesa T 2
un despertar y un acomodamiento frente a ello, que no es banal a la hora del segundo. Ante la conmoción del segundo
despertar el sujeto busca las marcas, los investimientos libidinales con los que contó en la primera vuelta edípica.
Lacan dice que la primera vuelta del despertar sexual deja al sujeto un título (un cheque) que recién podrá utilizar en
la segunda. Sucede a veces que cuando el adolescente sale al mundo, sale al otro sexo, mete la mano en el bolsillo y no
encuentra el título o halla uno muy precario. Salir a la exogamia implica poner en juego los recursos que la familia le ha
dado durante la primera infancia.
¿Cuándo un niño es curado? Cuando hay cambios, cuando hay soluciones. Pero que los síntomas terminen no es
sinónimo inmediato de curación. La dimensión del fantasma, y el lugar que éste ocupa en la determinación del síntoma
del sujeto nos unifica más allá de las diferencias.
El decir que un niño cambió nos pone frente al tener que dar cuenta del mecanismo que lo permitió.
Las diferencias que asoman y se despliegan guardan estrecha relación con el marco teórico, con la teoría en la que
cada analista se sostiene.
Cada analista hará uso y a veces abuso de la teoría que lo lleva a dirigir el tratamiento, lo que incluye la noción del
niño, para el psicoanálisis, la conceptualización de la transferencia y como ésta se hace presente a la hora del comienzo
y del final.
Señalaré las respuestas que encontramos en Juanito de Freud, como en Winnicott, Anna Freud y Melanie Klein.
En Juanito, constituido como el niño mítico del psicoanálisis, Freud relaciona la resolución de la angustia y de la fobia
con el cambio de la posición del pequeño en la estructura edípica.
La conocida fantasía del plomero por la que éste con unas tenazas le cambia el trasero por otro y luego ocurre lo
mismo con el hace-pipí es considerada como muestra de la solución ingeniosa de la angustia de castración.
La articulación de la cura con el cambio de la posición infantil sujeto que se evidencia en la fantasmática que ofrece
muy diferente al momento de la emergencia de la angustia a la que le siguió el despliegue de la fobia. El final de análisis
de Juanito es la rectificación fantasmática.
Para Melanie Klein, la dirección de la cura toma otro rumbo. Hay en ella una insistencia en preparar al niño, en
recubrirlo para protegerlo de la destructiva acción de la pulsión de muerte. El análisis evoluciona, camina en la medida
en que se interpretan las ansiedades paranoide y depresiva, en la medida en que se domina la pulsión de muerte a
través de la introyección del objeto bueno. El trabajo de la analista implica una apuesta que éste hace al amor para
dominar al odio.
Es tal vez por esta propuesta que Klein marca más que otros la diferencia entre la interrupción del proceso analítico y
el final. En el caso Richard ella insiste que el trabajo se interrumpió, lo cual va a poner en duda siempre que ello ocurra
el afianzamiento de las posiciones logradas. Su preocupación parece dirigida a las eventuales apariciones fantasmáticas
de ansiedades profundas que atenten contra la integración del Yo. El tiempo y la insistencia traen una estabilidad de lo
conquistado. Con ello se va a relacionar el final.
Winnicott a su vez, busca pautas de final de análisis y ubica al odio como un parámetro para marcar un término. Para
él el odio surge como un paso estructurante. Incluye la aparición del odio como un corte que podemos considerar
indispensable para marcar un desprendimiento de la fusión con la madre. En el “Psicoanálisis de una niña pequeña (The
Piggle)” tanto su escucha como su intervención apuntan en ese rumbo y para ello no sólo a la aparición del odio como
elemento dado en el lenguaje: le interpreta a la Piggle, “te odio”, sino también a la creación de un objeto transicional.
En Anna Freud podemos escuchar su teoría al final a través de la “niña del demonio”. Ella también busca el odio.
Explicativa que tratará de hacerle ver a la niña claramente el odio por su madre. Luego agregará que, aunque se resistió
primero, terminó por reconocerlo.
Para ella un analista de niños debe educar y analizar. El analista ha de decidir que parte de las tendencias sexuales
Págin
infantiles han de ser rechazado y cuanto ha de ser admitido para la satisfacción inmediata, reservando un porcentaje
aPAGE
para la sublimación. \*
MERGE
El analista ocupa el lugar de los padres a quienes considera peligroso dejarles la decisión sobre la vida instintiva
FORMA
liberada. Por lo tanto, un análisis concluiría cuando el niño alcanzara una identificación con el ideal del yo del analista.
La propuesta del recorrido es el conocimiento y reconocimiento de las fuentes que nutren y pueblan nuestra
T 2
formación. Es decir, el recuerdo de una historia que nos antecede y se hace presente, aunque ya no sea bajo la forma
de adhesiones absolutas.
Por mi parte, quiero agregar un testimonio de mi práctica con niños.
Recordé a Federico, un niño de siete años, que fue traído por su padre, a pedido del colegio. De una inteligencia vivaz,
el pequeño comenzaba a mostrar dificultades en el aprendizaje y ya las tenía en el ámbito de socialización. Un cuaderno
incompleto, su resistencia a cumplir con las tareas, contrastaban con un comportamiento que al maestro le llamaba la
atención: le parecía raro. Cada vez que él preguntaba algo, Federico se apresuraba a responder, a levantar la mano o a
superponerse con la palabra de sus compañeros, diciendo algo que nada tenía que ver con el tema que se hablaba.
Daba respuestas de las que sus compañeros empezaban a burlarse mientras él se jactaba de una supuesta sabiduría. De
las burlas a las peleas hubo un estrecho margen. Federico recibía piñas o empujones y además los devolvía. De una
forma u otra, con malas notas, con provocaciones e infatuaciones se hacía pegar, castigar y de esa manera aislar. Al
mismo tiempo el pegar, era la solución que su padre había encontrado frente al hijo, quien considerado travieso o
terrible daba pocas muestras de importarle las consecuencias que ese proceder le traía. “A los golpes va a aprender”,
pensaba el padre. Y sólo es a partir de la preocupación del maestro y del pedido del colegio, que incluye con desgano la
posibilidad de que a su hijo le estaba pasando algo.
Pasaron otras cosas que hoy poco recuerdo. Pero lo interesante, para lo que nos ocupa, es lo que sucedió año y
medio después.
Llegó a la sesión enterado que su padre había decidido suspender el tratamiento a fin del mes siguiente aduciendo
motivos económicos. Trajo un juego que consistía en hacer TA-TE-TI embocando tres aros en tres vástagos en un
recipiente lleno de agua. Me dijo entonces, que íbamos a tirar tres veces cada uno, es decir, apretar tres veces el botón.
Comenzamos y la cosa iba bien hasta que en un momento él apretó ocho veces. Se lo hice notar y sorprendido me
dijo: “Salí”. Luego se quedó pensando y agregó: “Me quedé como pegado”. Seguimos el juego. Al rato se puso a
construir autitos con pedazos de cartón y plasticola. Sin darse cuenta dejó uno sobre la silla y luego se sentó encima. Le
dije: “Otra vez te quedaste pegado”. Se sonrió y poniéndolo sobre la mesa lo arregló.
Obviamente mi relato implica ya una selección pues para mí recortan dos elementos importantes: el número 8 ya que
no sólo era la cifra de su edad, sino también la cantidad de sesiones que tendríamos por delante antes de concluir y el
significante pegar revelado por Federico en sus asociaciones verbales y de actos. El pegar tenía a esta altura una
significación y un uso diferente. Podría ser ya otra cosa distinta a las de ofrecerse él a ser golpeado-pegado.
Ante el interrogante de cómo pudo producirse el cambio no vacilé en responder que se instaló el juego y con ello la
posibilidad de una identificación lúdica que implica una desidentificación de una identificación que se había convertido
en alienante. Así como el niño que le teme al médico puede abandonar gran parte del miedo cuando juega al doctor,
cabe preguntarse si las identificaciones lúdicas no son una forma de escapar a cierto tipo de identificación de las que no
se tiene conciencia y que son las verdaderamente molestas.
Octave Mannoni se interesó por el tema y estudió para ello la cuestión de las máscaras. Las máscaras, usadas por los
llamados primitivos o las que se usan para el carnaval dejan siempre un escotoma, un enigma a la mirada del Otro. El
que mira no sabe quién se oculta detrás; deja la posibilidad de lo no-sabido. La máscara tiene la gran ventaja que el que
la usa se la puede sacar. El problema, la complicación resulta cuando el chico, para entender el tema en él, tiene la
máscara pegada a su piel o tallada en ella y por lo tanto no se la puede sacar. En ese caso, la máscara se funde y
confunde con su rostro y allí no hay juego. Se ha producido una suerte de fusión con el personaje que no se puede sacar
de encima.
En la sesión de la que hablé, fue por la acción del juego que pudo aparecer un fallido o un acto sintomático y con él la
posibilidad de algo que lo representaba. Apretando el botón más veces de las que correspondía él pudo decir: “Me quedé
como pegado”. El significante se había puesto en juego y con ello una historia familiar por la cual siempre era obturado
el reconocimiento de lo que no-se sabía.
Deseo enfatizar el momento de pasaje, de cambio por el cual él deja de ser el objeto pegado o pegador, Págin
desidentificándose de la postura familiar especialmente encarnada por su padre, para ubicarse en otra posición. Federico aPAGE
comenzó a soportar las equivocaciones y a divertirse con los juegos. \*
MERGE
El juego fue y es siempre un operador privilegiado en tanto es renuncia; en tanto a través del instrumento con el que FORMA
se juega, se logra un representante del sujeto en ese movimiento de alineación-separación. Sin duda el juego, o el
juguete elegido para ello, va a portar las marcas de una originalidad que entrama la historia familiar con la incipiente
T 2
historia de su sexualidad infantil. Del apoyo en los objetos el chico pasará a representar y representarse en sus
fantasmas.
El pegar había iniciado en Federico un camino de transformaciones y permutaciones posibles. Podrá condenarse,
desplazarse, es decir seguir los efectos de una elaboración similar a la del trabajo del sueño. El lograr esto puede ser el
final. El chico se podrá ir a jugar a otro lado.
Así la relación con el analista, el espacio de análisis le habrá servido para reconstruir una pantalla que le posibilite la
relación con los otros y que le posibilitará las salidas posteriores cuando en la segunda vuelta de la sexualidad eche
mano en su bolsillo para ver con qué recursos cuenta.
Es de esta forma que se podría pensar el final de análisis de un niño: la reconstrucción de una serie de juegos que no
pudieron ser sancionados como tal por sus padres; la construcción de una serie de posibilidades de cifrar en el juego
algo que es de otro orden hasta encontrar el representante de la representación que luego seguirá su camino.
Esta sería la especificidad del tratamiento con niños y de su final.
El ámbito analítico se habrá mostrado como el que favorecerá y aportará recursos para el inicio de elaboraciones de
las cuales el sujeto luego dará cuenta en su vida, incluida o no la posibilidad de otro análisis.
Mi primera intervención apunta a establecer la historia de la adopción: Lito es hijo de una madre bipolar y de su T 2
abuelo (tanto él como su hermana, que es dos años mayor). Su madre ha muerto y su padre/abuelo está preso por un
robo que terminó en homicidio. En un primer momento fueron entregados en adopción por separado. Pero un tiempo
después, durante la guarda, un juez ordenó que debían ser adoptados juntos. Así es que fueron entregados a una
familia que los devolvió al poco tiempo (no es posible establecer la causa de tal situación).
Con respecto a la historia de la familia, Marta, la actual madre adoptiva de Lito, cuenta que perdió un embarazo hace
muchos años, y que luego de ese episodio siguieron algunos tratamientos médicos que, al parecer, le resultaron
insoportables. Luego de rechazar una oferta para una adopción ilegal en el Paraguay se anotaron en un juzgado de la
provincia de Buenos Aires. Tras nueve años de espera recibieron un llamado: en 24 horas adoptarían dos hermanitos
que estaban en distintos lugares. Lito, que tenía en ese momento un año y tres meses, se hallaba en un hospital de la
provincia de Buenos Aires. Dicen ellos: “cuando lo vimos era una bolsita de papas”. Su padre adoptivo afirmó que
estaba hipotónico y mal alimentado. No traía con él ninguna pertenencia, ni ropa ni juguetes. Su hermana, por el
contrario, estaba en muy buen estado de salud y cuando fueron a buscarla al Hogar donde se encontraba se la
entregaron con un pequeño ajuar.
Sigue el relato de las dificultades del niño y de los múltiples tratamientos a los que fue sometido, entre ellos,
estimulación temprana, psicoterapias varias y psicopedagogía. Su madre adoptiva no tiene familia y la del padre ha
rechazado a los niños por no tener la misma sangre: son ellos cuatro y nadie más. Su padre es una persona sencilla en
sus razonamientos. Él cree que Lito es lento pero que algún día va a arrancar; su madre no soporta la lentitud ni el
modo en que pierde las adquisiciones logradas día a día. Es dura y me exige condiciones para el tratamiento: que se
respete el día y la hora de las sesiones a rajatabla, que no los haga esperar, que no le hable a ella cuando lo traiga a la
consulta, etc. Quiere garantizar así la pureza del dispositivo. Más allá de sus exigencias para conmigo, con el niño oscila
entre enojos y retos, por un lado, y gestos de pegoteo físico que llegan hasta permitirle dormir con ella cuando su padre
está de viaje por razones de trabajo.
Me dice: “yo soy el socorro de Lito, cuando le pasa algo viene y me abraza. Por suerte siempre entiendo qué es lo que
le pasa, el padre no lo entiende, le pregunta y él se bloquea. Allí se pone el dedo en la boca”.
Cuando intento establecer ciertos puntos de la historia familiar como, por ejemplo, por qué luego de perder un
embarazo tempranamente decidieron hacer un tratamiento de fertilidad, o dónde está su familia, el discurso de ambos
se torna oscuro, dan vueltas y no logran responder. No me esconden la información: no pueden articularla. Incluso
citándolos a entrevistas individuales hay puntos a los que no logré acceder. Siempre retornan al impacto que les
produjo ver a Lito por primera vez y la idea de que tienen “hijos mellizos de edades diferentes”.
Su madre cuenta una escena que la dejó perpleja y que, al parecer, precipitó la consulta conmigo: una noche, luego
de cenar, Lito le preguntó “¿por qué vos no tenés hijos?”. El padre dice que él es más compinche con su hijo, pero al
pedirle que me cuente algún ejemplo de ese tipo de relación, no puede ubicar nada para ilustrarla.
Al comenzar mi tarea con Lito pude notar que su lenguaje está por debajo de la media esperable para su edad. Utiliza
frases breves y responde frecuentemente a las preguntas con monosílabos. Suele incluir malas palabras a modo de
adjetivos. No obstante, es posible mantener un diálogo con él, el que puede trabarse ante determinado tipo de
interrogaciones –ya veremos de qué se trata.
Su relato presenta alteraciones de la secuencia y confusión entre los personajes. La línea temporal no se respeta del
todo y por lo tanto se verifica que la noción de causa opera con complicaciones. Lito cuenta alguna película y su relato
se desordena con facilidad, llegando incluso a confundir el argumento con el de otra película. No muestra interés por
los materiales de juego simbólico. Su relación con el material de juego de reglas fue inicialmente de curiosidad, pero
poco a poco se tornó despectiva y, en ocasiones, llegó a ser violenta. Varias veces arrojó los elementos de los juegos de
mesa, sin preocuparse por posibles daños ni disculparse. Es probable que tal modificación hubiera sido provocada por
sus fracasos en los mismos, puesto que se acentuó en aquellos juegos en los que había perdido partidas previas.
Lito me solicitó que le enseñara a jugar a varios de ellos, prestó atención a las indicaciones y en principio parecía Págin
haber comprendido las consignas. Sin embargo, pasado un tiempo cometía errores que no consistían en regulaciones aPAGE
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intuitivas como las que operan en los intentos por hacer trampa, puesto que al ser interrogados permitían verificar que
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la adquisición de la regla se había perdido por completo. En ocasiones en que el juego lograba resultar más estable, la FORMA
adquisición se perdía en el lapso entre nuestros encuentros. En cada ocasión en que le señalé algún error, ya sea en las
secuencias narradas o por infringir alguna regla lúdica, Lito respondió negando el señalamiento, tratándolo como no
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ocurrido: “no me equivoqué, no dije eso”.
De modo general podría suponerse que el recurso a la negación funciona como una defensa primitiva. Su desinterés
por el juego simbólico resulta concurrente con el que mostró por las consignas gráficas, no hubo manera de hacerlo
dibujar. Una conversación acerca de qué quería ser cuando fuera grande, abrió a la aparición de un fenómeno que
había sido anticipado por los padres en las entrevistas iniciales: ese dedo pulgar que Lito se introduce en la boca a la vez
que con el resto de la mano cubre su nariz. Ese gesto se acompaña de una mirada perdida y un total retraimiento físico.
Se trata de su respuesta habitual a la pregunta que abre la enunciación en el enunciado, y se repite sistemáticamente si
acaso la línea asociativa lo lleva por ahí, tanto como si su interlocutor la sugiere. Lejos de un signo de inmadurez
emocional o motora, este gesto funciona como un tapón real a toda dimensión del deseo, opera cierto bloqueo de la
posible aparición de un asunto en el que pueda presentarse como deseante. Para que ese gesto no aparezca es
necesario que solamente intercambiemos enunciados que no habiliten un supuesto deseo en la enunciación. Pero si
aparece, su gesto se constituye en un acto de rechazo del lazo. Allí, en ese punto, Lito se da el lujo de no responder, de
volverse Uno: un Uno discreto de goce. Si yo le hablo, si le pregunto algo, si lo instigo a deponer esa actitud, no pasa
nada: él permanece así, inconmovible. Es necesario que deje de observarlo –casi diría, ignorarlo– o incluso ponerme a
hacer alguna otra cosa (ordenar objetos, escribir algo en la computadora o caminar un poco por ahí), para que
reaparezca la dimensión de cierto diálogo, con las limitaciones planteadas. En cierta ocasión en que nuestra
conversación nos llevó hacia cuestiones relacionadas con las chicas de su curso, él respondió con su gesto habitual.
Pero ese día intervine diciéndole:
− ¡Qué buena máscara! ¿Te muestro la mía? – y sin esperar respuesta uní mis dedos índices con los pulgares creando
una especie de anteojos que apoyé en mis ojos mientras entrelazaba los otros dedos creando algo así como visera–.
Soy Pabloman, el superhéroe que ayuda a los chicos. ¿Vos quién sos? –pregunté sin ninguna esperanza de
respuesta...
− Yo soy Lito– dijo quitándose el dedo de la boca. Desde entonces, cada vez que aparece su máscara, yo hago la mía.
Él se quita el dedo de la boca y se sonríe moviendo la cabeza como diciendo “qué estúpido...”. Hasta que un día me
preguntó:
− ¿Para qué hacés eso?
¿Acaso su pregunta iba más allá de un enunciado? Respondí:
− Porque vos lo hacés y yo también quiero ser un superhéroe. A la semana siguiente, vino con la remera del Capitán
América...
CASO RICARDO (11 años)
La madre consulta porque el niño presenta conductas en las que se pone en peligro (cruza la calle sin mirar, prende
fuego en la casa). Presenta un insomnio pertinaz en el que la madre tiene que acompañarlo hasta altas horas de la
noche. En las entrevistas preliminares se escucha que en esos momentos habla permanentemente y le pregunta a la
madre qué debe hacer para dormirse, pide todo tipo de certezas, cómo colocar su cuerpo, cómo ubicar la almohada
etc., enojándose con el no saber de la madre. Es imperativo en sus preguntas, y la insistencia, la urgencia, parece querer
indicar su deseo de coincidir totalmente con el deseo del Otro. La madre oscila entre permanecer a su lado intentando
acceder a ese imposible y en otros momentos huye, se encierra en su cuarto, se tapa los oídos porque no puede oírlo.
En la casa viven junto a Ricardo, una hermana mayor y un hermano menor. La mamá de Ricardo está separada del
padre de los niños desde que el niño tenía tres años. Hace un año el padre se fue a vivir a un país de otro continente. Se
fue en condiciones muy difíciles, se le adjudica una estafa al abuelo materno que en el momento de la consulta está
internado por problemas psiquiátricos. El padre de Ricardo no se hace cargo de lo que la ley indica al regular la
separación, y tampoco tienen la madre ni los niños dirección ni teléfono donde ubicarlo. Él los llama cuando lo desea y
se comunica telefónicamente sólo con la hija, no con los varones y tampoco con la madre de los niños.
Ricardo me exige en las sesiones que le diga qué tiene, qué es lo que no lo deja dormir, me pide que se lo saque de
inmediato porque no puede estar así un minuto más. Pero al mismo tiempo dice con certeza que no va a resolver nada Págin
viniendo a análisis, que no se le va a pasar nunca -y menos con palabras- y que, aunque haga él, su madre o yo aPAGE
cualquier cosa no se le va a pasar. \*
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Mi intervención consistió en plantearle que dada la situación -que necesita dormir- voy a tener que pedirle a un FORMA
médico que lo medique. De inmediato me responde que, de ninguna manera, porque en ese caso entonces no va a ser
él el que cambie, que no quiere estar más tranquilo tomando pastillas. Le planteo que dado su deseo de hacer algo por
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esto que le ocurre, podríamos probar de poner a prueba sus ocurrencias para analizarlas. Se tranquilizó notablemente.
Entiendo que al situar mi falta haciendo borde con la intervención del médico psiquiatra, al que no fue necesario
recurrir, implicó un coto al goce del Otro en transferencia, que le restituyó su lugar como sujeto con un objeto que lo
causa.
En un primer tiempo de análisis -que transita por momentos de extrema angustia- planteo entrevistas para la madre
además de las sesiones para el niño. Ante la angustia oceánica de la madre intervengo únicamente planteándole que
ella no tiene qué darle a su hijo en tanto no es un bebé. Como se desliza que en ocasiones cuando ella está muy
cansada acepta que vaya a su cama, sanciono esta situación en el orden de lo prohibido, le planteo que sólo puede
escucharlo y acompañarlo y sostener esa prohibición acompañada por el trabajo en entrevistas. Luego sigue un
segundo tiempo en el análisis en que Ricardo puede tolerar que su madre se vaya a su cuarto, pero haciendo
previamente una serie de rituales que consisten en tocar todo lo que esté a su alcance mientras la madre se va y se
acuesta. Mientras tanto tiene que tocar todo lo que está a su alcance aún las basuritas más pequeñas que estén a la
vista.
Págin
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