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DERECHO
PROCESAL PENAL
■ Bases constitucionales del proceso pena!
• Sistemas de enjuiciamiento penal. Acusatorio - Inquisitivo - Mixto
• Proceso por audiencias
• La acción penal. Clasificación. Titularidad
• El imputado y su defensor. Acuerdos de Colaboración (el Arrepentido)
• Jurisdicción. El Juez - Jurado
• Actividad procesal. Nulidades
• Etapa preparatoria. Valoración inicial. Salidas alternativas
• Medidas cautelares
> Etapa intermedia. Técnicas especiales de investigación
• Juicios. Clases: Flagrancia - Abreviado - Ordinaria • Complejo
• Procesos especiales
■ Control de las decisiones judiciales. Clases
• Ejecución. Partes: Fiscal -'Condenado - Víctima
• Jurisprudencia. Provincial - Regional - Federal
ConTexto ConTexto
INDICE
CAPÍTULO 1
BASES CONSTITUCIONALES DEL PROCESO PENAL
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Juan Ramón Alegre
- Exigencias Constitucionales........................................................47
Juez Natural: Juez técnico............................................................. 47
IV) Sujetos Eventuales..................................................................... 49
El Querellante (en los delitos de acción pública).......................... 49
Legitimación. Consideraciones Generales.....................................50
Para ser Querellante Conjunto o Particular................................... 53
Actor Civil..................................................................................... 53
Poderes o Facultades......................................................................54
Abandono de la Acción................................................................. 55
Constitución de Actor Civil...........................................................56
Desistimiento................................................................................. 56
Fines del Proceso Penal................................................................. 62
CAPÍTULO 2
SISTEMAS DE ENJUICIAMIENTO PENAL.
ACUSATORIO-INQUISITIVO-MIXTO
CAPÍTULO 3
PROCESO POR AUDIENCIAS
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CAPÍTULO 4
LA ACCIÓN PENAL
^ CAPÍTULO 5
EL IMPUTADO Y SU DEFENSOR
El imputado............................................................................................. 161
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CAPÍTULO 6
JURISDICCIÓN
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CAPÍTULO 7
ACTIVIDAD PROCESAL
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CAPÍTULO 8
ETAPA PREPARATORIA
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CAPÍTULO 9
MEDIDAS CAUTELARES
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Orden de detención.........................................................................346
Necesidad...................................................................................346
Formalidades............................................................................ 346
Prisión preventiva. Procedencia (art. 185 CPPN)............................... 348
Peligro de fuga................................................................................348
Peligro de entorpecimiento............................................................. 349
Procedimiento................................................................................. 349
Distintas formas de cese de prisión preventiva.....................................350
Cese de prisión preventiva (art. 191, CPPN)................................. 350
Oportunidad....................................................................................351
\J CAPÍTULO 10 u£l
ETAPA INTERMEDIA
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v'CAPÍTULO 11 o - \ 0
JUICIO ORAL
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Recepción de Pruebas.....................................................................400
Testimoniales................................................................................. 400
Elementos de Convicción-Incorporación por Lectura...................401
Inspección Judicial.........................................................................401
Nuevas Pruebas.............................................................................. 401
Delitos en la Audiencia..................................................................401
Discusión Final...............................................................................403
Deliberación-Reapertura del Debate-Sentencia..................................404
Normas para la deliberación...........................................................404
Cuestiones preliminares................................................................. 404
Primera cuestión.............................................................................405
El actor penal puede....................................................................... 407
Contenido de la sentencia...............................................................408
Continuidad y suspensión.............................................................. 410
Poder de policía y dirección...........................................................411
Documentación.............................................................................. 411
Efectos de la sentencia................................................................... 412
CAPÍTULO 12
PROCESOS ESPECIALES
Procesos Especiales.............................................................................413
Criterios de clasificación................................................................413
Procedimientos Especiales................................................................ 414
Juicios por Delitos de Acción Privada. Menor intervención del
Estado............................................................................................. 414
Forma y Contenido de la Querella............................................. 419
Desistimiento................................................................................. 421
Regulación del Proceso en los Delitos de Acción Privada conforme
al C.P.P. de la Nación.................................................................... 423
Simplificación del Proceso.............................................................426
Juicio Correccional....................................................................426
Procedimientos Abreviados................................................................ 427
Juicio Abreviado............................................................................ 427
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^ CAPÍTULO 13 O n
CONTROL DE LAS DECISIONES JUDICIALES
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Acto de interposición-Tiempo...................................................... 507
Normas generales. Decisiones impugnables. Revisión de la sentencia.
Control extraordinario de constitucionalidad......................................... 508
Legitimación para impugnar........................ -.......................................509
Trámite.................................................................................................512
Revisión de sentencia condenatoria firme........................................... 514
^ CAPÍTULO 14
EJECUCIÓN
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JURISPRUDENCIA
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BIBLIOGRAFÍA...................................................................................... 895
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CAPÍTULO 1
BASES CONSTITUCIONALES DEL
PROCESO PENAL
a) Consideraciones Generales:
La vinculación del Proceso Penal, el ejercicio de la pretensión re
presiva del Estado con la Constitución Nacional surge desde su base de
legitimación.
| Las disposiciones constitucionales disciplinan aspectos sustanciales
del enjuiciamiento penal, tanto a lo que hace a los poderes de juzgamiento
como respecto a los límites de la facultad punitiva del Estado.
_* El modelo de proceso penal que define la Constitución Nacional es
indudablemente el Sistema Acusatorio y el Juicio por Jurados.
El paradigma constitucional surge de un esquema interpretativo del
ordenamiento jurídico a partir del art. 18 en toda su extensión y especí
ficamente de la primera parte “nadie puede ser penado sin juicio previo
basado en ley anterior al hecho de la causa”, completado con el art. 24
y otras normas específicas.
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La Estructura Constitucional del Debido Proceso
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Por otro lado, organiza las funciones estatales de definir tales con
ductas, prevenir o en su caso investigar su posible acaecimiento, juzgarlas
y aplicar las consecuencias jurídicas previstas para su comisión (que no
siempre son punitivas) poniendo tales tareas a cargo de órganos públicos
diferentes (y a veces de particulares, v. gr. querellante) a los que indica
cómo deben hacer para prohibir, perseguir, juzgar y punir dentro de los
espacios constitucionalmente permitidos.
Es conveniente partir de la idea de que no puede concebirse la for
mulación de una política criminal aislada o indiferente de otras políticas
públicas, porque el fenómeno delictivo está relacionado con los procesos
históricos y políticos de un país, y las políticas sociales y económicas ya
que se encuentra inserto en los primeros y condicionado por las segundas,
todas relacionadas con las políticas de gestión del Estado.
En la base de toda política hallamos la búsqueda de intervención en
la conflictividad propia de la dinámica social.
Pero esa ineludible intervención en la conflictividad se puede realizar
bajo dos visiones básicas que constituyen finalmente “paradigmas” de
cómo encarar.
Por una parte, ella se puede realizar bajo la idea de “orden”; un
orden que se constituye bajo principios jerarquizados que conforman
una estructura “no conflictiva” impuesta por la aplicación de la fuerza.
Por otra parte admitir una realidad social con conflictos, que es la
visión realista que nos exige buscar “Armonía”. Es este segundo el que
constituye el paradigma de gestión de la conflictividad.
No tiene sentido la idea de orden por el orden mismo impuesto por la
fuerza, ello no significa dejar de intervenir en los conflictos sino hacerlo
bajo la idea de “gestión”, es decir, una intervención estatal que impida,
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Manual de Derecho Procesal Pen.al
precisamente, que predomine el más fuerte por ser más fuerte, que triunfe
la fuerza pura y el abuso de poder.
El paradigma de gestión, por una parte, reconoce la existencia de
criterios materiales de solución de conflictos, aún de modo coercitivo, en
base a la elaboración de principios y pautas culturales.
El conflicto podrá ser resuelto en base a un principio largamente
admitido y, por lo tanto, sedimentado en la cultura, o podrá resolverse
mediante fórmulas innovadoras o mediante acuerdos abiertos o renuncias
recíprocas: todo ello forma parte de la trama abierta de la vida social en
permanente fluir. En todo caso, lo que debe formar parte de una política
de intervención (gestión) consiste en el propósito de contención señalado.
No se trata de un modelo débil frente a un modelo poderoso como el
fundado en la idea de orden.
Esas categorías no son aplicables. Se trata de un fundamento total
mente distinto en la aproximación y en la intervención en el fenómeno que
prácticamente constituye una encrucijada de caminos. Buena parte de las
discusiones que luego existirán en la Política Criminal son dependientes
de las opciones que se realicen en este nivel de fundamentos. La visión
general de las políticas de intervención en los conflictos será totalmente
diferente según se opte por el paradigma del orden o por el paradigma de
la gestión de la conflictividad (“Alberto Burder y el desafío de la gestión
de la conflictividad”. “Artículo periodístico Por Luis Bruschtein).
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Pero si la noción de debido proceso no se nutre de ciertos requisitos
mínimos puede transformarse en un concepto vacío de contenido me
ramente formalista, en una parodia procedimental que vulnere las más
elementales garantías.
Los Tratados Internacionales sobre los Derechos Humanos no
solamente se limitan a consagrar el debido proceso, sino que imponen
reglas mínimas.
---En este sentido reafirman y amplían la garantía de la inviolabilidad
de la defensa en juicio, la reafirma ya que la consolidan por medio de
su consagración expresa, la amplían pues le suministran los contenidos
mínimos que debe reunir.
Así el art. 10 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos
dispone que:
Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser
oída públicamente y con justicia por un Tribunal independiente e imparcial,
para la determinación de los derechos y obligaciones o para el examen de
cualquier acusación contra ella en materia penal.
Esta garantía también está consagrada en el art. 14, Ap. 1 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos que dispone:
Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas
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I) Actor Penal
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función se consolida por la vigencia del principio “neprocedat ex offi-
cio” y que cumple con la exigencia de la intervención de un acusador
independiente del juzgador. En este sistema el real funcionamiento del
Ministerio Público es trascendente para la efectiva realización de la ley
penal mediante el proceso.
^|En consecuencia, una de las funciones importantes del Agente Fiscal
es la investigación penal preparatoria y el Requerimiento de elevación
de la causa a juicio p acusación, además del ejercicio permáñéntéffe Iá
acción penal.
'*■■■■ El Fiscal de Cámara y el Agente Fiscal ante los Tribunales de Juicio
tienen la misión de probar la verdad real mediante la regular realización
del juicio o debate oral, la propuesta moderna del Ministerio Público
indica que es conveniente que sea el mismo fiscal quien realice la inves
tigación, quien actúe en el juicio, al actor penal le cabe la responsabilidad
probatoria, capaz, racionalmente, de destruir la presunción de inocencia
frente a un Juzgador imparcial.
Sin embargo, si del debate surgieren elementos que desvinculen
al imputado de la causa no tiene obligación de acusar, su función en el
proceso es velar por el fiel cumplimiento de la ley, un órgano requirente
de su justa aplicación dejando de lado su papel de acusador a ultranza,
cabe recordar que conforme a la jurisprudencia de la C.S.J. de la Nación
no puede haber sentencia condenatoria sin acusación (fallos Tarifeñó-
Fratichile entre muchos).
Se crea una relación especial, en caso de existir esa división, entre
el Agente Fiscal y Fiscal de Cámara, puede este último requerir la efec
tiva presencia del primero en el debate, cuando el asunto es complejo
o cuando no pueda sostener el requerimiento de elevación a juicio por
estar en desacuerdo con él.
Forma de actuación: Los representantes del Ministerio Fiscal for
mularán, motivada y específicamente, sus requerimientos y conclusiones;
nunca podrán remitirse a las decisiones del juez, procederán oralmente
en los debates o por escrito en los casos expresamente previstos por la
norma procesal.
Poder coercitivo: En el ejercicio de sus funciones, el Ministerio
Público dispondrá de los poderes acordados al tribunal en casos expre-
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Víctima
Si bien no es un sujeto esencial del proceso la Constitución Nacional
y los Tratados Internacionales le acuerdan derechos autónomos dentro
del Proceso penal, por ello precisamos su definición.
La víctima es la persona que padece un sufrimiento físico, psicoló
gico y social a consecuencia de la violencia de una conducta agresiva
antisocial.
Si buscamos una definición de víctima en el Derecho Internacional,
en la Declaración de Naciones Unidas de 1985 se dijo que las víctimas
serán:
Las personas que individual o colectivamente, hayan sufrido pérdida
financiera o menoscabo sustancial de sus derechos fundamentales, como
consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vi
gente en los estados miembros, incluida la que proscribe el abuso de poder.
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Defensor/es
- Principio de Inviolabilidad de la Defensa
Todos los Tratados sobre Derechos Humanos incorporados en la
Constitución Nacional emplean la misma fórmula: “Toda Persona tiene
derecho a ser oída”.
Este derecho puede ser definido como una facultad que tiene todo
imputado, y dicho más ampliamente todo justiciable, a ser escuchado por
los órganos competentes que en principio es la autoridad judicial, pero
excepcionalmente puede serlo la policial durante la faz de prevención.
El derecho a ser oído se relaciona íntimamente con el derecho de
defensa y desde la perspectiva del derecho procesal penal este derecho
puede ser definido como la facultad que tiene todo imputado de manifestar
y demostrar su inocencia o atenuar su responsabilidad penal.
Está consagrado en la Constitución Nacional en el art. 18 “Es invio-
Jable la defensa enjuicio de la persona y de los derechos”.
La garantía constitucional tiene operatividad propia y no requiere
una reglamentación específica, comprende desde el instante mismo en
que la libertad queda amenazada por cualquier acto inicial de procedi
miento y concluye luego del sometimiento condenatorio, cuando recupera
absolutamente su libertad de decisión.
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- Autodefensa
La doctrina es reacia a otorgar al imputado la posibilidad de defen
derse por sí mismo fundándose en dos aspectos técnicos y psíquicos:
- Técnicos: el imputado carece de los conocimientos adecuados
paraunaeficiente defensa, salvo si fuera abogado.
- Psíquicos: la persona sometida a un proceso penal atraviesa una
situación traumática que je impide la suficiente serenidad para
encarar una defensa. ,
fí Preparación de la Defensa
Es la posibilidad que tiene el imputado de preparar adecuadamente
su defensa. ,
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- Producción de Pruebas
Es una garantía consagrada por los Pactos Internacionales, es la
relativa a la participación de la defensa técnica en la producción de las
pruebas.
El Pacto de San José de Costa Rica art. 8o Ap. 2, “f ’ y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, art. 14 Ap. 3, “e” prevén
esta nueva garantía constitucional que consagra la participación activa
de la defensa técnica en la producción de la prueba ofrecida en el pro
ceso penal, sin embargo la redacción de ambos Pactos es insuficiente
ya que se limita sólo a los medios de pruebas: testigos y peritos. Pero la
defensa debe intervenir en la producción de toda clase de prueba pese a
la definición terminológica.
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- Exigencias Constitucionales
La Constitución Argentina expresa con toda la claridad el deseo de
establecer el Juicio por Jurados, de los representantes del pueblo de la
Nación Argentina.
El art. 24 sancionado por unanimidad en 1853 y ratificado sin modi
ficación en 1860 y luego reafirmado en 1994 impone al Congreso de la
Nación el establecimiento del juicio por jurados, a quien por el inc. 11
del art. 67, hoy art. 75 inc. 12, se le atribuye la función de dictar la ley
correspondiente. Por su parte, el art. 102 (hoy 108) con especial referen
cia a la materia criminal y excluyendo sólo las 'causas que deriven del
derecho de acusación concedido a la Cámara del Diputado ordena que
/ todos los juicios ordinarios se terminen por jurado cuando la institución
se establezca en la República.
Ante estas normas se entiende que existe una fundada razón política
e institucional para la terminación por “Jurados” de los juicios penales
tramitados en todo el país.
El tribunal compuesto por jurados sería en cada caso el representante
directo del pueblo, al igual que los miembros del cuerpo Legislativo, y si
alguna diferencia hubiera entre la elección de unos y otros -la hay, por
cierto- en verdad la Constitución Nacional la advierte y acepta, como
distintas formas de elegir los representares del pueblo.
Las normas constitucionales sólo han tenido vida práctica parcial
mente.
No parece suficiente decir que se hayan encontrado siempre “pretex
tos” para no cumplirlas, es más claro expresar que existió el justificado
temor de implantar una institución totalmente desarraigada en nuestro
medio.
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Actor Civil
Una vez iniciado el proceso la víctima, el damnificado por el delito
o los herederos en los límites de la cuota hereditaria pueden constituirse
en actor civil para la restitución del objeto materia del delito o la indem
nización por el daño causado.
El querellante particular o conjunto y el actor civil, en los delitos de
acción pública, son sujetos eventuales del proceso, por consiguiente su
intervención o no de ninguna manera afecta la existencia de la relación
procesal sustancial.
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Poderes o Facultades
El Querellante Conjunto y el Actor Civil están facultados para in
tervenir en la etapa instructoria o de investigación penal preparatoria, el
primero como quedó delineado pretende la efectiva aplicación de la ley
penal, por consiguiente su actividad debe estar dirigida a demostrar la
existencia del hecho y la responsabilidad penal del imputado.
El actor civil por su parte podrá actuar en el proceso para acreditar
el hecho delictuoso, la existencia y la extensión del daño causado y la
responsabilidad civil del demandado, que puede ser o no el imputado.
Hecho este análisis, corresponde aclarar que dentro de las Acciones
Públicas tenemos que distinguir las DEPENDIENTES DE INSTANCIA
PRIVADA que si bien es cierto que en su esencia comparten las caracte
rísticas de la acción Pública, con todas sus condiciones y exigencias, el
inicio de la promoción está condicionada a la voluntad del directamente
ofendido por el delito, es así qué para que el Estado ejercite la acción
penal, en esos delitos debe contar con la manifestación de voluntad del
ofendido en ese sentido. De ello resulta que en los delitos enumerados en
el art. 72 del Código Penal, el directamente ofendido debe formalizar su
voluntad depérseguir penalmente al autor del ilícito. Voluntad esta que
se traducegeneralmente mediante el acto formal de denuncia.
De tal magnitud es la voluntad del ofendido que de ella depende la
iniciación del proceso, de tal forma que si no se produce las actuaciones
deben archivarse y ser puesta en libertad la persona imputada si estuviere
detenida.
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Abandono de la Acción
El querellante particular puede desistir de su intervención en cual
quier momento. La querella se considera abandonada cuando, sin justa
causa, no concurre a: Prestar declaración testimonial o realizar cualquier
medio de prueba para cuya práctica es necesaria su presencia, como por
ejemplo formular requerimiento de elevación ajuicio-acusación, ofrecer
pruebas de las que pretende valerse en el término de la citación a jui
cio, presencia en la audiencia de debate, o alejarse de ella o no formula
conclusiones.
En los casos de incomparecencia, la existencia de justa causa debe
acreditarse antes de iniciar la audiencia o diligencia, salvo imposibilidad
absoluta, en cuyo caso debe justificarse dentro de las cuarenta y ocho
(48) horas siguientes.
Si se constituye conjuntamente el querellante particular como actor
civil y no concreta detalladamente los daños emergentes del delito cuya
reparación pretende en la oportunidad prevista por el código, se lo tiene
por desistido de la demanda.
El desistimiento es declarado por el Juez, a pedido de parte, cuando
el querellante particular pretende ejercer su rol en algún acto procesal
posterior.
El abandono de la acción penal por parte del querellante particular,
importa también el abandono de la acción civil cuando ésta fue promo
vida en sede penal.
La imposición o exención de costas se resuelve conforme los prin
cipios que rigen la cuestión.
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Desistimiento
El actor civil puede desistir de su demanda en cualquier estado del
proceso, quedando obligado por las costas que su intervención ocasionó.
Se consideradeSistida la acción cuando el actor civil, regularmente
citado, no comparece a la primera audiencia del debate, o no presentada
conclusiones, o se aleja de la audiencia sin haberlas formulado oportu
namente.
Intervención Forzosa: Quien ejerce la acción resarcitoria puede
pedir la citación de la persona que, según las leyes civiles, responde por
el daño que el imputado causó con el delito para que intervenga en el
proceso como parte civilmente demandada.
La instancia debe formularse en la forma y plazos previstos, con
indicación del nombre y domicilio del demandado y su vínculo jurídico
con el imputado.
Intervención espontánea: Cuando en el proceso se ejerce la acción
civil, la persóna que puede ser civilmente demandada tiene derecho
a intervepir én el proceso hasta tres (3) días después de clausurada la
instructión.
Esta participación debe solicitarse bajo pena de inadmisibilidad, en la
forma que se prescribe para la instancia de constitución del actor civil. El
decreto que la acuerda debe ser notificado a las partes y a sus defensores.
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el proceso penal y la probanza serán las partes, por tanto, han de asumir,
en este sentido, la aportación de los medios de prueba necesarios indi
cando que recaiga en las partes y no en el órgano juzgador las facultades
materiales de dirección del proceso hasta el momento en el que se fija el
objeto del proceso, todo lo cual nos ubica en el Principio de Aportación,
el cual a nuestro modo de ver debe predominar durante la fase investi-
gativa y en la fijación del objeto del proceso, descansando en el proceso
penal en el titular de la acción, quien al tener la carga de la prueba, está
llamado desvirtuar el contenido de la Presunción de Inocencia.
Desde esta perspectiva el acusador, culminadas las acciones de
obtención de elementos de prueba y de éstas ser suficientes y legítimas
para presumir la posibilidad de desvirtuar el estado de presunción de
inocencia, habrá de ejercitar la acción solicitando al órgano juzgador
conocimiento del hecho, quedando todos los actos de investigación en la
esfera de la denominada etapa investigativa. Si culminadas las actuacio
nes a pesar de que resulte probada la comisión de un hecho delictivo, no
hay motivos suficientes para imputar a persona alguna, pues la mínima
actividad probatoria de cargo ha resultado insatisfecha, se procederá en
este caso al sobreseimiento, pues no se han logrado reunir los elementos
necesarios para sustentar un objeto del proceso jurídico y procesalmente
relevante contra determinado sujeto. En este sentido, sólo tendremos un
objeto del proceso fijado cuando se conste con una actividad probatoria
de cargo capaz de sustentar la solicitud al órgano juzgador, por parte
del sujeto encargado de sostener la acusación, sea fijado un hecho en su
identidad fáctica y personal con trascendencia jurídica y procesalmente
relevante, y esta petición sea admitida.
El objeto procesal reconoce varios niveles que deben ser conside
rados.
Para la inyestigación, para la imputación y para el Juicio en este
último debeexistir congruencia plena entre la acusación, la defensa y
la Sentencia.
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CAPÍTULO 2
SISTEMAS DE
ENJUICIAMIENTO PENAL.
ACU S ATORIO-IN QUISITIV O-
MIXTO
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La Asamblea del año XIII fue categórica con el destierro del Sistema
Inquisitivo evidenciado con la orden de quemar todos los elementos de
torturas y tormentos usados por la inquisición.
J La idea clara del Sistema Acusatorio lo plasmaron los constituyentes
en 1853, en el art. 24 de la Constitución Nacional, pero lo más brillante
en la estructura del sistema de enjuiciamiento diseñado es el art. 18 y su
transcendente fórmula ningún habitante de la naciónpuede ser penado
sin juicio previo.
Sin embargo lo plasmado en la teoría filosófica de la Constitución
no se correspondía con la realidad. El Sistema operativo continuaba
siendo el Inquisitivo.
El Sistema de Justicia de las colonias continuaba operando plena
mente.
Se fue consolidando a pesar de las ideas revolucionarias y se plasmó
legislativamente con el código de Jofre de neto corte inquisitivo.
•*4,Fue la doctrina cordobesa que en la década del treinta impone el
Sistema Mixto legislativamente y se expande por toda la república.
Este sistema pretende ensamblar a la propuesta constitucional el
Acusatorio y el Inquisitivo, enclavado este último en la cultura hispana
de la colonia.
Este modelo híbrido supervivió a la Reforma Constitucional de
1994, sin embargo la fuerza de las instituciones allí acuñadas mediante
la interpretación de la C.S. de J. dedaN. en sus fallos señeros (Quiroga,
Santillán, Tarifeño, García, Cattonar entre muchos) y férreamente rei
terados se han impuestos como ejes en la Reforma Procesal Penal de la
República.
Garantías constitucionales
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~ Garantías convencionales
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CAPÍTULO 3
PROCESO POR AUDIENCIAS
Paradigma acusatorio
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traído a su conocimiento.
Tiene la información sincera y se forma una opinión propia, nacida
de la misma audiencia, de los indicios y elementos probatorios que las
propias partes aportan y que sirven de sustento a sus peticiones.
La inmediatez y la concentración permiten que las partes expongan
sus pretensiones con sinceridad y con el control de la contraria, quien a
su vez puede refutar los argumentos y presentar sus propias peticiones,
la adversarialidad no puede quedar ajena a los beneficios del rol de la
audiencia, y esto provoca la calidad de la información permitiendo la
decisión rápida y justa.
La audiencia constituye una herramienta de trabajo de la cual se
valdrán los litigantes para trasmitir información de calidad al juez con
el objeto de que tome una decisión.
La oralidad representa una de las herramientas más importantes con
las que cuenta la administración de justicia penal.
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Alegatos de apertura
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Alegato de clausura
TIPOS DE AUDIENCIAS
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una medida de coerción sin expreso pedido del representante del Ministerio
Público FiscaLo daLfluerellante. ;■
Sin perjuicio de los elementos probatorios que las partes pudiesen
aportar durante la audiencia, a los efectos de constatar las condiciones de
procedencia de una medida de coerción, la Oficina de Medidas Alternati
vas y Sustitutivas efectuará un informe sobre las condiciones personales
y circunstancias que permitan discutir a las partes respecto de la libertad
del imputado.
En dicha audiencia, el representante del Ministerio Público Fiscal
deberá especificar el plazo de duración de la medida y el plazo requerido
para llevar adelante la investigación penal preparatoria. En el caso que sea
solicitada únicamente por el querellante, deberá exponer la duración y los
motivos de su extensión.
Respecto del imputado que se encuentre previamente detenido, la au-
diencia deberá celebrarse .dentro del plazo máximo de setenta y dos^,72)
horas contadas desde que la detención tuvo lugar.
El juez dará al imputado el derecho de ser oído,'1 con la asistencia e
intervención de su defensor, oportunidad en la que podrá cuestionar el
lugar y demás condiciones de la prisión preventiva. Asimismo, escuchará
al querellante cuando éste solicite tomar intervención, y resolverá inme
diatamente el planteo.
d: El requerimiento de una medida cautelar será formulado por las partes
ante el juez.
Deberá especificar el alcance, plazo de duración y fundamentos de la
medida. El juez podrá convocar a audiencia unilateral previo a tomar la
decisión.
ALa resolución que imponga una medida de coerción o cautelar deberá
individualizar al imputado, enunciar los hechos que se le atribuyan, su
calificación legal, expresar las circunstancias que dan fundamento a la
mgdida y fijar el plazo por el cual se establece.
Vencido el plazo, previa audiencia en la cual oirá a las partes, el juez
decidirá si corresponde o no su extensión. Las partes podrán en cualquier
momento solicitar la revisión de la medida de coerción ante el juez, por
el mismo procedimiento.
La resolución que imponga, renueve o rechace la prisión preventiva
o cualquier otra medida de coerción o cautelar será revisable, sin efecto
suspensivo, dentro del plazo de setenta y dos (72) horas.
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domicilio de su defensor;
(b)la relación clara, precisa y circunstanciada del hecho punible que se
atribuye al imputado; en caso de contener varios hechos independientes,
la separación y el detalle de cada uno de ellos;
/cplos fundamentos de la imputación, con expresión de los medios de
prueba quela motivan;
(d^)la expresión precisa de las disposiciones legales aplicables y su
debida correlación con los hechos y con la intervención atribuida al im
putado en ellos;
líenla determinación precisa del daño cuya reparación se reclama;
©el ofrecimiento de la prueba que propone para el juicio;
apilas circunstancias de interés para determinar la pena o la medida
curativa y educativa, con expresión de los medios de prueba que propone
para verificarlas en el juicio sobre la pena;
<EJel requerimiento de pena estimado, a los efectos de la determinación
del juez, tribunal o jurado.
La acusación sólo podrá referirse a hechos y personas incluidas en
la formalización de la investigación aunque se invocare una calificación
jurídica distinta de la asignada en esa oportunidad.
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Resueltas las cuestiones, cada parte ofrecerá su prueba para las DOS (2)
etapas del juicio y formulará las solicitudes, observaciones e instancias que
estimare relevantes con relación a las peticiones realizadas y las pruebas
ofrecidas por los demás intervinientes.
Las partes también podrán solicitar al juez que tenga por acreditados
ciertos hechos, que no podrán ser discutidos en el juicio.
El juez evitará que en la audiencia se discutan cuestiones que son
propias del juicio oral y resolverá exclusivamente con la prueba que pre
sentaren las partes.
Si las partes consideran que para resolver alguno de los aspectos propios
de la audiencia de control es necesario producir prueba, tendrán a cargo su
producción. Si es necesario podrán requerir el auxilio judicial.
El juez resolverá fundadamente todas las cuestiones en el orden que
fueran planteadas.
Artículo 280: Auto de apertura del juicio oral. El auto de apertura del
juicio oral contendrá:
a) el órgano jurisdiccional competente para intervenir en el juicio oral;
>< ■
fr)/ la acusación admitida;
i£j#los hechos que se dieron por acreditados en virtud de las conven
ciones probatorias;
íSjiíla decisión sobre la admisibilidad o inadmisibilidad de la prueba
ofrecida para el debate y el juicio de la pena, con expresión del fundamento;
(ejilos fundamentos por los cuales se rechazó, total o parcialmente, la
oposición a la apertura del juicio;
;{§}'la decisión acerca de la legitimación del querellante para habilitar
la apertura del juicio o para intervenir en él y, en caso de pluralidad de
querellantes, la orden de unificar personería, si fuera procedente;
(g) cuando el acusado soporte una medida de coerción, la decisión
acerca de la subsistencia de la medida o su sustitución;
(hjien su caso, la indicación de cómo ha quedado trabada la litis en la
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COMENTARIOS
Artículo 24°. Prueba. Si las partes consideran que para resolver alguno
de los aspectos propios de la audiencia de control es necesario producir
prueba, tendrán a cargo su producción. Si es necesario podrán requerir el
auxilio judicial.
El juez evitará que en la audiencia se discutan cuestiones que son
propias del juicio oral y resolverá exclusivamente con la prueba que pre
senten las partes.
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COMENTARIOS
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COMENTARIOS
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La audiencia
Generalmente, la audiencia de selección se efectúa el día fijado
para comenzar el juicio, aunque en ciertas ocasiones es posible que se
desarrolle algunos pocos días antes. A este fin, se convoca a un número
de ciudadanos -cuya cifra es normalmente el triple de los jurados reque
ridos para juzgar el caso-, el que puede variar, según se contemplan, o
no, a los suplentes.
La audiencia, a la que deben asistir obligatoriamente el juez y las
partes, comienza con la evaluación de los impedimentos yrias excusacio
nes de los potenciales jurados. Así, el juez preguntará si alguna persona
se encuentra comprendida por algún impedimento previsto en la ley, y
si así lo fuere, la dispensará de ser jurado. Seguidamente, el juez inqui
rirá si alguno de los citados tiene motivos para excusarse, y en su caso,
deberá evaluar las razones brindadas con criterio restrictivo, para luego
resolver si corresponde eximir al potencial jurado de la carga pública
para la que fue convocado.
Acto seguido, tiene lugar el momento central de la audiencia en que
se interroga a los miembros potenciales del .jurado sobre una serie de
cuestiones para determinar si están calificados para servir como tales,
luego de lo cual las partes estratégicamente podrán utilizar sus recusa
ciones para eliminar del panel a los ciudadanos que crean contrarios a
sus intereses.
Para poder hacer valer las recusaciones, se prevé que las partes inte
rroguen -por medio de las reglas del examen directo y contra examen- a
los potenciales jurados, quienes deben contestar siempre bajo juramento
de decir la verdad.
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COMENTARIOS
Reglas para la admisión de la prueba. Este acto está a cargo del juez
penal designado para presidir la Audiencia con el Jurado.
Un medio de prueba, para ser admitido, se debe referir, directa o
indirectamente, al hecho punible sometido a averiguación..’
Las pruebas de las circunstancias relevantes para la determinación de
la pena o medida de seguridad y corrección se presentarán y se decidirán
en la audiencia de cesura posterior al juicio.
El juez podrá limitar los medios de prueba ofrecidos para demostrar
un hecho o una circunstancia, cuando ellos resulten manifiestamente su
perabundantes. Cuando se postule un hecho como notorio, el juez, con el
acuerdo de todos los intervinientes, puede prescindir de la prueba ofrecida
para demostrarlo, declarándolo comprobado en el auto de apertura. El
juez puede, durante la audiencia preliminar, provocar el acuerdo entre
los intervinientes, cuando estime que, según la prueba ofrecida, se trata
de un hecho notorio.
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I) Consideraciones preliminares
I
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no
CAPÍTULO 4
' LA ACCIÓN PENAL
ACCIÓN PENAL
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tal sentido, del particular ofendido por el delito o el indicado por la ley.
En las acciones privadas (art. 73 del CP) su ejercicio queda reserva
do exclusivamente a los particulares en la forma establecida por la ley,
siendo su nota esencialmente distintiva la disponibilidad de ella.
En consecuencia, no hay acción penal fuera de las situaciones de
apariencia delictiva, ya que de no ser así violaría el principio de legalidad
y reserva consagrado por la Constitución Nacional (art. 19).
Esto implica una dependencia absoluta y subordinación de lo pro
cesal a lo sustantivo; que aparece enmarcada en el sistema garantizador
que limita la función punitiva del Estado, condicionada a la taxatividad
de aquellas conductas previamente descriptas en las figuras del catálogo
punitivo, en consecuencia, la acción penal (como elemento generador
de la actividad persecutoria -arts. 18 y 19 de la CN-) nace cuando ocu
rrió un suceso que, en principio, responda a la caracterización típica de
un delito. Esto lleva a una afirmación, no puede existir una autonomía
absoluta de la acción, por completo depende de la adecuación entre el
hecho y el Derecho sustantivo.
La doctrina penal ha insistido en un tratamiento sustantivo de la ac
ción, lo que se encuentra dogmáticamente explicado por la circunstancia
de que el instituto se encuentra legislado en el Derecho argentino dentro
de la parte general del Código Penal.
Sebastián Soler estudia el tema bajo el título de La Pretensión
punitiva, identificando el hecho con la acción; Indica que la potestad
represiva concretada en las respectivas disposiciones penales se dinamiza
mediante el ejercicio de las acciones “que transforman la punibilidad en
punición”, así la acción “no es más que el momento dinámico de una
pretensión punitiva preexistente y estática, la cual se desencadena con la
comisión de un hecho” que pone en funcionamiento el conjunto de las
actividades procesales, las que se encuentran previamente determinadas
por las figuras sustantivas.
Es necesario no identificar acción y pretensión punitiva, ya que la
segunda es el contenido posible de la primera. En efecto, cuando luego de
una actividad persecutoria el propio órgano acusatorio dictamina en pro
de un archivo o de un sobreseimiento, no puede negarse que ha habido
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- Acciones prorriQyibles,,de,oficio
- Públicas promoyikl.esM instamáñ privada
- Públicas convertidas en privadas
- Acciones Privadas
ss.) justifica el sistema como derivación de la potestad soberana del Estado y aun cuando
debe aplicarse en las excepciones de las acciones privadas y las dependientes de instancia
privada, las considera teóricamente inadmisibles y resabios de la vieja sistemática de la
acusación particular.
Ajuicio de este autor, lo que la ley sustantiva se propone con este sistema es consagrar
obstáculos al ejercicio de la acción penal pública.
Igualmente Clariá Olmedo (Derecho Procesal Penal, T. 1, pág. 339 y ss.), sostenedor
declarado de la publicidad de la acción, critica el sistema imperante de nuestra ley de fondo
en punto a la acción privada, a la que considera como “un pequeño reducto aún latente
de la antigua clasificación de los delitos en públicos y privados, se eliminó la distribución
pero aún sigue subsistiendo el efecto realizador de los delitos que antes fueron privados”.
Porque este autor, explicando nuestro actual sistema, se sirve de una terminología muy
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Manual de Derecho Procesal Penal
Acción Pública
clarificadora de lo que parece una contradicción jurídica: el poder de la acción penal -que
por ser público siempre corresponde al Estado- debe distinguirse de su ejercicio.
Existe pues en nuestra ley y aunque en forma excepcional y taxativa una doble titularidad
entre el poder de acción y el ejercicio de ese poder cuando debe actuarse penalmente en los
delitos de acción privada, que denomina como casos de ejercicios privados de la acción penal.
Considera, con Obarrio, que mantener este sistema es posibilitar que la cosa pública
(amenaza de la pena) sea utilizada con fines privados y egoístas (venganza u obtención de
beneficios económicos).
2Maier. El Ministerio Público... ob. cit. Foucault, Michel. La verdad y las formas jurí
dicas. Traducción de E. Lynch, Gedisa, México, 1990. Ver Conferencia Tercera, pág. 62 y ss.
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5¿rLa acción penal es el instrumento jurídico por medio del cual actúa el
derecho-deber del Estado de aplicar, por la autoridad y con las garantías
del poder jurisdiccional, las acciones jurídicas necesarias en la defensa
y al mantenimiento del orden social y de las condiciones externas de
pacífica convivencia de los ciudadanos.
En consecuencia, aun cuando la historia, la doctrina y la legislación
comparada nos ofrecen distintos sistemas de acusación, la elección debe
hacerse sobre el presupuesto ineludible de una intervención directa del
Estado, mediante un órgano específico.
En ese esquema la historia presenta la institución del Ministerio
Público, a quien lo convierte en Titular, ahora receptada expresamente
en el art. 120 de CN.
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4 Acción Privada
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Sin embargo, a pesar del señalado avance a nadie escapa que persis
ten cuestiones no resueltas y que ofrecen motivos para el debate.
La mayor parte de las provincias lo situaban dentro del Poder Judi
cial y la reforma de la Constitución potenciaba su independencia. Del
mismo modo, la cuestión se relaciona con la “representatividad”, es
decir en función de quién y qué se pide justicia y ante quiénes se debe
rendir cuenta de la gestión ahora con una total orfandad respecto a esta
cuestión que es urgente definir.
Los referidos problemas ciertamente distan mucho de haber sido
solucionados y, más bien, pareciera que existe una renuencia a asumir
modificaciones institucionales que respondan a una profundización del
espíritu de la reforma constitucional.
La tradición doctrinaria lo ubica en el movimiento del pensamiento
cultural del Iluminismo que se instala en Francia. Y desde allí, con la
transformación política de la Revolución, la institución es mantenida pero
lógicamente adaptada a las nuevas concepciones imperantes, forzando
su orientación hacia una estirpe americana.
El Ministerio Público se transforma, entonces, en un agente del poder
de la sociedad y a través de él, de los intereses de la nueva exigencia
dominante respecto del rol de la justicia penal adquiriendo vital impor
tancia, agudizando su separación de la Jurisdicción.
, \ En el sistema Inquisitivo, el órgano jurisdiccional lo es todo y la
fiscalía, a lo sumo, es una suerte de mero control o vigilancia de que se
cumplan las formas.
Con las grandes reformas operadas en el siglo XIX se rodeó al
imputado de una serie de derechos garantizados y a partir de la gene
ralizada adopción del sistema mixto,se dividieron los procedimientos
en dos etapas netamente diferenciadas, la primera de investigación, de
neto corte inquisitivo, la segunda de Juzgamiento correspondiendo en la
organización del juicio a la adopción de las pautas del modelo acusatorio.
En tal sentido se adoptó el método contradictorio, lo que significó una
neta diferenciación funcional entre el órgano que sostenía la acusación,
contestada por la defensa y el que debía tomar la decisión.
Pero el mantenimiento, en varios códigos, de la instrucción formal
y el indudable predominio de esta etapa por sobre la del juicio siguie-
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W
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EL CRITERIO DE OPORTUNIDAD
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Al respecto:
Es necesario advertir que el principio de oportunidad solo es compatible
con el estado de derecho si sus criterios están determinados con precisión
en la ley; las reglas de oportunidad que estén sin precisión destruyen en
su totalidad el principio de legalidad.7
1979.
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13 Roxin, Claus. “Sobre el concepto global para una reforma procesal penal”. En:
Universitas. Revista Trimestral Alemana de Letras, Ciencias y Arte. Junio de 1987, vol.
XXTV, N° 4, pág. 311.
14 Roxin, Claus, ob. cit., pág. 315.
Unidos”. En: Lecciones y Ensayos. Buenos Aires, 1988, N° 49, pág. 14.
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19 Stratenwerth, Günter. Strafrecht, Allgemeiner Teil I, die Straftat. 3, Aulf, Koln, Berlín,
pág. 75.
21 Stratenwerth, Günter, ob. cit., págs. citadas.
22 García, Luis. ¿Basta con el derecho procesal para alcanzar en algún cabello ai
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Concepto de víctima:
La víctima es la persona que padece un sufrimiento físico, psicoló
gico y social a consecuencia de la violencia, de una conducta agresiva
antisocial.
Si buscamos una definición de víctima en el Derecho Internacional
tendremos que ver en la Declaración de Naciones Unidas de 1985, se
dijo que las víctimas serán:
Las personas que individual o colectivamente, hayan sufrido pérdida
financiera o menoscabo sustancial de sus derechos fundamentales, como
: consecuencia de acciones u omisiones que violen la legisláción penal vi
gente en los estados miembros, incluida la que proscribe el abuso de poder.
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EL QUERELLANTE
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Legitimación
Consideraciones Generales:
La víctima del delito fue, desde el comienzo de la persecución penal,
la más legitimada para ello, así en la primitiva regla penal de la Ley de
Talión “ojo por ojo, diente por diente” se pretendía causar al autor el
mismo daño que hubo causado. A partir de ahí el ejercicio de la acción
penal pasó por diversas etapas hasta la revalorización de la víctima como
integrante del proceso penal.
En Europa se ha institucionalizado, en décadas pasadas, en el de
recho americano desde hace mucho tiempo la protección integral a la
víctima de delitos.
... Los Códigos Procesales de corte moderno han incorporado a la
víctima en el conflicto penal (objeto del proceso) como de intervención
necesaria, como actor civil, o querellante conjunto o simplemente como
víctima a quien se le informa los derechos, que como consecuencia del
daño sufrido, por el delitos es posible ejercitar también, están dispuestas
su protección y la recompensa o indemnización de los gastos que pro
voque el desarrollo del proceso.
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Actor Civil
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Desistimiento
El actor civil puede desistir de su demanda en cualquier estado del
proceso, quedando obligado por las costas que su intervención ocasionó.
Se considera desistida la acción cuando el actor civil, regularmente
citado, no comparece a la primera audiencia del debate, o no presentada
conclusiones, o se aleja de la audiencia sin haberlas formulado oportu
namente.
Intervención Forzosa: Quien ejerce la acción resarcitoria puede
pedir la citación de la persona que, según las leyes civiles, responde por
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i-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- -------------
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CAPÍTULO 5
EL IMPUTADO Y SU DEFENSOR
EL IMPUTADO
Presunción de Inocencia
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PRESENTACIÓN Y COMPARECENCIA
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consecuencias prácticas:
a) No puede ser invocado como prueba en forma autónoma contra
del imputado;
b) No puede constituir el único elemento indiciario para establecer
la responsabilidad criminal del acusado;
c) Los dichos confesorios del imputado deben valorarse según las
reglas de sana crítica racional.
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con el hecho delictivo), valdrá como tal y entre otros efectos establecerá
el límite temporal para que se resuelva la situación procesal del imputado.
La presentación espontánea de la persona no interfiere en la decisión
judicial sobre la libertad del compareciente. El juez puede disponer la
detención a pedido del fiscal, no obstante la comparencia espontánea
siempre que se den los requisitos para dicha medida de coerción.
La procedencia de la restricción de la libertad se limita a circunstan
cias absolutamente indispensables para: a) asegurar el descubrimiento
de la verdad; y b) para garantizar la aplicación de la ley.
Se deduce entonces que el estado de libertad es el estado natural de
todo ciudadano en el marco de un Estado de Derecho y la afectación a
ese estado natural constituye la excepción.
Cuando la restricción de la libertad (ya sea en su modo de arresto
o detención) se exhiba necesaria, deberá ser ejecutada de la forma en
que afecte lo menos posible a la persona de afectado y a la reputación
del afectado. La ejecución de la medida no debe perjudicar más de lo
razonablemente debido a la dignidad de la persona. El apego rígido a la
letra legal en esta parte exhibe el grado de civilización y profesionalismo
de quienes tienen a su cargo la realización de la medida, como así de su
compromiso para con las leyes protectoras de los Derechos Humanos, y
cuyo desconocimiento puede acarrear responsabilidades internacionales
al Estado que no las aplique. El ser involucrado en un proceso penal no
implica por sí mismo la culpabilidad del sometido a proceso, en tanto
el principio constitucional de inocencia (o no culpabilidad) acompaña a
este último hasta el momento de la sentencia condenatoria.
La persona afectada por la restricción de libertad debe ser informa
da de los motivos de la medida. Ello implica que se le anoticie de las
razones por las cuales se verá privada de su libertad ambulatoria, como
también por disposición de quien se ejecuta la medida, en virtud de qué
facultades legales se ordenó la diligencia, como así el lugar físico donde
será alojado y a disposición de qué magistratura se encuentra.
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Funciones
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Organización. Propuesta
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CAPÍTULO 6
JURISDICCIÓN
JURISDICCIÓN FEDERAL-JURISDICCIÓN
PROVINCIAL. GARANTÍA DEL JUEZ NATURAL
COMPETENTE, INDEPENDIENTE E IMPARCIAL
Jurisdicción
Competencia
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1 f
Es el poder emanado de la Constitución Nacional y/o Pro- j
JURISDICCION I
vincial al Poder Judicial, para conocer y juzgar, aplicando en su j
PENAL i
► caso pena, luego de un “Debido Proceso" en una causa concre- j
j ta, a una persona determinada.
I
] Implica la existencia y funcionamiento de órganos jurisdic-
¡ JUDICIALIDAD í dónales, correspondiendo al Poder Judicial de modo exclusivo
j la determinación concreta, en un caso histórico y a un sujeto
j determinado, la correspondiente aplicación de las leyes.
Caracteres j
- Competencia: es la aptitud que la ley les confiere a los jue- j
j ces para conocer en determinadas causas, esto es para ejercer j
i su jurisdicción en un caso concreto. La competencia se atribuye I
j en razón de territorio y de la materia sometida a juzgamiento. í
j - Independencia: esta condición del Magistrado implica que {
j no se encuentra subordinado a ninguna de las dos partes del j
j proceso (imputado y fiscal) o Actor Penal y a ningún otro poder, i
i - Imparcialidad: perfila al juez como un verdadero tercero I
j neutral entre las dos partes, que decidirá el proceso con obje- :
i tividad. i
i - Establecido con anterioridad por la ley: El juez tiene que i
i haber sido designado previamente al hecho que motiva el pro- i
JUEZ NATURAL
► ! ceso, de acuerdo con el mecanismo constitucional o legal para ;
| su nombramiento.
a) Soberana: no reconoce su decisión, sometimiento a j
j otro poder del Estado (el indulto y/o la conmutación de pe- j
! ñas no revisan las cuestiones decididas judicialmente, sólo i
j modifican sus efectos por motivaciones diferentes y como j
consecuencia de atribuciones constitucionales diferentes), i
b) Provocada: debe iniciarse como consecuencia de la
actuación de un poder extraño, en cumplimiento del principio
“no se procede de oficio” (neprocedat ex officio).
c) Accesible y eficaz: debe proveer las formas de acceso
que garanticen el derecho a ser oído (arts. 18 y 75 inc. 22
| CN), resolviendo el pedido de protección jurisdiccional de los
derechos y garantías en un tiempo razonable.
Contenido
a) Poder de conocer y de dirección:
La potestad represiva otorgada a la jurisdicción de ser la
culminación de conocimiento racional de la verificación de la
hipótesis penal, arribada mediante el Debido Proceso.
Acusación-Defensa-Prueba=Sentencia, actividad dirigi
da dentro del marco de legalidad.
b) Poder de decisión:
Ante la verificación de la hipótesis penal, debe decidir si
absuelve o condena, aplicando el derecho, observando las
garantías que le protegen al ciudadano, mediante el marco
jurídico del Estado de Derecho.
c) Poder de coerción Preventiva y de Ejecución de la de
cisión:
La coerción Preventiva es la atribución excepcional de medi
das coactivas, asegurativas de la realización penal, dentro de los
límites constitucionales y que se transforma en poder de ejecu
ción cuando una decisión debe cumplirse con el auxilio de fuerza
pública, y que se conoce como ejecución penal cuando se trata
de Sentencias definitivas.
Caracteres
Limitada y de excepción: surge de los arts. 116 y 117 de la
: Constitución Nacional. Cualquier litigio o pleito que se refiere a
temas que no estén previstos en estos dos artículos debe ser
i resuelto por el Poder Judicial de la Provincia, en cuyo territorio
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Manual de Derecho Procesal Penal
Competencia Federal
La competencia de la Justicia federal tiene como características
principales el ser una competencia residual o de excepción y limitada
en la materia a los casos que enuncia el art. 116 de la CN (en razón del
Territorio, las Personas o la Materia), y en los casos de recurso extraor
dinario del art. 14 Ley N° 48 (este art. establece los supuestos en que
podrá apelarse a la CSJN, luego de que exista una sentencia definitiva
pronunciada por algún Tribunal Superior de provincia). La competencia
federal surge cuando se haya afectado alguna institución federal y en
caso de duda debe estarse a favor de la competencia provincial.
La CSJN tiene competencia originaria y exclusiva para resolver en
cuestiones de personas aforadas (embajadores, ministros y cónsules ex
tranjeros, y en las causas en que alguna provincia fuere parte). En razón
del lugar por ser territorio nacional o asimilado a él. O en razón de la
materia expresamente declarada en la ley.
La CSJN también entenderá en las cuestiones de competencia que
se susciten entre diferentes tribunales del país que no tengan un órgano
superior jerárquico común. Y también decidirá sobre cuál debe ser el
juez competente cuando su intervención sea indispensable para evitar
una efectiva privación de justicia.
199
Juan Ramón Alegre
Competencia Territorial
La territorialidad es la nota característica de la competencia. Es de
cir, los jueces por regla son competentes para resolver todas las causas
suscitadas en el territorio que la ley les asigna para el ejercicio de su
jurisdicción.
La primera regla es que es competente el juez del lugar de comisión
del delito, esto tiene su base dogmática en el art. 118 de la CN. Para llevar
a la práctica esta regla cada provincia, al dictar las leyes orgánicas del
Poder Judicial, han dividido sus territorios dentro de cuyos límites se
atribuye la competencia penal (circunscripciones Judiciales) a un juez
o grupo de jueces entre los cuales se reparte, a su vez, el conocimiento
de las causas (división por materia y tumo). En base a esta distribución
no debe quedar ningún espacio del territorio sin juez.
La finalidad de mejor justicia, perseguida por esta distribución te
rritorial de las causas penales, está fundamentada en el acercamiento del
tribunal al lugar del hecho para favorecer la garantía de defensa enjuicio
y el principio de economía procesal, pues favorece la rápida, sencilla,
más económica investigación y juzgamiento como también el control de
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Manual de Derecho Procesal Penal
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Acumulación de procesos
Para intentar asegurar la coherencia de las resoluciones judiciales,
cuando se presentan casos de conexidad, la ley procesal prescribe la
intervención en todos esos casos de un mismo Juez o Tribunal, para lo
cual se dispone la acumulación de causas, es decir la unificación de la
documentación de los actos de investigación y la realización de un solo
juicio. Para ello debe tratarse de delitos ocurridos en una misma jurisdic
ción (es decir ocurridos en la misma provincia) y debe tratarse de delitos
de acción pública o dependientes de instancia privada.
Sin embargo, si la unificación de procesos (sea por la cantidad de
imputados, sea por la complejidad o variedad de los hechos, etc.) es un
factor de complicación, puede procederse a la investigación con actua
ciones en trámites separados.
Además, la acumulación de procesos no será dispuesta si con ello se
genera un “grave retardo” para alguna de las causas. Esto hace alusión
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Manual de Derecho Procesal Penal
Unificación de penas
En los casos de excepción a la acumulación de causas siempre habrá
un proceso en el que se dictará sentencia antes que en otro que, de haber
sido acumulados, serían resueltos en una sola sentencia. En estos casos
se procederá a la acumulación de las penas y ello lo hará el Tribunal
que dicte la última sentencia y de conformidad con lo establecido en el
art. 58 del CP.
Cuestiones de Competencia
Cuando por alguna razón existen circunstancias que hacen dudosa
o controvertida la competencia de un determinado órgano jurisdiccional
sobre un concreto asunto, surgen las denominadas cuestiones de com
petencia que son, de modo genérico, aquellas que llevan a la decisión
sobre quien deberá entender en esa causa puntual.
Desde un punto de vista estricto, las cuestiones de competencia son
aquellas que surgen cuando dos órganos jurisdiccionales se declaran en
forma simultánea y contradictoria, competente o incompetente, para la
investigación o juzgamiento de un mismo hecho.
El problema puede suscitarse por razones de materia, territorio o
cualquiera de los criterios determinantes de la competencia. Puede darse
entre jueces de la jurisdicción federal y de una provincia, entre los de
diferentes provincias o entre los integrantes de una misma provincia.
Asimismo, se presenta de modo positivo cuando dos o más jueces pre-
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Garantías Constitucionales
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Organización Horizontal
El Código Procesal Penal Federal, Ley N° 27482, establece la
organización horizontal.
Órganos jurisdiccionales (art. 52):
1) Jueces con funciones de revisión;
2) Jueces con funciones de juicio;
3) Jurados, cuando se establezcan por ley especial;
4) Jueces con funciones de garantía;
5) Jueces con funciones de ejecución.
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MODELOS TRADICIONALES
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ACTIVIDAD PROCESAL
ACTOS PROCESALES
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DISPOSICIONES GENERALES
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Rectificación
NOTIFICACIONES Y VISTAS
Manzini dice:
La notificación es el medio (acto accesorio) con que se lleva a conoci
miento de alguien un acto (principal) del Juez o de otro sujeto del proceso
penal o se le da noticia de una determinada situación o de un determinado
acontecimiento procesal. {Derecho Procesal Penal. T. III, pág. 139 y ss.)
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La garantía constitucional
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Inadmisibilidad
La inadmisibilidad es la sanción prevista por la ley en forma expresa
o tácita para declarar la ineficacia de un acto que la ley determina que
no debe producir efectos y no permite el ingreso al proceso por no con
tener los requisitos exigidos por la norma procesal. La inadmisibilidad
impide ab-initio que el acto viciado produzca efectos procesales. Por
ejemplo, cuando los plazoS*9ftn perentorios y el acto debe cumplirse en
determinado tiempo, será inadmisible si se lo intenta cumplir después
de vencido el plazo.
En general, los actos susceptibles de la sanción en análisis emanan
de las partes del proceso y de terceros que de modo incidental intervienen
en él. La inadmisibilidad como no admisión de un acto viciado funciona
antes de que éste produzca efectos en el proceso; si ingresa y produce
efectos jurídicos se lo podrá eliminar a través de la sanción de nulidad.
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Nulidad
Es la conminación expresa establecida en la ley para los actos en los
que se comprueba la inobservancia de formas establecidas en resguardo
de garantías constitucionales.
El efecto de la sanción consiste en la declaración de ineficacia del
acto procesal, por defecto de algunos de sus elementos esenciales, lo
cual le impide cumplir con sus fines.
La sanción debe ser impuesta por el órgano jurisdiccional ante la
demostración de la parte afectada de sus derechos.
Priva de efectos (eficacia) a un acto procesal en cuya estructura no
se han guardado los elementos ejemplares del modelo, en tanto ellos
constituyen garantías de los derechos del justiciable.
Se debe distinguir la sanción del acto viciado. El acto viciado es lo
nulo y la sanción es la nulidad.
Según su sistematización
Nulidades genéricas
Las llamadas nulidades genéricas son las que el Código Procesal,
siguiendo el sistema tradicional, ha regulado en diversas normas, las
nulidades de orden general, entendiéndose que todos los actos procesales
deben respetar lo prescripto en ellas.
Estas nulidades genéricas importan a todos los actos procesales que
deben respetar lo que las normas establecen para aquellos. Cualquier
acto que se realice en oposición a lo establecido se ve conminado con la
sanción de nulidad porque su violación afecta una garantía constitucional,
y puede ser declarada en cualquier estado del proceso.
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Nulidades especificas
Por otro lado se encuentran las llamadas nulidades específicas,
entendiéndose por ellas a las que las normas procesales regulan de una
manera especial para determinados actos. Si ellos no guardan las formas
que la ley expresamente especifica, se los sanciona con nulidad. En otras
palabras, determinados actos deben observar determinar formas que la
propia norma delimita, bajo pena de nulidad.
Nulidades implícitas
Además de estos dos tipos de nulidades que se encuentran expresa
mente establecidos en la ley, existen actos en el proceso cuya omisión no
puede tener otra sanción que no sea “la de nulidad” cuando a pesar de no
estar expresamente así normado en la ley ello resulta de la interpretación
del sistema procesal vigente. Estas son las llamadas nulidades implícitas.
Por ejemplo, es nulo el proceso iniciado sobre la base de obtención de
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Manual de Derecho Procesal Penal
Nulidades absolutas
Las nulidades absolutas son aquellas que afectan de tal modo al acto
procesal, que corresponde declararlas de oficio. Como regla general son
nulidades absolutas las genéricas, por inobservancia de las disposiciones
relativas a la intervención, asistencia y representación del imputado,
pero además esa inobservancia implica una violación de una garantía
constitucional o de normas constitucionales.
La expresión “siempre que importen una violación de las normas
constitucionales” significa considerar a tal violación como condición
necesaria e indispensable.
La voz “importen” -que es una redacción en modo subjuntivo presen
te- implica una simultaneidad con respecto a la violación de las garantías,
lo que significa que para que se pueda declarar la nulidad debe estar en
este momento violándose la garantía. Es decir, que la lesión es “actual”,
y con mayor razón se deberá declarar la nulidad si la lesión ya ocurrió
antes. La nulidad absoluta por sus características de violar una norma
constitucional debe ser siempre “en este momento”, equivale a decir
“se ha producido”, actualmente, y la violación constitucional persiste.
Ijara deducir la nulidad se debe tener interés jurídico.
Las nulidades absolutas deben ser declaradas de oficio o a pedido
de parte en cualquier grado o estado del proceso, en el momento que
sean advertidas por el tribunal, salvo que la garantía violada haya sido
restablecida.
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Nulidades relativas
Las nulidades relativas son aquellas que pueden ser planteas por el
Ministerio Público o de las partes que no las hayan causado o concurrido
a causarlas y que tengan interés legítimo en la observancia de las dispo
siciones legales respectivas que no han sido observadas.
Este tipo de nulidades que son susceptibles de confirmación, deben
ser solicitadas en tiempo oportuno por quien tenga un interés legítimo
y no las hubiere consentido. El interés debe consistir en un fin práctico,
real y positivo, no pudiendo ser declarada la nulidad en el sólo beneficio
de la ley. Éstas pertenecen a las reglas tendientes a ordenar el proceso y
deben ser planteadas en tiempo oportuno.
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Forma
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EFECTOS DE LA NULIDAD
Casi todos los sistemas procesales disponen que cuando sea decla
rada la nulidad de un acto, ello hará nulos todos los actos consecutivos
que de él dependan.
Al declarar la nulidad, el tribunal establecerá, además, a cuáles ac
tos anteriores o contemporáneos alcanza la nulidad, por conexión con
el acto anulado.
La razón de la nulidad de los actos consecutivos es porque cada una
de las etapas del proceso penal constituye el presupuesto necesario de
la que le subsigue, en forma tal que no es posible eliminar una de ellas
sin afectar la validez de las que le suceden.
La declaración de nulidad de los actos procesales puede ser realizada
no splo por el mismo tribunal que los causó o contribuyó a causar, sino
también por los tribunales de alzada. Estos últimos tienen la facultad de
declarar la nulidad (aún en el trámite de recurso o por motivo diverso), si
se tratare de nulidades absolutas, que pueden ser declaradas en cualquier
estado y grado del proceso.
Cuando el Tribunal Superior declare la nulidad de actos cumplidos
por uno inferior, podrá disponer su apartamiento de la causa e imponerle
las medidas disciplinarias que le acuerde la ley.
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V''W
CAPÍTULO 8
ETAPA PREPARATORIA
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Y los tres medios enunciados hasta aquí constituyen distintas formas me
diante las cuales las partes pueden conciliar sus intereses.
Fáciles de advertir que, en cualquiera de tales supuestos, la conciliación
opera como un verdadero resultado, pues nada se precisa ya para dar por ter
minado y superado el conflicto que mantenían los interesados (se ha disuelto
sin necesidad que alguien lo resuelva).
2.2) Los medios de autocomposición indirecta (con la ayuda de otro):
Sin disolver el conflicto planteado, pero con la obvia intención de lograr
su disolución, las partes llegan bilateralmente1 a un acuerdo mediante el cual
permiten que un tercero efectúe actividad conciliatoria con el fin de acercar los
intereses contrapuestos y lograrque ellas mismas puedan lograr la anhelada
disolución mediante uno de los medios directos ya vistos precedentemente:
desistimiento, allanamiento o transacción.
Esta actividad puede presentarse con tres distintas gradaciones, que mues
tran una clara diferencia entre ellas y que generan otras tantas denominaciones:
me refiero a la amigable composición, a la mediación y al arbitraje.
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Contenido
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Esta garantía también está consagrada en el art. 14, Ap. 1 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que dispone:
Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas
garantías por un Tribunal competente, independiente e imparcial, esta
blecido por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación de carácter
penal formulada contra ella o para la determinación de sus derechos y
obligaciones de orden civil.
SISTEMA ACUSATORIO
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Denuncia
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Eficacia Procesal
Sujeto Denunciante
Capacidad: Como regla general se tiene por equiparada a la capaci
dad penal (imputabilidad penal). La doctrina mayoritaria y la jurispruden
cia se han inclinado en que una persona es capaz de realizar formalmente
una denuncia válida cuando posee capacidad penal para responder por
un delito (esto se debe a las consecuencias penales que pudiere acarrear
la denuncia como instrumento de un delito). Falsa denuncia, calumnias,
injurias, etc.
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Sanción y Responsabilidad
Uno de los principios fundamentales del sistema procesal penal es
la desvinculación totaldel denunciante con el proceso, esto se funda en
la necesidad de omitir de la creencia pública el temor a represalias por
denuncias de hechos que pudieron aparecer en principio como delictivo
y que tras la correspondiente investigación resultaren atípicos o no feha
cientemente probados. Sin embargo esa protección que la ley brinda al
sujeto denunciante desaparece cuando la calidad de sujeto denunciante
es usada para cometer ilícitos (calumnias, injurias, falsas denuncias,
etc.j. Situación diferente es la de la víctima denunciante que por su sola
calidad de víctima le concede derechos autónomos.
El denunciante no es parte en el proceso y su actuación se agota
con el acto mismo de la denuncia. Pero resulta responsable de las con
secuencias del acto en sí. !
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El Querellante
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Acceso a la información
I); Se refiere al acceso a la información que contiene el legajo del
fiscal.
a) ; La investigación preparatoria será pública para las partes o sus
representantes pero no para terceros, salvo las audiencias.
b) El Ministerio Público por resolución fundada podrá disponer la
reserva por un plazo no superior a 10 días que podrá prorrogarse
por otro igual, con control del juez a pedido de parte.
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Diligencias de la investigación
f a)\ Las partes pueden realizar su investigación autónoma y tenerlas
en el legajo respectivo. Sólo el del fiscal puede ser consultado
por la defensa, demandado, actor civil.
f b| Las partes pueden proponer al fiscal, en cualquier, momento,
la realización de medidas probatorias, si fuera necesaria para
resolver una medida cautelar o pudiere frustrarse de no realizarse
oportunamente. Al pedido el fiscal deberá expedirse dentro de
las 48 horas, su rechazo habilitará a pedir una audiencia al juez,
quien escuchará a las partes y resolverá, si entiende procedente
ordenará al fiscal su producción.
Anticipo de pruebas
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El juez resolverá:
a) Si existe acuerdo entre las partes ordenará su producción;
b) Si considera procedente por la fundamentación expuesta; o
c) de lo contrario rechazará.
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Objeto de la investigación
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TESTIMONIOS
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Peritajes
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Instrucciones
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Los peritos podrán ser llamados por el fiscal para que le brinden
aclaraciones orales sobre sus dictámenes o informes. El fiscal agregará
al legajo un informe sobre las explicaciones brindadas.
Instituciones: Si el peritaje se encomendara a una institución cien
tífica o técnica y en las operaciones debieran intervenir distintos peritos
o equipos de trabajo, se podrá elaborar un único informe bajo la respon
sabilidad de quien dirija los trabajos conjuntos.
Peritajes especiales: Si debieran realizarse diferentes pruebas
periciales a niños, niñas y adolescentes o personas afectadas psicoló
gicamente, se procurará concentrar la actividad de los peritos en forma
conjunta e interdisciplinaria.
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Identificación de cadáveres
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Exámenes intrusivos
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Primera condición solo puede solicitar el Actor penal Público, no el
Querellante conjunto o el defensor o el imputado.
La enumeración del catálogo de delitos es taxativa, de ello se infiere
que no puede ser aplicado este título donde aún no se precise el delito,
al comienzo de la investigación tiene que existir un acto de acusación
provisoria por parte del fiscal donde se expongan elementos probatorios
de los que se determine el tipo legal en cuestión.
El Agente Encubierto procede exclusivamente en las causas donde
se investiguen los delitos taxativamente establecidos en el art. del CPPF.
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w1 Comentarios
CSc'-:
Causal de impunidad o causa de Justificación -dice la norma pro
cesal- no serán punibles el agente encubierto o el agente revelador que,
como consecuencia necesaria del desarrollo de la actuación encomen
dada, se hubiesen visto compelidos a incurrir en un delito.
Los requisitos esenciales son:
a) Que sea Judicialmente designado agente encubierto o agente
revelador y que el hecho punible sea en el desarrollo de su tarea com
probable objetivamente
Esto requiere una conexión fáctica directa entre el acontecimiento
cuya responsabilidad penal se le atribuye y el desarrollo de la investiga
ción en la que estaba asignado.
b) Se hubiese visto compelido a incurrir en un delito. Esta es la con
dición dirimente y requiere precisión sobre qué significa “ser compelido”
jg& en los términos de la ley.
El término compelido es un adjetivo de tipo calificativo que se
utiliza normalmente para designar a aquellas personas que han sido
K' obligadas por razones de fuerza mayor a actuar o desenvolverse de
tal manera, quizás en contra de su propia voluntad. Siempre que se
habla de alguien que actúa compelido o del acto de compeler a otra
persona se está haciendo implícita referencia a una necesidad ya que
la obligación de actuar de tal manera no es fortuita o casual si no que
tiene que ver con cumplir un objetivo o lograr determinado resultado.
El término es muy comúnmente utilizado por ejemplo en ámbitos labo
rales en los que hay permanentes exigencias y necesidades a resolver.
El término compeler no es del todo común en el uso diario de la lengua
castellana y española ya que siempre implica cierto nivel de seriedad
o formalidad en los actos en los que se desenvuelve la situación. Sin
embargo, esto no quiere decir que no se pueda usar en situaciones es
pontáneas o más libres.
La idea de compeler o de un individuo que ha sido compelido a ac
tuar de determinado modo nos lleva a pensar que siempre hay una fuerza
exterior que ejerce esa obligación sobre el individuo y por tanto no le
queda otra que actuar o comportarse tal como lo hace. La fuerza exterior
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Consideraciones previas
existen en su contra.
También es preciso señalar que su transgresión da lugar a conduc
tas típicas (apremios ilegales etc.) que responsabiliza a sus ejecutores y
toman ineficaz el resultado del acto.
Sí entiendo que presentan mayor complejidad las referidas a la
coacción intelectual o psíquica; esta puede ser en forma directa o indi
recta. La primera se incluye dentro de las conductas ilícitas (apremios
ilegales). La indirecta es la de difícil determinación, sobre todo si es
objetiva genérica y surge de la propia ley a la que debe someterse el
imputado en caso de una información falaz.
Esta situación se concreta en forma precisa en la reducción de la
pena para el caso de llegar a un acuerdo de colaboración, con datos re
feridos a su participación y de datos sobre sus cómplices o superiores en
responsabilidad penal respecto de la actividad que confiesa. El artículo
41 ter del Código Penal vigente, con la modificación impuesta por la
Ley 27034, dispone:
Las escalas penales podrán reducirse a las de la tentativa respecto de
los partícipes o autores por algún delito de los detallados a continuación
en este artículo, cuando durante la sustanciación del proceso del que sean
parte, brinden información o datos precisos, comprobables y verosímiles.
El proceso sobre el cual se aporten datos o información deberá estar
vinculado con alguno de los siguientes delitos:
a) Delitos de producción, tráfico, transporte, siembra, almacenamiento
y comercialización de estupefacientes, precursores químicos o cualquier
otra materia prima para su producción o fabricación previstos en la ley
23.737 o la que en el trituro la reemplace, y la organización y financiación
de dichos delitos;
b) Delitos previstos en la sección XII, título I del Código Aduanero;
c) Todos los casos en los que sea aplicable el artículo 41 quinquies
del Código Penal;
d) Delitos previstos en los artículos 125, 125 bis, 126, 127 y 128 del
Código Penal;
e) Delitos previstos en los artículos 142 bis, 142 ter y 170 del Código
Penal;
f) Delitos previstos en los artículos 145 bis y 145 ter del Código Penal;
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Continuación. Comentario
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Código Penal, que dice“ Será reprimido con prisión de cuatro (4) a diez
(10) años y con la pérdida del beneficio concedido el que, acogiéndose al
beneficio del artículo 41 ter, proporcionare maliciosamente información
falsa o datos inexactos”.
Pero si ocurriera esta situación, estaríamos en presencia de una
causal de ilegitimidad de la fuente de atribución de la responsabilidad
penal, consecuencia de la doctrina “del fruto del árbol envenenado” y
no tendría valor ninguno de la pruebas adquirida a partir de los datos del
imputado arrepentido mentiroso que brindó y direccionó la investigación.
Además, puede ocurrir que esa confesión mentirosa sea una manio
bra para eludir o confundir la hipótesis de investigación, provocando
la pérdida de tiempo valioso para la recolección de las evidencias que
serían imprescindibles para la construcción de la verdadera acusación,
sin perjuicio del delito del Art. 276 bis del Código Penal.
Entiendo sí, que la cuestión debe ser analizada con mayores dimen
siones en cuanto al camino que introduce la reforma con la que estoy
de acuerdo. A mi criterio debe ser una norma general (a partir de una
reforma al Código Penal), que comprenda a todos los imputados y no
someterlos al esquema procesal de acuerdos entre partes que requiere
la homologación judicial exclusivamente. Por el contrario, debería ser
una facultad reconocida del Ministerio Público o dentro de sus facultades
autónomas para negociar la investigación y el requerimiento concreto del
pedido de la sanción penal, conforme a los resultados de la investigación
y la concreción de la acusación
Establecer en forma clara los límites de la garantía constitucional
(establecida én el Art. 18: nadie está obligado a declarar en su contra)
que fundamentalmente es el derecho a guardar silencio; pero jamás puede
ser esto considerado como un derecho que el imputado tiene a mentir
como y cuando quiera sin ningún tipo de sanción.
Esta regulación establece una diferencia respecto de imputados de
delitos graves taxativamente enumerados en el Art. 41 ter del C.P. y los
otros que no son beneficiados de ninguna forma, en la reducción de pena
ante su confesión sincera veraz y arrepentida. Esto no es justo.
Pero a mi criterio, también requiere un mayor desarrollo doctrinario
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Operatividad
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conducta es dolosa; incurre en el delito previsto en el Art. del 276 bis C.P:
Será reprimido con prisión de cuatro (4) a diez (10) de daños y con la pér
dida del beneficio concedido el que, acogiéndose al beneficio del artículo
41 ter, proporcionare maliciosamente información falsa o datos inexactos.
Fines
Primero: El acto de romper ese pacto de silencio que suele existir
en las organizaciones criminales. Y lo que básicamente plantea es una
negociación entre el imputado junto con su defensor y el fiscal. Esa
negociación, lo que va a plantear es un intercambio de información que
se compromete a dar el imputado, darle esa información para poder ir
a la escala superior de la organización criminal (esto es, a jefes y orga
nizadores).
Segundo: El plazo que hay para comprobar esa información es de
un año.
Tercero: Consecuencias: si no se acredita la información que dio el
imputado o si se acredita que es falsa y maliciosa esa información, pierde
el beneficio y su conducta es delictiva (Art. 276 bis del C.P.).
Excepciones: los Magistrados y Funcionarios sujetos a Juicio Po
lítico no pueden ingresar al sistema.
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ganancias del delito por el cual se brindare colaboración, con las que
se hubiere beneficiado”. Es decir: para que sea válido el acuerdo y que
el arrepentido pueda acceder a una morigeración de la pena, además de
brindar información, deberá hacer una oferta concreta de devolución de
los bienes obtenidos por la comisión del delito.
El legislador Javier Bee Sellares afirmó que “la diferencia sustan
cial con la ley nacional es que hacemos hincapié en una demanda de la
sociedad para que el imputado arrepentido devuelva los dineros, efectos
o bienes mal habidos”.
En caso de que el acuerdo se homologue, el juez deberá establecer
la veracidad y la relevancia de la información aportada por el imputado
colaborador en el plazo perentorio de un año, es decir, este término no
podrá ser prorrogado.
Otra innovación que introduce el proyecto es que si se comprueba
que la información brindada por el arrepentido no es veraz, se tomará
como una presunción de que quiso entorpecer la investigación y por lo
tanto dejará de tener el beneficio de la excarcelación. En otras palabras,
si se corrobora que mintió para acceder a los beneficios de la ley -entre
ellos estar en libertad- deberá volver a prisión.
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Control de demoras
' Cuando el fiscal considere (dentro del plazo) que se han practicado
las diligencias necesarias para la investigación del hecho punible, y la
determinación de sus autores, cómplices o encubridores y en su caso
para garantizar el comiso cerrará la investigación preparatoria y podrá:
íaj)i solicitar el sobreseimiento (art. 269);
ib) acusar al imputado (art. 274).
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Audiencia
Cumplido el plazo solicitará audiencia ante el juez, quien una vez
fijada y con la presencia de las partes: escuchará el pedido de sobresei
miento fundado y en caso de oposición por parte de la víctima, y como
querellante, formulará acusación que contendrá las exigencias del Código.
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Acusación
Control de la Acusación
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Las partes también podrán solicitar ai juez que tenga por acreditados
ciertos hechos que luego no podrán ser discutidos en el juicio.
' i Señalar los medios de prueba en los que basarán sus pretensiones.
La exigencia de la seriedad y la fundamentación de los requerimien
tos conclusivos obedece a que éstos deben proporcionar las exigencias
mínimas para abrir la discusión sobre los actos conclusivos de la inves
tigación, de modo tal que desde el punto de vista sustancial: “la fase
intermedia consiste en una discusión preliminar sobre las condiciones
de fondo de cada uno de los actos o requerimientos conclusivos.
La tendencia actual se orienta a estructurar la fase intermedia, como
un período de discusión bastante amplio, constituido por un conjunto de
actos relativamente autónomos en los que se asuma con claridad de crítica
de los requerimientos conclusivos de la investigación, durante el cual
las partes, en un plano de contradicción, puedan formular sus instancias
frente a un juez imparcial, que asegure que la vigencia de las garantías
judiciales no se hallan reservadas exclusivamente para el juicio, sino
que se proyectan a todos le procedimiento resguardando los Derechos
Humanos constitucionales e internacionales garantizados.
Al mismo tiempo, esta audiencia de control de la acusación permite
que las partes en este período puedan acceder a opciones procesales que
combinan garantías con eficiencia.
'VAsí, en esquema modernos como el que presenta el Código Procesal
Penal Federal, proponer la aplicación de un criterio de oportunidad, soli
citar la suspensión condicional del procedimiento, solicitar la imposición
o revocación de una medida cautelar, solicitar el anticipo jurisdiccional
de prueba, proponer la aplicación del procedimiento abreviado, plantear
cualquier otra cuestión incidental que premia una mejor preparación del
juico, previéndose además que en ese momento procesal el imputado y
su defensor propongan la prueba que producirá en el juicio.
•Un esquema procesal de estas características combina garantías
con eficacia. La perspectiva garantista se evidencia en la contradicción,
al asegurar a las partes la posibilidad de ejercer sus poderes en pie de
igualdad frente a un juez imparcial. Al conferirse la opción de requerir
la aplicación de criterios de oportunidad y permitir el acceso a diferentes
alternativas de simplificación procesal, se revaloriza la opinión de las
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Etapa Preparatoria
Investigación-Instrucción.
A cargo del Juez de Instrucción.
Finalidad-Carácter
Se encamina esencialmente hacia el esclarecimiento de la verdad en
un grado de probabilidad lindante con la certeza del hecho motivo de la
investigación y la vinculación del imputado al mismo para dar base a la
acusación del “Juicio propiamente dicho” o etapa de plenario o determinar
la desvinculación del Proceso del imputado mediante el Sobreseimiento.
En el primer supuesto la Instrucción prepara la plataforma fáctica
y jurídica, traza los límites, circunscribe y delimita sustancialmente el
objeto proceso, la materia fáctica sobre el cual versará la etapa final, o
sea el plenario donde se decidirá la aplicación o no de la ley penal al
caso concreto.
Este sistema de Proceso Penal requiere una investigación rápida,,
ágil y completa que va a determinar el sometimiento o no del imputado
al plenario o Juicio en sentido estricto. Además se permite al imputado
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Continuación de la Instrucción
Clausura de la Instrucción
Por el contrario si está firme el auto de procesamiento y si hubieren
producidas todas la diligencias probatorias el Juez procederá a correr
vistajdJFiscaLa los fines de que se expida sobre el mérito de la Instruc
ción (podrá acusar: Requerimiento de Elevación de la causa a Juicio, o
solicitar el Sobreseimiento, o Prórroga Extraordinaria de la Instrucción,
o solicitar nueva diligencias probatorias).
Duración-Prórroga de la Instrucción
Este instituto nos lleva necesariamente al análisis del Instituto de
la Prórroga por Falta de Méritos (Extraordinaria) y del sobreseimiento
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fijado sino también por ser insuficientes las pruebas reunidas para Acu
sar, que se traduce en la pérdida de legitimación para perseguir cerrando
definitivamente el sometimiento de imputado al proceso, decisión que
habilita la garantía del non bis in ídem.
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CAPÍTULO 9
MEDIDAS CAUTELARES
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Requisa de personas
Finalidad. Formalidades
%
El juez, a requerimiento del fiscal y en audiencia unilateral orde
nará la requisa de una persona cuando hubiere motivos suficientes para
presumir que podría llevar cosas relacionadas, con uo-delito. La requisa
incluirá la inspección de los efectos personales que el requisado portare
consigo o que llevare en el interior de un vehículo, una aeronave o una
embarcación.
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Registro de morada
Si el registro debiera efectuarse en un lugar destinado a habitación
o residencia particular o sus dependencias cerradas, la diligencia deberá
realizarse en horario diurno.
Excepcionalmente, en caso de peligro en la demora, podrá procederse
en cualquier horario. La orden que así lo disponga deberá explicitar tales
circunstancias extraordinarias.
La orden del juez no podrá ser suplida por el consentimiento de
quien habita el lugar.
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ORDEN DE ALLANAMIENTO
Requerimiento. Requisitos
Contenido
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Manual de Derecho Procesal Penal
SECUESTRO DE COSAS
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El fiscal podrá ordenar que aquel que tenga en su poder cosas cuyo
secuestro sea de interés, los presente o los entregue antejsurequenmiento.
Si los objetos requeridos no fueren presentados o entregados, el fiscal
solicitará al juez su secuestro.oompulsivo. Para ello se aplicarán las regías
de la requisa de personas o del registro de lugares, según corresponda.
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Manual de Derecho Procesal Penal
INTERCEPTACIÓN DE CORRESPONDENCIA E
INCAUTACIÓN DE DATOS
Siempre que resulte útil para la comprobación del delito, el juez podrá
ordenar, a petición del fiscal y en audiencia unilateral la interceptación y
el secuestro de la correspondencia postal o de todo otro efecto destinado
al imputado o remitido por éste, aunque sea bajo nombre supuesto.
Recibida la correspondencia o efectos interceptados, el fiscal pro
cederá a la apertura y lectura de la correspondencia y al examen de los
efectos. Dispondrá el secuestro, deja correspondencia o. efectos que
considerase útiles para la investigación, y dispondrá la entrega del resto
a los destinatarios bajo constancia.
El interesado podrá recurrir al juez para obtener la entrega que el
fiscal hubiere denegado.
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EMBARGO
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tr
Inhibición
Sustitución
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Principios procesales
Fundamentación
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Citación
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Procedencia
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Manual de Derecho Procesal Penal
Fundamentación de la convocatoria
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-j
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Manual de Derecho Procesal Penal
ARRESTO. CONCEPTO
Es la restricción temporaria, breve de la libertad ambulatoria,
tendiente a asegurar la indiyidualización de los presuntos culpables o
partícipes, como así también la conservación de los medios de prueba
(testigos). Dispuesta inmediatamente después de haber ocurrido el hecho.
La autoridad facultada para la disposición del arresto, es la que dirija
el procedimiento.
Clariá Olmedo (D. P. Penal. T. V, págs. 353 y ss.) ubica al arresto de
los sospechosos y testigos entre los medios coercitivos personales bajo
la designación de pimples limitaciones a la liberta^ Puede estar dirigi
da no solamente contra el imputado, sino a veces contra otras personas
introducidas o a introducirse en el proceso como colaboradoras en la
adquisición de la prueba.
Procedencia (art. 212):
: ÍJ; La ley otorga la facultad de aplicar, al comienzo de la investi
gación preparatoria, una suerte de medida de no innovar respecto de
las personas que se encuentren en la escena de los hechos a los fines de
lograr su identificación e impedir que se pierdan elementos deconvicción,
testimoniales de importancia para dilucidar el caso. Además, entre los
testigos es muy posible que aún puedan hallarse los autores o partícipes
át\ delito, para lo que la disposición de arresto para todos los que están
en el lugar puede conducir fácilmente a la identificación del supuesto
autor como un medio de fijar su identidad y evitar que escape del lugar,
perdiéndose su rastro.
Inicialmente se trata de una demora a los fines mencionados de iden
tificar a las personas y recabar sus dichos, aunque fuera mínimamente,
jjy
'i -> r\
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Cauciones
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Duración
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F
Caracteres y alcance
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Orden de detención
Necesidad
La detención consta fundamentalmente de dos pasos bien determi
nados: la orden de la medida y la ejecución de ja misma. Sin una orden
previa emanada de autoridad competente, la detención será ilegal. A esa
orden se refiere en realidad la Constitución Nacional en su art. 18.
La orden dedetención e§...el mandato del juez de .garantía, a .pedido
del actor penal, dirigido a quien deba practicar la medida, por el cual se
comunica a éste la resolución adoptada contra el imputado y, otorgándole
los poderes del caso, se le impone privarlo de la libertad y constituirlo
en ese estado a disposición del tribunal.
Formalidades
La primera exigencia formal para la orden de detención es la de ser
escrita.’ Está expresa en los textos constitucionales con una garantía para
limitar en lo posible la arbitrariedad, evitando equívocos en cuanto a las
personas, y para permitir que el afectado pueda enterarse debidamente
de la causa de la detención.
Como criterio central recordemos que, de acuerdo con el sistema de
garantías individuales que ha establecido nuestra Constitución Nacional,
la libertad debe ser la regla general durante la sustanciación del proceso
penal y su restricción sólo podrá ser concretada como excepción fundada
y por un tiempo razonable, vencido el cual el imputado deberá ser puesto
en libertad bajo alguna forma caucionada.
Esa ideología está íntimamente relacionada con la garantía del es
tado de inocencia, que acompaña al imputado durante todo el proceso y
mientras no hubiera recaído en la causa sentencia firme de condena, pues
resultaría absurdo que, por una parte, fuera considerado inocente y,_por
el otro, seje aplique como regla general la restricciónde su libertad. De
tal modo, esta última situación sólo debería darse cuando fuera realmente
útil y necesario para sustanciación del proceso, como la ultima ratioT)
terminando con la concepción inquisitiva que es contraria a la que abraza
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Manual de Derecho Procesal Penal
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I
^PRISIÓN PREVENTIVA. PROCEDENCIA (ART. 218 CPPF)
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r
Procedimiento
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Oportunidad
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CAPÍTULO 10
ETAPA INTERMEDIA
Consideraciones Generales.
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Esta garantía también está consagrada en el art. 14, Ap. 1 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que dispone:
Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas |B|
garantías por un Tribunal competente, independiente e imparcial, esta- i*|
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Sobreseimiento
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Manual de Derecho Procesal Penal
Valor-efectos
Clases
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Oportunidad
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Recurso
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Citación a la defensa
La fase intermedia
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Instrucción incompleta
Instrucción completa
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Clausura de la instrucción
Ofrecimiento de pruebas
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Nuevos testigos
Cuando se ofrecen nuevos testigos, debe expresarse bajo pena de
inadmisibilidad los hechos sobre los que deben ser examinados. Esto
resulta obvio por el carácter contradictorio pleno del debate, permitiendo
a la parte contraria la preparación de las técnicas pertinentes del contra
dictorio o tal vez la propuesta también de nuevos testigos.
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Manual de Derecho Procesal Penal
Instrucción suplementaria
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CAPÍTULO 11
JUICIO ORAL
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Manual de Derecho Procesal Penal
to con las normas constitucionales y tiñe la etapa del juicio oral con
un mayor perfil acusatorio, que es el sistema que realmente adoptó la
Constitución Nacional.
Julio B. J. Maier sostiene enfáticamente que si el mandato reiterado
del legislador constitucional al Congreso fue el de promover la reforma de
la legislación vigente, en todos sus ramos, y el establecimiento del juicio
por jurados (arts. 24, 75 inc. 12 y 118) es porque políticamente renegó
de la legislación inquisitiva heredada de la época colonial, por cuanto es
imposible concebir un juicio por jurado sin la publicidad y continuidad
de enjuiciamiento. Es decir, el sistema acusatorio es el predilecto de la
Constitución porque es el más compatible con el jurado.
Este fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, aunque no
sea novedoso, ha provocado un debate que se acrecentó con el tiempo,
provocando un gran movimiento de reformas procesales.
Consideraciones Generales
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Manual de Derecho Procesal Penal
sobre lo que allí consta, previa autorización de los jueces. En todo caso,
se valorarán los dichos vertidos en la audiencia.
Dirección del debate y poder de disciplina. Artículo 290. El juez
que presida dirigirá la audiencia, hará las advertencias legales, recibirá
los juramentos, moderará la discusión y los interrogatorios impidiendo
intervenciones impertinentes, sin coartar por ello el ejercicio de la acu
sación ni la amplitud de la defensa y ejercerá las facultades de disciplina.
También podrá limitar el tiempo de uso de la palabra a las partes que
debieren intervenir durante el juicio, fijando límites máximos igualitarios
para todas ellas o interrumpiendo a quien hiciere uso manifiestamente
abusivo de su derecho.
Continuidad, suspensión e interrupción. Artículo 291. La audiencia
se realizará sin interrupción, durante las sesiones consecutivas que sean
necesarias hasta su terminación.
A estos efectos, constituirán sesiones consecutivas aquellas que
tuvieren lugar en el día siguiente o subsiguiente del funcionamiento
ordinario del tribunal. La audiencia se podrá suspender por un plazo
máximo de DIEZ (10) días, si:
a) debiera resolverse alguna cuestión que, por su naturaleza, no
pudiera decidirse inmediatamente;
b) fuera necesario practicar algún acto fuera del lugar de la au
diencia y no pudiera cumplirse en el intervalo entre una y otra
sesión;
c) no comparecieran testigos, peritos o intérpretes cuya interven
ción fuera indispensable, salvo que pudiera continuarse con la
recepción de otras pruebas hasta que el ausente compareciera
o fuera hecho comparecer por la fuerza pública;
d) algún juez, representante del Ministerio Público Fiscal o de
fensor se enfermara hasta el punto de no poder continuar su
actuación en el juicio, a menos que pudieran ser reemplazados
inmediatamente;
e) se comprobara, mediante dictamen médico forense, que el im
putado se encuentra en condiciones adversas de salud que no le
permitan continuar su asistencia o actuación en el juicio; en este
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Manual de Derecho Procesal Penal
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En los casos en que la acción civil haya sido ejercida, los jueces
establecerán la indemnización, si correspondiere.
Sentencia
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Manual de Derecho Procesal Penal
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rrogado por el juez, por única vez y por el mismo período, a pedido de
las partes. Vencidos los plazos establecidos, la autoridad de aplicación
de la Ley Nacional de Armas y Explosivos N° 20429 quedará habilitada
para proceder al decomiso administrativo.
En aquellos procesos en los que se investigue la comisión de los
delitos previstos en los artículos 5o inciso c), 6o primer y tercer párrafo
y 7o de la Ley N° 23737, y los artículos 145 bis y 145 ter y Título XIII
del Libro Segundo del Código Penal, cuando existieren indicios vehe
mentes y suficientes de que las cosas o ganancias a las que se alude en el
presente artículo son fuente o provienen de objeto ilícito o han servido
para cometer el hecho, el juez interviniente ordenará, a pedido del repre
sentante del Ministerio Público Fiscal, su decomiso por auto fundado,
aún antes del dictado de sentencia.
En los casos previstos en el párrafo precedente, se promoverá el co
rrespondiente incidente a fin de salvaguardar derechos de terceros ajenos
al hecho delictivo. Una ley especial determinará el procedimiento que
regirá el incidente y las adecuaciones normativas que resulten necesarias.
El reclamo o litigio sobre el origen, naturaleza o propiedad de las
cosas se realizará por medio de una acción administrativa o civil de
restitución. Si la cosa hubiere sido subastada, sólo se podrá reclamar su
valor monetario.
El juez, a pedido del representante del Ministerio Público Fiscal,
adoptará las medidas cautelares suficientes para asegurar el decomi
so del o de los inmuebles, fondos de comercio, depósitos, vehículos,
elementos informáticos, técnicos y de comunicación y toda otra cosa
o derecho patrimonial sobre los que, por tratarse de instrumentos o
efectos relacionados con el o los delitos que se investigan, el decomiso
presumiblemente pudiera recaer.
El mismo alcance podrán tener las medidas cautelares destinadas a
hacer cesar la comisión del delito o sus efectos, a evitar que se consolide
su provecho o a impedirla impunidad de sus partícipes. En todos los casos
se deberán dejar a salvo los derechos de restitución o indemnización del
damnificado y de terceros.
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Manual de Derecho Procesal Penal
Registro de la audiencia
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Actos preliminares
Citación a juicio
Una vez que las actuaciones hayan sido radicadas en el Tribunal de
Juicio éste verificará el cumplimiento de los requisitos para la formulación
válida del Requerimiento de Elevación de la Causa a Juicio (art. 361) o
el Auto de elevación de la causa a Juicio (364).
Si el tribunal comprobara la causa de Nulidad en estos actos lo de
clarará y devolverá al tribunal de origen a los fines de su regularización
(art. 370).
Si no existiera cuestión irregular el Tribunal por medio de su pre
sidente citará juicio a las partes y al Ministerio Público Fiscal, quienes
comparecerán para examinar las actuaciones, los documentos y objetos
secuestrados.
De dicho análisis puede surgir: 1) la necesidad de una Instrucción
suplementaria (art. 373); 2) La interposición de Nulidades; (art. 176 inc.
a); 3) Las recusaciones (art. 374; 4) El ofrecimiento de pruebas (art. 371).
Del análisis realizado surgirá el esquema de actuación de los Sujetos
394
r
procesales en el debate.
Ofrecimiento de pruebas
En el ofrecimiento de Pruebas, las partes cuentan con un término
común (a partir de la última notificación de 10 o 15 días ante los Tribu
nales Penales de 3 a 5 días ante los Juzgados Correccionales, según que
la instrucción se haya realizado en el lugar asiento del Tribunal o fuera
de él) para presentar el escrito respectivo, acto que no agota el derecho
de ofrecerlas, ya que se puede repetir tantas veces como sea necesaria
dentro del término establecido.
Pueden las partes manifestar que se conforman con que en el debate
se lean las declaraciones testificales y periciales de la Instrucción. Pero
si una de las partes solicita la comparecencia del testigo, éste debe ser
citado a la audiencia.
Pueden ofrecer o requerir la designación de nuevos peritos para que
dictaminen sobre puntos que anteriormente no fueron objeto de examen.
A pesar de la aparente exclusión por parte de la norma procesal
respecto de los puntos de pericia ya dictaminado, es preciso destacar
que si fueron motivos de impugnación, los puntos de pericias o sus
conclusiones, las partes que así lo hicieron tienen derecho a pedir la
producción de nueva prueba pericial o por lo menos pedir la presencia
del o de los peritos para que sean examinadas, las técnicas operativas,
su aval científico o aclaren las conclusiones.
suevos testigos
Cuando se ofrecen nuevos testigos, debe expresarse bajo pena de
inadmisibilidad los hechos sobre los que deben ser examinados. Esto
resulta obvio por el carácter contradictorio pleno del debate, permitiendo
a la parte contraria la preparación de las técnicas pertinentes del contra
dictorio o tal vez la propuesta también de nuevos testigos.
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Instrucción suplementaria
El art. 373 Admite la posibilidad de que antes del debate el presidente
con noticia de partes y el fiscal ordene los actos de instrucción que se
omitieron, sea imposible cumplir en la audiencia o recibir declaración a
las personas que presumiblemente no puedan concurrir a ella, por enfer
medad, otro impedimento o por residir en lugares de difícil comunicación.
396
Manual de Derecho Procesal Penal
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Juan Ramón Alegre
- De la audiencia de debate
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Manual de Derecho Procesal Penal
Una vez superado este momento, la ley impone que se haga compa
recer al imputado, libre en su persona uno por vez, si fueran varios, se
le interrogará en forma separada pudiendo disponer que los otros sean
ubicados fuera de la Sala de Audiencia (se advierte en general que cuando
el Tribunal Interroga sobre el deseo o no de declarar, el imputado muchas
veces evidencian una falta de asesoramiento técnico sobre el tema, que,
si bien es un derecho inherente a la defensa material, esa decisión debe
ser coherente con la estrategia general de la defensa).
Se procederá al interrogatorio de identificación del imputado, donde
adquiere elemental importancia los datos referentes a la profesión, me
dios de vida, edad, estado civil, lugar de residencia, lugar de nacimiento,
condiciones de vida, antecedentes familiares, todos ellos para determinar
un adecuado conocimiento por parte del juzgador sobre la personalidad,
dato necesario al momento de dictar sentencia (art. 41 inc. 2 del C.P.).
El imputado será informado en forma clara y sencilla sobre el hecho
que se le atribuye y las pruebas que existan en su contra, también que
puede o no declara sin que su silencia implique una presunción en su
contra y si no declara se incorporará por lectura sus anteriores declara
ciones y declare o no el debate va a continuar hasta dictarse sentencia.
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Juan Ramón Alegre
Ampliación de la Acusación
Recepción de Pruebas
Testimoniales
Al testigo presente en la Sala de Audiencia se le informará el hecho,
las penalidades si afirmare falsamente o callare la verdad. Se le tomará
juramento de decir verdad o de acuerdo a sus creencias religiosas, esto
último es prohibido por la Constitución de la Provincia de Misiones por
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Inspección Judicial
La Inspección Judicial, del lugar del hecho, resulta una medida de
conocimiento por parte del Tribunal y de las partes de suma importan
cia para la verdadera compresión del o de los hechos en determinados
delitos. Es conveniente que se realice antes de interrogatorio de los
testigos, para que sea desarrollada con mayor precisión con relación al
hecho y/o su desarrollo. Esta medida debe usarse, en lo posible, para el
auxilio de las técnicas que brinda la ciencia, como ser croquis, planos,
tomas fotográficas e inclusive filmación de videos, etc.
Nuevas Pruebas
Si fueran necesarias, a pedido del Ministerio Público, o de las partes
y aun de oficio, pueden ordenarse todas las diligencias que surjan nece
sarias del debate, para el descubrimiento de la verdad real.
Delitos en la Audiencia
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Manual de Derjecho Procesal Penal
Discusión Final
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Cuestiones preliminares
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r
las reservas, etc. Deben ser resueltas antes de iniciar el análisis de las
cuestiones de fondo.
Primera cuestión
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r
B) No sostener.
Desistir de la acusación: El actor penal no logró demostrar con las
pruebas producidas la certeza de su hipótesis acusatoria y desiste de la
acusación tanto el fiscal como el querellante.
Puede ocurrir que ambos desistan pero está plantada la Acción Civil
en este caso. El Tribunal continuará el Proceso, con el contradictorio
formado por el actor civil y demandado civil respecto sólo a la existencia
o no de la responsabilidad civil.
En el caso A (Sostenimiento de la Acusación) queda entonces
conformada la acusación que posibilitó la defensa en juicio ejercida
plenamente, con el control y producción de la pruebas y los alegatos
conclusivos de la defensa.
Este es el objeto del juicio que debe emitir el Tribunal respecto de
los hechos para que exista congruencia entre acusación y sentencia.
Primera conclusión. El tribunal está habilitado a juzgar si el hecho
que fuere expuesto en la hipótesis acusatoria inicial y/o modificado con la
aplicación de la acusación es sostenido por el actor penal en sus alegatos
conclusivos, después de producida la prueba en el. debate.
Si el actor penal no sostiene la acusación -caso B- el Tribunal está
deslegitimado para dictar sentencia condenatoria.
En consecuencia la primera cuestión a superar por el tribunal es:
¿está acreditado un hecho que haya sido expuesto por la acusación y
provocado el ejercicio pleno de la defensa enjuicio?
Si la respuesta es positiva se pasará a la segunda cuestión, de lo
contrario no se podrá avanzar desde el momento en que ésta constituye
la validación de la persecución penal y si el hecho no está probado se
debe Absolver.
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Contenido de la sentencia
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Continuidad y suspensión
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Documentación
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Efectos de la sentencia
PROCESOS ESPECIALES
Criterios de clasificacióu
PROCEDIMIENTOS ESPECIALES
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Manual de Derecho Procesal Penal
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Manual de Derecho Procesal Penal
No será imputado hasta ese momento toda vez que la actividad de
sarrollada por el futuro querellante o Actor penal, lo es exclusivamente
dentro de su ámbito de privacidad, circunscripto puramente al campo de
su esfera particular y sin trascendencia al mundo exterior.
El destinatario de esa actividad persecutoria (el futuro imputado) es
absolutamente ajeno a todo; para él nada ha cambiado, no tiene de qué
defenderse ni para qué. La presunción de Inocencia ni siguiera ha sido
motivo de sospecha.
Sin embargo, la cuestión cambia radicalmente cuando esa actividad
se plasma (trasciende) en una querella y la misma es admitida por un
órgano jurisdiccional, pues es a partir de esa decisión que el sujeto ad
quiere la calidad del imputado.
La acción penal usada por el querellante que consigue enervar la
jurisdicción y hacer que la pretensión penal se dirija hacia una persona
determinada, es a partir de ese momento que la persona es imputada
porque hay un acto concreto de persecución, lo que significa que puede
ejercer su defensa material y técnica.
Es necesaria esta aclaración para marcar claramente el momento
preciso en que adquiere la calidad de imputado, y desde el cual es titular
de los derechos del imputado.
Esta diferencia fundamental surge en función de “quien prepara y
usa la acción penal” dirigida al tribunal para conseguir la pretensión
penal contra una persona determinada.
En los delitos de Acción Pública es el Estado, a través de sus órga
nos propios (Ministerio Público, policía judicial y excepcionalmente el
\ querellante), quien ejerce la titularidad y el ejercicio de la acción penal
^realizando los actos persecutorios de investigación que pueden estar
determinados por actos contra una persona determinada, provocando
que se activen los derechos del imputado.
Esto no ocurre en los delitos de Acción Privada porque es el particu
lar ofendido por el delito quien realiza los actos de investigación que se
mantienen en la órbita de lo privado hasta que formaliza la persecución,
mediante la querella, ante el órgano jurisdiccional.
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1
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Manual de Derecho Procesal Penal
Debe ser presentada ante el Tribunal de Juicio, por escrito, con una
copia de él, personalmente o por mandatario especial, agregándose en
este caso copia del poder.
Cabe destacar el alcance de la expresión Poder Especial, señalada
por la norma y sus derivaciones. El poder especial puede ser “autóno
mo o inserto como cláusula especial” dentro de un poder general y la
especialidad exigida es una limitación a los fines procesales. ¿Cuál es
la razón de ella?:
a) La determinación exigida hace a la legitimidad del accionante,
la ley pide que sea quien se pretenda ofendido por el delito el
que confiera el poder y sus límites, en atención a esto es la ne
cesidad de la determinación del núcleo fáctico del cual surgirá
la legitimación del mandante.
El poder especial en su cuerpo debe contener precisado el hecho
invocado generador del derecho a Promover la Querella.
No resulta imprescindible, sin embargo, la individualización
de los presuntos imputados, los que al principio pueden ser
desconocidos.
b) El incumplimiento de ese requisito hace a la esencia de la pro
moción de la Acción, y al efecto que ella provoca, en cuanto
responsabiliza al Querellante de las consecuencias legales que
pudieren surgir de esa actuación, de someterlo a la jurisdicción
del Tribunal.
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Manual de Derecho Procesal Penal
Desistimiento
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dice la ley de fondo (CP) art. 59 inc. 4o “la acción penal se extinguirá (...)
por renuncia del agraviado, respecto de los delitos de Acción Privada”.
En consecuencia, la situación aparece clara cuando la renuncia es
expresa, la cuestión se plantea respecto a lo que la ley procesal considera
renuncia tácita.
Se regulan los actos que la ley interpreta como renuncia de la acción.
Pero cabe preguntarse ¿la ley penal exige la renuncia expresa o
corresponde a la ley procesal interpretar los actos que llenan este re
querimiento? Entendemos que lo segundo es lo correcto, es decir la ley
de procedimiento puede establecer la forma y los actos que implican la
renuncia de la acción, es la ley procesal quien debe determinar el modo
y la forma de ejercicio de la acción penal.
Lo que sí es necesario destacar es que la situación procesal que
implica la renuncia tácita debe ser comunicada fehacientemente al que
rellante, y la consecuencia de la misma en atención a que las normas de
procedimiento no son de conocimiento obligatorio.
Sostenemos entonces que debe hacerse la intimación previa al que
rellante en forma personal, pues es él quien ejerce la titularidad de la
acción o sus herederos en su caso (no el mandatario) para que continúe
el ejercicio de la acción y la consecuencia de su inactividad.
Procedimiento: presentada la querella ante el tribunal de juicio, éste
direccionará la pretensión penal hacia la persona determinada, ésta, en
conocimiento de ese acto persecutorio, adquiere la calidad de imputado
y puede ejercer plenamente los derechos que le otorga la ley procesal.
El primer acto formal de convocatoria se produce con la fijación de
la Audiencia de Conciliación.
Conciliación}/ retractación: cuando las partes se conciban en la au
diencia o en cualquier estado del juicio se debe sobreseer en la causa y las
costas son por el orden causado, salvo que aquellas convengan otra cosa.
Si el querellado por un delito contra el honor se retracta en la audien
cia o al contestar la querella, y es aceptado por el Querellante, la causa es
sobreseída y las costas quedan a su cargo. La retractación es publicada
a petición del querellante en la forma que el Tribunal estime adecuada.
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¡r
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PROCEDIMIENTOS ABREVIADOS
4 Juicio Abreviado
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b) Trámite posterior:
El tribunal, admitida la vía solicitada, fijará una audiencia donde
tomará conocimiento de visu del imputado y lo escuchará si éste
quiere hacer alguna manifestación. En todos los casos el impu
tado, asistido por su defensor, ratificará o no su conformidad
sobre los puntos establecidos en la solicitud de juicio abreviado.
Realizada la misma, llamará autos para sentencia, la que deberá
dictarse bajo pena de nulidad en el término máximo de diez días.
c) Rechazo:
El tribunal podrá rechazar la vía solicitada y se procederá según
las reglas del Juicio Común, debiendo correr nueva vista a las
partes y al Fiscal para el ofrecimiento de pruebas.
En este caso, la conformidad prestada por el imputado y su
defensor no será tomada como indicio en su contra, ni el pedi
do de pena formulado, vincula al fiscal que actúe en el debate.
Previo a resolver la admisión o rechazo de la solicitud de la vía
propuesta, se recabará la opinión del querellante.
d) Efectos:
La sentencia deberá fundarse bajo pena de nulidad en las prue
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Manual de Derecho Procesal Penal
Puede solicitar:
El Ministerio Fiscal: Debe entenderse como el Fiscal que realizó
la investigación penal preparatoria o el que formuló el requerimiento
de elevación de la causa a juicio, o el que corresponda actuar ante el
Tribunal de juicio durante la citación a juicio.
Este control se debe realizar fundamentalmente en:
1) Regularidad de la apertura del Proceso.
2) Regularidad en la Declaración del Imputado, respecto del cum
plimiento del Acto.
De lo que resulta:
1) Asistencia técnica, anterior al acto de declaración del imputado
(Previsto como garantía constitucional art. 75 inc. 22, Pacto de
San José de Costa Rica art. 8o inc. 2o “d”).
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Recursos
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en forma libre y voluntaria, que conozca los términos del acuerdo, sus
consecuencias y su derecho a exigir un juicio oral.
Sentencia. Artículo 290. En la misma audiencia el juez dictará
sentencia de condena o absolución que contendrá, de modo sucinto, los
requisitos previstos en este Código.
En caso de sentencia condenatoria, ésta no podrá pronunciarse
exclusivamente sobre la base de la aceptación de los hechos por parte
del acusado. La pena que imponga no podrá superar la acordada por las
partes ni modificar su forma de ejecución, sin perjuicio de la aplicación
de una pena menor. Si el juez estimara que el acuerdo no cumple con
los requisitos legales declarará su inadmisibilidad. En este caso, el
representante del Ministerio Público Fiscal no podrá solicitar en el pro
cedimiento común una pena superior a la requerida en el procedimiento
abreviado. La admisión de los hechos por parte del imputado no podrá
ser considerada como reconocimiento de culpabilidad. La acción civil
será resuelta cuando existiera acuerdo de partes, de no ser así se podrá
deducir en sede civil.
Acuerdo parcial. Artículo 291. Durante la etapa preparatoria, y hasta
la audiencia de control de la acusación, las partes podrán acordar exclu
sivamente sobre los hechos y solicitar un juicio sobre la culpabilidad y
la pena. La petición deberá contener la descripción del hecho acordado
y el ofrecimiento de prueba para su determinación, así como aquellas
pruebas que las partes consideren pertinentes para la determinación de
la pena. Se convocará a las partes a una audiencia para comprobar el
cumplimiento de los requisitos formales, debatir sobre la calificación y
aceptar o rechazar la prueba. En lo demás rigen las normas del juicio
común.
El acuerdo parcial procederá para todos los delitos.
Consideraciones Preliminares
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Manual de Derecho Procesal Penal
Secuencia:
1) Hecho presuntamente delictivo.
2) Autoridad estatal aplica proceso de flagrancia: a) realiza el Acta
del protocolo, b) Audiencia Multipropósito, c) Salidas alterna
tivas, d) Audiencia de control de la acusación, e) Elevación a
juicio.
3) Trámite, citación a Juicio -continúa el procedimiento común.
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Veamos su clasificación:
I) Arresto:
Concepto'. Es la restricción temporaria, breve de la libertad ambula
toria, tendiente a asegurar la individualización de los presuntos culpables
o participes, como así también la conservación de los medios de prueba.
Dispuesta inmediatamente después de haber ocurrido el hecho. En la fla
grancia estaría dentro del supuesto del art. 286, donde no se encuentran
individualizados el o los autores.
El arresto sería procedente para todas las personas presentes en el
lugar del hecho presuntamente delictivo y hasta que sea individualizado
el o los autores, a partir de ese momento se convertiría en aprehensión
respecto al indicado como autor o autores y arresto para los demás, en
relación a estos últimos será para asegurar las pruebas.
Esta medida es de una duración extremadamente corta y el cum
plimiento del acto y/o la expiración del tiempo hacen que se produzca
la inmediata libertad de la persona afectada por la medida, en forma
automática.
Los códigos de procedimientos generalmente prevén en 24 horas el
tiempo de duración. Dentro de él deberá efectuarse el acto de la identi
ficación o declaración, si así no ocurriese la libertad se produciría con
el mero vencimiento del plazo (Corrientes art. 283, Chaco, Misiones,
Formosa).
La autoridad facultada para la disposición del Arresto es el juez de
instrucción, a pesar de que existen legislaciones procesales que también
acuerdan esa facultad al Funcionario Policial (de la Policía Judicial o
administrativa con funciones judiciales).
Clariá Olmedo (Z). P. Penal. T. V, pág. 353 y ss.) ubica al arresto
de los presuntos sospechosos y testigos entre los medios coercitivos
personales bajo la designación de Simples Limitaciones a la Libertad.
La diferencia es clara, Arresto no, es Aprehensión en flagrancia. Si
puede derivar del arresto de varias personas la aprehensión del presunto
autor.
Como se puede dar esta situación secuencialmente: 1) Ocurre un
hecho presuntamente delictivo en un lugar de concurrencia masiva; 2) Se
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Manual de Derecho Procesal Penal
III) Aprehensión:
La aprehensión es la restricción de la libertad de una persona, que
sucede como consecuencia de la intervención de un particular o perso
nal policial que se agota al poner en conocimiento y a disposición de la
autoridad competente.
Es decir, es aquel acto material que restringe momentáneamente la
libertad ambulatoria y que exige la inmediata intervención de la autori
dad competente.
En tal sentido, las legislaciones en su mayoría tratan a ésta como
una medida sin orden judicial y caracterizada por la inmediatez de la
reacción respecto de la comisión de un hecho de apariencia delictiva. La
inmediatez tiene su justificación en la flagrancia, que de alguna manera
escapa a la prohibición constitucional de detener sin orden escrita de
autoridad competente.
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art. 287, las situaciones que deben ser consideradas como flagrante delito:
a) sorprendido en el momento de cometerlo;
b) inmediatamente después, mientras sea perseguido por la fuerza
pública, el ofendido, o el clamor público o mientras tiene objetos
(relativos a un delito);
c) presente rastros que hagan presumir vehementemente que acaba
de participar en una infracción.
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IV) Detención:
La detención del imputado es el supuesto más corriente durante la
etapa instructora y generalmente va ligada a motivos que también deben
ser tenidos en cuenta por el juez y que responden al interés del éxito de
la investigación, por consiguiente la detención será legítima si las moti
vaciones son generadas por el peligro en la consecución de los fines del
proceso penal (el descubrimiento de la verdad mediante la recolección
de evidencias y la eventual efectiva aplicación de la Ley Penal que debe
contar con el sometimiento del imputado al proceso).
La ley, a pesar de ser situación que sólo el órgano jurisdiccional puede
evaluar con precisión en cada caso concreto, enuncia pautas directrices
para la procedencia de la detención.
Por interpretación inversiva o contrario sensu, se procederá a la de
tención cuando no sea procedente la Citación: a) Cuando al delito atribui
do le corresponda pena privativa de la libertad o no parezca precedente la
pena de ejecución condicional, o la excarcelación; b) Independientemente
a lo expresado en el punto anterior, procederá detención si hubiere mo
tivos para presumir que no cumplirá la orden de comparecer -intentará
destruir los rastros del delito-, se pondrá de acuerdo con sus cómplices.
Inducirá a falsas declaraciones si el citado no se presentare en la fecha
señalada, ni justificare su incompetencia con el legítimo impedimento.
No procede la Citación y sí la Detención en caso de Flagrancia, esto
implica que la aprehensión se convierte en detención cuando sea priva
do de libertad en hechos que tengan pena privativa de libertad y no sea
procedente la condena condicional (situación que remite al art. 26 del
Código Penal y la interpretación jurisprudencial realizada al respecto)
(ver la interpretación que hace la C.S. de J. de la Nación en el instituto
de Suspensión de Juicio a Pruebas).
Es necesario destacar que en todos los casos la detención debe cum
plirse de modo que perjudique lo menos posible a la persona y reputación
del afectado (art. 282).
Es una consecuencia lógica de la limitación a lo estrictamente ne
cesario en la aplicación de las medidas de coerción.
La finalidad específica de esta medida es la de hacer comparecer al
imputado ante la autoridad judicial para recibírsele la declaración.
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Caracteres y alcance
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Detención-Prisión Preventiva
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Concepto
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Tiempo procesal
En los sistemas de procedimiento Penal Mixto el momento procesal
oportuno es el de citación ajuicio.
La ley dice que “la suspensión del juicio aprueba”, evidentemente la
indicación es clara, el único momento en que se produce un juicio defi
nitivo sobre las pruebas colectadas en el proceso es en el debate, la etapa
anterior de ofrecimiento de pruebas es la preliminar o Citación a Juicio.
Antes no sería procedente, en razón de que la Etapa Instructoria
tiene por finalidad la resolución de los elementos probatorios que han
de determinar la desvinculación del imputado o la acusación Formal,
mediante el Requerimiento de Elevación de la causa a juicio, acto que
permite la apertura de la Segunda Fase del Proceso. El Plenario a Debate.
Veamos la cuestión en detalle:
El art. 76 bis indica que la solicitud debe ser realizada por el im
putado, ¿quién es o a quién debe considerarse imputado? A los fines
indicados por la ley, imputado es toda aquella persona contra la que
jurisdiccionalmente se dirige la pretensión penal.
Dicha solicitud debe ser:
1) Voluntaria: Es el sometimiento que el imputado realiza libre
mente;
2) Por derecho propio (con noticia al abogado defensor);
3) Si lo realiza por medio del abogado defensor debe hacerse con
el expreso consentimiento del imputado;
4) Si es un incapaz, por el curador o tutor con la asistencia o in
tervención del Asesor de Menores.
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Requisitos
La Forma
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Exclusiones
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Oportunidad
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Manuaí>se Derecho Procesal Penal
En Síntesis
Efectos
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Tiempo de suspensión
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CAPÍTULO 13
CONTROL DE LAS DECISIONES
JUDICIALES
Recursos
Consideraciones Preliminares
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a) Caracteres:
1) No cabe mediante ellos someter al respectivo Tribunal, al
examen y decisión de cuestiones que no fueron sometidos al
conocimiento del Tribunal que dictó la resolución impugnada.
2) Los recursos, tanto ordinarios como extraordinarios, no proceden
cuando la resolución ha alcanzado autoridad de cosa juzgada o
se encuentra preclusa (excepto el Recurso de Revisión).
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Principios Generales
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Manual de Derecho Procesal Penal
Recurso de reposición
Objeto impugnable
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Titularidad
Destinatario
Acto de Interposición
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Fundamentación
Trámite y Resolución
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Apelación en subsidio
Recurso de apelación
Consideraciones Preliminares
La apelación es un medio de impugnación ordinario, de efecto
suspensivo, condicionalmente devolutivo o extensivo, que se propone,
mediante una declaración de voluntad (y con el que se impugnan en todo
o en parte por motivo de hecho o de derecho) una resolución del Juez
y se pide un nuevo juicio total o parcial al Juez o Tribunal de instancia
superior.
Objeto impugnable
Resoluciones apelables. El recurso de apelación procede contra las
resoluciones de los jueces encargados en la instrucción y en lo correc
cional, siempre que expresamente sean declaradas apelables o causen
gravamen irreparable.
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Manual de Derecho Procesal Penal
Recurso de casación
Consideraciones preliminares
En los orígenes de la institución, sobre todo en su finalidad política,
la Corte de Casación fue reconocida como un órgano judicial supremo,
único y específico en el Estado, que poseía el objetivo de controlar,
además de lo estrictamente jurisdiccional, que los jueces y tribunales
inferiores decidieran las controversias según la ley, para mantener en todo
el Estado la uniformidad de la interpretación jurisdiccional, pudiendo en
tal cometido y en virtud de los recursos de los legitimados como titulares
de la acción impugnativa, anular las sentencias que contuvieran errores
de derecho de la decisión de mérito. En atención a ese origen el objeto
de recurso siempre fue cuestiones de Derecho tanto de fondo como de
forma pero la incorporación a la Constitución Nacional de los tratados
internacionales en el art. 75 inc. 22 con la Reforma de 1994, y con ellos
el Derecho al recurso o doble Instancia generó u movimiento doctrinario
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Objeto impugnable
La sentencia definitiva y los autos que pongan fin a la acción o a la
pena o hagan imposible que continúen las actuaciones o denieguen la
extinción, conmutación o suspensión de la pena, el Tribunal Oral Criminal
observó o aplicó erróneamente la ley sustantiva. De ocurrir este desvío
o vicio, el Tribunal de Casación la casará (anulará) y, con competencia
positiva (sin reenvío), resolverá el caso con arreglo a la ley o a la doctrina
cuya aplicación declara.
Si, contrariamente, la inobservancia -violación- del Tribunal Oral
radicara en las normas instrumentales, causando indefensión -vicio in
procediendo- el Superior Tribunal o Tribunal de Casación se limitará a
anular lo actuado y a remitir (reenvío) el proceso al tribunal que corres
ponda para su sustanciación.
Procedencia: “El recurso de casación podrá ser interpuesto por los
siguientes motivos:
1) Inobservancia o errónea aplicación de la ley sustantiva;
2) Inobservancia de las normas que este Código establece bajo
pena de inadmisibilidad, caducidad o nulidad, siempre que, con
excepción de los casos de nulidad absoluta (art. 152, 2o parte),
el recurrente haya reclamado oportunamente la subsanación del
defecto, si era posible, o hecho protesta de recurrir en casación.
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Objeto
Podrá deducirse este recurso contra sentencia definitiva y los autos
que pongan fin a la acción o a la pena, o hagan imposible que continúe
o denieguen la extinción, conmutación o suspensión de la pena.
499
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Trámite
Este recurso deberá ser interpuesto por un escrito que exprese, sepa
radamente, cada motivo con sus fundamentos, citándose correctamente
las disposiciones consideradas, por el resolutorio, violadas o erróneamen
te aplicadas, debiendo expresar en forma correcta cuál es la normativa
que se pretende aplicar o qué debió aplicar en el caso concreto. Ese
escrito debe ser presentado dentro de los diez (10) días de notificación
y con firma del letrado.
El Tribunal ante el cual se presenta el recurso es el que resolvió
la cuestión en forma definitiva y éste -únicamente- meritará sobre la
Admisibilidad Formal del mismo.
Una vez concedido el mismo, se emplazará a los “interesados” a que
comparezcan ante el Superior Tribunal de Justicia, en el plazo de cinco
(5) salvo que el tribunal tenga un asiento en otra ciudad en ese caso el
plazo se extenderá a diez (10) días.
Se seguirá el “trámite Si alguno de los interesados solicitare in
formar oralmente dentro del término del emplazamiento, se fijará éste
con intervalo no menor de cinco (5) días.
La palabra deberá ser concedida al defensor del recurrente, salvo
en el caso que también recurriera el Ministerio Fiscal, quien hablará
entonces, en primer lugar y no se admitirán réplicas.
Una vez concluida la parte de los informes, ya sean que hayan sido
producidos por escrito u oralmente o vencido el término para ello, el
Superior Tribunal pasara a estudiar el caso, fijándose por el Presidente
el tiempo de estudio para cada miembro, señalando el día y hora para el
acuerdo dentro de un término no mayor de quince (15) días, resultando
de aplicación las normas para la deliberación.
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Recurso de inconstitucionalidad
Objeto impugnable
El objeto impugnable es la resolución jurisdiccional, que toma como
apoyatura legal, una norma que la parte agraviada considera inconsti
tucional.
Es decir, lo que le recurso posibilita es la impugnación de una re
solución en contra de la Constitución Provincial o Nacional por haber
aplicado una ley, un decreto, un reglamento que está en pugna con ella.
No es discutible la constitucionalidad de una ley nacional en abstracto
por medio de este recurso. Lo que se ataca es la ley misma, no la in
terpretación que de ella se haga, aplicada al decir en un proceso penal.
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Consecuencia
La consecuencia directa del acogimiento de la pretensión será la
revocación de la resolución jurisdiccional por inconstitucional de la
norma legal aplicada.
Lo que equivale a una solución fulminante del acto jurisdiccional,
sumadas al de nulidad y ello trae aparejado el efecto extensivo respecto
a los demás actos que son su consecuencia, retrotrayendo la causa al
estado anterior al dictado del acto anulado.
Trámite
Se trasladan, por serle aplicables a este recurso, las disposiciones
que rigen para el Recurso de Casación.
Recurso de queja
Consideraciones preliminares
El Recurso de Queja por denegación de jurisdicción no es un recurso
propiamente dicho, sino un procedimiento directo ante el Tribunal que
se considera competente para la instancia del recurso.
Se trata de un pedido de jurisdicción, por denegatoria de la misma y
en procura de una nueva instancia, sea para la revisión del aspecto fáctico
o del jurídico, o de ambos simultáneamente, por mediar una resolución
procesalmente atacable y materialmente errónea. Habrá de tratarse de
una decisión adversa a los intereses de la parte que recurre.
f
Manual de Derecho Procesal Penal
La queja debe ser recibida por el Tribunal ante el que se debe proceder
impugnativamente; pero debe pre-existir una denegatoria del Tribunal
cuya resolución se impugna; denegatoria que consistirá en impedir la
apertura de la nueva instancia para la reconsideración de la cuestión por
él resuelta y por la parte, impugnada.
Pero, no es el recurso mismo lo que se plantea ante tribunal de alzada,
sino la queja por denegación de jurisdicción.
La resolución deberá versar acerca de la procedencia o improceden
cia del recurso; en otras palabras, si el recurso fue bien o mal denegado
por el tribunal “a-quo”.
La interposición de este llamado Recurso de Queja, no es utilizable
para los casos de retardo de justicia, cuya solución debe ser intentada
movilizando la facultad del tribunal de superintendencia.
El procedimiento de la queja o recurso de hecho, se legisla con la
finalidad de que el tribunal de alzada reúna los antecedentes necesarios
para llegar a determinar si el recurso oportunamente interpuesto ha sido
bien o mal denegado.
La primera actividad que debe cumplir la parte interesada ha de ser
la de presentarse diligentemente dentro del término fijado para quejarse,
el que se computará a partir de la notificación de la providencia dene
gatoria del recurso.
Esta presentación, como se sabe, debe ser hecha ante el tribunal de
alzada, que como primera medida deberá -en oportunidad de resolver-
determinar si el quejoso formuló su queja en término, pues, de no ser así,
deberá rechazar el recurso de hecho y sin más trámite sin pronunciarse
sobre el fondo (la admisibilidad o inadmisibilidad del recurso denegado).
Teniendo en cuenta la incompleta funcionalidad del sistema en
algunos distritos o circunscripciones judiciales, la ley procesal suele
fijar, como en este Código, términos distintos, según sea la ubicación
del tribunal de mérito.
La primera actividad del tribunal requerido es la de proveerse de
información, para lo que la ley lo autoriza a solicitar informes del tribunal
de mérito. Si este procesamiento resultara insuficiente, se puede pedir
la elevación de los autos a fin de lograr un mejor y más directo conoci
miento de la cuestión, que es, ciertamente, lo que acontece de ordinario.
503
Juan Ramón Alegre
Respecto del informe, la ley fija un plazo para su despacho: tres días; J
y en cuanto a la elevación de los autos, la solicitud debe ser satisfecha |
de inmediato, o sea, que carece de plazo. |
Si el tribunal de mérito incumpliera lo uno o lo otro, cabe medidas f
disciplinarias por parte del tribunal que detente la facultad de super- |
intendencia, que puede o no ser el mismo tribunal requerido para el
procedimiento de la queja por denegación de jurisdicción.
La resolución que debe recaer en la causa -cumplido que fuere el
procedimiento informativo- ha de ser fundada, asumiendo la forma de
auto.
Procedencia: “Cuando sea denegado un recurso que procediere ante
otro Tribunal, ante éste podrá presentarse directamente en queja el recu
rrente, con el fin de que se declare mal denegado el recurso”.
Procedimiento
La queja se interpondrá por escrito, dentro de los tres (3) o cinco (5)
días de notificado el decreto denegatorio si los tribunales tuvieren su asiento
en la misma o diferente ciudad.
De inmediato se requerirá informe, al respecto, del tribunal contra el
que se haya deducido y éste lo evacuará en el plazo de tres (3) días y elevará
el Expíe, si este no fuera necesario para realizar otros actos.
La resolución será dictada por auto, después de recibido el expediente
y/o el informe.
Efectos
Si la queja fuere desechada, las actuaciones serán devueltas, sin más
trámite, al tribunal que corresponda.
En caso contrario, se declarará mal denegado el recurso, especificando
la ciase y efecto del que se concede, lo que se comunicará a aquél, para
que emplace a las partes y proceda según el trámite respectivo. \
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Manual de Derecho Procesal Penal
Recurso de revisión
Consideraciones preliminares
La revisión más que un recurso es la facultad que se otorga a ciertas
personas en los casos y en las situaciones fácticas detalladas estrictamente
por la ley, para que la jurisdicción conozca nuevamente el conflicto en
el cual ya existe cosa juzgada.
No existe límite temporal para el ejercicio de esta acción de revisión,
porque su legitimación está condicionada a un acontecimiento alegatorio,
diferente al antecedente que se pretende revisar.
El instituto excepcional de la revisión está a favor del reo, lo que
implica una característica fundamental y procede sólo contra sentencia
condenatoria firme pasada en autoridad de cosa juzgada.
La particularidad de este remedio procesal se encuentra dada por la
circunstancia de que podrá versar tanto sobre las cuestiones de hecho
como de derecho. Por su finalidad, operatoria y oportunidad, este recurso
es diferente a todos los demás; participando sólo de la regulación formal
de ellos en lo que fuere aplicable.
En síntesis, la revisión, más que un recurso, es la facultad que se
otorga a ciertas personas en los casos taxativamente enunciados por la
ley, para reabrir la jurisdicción en un caso concreto sobre lo que ya se
había extinguido por efecto de la cosa juzgada.
No existe límite temporal para el ejercicio de esta acción de revisión,
porque, precisamente, los supuestos autorizados por la ley presuponen el
acaecimiento de circunstancias aleatorias, por lo que siempre la acción de
revisión es eventualmente posible y, como suceso fáctico, excepcional.
Otra característica de este instituto radica en el hecho de constituir
un procedimiento “favor ref\ con lo que se descuenta la revisión de una
sentencia absolutoria.
Manzini define la revisión de los fallos como “un medio de impug
nación extraordinario, suspensivo, relativamente devolutivo y extensi
vo, que se propone mediante instancia a requerimiento y con el que se
denuncia a la Corte de Casación una sentencia penal de condena pasada
en autoridad de cosa juzgada, en virtud de determinados motivos que la
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Acto de interposición-Tiempo
El recurso de revisión será interpuesto ante el Superior Tribunal o
ante el tribunal que dictó la condena, personalmente o mediante defen
sor, por escrito que contenga, bajo pena de inadmisibilidad, la concreta
referencia de los motivos en que se funda y las disposiciones legales
aplicables.
En los casos previstos en los incisos 1, 2 y 3 se acompañará copia
de la sentencia pertinente, pero cuando en el supuesto del inciso c) de
ese artículo la acción penal estuviese extinguida o no pueda proseguir,
el recurrente deberá indicar las pruebas demostrativas del delito de que
se trate”.
Este recurso procederá en todo tiempo a favor del condenado contra
sentencia firme.
Otras de las características que lo diferencian de los demás medios
de impugnación, es que el órgano jurisdiccional “puede” si lo estima
necesario decretar medidas de investigación, actos propios de la actividad
instructoria, lo que no se encuentra en otros recursos.
Efecto Suspensivo. Durante la tramitación del recurso el Tribunal
puede suspender la ejecución de la sentencia recurrida, y dispone la
libertad provisional del imputado, con caución o sin ella.
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Manual de Derecho Procesal Penal
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Trámite
Artículo 360: Interposición. La impugnación se interpondrá por
escrito, debidamente fundada, ante el juez que dictó la decisión, dentro
del plazo de DIEZ (10) días si se tratare de sentencias condenatorias o
absolutorias, de TRES (3) días para la aplicación de una medida cautelar
y de CINCO (5) días en los demás casos, salvo que este Código prevea la
revisión inmediata.
Si la impugnación fuere presentada y fundada en la misma audiencia,
se dará por cumplida en ese acto la sustanciación del recurso.
Si se indicare más de un motivo de impugnación, deberá expresarse
por separado con sus fundamentos.
En el caso en que los jueces que revisen la decisión tengan su sede en
un lugar distinto, la parte deberá fijar con precisión el modo para recibir
comunicaciones.
En el supuesto descripto en el párrafo anterior, las audiencias podrán
realizarse por medios audiovisuales, siempre que exista conformidad
expresa de la parte que haya formulado la impugnación. Cuando hubiere
impugnado más de una parte, cada una de ellas podrá optar por concurrir
personalmente a la audiencia o participar de forma remota por medios
audiovisuales.
El impugnante deberá acompañar las copias necesarias para el traslado
a las otras partes.
Si fueren advertidos defectos formales en la impugnación, deberá in
timarse a quien la interpuso para que en el plazo de CINCO (5) días éstos
sean subsanados, bajo sanción de inadmisibilidad. Si la impugnación fuera
interpuesta fuera del plazo, será rechazada sin más trámite.
La oficina judicial enviará las copias de la impugnación a las demás
partes, momento en el que se podrán deducir las adhesiones, sorteará los
jueces que intervendrán y fijará audiencia dentro de los CINCO (5) días
desde la última comunicación.
Artículo 361: Queja por impugnación denegada. Si el impugnante
considerase que su impugnación ha sido incorrectamente denegada, podrá
plantear queja ante la instancia de revisión. La queja se interpondrá por
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Audiencia y prueba. Artículo 314. Se celebrará con todas las partes que
podrán ampliar la fundamentación o desistir de alguna de las cuestiones.
- Deberán presentar oralmente los fundamentos de su impugna
ción.
- Si el impugnante requiere la producción de prueba, la ofrecerá
junto con el escrito de interposición, señalando en forma con
creta el hecho que se pretende probar.
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Manual de Derecho Procesal Penal
a) El condenado o su defensor;
b) El representante del Ministerio Público Fiscal a favor del con
denado;
c) El cónyuge, conviviente, ascendientes o descendientes del con
denado, si éste hubiese fallecido.
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CAPÍTULO 14
EJECUCIÓN
LA EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA
Disposiciones generales
a) Consideraciones Generales
La ejecución penal constituye el obrar de la jurisdicción dentro de
los límites establecidos por la declaración de la voluntad de la ley. Es
la realización plena del derecho sustancial aplicado al caso concreto.
El proceso penal se inicia mediante una hipótesis de violación de
la Ley sustancial que legitima la persecución penal y culmina con la
aplicación por el caso concreto de la pena establecida en abstracto al
individuo en concreto.
Lo que se ejecuta procesalmente, con el contralor del órgano juris
diccional, es el contenido sustancial de las resoluciones dictadas como
finalización del procedimiento cognoscitivo llevado a cabo durante todo
el proceso.
El fundamental aspecto del procedimiento ejecutivo, desde el punto
de vista sustancial, es el que se dirige a efectivizar, hasta agotar el cum
plimiento, la condena impuesta en la Sentencia que como consecuencia
del procedimiento se dictó.
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b) Extensión y caracteres
La ejecución penal es posterior al dictado de la Sentencia. Ésta pone
fin a la fase cognoscitiva y a la ejecución de lo que en ella se ha resuelto.
Implica una prolongación secuencial del proceso mismo.
El punto inicial, el antecedente necesario, es la condena firme o
consentida que ha adquirido Autoridad de Cosa Juzgada, vale decir,
cuando el pronunciamiento es irrecurrible, o sea, caducó la posibilidad
de recurrir.
Sin embargo, también pueden encontrarse aspectos ejecutables de la
Sentencia definitiva aún no firme, aunque en Materia Penal sólo han de
ser de contenido procesal, nunca sustancial. Por ejemplo, la Sentencia
absolutoria impugnada requiere el cumplimiento de la Cesación de la
Prisión Preventiva y dispone la libertad de imputado si estuviere preso
o detenido.
La naturaleza jurisdiccional de los actos de ejecución surge como
consecuencia del acto de decisión, aun cuando la ejecución material sea
obra de agentes administrativos, quienes actúan por orden del Tribunal o,
más claramente, el Tribunal se sirve de ellos como auxiliar del concreto
ejercicio de la función jurisdiccional.
La Sentencia penal condenatoria constituye la síntesis integrativa
del juicio lógico exigido constitucionalmente como previo a la pena (art.
18 nadie puede ser panado sin juicio previo).
Varios son los aspectos que requieren de la Sentencia firme como
base:
a) Para el comienzo de su cumplimiento.
b) Para el cómputo de la prescripción de la pena.
c) Cómputo de la Reincidencia.
Manual de Derecho Procesal Penal
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•- Manual de Derecho Procesal Penal
!'• ----------------------------------------------------------------------------------------------
h Respecto a las costas, la imposición ofrece diversas alternativas que
l analizaremos luego.
Resulta imprescindible, a los fines de una legítima ejecución penal,
fc determinar fehacientemente que el sujeto pasivo coincida con la persona
a quien se quiso efectivamente condenar
■ La cuestión pasa, entonces, por la determinación de la identidad del
que va a cumplir la pena, con el condenado.
Es decir que la autoridad administrativa encargada del control de la
condena debe extremar las diligencias tendientes a una fehaciente acre
ditación de la identidad física del condenado, el cual que efectivamente
: la va a cumplir
Si se presentan dudas acerca de la identidad de la persona, indicada
como condenada, ya sea en el momento inicial como durante la ejecu
ción, corresponderá diferir o suspender la ejecución hasta tanto la duda
sea disipada y se tenga certeza sobre la identidad.
Si la duda no desaparece, debemos estar atados al principio general
de “la duda a favor del reo” y no ejecutar la pena hasta que no se logre
el estado de certeza.
En esta situación, el Tribunal deberá atenerse a las reglas generales
sobre la prescripción de la pena, según las leyes de Fondo.
Sin embargo, si el proceso de ejecución comienza con la captura del
presunto condenado, el Tribunal estará legitimado para disponer Prisión
Preventiva por presunción de conductas de fuga o de ocultación, que se
traducirá en la causa del “presunción de eludir la acción de la justicia”.
En la tarea de despejar la duda respecto de la identidad surgen las
siguientes alternativas:
a) Se verifica fehacientemente que la identidad física del condenado
es idéntica al sujeto pasivo de la ejecución penal. En este caso,
se comenzará o continuará la ejecución penal.
b) Se verifica fehacientemente que la identidad física del detenido
no concuerda o no coincide con el sujeto sobre el cual debe caer
la ejecución penal, en ese caso, se dispondrá inmediatamente su
libertad y la ejecución penal quedará supeditada a que se someta
a la persona a la que está dirigida.
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1) Cuestiones comunes
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2) Extensión de la ejecución
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XIV. EJECUCIÓN
También se requerirá un informe del equipo interdisciplinario del
juzgado de ejecución y se notificará a la víctima o su representante legal,
que será escuchada si desea hacer alguna manifestación.
El intemo y la víctima podrán proponer peritos especialistas a su cargo,
que estarán facultados para presentar su propio informe.
Al implementar la concesión de la libertad condicional, se exigirá un
dispositivo electrónico de control, el cual sólo podrá ser dispensado por
decisión judicial, previo informe de los órganos de control y del equipo
interdisciplinario del juzgado de ejecución.
Con el pedido del intemo se abrirá un expediente en el que se deberán
consignar:
a) Situación legal del peticionante de acuerdo a la sentencia con
denatoria, la pena impuesta, su vencimiento, fecha en que podrá acceder a
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el fin de facilitar su reinserción al medio social, que será llevada a cabo por
el equipo especializado previsto en el inciso 1) del artículo 185 de esta ley.
En todos los casos, al momento de recuperar la libertad por el cum
plimiento de pena, se otorgarán a la persona condenada, un resumen de su
historia clínica y una orden judicial a los efectos de obtener una derivación
a un centro sanitario, en caso de que sea necesario.
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3) Casos de postergación.
El Código Procesal dice:
La ejecución de una pena privativa de la libertad podrá ser diferida
solamente en los siguientes casos: Io) Cuando deba cumplirla una mujer
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Enfermedad
Si durante la ejecución de la pena privativa de la libertad el condenado
sufre alguna enfermedad, el Juez de Ejecución dispone previo los informes
médicos necesarios, la internación del enfermo en un establecimiento
adecuado salvo que ello importara grave peligro de fuga.
El tiempo de internación se computará a los fines de la pena, siempre
que el condenado se halle privado de su libertad y la enfermedad no fue
simulada o procurada para sustraerse de la péna.
Libertad condicional
1) Concepto y naturaleza:
El Instituto de la libertad condicional se encuentra resguardado en
nuestra ley de Fondo respondiendo en cierta medida al sistema peniten
ciario caracterizado por la progresividad en el cumplimiento de la pena.
Consiste en la posibilidad de que una parte de la pena de prisión sea
cumplida fuera del establecimiento carcelario destinado al efecto, cuando
se reúnan los requisitos que la ley de procedimiento exige.
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3) Trámite:
Tribunal competente:
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Dice C. Olmedo:
A más de los incidentes específicos, que pueden plantearse con respecto
al internado o recluido, como así de la subordinación de las reparticiones
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Cesación de la medida
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Surge:
Necesidad de implementar y definir una política criminal, que abarque
no sólo el tratamiento (institucionalizado), sino también y fundamental
mente, la prevención, como así también la garantía de posibilidades a los
egresados de establecimientos oficiales de tratamiento.
En cuanto a la prevención creemos que eso se puede lograr implemen-
tando políticas de protección integral a la familia, en sus distintos aspectos
(asistencia, educacional, espiritual, etc.). Debe partirse de la idea de que
toda política criminal es, ante todo, una política social.
En cuanto al tratamiento, es importante recalcar que se debe contar
con capacidad edilicia para garantizar la efectividad del tratamiento. La
cuestión fundamental pasa por una decisión política, de asumir con seriedad
el problema y buscarle soluciones.
Debería eliminarse la política policíaca y militarista del tratamiento:
debe tomarse conciencia de que se está tratando de menores que padecen
serios conflictos, a los que un principio de humanidad exige un trato dis
tinto, menos represivo.
Debe también diferenciarse a cada menor según la índole de su conflic
to y tratárselo en forma personalizada; no será conveniente que menores
abandonados convivan con transgresores, leves o graves, a quienes, a su
vez, debería tratárselos en forma personalizada.
Debe implementarse medidas tendientes a resolver el problema sexual,
a través de actividades creativas y productivas, que permitan sublimar la
sexualidad y canalizarla positivamente para el menor y para los demás.
Debe tener, el menor, un apoyo espiritual constante.
Deben garantizársele posibilidades materiales de progreso, capacitán
dolo para el trabajo, asegurando la posibilidad de continuar sus estudios
y superar sus limitaciones.
Es necesaria y urgente la existencia de médicos y especialistas (psicó
logos, psiquiatras) en el tratamiento de menores.
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Ejecución civil
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tanto, estos bienes, por aplicación del art. 23 del Código Penal, no caen
bajo el régimen de devolución de los Códigos Procesales sino que rigen
para ellos, las disposiciones del art. 23 del C.P. citado, los que podrán
ser aprovechados por los gobiernos de provincia o el arsenal de guerra
de la Nación.
En estos bienes, por efecto de la sentencia, es decir “ministerio legis”
y cuando ésta pasa en autoridad de cosa juzgada como pena accesoria,
se produce el decomiso (art. 23 del Código Penal), es decir, la pérdida
de la propiedad y tenencia de los objetos en poder o de los que es dueño
el condenado, empleados en la comisión del delito, independientemente
de la legitimidad del título que justifique su posesión. En todos los casos,
no deben ser propiedad de un tercero no responsable.
El destino que deba darse a estos bines está regulado en el artículo
23 del Código Penal y en el Código Procesal Penal. La doctrina es con
teste en afirmar que la segunda parte del artículo en cuanto reza: “Los
instrumentos decomisados no podrán venderse, debiendo destruirse.
Pueden aprovechar sus materiales los gobiernos de Provincias o el arse
nal de guerra de la Nación”, debe ser interpretada en el sentido de que
debe darse a los objetos, un destino acorde con su naturaleza y ésa es la
disposición del Código de Procedimiento cuando prevé, que: “Cuando la
sentencia importe confiscación de un objeto, a éste se le dará el destino
que corresponda según su naturaleza”, ya que el decomiso se opera a
beneficio de la Nación o de las Provincias, cuando los objetos pueden
tener alguna utilidad, si bien no pueden ser vendidos, tan sólo de no ser
útiles, serán destruidos.
No cabe, por lo tanto, concluir que el Código impone la obligación
de destruir los objetos decomisados y solamente permite utilizar los
materiales de que se componen éstos.
Con las Leyes N° 17567 y 21338, se incorpora como segunda parte
del artículo 23 del Código Penal, el siguiente texto: “Los instrumentos
decomisados no podrán venderse, debiendo destruirse, salvo el caso en
que puedan ser aprovechados por los gobiernos de la Nación o de las
Provincias”.
Debe tenerse en cuenta la exposición de motivos de la Ley N° 17567
de 1968. En ella, respecto del artículo 23, la Comisión Redactora, com
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Inhabilitación
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Ejecución civil
Costas e indemnizaciones
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Título III
Costas e indemnizaciones
Artículo 480: Alcance de las costas. Las costas comprenderán:
a) La tasa de justicia;
b) Los honorarios regulados a los abogados y peritos;
c) Los demás gastos que se hubieren originado por la tramitación
del proceso.
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ANEXO
JURISPRUDENCIA
GARANTÍAS BÁSICAS DEL PROCESO PENAL
CONSTITUCIONAL
ACUS ACIÓN-DEFEN S A-PRUEB ASENTEN CIA
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debido proceso de tal entidad que afecta la validez misma del pronuncia
miento, esta circunstancia debe ser atendida y declarada con antelación
a cualquier otra cuestión que se hubiera planteado.
4. Si bien la Corte en sus sentencias debe limitarse a lo peticionado
por las partes en el recurso extraordinario, constituye un requisito previo
emanado de su función jurisdiccional el control, aun de oficio, del de
sarrollo del procedimiento cuando se encuentran involucrados aspectos
que atañen al orden público, pues la eventual existencia de un vicio capaz
de provocar una nulidad absoluta y afectar una garantía constitucional
no puede ser confirmada.
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Manual de Derecho Procesal Penal
que afecta una garantía constitucional no podría ser confirmada (Fallos: 183:173;
189:34 -La Ley, 14-67; 21-555-).
3o Que esta Corte tiene dicho reiteradamente que en materia criminal la
garantía consagrada por el art. 18 de la Constitución Nacional exige la obser
vancia de las formas sustanciales del juicio relativas a la acusación, defensa,
prueba y sentencia dictada por los jueces naturales (Fallos: 125:10; 127:36;
189:34; 308:1557, entre muchos otros).
4° Que en el sub lite no han sido respetadas esas formas, en la medida en
que se ha dictado sentencia condenatoria sin que mediase acusación. En efecto,
dispuesta la elevación ajuicio, durante el debate el fiscal solicitó la libre abso
lución del sujeto pasivo del proceso y, pese a ello, el tribunal de juicio emitió
la sentencia recurrida, por lo que corresponde decretar su nulidad y la de estas
actuaciones posteriores que son consecuencia de ese acto inválido.
Por ello, se resuelve: declarar la nulidad del fallo de fs. 512/532 y de los
actos procesales dictados en su consecuencia. Hágase saber, incorpórese al
principal y devuélvase a su origen para que se prosiga con la tramitación de la
causa conforme a derecho. Enrique S. Petracchi. Augusto C. Belluscio. Jorge
A. Bacqué.
Fecha: 13/06/1995.
Partes: Cattonar, Julio P.
Publicado en: LA LEY 1996-A, 67, con nota de Francisco J. D'Albora;
DJ1996-1, 285.
Cita Online: AFUJUPJ2262/1995.
Hechos:
Un tribunal oral condenó al procesado a la pena de 1. año y 6 meses
de prisión en suspenso como autor penalmente responsable del delito de
abuso deshonesto, a pesar del pedido de absolución por duda formulado
por el fiscal de juicio. Contra dicho pronunciamiento, se interpuso recurso
extraordinario federal que fue concedido. La Corte Suprema de Justicia
de la Nación revocó la sentencia apelada.
Sumarios:
1. Corresponde dejar sin efecto el pronunciamiento condenatorio
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dispuesto sin que mediara acusación del fiscal, que al alegar pidió la
absolución del imputado, poniendo en evidencia una transgresión a la
garantía de la defensa enjuicio.
2. En materia criminal la garantía de la defensa en juicio exige la
observancia de las formas sustanciales del juicio relativas a la acusación,
defensa, prueba y sentencia dictada por lo jueces naturales.
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Suprema Corte:
La Corte Suprema de Justicia de la provincia de Santa Fe, rechazó
la queja promovida por la defensa de María Graciela Dieser contra la
resolución que denegó el recurso de inconstitucionalidad local, a su vez
interpuesto contra la sentencia de la Cámara de Apelaciones en lo Penal
de Venado Tuerto, que confirmó la condena de la nombrada dictada por
el juez de primera instancia de Distrito en lo Penal de Sentencia de la
ciudad de Melincué.
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I
En cuanto aquí interesa, la defensa técnica de la nombrada se agravia de
que fue afectada la garantía que le asiste a su defendida de ser juzgada por un
tribunal imparcial, porque dos de los tres magistrados, integrantes de la Cám
Penal de Venado Tuerto, que suscriben el voto mayoritario a favor de la cond
mediante la sentencia n° 38/03, son los mismos que intervinieron previament
en diversas apelaciones suscitadas en el mismo proceso, entre ellos: el auto q
confirmó el procesamiento y prisión preventiva.
En prieta síntesis, adujo que se afectaron las garantías de objetividad de
risdicción imparcialidad y de doble instancia que le asisten constitucionalme
II
La Corte provincial, por mayoría, en el punto 3.1.4 de la resolución n° 4
rechazó la concesión del agravio precedentemente expuesto por la defensa en
oportunidad de la interposición del remedio federal del artículo 14 de la ley 4
(cfr. fojas 1049/1051 del legajo del recurso de hecho).
Para ello, señaló que “la postulación que gira en tomo a la violación de l
garantía del debido proceso y a la doble instancia en razón de que este Cuerp
no aplicó sus propios criterios sentados in re “Marconetti” (A. y S., T. 79, pá
368), carece de sustentabilidad para operar la apertura de esta instancia de ex
cepción”. “Ello así, por cuanto... solo se limita a afirmar que ninguna diferen
existe entre ambos casos, pero sin criticar las motivaciones expuestas por est
Tribunal para concluir que no podían transpolarse los criterios empleados en
dicho antecedente al ‘sub examine’ atento a la diversidad de hecho y derecho
entre ambos”. Y continuó: “Así, dijo este Cuerpo que el caso en estudio no p
día asimilarse... en tanto en aquel caso la violación sustancial al procedimien
radicaba en que uno de los Vocales de la Cámara que debía revisar la resoluc
condenatoria dictada por el Inferior había intervenido como Juez instructor,
mientras que en la presente causa la situación era sencillamente distinta, pues
se estaba ante un supuesto donde la Cámara desplegaba una actividad revisor
que se daba en el ámbito impugnativo recurso de nulidad y apelación previsto
por la ley...” “Pero, además, hizo hincapié esta Corte en que la pretendida rec
sación de los integrantes de la Cámara, con base en el alegado prejuzgamient
588
Manual de Derecho Procesal Penal
en que habrían incurrido (art. 50, inc. 4 C.P.P.) no podía tener lugar desde que,
conforme criterio reiterado del máximo Tribunal, Tas opiniones vertidas por
los magistrados en la debida oportunidad procesal, sobre puntos sometidos a
su consideración, de ningún modo implican prejuzgamiento, toda vez que no
se trata de opinión anticipada, sino directa y claramente el cumplimiento del
deber de proveer a las cuestiones pendientes (Fallos: 240:124; 300:380; 303:241;
306:2070 y 311:578)”.
Agregó que: “...no resultan trasladables al presente caso las opiniones ver
tidas por el señor Procurador General de la Corte nacional en Fallos: 322:1941
y las disidencias de los doctores Fayt y Boggiano, habida cuenta que esas
reflexiones se construyen sobre bases de hecho y de derecho sustancialmente
diferentes a las acontecidas en el ‘sub examine’ “En efecto: en el precedente
mencionado se poma en tela de juicio si la tarea de investigar la presunta comi
sión de un ilícito y, además, de juzgar la atribución de responsabilidad penal a
su autor efectuada por un mismo Magistrado (en el caso, juez correccional), se
ajustaba a los cánones que emanan de la Constitución nacional, en lo que con
cierne específicamente a la garantía de imparcialidad del juzgador”. “Mientras
que en el caso bajo análisis, como se precisara en la sentencia impugnada, la
postulación del recurrente giraba en tomo a la afectación de la imparcialidad
al ser la misma Cámara la que, en grado de apelación debía ‘revisar’ el auto
de procesamiento y, posteriormente, la sentencia condenatoria en función de
las normas procesales y orgánicas de la Provincia., no tachadas de inconsti
tucionales por la recurrente de acuerdo a las consideraciones infra expuestas”.
“Siendo ello así, ninguna similitud ostentan aquellas referencias con la
situación deparada en autos”.
Y concluyó: “colofón de todo lo expuesto es que la apelante no logra
persuadir que este Cuerpo haya desenfocado la cuestión al analizar la constitu-
cionalidad de las denegatorias de los distintos planteos de recusación acaecidos
en la présente causa”. “Ello así, por cuanto, conforme surge de la propia sen
tencia impugnada, el ‘test constitucional’ realizado por este órgano se centró en
verificar la configuración o no de las supuestas violaciones a las garantías de
imparcialidad...” “En otras palabras, del pronunciamiento atacado se desprende
que esta Corte examinó la cuestión... teniendo en cuenta la especial vinculación
existente entre el instituto de la recusación y la cláusula del artículo 18 de la
Constitución nacional (Fallos: 313:587), verificando la configuración o no de
las supuestas violaciones a la garantía de imparcialidad de los jueces de la
causa, concluyendo en definitiva en la desestimación de todas las pretensiones
de separación, en el entendimiento de que la interpretación asignada por los
Magistrados a las normas de derecho local que regulan la materia de acuerdo
589
Juan Ramón Alegre
III
En mi opinión, estamos ante un remedio federal que resulta formalmente
procedente, pues se dirige contra una sentencia definitiva emanada del superior
tribunal de la causa, en el que se alega, principalmente, la afectación del dere
cho de defensa y de ser j uzgado por un tribunal imparcial, garantía reconocida
como implícita de la forma republicana de gobierno y que comprende la de
ser juzgado por los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa
artículo 18 de la Constitución Nacional (del considerando 19, in re “Quiroga,
Edgardo Oscar s/causa n° 4302”, resuelta el 23 de diciembre de 2004, con citas
de Fallos: 125:10 y 240:160), y la decisión ha sido contraria al derecho federal
invocado por el recurrente.
Asimismo existe cuestión federal suficiente puesto que la defensa pone
en discusión el alcance de la garantía de juez imparcial reconocida dentro de
los derechos implícitos del art. 33 constitucional, o, más estrictamente, deri
vada de las garantías de debido proceso y de la defensa en juicio establecidas
en el artículo 18 de la Constitución Nacional, y consagrada expresamente en
los artículos: 26 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre, 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, 8.1 déla
Convención Americana sobre Derechos Humanos, 10 de la Declaración Univer
sal de Derechos Humanos (que forman parte del bloque de constitucionalidad
federal en virtud de la incorporación expresa que efectúa el art. 75, inciso 22
de la Constitución Nacional).
En virtud de ello, y al hallarse cuestionado el alcance de una garantía
del derecho internacional, el tratamiento del tema resulta pertinente por la vía
establecida en el artículo 14 de la ley 48, puesto que la omisión de su consi
Manual de Derecho Procesal Penal
IV
Se ha dicho que “la imparcialidad del tribunal es uno de los aspectos cen
trales de las garantías mínimas de la administración de justicia. Con relación al
alcance de la obligación de proveer de tribunales imparciales según el artículo
8.1 de la Convención Americana, la CIDH ha afirmado en ocasiones anteriores
que la imparcialidad supone que el tribunal o juez no tiene opiniones preconce
bidas sobre el caso sub judice [...] Si la imparcialidad personal de un tribunal
o juez se presume hasta prueba en contrario, la apreciación objetiva consiste
en determinar si independientemente de la conducta personal del juez, ciertos
hechos que pueden ser verificados autorizan a sospechar sobre su imparcialidad”
(conf. Informe 78/02, caso 11.335, Guy Malaiy vs. Haití, 27/12/02).
En la misma línea, como se asienta en un fallo reciente del Tribunal, esta
garantía ha sido interpretada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos,
señalándose que en materia de imparcialidad judicial lo decisivo es establecer
si, desde el punto de vista de las circunstancias externas (objetivas), existen
elementos que autoricen a abrigar dudas con relación a la imparcialidad con
que debe desempeñarse el juez, con prescindencia de qué es lo que pensaba en
su fuero interno, siguiendo el adagio justice must not only be done: it must also
be seen to be done (conf. casos “Delcourt vs. Bélgica”, 17/1/1970, serie A, n°
11 párr. 31; ‘De Cubber vs. Bélgica’, 26/10/1984, serie A, n° 86, párr. 24; del
considerando 27) in re ‘Quiroga, Edgardo Oscar s/ causa N° 4302’, resuelta el
23 de diciembre de 2004).
Estos criterios jurisprudenciales han sido asumidos por la Comisión In-
teramericana de Derechos Humanos como aplicables ala interpretación de la
garantía del art. 8.1., de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
(conf. Informe 5/96, del 1 de marzo de 1996, caso 10.970, Mejía vs. Perú), al
expresar que “...la imparcialidad objetiva exige que el tribunal o juez ofrezca
las suficientes garantías que eliminen cualquier duda acerca de la imparcialidad
observada en el proceso” (ídem, considerando 28).
A partir de estas breves pautas, veamos la situación concreta planteada en
este caso y su relación directa con el agravio de la defensa que, entiendo, puede
encolumnarse bajo la siguiente cuestión básica: si los jueces revisores de la
medida cautelar (auto de procesamiento) estaban en condiciones de mantener
su imagen de imparcialidad a la hora de revisar la sentencia condenatoria.
591
Juan Ramón Alegre
Esto, teniendo en cuenta que es probable conjeturar que quien debió emi
tir un juicio de verosimilitud podría quedar psíquicamente condicionado para
emitir un juicio de certeza, pues no debe descartarse la permeabilidad entre
los distintos grados de conocimiento y los difusos límites intelectivos entre la
probabilidad y la certeza.
En este sentido, y dentro del programa de derechos humanos que consa
gra tanto la división de funciones, como el apartamiento del juez por temor de
parcialidad, resulta de particular importancia el trabajo realizado por el comité
conformado a petición de la Organización de Naciones Unidas, para establecer
las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Procedimiento Penal, cuyas
conclusiones constituyen las denominadas “Reglas de Mallorca”.
Específicamente, se dispuso en la regla 4, inciso 2o que “Los tribunales
deberán ser imparciales. Las legislaciones nacionales establecerán las causas
de abstención y recusación. Especialmente, no podrá formar parte del tribunal
quien haya intervenido anteriormente, de cualquier modo, o en otra función o
en otra instancia en la misma causa. Tampoco podrán hacerlo quienes hayan
participado en una decisión posteriormente anularla por un tribunal superior”
(el destacado me pertenece).
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, ha reafirmado el carácter
fundamental de la imparcialidad como garantía del debido proceso, y concluyó
en que los magistrados que habían resuelto un recurso de casación contra una
sentencia absolutoria, debieron abstenerse de conocer en las impugnaciones que
se dirigieron contra la sentencia condenatoria pronunciada con posterioridad,
pues al conocer de estas últimas no reunieron la exigencia de imparcialidad, en
razón de que ya habían analizado parte del fondo del asunto y no sólo la forma
(caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica, 2 de julio de 2004).
Así, cobra especial interés para decidir la calidad de la resolución o inter
locutorio de que se trate, pues siguiendo los principios sentados por la Corte
Interamericana, puedo afirmar que én el sub lite la decisión que confirma el
auto de procesamiento de la imputada Dieser, implicó un estudio minucioso
de la cuestión en cuanto a consideraciones de hecho, prueba, calificación legal
y determinación de responsabilidad por la realización de conductas desde el
punto de vista de la culpabilidad.
En dicha pieza, los integrantes de la Cámara revisora compartieron las
consideraciones del procesamiento efectuado por del juez de grado y aprobaron
la investigación realizada hasta ese estadio procesal. En particular, se analizaron
las conclusiones de los peritajes que los condujeron a reafirmar la materialidad
del hecho homicidio por estrangulamiento mecánico Junto con la prueba testi
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lo que puede tenerse por cumplido el requisito de oportunidad, toda vez que
la garantía se basa no solo en aspectos subjetivos (temor a parcialidad) sino
en la necesidad de prohijar un sistema de enjuiciamiento lo más sano posible.
En estas condiciones esta revisión del caso hecha por los mismos jueces
tampoco garantiza la vigencia plena de la garantía de la doble instancia que
exige que magistrados que no conocieron anteriormente el hecho revisen las
decisiones del inferior, pues, si no, doble instancia significaría, tan solo, doble
revisión por las mismas personas.
V
En suma, a mi entender, las consideraciones hasta aquí vertidas, encuentran
asidero mutatis mutandi en la doctrina sentada recientemente por el Tribunal
en el causa L. 486. XXXVI, in re “Llerena, Horacio Luis s/abuso de armas y
lesiones (arts. 104 y 89 del Código Penal) causa n° 3221“, resuelta el 17 de mayo
de 2005, y en los criterios que dieron base al dictado de la Acordada N° 23/2005,
“Expediente n° 2815/2000 Adm. Gral.“, del 10 de noviembre de 2005, a cuyos
términos me remito y doy en el presente por reproducidos en razón de brevedad.
De este modo, las conclusiones que preceden me eximen del tratamiento
de los restantes agravios expresados en el recurso extraordinario, en tanto la
solución aquí propiciada invalida la sentencia.
Por todo lo expuesto, opino que V.E. puede hacer lugar a la queja inter
puesta con el alcance propiciado y declarar procedente el recurso extraordinario
interpuesto, para que por quien corresponda se dicte una nueva sentencia de
segunda instancia respetando las garantías objeto de examen.
Buenos Aires, 14 de febrero de 2006.
ES COPLA
LUIS SANTIAGO GONZALEZ WARCALDE
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Hechos:
El Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Rio Negro resolvió
anular parcialmente la sentencia respecto de quien había sido absuelto
del delito de homicidio agravado por ensañamiento -tres víctimas- y
ordenó el reenvío de la causa al tribunal de origen para que, con distinta
integración, dicte un nuevo pronunciamiento. Para decidir así, sostuvo
la existencia de contradicciones en los peritajes efectuados en punto a
la presencia del imputado en el lugar del hecho y en oportunidad de él.
Como consecuencia del fallo, la Cámara desarrolló un nuevo juicio re
solviendo la condena del encartado a la pena de prisión perpetua. Contra
ese pronunciamiento, el condenado interpuso un recurso de casación. El
Máximo Tribunal provincial decidió rechazar la impugnación, situación
que motivó la presentación del recurso extraordinario, cuya denegación
originó la queja. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, por mayoría,
revocó la sentencia apelada.
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Considerando'.
1 °) Que el Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Rio Negro
resolvió anular parcialmente la sentencia y el correspondiente debate sólo con
relación al enjuiciado D. A. S., quien había sido absuelto del delito de homici
dio agravado por ensañamiento -tres víctimas- (art. 80, inciso 22, del Código
Penal); ordenando el reenvío de la causa al tribunal de origen para que, con
distinta integración, dicte un nuevo pronunciamiento (ver fs. 4587/4609 del
expediente principal).
Para así decidir, dicho órgano jurisdiccional sostuvo que ante las contra
dicciones que el tribunal de juicio advirtió entre los peritajes efectuados en
punto a la determinación de un aspecto fundamental del caso -la presencia del
imputado en el lugar del hecho y en oportunidad de él- no debió inclinarse por
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Que, ello es así, toda vez que ya se ha sostenido que cabe apartarse de
las exigencias formales vinculadas con la admisibilidad del recurso cuando
se adviertan violaciones a las formas sustanciales que rigen el procedimiento
penal (Fallos: 325:2019, entre otros y lo dispuesto en el art. 11 del citado re
glamento), por lo que razones de orden público determinan el tratamiento del
agravio en cuestión.
6°) Que, entonces, la cuestión planteada en el sub lite con relación al ne
bis in ídem es sustancialmente análoga a la examinada en Fallos: 321:1173
(disidencia de los jueces Petracchi y Bossert), 329:1447 (considerando 17 del
voto del juez Petracchi), entre otros, a cuyas consideraciones corresponder
remitir en lo pertinente.
Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se
declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada.
Acumúlese al principal y vuelvan los autos al tribunal de origen, a fin de que
por quien corresponda se dicte un nuevo pronunciamiento conforme a derecho.
Notifiquese y, oportunamente, devuélvase. Ricardo Luis Lorenzetti. Elena I.
Highton de Nolasco (en disidencia). Carlos S. Fayt. Enrique Santiago Petrac
chi. Juan Carlos Maqueda (en disidencia). E. Raúl Zaffaroni (según su voto).
Carmen M. Argibay (en disidencia).
Voto del doctor i?. Raúl Zaffaroni.
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5o) Que el planteo sometido a estudio de esta Corte suscita cuestión federal
suficiente en la medida en que los argumentos del apelante están dirigidos a
desentrañar el alcance del principio del non bis in ídem (art. 8.4 de la Conven
ción Americana sobre Derechos Humanos y art. 14.7 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, en función del art. 75, inciso 22, de la Constitución
Nacional), resultando la sentencia contraria a las pretensiones del recurrente.
A su vez, la apelación ha sido deducida contra la sentencia que cierra el
caso. Y si bien el asunto pudo haber sido traído a conocimiento del Tribunal al
momento de materializarse en el proceso la decisión que dispuso la anulación
de la absolución y el reenvío ajuicio, lo cierto es que esta Corte ha consagrado
el principio general según el cual aquellas decisiones cuya consecuencia sea
que el imputado continúe sometido a proceso -como las que declaran nulidades
procesales- no revisten el carácter de sentencia definitiva ni el de un auto sus
ceptible de ser equiparado a ella (Fallos: 249:530 y 408; 308:1667; 313:1491).
Por lo demás, cabe destacar que el indebido riesgo de condena alegado
por el apelante se ha concretado finalmente en la especie mediante el dictado
del fallo que llevó a la formación de esta queja, lo cual, sin dudas, terminó por
configurar el perjuicio del que se agravia el presentante en esta ocasión.
6o) Que resulta necesario remarcar que D. A. S. había sido enjuiciado por
el triple homicidio en un proceso anterior al término del cual el tribunal de jui
cio decidió absolverlo, en concordancia con el pedido que a su respecto había
efectuado el Fiscal General.
El nuevo debate que condujo a la condena que motivó la formación de esta
queja, se produjo como consecuencia de un recurso de casación presentado por
la querella-quien sí había formulado acusación sólo con relación al nombrado-,
respecto del que se expidió el Superior Tribunal de Justicia de la provincia de
Rio Negro en los términos ya referidos.
T) Que, como se hubo dicho, el apelante ha alegado la afectación del non
bis in ídem por la circunstancia de haber sido sometido a un segundo juicio por
los mismos hechos, a raíz del recurso de casación articulado por la parte quere
llante que habilitó una nueva posibilidad de condena finalmente materializada
en la especie.
8o) Que más allá de la discusión doctrinal originada a partir de la recep
tación legal de una concepción bilateral de los recursos -por su dificultad para
compatibilizar con la plena efectividad de la garantía que prohíbe la persecu
ción penal múltiple-, lo cierto es que, en lo que atañe al recurso establecido
legalmente en favor de la parte querellante, este Tribunal ha reconocido el
derecho a recurrir de la víctima del delito o de su representante a partir de las
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debiendo por ello cuidar que por sobre la ley ordinaria conserve siempre su
imperio la Ley Fundamental.
16) Que en los denominados sistemas mixtos la etapa del debate materializa
claramente principios de puro cuño acusatorio dada la exigencia de oralidad,
continuidad, publicidad y del principio contradictorio, requerimientos que, por
cierto, no sólo responden a un reclamo meramente legal sino que configuran
recaudos de orden constitucional (arts. 18 y 24 de la Constitución Nacional;
art. 8.5 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; art. 14.1 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; art. 26 de la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y art. 11.1 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos).
17)Que acerca de la dicotomía “acusatorio/inquisitivo” señala Ferrajoli
que ella “es útil para designar una doble alternativa: ante todo, la que se da
entre dos modelos opuestos de organización judicial y, en consecuencia, entre
dos figuras de juez; y, en segundo lugar, la que existe entre dos métodos de
averiguación judicial igualmente contrapuestos y, por tanto, entre dos tipos
de juicio. Precisamente, se puede llamar acusatorio a todo sistema procesal
que concibe al juez como un sujeto pasivo rígidamente separado de las partes
y al juicio como una contienda entre iguales iniciada por la acusación, a la
que compete la larga caiga de la prueba, enfrentada a la defensa en un juicio
contradictorio, oral, público y resuelta por el juez según su libre convicción. A
la inversa, llamaré inquisitivo a todo sistema procesal donde el juez procede
de oficio a la búsqueda, recolección y valoración de las pruebas, llegándose
al juicio después de una instrucción escrita y secreta de la que están excluidos
o, en cualquier caso, limitados la contradicción y los derechos de la defensa”
(cfr. Ferrajoli, Luigi, Derecho y Razón, Teoría del garantismo penal, Madrid,
Trotta, 1995, p. 564).
18) Que entonces, la función jurisdiccional que compete al tribunal de j uicio
se halla limitada por los términos del contradictorio, pues cualquier ejercicio de
ella que trascienda el ámbito trazado por la propia controversia jurídica atenta
contra la esencia misma de la etapa acusatoria del modelo de enjuiciamiento
penal adoptado por la provincia de Río Negro; máxime si se tiene en cuenta
que en el logro del propósito de asegurar la administración de justicia los jueces
no deben estar cegados al principio de supremacía constitucional para que esa
función sea plena y cabalmente eficaz (confr. doctrina de Fallos: 308:490 y
311:2478, entre otros).
19) Que las máximas aludidas en los considerandos precedentes no han sido
precisamente las tenidas en mira por el tribunal a quo al momento de dirimir
la cuestión oportunamente planteada por la parte querellante en su recurso de
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General Roca dispuso la citación ajuicio en los términos del art. 325 del código
de rito, la parte querellante compareció a ofrecer las pruebas de su interés aun
que sin solicitar la realización de medidas de instrucción suplementaria, según
puede apreciarse de la presentación agregada a fs. 3667/3677.
Por lo demás, en la propia sentencia a la postre anulada se deja constancia
expresa de que “(n)o hubo en el transcurso del debate una propuesta formal de
una nueva medida de prueba concreta y, por ende, no fue planteada su produc
ción ni debatida su procedencia, que puede estar referida tanto a la facultad del
tribunal para disponerla de oficio como a si hubiese respondido a las exigencias
legales”; para luego consignar “...que dicha facultad, que no es una obligación, es
excepcionalísima y no está destinada a cumplir funciones que la ley ha confiado
a los jueces de instrucción, al Ministerio Fiscal o a las partes” (ver fs. 4409).
22) Que fue por tal razón que tampoco el tribunal de juicio dispuso de oficio
la medida omitida a criterio del a quo. Pero si ello ha configurado realmente un
error en el que hubo incurrido aquel órgano jurisdiccional, él de seguro no le
es achacable al enjuiciado pues, en todo caso, se trataría de un descuido en el
que, como ya se pusiera de relieve, además del tribunal también habrían caído
los representantes de la vindicta pública y privada.
En consecuencia, la hipótesis de error lleva a recordar que este Tribunal
ha dicho en el ya citado caso “Polak” (Fallos: 321:2826) que “(e)l Estado no
tiene derecho a un nuevo juicio cuando es él quien origina esos errores, porque
la situación se equipara al supuesto en que ha fallado al presentar el caso”.
En esta misma línea se concluyó también que “corresponde revocar la
decisión que anuló el debate, pues ella no respondió a la inobservancia de las
formas sustanciales del proceso, sino más bien, al intento del representante del
Ministerio Público de corregir un error funcional propio a expensas del derecho
del imputado a procurar y obtener un pronunciamiento que defina su situación”
(voto del juez Petracchi).
23) Que, sin embargo, la caracterización del debate como la etapa del pro
ceso penal acusatoria por excelencia impide tildar de equívoco al proceder de
la Cámara Segunda en lo Criminal de General Roca, por cuanto su rol en dicha
fase del procedimiento no es proceder de oficio en la búsqueda, recolección y
valoración de las pruebas, sino que consiste en asumir una actitud pasiva que
la separe rígidamente de las partes, dejando en manos de la acusación la total
carga de la prueba.
24) Que el reconocimiento del carácter determinante de un nuevo peritaje
no autorizaba a la parte querellante a solicitar la revocación del fallo absolutorio
por la alegada omisión del tribunal de juicio, dado que ello, en cualquier caso,
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les sobre el proceso penal, 22 edición actualizada, Editores del Puerto S.R.L.,
Buenos Aires 1998, ps. 13-14).
27) Que en el caso bajo estudio no cabe duda alguna que la decisión ju
risdiccional de imponer la realización de un nuevo peritaje ante las contradic
ciones verificadas entre los dictámenes de los dos que fueron concretamente
practicados -cuando además ello fue resuelto a fin de quebrar o romper una
absolución apoyada en el favor rei- no pudo sino asumir una tendencia clara
mente incriminante.
28) Que si la opción en favor de un Estado constitucional de derecho impo
ne la obligación de velar por la supremacía de nuestra Ley Fundamental -para
cuya concreción aporta el sistema de control difuso de constitucionalidad-, la
interpretación de la legislación infraconstitucional debe seguir los lincamientos
de aquélla, procurando su compatibilidad en la medida de lo posible.
En consecuencia, la disposición procesal que faculta al juez a ordenar
prueba que no ha sido solicitada por las partes se aleja del modelo que sobre
la materia ha trazado el constituyente, pronunciándose significativamente la
distancia cuando, además, esa facultad puede ser ejercida para la obtención de
prueba de cargo.
Resulta más claro aún ese divorcio cuando se afirma que, en un caso de
incertidumbre como el del presente -originado en la disparidad de los peritajes
producidos- la facultad prevista en el art. 246 del ordenamiento procesal penal
local se transforma en una disposición que asume un enunciado imperativo,
convirtiendo un mero “poder” en un “poder-deber”, que incluso ha de llegar
hasta el extremo de ejercerse en perjuicio del inculpado.
29) Que, en definitiva, la anulación del fallo absolutorio a raíz del recurso
de casación de la querella obedeció fundamentalmente a una actividad jurisdic
cional que, distanciándose de los postulados propios de un modelo acusatorio
como el regido por nuestra Constitución Nacional, obligó a un tribunal a disponer
prueba de oficio que, en el caso, asumió una tendencia incriminante -al punto
que modificó sustancialmente el resultado del proceso, trocando absolución
por condena-, con la necesaria confusión de roles entre acusador y juez, hasta
superar el propio límite que impone el favor rei al avance del poder punitivo,
en tanto opción de tutela de la inmunidad de los inocentes, incluso al precio de
la impunidad de algún culpable.
30) Que, cuanto mucho, si el nuevo juicio se dispuso sobre la base de la
doctrina de la arbitrariedad, debió entonces haber versado exclusivamente so
bre la prueba ya ofrecida y proveída, sin retrogradación del proceso a la etapa
de citación ajuicio la cual, por cierto, no había sido alcanzada por la aludida
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anulación.
31) Que el temperamento contrario ha afectado la garantía de defensa en
juicio del imputado al someterlo a un segundo riesgo de condena por los mis
mos hechos, en la medida en que el nuevo proceso resultó de la vulneración
de los principios de igualdad y de la división de poderes que caracterizan a la
etapa acusatoria del sistema mixto de enjuiciamiento criminal adoptado por la
legislación provincial, con mengua del estado de inocencia.
32) Que a partir de todo lo expresado se torna inoficiosos el tratamiento
del agravio planteado por el apelante con base en la garantía de imparcialidad
del juzgador.
Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se
declara procedente el recurso extraordinario y se revoca la sentencia apelada.
Acumúlese la queja al principal. Hágase saber y devuélvase a fin de que, por
quien corresponda, se dicte un nuevo pronunciamiento de conformidad con lo
aquí resuelto. E. Raúl Zaffaroni.
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Hechos:
El fiscal solicitó el sobreseimiento del imputado. El juez de instruc
ción discrepó con tal criterio y remitió los autos en consulta a la Cámara
de Apelaciones, la cual resolvió remitir las actuaciones al fiscal de Cámara
para que apartara al agente fiscal e instruyera a un nuevo fiscal a fin de
elevar la causa ajuicio. El fiscal general planteó la nulidad del auto por
el cual se elevó la causa en consulta. La Cámara de Apelaciones rechazó
la nulidad planteada. Se interpuso recurso de casación. La Casación de
claró inadmisible el recurso impetrado. El fiscal general dedujo recurso
extraordinario, el cual fue denegado, interponiéndose una queja. La Corte
hizo lugar a la queja y dejó sin efecto la resolución recurrida.
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artículo 457 del Código Procesal Penal, pero omitió examinar si, más allá de
los supuestos contemplados expresamente en ese artículo, cabía equiparar el
pronunciamiento a una sentencia definitiva conforme la doctrina que V.E. ha
sentado en la materia (Fallos: 299:249; 311:593; 315:2255, entre otros) y había
invocado este Ministerio Público.
Al resolver así, la Cámara de Casación omitió entonces considerar una
cuestión esencial planteada por el Fiscal General para fundar esa equiparabilidad,
cual es que la resolución impugnada ocasionaba un perjuicio de insusceptible
reparación posterior, puesto que la autonomía del Ministerio Fiscal en el ejerci
cio de la función de acusar y, con ello, las reglas del debido proceso legal, sólo
podían ser objeto de tutela útil en la etapa prevista para esa actividad procesal.
En tales condiciones, la falta de tratamiento y resolución de la cuestión
planteada priva al pronunciamiento de fundamentos suficientes que lo sus
tenten, y lo descalifica como acto jurisdiccional válido a la luz de la doctrina
de la arbitrariedad desarrollada por el Tribunal (Fallos: 310:302; 313:1095;
321:2243, entre otros).
La misma tacha cabe formular cuando el a quo, como argumento adicional
para el rechazo de la queja, aduce que el Fiscal General no se habría hecho
cargo de la jurisprudencia sobre la materia sentada por esa sala. Ello es así,
pues los argumentos sobre los cuales el a quo sustentó su posición favorable
a la vigencia y constitucionalidad del mentado artículo 348, transcriptos en
los considerandos del fallo, no son otros que aquellos en tomo a los cuales ha
discurrido hasta ahora la discusión y, como tales, han sido confrontados en su
escrito por el recurrente, más allá de que no haya hecho mención expresa a los
precedentes de esa sala de la Cámara Nacional de Casación.
Por consiguiente, al objetar que el recurso no estaría suficientemente funda
do, el a quo ha incurrido en una afirmación dogmática, desprovista de sustento
en las constancias de la causa, o bien, si lo objetado es la falta de mención de
sus precedentes, en un excesivo rigor formal, que descalifica también en este
aspecto como acto jurisdiccional válido.
Por lo demás, en cuanto a los demás requisitos de impugnabilidad objetiva,
en autos se cuestiona la vigencia y constitucionalidad del artículo 348 del Có
digo Procesal Penal, por considerárselo incompatible con los artículos 18 y 120
de la Constitución Nacional y, consiguientemente, se postula la invalidez del
auto de elevación en consulta dictado de conformidad con esa norma. En esta
inteligencia los agravios que motivaron esta presentación directa debieron ser
considerados por el tribunal a quo, tal como surge de los artículos 167, inciso
2°, y 456, inciso 2°, de la citada ley procesal penal.
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Sobre esa base adquiere plena vigencia la doctrina de V.E. por la cual
se estableció que en el ordenamiento procesal actual la Cámara Nacional de
Casación Penal constituye un órgano intermedio ante el cual las partes pueden
encontrar la reparación de los perjuicios irrogados en instancias anteriores,
máxime si los agravios invocados involucran una cuestión federal, como en el
presente caso (Fallos: 318:514 y 319:585).
De conformidad con el artículo 283 del Código Procesal Civil y Comercial,
acompaño fotocopias del recurso de casación oportunamente interpuesto por el
Fiscal General, doctor Marcelo Palacín.
En consecuencia, por lo expuesto y los demás fundamentos vertidos por
el señor Fiscal General ante la Cámara Nacional de Casación Penal, mantengo
la presente queja. Abril 30 de 2003. Nicolás E. Becerra.
Buenos Aires, 23 de diciembre de 2004.
Considerando:
1. Que al expedirse en el sub lite sobre el mérito de la instrucción en la
oportunidad prevista por el art. 346, del Código Procesal Penal de la Nación, el
fiscal de primera instancia se pronunció por el sobreseimiento del imputado. El
juez federal discrepó con el criterio del Ministerio Público y elevó los autos en
consulta a la cámara de apelaciones, de acuerdo con el procedimiento previsto
por el art. 348, Código Procesal Penal de la Nación.
2. Que el planteo de nulidad del auto de elevación en consulta formulado
por el fiscal fue rechazado por la Sala A de la Cámara Federal de Apelaciones de
Rosario. El recurso de casación interpuesto contra dicha decisión fue declarado
inadmisible por la Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal, y ello dio
origen al recurso extraordinario, cuya denegación motiva esta queja.
3. Que el a quo sostuvo que efrechazo de la nulidad del auto de elevación
en consulta no constituía sentencia definitiva ni era equiparable a tal en los tér
minos del art. 457 del Código Procesal Penal de la Nación, y que, por lo demás,
el recurrente no había tomado en consideración los precedentes de esa Sala en
los que se había resuelto la constitucionalidad de la norma cuestionada. A este
respecto, en la decisión apelada se afirma que el art. 348 del Código Procesal
Penal de la Nación establece “una excepción al principio acusatorio (a la vez
que [es] una muestra del procedimiento mixto instaurado), en tanto autoriza
al juez de instrucción a requerir la intervención de la cámara de apelaciones si
no estuviese de acuerdo con el sobreseimiento instado por el agente fiscal, no
se opone a la garantía implícita del debido proceso (art. 33 de la Constitución
Nacional) ni a la independencia funcional y orgánica del Ministerio Público (art.
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de instrucción, esto es, permaneciendo “ajenos”. Cabe recordar que este Tribunal
ha reconocido desde siempre que el derecho a ser juzgado por los jueces de
signados por la ley antes del hecho de la causa (art. 18, Constitución Nacional)
debe ser entendida como sujeta a la garantía de imparcialidad, reconocida como
garantía implícita de la forma republicana de gobierno y derivada del principio
acusatorio (Fallos: 125:10; 240:160), sin restricción alguna en cuanto al mayor
o menor avance de las etapas procesales.
Desde esta perspectiva, la intervención de la cámara de apelaciones “orde
nando” que se produzca la acusación pone en tela de juicio la imparcialidad del
tribunal “retroactivamente”, y que ese mismo tribunal ya no intervenga más no
basta para tranquilizar la conciencia, pues dicha intervención ya es suficiente
para generar la sospecha de que, en algún momento, durante la etapa procesal
que debió controlar manteniéndose desinteresado, abandonó la posición de
tercero ajeno al conflicto y se inclinó indebidamente en favor de la acusación.
19. Que, en consecuencia, por el momento puede quedar a un lado la pre
tensión del Ministerio Público de que se interprete el aforismo ne procedat iudex
ex officio como un derivado necesario del principio republicano de división
de poderes que debe funcionar con prescindencia de que se vean afectadas las
garantías de imparcialidad y de defensa enjuicio. Así se juzga, pues, frente a
ciertas situaciones la pregunta relativa a si efectivamente hubo una lesión a
tales garantías se toma irrelevante, y el riesgo de que esto pueda ocurrir ya es
suficiente.
20. Que tal fue el sentido de los precedentes de esta Corte en los que se
exige la observancia de la acusación como forma sustancial del juicio. Este
criterio fue especialmente reforzado a partir del caso “Cáseres”, registrado
en Fallos: 320:1891, en el cual, a pesar de que había habido requerimiento de
elevación ajuicio, el Tribunal entendió que ello no bastaba como “acusación”
en los términos del debido proceso. En efecto, del caso citado es posible extraer
que, aun cuando el requerimiento de elevación resulta apto para fijar el objeto
del juicio, e incluso, bajo ciertas condiciones -ciertamente, poco frecuentes-,
podría satisfacer las exigencias de la defensa enjuicio y la imparcialidad, una
defensa efectiva supone que sea el fiscal, y no el tribunal de juicio, quien cons
truya, a partir de la prueba producida en el debate, la imputación definitiva. Tal
principio fue afirmado ya desde un punto de vista de las formas sustanciales del
debido proceso, sin que se haya examinado la cuestión relativa a si el imputado
pudo o no defenderse en la situación concretamente planteada en la causa.
21. Que a partir de los precedentes citados se advierte que la colisión entre
la regla que impone a todos los funcionarios estatales el deber de provocar la
persecución penal y la necesidad de garantizar un proceso imparcial, que faci-
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más favorable a la protección del derecho respectivo. Desde este punto de vista,
incluso si se admitiera, por vía de hipótesis, que la ley restringiera las facultades
del Ministerio Público e impusiera un sistema de control del requerimiento de
carácter jurisdiccional, autorizar a que sea el mismo juez que posiblemente ya se
pronunció en favor de la viabilidad de la persecución (por ejemplo, a! confirmar
el auto de procesamiento) no parece ser un sistema que aleje las sospechas de
parcialidad.
26. Que, si bien limitada a la relación entre instrucción y debate, la garan
tía de imparcialidad ha sido interpretada por el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos en el sentido de que no pueden atribuirse a un mismo órgano las fun
ciones de formular la pretensión penal y la de juzgar acerca de su procedencia,
lo cual, en definitiva, impone a los estados el deber de desdoblar la función de
perseguir penalmente.
27. Que, de acuerdo con el criterio del tribunal internacional mencionado, se
ha señalado que en materia de imparcialidad del tribunal lo decisivo es establecer
si, ya desde el punto de vista de las circunstancias extemas (objetivas), existen
elementos que autoricen a abrigar dudas con relación a la imparcialidad con
que debe desempeñarse el juez, con prescindencia de qué es lo que pensaba en
su fuero intemo, y siguiendo el adagio “justice must not only be done: it must
also be seen to be done” (conf. casos “Delcourt vs. Bélgica”, 17/1/1970, serie
A, n° 11, párr. 31; “De Cubber vs. Bélgica”, 26/10/1984, serie A, n° 86, párr.
24).
28. Que tales criterios jurisprudenciales han sido asumidos por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos como aplicables a la interpretación de la
garantía del art. 8.1., de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
(conf. Informe 5/96, dej 1° de marzo de 1996, caso 10.970, Mejía vs. Perú), al
expresar que “...la imparcialidad objetiva exige que el tribunal o juez ofrezca
las suficientes garantías que eliminen cualquier duda acerca de la imparcialidad
observada en el proceso” (loe. cit.).
29. Que desde este punto de vista una regla procesal que permite un
procedimiento cuya utilización despierta sospechas de parcialidad debe ser
rechazada, en tanto supone un sistema en el que los jueces actúan de oficio, en
ejercicio de funciones de “control”, sólo cuando el fiscal se pronuncia en favor
de la desincriminación, mientras, que, para revisar el pedido de persecución,
exigen la existencia de un “recurso”.
30. Que dentro de este marco, y en contra de lo que sostiene el a quo, no
puede haber ninguna duda en cuanto a que la introducción del art. 120 de la
Constitución Nacional señala, en este aspecto, una modificación del paradigma
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son las instituciones que aún conservan vigencia. Tal riesgo, característico del
recurso al mecanismo de la derogación tácita, se acentúa en un caso como el
presente, en que se encuentra enjuego la totalidad del ordenamiento procesal
penal nacional.
37. Que, finalmente, corresponde aclarar que lo dicho precedentemente
no resulta aplicable a los supuestos en los que la discrepancia se plantea entre
el fiscal -que se manifiesta en favor del sobreseimiento- y el querellante, que
pretende que la causa sea elevada a juicio. En tales casos, en principio, no es
posible suponer una afectación genérica de la imparcialidad del tribunal, en la
medida en que su intervención quede limitada a asegurar que el querellante pueda
ejercer el derecho que la ley le concede a ser oído enjuicio oral y público (conf.
doctrina caso “Santillán”, Fallos: 321:2021 -LA LEY, 1998-E, 331; 329; 432;
1999-A, 56-) ni una afectación intolerable a la independencia del Ministerio
Público.
38. Que, por las razones expuestas, la necesidad de asegurar la indepen
dencia funcional del Ministerio Público Fiscal consagrada en el art. 120 de la
Constitución Nacional impone declarar la inconstitucionalidad del art. 348,
segundo párrafo, primera alternativa, del Código Procesal Penal de la Nación,
en cuanto autoriza a la cámara de apelaciones, en los casos en que el juez no
está de acuerdo con el pedido de sobreseimiento del fiscal, a apartarlo e instruir
al que designe el fiscal de cámara, a fin de producir la elevación ajuicio.
Por ello, oído el señor Procurador General, se hace lugar a la queja, se
declara procedente el recurso extraordinario y se deja sin efecto el pronuncia
miento apelado. Agregúese la queja al principal. Notifíquese y devuélvanse los
autos al tribunal de origen, a fin de que por quien corresponda se dicte nuevo
pronunciamiento conforme a derecho. Enrique S. Petracchi. Augusto C. Bellus-
cio (en disidencia). Carlos S. Fayt (según su voto). Antonio Boggiano (según
su voto). Juan C. Maqueda (según su voto). E. Raúl Zaffaroni (según su voto).
Elena I. Highton de Nolasco.
Voto del doctor Fayt:
Considerando:
1. Que la Sala I de la Cámara Nacional de Casación Penal declaró mal
concedido el recurso de casación interpuesto contra la sentencia de la Sala A
de la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario, que había desestimado los
planteos de nulidad e inconstitucionalidad del art. 348 del Código Procesal Penal
de la Nación. Contra dicho pronunciamiento el señor Fiscal General dedujo el
remedio federal cuya denegación motiva la queja en examen.
2. Que para así decidir, el a quo afirmó que lo resuelto sobre la nulidad
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prensiva“toda otra norma que resulte contradictoria con la presente ley”, pues
ello importaría una inconsecuencia o imprevisión que, como principio, no cabe
presumir (Fallos: 310:195; 312:1614; 325:2386, entre muchos otros).
Por otra parte, este agregado debe ser interpretado con suma prudencia,
pues, de otro modo, la difícil coexistencia entre la pretensión de un fiscal ‘In
dependiente” y un Código Procesal Penal como el vigente, en el que ni siquiera
la preparación de la acusación está, por regla general, en manos del fiscal, lle
varía a un caos normativo impensado. La estructuración de un sistema procesal
en el que el fiscal es verdaderamente “titular de la acción penal” supone una
arquitectura legislativa compleja, que sin lugar a dudas no ha sido realizada
hasta hoy. Esta situación obliga a los jueces a solucionar con prudencia la di
fícil convivencia entre el art. 120 de la Constitución Nacional, la ley orgánica
del Ministerio Público y un código procesal en el que perduran innumerables
elementos inquisitivos, pero que no podrían considerarse “tácitamente dero
gados”. Tal situación, si bien obliga a los jueces a examinar bajo una nueva
perspectiva reglas procesales que hasta este momento eran aceptadas en nuestro
medio casi sin cuestionamientos, exige una interpretación restrictiva de posibles
“derogaciones implícitas”, pues, de otro modo, se terminaría generando una
enorme incertidumbre acerca de cuáles son las instituciones que aún conservan
vigencia. Tal riesgo, característico del recurso al mecanismo de la derogación
tácita, se acentúa en un caso como el presente.
9. Que como argumento corroborante corresponde señalar que la propia
Procuración General presentó un proyecto de ley modificatorio del art. 348
del Código Procesal Penal de la Nación en el que se propuso que ante la dis
conformidad del juez respecto de la decisión del fiscal de no instruir, en lugar
de elevar en consulta a la cámara, lo haga ante el fiscal general. Esta situación
implica -obviamente- la asunción del vigor de la norma cuestionada.
10. Que establecido que la norma rige el caso, corresponde indagar su
compatibilidad con el texto constitucional. En este cometido debe recordarse
que conforme jurisprudencia inveterada de esta Corte, la declaración de incons-
titucionalidad de una disposición legal es un acto de suma gravedad y una de las
más delicadas funciones susceptibles de encomendarse a un tribunal de justicia y,
por ello, debe ser considerada como última ratio del orden jurídico, y sólo debe
ejercerse cuando la repugnancia con la cláusula constitucional es manifiesta y
la incompatibilidad inconciliable (Fallos: 311:394; 312:122 y 322:842, entre
muchos otros) o bien cuando se trate de una objeción constitucional palmaria
(Fallos: 14:425; 200:180; 105:22; 112:63 y 182:317).
11. Que, a fin de arribar a una conclusión válida corresponde distinguir el
presente caso del publicado en Fallos: 325:2005 “in re” “Marcilese”. En primer
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validez del proceso -nuevo debate, tiempo para la defensa-, lo que resultaría
inexplicable si se considerara que la discusión final tiene alguna incidencia para
garantizar el derecho de defensa. En el mismo sentido se concluyó que admitir
que la mera abstención del fiscal, en el acto postrero del debate -existiendo ya
una acusación válida- importa un límite absoluto a la facultad jurisdiccional
para dictar la condena, implica -como se señaló- desconocer el alcance que el
principio de la oficialidad posee en nuestro sistema de enjuiciamiento penal.
En efecto, si el pedido absolutorio fuera inexorable para el tribunal, ello impli
caría la arrogación del ámbito de la decisión jurisdiccional que la Constitución
asigna a un órgano distinto e independiente. Si se pretende ser consecuente con
el principio acusatorio como garantizador de la imparcialidad del tribunal de
juicio, no se puede al mismo tiempo postular que sus decisiones queden ligadas
a las de otro órgano del Estado.
En este mismo sentido se expidió el miembro informante de la Comisión
de Asuntos Penales y Regímenes Carcelarios de la Cámara de Senadores al
sancionarse el Código Procesal Penal de la Nación quien señaló que la igualdad
de las partes “se rompe cuando una de ellas, en lugar de peticionar aparece
provista de capacidad de disposición, que sólo es privativa del juez” (publ.
en Antecedentes Parlamentarios de la ley 23984, Cámara de Senadores de la
Nación, 29 de agosto de 1990, pág. 2526). En efecto, no hay dudas acerca de
que el fiscal puede solicitar la absolución, pero ello no implica en modo alguno
reconocerle un poder de disposición, pues entonces si el fiscal vincula es el
fiscal quien decide, vulnerándose así el principio de separación de poderes y,
de ese modo, el sistema republicano de gobierno.
Conforme la tesis que aquí se propugna, la teoría de la separación de po
deres concebida en su sentido actual, debe ser entendida como separación de
funciones. Así se reconoce la existencia entre los poderes o funciones de una
interrelaciórt funcional. Estas mismas razones -como se detallará ut infra- serán
especialmente valoradas al momento de determinar la compatibilidad constitu
cional del art. 348, segundo párrafo, del Código Procesal Penal de la Nación.
En el mismo sentido, Vélez Mariconde (op. cit., t. II, pág. 182, nota 14)
afirma que si por ejemplo “el Fiscal de Cámara estima, en el debate, discrepando
con el agente fiscal que el hecho imputado no constituye delito o que el acusado
no es culpable, sólo podrá pedir la absolución, pero no desistir de la acción y
evitar que el Tribunal de juicio se pronuncie; al serle concedida la palabra está
obligado a pronunciarse sobre el fondo; si erróneamente (como alguna vez
ocurrió) desistiera, debe entenderse que pide la absolución”. También Manzini
ha afirmado que “al Ministerio Público no le es dado ‘retirar la acusación’ en
el sentido de privar al juez de su poder de pronunciar sentencia de condena,
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los órganos judiciales no concretan el acto por sí, pues quien lo “formaliza” es
un agente fiscal distinto al que solicitó el sobreseimiento en el caso, lo cierto
es que la realización del acto depende de la decisión de los órganos judiciales.
Corresponde determinar, de tal modo, si con la sujeción de la fiscalía a una
decisión j udicial, se está respetando la regla según la cual es al Ministerio Públ
a quien corresponde “promover la actuación de la justicia” como lo exige el art
120, función que en el caso del Ministerio Público Fiscal tiene concretamente
como correlato la promoción y ejercicio de la acción penal pública (arts. 25,
inciso “c” y 33, inciso “b” y -en lo que al caso interesa- 40 de la ley 24946).
Partiendo del artificio que implica la división formal de las funciones requi
rente y decisoria -de conformidad con el principio de oficialidad-, una norma
como la consagrada en el art. 348 no generaría, en principio, conflicto alguno.
Empero el art. 120 de la Constitución Nacional impone im examen diferente.
Dentro de este marco, y en contra de lo que sostiene el a quo, no puede
haber ninguna duda en cuanto a que la introducción del art. 120 de la Cons
titución Nacional señala, en este aspecto, una modificación del paradigma
procesal penal. En efecto, al establecer la independencia y autonomía funcional
de dicho organismo, el constituyente ha tomado una clara decisión en favor de
una división rigurosa entre las funciones de promoción y decisión. La consti-
tucionalización del Ministerio Público entraña entonces el rechazo a que otro
órgano que no tenga esa función constitucionalmente asignada se inmiscuya, en
tanto resulta impensable que de toda atribución conferida expresamente por la
Constitución Nacional pueda implicarse, sin más, una autoridad que destruya,
precisamente, los límites de la concesión. La libertad de los individuos no sólo
se vería amenazada cuando los poderes ejercieran facultades no concedidas,
sino también cuando las concedidas fueran ejercidas por poderes extraños a la
concesión (Fallos: 318:1967 “in re” “Peláez”).
Toda vez que por definición constitucional expresa, es el Ministerio Públic
Fiscal el órgano específicamente encargado de la persecución, la norma legal
no puede concederle esa función a otro poder -sea el judicial o cual fuere-,
privando de ella al competente para ejercerla.
35. Que, por ello, puede afirmarse que con respecto a la independenc
autonomía funcional del Ministerio Público Fiscal, la resolución apelada sólo
da respuestas aparentes. En efecto, sostener que dentro de nuestro sistema la
función de perseguir penalmente es llevada adelante tanto púr el fiscal como
por los jueces, no es suficiente para explicar que los jueces puedan tener la po
i testad de obligar a los fiscales a pronunciarse en favor de la prosecución de la
persecución penal cuando la Constitución proclama la independencia de dichos
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funcionarios.
36. Que, en este sentido, la afirmación de que la “independencia del Mi
nisterio Público” introducida por el art. 120 de la Constitución Nacional sólo
significa la prohibición de instrucciones por parte del Poder Ejecutivo, aparece
como una mera afirmación dogmática. A fin de arribar a una conclusión váli
da sobre la cuestión, resultaba necesario estudiar el sentido del nuevo diseño
constitucional. Como se ha dicho, la reforma constitucional de 1994 ha sig
nificado un profundo cambio, en tanto ha erigido al Ministerio Público como
una magistratura particular situada junto a los jueces, que cumple sus funciones
propias en estrecha conexión con ellos, pero con la necesaria independencia
que requiere un órgano de contralor.
37. Que, al respecto corresponde puntualizar que si bien es cierto que a
partir de la reforma constitucional, los miembros del Ministerio Público se des
prendieron de la dependencia del Poder Ejecutivo Nacional instituida en el art.
7o de la ley23930(del 23 de abril de 1991)-en cuanto establecía que competía
al Ministerio de Justicia asistir al Presidente de la Nación (..). y, en particular,
entender en la organización del Ministerio Público y en la designación de sus
miembros y el ejercicio de su dirección de conformidad con la ley”-, constituye
un paralogismo sostener que sólo con respecto a ese poder se circunscribe su
actual independencia. La condición de independiente -esto es no subordinado a
otro poder- lógicamente no admite matices. Por lo demás, la normano establece
excepción alguna que permita realizar distingos entre los poderes del Estado
establecidos originariamente en la propia Constitución Nacional.
Esa ha sido sin lugar a dudas la intención del constituyente. En efecto, el
miembro informante por el dictamen de la mayoría en la convención constitu
yente de 1994 al tratar las razones para incorporar a la Constitución Nacional
el artículo 120, señaló que a través de una fórmula sencilla se daba “cauce a la
constitucionalización de un órgano con carácter independiente de los poderes
Ejecutivo y Judicial...”. También se puso de relieve que con la fórmula del art.
120 “se quiere expresar que [el Ministerio Público] no tiene que estar sometido
al Poder Ejecutivo pero tampoco al Poder Judicial, ya que tiene que actuar con
independencia de los dos”.
A su vez, la autonomía funcional, tal como se explícita en el art. 86 de la
Constitución Nacional (si bien respecto del Defensor del Pueblo), es la cualidad
que describe al órgano que actúa “sin recibir instrucciones de ninguna autoridad”
(no cabe presumir la inconsecuencia del constituyente). El mismo significado
se asigna al concepto de autonomía funcional en el segundo párrafo del art. 1 °
de la ley 24946: el Ministerio Público no está sujeto a instrucciones o directivas
emanadas de órganos ajenos a su estructura. Resulta inexplicable, entonces la
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competencial propia.
En efecto, así como en el precedente “Marcilese” -voto del juez Fayt- se
afirmó que la igualdad de las partes se rompe cuando el Ministerio Público,
en lugar de peticionar, pretende vincular al juez en lo que es su propia función
competencial con jerarquía constitucional, esto es, el conocimiento y decisión,
su necesaria contracara es que el Poder Judicial no puede obligar al Ministerio
Público a realizar aquellas funciones que forman parte de su competencia fun
cional, asumiendo de ese modo una posición requirente. Entendido el principio
de separación de poderes como multiplicación de funciones y de órganos, lo allí
afirmado respecto a la imposibilidad de arrogarse el ámbito que la Constitución
Nacional asigna a un órgano distinto e independiente -obviamente- vale para
los dos.
Así como las decisiones del Poder Judicial no pueden quedar ligadas a las de
otro órgano del Estado, las peticiones del Ministerio Público, tampoco pueden ser
impuestas por otro poder. Más allá de que la resolución de requerir la elevación
ajuicio la adopte en último lugar un miembro del Ministerio Público, la ley ha
colocado -en definitiva- la función de acusar en las manos de un tribunal de
justicia, en tanto de conformidad con la norma en cuestión, para llegar a ese
acto fue necesaria la previa decisión de sostener la acción por parte del órgano
judicial. De este modo, corresponde responder negativamente al interrogante
planteado: la sujeción de la fiscalía a esa decisión judicial, vulnera el mandato
constitucional que atribuye al Ministerio Público la función de “promover la
actuación-de la justicia” (art. 120 de la Constitución Nacional) y su correlato
respecto del Ministerio Público Fiscal, en la concreta promoción y ejercicio de
la acción penal pública (ley 24946). Y, en tanto, existe una disposición consti
tucional específica que asigna al Ministerio Público la competencia descripta,
el Poder Judicial es funcionalmente incompetente para adoptarla (conf. doctrina
causa “Peláez” ya reseñada).
40. Que aun cuando se entienda que el legislador puede válidamente orga
nizar un proceso penal en el que la acción penal es indisponible -y estructurarlo
con controles suficientes para que esto se cumpla- tales controles sólo pueden
producirse en el estrecho límite trazado por la autonomía funcional de los fis
cales (art. 120, Constitución Nacional), que no es respetado por la directiva del
art. 348 pues -como se señaló- el procedimiento de imposición de la acusación
que instaura, concede a los jueces una facultad que la Constitución Nacional
asigna específicamente a otro órgano.
Por tal razón, cuando la Ley Orgánica del Ministerio Público -ley
24946- dispone en su art. 28 que “(l)os dictámenes, requerimientos y toda otra
intervención en juicio de los integrantes del ministerio público deberán ser
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considerados por los jueces con arreglo a lo que establezcan las leyes procesa
les aplicables al caso”, esto no puede significar en modo alguno que la norma
abarque derechamente la decisión misma de motivar el requerimiento (art. 348
del Código Procesal Penal de la Nación). En efecto, tal actuación, obviamente,
no encuadraría dentro del estrecho límite trazado por la autonomía funcional de
los fiscales, sino que en forma directa neutralizaría su propio accionar.
Por lo demás, la obligatoriedad de la persecución no puede tener una exten
sión tan amplia como para imponer al Ministerio Público la obligación de acusar.
41. Que el deber del Ministerio Público de actuar “en coordinación con las
demás autoridades de la República” no puede ser convertida en subordinación.
Esta situación se diferencia claramente del esquema de coordinación del que
se daba cuenta “in re” “Marcilese” -voto del juez Fayt-, toda vez que en aquel
caso la imputación -requerimiento de elevación ajuicio- sí había provenido
autónomamente del Ministerio Público y cuando el tribunal finalmente decidió
en la causa, nada le impuso al órgano independiente -el que ya había formulado
con plenitud la acusación-, respetándose así el límite trazado por la autonomía
funcional de los fiscales (art. 120, Constitución Nacional). Condenar, si el fiscal
considera en el debate que no hay mérito para hacerlo, no es ejercer una función
requirente sino decisoria; obligar a requerir, por el contrario, sí lo es.
La exigencia de un requerimiento independíente -es decir no subordinado-
como única acusación válida, impide además que se pueda llegar al absurdo de
una condena sin que el Ministerio Público haya manifestado su conformidad
en este sentido -es decir sin que hubiera impulsado la acción en ninguna ins
tancia procesal- (esto, de admitirse a su vez, la aplicación analógica de este
procedimiento respecto del pedido de desestimación de denuncia del fiscal no
compartida por el juez de instrucción -art. 180 del código de rito-).
42. Que, asimismo, a fin de comprender cómo el nuevo paradigma obliga
a un examen distinto del art. 348 del Código Procesal Penal de la Nación, no
debe olvidarse que en el momento de su sanción, dicha norma se enmarcaba
dentro de una estructura en la que el Ministerio Público dependía del Poder
Ejecutivo Nacional del que recibía instrucciones. Es evidente que en ese caso
el mecanismo instaurado -como expresión del principio de oficialidad en la
persecución- tenía otro sentido. Así, el informe ante el Senado del entonces
Ministro de Justicia León Arslanian en el que se resaltaba que no se le iba a
“conceder a los fiscales la facultad de sobreseer y archivar expedientes, o sea, de
abortar algunas investigaciones” (Diario de Sesiones de la ley 23984, pág. 2178),
debe ponderarse en el marco de esa clara situación de dependencia respecto
del Poder Ejecutivo. Al tratarse de un órgano independiente y con autonomía
funcional no hay óbice para un ejercicio pleno de su función requirente y así el
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indudable que la invalidación del procedimiento del art. 348, Código Procesal
Penal de la Nación significa un debilitamiento considerable del principio de
legalidad procesal. Sin embargo, en la medida en que su utilización conduce a
que la acusación no provenga de un sujeto procesal que debe ejercer esa fun
ción en forma autónoma, la declaración de su invalidez constitucional resulta
ineludible.
45. Que, específicamente, con relación a la facultad de “apartar” al fiscal
interviniente por no estar de acuerdo con su criterio desestimatorio, actuando
así sobre funcionarios que integran un organismo diferente, independiente y con
autonomía funcional (art. 120 Constitución Nacional), la invasión aludida es
aun más notoria. En efecto, sobre esta facultad ni siquiera es válida la discusión
que se plantea respecto de la “instrucción” dirigida al fiscal reemplazante, de
quien cuanto menos finalmente proviene el escrito en el que se fija la concreta
imputación. En el caso del “apartamiento”, un poder decide directamente re
emplazar al representante de una magistratura distinta con estructura funcional
propia y autónoma.
46. Que con respecto a la segunda de las facultades otorgadas por el art.
348, no sería posible sostener como alternativa en favor de su constitucionalidad
que las “instrucciones” a que hace referencia la norma no son vinculantes para
el Ministerio Público. Aun cuando la expresión “instruir” puede ser entendida
en la acepción del término según la cual significa sólo “dar a conocer a uno el
estado de una cosa” (conf. Diccionario de la Lengua Española, Real academia
Española, 21a. edición, 3a. acepción), tal interpretación, no sólo no responde tal
inteligencia corriente de la regla y a su sentido dentro del procedimiento penal,
como mecanismo de control del requerimiento, sino que si no se entendiera
que la decisión de la cámara es vinculante para el fiscal, al no estar previsto
el caso de negativa ni la cantidad de veces que se podría intentar la consulta,
conduciría a innumerables conflictos y resultaría inaplicable.
47. Que, en suma: sin requerimiento de elevación ajuicio no hay proceso
válido (conf. doctrina “in re” “Marcilese”, voto del juez Fayt). En efecto, ese
requerimiento es el acto que satisface la acusación exigida para configurar
el debido proceso legal. A su vez, el art. 120 de la Constitución Nacional -y
consiguientemente la ley de Ministerio Público- asigna esa función requirente
al Ministerio Público Fiscal, consagrando asimismo su independencia y auto
nomía. Es por ello que el requerimiento será válido si y sólo si, la necesidad de
su formulación proviene del sujeto competente para concebirla en ejercicio de
su autonomía funcional.
Por ello, al interrogante formulado ut supra, corresponde responder que
el tercero ajeno de quien debe provenir la decisión de acusar -plasmada luego
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cumplidos durante la instrucción preparatoria del juicio sólo pueden dar sustento
a la acusación o al sobreseimiento, razón ésta que sumada a la imposibilidad
de apertura del proceso en forma oficiosa convertían al citado art. 348, que no
perdió vigencia ni expresa ni implícitamente, en una herramienta puesta en
manos de los jueces para asegurar el principio de oficialidad en la persecución
penal. Examinó el art. 120 de la Constitución Nacional con apoyo en doctrina y
concluyó que la independencia del Ministerio Público lo es respecto del Poder
Ejecutivo Nacional.
3. Que el recurso extraordinario es formalmente admisible pues se halla
en cuestión la función requirente en relación con la independencia funcional del
Ministerio Público que consagra el art. 120 de la Constitución Nacional, por lo
que el caso reviste interés institucional suficiente y es ésta, la única oportunidad
en que el derecho federal invocado puede encontrar tutela (doctrina de Fallos:
299:249 y sus citas; 311:593: 315:2255).
4. Que de los dos planteos que formula el apelante, esto es el atinente a
la compatibilidad entre el art. 120 de la Constitución Nacional con el art. 348
del Código Procesal Penal y el relativo a su vigencia, corresponde tratar en
primer término este último pues de resultar procedente tomaría inoficioso un
pronunciamiento sobre el otro.
5. Que el art. 348, segundo párrafo, del Código Procesal Penal de la Na
ción dispone: “...El juez dictará el sobreseimiento si estuviere de acuerdo con
el requerido. De lo contrario, sea que no esté de acuerdo con el sobreseimiento
pedido por el fiscal o sea que sólo el querellante estimara que debe elevar la
causa ajuicio, dará intervención por seis (6) días a la Cámara de Apelaciones.
Si ésta entiende que corresponde elevar la causa ajuicio, apartará al fiscal in-
terviniente e instruirá en tal sentido al fiscal que designe el fiscal de cámara o
al que siga en orden de tumo”.
Conforme con el art. 120 de la Constitución Nacional “El Ministerio Público
es un órgano independiente con autonomía funcional y autarquía financiera,
que tiene como función promover la actuación de la justicia en defensa de la
legalidad, de los intereses generales de la sociedades, en coordinación con las
demás autoridades de la República”. El art. 1 de la ley 24946 tras reproducir el
texto constitucional establece que el Ministerio Público “Ejerce sus funciones
con unidad de actuación e independencia...pero sin sujeción a instrucciones o
directivas emanadas de órganos ajenos a su estructura”.
6. Que según reiterada jurisprudencia de esta Corte para que una ley
derogue implícitamente disposiciones de otra, es necesario que el orden de
cosas establecido por ésta sea incompatible con el de aquélla (Fallos: 214:189;
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que haya más y mejor justicia para los argentinos. La reforma abre y promueve
esos caminos” (34 Reunión - 3a Sesión Ordinaria (Continuación) del 19 de
agosto de 1994).
7. Que corresponde ahora analizar a la luz de tal interpretación histórica
del art. 120 de la Constitución Nacional, si realmente existe una contradicción
entre aquél y el art. 348 del Código Procesal Penal vinculado íntimamente con
la materia.
8. Que el art. 348 del Código Procesal Penal de la Nación, -en lo que aquí
interesar- señala que “..£1 juez dictará sobreseimiento si estuviere de acuerdo con
el requerido. De lo contrario, sea que no esté de acuerdo con el sobreseimiento
pedido por el fiscal, o sea que sólo el querellante estimara que debe elevar la
causa ajuicio, dará intervención por seis (6) días a la Cámara de Apelaciones.
Si ésta entiende que corresponde elevar la causa a juicio, apartará al fiscal in-
terviniente e instruirá en tal sentido al fiscal que designe el fiscal de cámara o
al que le siga en orden de tumo” [la negrilla y subrayado no es original].
En otras palabras, una vez elevada la causa si la cámara considera, en opo
sición al criterio del fiscal, que corresponde elevar la causa, aquél, conforme lo
prevé la norma, será sustituido por un nuevo agente que estará obligado a cumplir
con las instrucciones para requerir que al respecto le imparte el tribunal, el fiscal
sustituto a lo sumo podrá dejar a salvo, si así le interesa, su criterio personal.
9. Que este mecanismo jurídico previsto en el art. 348 implica la consagra
ción de facultades judiciales con clara injerencia en las funciones del Ministerio
Público Fiscal, incompatible con el fin que tuvo el constituyente al sancionar el
art. 120, que fue el de elevar al Ministerio Público como un órgano extrapoder
con clara independencia orgánica y funcional respecto tanto de la rama judicial
como la ejecutiva.
En cuanto a la especificación del art. 120 al expresar en “coordinación,
con las demás autoridades” esa coordinación jamás podría suponer recibir
instrucciones que deban ser sumisamente acatadas. Ello en realidad apunta a
la relación con el Poder Ejecutivo respecto de la política criminal del Estado
cuyos intereses representa, y también con el propio Poder Legislativo, en lo
que hace al impulso y sanción de normas penales.
10. Que más allá de la incompatibilidad del art. 348 con una interpreta
ción gramatical e histórica del art. 120 de la Carta Magna, una interpretación
sistemática de la Constitución también conduce a las mismas conclusiones. En
efecto, la estricta separación de las funciones de acusar y juzgar responde a la
exigencia estructural de un proceso justo, con reales y eficaces posibilidades
de defensa y jueces lo más desvinculados posibles de los intereses en juego,
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por las Naciones Unidas expresan que "el cargo de fiscal estará estrictamente
separado de las funciones judiciales” (art. 10)(Directrices Sobre la Función de
los Fiscales, aprobadas por el Octavo Congreso de las Naciones Unidas Sobre
Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en La Habana-
Cuba del 27/8 al 7/9/90).
13. Que, por su parte, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos al es
tablecer el alcance del derecho a ser oído por un tribunal imparcial (art, 6.1),
tiene elaborado un estándar objetivo y otro subjetivo, este último vinculado al
estado anímico de la persona que juzga. Por su parte el “objetivo” alude a la
imparcialidad orgánica y al principio que señala que la justicia no sólo tiene
que ser imparcial sino parecerlo, único modo de cimentar la confianza de la
sociedad en ella. Así ha considerado que resulta contrario a ese estándar obje
tivo de imparcialidad un juez que haya estado involucrado anteriormente con
funciones de persecución respecto del mismo caso (Piersack V. Bélgica, TEDH
1/10/82. A 53), o cuando el juez o tribunal ejerce simultáneamente funciones
jurisdiccionales y persecutorias (Kristinsonv. Islandia, TEDH 1.03.90, A177-B
y Kyprianou v. Chipre, TEDH 27.01.2004), o cuando el fiscal es el que ejerce,
además de las persecutorias, funciones jurisdiccionales (Huber v. Suiza, TEDH
23.10.90, A.188) o cuando el tribunal que juzga ejerce también funciones de
instrucción (Cubber v. Bélgica, TEDH 14.9.87, A 124-B).
14. Que, por su parte, en lo que aquí interesa, nuestra Constitución Nacional
aún antes de la reforma de 1994, estableció principios al respecto. En efecto, la
separación entre las funciones jurisdiccional y requirente también se encuentra
ínsita respecto de otras instituciones que ella estatuye. Asi al regular el juicio
político el constituyente separó claramente el órgano que tema la función de
acusar (Cámara de Diputados, antiguo art. 45, Constitución Nacional), y de
juzgar (Senado, art. 59, Constitución Nacional), separación que hoy es más
clara al establecer el nuevo art. 114 de la Constitución Nacional como atribu
ción del Consejo de la Magistratura la decidir el procedimiento de remoción
de magistrados y, en su caso, ordenar la suspensión y formular la acusación
correspondiente, mientras que el art. 115 de la Constitución Nacional se dispone
que los jueces de los tribunales inferiores de la Nación pueden ser removidos
por un jurado de enjuiciamiento.
Finalmente la elección del sistema de juicio por jurados (art. 118) también
implica la división de las funciones requirentes y jurisdiccional, dejando la
primera de ellas en manos del Ministerio Público Fiscal y la de juzgar en las
del jurado (art. 120).
15. Que pese ello, paradójicamente en nuestro país al sancionarse los có
digos procesales, se siguió fundamentalmente la ley de enjuiciamiento criminal
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17. Que en esta labor de establecer límites infranqueables entre las fun
ciones que despliegan los sujetos del juicio, para garantizar un juicio justo, se
encuentra lo resuelto en el caso “Alvarez” (considerando 11 del voto de los
jueces Vázquez y Maqueda en Fallos: 326:3842).
Allí se pidió el apartamiento del juez correccional con sustento en que quién
instruye no debe juzgar, en disidencia, hice lugar a la declaración de inconstitu
cional de los arts. 88 de la ley 24121 y 27 del Código Procesal de la Nación, con
sustento entre otras razones -con cita de Luigi Ferrajoli- en que la “separación
del juez de la acusación...primera garantía orgánica, supone la configuración
del proceso como una relación triangular entre tres sujetos, dos de los cuales
están como partes en la causa, y el tercer super partes: el acusador, el defensor
y el juez...Y es indispensable para que se garantice la afinidad del juez a los dos
intereses contrapuestos -el de la tutela frente a los delitos, representada por la
acusación, y el de la tutela frente a los castigos arbitrarios, representados por la
defensa- que además corresponden a los dos fines perfectamente compatibles
en abstracto pero siempre conflictivos en concreto...”.
También allí señalé que “...para garantizar la imparcialidad del juez es pre
ciso que éste no tenga en la causa ni siquiera un interés público o institucional.
En particular, es necesario que no tenga un interés acusatorio, y que por esto
no ejercite simultáneamente las funciones de acusación, como, por el contrario,
ocurre en el proceso inquisitivo y, aunque sea de manera ambigua, también
en el mixto. Sólo así puede el proceso conservar un carácter ‘cognoscitivo’ o,
como dice Beccaria ‘informativo’ y no degenerar en ‘proceso ofensivo’ donde
el juez se hace enemigo del reo”.
18. Que como corolario de lo expuesto hasta aquí podemos afirmar que
restaurar las potestades del Ministerio Fiscal no sólo implica darle un sentido
cabal a la decisión de los constituyentes de enarbolarlo como un órgano extra-
poder, sino que al sacarlas de las manos de los jueces ello trae aparejado poner
al magistrado en un sitio imparcial.
19. Que obviamente que el hecho de que los fiscales tengan más poder
sobre la suerte de la acción penal implica temor por la utilización discrecional
de la misma, pues cuando deciden no requerir, significa que mediante el so
breseimiento se beneficiará al sospechoso con la cosa juzgada y la cláusula del
non bis in idem en relación a la hipótesis delictiva investigada.
Pero dicha discreción es relativa pues se encuentra acotada por diversas
razones que se analizarán en las consideraciones siguientes.
20. Que, en este sentido, cabe señalar que la figura del Ministerio Público
Fiscal no tiene hoy en día las mismas características que antes. En efecto, como
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lo recuerda Michel Foucault “Este curioso personaje que surge en Europa hacia
el Siglo XII se presentaba como representante del soberano, del rey o del señor.
Cada vez que hay un crimen, delito o pleito entre los individuos, el procurador
se hace presente en su condición de representante de un poder lesionado por
el sólo hecho de que ha habido un delito o crimen. El procurador doblará a la
víctima pues estará detrás de aquél que debería haber planteado la queja, di
ciendo: ‘Si es verdad que este hombre lesionó a este otro, yo, representante del
soberano, puedo afirmar que el soberano, su poder, el orden que él dispensa, la
ley que el estableció, fueron igualmente lesionados por este individuo. Así, yo
también me coloco contra él’. De esta manera, el soberano, el poder político,
vienen a doblar y, paulatinamente, a sustituir a la víctima. Ese fenómeno, que
es absolutamente nuevo, permitirá que el poder político se apodere de los pro
cedimientos judiciales” (Michel Foucault “La Verdad y las Formas Jurídicas”,
México, ed. Gedisa, 2003, págs. 79/82).
21. Que esa concepción del Ministerio Fiscal ha ido perdiendo vigencia, a
instancia de los tratados internacionales que se reflejaron en la jurisprudencia.
Así en antiguos precedentes la Corte negaba que el ofendido por el delito
de acción pública tuviese derecho a procurar la investigación y castigo del autor
del delito, al considerar que esa intención no constituía “un derecho de propiedad
en el sentido de la ley civil” sino una mera concesión legal -de la ley procesal-
susceptible de suprimirse en todo tiempo (Fallos: 243:5), consecuentemente lo
“atinente a la obtención de una condena criminal no es susceptible de amparo
en beneficio de los particulares y con fundamento en los arts. 14, 17 y 18 de la
Constitución Nacional” (Fallos: 252:193).
Ello cambió en el caso “Santillán” donde el Tribunal expresó que el de
recho “a la jurisdicción consagrado implícitamente en el art. 18 de la Carta
Magna...consiste en la posibilidad de ocurrir ante algún órgano jurisdiccional
en procura de justicia y obtener de él sentencia útil relativa a los derecho de
los litigantes...derecho que tiene un alcance coincidente con el que reconocen
los arts. 8o, párr. Io de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y
14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos”.
Sobre la base de ello el Tribunal consideró que la absolución dispuesta por el
tribunal a pedido del fiscal sin atender al lo solicitado por el querellante implicó
un “serio menoscabo de los derechos asegurados por la Constitución Nacional,
pues al privar al particular querellante, a quien la ley le reconoce el derecho a
formular acusación en juicio penal, de un pronunciamiento útil relativo a sus
derechos, ha dejado a aquél derecho vacuo de contenido” (Fallos: 321: 2021).
22. Que de este modo el Tribunal ratificó y amplió la exigencia constitucio
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nal de que no puede haber condena sin acusación, sin que quepa hacer distingo
respecto del carácter público o privado de quien la formula. En consecuencia, el
requerimiento de condena del querellante en delitos de acción pública, es idóneo
por sí solo para satisfacer las formas sustanciales del juicio penal y habilitar al
tribunal a dictar sentencia condenatoria, aún frente al pedido de absolución del
Ministerio Público Fiscal.
23. Que así la Corte incorpora los principios sentados por la Comisión
Interamericana al interpretar el art. 25 del Pacto en cuanto a que “el derecho a
la tutela judicial efectiva” implica que la razón principal por la que el Estado
debe perseguir el delito es la necesidad de dar cumplimiento a su obligación
de “garantizar el derecho a la justicia de las víctimas...” entendiendo a la per
secución penal como un corolario necesario del derecho de todo individuo a
obtener una investigación judicial a cargo de un tribunal competente, impar
cial e independiente en que se establezca la existencia o no de la violación de
su derecho, se identifique a los responsables y se les impongan las sanciones
pertinentes (Bulacio; CIDH Informe n° 34/96, casos 11.228, Informe n° 5/96,
caso 10.970).
Así se debilita el carácter inquisitivo del proceso donde el Estado aparece
en la doble función de persecución y juzgamiento, representado en las figuras
del fiscal y el juez.
En síntesis ya no basta contraponer el interés legítimo estatal con el de la
persona que soporta la restricción sino que debe ponderarse los derechos de las
víctimas de los actos cuestionados motivos de la persecución penal (conside
rando 16 del voto del juez Maqueda Fallos: 326:2805 “Videla, Jorge Rafael”).
24. Que por estas razones, en principio no sería objetable desde un punto
de vista de la imparcialidad que el querellante sea el que reclame ante el tribunal
su derecho de elevar la causa ajuicio, para ejercitar el derecho a ser oído en
juicio oral y público, que es el verdadero “juicio”.
25. Que otro instrumento que disuade para que el fiscal no actúe arbitra
riamente es que el Ministerio público cuenta con mecanismos internos para
que la decisión sobre elevar o no la causa a juicio no sea producto un acto
arbitrario del fiscal, así a nivel nacional el art. 67 del Código Procesal permite
al fiscal del tribunal de juicio llamar al agente fiscal que haya intervenido en la
instrucción, cuando “estuviere en desacuerdo fundamental con el requerimiento
fiscal...para que mantenga oralmente la acusación” (previsto también en el art.
58 del código de rito de la Provincia de Córdoba). En este conflicto también
toma conocimiento el Procurador General (Resolución M.P. 42/94).
Por otra parte, cabe tener presente que hay determinados principios que
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Hechos:
El Tribuna] Oral condenó al encartado como coautor del delito de
robo calificado por el uso de arma de fuego. La defensa interpuso recurso
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caso.
En tal sentido, creo oportuno recordar que, según tiene dicho V.E., la je
rarquía constitucional de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
ha sido establecida por voluntad expresa del constituyente en las condiciones
de su vigencia (artículo 75, inciso 22, de la Constitución Nacional) esto es,
tal como la convención citada efectivamente rige en el ámbito internacional y
considerando particularmente su efectiva aplicación por los tribunales inter
nacionales competentes para su interpretación y aplicación (Fallos: 318:514;
319:1840; 321:3555).
Al respecto, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, al evaluar
normas procesales sustancialmente análogas a las del Código Procesal Penal
de la Nación, en el informe n° 24/92 (“Costa Rica”, casos 9328, 9329, 9742,
9884,10131,10.193,10.230,10.429,10.469, del 2 de octubre de 1992) expresó
que el recurso de casación es una institución jurídica que, en tanto permite la
revisión legal por un tribunal superior del fallo y de todos los autos procesales
importantes, constituye en principio un instrumento efectivo para poner en
práctica el derecho reconocido por el artículo 8.2.h de la Convención Ameri
cana sobre Derechos Humanos, en tanto no se regule, interprete o aplique con
rigor formalista, sino que permita con relativa sencillez al tribunal de casación
examinar la validez de la sentencia recurrida en general, así como el respeto
debido a los derechos fundamentales del imputado, en especial los de defensa
y al debido proceso (parágrafo 30).
También manifestó, en oportunidad posterior, que ese derecho implica el
control de la corrección del fallo tanto material como formal, con la finalidad de
remediar la aplicación indebida, la falta de aplicación o errónea interpretación
de normas que determinen la parte resolutiva de la sentencia, y de revisar la
interpretación de las normas procesales que hubieran influido en la decisión de la
causa, cuando hayan producido nulidad insanable o provocado indefensión, así
como la interpretación de las normas referentes a la valoración de las pruebas,
siempre que hayan conducido a una equivocada aplicación o a la no aplicación
de las mismas (Informe n° 55/97, “Argentina”, caso 11.137, Juan Carlos Abella,
del 18 de noviembre de 1997, en especial parágrafos 261 y 262).
Por su parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por sentencia
de 2 de julio de 2004, en el caso “Herrera Ulloa vs. Costa Rica”, indicó que el
recurso que contempla el artículo 8.2.h de la citada convención, sea cual fuere
su denominación, debe garantizar un examen integral de la decisión recurrida,
de todas las cuestiones debatidas y analizadas en el tribunal inferior (parágrafos
165 y 167) entre ellas, de la pena impuesta (parágrafo 166).
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tribunales de mérito decidían acerca de ellos. Quedaba claro que los tribunales
siempre podrían manipular los hechos para llegar a la decisión que quisieran,
pero en tanto esa fuera la vía elegida la sentencia no comunicaba una oposición
a un criterio del emisor de las leyes o una contumacia directa respecto de él.
Esa falta de interés, sumado al hecho de que el recurso no protegía el interés
de las partes, demarcaron ese límite de la casación.
La exclusión del tratamiento de las cuestiones de hecho respondía entonces
a una racionalidad clara. Cualquiera fuera la decisión sobre estos por parte del
tribunal de mérito, no podía poner en crisis la autoridad de la ley, y esto abar
caba tanto la valoración de la prueba, en sí misma, como también las reglas de
valoración que el juez utilizara para llegar a una conclusión determinada a ese
respecto (leyes científicas, reglas del pensamiento, reglas de la experiencia).
A modo de ejemplo, si el tribunal afirma que la aplicación de una determinada
sustancia ha sido la causa de la muerte de la víctima y, según la ciencia, esa
conclusión no es correcta, en todo caso la decisión, vista desde esta perspectiva,
desafía a la comunidad científica, más no a la autoridad de quien ha decidido
prohibir el homicidio. Por lo tanto, la irrevisabilidad de las cuestiones de hecho
comprende, desde el punto de vista de las funciones históricas del recurso de
casación, no sólo el ámbito libre de la valoración de la prueba, sino también
la violación de cualquier regla que estuviera en el camino para arribar a enun
ciados sobre los hechos.
Posteriormente, al recurso de casación le fue atribuida, como parte de
la función nomofiláctica, la misión de unificar la jurisprudencia, y así quedó
definido el contenido de la función política (extraprocesal) del recurso de ca
sación: asegurar la vigencia uniforme del derecho objetivo. Por último, junto
a la protección de las reglas materiales, el legislador francés colocó en pie de
igualdad las formas por él impuestas para el juicio, y la casación fue extendida
también a los vitia in procedendo. Esta equiparación, sin embargo, no fue com
pleta pues quedó limitada a la revisión solamente de algunas lesiones a la ley
procesal, a saber, la violación de las reglas impuestas por el soberano bajo pena
de nulidad o los vicios cometidos siguiendo formas procesales que el monarca
hubiese específicamente prohibido con una norma general (cf. Calamandrei,
Piero, La Casación Civil, tomo I, volumen 1, Bibliográfica Argentina, Buenos
Aires, 1945, p. 322; De la Rúa, Femando, op. cit., p. 10).
Esta es la configuración con la que el modelo de casación francés, con
matices, se expandió durante el siglo XIX por el continente europeo (España,
Alemania, Italia, Bélgica, etc,), y es también la configuración que presentaba
todavía en el período de entreguerras. Con esta estructura, a través de su recep
ción en los códigos italianos de 1913 y 1930, llegó a nuestro país a partir de
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1940 con la sanción del Código Procesal Penal de la provincia de Córdoba. Este
diseño del recurso de casación pasó década tras década a distintas provincias,
hasta que en 1992 se lo estableció en el código nacional actualmente vigente.
VIII. Ahora bien, la conciencia creciente, existente desde comienzos
del siglo XX, sobre la necesidad de que los recursos estén dirigidos a salvaguar
dar el derecho de las partes, que coexistía con la supervivencia de textos legales
que limitaban el recurso a cuestiones de derecho, culminó con la creación de
estrategias para abrir la casación a cuestiones de hecho ante el reconocimien
to de que para los justiciables era tan grave, si no más, una condena dictada
por un error de hecho que una fundada en un error jurídico. En efecto, existe
desde antiguo la conciencia de que en el recurso de casación hay una tensión,
provocada por la antinomia de los fines del recurso, consistentes en promover
el aseguramiento de la unidad del derecho y proveer la solución justa para el
caso concreto (cf. al respecto Dahs/Dahs, Die Revisión im Strafprozefi, Munich,
1993, p. 3).
La necesidad de compatibilizar esos fines hoy innegables (justicia del caso
particular) con los límites de derecho positivo impuestos en la época en que
dominaban los fines históricos de la casación, ha provocado que la jurisprudencia
extranjera haya buscado la forma de ampliar las posibilidades de revisión a pesar
de la falta de cambios legislativos. Para ello, la jurisprudencia -y la doctrina
que la ha apoyado- ha ido desarrollando distintas estrategias, proceso que se
ha dado también en nuestro derecho (cf. p. ej. Fallos: 324:4123 y 325:1845).
Es sabido que la estrategia más uti 1 izada ha consistido en utilizar las reglas
que imponen el deber de fundamentar la sentencia, como vehículo para intro
ducir como material revisable las reglas lógicas empleadas en la motivación de
la sentencia, incluido el juicio probatorio, que quedó así sometido a un control
de logicidad (cf. Bacigalupo, La impugnación de los hechos probados en la
casación penal, Ad-Hoc, Buenos Aires, 1994). Visto desde la preeminencia
de una concepción que privilegia el fin político de la casación, ello significó
considerar que no sólo se alza contra la autoridad de la ley quien pone en duda
que está prohibido matar, sino también quien no respeta los requisitos legales
de la acusación. El mismo déficit normativo ostenta quien viola una regla de
la experiencia o de la ciencia en la valoración de una prueba. Este último,
al poner en duda no los hechos en sí o, mejor dicho, al poner en duda no las
proposiciones sobre los hechos, sino el método de conocimiento de los hechos
impuesto por el legislador.
En Alemania, una vez consolidada la opinión de que la distinción entre
cuestiones de hecho y cuestiones de derecho era lógicamente imposible, y que
por ello esa delimitación debía practicarse según puntos de vista teleológicos,
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fue posible ampliar la casación a cuestiones que antes habían quedado fuera
de su alcance (cf. Roxin, Claus, Derecho Procesal Penal, Editores del Puerto,
Buenos Aires, 2000, ps. 471 y ss.; Krause, Dietmar, Die Revisión im Stra-
frechtsverfahren, 4. ed., Heymanns, 1995, núm. 8, p. 7). Por esta vía fueron
consideradas revisables las leyes del pensamiento o de la experiencia, en tanto
su aplicación hubiera contribuido para llegar a conclusiones sobre cuestiones
de hecho. También las sentencias que omiten considerar otras explicaciones
posibles a la elegida, cuya fundamentación sobre la prueba no es completa, pa
dece de huecos o no es clara (cf. Frisch, Wolfgang, Die erweiterte Revisión, en
Menschengerechtes Strafrecht, Festschriftfur Albín Eser, Múnich, 2005, ps. 257
y ss., ps. 262 y ss., y la jurisprudencia uniforme del Tribunal Federal Alemán).
Como se ha dicho, entre nosotros, lo mismo que en España y en Italia,
la evolución no ha discurrido tanto por el cuestionamiento a la posibilidad de
distinguir entre vicios de hecho y vicios de derecho, como por la inclusión de
las cuestiones de hecho y prueba en el ámbito de lo revisable a través del control
de la motivación de la sentencia (cf. Bacigalupo, op. cit.; Iacoviello, Francesco,
La motivazione della sentenza penale e il suo contrallo in cassazione, Giuffré,
Milán, 1997, ps. 261 y ss.).
Ahora bien, la discusión acerca de la posibilidad de distinguir entre cues
tiones de hecho y de derecho no está cerrada. Pero aun cuando la distinción
fuera posible, esto es, aun cuando fuera posible ensayar diversos criterios que
permitan separar con cierta nitidez ambas cuestiones, lo cierto es que no es
posible negar que la experiencia y la literatura han demostrado que es muy
razonable poner en duda la posibilidad de llevar a cabo tal separación, al me
nos de un modo quirúrgicamente preciso (cf., por todos, Neumann, Ulfbid, La
delimitación entre cuestión de hecho y cuestión de derecho y el problema de
las pruebas oculares por parte de los tribunales de casación, en Cuadernos de
Doctrina y Jurisprudencia Penal, Casación, N° 2, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2002,
ps. 183 y ss.). Y si se toma en cuenta que de tal separación depende que una
sentencia de condena vaya a quedar firme, a pesar de ser errónea, sólo porque el
error encontrado es calificado como irrevisable de acuerdo con una delimitación
que depende de criterios discutibles, dudosos y cambiantes, parece claro que
la diferencia entre hecho y derecho debe ser dejada de lado, para decidir si una
condena es o no recurrible.
IX. Llevo dicho que la estructura jurídica y las funciones judiciales del
recurso de casación permanecen vinculadas a la concepción que del recurso
se tenía en el período de entreguerras del cual procede. Se trataba más de un
remedio para el control orgánico y funcional de los jueces, que de permitir la
revisión y eliminación de los errares de las sentencias que perjudican a las partes
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(justicia del caso individual). Esto era compatible con la idea vigente en la época
según la cual la doble instancia no constituía una garantía constitucional (cf.
Fallos: 311:274). Si ello era así, el recurso de casación podía tener cualquier
misión, cualquier contenido y, sobre todo, cualquier límite.
Esta situación se vio conmovida por dos razones. Por un lado, ya se vio
que la función de lograr una aplicación uniforme del derecho objetivo, fue
considerada con razón, más una quimera que una realidad alcanzable. Ello es
así porque (i) no toda desviación es recurrida, (ii) muchas veces no lo es co
rrectamente, de modo que los vicios formales del recurso impiden al tribunal de
casación corregir las desviaciones, (iii) una distinción quirúrgica entre cuestión
de hecho y de derecho es impracticable, y (iv) es imposible evitar contradic
ciones en los propios tribunales superiores locales (más aun cuando el modelo
de la casación se traspola a una nación que, como la nuestra, ha adoptado la
forma federal de estado).
Por otro lado, en el último medio siglo ha habido una clara e innegable
evolución en la valoración del significado de la impugnación de la sentencia
condenatoria. A través de una interpretación más amplia del derecho de defensa
en juicio se entendió que ante la amenaza del error judicial, la revisión de la
condena, al menos en una segunda instancia, constituía una manifestación de
ese derecho, en el sentido de derecho a defenderse una vez más, después de la
defensa en primera instancia y antes de que la resolución pase en autoridad de
cosa juzgada (cf. Maier, Derecho Procesal Penal, tomo I, Editores del Puerto,
2° ed., Buenos Aires, 1999, ps. 705 y ss.; asimismo, Fallos: 318:514). Esto es
precisamente lo que reconocen los tratados internacionales de derechos huma
nos posteriores a la Segunda Guerra Mundial que expresamente establecen el
derecho del condenado a recurrir la sentencia Me refiero al Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos (artículo 14.5) y a la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (artículo 8.2.h) y a la interpretación de esta última
por parte de los órganos de aplicación del sistema interamericano de protección
de derechos humanos, ya mencionados -acápite VI-).
X. La suma de estos dos factores ha puesto en crisis la interpretación
tradicional de los alcances del recurso de casación del condenado contra la
sentencia. El fin político de la casación no sólo debe ser visto como irrealiza
ble, tanto por la imposibilidad de separar con rigor hecho y derecho, como por
las razones ya tratadas que también evidencian que la pretensión de unificar la
jurisprudencia es un mito. Además, debe ser visto como un interés que tiene que
ser subordinado frente al derecho del imputado a ser condenado, únicamente
si el orden jurídico le ha proporcionado todas las oportunidades razonables de
evitar una condena incorrecta (justicia del caso concreto).
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Por ello, los puntos de partida de principio que actualmente rigen la con
figuración del recurso del condenado contra la sentencia establecen: (i) que las
resoluciones judiciales, como todas las decisiones humanas, y especialmente
las que se toman desde el poder público, son susceptibles de todo tipo de
equivocaciones; (ii) que el error judicial que conduce a una condena penal,
cualquiera que sea la naturaleza de ese error, es de mínima tolerancia en razón
de las graves consecuencias que conlleva; y (iii) que el imputado sólo puede
ser condenado, en todo caso, después de que la decisión haya superado unos
rigurosos controles de calidad, entre los que se cuenta especialmente la facultad
del condenado de impugnar ampliamente la sentencia como parte de su derecho
de defensa en juicio (derecho a defenderse una vez más [cf. Pastor, La nueva
imagen, p. 131; Maier, op. cit., ps. 713 y ss.]).
XI. Esto significa que los alcances de lo revisable en general en casación,
es decir, de lo dispuesto por el artículo 456 del Código Procesal Penal de la
Nación, debe ser compatible con el derecho fundamental del condenado a una
revisión realista y eficaz de su sentencia. Desaparecidos los fines políticos del
recurso y debiendo asignársele ahora un espectro más amplio, no hay ninguna
razón jurídica para no atribuir al recurso de casación la función de permitir al
imputado que, a través de ese medio de impugnación, denuncie todos los errores
que considere existentes en la sentencia condenatoria con independencia de su
naturaleza. En otras palabras, que el agravio del condenado pueda ser consi
derado una cuestión de hecho y prueba no puede servir ya más de excusa para
negar su derecho al examen de los posibles errores del fallo por él denunciados.
Frente al derecho del condenado a serlo definitivamente sólo si la sentencia ha
superado los controles de calidad en cuestión, no es posible sostener el principio
usual de los tribunales de casación según el cual los aspectos de la sentencia que
se refieran a la determinación de los hechos y a las cuestiones probatorias son
decisiones discrecionales reservadas al tribunal de mérito salvo el supuesto de
arbitrariedad manifiesta. En cambio, según la visión actual del recurso contra la
condena, las equivocaciones de la sentencia no pueden quedar sin fiscalización
por su falta de gravedad como arbitrariedad o por la supuesta existencia de
poderes exclusivos del juez del primer grado. Satisfecha la segunda instancia
podrá el orden jurídico establecer límites a la revisión ulterior de las resolucio
nes judiciales, escogiendo, p. ej., conceder esa impugnación sólo ante motivos
especiales (cuestión federal, precedentes contradictorios, etc.), pero el primer
recurso contra la sentencia de condena no puede contener tales limitaciones al
objeto de lo impugnable.
De este modo, tal como ya sucede en otros países cuyo derecho procesal
penal es igual al nuestro, se impone la llamada teoría de la potencialidad o ca-
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Considerando'.
1. Que el Tribunal Oral en lo Criminal N° 5 de la Capital Federal con
denó, por mayoría, a Matías Eugenio Casal a la pena de cinco años de prisión,
con costas, como coautor penalmente responsable del delito de robo calificado
por el uso de armas (arts. 29 inc. 3o, 45 y 166, inc. 2° del Código Penal), a raíz
de lo cual la defensa del nombrado dedujo recurso de casación, invocando la
causal prevista en el art. 456, inc. Io del Código Procesal Penal de la Nación.
El rechazo del recurso interpuesto provocó la presentación de la queja ante la
Cámara Nacional de Casación Penal, la que corriera igual suerte.
Contra dicha resolución se dedujo recurso extraordinario, cuya denegación
motivó la presente queja.
2. Que de las constancias de la causa surge que el Tribunal Oral tuvo por
acreditado, que el 10 de marzo de 2003, aproximadamente a las seis horas, en
cercanía del local bailable “Metrópolis”, sito en Av. Santa Fe y su intersección
con la calle Darragueyra, ascendieron a un vehículo de alquiler, Matías Euge
nio Casal y Gastón Pablo Boijas, indicándole al conductor que los trasladara
hasta la Av. Cabildo y Correa y una vez allí, derecho hasta la calle Plaza. En
momentos en que el conductor decide comunicar el destino de su viaje a la
central, Casal que se encontraba sentado detrás lo tomó del cuello con ambos
brazos y Borjas arrancó el micrófono y le apoyó un arma de fuego en la cintura.
Ante su resistencia, recibió un golpe en la boca. Al llegar a la calle Correa al
3500, los imputados lograron la detención del automóvil, retirando las llaves
del contacto. Obligaron al conductor a bajar y Casal lo golpeó con el arma en
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determinar si el jurado que ese texto coloca como meta es actualmente el mismo
que tuvieron en miras los constituyentes, conforme a los modelos de su época,
o si debe ser redefinido según modelos actuales diferentes de participación
popular. Pero cualquiera sea el resultado de esta interpretación, lo cierto es que,
desde 1853 la Constitución reitera en su texto la exigencia de la publicidad del
proceso penal al recalcar la necesidad de establecer el juicio por jurados, como
una de las más idóneas para lograr la publicidad. La circunstancia de que el
deber ser no haya llegado a ser por la vía legislativa no puede ocultar que la
Constitución optó por un proceso penal abiertamente acusatorio, al que tiende
la lenta progresión de la legislación argentina a lo largo de un siglo y medio.
16. Que la casación penal llegó a la Argentina acompañando el modelo
procesal penal europeo, considerado en su momento -con toda justicia- como
un notorio avance legislativo, lo que no es comprensible si se prescinde de la
perspectiva histórica en que se produjo este hecho. La contradicción se explica
porque nuestros legisladores del siglo XIX desecharon los proyectos de juicio
por jurados y partieron del proceso penal español en el momento más inquisi
torio de su historia contemporánea. El procedimiento que se estableció en el
ámbito nacional fue escrito, con amplia vigencia del secreto; la instrucción,
extremadamente inquisitoria, larga y farragosa; el juez investigador, dotado
de enormes poderes. Tal fue el modelo procesal con que Obarrio debió llenar
urgentemente un vacío que se hacía insoportable. La república -por vía de
sanciones provinciales y del propio Congreso Nacional para la Ciudad de
Buenos Aires- se regía por un código penal basado en la mejor tradición liberal
europea, la sanción del primer código penal nacional no alteró esa tradición
inaugurada por Carlos Tejedor, inspirado en Johann Paul Anselm von Feuerbach
y el código de Baviera de 1813. Obarrio era un penalista liberal profundamente
inspirado en Francesco Carrara, pero su obra legislativa procesal era requerida
porque la República necesitaba códigos con urgencia y no había tiempo de
modificar la pesada estructura judicial del momento. Por ende, se trataba de un
texto eminentemente provisorio, pero que perduró más de un siglo y, además,
fue imitado por todas las provincias. La bocanada liberal de Tomás Jofré con
los códigos de San Luis primero y de la Provincia de Buenos Aires más tarde,
se vio rápidamente neutralizada con la delegación de la actividad instructoria
directamente en la policía dependiente del Poder Ejecutivo.
17. Que nuestra legislación procesal penal, durante más de un siglo, se
apartó de las líneas que le trazara la Constitución. Incluso, ni siquiera respetó
el modelo europeo o francés napoleónico, pues eligió una variante mucho
más inquisitoria y mucho menos pública. Lo que no fue más que el producto
de la urgencia por codificar el derecho penal y procesal penal después de tres
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Modelo para Iberoamérica. De allí que se importase una casación limitada a las
cuestiones de derecho y así la entendió buena parte de nuestra doctrina. Pero
este razonamiento -al menos en el caso argentino- pasa por alto que si bien la
introducción de un modelo procesal menos incompatible con la Constitución Na
cional es, ciertamente, mucho mejor que el sostenimiento de otro absolutamente
incompatible con ella, no por ello configura todavía el que desde 1853 requiere
nuestra Ley Fundamental y que, además, debe hoy cumplir con el requisito
constitucional del derecho de recurrir del fallo ante el juez o tribunal superior
del art. 8.2. ap. h de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y del
concordante art. 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
20. Que este Tribunal también admitió esta interpretación progresiva.
En un primer momento -antes de la reforma constitucional y en vigencia del
viejo código de procedimientos en materia penal- entendió que el recurso
extraordinario era apto para garantizar el derecho al recurso del condenado
(confr. Fallos: 311:274). Sin embargo, con posterioridad asumió que a partir
de la incorporación de la Convención Americana sobre Derechos Humanos al
bloque constitucional -mediante el art. 75, inc. 22-, el recurso establecido en
el art. 14 de la ley 48 no satisfacía el alcance del derecho consagrado en el art.
8o, inc. 2o, ap. h de la Convención Americana sobre Derechos Humanos dado
que las reglas y excepciones que restringen la competencia apelada de la Corte
impiden que este recurso cubra de manera eficaz el contenido de esta garantía
(confr. Fallos: 318:514).
Por este motivo -al que debe agregarse la creación de la Cámara Nacional
de Casación como tribunal intermedio-, a partir del precedente indicado, se
considera que en el estado actual de la legislación procesal penal de la Nación,
los recursos ante la Cámara de Casación Penal constituyen la vía a la que todo
condenado puede recurrir en virtud del derecho que consagran los arts. 8, inc.
2°, ap. h., de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 14, inc. 5o,
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
21. Que el Código Procesal Penal de la Nación siguió el modelo que se
había iniciado en Córdoba medio siglo antes, y hasta 1994 era discutible el
alcance del inc. 2° de su art. 456. No existía ningún obstáculo constitucional
para interpretar que ese dispositivo legal mantenía el recurso de casación en
forma tradicional u originaria. La cuestión dependía del alcance que se diese
al derecho internacional en el orden jurídico intemo. Pero desde 1994, el art.
8.2.h de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el art. 14.5 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos pasaron-sin duda alguna- a
configurar un imperativo constitucional.
Es claro que un recurso que sólo habilitase la revisión de las cuestiones
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jurisprudencia comparadas.
23. Que nada impide que el art. 456 del Código Procesal Penal de la Na
ción sea leído en la forma en que exegéticamente se impone y que, por ende,
esta lectura proporcione un resultado análogo al consagrado en la doctrina y
jurisprudencia alemanas con la llamada teoría de la Leistuñgsfahigkeit, que
sería el agotamiento de la capacidad de revisión. Leistung es el resultado de un
esfuerzo y Fahigkeit es capacidad -la expresión se ha traducido también como
capacidad de rendimiento-, con lo cual se quiere significar en esa doctrina que
el tribunal de casación debe agotar el esfuerzo por revisar todo lo que pueda
revisar, o sea, por agotar la revisión de lo revisable.
24. Que formulada esta teoría, se impone preguntar qué es lo no revisable.
Conforme a lo expuesto, lo único no revisable es lo que surja directa y única
mente de la inmediación. Esto es así porque se imponen limitaciones de cono
cimiento en el plano de las posibilidades reales y -en el nivel jurídico-porque
la propia Constitución no puede interpretarse en forma contradictoria, o sea, que
el principio republicano de gobierno impide entender un dispositivo constitu
cional como cancelatorio de otro. En este caso son los textos de la Convención
Americana y del Pacto Internacional que no pueden ser interpretados en forma
contradictoria: en efecto, los arts. 8.5 de la Convención Americana y 14.1 del
Pacto exigen la publicidad del juicio, con lo cual están exigiendo la oralidad,
que es inseparable condición de la anterior, y, por ende, no puede entenderse
que los arts. 8.2.h. de la Convención Americana y 14.5 del Pacto impongan
un requisito que la cancela. Por ende, debe interpretarse que los arts. 8.2.h de
la Convención y 14.5 del Pacto exigen la revisión de todo aquello que no esté
exclusivamente reservado a quienes hayan estado presentes como jueces en el
juicio oral. Esto es lo único que los jueces de casación no pueden valorar, no sólo
porque cancelaría el principio de publicidad, sino también porque directamente
no lo conocen, o sea, que a su respecto rige un límite real de conocimiento. Se
trata directamente de una limitación fáctica, impuesta por la naturaleza de las
cosas, y que debe apreciarse en cada caso. De allí que se hable de la Leistung,
del rendimiento del máximo de esfuerzo revisable que puedan llevar a cabo en
cada caso.
25. Que se plantea como objeción, que esta revisión es incompatible con
el juicio oral, por parte del sector doctrinario que magnifica lo que es puro
producto de la inmediación. Si bien esto sólo puede establecerse en cada caso,
lo cierto es que, en general, no es mucho lo que presenta la característica de
conocimiento exclusivamente proveniente de la inmediación. Por regla, buena
parte de la prueba se halla en la propia causa registrada por escrito, sea docu
mental o pericial. La principal cuestión, generalmente, queda limitada a los
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materia a revisar. En virtud de ello, para cumplir con una verdadera revisión,
no debe atenderse a una distinción meramente formal en el nomen iuris de las
cuestiones expresadas en los agravios, como así tampoco de los incisos del art.
456 invocados para la procedencia del recurso. Por el contrario, se deben con
templar y analizar los motivos de manera complementaria, con independencia
de su clasificación.
28. Que en función de lo enunciado y, debido a la inteligencia que corres
ponde asignar al art. 456 del Código Procesal Penal de la Nación por imperio
de su propia letra y de la Constitución Nacional (arts. 8:2.h de la Convención
Americana y 14.5 del Pacto Internacional en función del art. 75 inc., 22 de
la Constitución Nacional), resulta claro que no pueden aplicarse al recurso
de casación los criterios que esta Corte establece en materia de arbitrariedad,
pues más allá de la relatividad de la clasificación de los recursos en ordina
rios y extraordinarios -que en definitiva no tiene mayor relevancia-, es claro
que, satisfecho el requisito de la revisión por un tribunal de instancia superior
mediante el recurso de casación entendido en sentido amplio, esta Corte se
reserva sólo la función de corregir los casos en que resulte una arbitrariedad
intolerable al principio republicano de gobierno. En general, podría sintetizarse
la diferencia afirmando que, en materia de prueba, la casación debe entender
en todos los casos valorando tanto si se ha aplicado la sana crítica, como si sus
principios se aplicaron correctamente, en tanto que incumbe a esta Corte en
tender sólo en los casos excepcionales en que directamente no se haya aplicado
la sana crítica. No es la Convención Americana la que exige el recurso del que
conoce esta Corte, sino la propia Constitución Nacional. Desde la perspectiva
internacional, el conocimiento de la arbitrariedad por parte de esta Corte es una
garantía supletoria que refuerza la garantía de revisión, más allá de la exigencia
del propio texto de la Convención.
29. Que para aclarar en líneas generales el contenido de la materia de
casación propio de los tribunales nacionales y provinciales competentes, en la
extensión exigida por la Constitución Nacional (garantía de revisión), y diferen
ciarlo adecuadamente de la materia de arbitrariedad reservada a esta Corte, como
complementaria de la anterior exigencia pero no requerida expresamente por
el derecho internacional incorporado a la Constitución, es menester reflexionar
sobre la regla de la sana crítica.
La doctrina en general rechaza en la actualidad la pretensión de que pueda
ser válida ante el derecho internacional de los Derechos Humanos una sentencia
que se funde en la llamada libre o íntima convicción, en la medida en que por
tal se entienda un juicio subjetivo de valor que no se fundamente racionalmente
y respecto del cual no se pueda seguir (y consiguientemente criticar) el curso
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opinable o poco asertiva. En el caso del juez penal, cuando se producen estas
situaciones, debe aplicar a las conclusiones o síntesis el beneficio de la duda.
El juez penal, por ende, en función de la regla de la sana crítica funcionando
en armonía con otros dispositivos del propio código procesal y de las garantías
procesales y penales establecidas en la Constitución, dispone de menor libertad
para la aplicación del método histórico en la reconstrucción del hecho pasado,
pero no por ello deja de aplicar ese método, sino que lo hace condicionado por
la precisión de las reglas impuesta normativamente.
31. Que conforme a lo señalado, la regla de la sana crítica se viola cuando
directamente el juez no la aplica en la fundamentación de la sentencia. Puede
decirse que en este caso, la sentencia carece de fundamento y, por ende, esta es
una grosera violación a la regla que debe ser valorada indefectiblemente tanto
por el tribunal de casación como por esta Corte. Cuando no puede reconocerse
en la sentencia la aplicación del método histórico en la forma en que lo condi
cionan la Constitución y la ley procesal, corresponde entender que la sentencia
no tiene fundamento. En el fondo, hay un acto arbitrario de poder.
No obstante, puede suceder que el método histórico se aplique, pero que
se lo haga defectuosamente, que no se hayan incorporado todas las pruebas
conducentes y procedentes; que la crítica externa no haya sido suficiente; que
la crítica interna -sobre todo- haya sido contradictoria, o que en la síntesis no
se haya aplicado adecuadamente el beneficio de la duda o que sus conclusiones
resulten contradictorias con las etapas anteriores. La valoración de la sentencia
en cuanto a estas circunstancias es tarea propia de la casación y, en principio, no
incumbe a la arbitrariedad de que entiende esta Corte. Sólo cuando las contra
dicciones en la aplicación del método histórico o en las reglas que lo limitan en
el ámbito jurídico sean de tal magnitud que hagan prácticamente irreconocible
la aplicación misma del método histórico, como cuando indudablemente desco
nozcan restricciones impuestas por la Constitución, configuran la arbitrariedad
que autoriza el ejercicio de la jurisdicción extraordinaria por esta Corte.
32. Que la interpretación del art. 456 del Código Procesal Penal de la Nación
conforme a la teoría del máximo de rendimiento, o sea, exigiendo que el tribunal
competente en materia de casación agote su capacidad revisora conforme a las
posibilidades y particularidades de cada caso, revisando todo lo que le sea po
sible revisar, archivando la impracticable distinción entre cuestiones de hecho
y de derecho, constituyéndolo en custodio de la correcta aplicación racional del
método de reconstrucción histórica en el caso concreto, tiene por resultado un
entendimiento de la ley procesal penal vigente acorde con las exigencias de la
Constitución Nacional y que, por otra parte, es la que impone la jurisprudencia
internacional.
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ción que del recurso hace el tribunal inferior en grado, restringe el alcance del
recurso de casación, ya que no se avocó a tratar las cuestiones planteadas por
la parte, esto es, a determinar la validez de la construcción de la sentencia del
tribunal oral y sus fundamentos. En este sentido, puede decirse que no existía
obstáculo alguno para que la Cámara Nacional de Casación Penal tratara los
agravios expuestos por el recun-ente, ya que la inmediación no impedía exa
minar el razonamiento lógico expresado en la sentencia y el procedimiento de
valoración probatoria, a fin de evaluar la presencia del elemento objetivo “arma”
que califica más gravosamente la conducta, así como los argumentos a favor o
en contra del estado consumativo de la conducta.
Consecuentemente, la interpretación del alcance de la materia revisable
por vía del recurso de casación, se contrapone con la garantía internacional de
revisión del fallo condenatorio y con el texto del art. 456 del Código Procesal
Penal de la Nación, que en forma alguna veda la posibilidad de revisión en el
fallo casacional.
36. Que en tal sentido, el fallo recurrido no sólo no se compadece con lo
aquí enunciado, sino que además resulta arbitrario por carecer de fundamenta-
ción y, en tales condiciones, ha de acogerse favorablemente el recurso sin que
ello importe abrir juicio sobre el fondo del asunto.
Por ello, concordemente con lo dictaminado por el señor Procurador
General de la Nación, se hace lugar a la queja, se declara procedente el recur
so extraordinario y se deja sin efecto la resolución recurrida. Hágase saber,
acumúlese la queja al principal, y vuelvan los autos al tribunal de origen para
que se dicte nuevo fallo con arreglo a la doctrina aquí expuesta. Enrique S.
Petracchi. Elena I. Highton de Nolasco (según su voto). Carlos S. Fayt (según
su voto). Juan C. Maqueda. E. Raúl Zaffaroni. Ricardo L. Lorenzetti. Carmen
M. Argibay (según su voto).
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que fueren necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades”. En ese
sentido, la Corte Interamericana consideró que es “deber de los Estados Partes
de organizar todo el aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras
a través de las cuales se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera
tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los
derechos humanos” (Opinión Consultiva OC 11-90, del 10 de agosto de 1990,
parágrafo 23).
10. Que de tales antecedentes resulta inequívocamente la obligación del
Estado nacional argentino de reformar su legislación procesal penal de modo de
sustituir el recurso de casación -como ha quedado dicho, de carácter extraor
dinario y limitado- por un recurso ordinario que permita al tribunal superior
un examen integral de la decisión recurrible a través del amplio conocimiento
de la causa, y cuyo único límite estaría dado por aquello que surja de manera
directa y excluyente de la inmediación, y de cuyos pormenores no existiera
constancia actuada.
En tanto dicha adecuación no se produzca, corresponde a esta Corte -en
ejercicio de sus atribuciones constitucionales y legales, y en su carácter de
órgano esencial del gobierno federal- adoptar las medidas de carácter no
legislativo tendientes a asegurar la aplicación de la Convención. A tal efecto,
ha de interpretarse el recurso de casación penal con la mayor amplitud que el
régimen procesal vigente permite, esto es, permitiendo la revisión integral de
la sentencia recurrida con la sola excepción de la prueba recibida oralmente y
no registrada, dada la imposibilidad fáctica de hacerlo en ese caso.
11. Que, con tal criterio, la decisión recurrida viola la garantía de revisión
integral resultante de la norma internacional incorporada a la Constitución,
según la interpretación de la Corte Interamericana.
Por ello, en concordancia con lo dictaminado por el señor Procurador
General de la Nación, se hace lugar a la queja, se declara procedente el re
curso extraordinario, y se deja sin efecto la resolución recurrida. Notifíquese,
agregúese la queja al principal, y vuelvan los autos al tribunal de origen para
que por quien corresponda se dicte nuevo fallo con arreglo al presente. Elena
I. Highton de Nolasco.
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29, inc. 3o, 45 y 166, inc. 2°, del Código Penal), a raíz de lo cual la defensa
del nombrado dedujo recurso de casación invocando la causal prevista en el
art. 456, inc. Io, del Código Procesal Penal. El rechazo del recurso interpuesto
provocó la presentación de la queja ante la Cámara Nacional de Casación, la
que corrió igual suerte. Contra la resolución de dicho tribunal se dedujo recurso
extraordinario, cuya denegación motivó la presente queja.
2. Que de las constancias de la causa surge que el Tribunal Oral tuvo por
acreditado que el 10 de marzo de 2003, aproximadamente a las 6, en cercanías
del local bailable “Metrópolis”, sito en Av. Santa Fe, en su intersección con
la calle Darregueyra, ascendieron a un automóvil de alquiler Matías Eugenio
Casal y Gastón Pablo Borjas, quienes le indicaron al conductor que los tras
ladara hasta la Av. Cabildo y Correa y, una vez allí, hasta la calle Plaza. En
momentos en que el conductor decidió comunicar el destino de su viaje a la
central, Casal, que se encontraba sentado detrás de él, lo tomó del cuello con
ambos brazos y Boijas arrancó el micrófono y le apoyó un arma de fuego en
la cintura. Ante su resistencia, recibió un golpe en la boca. Al llegar al 3 500 de
Correa, los imputados lograron la detención del automóvil retirando las llaves
del contacto. Obligaron al conductor a bajar y Casal lo golpeó con el arma en
la cabeza porque se resistió a que se llevaran sus documentos. Finalmente, hu
yeron en el vehículo con la documentación y poco más de $ 150 que también
le sustrajeron.
3. Que la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal, al rechazar
la queja del impugnante, expresó que el recurso, más allá de la forma en que
había sido planteado, terna por objeto la modificación de la calificación atri
buida al delito, lo que tomaba improcedente el recurso de queja por cuanto el
modo como los impugnantes habían introducido sus agravios sólo revelaba su
discrepancia con la manera en que el tribunal oral había valorado la prueba
producida y estructurado la plataforma fáctica, atribución que consideró que
le era propia y resultaba ajena a la revisión casatoria. Asimismo agregó que
correspondía apuntar que resultaba improcedente en esa instancia provocar un
nuevo examen crítico de los medios probatorios que daban base a la sentencia,
toda vez que el valor de las pruebas no está prefijado y corresponde a la propia
apreciación del tribunal de mérito determinar el grado de convencimiento que
aquéllas puedan producir, examen que está excluido de la inspección casacional.
4. Que en la presentación federal el recurrente manifiesta que el represen
tante del Ministerio Público calificó los hechos probados como constitutivos de
robo simple consumado, atribuyendo a los imputados la calidad de coautores,
criterio compartido por la doctora Fátima Ruiz López, vocal del tribunal, y
argumento que funda el agravio. Que tal decisión se basa en el hecho de no
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3. Sobre esta base fáctica, los magistrados tuvieron por probada la exis
tencia del hecho, incluyendo el extremo referido al uso del arma, elemento que
fue valorado como objeto contundente que aumentó el poder ofensivo de los
imputados. En tal sentido, el tribunal quitó relevancia al hecho de que aquella
no hubiese sido secuestrada y se apoyó en los dichos de la víctima, a los que
otorgó plena credibilidad. También afirmó que el tiempo transcurrido hasta la
detención de Casal y su compañero hacía plausible sostener que habían dispuesto
tanto del arma como del dinero sustraído. Estas consideraciones sirvieron, a
su vez, para que el tribunal fundara la consumación del robo y sostuviera que
ello los eximía de refutar el argumento de la defensa en cuanto a que el vehí
culo no había salido de la esfera de custodia del damnificado pues contaba con
seguimiento satelital.
4. Esta condena motivó a la defensa de Casal a deducir recurso de casación,
en el que esgrimió dos argumentos: el primero estuvo referido al modo en que
el tribunal valoró la prueba para poder dar por cierta la utilización de un arma
en el asalto. Al respecto, el impugnante estimó insuficiente y contradictoria la
declaración de la víctima durante el debate y sostuvo que, al no haberse hallado
el arma, resultaba indebida la aplicación de la agravante. En segundo término,
sostuvo que el hecho no se había consumado en tanto el automóvil sustraído
contaba con seguimiento satelital y por lo tanto su asistido nunca pudo disponer
libremente de él.
5. El tribunal oral rechazó la vía casatoria intentada, indicando, con
relación al primer argumento de la defensa, que si bien éste estaba vinculado
a una cuestión jurídica que en principio podía habilitar la revisión del fallo, la
fundamentación no era la adecuada, pues se limitaba a una discrepancia con la
valoración probatoria efectuada en la sentencia. La misma suerte corrió el se
gundo planteo, pues los jueces entendieron que, si bien se refería a una cuestión
de derecho, el impugnante no había rebatido los argumentos esgrimidos en el
fallo recurrido.
6. La defensa dedujo, entonces, queja ante la Cámara Nacional de Casa
ción Penal, que, a través de su Sala II, decidió rechazarla, en tanto estimó que
la argumentación de la impugnante sólo revelaba su discrepancia con la manera
en que el tribunal había valorado la prueba producida y estructurado la platafor
ma fáctica sobre la que se había sustentado la imputación por robo con armas.
Añadió el a quo que tales cuestiones eran propias de los jueces de la causa y
ajenas a la instancia casatoria, salvo caso de arbitrariedad o absurdo, que no se
verificaba en la especie. Asimismo, aclararon que resultaba “improcedente en
esta instancia provocar un nuevo examen crítico de los medios probatorios que
dan base a la sentencia, toda vez que el valor de las pruebas no está prefijado y
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S. 1009. XXXII.
Santillán, Francisco Agustín s/ recurso de casación.
Buenos Aires, 13 de agosto de 1998.
Vistos los autos: “Santillán, Francisco Agustín si recurso de casación ”.
Considerando:
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útil relativa a los derechos de los litigantes (Fallos: 199:617; 305:2150, entre
otros), es coincidente con el que reconocen los arts. 8, párrafo primero, de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos y 14.1. del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos.
12) Que es misión de los jueces contribuir al eficaz y justo desempeño de
los poderes atribuidos al Estado para el cumplimiento de sus fines del modo más
beneficioso para la comunidad y los individuos que la forman (confr. doctrina de
Fallos: 315:1922), y en el logro de este propósito de asegurar la administración
de justicia no deben estar cegados al principio de supremacía constitucional
para que esa función sea plena y cabalmente eficaz (confr. doctrina de Fallos:
308:490 y 311:2478, entre otros).
13)Que el tribunal apelado derivó de una serie de preceptos contenidos en
la ley procesal penal vigente que estimó como regulatorios de la intervención
que le corresponde al representante del ministerio público, y su incidencia en
el ejercicio de la acción penal pública desde su impulso hasta el dictado de la
sentencia, consecuencias respecto de la intervención reconocida al querellante
particular en el proceso penal y, específicamente, en la etapa prevista por el art.
393 del Código Procesal Penal de la Nación, que significaron privar de juris
dicción al tribunal oral para fonnular un juicio final de culpabilidad o inocencia
con apoyo en la pretensión punitiva de la parte citada en último término.
14) Que es principio aceptado que jamás la inconsecuencia o falta de
previsión pueden suponerse en el legislador, por lo que el a quo debió, frente
a los diversos intereses en juego que surgen de la normativa constitucional a
aplicarse en el sub examine, interpretar las normas del Código Procesal Penal
de la Nación de modo que armonizasen con el ordenamiento jurídico restante y
con los principios y garantías de la Constitución, evitando darles un sentido que
pone en pugna sus disposiciones, destruyendo las unas por las otras y adoptando
como verdadero el que las concilie y deje a todas con valor y efecto (Fallos:
297:142; 300:1080; 301:460; 310:192, entre otros).
15)Que ello es así aun cuando el a quo estimase, en el marco de atribu
ciones que le competen en materia no federal, que la norma procesal ofrece
distintas interpretaciones posibles, caso en el cual no debió optar por aquélla
que -como en el sub lite- ha ido en desmedro de una adecuada hermenéutica
de las normas enjuego, con serio menoscabo de los derechos asegurados por
la Constitución Nacional al privar al particular querellante, a quien la ley le
reconoce el derecho a formular acusación enjuicio penal, de un pronunciamiento
útil relativo a sus derechos, pues esta interpretación dejaría a aquél vacuo de
contenido. Por ello, oído el señor Procurador General, se declara procedente el
recurso extraordinario y se deja sin efecto el pronunciamiento apelado. Hágase
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REQUISA PERSONAL-DETENCION
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“Minaglia”, de 2007.
Había una orden de allanamiento, pero dada a raíz de información
proveída por un detenido en la causa, y la Corte dice que es válido el
allanamiento ordenado entíbase a manifestaciones espontáneas de quien
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“Quaranta”, de 2010.
La Corte dijo que es nula la intervención de una línea telefónica
con el fin de confirmar una denuncia contra su persona si el juez que la
ordenó no expresó las razones por las cuales consideró procedente la
medida y tampoco remitió a ningún elemento objetivo de la causa que
pudiera sospechar una mínima sospecha razonable.
Este Fallo, genera la posibilidad de dar control judicial a las órdenes
de registro de comunicaciones telefónicas.
Fallo en Extenso:
Acuerdo 1/08. Plenario N° 13 —“Díaz Bessone, Ramón Genaro s/recurso
de inaplicabilidadde ley”-CNCP-ENPLENO-30/10/2008.
Acuerdo N° 1/2008, en Plenario N° 13.
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En la ciudad de Buenos Aires, a los treinta (30)) días del mes de octubre
del año dos mil ocho, reunidos los señores Jueces de la Cámara Nacional de
Casación Penal, en virtud de la convocatoria a Tribunal pleno ordenada a fs.
222 de la causa Nro. 7480 del registro de la Sala II del Cuerpo, caratulada
“DIAZ BESSONE, Ramón Genaro s/recurso de casación”, para resolver sobre
el siguiente temario: “No basta en materia de excarcelación o eximición de
prisión para su denegación la imposibilidad de futura condena de ejecución
condicional, o que pudiere corresponderle al imputado una pena privativa de
la libertad superior a ocho años (arts. 316 y 317 del C.P.P.N.), sino que deben
valorarse en forma conjunta con otros parámetros tales como los establecidos
en el art 319 del ordenamiento ritual a los fines de determinar la existencia de
riesgo procesal”.
El señor juez doctor Pedro R. David dijo:
La cuestión a dilucidar, según quedara determinado en el temario, se centra
en despejar la incógnita de “si en materia de excarcelación o eximición de prisión
basta, para su denegación, la imposibilidad de futura condena condicional o que
pudiere corresponderle al imputado una pena privativa de la libertad superior
a ocho (8) años (arts. 316 y 317 del C.P.P.N.);; o si, pese a ello, pueden otor
garse ante la comprobada inexistencia de riesgo procesal: peligro de fuga o de
entorpecimiento de la investigación (art. 319 del C.P.P.N.)”.
Lleva razón Cafferata Ñores al afirmar que lo que realmente importa
al imputado es estar en libertad y que los nombres, las cauciones y hasta las
obligaciones que se le imponen son asuntos accesorios, por cuanto, por más
sujeciones o instrucciones que se deban acatar, la situación no es la de encar
celamiento -la más (caucionada( de las libertades será siempre libertad-. Así
planteado, libertad y encarcelamiento se presentan como anverso y reverso de
una sola moneda, las dos caras posibles de una misma realidad. El meollo del
problema reside en resolver cuándo el sujeto sometido a proceso deberá esperar
la sentencia encarcelado, en qué casos podrá hacerlo en libertad y cuáles son los
criterios a tener en cuenta para resolver el asunto (confr.: “La excarcelación”,
2° edición, Buenos Aires, Depalma, 1988, pág. 3 y 4).
Principios rectores
El fundamento constitucional básico que debe iluminar al intérprete en la
materia que viene a estudio es que la ley fundamental impide que se trate como
culpable a la persona a quien se le atribuye un hecho punible, mientras el Estado,
por medio de los órganos judiciales establecidos para exteriorizar la voluntad en
esta materia, no 0 pronuncie la sentencia penal firme que declare su culpabiii-
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dad y lo someta a una pena (confr.: Maier Julio B. J. “Derecho Procesal Penal”,
Bs. As. Ed. Editores del Puerto, 1999, T. 1,2o edición, Io reimpresión, p. 490).
Ello es así, por cuanto el art. 18 de la Constitución Nacional dice que
“nadie puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del
proceso”. Esto de que nadie será penado sin juicio previo ha dado pie a que
se le asigne a la llamada presunción de inocencia jerarquía constitucional. El
argumento sería éste: puesto que sólo después de un juicio alguien puede ser
declarado culpable, previo a ese momento toda persona debe recibir el trato de
inocente (confr.: Carrió Alejandro, “La libertad durante el proceso penal y la
Constitución Nacional -una relación cambiante y difícil”, Editorial Abeledo
Perrot, Bs. As., 1988, pág. 13).
Así se ha pronunciado nuestro más Alto Tribunal, señalando “que cuando
el art. 18 de la C.N. dispone categóricamente que ningún habitante de la Na
ción será penado sin juicio previo, establece el principio de que toda persona
debe ser considerada y tratada como inocente de los delitos que se le imputan
hasta que en un juicio respetuoso del debido proceso se demuestre lo contrario
mediante una sentencia firme. Así lo entendió esta Corte en un viejo precedente
de 1871, al decir que (...es también un principio de derecho que todo hombre se
reputa bueno, mientras no se le prueba lo contrario” (Fallos: 10:338), axioma
que tiempo después acuñó en la definición de “presunción de inculpabilidad”
(Fallos: 102:219 -1905-)((confr.: C.SJ.N. causa N.284 XXXII (Nápoli, Erika
Elizabeth y otros s/infracción art. 139 bis del C.P., rta. el 22 de diciembre de
1998,considerando 5o).
En esta línea de pensamiento, la Corte Suprema de Justicia de la Nación
ha manifestado que (la excarcelación procede como garantía constitucional y
no como simple concesión de la ley de forma (Fallos: 7:368; 16:88; 54:264;
64:352; 102:219 y 312:185), y que las normas procesales dictadas por el
Congreso de la Nación en esa materia son inmediatamente reglamentarias del
derecho consagrado por el art. 18 de la Constitución Nacional (causa: R.324
XXIII, “Rodríguez Landívar, Blanca Sofía s/incidente de excarcelación”, del
6 de agosto de 1991).
Esta última afirmación equivale a señalar que como correlato de este es
tado de inocencia, surge el derecho de la persona a gozar de libertad durante el
proceso, que tiene jerarquía constitucional (Fallos: 314:451, considerando 2o).
Sin embargo, “los derechos de cada persona están limitados por los de
rechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias del
bien común, en una sociedad democrática (art. 32 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, Pacto de San José de Costa Rica); y el derecho a la
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ser tasado de alguna manera por el legislador”, (confr.: Solimine, Marcelo A.,
“La excarcelación de Chabán, Episodio III. El fallo de la Cámara Nacional de
Casación Penal: una fértil oportunidad para el estudio del instituto”, en Revista
de Derecho Penal y Procesal Penal, Lexis Nexis, 4/2006, pág. 661 y sgtes.).
Dentro del modelo legalista, los parámetros seleccionados por el legislador
pueden estar definidos como meros “indicadores de riesgo” -que el juez puede
o no considerar relevantes para la solución del caso-, como “mandato legal” y
como “presunciones legales” -de fuga o entorpecimiento de la investigación-.
Estas últimas, a su vez, pueden presentarse como presunciones absolutas e
incontrovertibles -iure et de iure, asimilables de hecho al “mandato legal”-
o como presunciones que pueden caer por prueba en contrario —iuris tantum—
(confr.: Solimine, ob. cit., pág. 669).
Sentado ello, he de poner de manifiesto, que en alguna oportunidad sostuve
la interpretación según la cual lo dispuesto por la normativa procesal respecto
a la escala penal como parámetro para la obtención de la excarcelación era un
mandato legal.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, he variado mi criterio, en favor de
una interpretación de los arts. 316 y 317 del C.RRN. según la cual su aplicación
no es automática, sino que son pautas establecidas por el legislador que operan
como presunción iuris tantum.
El cambio de criterio se afirmó en reconocer la necesidad de fijar con
diciones aptas para el otorgamiento de los beneficios liberatorios en aquellos
casos en los que la prisión preventiva -ordenada tan sólo en función de las
escalas penales conminadas en abstracto- se tomaba írrita, si tomábamos para
el análisis de la procedencia del beneficio, además, las pautas establecidas en
el art. 319 del C.P.P.N.
En este entendimiento, en la Sala II de esta Cámara hemos sostenido en
numerosos precedentes que el monto de pena amenazada en abstracto lo con
sideramos un parámetro que no es inflexible, y que cabe distinguir, además si
la gravedad se da en el caso concreto (confr.: Sala II de esta Cámara Nacional
de Casación Penal in re: “Ruiz, Néstor Fabián s/ recurso de casación”, causa
n° 6999, reg. 9226, rta. el 9 de noviembre de 2006; “Reis, Carlos Alberto s/
recurso de casación”, causa n° 6358, reg. 8872, rta. el 19/07/06; entre muchos
otros). Así como también hicimos análisis de la presunción legal establecida
en el art. 316 del C.P.P.N., examinada de manera armónica con las pautas del
art. 319 del mismo cuerpo legal y de numerosas condiciones que reforzaban o
desvirtuaban el peligro de fuga o entorpecimiento de la investigación establecido
en virtud de la presunción legal.
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penal del Estado sea previsible y ajustada a límites que no conviertan la liber
tad en excepción y que la libertad sea protegida dentro del marco jurídico de
la Constitución (confr.: Bacigalupo, Enrique, “Principios constitucionales de
derecho penal”, Bs. As. Hammurabi, 1999, pág. 57).
En definitiva, como ha afirmado la Comisión Interamericana, “el prudente
arbitrio del juez en la apreciación de las condiciones señaladas por la ley, que
pueden servir de pautas para la denegación o concesión de una excarcelación
es una muestra de la independencia del poder judicial a la cual la Comisión se
ha referido positivamente en varias oportunidades como requisito indispensable
para una buena administración de justicia” (Resolución 17/89, considerando
5o, párrafo 4o).
En consecuencia, en virtud de las razones precedentemente expuestas,
voto por la negativa al interrogante plasmado en la convocatoria, en el sentido
de que “No basta en materia de excarcelación o eximición de prisión para su
denegación la imposibilidad de futura condena de ejecución condicional, o que
pudiere corresponderle al imputado una pena privativa de la libertad superior
a ocho años (arts. 316 y 317 del C.P.P.N.), sino que deben valorarse en forma
conjunta con otros parámetros tales como los establecidos en el art. 319 del
ordenamiento ritual a los fines de determinar la existencia de riesgo procesal”.
Atento a todo lo expuesto, propicio mantener en todos sus términos la
resolución atacada.
En este sentido, es del caso señalar que en los fundamentos del registro
de esta Sala n° 8839 -a la que remite la resolución aquí en estudio- se sostu
vo que el máximo de la sanción prevista para los delitos imputados supera el
monto establecido en el art. 316 del C.P.P.N.; además la pluralidad y gravedad
de los hechos impide razonablemente inferir que en caso de recaer condena,
ésta pudiese ser de condena condicional; y que a ello se agregó como pauta a
tener en cuenta, ‘Ta objetiva y provisional valoración de las características del
hecho” (art. 319 del C.P.P.N.), en una interpretación armónica con los anteriores
artículos citados, concluyendo entonces que, atento la naturaleza y gravedad de
los hechos concretos del proceso, se presenta como posible que el imputado,
una vez excarcelado, intente evadir la acción de la justicia; ante el pronóstico
de una futura pena grave y de efectivo cumplimiento; siendo estos fundamentos
válidos para la denegación del beneficio liberatorio.
Es claro para mí que, entendimos en aquella oportunidad que la presunción
establecida por ios arts. 316 y 317 del C.P.P.N. no resultaba desvirtuada, y que
si hubiéramos sostenido una postura iure et de iure en dicho pronunciamiento,
no deberíamos haber acudido, para completar nuestro razonamiento, a las pautas
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20/12/94, G.688 XXVIII, entre otros, y Fallos 310:1835, citados por Guillermo
Rafael Navarro en Código Procesal Penal de la Nación, tomo I, Buenos Aires,
1996, pág. 656).
Por otro lado, señaló también el Alto Tribunal que la ley procesal regula
otro aspecto vinculado con el expuesto, cual es el de asegurar el cumplimiento
efectivo de la pena, fijando por ello límites a aquella libertad, concillando así el
derecho del individuo a no sufrir persecución injusta con el interés general de no
facilitar la impunidad del delincuente, sea prohibiendo directa e en unos casos su
otorgamiento, sea condicionándolo en otros a la concurrencia de determinadas
circunstancias. (Navarro, ob, cit. pág. 656 y Fallos 280/297).
En este orden de ideas, recuerda Maier la exigencia en punto a que el
juicio -la sentencia- “...sea el resultado de un procedimiento imparcial -fair
trial- que permita al imputado amplia oportunidad y libertad de defensa para
influir en el juicio del tribunal, con vigencia irrestricta de las limitaciones que
la propia Constitución impone al ejercicio de la persecución penal....” (confr.
Julio B. J. Maier, Derecho Procesal Penal, Tomo I, Fundamentos, 2o edición,
1996, pág. 479).
De otra parte, he de señalar que la interpretación que propicia el distinguido
colega que lidera la votación ha sido receptada en mis votos emitidos como
integrante de esta Sala en los fallos “Brasa, Víctor Hermes s/recurso de casa
ción”, causa n° 6121, reg. n° 8256 rta. el 16/12/05; “Solohaga, Sergio Alejandro
s/recurso de casación”, causan0 6075,reg. n° 8244, rta. el 16/12/05 y “Castaño
Penoff, Claudio Orosman s/recurso de casación”, causa n° 7220, reg. N° 9205
rta. el 9/11/06; entre otros).
En tales precedentes evalué la procedencia del beneficio excarcelatorio
a la luz de las pautas proporcionadas en el informe 2/97 de la Comisión Inte-
ramericana de Derechos Humanos -analizado medulosamente por Alejandro
Carrió en su trabajo “Excarcelaciones, presunción de inocencia, peligro de fuga-
y peligrosidad, ¿no es hora de mezclar y dar de nuevo?”, artículo publicado
en Revista de Derecho Procesal Penal, “Excarcelación”, Santa Fe, año 2005.
En el sentido apuntado, en aquellos precedentes tuve en consideración la
historia personal del imputado -particularmente las condenas anteriores que
registraba por ofensas similares tanto en calidad como en gravedad así como
las rebeldías decretadas a su respecto-, la naturaleza violenta del crimen inves
tigado y la solidez de la imputación en función del peso de la prueba reunida
en el legajo.
En la misma línea de pensamiento, he ponderado como pauta indicativa la
etapa procesal por la cual transitan las actuaciones, considerando a tal fin que
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la proximidad del debate oral resulta parámetro a tomar en cuenta a los efectos
de analizar la procedencia de la soltura anticipada, (cfr. in re: “Albarracín,
Marcelo G. s/recurso de casación”, causa n° 2783, reg. n° 3561, rta. el 26/9/00,
y “Saiegg, Herminio José s/recurso de casación”, causa n° 6125, reg. n° 8238,
rta. el 16/12/05).
Por lo demás, y en lo que concierne puntualmente a la naturaleza del crimen
investigado como pauta indicativa de la viabilidad del beneficio, no puedo dejar
de mencionar que -en el caso que diera origen a la presente convocatoria ple-
naria- los hechos que se le atribuyen al encausado se encuentran comprendidos
en la categoría de los denominados delitos de lesa humanidad, razón por la cual
adquiere vocación aplicativa la doctrina sentada por nuestro más Alto Tribunal
in re “Nicolaides, Cristino s/incidente de excarcelación” -CSJN N° XXXVIII,
rta. el 16/03/04 (Fallos 327:496)-, donde se señaló que la desaparición forzada
de personas -y los hechos colaterales- eran considerados ya para la época de
su comisión, tanto en el derecho intemo como en el internacional, delitos de
lesa humanidad, no resultando pues arbitraria la presunción de los tribunales
inferiores de que quien está imputado de estos delitos gravísimos, en caso de ser
puesto en libertad atentará contra los fines del proceso, conjetura que encuentra
su debido fundamento -tal como lo exige el artículo 319 del C.P.P.N.-, en el
indicio que si se buscó al cometerse los hechos una modalidad que asegurara
la impunidad futura, este mismo afán de sustraerse al juzgamiento podría tener
una posterior secuela al otorgarse la libertad al procesado.
Agregó la Corte en dicho precedente -con cita de la doctrina sentado en los
casos ‘"Firmenich”, “Arana” y “Bramajo”-, que el “plazo fijo” del cual habla
la ley 24390 debe interpretarse en conjunción con el “plazo razonable” del que
habla la Convención Americana de Derechos Humanos según la inteligencia
asignada por los tribunales internacionales, a cuyo fin deberá atenderse al exa
men de las condiciones personales del procesado, la gravedad de los hechos que
se le imputan y la complejidad del caso, caracterización que también recepta la
Corte Europea en la exégesis del artículo 6.1 de la Convención para la Protección
de los Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales.
Más recientemente, y en la misma línea jurisprudencial, la especial natu
raleza del delito investigado -graves transgresiones a los derechos humanos-
fue contemplada por el Alto Tribunal -entre otras cuestiones- para rechazar
el beneficio liberatorio solicitado por la defensa en la causa “Carlos Alberto
Mulhall s/ excarcelación” -causa n° 350/06-, rta. el 18/12/07 (ver dictamen del
Procurador General de la Nación).
Con estas breves consideraciones voto en el sentido de que la presunción
legal establecida por el artículo 316 del catálogo instrumental puede resultar
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establecida por el legislador para determinar los casos en que procede la prisión
preventiva durante el proceso —plasmada en los artículos 316 y 317 del CPPN-,
ha sido adoptada dentro de las facultades naturales del Congreso y se ajusta a
las normas constitucionales y a los parámetros trazados por los instrumentos
internacionales de los derechos humanos y la doctrina emanada de sus órganos
de aplicación. La doctrina que intenta la prevalencia de las reglas del artículo
319 por sobre toda otra, tomando inútiles e inaplicables los artículos 316 y 317,
cuando claramente ellos se refieren a situaciones distintas de la prevista en aque
lla norma, no resulta (...) ajustada a una adecuada hermenéutica jurídica, ni es
exigida por el respeto de principios constitucionales”. En razón de lo dicho y de
lo anotado en los fallos de esta Sala “Scola, Francisco Luis s/ rec. de casación”,
c. n° 4698, reg. n° 5999, rta. el 23/6/03; “Walpert, Gastón Maximiliano s/ rec.
de casación”, c. n° 5355, reg. n° 6713, rta. 13/05/2004; “Acevedo, Martiniana
Esther s/ rec. de casación”, c. n° 6058, reg. n° 7664, rta. el 16/5/2005; “Centurión,
Néstor Damián s/ rec. de casación e inconstitucionalidad”, c. n° 6200, reg. n°
7745, rta. el 17/6/05; “Tarditi, Matías Esteban s/ rec. de casación”, c. n° 6253,
reg. n° 7780, rta. el 24/6/05; “Florentín, Lelis Santiago s/ rec. de casación”, c.
n° 6339, reg. n° 7848, rta. el 25/7/05; “Baudino, Claudio Femando s/ rec. de
queja”, c. n° 6185, reg. n° 7853, rta. el 26/7/05; “Rodríguez Céspedes, Evelyn
A. s/ rec. de casación”, c. n° 6509, reg. n° 8075, rta. el 16/9/05, “Nieto, Mario
Enrique s/ rec. de casación”, c. n° 7401, reg. n° 9187, rta. el 18/7/06; y “Guerra,
Luis Ariel s/ rec. de casación”, c. n° 8069, reg. n° 10.001, rta. el 28 de diciembre
de 2006, entre muchas otras, que doy por reproducidos en mérito a la brevedad,
concluyo en que en materia de excarcelación o de exención de prisión basta para
su denegación la imposibilidad de futura condena de ejecución condicional o
que pudiere corresponder al imputado una pena privativa de libertad superior
a ocho (8) años (arts. 316 y 317 del C.P.P.N.).
En punto a la conclusión sobre el resultado del fallo recurrido, considero
que atento al temario de este plenario debe mantenerse su solución y rechazarse
el recurso de inaplicabilidad de ley.
Así voto.
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vez”, del 3/10/97 (Fallos 320:2105), oportunidad en la cual sostuvo que “La
sola referencia a la pena establecida para el delito por el que ha sido acusado y
la condena anterior que registra, sin que precise cuáles son las circunstancias
concretas de la causa que permitieren presumir, fundadamente, que el mismo
intentará eludir la acción de la justicia, no constituye fundamento válido de una
decisión de los jueces que sólo trasunta la voluntad de denegar el beneficio”.
Debe, sin embargo, aclararse, que en ese caso el Superior tuvo también en
consideración el tiempo de detención que registraba el acusado, el que excedía
las previsiones de la ley 24390, en su redacción originaria, por lo que tampoco
resultaba clara la extensión que los referidos conceptos podrían tener en orden
a la interpretación que amerita el artículo 316 del rito penal.
Esta línea jurisprudencial del Alto Tribunal pareció afianzarse a partir de
lo resuelto en la causa “Napoli, Erika”, del 22/12/98 (Fallos 321:3630), co
yuntura en la que señaló que “la potestad legislativa para, con amplia latitud,
ordenar y agrupar, distinguiendo y clasificando, los objetos de la legislación
(Fallos: 238:60; 251:53, entre otros) y establecer así regímenes excarcelatorios
diversos, sólo encuentra justificación en tanto esté orientada a que la prisión
preventiva -como medida de corrección procesal- conserve su fundamento de
evitar que se frustre la justicia (Fallos: 8:291; dictamen del Procurador General
en 21:121; mutatis mutandi 102:219), esto es, que el imputado eluda su acción
o entorpezca las investigaciones” (el resaltado nos pertenece); y que “en este
contexto, el legislador nacional, en ejercicio de las facultades conferidas por el
art. 75, inc. 30 de la Constitución Nacional, estableció un régimen general que
regula la libertad durante el proceso y que, en lo que aquí concierne, contempla
como supuestos de excarcelación aquellos en los que pudiere corresponderle
al imputado un máximo no superior a los 8 (ocho) años de pena privativa de la
libertad y también en los que, no obstante ello, el juez estimare prima facie que
procederá condena de ejecución condicional (art. 317, inc. Io Código Procesal
Penal de la Nación”. La restricción de la libertad se funda en ambos casos en
la posibilidad de que el imputado eluda la acción de la justicia en las primeras
etapas de la investigación, (el resaltado nos pertenece). En este caso, y si bien
la materia recursiva se ceñía a determinar la validez constitucional de excluir
a determinados delitos del régimen general de la excarcelación -cuestión que
nuevamente introducía matices que dificultaban extender el precedente a supues
tos que no presentasen estas particularidades- la Corte Suprema de Justicia de
la Nación reiteró que la prisión preventiva se legitima sólo ante la posible fuga
del imputado, o de su intención de entorpecer la acción de la justicia.
Sin embargo, en la causa “Domínguez”, del 19/8/99 (Fallos 322:1605),
el Superior sostuvo -frente a un recurso extraordinario deducido contra una
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Fallos 320:2105)”.
A ello se sumó -pocos meses después- la sentencia recaída en la causa M.
960. XXXVII. “Massera, Emilio Eduardo s/ incidente de excarcelación” (del
15/4/04), en cuyo marco el Superior aseveró que “la extrema gravedad de los
hechos que constituyen el objeto de este proceso, o de otros similares, no puede
constituir el fundamento para desvirtuar la naturaleza de las medidas cautelares
ni para relajar las exigencias de la ley procesal en materia de motivación de
las decisiones judiciales, a riesgo de poner en tela de juicio la seriedad de la
administración de justicia, justamente, frente a casos en los que se encuentra
comprometida la responsabilidad del Estado Argentino frente al orden jurídico
internacional”.
2. Sin embargo, y como ya adelantáramos, las corrientes que sustentaron
un criterio amplio fueron abriéndose paulatino camino en nuestrajurisprudencia.
Así, la Sala I de este Cuerpo, en la causa n° 2749 “Vicario, Antonio s/ recurso
de casación” (14/4/00), sostuvo que “si bien debe recordarse (...) que ‘uno de
los motivos más poderosos entre los que pueden inducir al imputado a intentar
eludir la acción de la justicia, es la gravedad de la amenaza de privación de
libertad que se cierne sobre él, en virtud de la pena conminada para el delito
que se atribuye’; y que ‘la existencia de esa grave amenaza hará indispensable
el encarcelamiento preventivo, porque éste será el único modo de neutralizar
el peligro de que aquél intente burlar los fines del proceso’ (...), estas conclu
siones, que importan presunciones en el sentido de que el beneficiario intentará
sustraerse a la acción de la justicia o entorpecer sus investigaciones, deben ser
razonables y tener sustento bastante (...) pues de lo contrario se transformarían
en hipótesis irrefragables iuris et de iure aun en los casos —muy excepcionales,
seguramente- en que por sus especiales circunstancias sea posible invocar y
demostrar que es posible descartar aquel riesgo procesal sin cuya presencia
carece de legitimidad la privación de libertad con fines cautelares”.
Este precedente fue quizás el hito inicial en el camino evolutivo que
venimos comentando, y fue seguido, tiempo después, por otros inspirados en
similares criterios -aunque aplicándolos con un sentido más general (esto es, no
vinculados a las (muy excepcionales (circunstancias del caso)-. En ese orden,
merece especial mención el pronunciamiento dictado por la Sala I de la Cámara
Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de esta ciudad, en la cau
sa n° 21.143 “Barbará, Rodrigo Ruy” (10/11/03), precedente en el que se aplicó
la tesis amplia en cuanto a la interpretación de las reglas de la excarcelación, y
que tuvo una amplia repercusión en ámbitos académicos y judiciales. Allí, se
sostuvo que “no hay posibilidad de aceptar límites a la libertad del imputado
que tengan que ver sólo con las escalas penales, tal como el codificador lo ha
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las normas a los casos concretos; es decir, que consideraba a los jueces la boca
que pronunciaba las palabras de la ley (5).
Piénsese en el caso en el cual el legislador incorpora ciertas normas que
poseen jerarquía constitucional, pero, no obstante, omite depurar el antiguo
sistema legal, esto es, tras incorporar el nuevo material normativo no deroga
aquellas leyes que presuntamente podrían entrar en colisión con aquél, cuestión
que tampoco es abiertamente advertida por la comunidad jurídica. Una situación
como la referida, generará indefectiblemente un caso de difícil solución. En
primer lugar, porque si se piensa en la idea del legislador racional, la falta de
derogación de aquellas normas posibilitaría pensar que siguen siendo constitu
cionales y que también lo es, en consecuencia, la consolidada interpretación ju
risprudencial que de ellas se venía efectuando, la cual ofrece una clara seguridad
jurídica de cara a los ciudadanos en atención a la vinculación fáctica que tienen
los jueces con sus precedentes (6). En segundo lugar, porque la declaración de
inconstitucionalidad de una norma es siempre el último recurso en un sistema
jurídico (conforme el principio de conservación de la norma). De esta manera,
la doctrina explica por qué el poder judicial siempre ha sido caracterizado como
un organismo conservador que va detrás de la academia, ya que su resistencia
al cambio, frente a la duda, lo mueve a aferrarse al precedente.
Si bien es cierto que el legislador podría haber resuelto la cuestión dero
gando o reformulando aquellas normas acordándoles adecuación constitucional,
no menos cierto resulta que al no haberlo hecho favorece la confusión, máxime
si se parte de conceptuar que el legislador es un ente racional. En efecto, un
cambio que no es categórico puede generar esa duda que, ante la indefinición
del legislador, pierde frente a la inercia de la lógica de los precedentes que se
venía imponiendo. Naturalmente, el manto de dudas dejado por el legislador
acerca de la constitucionalidad de esas normas deberá ser sometido a debate,
entrando enjuego, a partir de allí, no la interpretación de reglas, sino de ciertos
principios abstractos, los cuales, normalmente, suelen entrar en colisión con mu
chos otros principios garantizados por la constitución, y que deben ponderarse,
y a cuyo respecto no puede derivarse una única interpretación razonable, sino
una propuesta, en todo caso aproximativa (7). En el fondo, la indefinición del
legislador termina, a través de una especie de delegación indirecta, desplazando
una competencia propia a manos del poder judicial.
Es cierto que todo seríamucho más fácil si el legislador, ni bien introdujera
una reforma normativa, se encargara de depurar el sistema jurídico derogando
o ajustando la redacción de aquellas normas inconstitucionales, pues de esa
manera facilitaría la inmediata asunción del nuevo programa normativo que
ha incorporado. Caso contrario, daría lugar -reiteramos- a la existencia de
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entiende que el derecho positivo es justo por el sólo hecho de estar positivizado.
Ello también explica, que no todo voto disidente puede ser tildado sin más de
prevaricador. De hecho, también es bueno que exista disidencia (13), pues la
misma puede enriquecer el debate por la solución justa.
Por otro lado, explicando la lógica del funcionamiento de los sistemas
jurídicos en el marco de un Estado de Derecho, no debe olvidarse que aquí
estamos hablando de poder efectuar una interpretación conforme a la Consti
tución (14), lo cual constituye una herramienta metodológica a la cual, incluso,
en democracias consolidadas -antiguas y experimentadas- le ha costado ganar
terreno dentro de la metodología jurídica (15). Por ejemplo, cabe citar el caso de
Alemania que, como bien saben todos, es el epicentro doctrinario del Derecho
Penal a nivel mundial. En efecto, allí como claramente explica KUHLEN -en
su reciente monografía titulada “la interpretación de las leyes penales conforme
a la Constitución”- las consideraciones y argumentos de Derecho constitucional
recién han ganado en Alemania un significado creciente en los últimos diez años.
Esa consideración, según KUHLEN, es también válida para la interpretación
conforme a la Constitución que en Alemania fue desarrollada por el Tribunal
Constitucional Alemán y exigida para todas las ramas del ordenamiento. Recién
hoy en día este tipo de interpretación es un instrumento completamente indiscu-
tido para el acervo asegurado de la ciencia jurídica (16). Ello doctrinariamente
podría explicar y facilita comprender, el por qué de algún retraso en la adopción
por parte de los operadores del sistema jurídico argentino de la herramienta
consistente en la interpretación conforme a la Constitución “no se olvide que
también este procedimiento puede causar reticencias pues se le podría reprochar
inconstitucionalidad al usurpar los jueces funciones legislativas (17) y que en
general la doctrina jurídico-penal en esta materia es muy sensible; como ejem
plo de ello es dable citar su manifestación contraria a la constitucionalidad de
los fallos plenarios”; por todo lo cual entonces, dicha remora debe atribuirse al
devenir lógico del procedimiento de maduración y fortalecimiento que requieren
las instituciones que integran un Estado de Derecho.
4. Sentado todo lo anterior, conviene ahora plasmar las razones que nos
persuaden del acierto de la solución que en definitiva hemos de propiciar en este
Acuerdo Plenario, para lo cual es necesario efectuar un pormenorizado análisis
de las distintas normas -ya sean de fuente legal, constitucional o supra nacio
nal- que rigen el delicado instituto de la prisión preventiva, y la interpretación
que de ellas hemos realizado en las ocasiones en que expusimos nuestro criterio
sobre el particular. Vinculada a esta cuestión se encuentra la relativa a los casos
en que procede restringir la libertad del imputado durante el proceso o, lo que
es sustancialmente equivalente, denegar su excarcelación. Para ello, hemos de
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Siendo ello así, cabe memorar que la garantía de inocencia “crea serias
dificultades durante la sustanciación del proceso punitivo, ya sea por las diversas
interpretaciones que suele otorgársele a tal garantía o por el grado de exten
sión que se le atribuye. El inconveniente radica en determinar hasta dónde, en
cada caso concreto, corresponde la aplicación de medidas precautorias, como
la prisión preventiva, el embargo, secuestro, allanamiento, etc.” (cfr. Levene,
Ricardo (h) y otros “Código Procesal Penal de laNación Ley 23984 Comentado
y Concordado”, 2da. ed., Depalma, Buenos Aires, 1992, pág. 2).
A dicha advertencia, corresponde agregar lo apuntado por los autores, en
orden a que “...el derecho a la libertad se afirma en el proceso penal, de modo tal
que aquélla es la regla y su restricción la excepción, y toda norma que entrañe
una limitación a ella, en caso de duda, se debe interpretar en favor del procesa
do...”; y que “...el fundamento del encarcelamiento preventivo es la necesidad
de asegurar el descubrimiento de la verdad y la actuación de la ley (ver art. 280),
y mientras esos objetivos puedan ser alcanzados con medidas menos gravosas,
su justificación desaparece, operando como formas de evitarlo la exención de
prisión antes de que ocurra o haciéndolo cesar mediante la excarcelación cuan
do ya se hubiese producido...” (cfr. Levene y otros, op. cit., págs. 237 y 272).
La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha sostenido, hace ya más de
una centuria, que conforme las prescripciones del artículo 18 de la Constitución
Nacional “...los reos de delitos que no son castigados con pena corporal, tienen
derecho a que se les ponga en libertad bajo fianza, porque de otro modo se
aumentaría su sufrimiento más allá de lo necesario para la seguridad de que se
cumpla la pena establecida por la ley...” (CSJN T.7, p. 368 caso “Rufino Castro
Boedo”, rio. el 31 de julio de 1869).
También viene sosteniendo desde aquella época el Alto Tribunal, que a
los fines de la excarcelación se deben tener siempre en consideración “...las
circunstancias del caso...” y las condiciones personales del imputado; y en el
supuesto que estos extremos lo justifiquen podrá “...acordarse la excarcelación
bajo fianza ...sin peligro que se frustre la justicia que es el único objeto de la
prisión durante la causa...” (CSJN T. 8, p. 291 caso “Exequiel N. Paz”, rto. el
30 de noviembre de 1869; y citado en T. 21, p. 121).
Asimismo puede ser citada la sentencia dictada el 1 (de agosto de 1905
en el caso “Ramón Gómez, Antonio Abregú y otros” (T. 102, p. 219) donde
se expresó: “5).- Que la constitución nacional no contiene disposición expresa
sobre libertad provisoria del encausado. Consagra la libertad personal y permite
el arresto, ‘en virtud de orden escrita de autoridad competente’; porque de otra
manera se imposibilitaría, en algunos casos, la administración de la justicia re
presiva, desde que se estableciera que la privación de libertad sólo procedería a
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artículo 316 interpretada a contrario sensu -es decir, que cuando la pena es de
baja intensidad, el imputado no habrá de intentar sustraerse a la acción de la
justicia- cede cuando las particularidades que se evidencien y las condiciones
personales del acusado condujeran a un pronóstico contrario.
Lo apuntado, determina racionalizar que la citada presunción legal no se
encuentra exenta de excepciones, sino que la misma puede ser válidamente
conmovida -cuando medien razones que demuestren la inconveniencia de apli
carla en determinada ocasión- sea para conceder la excarcelación del imputado
“lo que ocurrirá cuando pese a la severidad de la pena con que se conmina al
delito atribuido, existieren sobrados elementos de juicio para pronosticar con un
razonable grado de certeza que se someterá al proceso” o para denegarla “esto
es, cuando pese a la nimiedad de la amenaza penal, el imputado demostrare
su escasa o nula predisposición para someterse al proceso, o su intención de
ocultar prueba, entre otros supuestos”.
Nuestro criterio se apuntala también en los conceptos que los entonces
integrantes de la Sala III vertiéramos en oportunidad de expedir nuestro voto
en el Fallo Plenario N° 3 de esta Cámara, recaído en la causa “Molina, Roberto
Carlos s/ rec. de casación”, en cuanto sostuviéramos que el marco de los tratados
internacionales incorporados en el artículo 75 inciso 22 de nuestra Constitución
Nacional (conf. reforma de 1994), conduce a considerar el evidente objetivo
de lograr que la aplicación judicial de cualquier clase de medida restrictiva de
la libertad se ajuste a exigencias humanitarias que reclaman un derecho penal
mínimamente intenso, es decir, lo menos aflictivo y estigmatizante para los que
infrinjan los mandatos y las prohibiciones penales. Y tal conclusión, por lo de
más, es la que corresponde también extraer del texto de la Constitución Nacional.
Así lo señala Joaquín V. González, quien indica -con relación al derecho a gozar
de la libertad durante el proceso- que “nada dice la Constitución respecto de este
derecho; pero está en la naturaleza de los que consagra el artículo 18, al eximir
de la prisión al individuo acusado de un delito, mientras no se dicte sentencia
que lo condena, declarándolo culpable: porque sólo la ley, y la sentencia que la
aplica, pueden privarle de la libertad. Pero la justicia no se haría efectiva sino
en rarísimos casos, porque los reos escaparían de su acción (...). La fuerza o
condición que caracteriza este derecho de pedir libertad o excarcelación, tiene
por objeto asegurar el cumplimiento de la causa, por una garantía de que ha de
presentarse al juicio cuando sea llamado y cumplir la condena cuando le sea
impuesta” (conf. “Manual de la Constitución Argentina”, Angel Estrada S.A.,
Buenos Aires, 1983, pág. 200).
Un criterio contrario al sustentado, conduciría a que el derecho consti
tucional a la libertad -cuya vigencia es también garantizada por el principio
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7. Todo lo hasta aquí expuesto nos conduce a conceptuar que las medidas
cautelares de coerción personal deben ser dictadas con el máximo de prudencia,
procurando evitar caer en extremos en los que la ligereza en el dictado de la
prisión preventiva del imputado se convierta en una verdadera pena anticipada,
o en los que la laxitud al resolver en sentido contrario termine por constituir
una verdadera frustración de las justas exigencias que la sociedad formula a
los órganos estatales encargados de la prevención y represión del delito.
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“El estado de derecho, para existir realmente, debe garantizar -entre otras
cosas- una estabilidad calculable de las relaciones de los particulares entre si
y con el Estado “Corte Suprema, caso “Aval vs. La Prensa”, Fallos 248:291,
considerando 18 “... La realidad muestra que, por lo común, el ritmo de la vida
social suele ser más rápido que el ritmo del Derecho, lo que obliga a los jueces
a cumplir una tarea de actualización que sea compatible con los requerimien
tos de estabilidad, previsibilidad y objetividad del ordenamiento jurídico, los
cuales son, también, pre-requisitos de una vida social ordenada... Los jueces,
siempre, antes de pronunciarse, deben ponderar las consecuencias sociales de
su decisión y, en tal sentido, deben comprender qué tan malo es aferrarse a una
jurisprudencia obsoleta como apartarse de otra que -cualquiera sea su edad-
conserva intacta la capacidad de servir al interés social y al interés personal”
(conf. Julio Oyhanarte, “Recopilación de sus obras”, Ed. La Ley, Avellaneda,
2001, pág. 778).
8. En síntesis, somos de la opinión que el artículo 316 del Código Procesal
Penal de la Nación contiene una presunción iuris tamtum que indica que en
aquellos casos en los que el acusado se enfrente a una sanción de la severidad
que prevé esa norma, su natural instinto a preservar su libertad lo impulsará
a intentar eludir la acción de la justicia. Sin embargo, cuando las particulares
circunstancias de la causa demuestren en forma inequívoca el desacierto en el
caso de la presunción legal, corresponderá acordar la excarcelación o la eximi-
ción de prisión al incuso.
Mediante la interpretación que proponemos, entendemos que se arriba a
un resultado que -sin restar operatividad a la norma jurídica contenida en el
artículo 316 del Código Procesal Penal de la Nación- permite también descartar
su inconstitucionalidad, dado que dicha exégesis conciba sus disposiciones con
las contenidas tanto en la Constitución Nacional cuanto en los tratados interna
cionales incorporados a su texto según lo dispuesto en el artículo 75 inciso 22
JURISPRUDENCIA
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violencia, a tener a raya sus pasiones, a proporcionarles medios que les per
mitan trabajar sin estorbo alguno para su propio bienestar, sin perjuicio de los
otros; a poner a cada uno bajo la salvaguarda de todos para que pueda gozar
pacíficamente de lo que posee o ha adquirido con su trabajo, su industria o sus
talentos “HORNOS, Gustavo M.: “El nuevo nombre de la paz”, en Violencia
y Sociedad Política, editado por el Programa para el Estudio y la Difusión de
la Reforma Constitucional Argentina, 1998, pág. 33; y mi voto en el Plenario
n° 11, “ZICHY THYSSEN, Federico”.
II. En directa relación a la cuestión sometida a la votación del pleno, habré
de recordar, en prieta síntesis, que he sostenido de manera constante, al votar
en diversos precedentes de esta Sala IV (causa Nro. 1575 “ACUÑA, Vicente s/
rec. de casación”, Reg. Nro. 1914, rta. el 28/6/99; causa Nro. 1607, “SPOTTO,
Ariel Alberto s/ recurso de casación”, Reg. Nro. 2096, rta. el 4/10/99; causa
Nro. 4827, “CASTILLO, Adriano s/recurso de casación”, Reg. Nro. 6088,
rta. el 30/9/04; causa Nro. 5117, “MARIANI, Hipólito Rafael s/recurso de
casación”, Reg. Nro. 6528, rta. el 26/4/05; causa Nro. 5115, “COMES, César
Miguel s/recurso de casación”, Reg. Nro. 6529, rta. el 26/4/05 y causa Nro.
5199, “PDETRO CAJAMARCA, Guido s/recurso de casación”, Reg. Nro. 6522,
rta. el 20/4/05; causa Nro. 5438, “BRENER, Enrique s/ recurso de casación”,
Reg. Nro. 6757, rta. el 7/7/05; y causa Nro. 5843, “NANZER, Carlos Alberto
s/recurso de casación”, Reg. Nro. 7167, rta. el 28/12/05; entre varios otros), que
la prisión preventiva es una medida cautelar de carácter excepcional (función
cautelar que es la única constitucionalmente admisible), y que sólo puede tener
fines procesales: evitar la fuga del imputado y la frustración o entorpecimiento
de la investigación de la verdad.
Este criterio que surge del principio de inocencia como primera y funda
mental garantí a j udicial, consagrado por la Constitución Nacional (artículo 18)
y los Tratados Internacionales (artículo 9 de la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano; Declaración Universal de los Derechos Humanos y
artículo 8.2.- de la C.A.D.H.), fue receptado por los artículos 280 y 319 del
C.P.P.N., y reafirmado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación (“ESTÉ-
VEZ, José Luis”, rta. el 3/10/97; entre otras) y por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos (caso “SUAREZ ROSERO”, del 12 de noviembre de 1997
y caso “CANESE” del 31 de agosto de 2004).
De manera que ese objetivo netamente cautelar, provisional y excepcional
-subrayado también por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
en los informes 12/96, 2/97 y 35/07- es el principio rector que debe guiar el
análisis de la cuestión a resolver, y en orden al cual he señalado también que,
entonces, las pautas contenidas en los artículos 316, 317 y concordantes del
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por razones de orden práctico y ante la verificación del riesgo procesal, sólo será
legítimo si se lo aplica restrictivamente, como una medida excepcional, impres
cindible, necesaria en orden a ese fin, proporcionada y limitada temporalmente.
Precisamente, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha señalado que en
razón del respeto a la libertad individual de quien goza de un estado de inocencia
por no haberse dictado en su contra una sentencia de condena, las atribuciones
de carácter coercitivo cautelar de que dispone el juez penal durante el proceso y
antes de la sentencia definitiva han de interpretarse y aplicarse restrictivamente
(conf. Fallos: 316:942, cons. 3”). Y que, ello exige de los magistrados que,
en la medida de su procedencia, las adopten con la mayor mesura que el caso
exija, observando que su imposición sea imprescindible y no altere de modo
indebido el riguroso equilibrio entre lo individual y lo público que debe regir
en el proceso penal (conf. sentencia dictada in re F. 329.XXIX “Fiscal c. Vila,
Nicolás y otros” el 10 de octubre de 1996, cons. 6o), voto de los doctores Fayt
y Petracchi).
Se agregó que ese principio fue aceptado por el legislador en el Código
Procesal Penal (ley 23984) en cuanto impuso como pauta general la interpreta
ción restrictiva de las normas que limitan la libertad personal -art. 2o- y reiteró
tal criterio como patrón específico de examen del régimen de prisión preventiva
respecto de aquellos supuestos en los que corresponde la denegación de prisión
y excarcelación -art. 319-; y que “la sola referencia a la pena establecida por
el delito por el que ha sido acusado y la condena anterior que registra, sin que
se precise cuáles son las circunstancias concretas de la causa que permitirían
presumir, fundadamente, que el mismo intentará burlar la acción de la justicia,
no constituye fundamento válido de una decisión de los jueces que sólo resulta
la voluntad de denegar el beneficio solicitado” (considerando 6 del fallo).
En el caso “Bramajo, Hernán J.” -rta. el 12 de septiembre de 1996-, si
bien también se trató de la cuestión del plazo razonable de la prisión preven
tiva, nuestro más Alto Tribunal ya había remarcado la importancia de efectuar
una valoración “en relación a las pautas establecidas en los artículos 380 y
319” del C.P.M.P. y C.P.P.N., respectivamente, a los efectos de establecer si la
detención ha dejado de ser razonable (con apoyo en la opinión de la C.I.D.H.,
desarrollada en el informe sobre el caso 10.037 de la República Argentina, del
13 de abril de 1989).
No puede ignorarse en relación al tema en estudio la opinión de la Comi
sión Interamericana de Derechos Humanos, que -como lo sostuvo la C.S.J.N.
en el caso “Bramajo”, y G.342.XXVI. “Giroldi”- debe servir de guía para la
interpretación de los preceptos convencionales en la medida en que el Estado
Argentino reconoció la competencia de aquélla para conocer en todos los casos
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las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas sobre las medidas no privativas
de la libertad (Reglas de Tokio), refiere que: “En el procedimiento penal sólo
se recurrirá a la prisión preventiva como último recurso...” (tal como se lo ha
recordado en el Informe 35/07 de la CIDH, en los puntos 96 a 99).
Esta interpretación armónica, y desde la Constitución Nacional: a la luz
del principio de inocencia contenido en el artículo 18, fue en definitiva recogida
por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, también en cuanto sostuvo que
la impugnación constitucional de los artículos 316, 317 y 319 del C.P.P.N. no
se justifica, pues ellas no constituyen sino una razonable reglamentación del
derecho constitucional de obtener la libertad en tanto no medie sentencia penal
condenatoria (Fallos 322:1605).
De manera que resulta indiscutible, que, al menos desde hace más de una
década, los principios que emanan de la ley vigente, entendida en el sentido
indicado al comienzo de esta ponencia, se dirigieron a considerar, en lo sus
tancial, que la prisión preventiva debía ser dispuesta por los jueces del proceso
sólo cuando resultara imprescindible, es decir, para evitar riesgos procesales:
la fuga o el entorpecimiento de la investigación.
Esa fue la postura jurídica que, como lo adelanté, fui plasmando al votar
en los diversos precedentes de la Sala IV que integro.
Aquella base fundamental, como dije, no puede en modo alguno considerar
se nueva, pues, enraizada su esencia en el principio constitucional de inocencia,
fue receptada en el actual Código Procesal Penal de la Nación (ley 23984, de
1991) en cuanto impuso como pauta general la interpretación restrictiva de
las normas que limitan la libertad personal -art. 2-, erigiéndola en el patrón
específico de examen del régimen de la prisión preventiva en los artículos 280
y 319 del C.P.P.N. Y, a su vez, se vio apuntalada por las mencionadas opinio
nes consultivas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y por el
expreso criterio sentado por la Corte Interamericana, ya en el año 1997, cuando
confirmó la obligación estatal de no restringir la libertad del detenido más allá
de los límites necesarios: para evitar el riesgo procesal. Concepto que estaba
asimismo expresado ya en múltiples instrumentos de derecho internacional de
derechos humanos.
En resguardo de ese fundamento constitucional de la prisión preventiva,
deviene obligatoria la conclusión de que las pautas contenidas en los artículos
316 y 317 del C.P.P.N. no pueden operar sino como presunciones iuris tantum,
que, por propia definición, por lo menos, deben caer frente a la configuración
en el caso concreto de circunstancias objetivas y subjetivas que no autorizaren
a concluir la existencia de ese riesgo procesal, sino que, antes bien, permitiesen
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presumir su inexistencia.
Esa también fue la idea central específicamente remarcada por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, en el Informe 35/07, cuando, coherente
mente con todo lo que se viene señalando, enfatizó la necesidad de que el riesgo
de fuga o de frustración de la investigación se funde en circunstancias objetivas,
ya que “La mera alegación sin consideración del caso concreto no satisface
este requisito. Por ello las legislaciones sólo pueden establecer presunciones
iuris tantum sobre este peligro, basadas en circunstancias de hecho que, de ser
comprobadas en el caso concreto, podrán ser tomadas en consideración por el
juzgador para determinar si se dan en el caso las condiciones de excepción que
permitan fundamentar la prisión preventiva. De lo contrario, perdería sentido
el peligro procesal como fundamento de la prisión preventiva...” (punto 85). Se
destacó que en apoyo de esas consideraciones, la Corte Europea ha sostenido que
las autoridades judiciales deben, en virtud del principio de inocencia, examinar
todos los hechos a favor o en contra de la existencia de los peligros procesales
y asentarlo en sus decisiones relativas a las solicitudes de libertad (punto 86).
También, obviamente, este criterio rector debe, por propia definición,
aplicarse ante la configuración de los supuestos previstos en los artículos 316
y 317 del C.P.P.N. Es decir que, el argumento del monto de la pena prevista
para el delito juzgado no puede erigirse como pauta definitiva para denegar
una excarcelación o exención de prisión, frente a la configuración de datos que
permitieran concluir en la inexistencia del riesgo procesal.
Tal como lo ha señalado la Comisión Interamericana de Derechos Huma
nos, tanto el argumento de seriedad de la infracción como el de severidad de la
pena pueden, en principio, ser tomados en consideración cuando se analiza el
riesgo de evasión del detenido -punto 86 del Informe 12/96, criterio mantenido
en el Informe 2/97 y en el 35/07-, en casos en los que el tiempo de detención
cumplido, no se presenta irrazonable en atención, fundamentalmente, a los
plazos contenidos en la mencionada ley 24390 (CIDH, Informe N° 2/97; y la
doctrina que emana de los fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación
en los precedentes “BRAMAJO, Hernán J.”, Fallos 319:1840 y “ESTÉVEZ,
José L.”, Fallos 320:2105; y mi voto en la causa “CASTILLO”, rta. el 30/9/04,
y “PIETRO CAJAMARCA”, ya citadas; entre muchas otras”; ni, por lo demás,
desproporcionado en relación al estado procesal de la causa (cfr. también las
conclusiones del XXIV Congreso Nacional de Derecho Procesal, -Subcomi
sión 2- “Prisión preventiva y condiciones de detención”, Mar del Plata, 10 de
noviembre de 2007).
Pero si se evaluase como pauta restrictiva únicamente la penalidad esta
blecida para el delito que se imputa-elemento importante pero no definitivo-y
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A ello cabe adunar que “La posibilidad de que el procesado eluda la acción
de la justicia debe ser analizada considerando varios elementos, incluyendo los
valores morales demostrados por la persona, su ocupación, bienes que posee,
vínculos familiares y otros que le mantendrían en el país, además de una posible
sentencia prolongada” (cfr. Informe citado, punto 29).
Asimismo, cabe tener presente cuanto se estableció en el sentido que “33.
La complejidad de un caso puede justificar la prisión preventiva. Especialmente,
cuando se trata de un caso que requiere de interrogatorios difíciles de llevar a
cabo, y donde el acusado ha impedido, demorado o conspirado con otros que
están siendo investigados en el curso normal del proceso judicial. Pero una vez
que la investigación se ha efectuado, y que los interrogatorios han concluido, la
necesidad de investigación por sí sola no puede justificar la continuación de la
medida restrictiva de la libertad. 34. La Comisión considera que no es legítimo
invocar las “necesidades de la investigación” de manera general y abstracta
para justificar la prisión preventiva. Dicha justificación debe fundamentarse
en un peligro efectivo de que el proceso de investigación será impedido por la
liberación del acusado” (“Necesidad de investigar y posibilidad de colusión”).
Y que “El riesgo legítimo de que los testigos u otros sospechosos sean
amenazados también constituye un fundamento válido para dictar la medida al
inicio de la investigación. Pero cuando la investigación prosigue y dichas per
sonas ya han sido interrogadas suficientemente, el peligro disminuye y deja de
ser válida la justificación para mantener la prisión preventiva Las autoridades
judiciales deben demostrar igualmente que existen fundados motivos para temer
la intimidación de los testigos o sospechosos por parte del procesado.”Riesgo
de presión sobre los testigos”, punto 35).
En esta inteligencia cabe puntualizar que el Máximo Tribunal tiene dicho
que “los principios, garantías y derechos reconocidos por la Constitución (arts.
14 y 28) no son absolutos y están sujetos, en tanto no se los altere sustancial
mente, a las leyes que reglamentan su ejercicio” (Fallos: 310:1045; 314:1376),
tesitura que no se ve descalificada en modo alguno por el hecho de que aquellos
derechos se encuentren enunciados en los Pactos de Derechos Humanos recep
tados por la Constitución Nacional, ya que por el contrario éstos la reafirman
(art. 2°, inc. 2, P.I.D.E.S.C., art. 2o, inc. 2o, P.I.D.C.P. y art. 26, C.A.D.H.) (cfr.
Causa n° 2523 “Santander Bustamante, José D. s/recurso de casación” Reg.
318/00 del 20/06/00; Causa n° 4710 “Ñancupel Uribe, Guido Adrián s/recurso
de casación” Reg. 555/03 del 30/09/03 -voto del Dr. Riggi-; Causa n° 4729
“Meta, Ramón Carlos s/recurso de casación” Reg. 581/03 del 3/10/03, todas
de la Sala III).
Sobre el particular, resulta ilustrativo transcribir el dictamen formulado
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ajuste a la doctrina plenaria aquí establecida (arts. 11, segundo párrafo de la ley
24050; 11, 12 y 18 de la Acordada 6/04 Reglamento de esta Cámara Nacional
de Casación Penal).
Tal es mi voto.
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redacción del artículo 316,2o párrafo del ritual, se tuviera presente que si la pena
excediera el máximo de ocho años esa referencia se tomaba inoperante pues,
en su parecer, solamente interesaba la procedencia de la posible aplicación del
artículo 26 del Código Penal.
Y en alusión al texto del artículo 319 del código ritual, resumía que en
materia de excarcelaciones se otorgaba al juez un poder discrecional en la
evaluación de la fuga o entorpecimiento de las investigaciones: “Creemos que
deben establecerse pautas objetivas que ajusten más a la norma la conducta
del juez como, por ejemplo, la falta de residencia del imputado, su rebeldía
anterior o la condena cuando no hayan prescripto los términos del artículo 50
del Código Penal.” (Conf. Comentarios id Código Procesal, Ley 23984, pág.
45, trascripción Nicolás Garay; Novillo-Figueroa).
Aquí radica uno de los meollos de la variedad de los criterios interpreta
tivos, pues los jueces no pueden apartarse discrecionalmente del texto literal y
anular el sentido de las disposiciones legales -en este caso de los artículos 316
y 317 del código adjetivo- sin declarar previamente la inconstitucionalidad de
su vigencia. i
La Corte Suprema de Justicia ha dicho que “No es admisible una inter
pretación que equivalga a la prescindencia del texto legal desde que la primera
fuente hermenéutica de la ley es su letra”. (CS. Parada, Aidée c. Norambuena,
1992, LL 1992-D, 30); y, a su vez, “la primera regla de interpretación de las
leyes es dar pleno efecto a la intención del legislador”. (Fallos, 302:973).
Sin embargo, “la decisión interpretativa es siempre relativa, desde el mo
mento en que su articulación depende de la adopción de directivas propuestas
desde el ordenamiento jurídico o bien de valoraciones o buenas razones argu
mentadas a propósito del caso concreto”. (Conforme, Zuleta Puceiro, Interpre
tación de la ley, edit. La Ley, pág. 83).
Desde esta dimensión, entiendo que aquellas normas no son inconstitucio
nales ya que fueron redactadas para reglamentar la libertad ambulatoria dentro
de los límites establecidos por el artículo 28 de la Constitución Nacional.
Para ello, el legislador utilizó reglas jurídicas asentadas en una pondera
ción apriorística del significado jurídico de una conducta disvaliosa y un juicio
mental subjetivo de razonabilidad, en orden a la severidad de las penas. Por ese
motivo, la jurisprudencia fue pacífica al quedar facilitada, desde esa perspectiva,
la defensa social.
La labor del juez instructor -impedido de dictar sentencia- quedó configu
rada en la reconstrucción del hecho ilícito y analizar los extremos sensibles en
la colisión de derechos constitucionales: la restricción de la libertad ambulatoria
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sobre la base a los enunciados literales de los artículos 316 y 317 del Código
Procesal Penal de la Nación, en su redacción textual de acuerdo con las escalas
penales consignadas en esos preceptos.
Empero, comencé a replantear mi criterio al advertir en el diario de doctrina
de la editorial La Ley, de fecha 18 de septiembre de 2007, que “...el sistema
que acude a las escalas penales como pautas de orientación, a modo de estándar
y parámetros de peligrosidad procesal, en abstracto y hasta la condena firme,
es razonable pero incompleto”. (La Reforma Procesal Penal de la Nación y El
Paradigma Constitucional).
En este contexto, la nueva realidad constitucional exige que las normas
adjetivas se interpreten con criterios más rigurosos de sistematización, unidad
y congruencia frente al orden jurídico punitivo.
Con razón, se ha señalado que “debe computarse la totalidad de los pre
ceptos de manera que armonicen con el ordenamiento jurídico restante y con
los principios y garantías de la Constitución Nacional” (Fallos, 312:111); lo que
supone razonamientos lógicos para evitar poner en “pugna” las disposiciones,
“destruyendo las unas por las otras” pues debe dejarse “a todas con valor y
efecto” (Fallos, 320:1962; 321:2780, respectivamente).
Por estos motivos, la directriz que debe respetarse en la interpretación de
las normas adjetivas en cuestión, consiste en guardar adecuada corresponden
cia con las disposiciones constitucionales de derechos humanos (art. 75 inciso
22, CN). Ello, en un todo acorde con la doctrina de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos.
Este sendero viene afirmándose por el Alto Tribunal de nuestro país que
estableció, el 23 de diciembre de 2004, “La Corte Suprema debe subordinar
el contenido de sus decisiones a las de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos” (art. 68.1 de la CADH); “Los tribunales locales deben adoptar las
medidas necesarias para evitar que el Estado incurra en responsabilidad interna
cional por incumplimiento de un tratado”, caso Miguel Ángel Espósito (Fallos
327:5668); precedentes con un grado de mayor compromiso con la doctrina de
“Bramajo, Hernán T\ (Fallos: 319:1840) y con el objetivo de propender a un
proceso de integración jurídica regional.
Por otra parte, es un deber de los jueces respetar este precedente: “Pero
cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención
Americana, sus jueces, como parte del aparato del Estado, también están some
tidos a ella, lo que los obliga a velar porque los efectos de las disposiciones de
la Convención no se vean mermadas por la aplicación de leyes contrarias a su
objeto y fin, y que desde un inicio carecen de efectos jurídicos. En otras palabras,
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de que dicha medida no sea arbitraria: a.- que la finalidad de las medidas que
priven o restrinjan la libertad sea compatible con la Convención. Valga seña
lar que este Tribunal ha reconocido como fines legítimos el asegurar que el
acusado no impedirá el desarrollo del procedimiento ni eludirá la acción de la
justicia; b.- que las medidas adoptadas sean las idóneas para cumplir con el fin
perseguido; c.- que sean necesarias, en el sentido de que sean absolutamente
indispensables para conseguir el fin deseado y que no exista una medida menos
gravosa respecto al derecho intervenido entre todas aquellas que cuentan con la
misma idoneidad para alcanzar el objetivo propuesto, d.- que sean medidas que
resulten estrictamente proporcionales, de tal forma que el sacrificio inherente a
la restricción del derecho a la libertad no resulte exagerado o desmedido frente
a las ventajas que se obtienen tal restricción y el cumplimiento de la finalidad
perseguida. Cualquier restricción a la libertad que no contenga una motivación
suficiente que permita evaluar si se ajusta a las condiciones señaladas será ar
bitraria y, por lo tanto, violará el artículo 7.3 de la Convención.”.
Afirma Jescheck que toda norma jurídica necesita interpretación, aún aque
lla de la que se predica su “claro tenor literal”, pues su sentido jurídico puede
ser distinto (Tratado de Derecho Penal, Ed. Comares, pág 137).
Por consiguiente, si se interpreta literalmente el texto, la simple verifica
ción judicial del (quantum( emergente de la calificación legal -como condición
previa al examen de otras pautas objetivas contempladas en el artículo 319 del
CPP- colisionaría con el alcance integrador y congruente de las normas cons
titucionales y la jurisprudencia supranacional reseñadas.
No obsta lo expuesto, anular u olvidar las escalas penales de mínimos
y máximos de las disposiciones penales, ya que, por tratarse de decisiones
discrecionales del legislador, se orientan a la política criminal del Estado, y su
aporte no puede desestimarse a los fines de observar la racionalidad de todo
ordenamiento jurídico.
Los estándares normativos responden a un concepto basado en normas
implícitas de previsibilidad para tratar conductas humanas y su estipulación,
hasta su reforma o derogación, deben ser analizadas y no soslayarse en aras de
una exégesis dogmática impropia de la labor jurisdiccional.
En consecuencia, de lo que se trata es de dar eficacia al conjunto norma
tivo, puesto que “la función de la interpretación jurídica no es específicamente
teórica sino práctica. Su objetivo es el de obrar justamente o el de decidir lo
que sea justo.”. (Conf. Zuleta Puceiro, ob. Cit. Pág. 173).
Los enunciados legales de los preceptos que originan la cuestión sometida
a unificación hermenéutica, no pueden obstaculizar el análisis de la libertad
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jetivamente descriptas.
Por lo tanto, esas normas no sólo establecen ficciones sobre la base de un
criterio discrecional sino que, además, las situaciones heterogéneas que con
globa, son también ficticiamente homogeneizadas y a todas se le da la misma
solución.
De modo que, la presencia de elementos subjetivos -propósitos elusivos u
obstructivos- en todas aquellas personas imputadas por ciertos delitos es sólo
una ficción legal que no reposa sobre la base de datos ciertos y verificables; es,
reitero, una suposición legal, mas no una presunción.
Es cierto que la gravedad de la sanción penal y la efectiva ejecución de
ella son elementos serios para afirmar la probabilidad de conductas elusivas o
perturbadoras, tanto más cuando se trata de un delito grave o aparece vincula
do al crimen organizado: tráfico de drogas, secuestros extorsivos, terrorismo,
pero lo cierto es que sólo en cada uno de los casos corresponde determinar si
la libertad puede conspirar contra el logro de los fines del proceso.
Además, las normas en cuestión comprenden una amplísima gama de casos
de gravedad menor, por lo cual, no parece que todos, por igual, puedan estar
alcanzados por un patrón idéntico.
Si la ley convalidara meras ficciones o suposiciones, con valor incontrasta
ble, para mantener el encarcelamiento estaría en punga no sólo con las cláusulas
y principios constitucionales que específicamente regulan la prisión cautelar,
sino también con las garantías genéricas que corresponden a la presunción de
inocencia y al criterio de racionalidad de las decisiones jurisdiccionales.
La constitución dispone que el encarcelamiento provisional debe ser razo
nable, motivado, fundado, indispensable, excepcional. Si la ficción elusiva sobre
la cual la ley previo esa medida de modo general está desvirtuada, o dicho de
otra manera, no es verosímil que la libertad colisione con los fines del proceso,
la restricción de la libertad ya no es indispensable (artículo 280 del C.P.P.N.),
pues carece de motivos que la legitimen; el fundamento elusivo de las normas
sobre las cuales se dispuso es aparente y un decisión privativa de la libertad
fundada en razones aparentes es arbitraria.
Dicho de otra manera la restricción de la libertad, como medida cautelar,
no puede convalidarse cuando existen razones para presumir que la libertad no
afectará los fines del proceso. Ello es así pues en tal caso, el mantenimiento de
esa situación carecería de motivos y de fundamentos y una decisión que adolece
de esos defectos es arbitraria.
Véase que si la ficción no responde a las reglas del razonamiento inductivo
y el individuo no puede alegar ni probar la inexistencia del riesgo que, en su
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cia de los juicios volcados en una norma individual a través del razonamiento
o de la valoración del juez.
Los propósitos, intenciones y las cualidades son datos asequibles al en
tendimiento por medio de un razonamiento o por la valoración del caso y las
únicas normas que pueden contemplar los hechos como falsos o ciertos, pro
bables o improbables son las normas individuales las que sí están sometidas a
los criterios de verdad o falsedad.
Cuando la Constitución y la ley determinan que el encarcelamiento debe
responder a “causas legítimas”, “no ser arbitraria”, “no ser la regla general”,
“debe ser de absoluta indispensabilidad” imponen un examen razonado e indivi
dual de cada uno de los casos el que no puede sustituirse por la mera afirmación
de que la pena tiene determinada escala penal o modo de cumplimiento.
Esas propiedades no son cuantificables, ni siquiera lo es enteramente el
plazo de la prisión preventiva; antes bien son líneas de valoración y si bien en la
apreciación de un valor existe un alto grado de discrecionalidad, de todos modos
tiene que existir un fundamento que haga objetivo, transmisible, contrastable el
criterio por el cual en cada uno de los casos esa cualidad está o no está presente.
La valoración, por lo tanto, está sometida a los criterios de verdad y false
dad por lo cual no puede derivarse de una ley un criterio que, sobre la base de
cuantificaciones de lo cualitativo determine, a priori, todos los casos en que la
restricción de la libertad será razonable, no arbitraria, etc.
Sólo el juez, es quien puede resolver, mediante el razonamiento inductivo
y la valoración del caso concreto si existen o no motivos para presumir que
la libertad afectará los objetivos del proceso y si el encarcelamiento reúne las
demás exigencias que establece la Constitución.
También debo volver a mencionar que resolver negativamente una ex
carcelación remitiéndose a los estereotipos contenidos en los artículos 316 y
317 del C.P.P.N. sin atenerse a las características peculiares del caso y, por lo
tanto, sin analizar si la prisión preventiva es indispensable (artículo 280 del
C.P.P.N.) y si existen causas y fundamentos para ello, contraría los principios
de la Constitución relacionados con la excepcionaiidad.
Esa medida cautelar, según los Pactos, no debe ser la regla general, principio
que, por un lado, apunta a que sea de carácter excepcional y, por otro, al modo
en que la decisión sobre el encarcelamiento puede adoptarse y a la naturaleza
de los fundamentos en que se sostiene.
En efecto un esquema normativo conformado sólo por las variables obje
tivas de modo de ejecución y máximo de la escala penal, desvinculadas de las
contingencias o peculiaridades del caso concreto, constituye una regla general.
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ellas son cuestiones que exceden las condiciones personales del imputado y la
situación actual y concreta del caso.
Para poder acreditar los extremos que demuestran el riesgo procesal de
elusión de la justicia resulta indispensable la información que se recolecta en
los legajos de personalidad, como así también las pruebas que puedan aportar
las partes. Su ausencia deja sin fundamento la medida cautelar más gravosa,
por lo tanto, la toma injustificada.
De tal suerte, “si los magistrados que entienden en la causa no tienen la
posibilidad de demostrar que existe suficiente evidencia de una eventual in
tención de fuga u ocultamiento, la prisión preventiva se vuelve injustificada”
(Informe 2/97 de la C.I.D.H., párr. 30). Como consecuencia de ello, interpreto
que toda situación de duda respecto de la aplicación de coerción debe llevar a
su no imposición.
Los jueces disponen de distintas herramientas para garantizar el cumpli
miento de la ley sustantiva como fin último del proceso. Si el peligro de fuga
constituye la única causal para habilitar la procedencia de la prisión preventiva,
las autoridades judiciales pueden arbitrar otras medidas no privativas de la li
bertad para asegurar la comparecencia del acusado, tales como las fianzas o, en
casos extremos, la prohibición de salida del país (Gialdino, op. cit, pág. 698).
La exigencia de motivación constituye un deber insoslayable de los jueces
en estos casos y está expresamente prevista para habilitar cualquier medida de
coerción (art. 283 del C.P.P.N.), a partir de la norma eje que rige el instituto,
art. 280 del C.P.P.N., en concordancia con los principios constitucionales antes
aludidos. En consecuencia, los jueces sólo podrán disponer una medida caute
lar máxima-encarcelamiento- cuando hayan comprobado razones suficientes
para justificar la presunción contraria al principio de permanencia en libertad.
Por su parte, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha afirmado que es
arbitraria la resolución en la cual se denegó la excarcelación sobre la base de
fórmulas genéricas y abstractas. Destacando que “... la sola referencia a la pena
establecida por el delito por el que ha sido acusado y la condena anterior que
registra, sin que se precise cuáles son las circunstancias concretas de la causa
que permitieran presumir, fundadamente, que el mismo intentará burlar la acción
de la justicia no constituye fundamento válido de una decisión de los jueces que
sólo trasunta la voluntad de denegar el beneficio solicitado” (Fallos 320:2105).
El Alto Tribunal recientemente ha reiterado la doctrina que rechaza los
delitos inexcarcelables, como es el caso que nos ocupa. Así lo ha resuelto en
el precedente “Hernández, Guillermo s/ recurso de casación” (rta. 21/3/06 H.
356 XXIX) en donde la Sida I de la Cámara de Apelación y Garantías en lo
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Penal de San Isidro, Provincia de Buenos Aires, revocó la decisión del juez
de garantías que había declarado la inconstitucional idad del art. 171, ap. 2o,
inc. F del CPP BA (ley 12.405). Contra dicho pronunciamiento, se interpuso
recurso de casación, el que fuera rechazado y, a su vez, desestimado por la
Suprema Corte de Justicia de la Provincia, los recursos de inconstitucionalidad
e inaplicabilidad de ley. Al momento de resolver la CSJN revocó el decisorio
impugnado y sostuvo que “...la limitación de la libertad personal durante el
proceso motivada en el reproche o en la repulsa social de ciertas conductas -por
más aberrantes que puedan ser- como remedio tendiente a combatir el auge de
determinada delincuencia ante la necesidad de mayor protección de determina
dos bienes jurídicos, importa alterar arbitrariamente los ámbitos propios de las
distintas esferas constitucionales para el ejercicio de prerrogativas legisferantes
y desvirtúa la naturaleza cautelar de la prisión preventiva al convertirla en una
verdadera pena anticipada, pues la aspiración social de que todos los culpables
reciban pena presupone, precisamente, que se haya establecido previamente esa
calidad” (cons. 6o). Esta doctrina es extensible a los supuestos establecidos en
el artículo 316, 2o párrafo in fine del CPPN conforme ya lo resolviera el Alto
Tribunal en Fallos 321:3630.
III. Lo cierto es que por dos caminos podemos arribar a la misma conclu
sión, a partir de los principios constitucionales instituidos en la Carta Magna en
1853 y desde los establecidos por el derecho internacional constitucionalizados
en la reforma de 1994.
En tal sentido, como es sabido las normas constitucionales establecen prin
cipios que los códigos procesales garantizan, en este caso la garantía primaria
o principio de libertad ambulatoria (art. 14, 15 y 75 inc. 22), se encuentra res
guardada por el art. 280 del CPPN que constituye la norma eje para interpretar
los restantes artículos del subsistema de medidas cautelares.
Cabe recordar también, que muchas veces se usa indistintamente el nom
bre principios o garantías, pero no es lo mismo. “En realidad, un principio (...)
está garantizado sólo cuando su incumplimiento genera la invalidez del acto
que lo ha violado. Para garantizar el cumplimiento de ese principio se estable
cen requisitos para los actos procesales o se regulan secuencias entre actos.
Esos requisitos legales o esas secuencias necesarias previstas en la ley son las
formas procesales. Cuando no se cumple una forma (...) la actividad procesal
se vuelve inválida o defectuosa”. De tal manera, las formas son las garantías
que aseguran el cumplimiento de un principio determinado (Binder, Alberto
M.: “El incumplimiento de las formas procesales” Editorial Ad-Hoc, Buenos
Aires, 2000, pp. 55 y 56). En materia de libertad, se exige el cumplimiento de
determinados presupuestos (art. 280 del CPPN), a los que ya hicimos referencia,
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más allá de los límites estrictamente necesarios para asegurar que no impedirá
el desarrollo eficiente de las investigaciones y que no eludirá la acción de la
justicia, pues la prisión preventiva es una medida cautelar, no punitiva”. (77).
El criterio plasmado, que es materia del plenario, reafirma la vigencia
del carácter provisional del encarcelamiento preventivo, en donde la medida
cautelar dispuesta sólo puede continuar si subsisten todas y cada una de las
circunstancias que fundaron la necesidad de dictar la prisión preventiva. Al
respecto la Comisión en el informe 35/07 expresó que “Otra condición del ca
rácter cautelar de la prisión preventiva es que está llamada a regir sólo durante
el lapso estrictamente necesario para garantizar el fin procesal propuesto (105)
El principio de provisionalidad impone la necesidad de controlar que todos los
presupuestos de la prisión preventiva aún subsisten. Desaparecidos sus funda
mentos, el encarcelamiento debe cesar (108)”.
Lo dicho, ratifica la noción de que no pueden existir delitos inexcarcelables,
de lo contrario, todo el subsistema procesal que rige las medidas cautelares
regulado para controlar la necesidad de su dictado, carecería de sentido.
Esto último, también fue reconocido por la Comisión IDH, en el menciona
do informe 35/07, al explicar que “...el riesgo procesal de fuga o de frustración
de la investigación debe estar fundado en circunstancias objetivas. La mera
alegación sin consideración del caso concreto no satisface este requisito. Por
ello, las legislaciones sólo pueden establecer presunciones iuris tantum sobre
este peligro, basadas en circunstancias de que, de ser comprobadas en el caso
concreto, podrán ser tomadas en consideración por el juzgador para determinar
si se dan en el caso las condiciones de excepción que permitan fundamentar la
prisión preventiva. De lo contrario perdería sentido el peligro procesal como
fundamento de la prisión preventiva”. (85) -el destacado me pertenece-.
De esta forma, la aplicación sistemática de la prisión preventiva como
consecuencia de una presunción legal, sin admitir prueba en contrario, impide
el control judicial del cumplimiento de los estándares internacionales, hoy
reconocidos por los organismos supranacionales, cuyo valor orientador resulta
indiscutible; pues al no existir una justificación para su dictado, la revisión de la
medida cautelar se toma ilusoria o de imposible cumplimiento. Cabe destacar,
además, que la Corte Suprema ya ha resuelto en diferentes pronunciamientos,
entre ellos en el precedente “Giroldi” (318:514) que los óiganos locales deben
guiarse por la interpretación de las normas supranacionales del Derecho Inter
nacional de los Derechos Humanos hecha por los órganos de aplicación en el
ámbito internacional encargados de controlar el cumplimiento de las disposi
ciones de dichos instrumentos internacionales.
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IV. En consecuencia, una regulación como la de los arts. 316 y 317 resulta
sustancialmente contraria a los principi os enunciados, al impedir toda posibilidad
de producir prueba en contrario. Pues aún de admitir como señalan Cafferata
Ñores y Frascaroli, que “(■••) la ley pueda consagrar la presunción de que,
frente a la posibilidad de la imposición futura de una pena de cierta gravedad,
el imputado va a optar por la fuga; pero esto exige que siempre tal presunción
admita la posibilidad de prueba en contrario, o sea, la prueba tendiente a de
mostrar que, a pesar de la gravedad de la imputación y de la amenaza de pena
privativa de la libertad derivada de ella (por su escala o por su modo efectivo
de cumplimiento), no hay en el caso concreto el peligro de que se frustre la
acción de la justicia” (cfr. “La entidad de la amenaza penal emanada del delito
atribuido ¿justifica por sí sola la imposición del encarcelamiento del imputado
durante el proceso?” en Lexis-Nexis/Jurisprudencia Argentina del 19 de mayo
de 2004, p. 36), de modo alguno podríamos exigir que sea el imputado quien
produzca dicha prueba (aunque podrá aportar aquella que estime necesaria),
toda vez que -como dijimos- es el Estado (fiscal, o en el sistema aún vigente
en el orden nacional, los jueces) quien debe acreditar que existe riesgo concreto
de frustración de los fines del proceso.
Como afirma Bovino, en la práctica se aplican los criterios del art. 316 del
CPPN de modo automático, sin analizar la falta de fundamentos del peligro
procesal. Si así fuera, las consecuencias de tales rutinas judiciales consisten
en el incumplimiento de fundar el encarcelamiento en el peligro procesal y la
exigencia ilegítima para el imputado de probar que ciertos hechos no ocurrirán
en el futuro (cfr. Bovino, Alberto “Aporías...” op cit. pag. 856).
V. En conclusión, en lo que respecta a la decisión a adoptar en definitiva
en el caso que habilita el presente, estimo que de conformidad con lo dispuesto
por el art. 11, segundo párrafo de la ley 24050 y los arts. 11 y 12 del Reglamento
de esta Cámara (Ac. 6/04), habrá que anular el fallo de la Sala II y ajustarlo al
resultado final de este Plenario.
Tal es mi voto.
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correspondiente proceso.
En efecto, la restricción de la libertad de una persona durante el proceso
penal constituye una medida de naturaleza excepcional y que se caracteriza
por su perfil preventivo, cautelar, necesario, proporcional, no punitivo, “pro
homine”, restrictivo, instrumental, provisorio, “favor libertatis”, transitorio y
que reclama, al momento de su eventual implementación jurisdiccional, una
adecuada fundamentación, con prueba suficiente y la consideración y eventual
descarte de alternativas menos gravosas para el justiciable, pues su dictado debe
descansar a la sombra de los fines del proceso penal: esclarecimiento de los
hechos investigados y determinación de sus autores, cómplices o encubridores
y aplicación de la ley sustantiva.
Dicha teleología procedimental debe alzarse como la única y exclusiva
herramienta que legitima el dictado de una medida cautelar de la especie. El
concepto de “peligrosidad procesal” que desarrolla la literatura procesalista
sienta sus raíces y enaltece la dialéctica afincada.
La ley de procedimientos vigentes en la esfera nacional resume con suficien
cia el dogma señalado, reglamentando de esa forma, el mandato constitucional
que proviene del artículo 18 y de diferentes convenciones y tratados internacio
nales con jerarquía constitucional. Prescribe el artículo 280 del Código Procesal
Penal de la Nación: “La libertad personal sólo podrá ser restringida, de acuerdo
con las disposiciones de este Código, en los límites absolutamente indispen
sables para asegurar el descubrimiento de la verdad y la aplicación de la ley”.
Esta técnica legislativa previo, orgánicamente, las actuales deliberaciones
ejercitadas alrededor de la problemática que genera la materia controvertida.
No le fueron ajenas las discusiones y el contexto evolutivo imperante en la
disciplina, no sólo a nivel nacional sino también más allá de las fronteras.
Previsor de las transformaciones hermenéuticas que se avecinaban en tomo a
la materia específica, principalmente en ámbitos internacionales, estipuló una
norma de meridiana relevancia para el debate implantado, que reúne entidad
suficiente para asignarle solidez a la sistemática acuñada por el digesto ritual
dando respuesta a las exigencias y criterios internacionales que, como sostuvo
nuestra Corte Suprema de Justicia, deben ilustrar y constituir una guía orienta
dora para las decisiones que tomen los jueces de la Nación.
La formulación gramatical del artículo 319 de la ley de rito es transparen
te. Además es simple, terminante en cuanto a su sustancia y universalmente
armónica: “Podrá denegarse la exención de prisión o excarcelación, respetán
dose el principio de inocencia y el artículo 2 de este Código, cuando, hicieren
presumir, fundadamente, que el mismo intentará eludir la acción de la justicia
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competentes en la materia.
No existe obstáculo alguno para la fijación de criterios orientadores que
puedan auxiliar la función del intérprete en la delicada tarea de establecer, en
el caso concreto, las situaciones que justifican el encierro durante el proceso.
Pero como se viene explicando, no pueden constituir más que eso. O sea pura
presunción legal de que, en principio y según la evaluación oportunamente
desarrollada por el legislador, ante determinadas circunstancias de hecho, el
imputado podría profugarse o entorpecer las investigaciones. De tal modo que,
dicha presunción, como tal y en atención a los lincamientos anteriores, debe
inexorablemente admitir prueba en contrario. Queda descartada, frente a este
contexto legal, toda mirada interpretativa que pretenda negar la posibilidad de
desvirtuarla, pues en esa hipótesis, a la luz de los principios que gobiernan la
cuestión, la declaración de inconstitucionalidad sería segura e inevitable.
Por lo tanto, corresponde trabajar siempre sobre una presunción “iuris
tantum”, pues la previsión legal no resulta de aplicación automática y de pleno
derecho, sino permeable a una demostración adversa que acredite la inexistencia
de riesgo procesal alguno.
Silenciando entonces, cualquier observación que califique esa presunción
de “iure et de iure”, la validez de las normas ajusticiadas se exhibe intacta toda
vez que, en la hipótesis concreta sujeta a juzgamiento, podrá analizarse si se
reúnen elementos suficientes que la tomen inoficiosas ante una, efectivamente
comprobada, ausencia de riesgo procesal que pueda perturbar el normal funcio
namiento de la actividad judicial en su afán de esclarecer los hechos investigados,
individualización de sus autores y, eventualmente, aplicar las sanciones penales
que correspondan. Esta y no otra, a mi criterio, es la interpretación correcta que
debe asignarse al contenido de los artículos 316, segundo párrafo y 317, inciso
primero de la ley de procedimientos.
La hipotética escala punitiva que en función de la calificación legal proviso
ria que se realice y la modalidad de cumplimiento de la pena aplicable, siguiendo
las pautas establecidas en dichas normas de procedimientos, constituyen una
primera aproximación a la acreditación de los peligros que se pretenden erradicar
para obtener, en su caso, una adecuada investigación y oportuna administración
de justicia, tal y como sostuvo en su informe 2/97 la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos cuando afirmó: “La seriedad del delito y la eventual
severidad de la pena son dos factores que deben tenerse en cuenta para evaluar
la posibilidad de que el procesado intente fugarse para eludir la acción de la
justicia.”, otorgándoles así, a dichas particularidades, un incuestionable valor
para la dilucidación de la cuestión.
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Collected Papers, 2001, p. 473, n.l, cuando refiere que “existe un consenso
superpuesto en una sociedad cuando la concepción política de justicia que regula
sus instituciones básicas es aprobada por cada una de sus principales doctrinas
religiosas, filosóficas y morales probablemente para durar en esta sociedad de
una generación a la próxima”; en esa línea explica HOERSTER, Was ist Recht?,
München 2006, p. 127, que “en una forma de gobierno como las democracias
modernas en absoluto existe el legislador, sino una multitud de individuos, a
saber diputados, que han promulgado una ley determinada, o mejor dicho, que
al mismo tiempo defienden. Pero eso significa, que de antemano no se excluye
que los fines completamente divergentes de estos individuos serán unidos por
la misma norma”. Así, recurriendo este autor al ejemplo del incesto expresa que
algunos han aprobado esa ley por las dificultades que acarrea genéticamente
en la reproducción, otros por evitar la ruptura de un tabú moral, etc. De ello
se derivaría a mi juicio que la apelación a la voluntad legislativa no sería un
criterio que ayude al contrario complicaría aún más la misma; ZIPPELIUS,
Juristische MethodenlehrelO, München 2006, (4, II, c), p. 24, refiere que (sin
embargo las teorías de la interpretación subjetiva en su forma extrema antes
esbozada fracasan ya desde el punto de vista práctico en que las representa
ciones personales de los miembros de un parlamento que aprueban una ley
difícilmente pueden ser armonizables y tampoco son del todo identificares].
Esto significa que algunos de los representantes del pueblo votarán una ley en
atención a consideraciones de índole religiosa, otros por razones filantrópicas,
otros porque se han levantado de buen humor y otros porque con la aprobación
de esa ley se aseguran la sanción de otra ley posterior que les es beneficiosa a
sus fines partidarios, etcétera. Desde esa perspectiva, la búsqueda de esta pre
tendida finalidad (de esas razones subjetivas, de la '"voluntad” del legislador)
estará abocada en muchos casos al fracaso; HASSEMER, (Rechtssystem und
Kodifikation, en Einfuhrung in Rechtsphilosophie und Rechtstheorie der Ge-
genwart7, Ed. Kaufinann/Hassemer/Néumann, p. 261, sostiene contrariamente
a lo propugnado por MONTESQUIEU que el juez no es la “boca de la ley”,
pues éste da la vuelta alrededor de la ley de manera creativa.
(5) Cfr. ALCHOURRÓN, “Sobre derecho y lógica”, en Isonomía N° 13/
Octubre 2000 (trad. Jorge L. Rodríguez/Militello), p. 29, en cuanto expresa que
los “problemas sistemáticos (la incompletitud y la inconsistencia normativa) así
como las indeterminaciones lingüísticas “ambigüedad, derrotabilidad y vague
dad” hacen necesario el uso de consideraciones valorativas en la toma de deci
siones judiciales. Desde una perspectiva más amplia, en todo proceso de toma
de decisiones judiciales se encuentran involucradas consideraciones valorativas,
tanto en la selección de las normas empleadas para justificar la decisión como
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N°927
Corrientes, 27 de Noviembre de 2012.
AUTOS Y VISTOS: Esta causa caratulada: “INCIDENTE DE EXCAR
CELACION DE VILLEGAS CARLOS SANTO TOME”, Expíe. N° III
33885/7, proveniente del Juzgado de Instrucción y Correccional de la
ciudad de Santo Tomé (Expíe. N° 1450/12 del registro de esta Cámara);
para resolver sobre la materia de impugnación.
Y CONSIDERANDO:
A LA CUESTION PLANTEADA, EL SEÑOR JUEZ DE CAMARA,
DOCTOR HECTOR RAUL CORNEJO, dijo:
I. Que llega a estudio del Tribunal el recurso de apelación interpuesto
por el Dr. Daniel Gualberto Gómez, defensor particular del imputado Carlos
Alberto Rafael Villegas, contra el auto N° 693, de fecha 10 de Agosto de 2.012,
glosado a fs. 10/11 y vta. del presente incidente, en cuanto dicha resolución
dispone rechazar el planteo de inconstitucionalidad del art. 315 del C.P.P.. No
hacer lugar a la excarcelación solicitada en favor de Carlos Alberto Rafael
Villegas.
II. Manifiesta el recurrente que se agravia de la denegatoria de excarce
lación al hacer referencia, tanto el fiscal como el juez, al monto de la pena de
los delitos imputados a Villegas. Asimismo, respecto al argumento esgrimido
por el a quo sobre el estado avanzado de la causa; la alusión a la proximidad
del juicio oral como obstáculo a la procedencia de la excarcelación, no está
establecido en ninguna norma procesal.
III. En cuanto al memorial de la apelación obrante a fs. 13/16, satisface
los requisitos de tiempo y forma requeridos por el artículo 474° de la ley ad
jetiva, y oportunamente sostenido a fs. 22, corrida vista al Ministerio Público
Fiscal conforme artículo 489 del C.P.P., el mismo no dictamina, continuando
la causa conforme el trámite respectivo. Los informes fueron presentados por
el representante del Ministerio Público Fiscal a fs. 32 y vta., por el apelante a
fs. 34/35 y vta. y por la Asesora de Menores e Incapaces N° 5 -Sustituta-, Dra.
Ana Inés Alvira, a fs. 37 y vta.
IV. Que reseñados de tal manera los cuestionamientos articulados en autos,
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corresponde ingresar al examen del fallo, debiendo iniciarse la labor revisora por
los agravios que impone el recurso, y que resulten atendibles y se encuentren
vinculados con el quebrantamiento aducido.
En el decisorio puesto en crisis, el juez de grado resolvió no hacer lugar
a la excarcelación peticionada a favor de Carlos Alberto Rafael Villegas, por
entender que se lo vincula como autor de los delitos de abuso sexual grave
mente ultrajante, mediante abuso coactivo e intimidatorio de una relación de
dependencia de la víctima respecto del imputado, agravado por el vínculo, por
ser su progenitor (primer hecho en perjuicio de María José Villegas), previsto y
penado por el art. 119, segundo párrafo, en función del cuarto párrafo, inc. b);
y abuso sexual gravemente ultrajante, también agravado por el vínculo, por ser
ascendiente (segundo hecho, abuelo de la víctima de 5 años de edad, Micaela
Agostina Berasategui Villegas), en concurso real; previsto y penado por el art.
119, segundo párrafo, en función del cuarto párrafo, inc. b) y art. 55, todos del
Código Penal, no encuadrando en el art. 314 bis, ines. Io y 2° del C.P.P.. Otro
punto que tuvo en cuenta el a quo fue el estado avanzado de la causa, pues la
misma se encuentra en los estadios finales de la etapa instructoria, haciendo
presumir que de concederse el beneficio, el imputado intente eludir la acción
de la justicia o en su defecto Jugarse del país, como ya lo ha hecho anterior
mente, resultando indicios de fuga importantes (riesgo procesal), impidiendo
así que se lleve a cabo el juicio y el cumplimiento de la eventual pena que de
allí pudiera imponerse. Manifestando como cuestión final que la causa que
motiva la denegatoria es el estado en el que se halla la investigación, el delito
que se atribuye y que las víctimas del mismo se tratan de sus descendientes.
Atento a los fundamentos esgrimidos, es dable precisar, que el art. 314 bis
del C.P.P. crea un sistema de presunciones orientado al resguardo de los fines del
proceso, en tutela del cumplimiento de la eventual pena que se imponga Sobre
esos ejes se presume que si la pena conminada en abstracto para el delito que
se le atribuye, supera el límite señalado por el legislador, el imputado preferirá
fugarse antes que afrontar una posible condena, siendo que dichas presunciones
deben ser entendidas como presunciones juris tantian, aclarando que si bien
el fallo “Díaz Bessone”, establece que no basta en materia de excarcelación o
eximición de prisión, para su denegación, la imposibilidad de futura condena de
ejecución condicional o que pudiere corresponder al imputado una pena privativa
de la libertad superior a ocho años, sino que debe valorarse en forma conjunta,
con otros parámetros a los fines de determinar la existencia de riesgo procesal.
Ergo, la necesidad de asegurar por todos los medios posibles y de manera
efectiva, la presencia del imputado y su sometimiento al proceso, aparece pa
tentizada claramente en el caso, y si a esto le sumamos que en caso de que en
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dicho juicio se le imponga condena, aunque fuera por el mínimo, la misma será
de cumplimiento efectivo, es que entiendo que la prisión preventiva aparece
razonable, ajustada a derecho y necesaria.
Por ello si un Juez de Instrucción, como garante tanto de las libertades indi
viduales como de los derechos sociales enjuego, frente a la “prisión preventiva”
escoge uno de los datos objetivos pautados por el legislador, -que dicho sea de
paso, es quien debe y es competente en materia político criminal para hacerlo-,
limitarle su libertad teniendo en cuenta la magnitud de la escala penal, el estado
en que se encuentra la causa y las particulares circunstancias que rodearon a los
hechos investigados, no existe motivo para anular dicha decisión, en la medida
que la misma aparezca legalmente fundada y razonable. Particular referencia,
entiendo, debe realizarse a las circunstancias “graves” de los hechos ilícitos
investigados en la presente causa, que no dejan de ser un parámetro a tener en
cuenta al tiempo de analizar la conveniencia para el proceso del otorgamiento
de la libertad del inculpado, y ello así, por cuanto también, corresponde al juez,
garantizar el fin último y trascendente del proceso penal, cual es el restableci
miento de la paz social que se viera alterada por la comisión de los delitos (en el
caso muy grave); y para ese aseguramiento, junto a otras medidas, debe (cuando
sea necesario e imprescindible) disponer la restricciones a la libertad del o los
imputados, para asegurar que los mismos queden a su resguardo, sometidos al
proceso y a la autoridad del magistrado.
De esta manera la presunción legal que indica que en aquellos casos en
que los imputados se enfrenten a la posibilidad de una severa pena privativa de
la libertad habrán de intentar profugarse debe ser tenida en cuenta al momento
de decidir sobre su excarcelación; y sólo corresponderá apartarse de la referida
disposición legal cuando concurran elementos de juicio objetivos y comproba
bles que demuestren el desacierto en la coyuntura justiciable bajo análisis de lo
que la ley presume. Justamente por ello -porque admite prueba en contrario-,
es que la referida presunción es inris tantum. Y no está de más señalar que tal
prueba (la que confronte con la solución legal) debe existir y ser constatable,
pues de lo contrario la presunción mantiene todo su valor y efecto.
Así, conceptúo que el análisis sobre la posible intención del imputado de
evadir la acción de la justicia o entorpecer el curso de la investigación puede
-según el caso- ser realizado valorando la severidad de la pena conminada en
abstracto; la gravedad de los hechos concretos del proceso; la naturaleza del
delito reprochado; el grado de presunción de culpabilidad del imputado; la
peligrosidad evidenciada en su accionar y su actitud frente al daño causado;
las circunstancias personales del encartado (individuales, morales, familiares
y patrimoniales, si tiene arraigo, familia constituida, medios de vida lícitos,
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“RECURSO DE NULIDAD-SUBSIDIARIAMENTE
APELACION CONTRA LA RESOLUCION N° 2771 DE
FECHA 03/08/2012”
IT 942
Corrientes, 03 de Diciembre de 2012.
AUTOS Y VISTOS: Estos obrados caratulados: “RECURSO DENULI-
DAD-SUBS1DIARIAMENTEAPELACION CONTRA LARESOLUCIÓN
N° 2771 DE FECHA 03/08/2012 ", que corre por cuerda de los autos:
“INCIDENTE DE EXCARCELACION A FAVOR DE PEREZ RAMON
HORACIO ”, Expte. N° 115 76200/2, proveniente del Juzgado de Instruc
ción N° 5 de esta ciudad de Corrientes Capital (Expte. N° 1499/12 del
registro de esta Cámara); para resolver sobre la materia de impugnación.
Y CONSIDERANDO:
A LA CUESTION PLANTEADA, EL SEÑOR JUEZ DE CAMARA,
DOCTOR HECTOR RAUL CORNEJO, dijo:
I. Que llega a estudio del Tribunal el recurso de apelación interpuesto por
la defensa técnica del imputado Ramón Horacio Pérez, contra el auto N° 2771,
de fecha 03 de Agosto de 2.012, glosado a fs. 8/9 del incidente de excarcelación,
en cuanto dicha resolución dispone denegar la excarcelación peticionada a favor
del imputado Ramón Horacio Pérez.
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libertad personal. Más ello, no sin advertir, que lo expuesto, de modo alguno
significa desconocer la importancia de las disposiciones de los art. 314 bis y
315 del C.P.P., atento a que debe determinarse el modo que dichas disposiciones
se concilien con las normas de fuente legal y constitucional que aseguran el
principio de inocencia.
Si bien, la seriedad del delito y la severidad de la pena son valores que
deben tenerse en cuenta para evaluar el riesgo de que el procesado intente
fugarse, ellos por sí solos, no constituyen fundamento suficiente para motivar
la denegatoria de la excarcelación, destacando que la presunción extraída debe
estar acompañada de otras pruebas que hagan presumir la frustración de los
fines del proceso.
En síntesis, considerando las circunstancias concretas del caso, las con
diciones personales del prevenido y en función del sentido y alcance que cabe
asignarles a los preceptos que integran el sistema normativo de restricciones a la
libertad ambulatoria durante el proceso, estimo que la pretensión del recurrente
merece ser acogida. Así voto.
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N°1269
Corrientes, 06 de octubre de 2015.
A UTOS Y VISTO: el legajo rotulado: "INCIDENTE DE RECURSO DE
APELACION INTERPUESTO POR EL DR RAFAELA. BELTRAN-EN
AUTOS: INCIDENTE DE EXCARCELACION EN FAVOR DE MAU
RICIO EZEQUIEL MAIDANA - EN AUTOS MACCHI FERNANDO
EDUARDO S/DCIA. P/SUP. ROBO SIMPLE BELLA VISTA ” -que se
tramita en conexión con el expediente N° 6359 del registro del Juzgado
de Instrucción y Correccional de Bella Vista, para revisar el auto apelado
en orden a los agravios expresados por el recurrente.
Y CONSIDERANDO:
A LA CUESTION PLANTEADA EL SEÑOR JUEZ DE CAMARA Dr.
MARIO ALBERTO ALEGRE, dijo: la intervención del Tribunal es inducida
por el recurso defensivo interpuesto en función de la pretensión revocatoria que
interesa al interlocutorio N° 449 emitido el 29 de Julio de 2015 y en cuanto
dicho resolutorio deniega la libertad caucionada pedida a favor de Mauricio
Ezequiel Maidana.
I. La instancia ha sido tempestiva y regularmente articulada por quien
posee legitimación recursiva, ya que la decisión objetada es revisable por la vía
intentada y el memorial que porta los agravios satisface los recaudos formales
exigidos por el artículo 474° de la ley penal adjetiva.
El recurrente omitió informar durante el capítulo previsto por el artículo
491° del ritual, mientras que el Fiscal de Cámara aprovechó la oportunidad
para argumentar a favor de la razonabilidad del auto censurado y la necesidad
de mantener el encierro preventivo del imputado.
II. Aduce el apelante que el instructor denegó la soltura bajo fianza en
base a la aplicación automática de la pauta de restricción implícita en el inciso
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1° del artículo 314° bis del ceremonial y la inexcusable preterición del supuesto
contemplado por el inciso 2° del mismo dispositivo legal.
Si la escala prevista por los delitos atribuidos y la inexistencia de conde
nas anteriores toman procedente la condena condicional, la excarcelación es
inexorable -alegó. Excepcionalmente, la liberación puede ser rehusada, pero
entonces, es necesario que los jueces acrediten el riesgo procesal en concreto
y justifiquen el derecho estatal de encarcelar preventivamente al encausado.
En el caso, la resolución desestimatoria se valió de fórmulas abstractas
divorciadas de las reales y concretas circunstancias de la causa -expresó.
Finalmente, objetó la convalidación de laconstitucionalidadde los incisos
Io y 5o del artículo 315 del digesto procesal.
III. Colocado en la situación de resolver la cuestión controvertida y al
cabo de un escrupuloso estudio de los antecedentes de la causa, estimo que
no concurren motivos y es por eso que no se han dado razones atendibles para
mantener el encerramiento cautelar y no liberar al inculpado. Por lo tanto,
conceptúo que la resolución impugnada de ser revocada y la excarcelación
solicitada, finalmente otorgada bajo estrictos condicionamientos.
En efecto, como ya lo tengo dicho, considero que el principio de inocencia
es la clave que nos permite eliminar del proceso todo aquello que signifique
un castigo anticipado y considerar a la coerción personal del imputado desde
una perspectiva exclusivamente cautelar. Porque el sujeto incidido por el poder
punitivo no puede ser considerado culpable ni condenado a pena de prisión, sino
al término de un juicio regularmente tramitado y luego de haberse demostrado
con certeza la verdad de la imputación. Durante el desarrollo del juicio previo
el acusado goza del derecho de permanecer, transitar y salir del territorio na
cional sin más restricciones que aquellas razonablemente establecidas por las
leyes reglamentarias, entre ellas, las disposiciones de naturaleza procesal que
habilitan el encarcelamiento temporal del encausado como medida excepcio
nal, de naturaleza eminentemente preventiva y con el solo y único propósito
de neutralizar los peligros procesales que puedan poner en riesgo la suprema
misión de afianzar la justicia. Siempre y cuando estos peligros -efectivamente
acreditados- no puedan ser conjurados con medidas menos lesivas de la dignidad
humana. (Artículos 14° y 18° de la C.N. - artículo 9.1 del Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos y artículo 7° de la Convención Americana de
Derechos Humanos).
Noto que el encausado enfrenta aquí una doble acusación relacionada con
el robo de motocicletas dejados en la vía pública. Uno de ellos agravado por la
presunta participación de un menor de dieciocho años de edad.
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N° 28
Corrientes, 08 de Febrero de 2012.
AUTOS Y VISTO: Esta causa caratulada: “INC. DE APELACION
INTERPUESTO POR DR. HUMBERTO ANTONIO PEREZ", que co
rre por cuerda de los autos: “GALEANO, SEBASTIAN ENRIQUE P/
SUP. ROBO. DCIA. JUAN JOSE ALEGRE. CAPITAL", Expíe. N° PEX
50791/10, proveniente del Juzgado de Instrucción N° 2 de esta ciudad
de Corrientes (Expíe. N° 163/11 de esta Cámara); para resolver sobre
la materia de impugnación.
Y CONSIDERANDO:
A LA CUESTION PLANTEADA, EL SEÑOR JUEZ DE CAMARA,
DOCTOR HECTOR RAUL CORNEJO, dijo:
I. Que la presente causa llega al conocimiento del Tribunal en virtud del
Recurso de Apelación interpuesto por la Defensa Técnica del imputado Enrique
Sebastián Galeano, Dr. Humberto Antonio Pérez, contra el Auto N° 959 del 26
de Agosto de 2.011, dictado por el Sr. Juez de Instrucción N° 2 de esta ciudad,
Dr, Juan Manuel Segovia, a fs. 149 y vta. de los autos principales, por medio
del cual se dispone No hacer lugar al Cese de la Prisión Preventiva de Enrique
Sebastián Galeano.
II. Al expresar sus agravios la Defensa puntualiza que su defendido, Enri
que Sebastián Galeano, se encuentra procesado por el delio de robo simple (art.
164 del C.P.), el cual conlleva Una pena en abstracto de un mes a seis años de
prisión; que el imputado no tiene condena anterior y lleva aproximadamente un
año y seis meses de prisión, gozando de buena conducta en el penal. Denegán
dose el mismo porque supuestamente es peligroso, conforme los antecedentes,
pudiendo nuevamente delinquir. Que el imputado en autos podría ser condenado
en suspenso, pudiendo pedir la suspensión del juicio a prueba.
III. En cuanto el memorial de la apelación, satisface los requisitos de tiem
po y forma requeridos por el artículo 474° de la ley adjetiva, y oportunamente
sostenido a fs. 7, corrida vista al Ministerio Público Fiscal dictamina a fs. 9 y
vta.. El informe presentado por el Ministerio Público Fiscal luce agregado a fs.
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que cometa delitos en el futuro o la repercusión social del hecho, no sólo por
aplicación del principio enunciado sino también, porque se apoyan en criterios
de derecho penal material, propios de la respuesta punitiva.
“La perversión más grave del instituto, ha sido su transformación, de ins
trumento exclusivamente procesal, dirigido a estrictas necesidades sumariales,
en instrumento de prevención y de defensa social motivado por la necesidad de
impedir la ejecución de otros delitos...'” (Luigi Ferrajoli, “Derecho y Razón,
pág. 553).
En consecuencia, los motivos concretamente expresados por el juez a quo
no son suficientes para mantener el encarcelamiento preventivo, ya que una
excarcelación anteriormente concedida no puede jugar como una cláusula de
restricción automática, sino que ésta debe ser analizada a la luz de los com
portamientos posteriormente asumidos. Y en esa dirección, no basta que el
excarcelado aparezca involucrado en nuevas hipótesis penalmente conflictivas,
en tanto no son más que eso, meros supuestos delictivos aun no confirmados
por una sentencia firme. La precaria prognosis de continuidad delictiva, nunca
podrá justificar ni motivar ningún encarcelamiento preventivo.
Como lo señalara Angela Ledesma en el plenario “Díaz Bessone”: “No
podrán valorarse, para acreditar el peligro de fuga, circunstancias tales como
la reincidencia, la reiteración delictiva, la existencia de causas en trámite o la
concesión de excarcelaciones en procesos anteriores. Porque todas ellas son
cuestiones que exceden las condiciones personales del imputado y la situación
actual y concreta del caso”.
Es verdad que la apertura de sucesivos procesos por nuevas imputaciones
genera nuevos conflictos y mayores inconvenientes para el sistema de enjui
ciamiento, pero no son ellos los que con la medida se procura neutralizar, sino
el riego de fuga y el peligro de entorpecimiento en el proceso de recolección
de probanzas.
Mientras no existan condenas anteriores y en virtud de los márgenes puni
tivos de los delitos endilgados, las posibilidades de una condena de ejecución
condicional, sigue vigente. Por lo tanto el peligro cierto y concreto de que el
acusado utilice su libertad para fugarse, no es tan intenso y entonces puede ser
enervado o conjurado mediante la aplicación de medidas de precaución menos
gravosas.
En el caso, cualquier peligro residual bien podría ser neutralizado con me
dias preventivas supletorias, más razonables, proporcionadas y menos lesivas.
El Máximo Tribunal de la República se ha pronunciado afirmando que "la
excarcelación procede como garantía constitucional y no como simple conce
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sión de la ley penal de forma’ (1. 7, p. 373; t. 16, p. 88; t. 64, p. 352). " “Oue
la prisión preventiva o privación temporaria de la libertad del encausado, no
tiene más objeto que asegurar la aplicación de la pena atribuida por la ley a
una infracción y si esa seguridad puede en algunos casos obtenerse por otro
medio, compatible con la libertad a la vez que con las exigencias de la justicia
represiva y menos gravosa para el encausado que tiene a su favor la presunción
de inculpabilidad, debe éste ser preferido. Puede decirse, además, que esa
garantía del derecho individual se funda también en la constitución, porque
nace de la forma republicana de gobierno y del espíritu liberal de nuestr as
instituciones (art. 33° de la constitución nacional)... ",
En síntesis, por las razones invocadas, normas jurídicas aplicables, estimo
que corresponde hacer lugar al recurso de apelación interpuesto por la defensa
de Enrique Sebastián Galeano y concederse el cese de prisión bajo caución
razonable que deberá ser fijada por el juez instructor. Así voto.
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