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¿Qué es la homosexualidad?

Es la orientación sexual por la que un individuo siente


atracción física, afectiva, sentimental, sexual y emocional
hacia individuos del mismo sexo. Esta orientación está
vinculada tanto a hombres como a mujeres. Al hombre
homosexual coloquialmente se le denomina gay, mientras
que a la mujer se le denomina lesbiana.

Causas
La homosexualidad no es una elección. Según recoge
la American Pshycological Association (APA), muchos
científicos consideran que una persona es homosexual
debido a una interacción compleja de factores biológicos,
cognitivos y del entorno. Los primeros indicios de atracción
emocional o sexual de una persona tienden a surgir
durante el comienzo de la adolescencia, ya sea hacia
personas de su mismo o de distinto sexo (o ambos, en el
caso de la bisexualidad). En su momento, esta asociación,
junto a otros colectivos, consideró la homosexualidad
como un “trastorno mental y emocional”, aunque en 1937
decidió eliminar a la homosexualidad de este grupo.

Historia
La homosexualidad ha estado siempre presente en las
distintas culturas a lo largo de la historia. En
la Enciclopedia de Filosofía de Stanford, se explica que la
primera acepción del término “homosexualidad” aparece
de mano de Karl-Maria Kertbeny a finales del siglo XIX.
Sin embargo, las relaciones entre personas del mismo sexo
se remontan a la Antigua Grecia.
En esta época, no era raro que los hombres mantuviesen
relaciones sexuales con aquellos de su mismo sexo. Estas
relaciones no estaban mal vistas, ya que para los griegos
no importaba el sexo de la pareja, sino su estatus social.
En la Antigua Roma también se compartía una visión
similar sobre la homosexualidad, aunque progresivamente
se fue tomando una visión más crítica de rechazo.
Con la aparición del cristianismo durante los primeros
siglos después de Cristo, las relaciones sexuales
mantenidas fuera del matrimonio comenzaron a
condenarse, lo que hizo que las prácticas homosexuales
provocaran un mayor rechazo por parte de la sociedad.
Este odio hacia lo homosexual se vio aún más
incrementado en torno a los siglos XII y XIV, con las
diferentes reformas de la Iglesia que tomaban la ley natural
como el principal estandarte de moralidad.
Durante los siglos posteriores las penas por actos
homosexuales tenían grandes castigos, aunque surgían
grupos y sub-culturas que lo aceptan pese a la
persecución. En los siglos XVIII y XIX la atención sobre
estos grupos fue disminuyendo, y algunos teóricos
empezaron a tratar de buscar una relación entre la
homosexualidad y la medicina y la psicología. La reducción
de penas por homosexualidad surgió con la idea de que si
la homosexualidad no era algo que la persona escogía de
forma voluntaria, no tenía sentido convertirla en un crimen.
Esto provocó, también, que empezaran a surgir diversos
tratamientos para tratar de erradicar la homosexualidad de
las personas.
Ya en el siglo XX la homosexualidad comenzó a separarse
del concepto de “trastorno mental” para convertirse en una
orientación sexual más. La eliminación de prohibiciones
para tener relaciones sexuales fuera del matrimonio hacía
más difícil encontrar argumentos para criminalizar las
relaciones homosexuales. Además, en la década de los 60
surge un movimiento de liberación encabezados por
distintos colectivos homosexuales, en busca de una mayor
aceptación por parte de la sociedad. Desde entonces, la
aceptación y visibilidad de estos grupos van siendo cada
vez mayores.

Aceptación de la homosexualidad
La aceptación de la homosexualidad a lo largo de la
historia ha ido variando dependiendo del tipo de sociedad
y época. Aunque en gran parte de la historia se ha visto
como algo negativo (e incluso catalogado como crimen),
durante las últimas décadas cada vez es mayor el sector
de la opinión pública que se posiciona a favor de la libertad
de expresión sexual y la condena de la discriminación por
razones de orientación sexual.
Pese a todo, en la sociedad actual siguen existiendo
determinadas actitudes en contra de la homosexualidad, lo
que dificulta a veces la llamada “salida del armario” de los
homosexuales, es decir, que estos anuncien su condición
sexual ya sea a un grupo pequeño de su entorno o de
manera pública. Además, la discriminación puede
ocasionar otro tipo de consecuencias como la violencia
física o mental, impidiendo a estas personas desarrollar su
vida con normalidad.
Actualmente, el día 28 de junio de cada año se celebra
el Día Internacional del Orgullo LGBT, una reivindicación
para la tolerancia e igualdad de derechos de los
homosexuales, bisexuales y transexuales. La elección de
este día se debe a los disturbios de Stonewall ocurridos el
28 de junio de 1969 en Nueva York, en los que parte de la
comunidad LGTB luchó contra una redada policial
consecuencia de una ley que obligaba a clausurar todos los
bares para homosexuales. Desde este día, surgieron varias
organizaciones y protestas en busca de una mayor
tolerancia del colectivo LGTB, lo que ayudó en gran medida
a conseguir unas condiciones razonables de vida y un
respeto a los derechos básicos de este colectivo.
En el caso de España, los matrimonios entre personas del
mismo sexo se legalizaron en el año 2005, conviertiéndose
así en el tercer país del mundo en permitir el matrimonio
homosexual. Desde hace muchos años, el Orgullo LGBT se
celebra en varias ciudades del país con diversas marchas;
la más importante de toda Europa es la celebrada en
Madrid.
Salud sexual
Aunque las enfermedades transmitidas a través de las
relaciones sexuales pueden darse tanto entre
heterosexuales como en homosexuales o
bisexuales, existen ciertas enfermedades que tienen una
mayor prevalencia entre aquellas personas del mismo
sexo.
Hombres
La enfermedad venérea más frecuente entre hombres
homosexuales o bisexuales es el sida, según recoge
el Centro de Control y Prevención de
Enfermedades (CDC). Esta enfermedad se transmite sobre
todo a través del sexo anal o de jeringuillas, y en menor
medida a través de sexo oral. El VIH es una enfermedad
que puede tardar varios años en provocar síntomas, por lo
que puede haber personas infectadas que lo desconozcan.
Para evitar contraer el VIH, desde el CDC se recomienda el
uso de métodos anticonceptivos de barrera, como
el preservativo, así como reducir el número de
compañeros sexuales. Además, aconseja acudir al médico
de forma inmediata en cuanto se sospeche que se puede
haber contraído el virus.
Otras infecciones de transmisión sexual frecuentes entre
las relaciones entre hombres son la sífilis, la hepatitis B,
la hepatitis C, la clamidia, la gonorrea o el herpes
genital.
Mujeres
Las mujeres lesbianas o bisexuales tendrían un mayor
riesgo que las heterosexuales de contraer infecciones de
transmisión sexual que, por motivos desconocidos, serían
más prevalentes entre este colectivo, según el
portal WomensHealth. La vaginosis bacteriana es una de
las más frecuentes, aunque se puede tratar con
antibióticos.
Otras enfermedades frecuentes son la clamidia, el herpes
genital, el virus del papiloma humano, la tricomoniasis o
las ladillas.
Para evitar todos estos problemas, es importante conocer
el estado de salud de la pareja sexual, o
usar preservativos femeninos que puedan ayudar a evitar
el contagio de estas enfermedades.
https://cuidateplus.marca.com/sexualidad/diccionario/homosexualidad.html
La adolescencia es el amanecer de la atracción sexual. Esto ocurre debido a los cambios
hormonales propios de la pubertad. Estos cambios afectan tanto al cuerpo como a la
mente, de modo que el mero hecho de pensar que alguien es atractivo puede causar
excitación sexual.

Estas nuevas sensaciones pueden ser intensas, desconcertantes y, a veces, incluso,


arrolladoras. Los adolescentes están empezando a descubrir qué significa sentir atracción
romántica y física por otra persona. Y reconocer la propia orientación sexual forma parte
de este proceso.

¿Qué es la orientación sexual?

El término orientación sexual se refiere al sexo (masculino o femenino) hacia el que una
persona se siente atraída. Hay varios tipos de orientación sexual que se suelen describir
como:

 Heterosexual (o "hetero"). Las personas heterosexuales sienten una


atracción romántica y física por los miembros del sexo opuesto: los hombres se
sienten atraídos por las mujeres, y las mujeres sienten atraídas por los
hombres. A veces, se conoce a los heterosexuales como "hetero".
 Homosexual (gay o lesbiana). Las personas homosexuales sienten
una atracción romántica y física por los miembros del mismo sexo: las mujeres
sienten atracción por las mujeres y los hombres sienten atracción por los
hombres. El término "gay" se suele usar para referirse a una persona
homosexual (sea hombre o mujer). A las mujeres homosexuales también se las
llama lesbianas.
 Bisexual. Las personas bisexuales sienten una atracción romántica y
física por los miembros de ambos sexos.

¿Podemos elegir nuestra orientación sexual?


Ser heterosexual, homosexual o bisexual no es algo que una persona pueda elegir ni
elegir cambiar. De hecho, las personas no eligen su orientación sexual, del mismo modo
que no pueden escoger su estatura ni su color de ojos. Se calcula que aproximadamente
el 10 % de la gente es homosexual. Las personas gays están presentes en todos los
ámbitos de la vida, todas las nacionalidades, todas las etnias y todos los grupos sociales y
económicos.
Nadie entiende por completo qué es exactamente lo que determina la orientación sexual
de una persona, pero lo más probable es que se deba a una variedad de factores
biológicos y genéticos. Los expertos médicos y organizaciones como la Academia
Americana de Pediatría (AAP) y la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por
sus siglas en inglés) consideran que la orientación sexual forma parte de la naturaleza de
una persona. Ser gay no se considera un trastorno mental ni una anomalía.

A pesar de los mitos y de los conceptos erróneos, no hay pruebas de que la


homosexualidad esté causada por las experiencias vividas en la primera infancia, el estilo
de crianza ni la educación recibidas.

Los esfuerzos por cambiar la orientación sexual de una persona de homosexual a


heterosexual (a veces conocidos como "terapia de conversión") han demostrado ser
ineficaces y pueden ser perjudiciales. Los profesionales de la salud física y mental
advierten de que no se debe hacer ningún esfuerzo para cambiar la orientación sexual de
una persona.

¿A qué edad "lo saben" los niños?

Identificar la propia orientación sexual, sea heterosexual u homosexual, es algo que los
niños o los adolescentes suelen reconocer con seguridad desde muy pronto. Algunos
adolescentes homosexuales dicen haberse enamorado de personas del mismo sexo en la
infancia, del mismo modo que sus compañeros heterosexuales se enamoran de personas
del sexo opuesto.

En secundaria, muchos adolescentes gays ya reconocen su orientación sexual,


independientemente de que la hayan revelado a otras personas o no. Aquellas personas
que, al principio, no se daban cuenta de que eran homosexuales suelen decir que siempre
se habían sentido diferentes de sus compañeros, pero no sabían exactamente por qué.

Tomar conciencia y aceptar la propia orientación sexual puede llevar un tiempo. Tener
pensamientos sexuales hacia personas del mismo sexo y del sexo opuesto es algo
bastante frecuente cuando los adolescentes exploran su emergente sexualidad.

Algunos adolescentes pueden experimentar con el sexo, teniendo incluso experiencias


sexuales con miembros de su propio sexo, mientras están explorando su sexualidad. Pero
estas experiencias, por sí solas, no significan necesariamente que el adolescente sea
homosexual o heterosexual. Para muchos adolescentes, estas experiencias solo forman
parte del proceso de explorar su emergente sexualidad. A pesar de los estereotipos de
género, los rasgos masculinos o femeninos no permiten predecir necesariamente si
alguien es heterosexual u homosexual.
Una vez toman conciencia de la propia orientación sexual, algunos adolescentes
homosexuales pueden sentirse muy cómodos y aceptar su sexualidad, mientras que a
otros les puede resultar confuso y difícil de aceptar.

Cómo se pueden sentir los adolescentes


homosexuales

Al igual que sus compañeros heterosexuales, los adolescentes homosexuales se pueden


estresar por los estudios, las notas, la universidad, el deporte, las actividades, los amigos y
el hecho de "encajar". Pero, además de eso, los adolescentes homosexuales suelen tener
que hacer frente a un estrés adicional, con cuestiones como tener que ocultar quiénes son,
la posibilidad de que los acosen por ser gays o de enfrentarse a prejuicios y estereotipos
por haber sido sinceros sobre su orientación sexual.

Se suelen sentir diferentes de sus amigos cuando la gente heterosexual que los rodea
empieza a hablar de sentimientos románticos, citas y sexo. Es posible que sientan que
todo el mundo espera que sean heterosexuales. O pueden sentir que deben fingir
sentimientos que no tienen solo para quedar bien y "encajar". O tal vez sientan que deben
negar quiénes son y ocultar una parte importante de sí mismos.

A muchos adolescentes homosexuales les preocupa si serán aceptados o rechazados por


sus seres queridos o si la gente se sentirá molesta, enfadada o desilusionada con ellos.
Este miedo a los prejuicios, la discriminación, el rechazo o la violencia puede llevar a
algunos adolescentes que no son heterosexuales a llevar en secreto su orientación sexual,
incluso ante amigos y parientes, que podrían brindarles apoyo.

Es posible que a los adolescentes homosexuales les lleve un tiempo procesar sus
sentimientos y aceptar este aspecto de su propia identidad antes de revelar su orientación
sexual a otras personas. Muchos deciden explicar cuál es su orientación sexual a unos
pocos amigos y familiares que los comprenden y los apoyan. Esto se conoce como salir
del armario.

Para la mayoría de la gente, salir del armario requiere valentía. En algunas situaciones, los
adolescentes que declaran abiertamente su homosexualidad se exponen más a sufrir la
intimidación y el acoso que aquellos que no lo hacen. Pero muchos adolescentes gays,
lesbianas y bisexuales que salen del armario ante amigos y familiares se sienten
plenamente aceptados por ellos y por su comunidad. Se sienten cómodos y seguros por
sentir atracción hacia personas del mismo sexo. En una encuesta reciente, los
adolescentes gays que habían salido del armario indicaron que se sentían más felices y
menos estresados que quienes no lo habían hecho.
Cómo se pueden sentir los padres

La adolescencia es una etapa de transición, no solo para los adolescentes sino también
para sus padres. Muchos padres afrontan la emergente sexualidad de sus hijos
adolescentes con una mezcla de confusión y angustia. Pueden sentir que no están nada
preparados para la próxima etapa de la paternidad. Y, si su hijo es homosexual, esto
puede suponer toda una serie de nuevas preguntas e inquietudes.

Algunos padres se sorprenden al enterarse de la verdad, porque siempre habían creído


que su hijo era heterosexual. Otros se preguntan si la noticia será cierta o si su hijo no
estará aún seguro del todo. Hasta es posible que se pregunten si hubo algo que hicieron o
dejaron de hacer para causar la homosexualidad de su hijo, aunque no lo haya. No hay
pruebas que demuestren que la homosexualidad sea el resultado de la crianza o de la
educación.

Afortunadamente, muchos padres de adolescentes homosexuales entienden y aceptan a


sus hijos desde el principio. Sienten que ya lo sabían desde siempre, incluso antes de que
su hijo adolescente se lo explicara. Suelen estar contentos de que su hijo haya elegido
confiar en ellos y sentirse orgullosos de que haya tenido la valentía de explicárselo.

Otros padres sienten tristeza, desilusión o incapacidad para aceptar la orientación sexual
de su hijo adolescente. Pueden estar preocupados por la posibilidad de que su hijo reciba
acoso, marginación y/o malos tratos. También pueden ser hiperprotectores con su hijo,
temerosos de que los demás lo juzguen o rechacen. A algunos padres, también les cuesta
aceptar la orientación sexual de su hijo por sus propias creencias religiosas o personales.
Lamentablemente, algunos padres reaccionan con enfado, hostilidad y rechazo.

Pero muchos padres solo necesitan tiempo para adaptarse a la noticia. Y es aquí donde
los grupos de apoyo y otras organizaciones pueden ayudar. Puede tranquilizar el hecho de
conocer a personas abiertamente homosexuales que llevan vidas felices y productivas.

Con el paso del tiempo, hasta los padres que pensaban que no podrían aceptar la
orientación sexual de sus hijos adolescentes se sorprenden al descubrir que pueden llegar
a comprenderlos.

https://kidshealth.org/es/parents/sexual-orientation-esp.html
Orientación sexual y identidad de género
¿Qué es la orientación sexual?
La orientación sexual es una atracción emocional, romántica, sexual o afectiva duradera
hacia otros. Se distingue fácilmente de otros componentes de la sexualidad que incluyen
sexo biológico, identidad sexual (el sentido psicológico de ser hombre o mujer) y el rol
social del sexo (respeto de las normas culturales de conducta femenina y masculina).
La orientación sexual existe a lo largo del continuo que va desde la heterosexualidad
exclusiva hasta la homosexualidad exclusiva e incluye diversas formas de bisexualidad.
Las personas bisexuales pueden experimentar una atracción sexual, emocional y
afectiva hacia personas de su mismo sexo y del sexo opuesto. A las personas con una
orientación homosexual se las denomina a veces gay (tanto hombres como mujeres) o
lesbianas (sólo a las mujeres).
La orientación sexual es diferente de la conducta sexual porque se refiere a los
sentimientos y al concepto de uno mismo. Las personas pueden o no expresar su
orientación sexual en sus conductas.

¿Qué hace que una persona tenga una


orientación sexual determinada?
Existen muchas teorías acerca de los orígenes de la orientación sexual de una persona.
La mayoría de los científicos en la actualidad acuerdan que la orientación sexual es más
probablemente el resultado de una interacción compleja de factores biológicos,
cognitivos y del entorno. En la mayoría de las personas, la orientación sexual se moldea
a una edad temprana. Además, hay pruebas importantes recientes que sugieren que la
biología, incluidos los factores hormonales genéticos o innatos, desempeñan un papel
importante en la sexualidad de una persona.
Es importante reconocer que existen probablemente muchos motivos para la orientación
sexual de una persona y los motivos pueden ser diferentes para las distintas personas.

¿Es la orientación sexual una elección?


No, los seres humanos no pueden elegir ser gay o heterosexuales. Para la mayoría de las
personas, la orientación sexual surge a principios de la adolescencia sin ninguna
experiencia sexual previa. Si bien podemos elegir actuar de acuerdo con nuestros
sentimientos, los psicólogos no consideran la orientación sexual una elección consciente
que pueda cambiarse voluntariamente.

¿Puede la terapia cambiar la orientación


sexual?
No, aun cuando la mayoría de los homosexuales viven vidas felices y exitosas, algunas
personas homosexuales o bisexuales pueden buscar un cambio en su orientación sexual
a través de la terapia, a menudo como resultado de coacción por parte de miembros de
su familia o grupos religiosos. La realidad es que la homosexualidad no es una
enfermedad. No requiere tratamiento y no puede cambiarse. Sin embargo, no todas las
personas gay, lesbianas y bisexuales que buscan la ayuda de un profesional de salud
mental desean cambiar su orientación sexual. Las personas gay, lesbianas y bisexuales
pueden buscar ayuda psicológica con el proceso de la revelación de su orientación
sexual o el desarrollo de estrategias para lidiar con el prejuicio, pero la mayoría opta por
la terapia por los mismos motivos y problemas de la vida que conducen a las personas
heterosexuales a la consulta de los profesionales de la salud mental.

¿Qué sucede con las denominadas "terapias


de conversión"?
Algunos terapeutas que siguen la denominada terapia de conversión informan que
fueron capaces de cambiar la orientación sexual de sus clientes de homosexual a
heterosexual. El examen detallado de estos informes, sin embargo, muestra varios
factores que ponen en duda sus afirmaciones. Por ejemplo, muchas de estas
afirmaciones provienen de organizaciones con una perspectiva ideológica que condena
la homosexualidad. Asimismo, sus afirmaciones están mal documentadas; por ejemplo,
no hay seguimiento al resultado del tratamiento ni informes al respecto, lo cual sería el
estándar para probar la validez de cualquier intervención de salud mental.
La Asociación Americana de Psicología está preocupada por dichas terapias y el posible
daño a los pacientes. En 1997, el Consejo de Representantes de la Asociación promulgó
una resolución que reafirma la oposición de la psicología a la homofobia en el
tratamiento y explicó en detalle el derecho de un cliente a un tratamiento imparcial y a
la autodeterminación. Cualquier persona que ingresa en terapia para lidiar con
problemas de orientación sexual tiene derecho a esperar que dicha terapia se realice en
un entorno profesionalmente neutral, sin ningún prejuicio social.

¿Es la homosexualidad una enfermedad


mental o un problema emocional?
No. Los psicólogos, psiquiatras y otros profesionales de la salud mental concuerdan en
que la homosexualidad no es una enfermedad, un trastorno mental ni un problema
emocional. Más de 35 años de investigación científica objetiva y bien diseñada han
demostrado que la homosexualidad, en sí misma, no se asocia con trastornos mentales
ni problemas emocionales o sociales. Se creía que la homosexualidad era una
enfermedad mental porque los profesionales de la salud mental y la sociedad tenían
información tendenciosa.
En el pasado, los estudios sobre personas gay, lesbianas y bisexuales incluían sólo
aquellos bajo terapia, creando así una tendencia en las conclusiones resultantes. Cuando
los investigadores examinaron los datos sobre dichas personas que no estaban bajo
terapia, se descubrió rápidamente que la idea de que la homosexualidad era una
enfermedad mental no era cierta.
En 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría confirmó la importancia de una
investigación nueva y mejor diseñada y suprimió a la homosexualidad del manual
oficial que detalla los trastornos mentales y emocionales. Dos años después, la
Asociación Americana de Psicología promulgó una resolución apoyando esta supresión.
Durante más de 25 años, ambas asociaciones solicitaron a todos los profesionales de la
salud mental que ayuden a disipar el estigma de enfermedad mental que algunas
personas todavía asocian con la orientación homosexual.
¿Pueden las lesbianas, los hombres gay y
los bisexuales ser buenos padres?
Sí. Estudios que comparan grupos de niños criados por padres homosexuales y
heterosexuales descubren que no hay diferencias en el desarrollo entre los dos grupos de
niños en cuatro áreas críticas: su inteligencia, su adaptación psicológica, adaptación
social y popularidad con sus amigos. También es importante darse cuenta de que la
orientación sexual de un padre no indica la de sus hijos.
Otro mito acerca de la homosexualidad es la creencia equivocada de que hay una mayor
tendencia entre los hombres gay, que entre los hombres heterosexuales, a abusar
sexualmente de los niños. No hay pruebas para sugerir que los homosexuales abusen de
los niños.

¿Por qué algunos hombres gay, lesbianas y


bisexuales les comentan a las personas
sobre su orientación sexual?
Porque compartir ese aspecto de sí mismos con los demás es importante para su salud
mental. De hecho, se detectó que el proceso de desarrollo de identidad de las lesbianas,
hombres gay y bisexuales denominado "destape" (revelación de su orientación sexual)
se encuentra totalmente relacionado con la adaptación psicológica; cuanto más positiva
es la identidad gay, lesbiana o bisexual, mejor es la salud mental de una persona y
mayor es su autoestima.

¿Por qué el proceso de "destape" resulta


difícil para algunas personas gay, lesbianas
y bisexuales?
Para algunas personas gay y bisexuales el proceso de "destape" es difícil pero para otras
no lo es. Con frecuencia, las personas lesbianas, gay y bisexuales sienten miedo, se
sienten diferentes y solas cuando se dan cuenta de que su orientación sexual es diferente
de la norma imperante en la comunidad. Esto resulta especialmente cierto para personas
que perciben su orientación gay, lesbiana o bisexual en la niñez o adolescencia, lo que
no es raro. Y dependiendo de sus familias y comunidades, pueden tener que luchar
contra los prejuicios y la falta de información sobre la homosexualidad.
Los niños y adolescentes pueden sentirse especialmente vulnerables a los efectos
nocivos de los prejuicios y estereotipos. También pueden temer ser rechazados por la
familia, amigos, compañeros de trabajo e instituciones religiosas. Algunas personas gay
deben preocuparse por perder sus empleos o ser objeto de actos de hostilidad en la
escuela si se descubre su orientación sexual.
Lamentablemente, las personas gay, lesbianas y bisexuales tienen un mayor riesgo de
ser objeto de ataques físicos y violencia que las heterosexuales. Estudios realizados en
California a mediados de la década de 1990 indicaron que casi una quinta parte de todas
las lesbianas y más de una cuarta parte de todos los hombres gay que participaron en el
estudio, fueron víctimas de un delito motivado por odio basado en su orientación sexual.
En otro estudio llevado a cabo en California en aproximadamente 500 adultos jóvenes,
la mitad de todos los jóvenes participantes en el estudio admitieron alguna forma de
agresión antigay, que va desde insultos hasta violencia física.

¿Qué puede hacerse para superar el


prejuicio y la discriminación que
experimentan los hombres gay, las
lesbianas y los bisexuales?
Las investigaciones descubrieron que las personas que tienen actitudes más positivas
hacia los hombres gay, las lesbianas y los bisexuales son aquellas que dicen que
conocen bien a una o más personas gay, lesbianas y bisexuales, con frecuencia como
amigo o compañero de trabajo. Por este motivo, los psicólogos creen que las actitudes
negativas hacia las personas gay como grupo son prejuicios que no se basan en la
experiencia real sino en estereotipos y falta de información. Asimismo, la protección
contra la violencia y la discriminación es muy importante, del mismo modo que lo es
para cualquier otro grupo minoritario. Algunos estados incluyen la violencia contra una
persona en base a su orientación sexual como un "delito motivado por odio" y diez
estados de Estados Unidos tienen leyes contra la discriminación por orientación sexual.

¿Por qué es importante para la sociedad


estar mejor concientizada sobre la
homosexualidad?
Es probable que al concienciar a todas las personas sobre su orientación sexual y
homosexualidad se reduzca el prejuicio antigay. La información precisa sobre la
homosexualidad resulta especialmente importante para los jóvenes que están apenas
descubriendo y buscando entender su sexualidad, ya sea homosexual, bisexual o
heterosexual. Los temores de que el acceso a dicha información haga que más personas
se vuelvan gay no tienen fundamento; la información sobre la homosexualidad no hace
que alguien se vuelva gay ni heterosexual.

¿Están todos los hombres gay y bisexuales


infectados con HIV?
No, este es un mito común. En realidad, el riesgo de exposición al VIH está relacionado
con la conducta de una persona, no con su orientación sexual. Lo que es importante
recordar sobre el VIH/SIDA es que contraer la enfermedad (contagiarse) es algo que
puede prevenirse mediante la práctica de sexo seguro y de no consumir drogas.
Los artículos y textos del Centro de Apoyo
pueden ser reproducidos íntegramente, siempre y cuando se acredite que provienen de la
Asociación Americana de Psicología. No se pueden reproducir las imágenes. Cualquier
excepción a esto, incluyendo frases o citas de Centro de Apoyo o APA Help Center, deberá ser
presentada por escrito a Help Center y será considerada caso por caso. Estas autorizaciones
serán dadas una sola vez por cada caso y tendrán que ser solicitadas para cada uso adicional
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Los Adolescentes Homosexuales y Lesbianos
No. 63 (Revisado 01/02)
Para todo adolescente el desarrollo es una tarea llena de retos y demandas. Un aspecto
importante consiste en definir su identidad sexual. Todos los niños exploran y experimentan
sexualmente como parte de su desarrollo normal. Este comportamiento sexual puede llevarse a
cabo con miembros del mismo sexo o del sexo opuesto. A muchos adolecentes el pensar en o
experimentar con personas del mismo sexo puede causarles preocupación y ansiedad con
respecto a su orientación sexual. A otros, aún los pensamientos o fantasías pueden causarles
ansiedad.

La homosexualidad es la atracción sexual persistente y emocional hacia alguien del mismo


sexo. Es una parte de la gama de expresión sexual. Durante la niñez y la adolescencia, por
primera vez muchos individuos homosexuales se percatan de su homosexualidad o
lesbianismo y pasan por la experiencia de tener pensamientos y sentimientos homosexuales.
La homosexualidad ha existido a través de la historia y en diferentes culturas. Cambios
recientes en la actitud de la sociedad hacia la homosexualidad han ayudado a algunos/algunas
adolescentes homosexuales a sentirse más cómodos con su orientación sexual. En otros
aspectos de su desarrollo estos jóvenes son similares a los jóvenes heterosexuales.
Experimentan los mismos tipos de estrés, luchas y tareas durante la adolescencia.

Los padres necesitan entender claramente que la orientación homosexual no es un desorden


mental. Las causas de la homosexualidad no se entienden claramente. Sin embargo, la
orientación sexual no es un asunto de decisión propia. En otras palabras, los individuos no
pueden escoger ser homosexuales o ser heterosexuales. No importa cuál sea su orientación
sexual, todos los adolescentes tienen la alternativa de escoger la expresión de su
comportamiento sexual y su estilo de vida.

A pesar de que el conocimiento y la información acerca de la homosexualidad y el lesbianismo


ha aumentado, los adolescentes todavía tienen muchas preocupaciones. Estas incluyen:

 sentirse diferentes a sus pares (amigos o compañeros);


 sentirse culpables acerca de su orientación sexual;
 preocuparse acerca de cómo puedan responder su familia y seres queridos;
 ser objeto de burla y de ridículo por parte de sus pares;
 preocuparse acerca del SIDA, la infección por VIH y otras enfermedades de
transmisión sexual;
 temer al discrimen si tratan de pertenecer a clubes, participar en deportes,
ser admitidos en universidades y conseguir empleos;
 ser rechazados y acosados por otros.

Los adolescentes homosexuales pueden aislarse socialmente, separarse de las amistades y


los amigos, tener problemas concentrándose y desarrollar una pobre autoestima. También
pueden desarollar una depresión. Los padres y otras personas necesitan estar alerta a estas
señales de angustia, ya que estudios recientes demuestran que entre los jóvenes
homosexuales y lesbianas existe un alto incidente de muertes por suicidio.

Es importante para los padres entender la orientación homosexual de sus adolescentes y


proveerles apoyo emocional. Los padres frecuentemente tienen dificultad aceptando la
homosexualidad de sus adolescentes por algunas de las mismas razones por las que el/la
joven desea mantenerlo en secreto. A los adolescentes homosexuales y lesbianas se les
debería permitir decidir cuándo y a quién revelarle su homosexualidad. Los padres y otros
miembros de la familia podrían obtener entendimiento y apoyo de organizaciones como:
Padres, Familias y Amistades de Lesbianas y Homosexuales [Parents, Families, and Friends of
Lesbians and Gays (PFLAG)].

Los adolescentes que no se sienten cómodos con su orientación sexual o que no saben cómo
expresarla, pueden beneficiarse de recibir consejería. Pueden beneficiarse del apoyo y de la
oportunidad de clarificar sus emociones. La terapia también puede ayudar al adolescente a
hacer el ajuste a los problemas y conflictos que surjan en el ámbito personal, escolar y familiar.
La terapia dirigida específicamente a cambiar la orientación homosexual no se recomienda y
puede ser dañina a un adolescente reacio/a. Puede crear mayor confusión y ansiedad al
reforzar los pensamientos negativos y las emociones con las que el adolescente ya está
luchando.

Para más información acerca de la organización de Padres, Familias y Amistades de


Homosexuales (PFLAG), visitando en la computadora www.pflag.org o puede ponerse en
contacto con: PFLAG, 1726 M Street, NW, Suite 400, Washington, DC 20036, Tel. (202) 467-
8180; (202).467.8194 FAX

Vea también:

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https://www.aacap.org/aacap/Families_and_Youth/Facts_for_Families/FFF-Spanish/Los-
Adolescentes-Homosexuales-063.aspx
Homosexualidad significa que una persona se define a sí misma
como homosexual y también se muestra así frente a los
demás. Esa es su identidad sexual.
Normalmente significa también que esa persona:
 se siente atraída emocional y/o sexualmente por personas
del mismo sexo (sentimientos) y

 tiene sexo con personas del mismo sexo (conducta).

Los sentimientos, la conducta y la identidad de una persona no


son siempre iguales. Un ejemplo: un hombre que no se
considera a sí mismo homosexual (identidad) puede sentirse
atraído por otro hombre (sentimientos), pero no actuar en
consecuencia (conducta).
Tanto los hombres como las mujeres pueden ser homosexuales.
Los hombres que se sienten atraídos por otros hombres se
llaman homosexuales o gays; las mujeres que se sienten
atraídas por otras mujeres se llaman homosexuales
o lesbianas. Algunas personas se sienten atraídas tanto por los
hombres como por las mujeres. Estas personas son bisexuales.

A veces, las personas tienen sentimientos homosexuales


durante una determinada fase de su vida.
 

Por qué hay personas homosexuales

No se sabe por qué algunas personas son homosexuales, pero lo


cierto es que:
 Ser homosexual no es una decisión consciente. Es algo
que pasa de forma natural.

 La homosexualidad no es hereditaria como ocurre con


otras características, como el color de los ojos o del cabello.
 Se da en todos los países y culturas. En Europa, la
discriminación de las personas homosexuales está prohibida
por la ley. Esto significa que está prohibido tratar de forma
diferente a una persona, excluirla o limitar sus derechos por el
hecho de ser homosexual.

Contar a los demás que se es homosexual

Una persona debe decidir por sí misma si quiere darse a


conocer a otras personas como homosexual o bisexual.

Contar a otra persona que se es homosexual o bisexual:


 No suele ser fácil y requiere mucho valor.

 Puede suponer un gran alivio. Ya no tendrá que ocultarse.


Hable primero con personas que piense que le aceptarán tal
como es. No obstante, algunas personas tienen dificultades
para aceptar la homosexualidad y la bisexualidad. Debe ser
consciente de que las reacciones no siempre serán positivas al
principio.

 No tiene ninguna obligación de contarle a los demás que


es usted homosexual o bisexual. Si no le parece seguro hablar
de ese tema, tampoco tiene que hacerlo.

Matrimonio entre personas del mismo sexo


En muchos países europeos, las personas de
una relación homosexual (del mismo sexo) también
pueden casarse. Esto también es así en Alemania.
https://www.zanzu.de/es/las-relaciones-y-los-sentimientos/las-relaciones/la-homosexualidad/
Los derechos humanos para las personas LGBT y sus
limitantes frente al modelo de la ciudadanía
normativa

Human rights for LGBT people and their limitations against the
model of normative citizenship

Ericka López Sánchez1 

1
Mexicana. Doctora en Estudios Sociales por la Universidad Autónoma
Metropolitana. Profesora-investigadora de tiempo completo en el Departamento de
Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad de Guanajuato, México, y
miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Actualmente, desarrolla una
investigación sobre La condición ciudadana de las personas LGBT a partir de las
narrativas de las políticas públicas en tres escenarios subnacionales: Ciudad de
México, Guanajuato y Tijuana. Asimismo, es co-coordinadora del proyecto
Diagnóstico de la participación política de la diversidad sexual en México, financiado
por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Un proyecto de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad de Guanajuato. Correo
electrónico: e_08renacimiento@hotmail.com
RESUMEN

Los derechos humanos se implementan en el marco de los Estados democráticos, como


un dispositivo potente que fortalece la calidad de las democracias, se posicionan como
un discurso de verdad que resuelve las deficiencias de los Estados-nación. No obstante,
a estos últimos, se eximen muchas veces de sus responsabilidades cotidianas; así como
de una autoreflexión sobre el modelo normativo de ciudadanía generado por la
democracia liberal que propicia, por su propia lógica, exclusiones que a su vez subsanan
los derechos humanos, por lo que se cae en una tramposa legitimación de las
democracias. El Estado, aunque democrático, tiene sexo y eso le hace generar cierto
tipo de exclusiones relacionadas con la población LGBT; por consiguiente, el objetivo de
este trabajo es analizar los caminos que se han tomado en la construcción de los
derechos humanos para las personas LGBT, dentro de los contextos democráticos, y si
estos son los más idóneos para romper con el orden heteronormativo, patriarcal y
binario que apuntala la discriminación hacia estas poblaciones en el día a día, así como
discutir las respectivas limitantes.

Palabras clave: Derechos humanos; personas LGBT; ciudadanía liberal; ciudadanías


íntimas; derechos sociosexuados
ABSTRACT

Human rights are implemented within the framework of democratic states, as a


powerful device that strengthens the quality of democracies, they position themselves
as a truth discourse that resolves the deficiencies of nation-states. However, to the
latter, this often exempts them from their daily responsibilities; as well as a self-
reflection on the normative model of citizenship generated by liberal democracy that, by
its own logic, favors exclusions that in turn correct human rights, thus falling into a
tricky legitimization of democracies. The State, although democratic, has sex and this
causes it to generate certain types of exclusions, so the objective of this work is to
analyze the paths that have been taken in the construction of human rights for LGBT
people, within the democratic contexts, and if these are the most suitable to break with
the heteronormative, patriarchal and binary order that underpins the discrimination
towards these populations on a day-to-day basis, as well as discuss the limitations they
have.

Key words: Human rights; LGBT people; liberal citizenship; intimate citizenships;


sexual socialization rights

INTRODUCCIÓN1

En algunas ocasiones, los derechos humanos arriban para solventar aspectos que
las democracias liberales han marginado, discriminado y violentado dado la
construcción del orden cívico-público: los sujetos son abstraídos de su materialidad
corpórea para poder existir en el espacio público desde el principio imperante de la
racionalidad para alcanzar la imparcialidad, la cual garantizará la convivencia desde
una razón moral despojada de pasiones.

La construcción de los derechos humanos soluciona, principalmente, las


problemáticas de grupos históricamente discriminados por su impronta racial,
sexual, de género, religiosa y demás aspectos que atraviesan lo corporal y las
identidades específicas. Así, se han instaurado como un discurso despojado de
ideología con una validez supranacional que plantea recomendaciones a los países
que se circunscriben a estos derechos.

El prestigio de verdad que han alcanzado los derechos humanos los ha colocado
como parámetros para medir la calidad de las democracias. Se constituye, de este
modo, una paradoja: la propia lógica del modelo normativo de ciudadanía de la
democracia liberal lleva a la exclusión de todas aquellas personas que no alcanzan
los estándares de igualdad requeridos. Pero dichas exclusiones les causan conflictos
que les colocan en un estado de desprestigio dentro de un orden global que valora
altamente los derechos humanos. Entonces, las democracias recurren a la
suscripción de estos derechos para asegurar su lugar en el mundo a partir de su
alto grado de calidad democrática.

De este modo, los derechos humanos, en tanto ordenamientos de carácter


supranacional, han resuelto lo que las democracias no son capaces de solventar ya
sea por desinterés, incapacidad, arbitrariedad o porque la lógica con la que
funcionan no les alcanza para aprehender todos los conflictos.

La normatividad de los derechos humanos se ha instituido como una norma que


opera de forma extraordinaria en los Estados-nación que los reconocen. No es una
legalidad cotidiana, a la cual recurra de forma inmediata la ciudadanía, su acceso
exige una lógica de conocimiento, precisa de conocimientos puntuales y tiempo; en
este sentido, resulta importante reflexionar sobre: ¿cuáles son los alcances y
limitaciones que tienen los derechos humanos para defender las discriminaciones y
violencias cotidianas que vive la población LGBT?, ¿cuánto eximen el
funcionamiento de los derechos humanos a los Estados, de legislar desde su propio
marco normativo punitivo la defensa de esta población para que alcance una vida
digna?, ¿en qué medida los derechos humanos que protegen a las personas LGBT
aprehenden la complejidad de esta población desde una perspectiva de género que
reconozca sus diferencias internas, que les lleva a presentar demandas distintas y
no desde una concepción normativa? y ¿son elitistas los derechos humanos? Estas
interrogantes son las que se pretenden responder en el presente trabajo.

La tensión ontológica entre el modelo de ciudadanía normativa y los derechos


humanos

Cuando hablamos de derechos humanos del LGBT, debemos preguntarnos qué ha


llevado a la necesidad del diseño de un esquema de defensa de derechos humanos.
Dicha interrogante nos remite al análisis del modelo imperante de la ciudadanía
normativa que ha diseñado la democracia liberal y que rige el mundo moderno, de
modo que reconsidera en el planteamiento de que las personas ciudadanas para
estar en el espacio público deben abandonar sus cuerpos y especificidades, puesto
que este paradigma político ignora todas las identidades y diferencias más locales,
en aras de construir entes ciudadanos homogeneizados políticamente que
respondan a los intereses de la democracia. “A despecho de su aparente
universalidad y neutralidad, la noción vigente de ciudadanía está hecha a la medida
de los ciudadanos varones” (Peña 2010, 232).

En este sentido, el avance de los derechos humanos del LGBT debe ir acompañado
de la reflexión y el replanteamiento de la concepción de ciudadanía, que obstaculiza
en la práctica la materialización de la idea de que los derechos humanos son
inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna en razón, lugar de
residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra
condición, ya que en realidad prevalece una tensión ontológica entre la noción de
ciudadanía y la de los derechos humanos: mientras la primera apela al
desdibujamiento de los cuerpos para otorgar prerrogativas, la otra exige el
reconocimiento de las especificidades corporales para eliminar la discriminación y
las injusticias.

Los derechos civiles y políticos constitutivos de la ciudadanía son también parte


fundamental de los derechos inalienables considerados por los derechos humanos,
que se reconocen y se hacen valer en el espacio público. No obstante, lo civil y lo
político no son ajenos a la constitución sexual; lo civil y lo político se han instaurado
como dispositivos biopolíticos de control al servicio del modelo de la ciudadanía
liberal:

El sexo, como órgano y práctica, no es ni un lugar biológico ni una pulsión natural.


El sexo es una tecnología de dominación heterosocial que reduce al cuerpo a zonas
erógenas en función de una distribución asimétrica del poder entre los géneros
(femenino/masculino), haciendo coincidir ciertos afectos con determinados órganos,
ciertas sensaciones con determinadas reacciones anatómicas. La naturaleza
humana es un efecto de tecnología social que reproduce en los cuerpos, los
espacios y los discursos la ecuación naturaleza = heterosexualidad (Preciado 2011, 17).

Como ya ha sido señalado por numerosas feministas, en función del orden


heteronormativo patriarcal y binario se ha establecido la normatividad de la vida
pública:
Los reclamos de status de ciudadanía, al menos en Occidente, están estrechamente
asociados con la institucionalización del privilegio teterosexual y masculino (…)
dentro de los discursos sobre los derechos de los/as ciudadanos/as y el principio de
ciudadanía universal el ciudadano normal ha sido construido principalmente como
masculino y heterosexual, aunque esto último ha sido mucho menos reconocido o
discutido en la literatura (Richardson 200, 75).

En el espacio público debe imperar la razón normativa, aquella que solo se logra si
se alcanza la imparcialidad y ésta a su vez sólo es posible de aprehender si se
expulsa de la razón el deseo, la afectividad y el cuerpo. Las decisiones morales que
se fundamentan en consideraciones de simpatía, preocupación y valoración de
necesidades diferenciadas son definidas como no racionales, no objetivas,
meramente sentimentales y que, por lo tanto, no tienen cabida en lo público.

Se establece, entonces, un orden público donde la razón se opone al deseo, a la


afectividad y al cuerpo, con lo que lo cívico-público debe excluir los aspectos
corporales y afectivos de la existencia humana; así se obliga a una homogeneidad
de ciudadanía sobre lo cívico-público. Se excluye de dicho orden a aquellos sujetos
y colectividades que no se adecuan al modelo de ciudadano racional que pueda
trascender el cuerpo y los sentimientos (Young 1998, 455).

Desde este entendido del deber ser se instauran exclusiones, discriminaciones y


violencias validadas en el espacio público:

Las leyes refuerzan prejuicios sociales existentes y permiten la violencia contra


personas del LGBTI. Estas leyes han sido utilizadas para justificar detenciones
arbitrarias, abuso policial, extorsión y tortura… Igualmente, la legislación destinada
a proteger la “moral pública” es interpretada de manera que las personas del LGBTI
pueden ser criminalizadas simplemente por expresar su identidad de género en un
lugar público (Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques 2016, 3).

Las disposiciones jurídicas implementadas por los Estados para violentar a los
cuerpos no heteronormados no siempre son evidentes y explícitas. Por el contrario,
en un marco internacional de exigencia al respeto a los derechos humanos, estas
disposiciones se construyen de forma indirecta. Así la detención o la acusación se
pueden basar aparentemente en razones distintas a la propia identidad o condición,
aunque en realidad, estos argumentos son muchas veces un pretexto para accionar
contra la orientación sexual o la identidad o expresión de género de una persona
(Comisión Internacional de Juristas 2009, 79).

Paradójicamente, tales exclusiones y violencias han lacerado a las sociedades


democráticas, puesto que lo distinto, lo alterno, lo no hegemónico existen y se
posicionan en un orden supranacional donde los derechos humanos son cada vez
más el lenguaje básico de las reivindicaciones de las organizaciones de la sociedad
civil; es el discurso de verdad que se ha colocado como libre de ideologías y surge
como un imperativo (Rabotniko 2005) insoslayable de atender. Hoy, los Estados del
mundo occidental asumen la obligación y el deber, en virtud del derecho
internacional, de respetar, proteger y realizar los derechos humanos de sus
sociedades.

Mediante la ratificación de los tratados internacionales de derechos humanos, los


Estados se comprometen a adoptar medidas y leyes internas compatibles con las
obligaciones internacionales. Así, los Estados tienen el deber de prevenir las
violaciones de los derechos humanos; en caso de no hacerlo, deben implementar
todas las medidas y procedimientos necesarios con el fin de investigar lo sucedido,
sancionar a los responsables y reparar a las víctimas (Naciones Unidas 2013). Esto porque
se ha construido un vínculo entre democracia y derechos humanos para medir la
calidad de las primeras:

A pesar de acoger postulados internacionales que pretenden homogeneizar la


garantía de los derechos básicos de los individuos, atacan directa o soterradamente
a los integrantes de estas minorías, ofensivas que muchas veces obedecen a la
manipulación de las herramientas jurídicas a favor del sentir personal y el grado de
tolerancia de sus dirigentes. La ausencia de reglamentaciones y decisiones
judiciales e institucionales que velen por la defensa de los derechos de esta minoría
resulta en detrimento, no sólo de su integridad como individuos políticos, sino
también como sujetos inmersos en una colectividad. Es decir, que pretender
desestimular las acciones excluyentes, discriminatorias y en muchos casos violentas
en contra de este grupo por parte de diferentes actores sociales se convierte en un
ideal difícil de alcanzar cuando los organismos estatales son los primeros en
desconocer sus libertades y prerrogativas (Estefan Vargas 2013, 201).

En el caso mexicano, por ejemplo, en el resumen ejecutivo de la Investigación


sobre Atención a Personas Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans en México, realizado
en abril de 2016, se señala en sus conclusiones que el LGBT es un sector de la
población que enfrenta un alto grado de vulnerabilidad, en las áreas de salud,
educación, trabajo y derecho de las víctimas, se observan prácticas discriminatorias
que impiden el pleno desarrollo en condiciones de seguridad. Sus posibilidades del
libre goce de los beneficios sociales que otorga el Estado mexicano son
obstaculizados, tanto por la población en su conjunto como por servidores y
autoridades del servicio público.

Una de las principales formas de discriminación a la población LGBT es aquella


ejercida por agentes del Estado, no sólo de manera directa a través de la labor
desempeñada por miembros de las fuerzas militares o de policía, sino por medio de
las disposiciones legales y judiciales (Estefan Vargas 2013, 186).

La disyuntiva de los derechos humanos en el orden cotidiano

En la vida cotidiana de las personas LGBT, los derechos humanos en favor de la


orientación sexual y la identidad de género no impactan en su dignificación
humana; en esta problemática de discriminación y violencia se traslapan dos
cuestiones muy puntales: 1)los derechos humanos son un lenguaje jurídico
internacional de recurrencia extraordinaria, no cotidiana, que exige para su
apelación competencias de habla sofisticadas, por lo que no todos los sujetos de
una sociedad están en condiciones de emplearlos y hacerlos valer, y 2)los derechos
humanos no están cuestionando los modelos de ciudadanía normativa que sí rigen
la vida cotidiana y que aspiran y apuntalan hacia lo homogéneo de los cuerpos
para, en función de ello, otorgar derechos y visibilizar a ciertos tipos de ciudadanías
para establecer parámetros de inclusión y exclusión, y delinear así los márgenes de
lo aceptable y lo abyecto. Y aquí estriba la dificultad práctica de garantizar los
derechos humanos de las personas LGBT.

Como ya se mencionó, los derechos humanos son un discurso de verdad


internacional que, pese a ello, no son aún una práctica cotidiana de fácil acceso. En
tanto discurso, se circunscriben a un tipo de lenguaje que posee reglas y requieren,
por tanto, ser conocidas, poseer los conocimientos para usarlas y así poder
ejercerse. Esto implica para los sujetos tener competencias de habla específicas
que les permitan entrar en ese mundo simbólico y hacer un uso correcto de la
gramática de los signos como se exige en ese contexto para desempeñarse con
éxito. Los derechos humanos orientados a la defensa de las personas LGBT, por su
propia naturaleza de orden supranacional, no son una regulación ordinaria, por lo
general se apela a ellos cuando se ha cometido un acto discriminatorio que daña la
dignidad de la persona. Pero como la demanda hacia ellos requiere un
procedimiento puntual, riguroso, que exige conocimientos específicos y un lenguaje
concreto, se recurre a los derechos humanos de forma escaza y no siempre con
muy buenos resultados.

En las diversas conferencias, talleres y de espacios espacios académisos donde se


ha tratado el tema de violencia contra las personas LGBT, dentro del contexto
mexicano, ha sido recurrente los testimonios de las personas en manifestar que
ante una discriminación o violencia por parte de una autoridad no acuden a las
Procuradurías de Derechos Humanos, porque no suelen estar en la capital de sus
estados y eso implica gastar tiempo y dinero, o bien desconocen el procedimiento
por seguir.

Los Estados que han firmado acuerdos internacionales en la materia, legislan en su


interior de forma suave, puesto que delegan su observancia a instancias
administrativas, con lo que las sanciones guardan esos mismos matices.

Los derechos humanos dentro de los Estados se confrontan con el paradigma de


ciudadanía normativa de la democracia liberal, justo con ese modelo que rige la
vida cotidiana de los sujetos desde su sentido común. Las diferentes
normatividades que rigen la vida social en las democracias están estructuradas
para validar los cuerpos que se constriñen al orden heteropatriarcal-binario e
invisibilizar los cuerpos que no se acotan a esta estructura. Todas las prerrogativas
civiles y políticas se otorgan en función del ser hombre o mujer racional y en su
única condición de heterosexual. Esa es la exigencia suprema para habitar en el
espacio público, en el sitio donde se asignan los derechos ciudadanos, ya que en el
espacio privado se confinan las diferencias, los deseos, los sentimientos, las
orientaciones sexuales, las identidades de género y todos aquellos aspectos de la
vida que están asociados con el cuerpo.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos es el órgano de derechos humanos que


más ha desarrollado la materia de orientación sexual e identidad de género en
relación con el derecho a la vida privada. El Tribunal ha aprovechado varias
oportunidades para reafirmar que ‘no puede haber duda de que la orientación y la
actividad sexual se refieren a un aspecto íntimo de la intimidad personal’…que el
derecho al respeto de la ‘vida privada’ es el derecho a la intimidad, el derecho a
vivir, en la medida en que uno lo desee, protegido de la publicidad…El Tribunal ha
reafirmado que la propia esencia del convenio Europeo es el respeto de la dignidad
y la libertad humanas, y que se protege el derecho de los transexuales al desarrollo
personal y a la seguridad física y moral. En este campo, el Tribunal ha apuntado
que el concepto de ‘vida privada’ es un término amplio que no es susceptible de
una definición, y que cubre la integridad física y la integridad psicológica de una
persona… (Comisión Internacional de Juristas 2009, 60).

En este entendido, la construcción de los derechos humanos no ha podido romper


con esa concepción aspiracional de la homogeneidad de los cuerpos, que es el
núcleo de la discriminación. Los derechos humanos hacen su tarea de vigilancia y
sanción de la no discriminación desde la lógica misma de la ciudadanía normativa,
llevando al campo de lo privado los grupos marcados por su impronta racial y
sexual, que a su vez son identificados culturalmente con el cuerpo, lo salvaje, lo
prohibido, lo patológico, lo pecaminoso, lo criminalizado y lo irracional, y que no le
exigen a los Estados el reconocimiento de la intimidad desde lo político; se
refuerza, con ello, el orden cívico-público. Asimismo, la cita anterior refuerza la idea
de que la orientación sexual y la identidad de género deben quedar en lo privado,
oculto de la vista y que no puede ser dado a conocer pues está conectado con la
vergüenza. Se señala el respeto a la vida privada desde lo privado y no se discute
el reconocimiento y el respeto de la intimidad en el espacio público. Así pues,
pareciera no romperse la idea de reconocer ciertos derechos sexuales en la medida
en que se ejerzan en el ámbito privado y se eludan las expresiones públicas de la
sexualidad.

De este modo, la homosexualidad, el lesbianismo, la bisexualidad y lo trans deben


quedar en el espacio privado: ahí donde nadie los ve, donde la razón no se daña,
donde no se pone en jaque la homogeneidad heterosexual y la clara
correspondencia “del sexo natural” con la “expresión de género correspondiente”.

La orientación sexual y la identidad de género se siguen pensando en la dicotomía


espacio público versus espacio privado. Y el espacio es clave porque la sexualidad,
en general, ha sido vista como perteneciente a la esfera privada y, por tanto, ha
sido dejada por fuera del ámbito de la vida cívica y política. La vida personal se
organiza de tal manera que, en las democracias, las personas no normativas están
excluidas de sus derechos plenos como ciudadanas (Lind & Argüello 2009, 14).

Ken Plummer hace referencia a la ciudadanía íntima y señala que esta se enfoca en
“los derechos, obligaciones, reconocimiento y respeto en torno a las esferas más
íntimas de la vida: con quién vivir, cómo educar a los hijos, cómo disponer del
cuerpo, cómo relacionarse como un ser con género, cómo ser una persona erótica
(Plummer 2001).

Así, la práctica simbólica de salir del closet, utilizada por las personas gays y
lesbianas como una forma de empoderamiento, reflejan una metáfora de la división
de lo público-privado. Dicha concepción de ciudadanía obliga a los Estados a
reconocer a las personas en la vida pública en toda la extensión de sus
especificidades corporales y aspectos confinados a lo privado. Tal postura rompe
con el modelo hegemónico de la ciudadanía normativa.

En este replanteamiento de la noción de ciudadanía se ubica también la ciudadanía


sexual, que es aquella que enuncia, facilita, defiende y promueve el acceso de los
ciudadanos al efectivo ejercicio de los derechos tanto sexuales como reproductivos
y a una subjetividad política que no ha disminuido por las desigualdades basadas
en características asociadas con sexo, género y capacidad reproductiva (Garrido Álvarez,
Rafael José 2017
, 15).

Esos modelos de ciudadanía que pueden ir aparejados implican no dejar ser quien
se es ni en el espacio público ni en el privado:

La noción de ciudadanía sexual alude principalmente a tres áreas en las que los
derechos de ciudadanía sexual -en tanto opuestos a la ciudadanía heterosexual
social y políticamente dominante- deberían de ser reclamados: derechos a varias
formas de prácticas sexuales; derechos relativos a la identidad propia y a las
autodefiniciones y derechos en relación con instituciones sociales, tales como la
validación pública de una vatiedad de relaciones sexuales (Richardson 2000, 99).

Respecto de tales replanteamientos de la noción de ciudadanía, Plummer (2003) propone


un puente potencial entre lo personal y lo político, mediante su modelo de
ciudadanía íntima. La propuesta estriba en que las diferencias que constituyen a los
sujetos no queden abandonadas al ámbito de lo privado, sino que estas se
reconozcan en lo público para construir desde ahí un nuevo orden de ciudadanía
que sea capaz de dar cuenta de las relaciones personales, las emociones, el género
la sexualidad, la identidad y los conflictos morales de la vida cotidiana. Lo anterior
permitiría extender las responsabilidades y los derechos ciudadanos.
Las limitaciones de los derechos humanos frente al modelo de ciudadanía normativa
al momento de sancionar

Por ello, es fundamental repensar la defensa de los derechos humanos desde la


reestructuración del modelo de ciudadanía normativa; de lo contrario, las
realidades seguirán dando cuenta de que los Estados no investigan exhaustiva e
imparcialmente casos de abuso y de violencia. De acuerdo con el Centro de
Estudios Internacionales Gilberto Bosques, en su informe sobre Los derechos de las
personas LGBT en el mundo y la situación en México, en 2016, las estadísticas
precisas sobre las condenas penales en casos de asesinatos y otros actos de
violencia son limitadas o inexistentes en los Estados de América Latina. La
información con la que se cuenta refleja altos niveles de impunidad para aquellos
que cometen actos de violencia contra personas LGBT.

Se sabe que las personas LGBT y las minorías sexuales son más vulnerables a la
violencia y a los abusos de los derechos humanos, incluidas las amenazas de
muerte y las violaciones del derecho a la vida, y, con frecuencia, se cometen en un
clima de impunidad. Es apropiado mencionar aquí una situación concreta: en el
desarrollo de una terapia psicológica colectiva para personas trans y familiares, en
la Ciudad de México, en mayo de 2017, un joven trans narró que constantemente él
sufría golpizas y amenazas de muerte por parte de su hermano mayor a causa de
su identidad de género.

Luego de un intento de asesinato, acudió al Ministerio Público a denunciarlo,


aprehendieron a su hermano, lo metieron a declarar y posterior a esto, el agente
del Ministerio Público mandó llamar al afectado y le dijo: Esto no procede; tú nunca
dijiste que no eras hombre”. Amparado en “el discurso natural-biologicista-
cisgénero, un funcionario público encargado de impartir justicia violentó la legalidad
y el derecho humano del joven a recibir justicia. El joven de aproximadamente 19
años no supo más qué hacer; regresó a su casa esperando que el hermano, adicto
a las drogas, en cualquier momento pueda volver a intentar algo en contra de su
vida y con todo el aval de la madre que le reclama constantemente al joven trans
ser un “monstruo”.

Este es un ejemplo claro de las limitaciones de los derechos humanos en la vida


cotidiana de las personas trans. Para este joven, acudir a la Comisión de los
Derechos Humanos fue impensable, no así a la instancia legal legitimada por el
derecho positivo en el que se sustentan las democracias. Pero no recibió justicia
dada la legalidad heteronormativa que opera y la formación cultural del sujeto que
aplica la norma.

Los derechos humanos de las personas LGBT más que derechos sexuales

Por lo general la mirada a la existencia de las personas LGBT se reducen a lo


sexual; el sexo parece ser la piedra angular que constituye a las lesbianas, gays,
bisexuales y personas trans, no así a los heterosexuales, a ellos se les piensa desde
una constitución más amplia que trasciende lo sexual:

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, los denominados derechos


sexuales incluyen el derecho de toda persona libre de restricciones, discriminación y
violencia; a lograr el más alto nivel de salud en relación con la sexualidad,
incluyendo acceso a servicios de salud sexual y reproductiva; buscar, recibir e
impartir información en relación con la sexualidad; educación sexual; respeto por la
integridad del cuerpo; libertad para escoger pareja; decidir ser o no sexualmente
activo/a; consentir las relaciones sexuales; consentir el matrimonio; decidir si
quiere tener hijos o no y cuándo; buscar una vida sexual placentera, segura y
satisfactoria (Naciones Unidas 2013, 4).

En función de esta reducción (que aparecen en todos los documentos de orientación


sexual e identidad de género desde el enfoque de los derechos humanos), muchos
de los derechos se construyen anclados en este orden de pensamiento: Los
derechos sexuales y reproductivos, sin lugar a duda, son pieza clave en la
dignificación de las personas y es una lucha que han ejercido por mucho tiempo las
feministas para que las mujeres se constituyan como agentes sociales, dueñas de
sus cuerpos, y que fueron fuertes batallas para que estos derechos aparecieran en
las declaraciones de los derechos humanos; no obstante, esta acotación en la
concepción de las personas LGBT, ya no puede quedarse más allí pues desdibuja
nuevamente su estar en el espacio público como sujetos de derecho.

Por supuesto que hay una apelación clara y fuerte hacia la defensa del ejercicio de
la sexualidad y la libre decisión del cuerpo, pero no lo es todo: las personas LGBT
demandan derechos civiles, políticos y sociales que se les niegan o complican,
justamente, por esa falta de reconocimiento de la orientación sexual e identidad de
género diferente a la heteronormada y la cisnorma en la vida pública.

La Guía para profesionales número 4 de Orientación Sexual e Identidad de Género


y Derecho Internacional de los Derechos Humanos realizada por la Comisión
internacional de Juristas (2009) en Suiza, señala en su apartado siete, que la
libertad de expresión, reunión pacífica y asociación aplicada a la orientación sexual
y la identidad de género son cruciales para el activismo LGBT y la defensa de las
personas que padecen VIH/SIDA.

Esta enunciación da cuenta de la forma en que se conciben a las personas no


heteronormadas y no cisgénero desde la legalidad de los derechos humanos.
Efectivamente, hay grupos LGBT activistas que es preciso que se les respete su
libertad a expresarse y manifestarse libremente. Pero hay otras tantas personas
LGBT, y quizás sean las más, que no son activistas y que tienen el derecho a
participar en cualquier manifestación de la sociedad civil desde el reconocimiento
de su orientación sexual o identidad de género no heteronormadas y trans.

Es decir, no se puede pensar en las personas LGBT solo a partir de una concepción
gregaria, la garantía a su derecho a expresarse, reunirse y asociarse pacíficamente
debe estar garantizado dentro o fuera del activismo; tampoco se puede hacer ese
determinismo de que las personas LGBT demandan prioritariamente políticas
públicas encaminadas a la prevención y solución del VIH/SIDA, ya que ese
enunciado tiene como fondo una estigmatización; pareciera ser que esta pandemia
de transmisión sexual que ha cobrado la muerte de miles de personas en el mundo
es resultado de las prácticas sexuales no heterosexuales y solamente la padecen las
personas LGBT.

Tal aseveración refuerza la estigmatización que se les hiciera en la década de los


ochenta por la aparición y expansión del VIH/SIDA. Cabe señalar que, si bien es
cierto fue una bandera de lucha prioritaria en los años noventa por las
organizaciones y colectivos LGBT, dada las muertes que estaba causando la
enfermedad y que eso las desvío de la lucha de derechos civiles y políticos -dando
un lugar a un ambiguo proceso de ciudadanización y reconocimiento basado en
supuestos de precariedad, victimización y vulnerabilidad- que emprendieron a
finales de los años setenta y que hoy sigue estando en sus líneas de acción, no es
porque no sea una lucha ganada, sino porque es la única forma como los
organismos internacionales -Banco Mundial (BM)- y los Estados-nación los
reconocen como organizaciones de la sociedad civil para darles financiamiento y
realicen programas de apoyo a la comunidad, pues hasta hoy es muy difícil que les
asignen recursos para otras tareas que no sean las vinculadas con salud.

Es preciso trascender la mirada patologizante y reduccionista en la construcción de


los derechos humanos LGBT, que bloquea su dimensión de sujetos políticos y civiles
en el espacio público desde el pleno reconocimiento de su orientación sexual e
identidad de género, sin tener que negociar una performatividad heterosexual o
pasar por una medicalización y cirugías para probar la autenticidad exitosa hacia la
transición.

Los derechos humanos tendrían que estar más en consonancia con la extensión de
derechos universales sobre el género y la sexualidad a toda la población, sin
importar su orientación o identificación de género. Es el caso del matrimonio
igualitario, la adopción, el derecho a una pensión en caso de defunción de la pareja,
a cobrar el seguro de vida, lograr el cambio de identidad, así como armonización de
las leyes para que el cambio de identidad sea de verdad un derecho consumado,
etc.

Repensar los derechos humanos LGBT a partir de la diferenciación entre la


orientación sexual y la identidad de género

Esta misma idea del determinismo sexual para mirar a los cuerpos disidentes ha
llevado a agrupar a lesbianas, gays, bisexuales y personas trans dentro de una sola
identidad y uniformar sus demandas dentro de una conceptualización
homogeneizadora. Poco se repara en realizar un análisis con perspectiva de género
y diferenciado dentro del LGBT y más aún hacer una distinción puntual entre el LGB
y la T, pues el primer grupo reta el orden heteronormativo en relación con la
orientación sexual y el segundo, la construcción binaria hombre-mujer natural
desde la identidad de género.

En este sentido, las experiencias de discriminación y violencia se viven diferente


porque estos cuerpos, aunque ponen en jaque el orden heteropatriarcal binario, lo
hacen de forma distinta. Muchas personas lesbianas, gays y bisexuales negocian su
condición de orientación sexual con el silencio o la perfomatividad heterosexual. Sin
embargo, para las personas trans no puede ser pues ellas hacen una ruptura desde
la corporalidad, y no solo desde la práctica -como las personas LGB-, de la
naturaleza coherente del sistema sexo-género, ponen en tensión lo cisgénero y lo
trans, rompen con lo aceptable de la estética binaria, establecen cuerpos femeninos
con pene, cuerpos masculinos con vulva, que menstruan y con posibilidades de
embarazarse.

La no diferenciación de la orientación sexual y la identidad de género implica


subsumir la segunda en la primera, con lo que se construye una concepción
hegemónica de lo cisgénero y desde esa hegemonía se dictan no únicamente los
derechos legitimados por alcanzar, sino también se enuncian las discriminaciones
que se van a reconocer como válidas. Con ello se establece, desde la formalidad, la
idea de que se cumple con la atención a los derechos de las personas LGBT.

Reconocer a las personas LGBT en una sola identidad es delicado, por lo que es
preciso acotar que las identidades son constructos sociales y, por lo tanto, no
guardan esencias, sino relaciones con la otredad, dentro de un contexto social,
político y cultural. Las identidades están conformadas por: atributos, estigmas y
prejuicios que vuelven complejo el reconocimiento de las diferencias y construyen
lo abyecto.
La Ilustración, como movimiento filósofico-epistemológico que implicó la ruptura
con el orden tradicional, impuso la idea de la igualdad, que se tradujo en
homogeneización y esto ha servido como un dispositivo de inclusión y exclusión: lo
que no responde al estándar construido queda fuera de esa igualdad. Las
diferencias, por ende, han tenido una concepción negativa, resultan antagónicas y
amenazantes, y, además son más difíciles de controlar; en cambio, lo parecido
facilita desarticular resistencias, atender demandas y vigilar.

Desde el enfoque de la identidad que los derechos humanos LGBT se han pensado y
diseñado, por ejemplo, cuando se definen las obligaciones de los Estados con
respecto a la protección de los derechos humanos de las personas LGBT, se señalan
cinco de forma muy concreta:

1. Proteger a las personas contra la violencia homofóbica y transfóbica.


2. Prevenir la tortura, así como los tratos crueles, inhumanos y degradantes de
las personas LGBTI privadas de libertad, prohibiendo y sancionando tales
actos y garantizando que las víctimas reciban una reparación.
3. Derogar inmediatamente las leyes que penalizan la homosexualidad,
incluyendo todas las leyes que prohíben las relaciones sexuales con
consentimiento entre adultos del mismo sexo.
4. Prohibir la discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de
género.
5. Preservar la libertad de reunión, expresión y asociación pacífica para las
personas LGBTI.

Estas cinco obligaciones hacen un tratamiento por igual de lesbianas, gays,


bisexuales y personas trans; la lógica de agrupamiento se rige desde lo no
heteronormado, todo lo que está en esta clasificación es igual. El Consejo para
Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED) define así la
población LGBT:

¿Quiénes pertenecen a la población LGBTTTI? La población LGBTTTI es la forma de


referirnos al conjunto de personas que no se identifican con dicha heterosexualidad
normalizada y que se han unido desde décadas atrás para luchar en favor de sus
derechos, dado que tienen una serie de características comunes por encontrase en
situación de discriminación, a pesar de que cada una de estas comunidades son
diferentes entre sí (Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México 2017).

La centralidad contundente de este agrupamiento pasa por lo no heteronormado,


por la ruptura con el orden sexo-genérico hegemónico y no hay un detenimiento
para ahondar en las diferencias que se saben, porque se enuncian, pero que no se
les da importancia.

Entre los hombres gays y las mujeres lesbianas las violencias y discriminaciones
son diferentes; las mujeres lesbinas de entrada viven una doble discriminación por
ser mujeres y ser lesbianas y sin considerar su condición de etnia, clase social,
nivel académico, etc.

Lo mismo ocurre con las personas trans; hombres y mujeres trans viven de manera
diferente las violencias y discriminaciones, pues el hecho de que los hombres trans
puedan ser menos percibidos como tales en el espacio público los resguarda de
violencias; no así para las mujeres trans, quienes son muy visibles.

Por otra parte, cuando se hace mención, en el punto dos de las obligaciones de los
Estados con las personas LGBT, a la tortura o tratos crueles que pueden vivir las
personas al ser privadas de su libertad por cometer un ilícito que amerite su
aprehensión, no hay una definición clara del tipo de violaciones que puedan vivir las
personas cisgénero y las personas trans, sin mencionar las intersexuadas, que es
todavía más complejo. No se hace alusión a que las mujeres trans son las más
afectadas en este aspecto, pues se les lleva a las cárceles de hombres y ahí son
violadas sexualmente por los hombres detenidos y poco se sabe lo que ocurre con
los hombres trans y tampoco es un tema atendido.

De la misma forma ocurre cuando se establece que los Estados garanticen la no


discriminación en el acceso a los servicios básicos como salud, empleo y educación,
no hay una distinción entre las vivencias de discriminación para las personas trans
y las cisgénero, y luego entre cada una de esas subdividiones.

Por lo anterior, es preciso especializar la construcción de los derechos humanos


tomando en cuenta las diferencias socioculturales de cada letra L-G-B-T,
atendiendo la identificación que las personas hacen de sí mismas al ser lesbianas,
gays, bisexuales y personas trans, y cómo se identifican con su grupo, no desde la
identidad que se les construye desde afuera, donde son los otros señalándoles a
ellos y ellas, pues la identidad en tanto construcción histórica y política, se
caracteriza por estar sometida a procesos de ficcionalización y, por lo tanto, ser
incompleta, abierta y estar sujeta a la indeterminación de un sentido, o la
indeterminación de una lucha política que nunca podría clausurarse (Sabsay 2011, 35).

De ahí que Argüello propone entender las identidades como dinámicas de


estrategias de acción, oportunidades políticas y recursos organizativos y pasar de la
noción de identidad al de identificaciones, como entidades que remiten a la
constitución de grupos emergentes en relación con demandas políticas. Las
identificaciones refieren a las formas como los actores sociales asumen una posición
de sujeto en las configuraciones sociales en las que interactúan (Argüello 2013, 181). Es
decir, cada persona configurada en un cuerpo define lo que es y establece
demandas.

Las colectividades se forman entonces a partir de un proceso de identificación


individual, se reconocen entre ellas y forman un nosotros, lo que da una noción de
grupalidad, sin perder nunca las diferencias en el interior. Esto les permite construir
agendas, establecer relaciones ya sea de cooperación o de confrontación, así como
ordenar y dar sentido al contexto. La identificación no desdibuja la heterogeneidad
entre los miembros de la colectividad.

Resulta, por lo tanto, fundamental politizar las diferencias de estos cuerpos


disidentes y hacerlas presentes en la esfera pública, para darles visibilidad, pero
también para ofrecerles posibilidades de transformación. La discusión pública de las
diferencias está ligada a una concepción del florecimiento humano vinculada con la
participación, la deliberación conjunta de los implicados, el acuerdo, la
comunicación, la negociación y el compromiso de las diferencias (Del Águila 2019).

En ese sentido, la construcción de los derechos humanos, la discusión de los


modelos de ciudadanía y el diseño y elaboración de políticas públicas deben cumplir
como requisito la participación de las personas LGBT para, desde sus experiencias y
vivencias, puedan construirse derechos situados.

Desde esta premisa, sería interesante repensar los derechos humanos para las
personas LGBT; de lo contrario, se seguirá diseñando derechos desde la lógica del
sistema heteropatriarcal, binario y cisgénero. Todavía más, las políticas públicas
que se elaboran son desde esta lógica, y esta concepción identitaria tiende a
oscurecer las diferencias dentro de los grupos y pueden también exacerbar las
tensiones entre ellos, ya que una lógica institucional dependiente de la
reivindicación de identidades construidas como mutuamente excluyentes
inevitablemente implica la competencia por recursos y acceso político (Pecheny & de la
Dehesa
 s.f.).

Los derechos humanos sociosexuados

La democracia sexual, entendida en términos de políticas de equidad de género y


reconocimiento de la diversidad sexual y de género, aunque loable en sus ideales,
no es ajena a la rearticulación de cierta jerarquía sociosexual, en la que junto al
heterocentrismo imperante, se generen nuevas homonormatividades en las que la
familia y la pareja como modelos hegemónicos de organización social siguen siendo
centrales. Las políticas de reconocimiento se promocionan como la realización de un
progresivo avance de la libertad sexual, pero en realidad su dinámica es bastante
más contradictoria (Sabsay 2011, 32).

Los derechos humanos no han escapado a esta estructuración sociosexual que se


viven en las democracias que están garantizando derechos a sus ciudadanos/as;
hay una inclinación significativa por disciplinar a los cuerpos no heteronormados
hacia las prácticas hegemónicas de las personas heterosexuales; de ahí la
centralidad por resguardar el matrimonio entre personas del mismo sexo y la
adopción; ambas son prácticas que refuerzan la idea de familia. Cabe señalar que
esta es el espacio íntimo por excelencia donde se asegura el éxito de la vida
pública. Además de que la acotación hacia la enunciación de estos derechos
centraliza las demandas de las personas cisgénero pertenecientes a la diversidad
sexual, por lo que quedan fuera las personas trans y aquellas que deseen optar por
otras formas de vida.

La importancia de un enfoque de identificación, como se señaló en párrafos


anteriores, en el señalamiento de prácticas discriminatorias y derechos humanos
para las personas LGBT, tiene como principal motivación matizar las legislaciones y
políticas públicas que emprenden los Estados, pues es muy plausible que estos,
nuevamente, desde un marco legal y de acción administrativa, promocionen la
heterosexualización tanto en el espacio público como en el privado.

El reconocimiento legal de las uniones entre personas del mismo sexo consagra al
modelo de familia heterosexual de clase media como el patrón a seguir, ya que los
arreglos de convivencia alternativos no reciben igual protección. Este sesgo posee
variados efectos tanto sobre la vida pública como sobre el espacio íntimo de los
ciudadanos. Las reivindicaciones basadas en reclamos de derechos encuentran su
límite cuando el reconocimiento parcial reproduce la desigualdad y refuerza la
clasificación jerárquica de prácticas y sujetos (Moreno 2006, 123-124).

En este sentido, la vida privada, al no poder quedar ajena de la vida pública como
lo enuncia la democracia liberal, se estructura, por medio de leyes y políticas que
codifican valores dominantes. De este modo las relaciones familiares, eróticas y
afectivas están marcadas como un espacio heterosexual en las sociedades
occidentales y la consigna es tratar de que los cuerpos no heteronormados se
constriñan a prácticas heterosexuales para hacerlos coincidir, por lo menos, en
estilos de vida con los esquemas sexuales normales, y desde ahí aceptarlos, con un
poco de mayor facilidad para suavizar lo anormal, y para no romper con la armonía
y estética del paisaje social.

Así, el matrimonio entre personas del mismo sexo se representa mediante cuerpos
de hombres homosexuales y mujeres lesbianas, todos atractivos, con un estatus
económico medio o medio alto, que reproducen la idea de la familia con hijos. Y,
entonces, se explota la imagen de artistitas comerciales que encajan perfectamente
bien con estas representaciones que hace el mercado acerca de los cuerpos:
estilizados, atractivos, blancos, de clase media o media alta y que consumen mucho
y viven felices.

Reflexiones finales

Los derechos humanos resuelven, por estatus supranacional, algunas de las


defiencias que en materia de violencia y discriminación se suscitan en los Estados-
nación que han firmado acuerdos internacionales en esta materia. En este sentido,
las organizaciones y colectivos defensores de las personas de la diversidad sexual y
de género han recurrido a dichos derechos para dignificar sus vidas, denunciar
atropellos y mejorar su condición ciudadana.

Los derechos humanos entran a subsanar la condición personal, humana, política,


civil y social de las personas LGBT, una condición que los proyectos democráticos
no han podido otorgar del todo. Esto debido a la estructura ontológica que guarda
la democracia liberal y su modelo de ciudadanía normativa, donde lo diverso no
tiene cabida, por amenazar la máxima de la igualdad (una igualdad abstracta ante
la ley que no contempla las diferencias marcadas en otros ámbitos).

El modelo de ciudadanía que impera al interior de los Estados democráticos es un


paradigma excluyente que propicia violencias y discriminación de todas aquellas
personas que no cumplen con la condición estándar de ciudadano/a, por lo que los
derechos humanos, en su condición de valor supranacional, subsanan lo que el
marco legal democrático de los Estados no contempla, invisibiliza o simplemente no
está construido para atender.

Los derechos humanos se han convertido en una zona discursiva de refugio para
muchos grupos violentados; pero para hacerlos valer se requieren competencias
sofisticadas que no todas las personas tienen y pueden ejercer. Los derechos
humanos son un recurso aún privilegiado y al recurrir a ellos de forma
extraordinaria no modifica de raíz la estructura heteropatriarcal, cisgénero y binaria
que violenta y discrimina la diversidad sexual y de género.

Traducir los acuerdos y tratados que firman los Estados-nación (en materia de
derechos humanos en beneficio de las personas LGBT) en políticas públicas es
todavía muy complicado, puesto que muchas de las recomendaciones que hacen las
diferentes instancias como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH),
son resueltas parcialmente por las naciones en términos administrativos muy
suaves o de modo extraordinario, sin bajarlas al terreno operativo cotidiano de las
políticas públicas.

Las políticas públicas son un mecanismo de distribución de bienes y prerrogativas.


Son, además. instituciones que -se sabe de antemano- están diseñadas para incluir
o excluir a determinados tipos de personas dentro de la comunidad política que
alberga todo un sistema de creencias e intereses muy concretos. Las políticas
públicas definen la ciudadanía y sus contenidos, van a delimitar los cuerpos que
importan, los que no importan y los que tienen el carácter de vulnerables.

En este tenor, toda política pública propicia la transformación o reproducción del


orden social y político, la forma como serán resueltos los conflictos, así como la
integración de los grupos sociales (Pecheny y Dehesa 2009,1). Cuando las políticas
públicas resuelven un problema, lo hacen con base en dos sentidos: práctico y
simbólico, lo que revela el posicionamiento del Estado y la sociedad frente a las
problemáticas. La ausencia de políticas es también un posicionamiento político.
En este sentido, ni el Estado, como entidad política de poder ni la sociedad, ha
logrado modificar su concepción acerca de la diversidad sexual y de género. El
orden heterosexual, cisgénero y binario es el eje articulador de la vida pública y
privada a partir del cual se ordenan los cuerpos.

No es hasta hoy que las políticas públicas generadas, empiezan a atender


parcialmente a la población LGBT y lo hacen desde una lógica sociosexuada; es
decir, reproducen estilos de bienestar anclados en los prototipos de vida
heterosexual: matrimonio igualitario y adopción. Su finalidad es aproximarlos a lo
aceptable, lo normal, de conformidad con una estética social validada y reconocida.

Las personas LGBT tienen que ser actores y actrices clave del reconocimiento de
derechos y de la política pública que de ellos se derive. En la medida en que estas
personas sean incoporadas en las discusiones se corre menos riesgo de tener
sesgos heteronormativos y cisgénero de las prerrogativas reconocidas y las políticas
públicas generadas.

Los derechos humanos poco han podido escapar de este orden sociosexuado y de la
clara diferenciación entre las personas de la diversidad sexual y de género. Es
necesario construir los derechos humanos de las personas LGBT desde la
perspectiva de género, la diferenciación y rompiendo el paradigma de la identidad
para entender estas poblaciones desde su identificación, donde además lo trans no
quede subsumido a lo cisgénero.

Entender las discriminaciones y violencias desde estas diferenciaciones hacia dentro


del grupo implica construir derechos humanos más apegados a las necesidades
sociocultuarles de cada una de las identidades L-G-B-T. Lo anterior como primer
paso, para posteriormente trabajar en conjunto con las personas LGBT; aquí son
muy importantes los colectivos y las organizaciones para que todos los derechos
humanos que se reconozcan tengan su anclaje en lo situado. Particularmente, en el
reconocimiento de derechos de las personas trans deben existir representantes de
esta identidad para que estos sean potentes y en verdad atiendan sus necesidades
desde sus propias vivencias.

Los derechos humanos han resultado ser dispositivos muy potentes, sin embargo,
su margen de acción dentro de los Estados-nación es muy acotada porque
solamente pueden formular recomendaciones desde una obligatoriedad suave, que
incide poco en la vida diaria de las personas, al tiempo que los Estados omiten
legislar seriamente en ese sentido y erradicar las exclusiones de esta población
desde el núcleo central que le da orden a su paradigma cívico-público

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12
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Patricio Benalcázar Alarcón. Especialista en Derechos Humanos El 25 de noviembre de
1997 el entonces Tribunal Constitucional, a través de la Sentencia No. 111-97-TC declaró
inconstitucional el primer inciso del artículo 516 del Código Penal y dispuso la suspensión
de sus efectos; la norma mencionada establecía que: “En los casos de homosexualismo,
que no constituyen violación, los dos correos serán reprimidos con reclusión mayor de 4 a
8 años…”. En aquel tiempo, la organización del colectivo LGBTI era incipiente, sin
embargo, organizaciones como Triángulo Andino con el apoyo del fallecido
constitucionalista Ernesto López presentaron una demanda de inconstitucionalidad,
argumentando que la norma afectaba el ejercicio de libertades y el derecho a la igualdad y
no discriminación. Para aquella época, el debate sobre temas como este contaba con más
detractores que aliados. Para 1990 la Organización Mundial de la Salud eliminaba la
homosexualidad de su lista de patologías, mientras la Iglesia Católica tomaba posición
frente al tema en una carta dirigida al Tribunal Constitucional el 4 de noviembre de 1997,
en la cual mencionaba que de ningún modo era inconstitucional la cuestionada norma
penal. Fabián Alarcón, quien ejercía la Presidencia de la República, en la contestación a la
demanda, argumentaba que no era el Tribunal Constitucional, sino el legislador el que
debía dejar sin efecto la norma y pedía se deseche la demanda. Han pasado 20 años de
este hecho que constituye uno de los hitos jurídico - sociales en la lucha por la dignidad, el
respeto a la diversidad e igualdad; sin embargo, después de dos décadas, la estructural
discriminación contra este colectivo aún pervive en la región; es así como la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, en diciembre de 2014 publicó las conclusiones de
su Registro de Violencia contra personas LGBTI en América, en las cuales se afirma que
ocurrieron al menos 770 actos de violencia en un período de 15 meses en 25 Estados,
incluido Ecuador; mientras que en 11 Estados se mantienen leyes que criminalizan las
relaciones sexuales consensuales entre personas adultas del mismo sexo en privado.  
Los avances normativos en la lucha contra la discriminación fueron importantes, sin
embargo, los esfuerzos para enfrentar la violencia y los estereotipos demandan aún
acciones que transformen la cultura, la institucionalidad y su cotidianidad. (I) et

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despenalizacion-de-la-homosexualidad-en-el-ecuador-parte-i
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