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Los seres vivos están formados por células, que a su vez están compuestas por
estructuras membrana les que delimitan espacios donde ocurren una serie de
reacciones químicas capaces de auto mantenerse, basadas fundamentalmente en
cadenas de carbono. Los seres vivos nacen, es decir, siempre provienen de otro
ser vivo semejante; crecen, se reproducen y mueren. La vida requiere en primer
término complejidad. Estructuras simples no pueden funcionar como entes vivos.
Los seres vivos son estructuras muy complejas que desafían al medio, tienen que
incorporar continuamente energía y regular sus propios procesos, con una meta
fundamental: mantenerse vivos. Esta meta crea tensiones muy fuertes, de tal
modo que los seres vivos están sujetos a presiones que tienden a
desestabilizarlos y destruirlos, por lo que el esfuerzo por mantenerse vivo debe
sostenerse segundo a segundo. El fracaso tiene un altísimo precio: la muerte. La
vida es empujar cuesta arriba, y la muerte, su contrario: rodar cuesta abajo.
La materia está hecha de átomos, pero no de los átomos que los griegos
concibieron, ya que nuestros átomos son divisibles, es decir, no son atómicos,
pues tienen partes más pequeñas dentro de sí. Los átomos tienen núcleo y
electrones. El núcleo, a su vez, tiene en su interior protones y neutrones; estos a
su vez tienen otros componentes más simples: los quarks, y estos a su vez...
Se necesita un universo de más de 15, 000, 000,000 de años luz de tamaño para
generar organismos vivos. Esta distancia quiere decir que para recorrerlo de
extremo a extremo se necesita viajar a 300,000 km por segundo, la velocidad de la
luz en el vacío, durante más de quince mil millones de años. La distancia es tal
que no podemos siquiera imaginarla. Cuerpos celestes muy distantes contribuyen
a la vida de alguna manera misteriosa para nosotros. Todo el conjunto conspira a
favor y en contra de la vida al mismo tiempo. Quizás haya algo más que no
sabemos ver.
Hemos creído que la teoría de la evolución se refiere a cómo cambian los seres
vivos para adaptarse al medio y sobrevivir. Deberíamos percibir la teoría de la
evolución de manera más amplia. Deberíamos pensar al universo como el ente
que evoluciona, pues ha recorrido un largo camino para crear las condiciones
propicias para la vida, hasta llegar al punto en que está hoy. Ignoramos si en otros
sitios haya progresado más. Ha evolucionado desde un lugar frío y oscuro hasta
formar las estrellas, iluminarse y albergar moléculas de muy alta complejidad que
han resultado en la creación de seres vivos inteligentes y autoconscientes.
Ha apostado por la materia basada en átomos que forman moléculas que forman
seres vivos. La opción escogida requiere incorporar continuamente energía para
mantener a los entes vivos. No se ha podido excluir el fracaso en lo individual; el
éxito reside en lo general. La vida, como la conocemos, se esfuerza y lucha por un
lapso de tiempo, hasta que el medio la vence y ya no logra obtener la energía
necesaria para regenerarse segundo a segundo. La muerte está incluida en la vida
en muchas formas. Esta es la estrategia que conocemos.
La vida triunfa a pesar de la muerte, pues sabemos que los organismos vivos han
estado presentes durante millones de años. Una célula, muchas células mueren
cada día, pero el organismo persiste. Muchos individuos mueren cada día, pero la
especie se mantiene. Muchas especies han desaparecido, pero la biosfera se
mantiene.
¿Podría haber un paraíso? Tal parece que para nosotros no Pero sí podría haber
otros sistemas diseñados de manera diferente, donde la estructura no dependa de
átomos y moléculas que se desgastan y desensamblan. Puede haber un universo
sin segunda ley de la termodinámica, que implacable dicta que el desorden
siempre tiende a crecer. No sabríamos cómo llamar a entidades semejantes,
dotadas de complejidad, estables, capaces de pensar, con inteligencia superior o
distinta a la nuestra. Ni siquiera sabemos si a eso se le pueda llamar vida.
Nosotros estamos más abajo en la escala y no podemos entender lo que está en
niveles superiores.
Nadie sabe de dónde viene la vida. No entendemos bien qué es. Pero sí podemos
seguirle el rastro y encontrar sus orígenes en los del universo nuestro. A riesgo de
parecer ingenuos y simplistas creemos tener ante nosotros la ley básica del
universo: crear complejidad hasta llegar a la vida con entidades que se crean a sí
mismas, se auto mantienen y reproducen. Como el lapso de nuestra vida es muy
corto aún no logramos ver cuál es la tendencia final en el universo.
Quizá nuestro universo existe para dar lugar a la vida. Quizá la vida es una
rebelión que trata de escapar a designios negativos. Quizá la vida tiene por objeto
transformar al universo: el producto de la transformación transforma ahora al
transformante. Quizá somos un camino cerrado, un experimento condenado al
fracaso, o abandonado a su suerte. Quizá somos una oportunidad.
La ciencia moderna propone una visión del hombre y el universo mucho más
armónica que la de muchas religiones o filosofías. Esta acaba con el mito de que
el hombre fue simplemente dejado a su suerte en el mundo, y más bien propone
una relación íntima, en su composición y desarrollo, de su existencia y la del
universo. “Somos una manera en que el cosmos se conoce a sí mismo”, solía
decir el astrónomo estadounidense Carl Sajan. Un recorrido por los últimos
descubrimientos de la ciencia nos permite atisbar, siguiendo la posta de Sajan,
una respuesta a la pregunta esencial por excelencia: ¿De dónde venimos?
Uno de los principales pecados que hemos cometido a lo largo de los cuatro siglos
de desarrollo de la ciencia ha sido creer que esta podría resolver todos los
problemas de la humanidad a través únicamente de desarrollo tecnológico. A lo
largo de los años, las reflexiones acerca de la naturaleza del hombre y de su lugar
en el universo han quedado confinadas a círculos intelectuales reducidos,
mientras que la tecnología, también producto de esas investigaciones, sí ganó un
lugar preponderante en la sociedad.
El hombre moderno apuesta por la innovación tecnológica, pero es incapaz de
advertir que en ella no radican las respuestas a sus frustraciones más esenciales:
la tecnología, por sí misma, nunca será capaz de saciarnos. Nuestras necesidades
biológicas, sí; las sociales, tal vez. Pero el ser humano es mucho más que un
animal que lucha por sobrevivir: el hombre es, por naturaleza, un ser que busca no
solo adaptar su entorno a él, sino también conocer su mundo interior.
Una idea bastante alejada de la realidad. La física, en su afán por comprender las
leyes del mundo natural, poco a poco ha ido revelando la historia del universo y,
por extensión, la historia del hombre y de su lugar en este. La historia que ofrece
no es una historia de cómo el hombre llegó al universo, sino una historia de cómo
el universo llegó a transformarse en el hombre.
El origen de la realidad
Inicia hace aproximadamente trece mil ochocientos veinte millones de años, en un
fenómeno que hoy conocemos como el Big Bang. Cuando uno escucha la palabra
universo, lo primero que nos viene a la mente son objetos brillantes que existen
fuera de la Tierra y que hemos visto alguna vez en una imagen o un documental.
Pero el universo es mucho más que eso: las luces filtrándose por la ventana en el
último momento de la tarde, el apoyo incondicional de una madre a sus hijos y
todo cuanto se llegue a vivir y soñar en este mundo lo conforma y debe su
existencia a un solo fenómeno que ocurrió hace miles de millones de años. Esta
distinción es importante por dos motivos: el primero es que nos permite entender
que el origen del universo fue el origen no solo de los astros, sino también del
mundo que nos rodea, de cada uno de los detalles de nuestras vidas e incluso de
nuestras experiencias más humanas. El segundo motivo, tal vez aún más
importante, es que nos hace ser conscientes de que todo, absolutamente todo lo
que es parte de nuestras vidas, comparte el mismo origen.
El fin de la simetría
Los átomos de los que está compuesto el ser humano y toda la materia del
universo están formados por un núcleo muy denso, compuesto de protones y
neutrones, y por cierta cantidad de electrones que se mantienen ligados al núcleo
por medio de fuerzas electromagnéticas, de forma similar a como la Luna está
ligada a la Tierra por la fuerza de gravedad. Cada elemento químico está
caracterizado por la cantidad de protones en su núcleo, independientemente del
número de neutrones presentes; por ejemplo, los más sencillos de todos, el
hidrógeno y el helio, poseen uno y dos protones, respectivamente. Debido a su
simplicidad, luego de que los quarks reaccionaron para formar protones y
neutrones, aquellos dos elementos fueron los más abundantes en el universo y a
lo largo de millones de años comenzaron a formar nubes gigantescas de gas en
todo el espacio.
Las altas temperaturas en los núcleos de estas nubes de gas provocaron que los
átomos de hidrógeno y helio comenzaran a fusionarse entre sí para formar
núcleos cada vez más pesados, un proceso que lleva el nombre de nucleosíntesis.
En la actualidad existe una gran variedad de elementos químicos, cada uno con
una cantidad distinta de protones: el carbono posee seis protones; el nitrógeno,
siete; el oxígeno, ocho; y el número de protones de los elementos sigue
aumentando a medida que el átomo se hace más pesado como es el caso del oro,
que posee setenta y nueve protones. Ninguno de estos elementos químicos se
formaron directamente por el Big Bang, todos ellos fueron fabricados en los
centros de nubes incandescentes de hidrógeno y helio a medida que los átomos
más ligeros se fusionaban entre ellos. Estas reacciones de fusión nuclear elevaron
aún más la temperatura de las nubes gaseosas, las cuales poco a poco
comenzaron a brillar y eventualmente se transformaron en aquellos astros
luminosos que hoy llamamos estrellas. Las etapas tempranas del universo dieron
origen a los protones y neutrones, pero fue en las primeras estrellas en donde se
formaron los núcleos de todos los átomos que encontramos actualmente en la
naturaleza y en donde se siguen formando aún en la actualidad.
A medida que las reacciones de fusión nuclear producen elementos cada vez más
y más espesados, como el cobre o el hierro, el equilibrio entre las explosiones
nucleares, que tienden a expandir las estrellas, y la fuerza gravitatoria, que tiende
a comprimirlas, se hace cada vez más delicado y las estrellas comienzan a
volverse inestables. Si la masa de la estrella es lo suficientemente grande, en un
determinando instante esa inestabilidad provocará que la estrella colapse y se
transforme en una supernova, liberando todo su contenido al espacio exterior en
una explosión tan intensa que su resplandor puede incluso llegar a superar al de
toda una galaxia. Es de esta forma en que los átomos más pesados que el
hidrógeno y el helio son creados y dispersados en el universo: son cocinados a lo
largo de millones de años a millones de grados centígrados y luego segregados al
espacio en los últimos segundos de vida de sus estrellas progenitoras.
La Biblia dice que Dios creó “todas las cosas” (Revelación [Apocalipsis] 4:11).
También dice que no descansó hasta terminar toda su obra (Génesis 2:2). Así que
la idea está clara: Dios no creó un organismo simple, y entonces descansó y dejó
que ese organismo evolucionara durante millones de años hasta convertirse en
peces, simios y humanos. * Esta idea, llamada macro evolución, descarta al
Creador, quien, según la Biblia, creó “los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay
en ellos” (Éxodo 20:11; Revelación 10:6).
“Digno eres tú, Jehová, nuestro Dios mismo, de recibir la gloria y la honra y el
poder, porque tú creaste todas las cosas” (Revelación 4:11).
Además, piense en lo siguiente: La Biblia dice que “por medio de lo que Dios ha
creado, todos podemos conocerlo” (Romanos 1:20) Conocer a Dios le dará un
verdadero sentido a su vida, ya que él tiene un propósito amoroso para toda
persona que sinceramente lo busca (Eclesiastés 12:13; Hebreos 11:6)
Desde la noche de los tiempos los seres humanos se han preguntado por sus
orígenes y los del universo. Pero no ha sido hasta hace relativamente poco tiempo
(mediados del siglo XIX) que hemos podido ofrecer una respuesta científica, es
decir, una respuesta basada en evidencias empíricas. Hasta entonces, las
interpretaciones sobre nuestros orígenes y el lugar que ocupamos en el universo,
descansaban en explicaciones míticas asociadas a creencias religiosas y en
especulaciones sin base empírica alguna. 1.1. Antes de la evolución: fijismo y
creacionismo El fijismo sostiene dos ideas básicas: • Los seres vivos que
conforman las distintas especies tienen las mismas características esenciales, de
modo que cada individuo es biológicamente idéntico a sus progenitores. • Siempre
han existido las mismas especies, todas tienen la misma antigüedad y no varían
con el tiempo. El creacionismo es una teoría que se sostiene sobre el presupuesto
religioso de que la voluntad de Dios fue la causa de la existencia del mundo y de
todos los seres que lo pueblan. La doctrina judeo – cristiana, tal y como se narra
en el Génesis, sostiene la creación separada y definitiva de todas las especies
vivas y la creación del ser humano a imagen y semejanza divina. Esta concepción
armoniza perfectamente con la idea de un mundo estable en el que las criaturas
permanecen esencialmente tal y como las creó Dios en el principio. Esta
concepción ha dominado gran parte de la historia de la cultura europea y ha
servido para justificar la estructura sociopolítica como reflejo de un mundo natural
que no cambia, dado que todo fue creado por Dios con un propósito, sea cual sea
éste. Texto: Segundo relato de la creación Cuando Yahvé Elohim hizo la tierra y
los cielos, no existía ningún arbusto campestre en la tierra y no había germinado
todavía ninguna hierba del campo; porque Yahvé Elohim no había hecho llover
sobre la tierra y no existía hombre alguno para cultivar el suelo. Sin embargo, iban
surgiendo de la tierra una humedad que impregnaba toda la superficie del suelo.
Entonces Yahvé Elohim modeló al hombre (adam) de la arcilla del suelo (adamá)
e, insuflando en sus narices aliento de vida, el hombre se convirtió en ser vivo.
Luego Yahvé Elohim plantó un vergel en Edén, al oriente, y allí colocó al hombre
que había formado. Yahvé Elohim hizo germinar del suelo toda clase de árboles
hermosos de ver y buenos para comer, y asimismo, en medio del vergel, puso el
árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Un río brotaba de Edén
para regar el vergel, y desde allí se dividía, formando cuatro brazos. El nombre del
primero es Pishón, el cual es el que rodea todo el país de Javilá, donde se halla el
oro. El oro de ese país es bueno, dándose allí el bedelio y la piedra ónix. El
nombre del segundo río es Gijón, el cual es el que bordea todo el país de Kush. El
nombre del tercer río es Tigris, el cual recorre el este de Azur, y el cuarto río es el
Éufrates. Tomó, pues, Yahvé Elohim al hombre y le instaló en el vergel del Edén
para que lo cultivara y guardara. Luego Yahvé Elohim ordenó al hombre: “Podrás
comer libremente de cualquier árbol del vergel, pero del árbol de la ciencia del
bien y del mal no comerás, pues si comes de él, morirás sin remedio.” Yahvé
Elohim se dijo después: “No es bueno que el hombre esté solo; voy a
proporcionarle una ayuda que se le parezca.” Entonces Yahvé Elohim, habiendo
formado del suelo todo animal del campo y toda ave de los cielos, los condujo ante
el hombre para ver cómo los iba a llamar y, así, todos los seres vivos llevasen el
nombre que les diera. El hombre, pues, impuso nombres a todos los ganados, a
todas las aves del cielo y a todos los animales salvajes; pero no halló una ayuda
adecuada para sí mismo. Entonces Yahvé Elohim infundió un sopor en el hombre
y cuando se durmió, tomó una de sus costillas, cerrando con carne el hueco.
Luego Yahvé Elohim transformó en mujer la costilla que del hombre había tomado
y la presentó al hombre. El hombre dijo entonces: “¡Ésa sí que es hueso de mis
huesos y carne de mi carne! Se llamará “hembra” porque del hombre ha sido
tomada.” Por eso abandonará el hombre a su padre y su madre y se unirá con su
mujer, resultando ambos una sola carne. Ahora bien, los dos estaban desnudos, el
hombre y su mujer, pero no sentían vergüenza. Evolución los biólogos se refieren
a la idea de que las especies cambian con el paso del tiempo dando lugar a otras
nuevas, en un proceso que suele tener lugar a lo largo de cientos, miles y millones
de años. La idea de evolución biológica nació de la necesidad de explicar la
enorme diversidad de seres vivos. La evolución proporciona un vínculo entre todos
los organismos vivos, tanto actuales como pasados, situándolos en un continuo,
desde los más simples organismos unicelulares hasta los más complejos
mamíferos sociales. La evolución ha quedado establecida como un hecho porque
unifica una gran número de observaciones (anatómicas, fisiológicas, sistemáticas,
genéticas, bioquímicas, etc.). Sin embargo, la cosa varía cuando se intenta
descifrar el mecanismo evolutivo, es decir, los factores que desencadenan el
proceso evolutivo.
Conclusión
http://www.xtec.cat/~vmessegu/personal/fona/adapta1.htm
https://www.jw.org/es/publicaciones/revistas/g201510/adaptacion-o-evolucion/
https://www.letraslibres.com/mexico/la-vida-y-el-universo
https://revistaideele.com/ideele/content/el-universo-en-el-hombre
CARNET: 201942557