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Hipervisiblidad de la imagen en las

Redes Sociales
Luis Cabrera
@salteveneno
El contexto

Las redes sociales son parte de nuestras vidas y del modo en que interactuamos con nuestro
entorno social, familiar, y comercial.

En algunos casos sustituyen a los medios de comunicación tradicionales.

Clément Rosset expone que “si la incertidumbre es cruel, es porque la necesidad de


certidumbre es perentoria y aparentemente inerradicable en la mayoría de la gente”.
Efectivamente, la información se ha vuelto un bien muy preciado en medio de este clima de
amplio y notorio oscurantismo mediático.
Ubicuidad e inmediatez

Imago, ergo sum


Según Joan Foncuberta “la fotografía se volvió ubicua, hay cámaras en todos lados. En la
cúspide de esta ubicuidad, la imagen establece nuevas reglas con lo real. Tomar una foto ya
no implica tanto un registro de un acontecimiento como una parte sustancial del mismo.
Acontecimiento e imagen se funden”.
Los hechos y las imágenes resultan inseparables dentro de la psiquis colectiva.
Canibalismo de la imagen.
Objetividad cuestionada

Afirma Alberto Sato Kotani que “la tarea de citar para sufragar las imperfecciones del texto
es tan corriente como arbitraria”; una válida analogía frente a la decisión del fotógrafo de
realizar cada encuadre, en esta decisión omite al resto de la escena, es su arbitrariedad qué
capturar, qué compartir.
Es por la capacidad de generar matrices de opinión a través de las imágenes fotográficas
que el fotógrafo se convierte en actor político, aun en el caso de su mayor ética y
responsabilidad social, incluso de una utópica y estéril objetividad, cada imagen va cargada
de un peso emocional.
Hay casos en los que la estética fotográfica es tan predominante, que hace de la fotografía
una mera ilustración de la realidad.
Foto ganadora del WPP 2018
La muerte del autor

Monsieur Barthes, l’auteur n’était pas mort, il fasait la bringue.


Una nueva “especie” de fotografía periodística, donde todo sucede al instante, en medio de
profesionales y aficionados al oficio, con criterios diversos, con la (aparente) única
intención de informar al momento, es aquella que genera grietas en las anotaciones de
Roland Barthes, quien la percibía como: “[…] un objeto de trabajo, seleccionado,
compuesto, construido, tratado según normas profesionales, estéticas o ideológicas, que son
otros tantos factores de connotación; y por otra, esta misma fotografía no es solamente
percibida, recibida, sino también leída, relacionada más o menos consciente por el público
que las consume, con una reserva tradicional de signos. “
El modelo

Incluso en los casos en los que el fotógrafo se encuentra desligado de una línea editorial, su nivel
de empatía con el acontecimiento, de subjetivismo, de autocensura, definen esa “conveniencia”
con sus propias convicciones.
En este sistema de comunicación virtual, los emisores se pueden clasificar en dos categorías:
Hacedores de imágenes (usuarios presenciales)
Proveedores de imágenes (usuarios no presenciales de los hechos)
Los homo photographicus alimentan a los homo photoadictus, se necesitan mutuamente.
De estudiar esta dinámica como si fuese un modelo económico de competencia perfecta, con
muchos oferentes y muchos demandantes, donde el único bien son las fotografías, la recompensa
inmediata serían los incentivos ególatras propios de las redes sociales (likes, follows, retweets,
reposts), ceteris paribus.
Doble moral

¿Es la pura vocación a informar lo que empuja a esta oferta abundante de imágenes? ¿No
existe una motivación ególatra? ¿Existe un patrón de clichés agotados en este tipo de
fotografías? ¿Están conscientes los fotógrafos que han caído en la trampa de ofrecer
crueldad como distracción?
Pero esto quiere decir entonces que la información es manejada como un servicio, que tiene
una demanda medible, estadísticamente comparable con el rating, por ende, manejada
como un espectáculo, como entretenimiento. Y es quizás por ello que se puede apreciar un
patrón de clichés, elementos que se repiten encuadre tras encuadre, que garantizan una
audiencia, fotografías que ya carecen de toda reflexión, prefabricadas, inocuas.
Distancia ante el hecho

A pesar de que la fotografía no es una representación literal de los hechos, así la procesan
las masas, porque la realidad resulta tan inmanejable que solo se logra digerir a través de la
distancia que ofrece la imagen.
Se ha perdido sensibilidad ante la realidad, se vive a través de las imágenes (como
representación), es una ventana, hay una distancia entre el hecho y el espectador, por lo que
se cumple la premisa de estar entretenido: “no sentir demasiado”, sin darle espacio a las
grandes pasiones, tampoco a las grandes desgracias.
Hipervisibilidad

Se experimenta entonces una ceguera por saturación de imágenes, “ciegos ante la


hipervisibilidad del mundo” como lo definió Serge Daney. El receptor consume tantas
imágenes que llega el momento en que deja de analizarlas, solo las observa por mero
ejercicio de repetición, un mecanismo de autodefensa de su psiquis lo lleva a dejar de
inmutarse, y asume la violencia como un hecho simbólico.
El exceso es también una forma de violencia, es una violencia que se impone a la razón. El
exceso manifestado a través de la hipervisiblidad anula la imagen.
Nada se logra con ese caudal de fotografías, se vuelven letra muerta. Se necesita avanzar en
otras formas de abordar la realidad que perduren en el tiempo por su trascendencia en la
memoria colectiva.
Apetito por lucidez

Hay una carencia de fotografía con contenido, conocimiento, luz, lucidez, aún cuando para
Frédéric Beigbeder “la lucidez no protege de la realidad […] Saber por qué se está triste te
hace menos idiota, pero no menos triste”.
Repensar, replantear, redimir la fotografía. Usando el silencio desde su valor ético, no
ocultando, sino llamando la atención sobre lo que no se muestra. Lo ausente se convierte en
algo lacerantemente protagónico. Subrayar a través de la omisión.
De haberle prestado atención a la balsa de los locos de Nelson Garrido, quizás no habríamos
tenido que vivir las ausencias de Luis Cobelo, entre los fragmentos de Juan Toro.
¡Muchas gracias!

Luis Cabrera
Instagram: @salteveneno
Twitter: @salteveneno
Mail: luiscabrerafotografo@gmail.com

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