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ITER - CARACAS MATERIA: Los Mandamientos

CICLO: EXTENSIÓN DE TEOLOGÍA


OBJETIVO
PROFESOR: P. ARTURO ROJAS
S EMANA

FECHA
TEMA 2

3era Palabra/Mandamiento
2 2 14/10/23

«Recuerda el día Sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el
día séptimo es día de descanso en honor de Yahveh tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu
hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad.
Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contiene, y el séptimo
descansó; por eso bendijo Yahveh el día sábado y lo santificó…» (Ex 20,8)
Hay una hermosa parábola en la tradición del pueblo de Israel: “Dios le dijo a Moisés:
Moisés, yo tengo entre mis tesoros un don precioso que se llama el sábado, y se lo quiero
regalar a Israel”.
El término sábado en sentido bíblico está alusivamente unido al verbo shabat que
significa reposar, aunque muy probablemente en su origen estaría unido al número siete (en
hebreo sheba), lo que significaría sencillamente “el día séptimo”, el cual tiene un
significado fuertísimo en la mística simbólica oriental: el siete es el número de la plenitud,
de la perfección.
Llegamos a la tercera Palabra, al mandamiento sobre el día de descanso. Parece un
mandamiento fácil de cumplir, pero es una impresión equivocada. Descansar de verdad no
es sencillo, porque hay descanso falso y descanso verdadero. ¿Cómo podemos
reconocerlos?
La sociedad actual está sedienta de diversiones y vacaciones. La industria de la
distracción es muy floreciente y la publicidad diseña el mundo ideal como un gran parque
de juegos donde todos se divierten. El concepto de vida hoy dominante no tiene el centro de
gravedad en la actividad y en el compromiso sino en la evasión. Ganar para divertirse,
satisfacerse. La imagen-modelo es la de una persona de éxito que puede permitirse amplios
y diversos espacios de placer, la vida light. Pero esta mentalidad hace resbalar hacia la
insatisfacción de una existencia anestesiada por la diversión que no es descanso, sino
alienación y escape de la realidad. El hombre no ha descansado nunca tanto como hoy, ¡sin
embargo nunca ha experimentado tanto vacío como hoy! Las posibilidades de divertirse, de
ir fuera, los cruceros, los viajes, muchas cosas no te dan la plenitud del corazón. Es más: no
te dan el descanso. (Hay quien vive para descansar. El día que muera le deben escribir en la
lápida: “aquí sigue descansando).
Las palabras del Decálogo buscan y encuentran el corazón del problema, dando una luz
diferente sobre qué es el descanso. El mandamiento tiene un elemento peculiar: da una
motivación. El descanso en el nombre del Señor tiene un motivo preciso: «pues en seis días
hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por
eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo sagrado» (Ex 20, 11). Esto lleva al final de
la creación, cuando Dios dice: «Vio Dios cuanto había hecho, y todo era bueno» (Gn 1, 31).
Y entonces empieza el día del descanso, que es la alegría de Dios por lo que ha creado. Es
el día de la contemplación y de la bendición.
Ante la tercera Palabra, nosotros inmediatamente pensamos: tercer mandamiento:
santificar las fiestas. Ah, ok., este es el mandamiento que nos dice que hay que ir a misa el
domingo. En cambio se podría decir que este el mandamiento más bello de todos. Dios se
siente orgulloso en este mandamiento como hemos leído en el libro del Génesis (Gn 1,31-
2,1-3), Aquí no solo dice que Dios reposó sino que primero se complació por la obra de la
creación: “y vio Dios que era bueno”. Dios quiere que nosotros entremos en el día del
reposo: habiendo hecho bien lo que teníamos que hacer y nos complazcamos en aquello que
hemos hecho. “La grandeza de todo trabajo bien hecho es grandeza de aquél que lo hace”
(Juan Pablo II, Laborem Excersem).
¿Qué es por tanto el descanso según este mandamiento? Es el momento de la
contemplación, es el momento de la alabanza, no de la evasión. Es el tiempo para mirar la
realidad y decir: ¡qué bonita es la vida! Al descanso como fuga de la realidad, el Decálogo
opone el descanso como bendición, cómo alabanza de la realidad. Para nosotros cristianos,
el centro del día del Señor, el domingo, es la eucaristía, que significa «Acción de Gracias»
(No diga “Voy a misa”, diga “voy a la Acción de Gracias”). El día sagrado es día para decir
a Dios: gracias Señor por la vida, por tu misericordia, por todos tus dones. El domingo no
es el día para cancelar los otros días sino para recordarlos, bendecirlo y hacer las paces con
la vida. ¡Cuánta gente que tiene tanta posibilidad de divertirse, y no vive en paz con la vida!
Hoy estamos tal mente conectados con todos y con todo menos con Dios y con nuestra
propia alma: no tenemos tiempo ni para Dios ni para nuestra alma. Le tenemos miedo al
silencio, a la soledad, a la contemplación.
El domingo es el día para hacer las paces con la vida, diciendo: la vida es preciosa; no es
fácil, a veces es dolorosa, pero es preciosa. Es necesario reconciliarse con la propia historia,
con los hechos que no se aceptan, con las partes difíciles de la propia existencia. Es bueno
que nos examinemos: ¿me he reconciliado con mi propia historia? Una pregunta para
pensar: yo, ¿me he reconciliado con mi historia? La verdadera paz, de hecho, no es cambiar
la propia historia sino acogerla, valorarla, así como ha ido. Dice el Señor en el
Deuteronomio: «Te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. ¿Cuándo se hace
bella la vida? Cuando se empieza a pensar bien de ella, cualquiera que sea nuestra historia.
La vida se vuelve bella cuando se abre el corazón a la providencia y se descubre verdadero
lo que dice el Salmo: «sólo en Dios descansa mi alma» (Sal 62, 2). Es bella esta frase del
Salmo: «sólo en Dios descansa mi alma».
El Decálogo, lo encontramos en el libro del Éxodo, es este el texto que comentaremos,
pero también, casi idéntico lo encontramos en el libro del Deuteronomio (Dt 5,12-15), a
excepción de esta Tercera Palabra, donde aparece una variante interesante: mientras que en
el Éxodo el motivo del descanso es la bendición de la creación, en el Deuteronomio, en
cambio, se conmemora el final de la esclavitud. Escuchemos lo que dice la variante:
“Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh tu Dios te sacó de allí con
mano fuerte y tenso brazo; por eso Yahveh tu Dios te manda guardar el día del sábado”.
Dios con esta tercera palabra, tanto en Éxodo como en Deuteronomio comienza diciendo
“recuérdate del sábado”, nos está diciendo recuérdate de mí, contempla la obra de mis
manos, la obra de tus manos y bendice mi nombre.
En este día el esclavo debe descansar como el patrón, para celebrar la memoria de la
Pascua de liberación. Los esclavos, de hecho, por definición no pueden descansar. Este
mandamiento tiene una implicación política, social: rompe las reglas: el derecho del
descanso, el descanso de todos por igual: el esclavo igual que el patrón, el descanso de los
animales. Es fiesta para los hombres al igual que para los animales. Es esta es una cosa
profunda: el bien es para todos los seres creados, es así querido por Dios. Para que
tengamos un mundo nuevo es necesario el respeto de todas las criaturas, el respeto por el
creado. El reposo de la tierra, el reposo de la naturaleza: cuanta necesidad de reposo para
nuestra tierra, para nuestra naturaleza, para nuestro mundo. La naturaleza de vez en cuando
se sacude ante tanto maltrato. Es necesario proteger la naturaleza del hombre, es necesario
reconocer y defender el derecho de la naturaleza (Laudato Sii). El sábado el hombre no
domina las cosas, sino que descubre su sentido y alaba al creador; en el sábado el hombre
intuye la armonía del creado. La lógica del séptimo día bíblico es el ingreso en la unidad
armónica entre el mundo y el hombre, entre la acción y la contemplación, entre las palabras
y la Palabra.
Existen tantos tipos de esclavitud, tanto exterior como interior. Están las constricciones
externas como las opresiones, las vidas secuestradas por la violencia y por otros tipos de
injusticia. Existen después las prisiones interiores, que son, por ejemplo, los bloqueos
psicológicos, los complejos, los límites del carácter y otros. ¿Existe descanso en estas
condiciones? ¿Un hombre recluido u oprimido puede permanecer de todos modos libre? ¿Y
una persona atormentada por dificultades interiores puede ser libre? Efectivamente, hay
personas que, aunque en la cárcel, viven en una gran libertad de ánimo. Pensemos, por
ejemplo en Maximiliano María Kolbe, o en el cardenal Van Thuan, en Martin Lüther King,
que transformaron las oscuras opresiones en lugares de luz. Como también hay personas
marcadas por grandes fragilidades interiores que conocen el reposo de la misericordia y lo
saben transmitir. La misericordia de Dios nos libera. Y cuando tú te encuentras con la
misericordia de Dios, tienes una libertad interior grande y eres también capaz de
transmitirla.
La liturgia dominical sin justicia los otros seis días es magia. “No puedo soportar delito
y solemnidad dice el Señor (Is 1,13) y Jesús declarará de modo lapidario "es el“sábado que
está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado (Mc 2,27)
Santificar la fiesta es, ante todo, santificarse a sí mismo, descansar para Dios y para
entrar en la propia conciencia, recargarse para reentrar en los días de la semana de modo
más puro y generoso. El domingo debe ser para el cristiano, escribió Juan Pablo II en la
carta apostólica “Dies Domini”: dies domini, dies Christi, dies Ecclesiae, dies hominis, dies
dierum. Estamos llamado a vivir el día festivo entre la verticalidad (relación con lo sagrado,
lo divino) y la horizontalidad (relación con lo cotidiano, lo concreto, en fraternidad con la
humanidad)
El reposo del día sagrado tiene una concepción positiva, no se trata de simple
abstencionismo de actividad o fatiga, sino que por el contrario es símbolo de comunión con
el eterno, con el Dios infinito, con el sentido último de la vida. Para nosotros los cristianos
el día sagrado resplandece con la luminosidad del resucitado, el domingo, es Dies
Domini/Dies Domenica, es decir, Día del Señor.

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