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En una de las paredes del Panteón de los Próceres, en la Casona de San Marcos, hay una
placa de color negro, con los nombres grabados de 92 mujeres.
Murieron condenadas por haber luchado tratando de librar al país del yugo español, pero
casi nadie sabe de su existencia. Apenas, algunas líneas en algunos de los libros de
historia sobre Túpac Amaru. Y la placa de color negro en el Panteón de los Próceres.
–Lo que les sucedió a estas mujeres fue terrible. Y nadie las recuerda.
Quien habla es la historiadora Sara Beatriz Guardia, una de las mayores investigadoras
y difusoras del papel que cumplieron las mujeres peruanas en la historia, incluido el
proceso de la Independencia.
–En las conferencias que doy yo a veces pregunto “¿Puede levantar la mano alguien que
sepa de la Caravana de la Muerte?”. Y nadie levanta la mano, todos se miran. Nadie
conoce la historia de estas mujeres.
Es un ejemplo entre muchos otros. Durante décadas, lo que nos enseñaron en la escuela
es que San Martín y Bolívar liberaron al Perú, que la liberación se consolidó en las
batallas de Junín y de Ayacucho y que el precursor de esta liberación fue Túpac Amaru.
–La mujer no tiene una presencia en la historia de las luchas por la Independencia– dice
Sara Beatriz Guardia. –La historia las omitió.
–Es una historia eurocentrista, contada con el sistema de valores de la cultura europea.
Y no solo omitió la participación de la mujer. Es una historia que no permitió conocer a
las culturas prehispánicas ni todo lo que ocurrió antes de la Conquista.
Durante este tiempo, que se prolongó hasta los años setenta, el rol que cumplieron las
mujeres fue reducido, minimizado o directamente ignorado. Apenas se habló de María
Parado de Bellido y de Micaela Bastidas, esta última presentada solo como la esposa y
colaboradora de Túpac Amaru.
En 1984, Sara Beatriz Guardia publicó Mujeres peruanas. El otro lado de la historia.
Gracias a libros como este y otros, los peruanos comenzamos a conocer el verdadero
papel que cumplieron figuras como Bastidas o Tomasa Tito Condemayta.
HEROÍNAS DE LA REBELIÓN
En las cartas que cruza con Túpac Amaru se percibe su carácter y su condición de mano
derecha: no solo lo aconseja, sino que, cuando es necesario, lo reconviene. En una carta
del 6 de diciembre de 1780 le reprocha agriamente haber desoído su consejo de marchar
al Cusco. Y en una carta siguiente le anuncia que ha decidido marchar sola. A fines de
ese mes, como se sabe, sitian la Ciudad Imperial, pero, repelidos por caciques aliados
del gobierno español, deben replegarse.
Tras la captura, durante el juicio, los testigos presentados por los españoles la acusan de
comandar personalmente varias expediciones, de incentivar a los indios a que se unieran
a la lucha y de impartir órdenes “con más vigor que su propio marido”, según cuenta
Sara Beatriz Guardia en Mujeres peruanas…
Junto a ella estuvo Tomasa Tito Condemayta, cacica de Acos, propietaria de casas,
fundos, animales y otros bienes, que puso a disposición de la rebelión. Ella lideró una
brigada de mujeres que defendió un puente en Paruro de las tropas españolas y comandó
a uno de los grupos que llegó hasta el cerro Piccho en el sitio al Cusco. “Su éxito fue de
tal envergadura que los españoles lo consideraron como ‘una obra de brujería’”, cuenta
Guardia en su libro.
Tito Condemayta fue ejecutada por la pena del garrote. Le cortaron la cabeza y la
colgaron en una picota en el sitio más alto de su pueblo.
Cecilia Túpac Amaru, prima de José Gabriel Condorcanqui y casada con uno de sus
principales capitanes, participó activamente en el sitio del Cusco. Fue condenada a
recibir doscientos azotes ya diez años de destierro en un convento en México. No llegó
a partir. Murió en la cárcel.
No solo fueron ignoradas o minimizadas. Aquellas a las que con los años se les
reconoció históricamente, como Parado de Bellido o Micaela Bastidas, fueron
presentadas visualmente de forma que se disimuló sus rasgos indígenas y, en el caso de
la heroína cusqueña, probablemente afroperuanos.
–La representación más popular de Micaela es la de una mujer blanqueada con el cuello
alargado, una imagen totalmente estilizada– dice Karen Bernedo, curadora de la
exposición Emancipadas y Emancipadoras, presentada en marzo del año pasado en
Lima. –Este tipo de imágenes, popularizadas en las láminas escolares, alimentan el
imaginario de los peruanos sobre las heroínas de la Independencia. Mujeres
blanqueadas, aburguesadas, acriolladas. El Bicentenario es un buen momento para
problematizar este imaginario y estas imágenes.
el_mirandaoscar.miranda@glr.pe