Está en la página 1de 29

Jurandir

Malerba
La Historia en América Latina
Ensayo de crítica historiográfica

Rosario, 2010
CAPÍTULO I
AÑOS 1970-1980

L
a historia económica y la historia social son campos historiográ-
ficos consolidados, con problemáticas, objetos, instrumental te-
órico, metodológico y técnico propios. Sin embargo, tanto en
América Latina cuanto treinta o cuarenta años antes en Europa, esas
canteras de la historia surgieron umbilicalmente ligadas, en el esfuerzo
de los historiadores críticos para superar la entonces hegemónica historia
historizante o metódica, “positivista”. Y aunque ambas hayan avanzado
en sus propios caminos, los puntos de intersección son innumerables.
El mundo del trabajo tal vez sea lo más emblemático de esos puntos de
cruzamiento. La historia económica y la historia social –o aquello que
muchos insisten en llamar historia económico-social– preescrutaron la
esclavitud, para percibirla bajo el prisma de las estructuras económicas
y sus dinámicas, pero también las relaciones familiares, sexuales, cultu-
rales y la resistencia esclava. La clase obrera fue investigada como en-
granaje para mover la máquina capitalista y el proceso de
industrialización, pero aquí también la formación de identidades oriun-
das de los espacios de convivencia, de las comunidades, de la fábrica, de
la resistencia política son temas de investigación caros a la historiografía
latinoamericana. De modo que hoy, viendo las últimas tres décadas de
producción histórica en la región, podemos decir que la historia econó-
mica y social fue el campo que más y mejor avanzó en la historiografía
de América Latina. El objetivo de esta sección es delinear la trayectoria
de ambas modalidades de escritura histórica, comenzando por la historia
económica.

La historia económica
La historia económica, antes de la década de 1960
La historia económica latinoamericana adquirió mucho de su diseño y
su fuerza en la década de 1960, consagrándose definitivamente en la dé-
cada de 1970. Pero es claro que ella no ha comenzado allí. Un largo y
venerable linaje de historiadores económicos se formó en el continente
desde la mitad del siglo XIX. En Brasil, por ejemplo, Alice Canabrava
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

(1972) identificaba en Épocas de Portugal econômico (1928), de João a los principios fundamentales que determinaron la economía nacional
Lúcio de Azevedo, un hito entre las grandes obras de síntesis que inau- y las bases sobre las cuales ella yace –propiedad, producción, precios,
guraron la historiografía económica en el país. La influencia del maestro comercio etc.– el autor describe la evolución histórica del país, desde la
portugués es marcante en los trabajos seminales que le siguieron y allí independencia hasta la época en que escribe. En la Argentina, los nom-
hicieron escuela: História econômica do Brasil (1937) de Roberto Si- bres de Juan Augustín García, Juan Álvarez, Juan B. Justo y José Inge-
monsen; Formação do Brasil contemporâneo (1942) de Caio Prado Jr. nieros se destacan como precursores de la historia socioeconómica del
y Formação econômica do Brasil (1959) de Celso Furtado (Szmrec- país en el siglo XX (Cuccorese, 1975).
sányi, 2003). No obstante la importancia de esos precursores, la historiografía
Si a un historiador económico colombiano se lo interroga sobre económica latinoamericana experimentaría un crecimiento vertiginoso,
quién fue el gran inspirador del área, existe una inmensa posibilidad de tanto cualitativamente como cuantitativamente, en el final de la década
que el primer nombre recordado sea el de Luis Ospina Vásquez, autor de 1960, bajo el impulso de los desdoblamientos polémicos de la
que transformó los estudios de historia económica colombiana con su CEPAL en torno de las cuestiones del desarrollismo y de las teorías de
Industria y Protección (1955). En ese libro, Ospina Vásquez abordó la la dependencia.
cuestión de las tarifas y manufacturas, de la política económica, de los
ciclos de productos de exportación y del comercio en general. En su Teorías de la dependencia
largo capítulo final, se examinan los dispersos datos disponibles sobre En la efervescente década de 1960, mientras el Occidente industrial era
tendencias de largo plazo en los niveles de vida de los trabajadores ru- barrido por los vientos de la revolución cultural, que daría por tierra,
rales de Colombia, con informaciones y análisis que cubren desde el ini- entre otras cosas, con innumerables postulados de la concepción de co-
cio del siglo XVIII hasta el fin del XIX. Su obra definió un patrón de nocimiento vigente, se elaboraban en América Latina diversas versiones
excelencia académica que influenció generaciones de historiadores. Para de la más innovadora manera de concebirse la historia y la situación
la Argentina, el mismo papel tal vez haya sido cumplido por Luis Roque presente de este cuadrante del globo. Los historiadores americanos
Gondra, quien produjo una sólida síntesis de la historia económica de ese Charles Bergquist y Joseph Love rehicieron el itinerario del surgimiento
país, aunque con mucha más atención al período colonial que al nacio- de las llamadas teorías de la dependencia, que comenzaron a formularse
nal. Su énfasis fue depositado en las actividades agrícolas y pastoriles y dentro de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y Ca-
en la cuestión monetaria y financiera (Gondra, 1938, entre otros). ribe), de las Naciones Unidas en la década de 1950, bajo la batuta de su
La década de 1930 esbozó una primera transformación significativa director, el economista argentino Raul Prebisch. La tesis, ni siquiera
en la forma de escritura histórica en Chile, de una historia política tra- muy innovadora, planteaba que los términos del comercio internacional
dicional a otra modalidad que valoriza más las condiciones sociales y durante el siglo XX eran perjudiciales a las naciones exportadoras de
económicas constitutivas de la historia. Autores como Alberto Edwards productos primarios, de la “periferia” para el centro del sistema econó-
(1928), Alberto Cabero (1926), Carlos Keller (1933) y Daniel Martner mico mundial; consecuentemente, la solución para el problema del des-
(1923) son representantes de ese nuevo impulso, aunque estuviesen prio- arrollo de la región yacía en el empeño activo de los gobiernos en el
ritariamente interesados en resumir tendencias generales y en filosofar sentido de aquello que la CEPAL llamó “industrialización por sustitu-
sobre ellas, más que en lanzarse sobre los archivos y emplear metodo- ción de importaciones”. La tesis del “desarrollismo”, que disponía todas
logías novedosas. El más innovador de ellos tal vez sea Daniel Martner, las naciones en momentos diferentes de una ineluctable línea evolutiva
originalmente formado en Derecho, después profesor de finanzas públi- como subdesarrollados, en desarrollo o desarrollados, era el soporte de
cas en la Universidad de Chile y ministro de Hacienda durante el primer los economistas liberales en la época de la segunda postguerra. Ella se
mandato del presidente Arturo Alessandri Palma (1868- 1950). Después apoyaba en tres presupuestos que se tornarían fundamentales para el
de dedicar un tercio del primer volumen de su Estudio (Martner, 1923) nuevo paradigma: primero, que el mundo estaba dividido entre naciones

48 49
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

centrales desarrolladas y naciones periféricas subdesarrolladas; segundo, A pesar de todos los problemas justamente señalados y criticados por
que ambas categorías de naciones eran indeleblemente ligadas dentro una legión de intelectuales, los análisis basados en la teoría de la dependen-
de un sistema económico mundial de tal modo que desarrollo y subde- cia fueron el punto culminante de la formulación de un genuino pensa-
sarrollo eran fenómenos indisociables; finalmente, que las relaciones de miento formulado en América Latina para explicar su historia y situación
comercio en el sistema mundial operaban en detrimento de las naciones presente. Las críticas más contundentes a las teorías de la dependencia re-
subdesarrolladas. claman su carácter eminentemente ensayístico; por otro lado, con la ex-
Sin embargo, de un modo general, no se puede sobrestimar cualquier cepción de unos pocos trabajos importantes, como los de Stanley y Bárbara
sesgo radical en el análisis de la CEPAL, ya que sus economistas, durante Stein (en los Estados Unidos), Carlos Sempat Assadourian, Marcelo Car-
los años 1950, permanecieron trabajando dentro de un paradigma eco- magnani y Tulio Halperin Donghi, aquellas tesis no han logrado influenciar
nómico estrictamente liberal; de modo que sus indicaciones, en el sentido profunda y duraderamente la historiografía latinoamericana (Halperin
de promover el desarrollo/industrialización de las regiones periféricas Donghi, 1982: 115). Su potencial fue prácticamente vaciado por el impacto
por medio de la sustitución de importaciones, eran completamente armó- cultural bombástico de mayo de 1968, abortando las posibilidades de avan-
nicas con las tendencias de la época, o sea, el establecimiento en la región zar dentro de esa línea de evolución intelectual y matando en la cuna el
de filiales de corporaciones multinacionales originalmente instaladas en “nuevo paradigma” antes de que él pudiese desarrollar toda su carga crítica
los Estados Unidos. y creativa en los estudios históricos –y en las ciencias sociales como un
La transformación radical de perspectiva ocurrió en los conturbados todo. Tal fenómeno se explica por el hecho de que las teorías de la depen-
años 1960. La política promotora de la industrialización por medio de la dencia surgieron en los años 1960, cuando se detonó la implosión de los pa-
sustitución de importaciones en países extremadamente dependientes de radigmas en las ciencias sociales con el advenimiento del
la exportación de bienes primarios se mostró, al fin y al cabo, un engaño postestructuralismo, que resultó en el “postmodernismo” de los años 1980
y sólo agravó la situación de los problemas crónicos en la balanza de y 1990, lo cual, a su vez, decretó la falencia de las macro teorías y macro
pagos y en la ampliación de la desigualdad social. Eso llevó a algunos narrativas. Así, en el contexto de fragmentación de la situación de transición
economistas desarrollistas y científicos sociales a un cuestionamiento paradigmática en que aún nos encontramos, la utilidad y validez de una te-
rotundo del proceso de industrialización en América Latina.
Ese cuadro nefasto ha sido diagnosticado por innovadores econo-
mistas y científicos sociales latinoamericanos, pero también americanos,
que pasaron a cuestionarse radicalmente la teoría económica liberal con- 7
Cfr. Sunkel (1970), Furtado (1970), Cardoso y Falleto (1969), Gunder Frank (1967). En
vencional como algo inaplicable a las condiciones de América Latina. ocasión de la reciente celebración de los cincuenta años de la CEPAL, Ricardo Biels-
Postulando cuestiones estructurales como los modelos de propiedad de chowsky organizó una antología que reúne algunos de los más representativos textos pu-
blicados por la la misma, entre los cuales se destacan los trabajos de Fernando Henrique
la tierra, los efectos de las economías exportadoras y el papel del capital Cardoso, Celso Furtado, Maria da Conceição Tavares y Raúl Prebisch. Bielschowsky sis-
extranjero, esos pensadores llegaron a explicaciones extraeconómicas e tematizó la edición basándose en cuatro vertientes analíticas: el enfoque histórico estruc-
históricas de los problemas de desarrollo de la región. turalista, calcado en las relaciones entre “centro y periferia”; el análisis de la inserción
No se observarán todas las sutilezas de enfoque de las múltiples ver- internacional; el análisis de los condicionantes estructurales internos; y el de las posibili-
dades de la acción estatal. También fueron identificadas cinco fases en el pensamiento de
tientes y autores que formularon las diversas versiones, con matices inter- la CEPAL, cinco “ideas-fuerza” que demuestran la evolución histórica de la región: los
pretativas variadas, de las teorías de la dependencia, de las cuales los años 1950 fueron marcados por la industrialización; la década siguiente, por las reformas
trabajos más conocidos e influyentes fueron los del economista chileno destinadas a eliminar los obstáculos a la industrialización; los años 1970, por la reorien-
Osvaldo Sunkel, del economista brasileño Celso Furtado, del sociólogo tación de los estilos de desarrollo; los 1980, por la superación del endeudamiento externo
vía ajuste con el crecimiento; los 1990 han sido marcados por la agenda de “transformación
brasileño Fernando H. Cardoso (en colaboración con el historiador chileno productiva con equidad”. Cfr. Bielschowsky (2000). Sobre el pensamiento económico de
Enzo Falleto) y del economista norteamericano André Gunder Frank.7 la CEPAL, Lora y Mallorquín (1999); Love (1996); Rodríguez (1981).

50 51
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

oría “macro” social e histórica –como las teorías de la dependencia– perdió finición y concepción de sus investigaciones, de las orientaciones teóri-
el interés y el sentido para el establishment académico. cas, metodológicas y temáticas generadas fuera de su región.” Sin em-
Bajo el impulso de la Revolución Cubana, las teorías de la depen- bargo, ya en 1978 el cuadro era totalmente inverso, la disciplina gozaba
dencia surgieron en los años 1960 adquiriendo, en gran parte de América de gran vitalidad y prestigio institucional. La Comisión de Historia Eco-
Latina, un sesgo de resistencia al imperialismo norteamericano, no ne- nómica de CLACSO tuvo un importante papel en ese impulso de la dis-
cesariamente presente en sus primeras formulaciones. Si bien no todas ciplina. Toda esa renovación venía “de afuera”, con la adaptación de
estaban basadas exclusivamente en aportes marxistas, el marxismo ofre- abordajes y metodologías extranjeras que practicaban los Annales, el
ció instrumentos de análisis importantes para su florecimiento. En un grupo de la New Economic History, el grupo polonés bajo liderazgo de
momento en que irrumpían innumerables dictaduras militares por todo Witold Kula y la historiografía económica marxista. Delante de ese es-
territorio latinoamericano, el marxismo también ofreció soporte ideoló- cenario, la Comisión de Historia Económica de CLACSO desempeñó un
gico para alimentar la resistencia. Cuando las teorías de la dependencia importante papel, al promover la difusión crítica de esas vertientes entre
perdieron su impulso, a mediados de la década de 1970, la historia eco- los historiadores latinoamericanos (Florescano, 1978: 183 y ss.).
nómica y social, que vino a ocupar su lugar como vertiente de renova- El Primer Cuaderno de la Comisión surgió en 1970 bajo la égida
ción, se constituyó a partir de una mezcla de marxismo con las cuantitativista y experimentó un crecimiento vertiginoso entre 1970 y
enseñanzas de la escuela francesa de los Annales. 1980. En los simposios de la entidad, los primeros temas abordados fue-
ron las haciendas, latifundios y plantaciones, enfocando aspectos hasta
La explosión de la historia económica latinoamericana en la década entonces poco estudiados (los mecanismos económicos que los regían:
de 1970 producción, mercado, consumo; precio, salario y capital); el segundo se
A finales de la década de 1970, el historiador mexicano Enrique Flores- dedicó a los debates de la demografía histórica y en el tercero el eje fue
cano Mayet hacía un balance de las actividades de la Comisión de His- el impacto del sector externo en las economías de la región (estructuras
toria Económica del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales internas y formas de dependencia). La historia de las técnicas y de la tec-
(CLACSO). Este consejo había realizado tres grandes simposios desde nología también fue tema de interés, así como las luchas populares.
su creación: en Lima (1970), en Roma (1972) y en la ciudad del México CLACSO, con el apoyo del Social Science Research Council, apoyó la
(1974). Era el auge de la historia económica en América Latina. Flores- publicación de importantes instrumentos de investigación como biblio-
cano cuantificaba, entonces, todos los datos relativos a aquellos eventos, grafías, datos estadísticos e informaciones cualitativas, base para estudios
que involucraron más de dos centenas de participantes y generaron im- subsiguientes (Florescano, 1972; Klein, 2006).
portantes obras.8 Relata Florescano que en 1969 la historia económica Todo ese impulso verificado en el campo de la historia económica en
era aún incipiente. Sus pocos practicantes en América Latina trabajaban los años 1970 tuvo precedentes importantísimos en la década anterior. Ál-
aisladamente, sufrían incomprensiones y dificultades institucionales, ca- varo Jara (1969), uno de los creadores de la Comisión de Historia Econó-
recían de información e impulso para su trabajo y dependían, “en la de- mica de CLACSO, publicó en 1969 Tierras nuevas: expansión territorial
y ocupación del suelo en América (Siglos XVI-XIX), conjunto de ensayos
8
Como, por ejemplo, Perspectivas de la historia económica cuantitativa en América Latina
presentados en la 8ª sección del IV International Congress of Economic
(México, 1970); La historia económica en América Latina: desarrollo, situación, métodos History (Bloomington, Indiana, 1968). En este importante congreso se
y bibliografía (México, 1972, 2 vols.); Haciendas, latifundios y plantaciones en América reunieron algunos de los más prominentes historiadores económicos de la
Latina (México, 1975); Fuentes para la historia demográfica de América Latina (México, época, que fomentarían la disciplina en los años posteriores. Allí, se des-
1975). Ciro Cardoso y Hector Pérez Brignoli publicaron en la Colección SepSetentas tres tacaban los siguientes temas, que vinieron a constituir los capítulos del
importantes antologías sobre la historia económica y social: Tendencias actuales de la his-
toria demográfica y social (1976); Historia económica y cuantificación (1976); Perspectivas libro organizado por Jara: la frontera agrícola del virreinato del Perú en el
de la historiografía contemporánea (1976). siglo XVI (Rolando Mellage); colonización, ocupación del suelo y fron-

52 53
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

tera en la Nueva España de 1521 a 1750 (Enrique Florescano); expansión social de la América española y de Brasil. Tratándose de un manual, in-
de la frontera desde Buenos Aires, de 1810 a 1852 (Tulio Halperin cluía también dos capítulos introductorios sobre tendencias recientes de
Donghi); colonización agrícola en la provincia argentina de Santa Fe de la historia, especialmente la cuantitativa, un tercero sobre los méritos y
1870 a 1895 (Ezequiel Gallo); la exploración intensiva de la tierra en la problemas de la historiografía marxista, dos capítulos finales sobre his-
Argentina de 1890 a 1910 (Roberto Cortés Condes); política agraria en toria comparativa y síntesis histórica, seguidos de siete apéndices. Los
Venezuela en el siglo XIX (Germán Carrera Damas). En la introducción, autores procuraban aplicar, o mostrar cómo debían aplicarse, las técnicas
Álvaro Jara discute ampliamente la ocupación, población y frontera, pre- y métodos usados por franceses, ingleses y norteamericanos para el caso
sentando las cuestiones generales que se han discutido en tales ensayos. de América Latina (Cortés Conde, 2006; Pérez Brignoli, 2006).
El verdadero divisor de aguas en el campo de la historia económica En el capítulo sobre “Conceptos, métodos y técnicas de la historia
latinoamericana en la década de 1960 fue la obra del cubano Manuel económica”, después de explorar el “vocabulario básico” de ese campo,
Moreno Fraginals. O Engenho demuestra cómo la expansión europea donde se destacan conceptos como estructura, coyuntura, crecimiento,
en el Caribe desde la conquista se apoyó en el trípode industria azuca- macro y micro economía, los autores entran en el análisis de los tipos de
rera, población negra y complejo de la plantation. Ese trípode perduró fluctuaciones económicas y sus principales explicaciones, para sólo en-
por casi cinco siglos, creando un largo debate sobre la importancia de la tonces abordar el problema de la cuantificación y estadística en la histo-
excesiva dependencia local a la producción de azúcar o el impacto eco- ria: los tipos de fuentes seriales, las representaciones y análisis de las
nómico y social de todo el complejo de plantation. El libro de Moreno fluctuaciones económicas, las técnicas de la muestra, etc. A ese capítulo,
Fraginals definió las principales líneas de investigación y puntos del de- los autores agregaron otro sobre “Problemática de la historia económica
bate sobre la economía colonial. El autor escruta las formas del proceso de América Latina”, donde apuntan varias áreas inexploradas o subex-
productivo, el comercio esclavo, la coexistencia del trabajo esclavo con ploradas del campo historiográfico, tanto para el período colonial como
el asalariado, la presencia de la inusitada figura del esclavo por contrato, para la época independiente.9
las condiciones de trabajo y las relaciones entre tecnología y trabajo, Si la producción historiográfica fuese esquematizada por campos
uno de los temas más importantes del libro. Como lo es, igualmente, la temáticos, a partir de la clásica periodización cronológica, se podría lle-
perspicacia del abordaje global operada por el autor, al insertar a Cuba gar al siguiente mapa del temario abordado por la historia económica en
en un amplio escenario internacional. Esa obra de gran envergadura sus- las últimas tres décadas:
citó un intenso debate, mucha controversia y hasta hoy sirve de referen- - período colonial: industria azucarera, esclavitud, plantation, latifundio.
cia para los estudiosos de la esclavitud y de la economía y sociedad
colonial latinoamericana (Moreno Fraginals, 1978 [1964]).
La fuerza de la historia económica en los años 1970 puede ser obte- 9
En 1997 Ciro Cardoso y Ronaldo Vainfas editaron Domínios da História, una compi-
nida por un índice más sutil. En 1976, Ciro Cardoso y Héctor Pérez Brig- lación de ensayos que procuran dar cuenta del “estado del arte” en el campo de la his-
noli publicaron uno de los manuales más consumidos de introducción a toriografía contemporánea. Es interesante notar la vertiginosa expansión del área del
la investigación histórica de América Latina, traducido y varias veces re- conocimiento histórico. En la primera parte, “Territorios del historiador”, se encuentra
un mapeo de los grandes campos de la historia: la económica, la social, la política, la
editado en Brasil a partir de 1978. El libro Los métodos de la historia, que de las ideas, la de las mentalidades y la cultural. En la segunda, “Campos de investi-
ayudó a formar sucesivas generaciones de historiadores, tenía el doble gación y líneas de investigación”, son focalizados temas más específicos, como historia
objetivo de refutar el marxismo althusseriano, aún en boga, y de divulgar agraria, historia urbana, historia de los paisajes, historia empresarial, historia de la fa-
el instrumental teórico metodológico de la “historia ciencia social”, a milia y demografía histórica, historia de lo cotidiano y de la vida privada, historia de
las mujeres, historia y sexualidad, historia y etnia, historia de las religiones y religio-
saber: la historia económica, la historia social y la historia demográfica. sidades. En la tercera parte, son suministrados ejemplos de modelos teóricos y nuevos
El libro es una exposición lúcida de los problemas inherentes y las téc- instrumentos metodológicos: Historia y modelos; Historia y análisis de textos; Historia
nicas apropiadas para cuantificar la historia demográfica, económica y e imagen; Historia e Informática: el uso de la computadora. Cardoso y Vainfas (1997).

54 55
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

- período nacional: economía de exportación de bienes primarios, urba- investigar y publicar importantes obras, Florescano impulsó el área
nización, ferrocarriles, transición de la mano de obra hacia un sistema cuando estuvo al frente del INAH (Instituto Nacional de Antropología
asalariado. e Historia), que se tornó un buque insignia entre los centros de historia
- siglo XX: industrialización, movimiento obrero, sistema financiero económica y social en México y en toda América Latina. En el inicio,
internacional. invirtió en la publicación de bibliografías e instrumentos de investiga-
A manera de ejemplo, vamos a evocar a continuación algunos títulos ción (Florescano, 1980). Importantes libros en colaboración también
que ilustran toda esa producción. La historia de las relaciones financieras fueron editados, como México en el Siglo XIX, organizado por Ciro Car-
entre países, del crédito, de la historia empresarial y del pensamiento eco- doso, que ofrece un gran volumen de datos e interpretaciones sobre la in-
nómico ha sido objeto de interés mayor por parte de economistas que de corporación de México al capitalismo mundial en el siglo XIX. El INAH
los historiadores propiamente dichos. Una loable excepción a la regla es movió también los estudios de historia demográfica e historia social del
el trabajo del mexicano Carlos Marichal, autor de varios libros impor- trabajo. Sus productos muestran cómo esas áreas se entrecruzan de ma-
tantes sobre deuda externa en América Latina, globalización, historia de nera inevitable. Entre las investigaciones subvencionadas por el INAH,
los impuestos y de las empresas en México (Marichal, 1986; 1989; 1995). en el área de demografía histórica, se destaca Ciudad de México. Ensayo
Uno de los campos que más estimuló la historiografía económica en de construcción de una historia, una antología de ensayos editada por
América Latina fue el de la economía colonial. Autores como Moreno Alejandra Moreno Toscano (1978). En ese libro sobresalen los análisis
Fraginals, Carlos Sempat Assadourian (1973), Ciro Flamarion Cardoso y sobre el grado de dispersión o concentración de los varios tipos de ne-
Héctor Pérez Brignoli (1983), Marcello Carmagnani (2001), Enrique Tan- gocio y las distintas estructuras de las familias extensas indígenas, en
deter, Enrique Florescano (1969) y João Luis Fragoso (1992), entre otros contraposición a la más usual familia nuclear de las castas.
historiadores importantes, hicieron contribuciones decisivas para el En el lastre de un rico legado de pioneros como Caio Prado Jr., Ma-
campo (Cortés Conde y Stein, 1979; Cortés Conde, 2006). Tandeter, en falda Zamela, Alice Canabrava y Celso Furtado –y al lado del grupo de
colaboración con Lyman Johnson (1990), congregó un conjunto de auto- historiadores uspianos centralizados en torno de Fernando Novais, como
res de varias nacionalidades, latinoamericanos o no, para organizar una João Manuel Cardoso de Melo, José Jobson Arruda, Vera Ferlini y Luis
antología ricamente apoyada en cuadros, tablas y gráficos, con el objetivo Felipe de Alencastro– la historia económica ganó gran impulso en el Brasil
de ampliar el conocimiento de los problemas y métodos en el área de la de los años 1970 a partir del grupo de historia agraria de la Universidad
historia de los precios en el contexto latinoamericano y, al mismo tiempo, Federal Fluminense, iniciado por Maria Yedda Linhares y Ciro Cardoso.
ofrecer un excelente contrapunto en relación con las tendencias desarro- Enfocados en temas que cruzan cuestiones de economía agraria, esclavi-
lladas en la historiografía europea. La historia de los precios, dada la na- tud, producción, comercio local e internacional, abastecimiento, consumo,
turaleza compleja y ambigua de las fuentes materiales empleadas, a partir de la utilización de variadas fuentes seriales y cualitativas, autores
contribuye a que haya un volumen realmente exiguo de estudios sobre el como Francisco Carlos Teixeira da Silva, Hebe Matos, Sheila de Castro
asunto en América Latina. El libro de Tandeter y Johnson es, además de Faria, Márcia Menendes Motta, João Luis Fragoso y Manolo Florentino
eso, un importante ejercicio en historia económica comparada. contribuyeron decisivamente para el incremento del área en el Brasil a
Enrique Florescano, autor del clásico estudio sobre las variaciones partir de los años 1980. Siempre a título de ejemplo, uno de los más cons-
en el precio del maíz y crisis agrícolas entre 1708-1810 en México, fue picuos trabajos oriundos de ese grupo es el que realizó João Luis Fragoso.
un precursor de las innovaciones experimentadas por la historia econó- Homens de grossa aventura fue una de las primeras investigaciones en
mica (y también por la historia social) a fines de la década de 1960 (Flo- realizar una rigurosa reinterpretación de los modelos explicativos de la
rescano, 1969). En esa obra Florescano utilizó las técnicas de la escuela economía colonial a la luz de las contribuciones traídas por los investiga-
francesa de los Annales para demostrar el comportamiento cíclico del dores en los últimos veinte años. Fragoso se ha servido de vastas fuentes
precio del maíz y la recurrencia de las crisis de subsistencia. Además de primarias disponibles para analizar las formas de acumulación de la eco-

56 57
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

nomía mercantil esclavista en la “plaza mercantil” de Río de Janeiro, la odo que enfatizaba cómo las “reformas liberales” y la incorporación de
cual englobaba toda la región sur y sudeste de Brasil. Procuró resaltar la América Central en el mercado mundial, por medio de la exportación de
importancia de la “acumulación endógena” (relacionada con las activi- café y plátanos, habrían sentado las bases para el desarrollo capitalista
dades ligadas al abastecimiento interno), del “mercado interno” (locus en dependiente. De los años 1980 para acá, una nueva generación de his-
que se daría la acumulación endógena) y del “capital mercantil residente” toriadores, que incluye personas como el hondureño Dario Euraque
(grupo mercantil residente en la colonia que realizó la acumulación) en la (1996) y los costarriqueños Victor Hugo Acuña Ortega, Héctor Pérez
economía colonial. Así, verificó la complejidad de esa economía que ya Brignoli (1985) y Mario Samper (1994) y otros investigadores –¡no sólo
no podría ser definida como, simplemente, una economía de plantation, oriundos de la región!– vienen procurando reexaminar la historia de
esclavista y de monocultivo (Fragoso, 1992; Fragoso y Florentino, 1993). América Central a la luz de nuevos estudios empíricos y abordajes teó-
Fragoso avanza en relación con las teorías anteriores, explicativas rico metodológicos, superando así las viejas tendencias de la historiogra-
de la economía colonial, al proponer una lógica no económica, o a lo fía de la región, caracterizadas por abordajes excesivamente empiristas
menos no-capitalista, para explicar el funcionamiento de aquella econo- y teorizantes. Los libros de Acuña Ortega e Iván Molina Jiménez (1991)
mía. Según el autor, el capital mercantil, en función de una “mentalidad y aquél organizado por Héctor Pérez Brignoli y Mario Samper (Pérez
arcaizante”, de relaciones de poder (de hombres sobre hombres), llevaba Brignoli y Samper, 1994), son ejemplos de esa historiografía económica
a sus propietarios, ávidos por ascender socialmente en la “jerarquía eco- revitalizada, atenta a las variaciones y diferencias internas entre las di-
nómico social”, a constituirse en señores de esclavos y propietarios de versas regiones de América Central (Kaimovitz, 1996).
tierras, aun si en el pasaje de la elite mercantil a la de propietarios de los De acuerdo con esos nuevos estudios, las modernas clases capita-
medios de producción y mano de obra cautiva, ellos perdiesen dinero y listas de América Central surgieron de una mezcla de familias oligárqui-
dejaran de integrar la elite económica. En otras palabras, el proyecto cas tradicionales, de remota origen colonial, con nuevos actores que
colonizador emprendido en Brasil, además de la creación y manteni- tuvieron éxito en adentrarse en los círculos centrales. Una rigurosa in-
miento de un sistema de monocultivo exportador, tenía como objetivo vestigación genealógica, de ocho de las más importantes familias do-
reproducir en el tiempo una jerarquía altamente diferenciada, o sea, el minantes en Guatemala, permitió a Marta Casaus Arzú (1992) demostrar
móvil de la empresa colonial era un ideal precapitalista, de reproducción con propiedad cómo algunas familias consiguieron sobrevivir y florecer
de relaciones de poder. Esto producía una esterilización de la acumula- bajo las nuevas condiciones de los siglos XIX y XX, estableciendo
ción mercantil para la esfera de la producción. Este proceso produjo una alianzas estratégicas por medio del casamiento de sus hijos con los de
continua recreación de los sistemas agrarios en áreas de frontera y, así, otras familias importantes, de modo de preservar sus posiciones. Al in-
garantizó la reproducción de la formación económica social colonial, sertar parientes a ambos lados del conflicto político, esas familias pode-
posibilitada por la apropiación del trabajo excedente no sólo del esclavo rosas se diversificaron en nuevas actividades económicas y usaron su
sino también del campesino. poder para obtener influencia. Ese patrón clientelístico fue estudiado
Para finalizar nuestros ejemplos de la historiografía económica en con profundidad para el caso brasileño en un estudio pionero de Maria
América Latina, podríamos recordar la pujanza de los abordajes regio- Sylvia de Carvalho Franco (1974). Casaus Arzú muestra cómo esas fa-
nales. América Central, las regiones andina, platina, amazónica, las re- milias de la elite, cuyos miembros se dispersaron por innumerables pa-
giones de minerías coloniales y otras recibieron constante atención de íses de América Central, desempeñaron un papel importantísimo en el
los historiadores económicos latinoamericanos. Para ilustrar ese abor- sentido de la integración regional.
daje regional, sigamos el itinerario de los estudios de historia económica Este breve análisis de la historiografía económica de América La-
de América Central en el período que marca su inserción en la economía tina no puede ser cerrado sin antes retornar a la idea que abrió esta sec-
capitalista internacional (ca. 1850-1950). En los años 1970, muchos au- ción: que la historia económica y la historia social muchas veces diluyen
tores hicieron esfuerzos en el sentido de ofrecer una visión de ese perí- sus fronteras en los resultados de las investigaciones concretas. Tal vez

58 59
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

eso transcurra, contra la tendencia a la fragmentación hoy en boga, del sólo marginal en el escenario historiográfico francés, desde muy tem-
espectro de la totalidad de lo social, tal como fue propuesto un día por prano se entablaron vínculos importantes con algunos exponentes de la
los mayores pensadores, de Marx y Weber a Giddens, y por los grandes historiografía y de las ciencias sociales de América Latina. Ejemplo no-
nombres de la historiografía mundial que teorizaron su disciplina en el torio de esa aproximación fue la presencia, entre 1935 y 1937, de Fernand
siglo XX, de Bloch, Febvre y Braudel a Hobsbawn y los marxistas bri- Braudel como uno de los primeros profesores de la cátedra de Historia
tánicos. Tal vez por eso, un historiador como Gérman Colmenares de las Civilizaciones de la recién fundada Facultad de Filosofía, Ciencias
(1973) haya sido impelido a escribir una Historia económica y social de y Letras de la Universidad de San Pablo (USP). La presencia de Braudel
Colombia en el período colonial. Al final, ¿qué es lo “social”? Lo “so- echó profundas raíces en la historiografía brasileña. El programa de pos-
cial” es el punto de convergencia, el círculo que todo envuelve: hombres tgrado de la USP fue pionero en Brasil, una verdadera matriz que formó
y mujeres, ideas, ciudades, campos, guerras, lenguajes, culturas, confi- a casi la totalidad de los historiadores brasileños. No es mera coincidencia
guraciones sociales, poder y política. Como la historia de la acumulación el hecho de que la historia económica y la historia social constituyeran
originaria del capital en América colonial no puede ser escrita sin refe- las dos grandes líneas de investigación del programa de postgrado en
rencia a la esclavitud –y, en fin, a la historia de sus luchas de resisten- Historia de la USP, desde su implementación.10
cia– del mismo modo la historia de los procesos de industrialización en El peso de la historia social permanece incontestable en el escenario
América Latina no puede ser escrita disociada de los procesos de forma- académico brasileño. En el Cuadro I, se presentan los 53 programas de
ción de las clases obreras y sus luchas. Por lo tanto, una historia de las postgrado en Historia en Brasil (abril/2008), que ofrecen 23 cursos de
ciudades, de las formaciones urbanas en América Latina que se inscribe Doctorado y 30 de Maestrías (29 académicos y 1 profesional). Cerca de
dentro del proceso de industrialización y, del otro lado de la misma mo- la mitad (24) tiene a la historia social como principal área de concentra-
neda, de la formación de las clases trabajadoras que abastecieron esas in- ción –sea estrictamente en el área o en composiciones más específicas
dustrias de mano de obra. La producción historiográfica latinoamericana como “historia social y de las ideas”, “historia social de las relaciones po-
de los últimos cuarenta años confirma esas afirmaciones. líticas” o “historia social de la Amazonia”; o programas cuyo nombre es
cosméticamente alterado, pero que pueden ser identificados como de his-
La historia social toria social: “Historia: estado, región y sociedad”, “Historia, cultura y
Siguiendo el ejemplo de lo acontecido en Europa, la historia social fue sociedad”, “Historia de las sociedades iberoamericanas”, “Historia social
el camino seguido por la historiografía latinoamericana para superar los de la cultura regional” o “Historia, poder y prácticas sociales”. En con-
modelos historiográficos tradicionales vigentes, hasta bien avanzado el traste, se cuenta solamente un programa en historia económica (por coin-
siglo XX. cidencia, de la USP), así como un único en historia comparada, uno en
En una perspectiva más amplia verificamos que, si durante el período historia del tiempo presente, uno en cultura histórica, uno en prehistoria,
de entreguerras México –debido a factores que no caben en este ensayo uno en instituciones y otro en historia de las ciencias. Diez programas
(Aguirre Rojas, 2000)– fue marcado por un claro reflujo de las influencias pueden ser identificados a partir del corte espacial (cuestiones en torno
culturales francesa y alemana (ante el avance geopolítico y cultural nor-
teamericano); en América del Sur, por el contrario, esto se produjo en 10
Prado y Capelato (1989); Capelato (1995). Hoy se constituyen en dos programas de pos-
menor medida. Aquí, la influencia cultural de la Europa, antes y después tgrado independientes. Para ilustrar la ascendencia francesa en la formación de la his-
de la ruptura de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), siguió siendo toriografía de la USP recuérdese, por ejemplo, la fundación de la que sería la revista
continua y relevante. de historia más importante de los años 1950 y 1960 en Brasil: la Revista de História.
En el plano historiográfico, es sabido que Lucien Febvre siempre se Dirigida por Eurípedes Simões de Paula, que fue alumno, discípulo y después auxiliar
docente del propio Braudel, Simões de Paula declaró las filiaciones directas de la Re-
manifestó fascinado por ese “campo privilegiado de estudios” que era vista da História con los Annales en su artículo “O nosso programa”, de 1950. Sobre
América del Sur (Febvre, 1929); aun cuando Annales tenía una presencia el papel de esta revista en la historia de la cultura brasileña véase Mota (1980).

60 61
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

de fronteras, espacio, región o unidades geopolíticas: Amazonia, Brasil, Cuadro I


pueblos ibéricos e iberoamericanos o latinoamericanos); seis específica- Programas de postgrado en Brasil - Historia
mente en historia de la cultura (“Historia cultural”, “Historia y cultura”,
“Historia y culturas”), además de los híbridos (“Cultura y poder”, “Poder Programa / Área de concentración IES UF
y cultura”, “Política, cultura y trabajo”). Si la historia política stricto Historia social UFAM AM
sensu se presenta representada en algunos programas (“Historia social Historia social UFBA BA
de las relaciones políticas”; “Estado y relaciones de poder”; “Historia Historia UEFS BA
política”; “Historia social y política del Brasil”), su constitución más ca- Historia social UFC CE
Historia social y de las ideas / Discurso, imaginario, cotidiano UNB DF
racterística en los programas brasileños de postgrado en Historia también Historia social de las relaciones políticas UFES ES
es en correlación con otra área, mayoritariamente en conjunción con la Historia: cultura, frontera e identidades UFG GO
cultura: “Historia, tradición modernidad: política, cultura, trabajo”; “His- Historia: cultura y poder UCGO GO
toria: cultura y poder”; “Historia social; historia cultural”; “Política, me- Historia, tradición, modernidad: política, cultura, trabajo UFMG MG
Historia: cultura y poder UFJF MG
moria y sociedad”; “Historia, poder y prácticas sociales”; “Historia, Historia social UFU MG
políticas y bienes culturales”. Vale notar que los programas más antiguos Historia: estado, región y sociedad UFOP MG
del país son aquéllos que, en general, se definen por una gran área; es pro- Historia: poder y cultura UFSJ MG
pio de los programas de creación más reciente haber identificado sus Historia, región y identidades UFGD MS
Historia, territorio y fronteras UFMT MT
áreas de concentración a partir de recortes que conjugan más de un abor- Historia y cultura histórica UFPb/JP PB
daje (como cultura y sociedad; cultura y poder; cultura e identidad; po- Historia UFCG PB
lítica y espacio). Esa observación revela un desvío de ruta en la Historia social de la Amazonia UFPA PA
historiografía nacional, que practicó la historia económica y social hasta Prehistoria de Brasil e Historia del Norte y Nordeste de Brasil UFPE PE
Historia de Brasil FUFPI PI
avanzada la década de 1980; la llegada de los nuevos temarios ligados a Historia, cultura y sociedad UFPR PR
la cultura, cultura política, memoria e identidad a partir de la segunda Política, movimientos poblacionales y sociales UEM PR
mitad de la década de 1990, indica que la historiografía brasileña recorre Historia: Estado y relaciones de poder UFRRJ RJ
el mismo itinerario que la latinoamericana en general, con dos décadas Historia social UFF RJ
Historia política UERJ RJ
de atraso en relación con las discusiones y virajes temático-teórico- Historia de las instituciones UNIRIO RJ
epistemológicos que ocurren en los grandes centros, desde donde impor- Historia social y política de Brasil UNIVERSO RJ
tan sus modelos.11 Historia social USS RJ
Historia y espacios UFRN RN
Historia social UFRGS RS
Historia de las sociedades ibéricas e iberoamericanas PUC/RS RS
Estudios históricos latinoamericanos UNISINOS RS
Historia regional UPF RS
11
Otro dato notable es que, hacia el año 2000, había en Brasil 26 programas de postgrado Historia cultural UFSC SC
en Historia, media docena de los cuales ofrecían cursos de doctorado. Vale decir, el gran Historia del tiempo presente UDESC SC
giro de la historia social y económica en dirección a la “nueva historia cultural y polí- Historia social; Historia cultural; Política, Memoria y sociedad UNICAMP SP
tica” fue acompañado por la explosión institucional de programas de postgrado en el Historia y sociedad UNESP/ASS SP
país, que creció en torno de 150% en ocho años. No cabe aquí un análisis más detenido Historia y cultura UNESP/FR SP
de las lógicas muchas veces sospechosas en que se dio ese crecimiento, basadas en el Historia social PUC/SP SP
establecimiento de clientelas académicas y de redes de poder. Regístrese sólo la coyun- Historia comparada UFRJ RJ
tura institucional en que se sitúan las grandes transformaciones de orientación teórica Historia de las ciencias FIOCRUZ RJ
de la historiografía brasileña en las últimas dos décadas. Historia y culturas UECE CE

62 63
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

obras de Pierre Vilar y Marc Bloch, de Fernand Braudel y Pierre Chaunu


Historia económica USP SP en las nuevas asignaturas de Historia, estructuralmente modificadas bajo
Historia regional y local UNEB BA
Historia social UEL PR el impacto del marxismo latinoamericano, que también florecía por aque-
Historia social UFRJ RJ llos años. Entre los innumerables jóvenes historiadores de la generación
Historia social UERJ RJ de 1968 mexicana, marcada doblemente por la influencia annalista y por
Historia social USP SP la irradiación del marxismo, podemos destacar los nombres de Antonio
Historia social de la cultura PUC-RIO RJ
Historia social de la cultura regional UFRPE PE García de León y Enrique Florescano (Aguirre Rojas, 2000).
Historia, poder y prácticas sociales UNIOESTE PR Esa misma proyección se repite en Brasil, donde la semilla plantada
Historia, política y bienes culturales FGV/RJ RJ en los años 1930 con las misiones francesas –que trajeron nombres como
Roger Bastide, Pierre Mombeig, Claude Lévi-Strauss y Fernand Brau-
* IES: Instituição de Ensino Superior. UF: Unidade da Federação del– a la Universidad de San Pablo y a la de Río de Janeiro, germinó du-
Fuente: CAPES-MEC [en línea] http://www.capes.gov.br/ [consulta: 28 de abril de 2008] rante los años 1950 y 1960, pero ahora por obra de los discípulos
brasileños de los maestros franceses. Por entonces comenzó a salir re-
Durante el período de entreguerras, Brasil fue el territorio privilegiado gularmente la Revista de Historia, inspirada de modo confeso en el mo-
por el vínculo entre la corriente historiográfica francesa y América La- delo de Annales y que acogería regularmente, por ejemplo, textos y
tina. No obstante Argentina y Uruguay recibieron la visita académica colaboraciones de Lucien Febvre y Fernand Braudel. Con la segunda
del propio Lucien Febvre en 1937, es indudablemente en Brasil donde estadía de Braudel en Brasil, que pasó otros cinco meses en San Pablo
se encuentra la mayor, más variada y duradera proyección de la influen- en 1947 junto a la USP (seguido después por Charles Mozaré y Fréderic
cia de los Annales. Mauro), los Annales reforzarían su influencia en el medio académico
Inmediatamente después a la Segunda Guerra Mundial, procurando brasileño, ahora por medio de la generación de historiadores centrada en
afirmarse como una posible “tercera vía” entre las dos grandes superpo- torno de Euripedes Simões de Paula y de la Revista de Historia, en la
tencias de la época, Francia lanzó una iniciativa institucional importante cual colaboraron personas como Eduardo d’Oliveira França, Alice Ca-
con el objetivo de volver a aproximar el mundo latinoamericano a su pro- nabrava, Astrogildo de Melo y Olga Pantaleão, considerados los funda-
pia cultura. En 1944, se fundó en México el Instituto Francés de América dores de la escuela uspiana de historia (Capelato, 1995).
Latina (IFAL), a lo que siguieron el Instituto Francés de Santiago del Chile Este original emprendimiento intelectual fue interrumpido en Brasil
(1947) y el Instituto Francés de Estudios Andinos (1948), con sede en por el golpe militar de 1964 y la crisis política que le siguió.12 Como
Lima. Ese conjunto significativo de iniciativas oficiales del gobierno fran- también aconteció en México y en otros países latinoamericanos, el ce-
cés para recuperar y potenciar el papel de Francia en el territorio americano rramiento al pensamiento crítico y el exilio de una parte significativa de
tuvo importantes ecos también en el plan de la historiografía y en la difu- la intelectualidad brasileña en el exterior –donde, más una vez, Francia
sión en nuestro continente de la historia social como la practicaban en An- ocupó un lugar destacado– fueron factores importantes que posibilitaron
nales. La presencia de obras y enseñanzas annalistas en el medio una aproximación de la intelectualidad brasileña con el marxismo y po-
intelectual mexicano de los años 1950 y 1960 se intensificaría después de siciones de izquierda en general, que en aquellos años comenzaron a
los acontecimientos de 1968. Fue significativo el movimiento de migra- medrar por América Latina. En esa época, innumerables historiadores y
ción de estudiantes e intelectuales mexicanos, que por razones políticas se brillantes estudiantes brasileños, como Maria Yedda Linhares, Maria
exiliaron en Francia. Así, después de permanencias más o menos largas en
aquel país –donde conquistaron sus maestrías y doctorados– esos mismos
jóvenes soixante-huitards mexicanos fueron quienes, al retornar a su país 12
Para un relato contundente de los tiempos de la dictadura militar en Brasil, ver Gaspari
de origen, impulsaron la popularidad de los Annales, introduciendo las (2002a; 2002b; 2003; 2004); también Fico (2004).

64 65
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

Luiza Marcílio, Kátia de Queiroz Mattoso y Ciro Flamarion Cardoso Como Florescano, el colombiano Germán Colmenares era, en el ini-
migraron a Francia, formándose en la mejor tradición de la historia so- cio de los años 1970, un joven y prometedor historiador que ya había pu-
cial, demográfica y económica en boga (Moraes y Rego, 2002). Este ca- blicado muchos trabajos, entre ellos Fuentes coloniales para la historia
samiento del marxismo con los Annales marcó profundamente a los del trabajo en Colombia. Trabajó con Fernand Braudel en París; hizo
historiadores brasileños que se formaron a fines de la década de 1960 y su tesis doctoral sobre el crecimiento de la industria de minerías en el
en los años 1970. Todo ese movimiento fue inmenso e intenso y no ca- Reino de Nueva Granada. En otro libro importante en el campo de la
bría en los límites de este ensayo. Para referirlo, con todo, vamos a evo- historia social, La provincia de Tunja (1970), se destaca el estudio cui-
car algunos autores y temáticas que por lo menos ilustren el camino dadoso de la decadencia de la población indígena de la vieja provincia
recorrido por la historia social en América Latina. colonial de Tunja y otros análisis sobre las implicaciones sociales de esa
En los seis largos ensayos que compone el excelente Balance y revolución demográfica. La marca de los Annales es patente en su abor-
perspectivas de la historia social en México, Maria Tereza Huerta daje histórico. A partir de un estudio minucioso de los registros de una
(1979) busca rescatar e interpretar cerca de cuatro siglos de historiogra- serie de visitas a la provincia, cruzadas con otras fuentes documentales,
fía mexicana en los campos de la demografía, estructura de clases, ins- Colmenares construyó una curva poblacional con la cual demuestra que
tituciones educativas y de seguridad social, movimientos sociales y la población indígena decreció de cerca de 200 mil personas a mediados
pensamiento indigenista, constituyendo un riquísimo panorama analí- del siglo XVI hasta poco menos de 25 mil doscientos años después –
tico de las principales obras y tendencias de la historia social mexicana. proceso verificable en prácticamente todo el resto de la América espa-
Ese trabajo es el resultado de un programa de entrenamiento en inves- ñola (Colmenares, 1973; 1986).
tigación innovador promovido a principios de los años 1970 por el De- El nombre de Ciro Flamarion Cardoso se asocia inmediatamente a
partamento de Investigaciones Históricas (DIH). Bajo la dirección de la historia social, económica y a la metodología de la historia. Graduado
Enrique Florescano, el DIH ha lanzado una serie de programas multi- en Historia en 1965 en la Universidad del Brasil (hoy UFRJ), hizo su
disciplinares de entrenamiento en investigación en el campo de la his- doctorado en la Universidad de París X, bajo orientación de Frédéric
toria social mexicana. Dando continuidad a las directrices establecidas Mauro. En permanente diálogo con la Profesora Maria Yedda Linhares,
por los historiadores del Colegio de México dos décadas antes, el DIH ambos fueron grandes difusores de la historia social, económica y de la
consiguió la redirección de los estudios históricos mexicanos en el sen- historia serial en Brasil, desde su regreso al país a fines de los años 1970.
tido de un abordaje mucho más multidisciplinar, de cuyo esfuerzo el Sus trabajos sobre el modo de producción esclavista colonial alentaron
libro de Huerta es una prueba. El nombre del DIH se asocia con el del el debate sobre la esclavitud en los años 1970, dando oportunidad a una
historiador Enrique Florescano, antes referido. Uno de los mayores ex- intensa glosa que nutrió el desarrollo de la historia social en el campo te-
ponentes de la historiografía latinoamericana contemporánea, el reco- mático de los estudios sobre esclavitud. Importantes jóvenes historiado-
rrido de Florescano retrata bien los mecanismos por medio de los cuales res llevaron a cabo un trabajo inmenso de investigación en las décadas
la historia social aportó en el continente y aquí medró. Maestro en His- de 1980 y 1990, en el sentido de revisión de las tesis sobre resistencia
toria por el Colegio del México, defendió la tesis Le prix du maïs à Mé- esclava producidas anteriormente. Con el objetivo de superar el enten-
xico, 1708-1813, para la obtención del título de Doctor en Historia en dimiento del esclavismo como sistema de dominación insuperable, en lo
la École Pratique des Hautes Études, de la Universidad de París. El ju- cual los esclavos eran víctimas impotentes, en fin, de rescatar los escla-
rado de su tesis estuvo compuesto por Fernand Braudel, Pierre Vilar y vos en tanto sujetos históricos, surgieron estudios de historiadores como
Ruggiero Romano (su director). Desde entonces, Florescano se afirmó João José Reis, Eduardo Silva, Sidney Chalhoub, Silvia Hunold Lara y
en el escenario historiográfico latinoamericano por medio de una vasta Manolo Florentino, entre otros, que también percibían el esclavismo
producción, como uno de los mayores difusores de la historia econó- como un sistema de dominación complejo, pero sin determinaciones in-
mica y social. falibles de la base económica o cualquier otra “instancia”. Ese nuevo

66 67
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

abordaje, firmemente anclado en la historia social (tanto de inspiración La historia social del trabajo
annalista como del marxismo británico) ha marcado profundamente los La historia social del trabajo tiene una larga tradición dentro de los es-
estudios sobre resistencia esclava en los años 1980, cuando la obra de tudios históricos en América Latina, lo que no significa que ese sector
João José Reis puede ser indicada, sin exagerar, como la de mayor in- de la historia social haya sido siempre innovador desde el punto de vista
fluencia. Su estudio sobre la revuelta de los malês13 abrió nuevas pers- de sus problemáticas y aparatos teórico metodológicos. Fuertemente in-
pectivas analíticas al abordar una compleja rebelión negra con base en fluyente en la renovación de la historiografía social del trabajo en la re-
la percepción que los propios cautivos tenían del momento, articulando gión, la presencia del marxismo británico, encabezada por la obra de
la conducta de los rebeldes con el contexto político más amplio. De ahí Edward Palmer Thompson sobre la formación de la clase obrera inglesa,
en adelante, el esclavo se torna persona, agente de la historia. Ese trabajo ganó América Latina sólo a partir de los años 1980, al punto de comen-
consolidaría el eje central de toda la historiografía posterior: el cautivo zar una verdadera renovación (Munhoz, 2004; Negro, 2007). Antes de
dejó de ser enfocado sólo como un objeto de la historia, un ser sometido eso –y hasta un buen tiempo después– prevalecía una postura muy tra-
a fuerza económicas, sociales y culturales contra las cuales casi nada dicional, concentrada casi exclusivamente en las ideologías de las clases
podría hacer, pasando a ser encarado como un sujeto histórico que ac- trabajadoras, sus líderes, sus relaciones formales con los partidos polí-
tuaba sobre la realidad. ticos; esa visión tradicional concebía las huelgas como actos de rebeldía
Arraigada en sólidas bases teóricas, la historiografía brasileña de los y la historia del trabajo en general como una extensión de la política de
años 1990 sobre la esclavitud amplió significativamente los horizontes te- izquierda que, con su vanguardia entrenada en los sindicatos, era la única
máticos de la historia social, enfocando ahora transgresiones cotidianas, que conduciría a la implantación del socialismo, a la emancipación de
pequeños actos de rebeldía, fugas temporarias, hurtos perpetrados por los la sociedad. Una obra que retrata fielmente ese modelo tradicional es la
negros, motines y griteríos, alianzas circunstanciales o no con otros Historia del movimiento obrero en América Latina, de cuatro volúme-
miembros de las clases subordinadas; la fiesta, la lucha por la sobreviven- nes, editada por Pablo Gonzáles Casanova (1984). En ella, cada país la-
cia de las tradiciones afrobrasileñas, las estrategias de control de los se- tinoamericano es tratado por un autor y la mayoría de los ensayos cubre
ñores y las formas de resistencia esclava, las tentativas de preservación la historia del movimiento obrero organizado desde mediados o finales
de arreglos familiares y demás grupos de convivencia; en fin, las expre- del siglo XIX hasta los años 1970. En las dos páginas introductorias a
siones de humanidad de los cautivos que siempre se repetían por más que la colección, Gonzáles Casanova establece la línea general que guiará a
los señores intentasen reducirlos a la condición de cosas. prácticamente todos los autores de los capítulos: el trabalhismo14 orga-
Para finalizar este breve análisis sobre la historia social en América nizado estaba o debería estar permanentemente dedicado a la causa de
Latina, serán abordados otros dos campos temáticos importantes: la his- la revolución social, evitando cualquier desvío de este fin, principal-
toria social del trabajo y la de los movimientos sociales. mente aquéllos que llevan a los trabajadores a ser eludidos con “conce-

14
Trabalhismo: denominación dada al movimiento obrero en lucha por la defensa de sus in-
13
La llamada Revolta dos Malês (también conocida como revuelta de los esclavos de tereses políticos y económicos, de carácter reformista y no socialista. Tuvo sus comienzos
Alá) fue una importante revuelta de esclavos ocurrida en la ciudad de Salvador –en- en Inglaterra en las primeras décadas del siglo XIX, pari passu con la revolución indus-
tonces capital de la provincia de Bahía, Brasil– en enero de 1835. Consistió en una in- trial y las primeras organizaciones sindicales. En Brasil, el término se consagró en 1945,
surrección con fuertes ingredientes étnicos, llevada a cabo por esclavos africanos de las con la fundación del Partido Trabalhista Brasileiro, bajo la dirección del presidente po-
etnias hauçá y nagô, que profesaban la religión islámica, muchos de los cuales estaban pulista Getúlio Vargas, que concedió la CLT (Consolidación de las Leyes del Trabajo),
alfabetizados y organizados en torno de propuestas radicales para la liberación de los que garantizaba los principales derechos de los trabajadores, como la jornada de trabajo,
demás esclavos africanos. El término malê deriva de imale, que en lengua yoruba de- la jubilación y la cartera profesional. Durante los años 1950 y 1960 el laborismo fue la
signa al musulmán. Fue rápida y duramente reprimida por los poderes constituidos del principal manifestación ideológica de izquierda en la política brasileña, ya que los comu-
Imperio. Cfr. Reis (1986). nistas estaban en la ilegalidad.

68 69
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

siones” (mejores salarios, condiciones de trabajo o beneficios similares) considerablemente múltiples investigaciones y eventos de importancia.
hechas por los empleadores o por el Estado. En esa perspectiva, los tra- Poco a poco, el tema entró en la pauta de las universidades, como en el
bajadores son retratados como revolucionarios potenciales o activos y Programa de Postgrado de la Universidad de Campinas, en Brasil, im-
los sindicatos como instituciones de gran utilidad, especialmente portante polo de investigación en historia social del trabajo desde fines
cuando están ligados a grupos políticos concretos (v.g. los partidos co- de los años 1970.
munistas). En consecuencia, la mayoría de los ensayos presenta un Ya el historiador Charles Bergquist (1993) definía la situación de la
abordaje totalmente institucional de la historia de la clase trabajadora, historia social del trabajo (o Labor History) como paradojal: por un lado,
para alabar la saga de confederaciones obreras, partidos políticos, huel- el movimiento obrero se encontraba en los más bajos niveles de actua-
gas y elecciones; sin embargo, con ese procedimiento, acaba revelando ción del siglo, como demostraban las bajísimas tasas de sindicalización,
muy poco sobre las relaciones industriales o la influencia de factores escenario agravado con el colapso de los estados del este europeo, prin-
económicos en la sindicalización, y menos aún sobre los propios traba- cipalmente la URSS, y el fin de la Guerra Fría. Desde el punto de vista
jadores, su vida cotidiana y su cultura de clase.15 Ese compromiso es no- ideológico, ese contexto histórico trasladó los viejos objetivos socialistas
torio, igualmente, en la literatura sobre la historia de los movimientos y la filosofía marxista hacia el margen de las cuestiones centrales. Por
sociales, como veremos a continuación. más de un siglo, el socialismo marxista había inspirado el movimiento
La superación del abordaje “oficial” tradicional dentro de los estu- obrero e influenciado profundamente a gran parte de la investigación
dios históricos del trabajo, sin embargo, ya se hacía presente en América académica sobre el mundo del trabajo, especialmente la historia del tra-
Latina desde mediados de los años 1980. En 1993, el historiador nor- bajo. El “nuevo orden mundial” neoliberal del mercado libre y de las
teamericano Hobart Spalding produjo un cuidadoso estudio sobre los privatizaciones, con todo, socavó el marxismo como la nueva filosofía
estudios del mundo del trabajo y de la clase trabajadora y diagnosticaba, en el globo.
entonces, que ese campo continuaba fuerte tanto en los Estados Unidos, El otro lado de la paradoja sería que, no obstante esas impactantes
como en Europa y en América Latina (Spalding, 1993; para el caso bra- transformaciones históricas, los marxistas occidentales, bajo inspiración
sileño, Batalha, 2006). Aquí, los estudios sobre el mundo del trabajo y de la obra de E. P. Thompson, lanzaron un gran volumen de nuevas e in-
la clase trabajadora florecerían vigorosamente a principios de los años novadoras investigaciones sobre el mundo del trabajo, que pueden ser
1990, después de un período embrionario en los años 1970 y 1980, dé- colocadas entre los mejores trabajos académicos de las últimas décadas.
cadas de represión en casi toda la región. Muchos institutos de investi- La obra de Thompson, en cierto sentido una respuesta al stalinismo de
gación en varios países fueron creados entonces: en Perú (Asociación los años 1950, influenció a generaciones de historiadores sociales y del
Laboral para el Desarrollo), en Uruguay (Centro Interdisciplinario de trabajo. Éstos se concentraron en la experiencia de trabajadores organi-
Estudios sobre el Desarrollo), en Chile (Programa de Economía del Tra- zados y desorganizados, incorporaron investigaciones sobre la vida pri-
bajo) y en Argentina (Programa de Estudios de Historia Económica y vada, la familia y la vida comunitaria de los trabajadores en la historia
Social Americana-Centro de Investigaciones Sociales sobre el Estado y de sus actividades públicas, cambiaron el foco de la historia del trabajo
la Administración). Los estudios desarrollados en esos centros usual- desde la economía y la política hacia las esferas culturales y tornaron
mente combinaban análisis históricos y de la contemporaneidad. In- más complejas las preocupaciones tradicionales relativas a cuestiones
cluso, la Comisión de Movimientos Laborales de CLACSO, como de clase al enfatizar las perspectivas étnicas y de género. La cantidad y
había hecho anteriormente en el campo de la historia económica, apoyó la cualidad de esa “nueva” historia del trabajo no muestran señales de en-
flaquecimiento. En América Latina, afirma Bergquist (1993: 758), la
15
Otros ejemplos de ese abordaje, apegado a ciertas concepciones marxistas rígidas de historia del trabajo alcanzó la madurez con sus contribuciones concep-
la clase trabajadora como protagonista de la lucha rumbo a la emancipación socialista, tuales y metodológicas, observadas por los historiadores investigando
son los libros de Julio Godio (1983) y Pozzi y Schneider (1994). en otros campos más avanzados. De acuerdo con Bergquist, la “nueva”

70 71
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

historia social y del trabajo cuestionó los procedimientos y las propias dos mandatos del presidente Lula, en el caso brasileño la adopción de la
cuestiones que informaban la investigación en el campo, entonces lle- agenda socialdemócrata por parte del gobierno petista de Lula es una
vada a cabo por historiadores “tradicionales”. De un modo general, la clara evidencia de la continuidad en relación con las políticas económi-
nueva historia social y del trabajo, tal como era comúnmente entendida cas neoliberales deflagradas en el gobierno de Collor de Mello y conso-
en el medio, no tuvo ese efecto político de proponer una nueva agenda lidadas en los dos gobiernos de Fernando Henrique Cardoso. Esa
democrática. Según Bergquist, su preocupación por la mayoría trabaja- continuidad corrobora la tesis de que el papel y los objetivos –políticos–
dora en la sociedad y su exigencia de escribir la historia “desde abajo de los trabajadores organizados, en el escenario brasileño, ya no son los
hacia arriba” (from the bottom up) fueron ampliamente despolitizadas e mismos de los años 1970. Por su parte, los estudios sobre la clase traba-
incorporadas al establishment académico. jadora o el movimiento obrero no pasaron incólumes a las transforma-
Los estudios sobre el movimiento obrero alcanzaron su máximo in- ciones mencionadas, mudando sensiblemente sus postulados
terés en los años 1980, resonando fuertemente en la academia de Amé- conceptuales, así como su agenda de problemas.
rica Latina en la década siguiente. Ese interés reflejaba la fuerza y la Bajo el impacto de las profundas transformaciones globales en el
inserción política de los movimientos obreros y sindicales en todo el mundo del trabajo, la producción historiográfica sobre la clase obrera y
mundo, movimiento que empezó con Solidaridad en Polonia a finales de el mundo del trabajo en América Latina a fines de la década de 1980 se
los años 1970. Habiendo producido un volumen significativo de obras alteró también sensiblemente, dando oportunidad a lo que se postuló
en varias ciencias humanas –la Historia incluida– creemos, a diferencia como una “nueva historia social”. Los investigadores se aventuraron en
de lo que pensaba Bergquist hace quince años, que la tendencia hoy es áreas nuevas, intentando aprender a combinar lo viejo con lo nuevo. Ese
el enfriamiento de ese furor académico por la labor history. Para explicar esfuerzo aparece detallado, por ejemplo, en el número especial de la re-
esa desaceleración tal vez estén las propias transformaciones en el orden vista International Labor and Working-Class History dedicada a América
económico mundial, que alteraron drásticamente el papel de los traba- Latina, de 1989. De las tradicionales expresiones institucionales de la
jadores dentro del sistema productivo, con reflejos profundos en todo el clase trabajadora, como los sindicatos y partidos políticos, el foco mudó
mundo del trabajo, como el papel de los sindicatos y organizaciones re- hacia tópicos como el espacio social, las relaciones personales y la cultura
presentativas congéneres. El ascenso del Partido de los Trabajadores en popular. En otras palabras, los historiadores procuraron entender el pro-
Brasil, excepción que confirma la regla, evidencia claramente el traslado ceso de formación de la clase dentro de sociedades y cuadrantes históri-
de las metas de las corporaciones organizadas, desde el plano de las rei- cos determinados y también examinar como era la vida cotidiana de las
vindicaciones clasistas hacia la conquista de los espacios políticos tra- personas comunes (Spalding, 1993). Esos nuevos estudios, en su mayo-
dicionales, en una palabra, del Estado. Para ilustrar esa tesis, recordemos ría, enfatizaron la diversidad de las experiencias dentro de las masas tra-
que no se registraron huelgas importantes en Brasil desde los años 1990 bajadoras, previniendo contra los impulsos de generalización comunes en
(sino del funcionariado público). Por otro lado, no se puede dejar de años anteriores. Cuestiones relativas a la situación dentro de la economía,
notar que, en el caso de Brasil, actualmente más del 60% de la fuerza de etnicidad, género, cultura y condiciones locales se abrieron para una
trabajo se encuentra en el mercado informal. No obstante el sensible au- gama inmensa de nuevas perspectivas, actitudes y comportamientos por
mento de los índices del trabajo formal (con carteira assinada)16 en los parte de los trabajadores –y de sus estudiosos dentro de la Historia y de
las ciencias humanas en general. Tales perspectivas contrastan frontal-
16
Carteira assinada: En Brasil, la carteira de trabalho es uno de los únicos documentos
para aclarar y comprobar los datos relativos a la vida funcional del trabajador. Instituida
por el decreto 21175 de 1932 y posteriormente regulada por el decreto 22035 del mismo el presidente Getúlio Vargas hizo obligatorio este documento a fin de consolidar los
año, este documento garantiza el acceso a algunos de los principales derechos del tra- derechos de los trabajadores. En Brasil, ter carteira assinada implica tanto estar in-
bajador –como el seguro de desempleo, los beneficios previsionales, el Fundo de Ga- cluido en el mercado de trabajo formal como, metafóricamente, tener plenos derechos
rantia do Tempo de Serviço (FGTS) y el Programa de Integração Social (PIS). En 1934, de ciudadanía.

72 73
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

mente con los estudios tradicionales sobre el movimiento obrero. No obs- tuciones formales a examinar, además de las cuestiones de género, el des-
tante un claro alejamiento del marxismo por parte significativa de los in- arrollo de la cultura popular, la formación de identidades y la vida coti-
vestigadores, el análisis de clase no desapareció completamente. Pero ese diana de aquellos que no pertenecían a un sindicato o partido político
concepto se tornó un factor explicativo entre muchos –no el único y ni el ligado a la clase trabajadora. Esa tendencia es perceptible en las princi-
más importante. Por ejemplo, en algunas investigaciones feministas, la pales obras de la llamada “nueva historia social”, como ilustran los dos
clase se tornó casi totalmente subordinada a la cuestión del género.17 A ejemplos emblemáticos que siguen. Los doce ensayos del volumen com-
propósito, podemos afirmar que, en una perspectiva más amplia, la pro- pilado por Diego Armus (1990) cubren una variedad de tópicos como te-
ducción de la historia social del trabajo en América Latina en los años atro, cultura popular, asociaciones comunitarias, moradas, fuerza de
1990 estuvo marcada por una creciente diversidad y el rompimiento con trabajo femenina e infantil, transformaciones de actitudes frente al trabajo
antiguos límites, en el sentido de la incorporación de una diversidad más y un estudio de caso de una fábrica de embalajes de carne. La mayoría de
amplia de tópicos, entre los cuales destacan los estudios de la mujer o de los artículos se fundamenta en documentos locales y periódicos, así como
género (Babb, 1990). Un hito en ese esfuerzo es el foco en el papel de las en entrevistas, y se centran en el gran Buenos Aires. Otro ejemplo de esa
mujeres como fuerza de trabajo dentro de áreas “tradicionales”, pero tam- nueva historia social es Sidney Chalhoub, profesor de la Unicamp. En su
bién el “trabajo oculto” realizado en el hogar como trabajo doméstico o primer libro, Chalhoub (1986) demostró que, en el Brasil del final del
en otras actividades. Importantes institutos de investigación, la mayoría siglo XIX, la belle époque se caracterizó por el fortalecimiento político
de creación reciente, surgieron en ese área como, por ejemplo, el Centro de la República, el crecimiento económico y la expansión de los centros
Flora Tristán en Lima, el Centro para la Acción Feminista en Santo Do- urbanos, en especial, Río de Janeiro. Para introducir ese escenario idílico,
mingo y el Grupo de Estudios Sobre la Condición de la Mujer Uruguaya sin embargo, Chalhoub exploró los bastidores de una pelea de bar entre
en Montevideo y, en el plano más estrictamente académico, el Núcleo de trabajadores del puerto, que acabó en el asesinato de uno de ellos por
Estudios de Género-PAGU, con sede en la Unicamp (Brasil), que fun- causa de una disputa amorosa. El autor se basó en el análisis de procesos
ciona desde 1993 como espacio académico de discusión e investigación criminales de homicidios ocurridos en Río a comienzos del siglo XX,
interdisciplinares, propiciando reflexiones sobre género por medio de buscando con esas fuentes rescatar las visiones de los propios trabajado-
conferencias, debates y seminarios restrictos a investigadores del área o res sobre los acontecimientos y experiencias que protagonizaron. La
abiertos a un público más amplio. El Núcleo edita los Cadernos Pagu, pu- prensa de la época fue utilizada como modo de rescatar la forma en que
blicación semestral que propone la divulgación de reflexiones teóricas las noticias eran “construidas” en las redacciones de los periódicos. El
metodológicas, investigaciones, documentos y reseñas relacionados con trabajo pionero de Chalhoub es todavía hoy una referencia de ese cambio
la problemática de género. de perspectiva en la historia social del trabajo en Brasil.
En fin, en un contexto de drásticas transformaciones en el mundo del
trabajo en el ámbito mundial y sintonizadas con las transformaciones pa- La historia de los movimientos sociales
radigmáticas que marcan toda la reflexión en las ciencias humanas en ge- El otro eje temático de relevancia dentro de la historia social, además de
neral, y en la Historia en particular, los estudios relacionadas con los la historia social del trabajo (y de los estudios sobre esclavitud, como
temas del mundo del trabajo y de la clase trabajadora también rompieron vimos para el caso de Brasil), es la historia de los movimientos sociales.
con modelos tradicionales, como aconteció en otros campos. Los inves- Una serie de factores llevó a un crecimiento vertiginoso del campo en los
tigadores fueron del estudio de los trabajadores organizados y sus insti- años 1970 y 1980, cuando los historiadores (y científicos sociales en ge-
neral) se lanzaron a conocer el papel de la resistencia de la sociedad civil
organizada en el período marcado por los diversos y movedizos procesos
17
Un ejemplo claro de esa tendencia puede ser la obra de Lydia Milagros Gonzalo García
(1990). Margareth Rago (1985) utiliza registros de fábricas, periódicos y panfletos para
de transición democrática en América Latina (Harber, 1996). El surgi-
la construcción de una historia social de las mujeres trabajadoras en Brasil. miento de movimientos sociales aparentemente nuevos, en el momento

74 75
JURANDIR MALERBA AÑOS 1970-1980

en que los investigadores estaban introduciendo y experimentando abor- ciones populares o la apertura de un espacio para la libre expresión cul-
dajes conceptuales también innovadores, modificó sensiblemente el per- tural o política, sumándose esfuerzos en el sentido de comprender cómo
fil de la literatura especializada. Las variaciones marxistas, tan populares los movimientos sociales pueden insertarse en las arenas formales de la
durante los años 1970, salieron de escena para dar lugar a teorías demo- política institucional e influenciar la vida pública. Las viejas tácticas y
cráticas entre las cuales figuraban en primer plano los actores de la so- metas de los movimientos sociales practicadas bajo regímenes autorita-
ciedad civil. rios ya no eran más viables o efectivas dentro del nuevo contexto de-
Los estudios de los movimientos sociales latinoamericanos en los mocrático. Un punto central a considerar es la transformación del papel
años 1970 y 1980, sin embargo, manifestaban un alto grado de fe en el y de los objetivos por los cuales los movimientos sociales y populares
potencial transformador de las organizaciones populares. Durante los re- pasaron o deberían haber pasado la transición; o sea, con el proceso de
gímenes de excepción, los movimientos sociales eran tenidos no sólo democratización que se verificó en el continente en los últimos veinti-
como expresiones de la resistencia colectiva, sino como agentes difuso- cinco o treinta años. Tal vez el mejor ejemplo de esos cambios de actitud
res de una cultura política más democrática y de una sociedad civil ac- sea el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) en Brasil –hoy
tiva. En el contexto de profundización de la crisis de los modelos de claramente un movimiento de carácter político bajo una bandera de cuño
desarrollo guiados por el Estado, los movimientos sociales ofrecieron social. Curiosamente, no hay ningún libro de relevancia sobre el MST es-
respuestas a los desafíos por la sobrevivencia y esperanza en formas al- crito por un historiador profesional brasileño o latinoamericano.
ternativas de organizaciones populares fundadas en normas igualitarias En ese diapasón, el foco de interés de los investigadores está depo-
y solidarias. Para toda una generación de académicos de izquierda y ac- sitado en cuestiones como la identidad y la cultura. La insistencia en que
tivistas políticos desilusionados con la represión de los partidos de van- el poder político no podría ser medido sólo en términos de habilidad
guardia, la derrota de los movimientos de guerrilla, la flaqueza política para cambiar el comportamiento institucional proporcionó importantes
y las vicisitudes del movimiento obrero organizado, los “nuevos movi- antídotos a la rigidez estructural característica de los estudios publicados
mientos sociales” eran, en verdad, la única alternativa segura. Represen- en los años 1970. Un problema no superado en la nueva literatura de los
taban una nueva forma de subjetividad popular imbuida del propósito años 1980 y 1990, con todo, fue la insistente falta de objetividad en los
de imponer un nuevo orden radicalmente igualitario y de participación estudios. Muchos trabajos, en ese sentido, fueron publicados por activis-
social y política.18 tas de los movimientos sociales, que abiertamente admiten que su obje-
Con todo, el curso de los acontecimientos en los años subsecuentes tivo es colaborar con el avance de los respectivos movimientos en los
no obedeció a las expectativas de esa visión romantizada del potencial que militan –o son francamente simpáticos a la causa del movimiento
transformador de los actores colectivos anónimos. La producción acadé- que estudian.19 La compilación organizada por Arturo Escobar y Sonia
mica sobre el tema tiene adoptada una postura más cautelosa que refleja E. Álvarez (1992) es emblemática respecto del cambio de foco desde el
la consolidación progresiva de las democracias tecnocráticas y un nuevo énfasis en las viejas estrategias de conquista del Estado hacia las nuevas
modo de acumulación basado en el individualismo de mercado. La lite- cuestiones ligadas a la identidad y cultura local.
ratura más reciente no se contenta solamente con celebrar las organiza- No voy a analizar cada uno de los ensayos, que varían mucho en
objetivos y resultados, sino sólo a tomar la obra en conjunto para ilustrar
18
Incluso en un campo impulsado por acontecimientos conceptuales e históricos recien-
tes, la obra colectiva de la historia de los movimientos sociales en América Latina, edi-
19
Un ejemplo de esa postura se encuentra en la obra de Marguerite Guzman Bouvard
tada por Daniel Camacho y Rafael Menjívar (1989), puede considerarse como ejemplo (1994), sobre el movimiento de las Madres de la Plaza de Mayo. La autora escribe con
del abordaje típico de los años 1970. Ninguno de los ensayos de la compilación se aleja gran pasión y compromiso sobre las historias personales de las mujeres argentinas que
mucho de la idea de que “toda actividad de un movimiento social tiene como objetivo se tornaron un símbolo internacional de los derechos humanos. Se trata de un testimo-
a sociedad política, o sea, el Estado” (p. 18), postulado consagrado en la literatura de nio pungente sobre cómo las tragedias personales pueden llevar a la transformación
los años 1970. de conciencias individuales y a la politización.

76 77
JURANDIR MALERBA

la tendencia en la transformación de la pauta de los investigadores de los CAPÍTULO II


Años 1980-1990
movimientos sociales en el período correspondiente a la transición po-

L
lítica. El volumen en consideración es un claro ejemplo de ese cambio.
La mayoría de los nuevos movimientos sociales está abordada, con ca-
pítulos que se dedican a los movimientos campesinos, identidades ho-
mosexuales, pueblos indígenas, comunidades eclesiásticas de base,
comunidad de chabolas y movimientos ecológicos. El lector tiene la im- os dos campos que mejor caracterizan el perfil de la producción la-
presión de que los movimientos sociales latinoamericanos no pueden tinoamericana en este período, que fueron paulatinamente suplan-
ser adecuadamente definidos como exclusivamente –y tal vez ni siquiera tando la preponderancia de los estudios en historia económica y
primordialmente– centrados en intereses materiales. social hegemónicos desde el final de la década de 1960 hasta mediados
No será el caso, igualmente, apuntar aquí los puntos flacos de la obra, de los años 1980, son la nueva historia política y la nueva historia cultural.
sino sólo rescatarla como ejemplo de una nueva tendencia presente en Sin embargo, antes de cualquier otra consideración, es importante subra-
los estudios de los movimientos sociales, que coloca la importancia de la yar, en primer lugar, que los estudios de historia económica y social no
identidad por encima del proceso político, de la exploración económica se interrumpieron de un día para el otro; en segundo lugar, la historia po-
o de la lucha de clases, como fue el caso hasta la década de 1980. En lítica estuvo desde siempre presente en la historiografía latinoamericana,
rigor, el libro refleja esa transformación sustancial en la configuración como campo importante de investigación, por lo menos desde el siglo
de esos movimientos. Aunque la tradicional diversidad de los movimien- XIX. La historiografía política de la década de 1990 se reconoce a sí
tos de liberación nacional, movimientos populistas, sindicalistas y cam- misma como “nueva”, en oposición a las antiguas obras centradas en el
pesinos continúa funcionando, ya no dominan el paisaje. Nuevos tipos de Estado y en los grandes hombres, por negar ese tipo de narrativa apolo-
movimientos, con nuevas preocupaciones y objetivos, alteraron signifi- gética de los hechos de las elites de mando y por adoptar una nueva pauta
cativamente la naturaleza de los movimientos sociales en general y tam- problemática y el instrumental teórico metodológico en armonía con lo
bién influencian las relaciones de los movimientos entre sí. Así, les guste que se llamó cultural turn en las ciencias humanas y sociales. Lo mismo
o no los sindicalistas, el movimiento sindical tiene ahora que actuar en la vale para la historia cultural, que siempre existió, aunque con otros nom-
misma arena que gays, feministas y ambientalistas, entre otros. Esa ten- bres y objetivos. Lo que distingue a la “nueva” historia cultural, como
dencia de enfoque comienza a ganar fuerza en la historiografía propia- veremos a continuación, es su inclinación por algunos preceptos dictados
mente dicha y, seguramente, dará el tono al área en los próximos años. por el quiebre paradigmático postestructuralista.

Nueva historia política


En el comienzo de los años 1990, empezó a llegar a América Latina el
influjo del movimiento de renovación de ese campo surgido en Europa
(particularmente en Francia) en la década anterior. Se hablaba entonces
de una “nueva historia política”, revigorizada por el contacto intenso
con la historia cultural, tornándose imperativo el concepto de “represen-
tación”.20 Maria Helena Capelato y Eliana Dutra (2000) percibieron ese

20
Un libro manifiesto de esa tendencia, muy citado en Brasil, es la compilación organi-
zada por Remond (1988). También Noiriel (1989) y Balmand (1989).

78
JURANDIR MALERBA AÑOS 1980-1990

movimiento en un detallado estudio de las tesis académicas producidas de la historiografía latinoamericana. En el relevamiento exhaustivo hecho
entre 1990 y 1999 en Brasil. A pesar de la pluralidad de abordajes, de re- por Capelato y Dutra para el caso brasileño, queda patente la hegemonía
ferencias teórico metodológicas y de la variedad de los objetos, las au- de una literatura extranjera como sustrato teórico de la producción local.
toras identifican la existencia de una nueva topografía en el terreno de A partir de la bibliografía escogida en el cuerpo de tesis seleccionado, las
la historia política, caracterizada por el predominio de los sistemas de re- autoras notaron la masiva presencia de historiadores como Jacques Le
presentación y su relación con la vida social, la naturaleza y el ejercicio Goff, Roger Chartier, Peter Burke, Bronislaw Baczko, Michel Vovelle,
del poder político. Esa nueva topografía se explicaría por la influencia Michel de Certeau, Pierre Nora, Raoul Girarded, Natalie Zemon Davis,
directa de corrientes de pensamiento como el estructuralismo y el poses- Robert Darnton, Jean Starobinski, Maurice Agulhon entre los autores
tructuralismo y de la apertura de la historiografía a las vertientes contem- más citados. Entre los apoyos teóricos importados de otras áreas, se des-
poráneas de la filosofía política, de la sociología, de la antropología. No taca la presencia de autores como Michel Foucault, Pierre Bourdieu,
dispongo de análisis similares para otros países de América Latina; una Hannah Arendt, Pierre Francastel, Clifford Geertz, Roland Barthes, Cor-
percepción incluso impresionista me lleva a creer que un movimiento nelius Castoriadis, Georges Balandier, Claude Lefort, Pierre Ansart,
historiográfico análogo anima a toda la región, en lo que concierne tam- Maurice Halbwachs, Mijail Bajtín y Ernest Cassirer.
bién a la historia política. Capelato y Dutra constataron que la línea de investigación sobre his-
toria de las representaciones políticas articula proyectos relativos a las re-
Visión de conjunto presentaciones colectivas expresadas a través de ideas, ideologías,
Capelato y Dutra explican que, desde fines de los años 1970, los movi- imaginarios, símbolos, mitos, utopías, espectáculos del poder (fiestas y
mientos sociales y grupos minoritarios despertaron gran interés en Brasil conmemoraciones cívicas, rituales, liturgias, desfiles). Una fuerte pre-
y lo atribuyen al momento de redemocratización y el surgimiento de sencia de disertaciones y tesis dirigidas a los estudios de cultura política,
partidos con características originales. En el ámbito internacional, el que contempla cuestiones relativas a las esferas públicas y privadas, ciu-
tema de la revolución, central en los debates políticos desde la Revolu- dadanía, derechos, identidades, nación también es notoria. Es fuerte la in-
ción Rusa, fue paulatinamente sustituido por el tema de la democracia. cidencia de trabajos que articulan cultura y política, incorporando objetos
En Brasil –y en los países latinoamericanos que pasaron por una expe- de otras áreas y aproximando la historia a otros campos, como literatura,
riencia semejante– este fenómeno está ligado al proceso de agotamiento música, artes plásticas, arquitectura, cine y teatro.21
del régimen militar y la apertura política que le siguió (Burmester, 1997). No obstante toda esa propalada apertura innovadora, las autoras
En ese contexto, una observación de conjunto revela la alteración de constataron un grave problema: la dificultad de los historiadores en asi-
los rumbos de la investigación en el área en el sentido de una mayor im- milar, en la conducción de sus investigaciones y en la construcción de sus
portancia atribuida a la historia de las representaciones en el plano cul- textos, las reflexiones teóricas de los autores mencionados en sus biblio-
tural y político. Afirman Capelato y Dutra que los conceptos de grafías. Parte significativa de la muestra de trabajos no consigue traspasar
representación e imaginario en los análisis de historia política vinieron el nivel descriptivo del material empírico, no obstante las proposiciones
a afirmarse como resultado de una crisis de los paradigmas normativos analíticas anunciadas en la introducción. Otra parte se caracteriza por el
de la realidad que caracterizaban las ciencias humanas. extremo eclecticismo, en el empleo de autores con posiciones teóricas
Un paréntesis importante que se puede insertar de inmediato remite distintas, sin cualquier mediación. Como hipótesis de trabajo a ser con-
a la permanente sumisión intelectual de la historiografía latinoamericana frontada por una investigación historiográfica, ese problema constatado
a agendas venidas de afuera. Si la apertura y el diálogo –de igual a igual–
con las historiografías extranjeras constituyen un imperativo para el cre-
cimiento cualitativo de la historia que practicamos aquí, ese papel de 21
Para algunos ejemplos de esa renovada historiografía política en Brasil, cfr. Souza
“importadores de modelos” acaba entorpeciendo la capacidad creadora (1999); Schwarcz (1998); Ribeiro (1995); Neves (2003), Fico (1997).

80 81
JURANDIR MALERBA AÑOS 1980-1990

por Capelato y Dutra para el campo de la historia política en Brasil tidad nacional”, como se prefigura en la diferenciación conceptual de
puede ser extendido a otros campos de la historiografía latinoamericana los términos patria, país y nación, vehiculizados en aquellos discursos.
en su conjunto. La ascendencia intelectual de Chiaramonte sobre estos autores es noto-
ria. Jancsó y Pimenta argumentan en el sentido de que el proceso de
Primer ejemplo: Estado y nación (siglo XIX) construcción de la nación –y, por extensión, de consolidación de la In-
Dada la imposibilidad de rescatar la multiplicidad y el volumen de la pro- dependencia– se desarrolló durante, por lo menos, toda la primera mitad
ducción en historia política en la región, destacaremos, a título ilustrativo, del siglo XIX, o hasta poco más allá, como corroboran los movimientos
dos campos temáticos importantes donde la historiografía latinoameri- insurreccionales surgidos en las provincias. Su hipótesis es que la instau-
cana hizo avanzar la historia política, a saber: la construcción del Estado ración del Estado brasileño precedió a la difusión de un “espíritu o sen-
y de la nación (siglo XIX) en las diversas regiones del continente y los timiento nacional”, pues convivió, de inicio, con un manojo amplio de
estudios sobre los regímenes populistas (siglo XX). El primer caso cons- diferenciadas identidades políticas, con trayectorias propias y respecti-
tituye uno de los temas de historia política en el que más se ha destacado vos proyectos de futuro. Los autores uspianos afirman, con propiedad,
la historiografía latinoamericana en las últimas dos décadas. Aquí, mere- que no se puede reducir el proceso de formación del Estado a la “ruptura
cen especial atención los innovadores estudios del historiador argentino unilateral del pacto político que integraba las partes de América en el
José Carlos Chiaramonte, autor de una extensa obra de la cual destacaré, imperio portugués” (Jancsó y Pimenta, 2000: 132 y ss.). Los autores in-
como ejemplo, dos libros. Ciudades, provincias, estados: orígenes de la dican en una nota, con acierto, que fue obra de la historiografía imperial,
nación argentina (1808-1846) consiste en una colección de documentos en medio de las crisis recurrentes de afirmación del Imperio, procurar
que busca cubrir los orígenes de la nacionalidad argentina, desde la dé- conferir al Estado una idealizada sustentación por medio del “rescate”
cada anterior a la Revolución de Mayo hasta la mitad de la experiencia de su pasado inmediato, de lo que resultó la elaboración del mito de la
rosista. Un largo ensayo introductorio precede a la edición de una pre- “fundación tanto del Estado como de la nación” a partir de la ruptura
ciosa colección de documentos, ordenada temáticamente y cuidadosa- con Portugal. El tema ganó tanta proyección en Brasil que el grupo de
mente referenciada, que reúne cartas, relatos oficiales, minutas de debates la USP organizó un gran evento en 2001. Los papers presentados fueron
constitucionales, actos y decretos, artículos de periódicos y fragmentos publicados dos años después en un alentador volumen, Brasil: formación
de libros, la mayoría ligada a cuestiones de identidad política y formas de del Estado y de la nación (Jancsó, 2002).
soberanía reivindicadas por actores políticos del período. El estudio pre- Indicativo de que el tema es caro a la historiografía latinoamericana
liminar pone el lector en contacto con temas caros al autor, que van desde es el hecho de que el evento de la USP (2001) fue precedido en una dé-
la mezcla heterogénea de ideas en el fin del período colonial, las formas cada por otro similar acontecido en México, organizado por Marcello
de identidad política dominantes durante las primeras décadas de la In- Carmagnani, del cual también resultó la publicación de los anales como
dependencia y el verdadero sentido de conceptos clave tales como “fede- libro. Este volumen, con un objetivo más abarcativo que el brasileño en
ración”, “nación”, “Argentina” y “pueblos” (Chiaramonte, 1997). virtud de su abordaje comparativo, presenta una versión revisada de los
La discusión de Chiaramonte ganó espacio académico en América textos de un congreso sobre las variedades del federalismo latinoameri-
Latina. En Brasil, fue especialmente influyente en debates en torno a la cano realizado en marzo de 1992. Los autores22 analizan la evolución
cuestión de la administración colonial y a la formación del Estado y la del federalismo como una doctrina y una práctica política remota,
nación en el siglo XIX. En un texto reciente, los profesores uspianos Is- cuando representaba una aspiración problemática reflejada en arreglos
tván Jancsó y João Paulo Pimenta se encaminan por tales embates his-
toriográficos. A partir del análisis de los discursos de los diputados 22
Josefina Vázquez, Marcello Carmagnani y Alicia Hérnandez Chaves de México, José
brasileños en las cortes constituyentes de Portugal, los autores procura- Murilo de Carvalho, Joseph Love y Aspásia Camargo para Brasil y José Carlos Chia-
ron demostrar la complejidad del fenómeno de emergencia de una “iden- ramonte, Natalio Botana y Germán Bidart Campos para la Argentina.

82 83
JURANDIR MALERBA AÑOS 1980-1990

institucionales, como en el federalismo liberal. Durante esta fase, sus nación y explorar la historia y la significación de los grupos subalternos
principios fueron finalmente sacralizados en la Constitución mexicana en relación con el papel de las elites en la construcción del Estado y de
de 1857, en la Argentina de 1853-1860 y en el Brasil republicano (con la nación. Esa corriente habría venido a redimensionar los desafíos pues-
la instalación del “Estado Nuevo”). Aquellos estudios abarcan hasta la tos por el marxismo y los análisis dependentistas anteriores, prestando
actual práctica de lo que se llamó “federalismo centralizador”, lo cual creciente atención al carácter complejo y socialmente determinado de
está aparentemente cerca de completar su curso en medio de fuertes se- la construcción del Estado y de la nación. Por otro lado, dentro de la
ñales de reacción descentralizadora (Carmagnani, 1993). propia historiografía americana, surgen autores extremadamente críticos
La década de 1990 asistió a una producción significativa sobre la con esos nuevos abordajes, los cuales abusan teóricamente de los enfo-
cuestión de la construcción del Estado y de la nación en América Latina ques ligados a la cultura, a la etnicidad y al género ofrecidos por el pos-
independiente. En un ensayo bibliográfico publicado en la LAHR, Mark testructuralismo.23
Berger (2000) reseña siete obras sobre el tema, todas escritas en inglés Por fin, vale resaltar la omnipresencia de la obsesión nietzche-
y sólo una de autoría de un latinoamericano. Al fin y al cabo, el autor gramsci-foucaultiana por el poder en esos nuevos abordajes. Según Ber-
quiere hacer creer que ellas representan un nuevo abordaje de la cues- ger, una parte significativa de la historiografía (norteamericana, se
tión, que comenzó a hacerse presente en los últimos veinte años. Su ar- añade) permanecería inconscientemente presa en concepciones eurocén-
gumento es, sin duda, válido para los títulos y autores que analiza, tanto tricas, productoras de análisis aún centrados en la empresa de las elites
como para la vasta bibliografía en que se apoya. Además de los textos en la construcción del Estado y de la nación. Incluso, destaca un número
reseñados, el autor cita otros 79 títulos, de los cuales 78 están en inglés creciente de trabajos de historia latinoamericana que se presenta como
(y sólo uno en español), escritos por autores anglosajones (a excepción un desafío a esas tradiciones históricas. Ellos reflejarían una tendencia,
de cuatro iberoamericanos). Ese cuadro muestra el desapego entre la anunciada desde los años 1980, en focalizarse cada vez más en los gru-
producción historiográfica sobre América Latina y la historiografía la- pos subalternos y excluidos en general. Esos grupos fueron económica-
tinoamericana. Es como si la historia de América Latina fuese escrita, mente explotados y política, social y culturalmente marginados tanto
sobre todo en los Estados Unidos, sin considerar a los historiadores la- durante el período colonial, como también durante el período nacional.
tinoamericanos. Esas nuevas contribuciones, forjadas en el cruce del marxismo y del pos-
El argumento central del autor es que, en la década de 1990, el es- testructuralismo, vienen procurando rescatar aquellos grupos marginados
tudio de la historia latinoamericana se caracterizó por la continuidad vi- en la historia de América Latina. En definitiva, constituyen la aplicación
gorosa de importantes debates sobre la herencia colonial, aunque haya del abordaje poscolonialista a la realidad latinoamericana, que procura
surgido en el escenario una “nueva generación” de investigadores pre- explicar todo a partir de enfoques centrados en el binomio hegemonía/re-
ocupados por la formación del Estado poscolonial. Se registran los es- sistencia (la omnipresencia del poder), en todas las esferas de la vida, en
fuerzos crecientes por articular críticamente las cuestiones del particular en el ámbito de la cultura.
nacionalismo y de la formación de la nación, generalmente con énfasis El proceso de independencia de las diversas regiones latinoamerica-
en lo campesinos y en los pueblos indígenas. Paralelamente, los debates nas, tal vez el tema más visitado de nuestras historiografías nacionales,
sobre la conceptualización de las estructuras y de las transformaciones también ofrece un observatorio perfecto para percibir el desarrollo de la
sociales (en una palabra, poder de elite y resistencia subalterna) en la historiografía política en las últimas dos décadas. Cabe resaltar que tal
América Latina colonial y poscolonial fueron revitalizados por la su- tema generó una copiosa producción de obras, de las cuales algunas serán
puesta interacción entre el marxismo revisionista (el “postmarxismo”)
y el postestructuralismo, recibida con loas por el autor del ensayo. Esa
nueva historiografía procuraría reconceptualizar el papel del Estado, 23
Un ejemplo de esa postura “crítica” es la compilación organizada por Robert H. Jackson
discutir (desnaturalizándolo) el carácter problemático del concepto de (1997).

84 85
JURANDIR MALERBA AÑOS 1980-1990

evocadas a título de mero ejemplo.24 En ese conjunto, merece destacarse cuantitativo es la producción historiográfica sobre la Revolución Mexi-
la compilación organizada por el historiador colombiano Germán Colme- cana, tema explorado tanto por importantes mexicanistas como por au-
nares, La independencia: ensayos de historia social (1986). El breve e tores nacionales, y de la cual podemos tomar como ejemplo las dos
instigante prefacio del compilador es tan importante como los cuatro den- compilaciones organizadas por Jaime Rodríguez y publicadas en los Es-
sos ensayos que la componen. Al evaluar la obra del historiador del siglo tados Unidos (Rodríguez, 1989; 1994). En general, se puede afirmar que
XIX José Manuel Restrepo sobre la revolución de independencia en esas dos obras, así como la síntesis de la Revolución Mexicana escrita
Nueva Granada, Colmenares la percibe como una “prisión historiográ- por Ernesto de la Torre (1992),25 son básicamente ejemplos de historia
fica”. Participante activo de la vida política durante y después de la revo- política tradicional, abordaje aún muy presente en la historiografía lati-
lución, Restrepo guardó un volumen impresionante de documentos y noamericana, a pesar de una vaga renovación sugerida por Capelato y
produjo una vasta obra en diez volúmenes (Historia de la Revolución de Dutra, ya mencionada (Guerra, 1992).
la República de Colombia, de 1827), que se tornó una especie de “historia No obstante la extensa producción sobre el conjunto de aconteci-
oficial” del movimiento, siendo sus tesis pro-elites reiteradas por sucesivas mientos políticos, tal vez lo más importante en la historia de América
generaciones de historiadores. La sutil percepción de Colmenares de la Latina sobre la independencia y la creación de los Estados nacionales,
continua apropiación de la obra, tornándola una “prisión historiográfica”, concordamos con el historiador Víctor Uribe (1997) cuando afirma que
es equivalente al papel desempeñado por la de Francisco Adolfo de Varn- los estudios comparativos de calidad son aún escasos y que nuestras in-
hagen en la historia y en la historiografía de Brasil, donde se constituyó, terpretaciones del proceso de independencia en América Latina continúa
más que en un paradigma, en verdaderos “cuadros de hierro” de la histo- marcada por abordajes macro estructurales y centrados en las elites.
riografía nacional, conforme sentenció Capistrano de Abreu (Abreu, 1976;
Wehling, 1999; Malerba, 2007b ). Tanto Restrepo como Varnhagen pro- Segundo ejemplo: regímenes populistas (siglo XX)
dujeron cánones de interpretación –a propósito, cánones conservadores, De manera muy panorámica, se puede afirmar que en la historia política
que procuraron negar la importancia de las clases populares en la historia de América Latina en el siglo XX ganan proyección, como no podía ser de
de sus países– que las generaciones de historiadores posteriores consi- otra manera, los trabajos historiográficos sobre los regímenes populistas y
guieron superar muy difícil y tardíamente. El conjunto de ensayos com- dictatoriales. Las eras de Lázaro Cárdenas (1934-1940), Juan Domingo
pilado por Colmenares es valioso exactamente en la medida en que Perón (1943-1955) y Getúlio Vargas (1930-1945, 1951-1954), nombres
procura sacar el foco de análisis de la dimensión “nacional” en favor de que dejaron sus sucedáneos en la historia política posterior de sus países,
un abordaje social del proceso de independencia. han atraído desde siempre la atención de los historiadores de México, Ar-
Del mismo tenor que la obra anterior, pero con una cobertura temá- gentina y Brasil.
tica más amplia, es la compilación editada por Alberto Flores Galindo
(1987) sobre la independencia en el Perú. Yendo más allá de obras an-
teriores, la compilación organizada por Flores Galindo reúne elementos 25
El autor posee una obra en tres volúmenes escrita diez años antes (de la Torre, 1982).
importantes para subsidiar una explicación económica, política y social Otro ejemplo típico de historia política tradicional, aún muy comúnmente practicada en
América Latina durante la década de 1970, es la obra Historia política y constitucional
de carácter más interpretativo. Mucho más vasta desde el punto de vista
argentina, de Germán Bidart Campos (1976). En el primer volumen, que cubre crono-
lógicamente el período de 1810 a 1860, el autor clasifica una lista minuciosa de hechos
históricos, sugiriendo algunas hipótesis analíticas. El segundo volumen, donde aborda
24
Sobre la historiografía latinoamericana de la independencia en los años 1980 y 1990 el período subsiguiente hasta 1977, es aún más frágil, de carácter sólo descriptivo, sin
ver el excelente balance realizado por Victor Uribe (1997). Para un abordaje compa- cualquier pretensión analítica. Más que eso, el foco se centra exclusivamente en el ám-
rativo de los movimientos de independencia en América Latina, McFarlane (2006). bito de la vida político-partidaria. En fin, se trata de una introducción documentalmente
Una evaluación crítica de la historiografía de la independencia de Brasil se encuentra bien informada, pero analíticamente estrecha de la historia política y constitucional ar-
en Malerba (2003 y 2006b). gentina. Sobre la historia de Argentina, ver el trabajo monumental de Saguier (s/d).

86 87
JURANDIR MALERBA AÑOS 1980-1990

En el boom de publicaciones sobre las relaciones entre Estado y so- a mediados del siglo XX. Esta nueva literatura, de la que la obra de Buen-
ciedad en el México cardenista, verificado en la década de 1990, ganó fil es ejemplo, vino a cambiar el foco del análisis. El libro de Buenfil,
relevancia el surgimiento de modelos de interpretación del cardenismo fruto de una tesis orientada por el posmarxista Ernesto Laclau, es un
que lo concebían como un lato fenómeno político, un amplio manojo de ejemplo típico de la penetración del postestructuralismo en la historiogra-
prácticas y creencias surgidas en un determinado cuadrante histórico, fía política. De acuerdo con sus premisas teóricas, la autora se propone
las cuales penetraron en diversos espacios sociales, desde las antecáma- deconstruir las manifestaciones discursivas de la “mística de la revolución
ras del poder de las elites político-partidarias hasta su reproducción en mexicana” en el campo educacional, para mostrar sus contradicciones y
lo cotidiano de las clases populares. En otras palabras, esa nueva histo- la posibilidad de múltiples apropiaciones prácticas. Con eso, Buenfil
riografía buscaba superar la perspectiva “revisionista” del proyecto car- busca proporcionar otras lentes con las cuales observar el imaginario del
denista como una imposición “de arriba para bajo”, que pretendía proyecto cardenista. A partir de una concepción postestructuralista de he-
oponerse al crecimiento del poder popular en favor del poder del Estado. gemonía como construcción discursiva de sujetos políticos, la autora pre-
Procurando evitar el peligro de volver a la antigua línea hagiográfica de tende reconstruir históricamente y deconstruir analíticamente el modo en
trabajos más antiguos, la historiografía política más reciente procura en- que la educación socialista tomó forma como discurso hegemónico. Para
tender que el Estado es formado por medio de su actuación normativa tanto, enfatiza los significados mutantes de socialismo, las condiciones
cotidiana, que implica la negociación de demandas e intereses populares. sociopolíticas bajo las cuales el discurso de la educación socialista se pro-
En fin, una vez más, bajo la iluminación teórica de autores como dujo y, por fin, cómo sus elementos constitutivos fueron combinados y
Gramsci y Foucault, esa nueva línea de investigación enfatiza el carácter “sobredeterminados” por intereses sociales.
ambiguo de la hegemonía del Estado nación. Tales estudios instan a los No se explorará el libro capítulo a capítulo, sino que se lo utilizará
investigadores a reconsiderar cómo la “hegemonía” conquistada por el como ejemplo de un movimiento de renovación (para mejor o para peor)
Estado cardenista26 puede ser comprendida como un genuino creci- de la historia política perceptible en otros lugares, como Brasil. Aquí,
miento del poder de intercambio de las clases populares.27 Maria Helena Capelato (1998), una de las principales responsables de la
Para indicar un único ejemplo emblemático de esa literatura de los renovación de la historia política en el país, produjo un estudio compa-
años 1990, que se propone mapear las manifestaciones y efectos de la rativo entre el varguismo y el peronismo28 en lo que concierne al signifi-
reforma “socialista” iniciada por Cárdenas en los años 1930, en comuni- cado de la propaganda política idealizada y puesta en práctica, tanto por
dades y culturas locales de México, destaquemos la obra de Rosa Nídia el Estado Nuevo getulista como por el peronismo. Estos regímenes, a su
Buenfil Burgos (1994). Junto con la reforma agraria y la nacionalización vez, se inspiraron en los métodos de la propaganda nazi y fascista, adap-
del petróleo, existe consenso historiográfico en que la reforma educacio- tados para la realidad histórica brasileña y argentina. La autora busca ex-
nal promovida por Cárdenas desempeñó un papel fundamental no sólo en plicar el carácter autoritario de la propaganda en los medios de
su proyecto político, sino en la propia construcción del moderno Estado comunicación, en la producción cultural y en la educación; verifica cómo
mexicano. En rigor, mucho de la fama de la era Cárdenas puede ser atri- se procesaba la manipulación de las masas con el objetivo de obtener una
buida a su tentativa de organizar una “educación socialista” en escuelas respuesta de la población a sus necesidades, por medio de la unificación
y comunidades locales. Una amplia literatura ya existía sobre el asunto en torno de un proyecto común de Estado, por la “domesticación” de esas
masas, eliminando las voces disonantes a sus directrices.

26
Estado cardenista: refiere a la política de la época de Lázaro Cárdenas del Río.
27
Son ejemplos de esa nueva historiografía revisionista de México cardenista los libros 28
Varguismo y peronismo: expresiones consagradas por la historiografia (como carde-
de Adolfo Gilly (1994); Raquel Sosa Elízaga (1996); Marcos Tonatiuh Águila y Alberto nismo) para referirse respectivamente al legado histórico de Getúlio Vargas y de Juan Do-
Enríquez Perea (1996) y Rosa Nídia Buenfil Burgos (1994). mingo Perón.

88 89
JURANDIR MALERBA AÑOS 1980-1990

En consonancia con las temáticas desarrolladas por autores extranjeros, En fin, la historiografía sobre la política latinoamericana, construida
una de las cuestiones analizadas por Capelato es la función simbólica que en torno a temas como los regímenes populistas y autoritarios a media-
las dictaduras modernas utilizan con vistas a seducir a las masas, presentada dos del siglo XX –y de otros, más recientes, marcados por los regímenes
por medio de la relación entre un pasado simbólico interiorizado y los sím- militares de excepción que se desarrollaron en las décadas de 1960 a
bolos presentes. Ambos regímenes se valieron de las imágenes y de los sím- 1980 por todo el continente, así como por la apertura que les siguió–
bolos. En el varguismo, por ejemplo, la autora resalta la constante exaltación produjo una verdadera avalancha de títulos sobre sus historias nacionales
de la bandera brasileña, la figura de Vargas, la marcha para el oeste (integra- particulares. Aún demasiado “tradicional” hasta cerca de dos décadas
ción nacional), el uso de la fotografía y la producción de objetos con la es- atrás, o sea, centrada en sujetos/procesos político-partidarios, en la his-
tampa de Vargas, como alfileres, medallas, llaveros. El peronismo usó toria del Estado y de las elites en el poder, esas historiografías nacionales
símbolos semejantes, como el escudito, las estampas de los libros escolares esbozaron una renovación a partir de los años 1990, diferenciada con-
y las realizaciones sociales. forme el país y su tradición historiográfica. Faltan, sin embargo, aborda-
Cuando trabaja las nociones de cultura, política y propaganda en el jes comparativos sobre el proceso político en la historia de América
nazismo y en el fascismo, Capelato analiza la influencia, las similitudes y Latina, reproduciendo lo que se repite en otros campos temáticos.
las diferencias entre el peronismo y el varguismo. Tanto el varguismo Por otro lado, la omnipresencia de la obsesión nietzche-gramsci-
como el peronismo pensaban las artes como medios utilitarios, porque a foucaultiana por el poder en esos nuevos abordajes, como se constata a
través de ellas se procuraba obtener influencia política y, en su límite, ser- partir de la evaluación de Berger (2000) indicada arriba, es incontestable
vir a la divulgación de las doctrinas “estadonovista”29 y justicialista. Un no sólo en los estudios recientes que se pueden rotular como de nueva
caso ilustrativo es la producción cinematográfica. Intentando romper con historia política, como en los de la nueva historia cultural. Marshall Sah-
la producción norteamericana que invadía los cines de la época, el go- lins (2005) reveló, con ironía, el peligro mayor del fetiche a los presu-
bierno hizo obligatoria la presentación de películas nacionales. Viabilizó puestos teóricos foucaultianos en el campo de la antropología. El
financieramente el proyecto cinematográfico nacional, al mismo tiempo “poder” es allí entidad demiúrgica y circular, sino tautológica, como vec-
que dictaba, por medio de la censura, lo que debía ser hecho y visto. tor explicativo. Muchos de esos estudios que eligen como eje analítico
La autora enfoca el sentimiento de identidad nacional inculcado en el campo simbólico, sea en la historia política, sea en la historia cultural,
las masas por la propaganda política. El nacionalismo intentó forjar en acaban llegando al mismo lugar de donde partieron o, en otras palabras,
Brasil el concepto de nación y raza brasileña. Si en los años 1930 el concluyen reiterando sus premisas: la “cultura” fundamenta el “poder”,
mestizaje era visto como un factor de desagregación y de atraso, esa cuando todo comienza en el ejercicio de la dominación hegemónica que,
mezcla era ahora presentada como benéfica. En Argentina, la cuestión generando resistencia, lleva a la negociación y acomodación. En ese sen-
del nacionalismo se manifestó de manera diferenciada: había ya un tido, el rescate de la memoria de la experiencia cotidiana de grupos mi-
fuerte sentimiento de raza; el peronismo debía simplemente combatir noritarios –de clase, étnicos o sexuales– va creando identidades y
los “malos políticos” para recuperar el sentimiento y el orgullo del nuevo conquista su lugar en la historia. Esos verdaderos clichés acaban siendo
hombre argentino. aplicables a cualquier grupo social, en cualquier período o región, de
modo que, al tornarse ahistóricos, acaban por vaciar sus potencialidades
de explicación histórica.
“Estadonovista”: término que refiere al Estado Novo, denominación del régimen au-
Historia Cultural
29

toritario y centralizado instaurado por medio de un golpe militar liderado por Getúlio
Vargas en 1937; duró hasta 1945, cuando Vargas fue depuesto por las fuerzas armadas. La “nueva historia cultural” en América Latina
Una introducción sumaria y confiable del tema, [en línea] La entrada de nuevos personajes y temáticas en la agenda de los inves-
http://www.cpdoc.fgv.br/nav_fatos_imagens/htm/fatos/EstadoNovo.htm. tigadores a partir de los años 1970 fue, para Carlos Aguirre Rojas (1998),

90 91
JURANDIR MALERBA AÑOS 1980-1990

uno de los efectos de 1968 sobre la historiografía occidental. Este his- (San Diego) Eric Von Young (1999) resalta su aspecto, para usar un eu-
toriador mexicano entiende a 1968 como una verdadera revolución cul- femismo, fuertemente “ecuménico”. Irónicamente, como es su estilo en
tural en escala mundial, que afectó las bases culturales de la civilización todo el texto, Von Young hace la siguiente propuesta: que la historia cul-
occidental, que son la familia, la escuela y los medios de comunicación tural debería activamente colonizar las relaciones económicas, como
de masa. Una de las características de esa revolución, que marcó profun- hace con los sistemas políticos, en la presuposición imperialista de que
damente el modo de concebir y escribir la historia en las décadas si- toda historia es historia cultural. Ese es un aspecto definidor de esa mo-
guientes, es lo que se llamó “irrupción del presente en la historia”; por dalidad de narrativa histórica: una vez que todo, al final, se resume a dis-
medio de esa irrupción, el presente inmediato se manifestaría con mucho curso, todos los aspectos de la vida humana –de la economía a la política,
más fuerza en la historiografía, rompiendo con la rígida división hasta de las instituciones a la vida privada– son igualmente reductibles al abor-
entonces vigente entre presente y pasado e inscribiendo la actualidad, la daje cultural.
contemporaneidad en los objetos de la investigación histórica. Es lo que Muy astutamente, Von Young no se atreve a responder cuestiones
se verifica con el surgimiento de muchos temas importantes en las últi- difíciles como qué es cultura, qué es historia cultural o qué es “nuevo”
mas tres décadas, dentro de las perspectivas de la llamada antropología en esa historia cultural que algunos autores están escribiendo sobre el
histórica; ésta, también llamada historia antropológica (o “de las men- México colonial, aunque sutilmente destaca lo que es suficientemente
talidades”, en Francia), eligió tópicos como la privacidad, la intimidad, característico de ese abordaje como para diferenciarla de otros. Según
la sexualidad, la historia de las mujeres, de los niños, de la familia, de Von Young (1999: 214-217), tanto el interés obsesivo de la historia cul-
la locura, de los marginales, de la cultura popular, cuestiones raciales, tural en la problematización de textos y en el lenguaje, obviamente ori-
ecológicas, etc., como sus temas preeminentes. Según Aguirre Rojas ginados con los estudios literarios postestructuralistas; cuanto el
(1998), en la estela de Foucault, 1968 habría derrumbado la “episteme” método etnográfico y, en alguna medida, su interés característico por
vigente desde finales del siglo XIX, caracterizada por la compartimen- los grupos “subalternos” y las formas de comunidad e identidad, deri-
tación de los saberes disciplinares, basados en la especialización. La van de la Antropología. No será necesario rescatar aquí toda la litera-
crítica reiterada en 1968 a ese modo de aproximación social fue una de tura que trata las relaciones incestuosas entre Antropología e Historia
las grandes impugnaciones, que influenció fuertemente al conjunto de desde fines de los años 1960, que proyectó la tercera generación de los
las disciplinas sociales y la historiografía posterior. Otro aspecto de ese Annales. El giro lingüístico, especialmente, y la influencia deletérea
mismo movimiento cultural lo constituyen las nuevas expresiones de del postmodernismo que presumiblemente lo siguió, exigieron una crí-
los movimientos sociales, también pulverizados. Una pluralidad que se tica inteligente de los historiadores más “tradicionales”, tanto de la de-
registra en el nivel de las demandas de los nuevos movimientos sociales, recha como de la izquierda (hablando política y epistemológicamente).
que dejaron de ser económicas o políticas, para diversificarse y frag- Sin embargo, lo que caracterizaría a esa nueva historia cultural según
mentarse en demandas feministas, pacifistas, ecologistas, urbanas, an- Von Young (1999: 218) serían estos cuatro puntos:
tirracistas, étnicas, comunitarias o de otras minorías reprimidas que - el estudio de las mentalidades, en el sentido de la persistencia de estruc-
afloran en el contexto de las luchas sociales posteriores a 1968 (Car- turas mentales que motivan comportamientos individuales y colectivos,
doso, 1999; 2005). Ese movimiento histórico no pasó incólume a la his- y de los sistemas simbólicos que las personas usan para explicar el mundo
toriografía internacional en general y latinoamericana en particular. Los a su vuelta;
contornos de lo que se llamó “nueva historia cultural” fueron allí deli- - un interés particular, pero de ningún modo exclusivo, en los grupos
neados. La historia de las relaciones de género –uno de los campos más subalternos;
característicos de ese nuevo abordaje– será tomada como ejemplo. - una cierta inclinación al inductivismo en la escritura de la historia;
Al analizar el fenómeno de la llegada de la “nueva historia cultural” - una postura altamente crítica (ocasionalmente, sin embargo, disminuyendo
a la historiografía mexicana, el profesor de la Universidad de California a la credulidad) en relación con las fuentes y la interpretación textual.

92 93
JURANDIR MALERBA AÑOS 1980-1990

Otra cuestión importante planteada por Von Young es el grado de histórica, que conocen un gran incremento en los años 1950 y 1960, con
“novedad” de esta “nueva” historia cultural. Libros clásicos fueron es- nuevas cuestiones de la historia social. Fue a partir de los revolucionarios
critos, por latinoamericanos o no, sobre historia cultural latinoamericana. años 1960, coincidiendo con el propio cambio de orientación dentro de
Von Young recuerda las obras de Charles Gibson (The Aztecs under Spa- los Annales de la tercera generación en el sentido de la historia antropo-
nish Rule, 1964) y Gonzalo Aguirre Beltrán (Medicina y magia, 1963), lógica o de las mentalidades, que nuevos temas ligados a lo cotidiano y
a los que podría sumarse, entre otros, Sérgio Buarque (Visões do Para- a la vida privada, de gran difusión en los años 1970 y 1980, se unieron al
íso, 1958), como densos ejemplos de historia cultural. Sin embargo hoy, caudal de aquello que constituiría más tarde la “nueva” historia cultural.
en México (en Brasil, en cualquier lugar de América Latina), los prac- Se resaltan dos puntos: todas esas áreas de investigación no escaparon a
ticantes de la “nueva” historia cultural se reconocen a partir de la refe- sensibles coloraciones nacionales, de manera que la incidencia de ellas y
rencia a un cuerpo canónico de obras, de puntos de referencia teórica, los modos de practicarlas varían de país para país, en los Estados Unidos,
predilecciones metodológicas y de fuentes y de una “jerga” especiali- en Francia, en los países de América Latina; por otro lado, no será forzoso
zada, en la cual temas como representaciones, textualidad, relaciones de reconocer una línea de evolución conectando todas esas áreas, aunque la
poder, subalternidad e identidades sexuales y raciales, intimidad y pri- historia cultural más reciente reclame abiertamente su vinculación con el
vacidad, cultura popular, entre otros, son imperativos. deconstrutivismo semiótico postmoderno, afecta más específicamente al
No obstante estar la agenda definida, la forma de ejecución del tema de la historia de la lectura y de la recepción literaria.30
campo en América Latina no sigue exactamente el recetario prescrito. Antes de eso, sin embargo, aunque con un sesgo de historia social,
Los historiadores latinoamericanos, y los brasileños en particular, mer- la historia de la familia fue responsable de la revisión de antiguas tesis
ced a su apertura a varios polos de reflexión teórica y de creación histo- consolidadas. En el caso de Brasil, donde aún es practicada en importan-
riográfica, “mestizaron” a su manera el abordaje y lo practican con cierta tes centros, los estudiosos de la familia esclava contestaron la tesis de la
libertad creadora, desarrollándolo, muchas veces, dentro de investigacio- desproporción entre mujeres y hombres esclavos y de su incapacidad
nes sobre otros tópicos. Por eso, como veremos adelante, Sueann Caul- patológica de constituir familia en función de las condiciones del cauti-
field (2001) puede diagnosticar vestigios de historia de género en verio, probando la existencia de lazos familiares duraderos, a partir de
productos de historia social, de la familia y de las mentalidades practi- la utilización de una gran diversidad de fuentes sobre casamiento, legi-
cadas por historiadores latinoamericanos. Como afirma Von Young, timidad, uniones en consenso, entre otros (Slenes, 1999; Castro, 1995).
cualquiera que sea su presumible genealogía y las autoridades que ella Los grandes avances iniciados por los historiadores de la familia
típicamente invoca para apoyarse, la nueva historia cultural, tal como para el conocimiento de la historia demográfica, fomentaron tanto la his-
es practicada en México (y yo extendería: en América Latina), no es de toria social como la nueva historia cultural que entonces emergía en
hecho un proyecto radicalmente postmoderno, porque sus practicantes América Latina, merced al paulatino abandono del paradigma marxista
parecen creer en la cognoscibilidad (parcial, por lo menos) de las reali- estructural y a la recepción de prácticas historiográficas europeas fran-
dades pasadas, y porque hay, para ellos, una diferencia entre la imagi- cesas (historia antropológica), italianas (particularmente la microhisto-
nación creativa del romancista y la imaginación factual del historiador. ria) e inglesas (especialmente sobre la experiencia de vida de
Esbozamos, a continuación, dos filones importantes de la historia cultu- comunidades subalternas, como lo propuesto por Thompson). En Amé-
ral en América Latina, tales como eran practicados por la historiografía rica Latina, los estudios de historia social, enfocados en la vida privada
de lo cotidiano y de las relaciones de género (Von Young, 1999: 217). y cotidiana y en formas alternativas de resistencia de los sectores popu-

Primer ejemplo: lo cotidiano y la vida privada


Como ocurre en la propia historia de la historiografía francesa, la historia 30
Seguimos la periodización propuesta por Marshall Eakin (1998: 551 y ss.), el desarrollo
de la familia emerge de la convergencia de los estudios de demografía de ese área acompañó el itinerario de la historiografía americana sobre América Latina.

94 95
JURANDIR MALERBA AÑOS 1980-1990

lares, con un sesgo francamente antropológico, recibieron rótulos dife- curso propuestas por Foucault, centradas en la historia de las instituciones
rentes conforme el lugar, bautizados “nueva historia social” en México, disciplinares en torno al encuadramiento de las minorías miserables y exclui-
“nueva historia” en Puerto Rico e “historia social de la cultura” en Bra- das y en las microrrelaciones de poder, emanadas de las diferencias de sexo
sil. Incidió sobre todos los períodos de la historia latinoamericana, del y de las relaciones de género de un modo general. Después de aflorar pri-
período colonial al tiempo presente, enfocando en varios campos de in- meramente en Brasil, esos enfoques se extendieron hacia otros países de
vestigación, como la historia social del trabajo, de los movimientos so- América Latina. Tales estudios se volcaron hacia el análisis del discurso de
ciales, la historia de la familia y de género, en el sentido de rescatar, las instituciones médicas, psiquiátricas y jurídicas, creadas a mediados del
siguiendo a Thompson, cómo las poblaciones pobres (en general urba- siglo XIX en el sentido de establecer los patrones de conducta admitidos
nas) construyeron identidades de clase, basadas en normas culturales, por las autoridades de los recién creados estados latinoamericanos. Si en
valores y prácticas de resistencia a las imposiciones disciplinares ema- este enfoque en particular la presencia (expresamente citada) de la referencia
nadas de las elites capitalistas.31 teórica postestructuralista es obvia, es preciso decir que su incidencia en la
Un punto importante a destacar, que merecería mayor desarrollo, historiografía latinoamericana no se limita a esa literatura de temática espe-
son los avances de la llamada etnohistoria. En las últimas décadas, los cífica, dirigida a cuestiones de orden médico, prostitución, asilos etc., sino
antropólogos y los historiadores aunaron esfuerzos en el sentido de re- que se encuentra en el bas fond de toda la producción de “historia social”
construir el mundo colonial. La influencia de antropólogos como Miguel fundada en el binomio “dominación x resistencia”, donde la omnipresencia
León Portilla (1959; también Pérez Cevallos y Pérez Gollán, 1987) en del vector “poder” es la categoría explicativa por excelencia.
la historiografía de la Mesoamérica y de los Andes es incuestionable. En la misma época, en Brasil, otra literatura también preocupada por
Algunos de los mejores trabajos recientes sobre historia colonial de las cuestiones de sexualidad (pero no sólo) e interesada principalmente
América Latina son considerados etnohistoria, incluyendo avances sig- por la institución inquisitorial de los tiempos coloniales, proyectó en
nificativos en los estudios de género, crítica literaria y en la construcción América Latina el tema de la historia de las mentalidades importado
de modelos para la comprensión “del otro”, estudios de la formación de desde Francia. En ese campo, se destacan los estudios pioneros de Luis
clase y sistemas de trabajo y aquellos sobre economía informal.32 Mott (1982; 1988) sobre la presencia gay en el Brasil colonial, a partir de
En los mismos nichos temáticos explorados por historiadores sociales exploración minuciosa de los juzgamientos de sodomía promovidos por
y culturales –clase obrera, movimientos populares, mujeres– durante la dé- la Inquisición. Laura de Mello y Souza (1987) estudió las relaciones entre
cada de 1980 comenzó a fortalecerse en América Latina otra forma de abor- la persecución de hechiceras e imágenes europeas de Brasil como una
daje caracterizado por el uso directo, o al menos la inspiración general, de tierra de demonios y sexualidad incontenible; su colega Ronaldo Vainfas
las teorías postestructuralistas, particularmente aquellas de análisis del dis- (1989) escribió una cuidadosa historia social de la familia, entrecruzando
temas como la moralidad y la sexualidad en el análisis de la historia ins-
titucional y religiosa de la Inquisición en Brasil. Y Ligia Bellini (1989)
La bibliografía sobre esos temas es vastísima. Amplios análisis de ella se encuentran
escribió un trabajo historiográfico pionero sobre relaciones homosexuales
31

en Caulfield (2001); Armus (1990); Bergquist (1993): Harber (1996); Huerta (1979);
Skidmore (1998); Spalding (1993). de mujeres, basado en documentos inquisitoriales de sodomitas. No será
32
Jones (1994). Sintomáticamente, casi todos los ejemplos que la autora da de esas “nue- inoportuno afirmar que en esos estudios de las mentalidades se encuentra
vas áreas” son de autores norteamericanos o anglosajones en general (y publicados en el embrión de la historia de las relaciones de género, tal como es enten-
inglés): Irene Silverblatt, Regina Harrison, Karen Spalding, Florencia Mellon, Ingá dida y practicada por la historiografía latinoamericana (Caulfield, 2001).
Clendinnen, Nancy Fariss... Después de todos esos ejemplos, la autora se pregunta:
“Pero alguien puede cuestionar por qué el rótulo etnohistoria es aplicado a los estudios
de los indios de América Latina, cuando se podría considerarlo como parte de la ‘Nueva Segundo ejemplo: relaciones de género
Historia Social’ o del abordaje de la escuela de los Annales.” Y responde preguntando: Poco habrá que agregar al fino análisis de Sueann Caulfield (2001) sobre
“¿Sería esa otra forma de marginar el estudio del mundo no-europeo?”. la historia de género en la historiografía latinoamericana. Utilizaré su

96 97
JURANDIR MALERBA AÑOS 1980-1990

brillante ensayo para destacar algunos puntos centrales que marcan la ración de centros de estudios e investigación, eventos académicos y cir-
relación de la historiografía latinoamericana y otras extranjeras, como he cuitos editoriales, divergencias entre el Norte y el Sur del continente
indicado en la introducción de este capítulo. emergían. Los investigadores latinoamericanos acusaban lo que enten-
Caulfield sostiene que ya están superados los viejos debates políticos dían como el compromiso norteamericano con una agenda feminista im-
y teóricos que marcaron el inicio de los estudios sobre la mujer en la dé- perialista y burguesa, mientras los norteamericanos tomaban las agendas
cada de 1970, aunque aquellos debates sigan influenciando la trayectoria políticas o la teoría de la dependencia de los colegas del Sur como señal
de los mismos desde entonces. Tales debates estarían ligados al papel de equívoca o atraso intelectual (Caulfield, 2001: 457). El fruto de la dis-
las feministas americanas en la definición de una agenda académica, los cordia ha sido el énfasis en la precedencia explicativa de sexo o clase
vínculos entre la militancia feminista latinoamericana, los movimientos (muchas veces tornados más complejos con la inclusión de elementos de
de la clase trabajadora y la producción académica, la relevancia de la po- raza), que fueron a menudo vistos como variables independientes, di-
sición dependiente de América Latina en la economía mundial y las im- versamente aquilatadas conforme el escenario. De modo que, entre in-
plicaciones de la producción sobre la mujer para el imperialismo vestigadores del campo de la historia de la mujer y de las relaciones de
americano y las luchas políticas latinoamericanas. Yo diría que tales cues- género, es posible notar la mayor preocupación, entre los latinoamerica-
tiones ya no se pueden enunciar en los mismos términos, pero no estarían nos, por las grandes cuestiones nacionales y políticas. Este hecho, junto
todas completamente superadas. con la cuestión de las flagrantes diferencias internacionales en recursos
Es interesante notar, en la propia división analítica del texto de Caul- para investigación y publicación, contribuyeron para que la producción
field, la procedencia geográfica de los autores y obras citadas. No es fácil académica latinoamericana (en ese campo y en todos los otros, yo agre-
diagnosticar la presencia en América Latina de los estudios de género, garía) hubiese alcanzado menor proyección en el ámbito internacional
tal como se ha definido y practicado en los Estados Unidos. Por eso, Caul- (Caulfield, 2001: 461).
field (2001: 453) los considera en tres “subcampos” muy desarrollados Un último punto para sumar a la reflexión sobre ese campo especí-
aquí: la historia de la familia, la historia social bajo influencia de la mi- fico dentro de la “nueva historia cultural” es que, no obstante el sólido
crohistoria y la “nueva historia social” americana y la “nueva” historia nicho profesional creado en torno de la historia de las mujeres y de las
cultural de cariz foucaultiano y postmoderno en general. Las grandes in- relaciones de género en los Estados Unidos, su difusión por América
novaciones metodológicas de la producción sobre la historia de las rela- Latina no fue tan tranquila. En el libro colectivo Negotiating perfor-
ciones de género acontecieron dentro de la comunidad académica mance: gender, sexuality, and theatricality in Latin/o America (Taylor y
americana, en la cual esa historiografía latinoamericanista acabó conquis- Villegas, 1995), ejemplar por contener todos los topoi característicos de
tando un lugar destacado. Pero, en rigor, consultando la robusta bibliogra- la jerga postmoderna, uno de los propios organizadores acaba negando
fía citada por Caulfield, es evidente que la vasta bibliografía donde ella la importancia de esas cuestiones de género y sexualidad para América
encuentra relaciones de género en la historiografía latinoamericana, se Latina. En la introducción al libro, la organizadora Diana Taylor anuncia
comprime principalmente en la sección sobre “Family history, everyday el modo por el cual la compilación alargaría las categorías de política en
life, and discourse analysis” (Caulfield, 2001: 465-480) –los títulos allí América Latina y de política de un modo general, al tratar con nuevas
referidos serán considerados por cualquier historiador criterioso como el cuestiones como identidad sexual, sexualidad y relaciones entre sexos.
mejor extracto de nuestra historia social. Las otras secciones sobre género Su ensayo, de forma poco común en ese tipo de emprendimiento, es
propiamente dicho son mayoritariamente basadas en autores americanos francamente contestado por el otro coorganizador Juan Villegas, en sus
o de formación académica norteamericana. consideraciones finales, cuestionando la importancia de la mayor parte
Como percibe Caulfield, el diálogo historiográfico en el campo de de los ensayos que componen la obra. Él deliberadamente se excluye
la historia de las mujeres entre Norte y Sur fue marcado por mayúsculos del “nosotros” subentendido en la vaguedad del modismo que se arroga
conflictos. Mientras el campo crecía en América Latina, con la prolife- estar proponiendo una “nueva cuestión”, en “nuestros términos”. Su ar-

98 99
JURANDIR MALERBA

gumento central es que sexualidad, género y raza no son cuestiones tan CONSIDERACIONES FINALES

E
importantes en América Latina o en “Latino’s issues”, como lo son para
la comunidad académica latinoamericana. Villegas francamente reniega
del soporte teórico e histórico de la producción académica queer y de los
abordajes raciales y étnicos que componen la compilación. s difícil ponderar con precisión las “nuevas perspectivas y proble-
mas” en la historiografía latinoamericana. De modo general, en
consonancia con el movimiento historiográfico internacional,
desde los efervescentes años 1960 por aquí también se verificó cierto
giro radical en las formas de concebir y practicar la historia, en el sentido
del paulatino alejamiento de los abordajes holísticos y totalizantes, teó-
ricamente informados, que buscaban una comprensión histórica del ente
América Latina en el concierto de las naciones. Tal apartamiento epis-
temológico fue acompañado por la percepción general de una fragmen-
tación social en nichos políticos reducidos en escala, en los cuales
sobresalen nuevos sujetos históricos aislados, que insisten en no consti-
tuir más un todo ni considerarse parte integrante de cualquier organiza-
ción social (como un Estado) o comunidad imaginada (como una
nación): mujeres, negros, indios y judíos (y todas las etnias posibles),
niños, viejos, verdes, gays y lesbianas... La teoría, acompañando el mo-
vimiento, aceptó disminuir su alcance y también se sectorizó: una teoría
para las mujeres; otra para los diversos grupos étnicos; para las clases so-
ciales; otra para los niños y los viejos; otra para los practicantes de cada
fe religiosa; otra para los ecologistas; otra para las minorías sexuales; y
así en adelante. El vector generador de esas identidades locales es la cul-
tura, sea ella lo que cada uno define. Tal giro en la historiografía de Amé-
rica Latina, arriba expuesto, reitera su papel histórico de importadora de
pensamiento y modismos.
En rigor, se puede decir que lo que hay de nuevo en la historiografía
latinoamericana está en el pasado, el presente pleno de pastiche y copia.
Lo que la inteligencia latinoamericana produjo de “nuevo”, de genuino,
fueron las teorías de la dependencia, abortadas con el advenimiento del
postestructuralismo, que negó cualquier función a la teoría. A mi entender,
no hay duda de que, en este mismo período de cuatro décadas, el mundo
se tornó más complejo, no sólo por la contienda geopolítica, sino en el
campo de la cultura, con el acortamiento de las distancias y la revolución
en sus sistemas de reproducción, como la familia, la escuela y los medios
de comunicación virtuales. Sin embargo, la opción tomada, me parece, es
la salida más acomodada, pero no la más eficaz y consecuente.
100

También podría gustarte