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“Sr.

Rabanal: -Como en el interregno que va de 1955 hasta la asunción del nuevo


gobierno peronista en 1973 se desarrolló una gestión de gobierno a cargo de la Unión
Cívica Radical, yo quiero mencionar dos o tres indicadores que posibilitarán conocer
cuál fue el manejo económico de nuestro gobierno.
Nosotros recibimos, al 31 de diciembre de 1963, obligaciones totales con el exterior que
entre el sector público y el sector privado alcanzaban a 3.390 millones de dólares. De
ellos, al sector público correspondían 2.106 millones y 1.284 millones al sector privado.
“Al 31 de diciembre de 1965 la deuda externa publica y privada había disminuido a
2.650 millones de dólares, de los que correspondían al sector público
1.686 millones y al sector privado: 163 millones.
En cuanto a la posición general de divisas, la Unión Cívica Radical la recibió con un
saldo negativo. Al 28 de junio de 1966, a pesar de la disminución de nuestra deuda
externa, el saldo era positivo.
“En 1963, año en el que el radicalismo solamente tuvo dos meses de gestión de
gobierno, se requirió para el sector de las finanzas públicas una financiación de 64.700
millones de pesos moneda nacional. En 1965, año en que e] radicalismo gobernó, esa
financiación disminuyó a 47.700 millones; y para 1966, a la época de nuestra caída, se
había fijado un programa monetario sobre la base de llegar a los 40.000 millones en
diciembre, que al mes de junio de ese año se estaba cumpliendo, vale decir, que
habríamos de arribar al mes de diciembre en esas condiciones.
“Yo desearía, para que esto quede perfectamente esclarecido, que se inserte en el Diario
de Sesiones la publicación titulada «Política Económica del Gobierno
Constitucional» para información de los señores diputados”
Interrupción del señor Diputado por la Capital Dr. Ruben Francisco Rabanal en el
debate del Presupuesto para el año 1976, 25 de septiembre de 1975
Política Económica del Gobierno Constitucional

Buenos Aires, diciembre de 1966.


Compatriotas:
Seis meses es tiempo suficiente para que nuestros conciudadanos reconozcan
cabalmente las consecuencias del cambio operado en la conducción económica del
gobierno. Por encima de expresiones venales tienen definitiva contundencia las
experiencias personales y de sectores que prueban la medida del cambio operado.
Pocos serán los que no estén dispuestos a reconocer que la consolidación y el desarrollo
autosostenido e independiente de la economía argentina depende, en primer termino, de
nuestra estabilidad interna, afirmada por el funcionamiento pleno de las instituciones.
La aparente simplificación que supuso la supresión de los controles institucionales, para
lograr mayor eficiencia, ha fracasado, y todos comprenderán ya que la democracia
orgánica y seriamente practicada es el único sistema capaz de asegurar en libertad v
justicia el crecimiento ordenado.
La orientación que inspiro nuestra acción de gobierno fue planear el desarrollo y la
adecuada expansión de la riqueza nacional, con distribución equitativa de los mayores
beneficios, incrementando los niveles de ocupación y el salario real.
Estas afirmaciones tienen el irrefutable respaldo de las cifras, que prueban en que
medida se logro el incremento del producto bruto nacional y del comercio exterior, con
una mayor participación de los sectores del trabajo en el ingreso nacional y mayor
niveles de actividad que en ningún otro periodo de nuestra historia Estas metas se
lograron cumpliendo los compromisos en el exterior que recayeron pesadamente
durante los años 1964, 1965 y 1966.
Quedo estructurado el Plan Nacional de Desarrollo, que fijo los objetivos concretos y la
base de los cambios estructurales indispensables, cuya ejecución es acto de la voluntad
colectiva y no imposición totalitaria.
Nuestra política económica continental, teniendo en cuenta la similitud de los
problemas en los países de America latina, se expreso en la Carta de Alta Gracia,
documento fundamental que importa una nueva estrategia en la defensa del valor de
nuestros productos básicos.
Dicha posición fue compartida además por 77 países en la Conferencia de Comercio y
Desarrollo, celebrada en 1964 en Ginebra. Esta gestión debió culminar en una reunión
de presidentes americanos, sugerida por nosotros y aceptada inmediatamente por todos
los gobiernos con disposición que nos honra. Debimos tratar, entre otros temas, los
vinculados al valor real de nuestros productos básicos y la corrección de las deficiencias
de nuestro intercambio, bases vitales para la consolidación de nuestras economías y
como consecuencia directa la afirmación real de la soberanía.
Así defendimos el honor y la dignidad de la Republica, jerarquizándola ante todos los
organismos continentales y mundiales.
La tarea de nuestro gobierno de la que tuvo total conocimiento el pueblo, consagro
definitivamente la conducción nacional de nuestra política energética.
Se aumento la producción industrial y agropecuaria, implementando una acelerada
tecnificación con el concurso invalorable de la universidad argentina.
Diversificamos nuestros mercados, comerciando con todos los países del mundo, sin
reticencias de ninguna naturaleza.
Luchamos férreamente contra toda clase de privilegios internos y externos, defendiendo
sin temor y sin agravios el interés general y nuestra soberanía nacional.
Esto fue posible porque creamos una genuina voluntad nacional orientada por
compatriotas que trabajaron con pasión auténticamente argentina. Vicepresidente,
ministros y secretarios de Estado gobernadores de provincia, intendentes municipales,
funcionarios de todas las jerarquías, complementados por una eficiente acción
comunitaria, realizaron una tarea de conjunto pocas veces superada que merece respeto
y consideración dentro y fuera del país.
Sirvieron con inteligencia y lealtad al patriótico propósito de estructurar una conciencia
nacional.
Todos estos ejemplares colaboradores desempeñaron sus cargos y se retiraron de sus
funciones con la más alta dignidad y decoro. Fueron honrados y patriotas de verdad. A
ellos mi reconocimiento mas profundo.
Arturo Umberto Illia.
I. Introducción
1. — El planteo del problema
El gobierno argentino, entre el 12 de octubre de 1963 y el 27 de junio de 1966, ajustó su
acción a la Constitución Nacional, lo cual exige el libre juego de las instituciones
republicanas, que debían ser vigorosamente revalorizadas luego de casi cuarenta años de
estados de sitio, de planes limitativos de las libertades individuales y de avasallamientos
reiterados de las autonomiza provinciales, con su consecuencia de descreimiento cívico
y detención del progreso del país.
Gobernar en estas condiciones, a tono con las normas de civilización de los tiempos
modernos, requiere convicciones muy firmes acerca de los ideales democráticos y
respeto de las opiniones ajenas, confianza sincera en la responsabilidad de la mayoría de
los habitantes del país y en su determinación de sustentar las instituciones.
La vigencia de la ley no es incompatible con una política que resuelva los problemas
económicos, y, por el contrario, siempre es condición indispensable para permitir el
desenvolvimiento en plenitud de la capacidad creadora de los habitantes, sin la cual el
progreso es ilusorio.
Estamos persuadidos que el análisis de la política de esos 33 meses, inspirada en esos
principios de libertad y democracia reiteradamente practicada, demuestra rotundamente
como es posible avanzar aceleradamente en lo económico dentro de un régimen político
de respeto a la Constitución y a las leyes.
A fin de hacer un balance correcto de la política económica del gobierno constitucional,
es necesario recordar la situación en que se encontraba el país el 12 de octubre de 1963.
En el mensaje presidencial de esa fecha se afirmo al respecto:

«La economía argentina atraviesa por una de las épocas más difíciles de su historia.
Resulta incomprensible haber llegado al punto en que nos hallamos si tenemos en
cuenta que esta tierra ha sido dotada de excelentes recursos naturales y cuenta con una
población excepcionalmente apta para el trabajo y las empresas del espíritu.
«Un desaprensivo manejo de la cosa publica ha venido a acentuar un proceso que
arranca desde hace muchos años y contra el cual no se ha actuado con energía e
inteligencia, lo que ha provocado los resultados que están a la vista.
«No afirmamos nada nuevo al señalar que atravesamos una situación coyuntural de
paralización económica y desequilibrio financiero, independiente de la crisis estructural
que es menester superar por medio de la adecuación de los procesos productivos, de
cambio y distributivos»
La recesión se encontraba entonces en su segundo año consecutivo, con un nivel del
producto bruto inferior en 5,4 % al máximo alcanzado en 1961, una disminución en el
producto por habitante de 8,4 % y un índice de desocupación en la Capital Federal y en
el Gran Buenos Aires superior al 8 % de la fuerza de trabajo en el mes de julio de 1963.
El producto bruto por habitante fue en 1963 inferior al del año 1947.
Esta no era la primera vez que ocurría algo semejante, aunque no con tanta intensidad y
las repetidas recesiones habían tenido como grave resultado crear un desaliento general,
fundado en la convicción de que la economía argentina se encontraba estancada y sin
posibilidades de progreso.
Era pues necesario eliminar no solo la recesión, sino también crear las bases para
asegurar un crecimiento sostenido de la economía, que disminuyera la posibilidad de
nuevas crisis y aventara la sensación de frustración que se estaba haciendo carne en el
pueblo argentino.

En el mensaje presidencial mencionado se anunciaron las siguientes orientaciones


básicas:
«La acción a desarrollar tiene por meta final alcanzar en el más breve plazo dos
objetivos básicos e íntimamente ligados: la posibilitación y mantenimiento de un
proceso continuado de crecimiento económico y la participación activa del pueblo
trabajador en una más justa distribución de la riqueza que le permita su complejo
desarrollo cultural y espiritual.
«A estas metas no se llegara con formulas sorpresivas ni acciones providenciales. Nadie
conoce nada que pueda superar el trabajo cotidiano y ordenado de la población»
Fue así que el gobierno constitucional trazó su estrategia económica sobre la base de
dos programas: el plan de corto plazo y el plan de desarrollo.
Fundamentalmente, dicha estrategia estaba orientada a obtener sucesivamente la
reactivación económica, luego la estabilización progresiva y finalmente aumentar las
inversiones en la expansión de la capacidad productiva.

2. El plan de corto plazo


El plan de corto plazo se tradujo en un conjunto de medidas, algunas de ellas de efectos
inmediatos y otras para la obtención ulterior de resultados a mediano plazo. Estas
medidas tendieron a:
a) Reactivar la economía y obtener la estabilidad monetaria. Además de evitar los
graves perjuicios sociales que trae consigo la desocupación, la reactivación de la
economía era indispensable para crear las bases de una futura política de desarrollo que
requiere el incremento sostenido de la demanda para estimular la inversión privada y, al
propio tiempo, reconstruir la base imponible para asegurar el aumento de los recursos
fiscales, permitiendo así el financiamiento no inflacionario del sector publico. Esta
reactivación económica debía contemplar las dificultades que presentaba el sector
externo y no llevarse a efecto a costa de una crisis en dicho sector, como había ocurrido
en ocasiones ulteriores. Además, el proceso debía acompañarse por un saneamiento de
las estructuras financieras, que se encontraban fuertemente deterioradas.
Esta reavivación económica era condición indispensable para poder realizar una política
que erradicara las tensiones inflacionarias existentes en la Argentina durante los últimos
25 años.
b) Ordenar la administración. El reordenamiento administrativo del sector público y de
las empresas del Estado era necesario para asegurar más eficiencia en el gasto y en la
inversión, al mismo tiempo que una mejor percepción de los ingresos fiscales y una
mayor utilidad publica en la prestación de los servicios.
Esta tarea de ordenamiento tuvo que llevarse a efecto partiendo de una situación de
carencia de cuadros de funcionarios, que se encontraban incompletos a consecuencia de
los sucesivos cambios de administraciones de los últimos años, ausencia de
coordinación entre los distintos organismos y falta de la información necesaria para
adoptar decisiones razonadas.
c) Sanear el sector externo. Las medidas tomadas en este sector estuvieron encaminadas
a utilizar mejor las divisas disponibles, necesarias para atender una incrementada
actividad económica interna y para hacer frente a los compromisos externos ya
existentes. Se tuvo en cuenta, además, la conveniencia de reestructurar la deuda externa,
disminuyéndola en volumen y mejorando sus plazos de vencimiento, a fin de evitar
nuevas crisis en el balance de pagos, como las de 1955, 1959 y 1962.

3. El Plan Nacional de Desarrollo


Mientras se ejecutaban las medidas del plan de corto plazo, era necesario establecer en
forma orgánica las prioridades de inversión para que una vez logrados los objetivos
inmediatos ya mencionados se asegurara el crecimiento sostenido de la economía y
simultáneamente la estabilización monetaria progresiva. A ello obedeció la confección
del Plan Nacional de Desarrollo 1965-1969, que se anunció en el citado mensaje
presidencial diciendo:
«Para el aprovechamiento más eficaz de los factores es fundamental establecer el
método de la programación económica, como forma de analizar ordenada, organizada y
previsoramente el trabajo y las ideas que tendrán un marco de elevado nivel científico,
trazando planes de gobierno con la colaboración de los sectores empresarios y
trabajadores, y la debida intervención del Poder Legislativo».

II. El plan de corto plazo


A. REACTIVACION DE LA ECONOMIA Y ESTABILIDAD MONETARIA
1. — Reactivación de la economía
El desarrollo de la economía durante el periodo que consideramos se caracteriza por un
fuerte y sostenido incremento de la actividad, que alcanzó los más altos niveles globales
y por habitante que jamás se hayan obtenido en el país. Esto fue acompañado por un
creciente aprovechamiento de la mano de obra, de las maquinarias y equipos, y de las
inversiones en la infraestructura de transportes, de comunicaciones y de energía, al
punto que a partir de mediados de 1965 en adelante se llegó a la máxima ocupación de
los factores productivos compatible con la estructura del sistema de producción
existente, que se encontraba afectado por la falta de equilibrio entre las inversiones en
los distintos sectores. Durante el gobierno constitucional se recuperaron y aun se
incrementaron los niveles de los ingresos, lo que supone un importante incremento del
nivel de vida de la población Asimismo las empresas privadas y los sistemas financieros
se sanearon substancialmente durante el período.
El plan a corto plazo trazado por el gobierno constitucional al hacerse cargo de sus
funciones, cumplió con la finalidad de estimular rápidamente a demanda para
aprovechar la cuantiosa capacidad productiva desocupada que existía en el país a fines
del año 1963, como consecuencia combinada de la recesión de los años 1962 y 1963 y
del arribo de fuertes importaciones de bienes de capital contratadas en los años
anteriores.
Conviene destacar que en 1963 la capacidad instalada se distribuía de manera muy
desigual entre los distintos sectores, existiendo sobre inversiones muy notables, como
en la industria azucarera o en la automovilística, en tanto que en sectores estratégicos,
como siderurgia, química, energía, transportes y comunicaciones, no se habían realizado
las inversiones necesarias para incrementar la producción al nivel que permitiera la
utilización plena de las capacidades existentes de los otros sectores. La característica
mas saliente de las importaciones contratadas en 1961 y años anteriores fue que se
realizaron sin plan alguno y con la consecuencia de comprometer innecesariamente
recursos externos del país, en adquisiciones realizadas en muchos casos a plazos
considerablemente inferiores a los de la vida útil de los bienes importados o sin
posibilidad de entrar a producir a plena capacidad
A fines de 1963, una proporción elevada de aquellas importaciones de bienes de capital
no pudo instalarse por falta de medios financieros de las empresas. Para hacer posible la
puesta en marcha de estos equipos y maquinarias fue necesario facilitar los fondos
indispensables mediante una línea especial de redescuento. Al propio tiempo, para
permitir una mayor evolución de las empresas, trabadas por su falta de medios
financieros, se otorgaron otras líneas de créditos para aumentar la producción,
especialmente a aquellas actividades industriales que utilizan mayor proporción de
mano de obra e insumos de materias primas nacionales.
El efecto logrado por la política de corto plazo fue notable, y la crisis que venía
superándose muy lentamente se neutralizó por completo en el curso del año 1964, a
partir del cual la economía siguió creciendo en el año 1965 a un ritmo muy acelerado.
Durante el año 1964, el producto bruto interno aumento en un 8 %, y en 1965 el
incremento fue de 7,8 %. Este aumento acumulado de P.B.I, en un 16,4 % en dos años
implica una extraordinaria cantidad de bienes y servicios adicionales puestos a
disposición de la colectividad, aumento que, por lo demás, es muy excepcional
encontrar en otro bienio en el país, y resulta también muy elevado aun teniendo en
cuenta las pautas de crecimiento de los países que evolucionan mas rápidamente en el
mundo,
Muy frecuentemente se ha dicho que el fuerte aumento de la producción durante el
periodo constitucional se ha debido principalmente al aporte que a dicho incremento
hizo, por factores naturales, la producción agropecuaria. Esa afirmación no es exacta
pues en el transcurso del periodo los importantes aumentos de determinados cultivos o
de las actividades ganaderas se compensaron en parte con retrocesos experimentados
por motivos climáticos en otras explotaciones agropecuarias, al punto de que el
incremento de este sector en su totalidad fue del 7,1 % en 1964 y solo del 4,1 % en
1965. Además debe tenerse en cuenta que las producciones agrícola y ganadera —con
más la silvicultura—, la caza y la pesca alcanzan a representar tan solo la sexta parte del
P.B.I.
La necesidad de repoblar los campos para rehacer el stock ganadero, unida a las mejores
perspectivas de comercialización de la carne en el exterior, produjo una fuerte alza del
precio del ganado en pie, que arrastró el aumento del precio de la carne para el consumo
y, por su incidencia en la dieta de la población, a todo el rubro alimentación.
Esa suba en el costo de la vida tuvo una réplica en el nivel de salarios nominales y obró
negativamente durante 1965 en los esfuerzos para lograr la estabilidad monetaria, pero
la importancia que tenía para el país la recuperación del stock ganadero en términos del
desarrollo ulterior de la balanza comercial justificaba con creces el precio pagado por la
economía nacional para dicha recuperación.
La actividad de las industrias manufactureras, que representan por sí solas la tercera
parte del P.B.I., registró un crecimiento extraordinario del 15,1 % en 1964 y del 11,6 %
en 1965, Es decir que en solamente dos años, la producción industrial del país, medida
en términos reales se incrementó en más de una cuarta parte (28,5%). También
experimentaron fuertes aumentos en el período la construcción y los servicios de
electricidad, gas, agua y sanitarios en general, Nada más demostrativo del éxito del
gobierno constitucional en materia económica que comparar el crecimiento de la
industria manufacturera en el bienio 1964-1965 que, como hemos dicho, ascendió al
28.5 %, con el incremento del 0,7 % en que creció en el mismo lapso la actividad
gubernamental, lo que implica una disminución importante si a esta última actividad se
la mide per cápita. Dicho de otra manera, la producción industrial participó de una
manera más importante en el producto bruto interno, a costa de los servicios
gubernamentales, que vieron su participación disminuida. Así la industria, que en 1961
había logrado una participación máxima en el P.B.I, con un 33 %, superó en 1964 este
coeficiente con un 33,9 %, para alcanzar en 1965 a la proporción record del 35,1 %.
Paralelamente, los servicios gubernamentales fueron disminuyendo su participación en
el producto bruto interno: 7 % en 1961, 6,8 % en 1964 y 6,3 % en 1965. El siguiente
cuadro es muy ilustrativo al respecto:

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