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Composición
La leche materna incluye todos los nutrientes que un recién nacido
requiere hasta los seis meses de edad, por lo que será su único
alimento. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recoge en su
libro La alimentación del lactante y del niño pequeño los componentes
principales de la leche materna, que son:
Grasas: En cada 100 mililitros de leche hay 3,5 gramos de grasa,
aunque la cantidad que recibe el lactante varía a lo largo de la
toma. La grasa se concentra especialmente al final de la toma, por
lo que la leche presenta una textura más cremosa que al inicio.
Las grasas de la leche materna son importantes para el desarrollo
neurológico del niño.
Periodos de lactancia
La Guía Práctica para Padres de la Asociación Española de Pediatría
(AEPED) establece dos periodos de lactancia teniendo en cuenta la
edad del bebé. Como también recomienda la OMS, la lactancia materna
puede extenderse hasta que el niño cumpla los dos años o incluso
durante más tiempo si así lo desea la madre.
De cero a seis meses:
Durante este periodo la leche materna debe ser el único alimento del
bebé, excepto si necesita algún tipo de suplemento vitamínico. No es
necesario que el bebé tome agua u otro tipo de líquidos: según la
OMS la propia leche materna contiene un 88 por ciento de agua, por lo
que es suficiente para saciar al lactante. La leche materna tendrá
variaciones durante este periodo en cuanto a su composición y
cantidad, adaptándose a las necesidades del recién nacido.
Se llama calostro a la leche materna que se producen durante los dos o
tres primeros días tras el parto. Esta leche contiene una mayor cantidad
de proteínas y minerales. En adelante, la leche va reduciendo su
porcentaje de proteínas y aumenta el contenido en grasas y lactosa.
En este periodo no hay que establecer un horario para amamantar, sino
que el bebé tiene que ser alimentado cuando lo necesite. Generalmente
se dan entre 10 y 12 tomas diarias que duran entre 10 y 20 minutos.
Desde los seis meses en adelante:
A partir de los seis meses, el niño comenzará a necesitar más
alimento que el proporcionado por la leche materna. Esta sigue siendo
igual de necesaria, y el aporte mínimo diario no debe bajar de los 500
mililitros. Las tomas suelen ser de cuatro o cinco por día hasta el
primer año, y a partir de entonces se irán reduciendo de forma
progresiva. Tanto la AEPED como la OMS recomiendan que la lactancia
materna se mantenga un mínimo de dos años.
Una vez pasados estos años de recomendación, la madre puede seguir
amamantando a su hijo todo el tiempo que desee. En el momento en
que se decida llevar a cabo el destete, no se debe hacer de inmediato,
sino que se tiene que reducir paulatinamente la frecuencia.
Bebés prematuros:
El pediatra determinará si un bebé prematuro puede ser amamantado o
no, dependiendo del desarrollo que haya alcanzado. Mientras que
algunos lo pueden hacer desde el momento de su nacimiento, para
otros habrá que extraer la leche materna de las mamas y suministrarla
a través de jeringuillas, sondas o biberones.
Las tomas de los bebés prematuros suelen ser más frecuentes de lo
normal, y además no suelen succionar toda la leche que necesitan, por
lo que es frecuente administrar posteriormente leche previamente
extraída.
En algunas ocasiones, la madre puede dejar de producir la cantidad de
leche necesaria para su hijo. En estos casos se recurre al método
canguro, que consiste en el contacto directo entre la piel del neonato y
la madre, lo que estimula la producción de leche.
Conservación de la leche
La leche de la madre puede extraerse de las mamas y conservarse, de
forma que el bebé pueda alimentarse si la madre no puede estar
presente en el momento en que lo pida. Además, cuando se produce
más leche de la que el bebé necesita, es recomendable extraerla para
evitar problemas como la ingurgitación o la mastitis.
Según el Comité de Lactancia de la AEPED, el calostro puede
conservarse a temperatura ambiente durante 12 horas. La leche madura
se mantiene en buen estado más tiempo, y dependiendo de la
temperatura durará más o menos:
Más de 30º: cuatro horas.
A 15º: un día.
Salud de la madre
Alimentación:
Según la AEPED, la dieta de la madre no tiene por qué verse
alterada durante la lactancia si ya seguía una dieta equilibrada en
cuanto a variedad y cantidad de alimentos, ya que el aporte de la
energía para su hijo será suficiente. Aun así, la OMS recomienda que la
mujer incremente en un 10 por ciento su ingesta de alimentos si no es
físicamente activa, o en un 20 por ciento si realiza ejercicio de forma
moderada o intensa habitualmente.
En ocasiones se recomienda aumentar la frecuencia de alimentos con
ciertos componentes como el yodo, la vitamina B12 o la vitamina D, que
pueden suplir carencias del bebé que puedan afectar a su desarrollo.
Ejercicio físico:
Las mujeres que realizan ejercicio de forma activa no tienen por qué
modificar sus rutinas de ejercicio, pero en ningún caso se debe
comenzar a realizar ejercicio de manera intensa si antes o durante el
embarazo no se realizaba: el volumen de leche puede disminuir,
además de aumentar el ácido láctico, lo que proporcionará a la leche un
sabor amargo que el bebé podría rechazar.
A la hora de realizar deporte, se deben evitar aquellos que pudieran
causar lesiones en las mamas, y para el resto se recomienda usar
sujetadores deportivos, preferiblemente de algodón. Tampoco se
recomienda la natación en las cinco o seis semanas posteriores al
parto, pues existe riesgo de contraer una endometritis.
Consumo de tabaco, alcohol y cafeína:
Medicamentos:
El Comité de Lactancia Materna de la AEPED realizó en el año 2008 un
informe titulado Lactancia y Medicamentos: Una compatibilidad casi
siempre posible en el que establece que la mayoría de los
medicamentos prescritos a mujeres lactantes no tienen ninguna
interferencia con el amamantamiento.
Mastitis.
La superioridad de la leche materna sobre cualquier otro alimento (leche de fórmula artificial)
para la nutrición y desarrollo del bebé durante los primeros meses de vida ha quedado bien
demostrada en numerosos estudios científicos, que señalan un mayor riesgo de numerosos
problemas de salud en los niños no alimentados con leche materna, entre los que cabe resaltar
un mayor riesgo de muerte súbita del lactante y de muerte durante el primer año de vida, así
como de padecer infecciones gastrointestinales, respiratorias y urinarias y de que estas sean
más graves y ocasionen ingresos hospitalarios. A largo plazo los niños no amamantados
padecen con más frecuencia dermatitis atópica, alergia, asma, enfermedad celíaca, enfermedad
inflamatoria intestinal, obesidad, Diabetes Mellitus, esclerosis múltiple y cáncer. Las niñas no
amamantadas tienen mayor riesgo de cáncer de mama en la edad adulta. Los lactantes no
alimentados al pecho presentan peores resultados en los test de inteligencia y tienen un riesgo
más elevado de padecer hiperactividad, ansiedad y depresión, así como de sufrir maltrato
infantil. Por otro lado, en las madres aumenta el riesgo de padecer hemorragia postparto,
fractura de columna y de cadera en la edad postmenopáusica, cáncer de ovario, cáncer de útero,
artritis reumatoide, enfermedad cardiovascular, hipertensión, ansiedad y depresión.
Por todas estas razones y de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la
Academia Americana de Pediatría (AAP), el Comité de Lactancia de la Asociación
Española de Pediatría recomienda la alimentación exclusiva al pecho durante los
primeros 6 meses de vida del niño y continuar con el amamantamiento junto con otros
alimentos que complementen la alimentación hasta los 2 años o más, mientras madre e
hijo lo deseen.
El inicio de la lactancia
El mejor comienzo:
Si la madre y el bebé están sanos, independientemente del tipo de parto que hayan tenido, es
importante que el recién nacido sea colocado encima de su madre, en estrecho contacto piel con
piel y permitirles a ambos mantener dicho contacto, sin interrupciones ni interferencias, al
menos hasta que el bebé haya hecho la primera toma de pecho, e idealmente durante todo el
tiempo que madre a hijo deseen.
El recién nacido tienen unas capacidades innatas que, si le dejamos, pone en marcha al
nacimiento. Puesto boca abajo sobre el abdomen de su madre, gracias a sus sentidos (sobre todo
el tacto y el olfato) y a sus reflejos, es capaz de llegar por sí sólo al pecho materno. Irá reptando
hasta él, lo olerá, lo tocará con las manos y posteriormente con la boca y finalmente, será capaz
de agarrarse al pecho espontáneamente, con la boca totalmente abierta, abarcando el pezón y
gran parte de la areola.
El contacto piel con piel no sólo es importante para una buena instauración de la lactancia sino
que ayuda al recién nacido a adaptarse mejor a la vida extrauterina y a establecer un vínculo
afectivo con su madre. Por todo ello, el contacto precoz se debe fomentar en todos los recién
nacidos independientemente del tipo de alimentación que vayan a recibir posteriormente.