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 Metodologías cualitativas en ciencias sociales.

Modelos y procedimientos de análisis- Ana lia Kornblit

CAPITULO 7
Una mirada desde el análisis del discurso al género de la ·mesa redonda”: el encuentro de Urondo,
Portantiero, Benedetti y Walsh en cuba

En el capítulo 7 - Una mirada desde el análisis del discurso al género de la “mesa redonda” - se pone de
manifiesto sus alcances interpretativos en investigación social. Se explica sus procesos metodológicos, la
diferencia que existe entre géneros discursivos primarios y secundarios y cómo la identificación de las secuencias
temáticas permite identificar los rasgos del discurso. La aparición en la mesa redonda de un destinatario –
receptor diferente a los participantes de la misma, permite aclarar que la mesa redonda no es un diálogo
cotidiano y que éste (destinatario – receptor) es el motivo por el cual la mesa redonda se realiza y hacia dónde se
dirige la intencionalidad del discurso.

1. Introducción
El corpus seleccionado como objeto de aplicación es la transcripción de una mesa redonda donde participaron
Rodolfo Walsh, Francisco “Paco” Urondo y Juan Carlos Portantiero con la coordinación de Mario Benedetti. Este
debate integró el ciclo organizado por el Centro de Investigaciones Literarias “Casa de las Américas”.
Todo enunciado es un eslabón en la comunicación discursiva que dialoga con los enunciados previos y que será
interpretado por los futuros.

2. El problema de los géneros discursivos en Bajtin


Bajtin reflexiona sobre las diversas conexiones existentes entre los usos lingüísticos y la vida social, la manera de
habitar el mundo (visión del mundo o ideología) y la historia. De esta manera, la teoría bajtiniana relaciona las
diversas esferas de la actividad humana con las dinámicas de la utilización del lenguaje y define los géneros
discursivos como tipos relativamente estables de enunciados que elabora cada esfera del uso de la lengua. Los
enunciados tanto orales como escritos reflejan las condiciones especificas y el objeto de cada una de las esferas,
pero manteniendo una naturaleza verbal (lingüística) común.
Estamos en presencia de un genero discursivo cuando, en una determinada esfera de la actividad y
comunicación humana- a partir de una función determinada y unas condiciones especificas- se generan tipos
temáticos, composicionales y estilísticos de enunciados relativamente estables.
Los tres momentos (el contenido temático, el estilo y la composición) están vinculados en la totalidad del
enunciado y se determinan, por la especificidad de una esfera dada de comunicación.
El estilo refleja la individualidad del hablante mediante la selección de ciertas formas gramaticales
determinadas. Esta selección resulta de por si un acto de estilística, ya que permite que emerja el aspecto
expresivo, emocional, del sujeto discursivo.
La composición o estructuración se refiere a que el discurso siempre está vertido en una forma que pertenece a
un hablante determinado, de manera que es posible reconocer ciertos rasgos característicos del enunciado
como las fronteras –el cambio de los sujetos discursivos-, la conclusividad – alude al carácter internamente
concluso del enunciado en su posibilidad de ser contestado o comprendido tácitamente- y, finalmente, la
actitud o intención del hablante- que refiere a que todo enunciado es una postura activa del hablante dentro de
una u otra esfera de objetos y sentidos-.
Se debe prestar atención a una diferencia sumamente importante entre los géneros discursivos: la diferencia
entre géneros primarios y géneros secundarios.
Los géneros primarios o simples son aquellos que se constituyen en la comunicación discursiva inmediata, es
decir, suponen un suceso de la vida cotidiana y como tal incluyen la conversación en todas sus formas. En
cambio, los géneros secundarios o complejos surgen como producto de una elaboración intelectual, que
absorbe y reelabora diversos géneros primarios en condiciones de comunicación cultural más compleja. Se trata
de las novelas, los dramas, las investigaciones científicas y periodísticas, etc.
Al destacar la importancia del estudio de los géneros primarios, Bajtin señala que es en estas formas genéricas
(primarias) donde queda expuesta la manera en que se seleccionan y utilizan los géneros apropiados, ligados a
las esferas de actividad. Negar o ignorar este aspecto del análisis conduce a desvirtuar el carácter histórico de la
investigación, a la vez que se debilita el vínculo del lenguaje con la vida.
Ahora bien, respecto al corpus que nos ocupa, se define la mesa redonda como un enunciado primario
representado, se trata de enunciados que se constituyen en la realidad inmediata, a diferencia de los enunciados
secundarios.
Este género discursivo, como practica oral, semeja una conversación espontanea donde los participantes
acordaron previamente el tema que tratarían y aseguraron su presencia.
La mesa redonda – en tanto practica discursiva oral- puede ser clasificada como una modalidad que se
desarrolla de persona a persona y comparte con las interacciones verbales espontaneas “esos aspectos de
creación sobre la marcha, de improvisación, de malentendido, de transgresión de las normas, de negociación o
de provocación de conflicto a que están sujetos los intercambios orales cara a cara.
La mesa redonda no es un dialogo cotidiano donde el destinatario es “a quien yo contesto y de quien espero, a
mi turno, una respuesta” sino que existe ese otro destinatario- receptor (la comunidad intelectual y literaria de
la época) presente para los hablantes.

3. El análisis conversacional
Desde esta perspectiva se considera a toda conversación como “un conjunto socialmente organizado de sucesos
lingüísticos”, es decir, que una actividad aparentemente tan libre y espontanea como el cambio de turno en la
conversación aparece como un lugar de ejecución de competencias socialmente adquiridas y relevantes,
habilidades lingüísticas reconocidas y exigidas. Así:
“Las conversaciones son actividades sociales reguladas no solo en términos pragmáticos o de adecuación
respecto del contexto, a la situación en que se producen sino también dentro de las mismas secuencias verbales
donde estas están sincronizadas y se suceden.
Esos sucesos lingüísticos son realizados por los participantes en la interacción.
El estudio de las conversaciones, desde la perspectiva del análisis conversacional, busca explicar los métodos
que los sujetos utilizan para construir los intercambios de palabras, y lo hace explicitando los procedimientos y
las reglas con los cuales los locutores van construyendo su propia actividad conversacional mientras la
desarrollan. Dicho de otra manera, son las formas que emplean los individuos para darse a entender y ser
comprendidos por otros.
Dentro de los métodos y procedimientos –que los sujetos aplican cooperativamente – se encuentra el
mecanismo del turno, que es el dispositivo más importante en la disposición de las secuencias. El modelo del
procedimiento del turno tiene en las reglas de la atribución del turno (el paso de palabra de un locutor a otro)
un componente esencial, así como en la manera como se desarrollan las secuencias de apertura y cierre
(episodios iniciales y terminales de la conversación) y los procedimientos de corrección.
El análisis de estos dispositivos nos permite visualizar los métodos que utilizan los sujetos en la racionalidad de
sus prácticas sociales.

1) El contenido temático
En el debate organizado por el Centro de Investigaciones Literarias “Casa de las Américas”, el tema central del
encuentro es la literatura argentina, eje sobre el que va a girar, de manera general, la conversación de los
participantes. Durante el desarrollo del encuentro, este tema amplio irá tomando la forma de una serie de
temas más específicos o subtemas, que presentan límites identificables para determinar el principio y el final en
que fueron tomados y respondidos por los coparticipantes. Se consideran estos segmentos como secuencias.
Las secuencias identificadas a partir de los subtemas tratados son siete: la diferencia situacional entre el escritor
del siglo XIX y el escritor actual; el oficialismo literario y el oficialismo político; el enfrentamiento Boedo/Florida;
el proceso de la poesía en estos años; el proceso en la prosa; el grupo Sur y el boom latinoamericano de los años
60.
Toda la conversación es dinámica en la mesa redonda.
El dispositivo más importante de la interacción verbal es “mecanismo del turno”. Los turnos del habla son una
característica general de las conversaciones. En la mesa redonda se observa cómo la amplitud del turno no está
establecida sino que varia, es decir, que se utilizan diversas “unidades de turno”, que pueden estar compuestas
por una frase o abarcar varios párrafos.
Las reglas de la atribución del turno permiten que la sucesión sea ordenada de los locutores y funcionan tanto
por autoselección como por la selección del moderador del encuentro. Por ejemplo: en algunas ocasiones es
Mario Benedetti quien hace uso de un turno y selecciona al próximo locutor, de manera que el participante
elegido tiene el derecho y la obligación de tomar el turno siguiente. En otros momentos, en cambio, quien habla
primero adquiere el derecho al turno.
En el caso del cierre conversacional, éste supone la suspensión del mecanismo de turno de manera negociada.
En el caso de la mesa redonda que se está analizando, la duración de la conversación es la especificada por
adelantado y si bien los participantes deben llegar de modo coordinado a “cerrar” la charla, responden –sin
negociar- a la secuencia de precierre iniciada explícitamente por el moderador, de manera que llegan al final
mediante un trabajo interaccional que refleja la “invitación/ aceptación” del cierre. Aquí los participantes
aceptan la autoridad del coordinador para determinar la duración del encuentro.
Los procedimientos de corrección usados en las conversaciones pueden ser de autocorrección (seguida por el
locutor que ha cometido el error) o heterocorreccion (seguida por un participante distinto). Un ejemplo de las
acciones de reparación realizadas por otros locutores, en las interacciones entre Walsh y Urondo en la primera y
la segunda secuencias (diferencia situacional entre el escritor del siglo XIX y el escritor actual; y oficialismo
literario/ oficialismo político). Al iniciar la segunda secuencia, Urondo ocupa el turno siguiente a aquel que –a su
entender- contiene el error (en este caso, una omisión), para repararlo. Con este mecanismo se sucede la
alternancia de turnos de habla entre Walsh y Urondo, siendo en todas las ocasiones Urondo quien corrige o
rectifica lo dicho por su compañero, aunque atenuando algunas de sus acciones de reparación al formularlas de
manera indirecta.
Hasta aquí se ha analizado el encuentro desde su contenido temático, observado y describiendo –desde la
perspectiva del análisis conversacional – algunos componentes generales de la conversación que se especifican
en la dinámica particular con que se desarrollan las interacciones verbales en una mesa redonda.

2) Aspectos composicionales y estilísticos


El cambio de lo sujetos discursivos o cambio de locutor nos permite reconocer las fronteras del enunciado
como uno de los rasgos característicos que constituye su composición o estructuración.
Con el concepto de composición o estructuración, la teoría bajtiniana da cuenta del hecho de que el discurso
aparece siempre vertido en una forma que pertenece a un hablante determinado; además, cada enunciado se
presenta enmarcado en relación con otros enunciados vinculados a él. Lo que enmarca al enunciado y “crea su
masa firme y estrictamente determinada” es el cambio de los sujetos discursivos, es decir, la alternancia de los
hablantes para ceder la palabra al otro o para dar lugar a su comprensión activa como respuesta. Así, por más
variados que puedan ser los enunciados en su extensión, contenido o composición, todos poseen rasgos
estructurales comunes y, ante todo, tienen fronteras muy bien definidas que se determinan por ese cambio de
los sujetos discursivos. Este es el primer rasgo constitutivo del enunciado que señala Bajtin, y que se encuentra
vinculado con un segundo rasgo: la conclusividad especifica del enunciado. El carácter concluso del enunciado
representa una cara interna del cambio de los sujetos discursivos; tal cambio se da tan solo por el hecho de que
el hablante dijo o escribió todo lo que en un momento determinado y en condiciones determinadas quiso decir.
El criterio más importante que permite determinar la conclusividad del enunciado es la posibilidad de ser
contestado, es decir, la posibilidad de responder el enunciado muestra su carácter de totalidad conclusa. Según
Bajtin, la posibilidad de una respuesta se determina por tres factores que se relacionan entre sí: la capacidad de
agotar el sentido del objeto del enunciado, la intencionalidad discursiva del hablante –según la interpreta el
oyente para medir el grado de conclusividad de lo enunciado- y las formas típicas, genéricas y estructurales, de
conclusión.
Para analizar estos elementos en relación con la mesa redonda de 1969, se seleccionaron tres de las secuencias
identificadas anteriormente y se caracterizó las acciones que se realizaron en cada una de ellas a partir del
cambio de los sujetos discursivos que constituyen las fronteras de los enunciados. Se eligieron luego tres temas
derivados de la caracterización que sigue, por considerar que resultan relevantes para ilustrar las
interpretaciones de los participantes y las practicas en las que se concretan.
Secuencias: a) diferencia situacional entre el escritor del siglo XIX y el escritor actual, b) oficialismo
literario/oficialismo político y c) el boom latinoamericano de los años 60.
Luego de haber caracterizado las acciones de las secuencias seleccionadas, se comenta tres tópicos derivados de
esa caracterización.
Los temas que se eligieron para considerar son: 1) la oposición Portantiero/Benedetti; 2) la lucha por la
definición del tema; 3) el carácter (in)concluso del enunciado de Urondo, y 4) algunos aspectos estilísticos
correspondientes al papel de moderador desempeñado por Benedetti.

1) Los intentos encontrados de Portantiero y Benedetti por definir el nivel analítico en el que se
desarrolla la conversación
Portantiero intenta, en sus intervenciones aportar un elemento explicativo al debate, situar la conversación en
un nivel analítico más abstracto. Sus enunciados aparecen caracterizados por su preocupación por “explicar” las
situaciones sociales desde un punto de vista sociológico.
En las primeras secuencias (a y b) se observa cómo Portantiero cuestiona la afirmación realizada por Walsh. Su
mirada se coloca en un plano más general, intentando relacionar distintas esferas de la vida colectiva
(económica, social, cultural) con ciclos históricos de la Argentina. Al mismo tiempo, se posiciona políticamente al
englobar a esos sectores conservadores sobre los que se viene hablando en un ellos que obliga la demarcación
de un nosotros opuesto ideológicamente, donde Portantiero se incluye junto con sus compañeros de
interacción.
El primer intento explicativo que se ve en la secuencia g), Portantiero apoya las afirmaciones de Urondo a la vez
que se pregunta sobre la posible explicación del fenómeno. Aparece luego el segundo intento de Portantiero por
salir de una mera descripción anecdótica cuando –a pesar de que los turnos tomados por sus compañeros
fueron utilizados para ocuparse de casos concretos según la demanda de información de Benedetti en su rol de
moderador- él interviene para aventurar una hipótesis que pueda explicar, desde ciertos factores sociales, el
fenómeno editorial. Finalmente, en el cierre del encuentro, es justamente Portantiero quien realiza la última
intervención. En este turno de habla, retoma su argumentación sin tomar en cuenta las intervenciones que
mediaron desde su turno anterior y cierra llevando su razonamiento al punto máximo: una conclusión
generalizadora de todo lo hablado en el encuentro, centrada en los límites entre literatura y política.
Si se considera los intentos de Portantiero como una secuencia, se puede suponer que existió una progresión
desde su estrategia inicial de preguntarse por posibles explicaciones hasta la hipótesis con la que ocupó el cierre
absoluto del encuentro.
Esta actitud confronta con las intervenciones de Benedetti quien, en su postura de moderador, demanda el tipo
de información que considera más importante, y esta información es claramente de carácter concreto. Es decir,
se ve cómo su demanda se repite en sucesivas intervenciones, desde el apoyo que brinda a las respuestas que se
sitúan en el nivel requerido hasta las preguntas que ensaya cuando –frente a la descripción de la situación
editorial anterior a 1930 que introduce Urondo y que los participantes acceden a tratar- intenta redefinir el tema
al pedir que se traten casos concretos de grandes autores de venta en la Argentina actual. Sin embargo, solo
Urondo da el nombre de un autor exitoso; luego Portantiero toma un turno de habla y comienza a desarrollar la
explicación con la que unos turnos después concluye el encuentro, y Benedetti no vuelve a intervenir.

2) La actitud “rebelde” que manifiesta Urondo al cuestionar la definición del tema dada por el
coordinador de la mesa
En esta secuencia aparecen ciertas acciones de Urondo que parecerían indicar que representa el papel de
panelista polémico, que busca redefinir los temas abiertos por el moderador. La reacción de sus pares es
favorable, en la mayoría de los casos aceptan su propuesta.
En la secuencia de apertura de la mesa redonda (a y b) Benedetti inicia el dialogo, define el tema y otorga el
primer turno de habla a Walsh, a la vez que utiliza la intervención para definir su rol de moderador. A
continuación, se produce un punto de inflexión (que marca el comienzo de la secuencia b), cuando Urondo toma
un turno de habla y en su intervención se muestra como un participante que no parece aceptar de buen grado la
definición del tema dada por el moderador. La manera como realiza esta operación de redefinición del tema
resulta estratégica –no frontal-, ya que al señalar un supuesto olvido de quien habló en el turno anterior
“corrige” la situación e introduce otra temática. Esta acción es aceptada por el coordinador, quien permite que
Urondo se explaye sobre el tema que eligió tratar.
Dentro de la secuencia g), Urondo también interviene frente al tema propuesto por Benedetti (el boom
latinoamericano). Pero a diferencia de la secuencia de apertura, al iniciar la secuencia g) de precierre y cierre,
Benedetti no aceptará la negociación por la definición del tema que intenta Urondo.

3) El carácter (in)concluso del enunciado de Urondo


Aquí su papel de panelista polémico se perfila a través de su manera de tomar los turnos de habla, ya que lo
hace corrigiendo o desestimando la intervención inmediata posterior a la suya y utiliza el nuevo turno tomado
para continuar con un desarrollo que no parece concluir en un solo turno y donde los comentarios de los otros
participantes aparecen como interrupciones a aquellos que Urondo está empeñado en decir.
Esta situación nos lleva a examinar el funcionamiento de uno de los rasgos característicos del enunciado: su
conclusividad específica. En las sucesivas intervenciones de Urondo parecería que la alternancia de los
hablantes no responde a una conclusividad especifica del enunciado (Urondo no parece haber dicho todo lo que
en ese momento y en esas condiciones determinadas quería decir) sino a la elección del formato “mesa
redonda”. Este formato se asemeja a un dialogo entre participantes –que en apariencia se mantiene- a la vez
que determina la alternancia de los sujetos discursivos y las fronteras de los enunciados. Sin embargo, esta
alternancia de locutores no parece responder a la cara interna del enunciado vertido por Urondo.
Si se revisa los momentos o factores que analiza Bajtin respecto de esta conclusividad interna como rasgo
estructural del enunciado, se observa que se torna visible que Urondo no agota en cada uno de los turnos de
habla el sentido del objeto de su enunciado. Esto podría deberse a la contradicción entre el formato planteado
(una conversación implica el agotamiento inmediato del sentido del objeto) y la esfera de la creación desde
donde habla Urondo y que implica la toma de varios turnos para llegar a un mínimo de conclusividad.
Se puede pensar que los enunciados de Urondo están más en concordancia con una exposición individual, por lo
que entra en contradicción con la situación concreta de la comunicación discursiva en la que está inmerso y con
la presencia misma de los otros participantes de la comunicación.

4) Sobre algunos aspectos estilísticos correspondientes al papel de moderador desempeñado por


Benedetti
Todo enunciado –al ser individual- puede reflejar las marcas de subjetividad del hablante, mostrar diversos
grados de evidencialidad de quien enuncia (se refiere a los estilos múltiples de los sujetos discursivos).
Según Bajtin, los estilos lingüísticos o funcionales son estilos genéricos de determinadas esferas de la actividad y
comunicación humana. En cualquier esfera existen y se aplican sus propios géneros que responden a las
condiciones específicas de una esfera dada; a los géneros les corresponden diferentes estilos.
Dada esta definición, se puede definir múltiples estilos según la esfera de actividad y el rol que cumplen los
hablantes. En este caso, la toma de posición de los sujetos en las esferas de la praxis humana, permite recrear
los personajes que encarnan los participantes en la interacción particular que estamos analizando: el
moderador, el poeta, el sociólogo, el periodista-escritor.
El estilo cortes que despliega Benedetti responde claramente a su función de coordinador del encuentro. Sus
estrategias de cortesía se imbrican (acoplan) con el papel comunicativo que está desempeñando como
moderador. En este caso, considerar la comunicación como un contrato comunicativo nos permite explicar su
actuación a lo largo del proceso enunciativo en referencia a la identidad social que acordó asumir.
El estudio de la cortesía lingüística que se está planteando deriva de la reflexión de Erving Goffman centrada en
la construcción social del sí mismo (self) que se manifiesta a través de la imagen (face), cuya definición parte de
los otros y se construye dinámicamente durante las interacciones. Para Goffman, la actividad comunicativa se
concibe como una escena donde los actores interpretan un papel. El escenario comunicativo tiene dos espacios
o regiones: el anterior o frontal (espacio público) y el posterior o de fondo (espacio privado). La persona social
(imagen) que se construye en este escenario se complementa con el concepto de territorio, esto es, el espacio
material, psicológico y simbólico por el que se mueve el sujeto social, formando el ámbito personal que siente
como propio.
La cortesía se define como el comportamiento intencional y estratégico de un individuo cuyo objetivo es
satisfacer las necesidades de imagen propia y ajena en los casos que ésta se encuentre amenazada, mediante
estilos de reparación positivos y negativos. (Brown y Levinson)
Brown y Levinson parten de la idea de que el ser social está constituido por el deseo de mantener su imagen,
tanto positiva como negativa. La imagen positiva se refiere a la preocupación de la persona por lo que los
demás piensen de ella, es el valor y la estima que reclama para sí misma; la imagen negativa se refiere a la
preservación de cierto grado de autonomía, a la libertad de acción y el derecho a no ser coaccionado, así como
al respeto por el territorio que se considera propio.
En la interacción, los participantes deben controlar y manejar el mantenimiento de las imágenes propias y las del
otro, pues existe la posibilidad de que haya acciones que afecten a la imagen: se trata de los actos
amenazadores de la imagen (AAI). Las estrategias de cortesía son el medio que utilizan los interactuantes para
alejar estos riesgos, sea mediante expresiones indirectas o con rasgos que suavicen el contenido, o bien
reparando el AAI.
La elección de la estrategia de cortesía desplegada por Benedetti refleja la interacción de los tres factores
mencionados por Brown y Levinson: la relación de poder entre interlocutores, la distancia social y la gravedad
del acto que atenta contra la imagen. Con respecto al primer factor, Benedetti ocupa – en relación con los
demás participantes de la mesa redonda- un lugar de poder, en la medida en que es quien puede tomar
decisiones y definir los temas de conversación, iniciar la apertura y clausura de la conversación, atribuir turnos,
etc. Esta posición lo lleva a extremar los cuidados sobre la imagen positiva y negativa de los coparticipantes del
evento. Asimismo, está presente cierta preocupación por explicitar la no existencia de distancia social entre los
hablantes, en tanto destaca la horizontalidad del vínculo y el conocimiento mutuo. Con respecto al tercer factor,
puede estimarse que la gravedad de un acto que atente contra la imagen de los presentes podría ser alta, en la
medida en que existe un destinatario diferencial –la comunidad intelectual de izquierda- que está construyendo
a su vez la imagen de los participantes de la mesa redonda en el proceso de la misma interacción.
La estrategia elegida por Benedetti parece querer controlar los AAI. De esta manera, los recursos lingüísticos de
cortesía por él seleccionados buscan compensar y canalizar lo agresivo y coactivo que puede resultar su rol de
dirigente/interventor para la autonomía de los demás, a la vez que preservar el valor y la estima que merecen
los participantes. También intenta resaltar los ejes de solidaridad, proximidad y conocimiento mutuo que unen a
los locutores.
Si se analiza su perfil estilístico, se observa que como moderador Benedetti:
No emite opiniones propias ni toma turnos de habla extensos, sino que su “unidad de turno” no contempla más
que algunas frases, las intervenciones son mínimas. En estas actitudes subyace una estrategia de cortesía
negativa, en tanto procura no invadir –podría hacerlo desde el lugar de poder que detenta- la libre expresión, de
los expositores.
Las estrategias de cortesía que exhibe Benedetti incluyen también estrategias abiertas e indirectas, de cortesía
positiva, es decir, que intentan una compensación a la imagen positiva del destinatario.
Los indicadores de cortesía negativa se manifiestan asimismo cuando Benedetti pregunta sobre un tema que
parece ser territorio de un participante determinado.
En sus intervenciones Benedetti apela al terreno común que comparte con los hablantes, buscando el acuerdo,
usando marcadores de identidad del grupo, como así también haciendo uso de la simpatía, comprensión y
cooperación en su papel de coordinador.
Con su estilo cortes, Mario Benedetti está buscando que los participantes de la mesa redonda tengan la
seguridad de que se preservará su imagen positiva tanto frente a sus pares como frente a la comunidad
intelectual, que se sientan distendidos en un ambiente conocido (cortesía positiva); a la vez que busca que
puedan expresarse sin percibir coacciones a su libertad y autonomía (cortesía negativa).

4. Dialogismo: el papel de los otros


Para Bajtin, un signo importante del enunciado es su orientación hacia alguien, su propiedad de estar
destinado. “Todo género discursivo en cada esfera de la comunicación discursiva posee su propia concepción de
destinatario, la cual lo determina como tal. Esto significa que el hablante percibe e imagina a sus destinatarios,
tantea hasta qué punto conocen estos la situación, si poseen o no conocimientos específicos de la esfera
comunicativa cultural, cuáles son sus opiniones y convicciones, cuáles sus prejuicios, cuáles sus simpatías y
antipatías; todo ello es anticipado por el hablante y esta respuesta, que prefigura un destinatario ya concebido
en su imaginación, influirá en la estructuración y en el estilo del enunciado.
El carácter dirigido del enunciado es, su rasgo constitutivo, sin el cual no existe ni puede existir tal enunciado. Es
decir, que siempre se está contestando de alguna manera a los enunciados ajenos que le preceden, sea que se
expresen como opiniones de interlocutores directos –en el caso de las conversaciones o discusiones- o bien que
se presenten como puntos de vista, visiones del mundo, tendencias o teorías, en la esfera de la comunicación
cultural.
En el caso de la mesa redonda, se puede ver cómo los enunciados ajenos se expresan y son contestados en la
charla que sostienen Benedetti, Walsh, Portantiero y Urondo como enunciados de interlocutores directos que
van conformando la dinámica del debate; sin embargo, en esa misma conversación también existen momentos
discursivos en los que el destinatario no coincide personalmente con los participantes de la interacción,
momentos en los que, como hablantes, los participantes están contestando a enunciados ajenos que se
expresan ya no de manera directa sino como visiones del mundo, como opiniones y convicciones especificas. En
esos episodios, el destinatario imaginado no se corresponde con aquellos a quienes responde el enunciado. A
pesar de su apariencia de espontaneidad, se observa que el encuentro no se desarrolla en su totalidad como un
dialogo cotidiano, casual, natural, sino que aparece una clara diferenciación de roles entre los interlocutores
directos y el destinatario concebido por los hablantes que participan en la mesa redonda.
Ese destinatario imaginado por los sujetos discursivos parecería ser la comunidad intelectual y literaria de la
época.
Cada uno de los participantes de la mesa redonda es de por si un contestatario a estos enunciados ajenos y cada
uno de los enunciados por ellos vertidos se recorta contra este fondo aperceptivo como eslabones en la cadena
de aquellos otros enunciados, anteriores, con los cuales establecen toda una suerte de relaciones.
Un enunciado está lleno de matices dialógicos, lleno de ecos y reflejos de otros enunciados con los cuales se
relaciona por la comunidad de esfera de la comunicación discursiva. El objeto del discurso del que se ocupan –la
literatura argentina- ya se encuentra “hablado, discutido, vislumbrado y valorado de las maneras más diferentes;
en él se cruzan, convergen y se bifurcan varios puntos de vista, visiones del mundo, tendencias, teorías”.
La politización que se estaba produciendo en la sociedad argentina se observa asimismo en el espacio intelectual
y literario de los años 60. Los enunciados de los participantes, por lo tanto, están dirigidos también a los
debates –anteriores y contemporáneos- sobre el objeto del que se ocupan. En la comunidad literaria e
intelectual del periodo en el que se produce la mesa redonda, las discusiones se encontraban articuladas en
torno de dos ejes: en primer lugar, el dilema del intelectual y la revolución (que contiene la pregunta acerca de
si un escritor es un intelectual); en segundo lugar, el dilema artista/pueblo, es decir, la problemática del escritor
concebido como hombre de acción integrado al campo popular, el escritor del pueblo.
Bajtin resalta que “un enunciado no solo está relacionado con los eslabones anteriores, sino también con los
eslabones posteriores de la comunidad discursiva.
De esta manera, lo dicho en aquel encuentro de 1969 en La Habana no puede ser separado de las discusiones y
debates actuales, ya que conforman hoy de manera esencial el objeto “literatura argentina” sobre el que
debatían en ese momento.

5. Conclusión
La mesa redonda se puede caracterizar como un enunciado primario representado, entendiendo así que se trata
de enunciados que se constituyen en la realidad inmediata, a diferencia de los enunciados secundarios. La mesa
redonda no es un dialogo cotidiano pleno entre interlocutores directos sino que existe en los participantes la
conciencia de un destinatario-receptor más amplio: en nuestro ejemplo: la comunidad de intelectuales y artistas
de izquierda, cuyas opiniones y convicciones conforman el fondo aperceptivo (representación) en el que está
inmersa la comunidad cultural de la década del 60.

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