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El abordaje del discurso y del texto son los ejes centrales de esta unidad. Como el hombre es un
ser discursivo, el conocimiento del mundo de los discursos contribuirá a aumentar las posibilidades
de actuar en una situación en forma adecuada y oportuna
Procuramos en este apartado explicitar y ejemplificar una serie de nociones vinculadas con las
prácticas discursivas que se encuentran estrechamente relacionadas entre sí.
DISCURSO
Los lingüistas N. Fairclough y R. Wodak1 interpretan el discurso como una forma de práctica
social, de una forma de acción entre las personas que se articula a partir del uso lingüístico
contextualizado, oral o escrito. El discurso es parte de la vida social y a la vez crea la vida social.
Desde el punto de vista discursivo, hablar o escribir no es otra cosa que construir piezas textuales
orientadas a unos fines y que se dan en interdependencia con el contexto. Nos referimos, entonces,
a cómo las formas lingüísticas se ponen en funcionamiento para construir formas de comunicación y
de representación del mundo –real o imaginario-. El hecho de describir el discurso como práctica
social sugiere una relación dialéctica entre un suceso discursivo particular y las situaciones,
instituciones y estructuras sociales que lo enmarcan. Ahora bien, una relación dialéctica es siempre
bidireccional: el suceso discursivo está moldeado por las situaciones, instituciones y estructuras
sociales, pero a su vez les da forma. Otra manera de expresar este fenómeno es decir que lo social
moldea el discurso pero que éste, a su vez, constituye lo social; constituye las situaciones, los objetos
de conocimiento, la identidad social de las personas y las relaciones de éstas y de los grupos entre
sí.
De esta acepción amplia que el término “discurso”2 tiene en el análisis del discurso, destacamos
la importancia que se le asigna al contexto, del que nos ocuparemos más adelante, ya que la
inscripción en contextos determinados es indisociable de la actividad discursiva.
Ahora bien, los usos lingüísticos son variados. Las personas tienen a su disposición un repertorio
comunicativo, que puede estar formado por una o más lenguas, por diferentes variedades
lingüísticas y por otros instrumentos de comunicación. La lengua, como materia prima del discurso,
ofrece a quienes lo usan una serie de opciones (fónicas, gráficas, morfosintácticas y léxicas) de entre
las cuales hay que elegir en el momento de actuar discursivamente.
Todos los ámbitos de la vida social, tanto públicos como privados, generan prácticas
discursivas que, a la vez, las hacen posibles. La vida familiar, la educación, la vida económica, la
sanidad, las relaciones laborales, los medios de comunicación de masas, el comercio, la justicia, la
administración, son algunos ejemplos de ámbitos que difícilmente se puedan imaginar sin el uso de
la palabra, es decir, sin el uso de la lengua, ya sea en la conversación, el libro, la receta, el prospecto,
la entrevista, las negociaciones, la conferencia, las clases, el examen, el juicio, las facturas, las
transacciones comerciales, etc. El discurso, como señala Rastier 3, está siempre “vinculado a un tipo
de práctica social dada (por ejemplo: discurso jurídico, discurso médico, discurso religioso)”, por ello
suele hablarse de “discursos sociales”. Es posible, por lo tanto, diferenciar los discursos en relación
1 N. Fairclough y R. Wodak, (2000): “Análisis crítico del discurso”, en T. van Dijk (comp.) El discurso como
interacción social, Barcelona, Gedisa, T. 2: 367-68.
2 Podemos definir “discurso” como el conjunto de hábitos y rutinas de producción lingüística (y
sígnica/simbólica en general) desarrollados en el interior de las prácticas sociales, identificables por patrones
recurrentes de acción verbal (actos de habla) y significación organizados en formaciones temáticas,
retóricas/estilísticas y enunciativas (formas de elaborar los roles de enunciador y destinatario).
3 Rastier, F. (1997): “La semiótica unificada”, en revista Semiosos. Nueva época, vol. 1, nº 2, julio-
diciembre, Veracruz, México, Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias. Universidad Veracruzana, p.
262.
con sus diversas metas socio-comunicativas, en función de las cuales estarán, entre otros aspectos,
las temáticas que se aborden, el tipo de destinatario al que se apunte, los modos de circulación que
se adopten, los modos de organización del discurso que se utilicen.
El material lingüístico se pone así al servicio de la construcción de la vida social, de forma variada
y compleja, en combinación con otros factores como los gestos, en el discurso oral; o los elementos
iconográficos en la escritura; los elementos cognitivos, sociales y lingüísticos se articulan en la
formación del discurso. Las lenguas viven en el discurso4 y a través de él. Y el discurso –los
discursos- nos convierten en seres sociales y nos caracterizan como tales.
En lo que se refiere a los aspectos más concretos del estudio discursivo, para abordarlo es
necesario remitirnos a unidades que permiten ordenar el análisis, como el contexto, el texto, el
enunciado. Además, la noción de “discurso” entra también en una serie de oposiciones en las que
toma valores más precisos:
Discurso / texto
Si lo relacionamos con el texto, podemos decir que éste es la ocurrencia efectiva, la unidad
concreta de las prácticas discursivas, el objeto o entidad lingüística concreta de análisis, mientras
que la de discurso es una noción más abstracta, un constructo abstracto producido efectivamente
en los procesos sociales.
Entonces, con respecto al discurso, el texto puede caracterizarse como el producto concreto del
proceso social de producción lingüística (y sígnica/simbólica en general) en situaciones específicas,
a cargo de los hablantes (sujetos sociales). Un texto particular es la realización de uno o más
discursos. Retomando los ejemplos ya mencionados, la receta se vincula con la práctica culinaria y
con el discurso propio de esa práctica; la conferencia, las clases y el examen con las prácticas
discursivas académicas; los fallos y las sentencias con las prácticas judiciales y con el discurso
jurídico que hace posible tales prácticas. Ahora bien, no existe siempre entre texto y discurso una
relación “uno a uno”: en un mismo texto pueden confluir diversos discursos o modalidades
discursivas. Así, por ejemplo, en una novela o en una serie de televisión convergen discursos como
el cotidiano, el económico, el histórico, etc.
Discurso / lengua
La “lengua” definida como sistema de valores virtuales se opone al “discurso”, al uso de la lengua
en un contexto particular, que restringe estos valores o provoca nuevos. Así, para la teoría de la
enunciación, “la enunciación supone la conversión individual de la lengua en discurso”5.
D. Maingueneau (1996), cuando se refiere a la oposición lengua/discurso, realiza algunas
consideraciones que pueden aclarar y ordenar ciertos puntos a los que hicimos referencia cuando
desarrollamos la noción de “discurso”: la lengua, definida como sistema que comparten los miembros
de una comunidad lingüística, se opone al discurso, considerado como un uso restringido de ese
sistema. Puede tratarse de: 1) un posicionamiento en un campo discursivo (el “discurso peronista”,
el “discurso surrealista”); 2) un tipo de discurso (“discurso periodístico”, “discurso administrativo”); 3)
producciones de una categoría de locutores (“el discurso de las enfermeras”, “el discurso de las
madres”); 4) una función del lenguaje (“el discurso polémico”, “el discurso prescriptivo”). Con
frecuencia se produce un deslizamiento desde el sistema de reglas al corpus: el “discurso socialista”
designan tanto las reglas que especifican una posición enunciativa como socialista, como el conjunto
de enunciados que, efectivamente, se mantienen a partir de esta posición. Así Foucault 6 (1969: 153)
sostiene: Llamaremos “discurso” a un conjunto de enunciados en tanto pertenezcan a la misma
formación discursiva.
“formación discursiva” para designar conjuntos de enunciados que pueden relacionarse con un mismo
sistema de reglas, históricamente determinadas.
Discurso / género
Habitualmente se suele definir “género” como una agrupación de textos que cumplen funciones
sociales similares y tienen ciertas características formales en común. La expresión “géneros
discursivos”, desarrollada con mayor extensión en el capítulo referido a “los modos de organización
del discurso”, implica matrices discursivas de comunicación socio-históricamente definidos. Muchos
géneros suelen ser reconocidos por todos los hablantes aunque más no sea de manera pasiva.
En relación con el par de nociones discurso/género, Rastier 7 señala que “todo discurso está
organizado por medio de varios géneros, que corresponden a diferentes prácticas sociales dentro de
ese mismo campo”, al grado tal que un género es lo que vincula un texto a un discurso. Este autor
sostiene que un género consiste en “un programa de prescripciones positivas o negativas que
regulan la producción e interpretación de los textos. Todo texto tiene que ver con un género, y todo
género con un discurso. (Las reglas) de los géneros no pertenecen al sistema lingüístico,
estrictamente hablando, sino más bien a otras normas sociales”.
Veamos cómo funcionan estas oposiciones en un sencillo ejemplo:
MONTECRISTO (serie televisiva)
- Se trata de un texto por cuanto es la ocurrencia efectiva, el objeto o entidad lingüística
concreta de análisis.
- Este texto se encuentra a su vez atravesado por varios discursos: el discurso literario,
el discurso cotidiano, el discurso amoroso, el discurso histórico, el discurso político, el discurso
mafioso, etc.
- El género discursivo social e históricamente definido, es la telenovela.
Discurso referido
Los discursos no son casi nunca homogéneos sino heterogéneos. Entre los factores de
heterogeneidad ocupa un lugar de relevancia el discurso de los “otros” en un discurso. Con la
expresión “discurso referido” se designan varios casos de polifonía, es decir situaciones en que un
enunciador hace hablar a otro dentro del discurso propio. Mediante el discurso referido se muestra
explícitamente que se introducen palabras de otro. Dentro de esta categoría de discurso referido se
encuentran:
El discurso directo (también conocido como estilo directo). Se lo caracteriza como una
transcripción literal, fiel, de las palabras de otra persona. Marta Marín (1999) estima que una
caracterización más adecuada consiste en considerarlo como una teatralización de otra enunciación,
ya que muestra a otra(s) persona(s) en el acto de hablar. En otras palabras, el discurso directo es un
procedimiento cuyo efecto es colocar en primer plano a otro hablando.
Por ejemplo, un género que recurre frecuentemente a las palabras de otros es el periodístico, en
sus diferentes variedades. Los textos del periodismo escrito no muestran el discurso directo con
guiones –como en el diálogo literario—sino que es un discurso entrecomillado. En muchos casos, el
uso de las comillas se vincula con el hecho de que en este caso la voz del otro no tiene tanto un valor
dramático, sino un valor testimonial, ya que contribuye a crear un “efecto de verdad”, como apoyatura
a las palabras del cronista. Veamos un ejemplo:
El Gobierno frenó un casino en Concepción
El obispo Rossi había expresado su oposición al proyecto de Ivisa
7 Rastier, F., 1997, p. 22, citado por Estela M. Zalba: “La lectura como práctica social históricamente
situada”, en Comprensión de textos. Un modelo conceptual y procedimental, Universidad Nacional de Cuyo,
Mendoza, 2003.
tras el encuentro. Luego aclaró que la Caja solo estaba estudiando la posibilidad. “Es muy posible
que quede truncado. Monseñor es una autoridad y lucha por los que menos tienen y por la paz
social. Si la postura de la Iglesia es ésa, no se avanzará”, ponderó.
La Gaceta, 26-03-13, pág. 4
Por otra parte, el discurso directo es un procedimiento claramente identificable en un texto porque
se produce una ruptura de la sintaxis con el discurso dentro del cual se inscribe (no se usan los
mismos tiempos verbales ni los mismos pronombres personales) y presenta marcas tipográficas
(guiones de diálogo o comillas). En el caso del discurso oral, cambia la entonación y también la
construcción sintáctica y el centro deíctico8.
Veamos ejemplos:
Entonces el vecino le dijo: -“escuchame, a estas horas todo está cerrado; pero, ¿sabés qué?,
podemos acercarnos a un quiosco que no cierra en toda la noche”. (Conversación cotidiana)
“¿Celoso yo? Solamente a un loco puede ocurrírsele ser Papa, con toda la responsabilidad que
representa”, le dijo el cardenal Leonardo Sandr a Rock & Pop. “Tengo una alegría inmensa, le deseo
lo mejor. Estoy felicísimo por Francisco”, añadió el cardenal. Cuando le preguntaron sobre el presunto
dossier para desacreditar a Bergoglio durante el precónclave, Sandra respondió: “Jamás he visto
nada. Nada de eso pasó por mis manos, son invenciones puras de bajo nivel”. La Gaceta,
Tucumanos, 26-03-13, pág. 8)
Discurso indirecto (estilo indirecto). El enunciador repite las palabras de otro, pero
desmarcándolas, relatándolas, ya que las narrativiza. En este caso, no existe ruptura sintáctica y
tipográfica, de modo que, como efecto discursivo, podría decirse que la presentación del discurso
referido se muestra con menor intensidad dentro del texto que lo contiene, su presencia es menos
fuerte. Este discurso solo mantiene una enunciación:
Entonces el vecino le dijo que a esas horas todo estaba cerrado pero que se podían acercar a
un quiosco que no cerraba en toda la noche.
El cardenal Leonardo Sandra le dijo a Rock & Pop que él no estaba celoso, que solamente a un
loco se le podía ocurrir ser Papa, con toda la responsabilidad que representa. Añadió que él tiene
una alegría inmensa, que le desea lo mejor a Francisco y que está muy feliz con él. Cuando le
preguntaron sobre el presunto dossier para desacreditar a Bergoglio durante el precónclave,
Sandra respondió que jamás había visto nada, que nada de eso pasó por sus manos y que eran
invenciones puras de bajo nivel.
Aunque se puede pensar que la cita directa es más verídica que la indirecta, no es
necesariamente así y ambas admiten tanto la fidelidad como la distorsión del discurso del otro. En
realidad, no se trata de si el discurso directo es más o menos fiel que el discurso indirecto: son dos
estrategias diferentes para referir una enunciación
Así como las palabras son de todos, y dichas ya por otros se vuelven a enunciar y decir con
otra intención por cada hablante, en la cita de las voces de otros la subjetividad también aparece.
8 Deícticos: son las unidades lingüísticas cuyo valor referencial depende del entorno espacio-temporal en el
que ocurren. En el ejemplo de la conversación cotidiana los deícticos cambian en el discurso referido
“escuchame (“vos” a “mí”), a esas horas todo está cerrado; pero, ¿sabés (“vos”) qué?, (“nosotros”)
podemos acercarnos a un quiosco que no cierra en toda la noche”, ya que “yo”, “vos” y “nosotros” no
tienen el mismo valor referencial que en la primera parte (“Entonces el vecino le dijo”), en la que emisor y
destinatario son otros.
En primer lugar, porque en un discurso propio aparece el discurso ajeno, probablemente
interpretado y traído hacia el discurso de base con un propósito concreto: buscando vivacidad,
dramatismo, veracidad o autenticidad; autoridad u orientación argumentativa.
En segundo lugar, se presenta a partir de un verbo enunciador de la cita (verbo de decir)
que indica precisamente el acto de habla que se le asigna: esperar, criticar, gritar, amenazar,
preguntar, afirmar, replicar, insistir, añadir, acotar, sostener, admitir, aclarar... Por eso es
interesante observar que, aunque las palabras sean las mismas, la intención que se les adjudica
puede variar. Y a la inversa: a veces las citas no tienen nada de literal y en cambio representan con
fidelidad la intención comunicativa del que habla.
Ejemplos: en este caso, para la ejemplificación, tomamos textos del discurso judicial, del género
sentencias penales.
Verbos como agregar, añadir, reiterar, acotar, son utilizados cuando ya se introdujo una
voz, para completar los dichos que interesa reproducir del mismo enunciador:
Otro grupo de verbos, como sostener, admitir, sugerir, aducir, aclarar, advertir, además
de introducir la cita, dicen algo más sobre el acto de habla realizado. Así sostener, aducir
implican un decir más contundente, con mayor certeza; admitir supone decir a partir de
alguna situación de presión sobre el enunciador como, por ejemplo, un careo en el discurso
judicial; sugerir es un decir con la intencionalidad de explicar una situación, aclarar es un
decir a partir de dichos previos que completa o especifica algún aspecto de lo enunciado
previamente; advertir es, en el contexto en que aparece, un decir para prevenir:
Discurso indirecto libre. Es un discurso referido en el que no hay marcas claras para distinguir
cuál es la voz del narrador y cuál la voz que él introduce en su discurso. En este caso, los enunciados
no pueden fácilmente atribuirse a unos y otros enunciadores, porque el texto presenta mezcladas las
diferentes voces; es como un interjuego entre el discurso citante y el discurso citado y sólo contamos
con el cotexto para interpretar esta ambigüedad enunciativa.
Algunos autores hablan de citas encubiertas ya que se trata de una forma solapada de
introducir en el propio enunciado la voz de los otros. Por eso se puede decir que en los textos
encontramos ecos que se manifiestan en este llamado estilo indirecto encubierto. En este caso se
reproduce una voz ajena sin dar ninguna señal ni sintáctica, ni deíctica, ni gráfica. Parece como si lo
dicho fuera asumido por el propio locutor. Se puede confundir con el estilo recto, sin citas. Es una
repetición de lo que dicen los otros, con apropiación. Se adopta pues un sistema conceptual ajeno.
Si se adjudica la responsabilidad de la aserción a la voz correspondiente se añade una expresión
citativa como: “para X”, “según dice”, “en palabras de”, “así lo ha confirmado”... (caso de la prensa y
de los textos teóricos de la ciencia que han de basar lo que dicen en una fuente fidedigna o en una
autoridad). Si no se adjudica a ninguna fuente se da lo que se llama una fusión de voces, de tal
manera que el locutor “reformula los lugares comunes, las visiones, las creencias de la colectividad,
fusionando su voz con la de todos y con las voces cristalizadas del lenguaje mismo: fusión sin fisura,
sin ironía” como sostiene Graciela Reyes 9.
Los siguientes titulares de periódicos recuperan un enunciado que está en la mente de
todos (refrán, título de película o de novela, frases de la Biblia o de la mitología, canciones...) para
fusionarlo con el del enunciador, que contribuye con la sustitución del elemento en el que centra su
atención:
Más vale prevenir que curar. / Dejad que los socios se acerquen a mí. / La píldora de la
discordia.
Los procedimientos de discurso referido, en realidad son citas: se citan los enunciados de los
otros, ya sea relatándolos (discurso indirecto), dramatizándolos (discurso directo) o mezclándolos
con otras voces (indirecto libre). Además de la citación de enunciados ajenos en las narraciones
cotidianas, periodísticas y literarias; la cita, como procedimiento general, es muy común en los textos
teóricos, explicativos y argumentativos. Este tipo de cita es un fenónemo de intertextualidad, es decir
de la relación que un texto mantiene con otros. Ejemplos de este fenómeno son las diferentes citas
que se pueden encontrar a lo largo del desarrollo de este manual.
El hecho de citar otro texto puede tener funciones distintas, por ejemplo:
a) Cita de autoridad: se cita otro texto como respaldo del propio; hay una “autoridad” que
protege y garantiza lo que se dice.
b) Cita defensiva: se cita otro texto para sugerir de manera indirecta lo que se piensa, sin
tener que enunciarlo.
c) Cita desautorizada: se cita otro texto sin adherir totalmente a lo que él afirma, o para
desautorizarlo, como puede ocurrir en las argumentaciones. El que enuncia la cita no apoya
lo que ésta dice.
d) Cita ejemplar: se cita para proporcionar un ejemplo.
TEXTO
Los seres humanos no nos comunicamos mediante palabras aisladas, tampoco mediante
oraciones aisladas, sino que tratamos de transmitir significados complejos más o menos cerrados,
de la manera más coherente posible, porque intentamos ser comprendidos por los otros. Esto es tan
evidente en la vida cotidiana que pareciera que no hacen falta más explicaciones.
El sentido de lo que se comunica en un texto no está inscripto en cada oración que se dice o
escribe, sino en la interrelación de unas oraciones con otras. Describir el sentido de cada oración no
alcanza para describir el efecto de sentido total que tiene el conjunto de las oraciones que componen
un texto. De manera que un texto no es una sumatoria de oraciones sino que se realiza por medio
de oraciones y funciona como una unidad con respecto a su entorno textual (los otros textos) y
extratextual (los contextos en los que es producido, recibido e interpretado). Precisamente, una de
las corrientes que se ha ocupado del estudio del texto, la Lingüística textual, pone el acento en
aquello que otorga unidad al texto, esto es, en lo que hace de él una totalidad y no una simple
sucesión de oraciones.
Muchas de las definiciones de texto coinciden en considerarlo como la unidad lingüística
comunicativa fundamental. Es una unidad de comunicación ya que no se trata ya de una unidad
gramatical, como la oración, sino de una unidad de uso del lenguaje. En nuestros intercambios
comunicativos cotidianos, no podemos producir unidades menores que textos, aunque estén
compuestos por una sola palabra (¡Socorro!). Pero los textos no son sólo unidades lingüísticas, esto
es, el componente verbal no es el único que contribuye a dotar de sentido al intercambio
comunicativo. En realidad, el sentido de un texto depende tanto del componente lingüístico como
del extralingüístico (los implícitos, el conocimiento enciclopédico y la experiencia compartida entre
9 Reyes, G. (1994), Los procedimientos de cita: citas encubiertas y ecos, Madrid, Arco Libros.
emisor y receptor, entre otros). Los textos no existen independientemente de su producción
(elaboración, circulación y reconocimiento) a cargo de los hablantes. Esta dimensión comunicativa
es fundamental ya que todo texto debe ser entendido como un hecho comunicativo que se da en un
devenir espacio-temporal10.
Los textos pueden ser muy breves o muy extensos, desde, por ejemplo, “Se alquila departamento”,
“Descienda por la puerta trasera”, “Alimentos, divorcio, filiación, 4219144”, como una carta personal,
una conversación amistosa, un artículo periodístico, una sentencia judicial, un tratado de geología.
Pueden ser orales o escritos, desde un diálogo intrascendente en el colectivo o el relato de cómo
alguien se cortó con el cuchillo mientras cocinaba, o un poema, una novela, o una noticia televisiva.
Los textos son la realización verbal de la textualidad en una determinada situación. Antes de
desarrollar el concepto de textualidad, introducimos otro término vinculado a la noción de texto:
enunciado. Tanto “enunciado” como “enunciación”, “enunciador” y “enunciatario” son empleados por
la teoría de la enunciación cuando aborda la puesta en funcionamiento de la lengua por un acto
individual de utilización.
ENUNCIADO
Soportes. Se denomina soporte al material físico que se utiliza para reproducir un texto escrito
en función de su circulación. El soporte tradicionalmente más conocido en las sociedades actuales
es el papel. Anteriormente se utilizaron otros soportes como, por ejemplo, la arcilla, la seda, el papiro
y el pergamino. No sólo el papel es capaz de sustentar un texto; también, y desde hace muchos
siglos, hay textos inscriptos en metales, paredes y piedra. En las últimas décadas han aparecido
otros soportes: electrónicos y magnéticos. Por ejemplo, al escribir en la pantalla de una computadora
se utiliza un soporte electrónico; si se lo pasa a otro material, como un diskette o un CD, se utiliza un
soporte magnético; si se lo imprime en un papel se utiliza éste como soporte.
Portadores. Además de distinguir entre varios soportes físicos, es necesario distinguir entre
diversos portadores del texto. Un mismo soporte, por ejemplo el papel, implica la posibilidad de
distintos tipos de portadores: un libro, una revista, un diario, un folleto, un prospecto de medicamento,
un cartel. Estos portadores se diferencian porque determinan distinto formato para los textos,
distintos paratextos y distinta relación entre elementos icónicos y verbales.
Formato. Se entiende por formato la disposición del texto en el espacio, su distribución en el
soporte. Esta distribución configura distintos diseños, no sólo por el cambio de portador, sino también
por el cambio de soporte mismo, ya que un texto que se sustenta sobre una pantalla, por ejemplo,
ofrece un diseño distinto del que será soportado en papel, y eso produce, a su vez, ciertos cambios
con respecto al modo de lectura y escritura.
10El texto, en tanto hecho (acontecimiento o evento) comunicativo que se da en un “aquí” y un “ahora”. El
texto es estudiado básicamente por la Lingüística Textual (o Gramática del texto), que pone el acento en
aquello que le otorga una unidad, lo que hace de él una totalidad y no una simple sucesión de oraciones.
Por otra parte, el reconocimiento de los formatos es parte de los saberes letrados de una
sociedad. Este reconocimiento es fácil de realizar con cierto tipo de textos cuyo formato es más
estable, como las cartas; pero otros, en cambio, tienen un diseño menos marcado (el llamado “texto
corrido”) porque es compartido, por ejemplo, por un tratado de filosofía, una novela, un libro de
lingüística. Entre los formatos característicos y fácilmente reconocibles se encuentran los artículos
periodísticos. También textos como las recetas de cocina o las instrucciones para realizar algún
trabajo manual, se caracterizan por utilizar formatos específicos que facilitan la distribución de los
distintos pasos de la actividad y de los elementos necesarios para hacerla.
El paratexto. Es lo que rodea o acompaña al texto. Por un lado, predispone o condiciona la lectura
y, por otro lado, acompaña en la lectura y coopera con el lector en la construcción del sentido del
texto. Gerard Genette11 lo define como “todo aquello que permite que el texto se transforme en libro
y se proponga como tal a sus lectores y al público en general”. Etimológicamente significa todo lo
que está “junto a” o “alrededor del” texto. Consideramos elementos paratextuales: tapa, contratapa,
solapas, ilustraciones, prefacios, notas al pie o al final, epígrafes, dedicatorias, índices, apéndices,
bibliografía, elementos tipográficos y de diseño gráfico, formato y tipo de papel de la edición. El
formato y el diseño del texto son elementos paratextuales, aunque no precisamente de tipo verbal o
icónico, sino gráfico, lo que abarca el diseño o disposición del texto en el soporte y también los
distintos tipos o tamaños de letras.
El paratexto es un aparato montado en función de la recepción, el “umbral” del texto, el primer
contacto del lector con el material impreso.
Maite Alvarado12 destaca la función del paratexto como disparador de las operaciones de
anticipación, la búsqueda en la memoria y la selección y puesta en relación de la
información propia del proceso de lectura que permiten al lector elaborar hipótesis sobre el
texto y corroborarlas en el transcurso de la lectura.
Una lectura atenta del paratexto permite hacer deducciones sobre aspectos temáticos y
formales del texto (tema que trata, también el género al que pertenece, incluso las
valoraciones del autor respecto al tema tratado). El paratexto brinda, asimismo, mucha
información sobre el contexto histórico-social en que fue producido el texto. No sólo
informa sobre el autor, sino que además provee datos sobre fechas, lugar de edición y sello
editorial, que de algún modo revelan la lectura que el campo cultural ha realizado sobre el
texto. No es lo mismo un libro publicado por el autor que por una editorial importante, no
necesariamente en relación con la calidad del texto, pero sí con el espacio que se le dio o se
le negó en el mundo libresco.
Los lectores inexpertos suelen obviar el paratexto porque no saben cómo
decodificarlo. Sin embargo, la habilidad lectora de los elementos paratextuales es una
capacidad que puede desarrollarse y que favorece la competencia lectora en general: en la
medida en que podemos interpretar, asignar un sentido a cada elemento del paratexto,
estamos en mejores condiciones de comprender las relaciones entre un texto y su contexto.
Por otro lado, hacer una lectura en profundidad del paratexto permite al lector convertirse en
elector de sus materiales de lectura.
CONTEXTO
- Entorno lingüístico del cual depende el sentido y el valor de una palabra, frase o fragmento
considerado.
- Entorno físico o de situación (político, histórico, cultural o de cualquier otra índole) en el cual se
considera un hecho lingüístico.
En efecto, es importante distinguir entre:
Contexto, propiamente dicho: el conjunto de elementos exteriores al texto, tales como situación,
los sujetos interactuantes, la locación espacio-temporal y las condiciones sociales y culturales que
influyen en el proceso de producción del texto.
Contexto lingüístico o cotexto: la parte de un texto anterior y posterior a un sector o elemento
dado del mismo texto. En otros términos, el conjunto de texto que precede y/o continúa a una
determinada parte del texto. También suele denominarse “contexto discursivo” o “entorno
lingüístico”, ya que proporciona datos para saber qué acepciones son las que hay que activar para
entender adecuadamente el texto.
La mayor parte de los especialistas que desarrollaron aportes significativos en torno a la noción
de contexto, se centraron sobre todo en el primer aspecto, esto es, en el contexto propiamente dicho.
Algunos autores incluyen en el contexto los participantes, el lugar, el momento, el objetivo, el tema,
el género discursivo, el canal, el dialecto utilizado, las reglas de los turnos de habla en uso en la
comunidad. Otros tienen en cuenta también los saberes de los participantes acerca del mundo, su
conocimiento sobre los demás y sobre el trasfondo cultural de la sociedad en la que se produce el
discurso. De hecho, los factores que se toman en consideración en el contexto dependen
ampliamente de la problemática que se esté desarrollando. Sin embargo, existe un núcleo de
constituyentes que se consideran de una manera unánime: los participantes del discurso, su marco
espacio-temporal, su objetivo. Los tres se articulan de manera estable a través de las instituciones
lingüísticas definidas en términos de contratos de habla y géneros discursivos.
Podemos definir el contexto como las circunstancias que rodean, social, cultural e
históricamente, la producción de un texto, es decir, la situación comunicativa. Es la actividad
lingüística, proceso en el que se producen, elaboran, circulan y reconocen los textos, se inscribe en
una situación específica definida por la co-presencia de los sujetos interactuantes, la locación
espacio-temporal y el contexto socio-cutural. Estos elementos conforman el contexto o entorno del
texto.
Además de los mencionados, el contexto integra factores como los sujetos circunstantes, la
tipología específica de la situación (institucional, semi-institucional o no institucionalizada), status y
roles de los sujetos interactuantes, el conjunto de sus intenciones y representaciones
interpersonales, su ideología (valores y creencias).
Por su parte, el lingüista holandés Teun van Dijk14 aporta importantes precisiones sobre el
concepto de contexto. El mismo término sugiere que es todo lo que viene “con el texto”, esto es, las
propiedades del entorno del discurso. Define el contexto como el conjunto estructurado de todas las
propiedades de la situación social que son posiblemente pertinentes para la producción, estructuras,
interpretación y funciones del texto. En otras palabras, los contextos son las estructuras de
propiedades de situaciones sociales que son relevantes para el discurso. Por ejemplo, se sabe que
el conjunto de las diversas pertenencias a un grupo y las posiciones de los participantes (edad,
género, poder, etc.), desempeñan un papel importante en el modo en que se diseñan y comprenden
los discursos, y cómo funcionan en la situación social.
Van Dijk considera que el contexto influye en los “usos” del texto (producción y comprensión) a
través de modelos mentales subjetivos de los usuarios de la lengua a los que denomina modelos de
contexto. Los modelos de contexto representan cómo los participantes de un evento comunicativo
13 Real Academia Española (1992): Diccionario de la lengua española. Madrid, vigésima primera edición.
14 Van Dijk, T. (1999) Ideología. Una aproximación multidisciplinaria, Barcelona, Gedisa, pp. 266-270.
ven, interpretan y representan mentalmente las propiedades de la situación social que ahora son
relevantes para ellos. Esa naturaleza subjetiva de los modelos de contexto es la que permite la
variación personal y la singularidad contextual: no es el hecho de que los hablantes sean hombres o
mujeres, jóvenes o viejos, poderosos o no, sino cómo se ven y se construyen a sí mismos, en general
o en la situación social en desarrollo.
Los modelos de contexto no sólo representan el conocimiento o las creencias que los usuarios
tienen sobre la situación, sino también sus opiniones sobre el mismo. De este modo podemos
conocer a nuestro interlocutor, o al autor de un artículo en el periódico, y también tener una opinión
sobre él o ella, y esta opinión, por supuesto, influirá en nuestra interpretación del texto mismo, por
ejemplo, como más o menos veraz o confiable. Del mismo modo, nuestro modelo del receptor (parte
del modelo de contexto) influirá también en lo que decimos y, también, especialmente en cómo lo
hacemos, por ejemplo, con más o menos formalidad, íntimamente, cortésmente o autoritariamente.
LA TEXTUALIDAD
Cualquier unidad del discurso se compone de elementos verbales que están organizados y
relacionados entre sí de manera explícita o implícita. Esta organización e interrelación constituye la
textura del discurso que da nombre a su concreción: el texto. Éste constituye un entramado de
relaciones. Todos los estudiosos coinciden en afirmar que el texto no es solamente una secuencia
de oraciones sino que, a partir de un conjunto de operaciones de diverso orden –trama y urdimbre-,
se constituye como una unidad semántico-pragmática.
La textualidad es una matriz que sustenta el texto, prescripta en todos los sistemas observables
de la comunicación humana, que guía las actuaciones comunicativas en situaciones concretas de
uso. Precisamente, lo que hace que un texto sea texto es la textualidad en cuanto forma específica
de ser de un texto. Los textos son la realización verbal de la textualidad.
Los lingüistas De Beugrande y Dressler15 definen texto como una ocurrencia comunicativa que
satisface criterios independientes. Se trata de un acontecimiento comunicativo que cumple
siete normas de textualidad. Si un texto no satisface alguna de esas normas entonces no puede
considerarse que ese texto sea comunicativo. En el modelo presentado por estos autores,
cualquier texto ha de cumplir siete normas interrelacionadas entre sí.
Los siete criterios de textualidad son: cohesión, coherencia, intencionalidad, aceptabilidad,
situacionalidad, intertextualidad e informatividad. En tanto requieren un mayor despliegue, por estar
centrados en el texto, dedicaremos un apartado específico a la consideración de la coherencia y la
cohesión. Nos ocuparemos primero del resto de los criterios, que, a diferencia de los primeros,
tienen en cuenta los usuarios y la situación comunicativa.
Aceptabilidad: es un criterio centrado en el destinatario del texto, éste espera interpretar un texto
que se inscriba en su mundo. Este criterio se refiere a la actitud del receptor: una serie de secuencias
que constituyen una unidad de sentido es aceptable para un determinado receptor si éste percibe
que tiene alguna relevancia, por ejemplo, porque le permite cooperar con su interlocutor en la
Recordemos que el Modelo Inferencial, ya estudiado, sostenía que en la comunicación los sujetos hacen
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Llámenos antes de cavar una zanja. Cabe la posibilidad de que haya un cable soterrado.
Si usted rompe ese cable, se quedará sin servicio telefónico, por no mencionar que puede
recibir además una fuerte descarga eléctrica. En cualquiera de los casos, usted no podrá
telefonearnos.
Parece ser que al receptor se le persuade con mayor facilidad si se lo obliga a realizar un esfuerzo
aportando conocimiento adicional para entender el contenido del texto: de esa manera se crea la
ilusión de que el propio receptor, en alguna medida al menos, ha enunciado el texto.
Informatividad: es el factor de novedad que motiva el interés por la recepción de un texto. Sirve
para evaluar hasta qué punto las secuencias de un texto son predecibles o inesperadas, si transmiten
información conocida o novedosa. Procesar secuencias con un alto nivel de informatividad requiere
realizar un esfuerzo mayor que procesar secuencias con un bajo nivel de informatividad, pero, por el
contrario, también suele ser una actividad mucho más interesante. No obstante, el productor textual
debe ser cuidadoso y evitar que la tarea de procesamiento que tiene que realizar el receptor no sea
tan ardua como para que ponga en peligro la comunicación.
Del mismo modo, debe tener en cuenta que un nivel muy bajo de informatividad puede
perturbar, causar fastidio e incluso provocar el rechazo del texto. Por ejemplo una afirmación
como El mar es agua expone un hecho tan conocido por todos, que resulta mínimamente
informativo y, por lo tanto, de dudosa aceptabilidad. Ahora bien, si la afirmación se completara,
podría adquirir un grado más alto de informatividad:
Vemos que la afirmación de un hecho obvio como El mar es agua funciona como punto de
partida para realizar afirmaciones considerablemente más informativas.
Situacionalidad: se refiere a los factores que hacen que un texto sea pertinente en un
determinado contexto de recepción. La situacionalidad constriñe con mucha fuerza el
intercambio comunicativo. Por ejemplo la señal de tráfico: Despacio Escuela es más apropiada a
la situación (debe ser leída velozmente por conductores de automóviles) que: Los conductores
deberían conducir despacio, porque los niños que entran y salen de la escuela podrían cruzar la
calle sin mirar. Los vehículos pueden detenerse con mayor facilidad si circulan despacio, aunque
esta última versión sea más clara y proporcione una mayor cantidad de información.
Efectividad: está en relación con la intensidad del impacto comunicativo que el texto provoca en
sus receptores. La efectividad de un texto depende de si genera o no una fuerte impresión en el
receptor y si crea o no las condiciones más favorables para que el productor pueda alcanzar la meta
comunicativa que se había propuesto.
voz). La polifonía está presente en todos los discursos y es frecuente en el discurso cotidiano. Veamos un
ejemplo: Me dijo que no lo espere, que se va a demorar. En este enunciado aparecen dos voces: a) la que
enuncia todo el texto, y b) la que ha dicho: no me esperes, me voy a demorar.
textualidad, de manera que permite calcular de una manera fiable cómo pueden los interlocutores
procesar la información con facilidad y en profundidad.
Bibliografía