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Corazón de guerrera 2

Salvada por el líder de la mafia

Lana Stone
Contenido

Página del título


Capítulo 1 –Lory
Capítulo 2 –David
Capítulo 3 –Lory
Capítulo 4 –David
Capítulo 5 - David
Capítulo 6 - Lory
Capítulo 7 –David
Capítulo 8 –Lory
Capítulo 9 –David
Capítulo 10 –Zoey
Capítulo 11 –Lory
Capítulo 12 –David
Capítulo 13 –Lory
Capítulo 14 –Damon
Capítulo 15 –David
Capítulo 16 –Lory
Capítulo 17 –Lory
Capítulo 18 –David
Capítulo 19 –Lory
Capítulo 20 –David
Capítulo 21 –Zoey
Capítulo 22 –Lory
Capítulo 23 –David
Capítulo 24 –Lory
Capítulo 25 –David
Capítulo 26 –Lory
Capítulo 27 –David
Capítulo 28 –Damon
Capítulo 29 –Lory
Capítulo 30 –David
Capítulo 31 –Lory
Capítulo 32 –David
Capítulo 33 –Lory
Capítulo 34 –Zoey
Capítulo 35 –David
Epílogo
Capítulo 1 –Lory

Intenté concentrarme en la conversación con mi mejor amiga, Zoey, aunque solo tenía ojos para
David, el segundo en mando de la mafia de Hells Kitchen, los famosos Alfas. Él estaba apoyado
de forma casual contra la pared, detrás de un pequeño grupo de mis compañeros de graduación.
Podía escuchar sus suspiros a través del bullicio y la música. Cuando nuestros ojos se cruzaron,
me miró sombríamente y con desprecio. Después abandonó la clínica, que Zoey y yo habíamos
elegido como nuestro lugar de graduación.
—Hola, Tierra a Lory —dijo Zoey, chasqueando los dedos alrededor de mi rostro.
Sacudí la cabeza. —Sí, lo siento. Aquí estoy.
Zoey me miró sonriendo. —Creo que tus pensamientos están por el espacio. ¿Quizás en algún
lugar cerca del planeta David?
—Jamás querría estar cerca del helado y egoísta planeta David —susurré. Luego resoplé
ruidosamente para que mi mentira tuviera más peso. En secreto, no había nada que quisiera más
que ser el sol en el universo de David, para así descongelar la capa de hielo que lo alejaba de mí.
Aunque para eso, él debía acercarse a menos de diez metros de mí, pero no lo hacía. Cada vez que
intentaba encontrarme con él, me dejaba decepcionada y en ridículo. No tenía idea de por qué
David me odiaba, pero era justamente por eso que no podía dejarlo ir, porque ese odio infundado
hacia mi persona me hacía encontrarlo aún más atractivo. Por otro lado… mi elección de hombres
en el pasado no había sido la mejor. Para no tener que pensar más en ello, me concentré
nuevamente en Zoey, quien me miraba expectante.
Me puse las manos en la cadera. —¡En serio! Prefiero charlar contigo que con Don
Inalcanzable.
—Ah, bueno —Zoey continuó sonriéndome—. ¿Qué ha sido lo último que te he dicho?
Uy. No esperaba eso.
—Dijiste que extrañarás a Jake —le dije con toda la confianza que pude. Al menos eso era lo
último que recordaba.
—Casi. Eso fue hace tres temas —se rió Zoey.
—Deja de burlarte de mí —le dije.
—Bien. La estación espacial Lory está sintonizada a otras zonas que su capitán preferiría
evitar.
Lástima que no podía acercarme a David, ni siquiera si me moviera a la velocidad de la luz.
Para finalmente librarme de este tema, tomé la medida más drástica que se me ocurrió.
—¿De verdad le dijiste a Damon que…?
—¡Nooo! —me interrumpió Zoey, tan alto, que varios de nuestros compañeros graduados y los
Alfas cercanos se giraron. Aunque Zoey no fuera oficialmente parte del cartel de los Alfas, se
había ganado el respeto de todos como novia de Damon, su líder, al salvar la vida de uno de sus
miembros. Por eso los invitados de la fiesta eran una extraña combinación de veterinarios y
gánsteres veteranos.
Zoey se aclaró la garganta, se alisó el vestido amarillo y sonrió tímidamente para que todos
notaran que no tenía nada más que decir. Rápidamente, los invitados volvieron a sus propias
conversaciones.
—No le he dicho nada, pero lo haré pronto —dijo Zoey en voz baja.
—Entonces deberíamos brindar por unas maravillosas vacaciones. —Levanté mi vaso
desechable con zumo de cereza y Zoey brindó con zumo de uva.
Con un suspiro, me di cuenta de que éramos las únicas con bebidas sin alcohol. Pero desde el
momento en que descubrí la verdad sobre mi exnovio, Joel, no había vuelto a beber una gota de
alcohol. Más de una vez él me había metido cosas raras en la bebida, de forma que yo ya no
toleraba el alcohol. Actué ciega y estúpidamente, y, además, fui la peor amiga del mundo para
Zoey.
Al mirarla, todavía me sentía culpable. Ella había pasado por muchas cosas por mi culpa.
Santo cielo, incluso había recibido un disparo, mientras Damon y los Alfas habían evitado lo peor.
—¿Por qué me miras así? —preguntó Zoey irritada.
—Por nada. Me alegro mucho por ti. ¿Quién diría que te irías de vacaciones con uno de los
jefes de un conocido cartel de Hells Kitchen?
Zoey se rio, y a mí se me ablandó el corazón. Zoey jamás se había reído con tanta sinceridad.
—¿Quién diría que ambas tendríamos nuestra propia clínica justo después de graduarnos?
Damon le había comprado a Zoey una clínica completamente equipada. Era un sueño para
cualquier veterinario. En serio. No solo teníamos los equipos más nuevos, sino también nuestro
propio laboratorio donde podíamos realizar pequeñas pruebas nosotras mismas.
—Es tu clínica, jefa —le dije sonriendo a Zoey.
—¿Qué? Creo haber leído en la puerta los nombres Dra. Amber y Dra. Morris.
Ladeé la cabeza. —En realidad, fue un regalo de Damon para ti. Por lo tanto, eres mi jefa.
No hablamos de eso, pero Damon había puesto la clínica tan cerca de la villa, los cuarteles de
los Alfas, que seguramente en el futuro tendríamos que tratar a uno o dos de sus miembros.
—Incluso si echo de menos que Jake me llame jefa, no valoro las formalidades dentro de
nuestra clínica.
Sonreí. —Qué lástima. Estaba tan emocionado de recordarnos nuestro título de doctoras todo
el tiempo. ¿Puedes creerlo? ¡Somos doctoras!
Una ruidosa ola de júbilo estalló entre la multitud. Una habitación llena de veterinarios y
pandilleros, ¿quién hubiese dicho que se llevarían tan bien?
Zoey señaló la pared, justamente frente a la puerta principal. —Entonces ahí colgaremos
nuestros títulos, ¿vale?
Asentí. —Me parece bien.
—Y el tuyo estará triplemente ampliado para que todos vean que aquí trabaja la mejor de la
generación.
—¡No, por favor! —Me tapé la cara con las manos. Cuando Zoey mencionaba que había sido
la mejor de la case, me avergonzaba tanto que quería que me tragara la tierra. Realmente no es que
hubiera intentado ser la mejor de la generación, pero el trabajo había sido mi distracción. Tan solo
ahora comenzaba a entender cómo debía haberse sentido Zoey todo el tiempo, sumergiéndose en el
trabajo para intentar escapar. Aunque yo quería ser fuerte, me había refugiado en mi trabajo y
preparación para los exámenes.
Mi móvil vibró. Un mensaje.
—¿Tu madre? —preguntó Zoey y yo asentí.
—¿Cómo está? —preguntó Zoey, que era cercana a mi familia.
—Dice que todo se está normalizando poco a poco.
—Qué bien.
Asentí, incluso cuando ambas sabíamos que tomaría aún más tiempo que todo volviera a la
normalidad. Debido a una tormenta inesperadamente fuerte, toda la zona costera de Florida se
encontraba en estado de emergencia. Casas y vidas destrozadas y la familia de mi padre en medio
de todo; por eso estaba mi familia ahí ahora, para ayudar. Mi madre ayuda como enfermera donde
puede y mi padre ayuda en el taller de mi tío. Todos los hombres de la familia Morris trabajan
como mecánicos y yo estuve a punto de seguir los pasos de mi padre, de no haber sido por la
dramática experiencia con el Sr. C, mi mascota en ese entonces.
Desde que mi familia voló a Florida hacía dos semanas, me sentí dividida. Por un lado, estaba
agradecida de ya no tener que fingir frente a ellos –me sentía bien cada vez que mentía–, pero por
otra parte, extrañaba mucho a mi familia, especialmente ahora que todo era tan difícil.
Me sentía mal cada vez que pensaba en el siguiente juicio, donde yo sería la principal testigo.
Sin embargo, no demostraba nada, ¡me había prometido a mí misma mantenerme fuerte y no
derrumbarme, pasara lo que pasara!
Casi como si Zoey hubiera leído mi mente, colocó su mano en mi brazo. —Te prometo que todo
saldrá bien.
—Eso espero —dije con más optimismo del que sentía.
—Te protegeremos.
—Lo sé —asentí agradecida. Desde que Damon y Zoey me salvaran de Joel, quien realmente
resultó llamarse Russel, los Alfas me habían vigilado de cerca con el fin de protegerme. Solo que
no podían protegerme de mis pesadillas ni de mi miedo por el futuro.
¡Pero ya basta de tristeza! Hay demasiadas razones para celebrar.
Razón uno: Zoey, yo y todos los otros exestudiantes en esta habitación, oficialmente somos
veterinarios.
Razón dos: acabamos de abrir nuestra propia clínica ultramoderna.
Razón tres: es la fiesta de despedida de Damon y Zoey.
De acuerdo, la mayoría celebró mucho menos la tercera razón pues no conocían los motivos
por los que Zoey quería alejarse de los negocios de los Alfas. Especialmente David sentía
resentimiento de que Zoey les robara su líder a los Alfas.
Miré a Damon, quien estaba al final de la habitación hablando muy serio con Dex, Dean y
Chase.
—¿Realmente crees que Damon renunciará después de las vacaciones? —pregunté. A mí no me
parecía que realmente pudiera separarse por completo de los Alfas. Al fin y al cabo, él había
fundado del grupo junto con su hermano y David.
Zoey suspiró suavemente y acarició a Meera, quien la miró con alegría. —Puede que saques a
Damon de Hells Kitchen, pero no puedes quitarle Hells Kitchen a Damon.
—David se encargará de eso —le dije con confianza para liberarla de sus propios temores
sobre el futuro.
—¿Qué ha pasado? ¿Defiendes a Don Inalcanzable? —preguntó Zoey y me sonrió con descaro.
—No lo estoy haciendo —resoplé—. Solo digo que él será un buen jefe. Tan frío e intocable
como es.
—Realmente, David no es así —lo defendió Zoey, la Número Dos de los Alfas.
Fruncí el ceño. —¿Entonces quieres decir que es igual a mí?
Bien. No importaba cómo hiciera girar Zoey el timón, finalmente había hablado del verdadero
problema después de haber estado aquí por semanas.
—No. Simplemente lo juzgas mal. David es totalmente leal, su gente es para él jodidamente
importante y en el fondo es una buena persona. —Lo decía después de que David la hubiera
interrogado por horas. Tan solo pude sacudir la cabeza ante mi propia estupidez, pues las palabras
de Zoey tan solo me daban esperanza de que quizás no me odiara.
—¿Intentas lamerle el culo porque también te ha ignorado últimamente? —pregunté.
—Los Alfas son su familia, ¿qué esperas? A ti tampoco te quise compartir con otros chicos —
aclaró Zoey encogiéndose de hombros.
—No, Zoey. Siempre tuviste una genuina consternación respecto a mi gusto por los hombres —
respondí suspirando. Cuando se trataba de hombres, yo no tenía muy buena mano. Mi última
elección, en particular, había sido terriblemente mala.
—No, estaba celosa —admitió Zoey rechinando los dientes—. Quería encontrar un defecto que
pudiera enseñarte.
—Y tuviste razón respecto a Joel. ¿Quién sabe qué hubiera pasado si no hubieras notado nada?
—pregunté pensativa.
—Hoy no sería hoy si las cosas no hubieran sucedido así. Hoy estoy más feliz que nunca. —
Zoey sonrió contenta y volvió a enderezar la tela de su vestido—. Tengo un buen presentimiento
sobre ti y David.
Por un segundo me pregunté cuál de las dos había perdido la razón.
Zoey, porque no veía el odio en los ojos de David, o yo, porque lo veía y aun así no podía
evitarlo.
Me percaté de que David sería el primer hombre con el que yo saldría y Zoey no tendría
preocupaciones. Irónicamente, con un tipo peligroso, próximo líder de un enorme cartel de Hells
Kitchen, frío e impredecible, ¿Zoey no tenía ninguna objeción?
Daba lo mismo. No había nada entre David y yo. Tenía la sensación de que incluso huiría al
estado más cercano. Tan solo quedaban sus miradas llenas de odio que me partían el corazón.
Quizás debía colgar un segundo título junto a mi diploma.
Loretta Morris –la reina de los juicios erróneos.
—Regresó —susurró Zoey y miró la puerta. Naturalmente, yo ya había notado a David volver y
unirse a Damon y los demás—. Venga.
—¿Venga qué? —pregunté.
—Háblale.
—¿Para que me ignore otra vez?
Zoey puso los ojos en blanco, molesta. —Siempre eres muy obstinada y confiada. ¿Por qué con
David no?
Porque estoy cansada. Porque ya no puedo más. Porque no recibo ni una sola señal.
—Porque él obviamente no está interesado en mí.
—¿Quién se te podría resistir? —me preguntó Zoey acariciando mi cabello rizado.
—¿David? —respondí con cinismo, pero Zoey me ignoró y me puso un vaso en la mano.
—Venga, David no puede rechazar un burbon.
—Entonces tal vez yo debería remojarme en burbon —bromeé.
—¡Brillante, en serio!
Zoey continúo sosteniendo el vaso frente a mí hasta que lo tomé.
—Te estaré observando con ojos de águila.
—Sí, gracias. Sin presiones.
—No para nuestra graduada con excelencia.
Sonreí a regañadientes, pues sabía que mis notas de graduación se convertirían en un argumento
a favor o en contra para ganar cualquier tipo de discusión.
—Si él me rechaza, jamás volveremos a hablar de esto, ¿de acuerdo? —dije, pues no esperaba
otra cosa.
Respiré hondo, le asentí a Zoey, quien cruzaba los dedos, y después fui hacia David, quien
estaba de espaldas a mí y conversaba con Dex. Cuando estaba a menos de dos pasos de él, David
se giró de repente. Su enorme cuerpo me golpeó tan bruscamente que perdí el equilibrio. Vi su
mirada de preocupación mientras yo me tambaleaba hacia atrás en cámara lenta.
Cielos. Normalmente, sus ojos relucían negros o rojos al mirarme, pero ahora veía lo que
escondían detrás. Sentimientos reales.
Capítulo 2 –David

He tratado de evitar los ojos de Lory toda la maldita noche, pero es imposible. Demonios,
¿cuándo se cansará de mí? Llevaba semanas intentando hacerle entender que yo no estaba
interesado en ella.
De acuerdo, era mentira. Tenía un genuino interés por ella, pero justamente por ello es que
trataba de alejarla de mí a toda costa.
Los sentimientos son una debilidad.
Y han pasado años desde la última vez que fui débil. Pero esos ojos azul pálido con gris no me
lo ponían nada fácil. Me seguían sin importar a dónde fuera; se burlaban tanto de mí, que tan solo
podía reaccionar dentro del Club de Lucha.
Damon y Dex conversaban sobre el suministro de unas armas, Chase y Dean estaban
entusiasmados por hacerse cargo del casino en el que hasta hace poco todo era manejado por
Godfather y yo anhelaba el día en que terminara el juicio.
Mientras no estuviera tras las rejas el bastardo adlátere del hermano de Damon, los ojos azul
pálido seguirían burlándose de mí. Se me erizó la piel de la nuca. Justo ahora, mientras Lory
estaba a mis espaldas, sentía su mirada sobre mí.
Continué revisando mi móvil, intranquilo, pues llevaba toda la tarde esperando a que Yuki Asai
finalmente me respondiera. Juntos habíamos establecido un pequeño –y extraoficial– trato de
apuestas, con el que habíamos ganado mucho dinero. El dinero que necesitábamos para luchar
contra Godfather, quien había estado a punto de iniciar una guerra entre pandillas que podría
haber costado miles de vidas, y yo no podía dejar que eso sucediera. Damon y yo habíamos
fundado los Alfas para darles voz a todos. No éramos ningunos héroes, eso era seguro, pero
éramos la mejor alternativa que tenía Hells Kitchen. Fue gracias a nosotros que existía un
armisticio entre las otras pandillas.
Hells Kitchen era más seguro que nunca antes, aun cuando la apariencia fuera engañosa. El
Godfather, Patrick, estaba haciendo su mejor esfuerzo por destrozar nuestra paz recién
establecida.
Tan solo sobre mi cadáver, bastardo.
Entre más rápido lo destruyera, mejor, así Lory ya no necesitaría protección. Los sentimientos
no me hacían bien. Para todos, el amor realmente es un parásito nocivo.
Miré a Damon, pues él era el mejor ejemplo de ello. Desde que se había enamorado de Zoey,
se había distanciado de nosotros –su maldita familia– y no tomaba las decisiones más racionales.
¿Quizás por ello me había convertido en el nuevo Número Uno? ¿Porque creía que yo era inmune
ante esos sentimientos parasitarios?
Pues creíste mal, amigo.
No lo demostraba, pero yo estaba lejos de ser inmune. De lo contrario, no me presentaría en
este tipo de fiesta. Globos, serpentinas, vasos desechables de colores… objetos clásicos para la
fiesta de cumpleaños de un niño; y lo peor de todo era que los Alfas se divertían tanto como los
estudiantes. Todo el mundo aquí estaba en paz - ¡y en Hells Kitchen! Este barrio siempre estaba en
llamas, pues la ciudad hacía justicia a su nombre.
Gruñí por lo bajo. Maldición, Zoey había castrado a todos y cada uno de los Alfas. Y si no era
cuidadoso con lo que me hacía Lory, yo también podría perder las bolas pronto. Entonces, ¿quién
podría seguir pensando racionalmente para luchar contra Godfather?
¿Los irlandeses, quienes estaban en guerra consigo mismos más a menudo que con las otras
pandillas? No. Los Green Brothers estaban siempre exaltados y debíamos tranquilizarlos todo el
tiempo.
¿Los japoneses, cuyo líder enviaba al frente a su gélida hija, quien prácticamente era una niña?
Mierda, Yuki le provocaba escalofríos hasta a los Golden Dragons más antiguos, pues su
versión de indiferencia iba demasiado lejos.
Sin ningún Alfa inteligente y pensante –y sin Damon–, Hells Kitchen estaba perdida.
A mis preocupaciones cotidianas de ayer, se sumaron las preocupaciones del mañana.
Me palpitaban las sienes de tan solo pensar en todo lo que podría pasar si no lográbamos
capturar a Godfather.
—Me voy a fumar otra vez —gruñí. Cuando me di la vuelta, sentí una pequeña resistencia. Al
principio, quise propinarle una mirada de muerte al idiota que me había empujado, hasta que vi
con quién me había topado.
Los ojos azul pálido de Lory me miraban mientras caía hacia atrás.
Se detuvo el tiempo, pero sabía que, si continuaba, Lory podría sufrir heridas graves al caer.
Sería una pena que su cuerpo perfecto e impecable sufriera un rasguño al caer.
Su mirada indefensa me cautivó y activó todos mis instintos protectores.
¿Por qué te estás metiendo bajo mi piel?
El tiempo comenzó a correr. Instintivamente corrí para atrapar a Lory. Su cuerpo, ligero como
una pluma, se desplomó en mis brazos y su rostro quedó apoyado contra mi pecho. El olor a clavo
dulce de su cabello se mezclaba con el olor a canela de su piel.
Joder. Tan pronto como inhalé, supe que ese aroma me perseguiría para siempre, así como su
voz resonaba en mi cabeza desde la primera vez que la había escuchado. Desde el principio,
quería abrazarla y protegerla del peligroso y despiadado mundo, pero no podía. Los sentimientos
eran demasiado peligrosos. ¡Yo era demasiado peligroso!
Cuando ayudé a que Lory se volviera a poner de pie, me miró con los ojos muy abiertos.
—Gracias —suspiró.
Quería decirle tantas cosas.
¿Estás bien?
¿Te has hecho daño?
Regresa a mis brazos.
Pero mis pensamientos me decían que los sentimientos eran una debilidad, y les di la razón.
—Será mejor que tengas más cuidado la próxima vez —gruñí al alejarme de ella. Saqué un
cigarrillo del paquete y me dirigí a la salida, sin siquiera mirar a Lory.
Una vez fuera, hasta quise encender dos cigarros a la vez, para poder relajarme, pero mi
corazón ya estaba acelerado, incluso sin nicotina.
—¿Qué te pasa? —preguntó Damon, quien me había seguido hasta fuera y me tendía la mano,
pidiéndome un cigarrillo.
Encendí el pitillo, se lo pasé a Damon y saqué otro del paquete.
—¿A qué te refieres? —pregunté después de inhalar el humo áspero.
—Ya sabes de lo que hablo —la voz de Damon sonaba seria; no estaba de humor, y no lo había
estado en toda la noche.
—No tengo ni idea de qué me estás hablando, Damon —respondí con la misma seriedad. Había
cosas de las que Damon no me hablaba, y yo lo aceptaba. Él también debía aceptar que había
ciertas cosas sobre las que yo no hablaría. Era así de simple.
Para mí, el tema ya estaba aclarado, por lo que me dediqué a cosas más agradables, como, por
ejemplo, soplar aros de humo.
Damon gruñó suavemente. —Entiendo por qué estás enfadado con Zoey. Yo también lo estaría
si fuera tú, pero ¿con Lory? ¿Qué te ha hecho ella?
—Nada —me encogí de hombros. Era cierto que Lory no me había hecho nada, puesto que ni
siquiera había tenido oportunidad de hacerlo durante las tres frases que habíamos intercambiado.
Se trataba más de lo que Lory provocaba. Sentimientos que habían estado ocultos por años,
enterrados bajo la ira, odio e indiferencia. Era mejor que permanecieran así.
—¿Te envió Zoey? —pregunté.
—Vamos, David. ¿Hace cuánto que nos conocemos?
—El tiempo suficiente como para saber que sin ti los Alfas están perdidos —respondí con
amargura. Yo era el mejor amigo de Damon, siempre leal y, maldita sea, lo seguiría hasta la
muerte si me lo pidiera, pero mostrarle mis sentimientos me parecía incorrecto.
Naturalmente, la primera vez que Damon reveló su plan me pareció una idea descabellada,
pero demostrar ira, desprecio y odio era socialmente aceptado dentro de nuestro círculo. Todo lo
demás era despreciable.
—Hells Kitchen no se hundirá. Mi Número Dos sabe cómo evitarlo —respondió Damon con
tranquilidad.
—Mierda, no puedo creer que no quieras enviar personalmente a Patrick al infierno —dije,
apelando a su ira. Nada podía hacer explotar a Damon tan rápido como su hermano traidor, pero
esta vez no funcionó.
Damon, pensativo, dio una calada a su cigarro. Una llama roja relucía en sus ojos –cegados por
el amor.
—Zoey no pertenece a este mundo.
—Cierto —le di la razón a Damon—. Pero tú sí. Tu lugar es aquí, con nosotros.
—Mi lugar también está junto a Zoey.
Suspiré, pues no podía responder nada. No podía darle otra opción a Damon, era como mi
hermano. Me odiaría para siempre.
—Zoey podría seguir viviendo en la villa —dije encogiéndome de hombros y Damon rió.
—Buen intento.
¿Entonces por qué demonios había construido la clínica de Zoey tan cerca de la villa? Daba
igual. La decisión de Damon había sido tomada y no había nada que hacer al respecto.
Di otra calada, después tiré el cigarrillo al suelo y lo pisé, mientras revisaba mi móvil
nuevamente.
—¿Qué llamada estás esperando? —preguntó Damon con interés.
—Yuki.
Damon sonrió con aire conspiratorio. —¿Quieres que el Club de Lucha quede en bancarrota?
—Algunos dirán que lo hago para llevarme bien con los Dragons, pero no, lo hago para
desafiar tu título —respondí.
—Sigue soñando, loco.
Sí, aún me tomaría tiempo alcanzar el título de Damon en las apuestas ilegales dentro del
destartalado ring, pero juro por Dios que Lory me estaba llevando a la cima de la lista negra.
—Pronto seré el Número Uno en los Alfas. Después, tomaré tu título dentro del Club de Lucha.
David, el demonio más demoniaco. —Sonreí, después me puse otro cigarrillo en la boca pues no
podía regresar a ese lugar. Con tan solo mirar hacia la ventana, supe que Lory me había estado
buscando incansablemente en la oscuridad y no se había detenido hasta que nuestras miradas se
cruzaron. Ella miró tímidamente al suelo.
El aroma de Lory todavía estaba sobre mí. Incluso podía sentir su aliento mientras su cabeza se
acurrucaba contra mi pecho.
Maldición, esta noche tenía que sacarme toda la mierda de la cabeza para poder pensar con
claridad, finalmente.
—¿Por qué eres tan cruel con Lory? —preguntó Damon mientras me veía espiarla.
—Porque no necesito fans que me distraigan —respondí con un gruñido.
—Eso no te lo crees ni tú —Damon frunció el ceño.
—Los sentimientos son una debilidad que no me puedo permitir. ¿Contento?
Damon asintió. —Eres un idiota.
—Y tú un desertor —repliqué.
Luego los dos nos sonreímos y, silenciosamente, terminé mi cigarrillo.
Todo lo que teníamos que decirnos, estaba dicho. Sin importar lo que pasara, Damon era y
seguiría siendo mi hermano.
Capítulo 3 –Lory

Miré a Zoey con los ojos como platos cuando pidió su tercera hamburguesa.
—¿Qué? —preguntó, irritada.
—No, nada… —dije, intentando cambiar de tema. Miré por la ventana y divisé el Dark Room.
¿Acaso los Alfas podían ver desde la distancia que Zoey se había zampado más de doce mil
calorías mientras esperábamos a que terminaran sus negociaciones?
—¿Algo para ti, Lory? —preguntó Betty sacando de su delantal el lápiz que utilizaba para
resolver crucigramas.
Realmente estaba satisfecha, pero, por empatizar, pedí un batido de chocolate con extra de nata.
—Lamento mucho que nuestra acogedora noche de chicas no haya salido nada bien —se
disculpó Zoey, mientras cogía una patata frita y la sumergía en kétchup y mayonesa.
—El mejor batido del mundo lo soluciona todo —dije, encogiéndome de hombros. Betty, que
nos escuchó por accidente, me propinó una sonrisa sincera. Zoey y yo éramos invitadas especiales
en Bettys Diner, pues siempre estábamos ahí mientras los Alfas hacían sus negocios en el Dark
Room.
—Espero que encuentren al hermano de Damon pronto, así todos podrán finalmente descansar
—suspiró Zoey y yo asentí comprensiva. Para Zoey era difícil –especialmente ahora– ser la
pareja de uno de los jefes de la mafia. Debo admitir que yo también estaré feliz cuando todo
termine, pues no sabía por cuánto tiempo más podría seguir fingiendo que no estaba siendo
arrastrada por todo el caos a mi alrededor, como una turbulenta corriente de agua. No, al
contrario, no se sentía como agua, sino como ácido que me quemaba la piel.
Mientras Zoey lidiaba con su tercera hamburguesa, hojeé el periódico que estaba sobre el
mostrador. Betty, como siempre, había hecho todos los crucigramas. Pero no me interesaban los
crucigramas ni los juegos, sino los anuncios de apartamentos. Casi no había ofertas razonables
dentro de mi rango de precios, pero no me importó. Lo importante era escapar de mi antiguo
apartamento lo más rápido posible. Joel se había ido hacía mucho tiempo, pero su sombra seguía
acechando en cada esquina. Así que no estaba enfadada con Zoey por pasar la noche de chicas
aquí y no en mi casa, como siempre solíamos hacer.
Contuve la respiración cuando vi a David y Dex de pie frente al Dark Room. Estaba oscuro y
estaban muy lejos; aun así, pude ver las heridas en la frente de David. Encendió un cigarrillo, se
frotó las sienes y luego le dijo algo a Dex.
Me hubiera gustado poder leerle los labios para entender lo que decía. Quizás así podría
comprender en qué pensaba al dirigirme esas miradas fugaces cuando él creía que yo no estaba
mirando. Como anoche. Me había atrapado inmediatamente después de hacerme caer. Tan solo
fueron unos segundos, pero esos segundos me convencieron de seguir intentándolo.
Zoey notó mis miradas furtivas.
—David pasa mucho tiempo en el Club de Lucha últimamente —me dijo Zoey—. No se ve tan
mal hoy.
—¿Qué? —pregunté horrorizada. Me gustaría saber cómo se vería David en mal estado.
—Es una forma de reaccionar típica de los Alfas. Damon solía hacer lo mismo.
Zoey hablaba con tanta soltura del tema, como si se tratara de golf o basquetbol y no de peleas
clandestinas llenas de sangre.
—¿Qué hace en el Club de Lucha? —quise saber más. En realidad, quería saber si había alguna
manera de colarme en el ring para ver a David pelear como una bestia, sin camisa.
—Tiene algo que ver con Yuki Asai —dijo Zoey. Se me fue el aliento. Zoey dejó caer su
hamburguesa y agitó las manos al reconsiderar su elección de palabras—. ¡No! ¡Así no! Tiene que
ver con apuestas.
—Ahh —dije por lo bajo.
—Yuki es demasiado fría y distante como para interesarle a David —me tranquilizó Zoey.
Bueno, al menos lo intentó.
Fría y distante no sonaba tan terrible. En el helado e indiferente universo de David, Alaska
tenía más oportunidades que yo.
Además, yo había visto a Yuki varias veces. No solo tenía una reputación brutal, sino que era
impresionantemente hermosa.
—Lory, créeme. Yuki no tiene ningún interés en los Alfas. Además, está suficientemente
ocupada con los Dragons y los problemas actuales.
Le sonreí a Zoey, sin embargo, las semillas de la duda ya habían sido sembradas.
El rugido de un coche deportivo despertó mi interés y me alegré de distraerme de mis
pensamientos oscuros, los cuáles involucraban mi miedo por Joel o la desesperación que sentía
respecto a David. Cuando finalmente vi el coche deportivo aparcarse frente al Dark Room, casi
tiro mi batido de la emoción.
—Dios mío, ¡es un Lamborghini Aventador SVJ!
Zoey levantó la mirada de su plato medio vacío. —Sí, un coche elegante.
¡Mi mejor amiga no tenía ni idea de qué tan elegante era! Tan solo había ochocientos
ejemplares en todo el mundo, las posibilidades de ver uno en la vida real eran casi nulas.
—¿Puedes presentarme a su dueño? —pregunté, con mi mejor carita de cordero degollado.
Definitivamente tenía que hacerle una foto, mi padre se volvería loco. Desde que era niña,
había pasado mucho tiempo en su taller. A los catorce años, podía reparar los coches el doble de
rápido que mi padre. Me encantaban las herramientas, el olor a aceite y el taller de mi padre, pero
el deseo de ser veterinaria había sido más grande. Sin embargo, nunca había perdido mi pasión
por los coches; ni siquiera Joel había podido cambiar eso, pues lo conocí en un taller mecánico –
no podría haber sido de otra manera.
Zoey hizo una pausa y se mordió el labio, pensativa. Cuando examiné el coche con más
detenimiento, noté en la carrocería el símbolo dorado de dragón, e inmediatamente supe por qué.
—Es el coche de Yuki, ¿verdad?
—Podría ser —respondió Zoey con dificultad.
A los pocos instantes Yuki salió del deportivo. Se veía helada y hermosa como siempre, y sus
hombres, que la habían estado esperando a la entrada del Dark Room, la siguieron al interior.
—Me gustaría ser como Yuki —suspiré. Hermosa, exitosa e intrépida. Nadie se atrevía a
hablar con ella y nadie se interponía en su camino.
¿Y yo? Escondía mi enfado bajo una sonrisa y una docena de Alfas.
—No digas eso —Zoey me miró con lástima—. Yo adoro tu cabello. Y me encantas tú, tal cual
eres.
Me quité un rizo de la cara. —Eres mi mejor amiga, tienes la obligación de decir ese tipo de
cosas.
—La obligación, no. Las mejores amigas no se mienten.
—Vale, vale. Tú ganas —le sonreí a Zoey y ella, contenta, se acercó su batido de vainilla.
Zoey era demasiado buena para este mundo. Revolvió el batido con la pajilla, mientras yo
seguía observando a David, hasta que entró con Dex.
¿Acaso se habría equivocado Zoey? La distancia entre nosotros parecía insuperable. ¿Acaso
estaba luchando por una causa perdida?
—Por cierto, Damon cree que David está tanto tiempo en el Club de Lucha por tu culpa.
Me irritó un poco que Zoey hablara, pero no tanto como lo que dijo.
—¿Por mi culpa?
Zoey asintió. —Sí, es como su escapatoria para reprimir sus sentimientos por ti.
Me latió el corazón con fuerza. —¿Tú también crees eso?
—Sí. Solo falta que pase algo entre vosotros y… —Zoey dio un fuerte aplauso con las manos
—. ¡BOOM! David no se te podrá resistir. Ya lo verás. Así pasó con David y conmigo.
—¿Debería dejar que David me secuestre?
Zoey negó con la cabeza. —Ya tuvimos suficiente de secuestros y rehenes, ¿no?
Muy cierto.
—¿Y entonces cómo provocamos el boom? —pregunté.
—El destino. Sé paciente.
—Nunca he sido paciente —suspiré.
—Conmigo siempre tienes paciencia. Especialmente cuando tuve mis etapas —me corrigió
Zoey.
Mis problemas de hombres no habían sido nada en comparación a lo que había tenido que
sobrellevar Zoey. Antes de que pudiera responder, Zoey continuó.
—Yo también espero tener suficiente paciencia con Damon.
Fruncí el ceño. ¿En serio estaba diciendo eso? Zoey y Damon eran una pareja de cuento de
hadas. Cierto, un cuento de hadas oscuro y espeluznante, pero con un final feliz.
—¿Problemas en el paraíso?
—No lo sé aún —dijo Zoey encogiéndose de hombros.
—Suéltalo. Ya has escuchado suficiente de mis preocupaciones.
—Damon ha estado actuando de una forma extraña últimamente. No creo que quiera retirarse.
—¿Por qué crees eso? Damon te seguiría a todos lados, incluso al mismísimo infierno.
—A veces se para frente a mí, sus ojos adquieren una mirada extraña, toma aire como si
tuviera algo importante que decir y… luego se da la vuelta y se aleja.
—Zoey, no pienses en ello. Yo siempre veo lo enamorado que está al verte —traté de calmarla.
Pero ella negó con la cabeza.
—Tiene un secreto y puedo sentir perfectamente cómo le afecta.
—No todos los secretos son malos. Cuando llegue el momento indicado, él te dirá qué sucede.
—No estoy muy segura de ello. El secretismo nunca es bueno. ¿Quizás deberíamos posponer
nuestras vacaciones?
Me aclaré la garganta haciendo bastante ruido. —Tú también te estás guardando un secreto. ¡Un
buen secreto!
Zoey suspiró. —Sí, tienes razón.
Miré a Zoey levantando el dedo índice. —Ay de ti si pospones tus vacaciones. Tu vuelo sale en
menos de cuatro horas; no puedes simplemente arruinar todos tus planes.
—Pero… —comenzó Zoey.
—¡No hay pero que valga! —la interrumpí inmediatamente. Después, saqué un paquete de mi
bolsa de mano y se lo di a Zoey. —Por cierto, te he traído algo.
—Oh, ¿qué es? —preguntó Zoey con curiosidad. Luego ladeó la cabeza y me miró con tristeza.
—¿Es un regalo de despedida de vacaciones?
—¡No! Es un regalo de te quiero impresionar. No lo abras hasta que se lo digas a Damon,
¿vale?
—¡Ahora tengo mucha más curiosidad!
Le sonreí a Zoey. —No esperes mucho. Solo es una pequeña tradición de los Morris, y ya que
perteneces a nuestra familia, todos creemos que debes seguirla.
—Eso es muy dulce de tu parte. ¡Te voy a echar de menos!
—Yo más —dije haciendo un puchero.
Qué locura. Por primera vez me daba cuenta de que no vería a Zoey por las próximas dos
semanas. ¿Qué iba a hacer sin mi mejor amiga?
Nos abrazamos y luego Zoey me miró nuevamente con seriedad.
—¿En serio estarás bien sola? ¿Después de todo lo que pasó? Especialmente ahora, que hay
nuevas pistas respecto a los planes del hermano de Damon….
—Sí, por supuesto que estaré bien —mentí. De ninguna manera permitiría que mis malas
elecciones con los hombres fuera razón para que Zoey cancelara sus primeras vacaciones con su
primer gran amor. Realmente me merecía los miedos que ahora me aquejaban.
—Gracias a mis guardaespaldas privados, estoy mejor protegida que el presidente —agregué.
Zoey sonrió, pero pude notar que no me creía del todo.
—Lo malo es que lo único que puedo hacer es maquillarme y ponerme mis mejores atuendos
para ir a sacar la basura, porque siempre hay un montón de tipos musculosos merodeando en mi
puerta.
Zoey se rió y yo me uní a ella, mientras ambas bebíamos nuestros batidos. Me pregunté cuántas
veces tendría que convencerme de que mis miedos eran infundados, hasta realmente creérmelo.
Expresar en voz alta mis preocupaciones, para así traer a mi mejor amiga a la realidad, no había
funcionado ni una sola vez durante las últimas semanas y tampoco lo hacía ahora.
¡Jódete, Joel! ¡Ya no quiero llevarte en mis pensamientos!
Capítulo 4 –David

Era un espectáculo bastante extraño que, de repente, todos los líderes más importantes de la
mafia se reunieran en el Dark Room. Sin embargo, en vista de las circunstancias, era
imprescindible vernos en el único sitio neutral en todo Hells Kitchen. Nuestros espías habían
escuchado rumores respecto al regreso de Godfather y, además, teníamos que deshacernos tan
rápido como fuera posible del bastardo hermano de Damon. Por si fuera poco, hoy Damon se
retiraba oficialmente; yo todavía no lo podía creer. Damon Payne, quien había formado una de las
pandillas más peligrosas y temidas del mundo, se retiraba de su negocio.
Joder, no.
Todavía tenía esperanzas de que cambiara de opinión. A excepción de los círculos más
cercanos de los Alfas, nadie tenía ni idea de los planes de Damon… nadie lo culparía por
retirarse para casarse…
Como siempre, los Alfas estábamos en medio, con los Dragons a nuestra izquierda y los
Brothers a nuestra derecha. Mientras que el lado izquierdo tenía un aire determinante, el lado
derecho estaba lleno de regocijo, como siempre. John Doe, el camarero neutral de este sitio
neutral, apenas daba abasto para reponer todos los vasos vacíos.
Reprimí un gruñido al sentarme junto a Damon. Me dolía cada pequeño y maldito hueso del
cuerpo, pero al menos el dolor me distraía del caos que había en mi cabeza, el cual no podía
aliviar porque el olor a clavo dulce y canela me lo impedía.
Asentí brevemente a Yuki, con quien había ganado casi sesenta de los grandes ayer. Ella asintió
también, con un gesto apenas perceptible. Si había alguien aún más inalcanzable que yo, esa era
Yuki Asai. Incluso Damon le tenía un enorme respeto, pese a que era prácticamente una niña.
Silencio. Todos miraron a Damon, expectantes.
—Hay rumores respecto al regreso de Godfather —comenzó Damon, directo al grano. Aquí a
nadie le importaban los discursos bonitos ni las buenas maneras.
—Dejemos frío a ese hijo de puta, de una vez —gruñó Stanley Griffey, el líder del cartel
irlandés.
—Sí. Ya ha causado suficientes problemas y hemos desperdiciado demasiados recursos en él
—concordó Yuki. Realmente, su padre era el líder de los Dragons, pero desde hacía años que su
hija se encargaba de todos los asuntos. Se rumoraba que Yoshiya Kazuhiko había muerto hacía
mucho, incluso se llegaba a decir que la propia Yuki lo había asesinado, pero no me importaban
los rumores. Mientras que los Golden Dragons fueran leales, daba igual si Yuki o su padre
dirigían el cartel.
Se alzaron más y más voces, discursos de odio e insultos llenaron la sala.
Damon levantó la mano y hubo un silencio inmediato.
—Tenemos que lidiar con este problema —dijo Damon, pensativo. —Tenemos que usar
nuestros recursos en conjunto, entonces tendremos una oportunidad. Por todos los años de trabajar
en el casino, el padrino está jodidamente bien establecido. No tenemos oportunidad si todos
luchan por separado.
—¿Y qué sugieres? —preguntó Yuki pensativa.
—Le daremos equipo a sus espías, el que necesiten, para que nos mantengan informados.
—Lo pensaré —respondió Yuki, sin hacer ninguna expresión.
—¿Y qué hay de nosotros? —preguntó Griffey. Hubo murmullos de aprobación por parte del
resto de los irlandeses.
—Sus espías necesitan infiltrarse más profundamente dentro de las autoridades. Nos
aseguraremos de crear suficiente caos para que haya escasez de personal.
Griffey asintió, contento. —Buen plan.
Los rudos irlandeses brindaron por Damon con sus jarras medio vacías, que terminaron de un
trago.
Eran unos malditos bebedores empedernidos.
Yuki tenía una breve discusión en japonés con los hombres a su lado.
—¿Yuki? —inquirió Damon cuando terminó su conversación.
—No nos oponemos, solamente existe un pequeño problema que rápidamente nos podría llevar
a un dilema.
Damon asintió lentamente y Yuki dijo lo que todos en la sala estaban pensando.
—¿Te refieres a que, porque mi hermano es Godfather, tendré escrúpulos para terminar con él?
—Exactamente.
Sin previo aviso, Damon golpeó la mesa con el puño. —Yo soy aquí, con diferencia, el que
más ha perdido por culpa de Godfather. Fundé el Dark Room. Conseguí declarar nuestro
armisticio. Yo hago que las malditas cosas funcionen y, de no ser por mí, todavía se estarían
rompiendo la cabeza e infiltrándose en los asuntos del uno con el otro.
Damon no dijo nada respecto a que, gracias a él, no había víctimas civiles involucradas en los
tiroteos o cosas similares. Damon siempre pensaba en la seguridad de los demás. Juntos,
queríamos crear un lugar más seguro para todos, aun cuando utilizábamos medios y formas que no
iban conforme a la ley.
—Así es —apoyó Griffey. Lógicamente, los irlandeses tenían más conflictos internos que
externos, por lo que entendían bastante bien la ira de Damon hacia su hermano. Por otro lado, los
japoneses dudaban, pues para ellos el respeto y la cortesía ocultaba la mayoría de las traiciones.
Yuki puso los codos sobre la mesa y apoyó la barbilla entre sus manos.
—No estoy hablando de tu hermano, sino de tu pequeña.
Los ojos de Damon se entrecerraron. Acribilló a Yuki con la mirada por meter a Zoey en el
juego. Zoey era fuerte, no había dudas de ello, pero no estaba hecha para todo esto.
Quise intervenir por mi hermano, pero él me lo impidió.
—Sería mejor que no dudaras de mi competencia —gruñó Damon. —Pero no tendrás que
hacerlo, porque estoy fuera de toda esta mierda.
Mi suspiro se perdió entre el murmullo de voces que Damon había incitado.
—No puedes irte al carajo, así como así —bramó Stanley Griffey.
Incluso Yuki, que siempre ocultaba sus sentimientos, si es que realmente tenía alguno, lucía
preocupada bajo sus rígidas expresiones faciales.
Damon esperó a que todo volviera a la calma antes de explicarse.
—David continuará manejando a los Alfas tan bien como yo. Él ha sido mi confidente más
cercano desde el primer día y contribuyó al éxito de los Alfas tanto como yo.
Entonces ahora era oficial. Yo era el líder de los Alfas.
¿Alguna vez mencioné que estaba completamente feliz de ser el Número Dos? Tenía todos los
derechos, pero significativamente menos responsabilidad. De ahora en adelante, todos los malos
juicios caerían sobre mí.
Era muy pesado llevar la corona que tomaba todas las decisiones.
La corona que Damon me dejaba era negra, retorcida y pesaba una tonelada.
Volvió el bullicio.
—Pensé que sería más fácil —me susurró Damon.
—¿Qué esperabas? ¿Una fiesta de despedida con cupcakes y zumos en vasos de Mi pequeño
pony?
—Jódete.
—Cuidado con la boquita, que estás hablando con el líder de los Alfas —dije sonriendo.
—Jódete dos veces —gruñó Damon frotándose las sienes.
—Podrías haber esperado hasta que capturáramos a Patrick para retirarte —dije.
—No. Es buen momento. Aunque las dudas no están justificadas, permaneces en la sala. Es la
única manera de disiparlas.
Gruñí. Por supuesto que las dudas encajaban perfectamente en el plan de Damon, así podía
retirarse, o al menos eso se decía a sí mismo. Sin embargo, yo sabía que Hells Kitchen estaba
metido en su piel más profundamente de lo que él creía. El tatuaje en su muñeca, y que todo Alfa
tenía, era la mejor prueba de ello.
—Deberías decir algo —sugirió Damon, y asentí.
Me puse de pie y en cuestión de segundos reinó un silencio sepulcral dentro del Dark Room.
—Nada cambia en nuestro plan solo porque ahora yo soy el líder.
Murmullos de aprobación. Bien. La mayoría de estas personas me conocían desde el primer día
de los Alfas.
—Iremos tras el Godfather hasta atraparlo. Destruiremos su organización hasta el último
hombre.
Pude contenerme en los últimos minutos, antes de mencionar el reparto del botín. Godfather
tenía cuentas por todo el mundo, ¿y quién sabe qué tesoros se escondían en el casino? De haber
mencionado sus posesiones, podría haber provocado una discusión que probablemente terminaría
en un tiroteo.
Dean y Chase habían trabajado con Damon durante días, pues querían el casino sobre todas las
cosas. Incluso habían convencido a Dex, a quien no le importaban una mierda esos asuntos.
—Buen plan —dijo Yuki Asai y brindó hacia mí con su copa de agua—. Los Golden Dragons
están contigo. Por el nuevo líder de los Alfas.
Cuando una mujer levantaba su copa, sobre todo si se trataba de Yuki Asai, todos los hombres
la seguían; juntos, todos brindaron por mí.
Con ello, concluía la discusión; yo era el nuevo líder de los Alfas. Caso cerrado.
Discutimos brevemente los detalles, quién tomaría qué puestos y posiciones en la lucha contra
Patrick Payne, el bastardo más grande de la nación y con ello finalizó la parte oficial de nuestra
reunión. Mientras los irlandeses continuaron bebiendo, los japoneses gradualmente fueron
abandonando la sala.
Damon se sentó en el bar y quise seguirlo, cuando Yuki me detuvo.
—No me dijiste ni una palabra —dijo con una mirada de reproche.
—Así es —respondí.
Nuestras conversaciones nunca eran muy largas, pues no teníamos mucho que decirnos. Esa era
una de las razones por las que me agradaba Yuki. Otra razón era su indiferencia hacia mí. Yuki le
hacía ojitos a la mayoría de los hombres, pura estrategia sin interés sexual, pero cuando descubrió
que a mí me impresionaría con lo contrario, nos convertimos en buenos socios comerciales.
—Nos vemos por la noche —asentí y traté de continuar mi camino hacia el bar, pero la mano
de Yuki en mi hombro me detuvo. Su mano se sentía pesada como un mazo.
—No parece que vayas a aguantar ni siquiera un asalto.
Realmente yo también había pensado lo mismo antes. Lástima que ahora me sentía como un
maldito acosador por esperar junto a la puerta con Dex, mientras veía a Zoey y Lory sentadas en
Bettys Diner. Había notado cada pequeño y jodido movimiento, mientras su piel brillaba
fascinantemente bajo la luz roja de la luminaria fluorescente.
—Voy a pelear —susurré. Luego dejé a Yuki y me senté en el bar. Era el último trago que
tomábamos juntos antes de que subir al maldito avión. Noté que no podía esperar por despegar y
dejar Hells Kitchen.
—Tráenos el mejor whisky que tengas —dije y John sacó una vieja y fina botella de debajo del
mostrador.
Él me hizo un gesto en busca de aprobación y luego sirvió el whisky en dos vasos que empujó
hacia nosotros. No tenía idea de dónde había sacado Damon a este tipo tonto y neutral, pero a John
Doe le podías decir cualquier secreto picante y se lo guardaría para sí mismo.
Brindé con él y luego con Damon.
—Tus primeras jodidas vacaciones —dije.
—Mis primeras jodidas vacaciones y el nuevo Número Uno —correspondió Damon.
Impresionado por el sabor, agité el whisky en el vaso. Picante y aromático, justo como me
gustaba.
Damon bebió el fino licor de un solo trago, suspiró y dejó el vaso sobre la mesa.
—Hay otra cosa de la que necesito hablar contigo.
—¿Ah sí? —arrugué la frente. Que Damon se haya guardado esto hasta el final no podía
significar nada bueno. Esperaba que tan solo se tratara del deslumbrante diamante de cinco
quilates que el idiota había estado llevando encima desde hacía semanas, para estar preparado
cuando llegara el momento perfecto. Desde que vi el anillo, no había perdido oportunidad de
burlarme de él. Carajo, Damon Payne, ¿un marido? Lo único que faltaba es que trajera niños a
casa.
Damon pidió un segundo whisky.
—Necesitas cuidar de la seguridad de Lory.
—Naturalmente. Los Alfas siguen tus instrucciones.
—No. Tú necesitas cuidar de la seguridad de Lory.
Se me hizo un nudo en el estómago, pues temía que Damon dijera algo así.
—Mierda, no —susurré.
Damon me miró con seriedad. Conocía esa mirada y no traía nada bueno. Miré tras de mi
hombro para verificar que nadie estaba suficientemente cerca como para escuchar. Despejado.
—¿Acaso sabes algo que yo no sepa? —pregunté por lo bajo.
Damon negó con la cabeza. —Para Zoey, Lory es como su familia, por eso quiero que tú la
protejas.
—¿Y qué hay de Dex? —pregunté. Dex era un veterano de guerra y en poco tiempo había
presenciado más mierda de la que yo había visto en toda mi vida. Si alguien podía ser
guardaespaldas, era él.
—Conoces a Patrick mejor que nadie; sabes cómo piensa. Conoces secretos que nadie más
sabe.
Damon me miró con complicidad e inmediatamente supe de qué secreto estaba hablando. Este
secreto en algún momento nos salvaría la vida o nos llevaría a la tumba.
—No puedo.
No había forma, tenía que negarme. Quizás fuera el Número Uno de los Alfas, sin escrúpulos y
frío como hielo, pero cuando Lory estaba cerca, no sentía nada más que debilidad en mí ser. Ella
era mi kriptonita, mi rayo de sol, mi bala de plata, ella era mi única debilidad. Lory estaba mejor
con otros Alfas que pudieran pensar con más claridad en su presencia. Por otro lado, en este
estado yo era un peligro para todos.
—Te estoy pidiendo un favor —dijo Damon fríamente.
Maldito cabrón.
Le arrojé una mirada gélida. —¿Realmente es tan importante?
—Sí.
Antes de siquiera pensar en cumplir el deseo de Damon, pedí un segundo whisky.
Para la mayoría, yo era un hijo de puta helado e impredecible, pero eso era tan solo una de las
máscaras que portaba. Con la presencia de Lory, me sentía realmente tan impredecible como los
repentinos sentimientos que tenía por ella.
Carajo, cuando la salvamos del adlátere de Godfather no había nada que yo más quisiera hacer
que encerrarla en una jaula dorada para que nadie pudiera siquiera tocarle el cabello. Tenía
sentimientos por Lory y por eso la odiaba. La odiaba por no rebotar en mi capa de hielo, como
hacían todos los demás.
Entonces me di cuenta de que nunca sería capaz de perdonar a mis hombres si caían en alguna
de las trampas de Patrick y le pasaba algo a Lory.
Carajo, yo mismo tenía que proteger a Lory, no había otra manera.
Jódete, Damon.
—Está bien, lo haré —suspiré y levanté mi vaso para que John Doe me sirviera otro whisky.
Antes de poder beber, Damon sostuvo mi vaso.
—El alcohol no aturde, preserva.
—Eso espero —gruñí y con una sonrisa bebí el picante y dulce licor.
No me importaba si el alcohol preservaba todo el enfado, todo el odio y cada pequeña
molécula de ira con tal de distraerme de los sentimientos que estaban profundamente adormecidos
dentro de mí.
—A partir de mañana Lory no se separará de mi lado. —Mi voz se escuchó extraña al decir
conscientemente decir esas palabras en voz alta.
Damon asintió a modo de aprobación. —Gracias.
Carajo. Era probable que Yuki perdiera mucho dinero hoy pues no había forma de poder llevar
a Lory al Club de Lucha, lo que significaba que todas mis peleas de hoy se irían a la mierda. Todo
por Damon, quien me arrinconó utilizando a su favor mis sentimientos por una chica que no
pertenece a mi mundo. Y por el jodido hermano de Damon, quien nos había ocasionado todos los
problemas.
Capítulo 5 - David

Cuando mi oponente cayó al suelo, todo el cuerpo me temblaba de dolor. Uno de los luchadores
estrella, un hombre al que todos conocían como El Ruso, había recibido una jodida cantidad de
golpes y repartido muchos más.
La multitud a mi alrededor gritó y vitoreó con entusiasmo; los que habían apostado en mi contra
me miraban atónitos.
Vaya, yo tampoco hubiera pensado que seguiría de pie después de tres rondas y sobre todo
después del ruso. Desafortunadamente, los golpes no habían durado tanto como me hubiera
gustado. Sin los rápidos puñetazos, los pensamientos de los que huía, como un campeón mundial,
regresaban de inmediato.
Joder, necesitaba más. Tanto como fuera necesario para que alguno de esos idiotas lograra
noquearme, finalmente. Justo eso es lo que necesitaba ahora.
Asentí a Yuki, quien negó con la cabeza, por lo que asentí aún con más firmeza. No se permitió
impresionarse por mí, sino que se dio la vuelta abriéndose paso entre la multitud. Pronto la perdí
de vista, pero aún podía verla al ver que la multitud se dividía para dejarla pasar.
¡No me jodas!
El organizador me miró expectante, pero negué con la cabeza y salí del ring improvisado, lo
cual no les agradó a mis recién ganados fans. Me daba igual, pues en dos minutos esos mismos
idiotas traicioneros serían fanáticos del siguiente peleador y luego ni siquiera recordarían mi
nombre.
Me costó toda la energía que me quedaba caminar sin tambalearme. Estos idiotas debían seguir
creyendo que yo era invencible.
Encontré a Yuki, apoyada en la barra y pidiendo una copa. No era particularmente glamuroso,
pero el licor que tenían los Brothers era barato y hacía su función.
—Estás buscando morirte, ¿no? —preguntó Yuki sin el mínimo asomo de un sentimiento.
—No —gruñí y me limpié el sudor que me quemaba en la herida de la frente. No estaba
suficientemente desesperado como para colgarme del cuello.
—Bien —Yuki se comió la aceituna que flotaba en su copa, pero no tocó el alcohol.
—Realmente no te importa si mi instinto de supervivencia aún funciona, ¿o sí? —pregunté.
—No —respondió sonriendo por primera vez en toda la noche.
No, naturalmente que no.
Apreciaba su honestidad, pero no pude evitar tocarme el pecho.
—Auch, eso duele.
Yuki exploró de arriba abajo a mi maltratada persona.
—Seguramente no tanto como el resto de tu cuerpo.
—Más de lo que me gustaría —dije, tomando su Dirty Martini y bebiéndolo con naturalidad.
—Oye, aquí entre nosotros… —comenzó a decir Yuki acercándose más a mí para poder hablar
en voz baja. —¿La renuncia de Damon es parte de algún plan secreto?
Entrecerré los ojos.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Me sorprende que haya sido tan de repente.
Cierto. Zoey también había aparecido repentinamente entre nosotros y lo había cambiado todo.
Yo no le había dirigido ni una palabra desde que Damon anunció que se retiraría. No la odiaba –
mierda, había salvado la vida de Chase– pero me molestaba el hecho de que su influencia sobre
Damon fuera tan grande. Aún más grande que la mía, a pesar de que habíamos sido como
hermanos por más de una década. Damon era la familia que yo no tenía.
—No solo a ti —dije—. Créeme, no estoy muy ansioso de ser el Número Uno.
Yuki abrió mucho los ojos. Naturalmente, en nuestro entorno había más poder, más respeto y
honor, pero yo no me interesaba por nada de eso. Lo único que me interesaba eran los Alfas, la
paz de Hells Kitchen, de la que nos ocupábamos.
—¿Qué tienes que objetar en contra de tener más poder?
—Si algo se va al carajo, toda la mierda caerá sobre mí sin escrúpulos.
—Olvidas que somos tan poderosos que podemos cambiar la dirección del viento cuando
queramos.
—Uhmm —gruñí mientras veía la siguiente pelea por el rabillo del ojo. Aún tenía la mirada
borrosa, pero no había mucho que ver de todas formas. Dos principiantes cuyo encuentro parecía
el juego del pilla pilla más que una pelea de artes marciales.
—No has respondido a mi pregunta —la voz de Yuki, femenina pero poderosa, cortó el
silencio cual catana recién afilada.
—Si fuera una estrategia secreta, no la delataría —repliqué.
—Estrategia o no, espero que sepas lo que estás haciendo.
Suspiré ruidosamente. —Yo también los espero.
Uno de los Dragons se nos acercó y esperó a que Yuki lo llamara con la mano. Nadie se le
acercaba a más de cinco metros sin que ella diera permiso. Se aproximó a Yuki, le susurró algo al
oído y él levantó la ceja izquierda.
—¿Estás seguro? —preguntó ella y él asintió.
Yuki dijo algo en japonés y el informante se fue tan rápido como había llegado. Me escrudiñó
encarecidamente con sus ojos marrón oscuro.
—¿Qué? —pregunté.
—Ven conmigo. —Aunque Yuki llevaba unos tacones increíblemente altos, tuve problemas
para seguirla. Cuando estuvo cerca de su coche, parpadeó.
—Puta mierda, ¿qué pasa?
—Dice que están planeando el asesinato de vuestra principal testigo.
¿Lory? ¡Carajo!
Tomé a Yuki por los hombros y la obligué a mirarme.
—¿Cuándo? ¿Dónde?
—No lo sabe. Solo sabe que están planeando algo —respondió Yuki. —Sube.
Miré a Yuki con seriedad y luego negué con la cabeza. —Voy por mi cuenta.
—Apenas puedes mantenerte en pie y mucho menos caminar sin parecer un marinero borracho.
Falso. Mi corazón bombeaba la adrenalina tan rápido a través de mis venas que podía pensar
con total claridad. Había desaparecido todo el dolor que arrastraba en el cuerpo.
—Soy más rápido que tu —le dije y subí a mi coche. Sí, Yuki tenía un coche deportivo
increíble, pero yo conocía el camino al apartamento de Lory. Utilizar el mapa de navegación nos
costaría muchísimo tiempo. Tiempo que quizás no teníamos.
—Te mataré si te paras en un semáforo en rojo —dijo Yuki.
—Diles a tus informantes que necesito más detalles.
Yuki asintió y arrancamos pisando el acelerador a fondo.
De aquí al apartamento de Lory quizás serían veinte minutos, eso si seguía acelerando a fondo
y si continuaba ignorando las normas de tránsito y los semáforos.
Utilicé la marcación rápida para contactar con Lory y advertirle, pero no tuve éxito. Me di por
vencido cuando me envió al buzón por tercera vez. ¡Carajo! Sentía el pulso en la garganta.
¿Y ahora qué?
Instintivamente quise llamar a Damon, hasta que recordé que estaba fuera. Por tanto, utilicé la
marcación rápida para hablar con Dex. No contestó.
Mierda, ¿dónde estaban todos?
Al salir a la avenida principal ya no podía concentrarme en conducir y llamar por teléfono al
mismo tiempo. Tenía que girar frecuentemente o adelantar a los taxis que me bloqueaban el
camino.
Hells Kitchen pasaba corriendo a mi alrededor. Todas las luces de la ciudad se unificaron en
una sola fuente luminosa.
Maldición. Realmente debería haber estado junto a Lory, no en el Club de Lucha. Damon me
mataría si rompía mi promesa. Joder, no. Me mataría el mero hecho de saber que había fallado.
Tenía una sola responsabilidad, proteger a Lory, e incluso antes de asumir la tarea, ya había
fallado.
¡No! Cambié de velocidad y el motor rugió.
Durante todo el camino me decía que llegaría a tiempo para evitar lo peor. Y, por Dios, si
alguien le tocaba siquiera un cabello a Lory, lo seguiría hasta el infierno. Nadie, maldición, ¡ni
una sola maldita persona, tocaba a Lory sin mi permiso!
Aunque pensaba que los sentimientos eran una debilidad, en estos momentos dejé que todo
fluyera, pues mi preocupación por Lory alimentaba mi ira, y entre más furioso estuviera, más
peligroso me volvía. Nadie podría interponerse en mi camino, pues era invencible.
Era una bestia, ya lo había demostrado en el Club de Lucha.
Era un maldito monstruo, eso también podían confirmarlo todas las personas que yo había
interrogado para Damon.
Frené bruscamente frente al apartamento de Lory. No sabía qué era peor; si el potente olor a
neumático quemado o el doloroso chirrido que corrompía la quietud de la noche. Salí del auto
empuñando mi Beretta y verifiqué el perímetro. Inmediatamente dos Alfas saltaron de su coche y
miraron mi arma desconcertados.
—¿Qué pasa, David?
—Acaban de joder su trabajo, eso es lo que pasa —gruñí. —¡Trae a todos los que puedas
localizar!
Sin esperar una respuesta, irrumpí en el edificio de Lory. A pesar de que estaba en un barrio
tranquilo, se veía bastante jodido. El suelo estaba sucio y los tapices de las paredes estaban
descarapelados. No era un sitio para un ser tierno e ingenuo como Lory.
Subí los escalones de tres en tres, que crujían con mi peso. El apartamento de Lory estaba en el
cuarto piso. Su puerta estaba cerrada y no me tomé la molestia de tocar el timbre. Me puse en
acción y deliberadamente abrí la puerta de una sola patada.
Maldición, eso había sido demasiado fácil. ¿Por qué Lory no estaba en alguna de nuestras
casas de seguridad? En esta propiedad definitivamente ella no estaba segura y, si no era
Godfather quien la atrapaba, sería el tétanos.
—¿Lory? —llamé a través del pequeño apartamento.
Silencio.
La luz intermitente del pasillo daba un poco de iluminación a la cocina y a la sala de estar.
Lory no se veía por aquí, así que debía seguir en su habitación. Cargué mi Beretta y puse la mano
en el pomo de la puerta. Tenía los músculos tensos y se agudizaron mis sentidos. Maldición,
estaba listo para enfrentarme a cualquier cosa que estuviera al acecho detrás de la puerta. Un
asesino, cinco asesinos, Godfather, daba igual. Me enfrentaría a un ejército completo si tuviera
que hacerlo.
Contuve la respiración durante tres segundos para escuchar. Silencio absoluto. No estaba
seguro de que fuera una buena o mala señal.
De repente sentí un punzante dolor de cabeza, tan potente, que tuve que sostenerme las sienes.
Joder, ¡ahora no!
Mi visión se desvaneció seguida de un agudo zumbido. Me sentí tan enfermo que se me
revolvió el estómago. ¿Acaso el Club de Lucha me estaba pasando factura? ¿O era mi miedo por
Lory, manifestándose?
Forcé a mi cuerpo a seguir luchando en abrir la puerta.
Se me cortó la respiración cuando vi a Lory recostada en la cama, inmóvil. Estaba pálida, su
pecho no se movía y estaba completamente en silencio.
Originalmente, había querido proteger a Lory con mi distanciamiento, pero en este momento me
arrepentía de haberla rechazado una y otra vez.
Salté a la cama y sacudí a Lory por los hombros.
—Despierta, puta mierda. ¡Despierta!
Su suave piel estaba fría. Más fría de lo que debería estar.
Puta madre.
Por primera vez en realmente mucho tiempo le recé a Dios esperando que mis plegarias fueran
escuchadas, aunque tuviera que enviarlas personalmente desde mi infierno.
Capítulo 6 - Lory

Una fuerte sacudida y después una voz áspera me arrastraba a través de la niebla que me
envolvía.
¿Qué había sido eso? Me había tomado siglos y tres pastillas finalmente encontrar refugio bajo
el velo del sueño. Ni siquiera Joel podría encontrarme aquí, a pesar de que sus sombras me
acechaban por todas partes.
—¡Despierta! —la gruesa y ronca voz parecía familiar y contuve el aliento cuando pude
escucharla con más claridad. Era David. ¿Cómo había llegado hasta aquí?
Podía sentir sus manos sobre mi piel y tuve escalofríos, pues significaba que no estaba
soñando. Torpemente abrí los párpados y miré a David directamente a los ojos. Estaba inclinado
sobre mí y sus ojos brillaron cuando se encontraron con los míos.
Disfruté el calor que su cuerpo irradiaba al estar tan cerca del mío. Yo solo llevaba ropa
interior y el aliento de David se entrecortó.
—¿David? —pregunté en un murmuro.
Sus labios estaban tan cerca de los míos que casi podía saborearlos. Cielos, olía muy bien.
Limón y whisky ahumado. El olor estaba mezclado con cierto aroma metálico, pero estaba
demasiado confundida como para definirlo.
Mi corazón latía más rápido conforme su boca se acercaba más a mí. Justo antes de que
nuestros labios se tocaran, dio un fuerte gruñido y saltó al otro extremo de mi habitación. Tan solo
quedó su aroma, su calor y el deseo de un beso.
—Mierda, no puedes tomar pastillas para dormir —me espetó David.
—¿Te has vuelto loco? —contesté.
David tomó el paquete medio vacío y lo examinó cuidadosamente.
—¿Cuántas te has tomado?
Sí, tomaba pastillas para dormir, pero sin ellas no podía tener un sueño tranquilo. Desde que
Zoey y Damon me habían rescatado de las manos de Joel, con la falta de sueño fácilmente me
ponía paranoica. Desde entonces no había tomado ni una sola gota de alcohol, y cuando salía con
Zoey y perdía de vista mi bebida, no volvía a tomar otro trago por miedo a que alguien le hubiera
metido algo… como hacía Joel.
—Lory, responde —gruñó David.
—Eso no es de tu incumbencia —lo fulminé con la mirada, furiosa. ¿En qué estaba pensando
David al aparecerse aquí para interrogarme?—. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
—Tu puerta no es que sea realmente a prueba de balas —dijo David—. Estoy seguro de que
cualquiera a menos de tres cuadras escuchó el golpe en tu puerta.
Resoplé con fuerza. —¿De qué estás hablando?
David había irrumpido en medio de la noche para culparme por descansar de todo el caos que
me rodeaba y amenazaba con romperme por dentro.
Me temblaban las manos de la ira y quería levantarme para golpear a David, pero todavía tenía
las piernas adormecidas.
—Pensé que estabas muerta cuando te vi ahí tirada —suspiró David.
No esperaba eso. Mi ira desapareció instantáneamente. ¿Por qué habría pensado eso David?
—Estoy viva. Y estoy bien —dije.
—Los dos sabemos que estás mintiendo.
Mi enojo volvió, pues David había visto a través de mis mentiras. ¿Cómo lo supo él? Apenas
nos habíamos dirigido unas palabras, sin embargo, parecía como si conociera mis secretos más
profundos. ¿Acaso también sabía que cada sonrisa mía era fingida?
—¿Qué haces aquí? —cambié de tema sin responder. No podía ganar esa discusión. David me
examinó de arriba abajo. Tan solo entonces me di cuenta de que estaba semidesnuda y sentada
frente a él. Tomé la manta y me tapé el torso, a pesar de que hacía rato que David ya me había
visto.
—¿Tú qué crees? Estoy aquí por ti —susurró él.
—Podrías haber tocado el timbre en lugar de entrar de esta manera.
—Todos a menos de tres cuadras de distancia me escucharon derribar tu puerta.
Me detuve y lo miré con los ojos muy abiertos. —¡¿Derribaste mi puerta?!
Lentamente desapareció la expresión preocupada de David y volvió a ser Don Inalcanzable.
—Este apartamento no es seguro —dijo David con seriedad.
—Ahora que has arrancado mi puerta, ciertamente ya no lo es.
Enfurecido, David se pasó una mano por el corto y castaño cabello. —Mierda, ¿crees que todo
esto es un juego?
Aparté la manta y me puse de pie de un salto, furiosa, y lo acorralé contra la pared.
—¡Estoy segura de que no lo es!
¿Cómo se atrevía a decirme eso?
Estaba muerta de miedo, ya no confiaba en nadie en el mundo, ¡incluso le mentía a mi familia!
¿Y por qué? Porque no podía permitirme tener ninguna debilidad. Ni siquiera me atrevía a admitir
mis miedos. Joel no merecía tener tanto poder sobre mí. Él estaba en la cárcel. Caso cerrado. Al
menos intentaba decirme eso a mí misma.
Pero no importaba qué tan asustada estuviera, no podía dejarme guiar por ello. El mundo
seguía girando y yo no tenía más remedio que seguir girando con él.
Golpeé una vez más el torso de David, quien ni siquiera se inmutó. Que ni siquiera intentara
esquivar mis golpes fue la gota que derramó el vaso.
—¡Eres un maldito idiota!
Me sostuvo la mirada, pero no dijo nada.
Unos pesados pasos resonaron en el dormitorio. De repente todo mi departamento estaba
repleto de Alfas mirando con curiosidad mi dormitorio. Estaba oscuro, pero estaba segura de que
habían visto lo suficiente como para avergonzarme.
David reaccionó inmediatamente haciéndome a un lado, cerrando la puerta y presionando el
interruptor de la luz. Mis ojos, acostumbrados a la oscuridad, ardieron brevemente.
Bajo la iluminación podía ver con claridad el rostro de David. Le corría sangre fresca por la
frente. Entonces de ahí venía el olor metálico.
—¿Estás bien? —pregunté examinado su herida.
—Todo bien —gruñó David frotándose los puños, que también estaban lastimados.
¿Por qué se hace esto?
No podía ser sano canalizar todos sus sentimientos en peleas. Pero ¿qué sabía yo respecto a
lidiar con los sentimientos? Yo tampoco lo hacía bien.
—Vístete y ven conmigo —dijo David.
—¿Por qué?
—Porque aquí no estás segura —gruñó.
El corazón me latía de forma salvaje contra el pecho.
Al escuchar a David supe cuán grave era la situación y, yo no quería eso. Yo quería vivir una
vida normal, hacer cosas normales y preocuparme por problemas normales. ¡La mafia, los tiroteos
y los secuestros no eran parte de eso!
Quería seguir siendo lo suficientemente ingenua como para creer que estos problemas
desaparecerían si continuaba ignorándolos.
Crucé los brazos frente a mi pecho. —Me quedaré aquí.
—No puedo permitirte hacer eso.
Su ceño fruncido me dejó claro que no tenía sentido discutir y, en lugar de protestar, lo miré
fijamente a los ojos.
—¿Por qué estás aquí?
David suspiró ruidosamente y se frotó la nuca.
—Porque estás en peligro, joder.
—Eso no te había molestado en las últimas semanas —dijo con amargura.
De pronto, David me agarró y me presionó con fuerza contra la pared más cercana.
Sus ojos brillaban oscuros, su aliento era rápido y me sostenía con tanta fuerza que dolía.
Nunca lo había visto tan enfurecido.
—No tienes ni idea, niña.
Cierto. No tenía ni idea. No sabía qué quería exactamente, ni porque me odiaba… y, al mismo
tiempo, quería llevarme a otro lugar. ¡Nada tenía sentido, en lo absoluto!
—Entonces explícamelo —susurré.
—Tengo que protegerte —gruñó como una bestia. Sus palabras estaban llenas de desprecio y
se me clavaron profundamente en el corazón.
Ahora no solo conocía su lado inalcanzable, sino también su bestia interior. Me pregunté si
existía un David intermedio y si alguna vez lo vería de frente.
—No tienes que hacerlo.
—Mierda, sí. —Me miró desesperado y odié el hecho de poder provocar esos sentimientos en
David. Desesperación. Odio. Enfado.
—No necesito un caballero andante —dije tan fuerte como pude, mostrándole a David la
salida. ¿Tenía que protegerme? Claro, ¡si ni siquiera podía estar dentro de la misma habitación
que yo! No sabía por qué me odiaba, pero le daba la oportunidad de alejarse de mí. Finalmente
me daba cuenta que nosotros dos jamás funcionaríamos.
Los puños de David me apretaron los hombros con aún más fuerza. Utilizó todo su cuerpo para
presionarme contra la pared.
—No soy ningún caballero andante, ni tampoco un maldito príncipe en un corcel —me aseguró
David.
Apenas podía concentrarme, pues nuestros rostros estaban muy cerca. Aunque no quería
hacerlo, sentía el deseo de probar sus labios.
Él era peligroso.
Arrogante.
Inalcanzable.
Y, sin embargo, estaba tan cerca de mí que ya no podía apartarme de él.
—¿Entonces qué eres? Derrumbaste mi puerta porque creíste que estaba en peligro.
Dios mío. Los ojos de David se oscurecieron tanto que pude ver mi reflejo en ellos. Él dudo
por un momento.
—Estoy aquí porque le hice una promesa a Damon —dijo David con la voz ronca, mientras sus
labios se acercaban aún más. Aunque su rostro era inflexible como una piedra, identifiqué su
mentira de inmediato porque no podía mirarme a los ojos. La promesa era una excusa barata para
lo que David quería negar desde el principio. Él no estaba aquí por una estúpida promesa, sino
por mí.
—No es así —dije mirando sus labios. Cuando se percató de que estaba a punto de besarme,
apartó la cabeza y me soltó.
Dios, los dos estábamos tan perdidos… yo, porque –por miedo –no podía mirar a los ojos a la
realidad del peligro, y David, porque negaba los sentimientos que ya no podía ocultar.
—¿Tienes idea de lo problemática que eres para mí? —me preguntó David lleno de desprecio.
—Tú tampoco eres de lo mejor —contesté resoplando. —¡Tú y tu arrogancia y tu actitud de
inalcanzable! Es imposible conocerte.
—Bienvenida a la realidad. Finalmente lo has entendido.
Estábamos furiosos y decíamos cosas que realmente no creíamos, pero era bueno poder
desahogarme. Mientras la ira me mantuviera ocupada, el miedo no tendría oportunidad.
David me miró con odio, como siempre, pero esta vez vi la fachada agrietada de su máscara.
—Tenemos que irnos. En serio, este maldito lugar no es seguro y Damon me matará si nos pasa
algo.
¿Por qué David irrumpía en mi apartamento a media noche y me insistía en huir en medio de la
niebla?
Inspeccioné a David nuevamente. Su herida seguía sangrando levemente y todo su cuerpo
temblaba. Debía haber venido directamente desde el Club de Lucha. En la sala, los Alfas
retumbaban como una manada de elefantes salvajes y de vez en cuando se escuchaba el
característico clic de un arma cargada. Todos estaban en silencio y creaban una atmósfera tan
tensa que parecía a punto de estallar.
Algo había sucedido y me dio miedo. Tanto miedo que de pronto ya no podía moverme.
—Bueno, muévete —gruñó David, pero no podía. —Mierda, tu terquedad nos matará a los dos.
David se quitó su chaqueta de cuero, me la puso y me cargó como si fuera un saco de patatas.
—Bájame —protesté, pero David ignoró mi petición.
¿Había algo más humillante que ser llevada así, semidesnuda? Sí. Ser llevada así,
semidesnuda, hacia los otros Alfas. Apreté los puños y golpeé la espalda de David, pero apenas
se inmutó.
—Si no te quedas quieta te ataré, ¿entiendes?
¿Cómo podía cargarme después de estar tan golpeado?
—Ya hemos perdido demasiado tiempo —suspiró David. Con paso ágil corrió escaleras abajo,
seguido de cerca por los otros Alfas.
¿Acaso escuchaba miedo en la voz de David? Me sentí mareada. Sí, era un miedo genuino.
David no era del tipo que demostraba miedo fácilmente, eso me quedaba claro. Sin embargo, mi
corazón dio un brinco por el hecho de que David sintiera algo más que odio e ira hacia mí, aun
cuando las circunstancias fueran terribles.
Capítulo 7 –David

Mierda, ¿qué estoy haciendo aquí?


Tiré la colilla al suelo, la pisé, e inmediatamente encendí otro cigarrillo. Ante la mirada crítica
de Dex, le acerqué el paquete. —¿Uno?
Él lo rechazó. —No sobreviví a la guerra para morir de cáncer de pulmón.
Sin hacer comentarios, me llevé el cigarrillo a la boca. Dex nunca hablaba de lo que había
visto en Medio Oriente, y nadie lo culpaba por ello.
Maldición, no deberíamos estar aquí parados.
Se suponía que Lory debería estar encerrada en la villa o atada dentro del maletero de mi auto,
no trabajando.
En cambio, Dex y yo jugábamos al guardaespaldas para la chica más terca que jamás había
conocido.
Llevaba semanas pensando por qué ella me presionaba tanto. ¿Acaso era mi castigo personal
impartido por alguna sádica deidad? ¿Mi castigo por toda la mierda que había hecho? ¿Una
prueba?
Lo que sea que fuera Lory, su naturaleza era rebelarse contra mí. En el fondo, yo la admiraba
por su fortaleza. Era una chica sencilla que, de pronto, debía enfrentarse a monstruos como yo y
aun así no se dejaba quebrantar.
Quién sabe, pero quizás si yo hubiera tenido esa misma fuerza, me habría convertido en
abogado, doctor o director ejecutivo de alguna empresa.
—Deberías fumar menos —dijo Dex.
—Créeme, sin esto ya habría explotado hace mucho. —Miré a través del amplio cristal, hacia
el interior de la clínica. Lory estaba de pie entre Ángel y la puerta y hablaba con una mujer que
tenía un gato en brazos.
Dex me miró. —Si dejas de actuar como un completo imbécil, ella dejará de hacerte hervir la
sangre.
Di una larga calada a mi cigarro, hasta que el áspero humo en mis pulmones me provocó un
ataque de tos.
—Entonces ella debe dejar de actuar como si fuera indestructible. Godfather –el jodido
Godfather– está detrás de ella y a Lory le importa una puta mierda.
—Tiene miedo. Y las niñitas con miedo luego hacen cosas raras.
—¿Ahora eres experto en mujeres o qué? —Naturalmente, Dex tenía razón, pero no quería
escuchar lo que tenía que decirme al respecto. —Ni siquiera has tocado a una mujer en los últimos
cinco años.
Carajo, hoy todos se estaban volviendo locos. Mi provocación realmente debería haberle
hecho desear golpearme directamente a la cara, pero se limitó a mirarme seriamente.
—Cuando te follas a una mujer con la mirada también debes esperar su aprobación.
—No me he follado a Lory con la mirada ni una sola vez —gruñí.
—Por supuesto que no. —Era difícil pasar por alto el sarcasmo en su voz.
—¿Hay noticias de Dean o Chase? —pregunté para cambiar de tema.
—No. Ni los Brothers ni los Dragons tienen noticias. Y el informante de anoche todavía no ha
vuelto. Yuki está trabajando en ello.
Ya podía imaginar cómo estaba trabajando Yuki en ello, clavándole palillos debajo de las uñas
a todas las personas sospechosas hasta obtener sus respuestas.
—Espero que pronto. Odio no estar preparado.
—La probabilidad es baja, pero también podría ser una falsa alarma —dijo Dex. Su mirada
recorría la calle una y otra vez para vigilar a los transeúntes que pasaban.
Cuando Dex estaba en labor, siempre analizaba su entorno con detalle, un viejo hábito de
veterano que frecuentemente nos había salvado el culo.
—Yo confío en Yuki —dije, sin dudarlo—. Y conozco a Godfather lo suficiente como para
saber que está planeando algo. Hay algo en el aire, estoy seguro. Incluso puedo saborearlo.
Dex asintió. —Tienes razón, definitivamente hay algo en el aire.
No tenía idea de qué estaba haciendo el hermano de Damon, pero estaba seguro de que quería
liberar a su pequeño revoltoso para que no hablara. La forma más sencilla era liberarse de Lory,
pues ella era la testigo principal del caso, pero eso tan solo sucedería por encima de mi cadáver.
Damon y Zoey también habían visto todo, naturalmente, pero no podían decir nada sin inculparse a
sí mismos o a los Alfas.
Dex respiró hondo. —Cuando toda la mierda se solucione, necesito un descanso. Estoy
agotado.
Le di una palmada a Dex en el hombro.
—Todos lo estamos.
Sobre todo, Damon, quien no había tenido ni un solo maldito día de descanso desde el primer
día de los Alfas. Aun cuando odiaba admitirlo, quizás lo había juzgado demasiado pronto. Si
alguien se merecía un descanso era Damon, quien finalmente había encontrado un refugio gracias a
Zoey.
—¿Qué hacen Dean y Chase? —pregunté.
No los había visto desde el encuentro en el Dark Room.
—Todavía están investigando el casino.
—Chase quiere adueñarse del territorio.
—Tener bajo la mira a todos los demás sospechosos es una buena manera de estabilizar Hells
Kitchen.
Dean y Chase, un par de carismáticos, realmente habían logrado poner a Dex de su lado.
—Eso, o nos explotarán los tímpanos.
Dex cruzó los musculosos brazos frente a su fornido pecho.
Joder, este tipo era todo disciplina y músculo. —Primero debemos detener a Godfather y su
organización, antes de eso, el casino es intocable.
Por un segundo, hubo un brillo en los ojos de Dex que no me gustó nada.
—No vamos a poner a Lory en medio del fuego, no importa cuánto deseen quedarse con el
casino.
Dex asintió. —Eso mismo le dije a ese par.
—Dile a Chase que, si se le ocurre meterle esa idea en la cabeza a Lory, yo le meteré a él una
bala en la pierna.
Lory era tan autodestructiva y terca que seguramente diría que sí y yo no podía permitirlo, bajo
ninguna circunstancia. Lory era demasiado delicada y frágil para nuestro mundo.
Miré mi Rolex. Solo faltaba media hora para que cerrara la clínica. Hasta ahora no había
sucedido mucho y mientras nuestros contactos no dijeran nada, podíamos engañarnos con una falsa
sensación de seguridad.
—Ve a la villa y descansa —le dije a Dex dándole otra palmadita en el hombro—. Y llévate a
los demás contigo. Han estado aquí sentados todo el día.
Señalé el coche negro al otro lado de la calle, donde tres Alfas armados hasta los dientes
esperaban que pasara algo.
—Como digas, jefe.
—Ya te dije que no me tienes que llamar así, Número Dos —gruñí.
—Seguramente lo pasé por alto —contestó encogiéndose de hombros—. ¡Nos vemos luego,
jefe! —Dex se dirigió al coche negro, entró y se fue.
—Idiota —grité a sus espaldas. Luego entré a la clínica y me senté en uno de los asientos libres
de la sala de espera. Lory escuchaba pacientemente lo que la dueña del gato tenía que decirle –y
por Dios, la señora entraba en la categoría de loca de los gatos; hablaba de su gato que había
sido castrado para evitar que se cruzara con los otros siete que tenía.
Como Lory estaba concentrada en escucharla, podía observarla sin que lo notara. En sus labios
había una sonrisa cansada; no había pegado ojo desde que la había sacado de su habitación.
Pobre chica.
Maldición, no había sido inteligente que me restregara bajo la nariz todo su cuerpo en ropa
interior. Había utilizado todo el autocontrol que tenía para resistirme.
Incluso ahora que llevaba puesta la bata de veterinaria me parecía irresistible.
Ella era, simultáneamente, el fruto prohibido que no debía tocar y la serpiente que me
provocaba.
Cuando terminó la conversación, la loca de los gatos se dispuso a abandonar la clínica
mirándome aterrorizada. Como si temiera que yo extendiera mis garras, exhibiera mis dientes y
devorara a su dulce Norberto de una mordida.
Lory escoltó a su último paciente del día y, al regresar, me apuntó con el dedo índice como si
fuera una pistola.
—Ahora, ven conmigo y déjame curarte.
Me lo había ofrecido desde la mañana, pero me negué. En serio, no era buena idea que
tuviéramos más contacto corporal.
Cuando quise protestar, ella me interrumpió. —¡Sin excusas! Te ves terrible y asustas a la
gente.
—¿A los tres que vinieron hoy?
Lory se llevó las manos a las caderas. —Los tres están tan asustados que seguro no volverán.
Crucé los brazos y no me moví ni un centímetro.
La mirada seria de Lory se suavizó. —Por favor. Me siento terrible cada vez que te miro.
Su voz sonaba cansada y triste. Maldición, tenía que ocultar, de alguna manera, que desde hacía
mucho ella ya me tenía agarrado por las bolas.
—Muchas gracias, eres encantadora.
Antes de darme cuenta, Lory me tomó por el cuello de la camisa y me llevó a una de las
habitaciones. Me cogió tan firmemente, que la seguí. No porque fuera más fuerte que yo, sino
porque no quería lastimarla.
La seguí cual jodido perro faldero y me senté en la mesa de examinación. El brillante metal
plateado estaba frío y supe que era bueno ser helado e impenetrable.
Lory colocó gotas de un líquido transparente sobre un algodón y me limpió la frente.
—¿Te duele? —me preguntó.
—No. —No mostré expresión alguna, a pesar de que el desinfectante quemaba como ácido de
batería.
Continuó curando cada una de mis heridas mientras sus delicados dedos se movían sobre mi
piel como aquello que yo añoraba durante mis encuentros en el Club de Lucha.
Cuando se puso un rizo detrás de la oreja, el aroma a clavo dulce que emanaba de su cabello
llegó hasta mí. Inhalé profundamente aquella fragancia mientras me perdía en el increíble azul de
sus ojos. Una y otra vez me perdía en los ojos de Lory, cuyo iris cambiaba con la luz y a veces
tenía manchas grises que me recordaban a las nubes, como algodón de azúcar, en los cálidos días
del verano.
¡Puta mierda! ¡Nubes de algodón de azúcar! Cálidos días de verano… ¿qué me estaba
pasando?
Los sentimientos simplemente no eran buenos para mí, de hecho, eran un peligro para todos los
involucrados. Yo no era el maldito Godfather, pero, para Lory, de una u otra manera, era igual de
peligroso.
—Esperaba encontrarme examinando a uno o dos Alfas, pero no creí que sucedería tan pronto
—dijo Lory mientras estaba completamente concentrada curando mis heridas.
Apenas podía quitarle los ojos de encima, y seguía convencido de que yo no era bueno para
esta encantadora criatura.
—¿Te duele la cabeza?
—No —mentí.
—¿Te sientes mal o mareado?
Mierda, sí.
—No.
—¿Visión borrosa?
Nuevamente dije que no, aunque mi visión continuaba enturbiándose.
—¿Estás siendo honesto conmigo? —preguntó Lory, dudando.
—¿Por qué mentiría?
—No tengo idea. Solo quiero asegurarme de que no tengas una contusión cerebral.
—No estoy mintiendo.
Después de terminar de curar mi maltratado rostro, Lory me inspeccionó de cerca y asintió.
Justo cuando estaba a punto de bajar de la mesa, me colocó la mano sobre el pecho y me detuvo.
—Falta tu mano.
Sin titubear, tomó mi mano izquierda entre sus delicadas manos y palpó mis nudillos
adoloridos, los cuales habían sufrido bastante durante estos últimos días.
—No tienes nada roto, pero te los curaré de todas formas.
El ungüento refrescante y el vendaje fueron una bendición para mi mano destrozada. Suspiré
suavemente.
—Sabes que no siempre tienes que jugar a hacerte el fuerte, ¿verdad? —preguntó Lory.
—Sí, tengo que hacerlo —contesté sonriendo y Lory retrocedió tres pasos al escucharlo. Ella
ocultaba sus verdaderos sentimientos detrás de un muro de resentimiento y buen humor, de la
misma manera que yo me escondía detrás del odio y la indiferencia.
Aproveché la oportunidad para crear más distancia entre nosotros. Entre más cerca estaba de
mí, más difícil se me hacía controlar mis propios sentimientos.
—Deberías cambiarte —dije. Luego saqué un cigarrillo del interior de mi chaqueta de cuero y
me lo llevé a la boca.
—Tienes suerte de que tenga ropa aquí —dijo Lory resoplando.
Me di la vuelta. —No, tú tienes suerte. No tienes idea del efecto que tienes en los hombres
cuanto usas mi chaqueta de cuero con tan poca ropa debajo.
—¿También en hombres como tú? —preguntó Lory, vacilando.
—Especialmente en hombres como yo.
Salí en silencio, encendí mi cigarrillo y e inhalé profundo. Jodidamente profundo.
Demonios, necesitaba controlarme mejor si quería sobrellevar esto y salir ileso. Pero Lory
simplemente estaba tratando de hacerlo lo más difícil posible.
En estos momentos la noche ya se había asentado sobre Hells Kitchen. Unas linternas y un
espectacular anuncio publicitario iluminado con luz de neón bañaban la calle con una luz sombría.
Estaba tan tranquilo que casi podía escuchar el sonido de las bombillas.
Estaba… demasiado tranquilo.
Algo andaba mal. Un sentimiento de inquietud se extendió dentro de mí y mi instinto nunca me
había engañado. Saquí mi Beretta y la cargué.
Alfa-uno. Siempre prepárate.
El clic de mi arma hizo eco en el silencio. Atisbé en medio de la oscuridad y me alejé unos
metros de la clínica para poder observar la siguiente calle.
Si alguien quería tendernos una emboscada, seguramente sería desde ahí. Pero no había
movimiento, a excepción de un par de ratas que se amontonaron entre la basura.
Aun así, sentía que mi corazón bombeaba adrenalina con velocidad a través de mi cuerpo.
Normalmente disfrutaba esa sensación, pero hoy era doloroso. Con cada latido me retumbaban las
sienes, como si sufriera un ataque.
Tan solo para asegurarme, caminé por el callejón, escondiéndome detrás de los contenedores
de basura. Pero no había nada. Absolutamente nada. El característico sonido de una motocicleta
irrumpió el silencio. El ruido se hizo más fuerte. La moto se acercó rápidamente.
Tan rápido como únicamente harían las personas que habían cometido un crimen, o que estaban
a punto de cometer uno.
¡Joder!
Salí corriendo y la motocicleta me pasó de largo cuando yo apenas había recorrido, como
mucho, un tercio de la distancia. Por primera vez en toda mi complicada vida, deseé que mi
instinto me hubiera engañado, pero el chirrido de unos neumáticos confirmó mis sospechas.
Respirando con dificultad, logré llegar al final del callejón. Apenas pude reprimir las náuseas
causadas por el rápido esprint.
La motocicleta, de color verde, se detuvo frente a la clínica. El conductor llevaba una AK47
plateada al hombro.
—¡Mierda, no! —grité. —¡Lory, tírate al suelo!
Antes de que el eco de mi voz pudiera llegar a Lory, el tirador abrió fuego.
Le apunté con mi Beretta, disparé y fallé. Aunque yo era un tirador bastante decente, no logré
darle ni una sola vez.
¡Maldita visión borrosa!
¿Por qué mis ojos tenían que fallar ahora? Cada disparo me retumbaba en los oídos y hacía que
concentrarme fuera más difícil. ¡Era para volverme loco!
Tan solo se detuvo cuando todo el cartucho de la AK47 estuvo vacío, y estas ametralladoras
tenían muchísimas balas. Entonces era mi oportunidad de respirar y apuntar con más precisión.
Disparé tres veces. Dos disparos impactaron la motocicleta, pero una bala le dio al conductor
en la pierna; su cara estaba escondida detrás de un casco negro.
—Mierda, es tu turno —bramé y descargué toda la recámara de mi pistola hacia la motocicleta,
que rugía al desaparecer entre la oscuridad de la siguiente calle.
Normalmente habría comenzado una persecución de inmediato, pero mi preocupación por Lory
lo superaba todo.
Me dolía la cabeza y todo lo que podía pensar era que Lory podría estar sangrando, gravemente
herida, en el suelo de la clínica veterinaria, ¡todo porque yo no podía controlar mi jodida adicción
por la nicotina!
Era el idiota más grande del mundo.
Maldición, Lory, ¡por favor resiste!
Capítulo 8 –Lory

El inconfundible sonido de una Kawasaki me llamó la atención mientras comenzaba a desinfectar


meticulosamente las superficies dentro de la sala de exploración. Me había cambiado porque ya
no soportaba mi ropa de trabajo. Olía demasiado a David.
Ahumado, masculino, irresistible.
Había sido casi un milagro que finalmente me permitiera curarlo, aunque se alejó de mí
inmediatamente después. ¿Por cuánto tiempo jugaríamos este juego, en el que, por el momento,
ambos ya habíamos perdido?
El rugido de la moto me devolvió a la realidad. Para echarle un vistazo, abandoné brevemente
mi trabajo y me dirigí al amplio ventanal en la sala de espera.
Tenía suerte de que la moto aún no hubiera pasado. De hecho, el ruido del motor se volvía más
silencioso conforme se acercaba.
Extraño.
Me acerqué un paso más a la ventana y me estremecí cuando la moto verde se detuvo justo
frente a la clínica.
Inmediatamente busqué en la calle algún obstáculo que pudiera ser el responsable, pero no
encontré ninguno. El conductor, cuyo rostro estaba oculto bajo un casco negro como la noche, puso
los pies en el suelo y sacó un arma enorme.
¡Dios mío!
El cañón del arma me apuntó directamente. Mis piernas querían huir, pero no se movieron ni un
centímetro. Como hipnotizada, miré la brillante punta del arma, a pesar de que sabía lo que estaba
a punto de suceder.
¿Por qué ya no respondían mis malditas piernas? ¡Este era el peor momento para ignorar mis
instintos!
Pero el tirador podría haber apretado el gatillo desde hacía mucho. ¿Por qué dudaba? ¿Qué no
habían pasado minutos enteros desde que nos habíamos encontrado frente a frente? Había perdido
mi sentido del tiempo.
La voz de David me llegó desde lejos. Gritaba.
—¡Lory, tírate al suelo!
Qué bien se escuchaba mi nombre cuando David lo pronunciaba. Solo entonces me di cuenta de
cuánta desesperación había en su voz. Después, la voz de David se ahogó entre el tintineo de los
cristales rotos y el estallido del primer disparo. Observé la pared detrás de mí, donde claramente
había un agujero de bala.
Dios, jamás sobreviviré a esto.
El siguiente disparo. Seguido por un segundo, un tercero y un cuarto. El arma disparaba tan
rápido como los latidos de mi corazón.
Finalmente mi cuerpo reaccionó. Me tiré de rodillas y me lancé bajo el enorme escritorio de la
sala de espera, que todavía estaba vacío, por suerte, porque Zoey y yo todavía no habíamos
contratado a la secretaria.
Más y más balas pasaron zumbando a mi lado, impactando en la pared detrás de mí. El yeso
astillado voló en todas direcciones, olía a miedo y pólvora y me protegí encogiéndome debajo de
la mesa.
Mi vida entera pasó frente a mis ojos, algunos recuerdos más claros que otros, pues los
asociaba con sentimientos especiales.
La risa de mi padre y su pecho hinchado de orgullo cuando arreglé un coche por primera vez.
Mi baile de graduación del cole y los ojos brillantes de mamá al mirarme con el hermoso
vestido que ella misma me había cosido.
Mis hermanas, risueñas y acurrucadas durante nuestras pijamadas secretas a media noche.
La primera sonrisa sincera de Zoey que Damon había logrado sacar a la luz.
El último recuerdo que me pasó por la cabeza fue la primera mirada que David me dirigió.
Cielos, esa mirada provocó algo en mí; algo que nunca antes había sentido. Justo ahora me daba
cuenta de que nunca antes había estado realmente enamorada.
Incluso si la situación parecía desesperada, ¡estos recuerdos me dejaron claro que no podía
rendirme!
Guau. Me enfurecí bastante al percatarme de que el motociclista casi logra abatirme. Por un
segundo había pensado en rendirme, entregarme al miedo y perderme en medio del caos, pero
pensar en las personas más importantes que tenía me había impedido hacerlo.
No sabía cómo, pero ¡me juré que pelearía! No solo por mí, sino en nombre de todos aquellos
cuyos miedos amenazaban con aplastarlos, ¡porque ese no es el final!
La lluvia de balas terminó. Un par de disparos sordos resonaron en el silencio, seguidos de dos
tiros que provenían de una dirección diferente.
¡David! Mi corazón latió con más fuerza al pensar que vendría a salvarme. Naturalmente ambos
negaríamos todo más tarde, pero David era mi caballero andante ¡y eso solo me hacía amarlo aún
más!
Una ráfaga de disparos fue seguida de un gemido de dolor amortiguado dentro del casco
cerrado del motorista. Luego, el atacante dejó rugir su moto y salió huyendo.
De pronto todo estaba en silencio.
Quise levantarme y correr hacia David, pero mis piernas estaban paralizadas. Solo ahora sentía
cómo todo el cuerpo me temblaba. No era de extrañar… alguien acababa de dispararme una
recámara completa de balas ¡y había sobrevivido!
Incrédula, miré la pared detrás de mí, que estaba perforada en un patrón circular. Justo detrás
estaba la sala de exploración, que por suerte estaba vacía y no había ni humanos ni animales
dentro.
"¡Lory!", la voz con miedo de David rompió el silencio. Jadeaba fuertemente.
—Estoy aquí —susurré. Incluso mi voz estaba temblorosa y débil, pero fue suficiente para
llamar su atención.
Inmediatamente se acercó con pasos pesados y se arrodilló frente a mí. En su mano brillaba una
pistola plateada. Nunca había visto a David tan furioso.
Realmente se veía peligroso… y, al mismo tiempo no tenía miedo de él.
—¿Estás bien? —me preguntó.
Asentí, pero ni yo me lo creía.
Tomó mi barbilla entre su dedo pulgar e índice e inspeccionó mi rostro. Luego escudriñó el
resto de mi cuerpo. Sus dedos rozaron mi cuello y cuando David se dio cuenta de lo que estaba
haciendo, apartó la mano como si mi garganta le hubiera quemado.
—Tenemos que irnos de aquí —dijo con voz ronca y mirando, con el ceño fruncido, a la pared
destrozada detrás nuestro. Tan solo pude asentir, pues la mano de David sobre mi cuello me había
paralizado.
—Vamos, te llevaré a un lugar seguro. ¿Puedes caminar?
—Sí —dije, pero mi cuerpo no se movió ni un solo centímetro.
David notó mi estado de shock y me tomó de la mano para ponerme de pie. Mis piernas estaban
tan débiles que habría caído de frente de no ser porque el fuerte pecho de David me lo impidió.
—¿Te levanto? —me preguntó.
—No —lo rechacé. —Solo necesito un momento para recuperarme.
Podía escuchar el latido de su corazón y sus brazos, que me rodeaban por los hombros, me
tranquilizaron. Aunque yo sabía lo incómodo que debía sentirse David al tener mi cuerpo tan
cerca del suyo, me sostuvo con fuerza hasta que mis piernas encontraron fuerza.
—¿Quién era? —pregunté.
—No tengo ni idea. Un gilipollas con una moto y una bala en la pierna —respondió David
amargamente. —Debería haberlo atrapado.
David no era el tipo de hombre al que le gustaban las derrotas, yo lo sabía, pero para mí esto
no había sido una derrota. Al contrario, ¡era una victoria que ambos estuviéramos ilesos!
—Me salvaste.
Me sonrió brevemente. —Cierto. —Luego echó otro vistazo a la pared acribillada de balas
detrás de mí. David entrecerró los ojos.
—¿Qué pasa? —pregunté.
Se encogió de hombros. —Algo no me cuadra —dijo pensativo.
—Sí, por ejemplo, que sobreviví —dije.
Cielos, ¿cuánta suerte debía tener alguien para sobrevivir a semejante tiroteo?
David se rascó la mejilla. Tenía una barba de dos días que combinaba con su aspecto rudo y
mirada sombría.
¿Qué pasaba conmigo? Acababan de dispararme y lo único en lo que podía pensar era en la
peligrosa aura de David, el único lugar en donde me sentía segura.
—Da igual, debemos irnos —dijo David con seriedad. Luego me llevó a su todoterreno negro.
Realmente esperé que fuéramos a la villa, en donde estaban la mayoría de los Alfas, pero
condujimos en la dirección opuesta,
—Vamos al Dark Room —aclaró David al ver mi mirada inquisitiva.
—¿Por qué?
—Porque nadie, ni siquiera Godfather, se atreve a jugar sus cartas cerca del Dark Room.
—Suena lógico.
—Dicho esto, es probable que haya una emboscada en el camino hacia la villa: ya sea para
nosotros o para nuestros refuerzos. Quizás para ambos.
Siempre supe lo peligrosos que eran los Alfas y su mundo en Hells Kitchen, pero ahora,
sintiendo el miedo en mi propio cuerpo, estaba impresionada.
—¿No deberíamos avisarle a alguien? —pregunté pensativa.
—En el Dark Room. No es seguro hacer llamadas usando líneas que no estén bloqueadas.
—Entiendo.
Después nos quedamos en silencio, pues no había nada más que decir; continué mirando a
David. Observé de cerca cada uno de sus movimientos. Su mirada concentrada que se movía entre
la calle y los espejos.
¿Nos estaban siguiendo? No podía ver ninguna luz detrás nuestro, pero antes me había
enfrentado al peligro y tan solo había sido capaz de reconocerlo cuando ya era demasiado tarde.
La expresión de David continuó oscureciéndose. Todo este asunto lo molestaba más de lo que
quería admitir. Sus manos tomaban el volante con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos.
—¿Por qué me miras? —gruñó David.
Me estremecí brevemente porque David me había descubierto. Jamás podría decirle la
verdadera razón:
Porque no quiero olvidar el rostro de mi salvador.
—No sé —dije encogiéndome de hombros.
—Entonces no lo hagas.
—Está bien —dije y miré a otro lado. Naturalmente continué escudriñándolo en el reflejo de
mi ventana. Pude ver que se relajaba de nuevo.
Entonces no era la peligrosa situación la que lo molestaba tanto, sino mi mirada. Dios mío,
realmente quería saber qué le había hecho a David para poderlo hacer enfurecer tanto con una sola
mirada, o cuánto tiempo estaríamos así.
A pesar de la alta velocidad, David condujo con seguridad el todoterreno a través de Hells
Kitchen, hasta que llegamos al Dark Room. Cuando apagó el motor, suspiró aliviado, casi como si
hubiera esperado que no lo íbamos a lograr.
Cuando bajamos del coche, David me tomó por los hombros y me miró muy serio.
—Quédate cerca de mí. Siempre, ¿entendido?
Asentí. —Sí.
—Y no hables con nadie. Ahí hay demasiados tipos que es mejor que ni siquiera mires.
—De acuerdo.
—¿En serio lo has entendido? —volvió a preguntar David, levantando una ceja
inquisitivamente.
Ya no era una niña pequeña, pero David me hacía sentir como si lo fuera. Pequeña, débil e
indefensa. Quizás era cierto, pero de ninguna manera quería admitirlo. Me había jurado
permanecer fuerte ¡y no dejar que nada me impidiera serlo!
Soy fuerte. Y fuerte me mantendré.
—¿Lory? —me tomó con más fuerza de los hombros.
—Sí, ¡entiendo papá! —resoplé.
David puso los ojos en blanco, gruñó suavemente y me arrastró por la muñeca hacia el Dark
Room.
Me había preguntado cómo se veía el interior desde la primera vez que Zoey y yo habíamos
comido en Betty’s Diner. Zoey había acertado al describirlo como una fantástica mezcla entre
espeluznante y elegante. Me había imaginado el punto de reunión de los líderes de la mafia justo
así.
La enorme habitación engullía las conversaciones que tomaban lugar en los rincones y se me
erizaron los vellos de la nuca al mirar a los tipos más de cerca. Todos tenían una apariencia
peligrosa. Cuando entramos al único sitio neutral de Hells Kitchen, nadie se giró a mirarnos.
—No mires —dijo y me empujó hasta el bar.
Me obligué a apartar la mirada de los tipos, aunque quería estar preparada para cualquier cosa.

David se sentó y dio unas palmadas en el taburete que estaba a su lado.


El barman nos miró expectante.
—Necesito hacer una llamada —dijo David. El barman asintió fugazmente a la vez que
colocaba un móvil prepago frente a David y me dirigía una mirada inquisitiva. Mis ojos vagaron
brevemente sobre la gran variedad de licores. Al principio dudé, pues en realidad había
renunciado al alcohol, pero había situaciones, como ahora, en las que un trago podría
tranquilizarme.
—Dame un ron con cola —dije con timidez, sonriendo. Miré de reojo. Por el rabillo del ojo
pude ver que unos ojos oscuros me estudiaban. Mi corazón dio un vuelco, lleno de miedo, pero
cuando me giré a mirar, el tipo estaba sumergido en su conversación de nuevo.
—Sin ron, John —gruñó David.
—¡No! —protesté. Pero no tenía ninguna autoridad. El barman colocó frente a mí una botella
de cola, un vaso con cubitos y una rodaja de limón. Limpió con su paño la barra de madera y
luego desapareció al final del bar.
—Jódete —siseé, saltando enfadada del taburete. David, sin esfuerzo alguno, me tomó por la
muñeca y me obligó a mirarlo.
—¿A dónde vas?
—Al tocador de mujeres. ¿O tengo que pedirte permiso?
David me miró con seriedad. Sus ojos oscuros chisporroteaban de enfado, sin embargo, detrás
casi parecía haber preocupación. Preocupación por mí, ¿o por lo que yo podría hacer?
—No hagas gilipolleces —dijo—. Tienes dos minutos.
Puse los ojos en blanco y caminé al pasillo que dirigía al baño. En realidad, no tenía razón
para ir, pero necesitaba rebelarme contra David y demostrarle que no podía quitarme las pocas
libertades que aún tenía.
Sí, mi decisión quizás era tonta porque estábamos en medio de tipos peligrosos, pero el Dark
Room era el sitio más seguro de todo Hells Kitchen; o al menos eso decían todos. Ahora, el Dark
Room podía demostrarme que no eran simples palabras vacías lo que estos chicos vivían aquí.
Además, ya no era una niña pequeña y, desde que Joel me había secuestrado, yo ya no era ingenua
como antes, pues ya me habían desilusionado cruelmente.
El hecho de que David me tratara con condescendencia y al hacerme sentir como una carga –
algo verdaderamente molesto –me ponía triste y enfadada a partes iguales.
Cuando llegué al sencillo baño de damas, abrí el agua fría y me refresqué la cara. Luego vi mi
reflejo en el espejo.
—Qué día —suspiré. Di un segundo suspiro, pues tan solo tenía a mi reflejo para conversar.
Zoey estaba de vacaciones, Dios, extrañaba a mi mejor amiga más dolorosamente que nunca. Por
suerte, toda mi familia estaba lejos del caos; ¿Y David? Después de haberme ayudado en la
clínica, se había alejado más que nunca.
—Solo te tienes a ti misma, Lory —dijo mi reflejo con ojeras oscuras.
Me sostuve del borde del lavamanos y permití que las lágrimas corrieran. Nunca en mi vida me
había sentido tan sola.
Cielos, una vez más, había sido arrastrada a la esquina donde me acorralaban sombras que no
eran visibles ni tangibles. Además, tenía miedo del anochecer. Mi única protección contra las
pesadillas estaba sobre mi mesita de noche dentro de mi demolido apartamento, en el que
seguramente no me dejarían entrar en un futuro cercano. Me sequé las lágrimas con la manga.
¿Acaso ahora me esperaba una vida de fugitiva? Había luchado con todas mis fuerzas por
superar mis miedos, pero tenía que enfrentarme a la realidad de que primero, Godfather tenía que
ser capturado para que todo volviera a la normalidad.
Más tranquila, me di cuenta de que el hermano de Damon había sido atrapado por los Alfas
durante semanas, sin obtener resultados. ¿Tenía suficiente tiempo para convencer a David de que
yo no era una carga?
Claro. Mi corazón era más ingenuo de lo que creía, pues se me aceleraban los latidos ante la
mera idea de pasar más tiempo con David.
Una vez más me mojé la cara, para así ocultar que había llorado.
—Resiste, Lory. Tú puedes con esto.
Luego salí del baño –después de dos minutos –y me sentí heroica por haber desafiado a David.
Él podría haber irrumpido en el baño de damas después de dos minutos, pero no lo hizo. Por lo
menos había conservado algo de mi libertad, ¡y me juré aferrarme a ella, sin importar el qué!
A la mitad del pasillo, un tipo enorme se dirigió hacia mí.
No mires, la voz de David hizo eco en mi cabeza y, dado el ancho de sus hombros, decidí que
esta vez sería mejor seguir sus reglas. Miré al suelo y me acerqué a la pared de la izquierda para
permitir que el tipo pasara, pero se interpuso en mi camino.
—Disculpe —dije y quise hacerme a un lado, pero el tipo me lo impidió.
Excelente. La estrategia de David no funcionaba en lo absoluto. Entonces tenía que resolver el
problema al estilo de Lory. Alcé la vista con una mirada llena de enfado, pero me congelé al ver
los ojos negros del tipo que me había estado observando antes.
—Pero ¿qué pajarito acaba de volar hasta mis brazos? —preguntó con voz profunda,
presionándome con más fuerza contra la pared. Era enorme y estaba envuelto en una mezcla de
cerveza y sudor. Repugnante.
¿Ahora qué? Ser reservada no había funcionado, así que tomé aire y me esforcé más.
—Uno que preferiría seguir volando.
Él sonrió, pero no conseguí liberarme de sus brazos.
—Un pajarito como tú no debería revolotear solo.
—No estoy sola —le aseguré. Intenté apartar sus brazos una vez más, pero no tenía oportunidad
en contra del tipo.
—Yo podría cuidar de ti, soy un buen protector —me dijo el tipo sonriendo al no ver a mi
acompañante.
—Estoy muy feliz con mi protector actual —contesté enérgicamente.
Su aliento se acercó más y me decidí a defenderme con todas mis fuerzas si el tipo realmente
intentaba tocarme. Aunque estaba bloqueando mi cuerpo con sus brazos, mis piernas seguían
suficientemente libres como para propinarle dolorosas patadas.
—¿Dónde está tu protector ahora? —preguntó. De repente, alguien me lo quitó de encima y
nuevamente era libre.
—Su protector está justo aquí y te dará la paliza de tu vida —gruñó David.
Cuando el fornido tipejo se volvió hacia David, levantó los brazos para tranquilizarlo. —
Joder. No sabía….
Me pareció extraño que el gigante se pusiera pálido al ver a David. ¿Qué reputación tenía
David realmente, para que incluso los gigantes tartamudearan de miedo? ¿Y de dónde venían sus
repentinos instintos protectores?
—Para la próxima, ya lo sabes —dijo David. Luego se abalanzó sobre el gigante.
Cielos, ardía fuego en los ojos de David, negros como la noche, y la expresión en su rostro era
puro peligro.
Incluso antes del primer golpe me quedó claro que David –que a mis ojos ya era enorme –era
muy superior al otro tipo, que era todavía más grande. Golpeó al tipo en el estómago y este se
inclinó hacia delante gimiendo; después le soltó rápidos puñetazos en la cara hasta que el tipo se
tambaleó contra la pared.
—¿Lo has entendido o necesitas otra lección? —preguntó David con una mirada furiosa y
decidida.
Esperaba que el tipo supiera lo que era bueno para él y ya no molestara más a David.
—¡Sí, entendí! —balbuceó el enorme tipo.
—Bien. Entonces vete. Y cuando abra el periódico mañana quiero ver una bondadosa donación
anónima al asilo más cercano.
—¡Por supuesto! —susurró el gigante. Después volvió cojeando al club.
La respiración de David todavía estaba acelerada cuando me miró inquisitivamente. —¿Estás
bien?
—Sí —respondí. ¿Por qué era tan atractivo David? ¿Y por qué era más atractivo entre más
peligroso se volvía? Daba igual, no podía seguir hablando de su atractivo porque realmente estaba
enfadada con él por tratarme, nuevamente, como a una niña pequeña.
—Gracias, David —dijo David con voz aguda antes de volver a hablar con normalidad. —De
nada. Ahora deberías saber por qué tienes que escucharme.
—Podría haberlo manejado sola —dije desafiante.
—¿Sí? No me lo ha parecido —dijo David cruzando los brazos.
—¡Pues sí! —resoplé.
—Realmente te gusta ponerte en peligro —suspiró David.
No. ¡Simplemente no quería aceptar el peligro a mi alrededor! Eso era completamente
diferente. Ni siquiera intenté explicárselo a David, pues sabía que seguramente él no tenía miedo
de nada ni de nadie y, por lo tanto, no entendería lo que yo estaba pensando. Rebelarme en contra
de él y vivir mi vida con normalidad era mi terapia de confrontación. No dejaría que Godfather ni
David convirtieran mi vida en un infierno. Así de simple.
—¿Por qué te importa? —pregunté.
Mi pregunta lo irritó y entrecerró los ojos.
—Porque tengo que protegerte —gruñó David. —Y haces que sea jodidamente difícil.
—Porque sigues alejándome de ti —dije.
—Porque tengo que alejarte —dijo David. No ocultó que me despreciaba. Pero ya que había
sacado el tema, podía descubrir por qué me odiaba tanto.
—¿Por qué? —pregunté.
—Apégate a las malditas reglas que te diga, ¿de acuerdo?
—¿Por qué? —repetí mi pregunta. Esta vez no me rendiría tan fácilmente.
—Primera regla: deja tus jodidas preguntas.
—Sí, cuando me hayas respondido.
Los ojos de David volvieron a enloquecer de ira. Sus músculos estaban tensos y la camisa que
llevaba puesta estaba en peligro de romperse bajo la tensión.
—Quítate de la cabeza que soy uno de los buenos, porque no soy un jodido caballero con
armadura brillante.
—Ya sé exactamente quién eres —respondí pensativa. Vi el odio en su mirada, pero ahora, en
este momento, también veía algo más escondido en el fondo. —Por eso no te entiendo.
—Lo que sea que veas en mí, no es verdad. Te odio y ambos lo sabemos —David intentó
defenderse, pero no tenía sentido negarlo.
—Entonces, ¿de dónde viene tu repentino instinto protector? No tenías que golpear a ese tipo
hasta dejarlo en coma.
—Sí, tenía que hacerlo. Ahora deja tus malditas preguntas. Ya no puedo controlarme.
Las manos de David estaban apretadas en puños y su respiración era como los gruñidos de un
lobo hambriento. Aun así, no podía parar de preguntarle. Necesitaba saber si yo estaba
equivocada, o si él estaba equivocado. Por supuesto, estaba la posibilidad de que David no
ocultara nada detrás de su odio, pero, ante todo, lo que yo quería era claridad.
—¿Por qué no puedes simplemente decirme qué está pasando? ¿Para qué todas estas putas
reglas? —pregunté.
—Porque entonces ya no podré protegerte —dijo David.
—¿Estás hablando del instinto protector que sacaste hace dos minutos? —pregunté
amargamente, porque su respuesta podía significar cualquier cosa y nada a la vez.
—Maldición, Lory. Te alejo de mí porque quiero protegerte, desde la primera vez que te vi.
No podía creer que David, Don Inalcanzable, estuviera tan jodido como para que esa fuera su
definición de protección.
Me presionó con fuerza contra la pared. Su mirada, enfadada y afligida, me atravesó
cortándome la respiración. ¿Estaba en lo cierto? ¿Realmente había una conexión entre David y yo
que me explicara por qué lo encontraba tan atractivo? ¿O tan solo lo decía para que dejara de
hacer preguntas?
—¿Por eso me odias?
—Joder, sí —dijo David. No vi ninguna señal de mentira en su mirada, pero para mí sus ojos
eran un misterio que no podía resolver. —Es la única forma en que puedo protegerte.
Él reconoció mi mirada dudosa.
—Lory, escúchame. Deja de escaparte de mí, haz lo que te digo y, por última vez, joder, no te
me acerques demasiado o los dos terminaremos muertos —dijo desesperado.
Sentí cómo sus músculos volvían a tensarse. El calor que emanaba de ellos atravesaba la tela
de nuestra ropa y me llegaba hasta la piel.
Entre más se alejaba David de mí, más quería estar junto a él, ¡y ahora sabía que él quería lo
mismo!
—¿Cómo quieres protegerme si no puedo estar cerca de ti? —pregunté.
—Deja las preguntas. —Me presionaba con tanta fuerza contra la pared que yo apenas podía
respirar.
—Ya no podemos seguir negando lo que hay entre nosotros —protesté.
—¿Y luego?
Nos miramos a los ojos. La máscara de David tenía grietas tan profundas que ya no podía
ocultarme nada, mientras que yo siempre había jugado limpio. ¡Quería que al menos admitiera que
había más que obligaciones y odio entre nosotros!
—Entonces mírame a los ojos y dime que me odias —le ordené.
—Te odio.
—Convénceme.
—Te odio, ¡maldita sea!
—Otra vez.
David se detuvo. Bajó la mirada y observó mi pecho, que subía y bajaba rápidamente al ritmo
de mi acelerada respiración.
—Mierda, en serio terminaremos muertos —dijo David.
Después hizo lo que nunca esperé, pero ya había tardado.
Suspirando, acercó su frente a la mía, respiró hondo y ladeó la cabeza para que nuestros labios
finalmente pudieran encontrarse. Su pequeña barba me hizo cosquillas en la piel, mientras que sus
labios exigentes me aceleraron aún más el pulso.
Por unos instantes, habíamos actuado salvajemente y llenos de odio, pero en realidad no había
nada de eso.
Capítulo 9 –David

Joder. Tan solo perdí los estribos por unos segundos, pero había sido suficiente para derribar
toda la muralla de mentiras que había acumulado durante semanas, incluso meses.
Los suaves labios de Lory sabían aún más dulces de lo que había imaginado y sus suspiros
sensuales nublaban mis sentidos. Sus rizos salvajes me hicieron cosquillas en la piel cuando Lory
se presionó más contra mí.
Ahí tenía su maldita respuesta de por qué la apartaba de mí. La prueba de por qué nunca… ella
era mi debilidad, y yo no podía permitirme debilidades en el campo de batalla.
Sabía que debía dejarla ir, pero ya que había probado la fruta prohibida, quería saborearla
bien.
Mi mano acarició la mejilla de Lory y ella se acurrucó contra mi mientras presionaba su cadera
contra mi cuerpo.
Mi deseo por ella continuó creciendo. Mi hambre por ella se hacía más grande y lo primero
que pensé fue en arrastrar a Lory a una de las habitaciones contiguas para follármela.
¡Eso puede suceder!, me dije, pues nos pondría a ambos en peligro.
Sin embargo, mis manos continuaron explorando su cuerpo. Una parte de mi tiró todas las
advertencias por la borda y la otra suplicaba por Lory, por su delicada piel, sus dulces labios, la
fragancia de su cabello.
Me perdí en sus ojos celestes, que de vez en cuando se cubrían por sus párpados repletos de
largas pestañas.
Mi cuerpo presionaba firmemente a Lory contra la pared, con tanta fuerza, que sus senos
perfectos casi se salían de su top negro.
Maldición, era tan seductora que apenas podía resistirme.
Era una bruja que me ahogaba con su pócima de amor.
Una sirena que me cautivaba con su canto maldito.
Una ninfa que me hacía enloquecer con tan solo un beso.
Las manos de Lory recorrieron mi tenso pecho y bajaron hasta mi obligo. Cuando sintió lo duro
que estaba todo mi cuerpo, suspiró suavemente.
Sí, bebé, todo mi cuerpo es de acero, al igual que mi mente. Sin todos estos años de
entrenamiento, jamás habría sobrevivido hasta hoy. Sin embargo, me juré entrenarme aún más,
pues habría capturado al maldito motorista si el Club de Lucha no me hubiera jodido tanto. Tenía
que ser capaz de aguantar más. No. Antes que nada, tenía que hacer algo con el puto bastardo que
casi mata a Lory.
Me estremecí. Casi olvido por qué estábamos aquí Lory y yo.
¡Maldición! Tenía que mantenerme lejos de Lory, y no importa que tan difícil fuera, debía
resistirme.
A regañadientes me aparté de sus labios, lo cual me costó todas las fuerzas que aún me
quedaban.
Respirando fuertemente, retrocedí un paso. Lory me miró aturdida. Su pequeño dedo índice
recorrió su labio inferior, volviéndome loco.
Su cuerpo entero temblaba y su mirada suplicaba por más, al igual que yo, pero me negué a
rendirme.
—¿Por eso me odias? —preguntó incrédula.
Asentí. —Sí.
—Entonces eres incluso mucho más idiota de lo que creía —suspiró Lory, atormentada.
—Nos estoy salvando el trasero —gruñí.
—¡No, te interpones en nuestro camino!
Me agarré las sienes, que me palpitaban insoportablemente otra vez.
—Esto ha sido solo un error —dije. La castigué con la mirada más despectiva que pude sacar
de mi corazón.
Lory hizo una pausa y se quedó callada. Bien. No tenía ni el tiempo ni la energía para discutir
de sentimientos con Lory.
Ahora que tenía su atención, dejé mis palabras bien claras.
—Esto ha sido solo un error que no volverá a repetirse.
Después la dejé en el pasillo y volví a sentarme en el bar para finalmente llamar a Dex. Todo
se habría resuelto hace mucho si Lory no se me hubiera revelado.
¿Qué es lo que quería decirme? ¿Que estaba cansada de vivir? Felicidades, corazón, realmente
funcionó muy bien.
¿Pero qué esperaba yo de una chica que venía de una familia ideal en un mundo ideal? ¿Acaso
había entendido algo cuando le dije que las cosas en mi mundo eran diferentes?
Quizás. En los momentos en que Lory no se sentía observada, parecía cansada y atormentada,
al contrario de cuando estaba expuesta a la sociedad, donde se mostraba confiada, valiente y
fuerte.
Tomé el teléfono de prepago del mostrador y llamé a Dex, quien tomó la llamada en silencio.
Naturalmente, él no conocía el número y era una medida de seguridad que, en estos casos, quien
hacía la llamada hablara primero.
—Soy yo, Dex —dije en voz baja. No es que alguien en el Dark Room estuviera interesado por
mi conversación, pero no podía permitirme ningún descuido. Especialmente no ahora. Por el
rabillo del ojo observé a Lory, que seguía recargada en la pared del pasillo, mirándome.
Chasqueé los dedos y le señalé todos los taburetes del bar en los que se podía sentar; así la
tendría más a la vista.
—¿Qué pasa? —preguntó Dex con aire crítico. Inmediatamente identificó que algo andaba mal.
—Problemas —dije. No tenía que decir más para ponerlo en estado de alerta total. —
Necesitamos reforzar todas las medidas de seguridad. Tienes que vigilar por mí, pues Lory y yo
nos iremos en cubierto —comencé diciendo lo más importante.
No le quité la mirada de encima a Lory hasta que se sentó al otro extremo de la barra y pidió
otra Coca-Cola. Ella ya no me miraba.
Buena chica.
—Entendido —contestó Dex. Luego se aclaró la garganta. —Espera, ¿qué?
—Oíste bien —gruñí. La villa era el sitio más seguro de Hells Kitchen, pues era el sitio donde
mis hombres estaban armados hasta los dientes. Sin embargo, apretando los dientes tuve que
admitir que no sabía si la villa era suficientemente segura como para luchar en contra de
Godfather. Patrick nos había declarado una guerra que teníamos que cubrir desde muchos frentes.
—¿Qué pasó?
—Un tipo con una metralleta AK hizo mierda la clínica. Pero estamos bien.
—Mierda —gruñó Dex. —¿Lo atrapaste?
—Tan solo lo rocé, así que escapó —dije con amargura. En ese momento me inventé una
práctica de tiro con al menos un grado de alcohol en la sangre para mejorar mi precisión.
En el fondo escuché que se cargaba un arma. Luego le siguieron más armas.
—Quédate donde estás —le ordené. —No atrapé al imbécil y no sé qué emboscadas haya
planeado.
—Entonces le diré a Chase que hable con nuestros contactos del club y haré que Dean contacte
a la policía. Mientras tanto, yo me aseguraré de que estemos listos en cuanto nos necesites.
Escuché más movimiento en el fondo de la llamada. Seguramente Dex ya estaba ordenando a
todos a su alrededor, haciéndoles gestos determinantes.
—Bien. Sabía que podía confiar en ti. —Por suerte, en momentos como este Dex era la
tranquilidad personificada. A veces creía que Dex tan solo podía estar calmado cuando el mundo
ardía en llamas. Era increíble cómo el ejército había dejado ir a uno de sus militares más leales y
fuertes. Mala suerte para los idiotas, ganancia para nosotros.
—¿Tienes alguna descripción del tipo y la moto? —escuché la voz ronca de Dean en el fondo.
—No, maldición. Estaba demasiado oscuro y todo ocurrió demasiado rápido. No pude
identificar ni la matrícula ni la marca —suspiré bruscamente.
Lory, que acababa de estrujar el limón de su bebida con la pajita, se puso de pie y se sentó a mi
lado.
—Era una Kawasaki —dijo con naturalidad.
—Espera —dije en el teléfono y lo sostuve contra mi pecho para darnos algo de privacidad a
Lory y a mí. —¿Cómo sabes eso?
—El sonido de una Kawasaki es inconfundible. Definitivamente era una Kawasaki Ninja.
—¿Qué tan segura estás? —quise jactarme, pues ni en mis sueños habría imaginado que Lory
tuviera ningún interés en las motos.
—Tan segura como que podría comerme una rebanada de pan con mantequilla de cacahuete y
mermelada.
—Estás llena de sorpresas —murmuré pensativo. Por un segundo me perdí en la fantasía de
llegar al fondo de cada uno de sus secretos.
—Sabrías más de mí si no me alejaras —respondió con seriedad.
Cuando se acabe toda la mierda.
Pero antes de eso, no había otra manera de que yo pudiera pensar con claridad.
Sin prestar atención a su fugaz comentario, me puse el móvil en la oreja de nuevo.
—Una Kawasaki Ninja, color verde. Seguramente tiene algunos rasguños. Que los policías
verifiquen todas las listas de propietarios de motos en los hospitales. Quizás fue a que le curaran
la herida de bala.
—Entendido. ¡Vamos, ya habéis escuchado al jefe! —Inmediatamente estalló el caos al otro
lado de la línea, hasta que Dex se dirigió a nuestra oficina y cerró la puerta.
—¿Ya lo sabe Damon? —preguntó Dex.
—Mierda, no. Pero quizás deberíamos llamar a esos dos durante sus vacaciones —dije
pensativo. —Más vale estar seguros.
—¡No! —protestó Lory y me quitó el teléfono de la mano. —Un momento, por favor.
Lory dejó el teléfono en la mesa y me miró con seriedad.
—No tiene sentido llamarles —me espetó Lory.
—Ah, entonces ¿el tiroteo que casi te mata fueron imaginaciones mías? —gruñí.
Lory entrecerró los ojos. —No, obviamente que no. Pero ahora tú eres el jefe y todos los Alfas
saben qué hacer. ¿Realmente queremos que vuelvan y poner a Zoey en un riesgo tan grande?
Me froté la frente. —¿De qué estás hablando?
Lory contuvo la respiración y sus mejillas se pusieron rojas.
Maldición, ¿tenía una mínima idea de qué tan difícil era para mi resistirme a ella?
—¡Da igual! Lo que quiero decir, es que ninguno de los dos puede cambiar lo que ya pasó. Y tú
me pondrás en algún lugar seguro hasta el día del juicio y hasta que atrapéis a todos los tipos.
Podemos hacerlo sin ellos.
—¿Qué mosca te ha picado? —pregunté. No parecía propio de Lory el comportarse así con
respecto a Zoey. Ambos sabíamos lo dura que era Zoey y que querría saber lo que estaba pasando.
—Ninguna —respondió Lory. Claramente estaba mintiendo.
—Tú y tu maldito secretismo —gruñí.
—Mira quién habla. Tú y Damon también se comportan de manera extraña.
¿Acaso ella sabía de la futura propuesta de matrimonio? No, no podía saberlo. Damon y yo tan
solo habíamos hablado de eso aquí, y el guardaba el anillo como su tesoro más preciado.
Aun así, Lory había logrado distraerme de mi plan original.
Joder, Damon me mataría si arruinaba su propuesta de matrimonio perfecta. Además, Lory tenía
razón. Era desafortunado que tuviera que pelear esta lucha sin mi hermano, pero podíamos ganarla
sin él.
—Está bien, nos encargaremos nosotros —dije y la miré con seriedad. —Por ahora.
—Bien —aceptó Lory sonriendo.
Volví a tomar el móvil. —Mantendremos a Damon fuera de esto, mientras sea posible.
—De acuerdo, me ocuparé de todo —dijo Dex.
—Bien. Ahora aplica el método Londres, ¿de acuerdo?
Incluso si nos estuvieran escuchando, lo cual era poco probable gracias al discreto teléfono de
John Doe, nadie habría descubierto nada nuevo. Era un secreto a voces el que habíamos escapado
al Dark Room. Pero el método Londres tan solo era conocido por los Alfas de alto rango. Incluso
si alguien estuviera interfiriendo con nuestro sistema, sería imposible rastrearnos así.
—Naturalmente. Hablamos cuando llegues a una de las casas de seguridad.
—Sí —contesté. Lo que Dex no sabía es que yo no llevaría a Lory a una casa de seguridad.
Estaban ocultas, jodidamente bien ocultas y tan solo unas cuantas personas sabían donde se
encontraban, pero el riesgo era demasiado grande para mí.
Tan solo había un lugar donde se podía garantizar la seguridad de Lory. El búnker. El sitio cuya
ubicación Damon y yo jamás habíamos revelado y donde se encontraba nuestra mayor arma en
contra de Godfather.
Capítulo 10 –Zoey

Inhalé el dulce aire del verano, acompañado de una suave brisa que se mezclaba con las coníferas
a mi alrededor.
Dios, ¡tenía que estar en el paraíso! Esta cabaña en medio de las Montañas Rocosas debía ser
el segundo lugar más tranquilo del mundo.
Acababa de levantarme, pero Damon ya se había escabullido de la cabaña para cortar leña
para la chimenea. Mientras tanto, Meera saltaba de un lado a otro entre varios palos pues no podía
decidirse con cuál jugar primero.
Sonriendo, me apoyé contra el marco de la puerta y miré a Damon, quien aún no me había
visto. Su torso desnudo resplandecía bajo el sol, y me fasciné al ver sus músculos tensándose con
cada golpe.
Sí, ahí, entre sus brazos, para mí era el primer lugar más tranquilo del mundo. Mientras que
pudiera escuchar su corazón palpitar, todo estaría bien. Y lo más hermoso de todo era que en sus
brazos yo ya no tenía pesadillas. Desde que salvamos a Lory de las garras de Joel, ya nadie me
perseguía en mis sueños.
Este lugar era lo opuesto a Hells Kitchen.
Los rayos del sol, que atravesaban las copas de los árboles, alejaban todas las sombras.
Los cantos de las aves me hacían olvidar el sonido de las armas.
Olía a flores dulces, coníferas y musgo, no a pólvora.
A veces nos visitaban ardillas o conejos curiosos, de vez en cuando incluso un venado, pero no
gánsteres armados.
Aquí, finalmente, podíamos descansar.
Eché la cabeza hacia atrás y disfruté de los cálidos rayos de sol sobre mi piel. Continué
mirando a Damon por el rabillo del ojo. Para tan solo querer cortar un poco de leña para la
chimenea, ya había una enorme pila de troncos que podrían durar todo el invierno. Algo le
preocupaba, me di cuenta hacía semanas y me preguntaba por qué no me hablaba de ello.
—Buenos días —dijo Damon entre dos fuertes golpes a un grueso tronco.
Lo saludé con la mano. —Qué hermoso día. Quisiera quedarme aquí para siempre —suspiré
sonriendo.
Damon bajó su hacha y me miró. Me devolvió la sonrisa y sus ojos marrones oscuros brillaron
bajo el sol.
—Si David no hace que Hells Kitchen estalle… —comenzó Damon, y mi corazón dio un
brinco. Ya quería escucharlo decir que quería comprar la cabaña y quedarse en este pequeño lugar
seguro… ¡para siempre! Pero después de que Damon mirara breve y pensativamente al suelo,
continuó de forma diferente a la que esperaba: —podemos venir aquí más a menudo.
Escondí mi suspiro bajo una enorme sonrisa.
No podía alejar a Damon demasiado de Hells Kitchen, pues la ciudad siempre sería una parte
de él. El corazón de Damon ahora también tenía otro lugar, justo al lado del mío. Ya no era
responsable solo de sí mismo, sino que ahora había más corazones que proteger.
Perdida en mis pensamientos me acaricié el cabello con los dedos. ¿Debía decirle a Damon
que claramente él necesitaba un lugar seguro como este?
Ambos sabíamos que estas vacaciones tan solo eran un ensayo. Un intento de vivir una vida
normal, pero de alguna manera, ambos estábamos fallando. Al menos yo había fracasado
gloriosamente en poder revelarle a Damon mis verdaderos motivos por los que no quería
permanecer en Hells Kitchen. Cada vez que había un buen momento y lo intentaba, me llenaba de
miedo por su reacción y retrocedía, pues Damon actuaba de forma extraña. Teníamos un talento
para convertir los momentos más perfectos en los más incómodos, por alguna razón.
Por ejemplo, cuando estábamos en el avión viendo la puesta de sol perfecta, sobre las nubes,
sentí que el momento adecuado finalmente había llegado. En ese mismo momento Damon tomó mi
mano, me miró profundamente, tan enamorado y perfecto que mi corazón latió con fuerza. Me miró
hasta que se aclaró la garganta y me preguntó si quería beber algo más.
¿Acaso no teníamos concedido que los momentos perfectos simplemente tuvieran un final
perfecto? ¡No era ningún secreto que ambos éramos almas rotas, pero eso no hablaba de nuestro
presente ni de nuestro futuro! ¿Qué pasaría si nunca llegaba el momento perfecto? Me sentí
enferma de tan solo imaginarlo.
Vamos a estar aquí por mucho tiempo. ¡No hay razón para entrar en pánico! Mi voz interior
tenía razón, no había razón para tener miedo. Todavía había tiempo para finalmente revelarle el
último y único secreto que tenía para él.
Salí de casa y Meera inmediatamente vino hacia mí, meneando la cola y sosteniendo una rama
enorme que dejó caer a mis pies. Meera ladró de alegría cuando tomé la rama y la tiré por el
prado, tan lejos como pude.
—Deberías quedarte más tiempo en la cama, está muy fría cuando me despierto —le dije
sonriendo a Damon.
—No soy de mucho dormir —gruñó Damon. Luego miró a nuestra perrita, que le pedía lanzar
la rama. —Además, también tienes a Meera como calentador de pies.
—No es lo mismo. Además, ella te ama y te sigue a todas partes. —Hice un puchero y los miré
con reproche. Era verdad, desde que Meera había visto a Damon por primera vez, se había
convertido en su sombra.
—No te preocupes. —Damon tomó mi barbilla entre su dedo pulgar e índice. —Yo sigo a mi
chica hasta el final del mundo.
Me besó. Sus labios salados y seductores envolvieron los míos, mientras su lengua exigente
penetraba en mi boca, queriendo probarme.
—Y nunca te dejaré ir de nuevo —dije—. Aun cuando me cambies por Meera.
—Tan solo un maldito idiota se opondría a la reina de los Alfas —dijo Damon.
—Tú eres un maldito idiota —repliqué. Oficialmente, Damon se había retirado, pero estaba
claro que su capítulo todavía no concluía. Después de todo, ¿cómo podía pedirle dejar a sus
amigos y familiares de tanto tiempo? Era como si Damon me hiciera elegir entre Lory y él –una
decisión que jamás podría tomar. Yo tampoco quería separar a Damon de su gente, simplemente ya
no quería verlo entre lluvias de balas, navajas y peligrosos jefes de la mafia.
—Tan solo una chica tonta se atrevería a llamar maldito idiota al rey de los Alfas —gruñó
Damon.
—Cierto, solo las chicas tontas se atreven a enfrentar al jefe de la mafia que las secuestró —
contesté sonriendo.
Damon me miró con cara de enamorado. —¿Qué haría sin ti?
—Lo mismo que yo haría sin ti.
Huir de las sombras del pasado.
Aunque teníamos formas distintas de solucionar nuestros problemas, ambos habíamos estado
huyendo. Mientras yo me escondía detrás de altos muros y me volvía inalcanzable, Damon quería
vengarse de sus sombras y se había perdido en el odio y la impredecibilidad.
—Es bueno que nos hayamos encontrado —suspiró Damon y yo asentí.
—Es bueno que nos sostengamos con fuerza.
Nos miramos a los ojos, largamente, e intercambiamos miradas de amor que dos meses atrás
jamás hubiésemos imaginado.
—¿Tienes hambre? —me preguntó. Mi estómago gruñó como si estuviera al mando y Damon
sonrió.
—Sí —contesté.
—Bien. —Damon tomó mi mano y me llevó rodeando la cabaña de madera hacia un pequeño
arroyo que fluía en dirección al valle al final del enorme terreno. Meera nos siguió, mientras
tiraba de una rama que era más grande que ella.
—¿A dónde me llevas? La cocina está en la otra dirección —dije, pero continué sin resistirme
a que me guiara a través del bosque.
—Es una sorpresa.
¿Una sorpresa? Eso no parecía algo que Damon haría, pero mi estómago se estremeció de
emoción mientras me preguntaba qué habría planeado. Sentí como el momento perfecto se
acercaba.
Me estremecí al escuchar un rugido.
—¿Lo escuchaste? —pregunté.
—No —dijo Damon. Entonces el gruñido se hizo más fuerte y Damon se detuvo. —Ahora sí.
Lentamente nos acercamos a la fuente del sonido, y cuando los árboles se hicieron menos
densos, quedé boquiabierta.
Al otro lado del prado había un enorme oso gris destrozando el picnic de Damon. El animal
lanzó una canasta por el prado, de forma que la fruta fresca cayó por el suelo.
Aunque estábamos lejos de él, podía olerlo. Olía a peligro. Sus afilados dientes resplandecían
bajo el sol, y sus garras eran enormes.
—Joder —gruñó Damon e instintivamente se sacó la Beretta del pantalón, pues siempre la
llevaba encima. Excepto a la hora de dormir, entonces había un arma plateada bajo su almohada.
Cielos, ¡compartía parte de mi cama con una pistola!
—El oso también tenía mucha hambre —dije sonriendo. Durante mis estudios había aprendido
que los osos tenían un olfato increíblemente bueno y, a la distancia, le debió haber parecido
irresistible el picnic que Damon había preparado para mí.
—Eso parece —susurró Damon.
Mis ojos se quedaron clavados a un colorido ramo de flores. —¿Has cogido flores para mí?
¿Acaso el tiempo entre las Rocosas había revelado aspectos de Damon que Hells Kitchen
ocultaba? Ahora, más que nunca, quería quedarme aquí para siempre.
—Sí. Aunque no lo creas —contestó Damon sonriendo sin apartar la mirada del enorme oso.
Acaricié a Meera, que seguía mirándome expectante.
—Sé honesto, ¿estás bien con todo esto?
—Mierda, sí.
El oso, aún lejos de nosotros, caminaba gruñendo y Damon le apuntó con el arma cuando nos
miró a los ojos, sin moverse.
Con suavidad coloqué mi mano sobre el arma y la empujé hasta que el cañón apuntara al suelo.
—Espera. No nos está lastimando —susurre. Sí, el tamaño del animal era increíblemente
aterrador, pero mientras no estuviéramos directamente en peligro y tan solo hubiera destrozado
nuestro momento perfecto, era injusto que le apuntara el cañón de una pistola.
—¿Y si lo hace?
—Tendría una razón, pero no se la daremos.
—Lo mataré si te lastima —dijo Damon con seriedad. Tan solo veía al oso como un
depredador, no como la hermosura que yo veía en él. Pero ¿podía culparlo? En Hells Kitchen tan
solo había depredadores con forma de ser humano inocente; naturalmente, representaban un mayor
peligro los depredadores con enormes dientes y garras.
Sonreí al pensar que, nuevamente, no era un momento perfecto. Increíble. Quienquiera que
controlara mi vida, era un sádico.
El oso gruñó de nuevo, pero no se nos acercó. Del claro aparecieron dos pequeños oseznos.
Eran tan tiernos que se me llenaron los ojos de lágrimas.
Me imaginé a Damon, a mí y a nuestros hijos haciendo un picnic en este mismo lugar. Yo le
podría contar a Damon Júnior lo valiente que había sido su padre la vez que un enorme oso gris se
comió su picnic, y Pequeña Zoey comenzaría a reírse porque a los osos no les gustan los
panqueques.
—Ahí tenemos tu razón —murmuró Damon.
Sí, una mamá oso protegería sus cachorros hasta la muerte si es que había peligro. Cuando se
trataba de su descendencia, toda madre tenía un corazón de guerrera.
—Están demasiado ocupados con su desayuno.
—Sí, ahí se terminó tu picnic —gruñó Damon.
Le acaricié la lisa mejilla recién afeitada. —Es un picnic perfecto que ambos recordaremos
para siempre.
—Qué hermosa familia —continué. El destinó quizás no era tan sádico como pensaba. Por
primera vez en semanas, no me era imposible comenzar a hablar. —Tienes razón, una mamá oso
protegería a sus crías a cualquier precio. Pero eso también lo haríamos nosotros, ¿no?
Protegeríamos a nuestra familia.
—Por eso tenemos que irnos ya, los osos grises son peligrosos —dijo Damon.
Me detuve y lo miré, pensativa. ¿Acaso no veía la misma belleza que yo? ¿Acaso no
identificaba el vínculo familiar, tan fuerte, que me había hecho llorar? Hasta ahora, yo siempre
había visto a Damon como el padre de mis hijos, quien nos protegería de todos los peligros,
porque nos amaba. ¿Me habría equivocado y Damon realmente no era un hombre de familia?
Dejé de lado el doloroso pensamiento y seguí a Damon de vuelta a nuestra cabaña, donde nos
encerró.
—¿De verdad crees que es necesario? —pregunté.
—Tengo que protegerte, así que, sí —contestó Damon.
Me miró con los mismos ojos de cuando me secuestró, y yo me sentí la misma chica débil y
pequeña de aquél entonces. Por un lado, me molestaba que Damon me tratara como si pudiera
romperme en cualquier momento, por el otro, estaba agradecida de que me brindara la seguridad
que había buscado desde hacía semanas.
Cielos, ¿cómo podían latir en mi corazón deseos tan contradictorios?
Quizás tan solo uno de los deseos latía en mi corazón, mientras que el otro deseo creía en el
secreto que todavía no había logrado descubrir.
Qué mañanita. Necesitaba una sesión de crisis con Lory, escuchar su tranquilizadora voz y su
optimismo para no volverme loca. Aunque Lory había pasado por mucho últimamente, era muy
fuerte y no se dejaba quebrantar por eso. Desearía tener al menos la mitad de su fuerza.
Tomé el teléfono satelital –con mi móvil tan solo había alcanzado a tener cobertura durante las
primeras 30 millas lejos de la civilización –y marqué el número de Lory.
No contestó. Incluso a la tercera llamada, no respondió.
—Extraño —murmuré.
—¿Qué pasa? —preguntó Damon.
—Lory no contesta.
—¿Quizás sigue dormida?
—No —negué con la cabeza. —No contestó ni su móvil ni el teléfono de la clínica.
Ahí estaban de nuevo: las náuseas que me revolvían el estómago.
Damon me quitó el teléfono. —Llamaré a David para asegurarme de que todo está en orden.
—Gracias. —Le di un beso a Damon, pues estaba muy agradecida de que se tomara tan en
serio mi preocupación por Lory.
Pero tampoco tuvo éxito. Ahora Damon también parecía preocupado, pues David siempre
respondía cuando él le llamaba.
Tan solo en el tercer intento Damon consiguió a alguien al otro extremo de la línea.
—Maldición, Dex. ¿Por qué nadie contesta el puto teléfono?
La profunda voz de Dex zumbó dentro del teléfono satelital, pero no lo suficientemente fuerte
como para que yo pudiera identificar sus palabras.
Damon asentía de vez en cuando, murmuró algo y se paseó por la habitación, lo cual me hizo
enloquecer. ¡Quería saber qué estaba pasado!
—David no me está ocultando nada, ¿verdad?.. Bueno, llama cuando tengas noticias.
—¿Y? —pregunté conteniendo la respiración.
—Dex dice que David y Lory no están disponibles.
—¿No están disponibles? ¿Eso dijo? —Se me quitó un peso del corazón. —¿Eso significa lo
que pienso?
Damon asintió. —Que los dos finalmente pasan más tiempo juntos.
Sonreí. —Ya era hora de que esas dos cabezas huecas se encontraran.
—Antes, las relaciones tampoco eran lo nuestro —susurró Damon.
—Lo sé —suspiré. Antes, para mí tampoco lo eran. No hasta que Damon y yo nos encontramos
sin buscarnos.
—En cuántos líos nos puede meter una niñita, ¿eh? —dijo Damon sonriendo y acariciando mi
mejilla.
Espera a ver en cuántos líos nos puede meter mi secreto…
Capítulo 11 –Lory

Eché una última mirada nostálgica a mi teléfono antes de que John Doe lo destruyera junto con el
móvil de David y los eliminara para siempre.
Al menos David me había permitido guardar los datos más importantes en la nube y llamar a mi
familia por última vez. Obviamente no le dije a mis padres lo que había pasado, pues no quería
preocuparlos. Les había dicho mentiras, más o menos grandes, para que pudieran dormir
tranquilos. Por ejemplo, que la clínica había sufrido destrozos durante un robo a media noche o
que mi móvil se había estropeado y lo enviaría a reparar. La mayor mentira, como siempre, era
que yo estaba bien. Aunque fuera una locura, había logrado dos cosas hoy. La primera es que me
había librado de mi apartamento que tanto odiaba, y la segunda, finalmente había logrado
acercarme más a David. Había deseado ambas cosas, tan solo bajo circunstancias diferentes.
Sé cuidadosa con lo que deseas Lory. Podría convertirse en realidad.
—Vamos, tenemos que irnos —gruñó David sin mirarme a los ojos. Desde que nos habíamos
besado, había estado más distante de lo normal. Don Inalcanzable a la segunda potencia. ¿Quién
diría que su capa de hielo de un metro de espesor podría congelarse aún más? Al menos yo no. No
obstante, sin importar qué tan ingenuo fuera, yo quería seguir cruzando Alaska hasta encontrarme
con su corazón, el mismo que me había revelado momentos antes. Su corazón existía y yo tenía
pruebas.
—Ya voy —contesté suspirando y bajé de un salto de mi taburete para seguir a David. Poco
antes de la salida, lo tomé por el brazo y lo detuve.
—¿Qué? —preguntó irritado.
—Tenemos que hablar de nuestro beso —dije. Aunque había sucedido apenas unas horas atrás,
se sentía como si hubiesen pasado varios años. Además, quería aclarar el asunto cuanto antes,
pues no sabía hasta dónde o por cuánto tiempo tendríamos que conducir hasta la casa de
seguridad. Le gustara a David o no, yo no podía soportar las miradas heladas que me dirigía desde
que nos besamos.
—Joder, Lory —David me miró con una seriedad mortal y pude ver cómo se le tensaban los
músculos de la mandíbula. —Eso nunca pasó.
Lo estaba negando todo; no tenía sentido contradecirlo.
—Entonces actúa como si nunca hubiera pasado —contesté con amargura.
Medio atormentado, medio pensativo, sus ojos vagaron por mi cuerpo.
—Lo siento, Lory. Ha sido un día largo —suspiró David. —Estoy jodidamente cansado y falta
mucho para que podamos descansar.
¿Acaso David se acababa de disculpar conmigo? ¡Así que después de todo aún sucedían
milagros!
—Yo también estoy cansada —respondí.
Pensativo, David examinó mi rostro, y yo miré al suelo, pues me avergonzaban las oscuras
ojeras alrededor de mis ojos. Incluso ahora, después de dos días sin dormir y estar gravemente
golpeado después de su pelea en el Club de Lucha, David se vía espectacular, peligroso y
concentrado.
David tomó mi barbilla y me obligó a mirar sus oscuros ojos marrones.
—Iremos más rápido si me escuchas de ahora en adelante.
Odiaba admitirlo, pero David tenía razón. Estaba aferrada a mi vida pasada y los días en los
que no tenía miedo de morir, pero tenía que dejarlo ir, al menos hasta que todo esto terminara.
—¿No más discusiones innecesarias? —sugirió David.
—De acuerdo. No más discusiones innecesarias.
—Así que sí puedes ser una chica buena, después de todo. —Una sonrisa se dibujó en su rostro
y me pregunté qué pensamientos estaría ocultando detrás de sus labios seductores.
De verdad esperaba que conservara este comportamiento, pues prefería viajar con este David
que con Don Inalcanzable.
Cruzamos la salida en el mismo momento que Yuki Asai y tres japoneses entraban al Dark
Room. De cerca, la seguridad de Yuki era aún más envidiable y deseé que pudiéramos cambiar de
roles. Quería ser tan fuerte, hermosa e indomable como ella. Ella y David cruzaron miradas, lo
cual me dio una puñalada en el corazón. Gracias a Zoey sabía que ambos frecuentemente estaban
juntos en el Club de Lucha, y esas miradas me confirmaban que tenían secretos que nadie más
podía ver.
Yuki le dio un empujoncito a David con el hombro y él emitió un leve gruñido para después
seguir en silencio. Irritada, mi mirada se alternó entre David y Yuki, quien me guiñó el ojo y luego
la vi desaparecer por el rabillo del ojo.
El hecho de que la estricta líder de los Dragons me guiñara el ojo me sacó tanto de mis
casillas que me salté el primer escalón de la escalera. El suelo se acercó aterradoramente rápido
y mi cuerpo se preparó para chocar con el afilado borde de los escalones, pero no llegué tan lejos.
David, que había previsto la caída, me atrapó poco antes del impacto. Parpadeé irritada un par de
veces antes de ponerme en pie. Aunque mi cabeza no había tocado el suelo, David me retiró de la
cara un mechón de cabello rebelde.
—¿Todo bien? —me preguntó.
—Sí —respondí y casi tropiezo la segunda vez, pues su mirada de preocupación me abrumaba.
—Tu inseguridad dice lo contrario —gruñó David.
—Todo está bien, en serio, solo me he tropezado —insistí.
—¿Cuándo fue la última vez que comiste?
La pregunta de David me irritó especialmente porque no tenía respuesta. Él tenía razón, no
había comido nada hoy, pero dado el caos que me rodeaba, no me podía reprochar el que no
tuviera hambre.
—No tengo hambre —contesté pensativa.
—Tienes que comer algo —dijo David con naturalidad mientras se dirigía a Bettys Diner, al
otro lado de la calle y que estaba abierto las veinticuatro horas del día.
Sacudí la cabeza. —Es muy peligroso. Tú mismo dijiste que teníamos que irnos tan rápido
como fuera posible. Podemos comer después, cuando estemos más seguros.
—Mira lo delgada que estás, tienes que comer algo ahora —me advirtió David.
—¿En qué momento había cambiado de rol? Primero David estaba en su sombrío papel de
elemento-oscuro-que-lidera-la-mafia queriendo escapar cuanto antes, ¿y ahora sugería que nos
sentáramos a comer algo primero?
—¿Realmente podemos darnos este lujo? —pregunté críticamente.
David asintió. —Todo el área alrededor del Dark Room es una zona tranquila en la que ni
siquiera el bastardo Godfather se atrevería a sacar una navaja.
David no contestó a mi pregunta y yo me cuestioné si realmente todas estas normas establecidas
en torno al Dark Room eran ciertas, o si tan solo quería darme algo de seguridad. Era tentador.
Tuve la ilusión de que las cosas eran lo mitad de salvajes de lo que parecían, pues nadie que
comiera un menú completo en el restaurante Bettys Diner podría tener prisa.
Esa nueva idea me dio la fuerza que necesitaba para mantenerme despierta.
—Está bien —suspiré, aunque me diera igual. No quería que David me tratara con guantes de
seda, era casi tan malo como sus miradas llenas de odio. Sin embargo, no quería desatar otra
discusión, tan solo deseaba conservar, tanto como pudiera, la paz engañosa que había entre
nosotros.
Para asegurarse de que no tropezara por tercera vez, David me tomó de la mano y me llevó al
restaurante. Mi mano desapareció entre sus enormes dedos varoniles, que me sostenían con fuerza
e hicieron que mi corazón latiera salvajemente. Aunque temía la oscuridad de la noche, con el
tacto de David me sentía segura y protegida.
Entramos al restaurante, éramos los únicos comensales. David buscó un lugar para sentarse
desde donde pudiera ver la entrada y mantener los ojos en la ventana. Soltó mi mano; la cálida
sensación de sus dedos permaneció sobre mi piel.
Betty, que nos miraba irritada, trajo un menú y sacó su libreta de espiral para tomar nuestra
orden de bebidas.
—Un vaso de agua —pidió David y me miró expectante.
—Una Coca-Cola —contesté.
—Un vaso de agua y una Coca-Cola. Entendido. —Betty volvió a colocarse el bolígrafo en el
moño del cabello y miró a David levantando un dedo. —Y espero que no haya problemas.
—No —dijo David rápidamente.
—Eso espero. Reconozco esa mirada y siempre grita ‘problemas’.
David sonrió. —Fue hace mucho tiempo.
—Y estaré resentida para siempre.
Vaya. Nunca había visto a Betty tan enfadada. Sus ojos seguían enfurecidos cuando se dio la
vuelta para dirigirse al bar y preparar nuestras bebidas. Siempre que Zoey y yo veníamos, Betty
nos procuraba a nosotras y a todos los demás clientes una sonrisa maternal.
Tomé el menú y lo hojeé, aun cuando siempre pedía lo mismo, ¡una hamburguesa con tocino y
queso extra! Aunque hasta ahora no tenía hambre, el aroma de la cocina era tentador.
Inhalé el olor a carne asada, especias y papas fritas.
—Fue buena idea venir aquí. No podía irme de la ciudad sin comer una última hamburguesa de
Betty.
—Será mejor que comas algo decente —dijo David, mientras también hojeaba el menú.
—¡Eso es algo decente! No tienes idea de cuánta proteína tiene una hamburguesa.
—Y azúcar. Y grasa. Y más azúcar.
Entrecerré los ojos y resoplé mientras David me observaba con seriedad. Íbamos directo a la
siguiente discusión. Tan solo Betty, que sirvió nuestras bebidas, tranquilizó la situación entre
nosotros.
—Gracias —dije echándole una miradita.
—De nada, cariño —contestó sonriendo. Luego le dirigió a David una última mirada seria y
desapareció en la cocina.
Me incliné hacia adelante para hablar más bajito.
—¿Por qué te desprecia tanto?
—Larga historia —gruñó David.
Ahora tenía más curiosidad. ¿Qué había hecho David?
—Tenemos mucho tiempo.
Ahora David se reclinó hacia mí. Sus ojos oscuros brillaron misteriosamente y yo contuve el
aliento.
—Eso es un asunto entre Betty, la mafia danesa y yo.
Hice un puchero porque me moría de ganas por escuchar, pero cedí, pues podría preguntarle a
Zoey en un futuro.
Una y otra vez, David alternó la mirada entre mí y la ventana. No sabía si debía sentirme
segura de que David estuviera tan atento, o tener miedo, pues hacía que el peligro fuera tan real.
¿Acaso mi jodido coche no podría haberse hecho mierda en otro vecindario? De ser así nunca
hubiera conocido a Joel y nada de esto hubiera pasado.
El maldito tipo había destruido mi vida y casi lograba destrozar también la de mi mejor amiga.
Por suerte, Damon la había salvado. Esperaba que David hiciera lo mismo por mí, incluso si él…
¿qué sentía realmente por mí?
¿Me odiaba porque tenía sentimientos más profundos por mí?
¿O David tan solo era capaz de sentir odio e ira? ¿Hasta ahí podían llegar sus sentimientos?
Pensativamente, me coloqué el dedo en el labio inferior, que todavía recordaba el sabor de
David.
Bajo la luz rojo neón que iluminaba todo el restaurante, David le hacía justicia al nombre de
los Alfas. Lucía tan peligroso, no había dudas, y entre todos los rasguños, miradas serias y sus
fuertes músculos, no podía ocultar su sensualidad. Se le adhería tanto a la piel como la sombra de
Joel a mí.
David juntó las palmas de las manos y las colocó sobre la mesa. Luego me miró con ojos
pensativos.
—¿En qué piensas? —pregunté antes de poderme detener.
Él suspiró y por un momento creí que respondería 'en nada' luego ladeó la cabeza y se rascó el
filo de la barba.
—¿Cómo es que una chica como tú termina involucrada en esta situación?
Me estremecí.
¡Hubiera preferido no haber preguntado!
Además, David sabía más de los asuntos de gánsteres que yo.
—Por culpa del juicio —especulé.
Dios, no podía esperar a que finalmente terminara el juicio. Ser la única testigo era
jodidamente agotador, pues sabía que todo dependía de mi testimonio. ¿Por eso me tenían en la
mira? ¿Acaso Godfather quería liberar a Joel?
Por primera vez desde que Joel había sido arrestado, tuve dudas sobre testificar. ¿Qué pasaba
si hacía mi declaración y a pesar de eso Joel salía libre?
Cielos, eso implicaría vivir huyendo… para siempre.
Suspiré y pestañeé un par de veces, esperando que David estuviera satisfecho con mi
respuesta.
—No me refería a eso —dijo David.
No estaba satisfecho. Obviamente no. Pero al menos se había apoderado del asunto.
—¿Cómo puede una chica astuta como tú enamorarse del idiota lacayo de Godfather?
Bueno, si tan solo supiera eso…
De cualquier forma, realmente nunca estuve enamorada de Joel. Era más bien respeto por su
conocimiento en coches y que siempre me había sentido muy bien con él, gracias a las drogas que,
en secreto, mezclaba en mis bebidas. Si hubiera escuchado a Zoey desde el principio, nada de esto
hubiera ocurrido.
David no debería dejarse golpear hasta casi entrar en coma por mi culpa, y yo no debería
esconder mi miedo bajo el orgullo y ánimos de rebelión.
Cielos, estaba jodidamente muerta de miedo.
Quizás no era lo suficientemente rápida como para escapar de Joel.
Quizás no era lo suficientemente fuerte como para enfrentarme a Godfather.
Quizás no era lo suficientemente astuta como para sobrevivir a todas las emboscadas.
Pero el peor de mis miedos era que mi estupidez afectara a otros. No quería que mi familia,
Zoey o los Alfas resultaran heridos.
Sentí los ojos oscuros de David ardiendo sobre mi piel y me enfrenté a mi mayor temor: el que
David no sintiera más que odio por mí.
—Discúlpame un momento —susurré tragándome el enorme nudo que tenía en la garganta.
David se aclaró la garganta y yo levanté la mano inmediatamente, pues sabía lo que iba a decir.
—Tengo dos minutos, lo sé.
Me levanté y me dirigí al baño, esperando poder deshacerme de los desagradables
sentimientos y pensamientos acerca de Joel. Pero no lo logré. Los dos minutos que tenía no fueron
lo suficientemente largos como para deshacerme de Joel o los miedos que me perseguían.
Las dudas en mi interior crecieron y el pensamiento de que el juicio estaba cerca se hizo cada
vez más presente.
Cuando regresé, Betty estaba junto a nuestra mesa tomando la orden.
Escuché a David pedir una ensalada y olvidé a Joel y todos mis temores. Ahora yo tenía una
mezcla entre hambrienta y enfadada, ¡porque de nuevo me trataba como a una niña pequeña y me
pedía una ensalada! ¡Cielos, ensalada! Para mí, eso era casi una declaración de guerra. Sí, podía
tolerar el sabor de las verduras en mi hamburguesa, pero solo si el sabor estaba encubierto por
una grasosa carne con salsa barbacoa.
Había dicho claramente que quería una hamburguesa. Creí que habíamos aclarado nuestras
diferencias, pero al parecer no era así. Enfurecida, volví a tomar mi asiento. Le arrojé una mirada
asesina y golpeé la mesa con el puño.
—¿Te has vuelto loco?
—¿Qué demonios?
Capítulo 12 –David

Observé a Lory mientras desaparecía en el baño de mujeres. Ambos sabíamos que no necesitaba
ir al servicio, sino que estaba escapando de mi pregunta. Ella simplemente podría haberse negado,
pero decidió huir. Así que, obviamente, estaba mucho más interesado en saber cómo Lory
consiguió a ese imbécil que casi desataba una guerra.
Lory era orgullosa e imprudente, sí, pero ahí escondía su miedo. La consideraba lo
suficientemente inteligente como para enredarse con tipos como Joel, o peor, con tipos como yo.
Hice una señal a Betty para que tomara nuestra orden.
Cuando llegó a la mesa, miró con aire de preocupación el pasillo por donde Lory había
desaparecido.
—Hay problemas en el aire, ¿no?
—Aquí siempre hay problemas en el aire —gruñí.
—Evidentemente —contestó Betty. Su mirada reflejaba que no le agradó mi respuesta, pero así
era siempre en Hells Kitchen. Siempre hervía a fuego lento y a veces las llamas y el caos
emanaban rápidamente del suelo de concreto, tan solo para desaparecer con la misma velocidad.
Hells Kitchen era como un peligroso volcán en constante actividad que, con frecuencia, tenía
que liberar fumarola, y ahí entraban los Alfas en juego. Si no éramos cuidadosos, Vesubio 2.0
haría erupción; todos sabían que estábamos al borde del infierno y un paso en falso era suficiente
para caer en el abismo.
—Entre menos sepas, mejor —dije, mientras Betty me seguía escudriñando con la mirada.
—¿Y qué hay de Lory?
Me preguntaba qué tan cercanas eran Lory y Zoey con Betty. Damon dejaba aquí a las chicas
con tanta frecuencia, que cualquier cosa era posible entre ellas.
—Ella no se apartará de mi lado hasta que todo se aclare.
—Bien. —Ahora Betty parecía satisfecha. —¿Qué os puedo traer?
—Una hamburguesa con tocino y queso extra —ordené mirando el lugar de Lory.
Betty arrugó la frente. —Conoces a Lory mejor de lo que creí.
Si tú supieras…
Había observado a Lory en cada minuto disponible, lo que me hacía sentir como un demente
acosador. Había aprovechado cada oportunidad para saber más de ella, y, con el tiempo, aprendí
mucho de sus gustos por la grasosa comida rápida.
Esperaba encontrar al menos una cosa que verdaderamente pudiera odiar de ella.
Me perdí brevemente en el abismo de mis desbocados sentimientos, hasta que Betty me sacó de
mi ensimismamiento.
—Y para ti, ¿lo de siempre también?
Lory, que acababa salir del baño, atrapó mi atención. A pesar de todas las circunstancias, se
veía hermosa. Sus rizos marrones se revolvían a cada paso y el aroma a clavo dulce viajaba hasta
a mí. Asentí, perdido en mis pensamientos y sin poder quitarle los ojos de encima a Lory.
—Una ensalada césar.
—De inmediato —contestó Betty y volvió detrás del mostrador para informar a la cocina
nuestro pedido, hablando a través del enorme ventanal abierto.
Al salir del baño Lory lucía cansada, pero ahora parecía enfadada. Malditamente enfadada.
—¿Estás loco? —me preguntó bruscamente.
—¿Qué demonios?
—¡¿Ensalada?!
Fruncí el ceño, pues eso no explicaba nada.
Respiré hondo.
No quería gritarle a Lory, pero su repentino enfado hacía increíblemente difícil que me
controlara.
—¿Qué hay de malo con una ensalada? —la cuestioné de regreso.
—No tiene carne.
—Así es —contesté aturdido y sonreí. ¿Por qué estaba tan enfurecida Lory, porque no iba a
comerme una maldita hamburguesa?
—¡Deja de sonreír! —me espetó, haciéndome sonreír aún más.
Ten cuidado, chica. Mi paciencia es bastante escasa hoy.
Lory prosiguió, echando chispas.
—En serio, ¿quién te crees que eres arrastrándome a este lugar para pedirme una ensalada?
Habíamos acordado que de ahora en adelante te escucharía, ¡pero eso no significa que puedas
libremente decidir por mí!
Bien, ahora entendía por dónde iba la cosa. Lory pensaba que yo había pedido la ensalada para
ella. Me recosté y de pronto su ira se convirtió en un espectáculo para mí. Un espectáculo que
quería admirar por más tiempo, después de todo, estaba sentado en primera fila.
—No decido por ti —contesté. Aunque, de cierta manera, sería bueno para ella que yo tomara
las decisiones. Por suerte para Lory, Damon me desollaría vivo si ella terminaba encadenada
dentro de mi maletero, lo cual haría nuestra huída definitivamente mucho más rápida.
—¿Por qué haces mi vida tan difícil? —preguntó Lory con una mirada lastimosa.
—Tú sola haces tu vida difícil —dije y observé fascinado cómo Lory, pensativa, se enrollaba
la punta de los rizos entre los dedos.
—Ah, David. ¿Qué te puedo decir? —Ella suspiró, mientras los pensamientos fluían detrás de
sus hermosos ojos azules.
Las comisuras de sus labios seguían temblando, lo cual inmediatamente me recordó a nuestro
beso… que quería olvidar y al mismo tiempo recordar para siempre.
Lory era tan contradictoria como yo, al igual que nuestro comportamiento. Éramos la
contradicción en persona y, sin embargo, nos atraíamos mutuamente. Maldición, tenía que
asegurarme, bajo cualquier circunstancia, de que nunca se desvistiera.
Pero tan solo una mirada a sus cristalinos ojos fue suficiente para que me arrepintiera de mi
último pensamiento.
Me hubiera encantado seguir arrastrando este drama por más tiempo, pues cuando yo aclarara
todo más tarde, ella tendría que disculparse, con las mejillas rojas, de cada pequeño reproche que
me había echado en cara. Pero vi lo cansada que estaba Lory, así que decidí liberarla de su
sufrimiento. En la casa de seguridad también habría muchas maneras de hacer enrojecer las
mejillas de Lory.
—La ensalada es para mí —dije tranquilamente y liberé a Lory de su enojo.
Inmediatamente se le enrojecieron las mejillas y bajó la mirada, avergonzada.
—Oh —suspiró. —Disculpa.
Que Lory se disculpara seguramente debía haber sido un gran esfuerzo; después de todo, había
pronunciado un discurso impresionante del que ahora se veía obligada a distanciarse.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—Lo hubiera hecho si desde el principio me hubieras dicho cuál era el problema, y también si
me hubieras dado oportunidad de pronunciar una sola palabra.
—Oh —dijo nuevamente. Lory se sintió aún más avergonzada y tenía que admitir que era
mucho mejor de lo que había esperado.
—¿Qué me pediste? —preguntó Lory por lo bajo, sin mirarme a los ojos.
—Una hamburguesa con tocino y queso extra.
Un suspiro de alivio salió de su boca. Luego me miró inquisitivamente.
—¿Cómo sabes cómo me gustan mis hamburguesas?
Lory no tenía idea de todo lo que sabía sobre ella.
Sabía que idolatraba a Bonnie Buckley, que amaba el viento y también sabía que, si ella
pensaba que yo estaba mirando en otra dirección, le gustaba mirarme tanto como yo a ella.
—Soy buen observador —dije.
—Entonces, ¿me has estado observando?
Sí, maldición. ¡Te he estado acechando como un loco!
Tanto, que tenía la sensación de conocer a Lory jodidamente bien, tan bien, que casi lo sabía
todo sobre ella. Todo menos los secretos que ella escondía de mí y del resto del mundo.
Obviamente, sobre todo, quería conocer la razón por la que ella estaba interesada en un
monstruo como yo. Yo no era una persona amable. Era frío como el hielo. Brutal. Impredecible.
Un criminal que había hecho mierda toda su maldita vida.
Me recosté nuevamente y crucé los brazos sobre el pecho antes de responder la pregunta de
Lory.
—No seas ridícula —dije sonriendo y aparté la mirada, para que ella no descubriera mis
mentiras.
—Uhm —contestó Lory asintiendo. Luego los dos nos quedamos en silencio.
Me aclaré la garganta para romper con la quietud opresora.
—¿Por qué sabes cómo suena una Kawasaki Ninja? —pregunté.
—Solía trabajar mucho con máquinas así —respondió Lory sonriendo.
Suspiré quedamente ante el pensamiento de Lory debajo de una moto y limpiándose la frente
sudorosa con las manos llenas de aceite.
—¿Tenías una moto? —pregunté y la miré críticamente. Ella era alta, delgada y ciertamente se
vería brutal en ropa de cuero, pero a mi parecer no lucía como una chica roquera.
Lory se rió. —No, simplemente era la moto de un amigo. Mi padre nunca me permitió tener una
propia.
—Parece que tu padre es un hombre inteligente. Esas máquinas son bestias peligrosas.
—Sobre todo me puso en aprietos —suspiró Lory.
—¿A qué te refieres?
—Trabajé en el taller de mi padre desde pequeña. Siempre fue mi sueño hacerme cargo del
taller, lo que por supuesto le habría agradado a mi padre, pues mis hermanas no podían lidiar con
coches.
—¿Qué te hizo cambiar de idea? —pregunté. Después de todo, Lory acababa de concluir sus
estudios en veterinaria hacía un par de días.
—El Sr. C —contestó Lory.
—No parece el apodo de un tipo confiable.
—Dios, no. —Lory echó la cabeza hacia atrás, riendo y sacudiendo sus rizos. —El Sr. C era mi
gato, que de pronto se puso muy enfermo. Mi madre y yo lo llevamos con un veterinario que lo
curó, para que el Sr. C pudiera seguir yendo conmigo a la secundaria. Estaba tan agradecida que
me juré curar a los Sres. C de otras niñas. Los coches estropeados se pueden reemplazar, pero las
amadas mascotas no.
—Qué pensamiento tan noble —respondí pensativo. Lory definitivamente no era una chica que
perteneciera a Hells Kitchen. Era una luz brillante que tan solo atraía a las polillas para que se la
comieran lentamente. No podía permitir eso.
—Así que no solo eres una veterinaria fantástica, sino que también sabes de coches —dije
perdido en mis pensamientos.
—Sí. —Lory asintió y, avergonzada, se retiró un rizo del rostro.
Maldición, en otras circunstancias, ella realmente hubiera sido una ventaja para los Alfas, pero
todo dentro de mí gritaba por sacarla de aquí tan pronto como pudiera.
—Estás llenas de sorpresas —dije.
Tan solo cuando Lory me miró pensativa, sin saber a lo que me refería con mi declaración, caí
en cuenta de lo que había dicho.
—¿Y qué hay de ti? ¿Cuáles son tus sorpresas? —preguntó Lory.
—No tengo ninguna —respondí con seriedad.
—Que comas ensalada definitivamente es una sorpresa —bromeó Lory. Sus ojos brillaron con
tanto deseo, que hubiera deseado ponerla de rodillas.
—¿Crees que este cuerpo es un regalo de los dioses? —pregunté señalando mi torso duro como
el acero. —No, maldición. Mi cuerpo es producto de trabajo duro y disciplina. —Entonces miré
su cuerpo perfecto y me pregunté cuánto ejercicio debía hacer para tener esa figura, considerando
los miles de calorías que se comía con Zoey durante sus noches de chicas.
—La vida es más que trabajo duro y disciplina —susurró Lory. Sí, definitivamente en su vida
había más, pero ella no venía de Hells Kitchen, como yo. Desde temprana edad aprendí que debía
devorar o ser devorado, así que decidí devorar.
—No para mí —dije.
—¿Por qué?
Antes de que tuviera que explicarme, Betty trajo nuestra comida y la dejó en la mesa, frente a
nosotros, regalándome la excusa adecuada para no entrar en más detalles. Pero Lory no sería Lory
si no hubiera querido profundizar más.
—Sé tan poco de ti —contestó pensativa, sumergiendo sus papas fritas en el kétchup.
¿A pesar de observarme tan seguido? Entonces mi máscara de hielo había funcionado mejor de
lo que pensaba. Bien. No podía darme el lujo de ser descuidado. Esa era la razón por la que
seguía mirando por la ventana, hacia la oscuridad.
—No hay mucho que decir de mí —respondí, añadiendo una pizca de sal a mi ensalada. En mi
opinión, eso era verdad; fui un niño de la calle sin perspectiva, hasta que conocí a Damon y mi
vida mejoró, a través de la disciplina y el trabajo duro. Había superado algunos abismos, pero
había otros tan profundos y empinados que uno ya nunca podía volver a ver la luz después de caer
en ellos.
—Me debes un par de pequeños detalles —dijo Lory y me miró con los ojos muy abiertos.
Joder, no podía negarme a esa mirada; quería cumplir todos sus deseos.
—Te debo una mierda —gruñí, tan amenazante, que Lory bajó la mirada. Mis palabras le
habían pegado a Lory más fuerte de lo que pretendía. Así que relajé mi expresión seria y adopté
una voz conciliadora.
—No hay nada que contar sobre mí que pueda impresionar a una chica como tú.
Lory ladeó la cabeza. —Las chicas como yo decidimos por nosotras mismas lo que nos
impresiona. Pero está bien, hay temas de los que no nos gusta conversar, así que deberíamos
hablar de otra cosa.
—Finalmente estamos de acuerdo —contesté con una sonrisa. Después me dediqué a mi
ensalada. Las tiras de pollo a la plancha eran un verdadero placer; no me había percatado de lo
hambriento que estaba.
—Me temo que no nos sucederá muy seguido, ¿cierto? —preguntó Lory, sonriendo de vuelta.
—Me temo lo mismo.
Mientras comíamos, pensé en nuestra conversación respecto a Zoey y Damon en el Dark Room.
Me molestaba la idea de que ambos tuvieran secretos que yo no conocía, y no podía dejar de
pensar en ello. Odiaba el secretismo, pues los secretos eran un riesgo incalculable.
—¿Lory?
—¿Sí? —Estaba luchando para que su enorme hamburguesa no se le cayera.
—No me estás contando realmente lo que pasa con Zoey, ¿verdad?
Ella negó con la cabeza. —No hasta que me digas lo que pasa con Damon.
—Nada —respondí encogiéndome de hombros.
—Vale —contestó Lory. Luego volvió a dedicarse a su hamburguesa. La miré alegremente. Era
tierno cómo luchaba con la hamburguesa, demasiado grande. Tanto, que terminó con un poco de
salsa barbacoa corriendo por el brazo. Miró el desastre con seriedad, luego se mordió el labio
brevemente y lamió la salsa de su antebrazo.
Joder.
Su lengua lamió su piel de una manera tan sensual que casi me vuelvo loco. Lory lograba
empujarme a cualquier extremo emocional en cuestión de segundos.
Maldición, estaba a menos de una mirada de follármela en el armario de las escobas.
Lory, ¿qué demonios me estás haciendo?
Capítulo 13 –Lory

Salimos del restaurante y me despedí de Betty. ¿Quién sabe cuándo la volvería a ver? Aún faltaba
una eternidad para la fecha del juicio, y el final de las negociaciones no significa el final de mi
fuga.
Mi corazón se aceleró con tan solo pensar que no podría vivir sin estar huyendo. La visión
romántica de que David y yo éramos como Bonnie y Clyde fue destrozada por la realidad.
David salió primero por la puerta y exploró de izquierda y derecha.
—Despejado —dijo.
Esas eran las primeras palabras que me dirigía desde la cena. David me había estado mirando
fijamente todo el rato, y yo no sabía lo que significaba eso. ¿Acaso había hecho algo mal? Bueno,
quién sabe qué leyes existían en Alaska-David, qué cosas se habían malinterpretado y cuáles no, y
qué sentimientos se podían mostrar.
Era un gran misterio; uno que quería resolver a cualquier precio y tan solo podría hacerlo si
conseguía un abrigo más grueso para caminar a través de su frío interior.
—Vamos —dijo David mientras yo estaba absorta en mis pensamientos. Tomó mi mano y me
llevó con él. No podía hacer nada más que observar la enorme mano de David, que tomaba la mía.
Sus largos dedos eran ásperos pero lo suficientemente finos como para ocultar su afición por las
peleas. También tenían un efecto casi mágico en mí, pues cada vez que me tocaban, un escalofrío
me recorría todo el cuerpo.
David miró a su alrededor y murmuró 'perfecto' más a sí mismo que a mí. No tenía idea de a
qué se refería.
Cuando atisbamos su todoterreno, caminé más despacio, pero David simplemente me detuvo en
seco.
—Ese es tu coche —le dije a David cuando pasamos junto a nuestro vehículo de escape.
—Lo sé —contestó, pero siguió caminando decididamente.
—¿Escaparemos a pie? —pregunté insegura. Dios mío. David había juzgado terriblemente mal
mi condición física si creía que era capaz de hacer una larga caminata.
—Mierda, no —sonrió David. Se detuvo frente al Lamborghini Aventador de Yuki Asai y su
sonrisa se hizo aún más grande—. Escaparemos con estilo.
No sabía que decir. Obviamente quería conducir ese súper lujoso coche deportivo todo el
tiempo, pero me lo había imaginado en circunstancias diferentes.
Me quedé sin aliento cuando David se puso de pie junto al lado del conductor y levantó el
codo.
Acaso, ¿pretendía romper la ventana?
—¡No! —grité y salté para sujetar su brazo cuando vi que se puso serio.
Aunque puse todo mi peso sobre su brazo, no fue suficiente para detenerlo. Solo se detuvo
cuando se dio cuenta de que yo era una pequeña y molesta resistencia.
Cielos, su fuerza me impactó tanto que caí de rodillas.
—¿Qué? —gruñó—. Necesitamos un vehículo de escape. Y no podemos arriesgarnos a
conducir con mi todoterreno, que posiblemente está siendo rastreado.
Miré a mi alrededor y mi mirada se encontró con una limosina Mercedes al otro lado del
aparcamiento. —¿Y ese coche de allá?
David negó con la cabeza. —Tomaremos el coche de Yuki.
—Yuki no estará muy feliz si le robas su coche —contesté. Me puse fatal de tan solo pensar
que Yuki estaría tan molesta que también nos perseguiría.
—Mierda, Yuki los mataría a todos si le hicieran un simple rasguño a su auto —contestó David
divertido—. Es justo por eso que lo robaremos. Nadie en toda la ciudad pensaría que alguien
robaría el coche de Yuki.
David retrocedió, pero lo frené cuando volvió a levantar el brazo. Es cierto que el plan de
David tenía sentido, pero no podía aprobar la idea de que destrozara el coche, si había otra
alternativa.
—Si tiene que ser el auto de Yuki, ¡al menos no rompamos las ventanas, por favor! Su coche es
casi una reliquia única.
David gruñó ruidosamente mientras se frotaba las sienes.
—Está bien. —Se inclinó hacia adelante y susurró: —Ábrete sésamo.
De manera juguetona comprobó que la puerta continuaba cerrada. Le di un puñetazo a David en
el hombro.
—¡Idiota! Yo abriré el coche, ¿vale?
—¿Puedes hacer eso? —preguntó David impresionado.
—Sí. No tienes idea de qué tan seguido teníamos que abrir a la fuerza los coches en el taller —
suspiré. Por cierto, en el taller tan solo me consideraban a mí, pues tenía las manos más
silenciosas y pequeñas para hacer este tipo de trabajos.
—Tienes dos minutos —dijo David sin dejar de mirar la entrada al Dark Room—. Yuki ha
estado dentro demasiado tiempo.
—Sí, vaya. Sin presión —contesté con cinismo. Saqué una navaja y pasador de cabello de mi
bolso. Entonces me puse de rodillas.
David me miró impactado. —Eso definitivamente no es para una pequeña chica.
—Ya no soy una pequeña chica —contesté. Y ya no era tan ingenua como para salir de casa sin
gas pimienta y un arma. Obviamente esperaba jamás tener que usarlos, pero quería estar preparada
por si se presentaba el caso.
Entrecerré los ojos para tener una mejor visión en la penumbra, pero la poca iluminación era
demasiado mala.
—¿Te puedo ayudar? —preguntó David. Al momento siguiente encendió con un clic una
brillante luz que rebotó contra la cerradura del coche.
—¿Tienes una linterna? —pregunté. Sí, esperaba que David estuviera armado hasta los dientes,
pero una linterna no entraba en mi idea de armas peligrosas de un gánster.
—Sí, no eres la única que quiere estar preparada —dijo—. Estoy en callejones oscuros más a
menudo de lo que quisiera.
Ahora que tenía luz, asentí satisfecha y, con manos temblorosas, me puse a trabajar
cuidadosamente con la navaja y el pasador de cabello. Debía tener mucho cuidado, pues los
sistemas de alarma en los coches de lujo eran extremadamente sensibles.
—Date prisa —dijo David preocupado. Su inquietud se me impregnó y tuve que hacer una
pausa, pues me temblaban las manos.
Intenté calmar los latidos de mi corazón respirando larga y profundamente, pero el hecho de
que estaba forzando la cerradura del coche en el que íbamos a escapar me inquietaba. Lo que
había logrado ignorar durante la cena, ahora estaba presente, teníamos que huir de los peligros.
—Eso hago —susurré a David, que estaba intranquilo como un tigre enjaulado, moviéndose de
un lado a otro. Tan solo un par de movimientos más y el súper coche deportivo estaría abierto.
—Joder —dijo—. ¿Qué tan rápido puedes encender un coche usando los cables?
—Depende —comencé, pero la mirada seria de David me detuvo. —Diez, máximo quince
segundos.
—Bien. Eres más rápida que yo. Tu tiempo empieza ahora —dijo, apartando mi cabeza del
coche. —Cúbrete.
La ventana se rompió con el tercer golpe y David abrió la puerta del conductor. Estaba
absolutamente sorprendida por su rápida reacción… después escuché la voz de Yuki a la
distancia.
—¡No te atrevas, bastardo!
—Te quedan diez segundos —me ordenó David.
Me quedé paralizada hasta que escuché que un disparo impactó en el suelo, cerca de David.
Cielos, ¡ella hablaba en serio! Estábamos en terreno neutral, ¡y aun así nos había disparado!
—¡Hazlo! —bramó David, protegiéndose.
No tuve que esperar al segundo disparo para reaccionar. Tan rápido como pude me metí en el
auto y manipulé el cableado. Corté los cables con la navaja y, en cuestión de segundos, encendí el
auto.
Si mi padre me hubiera tomado el tiempo, ¡seguramente habría sido un récord!
—Bien hecho —dijo David con tanto orgullo que me conmovió. Después me empujó al asiento
del copiloto, para que me sentara junto al conductor.
Lo miré con amargura porque me hubiera encantado conducir el deportivo, ¡y definitivamente
podría haberlo hecho!
—Créeme, será mucho más seguro para nosotros si yo conduzco —dijo David y pisó a fondo el
acelerador.
—¿Quién dice eso?
—Yo.
—No importa qué tan convencido estés, tan solo tienes el cincuenta por ciento de los votos a
favor —contesté enfadada y David sonrió.
—Sí, querida. Estoy tan seguro, que en realidad tengo dos tercios de los votos.
—¡Jódete! —le espeté.
David chasqueó la lengua, lo cual alimentó aún más mi ira.
¿Cómo es que David lograba provocarme tales extremos emocionales, que cambiaban tanto
como el clima en abril?
Mientras salía del estacionamiento, David continuaba hablando con tranquilidad, como si no
hubiera una Yuki furiosa, jodidamente furiosa, que nos podría perseguir.
—¿Tales palabras en tu boca? De hecho, ya estoy al volante. De hecho, yo conozco Hells
Kitchen mucho mejor. De hecho, si quieres sobrevivir, tienes que confiar en mí.
Sí, él tenía razón, pero odiaba cada vez que me hacía sentir como si fuese una carga.
—Confío en ti —murmuré, pues eran palabras tan íntimas que no podía pronunciarlas más
fuerte.
—Bien.
—Pero tú también tienes que confiar más en mí. Yo hubiese abierto el coche rápidamente —
contesté más fuerte.
—Rápidamente nos hubiera costado nuestro coche de escape.
David condujo el auto hacia la carretera y pisó el acelerador a fondo. El motor aulló como una
bestia y la velocidad nos empujó hacia atrás. El viento frío que soplaba por la ventana me enfrío
la piel, que me seguía quemando después de estar en acción.
Cuando me acostumbré a la presión en mi pecho, miré a David; sus ojos críticos alternaban
entre los espejos retrovisores y la carretera.
—Podría haberlo hecho —retomé. —La próxima vez tienes que dejarme hacer mi parte.
David no respondió nada, a pesar de que suspiré fuertemente.
—Por favor deja de hacerme sentir que soy inútil. Me siento fatal.
—Vale, la próxima —contestó David con seriedad.
—¿Me lo prometes? —pregunté, impresionada de que hubiera funcionado aquella pequeña
exhibición de mi alma.
—Te lo prometo.
Sonreí satisfecha. Luego examiné los últimos restos del panel de vidrio que aún colgaban del
marco.
—Pero si Yuki intenta vengarse contigo por la ventana rota, no me interpondré en su camino.
David rió brevemente.
—Le agrado a Yuki, no te preocupes.
—¡Te disparó! —protesté horrorizada.
—Si hubiera querido matarme, lo habría hecho.
—Mínimo romperá cada dedo de tu mano. Al menos eso es lo que decía su mirada.
David negó con la cabeza. —Yuki lo superará.
—Yo no estaría tan segura de eso —dije pensativa. Después observé las coloridas luces de la
ciudad, que pasaban a nuestro lado mientras desaparecíamos en la oscuridad de la noche.
Capítulo 14 –Damon

Qué día tan perfecto.


Zoey estaba en mis brazos mientras disfrutábamos del sol. Detrás nuestro estaba el bosque y
frente a nosotros se expandía un pequeño prado de flores.
Ahora era el momento perfecto…
El anillo en el bolsillo de mi pantalón pesaba toneladas, pero cada vez que quería sacarlo,
pasaba algo. A veces se me escapaban las palabras perfectas para la propuesta, a veces era el
pánico de que Zoey pudiera decir que no. Sin olvidar el maldito oso que había inducido un miedo
tremendo, mientras Zoey miraba con fascinación la escena, sin ánimos o instinto de escapar.
El hecho de que no estuviéramos en Hells Kitchen no significaba que no teníamos que huir de
ningún peligro. No, maldición. Los peligros acechaban a todos lados, y si hubiese sabido de
antemano sobre los gatos salvajes, pumas y docenas de osos que había en las montañas, ¡nos
hubiéramos ido al mar!
Además de mis problemas, de los que David llevaba burlándose durante semanas, Zoey
también me preocupaba. Cada vez se sumergía más en sus pensamientos, y, en los últimos días, su
mirada se volvía sombría tan pronto veía su propio reflejo.
Ella era perfecta, era mi chica, pero me molestaba que últimamente se devoraba a sí misma con
dudas y no me hablaba al respecto.
¿Por qué siempre nos interponíamos en el camino del otro?
Pero hoy yo tenía un buen presentimiento, pues finalmente le haría la maldita propuesta y le
demostraría qué tanto significaba para mí. Zoey era mi mundo, el mundo en el que quería vivir.
Tenía las palabras que me revoloteaban en la cabeza frecuentemente y también había revisado el
área tres veces en busca de animales salvajes que pudieran sabotear mis planes.
Tan solo estábamos Zoey, Meera y yo, que perseguíamos insectos sin éxito, pero no nos
cansábamos a pesar de intentarlo durante horas. Me sorprendí sonriendo.
—¿Cómo imaginas un día perfecto? —preguntó Zoey y yo fruncí el ceño. ¿Acaso me había
leído la mente? ¿Acaso era una señal para honrar un día perfecto con una propuesta de matrimonio
inolvidable?
—Así —contesté. Zoey se inclinó sobre mí, de forma que su largo cabello caía sobre mis
hombros mientras me besaba. A la luz del sol, su cabello castaño brillaba como hilos de oro y sus
ojos verdes resplandecían como soles. Una vez más, sin desearlo, me demostraba cómo Hells
Kitchen enterraba todo eso bajo sus sombras y neblina.
—¿Cómo se imagina mi niña un día perfecto?
Zoey me sonrió con calidez. —También así. Tan solo nos falta bailar.
—¿Bailar? —pregunté levantando una ceja.
—Sí, bailar. ¿Nunca has bailado?
—¿Alguna vez me has visto bailar? —le contesté regresándole la pregunta, de forma que se
aclaró el asunto.
Zoey se levantó de un salto, me tomó de la mano y puso de pie. —Vamos, es fácil.
Colocó mi mano en su cintura, mientras ella me envolvía por los hombros y acurrucaba su
cabeza contra mí.
Maldición, jamás lo habría imaginado, pero Zoey tenía razón: era algo hermoso. Ella estaba
acurrucada en mi pecho y murmuraba una melodía que me sonaba familiar. ¿Era de Johnny Cash?
Inhalé el aroma de las flores que se le impregnaba mientras seguíamos bailando. Al reflejarme
en sus ojos verdes, apenas me reconocí a mí mismo.
Zoey realmente me había convertido en otra persona, una mejor. Todos los pensamientos
oscuros, toda la ira e incluso todo el odio hacia mi hermano estaban en el pasado.
—Me convertiste en un hombre mejor —susurré, absorto en mis pensamientos.
—Siempre has sido una buena persona —contestó Zoey. —Hells Kitchen nunca te dio la
oportunidad de demostrarlo.
—Puede ser —contesté pensativo. Por primera vez entendía lo importante que era Zoey para
dejar atrás esa parte de mi vida. Y por primera vez estaba listo para dejarla ir, porque ella tenía
razón, y porque nunca, jodidamente nunca, dejaría ir a Zoey. —Me diste la oportunidad de
demostrar que soy una buena persona.
Zoey asintió. —Por eso aceptaste mis sombras.
Tomé su barbilla entre mis dedos y le levanté el rostro para que me mirara a los ojos.
—Esas no son sombras, tan solo manchas que brillan un poco menos.
—Te amo.
—Joder, yo también te amo.
Ahí estaba, ese era el momento perfecto. Tan solo necesitaba hincarme y hacerle la pregunta. El
anillo ya estaba en mi mano cuando miré a Zoey.
Al principio, Zoey me miró con esa mirada enamorada por la que yo mataría, pero después su
rostro se puso serio.
—No sé cómo decirte esto, Damon —comenzó suspirando. Su expresión era algo radiante, algo
afligida. Lo que venía a continuación parecía estar destrozando a Zoey por dentro.
—Solo dilo, no importa que sea —la impulsé. Sus ojos volvieron a iluminarse y la expresión
de aflicción desapareció.
—Yo….
Antes de que Zoey pudiera continuar, sonó el teléfono y Zoey se estremeció.
Puta mierda.
Zoey miró el teléfono en el suelo. —¿No vas a contestar?
Sinceramente, no sabía si tenía ganas de escuchar lo que mi gente tenía que decir. Todos sabían
que el teléfono era tan solo para emergencias.
Zoey tomó el teléfono y me lo entregó. —Vamos, contesta.
—¿Me dirás después lo que tenías en mente, mi amor? —pregunté.
—Sí —Zoey me sonrió insegura y ambos supimos que ese sí era más bien un quizás.
Mientras Zoey acariciaba a su perra, yo retrocedí un par de pasos hacia el bosque y me di la
vuelta.
Esta llamada había arruinado el momento perfecto y entonces era oficial. El destino se oponía a
que estuviera con Zoey. Una vez quizás hubiera sido una coincidencia, a la segunda tal vez ya
existía un patrón, pero tres veces claramente eran un ataque de oposición.
—Por tu bien, espero que la villa esté completamente jodida —gruñí.
—No, la villa está bien —contestó Dex.
—¿Dex? —me tomó desapercibido. —¿Y David?
—Todavía no está disponible.
—¿Qué está pasando? —pregunté y me concentré en los sonidos de fondo. Había un par de
voces amortiguadas, pero no había disparos ni gritos.
—No estoy muy seguro de cómo actuar.
—No tienes que estarlo, deja que David decida. En algún momento estará disponible.
Dex hizo una pausa que no me gustó para nada.
—No puedo contactarme con Dex por el momento. Pero necesitamos una solución de
inmediato.
No, la situación realmente no me gustaba nada.
—Suéltalo.
—Hay rumores de que Godfather está de vuelta en el casino.
Mierda.
Así que mi hermano estaba de vuelta en la ciudad. A pesar de que Patrick constantemente se
encontraba infringiendo todo, había esperado que se mantuviera encubierto por más tiempo.
Dondequiera que aparecía había caos, terror y miedo. Él no había roto nuestras alianzas en Hells
Kitchen, pero ahora tenían profundas fisuras que tardarían en sanar más tiempo del que Patrick nos
daba.
—¿Y quieres que te diga cómo asaltar el casino? —pregunté.
—Así es.
Mi primer impulso era volar en mil pedazos todo el maldito casino. Sin embargo, mi segunda
reacción era más reflexiva, pues yo ya no podía pensar tan solo por mí mismo; todas mis
decisiones estaban relacionadas a Zoey. Ella era fuerte, sin dudas, pero no lo suficiente fuerte
como para que de pronto se desatara el infierno entero.
—Espera, habla con Yuki y con Griffey. Cuando tengáis suficiente información, podéis dar el
primer golpe.
—Hay suficiente evidencia —dijo Dex con firmeza.
—¿Cuál?
—Un tiroteo.
—Siempre hay un tiroteo en alguna parte —le recordé a Dex el duro clima de la ciudad.
—Todos estamos bastante seguros de que fue Patrick. El forense todavía está evaluando todo,
pero David está cien por ciento seguro.
—Entonces, ¿por qué no se encarga David del asunto con sus propias manos? ¿Por cuánto
tiempo no va a estar disponible? ¿Y qué significa eso, de todos modos?
La última vez que Dex dijo eso, a Zoey y a mí nos pareció como si David hubiera estado en una
jodida cita. Ahora sonaba exactamente como todo lo contrario.
—David está cuidando a Lory, tal como querías.
—Más le vale —gruñí. —Pero ¿qué demonios está haciendo para que nadie pueda contactarle?
—Bueno, eso es otra cosa —murmuró Dex.
—¿Desde cuándo eres tan reservado? —le espeté. —Para ya con eso.
Podía escuchar a Dex debatiéndose consigo mismo. Estaba entre ser leal conmigo o con David,
su nuevo jefe. Pero Dex no tenía que decir nada, yo solo podía averiguar lo que estaba pasando.
—David y Lory estuvieron involucrados en el tiroteo, y están cien por ciento seguros de que
fue Patrick, y se comprometieron a guardar el secreto, ¿correcto?
Ahora Dex no tenía más remedio que decir la verdad.
—Correcto —suspiró y yo exhalé aliviado pues Dex todavía era lo suficientemente leal como
para no mentir. —Dispararon a la clínica.
Aunque había tratado de hablar en voz baja, Zoey me escuchó. Me miró con ojos oscuros, muy
abiertos. Maldición, esperé poder sacarla de toda esta mierda.
—¿Todos están bien?
—Sí —dijo Dex. —No hubo heridos excepto el tirador, que aún estamos buscando. David está
llevando a Lory a una de nuestras casas de seguridad. Nadie sabe a cuál.
Supe de inmediato a dónde la estaba llevando David.
Por lo bajo, le susurré a Zoey que ambos estaban bien. Aun así, se acercó y me miró fijamente.
Su respiración era acelerada, y su pequeño corazón latía tan fuerte que casi podía escucharlo.
Pobre pequeña.
—Bien. ¿Ya te ha contactado David? —pregunté.
—No. Pero ejecutaremos el método Londres en cuanto podamos.
—Muy bien. Siempre debéis utilizar números seguros y permanecer bajo el método Londres. Y
bajo ninguna circunstancia asaltéis el casino, ¿entendido? Hablad con los Dragons y los Brothers,
verificad nuestra evidencia. Si es demasiado diferente o idéntica, es una trampa. Tan solo cuando
estéis cien por ciento seguros de todo lo que tenéis, irrumpid en el casino, ¿de acuerdo?
—Entendido. Me pondré en ello de inmediato.
—Buena suerte. Ah, y… ¿Dex? Gracias por tu honestidad.
—Por supuesto. Dile a Zoey que David está haciendo un jodido buen trabajo y que Lory está a
salvo, ¿sí?
—Lo haré.
Entonces colgué.
Joder. Joder. Joder.
Hells Kitchen era como un jodido sabueso que me perseguía hasta en el último rincón del
mundo. Deshacerse de Hells Kitchen no era tan fácil como esperaba. La ciudad se había metido en
mí y no podía liberarme de ella, sin importar cuánto me sacudiera.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Zoey con la voz temblorosa.
—David llevó a Lory a un lugar seguro —resumí lo más importante para tranquilizar a Zoey.
Miré la hora—. Está a salvo, a punto de llegar a una casa de seguridad.
—¿Y qué pasa si alguien conoce las casas de seguridad?
Chica inteligente. Pero, en este caso, David y yo nos habíamos encargado de eso.
—No tengas miedo. Sé exactamente a donde la llevó David. Es una fortaleza.
Abracé a Zoey y le besé la frente.
—¿Qué pasa si alguien conoce los puntos débiles del muro? —preguntó Zoey nuevamente.
—David no se la llevó a ninguna casa de seguridad, sino al búnker.
—¿El búnker? —Zoey frunció el ceño—. ¿Qué es eso?
—Un lugar que solo David y yo conocemos. Si hay un lugar seguro, es ese.
—¿Cómo sabes a dónde está llevando David a Lory?
—Porque yo no la hubiera llevado a ningún otro lugar.
Zoey tenía muchas preguntas, pero intenté mantener la calma para responderlas todas. Temía
por su mejor amiga, que estaba tan hecha para Hells Kitchen como Zoey.
Aunque David era bastante bueno y sabía cómo funcionaban las cosas en Hells Kitchen, estaba
preocupado por él. Era el hermano que nunca me había traicionado y en quien siempre podía
confiar. Pero ¿acaso conocía el juego suficientemente bien como para enfrentarse a Patrick?
—Estoy seguro de que David puede manejarlo. Pero mañana podemos tomar un vuelo de
regreso, si quieres —le ofrecí a Zoey. Obviamente yo prefería que ella estuviera en la seguridad
de las Montañas Rocosas, pero si Zoey tenía algo en mente, nadie podía detenerla.
Zoey vaciló y se mordió el labio, pensativa. Me pareció extraño, pues yo hubiera jurado que
Zoey querría ver a su mejor amiga a toda costa.
—¿De verdad crees que pueden manejarlo?
—Sí —contesté con confianza—. Si hay alguien que puede hacerlo, es David.
Zoey asintió, pensativa. —Bien. Entonces quedémonos.
¿Debería estar tranquilo de que Zoey prefiriera estar a salvo, o preocupado?
—Ibas a hablar de algo antes —le recordé a Zoey, pero ella solo asintió.
—Da lo mismo, no era tan importante. Creo que tengo que ir a estirarme un rato.
¿Qué pasa contigo, niña?
Capítulo 15 –David

Aparqué el Volvo frente al motel barato en forma de U que rodeaba el estacionamiento. Después
de abandonar Hells Kitchen conduciendo el coche deportivo de Yuki yo insistí en robar dos
coches más para borrar nuestros rastros por completo.
Algunos dirían que estaba siendo demasiado cauteloso, otros incluso lo llamarían paranoico,
pero teniendo en cuenta que Patrick Payne era un maldito y astuto bastardo, todas las medidas de
seguridad me parecían esenciales.
Cuando salimos del auto, le di a Lory una sudadera enorme que había encontrado en el Nissan
que usamos entre el auto deportivo de Yuki y el Volvo. Ambos eran coches viejos sin sistema de
alarma y suficientemente baratos como para que no pudieran pertenecer a ningún mafioso. Lo que
menos nos podíamos permitir ahora era una persecución.
La mirada cansada de Lory escrudiñó la propiedad, cuyo abandono era evidente en los dos
pisos.
Lory se puso la sudadera, que le llegaba hasta debajo de las rodillas.
—Si Godfather no nos mata, seguramente lo harán las enfermedades de aquí —dijo Lory
mirando con disgusto las paredes parcialmente desgastadas y manchadas. Sin embargo, permití
que ella vagara por las instalaciones. Apretando los dientes, tuve que admitir que Lory tenía
razón.
—No es el Hotel Royal Renaissance, pero nos va bien —contesté. —No hay cámaras, todo el
perímetro es claramente visible y nadie sospechará que estamos aquí. De todas formas, tenemos
que asegurarnos de que nadie nos siga antes de dirigirnos al búnker.
Además de eso, yo estaba tan cansado que ni siquiera me importaba en dónde conciliar el
sueño, tan pronto como pudiera hacerlo. Era una bomba del tiempo y la mezcla en mi cuerpo de
adrenalina y falta de sueño se volvía cada vez más peligrosa. ¡Cada vez me volvía más
impredecible!
—Entiendo —Lory asintió.
Cuando fuimos a la recepción, vi a un tipo gordo, muerto de aburrimiento y comiendo
rosquillas mientras observaba un pequeño televisor semioculto.
—Tenemos que establecer un par de reglas —dije.
—Adelante —respondió Lory.
—No hables con nadie y, si no puedes evitarlo, lo diriges a mí, ¿vale? No rebeles nuestros
nombres a nadie y mantén los ojos abiertos.
—Entendido.
Maldición, de verdad debía estar cansada si no se estaba oponiendo a ese horrible motel ni a
las reglas que le ponía. Miré sus ojos azul grisáceo y detrás del velo de cansancio encontré miedo,
el mismo miedo que me estaba ocultando.
—No tengas miedo, aquí estamos a salvo —dije con un noventa y nueve por ciento de
seguridad. Estaba atento como un lince, pero también estaba cansado, muy probablemente tenía
una contusión cerebral y tenía que asegurarme de que nadie nos siguiera hacia el búnker. Solo ahí
Lory estaría realmente segura, al igual que la única arma que teníamos en contra de Patrick.
Lory se recostó en mi hombro. —Gracias, David.
Me encantó cómo pronunció mi nombre, tan dulce y amorosa. Casi como si yo fuera una
persona encantadora y no el monstruo en que me había convertido Hells Kitchen.
Aunque no había cámaras de seguridad en ningún lado, le cubrí a Lory el rostro con la capucha
de la sudadera.
—Sin ofender, pero tu cara es reconocible —dije.
—Ah, ¿sí? —preguntó Lory encogiéndose de hombros.
—Joder, sí.
Su mirada azul me revolvía la cabeza mientras que sus hermosos labios me invitaban a besarla.
Sus rizos salvajes le daban a Lory un aire amazónico y sus pómulos acentuaban sus rasgos
femeninos. Obviamente su perfecto rostro se quedaría grabado en el cerebro de cualquier tipo que
la viera.
Al llegar al mostrador, el tipo gordo, en cuya desordenada barba de leñador colgaban la mitad
de sus rosquillas en forma de migajas, continuó viendo su programa de televisión.
—Una habitación —dije.
—¿Cuántos días? —preguntó el tipo sin mirarme.
—Cinco días.
Debido que Lory estaba tan cerca de mí, pude sentir el escalofrío que le recorrió por todo el
cuerpo. Le eché una mirada tranquilizadora y significativa.
No tengas miedo, bebé. No nos quedaremos tanto tiempo.
—¿Alguna solicitud especial?
Eché un vistazo al tablero de llaves y me sentí aliviado al ver que casi todas las habitaciones
estaban libres.
—La diecisiete. Y la dieciséis también.
—Vale —respondió el tipo, levantando ligeramente el cuerpo para tomar las llaves.
Sorprendentemente, el saco de grasa logró estirarse lo suficientemente lejos sin perderse ni un
segundo de la basura que estaba mirando. Tan solo ahora era visible la placa con su nombre, que
se había escondido debajo de pliegues de tela, barba y migajas. Bob. Irónicamente, Bob era el
hotelero perfecto para tipos como yo. No se interesaba una mierda por nosotros ni nuestros
rostros. Al igual que no se interesó cuando me registré con el nombre de John Smith, como la
mayoría hacía aquí.
El tipo se dejó caer en su silla, jadeando bajo todo su peso.
—Trescientos dólares. El pago se hace con antelación.
—Vale —gruñí sacando un rollo de billetes del interior de mi chaqueta de cuero. Saqué un par
y los tiré sobre el mostrador. Bob observó el dinero y luego nos miró por primera vez. Más
específicamente, miró únicamente a Lory, con una mirada que hubiese sido mejor no hacer. Lory
también se percató, pues sujetó mi brazo con más fuerza.
No tengas miedo, bebé. Yo te protejo.
Le lancé una mirada mortal a Bob, pero no estaba seguro de que el idiota fuera a lidiar con ella
correctamente.
Sin decir otra palabra, tomé las llaves y llevé a Lory al vestíbulo, antes de que Bob pudiera
ponerse a negociar descuentos especiales conmigo. Eso no habría terminado bien para él y
nosotros tendríamos que buscar otro motel mientras la policía ya estuviera persiguiendo nuestro
trasero.
Maldición, la lista de personas que nos perseguían ya era suficientemente larga.
Subimos al segundo piso. Las manos de Lory me arañaban el brazo. Me detuve frente a la
puerta número dieciséis, la abrí y exploré la habitación vacía. Qué jodida recámara, pero al
menos las camas estaban recién hechas.
—¿Quieres habitaciones separadas? —preguntó Lory, sofocada. El miedo en sus ojos era tan
grande, que el negro de sus pupilas había engullido completamente el azul. Puse mi brazo
alrededor de sus hombros y ella se acurrucó en mi pecho.
—No, solo quería comprobar que la habitación estaba vacía. No te preocupes, no te voy a
quitar los ojos de encima.
Entonces cerré la habitación y conduje a Lory a la habitación diecisiete, que estaba al fondo
del edificio en forma de U. Era la habitación más alejada del estacionamiento y la que tenía una
ventana lateral. Estratégicamente, era la habitación más segura de todo el motel. Tan solo había
alquilado la habitación de al lado para no arriesgarme a tener vecinos contiguos que nos
molestaran por estar follando toda la noche o por ver telenovelas a todo volumen.
Lory suspiró y se dejó caer sobre la cama. El colchón ya había perdido su flexibilidad, pero
podría haber dormido sobre piedras puntiagudas si no hubiera otra alternativa. Primero tenía que
ducharme, ordenar mis pensamientos y descubrir qué me preocupaba de todo esto.
Recorrí la humilde habitación con la mirada, cuyo papel tapiz ya se había despegado. La cama
metálica se encontraba entre dos mesitas de noche con una biblia encima. Una tercera biblia yacía
en una mesa de madera al final de la habitación y en la pared colgaba un modelo descontinuado de
un televisor antiguo.
Nada encantador.
Vacié sobre la mesa el contenido de mi chaqueta de cuero. Un paquete de tabaco a medias, mi
Beretta, un cartucho de repuesto completo y uno vacío, cuyas balas había disparado al motorista.
Tan solo me dejé en el bolsillo el teléfono móvil que Yuki me había dado en el Dark Room. Este
teléfono era únicamente para el método Londres y no quería tentar a Lory.
Luego me quité la chaqueta de cuero y la colgué en la silla que estaba junto a la mesa.
—Descansa, Lory —dije mientras echaba un vistazo por la ventana lateral y cerraba las
persianas.
—No creo que pueda dormir —me contestó.
Estaba asustada, era comprensible, pero la falta de sueño acrecentaba su miedo, al igual que mi
paranoia.
—Hasta ahora no me parece que nos estén siguiendo —dije para calmarla. Cerré la puerta con
doble seguro y colgué la llave en el candado, para demostrarle a Lory lo seguros que estábamos.
Preferí no mencionar que la ridícula cadena contrachapada que colgaba del tablero de madera no
aguantaría ni un tirón. Cualquiera que se atreviera a llamar a esta puerta recibiría una bala entre
los ojos, solo entonces yo haría preguntas.
—¿Qué pasa si todo lo que me queda de vida será así?
Las lágrimas que brillaban en los ojos de Lory me volvieron loco.
—Eso no va a pasar —dije—. Capturaremos a Godfather y lo encerraremos junto con Joel en
una celda de máxima seguridad. No volverán a ver la luz del día.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque en el búnker está la mayor arma que tenemos en contra de Godfather. Y mientras
nosotros nos escondemos, los Alfas harán todo lo posible por capturar a Patrick.
Lory asintió, pero aún no me creía.
—¿Qué pasa si no logramos llegar al búnker? —preguntó Lory.
Sí, me dio en el orgullo que Lory dudara de mis habilidades, pero ¿realmente podía culparla?
—Mierda, ¡obviamente llegaremos al búnker! Y deberías convencerte más de ello, pues todo el
tiempo te has estado oponiendo a todo.
Lory se paró de un salto y pensé que finalmente había despertado su espíritu de lucha, pero en
lugar de ello, tan solo me miró a los ojos.
—Tan solo me opuse para ocultar mi miedo, pero no puedo más —susurró.
No sabía a qué se refería con eso, pero yo ya tenía suficiente. No tenía sentido discutir en este
estado.
—Descansa, necesitas descansar —dije.
Antes de meterme a la ducha, eché una mirada a las ranuras de ventilación junto a la cama. A lo
largo de los años, Dex y yo habíamos llenado un montón de rejillas de ventilación en moteles con
armas y dinero, pero no me había querido arriesgar a ir a uno de los moteles en los que ya había
estado antes. Patrick era un bastardo inteligente y me conocía más de lo que me gustaría.
Maldición, ¿para qué demonios había hecho esos jodidos escondites si no podía entrar?
Si tan solo supiera dónde tenía Dex sus depósitos, seguramente era un sistema estratégico que
había adoptado de la milicia. Sus sofisticados planes casi siempre funcionaban mejor que mis
estrategias estándar: Dispara primero, pregunta después.
Pero ahora no podía seguir el consejo de mi Número Dos. No antes de haber dormido.
Lory aceptó mi consejo y se recostó, pero se negó a quitarse la ropa e incluso los zapatos para
estar lista en caso de que hubiera una emergencia.
Chica lista.
Había muchas posibilidades de que nadie nos encontrara aquí. Estábamos cerca de Nueva
York, en algún lugar de la interestatal, y el barrio estaba tan jodido que incluso los vendedores de
metanfetamina y las prostitutas se habían mudado a mejores zonas.
Me arrodillé frente a Lory, le acaricié sus rizos y le sonreí. Joder, me mataba lo desesperada
que se veía Lory y lo rápido que se había esfumado su espíritu de lucha.
No. No se había esfumado, tan solo estaba oculto bajo una gruesa capa de miedo; tan solo hacía
falta una chispa de esperanza para reavivarlo.
—No te preocupes, si alguien nos hubiera estado siguiendo, lo sabríamos.
Además de eso, había reservado las habitaciones por cinco días. Nadie buscaría al John Smith
que había reservado por cinco días. Todos buscarían al John Smith que reservaba tan solo por una
sola noche.
Lory asintió, me regaló una sonrisa y cerró los ojos.
Me metí al baño, pero dejé la puerta abierta, tiré mi ropa en el suelo y abrí el agua fría para
refrescar mi ira y mis moretones.
La presión del agua dejaba mucho que desear, pero era suficiente para darme un poco de
alivio. Todo mi maldito cuerpo estaba hecho de dolor e instinto de supervivencia. Si tan solo
hubiera sabido lo que pasaría, no hubiera ido al maldito Club de Lucha.
Si no hubiese tenido la vista borrosa hubiera podido atrapar al tirador para sacarle toda la
información que necesitaba para terminar con la mierda de la que ahora tenía que proteger a Lory.
Entre más me acercaba a Lory, más peligroso se volvía para nosotros, eso yo lo tenía claro, pero
no podía resistirme a su atractivo. Esa era la única razón por la que recibía golpes a propósito.
Maldito círculo vicioso…
Desde mi puto nacimiento, mi vida había sido una espiral descendiente dentro de un pozo sin
fondo.
Al menos el correr del agua hacía que mis pensamientos se acallaran un poco. Incluso el latido
de mi corazón me retumbaba en los oídos.
Respiré hondo antes de ordenar mis pensamientos respecto al atentado contra Lory. ¡Me hacía
enfurecer que todavía no sabía lo que me molestaba tanto! ¿Acaso tan solo eran mis sentimientos
por Lory y, por miedo, estaba viendo cosas que realmente no existían?
En cualquier caso, sin importar cuánto lo negara, ya no podía ocultar mis sentimientos por la
chica más rebelde que jamás había conocido.
Ese beso… maldición. Aunque no lo quisiera, ese beso lo había cambiado todo y ninguno de
los dos podía seguir negándolo.
Casi me parecía como un plan de bienvenida formulado por la retorcida mente de Godfather
para distraerme. ¿Por qué estaba buscando a Lory? Ella era la testigo clave, tenía sentido. Se
suponía que Lory debía testificar en contra de Joel, quien, en su nombre, había creado el caos en
Hells Kitchen; también tenía sentido. Así que entonces Joel debía tener más información de la que
había podido extraer de él… aunque no lo podía creer, pues había estado interrogándolo por un
tiempo jodidamente largo. ¿Pero por qué dispararle a Lory? Patrick tan solo estaba provocando
que el juicio se acortara y eso era contraproducente para inmiscuir pruebas falsas en los
tribunales.
Aunque el agua fría me refrescaba el cuerpo y me calmaba la mente, mis conclusiones siempre
volvían a Lory.
Había sido aterrador la cantidad de balas que habían perforado la pared en la clínica
veterinaria. Se habían extendido alrededor de Lory casi como un gran arcoíris.
Joder.
De pronto caí en cuenta, como si me quitaran una venda de los ojos. ¡El tirador nunca había
querido darle a Lory!
Di un brinco fuera de la ducha, tomé una toalla de la repisa y salí corriendo del baño.
—Lory, ¿por cuánto tiempo pudiste ver al tirador? —grité, esperando que pudiera confirmar mi
teoría.
Silencio.
Lory no estaba y la puerta estaba entreabierta.
¿Qué demonios había pasado?
Se me aceleró el pulso.
Maldición.
Capítulo 16 –Lory

Cielos, estaba tan cansada y aun así no lograba cerrar los ojos. Simplemente no podía dormir si
no tomaba pastillas. Cada vez que cerraba los párpados, aparecía el motorista con su enorme
ametralladora, seguido de Joel, mi ex, de quien no sabía nada, además de que me había ocultado
su verdadero nombre.
El agua de la ducha golpeaba contra los azulejos del baño y el suspiro de David fue tan fuerte
que lo pude escuchar a través de la puerta entreabierta. No me llegaba vapor, así que debía estar
dándose una ducha fría.
Mi miedo se mezcló con el deseo de ver a David a través de la ranura de la puerta. Las vistas
seguramente serían fantásticas. Las miradas que me dirigía cada vez que me atrapaba espiándolo,
no tanto.
Esas eran todas sus técnicas de terapia en contra de los problemas: peleas, duchas heladas y
miradas aún más frías. Yo también desearía tener un truco para deshacerme de los pensamientos y
sentimientos.
Me di la vuelta sobre la cama, intranquila, mientras el techo se me acercaba cada vez más.
¿Cómo podía estar tranquilo David después de lo de anoche? ¿Acaso había vivido tantas
noches similares, que ahora solo se escurrían por su cuerpo como el agua helada bajo la que
estaba parado?
Sí. Él continuaba insistiendo en lo peligroso que era, y por primera vez me daba cuenta de lo
cierto que era. Y aunque era el hombre más peligroso del mundo, en él yo veía a mi salvador. Mis
gustos en los hombres eran realmente cuestionables, pero al menos ahora el hombre que quería
estaba del lado correcto.
El techo ahora tocaba mi pecho y sentí como si me estuviera sofocando.
Solo dos minutos.
Me puse de pie de un salto y abrí la puerta tan silenciosamente como pude. David había dicho
que nadie nos había seguido, así que podía salir a respirar afuera un par de minutos y regresar
antes de que David saliera de la ducha. Para no tener que tocar después, dejé la puerta
entreabierta. Mi mirada vagó críticamente por las instalaciones del motel y el estacionamiento. No
se veía ni un alma, pero no tomé el riesgo y me cubrí la cara con la enorme capucha de mi
sudadera, bajé los ojos y miré mis pies mientras me llevaban hacia adelante.
El fresco aire mañanero me hizo bien y los rayos de sol penetraron incluso la gruesa capa de
tela, hasta mi piel. Aunque no había nadie en el estacionamiento, decidí ir a la parte trasera del
motel para no llamar la atención innecesariamente.
Pasé frente a una cabina telefónica y me detuve brevemente. ¿Podía arriesgarme a llamar a
Zoey? Cómo me gustaría escuchar la voz de mi mejor amiga, que me había prometido que pronto
todo estaría bien. También quería contarle del beso con David, que cuestionaba por completo su
comportamiento y significaba que realmente no me odiaba.
Me mordí el labio y me resistí a llamarla; después de todo, quería volver a la habitación antes
de que David se percatara de mi escapada.
Mi estómago se petrificó nuevamente bajo el pensamiento de tener una vida fugitiva para
siempre.
¿Acaso David huiría conmigo toda la vida? No, seguramente no. En algún momento se cansaría
y volvería con los Alfas, a donde pertenecía.
No era un pensamiento agradable, pero necesitaba ser realista. Si nadie atrapaba a Godfather,
mi vida estaba terminada.
Guau. Nunca había sido capaz de pensarlo tan seriamente; fue aún más doloroso darme cuenta
de que una parte de mí se había rendido hace tiempo.
La repentina presión en mi pecho fue aún más dolorosa que la cruel realidad. Traté de
liberarme, pero el atacante se colocó detrás de mí y evitó con facilidad mis descoordinados
golpes. Mierda, esto no funcionaba. Mi corazón latía desbocado contra mi pecho y respiré
profundamente para gritar, pero el atacante se percató y colocó su enorme mano sobre mi boca y
nariz.
Ahora realmente ya no podía respirar.
¡Dios mío!
¡David me mataría si me dejaba secuestrar ahora!
Luché con pies y manos, pero mi atacante era demasiado fuerte. Pero eso no me impedía seguir
intentándolo. Incluso la parte de mí que creí que se había rendido, se resistía conmigo.
No podía ver nada con la capucha, no sabía si había más atacantes; hasta ahora solo sentía los
brazos de este, que me envolvían el cuerpo como una serpiente pitón.
Cuando comencé a patear sus piernas, él comenzó a tirar de mí hacia atrás para evitar los
golpes y no perder el equilibrio. Ahora tenía que concentrarme en no caerme.
¡Tenía que haber una manera de defenderme! ¿Acaso nadie me había visto? ¿Y dónde estaba
David?
Las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas y el extraño simplemente me arrastró detrás
de él. Se me cortó más y más la respiración, pero no me rendí. Traté de aflojar la mano sobre mi
boca y lo logré. El aire dulce llenó mis pulmones con oxígeno nuevo, pero el precio había sido
muy alto, mis últimas reservas de energía.
Mi atacante me arrastró como si yo no pesara nada. No veía nada entre mi cabello, la capucha
y la postura inclinada, pero sabía que me estaba llevando hacia el estacionamiento.
Dejé de forcejear y me dejé caer sobre sus brazos. Podría recuperar mis fuerzas si me permitía
respirar por unos segundos. Para mi sorpresa, mi atacante no me llevó a ningún auto, sino que me
hizo subir por unas escaleras.
La esperanza se abrió paso. ¡Mi atacante me arrastraba directamente hacia mi salvación!
Intenté gritar el nombre de David una y otra vez, pero la mano presionaba mis labios con tanta
fuerza, que apenas y un amortiguado 'uhm' provenía de mi boca.
Entre más nos acercábamos a la habitación diecisiete, con más fuerza latía mi corazón. ¿Qué
tan tonto podía ser este tipo como para arrastrarme directo a mi salvación? Entonces me paré en
seco. ¿Qué tal si el tipo sabía de David?
Y si… oh Dios mío.
Podría haberle advertido a David si tan solo me hubiera quedado en la habitación, pero el
atacante lo había tenido fácil con la puerta entreabierta. El arma de David estaba sobre la mesa, a
unos metros de distancia estaba el cuarto de baño y el agua cayendo indicaba a todos dónde estaba
él.
¡Por favor, por favor no! Nunca en mi vida había deseado tanto estar equivocada como lo hacía
en este momento.
La puerta de nuestra habitación se abrió y mi atacante me arrojó al interior sin previo aviso,
dejando que la puerta se cerrara detrás de él. Tropecé hacia adelante, pero pude mantener el
equilibrio. De inmediato intenté tomar la pistola sobre la mesa, pero tan solo me encontré con aire
vacío. El arma ya no estaba y yo me estremecí.
¡Carajo!
—¿Estás buscando esto?
Me estremecí una segunda vez cuando nadie más que David estaba parado detrás de mí,
sosteniendo su Beretta.
—¿Qué fue eso? —le espeté—. ¡Me estaba muriendo de miedo!
—Qué bien. Entonces piénsalo dos veces antes de volver a hacer una estupidez.
Furiosa y perdiendo la cabeza, me abalancé salvajemente sobre David para golpearlo.
Dios, ¡esto había llegado a su final!
David detuvo mi puño, sin esforzarse.
—Cálmate, Lory.
—Olvídalo —bramé nuevamente y mi otro puño fue directo a su cara.
Una vez más evitó mi ataque tomando mi muñeca y alejándola. Suspiró, me llevó a la cama y se
sacó algo del bolsillo.
—¿Qué haces? —pregunté, aún intentando luchar. Pero en contra de David yo no tenía ninguna
oportunidad, era demasiado fuerte y estaba demasiado furioso.
Presionó mi mano en contra de la fría cabecera de metal y colocó algo alrededor de mi
muñeca.
—David, ¡detente! —grité, pero ni siquiera se inmutó.
—Es suficiente, Lory. Ser tu guardaespaldas es jodidamente pesado contigo —dijo colocando
mi otra muñeca en la misma posición que mi mano izquierda—. De ahora en adelante, ya no soy tu
jodido perro guardián, sino tu secuestrador.
Un fuerte tirón y ahora mis dos manos estaban sujetas con bridas a la cabecera de la cama.
—¡Suéltame ahora! —le ordené.
—No —sus ojos echaban chispas de enojo.
—¡No puedes hacerme esto, David! —quise apelar a su razón. David giró la silla en la que
colgaba su chaqueta de cuero, se sentó tranquilamente y revisó la cámara de su pistola.
—Lo debería haber hecho hace mucho —gruñó.
¿Por qué lo encontraba tan sexi siempre que se volvía tan inalcanzable? Entre más me alejaba,
más lo deseaba. Aun así, ¡había ido demasiado lejos al creer que podía atarme así a la cama!
No quería jugar esta carta, pero si era necesario, utilizaría la técnica de soy-una-maldita-
soplona.
—Damon y Zoey van a enloquecer —dije.
David se inclinó hacia adelante y me miró a los ojos. Había una sombra amenazante en su
mirada. No era una buena señal.
—Damon y Zoey no lo sabrán. Estoy seguro de que serás una chica buena y me escucharás
hasta que ellos vuelvan.
Resoplé. Los insultos y las amenazas no funcionaban, eso estaba claro. Así que apelé a mi
inocencia e intenté otra técnica diferente.
—Voy a ser buena a partir de ahora, te lo prometo.
David arrugó la frente.
—¿En serio?
—¡En serio! —dije asintiendo energéticamente. Al mismo tiempo, me di la vuelta en la cama
para encontrar una posición más cómoda, en donde las bridas no me cortaran la piel. Atrapé a
David siguiendo cada uno de mis movimientos y… ¡Dios mío!
¿Acaso David acababa de expulsarme de sus pensamientos? Se lamió los labios mientras su
mirada se deslizaba por mi cuerpo. Sin importar lo que estuviera pensando, ansiaba que
compartiera esos pensamientos conmigo. Cuando nuestras miradas se cruzaron, David carraspeó
brevemente y apartó la mirada.
Sip, David acababa de follarme con la mirada. Doble-sip, me había gustado. Y ninguno de los
dos sabía qué era más impactante.
—Bueno, si es así… —dijo David encogiéndose de hombros y poniéndose de pie. Se inclinó
muy cerca de mí y me miró tan fijamente a los ojos que se me aceleró el corazón. Al principio
pensé que realmente me liberaría, pero después se acercó tanto a mi oreja que su cabello húmedo
me rozaba la mejilla, poniéndome la piel de gallina.
—¿En serio crees que soy tan jodidamente idiota?
Se levantó de la cama y me castigó con otra mirada inaccesible. —No soy idiota, sé lo que
estás haciendo.
Lo miré desconcertada. —¿Lo que estoy haciendo? Tú también… —comencé, pero me detuve.
—¿Sí? Soy todo oídos, ¿yo qué? —preguntó con voz grave y áspera.
—Tú también me miraste como si fueras… —volví a hacer otra pausa.
—¿Cómo te miré, Lory?
Entre más insegura estaba, David se tranquilizaba aún más. Cielos, ¿cómo podía estar tan
calmado en una situación como esa?
Dios mío, ¿cómo podía estar tan serio en un momento así?
Con todas mis fuerzas, despegué los ojos de su seria mirada y miré, en su lugar, a la alfombra
sucia.
—Da igual —suspiré.
—Bien, da igual lo que haya entre nosotros o lo que sea que crees que sientes por mí.
¿Lo que creía sentir por David? Por extraño que fuera, con David sentía que realmente amaba
por primera vez en mi vida. Todo lo anterior había sido simplemente anhelar estar enamorada,
pero ciertamente no había sido amar.
—Nuestros sentimientos son jodidamente irrelevantes hasta que lleguemos al búnker, ¿vale?
Pero lo que no es irrelevante es el hecho de que tienes que escucharme. De otra manera no
tendremos ninguna oportunidad.
—Te juro que de ahora en adelante te escucharé. No me quise revelar, tan solo quería respirar
aire fresco por dos minutos porque no podía dormir.
También agregué, dócilmente: —Y salir no estaba explícitamente prohibido.
David me miró atónito. —Porque creí que eras consciente de los peligros que hay afuera. Por
suerte te encontré antes que Godfather. Ahora descansa un poco.
—¿Y tú qué harás? —pregunté.
—¿Tú qué crees? No he dormido en dos días.
Se quitó la chaqueta de cuero y solo ahora me daba cuenta de que no llevaba una camiseta
debajo. ¿Acaso había asustado tanto a David que había salido solo con vaqueros y chaqueta?
De pronto sentí la consciencia pesada y sentí el impulso de disculparme con él. Pero el dolor
alrededor de mis muñecas me recordó que yo no era la única que había cometido errores.
David rodeó la cama y se dejó caer junto a mí, en el otro extremo.
Sentí a David hundirse en el colchón al sentarse junto a mí, mientras yo seguía atada a su lado.
Lentamente, admití mi derrota. David no me soltaría hasta que realmente se lo suplicara. Lo
odiaba por la consistencia con la que llevaba a cabo sus lecciones.
Recosté la cabeza y contuve el aliento. David estaba tan cerca de mí que podía sentir su calor
corporal. Incluso después de la ducha David olía a masculinidad, pólvora y peligro.
Su torso era perfecto, a la imperfecta manera de David que hacía tan a menudo y me volvía
loca. Su suave piel se extendía sobre sus definidos músculos y yo quería recorrer con los dedos
sus cicatrices; me preguntaba si serían del Club de Lucha.
—¿David? —pregunté.
—¿Qué?
—¿Cómo puedes dormir tan tranquilo después de todo esto?
—Solamente cierro los ojos —contestó David encogiéndose de hombros—. Las personas
malas siempre duermen mejor.
La honestidad en sus palabras era brutal, especialmente porque David no era una mala persona,
simplemente creía que lo era.
—¿Y qué haces en contra de las escenas que te persiguen? —pregunté nuevamente. Aun cuando
David siempre había vivido en Hells Kitchen y estaba acostumbrado a esta vida, yo no podía
creer que todas estas experiencias no lo persiguieran.
—Me acuesto y espero a que se vayan.
—Esa no es la respuesta que esperaba —suspiré.
—Lo sé —dijo David—. Toma tiempo acostumbrarte, pero eventualmente lo haces.
¿Cuánto tiempo era eventualmente? ¿Acaso eso también significaba que nunca podría
deshacerme de estos pensamientos?
Si David, Don Inalcanzable, no había podido escapar de su pasado, ¿cómo podría hacerlo yo?
Eché un vistazo a David, quien estaba recostado en la cama, junto a mí, tan solo con unos
vaqueros. Tenía los brazos cruzados detrás de la cabeza y se veía tan tranquilo que casi olvidé que
estábamos huyendo; pero solo 'casi'. Cada crujido, cada brisa y cada motor que escuchaba me
ponían nerviosa, y entre más tiempo permanecíamos ahí, más intranquila me ponía. Además de
eso, mis vaqueros se habían resbalado tanto que me lastimaban la piel de la cintura. Con cuidado,
para no despertar a David, traté de colocarlos nuevamente en su lugar, pero fallé.
Justo como había fallado en todo lo demás.
David tenía toda la razón, yo era una pésima compañera para escapar. Si tan solo lo hubiera
escuchado desde el principio, ahora estaríamos en la villa, seguros y beligerantes como siempre.
Lo siento tanto, David.
Yo no había querido involucrarlo en todo esto. Pensándolo fríamente, yo no solo tenía la culpa
de mi desorden, sino de todo el caos que se había desatado en Hells Kitchen por pedirle a Joel
que llevara a Zoey a casa. Un efecto mariposa con consecuencias terribles.
Si mis manos no hubieran estado atadas a la cama sobre mi cabeza, me habría abofeteado a mí
misma.
—Piensas tan fuerte que tus pensamientos casi gritan —dijo David—. ¿Qué pasa?
—Los vaqueros me tienen incómoda —contesté suspirando. Escondí el hecho de que realmente
era mi sentimiento de culpa lo que me estaba molestando. David no era mi terapeuta y tampoco
quería serlo. Él era el jefe de una mafia que sabía manejar un arma y la precisión de sus tiros
incrementaba conforme descansaba.
David me miró inquisitivamente. —¿Quieres que te los quite?
¡No, Dios mío!
Pero la parte de mí que encontraba a David irresistible se reveló y respondió: —Sí.
—Ahora que finalmente me habías dejado dormir… —dijo David y se inclinó sobre mí.
Levantó mi amplia sudadera y cuando desabrochó el botón de mis jeans, sus dedos rozaron mi piel
desnuda creando una explosión de brillantes fuegos artificiales.
—Joder —murmuró David por lo bajo mientras bajaba la cremallera y desabrochaba mis
pantalones. Los vaqueros estaban tan ajustados que me bajaron un poco la ropa interior, lo cual me
obligó a reprimir un gemido. Sus manos acariciaron mis piernas lenta y sensualmente, mientras
que su mirada me robaba el aliento. Incluso cuando me había quitado los pantalones, sus manos
seguían tocando mis piernas mientras veía mi ropa interior mal puesta.
Quería que continuara. David era una droga a la que yo era adicta y necesitaba más. ¡Mucho
más! Pero, si David se había retirado tan profundamente en su Alaska después del beso, ¿qué
pasaría después del sexo? ¿Estaba preparada para correr ese riesgo?
—Esto no es buena idea —murmuré para advertir a David.
—No, es una idea jodidamente mala —acordó David, mientras sus manos recorrían el interior
de mis muslos. Suspiré cuando se detuvo justo debajo de mis bragas, abriendo la cadera hacia él,
lo cual hizo que David sonriera.
—Sería injusto desaprovechar la situación mientras estás tan indefensa para mí —dijo David
con voz ronca mientras examinaba mis ataduras—. Además, así me gustas mucho más, porque sé
que no puedes hacer ninguna estupidez.
Oh, David.
Quizás seducirlo era la cosa más estúpida del mundo. Tan solo porque yo sentía una conexión
entre nosotros y sabía que había mucho más de lo que él quería admitir, no significaba que lo
admitiría después del sexo.
—Podrías desatarme —sugerí.
—¿Y dónde queda la lección? —dijo David, arrodillándose entre mis piernas e inclinándose
tan cerca sobre mi estómago que podía sentir su aliento cosquilleándome la piel.
—Créeme, puedo ser un maestro muy convincente y vas a rogar por seguir mis reglas.
Guau. ¡Qué amenaza! Incluso debajo de la gruesa sudadera, que estaba un poco levantada,
David podía ver mi torso temblar.
Dios, quería sus labios, su lengua, ¡lo quería todo!
—Por favor —suspiré y, dispuesta, me acerqué a él. Pero David se mantuvo inaccesible,
alejándose tanto que no me tocó.
—¿Por favor, qué? Di lo que quieres —contestó David con voz ronca.
—¡Te quiero a ti!
—Me has tenido desde hace mucho. Más de lo que me gustaría.
Su respuesta llena de honestidad me sorprendió. ¿Acaso el momento lo había obligado a decir
la verdad, o finalmente David había aceptado que no podía luchar contra sus sentimientos?
—¡Entonces tómame ya, por favor!
Los ojos de David eran oscuros y prometedores. Dios, esa mirada me proponía fantasías
oscuras y yo estaba lista para dar todo lo que fuera necesario.
—Lo haré. Pero todavía no —dijo David empujando la sudadera por encima de mis senos—.
Primero tengo que enseñarte que es mejor que me escuches.
David tomó el borde de la sudadera y me la pasó por la cabeza para que tan solo me cubriera
los brazos atados.
Al siguiente momento me quitó el sostén y sonrió con satisfacción al exponer mis senos.
—Tienes una piel hermosa y perfecta —dijo David mientras recorría mis senos con un dedo.
Gemí cuando me pellizcó un pezón con la otra mano, sin previo aviso. Aunque David todavía
actuaba como un animal, arrogante e inalcanzable, realmente me gustaba en este contexto. Me
masajeó los pechos, que encajaban perfectamente en sus manos. Pellizcaba repentinamente mis
pezones y susurraba cada vez que mi torso se levantaba hasta donde me permitían las bridas. Mi
deseo era tan grande que me palpitaba dolorosamente entre mis muslos.
—He querido hacer esto desde que te vi en tu cama. Joder, Lory… eres tan irresistible.
—He estado esperando estas palabras —suspiré. Después de todo, David llenaba los vacíos en
mi interior que me obligaban a confiar en el tipo equivocado una y otra vez.
Mientras masajeaba mis temblorosos senos con sus manos, alternativamente lamía mis pezones
endurecidos con la punta de su lengua.
Mis jadeos se convirtieron en un ruidoso y atormentado gemido, pues su lengua no era
suficiente. Necesitaba su masculinidad, necesitaba que la presionara con fuerza a través de la tela
de sus vaqueros contra mis muslos.
Era un sádico, cruel, que sabía exactamente el efecto que tenía en mí, cuánto me hacía
enloquecer el tener su erección tan cerca de mí entrada, mientras él me demostraba qué tan cerca
estaba del orgasmo, pero no me dejaba correrme.
Entonces entendí qué palabras necesitaba David para finalmente tomarme.
—Por favor, de ahora en adelante siempre te escucharé, ¡lo prometo! —le supliqué.
—Lo sé. Aun así, tendrás que esperar un poco. Más vale prevenir que lamentar.
—Eres un sádico —siseé.
—Por eso soy tan jodidamente bueno en mi trabajo —contestó sonriendo. David había tomado
mi insulto como un cumplido, del cual se jactaba. Era realmente increíble.
Se inclinó sobre mi rostro y presionó sus labios, exigiendo los míos. Abrí la boca y jugó
alrededor de mi lengua con la suya.
Enloquecí, este beso era fenomenal. David sabía exactamente qué botones tocar para hacerme
entrar en un estado de éxtasis.
David gimió suavemente cuando apartó mi ropa interior y sintió lo preparada que estaba para
él.
—Tengo la sensación de que te gustan los sádicos —dijo David con voz ronca.
—Los sádicos no han sido parte de mi esquema hasta ahora —jadeé, mientras se movía a
través de mis labios.
—Ahora sabemos por qué te persiguen los tipos equivocados. Pero no te preocupes, Lory, eso
ya pasó.
Miles de mariposas revoloteaban en mi estómago cuando miré a sus ojos serios y seductores.
David me dejó sin aliento con sus besos por segunda vez, mientras me acariciaba el sensible
clítoris que me palpitaba de placer.
Moví las caderas rítmicamente, esperando el orgasmo, pero David era implacable, ¡en serio
quería enseñarme una lección de por vida al dejarme totalmente hambrienta!
—¿Quieres que te folle? —preguntó.
—¡Por Dios, sí!
—Si eres una chica buena, te follaré como recompensa.
—Soy una chica buena —le dije, pero David pellizcó mi pezón con tanta fuerza que grité
mientras el dolor incrementaba mi placer.
—Lory, no eres una chica buena. Dilo bien.
Me penetró con dos dedos y masajeó mis partes más sensibles tan perfectamente que no podía
pensar en otra cosa. Fue hasta que rodeó mi pezón entre las yemas de sus dedos que recordé que le
debía una respuesta.
—¡De ahora en adelante seré una chica buena y te escucharé! —contesté, esperando que esta
respuesta fuera la correcta. David asintió satisfecho y dejé escapar un suspiro de alivio. Luego
volví a la increíble sensación que provocaban sus manos.
Él sabía perfectamente lo que estaba haciendo y cómo me hacía enloquecer. Además, había
logrado que yo siguiera todas las reglas en el futuro, pues era una tortura no ser tomada por David.
Mi corazón latía salvajemente contra mi pecho cuando finalmente me quitó las bragas y miró
con deseo mi feminidad. Pero en lugar de abrirse los pantalones y tomar lo que yo tanto anhelaba,
acarició suavemente mi monte de venus depilado y disfrutó mirando mi rostro atormentado, pues
mi clímax estaba muy lejos.
Estaba comenzando a entender por qué David era tan famoso entre los Alfas y podía exprimir
confesiones y secretos de casi todos. David identificaba cada punto débil a primera vista, y él era
mi debilidad.
David se inclinó entre mis piernas y sopló de manera juguetona sobre mi piel sensible y
erizada. Todo mi cuerpo estaba tenso y las chispas entre nosotros ardían tanto que era capaz de
escucharlas.
Sentí un alivio puro cuando la lengua de David finalmente lamió mis labios internos y
hábilmente rodeó mi área más sensible.
—Tienes un sabor delicioso —dijo David mientras me continuaba lamiendo en un movimiento
circular y sus dedos volvían a penetrarme para continuar estimulándome.
¿Qué me estaba haciendo? Hacía justo lo que había ansiado por semanas. Redención y tormento
por igual.
Una y otra vez me condujo hasta casi alcanzar mi clímax. Podía sentirlo, saborearlo, olerlo y,
sin embargo, se me escapaba cuando David se detenía.
—Por favor, David, ya soy una chica buena —supliqué nuevamente.
David ni siquiera se molestó en responderme, sino que introdujo los dedos tan profundamente
dentro de mí que me sentí en el paraíso.
Me quemaba todo el cuerpo y estaba tan caliente que me incendiaría si David no me dejaba
tener un orgasmo.
Su hábil lengua me hacía enloquecer una y otra vez.
Lo peor y lo más emocionante de la situación eran las ataduras. Quería tocar a David, sentir las
cicatrices de su pecho entrenado, ¡tomarlo por las caderas y presionarlo fuertemente contra mí
para que tuviera que tomarme! Estar a su disposición, totalmente indefensa, también me hacía estar
más preparada que nunca. Jamás creí poderme sentir tan segura con las muñecas atadas.
Cielos, había encontrado en la dulce angustia y las ataduras la paz que había estado buscando
por semanas.
No tenía idea de cuántas veces David había impedido mi orgasmo, pero no podría seguir así
por mucho tiempo sin incendiarme.
Cuando David vio qué tan lejos me llevaba –¡pues acababa de arrebatarme un orgasmo en este
momento! –sonrió complacido y, con calma, se abrió los pantalones. Su fura erección salió y me
lamí los labios al notar lo enorme que era.
Espero que sepa usar esa arma igual de bien…
Por la forma en que me sonrió, esperaba que me volviera a decir su dicho de tienes dos
minutos, pero me humilló de otra manera, para una lección más duradera.
—Ruégame que te folle.
—Por favor, tómame —susurré. Ya no tenía fuerza para nada más, había intentado demasiadas
veces alcanzar los orgasmos que se avecinaban.
—Puedes ser más convincente —me animó David.
—¡Por favor, fóllame! —contesté energéticamente. La ira de tener que rogarle me dio nuevas
fuerzas.
—Mucho mejor —respondió David, pero no se movió ni un centímetro. —Pero tienes que
convencerme de que aprendiste la lección.
Él masajeó su miembro con movimientos constantes y me hizo enloquecer, ¡ya quería sentirlo
dentro de mí!
—¡Por favor fóllame, David! ¡Por favor! ¡Haré todo lo que me digas y seré una chica buena!
—Buena niña.
Por fin había suplicado lo suficiente y David me recompensó hundiéndose en mí tanto como
pudo.
Oh. Dios. Mío.
Me sentía tan llena que no podía pensar en nada más que en el miembro punzante dentro de mí.
—Joder, estás tan apretada —jadeó David, dándome tiempo para ajustarme a su gran tamaño.
Luego comenzó a moverse dentro de mí, con embestidas constantes y rítmicas.
Cerré los ojos complacida y gemí suavemente cuando David tomó mi barilla entre sus dedos
pulgar e índice.
—¡Mírame! —me ordenó y de mala gana seguí sus órdenes. ¡Finalmente quería perderme en mi
tan esperado orgasmo! Pero David quería más, me quería completa, y yo estaba completamente
lista para darle todo lo que quisiera.
—No te vas a correr hasta que yo te lo permita, Lory. ¿Entendiste?
—¿Qué? —pregunté horrorizada.
—Ya sabes que odio decir las cosas dos veces —gruñó David mientras sus embestidas se
volvían más y más rápidas.
Frustrada porque mi lección estaba lejos de terminar, resoplé un 'sí' y lo miré enfadada. David
interpretó mi enojo como una invitación para embestirme con más fuerza. ¡Miserable bastardo! Le
encantaba cuánto poder tenía sobre mí. Nunca lo admitiría en voz alta, pero a mí también me
gustaba tanto.
Nuestros torsos se frotaban entre sí y yo disfruté del calor que emanaba de su cuerpo.
Finalmente, David nos permitía estar cerca. Finalmente, los primeros rayos de sol llegaban a
Alaska.
—¿Cómo puedes ser tan jodidamente perfecta? —dijo David mientras me miraba. Sentía que
darse cuenta de eso le hacía enfadar, pero sus embestidas rápidas y fuertes no me permitían
concentrarme en mis pensamientos por mucho tiempo.
El pulso entre mis muslos se volvió tan doloroso que me vibraba todo el cuerpo. Ya era
bastante malo que me arrebatara mis orgasmos al alejarse de mí, pero tener que seguir mientras no
me permitía correrme era muchísimo peor, pues yo tenía la tentación de ignorar su advertencia, sin
importar las consecuencias posteriores.
—¿Me puedo correr ya, por favor? —pregunté, dejando de lado mi orgullo y aceptando que
rogar era una parte de la lección.
—Todavía no —gruñó él. Sus movimientos eran aún más fuertes. Me clavó los dedos en las
caderas y me empujaba hacia él tan fuerte como podía.
Las chispas entre nosotros emanaban y estallaban con tanta frecuencia que no podía ver nada
más. Mi abdomen bajo ya no podía soportar más la dulce agonía y sentí que mi cuerpo entero se
destrozaría si no lo liberaba pronto.
Sentí que David me pellizcaba los pezones y me lamía el lóbulo de la oreja. Sus dientes se
clavaron suavemente en la piel entre mi cuello y mi clavícula. Cuando me mordió con firmeza,
escuché mi propio grito como si fuera muy lejano.
—¡Córrete para mí! —escuché la voz de David. Parecía tan surrealista, que no sabía si
realmente estaba sucediendo o simplemente deseaba poder terminar al fin.
Abrí los ojos y miré a David de cerca. Al ver sus ojos oscuros, la mirada animal y la peligrosa
aura, mi abdomen bajo se presionó aún más contra él.
—Vente para mí —susurró David una segunda vez.
¡Finalmente! Apenas podía creer mi suerte cuando me empujó al abismo y le di la bienvenida a
mi orgasmo, en caída libre.
Una liberación pura recorrió todo mi cuerpo y me cosquilleó hasta la punta de los dedos. A la
vez, sentí a David corriéndose dentro de mí, antes de inclinar la cabeza sobre mi cuerpo,
respirando con dificultad.
—Eso fue… —comencé, pero no encontré las palabras correctas.
—Necesario —completó David, acariciando un rizo que me caía en el rostro.
—Necesario —repetí—. Y desde hacía mucho tiempo.
David descansó un momento sobre mí antes de colocarme nuevamente la sudadera, como todo
un caballero, y se dejó caer a mi lado en la cama.
Quería preguntarle a David si me liberaría de las bridas, pero antes de poder abrir la boca, caí
en un sueño profundo, reparador y sumamente esperado.
Capítulo 17 –Lory

El sol de la tarde brillaba a través de la ventana del motel y me despertó haciéndome cosquillas
en los párpados. Parpadeé, deslumbrada por el brillo de los rayos, y miré alrededor. Tristemente,
lo primero que noté fue que David ya no estaba a mi lado. Extrañé su cercanía, ahora que él me
había permitido disfrutar de ella.
Mis brazos seguían atados a la cabecera de la cama. Estaban tan entumecidos que no podía
mover los dedos. Me dolía la espalda debido a que no me podía mover y, sin embargo, sentía que
había descansado mejor que en mucho tiempo.
Dormí cómodamente, sin pesadillas, y se me sonrojaron las mejillas al pensar en lo que David
y yo habíamos hecho antes de dormir.
Mi mirada vagó por la habitación hasta que encontré a David en la silla frente a la cama.
Estaba ahí sentado, jugando con un cartucho que brillaba dorado bajo la luz del sol, mirando hacia
mí.
¿Cuánto tiempo llevaba ahí sentado, observándome dormir?
David también se veía mucho más relajado que en la mañana, aunque sus heridas del Club de
Lucha todavía tenían un pésimo aspecto.
—Buenos días —dije. Luego, un dolor punzante me recordó que todavía estaba atada a la
cama. —¿Ya puedes soltarme?
David asintió, se puso de pie y sacó una navaja del bolsillo de su pantalón. Con un solo corte
liberó mis manos entumecidas, que cayeron sobre la cama. Me quejé brevemente en cuanto el
dolor me sacudió el cuerpo.
Auch. Mis manos habían estado atadas tanto tiempo en la misma posición que estaban
totalmente tiesas. Con un gran esfuerzo, logré mover las puntas de los dedos sin que me explotara
el cuerpo del dolor.
—¿Asumo que me vas a escuchar de ahora en adelante? —preguntó David. Su voz era gélida y
supe que se había aislado en su Alaska. ¿Qué tan seguido tendríamos que dormir juntos para que
dejara de exiliarme?
—Sí —respondí brevemente y me di la vuelta. Mi brazo, que todavía estaba entumecido, se
deslizó por la cama y se estrelló dolorosamente contra la mesita de noche.
Me mordí los labios para reprimir mi grito de dolor, pero no pude.
Mis brazos entumecidos estaban en un doce en una escala del dolor del uno al diez. El brazo
adormecido que me había golpeado contra la mesita de noche, ¡por un momento estuvo cerca de un
doscientos!
David suspiró y por un momento el frío desapareció de sus ojos. Se sentó a mi lado en el borde
de la cama y tomó mi brazo, masajeándolo suavemente para hacer volver la circulación a mis
venas.
El masaje era un completo placer.
—¿Mejor? —preguntó.
—Mucho mejor —suspiré.
Sus manos fuertes masajearon mis brazos cansados hasta que ya no me dolían tanto. Sentí la
mirada de David sobre mi cuerpo cuando eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, aliviada.
Sentí un hormigueo entre las piernas tan solo al pensar en cómo me había mirado antes.
—La próxima vez átame en otra posición —bromeé, cuando pude volver a mover los dedos
con normalidad.
—No habrá una próxima —respondió David con seriedad y se puso de pie.
—¿Por qué de ahora en adelante seré una chica buena? —pregunté con incertidumbre. Me irritó
el repentino cambio de humor.
—Porque eso no volverá a suceder entre nosotros —contestó David.
Sus palabras dolían mucho. Eran palabras heladas y perforaron mi corazón como carámbanos.
Sentía que era importante hablar de ello, pero sabía que David no diría nada al respecto. Ni
siquiera quería hablar del beso en el Dark Room. Idiota.
—No volveremos a hablar de eso, ¿verdad? —pregunté. Realmente era una pregunta retórica,
aun así, David asintió.
—Así es. No volveremos a hablar de eso. Fue un error. Yo no cometo los mismos errores dos
veces. Punto.
Así que ahí estaba de nuevo Don Inalcanzable, rey de su helada Alaska, en donde los visitantes
tenían que sentarse fuera de la puerta justo después de la invitación.
Quizás era mejor rendirme ahora, pero, tristemente, estaba segura de que valía la pena esperar
a David en el frío.
Malhumorada, miré al suelo y descubrí mi ropa interior echa pedazos de cuando él me la había
arrancado del cuerpo.
—Te traje algo de ropa nueva —gruñó David, dejó una pila de ropa nueva sobre la cama y
luego retrocedió tres pasos. Así que estábamos de vuelta al principio: miradas gélidas y palabras
arrogantes y concisas.
Solo había una diferencia. Ahora sabía que todo era una máscara y finalmente había visto su
interior. De momento decidí entrar en su juego. Me senté y miré la pila de ropa que me había
dejado en la cama. En la parte superior había un cepillo y pasta dental y gel de ducha con olor a
vainilla.
Él había pensado en todo lo que necesitaba por la mañana para sentirme bien y eso me generó
muchas preguntas. ¿Por qué se tomaba todas estas molestias si quería que yo mantuviera mi
distancia? ¿Acaso su comportamiento era una invitación para derrumbar sus muros?
Oh, David, ¿por qué complicas tanto las cosas entre nosotros?
—¿David? —pregunté ordenando mi ropa nueva, para no tener que mirarlo a los ojos.
—¿Sí? —murmuró David. Él también se distrajo jugando con la cámara de su arma.
—¿Por qué actúas así de frío?
David me miró frunciendo el ceño. —¿Y por qué no?
Giré los ojos y los puse en blanco, pues podía pensar en un millón de razones por las que era
mejor no actuar como un imbécil inaccesible.
—Porque la vida sería mucho más fácil si no te aislaras de todo el mundo.
Con un clic, David colocó de vuelta la recámara dentro de su arma y la dejó con un fuerte
golpe sobre la mesa.
—¿Qué sabes tú de la vida, joder?
—¡Más que tú! —protesté. —Porque permito que ocurra todo lo que la vida tiene para mí.
David rió amargamente. —Mierda, las chicas como tú no sobrevivirían ni un solo día aquí. No
tienes ni la menor idea de la vida porque simplemente vives para ti, ¡nunca has tenido que
sobrevivir!
Vacilé, pues tenía razón. No sabía lo que se sentía temerle a la muerte, hasta hace dos semanas.
¿Cuándo habrá sido la primera vez que David tuvo miedo por sobrevivir? Pensativa, me mordí el
labio inferior, pues no sabía qué responder a eso. Aunque en esta situación obviamente tenía
razón, David no podía generalizar y satanizarlo todo.
—Incluso Damon logró abrir paso a los sentimientos, aunque antes era diferente —suspiré.
David me devolvió la mirada, furioso. —Damon tiene una razón por la que se volvió así,
¿vale? Su maldito hermano bastardo nos traicionó a todos.
—Sí, y Damon lo superó. ¡Quizás tú también deberías hacerlo!
—Joder, ¡no lo entiendes! —David se frotó la nariz mientras continuaba gruñendo. —Para mí
no hay nada que deba superar. Yo soy así. No hay una razón por la que sea de esta manera. No hay
un jodido trauma, ningún accidente, ningún bastardo traicionero. Para mí, desde que tengo uso de
razón, los sentimientos son una debilidad.
No podía creer que David dijera esas palabras en serio; era demasiado astuto como para
pronunciar tales mentiras.
—No, eso no es verdad y lo sabes —le dije con firmeza.
—Tan solo olvídalo —contestó David con cansancio.
—No, no puedo hacer eso.
—Carajo, Lory. ¿Qué quieres de mí? Eso que siempre crees ver en mí, ¡no está! ¡Te até a la
puta cama para que no te escaparas! Ningún caballero, ni nadie, sería capaz de hacer eso.
—Me ataste para que no me pusiera a mí misma en peligro —reconocí.
—Ya, entiéndelo, Lory. Te he alejado por semanas porque no soy bueno para ti.
—No, me estás protegiendo, incluso en este mismo instante. Tan solo me alejas de ti porque no
confías en tus sentimientos.
Suspiré, pues podía decir mucho más al respecto. Curiosamente, al estar huyendo con David,
no tenía duda alguna de que él era una buena persona, y la que merecía tener mi corazón.
—No tengo sentimientos —gruñó David.
—Sí, claro que tienes. Simplemente no quieres demostrarlos —lo corregí. Sus besos hablaban
un idioma completamente diferente, uno que nadie podía malinterpretar o ignorar.
—Lo que sea que veas en mi inaccesibilidad, estás equivocada —dijo David fríamente.
Aunque su tono de voz era tranquilo y decidido, noté la inquietud en sus ojos. Los sentimientos en
su interior luchaban por dominarlo.
—No tienes ni idea de lo oscuro que es mi interior. Juro que ni siquiera deseas ver cómo es ahí
dentro.
Ya estaba de vuelta a Alaska.
Había unas cuantas sombras oscuras, sí, pero el interminable y helado blanco dominaba,
incluso en los abismos más profundos. Un pequeño escalofrío me recorrió la espalda.
—¿Entonces por qué te acostaste conmigo? —quise saber cuándo se me acabaron los
argumentos.
—Porque… —comenzó a decir David, pero luego hizo una pausa significativa. —Porque no
somos perfectos y cometemos errores. La tensión, la adrenalina y todo el caos nos confundió a
ambos.
Dentro de sus argumentos sacó del juego a sus sentimientos, quienes realmente eran la causa de
su confusión.
—¿Así que no me encuentras atractiva? —pregunté, provocándolo.
Oh, vaya. Sospeché que mi pregunta lo molestaría, pero realmente se puso furioso. Sus manos
se apretaron en puños y su mandíbula se tensó.
—Sí, te encuentro atractiva. Aun así, los sentimientos son una debilidad que no me puedo
permitir.
—¡Los sentimientos no nos hacen débiles, sino más fuertes!
David se rió otra vez. —Claro, veo a Damon peleando como un demonio contra Godfather —
sonaba amargado. —En su maldita cabaña en las Montañas Rocosas.
—Ser fuerte también es no permitir que te controle la ira.
O el miedo. Desde que David y yo nos habíamos acostado, me sentía invencible, a prueba de
balas y segura.
—El que da paso a los sentimientos también da paso a las debilidades. ¿Qué crees que hará
Godfather cuando realmente quiera conseguir a Damon?
Patrick querría lastimar a Zoey.
No lo dije en voz alta, pero David reconoció mis pensamientos de todos modos.
—Exacto. Damon se ha vuelto manipulable y ya no actúa tan racionalmente como debería
hacerlo el jefe de los Alfas.
—Ahora tú eres el jefe de los Alfas —dije.
—Y por eso es aún más importante que yo no tenga debilidades. Los que no demuestran sus
debilidades parecen invencibles.
—Distanciarte no te hace a prueba de balas —dije apretando los dientes.
—Es suficiente si mis enemigos lo creen —gruñó David.
Me enfurecí. —¿Acaso puedes alejar a todos de ti?
—Como verás, sí que puedo —contestó David.
Suspirando, me aparté de David y tomé la pila de ropa. Podía fingir lo que quisiera, pero yo
sabía que era diferente en el fondo. Aunque me había atacado –¡dos veces! –su máscara de
inaccesibilidad había sido un fracaso total.
—Mejor jódete —siseé y me dispuse a entrar al baño. Pero David me detuvo sujetándome por
el brazo, haciendo que todo se me cayera al suelo.
—¿Qué quieres de mí Lory?
—¡La verdad! ¡Eso es todo lo que quiero!
David se pasó las manos por el cabello castaño, cuidadosamente cortado a la moda. —Ya
conoces la verdad, maldita sea. Soy difícil, brutal, despiadado. Está claro que eso no te gusta.
—¡No me gusta porque no es la verdad! —le espeté bruscamente, intentando inútilmente
liberarme de él.
Me miró furioso; sus ojos lucían oscuros y rabiosos y todo su cuerpo emitía un calor que
amenazaba con quemarme.
—¡Deja de intentar que hagamos esto! —dijo apretando los dientes.
—¡Deja de intentar que no lo hagamos! —grité furiosa.
David se sorprendió tanto por mi repentino y elevado tono de voz, que finalmente me pude
liberar. Tomé el gel de ducha mientras caminaba y me fui.
—¿A dónde vas? —me preguntó David enojado.
—¿A ti qué te parece? Me voy a duchar.
—¿Te vas? ¿En serio?
—Sí —contesté fríamente. Obviamente David era alguien que peleaba. Peleaba con sangre y
hasta la muerte si era necesario; odiaba que alguien se le escapara. Quizás iba a odiarme, pero me
daba igual. No, no me daba igual, pero quería que David lo creyera en ese momento.
En medio de mi partida, me detuve para mirar atrás una última vez.
—Esto es lo que querías. Me querías alejar; felicidades, lo has conseguido.
Después di un portazo y respiré profundamente.
¿Había sido claro para David que me alejé de él tan solo para demostrar que quería que me
siguiera?
Capítulo 18 –David

Joder. Lory dio un portazo tan fuerte con la puerta del baño que toda la pared tembló por un
momento. Luego el sonido del agua llenó el aire, era tan denso, que casi podía palparlo.
Maldita sea, Lory tenía razón y la odiaba por ello. Me hacía consciente de mis debilidades y
apuntaba a Hells Kitchen como mi talón de Aquiles. No podía permitir eso, ¿o sí?
Damon había abierto paso a sus sentimientos ¿y qué había pasado? Sí, había abandonado Hells
Kitchen, pero el precio era demasiado alto. Nos había abandonado, a su maldita familia, en Hells
Kitchen. Naturalmente, para mí siempre había sido evidente que tarde o temprano alguno de
nosotros rompería la regla de nada de chicas, pero jamás me había imaginado que sería Damon
quien lo haría.
Miré fijamente la puerta cerrada, preguntándome qué debería hacer. Mi primer impulso era
correr tras Lory, empujarla contra la pared y hacerla callar, pero me controlé a mí mismo. De
verdad, jamás en mi vida había sido tan difícil luchar en contra de mis impulsos.
¡Ni toda mi puta vida había sido tan difícil como estos últimos días! Y no lo decía a la ligera, a
pesar de haber crecido en Hells Kitchen como un niño callejero perdido, sin sueños ni visiones.
Es cierto que aún ahora no tenía sueños, pero tenía perspectivas y metas que, por Dios,
cumpliría antes de renunciar.
Apreté los puños y contuve el deseo de golpear la pared, pues sabía que la pared no resistiría
mis golpes.
Lory, o más bien dicho, sus jodidos argumentos, me habían puesto al rojo vivo por dos razones.
Primero, porque tenía razón, y segundo, porque yo no podía negarlo.
Mis sentimientos por ella crecían cada vez más y no podía controlarlo. Era la primera vez que
me pasaba algo así; ya no me reconocía a mí mismo y eso me daba miedo. Si ya no podía confiar
en mis propios sentimientos, ¿cómo podría confiar en mis instintos? Para derrotar a Patrick sin
dudas necesitaba una mente clara, mano firme y… a los Alfas, incluyendo a Damon.
Una y otra vez mis pensamientos vagaron hacia Lory. Sin importar cuánto me resistiera, cada
pensamiento terminaba en sus ojos azules y grisáceos, que brillaban tan claramente como las
estrellas en el cielo. Maldición, rechazaba cada uno de mis planes estratégicos pues cada posible
escenario terminaba con la posibilidad de que Lory muriera.
Respiré hondo e intenté sacar de mi mente la imagen de Lory bajo la ducha, desnuda,
escondiendo sus lágrimas bajo el agua que caía.
De repente, mi corazón cobró vida propia y me obligó a imaginarme yendo al baño con Lory
para disculparme entre besos, finalmente aceptando que ahora ella era parte de mi vida.
¡Joder, no!
No podía cambiar mi vida entera tan solo porque mi instinto sobreprotector de pronto había
enloquecido. ¿Cómo podrían esperar eso los demás de mí? Siempre había sido un pasatiempo mío
decepcionar o incluso destruir las expectativas de otros. Siempre había sido David Bates, el
Número Dos de los Alfas. Ahora que era el Número Uno, bien podía pensar en hacer un cambio
de imagen.
Mierda. Lory, Damon y Zoey me habían infectado. Los sentimientos no son diferentes a los
parásitos; uno nunca se libra después de tenerlos.
Tenía que resolverlo. Ahora.
Así que fui al baño, decidido a explicarle a Lory por última vez que no estábamos en un cuento
de hadas, sino en el puto Hells Kitchen.
En mi mundo no había príncipes azules, tan solo jefes de la mafia.
No había bailes románticos, tan solo tiroteos.
Las princesas no eran rescatadas, sino secuestradas, maldición.
Y si algo volaba, eran balas de pistola y no maripositas.
Al menos había tratado de explicarle a Lory, de manera seria y racional, nuestra situación…
hasta que la vi a través del vapor caliente.
No había cortina en la ducha, sin embargo, ella no se tomó la molestia de cubrir su cuerpo.
Qué bueno. Hubiera sido una pena, pues su cuerpo era perfecto. Me encantaba como podía
tomar su pequeña cintura de avispa mientras la embestía con fuerza y sus rizos se mecían
ligeramente despeinados. Realmente ella tenía todas las razones para gritar y sacarme del baño,
sin embargo, guardó silencio mientras me miraba con sus enormes y redondos ojos, en parte
decepcionados, en parte expectantes.
Tan triste… y tan jodidamente sexi.
¿Cómo podía apartar la vista para aclarar mis pensamientos?
La racionalidad y los sentimientos no son compatibles, como fuego y agua.
No soy bueno para ella.
Al igual que Lory tampoco era buena para mí.
Quizás Zoey había logrado sacar a Damon de aquí, pero Lory no lo lograría conmigo. Hells
Kitchen era mi vida y los Alfas eran mi familia.
El peligro me rodeaba y estaba en todas partes.
Aun así, al reflejarme en sus ojos húmedos, sentí que no podía alejar a Lory de mí. Ella era
como un búmeran, que se había alejado y vuelto tres veces más fuerte para dejarme inconsciente.
Me recargué en la pared, crucé los brazos y disfruté de la vista que Lory me regalaba, la cual
superaba enormemente a mis fantasías de Lory bajo la ducha.
—¿Vas a decir algo, o tan solo vas a mirar? —preguntó Lory, irritada.
Me aclaré la garganta mientras Lory frotaba la suave piel de su cuerpo.
—¿Acaso parezco un acosador? —gruñí para ganar tiempo.
—Más o menos, sí —contestó Lory. A diferencia de mí, ella no había perdido su ávido ingenio.
Maldición, ¡yo no era un perrito faldero que iba detrás de Lory cada vez que ella se alejaba!
Para no sentirme como el idiota que era en ese momento, solté la primera excusa que se me
ocurrió.
—Debería entrenarte. Fue demasiado fácil secuestrarte.
Lory frunció el ceño. —¿Y quieres hacer eso ahora?
—No, obviamente no —respondí, y Lory suspiró quedamente. Sabía exactamente lo que ella
esperaba de mí –una disculpa –pero no me lo quería decir. De ninguna forma. Ella había generado
esta maldita pelea porque no podía evitar restregarme mis propios sentimientos en la cara.
—¿Entonces qué haces aquí? —preguntó Lory, expectante.
Sí. Oficialmente, estaba ahí para darle un ultimátum y extraoficialmente porque quería seguirla.
—Estoy aquí para cuidarte —dije, encogiéndome de hombros.
—Qué considerado de tu parte —contestó Lory sarcástica.
Asentí.
—Así soy —dije mientras Lory inclinaba la cabeza hacia atrás para quitar el jabón restante de
sus rizos oscuros. Un quejido escapó de mi garganta, pues apenas podía controlarme. Quería
tomarla, ponerla contra los fríos y húmedos azulejos y follarla hasta sacarle todo el sarcasmo.
Los ojos de Lory eran agua bendita pura para los demonios que controlaban mis emociones.
Casi podía escuchar los gritos de los pobres demonios mientras ardían en llamas.
—David, ¿qué haces realmente aquí? —preguntó Lory.
Odiaba su mirada, diciendo que ella tenía razón y que lo sabía. Joder.
Estaba dispuesto a irme al infierno con tal de confesar por qué estaba ahí realmente.
—Tan solo quería asegurarme de que no hicieras una idiotez —mentí.
Obviamente ambos sabíamos que Lory no podía hacer nada en un baño sin ventanas y no
necesitaba que la protegiera.
—Estás aquí porque yo tengo razón —dijo Lory con seriedad. Su voz penetró el denso vapor y
resonó fuertemente en mis adentros.
—No.
—Y encima eres un mentiroso —dijo Lory con naturalidad. Ella se llevó las manos a las
caderas y movió el cuerpo tan seductoramente, que me vi forzado a recomponerme para no
abalanzarme sobre ella.
Era increíble que Lory se atreviera a hablarme así. La mayoría de los hombres no tenían
cojones, pero estaban más aferrados a su vida que Lory en estos momentos.
—Se te está olvidando con quién hablas —dije con voz áspera, dándole a Lory la oportunidad
de retractarse y remar de vuelta antes de ser atacada por una tormenta.
—No, no se me olvida —contestó Lory.
—Deberías conocerme lo suficiente como para saber que a mí no me tratan así —di un
puñetazo a las baldosas para canalizar mi ira.
—¡Ese no es todo mi problema! —suspiró Lory. —¡No te conozco porque no me dices nada de
ti!
—Sorpresa, un gánster no comparte su vida con el resto del mundo, para no parecer vulnerable
—dije.
—¡Pero yo no soy tu enemigo! —respondió Lory.
Era cierto que ella tenía razón, pero eso no me hizo cambiar de opinión. Si le permitía a Lory
estar cerca de mí les ofrecería a mis oponentes, especialmente a Godfather, un excelente objetivo
de ataque.
—A pesar de eso, no deberías buscar abismos que sean demasiado profundos para ti —dije
con más tranquilidad de la que sentía. Todo el cuerpo rebosaba energía y anhelé los encuentros en
el Club de Lucha, donde peleaba regularmente. Tan solo unos cuantos golpes en la cabeza y volvía
a tener los pies sobre la tierra.
—¿Por qué no quieres que vea la verdad?
—¿Qué verdad, carajo? —maldije.
—Justo la que escondes bajo tu ira.
—Joder, Lory. Basta —dije caminando dos pasos hacia ella. Ahora tan solo nos separaba una
delgada pared de vapor. Sentí el calor del agua en mi piel y me pregunté cuándo había sido la
última vez que me tocaba el agua tibia. Debía haber sido hace décadas.
—¿Ahora qué? —preguntó Lory, desafiante.
—Solo lo estás empeorando.
—No puede empeorar más del punto en donde estamos.
¿Por qué siempre tenía razón? ¿Por qué todo el maldito mundo conspiraba en mi contra?
Porque una sonrisa de Lory era suficiente para hechizarlo todo.
—Si dejas de curiosear en mis adentros entonces ya no tendremos ningún problema.
—Mejor deja de luchar en contra de tus sentimientos, así realmente habremos resuelto el
problema.
Enfermizo, pensé en qué decir, pero se me calentó tanto el cerebro que se me fundieron todos
los fusibles.
—¿Quieres que deje de luchar contra mis sentimientos? —gruñí.
—Sí —murmuró Lory tan quedamente que siquiera las baldosas pudieron captar su eco.
—¿Quieres que te bese?
Joder, no me reconocí de tan áspera que sonó mi voz.
—Sí.
Di otro paso hacia Lory y ella retrocedió.
¿Ahora me tienes miedo? ¡Debías haberme temido mucho antes!
—No, no quieres —le susurré muy cerca del oído. El agua caliente me rozó la piel, pero no me
importó que mi ropa se empapara y se me pegara a la piel. Mis pertenencias más importantes
estaban dentro de mi chaqueta de cuero, que colgaba en la silla junto a la cama. Cigarrillos,
cámaras con balas de repuesto y el pequeño regalo que Yuki me había dado a escondidas en el
Dark Room.
—¡Realmente no quieres eso! —dije con voz más clara.
—¿No? —preguntó Lory con incertidumbre. Le irritaba que simplemente hubiera decidido
meterme a la ducha con ella. Todo el tiempo se había sentido a salvo detrás de la cortina de vapor
y la caída del agua, y ahora yo le recordaba que nadie estaba a salvo de mí. Nadie, maldición,
absolutamente nadie.
—Quieres hacerme enloquecer. Quieres meterme cosas en la cabeza en las que nunca pensaría.
Quieres infligir sentimientos en mí que jamás sentiría —suspiré e hice una larga y significativa
pausa. —Quieres hechizarme.
Mientras hablaba, Lory contuvo la respiración y su cuerpo entero se congeló.
Aunque Lory parecía tranquila ahora, sabía que bajo su expresión de shock aún dormía un
espíritu rebelde, lo cual me hizo enfurecer tanto que me estaba volviendo impredecible. No era el
tipo de impredecibilidad por el que me conocían, sino el tipo que hasta yo mismo temía, no era
capaz de juzgar mi propio comportamiento.
—¿Lo hago? —preguntó Lory, mordiéndose el labio.
—¿El qué? —increíble, me había tragado mi propia pregunta y, una vez más, le había
demostrado a Lory lo peligrosa que era la influencia que ella tenía sobre mí, jodidamente
peligrosa. Pero ¿qué debía hacer? Ya no podía seguir resistiéndome a Lory. Cuanto más
violentamente me resistía, mayor era mi instinto sobreprotector, y entre más rebelde se volvía
Lory, más atractiva la encontraba.
A la mierda.
Si Lory insistía en mirar realmente dentro de mis abismos, adelante. Pero si salía mal, y
eventualmente ese sería el resultado, nadie podría decirme que no se lo advertí.
—¿Todavía me lo preguntas? —mi voz sonaba torturada, tal como estaba con todos mis
sentimientos a flor de piel.
—¿Entonces lo admites? —preguntó Lory con sorpresa.
—Ya no puedo negarlo.
—Exactamente —contestó Lory sonriendo y me dio una mirada que no olvidaría ni en mil años.
Una mirada que duraría milenios. Así que aquí estábamos. Maldición, los sentimientos me
corrompieron más de lo que había pensado.
Lory no perdió más el tiempo con palabras, sino que me tomó de la camisa y me acercó a ella
para besarme. Siquiera el agua caliente y humeante podía seguir el ritmo de los besos apasionados
de Lory. Besos que durarían milenios.
Permití que el agua, su cuerpo y sus labios tibios me calentaran, y cuando finalmente dejé de
luchar en contra de mis sentimientos, un enorme peso cayó de mis hombros.
—¿Dónde has estado toda mi vida? —pregunté cuando nos separamos.
—Estaba perdiendo el tiempo con falsas promesas —contestó Lory suspirando. Aun cuando
Lory no lo decía en voz alta, ambos sabíamos que nunca había sido particularmente buena
eligiendo hombres.
—Lo bueno es que estoy aquí para protegerte.
Lory reposó sus manos sobre mi pecho. Yo era más alto que Lory, así que ella echó la cabeza
hacia atrás para mirarme a los ojos.
Maldición, me encantaba cuando me miraba así. Tan entregada y devota.
—Me esforzaré y entrenaré fuerte, lo prometo.
—¿Por qué quieres hacer eso? —pregunté levantando una ceja.
—Porque no quiero ser una carga.
Eso era lo más romántico que alguien me había dicho jamás. Yo no era alguien romántico, pero
este romanticismo me gustaba más de lo que quisiera admitir.
Lory acurrucó su rostro en mi pecho y yo acaricié su cabello rizado, que siquiera el agua
caliente podía controlar.
—¿Te volverás inaccesible de nuevo, cuando salgamos de la ducha? —preguntó Lory.
Negué con la cabeza. —No.
—Bien. —Lory se apartó de mí y me quitó la camisa mojada. —De lo contrario, te habría
mantenido aquí para siempre.
Una realidad junto a Lory, bajo el agua caliente y detrás de una cortina de vapor… sonaba
tentador.
También me quité las pesadas botas y los pantalones mientras Lory recorría mi cuerpo de
arriba a abajo con la mirada. Perdida en sus pensamientos, recorrió con su dedo índice una gruesa
cicatriz, la cual me recordaba que era mejor no tomar cuatro navajas al mismo tiempo, sin
importar qué tan nobles fueran los motivos.
—Al fin puedo tocar tu cuerpo —dijo Lory. En sus labios carnosos había una suave sonrisa.
Aun así, mi cuerpo se tensó, pues no estaba acostumbrado a que nadie tocara mis cicatrices que se
habían acumulado con el paso de los años.
—Relájate —dijo Lory.
—Estoy relajado —gruñí.
Lory me miró con reproche y yo suspiré.
—Está bien, estoy tan relajado como puedo.
—Puedo ayudar en eso —Lory me dio una mirada seductora y tuve que sonreír.
—¿Es una oferta?
Después de todo, no podía ocultar mi excitación ante Lory, hermosa y desnuda. Mi polla dura
no podía mentir.
Lory asintió y se puso de rodillas, mirando mi erección con avidez.
Maldición. Esa mirada me debilitaba.
Me debilitaba tanto que tuve que rechazar su oferta; la tomé por un costado y la levanté. Lory
se quejó suavemente mientras envolvía sus piernas alrededor de mi cintura.
Toda la ira reprimida y el aire aún electrificado por nuestra discusión pasada me obligaron a
renunciar a los juegos previos e ir directo al grano.
Caliente, impulsivo y poco predecible.
—Tomaré tu oferta después —jadeé y presioné a Lory contra las baldosas. Era ligera como una
pluma, tanto, que podía sujetarla tan solo con un brazo. Utilicé mi mano libre para deslizarme
entre sus piernas.
Joder.
Suspiré al sentir lo húmeda que estaba, y no a causa de la ducha caliente. Lory estaba tan
caliente como yo, ardía, lista para recibir mi polla. Me lo había demostrado al arrodillarse frente
a mí.
Tan solo esa imagen me hizo gemir.
—Me encanta lo mojada que te pones en nuestros encuentros —gruñí. Me volví loco cuando no
pude resistirme a Lory la primera vez. El recuerdo de cómo se encontraba frente a mí, indefensa,
atada y fascinante, hizo que mi erección fuera aún más dura. En el fondo, deseé que Lory
cometiera más errores estúpidos, para así poder adiestrarla con mis reglas otra vez.
No perdí más tiempo y penetré a Lory mientras estaba atrapada entre mi cuerpo y la pared.
Era tan estrecha que tuve que tener cuidado de no perder el control.
¿Por qué nunca podía pensar con claridad o racionalmente con Lory? El efecto que tenía en mí
–del que no podía defenderme –era un misterio para mí. Pero cuando vi sus ojos azules supe que
no tenía ninguna oportunidad de liberarme de ella. Lory era una droga que me volvía adicto
inmediatamente. De hecho, ya dependía de ella incluso antes de probarla.
Lory abrió la pelvis hacia mí y apretó las piernas con más fuerza, mientras me miraba deseosa.
—¿Quieres más? —murmuré.
—Dios, ¡sí!
No tenía que pedirlo dos veces. Presioné su cuerpo con firmeza contra la pared y la embestí
con más brusquedad. Los gemidos de Lory se volvieron más fuertes, sus uñas me arañaron la
espalda, motivándome a penetrarla con más fuerza.
Lamí sus duros pezones. Joder. No había nada que me diera más placer que saborear a Lory
mientras me la follaba.
—¿David? —preguntó Lory jadeando. —¡Nunca me dejes ir!
—Nunca —gruñí. Por Dios, lo decía en serio. No más miradas frías ni palabras despectivas.
—¡Prométemelo! —suplico Lory, respirando fuertemente.
Para demostrarle qué tan en serio lo decía, me detuve un momento y la miré fijamente a los
ojos.
—Lo juro.
Luego sellé mi juramento con un beso y me pregunté por qué había comenzado a alejar a la
gente. Al estar cerca de Lory, mi credo parecía extrañamente erróneo, aunque me había salvado la
vida muchas veces –probablemente.
Me estremecí bajo el agua caliente al darme cuenta de que Lory podría darme todo lo que me
había perdido durante estas últimas décadas. Tan solo esperé que el precio que ambos pagáramos
no fuera demasiado alto, porque no importaba cuánto lo negara Lory, el amor tenía su precio.
Siempre. Especialmente en el infierno de Nueva York, Hells Kitchen, pagar el precio dos y tres
veces era una posibilidad.
Las piernas de Lory presionaron con más fuerza alrededor de mí, su respiración se volvió más
acelerada e irregular y luego se corrió. Maldición, ¡y cómo lo hizo! Su cuerpo entero temblaba y
su estrechez me masajeó tan satisfactoriamente que no tuve opción más que seguirla hasta la dulce
locura. Bombeé mi semen dentro de ella y disfruté del calor que nos rodeaba.
Había sido necesario, y tuve que admitir que anhelaba otra pelea. El sexo de reconciliación era
vainilla a comparación del sexo que tomaba lugar durante las acaloradas discusiones.
Cuando recuperé mis pensamientos nuevamente, con cuidado bajé a Lory. Sus piernas
infinitamente largas todavía temblaban, lo cual me hizo tener pensamientos negativos
inmediatamente. Me quité las ideas de la cabeza mientras las gotas de agua de mi cabello
salpicaban las baldosas. Aún había mucho que hacer y no podíamos quedarnos ahí para siempre.
Entre más pronto estuviéramos en el búnker, mejor.
Una parte de mí me reprochaba por haberme follado a Lory, otra parte me decía que debía
haberlo hecho mucho antes, y el resto de mí estaba sentado en primera fila, con palomitas,
esperando a que las dos partes se estrangularan entre sí.
Tomé las dos toallas limpias de la repisa y le di una a Lory, quien me agradeció con una
sonrisa.
—Lo bueno es que ya lo solucionamos —dije sonriendo al salir de la ducha.
—¿David? —llamó Lory a mis espaldas. Me detuve inmediatamente y me di la vuelta. ¿Ya
había dicho cuánto me gustaba que dijera, gritara o gimiera mi nombre?
—¿Qué pasa?
Me miró como si fuera a revelar el mayor secreto que tenía.
—Da igual lo que digas o pienses, eres una buena persona.
No me esperaba eso, pero no hizo que sus palabras tuvieran menos importancia para mí.
—Gracias.
Hasta ahora, Lory siempre había estado en lo cierto, por lo que cabía la pequeña posibilidad
de que realmente tuviera razón.
Esperemos que su verdad valga más que el precio que tendremos que pagar por ella.
Capítulo 19 –Lory

Por un breve momento tan solo vi las estrellas, antes de impactar el suelo con toda la fuerza de
mi peso. La caída fue tan dura que se me escapó el aire de los pulmones. Un dolor agudo me
recorrió el costado y mis oídos rugieron.
Cielos, ¡estaba luchando contra una fuerza superior!
—Lory —escuché la voz de David a través de la niebla de dolor, mareos y frustración. No
había visto venir el ataque, aunque debería haber estado preparada.
David me tomó y me puso de pie en un segundo, lo cual empeoró mi mareo.
—Fuiste demasiado lenta —me reprochó David.
—Y tú demasiado brutal —respondió. David no estaba siendo muy delicado conmigo.
—¿Tú crees que un atacante de verdad lo sería? —preguntó con cinismo.
—No —respondí suspirado. —Pero tú tienes años de entrenamiento que yo no tengo.
David asintió lentamente y su expresión seria se suavizó un poco.
—Tan solo quiero que estés a salvo —dijo besándome la frente. —No quiero que te pase nada.
Entendía sus audaces intenciones, sin embargo, no era David quien entrenaba conmigo, sino
Don Inaccesible. Era despiadado y me había llevado más allá de mis límites durante una semana.
—Estamos en el búnker, lejos de Hells Kitchen, y tú estás conmigo. ¿Qué nos podía pasar? —
pregunté.
Además de eso, su torso desnudo y empapado de sudor me distraía. Yo era una chica
cualquiera y no podía resistirme a tales encantos.
David enderezó los hombros y un gruñido, suave y peligroso, abandonó su garganta.
—Hells Kitchen siempre está a un paso de distancia.
El fuego que flameaba en sus ojos reforzaba su respuesta y yo maldije el infierno del que
huíamos.
—Todavía necesito una pausa —dije.
Me limpié el sudor de la frente con el dorso de la mano.
—Claro, cuando me hayas derrotado —contestó David sacudiendo la cabeza y volviendo a su
posición de ataque.
—No te preocupes, soy una sobreviviente, siempre encuentro la forma de escapar de
situaciones difíciles.
David frunció el ceño.
—Siempre y cuando no te veas en la necesidad de pelear.
Molesta, eché la cabeza hacia atrás, resoplando.
—Eres superior a mí, David. ¡No puedo ganarte!
—¡Pero tienes que hacerlo! Tengo que saber que puedes manejar cualquier situación, Lory.
No tenía sentido discutir con David una vez que se encontraba en modo de combate.
—Está bien, una vez más, ¡y después es suficiente por hoy! —grité. Me abalancé furiosamente
sobre él y traté hacer lo que me había enseñado durante esa semana. Fallé y caí dolorosamente de
espaldas, otra vez.
Obviamente se había defendido contra mi ataque. David era más alto, casi el doble de pesado
que yo y tenía años de experiencia en el Club de Lucha. Lo odiaba por mostrarme mis debilidades
y hacerme consciente de que estaba perdida sin él.
—Otra vez —rugió David. Esta vez no me ayudó a ponerme de pie. —Pero ahora concéntrate y
deja de adentrarte ciegamente en la pelea. Los oponentes siempre buscarán provocarte, pero no
puedes ceder ante la ira. Permite que los instintos te guíen, pero nunca tu ira. La ira te hace fuerte,
pero descuidada.
—En estos momentos no estoy concentrada ni soy fuerte —dije poniendo los ojos en blanco.
Incluso después de una semana de entrenamiento intensivo, había muy poco progreso.
Simplemente yo no era una guerrera innata y eso implicaba que me esperaba una vida huyendo.
David me miró enfurecido y yo contuve el aliento. Esta vez había llevado la situación
demasiado lejos.
—¡Justamente por eso estamos aquí! —bramó David. En cuestión de segundos se precipitó
sobre mí. Su cuerpo musculoso y pesado me envolvió, mientras su antebrazo me presionaba la
garganta.
—¡David! ¡Suéltame! —susurré, pues la presión en mi garganta era tan grande que no podía
hablar más fuerte.
—¡Libérate!
—¡Soy veterinaria, no maestra de kung-fu!
—¡Entonces usa tu conocimiento, joder!
—¡Lo recordaré la próxima vez que tenga que pelear con un gato! —bromeé, pero David no se
estaba divirtiendo en ese momento; lo decía en serio. Ahora la presión era tan fuerte, que su brazo
me cortó la respiración.
Cielos, rara vez había visto a David tan enfurecido. No había dudas de lo importante que era
para él mejorar mis habilidades físicas para poder defenderme.
—Todo el puto tiempo finges que nadie puede romperte. Finges que eres lo suficientemente
fuerte como para sobrevivir Hells Kitchen —susurró David suavemente.
¡Soy lo suficientemente fuerte!
¿De qué creía que tenía tanto miedo, entonces? Los que no se rompían tenían que soportar una
presión tan grande que resultaba dolorosa, algo que yo no le deseaba a nadie.
¿Acaso David me ponía en duda? Yo no era ninguna flor delicada, podía aguantar –y se lo
había demostrado todo el tiempo. Tenía el cuerpo entero cubierto de moretones azules por los
entrenamientos.
Traté de apartar el brazo que me cortaba el aliento, pero fue inútil. Tan pronto como comencé a
defenderme, David incrementó la presión.
Mis labios formularon un casi inaudible 'jódete' y la expresión sombría de David acuñó una
sonrisa.
—¿Qué, finalmente he despertado tu espíritu de lucha?
Nunca se había ido, ¡tan solo estaba cansada!
—Demuéstrame que puedes defenderte, Lory —me incitó David mientras yo me preguntaba
febrilmente qué podía hacer. No podía patearlo porque estaba sentado encima de mí. Los golpes
tampoco funcionarían, pues la presión en mi garganta incrementaba más rápido de lo que podía
soportar.
David me había enseñado muchas técnicas ¡y todas eran inútiles!
Las lágrimas corrieron por mis mejillas mientras la sangre me bombeaba en las orejas. David
me miró desde arriba, en parte exigente y en parte decepcionado porque yo ya no resistía más. Lo
que fuera.
Las estrellas volvieron a resplandecer y sentí que me desmayaría si David no aflojaba su forma
de sujetarme.
—¡Vamos, Lory! —David trató de alentarme, pero no reaccioné. Pero esta vez a propósito,
pues finalmente tenía una táctica. David era un guerrero activo, agresivo y tormentoso, pero
ignoraba el hecho de que había habilidades pasivas que podían ser útiles en el combate.
Cerré los ojos intentando que mi cuerpo dejara de forcejear. Pasaron dos segundos para que la
presión en mi cuello desapareciera.
—Joder, ¿Lory? —la voz de David temblaba y tuve que reprimir la sonrisa triunfante que me
cosquilleaba los labios. La mano de David acarició mi mejilla y aproveché el momento de
distracción para arrojarlo a un lado y saltar sobre él.
David me miró horrorizado cuando se encontró debajo de mí. Ya que mis brazos no tenían
fuerza, presioné mi rodilla contra la garganta de David.
—¿Podemos parar ahora? —pregunté tratando de sonar lo más aburrida posible para hacer que
David se enfureciera un poco más. Me gustaba verlo hecho una furia después de demostrarle,
nuevamente, lo contrario a lo que había dicho. No importaba si se trataba de mis decisiones o de
sus sentimientos.
—Sabía que podías hacerlo —dijo David con tono conciliador. Luego sus ojos brillaron y sentí
una mano entre mis piernas.
—¡David! —jadeé, tratando de apartar su mano. Pero sus dedos eran hábiles y se deslizaron a
través del borde de mis pantalones cortos para masajear mi perla.
—Cielos, David.
Eché la cabeza hacia atrás y disfruté de sus movimientos circulares. Sus manos eran tan
mágicas y me encantaba que me tocaran tan a menudo. Cuando no estábamos entrenando o
durmiendo, teníamos sexo salvaje y desinhibido que nos distraía de los problemas fuera del
búnker.
David se alejó de mis pantalones deportivos, me tomó por las caderas y se lanzó sobre mí.
Sonriendo de manera triunfal besó mi cuello mientras yo trataba de defenderme, nuevamente,
con pies y manos.
—Estuvo casi bien, Lory —dijo David—. Pero no puedes distraerte.
Los sentimientos son una debilidad.
Eso era lo que David quería decir realmente. Yo me había dado a la enorme tarea de
demostrarle a David que se equivocaba, pues así era.
David lamió lentamente mi garganta y gruñó suavemente. Luego se puso de pie, dio una
palmada con las manos y dijo:
—Terminamos el entrenamiento por hoy.
—Al fin —respondí. Al fin mi cuerpo podía relajarse. Me tumbé sobre la colchoneta de
ejercicios mientras bebía un enorme sorbo de agua de la botella de David.
—No dejes que tu pequeña victoria se te suba a la cabeza, mañana seguiremos —me dijo
David sonriendo y yo resoplé fuertemente.
—Lo siento, mañana no me va bien, tengo otros planes.
—¿Qué clase de planes? —preguntó David arrugando a frente.
—Necesito, humm, comprar pan tostado. Es muy importante.
—Buen intento, pequeña. Tendrás que renunciar a comprar pan tostado hasta que las cosas se
calmen un poco.
Después me dejó atrás y salió del cuarto de entrenamiento.
—¡Oye! —llamé detrás de él. —¡No me dejes así!
Me puse de pie y corrí tras David a pesar de que me dolía todo el cuerpo y el esfuerzo
muscular de hoy había empeorado mi dolor muscular de ayer.
El penthouse era enorme y, para ser honesta, no tenía idea de por qué lo llamaba búnker. Los
grandes ventanales permitían que la luz entrara en todas direcciones al espacioso apartamento y el
techo era tan alto que se necesitaba una escalera plegable para llegar a los candelabros.
Los pasos de mis pies descalzos resonaron en el suelo de mármol mientras intentaba alcanzar a
David. Él caminó por el pasillo. A estas alturas yo ya sabía que ahí estaba nuestra habitación. Al
principio me había perdido mucho porque el penthouse era enorme, pero ahora encontraba el
camino bastante bien.
Bueno, me había tomado más tiempo acostumbrarme a la decoración, todo era rojo y negro,
había algunos pequeños acentos blancos, pero en sí me recordaba a un castillo rojo de reina. El
búnker era elegante, estaba bien escondido y guardaba un secreto que el mismo David me
ocultaba.
Una vez en la habitación, David se quitó los pantalones deportivos y los tiró distraídamente al
suelo para ponerse unos vaqueros.
—¿Sin ducha? —pregunté irritada. Qué pena. La ducha después del entrenamiento era la única
cosa que me había impulsado a sobrevivir la tortura.
—No hay tiempo —contestó David, cortante.
Oh, no. Eso no era buena señal.
—¿Te he hecho enfadar? —pregunté insegura.
David se puso una camisa y me miró a los ojos.
—Aún me haces arder la sangre. Pero no, tengo que salir.
—¿Salir? Supongo que no irás a comprarme pan tostado.
—Chica lista. No te preocupes, ya vuelvo.
Quise protestar, pero David cerró mi cerró mi boca con sus labios y cortó mis palabras de raíz.
Su sabor salado y masculino se impregnó en mis labios, y los abrí tanto que su lengua penetró
en mi boca. Me hubiera encantado empujar a David bajo la ducha, pero su expresión decidida me
convenció de no gastar la energía que aún me quedaba.
—Quédate aquí y no hagas tonterías, ¿vale? —preguntó David retóricamente.
—¿Qué podría hacer aquí? —le devolví la pregunta.
—Si a alguien se le podría ocurrir algo, es a ti, Lory.
—Bueno, en ese caso sería mejor que me ataras a la cama —dije encogiéndome de hombros.
Las pupilas de David se hicieron tan grandes que desapareció el marrón de sus ojos.
—No es una mala idea —dijo y yo me estremecí.
—¡Era broma! Me daré una ducha ahora —me despedí con la mano.
—Sabes que no deberías bromear con hombres como yo. —Su voz era ronca, profunda e
increíblemente sexi.
Por mucho que ambos nos deseáramos en ese momento, David se resistió nuevamente, lo cual
era una señal del urgente asunto que debía atender.
—Ten cuidado con… lo que sea que hagas, ¿vale?
—Tú también.
David echó una mirada a la mesa de noche, donde había una pistola cargada. Las armas estaban
repartidas por toda la casa y en la sala principal había un enorme arsenal de ametralladoras y
granadas, cuya cantidad impresionaría incluso a los militares.
Su expresión seria me asustó y mi corazón latió rápido, pues tenía la corazonada de que algo
malo podía pasar.
—No te preocupes, aquí estás segura —dijo David con voz tranquila, como si hubiera leído
mis pensamientos. —Todas las armas están cargadas y con seguro.
Eché una mirada lúgubre a las armas. La razón por la que David me había maltratado con el
entrenamiento era porque yo no quería lidiar con armas de fuego. Eran tan mortales que yo no
quería tener nada que ver con ellas. Era suficiente con saber que David era un buen tirador y que
sus balas tan solo se encontraban con malas personas.

—¿Necesitaré las armas cargadas y con seguro mientras estás fuera? —pregunté con
inseguridad.
David negó con la cabeza. —Te juro por Dios que aquí estás segura.
—Entonces ¿por qué tienes que salir?
—Debo hablar con Dex, es muy importante. Pero no tengas miedo, estoy a dos bloques de
distancia y siquiera Patrick puede seguir el método Londres.
David me había explicado cómo funcionaba este método de comunicación, pero yo no lo había
entendido realmente. Daba igual, lo principal era que David lograba calmarme.
Me dio un último beso.
—Ya vuelvo. Y cuando lo haga, hablaremos de nuevo sobre atarte a la cama —me susurró a la
oreja y mi entrepierna se contrajo con anticipación.
—Bueno —contesté.
El aliento de David, aún cerca de mi oreja, me hizo cosquillas en la piel.
—Solo te puedes correr cuando yo te lo permita. Créeme, amor, que me daré cuenta si te corres
en la ducha sin mí.
A veces tenía miedo de que David en verdad pudiera leer mi mente, pues justamente ese era mi
plan. Una ducha caliente con extras, para no tener que esperar tanto a David.
—Entonces, ¿qué estás esperando? —pregunté empujando a David hacia la puerta—. Cuanto
antes te vayas, antes volverás.
David me guiñó un ojo. —No hagas nada estúpido.
—No te preocupes, esperaré a disparar mis mil cohetes y fuegos artificiales cuando regreses.
Al tiempo que caminaba, David tomó una sudadera con capucha y me miró.
Me encantaba cuando me miraba de forma amonestadora y yo lo observé hasta que se cerró la
pesada puerta de la entrada. Inmediatamente corrí por uno de los vestidos del armario. Damon y
David realmente habían pensado en todo. Había al menos tres conjuntos para cada tipo de evento.
Me decidí por un vestido negro y clásico, cuyo escote enseñaba más de lo que cubría. Decidí no
ponerme ropa interior porque formaría pliegues antiestéticos debajo del vestido.
Para terminar, me puse un poco de maquillaje. Me impresionó el lápiz labial rojo, literalmente
gritaba mujer fatal.
Increíble. Cuando terminé, apenas me reconocí. Usualmente no utilizaba lápiz labial y ahora me
preguntaba por qué. Definitivamente David no podría resistirse a estos labios color rojo sangre.
Satisfecha, me senté en el borde de la cama para esperar el regreso de David. Desde que se
había ido, me sentía extrañamente sola y perdida. David finalmente se había abierto ante mí y
revelado su enorme y profunda Alaska.
Esperé y esperé, vagando sin descanso por el penthouse como una leona hambrienta. Sonreí al
ver la chaqueta de cuero de David que colgaba sobre una silla.
Esa chaqueta era sagrada para David, aun así, me la puse para estar más cerca de él. Su olor
masculino y áspero se mezclaba con el aroma del cuero, e inmediatamente me sentí protegida.
Perdida en mis pensamientos, pasé la mano sobre el cuero suave y sentí algo duro y firme en el
bolsillo izquierdo. Primero pensé en una cámara de repuesto, David siempre tenía cerca una buena
docena de cámaras de repuesto, balas extras y pistolas.
Pero, para mi sorpresa, era un teléfono móvil. El modelo era tan viejo que ni siquiera sabía si
todavía estaban a la venta. ¡Maldije por dentro, pues David me había ocultado que teníamos un
teléfono móvil! Pero, un momento, ¿de dónde lo había sacado? David y yo no nos habíamos
separado desde que el tipo de la moto había ametrallado la clínica. Entonces, ¿de dónde había
sacado un móvil?
Me dolió más de lo que debería el hecho de que David me ocultara la existencia del teléfono.
Miré la pantalla y, nerviosa, me mordí el labio inferior.
Mis dedos cosquillearon con el deseo de llamar a Zoey y escuchar su voz, pero David me
mataría si se enteraba.
Pero ¿qué podría pasar por hablar con mi mejor amiga uno o dos minutos? Estaba en el búnker,
el sitio más seguro de toda la costa este, quizás incluso de todo el país. Además, probablemente
nadie conocía este número, así que Godfather no podía interceptarlo.
—Tan solo un minuto —murmuré y luego marqué el número de Zoey. Como era de esperarse,
mi llamada tenía que ser redirigida, pues la recepción en las Montañas Rocosas era terrible. Para
pasar el tiempo de espera, caminé hacia la puerta principal y me apoyé en ella. Si David volvía,
podría escuchar sus pesados pasos, al menos en teoría.
Se sintió como una eternidad antes de que Zoey respondiera.
—¿Hola? —la voz de Zoey crujió ruidosamente.
—Hola Zoey —dije.
—¿Lory? ¿Eres tú?
—¿Quién más voy a ser? —pregunté sonriendo. —¿O tienes otra mejor amiga secreta que no
conozco?
Zoey rió. —Sí, claro, jamás te lo contaría.
—Eso es casi una confesión de culpa —contesté riendo.
—¿Cómo estás? —preguntó Zoey.
—David me está cuidando. Créeme, realmente hace bien su trabajo.
—Eso es bueno. Dex se bloqueó cuando Damon quiso saber qué estaba pasando. Si Dex no nos
hubiera jurado que David estaba contigo, Damon y yo hubiésemos vuelto hace mucho.
Me pregunté cuánto les habría contado Dex, así que decidí no decir nada en absoluto. Damon y
Zoey tenían sus propios problemas y, especialmente ahora que Zoey había escapado de Hells
Kitchen, quería que permaneciera así.
—David es un perro guardián excelente —ronroneé como un gatito. Zoey inmediatamente
entendió la intención de mi énfasis.
—Cielos, ¡ya era hora!
Suspiré y le di la razón. —Oh sí. Y ya que estamos hablando de tiempo, ¿ya le dijiste a Damon
que….
—No —me interrumpió Zoey, deprimida.
—Ay, cariño, estoy segura de que llegará el momento adecuado.
—Ya llegó. Varias veces. Y la última vez Damon casi le dispara, así de furioso como es. —En
mi mente pude ver a Zoey poniendo los ojos en blanco. —Pero no importa, ¿realmente estás bien?
—Sí, ¿por qué no iba a estar bien? Estoy… —me detuve. Era posible que alguien estuviera
espiando en la línea, así que tenía que irme por lo seguro y mejor no mencionar nada respecto a mi
paradero. —Estoy en un lugar seguro, David está conmigo y descubrí que Don Inalcanzable es un
cocinero magnífico.
No estaba exagerando, David en serio tenía un talento, incluso si lo escondía de los otros
Alfas.
—Cierto, tienes toda la razón. Incluso si se adelanta el juicio, tenemos evidencia suficiente
para poner a Joel tras las rejas, para siempre.
Mi corazón se detuvo en seco. Las palabras de Zoey pesaban como plomo.
—¿Qué? ¿Cambió la fecha del juicio? —pregunté, esperando haber entendido mal.
—Sí, será antes. Pero no te preocupes, lo que sea que esté haciendo Godfather será arruinado
por los Alfas. Damon también cree que es una ventaja que su defensa tenga menos tiempo para
falsificar evidencia.
No era buena señal. De pronto sentía que el tiempo pasaba el doble de rápido.
—¿Por qué se adelantó el juicio?
—Desearía tener una respuesta —dijo Zoey con voz queda.
Pesados pasos resonaron al otro lado de la puerta. David estaba de vuelta. Inmediatamente
volví de puntillas a la sala.
—¡Zoey, debo irme! Hablamos luego.
—¡Cuídate! Te quiero.
La puerta se abrió y mi corazón latió desbocado.
—Yo a ti —susurré. Luego colgué y en un segundo coloqué el móvil de vuelta en el bolsillo de
David y colgué la chaqueta en la silla, como si nada hubiera pasado.
Tan inocentemente como pude, me paré frente a la mesa en donde había un enorme arsenal de
armas y tomé la única pistola que no estaba cargada. Con fines de entrenamiento, David la había
descargado para que yo aprendiera a recargar y cambiar la cámara.
Parado frente a mí, David me miró amenazador. Su pecho subía y bajaba a cada segundo, y sus
músculos estaban tensos.
Maldición. Debía haberse enterado de que estaba hablando por teléfono, de lo contrario no
podía explicar su ira.
¿Ahora qué? ¿Debía admitir mi error o negarlo? Ni siquiera me dio tiempo de formular un plan
para defenderme.
—Joder —gruñó David tomándome por los rizos y empujándome hacia abajo. —Arrodíllate.
Capítulo 20 –David

En medio de la oscuridad, me dirigí a la siguiente cabina telefónica. Se supone que no debía


dejar a Lory sola en el búnker, pero salir a la calle con ella era aún más peligroso. Esperaba que
Dex tuviera noticias importantes para mí, pues no me habría contactado por cosas insignificantes.
La capucha de mi sudadera que llevaba sobre la cara para pasar desapercibido me ponía
nervioso, pues no podía ver nada.
Afortunadamente, a esta hora no pasaban muchas cosas en el área y de camino hasta el teléfono
público más cercano no vi más que niños merodeando y un vendedor que los ahuyentó.
Desafortunadamente, el teléfono estaba mal protegido, así que tuve que bajar la voz para que
los oyentes no deseados no pudieran obtener información que era mejor que nadie supiera.
Al menos tenía la certeza de que el método Londres era seguro, pues las cabinas telefónicas
públicas no podían ser interceptadas, nos habíamos asegurado de ello. ¿Y por dónde comenzaría
uno a buscar si dos cabinas telefónicas, sin conexión alguna, de pronto hacían llamadas breves? El
método era jodidamente infalible.
Puse un par de monedas y marqué el número que Dex me había enviado. Impaciente, esperé a
que me contestara.
—¿Qué pasa? —pregunté, esperando que Dex dijera algo como: Ven a casa.
—Tres cosas —contestó Dex.
—Suéltalo.
—Uno: Yuki va a matarte y castrarte, quizás en un orden diferente.
Sonreí. —Se le pasará. Puse suficiente dinero en la guantera como para dos ventanas rotas.
—Como tú digas. No son mis bolas las que están en juego.
—Gracias por tu confianza en el Número Uno —dije con sarcasmo.
—Lo siento, jefe.
Me tragué mi comentario respecto al término 'jefe'. Tarde o temprano Dex se aburriría y lo
utilizaría tan solo como un saludo.
—¿Qué más hay en la lista? —pregunté.
—Tenías razón sobre el tiroteo. Las imágenes de las cámaras muestran claramente cómo el
tirador apuntó primero a Lory, pero después la evitó.
—Humm —gruñí—. Así que fue un intento de intimidar a Lory.
—¿Quizás para que ella se retractara de su confesión?
—Podría ser. Pero ¿por qué tomar una acción tan arriesgada para eso?
—Sabes que Patrick no hace las cosas a medias.
—Cierto. Espero que tengas otro par de buenas noticias para mí.
—Más o menos. Una noticia buena y una mala.
—Entonces, dame primero la mala —murmuré, mirando de un lado a otro para localizar
posibles enemigos.
—El juicio de Joel se ha adelantado precipitadamente.
—Espero que no sea una broma —gruñí, sabiendo que nadie bromearía respecto a este tipo de
situaciones.
—No.
—Joder —suspiré fuertemente—. ¿Cuándo es la nueva fecha?
—En una semana.
—¡¿Qué?!
Sin darme cuenta, hundí el puño contra la pared de ladrillo de la que colgaba el teléfono
público.
—¿Qué dicen nuestros espías?
—No mucho. Hasta ahora, ni los jueces ni los abogados se han comportado de manera inusual.
Simplemente fantástico. No. ¿Qué estaba haciendo Patrick?
—¿Hay evidencia nueva? ¿Evidencia que sepamos que es falsa?
—No.
—Nada bueno.
—Así es —contestó Dex.
La única razón por la que se me ocurría que podría adelantarse el juicio era para presentar
evidencias falsas. Era imposible demostrar que las pruebas eran falsas en tan poco tiempo. Pero si
no había evidencias nuevas, no tenía idea de lo que Patrick estaba tratando de hacer. Tan solo una
cosa era segura, Godfather estaba en el juego.
—¿Joel ha tenido contacto con alguien? —continué preguntando. Ya que el loco ex de Lory
estaba en la cárcel, mantenerlo en la mira era un juego de niños.
—No. Sería difícil en su celda de aislamiento.
—Bien. —Por supuesto que me aseguraría de que ese tipo no volviera a ver la luz del día. Ese
bastardo cobarde había puesto en peligro a chicas inocentes para salvar su propio trasero; no se
merecía la misericordia.
Traté de mantener la calma, aun cuando mis adentros estaban ardiendo.
—¿Podemos pasar a la buena noticia?
—Los informantes de los Dragons y los Brothers también notaron que Godfather está de
vuelta en el casino.
—¿Qué tan confiables son las fuentes?
—Ambos pusieron las manos al fuego por su gente.
Pensativo, me froté las sienes que, de nuevo, me palpitaban dolorosamente. Sabía que Dex
esperaba una orden mía para asaltar el casino, pero dudé. ¿Qué pasaría si todo era una trampa?
Una emboscada que podría poner en peligro la paz de Hells Kitchen y cobrar víctimas. Patrick no
hacía las cosas a medias, si explotaba, lo hacía en serio.
—¿Tú qué piensas de eso? —le pregunté a Dex.
Él se despejó la garganta brevemente, demostrándome lo difícil que era para él tomar una
decisión.
—Vale la pena tomar el riesgo si implica finalmente atrapar a Patrick.
—Yo también lo creo —contesté pensativo. Por un lado, me gustaría dirigir al grupo, por el
otro, no podía arriesgarme a dejar a Lory sola más tiempo del necesario, en caso de que todas
nuestras fuentes fueran engañadas o corrompidas.
—Griffey y Yuki preguntaron quién lideraría la misión.
Dex no lo dijo en voz alta, pero él también se preguntaba bajo qué dirección sería asaltado el
casino. Me aclaré la garganta.
—Proteger a Lory sigue siendo lo más relevante en mi lista. Por mucho que me gustaría romper
uno por uno los huesos de ese jodido bastardo, no puedo hacerlo hasta asegurarme de que Lory
está a salvo.
—Eso mismo pensamos. Por cierto, estamos listos si nos das luz verde. Los demás ya están en
los bloques de partida.
Obviamente Dex ya lo había preparado todo; no esperaba nada menos de él.
—¿Qué hay de Damon? —pregunté.
—No lo sabe todo, pero está seguro de que podemos manejarlo, de alguna forma.
Eran palabras que no quería escuchar, pero que respetaba. A pesar de que todos odiábamos a
Patrick, especialmente Damon, tenían un lazo sanguíneo, y nadie culpaba a Damon por no querer
actuar en contra de un familiar.
—Bien, entonces mantendremos a Damon y Zoey fuera de esto. Tienen luz verde, y yo te
transfiero como líder de la misión. Repórtate tan pronto como hayan capturado a Patrick, pero ten
mucho puto cuidado. Todo podría ser una trampa y no tenemos idea de cómo está involucrado el
juicio de Joel con todo esto.
Sí, me molestaba no poder asaltar el casino yo mismo, pero la seguridad de Lory era mi
prioridad, especialmente después de haber aceptado que ella era mi debilidad.
—Ten cuidado —le advertí una última vez a Dex.
—Entendido. Te llamaré tan pronto como hayamos terminado. Jugaremos seguro e
inspeccionaremos todo dos o tres veces antes de irrumpir mañana por la mañana. Las operaciones
nocturnas con niebla y oscuridad no son buena idea con tanta gente.
Dex realmente había pensado en todo y yo me alegraba de poder confiar en los momentos
difíciles.
—Buen plan. Sobre todo, recuerda que se trata de Patrick; él dispara y después hace las
preguntas —dije, aunque Dex era el Alfa que se tomaba la situación más en serio y quien, como
militar, había realizado decenas de misiones semejantes. Probablemente. Él nunca había hablado
de sus misiones y evidentemente no profundizaría en sus traumas de guerra a menos que él mismo
quisiera.
Colgué y bajo el abrigo de los callejones oscuros volví al búnker. Con cada paso que daba, la
ira incrementaba un poco más, pues tenía el jodido patrón justo frente a mis ojos, pero no entendía
lo que planeaba Patrick. ¡Me estaba volviendo loco!
Aunque todo marchaba estrictamente bajo el protocolo y nosotros, aparentemente, teníamos
ventaja, sentía como si algo se estuviera cocinando en Hells Kitchen, listo para tomarnos por
sorpresa.
Tenía que respirar profundamente para no perder la concentración, pero era más sencillo
decirlo que hacerlo.
Cuando estaba de vuelta en el búnker, mi ira se había triplicado.
Joder, joder, joder.
Una ducha helada era lo que necesitaba justo ahora. Al menos eso creí hasta que vi a Lory en
ese vestido negro y entallado que realzaba sus femeninas curvas.
¿Acaso trataba de desafiarme con esos labios rojos tan intensos? Esperaba que sí, porque esto
era un desafío.
Me miró con los ojos muy abiertos, como si hubiera hecho algo, y la forma en que se mordía el
labio inferior no lo hacía mejor. Recordé la última vez que me había mirado así.
Maldición, de pronto ya no necesitaba agua helada, ahora deseaba extinguir el fuego. Tomé a
Lory bruscamente por el cabello y la obligué a agacharse.
—Joder, arrodíllate.
Me obedeció de inmediato.
Chica lista.
Cuando yo estaba de este humor, era mejor que nadie me contradijera. Me miraba con ojos
inquisitivos, pero sus carnosos labios permanecieron sellados. Excelente.
—Quiero tomar tu oferta ahora —dije, tirando mi sudadera a un lado y abriéndome los
pantalones.
Dispuesta, Lory abrió la boca y mi erección se deslizó a través de su cálida y apretada
garganta.
Sí, maldición, justo esto es lo que necesitaba ahora. Se veía tan seductora cuando tenía mi
polla en la boca. Ella recorrió la punta de mi polla con la lengua y gemí suavemente.
Continué deslizándome por su garganta, cada vez con más profundidad, y mi mano, aún
apretada en sus rizos, no le permitía resistirse.
Ahora ella estaba indefensa ante mí. Por primera vez le demostraba a Lory quién era realmente
y que tomaba lo que quería.
Lory no se opuso; bueno, realmente ella lo quería. Deseaba que yo la empujara a mi abismo, a
pesar de que no tenía idea de qué tan profundo era.
Bueno, los que estaban en el suelo tenían mucho más aire.
Hablando de aire, parecía que le hacía falta a Lory entre más le follaba la garganta. Era
demasiado tentador llevarla hasta el final. Una y otra vez, la punta de su nariz se presionó contra
mi estómago, mientras las primeras lágrimas comenzaban a correrle el maquillaje.
No había nada mejor para mí que Zoey con el maquillaje corrido y una mirada hambrienta.
Lucía tan salvaje, tan seductora, que se volvía irresistible para mí.
Lory cerró los ojos y se concentró en relajarse.
—Mírame —gruñí.
Lory obedeció y me miró directamente a los ojos. Toda su rebelión y resistencia se habían
desvanecido, dejando al descubierto su lado sumiso, que me encantaba tanto ver como su espíritu
de lucha.
Luchaba contra mis duras y firmes embestidas mientras mi ira desaparecía lentamente, pero
hacía un buen trabajo.
Hubiera deseado vivir con Lory para siempre en el búnker, lejos del infernal barrio al que
llamaba hogar.
Quise saber cuánto más aguantaría Lory, así que incrementé la presión en su nuca, hundí mi
erección en su garganta hasta el punto máximo y la sostuve en esa posición. Lory parpadeó con
fuerza, pero continuó mirándome con valentía, lo cual hizo que se me pusiera todavía más dura.
Parecía que Lory tenía más persistencia aquí que en el entrenamiento, así que comencé a pensar
en formas para combinar esta diversión con nuestras peleas para demostrarle que ella también
tenía un corazón de guerrera. Ella podía negarlo, pero yo sabía que su corazón quería luchar. Lory
me estaba demostrando que su espíritu de lucha era más grande que sus miedos. El hecho de que
durante semanas no hubiera renunciado a acercarse a mí era señal de su espíritu guerrero.
Limpié una lágrima de la mejilla de Lory mientras yo disfrutaba de su mirada suplicante. No la
solté hasta que realmente se le acabó el aire. Ella retrocedió, respirando fuertemente.
Tan solo ahora noté que su mano izquierda estaba entre sus piernas, lo cual me hizo sonreír.
—Espero que hayas seguido mis reglas, ¿hum? —pregunté chasqueando la lengua.
—¡Obviamente! No me he corrido —contestó Lory sorprendida, levantando ambas manos
como si la amenazara con una pistola. Su voz temblaba de deseo y sus ojos seguían deslizándose
hacia mi erección. Tomé su mano izquierda, miré los dedos mojados por su humedad y la lamí.
Exquisito.
—No dije que pararas. Pero no te correrás hasta que yo te lo permita.
Inmediatamente, la mano de Lory desapareció entre sus piernas y mi miembro en su boca.
Maldición, sus labios carnosos se ajustaron alrededor de mi polla mientras su hábil lengua
lamía mi punta. Perdido en mis pensamientos, pasé mi pulgar sobre su suave labio inferior.
—En realidad solo deberías usar este labial si quieres que te follen duro y profundo —dije. Ya
que Lory no podía responder, tan solo asintió antes de regresar mi erección a su garganta.
Dejé a Lory y disfruté de sus magníficas habilidades, las cuáles había descubierto demasiado
tarde. Si hubiera sabido antes lo bien que se sentía la garganta de Lory, me la hubiera follado
mucho antes. Debí imaginar que su suave lengua y sus labios seductores eran una verdadera
revelación.
La perfección de Lory era una maldición y una bendición a la vez, pues lo quería todo de ella,
todo el tiempo. Sus piernas temblaban con deseo y su expresión atormentada me decía que estaba
a punto de tener un orgasmo desde hacía rato.
Con esa mirada jamás podría negarle un deseo.
—Ya puedes correrte —le permití a Lory y ella suspiró con alivio.
Aunque quería seguir disfrutando de la sensación, no pude evitar follarla con un par de
empujones profundos hasta que exploté en su boca.
Antes de tragarse mi semen, un temblor recorrió su cuerpo y ella también se corrió.
—Buena chica —la elogié acariciándole la mejilla.
Lory lamió de sus labios los últimos restos de mi lujuria, después se puso de pie y se recargó
en la mesa, en donde yo había alineado una gran cantidad de armas, por si acaso.
—¿David? —preguntó insegura.
—¿Qué pasa?
Lory no sabía cómo formular su pregunta, así que la ayudé.
—Dime libremente lo que piensas.
—¿Por qué estabas tan enfadado?
—La llamada —y Lory se estremeció como si fuera la culpable de las malas noticias.
—¿La llamada? —preguntó con voz ronca. Lory parecía estar más preocupada de lo necesario
por el hecho de que yo hubiera hecho una llamada.
—Dex tenía noticias bastante mediocres, pero no te preocupes, todo estará bien.
Ella asintió pensativa. No tenía que saber leer mentes para notar que aún tenía algo en la punta
de la lengua.
—¿Qué más? —la animé a que revelara sus pensamientos.
—¿Entonces no era yo la razón por la que estabas tan molesto?
—Maldición, no —contesté con seriedad. —Al contrario. Endulzaste mi tarde con tu aparición.
Luego tomé su mano y la llevé a la habitación.
—Espera, me voy a limpiar —dijo Lory, pero yo me negué.
—No, te irás a la cama tal cual estás.
—Pero el maquillaje está completamente corrido —Lory dejó que sus manos enmarcaran su
rostro y esgrimió una sonrisa torcida para acentuar su maquillaje post-sexo.
—Créeme, jamás te has visto más seductora —le dije, y sus mejillas se sonrojaron. Luego me
quité las pesadas botas y me tiré sobre la cama, palmeando el otro lado vacío en el que Lory
normalmente solía estar.
—Acuéstate conmigo. Si necesito algo además de sexo salvaje, es dormir.
—Entiendo —murmuró David, con brillo en su mirada.
Lory se recostó en mi brazo, acurrucó su magnífico trasero contra mí y yo aspiré el aroma de su
cabello. No era mentira que necesitaba descansar y dormir, sin embargo, tampoco podía
deshacerme del pensamiento de que me faltaba una pequeña pero fundamental pieza del
rompecabezas para lograr predecir el impacto de todos los acontecimientos.
—¿David?
—¿Lory?
—¿Estarás ahí cuando asalten el casino?
—No, me quedaré contigo y te protegeré.
Lory sacudió la cabeza con tanta fuerza que sus rizos volaron en todas direcciones, llenando la
habitación con su aroma a lilas.
—Eres el líder de los Alfas, tienes que estar ahí. Es tu deber.
Sonreí. —Mi deber es protegerte. Todo lo demás es secundario.
Ella suspiró suavemente. —Ambos sabemos que no es cierto.
—¿Quieres deshacerte de mí? —le pregunté levantando las cejas.
—No, no quiero entrometerme en tu camino.
Besé a Lory y la acerqué a mí. Lory no estaba en mi camino, al contrario, sin ella, jamás me
habría dado cuenta de lo mucho que me había alejado de ciertos caminos.
—No lo haces.
—Sí lo hago. Eres el líder de los Alfas y has estado encerrado en el búnker durante una
semana. Tu gente ya no sabe cómo eres. ¿Cómo pueden confiar en un líder si no está frente a ellos?
—Deja de hablar como mi consciencia, funciona demasiado bien —gruñí.
—Godfather está en el casino —comenzó Lory y la interrumpí inmediatamente.
—Hasta donde sabemos.
—Estás lo suficientemente seguro como para enviar a tu gente ahí. Entonces tienes que estar lo
suficientemente seguro como para aparecerte tú.
—¿Por qué haces eso? —le pregunté atormentado, pues sus palabras eran ciertas.
—Porque te alejé de Damon, más o menos. Y no quiero quitarte al resto de los Alfas.
Bueno, hasta hace poco yo también había pensado eso, e incluso la había ridiculizado por ello,
pero hasta ahora incluso yo, un idiota, había comprobado que eso era falso.
—No me quitaste a nadie. Fue decisión de Damon irse.
—Al igual que ahora tienes que decidir liderar a tu gente cuando llegue el momento.
Carajo. La forma en que Lory le daba voz a mi consciencia hizo que me dieran escalofríos en la
espalda.
—Quizás tienes razón —cedí apretando los dientes. Ella quiso responder, pero coloqué mi
dedo índice sobre sus labios para interrumpirla.
—Lo estoy considerando.
Ambos sabíamos que había tomado mi decisión hacía mucho tiempo, pero quería disfrutar de la
calma antes de que la tormenta nos alcanzara.
Capítulo 21 –Zoey

Todavía me dolía el estómago, a pesar de que mi llamada con Lory había sido hacía media hora.
Me alegraba que estuviera a salvo y junto a David. Quizás todo el caos tenía un lado bueno, es
decir, que Lory finalmente encontrara al hombre perfecto. David tendía a ser duro e impulsivo, sí,
pero era uno de los buenos. Además de eso, él era el primer tipo al que no se le erizaba el vello
de la nuca al tocar a Lory.
Bueno, porque él nunca la ha tocado mientras tú estás ahí, me dijo mi yo-cínico, pero ni
siquiera eso podía quitarme la alegría.
Lory estaba feliz. Yo estaba feliz. Miré por la ventana a Damon, quien seguía cortando leña
como para los siguientes tres inviernos, y apreté los dientes al darme cuenta de que él no estaba
tan feliz como me gustaría. Estaba pasando un momento difícil por su hermano y Hells Kitchen,
incluso si no quería admitirlo.
Sus demonios lo habían perseguido hasta aquí, ninguno de los dos podía negarlo. Decidí
ahuyentar a los demonios que atormentaban a Damon y que no podía dominar con el hacha.
Al salir, mis ojos se encontraron con el espejo. Me giré frente a la especie reflectante como una
modelo, o al menos eso intenté, tiré de la tela de mi camisa y me sobresalté al mirar mi pequeño
vientre redondo. ¿Realmente había ganado tanto peso en tan poco tiempo?
Una mirada crítica era suficiente para responder a mi pregunta, pues la mitad de mis pantalones
ya no me entraban. Tendencia: creciente.
Para mí era un misterio cómo Damon no era capaz de notar mi aumento de peso.
La voz cínica y malvada dentro de mi cabeza me arrojó la idea de que Damon lo había notado
sin decir nada al respecto.
—¡Todos aumentan de peso en vacaciones! —me espeté a mí misma frente al espejo.
—¿Me hablabas? —preguntó Damon y yo me estremecí, sobresaltada.
—No —contesté rápido.
Damon entró a la habitación con todo el cuerpo reluciendo por el sudor. Abrió el pesado
armario de roble y sacó su maleta.
—¿Qué haces? —pregunté.
—Empacar —respondió Damon cortante, arrojando su enorme maleta sobre la cama.
Inmediatamente se me encendieron todas las alarmas.
—¡¿Empacar?!
—Sí, empacar.
Resoplé. —¿Podrías explicarme un poco más?
—Regresaré a Hells Kitchen.
De repente me sentí enferma. Tan enferma que tuve que tragar un par de veces para evitar
vomitar.
—Pero David tiene todo bajo control —intenté tranquilizar a Damon.
—¿Y si no?
—Créeme. David está haciendo un buen trabajo. Él puede hacerlo, habéis fundado los Alfas
juntos.
—Sin embargo Patrick no me deja descansar —gruñó Damon. —Me está volviendo loco no
saber a qué se debe la nueva fecha del juicio.
Sí, había escuchado la conversación entre él y Dex. Damon nunca antes había dicho tantas
malas palabras en una misma frase. Obviamente estaban muy asustados, pero yo no podía evitar
sentir todo el tiempo que mi mejor amiga estaba segura con David, y ahora tenía pruebas de ello.
—David puede proteger muy bien a Lory, sin importar lo que pase —recalqué nuevamente que
no había necesidad de preocuparse.
—¿De dónde sacas eso? Si están en el búnker, David no se pondría en contacto con alguien, así
como así. Quien sabe, quizás Patrick está en el búnker con un arma cargada frente a sus caras.
Damon tiró un montón de camisetas en su maleta.
—Poco probable —protesté.
—¿Cuántos doctorados tienes para hacer una justificación de probabilidades? —preguntó
Damon a la defensiva.
Cielos, odiaba cuando surgían discusiones, especialmente cuando no había una verdadera
razón.
—No tengo un doctorado, pero tengo dos razones para comprobar mis argumentos.
—Entonces déjame escucharlas.
—Razón número uno: Tan solo tú, David y yo sabemos del búnker. No se lo he dicho a nadie,
así que David y Lory están a salvo ahí.
—Godfather también podría saber de su existencia —gruñó Damon, malhumorado.
—Aun así, eso es poco probable porque tú y David han mantenido ese lugar en secreto durante
mucho tiempo, así que él no sabe dónde está el búnker.
Damon tiró otra pila de ropa en su maleta.
—No estás entendiendo el punto. Solo David y yo sabemos dónde está el búnker. Si Godfather
se entera, ¡no habrá Alfas para ayudar porque no tienen ni idea!
Apreté los labios para no decir nada estúpido. Damon tenía que calmarse primero, de lo
contrario, nuestra acalorada discusión tendría un resultado que ninguno de los dos quería.
—Vayamos a la segunda razón, que, se supone, prueba que todo está en orden —me solicitó
Damon.
—Hablé con Lory por teléfono —dije, llevándome las manos a la cadera.
—¿Qué? —Damon arrojó una mirada enfurecida, pero yo no había hecho nada malo. No
entendía por qué de pronto estaba tan enfadado.
—No me mires así. Detesto cuando estás tan molesto conmigo —apenas pude contener las
lágrimas que aparecieron de repente.
El rostro de Damon se suavizó al instante y me dio un beso.
—Perdón, estoy estresado y Patrick simplemente no me deja descansar. ¿Hablaste con Lory por
teléfono?
—Sí —asentí limpiándome los ojos enrojecidos. —Justo ahora. Ella dijo que estaba bien. Ella
y David finalmente superaron sus diferencias.
Damon se acarició la barba, pensativo. —¿Y David le permitió llamarte?
Me encogí de hombros. —No lo sé, eso creo. De lo contrario no me hubiera llamado.
—¿Te dijo algo más?
Por un momento pensé si había alguna otra cosa importante, además de darle una patada en el
culo, que debía hablar con Damon. Sí, había algo más que tenía que abordar.
—Creo que Lory no sabía de la nueva fecha del juicio.
Damon me miró muy serio. —O David no se lo contó o él mismo no lo sabe. Otra buena razón
para regresar inmediatamente.
—Deberíamos quedarnos aquí —dije agachando la cabeza y acariciando mi estómago
distraídamente. —Confío en que David puede cuidar de mi mejor amiga.
—¿Por qué no confías en mis instintos? Joder, algo está pasando y tengo que averiguar qué es.
—¡Ellos pueden hacerlo! —insistí. Me daba miedo tan solo pensar en volver a Hells Kitchen.
Había zumbidos de balas por todas partes, navajas afiladas, fragmentos que salían disparados. El
peligro era tan inminente y real que jamás podría ignorarlo.
—Necesito protegerlos. Tengo que proteger a todo Hells Kitchen, de lo contrario, todo por lo
que he luchado estos últimos años ha sido en vano.
—¿Y qué hay de mí? ¿No quieres protegerme?
Damon me miró horrorizado. —Jamás pensé que harías eso, Zoey. ¿En serio me estás poniendo
entre la espada y la pared?
Dudé, sopesando las opciones que me quedaban. Solo una.
—Si es lo único que te mantiene aquí, entonces sí.
Por favor, Dios, danos la fuerza necesaria para superar esta crisis.
—No me hagas esto, Zoey —suplicó Damon suavemente. Odiaba tener que ponerlo en esta
situación, pero no tenía otra alternativa. En serio deseaba que hubiera otra solución, pero no había
ninguna.
—Créeme, no tomo esta decisión a la ligera y definitivamente no es porque quiera ser egoísta
—traté de explicar lo que realmente me llevaba a hacerlo. No era el mejor momento para lanzar
mi bomba secreta, pero esperaba que Damon lo entendiera.
—¡Entonces no seas jodidamente egoísta! —bramó Damon tan fuerte que retrocedí un paso. —
Lory es tu mejor amiga. Mierda, ella es tu única amiga ¿y prefieres quedarte aquí sentada jugando
al mundo perfecto?
Me dolía que Damon me acusara de egoísta. ¡Obviamente Lory era importante para mí!
—¡No tengo opción! —grité de vuelta.
Ahora Damon estaba tan enfurecido que podía ver la sangre hirviendo en sus venas, así como
también sus intentos por controlarse para no mandar lo nuestro al carajo. Sin embargo, de pronto
parecía muy tranquilo y helado. Esos cambios de humor nunca eran nada bueno.
—Yo tampoco —dijo en voz baja, cerró la maleta y me dejó con la boca abierta en la
habitación.
—No nos hagas esto —dije, abrumada por su reacción.
—No tengo otra opción, al igual que tú, obviamente.
Cielos, ¿entonces qué hacíamos aquí?
—Damon —murmuré. Pero de pronto mi voz era tan queda que apenas yo misma pude
escucharla.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y seguí a Damon. —Te amo.
Se volvió hacia mí. —Yo también te amo —dijo. Después hizo una pausa, lo que no me gustó.
—Pero te odio por hacerme elegir. No importa cómo resulte, siempre me arrepentiré de mi
decisión. Lo haré siempre, sin importar qué elija.
No podía pasar por alto el dolor en su voz. Antes de que pudiera aclarar lo que estaba
pasando, Damon abandonó la cabaña y dio un portazo tan fuerte que la pared completa se sacudió.
Oh, Dios, ¿qué acababa de pasar? Acaso habíamos… ¡no!
Y ahora.
Estas vacaciones debían ser nuestras vacaciones de ensueño, sin embargo, terminaron en una
pesadilla.
¿Por qué tenía que comenzar una guerra ahora el estúpido hermano de Damon? ¿Acaso no
podía haberse esperado unos diez años?
Quise seguir a Damon, pero todo el estrés hizo que mi estómago se revolviera y apenas logré
correr al baño, justo a tiempo.
No tenía idea de cuánto tiempo estuve sentada en el baño, llorando y vomitando, esperando que
Damon regresara; me pareció una eternidad. Escuché cada una de las ramas y los crujidos,
esperando que fuera Damon, pero siempre se trataba del viento. Estaba más sola que nunca en mi
vida, y eso que la mayor parte de mi vida había estado familiarizada con la soledad. Desde que
conocí a Damon, casi había olvidado lo horrible que se sentía estar sola.
El día pasó y la oscuridad me abrumó como nunca. En cierto punto me quedé sin lágrimas y mi
estómago se calmó, finalmente. Tan solo quedó el dolor en mi corazón, donde había un gran vacío
recordándome que Damon se había ido.
De vuelta en la habitación, me encontré con el armario abierto. El paquete dorado del regalo
sorpresa de Lory me atrajo como un imán y lo tomé en mis manos. Lory me había indicado que no
lo abriera hasta se lo hubiera confesado a Damon. Primero quise volver a guardarlo en el armario,
pero luego lo pensé un poco.
Damon aún no conocía mi secreto, pero necesitaba el aliento de mi mejor amiga.
Tomé el paquete, me senté en la cama y desaté la cinta. Era bastante pesado para su pequeño
tamaño, así que lo sacudí ligeramente para escuchar qué había adentro.
Con curiosidad abrí el paquete y saqué un pesado cuaderno con pasta de cuero. Pensativa,
recorrí con el dedo el grabado plateado de la portada.
Lory me había regalado un álbum de fotos.
En la primera página había tres fotos que recordaba muy bien cuando las tomé.
La primera foto mostraba una barbacoa con Lory y su familia. Tuve que sonreír al recordar que
el papá de Lory casi incendia todo el vecindario al no utilizar la dosis correcta de combustible
para encender el asador.
Debajo había una fotografía de Lory y yo haciendo un picnic en el parque, poco antes de que
una horda de ardillas nos atacara.
Y la última, pero la imagen principal, me mostraba sentada en el regazo de Damon, sonriendo a
la cámara mientras el tenía su típica mirada de líder de la mafia.
Las siguientes páginas estaban en blanco, pero estaba segura para qué tipo de fotos estaban
destinadas.
Oh, vaya. Me salieron lágrimas de tan solo pensar en cómo hojearía el álbum dentro de diez
años, pensando en los tiempos pasados, llena de nostalgia.
Sollocé suavemente al darme cuenta de que Lory era parte de mi familia tanto como Damon.
Aún más que eso, ella era la familia que nunca había tenido y sin ella me habría tirado del Empire
State Building para escapar de mis sombras.
Al cerrar el álbum, un papel cayó al suelo.
Bienvenida a la familia, pequeña Zoey, ¡espero por ambas que sea una niña! Tu mamá
documentará cada momento vergonzoso tuyo y te lo restregará por la cara cuando seas lo
suficientemente mayor, pero tendrás que perdonar a tu súper genial tía Lory, porque es la
tradición Morris.
Cierto. La mamá de Lory me había enseñado el álbum de Lory al menos veinte veces, lo cual
siempre le había resultado vergonzoso. Siempre había envidiado a Lory por ello; porque ahora
que yo tenía la edad para avergonzarme, mis padres ya no estaban.
Oh, Dios mío.
Damon tenía razón, no podía quedarme aquí sentada y esperar que David manejara la situación.
Si quería que mi familia estuviera salvo, tenía que hacerlo yo misma.
Solo quedaban tres cosas en mi nueva lista de tareas.
Uno: Tenía que ir tras Damon, explicarle todo y suplicar que volviera conmigo.
Dos: Necesitaba cuidar de Lory y dar lo mejor de mí para que todo volviera pronto a la
normalidad.
Tres: Comprar pepinillos y crema de cacahuete. Pensar en cualquier otra cosa me hacía sentir
enferma.
Una parte de mí no estaba de acuerdo y quería descartar mi nueva lista de tareas, pues ahora yo
era responsable de dos. Pero justamente por eso estábamos ahora en este lío, porque todo el
tiempo había tratado de proteger a nuestro hijo de Hells Kitchen.
¡Pero ahora sentía que podía hacerlo siempre que Damon estuviera a mi lado!
Era más fuerte que nunca, ahora que la unión de dos corazones guerreros latía en mi cuerpo.
Capítulo 22 –Lory

Otra vez estaba sola. Mi corazón realmente había protestado ruidosamente cuando convencí a
David de estar presente en el asalto del casino, pero era la única decisión correcta. Era la cabeza
de los Alfas y tenía que involucrarse en estas cosas importantes. Además, yo sentía que nada
podía salir mal si David estaba ahí.
Mientras tanto, me distraje mirando las armas sobre la mesa y preguntándome si alguna vez
tendría que tomar una en mis manos.
No, probablemente no. La muerte no era lo mío, en ningún sentido. Las armas, los negocios
turbios y los tiroteos eran cosa de David, yo no era más que una chica valiente en busca de
problemas que casi siempre los encontraba.
Me preguntaba cuándo volvería David a mí. Considerando que se había ido hace una hora,
calculaba que sería entre tres y diez horas, pero esperaba que regresara lo antes posible. Cuanto
más pronto regresara, más armonioso sería todo y menos problemas habría.
No podía haber más víctimas que Joel; si eso sucedía, jamás me lo perdonaría.
Tomé un arma y la examiné más de cerca. Si ya no quería que mis problemas se convirtieran en
los problemas de otros, tenía que tomarlos en mis propias manos. Temblando, coloqué el arma
hacia delante y apunté a un blanco invisible, solo para dar un suspiro y volverla a colocar sobre la
mesa.
Por la forma en que me temblaban las manos, no le habría dado a nada en un radio de cinco
metros.
¡Dios, eso es tan ridículo!
—La próxima vez —dije en voz alta y miré con seriedad la pistola sobre la mesa. —La
próxima vez me atreveré.
No me sorprendería que las armas se rieran de mí, pues les había dicho esa frase cientos de
veces. Simplemente no tenía tanta adrenalina como David, y eso también era bueno. Si ambos
fuésemos personas heladas que ocultaban sus emociones, lo nuestro nunca hubiera funcionado.
Me detuve y escuché unos pasos acercándose a nuestro apartamento y mi corazón latió con
fuerza. ¡David!
Inmediatamente corrí a la puerta e intenté abrirla, pero mi cuerpo dudó y encendí mis alarmas
internas.
¿Qué estaba pasando?
Escuché las pisadas y supe que esos pasos pesados y uniformes no eran de David. Sus botas no
emitían un ruido sordo como el de las botas de combate que se acercaban cada vez más.
De inmediato corrí a la habitación y me escondí bajo la cama. No tenía idea de por qué
instintivamente había elegido ese lugar, quizás porque la cama me había inspirado una seguridad
engañosa.
Cielos, mi corazón latía tan fuerte que temí que todos los que estuvieran a menos de dos
bloques de distancia pudieran escucharlo. Aun así, ignoré los latidos de mi corazón tanto como
pude para prestar atención al silencio, empujado por el roce de la puerta que se abría.
Los pesados pasos que había escuchado afuera ahora se podían escuchar dentro del
apartamento.
Si hubiera sido David, lo primero que habría hecho es llamarme. Así que estaba más que
segura de que teníamos un intruso en el búnker. Eso, o ya había perdido la cabeza. No había más
opciones. Pensé seriamente en la segunda alternativa, pues David me había dicho cientos de veces
que nadie sabía del búnker, ni de su existencia ni de su localización.
¿Por qué había convencido a David de asaltar el casino? Él podría vencer fácilmente al
intruso.
Oh, por Dios. Iba a morir.
Me sentí fatal al darme cuenta de que el intruso tenía un arsenal completo de armas que yo
había pasado por alto.
Seguramente eso no habría pasado si yo no odiara las brillantes y pesadas armas de fuego.
Si tan solo hubiera escuchado a David y me hubiera obligado a practicar con ellas.
Las lágrimas corrieron por mis mejillas y me presioné la boca con la mano para no hacer ruido
con mis sollozos. No quería morir, ¡no así, y sobre todo no ahora!
¡Por favor vuelve a casa David!
Los pasos se acercaban más y más, pero de pronto se alejaron. Lo que sea que hiciera el
extraño aquí, estaba buscando algo.
Además de mí, solo había otra cosa escondida aquí: algo para atacar a Godfather. David no
había querido contarme más al respecto.
—Entre menos sepas, más seguro será para todos —me había dicho David. Hasta ahora me
había alegrado de no saber más de lo necesario, pero en estos momentos pensaba lo contrario.
Quizás tener más conocimiento me habría ayudado contra el intruso merodeando por el búnker.
Tan solo era cuestión de tiempo para que buscara dentro de la habitación y, entonces, también
sería cuestión de tiempo el que me encontrara.
Iba a morir.
No tenía idea de cuántas veces le había tenido miedo a la muerte durante las últimas semanas,
sin embargo, eso no lo hacía más fácil de tolerar. Una y otra vez supliqué que David apareciera
para salvarme, pero nadie me escuchó.
¿Quizás mi destino era estar sola?
Solía ir detrás de relaciones amorosas para oprimir el sentimiento de soledad, y quizás había
funcionado por un tiempo. Pero con David era diferente, con él no solo sentía que cubría los
vacíos que me comían por dentro; él los llenaba.
Mi vida debería pasar frente a mis ojos mientras me acurrucaba bajo la cama y esperaba a que
pasara algo, justo como me había pasado en el parque o en la clínica, pero esta vez ni siquiera mis
mejores recuerdos le daban la bienvenida a mi sádico destino.
¿Qué había hecho para merecer todo esto?
Quizás en mi vida pasada había torturado lindos cachorritos y este era mi castigo por ello.
¿Acaso podría ser que el destino me desafiaba a pelear?
Cielos, durante las últimas semanas me había enfrentado exitosamente a mis miedos, cientos de
veces, sin dejarme romper.
Bueno, ¿pero a quién engañaba? Sin importar cuánto había luchado en contra de mis miedos –y,
por tanto, me había metido en problemas aún más grandes –nunca los había derrotado.
David me había demostrado varios caminos que podía seguir, pero yo había rechazado muchos
de ellos. Ahora me parecía que lo había hecho demasiado pronto.
Suponiendo que se trataba de un desafío, ¿debía rechazarlo y seguir esperando a que David
volviera pronto para salvarme, o debía tomar mi destino con mis propias manos?
¿Qué diría David?
Reto aceptado.
Incluso si la situación era todo menos divertida, me vi forzada a sonreír. David definitivamente
me habría motivado a pelear, sin importar cuán desesperada fuera la situación.
Pero incluso cuando había recuperado mi espíritu de guerrera, no tenía armas. Todas estaban
sobre la enorme mesa de la sala, y yo no tenía idea de dónde estaba el intruso.
Escuché en el silencio. Sus pasos se habían acallado hacía rato y traté de calcular cuánto
tiempo llevaba escondida bajo la cama. ¿Habían sido cinco minutos? ¿Una hora? No podía decirlo
con exactitud, pero me sentía como si hubiera corrido una maratón, con el corazón latiendo
salvajemente.
Respiré hondo para calmar mis latidos y me recuperé. Pelearía, sí, pero no podía permitirme
pasar ciegamente al siguiente peligro, tenía que planear cuidadosamente. Las emociones de David
a menudo eran impredecibles, pero nunca se cegaba. Entonces, ¿qué haría David?
Buscaría armas en la habitación. Bien. Me arrastré para salir de debajo de la cama y busqué
armas en todos los cajones de las mesitas de noche y los armarios. ¡Cielos! ¡Justo ahora David no
tenía ninguna pistola tirada por ahí! Mi gas pimienta y mi pequeña navaja también estaban en la
sala porque nunca creí que los necesitaría dentro de mi habitación en el búnker.
No te desanimes, Lory. ¡Siempre hay un camino!
Si no había armas, tenía que usar otra cosa. Mi mirada se fijó en una enorme vasija decorativa
que estaba sobre el tocador. Las decoraciones doradas y los complejos patrones florales me
hacían pensar que realmente era costosa, pero si era mi única arma, no me abstendría de usarla. Si
fuera necesario incluso usaría una vasija de la dinastía Ming para salvar mi vida.
Satisfecha, tomé la pesada vasija y me coloqué junto a la puerta para esperar al intruso.
Traté de respirar de la forma más calmada posible para escuchar mejor lo que ocurría fuera de
la habitación. Silencio. Sospechosamente, mucho silencio.
Una pequeña parte de mi tenía curiosidad por ver lo que ocurría fuera, pero no me moví.
¡David me mataría por arriesgarme así!
Entre más duraba el silencio, más me preocupaba. ¿Qué tal si me lo estaba imaginando todo?
No era nada nuevo que los miedos del subconsciente podían crear semejantes fantasías. ¡Ojalá que
el intruso fuera una alucinación, pues podía defenderme mejor de alucinaciones que de personas
reales y armadas!
Los pasos se acercaron de nuevo. Pasos reales que definitivamente no me había imaginado.
Respira hondo, Lory.
Los pasos se acercaron aún más, se volvieron más notables y una nueva oleada de adrenalina
me recorrió el cuerpo. Cada músculo de mi cuerpo se tensó, pues estaba lista para luchar por mi
vida.
Se movió el pomo de la puerta, contuve la respiración y esperé a que el intruso abriera la
puerta.
Gritando como una guerrera, rompí la vasija contra el cuerpo de mi atacante. La cerámica
crujió y me protegí los ojos de los fragmentos voladores.
Parpadeé y abrí los ojos para obtener una imagen de la situación.
El golpe había sido tan violento que los fragmentos estaban esparcidos por toda la habitación.
Sin embargo, el impacto no había sido lo suficientemente brutal como para eliminar al intruso.
Seguía de pie, y se abalanzó sobre mí.
¡Oh, Dios!
Capítulo 23 –David

Frustrado, destrocé el enorme escritorio que estaba en la oficina de Godfather.


—Mierda —maldije mientras buscaba en la habitación otros muebles que pudiera destruir,
incendiar o derribar.
—Ya se lo dejaste claro a la mesa —dijo Dex.
Una mirada furiosa fue suficiente para hacerle entender que era mejor que no dijera nada más.
Solo me sentí mejor después de dejar la oficina hecha mierda. Mientras pensaba en qué decir, Dex
esperaba pacientemente en la puerta.
—¿Hay noticias? —pregunté después de pasar una eternidad demoliendo la oficina. En ese
tiempo quizás habían surgido giros inesperados que podían levantarme los ánimos.
—Ninguna —murmuró Dex.
¡Puta mierda!
Pateé la mesa de caoba una vez más. Las astillas de madera volaron por todas partes.
—Debería haber estado aquí —dije presionando los dientes. —¿Dónde está el bastardo?
—No lo sabemos. Pero la búsqueda sigue. Todo Hells Kitchen está buscándolo —dijo Dex
para calmarme.
—Nos está engañando. ¡Patrick nos lo demostró desde que se separó de nosotros y seguimos
siendo tan ingenuos que caemos en su juego!
¿Cómo había logrado Godfather desaparecer antes de que llegáramos? El casino estaba vacío.
Y con vacío me refería a realmente vacío. Sin personas, sin papeles, sin dinero, sin nada que nos
fuera útil.
Lentamente comenzaba a creer que Godfather se había infiltrado en los Alfas o alguno de los
otros carteles, ya que siempre estaba dos pasos delante de nosotros.
—Lo atraparemos —dijo Dex.
—Mierda, sí —contesté agradecido por su confianza. —Hiciste un buen trabajo, por cierto.
Dex asintió con aprobación. —Por supuesto.
Sí, cuando Dex tenía una tarea, la ejecutaba al ciento diez por ciento. Yo no tenía ni idea de
cómo se le había ocurrido al ejército despedirlo, pues Dex era un hombre de honor, de pies a
cabeza.
—Ni hablar, nada de por supuesto.
Dean y Chase entraron a la oficina y miraron alrededor.
—Vaya, alguien estaba de mal humor —dijo Chase escudriñando la habitación detenidamente.
Alterné la mirada entre Dean y Chase. Los dos parecían demasiado animados para el fracaso
que acabábamos de tener. Los dos estaban tramando algo y eso no me gustaba para nada.
—¿Qué? —pregunté.
—Dos cosas —dijo Dean. —La primera es que no hubo tiroteos salvajes que atrayeran a los
policías ni otros carteles.
Chase asintió. —Y la segunda es que el casino nos pertenece.
Suspiré fuertemente. —¿Estás seguro de que quieres hacerte cargo del casino?
—¿Por qué no? —respondió Chase con otra pregunta.
—Porque casi te mueres el otro día —respondí con seriedad.
—Pero estoy vivo —Chase agitó ambas manos y me sonrió, lo que me hizo enfadar aún más.
Lo tomé por el cuello para que entendiera la gravedad de la situación.
—Sí, ¡qué enorme puta suerte tienes! Si Damon no hubiera encerrado a Zoey en el sótano, te
habrías desangrado —que Zoey hubiera aceptado ayudarlo sin importar las circunstancias y que
mantuviera la cabeza fría a pesar de tener una docena de hombres exaltados alrededor, hablaba
muy bien de ella.
Dean le dio una palmada a Chase en el hombro.
—Pero Chase no se desangró, por eso sigue aquí. Todos sabemos que sería el reemplazo
perfecto para Godfather.
—¿Qué? —pensé que estaba entendiendo mal. —¿Quieres reemplazar a Godfather? ¿Estás mal
de la cabeza?
—¿Por qué no? Podríamos tomar el control del casino. ¡Piensa en las posibilidades que nos
esperan!
—Sabes muy bien que estaban sucediendo cosas en el casino con las que ninguno de nosotros
quiere tener nada que ver —gruñí. Obviamente los Alfas no eran unos santos, pero lo que sucedía
en el casino era demasiado oscuro incluso para nuestra red.
—No hay problema, podríamos reestructurarlo. Dean tiene los recursos financieros y yo tengo
la experiencia de los otros clubes. ¿Qué podría salir mal?
Maldición, realmente pensé en la sugerencia. Dean tenía buen ojo para las finanzas y sus
contactos eran jodidamente buenos. De igual forma, Chase era un experto en asuntos de clubes,
manejaba todas las discotecas, bares nocturnos y pubs que tenían los Alfas. Sin embargo, no
estaba seguro de si la administración del casino sería algo demasiado grande para nosotros.
Aparte de eso, encubrir el cambio de posición era mucho trabajo.
—Igual, ¿qué podría salir mal? —preguntó Dean encogiéndose de hombros.
—Bueno, no lo sé. Quizás ya se olvidaron de que estuvieron a punto de hacer su último acto
juntos y que todavía se activa cada detector de metales por los que pasa —dije tratando de
parecer exagerado.
—Maldición, la bala desapareció hace mucho tiempo —se defendió Chase.
Miré a Dex, quien había estado bastante tranquilo durante toda la conversación. Obviamente
los dos habían tratado ponerlo de su lado desde hacía mucho tiempo, sin embargo, quería escuchar
su opinión.
—Dex, ¿qué dices?
—Bueno —comenzó, golpeando pensativo con la punta de su bota la pata de la silla que tenía
delante. —Si somos dueños del casino, tendremos a Hells Kitchen en nuestras manos.
—Gracias, amigo —dijo Chase sonriendo y dándole una palmada a Chase en el hombro. Dex
miró con seriedad alrededor y suspiró por todo lo que aún no había terminado. —Pero primero
tenemos que atrapar a Patrick para poder hablar sobre cambiar su Alter Ego.
Crucé los brazos sobre el pecho. —Pienso lo mismo.
Dex había traído un buen argumento que siquiera Chase o Dean podían contradecir. Mientras
Patrick no estuviera tras las rejas, no podíamos tomar el casino.
—¿Qué sigue, jefe? —preguntó Dex.
Qué buena puta pregunta.
Es cierto que había esperado atrapar a Patrick. Me gustaría hundir mis puños en su cara hasta
que ningún cirujano fuera capaz de hacer algo con su rostro traidor, pues no se merecía nada más.
Hice a un lado mis fantasías de tortura, pues tenía que apegarme a los hechos y concentrarme en
lo que teníamos.
—Vuelve a recorrer cada una de las habitaciones, habla con los irlandeses y los japoneses y
revisa todo en un radio de tres bloques. Debe haber dejado algún rastro.
—¿Y si no encontramos nada? —preguntó Dean.
—Entonces tenemos un enorme jodido problema —suspiré.
—Lo encontraremos, puedo oler su sudor; estuvo aquí recientemente —dijo Dex.
—Bien.
—¿Y qué hacemos mientras tanto? —preguntó Chase. —Podríamos emplear bien el tiempo que
estemos aquí. Además, Yuki quiere apedrearte públicamente por lo que hiciste con su coche.
—¿Todavía está molesta? —pregunté arrugando la frente.
—Sí.
—Eso explica por qué me evitó antes. Da igual, se le pasará.
Era emocionante que Yuki de pronto demostrara sentimientos hacia su coche, pues se los había
ocultado a todos. Algunos, incluyéndome a mí, llegamos a pensar que Yuki tenía rasgos
sociópatas, pero ahora teníamos que replantear la teoría.
Todavía no respondía a la pregunta de Chase, así que me aclaré la garganta.
—Tengo que regresar con Lory para cuidarla. Es nuestra testigo más importante y ya la he
dejado sola demasiado tiempo.
—Pero está segura, ¿o no? —preguntó Chase.
—Mierda, ¿acaso estaría aquí si no creyera que está segura?
—Definitivamente no. Pero así de extremista como eras al evitarla, aprovecharías cada
oportunidad para escapar de ella —contestó Chase encogiéndose de hombros.
—Jódete —gruñí. No tenía que decir más. Maldición, no quería decir más; a nadie le
importaba lo que ocurría entre Lory y yo, y eso era bueno. Entre más personas lo supieran, mayor
sería era la probabilidad de que alguien usara mi debilidad en mi contra.
—¿Ya sabe Damon lo que está pasando aquí? —pregunté para cambiar de tema.
Dex negó con la cabeza. —No. Traté de comunicarme con él varias veces, pero no responde el
teléfono.
—Ya veo. Se toma las vacaciones muy en serio —dije con más amargura de la que quería
demostrar. Bien. Al menos Damon había escapado de este infierno. —Me voy ahora. Si encontráis
algo nuevo contactadme con el método Londres.
—Entendido, jefe —contestó Dex y se puso a trabajar.
Les dirigí una última mirada seria a Chase y Dean. —No hablaremos de esto hasta que Patrick
sea capturado. Mientras eso pasa, ocuparos de vuestro trabajo, ¿entendido?
Ambos murmuraron silenciosos.
—Mierda, ¡no escucho! —ordené.
Esta vez oí respuestas claras. Bien. No tenía problemas en demostrar la gravedad de la
situación más claramente usando mis puños para respaldar mis argumentos.
Luego salí del casino. El búnker estaba al otro lado de la ciudad y mi corazón estaría tranquilo
cuanto más me acercara a Lory. Odiaba que me hubiera convencido de correr hacia la tormenta del
casino. En retrospectiva, parecía una idea estúpida haber dejado a Lory sola por nada, pues mi
gente tenía todo bajo control. Todo el tiempo había pensado en la puta mentalidad de Patrick, un
libro abierto, pero en un idioma extraño. ¿A dónde había escapado? o aún más importante, ¿cómo
sabía que iríamos? Pregunta tras pregunta... nunca se terminaban.
Dejé Hells Kitchen tras de mí, llevándome los problemas al búnker, al que llegué después de
una eternidad en la que me aseguré de que nadie me perseguía.
Aunque no había señales de problemas, se me erizó el vello del cuello aún antes de entrar al
búnker. Incluso mientras transitaba por el ascensor no podía deshacerme de esa horrible
sensación.
Mierda, ¡no volveré a dejar a Lory sola, nunca más!
Eché un vistazo más de cerca al agujero de la cerradura, pero no había rasguños, todo intacto.
El suelo estaba limpio, no había huellas de zapatos. Aun así, por alguna razón todavía no estaba
tranquilo. Conteniendo el aliento, escuché a través de la puerta el silencio total del apartamento.
Demonios, ¿qué pasaba conmigo?
Abrí la puerta y mis pisadas resonaron sobre el piso de mármol. Lory ya me hubiese recibido
con un abrazo exuberante, pero no estaba ahí.
Algo no andaba bien.
Inmediatamente saqué mi arma, la abrí y la cargué. Nadie había tocado las armas en la sala, sin
embargo, no quería arriesgarme.
Exploré a través de la residencia tan silenciosamente como era posible, pero no podía evitar
que mis pasos resonaran en medio del silencio.
Instintivamente me dirigí a la recámara, pues había dejado a Lory ahí. Sin hacer ruido giré el
pomo de la puerta y entré a la habitación. Ni un segundo después vi algo volando por el rabillo
del ojo. No pude hacer nada más que instintivamente levantar los brazos para cubrirme el rostro.
Se rompió.
Joder.
Lo que me golpeó casi me dejó inconsciente. Me punzaron los oídos, mi visión se nubló y mis
músculos amenazaron con fallar, pero forcé mi cuerpo a luchar cuando escuché el escandaloso
grito de Lory. Sí, maldición, mi cuerpo me conocía lo suficientemente bien como para saber que
odiaba desmayarme, pues era una pérdida total de control. Antes de que pudiera procesar el
primer ataque, llegó el segundo.
Capítulo 24 –Lory

El intruso seguía de pie, incluso después de romperle la enorme vasija. ¡Guau! Al menos estaba
de espaldas y no podía ver venir mi puño.
El entrenamiento con David había sido corto, ¡pero estaba firmemente decidida a usar todo lo
que me había enseñado para deshacerme de este tipo!
Mi puño apuntó directamente a su nuca, pero antes de tocarle el cabello, mi mano se detuvo.
Me torcieron el brazo y caí de rodillas.
—¡Joder! —gruñó el intruso y me detuve cuando reconocí su voz.
—¿David? —pregunté impactada.
—¿Qué carajos haces?
—No... no lo sé —balbuceé.
David me soltó el brazo y se arrodilló junto a mí, obligándome a mirarlo.
—¿Lory? ¿Qué pasa?
Buena pregunta. Por un segundo había pensado que David era un intruso que iba tras de mí.
¿Acaso me había imaginado las otras pisadas?
—¿Por qué te escabulles así? —pregunté.
—Porque no apareciste cuando entré.
Sí, eso tenía sentido, pero no respondía mis cuestionamientos respecto a si estaba perdiendo
lentamente la cordura.
—Te fuiste por mucho tiempo. ¿Tienes a Godfather? —pregunté.
La ira brilló en su mirada y yo ya conocía la respuesta a mi pregunto.
—No, no estaba ahí.
—Bien —dije pensativa. Eso significaba que todavía estaba suelto y era una prueba de que,
quizás, no me había imaginado al intruso después de todo.
—¿Bien? —preguntó David—. Sabes que Patrick y yo estamos en bandos opuestos. ¡Él quiere
matarte!
—Lo sé.
David exploró mi cuerpo críticamente.
—¿Te hiciste daño? ¿Te golpeaste en la cabeza?
Negué con la cabeza. —Había alguien aquí.
—¡¿Qué?! —David inmediatamente se puso de pie con un salto y tomó su arma, que había
dejado caer a causa de mi ataque. —¿Sigue aquí?
—No lo sé —suspiré—. Escuché pasos y me oculté aquí, hasta que llegaste.
—Bien hecho, Lory —me alagó David—. Quédate cerca de mí y no hagas ruido. Hay buenas
posibilidades de que ese bastardo esté aquí.
Asentí aliviada de que David me creyera, luego lo seguí de puntillas. Recorrimos cada
habitación, cada corredor y las terrazas.
Nada.
Nada ni nadie a la vista. No había cajones ni armarios abiertos; era como si nadie hubiera
estado aquí.
Ni siquiera la cámara de seguridad, de la que no sabía nada hasta ahora, había registrado nada
sospechoso.
Por un lado, realmente me sentía aliviada de que no nos hubiéramos encontrado con visitas
indeseadas en el búnker, pero, al mismo tiempo, eso significaba que tal vez me estaba volviendo
loca.
Tener un ataque de nervios justo antes del juicio no era bueno. Era la testigo en el proceso de
Joel y si no resultaba convincente, no solo las sombras me perseguirían pronto, sino también el
mismo Joel.
Pero ¿las alucinaciones podían llegar así de pronto, sin previo aviso?
—Los pasos sonaban tan reales —dije pensativamente.
—No te culpes. Tienes miedo, estás estresada, en tales circunstancias todos vemos las sombras
de las que queremos escondernos.
Me dolía que David creyera que me lo había imaginado todo, pero yo confiaba en su juicio.
—¿Entonces me estoy volviendo loca?
David me tomó en sus brazos.
—No, no te estás volviendo loca. Estoy contigo para evitarlo, ¿vale?
Correspondí a sus brazos y lo abracé tan fuerte como pude.
—No me dejes sola, no hasta que todo esto se termine —dije.
—Lo prometo.
La promesa de David me tranquilizó; mi pulso se desaceleró de nuevo. Cuando nos separamos,
lo miré atentamente a los ojos.
—¿En serio estamos seguros?
—Por supuesto.
Su mirada lo decía todo. Estaba cien por ciento segura de que ni Godfather ni nadie nos
encontraría aquí.
—Entonces, ¿por qué no se siente así? —pregunté, más a mí misma que a David.
Sus dedos acariciaron mi mejilla antes de levantar mi barbilla entre sus dedos pulgar e índice.
—Deja de torturarte, no sirve de nada.
Me perdí en los ojos marrón oscuro de David. Finalmente podía ver lo que había detrás de
ellos.
—Tienes razón —contesté con voz débil. David no decía nada a la ligera y no era un
mentiroso, así que no tenía más remedio que creerle.
David se puso de pie. Me tendió la mano y la tomé.
—¿Quieres hablar de lo que ocurrió en el casino?
David se tensó por un momento y la ira brilló en sus ojos.
—No hay mucho de qué hablar.
Guau, David en serio estaba enfurecido. Miró al suelo con una mirada asesina y gruñó
quedamente.
—Patrick siempre está dos pasos delante de mí y me molesta no poder descubrir cuáles son sus
planes.
—Si hay alguien que puede ver a través de Patrick, ese eres tú.
—He estado persiguiendo a este bastardo durante años sin conseguirlo. ¿Qué te hace estar tan
segura?
—Porque también viste a través de mí.
David era el único que había visto las lágrimas detrás de mi sonrisa, sabía que mi rebeldía
estaba impulsada por el miedo y conocía las debilidades ocultas detrás de mi fortaleza.
—Gracias por intentarlo —dijo David y salió de la habitación.
Corrí tras él y lo tomé por el brazo.
—¡No te vayas! —le pedí.
—No me estoy escapando. Solo busco descansar.
—Sí, te escapas. ¿Por qué te distancias de mí? Prometiste que me protegerías.
—Eso hago —dijo David presionando los dientes, mientras se liberaba de mi sin esfuerzo. —
Justo ahora te protejo del mayor peligro en esta habitación: yo.
Suspiré ruidosamente. —¡Eso es una estupidez! No eres un peligro.
—¡Mentira! —Antes de que pudiera contradecirlo, golpeó la pared con el puño, haciéndole un
agujero. El polvoriento y resquebrajado yeso cayó al suelo.
David me miró y estaba segura de que él esperaba que yo me estremeciera, retrocediera o al
menos luciera sorprendida, pero nada de eso pasó.
—No eres un peligro para mí. Eres el único con quien me he sentido segura.
—Lory, créeme, no soy un buen partido para ti. Y especialmente mientras no pueda capturar a
Patrick, tan solo te pondré en peligro, innecesariamente, a causa de mis acciones.
—Estás aquí y me proteges. Punto.
—¡Te até a la cama, maldición! ¡¿Crees que eso es protegerte?! Nadie en su sano juicio haría
eso.
Negué con la cabeza.
—Nunca me había sentido tan segura.
David respiró profundamente y yo esperé el siguiente estallido de ira, pero de repente levantó
la ceja inquisitivamente.
—¿Qué?
—Supongo que ninguno de los dos está en su sano juicio. Tú, por atarme a la cama para
protegerme, y yo, por permitirme atar a la cama y sentirme segura con ello.
La ira desapareció del rostro de David, pero el sombrío brillo en sus ojos me atrajo de la
misma forma en que las polillas se ven atraídas a la luz.
David me empujó por atrás hasta ponerme de espaldas contra la pared.
—Creo que tienes razón. ¿Entonces qué hacemos ahora?
—Atarme a la cama para que te asegures de que mis pensamientos no me atormenten.
—Joder. ¿Cómo podría rechazar esa oferta?
Capítulo 25 –David

Atarme a la cama para que te asegures de que mis pensamientos no me atormenten —me pidió
Lory. El deseo que resonaba en su voz me hizo estar de acuerdo.
—Joder. ¿Cómo podría rechazar esa oferta?
Presioné a Lory contra la pared, sin esfuerzo, sujeté su torso con mi peso y lamí su suave labio
inferior. Un pequeño suspiro escapó de su garganta y endulzó su sabor aún más.
—Tu sabor es tan dulce, Lory. Simplemente no puedo tener suficiente de ti.
Hubiera sido mejor para los dos que yo mantuviera el control, pero ya no podía. No ahora. Sin
embargo, juré por todo lo que me importaba que tan pronto como ya no tuviera que protegerla de
Godfather, me resistiría nuevamente.
Maldición, tan solo la idea de hacer algo casi prohibido volvía a Lory mucho más seductora.
Siempre me había gustado romper las reglas, pero no cuando se trataba de mis propias reglas. Era
mi código sagrado, lo único sagrado en este mundo maldito. Apuesto a que era mi pequeña
rebelde la que me impulsaba a hacer esto.
Cuanto más lo pensaba, más ganas tenía de seguir rompiendo reglas con Lory.
Algunos rizos salvajes colgaban alrededor del rostro de Lory. Los aparté para poder ver mejor
sus enormes y azules ojos.
¿Cómo podía ser Lory tan perfecta? Esos labios curvados y carnosos, su piel suave y lisa y esa
mirada por la que cualquiera mataría.
Nuestros labios se atrajeron como imanes; no había escapatoria. Dispuesta, Lory abrió la boca
en cuanto mi lengua lamió sus labios.
Deseaba poder romper la maldición que me había impuesto, pero al mismo tiempo, quería
permanecer bajo su hechizo para siempre.
—Joder, ¿qué haces conmigo?
—Lo mismo quiero preguntarte —contestó Lory sin aliento.
Para evitar que Lory me dañara más la mente, la empujé a la habitación, le quité la ropa y le
ordené que se pusiera de rodillas frente a mí.
Como no tenía nada a mano, arranqué el cable de la lámpara que estaba en la mesita de noche,
de todas formas, era algo fea, y até las muñecas de Lory a su espalda.
Maldición, realmente no éramos normales. La última vez que había atado a Lory a la cama
barata del motel, me había provocado las fantasías más salvajes en la cabeza, las cuales fueron
alimentadas por su aparente placer.
Me abrí el pantalón y mi erección salto directa a la cara de Lory. Ella se lamió los labios y
abrió la boca.
—¿Quieres que te haga olvidar todo, Lory?
—Sí, por favor —su respuesta no era más que un seductor y suplicante suspiro.
—Soy bastante bueno en mantener las cosas a la distancia. No lo suficientemente bueno como
para alejarte de mí, pero bastará para tus problemas.
—Eso creo.
—Espero que sepas quién soy cuando te muestre mi verdadero yo —dije.
—Entonces me gustarás más.
Carajo. Casi se forman en mis labios las palabras que ninguna mujer había escuchado de mí.
Te amo.
Era amor, por supuesto que lo era, pero todavía no estaba listo para admitirlo. Quizás estaría
listo mañana, quizás nunca, cómo saberlo.
Lory esperó a que dijera algo, pero no le di una respuesta y empujé profundamente mi erección
dentro de su garganta. No había encontrado otra escapatoria a la situación.
Lo siento, cariño, la respuesta tiene que esperar.
Suspirando, Lory echó la cabeza hacia atrás para que mi miembro pudiera deslizarse más
profundamente en su garganta. No pasó mucho tiempo para que ambos olvidáramos que le debía
una respuesta a Lory, que estábamos huyendo de Godfather y que el fuego de Hells Kitchen nos
estaba mordiendo la piel y el cabello. Esto último nunca había sido un problema para mí; en algún
momento me había sentido entumecido por el dolor, pero desde que me había abierto a Lory me
sentía renovado. Mi orgullo no me permitía pensar en la posibilidad de que los sentimientos
fueran algo más que una debilidad.
Suavemente acaricié la mejilla de Lory, le quité los rizos del rostro y observé cómo lamía mi
polla con devoción. Con cada respiración el cuerpo de Lory se relajaba aún más; se dejó caer
sobre sus ataduras y confió en mí para que la protegiera. Me sentí heroico de que Lory se sintiera
tan segura conmigo.
No solo Lory logró distanciarse de sus problemas, también lentamente desapareció mi ira por
el fracaso de hoy.
Sus labios envolvieron firmemente mi erección mientras lamía la punta de mi polla con
movimientos circulares.
Carajo, Lory me estaba volviendo loco incluso antes del sexo. Me olvidé de mí mismo,
perdido en su seductora mirada y Lory pareció complacida.
Entre más fuerte la embestía, más fuerte gemía Lory.
Entre más severo me volvía, con más amor me miraba.
Cuanto más quería alejarla de mí, más atractiva se volvía.
Lory era mi kriptonita, una droga que me generaba adicción a primera vista.
Hundí mi dureza en la garganta de Lory, tan profundo como pude, y me detuve. Ahora ella
estaba indefensa ante mí. La impotencia, que de alguna forma nos hacía sentir libres a ambos.
No importaba, nadie tenía el poder de juzgarnos; todos lidiaban con sus putos problemas de
distintas maneras.
El aliento sofocado de Lory hizo que mi erección fuera aún más dura y disfruté empujándola al
límite; quizás un poco más allá.
Después de disfrutar la boca de Lory un rato, me aparté. Aunque no había protestado, me lanzó
una mirada desafiante que decía: Todavía no he terminado.
—Créeme, mi dulce rebelde, todavía tienes suficientes opciones para dedicarte a mi polla.
—Tomaré tu palabra —contestó Lory sonriendo.
Sin esfuerzo, arrojé a Lory sobre la cama y dejé que mi mirada vagara sobre su cuerpo
desnudo. Su suave y sedosa piel era perfecta, y sus femeninas curvas provocaban que todos los
hombres la miraran. Tomé a Lory por las caderas y gemí, pues me encantaba poder agarrarla.
—Por favor —susurró Lory, mirando con avidez mi erección.
—¿Por favor qué? —sonreí, pues ambos sabíamos lo que ella quería.
—¡Por favor fóllame!
Tan solo quedé satisfecho después de que Lory me hubo suplicado una segunda y tercera vez.
Me encantaba la forma en que se alimentaba de su propia lujuria.
—¿Entonces quieres que te folle? ¿Tan fuerte que tu cuerpo tiemble? ¿Tan profundo que pierdas
la cabeza? ¿Tan desinhibido como en tus fantasías? —un gruñido escapó de mi garganta.
Amenazante. Peligroso. Hambriento.
—¡Sí!
Le di la vuelta a Lory y la coloqué sobre su estómago; ella instintivamente puso el trasero en
pompa. Todo en Lory era perfecto, incluso su otra entrada, que me entregaría la próxima vez. En
estos momentos de verdad quería darle por atrás, pero ninguno de los dos estaba suficientemente
relajado.
Será la próxima vez, hermosa.
Pero nadie dijo que no podía hacer más cosas sobre su magnífica parte trasera.
Sin previo aviso, le di una nalgada en el lado izquierdo, en donde inmediatamente se dibujó la
huella de mi mano. Lory gritó y gimió por igual. En el otro lado se dibujó la sombra de mi otra
mano, como un espejo.
El cuerpo de Lory temblaba con lujuria mientras esperaba a que finalmente me la follara.
Bueno, a veces era un sádico, así que Lory tenía que tomarlo. Abriendo sus piernas, sentí lo
húmeda que estaba. Maldición, húmeda se quedaba corto, estaba empapada y tan caliente que casi
amenazaba con arder.
—David, por favor fóllame ya —suspiró Lory torturada.
—¿Tan impaciente?
Para hacer enloquecer a Lory, froté la punta de mi miembro sobre su entrada, sin penetrarla.
—¡Me prometiste que me follarías!
Sonriendo, negué con la cabeza. —No te prometí nada. Pero si insistes, ¡te prometo que te
follaré hasta que veas las jodidas estrellas otra vez!
Luego, con un empujón, hundí mi erección entre sus piernas, hasta que se detuvo.
Joder, ¡estaba tan apretada! Y entre más profundo penetraba a Lory, más ajustado se volvía
alrededor. Por supuesto que cumplí mi promesa de inmediato y embestí a Lory tan fuerte, profundo
y desinhibido, que se corrió dos veces seguidas.
Normalmente Lory habría agarrado las mantas de la cama con sus manos temblorosas para así
reprimir sus gritos, pero sus manos seguían atadas, así que gritó tan incontrolablemente mientras
yo la follaba.
—Me encanta cuando gritas. No deberías reprimirlo mordiendo las mantas.
Sus gemidos no sonaban ni estridentes ni exagerados, simplemente hermosos.
No tuve que esperar mucho para que Lory tuviera su tercer orgasmo; esta vez aproveché la
oportunidad y me dejé llevar con ella.
Maldición, ¡no era una ola, sino un tsunami!
Lory se apretó a mi alrededor cuando bombeé mi oro dentro de ella.
Después de tomar un par de respiraciones profundas, quité sus ataduras y me dejé caer a su
lado en la cama.
—Realmente he visto las estrellas —dijo Lory, aun respirando fuertemente.
—Ya deberías saber que no hago promesas a la ligera. Incluso en un área caótica como Hells
Kitchen, la palabra de un hombre tiene algo de valor.
En nombre de la tumba de mi madre sin nombre, cumplía mis promesas.
—Me prometiste protegerme de Godfather.
—Cierto.
—¿Y qué pasó entonces?
Oh, Lory. Deja la caja de Pandora cerrada, todo el tiempo que puedas.
—Ya veremos, cuando llegue el momento —dije fríamente y esperé que fuera suficiente para
Lory.
—¿Seguirás protegiéndome cuando Joel y Patrick estén en prisión?
Carajo.
—Hells Kitchen no es un sitio para chicas como tú.
—Entonces tampoco lo es para hombres como tú —dijo Lory con rebeldía.
—Deberías salir de Hells Kitchen tan pronto como puedas.
—¿Y qué hay de Zoey? ¿Y la clínica?
Buena pregunta. No había tenido contacto con Damon desde que se había ido a las Montañas
Rocosas. Mierda, odiaba que mi mejor amigo, mi hermano de sangre, no estuviera aquí en estos
momentos. Por otro lado, me alegraba que finalmente hubiera encontrado otro camino, lejos del
burbujeante infierno.
—Damon y Zoey se mudarán. Teóricamente Damon puede construir un nuevo consultorio en
cualquier lugar, en mejores vecindarios e incluso en mejores ciudades.
Lory reposó la cabeza sobre su brazo y me miró horrorizada.
—¿Estás loco? No quiero otra clínica. No quiero otro vecindario ¡y no quiero otra ciudad!
Las siguientes palabras pesaban como plomo, pero tenía que decirlas.
—Probablemente no tengas otra opción. ¡Hells Kitchen es demasiado peligroso para ti!
—¿Y quién os curará cuando Zoey y yo nos hayamos ido?
—No te rendirás, ¿verdad?
—Nunca.
Me di por vencido; en lugar de seguir discutiendo, le di un beso.
Si había una chica que podía manejar Hells Kitchen, probablemente era Lory, por más que me
costara aceptarlo.
—Nunca te rindas, ¿vale? Nunca dejes que nadie te rompa y no te rindas ante nada.
—¡Jamás!
Ahí estaba de nuevo. La frase con la palabra A. La tenía en la punta de la lengua, pero no podía
decirla. Sin embargo, no me rendí, mientras Lory creyera en mí, no era el alma perdida que todos
creían.
—Te… —comencé, y Lory me miró expectante.
—¿Me…?
¡Maldición!
—Tengo sueño —dije, cansado. Lory me miró mientras trataba de ocultar su decepción.
Bueno, no solo Lory estaba decepcionada de mí en ese momento, también yo. Solo una cosa
estaba clara. Ninguno de los dos estaba en su sano juicio; pero solo porque habíamos esperado
demasiado para lo que nadie podía negar.
—Deberíamos dormir un poco —sugerí.
—Pero no hemos entrenado hoy.
Me obligué a sonreír. —Mañana será otro día.
Y mañana lo intentaré de nuevo. Lo prometo.
Capítulo 26 –Lory

Un fuerte crujido, seguido de un agudo silbido del sistema de alarma me hizo dar un salto.
—Qué pasa? —pregunté aterrorizada. Me tomó unos segundos que mis ojos se adaptaran a la
oscuridad para encontrar a David de pie junto a la cama, vistiéndose.
—Nada bueno —contestó David mientras cargaba su pistola y se dirigía a la puerta. Se
arriesgó a echar un vistazo, luego cerró la puerta y me sacó de la cama.
—Vístete. Tienes que salir de aquí, ¡ahora!
—¡¿Qué?!
El agudo sistema de alarma me retumbaba en la cabeza casi tan fuerte como mi corazón
desbocado.
—¡Tienes que salir de aquí! —David me tomó por los hombros y el cañón frío de su arma me
tocó la piel del hombro, enviando un escalofrío directo a mi columna vertebral. —Quienquiera
que haya tirado la puerta abajo no oculta que nos supera en número. No tenemos oportunidad, así
que tienes que escapar mientras puedas.
Me levanté de la cama y me vestí tan rápido como pude, entendiendo la gravedad de la
situación.
—¿Y qué hay de ti?
—Los retendré aquí tanto como pueda.
Guau. Eso sonaba demasiado arriesgado como para aceptarlo.
—¡No! —protesté. —Me quedaré contigo.
—¡Joder, Lory! ¡Al menos escucha lo que te digo!
David sonaba ronco y aterrorizado, lo que empeoró mi miedo.
Su Alaska estaba en llamas.
—Está bien.
—Vamos a la salida de emergencia —dijo David. Después abrió la puerta y lo seguí. Pesadas
botas militares, crujidos de equipos de radio, voces gruesas mezcladas con el olor a pólvora. La
explosión había llenado todo el búnker con una neblina fantasmal.
Estaba paralizada y no me habría movido de no ser porque David me arrastró.
—Vamos, Lory. Tenemos que darnos prisa o moriremos —dijo David lo suficientemente fuerte
como para escucharse sobre las alarmas, cuyo sonido me estaba carcomiendo el cerebro.
Me sofoqué. —¿Moriremos?
—No si está en mis manos.
Pero si estuviera en las manos de las docenas de hombres que acababan de irrumpir en el
departamento... ay, Dios. La Alaska de David ardía, justo como mi seguridad estallaba en llamas,
¿y por qué? ¡Porque Godfather había logrado encontrarnos!
Cielos, ¡era mi culpa! Darme cuenta de que yo había dirigido a estos tipos hasta aquí era como
una bofetada en la cara. Sin saberlo, había firmado nuestra sentencia de muerte.
No, eso no era del todo cierto. Me había arriesgado porque no conocía las consecuencias.
—Oh Dios, ¡es mi culpa que estén aquí! —expresé mis pensamientos en voz alta.
—Godfather quiere tenerte, lo sé, pero no permitiré que eso suceda —gruñó David como un
animal salvaje, ignorando mi declaración. Sus ojos brillaban llenos de fuego y determinación,
como un león a punto de atacar. David me empujó por una puerta y llegamos a la salida de
emergencia.
Negué con la cabeza. —No lo entiendes, David. ¡Es mi culpa que nos hayan encontrado!
La puerta se cerró detrás nuestro y ahogó el ruido del sistema de alarma. Finalmente podía
respirar bien otra vez.
—¿Qué dices, Lory?
—Encontré tu móvil y llamé un momento a Zoey.
—¡¿Qué hiciste qué?! ¡Demonios! —David estaba fuera de sí, incluso si trataba de ocultarlo.
—Lo siento mucho. Pensé que si no revelaba la ubicación y mantenía la conversación corta no
pasaría nada. ¡No era mi intención!
David suspiró. —Bueno, fue mi culpa. No debería haber dejado el teléfono.
Si David se culpaba por mis errores, la situación era mucho peor de lo que imaginé.
—Por favor ven conmigo, los dos podemos escapar —hice un último intento desesperado por
convencer a David de abandonar su plan.
—Es demasiado peligroso. Tienes que irte ahora; no podré retener a estos tipos para siempre.
Mis ojos se llenaron de lágrimas tan rápidamente que se me nubló la vista.
—David, ¡no quiero que mueras!
—Sabes que puedo soportar bastante —contestó David, guiñándome un ojo—. ¡Ahora vete de
aquí!
David estaba a punto de abrir la puerta cuando lo tomé y forcé un beso. Si esto era una
despedida, quería que fuera agridulce. Cálidas lágrimas recorrieron mis mejillas mientras
aspiraba profundamente su aroma varonil una última vez.
Nunca en la vida algo me había dolido tanto como este último beso.
Los ruidosos pasos se acercaron y David se separó de mí.
—Corre. Y luego haz lo que sabes mejor, ¡continúa rebelándote contra Godfather! ¡No dejes
que estas personas acaben contigo! ¡No le des lugar al miedo en tu corazón!
En mi corazón tan solo había lugar para David, nada más.
—Lory, ¡prométemelo!
—Te lo prometo.
Un segundo después David abrió la puerta y disparó. Cada disparó me hizo retroceder, hasta
que la puerta se cerró tras él.
Lloré mientras bajaba los primeros escalones y después comencé a dudar. De ahora en adelante
así sería mi vida. Ocultarme, escapar y temer a la muerte, nada con lo que alguien pudiera planear
un futuro feliz. Quizás era mejor terminar todo ahora. ¿Qué tan doloroso podría ser un disparo
mortal?
¿Había forma de romper mi promesa, porque tenía pavor de encontrarme con Godfather?
No terminé de recorrer esos pensamientos oscuros.
Mi promesa debía ser tan significativa como la que David me había hecho, pues había
mantenido cada una de ellas...
Quise saltar por la barandilla de las escaleras al pensar que David estaba sacrificando su vida
por mí.
Bajé y dejé atrás un piso tras otro; mis piernas comenzaron a cansarse lentamente. Estábamos
en el último piso del rascacielos, ¡para llegar a la planta baja debía haber al menos mil escalones!
¿Qué pasaría cuando llegara ahí? ¿Qué haría? Era media noche y no tenía ningún teléfono
conmigo.
La alarma del búnker volvió a resonar en los huecos de la escalera, lo que significaba que la
puerta se había vuelto a abrir.
—¿David? —llamé, inclinándome hacia atrás en la barandilla para mirar hacia arriba.
Un disparo directo a mis pies respondió mi pregunta.
Mis piernas habían tenido un descanso, así que ahora bajaban los escalones de dos en dos y se
acompasaron al ritmo de mi corazón salvaje.
¿Cuántos hombres había ahí arriba para que David me diera tan poco tiempo?
Acaso David estaba… ¡no! ¡No David! ¡Si alguien podía sobrevivir un escuadrón asesino, era
él!
David estaba vivo, ¡tenía que sobrevivir! Me aferré a la esperanza, pues mientras nadie me
demostrara lo contrario, era verdad.
Los pasos de mi perseguidor se hicieron más notorios; no había posibilidad de que yo
alcanzara la planta baja antes que él. ¡A este ritmo, era más probable que colapsara o tuviera un
ataque cardiaco a medio camino!
Mi única oportunidad era escapar a alguno de los pisos y esperar encontrarme con una unidad
del FBI o con un teléfono.
Las primeras dos puertas que intenté abrir estaban cerradas, pero no me di por vencida, a pesar
de que sacudir las puertas tomaba mucho tiempo.
Piso por piso intenté abrir las puertas de emergencia, que normalmente solo se podían abrir
desde el otro lado, pero no tenía otra opción. Tarde o temprano el súper soldado me atraparía, así
que al menos haría el intento.
Una puerta se abrió sin resistencia y se me escapó un grito de alegría mientras me precipitaba
al interior.
—¡Ayuda! —grité tan fuerte como pude, pero nadie reaccionó.
Supe por qué al encontrarme con un cubo de pintura vacío; una oficina en obras. Había
escaleras, cubos y cajas por todos lados. Una lámina semitransparente colgaba del techo,
crujiendo suavemente. No había interruptores de luz, tan solo cajas abiertas de las que se
sobresalían docenas de cables.
—Esto es una mala jugada —suspiré desanimada.
¿En serio me había podido escabullir en el único piso donde se podía encubrir fácilmente un
crimen? Había una razón por la que parecía que los asesinos en serie siempre estaban
remodelando su apartamento. Mi sangre simplemente empaparía las alfombras, que eran fáciles de
quitar, y las cubiertas en las paredes retendrían mis salpicaduras de sangre. Mañana a primera
hora ya no habría rastro de que yo estuve aquí.
Corrí por la oficina en búsqueda de teléfonos, alarmas de incendio y armas. ¿Quién habría
pensado que en algún momento me sentiría tan feliz de encontrar una palanca oxidada en el suelo?
La tomé y me escondí en la esquina de una habitación entreabierta, que olía a pintura y café. Me
puse de cuclillas, de forma que mi atacante solo me vería cuando la palanca estuviera volando
directo hacia su cabeza.
Mi perseguidor se acercaba; escuchaba el golpe de sus botas y el crujido de las cubiertas que
él rozaba. Presioné con fuerza una de mis manos contra mi boca para calmar mi acelerada y
jadeante respiración, la cual me estaba traicionando. Nunca en mi vida me habían quemado tanto
los pulmones como en este momento, pero tenía que resistir. En mi mente, repasé todo lo que
David me había enseñado estos últimos días y qué errores había cometido. Esos errores no podían
ocurrir ahora, pues cada uno podría ser el último.
Cuanto más se acercaba el tipo, más exaltada me sentía. Cada uno de los músculos en mi
cuerpo estaba tenso, esperando para detener a mi atacante con la palanca.
Olí su fuerte aroma a crema de afeitar, contuve el aliento y aproveché la oportunidad cuando
pasó junto a mí sin descubrirme: lo golpeé con la palanca en la parte posterior de la cabeza. Un
ruido sordo, seguido de un fuerte gemido, resonó en el silencio, luego mi perseguidor se tambaleó
unos pasos hasta que su espalda chocó contra la pared y colapsó.
Guau. ¿En serio había logrado noquearlo? No veía mucho de su rostro bajo el pasamontañas,
pero sus ojos estaban cerrados. Un rifle yacía a su lado.
Aunque el tipo estaba desmayado, pasé de puntillas junto a él para volver a la escalera. Aquí
no encontraría ayuda, y una vez que su gente notara su ausencia, no habría lugar para que me
escondiera de estos tipos sin escrúpulos.
Justo cuando pasaba sigilosamente a su lado, me tomó con la mano por el tobillo.
—¡No tan rápido, perra!
Gritando, caí al suelo. Por supuesto que traté de escapar de mi atacante, pero su agarre era
demasiado firme y siquiera se inmutó de mis patadas. Le tomó un par de segundos recuperar la
consciencia y abalanzarse sobre mí para capturarme entre él y el suelo.
—¡Quédate quieta!
—¡No! —grité.
El tipo enmascarado me abofeteó con la palma de la mano. Se me oscureció la vista y saboreé
sangre. Lento pero constante, me sumergía a un profundo sueño. Era tentador, pues ahí no había
dolor, ni miedo, ni personas malas.
¡No! Si perdía la consciencia ahora, todo estaba perdido. No podía pedir ayuda, entonces la
pelea de David habría sido en vano, y nada de lo que nos habíamos prometido tendría
importancia.
Respiré hondo, forcé mi cuerpo a seguir peleando y logré alcanzar la palanca que estaba cerca
de mí.
—¡Déjame ir! —chillé cuando el pesado hierro voló hacia la cara de mi atacante. Esta vez se
movió más rápido y amortiguó el impacto con sus manos. Sin esfuerzo, lanzó la palanca, que
golpeó un cubo a varios metros de mí.
Mi arma se había ido, pero aun así no me rendí. David tenía razón, rendirse no era una opción,
así que hice lo que me salía mejor: rebelarme mientras el corazón me latiera en el pecho. Luché
con manos y pies, mis uñas crearon profundos rasguños en el cuello de mi atacante, quien no pudo
esquivar todos mis ataques.
—¡Es suficiente!
Cogió su rifle y pensé que me dispararía, pero sostuvo el cañón con una mano y el cuerpo con
la otra, como si fuera un bastón. Entonces presionó su arma contra mi garganta, con tanta fuerza,
que se me cortó la respiración.
No esperaba eso. Me había inmovilizado. Instintivamente tomé el arma con las manos, pero no
tenía ninguna posibilidad. El tipo era demasiado fuerte y estaba demasiado enfurecido conmigo.
—¿Ya tuviste suficiente?
¡No! ¡No he tenido suficiente! Ni de la vida ni de David. Tengo muy buenas razones para
sobrevivir, pues había algo que quería decirle a David. Si me quedaba sin decir esas palabras, no
moriría por una bala, una navaja o veneno, sino por un corazón roto.
La falta de oxígeno rápidamente hizo que me fuera imposible moverme. Su arma me estaba
matando sin disparar ni un solo tiro.
Solo me quedaba una posibilidad de liberarme. Me tomó toda la fuerza que me quedaba para
controlar completamente mi forcejeo, cerrar los ojos y quedarme inconsciente.
La presión en mi cuello tardó dos o tres segundos en desaparecer, luego el peso de mi atacante
en mi torso también desapareció.
Abrí los ojos con cautela para entender el panorama de la situación. Si era lo suficientemente
rápida, podría quitarle el arma.
Ahora lamentaba jamás haber disparado las armas que teníamos en nuestra mesa. David tenía
razón en todo. Esperaba no tener que pagar muy caro mis errores.
—La tengo —anunció a través de un radio.
—¿Intacta? —preguntó una voz que me parecía familiar, aunque un poco distorsionada.
—Casi.
—Tráela aquí.
Usé mi elemento sorpresa para arrebatarle el arma al tipo. ¡Realmente lo logré!
Inmediatamente apunté el cañón a mi atacante.
—¡No hagas idioteces! —me amenazó. —No sabes cómo usar un arma así.
—Será mejor que tú no hagas idioteces —repliqué, sosteniendo el arma con más confianza de
la que sentía. Al menos recordaba cómo quitarle el seguro correctamente a una Kalaschnikow.
¡Gracias, David!
Me juré que nunca más me rebelaría si David quería enseñarme algo, si es que tenía
oportunidad.
Como estaba demasiado ocupada amenazando al tipo con el arma, no me percaté de los pasos
tras de mí hasta que fue demasiado tarde.
—Arriba las manos —emergió la voz amortiguada de otro enmascarado.
Bueno, David decía joder en este tipo de situaciones, pero me parecía más bien como un
doble-joder, pues yo no tenía posibilidad alguna frente a dos mercenarios, incluso con un arma.
Tendría toda la cámara de balas incrustada en la espalda antes de poder dispararle al tipo frente a
mí.
Había fallado.
Triple-joder.
Capítulo 27 –David

Justo antes de que se cerrara la puerta a mis espaldas, lamenté mi decisión. Maldición, no había
nada que quisiera más que huir con Zoey, pero ambos sabíamos que no teníamos oportunidad. Tal
vez Lory lo lograría si yo me quedaba aquí y mantenía bajo control a la gente de Godfather. Estaba
listo para pagar cualquier precio a cambio de que Lory sobreviviera, incluso si su protección me
costaba la vida.
Después de disparar los primeros tiros a los mercenarios, saqué mi móvil del bolsillo y me
cubrí detrás de una enorme cómoda. Instintivamente marqué el número de Damon, como hacía en
las emergencias.
Después del primer tono, Damon contestó.
—¿David?
—Código negro —grité al teléfono sobre el ruido de la alarma y los disparos.
—Joder.
Entonces se cortó la conexión. Habíamos dicho todo y esperaba que Damon lograra actuar a
tiempo, de alguna forma. Una parte crónica de mí, cínica y pesimista, me decía que Damon estaba
en alguna parte de las Montañas Rocosas mientras merodeaba con Zoey, así que era mejor llamar
al resto de los Alfas, pero ya no tenía tiempo. Los mercenarios se acercaban cada vez más.
A primera vista identifiqué cinco hombres, bien equipados y coordinados, pero yo estaba
seguro de que Patrick, ese pequeño bastardo, estaba jugando seguro y había enviado un equipo
completo de hombres para rebanarme el cuello.
Revisé la cámara de mi Beretta. Tenía siete balas para un ejército completo.
¡Maldición!
Era imposible resistir mucho más ante la superioridad con la que nos había invadido
Godfather, pero tenía que ganar el mayor tiempo posible por Lory. Entre más resistiera, mayores
eran sus posibilidades de sobrevivir. ¡Mi tarea más importante era que Lory sobreviviera!
Si tan solo le hubiera dicho lo que sentía por ella. Por desgracia, era cierto que justo antes de
morir veías las cosas que lamentabas. Pero bueno, realmente no había tenido muchas experiencias
que pudiera recordar ahora. Solo tenía un pensamiento en la cabeza y era Lory.
Inspirado por el brillo de sus ojos azul-grisáceo, abandoné mi refugio y disparé mi Beretta.
Uno por uno los mercenarios cayeron, aun cuando la bala era interceptada por los chalecos
antibalas que llevaban puestos. Cuando mi cámara de balas estuvo vacía, no dudé mucho y agarré
al primero que me encontré aún de pie y lo derribé.
Los tipos llevaban chalecos antibalas, botas pesadas y rifles de gran calibre, pero en lugar de
cascos tan solo usaban pasamontañas.
¡Principiantes!
Tenía razón; el búnker había sido atacado por un ejército completo. Un tipo tras otro irrumpió
en el pasillo para encontrarse con mi puño. Me escondí tras el humo y la oscuridad y noqueé un
atacante tras otro. Afortunadamente el pasillo era tan estrecho que apenas y podían caminar dos
tipos codo a codo, y ya que incluso los mercenarios tenían escrúpulos respecto a disparar a sus
propios hombres, las balas cesaron.
Entre más hombres derribaba, más seguro estaba de que lograría salir de esta para decirle a
Lory lo que debía haber confesado hacía mucho tiempo.
Por supuesto que los tipos también se defendían. Saboreé sangre y todo mi cuerpo vibraba de
dolor, pero había aprendido mucho en el Club de Lucha –maldición, me había preparado para
esto.
—¿Qué queréis, maldita sea? —grité al pasillo.
Ninguna respuesta. Los mercenarios no eran de muchas palabras. Disparaban y tan solo
preguntaban si el cliente deseaba alguna respuesta. Godfather no quería saber nada de nosotros,
era tan agresivo como su pequeño ejército.
No tenía idea de cuántos hombres había tirados en el suelo, pero yo no paraba de tropezar con
sus brazos y piernas. Definitivamente una desventaja, pero no podía abandonar mi posición. Era el
único que se interponía entre estos asesinos y Lory.
Escuché una radio a la distancia, pero era imposible entender las apresuradas palabras bajo el
ruido de la alarma.
—¡Ríndete! —me ordenó uno de los mercenarios mientras espiaba a su colega.
—Mierda, ¡no!
—Nuestro jefe te quiere vivo.
—Ah, bueno —dije encogiéndome de hombros y levantando las manos. —Si es así....
Por supuesto, para todos era evidente la ironía en mi voz. Nadie se rindió, y dada la precisión
con la que habían disparado los soldados al principio, mi vida era opcional pero no esencial para
su misión. ¡Una razón más para no dejarlos llegar a Lory!
A pesar de mis razones heroicas y a pesar de mi miedo por Lory, me volví más débil y
descuidado. La búsqueda rápida me había dado poco tiempo, y los golpes que recibía me
arrebataron lo poco de fuerza que me quedaba. Sin embargo, me negué a tomar una de las armas
de gran calibre y disparar salvajemente a los tipos. Yo era muchas cosas, pero no un asesino de
sangre fría, incluso si los tipos se lo merecían.
Seguí luchando, mientras las balas zumbaban a mi alrededor. Luché hasta que un arma me
golpeó en el costado de la sien y me desplomé. Inmediatamente tres tipos se abalanzaron sobre mí
y, por seguridad, me golpearon un par de veces más hasta que ya no pude pelear más.
Los pasos resonaron en mi cabeza. Pasos alejándose de mí. A través de mi visión nublada,
pude ver que uno de los tipos desaparecía por la puerta de emergencia.
Carajo. ¿Cuánto tiempo de ventaja le había dado a Lory? ¿Un par de segundos o varios
minutos? Desearía haber aguantado más.
Los tipos me ataron las manos a la espalda, luego me levantaron y me arrastraron a la parte
delantera del búnker.
El humo desapareció cuando me tiraron al suelo, justo a los pies de Godfather.
—Puto bastardo —gruñí.
—Me alegra verte otra vez —contestó Patrick con una sonrisa autosuficiente, antes de darme
una patada en el estómago.
—Jódete —jadeé, cuando recuperé el aliento.
—Veo que no has cambiado.
—Un traje de sastre a la medida y elocuencia no cambian lo que realmente eres: un traidor.
—La misma palabrería de antes. Realmente estás resentido, David.
Odiaba que actuara como si aún fuéramos amigos, pues no lo éramos ¡y nunca lo seríamos!
Patrick había puesto a todo Hells Kitchen contra la pared; había hecho cosas imperdonables que
no podría compensar en esta vida ni en las siguientes tres.
—No te dejaré que le hagas nada a Lory; ¡sobre mi cadáver!
Patrick me miró con atención. No importa qué tan distante era de Damon, era imposible negar
que eran hermanos.
—Eso puede arreglarse, aunque no tenga planes con la pequeña.
¿Qué? ¿Entonces por qué había atacado a Lory? La pregunta me quemaba la lengua, pero me
abstuve de hablar para no atraer la atención a Lory, mi único punto débil.
Patrick miró a los mercenarios detrás de mí.
—Idiotas, ¿puede alguno de vosotros apagar el puto sistema de alarma de una vez? ¿Para qué
os pago?
Varios se marcharon inmediatamente y no pasó mucho tiempo para que se detuviera la alarma.
Reprimí un suspiro de alivio cuando mis tímpanos pudieron descansar.
—Gracias. Nadie puede pensar con claridad con ese ruido —dijo Patrick sonriendo.
—Tú nunca has pensado con claridad —escupí sangre a los pies de Patrick, luego me intenté
levantar. Los mercenarios detrás de mí me empujaron por el hombro para ponerme nuevamente de
rodillas, pero Patrick asintió a sus hombres. —Dejad que se levante.
—Si tuviera que adivinar, diría que hoy estás generoso, ¿o no?
—Ah, David. Extrañaba tu humor negro. Podrías haber recorrido un largo camino a mi lado.
—Yo no le doy la espalda a mis hermanos —gruñí.
—Hablando de hermanos, ¿dónde está Damon?
—De vacaciones en las Montañas Rocosas.
Patrick soltó una carcajada y luego me arrojó una mirada asesina. —Estás bromeando.
—Desearía estar haciéndolo —dije con amargura.
—Vosotros dos deberíais dejar de tomarme por estúpido. ¿Qué os traéis entre manos?
—¡No nos traemos nada, puta mierda!
—Mentiroso —bramó Patrick incrustando su puño en mi estómago, sacándome todo el aire de
los pulmones.
¡Carajo!
—Estáis planeando una conspiración en mi contra, ¿o no? No hay otra razón para que los otros
clanes se unan.
No tenía idea de lo que estaba hablando Patrick, pero no había ninguna conspiración; nunca la
hubo. Él nos había dado la espalda, dejándonos con un saco lleno de problemas que aún hoy no
habíamos logrado eliminar del mundo por completo.
—De acuerdo, siempre has estado loco, pero ahora definitivamente estás demente.
—¿Qué escondéis tú y Damon aquí?
—Nada.
—Me estás mintiendo otra vez. Casi estamos unidos por sangre, o algo por el estilo. El
hermano de sangre de mi hermano, ya me entiendes.
—¿Cuánto tiempo hace que nos conocemos? ¿Y cuántas veces me has mentido desde entonces?
—Los tiempos cambian —contestó Patrick encogiéndose de hombros. —Las personas también,
obviamente.
Sí, Patrick definitivamente había cambiado, pero no se refería a su propio cambio.
—¿A qué te refieres?
—Nunca pensé que mi hermano cambiaría sus estúpidas estrategias de repente. Vamos, nadie
se traga que realmente ahora eres el nuevo jefe.
—Soy el jefe.
Patrick se rio a carcajadas. Maldición, qué enfermo.
—Mierda, ¿cuál es tu problema? —pregunté.
—¡Que habéis arruinado mis planes al no hacer lo que yo esperaba!
—No tengo idea de qué estás hablando.
Patrick se alisó el traje de sastre y se dirigió a la ventana. Noté su andar un tanto desigual;
cojeaba ligeramente. Sonrió cuando se percató de mi mirada y supe de inmediato por qué.
—Así es, David. Por suerte no apuntas tan bien como solías hacerlo, de lo contrario, yo ya
sería historia.
—¿Le disparaste a Lory? Creí que tenías personal para esas cosas.
—Bueno, no podía arriesgarme a que alguien le hiciera un rasguño.
Maldición, tenía razón; las balas habían impactado en un halo alrededor de Lory. Pero ¿por
qué?
Patrick se me acercó de nuevo.
—Seguramente te preguntas por qué, ¿verdad?
—Sí. Pero me explicarás todo tu plan de supervillano, para que te celebre por ello.
—Casi. Todo lo que necesito es un pequeñísimo detalle, después te contaré mi plan y luego te
mataré —nuevamente, Patrick rio fuertemente, como si hubiera contado un chiste.
—En cualquier caso, tienes la risa maniática perfecta para ser incluido en la Liga de
Supervillanos —dije sin impresionarme.
—Juega al inalcanzable, pero terminarás diciéndome lo que necesito saber.
—No lo creo. Se te olvida que conozco todos los trucos de interrogación. No vas a poder
conmigo.
—Cierto. Podría romper cada hueso de tu cuerpo y aun así no me dirías en dónde escondiste la
evidencia en mi contra.
La radio de los mercenarios sonó detrás nuestro.
—La tengo —dijo una voz masculina.
¡Mierda! No había sido suficientemente fuerte ni rápido.
Godfather aplaudió con jovialidad. —Vaya, ¡qué buena señal!
—¡Yo te daré una buena señal! —amenacé a Patrick, pero él tan solo sonrió y asintió con la
cabeza a uno de los hombres detrás de mí. Recibí una patada en la parte posterior de la pierna y
caí de rodillas.
—No creo que tengas nada que decir, pero de ti depende lo que haga con la pequeña y dulce
Lory.
Aunque las cintas en mis muñecas me cortaban la piel, seguí intentando liberarme.
Patrick debía morir, ¡de una vez por todas!
—¿Qué quieres de Lory? ¿Por qué toda esta farsa con la clínica? ¿Quieres evitar que testifique
en contra de Joel?
—Ay, por el amor de Dios, no. Ese tipo me vale una mierda. Él era tan solo un medio para un
fin.
—¿Entonces por qué quieres intimidarla?
—Porque sabía que querrías mantener la seguridad de una testigo tan importante. ¿Y qué lugar
sería más seguro que el búnker?
—¿Querías encontrar el búnker desde el principio?
Maldición, podía aceptar que nuestro seguro de vida nos costara la vida en algún momento,
pero jamás podría perdonarme el haber involucrado a Lory.
—Por supuesto que quiero destruir la única evidencia en mi contra, ¿qué esperabas?
No respondí nada, me limité a mirarlo con desprecio.
—En realidad, podríamos habernos ahorrado el tiroteo si tu escondite no hubiera sido tan
bueno. Bueno, ¿qué puedo decir? Primero lo intenté de una forma sutil, ahora lo hago al estilo
Godfather.
—Estuviste aquí ayer —dije entre dientes.
—Sorpresa —vitoreó Patrick mientras agitaba las manos. —Manipulé las cámaras de
vigilancia después de asegurarme de que tus idiotas estaban siguiendo el rastro equivocado.
—Crees que eres más inteligente de lo que eres. —En mi tono no había más que desprecio.
Me preguntaba si podría haber evitado todo esto si hubiera creído en Lory. De ser así, ya
estaríamos de vuelta en la villa o en algún lugar de México.
—En realidad esperaba que Damon irrumpiera en el casino, no tú, lo cual me hace pensar que
estás tramando algo. Siempre estuve tres pasos por delante de ti; quizás ahora puedas entender que
siento solo estar dos pasos por delante.
—Entiéndelo ya, ¡Damon se ha retirado!
—¡Damon no se retiraría jamás!
Patrick odiaba a Damon al menos tanto como Damon a él. Ambos hermanos se alteraban
fácilmente al hablar el uno del otro.
—Tú mismo dijiste que las personas cambian.
No tenía idea de cómo convencer a Patrick de que Damon realmente había renunciado y no
estaba siguiendo ningún plan para dominar el mundo.
—¡Pero no las personas como Damon!
Incluso las personas como yo podían cambiar; mis sentimientos por Lory eran la mejor prueba
de ello.
—¡David! —Lory gritó con enfado. De inmediato la busqué en la habitación y la encontré. Sus
ojos brillaban, sus labios estaban partidos y había moretones alrededor de su cuello.
—Lory, ¿estás bien? —pregunté y ella asintió. Luego volví mi mirada furiosa a Patrick—. Vas
a pagar por esto.
—Sí, sí. Pásame la factura. También me gustarían unas papas fritas en mi Cajita Feliz.
Sabía que Patrick estaba jugando conmigo, pero ya no podía controlar mi ira. Salté cuando se
acercó a Lory.
—¡Déjala en paz!
—Eso depende de ti. Dame la evidencia y te dejaré ir, tan simple como eso.
—¡No hay evidencia!
Maldición, cuando volviera a tener a Damon en mis manos lo mataría por este estúpido plan
del búnker.
Se abrió una navaja en las manos de Godfather. Con el filo, recorrió la mejilla de Lory
suavemente.
—Qué cara tan bonita; sería una pena que algo le pasara a esta piel perfecta, ¿o no?
—¿David? —la voz de Lory temblaba suavemente, pero también podía escuchar un tono de
rebelión.
Por favor Lory, ¡no hagas nada estúpido ahora!
—Lo que sea que estés pensando, Lory, no lo hagas —le advertí cuando ella retomó el aliento.
—Última oportunidad para hablar.
—Está bien, te daré todo que quieres, carajo, si dejas ir a Lory.
Patrick me echó una mirada calculadora. Ya no éramos amigos, pero me conocía lo suficiente
como para saber que le estaba diciendo la verdad.
—¡No! Por favor espera. ¡Damon responderá a tu Código Negro! Confía en mí —luego se
acercó a Patrick y lo miró furiosa. —¡Destruiste mi clínica, por tu culpa secuestraron a mi mejor
amiga y también por tu culpa he tenido insomnio desde hace semanas! ¡En algún momento te
arrepentirás de haberme molestado!
Patrick abrió mucho los ojos y luego miró a los mercenarios.
—¿Escucharon eso? Parece que tengo un nuevo archienemigo; ¡qué emocionante!
Por otro lado, yo me preguntaba cómo sabía Lory del Código Negro. En cualquier caso, ella no
lo había escuchado de mí y tampoco podría haberlo hecho en la villa, pues era un código que solo
Damon y yo conocíamos.
El Código Negro simplemente significaba que Godfather estaba en el búnker.
Asentí discretamente a Lory. No tenía idea de qué tramaba, pero tenía la convicción de que
podía confiar en ella.
—Así que, adelante David.
—Lo siento, acabo de cambiar de opinión —forcé una enorme sonrisa para provocar tanto
enfado en Patrick, que dejó caer a Lory. ¡Excelente! Pero el frío filo de la navaja que presionó
contra mi garganta no era nada bueno.
—Tú y tus putos juegos. Debes estar esperando a que tu hermano venga a salvarte, de otra
forma están perdidos.
Suspiré con fuerza. —Damon está en las putas montañas, ¿cuántas veces tengo que decirlo?
Nadie sabe que estamos aquí, no hay radio. Pasarán semanas antes de que alguien se dé cuenta de
lo que está pasando.
—Bueno —dijo Patrick, mientras apretaba más el filo de la cuchilla contra mi cuello. —Confío
en que mi hermano descifrará el mensaje antes de que acabe contigo. De lo contrario, los Alfas
tendrán que recogerte. Pieza por pieza.
Carajo.
Capítulo 28 –Damon

Disfruté los últimos rayos de sol en mi piel antes de ir al aeropuerto. Rara vez había visto el sol
en Hells Kitchen, pues el vecindario tan solo despertaba de noche, como yo.
Maldición, me dolía dejar a Zoey atrás, pero estaba más segura en la cabaña. Incluso me
atrevía a decir que Zoey jamás había estado más segura. No podía decir lo mismo de David. Era
como mi hermano, mi familia y tenía muchos problemas que el bastardo de mi hermano biológico
estaba causando. Definitivamente tenía que ayudar a David, algo andaba mal, podía sentirlo.
Decidido, me dirigí al mostrador para reservar el siguiente vuelo hacia Nueva York.
—Señor, vaya directamente al punto de control de equipaje, su vuelo está por despegar —me
instruyó la joven azafata con un guiño coqueto que ignoré.
—Gracias.
Hubiera preferido que el siguiente vuelo tomara un par de horas más. Horas durante las que
podría haber mirado a la entrada, con la esperanza de que Zoey me siguiera.
¿Acaso era un ingenuo por esperar que Zoey apareciera, me abrazara y se disculpara conmigo?
Sin dudas, si pudiera recuperar a Zoey de esa manera, me disculparía por todos los errores de
la humanidad. Zoey era mi familia y tenía mi corazón.
Pero primero tenía que ayudar a mi otra familia, con quien estaba tan comprometido.
Llegué al punto de control de equipaje y, obviamente, los oficiales me revisaron dos veces al
encontrar mi arma, debidamente descargada de acuerdo al protocolo y guardada en un
compartimiento adicional. Dejé que los controles me inspeccionaran; no tenía alternativa. Mis
encantos tan solo funcionaban en Hells Kitchen.
Después de unas cuantas miradas peyorativas más, los guardias de seguridad me indicaron que
podía abordar mi avión, el cuál acababa de llamar por segunda vez a todos sus pasajeros.
Por última vez, miré sombríamente a la entrada del aeropuerto, esperando reconocer a Zoey en
alguna parte de la multitud, pero no estaba ahí.
¿Qué demonios le había pasado para hacerme elegir?
Era casi como un déjà vu. ¿Acaso era mi destino que las personas que amaba me apuñalaran
por la espalda?
Casi se me parte el corazón al pensar que la discusión con Zoey no se había resuelto, y esperé
que encontráramos el momento para hacerlo. Algún tiempo después, ¡pero no ahora! Ahora tenía
que ayudar a los Alfas y detener a mi hermano. Solo entonces podría preguntarle a Zoey qué le
pesaba en el corazón, tanto, que la hacía actuar tan extraño.
Toda su preocupación por la seguridad casi me hace enloquecer durante las últimas semanas.
Tipos peligrosos aquí, armas peligrosas allá, situaciones impredecibles por todos lados.
Mi vuelo fue anunciado por última vez. Le entregué mi billete a la azafata, suspiré suavemente
y subí al avión.
Perdóname, Zoey. Espero que tu corazón siga latiendo por mí.
Capítulo 29 –Lory

Mi corazón latía tan fuerte que apenas podía escuchar a Godfather. Cielos, eran idénticos, solo
que sus ojos eran diferentes. Damon tenía ojos cálidos y amables, mientras que la fría mirada de
Patrick estaba llena de locura e impredecibilidad.
Apenas podía sentir la fría y afilada cuchilla que Patrick presionaba contra mi mejilla. El
miedo me nublaba los sentidos, me envolvía como en algodón y me rodeaba de niebla espesa.
David dijo algo y Godfather inmediatamente se apartó de mí.
El Código Negro tenía que funcionar, de lo contrario estábamos perdidos. Para ser honestos, no
tenía idea de lo que significaba el Código Negro, pero la reacción de David era clara.
David se veía terrible. Su rostro estaba ensangrentado e hinchado, pero lo peor era el miedo en
sus ojos, el miedo por mí. ¿Acaso tenía razón? ¿Eran los sentimientos una debilidad que ahora nos
costaba la vida a ambos? Solo David podía responder si él habría actuado de forma diferente de
no haber sentimientos involucrados; nadie más. Pero ahora no era el momento adecuado para
preguntar.
—Bueno. Confío en que mi hermano descifrará el mensaje antes de que acabe contigo. De lo
contrario, los Alfas tendrán que recogerte pieza por pieza —dijo Godfather haciéndose el
importante y presionando la navaja firmemente contra la garganta de David.
¡Oh, Dios!
—¡Detente! —grité cuando apareció una delgada línea roja en el cuello de David. —¡Por
favor!
Traté de acercarme para golpear a Godfather con la parte superior de mi cuerpo, pero la mano
pesada de uno de los tipos enmascarados me detuvo.
—No te muevas —siseó apretando los dientes, mientras yo lo miraba desafiante.
No tuve más remedio que quedarme quieta, pero no me quedaría callada viendo como
Godfather torturaba al amor de mi vida. Por un lado, me alegraba que David no me hubiera
hablado del búnker y sus secretos, pues de esa forma yo no podía revelar nada. Por otra parte,
deseaba que lo hubiera hecho, para así poder liberar a David con esa información.
—¡Patrick! —grité. Patrick me devolvió la mirada de inmediato.
—Lory, no —dijo David débilmente. Su mirada suplicante y afligida hizo que mi corazón se
detuviera por un momento.
Sí, David.
Era un milagro que David todavía estuviera consciente. Sin embargo, yo sabía que no podría
aguantar mucho más antes de colapsar por completo. Me tragué las lágrimas que me quemaban los
ojos; estábamos en esta situación por mi culpa.
—Cincuenta contra dos, ¡realmente debes sentirte heroica!
Patrick soltó una estrepitosa carcajada y alentó a sus mercenarios a reírse también.
—Ella es realmente encantadora, ¿no créeis?
—Ella está jodidamente enfadada —protesté con insolencia. Oh, guau. Por primera vez en mi
vida decía jodidamente. Quizás porque sonaba tan bien, tan peligroso cuando David lo decía.
—Es cierto que yo no me siento particularmente heroico porque te invadí con un ejército
completo —admitió Patrick. —Pero me siento muy bien porque sé que los Alfas pronto serán
historia.
—Todo un héroe —contesté con cinismo. En el fondo, realmente me sentía orgullosa de cuánto
coraje tenía al enfrentarme personalmente contra Godfather.
—Cariño, no son los héroes los que hacen historia, sino los ganadores. Hay una enorme
diferencia.
Reuní todo el coraje que me fue posible y adquirí una expresión confiada.
—Pero no vas a ganar.
—¿Y cómo vas a detenerme? ¿Con palabras de ánimo? ¿Con tu mirada de fuego? Tienes la
lengua bastante suelta, señorita —una sonrisa se dibujó en el rostro de Patrick. —Si vuelves a
soltarla....
—Cuidado, Patrick. Elige bien tus siguientes palabras —gruñó David.
—Por Dios, David, solo piensas lo peor de mí, pero soy un hombre de honor. Yo nunca
engañaría a mi amada —contestó Patrick, disculpándose.
¿En serio este tipo tenía novia? Jesucristo.
Seguramente David pensó lo mismo, pues le sonrió a Patrick. —Tu mano derecha no cuenta.
—Oh, ahora te ríes, pero créeme. Es graciosa, encantadora, jodidamente sexi y vibramos en
sintonía.
—Entonces ella está tan loca como tú y seguramente te asfixiará mientras duermes.
—Qué dulce. Quizás te la presente antes de matarte.
Observé de cerca la batalla mental entre David y el vivo retrato de Damon. ¿Alguna vez
llegaría a estar a la altura de este mundo? Sí, me enfrentaría a Godfather. Pronto y con toda la
energía que me quedaba. Entre más hablaba Godfather de la muerte de David, más miedo me
hacía sentir. La mano del enmascarado seguía en mi hombro, recordándome que era mejor no
hacer nada estúpido.
Me juré que, si Damon no nos salvaba de su gemelo malvado, yo misma lo mataría, le patearía
la entrepierna lo más fuerte posible ¡y luego volvería a matarlo!
—¿Siempre has sido así? —pregunté, sorprendida ante mi propia pregunta.
—¿Qué? —preguntó Godfather irritado.
David se aclaró la garganta. —Te he preguntado si siempre has sido tan psicópata. Te
responderé yo misma: sí, siempre lo has sido. No tengo idea de por qué Damon te aguantó tanto
tiempo.
Porque era su hermano. La sangre es más pesada que el agua y la familia siempre será familia.
David era hijo único, jamás entendería qué tan estrechamente conectados están los hermanos.
¿Qué haría yo si una de mis hermanas se volviera así?
Godfather terminó la conversación enterrándole el puño en el estómago y con un 'Jódete,
David'.
Patrick miró alrededor inquisitivamente. —Si no queréis decirme dónde puedo encontrar la
evidencia, mis hombres recorrerán cada centímetro de este lugar.
—Divertíos en la búsqueda —jadeó David sin aliento.
Godfather chasqueó los dedos e inmediatamente nos levantaron a David y a mí.
—Llévalos abajo, volveremos al casino y esperaremos a que mi bastardo hermano dé el
siguiente paso.
—¿Al casino? —preguntó David irritado—. ¿El casino que acabamos de poner patas arriba y
está lleno de nuestra gente?
—Negativo.
—Jódete con tu negativo —gruñó David. No entendí por qué le molestaba tanto esa palabra,
pero Patrick sonrió con satisfacción antes de hablar:
—¿Por qué crees que atraje a toda tu gente al casino?
—No tengo ni idea, dímelo tú.
David no tenía idea, pero para mí de pronto estaba claro lo que Patrick estaba tratando de
hacer. Se me cortó la respiración y traté de evitar los ojos crueles de Patrick.
—Oh Dios —suspiré y caí de rodillas, pues darme cuenta casi me robó la consciencia.
Estábamos solos y no había refuerzos que llamar.
—Ah, tu novia lo ha entendido —dijo Patrick satisfecho. —Vamos, cariño. Dile qué tienes en
la cabeza.
Las lágrimas me ardían en los ojos y se me nubló la vista. —Si los Alfas nos buscan, el casino
sería el último lugar porque estuvieron ahí.
—Bravo. —Godfather me aplaudió y, si mis manos no hubieran estado atadas, le hubiera dado
un puñetazo en la cara. No solo nos tenía cautivos, ¡sino que también se burlaba de nosotros! Mi
miedo se transformó en ira. Lentamente entendí a David, quien permitía los estímulos de la ira.
La mirada sombría de David estaba clavada en el suelo, mientras analizaba la gravedad de la
situación.
—Joder.
—Sip —dijo Patrick en tono burlón.
David respiró hondo mientras continuaba mirando el suelo, pensativo. —Deja ir a Lory.
¿Qué? Me sentí enferma cuando David comenzó a negociar mi liberación. De ninguna manera
lo dejaría solo. ¡Tan solo sobre mi cadáver!
—No —dijo Patrick inquebrantable.
—Vamos, Patrick. Me tienes a mí, soy suficiente como rehén. Deja que Lory salga del juego.
—No, David —negué energéticamente con la cabeza. —Ya soy mayorcita, puedo cuidar de mí.
Me quedo contigo.
Godfather me sonrió con arrogancia antes de dirigir su mirada a David.
—Bueno, ¿escuchaste? Es una niña grande, así que puedes estar tranquilo. Obviamente eres
suficiente para crear presión, pero sin ella no tendré influencia para mantenerte bajo control.
Acarició la mejilla de David como harían los abuelos con sus nietos, lo que provocó que a
David le hirviera la sangre. Antes de que Patrick pudiera reaccionar, David le dio un cabezazo.
Aproveché la conmoción para soltarme del mercenario y embestir a Godfather con todo mi peso.
Godfather se tambaleó un par de pasos antes de recuperarse. Sin embargo, yo tuve menos suerte y
caí justo a sus pies.
¡Qué mierda! Doble-mierda, para ser precisos, pues, aunque hubiera logrado derribar a
Patrick, ¿entonces qué? No teníamos oportunidad, estábamos en desventaja y yo sentía la mirada
asesina del tipo enmascarado del que me había alejado.
Lo siento, no pude hacer más.
—En realidad me gusta tu temperamento, ¡pero estoy perdiendo la paciencia contigo! —gruñó
Patrick. Me tomó por el cabello y me levantó tan bruscamente que lloré. —Qué malos anfitriones
sois.
—Disculpa, ¿quieres un café, un té? ¿Quizás un par de galletitas? Creo que todo eso se esfumó
durante el tiroteo y el asalto a nuestro apartamento.
Escuché a Patrick reírse a mis espaldas, pero no me soltaba el cabello. Cuando Godfather se
calló, volví a sentir el frío metal contra mi cuello.
—¡Aléjate de ella! —la mirada de David echaba chispas. Quería abrazar a David, limpiar la
sangre de su rostro y susurrarle al oído que todo estaría bien, pero no podía hacer nada más que
quedarme quiera.
—Si tan solo piensas en algo estúpido, la mataré, amigo. ¿Entendido?
—¡Sí!
—Bien —Patrick me dejó ir y me empujó hacia adelante. —Si alguno de los dos hace algo,
dispárale a la chica y asegúrate de que él esté mirando, ¿entendido?
Cielos, Patrick era un sádico. Pero lo peor es que había plantado pensamientos en mi cabeza
que germinaron y echaron raíces. ¿En serio los sentimientos eran una debilidad? Había estado tan
firmemente convencida de lo contrario porque mi corazón siempre decía la verdad, tanto, que a
veces olvidaba que había más de una verdad.
—Lo siento tanto —susurré a David. —Debí haberte escuchado desde el principio.
La ira en los ojos de David desapareció. —No, tú tenías razón. Sin ti me hubiera dado por
vencido hace mucho.
Patrick resopló ruidosamente. —Oh, qué romántico. ¡Llévatelos antes de que vomite!
Los hombres encapuchados reaccionaron inmediatamente y nos empujaron hacia el ascensor.
Mientras nos llevaban al elevador, el cañón frío que presionaron contra mi espalda me provocó
un escalofrío. Aunque en mi mente escuchaba una jovial versión en piano de Don’t worry, be
happy, no podía apagar la verdadera luz, estábamos más que perdidos. Estábamos rodeados de
tipos armados hasta los dientes. Cualquiera que fuera el Código Negro, ni siquiera ese protocolo
podría ayudarnos ahora.
David pareció percibir mi miedo al pasar junto a mí y rozar su brazo con el mío.
—Todo estará bien —me susurró.
—¿Qué nos van a hacer? —pregunté con la voz temblorosa.
—No lo sé, pero encontraremos una salida.
—¿Qué te hace estar tan seguro?
David me miró con determinación.
—Porque haremos lo que sabemos hacer mejor, pelear.
Capítulo 30 –David

Maldición. Godfather no estaba bromeando cuando dijo que nos llevaría de vuelta al casino. Por
supuesto, no utilizamos la entrada principal, sino una de las puertas laterales que conducían a los
almacenes ocultos detrás del casino. Allí, en esos almacenes, se hacían los negocios realmente
oscuros de los que nadie quería saber nada y que llevábamos años tratando de detener.
Intenté tener una visión clara de la situación, analicé cada arma potencial, cada posible ruta de
escape y cuántos hombres había aquí en realidad. Una y otra vez mi mirada preocupada se
deslizaba hacia Lory, pues me parecía que ella no podía manejar la situación.
Maldición, era una pequeña chica de un vecindario tranquilo criada bajo la protección de su
familia. Ella no estaba hecha para Hells Kitchen, y los hombres como yo en serio no le hacían
bien, el hecho de que fuéramos secuestrados por hombres armados y el tipo más loco de toda
Nueva York era la viva prueba de ello.
Apreté los puños enfurecido al recodar cómo la fina navaja plateada con mi sangre había
recorrido el cuello de Lory. Solo por eso Patrick tenía que morir. Por eso, por toda la mierda que
había hecho en Hells Kitchen, por su traición, por cada una de las cosas que ese bastardo había
hecho desde que la primera vez que lo vi.
Lory me sonrió y, por Dios, su sonrisa hacía que todo el caos a mi alrededor se desvaneciera.
Nunca lo admitiría, pero Lory tenía razón, los sentimientos no eran una debilidad, nos hacían más
fuertes. No tenía idea de cuánto estaba soportando más de lo usual, pero en el Club de Lucha ya
me habría desmayado una docena de veces. Por primera vez desde que tenía uso de razón, tenía
algo más por lo que valía la pena luchar.
—Nos sacaré de aquí de alguna forma, confía en mí —le dije.
—Eso hago —contestó Lory con seriedad. Estaba ocultando su miedo tanto como podía, y yo
estaba increíblemente orgulloso de ella. Nadie se atrevía a hablarle a Godfather como lo había
hecho Lory. Era una guerrera, una rebelde, era mi chica con el corazón de guerrera.
Me volví hacia dos tipos armados que estaban frente a nosotros y les hablé tan fuerte, que
incluso los tipos detrás de nosotros entendieron perfectamente.
—Aún podéis cambiaros a nuestro bando. Lo que sea que os pague Godfather, yo os daré el
doble —dije tratando de reprimir mi disgusto. Para los Alfas, la lealtad estaba en la más alta
estima; no había sitio para mercenarios que solo buscaban dinero. Pero las situaciones drásticas
requerían soluciones drásticas, así de simple.
No hubo ninguna reacción, así que lo intenté de nuevo.
—Vamos, el casino y Godfather están arruinados. Claro, podéis quedaros en el barco mientras
se hunde —me encogí de hombros despreocupado. —O podéis uniros a nuestro bando antes de
que tenga la oportunidad de mataros, lo cual haré sin duda.
Un enmascarado detrás de mí me golpeó entre los omóplatos con su Kalaschnikow y gemí
ruidosamente, pues el dolor me recordó cuánto me dolía todo el cuerpo.
Cuando esta mierda terminara, necesitaría un descanso. Estaba comenzando a entender la huída
de Damon de Hells Kitchen, aunque el momento que eligió para hacerlo no podría haber sido
menos favorable.
Los hombres frente a nosotros disminuyeron la velocidad y sospeché que nos llevarían a una de
las habitaciones cerradas frente a nosotros. Nos detuvimos en una puerta junto a unas cajas de
madera que usaban para traficar drogas que ya no estaban en el mercado.
—Última oportunidad. Os pagaré el triple —dije y esperé poder comprar la lealtad de estos
tipos.
Sin inmutarse, los tipos abrieron la puerta y nos empujaron a la habitación, vacía y sin
ventanas, en la que tan solo había dos sillas. Apestaba a sudor, sangre y miedo; entonces de
inmediato supe en qué tipo de habitación estábamos. Por lo general yo veía estas salas desde la
otra perspectiva, porque normalmente era yo quien extraía la información de los demás. Vaya, así
se sentía estar del otro lado.
Hacía frío y una bombilla solitaria y vacilante parpadeaba con inquietud. Cuando la puerta se
cerró, Lory se estremeció brevemente. Las botas de los soldados se volvieron cada vez más
silenciosas, hasta que cesaron.
—¿Estamos solos? —preguntó Lory mirándome inquisitivamente.
—Sí, lo estamos.
Estábamos solos y suspiré con alivio. Por experiencia sabía que permaneceríamos ahí durante
las siguientes horas. Primero nos darían tiempo de agotarnos, permitiéndonos pensar en todos los
escenarios de terror que conocíamos. Luego, unas cuantas amenazas, una navaja y sonrisa de
sociópata y la mayoría hablaba. Al menos así es como lo habría hecho yo.
—David, lo siento tanto —la voz de Lory temblaba y le corrían lágrimas por las mejillas. —
Corrí tan rápido como pude, en serio.
Nuestras manos seguían atadas a nuestra espalda, así que me acerqué a ella y puse mi frente
contra la suya.
—Sé que peleaste y sé lo seguirás haciendo. No has renunciado y estoy orgulloso. —Mierda,
no faltaba mucho para que Patrick explotara.
—¿En serio?
—En serio.
—David, tengo algo más que decirte —dijo Lory. Se mordió el labio inferior y miró al suelo.
Amaba esa mirada. Maldición, ¡lo amaba todo de ella!
—Espera —dije y la presioné contra la pared. —Yo tengo algo que decirte primero.
—David —intentó protestar mi pequeña rebelde, pero la hice callar con un largo beso. ¿Acaso
los labios de Lory eran más dulces que antes? ¿O tan solo era por el peligro inminente que nos
rodeaba? De cualquier manera, era cierto que estábamos atrapados en una situación agridulce,
entre la esperanza, pánico y un desgarrador miedo de que no tuviéramos suficiente tiempo para
decir todo lo que nos teníamos que decir.
Joder, era tan obvio que había fallado; al menos esto le debía a Lory. Si estos eran nuestros
últimos momentos, finalmente quería decirle las cosas que nunca habían pronunciado mis labios.
—Lory, escúchame. En caso de que no salgamos de aquí, tengo que negarlo todo, porque tenías
razón. Los sentimientos no son una debilidad.
—David.
Presioné su cuerpo contra la pared con más firmeza, para hacerla callar.
—Déjame terminar. —Joder. —No tengo idea de cómo lo hiciste Lory, pero estás en mi mente
de forma permanente, cada fibra de mi cuerpo te llama a gritos.
Las pupilas de Lory se agrandaron. Abrió la boca y suspiró ligeramente, pues sabía lo que
estaba tratando de decir. Respiré hondo, inhalando profundamente el aroma primaveral de Lory.
—Lory, te….
Un fuerte golpe contra la puerta me puso en alerta. Inmediatamente me volví hacia un lado y me
puse frente a Lory, de forma protectora. Otro golpe sordo. Sonaba como si alguien estuviera
aporreando la puerta.
—Joder, ¿qué está pasando ahí afuera? —pregunté en voz alta. Mi cuerpo estaba tenso y me
concentré para estar listo ante lo que pudiera suceder.
—He estado tratando de decírtelo todo el tiempo —contestó Lory suspirando.
—¿Qué? —aunque la respuesta de Lory me confundió, no me atreví a apartar la mirada de la
puerta.
—Ese es el Código Negro, supongo.
Vale, ahora tenía que apartar la mirada de la puerta para ver la reacción de Lory. Por segunda
vez estaba hablando de cosas que no tenía que saber.
—¿Cómo sabes eso?
—Te lo hubiera explicado todo hace mucho si me hubieras dejado hablar —dijo Lory,
resoplando.
—Mierda, no tenemos tiempo para discusiones, dime lo que necesito saber —gruñí. En ese
preciso momento se abrió la puerta y examiné al hombre enmascarado más de cerca.
¿Qué demonios estaba pasando?
Después de soltar las ataduras de Lory, el desenmascarado se descubrió.
Joder.
—Mierda, ¿por qué no me dijiste nada? —maldije antes de que cortara mis ataduras.
—Gracias Damon, nos salvaste —dijo Damon con mirada burlona. —De nada, David. Es un
placer.
Gruñí suavemente y traté de contrarrestar el estúpido discurso de Damon, pero estaba
demasiado agradecido por su ayuda, así que lo dejé.
—Gracias, Damon —dijo Lory sonriendo.
—Un momento —entrecerré los ojos. —¿Desde cuánto está Damon aquí? ¿Y cuándo te dijo del
Código Negro?
—Desde el búnker —dijo Lory, temerosa. —Lo siento, quería decírtelo, pero no podía
arriesgarme a exponer a Damon.
Miré a Damon con seriedad. —¿Estabas en el búnker con nosotros? ¿Estabas frente a Patrick y
no le disparaste?
Los ojos de Damon se oscurecieron. —Créeme que estuve a punto de hacerlo un par de veces,
pero no podía arriesgarme a un tiroteo salvaje donde vosotros estabáis en la línea de fuego.
Ese era el tipo de lealtad de la que siempre hablaban los Alfas. Lealtad verdadera y pura, con
la que elegías a tu familia sin importar cuán grande fuera el deseo de venganza.
Asentí con agradecimiento a Damon y él me devolvió el saludo.
—Ahora ayudadme —dijo señalando al tipo que había noqueado junto a la puerta.
Juntos arrastramos al mercenario a la sala de interrogación, de la que teníamos que salir cuanto
antes.
Mientras caminábamos, Damon explicó cómo había logrado inmiscuirse en el búnker sin ser
visto.
—Tuve un mal presentimiento después de que Zoey y Lory hablaran por teléfono, así que volé
de regreso. Como no tenía posibilidad de usar el método Londres, pensé en dirigirme al búnker
para ver si tenía razón.
—No tardé ni un segundo —añadí.
—Cierto. Cuando vi todos los coches negros en la entrada, corrí a la parte trasera y me
sorprendí al escuchar los gritos de Lory en la escalera y a su perseguidor.
—Podrías haber llevado a Lory a un lugar seguro —le dije con tono de reproche.
—Lo hubiera hecho, si ella no hubiera sido tan terca —contestó Damon con una sonrisa.
Sí, Lory era una rebelde hecha y derecha.
—¿Lory? —le pregunté con una mirada seria, exigiéndole una explicación.
—Perdóname, David. Simplemente no podía dejarte atrás. En el momento no se veía nada bien,
pero al final salió todo como esperaba —esgrimió una sonrisa irónica y yo continué mirándola
con seriedad. Los aplausos podían esperar hasta que estuviéramos a salvo. Mi mirada le dejó
claro que sus últimas palabras aún no eran cosa segura.
—¿Cuál es tu plan? —le pregunté a Damon. —Definitivamente no podemos quedarnos aquí.
—Tú eres el jefe —me contestó y yo suspiré fuertemente.
—Qué lástima, esperaba que quisieras tu antiguo puesto de vuelta.
—Dejarlo fue más difícil de lo que te imaginas, pero estás haciendo un buen trabajo.
Me reí en voz alta. —¿Llamas a este caos un buen trabajo?
—¿En serio tengo que recordarte sobre Union City? —preguntó Damon y mi sonrisa
desapareció.
—Mierda, no.
—¿Qué?, esto es un juego de niños comparado con eso.
—¿Qué pasó en Union City? —preguntó Lory. Ni Damon ni yo respondimos a su pregunta.
—Claro, un juego de niños —repetí las palabras de Damon antes de revelar mis cínicos
pensamientos. —Escapar sin refuerzos de una fortaleza de alta seguridad llena de criminales no es
nada.
—Vale, no me digáis qué paso en Union City, pero al menos decidme qué vamos a hacer ahora
—exigió Lory.
—David, sobrevivimos Union City, también sobreviviremos a esto. Mientras Lory se quede
fuera de la línea de fuego, los mercenarios no deberían ser un problema. No son especialmente
listos. Si logramos hacer que vacíen sus cámaras sin que nos disparen, estaremos en casa antes del
almuerzo.
Había perdido la noción del tiempo en la habitación sin ventanas, pero sospechaba que el sol
había salido desde que estábamos en el casino.
Antes de poder responderle a Damon, Lory resopló ruidosamente.
—¡Dejad de ignorarme mientras habláis como si yo no estuviera aquí!
La tomé por los hombros y la miré con atención. —Lory, eres una chica, rebelde y terca, sí,
pero no puedes con estos hombres, créeme.
—¡Puedo ayudar! —protestó Lory.
—¿Cómo?
Lory no tenía respuesta para eso. Recordé cuánto miedo tenía Lory tan solo de ver las armas
que estaban en el búnker. No la culpaba, yo estaba ahí para protegerla, con todos los medios
necesarios.
—Al menos déjame curar tus heridas, para que no te delaten —dijo Lory tímidamente.
—Bien.
Lory desgarró un trozo de mi vieja camisa y limpió cuidadosamente mis heridas. No tenía idea
de cómo me veía, pero a juzgar por la expresión preocupada de Lory, debía estar en algún punto
entre terrible y a punto de morir.
—¿David? —preguntó Damon.
—¿Qué? —no podía apartar los ojos de la mirada preocupada de Lory.
—¿Qué tan bien conoces el casino? ¿Hay alguna salida más rápida que por donde hemos
venido?
—No tengo ni idea. Cuando asaltamos el casino yo solo estuve en la oficina de Godfather. Dex
estaba con los irlandeses en los almacenes mientras Dean y Chase inspeccionaban las otras
habitaciones con los japoneses.
—Terrible.
Damon y yo discutimos varias tácticas y posibilidades con las que podíamos escapar del
casino. Inadvertidos y con la menor cantidad de disturbio posible. También atamos al tipo que me
había 'prestado' su equipo. Lory miró por el pasillo vacío.
—Deberíamos ir por ahí —dijo con confianza, señalando la dirección opuesta por la que
habíamos venido.
—Normalmente confiaría en la intuición femenina, pero las decisiones de Zoey han sido
bastante cuestionables en el pasado... —Damon no terminó su frase, pero todos sabíamos lo que
quería decir—. Es demasiado arriesgado seguir un presentimiento.
Lory nos miró irritada. —Esto no tiene nada que ver con intuición femenina o presentimientos,
sino con razonamiento lógico.
—No es del todo lógico elegir un camino desconocido y esperar a que sea más corto —odiaba
discutir con Lory, pero Damon tenía razón.
—Sois idiotas —Lory se cruzó de brazos—. Pero está bien, si queréis recorrer el camino
largo, entonces no sigamos las señales de salida de emergencia.
Sonreí. —Chica lista.
—De acuerdo, buen plan —admitió Damon.
—Bueno, hagámoslo —dije cargando la Kalaschnikow que el mercenario atado ya no
necesitaría.
—¿Cuándo vienen los refuerzos? —Lory miró a Damon inquisitivamente.
—No hay refuerzos —contestó él apretando los dientes.
—¿No hay? —pregunté irritado.
—No.
—Pensé que le habías enviado a Zoey toda la información que necesitaba en la villa —dije
pensativa. Lory había pensado lo mismo.
Algo no me gustó en el brillo de los ojos de Damon. —Ella no voló conmigo.
Joder. No había refuerzos.
—¿Habéis discutido? —preguntó Lory incrédula.
Damon cargó su arma y salió de la habitación.
—Tenemos que irnos. Entre más ventaja tengamos, mejor.
—Espera —dijo Lory intentando alcanzar a Damon, pero la detuve.
—Déjalo. Podemos hablar de eso después, primero lo más importante.
—Sobrevivir —contestó Lory con decisión.
—Mierda, sí. Sobrevivir.
Capítulo 31 –Lory

Oh, Dios mío! Me sentía como si estuviera en una película de acción: armas por todas partes,
drogas, hombres peligrosos. Desgraciadamente no estaba en ninguna película, sino en la realidad,
una realidad bastante mortal, si no tenía cuidado.
Después de observar el comportamiento de David durante mucho tiempo, llegué a la conclusión
de que era un martes normal para él.
—Toma, ponte esto —dijo David extendiéndome su chaqueta de cuero. Hasta que me la puse
me di cuenta de que me estaba congelando. Era obvio, pues tan solo llevaba unos pantalones
cortos para dormir y camiseta sin mangas, ni siquiera había tenido tiempo de ponerme los zapatos.
El corazón me palpitaba con fuerza en la garganta cuando David me tomó de la mano y me sacó
de la sala de interrogación. Me habría vuelto loca sin la mirada confiada de David. Intenté ser
valiente, pero era más difícil de lo que pensaba. Posiblemente tenía que enfrentarme al hecho de
que no estaba hecha para Hells Kitchen. Por el momento yo era una carga en los hombros de
Damon y David y eso ponía a todos en peligro. Cielos, por mi culpa estábamos en el casino. Si no
hubiera tomado el teléfono de David de su chaqueta, ahora ninguno de nosotros estaría aquí.
Damon estaría con Zoey y David acostado en la cama conmigo.
Yo no era rebelde. En el mejor de los casos, era una saboteadora que empeoraba las cosas, y
en el peor, una terrorista asesina. No importa lo que fuera, el resultado era el mismo.
Caminamos por el pasillo con pasos cuidadosos pero rápidos, siguiendo las señales hasta la
salida de emergencia al final del pasillo, pero estaba cerrada.
—Puta mierda, ¿y ahora qué? —maldijo David.
—Rodeemos —contestó Damon. Pero los pasos que hicieron eco a través del pasillo nos
impidieron hacerlo.
—Todavía no se han dado cuenta de nuestra huída, pero eso cambiará tan pronto disparemos —
dijo David pensativo.
—No tenemos otra opción. O le disparamos al candado o a su gente.
Eché un vistazo más de cerca al candado con el que estaba cerrada la puerta.
—No, lo tenemos —dije pensativa mientras le echaba un vistazo más de cerca al candado
oxidado alrededor de la manija de la puerta. —Puedo abrirlo.
—¿Con qué? —preguntó David.
Me quité un pasador del cabello.
—¿De dónde salió eso? —Damon parecía tan confundido como David.
Sonriendo, ladeé la cabeza. —Siempre tengo pasadores en el cabello. ¿Cómo pensáis que
puedo domar mis rizos salvajes?
Incluso por la noche, algunos pasadores controlaban los rizos más salvajes que amenazaban
con sofocarme en la oscuridad. Seguramente, pues mi cabello era tan rebelde como yo, así que
debía estarse tramando algo.
—Apresúrate —dijo David con la voz apagada mientras los pasos se acercaban.
Inmediatamente me puse manos a la obra. Esta vez realmente quería hacerlo, no solo para
demostrar que podía abrir el candado, si no para enseñarles que era una parte importante del
equipo. No quería ser un parásito molesto o una carga, sino hacer mi parte para salvarnos.
Un segundo después, el candado cedió y David pudo abrir la puerta, mientras Damon apuntaba
el cañón de la pistola al frente.
—Bien hecho, amor —me alagó David sonriendo y mi estómago se estremeció de alegría
porque David demostraba su afecto hacia mí frente a Damon.
Frente a nosotros había una escalera que conducía al piso de arriba. Damon subió primero; lo
seguí y David nos cuidó la espalda. Cuando David cerró la puerta, escuchamos los pasos de los
mercenarios centinelas que aún no habían notado nuestra huída.
Damon siguió adelante mientras David nos respaldaba. Realmente había esperado que la puerta
se abriera, pero la escalera nos condujo a un almacén con docenas de estanterías, contenedores de
exportación y cajas. Nos cubrimos detrás de un enorme y oxidado contenedor justo detrás de la
salida de emergencia. A nuestro alrededor había docenas de cajas de madera. Sabía que una bala
podría destrozar fácilmente la madera; sin embargo, me sentía más segura con las cajas alrededor
nuestro.
—Qué idiotas —gruñó Damon. —Ni siquiera se dieron cuenta de que ya no estaba su guardia.
—Es bueno para nosotros —contestó David. —Veamos cómo está la cosa por aquí.
Mientras yo aguantaba la respiración y esperaba poder liberarnos, David parecía abatido a la
vez que se asomaba desde nuestro escondite.
—Veo ocho hombres, todos armados y con radio.
—Joder. Yo veo cinco hombres del otro lado.
—Así que hay al menos trece hombres, probablemente más.
—¿Dónde estamos? —preguntó David.
Tan silenciosamente como pude, abrí la tapa de una de las cajas. Removí el material de
protección, que consistía en fibras de madera y paja, y encontré muchas armas color negro mate.
Había granadas de mano justo a un lado; ya las había llegado a ver una vez, a diferencia de esas
armas.
Damon silbó suavemente. —Odio admitirlo, pero mi hermano tiene unos contactos jodidamente
buenos si puede conseguir armas del ejército israelí.
—Conozco las granadas, pero nunca había visto armas como estas —susurré.
David tomó un arma. —Esto es una Galil. Algunos las llamarían Kalaschnikow —los ojos de
David exploraron el almacén. —Parece que hemos descubierto el arsenal de tu hermano.
—No solo eso. También hemos descubierto a mi hermano.
Damon cargó su arma con mirada decidida y apuntó a la esquina. Antes de que supiera lo que
estaba pasando, David se abalanzó sobre Damon y bajó el cañón del arma.
—¿Te has vuelto loco? —No tenemos oportunidad contra este ejército. Incluso si Lory supiera
usar las armas, no tendríamos oportunidad.
Asentí apretando los dientes y me odié por haberme rehusado impetuosamente al entrenamiento
en armas de David. Aunque él decía lo contrario, yo sabía que hubiéramos tenido una oportunidad.
—Deberíamos esperar a que David se vaya junto con sus hombres, nos largamos y pedimos
refuerzos —David apeló a la razón de Damon.
—Uhm, probablemente. Espera, algo pasa —en ese mismo momento escuché el motor de una
camioneta.
Damon y David se asomaron sigilosamente sobre las cajas, mientras mi pulso se aceleraba
cada vez más. No quería arriesgarme a ser descubierta por mi curiosidad, así que permanecí
inmóvil.
—Carajo —maldijo David.
—Mierda —susurró Damon a continuación.
—Esto no es nada bueno.
—Bueno ¿qué está pasando? —pregunté con pánico.
David abandonó su posición, fue hacia mí y se frotó las sienes.
—Explosivos. Una jodida enorme cantidad de explosivos. Toda la camioneta está llena. No
tengo idea de qué planea, pero es algo enorme. No podemos simplemente huir.
—Exacto —Damon concordó con la declaración de David.
Oh, Dios, ¿en qué me había metido?
—¿Y qué hacemos ahora? —pregunté con un miedo terrible.
Damon y David respondieron al mismo tiempo, pero con intenciones completamente diferentes.
Mientras Damon pensaba en, de alguna manera, traer todos los explosivos y armas a la villa,
David quería volarlo todo en mil pedazos. Ambas ideas sonaban como una cascada salvaje que yo
prefería evitar.
David negó con la cabeza. —Es demasiado arriesgado meter toda esa mierda en la villa.
Incluso si logramos llegar a la villa, ¿entonces qué? Necesitamos guardar todas las armas. ¿O
acaso enviarás a nuestra gente con armas de alto calibre por la calle?
—No sabemos para qué podríamos usar todo esto, pero sería estúpido no llevarlo con
nosotros.
David negó de nuevo. —No. No permitiré que conviertas la villa en el punto más buscado por
tener más explosivos que en una guerra.
Damon no estaba de acuerdo y los músculos de su mandíbula se tensaron. Pero David aún no
había terminado.
—¿Cuánto crees que tarde Hells Kitchen para hundirse en el caos después del primer intento de
asalto en la villa de los Alfas?
—Mierda, tienes razón —gruñó Damon, infeliz. —Tú eres el jefe.
—Bien, entonces está claro qué haremos con el cargamento de explosivos. Me gustaría hacer
explotar todo el almacén ahora mismo y así deshacernos de nuestros problemas de una vez por
todas.
—Uhm —dije suavemente, levantando la mano para que me escucharan. —¿Por qué no
chantajeáis a Godfather con la evidencia que tenéis contra él? Información a cambio de armas. Ya
sabéis. O le dáis a la fiscalía lo que tenéis en su contra y ellos se encargarán del resto. Si la
evidencia es pública, incluso los policías corruptos no podrán hacer nada al respecto.
David y Damon se dieron una mirada significativa que no me gustó nada.
—¿Se lo decimos? —preguntó Damon.
—Tenemos que hacerlo —contestó David.
—¿Qué tenéis que decirme? —sus miradas serias me confundían.
—No hay evidencia en contra de Patrick —me confesó David. —Tan solo fingimos que había
evidencia en contra de Patrick en el búnker y difundimos el rumor discretamente hasta que llegara
a él, para que así se quedara quieto.
Oh. Eso no era bueno y ahora la situación definitivamente era la peor del mundo.
—Llamémoslo una especie de seguro de vida —agregó Damon.
—Sí. Uno que casi nos cuesta la vida —corrigió David.
—Tal vez. O nos salvó el trasero, porque sin él mi bastardo hermano ya nos habría matado. Así
que tenemos que terminar con Patrick ahora.
—Eso creo.
—Nuestro plan es bueno, pero ¿ya se te olvidó que tiene tipos con armas de alto calibre? —
pregunté por lo bajo.
—Sí, son un problema —admitió David, pensativo.
—Uno que debemos resolver de alguna forma.
—De cualquier forma es suficiente —suspiré. —¿No deberíamos ponernos a salvo primero,
antes de planear lo demás?
—Esta es nuestra mejor oportunidad de golpear a Patrick tan fuerte que nunca pueda
recuperarse —intentó convencerme David.
—Hells Kitchen ya sufrió lo suficiente con mi bastardo hermano. Este es el final, para siempre.
David, saca a Lory de aquí y yo me encargaré del resto.
Con mirada decidida, Damon tomó su arma y yo contuve el aliento. ¿Qué estaba planeando?
¿Acaso era lo que yo creía?
—¡No! —protesté—. ¡Jamás podrás sobrevivir!
—Lo haré, de alguna manera. Lo más importante es que vosotros dos estéis a salvo.
—Zoey te matará si se entera de esto.
Damon suspiró suavemente. Me hubiera gustado darle una bofetada a Damon por su plan
suicida, pero no teníamos tiempo para dramas.
—No tenemos tiempo, creo que Patrick se marchará —dijo Damon.
—Aquí no encontrarás la solución a lo que sea que haya pasado entre vosotros —le dije a
Damon.
—Correcto. No dejaremos a nadie atrás —concordó conmigo David.
—¿Y entonces qué? —preguntó Damon.
Consideré brevemente lo que podíamos hacer. Por mucho que lo deseara, yo no era de mucha
ayuda cuando se trataba de pelear.
Me sobresalté con el fuerte golpe de la puerta de la camioneta.
—Mierda, va a alguna de las otras habitaciones —gruñó Damon enfurecido.
—Bien, al menos no hay una operación suicida —dijo David.
—Entonces jefe, ¿ahora qué?
Silencio. Al mismo tiempo, la sensación de que todo era mi culpa se hacía más grande.
—Si tan solo te hubiera escuchado, David. Entonces podríamos haber escapado de aquí.
David me acarició la mejilla suavemente; su mirada comprensiva calmó los latidos de mi
corazón.
—No, yo estuve mal al tratar de forzar esta parte de Hells Kitchen en ti. Tienes otras
habilidades que son mucho más importantes que saber pelear.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo cuando una idea me vino a la cabeza.
—Puedo arrancar la camioneta, entonces la movemos y tiramos los explosivos en los muelles.
Eso no resuelve el problema de las armas, pero de cualquier manera es un comienzo.
Para entonces ya había demostrado mis habilidades lo suficiente como para que me creyeran.
David me abrazó y me dio un beso en la frente. —Chica lista.
—Vale, eso soluciona nuestra huída, pero ¿cómo eliminamos a los tipos que nos bloquean el
camino hacia la camioneta? —preguntó Damon.
—Podríamos correr y esperar lo mejor.
—¡No! —negué con la cabeza—. Eso terminará en una masacre, no importa qué tan rápido
corramos.
—¿Entonces? —preguntó David.
Pensativa, me mordí el labio y lo consideré. Si lográbamos distraer a los guardias, podríamos
escapar con seguridad. Sin derramar sangre.
Saqué una de las enormes granadas de la caja y la examiné de cerca.
—¿Qué tan rápido puedes lanzarla?
—No lo suficiente, olvídalo —contestó David.
—Qué hay de la explosión, ¿acaso no atraería a todos los hombres aquí?
David negó con la cabeza. —Buena idea, pero no. Los hombres como ellos están preparados
para cualquier cosa. Mientras la mitad busque la causa del golpe, la otra mitad buscará, sin
piedad, en el resto del lugar. Eso bloquearía nuestra salida suficientemente rápido como para que
no podamos escapar.
—Qué mierda.
Tenía la esperanza de que quizás esta grande y pesada pelota nos salvaría.
Si no hubiese llamado a Zoey, no estaríamos pasando por esto. Guau, ¡eso era! Mi plan era
arriesgado y podía salir mal, pero era la mejor opción que teníamos.
—Sé cómo podemos distraer a esos tipos.
Capítulo 32 –David

Soy todo oídos —dije con entusiasmo, pues Lory quería compartir su brillante idea con nosotros.
—Godfather estaba rastreando los teléfonos de Damon y Zoey. Es la única forma en que podría
haber rastreado la dirección para encontrarnos en el búnker, ¿cierto?
—Cierto —confirmé su suposición.
—Entonces podríamos dejar un rastro falso con una llamada, ¿o no?
—Joder, eres brillante.
La besé con alegría ante la idea. Mientras Damon y yo, acalorados como siempre, tan solo
pensábamos en liberarnos, Lory demostraba ser una pequeño genio de la táctica.
Lory me sonrió con orgullo.
—Bueno, yo causé el caos, así que debo asegurarme de que sobrevivamos.
—Por supuesto que vamos a sobrevivir, somos Alfas —dije convencido.
—Mierda, sí —me dio la razón Damon. Se sentía tan bien tener a mi hermano de vuelta a mi
lado. Ojalá volviera a considerar su retiro. Ahora era el mejor momento para demostrarle a
Damon que estaba hecho para esta vida y que el puto Hells Kitchen lo necesitaba.
—Damon, ¿tienes un móvil? —pregunté.
—Sip. Se lo quité al tipo que persiguió a Lory.
Se lo tiró a Lory, quien lo atrapó con una sonrisa. —Gracias. ¿A dónde debería enviar a los
tipos?
—Buena pregunta. Lo más obvio es la villa, por supuesto —dije pensativo. —Pero no
podemos llevar un ejército de asesinos hacia nuestra gente si ellos no están preparados. No
tenemos forma de advertirles.
Damon carraspeó y ambos lo miramos expectantes. —Tampoco podemos enviarlos al búnker.
Seguramente todavía hay tipos buscando evidencia inexistente.
—¿Entonces dónde? ¿Cómo nos deshacemos de los mercenarios sin comenzar una guerra en
Hells Kitchen? —preguntó Lory.
El Dark Room llegó a mi cabeza, pues era el único sitio neutral de Hells Kitchen, en donde
incluso Patrick se lo pensaría dos veces antes de iniciar un tiroteo.
Sí. Después de pensarlo por un momento, llegué a la conclusión de que el Dark Room era una
buena distracción que no provocaba violencia de armas innecesaria.
—Envíalos al Dark Room.
Damon sonrió. —Buena idea.
Lory marcó el número de Zoey, pero antes de que pudiera presionar el botón verde, tomé su
mano y la miré.
—Tienes que sonar realmente asustada y no mencionar a Damon bajo ninguna circunstancia. Sé
breve para que no puedan rastrear nuestra ubicación.
—Sé lo que tengo que hacer, confía en mí.
—Eso hago.
Joder, durante las últimas veinticuatro horas habíamos demostrado innumerables veces que
podíamos confiar el uno en el otro. Confiaba tanto en Lory que le daba lo más valioso que tenía:
mi corazón. Lástima que Lory no lo supiera. Pero eso me estimulaba aún más para salvarnos de
esto, para así finalmente poder decirle lo que sentía.
—Respira hondo —dijo Damon con tranquilidad.
Lory tomó una bocanada de aire. —Le estoy tendiendo una trampa a Godfather, ¿qué podría
salir mal?
—Se escucha como tú, David —Damon me guiñó el ojo y no pude ocultar mi estúpida y
orgullosa sonrisa. Luego nos quedamos en silencio para que nuestras voces no delataran a Lory.
—¿Zoey? —preguntó, después de mucho tiempo en completo silencio. —Zoey, estamos en
problemas. El tipo de problemas de los que nos escondíamos, pero ya nos han alcanzado. Estamos
escapando del casino, no preguntes, larga historia, llegaremos al Dark Room lo antes posible.
Necesitamos refuerzos, ¿me oyes? ¡Tengo que colgar!
Con un suspiro, le devolvió el teléfono a Damon.
—Me convenciste —le dijo y asintió con aprobación.
—Estuviste jodidamente genial —concordé con Damon.
—Esperemos que haya sido suficientemente bueno para engañar a Godfather.
Nos cubrimos cuando escuchamos los pesados pasos a través de la puerta de la salida de
emergencia. Los pasos eran más rápidos de lo habitual para ser una ronda de vigilancia; se habían
dado cuenta de nuestra fuga. Había buenas posibilidades de que el plan de Lory funcionara. En mi
mente, puse a Lory y Dex juntos para nuestras siguientes misiones. Con el cerebro estratégico de
Dex y la buena intuición de Lory, los Alfas no tendrían problemas inesperados en el futuro.
No nos tomó mucho tiempo escuchar a Patrick salir de una de las habitaciones traseras,
azotando la puerta tras él. Mierda, estaba jodidamente enfadado y ordenó a sus hombres que se
reunieran. Honestamente, me daba una buena sensación verlo tan furioso, aun cuando eso lo volvía
más peligroso.
—¿Qué clase de idiotas sois? —espetó Patrick a los mercenarios que se reunían a su alrededor
—. Teníais solo un puto trabajo, ¡y lo habéis arruinado!
Silencio. Nadie se atrevía a contradecir a Godfather. Desde antes Patrick había sido impulsivo
e impredecible, pero parecía que lo había perfeccionado aún más durante los años.
—¿Qué estáis esperando? Id al Dark Room y encargaos del problema. ¡Discretamente! ¿Lo
habéis entendido?
—Sí, señor —respondieron los mercenarios, algunos más motivados que otros.
Diez minutos después, el almacén estaba vacío. Tan solo Godfather se quedó haciendo una
llamada. Con quienquiera que estuviera hablando, Patrick intentaba calmar a la persona al otro
lado de la línea. Desgraciadamente, Godfather seguía caminando tan cerca de nuestro vehículo de
escape, que Lory no tenía forma de acercarse sin ser vista.
—Necesitamos distraer a Patrick —Damon soltó el nombre de su hermano como si tuviera un
sabor amargo.
—Esta es nuestra única oportunidad —dije y asentí a Damon. Cargamos nuestras armas y nos
pusimos de pie.
Lory alternó la mirada entre ambos.
—Esperad, ¿qué?
—Tenemos que distraer a Patrick para que puedas acercarte a la camioneta sin que te vea.
—¡Ese no era nuestro plan! Esperemos, quizás regrese a su oficina.
Negué con la cabeza. —No funcionará. Tan pronto noten que no estamos en el Dark Room,
sabrán lo que está sucediendo y regresarán. Esta es nuestra única oportunidad.
Lory me lanzó una mirada despectiva y recorrió mi rostro sopesando si valía la pena hacer una
propuesta. Luego asintió—, Vale.
—Escóndete y espera a mi señal —ordené y Lory asintió.
Damon y yo pasamos corriendo por los contenedores, cuando Lory me llamó de nuevo.
—¿David? —mi corazón se detuvo un momento cuando creí que diría las palabras para las que
yo había sido demasiado débil. —Ten cuidado.
—Tú también. Y si algo sale mal, vete sin nosotros ¿entendido?
—Nunca —contestó Lory con una mirada rebelde, dejándome claro que era inútil discutir.
Damon suspiró suavemente cuando nos alejábamos de Lory para rodear a Godfather, que
estaba en el centro del almacén.
—¿Sabes de qué me arrepiento más?
—¿De haberme dado tu puesto? —pregunté.
—No, de haber dejado a Zoey sin decirle que la amo.
—Jódete con tu mierda sentimental.
—No me engañas, David y, sobre todo, no te engañas. Lo veo en tus ojos.
Era difícil creer que Damon y yo estábamos teniendo este tipo de conversación. En pocos
meses todo había cambiado, nosotros habíamos cambiado; negarlo era imposible.
—Aun así —dije más casualmente de lo que pretendía. —Ahora no tenemos tiempo. Me
pondré al día si sobrevivimos.
—Definitivamente deberías hacerlo. Si morimos ahora, eso es de lo que más te arrepentirás.
Aunque sabía que Damon tenía razón, no respondí nada, tan solo rodeé uno de los contenedores
para emboscar a Patrick por la espalda.
Seguía hablando por teléfono. Bien, porque eso hacía que su atención estuviera bastante lejos
de su arma. Esperé a que Damon estuviera en posición para encubrirse y luego abandoné mi
escondite.
Ahora era todo o nada.
—Por favor dame una razón para no dispararte —dije apuntando al torso de Patrick con mi
Kalaschnikow. Me moví para que Patrick se viera forzado a darle la espalda a la camioneta y así
Lory pudiera pasar desapercibida.
—Cariño, debo colgar. Parece que mi problema ha llegado directo a mis brazos —dijo
sonriendo y dejó caer su teléfono inteligente al suelo.
—Tenemos que hablar —gruñí.
—Oh, por favor, saltémonos este discurso de eres-una-mala persona-y-deberías-morir y
mejor dispárame de una vez, ¿vale?
—Sería un placer.
Mi arma hizo un característico clic cuando la cargué. Maldición, me encantaría atravesarlo con
una bala de una vez, por todas las cosas que le había hecho a Lory, y también por el desastre que
había provocado en Hells Kitchen, pero me contuve.
Yo no estaba cerca de ser un santo, pero tampoco era un asesino demente como Godfather.
—¿Qué estás esperando entonces? —preguntó Patrick desafiante.
Estoy esperando a Lory.
Capítulo 33 –Lory

Cuando David me dio la señal, sentí un escalofrío y salí corriendo del escondite hacia la
camioneta. Godfather estaba tan cerca tras el automóvil, que podía escuchar su voz.
Me sorprendió ver que la puerta del conductor no estaba cerrada. ¡Genial! Tal vez incluso el
conductor había dejado la llave puesta; después de todo, el automóvil estaba estacionado en el
almacén del casino. Aquí nadie se atrevía a robar algo que perteneciera a Godfather. Bueno, casi
nadie, porque Damon, David y yo no solo queríamos la camioneta, sino todo su arsenal de
explosivos completo.
¿Qué dirían mamá y papá si me vieran ahora? Hells Kitchen me había contagiado, sin dudas,
pero no solo era Hells Kitchen, también David. El hombre que hacía que mi corazón diera un
vuelco cada vez que sus oscuros ojos marrones me miraban.
Abrí la puerta del automóvil tan silenciosamente como pude y la desilusión se extendió por mi
cuerpo cuando no pude encontrar la llave.
Hubiera sido demasiado bueno.
El conductor se había llevado la llave, así que tenía que utilizar los cables. Aunque cada vez
me acostumbraba más a la adrenalina en mi cuerpo, me seguían temblando las manos. Me obligué
a tomar respiraciones calmadas y profundas.
¿Había alguna posibilidad de que me acostumbrara a todo esto en algún momento? ¿Tiroteos,
tipos llenos de testosterona y el conocimiento de que las personas que amaba estaban en peligro?
No. ¿O sí? ¡Daba igual! Podía preocuparme por eso cuando estuviéramos a salvo otra vez. Ahora
tenía que concentrarme en encender la camioneta con los cables.
Si fallaba, estábamos perdidos.
Sin presión, Lory.
Silenciosamente, retiré la cubierta de plástico debajo del volante para tener acceso a los
cables. Al buscar la navaja en la chaqueta de David, me topé con el frío metal de la granada de
mano, a la que me había aferrado por si acaso.
Empujar la palanca, quitar el seguro, tirarla y cubrirse. Así de fácil.
Bueno, David. Quizás para ti era sencillo porque creciste en este infierno.
Después de cortar los cables, presté atención a lo que decía David. No podía arrancar el
vehículo ni demasiado pronto ni demasiado tarde.
—Mierda, estás listo para traicionar a tu propia familia —gruñó David.
—Hoy estás particularmente audaz y despierto, ¿o no Sherlock? —contestó Patrick.
—Es hora de acabar con esto.
Me tensé y contuve el aliento. ¿Esa era mi señal? En cualquier caso, la voz de David se acercó.
Pero aún no escuchaba a Damon. Todo lo que sabía era que Damon y David se habían separado en
el pasillo. Escuchaba la voz de David, pero Damon seguía oculto para mí.
—Bien, terminemos rápido y sin dolor —dijo Godfather amargamente.
—Ojalá tuviéramos más tiempo... —dijo David con voz amenazadora, dejando la frase en el
aire. Vaya, se me puso la piel de gallina; David sonaba tan peligroso en ese momento. Esa era mi
señal, claramente. Al siguiente momento, arranqué la camioneta. Me sorprendí porque saltó hacia
atrás, provocando que mi cabeza se estrellara contra el volante.
¡Maldita transmisión manual!
Un momento después escuché una descarga de disparos. Me deslicé en el asiento del conductor
y contuve el aliento lo más que pude. La puerta del conductor se abrió y grité cuando me di cuenta
de que no era David quien me sacaba del coche.
—¡Ya me estaba preguntando dónde estabas! —vociferó Patrick. Me tomó firmemente por el
cabello y me sostuvo como un escudo frente a él, presionaba el frío cañón de su pistola contra mi
sien.
Apenas me atrevía a respirar, con miedo por si me disparaba.
—Si te quedas quieta, tal vez sobrevivas, ¿entiendes?
—Sí —jadeé.
—¡Te he preguntado si has entendido! —me gritó Godfather en el oído y me estremecí.
—¡Sí! —contesté más fuerte. El darme cuenta de que había fallado me dolía tanto que me
paralicé. Tan solo mis ojos obedecían, buscando a David desesperadamente.
—Lo diré una vez más: ¡Suelta a Lory! —la voz de David era helada. Parecía tranquilo, casi
como si fuera Don Inaccesible otra vez, solo que ahora yo podía ver a través de su máscara. Sus
ojos brillaban con ira y su corazón palpitaba por mí.
Ojalá hubiéramos hablado sobre las cosas que ambos cargábamos en el corazón.
Para no ponerme en peligro, David apuntó con su arma al suelo.
—Déjala ir —le exigió David a Godfather.
—Ya lo has dicho dos veces —yo no veía a Godfather, pero por su tono de voz, me di cuenta
de que le sonreía a David.
—¡Jódete!
—¿Qué tal si pones el arma en el suelo y te jodes tú? —preguntó Patrick. Para darle más poder
a su sugerencia, presionó con más fuerza el cañón de su arma contra mi cabeza.
Tenía miedo, sí, pero la rabia porque alguien me apuntara con su arma, era mucho más grande.
—¡De ninguna manera escuches lo que dice! —le supliqué a David. Bajo ninguna circunstancia
podía dejar su arma, porque entonces perderíamos nuestro único medio para ejercer presión.
—Creo que deberías dejar tu arma en el suelo —opinó Damon, saliendo de su escondite.
—Ay, hermanito del alma, finalmente estás aquí. Tardaste mucho. ¿Ya me dirás qué estáis
planeando?
Los ojos de Damon se entrecerraron hasta convertirse en rendijas estrechas.
—No estamos planeando nada, maldición. Pero si dejas ir a Lory, tal vez, solo tal vez, saldrás
vivo de esta.
Patrick soltó una carcajada como si Damon estuviera bromeando. Luego, de repente se quedó
en silencio y me sujetó más firmemente contra él.
—¡Deja de bromear conmigo! ¡Lo digo en serio! ¡Bajad vuestras armas o le meteré una bala en
la cabeza!
David y Damon cruzaron una breve mirada, luego dejaron sus armas en el suelo, lo que me hizo
llegar a una sola conclusión: Patrick en serio estaba listo para matarme.
—No —susurré, negando suavemente con la cabeza. Nuestras oportunidades eran escasas, pero
sin armas teníamos aún menos posibilidad de sobrevivir.
—Oh, vaya Lory... tienes que importarle mucho a David para que te defienda así. No sé si
David ha defendido nunca a alguien de este modo. —Por encima del hombro miré a Patrick, quien
sonreía ladeando la cabeza. —Ahora que lo pienso, jamás había defendido a nadie que no fuera
mi hermano bastardo.
Ignoré a Patrick y miré a David con reproche. —No deberías haber hecho eso.
Él miró con furia su arma. —Lo siento, no puedo ponerte en peligro.
Bueno, ya era muy tarde para eso. Habíamos perdido la única ventaja que teníamos.
—Bravo, ahora empujad las armas hacia mí —ordenó Godfather.
David dudó por un momento antes de dar una patada a su arma para que se deslizara por el
suelo. El arma de Damon la siguió.
—Ahora de rodillas —dijo Patrick con tanta satisfacción que David gruñó enfadado, mientras
que los ojos furiosos de Damon eran más mortales que nunca.
—¡Vas a pagar por esto! —bramó David.
—Mierda, ¡pagarás dos y tres veces por esto! —agregó Damon.
—No, no lo haré. Pero ¿sabéis lo que sí haré ahora? Me iré con la pequeña y, mientras tanto,
podéis pensar en qué hacer. Podéis esperar y no hacer nada, pero estoy seguro de que sabéis que
entonces ella morirá. Eso, o reunís toda la maldita evidencia y me la entregáis en bandeja de plata.
Lo quiero todo. Incluyendo una explicación de por qué mi hermano del alma desapareció por tanto
tiempo.
—Damon estaba de vacaciones —dije, lo que hizo reír a Patrick.
—Eso es lo que David ha intentado hacerme creer. Pero no, maldición, nada ni nadie puede
sacar a Damon de Hells Kitchen. Al menos no mientras esté vivo.
—No es ningún secreto que no tengas idea de lo que son los sentimientos —respondió David
con gravedad.
—Obviamente tú eres el que no tiene idea, pues gracias a tu afecto, ahora yo tengo la ventaja.
Patrick se aferró con tanta fuerza a mi cabello que dejé escapar un grito.
Inmediatamente David levantó las manos. —No le hagas daño.
—No te preocupes, mientras hagáis lo que os he pedido, no la lastimaré, o al menos no tanto.
Miré de cerca a David, pues quería matar a Patrick. Su mandíbula estaba tan tensa que le
sobresalían los músculos y su respiración era tan acelerada que le temblaba todo el torso.
—¿Qué quieres? —preguntó David.
—Sabéis exactamente lo que quiero. La evidencia en mi contra, para que finalmente pueda
destruir su red de trabajo.
—No le déis nada —ordené a ambos con una mirada seria. —Si hacéis lo que él dice, será el
principio del fin. —Todos lo sabíamos, pero solo yo me había atrevido a decirlo en voz alta.
—Y si no lo hacéis, os matará —dijo David.
—Qué bueno es tenerte repitiendo lo obvio para todos nosotros —dijo Patrick.
Con cada frase que escupía Patrick, entendía mejor la razón por la que todos los Alfas
enfurecían al tan solo pronunciar su nombre. Yo estaba a punto de olvidar mis modales, y el arma
contra mi cráneo, para darle un puñetazo en el estómago.
—Bueno, fue un placer volver a hablar contigo, Damon, pero creo que debemos irnos. La gran
reunión familiar tendrá que esperar un poco más —Patrick me empujó bruscamente hacia adelante.
—Sé una buena chica y abre la puerta.
—Vas a matarme tan pronto tengas la evidencia, ¿cierto? —le pregunté, tan silenciosamente que
solo Patrick pudo oírme. Quería saber la verdad. ¿Era la última vez que podía mirar a David a los
ojos? ¿Acaso este era mi último aliento? Al menos, usar su chaqueta me tranquilizaba, de alguna
manera.
—Ay mi dulzura, ¿ya te infectó David con su pesimismo crónico?
—No soy pesimista ni mucho menos tu dulzura, pero pienso de forma realista —le espeté.
—Eso es justo lo que David diría. Ahora abre la maldita puerta y averiguaremos si puedes
sobrevivir.
Lentamente, como si pudiera retrasar lo inevitable, abrí la puerta trasera de la camioneta, que
contenía kilos de explosivos.
—Entra —me ordenó. Vacilante, me volví hacia David, intentando leer su expresión seria.
Sabía que David se arrojaría a pelear si alguien más estuviera en mi lugar, pero no quería
arriesgarse a que me pasara algo.
—Te amo —gesticularon mis labios.
—Joder —gruñó David, mirando a Patrick, listo para pelear.
Patrick chasqueó la lengua y dejó de apuntarme a la cabeza, dirigiendo el cañón de su arma
directo a mi corazón.
—Tarde o temprano le romperás el corazón, pero si no te controlas, lo haré yo, ¿entendido?
—Entendido —David se inmovilizó inmediatamente.
—David jamás me romperá el corazón —le aseguré a Patrick.
Le sonreí a David, quien me miraba con orgullo, haciendo que mi corazón latiera con fuerza.
—No seas tan ingenua, pequeña. David rompe reglas, huesos y corazones por igual. ¿Qué tiene
que ofrecerte, de todos modos?
—Muchas cosas —resoplé—. Tantas, que estoy dispuesta a arriesgarlo todo.
Antes de que Patrick pudiera reaccionar, saqué la granada del bolsillo de la chaqueta, quité el
seguro y la dejé caer a un lado. Lo único que detenía la explosión de la granada era mi mano, que
seguía presionando la palanca.
—Mierda, ¡estás completamente loca!
Incluso David me castigó con una mirada enfurecida. —¿Has perdido la cabeza?
—No, solo estoy asegurando igualdad de oportunidades —expliqué sosteniendo la granada en
alto.
Mi corazón latía desbocado. Tan salvajemente como solo había latido una vez, durante mi
primer beso con David.
Aunque el arma de Patrick seguía apuntando a mi corazón, me volví hacia él. Hice que me
mirara a los ojos para que notara mi determinación.
—Si me matas, nos matarás a todos.
Guau. Me sentí más que bien, me sentí, como diría David, ¡jodidamente genial!
—Te estás marcando un farol —dijo Patrick. Trató de ocultar lo irritado que realmente estaba
por mi forma de actuar. Y para ser honestos, eso era lo que más me sorprendió.
Escuché mi corazón y ya no había miedo ni ira, tan solo sitio para mis sentimientos por David.
Tenía que haber más tiempo para nosotros, y yo lucharía por ese tiempo.
—¿Estás seguro de que quieres averiguarlo? Escucha mi acto de caridad: le devuelves el arma
a David, él y yo volvemos a la villa y tú puedes hacer lo que te dé la gana. En otro lugar.
—¿En serio tienes huevos para hacerle una propuesta a Godfather?
—Tengo ovarios y una granada. Y en caso de que nadie te lo haya dicho, las mujeres tendemos
a tomar decisiones muy emocionales.
—Mierda, David. Comienzo a ver lo que te gusta de ella.
David no dijo nada, lo que hizo que Patrick riera. —Ya le dijiste que la amas, ¿no?
Incluso a la distancia podía ver cómo se tensaban los músculos de David. Nunca lo había visto
tan enfurecido, siquiera cuando discutíamos entre nosotros o contra sus sentimientos.
—¿Entonces? —pregunté y me interpuse entre David y Patrick.
—Eso no va a pasar, cariño.
No esperaba que tan solo se negara. En mi imaginación, lo impresionaba tanto que Godfather
cedía ante todas mis demandas.
—Entre más discutamos, más se me cansará la mano.
—Y más me enfureceré yo —gruñó David en el fondo.
Patrick dio un paso a un lado y apuntó a David con su arma.
—Dame la granada o morirá.
—Si lo matas, ya no tendré motivos para vivir —lo amenacé de nuevo.
—Créeme, conozco el corazón de mi hermano tan bien como para saber que os dijo que no
explotaréis nada aquí. Damon quiere el material para él.
—Tienes razón, Damon quería llevar todo a la villa —dije y respiré hondo. —Pero Damon ya
no es el líder de los Alfas y ya no tiene nada que decidir aquí. Estás hablando conmigo.
Algo cambió en la mirada de Patrick. —Yo me quedaré con mi arma, tú con tu granada.
Vosotros salid por la puerta principal y yo por una salida lateral.
Asentí a Patrick, quien desapareció detrás de la camioneta. Mientras nos dirigíamos a la
puerta, David me miró fijamente.
—Te amo, Lory.
—¿En serio debo tener una granada en la mano para que me digas eso?
Actué con calma, pero en el fondo estaba bailando samba. David acababa de decir las dos
palabras que yo tanto había esperado. En caso de que ahora fuera el fin, moriría feliz. Justo en ese
momento salieron chispas de la pared a mi lado.
—Todos vosotros estáis muertos —siseó Patrick detrás del automóvil, mientras nos disparaba
nuevamente. La rata seguramente había decidido que estábamos a suficiente distancia como para
no ponerlo en peligro directamente.
Sin pensarlo, arrojé la granada debajo del coche y tiré de David hacia la salida. Por el rabillo
del ojo alcancé a ver a Patrick entrar en pánico, tratando de sacar la granada para volver a
bloquearla.
—¿Qué hiciste? —preguntó David en shock.
—Lo que viste —contesté.
Corríamos tan rápido que los pulmones me ardían y, al mismo tiempo, el mundo que nos
rodeaba parecía haberse detenido. Debería haber sentido miedo por mí, por Damon y David, que
finalmente daban frente a sus sentimientos, pero solo podía pensar en una cosa.
Yo también te amo, David.
Por primera vez sentía lo profundos que eran los sentimientos entre ambos. Todo lo que había
sucedido antes se desvaneció y me quedó claro que nunca antes había amado a ningún hombre,
porque lo que antes yo había llamado amor era tan solo un sentimiento de enamoramiento, pero
nunca hacia la persona.
De un segundo a otro, mis pies dejaron de tocar el suelo. Hubo un estruendo y después no
escuché nada. Estábamos tumbados frente al pasillo, que ardía como una vela, y David me
abrazaba protector.
Sentía como si me hubiera quemado bajo el sol durante años, el impacto me había sacado todo
el aire de los pulmones, pero estaba feliz de que David y yo estuviésemos juntos.
Capítulo 34 –Zoey

Había tenido un mal presentimiento toda la mañana y la llamada de Lory confirmaba que algo
había salido mal.
¡Por favor, por favor, por favor que todo esté bien!
Lory estaba escapando de Godfather, el hombre más poderoso de Hells Kitchen. Era de un
calibre muy diferente al de Joel, en ese entonces. Aunque sabía que David estaba con ella y podía
protegerla, me sentía enferma solo de pensarlo. No sabía si Damon estaba con ellos, presentía que
así era, pero no había pruebas. No había aparecido desde que huyó de nuestra cabaña. Ni conmigo
ni con los otros Alfas.
Sucios muros de ladrillo y callejones oscuros pasaron frente a mí mientras miraba por la
ventana. Conducíamos tan rápido que el Dark Room literalmente parecía saltar hacia nosotros
entre más nos acercábamos.
¡Con suerte llegaríamos a tiempo!
—Créeme, si alguien sobrevive, serán David y Damon —dijo Dex dándome unas palmaditas
alentadoras en el muslo.
Asentí y esgrimí una sonrisa a medias.
—Lory no mencionó a Damon explícitamente.
Al menos había reunido el coraje para seguir a Damon, aunque fuera en un vuelo posterior.
Inconscientemente acaricié el pequeño bulto de mi vientre, en donde estaba creciendo un pequeño
milagro. Nuestro milagro.
—¿Dónde más iba a estar Damon, si no era con David? —preguntó Dex mientras conducía por
Hells Kitchen.
Me encogí de hombros. —No tengo idea. Quizás tuvo suficiente de todo.
Quizás tuvo suficiente de mí…
Obviamente no me atrevía a decir mis pensamientos en voz alta, pero las dudas en mi interior
amenazaban con romperme.
—Estará ahí —Dex asintió con confianza sin apartar la mirada de la carretera. A diferencia de
los otros Alfas, Dex era mucho más tranquilo y silencioso. Normalmente agradecía su actitud
sensata y sus nervios de acero, pero justo eso era lo que volvía a Dex tan inexpresivo, por lo que
yo no sabía cómo evaluaba nuestra situación realmente.
Al mirar por el retrovisor comprobé todos los automóviles que nos seguían. Todos los Alfas,
Golden Dragons y Green Brothers que habíamos logrado reunir en tan corto tiempo. Sí, era
reconfortante saber que docenas de hombres venían detrás de nosotros dispuestos a salvar al amor
de mi vida, a mi única amiga y a David. Pero no era lo suficientemente reconfortante como para
eliminar mis crecientes náuseas.
El Dark Room se acercaba terriblemente rápido, y cuando eché un vistazo al velocímetro supe
por qué. Dex conducía mucho más rápido de lo permitido.
Cielos, ¡la tensión casi me destrozaba!
—Créele, Zoey —comenzó Yuki, sentada en el asiento trasero mientras pulía su pistola dorada,
hasta darle un perfecto acabado. —Damon se siente mágicamente atraído por el caos, ¿y dónde
hay más caos que en el casino?
—Odio admitirlo, pero Godfather nos engañó —dijo Dex bruscamente. Lo que estaba
haciendo el hermano de Damon nos enloquecía a todos, pero a nadie tanto como a los Alfas, pues
Patrick había sido parte de ellos en el pasado.
Yuki asintió. —Es cierto. El casino sería el último lugar en el que buscaríamos.
—Por suerte Lory nos dio una pista —dije exhalando con alivio. ¡Ojalá Lory estuviera bien!
David estaba con ella, sin embargo, corría un enorme peligro. Hells Kitchen simplemente no era
un lugar para chicas como nosotras.
Aunque Dex pisaba el acelerador a fondo, mientras los alrededores pasaban junto a nosotros
como sombras y colores, el camino al casino nunca se había sentido tan largo.
—¿Sabes qué es lo que menos quiero admitir? —preguntó Dex.
—No, pero estoy segura de que nos lo dirás ahora —bromeó Yuki con una sonrisa.
¿Cómo podían mantenerse tan tranquila, tan inquebrantable, incluso ahora? ¿Acaso Damon y yo
habríamos discutido si yo tuviera la misma confianza que Yuki? Esperaba tener la oportunidad de
averiguarlo. Damon me había dado una opción y yo no había tenido alternativa más que seguirlo.
La familia no solo era lo más importante para él, sino también para mí. Mi pequeño milagro debía,
no, tenía, que crecer con papá Damon y tía Lory. Ellos eran la familia que yo misma no había
tenido, y nuestro hijo merecía crecer feliz. Entre más nos acercábamos al casino, más podía sentir
que Damon estaba ahí. La certeza me quemaba la piel. ¡Estaba dispuesta y decidida a dar todo por
mi familia!
Un estallido me arrancó de mis pensamientos.
—¿Qué fue eso? —pregunté agitada.
Antes de que alguien pudiera responder, vi la enorme explosión detrás del casino.
—Oh, Dios. Eso se ve mal —dije con la voz ahogada.
Yuki cargó su pistola. —No te preocupes, a mi más bien me parece que Damon se ha ocupado
de todos nuestros problemas.
—¿Dex? —lo miré inquisitivamente.
—Hay buena posibilidad de que Yuki tenga razón.
Ambos estaban más confiados con la idea de que Damon había sobrevivido, pero yo veía a mi
familia en llamas. Sin importar cuál fuera el resultado, ¡esa imagen me perseguiría el resto de mi
vida!
David condujo el todoterreno lo más lejos posible de la explosión, con todos nuestros
refuerzos siguiéndonos. Los primeros hombres salieron de los vehículos y comunicaron sus
posiciones por la radio.
Todo parecía tranquilo, así que aflojé mi cinturón de seguridad y, en contra de mi buen juicio,
salí del todoterreno para buscar a Damon.
—Zoey, ¡en tu condición deberías tener más cuidado! —Yuki me advirtió mientras Dex nos
miraba confundido.
—¿Condición?
—No sé de qué hablas, Yuki —contesté con sorpresa. Excepto por Lory, quien me había hecho
una enorme promesa, nadie conocía mi secreto.
El rostro helado de Yuki se derrumbó por un segundo; debajo apareció una expresión
preocupada con cálidos ojos marrones.
—Bueno. Me quedaré cerca de ti. Damon me mataría si no lo hago. Además, todavía tengo una
cuenta pendiente con David.
No sabía a qué se refería Yuki con eso, pero su expresión gélida estaba de vuelta mientras
cargaba su Desert Eagle dorada.
Instintivamente me dirigí hacia la explosión, seguida por Yuki y algunos Alfas que aseguraban
el área. No hubo forma de detenerme cuando vi unos cuerpos inmóviles frente al almacén. Corrí lo
más rápido que pude hacia el almacén.
—¡Damon! —grité jadeante. Ningún movimiento. —¡Damon! ¡Por favor, di algo!
—Zoey, ¡no tan rápido! Puede ser una trampa —dijo Yuki detrás de mí. Pero me daba igual.
Tenía que ir con Damon, ¡simplemente tenía que hacerlo! Era el amor de mi vida y el padre de
nuestro futuro hijo, tenía que saber que estaba bien.
Entre más me acercaba, mayor era la certeza de que era mi familia la que estaba tirada en el
suelo. Primero fui con Lory y David, quien la abrazaba de forma protectora. Su rostro estaba
cubierto de sangre. Nunca lo había visto tan mal, ni siquiera después de una noche en el Club de
Lucha, pero exhalé con alivio al sentir el pulso en su cuello. Con cuidado, empujé a David a un
lado para ver cómo estaba Lory. También había heridas de guerra en el rostro de Lory, tenía el
labio partido y la frente hinchada, pero aún respiraba.
—Vuelvo enseguida. Yuki cuidará de vosotros —les dije a los dos, aunque probablemente no
podían escucharme. Yuki asintió mientras yo me levantaba y caminaba hacia Damon. Los pasos
hacia Damon eran los más difíciles que jamás había dado. Sin saber si... ¡ay, Dios! ¡Damon estaba
vivo! Era un guerrero, era la persona más fuerte que conocía. Si alguien podía sobrevivir a una
explosión, era él.
—¿Damon? —la voz me temblaba de miedo.
Damon yacía inmóvil con la cara contra el asfalto. Lo moví para colocarlo bocarriba y mi
corazón se detuvo un instante cuando parpadeó.
—Ya estoy muy mayor para toda esta mierda.
¡Nunca me había sentido tan feliz de escuchar la voz seria y pesimista de Damon!
—Por Dios, Damon. ¡No me vuelvas a hacer esto! —suspiré.
—¿Zoey? —Damon todavía estaba abrumado. —¿Eres tú, Zoey?
Asentí con energía y dejé que las lágrimas fluyeran libremente. —Sí, soy yo.
—¿Estoy en el cielo? Estoy....
Acaricié su mejilla, frunciendo el ceño. —No, estás en el casino.
—Qué bien. No conozco a nadie que esté en el cielo.
El humor cínico de Damon era una buena señal. Pero su mirada determinada me asombró.
—¿Zoey? No me odies porque me fui, ¿vale?
Oh, Damon. ¿Cómo podría odiarte?
Además, yo era la que tenía que disculparse por no haberlo seguido cuando me necesitaba
tanto.
—Nunca. ¿Lo olvidas? Soy tu problema, no te librarás de mi tan rápido.
—Eres el mejor problema que me pudo haber pasado —Damon acarició mi mejilla con amor.
Se sentó y miró alrededor. —Puta mierda, ¡David y Lory!
Lo detuve cuando intentó ponerse de pie. —Ambos están bien hasta ahora. Por favor, tómalo
con calma. La explosión debe haber sido bastante violenta. Estoy segura de que todos tenéis
contusiones, quizás incluso....
Damon cerró mis labios con un beso antes de que pudiera mencionar las innumerables heridas
que todos podían tener.
Oh, Dios, este beso era todo lo que quería en la vida.
¿Podría este momento no terminar nunca?
—Damon, lamento mucho la forma en que me he comportado últimamente.
—No lo sientas, pero ya dime qué pasa, mi pequeña misteriosa.
—Sí —dije—. Pero solo si tú me dices por qué actuabas tan extraño, ¿vale?
—Tú primero —me animó Damon.
Esta situación parecía lo más distante al momento perfecto, pero se sentía correcto.
—No solo tienes un problema, sino un enorme problema, yo... y uno que irá creciendo con el
tiempo.
Damon me examinó con una mirada crítica. —Espera, ¿qué?
Tomé su mano y la coloqué sobre mi vientre. —Estoy embarazada.
—Joder.
Mi corazón se contrajo. ¿Joder era todo lo que tenía que decir? Vale, lo admito, yo esperaba
más euforia.
—¿Damon? ¡Di algo por favor!
—¿Hace cuánto que lo sabes? —preguntó.
—Lo suficiente.
Damon acarició suavemente mi estómago, casi con asombro.
—¿Así que me lo ocultaste tanto tiempo?
—Sí —suspiré—. No te alegras, ¿o sí? La alegría se ve diferente, incluso en tipos peligrosos e
inexpresivos como tú.
—Así es. No es alegría, sino arrepentimiento.
Damon tomó mi barbilla, obligándome a mirarlo a los ojos. —Me arrepiento de no haber
notado antes lo que te sucedía. Me arrepiento de haberme perdido las primeras semanas de
nuestro hijo. Me arrepiento de no haberte dado la seguridad de revelar tu secreto antes. Pero sobre
todo me arrepiento de no haber encontrado el coraje para pedirte que formes parte de mi vida para
siempre.
Sacó un pequeño estuche de terciopelo de su bolsillo y lo abrió. Del interior salió el anillo más
hermoso que jamás había visto en mi vida.
Dios. Ese pequeño y brillante diamante me dejó sin aliento.
—Chica con corazón de guerrera, ¿aceptarías ser mi esposa?
—¡Sí! Por Dios, ¡por supuesto que quiero ser tu esposa!
Después de la propuesta perfecta colocó el anillo perfecto en mi dedo y me sonrió con su
sonrisa perfecta.
—Al fin encontramos el momento perfecto.
—Maldición, ¡ya era hora!
Abracé a Damon mientras las lágrimas corrían por mis mejillas. Solo que ahora eran lágrimas
de felicidad las que empapaban la camiseta de Damon.
Los besos de Damon nunca habían sabido tan bien, ni sus manos habían sido tan dulces como
en ese momento.
—¿Damon? —pregunté cuando nos separamos.
—¿Sí?
—Sigamos viviendo en la villa. Con nuestra familia, ¿sí?
—Mierda, sí.
—Y no vayas a maldecir ni una sola vez enfrente de nuestro hijo —le advertí con seriedad.
—Creo que deberíamos enseñar a maldecir como un marinero a Damon Júnior lo antes posible.
Después de todo, en algún momento él manejará todo el negocio.
—¡De ninguna manera! —protesté. —Nuestro hijo será un renombrado veterinario, quizás un
investigador o un piloto de carreras, pero te aseguro que no será un líder de la mafia.
Damon se inclinó hacia adelante y miró mi barriga. —Todavía estoy negociando con tu mamá,
¿vale?
Me reí mientras los otros Alfas nos alcanzaban y David y Lory lentamente volvían a sus
sentidos.
Finalmente estaba en casa junto a la familia que amaba.
Capítulo 35 –David

Fragmentos de imágenes sin conexión entre ellos pasaron frente a mis ojos, mientras el dulce
aroma de Lory me envolvía. Lentamente recuperé la conciencia y entendí lo que acababa de
suceder.
¡Demonios! Lory había volado el almacén y nos había salvado a todos.
Mi pequeña y valiente rebelde había terminado con Godfather. Me hubiera gustado ver el
rostro de Patrick cuando sus jodidas armas salieron volando frente a sus ojos.
El aroma de Lory se hizo cada vez más presente, junto con el olor a explosivos y fuego.
Joder. Abrí los ojos. Justo antes de la explosión había abrazado a Lory de manera protectora.
—¿Lory?
Estaba recostada en mi estómago y sus indomables rizos le cubrían el rostro.
—¿Lory? ¿Estás bien?
La giré con cuidado hacia un lado. Acaricié su mejilla magullada hasta que abrió los ojos.
—¿Se acabó? —preguntó ella.
—Mierda, sí. Se acabó.
—Bien —Lory sonrió plácidamente, luego sus ojos se agitaron y amenazó con alejarse de mí
de nuevo.
—Quédate despierta, Lory. Por favor.
Bajo ninguna circunstancia podía permitir que se volverá a desmayar. Era seguro que todos
teníamos una contusión cerebral debido al impacto con el que nos había golpeado la explosión, y
aún si no era el caso, Lory no podía soportar tanto como yo.
—Estoy despierta —protestó Lory somnolienta.
—En serio eres una rebelde, hecha y derecha.
—Así es como más me amas —respondió Lory y yo asentí.
Luego miré alrededor buscando a Damon, quien también había sido golpeado por la ola de
presión. Yacía un poco apartado de nosotros, lo rodeaban algunos Alfas, incluido Dex, quien me
saludó con la cabeza.
—Damon está bien —dijo Yuki, arrodillándose a nuestro lado. Joder, aunque solo tenía ojos
para Lory, en ese momento tan solo podía notar a Yuki. —Y ahora tienes que darte prisa para
recuperarte. Torturar a hombres medio muertos no es divertido.
—Te demostraré justo ahora lo bien que pueden luchar los hombres medio muertos.
—Te ves como tus próximas diez víctimas del Club de Lucha juntas —dijo Yuki.
Por supuesto que no lo admití abiertamente, pero así es como me sentía. Decidí evitar el Club
de Lucha al menos por las siguientes seis semanas. Vale, cuatro semanas. Aunque… quizás
evitaría el Club de Lucha por el resto de la semana. Simplemente no era capaz de dejarlo, aunque
Lory había logrado que me abriera durante las últimas semanas.
Aturdido, reprimí un movimiento de cabeza al recordar que Lory me había traído hasta aquí
para decirle que la amaba.
Además de eso, solo por ella había sobrevivido. Sin mi temor por Lory, yo habría estado lleno
de ira y sed de venganza y habría caído precipitadamente en todas las trampas que nos tendió
Godfather.
El reconocimiento de que los sentimientos no eran una debilidad llegó tarde, pero era mejor
que nunca.
—Lory, te....
Yuki se aclaró la garganta. —Iré a ver a mi gente.
Se puso de pie de un salto y tan pronto comenzó a acercarse a su gente, todas las
conversaciones cesaron. A medio camino se volvió hacia nosotros una última vez. —Si no
hubieras sobrevivido a esto, yo misma te habría matado.
Asentí con aprecio, pues esa era la única forma en que podía decirme que estaba feliz de
verme. Así era en Hells Kitchen, tan solo amabilidad sutil.
—¿Qué querías decirme? —preguntó Lory.
—Ah, sí —contesté aclarándome la garganta, intentando ganar tiempo para encontrar las
palabras que no llegaban a mi mente. —Antes, en el almacén. Lo que te dije....
Jesucristo, me sentí como un jodido idiota. Eran solo palabras. Dos sencillas y pequeñas
palabras. No eran dolorosas ni mortales. ¿Por qué se sentían tan pesadas para personas como yo?
—¿Sí? —Lory me miró expectante. En sus labios carnosos se dibujó una sonrisa tranquila. No
me presionó y solo por eso la amé aún más. No tenía idea de qué significado tendría mi
explicación para Lory, pero tenía que dejar salir los pensamientos y sentimientos que guardaba en
el fondo.
—No lo había dicho porque pensé que era el final.
—¿No lo hiciste?
—No. Pero justo ante el miedo de pensar que quizás era nuestro final, tuve que confesarte mis
sentimientos. Y tengo muchos sentimientos por ti, Lory. Me hubiera torturado para siempre si
moría sin decirte lo mucho que significas para mí. Te amo.
—Yo también te amo.
Eran las palabras más hermosas que jamás alguien me había dicho, y al venir de Lory, eran
mucho más significativas.
Nuestros labios se encontraron, románticos, cariñosos y exigentes al mismo tiempo. Hace
mucho que había dejado de ocultar mis sentimientos.
Algunos de los Alfas miraron hacia nosotros, asintieron con apreciación y continuaron sus
conversaciones. Así que tampoco había perdido nada de mi autoridad ante los ojos de mis
hombres por abrirle paso a los sentimientos.
Lory se incorporó y trató de levantarse, pero la mantuve abajo.
—Con calma —dije preocupado, pero Lory negó con la cabeza.
—Estoy bien. Un par de rasguños y unos cuantos moretones, pero vamos a sobrevivir.
Miré profundamente los ojos azules de Lory.
—Ya hemos sobrevivido.
—Sí, lo hicimos.
Ayudé a Lory a ponerse de pie y ella miró alrededor.
—Qué desastre.
Lory tenía razón. El pasillo detrás nuestro ardía por completo y espesas columnas de humo
negro se elevaban hacia el cielo. Además, nuestra gente había puesto todo de cabeza y encontrado
algunos mercenarios que escaparon más rápido de lo que Godfather podría haberse imaginado.
—¿David? —la preocupación se reflejaba en su expresión grave.
—¿Qué pasa?
—Espero que no estés molesto conmigo porque haya…
—¿Sí? —pregunté arqueando las cejas.
Ella se inclinó sobre mí y me susurró en el oído: —porque haya causado todo este caos.
Lory era tan dulce que debí reír brevemente.
Después la tomé en mis brazos y besé su frente.
—No, no estoy molesto. Nadie te culpará por volar la mitad del casino en pedazos.
Al principio la expresión de Lory se relajó, pero después frunció el ceño consternada.
—¿Y Godfather?
Me quedé mirando al almacén en llamas, que de pronto se derrumbó.
—No hay oportunidad de que haya sobrevivido. Se acabó.
—Todavía no.
El juicio. Joder, con todo el caos que rodeaba a Patrick casi se me olvida su pequeño e
insignificante secuaz.
—Te lo juro, me aseguraré de que ese bastardo no vuelva a ver la luz del día.
—¡Bien!
Lory me creyó, pues pude ver cómo toneladas de peso se retiraban de sus hombros.
—Y también juro algo más, te protegeré de todos los peligros.
—Parece que yo nos he salvado el trasero —contestó Lory sonriendo.
—¿Acaso tengo que decirte lo que pasa con las pequeñas chicas que se rebelan?
—Me temo que necesito un repaso.
—Me encantaría —susurré.
Lory se inclinó hacia adelante y bajó la voz. —No puedo esperar.
Unas sirenas aullaron a la distancia.
—¡Tenemos que irnos! —grité a mi alrededor. Todos reaccionaron con murmullos, asintiendo.
Antes de ir al automóvil, esperamos a Damon y Zoey, que estaban radiantes.
—¡Lory! ¡No tienes idea de lo que acaba de pasar! —chilló Zoey saltando emocionada hacia
Lory mientras Damon y yo intercambiábamos miradas. La amplia sonrisa de Zoey desapareció
cuando vio las heridas y moretones en el rostro de Lory, pero Lory negó con la cabeza.
—Un poco salvaje, ¿verdad? Créeme, los demás se ven peor —bromeó Lory.
—¡Bien! ¡Te tengo la noticia del milenio!
—¿Qué pasó? —preguntó Lory con entusiasmo. Abrió mucho los ojos.
Inmediatamente Zoey puso su mano frente a la cara de Lory, permitiendo que el anillo de
diamantes, con el que yo estaba familiarizado, resplandeciera bajo el sol.
—Oh, Dios mío. ¡¿En serio?!
—¡Sí!
Las chicas se abrazaron, chillaron y rieron de alegría. Ni el infierno detrás nuestro o las sirenas
que se avecinaban pudieron apagar su euforia.
—¿Finalmente se lo pediste? —le pregunté a Damon sonriendo y le di unas palmaditas en el
hombro, como buen hermano. —Ya era hora. Muchas felicidades.
Lory se separó de Zoey y me miró confundida.
—¿Sabías que Damon planeaba pedirle matrimonio?
—¿Qué pensabas? —contesté sonriendo.
—Eres un idiota. No debería haber secretos entre nosotros. ¡Deberías haberme dicho algo tan
importante! —Lory me castigó con una mirada seria.
Como si un secreto respecto a su mejor amiga habría seguido siendo un secreto durante mucho
tiempo.
Luego se volvió a Zoey mientras caminábamos hacia el todoterreno más cercano. —¿Cómo fue
la propuesta? ¿Romántica? ¿Qué te dijo?
—¡Fue perfecta! Damon me preguntó justo después de que le contara sobre mi embarazo.
—¡Qué romántico! —se entusiasmó Lory, quien, al igual que Zoey, estaba al borde de las
lágrimas.
Miré con seriedad a Damon y él asintió. —Joder, voy a ser padre.
—Oye, ¡sin maldecir sobre nuestro hijo! —dijo Zoey sonriendo.
—Felicidades —dije. Al mismo tiempo, me vi envuelto en sentimientos de nostalgia, pues el
embarazo de Zoey era la sentencia final del lugar de Damon entre nosotros. Era difícil de creer,
pero podía imaginarme jodidamente bien a Damon como padre de familia, esposo y dueño de una
casa en el campo cuya mayor emoción era la declaración anual de impuestos.
—Así que eso es todo con los Alfas, ¿eh? —no podía ocultar mi amargura, aunque realmente
me sentía feliz por Damon. ¿Qué podía decir? A veces simplemente era egoísta.
—Tú sigues siendo el jefe —me recordó Damon. —Pero seguiremos viviendo en la villa.
—Y traeremos la clínica de vuelta. No quiero tener que curarte en el comedor —dijo Zoey
sonriendo.
Lory negó energéticamente con la cabeza. —En el mejor de los casos, no tendremos que volver
a tratar a nadie. Prefiero mis pacientes con patas y hocicos mojados.
—Seremos mucho más tranquilos en el futuro. Ahora que Godfather es historia, podemos tomar
un gran respiro y Hells Kitchen puede relajarse.
Damon me miró con seriedad. —¿En serio crees que Patrick está muerto?
Asentí, convencido. —Estaba en medio del almacén cuando Lory hizo estallar los explosivos.
—¿Fuiste tú? —preguntó Lory horrorizada.
—Eh… bueno, algo así, sí… —contestó Lory encogiéndose de hombros.
—Puta mierda —Zoey se tapó la boca cuando se dio cuenta de lo que había dicho.
—No enfrente de nuestro hijo —se burló Damon.
Mi corazón latió con fuerza cuando Lory se echó a reír.
—Seréis unos padres maravillosos.
Hice una breve pausa. Había algo en las reacciones de Lory que me molestaba.
—Espera. No pareces muy sorprendida de que Zoey esté embarazada —cuando externé mis
dudas con los demás, Zoey y Lory miraron al suelo con aire de culpa.
Levanté la barbilla de Lory con mi dedo índice y le sonreí con confianza.
—¿Qué pasó con los secretos?
—¿No más secretos a partir de ahora? —me preguntó dulcemente y yo asentí.
—No más secretos.
—Bien. Te amo.
Aun cuando los demás sabían desde hace mucho tiempo, incluso mucho antes que yo, que
amaba tanto a Lory, era bueno no tener que ocultar más mis sentimientos.
—Yo también te amo.
Epílogo

Coloqué en la solución desinfectante el último de los instrumentos que habíamos utilizado


durante el día y Zoey asintió con satisfacción.
—Final del día —dije, y Meera ladró alegre.
—Así es hermosa, ¡final del día! —contestó Zoey acariciando a su perrita detrás de las orejas.
Cuando Meera terminó de disfrutar de las caricias de Zoey, corrió hacia mí.
—A veces siento que Meera entiende cada palabra —susurré, brindándole a Zoey una mirada
de complicidad.
—Sí, yo también —sonrió Zoey poniéndose de pie. Mientras tanto, su enorme bulto ya no podía
pasarse por alto, lo que provocaba en mí casi tantos sentimientos maternales como en Zoey.
—¿Qué harás ahora? —pregunté con curiosidad.
Aunque ambas vivíamos en la villa, teníamos nuestras propias rutinas.
—Ben&Jerrys, un masaje de pies, más helado y, si tengo suerte, el pequeño no practicará en el
Club de Lucha y me dejará dormir —Zoey puso los ojos en blanco de forma juguetona mientras se
tocaba la barriga. —No hay duda de que será como su papá.
Me reí. —Quizás tengas razón. Pero quizá se salte la fase rebelde y quiera seguir los pasos de
su madre si le dejas estar con gatitos y cachorritos desde bien pequeñito.
—¡Buen plan! —Zoey asintió contenta. —Y tú, ¿qué harás?
—David y yo seguimos decorando —dije.
—Hablando del rey de Roma —dijo Zoey con una sonrisa y apuntó a la puerta. Ahí estaba
David, con una expresión interrogante y sosteniendo varias guirnaldas de diferentes colores en las
manos.
—Las de color rosa en la entrada y las grises cuélgalas en recepción —lo dirigí eficazmente.
David asintió sin decir palabra. No lo disfrutaba, pero lo amaba por seguir ayudándome a
decorarlo todo para el baby shower de Zoey, pues ni Zoey ni yo éramos lo suficientemente altas
como para colgar las guirnaldas.
—Sabes que el baby shower es en dos semanas, ¿verdad? —preguntó Zoey divertida.
—Sip. Pero tiene que haber más de una noche para celebrar que sóis una familia. En lo que a
mí respecta, podríamos dejar la decoración colgada para siempre.
—Me siento honrada, pero ¿podría ser que a una parte de ti le gustan demasiado las guirnaldas
y el brillo?
Zoey me había atrapado, así que sonreí y mantuve mis dedos pulgar e índice tan cerca como si
estuviera sosteniendo un alfiler. —Un poquito, tal vez.
—La verdad es que prefiero la decoración al blanco médico y estéril —dijo Zoey arrugando la
nariz.
Ambas nos reímos y Zoey me dio un largo y amistoso abrazo.
—Tengo la mejor amiga del mundo.
—Eso no puede ser —protesté. —¡Porque la tengo yo!
El timbre anunció un invitado y escuchamos con atención.
—¡Zoey, llegué! —dijo Damon. Luego bajó la voz y habló con David. No escuché las palabras
exactas, pero el tono de voz indicaba que, sin dudas, Damon se estaba burlando de David.
—¡Voy! —Nos separamos de nuestro abrazo y salimos de la sala de tratamiento.
Toda la entrada, incluyendo la sala de espera, estaba decorada.
—Mierda, parece que explotó un unicornio aquí —se rió Damon y continuó burlándose de
David mientras Zoey lo miraba muy seria.
—Bueno, ¿qué puedo decir? —preguntó David retóricamente. —Me degradaron de líder de la
mafia a organizador de fiestas.
—¡Eso es un ascenso! —insistí. —Las guirnaldas son mil veces mejores que explosiones,
sangre y docenas de situaciones mortíferas que apenas y con suerte hemos sobrevivido.
—Otra vez con eso —gruñó David. —Eso fue hace una vida pasada.
Me puse las manos en las caderas. —No, fue hace un par de meses.
—Eso digo —contestó sonriendo. —Parece que mis servicios como organizador de fiesta son
más necesarios que mis cualidades como jefe de la mafia.
—Afortunadamente —suspiré.
Por supuesto, desde que casi vuelo el casino en pedazos –de hecho, el edificio había
sobrevivido y solo los almacenes se habían incendiado –y el juicio había terminado, Hells
Kitchen se había vuelto bastante silencioso. Godfather era historia y Joel también. Había recibido
una sentencia justa y tan solo vería la luz del día a través de los barrotes de su celda. Mis días con
noches de insomnio habían terminado, al igual que la época cuando me sentía sola entre la gente.
Sonriendo miré los ojos marrones de David, que aún me provocaban un cosquilleo en el
estómago que me encantaba. Desde que David no ocultaba sus sentimientos, parecía mucho más
tranquilo. Por supuesto seguía siendo peligroso, pero no para mí. Podía ver detrás de su expresión
seria, porque me lo permitía.
Admitir nuestros sentimientos mutuos había sido lo mejor que nos podía haber pasado a los
dos. Nuestros sentimientos ya no eran un secreto, pero lo más hermoso era que aún chocábamos
con frecuencia. Entonces las chispas saltaban mientras estábamos en llamas y le echábamos
gasolina al fuego.
—¿Qué? —preguntó David cuando me atrapó mirándolo.
Hice una mueca de culpabilidad. —Ah, nada. Las guirnaldas están un poco torcidas.
David me miró serio y gruñó suavemente. Tan solo gruñía así cuando... mis mejillas se
sonrojaron e inmediatamente aparté la mirada de él.
—¿Las guirnaldas están un poco torcidas?
Tragué saliva. —Solo un poquito.
No sabía si Zoey realmente había entendido la situación o si era una sincronización perfecta,
pero tomó a Damon por el antebrazo y se dispusieron a salir.
—Tenemos que irnos. Los pies me están matando —Zoey nos regaló una cálida sonrisa. —Nos
vemos luego. —Meera, sentada a los pies de Zoey, no podía esperar a que se abriera la puerta de
la clínica.
—Hasta luego —contesté. —Decoraremos un poco más.
—Justo eso —gruñó David. —Nos encargaremos de las guirnaldas torcidas.
David esperó hasta que ambos abandonaran la clínica, luego se acercó a mí con una mirada
peligrosa. Me aparté de él hasta que me acorraló contra la pared.
Oh, Dios. Chocábamos de nuevo.
—¿Qué dijimos de las mentiras? —su voz era ronca.
—¿Mentiras? —pregunté inocentemente.
—Sí, mentiras.
—No dije nada.
—¿En qué estabas pensando cuando me mirabas?
—Ahm —no sabía qué más decir.
—Así es. Me follaste con la mirada. No fue nada de nada.
—¿Debería haber dicho eso delante de Damon y Zoey? —pregunté horrorizada.
—Tu mirada era inconfundible.
David me presionó con más fuerza contra la pared, besó mi garganta y su aliento caliente me
erizó la piel.
—¿Debería poner a mi pequeña rebelde nuevamente en su lugar?
—Eso parece —susurré con voz débil. Sus labios suaves y su áspera barba de tres días me
robaron el aliento. ¡David lograba volverme loca en cuestión de segundos! ¿Cómo lo hacía?
Una mirada, una palabra, un aliento y había caído a sus pies.
—Me encanta tu mirada rebelde —dijo David y me besó. —Nunca dejes de luchar, ¿me oyes?
—Nunca —respondí. No mientras tuviera una razón para luchar, y David era mi razón. David,
Zoey, mi familia, los otros Alfas, incluso Yuki Asai me había dado una razón para seguir luchando.
—Buena chica.
Pude sentir la erección de David cuando presionó su cadera contra mí y gemí. De manera
automática incliné mi pelvis para poder sentir mejor a David.
—No deberíamos estar haciendo esto. No aquí —jadeé mientras continuaba. El encanto de lo
prohibido era demasiado atractivo.
—Tienes razón —contestó David. Él tampoco se detuvo.
Una y otra vez mi mirada se deslizó al enorme ventanal, a través del cual cualquiera podía ver
al interior de la clínica. El sol se había puesto hace mucho y solo quedaba la parpadeante luz
amarilla de las farolas.
¿Quién hubiera pensado que encontraría mi salvación en este infierno?
Los dientes de David, clavándose suavemente en mi piel, me hicieron gemir una vez más. Me
dio un mordisco, me erizó la piel e hizo que me temblaran las piernas.
—Amo cuando haces eso —suspiré sensualmente.
—Y yo te amo a ti.
David pronunció esas palabras con tanto amor y sensualidad que apenas podía creer que hacía
dos semanas era la primera vez que las decía en su vida.
—Yo también te amo. Y también amo cuando hacemos esto.
—¿Cuándo follamos?
Negué con la cabeza.
—Cuando hacemos algo prohibido —aclaré.
Su expresión se oscureció y sus ojos se pusieron tan negros tanto que me reflejé en ellos.
—Bien. De rodillas.
Miré a mi alrededor, avergonzada. Porque eso no es lo que quería. Vale, una pequeña parte de
mí quería hacerlo, pero una gran parte de mí veía el enorme ventanal de la clínica que exponía a
toda la sala de espera.
—¿Aquí? No prefieres... ¿allá? —señalé las puertas de la oficina, del vestidor y de la sala de
tratamiento.
—¿Dónde estaría el encanto?
—El encanto es igual de grande en la oficina.
—Buen intento, mi dulce rebelde —el pulgar de David rozó mi mejilla y me acurruqué en la
palma de su mano. Sus dedos se pasearon por mi barbilla, mis mejillas, bajaron a mi cuello hasta
llegar a la parte de atrás y David me sujetó. —De rodillas.
Por un lado, quería defenderme –solamente por principios –pero, por otro, estaba emocionada,
así que dejé que sus manos me guiaran. Mientras me arrodillaba, mantuve el contacto visual con
David. Disfrutaba de esas miradas anhelantes y significativas que solo estaban dirigidas a mí.
—¿Sabes realmente lo difícil que me resulta mantener las manos lejos de ti?
Asentí, pues si era la mitad de difícil que, para mí, tenía una idea.
David se abrió el pantalón y su miembro saltó hacia mí.
Cielos, David era tan perfecto en todos los sentidos.
A modo de broma, le lamí la punta del pene mientras el hormigueo en mi estómago se volvía
cada vez más grande. ¿Y si nos atrapaban? Era tan emocionante que no podía esperar a ver qué
haría David a continuación. Con avidez tomé su erección y la sumergí profundamente en mi boca,
lo que provocó un gruñido gutural en David.
—¡Joder! Justo así, Lory.
Aunque David me tenía tomada por el cuello, me dejó tomar la iniciativa mientras mi mano se
deslizaba entre mis piernas. No podía evitarlo, ¡la situación se aceleraba sin medida!
Cuando David notó lo que estaba haciendo mientras lamía su erección, me sonrió con orgullo.
—Mi dulce y depravada rebelde.
Sí, me rebelaba contra David tan frecuentemente como podía; sin embargo, lo seguiría al
infierno sin pensármelo dos veces.
Le dirigí a David una mirada devota que decía todo lo que tenía que decir, luego volví a su
dura erección, de la que no podía tener suficiente.
Entre más tiempo pasaba de rodillas frente a David, mientras todo Hells Kitchen podía vernos,
con más fuerza me palpitaba la entrepierna. Tanto, que estaba a punto de correrme. ¡Y esto apenas
era el comienzo de los preliminares!
Justamente en ese momento sonó el móvil de David. Suspirando, sacó el teléfono del bolsillo
de su pantalón y colgó.
—No te distraigas —dijo David.
Dicho eso, continué lamiendo su erección, disfrutando del agradable hormigueo en mi
abdomen, hasta que sentí el orgasmo venir a mi alcance.
Todo mi cuerpo tembló con excitación, mis músculos se tensaron cada vez más y quería dar la
bienvenida a mi orgasmo cuando David se apartó de mí.
—Aún no.
—No tenemos que parar después de eso —dije haciendo pucheros porque me había robado mi
orgasmo. Desgraciadamente, David había desarrollado gusto por postergar mis orgasmos hasta
casi hacerme enloquecer. Aunque traté de ocultar mi enfado, David pudo notarlo.
—Cierto. Pero me gusta cuando me miras enfurecida.
El hecho de que no quisiera darle esa satisfacción hacía que David se divirtiera tanto
volviéndome loca.
Su móvil volvió a sonar.
—Joder —gruñó David volviendo a colgar y mirándome profundamente.
Ante mi mirada interrogante, respondió: —Lo que sea que quiera Griffey, puede esperar.
No respondí nada, pues en ese momento no podía decir nada, tan ocupada como estaba con el
miembro de David. Hubiera sido un poco emocionante que David realizara la llamada sin
demostrar nada. Por supuesto, como jefe de la mafia, necesitaba de su fachada dura e
impenetrable, pero en lo personal me alegraba que David ya no me ocultara su verdadero yo.
Cuando el teléfono sonó por tercera vez, David suspiró molesto.
—No te detengas —me gruñó. Luego se llevó el móvil a la oreja—. ¿Qué?
Al otro lado de la línea se escuchó una voz profunda y enfadada. Entre más hablaba, más se
enfurecía David. Sentí sus músculos tensarse y lo duras que se volvieron sus embestidas.
—Okey, Griffey. Tengo al adecuado para el trabajo. ¿A media noche en el Dark Room?
El jefe de los Green Brothers no parecía muy convencido, por lo que los ojos de David se
endurecieron.
—En una hora —sugirió David de vuelta—. Vale, veinte minutos.
Luego colgó sin esperar respuesta.
—Puta mierda.
David se apartó de mi boca. Me puse de pie e intenté cerrarle el pantalón, pero negó con la
cabeza.
—No, no te escaparás tan fácil.
—No quiero, pero tienes que ir al Dark Room, —contesté comprensiva. Por supuesto,
lamentaba mi orgasmo recién perdido, pero esos actos de medianoche entre la niebla eran parte de
David y siempre lo serían.
—En veinte minutos —me abrió los pantalones y los bajó en un movimiento—. Quizás en
treinta.
—Eso me gusta más —contesté.
Entonces David me tomó por los muslos, me levantó y me presionó entre su cuerpo y la pared.
Gemí con fuerza cuando me penetró.
Oh sí, ¡en serio me gustaba más!
—Tenía ganas de follarte toda la noche —jadeó David entre varios gemidos—. Te juro que si
Griffey no tiene una jodida buena razón ¡echaré a todos los Green Brothers de Hells Kitchen!
David realmente estaba enfurecido, lo que hacía que sus embestidas fueran aún más fuertes y yo
lo disfruté. Me encantaba cuando canalizaba su ira de tal manera que me llevaba a los orgasmos
más fenomenales del mundo. Aun así, no era bueno que siempre cargara con tanta ira a su
alrededor.
—Te amo —susurré tiernamente, marcando un contraste con sus enfurecidos gruñidos.
—Yo también te amo —contestó David más calmado.
Mis uñas se clavaron en su chaqueta de cuero mientras descansaba la cabeza sobre su hombro.
Quería más, a pesar de que estaba exhausta. Esta vez me aferré a mi orgasmo tanto como me
aferraba a David.
Mis piernas estaban enredadas alrededor de sus caderas, por lo que pude encontrar la posición
perfecta para que su dureza me enviara a otras dimensiones en cuestión de segundos.
—Oh, Dios —gemí.
—¡Córrete para mí! —me ordenó David jadeando.
Estaba muy feliz de obedecer esa orden. La tensión en mi entrepierna se volvió más y más
grande, hasta que me hizo explotar. La ardiente y pulsante sensación se extendió por todo mi
cuerpo, hasta la punta de mis dedos. Al mismo tiempo, el miembro de David se endureció tanto
que intensificó cada una de mis sensaciones. Pude sentir cómo se dejó llevar por mi orgasmo y se
corría dentro de mí.
Me encantaba cuando nos arrastrábamos el uno a otro.
Nos permitimos hacer una pausa por un momento, disfrutar y recuperar el aliento, luego David
me permitió deslizarme suavemente hacia abajo. Sin el musculoso cuerpo de David
presionándome contra la pared me sentía débil. Pero cuanto antes lo dejara ir, antes me
recuperaría.
—Lo repetiremos, con más detalle, tan pronto como regrese —me prometió David con una
sonrisa mientras se retiraba un rizo de la cara.
—No puedo esperar. ¿Tardarás mucho?
David se encogió de hombros mientras se cerraba el pantalón. —No tengo ni idea.
—¿No te dijo la razón por la que tienes que ir al Dark Room?
—No. Solo que debo llevar a Dex conmigo.
—¿Dex? ¿Te preguntó explícitamente por él?
—Casi. Tengo que llevar a alguien que sepa de estrategia, pueda manejar armas y esté
familiarizado con protección personal.
Sonreí. —Cierto, él es el adecuado.
David me dio un beso en la frente.
—Te llevaré a la villa. No debe tomarme mucho tiempo.
—Te desviarías —dije, aunque sabía que David nunca me dejaría volver sola. Así que sugerí
algo: puedes dejarme con Yuki, los Golden Dragons están de camino.
David me miró críticamente. —¿Qué quieres con los japoneses?
Resoplé fuertemente. —Sabes muy bien que todavía estoy resolviendo reclamaciones porque
destruiste el coche de Yuki.
—Esas deudas han sido pagadas desde hace mucho tiempo —susurró David.
Levanté el dedo índice a modo amenazador y lo clavé en su pecho de acero.
—Cierto. Solo porque yo me aseguré de modificar y mejorar su coche. Y eso me costó todos
los favores que le debía. ¡Y eso te va a costar a ti!
David me sonrió y su rápido cambio de humor me confundió.
—¿Qué? —pregunté.
—Ah, nada. Me pregunto por qué estoy preocupado por ti, en primer lugar. Mierda, hiciste
volar a Godfather en pedacitos….
—¡Probablemente! ¡Nunca lo confirmaron! —me defendí.
—Y te hiciste amiga de Yuki Asai. Y también sedujiste al duro y frío jefe de los Alfas. Eres
jodidamente genial.
—Así es. Soy jodidamente genial, repetí sus palabras con aprobación. —Aun así, me gusta
cuando me proteges.
—Y lo haré siempre. Nadie toca sin mi permiso a mi pequeña rebelde, la que tiene el corazón
de guerrera más grande del mundo.
—Tú y yo contra el resto del mundo.
—Mierda, sí. ¡Tú y yo contra el resto del puto mundo!

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