Tras el velo de la guerra: Testimonios que desafían la oscuridad en Colombia
Pedro Alvarado Mayorga Francisco Salgado Forero
Paula Cruz Moya Cristhy Bastidas Mendoza
Denilson Velasquez Salas Carlos Parra Camelo
En medio de los impactantes episodios del
conflicto armado en Colombia, destacan las
voces significativas, pero frecuentemente
silenciadas de las mujeres que han
experimentado una victimización difícil de
imaginar. Este ensayo tiene como objetivo
revelar las experiencias ocultas, especialmente
enfocándose en la violencia sexual y de género
que las mujeres han enfrentado a lo largo de
los años de conflicto, desentrañando así el velo
de invisibilidad que las ha rodeado. A través
de testimonios auténticos y crudos,
exploramos los rincones oscuros de sus vidas,
donde la vulneración de derechos ha dejado
cicatrices profundas en el tejido mismo de la
sociedad colombiana. Este no es simplemente
un relato de sufrimiento, sino un llamado a la
atención, un testimonio de resiliencia y una
exploración valiente de las complejidades que
rodean la búsqueda de la verdad y la justicia
en medio del caos. Adentrémonos en las
historias que desafían el olvido, donde las
mujeres se convierten en narradoras de su
propia lucha, construyendo puentes hacia una
comprensión más profunda de la devastación
del conflicto armado en Colombia.
Para la sociedad, la victimización de las
mujeres, la desigualdad, la injusticia, la
violencia sexual y de género, lograron un
mayor impacto y preocupación. Cuando
leímos los testimonios de mujeres y personas
LGTBI atrapadas en los conflictos armados,
nos dimos cuenta de que, más allá de la guerra,
había otros problemas sociales relacionados
con fallas en la educación y la cultura
colombiana. Observamos pensamientos
anticuados que ya no deberían tener cabida en
la sociedad actual. Somos conscientes, en gran
medida, de la crueldad de un conflicto, pero
Kiara Romero Amado
Sebastián Rincón Aguilera
William Niño Ladino
también sabemos que son guerras entre
hombres y entre dos posiciones específicas,
entonces, ¿por qué se ataca a las mujeres y
personas LGTBI?, ¿Por qué se buscan excusas
para involucrarse en una guerra que no es de
ellas?, ¿por qué son violadas?.
De las historias compartidas por personas que
tuvieron la valentía de relatar sus experiencias,
algo quedaba claro: eran personas inocentes,
especialmente mujeres, que se vieron
envueltas en la violencia solo por ser quienes
son, ya sea por sus pensamientos, preferencias,
ideas o apariencia. Esto afecta directamente a
la educación cultural en Colombia. En muchos
casos, los lugares apartados de la sociedad han
sido abandonados por el gobierno, lo que
significa que la educación allí es muy
deficiente o incluso inexistente. Pero no solo
debemos culpar a estos lugares apartados. El
relato de Emilsen Hernandez ilustra un caso
donde los perpetradores fueron miembros del
propio ejército, aquellos que juran proteger y
cuidar a la nación y su gente. En un acto de
arrogancia, atacaron a una mujer inocente y a
su hijo no nacido. Intentaron
desesperadamente ocultar lo sucedido,
revelando así la corrupción dentro del ejército.
El caso de Emilsen Hernandez es muy
impactante porque la violencia que sufrió fue
muy cruel. No solo la maltrataban por ser
mujer, sino que también afectaron a su bebé no
nacido, sin importar que estuviera embarazada.
La situación llegó al extremo de causarle el
aborto en condiciones terribles. Además, la
obligaron a presenciar cómo un perro se
llevaba al bebé y la forzaron a guardar silencio
sobre estos hechos por miedo a represalias.
Todo esto fue hecho por miembros del Ejército
Nacional de Colombia, quienes tienen la tarea
de proteger a la población colombiana. En
lugar de cumplir con su deber, como en el caso
de Emilsen, la atacaron y la intimidaron para
que no hablara. Incluso intentaron cambiar su
testimonio para evadir responsabilidades.
Este caso triste revela la corrupción en el
gobierno, ya que quienes deberían proteger a
la gente están involucrados en actos violentos
y tratan de silenciar a las víctimas o interferir
en las investigaciones para evitar castigos.
Según la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, en este caso, se
vulneraron los siguientes derechos
fundamentales: a la dignidad, la cual se
encuentra citada en el artículo uno, a la vida
(tanto del bebé como de la madre) según el
artículo tercero, el quinto habla del derecho a
no ser tratado de forma inhumana ni ser
torturado de ninguna manera, en el séptimo se
habla de que nadie debe ser discriminado por
ningún motivo y que todos merecemos el
mismo trato y protección por parte del estado,
el noveno habla de que nadie debe ser detenido
de forma arbitraria; en cuanto a la
Constitución Nacional se puede mencionar el
derecho a la salud, al no prestarle la atención
médica requerida, de manera oportuna.
Por otro lado, en los diálogos de La Habana,
las mujeres víctimas del conflicto armado en
Colombia destacaron críticamente la violencia
de género como un elemento central y urgente
de discusión. Se enfocaron en denunciar la
violencia sexual, exigir el reconocimiento de
sus experiencias específicas y demandar una
participación activa en la construcción de la
paz. La falta de reconocimiento previo de la
violencia de género como una problemática
única fue cuestionada, y se resaltó la
importancia de abordar no solo las
consecuencias inmediatas, sino también las
estructuras de poder que perpetuaron la
discriminación. En su búsqueda de justicia y
reparación integral, las mujeres víctimas no
solo demandaron compensación económica,
sino también apoyo psicosocial específico para
superar los traumas asociados con la violencia
de género. Su enfoque crítico hacia la
prevención de la repetición de la violencia de
género subrayó la necesidad de desmantelar
las estructuras que perpetúan la discriminación
así como trabajar hacia una sociedad más
segura y equitativa. Estas voces desempeñaron
un papel esencial en la construcción de un
acuerdo de paz que no solo pusiera fin a la
violencia, sino que también abordará de
manera integral las dimensiones de la
violencia de género en el conflicto armado
colombiano. Durante estos diálogos,
nuevamente se evidenciaron diversas
vulneraciones a los derechos fundamentales de
las mujeres, tales como: la violación al
derecho a la vida, la vulneración de la
dignidad mediante situaciones degradantes, la
violación al derecho a no ser tratado de forma
inhumana ni ser torturado, y la discriminación
que afectó el derecho a recibir igual trato y
protección por parte del Estado. Estas
problemáticas resaltan la urgencia de abordar
no solo las consecuencias inmediatas, sino
también las estructuras de poder que perpetúan
la discriminación y la violencia de género en el
contexto del conflicto armado colombiano.
Las mujeres que han sufrido violencia sexual y
de género han guardado un doloroso silencio
esto en gran medida se debe a que la sociedad,
con pensamientos anticuados, las juzga y
acusa, revictimizándolas y justificando al
agresor. Este juicio, que llega hasta las
instancias políticas y judiciales, genera miedo
en las mujeres, impidiéndoles denunciar por
temor a ser juzgadas y señaladas, y lo peor, sin
obtener justicia alguna y aunque pocas mujeres
víctimas de violencia logran superar este
miedo y logran denunciar, alzar la voz no es
suficiente porque terminan siendo silenciadas.
Por lo anterior, surge una lucha que exige al
Estado reparación y justicia. Es una luz de
esperanza para quienes creen que hablar en
este país no sirve de nada. María Choles es un
ejemplo, expuso su caso de violencia sexual y
desplazamiento, enfrentó años de
victimización, luchó por sus derechos y lideró
denuncias contra grupos armados.
Está completamente normalizado que las
victimas no obtienen ningún tipo de reparo o
justicia, sino más bien en muchas ocasiones
pareciera que las leyes en este país están a
favor del victimario, es usual que las mujeres
víctimas de violencia sexual y de género sean
las encargadas de buscar la evidencia de su
propio caso, cuando esto le corresponde al
Estado, una vez más resaltando la negligencia
y la corrupción detrás de todos estos crímenes.
La manera en que desaparecen las evidencias
recolectadas por las propias víctimas, como es
el caso de María Choles y las mujeres del
departamento de Magdalena que fueron
víctimas de violencia sexual y desplazadas,
quienes por sus propios medios, reviviendo el
dolor y exponiendo la vida propia y la de su
familia, deciden recolectar y documentar 780
casos que fueron entregados al fiscal; casos
que se perdieron y ninguno apareció en la
fiscalía, rompiendo todo el esfuerzo y
esperanza de cada una de estas mujeres
victimas de violencia sexual y de género;
generando nuevamente un ambiente
desesperanzador donde lo común es que el
victimario sea protegido por el mismo Estado
el cual debería proteger los derechos de las
víctimas. Sí bien la corrupción ha trascendido
a cada uno de los rincones del país y parece
que nunca habrá una victoria para todas las
víctimas del conflicto armado, es importante
unirse y continuar en pie de lucha, demostrar
que alzar la voz y luchar por los derechos si
sirve, aunque lastimosamente deja mucho
dolor en el camino.
En el tejido frágil de las historias que hemos
explorado, queda claro que la victimización de
las mujeres, la violencia sexual y de género
durante el conflicto armado en Colombia va
más allá de la estadística y se convierte en una
narrativa de resistencia. A medida que estas
mujeres rompen el silencio, desafían el olvido
y comparten sus experiencias íntimas, nos
enfrentamos no solo a los horrores que han
soportado, sino también a la fortaleza que han
demostrado en medio del caos.
Es crucial reconocer que la construcción de la
paz no puede ser completa sin la inclusión de
estas voces previamente marginadas. La
verdad y la justicia, tan anheladas por estas
mujeres valientes, no solo son un derecho
inalienable, sino también un requisito
fundamental para la reconciliación genuina y
la curación de la nación.
Al reflexionar sobre estas historias, debemos
comprometernos a seguir desafiando las
estructuras que perpetúan la violencia y la
discriminación de género. La resiliencia de
estas mujeres no solo merece admiración, sino
también acción concreta para garantizar que
las generaciones futuras no hereden el peso de
un pasado marcado por la injusticia.
En última instancia, no se trata solo de un
testimonio de sufrimiento, sino también un
llamado a la acción. Que estas narrativas
sirvan como faro para iluminar el camino
hacia una sociedad más justa y equitativa,
donde las mujeres no solo sean supervivientes,
sino arquitectas activas de la paz. La esperanza
radica en la transformación que puede surgir
de las sombras, y depende de nosotros tomar la
antorcha y caminar hacia un futuro donde la
dignidad y la igualdad prevalezcan sobre la
violencia y la victimización.
Referencias
● El corazón de las víctimas: aportes a la
verdad para la reconciliación en
Colombia, Fundacion Comision de
Conciliacion Nacional Pag 89 - Pag 97