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RECURSOS MINERALES

Recursos minerales
en el aula
y minerales como
recurso didáctico
Ángel Luis Cortés Gracia
Consejo de Dirección de alambiQue

La laguna salada La Sulfúrica


de Mediana (Zaragoza).
Foto de Ángel Luis Cortes

4 Alambique Didáctica de las Ciencias Experimentales • núm. 110 • pp. 4-7 • octubre 2022
Recursos minerales en el aula y minerales como recurso didáctico

H
abitualmente, bajo la denominación genérica de recursos minerales entendemos todos aquellos
materiales de origen geológico que tienen algún tipo de interés económico. Así, desde la anti-
güedad estos recursos se han explotado de una forma más o menos sostenible dependiendo del
momento histórico y del valor relativo que se les otorgaba en las distintas culturas (Calvo, 2022).

Si tomamos como ejemplo las etapas en las que tradicionalmente se ha dividido la prehistoria y la
historia de la humanidad, la relación con el uso de los recursos minerales parece evidente: en la pre-
historia europea se hace referencia a la Edad de Piedra y la Edad de los Metales. Durante el Paleolítico
y el Mesolítico/Epipaleolítico, las herramientas rudimentarias y los artefactos de piedra permitieron a
los humanos no solo mejorar en la caza y la recolección, sino también en algunos casos evolucionar
hacia la sedentarización. En el Neolítico se perfeccionó el pulido de las piedras y el desarrollo de nue-
vos instrumentos y herramientas, pero a la vez aparecieron la cerámica y algunos pigmentos de origen
mineral, así como grandes estructuras de piedra que caracterizaron el arte y la simbología de ese perío-
do. El descubrimiento de las menas metálicas como fuente de determinados metales dio nombre a las
etapas posteriores de la prehistoria: Edad del Cobre (Calcolítico), Edad del Bronce y Edad del Hierro.
El aprovechamiento de esos metales dio lugar a una auténtica revolución cultural que permitió el desa-
rrollo de nuevas herramientas, armas, protecciones y adornos de todo tipo en función de los recursos
existentes en las distintas áreas geográficas. Algunos de esos adornos estaban además aderezados con
cristales de distintos minerales, que debían llamar la atención por su singularidad, color, brillo y formas
geométricas. Todo ello, por supuesto, acompañado por el desarrollo de una incipiente industria mine-
ro-metalúrgica a nivel mundial.

No quiero aburrir en esta introducción con un recorrido histórico relacionado con los recursos mine-
rales, pero sí me parece oportuno recordar su importancia ya que ha dado lugar a numerosos términos
coloquiales, topónimos o nombres legendarios. Salario se denominaba en Roma a la suma que se daba
a los soldados para que se compraran sal. Ese mismo recurso mineral da nombre a la ciudad de la sal
(Salzburgo), rodeada de minas y centro del comercio de la sal durante siglos, y al río que la atraviesa
(Salzach). Almadén procede del árabe al-ma’din, que significa «la mina». El río Tinto debe su nombre al
color rojizo de sus aguas, consecuencia de la oxidación de los sulfuros de hierro y cobre que contienen
las rocas existentes en su cuenca hidrográfica. El Dorado fue la legendaria ciudad construida de oro que
buscaron de forma infructuosa numerosos exploradores. Y en los últimos años, la búsqueda de mine-
rales para la obtención de algunos metales usados en la electrónica (condensadores, superconductores)
ha dado lugar incluso a conflictos geopolíticos para conseguir compuestos como el coltán (formado
por columbita y tantalita, minerales de los que se pueden extraer metales como el niobio o el tantalio).

Al mismo tiempo que las distintas culturas fueron haciendo uso de los recursos minerales, fue sur-
giendo un creciente interés por conocer las rocas y los minerales más frecuentes, por determinar sus
propiedades y usos, por clasificarlos de forma sistemática, por comprender su origen, su génesis y su
evolución. Así, se han encontrado escritos babilónicos, chinos, indios, griegos y romanos que exponían
listados de minerales. Algunos autores, como Plinio el Viejo, se atrevieron incluso a relacionar las

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descripciones de los minerales y la explicación de sus propiedades (Naturae historiarum libri, XXXVII).
Posteriormente, durante la Edad Media, Isidoro de Sevilla o Alberto Magno también dedicaron alguno
de sus escritos a la mineralogía. Mención aparte merece el Lapidario de Alfonso X, que trata de relacio-
nar las piedras con los grados de los signos del Zodíaco.
La segunda cosa es que sepan conocer las piedras y las colores, y las facciones de ellas; y otrosí que sepan cierta-
mente los lugares señalados donde se crían o se hallan, y extremar la contrahecha de la natural, y departir otrosí
las que naturalmente se semejan en uno, conociéndolas por peso y por dureza, y por las otras señales por que se
pueden conocer a hombre que fuere entendido en este saber. (Extracto del prólogo del Lapidario de Alfonso X,
rey de Castilla, consultado en: www.xtal.iqfr.csic.es/Cristalografia/archivos_01/lapidario.pdf)

A partir de los siglos xvii y xviii se desarrolló la mineralogía moderna y algunos naturalistas como
Nicolás Steno o el Abate Haüy observaron las regularidades geométricas de los cristales. En el siglo xix,
Jöns Jacob Berzelius se centró en la composición química para establecer la clasificación de los minera-
les, idea recogida por James Dwight Dana para publicar una clasificación sistemática de los minerales
basada en la composición química que, con distintas modificaciones, ha llegado hasta nuestros días
gracias a los trabajos de Karl Hugo Strunz, que la actualizó a medida que se produjeron avances cientí-
ficos a lo largo del siglo xx.

El interés por la mineralogía y los recursos minerales se recoge igualmente en los currículos escolares
de las distintas etapas educativas. Como ejemplo, el real decreto que regula las enseñanzas mínimas en
educación secundaria obligatoria (Ministerio de Educación y Formación Profesional, 2022) habla de los
conceptos de roca y mineral, de las estrategias para su clasificación, de la identificación de aquellos que
son relevantes o del entorno, así como de sus usos y relación con materiales y objetos cotidianos. Para
ello, parece necesario plantear propuestas que vayan más allá de la memorización de nombres de rocas
y minerales, tratando de llevar a las aulas ejemplos observables, pero también preguntas, problemas,
dilemas y controversias que conecten esos saberes básicos con aspectos de la vida cotidiana.

Este monográfico de Alambique («Recursos minerales») pretende jugar con los términos «recursos» y
«minerales» de forma que aparezcan propuestas y reflexiones relacionadas con esta temática que trascien-
dan una visión curricular cerrada del tema, permitiendo usar los minerales como recurso (o simplemente
excusa) para el desarrollo de prácticas científicas tanto desde una perspectiva formal como no formal.

En «Progresión del modelo de mineral desde las prácticas científicas», de Ester Mateo González y María
José Sáez Bondía (pp. 8-16), las autoras plantean una secuencia de profundización progresiva en el
modelo de mineral a lo largo de las diferentes etapas educativas (educación infantil, primaria, secunda-
ria y bachillerato). En el trabajo muestran ejemplos y recursos para el aula adaptados a cada etapa, con
un incremento progresivo de la complejidad tanto de los materiales como de los problemas propuestos.

José Pedro López Pérez y Raquel Boronat Gil nos traen un ejemplo de problema para el aula con «La
coloración rosada en las lagunas de Las Torcas: ¿Minerales o vida microbiana?» (pp. 17-26). A partir

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de un fenómeno observado en un lugar de gran interés geológico plantean a su alumnado preguntas


sobre un problema real que deben resolver desde un enfoque interdisciplinar ayudados por datos pro-
cedentes de la colaboración entre un centro de secundaria y el ámbito universitario.

Con su trabajo «La cara “secreta” del Concurso de Cristalización en la Escuela», Jorge Martín García
y María Eugenia Dies Álvarez (pp. 27-33) nos acercan al mundo de la cristalografía a través de las
experiencias recogidas en el desarrollo de un proyecto que, considerado de educación no formal, tiene
una gran repercusión nacional e internacional y está integrado en muchos centros escolares, lo que, en
palabras de alumnado y profesorado, permite además aprender y enseñar ciencias desde una perspec-
tiva diferente.

Juan Manuel García-Ruiz reflexiona sobre cómo la ciencia y la tecnología han permitido avances ini-
maginables hasta hace unos años, pero por los que probablemente debamos pagar un alto precio en
el futuro. En «Materiales para una enseñanza transversal: El Fausto de Thomas Mann» (pp. 34-44), a
través de las obras literarias que dan título al trabajo, el autor nos conecta con los colores estructurales,
los biominerales, la cristalización del agua o las caprichosas formas que surgen en un jardín químico.
Además, aporta preguntas para el planteamiento de controversias sociocientíficas y «recetas» para la
puesta en marcha de un jardín químico de sílice.

En «Minerales, recursos por los cuatro costados», Javier Carrillo Rosúa (pp. 45-51) aporta un conjunto
de reflexiones y propuestas partiendo de la relación existente entre los recursos minerales y la vida coti-
diana, comenzando por los objetos que podemos tener en la propia aula. Asimismo, propone el aprove-
chamiento de los residuos de la industria de rocas ornamentales, experiencias como la deshidratación
de minerales o un modelo analógico que trata de reproducir el comportamiento de los fluidos hidroter-
males que transportan metales y son el origen de algunos yacimientos minerales de gran importancia.

En el apartado de «Actualización y reflexión», Elías Francisco Amórtegui Cedeño, Eduardo Ravanal


Moreno, Francisco López Cortés y Jonathan Andrés Mosquera, desde su experiencia como docentes
y formadores del profesorado en Colombia y Chile, nos proponen una serie de reflexiones sobre el
trabajo de campo. Así, en «Prácticas de campo, enseñanza de las ciencias de la naturaleza y desarrollo
profesional» (pp. 53-59) nos indican, por ejemplo, cómo los cambios ocurridos en una zona concreta
tras la extracción de recursos naturales pueden ser aprovechados como objetos de enseñanza y apren-
dizaje, permitiendo no solo abordar temáticas escolares, sino también ayudar al desarrollo profesional
docente.◀

Referencias bibliográficas
Calvo Sevillano, G. (2022). Historia de la Mineralogía. Guadalmazán.
Ministerio de Educación y Formación Profesional (2022). Real Decreto 217/2022, de 29 de marzo, por el que se esta-
blece la ordenación y las enseñanzas mínimas de la Educación Secundaria Obligatoria». BOE, núm. 76, de 30 de
marzo de 2022. www.boe.es/buscar/pdf/2022/BOE-A-2022-4975-consolidado.pdf

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