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ARTÍCULO PUBLICADO EN: BRANDARIZ, CAROLINA (2019) NO ES AMOR:

APORTES AL DEBATE SOBRE LA ECONOMÍA DEL CUIDADO, BUENOS AIRES:


INDÓMITA LUZ.

Brecha de género dentro y fuera de casa.


Los cuidados en la agenda sindical.1

Tania Rodriguez2

Las tareas asociadas a la reproducción humana, desde alimentarse, tener buena


salud y apoyo emocional, poder disfrutar de tiempo libre para dedicar a actividades
recreativas, son tareas de cuidados. Se trata de trabajos no remunerados o mal
remunerados cuando existe un salario a cambio. Los cuidados permiten no sólo cubrir
necesidades básicas y facilitar la participación social sino además proyectar el
bienestar de las personas.
Todxs somos, fuimos o seremos cuidadxs por alguien o cuidadorxs de alguien.
Alguien nos hizo la merienda, nos ayudó a hacer la tarea, nos enseñó a atarnos los
cordones. Nosotrxs lo hicimos (o lo haremos) con otras personas, sean o no vínculos
familiares o responsabilidades directas, y necesitaremos cuidados en edades
avanzadas, al menos a través del sistema de cobertura social. Los cuidados constituyen
entonces, de manera más o menos visible, un sistema de relaciones que no sólo
reconoce la interdependencia entre los seres humanos sino también su vulnerabilidad.
Si son necesarios para nuestras vidas cotidianas y nos constituyen a lo largo de
nuestras vidas como fuerza de trabajo para el mercado, ¿cómo es que nueve de cada
diez mujeres realizan labores domésticas y de cuidado mientras entre los varones
cuatro de cada diez hacen nada en casa? Esta distribución desigual excede la
organización social del tiempo en familias biparentales heterosexuales y se extiende al
conjunto de relaciones y procesos de reproducción social. Según la Encuesta de uso del
tiempo (2013) en Argentina las mujeres dedican en promedio 6,4 horas diarias al
trabajo doméstico no remunerado mientras que en promedio los varones dedican 3,4
horas. En hogares de menores ingresos, el tiempo que las mujeres dedican a las tareas
domésticas y de cuidado aumenta 8,1 horas diarias en promedio (Rodríguez Enríquez,
2017).
En el libro “Economía feminista” (2017) Mercedes D’Alessadro señala que la
conquista de independencia económica que implicó para las mujeres el ingreso al
mercado de trabajo conllevó la carga «dos trabajos encima». El acceso a trabajos que

1 Este trabajo incluye modificaciones y revisiones realizadas con posterioridad a la publicación


del artículo original.
2 Mag. Sociología Económica, Lic. Ciencia Política. Docente e investigadora de Facultad de Cs.

Sociales, UBA | rodrigueztaniaj@gmail.com


generan ingresos no representó para las mujeres una reducción del tiempo dedicado a
las tareas domésticas y de cuidados que ya realizaban, sino que legitimó una
sobreexplotación o explotación múltiple, en tanto asalariadas y trabajadoras en el
hogar.

«La asimetría en la distribución del trabajo es una de las mayores fuentes de la


desigualdad entre varones y mujeres, es algo que trasciende la brecha salarial.
Al ser las mujeres quienes más tiempo dedican a estas tareas no pagas, disponen
de menos tiempo para estudiar, formarse, trabajar fuera del hogar; o tienen que
aceptar trabajos más flexibles (en general precarizados y peor pagos) y terminan
enfrentando una doble jornada laboral: trabajan dentro y fuera de la casa.»
(D’Alessandro, 2017: 49).

Un abordaje de las desigualdades de género en el mundo del trabajo permite


visibilizar en qué medida la división sexo-genérica del trabajo determina limitaciones
para trayectorias laborales igualitarias entre varones y mujeres la responsabilidad del
trabajo doméstico y cuidados mayoritariamente sobre los cuerpos femeninos. Las
limitaciones que generan las responsabilidades domésticas para adecuarse a las
demandas del mercado impactan en el tipo de trabajo y el tipo de salario, esto explica
la profundización de la feminización del trabajo precario en contextos recesivos y de
crisis.
¿Cómo y en qué momento se repartieron las tareas y se atribuyó a lo femenino
la reproducción de las tareas del hogar a cambio de - en el mejor de los casos - el amor
de la familia y la supervisión del ojo social? La crítica feminista a la idea de que este
sistema es una extensión de la naturaleza de los cuerpos plantea que la distribución de
tareas estipulada como natural fue establecida a partir de la división sexual del trabajo
que delegó toda la esfera de reproducción de la vida a cargo de las mujeres de manera
gratuita. En El patriarcado del salario (2018a) la escritora feminista italiana, Silvia
Federici, explica el proceso mediante el que se creó el salario y estableció libertad de la
fuerza de trabajo productiva y confinamiento del trabajo reproductivo. En la transición
de la producción artesanal (en los hogares) a la producción en los establecimientos
fabriles, la creación de salario liberó a los hombres de la dueñidad de los señores
feudales e introdujo una nueva jerarquía al interior de los hogares.
Federici denomina a la construcción de dependencia económica de las mujeres
del salario masculino como «patriarcado del salario»:

«el varón tiene el poder del salario y se convierte en el supervisor del trabajo no
pagado de la mujer. Y tiene también el poder de disciplinar. Esta organización
del trabajo y del salario, que divide a la familia en dos partes, una asalariada y
otra no asalariada, crea una situación donde la violencia está siempre latente»
(2018a: 13).

Mediante este proceso se privatizó la reproducción y todas las tareas asociadas


(trabajo doméstico, sexualidad, afectividad) se constituyeron como del discurso de la
domesticidad. La división entre espacio público y espacio privado y el conjunto de
instituciones que acompañó el desarrollo del capitalismo y la construcción de la
modernidad (Lobato, 2011) confinó a las mujeres a ser sostén de la reproducción, a ser
amas de casa, sin remuneración ni reconocimiento y privadas de las esferas de poder.
La acumulación capitalista se apropió así de la naturaleza y del trabajo reproductivo.
El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado se impuso como obligación a las
mujeres y fue transformado como atributo de feminidad. Es de mujer ocuparse de estas
tareas, por tanto, la responsabilidad de hacerlo como de no hacerlo recae en las
mujeres. Quienes logran tercerizar parte de este trabajo indispensable para la
reproducción social, lo hacen a través de la contratación de otras personas, también
mujeres (niñeras, empleadas domésticas). En Argentina, 2 de cada 10 mujeres que
trabajan son trabajadoras domésticas, lo que la define como la principal ocupación de
las mujeres asalariadas. El 97% de todas las personas que se dedican a este trabajo en
el país, son mujeres.
Si el capitalismo en su fase neoliberal se basa en el extractivismo y la rapiña de
recursos naturales, en la apropiación de las tierras y del trabajo que producen los
cuerpos femeninos, ¿cómo desconocer las demandas de visibilización y
reconocimiento de millones de mujeres del mundo? ¿Por qué – se pregunta Federici -
cuando rechazamos algunas tareas no se dice “es una mujer en lucha” y se dice “es una
mala mujer”?

Democratizar los sindicatos para cuidar y cuidarnos

“Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras” fue la consigna del primer
Paro Internacional de mujeres, lesbianas, travestis, trans el 8 de marzo de 2017 en
reclamo por el reconocimiento del trabajo reproductivo que realizan millones de
trabajadoras en todo el mundo. En 2018, la convocatoria al segundo Paro Internacional
feminista 8M fue “Nosotras paramos. Nos paramos” y nuevamente, la visibilización del
trabajo doméstico y de cuidados fue uno de los ejes centrales de la movilización de la
huelga en Argentina junto con la denuncia de las violencias machistas y la legalización
del aborto.
El 3 de junio de 2019, en el marco de la quinta movilización de Ni Una Menos
las militantes de las centrales sindicales y organizaciones sociales marcharon bajo la
consigna “Trabajadoras somos todas” en reclamo por el mantenimiento de las
jubilaciones de la moratoria previsional que el entonces presidente, Mauricio Macri,
había anunciado que no renovaría. Más del 80% del total de quienes accedieron al
beneficio previsional entre 2016 y 2018 son “amas de casa”, es decir, trabajadoras del
cuidado y trabajadoras cuyos empleadores decidieron mantener en la informalidad.
El reconocimiento del trabajo en todas sus formas, incluido el trabajo que
produce fuerza de trabajo, es uno de los aspectos centrales que el pliego de
reivindicaciones de las organizaciones sindicales y de trabajadorxs debiera incorporar
como prioritarios. La discusión de los sindicatos sobre coberturas sociales, asistencia
sanitaria y jubilaciones ha sido central para la protección del trabajo en Argentina, sin
embargo, en materia de regulación de las tareas de cuidado los avances son algo más
acotados. Entre las acciones y demandas sindicales para promover la igualdad de
género en materia de cuidados podemos mencionar: la ampliación de licencias
familiares, el reclamo por sistemas de cuidados en los lugares de trabajo (tanto
estatales como privados), los avances en materia legislativa y en los convenios
colectivos de trabajo en el reconocimiento de derechos de trabajadorxs de casas
particulares y de amas de casa al momento de acceder al sistema de previsión social
(jubilaciones y pensiones).
La implementación de políticas que reconozca, reduzca y redistribuya el trabajo
de cuidados, constituye a su vez, un desafío para los sindicatos en tanto los mecanismos
de decisión y representación requieren de la participación de feminidades. El trabajo
reproductivo y de cuidados resulta un obstáculo para la participación de las mujeres
en los sindicatos. Con frecuencia el desinterés o la falta de experiencia, argumentos
recurrentes entre integrantes de los espacios de dirección de los sindicatos, no son más
que la manifestación de límites que impone la segregación de las mujeres en estos
ámbitos: limitaciones para asistir a reuniones fuera del horario laboral, ausencias en
las discusiones y espacios de deliberación, dificultades para plantear demandas
propias de las trabajadoras y, finalmente, exclusiones de espacios de visibilidad y
representación sindical.
Lograr alcanzar a más trabajadoras, es otra de las tareas fundamentales de los
sindicatos para revertir mecanismos que refuerzan desigualdades en el mundo del
trabajo y estereotipos de género al interior de las organizaciones. Las trabajadoras
tenemos reivindicaciones y necesidades que históricamente han sido postergadas bajo
el argumento de reclamos prioritarios de orden material, desde la perspectiva
hegemónica del sujeto trabajador. Las causales de la baja participación de mujeres en
los sindicatos no deben recaer sobre la falta de interés de las trabajadoras. Reforzar
acciones afirmativas y mecanismos paritarios contribuye a la construcción de agendas
y estrategias sindicales más representativas del conjunto de lxs trabajadorxs y la
superación de desigualdades de género al interior de las estructuras sindicales.

¿Cómo ampliar el alcance de iniciativas para promover condiciones igualitarias


de trabajo? ¿Cómo generamos condiciones para que la opción por el cuidado no
implique precariedad? Hogares y espacios de gestión comunitaria del cuidado cumplen
un papel central en la sostenibilidad y la reproducción de la vida. Además, el acceso al
cuidado puede ser mediante oferta pública u oferta privada, cuando existen
posibilidades de acceder. Se resuelve con provisión pública del cuidado cuando
llevamos a niñxs a jardines de gestión pública, es el Estado que provee cuidados. La
oferta privada es la que provee el mercado, compramos cuidado cuando contratamos a
una persona para que realice estas tareas en nuestros hogares o cuando
institucionalizamos a una persona que requiere cuidados en una institución de gestión
privada. Habitualmente estas gestiones - que implican relaciones laborales - las llevan
a cabo mujeres en relación con otras mujeres, pero no solamente.
A partir del reconocimiento, es posible considerar la reducción de los cuidados,
es decir la disminución del tiempo y los costos físicos que se derivan de la falta de
infraestructura (cantidad de horas de viaje para realizar las tareas de cuidado, o para
acceder a bienes necesarios para cubrir necesidades como el agua o la calefacción del
hogar). En este sentido, las organizaciones de trabajadoras, las sindicalistas y los
feminismos plantean la necesidad de redistribuir las tareas de cuidado al interior de
los hogares y hacia afuera, a través de políticas públicas que promuevan sistemas de
cuidados en los lugares de trabajo y la comunidad. Las acciones y políticas públicas que
promuevan una redistribución de tareas de cuidados son condición necesaria para
evitar que las tareas de cuidados constituyan múltiples opresiones hacia las mujeres.
La valorización de las tareas de cuidado implica el reconocimiento del tiempo y
las condiciones en que se realiza ese trabajo, usualmente degradado y marginalizado;
la reducción de la cantidad de horas dedicadas y la redistribución de esas tareas. Un
abordaje integral que impulse reconocimiento, reducción, redistribución y
remuneración debe involucrar al conjunto de los actores sociales que sostienen la
organización social del cuidado: hogares, comunidad, mercado y estado. La
devaluación del trabajo reproductivo y las dificultades de gestionar el cuidado en
contextos de crisis devela aún más la asimetría en la distribución de estas tareas y
coloca en la esfera pública la discusión sobre todos los procesos que se requieren para
llevar adelante una vida digna. Esto incluye nuestros cuerpos, nuestros vínculos
cotidianos, los espacios de tránsito, las condiciones de trabajo y de protección social.
Como señala Silvia Federici (2018b), es mediante las actividades cotidianas de
reproducción de nuestra existencia que podemos resistir a la deshumanización y
reconstruir el mundo como espacio de crianza, creatividad y cuidado.

Bibliografía

➢ D’Alessandro, Mercedes (2017). Economía feminista: Cómo construir una


sociedad igualitaria (sin perder el glamour). (Buenos Aires: Sudamericana).
➢ Federici, Silvia (2018a). El patriarcado del salario. (Buenos Aires: Tinta
Limón).
➢ Federici, Silvia (2018b). Revolución en punto cero: trabajo doméstico,
reproducción y luchas feministas. (Buenos Aires: Tinta Limón).
➢ Lobato, Mirta (2011). "Historia social, historia del trabajo y estudios de género
en la Argentina" en Mases, Enrique (comp.) Trabajadores y trabajadoras en la
Argentina. Aportes para una historia social, Colección GEHISo, Universidad
Nacional del Comahue.
➢ Rodríguez Enríquez, Corina (2015). “Economía feminista y economía del
cuidado. Aportes conceptuales para el estudio de la desigualdad” en Nueva
Sociedad N°256, marzo-abril. ISSN: 0251-3552, <www.nuso.org>.

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