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En la iglesia está presente el trigo y también la cizaña, pero es importante

buscar la unidad a pesar de las tensiones. La unidad de la iglesia está


profundamente arraigada en la unidad de Dios mismo, cuya creación es
una en función y estructura. Como Creador, él fue el centro alrededor del
cual todo halla su razón de existir. Por lo tanto, toda la creación reflejó
hasta cierto punto la unidad de Dios. El pecado dañó la creación al quitarle
su centro. Al quedar sin él, los seres humanos se centraron en sí mismos, y
los resultados fueron devastadores.
La unidad de Dios fue manifestada en la persona de su Hijo: «El Padre y yo
uno somos» (Juan 10:30). La iglesia es la expresión visible de la efectividad
de la obra de reconciliación de Cristo en la tierra. Su unidad revela que el
Hijo nos reconcilia con el Padre (Juan 17:21, 23). Sin la unidad de la iglesia,
la obra de reconciliación de Cristo carecería de credibilidad ante el mundo.
Solo en él y por su medio podemos estar y permanecer unidos.
3. La unidad de la iglesia es, al mismo tiempo, una realidad presente y una
tarea que debe lograrse en el poder del Espíritu. En la iglesia, nuestra unión
en Cristo se expresa y alimenta mediante
nuestro mensaje común, misión común, estilo de vida común y nuestra
comunidad mundial organizada de creyentes. Tenemos «una fe» que
encarna el mensaje de salvación en Cristo en el final del conflicto cósmico,
y esta tiene que ser protegida (Efe. 4:5; Apoc. 14:6-8; 2 Tim. 1:13, 14).
Este mensaje se encuadra dentro de la obra de Cristo en el conflicto
cósmico, brindándonos una cosmovisión sólida y bíblica (Apoc. 12).
Tenemos una misión común que preparará al mundo para la venida del
Señor (10:11; 14:6-12). Nuestra unidad en Cristo se manifiesta en nuestra
manera de vivir la vida cristiana (Efe. 4:1-3). Dado que Cristo es el centro
de nuestra vida, nos alineamos con el estilo de vida celestial. La unidad es
visible en la estructura organizada de la iglesia, que facilita la misión de la
iglesia mundial (1 Cor. 12:12-25).
Estos elementos no solo hacen visible nuestra unidad en Cristo, sino que
contribuyen de manera directa para mantenernos juntos como un pueblo,
como el pueblo de Dios.
En Ia oración sacerdotal (Juan 17), pronunciada en el jardín
del Getsemaní, Ia principal preocupación en la mente de
Cristo era la unidad de su iglesia : aquellos que habían salido
“del mundo” (Juan 17: 6). ÉI abogó con su Padre a favor de
una unidad, en el seno de la iglesia, que fuese semejante a
aquella experimentada por la Deidad. Cristo oró para que
todos fuesen uno, “así como tú estás en mí y yo en ti,
permite que ellos también estén en nosotros, para que el
mundo crea que tú me has enviado” (Juan 17:21).

Esta unidad es el más poderoso testimonio que la iglesia


puede ofrecer, pues provee la evidencia del abnegado amor
de Cristo por la humanidad. ÉI afirmó “Yo en ellos y tú en mí.
Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el
mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a
ellos tal como me has amado a mí” ( Juan 17:23).

Un hombre visitaba un manicomio. El enfermero le mostraba


pacientemente los diversos sectores de aquella casa.
Intrigado por la flagrante desproporción entre el número de
funcionarios y el de los enfermos que estaban allí internados,
el visitante preguntó:

-¿Ustedes no tienen miedo de que los internos se unan y los


agredan? AI fin y al cabo, ¡ellos son un número mucho mayor!

EI enfermero respondió:

-¡No! Nadie necesita tener miedo. Los locos nunca se unen.


(www. sitedopastor. com. br).

¿Qué tipos de unidad tenía Cristo en mente para su iglesia?


1. Unidad en el Espíritu. En su defensa de Ia unidad de la
iglesia, el apóstol Pablo afirmo: “De hecho, aunque el cuerpo
es uno solo, tiene muchos miembros, y todos los miembros,
no obstante ser muchos, forman un solo cuerpo. Así sucede
con Cristo. Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para
constituir un solo cuerpo -ya seamos judíos o gentiles,
esclavos o libres-, y a todos se nos dio a beber de un mismo
Espíritu” (1 Cor. 12:12,13).

El Espíritu Santo es la fuerza impulsora que subyace a la


unidad de la iglesia. Por su intermedio los creyentes son
conducidos hasta ella. Al llamar a los miembros de todas las
nacionalidades y las etnias, el Espíritu Santo los bautiza en
un único cuerpo, el de Cristo : la iglesia. A medida que ellos
crecen en Cristo, las diferencias culturales no causan mas
división. El Espíritu Santo quiebra las barreras entre ricos
y pobres, altos y bajos, hombres y mujeres. Comprendiendo
que a la vista de Dios todos somos iguales.

2. Unidad de fe. La diversidad de dones de ningún modo


implica diversidad de creencias. La base de nuestra fe es la
Palabra de Dios: “Así que la fe viene como resultado de oír el
mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo”
(Rom. 10:17). hablado de la unidad, Elena de White dice lo
siguiente: “Dios está guiando a su pueblo para que salga del
mundo con el fin de colocarlo sobre la exaltada plataforma
de la verdad eterna, los mandamientos de Dios y la fe de
Jesús. Quiere disciplinar y preparar a sus hijos. No estarán
en desacuerdo, creyendo uno una cosa, y teniendo otro una
fe y opiniones totalmente opuestas, moviéndose cada uno
independientemente del cuerpo. Por la diversidad de los
dones y los ministerios que él ha puesto en la iglesia, todos
pueden llegar a la unidad de la fe. Si alguien adopta puntos
de vista referentes a la Biblia sin considerar la opinión de
sus hermanos, y justifica su conducta alegando que tiene
derecho de sostener sus propias opiniones peculiares, y
luego las impone a otros, ¿cómo podrá cumplirse la oración
de Cristo? ¿ Y si otro y aun otro se levanta, y cada uno
reclama su derecho a creer y hablar Io que le place sin
relación con Ia fe del cuerpo, dónde estará la armonía que
existió entre Cristo y su Padre, y que Cristo pidió en oración
que existiera entre sus hermanos?” (Elena de White, La
iglesia remanente, pp. 36.37).

En los últimos días la iglesia de Dios estará compuesta por


personas que comparten las verdades del evangelio
eterno. La vida de esas personas será caracterizada por la
observancia de los “mandamientos de Dios y Ia fe en Jesús”
(Apoc. 14:12). Juntas, proclaman al mundo la invitación a la
salvación procedente de Dios.

¿Cuán Importante es la unidad de la iglesia?


La unidad es esencial para la iglesia. sin ella, Ia iglesia
fracasará en el desempeño de su sagrada misión. Existen
algunos beneficios en la unidad para el fortalecimiento de la
iglesia y su crecimiento:
1. La unidad hace eficaces los esfuerzos de la iglesia. “Los
hombres no obedecen las palabras de Jesucristo para buscar
unidad de fe, espíritu y doctrina. No trabajan por Ia unidad
del Espíritu por Ia cual oró Jesús, la cual influiría a fin de que
el testimonio de los discípulos de Cristo fuera eficaz para
convencer al mundo de que Dios ha enviado a su Hijo a esta
tierra, ‘para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna’. Si la unidad por la cual Cristo oró,
existiera entre los hijos de Dios, estos darían un testimonio
viviente y reflejarían una luz clara que brillaría en medio de
las tinieblas morales del mundo” (Elena de White, La iglesia
remanente, pp. 68, 69).
“La unidad en Ia iglesia es la que la capacita para ejercer
una influencia consecuente sobre los incrédulos y
mundanos” (Elena de White, A fin de conocerle, p. 155).

2. La unidad revela Ia realidad del Reino de Dios. “Los


ángeles trabajan en forma armoniosa. Un orden perfecto
caracteriza todos sus movimientos. Cuanto más cerca
imitemos la armonía y el orden de la hueste angelical, más
éxito tendrán los esfuerzos de estos agentes celestiales en
nuestro favor. Si no vemos ninguna necesidad de trabajar en
forma armoniosa, y somos desordenados, indisciplinados y
desorganizados en nuestra forma de obrar, los ángeles, que
están cabalmente organizados y se mueven en perfecto
orden, no pueden trabajar con éxito por nosotros. Se apartan
apesadumbrados, porque no están autorizados a bendecir la
confusión, el desorden y Ia desorganización. Todos los que
deseen la cooperación de los mensajeros celestiales deben
trabajar al unísono con ellos. Los que tienen la unción de Io
alto estimularán el orden, la disciplina y la unidad de acción
en todo Io que emprendan, y entonces los ángeles de Dios
podrán cooperar con ellos. Pero nunca, nunca estos
mensajeros celestiales respaldarán la irregularidad, la
desorganización y el desorden. Todos estos males son el
resultado de los esfuerzos de Satanás para debilitar nuestras
fuerzas, para disipar nuestro valor, e impedir el éxito en la
acción” (Elena de White, La iglesia remanente, pp. 34-35).

3. La unidad demuestra Ia fuerza de la iglesia. Una iglesia es


verdaderamente próspera y fuerte cuando sus miembros
están unidos a Cristo y unos con los otros, trabajando
armoniosamente en favor de Ia salvación del mundo. Una
iglesia unida resistirá los ataques del enemigo, pues los
poderes de las tinieblas son impotentes contra una iglesia
cuyos miembros se aman unos a otros, así como Cristo los
amó. EI resultado de una iglesia unida puede ser comparado
con el desempeño de una orquesta. Cuando los músicos
están afinando los instrumentos, producen un sonido extraño
y desagradable. Sin embargo, cuando el maestro aparece y
todas las miradas se dirigen hacia él, obedeciendo su
regencia, los sonidos desconectados dan lugar a Ia belleza y
a la armonía.

¿Cómo alcanzar la unidad?


“Lo que causa división y discordia en las familias y en la
iglesia es la separación de Cristo. Acercarse a Cristo es
acercarse unos a otros. El secreto de la verdadera unidad en
Ia iglesia y en la familia no estriba en la diplomacia ni en la
administración, ni en un esfuerzo sobrehumano para vencer
las dificultades -aunque habrá que hacer mucho de esto- sino
en la unión con Cristo” (Elena de White, El hogar cristiano, p.
158).

Cuando Cristo inició su obra mediadora al lado de su Padre


en el cielo, garantizó que el blanco de tener a su pueblo
unido no era una ilusión. A través del Espíritu Santo,
concedió dones especiales, cuyo propósito particular era
establecer la “unidad de la fe” entre los creyentes. Al
analizar esos dones, el apóstol Pablo dice que Cristo
“constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; y a otros pastores y maestros”. Esos dones
fueron concedidos a Ia iglesia con la intención de “capacitar
al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el
cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a Ia unidad
de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad
perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo”(Efe.
4:11-13).

En nuestra búsqueda de unidad no podemos sacrificar las


verdades que hicieron de nosotros un pueblo distinto. La
Biblia, hablando del Espíritu Santo, afirma que él es el
Espíritu de la verdad (Juan15:26). En su oración intercesora,
Cristo le pide al Padre “Santifícalos en tu verdad, tu palabra
es la verdad” (Juan 17:17). Por Io tanto, Para que puedan
experimentar la unidad, los creyentes deben recibir Ia luz
que brilla de la Palabra. (Extraído y adaptado del libro
Creencias de los adventistas del séptimo día) ·

Para reflexionar
Una iglesia unida por el poder del Espíritu Santo se
transforma en un refugio contra los dardos satánicos de la
desunión. El principio básico de esa unidad viene de Ia unión
diaria del creyente con Cristo. Una iglesia individual que
desarrolló y consolidó el hábito de orar, leer, examinar y
meditar en Ia palabra de Dios y de alabar, ciertamente estará
unida por los lazos fraternos del amor. Es allí donde nace la
unidad colectiva, cuando el creyente recibe el bautismo
diario del Espíritu Santo en las primeras horas de Ia mañana.
Cuando nos alimentamos individualmente y colectivamente
de Ia misma fuente, es imposible que no tengamos, todos, el
mismo parecer y sentimiento en relación con el objetivo y la
misión de Ia iglesia global.

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