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LA COMUNIDAD EGLESIAL

EL PUEBLO DE DIOS PEREGRINO

Todos quienes formamos parte de la iglesia somos peregrinos. La invitación


del Señor Jesús a seguirlo nos sitúa ante un horizonte dinámico, de respuesta
activa y no estática ni instalada. Una respuesta que no damos solos, yendo
cada uno por su lado, sino unidos, andando juntos. Y es que formamos un
pueblo de convocados, un pueblo abierto a todos, que aspira a _reunir a la
humanidad entera. Un pueblo peregrino centrado en el Amor de Dios que lo
reúne, que le comparte su Vida, que hace que participemos de una realidad
misteriosa, al mismo tiempo humana y divina, visible e invisible'

El pueblo de Dios es la lglesia, somos todos nosotros. Y el ser pueblo destaca


tanto los elementos que nos unen, que nos cohesionan, como aquellos que
hacen que dentro del mismo pueblo haya diversidad y que son dones de Dios
que lo ónriquecen. Así, entre los fieles cristianos hallamos: a los laicos y los
clérigos; a los consagrados, llamados de los dos estamentos anteriores con una
vocJción especial; a los miembros de la jerarquía y a lo que no los son; a las
diversas asociaciones de fieles (p. ej. las órdenes, congregaciones, sociedades
de vida apostólica, hermandades y movimientos); etc'

MISTERIO DE AMOR

La realidad profunda de la lglesia no puede ser abarcada sólo por medio de


razón humana, sino que aquella la sobrepasa, y aunque el entendimiento algo
comprende, no entiende todo. Y es que es un ámbito de encuentro de lo humano
y lo divino: La lglesia, por ser obra de Dios, por estar animada por la acción del
Espíritu Santo y porque no es una sociedad compuesta únicamente por hombres
de este mundo..."¡la lglesia es un misterio!", dirá el Papa Pablo Vl'

Que la lglesia sea un misterio quiere decir también que es como un sacramento:
ella es signo de la unión de la humanidad toda con Dios y de la unión de los
hombres entre sí, y al mismo tiempo que ella misma, en Su caminar, va
realizando contando con la gracia de Dios y la colaboración humana eso que
significa (Lumen gentium, 1). Es decir que el Pueblo de Dios peregrino,
verdadera y eficazmente hace esa unión, o mejor esa comunión'

¿Y cómo puede realizarlo? ¿De dónde mana la fuerza de la lglesia? De la Vida


y el Amor de Dios que Él nos participa, Amor del que nos nutrimos, en el que
crecemos, al que respondemos desde nuestra realidad humana concreta, la
misma que desde lo hondo está orientada hacia ese Amor, Amor que nos
esforzamos por comunicar a los hermanos.
UNA COMUNIDAD

La fuerza de la comunión es el Amor. Amor que une, que genera espacios de


encuentro con Dios, y de fraternidad solidaria. Tal es la realidad que describe el
Espíritu Santo por medio de San Lucas en los Hechos de los Apostoles. "la
multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma" (Hch 4,
32). Amor que se manifiesta en principios que construyen la unidad de la lglesia,
unos más visibles que otros, los mismos que forman como su estructura íntima.

Ante todo la fundamental unidad en el Señor. Por el Bautismo nos hemos


incorporado al Señor Jesús, Hijo de María, Cabeza del Pueblo de Dios, por el
Espíritu Santo, acogiendo la reconciliación que nos hace hijos del Padre,
buscando responder al llamado universal a la santidad.

Deriva de la anterior, la solidaridad real entre todos los que pertenecen a la


lglesia, también llamada comunión de los santos, por la que intercedemos unos
por otros y nos hacemos amigos de quienes habiendo ya recorrido su camino,
viven ya el encuentro definitivo con Dios.

La unidad de la fe creída, que se expresa en la común profesión del Credo;


acogida en el corazón y que suscita una común esperanza; vivida en lo cotidiano
manifestando el amor en lo concreto.

La celebración comunitaria de los sacramentos, en participar del Bautismo, la


Reconciliación y la Eucaristía. Por ellos entramos en unión con Dios y los
hermanos, pero de manera especialísima por medio de esta última, pues ella es
fuente y fuerza creadora de comunión entre los miembros de la lglesia
precisamente por une a cada uno de ellos con el mismo Cristo: "participando
realmente del Cuerpo de Señor en la fracción del pan eucarístico, somos
elevados a la comunión con El y entre nosotros: porque el pan es uno, somos
uno en un solo cuerpo, pues todos participamos del único pan" (1Cor'10,17)
(Lumen gentium, T).

La estructura servicial de la jerarquía de la lglesia, encabezada por el Papa, y


comprendiendo además a los obispos, presbíteros y diáconos, encargada de
guiar al Pueblo Peregrino, a quienes se les ha encomendado explícitamente el
ser ministros de la unidad.

Los carismas que son gracias especiales que animan a diversas comunidades y
asociaciones de fieles, sean éstas familias religiosas, movimientos o
hermandades. Estos dones, porque están en primer lugar ordenados a la
edificación de la lglesia toda y a la realización de la misión, sirven a la unidad.
La misión a la que todos estamos llamados, y que es el anuncio de la Buena
Nueva del Señor Jesús a todas la personas humanas, ayudando a que se
manifieste plenamente el Reino de Dios.

Se trata, pues de una comunidad en la que "es común la dignidad de los


miembros, que deriva de su regeneración en Cristo; común la gracia de la
filiación; común la llamada a la perfección; una sola salvación, única la
esperanza e indivisa la caridad. No hay por consiguiente, en Cristo y en la
lglesia ninguna desigualdad en razón de la raza o de la nacionalidad, de la
condición social o del sexo, porque no hay judío ni griego, no hay siervo o libre,
no hay varón ni mujer. Pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesus" (Gál 3,28;
Col 3,11) (Lumen gentium, 32).

DIVERSIDAD DE RIQUEZAS

Junto a la unidad del Pueblo de Dios, y como complemento indesligable, destaca


también su riqueza, su diversidad. Una primera mirada nos permite ya percibir la
variedad de personas, estados de vida, comunidades, procedencias raciales,
sociales y culturales, servicios y misiones. Y es que la unidad no es uniformidad:
la comunión se fortalece cuando cada uno de los que participa en ella aporta a
los otros desde su propia originalidad y a su vez recibe de los demás.

Esto nos habla del carácter universal -que es el significado de católico- de la


lglesia. Nos habla también de la bendición de esas riquezas, y de la necesidad
de que cada persona y comunidad cultive los dones que en su particularidad
Dios le ha concedido, para que desde una cada vez mayor profundización en su
propio ser, los ponga al servicio de los hermanos.

CONSTRUIR LA COMUNIÓN PARA LA MISIÓN

Es así como se va realizando la misión encomendada por Dios a su Pueblo:


construyendo la comunión eclesial y colaborando, cada uno según su particular
llamado y situación dentro del Pueblo de Dios, a la realización de la misión. Y es
que la lglesia existe para evangelizar, y todos estamos llamados a cooperar en
ello, sin distinción.

Sólo desde una actitud de servicial cooperación eclesial, de forja de la unidad y


comunión entre todos los miembros de la lglesia, de disponibilidad para dar y
recibir la ayuda del hermano, se podrá avanzat hacia la meta de, finalmente,
instaurarlo todo en el Señor Jesús bajo la guía maternal de Santa María. El ser
ministros de la reconciliación fortalecer la comunión eclesial, posibilitando que el
Pueblo de Dios sea, cada vez con mayor eficacia, como un sacramento de
comunión de las personas humanas con Dios y de todos los hermanos humanos
entre sí,
CITAS PARA MEDITAR

. La unidad de la lglesia se fundamenta en el Señor Jesús: lCor 10, 17;


Gál 3, 27-28.
. La primera comunidad cristiana: Hch 4, 32.
. Distintos carismas dentro del mismo cuerpo: l Cor 12,7'10.
. Compartir con los demás: l Cor 12, 26. Somos un solo cuerpo: lCor 12,
12-24.
La unidad en la primera comunidad cristiana

Todos los creyentes en Cristo están invitados a unirse en oración para dar
testimonio del profundo vínculo que existe entre ellos y para invocar el don de la
comunión plena.

La unidad no puede ser un simple producto del actuar humano; es ante todo un
don de Dios, que conlleva un crecimiento en la comunión con el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo.

El camino hacia la unidad visible entre todos los cristianos habita en la oración,
porque fundamentalmente la unidad no la "construimos" nosotros, sino que la
"construye" Dios, viene de É1, del Misterio trinitario, de la unidad del Padre con el
H'rjo en el diálogo de amor que es el Espíritu Santo

El tema elegido hace referencia a la experiencia de la primera comunidad


cristiana de Jerusalén, tal como es descrita por los Hechos de los Apóstoles
(hemos escuchado el texto): "Todos se reunían asiduamente para escuchar la
enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y
en las oraciones" (Hch 2,42). Debemos considerar que ya en el momento de
Pentecostés el Espíritu Santo desciende sobre personas de diversa lengua y
cultura: esto significa que la lglesia abraza desde el principio a gente de diversa
procedencia y, sin embargo, precisamente a partir de esas diferencias, el Espíritu
crea un único cuerpo. Pentecostés como inicio de la lglesia marca la ampliación
de la Alianza de Dios a todas las criaturas, a todos los pueblos y a todos los
tiempos, para que toda la creación camine hacia su verdadero objetivo: ser lugar
de unidad y de amor.

En el pasaje citado de los Hechos de los Apóstoles, cuatro características


definen a la primera comunidad cristiana de Jerusalén como lugar de unidad y de
amor, y san Lucas no sólo quiere describir una evento del pasado. Nos lo ofrece
como modelo, como norma para la lglesia presente, porque estas cuatro
características deben constituir siempre la vida de la lglesia. La primera
característica es estar unida en la escucha de las enseñanzas de los Apóstoles,
en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en la oración. Como ya se ha
mencionado estos cuatro elementos son todavía hoy, los pilares de la vida de toda
comunidad cristiana y constituyen un único y sólido cimiento sobre el cual basar
nuestra búsqueda de la unidad visible de Ia lglesia.

Ante todo tenemos la escucha de la enseñanza de los Apóstoles, o sea, la


escucha del testimonio que estos dan de la misión, la vida, la muerte y la
resurrección del Señor Jesús. Es lo que Pablo llama sencillamente el "Evangelio".
Los primeros cristianos recibían el Evangelio de la boca de los Apóstoles, estaban
unidos para su escucha y para su proclamación, pues el Evangelio, como afirma
san Pablo, "es el poder de Dios para la salvación de todos los que creen" (Rm
1,16). Todavía hoy, la comunidad de los creyentes reconoce en la referencia a la
enseñanza de los Apóstoles la propia norma de fe: cada esfuezo realizado para la
construcción de la unidad entre los cristianos pasa a través de la profundización
de la fidelidad al depositum fidei que nos transmitieron los Apóstoles. La firmeza
en la fe es la base de nuestra comunión, es la base de la unidad cristiana.

El segundo elemento es la comunión fraterna. En los tiempos de la primera


comunidad cristiana, como también en nuestros días, ésta es la expresión más
tangible, sobre todo para el mundo exterior, de la unidad entre los discípulos del
Señor. Leemos en los Hechos de los Apóstoles lo hemos escuchado que los
- -
primeros cristianos tenían todo en común, y que quien tenía propiedades y bienes
los vendía para distribuirlos a los necesitados (cfr Hch 2,44-45). Esta comunión de
los propios bienes ha encontrado, en la historia de la lglesia, nuevas formas de
expresión. Una de estas, en particular, es la de la relación fraternal y de amistad
construida entre cristianos de distintas confesiones. La historia del movimiento
ecuménico está marcada por dificultades e incertidumbres, pero es también una
historia de fraternidad, de cooperación y de comunión humana y espiritual, que ha
cambiado de manera significativa las relaciones entre los creyentes en el Señor
Jesús: todos estamos comprometidos a continuar en este camino. El segundo
elemento es, por tanto, la comunión, que ante todo es comunión con Dios a través
de la fe, pero la comunión con Dios crea comunión entre nosotros y se traduce
necesariamente en la comunión concreta de la que hablan los Hechos de los
Apóstoles, o sea la comunión plena. Nadie en la comunidad cristiana debe
pasar hambre, nadie debe ser pobre: es una obligación fundamental. La
comunión con Dios, hecha carne en la comunión fraterna, se traduce, en concreto,
en el esfuerzo social, en la caridad cristiana, en la justicia.

Tercer elemento. En la vida de la primera comunidad de Jerusalén era


esencial también el momento de la fracción del pan, en el que el Señor mismo se
hace presente con el único sacrificio de la Cruz en su entregarse completamente
por la vida de sus amigos: "Éste es mi cuerpo ofrecido en sacrificio por vosotros...
éste es el cáliz de mi Sangre... derramada por vosotros". "La lglesia vive de la
Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe,
sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la lglesia" (Enc. Ecclesia de
Eucharistia, 1). La comunión en el sacrificio de Cristo es el culmen de nuestra
unión con Dios y representa por tanto también la plenitud de la unidad de los
discípulos de Cristo, la comunión plena. Durante esta semana de oración por la
unidad está particularmente vivo el lamento por la imposibilidad de compartir la
misma mesa eucarística, signo de que estamos aún lejos de la realización de esa
unidad por la que Cristo oró. Esta experiencia dolorosa, que confiere una
dimensión penitencial a nuestra oración, debe convertirse en motivo de un
esfuer¿o más generoso todavía, por parte de todos; con el fin de que, eliminados
todos los obstáculos para la plena comunión, llegue el día en que sea posible
reunirse en torno a la mesa del Señor, partir juntos el pan eucarístico y beber
todos del mismo cáliz.
Finalmente, la oración, o como dice san Lucas, "las oraciones", es la cuada
característica de la lglesia primitiva de Jerusalén descrita en el libro de los Hechos
de los Apóstoles. La oración es desde siempre la actitud constante de los
discípulos de Cristo, lo que acompaña sus vidas cotidianas en obediencia a la
voluntad de Dios, como nos lo atestiguan también las palabras del apóstol Pablo,
que escribe a los Tesalonicenses en su primera carta "Estad siempre alegres.
Orad sin cesar. Dad gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de
todos vosotros, en Cristo Jesús" ('1 Tes 5, 16-18; cfr. Ef 6,18). La oración cristiana,
participación en la oración de Jesús, es por excelencia una experiencia filial, como
nos lo atestiguan las palabras del Padre Nuestro, oración de la familia -el
"nosotros" de los Hijos de Dios, de los hermanos y hermanas- que habla a un
Padre común. Estar en actitud de oración implica por tanto abrirse a la fraternidad.
Sólo en el "nosotros" podemos decir Padre Nuestro. Abrámonos a la fraternidad
que deriva de ser hijos del único Padre celeste, y por tanto a estar dispuestos al
perdón y a la reconciliación.

Queridos hermanos y hermanas, como discípulos del Señor tenemos una


responsabilidad común hacia el mundo, debemos hacer un servicio común: como
la primera comunidad cristiana de Jerusalén, partiendo de lo que ya compartimos,
debemos ofrecer un testimonio fuerte, fundado espiritualmente y apoyado por la
razón, del único Dios que se ha revelado y que nos habla en Cristo, para ser
portadores de un mensaje que oriente e ilumine el camino del hombre de nuestro
tiempo, a menudo privado de puntos de referencia claros y válidos. Es importante,
entonces, crecer cada día en el amor mutuo, empeñándonos en superar esas
barreras que aún existen entre los cristianos; sentir que existe una verdadera
unidad interior entre todos aquellos que siguen al Señor; colaborar lo más posible,
trabajando juntos sobre las cuestiones aún abiertas; y sobre todo ser conscientes
de que en este itinerario el Señor debe asistirnos, tiene que ayudarnos aún
mucho, porque sin É1, solos, sin "permanecer en É1" no podemos hacer nada (cfr
Jn 15,5).

Queridos amigos, somos miembros de una comunidad, perseveremos en


ella, seamos hombres de oración, implorando de Dios el don de la unidad, para
que se cumpla en el mundo entero su designio de salvación y de reconciliación.

VER JUZGAR Y ACTUAR

Los miembros de la comunidad se dividen en cuatro grupos y cada grupo hará una
revisión de una de las siguientes características que se mencionan en hechos
2,42-47 (Enseñanza, Comunión Fraterna, fracción del pan y
oración),
concretamente que hace la comunidad en torno a cada característica y cada grupo
debe proponer actividades que puedan realizarse para que esto se cumpla.
Luego hacer plenaria y discutir las propuestas.

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