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Medio Ambiente Internacional 158 (2022) 106892

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Medio Ambiente Internacional

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Amenazas actuales y futuras para la salud humana en el Antropoceno

Shilu Tonga,b,C,d,*, Hilary Bambrickd, Paul J. suplicami, Lan Ming ChenF, Yabin Hua, Wenjun Magramo, Will
Steffenh, Jianguo Tani
aCentro Médico Infantil de Shanghai, Facultad de Medicina, Universidad Jiao Tong de Shanghai, Shanghai, China
bEscuela de Salud Pública, Instituto de Medio Ambiente y Salud de la Población, Universidad Médica de Anhui, Hefei, China
CCentro para la Salud Global, Escuela de Salud Pública, Universidad Médica de Nanjing, Nanjing, China
d Escuela de Salud Pública y Trabajo Social, Universidad Tecnológica de Queensland, Brisbane, Australia
miDepartamento de Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente, Facultad de Ciencias e Ingeniería, Universidad Macquarie, Sydney, Australia
FUniversidad Oceánica de Shanghai, Shanghai, China
gramoInstituto Provincial de Salud Pública de Guangdong, Centro Provincial de Control y Prevención de Enfermedades de Guangdong, Guangzhou, China
hLa Universidad Nacional de Australia, Canberra, Australia
iLaboratorio Clave de Meteorología y Salud de Shanghai, Servicio Meteorológico de Shanghai, Shanghai, China

INFORMACIÓN DEL ARTÍCULO ABSTRACTO

Editora encargada: Olga Kalantzi Se ha reconocido ampliamente que las amenazas a la salud humana derivadas de los cambios ambientales globales (GEC)
están aumentando en la época del Antropoceno, y se requieren acciones urgentes para abordar estos desafíos apremiantes.
Palabras clave: Se llevó a cabo una revisión de alcance para proporcionar una visión general de los nueve límites planetarios y las amenazas a
Antropoceno la salud de la población que plantean las actividades humanas que exceden estos límites en el Antropoceno. Se identificaron
Salud
los avances de la investigación y las principales lagunas de conocimiento en este campo emergente. Durante las últimas tres
Revisión del alcance
décadas, ha habido un gran progreso en la investigación sobre los riesgos para la salud derivados del cambio climático, el
Amenazas
cambio de uso de la tierra y la urbanización, la pérdida de biodiversidad y otros GEC. Sin embargo, persisten varios desafíos
importantes, incluida la percepción errónea de la relación entre los seres humanos y la naturaleza; evaluación de los riesgos
agravados de los GEC; estrategias para reducir y prevenir los posibles impactos de los GEC en la salud; e incertidumbres en el
cumplimiento de los compromisos del Acuerdo de París. Enfrentar estos desafíos requerirá una investigación científica
rigurosa y bien coordinada entre diferentes disciplinas y diversos sectores. Es imperativo que la comunidad internacional
trabaje junta para desarrollar políticas informadas que eviten crisis y garanticen un planeta seguro y sostenible para las
generaciones presentes y futuras.

1. Introducción impulsores de la pérdida de biodiversidad como el cambio climático, la urbanización y la

Homo sapienshan existido sólo durante una pequeña fracción de la historia de la
Tierra, pero la huella humana ahora se ha vuelto tan grande y activa que es la causa
dominante de la mayoría de los cambios ambientales contemporáneos (Steffen et al.
2011; IPCC 2021; Brondizio et al. 2019). Nuestro clima está cambiando rápidamente y ha
habido más de 1,2◦C del calentamiento global en relación con la temperatura
preindustrial impulsado por la actividad humana (OMM 2021). Las capas de hielo de
Groenlandia y la Antártida están perdiendo masa a un ritmo cada vez mayor y el
aumento del nivel del mar se está acelerando (Voosen 2020). La evidencia sugiere que las
tasas actuales de extinción son entre 100 y 1000 veces la tasa probable de fondo (Pimm
et al. 2014). Alrededor de un millón de especies se enfrentarán a la extinción a menos
que se tomen medidas para reducir la intensidad de la
deforestación (Brondizio et al. 2019). Sin tal acción, habrá un mayor aumento en la tasa
global de extinción de especies, lo que puede conducir a la sexta extinción masiva (
Barnosky et al. 2011). Muchas enfermedades emergentes, incluida la actual pandemia de
enfermedad por coronavirus (COVID-19), surgen de interacciones complejas entre la vida
silvestre, los animales domésticos y los humanos, impulsadas por cambios
antropogénicos en el uso de la tierra, la producción de alimentos y el comercio (DiMarco
et al. 2020). Más importante aún, el impacto de las actividades humanas en la Tierra se ha
intensificado rápidamente en las últimas décadas, lo que ha provocado la alteración y
transformación de la mayoría de los sistemas naturales (2017). Estas alteraciones en la
atmósfera, los océanos y en toda la superficie terrestre plantean graves amenazas a la
salud y el bienestar humanos. Es la primera vez que la humanidad se enfrenta a una

* Autor para correspondencia en: Centro Médico Infantil de Shanghai, Facultad de Medicina, Universidad Jiao Tong de Shanghai, 1678 Dongfang Road, Distrito de Pudong, Shanghai
200127, China.
Dirección de correo electrónico:tongshilu@scmc.com.cn (S. Tong).

https://doi.org/10.1016/j.envint.2021.106892
Recibido el 9 de junio de 2021; Recibido en forma revisada el 19 de septiembre de 2021; Aceptado el 21 de septiembre de 2021
Disponible en línea el 25 de septiembre de 2021
0160-4120 /© 2021 Los Autores. Publicado por Elsevier Ltd. Este es un artículo de acceso abierto bajo licencia CC BY-NC-ND.
(http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/).
S. Tong y col.
emergencia planetaria (El Club de Roma 2020). Hay amenazas emergentes para la
salud humana derivadas de los cambios ambientales globales (GEC), y se
requieren acciones urgentes para abordar estos desafíos apremiantes (Haines y
Scheelbeek 2020; Whitmee et al. 2015).
El objetivo general de este artículo es proporcionar una visión general de los
nueve cambios planetarios y las amenazas a la salud humana que plantean estos
cambios. Se realizaron búsquedas en bases de datos bibliográficas relevantes para
diferentes temas. Por ejemplo, en el área de clima y salud, buscamos en PubMed,
Web of Science y Scopus utilizando una combinación de encabezados de temas
médicos (MeSH) y términos de texto libre para condiciones de interés. Se buscaron
estudios publicados antes del 31 de enero de 2021, con términos de búsqueda
relacionados con el clima (“climat*”, “heat”, “cold”, “meteorolog*” y “weather”) y la
salud (“risk*”, “ efecto*”, “salud”, “consecuencia*”, “impacto*” y “amenaza*”). En
esta revisión de alcance sólo se incluyeron los principales estudios
epidemiológicos publicados en inglés.
2. Definición e índices del antropoceno
En los últimos 200 milenios (menos de una diezmilésima parte de la vida útil
de la Tierra), la humanidad ha pasado de ser cazadores-recolectores (200.000 –
8.000 a.p.) a agricultores (8.000 a.p. – siglo XX), y luego a la actual
predominantemente de alta tecnología, estrechamente habitantes urbanos
interdependientes (McMichael 1993). La rápida expansión numérica de la
humanidad y la explotación per cápita de los recursos de la Tierra ha continuado a
buen ritmo (Cruz 2002). La población humana ha aumentado de 1.000 millones en
1800 a 7.800 millones en la actualidad y se espera que alcance los 9.900 millones
en 2050 (Oficina de Referencia de Población 2020). La actividad humana está
teniendo un impacto significativo en la Tierra. Nos enfrentamos a las amenazas
combinadas del cambio climático, la degradación de la biosfera y las crisis de
salud humana (Steffen et al. 2015). En 2002, el químico atmosférico Paul Crutzen
describió la multiplicidad de cambios en los sistemas naturales de la Tierra y
sugirió que la Tierra podría haber entrado en la “época del Antropoceno”,
caracterizada por el dominio de los humanos sobre el medio ambiente global. El
Antropoceno pondría fin a la época del Holoceno (que significa “todo reciente”), un
intervalo de tiempo geológico de relativa estabilidad climática que duraría
alrededor de 11.700 años (Cruz 2002).
Los cambios humanos en el sistema terrestre son múltiples, complejos,
interactuantes, a menudo de ritmo exponencial y de magnitud globalmente
significativa (Lewis y Maslin 2015; Steffen et al. 2004; 2015; Brondizio et al. 2019;
IPCC 2021; 2014). Afectan a todos los componentes del sistema terrestre: tierra,
zonas costeras, atmósfera y océanos. La magnitud, la escala espacial y el ritmo del
cambio inducido por el hombre no tienen precedentes (Lear et al. 2020). En
términos de ciclos de elementos fundamentales y algunos parámetros climáticos,
los cambios impulsados por el hombre están empujando al Sistema Tierra fuera
de su rango operativo normal en el Holoceno. Además, las estructuras de las
biosferas terrestres y marinas (incluidos rasgos tanto abióticos (por ejemplo,
accidentes geográficos) como bióticos (por ejemplo, organismos que forman
hábitats)) han sido alteradas significativamente directamente por actividades
humanas (Brondizio 2019). No hay evidencia de que el Sistema Tierra haya
experimentado previamente estos tipos, escalas y tasas de cambio; El Sistema
Terrestre se encuentra ahora en una situación no análoga, cada vez más conocida
como una nueva época en la historia geológica de la Tierra, el Antropoceno (
Steffen et al. 2004; Whitmee et al. 2015).
Aunque la época del Antropoceno ha sido ampliamente discutida cada vez
más en la literatura, ha habido un intenso debate sobre si esto justifica su
reconocimiento como una nueva unidad de tiempo geológico (Biermann y Kim
2020; Malm y Hornborg 2014; Ruddiman 2003). Los marcadores antropogénicos
de cambios funcionales en el Sistema Tierra han sido cuidadosamente revisados
a través del registro estratigráfico. La evidencia muestra que los ciclos del
carbono, nitrógeno y fósforo se han modificado sustancialmente durante el último
siglo (Aguas y col. 2016). Las tasas de aumento del nivel del mar y el alcance de la
perturbación humana del sistema climático superan los cambios del Holoceno
tardío (IPCC 2021). Los cambios bióticos incluyen invasiones de especies en todo el
mundo y tasas de extinción aceleradas (Brondizio 2019). Estas señales combinadas
hacen que el Antropoceno sea estratigráficamente distinto del Holoceno y de
épocas anteriores (aguas
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et al. 2016).
La humanidad se ha enfrentado constantemente a limitaciones ambientales a nivel
local y regional durante el siglo pasado. Por ejemplo, los países ricos a menudo exportan
sus desechos a países pobres, lo que representa una grave amenaza para la salud de las
poblaciones locales (McMichael 1993; Sthiannopkao y Wong 2013). Estos problemas
persisten hasta cierto punto y, además, enfrentamos limitaciones a nivel planetario
debido al rápido crecimiento de la población humana y al creciente uso de los recursos
naturales (Haines y Scheelbeek 2020; Whitmee et al. 2015). Las sociedades humanas
pueden desarrollarse y prosperar dentro de nueve límites planetarios (PB), a saber,
cambio climático, cambios en la integridad de la biosfera (antes “pérdida de
biodiversidad”), flujos biogeoquímicos, cambios en el sistema terrestre, agotamiento del
ozono estratosférico, acidificación de los océanos, uso de agua dulce, carga de aerosoles
atmosféricos y entidades novedosas (Rockstrom et al. 2009). Mantener procesos críticos
del sistema terrestre, que regulan las interacciones entre los océanos, la tierra, la
atmósfera y la vida, dentro de estos PB mantendría a la Tierra en un estado
relativamente estable. Sin embargo, cuatro de estos PB (cambio climático, integridad de
la biosfera, cambio del sistema terrestre y flujos biogeoquímicos) se han superado y
otros están bajo presión (Nota: se utilizan diferentes indicadores para diferentes límites
planetarios (Steffen et al. 2015)). Sin duda, estos cambios planetarios plantean graves
riesgos para la salud humana.
3. Impactos en la salud del cambio ambiental global
Los límites planetarios y los riesgos inminentes para la salud están
estrechamente relacionados (los vínculos principales se muestran entabla 1). Hay
que subrayar que estos riesgos son sólo algunos ejemplos ilustrativos y de
ninguna manera son exhaustivos. La Tierra ha atravesado muchos períodos de
cambios ambientales significativos y, en general, se puede dividir en tres fases
durante los últimos 12.000 años (Aguas y col. 2016; Rockstrom et al. 2009; Steffen
et al. 2018):
La humanidad entró en la época del Holoceno hace unos 11.700 años, durante la cual
el medio ambiente del planeta ha sido inusualmente estable y las civilizaciones humanas
han surgido, desarrollado y prosperado (es decir, la Fase 1). Desde la Revolución
Industrial, las acciones humanas se han expandido dramáticamente y se han convertido
en el principal impulsor del cambio ambiental local y regional (Fase 2). Después de
mediados del siglo XX, ha surgido una nueva época (es decir, el Antropoceno), en la que
se están produciendo cambios ambientales a escala global. Es posible que las actividades
humanas ya hayan empujado al Sistema Tierra fuera del estado ambiental estable del
Holoceno, con consecuencias perjudiciales o incluso catastróficas para las civilizaciones
humanas (Fase 3). Se ha expresado la preocupación de que cruzar el umbral climático (es
decir, un cierto nivel de emisiones de gases de efecto invernadero) conduciría a una
temperatura promedio global mucho más alta que cualquier interglaciar en los últimos
1,2 millones de años y a niveles del mar significativamente más altos que en cualquier
otro momento del siglo XIX. Holoceno, que puede conducir a un calentamiento continuo
en una vía de “Tierra Invernadero” incluso cuando se reducen las emisiones humanas (
Aguas y col. 2016; Rockstrom et al. 2009; Steffen et al. 2018). La humanidad nunca ha
experimentado un cambio ambiental a tal ritmo y escala (Steffen et al. 2018). Por lo tanto,
se esperaría que dicha vía de la Tierra Invernadero creara serias amenazas a los
ecosistemas, los sistemas sociales y la salud y el bienestar humanos.
3.1. El cambio climático y la salud humana
El vínculo entre el cambio climático y la salud humana fue establecido por
primera vez por algunos investigadores eminentes, entre ellos Alexander Leaf,
Andy Haines y Tony McMichael, a finales de los años 80 y principios de los 90 (
Haines y Parry 1993; Hoja 1989; McMichael 1993). Como autoridad líder en los
riesgos para la salud del cambio climático, McMichael clasificó elegantemente los
impactos climáticos en mecanismos directos e indirectos para producir resultados
para la salud y generar riesgos para la salud inmediatos y/o retrasados (
McMichael 1993). Watts y sus colegas desarrollaron aún más este concepto: los
riesgos directos resultan de cambios en los extremos climáticos, como tormentas,
inundaciones, incendios forestales, sequías u olas de calor. Los riesgos indirectos
están mediados por cambios en la biosfera o en el medio ambiente en general (p.
S. Tong y col.
tabla 1
Vínculos entre fronteras planetarias y riesgos inminentes para la salud.
Planetario
Perímetro
Cambio climático
Cambio del sistema terrestre
(p.ej,
Urbanización)
Pérdida de biodiversidad
Biogeoquímico
cambios de flujo (N,
PAG)
Carga de aerosoles
Ozono estratosférico
agotamiento
Uso de agua dulce
Contaminación química
Acidificación oceánica
ej., en la distribución de vectores de enfermedades, o cambios en la calidad del aire o la
disponibilidad de alimentos), y otros a través de procesos sociales (que conducen, por
ejemplo, a migraciones y conflictos) (Watts y cols. 2015). Estos tres pilares (es decir,
riesgos directos, riesgos indirectos a través de cambios en los ecosistemas y riesgos
indirectos a través de la perturbación de los procesos sociales) interactúan entre sí y con
los cambios en el uso de la tierra, el rendimiento de los cultivos y los ecosistemas que
están siendo impulsados por el desarrollo global y la demografía. procesos.
3.1.1. Riesgos directos
El aumento de las temperaturas globales debido al cambio climático tiene importantes
Parámetros
Carbono atmosférico
concentración de dióxido y
cambio en radiativo
forzando
Porcentaje de cobertura terrestre
mundial convertida en ciudades o
tierras de cultivo
Tasa de extinción
Cantidad de nitrógeno
eliminado de la
atmósfera para uso humano
y cantidad de
fósforo fluyendo hacia los
océanos
Partículas en general
concentración en el
atmósfera
Concentración de ozono
Consumo de
agua dulce por los humanos
Concentración de
orgánico persistente
contaminantes, plásticos,
disruptores endocrinos,
metales pesados y residuos
nucleares en el mundo
ambiente, o el
efectos sobre el ecosistema y el
funcionamiento de la Tierra
sistema del mismo
Saturación media global
Estado del aragonito en
agua de mar superficial.
Riesgos de salud
Directo: Mortalidad, morbilidad y lesiones
relacionadas con el calor y fenómenos
extremos (por ejemplo, olas de calor,
inundaciones, incendios forestales y
tormentas)
Indirecto: A través de una vía mediada
por el ecosistema: por ejemplo
enfermedades infecciosas, carga para la
salud relacionada con la contaminación
del aire
A través de Socioeconómico
vía mediada por el sistema: por ejemplo,
enfermedades mentales relacionadas con la
sequía, crisis de refugios climáticos, impactos
en la salud de conflictos y guerras
relacionados con el cambio climático. Riesgos
para la salud relacionados con la urbanización
(por ejemplo, obesidad, enfermedades no
transmisibles y trastornos mentales) e
inseguridad alimentaria y hídrica.
Reducción de la diversidad de genes,
especies y ecosistemas, lo que lleva a
menos productos farmacéuticos,
deficiencia nutricional,
Microbioma desequilibrado y aumento
de la propagación de enfermedades
infecciosas zoonóticas.
Floraciones de algas y zonas muertas
que provocan el colapso de la pesca
y afectan la salud y el bienestar de
las comunidades costeras;
falta de disponibilidad de
fertilizantes fosforados que dañan la
agricultura y provocan desnutrición
Cardiorrespiratoria y
enfermedades cerebrovasculares y
cáncer de pulmón
Melanoma, cataratas e
inmunodeficiencia
Impactos en la disponibilidad y
calidad del agua dulce,
agricultura, seguridad hídrica/
alimentaria y enfermedades
transmitidas por el agua
Impactos en la salud reproductiva, el
sistema hormonal endocrino, el
neurodesarrollo y las enfermedades
metabólicas.
Impactos en el mar
biodiversidad, arrecifes de coral,
pesca y acuicultura que conducen a
la desnutrición, la desnutrición y el
colapso de las comunidades.
3
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impactos en la mortalidad, la morbilidad y las lesiones, así como en la productividad
laboral (Andrews y cols. 2018; Gasparrini et al. 2017; Murray et al. 2020; Parques y col.
2020; Watts y cols. 2021; menta zilber 2020). El promedio mundial de mortalidad anual
relacionada con el calor en personas mayores de 65 años aumentó un 53,7% entre
2000-04 y 2014-18, con un total de 296.000 muertes en 2018 (Watts y cols. 2021).
Recientemente, Parks y colegas (2020) utilizaron los datos sobre mortalidad y
temperatura durante 38 años (1980-2017) en los EE. UU. contiguos y cuantificaron cómo
las temperaturas anómalas, definidas como desviaciones de la temperatura mensual de
la temperatura mensual promedio local durante todo el período de análisis , afectan las
muertes por lesiones. Descubrieron que un 1,5◦Un año anormalmente cálido, como lo
prevé el Acuerdo de París, se asociaría con aproximadamente 1601 (intervalo de
confianza del 95% (IC del 95%): 1430-1776) muertes adicionales relacionadas con
lesiones. De estas muertes adicionales, el 84% ocurriría en hombres, principalmente en la
adolescencia y la mediana edad. Además, las muertes también se verán influenciadas por
la ubicación. El estudio Multi-Country Multi-City muestra los impactos del cambio
climático en la mortalidad mundial que, en escenarios de altas emisiones de gases de
efecto invernadero (GEI), afectarían desproporcionadamente a las regiones más cálidas y
pobres del mundo (Gasparrini et al. 2017).
La incidencia global de eventos climáticos extremos (EWE) ha aumentado en los
últimos 50 años (Keim 2020). De 1969 a 2018, 10.009 desastres EWE causaron más de 2
millones de muertes y casi 4 millones de casos de enfermedades. Alrededor de 7.300
millones de personas necesitaron asistencia inmediata. El ochenta y nueve por ciento de
la mortalidad por desastres relacionados con EWE fue causada por tormentas, sequías e
inundaciones (Keim 2020). Se espera que el exceso de mortalidad relacionado con las
olas de calor aumente dramáticamente en el futuro, particularmente en los países/
regiones tropicales y subtropicales (Guo et al. 2018). Cuanto mayor sea el crecimiento
demográfico y las emisiones de gases de efecto invernadero, mayor será el aumento del
exceso de mortalidad relacionado con las olas de calor. Los cambios esperados en
2031-2080 en comparación con 1971-2020 oscilan entre aproximadamente el 2000% en
Colombia y el 150% en Moldavia en el escenario de mayores emisiones y el escenario de
población con alta variación, con el supuesto de que no habrá adaptación (Guo et al. 2018
). Otro EWE devastador son los incendios forestales, y en los últimos años se ha
producido un número cada vez mayor de grandes incendios forestales de intensidad,
extensión y duración sin precedentes, incluidos los del oeste de los Estados Unidos en
2018 y 2020, Australia de 2019 a 2020 y la selva amazónica de Brasil en 2019 y 2020 (Xu et
al. 2020). Los riesgos para la salud asociados con los incendios forestales incluyen riesgos
directos por la exposición a los incendios y/o al calor, así como riesgos derivados del
humo de los incendios forestales.
3.1.2. Riesgos indirectos a través de cambios en los ecosistemas.
El cambio climático puede causar efectos indirectos a través de la mediación de
sistemas naturales y/o socioeconómicos. Los efectos mediados por las perturbaciones en
los ecosistemas incluyen la alteración en los patrones de enfermedades transmitidas por
el aire, el agua, los alimentos y los vectores, así como cambios en la disponibilidad de
agua dulce y la seguridad alimentaria (Bakonyi y Haussig 2020; Ferguson 2018; Murray et
al. 2020; Wu et al. 2016; Scheelbeek et al. 2018). Por ejemplo, las enfermedades
transmitidas por vectores siguen siendo una causa importante de morbilidad y
mortalidad, particularmente en las regiones tropicales. A pesar de los grandes avances
en el control de la malaria, la morbilidad asociada a ella sigue siendo alta, mientras que
los arbovirus (sobre todo el dengue) son responsables de una carga creciente de
morbilidad, incluso en los países de ingresos medios (Ferguson 2018). En la última
década, se ha observado la propagación geográfica del virus del Nilo Occidental (VNO) en
Europa Central y en la región del Mediterráneo, y en 2020, la expansión geográfica del
VNO ha continuado en Europa (Bakonyi y Haussig 2020). En el caso de las enfermedades
transmitidas por el agua causadas por la bacteria patógena Vibrio, se observan fuertes
aumentos en el porcentaje de zonas costeras aptas para la transmisión en las latitudes
septentrionales (40–70◦N), en el Mar Báltico y a lo largo de la costa noreste de los Estados
Unidos (Murray et al. 2020). El número de días al año adecuados para Vibrio en el Báltico
alcanzó 107 en 2018, el doble que el valor de referencia de principios de la década de
1980.
El cambio climático puede aumentar la contaminación del aire (McMichael 1993;
Watts y cols. 2021), y está bien establecido que la contaminación del aire (tanto ambiental
como interior) mata a siete millones de personas cada año, principalmente por
enfermedades cardiovasculares y respiratorias y cáncer de pulmón (Landrigan
S. Tong y col.
et al. 2018). Un estudio de modelización estimó los resultados climáticos y de salud pública
atribuibles al uso mundial de combustibles fósiles, lo que indica los beneficios potenciales de una
eliminación gradual (Lelieveld et al. 2019). Muestran que la eliminación gradual del uso de
combustibles fósiles (es decir, detener las emisiones de GEI) puede evitar un exceso de
mortalidad de 3,61 (IC del 95%: 2,96–4,21) millones por año debido a la contaminación del aire
exterior, solo, en todo el mundo.
3.1.3. Riesgos indirectos por perturbación de los procesos sociales.
Los efectos mediados por procesos socioeconómicos incluyen el estrés
postraumático (por ejemplo, sequías, inundaciones y ciclones) y los impactos en la salud
derivados de la migración, los conflictos y las guerras relacionados con el clima. Por
ejemplo, los agricultores suelen experimentar un estrés significativo por los efectos de la
sequía en ellos mismos, sus familias y sus comunidades. Los agricultores que son más
jóvenes, viven y trabajan en una granja, experimentan dificultades financieras o están
aislados corren un riesgo particular de sufrir estrés relacionado con la sequía (Austin y
cols. 2018). El cambio climático está aumentando los niveles del mar e impactando los
fenómenos meteorológicos extremos, la degradación de la tierra, la seguridad
alimentaria y del agua y la calidad del aire, lo que afecta la migración humana, el
desplazamiento y la reubicación con importantes consecuencias para la salud (por
ejemplo, estrés, enfermedades psicosociales, enfermedades transmisibles y no
transmisibles). enfermedades) (Schwerdtle et al. 2017). Se prevé que el aumento
antropogénico del nivel del mar (SLR) impactará y, en muchos casos, desplazará a una
gran proporción de la población a través de inundaciones y mayores peligros
relacionados con el SLR (Hauer et al. 2019). Dado que se prevé que la población costera
mundial supere los mil millones de personas este siglo, la SLR podría estar entre las
consecuencias más costosas e irreversibles del cambio climático. Muchos estados
nacionales de tierras bajas, como Maldivas, Tuvalu, Kiribati y las Islas Marshall, pueden
perder todo un territorio y tener que desplazar a toda su población (Hauer et al. 2019).
Esta pérdida territorial anticipada abarca preocupaciones legales relacionadas con la
estadidad, la identidad nacional, el estatus de refugiado, la responsabilidad del estado y
el acceso a los recursos (Vidas et al. 2015). La evidencia también sugiere que el clima ha
afectado los conflictos armados organizados dentro de los países, y se estima que la
intensificación del cambio climático aumentará los riesgos futuros de conflicto (Mach et
al. 2019).
3.2. Urbanización y salud humana
El cambio de uso de la tierra es un proceso mediante el cual las actividades
humanas transforman el paisaje natural, refiriéndose a cómo se ha utilizado la
tierra, generalmente enfatizando el papel funcional de la tierra para las
actividades económicas. Se puede observar una megatendencia de cambio global
en el uso de la tierra (por ejemplo, urbanización) en todas partes del mundo (
Gerten et al. 2019). La huella humana en el planeta ha crecido rápidamente en el
planeta en las últimas décadas (Gerten et al. 2019). El cambio de uso de la tierra
afecta la fauna y la flora, contribuye al cambio climático local, regional y global y es
la principal fuente de degradación del suelo, el agua y la tierra (Pielke 2005). La
urbanización es la representación más obvia del cambio de uso del suelo y podría
tener efectos positivos y negativos para la salud (Poel et al., 2012; Xu et al. 2008).
Para 2050, cerca del 70% de la población mundial vivirá en ciudades (Eurostat 2016
). En comparación con el pasado, no es probable que las condiciones de vida en las
ciudades sean miserables e insalubres para la gran mayoría de los habitantes
urbanos (León 2008). Las ciudades y la vida urbana, en comparación con el campo,
pueden ofrecer muchas más oportunidades, incluido mejor empleo, educación,
mejor calidad de vida, mayor riqueza y vitalidad económica y acceso a una mejor
atención médica, todo lo cual tiene importantes ventajas para la salud (Poel y
otros, 2012). En promedio, las personas de las zonas urbanas gozan de mejor
salud que las de las zonas rurales (Poel y otros, 2012).
Sin embargo, hay muchas amenazas emergentes para la salud urbana, que están
relacionadas con la contaminación del agua, la degradación del medio ambiente, la
violencia y las lesiones, las enfermedades no transmisibles, las dietas poco saludables y la
inactividad física, el uso nocivo del alcohol y los riesgos asociados con los brotes de
enfermedades. (Chen et al. 2017). La rápida expansión urbana no planificada a menudo
se asocia con ambientes sucios y/o insalubres que pueden concentrar riesgos para la
salud e introducir nuevos peligros ambientales. Por ejemplo, las ciudades densamente
pobladas están experimentando islas de calor urbano.
4
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efectos y mayores niveles de contaminación del aire (Tan et al. 2010; Zha et al. 2010). Las
superficies urbanas artificiales se diferencian claramente de las superficies y procesos
naturales (Zhang et al. 2012). En las zonas urbanas, el calor adicional generado por la
combustión de combustible, el transporte, el aire acondicionado y las actividades
humanas, así como la disminución de la velocidad del viento debido a los efectos de
rugosidad causados por las estructuras de los edificios, pueden aumentar la
temperatura del aire urbano y la contaminación del aire (Sabrin et al. 2020) y dar lugar a
lo que a menudo se denomina efecto isla de calor urbano. Los efectos de isla de calor
urbanos más fuertes y las mayores concentraciones de partículas en el aire suelen
aparecer durante condiciones atmosféricas estables o en la transición de condiciones
estables a neutrales (Li y col. 2020). Concentraciones de ozono, partículas<2.5 µmetro
(PM2.5) y partículas<10µmetro (PM10) siempre aumentan en condiciones de
estancamiento, junto con la formación de islas de calor urbanas (Li y col. 2020). Los
efectos de isla de calor urbano a menudo conducen a un aumento en el consumo de
energía por aire acondicionado durante el verano, aumentando así la emisión de
contaminantes atmosféricos, ya que la electricidad todavía se genera
predominantemente mediante la quema de combustibles fósiles (Österreicher y Sattler,
2018). La isla de calor urbana también acelera las reacciones fotoquímicas y la formación
de ozono (Li y col. 2020; Sabrin et al. 2020). Las superficies altamente reflectantes pueden
aumentar la concentración máxima de ozono debido a una alta intensidad de radiación
de onda corta saliente que acelera las reacciones fotoquímicas (Li y col. 2020). Las olas de
calor y la contaminación del aire tienen graves efectos adversos en la salud de los
habitantes de las zonas urbanas (Tan et al. 2010).
Además, la urbanización trae cambios sociales y económicos que pueden amenazar
la salud de la población (Fotso 2007). La vida en la ciudad y sus crecientes presiones de
marketing masivo, la disponibilidad de opciones de alimentos no saludables y la
accesibilidad a la automatización y el transporte impactan en los estilos de vida que
afectan directamente la salud (Handy et al. 2002). Se asocia con cambios profundos en la
dieta y el ejercicio que a su vez aumentan la prevalencia de la obesidad, con el
consiguiente aumento del riesgo de diabetes tipo II y enfermedades cardiovasculares.
Méndez et al. 2005). Además, las ciudades aumentan la tensión social, aumentan los
conflictos y aumentan el estrés general (Dannenberg et al. 2003). Hay pruebas sólidas de
que la población urbana tiene muchas más probabilidades de padecer enfermedades
mentales, síntomas depresivos y problemas de conducta (Dannenberg et al. 2003).
Los servicios e intervenciones de salud que están más fácilmente disponibles para la
población urbana son eficaces para reducir la morbilidad y la mortalidad (Stevenson y cols. 2016).
La planificación urbana para lograr comportamientos saludables y seguridad, mejorar las
condiciones de vida urbana, involucrar a las comunidades en la toma de decisiones locales,
garantizar que las ciudades sean accesibles y amigables con las personas mayores, y hacer que
las áreas urbanas sean resilientes a las emergencias y desastres, etc., son intervenciones útiles y
benefician la salud de la comunidad (Yuan et al. 2018). Por ejemplo, las ciudades bien planificadas
que utilizan un enfoque de ciudad compacta pueden dar como resultado una reducción de las
emisiones de partículas específicas de la ciudad debido a la reducción de las emisiones de los
vehículos de motor y al incentivo para caminar, andar en bicicleta y el transporte público, al
tiempo que se reducen los subsidios para el uso de vehículos de motor privados. Estos enfoques
aumentarán la salud y la sostenibilidad de las ciudades en crecimiento (Stevenson y cols. 2016).
La urbanización adecuadamente diseñada y el mejor acceso a los servicios básicos se
correlacionan con una menor morbilidad a corto plazo, como fiebre, tos y diarrea (Ahmad et al.
2017). Por lo tanto, las ciudades energéticamente eficientes, equitativas y sostenibles pueden
abordar simultáneamente los desafíos de la salud pública y el cambio climático.
3.3. Pérdida de biodiversidad y salud humana
La pérdida de biodiversidad es una manifestación del conjunto de cambios
ambientales globales acelerados provocados por los humanos. Un ecosistema biodiverso
es aquel que es complejo, saludable, estable y biológicamente diverso, es decir, repleto
de múltiples especies y mantenido por las interacciones entre esas especies (Morton y
Hill 2014). La pérdida de biodiversidad está impulsada tantodeliberadamente, como por
ejemplo mediante prácticas agrícolas a escala industrial (en particular, monocultivos), y
tambiénpor inadvertencia, por ejemplo, a través del cambio climático donde los
parámetros climáticos que determinan dónde puede prosperar una especie en particular
pueden cambiar estacional o geográficamente, o mediante la introducción de una
especie invasora que interrumpe las relaciones existentes entre las especies nativas.
Pérdida de biodiversidad
S. Tong y col.
También puede ser el resultado de "daños colaterales" derivados de prácticas
humanas, como el uso de pesticidas para proteger un cultivo de una especie
competidora (o depredadora), que también elimina especies polinizadoras útiles.
La relación entre la biodiversidad y la salud humana, y en particular el
potencial de impactos negativos sobre la salud humana por la reducción de la
biodiversidad, ha preocupado a los epidemiólogos desde al menos mediados de
los años 1990 (Marwick 1995). Todos los sistemas terrestres y marinos están en
riesgo debido a la actividad humana, incluidos pastizales, bosques, ríos y lagos,
arrecifes de coral y sistemas marinos (Chivián y Bernstein 2004).
Los ecosistemas alterados y la biodiversidad reducida pueden alterar el patrón de
enfermedades y facilitar la aparición de enfermedades emergentes (Malloy y cols. 2019).
La invasión de asentamientos humanos puede introducir a los seres humanos en una
zona como nuevos huéspedes, exponiéndolos a enfermedades zoonóticas y transmitidas
por vectores que anteriormente circulaban en las poblaciones de animales salvajes,
mientras que la disminución del número y los tipos de especies huésped de vertebrados
no humanos puede aumentar el riesgo de enfermedades para los seres humanos. (
Kilpatrick et al. 2017). Por ejemplo, el riesgo de enfermedad de Lyme se reduce en áreas
con una alta diversidad de especies de vertebrados, ya que varias de ellas no pueden
transmitir la bacteria una vez picadas por una garrapata infectada, rompiendo las
cadenas de transmisión (Chivián y Bernstein 2004). Los animales salvajes sirven como
reservorio de enfermedades emergentes, y las actividades económicas que aumentan el
contacto cercano entre humanos y animales salvajes, como a través del comercio de
animales, brindan oportunidades para que nuevos patógenos pasen a los humanos (
Cunningham et al. 2012). Los efectos de esto pueden ser devastadores para la salud de la
población, como fue el caso del brote de síndrome respiratorio agudo severo (SARS) en
2003 (Zhong et al. 2003), Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS) en 2012 (
Nassar et al. 2018), y probablemente también la pandemia más reciente de la
enfermedad por coronavirus (COVID-19) (Petrosillo et al. 2020).
Los ecosistemas determinan la calidad del agua y un servicio ecosistémico clave es la
purificación del agua, mientras que la deforestación, que elimina directa y
deliberadamente especies de plantas y, en consecuencia, reduce el hábitat animal, puede
contribuir al riesgo de inundaciones, agua contaminada y las consiguientes
enfermedades transmitidas por el agua (Nabi et al. 2019).
La producción de alimentos para el consumo humano es otro ejemplo de reducción
deliberada de la biodiversidad, en este caso para satisfacer las necesidades alimentarias
humanas, particularmente y más obviamente en el caso de la agricultura industrial a
gran escala y los monocultivos. El uso de herbicidas y pesticidas en las prácticas agrícolas
inhibe aún más la diversidad de especies (una vez más, de forma deliberada) y está
provocando la pérdida de especies clave (especies sin las cuales un ecosistema no puede
funcionar), como las abejas polinizadoras (Powney y cols. 2019). La pérdida de abejas
podría, en última instancia, tener consecuencias catastróficas para los sistemas
alimentarios humanos que dependen de los servicios de los insectos polinizadores. La
dependencia de alimentos producidos mediante monocultivos puede provocar
deficiencias de nutrientes y un consumo excesivo de energía (Johns y Eyzaguirre 2006).
También se corre el riesgo de fracasar –y de pasar hambre– si por cualquier motivo se
produce una "mala temporada" que afecte a ese cultivo en particular. En el contexto de la
inseguridad alimentaria, una mayor biodiversidad agrícola local, alimentada a través de
sistemas alimentarios tradicionales, por ejemplo, sustenta una diversidad dietética
adecuada y reduce el riesgo de desnutrición (Frison et al. 2006; Johns y Eyzaguirre 2006).
La pérdida de biodiversidad en los ecosistemas marinos no sólo puede disminuir las
valiosas fuentes de alimentos humanos, sino también poner en peligro las prácticas
culturales y los medios de vida, afectando negativamente la salud y el bienestar (
Matthies-Wiesler y Fleming 2019). La sobrepesca, la contaminación marina y el cambio
climático siguen planteando amenazas importantes a los ecosistemas marinos.
La mera exposición a la biodiversidad es beneficiosa para la salud física y
psicológica de los seres humanos, y el compromiso con los "espacios verdes"
contribuye a reducir los factores de riesgo cardiovascular y mejorar la función
inmune (Roslund et al. 2020) y disminución del estrés psicológico (Aerts et al. 2018;
Torre 2013). Cuanto más complejo sea un ecosistema, mayores pueden ser los
beneficios para la salud humana. Aerts y colegas (2018) descubrieron que la
diversidad de especies se correspondía positivamente con el bienestar psicológico
y físico, pero señalan que el número de estudios es limitado.
Las prácticas médicas tradicionales en todo el mundo se han basado en
el mundo natural para miles de terapias (Alves y Rosa 2007), muchos de los
cuales se han incorporado con éxito a la cultura occidental moderna.
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medicamentos (alopáticos), como la aspirina (Montinari et al.2019) y quinina (Acán
et al. 2011). La pérdida de especies limita nuestro potencial para descubrir nuevos
compuestos para el desarrollo de fármacos terapéuticos (Chivián y Bernstein 2004;
Neergheen-Bhujun et al. 2017).
Los humanos sólo han descrito quizás el 10% de las especies de la Tierra (
Chivián y Bernstein 2004), y posiblemente solo el 0,001% del subconjunto de
especies microbianas (Locey y Lennon 2016), y las amenazas a la biodiversidad
significan que es probable que estemos perdiendo especies incluso antes de que
las conozcamos. A pesar de que la abundante riqueza y las tecnologías dan la
ilusión de que existimos separados del mundo que habitamos, los humanos
siguen dependiendo en última instancia del entorno en el que vivimos, de las otras
especies que lo habitan y de la calidad de las interacciones entre especies.
Afortunadamente, las acciones que protegen la biodiversidad también son buenas
para nuestra salud, en particular aumentando la diversidad biológica de nuestra dieta al
mismo tiempo que garantizan prácticas más sostenibles para los sistemas terrestres y
marinos, reduciendo nuestro consumo y generación de desechos y aumentando nuestra
actividad física para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. que causan el
cambio climático (Campbell y cols. 2011). Los beneficios de la biodiversidad para la salud
humana se extienden al microbioma, la microbiota simbiótica que habita en nuestros
cuerpos; las funciones de este servicio ecosistémico esencial apenas estamos empezando
a comprender (Mills y cols. 2019).
3.4. Flujos biogeoquímicos y salud humana.
El vínculo entre los flujos biogeoquímicos y la salud humana no se ha
comprendido completamente. El nitrógeno (N) y el fósforo (P) son elementos
esenciales para la vida en la Tierra. Ambos son los componentes principales de los
ciclos biogeoquímicos globales. El nitrógeno constituye ~78% de la atmósfera
terrestre con un inventario estimado de 4,0×1018kg (Kopáček y Posch 2011). La
corteza continental, el manto, las rocas sedimentarias y los océanos también son
grandes reservorios de nitrógeno (2,4×10dieciséis–1,7×1020kg) (Kopáček y Posch
2011). La fijación biológica de nitrógeno, la reducción de
gas dinitrógeno atmosférico (N2) al amonio biodisponible (NH+ 4), es un
vía central en el ciclo global del nitrógeno (Demtroder et al. 2019). El
amonio se oxida mediante nitrificación para producir nitrito (NO– 2)
y nitrato (NO– 3) asimilado a la materia orgánica, o reducido mediante
desnitrificación a N2reciclado a la atmósfera (Zerkle et al. 2017).
La producción y el consumo cada vez mayores de alimentos y energía de la
humanidad han perturbado el ciclo global del nitrógeno al liberar cantidades
sustanciales de nitrógeno reactivo, incluidos óxidos de nitrógeno (NOX) y
amoníaco (NH3) (Andersen et al. 2014; Flombaum et al. 2017). Son contaminantes
atmosféricos clave que conducen a la acidificación, la eutrofización y el cambio de
la biodiversidad en los ecosistemas terrestres y acuáticos (Andersen et al. 2014;
Flombaum et al. 2017; Jung et al. 2019). Las emisiones han aumentado
considerablemente desde el inicio de la revolución industrial debido a la quema de
combustibles fósiles y el uso de fertilizantes N sintéticos (Kopáček y Posch 2011;
Shakoo et al. 2020; Shibata et al. 2015). La agricultura es el mayor emisor de N2O
con un aumento de alrededor del 1% anual (Shakoo et al. 2020). Las emisiones de
nitrógeno inducidas antropogénicamente afectan los ciclos biogeoquímicos
globales y la sostenibilidad de los ecosistemas y, por lo tanto, impactan la salud y
el bienestar humanos al influir en la función pulmonar y las enfermedades
respiratorias, así como en la producción de alimentos (Frumkin y Haines 2019;
Greaver et al. 2016; Manisalidis et al. 2020; Shibata et al. 2015; Watts y cols. 2015).
Las altas concentraciones de nitrato en el agua pueden inducir ciertas
enfermedades, como la metahemoglobinemia infantil y el cáncer (Feng et al. 2020
).
Tras su descubrimiento en 1669, el fósforo fue denominado “el portador
milagroso de la luz”, debido a su quimioluminiscencia (Jarvie et al. 2019). El
elemento juega un papel vital en la captura fotosintética de la luz solar en las
plantas terrestres y el fitoplancton oceánico, que representan una gran
proporción de la biomasa total de la Tierra (Behrenfeld 2014; Pan et al. 2011). La
movilización natural del fósforo es lenta, donde reside como P pentavalente en
minerales de fosfato y ésteres orgánicos (Yuan et al. 2018). Dado el rápido
crecimiento demográfico y el aumento de la demanda de alimentos, la humanidad
ha estado perturbando el ciclo global del fósforo al intensificar las liberaciones de
fósforo desde la litosfera a los ecosistemas. Por ejemplo, casi la mitad de
S. Tong y col.
Durante el último medio siglo se han movilizado a la hidrosfera miles de millones
de toneladas del elemento procedente de la roca fosfórica (Cordell et al. 2011).
Para extraer más fósforo, se destruyen islas enteras para la extracción de fosfato
(por ejemplo, las islas Nauru y Banaba) (Clifford y cols. 2019). No sólo existe una
limitación global de fósforo, sino que el elemento disponible a menudo se utiliza
de manera ineficiente (como los fertilizantes de fósforo). Se estima que las
pérdidas de fósforo de los suelos agrícolas en todo el mundo oscilan entre 4 y 19
kg ha−1año−1en promedio, ya que la erosión por el agua contribuye con más del
50% de las pérdidas totales de fósforo (Alewell et al. 2020).
Dado que el ciclo de vida del fosfato es actualmente predominantemente lineal,
desde la producción hasta el desperdicio, la sociedad global necesita resolver el dilema a
través de nuevas políticas sostenibles sobre la minería del fosfato y la gestión a largo
plazo de los ciclos biogeoquímicos del fosfato. También se requiere más investigación
para explotar los fertilizantes fosfatados renovables, mejorar la producción y el manejo
de cultivos y ganado, y desarrollar nuevas tecnologías para aumentar la eficiencia del
tratamiento de aguas residuales y la recuperación de fósforo, para garantizar que la
humanidad pueda continuar alimentándose en el futuro y al mismo tiempo proteger la
salud humana y ambiental (van Dijk et al. 2016). El fósforo, un nutriente esencial,
desempeña funciones vitales en los tejidos esqueléticos y no esqueléticos y es
fundamental para la producción de energía (Pájaro y Eskin 2021). El fósforo y sus
polímeros desempeñan un papel importante en el sistema renal y cardiovascular, así
como en la salud del cerebro.
3.5. Los aerosoles y la salud humana
Se ha observado un fuerte aumento de aerosoles a escala local, regional y
global durante la época del Antropoceno (Tsigaridis et al. 2006). Los aerosoles se
definen como partículas sólidas o líquidas suspendidas en el aire u otro ambiente
gaseoso con tamaños típicos en el rango de 0,001 a 10 μm (p. ej., partículas en el
aire) (Shiraiwa et al. 2017). Los aerosoles se generan a partir de una amplia gama
de fuentes naturales y antropogénicas. El aumento de las concentraciones de
aerosoles atmosféricos puede provocar modificaciones del equilibrio energético
de la Tierra y, por tanto, cambios climáticos.
Existe una variación sustancial en la contaminación del aire tanto entre regiones del
mundo como dentro de ellas. Se observan altos niveles de contaminación del aire en
Asia, África y Medio Oriente, mientras que los 10 países con la contaminación más baja
son principalmente países desarrollados (IES 2020). La tendencia a largo plazo observada
por satélite en la profundidad óptica de los aerosoles (AOD) muestra un aumento del 2,2
al 2,3 %/año durante el período 2003-2017 (José et al. 2020). Sin embargo, las
concentraciones globales de aerosoles comenzaron a disminuir en los últimos años con
una variación significativa entre regiones (Martillo y col. 2020). Se proyecta que, si
hubiera una fuerte disminución de las emisiones antropogénicas, el AOD total
disminuiría notablemente a nivel mundial (Lamarque, et al. 2011).
Los aerosoles ambientales pueden tener impactos tanto a corto como a largo plazo
en la salud humana (Brunekreef y Holgate 2002; Landrigan y cols. 2018; Lee y cols. 2020;
Whitmee et al. 2015). La exposición a corto plazo a aerosoles se ha relacionado con un
mayor riesgo de mortalidad, morbilidad (p. ej., enfermedades cardiovasculares y
respiratorias) y resultados adversos en el parto (Brunekreef y Holgate 2002; Dong 2017).
La exposición prolongada a aerosoles se ha asociado con un exceso de muertes y
hospitalizaciones por enfermedades cardiovasculares como hipertensión, ataques
cardíacos y accidentes cerebrovasculares; enfermedades respiratorias como EPOC,
cáncer de pulmón y enfermedades agudas de las vías respiratorias inferiores;
enfermedades metabólicas crónicas; así como otros problemas de salud, como
resultados adversos del embarazo, trastornos psicológicos y trastornos neurológicos (
Brunekreef y Holgate 2002; Shiraiwa et al. 2017; Shi et al. 2020). Aunque los mecanismos
subyacentes de la contaminación del aire que afectan la salud humana no se
comprenden totalmente, la exposición a la contaminación del aire podría alterar la
barrera epitelial de las vías respiratorias y las vías de señalización celular, destruir el
parénquima, aumentar el estrés oxidativo y la inflamación, desregular la inmunidad
celular, provocar modificaciones epigenéticas y afectar negativamente a la salud
humana. afectar la salud humana (Amit y otros 2013; Guan et al. 2016).
Los impactos de las partículas en la salud están relacionados con el tamaño de las partículas,
sus constituyentes químicos o sus fuentes. Las partículas más pequeñas son más peligrosas que
las partículas más grandes porque generalmente tienen una mayor superficie para
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proporción de masa, transporta más sustancias químicas tóxicas y penetra
profundamente en los pulmones (Shiraiwa et al. 2017). Recientemente, se ha
prestado más atención a los bioaerosoles, que son un subconjunto de las
partículas atmosféricas y se emiten directamente desde la biosfera a la atmósfera
(Shiraiwa et al. 2017). Incluyen microorganismos vivos y muertos, unidades de
dispersión y otros materiales celulares de plantas y animales (Matthias-Maser et
al., 1995). Los bioaerosoles pueden ser infecciosos, alergénicos o tóxicos para los
organismos vivos, lo que puede causar o agravar enfermedades humanas,
animales y vegetales en los ecosistemas (Reinmuth-Selzle et al. 2017). Por ejemplo,
la evidencia emergente indica que el virus SARS-CoV-2 puede transmitirse por
aerosoles fecales en los edificios (Kang et al. 2020).
El estudio sobre la carga mundial de enfermedades ha estimado que alrededor de
6,7 millones de personas murieron a causa de la contaminación del aire en 2019,
incluidos 4,1 millones debido a la contaminación ambiental por partículas, 2,3 millones
por la contaminación del aire en los hogares y 0,37 millones por la contaminación
ambiental por ozono (GBD 2020). La contaminación del aire se ha convertido en la cuarta
causa de muerte a nivel mundial. Más del 70% de las muertes relacionadas con la
contaminación del aire ocurren en Asia, y más del 50% sólo en China e India. La
Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 92% de la población mundial vive
en zonas con media anual de PM2.5mayor que 10 µg/m3(directriz de la OMS) (IES 2019).
3.6. Agotamiento del ozono estratosférico e impactos en la salud
Aproximadamente el 90% del ozono se encuentra en la estratosfera, que
comienza entre 10 y 15 km (km) sobre la superficie de la Tierra y se extiende hasta
unos 50 km de altitud. La región estratosférica con la mayor concentración de
ozono, entre 15 y 35 km de altitud, se conoce comúnmente como “capa de ozono”.
La evidencia científica muestra claramente que el agotamiento del ozono
estratosférico es impulsado por sustancias que agotan la capa de ozono (SAO),
como los clorofluorocarbonos, el cloruro de metilo y el bromuro, emitidos por las
actividades humanas (Salomón 2021). Estas SAO pueden liberar cloro reactivo en
la estratosfera, lo que cataliza la destrucción del ozono y conduce al "agujero de
ozono estratosférico", que se encuentra predominantemente en las altas latitudes
del sur (Oram et al. 2017). Las pérdidas de ozono más pronunciadas están
asociadas con el agujero de ozono antártico, que se produce cada año sobre la
Antártida entre agosto y diciembre (ASOE 2011). Durante los decenios de 1980 y
1990, la capa de ozono estratosférico disminuyó aproximadamente un 2,5% en la
media mundial, y el ozono estratosférico superior disminuyó aproximadamente
un 5-8% por década (OMM 2014). Gracias a la cooperación internacional como el
Protocolo de Montreal sobre SAO, los niveles de ozono estratosférico han
aumentado lentamente durante los últimos 20 años (OMM 2018).
La capa de ozono estratosférico protege la vida en la Tierra de las longitudes de onda
dañinas de la radiación ultravioleta (UV) del sol, y el agotamiento de la capa de ozono
aumenta la radiación UV, lo que confiere una gran amenaza a la salud humana (de Gruijl
y van der Leun 2000). La radiación ultravioleta puede causar enfermedades graves en los
seres humanos, como cáncer de piel, cataratas y deficiencia inmunitaria (Anwar et al.
2016; Lucas y cols. 2015). Por ejemplo, la mortalidad por melanoma aumenta
aproximadamente entre un 1% y un 2% por cada 1% de disminución de la capa de ozono
estratosférico (Lautenschlager et al. 2007). La OMS estimó que cada año se pierden en
todo el mundo más de 1,5 millones de años de vida ajustados por enfermedades debido
a la sobreexposición a la radiación ultravioleta (Lucas y cols. 2006).
3.7. Agua dulce y salud
El agua dulce, un recurso vital para beber, cocinar, el saneamiento y la higiene
personal, desempeña un papel crucial en la vida cotidiana. Una huella humana
distintiva en el ciclo global del agua en el Antropoceno es que el agua dulce está
desapareciendo en muchas de las regiones agrícolas irrigadas del mundo (Rodell
et al. 2018). Las Naciones Unidas estimaron que un total de 3.600 millones de la
población mundial vive en áreas que sufren una posible escasez de agua al menos
un mes al año, y esta cifra podría aumentar a 4.800-5.700 millones para 2050 (
ONU-agua 2018). Algunas regiones, como el norte de África, ya se han enfrentado
a una enorme presión de agua dulce limitada, mientras que otras regiones de
agricultura intensiva y asentamientos densos (por ejemplo, Estados Unidos,
Europa, Oriente Medio, el subcontinente indio y
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este de China) también han mostrado una creciente preocupación al respecto (
Vörösmarty et al. 2010). Además, la contaminación inducida por el hombre, la alteración
de las cuencas y el cambio climático también podrían tener impactos considerables en los
recursos de agua dulce (ONU-agua 2018; Vörösmarty et al. 2010). Se informa que, en
2016, un total de 829.000 personas murieron a causa de enfermedades diarreicas
relacionadas con el agua, y más de mil millones de personas en 149 países sufrieron
enfermedades tropicales relacionadas con el saneamiento (como la enfermedad del
gusano de Guinea, infecciones por helmintos, tracoma, etc. .) (OMS 2019). Además, la
exposición prolongada a altos niveles de sustancias químicas (p. ej., arsénico) en el agua
potable puede provocar lesiones, cáncer, enfermedades cardiovasculares y diabetes (
OMS 2018).
3.8. Contaminación química y salud.
Muchas sustancias químicas desempeñan un papel importante en la vida moderna y
desde 1950 se han sintetizado más de 14.000 nuevas sustancias químicas (Whitmee et al.
2015). Los tipos principales de contaminación química incluyen contaminantes orgánicos
persistentes (COP), metales pesados, plásticos y compuestos radiactivos, que resultan de
las industrias, el reciclaje de desechos electrónicos, la minería, etc. Se desconoce la
cantidad total de sustancias químicas liberadas al medio ambiente mundial, pero en
América del Norte se liberaron o eliminaron en 2009 4,9 millones de toneladas métricas
de sustancias químicas, de las cuales casi 1,5 millones de toneladas métricas de
sustancias químicas son persistentes, bioacumulativas y tóxicas; más de 56.000 toneladas
métricas son cancerígenos conocidos o sospechados, y casi 667.000 toneladas métricas
se consideran tóxicos para la reproducción o el desarrollo (PNUMA 2013).
Los contaminantes químicos influyen negativamente en la salud humana y de los
ecosistemas en virtud de su persistencia y capacidad para sufrir transporte a larga
distancia. Por ejemplo, la carga de enfermedades causadas por sustancias químicas
seleccionadas se estimó en 1,6 millones de vidas y 44,8 millones de años de vida
ajustados en función de la discapacidad (AVAD) en 2016 y casi 1 millón de trabajadores
murieron como resultado de la exposición a sustancias químicas peligrosas en 2015 (
PNUMA 2019). Las liberaciones de antimicrobianos, metales pesados y desinfectantes al
medio ambiente también pueden contribuir a la resistencia a los antimicrobianos (
Diamante y col. 2015; PNUMA 2017).
3.9. Acidificación de los océanos y salud
Los océanos constituyen el bioma más grande (1.370 millones de kilómetros
cúbicos) del planeta y cubren el 70,8% de la superficie de la Tierra con una
profundidad media de unos 3.700 m (Boeuf 2011). La acidificación de los océanos
se refiere a una serie de reacciones químicas que reducen el pH del agua de mar,
la concentración de iones carbonato y los estados de saturación de los minerales
de carbonato de calcio (NOAA 2020). La reducción del pH del océano se debe
principalmente a la absorción de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera. El
océano absorbe más del 90% del calor liberado al medio ambiente de la Tierra y
casi un tercio del CO2emisiones (Gruber et al. 2019; NOAA 2020), proporcionando
un amortiguador crítico para los flujos atmosféricos de calor y CO2. Desde la
Revolución Industrial, la acidez de los océanos ha aumentado alrededor del 26% (
Whitmee et al. 2015).
Los océanos sustentan la pesca y la acuicultura humanas y proporcionan a más de
4.500 millones de personas al menos el 15% de su ingesta promedio per cápita de
proteína animal (Falkenberg et al. 2020). La acidificación de los océanos podría
representar una amenaza para la salud humana debido a la desnutrición y el
envenenamiento debido a la alteración de la cantidad y calidad de los alimentos (Bene et
al. 2015; Falkenberg et al. 2020). La población de algunas especies marinas corre un alto
riesgo de colapsar debido a los efectos adversos del aumento de la acidez de los océanos
sobre la reproducción y la supervivencia, lo que eliminaría la parte inferior de la cadena
alimentaria en los ecosistemas marinos, amenazando la supervivencia de los niveles
tróficos superiores y las fuentes de alimento humano. de ambientes marinos (Kawaguchi
et al. 2013). El aumento de la acidez también afectaría la salud de algunas especies (p. ej.,
Nefrops norvegicus) que pueden ser más susceptibles a infecciones de bacterias (
Hernroth et al. 2015), y aumentan la absorción de sustancias tóxicas en algunos
organismos (p. ej., acumulación de cadmio en bivalvos marinos, aumento de la
acumulación de benzo[a]pireno en almejas), lo que sugiere una amenaza potencial para
la seguridad de los mariscos (Shi et al. 2016; Su
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et al. 2019). Además, la acidificación de los océanos también podría alterar las redes
alimentarias pelágicas a través de la proliferación de algas tóxicas, cuya proliferación
puede representar una amenaza emergente para las comunidades costeras, la
acuicultura y la pesca (Riebesell et al. 2018). Además, la acidificación de los océanos
disminuye las oportunidades de desarrollar y obtener recursos médicos a través de la
pérdida de biodiversidad (Falkenberg et al. 2020). Desafortunadamente, la acidificación
de los océanos continuará y se proyecta que para 2100 casi se duplicará la acidez del
agua de mar (Falkenberg et al. 2020).
3.10. Efectos compuestos de múltiples impulsores.
Es probable que los impactos de los GEC en la salud humana estén entrelazados y
abordamos esta cuestión utilizando el asma y las enfermedades alérgicas como ejemplo.
El aumento de las enfermedades alérgicas ha sido uno de los cambios importantes en la
salud humana durante el Antropoceno. Se han producido varias epidemias de
enfermedades alérgicas debido al cambio en las interacciones entre los humanos y el
medio ambiente (Beggs y Bambrick 2005; Platts-Mills 2015). El impacto de los GEC (por
ejemplo, el cambio climático, la urbanización y la pérdida de biodiversidad) sobre los
aeroalérgenos como el polen y las esporas de hongos y las enfermedades respiratorias
alérgicas como la rinitis alérgica y el asma es complejo e implica interacciones con
múltiples impulsores.
En la actualidad existe una gran cantidad de evidencia de que el cambio
climático afecta los aeroalérgenos y las enfermedades respiratorias alérgicas (
Ruega 2021). Esto se debe a los efectos tanto del aumento del CO atmosférico2
concentración y temperatura. Los impactos incluyen cambios en las
concentraciones de polen en el aire, la alergenicidad, la estacionalidad de los
aeroalérgenos y la distribución espacial de los aeroalérgenos. La evidencia indica
que se han producido cambios relacionados con la temperatura en la abundancia
y estacionalidad del polen en todo el hemisferio norte (Ziska et al. 2019). Anderegg
et al. Recientemente han realizado un estudio histórico de detección y atribución,
que cuantifica el papel del cambio climático antropogénico en los avances
generalizados y el alargamiento de las temporadas de polen y los aumentos de las
concentraciones de polen en América del Norte de 1990 a 2018 (Anderegg et al.
2021). Estudios experimentales que cultivan diferentes especies de plantas en CO
pasado, actual y futuro proyectado.2Las concentraciones han demostrado que el
CO elevado2Las concentraciones pueden aumentar la alergenicidad del polen de
gramíneas (Albertina et al. 2014), el polen de ambrosía (El Kelish et al. 2014), y
alternariaesporas de hongos (Lobo y col. 2010).
El polen de las gramíneas es la principal causa de polinosis en muchas partes
del mundo. El cambio climático puede conducir a una expansión del C tropical/
subtropical4pastos sobre zonas templadas típicas C3áreas de césped (Morgan y
cols. 2011). El cambio en la proporción de C3y C4Los pastos pueden, a su vez, ser
un factor que altera el patrón de la enfermedad alérgica (Davies y otros, 2021).
También han surgido varios estudios sobre los impactos futuros proyectados del
cambio climático. Aprovechando el trabajo anterior (Hamaoui-Laguel et al. 2015; Storkey
et al. 2014),Lake y otros (2017 y 2018)produjo estimaciones del impacto potencial del
cambio climático en la ambrosía común (Ambrosía artemisiifolia) alergia al polen en
Europa teniendo en cuenta el cambio en el área de distribución de la ambrosía (es una
especie invasora que actualmente se extiende por Europa) y las concentraciones actuales
y futuras de polen de ambrosía. La sensibilización alérgica a la ambrosía se duplicará con
creces en Europa, de 33 a 77 millones de personas, entre 2041 y 2060. Las
concentraciones más altas de polen de ambrosía y una temporada más larga de polen de
ambrosía también pueden aumentar la gravedad de los síntomas de alergia (Lago y col.
2017, 2018).
Los cambios climáticos severos también afectarán a los aeroalérgenos y las
enfermedades respiratorias alérgicas. Por ejemplo, los aumentos en la frecuencia e
intensidad de los ciclones tropicales (huracanes) darían como resultado un aumento de
las inundaciones de las viviendas y el crecimiento de moho en el interior. Cambios
similares en las tormentas serían motivo de preocupación en regiones propensas a sufrir
asma epidémica por tormentas (Thien et al. 2018). Se ha demostrado que las tormentas
pueden aumentar el impacto de los alérgenos, ya que, por ejemplo, pueden provocar
que los granos de polen se rompan en fragmentos más pequeños, que luego pueden
llegar más lejos al sistema respiratorio (Bannister et al. 2021).
A estos impactos del cambio climático sobre los aeroalérgenos y las enfermedades
respiratorias alérgicas se suman las consecuencias de la urbanización y la pérdida de
biodiversidad. La concentración de las actividades humanas en las zonas urbanas.
S. Tong y col.
puede aumentar la contaminación del aire y esto puede interactuar con los
aeroalérgenos de diversas formas para aumentar las enfermedades respiratorias
alérgicas en los habitantes urbanos (Lucas y cols. 2019; Reinmuth-Selzle et al. 2017
). El cambio climático también puede impulsar aumentos en el ozono a nivel de la
superficie y las partículas en suspensión en el aire (Oeste y col. 2013). Por ejemplo,
se ha demostrado que el cambio climático aumenta el ozono a través de mayores
tasas de reacción fotoquímica y emisiones biogénicas, y cambios meteorológicos (
Oeste y col. 2013). El entorno urbano puede incluir especies de plantas altamente
alergénicas que no son nativas del área, ya sea plantadas de manera pública o
privada (por ejemplo, abedules), o introducidas involuntariamente (por ejemplo,
malezas como elparietariayPlantago) (Suplica 2010; D'Amato et al. 2007). Existe la
posibilidad de que este problema se exacerbe en los intentos de mitigar el cambio
climático y la isla de calor urbana mediante plantaciones inadecuadas (Salmond et
al. 2016).
Como se ilustra arriba, el cambio climático y la urbanización son importantes
Figura 1.Diagrama esquemático de las causas del cambio climático y las amenazas emergentes para la salud humana.
8
Medio Ambiente Internacional 158 (2022) 106892
impulsores de la pérdida de biodiversidad. Esto es significativo a la luz de hipótesis
recientes que sugieren que el contacto con entornos naturales y biodiversos
enriquece el microbioma humano, promueve el equilibrio inmunológico y protege
contra las alergias y los trastornos inflamatorios (Haahtela 2019; Prescott 2020). La
urbanización mal diseñada reduce la abundancia y diversidad de microbios en el
aire, lo que contribuye a enfermedades asociadas a las zonas urbanas a través de
la función inmune alterada (Moscas y col. 2020a, 2020b).
Los cambios en el ciclo biogeoquímico también afectan a los aeroalérgenos y
las enfermedades respiratorias alérgicas. Por ejemplo,Paseka et al. (2019)señalan
que el nitrógeno y el fósforo del suelo, que han aumentado en muchos entornos
debido a la actividad humana, contribuyen a la tasa de producción de polen y al
tamaño del grano de polen, lo que puede exacerbar las alergias al polen.
Las implicaciones del cambio de aeroalérgenos pueden ir mucho más allá de los cambios en
las enfermedades respiratorias alérgicas. Estudios recientes han demostrado que una mayor
exposición al polen puede aumentar la vulnerabilidad a las enfermedades respiratorias.
S. Tong y col.
infección viral, incluido el SARS-CoV-2 (Damialis et al. 2021), y su papel en la
aparición de enfermedades virales zoonóticas merece una mayor
investigación (Wang y Crameri 2014).
4. Desafíos y oportunidades
Aunque, como se refleja en la literatura analizada anteriormente, se han logrado
enormes avances en este campo durante las últimas tres décadas, todavía quedan
muchos desafíos por delante y, mientras tanto, abundan las oportunidades.Figura 1
revela que, por ejemplo, el cambio climático, un aspecto importante de los cambios
ambientales globales, está impulsado por múltiples factores y afecta la salud de la
población directa e indirectamente. También se prevé que, a medida que avance el
cambio climático, aumentarán las amenazas futuras a la salud humana. Por ejemplo,
Watts y colegas (2021) informaron que, durante los últimos 20 años, ha habido un 53⋅
Aumento del 7% en la mortalidad relacionada con el calor en personas mayores de 65
años, alcanzando 296.000 muertes en 2018 (categorizada como riesgo actual y directo
para la salud). Es probable que este riesgo aumente a medida que continúa el
calentamiento global y las poblaciones envejecen (un riesgo futuro y directo para la
salud). La idoneidad del clima para la transmisión de enfermedades infecciosas ha ido
aumentando desde la década de 1950, con un aumento del 15,0% para el dengue (un
riesgo actual e indirecto para la salud) (Watts y cols. 2021). La pandemia de COVID-19
todavía se está extendiendo por muchas partes del mundo y la amenaza de
enfermedades infecciosas aumentará en un mundo que cambia rápidamente (un riesgo
futuro e indirecto para la salud). Debemos intensificar nuestros esfuerzos y cumplir los
compromisos asumidos en el Acuerdo de París.
Los GEC suelen estar entrelazados y no deben tratarse como cuestiones
aisladas. Por lo tanto, es esencial cuantificar los efectos compuestos de múltiples
factores sobre la salud de la población a través de una colaboración
interdisciplinaria y multisectorial. Esta evidencia constituirá la base para guiar las
políticas gubernamentales y las prácticas de salud pública.
Es de vital importancia tomar medidas preventivas mucho antes de que los
problemas se arraiguen. La salud humana y los sistemas naturales son
interdependientes yHomo sapiensno puede sobrevivir sin proteger
adecuadamente los sistemas naturales de “soporte vital” de la Tierra (McMichael
2013; Steffen et al. 2015; Watts y cols. 2021). Los componentes básicos de estos
sistemas, como el aire, el agua, la tierra cultivable y la biodiversidad, son
esenciales para la salud y el bienestar humanos.
En las primeras etapas del Antropoceno, debemos esforzarnos por regresar al
“espacio operativo seguro” dentro de los límites planetarios. Si no lo hacemos, el colapso
social podría convertirse en realidad, porque el cruce de las fronteras planetarias
probablemente tendrá efectos graves y en cascada. Debemos aumentar las ambiciones
clave (por ejemplo, emisiones netas de carbono cero para 2040 o antes) y ampliar las
medidas. CO mundial2Las emisiones siguen aumentando, a pesar de que, hace cinco
años, el Acuerdo de París pretendía limitar el cambio climático a “muy por debajo de 2◦C”
en relación con los niveles preindustriales para finales de este siglo (CMNUCC 2021). Para
alcanzar este objetivo será necesaria una reducción del 7,6% de CO2emisiones cada año,
lo que representa un aumento de cinco veces los niveles actuales de ambición del
gobierno nacional (Watts y cols. 2021). Una acción climática más firme puede traer
grandes mejoras en la salud de la población. Por ejemplo, nueve países (es decir, Brasil,
China, Alemania, India, Indonesia, Nigeria, Sudáfrica, el Reino Unido y Estados Unidos)
contribuyen con más del 70% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero
(Hamilton y cols. 2021). Estos países podrían reducir 1,6 millones de muertes
relacionadas con la contaminación del aire, 6,4 millones de muertes relacionadas con la
dieta y 2,1 millones de muertes relacionadas con la inactividad física anualmente para
2040, si adoptaran compromisos consistentes con el Acuerdo de París y colocaran la
salud en el centro de sus políticas climáticas (Hamilton y cols. 2021).
Debemos mejorar la resiliencia de las comunidades y aumentar la capacidad de
adaptación a cualquier cambio que no se pueda evitar (Haines y Scheelbeek 2020; Watts y
cols. 2021). Cada país, ciudad y comunidad debe desarrollar e implementar estrategias
de mitigación y adaptación, como una planificación urbana sensible al clima para alentar
a las personas a andar en bicicleta y caminar en lugar de conducir para reducir nuestra
huella ambiental y aumentar la actividad física (beneficios colaterales); sistemas de alerta
temprana para olas de calor, sequías, incendios forestales, inundaciones, tormentas y
brotes de enfermedades;
9
Medio Ambiente Internacional 158 (2022) 106892
y mapeo de vulnerabilidad para reducir los riesgos de inundaciones costeras y
eventos extremos.
Los científicos y los formuladores de políticas tienen un papel fundamental
que desempeñar en el desarrollo de políticas transformadoras y sostenibles para
reducir la contaminación del aire, mejorar los sistemas de transporte público,
mejorar las dietas y los estilos de vida, aumentar la igualdad y la justicia y
fortalecer la salud pública y los servicios médicos. La salud debería ser un tema
prioritario en todas las políticas gubernamentales para el desarrollo sostenible y
en las negociaciones internacionales para proteger la salud planetaria. Sin salud,
los residentes, tanto urbanos como rurales, sufrirán, la economía sufrirá y toda la
sociedad sufrirá, lo que se refleja claramente en la actual pandemia de COVID-19 (
Tong et al. 2021).
5. El camino a seguir
Esta revisión destaca cómo los GEC asociados con la actividad antropogénica
influyen en la salud humana y las estrategias para prevenir y minimizar estos
riesgos para la salud. No obstante, persisten varias lagunas importantes en la
medición, la modelización y el desarrollo de políticas en torno a las implicaciones
de los GEC para la salud humana, y las investigaciones futuras deberían esforzarse
por llenar estas lagunas.
Primero, los procesos del Sistema Tierra son inherentemente dinámicos y
pueden cambiar abruptamente, con grandes incertidumbres sobre los valores
umbral sistémicos y sus implicaciones para la economía, la sociedad y la salud
planetaria (Biermann y Kim 2020). Es posible que ya estemos en el camino de la
“Tierra Invernadero”, por lo que tarde o temprano pueden aparecer muchos
eventos inesperados. Aunque ha habido fuertes debates sobre la definición y la
fecha de inicio del Antropoceno (Zalasiewicz et al. 2019, 2021), ahora existe un
consenso generalizado tanto en la comunidad científica geológica como en la del
sistema terrestre de que el Antropoceno comenzó alrededor de mediados del
siglo XX (alrededor de 1950) (Steffen et al. 2016; Zalasiewicz et al. 2015). La
formalización del Antropoceno en la escala de tiempo geológico ya está en
marcha.
En segundo lugar, aunque ya se han observado muchos efectos de los GEC y
aún quedan más peligros para la salud por manifestarse, los vínculos empíricos
entre los GEC y la salud humana son hasta cierto punto polémicos. Dado que
muchos GEC y cambios sociales han estado ocurriendo al mismo tiempo, es un
desafío atribuir cualquier consecuencia para la salud a un GEC único e
independiente. La investigación apenas ha comenzado a centrarse en los
mecanismos subyacentes que podrían impulsar las consecuencias para la salud
relacionadas con los GEC, pero está muy claro que se necesita de manera crítica
más investigación para comprender la relación causal entre los GEC y la salud
humana. Fundamentalmente, nuestra comprensión de los umbrales y puntos de
inflexión más allá de los cuales el colapso social se vuelve inevitable es limitada.
En tercer lugar, la mitigación y prevención de los efectos sobre la salud relacionados
con las GEC dependen de muchos factores. Por ejemplo, los esfuerzos internacionales
para mantener la actividad humana dentro de un “espacio operativo seguro” son tan
importantes que es poco probable que la humanidad prospere, se desarrolle e incluso
sobreviva si no lo hacemos. Por lo tanto, es fundamental aumentar la conciencia sobre
esta importante cuestión entre los científicos, los responsables políticos y el público en
general, y trazar nuestro rumbo hacia el desarrollo sostenible a través de la colaboración
y la innovación internacionales.
En cuarto lugar, la adaptación a los impactos en la salud relacionados con los
GEC se ha vuelto esencial porque ya se ha producido un cierto número de GEC
irreversibles. Por ejemplo, las emisiones de GEI han provocado un 1,2◦C aumento
de la temperatura superficial media mundial por encima de los niveles
preindustriales (OMM 2021). Aunque la pandemia de COVID-19 está reduciendo
temporalmente las emisiones de carbono debido al confinamiento en muchos
países, los niveles atmosféricos de GEI siguen aumentando (Le Qúeŕe et al. 2020;
OMM 2021). Si las emisiones de GEI se detuvieran hoy, el cambio climático
continuaría durante al menos algunas décadas, debido a la naturaleza inercial del
sistema climático (IPCC 2018). Por tanto, es esencial desarrollar planes de
adaptación para hacer frente a las crecientes amenazas a la salud humana
derivadas del cambio climático. Sin embargo, aún está por determinar cuáles son
las medidas de adaptación más rentables a nivel local, regional, nacional y global.
Finalmente, las proyecciones de las futuras consecuencias para la salud relacionadas con GEC son
S. Tong y col.
son de vital importancia para formular políticas gubernamentales basadas en
evidencia, pero enfrentan múltiples incertidumbres. Por ejemplo, existe un debate
considerable sobre los umbrales y puntos de inflexión de los GEC (Biermann y Kim
2020). Además, queda por evaluar la utilidad de las tecnologías avanzadas (por
ejemplo, la geoingeniería) para mitigar las GEC y algunas pueden implicar riesgos
muy altos. Además, muchos otros factores pueden influir en dichas proyecciones,
incluidos los cambios sociodemográficos, las respuestas políticas y la adaptación.
Hasta la fecha, poca investigación ha cuantificado las implicaciones de los GEC
para la salud pública utilizando un enfoque global y programático.
Hay varias limitaciones en este estudio. Las amplias áreas de este
tema nos impiden realizar una revisión exhaustiva y sistemática. Como
colaboración multidisciplinaria e intersectorial, algunas inconsistencias
en el artículo pueden ser inevitables.
6. Observaciones finales
Un creciente conjunto de pruebas ha demostrado que la humanidad ha
entrado en una nueva época geológica: el Antropoceno, que es
estratigráficamente diferente al Holoceno y a épocas anteriores (Steffen et al.
2016; Aguas y col. 2016). La actividad humana ha causado muchos cambios
ambientales globales y estos GEC amenazan tanto la salud humana como la salud
planetaria. En el Antropoceno, todas las naciones, ricas o pobres, deben dejar de
lado sus antagonismos y enfrentar conjuntamente las amenazas emergentes que
enfrenta el planeta, ya que la Tierra es el único planeta en el que podemos vivir.
Los países ricos tienen el deber moral de asumir una mayor parte del costo de las
medidas, ya que son los que más se han beneficiado económicamente del saqueo
del medio ambiente natural, y su riqueza también puede ofrecer cierta protección
contra muchas de las consecuencias.
Una investigación científica rigurosa sobre los GEC y la salud humana
requerirá una colaboración bien coordinada, multidisciplinaria e intersectorial.
Está más allá de toda duda razonable que a medida que continúen las GEC,
enfrentaremos amenazas a la salud cada vez mayores y más complejas. Por lo
tanto, es imperativo que la comunidad internacional trabaje junta para desarrollar
políticas informadas que eviten crisis y garanticen un planeta seguro y sostenible
para las generaciones presentes y futuras.
Declaración de contribución de autoría CRediT
Shilu Tong:Conceptualización, Escritura – borrador original, Escritura –
revisión y edición, Visualización.Hilary Bambrick:Escritura – borrador
original, Escritura – revisión y edición.Paul J. ruega:Escritura – borrador
original, Escritura – revisión y edición.Lan Ming Chen:Escritura – borrador
original, Escritura – revisión y edición.Yabin Hu:Escritura – borrador original,
Escritura – revisión y edición.Wenjun Ma:Escritura: revisión y edición. Will
Steffen:Escritura: revisión y edición.Jianguo Tan:Escritura – borrador
original, Escritura – revisión y edición.
Declaración de intereses en competencia
Los autores declaran que no tienen intereses financieros en competencia
ni relaciones personales conocidas que pudieran haber influido en el trabajo
presentado en este artículo.
Agradecimientos
Se agradece enormemente el apoyo de la Comisión Municipal de Ciencia
y Tecnología de Shanghai (subvención 18411951600 ).
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