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Capítulo IV
Delincuencia: concepto y causa
que la producen

José Vigara García y Marcelino Gil García


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1. BREVE APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE DELINCUENCIA

Conseguir una definición de delincuencia no es nada fácil. Algunos, la defi-


nen como conjunto de infracciones de fuerte incidencia social cometidas con­­
tra el orden público. Otros como López-Rey y Arrojo, entienden por delin-
cuencia como: «El fenómeno individual y sociopolítico afectante a toda la so­­
ciedad, cuya prevención, control y tratamiento, requieren un sistema penal»90.
A su vez, Herrero Herrero la define como: «Fenómeno individual y
social constituido por el conjunto de infracciones, contra las normas funda-
mentales de convivencia, producidas en un tiempo y lugar determinados»91.
Para nosotros, desde un punto de vista práctico, si el delincuente es el
sujeto activo del delito, por delincuencia entendemos el conjunto de con-
ductas antisociales tipificadas por el Código Penal como delictivas y reali-
zadas por personas físicas (de forma habitual) a las que se les denominan
delincuentes, pues no toda conducta antisocial puede considerarse delito y
por consecuencia su comisión no genera delincuencia, si bien esta defini-
ción es plenamente discutible.
Llegado a este punto, y centrándonos en la figura del delincuente,
como sujeto activo del delito y favorecedor del término delincuencia, varios
son los interrogantes que sobre el mismo se plantea la criminología como
por ejemplo, ¿Por qué una persona se hace delincuente? ¿Por qué aparece
el delito (acto antisocial)? Aunque hay autores, que más que preguntarse
por qué se delinque se preguntan por qué no delinquimos92.

90
Así lo señala, Herrero Herrero; «Criminología (Parte General y Especial)» o. c.,
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pág. 253.
91
Herrero Herrero; «Criminología (Parte General y Especial)» o. c., pág. 251.
92
En este aspecto, Serrano Maíllo; «Introducción a la Criminología», o. c., pág. 333,
citando a Reckless, Dinitz y Murray señala: «La criminología no puede fijarse solamente en
quienes delinquen y sus causas, sino también -en aquellos aspectos del proceso de sociali-
zación que permite a las personas, incluso en áreas de la mayor delincuencia, internalizar
actitudes y patrones de comportamientos no desviados-».

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Actualmente, biólogos y sociólogos discuten sobre el origen de la delin-


cuencia. En este sentido, estudios recientes sobre genética cuantitativa han
informado de que alrededor del 50% de la variabilidad del comportamien-
to antisocial en la población se debe a la variabilidad en sus genes. Estos
datos apoyan la idea de que una parte importante de la etiología del com-
portamiento tiene relación con los genes. Pese a todo, los esfuerzos reali-
zados hasta ahora para encontrar genes que induzcan al individuo a un
comportamiento antisocial no han cubierto las expectativas generadas.
No obstante, sí se han detectado genes –como el de la monoaminoxi-
dasa A (MAOA)– que afirman que los individuos portadores de los mis-
mos son más propensos a un comportamiento antisocial. La significación
biológica de esta interacción es relevante, ya que ciertos mecanismos
biológicos subyacentes pueden explicar la etiopatogenia de comporta-
miento antisocial, aunque sea a un nivel muy elemental. Con todo, dichos
estudios, aún siendo pioneros, tienen una gran limitación y a pesar de las
evidencias de que todas las variables presentadas están asociadas al com-
portamiento antisocial, no hay una evidencia causal directa sobre su
efecto93.
Los sociólogos, por su parte, sostienen que la agresividad tiene base
genética que es imposible de eliminar pero que no puede confundirse con
la violencia que es una desviación de la agresividad (agresividad negativa).
«La violencia es una actitud aprendida, producto de construcciones cultu-
rares según modelos permitidos que se transmiten de una generación a
otra»94. La agresividad es inevitable, sin embargo la violencia es perfecta-
mente evitable95. Para éstos, la violencia sólo podrá erradicarse con nuevas
medidas sociales y educativas.
No obstante, los que buscan explicaciones del delito desde la agresivi-
dad sostienen que existen casos patológicos que sólo pueden explicarse a
través de criterios biológicos. En este orden de cosas y sin ánimo de exten-
dernos, sólo haremos referencia, sin más, a determinados síntomas de
agresividad negativa, dado que la positiva es la que va dirigida a vencer

93
Gallardo-Puyol y otros; «Desarrollo del comportamiento antisocial: factores psi-
cobiológicos, ambientales e interacciones genotipo-ambiente» Revista de Neurología, 2009
applicable copyright law.

número 48, febrero, 191-198, en la página Web, www.europa.sim.ucm.es.


94
Rodríguez Núñez; «Violencia en el ámbito familiar», en la obra conjunta «Elementos
Básicos de Investigación Criminal» de la que es coordinador, José Collado Medina, Instituto
Universitario «General Gutiérrez Mellado» de investigación sobre la Paz, la Seguridad y la
Defensa, Madrid, 2007, pág. 148.
95
Así lo señala Sanmartín; «La Violencia y sus claves», Ariel, Barcelona, 2002, pág. 21
y recogido por Rodríguez Núñez «Violencia en el ámbito familiar» o. c., pág. 148.

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obstáculos que se oponen a la consecución de objetivos lícitos sin intención


de perjudicar a terceros. «La agresividad es necesaria para sobrevivir, para
vencer las dificultades, tiene una base biológica»96. En este aspecto, se con-
sideran síntomas de agresividad negativa del individuo, entre otras las
siguientes97:

— Piensan sólo en sí mismo, lo que le ocurre a los demás no es proble-


ma suyo.
— Creen que deben tratar a los demás con dureza, pues si no, éstos
acabarán abusando de él.
— Tienden a la amenaza, al insulto.
— Suelen tener mirada descarada, retadora.
— Acostumbran a contraatacar.
— Suelen hablar en voz alta.
— Suelen vivir con una ansiedad creciente.
— En el fondo se siente solos.
— Suelen sentirse frustrados.
— Suelen enfadarse con frecuencia.
— Suelen llevarse bien con pocas personas (generalmente los que le
aguantan).
— Suelen siempre justificar su comportamiento.
— Por lo general no suelen ser aceptados por los demás.

2. FACTORES QUE INFLUYEN EN LA APARICIÓN DE


CONDUCTAS DELICTIVAS

En un sondeo de opinión realizado entre ciudadanos de la Unión Euro-


pea en el año 200398 sobre la delincuencia, más de la mitad de los encues-
tados respondió que la pobreza y el desempleo así como la falta de discipli-
na eran los factores que podrían esconderse detrás de las conductas delic-
tivas de muchos jóvenes.
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96
Rodríguez Núñez; «Violencia en el ámbito familiar» o. c., pág. 148.
97
Urbieta J.R.; «La autoestima y sus implicaciones educativas». En la VII escuela de
padres, curso 2007-2008. Centro de educación Castroverde, www.castroverde.org, consul-
tado el 27/07/2009.
98
INRA (2003); Public safety, exposure to drug-related problems and crime: public
opinion survey. http://europa.eu.int/comm/justice_home/eucpn/projects.html.

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Qué factores conducen a la aparición de la delincuencia es una de las


cuestiones básicas de la investigación criminológica y su identificación ha
conducido a la elaboración de un amplio abanico de teorías explicativas del
fenómeno. Pero como puede deducirse de la encuesta de opinión antes
mencionada, es generalizada la opinión en la sociedad sobre la existencia
de determinados factores que parecen explicar el origen de comportamien-
tos antisociales. La criminología trata de dotar de fundamento científico o
refutar estas intuiciones y la identificación de los factores que influyen en
la aparición de la delincuencia ha sido y es un campo prioritario de su pro-
ducción científica.
Se persigue con ello entender mejor el por qué de la aparición de con-
ductas delictivas y evitar así, de manera eficaz, su aparición en sus momen-
tos iniciales o al menos, modular su influencia.
Farrington (1997)99 consideró que entre los factores que están vincu-
lados con la aparición de conductas delictivas a tempranas edades están:
haber sufrido malos tratos en la infancia; tener vínculos afectivos –de amis-
tad o familiares- con personas que hayan delinquido, al tender a imitar y
justificar esas actitudes; la falta de recursos económicos; bajo coeficiente
intelectual y déficits en el proceso de crianza.
Browning y sus asociados100 señalan como factores de riesgo de carác-
ter individual el bajo control de los impulsos, el coeficiente intelectual y la
personalidad; como factores familiares, los déficits de crianza –pobres
patrones de autoridad paterna-, mala comunicación entre padres e hijos y
los castigos físicos y como factores socieconómicos el bajo estatus
socioeconómico o habitar en barrios conflictivos.
Diego (2001) hace referencia a los factores criminógenos de tipo social,
diferenciando entre aquellos que «predisponen» (el medio económico y la
familia), los que «precipitan» (la escuela y la ocupación del tiempo libre) y
factores que «arrojan» (influencia de los amigos y compromiso con otras
formas de conducta delictiva). Además existen otros factores, de persona-
lidad –déficits psicológicos- que «desencadenan» y «sostienen» la conducta
criminal101.
applicable copyright law.

99
Farrington propone una teoría integradora y considera la aparición de la delin-
cuencia como un proceso de interacción entre el ciudadano y el ambiente.
100
Browning,....1999; En el marco de un estudio longitudinal -«The Pittsburg Youth
Study»- realizado durante una década sobre tres muestras de niños de la ciudad de Pitts-
burg para identificar los factores de riesgo asociados a la aparición de conductas antisocia-
les en los jóvenes.
101
Otros investigadores han señalado como factores:

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Estos factores quedarían empobrecidos sino hiciéramos mención a un


estudio pionero y casi único, llevado a cabo en España en 1978, por los
investigadores Serrano Gómez y Fernández Dopico, efectuado sobre una
muestra de 2.049 reclusos en prisiones españolas, distribuidos en grupos
de edad desde los 16 a más de 60 años; los cuales fueron sometidos a una
serie de preguntas sobre su vida, complementando esta información con el
exámen de sus expedientes personales. Los autores identificaron más de
100 factores102 que de alguna forma están vinculados con la aparición de la

— La falta de supervisión familiar (Howell, 1997; Chaiken, 2000).


— Cambios en la estructura familiar (Thornberry et al., 1999; Wasserman et al., 2003).
— Falta de comunicación o carencias afectivas (Bartollos, 2000).
— Fracaso escolar o un temprano abandono escolar (Borduin y Schaeffer, 1998; Hui-
zinga, Loeber, Thornberry y Cothern, 2000).
— Amistad con otros delincuentes (Battin-Pearson et al., 1998; Feld, 1999; Hawkins
et al., 2000)
— Consumo de drogas (Huizinga, Loeber, Thornberry y Cothern, 2000).
— El estatus socioeconómico (Browning, Thornberry y Porter, 1999; Pfiffner, McBur-
nett y Rathouz, 2001)
— Aspectos ecológicos y ambientales del entorno en el que se habita (Browning y
Loeber, 1999; Hope y Hough, 1998).
— Desórdenes de la personalidad –ansiedad- o problemas psicológicos –hiperactivi-
dad- (Wasserman, Miller y Cothern, 2000; Wasserman et al., 2003).
— Problemas o dificultades de concentración, conductas agresivas o baja inteligencia
(Browning y Loeber, 1999; Kazdin y Buela-Casal, 2001).
— La exposición ante la violencia en la televisión o en el cine parece tener una influen-
cia pequeña en el desarrollo de conductas violentas o delictivas (Willians, 1986;
Word, Wong y Chachere, 1991).
— El uso excesivo de videojuegos e Internet. (Griffiths, 1997, defiende que el juego
persistente puede tener como consecuencia una excitación fisiológica que actuará
posteriormente como reforzador de conductas dependientes y antisociales).
— Presencia de altos niveles plasmáticos de testosterona (hormona sexual masculina)
(Olweus, Mattsson, Shalling y Low, 1980; Themblay, Schall, Boulerice y Perusse,
1997).
— Elevados niveles de serotonina por baja actividad de la enzima monoaminoxidasa
(MAO) (Belfrage, Lidberg y Oreland, 1992).
— Déficits en los lóbulos frontales, de tipo estructural o funcional (Raine, Lenz, Bihr-
le, LaCasse y Colleti, 2000).
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— Anomalías cromosómicas, en particular la anomalía cromosónica XYY (Jacobs y


otros, 1965; Witkin, Mednik, Shulsinger, Bakkestrom y cols., 1997).
102
Serrano Gómez y Fernández Dopico; hablan de «factores concurrentes» ya que
consideran que «normalmente concurren en el delincuente una serie de factores que se esti-
ma que influyen en el delito, aunque no siempre es así, como tampoco los mismos factores
concurrentes tienen idéntico valor cuando inciden en distintos sujetos». «El Delincuente
Español. Factores concurrentes (influyentes)». Madrid, Gráficas Valencia, 1978. Pág. 13.

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conducta criminal; perteneciendo los factores básicos al ámbito de la fami-


lia y al trabajo. Estos factores tienen mayor o menor influencia dependien-
do de la edad del delincuente.
Según estos autores, los factores de riesgo básicos que influyen direc-
tamente en la aparición de la conducta delictiva son factores familiares (la
ausencia paterna, la falta de autoridad de los progenitores, las familias
monoparentales, las familias grandes y poco estructuradas); laborales (difi-
cultad para encontrar trabajo, problemas laborales, insuficiente formación
profesional, orientación profesional deficiente); factores hereditarios y
deficiencias individuales importantes; estilo de vida solitaria; sexo mascu-
lino; estatus socioeconómico bajo; residencia en una ciudad grande; opor-
tunidad de cometer delitos; amigos delincuentes; falta de orientación
moral; escasa resistencia a los impulsos criminales y falta de control sexual.
En conclusión, las distintas investigaciones parecen apuntar a la exis-
tencia de una multiplicidad de factores de riesgo que tienen influencia en
el desarrollo de conductas antisociales. Estos factores coexisten, interac-
túan y están mediados por otras variables, influyendo así de forma directa
o indirecta en su aparición.

3. LA EXPLICACIÓN DEL FENÓMENO DELICTIVO. PARADIGMAS


Y TEORÍAS

La búsqueda de una explicación científica de las causas de la aparición


del comportamiento delictivo ha dado lugar a la aparición de diversos
paradigmas y teorías. Expondremos sucintamente las formulaciones teóri-
cas más importantes que se han realizado desde finales del siglo xix, agru-
pándolas en tres enfoques fundamentales: las explicaciones de ámbito
antropobiológico, las explicaciones psicológicas, psiquiátricas y psicoana-
líticas y las teorías sociológicas, excepto las consideradas teorías integra-
doras que se abordan al final.
Ninguna de ellas logra una explicación totalmente satisfactoria del cri-
men pero sin duda aportan datos o construcciones de interés para la Cri-
minología.
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3.1. Los paradigmas criminológicos

Son tres los paradigmas criminológicos básicos: el paradigma del libre albe-
drío y del castigo, el paradigma científico y el paradigma del conflicto social.

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El paradigma del libre albedrío y del castigo persigue la explicación del


comportamiento delictivo considerando que reside en la libertad consus-
tancial del ser humano la decisión de delinquir o no. El análisis criminoló-
gico persigue el hallazgo de los medios más adecuados para combatir la
delincuencia, en el plano preventivo y represivo.
El paradigma científico sostiene que la conducta delictiva se explica por
la existencia de una serie de factores de carácter individual y social que
propician su aparición. Se centra en la búsqueda de esas causas y factores
que determinan la delincuencia para poderlos controlar.
El paradigma del conflicto social centra su atención en los mecanismos
sociales y simbólicos que hacen que determinadas conductas sean conce-
bidas como delictivas y sus autores, delincuentes. El fin ha de ser la susti-
tución de aquellas estructuras sociales que hacen posible el fenómeno cri-
minal.

3.2. Las teorías criminológicas

Superada la etapa histórica en la que se buscó explicar la vida del ser


humano y todo aquello que le rodeaba en clave religiosa exclusivamente, el
campo de la conducta criminal requirió de un estudio más profundo y de
la búsqueda de respuestas. Ello ha derivado en la aparición de una gran
cantidad de explicaciones teóricas del fenómeno criminal. Teorías que han
propuesto explicaciones al conjunto o a alguna de las cuestiones vinculadas
al comportamiento delictivo, desde paradigmas diversos y deudoras, todas
ellas, del contexto socio-histórico en que se formularon.
Sin ánimo de realizar aquí una exposición exhaustiva de todas las teo-
rías existentes se presentan a continuación aquellas que, a nuestro juicio,
suscitan un mayor interés criminológico.

3.2.1. Los enfoques antropobiológicos

En este apartado, se presenta el conjunto de posicionamientos teóricos


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que defienden que la conducta criminal se debe a la presencia de determi-


nados factores somáticos o procesos corporales en el individuo que le dis-
tinguen del «no criminal». Son así teorías que heredan la idea del positivis-
mo criminológico del delincuente como «ser distinto».
El aspecto más destacado de estas teorías reside en aportar un conjun-
to de conocimientos científicos esenciales para comprender con mayor

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profundidad el desarrollo de los comportamientos antisociales. Su limita-


ción fundamental se encuentra en intentar generalizar indebidamente los
resultados de sus investigaciones, olvidando con frecuencia la influencia
que en la aparición y mantenimiento de conductas delictivas puedan tener
otros factores.

a) Investigaciones en el área de la antropología

Con un sustrato antropológico se ha realizado un voluminoso número


de aproximaciones científicas al estudio de la criminalidad, fundamental-
mente desde el campo de la antropometría, tratando de demostrar la exis-
tencia de ciertas medidas o rasgos físicos que junto a otros datos, diferen-
cian a los delincuentes. Son aproximaciones que heredan los postulados
lombrosianos en gran medida. Entre otros muchos teóricos destacaremos
los siguientes:

— Bertillon (1857-1914), desarrolló un sistema fundamentado en la


toma de diversas medidas corporales a las que unía la fotografía del
delincuente. Su objeto no era tanto demostrar la existencia de ras-
gos físicos criminales como construir un instrumento que ayudase
a la Justicia a identificarlos y contribuir así a evitar la impunidad de
los actos ilícitos. Este método fue adoptado por diversos cuerpos
policiales y puede considerarse como un antecesor de las modernas
«fichas policiales».
— Goring (1870-1919) realizó un estudio biométrico103 apoyado en el
uso de la estadística e identificó tres factores criminógenos básicos
(físico-constitucionales) que explicarían la «inferioridad
hereditaria»104 del ser criminal y su inclinación delictiva: la inferio-
ridad en peso y altura, el déficit intelectual y la inferioridad moral.
— Earnest A. Hooton (1887-1954), en líneas generales su tesis es
muy similar a la de Goring, pese a criticar sus estudios105. Defiende
la inferioridad orgánica del delincuente y explica la criminalidad
applicable copyright law.

103
Goring; «The English Convict: A Statistical Study». His Majesty’s Stationery Office.
London, 1913.
104
Esta «inferioridad» no significa anormalidad, sino la presencia de unos rasgos ex-
tremos con respecto a la norma en la población no delincuente.
105
Earnest A. Hooton; «The American Criminal. An Anthropological Study» (1939).
Este autor revisó los estudios de Goring criticando su metodología y resultados.

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como el resultado de la influencia del medio en un organismo infe-


rior. Las diferencias orgánicas se reflejan, según su posicionamien-
to, hasta en 19 de 33 medidas corporales que observó y esta inferio-
ridad física es relevante porque se encuentra asociada a la inferiori-
dad moral, siendo ellas de carácter hereditario.
— Di Tullio (1896-1979) postula en su Antropología Criminal106 que lo
esencialmente diferente en el delincuente es su proceso de forma-
ción de la personalidad. Se trata de un ser hipoevolucionado por lo
que carece de aquellas características más recientemente consegui-
das por el ser humano civilizado.

b) Investigaciones en el ámbito de la biotipología

La biotipología es una disciplina científica que trata de poner de mani-


fiesto la interdependencia entre las características de un individuo y sus
rasgos psicológicos. En este sentido, se han realizado innumerables tipolo-
gías de delincuentes. Las más conocidas son las del psiquiatra alemán
Kretschmer y la del americano Sheldon:

— Ernst Kretschmer (1888-1964), en 1921 a partir del análisis de


más de 4000 individuos distinguió tres tipos corporales básicos:
leptosomático o asténico, atlético y pícnico que se corresponden
con tres tipos caracterológicos: esquizotímico, ciclotímico y viscoso.
   El primero tiene un cuerpo alargado y delgado, cabeza pequeña,
nariz puntiaguda y tiende a la introversión. El tipo atlético muestra
un gran desarrollo del esqueleto y la musculatura y tiene el tórax y
la cabeza grandes. El tipo pícnico posee un gran desarrollo de las
cavidades viscerales, abdomen prominente, cabeza redonda y
ancha, extremidades cortas y tendencia a la obesidad. Es proclive a
la sociabilidad. A estos tres tipos le añadió un cuarto, el displástico,
con características muy exageradas que no encajan entre los ante-
riores, con tres variantes o subtipos: gigantismo, obeso e infantilis-
applicable copyright law.

mo eunocoide. El más frecuente será el tipo mixto, que procede de


una combinación de los anteriores por vía hereditaria. A cada uno
de estos tipos le corresponden determinados delitos: los atléticos
cometerían delitos violentos y tienen mayor tendencia a la reinci-

106
Di Tullio; «Antropología Criminal» Editorial Pozzi, Roma, 1940.

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dencia; los leptosomáticos tienden a la comisión de delitos de hurto


y estafas; los pícnicos muestran los índices más bajos de delincuen-
cia y realizarán fraudes.
   Igualmente, este autor, desarrolla los denominados tipos carac-
terológicos, distinguiendo los siguientes:
   – Tipo esquizotímico. Al que pertenecen individuos de constitu-
ción leptosomática y de temperamento introvertido. Se dife-
rencian tres subtipos: hiperestésicos (nerviosos, irritables e
idealistas), intermedios (fríos, enérgicos, serenos) y anestési-
cos (apáticos, solitarios, indolentes). Cuando el tipo se agrava
surge como enfermedad mental la esquizofrenia.
   – Tipo ciclotímico. Al que corresponden personas extrovertidas,
de constitución pícnica. Se pueden diferencias tres subtipos:
hipomaníacos (continua alegría, en continuo movimiento),
sintónicos (realistas, prácticos, humoristas) y flemáticos (tran-
quilos, silenciosos, tristes). Cuando el tipo se agrava surge
como enfermedad mental la ciclofenía (maníacodepresiva).
   – Tipo viscoso. A este grupo suelen pertenecen individuos de
constitución atlética, que oscilan entre el tipo leptosomático y
el pícnico (personas tranquilas, pasivas, por lo general).

— W. Sheldon (1898-1977) elaboró una biotipología (1949)107 en la


que diferenciaba tres «somatipos» o tipos somáticos -estáticos- que
dan lugar a tres tipologías de personalidad. Los tipos somáticos son
el endomorfo, el mesomorfo y el ectomorfo y los caracterológicos
los denomina viscerotónico, somatotónico y cerebrotónico.
– Endomorfo. Predominio de cierta redondez corporal y de la vis-
cerotonía, que le confiere un tono relajado y sociable.
– Ectomorfo. Caracterizado físicamente por su delgadez y fragili-
dad y psicológicamente por su cerebrotonía, que le daría tenden-
cia al retraimiento y a la inhibición.
– Mesomorfo. Individuo atlético en el que predomina el tejido
óseo, muscular y conjuntivo y la somatotonía, en forma de fuerza
applicable copyright law.

y expresividad muscular.

La conclusión de los estudios de Sheldon fue la significativa presencia


del tipo mesomorfo entre los criminales. En el análisis longitudinal reali-

107
Sheldon; «Varieties of Delinquent Youth» 1949.

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zado por el equipo de Sheldon en los últimos 30 años se ha confirmado la


presencia del componente mesomórfico en la muestra de sujetos delin-
cuentes.
Aunque en todas las aproximaciones biotipológicas se han detectado
importantes problemas metodológicos que invalidan parcialmente sus
resultados, en la actualidad no puede olvidarse su interés desde una con-
cepción dinámica e integradora de la aparición y desarrollo del fenómeno
criminal.

c) Teorías apoyadas en la genética: el peso de la herencia

El desarrollo científico de la Genética ha provocado en la Criminología,


como en otros campos del conocimiento, la aparición de diversas líneas de
investigación sobre la influencia de la carga genética del ser humano en su
conducta criminal y en qué medida ésta es debida a la herencia. Los ámbi-
tos en los que con mayor profusión se han centrado las investigaciones han
sido los estudios sobre familias criminales, sobre gemelos y adopción y
sobre cromosomas.
Los estudios de familias de criminales se han limitado a analizar deter-
minadas líneas de descendencia de familias en las que había un significado
número de sujetos criminales.
En este orden de cosas Dugdale108 estudió a la familia Juke encontran-
do que de 709 descendientes, 77 fueron delincuentes en algún momento de
su vida y 202 estaban vinculados al mundo de la prostitución como prosti-
tutas o proxenetas. Lund (1918) halló una mayor proporción de condena-
dos por delitos graves entre sujetos cuyos padres también eran delincuen-
tes. Farrington y sus colegas. (1996)109, en el Estudio de Cambridge, com-
probó la positiva correlación existente entre el comportamiento delictivo
de los jóvenes investigados y el de sus familiares.
Aún cuando puedan criticarse estos estudios, apuntan sin duda, inde-
pendientemente de cual sea su causa, a la constatación de que los delin-
cuentes se concentran en grandes líneas familiares110.
applicable copyright law.

108
Dugdale; «The Jukes» New York, 1987.
109
Realizaron una investigación longitudinal sobre 400 jóvenes londinenses, desde
los 8 a los 40 años de edad, pertenecientes a 397 familias. De los 2203 integrantes de las
familias, 601 fueron condenados por algún delito y el 75% de los padres con antecedentes
tuvieron hijos que fueron condenados.
110
Garrido y otros; «Principios de Criminología» o.c. pág. 271.

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Los estudios sobre gemelos pretenden establecer el verdadero peso de


la herencia en la conducta criminal utilizando la semejanza, mayor o
menor, genética presente en los gemelos univitelinos o bivitelinos y los
ambientes de crianza. A igualdad ambiental la conducta habría de ser con-
cordante en los univitelinos y no así en los bivitelinos si la carga genética
es la determinante.
El estudio más destacado es el realizado en Dinamarca por Karl O.
Christiansen quien examinó la totalidad de los gemelos nacidos en aquel
país entre 1881 y 1910 concluyendo que el factor hereditario influye deci-
sivamente en la delincuencia. Esta influencia sería mayor en el caso de los
delitos más graves y en los delitos sexuales. Pese a todo ello defendió que
esta carga genética, pese a ser relevante, es un elemento más a considerar
dado el proceso dinámico de construcción de la personalidad en interac-
ción con el medio. Otros estudios han apuntado en el mismo sentido, si
bien han atenuado la trascendencia de la influencia genética. En cualquier
caso han recibido críticas por la utilización de distintas definiciones del
concepto «delincuencia», por la metodología empleada para la toma de
muestras y por la poca fiabilidad de los métodos utilizados para la distin-
ción entre gemelos monozigóticos y dizigóticos, en algunas épocas, dados
los conocimientos científicos disponibles en ellas111.
Los estudios de adopción han tratado de determinar la importancia
real de la influencia genética sobre el comportamiento delictivo, vinculan-
do la criminalidad de los padres biológicos o adoptivos con la conducta,
delictiva o no, de los hijos adoptivos.
La investigación más valiosa al respecto fue la realizada por Hut-
chings y Mednick, quienes a finales de los 70, tomaron como muestra los
niños adoptados en Dinamarca entre 1924 y 1947. Hallaron que los niños
adoptados con padres biológicos con antecedentes penales delinquen en
mayor medida y que los índices de criminalidad aumentan más entre los
hijos adoptivos cuando los padres biológicos tienen antecedentes penales
que cuando son los padres adoptivos quienes los poseen. Con estos datos
afirmaron el mayor peso explicativo de la carga genética en la conducta
criminal112.
applicable copyright law.

111
Garrido y otros; «Principios de Criminología» o.c., págs. 273-274. Según la revisión
de los estudios realizada por Walters Y White (1989). En la misma línea se han postulado
los distintos trabajos dirigidos por T. Bouchard en el marco del proyecto Minnesota, que
demuestran la importancia combinada de la herencia y el ambiente en el desarrollo de la
personalidad y la inteligencia.
112
Aún cuando estos estudios son más potentes metodológicamente que los estudios

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Las investigaciones sobre malformaciones cromosómicas se han cen-


trado fundamentalmente en la incidencia de la anomalía XYY en el com-
portamiento criminal, aún cuando también se han realizado estudios sobre
la anomalía 46XYQX sin que se hayan obtenido resultados concluyentes.
Como resumen, a día de hoy, no puede hablarse de la existencia de una
influencia determinante de la genética sobre la conducta criminal, sí de la
herencia de determinadas características personales113 que implican un
mayor riesgo por dificultar la integración social del sujeto.

d) Otras aproximaciones biológicas

Desde la neurofisiología ha cobrado especial importancia, a partir del


desarrollo de técnicas e instrumentos adecuados, el estudio de la actividad
eléctrica cerebral. Se ha pretendido investigar si la conducta criminal se
debe a la presencia de disfunciones cerebrales.
En esta línea, una parte importante de las investigaciones se han cen-
trado en el estudio del funcionamiento cerebral de los psicópatas, hallán-
dose que presentan una mayor actividad de ondas cerebrales lentas, así
como un sistema nervioso autónomo (SNA) menos estimulado. Ello expli-
caría su tendencia a las actividades arriesgadas –entre las que se encuentra
el delito– y su bajo nivel de ansiedad en presencia de determinados estímu-
los (medida a partir de otros correlatos fisiológicos como el pulso cardiaco,
la presión sanguínea o la respiración).
También se han realizado acercamientos explicativos de la conducta
criminal desde la bioquímica, buscando verificar la influencia de los facto-
res bioquímicos (hormonas, vitaminas, dietas alimenticias, …) o incluso de
algunas alergias o la contaminación ambiental.

3.2.2. Las explicaciones psicológicas, psiquiátricas y psicoanalíticas

La búsqueda de explicaciones de la conducta delictiva como una mani-


festación inadecuada de los procesos mentales que rigen la actividad
humana o bien como de una enfermedad mental, ha dado lugar a la apari-
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de familias o de gemelos, no han estado ausentes de críticas. Así Walters y White (1989),
Gottfrenson y Hirschi (1990), Lykken (2000), han restado credibilidad a estos estudios, si
bien Lykken reconoce que puede ser un factor a considerar si se une a unas pobres estrate-
gias de crianza por parte de los padres adoptivos.
113
Impulsividad, búsqueda de sensaciones, ...

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ción de teorías o, cuanto menos, investigaciones desde el campo de la psi-


quiatría, la psicología o el psicoanálisis.

3.2.2.1. La perspectiva psiquiátrica

Desde la perspectiva psiquiátrica se explica el comportamiento crimi-


nal como el reflejo exterior de un trastorno de la personalidad o de alguna
patología psiquiátrica del delincuente.
Históricamente esta explicación gozó de amplio consenso, llegándose
a identificar a «crimen» con «locura» hasta entrado el siglo xix. Superada
esta simplificación del fenómeno criminal114, hoy la primera dificultad resi-
de en dilucidar cuándo se está ante la presencia de un acto debido o no a
la enfermedad. Dicho de otra forma, qué se puede clasificar como trastor-
no o enfermedad mental115 -lo que implica necesariamente la delimitación
conceptual de la «enfermedad mental»- y si ello contribuye a explicar el
delito.
Con esa meta la investigación se ha centrado en identificar y precisar
las enfermedades mentales y conocer la incidencia criminal de las mismas.
En el ámbito criminológico se ha prestado especial atención a las oligofre-
nias y psicopatías por ser este tipo de grupos los que protagonizan la mayor
parte de los hechos delictivos con los que aparecen vinculados los enfermos
mentales, sin que por ello se haya dejado de estudiar la repercusión crimi-
nal de otros trastornos como las esquizofrenias, paranoias, psicosis, para-
filias o las conductas adictivas (a las drogas y el alcohol, especialmente).

114
García Andrade-Pablos de Molina; «Tratado de Criminología» Editorial Tirant lo
Blanch, Valencia, 2003, págs. 651-652. Según diversas investigaciones empíricas la relación
existente entre la presencia de meros trastornos del carácter o abuso de sustancias y la
criminalidad parece más alta y severa que con la existencia de trastornos mentales graves.
Este autor al nombrar a TEPLIN, afirma que los enfermos mentales graves pueden
cometer actos violentos de forma impredecible, muy esporádica e infrecuente. Su conducta
violenta se produce frecuentemente hacia los miembros de la propia familia y en el hogar.
Lo más habitual es que sean víctimas. Según estudios recientes la frecuencia en que los en-
applicable copyright law.

fermos mentales son víctimas de hechos delictivos multiplica por 14 la tasa de la población
general.
115
En la actualidad son dos los sistemas de clasificación de enfermedades mentales
más utilizados: El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, IV edición,
texto revisado (DSM-IV-TR), elaborado por la Asociación Psiquiátrica Americana y La Cla-
sificación Internacional de Enfermedades, décima revisión (CIE-10), de la Organización
Mundial de la Salud.

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Los efectos de la oligofrenia116 en el enfermo son distintos en función


de su gravedad y ello se refleja en su conducta delictiva. Los que padecen
oligofrenias profundas se ven prácticamente imposibilitados para delinquir
dadas sus limitaciones psicofísicas. Sí puede ser víctima, en especial de
delitos contra su integridad física o moral. La mayor actividad criminal la
desarrollan los oligofrénicos moderados y leves, protagonizando actos
delictivos contra la libertad sexual (exhibicionismo, abusos sexuales de
poca entidad y ocasionalmente violación), hurtos y robos de escasa impor-
tancia, delitos de lesiones y en algún caso homicidios, así como incendios.
Su modus operandi se distingue por la ausencia de planificación, la impul-
sividad, el escaso valor de lo robado o hurtado, y la desproporción de algu-
nas acciones –más llamativo en el caso de las agresiones sexuales–.
Un grupo de gran interés criminológico es el denominado bordeline;
aquellos sujetos con una capacidad intelectual que limita con el retraso
mental, dada su gran influenciabilidad por otros sujetos, su débil voluntad,
además de la baja tolerancia a la frustración, agresividad e impulsividad117.
Pero sin duda la enfermedad mental que se ha vinculado especialmen-
te con la violencia ha sido la personalidad psicopática Definida en 1896 por
Kraepelin como«Personalidades pobremente dotadas por influencias
hereditarias, dañadas en sus procesos germinativos y otras influencias físi-
cas tempranas en el desarrollo; cuya condición era parte de un proceso
irreversible», actualmente no existe acuerdo científico en su delimitación
conceptual dado el número y heterogeneidad de las personalidades psico-
páticas (tipologías), la etiología muy diversa que se atribuye a tales cuadros
clínicos y los rasgos de personalidad descritos en cada caso118. Los psicópa-
tas, grupo que actualmente tanto el DSM-IV-TR como el CIE 10 incluyen
dentro del trastorno antisocial de la personalidad, son egocéntricos, mani-
puladores, mentirosos y crueles, con un estilo de vida antisocial y agresivo,
buscan constantemente sentir excitación y manifiestan un comportamien-

116
Para la CIE-10, el retraso mental es un trastorno definido por la presencia de un
desarrollo mental incompleto o detenido, caracterizado principalmente por el deterioro de
las funciones concretas de cada época del desarrollo y que contribuyen al nivel global de
applicable copyright law.

la inteligencia, tales como las funciones cognoscitivas, las del lenguaje, las motrices y la
socialización. Existen cuatro niveles de gravedad que reflejan el grado de deterioro intelec-
tual: retraso mental leve (CI entre 50-69), moderado (CI entre 35-49), grave (entre 20-34) y
profundo (inferior a 20).
117
García Andrade Andrade, J.A.; Psiquiatría Criminal y forense, Editorial Centro de
Estudios Ramón Areces (CERA), Madrid, 1993, págs. 260 y 261.
118
García Andrade-Pablos de Molina; «Tratado de Criminología» o.c., pág. 626.

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to impulsivo y caprichoso. Según Cleckley119 no todos los sujetos que


padecen un trastorno antisocial de la personalidad son psicópatas. El psi-
cópata típico rara vez se aprovecha de los beneficios que genera el delito,
pretende metas no siempre comprensibles por los demás e incluso a menu-
do comete el delito sin lograr ventaja material alguna. Normalmente no
comete delitos muy graves, aun cuando en ocasiones llegue a actuar de
forma excepcionalmente violenta.
La dificultad de su clasificación ha llevado a construir escalas diagnós-
ticas para la psicopatía, basadas en las investigaciones de Cleckley y
Hare120. Estas escalas abarcan dos factores diferenciados: el deterioro de
la afectividad y de las relaciones interpersonales (locuacidad y encanto
superficial; autovaloración excesiva; ausencia total de remordimiento; falta
de empatía; y manipulación de los demás); y el estilo de vida impulsivo,
antisocial e inestable (problemas de conducta en la infancia; conducta anti-
social en la vida adulta; impulsividad; ausencia de autocontrol e irrespon-
sabilidad).
En las últimas décadas se ha comprobado la existencia de un sustrato
orgánico de la psicopatía121 consistente en anomalías cerebrales y del siste-
ma nervioso autónomo (nivel de activación cortical) que explicarían que
para activarse necesitan «emociones fuertes» lo que implica en ellos una
ausencia de miedo (que predispone a la ejecución de conductas violentas y
peligrosas); la búsqueda de una constante estimulación para recuperar el
nivel óptimo de activación y la impulsividad.
Como resumen se puede decir que el cuadro clínico de los psicópatas
se caracteriza por una pobreza general de las reacciones afectivas, incapa-
cidad para aprender de la experiencia, impulsividad, falta de autocrítica,
superficialidad en las relaciones interpersonales, desprecio a la verdad e
inteligencia inalterada.
Esta patología suele ser más frecuente en hombres ya que representan
el 1% de la población general, y el 20-25% de la población penitenciaria. La
expresión más violenta de la psicopatía es la conducta criminal, sin embar-
go la mayoría de ellos no son delincuentes. Los psicópatas pueden iniciar-
applicable copyright law.

119
Cleckley; «The Mask of Sanity» (5ª Edición). St. Louis (EE.UU), Mosby, 1976.
120
Escalas de Calificación de la Psicopatía de HARE, (PCL-R, 1991) y (PCL-SV, 1995).
121
A nivel biológico, se ha postulado que el psicópata se caracteriza por un bajo
arousal, es decir, tienen un bajo nivel de excitación cortical, medida sobre todo por la ac-
tividad del electroencefalograma (EEG). También que presentan lesiones prefrontales. A
estos déficits orgánicos se añadirían un conjunto de influencias educativas y sociales que
explicarían la conducta psicopatita delictiva.

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se en actividades antisociales a temprana edad, continuando con estas


acciones durante una gran parte de su vida. Alrededor de los 35-40 años
este nivel de criminalidad tendería a decrecer; sin embargo, esto no signi-
fica que disminuya el grado de violencia, ya que éste casi no disminuiría
con el transcurrir de los años. Según el forense Rodes Lloret122 los delitos
en los que más frecuentemente están implicados son los delitos de lesiones,
contra la libertad e indemnidad sexual y contra la propiedad.

3.2.2.2. La explicación del crimen desde el psicoanálisis

El creador del psicoanálisis fue Sigmun Freud. Sus tesis han tenido
una fuerte influencia en el pensamiento psicológico desde finales del siglo
123
xix. En sí el Psicoanálisis no es una teoría de la criminalidad pero como
teoría general propuso una explicación de las conductas antisociales.
La idea central es el pansexualismo (el instinto sexual es el origen y
fundamento total del comportamiento del ser humano). El desarrollo del
individuo está determinado por el desarrollo de la libido, identificando este
proceso con cinco zonas erógenas del cuerpo y habla así de fase oral, anal,
fálica, de latencia y genital. Las deficiencias en esta evolución normal de la
libido conlleva la fijación del individuo en una fase o estilo anterior lo que
se traduce, en la edad adulta, en manifestaciones psicopatológicas.
Por otra parte, Freud considera que la personalidad está constituida
por tres componentes o niveles: el «ello», el «yo» y el «super-yo». En el
«ello» residen los instintos, entre los que destaca el sexual. El «yo» es el
regulador de los instintos, la razón. El «super-yo» está constituido por la
conciencia social, las restricciones sociales, el miedo a la sanción. El equi-
librio entre estas tres instancias de la personalidad es la base de la estabi-
lidad psíquica.

122
Rodes Llorés; «Enfermedad mental: aspectos médico-forenses» Editorial Díaz de
Santos, Madrid, 2006, pág. 90.
123
Existe una apreciable discrepancia científica sobre el valor de las explicaciones
psicoanalíticas de la criminalidad. Mientras que Garrido y sus colegas «Principios de Cri-
applicable copyright law.

minología» o. c., pág. 338, consideran que «la teoría psicoanalítica aplicada a la delincuen-
cia es muy deficitaria» y subrayan que «en la actualidad su predicamento entre la comu-
nidad científica es escasa»), otros como García Andrade-Pablos de Molina «Tratado de
Criminología» o.c., págs. 657 y 665, defiende que «a pesar de sus innegables limitaciones y
carencias, posee un gran atractivo» y además «parece resolver el problema de los crímenes
absurdos, sin motivos, irracionales; e incluso ofrece nuevas vías de interpretación al signi-
ficado genuino de muchos delitos».

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Por el contrario, en ocasiones se produce un conflicto mental (neuro-


124
sis ) entre los instintos (el ello), el yo y los patrones sociales de conducta
(regulados por el super-yo) que es reprimido en el inconsciente. Esta lucha
interna puede conducir a disfunciones de la personalidad siendo una de
sus manifestaciones la conducta delictiva. Es así el delito un síntoma exter-
no de un conflicto interno, presente en el inconsciente, que requiere de un
adecuado tratamiento para evitar su empeoramiento.
Otros científicos destacados adscritos a las corrientes psicoanalíticas y
que son dignos de mencionar en este apartado son Adler, Jung, Erickson
o Fromm.

3.2.2.3. Explicaciones psicológicas del delito

Las explicaciones psicológicas del delito se han realizado bajo los mis-
mos presupuestos que para el estudio de cualquier otro tipo de conductas
humanas. Se ha buscado su origen, desarrollo, evolución, etc., dando lugar
a varios modelos explicativos: los biológico-conductuales, las teorías del
aprendizaje social, teorías del desarrollo moral y del proceso cognitivo y el
modelo de rasgos o variables de personalidad.
Desde los posicionamientos biológico-conductuales el acto delictivo es
debido a un deficiente condicionamiento en el proceso de socialización del
individuo. Se busca dar explicación a por qué unos individuos inhiben y
otros no las conductas antisociales. En esta corriente destacan las posicio-
nes teóricas de Eysenck, Trasler o Jeffery.
El aprendizaje social defiende que el crimen se aprende. La conducta
criminal es aprendida en un proceso evolutivo a través de la observación y
la imitación (aprendizaje vicario). Su máximo responsable, B andura,
entiende que el ser humano no es violento por naturaleza sino que aprende
a serlo. Esto no excluye que halla otros factores biológicos o psicológicos
que puedan predisponer al crimen pero el factor determinante está en el
entorno social125.
Las teorías del desarrollo moral y del proceso cognitivo suponen una
superación de los postulados conductistas. El comportamiento humano no
applicable copyright law.

puede explicarse exclusivamente por la presencia de una correspondencia


entre estímulo y respuesta. La acción está ligada a una serie de procesos

124
Entendida aquí como un desequilibrio producido por la existencia de un conflicto
interno entre las tres instancias de la personalidad.
125
Véase al respecto Garrido y otros «Principios de Criminología» o. c., págs. 371-373.

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mentales intermedios entre estímulo y respuesta que la explican: la percep-


ción, los propios valores, el desarrollo moral, ... cobran así un valor esen-
cial. Psicólogos destacados de esta corriente son Piaget, Kohlbert, y los
seguidores de la Psicología de la GESTALT.
Por último, otros psicólogos han intentado identificar una serie de ras-
gos de la personalidad que justificasen la conducta criminal. Los rasgos
que se han considerado etiológicamente relevantes son la extraversión, el
neuroticismo, la impulsividad, la inteligencia, etc., sobre los que se han
realizado diversas investigaciones.

3.2.3. Teorías sociológicas

Bajo este epígrafe se agrupan un conjunto de enfoques que tienen en


común explicar la conducta criminal como uno más de los comportamien-
tos que se dan en el conjunto de la sociedad, desde una visión general y
omnicomprensiva del devenir social126.

3.2.3.1. La teoría «ecológica»: Escuela de Chicago

Surge en los años veinte del pasado siglo en el seno del Departamento
de Sociología de la Universidad de Chicago. Sus precursores127 perseguían
dar una explicación a los crecientes problemas de integración social que
observaban en su entorno, la ciudad de Chicago, reflejo del profundo cam-
bio social que se produjo en las ciudades norteamericanas del medio oeste
desde finales del siglo xix a principios del siglo xx, como consecuencia de
la industrialización128.

126
En el mismo sentido García Andrade-Pablos de Molina «Tratado de Criminolo-
gía» o.c., págs. 732 defiende que «las concepciones sociológicas, en sentido estricto, son
aquellas que parten de un modelo teórico de relación de los acontecimientos sociales, y de
una determinada teoría de la sociedad, y pretenden insertar el comportamiento criminal
en los mismos».
127
Los profesores Robert Park y Ernest Burguess, a los que se unieron Clifford R.
applicable copyright law.

Shaw y Henry D. McKay del Instituto de Investigación Juvenil de Chicago.


128
La ciudad de Chicago en 1860 tenía 110.000 habitantes y en 1910 rebasaba los
2.000.000, fruto de la llegada de un gran contingente de inmigrantes de muy distinta pro-
cedencia (europeos, asiáticos, …), lo que originó importantes problemas de convivencia y
el nacimiento de suburbios en los que se carecía de servicios adecuados y con unas difíciles
condiciones de vida. En este ambiente pronto aparecieron un importante número de con-
ductas criminales.

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La tesis más relevante de la Escuela de Chicago fue que las caracterís-


ticas físicas y sociales del medio urbano determinan la aparición de la cri-
minalidad y ésta se distribuye geográficamente por áreas. Pero su preocu-
pación iba más allá de la descripción del hecho, pretendían comprender el
fenómeno de la delincuencia estudiándolo desde «dentro», desde el mundo
del desviado, desarrollando para ello una investigación empírica rigurosa
a través del empleo de instrumentos como las historias de vida, el análisis
demográfico o los censos de datos.
Park identificó la ciudad con un «organismo» en el que residen distin-
tos tipos humanos y modos de vida y en el que se producen fenómenos
simbióticos similares a los que se dan en la vida animal y vegetal. El creci-
miento de la ciudad responde a la fuerza expansiva de la zona de negocios
que va invadiendo radialmente las zonas residenciales129.
McKenzie, partiendo de postulados similares propuso una división de
la ciudad en cinco zonas concéntricas que serían el reflejo de su creci-
miento130.

• L a zona I (área de los negocios y zona central de la ciudad), es donde


se asientan los centros de actividad comercial, política y social,
dominada por clases sociales y profesionales que pueden pagar ren-
tas altas.
• La zona II («casco antiguo» de la ciudad, fuertemente deteriorado)
es una «zona de transición», invadida por la fuerza de expansión de
la zona I y lugar de residencia de clases pobres que no pueden acce-
der a viviendas mejores.
• La zona III, es área en el que habitan aquellos trabajadores que han
podido mejorar su poder adquisitivo y abandonar así la zona II.
• La zona IV, es la zona residencial de las clases medias, en las que
existen viviendas familiares y apartamentos de alto precio.
• La zona V, estaría integrada por áreas «suburbanas» a las afueras de
la ciudad y que son ocupadas por las clases con mayor poder adqui-
sitivo.

Siguiendo este modelo Park, Burguess y sus colegas, analizaron Chi-


applicable copyright law.

cago observando como el proceso de expansión de la ciudad guardaba


estrecha relación con la distribución geográfica de la criminalidad por
áreas y su dinámica. Describieron la existencia de unas denominadas

129
García Andrade-Pablos de Molina; «Tratado de Criminología» o.c., pág. 751.
130
García Andrade-Pablos de Molina; «Tratado de Criminología» o.c., págs. 752-753.

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«zonas de transición» en las que se concentraban los mayores índices de


delincuencia, caracterizadas por sus pésimas condiciones de vida e infra-
estructuras, en las que residían las clases sociales más desfavorecidas. Por
tanto el delincuente no viene determinado por ser distinto en sus caracte-
rísticas individuales (raza, religión, personalidad, …) sino por su lugar de
residencia. Su conclusión131 principal es pues que la delincuencia, como
patología social, es el resultado de la desorganización social existente en las
áreas de transición.

3.2.3.2. Teorías estructural-funcionalista o de la «anomia»

Las Teoría de la Anomia (también conocida como estructural-funcio-


nalista o de la Tensión), a diferencia de la Escuela de Chicago, no entien-
den que la delincuencia sea fruto del desorden social sino que la delincuen-
cia es un fenómeno normal que paradójicamente ayuda a cohesionar el
sistema social al definir qué está o no permitido. Sus máximos represen-
tantes han sido E. Durkheim y Robert K. Merton.
El concepto de «anomia»132 fue introducido por Durkheim en su obra
«El Suicidio»133. Observó que las tasas de suicidio aumentaban en los
momentos en que se producían fases de depresión o progreso económico,
achacando su origen no a la influencia de los procesos económicos sobre
el individuo sino a la situación de crisis social –de valores– que acompaña
a cada uno de estos momentos. En esos estadios de cambio social los
«poderes reguladores» –morales, en especial el religioso– ejercen menos
control sobre el hombre, rompiéndose el equilibrio que armoniza a toda
sociedad. El individuo, en esa situación, se lanza a una búsqueda desenfre-
nada de la satisfacción de sus ambiciones generándole un estado de ansie-
dad permanente (anómico).
El delito es pues una manifestación de la normalidad de la sociedad, de
su diversidad y de la existencia de una regulación que fija lo adecuado o

131
Según se desprende de la exposición de los estudios de Park y Burguess realizada
por García Andrade-Pablos de Molina «Tratado de Criminología» o.c., págs. 751 a 755.
applicable copyright law.

132
La «anomia» es concebida como un estado de carencia de normas en la socie-
dad que provoca la aparición de conductas desviadas en algunos de sus miembros. Para
comprender la formulación del concepto de «anomia» de Émile Durkheim (1858-1917) es
necesario considerar el contexto en el que fue creado: la Francia de la III República manci-
llada por la derrota en la guerra franco-prusiana y con una manifiesta fragilidad social; no
obstante, en una época de gran expansión económica e industrial.
133
Durkheim; El suicidio (traducción de M. Ruiz Funes). Akal, Madrid, [1897] 1982.

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inadecuado de toda conducta. Su ausencia significa por el contrario un


estado «patológico», ni normas, que impide el progreso y desarrollo orde-
nado de la sociedad.
Merton dio a conocer su pensamiento en relación con la anomia en un
artículo publicado en 1938 titulado «Estructura Social y Anomia». Defen-
día que el estado anómico no se debe a la ausencia de normas sin más sino
que es el resultado de la contradicción existente entre los valores que la
estructura cultural de la sociedad establece (en la cultura occidental el éxi-
to material) y las posibilidades reales que ofrece a determinados grupos
sociales para conseguirlos, así como los medios permitidos para conseguir-
los. Por tanto es la consecuencia de la discrepancia entre medios y fines134.
Ante esta situación el hombre se adapta de diferentes modos135:

• C onformidad. Es el caso de aquellos que aunque no puedan acceder


a la consecución del máximo objetivo social, aceptan tanto los obje-
tivos establecidos como los cauces institucionales permitidos.
• Innovación. Cuando el individuo acepta los fines establecidos pero
no los medios permitidos optando por la búsqueda de nuevos instru-
mentos para conseguirlo. Puede ser el origen de conductas desvia-
das.
• Ritualismo. Se rechazan los objetivos establecidos pero se permanece
sumiso a las normas. Ante la imposibilidad de conseguir los objetivos
y los riesgos de frustración de las altas expectativas rebaja su nivel de
aspiraciones optando por la seguridad que conlleva acatar las nor-
mas. Es la conducta típica de las clases medias.
• Retraimiento. Cuando el sujeto se margina del grupo social y rechaza
tanto los fines como los medios establecidos. Son los vagabundos,
drogodependientes, etc. Es una conducta evasiva.
• Rebelión. Es un tipo de adaptación colectiva que se da cuando se
produce un rechazo de medios y fines y se imagina y en ocasiones se
trata de conseguir un nuevo orden social.

3.2.3.3. Teorías del control


applicable copyright law.

Esta línea de investigación criminológica surgió al objeto de compren-


der los mecanismos de control que se ponen en marcha para hacer posible

134
Garrido y otros; «Principios de Criminología» o.c., pág. 233.
135
Merton; «Teoría y estructuras sociales» Fondo de Cultura Económica. México. 1980.

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que haya personas que ante la presencia de estímulos criminógenos opten


por no delinquir. La criminología tradicional había considerado hasta ese
momento que la explicación era sencilla, el miedo al castigo era el meca-
nismo de control por excelencia. Los teóricos del control consideran que
ese es sólo uno de ellos y que habrá que considerar también otros factores.
Hirschi expuso en su obra «Causes of Delinquency» (1969) la «Teoría
del arraigo social». Según él, el arraigo social, las relaciones afectivas que
mantiene con las personas próximas (familiares, amigos, …) y los vínculos
institucionales (escuela, trabajo, …) constituye el factor esencial que frena
la aparición de la conducta delictiva. Por tanto su ausencia o debilitamien-
to está detrás del acto criminal136. Identificó cuatro factores que fomentan
el arraigo social137:

•  pego hacia las personas, en especial a los padres.


A
• Identificación y compromiso con los valores convencionales.
• Participación en actividades sociales.
• Creencias y códigos morales.

Reckless138, fue autor de la «Teoría de la Contención», con la que


intentaba responder a por qué un individuo en unas condiciones sociales
desfavorables es capaz de no delinquir. Sólo es posible, desde su punto de
vista, si existen determinadas cualidades personales en el sujeto que le pro-
tegen. Habla así de mecanismos de contención, internos y externos. Los
internos se encuentran en la personalidad del individuo (autoconcepto
positivo, alta tolerancia a la frustración,…) y los externos en la disuasión
legal, los códigos morales, la supervisión paterna, etc.

3.2.3.4. Teorías subculturales

El concepto de subcultura fue utilizado en la obra de Cohen «Delin-


quent Boys» (1955) en el marco de la explicación del fenómeno criminal.
La subcultura es caracterizada como un conjunto de rasgos diferenciales
de un grupo con respecto a la sociedad general, con un sistema de valores
applicable copyright law.

propios, aunque no totalmente independientes de los dominantes y que

136
Afirmación que se observa a lo largo de la obra de Hirschi «Causes of Deliquency»
Berkeley, University of California, 1969.
137
Hirschi; «Causes of Deliquency» o.c., pág. 212.
138
Garrido y otros; «Principios de Criminología» o.c., págs. 218-220.

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establece una regulación interna que regula las relaciones entre sus miem-
bros139.
Este autor trató de dar una explicación a las altas tasas de delincuencia
que se observaban entre las clases bajas de los barrios pobres. Propuso que
ese comportamiento reflejaba la protesta de los jóvenes contra las normas
y valores imperantes, ante la imposibilidad de acceder a más altas cotas de
bienestar por vías legales. En ese estado, el joven se integra en grupos que
fijan una subcultura propia, en las que, entre otros valores, se defiende
cualquier tipo de acción que se oponga a la establecida por la cultura ofi-
cial, incluyéndose así las conductas antisociales. Cohen consideró que la
subcultura criminal presenta las siguientes características140:

• E s gratuita, maliciosa y destructiva. Gratuita porque no persigue bene-


ficios económicos. Maliciosa pues persigue la satisfacción que provoca
la disconformidad de los demás. Destructiva porque se enorgullece de
hacer lo incorrecto desde el punto de vista de la cultura oficial.
• Propugna la satisfacción inmediata del deseo frente a la postergación
del placer que caracteriza a las clases medias.
• Se convierte en una cultura del grupo.

Otra aportación de interés dentro de las teorías subculturales fue la pro-


puesta por Cloward y Ohlin en su obra Deliquency and Opportunity (1960).
Estos, en su teoría de la «oportunidad diferencial» consideran, al igual que
Cohen, que el origen de la subcultura criminal es la frustración del joven ante
la imposibilidad de conseguir los niveles de bienestar económico deseado.
Explican que los jóvenes si atribuyen ese fracaso a la organización social exis-
tente más que a sus propias capacidades experimenta un sentimiento de dis-
conformidad que le lleva a agruparse con otros en su misma situación, confor-
mando una nueva subcultura que, a la vez que le asegura un respaldo le ayuda
a dominar los sentimientos negativos que pueda tener ante sus acciones141.
Lo específico de esta teoría es el concepto de «oportunidad diferen-
cial». El que un individuo desarrolle conductas desviadas no tiene su ori-
gen en características individuales sino en que en su ambiente social existe
applicable copyright law.

139
Según recogen diversos criminólogos: García Andrade-Pablos de Molina «Trata-
do de Criminología» o.c., pág 816. Garrido y otros «Principios de Criminología» o.c., pág.
236. Larrauri Pijoan «La herencia de la criminología crítica» Siglo XXI de España Editores,
Madrid, 2000, págs. 6-9.
140
García Andrade-Pablos de Molina; «Tratado de Criminología» o.c., págs 817-818.
141
García Andrade-Pablos de Molina; «Tratado de Criminología» o.c., págs 824-826.

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una adecuada organización y un mayor o menor número de oportunidades


(legales o ilegales).
En este orden de cosas, estos autores distinguieron tres tipos de sub-
culturas142:

• L a subcultura criminal se produce en los barrios en los que existe ya


una estructura criminal asentada y cumple las funciones de aprendi-
zaje del joven, le proporciona un adecuado nivel de oportunidades y
establece un sistema de control propio para evitar el abuso de los
medios ilegales.
• La subcultura de conflicto se da en los barrios pobres que se caracte-
rizan por una gran movilidad social y geográfica, en los que no exis-
te tanto una integración de valores específicos como una estructura
estable de oportunidades, con lo que se origina una conducta delic-
tiva individualista y sin cobertura.
• La subcultura evasiva es la propia de aquellos grupos que no han
conseguido el éxito por ninguna vía, legal o ilegal. Es la que siguen
drogadictos, alcohólicos, entre otros.

3.2.3.5. Teorías del aprendizaje

La hipótesis principal que sustentan todas las teorías del aprendizaje


es que las claves del comportamiento humano se encuentran en el proceso
de aprendizaje que desarrolla el individuo durante su experiencia vital. Es
decir, el hombre es modelado por sus experiencias. El hecho diferencial del
delincuente reside en que éste ha aprendido las normas, valores y conduc-
tas asociadas a la actividad criminal.
Dentro de las teorías del aprendizaje destacan las aportaciones de
Sutherland y Cressey con la «Teoría de la asociación diferencial», la
«Teoría de la «identificación diferencial» de Glasser, la «Teoría de la neu-
tralización» de Sykes y Matza o la «Teoría del aprendizaje» de Akers.
Para Sutherland143 el crimen es un producto político, pues son las auto-
ridades las que determinan qué se considera criminal; lo cual puede no estar
applicable copyright law.

de acuerdo con lo que piensan determinados sectores de la sociedad. Una

142
García Andrade-Pablos de Molina; «Tratado de Criminología» o.c., págs. 826-829.
143
De acuerdo con lo reflejado por los investigadores García Andrade-Pablos de Mo-
lina «Tratado de Criminología» o.c., págs. 842-847; Garrido y otros «Principios de Crimino-
logía» o.c., pág. 208.

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sociedad que considera plural y compuesta por distintas «asociaciones» que


se distinguen por tener distintos intereses y metas. Por tanto no se nace «delin-
cuente», sino que se llega a serlo mediante un proceso de aprendizaje, en
interacción con otros miembros del grupo, en especial con las personas más
allegadas, a través de un proceso de comunicación. El aprendizaje incluye no
solo las técnicas delictivas sino también los móviles, actitudes y pautas de jus-
tificación. Una persona se convierte en delincuente cuando en sus contactos
diferenciales ha aprendido más modelos criminales que contrarios a ello.
Cressey144, discípulo de Sutherland, matiza las posiciones de su
maestro al considerar que lo determinante para que una persona actúe
criminalmente y otra no, aunque ambas hayan recibido influencias crimi-
nógenas, reside en la calidad y no en la cantidad de los contactos manteni-
dos e incluye entre estas influencias además de las enseñanzas propiamen-
te criminales, otro tipo de conductas que contengan contenidos negativos
(juego, consejos, …)
Akers145 formula una explicación teórica que no persigue dar respuesta al
conjunto del fenómeno criminal sino que acentúa su atención en los procesos
por los que un individuo aprende la conducta criminal. Este aprendizaje se da
en dos momentos distintos: un aprendizaje inicial que el sujeto lleva a cabo al
unir sus definiciones aprendidas146 con los modelos que observa y la anticipa-
ción de los refuerzos y castigos por su conducta. Un segundo momento, el de
la repetición de la conducta, se da en función de los reforzadores positivos y
negativos que experimente después de la acción. Pero este aprendizaje se da
en un contexto social concreto que ejerce una influencia esencial para la eje-
cución de las conductas delictivas. El que esto se produzca o no está en fun-
ción de la asociación diferencial del individuo, del reforzamiento diferencial,
de las definiciones y de la imitación de los modelos.

3.2.3.6. El etiquetamiento o «labelling approach»

El «labelling approach» surge como modelo teórico en los años sesenta


pretendiendo dar explicación a los procesos de criminalización. Por qué
applicable copyright law.

144
García Andrade-Pablos de Molina; «Tratado de Criminología» o.c., pág 848.
145
García Andrade-Pablos de Molina; «Tratado de Criminología» o.c., pág 854 y Ga-
rrido y otros «Principios de Criminología» o.c., págs. 370-382.
146
Akers; «Criminological Theories: Introduction and evaluation». Roxbury Publish-
ing, Los Angeles (EE.UU), 1997, pág. 64. De acuerdo a este autor, las «definiciones» son los
propios significados o actitudes que una persona vincula a determinada conducta.

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unas conductas se definen como desviadas, cómo se produce el «etiqueta-


miento» de los delincuentes y si esto afecta al individuo.
Para ellos no importa el origen de la actividad criminal de un individuo pues
consideran que una persona se convierte en delincuente cuando otros le «etique-
tan» como tal. La asignación de esta etiqueta produce una serie de estigmas en
el sujeto que se van consolidando. A partir de ese momento el individuo es exa-
minado por la sociedad bajo los estereotipos que se asignan a ese status de
delincuente. Ya no es visto como es sino como se espera que sea y él, a su vez,
asume dicha imagen y redefine en función de ello su personalidad147.
Defienden que el delito tiene naturaleza definitorial, es decir, es una
cualidad que se atribuye a unas determinadas conductas. Más allá de la
descripción genérica que de la conducta realizan los ordenamientos jurídi-
cos, son los operadores jurídicos (jueces, abogados, policía,…) quienes lle-
van a cabo una labor de concreción de la norma a la realidad. Un reflejo de
ello es el gran margen de discrecionalidad que tiene la policía para definir
algunas conductas como delictivas o no. Esta decisión en ocasiones es dis-
criminatoria como se deduce del hecho de que, aún siendo el delito un
fenómeno que se destruye por igual entre todas las capas y grupos sociales,
son mayoritariamente las clases más pobres los que ingresan con mayor
frecuencia en los centros penitenciarios. Además las leyes, su creación y
modificación, responden a la imposición que las clases poderosas realizan
para mantener las estructuras de poder y dominio148. Representantes de
este movimiento son Goffman o Becker.

3.2.3.7. Las teorías del conflicto: las tesis socialistas

Las teorías del conflicto consideran que el crimen es debido a los con-
flictos existentes en la sociedad; conflictos que son inherentes a la organi-
zación social y contribuye a su evolución. Tradicionalmente han sido agru-
padas en teorías del conflicto cultural, social y socialistas o Marxistas.
Las tesis criminológicas denominadas «socialistas», defendidas entre
otros por Taylor, Walton, Young, O. Kircheimer o Quinney, tienen su
origen en el pensamiento político de Marx y Engels. Sus creadores criti-
applicable copyright law.

147
Postura defendida por uno de los máximos representantes del «labelling approach»
como es Goffman y que aparece claramente plasmada en su obra. Vid., en este sentido
Goffman «Estigma. La identidad deteriorada». Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2001,
págs. 11-31 y 152-170.
148
Larrauri Pijoan; «La herencia de la criminología crítica» o. c., págs. 25-38.

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can la Criminología tradicional por creer que sólo ha servido para mante-
ner las estructuras de poder procurando explicaciones del delito satisfacto-
rias para tal fin. Sin embargo ellos consideran que el delito es función de
las relaciones de producción de la sociedad capitalista, de su organización
competitiva ante la que las clases oprimidas responden. El crimen es fruto
de la desigual distribución de la riqueza149.
La clase dominante y la clase oprimida están en un constante conflicto
(la lucha de clases) por el control de los medios de producción. La crimi-
nalización permite a la clase dominante someter a las clases trabajadoras,
imponiendo su ideología y valores mediante el empleo de los instrumentos
de control del Estado. Además realiza una aplicación selectiva de estos
instrumentos, criminalizando con mucha más fuerza e interés los delitos
de apoderamiento o de enfrentamiento al orden establecido que los delitos
económicos, cometidos mayoritariamente por clases poderosas.
Las normas y su proceso de creación sólo responden a ese interés de
mantener el poder y la criminalidad es reflejo de la aplicación selectiva de
las leyes.
Dado que el origen último del crimen no es otro que el conflicto de
clases, para su erradicación no cabe otra solución que desterrar la sociedad
capitalista, sustituirla por un nuevo orden social, el socialista.

3.2.4. Teorías integradoras

No adscritas a ningún marco teórico en exclusiva, de los citados hasta


este momento, han surgido una serie de explicaciones que han abordado el
estudio de la criminalidad desde una postura ecléctica, considerando las
aportaciones del conjunto del conocimiento criminológico. Incluyo en
ellas150 las explicaciones denominadas multifactoriales, las teorías de ras-
gos latentes y las de las etapas vitales.

a) Explicaciones multifactoriales
applicable copyright law.

Son un conjunto de orientaciones que han pretendido la explicación


del fenómeno criminal sin adscribirse a ningún marco teórico y partiendo

149
Garrido y otros; «Principios de Criminología» O.C., Págs. 399-401 y Larrauri Pi-
joan «La herencia de la criminología crítica» o.c., págs. 54-61.
150
Garrido y otros; «Principios de Criminología» o c., pág. 425.

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de la experiencia, considerando que la conducta desviada es el fruto de la


concurrencia de una pluralidad de factores. Han centrado fundamental-
mente su atención en la delincuencia juvenil, fenómeno del que han apor-
tado un interesante conjunto de conocimientos.
Representantes destacados de este enfoque han sido COHEN y FELSON
con la «Teoría de las actividades rutinarias»151.

b) Teorías de los rasgos latentes

Consideran que existe un tipo de personas que por sus características


personales –rasgos latentes– están más próximos a la actividad delictiva y
que su decisión de delinquir o no estaría determinada por la existencia de
oportunidades para ello. Se incluiría aquí la «Teoría general de la delin-
cuencia» de HIRSCHI y GOTTFREDSON152.

c) Teorías de las etapas vitales

Defienden que no existe una propensión natural estable hacia la delin-


cuencia sino que ésta variará por múltiples factores a lo largo de su desa-
rrollo evolutivo. FARRINGTON especificó en su «Teoría integradora» los pro-
cesos que conducen al inicio y mantenimiento de la carrera delictiva153.
applicable copyright law.

151
COHEN y FELSON; «Social change and crime rate trenes: A routine activity approach».
American Sociological Review, 44, 4, 1979, págs. 588-608.
152
Vid. En este sentido GOTTFREDSON Y HIRSCHI «A general theory of crime» Standfor
University Press. Standfor, California (EE.UU), 1990.
153
FARRINGTON; «The explanation and Prevention of Youthful Offending». Reprinted
in Cordella, Peter and Larry (eds.). 1996. Reading in contemporary Criminal Theory, págs.
257-272.

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