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David Lagunas
Profesor de antropología, Universidad de Sevilla
Cuando empiezas mirando a tu alrededor las señales del aislamiento y confinación de una población
debido a la crisis sanitaria del coronavirus, te preguntas: ¿qué está pasando aquí? ¿Qué parte del
comportamiento humano está siendo regulado o controlado? ¿Cómo funciona el poder?
El poder ha operado históricamente a través del control del espacio. Castigar con la exclusión del
espacio es una idea muy antigua que forma parte de la forma de pensar del Renacimiento, la edad
clásica y la edad moderna. La exclusión definitiva del espacio la simboliza la pena de muerte,
reemplazable por su reversible, la cárcel o la expulsión/destierro.
Históricamente, esta fue una forma de separación, pero también el comienzo de la disciplina: el
principio de la organización, el ordenamiento y la disposición de los cuerpos en el espacio. Es como si
se organizara a militares en regimientos y en áreas –la ciudad, el pueblo, el barrio– considerado como
una maquinaria organizada y disciplinada. El pueblo acuartelado, encerrado.
La red que se organizó en Londres durante la plaga es el mismo principio de disciplina que organiza la
situación actual de confinamiento: la regulación de los cuerpos en el espacio. Porque todavía estamos
en una forma de disciplina que regula nuestra capacidad de movernos en el espacio. Las fábricas, la
oficina, el laboratorio o los pupitres en fila de las escuelas están diseñadas para controlar el cuerpo y
el comportamiento humano.
Es una ironía que las monjas de clausura de las Mercedarias Descalzas de Madrid digan: “se puede
vivir así”, confinados por el Covid-19, porque su sistema de vida es vivir permanentemente en el
encierro del convento.
Foucault subraya la evolución de las formas de control: del control de los cuerpos al control de las
mentes y, posteriormente, los espacios. ¿Cómo? Susan S. Silbey lo explica: hay dos sitios de poder, los
cuerpos y las mentes. Y tres tipos de poder, exclusión, disciplina y gubernamentalidad.
Los pubs y bares son el ejemplo perfecto del comienzo del movimiento de la disciplina a la
gubernamentalidad, según Mariana Valverde. Hubo largos y complicados debates en muchos
gobiernos sobre cómo regular el acceso al bar –horas restringidas– en Inglaterra. Las leyes decían lo
que tenía que suceder en ese espacio: ofrecer comida, sitio para sentarse… Y así es como se trató de
controlar la bebida en lugar de un acto directo como la prohibición del alcohol en EE UU de 1919. Era
una regulación para que cuando entraras en ese espacio físico del bar, tu comportamiento como
bebedor fuera restringido y regulado.
Las recomendaciones, o bien el confinamiento de cada ciudadano en sus casas en la crisis sanitaria del
Covid-19, operan con la noción de desmovilización, por un lado, y con el control reglamentado, por
otro. Lo primero es que el ciudadano liberal, en condiciones normales, no pueda ser reglamentado: no
hay pureza excluyente ni ordenamiento disciplinario que opere, sino la gubernamentalidad que se
basa en la noción de una libertad que no puede regirse por limitaciones impuestas.
Ciudadanos libres
Este es el sueño de un sujeto libre, pero gobernable. La paradoja del poder liberal. Como decía Marx,
“somos ciudadanos libres, obligados a vender nuestra mano de obra y que necesitan regulación
moral”. Somos sujetos móviles libres, pero hay peligro en todas partes. Y lo que hacemos es crear
zonas de privacidad, confianza y contención de riesgos con reglas de participación, como un gran
centro comercial o un laboratorio.
Foucault argumenta que la disciplina organizó el espacio, pero también organizó las mentes. Y creó
teorías de lo normal. La forma en que mentes y cuerpos se mueven en el espacio es a través del
proceso de normalización. La regulación es lograda por una variedad de expertos y autoridades no
políticas. Es la biopolítica: que la vida de la población florezca. Por ejemplo, expertos médicos (OMS,
médicos, epidemiologos), profesores, medios de comunicación. Ellos nos dan información sobre lo
que es la persona buena y normal, hermosa y productiva.
Cuando se confinan por el Covid-19 calles, barrios y ciudades el comportamiento ya está regulado por
la organización del espacio. Esto es lo que se espera de nosotros, que no vayamos de viaje a la playa o
a nuestra segunda residencia. Podemos tratar de ir o no, pero si vamos a la segunda residencia podría
ocurrir que nos quedáramos confinados si el Estado ha decretado restricciones. Y nosotros como
actores llegaremos a gobernartes a la luz de la información “experta” de lo que es bueno.
Eso es lo que significa, en última instancia, la gubernamentalidad: los sujetos que se gobiernan y se
disciplinan a sí mismos. Es lo que se espera. No se trata de hacer bien nuestro trabajo en la oficina. Se
trata de cumplir con lo que se espera de nosotros.