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Rima I: Yo sé un himno gigante y extraño

Gustavo Adolfo Bécquer

Yo sé un himno gigante y extraño


que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.
Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas ¡oh, hermosa!
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, contártelo a solas.

Rima II: Saeta que voladora


Gustavo Adolfo Bécquer

Saeta que voladora qué playas buscando va;


cruza, arrojada al azar,
sin adivinarse dónde luz que en cercos temblorosos
temblando se clavará; brilla, próxima a expirar,
ignorándose cuál de ellos
hoja que del árbol seca el último brillará;
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco eso soy yo, que al acaso
donde a caer volverá; cruzo el mundo, sin pensar
de dónde vengo ni a dónde
gigante ola que el viento mis pasos me llevarán.
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y no sabe
Rima III: Sacudimiento extraño
Gustavo Adolfo Bécquer

Sacudimiento extraño actividad nerviosa palabras reunir;


que agita las ideas, que no halla en qué emplearse;
como el huracán empuja sin rienda que lo guíe armonioso ritmo
las olas en tropel; caballo volador; que con cadencia y número
las fugitivas notas
murmullo que en el alma locura que el espíritu encierra en el compás;
se eleva y va creciendo, exalta y enardece;
como volcán que sordo embriaguez divina cincel que el bloque muerde
anuncia que va a arder; del genio creador… la estatua modelando,
¡Tal es la inspiración! y la belleza plástica
deformes siluetas añade a la ideal;
de seres imposibles; Gigante voz que el caos
paisajes que aparecen ordena en el cerebro, atmósfera en que giran
como a través de un tul; y entre las sombras hace con orden las ideas,
la luz aparecer; cual átomos que agrupa
colores, que fundiéndose recóndita atracción
remedan en el aire brillante rienda de oro
los átomos del iris, que poderosa enfrena raudal en cuyas ondas
que nadan en la luz; de la exaltada mente su sed la fiebre apaga;
el volador corcel; oasis que al espíritu
ideas sin palabras, devuelve su vigor…
palabras sin sentido; hilo de luz que en haces
cadencias que no tienen los pensamientos ata; ¡Tal es nuestra razón!
ni ritmo ni compás; sol que las nubes rompe Con ambas siempre lucha
y toca en el cenit; y de ambas vencedor,
memorias y deseo tan sólo el genio puede
de cosas que no existen; inteligente mano a un yugo atar las dos.
accesos de alegría, que en un collar de perlas
impulsos de llorar; consigue las indóciles

Rima VI: Como la brisa que la sangre orea


Gustavo Adolfo Bécquer

Como la brisa que la sangre orea


sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga;
símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce Ofelia, la razón perdida,
cogiendo flores y cantando pasa.

Rima IV: No digáis que agotado su tesoro


Gustavo Adolfo Bécquer

No digáis que agotado su tesoro, ¡habrá poesía!


de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre Mientras sintamos que se alegra el alma,
habrá poesía. sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda
Mientras las ondas de la luz al beso a nublar la pupila;
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes mientras el corazón y la cabeza
de fuego y oro vista; batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
mientras el aire en su regazo lleve ¡habrá poesía!
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera, Mientras haya unos ojos que reflejen
¡habrá poesía! los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
Mientras la ciencia a descubrir no alcance al labio que suspira;
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo mientras sentirse puedan en un beso
que al cálculo resista; dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa
mientras la humanidad, siempre avanzando ¡habrá poesía!
no sepa a do camina;
mientras haya un misterio para el hombre,

Rima VII: Del salón en el ángulo oscuro


Gustavo Adolfo Bécquer

Del salón en el ángulo oscuro,


de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay! -pensé-. ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «Levántate y anda!»

Rima V: Espíritu sin nombre


Gustavo Adolfo Bécquer
Espíritu sin nombre, y ciego en el relámpago, Yo busco de los siglos
indefinible esencia, y rujo en la tormenta. las ya borradas huellas,
yo vivo con la vida y sé de esos imperios
sin formas de la idea. Yo río en los alcores, de que ni el nombre queda.
susurro en la alta yerba,
Yo nado en el vacío, suspiro en la onda pura, Yo sigo en raudo vértigo
del sol tiemblo en la hoguera, y lloro en la hoja seca. los mundos que voltean,
palpito entre las sombras y mi pupila abarca
y floto con las nieblas. Yo ondulo con los átomos la creación entera.
del humo que se eleva
Yo soy el fleco de oro y al cielo lento sube Yo sé de esas regiones
cae la lejana estrella; en espiral inmensa. a do un rumor no llega,
yo soy de la alta luna y donde informes astros
la luz tibia y serena. Yo, en los dorados hilos de vida un soplo esperan.
que los insectos cuelgan,
Yo soy la ardiente nube me mezco entre los árboles Yo soy sobre el abismo
que en el ocaso ondea; en la ardorosa siesta. el puente que atraviesa;
yo soy del astro errante yo soy la ignota escala
la luminosa estela. Yo corro tras las ninfas que el cielo une a la tierra.
que en la corriente fresca
Yo soy nieve en las cumbres, del cristalino arroyo Yo soy el invisible
soy fuego en las arenas, desnudas juguetean. anillo que sujeta
azul onda en los mares el mundo de la forma
y espuma en las riberas. Yo, en bosques de corales al mundo de la idea.
que alfombran blancas perlas,
En el laúd soy nota, persigo en el Océano Yo, en fin, soy ese espíritu,
perfume en la violeta, las náyades ligeras. desconocida esencia,
fugaz llama en las tumbas perfume misterioso,
y en las ruinas hiedra. Yo, en las cavernas cóncavas, de que es vaso el poeta.
do el sol nunca penetra,
Yo atrueno en el torrente, mezclándome a los gnomos,
y silbo en la centella, contemplo sus riquezas.

Rima VIII: Cuando miro el azul horizonte


Gustavo Adolfo Bécquer

Cuando miro el azul horizonte me parece posible a do brillan


perderse a lo lejos, subir en un vuelo
al través de una gasa de polvo y anegarme en su luz, y con ellas
dorado e inquieto, en lumbre encendido
me parece posible arrancarme fundirme en un beso.
del mísero suelo
y flotar con la niebla dorada En el mar de la duda en que bogo
en átomos leves ni aun sé lo que creo;
cual ella deshecho. ¡sin embargo, estas ansias me dicen
que yo llevo algo
Cuando miro de noche en el fondo divino aquí dentro!…
oscuro del cielo
las estrellas temblar, como ardientes
pupilas de fuego,

Rima IX: Besa el aura que gime blandamente


Gustavo Adolfo Bécquer

Besa el aura que gime blandamente


las leves ondas que jugando riza;
el sol besa a la nube en Occidente
y de púrpura y oro la matiza;
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza,
y hasta el sauce inclinándose a su peso,
al río que le besa, vuelve un beso.

Rima X: Los invisibles átomos del aire


Gustavo Adolfo Bécquer

Los invisibles átomos del aire


en derredor palpitan y se inflaman;
el cielo se deshace en rayos de oro;
la tierra se estremece alborozada;
oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran… ¿Qué sucede?
¡Es el amor, que pasa!

Rima XI: Yo soy ardiente, yo soy morena


Gustavo Adolfo Bécquer

-Yo soy ardiente, yo soy morena,


yo soy el símbolo de la pasión;
de ansia de goces mi alma está llena;
¿a mí me buscas? -No es a ti, no.
-Mi frente es pálida; mis trenzas, de oro;
puedo brindarte dichas sin fin;
yo de ternura guardo un tesoro;
¿a mí me llamas? -No, no es a ti.
-Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible;
no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú!

Rima XII: Porque son, niña, tus ojos


Gustavo Adolfo Bécquer

Porque son, niña, tus ojos Y sin embargo, tus pupilas centellean,
verdes como el mar te quejas: sé que te quejas las olas del mar que rompen
verdes los tienen las náyades, porque tus ojos en las cantábricas peñas.
verdes los tuvo Minerva crees que la afean:
y verdes son las pupilas pues no lo creas, Es tu frente que corona
de las hurís del profeta. que parecen tus pupilas, crespo el oro en ancha trenza,
húmedas, verdes e inquietas, nevada cumbre en que el día
El verde es gala y ornato tempranas hojas de almendro su postrera luz refleja.
del bosque en la primavera. que al soplo del aire tiemblan. Y sin embargo,
Entre sus siete colores sé que te quejas
brillante el iris lo ostenta. Es tu boca de rubíes porque tus ojos
Las esmeraldas son verdes, purpúrea granada abierta. crees que la afean:
verde el color del que espera que en el estío convida a pues no lo eras,
y las ondas del Océano apagar la sed en ella. que, entre las rubias pestañas,
y el laurel de los poetas. Y sin embargo, junto a las sienes, semejan
sé que te quejas broches de esmeralda y oro
Es tu mejilla temprana porque tus ojos que un blanco armiño sujetan.
rosa de escarcha cubierta, crees que la afean:
en que el carmín de los pétalos pues no lo creas,
se ve al través de las perlas. que parecen, si enojada

Rima XIII: Tu pupila es azul, y cuando ríes


Gustavo Adolfo Bécquer

Tu pupila es azul, y cuando ríes


su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul, y cuando lloras
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde
¡una perdida estrella!

Rima XIV: Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos


Gustavo Adolfo Bécquer
Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos,
la imagen de tus ojos se quedó
como la mancha oscura, orlada en fuego,
que flota y ciega si se mira al sol.
Adondequiera que la vista fijo
torno a ver sus pupilas llamear;
mas no te encuentro a ti, que es tu mirada:
unos ojos, los tuyos, nada más.
De mi alcoba en el ángulo los miro
desasidos fantásticos lucir:
cuando duermo los siento que se ciernen
de par en par abiertos sobre mí.
Yo sé que hay fuegos fatuos que en la noche
llevan al caminante a perecer:
yo me siento arrastrado por tus ojos,
pero adónde me arrastran no lo sé.

Rima XV: Cendal flotante de leve bruma


Gustavo Adolfo Bécquer

Cendal flotante de leve bruma,


rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz:
eso eres tú. Tú, sombra aérea, que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces
¡como la llama, como el sonido,
como la niebla, como el gemido
del lago azul! En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
¡eso soy yo! Yo, que a tus ojos, en mi agonía,
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente
¡tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!

Rima XVI: Si al mecer las azules campanillas


Gustavo Adolfo Bécquer

Si al mecer las azules campanillas


de tu balcón
crees que suspirando pasa el viento
murmurador,
sabe que, oculto entre las verdes hojas,
suspiro yo.
Si al resonar confuso a tus espaldas
vago rumor
crees que por tu nombre te ha llamado
lejana voz,
sabe que, entre las sombras que te cercan,
te llamo yo.
Si te turba medroso en la alta noche
tu corazón,
al sentir en tus labios un aliento
abrasador,
sabe que, aunque invisible, al lado tuyo
respiro yo.

Rima XVII: Hoy la tierra y los cielos me sonríen


Gustavo Adolfo Bécquer

Hoy la tierra y los cielos me sonríen;


hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto…, la he visto y me ha mirado…
¡Hoy creo en Dios!

Rima XVIII: Fatigada del baile


Gustavo Adolfo Bécquer

Fatigada del baile, que empuja el mar y que acaricia el céfiro,


encendido el color, breve el aliento, tal vez allí dormía
apoyada en mi brazo, al soplo de sus labios entreabiertos.
del salón se detuvo en un extremo.
¡Oh! ¿Quién así -pensaba-
Entre la leve gasa dejar pudiera deslizarse el tiempo?
que levanta el palpitante seno ¡Oh, si las flores duermen,
una flor se mecía qué dulcísimo sueño!
en compasado y dulce movimiento.
Como en cuna de nácar

Rima XIX: Cuando sobre el pecho inclinas


Gustavo Adolfo Bécquer
Cuando sobre el pecho inclinas
la melancólica frente,
una azucena tronchada
me pareces.
Porque al darte la pureza
de que es símbolo celeste,
como a ella te hizo Dios:
de oro y nieve.

Rima XX: Sabe, si alguna vez tus labios rojos


Gustavo Adolfo Bécquer

Sabe, si alguna vez tus labios rojos


quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada.

Rima XXI: ¿Qué es poesía?


Gustavo Adolfo Bécquer

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas


en mi pupila tu pupila azul.
¿Que es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.

Rima XXII: ¿Cómo vive esa rosa…?


Gustavo Adolfo Bécquer

¿Cómo vive esa rosa que has prendido


junto a tu corazón?
Nunca hasta ahora contemplé en la tierra
sobre el volcán la flor.

Rima XXIII: Por una mirada, un mundo


Gustavo Adolfo Bécquer

Por una mirada, un mundo,


por una sonrisa, un cielo,
por un beso… ¡yo no sé
qué te diera por un beso!

Rima XXIV: Dos rojas lenguas de fuego


Gustavo Adolfo Bécquer

Dos rojas lenguas de fuego con un penacho de plata;


que a un mismo tronco enlazadas
se aproximan y al besarse dos jirones de vapor
forman una sola llama; que del lago se levantan
y al juntarse allí en el cielo
dos notas que del laúd forman una nube blanca:
a un tiempo la mano arranca
y en el espacio se encuentran dos ideas que al par brotan,
y armoniosas se abrazan; dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden…:
dos olas que vienen juntas eso son nuestras dos almas.
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan

Rima XXV: Cuando en la noche te envuelven


Gustavo Adolfo Bécquer

Cuando en la noche te Cuando se clavan tus ojos y se apresura tu aliento,


envuelven en un invisible objeto y tus mejillas se encienden,
las alas de tul del sueño y tus labios ilumina y entornas tus ojos negros,
y tus tendidas pestañas de una sonrisa el reflejo, por ver entre tus pestañas
semejan arcos de ébano, por leer sobre tu frente brillar con húmedo fuego
por escuchar los latidos el callado pensamiento, la ardiente chispa que brota
de tu corazón inquieto que pasa como la nube del volcán de los deseos,
y reclinar tu dormida del mar sobre el ancho espejo, diera, alma mía,
cabeza sobre mi pecho diera, alma mía, por cuanto espero:
diera, alma mía, cuanto deseo: ¡la fe, el espíritu,
cuanto poseo: ¡la fama, el oro, la tierra, el cielo!
¡la luz, el aire la gloria, el genio!
y el pensamiento!
Cuando enmudece tu lengua,

Rima XXVI: Voy contra mi interés al confesarlo


Gustavo Adolfo Bécquer
Voy contra mi interés al confesarlo;
pero yo, amada mía,
pienso, cual tú, que una oda sólo es buena
de un billete del Banco al dorso escrita.
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga:
«Mujer al fin del siglo diecinueve,
material y prosaica…» ¡Bobería!
¡Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo sé que en esta vida,
con genio, es muy contado quien la escribe,
y con oro, cualquiera hace poesía.

Rima XXVII: Despierta, tiemblo al mirarte


Gustavo Adolfo Bécquer

Despierta, tiemblo al mirarte; -¡Duerme!


dormida, me atrevo a verte;
por eso, alma de mi alma, Despierta, hablas, y al hablar, vibrantes
yo velo mientras tú duermes. tus palabras parecen
lluvia de perlas que en dorada copa
Despierta, ríes, y al reír, tus labios se derrama a torrentes.
inquietos me parecen
relámpagos de grana que serpean Dormida, en el murmullo de tu aliento
sobre un cielo de nieve. acompasado y tenue,
escucho yo un poema que mi alma
Dormida, los extremos de tu boca enamorada entiende…
pliega sonrisa leve, -¡Duerme!
suave como el rastro luminoso
que deja un sol que muere. Sobre el corazón la mano
-¡Duerme! me he puesto por que no suene
su latido y de la noche
Despierta, miras, y al mirar, tus ojos turbe la calma solemne.
húmedos resplandeces
como la onda azul, en cuya cresta De tu balcón las persianas
chispeando el sol hiere. cerré ya por que no entre
el resplandor enojoso
Al través de tus párpados, dormida, de la aurora y te despierte…
tranquilo fulgor viertes, -¡Duerme!
cual derrama de luz templado rayo,
lámpara transparente…

Rima XXVIII: Cuando entre la sombra oscura


Gustavo Adolfo Bécquer
Cuando entre la sombra oscura dime: ¿es que ciego deliro,
perdida una voz murmura o que un beso en un suspiro
turbando su triste calma, me envía tu corazón?
si en el fondo de mi alma
la oigo dulce resonar, Si en el luminoso día
dime: ¿es que el viento en sus giros y en la alta noche sombría;
se queja, o que tus suspiros si en todo cuanto rodea
me hablan de amor al pasar? al alma que te desea
te creo sentir y ver,
Cuando el sol en mi ventana dime: ¿es que toco y respiro
rojo brilla la mañana soñando, o que en un suspiro
y mi amor tu sombra evoca, me das tu aliento a beber?
si en mi boca de otra boca
sentir creo la impresión,

Rima XXIX: Sobre la falda tenía


Gustavo Adolfo Bécquer

Sobre la falda tenía Solo sé que nos volvimos


El libro abierto; Los dos a un tiempo,
En mi mejilla tocaban Y nuestros ojos se hallaron,
Sus rizos negros; Y sonó un beso.
No veíamos las letras Creación de Dante era el libro,
Ninguno, creo; Era su Infierno.
Mas guardábamos ambos Cuando a él bajamos los ojos,
Hondo silencio. Yo dije trémulo:
¿Cuanto duró? Ni aun entonces ¿Comprendes ya que un poema
Pude saberlo; Cabe en un verso?
Solo sé que no se oía Y ella respondió encendida:
Más que el aliento, —¡Ya lo comprendo!
Que apresurado escapaba
Del labio seco.

Rima XXX: Asomaba a sus ojos una lágrima


Gustavo Adolfo Bécquer

Asomaba a sus ojos una lágrima


y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: «¿Por qué callé aquel día?»
Y ella dirá: «¿Por qué no lloré yo?»

Rima XXXI: Nuestra pasión fue un trágico sainete


Gustavo Adolfo Bécquer

Nuestra pasión fue un trágico sainete


en cuya absurda fábula
lo cómico y lo grave confundidos
risas y llanto arrancan.
Pero fue lo peor de aquella historia
que, al fin de la jornada,
a ella tocaron lágrimas y risas
¡y a mí sólo las lágrimas!

Rima XXXII: Pasaba arrolladora en su hermosura


Gustavo Adolfo Bécquer

Pasaba arrolladora en su hermosura


y el paso le dejé;
ni aun a mirarla me volví, y, no obstante,
algo a mi oído murmuró: «ésa es».
¿Quién unió la tarde a la mañana?
Lo ignoro; sólo sé
que en una breve noche de verano
se unieron los crepúsculos, y… «fue».

Rima XXXIII: Es cuestión de palabras…


Gustavo Adolfo Bécquer
Es cuestión de palabras, y, no obstante,
ni tú ni yo jamás,
después de lo pasado, convendremos
en quién la culpa está.
¡Lástima que el amor un diccionario
no tenga donde hallar
cuándo el orgullo es simplemente orgullo
y cuándo es dignidad!

Rima XXXIV: Cruza callada, y son sus movimientos


Gustavo Adolfo Bécquer

Cruza callada, y son sus movimientos de ternura infinita.


silenciosa armonía;
suenan sus pasos, y al sonar, recuerdan Ella tiene la luz, tiene el perfume,
del himno alado la cadencia rítmica. el color y la línea,
la forma, engendradora de deseos;
Los ojos entreabre, aquellos ojos la expresión, fuente eterna de poesía.
tan claros como el día;
y la tierra y el cielo, cuanto abarcan, ¿Que es estúpida?… ¡Bah! Mientras callando
arde con nueva luz en sus pupilas. guarde oscuro el enigma,
siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla
Ríe, y su carcajada, tiene notas más que lo que cualquiera otra me diga.
del agua fugitiva;
llora, y es cada lágrima un poema

Rima XXXV: No me admiró tu olvido…


Gustavo Adolfo Bécquer

¡No me admiró tu olvido! Aunque de un día


me admiró tu cariño mucho más,
porque lo que hay en mí que vale algo,
eso… ¡ni lo pudiste sospechar!

Rima XXXVI: Si de nuestros agravios en un libro


Gustavo Adolfo Bécquer
Si de nuestros agravios en un libro
se escribiese la historia,
y se borrase en nuestras almas cuanto
se borrase en sus hojas,
te quiero tanto aún, dejó en mi pecho
tu amor huellas tan hondas,
que sólo con que tú borrases una
¡las borraba yo todas!

Rima XXXVII: Antes que tú me moriré escondido


Gustavo Adolfo Bécquer

Antes que tú me moriré escondido; la tierra guardará,


en las entrañas ya lavándote en las ondas de la muerte
el hierro llevo con que abrió tu mano como en otro Jordán;
la ancha herida mortal.
allí, donde el murmullo de la vida
Antes que tú me moriré, y mi espíritu, temblando a morir va
en su empeño tenaz, como la ola que a la playa viene
sentándose a las puertas de la muerte, silenciosa a expirar;
allí te esperará.
allí, donde el sepulcro que se cierra
Con las horas los días, con los días abre una eternidad…
los años volarán, ¡todo cuanto los dos hemos callado
y a aquella puerta llamarás al cabo… lo tenemos que hablar!
¿Quién deja de llamar?
Entonces, que tu culpa y tus despojos

Rima XXXVIII: Los suspiros son aire y van al aire


Gustavo Adolfo Bécquer

¡Los suspiros son aire y van al aire!


¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?

Rima XXXIX: A qué me lo dices


Gustavo Adolfo Bécquer
¿A qué me lo dices? Lo sé: es mudable,
es altanera y vana y caprichosa,
antes que el sentimiento de su alma
brotará el agua de la estéril roca.
Sé que en su corazón, nido de sierpes,
no hay una fibra que al amor responda:
que es una estatua inanimada…; pero…
¡es tan hermosa!

Rima XL: Su mano entre mis manos


Gustavo Adolfo Bécquer

Su mano entre mis manos, me dijo al presentarnos ¡Discreta y casta luna,


sus ojos en mis ojos, un amigo oficioso: copudos y altos olmos,
la amorosa cabeza -Creo que en alguna parte paredes de su casa,
apoyada en mi hombro. he visto a usted. -¡Ah! bobos, umbrales de su pórtico,
¡Dios sabe cuántas veces, que sois de los salones callad, y que el secreto
con paso perezoso, comadres de buen tono, no salga de vosotros!
hemos vagado juntos, y andáis por allí a caza Callad; que por mi parte
bajo los altos olmos de galantes embrollos: lo he olvidado todo:
que de su casa prestan ¡Qué historia habéis perdido! y ella… ella… ¡no hay máscara
misterio y sombra al pórtico! ¡Qué manjar tan sabroso semejante a su rostro!
Y ayer… un año apenas, para ser devorado
pasado como un soplo, sotto voce en un corro,
con qué exquisita gracia, detrás del abanico
con qué admirable aplomo, de plumas y de oro!

Rima XLI: Tú eras el huracán y yo la alta


Gustavo Adolfo Bécquer

Tú eras el huracán y yo la alta ¡No pudo ser!


torre que desafía su poder:
¡tenías que estrellarte o abatirme!… hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
¡No pudo ser! uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque…
Tú eras el Océano y yo la enhiesta ¡No pudo ser!
roca que firme aguarda su vaivén
¡tenías que romperte o que arrancarme!…

Rima XLII: Cuando me lo contaron sentí el frío


Gustavo Adolfo Bécquer

Cuando me lo contaron sentí el frío me apoyé contra el muro, y un instante


de una hoja de acero en las entrañas;
la conciencia perdí de donde estaba. logré balbucear breves palabras…
¿Quién me dio la noticia?… Un fiel amigo…
Cayó sobre mi espíritu la noche; ¡Me hacía un gran favor!… Le di las gracias.
en ira y en piedad se anegó el alma…
¡y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!
Pasó la nube de dolor… Con pena

Rima XLIII: Dejé la luz a un lado


Gustavo Adolfo Bécquer

Dejé la luz a un lado, y en el borde reía el sol.


de la revuelta cama me senté,
mudo, sombrío, la pupila inmóvil Ni sé tampoco en tan terribles horas
clavada en la pared. en qué pensaba y qué pasó por mí;
sólo recuerdo que lloré y maldije,
¿Qué tiempo estuve así? No sé; al dejarme y que en aquella noche envejecí.
la embriaguez horrible del dolor,
expiraba la luz, y en mis balcones

Rima XLIV: Como en un libro abierto


Gustavo Adolfo Bécquer

Como en un libro abierto


leo de tus pupilas en el fondo;
¿a qué fingir el labio
risas que se desmienten con los ojos?
¡Llora! No te avergüences
de confesar que me quisiste un poco.
¡Llora! Nadie nos mira.
Ya ves; yo soy un hombre… ¡y también lloro!

Rima XLV: En la clave del arco mal seguro


Gustavo Adolfo Bécquer

En la clave del arco mal seguro, el gótico blasón.


cuyas piedras el tiempo enrojeció,
obra del cincel rudo, campeaba Penacho de su yelmo de granito,
la hiedra que colgaba en derredor
daba sombra al escudo, en que una mano ¡Ay! es verdad lo que me dijo entonces.
tenía un corazón. Verdad que el corazón
lo llevará en la mano… en cualquier parte,
A contemplarlo en la desierta plaza pero en el pecho, no.
nos paramos los dos,
y «ése -me dijo- es el cabal emblema
de mi constante amor».

Rima XLVI: Me han herido recatándose en las sombras


Gustavo Adolfo Bécquer

Me han herido recatándose en las sombras,


sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello, y por la espalda
partiome a sangre fría el corazón.
Y ella prosigue alegre su camino,
feliz, risueña, impávida, ¿y por qué?
Porque no brota sangre de la herida…
¡Porque el muerto está en pie!

Rima XLVII: Yo me he asomado a las profundas simas


Gustavo Adolfo Bécquer

Yo me he asomado a las profundas simas


de la tierra y del cielo,
y les he visto el fin o con los ojos
o con el pensamiento.
Mas ¡ay! de un corazón llegué al abismo
y me incliné por verlo,
y mi alma y mis ojos se turbaron:
¡Tan hondo era y tan negro!

Rima XLVIII: Como se arranca el hierro de una herida


Gustavo Adolfo Bécquer

Como se arranca el hierro de una herida


su amor de las entrañas me arranqué,
aunque sentí al hacerlo que la vida
me arrancaba con él.
Del altar que le alcé en el alma mía
la voluntad su imagen arrojó,
y la luz de la fe que en ella ardía
ante el ara desierta se apagó.
Aún para combatir mi firme empeño
viene a mi mente su visión tenaz…
¡Cuándo podré dormir con ese sueño
en que acaba el soñar!

Rima XLIX: Alguna vez la encuentro por el mundo


Gustavo Adolfo Bécquer

Alguna vez la encuentro por el mundo


y pasa junto a mí;
y pasa sonriéndose, y yo digo:
-¿Cómo puede reír?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa
máscara del dolor,
y entonces pienso: -¡Acaso ella se ríe
como me río yo!

Rima L: Lo que el salvaje que con torpe mano


Gustavo Adolfo Bécquer

Lo que el salvaje que con torpe mano


hace de un tronco a su capricho un dios,
y luego ante su obra, se arrodilla,
eso hicimos tú y yo.
Dimos formas reales a un fantasma,
de la mente ridícula invención,
y hecho el ídolo ya, sacrificamos
en su altar nuestro amor.

Samuel Beckett (1906-1989)

Samuel Beckett fue un escritor, dramaturgo y poeta irlandés que es considerado uno de los
padres fundadores del teatro del absurdo. Nació en Dublín y estudió en el Trinity College. Su
obra más famosa, "Esperando a Godot" (1953), es un ejemplo emblemático del teatro del
absurdo y representa a dos personajes esperando en vano a un tal Godot. Beckett exploró temas
como la existencia humana, la soledad y la falta de sentido en sus obras, que a menudo
presentan diálogos repetitivos y situaciones absurdas.

Eugène Lonesco (1909-1994)

Eugène Lonesco fue un dramaturgo y escritor francés de origen rumano. Es conocido por sus
obras teatrales surrealistas y absurdas, que critican la alienación y la falta de significado en la
sociedad moderna. Su obra más famosa, "La cantante calva" (1950), es una parodia de la vida
burguesa y utiliza la repetición y el lenguaje incoherente para resaltar la falta de comunicación
y la vacuidad de la existencia humana.

Harold Pinter (1930-2008)

Harold Pinter fue un dramaturgo, director de teatro, poeta y actor británico. Sus obras se sitúan
dentro del teatro del absurdo y se caracterizan por su estilo distintivo, que incluye pausas y
silencios significativos. Pinter exploró temas cómo el poder, la opresión y la soledad en sus
obras, y a menudo empleó diálogos enigmáticos y situaciones ambiguas. Algunas de sus obras
más conocidas son "La fiesta de cumpleaños" (1957) y "El sirviente" (1963).

Jean Genet (1910-1986)

Jean Genet fue un escritor, dramaturgo y poeta francés conocido por su estilo provocativo y
transgresor. Sus obras teatrales, como "Las criadas" (1947) y "Los negros" (1958), desafían las
convenciones sociales y exploran temas como la identidad, la sexualidad y el poder. Genet, que
pasó gran parte de su vida en prisión, utilizó su experiencia personal para examinar la
marginalidad y la alienación en la sociedad. Su estilo teatral único combina elementos realistas
y surrealistas, creando un mundo teatral absurdo y perturbador.

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