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Rimas de Gustavo Adolfo Becquer

I de cosas que no existen;


accesos de alegría
Yo sé un himno gigante y extraño impulsos de llorar;
que anuncia en la noche del alma una aurora, actividad nerviosa
y estas páginas son de este himno que no halla en qué emplearse;
cadencias que el aire dilata en la sombras. sin rienda que lo guíe
Yo quisiera escribirlo, del hombre caballo volador;
domando el rebelde, mezquino idioma, locura que el espíritu
con palabras que fuesen a un tiempo exalta y enardece
suspiros y risas, colores y notas. embriaguez divina
Pero en vano es luchar; que no hay cifra del genio creador...
capaz de encerrarlo, y apenas, ¡oh hermosa! ¡Tal es la inspiración!
pudiera al oído, contártelo a solas. gigante voz que el caos
ordena en el cerebro,
II y entre las sombras hace
la luz aparecer;
Saeta que voladora brillante rienda de oro
cruza, arrojada al azar, que poderosa enfrena
sin adivinarse dónde de la exaltada mente
temblando se clavará; el volador corcel;
hoja del árbol seca hilo de luz que en hace
arrebata el vendaval, lo pensamientos ata;
sin que nadie acierte el surco sol que las nubes rompe
donde a caer volverá; y toca en el cenit;
gigante ola que el viento inteligente mano
riza y empuja en el mar, que en un collar de perlas
y rueda y pasa, y no sabe consigue las indóciles
qué playa buscando va; palabras reunir;
luz que en los cercos temblorosos armonioso ritmo
brilla, próxima a expirar, que con cadencia y número
ignorándose cuál de ellos las fugitivas notas
el último brillará; encierra en el compás;
eso soy yo, que al acaso cincel que el bloque muerde
cruzo el mundo, sin pensar la estatua moldeando
de dónde vengo, ni a dónde y la belleza plástica
mis pasos me llevarán. añade a la ideal;
atmósfera en que giran
III con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
Sacudimiento extraño recóndita atracción;
que agita las ideas, raudal en cuyas ondas
como huracán que empuja su sed la fiebre apaga;
las olas en tropel; oasis que al espíritu
murmullo que en el alma devuelve con vigor...
se eleva y va creciendo ¡Tal es nuestra razón!
como volcán que sordo Con ambas siempre en lucha
anuncia que va a arder; y de ambas vencedor
deformes siluetas tan sólo el genio puede
de seres imposibles; a un yugo atar las dos.
paisajes que aparecen
como un través de un tul; IV
colores que fundiéndose
remedan en el aire No digáis que agotado su tesoro,
los átomos del Iris de asuntos falta, enmudeció la lira:
que nadan en la luz Podrá no haber poetas; pero siempre
ideas sin palabras habrá poesía.
palabras sin sentido; Mientras las ondas de la luz al beso
cadencias que no tienen palpiten encendidas;
ni ritmo ni compás; mientras el sol las desgarradas nubes
memorias y deseos de fuego y oro vista;
mientras el aire en su regazo lleve Yo ondulo con los átomos
perfumes y armonías; del el humo que se eleva
mientras haya en el mundo primavera, y al cielo lento sube
¡habrá poesía! en espiral inmensa.
Mientras la ciencia a descubrir no alcance Yo en los dorados hilos
las fuentes de la vida, que los insectos cuelgan
Y en el mar o en el cielo haya un abismo me mezclo entre los árboles
que al cálculo resista; en la ardorosa siesta.
mientras la humanidad siempre avanzando, Yo corro tras las ninfas
no sepa a dó camina; que en la corriente fresca
mientras haya un misterio para el hombre, del cristalino arrollo
¡habrá poesía! desnudas juguetean.
Mientras sintamos que se alegra el alma Yo en bosque de corales,
sin que los labios rían; que alfombran blancas perlas,
mientras se llora sin que el llanto acuda persigo en el océano
a nublar la pupila; las náyades ligeras.
mientras el corazón y la cabeza Yo, en las cavernas cóncavas,
batallando prosigan; do el sol nunca penetra,
mientras haya esperanzas y recuerdos, mezclándome a los nomos
¡Habrá poesía! contemplo sus riquezas.
Mientras haya unos ojos que reflejen Yo busco de los siglos
los ojos que los miran; las ya borradas huellas,
mientras responda el labio suspirando y sé de esos imperios
al labio que suspira; de que ni el nombre queda.
mientras sentirse puedan en un beso Yo sigo en raudo vértigo
dos almas confundidas; los mundos que voltean,
mientras exista una mujer hermosa, y mi pupila abarca
¡Habrá poesía! la creación entera.
Yo sé de esas regiones
VI a do rumor no llega,
y donde los informes astros
Espíritu sin nombre, de vida y soplo esperan.
indefinible esencia, Yo soy sobre el abismo
yo vivo con la vida el puente que atraviesa;
sin formas de la idea. yo soy la ignota escala
Yo nado en el vacío que el cielo une a la tierra.
del sol tiemblo en la hoguera Yo soy el invisible
palpito entre las sombras anillo que sujeta
y floto con las nieblas. el mundo de la forma
Yo soy el fleco de oro al mundo de la idea.
de la lejana estrella, Yo, en fin, soy el espíritu,
yo soy de la alta luna desconocida esencia,
la luz tibia y serena. perfume misterioso
Yo soy la ardiente nube de que es vaso el poeta.
que en el ocaso ondea;
yo soy del astro errante VI
la luminosa estela.
Yo soy nieve en las cumbre, Como la brisa que la sangre orea
soy fuego en las arenas, sobre el oscuro campo de batalla,
azul onda en los mares cargada de perfumes y armonías
y espuma en las riberas. en el silencio de la noche vaga;
En el laúd soy nota, símbolo del dolor y la ternura,
perfume en la violeta, del bardo inglés en el horrible drama,
fugas llama en las tumbas la dulce Ofelia, la razón perdida
y en las ruinas hiedra. cogiendo flores y cantando pasa.
Yo atrueno en el torrente,
y silbo en la centella VII
y ciego en el relámpago
y rujo en la tormenta. Del salón en el ángulo oscuro,
Yo río en los alcores de su dueño tal vez olvidada,
susurro en la alta hierba, silenciosa y cubierta de polvo
suspiro en la onda pura veíase el arpa.
y lloro en la hoja seca. ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en la rama puedo brindarte dichas sin fin;
esperando la mano de nieve yo de ternura guardo un tesoro;
que sabe arrancarlas! ¿a mí me llamas? -No; no es a ti.
¡Ay! -pensé-, ¡Cuántas veces el genio - Yo soy un sueño, un imposible,
así duerme en el fondo del alma, vano fantasma de niebla y luz;
y una voz, como Lázaro, espera soy incorpórea, soy intangible;
que le diga: "Levántate y anda"! no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú!

VIII XII

Cuando miro el azul horizonte Porque son niña, tus ojos


perderse a lo lejos verdes como el mar, te quejas;
a través de una gasa de polvo verdes los tienen las náyades,
dorado e inquieto, verdes los tuvo Minerva,
me parece posible arrancarme y verdes son las pupilas
del mísero suelo, de las huris del profeta.
y flotar con la niebla dorada El verde es gala y ornato
en átomos leves del bosque en la primavera;
cual ella deshecho. entre sus siete colores
Cuando miro de noche en el fondo brillante el Iris lo ostenta.
obscuro del cielo Las esmeraldas son verdes,
las estrellas temblar, como ardientes verde el color del que espera,
. pupilas de fuego, y las ondas del océano,
me parece posible a do brillan y el laurel de los poetas.
subir en un vuelo, Es tu mejilla temprana
y anegarme en su luz, y con ella rosa de escarcha cubierta
en lumbre encendido en que el carmín de los pétalos
fundirme en un beso se ve a través de las perlas
En el mar en la duda en que bogo Y, sin embargo,
ni aún se lo que creo: sé que te quejas,
¡Sin embargo, estas ansias me dicen porque tus ojos
que yo llevo algo crees que la afean:
divino aquí dentro pues no lo creas;
que parecen tus pupilas,
IX húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro,
Besa el aura que gime blandamente que al soplo del aire tiemblan.
las leves ondas que jugando riza Es tu boca de rubíes
el sol besa a la nube de occidente purpúrea granada abierta,
y de púrpura y oro la matiza. que en el estío convida
la llama en derredor del tronco ardiente a apagar la sed en ella.
por besar a otra llama se desliza. Y, sin embargo,
y hasta el sauce inclinándose a su peso sé que te quejas,
al río que lo besa, vuelve un beso. porque tus ojos
crees que la afean:
X pues, no lo creas
que parecen, si enojada
Los invisibles átomos del aire tus pupilas centellean,
en derredor palpitan y se inflaman las olas del mar que rompen
el cielo se deshace en rayos de oro en las cantábricas peñas.
la tierra se estremece alborozada Es tu frente que corona
Oigo flotando en olas de armonía crespo el oro en ancha trenza,
rumor de besos y batir de alas, nevada cumbre en que el día
mis párpados se cierran...¿Qué sucede? su postrera luz refleja.
¿Dime?... ¡Silencio!... ¿Es el amor que pasa? Y, sin embargo,
sé que te quejas,
XI porque tus ojos
crees que la afean:
- Yo soy ardiente, yo soy morena, pues, no lo creas
yo soy el símbolo de la pasión; Que, entre las rubias pestañas,
de ansia de goces mi alma está llena; junto a las sienes, semejan
¿a mí me buscas? -No es a ti; no broches de esmeralda y oro,
- Mi frente es pálida; mis trenzas de oro que un blanco armiño sujetan.
Si al mecer las azules campanillas
XIII de tu balcón,
crees que suspirando pasa el viento
Tu pupila es azul, y cuando ríes, murmurador,
su claridad suave me recuerda sabe que, oculto entre las verdes hojas,
el trémulo fulgor de la mañana suspiro yo.
que en el mar se refleja. Si al resonar confuso a tus espaldas
Tu pupila es azul, y cuando lloras, vago rumor,
las transparentes lágrimas en ella crees que por tu nombre te ha llamado
se me figuran gotas de rocío lejana voz,
sobre una violeta. sabe que, entre las sombras que te cercan
Tu pupila es azul, y si en su fondo te llamo yo.
como un punto de luz radia una idea Si se turba medroso en la alta noche
me parece, en el cielo de la tarde, tu corazón,
¡una perdida estrella! al sentir en tus labios un aliento
abrasador,
XIV sabe que, aunque invisible, al lado tuyo
respiro yo.
Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos,
la imagen de tus ojos se quedó, XVII
como la mancha obscura, orlada en el fuego,
que flota y ciega si se mira al sol. Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
Adondequiera que la vista fijo, hoy llega al fondo de mi alma el sol;
torno a ver tus pupilas llamear; hoy la he visto.., la he visto y me ha mirado...
mas no te encuentro a ti; que es tu mirada: ¡Hoy creo en Dios!
unos ojos, los tuyos, nada más.
De mi alcoba en el ángulo los miro XVIII
desasidos fantásticos lucir;
cuando duermo los siento que se ciernen Fatigada del baile,
de par en par abiertos sobre mí. encendido el color, breve el aliento,
Yo sé que hay fuegos faustos que en la noche apoyada en mi brazo,
llevan al caminante a perecer: del salón se detuvo en un extremo
yo me siento arrastrado por mis ojos Entre la leve gasa
pero a donde me arrastran, no lo sé. que levantaba el palpitante seno,
una flor se mecía
XV en compasado y dulce movimiento.
Como cuna de nácar
Cendal flotante de leve bruma, que empuja al mar y que acaricia el céfiro
rizada cinta de blanca espuma, tal vez allí dormía
rumor sonoro al soplo de sus labios entreabiertos.
de arpa de oro, ¡Oh! ¡Quién así, pensaba,
beso del aura, onda de luz, dejar pudiera deslizarse el tiempo!
eso eres tú. ¡Oh, si las flores duermen,
Tú, sombra aérea que cuantas qué dulcísimo sueño!
veces
voy a tocarte, te desvaneces XIX
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como un gemido Cuando sobre el pecho inclinas
del lago azul. la melancólica frente,
En mar sin playas onda sonante, una azucena tronchada
en el vacío cometa errante, me preces.
largo lamento. Porque al darte la pureza,
Del ronco viento, de que es símbolo celeste,
ansia perpetua de algo mejor, como a ella te hizo Dios
Eso soy yo. de oro y de nieve.
¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día XX
yo, que incansable como demente
tras una sombra, tras la hija ardiente Sabe, si alguna vez tus labios rojos
de una visión! quema invisible atmósfera abrasada,
que al alma que hablar puede con los ojos,
XVI también puede besar con la mirada.
XXI el callado pensamiento
que pasa como la nube
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas del mar sobre el ancho espejo,
en mi pupila tu pupila azul. diera, alma mía,
¿Que es poesía?, Y tú me lo preguntas? cuanto deseo,
Poesía... eres tú. la fama, el oro,
la gloria, el genio!
XII Cuanto enmudece tu lengua
y se apresura tu aliento
¿Cómo vive esa rosa que has prendido y tus mejillas se encienden
junto a tu corazón? y entornas tus ojos negros,
Nunca hasta ahora contemple en la tierra por ver entre sus pestañas
sobre el volcán la flor. B>
brillar con húmedo fuego
XXIII la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
Por una mirada, un mundo, diera, alma mía,
por una sonrisa, un cielo, por cuanto espero,
por un beso... ¡yo no sé la fe, el espíritu,
que te diera por un beso! la tierra, el cielo.

XXIV XXVI

Dos rojas lenguas de fuego Voy contra mi interés al confesarlo;


que a un mismo tronco enlazadas no obstante, amada mía,
se aproximan, y al besarse pienso cual tú que una oda solo es buena
forman una sola llama. de un billete del banco al dorso escrita.
Dos notas que del laúd No faltará algún necio que al oírlo
a un tiempo la mano arranca, se haga cruces y diga:
y en el espacio se encuentran Mujer al fin del siglo diez y nueve
y armoniosas se abrazan. material y prosaica... ¡Boberías!
Dos olas que vienen juntas ¡Voces que hacen correr cuatro poetas
a morir sobre una playa que en invierno se embozan con la lira!
y que al romper se coronan ¡Ladridos de los perros a la luna!
con un penacho de plata. Tú sabes y yo se que en esta vida,
Dos jirones de vapor con genio es muy contado el que la escribe,
que del lago se levantan, y con oro cualquiera hace poesía.
y al reunirse en el cielo
forman una nube blanca. XXVII
Dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan, Despierta, tiemblo al mirarte:
e">dos ecos que se confunden, dormida, me atrevo a verte;
eso son nuestras dos almas. por eso, alma de mi alma,
yo velo cuando tú duermes.
XXV Despierta, ríes y al reír tus labios
inquietos me parecen
Cuando en la noche te envuelven relámpagos de grana que serpean
las alas de tul del sueño sobre un cielo de nieve.
y tus tendidas pestañas Dormida, los extremos de tu boca
semejan arcos de ébano, pliega sonrisa leve,
por escuchar los latidos suave como el rastro luminoso
de tu corazón inquieto que deja en sol que muere.
y reclinar tu dormida "Duerme!"
cabeza sobre mi pecho, Despierta miras y al mirar tus ojos
diera, alma mía, húmedos resplandecen,
cuanto poseo, como la onda azul en cuya cresta
la luz, el aire chispeando el sol hiere.
y el pensamiento! Al través de tus párpados, dormida;
Cuanto se clavan tus ojos tranquilo fulgor vierten
en un invisible objeto cual derrama de luz templado rayo
y tus labios ilumina lámpara transparente.
de una sonrisa el reflejo, "Duerme!"
por leer sobre tu frente Despierta hablas, y al hablar vibrantes
tus palabras parecen y nuestros ojos se hallaron
lluvia de perlas que en dorada copa y sonó un beso.
se derrama a torrentes. Creación de Dante era el libro,
Dormida, en el murmullo de tu aliento era su Infierno.
acompasado y tenue, Cuando a él bajamos los ojos
escucho yo un poema que mi alma yo dije trémulo:
enamorada entiende. "¿Comprendes ya que un poema
"Duerme!" cabe en un verso?"
Sobre el corazón la mano Y ella respondió encendida:
me he puesto porque no suene "¡Ya lo comprendo!"
su latido y en la noche
turbe la calma solemne: XXX
De tu balcón las persianas
cerré ya porque no entre Asomaba a sus ojos una lágrima
el resplandor enojoso y a mis labios una frase de perdón...
de la aurora y te despierte. habló el orgullo y se enjugó su llanto,
"Duerme!" y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
XXVIII pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún: "¿Por que callé aquél día?"
Cuando entre la sombra oscura y ella dirá. "¿Por qué no lloré yo?"
perdida una voz murmura
turbando su triste calma, XXXI
si en el fondo de mi alma
la oigo dulce resonar, Nuestra pasión fue un trágico sainete
dime: ¿es que el viento en sus giros en cuya absurda fábula
se queja, o que tus suspiros lo cómico y lo grave confundidos
me hablan de amor al pasar? risas y llanto arrancan.
Cuando el sol en mi ventana Pero fue lo peor de aquella historia
rojo brilla a la mañana que al fin de la jornada
y mi amor tu sombra evoca, a ella tocaron lágrimas y risas
si en mi boca de otra boca y a mí, sólo las lágrimas.
sentir creo la impresión,
dime: ¿es que ciego deliro, XXXII
o que un beso en un suspiro
me envía tu corazón? Pasaba arrolladora en su hermosura
Y en el luminoso día y el paso le dejé,
y en la alta noche sombría, ni aun mirarla me volví, y no obstante
si en todo cuanto rodea algo en mi oído murmuró "Esa es".
al alma que te desea ¿Quién reunió la tarde a la mañana?
te creo sentir y ver, Lo ignoro; sólo sé
dime: ¿es que toco y respiro que en una breve noche de verano
soñando, o que en un suspiro se unieron los crepúsculos y ... "fue".
me das tu aliento a beber?
XXXIII
XXIX
Es cuestión de palabras, y, no obstante,
Sobre la falda tenía ni tú ni yo jamás,
el libro abierto, después de lo pasado, convendremos
en mi mejilla tocaban en quién la culpa está.
sus rizos negros: ¡Lástima que el amor un diccionario
no veíamos las letras no tenga dónde hallar
ninguno, creo, cuando el orgullo es simplemente orgullo
mas guardábamos entrambos y cuando es dignidad!
hondo silencio.
¿Cuánto duró? Ni aun entonces XXXIV
pude saberlo;
sólo se que no se oía Cruza callada y son sus movimientos
más que el aliento, silenciosa armonía;
que apresurado escapaba suenan sus pasos, y al sonar recuerdan
del labio seco. del himno alado la cadencia rítmica.
Sólo sé que nos volvimos Los entreabre, aquellos ojos
los dos a un tiempo tan claros como el día,
y la tierra y el cielo, cuando abarcan, Los suspiros son aire y van al aire!
arden con nueva luz en sus pupilas. Las lágrimas son agua y van al mar!
Ríe, y su carcajada tiene notas Dime, mujer, cuando el amor se olvida
del agua fugitiva; ¿sabes tú adónde va?
llora, y es cada lágrima un poema
de ternura infinita. XXXIX
Ella tiene la luz, tiene el perfume,
el color y la línea, Lo que el salvaje que con torpe mano
la forma, engendradora de deseos, hace de un tronco a su capricho un dios,
la expresión, fuente eterna de poesía. y luego ante su obra se arrodilla,
¿Que es estúpida?... ¡Bah!, mientras, eso hicimos tu y yo.
callando Dimos formas reales a un fantasma,
guarde obscuro el enigma, de la mente ridícula invención,
siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla y hecho el ídolo ya, sacrificamos
más que lo que cualquiera otra me lo diga. en su altar nuestro amor.

XXXV XL

No me admiró tu olvido! Aunque de un día, Su mano entre mis manos,


me admiró tu cariño mucho más; sus ojos en mis ojos,
porque lo que hay en mí que vale algo la amorosa cabeza
eso... ¡ni lo pudiste sospechar!. apoyada en mi hombro,
¡Dios sabe cuántas veces,
XXXVI con paso perezoso,
hemos vagado juntos
Si de nuestros agravios en un libro bajo los altos olmos
se escribiese la historia, que de su casa prestan
y se borrase en nuestras almas cuanto misterio y sombra al pórtico!
se borrase en sus hojas; Y ayer... un año apenas,
Te quiero tanto aún: dejó en mi pecho pasando como un soplo
tu amor huellas tan hondas, con qué exquisita gracia
que sólo con que tú borrases una, con qué admirable aplomo,
¡las borraba yo todas! me dijo al presentarnos
un amigo oficioso:
XXXVII "Creo que alguna parte
he visto a usted" ¡Ah, bobos
Antes que tú me moriré: escondido que sois de los salones
en las entrañas ya comadres de buen tono,
el hierro llevo con que abrió tu mano y andáis por allí a caza
la ancha herida mortal. de galantes embrollos.
Antes que tú me moriré: y mi espíritu, ¡Qué historía habéis perdido!
en su empeño tenaz, ¡Qué manjar tan sabroso!
sentándose a las puertas de la muerte, para ser devorado
allí te esperará. "soto voce" en un corro,
Con las horas los días, con los días detrás de abanico
los años volarán, de plumas de oro!
y a aquella puerta llamarás al cabo... ¡Discreta y casta luna,
¿Quién deja de llamar? copudos y altos olmos,
Entonces que tu culpa y tus despojos paredes de su casa,
la tierra guardará, umbrales de su pórtico,
lavándote en las ondas de la muerte callad, y que en secreto
como en otro Jordán. no salga con vosotros!
Allí, donde el murmullo de la vida Callad; que por mi parte
temblando a morir va, lo he vivido todo:
como la ola que a la playa viene y ella..., ella..., ¡no hay máscara
silenciosa a expirar. semejante a su rostro!
Allí donde el sepulcro que se cierra
abre una eternidad... XLI
¡ Todo lo que los dos hemos callado
lo tenemos que hablar ! Tú eras el huracán y yo la alta
torre que desafía su poder:
XXXVIII ¡tenías que estrellarte o que abatirme!
¡No pudo ser!
Tú eras el océano y yo la enhiesta Y, "ése, me dijo, es el cabal emblema
roca que firme aguarda su vaivén: de mi constante amor".
¡tenías que romperte o que arrancarme! ... ¡Ay!, y es verdad lo que me dijo entonces:
¡No pudo ser! Verdad que el corazón
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados lo llevará en la mano..., en cualquier parte....
uno a arrollar, el otro a no ceder: pero en el pecho, no.
la senda estrecha, inevitable el choque ...
¡No pudo ser! XLVI

XLII Tu aliento es el aliento de las flores,


tu voz es de los cisnes la armonía;
Cuando me lo contaron sentí el frío es tu mirada el esplendor del día,
de una hoja de acero en las entrañas, y el color de la rosa es tu color.
me apoyé contra el muro, y un instante Tú prestas nueva vida y esperanza
la conciencia perdí de donde estaba. a un corazón para el amor ya muerto:
Cayó sobre mi espíritu la noche, tú creces de mi vida en el desierto
en ira y en piedad se anegó el alma, como crece en un páramo la flor.
¡Y se me revelo por qué se llora,
Y comprendí una vez por qué se mata! XLVII
Pasó la nube de dolor..., con pena
logré balbucear breves palabras... Yo me he asomado a las profundas simas
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo de la tierra y del cielo
¡Me hacia un gran favor!... Le di las y les he visto el fin con los ojos
gracias. o con el pensamiento.
Mas, ¡ay! de un corazón llegué al abismo,
XLIII y me incliné por verlo,
y mi alma y mis ojos se turbaron:
Dejé la luz a un lado, y en el borde ¡tan hondo era y tan negro!
de la revuelta cama me senté,
Mudo, sombrío, la pupila inmóvil XLVIII
clavada en la pared.
¿Qué tiempo estuve así? No sé: al dejarme Alguna vez la encuentro por el mundo
la embriaguez horrible de dolor, y pasa junto a mí:
expiraba la luz y en mis balcones y pasa sonriéndose y yo digo
reía el sol. ¿Cómo puede reír?
Ni sé tampoco en tan terribles horas Luego asoma a mi labio otra sonrisa
en qué pensaba o que pasó por mí; máscara del dolor,
solo recuerdo que lloré y maldije, y entonces pienso: "¡Acaso ella se ríe,
y que en aquella noche envejecí. como me río yo!"

XLIV XLIX

Como en un libro abierto ¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable,


leo de tus pupilas en el fondo; es altanera y vana y caprichosa:
¿a qué fingir el labio antes que el sentimiento de su alma
risas que se desmienten con los ojos? brotará el agua de la estéril roca.
¡Llora! No te avergüences Sé que en su corazón, nido de sierpes,
de confesar que me quisiste un poco. no hay una fibra que al amor responda;
¡Llora! Nadie nos mira! que es una estatua inanimada...; pero...
Ya ves: soy un hombre... ¡y también lloro! ¡es tan hermosa!

XLV L

En la clave del arco ruinoso De lo poco de vida que me resta


cuyas piedras el tiempo enrojeció, diera con gusto los mejores años,
obra de un cincel rudo campeaba por saber lo que a otros
el gótico blasón. de mí has hablado.
Penacho de su yelmo de granito, Y esta vida mortal... y de la eterna
la yedra que colgaba en derredor lo que me toque, si me toca algo,
daba sombra al escudo en que una mano por saber lo que a solas
tenía un corazón. de mí has pensado.
A contemplarle en la desierta plaza
nos paramos los dos: LI
formado de un aliento que he bebido,
Olas gigantes que os rompéis bramando perfume de una flor que oculta crece
en las playas desiertas y remotas, en un claustro sombrío.
envuelto entre la sábana de espumas, Mi adorada de un día, cariñosa,
¡llevadme con vosotras! "¿en qué piensas ?", me dijo:
Ráfagas de huracán que arrebatáis "En nada..." "¿En nada, y lloras?" "Es que tienes
del alto bosque las marchitas hojas, alegre la tristeza y triste el vino".
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras! LV
Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego encienden las sangrientas orlas, Hoy como ayer, mañana como hoy
arrebatado entre la niebla oscura, ¡y siempre igual!
¡llevadme con vosotras! Un cielo gris, un horizonte eterno
Llevadme por piedad a donde el vértigo y andar..., andar.
con la razón me arranque la memoria. Moviéndose a compás como una estúpida
¡Por piedad!, ¡tengo miedo de quedarme máquina, el corazón;
con mi dolor a solas! la torpe inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.
LII El alma, que ambiciona un paraíso,
buscándole sin fe;
Volverán las oscuras golondrinas fatiga sin objeto, ola que rueda
en tu balcón sus nidos a colgar, ignorando por qué.
y otra vez con el ala a sus cristales Voz que incesante con el mismo tono
jugando llamarán. canta el mismo cantar;
Pero aquellas que el vuelo refrenaban gota de agua monótona que cae,
tu hermosura y mi dicha a contemplar, y cae sin cesar.
aquellas que aprendieron nuestros nombres, Así van deslizándose los días
ésas... ¡no volverán! unos de otros en pos,
Volverán las tupidas madreselvas hoy lo mismo que ayer..., y todos ellos
de tu jardín las tapias a escalar sin goce ni dolor.
y otra vez a la tarde aún más hermosas ¡Ay!, ¡a veces me acuerdo suspirando
sus flores se abrirán. del antiguo sufrir...
Pero aquellas cuajadas de rocío Amargo es el dolor; ¡pero siquiera
cuyas gotas mirábamos temblar padecer es vivir!
y caer como lágrimas del día....
ésas... ¡no volverán! LVI
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar, ¿Quieres que de ese néctar delicioso
tu corazón de su profundo sueño no te amargue la hez?
tal vez despertará. pues aspírale, acércale a tus labios
Pero mudo y absorto y de rodillas, y déjale después.
como se adora a Dios ante su altar, ¿Quieres que conservemos una dulce
como yo te he querido..., desengáñate, memoria de este amor?
¡así no te querrán! Pues amémonos hoy mucho y mañana
digámonos ¡adiós!
LIII
LVII
Cuando volvemos las fugaces horas
del pasado a evocar, Yo sé cuál el objeto
temblando brilla en sus pestañas negras de tus suspiros es;
una lágrima pronta a resbalar. yo conozco la causa de tu dulce
Y al fin resbala y cae como gota secreta languidez.
del rocío al pensar ¿Te ríes?... Algún día
que cual hoy por ayer, por hoy mañana sabrás, niña, por qué:
volveremos los dos a suspirar. tú lo sabes apenas
y yo lo sé.
LIV Yo sé cuando tu sueñas,
y lo que en sueños ves;
Entre el discorde estruendo de la orgía como en un libro puedo lo que callas
acarició mi oído, en tu frente leer.
como nota de lejana música, ¿Te ríes?... Algún día
el eco de un suspiro. sabrás, niña, por qué:
El eco de un suspiro que conozco, tú lo sabes apenas
y yo lo sé. LXI
Yo sé por qué sonríes
y lloras a la vez. Este armazón de huesos y pellejo
yo penetro en los senos misteriosos de pasear una cabeza loca
de tu alma de mujer. cansado se halla al fin, y no lo extraño;
¿Te ríes?... Algún día pues, aunque es la verdad que no soy viejo,
sabrás, niña, por qué: de la parte de vida que me toca
mientras tu sientes mucho y nada sabes, en la vida del mundo, por mi daño
yo que no siento ya, todo lo sé. he hecho un uso tal, que juraría
que he condensado un siglo en cada día.
LVIII Así, aunque ahora muriera,
no podría decir que no he vivido;
Al ver mis horas de fiebre que el sayo, al parecer nuevo por fuera,
e insomnio lentas pasar, conozco que por dentro ha envejecido.
a la orilla de mi lecho, Ha envejecido, sí, ¡pese a mi estrella!,
¿quién se sentará? harto lo dice ya mi afán doliente;
Cuando la trémula mano que hay dolor que al pasar su horrible huella
tienda próximo a expirar graba en el corazón, si no en la frente.
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará? LXII
Cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal, Primero es un albor trémulo y vago,
mis párpados aún abiertos, raya de inquieta luz que corta el mar;
¿quién los cerrará? luego chispea y crece y se difunde
Cuando la campana suene en ardiente explosión de claridad.
(si suena en mi funeral), La brilladora lumbre es la alegría;
una oración al oírla, la temerosa sombra es el pesar;
¿quién murmurará? ¡Ay!, en la oscura noche de mi alma,
Cuando mis pálidos restos ¿cuándo amanecerá?
oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa. LXIII
¿quién vendar a llorar?
¿Quién en fin al otro día, Como enjambre de abejas irritadas,
cuando el sol vuelva a brillar, de un obscuro rincón de la memoria
de que pasé por el mundo, salen a perseguirnos los recuerdos
¿quién se acordará? +0>de las pasadas horas.
Yo los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo tan inútil!
LIX Me rodean, me acosan,
y unos tras otros a clavarme vienen
Me ha herido recatándose en las sombras, el agudo aguijón que el alma encona.
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda LXIV
me partió a sangre fría el corazón.
Y ella impávida sigue su camino, Como guarda el avaro su tesoro,
feliz, risueña, impávida, ¿y por qué? guardaba mi dolor;
porque no brota sangre de la herida... le quería probar que hay algo eterno
¡porque el muerto esta en pie. a la que eterno me juró su amor.
Mas hoy le llamo en vano y oigo al tiempo
LX que le agotó, decir:
"¡Ah, barro miserable, eternamente
Como se arranca el hierro de una herida no podrás ni aun sufrir!
su amor de las entrañas me arranqué,
aunque sentí al hacerlo que la vida LXV
me arrancaba con él!
Del altar que le alcé en el alma mía Llegó la noche y no encontré un asilo,
la Voluntad su imagen arrojó, ¡y tuve sed...!, mis lágrimas bebí;
y la luz de la fe que en ella ardía ¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos
ante el ara desierta se apagó. cerré para morir!
Aún turbando en la noche el firme empeño ¡Estaba en un desierto! Aunque a mi oído
vive en la idea la visión tenaz... de las turbas llegaba el ronco hervir,
¡Cuándo podré dormir con ese sueño yo era huérfano y pobre... ¡El mundo estaba
en que acaba el soñar! desierto... para mí!
LXVI
¡Cuántas veces al pie de las musgosas
¿De dónde vengo...? El más horrible y áspero paredes que la guardan,
de los senderos busca: oí la esquila que al mediar la noche
Las huellas de unos pies ensangrentados a los maitines llama!
sobre la roca dura, ¡Cuántas veces trazo mi silueta
los despojos de un alma hecha jirones la luna plateada,
en las zarzas agudas, junto a la del ciprés que de su huerto
te dirán el camino se asoma por las tapias!
que conduce a mi cuna. Cuando en sombras la iglesia se envolvía,
¿A donde voy? El más sombrío y triste de su ojiva calada,
de los páramos cruza, ¡cuántas veces temblar sobre los vidrios
valle de eternas nieves y de eternas vi el fulgor de la lámpara!
melancólicas brumas. Aunque el viento en los ángulos oscuros
En donde esté una piedra solitaria de la torre silbara,
sin inscripción alguna, del coro entre las voces percibía
donde habite el olvido, su voz vibrante y clara.
allí estará mi tumba. En las noches de invierno, si un medroso
por la desierta plaza
LXVII se atrevía a cruzar, al divisarme,
el paso aceleraba.
¡Qué hermoso es ver el día Y no faltó una vieja que en el torno
coronado de fuego levantarse, dijese a la mañana
y a su beso de lumbre que de algún sacristán muerto en pecado
brillar las olas y encenderse el aire! era yo el alma.
¡Qué hermoso es tras la lluvia A oscuras conocía los rincones
del triste otoño en la azulada tarde, del atrio y la portada;
de las húmedas flores de mis pies las ortigas que allí crecen
el perfume beber hasta saciarse! las huellas tal vez guardan.
¡Qué hermoso es cuando en copos Los búhos, que espantados me seguían
la blanca nieve silenciosa cae, con sus ojos de llamas,
de las inquietas llamas llegaron a mirarme con el tiempo
ver las rojizas lenguas agitarse! como a un buen camarada.
¡Qué hermoso es cuando hay sueño A mi lado sin miedo los reptiles
dormir bien... y roncar como un sochantre... se movían a rastras;
y comer... y engordar... y qué desgracia ¡hasta los mudos santos de granito
que esto solo no baste! creo que me saludaban!

LXVIII LXXI

No sé lo que he soñado No dormía; vagaba en ese limbo


en la noche pasada; en que cambian de forma los objetos,
triste muy triste debió ser el sueño, misteriosos espacios que separan
pues despierto la angustia me duraba. la vigilia del sueño.
Noté al incorporarme Las ideas que en ronda silenciosa
húmeda la almohada, daban vueltas en torno a mi cerebro,
y por primera vez sentí al notarlo poco a poco en su danza se movían
de un amargo placer henchirse el alma. con un compás más lento.
Triste cosa es el sueño De la luz que entra al alma por los ojos
que llanto nos arranca, los párpados velaban el reflejo;
mas tengo en mi tristeza una alegría... pero otra luz el mundo de visiones
sé que aún me quedan lágrimas. alumbraba por dentro.
En este punto resonó en mi oído
LXIX un rumor semejante al que en el templo
vaga confuso al terminar los fieles
Al brillar un relámpago nacemos con un amén sus rezos.
y aún dura su fulgor cuando morimos; Y oí como una voz delgada y triste
tan corto es el vivir. que por mi nombre me llamo a lo lejos,
La gloria y el amor tras que corremos y sentí olor de cirios apagados,
sombras de un sueño son que perseguimos: de humedad y de incienso.
¡Despertar es morir! .......................................
Pasó la noche, y del olvido en brazos
LXX caí, cual piedra, en su profundo seno.
No obstante al despertar exclamé: "¡Alguno De la casa, en hombros,
que yo quería ha muerto!" lleváronla al templo,
y en una capilla
LXXII dejaron el féretro.
Allí rodearon
Primera voz sus pálidos restos
Las ondas tienen vaga armonía, de amarillas velas
Las violetas suave olor, y de paños negros.
brumas de plata la noche fría, Al dar de las ánimas
luz y oro el día; el toque postrero,
yo algo mejor: acabó una vieja
¡yo tengo Amor! sus últimos rezos,
Segunda voz cruzó la ancha nave,
Aura de aplausos, nube rabiosa, las puertas gimieron
ola de envidia que besa el pie. y el santo recinto
isla de sueños donde reposa quedóse desierto.
el alma ansiosa. De un reloj se oía
¡dulce embriaguez compasado el péndulo
la Gloria es! y de algunos cirios
Tercera voz el chisporroteo.
Ascua encendida es el tesoro, Tan medroso y triste,
sombra que huye la vanidad, tan oscuro y yerto
todo es mentira: la gloria, el oro. todo se encontraba
Lo que yo adoro que pensé un momento:
sólo es verdad: "¡Dios mío, qué solos
¡la Libertad! se quedan los muertos!"
Así los barqueros pasaban cantando De la alta campana
la eterna canción, la lengua de hierro
y al golpe del remo saltaba la espuma le dio volteando
y heríala el sol. su adiós lastimero.
"¿Te embarcas?", gritaban, y yo sonriendo El luto en las ropas,
les dije al pasar: amigos y deudos
"ha tiempo lo hice, por cierto que aun tengo cruzaron en fila,
la ropa en la playa tendida a secar. formando el cortejo.
Del último asilo,
LXXXIII oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
Cerraron sus ojos el nicho a un extremo;
que aún tenía abiertos, allí la acostaron,
taparon su cara tapiáronla luego,
con un blanco lienzo, y con un saludo
y unos sollozando, despidióse el duelo.
otros en silencio, La piqueta al hombro
de la triste alcoba el sepulturero,
todos se salieron. cantando entre dientes,
La luz que en un vaso se perdió a lo lejos.
ardía en el suelo, La noche se entraba,
al muro arrojaba el sol se había puesto:
la sombra del lecho, perdido en las sombras
y entre aquella sombra yo pensé un momento:
veíase a intérvalos "¡Dios mío, qué solos
dibujarse rígida se quedan los muertos!"
la forma del cuerpo. En las largas noches
Despertaba el día del helado invierno,
y a su albor primero cuando las maderas
con sus mil ruidos crujir hace el viento
despertaba el pueblo. y azota los vidrios
Ante aquel contraste el fuerte aguacero,
de vida y misterio, de la pobre niña
de luz y tinieblas, a veces me acuerdo.
yo pensé un momento: Allí cae la lluvia
"¡Dios mío, qué solos con un son eterno;
se quedan los muertos!" allí la combate
el soplo del cierzo. LXXVI
Del húmedo muro
tendida en el hueco, En la imponente nave
¡acaso de frío del templo bizantino,
se hielan los huesos...! vi la gótica tumba a la indecisa
................................. luz que temblaba en los pintados vidrios.
¿Vuelve el polvo al polvo? Las manos sobre el pecho,
¿Vuela el alma al cielo? y en las manos un libro,
¿Todo es, sin espíritu, una mujer hermosa reposaba
podredumbre y cieno? sobre la urna del cincel prodigio.
¡No sé; pero hay algo Del cuerpo abandonado
que explicar no puedo, al dulce peso hundido,
que al par nos infunde cual si de blanda pluma y raso fuera
repugnancia y duelo, se plegaba su lecho de granito.
a dejar tan tristes, De la sonrisa última
tan solos los muertos. el resplandor divino
guardaba el rostro, como el cielo guarda
LXXIV del sol que muere el rayo fugitivo.
Del cabezal de piedra
Las ropas desceñidas, sentados en el filo,
desnudas las espadas, dos ángeles, el dedo sobre el labio,
en el dintel de oro de la puerta imponían silencio en el recinto.
dos ángeles velaban. No parecía muerta;
Me aproximé a los hierros de los arcos macizos
que defienden la entrada, parecía dormir en la penumbra
y de las dobles rejas en el fondo y que en sueños veía el paraíso.
la vi confusa y blanca. Me acerqué de la nave
La vi como la imagen al ángulo sombrío,
que en un ensueño pasa, con el callado paso que se llega
como un rayo de luz tenue y difuso junto a la cuna donde duerme un niño.
que entre tinieblas nada. La contemplé un momento
Me sentí de un ardiente y aquel resplandor tibio,
deseo llena el alma; aquel lecho de piedra que ofrecía
¡como atrae un abismo, aquel misterio próximo al muro otro lugar vacío.
hacía si me arrastraba! En el alma avivaron
Mas, ¡ay!, que de los ángeles la sed de lo infinito,
parecían decirme las miradas: el ansia de esa vida de la muerte,
"¡El umbral de esta puerta para la que un instante son los siglos...
sólo Dios lo traspasa!" ...............................................
Cansado del combate
LXXV en que luchando vivo,
alguna vez me acuerdo con envidia
¿Será verdad que cuando toca el sueño de aquel rincón oscuro y escondido.
con sus dedos de rosa nuestros ojos, De aquella muda y pálida
de la cárcel que habita huye el espíritu mujer me acuerdo y digo:
en vuelo presuroso? "¡Oh, qué amor tan callado el de la muerte!
¿Será verdad que, huésped de las nieblas, ¡Qué sueño el del sepulcro tan tranquilo!"
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado sube a la región vacía LXXVII
a encontrarse con otros?
¿Y allí desnudo de la humana forma, Es un sueño la vida,
allí los lazos terrenales rotos, pero un sueño febril que dura un punto;
breves horas habita de la idea Cuando de él se despierta,
el mundo silencioso? se ve que todo es vanidad y humo...
¿Y ríe y llora y aborrece y ama ¡Ojalá fuera un sueño
y guarda un rastro del dolor y el gozo, muy largo y muy profundo,
semejante al que deja cuando cruza un sueño que durara hasta la muerte!...
el cielo un meteoro? Yo soñaría con mi amor y el tuyo.
¡Yo no sé si ese mundo de visiones
vive fuera o va dentro de nosotros: LXXVIII
lo que sé es que conozco a muchas gentes
a quienes no conozco! Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra Fingiendo realidades
como un débil cristal. con sombra vana,
¡Todo sucederá! Podrá la muerte delante del deseo
cubrirme con su fúnebre crespón; va la esperanza.
pero jamás en mí podrá apagarse y sus mentiras
la llama de tu amor. como el Fénix, renacen
de sus cenizas.
LXXIX
LXXXIII
Mi vida es un erial,
flor que toco se deshoja; Una mujer me ha envenenado el alma,
que en mi camino fatal otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
alguien va sembrando el mal ninguna de las dos vino a buscarme,
para que yo lo recoja. yo de ninguna de las dos me quejo.
Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
LXXX Si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
Patriarcas que fuiste la semilla ¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?
del árbol de la fe en siglos remotos:
al vencedor divino de la muerte, LXXXIV
rogadle por nosotros.
Profetas que rasgasteis inspirados A CASTA
del porvenir el velo misterioso: Tu voz es el aliento de las flores,
al que sacó la luz de las tinieblas, tu voz es de los cisnes la armonía;
rogadle por nosotros. es tu mirada el esplendor del día,
Almas cándidas, Santos Inocentes y el color de la rosa es tu color.
que aumentáis de los ángeles el coro: Tú prestas nueva vida y esperanza
al que llamo a los niños a su lado, a un corazón para el amor ya muerto:
rogadle por nosotros. tú creces de mi vida en el desierto
Apóstoles que echasteis por el mundo como crece en un páramo la flor.
del la Iglesia el cimiento poderoso:
al que es de verdad depositario, LXXXV
rogadle por nosotros.
Mártires que ganasteis vuestra palma A ELISA
en la arena del circo, en sangre rojo: Para que los leas con tus ojos grises,
al que os dio fortaleza en los combates, para que los cantes con tu clara voz,
rogadle por nosotros.NT> para que se llenen de emoción tu pecho
Vírgenes semejantes a azucenas, hice mis versos yo.
que el venado vistió de nieve y oro: Para que encuentres en tu pecho asilo
al que es fuente de la vida hermosura, y le des juventud, vida, calor,
rogadle por nosotros. tres cosas que yo no puedo darles,
Monjes que de la vida en el combate hice mis versos yo.
pedisteis paz al claustro silencioso: Para hacerte gozar con mi alegría,
al que es iris de calma en las tormentas, para que sufras tu con mi dolor,
rogadle por nosotros. para que sientas palpitar mi vida,
Doctores cuyas plumas nos legaron hice mis versos yo.
de virtud y saber rico tesoro: Para poder poner antes tus plantas
al que es raudal de ciencia inextinguible, la ofrenda de mi vida y de mi amor,
rogadle por nosotros. con alma, sueños rotos, risas, lágrimas
Soldados del ejercito de Cristo hice mis versos yo.
santas y santos todos:
rogadle que perdone nuestras culpas LXXXVI
a Aquel que vive y reina entre vosotros.
Flores tronchadas, marchitas hojas
LXXXI arrastra el viento;
en los espacios, tristes gemidos
Dices que tienes corazón, y solo repite el eco.
lo dices porque sientes sus latidos; ..............................
eso no es corazón... es una máquina En las nieblas de los pasado,
que al compás que se mueve hace ruido. en las regiones del pensamiento
gemidos tristes, marchitas galas
LXXXII son mis recuerdos.
LXXXVII ¡Ah!, yo encadeno los corazones,
más son de flores los eslabones.
Es el alba una sombra Navego por los mares,
de tu sonrisa, voy por el viento
y un rayo de tus ojos alejo los pesares
la luz del día; del pensamiento.
pero tu alma yo, en dicha o pena,
es la noche de invierno, reparto a los mortales
negra y helada. con faz serena.
Poder terrible, que en mis antojos
LXXXVIII brota sonrisas o brota enojos;
poder que abrasa un alma helada,
Errante por el mundo fui gritando: si airado vibro flecha acerada.
"La gloria ¿dónde está?" Doy las dulces sonrisas
Y una voz misteriosa contestóme: a las hermosas;
"Más allá... más allá..." coloro sus mejillas
En pos de ella perseguí el camino de nieve y rosas;
que la voz me marcó; humedezco sus labios,
halléla al fin, pero en aquel instante y sus miradas
el humo se troncó. hago prometer dichas
Más el humo, formado denso velo, no imaginadas.
se empezó a remontar. Yo hago amable el reposo,
Y penetrando en la azulada esfera grato, halagüeño,
al cielo fue a parar. o alejo de los seres
el dulce sueño,
LXXXIX todo a mi poderío
rinde homenaje;
Negros fantasmas, todo a mi corona
nubes sombrías, dan vasallaje.
huyen ante el destello Soy el amor, rey del mundo,
de la luz divina. niña tirana,
Esa luz santa, ámame, y tú la reina
niña de negros ojos, serás mañana.
es la esperanza.
Al calor de sus rayos XCI
mi fe gigante
contra desdenes lucha ¿No has sentido en la noche,
sin amenguarse. cuando reina la sombra
en este empeño una voz apagada que canta
es, si grande el martirio, y una inmensa tristeza que llora?
mayor el premio. ¿No sentiste en tu oído de virgen
Y si aún muestras esquiva las silentes y trágicas notas
alma de nieve, que mis dedos de muerto arrancaban
si aún no me quisieras, a la lira rota?
yo no he de quererte: ¿No sentiste una lágrima mía
mi amor es roca deslizarse en tu boca,
donde se estrellan tímidas ni sentiste mi mano de nieve
del mal las olas. estrechar a la tuya de rosa?
¿No viste entre sueños
XC por el aire vagar una sombra,
ni sintieron tus labios un beso
Yo soy el rayo, la dulce brisa, que estalló misterioso en la alcoba?
lágrima ardiente, fresca sonrisa, Pues yo juro por ti, vida mía,
flor peregrina, rama tronchada; que te vi entre mis brazos, miedosa;
yo soy quien vibra, flecha acerada. que sentí tu aliento de jazmín y nardo
Hay en mi esencia, como en las flores y tu boca pegada a mi boca.
de mil perfumes, suaves vapores,
y su fragancia fascinadora, XCII
trastorna el alma de quien adora.
Yo mis aromas doquier prodigo Apoyando mi frente calurosa
ya el más horrible dolor mitigo, en el frío cristal de la ventana,
y en grato, dulce, tierno delirio en el silencio de la oscura noche
cambio el más duro, crüel martirio. de su balcón mis ojos no apartaba.
En medio de la sombra misteriosa de la plegaria
su vidriera lucía iluminada, que solitaria
dejando que mi vista penetrase mandas a Dios!
en el puro santuario de su estancia. ¡Quién fuera luna
Pálido como el mármol el semblante; quién fuera brisa,
la blonda cabellera destrenzada, quién fuera sol! ...
acariciando sus sedosas ondas,
sus hombros de alabastro y su garganta,
mis ojos la veían, y mis ojos XCV
al verla tan hermosa, se turbaban.
Mirábase al espejo; dulcemente Yo me acogí, como perdido nauta,
sonreía a su bella imagen lánguida, a una mujer, para pedirle amor,
y sus mudas lisonjas al espejo y fue su amor cansancio a mis sentidos,
con un beso dulcísimo pagaba... hielo a mi corazón.
Mas la luz se apagó; la visión pura Y quedé, de mi vida en la carrera,
desvanecióse como sombra vana, que un mundo de esperanza ayer pobló,
y dormido quedé, dándome celos como queda un viandante en el desierto:
el cristal que su boca acariciara. ¡A solas con Dios!

XCIII XCVI

Si copia tu frente Para encontrar tu rostro


del río cercano la pura corriente miraba al cielo
y miras tu rostro del amor encendido, que no es bien que tu imagen
soy yo, que me escondo se halle en el suelo;
del agua en el fondo si de allí vino,
y, loco de amores, a amar te convido; el buscaba su origen
soy yo, que, en tu pecho buscada morada, no es desvarío.
envío a tus ojos mi ardiente mirada,
mi blanca divina... XCVII
y el fuego que siento la faz te ilumina.
Si en medio del valle Esas quejas del piano
en tardo se trueca tu amor animado, a intervalos desprendidas,
vacila tu planta, se pliega tu talle... sirenas adormecidas
soy yo, dueño amado, que evoca tu blanca mano,
que, en no vistos lazos no esparcen al aire en vano
de amor anhelante, te estrecho en mis brazos; el melancólico son;
soy yo quien te teje la alfombra florida pues de la oculta mansión
que vuelve a tu cuerpo la fuerza de la vida; en que mi pasión se esconde,
soy yo, que te sigo a cada nota responde
en alas del viento soñando contigo. un eco del corazón.
Si estando en tu lecho
escuchas acaso celeste armonía XCVIII
que llena de goces tu cándido pecho,
soy yo, vida mía...; Nave que surca los mares,
soy yo, que levanto y que empuja el vendaval,
al cielo tranquilo mi férvido canto; y que acaricia la espuma,
soy yo, que, los aires cruzando ligero de los hombres es la vida;
por un ignorado, movible sendero, su puerto, la eternidad.
ansioso de calma,
sediento de amores, penetro en tu alma.

XCIV

¡Quién fuera luna,


quién fuera brisa,
quién fuera sol!
..............................
¡Quién del crepúsculo
fuera la hora,
quién el instante
de tu oración!
¡Quién fuera parte

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