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I II
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora, Saeta que voladora
y estas páginas son de este himno cruza, arrojada al azar,
cadencias que el aire dilata en la sombras. sin adivinarse dónde
temblando se clavará;
Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma, hoja del árbol seca
con palabras que fuesen a un tiempo arrebata el vendaval,
suspiros y risas, colores y notas. sin que nadie acierte el surco
donde a caer volverá;
Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas, ¡oh hermosa! gigante ola que el viento
pudiera al oído, contártelo a solas. riza y empuja en el mar,
III y rueda y pasa, y no sabe
qué playa buscando va;
Sacudimiento extraño
que agita las ideas, luz que en los cercos temblorosos
como huracán que empuja brilla, próxima a expirar,
las olas en tropel; ignorándose cuál de ellos
el último brillará;
murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo eso soy yo, que al acaso
como volcán que sordo cruzo el mundo, sin pensar
anuncia que va a arder; de dónde vengo, ni a dónde
mis pasos me llevarán.
deformes siluetas
de seres imposibles; IV
paisajes que aparecen No digáis que agotado su tesoro,
como un través de un tul; de asuntos falta, enmudeció la lira:
Podrá no haber poetas; pero siempre
colores que fundiéndose habrá poesía.
remedan en el aire
los átomos del Iris Mientras las ondas de la luz al beso
que nadan en la luz palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
ideas sin palabras de fuego y oro vista;
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen mientras el aire en su regazo lleve
ni ritmo ni compás; perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
memorias y deseos ¡habrá poesía!
de cosas que no existen;
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
accesos de alegría las fuentes de la vida,
impulsos de llorar; Y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;
actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse; mientras la humanidad siempre avanzando,
sin rienda que lo guíe no sepa a dó camina;
caballo volador; mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
locura que el espíritu
exalta y enardece Mientras sintamos que se alegra el alma
embriaguez divina sin que los labios rían;
del genio creador... mientras se llora sin que el llanto acuda
¡Tal es la inspiración! a nublar la pupila;
inteligente mano V
que en un collar de perlas
consigue las indóciles Espíritu sin nombre,
palabras reunir; indefinible esencia,
yo vivo con la vida
armonioso ritmo sin formas de la idea.
que con cadencia y número
las fugitivas notas Yo nado en el vacío
encierra en el compás; del sol tiemblo en la hoguera
palpito entre las sombras
cincel que el bloque muerde y floto con las nieblas.
la estatua moldeando
y la belleza plástica Yo soy el fleco de oro
añade a la ideal; de la lejana estrella,
yo soy de la alta luna
atmósfera en que giran la luz tibia y serena.
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea;
recóndita atracción; yo soy del astro errante
la luminosa estela.
raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga; Yo soy nieve en las cumbre,
oasis que al espíritu soy fuego en las arenas,
devuelve con vigor... azul onda en los mares
¡Tal es nuestra razón! y espuma en las riberas.
VI Yo atrueno en el torrente,
y silbo en la centella
Como la brisa que la sangre orea y ciego en el relámpago
sobre el oscuro campo de batalla, y rujo en la tormenta.
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga; Yo río en los alcores
susurro en la alta hierba,
símbolo del dolor y la ternura, suspiro en la onda pura
del bardo inglés en el horrible drama, y lloro en la hoja seca.
la dulce Ofelia, la razón perdida
cogiendo flores y cantando pasa. Yo ondulo con los átomos
del el humo que se eleva
VII y al cielo lento sube
en espiral inmensa.
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada, Yo en los dorados hilos
silenciosa y cubierta de polvo que los insectos cuelgan
veíase el arpa. me mezclo entre los árboles
en la ardorosa siesta.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en la rama Yo corro tras las ninfas
esperando la mano de nieve que en la corriente fresca
que sabe arrancarlas! del cristalino arrollo
desnudas juguetean.
¡Ay! -pensé-, ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma, Yo en bosque de corales,
y una voz, como Lázaro, espera que alfombran blancas perlas,
que le diga: "Levántate y anda"! persigo en el océano
las náyades ligeras.
VIII
Yo, en las cavernas cóncavas,
Cuando miro el azul horizonte do el sol nunca penetra,
perderse a lo lejos mezclándome a los nomos
a través de una gasa de polvo contemplo sus riquezas.
dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme Yo busco de los siglos
del mísero suelo, las ya borradas huellas,
y flotar con la niebla dorada y sé de esos imperios
en átomos leves de que ni el nombre queda.
cual ella deshecho.
Yo sigo en raudo vértigo
Cuando miro de noche en el fondo los mundos que voltean,
obscuro del cielo y mi pupila abarca
las estrellas temblar, como ardientes la creación entera.
. pupilas de fuego,
me parece posible a do brillan Yo sé de esas regiones
subir en un vuelo, a do rumor no llega,
y anegarme en su luz, y con ella y donde los informes astros
en lumbre encendido de vida y soplo esperan.
fundirme en un beso
Yo soy sobre el abismo
En el mar en la duda en que bogo el puente que atraviesa;
ni aún se lo que creo: yo soy la ignota escala
¡Sin embargo, estas ansias me dicen que el cielo une a la tierra.
que yo llevo algo
divino aquí dentro Yo soy el invisible
anillo que sujeta
IX el mundo de la forma
al mundo de la idea.
Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza Yo, en fin, soy el espíritu,
el sol besa a la nube de occidente desconocida esencia,
y de púrpura y oro la matiza. perfume misterioso
la llama en derredor del tronco ardiente de que es vaso el poeta.
por besar a otra llama se desliza.
X
y hasta el sauce inclinándose a su peso
al río que lo besa, vuelve un beso. Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman
XI
el cielo se deshace en rayos de oro
la tierra se estremece alborozada
- Yo soy ardiente, yo soy morena,
Oigo flotando en olas de armonía
yo soy el símbolo de la pasión;
rumor de besos y batir de alas,
de ansia de goces mi alma está llena;
mis párpados se cierran...¿Qué sucede?
¿a mí me buscas? -No es a ti; no
¿Dime?... ¡Silencio!... ¿Es el amor que
pasa?
- Mi frente es pálida; mis trenzas de oro
puedo brindarte dichas sin fin; XII
yo de ternura guardo un tesoro;
¿a mí me llamas? -No; no es a ti. Porque son niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
- Yo soy un sueño, un imposible, verdes los tienen las náyades,
vano fantasma de niebla y luz; verdes los tuvo Minerva,
soy incorpórea, soy intangible; y verdes son las pupilas
no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú! de las huris del profeta.
XIII El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera;
Tu pupila es azul, y cuando ríes, entre sus siete colores
su claridad suave me recuerda brillante el Iris lo ostenta.
el trémulo fulgor de la mañana Las esmeraldas son verdes,
que en el mar se refleja. verde el color del que espera,
y las ondas del océano,
Tu pupila es azul, y cuando lloras, y el laurel de los poetas.
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío Es tu mejilla temprana
sobre una violeta. rosa de escarcha cubierta
en que el carmín de los pétalos
Tu pupila es azul, y si en su fondo se ve a través de las perlas
como un punto de luz radia una idea Y, sin embargo,
me parece, en el cielo de la tarde, sé que te quejas,
¡una perdida estrella! porque tus ojos
crees que la afean:
XVI
pues no lo creas;
que parecen tus pupilas,
Si al mecer las azules campanillas
húmedas, verdes e inquietas,
de tu balcón,
tempranas hojas de almendro,
crees que suspirando pasa el viento
que al soplo del aire tiemblan.
murmurador,
sabe que, oculto entre las verdes hojas,
Es tu boca de rubíes
suspiro yo.
purpúrea granada abierta,
que en el estío convida
Si al resonar confuso a tus espaldas
a apagar la sed en ella.
vago rumor,
crees que por tu nombre te ha llamado
Y, sin embargo,
lejana voz,
sé que te quejas,
sabe que, entre las sombras que te cercan te
porque tus ojos
llamo yo.
crees que la afean:
pues, no lo creas
Si se turba medroso en la alta noche
que parecen, si enojada
tu corazón,
tus pupilas centellean,
al sentir en tus labios un aliento
las olas del mar que rompen
abrasador,
en las cantábricas peñas.
sabe que, aunque invisible, al lado tuyo
respiro yo.
Es tu frente que corona
XVII crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
Hoy la tierra y los cielos me sonríen; su postrera luz refleja.
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto.., la he visto y me ha mirado... Y, sin embargo,
¡Hoy creo en Dios! sé que te quejas,
XVIII porque tus ojos
crees que la afean:
Fatigada del baile, pues, no lo creas
encendido el color, breve el aliento, Que, entre las rubias pestañas,
apoyada en mi brazo, junto a las sienes, semejan
del salón se detuvo en un extremo broches de esmeralda y oro,
que un blanco armiño sujetan.
Entre la leve gasa
que levantaba el palpitante seno, XIX
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento. Cuando sobre el pecho inclinas
la melancólica frente,
Como cuna de nácar una azucena tronchada
que empuja al mar y que acaricia el céfiro me pareces.
tal vez allí dormía
al soplo de sus labios entreabiertos. Porque al darte la pureza,
de que es símbolo celeste,
¡Oh! ¡Quién así, pensaba, como a ella te hizo Dios
dejar pudiera deslizarse el tiempo! de oro y de nieve.
¡Oh, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño! XX
Llevadme por piedad a donde el vértigo Pero aquellas que el vuelo refrenaban
con la razón me arranque la memoria. tu hermosura y mi dicha a contemplar,
¡Por piedad!, ¡tengo miedo de quedarme aquellas que aprendieron nuestros
con mi dolor a solas! nombres,
ésas... ¡no volverán!
LIII
Volverán las tupidas madreselvas
Cuando volvemos las fugaces horas de tu jardín las tapias a escalar
del pasado a evocar, y otra vez a la tarde aún más hermosas
temblando brilla en sus pestañas negras sus flores se abrirán.
una lágrima pronta a resbalar.
Pero aquellas cuajadas de rocío
Y al fin resbala y cae como gota cuyas gotas mirábamos temblar
del rocío al pensar y caer como lágrimas del día....
que cual hoy por ayer, por hoy mañana ésas... ¡no volverán!
volveremos los dos a suspirar.
Volverán del amor en tus oídos
LIV las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
Entre el discorde estruendo de la orgía tal vez despertará.
acarició mi oído,
como nota de lejana música, Pero mudo y absorto y de rodillas,
el eco de un suspiro. como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
El eco de un suspiro que conozco, ¡así no te querrán!
formado de un aliento que he bebido,
perfume de una flor que oculta crece LV
en un claustro sombrío.
Hoy como ayer, mañana como hoy
Mi adorada de un día, cariñosa, ¡y siempre igual!
"¿en qué piensas ?", me dijo: Un cielo gris, un horizonte eterno
"En nada..." "¿En nada, y lloras?" "Es que y andar..., andar.
tienes
alegre la tristeza y triste el vino". Moviéndose a compás como una estúpida
máquina, el corazón;
LVI la torpe inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.
¿Quieres que de ese néctar delicioso
no te amargue la hez? El alma, que ambiciona un paraíso,
pues aspírale, acércale a tus labios buscándole sin fe;
y déjale después. fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando por qué.
¿Quieres que conservemos una dulce
memoria de este amor? Voz que incesante con el mismo tono
Pues amémonos hoy mucho y mañana canta el mismo cantar;
digámonos ¡adiós! gota de agua monótona que cae,
y cae sin cesar.
LVII
Así van deslizándose los días
Yo sé cuál el objeto unos de otros en pos,
de tus suspiros es; hoy lo mismo que ayer..., y todos ellos
yo conozco la causa de tu dulce sin goce ni dolor.
secreta languidez.
¿Te ríes?... Algún día ¡Ay!, ¡a veces me acuerdo suspirando
sabrás, niña, por qué: del antiguo sufrir...
tú lo sabes apenas Amargo es el dolor; ¡pero siquiera
y yo lo sé. padecer es vivir!
Yo sé cuando tu sueñas, LVIII
y lo que en sueños ves;
como en un libro puedo lo que callas Al ver mis horas de fiebre
en tu frente leer. e insomnio lentas pasar,
¿Te ríes?... Algún día a la orilla de mi lecho,
sabrás, niña, por qué: ¿quién se sentará?
tú lo sabes apenas
y yo lo sé. Cuando la trémula mano
tienda próximo a expirar
Yo sé por qué sonríes buscando una mano amiga,
y lloras a la vez. ¿quién la estrechará?
yo penetro en los senos misteriosos
de tu alma de mujer. Cuando la muerte vidríe
¿Te ríes?... Algún día de mis ojos el cristal,
sabrás, niña, por qué: mis párpados aún abiertos,
mientras tu sientes mucho y nada sabes, ¿quién los cerrará?
yo que no siento ya, todo lo sé.
Cuando la campana suene
LIX (si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
Me ha herido recatándose en las sombras, ¿quién murmurará?
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda Cuando mis pálidos restos
me partió a sangre fría el corazón. oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa.
Y ella impávida sigue su camino, ¿quién vendar a llorar?
feliz, risueña, impávida, ¿y por qué?
porque no brota sangre de la herida... ¿Quién en fin al otro día,
¡porque el muerto esta en pie. cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
LX
¿quién se acordará?
Como se arranca el hierro de una herida LXI
su amor de las entrañas me arranqué,
aunque sentí al hacerlo que la vida Este armazón de huesos y pellejo
me arrancaba con él! de pasear una cabeza loca
cansado se halla al fin, y no lo extraño;
Del altar que le alcé en el alma mía pues, aunque es la verdad que no soy viejo,
la Voluntad su imagen arrojó,
y la luz de la fe que en ella ardía de la parte de vida que me toca
ante el ara desierta se apagó. en la vida del mundo, por mi daño
he hecho un uso tal, que juraría
Aún turbando en la noche el firme empeño que he condensado un siglo en cada día.
vive en la idea la visión tenaz...
¡Cuándo podré dormir con ese sueño Así, aunque ahora muriera,
en que acaba el soñar! no podría decir que no he vivido;
que el sayo, al parecer nuevo por fuera,
conozco que por dentro ha envejecido.
LXII
Ha envejecido, sí, ¡pese a mi estrella!,
Primero es un albor trémulo y vago, harto lo dice ya mi afán doliente;
raya de inquieta luz que corta el mar; que hay dolor que al pasar su horrible
luego chispea y crece y se difunde huella
en ardiente explosión de claridad. graba en el corazón, si no en la frente.
LXIII
La brilladora lumbre es la alegría;
la temerosa sombra es el pesar;
Como enjambre de abejas irritadas,
¡Ay!, en la oscura noche de mi alma,
de un obscuro rincón de la memoria
¿cuándo amanecerá?
salen a perseguirnos los recuerdos
LXIV de las pasadas horas.
A mi lado sin miedo los reptiles Las ondas tienen vaga armonía,
se movían a rastras; Las violetas suave olor,
¡hasta los mudos santos de granito brumas de plata la noche fría,
creo que me saludaban! luz y oro el día;
LXXXIII yo algo mejor:
¡yo tengo Amor!
Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos, Segunda voz
taparon su cara
con un blanco lienzo, Aura de aplausos, nube rabiosa,
y unos sollozando, ola de envidia que besa el pie.
otros en silencio, isla de sueños donde reposa
de la triste alcoba el alma ansiosa.
todos se salieron. ¡dulce embriaguez
la Gloria es!
La luz que en un vaso
ardía en el suelo, Tercera voz
al muro arrojaba
la sombra del lecho, Ascua encendida es el tesoro,
y entre aquella sombra sombra que huye la vanidad,
veíase a intérvalos todo es mentira: la gloria, el oro.
dibujarse rígida Lo que yo adoro
la forma del cuerpo. sólo es verdad:
¡la Libertad!
Despertaba el día
y a su albor primero Así los barqueros pasaban cantando
con sus mil ruidos la eterna canción,
despertaba el pueblo. y al golpe del remo saltaba la espuma
Ante aquel contraste y heríala el sol.
de vida y misterio,
de luz y tinieblas, "¿Te embarcas?", gritaban, y yo sonriendo
yo pensé un momento: les dije al pasar:
"¡Dios mío, qué solos "ha tiempo lo hice, por cierto que aun
se quedan los muertos!" tengo
la ropa en la playa tendida a secar.
De la casa, en hombros,
lleváronla al templo, LXXIV
y en una capilla
dejaron el féretro. Las ropas desceñidas,
Allí rodearon desnudas las espadas,
sus pálidos restos en el dintel de oro de la puerta
de amarillas velas dos ángeles velaban.
y de paños negros.
Me aproximé a los hierros
Al dar de las ánimas que defienden la entrada,
el toque postrero, y de las dobles rejas en el fondo
acabó una vieja la vi confusa y blanca.
sus últimos rezos,
cruzó la ancha nave, La vi como la imagen
las puertas gimieron que en un ensueño pasa,
y el santo recinto como un rayo de luz tenue y difuso
que entre tinieblas nada.
quedóse desierto.
Me sentí de un ardiente
De un reloj se oía deseo llena el alma;
compasado el péndulo ¡como atrae un abismo, aquel misterio
y de algunos cirios hacía si me arrastraba!
el chisporroteo.
Tan medroso y triste, Mas, ¡ay!, que de los ángeles
tan oscuro y yerto parecían decirme las miradas:
todo se encontraba "¡El umbral de esta puerta
que pensé un momento: sólo Dios lo traspasa!"
"¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!" LXXV
Poder terrible, que en mis antojos ¿No sentiste una lágrima mía
brota sonrisas o brota enojos; deslizarse en tu boca,
poder que abrasa un alma helada, ni sentiste mi mano de nieve
si airado vibro flecha acerada. estrechar a la tuya de rosa?