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RIMAS

de Gustavo Adolfo Bécquer

I II
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora, Saeta que voladora
y estas páginas son de este himno cruza, arrojada al azar,
cadencias que el aire dilata en la sombras. sin adivinarse dónde
temblando se clavará;
Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma, hoja del árbol seca
con palabras que fuesen a un tiempo arrebata el vendaval,
suspiros y risas, colores y notas. sin que nadie acierte el surco
donde a caer volverá;
Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas, ¡oh hermosa! gigante ola que el viento
pudiera al oído, contártelo a solas. riza y empuja en el mar,
III y rueda y pasa, y no sabe
qué playa buscando va;
Sacudimiento extraño
que agita las ideas, luz que en los cercos temblorosos
como huracán que empuja brilla, próxima a expirar,
las olas en tropel; ignorándose cuál de ellos
el último brillará;
murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo eso soy yo, que al acaso
como volcán que sordo cruzo el mundo, sin pensar
anuncia que va a arder; de dónde vengo, ni a dónde
mis pasos me llevarán.
deformes siluetas
de seres imposibles; IV
paisajes que aparecen No digáis que agotado su tesoro,
como un través de un tul; de asuntos falta, enmudeció la lira:
Podrá no haber poetas; pero siempre
colores que fundiéndose habrá poesía.
remedan en el aire
los átomos del Iris Mientras las ondas de la luz al beso
que nadan en la luz palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
ideas sin palabras de fuego y oro vista;
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen mientras el aire en su regazo lleve
ni ritmo ni compás; perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
memorias y deseos ¡habrá poesía!
de cosas que no existen;
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
accesos de alegría las fuentes de la vida,
impulsos de llorar; Y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;
actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse; mientras la humanidad siempre avanzando,
sin rienda que lo guíe no sepa a dó camina;
caballo volador; mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
locura que el espíritu
exalta y enardece Mientras sintamos que se alegra el alma
embriaguez divina sin que los labios rían;
del genio creador... mientras se llora sin que el llanto acuda
¡Tal es la inspiración! a nublar la pupila;

gigante voz que el caos mientras el corazón y la cabeza


ordena en el cerebro, batallando prosigan;
y entre las sombras hace mientras haya esperanzas y recuerdos,
la luz aparecer; ¡Habrá poesía!

brillante rienda de oro Mientras haya unos ojos que reflejen


que poderosa enfrena los ojos que los miran;
de la exaltada mente mientras responda el labio suspirando
el volador corcel; al labio que suspira;

hilo de luz que en hace mientras sentirse puedan en un beso


lo pensamientos ata; dos almas confundidas;
sol que las nubes rompe mientras exista una mujer hermosa,
y toca en el cenit; ¡Habrá poesía!

inteligente mano V
que en un collar de perlas
consigue las indóciles Espíritu sin nombre,
palabras reunir; indefinible esencia,
yo vivo con la vida
armonioso ritmo sin formas de la idea.
que con cadencia y número
las fugitivas notas Yo nado en el vacío
encierra en el compás; del sol tiemblo en la hoguera
palpito entre las sombras
cincel que el bloque muerde y floto con las nieblas.
la estatua moldeando
y la belleza plástica Yo soy el fleco de oro
añade a la ideal; de la lejana estrella,
yo soy de la alta luna
atmósfera en que giran la luz tibia y serena.
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea;
recóndita atracción; yo soy del astro errante
la luminosa estela.
raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga; Yo soy nieve en las cumbre,
oasis que al espíritu soy fuego en las arenas,
devuelve con vigor... azul onda en los mares
¡Tal es nuestra razón! y espuma en las riberas.

Con ambas siempre en lucha En el laúd soy nota,


y de ambas vencedor perfume en la violeta,
tan sólo el genio puede fugas llama en las tumbas
a un yugo atar las dos. y en las ruinas hiedra.

VI Yo atrueno en el torrente,
y silbo en la centella
Como la brisa que la sangre orea y ciego en el relámpago
sobre el oscuro campo de batalla, y rujo en la tormenta.
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga; Yo río en los alcores
susurro en la alta hierba,
símbolo del dolor y la ternura, suspiro en la onda pura
del bardo inglés en el horrible drama, y lloro en la hoja seca.
la dulce Ofelia, la razón perdida
cogiendo flores y cantando pasa. Yo ondulo con los átomos
del el humo que se eleva
VII y al cielo lento sube
en espiral inmensa.
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada, Yo en los dorados hilos
silenciosa y cubierta de polvo que los insectos cuelgan
veíase el arpa. me mezclo entre los árboles
en la ardorosa siesta.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en la rama Yo corro tras las ninfas
esperando la mano de nieve que en la corriente fresca
que sabe arrancarlas! del cristalino arrollo
desnudas juguetean.
¡Ay! -pensé-, ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma, Yo en bosque de corales,
y una voz, como Lázaro, espera que alfombran blancas perlas,
que le diga: "Levántate y anda"! persigo en el océano
las náyades ligeras.
VIII
Yo, en las cavernas cóncavas,
Cuando miro el azul horizonte do el sol nunca penetra,
perderse a lo lejos mezclándome a los nomos
a través de una gasa de polvo contemplo sus riquezas.
dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme Yo busco de los siglos
del mísero suelo, las ya borradas huellas,
y flotar con la niebla dorada y sé de esos imperios
en átomos leves de que ni el nombre queda.
cual ella deshecho.
Yo sigo en raudo vértigo
Cuando miro de noche en el fondo los mundos que voltean,
obscuro del cielo y mi pupila abarca
las estrellas temblar, como ardientes la creación entera.
. pupilas de fuego,
me parece posible a do brillan Yo sé de esas regiones
subir en un vuelo, a do rumor no llega,
y anegarme en su luz, y con ella y donde los informes astros
en lumbre encendido de vida y soplo esperan.
fundirme en un beso
Yo soy sobre el abismo
En el mar en la duda en que bogo el puente que atraviesa;
ni aún se lo que creo: yo soy la ignota escala
¡Sin embargo, estas ansias me dicen que el cielo une a la tierra.
que yo llevo algo
divino aquí dentro Yo soy el invisible
anillo que sujeta
IX el mundo de la forma
al mundo de la idea.
Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza Yo, en fin, soy el espíritu,
el sol besa a la nube de occidente desconocida esencia,
y de púrpura y oro la matiza. perfume misterioso
la llama en derredor del tronco ardiente de que es vaso el poeta.
por besar a otra llama se desliza.
X
y hasta el sauce inclinándose a su peso
al río que lo besa, vuelve un beso. Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman
XI
el cielo se deshace en rayos de oro
la tierra se estremece alborozada
- Yo soy ardiente, yo soy morena,
Oigo flotando en olas de armonía
yo soy el símbolo de la pasión;
rumor de besos y batir de alas,
de ansia de goces mi alma está llena;
mis párpados se cierran...¿Qué sucede?
¿a mí me buscas? -No es a ti; no
¿Dime?... ¡Silencio!... ¿Es el amor que
pasa?
- Mi frente es pálida; mis trenzas de oro
puedo brindarte dichas sin fin; XII
yo de ternura guardo un tesoro;
¿a mí me llamas? -No; no es a ti. Porque son niña, tus ojos
verdes como el mar, te quejas;
- Yo soy un sueño, un imposible, verdes los tienen las náyades,
vano fantasma de niebla y luz; verdes los tuvo Minerva,
soy incorpórea, soy intangible; y verdes son las pupilas
no puedo amarte. -¡Oh, ven; ven tú! de las huris del profeta.
XIII El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera;
Tu pupila es azul, y cuando ríes, entre sus siete colores
su claridad suave me recuerda brillante el Iris lo ostenta.
el trémulo fulgor de la mañana Las esmeraldas son verdes,
que en el mar se refleja. verde el color del que espera,
y las ondas del océano,
Tu pupila es azul, y cuando lloras, y el laurel de los poetas.
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío Es tu mejilla temprana
sobre una violeta. rosa de escarcha cubierta
en que el carmín de los pétalos
Tu pupila es azul, y si en su fondo se ve a través de las perlas
como un punto de luz radia una idea Y, sin embargo,
me parece, en el cielo de la tarde, sé que te quejas,
¡una perdida estrella! porque tus ojos
crees que la afean:
XVI
pues no lo creas;
que parecen tus pupilas,
Si al mecer las azules campanillas
húmedas, verdes e inquietas,
de tu balcón,
tempranas hojas de almendro,
crees que suspirando pasa el viento
que al soplo del aire tiemblan.
murmurador,
sabe que, oculto entre las verdes hojas,
Es tu boca de rubíes
suspiro yo.
purpúrea granada abierta,
que en el estío convida
Si al resonar confuso a tus espaldas
a apagar la sed en ella.
vago rumor,
crees que por tu nombre te ha llamado
Y, sin embargo,
lejana voz,
sé que te quejas,
sabe que, entre las sombras que te cercan te
porque tus ojos
llamo yo.
crees que la afean:
pues, no lo creas
Si se turba medroso en la alta noche
que parecen, si enojada
tu corazón,
tus pupilas centellean,
al sentir en tus labios un aliento
las olas del mar que rompen
abrasador,
en las cantábricas peñas.
sabe que, aunque invisible, al lado tuyo
respiro yo.
Es tu frente que corona
XVII crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
Hoy la tierra y los cielos me sonríen; su postrera luz refleja.
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto.., la he visto y me ha mirado... Y, sin embargo,
¡Hoy creo en Dios! sé que te quejas,
XVIII porque tus ojos
crees que la afean:
Fatigada del baile, pues, no lo creas
encendido el color, breve el aliento, Que, entre las rubias pestañas,
apoyada en mi brazo, junto a las sienes, semejan
del salón se detuvo en un extremo broches de esmeralda y oro,
que un blanco armiño sujetan.
Entre la leve gasa
que levantaba el palpitante seno, XIX
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento. Cuando sobre el pecho inclinas
la melancólica frente,
Como cuna de nácar una azucena tronchada
que empuja al mar y que acaricia el céfiro me pareces.
tal vez allí dormía
al soplo de sus labios entreabiertos. Porque al darte la pureza,
de que es símbolo celeste,
¡Oh! ¡Quién así, pensaba, como a ella te hizo Dios
dejar pudiera deslizarse el tiempo! de oro y de nieve.
¡Oh, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño! XX

XXI Sabe, si alguna vez tus labios rojos


quema invisible atmósfera abrasada,
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas que al alma que hablar puede con los ojos,
en mi pupila tu pupila azul. también puede besar con la mirada.
¿Que es poesía?, Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú. XXII

XXIII ¿Cómo vive esa rosa que has prendido


junto a tu corazón?
Por una mirada, un mundo, Nunca hasta ahora contemple en la tierra
por una sonrisa, un cielo, sobre el volcán la flor.
por un beso... ¡yo no sé
que te diera por un beso!
XXV XXIV

Cuando en la noche te envuelven Dos rojas lenguas de fuego


las alas de tul del sueño que a un mismo tronco enlazadas
y tus tendidas pestañas se aproximan, y al besarse
semejan arcos de ébano, forman una sola llama.
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto Dos notas que del laúd
y reclinar tu dormida a un tiempo la mano arranca,
cabeza sobre mi pecho, y en el espacio se encuentran
diera, alma mía, y armoniosas se abrazan.
cuanto poseo,
la luz, el aire Dos olas que vienen juntas
y el pensamiento! a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
Cuanto se clavan tus ojos con un penacho de plata.
en un invisible objeto
y tus labios ilumina Dos jirones de vapor
de una sonrisa el reflejo, que del lago se levantan,
por leer sobre tu frente y al reunirse en el cielo
el callado pensamiento forman una nube blanca.
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo, Dos ideas que al par brotan,
diera, alma mía, dos besos que a un tiempo estallan,
cuanto deseo, dos ecos que se confunden,
la fama, el oro, eso son nuestras dos almas.
la gloria, el genio!
XXVI
Cuanto enmudece tu lengua
y se apresura tu aliento Voy contra mi interés al confesarlo;
y tus mejillas se encienden no obstante, amada mía,
y entornas tus ojos negros, pienso cual tú que una oda solo es buena
por ver entre sus pestañas de un billete del banco al dorso escrita.
brillar con húmedo fuego No faltará algún necio que al oírlo
la ardiente chispa que brota se haga cruces y diga:
del volcán de los deseos, Mujer al fin del siglo diez y nueve
diera, alma mía, material y prosaica... ¡Boberías!
por cuanto espero, ¡Voces que hacen correr cuatro poetas
la fe, el espíritu, que en invierno se embozan con la lira!
la tierra, el cielo. ¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo se que en esta vida,
XXVII con genio es muy contado el que la escribe,
y con oro cualquiera hace poesía.
Despierta, tiemblo al mirarte:
dormida, me atrevo a verte; XVIII
por eso, alma de mi alma,
yo velo cuando tú duermes. Cuando entre la sombra oscura
perdida una voz murmura
Despierta, ríes y al reír tus labios turbando su triste calma,
inquietos me parecen si en el fondo de mi alma
relámpagos de grana que serpean la oigo dulce resonar,
sobre un cielo de nieve. dime: ¿es que el viento en sus giros
se queja, o que tus suspiros
Dormida, los extremos de tu boca me hablan de amor al pasar?
pliega sonrisa leve,
suave como el rastro luminoso Cuando el sol en mi ventana
que deja en sol que muere. rojo brilla a la mañana
"Duerme!" y mi amor tu sombra evoca,
si en mi boca de otra boca
Despierta miras y al mirar tus ojos sentir creo la impresión,
húmedos resplandecen, dime: ¿es que ciego deliro,
como la onda azul en cuya cresta o que un beso en un suspiro
chispeando el sol hiere. me envía tu corazón?

Al través de tus párpados, dormida; Y en el luminoso día


tranquilo fulgor vierten y en la alta noche sombría,
cual derrama de luz templado rayo si en todo cuanto rodea
lámpara transparente. al alma que te desea
"Duerme!" te creo sentir y ver,
dime: ¿es que toco y respiro
Despierta hablas, y al hablar vibrantes soñando, o que en un suspiro
tus palabras parecen me das tu aliento a beber?
lluvia de perlas que en dorada copa
se derrama a torrentes. XXIX

Dormida, en el murmullo de tu aliento Sobre la falda tenía


acompasado y tenue, el libro abierto,
escucho yo un poema que mi alma en mi mejilla tocaban
enamorada entiende. sus rizos negros:
"Duerme!" no veíamos las letras
ninguno, creo,
Sobre el corazón la mano mas guardábamos entrambos
me he puesto porque no suene hondo silencio.
su latido y en la noche
turbe la calma solemne: ¿Cuánto duró? Ni aun entonces
pude saberlo;
De tu balcón las persianas sólo se que no se oía
cerré ya porque no entre más que el aliento,
el resplandor enojoso que apresurado escapaba
de la aurora y te despierte. del labio seco.
"Duerme!" Sólo sé que nos volvimos
los dos a un tiempo
XXX y nuestros ojos se hallaron
y sonó un beso.
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mis labios una frase de perdón... Creación de Dante era el libro,
habló el orgullo y se enjugó su llanto, era su Infierno.
y la frase en mis labios expiró.
Cuando a él bajamos los ojos
Yo voy por un camino, ella por otro; yo dije trémulo:
pero al pensar en nuestro mutuo amor, "¿Comprendes ya que un poema
yo digo aún: "¿Por que callé aquél día?" cabe en un verso?"
y ella dirá. "¿Por qué no lloré yo?" Y ella respondió encendida:
"¡Ya lo comprendo!"
XXXI
XXXII
Nuestra pasión fue un trágico sainete
en cuya absurda fábula Pasaba arrolladora en su hermosura
lo cómico y lo grave confundidos y el paso le dejé,
risas y llanto arrancan. ni aun mirarla me volví, y no obstante
algo en mi oído murmuró "Esa es".
Pero fue lo peor de aquella historia
que al fin de la jornada ¿Quién reunió la tarde a la mañana?
a ella tocaron lágrimas y risas Lo ignoro; sólo sé
y a mí, sólo las lágrimas. que en una breve noche de verano
se unieron los crepúsculos y ... "fue".
XXXIII
XXXIV
Es cuestión de palabras, y, no obstante,
ni tú ni yo jamás, Cruza callada y son sus movimientos
después de lo pasado, convendremos silenciosa armonía;
en quién la culpa está. suenan sus pasos, y al sonar recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.
¡Lástima que el amor un diccionario
no tenga dónde hallar Los entreabre, aquellos ojos
cuando el orgullo es simplemente orgullo tan claros como el día,
y cuando es dignidad! y la tierra y el cielo, cuando abarcan,
arden con nueva luz en sus pupilas.
XXXV
Ríe, y su carcajada tiene notas
No me admiró tu olvido! Aunque de un día, del agua fugitiva;
me admiró tu cariño mucho más; llora, y es cada lágrima un poema
porque lo que hay en mí que vale algo de ternura infinita.
eso... ¡ni lo pudiste sospechar!.
Ella tiene la luz, tiene el perfume,
XXXVI
el color y la línea,
la forma, engendradora de deseos,
Si de nuestros agravios en un libro
la expresión, fuente eterna de poesía.
se escribiese la historia,
y se borrase en nuestras almas cuanto
¿Que es estúpida?... ¡Bah!, mientras,
se borrase en sus hojas;
callando
guarde obscuro el enigma,
Te quiero tanto aún: dejó en mi pecho
siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla
tu amor huellas tan hondas,
más que lo que cualquiera otra me lo diga.
que sólo con que tú borrases una,
¡las borraba yo todas! XXXVII

Antes que tú me moriré: escondido


XXXVIII
en las entrañas ya
el hierro llevo con que abrió tu mano
Los suspiros son aire y van al aire!
la ancha herida mortal.
Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida
Antes que tú me moriré: y mi espíritu,
¿sabes tú adónde va?
en su empeño tenaz,
XXXIX sentándose a las puertas de la muerte,
allí te esperará.
Lo que el salvaje que con torpe mano
hace de un tronco a su capricho un dios, Con las horas los días, con los días
y luego ante su obra se arrodilla, los años volarán,
eso hicimos tu y yo. y a aquella puerta llamarás al cabo...
¿Quién deja de llamar?
Dimos formas reales a un fantasma,
de la mente ridícula invención, Entonces que tu culpa y tus despojos
y hecho el ídolo ya, sacrificamos la tierra guardará,
en su altar nuestro amor. lavándote en las ondas de la muerte
como en otro Jordán.
XL
Allí, donde el murmullo de la vida
Su mano entre mis manos, temblando a morir va,
sus ojos en mis ojos, como la ola que a la playa viene
la amorosa cabeza silenciosa a expirar.
apoyada en mi hombro,
Allí donde el sepulcro que se cierra
¡Dios sabe cuántas veces, abre una eternidad...
con paso perezoso, ¡ Todo lo que los dos hemos callado
hemos vagado juntos lo tenemos que hablar !
bajo los altos olmos
que de su casa prestan XLI
misterio y sombra al pórtico!
Y ayer... un año apenas, Tú eras el huracán y yo la alta
pasando como un soplo torre que desafía su poder:
con qué exquisita gracia ¡tenías que estrellarte o que abatirme!
con qué admirable aplomo, ¡No pudo ser!
me dijo al presentarnos
un amigo oficioso: Tú eras el océano y yo la enhiesta
"Creo que alguna parte roca que firme aguarda su vaivén:
he visto a usted" ¡Ah, bobos ¡tenías que romperte o que arrancarme! ...
que sois de los salones ¡No pudo ser!
comadres de buen tono,
y andáis por allí a caza Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
de galantes embrollos. uno a arrollar, el otro a no ceder:
¡Qué historía habéis perdido! la senda estrecha, inevitable el choque ...
¡Qué manjar tan sabroso! ¡No pudo ser!
para ser devorado
"soto voce" en un corro, XLII
detrás de abanico
de plumas de oro! Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
¡Discreta y casta luna, me apoyé contra el muro, y un instante
copudos y altos olmos, la conciencia perdí de donde estaba.
paredes de su casa,
umbrales de su pórtico, Cayó sobre mi espíritu la noche,
callad, y que en secreto en ira y en piedad se anegó el alma,
no salga con vosotros! ¡Y se me revelo por qué se llora,
Callad; que por mi parte Y comprendí una vez por qué se mata!
lo he vivido todo:
y ella..., ella..., ¡no hay máscara Pasó la nube de dolor..., con pena
semejante a su rostro! logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo
XLIII ¡Me hacia un gran favor!... Le di las
gracias.
Dejé la luz a un lado, y en el borde
de la revuelta cama me senté, XLIV
Mudo, sombrío, la pupila inmóvil
clavada en la pared. Como en un libro abierto
leo de tus pupilas en el fondo;
¿Qué tiempo estuve así? No sé: al dejarme ¿a qué fingir el labio
la embriaguez horrible de dolor, risas que se desmienten con los ojos?
expiraba la luz y en mis balcones
reía el sol. ¡Llora! No te avergüences
de confesar que me quisiste un poco.
Ni sé tampoco en tan terribles horas ¡Llora! Nadie nos mira!
en qué pensaba o que pasó por mí; Ya ves: soy un hombre... ¡y también lloro!
solo recuerdo que lloré y maldije,
y que en aquella noche envejecí. XLV

XLVI En la clave del arco ruinoso


cuyas piedras el tiempo enrojeció,
Tu aliento es el aliento de las flores, obra de un cincel rudo campeaba
tu voz es de los cisnes la armonía; el gótico blasón.
es tu mirada el esplendor del día,
y el color de la rosa es tu color. Penacho de su yelmo de granito,
Tú prestas nueva vida y esperanza la yedra que colgaba en derredor
a un corazón para el amor ya muerto: daba sombra al escudo en que una mano
tú creces de mi vida en el desierto tenía un corazón.
como crece en un páramo la flor.
A contemplarle en la desierta plaza
XLVII nos paramos los dos:
Y, "ése, me dijo, es el cabal emblema
Yo me he asomado a las profundas simas de mi constante amor".
de la tierra y del cielo
y les he visto el fin con los ojos ¡Ay!, y es verdad lo que me dijo entonces:
o con el pensamiento. Verdad que el corazón
lo llevará en la mano..., en cualquier
Mas, ¡ay! de un corazón llegué al abismo, parte....
y me incliné por verlo, pero en el pecho, no.
y mi alma y mis ojos se turbaron:
¡tan hondo era y tan negro! XLVIII
XLIX Alguna vez la encuentro por el mundo
y pasa junto a mí:
¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable, y pasa sonriéndose y yo digo
es altanera y vana y caprichosa: ¿Cómo puede reír?
antes que el sentimiento de su alma
brotará el agua de la estéril roca. Luego asoma a mi labio otra sonrisa
máscara del dolor,
Sé que en su corazón, nido de sierpes, y entonces pienso: "¡Acaso ella se ríe,
no hay una fibra que al amor responda; como me río yo!"
que es una estatua inanimada...; pero...
¡es tan hermosa! L

LI De lo poco de vida que me resta


diera con gusto los mejores años,
Olas gigantes que os rompéis bramando por saber lo que a otros
en las playas desiertas y remotas, de mí has hablado.
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras! Y esta vida mortal... y de la eterna
lo que me toque, si me toca algo,
Ráfagas de huracán que arrebatáis por saber lo que a solas
del alto bosque las marchitas hojas, de mí has pensado.
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras! LII

Nubes de tempestad que rompe el rayo Volverán las oscuras golondrinas


y en fuego encienden las sangrientas orlas, en tu balcón sus nidos a colgar,
arrebatado entre la niebla oscura, y otra vez con el ala a sus cristales
¡llevadme con vosotras! jugando llamarán.

Llevadme por piedad a donde el vértigo Pero aquellas que el vuelo refrenaban
con la razón me arranque la memoria. tu hermosura y mi dicha a contemplar,
¡Por piedad!, ¡tengo miedo de quedarme aquellas que aprendieron nuestros
con mi dolor a solas! nombres,
ésas... ¡no volverán!
LIII
Volverán las tupidas madreselvas
Cuando volvemos las fugaces horas de tu jardín las tapias a escalar
del pasado a evocar, y otra vez a la tarde aún más hermosas
temblando brilla en sus pestañas negras sus flores se abrirán.
una lágrima pronta a resbalar.
Pero aquellas cuajadas de rocío
Y al fin resbala y cae como gota cuyas gotas mirábamos temblar
del rocío al pensar y caer como lágrimas del día....
que cual hoy por ayer, por hoy mañana ésas... ¡no volverán!
volveremos los dos a suspirar.
Volverán del amor en tus oídos
LIV las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
Entre el discorde estruendo de la orgía tal vez despertará.
acarició mi oído,
como nota de lejana música, Pero mudo y absorto y de rodillas,
el eco de un suspiro. como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
El eco de un suspiro que conozco, ¡así no te querrán!
formado de un aliento que he bebido,
perfume de una flor que oculta crece LV
en un claustro sombrío.
Hoy como ayer, mañana como hoy
Mi adorada de un día, cariñosa, ¡y siempre igual!
"¿en qué piensas ?", me dijo: Un cielo gris, un horizonte eterno
"En nada..." "¿En nada, y lloras?" "Es que y andar..., andar.
tienes
alegre la tristeza y triste el vino". Moviéndose a compás como una estúpida
máquina, el corazón;
LVI la torpe inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.
¿Quieres que de ese néctar delicioso
no te amargue la hez? El alma, que ambiciona un paraíso,
pues aspírale, acércale a tus labios buscándole sin fe;
y déjale después. fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando por qué.
¿Quieres que conservemos una dulce
memoria de este amor? Voz que incesante con el mismo tono
Pues amémonos hoy mucho y mañana canta el mismo cantar;
digámonos ¡adiós! gota de agua monótona que cae,
y cae sin cesar.
LVII
Así van deslizándose los días
Yo sé cuál el objeto unos de otros en pos,
de tus suspiros es; hoy lo mismo que ayer..., y todos ellos
yo conozco la causa de tu dulce sin goce ni dolor.
secreta languidez.
¿Te ríes?... Algún día ¡Ay!, ¡a veces me acuerdo suspirando
sabrás, niña, por qué: del antiguo sufrir...
tú lo sabes apenas Amargo es el dolor; ¡pero siquiera
y yo lo sé. padecer es vivir!
Yo sé cuando tu sueñas, LVIII
y lo que en sueños ves;
como en un libro puedo lo que callas Al ver mis horas de fiebre
en tu frente leer. e insomnio lentas pasar,
¿Te ríes?... Algún día a la orilla de mi lecho,
sabrás, niña, por qué: ¿quién se sentará?
tú lo sabes apenas
y yo lo sé. Cuando la trémula mano
tienda próximo a expirar
Yo sé por qué sonríes buscando una mano amiga,
y lloras a la vez. ¿quién la estrechará?
yo penetro en los senos misteriosos
de tu alma de mujer. Cuando la muerte vidríe
¿Te ríes?... Algún día de mis ojos el cristal,
sabrás, niña, por qué: mis párpados aún abiertos,
mientras tu sientes mucho y nada sabes, ¿quién los cerrará?
yo que no siento ya, todo lo sé.
Cuando la campana suene
LIX (si suena en mi funeral),
una oración al oírla,
Me ha herido recatándose en las sombras, ¿quién murmurará?
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda Cuando mis pálidos restos
me partió a sangre fría el corazón. oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa.
Y ella impávida sigue su camino, ¿quién vendar a llorar?
feliz, risueña, impávida, ¿y por qué?
porque no brota sangre de la herida... ¿Quién en fin al otro día,
¡porque el muerto esta en pie. cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
LX
¿quién se acordará?
Como se arranca el hierro de una herida LXI
su amor de las entrañas me arranqué,
aunque sentí al hacerlo que la vida Este armazón de huesos y pellejo
me arrancaba con él! de pasear una cabeza loca
cansado se halla al fin, y no lo extraño;
Del altar que le alcé en el alma mía pues, aunque es la verdad que no soy viejo,
la Voluntad su imagen arrojó,
y la luz de la fe que en ella ardía de la parte de vida que me toca
ante el ara desierta se apagó. en la vida del mundo, por mi daño
he hecho un uso tal, que juraría
Aún turbando en la noche el firme empeño que he condensado un siglo en cada día.
vive en la idea la visión tenaz...
¡Cuándo podré dormir con ese sueño Así, aunque ahora muriera,
en que acaba el soñar! no podría decir que no he vivido;
que el sayo, al parecer nuevo por fuera,
conozco que por dentro ha envejecido.
LXII
Ha envejecido, sí, ¡pese a mi estrella!,
Primero es un albor trémulo y vago, harto lo dice ya mi afán doliente;
raya de inquieta luz que corta el mar; que hay dolor que al pasar su horrible
luego chispea y crece y se difunde huella
en ardiente explosión de claridad. graba en el corazón, si no en la frente.
LXIII
La brilladora lumbre es la alegría;
la temerosa sombra es el pesar;
Como enjambre de abejas irritadas,
¡Ay!, en la oscura noche de mi alma,
de un obscuro rincón de la memoria
¿cuándo amanecerá?
salen a perseguirnos los recuerdos
LXIV de las pasadas horas.

Como guarda el avaro su tesoro, Yo los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo tan


guardaba mi dolor; inútil!
le quería probar que hay algo eterno Me rodean, me acosan,
a la que eterno me juró su amor. y unos tras otros a clavarme vienen
el agudo aguijón que el alma encona.
Mas hoy le llamo en vano y oigo al tiempo
que le agotó, decir: LXV
"¡Ah, barro miserable, eternamente
no podrás ni aun sufrir! Llegó la noche y no encontré un asilo,
¡y tuve sed...!, mis lágrimas bebí;
LXVI ¡y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos
cerré para morir!
¿De dónde vengo...? El más horrible y áspero ¡Estaba en un desierto! Aunque a mi oído
de los senderos busca: de las turbas llegaba el ronco hervir,
Las huellas de unos pies ensangrentados yo era huérfano y pobre... ¡El mundo
sobre la roca dura, estaba
los despojos de un alma hecha jirones desierto... para mí!
en las zarzas agudas,
te dirán el camino LXVII
que conduce a mi cuna.
¡Qué hermoso es ver el día
¿A donde voy? El más sombrío y triste coronado de fuego levantarse,
de los páramos cruza, y a su beso de lumbre
valle de eternas nieves y de eternas brillar las olas y encenderse el aire!
melancólicas brumas.
¡Qué hermoso es tras la lluvia
En donde esté una piedra solitaria del triste otoño en la azulada tarde,
sin inscripción alguna, de las húmedas flores
donde habite el olvido, el perfume beber hasta saciarse!
allí estará mi tumba.
¡Qué hermoso es cuando en copos
LXVIII la blanca nieve silenciosa cae,
de las inquietas llamas
No sé lo que he soñado ver las rojizas lenguas agitarse!
en la noche pasada;
triste muy triste debió ser el sueño, ¡Qué hermoso es cuando hay sueño
pues despierto la angustia me duraba. dormir bien... y roncar como un
sochantre...
Noté al incorporarme y comer... y engordar... y qué desgracia
húmeda la almohada, que esto solo no baste!
y por primera vez sentí al notarlo
de un amargo placer henchirse el alma. LXIX

Triste cosa es el sueño Al brillar un relámpago nacemos


que llanto nos arranca, y aún dura su fulgor cuando morimos;
mas tengo en mi tristeza una alegría... tan corto es el vivir.
sé que aún me quedan lágrimas.
La gloria y el amor tras que corremos
LXX sombras de un sueño son que perseguimos:
¡Despertar es morir!
¡Cuántas veces al pie de las musgosas
paredes que la guardan, LXXI
oí la esquila que al mediar la noche
a los maitines llama! No dormía; vagaba en ese limbo
en que cambian de forma los objetos,
¡Cuántas veces trazo mi silueta misteriosos espacios que separan
la luna plateada, la vigilia del sueño.
junto a la del ciprés que de su huerto
se asoma por las tapias! Las ideas que en ronda silenciosa
daban vueltas en torno a mi cerebro,
Cuando en sombras la iglesia se envolvía, poco a poco en su danza se movían
de su ojiva calada, con un compás más lento.
¡cuántas veces temblar sobre los vidrios
vi el fulgor de la lámpara! De la luz que entra al alma por los ojos
los párpados velaban el reflejo;
Aunque el viento en los ángulos oscuros pero otra luz el mundo de visiones
de la torre silbara, alumbraba por dentro.
del coro entre las voces percibía
su voz vibrante y clara. En este punto resonó en mi oído
un rumor semejante al que en el templo
En las noches de invierno, si un medroso vaga confuso al terminar los fieles
por la desierta plaza con un amén sus rezos.
se atrevía a cruzar, al divisarme,
el paso aceleraba. Y oí como una voz delgada y triste
que por mi nombre me llamo a lo lejos,
Y no faltó una vieja que en el torno y sentí olor de cirios apagados,
dijese a la mañana de humedad y de incienso.
que de algún sacristán muerto en pecado
era yo el alma. .......................................

A oscuras conocía los rincones Pasó la noche, y del olvido en brazos


del atrio y la portada; caí, cual piedra, en su profundo seno.
de mis pies las ortigas que allí crecen No obstante al despertar exclamé:
las huellas tal vez guardan. "¡Alguno
que yo quería ha muerto!"
Los búhos, que espantados me seguían
con sus ojos de llamas, LXXII
llegaron a mirarme con el tiempo
como a un buen camarada. Primera voz

A mi lado sin miedo los reptiles Las ondas tienen vaga armonía,
se movían a rastras; Las violetas suave olor,
¡hasta los mudos santos de granito brumas de plata la noche fría,
creo que me saludaban! luz y oro el día;
LXXXIII yo algo mejor:
¡yo tengo Amor!
Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos, Segunda voz
taparon su cara
con un blanco lienzo, Aura de aplausos, nube rabiosa,
y unos sollozando, ola de envidia que besa el pie.
otros en silencio, isla de sueños donde reposa
de la triste alcoba el alma ansiosa.
todos se salieron. ¡dulce embriaguez
la Gloria es!
La luz que en un vaso
ardía en el suelo, Tercera voz
al muro arrojaba
la sombra del lecho, Ascua encendida es el tesoro,
y entre aquella sombra sombra que huye la vanidad,
veíase a intérvalos todo es mentira: la gloria, el oro.
dibujarse rígida Lo que yo adoro
la forma del cuerpo. sólo es verdad:
¡la Libertad!
Despertaba el día
y a su albor primero Así los barqueros pasaban cantando
con sus mil ruidos la eterna canción,
despertaba el pueblo. y al golpe del remo saltaba la espuma
Ante aquel contraste y heríala el sol.
de vida y misterio,
de luz y tinieblas, "¿Te embarcas?", gritaban, y yo sonriendo
yo pensé un momento: les dije al pasar:
"¡Dios mío, qué solos "ha tiempo lo hice, por cierto que aun
se quedan los muertos!" tengo
la ropa en la playa tendida a secar.
De la casa, en hombros,
lleváronla al templo, LXXIV
y en una capilla
dejaron el féretro. Las ropas desceñidas,
Allí rodearon desnudas las espadas,
sus pálidos restos en el dintel de oro de la puerta
de amarillas velas dos ángeles velaban.
y de paños negros.
Me aproximé a los hierros
Al dar de las ánimas que defienden la entrada,
el toque postrero, y de las dobles rejas en el fondo
acabó una vieja la vi confusa y blanca.
sus últimos rezos,
cruzó la ancha nave, La vi como la imagen
las puertas gimieron que en un ensueño pasa,
y el santo recinto como un rayo de luz tenue y difuso
que entre tinieblas nada.
quedóse desierto.
Me sentí de un ardiente
De un reloj se oía deseo llena el alma;
compasado el péndulo ¡como atrae un abismo, aquel misterio
y de algunos cirios hacía si me arrastraba!
el chisporroteo.
Tan medroso y triste, Mas, ¡ay!, que de los ángeles
tan oscuro y yerto parecían decirme las miradas:
todo se encontraba "¡El umbral de esta puerta
que pensé un momento: sólo Dios lo traspasa!"
"¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!" LXXV

De la alta campana ¿Será verdad que cuando toca el sueño


la lengua de hierro con sus dedos de rosa nuestros ojos,
le dio volteando de la cárcel que habita huye el espíritu
su adiós lastimero. en vuelo presuroso?
El luto en las ropas,
amigos y deudos ¿Será verdad que, huésped de las nieblas,
cruzaron en fila, de la brisa nocturna al tenue soplo,
formando el cortejo. alado sube a la región vacía
a encontrarse con otros?
Del último asilo,
oscuro y estrecho, ¿Y allí desnudo de la humana forma,
abrió la piqueta allí los lazos terrenales rotos,
el nicho a un extremo; breves horas habita de la idea
allí la acostaron, el mundo silencioso?
tapiáronla luego,
y con un saludo ¿Y ríe y llora y aborrece y ama
despidióse el duelo. y guarda un rastro del dolor y el gozo,
semejante al que deja cuando cruza
La piqueta al hombro el cielo un meteoro?
el sepulturero,
cantando entre dientes, ¡Yo no sé si ese mundo de visiones
se perdió a lo lejos. vive fuera o va dentro de nosotros:
La noche se entraba, lo que sé es que conozco a muchas gentes
el sol se había puesto: a quienes no conozco!
perdido en las sombras
LXXVI
yo pensé un momento:
"¡Dios mío, qué solos
En la imponente nave
se quedan los muertos!"
del templo bizantino,
vi la gótica tumba a la indecisa
En las largas noches
luz que temblaba en los pintados vidrios.
del helado invierno,
cuando las maderas
Las manos sobre el pecho,
crujir hace el viento
y en las manos un libro,
y azota los vidrios
una mujer hermosa reposaba
el fuerte aguacero, sobre la urna del cincel prodigio.
de la pobre niña
a veces me acuerdo. Del cuerpo abandonado
al dulce peso hundido,
Allí cae la lluvia cual si de blanda pluma y raso fuera
con un son eterno; se plegaba su lecho de granito.
allí la combate
el soplo del cierzo. De la sonrisa última
Del húmedo muro el resplandor divino
tendida en el hueco, guardaba el rostro, como el cielo guarda
¡acaso de frío del sol que muere el rayo fugitivo.
se hielan los huesos...!
Del cabezal de piedra
................................. sentados en el filo,
dos ángeles, el dedo sobre el labio,
¿Vuelve el polvo al polvo? imponían silencio en el recinto.
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es, sin espíritu, No parecía muerta;
podredumbre y cieno? de los arcos macizos
¡No sé; pero hay algo parecía dormir en la penumbra
que explicar no puedo, y que en sueños veía el paraíso.
que al par nos infunde
repugnancia y duelo, Me acerqué de la nave
a dejar tan tristes, al ángulo sombrío,
tan solos los muertos. con el callado paso que se llega
junto a la cuna donde duerme un niño.
LXXVII
La contemplé un momento
Es un sueño la vida, y aquel resplandor tibio,
pero un sueño febril que dura un punto; aquel lecho de piedra que ofrecía
Cuando de él se despierta, próximo al muro otro lugar vacío.
se ve que todo es vanidad y humo...
¡Ojalá fuera un sueño En el alma avivaron
muy largo y muy profundo, la sed de lo infinito,
un sueño que durara hasta la muerte!... el ansia de esa vida de la muerte,
Yo soñaría con mi amor y el tuyo. para la que un instante son los siglos...
LXXVIII
...............................................
Podrá nublarse el sol eternamente;
Cansado del combate
podrá secarse en un instante el mar;
en que luchando vivo,
podrá romperse el eje de la tierra
alguna vez me acuerdo con envidia
como un débil cristal.
de aquel rincón oscuro y escondido.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
De aquella muda y pálida
cubrirme con su fúnebre crespón;
mujer me acuerdo y digo:
pero jamás en mí podrá apagarse
"¡Oh, qué amor tan callado el de la muerte!
la llama de tu amor.
LXXX ¡Qué sueño el del sepulcro tan tranquilo!"

Patriarcas que fuiste la semilla LXXIX


del árbol de la fe en siglos remotos:
al vencedor divino de la muerte, Mi vida es un erial,
rogadle por nosotros. flor que toco se deshoja;
que en mi camino fatal
Profetas que rasgasteis inspirados alguien va sembrando el mal
del porvenir el velo misterioso: para que yo lo recoja.
al que sacó la luz de las tinieblas,
LXXXI
rogadle por nosotros.
Dices que tienes corazón, y solo
Almas cándidas, Santos Inocentes
lo dices porque sientes sus latidos;
que aumentáis de los ángeles el coro:
eso no es corazón... es una máquina
al que llamo a los niños a su lado,
que al compás que se mueve hace ruido.
rogadle por nosotros.
LXXXII
Apóstoles que echasteis por el mundo
del la Iglesia el cimiento poderoso: Fingiendo realidades
al que es de verdad depositario, con sombra vana,
rogadle por nosotros. delante del deseo
va la esperanza.
Mártires que ganasteis vuestra palma y sus mentiras
en la arena del circo, en sangre rojo: como el Fénix, renacen
al que os dio fortaleza en los combates, de sus cenizas.
rogadle por nosotros.
LXXXIII
Vírgenes semejantes a azucenas,
que el venado vistió de nieve y oro: Una mujer me ha envenenado el alma,
al que es fuente de la vida hermosura, otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
rogadle por nosotros. ninguna de las dos vino a buscarme,
yo de ninguna de las dos me quejo.
Monjes que de la vida en el combate
pedisteis paz al claustro silencioso: Como el mundo es redondo, el mundo
al que es iris de calma en las tormentas, rueda.
rogadle por nosotros. Si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
Doctores cuyas plumas nos legaron ¿Puedo dar mas de lo que a mí me dieron?
de virtud y saber rico tesoro:
al que es raudal de ciencia inextinguible, LXXXIV
rogadle por nosotros.
A CASTA
Soldados del ejercito de Cristo
santas y santos todos: Tu vox es el aliento de las flores,
rogadle que perdone nuestras culpas tu voz es de los cisnes la armonía;
a Aquel que vive y reina entre vosotros. es tu mirada el esplendor del día,
y el color de la rosa es tu color.
LXXXV
Tú prestas nueva vida y esperanza
A ELISA a un corazón para el amor ya muerto:
tú creces de mi vida en el desierto
Para que los leas con tus ojos grises, como crece en un páramo la flor.
para que los cantes con tu clara voz,
para que se llenen de emoción tu pecho LXXXVI
hice mis versos yo.
Flores tronchadas, marchitas hojas
Para que encuentres en tu pecho asilo arrastra el viento;
y le des juventud, vida, calor, en los espacios, tristes gemidos
tres cosas que yo no puedo darles, repite el eco.
hice mis versos yo.
..............................
Para hacerte gozar con mi alegría,
para que sufras tu con mi dolor, En las nieblas de los pasado,
para que sientas palpitar mi vida, en las regiones del pensamiento
hice mis versos yo. gemidos tristes, marchitas galas
son mis recuerdos.
Para poder poner antes tus plantas
LXXXVII
la ofrenda de mi vida y de mi amor,
con alma, sueños rotos, risas, lágrimas
Es el alba una sombra
hice mis versos yo.
de tu sonrisa,
LXXXVIII y un rayo de tus ojos
la luz del día;
Errante por el mundo fui gritando: pero tu alma
"La gloria ¿dónde está?" es la noche de invierno,
Y una voz misteriosa contestóme: negra y helada.
"Más allá... más allá..."
LXXXIX
En pos de ella perseguí el camino
Negros fantasmas,
que la voz me marcó;
nubes sombrías,
halléla al fin, pero en aquel instante
huyen ante el destello
el humo se troncó.
de la luz divina.
Esa luz santa,
Más el humo, formado denso velo,
niña de negros ojos,
se empezó a remontar.
es la esperanza.
Y penetrando en la azulada esfera
al cielo fue a parar.
Al calor de sus rayos
XC mi fe gigante
contra desdenes lucha
Yo soy el rayo, la dulce brisa, sin amenguarse.
lágrima ardiente, fresca sonrisa, en este empeño
flor peregrina, rama tronchada; es, si grande el martirio,
yo soy quien vibra, flecha acerada. mayor el premio.

Hay en mi esencia, como en las flores Y si aún muestras esquiva


de mil perfumes, suaves vapores, alma de nieve,
y su fragancia fascinadora, si aún no me quisieras,
trastorna el alma de quien adora. yo no he de quererte:
mi amor es roca
Yo mis aromas doquier prodigo donde se estrellan tímidas
ya el más horrible dolor mitigo, del mal las olas.
y en grato, dulce, tierno delirio
cambio el más duro, crüel martirio. XCI

¡Ah!, yo encadeno los corazones, ¿No has sentido en la noche,


más son de flores los eslabones. cuando reina la sombra
Navego por los mares, una voz apagada que canta
voy por el viento y una inmensa tristeza que llora?
alejo los pesares
del pensamiento. ¿No sentiste en tu oído de virgen
yo, en dicha o pena, las silentes y trágicas notas
reparto a los mortales que mis dedos de muerto arrancaban
con faz serena. a la lira rota?

Poder terrible, que en mis antojos ¿No sentiste una lágrima mía
brota sonrisas o brota enojos; deslizarse en tu boca,
poder que abrasa un alma helada, ni sentiste mi mano de nieve
si airado vibro flecha acerada. estrechar a la tuya de rosa?

Doy las dulces sonrisas ¿No viste entre sueños


a las hermosas; por el aire vagar una sombra,
coloro sus mejillas ni sintieron tus labios un beso
de nieve y rosas; que estalló misterioso en la alcoba?
humedezco sus labios,
y sus miradas Pues yo juro por ti, vida mía,
hago prometer dichas que te vi entre mis brazos, miedosa;
no imaginadas. que sentí tu aliento de jazmín y nardo
y tu boca pegada a mi boca.
Yo hago amable el reposo,
XCII
grato, halagüeño,
o alejo de los seres
Apoyando mi frente calurosa
el dulce sueño,
en el frío cristal de la ventana,
todo a mi poderío
en el silencio de la oscura noche
rinde homenaje;
de su balcón mis ojos no apartaba.
todo a mi corona
dan vasallaje.
En medio de la sombra misteriosa
su vidriera lucía iluminada,
Soy el amor, rey del mundo,
dejando que mi vista penetrase
niña tirana,
en el puro santuario de su estancia.
ámame, y tú la reina
serás mañana.
Pálido como el mármol el semblante;
XCIII la blonda cabellera destrenzada,
acariciando sus sedosas ondas,
Si copia tu frente sus hombros de alabastro y su garganta,
del río cercano la pura corriente mis ojos la veían, y mis ojos
y miras tu rostro del amor encendido, al verla tan hermosa, se turbaban.
soy yo, que me escondo
del agua en el fondo Mirábase al espejo; dulcemente
y, loco de amores, a amar te convido; sonreía a su bella imagen lánguida,
soy yo, que, en tu pecho buscada morada, y sus mudas lisonjas al espejo
envío a tus ojos mi ardiente mirada, con un beso dulcísimo pagaba...
mi blanca divina...
y el fuego que siento la faz te ilumina. Mas la luz se apagó; la visión pura
desvanecióse como sombra vana,
Si en medio del valle y dormido quedé, dándome celos
en tardo se trueca tu amor animado, el cristal que su boca acariciara.
vacila tu planta, se pliega tu talle...
soy yo, dueño amado, XCIV
que, en no vistos lazos
de amor anhelante, te estrecho en mis brazos; ¡Quién fuera luna,
soy yo quien te teje la alfombra florida quién fuera brisa,
que vuelve a tu cuerpo la fuerza de la vida; quién fuera sol!
soy yo, que te sigo
en alas del viento soñando contigo. ..............................

Si estando en tu lecho ¡Quién del crepúsculo


escuchas acaso celeste armonía fuera la hora,
que llena de goces tu cándido pecho, quién el instante
soy yo, vida mía...; de tu oración!
soy yo, que levanto
al cielo tranquilo mi férvido canto; ¡Quién fuera parte
soy yo, que, los aires cruzando ligero de la plegaria
por un ignorado, movible sendero, que solitaria
ansioso de calma, mandas a Dios!
sediento de amores, penetro en tu alma.
¡Quién fuera luna
XCV quién fuera brisa,
quién fuera sol! ...
Yo me acogí, como perdido nauta,
a una mujer, para pedirle amor, XCVI
y fue su amor cansancio a mis sentidos,
hielo a mi corazón. Para encontrar tu rostro
miraba al cielo
Y quedé, de mi vida en la carrera, que no es bien que tu imagen
que un mundo de esperanza ayer pobló, se halle en el suelo;
como queda un viandante en el desierto: si de allí vino,
¡A solas con Dios! el buscaba su origen
no es desvarío.
XCVII
XCVIII
Esas quejas del piano
a intervalos desprendidas, Nave que surca los mares,
sirenas adormecidas y que empuja el vendaval,
que evoca tu blanca mano, y que acaricia la espuma,
no esparcen al aire en vano de los hombres es la vida;
el melancólico son; su puerto, la eternidad.
pues de la oculta mansión
en que mi pasión se esconde,
a cada nota responde
un eco del corazón.

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