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GUERRA CONTRA EL CAMPESINADO

Abril 04, 2022

Carlos Duarte
Ana Jimena Bautista Revelo
Rodrigo Uprimny

Esta columna fue escrita en coautoría con Ana Maria Malagón Pérez y Alen Castaño.

La tesis de que el conflicto armado colombiano ha resultado una guerra contra el


campesinado no debería ser una sorpresa para nadie, pues esta guerra ha sido
esencialmente rural y ha puesto al campesinado en el medio de las confrontaciones
armadas.
Sin embargo, la anterior tesis no es usualmente planteada con la fuerza que amerita. Ese
vacío tanto analítico como interpretativo es lo que el presente informe busca descifrar.
Este trabajo fue elaborado colectivamente por distintas expresiones del movimiento social
campesino, organizados en la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina (Anzorc),
el Coordinador Nacional Agrario (CNA), la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de
Colombia (Anuc), la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro -Cut), la
Mesa de Unidad Agraria (MUA) y la Mesa Campesina Cauca (integrada por Proceso de
Unidad Popular del Suroccidente colombiano y el Comité de Integración del Macizo
Colombiano), junto con el Instituto de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana
de Cali y el Centro de Estudios Derecho Justicia y Sociedad (Dejusticia) como organizaciones
acompañantes.
Hemos venido trabajando en este informe durante más de 1 año y medio de manera
constante, a pesar de las dificultades que en los territorios ha causado el incumplimiento
del Acuerdo de Paz; la pandemia; el dolor y la incertidumbre que ha sembrado la perdida
continua de líderes campesinos y campesinas a manos de la reactivación de la siguiente
temporada de nuestro particular conflicto armado.
Nos ha motivado de manera poderosa la temprana muerte del comisionado Alfredo
Molano, quien comenzó a trabajar el tema al interior de la Comisión de la Verdad; al igual
que el testimonio silencioso de los millones de campesinos que fueron despojados y
victimizados a lo largo de nuestro conflicto armado.
Un primer ejercicio en dicha dirección fue entender: cuando hablamos de campesinado,
¿exactamente a quiénes nos estamos refiriendo? De esta manera retomamos la
conceptualización que sobre el campesinado emitió la Comisión de expertas y expertos del
campesinado de la Sentencia 2028 de la Corte Suprema de Justicia junto al Instituto
Colombiano de Antropología e Historia (Icanh).
Un procedimiento posterior fue reconstruir la categoría de campesinado en las bases de
datos disponibles para obtener un registro empírico que nos permitiera salirnos de la
casuística. Para tal fin, construimos un acercamiento analítico que buscó entender el
comportamiento de esta categoría de análisis en las bases de datos de violencia
sociopolítica a partir de una aproximación territorial.
El anterior ejercicio dio sus frutos y pudimos corroborar por medio de los recursos
accesibles en la actualidad, que la población campesina ha sido el sector de la sociedad
colombiana que con mayor crudeza ha sentido los efectos del conflicto armado. Nuestro
informe muestra que los casos de victimización sociopolítica hacia el campesinado
representan un 58 % de las victimas totales reportadas en la base de datos del Observatorio
de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica. De manera
complementaria, las cifras de desplazamiento forzado muestran que en el Registro Único
de Victimas nuestra categoría operativa de campesinado representa un abrumador 63,6 %
del conjunto global de población desplazada.
En paralelo, se realizaron 14 espacios de escucha con líderes y lideresas campesinas de
diversas regiones de nuestro país para entender juntos la crudeza que nos arrojaban los
datos obtenidos. Así mismo, los datos cuantitativos y cualitativos se fueron agrupando en
la periodización propuesta por la Comisión de la Verdad. Nos preguntábamos: ¿cómo
entender la magnitud de este desastre que pareció pasar desapercibido para el conjunto de
la sociedad?
El ir y venir sobre los contextos históricos de la violencia, la información cuantitativa y la
memoria de las mismas organizaciones campesinas fue construyendo un marco
interpretativo a partir del cual la guerra se desplegó en al menos los siguientes siete
patrones de discriminación y violencia contra el campesinado:
1. Despojo del poder político y minimización de la voz campesina a través del silenciamiento
de sus organizaciones sociales y políticas.
2. La desterritorialización y negación de las formas de vida campesinas
3. El empobrecimiento del campesinado ante los efectos que padeció la economía
campesina por la instauración de un modelo agropecuario marcado por la violencia
4. La producción social del campesinado en tanto categoría discriminada y estigmatizada
5. La guerra contra las drogas ha significado invariablemente la victimización del
campesinado
6. Los cuerpos de las mujeres y el territorio como objetivo de la violencia
7. Ensañamiento de la violencia en dirección de los jóvenes campesinos
Poco a poco fue emergiendo una explicación que nos permitió entender que el conflicto
armado colombiano está atravesado por una dolorosa paradoja: se trata de una violencia
que en muchas ocasiones se ha hecho a nombre del campesinado y supuestamente para
defender sus derechos, pero que en realidad ha terminado convirtiéndose en una guerra
contra el campesinado mismo.
Vale la pena dejar muy claro que la anterior afirmación no niega que otros grupos sociales,
en especial los pueblos indígenas, las comunidades afrocolombianas y sus organizaciones,
hayan sufrido también en forma muy intensa las múltiples violencias.
Así mismo, las organizaciones campesinas e instituciones acompañantes, fuimos
descubriendo las siguientes cuatro tesis o correlaciones explicativas que pretenden señalar
posibles direcciones a los trabajos porvenir:
i) La asociación constante entre violencia sociopolítica y movilización social que golpearon
de manera inequívoca los procesos de organización y representación campesina, así como
la agenda de reforma agraria;
ii) La ausencia de reforma agraria incidió en el incremento de los cultivos de uso ilícito,
convirtiendo los territorios de frontera agraria en escenarios de guerra;
iii) El conflicto armado ha construido un marco regulatorio de derechos y de modelos de
desarrollo que precarizan de manera continua al pequeño y mediano campesino;
iv) El escenario adverso anteriormente descrito, contrario a las tesis que vaticinaban la
descampesinización de la sociedad colombiana, ha producido una llamativa reafirmación
del ser campesino, su resistencia y resiliencia.
Esperamos sinceramente que este informe se convierta en la apertura de un dialogo por
medio del cual las mismas organizaciones campesinas le plantean no solo a la Comisión de
la Verdad sino al país en su conjunto la urgencia de revertir el curso de las tesis señaladas y
erradicar los patrones de violencia contra el campesinado. En dicha dirección el informe
recomienda 12 acciones puntuales al Estado colombiano, no solo para resarcir a este
importante segmento de la población colombiana, sino para acometer reformas de fondo
a la ruralidad colombiana en dirección de fortalecer la búsqueda de una paz equitativa y
sostenible.
Así mismo, insistimos en entregar este ejercicio colectivo de la mano de sus mismos
protagonistas, donde el papel de Dejusticia y del Instituto de Estudios Interculturales ha
sido el de ayudar a tejer esa narrativa que permita entender lo que ha pasado con el
campesinado en el conflicto armado; no ha sido fácil servir como interpretes del horror,
pero junto a ustedes esperamos convertirnos en mensajeros de cambio.
En el curso de este proceso nos quitaron a doña Luz Marina Arteaga y, días después, a
Teófilo Acuña y Jorge Tafur. Estamos convencidos que esta sencilla ceremonia en la que
entregamos de manera pública nuestro informe de la mano de sus hijos y familiares nos
ayudará a no olvidarlos, y ha dignificarlos. Sabemos que su presencia cálida estuvo allí con
nosotros.

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