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Un caluroso día de verano, luego de una ardua jornada de trabajo y disfrutando del
descanso merecido, bajo la sombra de una señoril ceiba, varios hombres oían con
atención a Ta Pablo quien con voz firme contaba una historia de Okana Iroso, y decía:
Un día Changó estaba paseando por los montes cuando oyó un gemido pidiendo auxilio. Asustado, miró a
su alrededor y encontró a un hombre gravemente herido tendido sobre la maleza. El hombre había perdido
una pierna, un brazo y sobre el ojo tenía una gran herida que sangraba profusamente.
Changó recogió al hombre y comenzó a curarlo con plantas que encontró en el lugar. Al despertar el
hombre preguntó ¿quien eres?, ¿Que haces en el monte?, contestándole éste:
"Yo soy Changó, estaba perdido entre la maleza y no podía encontrar la salida; en ese momento me
tropecé con usted que estaba mal herido y quise socorrerlo".
"Te estoy muy agradecido por todo lo que has hecho. Mi nombre es Osain, soy el dueño del monte y de
todas las plantas salvajes, vivo en el bosque y en ocasiones mi refugio es en la copa de los árboles, me he
quedado dormido y he caído. Muchos hombres entran en este monte y toman lo que quieren, pero nunca
me respetan ni me ayudan. Por lo que has hecho de ahora en lo adelante te protegeré. Haz tus
herramientas, tus armas y tus instrumentos de madera, pues la madera me pertenece, además te doy ese
güiro mágico donde guardas las medicinas que usaste para curarme, para que todas las mañanas mojes tus
dedos con esas hierbas y te hagas la señal de la cruz en tu lengua, pues de esta forma echarás humo y
candela por tu boca".
Es por eso que en el oddún Okana Iroso, hay que rendirle moforibale a Changó y a
Osain.
Cuenta la leyenda que a principios, en esta bella tierra, sólo existía bosques y pantanos.
Sobre los árboles habitaban los "Faunos" en forma de larva a las que luego le salían alas
como mariposas nocturnas y que por fin se convertían en hombres parecidos a los
Busgosus, con larga cabellera y patas de cabra.
Osain, la vida
Osain no tiene padre ni madre, surgió de la tierra como las plantas, es un hombrecito
que solo tiene una pierna: la derecha, y camina a saltos o cojeando; un solo brazo: el
izquierdo, tiene un solo ojo, una oreja grande por la que no oye absolutamente nada y la
otra chica, por la que puede escuchar todo, hasta los pasos de los insectos, el andar de
las hormigas y el volar de las mariposas. Osain, cuando habla, lo hace bajito y fañoso,
fuma tabaco y le gusta el aguardiente, se dice que tiene la desconcertante costumbre de
aparecerse a los trasnochadores para pedirles fuego. Es un orisha cazador, casto y
célibe. Hay quienes lo tienen como guardián y consultor, y se dice que es tan viejo
como Olofi, el Dios Supremo.
Es considerado por los Arará de Matanzas como uno de los 3 animales sobrenaturales:
Kiama, Kolofo y Aroni.
El Oluosain o yerbero
El hecho de que alguien sea osainista no quiere decir que Osain sea el Ángel de su
Guarda, basta con estar iniciados en estas religiones y conocer ampliamente la botánica,
la fauna y las propiedades misticas de éstos, así como el gran número de rezos e
invocaciones propios de cada uno de ellos.
El osainista tiene que conocer profundamente el monte. Esto no solo exige el dominio
de las propiedades curativas de las plantas silvestres, sino inclusive, el de las
características de su personalidad, concebida de manera animista y antropomórfica.
También debe saber el tributo que exige Osain para que las plantas recogidas no pierdan
su virtud o aché, por eso los Osainistas le rinden tributo ofreciéndole aguardiente,
tabaco, maíz y unas monedas, además le solicitan su consentimiento y le explican
claramente los motivos de su visita.
Los árboles tienen sus mayores fuerzas y buenas virtudes al romper la aurora, en la madrugada, antes que
despierte el Sol (Olorun). De noche, el monte duerme como cristiano y no debemos despertarlo, porque la
yerba descansa y si se arranca de noche no hace efecto y no cumple su objetivo.
Entre los grandes Osainistas cubanos podemos nombrar a: Tata Gaitán — Oggunda
Fun, Facundo Sevilla — Oggunda Melli, Ta Pablo Alfonso — Otura Bara, Jacinto
Fernández Agramonte — Kaindé, José de Calazán Herrera — Bangoché, Miguel Febles
— Oddi Ka, José Carmen Batista — Ogbe Weñe, Guillermo Castro — Ogbe Che,
Bonifacio Valdés — Ogbe Weñe, Francisco Añabí, Aniceto Abreu, José Atandá,
Gabino, Federico y Catalino Murillo.
Las hierbas son símbolo de todo lo curativo y revivificante. Para los cristianos las
hierbas medicinales debían su eficacia al hecho de haber sido halladas por primera vez
sobre el monte del Calvario, para otros religiosos, las hierbas debían sus virtudes y
propiedades curativas a que los dioses la habían descubierto por primera vez[1].
Somos hijos del monte porque la vida empezó allí, los santos nacen del monte y nuestra religión también
nace del Monte... Nosotros los negros vamos al Monte como si fuésemos a una iglesia.
En los montes cubanos, como en las selvas africanas, habitan las mismas deidades y los
mismos espíritus poderosos y cada hierba o árbol es regido por una o varias deidades.
<>A continuación les brindaremos algunas plantas
Alta tú eres,
Y como alta eres,
Dame tus poderes.
Misa se dice
Te tengo en mi altar
Para que me liberes de todo mal.
Para los esclavos y sus descendientes, los orishas dueños de esta planta son: Osain,
Obatalá (orisha dueño de las cabezas) y San Lázaro (protector contra las enfermedades)
La Artemisa era usada desde el siglo XVIII por los religiosos seguidores de la Regla de
Ocha o Santería y los de las Reglas de Palo Monte. Entre sus propiedades se encuentran
la de: estimulante, tónica, antiespamódica y antiparasitaria. Su raíz y ramas eran usadas
en despojos contra las malas influencias y también en fricciones para combatir el
reumatismo y en muchos casos para bajar las fiebres contagiosas. Con la Artemisa
elaboran un cocimiento para tomar como agua común el cual alivia los dolores causados
por el ataque de apendicitis. En las viejas libretas de santeros encontramos anotado que
el jugo extraído de su raíz, ligado con buen vino es un medicamento muy eficaz para las
personas que padecen del corazón.
La tradición oral cuenta que la Artemisa es usada para espantar el miedo y así lo narra
un viejo adepto:
Cuando alguien tiene que cumplir un encargo riesgoso o un deber que le atemoriza, como vestir a un
muerto, o sencillamente atravesar las tapias del cementerio de noche, se colocan unas hojas de Artemisa
sobre el pecho y éstas lo envalentonan.
A Trinidad, pueblo azucarero cubano situado en la región central del país, arribaron una
gran cantidad de esclavos de origen congo durante el siglo XIX. Cuenta la leyenda que
por entonces corría de boca en boca, que las hechiceras practicantes de la Reglas de
Palo se ponían un ajo debajo del brazo y salían volando, tocando un tamborcito para
anunciar su presencia en las fiestas o bembés que se celebraban en las montañas
cercanas.
Antiguamente su infusión se empleó en Cuba contra el Cólera, la sarna, la tiña y los
cayos. Las jóvenes cubanas que conocen los secretos del Ajo, lo llevan atravesado por
un ganchillo y escondido entre sus cabellos, pues con ello evitan el Mal de Ojos.
Para los canarios, como en Cuba, la ristra de ajo tiene la virtud de acabar con todo lo
malo y para que no falte el dinero en la casa "se queman cáscaras de ajo en las hornillas
de la cocina".
En Asturias se emplea como antiséptico, diurético y vermífugo
Dicen los viejos descendientes de esclavos: "El ajo es cura-todo".
Podemos resumir que el ajo es diurético, expectorante en cataplasmas, desinfectante en
sahumerios y muy bueno contra los parásitos y según un viejo osainista
Evita la congestión cerebral, hace desaparecer las palpitaciones y su jugo se utiliza contra el dolor de las
picadas de alacranes.
El Ajo es empleado por los practicantes de las Reglas de Palo para domesticar a los
majás, guardianes de sus prendas o ngangas.
Sus nombres en la Regla de Palo son: Ndundo, Kualango, Dianputo, entre otros y en la
Regla de Ocha los santeros la chiquean en lengua Yoruba llamándola Jokojo Eweco.
La Ruda es una de las plantas medicinales más conocidas desde tiempos inmemoriales, y pocas las
enfermedades que no se curaban con ella. Por su fama de antiafrodisíaco era recomendada a los
religiosos, que solían plantarla en los claustro de sus monasterios.
Romero bendito
De Dios consagrado
Que fuiste nacido
Y no sembrado.
Por la virtud
Que Dios te ha dado
Haz que entre lo bueno
Y salga lo malo.
El maíz es una de las plantas más antiguas producidas por los indios de la América, y su
uso fue integrado como alimento a los esclavos que le dieron la parte mágica de esta
planta.
La tradición oral cuenta que había un hombre llamado Ikú (la muerte) que era muy pero
muy egoísta. Entre sus riquezas estaban plantaciones de maíz, la que amontonaba en
lomas. Un día Tere, el ratón se encontraba escuálido de hambre y le suplicó a Ikú que le
regalara unos granos, diciéndole: "Hoy yo no he comido" (emi oyeun lo omi). A lo que
Ikú, con voz gangosa le contestó: "Pues yo comí" (Emi koye Emikoye). Dando media
vuelta sin darle siquiera un grano de maíz.
Olobó, el gato que estaba en la misma situación de hambre que Tere, alargó sus patas
para suplicarle a Ikú y éste se rió.
Pero Elegguá que todo lo ve, irrumpió con fuerzas y tumbó al suelo a Ikú, derramando
así la pila de maíz y salvando del hambre a los necesitados. Por eso la tradición popular
le ofrece a Elegguá, orisha dueño de los destinos, granos de maíz tostados para que
ayude a desenvolvimiento del hombre.
La etnologa cubana Lydia Cabrera dice en su monumental obra "El Monte":
Si el maíz nace espontáneamente en el patio o jardín de alguna casa, o brota entre las juntas de dos
baldosas, quienes la habitan no tardan en experimentar los efectos de una prosperidad inesperada.
El maíz pertenece a todos los orishas, pero se les ofrece principalmente a: Babalú Ayé
para alejar las enfermedades, Elegguá (dueño de los destinos), Oggún (dueño de los
minerales), Ochosi (de la injusticia), Ochún (del amor), Yemayá (de las aguas), Obatalá
(de las cabezas) y a los Ibeyis (los mellizos divinos).
En la Regla de Ocha o Santería se conoce al maíz como Agguado y en Palo lo llaman
Masango.
Cuenta la tradición que el primero en moler maíz fue Changó, dios del trueno, pués
cuando llegó a Cuba lo encontró en los montes. En las fiestas que se le celebra a los
orishas, se prepara un especie de pan llamado Akará.
Se pone el maíz en remojo toda una noche, se muele muy bien y al día siguiente se
cuela y se cose a Baño de María, quedando como resultado una masa suave a la cual le
dan forma de pan y la colocan sobre hojas de plátano y la ponen a secar al sol. Con este
mismo procedimiento, pero agregándole agua fría y endulzada con azúcar, los santeros
confeccionan un delicioso manjar llamado Ekó. Otra deliciosa bebida confeccionada
con maíz es el llamado Cheketé, el cual se prepara con maíz tostado, agua, naranja agria
y melao de caña. Este refresco es muy apetecido en estas fiestas.
En Asturias los estigmas son apreciados en farmacia por sus propiedades diuréticas.
El Laurel está tupido de espíritus, hay tantos y tan fuertes santos grandes, como el árbol sagrado de la
Ceiba. Tiene tantos misterios y derechos, es muy poderoso. Allí los fumbis — espíritus de los muertos —
se aglomeran.
En la Regla de Ocha se conoce con el nombre de Igginile ifiri y es uno de las árboles
más venerados y respetado, pues en su tronco vive Obakoso, Changó, rey de Koso. Con
su raíz, los santeros preparan una especie de licor que devuelve energías a los
organismos débiles por diversas enfermedades.
Cuenta un antiguo pattakí que en la copa del laurel y acompañado con los demás orishas
se encontraba charlando un atardecer Changó, dueño absoluto de este frondoso árbol.
De pronto ve que un hombre se le acerca, sigiloso, quejumbroso por su constante
adoración a sus veneradas deidades y que, así y todo, cumpliendo con ellas, lo habían
traicionado y había quedado ciego.
Changó pidió silencio y se puso a escuchar todo lo que el buen hombre tenía que decir:
¡Ay Baba, ay Yemayá, ay Ochún, ay Changó, que todo lo puedes, ay Elegguá que olvidaste ese día velar
por tu hijo, ay Egguns y Ayés, ay todos! ¿Por qué me han quitado la vista?
Changó, dirigiéndose a Orula, le pidió que sacara su tablero para investigar en qué había
fallado ese pobre hombre, mientras que Yemayá y Ochún le susurraban un canto al oído
para calmarlo y adormecerlo.
Orula moyugbó a los cuatro puntos cardinales e hizo un rezo especial a Babá. Le vino el
oddún Oché Meyi, y no entendió por qué le había atacado los ojos. Despertaron al
hombre y le explicaron lo que habían hecho mientras él dormía, ya que todos ellos lo
querían ayudar. El hombre, al conocer quienes estaban delante, se tiró en la tierra
besándola y pidiéndoles la bendición. Muy triste confesó que había pecado,
esclavizándose a los placeres de la tierra aunque no quería reconocerlo, y pidió
humildemente el perdón.
Este hombre que se tiraba ante los orishas era Babalú Ayé, que no sólo había perdido la
vista sino que estaba cubierto de llagas. Los awós (sabios) de la tierra donde vivía lo
habían botado y él, en su desespero había perdido la noción de todo.
Changó no lo había reconocido; al conocer la desobediencia, le pidió a Oggún — que
como sabemos es un gran brujo —, y a Osain, que con las hojas y las raíces del laurel
hicieran un cocimiento, que se lo fueran frotando suavemente en los ojos, hasta que él
llamara a la lluvia para que limpiara con su agua purificadora todo lo malo que había
hecho Babalú y de lo cual ya estaba arrepentido. Vino un gran aguacero y Babalú se fue
depurando.
De pronto salió el sol y vio la vegetación, el majestuoso laurel, a los orishas y a su
hermano Changó, con el cual se abrazó y juntos lloraron de felicidad. Por eso en el
laurel se pide y los orishas, atentos a sus hijos, los ayudan a desenvolverse. El laurel es
milagroso y mágico...
En Cuba se utiliza contra el reumatismo, la parálisis y la sarna, como también para
activar la digestión. Antiguamente se utilizaba para embalsamar cadáveres.
En Asturias, las hojas y los frutos contienen esencia. De los frutos se prepara la manteca
del laurel que se utiliza como parasiticida y antireumática en uso externo, sobre todo en
veterinaria.
El escritor e investigador Ignacio Abella, autor del libro "Magia de los Arboles"
describe:
El árbol se toma su tiempo para vivir. Bebe la vida en tragos cortos, la saborea solemne y pausadamente...
Su larga y sosegada vida los hace sabios y así representan la imagen y la garantía de estabilidad para el
medio. No en vano son además nuestros hermanos más altos y, los más profundos, siempre auscultando la
tierra con sus raíces infinitas.
El árbol es la imagen perfecta del centro sagrado, del eje central... Se encuentra en la
esencia de la vida, entre la materia y el espíritu, entre Dios y los hombres.
La ceiba, Iroko, árbol sagrado tanto para negros como para blancos y chinos, la
adoramos todos los cubanos; es trono, habitáculo de orishas[4], egguns[5], antepasados
negros y blancos; es un árbol con personalidad propia como la palma, tan llena de
misterios y leyendas en nuestra isla del Caribe.
A cualquier hombre o mujer que se le pregunte contestará al unísono que han aprendido
a respetarla y amarla, pues es sagrada, intocable. El que a sabiendas siembra una ceiba
contrae una unión misteriosa con ella, como un matrimonio de por vida, un lazo místico
de ofrendas y oraciones. Cuando se realiza esta operación, que debe ser antes de las 12
del día, de inmediato se le da una fiesta, con tambor, rezos, bailes y ofrendas para
fortalecerla. De ella dependerá nuestra suerte, salud y desenvolvimiento en la vida. En
las copas de este árbol frondoso y vigoroso viven orishas, egguns, todo el Ará-Onu[6] en
perfecta armonía y no se puede tocar sin antes hacerle ebbó[7]; no hay temporal, ni
huracán, ni ciclón, ni rayos que toquen a este sagrado árbol, es árbol de Olofi[8],
Olorun[9], Oloddumare[10] y de Obbatalá[11]; en algunas prestigiosas casas de santo, lo
identifican con un camino de Obbatalá: Ochanlá.
Los negros de ascendencia conga llaman a la ceiba Munanso Nsambi (árbol casa de
Dios); Nkunia Lembán, Nkunia Mabúngu, Nanguem
Ngandu, Naribe, Sánda, Nfumbe y Fumbe. Los negros de procedencia yoruba le
llaman Arabbá, Iroke, Eluwere y Asabá; también Iggi-Olorun (árbol de Dios). Su
nombre en fon es Loko. Su nombre en Haití es Papa Loko.
El Fresno es llamado por los celtas Iggdrasill. Para ellos es el mismo Odin que contiene
todas las fuerzas del Universo. Sus ramas sostienen el cielo y las estrellas son sus frutos.
El Fresno tiene 3 grandes y potentes raíces: la primera se hunde en las profundidades
del Aseir (el mundo subterráneo de los dioses y toma de Urd, la fuente sagrada, la
inmortalidad) en esta raíz habitan las hilanderas del destino, las que le mantienen el
vigor al Fresno. La segunda raíz se hunde en el país de los hielos, bebiendo de la fuente
que da origen a todas las aguas del mundo. Lugar donde habitan el dragón, la gran
serpiente y el aguila. Es esta la región de los muertos, de los ancestros. La tercera raíz es
Mimir, fuente donde se hunden las raíces en busca de la memoria y sabiduría. Región de
los gigantes de hielo, precursores de la raza humana.
En Cuba, cuenta los ancianos el pattakí que en los principios del mundo, el cielo y la
tierra tuvieron una discusión. La tierra argumentaba que era más vieja y poderosa que su
hermano el cielo: "Yo soy la base de todo, sin mí el cielo se desmoronaría, porque no
tendría ningún apoyo. Yo creé todas las cosas vivientes, las alimento y la mantengo.
Soy la dueña de todo. Todo se origina en mí, y todo regresa a mí. Mi poder no conoce
límites."
El rey sol, Oba Olorun[12] no respondió, pero hizo una señal al cielo para que se mostrara
severo y amenazante. "Aprende tu lección", dijo el cielo mientras se alejaba. "Tu castigo
será tan grande como tu arrogante orgullo".
Iroko, la ceiba, preocupada, comenzó a meditar en medio del gran silencio que siguió al
alejamiento del cielo. Iroko tenía sus raíces hundidas en las entrañas de la tierra,
mientras que sus ramas se extendían en lo profundo del cielo. Iroko comprendió que
había desaparecido la armonía y que el mundo conocería la desgracia. Porque hasta ese
momento, el cielo había velado sobre la tierra para que el calor y el frío tuvieran efectos
benévolos sobre las criaturas del mundo. La vida era feliz y la muerte venía sin dolor.
Todo pertenecía a todos y nadie tenía que gobernar, conquistar, ni reclamar posiciones.
Pero la enemistad del cielo lo cambió todo. No llovía y un sol implacable lo calcinaba
todo. Llegó el tiempo de los sufrimientos y la fealdad apareció sobre la tierra.
Una noche, la angustia y el miedo hicieron su aparición. Luego llegaron todas las
desgracias: toda la vegetación desapareció y sólo Iroko permaneció verde y saludable
porque, desde tiempo inmemorial, había reverenciado al cielo. Iroko les daba
instrucciones a aquéllos que podían penetrar al secreto que estaba en sus raíces.
Entonces éstos reconocieron la magnitud de la ofensa y se humillaron y purificaron a los
pies de la ceiba haciendo ruegos y sacrificios al cielo. Muchos mensajeros fueron
enviados al cielo, pero ninguno pudo llegar a él. Sólo el Aura Tiñosa, Ará-
Kolé[13] consiguió trasmitir las súplicas de los hombres a lo alto. El cielo se conmovió y
grandes lluvias descendieron sobre la tierra. Lo que quedaba vivo en ella se salvó
gracias al refugio que les ofreció Iroko. Luego volvió a reverdecer, aunque nunca
regresaron los días felices del principio del mundo. El cielo ya no era enemigo, pero
permaneció indiferente. Iroko salvó a la tierra y si la vida no es más feliz, la culpa hay
que echársela al orgullo.
Por su parte Odín, dios supremo, padre de todos, creador de los hombre, señor del cielo
y de la tierra, quién otorga la victoria en el combate dijo:
Soy poeta y vidente, soy dios de los muertos y de la agricultura. Para descubrir la sabiduría de las runas
agoreras, me sacrifique a mi mismo. Yo peregrinaba constantemente en busca de la sabiduría, visité al
gigante Mimir que vivía en la fuente del saber y le pedí un trago; pero él enaltecido me exigió un ojo a
cambio y desde entonces, soy tuerto. Cabalgo sobre los vientos en mi caballo blanco que vuela en el
traslucido azul lila de mi imaginación, transformado en un anciano bondadoso de luengas barbas blancas,
cubierto con un sombrero de anchas alas y un bello manto recamado en piedras preciosas que destellan en
multicolores luceros del atardecer. Pero cuando se guerrea me visto de yelmo y coraza de oro, y cabalgo
en mi corcel moro de 8 patas llamado Sleinir, llevando en mi mano una lanza hechizada por la magia de
los gnomos.
Y a la sombra del árbol Iggdrasill, el Fresno, árbol cósmico, foco del poder sagrado,
centro de coherencia; el que sustenta la fabrica del universo; desde su tronco se oyó la
voz intemporal, hueca en su propia profundidad, que clama:
Salve Tyr: dios de una sola mano, el más audaz y valiente de todos los dioses, el que brinca las victorias
en las batallas.
"Salve Balder: el más hermoso y sabio de los dioses. Dios muerto y resucitado de la vegetación".
Y todos en la riqueza espiritual de la Walalla, con las walkirias de trenzas doradas como
las lianas de arboles mitológicos escuchando el sonido metálico de yelmos y espadas
recibieron a Thor y a Odin en su cielo de nubes aceradas clamando:
A Odin marchan
Los condes muertos en la batalla
Pero Thor posee la tribu de esclavos.
Y dice el libro de la Edda:
Se que pendí del árbol que movía el viento,
durante nueve noches: herido de lanza,
sacrificado a Odin, yo mismo a mi mismo;
sobre el árbol de raíces desconocidas.
No me dieron un cuerno para beber,
no me dieron pan. Miré hacia abajo, recogí las runas...
Por su parte, la ceiba (Ceiba pentandra, voz taína). Sobre ella Lydia Cabrera nos dice:
... es un árbol sagrado, y la corteza de sus raíces es diurética y sirve de aperitivo a los débiles e
inapetentes. Es diurética y emética la corteza del tronco. Las flores, emolientes, y nada mejor para las
bubas que su cocimiento. La espina es eficaz depurativo.
Para evitar todas las molestias próximas al parto, se busca cáscara de Ceiba de la parte del tronco que da
para el lado que sale el sol, se hierve en bastante agua y se dan baños de asiento con ellas. Este remedio
está comprobado... Yo me entere de él en una sesión de santería... fui a preguntárselo a una santera amiga
mía a quién le baja el espíritu de un antiguo curandero africano del congo, que fue traído a Cuba como
esclavo hace más de dos siglos...
Algunos dicen que para lograr un hijo hay que hacer rogación al pie de Iroko, pedírselo
todos los años y, si lo concede, se debe cumplir con sus ofrendas. Pero hay que hacerlo,
porque Iroko castiga implacablemente al que se olvida de la gracia concedida.
Allá en la Fraternidad,
Plaza de amor y distancia,
Hay una Ceiba que cuida
Los ángeles de la Habana...
...Flota por una neblina
— champola de madrugada —
la Ceiba, Cuba, la Madre
que duele por mi nostalgia.