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Las rupturas amorosas duelen tanto porque cuando ocurren, la corteza prefrontal del cerebro se apaga y pierde su capacidad de procesar la información de forma objetiva. Al mismo tiempo, se activan las estructuras relacionadas con el apego y la vinculación, y las hormonas como la oxitocina y la dopamina siguen modulando la necesidad de estar cerca de la otra persona, lo que lleva a intentar retomar el contacto y desear una nueva oportunidad de forma no objetiva.
Las rupturas amorosas duelen tanto porque cuando ocurren, la corteza prefrontal del cerebro se apaga y pierde su capacidad de procesar la información de forma objetiva. Al mismo tiempo, se activan las estructuras relacionadas con el apego y la vinculación, y las hormonas como la oxitocina y la dopamina siguen modulando la necesidad de estar cerca de la otra persona, lo que lleva a intentar retomar el contacto y desear una nueva oportunidad de forma no objetiva.
Las rupturas amorosas duelen tanto porque cuando ocurren, la corteza prefrontal del cerebro se apaga y pierde su capacidad de procesar la información de forma objetiva. Al mismo tiempo, se activan las estructuras relacionadas con el apego y la vinculación, y las hormonas como la oxitocina y la dopamina siguen modulando la necesidad de estar cerca de la otra persona, lo que lleva a intentar retomar el contacto y desear una nueva oportunidad de forma no objetiva.
Esto es lo que sucede en tu cerebro en una ruptura
amorosa
¿Por qué se alarga tanto ese sufrimiento en nuestros periodos
de duelo? ¿Por qué duele tanto recordar? ¿Por qué nuestra mente vuelve una y otra vez a ese rostro, a ese nombre y a esa historia pasada? La respuesta está en nuestros neurotransmisores. Cuando experimentamos una ruptura afectiva la corteza prefontal “se apaga”. Es decir, nuestra capacidad para procesar la información de forma objetiva pierde funcionalidad. A su vez, se activan todas esas estructuras relacionadas con el apego y la vinculación. Hormonas como la oxitocina y la dopamina, reguladas por el sistema límbico, siguen modulando esa necesidad por tener cerca a la otra persona. Esa hiperactividad nos aboca a intentar retomar el contacto, a desear una nueva oportunidad, a no ver en muchos casos lo que ocurre de una forma más objetiva.