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PERSONAJES BÍBLICOS QUE AYUNARON

1. Moisés
Hola, soy Moisés. fuí un gran profeta y líder del pueblo judío. Dios me escogió para liberar al pueblo
de la esclavitud de Egipto y guiarlo a la Tierra Prometida. Dios me pidió que subiera al monte Sinaí
para recibir allí las tablas de la ley.
El Señor me dijo: «Sube a encontrarte conmigo en el monte, y quédate allí. Voy a darte las tablas
con la ley y los mandamientos que he escrito para guiarlos en la vida».
Yo entendía la importancia de ese momento y el impacto que tendría sobre el pueblo. Por eso, ayuné
durante 40 días y 40 noches. Era una ocasión especial: Recibiría la ley de Dios para el pueblo. Yo
sabía que la presencia de Dios estaría en el monte y ayuné como muestra de humildad ante la
santidad y grandeza de Dios.
Cuando yo subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que Jehová hizo con el
pueblo, estuve entonces en el monte cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua;
y me dio Jehová las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios; y en ellas estaba escrito
según todas las palabras que habló Jehová en el monte, de en medio del fuego, el día de la
asamblea. Sucedió al fin de los cuarenta días y cuarenta noches, que Jehová me dio las dos tablas
de piedra, las tablas del pacto.
Ese día recuerdo que cuando bajé del monte, el cual ardía, el pueblo se estaba portando mal,
ofendiendo a Dios. Entonces tomé las dos tablas y las arrojé de mis dos manos, y las quebré
delante del pueblo. Y me postré delante de Jehová como antes, cuarenta días y cuarenta noches;
no comí pan ni bebí agua, a causa de todo el pecado que habían cometido haciendo el mal ante los
ojos de Jehová para enojarlo. Porque temí a causa del furor y de la ira con que Jehová estaba
enojado contra el pueblo para destruiros. Pero Jehová me escuchó aun esta vez.
En aquel tiempo Jehová me dijo: Lábrate dos tablas de piedra como las primeras, y sube a mí al
monte, y hazte un arca de madera; y escribiré en aquellas tablas las palabras que estaban en las
primeras tablas que quebraste; y las pondrás en el arca.
Y yo estuve en el monte como los primeros días, cuarenta días y cuarenta noches; y Jehová también
me escuchó esta vez.
Que el ayuno, para ustedes, sea una herramienta para reflexionar, corregir y fortalecer su relación
con lo sagrado. Aprendí que, incluso cuando nos equivocamos, podemos encontrar una senda de
redención a través de la humildad y la dedicación.
2. David
Saludos, queridos niños. Soy David. Y fui rey del pueblo de Israel.
Estoy aquí para compartir con ustedes una parte de mi vida que fue marcada por el dolor, la
desobediencia y, finalmente, la transformación a través del ayuno.
Yo le había fallado a Dios. Había cometido adulterio e indirectamente había enviado a asesinar al
marido de la mujer que deseaba. Y la verdad… lo tengo que confesar… no me había arrepentido
ante Dios.
Nació un bebé fruto de esa relación cuando Natán, el profeta y mi amigo me visitó. Dios ya le había
mostrado mi pecado y él buscando exhortarme, me relató una parábola para confrontarme con mi
pecado. Yo tan ciego estaba que no me dí cuenta de que la parábola en realidad hablaba de mí.
Cuando terminé de escuchar a Natán declaré muy bravo como estaba: "¡Tan cierto como que el
Señor vive, que quien hizo esto merece la muerte!". Quedé pálido de la pena y el dolor cuando Natán
me dijo que yo era el protagonista de la historia.
Entonces Natán me dijo:
―¡Tú eres ese hombre! Así dice el Señor, Dios de Israel: “Yo te ungí como rey sobre Israel, y te libré
del poder de Saúl. Te di el palacio de tu amo, y puse sus mujeres en tus brazos. También te permití
gobernar a Israel y a Judá. Y por si esto hubiera sido poco, te habría dado mucho más. ¿Por qué,
entonces, despreciaste la palabra del Señor haciendo lo que le desagrada? ¡Asesinaste a Urías el
hitita para apoderarte de su esposa! ¡Lo mataste con la espada de los amonitas! Por eso la espada
jamás se apartará de tu familia, pues me despreciaste al tomar la esposa de Urías el hitita para
hacerla tu mujer”.
Es en ese momento que me doy cuenta de la magnitud de mis pecados y me arrepiento. Me humillé
ante Dios y pedí perdón. Natán me dijo que Dios me perdonaba, pero que aun así, sufriría las
consecuencias de mí pecado. El bebé moriría.
Cuando David regresé a casa me avisaron que el niño estaba gravemente enfermo. Y entonces
decidí ayunar. No comí durante los 7 días que el niño estuvo grave. Rogué a Dios por compasión,
que le concediera salud y vida a mi hijo. Sin embargo, el niño murió, tal y como había dicho Dios por
boca de Natán.
Y entonces dije: Es verdad que cuando el niño estaba vivo yo ayunaba y lloraba, pues pensaba:
“¿Quién sabe? Tal vez el Señor tenga compasión de mí y permita que el niño viva”. Pero, ahora que
ha muerto, ¿qué razón tengo para ayunar? ¿Acaso puedo devolverle la vida? Yo iré adonde él está,
aunque él ya no volverá a mí.
La enseñanza que quiero compartir con ustedes es que, aunque enfrenten las consecuencias de sus
acciones, el ayuno puede ser un camino hacia la redención y la sanación interior. No siempre
obtenemos lo que pedimos, pero en Dios encontramos la fuerza para seguir adelante.
Que el ayuno sea, para ustedes, un recordatorio de la importancia de la obediencia, la humildad y la
búsqueda constante de la gracia divina. Aprendí que, incluso en medio del dolor, podemos encontrar
consuelo y transformación a través de la conexión con nuestro Señor.
3. Daniel
¡Saludos, niños curiosos! Estoy aquí para compartir con ustedes una historia de sabiduría, fe y el
poder transformador del ayuno.
En tiempos antiguos, fuí deportado a Babilonia junto a otros jóvenes para aprender el idioma, la
literatura y las costumbres de los babilonios. Las fuertes convicciones y mi gran fe en Dios me
llevaron a rechazar la comida y el vino del rey. Pedí, junto a tres de mis compañeros, una dieta
diferente acorde con las reglas alimentarias que Dios había dado a su pueblo. Durante tres semanas,
me sumergí en un ayuno especial, absteniéndome de alimentos sabrosos y dedicándome a la
oración solo frutas y legumbres. Mi deseo era recibir una revelación de lo alto y entender los
propósitos divinos.
Aun con esa alimentación más sencilla, nosotros lucíamos más sanos que los otros jóvenes.
Nosotros no solo gozábamos de salud, sino que éramos muy sabios y teníamos unos dones
especiales que Dios nos había dado.
A través de los años usé esos dones, en especial el de interpretación de sueños, y esto hizo que mi
fama aumentara provocando el rechazo y la envidia de algunos. Pero me mantuve fiel a Dios y viví
grandes milagros de protección por parte de él. En una ocasión Dios protegió a mis amigos,
librándolos de morir en el horno de fuego.
«Corría el primer año del reinado de Darío hijo de Asuero, un medo que llegó a ser rey de los
babilonios, cuando yo, Daniel, logré entender ese pasaje de las Escrituras donde el Señor le
comunicó al profeta Jeremías que la desolación de Jerusalén duraría setenta años. Entonces me
puse a orar y a dirigir mis súplicas al Señor mi Dios. Además de orar, ayuné y me vestí de luto y me
senté sobre cenizas.»
Yo leí la profecía y lo que hice es que me puse a orar y ayunar. Separé un día para estar en actitud
de humillación total ante Dios. Durante ese ayuno confesé a Dios los pecados del pueblo de Israel y
pedí misericordia.
En otra ocasión yo, Daniel, pasé tres semanas como si estuviera de luto. En todo ese tiempo no
comí nada especial, ni probé carne ni vino, ni usé ningún perfume. y durante ese tiempo tuve una
visión donde Dios me mostró cosas excepcionales que ustedes las pueden leer en mi libro…
La enseñanza que quiero compartir con ustedes es la importancia de la fe y la perseverancia en la
búsqueda de la sabiduría divina. El ayuno, cuando se realiza con sinceridad y devoción, puede abrir
puertas espirituales y brindar claridad en medio de la incertidumbre.
Que el ayuno, para ustedes, sea una expresión de fe y un recordatorio de que, a través de la
dedicación y la confianza en Dios, pueden encontrar respuestas a las preguntas que la vida les
presenta.
4. Nehemías
¡Saludos, jóvenes amigos! Soy Nehemías. Estoy emocionado de compartir con ustedes una historia
de determinación, ayuno y la reconstrucción de nuestra ciudad sagrada, Jerusalén.
Hace muchos años, cuando Jerusalén estaba en ruinas y su gente afligida, mi motivación para el
ayuno fue clara: buscaba la intervención divina para la restauración de nuestra ciudad. Mi corazón
estaba lleno de tristeza al ver las murallas de Jerusalén derribadas.
El pueblo de Israel había estado cautivo por setenta años, tiempo en el que no había tenido acceso a
la palabra de Dios. Había vivido inmerso en otra cultura, se había acostumbrado a vivir y hacer las
cosas de forma diferente a la que Dios había mandado.
Al regresar a nuestra tierra y comenzar la reconstrucción de la ciudad, yo, fuí nombrado gobernador,
y me aseguré de dedicar tiempo para leer la palabra de Dios. El pueblo, al leer la ley de Dios,
comenzó a darse cuenta de los errores cometidos.
El día veinticuatro de ese mes los israelitas se reunieron para ayunar, se vistieron de luto y se
echaron ceniza sobre la cabeza. Habiéndose separado de los extranjeros, confesaron públicamente
sus propios pecados y la maldad de sus antepasados, y asumieron así su responsabilidad. Durante
tres horas leyeron el libro de la ley del Señor su Dios, y en las tres horas siguientes le confesaron
sus pecados y lo adoraron.
Ese tiempo de ayuno y reflexión tuvo como resultado la confesión de pecados y la adoración a Dios.
Durante días, me sumergí en el ayuno y la oración, buscando la fuerza y la guía de Dios. Mi deseo
era ser parte de la solución, ser instrumental en la reconstrucción de las murallas y en la restauración
del espíritu de nuestra comunidad.
Los resultados fueron notables. A medida que perseverábamos en el ayuno, Dios nos brindó la
oportunidad y los recursos para reconstruir las murallas. La determinación y la fe nos llevaron a
superar los desafíos, y Jerusalén fue restaurada.
Niños! La enseñanza que quiero compartir con ustedes es la importancia de la determinación y la fe
en la consecución de objetivos. El ayuno, cuando se realiza con un propósito claro y una fe
inquebrantable, puede ser el impulso que necesitamos para superar cualquier dificultad.
Que el ayuno, para ustedes, sea un recordatorio de que, con determinación y fe, pueden superar
cualquier obstáculo y ser agentes de cambio positivo en sus comunidades.
5. Ester
¡Saludos, queridos niños! Soy Ester. Estoy emocionada de compartir con ustedes una historia de
valentía, ayuno y la protección de mi pueblo.
Hace mucho tiempo, en el imperio persa debía interceder ante el rey para salvar de la muerte a mi
pueblo, el pueblo judío. El rey Asuero había cedido, ante la insistencia de Amán, un funcionario de
alto rango. Pasó un decreto obligándolos a todos a inclinarse ante Amán. Pero ni Mardoqueo ni el
pueblo judío estaban dispuestos a obedecer. Ellos solo se inclinaban ante Dios. Les cuento
Mardoqueo era mi primo, quien era como mi padre.
Amán se enojó mucho y buscaba destruir al pueblo judío. Mardoqueo me pidió que intercediera ante
el rey a favor del pueblo, pues yo estaba en una posición que me permitía hacerlo. Yo era la reina.
Dios me había puesto en esa posición para que le fuera útil y el momento había llegado.
Junto con el pueblo decidimos hacer un ayuno para que el rey viera con buenos ojos mis palabras y
mi solicitud. Porque yo no podía acercarme cuando quisiera al rey. Sabíamos que Dios era el único
capaz de ablandar el corazón del rey y protegerlos de la extinción.
Yo le envié a Mardoqueo esta respuesta: «Ve y reúne a todos los judíos que están en Susa, para
que ayunen por mí. Durante tres días no coman ni beban, ni de día ni de noche. Yo, por mi parte,
ayunaré con mis doncellas al igual que ustedes. Cuando cumpla con esto, me presentaré ante el rey,
por más que vaya en contra de la ley. ¡Y, si perezco, que perezca!»
Al tercer día, me presenté ante el rey Asuero para exponer nuestra situación. Mi deseo era abogar
por mi pueblo y revelar la conspiración que amenazaba sus vidas.
Los resultados fueron asombrosos. A través del ayuno y la valentía, Dios intervino y la amenaza fue
neutralizada. Mi pueblo fue protegido.
La enseñanza que quiero compartir con ustedes es la importancia de la valentía y la integridad. El
ayuno, cuando se realiza con un propósito justo y valiente, puede ser una herramienta poderosa para
enfrentar los desafíos y proteger a aquellos que amamos.
Que el ayuno, para ustedes, sea una expresión de valentía y un recordatorio de que, a través de la
integridad y la fe, pueden superar cualquier obstáculo en sus vidas.

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