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TEMA 3: Los principios fundamentales del orden jurídico-político

-El principio de la soberanía popular:


El artículo 1. º.2 de la Carta Magna enuncia el llamado principio de soberanía popular: “La
soberanía popular reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. El
pueblo por tanto es el origen de todo poder, lo que se traduce en la aparición del sufragio
universal para la elección de todos los órganos representativos así como la necesidad de
que todos los poderes se conecten entre sí.
Queda así enunciado, tal y como el Tribunal Constitucional reconoce, el principio de
legitimidad democrática.
Como una manifestación más del principio de legitimidad democrática han de entenderse:
a) El artículo 99 que exige la confianza del Congreso de los Diputados para
el candidato propuesto por el Rey para la Presidencia del Gobierno.
b) Los artículos 108 y 114 que contemplan la responsabilidad solidaria del
Gobierno ante el Congreso.
La Constitución de 1978 se ha inclinado con claridad por el concepto de soberanía popular
frente al de soberanía nacional, concepto común a todas las Constituciones del siglo
pasado y que serviría para legitimar de algún modo el sufragio censario. La teoría sobre la
soberanía popular debe su fuerza expansiva al desarrollo de la civilización democrática y
también al incesante progreso del espíritu individualista.
-El Estado de Derecho. Sus premisas:
El Estado de Derecho pretendía expresar la relación de subordinación en que se encuentra
el primero respecto del segundo. La Constitución de Massachusetts de 1790 subsumiría
este significado en la idea del gobierno de leyes. La Constitución de 1978 ha incorporado
las premisas del Estado de Derecho a las que nos referimos:
1. Sujeción de los ciudadanos y los poderes públicos al ordenamiento jurídico. De
conformidad con el artículo 9. º.1: “Los ciudadanos y poderes públicos están
sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico.”
La sujeción al ordenamiento se trata de hacer efectivo el artículo 9. º.3 que enuncia
los principios característicos de la construcción formal del Estado de Derecho: el
principio de legalidad, el de jerarquía normativa, el de publicidad de las normas, el
de seguridad jurídica,… La consolidación del Estado de Derecho es la última meta
a alcanzar con la Constitución.
2. División de poderes. Nuestra Constitución ha recepcionado el viejo principio de
la separación de poderes que pretende garantizar más eficazmente la libertad.
El principio de división de poderes que en su día enunció Montesquieu ha sido
formulado por la Constitución de 1978. García Pelayo diferencia cuatro criterios:
2.1.División entre el poder constituyente y el poder constituido. Es función del
Tribunal Constitucional garantizar que los poderes actúen dentro de los
límites marcados.
2.2.El segundo criterio atiende a la relación Estado-Sociedad; es decir, división
entre el poder estatal y los derechos y libertades de los individuos.
2.3.El tercero atiende a la división horizontal de poderes y se divide entre tres
titulares: las Cortes Generales, que ejercen la potestad legislativa del
Estado; el Gobierno, que ejerce la función ejecutiva y la potestad
reglamentaria; y al Poder Judicial, integrado por Jueces y Magistrados
independientes, se atribuye el ejercicio de la potestad jurisdiccional.
2.4.Por último, tenemos división vertical; es decir, distribución de competencias
entre los poderes centrales del Estado y poderes de las Comunidades
Autónomas.
3. Reconocimiento de un orden valorativo. La cláusula del Estado de Derecho
desde su formulación inicial ha encerrado unas convicciones, esa cláusula no se
ha perdido y además se ha convertido en su elemento nuclear. Como dice De
Vega, la Constitución no es solo nombre, sino un código de valores a los que se
pretende dar un contenido político e histórico.
Ese orden es proclamado por el artículo 1. º.1.
Este precepto supone la consagración de la persona y de su dignidad.
-El Estado democrático. Principios caracterizadores:
La definición de Lincoln de la cláusula Estado democrático es “…that the government of the
people, by the people, and for the people shall not perish from the earth.”
Nos basamos en Garrorena calificando de tríptico al Estado democrático, al que se le añade
la consideración de la democracia como una norma. Los distintos elementos cualificadores
son:
1. La concepción plural de la sociedad. La democracia se vincula tanto al
pluralismo social como al principio participativo, ya que la sociedad debe estar
regida por el principio democrático. La democracia supone una comprensión de
la sociedad como un entramado en el que se interaccionan los grupos sociales.
Contemplado el pluralismo en el artículo 1. º.1, ese pluralismo lo encontramos en
la constitucionalización de las instituciones sociales. La integración del individuo
en un grupo es contemplada por el artículo 9. º.2, así el 16.3 se refiere a la
pluralidad de creencias religiosas y el 51.1 y el 52 garantizarán la defensa de los
consumidores y usuarios.
Por último, el 22 legitima la constitución de todo tipo de asociaciones.
2. La participación como principio rector de la vida social y política. El principio de
participación es la consecuencia obligada de la atribución al pueblo español de la
soberanía nacional. En una sociedad democrática no basta con reconocer el
pluralismo, sino que el proceso político exige de la competencia entre los
diferentes individuos y grupos.
3. La democracia como principio de convivencia. La democracia es un principio de
convivencia y según el artículo 27 se reconoce el derecho a la educación y la
libertad de enseñanza. El Preámbulo de la Lex Superior garantiza la convivencia
democrática dentro de la Constitución y de las leyes.
-El Estado social. Sus proyecciones:
El carácter social de los códigos constitucionales del período de entreguerras se acentuará
tras la Segunda Guerra Mundial. La Ley Fundamental de Bonn convertirá en derecho
positivo en su artículo 20.1 la idea del Estado social.
La Constitución de 1978 se ha alineado en esta dirección y ya el Preámbulo delinea los
rasgos nucleares de la estructura socioeconómica.
El Preámbulo es un texto carente de forma jurídica de obligar en términos directos, y se
podría pensar que esa proclamación a favor del establecimiento de una sociedad
democrática avanzada es una mera fórmula retórica carente de toda trascendencia política.
Las Constituciones cumplen una función transformadora de la sociedad que no se agota en
la mera posibilidad de la reforma constitucional, sino que se traduce en la existencia de
cláusulas que permiten el avance a través de la consecución de ciertos objetivos.
Esa meta, que es la sociedad democrática avanzada, es la expresión técnica que designa el
desarrollo imprescindible para que se cumplan los postulados del artículo 9. º.2.
La definición del Estado como “social” se proyecta en múltiples direcciones:
1. El principio de igualdad material. El artículo 14 de la Constitución proclama este
principio y tiene doble vertiente: igualdad ante la ley y la no discriminación. Esto
se complementa en el artículo 9. º.2 que tiene un sentido de totalidad, en él hay
tensión y sus destinatarios son: los poderes públicos, los individuos, los grupos y
todos los ciudadanos. Este principio debe ser integrado con los criterios propios
de igualdad sustancial. Por eso concluimos que un verdadero mandato debe
obtener unos determinados resultados sociales.
2. El reconocimiento de derechos de carácter económico y social. La extensión de
los derechos no se limitará sólo a relaciones recíprocas de trabajo y capital, sino
que se tenderá a englobar la totalidad de la vida social. La Constitución de 1978
acoge un catálogo de derechos económicos-sociales. En el ámbito de trabajo y
capital se encuentra la libertad sindical, que es el derecho de fundar sindicatos,
así como el derecho de sindicatos a formar
confederaciones. Nadie puede ser obligado, de esto emana el derecho a la huelga,
el derecho a la negociación colectiva laboral, el derecho al trabajo, …
En la asistencia social, la Constitución acoge derechos como: el derecho a la
seguridad social, el derecho de vivienda, el derecho a disfrutar de un medio
ambiente, el derecho a la educación,… La Constitución también reconoce derechos
de los ciudadanos, como los de contenido patrimonial.
3. La Constitución económica. Una de las proyecciones más sugestiva es la
incorporación a la Norma suprema de la Constitución económica. Huber la define
como el orden jurídico fundamental de los bienes, fuerzas y procesos
económicos. El Tribunal Constitucional ha reconocido su existencia en la
Constitución española de 1978.
-La Monarquía parlamentaria como forma de gobierno:
La Monarquía parlamentaria es aquella forma de gobierno en la que el poder ejecutivo es
ejercido por un gobierno políticamente responsable ante el Parlamento, que a su vez ejerce
la función legislativa.
La Monarquía parlamentaria se presenta como una forma de gobierno de un Estado
democrático, caracterizada por la naturaleza no electiva y hereditaria del titular de la
Corona, el Rey, cuya misión es formalizar las decisiones políticas del Gobierno y el
Parlamento.
La Constitución de 1978, a diferencia de lo que ocurre en la mayoría de las Constituciones
monárquicas europeas, a excepción de la sueca, ha tratado de reducir a normas jurídicas
las funciones del Monarca; es decir, ha intentado construir desde el principio una monarquía
parlamentaria racionalizada.
Esta racionalización ha venido a afectar a la propia naturaleza de la Monarquía: el Rey se
ha convertido en el titular de un órgano del Estado, la Corona, con las atribuciones y
competencia que la Constitución le confiere.
Las competencias del Monarca están establecidas y le son atribuidas por la Constitución y
las leyes.
-El principio de autonomía y el Estado autonómico:
I. El Título VIII de la Constitución española diseña una nueva forma de
organización territorial del Estado y se le llama Estado autonómico,
desarrollando así la declaración política básica del artículo 2. º, que declara
que: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación
española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y
garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades…”
Tras el régimen franquista, la restauración de la Monarquía irá unida al
reconocimiento de las peculiaridades nacionales. El Gobierno Suárez ponía de
relieve que la institucionalización de las regiones en régimen de autonomía
constituía uno de sus objetivos fundamentales; y así en 1977 se restableció la
Generalidad de Cataluña. Esta norma iba a abrir el camino hacia una nueva
estructura territorial del Estado. Se inicia así la llamada “carrera de las autonomías”,
que se asemejaba con la tesis de la “generalización autonómica” defendida por el
Gobierno de Adolfo Suárez.
De esta forma el Título VIII quedó reducido a un conjunto de principios, límites y
cauces procedimentales que delimitaban el modelo final al que había que llegar.
La pluralidad de soluciones implícita en el Título VIII ha conducido al recurso
constante, por parte de los órganos autonómicos, al Tribunal Constitucional.
II. Retornando al artículo 2. º de nuestra Constitución, éste reconoce un
derecho de las regiones que integran la Nación española y establece un
principio general de organización del Estado. En España, por tanto, existe un
solo Estado descentralizado (unitario complejo, en cuanto integrado por
pluralidad de organizaciones territoriales autónomas).

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