En el apartado anterior establecimos que la filosofía es un saber situado, es decir, que es un
saber que no se desarrolla con total independencia de la sociedad en la que se inscribe. Sin embargo, esto no significa que para explicar por qué en determinado momento histórico cobran mayor vigencia las doctrinas de ciertos filósofos particulares sea suficiente especificar las características históricas de la sociedad en la que se producen. Es decir, sería erróneo explicar toda filosofía exclusivamente por el momento y la sociedad en el que surge o tiene vigencia. Una explicación de este tipo sería reduccionista, y estaría realizando un reduccionismo sociológico. Para tener un enfoque global de las relaciones que pueden establecerse entre filosofía e historia deberíamos tener en cuenta, además, otras cuestiones. Por ejemplo, su propio carácter histórico en tanto cuerpo de saber sistemático, es decir, el hecho que hace más de veinte siglos que se viene desarrollando esta práctica. También, el carácter histórico de la producción de cada filósofo, ya que sus preferencias e intereses, su actividad y su propuesta filosófica tienen un desarrollo en el tiempo. Veamos todas estas cuestiones con un poco más de detalle.
2.1 UNA HISTORICIDAD A DOBLE NIVEL
Vamos a establecer, entonces, que la filosofía está atravesada por dos niveles de historicidad: 1) el de la historia de las sociedades en las que se formulan los diversos sistemas filosóficos, y 2) el de su propio y particular desarrollo como práctica productora de saber. En el primer nivel, la filosofía está en relación con las relaciones dominantes y con los acontecimientos históricos particulares de la sociedad en la que se inscribe. Esto hace que también se vincule con la historicidad de los otros saberes que se generan en la sociedad. Así, en la Grecia antigua la filosofía contiene elementos que se explican por el hecho de haber sido producida en una sociedad que organiza sus relaciones sobre la base de la esclavitud y que tiene un desarrollo técnico limitado si lo comparamos con el actual. Como ya explicamos en las clases anteriores, la filosofía ganó en esa época un espacio de saber privilegiado y los otros saberes quedaron o bien desprestigiados o bien subsumidos al filosófico. En este nivel podemos establecer una correlación más o menos exacta entre los períodos históricos de occidente y los de la historia de la filosofía occidental. De esta manera, podremos hablar de la filosofía antigua, de la filosofía medieval, de la filosofía moderna y de la contemporánea. En el segundo nivel de historicidad nos ubicamos cuando consideramos a los filósofos y a las teorías y doctrinas que producen. Tenemos, por ejemplo, que las filosofías de Santo Tomás (1225-1274), la de Baruch de Spinoza (1632-1677), la de Martín Heidegger (1889- 1976) o la de Michel Foucault (1926-1984) (por poner unos poquísimos ejemplos de filósofos de distintos períodos históricos) se suceden en el tiempo. Lo mismo puede decirse de doctrinas o corrientes filosóficas, como la patrística, el racionalismo, el empirismo, el materialismo, el idealismo, etc. En tanto los filósofos coexisten y se suceden en el tiempo, las distintas doctrinas filosóficas se ordenan también en una secuencia temporal, a veces superponiéndose, es decir, estando vigentes varias corrientes al mismo tiempo. Una característica particular de la filosofía, y que la diferencia de otros tipos de saberes, es que conocer su historia permite comprender mejor la propuesta de cada filósofo particular. En la ciencia este conocimiento no es necesario. Tomemos por caso la física: no hace falta conocer la historia de la física para comprender ciertas explicaciones actuales, o para proponer otras nuevas. Cuando la disciplina acepta como verdadero y vigente algún conjunto de conocimientos (es decir, cuando todos los que producen saber dentro de ella adhieren a un determinado paradigma teórico), el saber previo queda relegado. Sin embargo, la historia de la filosofía no es anecdótica para la comprensión de un sistema filosófico particular, dado que es propio de esta práctica discutir presuponiendo los desarrollos filosóficos anteriores ya sea para adherir a ellos, oponerse o retomarlos de una manera superadora. Para quienes se mueven en el terreno filosófico, entonces, no resulta extraño que, a partir de la filosofía de Platón, desarrollada en el siglo I a.C. haya platónicos como San Agustín en el siglo IV d.C o neoplatónicos en el siglo III; que haya que conocer la filosofía empirista de David Hume, filósofo del principio del siglo XVIII poniéndola en relación con la propuesta racionalista de René Descartes, desarrollada en la primera mitad del siglo XVII. Incluso, tampoco sorprende dentro del ámbito de la filosofía que se deba comprender la filosofía de la Ilustración (del siglo XVIII), la de Hegel (desarrollada entre fines del siglo XVIII y principios del XIX) y la de Marx (del siglo XIX) para poder abordar en profundidad los desarrollos de los filósofos de la Escuela de Frankfurt en el siglo XX.